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Reverentia, Rusticitas: De Cesáreo de Arlés a Gregorio de Tours

A finales del siglo V y principios del VI, a pesar de que la religión cristiana, la única pública del
ámbito romano, se concentraba en las ciudades donde los obispos fundaban más y más
iglesias para sus diócesis, el campo no era un desierto para la religión. Los grandes
terratenientes también construían iglesias por su cuenta para ellos y sus campesinos, aunque
seguían estando bastante aislados del mundo cristiano.

A pesar de esto, el 90% de los cristianos pertenecían al mundo rural o agrario, relacionado con
la naturaleza, donde a pesar del Dios único cristiano, no dejó de “existir” la energía
sobrenatural que influía sobre la tierra, por lo tanto, permanecieron los ritos que buscaban la
generosidad de estos entes para obtener buenas cosechas. Además, los templos y santuarios
paganos nunca fueron abandonados del todo, aún a finales del siglo VII nos encontramos el
uso de los mismos en Hispania.

Oriente por su parte se encontraba en su periodo de máximo esplendor y con ello del
cristianismo en este imperio. Esto no significa que la cristianización fuese más rápida y
profunda que en occidente, pues también nos encontramos con grandes disidentes, como los
denominados hellenes, los grandes valedores de la cultura griega y sus dioses. El estado
triunfante en el que se encontraba el imperio hizo que la preocupación por los paganos fuese
mucho menor que en occidente, pues la unión de su comunidad no dependía de la religión.

Personaje importante respecto al reconocimiento del paganismo tradición y algo que aún está
latente entre los cristianos fue el seguidor de San Agustín de Hipona, San Cesáreo de Arles.
Criticaba duramente a aquellos cristianos que aún realizaban ritos paganos. Cesáreo era un
aristócrata galorromano que tuvo una austera disciplina propia del monacato. Calificaba la
realización de estos ritos de carencia de modales, de rustici, es decir, de gente agraria. Su
objetivo y de cualquier obispo, era expulsar, más allá del paganismo, la rusticitas de los
cristianos, actos como tener sexo los domingos o con la menstruación. Esto supone un intento
de cambiar la mentalidad tradicional de la que provienen todos estos cristianos. Según Cesáreo
y sus seguidores, el funcionamiento del mundo dependía exclusivamente de Dios, los humanos
no tenían ninguna influencia en su transcurso, por lo que los ritos paganos o rustici eran
inútiles. Sin embargo, esta mentalidad que Cesáreo pretendía eliminar, de forma general
podríamos ponerle su fin en el siglo XIX, aunque incluso hoy día persisten muchos de estos
ritos. Algunos otros cristianos, en vez de pretender eliminar el pasado pagano, pretendieron
buscar nexos entre los conocimientos del cristianismo con el modelo tradicional pagano.
Utilizaban simbología cristiana para distintos ritos paganos, incluso fiestas paganas que eran
convertidas en cristianas, tal y como hoy día (Easter).

Los obispos francos cambiaron mucho debido a la situación de relativa estabilidad que sufría la
región. Pasaron de ser valedores romanos a representativos del reino franco, encargados de la
ley y el orden en su región. Durante el siglo VI la ciudad franca cambió, dejó de ser una ciudad
romana, cerrada, a ser espacios más abiertos que se confundían con el campo y se
encontraban rodeadas de iglesias y santuarios, aunque seguían dominadas por las murallas
romanas.

Gregorio de Tours escribió Historia de los francos, desde la perspectiva de Tours como un
refugio sagrado. En los 20 años que duró su obispado, Tours perteneció a tres reinos francos
distintos, por lo que esta ciudad era un centro de convergencia para los peregrinos de todos
estos reinos. Sin embargo, su obra trata principalmente de los pecados y las penas sobre los
mismos. También en este periodo de apogeo de los obispos de la Galia, los santos vieron
reforzados, alcanzaron sus más altas cotas en las ciudades francas.

Lo que realmente preocupaba a Gregorio de Tours y a los demás obispos francos eran las
distintas formas de cristianismo que surgían en el clero de la época, especialmente en los
eremitas, personajes que anunciaban el anticristo. Con su obra Vidas de los Santos Padres
logró que hasta en las zonas rurales más apartadas se tuviese en conciencia a los “verdaderos”
eremitas. Los santos proliferaban y con ellos las reliquias y los milagros post mortem.

