Sei sulla pagina 1di 13

ver a una definición histórica muy limitada y definida en términos

concretos en un grupo de grandes artistas (C. Briganti, voz «Ba- La periodización de Ia época renacentista 1

rocco» [«Storia della dottrina e fortuna critica del concetto»], en


Ia Enciclopedia universal e âell'arte, Venecia y Roma, 1958,voI. II,
cols. 345-359;cf. especialmente coI. 354), es lícito que los estudio-
sos de historia manifiesten su confusión. Aunque el simposio ro-
mano no hubiera tenido mejor resultado que aclarar el estado de
Ia cuestión, exponer Ia importancia de los progresos realizados
por los estudiosos de historia del arte y Ia literatura, y hacer pre-
sente Ia necesidad de examinar positivamente, incluso fuera de 1. Por Ia palabra «periodización», puesta de moda en estos úl-
los estudios de historia de Ias artes y Ias letras, Ias muchas ins- timos afios, entendemos Ia delimitación y subdivisión de un pro-
tancias propuestas por los barroquistas, habría sido un magnífico ceso histórico dado (de historia «universal", de historia nacional,
resultado; aunque hay que aiiadir que el buen resultado no se li- de historia de una institución, etc.) en términos cronológicos; una
mita a esto por 10 que afecta aios demás campos de estudio. delimitación y subdivisión tales que Ia articulación así obtenida
a) corresponda a una concepcíón general de Ia evolución históri-
ca, b) permita determinar Ias características peculiares a cada
período y esclarecer el vínculo que une Ias diferentes formas de
Ia evolución histórica. La periodización supone, asimismo, reor-
denar el material historiográfico y remitirlo a Ias tendencias ge-
nerales fundamentales de Ia sociedad humana dei período particu-
lar deI que quiere ocuparse, esto es, presupone 10 que se llama
una «interpretación», Es un hecho que Ias periodizaciones Ias uti-
lizan todos los historiadores; unos aceptan Ias tradicionales y aca-
démicas o como esquemas más o menos útiles o como medios de
expresíón, fórmulas y símbolos de uso común en que no se refle-
jan; otros Ias proponen como propias, en correspondencia con su
concepción general de Ia evolución histórica en general o en par-
ticular; Ia diferencia entre los primeros y los segundos está en
que éstos son conscientes de Ia operación, del carácter «interpre-
tativo» o «filosófico» de Ia periodización, mientras que aquéllos
no. Muchos, sin embargo, aun aplicando y justificando Ias perio-
dizaciones por mor de clasificación y delimitación de Ia investi-
gación respectiva o Ia exposición de ésta, y más aún en Ias discu-
siones de hechos particulares, temen poner Ia mano en el fuego
por miedo de que se les acuse de «filosofar» y «generalizar», y
afirman que son conscientes de un presunto carácter «arbitrario»

1. [Publicado por vez primera con el título de eLa periodizzazione dell'età


deI Rinascimento nella storia d'Italia e in quella d'Europa», en Relazioni deI
X Congresso Irüernazioruile di Scienze Storiche, vol. IV: Storia Moderna, Sansoni,
Florencia, 1955, pp. 307-334; reimpreso con el título actual en varios lugares
(N. deI e.).]
La presente ponencia no se propone revisar Ias obras deI último período de
estudios sobre el Renacimiento y menos aún repasar todos los problemas rela-
cionados con Ia época, sino s610 seiialar con brevedad los puntos principales, a
juicio deI autor, planteados por discusiones de última hora, desde un punto de
vista europeo y de periodizaci6n, no gravado por tendencias de ninguna clase.
Por ello no se da bibliografia ni se cita ninguna obra concreta de los diversos
autores que se mencionan como representantes de diversas interpretaciones y
más en virtud de su obra conjunta que de afirmaciones particulares. (Nota de
Delio Cantimori.)

342 343
de Ias periodizaciones. Y esto ocurre ya se trate de esquemas cro tantos estudiosos que pierden el tiempo con tale~ cuestiones y ~ue
nológicos (1453-1530, por ejemplo) rellenados luego de sentido Ias discusiones de éstas derivadas tengan, además, sus efe~to~, a
conceptual, ya se trate de esquemas ideales (Renacimiento, Edud mí me parece que un hecho, aun irritante, no se ~ue~e eh~mar
Media, etc.) que luego se definen cronológicamente. En otros maldiciéndolo. Observemos, por eI contrario, una comcIdencIa. que
sos, Ia instintiva repugnancia, compartida por quien esto escribc, nos parece tiene algún significado: .e~,renovado ,y. acent?ado ínte-
que siente el historiador por 10 que no es detalle determinado, in rés por el Renacimiento Y su definicíón cronológica e ínterpreta-
dividuado, específico, hecho concreto, se manifiesta en Ia multi ción que hemos observado entre los historiadores del arte, de Ia
plicación de períodos y subperíodos, o de épocas y períodos, com literatura, de Ia filosofía, del pensamiento político o e~ genera~
si establecer muchos períodos breves fuera generalizar y periodl- «de Ias ideas», corresponde a Ias vivas .polémicas sostemdas cast
zar menos que el establecer pocos y largos. Sin embargo, ningún durante eI mismo período entre estudiosos, en su mayor parte
estudioso o autor de cosas de historia puede evitar, de una u marxistas de historia económica, a propósIt? del fin del feuda-
otra forma, el juzgar e interpretar, y difícilmente, ai hacerlo, pu - lismo y los comienzos dei capitalismo o sociedad burguesa ma-
de substraerse a Ia periodización. No vamos a decir, con Colling- derna. La coincidencia es doble; no sólo Ias dos controverSIaS ,se
wood, que el empleo tanto de Ia periodización como de Ia inter- desarrollan casi contemporáneamente, sino que versan ad~mas,
pretación sea una muestra de madurez de un pensamiento histó- aun desde perspectivas realmente y muy a menudo hetero~ene~s,
rico capaz no sólo de aceptar sino también de juzgar; y nos limi- sobre Ias mismos siglas de historia: y así .come: los «medIeyalis-
taremos a constatar 10 que por este camino sucede. .- tas» y los «modernistas» afrontan en sus dIsc~sIOnes a Alcuíno y
a Herder, así los historiadores de Ia econorma abord~~ en sus
2. Constatemos, además, otro hecho: Ia renovación dei interés análisis fenómenos que van deI afio 1000 a Ia RevolucIO~ I?dus-
por una definición y valoración general dei Renacimiento. Con trial. Y casi estoy por decir que Ias discusiones ~ersan, asnmsmo,
esto no nos referimos sólo ai florecimiento de estudios humanís- sobre el mismo problema de fendo, q~e se ~odna formular de Ia
ticos y renacentistas que firman nombres como los de Baron, siguiente manera: lhubo algún cambio radI~al e~ Ia estru.ctura
Holborn, Gílbert, Krísteller, Billanovich, R. Weis, Garin, Chabod, económico-social y político-jurídica y en l.a.hIstona de Ias ideas,
G. Weise, Campana y Weisinger más Ias de maestros venerandos líteraria, poética, artística, filosófica y rehgIO~~ de Europ~ ar;tes
como Renaudet (con frecuencia por el contrario, estos estudiosos de Ia Revolución Industrial y de Ia Revolución Francesa. SI Ia
dei humanismo rechazan directa o indirectamente Ia idea de Re- hubo rcuándo y durante qué período ocurrió? lCómo ernpezó,
nacimiento), sino también a la acentuación dei interés por el Re- cómd ;e desarrolló? lAl mismo tiempo en todas partes de Euro-
nacimiento como tal (aunque no siempre visto como opuesto a Ia pa? Etc. . L' I .
Edad Media o distinto de ella). Particularmente indicativo nos Un estudioso de historia econômica, R. S. op~z, a reconsi-
parece, tras Ia abundante aparición de revistas especíalizadas, Ia derar el material que demuestra el renacer econó~Ico europeo y
fundación en 1954 en Estados Unidos de una Renaissance So- asiático dei sigla X de Ia era cristiana, bromeó: «Still another Re-
ciety con el extenso programa de promover ante todo Ias relacio- naissanceê» Otros estudiosos (Hilton, Boutrou~he: Dobb) no ha-
nes entre Ias diversas especializaciones (de Ias artes figurativas a blan de Renacimiento ni siquiera de broma, SI bien observan el
Ias literaturas modernas, pasando por Ia filología clásíca, Ia his- cambio radical, Ia innovación fundamental -:-e~ eIlos Ia afirma-
to ria de Ias ciencias, el derecho, Ia filosofía, Ia teología, Ia historia ción del sistema económico «moderno~>capitalista y el fin, del
política, social y económica). Paralelo a este florecimiento y rena- feudalismo como base de Ia Edad Media-e- en el ~Is.mo penodo
vación de estudios humanísticos y renacentistas ha sido el resur- que llama Ia atención de Ias estudiosos del RenaclmIento (valga
gimiento dei interés por distinguir el Renacimiento de Ia Edad por todos el caso de Ferguson) y ce:n .el mismo c~rácter. De un~
Media y por definir y periodizar el primero: recordemos nada parte se quiere considerar el Renacimiento una «epoca de tran~I-
más que Ias obras de carácter global de Schulte-Nordholt y de ción» que va de 1300 a 1600, de otra parte se quiere: «A partir
Ferguson (1948), de Garin (1949), de Baeyens (1952), Ias escritos de 1300 aproximadamente, cuando estuvo claro que algo no fun-
de G. Weise y Ia amplia discusión suscitada por Ia obra de Fergu- cionaba realmente en Ia sociedad feudal europea, hubo muchas
son en particular entre los estudiosos ingleses (Jacob, Tuber- ocasiones en que ciertas zonas de Europa se sIt~~ro~ en los ~-
ville); para Ias discusiones anteriores me remito a Ia ponencia de brales deI capitalismo. Hay un aroma de revolución burguesa .e
Chabod en el Congreso Histórico Internacional de 1934. Será "industrial" en Ia Toscana y Flandes del siglc: XIV o en .la Alemam~
«tíempo perdido», como dice un gran historiador y también gran de comienzos del siglo XVI. Pero sólo a partI; de medIados. del SI-
estudioso dei Renacimiento, Lucien Febvre, pero no sabría expli- gla XVII se convierte este aroma en algo mas que el condll~ento
car sólo con sutilezas académicas o razones parecidas el que haya de un plato íuerte básiçamente medieval o feudal... A partír de

344 345
comienzos dei siglo XVIII, Ia sociedad "burguesa" avanzará sin quiavelo, de Arnaldo de Brescia al sitio de Florencia, era en di-
obstáculos ... » (Hobsbawm). EI motivo de esta coincidencia me pa- cho encuadre aurora, prefiguración, p!eludio, de .Ios temas de ~a
rece que tiene dos características principales y generales: a) un historia de Ia «Iibertad» europea, antIhabsbur~Ulc~ Y por reflejo
presupuesto común, manifiesto o tácito, a saber, que Ia historia antiespafiola, anticatólica o cuand~ meno~ a~.tIclencal: «de:nocra-
es historia de transformaciones y evoluciones, unas veces lentas y tica» o «radical». Ya fuese el matiz romántico o racionalista, el
paulatinas, otras rápidas y catastróficas, «revolucionarias», como juicio fundamental era el mismo.: «en estos siglos termina .10 an-
decía Ia historiografía dei siglo XIX, suficientes para marcar «pe- tiguo y comienza 10 nuevo, termina Ia .época f~udal y comienzan
ríodos», «épocas»; b) interés por el período en cuestión, que algu- Ias libertades civiles, termina Ia autondad .unIversal d~1 papado
nos de sus protagonistas consideraron de renovación y cambio y el imperio, comienzan Ias naciones, termina Ia, aut.ondad dog-
radicales, fin de una época y comienzo de otra; que tal 10 consi- mática, comienza Ia libertad intelectual y de .concIencIa, etc.>:.En
deraron también los que estimaban perjudicial el cambio sobre- buena parte, Ia «sublevación de los .medieval~st~s): y su .réph.ca a
venido e incluso los que se reían, por ejemplo, de Ia pedantería esta historiogratía ha sido una réplica, al principio ??VIa e mge-
humanista o de Ia manía por los antiguos, y que siguió teniéndose nua, luego más avezada, a Ia valoración de I~ RevolucI?n F:ance~a
por período de importante y decisiva transformación o «revolu- como parámetro de una «modernidad» propia de I~ historíografía
cionario», mientras el cosmopolitismo europeo de los eruditos no liberal y demócrataj es decir, que Ia inspiró sustancIalmente, ~o ya
quedó oscurecido y desprestigiado por Ias historiografías nacio- Ia filosofía de Ia historia de un Voltaire, sino Ia de un De Maistre.
nales y nacionalistas. Todavía hoy muchos historiadores conside- Esto es no se ha aceptado por positivo, sino que se ha rechazado
ran aquellos siglos una época de primavera histórica, de gerrni- por neg~tivo el desarrollo o proceso histórico ,P0co antes ap~n~ado.
nación de cosas nuevas, que les parece más viva que otras quizá Así se ha respondido que el origen de Ia sociedad e~ que, vI:'Imos
porque aún vivimos de ella en parte, si bien a muchos otros dicho y sus elementos fundamentales, su germen y el caracter ínsíto en
período se les antoja ya lejano y concluso. Si se niegan estos pre- su germen no hay que buscarIos en los acontecimientos, e~ los
supuestos, Ia cuestión se presenta, como es lógico, ficticia y ar- movimientos intelectuales y religiosos, en Ias transformacIOnes
bitraria; pero también el estudio de este período y de sus diversos políticas y sociales de aquellos siglos y en Ias instituc~ones e ideas
aspectos puede parecer ficticio y fortuito cuando faltan los pre- surgidas de aquellas luchas, sino en .I~ Europa medI.eval; ? p.o~-I 1
supuestos (10 que no significa que los resultados no puedan ser que Renacimiento, Reforma, Ilustración sonoabe~racIOnes indivi- •
importantes aportaciones o descubrimientos bibliográficos y de dualistas que culminan en el horr?r revo!ucIOna:I?, o porque se \
archivo de primer orden). trata de fenómenos superficiales, Ideologias, retonca literaria, y I
Ia realidad histórica hay que buscarIa en Ia continuidad y no en
3. Por 10 demás, no se trata de una novedad. La cuestión dei Ias transformaciones. Ya se ridiculice I<l:ingen~lÍ~ad r~cionalista 1i
«Renacimiento. se mezcla desde el principio mismo con Ia dei y democrática, ya se .dernuestre con partIcul~r. mSIstenC!~que .Ios
«origen de Ia Edad Moderna», es decir, dei comienzo histórico d \humanistas fueron literatos católicos ai serVICIOde POhtI~OSliga- \
Ia sociedad, o de Ias bases de Ia sociedad, a Ia que pertenecemo dos a instituciones feudalesÍ o que el verdadero Huma~lsmo no
en el presente o a Ia que hemos pertenecido en el inrnediato pa- fue el de Coluccio Salutati y ValIa, el, de Erasm? y el Jove~ .T?"
sado. La cuestión dei origen de Ia Edad Moderna se remite en su más Moro sino el dei siglo XIII francês, Ia esencia de este JUlCIO
formulaciones más conscientes a Ia reflexión historiográfica y de periodizad~r es, ya sean conscientes o no los, l,Jistoriadores q.ue ~o
historia universal y filosofía de Ia historia de Ia época de Ia Re - abrazan una reinvindicación idealmente católica que todavía tíe-
tauración, y en particular a Ia reflexión de los historiadores de ne carg~das Ias armas contra Voltaire o, más atrás, contra ~al-
Ia corriente demócrata y liberal (por ejemplo, Michelet, Quinet c vino y contra Melanchton. Para n?sotros, desde el punto ~e VIsta
incluso el divulgado r Louis Blanc, como símbolo global de toda historiográfico, esta posición, típica en Dawson, es tan mgenua
una corriente) sobre los orígenes de Ia Revolución Francesa en- como Ia de Sismondi o Ia de Michelet; pero baste con haber dado
t~ndida como coyuntura decisiva de Ia historia de Europa, ini- constancia ai respecto, para aclaración de 10.afirmado en eloacá-
ciadora de una edad nueva y regeneradora de virtudes primigc- pite 2. También este planteamiento se comph~a con tenden~Ias y
nias: con Ias herejías dei siglo XIV, con los municipios autónomos posturas particulares que se cornbinan de dIV~rso~ mo~os, por
y Ias ciudades, con el Cuatrocientos intelectual, con Ia Reforma ejemplo, Ia tendencia nacionalista que en Ia historiografía «h?e-
de Lutero comenzaba para estos historiadores el período de Ia rah se presenta como reivindicación dei valor «revolucionarío»
historia de Europa que se cerraba con Ia Revolución Franccs •. de Ia Reforma protestante frente ai Renacimiento no religioso, se
Y 10 acontecido en ltalia, y no sólo en el terreno filosófico y lit - presenta aquí como reinvindicación dei humanismo .católico fran-
rario, de Petrarca a Giordano Bruno pasando por el Ariosto y Ma- cés; no le falta cierta lógica aparente al razonamíento para el