Obispos, ciudad y desierto: el Imperio romano de Oriente.


Los grandes ritos de una ciudad eran realizados por el obispo (sumo sacerdote de dicha ciudad)
y su clero, como la Gran Liturgia, bendiciendo así a la ciudad y su comunidad. La riqueza de los
patriarcas de las grandes metrópolis era descomunal y mantenían a un número mucho mayor
de pobres que en la Galia, aunque estos grandes patriarcas eran una excepción. La mayoría de
los obispos de oriente estaban sumidos en la preocupación, eran consejeros municipales
normales. La Iglesia se había convertido hacia el siglo VI una nueva forma para alcanzar
privilegios y estatus a nivel municipal, ya que estos eran los nuevos encargados de mediar
entre el pueblo y el poder central. A su vez servían al poder imperial como control de los
gobernadores locales, para evitar la corrupción y los excesos, eran representantes del
emperador en sus ciudades. Se ocupaban del mantenimiento de infraestructuras y del control
de precios de su ciudad. A pesar de todo este control imperial, como veremos, el Estado
carecía de la capacidad de imponer la unidad religiosa.

El pasado pagano seguía estando muy presente en oriente, tanto gobernantes como ciudades
en sí, tenían un sentido de la prosperidad muy relacionado con el poder que nada tenía que
ver con el cristianismo en sí.

A diferencia de Occidente, la mayor preocupación del cristianismo no estaba en el campo, sino


en las ciudades donde las prácticas profanas eran lo común, donde la población se encontraba
dividida entre dos bandos, Azules y Verdes, que se batían en los distintos espectáculos y que
en numerosas ocasiones acabaron en trifulcas sangrientas. En el mundo rural el cristianismo
era muy profundo y cohesionador, cada año se realizaban numerosas peregrinaciones hacia
lugares sacros como la tumba de Simón el Estilita. También se realizaba una separación entre
<<desierto>> asociado a los ascetas, y el <<mundo>> asociado al cristianismo más vacilante,
donde la población tenía demasiadas “obligaciones” como para poder entregarse plenamente
a Cristo. Para Occidente, los santos eran aquellos que, a pesar de vivir en sociedad, en las
ciudades, vencían al <<mundo>>, mientras que para Oriente los santos eran aquellos que
desarrollaban su actividad al margen de la sociedad, en el <<desierto>>. También, el Oriente a
diferencia de en Occidente, a los santos se les consideraba como tal y se les adoraba como tal
en vida, se les daba un mayor valor, eran guías espirituales como los dos grandes santos
ostraka: Epifanio y Barsanucio.

El Imperio carecía de unidad religiosa, las herejías en cuanto a la naturaleza de Cristo estaban a
la orden del día, donde cada grupo religioso acusaba las desdichas que el Imperio sufría a otro.

El Imperio oriental se consideraba, tal y como nos reflejan sus actas, vestimenta,
costumbres…etc. la continuación de la propia Roma. En Constantinopla se consideraba que la
caída del Imperio de Occidente se debía a que sus emperadores no fueron lo suficiente
<<romanos>>.
Justiniano, originario de Skopje, era un intolerante respecto a los problemas comunes con los
que convivía y funcionaba el Imperio, como los paganos. En el 527 sucedió a su tío Justino
como emperador, y solo un año después dio tres meses de plazo a los paganos para
bautizarse, poco después prohibió las enseñanzas filosóficas paganas. Todo el saber debía ser
cristiano. A su vez, sabía que debía hacer un Código romano moderno y para ello puso al
jurista Triboriano al mando de un grupo para realizar un Digesto o resumen de todo el corpus
de leyes romanas existentes. También realizó las Instituciones que suponía un nuevo libro de
estudio del derecho. Por último, las Novellas, que se trataban de las nuevas aportaciones de
Justiniano en materia legal. El Código de Justiniano supuso una reforma del Derecho romano y
a la vez provocó su pervivencia.