346 347
que, ya que se trata de «cornenzar», el «verdadero» Renacimiento
es el. «anterior». Pero ya Haskins, en el prefacio de su célebre gica que fue se ha convertido en idea o categoria; el Renacimien-
trabajo, aconsejaba que no se quisiera hacer de su descubrimien- to es una idea o categoría que parece no haber encontrado su
t<;>bfs.toriográfico uI?-a.categoría histórica que negase Ia realidad determinación cronológica. Así pues: no existe un «Renacimiento»
histórica ~el Renacimíento como comúnmente se le entiende ... en abstracto como no existe una «Edad Media» en abstracto; cla-
Los.,«medlevalistas» levantiscos tuvieron suerte porque Ia ideali- ro que, siguiendo este método, no existe Ia Antigüedad clásica, no
zacion de Ia Edad Media de origen romántico-católico está ya existe Ia prehistoria, sino sólo Ia continuidad de Ia historia deI
consolidada por el tíempo, como ha demostrado Falco al recons- género humano en sus diversas ramificaciones; cuya única cen-
trui~ el proceso historiográfico por el que el cliché «edad inter- sura es Ia revelación cristiana (véanse Ias periodizaciones de
media» de origen humanístico y renacentista se ha convertido en Schnürer).
una categoria historiográfica unitaria, generalmente reconocida y
aceptada: de modo y manera que 10 que ai principio se concibió 4. Hay una solución, que propuso Benedetto Croce y que ha
o percíbíõ como edad de transición se presenta ahora como uni- recogido Morghen hace poco: consiste en reconocer que Ias dos
dad rica y polifacética capaz de albergar en su seno sin desfigu- inspiraciones fundamentales de los historiadores corresponden a
rarse muchos «renacimientos», desde el Carolingio ai de los si- dos concepciones generales de Ia vida histórica, presentes a su
g!os xv y XVI; míentras que por Ia otra parte Ia obvia constata- vez una y otra en Ia conciencia europea, en calidad de términos
c~ón.de supervivencias, digamos, tomistas o averroístas, en el mo- de un antagonismo histórico no resuelto e insoluble (inrnanencia-
v~mlento humanista o en los siglos XVII y XVIII Y Ias ejemplifica- trascendencia, etc.). Esta idea Ia propuso Croce en 1924 a propó-
ciones ai respecto se entienden como prueba de que 10 recogido sito de Ia antítesis «Renacimiento-Reforma» y luego Ia recuperó
de los humarustas,. de los artistas, de los historiadores que dieron con brio en 1939a propósito de Ia antítesis «Renacimiento-Medie-
valor ge.r:e::alo uruversal a Ia renovación de Ia Antigiiedad clásica vo» (planteando siempre Ia identidad de Renacimiento e inrnanen-
no era :valIdo. No se cae en Ia cuenta de 10 extraüo que resulta cía, razón, etc., y de Medievo o Reforma y trascendencía, reli-
d~sde cíerto punto ~e .vist~: que se siga polernizando con aquello; gión, etc.). Se trata en el fondo de una aceptación y ordenamien-
«literatos». L~ multIplI~aclOn de los ejemplos gráficos que tienden to, provisional y relativo, historicista, pero mutado en categoría
a revelar Ia ImportancIa de Ias supervivencias «medievales» du- de juicio historiográfico, de 10 que es una sencilla controversia
rante y después deI Renacimiento o, a Ia inversa, de los fenórne- entre historiadores derivada de concepciones distintas dei mun-
nos «renacentistas» a~tes. del Renacimiento deI siglo XIV y, sobre do; se transforma en ritmo y en movimiento de esferas 10 que
t?~O, deI xv y el XVI italianos (Ockham y Marsilio de Padua, Ia- tendría que interpretarse como proceso. Es algo parecido a 10
tI?ldad deI siglo XII, eI Abelardo de Gilson, etc.) tienen interés que hace Burckhardt con Ia teoría de los ciclos históricos y del
s~lo desde el punto de vista de Ia crítica dei concepto de «edad», . eterno retorno: para obtener Ia imparcialidad del historiador se
«época», «período», etc., cuando éste tiende a convertirse en una coloca Ia evolución real en el empíreo de los supremos principios.
categoría metafís.ica. ~otado de vida propia y exclusiva, una espe- Por 10 demás, en 1939 Croce «toma partido», nos parece, y con
cre de mónada lel~ru~lana (emundo» medieval, «mundo» moderno, mucha claridad, por el Renacimiento, cuando escribe ai hablar
«alma» de! Renacimiento, etc.); pero precisamente por eIlo son de Ia crisis italiana del siglo XVI y del vínculo del Renacimiento
tan. reversibles .como Ias posiciones abstractas, esto es, que son italiano con el Resurgimiento italiano entendido como revolución
aplIc~bles. tambíén a Ia «Edad Media», que, como demuestran es- liberal: «Así, era lógicamente necesaria Ia preparación implícita
tos histonadores, de Huizinga a Haskins, de Goetz a Curtius, a en el Renacimiento italiano que, en Ia práctica, Ia civilización eu-
Jacob_y otros, no fue deI todo «medieval» o dei todo «feudal». Lo ropea acabó por adoptar y seguir, como se ve en esa historia suya
extrano es que se acepte Ia critica dei «Renacímíento» sobre esta de siglo y medio que va de Ia revolución evangélica de Ia primera
base y no se acepte Ia critica de Ia «Edad Media» sobre Ia misma mitad del siglo XVI ai nuevo racionalismo de Ia segunda mitad
base. Claro que Ia identificación cronológica de Ios síglos que dis- del siglo XVII; cuando el esfuerzo interior y conductor fue siem-
curren entre Constantmo (o el derrocamiento de Rómulo Augús- pre el principio racional que el Renacimiento había afirmado fren-
tulo, etc.) y Lorenzo el Magnífico (o Ia muerte de Enrique VII te a Ia trascendencia medieval. ..; Ia idea dei Estado moderno
de Luxemb,urgo o .Ia caída de Constantinopla) no es comparable monárquico ... del Estado laico ... dei Estado tolerante, incluso Ios
por sI! caracter mismo, con Ia identificación conceptual y no cro: síntomas dei liberalismo político, procedían de Ia reivindicada
nológlc~ de «Renacimíento», que, desde este punto de vista pa- libertad del pensamiento y de su manifestación pública, esto es,
rece m~s co.ncretamente (cronológicamente) definible en el ca~po del supremo valor reconocido para Ia vida de Ia verdad en Ia vida
de Ia histona dei arte. La Edad Media, de determinación cronoló- de Ia humana cultura.»
De este modo, no sólo se vinculan dos momentos importantes
348
349
y capitales de Ia historia italiana, sino que además se esclarece diéndolo como período de transición en Ia historia de Europa:
de manera palpable el significado de 10 que se suele llamar «mo- transición entre Ia Edad Media propiamente dicha y Ia Edad Mo-
dernidad» del Renacimiento. derna propiamente dicha, entre Ia Edad Media feudal, agrícola,
Pero parece que hoy Ia tendencia de los estudiosos, cuando se eclesiástica, y una Edad Moderna caracterizada por Ia transíor-
ocupan de estas cuestiones, es abandonar Ias antiguas implicacio- mación radical derivada del predominio de Ia economía moneta-
nes (modernidad - no modernidad) y reconocer al mismo tiempo ria, del capitalismo, de Ia consolidación de los estados nacionales
Ia necesidad, o. por 10 menos Ia utilidad para los fines de Ia in- con gobiernos centralizados donde había habido localismo feu-
vestigación y Ia formulación de Ia indagación, de una distinción dal, de Ia profunda ruptura de Ia unidad cristiana, en tanto que
entre «Edad Media» y «Renacimiento», Dice Jacob en un ensayo Ias clases urbanas (burguesía) se ponen en vanguardia de Ia so-
de notable relevancia que recoge Ia tendencia de sus principales ciedad y el monopolio eclesiástico de Ia cultura se pulveriza, etc.
trabajos sobre Ia historia del siglo xv: sabemos distinguir una Las grandes transformaciones históricas de los siglos XVII,XVIII
iglesia del Renacimiento de una iglesia románica y de una iglesia Y XIX,a pesar de su importancia, proceden directamente de Ias
barroca, pero si miramos a Ia esencia del culto que en ellas se aludidas premisas: «A pesar del ritmo creciente de desarrollo, Ia
celebra, Ia diferencia desaparece. Esto es válido, asimismo, para evolución de Ia civilización moderna ha seguido, por 10 menos
el altar de Ias catacumbas y el de Ia iglesia de, San Antonio de hasta nuestra generación, líneas ya claramente fijadas a comien-
Basilea, construida como una fábrica. A decir verdad, también el zos del siglo XVII.»La civilización (civilisation) medieval y Ia mo-
culto, el rito y Ia liturgia tienen su evolución histórica, y aquí Ia derna son totalmente distintas; el «Renacimiento» consiste en Ia
«esencia» introduce el «albedrío» como 10 introducía antes 10 transformación, en el proceso de mutación que llevó de una a
«nuevo», Por otra parte, esto equivaldría a un ingreso material otra. Por tanto, el período tiene carácter de transición. Es justa-
en Ias iglesias en tanto que edificios, no a un penetrar en su sen- mente esta definición 10 que no nos parece aceptable: no sólo por
tido como obras de arquitectos, en su diferenciación histórica. Si Ia curiosa ironía de Ia historia que lleva a este estudioso, reivindi-
abolimos toda diferenciación, aun genérica y general, como Ias de cador programático de Ia autonomía del Renacimiento, a definir
época, edad o período, en nombre de Ia continuidad, no nos que- dicho período como los humanistas, al comienzo del mismo, ha-
da más que el presente con sus luchas y con sus antecedentes bían definido los siglos anteriores, edad intermedia, de transición,
lejanos y próximos: en tal caso no podríamos hacer otra cosa que de paso (indeterminada e indeterminable), y no sólo igualmente
renunciar a nuestro oficio de historiadores y convertirnos en abo- por Ia consideración de que todas Ias épocas son de transición de
gados de esto o aquello. una precedente a otra subsiguiente, una vez que Ias cosas se plan-
Así pues, si se admite que ~s necesario para el historiador de- tean desde este punto de vista; sino sobre todo porque este con-
terminar no sólo Ia continuidad o identidad sino también y ante cepto es de carácter ecléctico y aporta un elemento, no de juicio,
todo Ias diferencias o movimientos o transformacione9y se acep- sino solamente de descripción y exposición historiográfica, por
ta Ia aplicación en esta pesquisa incluso de Ia herranííenta de Ia carente de unidad intrínseca. Análoga es, aunque menos impreg-
diferenciación por períodos, y si, en fin, aun no dejándose atra- nada de interpretaciones econômico-jurídicas, Ia interpretación
par por esquemas como el de modernidad o no modernidad, se propuesta, asimismo en 1951, por Denys Hay, que a decir verdad
acepta el canon de que 10 que define un período es 10 que en él no se sirvió entonces del término «Renacimiento», aunque 10 uti-
se presenta como nuevo u original (incluso cuando formalmente lizó después, en 1953, en relación con su idea de Ia historia de
no esté en lucha con 10 pretérito), se puede plante ar el problema Europa. D. Hay polemiza con Ia censura tradicional situada alre-
como sigue: lha habido en Ia historia de Europa un período (una dedor de 1500 y propone un período que va de 1300 a 1700 apro-
edad, una época) definible cronológicamente, diferenciable de 10 ximadamente: «En política, del siglo XIVal XVIIson los soberanos
que por común acuerdo se llama «rnedievo», al que por extensión los que marcan el movimiento, en claro contraste con el feuda-
se pueda aplicar Ia idea de «renacimiento» que los humanistas y lismo precedente y con Ias diversas formas de soberanía popular
artistas utilizaron para designar Ia actividad que ellos llevaron a de los tiempos realmente modernos. La omnipotencia de Ia mo-
cabo o que se propusieron realizar, y que represente, por utilizar narquía es evidente tanto en Ia historia interior de los países
Ias palabras de Falco al hablar de Ia Edad Media una unidad cuanto eri sus relaciones exteriores, al tiempo que el papado de-
histórica? ' clina mientras da a los príncipes una lección teórico-práctica de
absolutismo y burocracia. En Ia historia socío-económica el co-
5. Una de Ias respuestas más recientes Ia dio en 1951 Fergu- merciante es el fenómeno principal de los siglos XIV,XV,XVIYXVII,
son, que propus o se denominas e «Renacimiento» (<<Renaissance») caracterizados (a diferencia de los tiempos anteriores y siguien-
el período que va de comienzos del siglo XIVa todo el XVI,enten- tes) por un equilibrio económico entre ciudad y campo, y tensio-