En el 532 tuvo que hacer frente a la revuelta de Nika, en la que Azules y Verdes se unieron en
contra de los consejeros de Justiniano y del propio emperador. El conflicto acabó con la
matanza de treinta mil personas, especialmente en el hipódromo. La ciudad de Constantinopla
quedó en llamas, pero la recuperación fue rápida, aprovechándola Justiniano para construir la
basílica de Santa Sofía como símbolo de su poder.

Desde el 533 al 540 el Imperio de Justiniano se expande por el norte de África e Italia,
conquistando territorios de los vándalos y ostrogodos, quería recuperar el territorio romano,
llegó incluso a la Península Ibérica. De sus conquistas tan solo se mantuvieron Rávena y
Cartago, los papas estarían sometidos al emperador de Oriente.

La peste bubónica afectó gravemente al imperio de Justiniano, acabando con 1/3 de la


población de Constantinopla y afectando al propio emperador, que sobrevivió. Murió en el
565, con 83 años de edad y con su proyecto para el Imperio fracasado. La vasta extensión de
su territorio y su interminable guerra contra los persas le quedaba grande a la economía del
Imperio, dejaron desprotegidos los territorios italianos, los lombardos le arrebataron estos
territorios sin mucha resistencia.

Justiniano pretendía una unidad confesional del Imperio, por lo que se alejó de Occidente y su
papa, modificó el Concilio de Calcedonia en un intento de ganarse el favor de los monofisitas,
pretendía dominarlos ganándose su confianza y favor a través de su esposa Teodora,
considerada monofisita. Los monofisitas de Siria se trasladaron de las ciudades al campo con la
irrupción de la peste. En Edesa, el obispo Jacobo Baradeo creó su propia iglesia monofisita. La
conversión de pueblos asiáticos al cristianismo es gracias a la predicación de eremitas
monofisitas.

El monofisita Juan Efeso escribió sobre la importancia del buen trato y ayuda a los pobres,
pues los pobres, siendo cristianos, son de la misma carne que Cristo. El pueblo se denominaba
por permanecer a una comunidad de creyentes, no por su lugar de origen. Así pues, los
monofisitas que eran muy predominantes en Egipto, se reconocían entre sí por ser
monofisitas, no por ser egipcios. Pronto, Siria y Egipto, bastiones monofisitas, caerían en
manos de los musulmanes y olvidarían rápidamente su vivencia en el Imperio cristiano.
Regimen Animarum: San Gregorio Magno
En el 568 los lombardos destruyeron la unidad de las provincias italianas reconquistadas por
Justiniano. Al igual que con los Sklavinici (eslavos) en los Balcanes, la población local, a
excepción de los romanos, se integró sin problemas. Rávena, la sancta república, era el único
reino cristiano romano que resistía a los bárbaros. Roma estaba en manos del papado. Los
obispos de Roma y Rávena eran los banqueros del Imperio de Oriente en Italia.

A la Roma que accedió Gregorio Magno en el 590 poco o nada tenía que ver con la Roma
anterior a la conquista de Justiniano. Los intereses de Italia, su cultura y su religión se vieron
postergados en el Imperio de oriente.

Gregorio estaba criado en este cristianismo romano-oriental, un cristianismo que acepta la


cultura, el ocio e incluso de un trato de igual e idealización de las mujeres. Gregorio pertenecía
a una gran familia de nobles, su abuelo fue el papa Félix III. A mediados de los 70 decidió
hacerse monje, convirtió la mansión de su padre en el Aventino en un monasterio dedicado a
San Andrés, un centro de riguroso ascetismo, estudio y austeridad. Se dedicaba al estudio de la
vida de San Agustín, quería alejarse de las preocupaciones mundanas, razón por la que dejó su
cargo público para dedicarse a monje, pero finalmente volvería a ella introduciéndose en el
clero romano como diácono en el 579. En el 590 sería elegido papa.