350 351
nes sociales dominantemente agrícolas. Por 10 que toca a Ia vida ral algunas observaciones de lord Acton, coincide en p~rte con
intelectual y literaria, estos cuatro siglos se distinguen por una el juicio de Croce (vínculo entre «Renacimiento» y liberah.smo dei
actitud fundamentalmente laica y sin embargo cristiana, y por un sigla XIX), aunque apartándose de él desde un punto de vista fun-
fomento dei latín clásico y de Ias lenguas vulgares que se bene- damental en Ia datación: 10 que para Croce es un problema toda-
fician mutuamente: una situación muy distinta tanto de Ia litera- vía sin solucionar en 1939,para Toynbee forma parte de um~e~ad
tura casi exclusivamente latina y dei clima eclesiástico de Ia Edad finita y conclusa. De modo y manera ~?-eel término «Renacimien-
Media y dei mundo exclusivamente vulgar y secular de los si- to» (<<Renaissance») que F~rguson utiliza con. muchas salveda?-es
glas XIX y XX. Va desde Eduardo I y Felipe el Hermoso, desde el acaba por justificarse en virtud de Ia aceptación d~1pla~teamlen-
auge de los banqueros italianos en Europa y desde el Petrarca to tradicional humanista e ilustrado frente a Ias limitaciones na-
como símbolo dei humanismo hasta Ias revoluciones norteamerí- cionales medievales (católicas) o nacionale~ religiosas .(Iuteranas).
cana y francesa, hasta el comienzo de Ia Revolución Industrial, Por 10 que se podría decir que aquel ~ovlmlen~o d~ lde.as y teo-
hasta Ia difusión de Ia ciencia newtoniana, hasta el deísmo, hasta rías de elaboración de conceptos políticos e hístoriográficos, de
los albores del -nacionalismo y el romanticismo (con algunas ex- estu'dios filológicos, de actividad poética y ~i~eraria, que !l0reció
cepciones y desplazamientos cronológicos).» en el terreno de Ia revolución burguesa municipal de Ias ciudades
Así D. Hay, que afirma abiertamente que su propuesta tiene un italianas dei centro y el norte, incluso cuando eI impulso precapí-
carácter sobre todo didáctico-organizativo: si se acepta, dice, esta talista se agotaba y el movimi~nto de Ias, fue.rzas prod,uctlva~
propuesta suscitaría bibliografías que estimularían nuevos proble- económicas se estancaba (Sapori), y que, mas aun, e~ab.oro.preci-
mas en vez de perpetuar soluciones envejecidas, ayudaría a des- samente durante esta involución y crisis (Luzzato, Pieri, Cípolla:
truir el incunable approach que no es sino un callejón sin salida desde esta perspectiva Ias difere~cia~ entre los ~stud~osos son ~e-
en el manejo de los testimonios literarios, abriría el camino a Ia cundarias) ideas políticas (republicanisrno, maqUlave~smo y raz?~
necesaria 'valoración de Ia importancia del latín del Renacimien- de Estado etc.) eficaces y vitales en Ias luchas sociales y políti-
to, y sobre todo acicatearía un nuevo modo de considerar estos cas de los siglos posteriores; aquel movimiento que se ha man-
cuatro siglos entendidos como una única entidad y no como una tenido como un paradigma en Ia república cosmopolita ?e ~os
serie deslavazada de supervivencias y anticipaciones./ También Ia eruditos de los siglos siguientes, tanto como meta organízatíva
propuesta de Ferguson, aunque no se diga de manera manifiesta, cuanto como término de contradicción y crítica (recordemos por
nos parece orientada por preocupaciones de este tenor, de orga- simbólica Ia célebre respuesta de Rousseau .a Ia pregunta por Ia
nización del trabajo de investigación científica y de Ia ensefianza importancia dei Renacimiento: -st le rétabltssemen~ des sCl~nces
histórica universitaria; pero con menos conciencia y con un ma- et âes arts a contribué à épurer les moeurs», extranamente igno-
yor hincapié en Ia ensefianza y Ia divulgación que en Ia organiza- nada incluso por estudiosos como Ferguson), pero siempre, sin
ción investigadora. La tentativa de Ferguson presenta concomi- embargo, como punto de partida y de confrontación; que gozó dei
tancias con un planteamiento común a muchos manuales de aspecto más vital y espléndido de I~ histori~ de Ias art~s figura-
ensefianza universitaria: puede mencionarse como primero de Ia tivas y de Ia poesía, y dei aspecto ~as co~sclen~e en Ia literaria y
serie, por Ia fama del autor, el librito de F. Seebohm de 1873,y de Ia filosofía «humanista»: se podría decir, repito, que aquel mo-
como último el de E. M. Hulme de 1915o el de Preserved Smith vimiento (con su trasfondo político y además con su base econó-
de Ia misma época. La línea fundamental es Ia de Ia historiogra- mico-social) que suele llamarse «Renacimient?» puede presta: s~
fía liberal (demócrata, radical en algún detalle). Semejante, sólo nombre en calidad de savia y semilla, ai período en cuyo prmci-
que sin preocupaciones didácticas ni organizativas, aunque a su pio se ;itúa y que llega hasta Ia Revolución Francesa.
vez relacionada con Ia análoga preocupación por una interpreta-
ción general del curso de Ia historia, es Ia periodización dei Re- 6 Pero con tres salvedades (además de Ia acostumbrada li-
nacimiento propuesta por Toynbee: de los siglos XIV y XV italia- mitación, sugerida por Ia prudencia, de que no se trata de un sis-
nos (que podrían calificarse e e ucadores de Ia cristiandad occí- tema rígido) fundamentales que no se pueden soslayar. a) Queda
dental) a fines dei siglo XIX europeo. A diferencia de los otros dos excluida Ia historia política propia y auténtica en sentido estricto;
autores, Toynbee subraya el papel de los italianos en los orígenes b) Ia verdadera continuidad, es decir, Ia unidad dei período, ~i~~e
o el comienzo del período y sugiere que le gustaría llamar «edad dada sólo por Ia historia de Ias ideas, esto es, por Ia tradición
itálica» «<Ítalistic age») aios cuatro siglos que discurren entre humanista o por cierta tradición humanista; y en fin, c) queda
1475y 1875.Hay que decir que esta idea de Toynbee, que recoge excluida Ia historia religiosa en tanto que historia eclesiástica y
aquí, por 10 que afecta a Ia teoría dei «renacimiento», una suge- en tanto que historia de Ia vida religiosa general. lEs necesario,
rencia de Burckhardt, y por 10 que afecta a Ia periodización gene- pues, limitamos a Ia historia de Ia civilización y excluir el hecho

352 353
23
religioso? Nos parece que el sentido de Ia afieja disputa sobre el tos decisivos pocos lustros después: batalla de Tannenberg (1410);
renacimiento pagano y el renacimiento cristiano, y, desde otra proceso de Huss (1415) con eI estallido de Ias guerras husi-
perspectiva, sobre Ia relación entre Renacimiento y Reforma, ra- tas: aunque los orígenes de estos acontecimientos se remontan
dica más bien aquí que en los antagonismos por su precedencia a los anos alrededor de 1375: Wyclif en Inglaterra, tratado de
en cuanto a Ia modernidad o en cuanto a Ias «revoluciones de Krewo en Polonia (que concluye negociaciones comenzadas en
Europa», según vemos por ejemplo en Troeltsch. Nos inclinaría- 1377), unión de Kalmar en 1397 de los reinos escandinavos; y
mos a, aceptar Ia primera salvedad; tenemos algunas dudas res- más tarde: batalla de Adrianópolis en 1371, Kosovo en 1389.
pecto de Ia segunda. La observación de F. Chabod sobre el hecho Esto por 10 que respecta aI terminus a quo; por 10 que afecta aI
de que los historiadores italianos que en el último medio siglo se terminus ad quem, Halecki llegaría, a diferencia de Ferguson y
han ocupado del Renacimiento (entendido por Chabod en el sen- Toynbee, sólo a fines deI siglo XVI, aunque con una oscilación
tido cronológicamente más limitado) se dividen en dos series dis- mayor: 1555,1573, 1598,1563,para Ia historia eclesiástica (paces
tintas, e ~comuni~ada.s o.casi -los estudiosos de historia política eclesiásticas de Augsburgo, de Varsovia, de Nantes; fin deI conci-
(econômica y social) Italiana, y los de historia de Ia cultura de lio tridentino); abdicación de Carlos V; destrucción de Ia Armada
Ias ide~s~.del .~rte, de Ias letras, de Ia filología, en una palabra, Invencible; paz de Stettin en 1570,unión de Brest en 1596;guerra
de Ia, ~lvllizaciOn- puede ser válida también en sentido general. sueco-polaca en 1587"etc.: !(ios siglos que «políticamente se carac-
E.s valida, para Ferguson, por su explícita declaración de princi- terizan por un proceso desinte rador que Ios diferencia deI ante-
pios, es valida para Toynbee por el carácter mismo de su obra; si rior período de universalismo» y que se corresponde con eI cisma
entre los estudiosos no italianos hay muchas más interpretacio- religioso. Si se consideran Ios grandes movimientos europeos: Re-
nes globales del fenómeno Renacimiento que entre Ios italianos, nacimiento, Reforma y Contrarreforma, dice Halecki, Ia historia
ello se debe a Ia mayor repugnancia o timidez de éstos ante los europea de Ios dos siglos que discurren entre fines deI siglo XIV y
tratados globales y generales (no digo ante Ias generalizaciones: fines deI XVI presenta una unidad que se debe a «Ias corrientes
el que esto escribe es un ejemplo de ellas), Aunque en realidad culturales que crearon sus propios estilos artísticos, así como sus
incluso en historiadores recientes y avezados com~ Gilmore eÍ propios climas intelectuales». «Todo esto es demasiado importante
enfoque de los dos aspectos, el político y eI cultural-civil discurre -concluye Halecki- y duró demasiado para poderse considerar
de manera intrínsecamente separada. En el pasado, sól~ Von Be- sólo una transición entre dos períodos: ~l Renacimiento, en el
l<?~, en ~1:l célebre trabajo, insistía en Ia validez de Ia periodiza- sentido más lato del término, debería reconocerse por sí mismo
cion política (que para éI era Ia tradicional de 1500 aproximada- como un período importante de Ia historia europea, su período
mente): pero desde un punto de vista explícito, de «historia uni- crítico.s' En Ias antípodas de Ferguson, que sitúa en segundo pla-
versal», esto es, general, global, como los enfoques más arriba no Ia historia olítica Halecki Ia one en rime lano aunque,
apunta~os. En fecha reciente, en 1950,hemos tenido eI ensayo de por o que toca a nuestro período, hace caso omiso de Ia historia
Halecki, al que debemos observaciones tan pertinentes como Ia económico-social, que el estudioso norteamericano pusiera en pri-
que .hace, sobre Io~ peligros de abusar del método genético, que mer plano. Pero también alecki elabora una definición negativa
«echps~na ~I Medievo y daría Ia impresión de que todo eI curso cuando se detiene en eI aspecto político (sépoca de crisis») que
de Ia historía europea no ha sido más que una serie ininterrum- nos parece semejante a Ia «edad de transicióm de Ferguson, y
pida de movimientos de renacimíento», y sobre todo un consciente cuando quiere dar con una unidad en sentido positivo, recurre a
conato de periodizar Ia historia de Europa en cuanto tal desde Ia historia de Ios movimientos intelectuales y religiosos]
~a perspectiva política: hace comenzar el Renacimiento '(o más
bien ac~bar Ia Edad ~~dia) con Ios afies de Ia última cuarta par- 7. Las antiguas interpretaciones de tipo ilustrado, que atri-
te del siglo XIV: elección de Urbano VI, muerte de Carlos IV de buían abiertamente Ia primacía a Ios movimientos intelectuales,
Búhe~ia; declara~i~n de Ia crisis deI Imperio y de Ia crisis de Ia no llegaban a tales incertidumbres. Recordemos, por ejemplo, el
Iglesia: . «doble c:n~ls, con tres papas aI mismo tiempo, Ios tres célebre manual de Koch, tan divulgado en Ias escuelas y entre Ios
reconocidos en distintas partes de Ia Cristiandad, y tres rivales en diplomáticos: Tableaú des révolutions de l'Europe depuis le bou-
pugna por Ia corona imperial, y que no podía desembocar sino leversement de l'Empire romain. en Occiâent jusqu'à nos jours.
en Ia desintegración completa de Ia unidad medieval»: Ios cen- Su «período VI» va de 1453a 1648,y comienza con Ia revolución
tros fueron ltalia y Alemania; mientras, Inglaterra y Francia vi- del siglo xv que «transformó totalmente eI aspecto de los estados
vían un ~It~ en Ia guerra de Ios Cien Afios, alto tras eI que Ia y condujo a un nuevo orden político» fruto de los cambios pro-
Iuc~a dejaría de tener un carácter dinástico para adoptar un gresivos de los siglos anteriores, acarreados por los inventos (pa-
caracter nacional: y en Ia Europa oriental habría acontecimien- pel e imprenta, brújula y pólvora bélica) «en Ias ideas y concíen-
354 355
cia de los pueblos de Europa», que se aprovecharon de ellos para concreto que parece redescubrir aquella política «ejemplar», el
«extender el imperio de Ias letras y Ias artes y para hacer inno- otro en un ensayo de carácter general. Ni siquiera Ady, que quie-
vaciones saludables en Ias costumbres, en Ia religión y los gobier- re ofrecer una representación conjunta en el sentido de investigar
nos. Europa soportó insensiblemente el yugo de los bárbaros, Ia el vínculo entre vida política y vida intelectual, entra muy a fondo
superstición y el fanatismo que Ia revolución del quinto siglo le desde esta perspectiva en sus estudios sobre Ia ltalia del siglo XV_
había hecho sufrir. A partir de este momento, los principales es- Creemos poder decir que también los estudiosos marxistas, cuan-
tados de Europa recuperan fuerzas y toman, poco a poco, Ia for- do se ocupan de este aspecto del problema, están básicamente de
ma que luego conservarán». Muchos acontecimientos extraordina- acuerdo con Ia ma or parte de los estudiosos del Renacimiento:
rios se confabulan para acelerar estos felices cambios: en primer sean cuales fueren Ias razones generales que se aducén, sean cua-
lugar, el renacimiento de Ias buenas letras y de Ias bellas artes les fueren los objetivos de restablecer o descubrir el vínculo entre
(a partir de Petrarca, acelerado por Ia caída de Constantinopla); los diversos aspectos del movimiento histórico unitario, por 10
«desde ltalia, el estudio de Ia hermosa antigüedad pasó aIos que afecta al Renacimiento es común a todos los estudiosos el
otros estados de Europa, expandiendo con rapidez su luz a todas reconocimiento tácito o manifiesto de que se trata de un fenóme-
Ias ciencias y conocimientos humanos que adquirieron paulatina- no de historia de Ia civilización (letras, ciencias, artes, filosofía)
mente un nuevo aspecto... Se llegaron a conocer los vicios del no relacionado directamente ni con el desarrollo socio-económico
sistema feudal y se aprendió a buscar los medios de enmendar- contemporáneo ni con el político (el fracaso del pese a todo su-
los...», etc. Casi contemporáneo del anterior, Ancillon (nos dete- gestivo intento de Antal en el terreno de Ia historia del arte es Ia
nemos en estos individuos menores en cuanto tipos de Ias ideas contraprueba de 10 que afirmamos). Por ello vemos que, en cierto
más difundidas) pone en estrecha relación el florecimiento del sentido, Ias grandes periodizaciones que hemos repasado, ejem-
comercio y el renacimiento artístico, literario y filosófico,por me- plar en este caso Ia de Toynbee por ser Ia más amplia cronoló-
diación de los mecenas. No nos detendremos en Ia feliz ingenui- gicamente, pueden servirse del término «renacimiento» para de-
dad de estos planteamientos; quizá sea más útil poner un ejemplo signar toda Ia época de marras, sólo simbólicamente, todavía me-
concreto. En Ia historia de Europa es muy conocido el «principio diante el empleo del esquema que da al árbol el nombre de Ia
de eguilibriol>: estos antiguos historiadores, siguiendo el esquema simiente: que presta aI movimiento intelectual que quiere volver
«renacimiento italiano = preludio de Ia historia europea moder- a los griegos y latinos el nombre de esta vuelta (renacimiento, re-
na», ven nacer esta panacea de Ia política europea justamente surrección); que presta a Ia historia de Europa que discurre entre
en ltalia: con menos pelos en Ia lengua el revisor del manual de los tiempos del Cisma y Ia Revolución Francesa el nombre pres-
Koch: «El sistema de equilibrio tuvo origen en ltalia. Esta pe- tado a aquel movimiento. Queda todavía, en esta definición de
nínsula separada por los Alpes del resto del continente se había períodos, el aroma de aquella preeminencia de Ia vida intelectual
adelantado a Ia cultura de los demás países; se había organizado sobre Ia vida política, económica y social que tan profundamente
en ella una muchedumbre de estados independientes, desiguales experimentaban los hombres del siglo XVIII, y que en fin es así-
en fuerzas y extensión», etc.; «este sistema de equilibrio cruzó los mismo 10 que más complacía a Burckhardt del Renacimiento ita-
Alpes a fines del siglo xv», Más consciente Ancillon: para él Ia liano: es Burckhardt por último quien parece decirnos, una vez
historia económica y Ia intelectual están vincu a as, a que el más, de una manera clara y auténtica, como nunca antes y des-
trabajo y Ia riqueza por él producida favorecen Ias artes, Ias le- pués, que fue un episodio de Ia historia en que Ia esfera espiri-
tras y Ias ciencias, que a su vez promueven inventos y descubrí- tual, es decir, intelectual, tuvo fuerza suficiente para dominar y
mientos útiles para el progreso del trabajo. (!rocesos que, según guiar Ia esfera política. «Deteneos, instantes, sois tan hermosos»:
él, no son extrafíos a Ias «revoluciones del sistema político eu- tal podría ser el lema de Burckhardt. Fue tal Ia fuerza intuitiva
ropeo», puesto que «Ia cultura del intelecto, brillante signo del deI historiador basilense que aun después de críticas, revisiones
poderde Ias naciones, es fruto y medio a Ia vez de dicho poder», y múltiples discusiones no podemos liberamos de su influjo poé-
De los municipios libres surgieron, según él, los estados ricos y tico, que es además intuición histórica y científica. Por 10 demás,
poderosos, que, por exceso de fuerza, se pusieron a luchar entre también Von Below, cuando quiso indicar Ia manera de encontrar
sí, aunque no tardaron en reconocer Ia necesidad de Ia política Ia forma de representar el vínculo unitario entre los diversos as-
de equilibrio, garantía de Ia seguridad general. Y los políticos eu- pectos, deI económico y político aI literario y artístico, de un pe-
ropeos aprendieron de los italianos, etc. Los historiadores mo- ríodo, propuso Ia adopción del sistema de analogías poético-orato-
dernos no están de acuerdo sobre este antiguo esquema: míen- rias y el de afinidades electivas y de tipo romántico: generales,
tras que el italiano Valeri 10 critica a fondo, el norteamericano decía, pero eficientes. No obstante, en estas cosas, si no se tiene
Nelson y el inglés Clark 10 sostienen todavía, el uno en un ensayo el don poético-evocativo de un Burckhardt o un Ranke, se cae