Lo que hizo a Gregorio especial y fundamental para el funcionamiento posterior de Europa


serían sus continuos escritos sobre el ejercicio del poder, la Regula pastoralis. La idea de
Gregorio del poder espiritual era la condescendencia y la necesidad de cada individuo de la
santidad. Gregorio transformó la clásica preocupación por uno mismo por la preocupación por
los demás. El poder se ejercía para el bien común, para la salvación de los creyentes. Es decir,
con su obra pone a todo el cristianismo bajo el gobierno de una élite espiritual, unos
“médicos” que los curaría y los cuidaría. Esta élite, los encargados de gobernar, debían saber
cómo hacerlo, no cualquiera estaba capacitado para estos cargos. Con esto se refería a los
abades de los monasterios. Gregorio pretendía extender este poder absoluto de los abades al
resto de ejercicios de poder en la comunidad cristiana. Esta idea de Gregorio se extendería y se
haría universal entre los siglos VII y VIII.

La correspondencia que tenía el papa era altísima, el propio Gregorio elegía las cartas que
debían ser conservadas en el Regestum. Gregorio también instauraría los modales, la sutileza
en el alto clero. A finales del siglo VI era el tiempo de la predicatio, de acudir a las iglesias para
salvar las almas, de unirse a la comunidad cristiana, de los misioneros y los predicadores. Los
visigodos se unieron y Gregorio mandó misioneros a los reinos anglos y sajones. Gregorio
murió en el 604.

Medicamenta paenitentiae: San Columbano.


En el 595 el emperador romano Mauricio promulgó un edicto mediante el cual prohibía a
todos los hombres en edad de servicio militar hacerse monjes. Gregorio Magno en
desacuerdo, mediante cartas pretendió convencer al emperador de lo contrario, ya que esto
afectaba a la cristiandad.

La Regla de San Benito hacía que independientemente del estatus social de la persona, al
ingresar en un monasterio tenían que someterse de forma rigurosa a la autoridad de un abad.
El irlandés San Columbano era aún más riguroso que San Benito. Esta rigidez otorgaba un gran
prestigio a los monjes y sobre todo a las monjas, que representaban lo más inmutable en un
mundo de continuos cambios. En estos tiempos los monasterios aún estaban muy lejos de ser
lo que llegaron a ser en la plena Edad Media, todavía eran bastante austeros.

La caída del Imperio Occidental no supuso la pérdida de toda la cultura y costumbres, seguía
predominando el latín y las costumbres, el poder en la cultura familiar seguía manteniéndose
el romano, incluso extendiéndose a los germanos. Respecto a los reyes y aristócratas de la
Galia, serán las mujeres las que se dedicarían principalmente a la piedad ascética, destacando
Radegunda, princesa de Turingia, que falleció en el 587, tres años antes de que llegase a la
Galia San Columbano.

San Columbano, de la misma edad que San Gregorio, llegó a la Galia en el 590, cuando
Gregorio fue nombrado papa, y siempre prefirió estar bajo el patrocinio de reyes no romanos.
Hasta el 610 estuvo establecido en Luxeuil, desde la cual se trasladó a Bobbio por ofrecimiento
del rey de los lombardos, donde murió en el 615. Nació en Irlanda, territorio donde el
paganismo estaba muy presente y la cristiandad muy escasa, de madre cristiana y siempre se
dedicó su vida a la religión. A su madurez para progresar hacia la perfección cristiana tuvo que
trasladarse hacia una cultura más latina y alejarse de la profana irlandesa.

A ojos de Columbano, la Galia era un territorio que requería de medicamenta paenitentiae, es


decir, disciplina penitencial, muy característico de los monjes irlandeses. Llevaron a este
territorio un movimiento ascético importante. Su mensaje de austeridad estaba dirigido
principalmente a la corte franca, que estaba más alejada de la piedad. Fue desterrado de
Luxeuil por negarse a bendecir a los hijos ilegítimos de Teodorico II. La ciudad siguió
prosperando con los abades francos y los nuevos cortesanos pertenecientes a la corte de
Dagoberto I, entre ellos San Eloy.

Para la salvación de los seglares Columbano introdujo ideas bastante individualistas, basadas
en la penitencia y donaciones a los monasterios. A partir del siglo VI había una corriente de
pensamiento en la que los rituales colectivos resultaban insuficientes para la salvación. Este
sistema de penitencias se debe al honor celta y germano, suponía una reparación del mismo.
Todo pecado tiene una penitencia.