356 357
fácilmente en retóricas ... Quizás un nuevo hincapié en los políti- de Burckhardt. Los que quisíeron, casi podría decirse que progra-
cos particulares y en su actividad, sin volver, como es obvio, a rnáticamente, Ia resurrección de Ias artes, de Ias cíencias, de Ias
Ia mitificación del mecenas a 10 Roscoe, podría contribuir a com- letras, es decir, su renovación mediante e1 retorno aIos orígenes
prender mejor los vínculos aludidos; pero no disponemos -por grecolatinos, fueron los humanistas. El hombre deI Renacimiento
mantenernos entre Roscoe y Antal- ni siquiera de una edición no ha existido jamás en Ia historia. Los humanistas y los artis-
crítica de Ias cartas de Lorenzo de Médici. Lo que querríamos de- tas, los filósofos y los poetas, los teóricos de Ia política y los eru-
cir es que, mientras Ia forja de períodos tan amplios parece co- ditos que programáticamente o no, conscientemente o no quisie-
rresponder a una exigencia general de Ia historiografía cuando ron hacer renacer, antigiiedad mediante, Ia cultura europea (Wei-
quiere afrontar el problema de una historia de Europa que sea singer; De Simone) sí existieron: son una realidad histórica. Pero
algo más que el sistema de los estados europeos, comienza a ha- hay algo más: ellos dieron comienzo a una continuidad histórica
ber tentativas de cierta validez en el campo de Ia historia socio- que recorre todo el eríodo tal como 10 determinara Hay o oyn-
económica y en el de Ia historia de Ias ideas, en tanto que en el bee y que no ha terminado ni siquiera en nuestros días: si toda-
de Ia historia política hay todavía incertidumbres; una íncertí- vía hoy encontramos a quienes polemizan con e1los para decir que
dumbre que aumenta cuando Ias tentativas son de carácter gene- sus actividades no tuvieron el sentido que ellos le dieron, ello
ral y se quieren poner en relación integral los diversos aspectos. quiere decir que aquellos humanistas siguen estando presentes.
No nos detendremos a discutir si tenían razón Ios humanistas
8. Esta íncertidumbre, creemos, procede deI hecho de que el que se remitían a Petrarca en vez de remitirse a Dante (Renau-
«Renacimiento» es, como Ia «Edad Media», un invento historio- det; Renucci): 10 que importa es constatar que de Petrarca a Ia
gráfico (de donde Ias muchas discusiones sobre Ias relaciones en- época de Erasmo hay una continuidad, una tradición de intere-
tre ambas mónadas historiográficas que o son incomunicables o ses, de preocupaciones filológicas, literarias, filosóficas (o críticas
se destruyen alternativamente) que corresponde más a una intui- de Ia filosofía de Ias escuelas): amplia y varia, no limitada, rica
ción que a una investigación científica; y como tal, válido e ineli- en contradícciones, pero con todo presente. Las investigaciones
minable. Pero mientras que el concepto de «Edad Media», surgido sobre Ia historia de Ia biblioteca de Petrarca y de sus códices y
de una polémica intelectual como determinación cronológica ge- escritos (Billanovich) 10 demuestran. Y a pesar de Ias escasas
neral, como período permite fácilmente en su seno Ias distincio- simpatías recíprocas entre los humanistas italianos en general y
nes y concreciones específicas que son el pan y Ia sal deI estudio- Erasmo, no parece se pueda decir que Erasmo abriese una grieta
so de historia, el de «Renacirniento», surgido como formulación en esta continuidad, sino más bien un recodo. De país en país, de
de Ia conciencia crítica y polémica de ciertos intelectuales, los generación en generación, los humanistas están en común contac-
humanistas, es decir, de una acción o ideal de acción: acción cul- to, intelectual siernpre, gracias a sus escritos (Luchsinger), a me-
tural, pero no por ello menos acción, se ha venido presentando nudo personal; ni siquiera Ia Reforma protestante, que escinde Ia
gradualmente como movimiento cultural; así, 10 que debía ser un unidad eclesiástica cristiana en que los humanistas habían na-
comienzo se ha convertido en todo un período. Esto 10 han intui- cído, rompe deI todo Ia unidad humanista, unidad espontánea
do, con mayor o menor claridad, los historiadores que [tíenden a y por tanto susceptible de diversos movimientos; y no me re-
limitar el período a un breve tracto temporal. Cito entre otros fiero sólo a Ia carta de Melanchton sobre Ia relación entre reno-
muchos el libro de Gilmore (1952),no sólo por su típica delimita- vación de Ias artes y Ias letras y renovación cristiana, ya que
ción cronológica (1453-1517),sino también por el título elegido por se podría replicar que eran ilusiones y que se estaba todavía aI
el autor, El mundo âel Humanismo, mientras que Langer, direc- principio de Ia que luego resultó ser una revolución profunda, y
tor de Ia colección en que apareció el trabajo de Gilmore, habla porque Melanchton es e1 «manso y tímido Melanchton». Me refie-
de «Renacimíento» o cuando menos de «Renacimiento italiano». ro, sobre todo, a Ia continuidad de Ia tradición humanista que se
No sólo consideramos muy justo el significado general deI primer puede simbolizar de óptima manera con el nombre de Erasmo:
título, así como Ia concepción general que implica (importancia no es sólo Ia fortuna literaria deI humanista holandés (Flitner), es
deI movimiento intelectual en Ia formación de Ia civilización eu- sobre todo el que un grupo importante de hombres de intelecto
ropea), sino que además consideramos, aunque el autor no se agudo se negara a abandonar Ia herencia antigua y renacentista,
ocupa explícitamente deI asunto, que esta formulación ha de te- que antes bien Ia custodiara mediante el estudio y Ia actividad
nerse en cuenta de modo particular y que ha de desarrollarse cultural y con ediciones y preparación de textos, de generación
para liberamos, en Ia investigación histórica, de Ias dos mónadas en generacíón, durante Ias contiendas políticas y religiosas deI
incomunicables pero siempre pegada Ia una a Ia otra, y deI inven- período de Ia Reforma y Ia Contrarreforma, Ias guerras de reli-
to del Renacimiento como época general engendrada a remolque gíón, Ia revolución de Cromwell, Ia época que se ha llamado «con-