Con todo esto, el más allá estaba más cerca que nunca del mundo de los vivos, se pretendía
advertir que la salvación estaba en la penitencia. Se establecieron las misas realizadas por los
sacerdotes. Esto coincidió con el desarrollo de los monasterios en la Galia. El mundo empezaba
a alejarse del Mediterráneo, desplazándose hacia el norte de Europa a partir del 600.

Cristianismos del Norte: Irlanda y la Gran Bretaña sajona.


Los grandes tesoros encontrados en distintas tumbas denotaron gran riqueza y contactos
entre los distintos pueblos del norte con el este de Europa y oriente. Estos contactos entre
sociedades beligerantes y el rico sur provocaron la aparición de estados y reinos, la evolución
de estas tribus de guerreros. En Irlanda la dinastía O’Neill y otras hegemonías similares en la
Gran Bretaña sajona, el territorio de influencia de estos reinos cambiaba constantemente.
Estos reyes tendían a relacionar a personajes importantes de la historia e incluso mitológicos
con su genealogía para ganar prestigio.

Los sajones controlaban la costa oriental de Gran Bretaña, imitaron la corte de Clodoveo y
apreciaron el poderío de Dagoberto I en la Galia, con quien mantenían intercambios
comerciales. El cristianismo en el Irlanda era una minoría, pero una minoría poderosa, como
Columba, un clérigo-guerrero O’Neill. Fueron los monjes del sur de Irlanda los que extendieron
el cristianismo en el siglo VII por las islas británicas, destacaba el monasterio de Iona, fundado
por san Columba y destacando Adomnán, el clérigo-político con más poder del norte de
Europa a finales del siglo VII. El prestigio de los clérigos y obispos subía y bajaba al igual que
ganaban o perdían poder las distintas tribus, lo que permanecía fijo y como punto de reunión
de las diferentes tribus son los monasterios. A finales del siglo VII se desarrollaron numerosos
homenajes a los fundadores de los monasterios y a diversos santos, destacando la Vida de San
Patricio por Muirchú en la que se idealizaba al santo de forma irreal.

La sociedad irlandesa, excepto los guerreros, estaban en continuo contacto con los
monasterios y los monjes. El pasado pagano irlandés también fue recogido por escrito, sus
leyes y poesías, uniéndolas con las nuevas cristianas.

En cuanto a Gran Bretaña, la expedición misionera enviada por Gregorio Magno a Kent, no
tuvo los resultados esperados. El proceso era muy lento, el rey Etelberto reacio a perder su
identidad angla, no quería imitar a los reyes francos, a pesar de esto protegió a los misioneros
mediante legislación. Con la conversión de los reyes, como Edwin de Northumbria se inició un
proceso de desacralización de lo pagano, lo que provocó conversiones multitudinarias al
cristianismo. A la muerte de Edwin y Etelberto, los misioneros se quedaron sin protectores y el
paganismo volvió. Posteriormente las autoridades hicieron volver el cristianismo. La historia
del cristianismo en estos territorios está escrita por Beda el Venerable de Northumbria en la
primera mitad del siglo VIII, cuando ya el cristianismo, al igual que en Irlanda, había triunfado.
Beda al igual que Gregorio, hablaba de gens anglorum, como un único pueblo, una única
nación inglesa que se estableció en Gran Bretaña. Hizo recordar a los grandes gobernantes
como Oswald de Northumbria, sucesor de Edwin, que se bautizó en Iona, pero atribuyéndole
parte del mérito de gobierno al clero, y a su vez, culpaba a los reyes y exculpaba al pueblo de
los tiempos de paganismo. Oswald cayó en el campo de batalla en el 642 y su mano cortada y
la estaca que había sujetado su cabeza, empezaron a obrar milagros. A mediados del siglo VII
hasta el siglo VIII se inicia una profunda cristianización de la sociedad por conveniencia de las
autoridades y acabaría pareciéndose cada vez más a los francos. En general tanto irlandeses
como francos como británicos tenían por común que sus aristócratas locales querían traer la
cultura cristiana a sus tierras.