358 359
fesíonal» (Kaegi); son generaciones de humanistas suizos, más ginales, a menudo arbitrarios, pero siempre, salvados los juegos
aún, basilenses, y luego de humanistas holandeses, hasta llegar al de palabras, vinculados con aquella vicisitud europea. Es una de-
prófugo ginebrino Leclerc. Pido perdón por tantos detalles, pero finición unilateral que sobre todo tiene en cuenta el elemento de
no es que quiera aleccionar, sino sólo poner ejemplos. Es una Ia historia intelectual, y aun ésta bajo un perfil particular, obs-
tradición que continúa incluso en Ia última fase del período que taculizado, a menudo negado como en Ia Querelle y en fin por
tratamos de definir, Ia fase llamada de Ia Ilustración. Lo que he- Rousseau, pero a nuestro juicio siempre presente,. ra como ele-
mos simbolizado con Erasmo nos parece válido en general. Véase, mento de afirmación, ya como elemento de neg~clOn, ya como
por ejemplo, Ia evolución de Ia crítica histórica; también aquí se término comparativo: digamos desde Cola de Rienzo a cuando
va del siglo xv al XVIII; y los frutos duran más que estos siglos. Saint-Just invocaba a Bruto y Escipión, a Licurgo y Solón, y
Véase Ia evolución del ideal «republicano» (Z. Fink) o de Ia teoria cuando los jacobinos italianos apelaban a Maquiavelo (y no sólo
política (Mesnard). iNo estaban del todo alejadas de Ia realidad al Maquiavelo del brío patriótico, sino también al de Ia idea dei
histórica Ias consideraciones y valoraciones de los historiadores renacimiento de los pueblos mediante el retorno a Ios origenes).
dieciochescos! Véase, a modo de contraprueba, Ia evolución de un Por 10 demás, «regeneración» es un término corrient~, de este
estudioso del humanismo y el Renacimiento, Garin, que, a partir tracto final, y a veces se encuentra también Ia expresion «rena-
del estudio de los grandes ilustrados ingleses de los siglos XVII cimiento (renaissance) del Imperio romano» (en uno de los fan-
y XVIII se sintió inducido a «mirar de cerca el movimiento del tásticos proyectos de unidad italiana bajo Napoleón). Y es tam-
pensamiento italiano del siglo XV, cuya presencia se advierte por bién evidente que, al final del período, 10 que al comi~nzo fue
doquiera profunda en Ia meditación europea de los siglos siguien- una idea se había convertido en una fantasía. Pero esta ínterpre-
tes», línea sobre Ia que ha llegado a identificar en el interés por tación tiene el valor de basarse en una continuidad acertada y de
Ias discusiones ~tas «sobre el v 10 de Ia vida ractzca y ser de carácter europeo general, de poder ofrecer siempre una
[a función en ella de1 hombré de eS.1udio»,es decir, en Ia huma- referencia. Es una definición formal, aunque en 10 que afecta a
nística «exigencia de razonar Ia vida política, de determinar los problemas de carácter general no parece que Ias demás defínicío-
objetivos y el significado» (cf. además Baron), el elemento que nes (de Ia que parte de una base económica a Ias otras) sean ~e-
permite concretar y precisar Ia novedad y mundanidad del hu- nos formales si bien ésta es ampliamente global, como amplia-
manismo, aprehender el vínculo profundo que une Ia nueva «filo- mente global 'es Ia critica histórica y desde otro punto de vista Ia
logía» con Ia nueva ciencia. Relacionados con esta continuidad literatura misma: los anabaptistas, no todos por supuesto, y no
humanista están tambjén..lo.s .lllOvimientQsllamados margina es todos los dias, leían o se hacían leer Ia Utopía de Tomás Moro, y,
de Ia história intelectual europea, como el antitrinitansmo y e por otra parte, seria imposible negar el nombre de hum~nista. a
socínísmo: Ia continuidad de la tradición de tolerancia religiosa Tomás Münzer: a fin de cuentas, a Ia escuela del humanismo je-
es paralela a Ia erasmiana. Nos parece, en conclusíón, que 10 que suita asistió Robespierre, Además, desde este punto de vista es
Toynbee llamara «edad ítálica», identificada en sus límites cro- evidente el vínculo con Ia historia eclesiástico-religiosa.
nológicos por Hay y, de manera más limitada, también por Fergu-
son, mientras que por otro lado corresponde a Ia línea evolutiva 9. Esta edad o amplio período puede defínirse, pues, tanto en
sefialada por los estudiosos preocupados por analizar el fin del sus comienzos como en su conclusión; y se puede asimismo perio-
feudalismo y Ia afirmación y consolidación del capitalismo, y a Ia dizar interiormente: del período «renacentista» aI de Ia «Refor-
propuesta de Halecki; nos parece que dicha edad podría definirse ma» de éste al de Ia reacción contra Ia Reforma o «Contrarrefor-
mejor, ampliando Ia definición de Gilmore, como edad humanís- ma»' de éste al de Ias luchas confesionales o época confesional
ta: en literatura, de Petrarca a Goethe; en historia de Ia Iglesia, (no se trata de dar de lado los elementos socio-económicos y po-
del Cisma a Ias secularizaciones; en historia econórníco-social, de líticos, de lucha por Ia hegemonía, sino de recordar que! ?aulati-
los municipios autónomos y del mercantilismo precapitalista a Ia narnente, Ias formas conscientes de aquellas luchas adquírían for-
Revolución Industrial; en historia política del emperador Carlos IV mulaciones dominantemente religiosas, teológicas, o ideales, 10
a Ia Revolución Francesa: con todas Ias posibles variaciones y que no carecía de importancia en el desarrollo de Ias luchas mis-
contradicciones internas, antecedentes y supervivencias, pero pe- mas), de éste al de Ia Ilustración, de Ias reformas ilustradas. To-
ríodo único a Ia postre y que puede definirse con el nombre del das son formulaciones ro ias de Ia historia intelectual, pero que
movimiento intelectual que continúa a través de él con diversas afectan amovimientos proggonizados por hombres en relacíón"
ramificaciones; nombre nacido en Ias bibliotecas y en Ias univer- mutuaenel tiempo y el espacio, grupo por grupo, partido por
sidades (Campana, Kristeller), pero paulatinamente lleno de di- partido, y por tanto comparables entre sí y posibles objetos de
versos y amplios significados, a menudo muy alejados de los ori- consideración histórica, 0.!Jjetivamenteidentificables_en ~s lín~
360 361
generales en sus diferencias concretas; y Ias lución del presbiterianismo y eI puritanismo de ultramar; Ia de-
que nos&a dan a identificarIas no se refieren=p-"'o;":rc::.n~ec:;;;;e;;;;;s';';l:::r:.a~
a cadencia de Ia hegemonía espafiola, eI surgimiento de Ia francesa
concepciones generales de Ia historia o de Ia vida política o reli- e inglesa, etc. Hemos subrayado eI aJ;larente desorden para que no
giosa, como solía ocurrir en Ia polémica entre renacentistas y se nos tome por pedantes y excesi.vamente sistemáticos, y nos
medievalistas: son instrumentos de investigación científica. Inclu- hemos servido sobre todo de distin~iones sacadas de Ia historia
so antítesis como Ia planteadà entre «Reforma» y «Renacimiento» de Ios movimientos intelectuales y l:'eligiosos, sin pretender ago-
pierden en esta periodización el virus, nefasto para el historiador, tarlos (por ejemplo, el surgimiento Y definición de Ia nueva cien-
de Ia polémica confesional o nacional (moderna Ia Reforma pro- cia de Ia economía política), con objeto de destacar Ia utilídad de
testante, alemana o francesa o inglesa, no así el Renacimiento una periodización de este tipo en, e:\l~ntuales tentativas de histo .
indiferente o católico, italiano, etc.). Así puede verse, desde el europea, sin ánimo de unicidad ni e~clusividad, y con objeto tam-
punto de vista «renacentista», que ha vuelto a confirmarse (Cha- bién de recordar fLue o serí cien.1ía.cõ:busca siempre Ia contem-
bod, Schulte-Nordholt, Baeyens, Garin, Weise) Ia validez y el ca- poraneidad de los diversos aspecto~ de Ia his.tQria. O bien que
rácter científicamente convincente deI planteamiento burckhard- se pueden utilizar determinaciones tbás amplias, siempre con Ias
tiano, una continuidad que dura hasta el período de Ia Revolución acostumbradas advertencias: RenacÍl:niento y Reforma; época con-
Francesa, y si se quiere hasta Ia época napoleónica. Recordemos fesional; época de Ias luces y de Ias reformas. Pero volviendo a
que también aquí son muchos los problemas: cuánto ha llovido Ia geriodizaciój). de .mczímíento int.ele~es constatables y de-
desde que el barroco se consideraba poco menos que un puâen- fiiiIbles por su continuidad vés de los gru os humanos y no
dum de Ia historia deI arte en Ia Storia dell'età barocca in ltalia ciertamente ~eneración espontá:nea y partenogénesis, no nos
de Croce (y habría que analizar también Ia definición deI Renací- parece ue haya 9-uepreocu e demasiado or Ia falta e con-
miento no sólo en relación con Ia Edad Media, límite explícito, temporaneidad de los movimíento r o íse (antící-
sino además en relación con el siglo XVII barroco, límite presente pación italiana en eI Renacimiento, Renacimiento alemán, pero
aunque mucho menos manifiestamente sefialado). La diferencia de sobre todo francés e inglés, que florecen mientras el italiano se
Ia evolución histórica en los diversos países se hace sentir fuer- sofoca, etc.): eliminada lj,..COll:lp-e.tell~a..de
los.eruditçs por la.prío-
temente por el hecho mismo de Ia consolidación de Ias naciones: ridad en Ia amada «modernídad», nos are u estos proble-
podrá hablarse de una época de Ia Reforma protestante para el mas no tendrían sentido, como no rios parecerán de mucho sen-
período deI gran impulso inicial de este movimiento, impulso que tido (cuari o se elimine Ia cuestión medieval-moderno) Ias dispu-
muere hacia mediados dei siglo XVI; para los países católicos se tas sobre eI hecho de que eI movimiento humanista y renacentista
podrá hablar de período de Ia Contrarreforma y de Ias guerras no constituya una auténtica cesura en Ia continuidad de la histo-
de religión, mientras que para Alemania se hablará deI período ria nacio tU. o de Ias instituciones, o de Ia estructura socio-eco-
de Ia ortodoxia luterana, tan parecida a Ia católica, incluso en el nómica.
aristotelismo escolástico, y se seguirá Ia construcción de Ia res
publica eclesiástica en Inglaterra (y cuanto Renacimiento y Hu-
manismo haya en el Counter-Renaissance [Haydn] de los isabeli-
linos y en sus contemporáneos Bruno y Campanella), y se rastrea-
rá el republicanismo renacentista de Milton en el período de Ia
«guerra civil»; se hablará de guerras de religión y todavia de gue-
rras de hegemonía europea durante Ia guerra de los Treinta Afios;
se volverá a Ias guerras de equilíbrio y, mientras tanto, se verá
que a Ias contiendas confesionales y a los grandes sistemas les
sucede el movimiento ilustrado; se verá Ia «revolución de los pre-
cios», los flujos y reflujos deI capitalismo y el feudalismo como
estructuras fundamentales de Ia sociedad; Ia formación de Prusia
y el derrocamiento de Ias alianzas; Ia afirmación deI deísmo, el
movimiento masónico y el jacobinismo europeo; Ias luchas en
el seno de Ias grandes confesiones (jansenismo, quietismo; entre
Ios protestantes, el pietismo), mientras Ios cambios de política
de los príncipes revelan el agotamiento de los viejos motivos; Ia
Iucha de los dissenters y el predominio deI «socínísmo»: Ia evo-