Microcristiandades.
Al norte de los Alpes, las artes <<romanas>> supondrían una carga casi tan onerosa como lo
fue el mantenimiento de las huestes en el limes. Algunos monasterios contaban con grandes
bibliotecas y a su vez producían pergaminos, códices… como el Codex Amiatinus de
Wearmouth, una copia del original que se encontraba en el Monte Amiato.

La ruptura de las rutas comerciales del Mediterráneo provocó que las iglesias cristianas se
regionalizaran, creando así microcristiandades. En estas microcristiandades solían haber
maestros cuyas obras eran consideradas como “verdadero conocimiento cristiano universal”,
tal que así Isidoro de Sevilla. Isidoro ponía al <<verdadero mundo cristiano>> frente al
<<mundo griego>> del Imperio oriental. Esto se debía a las diversas presiones que los romanos
tenían sobre los visigodos, tanto por sus conquistas en la Península Ibérica en el siglo VI como
por su presencia en Cartago y Sicilia en el siglo VII. Estos godos desde el III Concilio de Toledo
del 589, no separaban política de cristianismo. Los concilios de la microcristiandad visigoda se
celebraban en la capital del reino, Toledo, la <<nueva Jerusalén>>, en los cuales se dictaban
normas para el correcto uso, ritos…etc. del cristianismo de Nicea, uniformidad en el reino de
ritos y festividades. Las irregularidades para el cristianismo en el reino eran la justificación de
las desgracias del mismo, “provocadas por la ira de Dios” cuyo culmen vería en el 711 con la
invasión musulmana de la Península.

La obra de Isidoro de Sevilla, especialmente Etimologías, producto de la microcristiandad


hispánica, fue muy bien recibida en el norte de Europa, suponía la cumbre de todos los
saberes.

En Gran Bretaña, cuando los reyes sajones deciden patrocinar el cristianismo también
necesitaban saber qué dogma seguir, y en este aspecto destacan figuras como Wilfrido del
siglo VII, primer sajón obispo de York. Este santo se caracterizó por sus numerosas fundaciones
de monasterios, por la grandeza de sus edificios y por su numeroso séquito. Wilfrido conocía
las formas correctas romanas del cristianismo que llevó a Northumbria. Quería aprovechar sus
conocimientos para establecer una microcristiandad, no servía a Roma ni a nadie más que a sí
mismo. Casi siempre la discrepancia entre distintos grupos de cristianos, monasterios,
microcristiandades…etc. se basaba en la fecha de la Pascua, Wilfrido, conocedor del
cristianismo romano y que había estado en contacto con el sur de Europa, dictaba la fecha
“correcta y universal” de la Pascua. Tanto los obispos godos como británicos, estaban
fuertemente influenciados por las ideas de Gregorio Magno, los reyes podían ser pastores,
aliados y utilizados por la Iglesia para << la salvación de las almas del pueblo >>.

Un modo de pervivencia de linaje y prestigio que tenían las grandes familias británicas eran las
fundaciones monásticas, que durante el siglo VII proliferaron y ayudaron enormemente a la
cristianización. En Gran Bretaña e Irlanda, el cristianismo era una religión de monjes, centrada
en grandes monasterios, a diferencia de lo que pretendía San Gregorio Magno, que quería
instaurar una red de obispados en el norte y que Beda compartía.

La cristianización británica no fue realizada por un rector como pretendía Gregorio Magno,
sino que más bien por un intercambio de dones, los guerreros locales prestaban apoyo a la
Iglesia y esta les bendecía y salvaba. La entrada de los laicos guerreros a los monasterios se
debía a la búsqueda de una penitencia ascética, de una buena muerte, asegurarse la salvación.

Personajes como Beda y otros marginales, fueron muy importantes a la hora de llevar esta
religión latina a sus compatriotas mediante la traducción al anglosajón. La británica era una
cultura visionaria. Destacaría Caedmon con su visión mediante la cual le ordenaban componer
poesía bíblica en anglosajón. La poesía bíblica británica tendría un aspecto visionario y
principesco. La posición de esta microcristiandad, al igual que en la Galia e Italia, cambiaría a lo
largo del siglo VIII con el surgimiento de la dinastía carolingia al este de la Galia, donde todas
las microcristiandades se fundirían para formar una única cristiandad europea, con un Imperio
oriental cada vez más alejado.

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