362 363
Sumario

Prólogo a Ia presente edición, por Franco Cardini . 7

PRIMERA PARTE

Introducción a Max Weber . 19


Max Weber y Ia vida política alemana 41
Estudios sobre los orígenes y el espíritu del capitalismo . 47
La biografía de Burckhardt . 63
La correspondencia de Burckhardt . 73
Las Reilexiones sobre Ia historia universal de Burckhardt . 91
Leopold von Ranke . 127
Lucien Febvre . 149
Notas sobre Ios estudios históricos en Italia de 1926 a 1951 187
Federico Chabod . 199
Johan Huizinga . 225
Historia e historiografía de Benedetto Croce 239

SEGUNDA PARTE

Sobre Ia historia deI concepto de Renacimiento . 253


1. Renacimiento, Resurgimiento, Restauración. . .. 255
2. Renacimiento de Ias ciencias y Ia vuelta deI espíritu a sí
Inismo.. .... ... .. . 259
3. La «Histeria de Ia Cultura» y el Renacimiento como triun-
fo del individualismo estético. . . . . . . . . 263
4. EI mito deI Renacimiento como época deI "übermensch". 268
5. Renacimiento y Reforma en Ia cultura italiana de comíen-
zos deI siglo XIX. • • • • • • • • • • • • 272
6. La «circulación» deI pensamiento italiano y Ia importancia
del Renacimiento en Ia filosofia europea. . 281
7. De Sanctis y Ia condena moral dei Renacimiento . 287
Apuntes sobre el «historicismo» . 295
La polémica sobre el barroco . 331
La periodización de Ia época renacentista . 343
Últimos títulos publicados:

182. Ágnes Heller: Aristóteles y el mundo antiguo


183. Luigi Preti: EI desafío entre democracia y totali-
tarismo
184. Antoni Rovira Vifias: EI abuso de los derechos
fundamentales
185. Joaquim Xirau: Amor y mundo y otros escrito'
186. Delio Cantimori: Humanismo y religiones en el
Renacimiento
187. Abdallah Laroui: EI lslam árabe y us pro-
blemas
188. Fustel de Coulanges: La ciudad antigua
189. Sergio Bertelli: Rebeldes, libertinos y ortodoxos
en el Barroco
190. Antoni Monreal: EI pensamiento político de
JoaquinMaurin
191. Agnes Heller: Crítica de Ia Ilustración
192. Mareei Detienne: La invencián de Ia mitologla
193. Otto Weininger: Sexo y carácter
194. Agnes Heller, Ferenc Feher: Anatomía de Ia iz-
quierda occidental
195. Horst Hina: Castilla y Cataluna en el debate u/-
tural, 1714-1930
196. Delio Cantimori: Los historiadores y Ia historia

De próxima aparicián:

Gianni Vattimo: Las aventuras de Ia diferencia


William James: Las variedades de Ia experiencia rel!
giosa

Potrebbero piacerti anche