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Con e!

fin de ampliar la difusión de


la obra fundamental Los indios de México, Fernando Los indios
de Fernando Benítez, Ediciones Era incluye
en su Serie popular los textos que
originalmente fueron publicados como libros
Benítez de México
independientes o aquellas partes de la obra
que en sí mismas forman una unidad.

Los hongos
Mito o realidad, los hongos alucinantes se han
alucinantes
convertido en uno de los motivos más atrayentes
y controvertidos de nuestra época, en un campo de
estudio en el que, más allá de la magia, los
infiernos o los paraísos, se busca encontrar
algunas esquivas verdades sobre los mecanismos de
nuestra conciencia y de nuestro ser, sobre las
relaciones entre el yo íntimo y la realidad
circundante. En este libro, el autor, no sólo
sintetiza la historia de las drogas mágicas, • ••••••••V V*f*MkÁ£
•••••••••• ••••••••
investigando las posibilidades de su manejo por
:::::::::: :::;$$::
hombres mental y moralmente desarrollados; nos
ofrece, además, el vivido testimonio de su ** •
propia experiencia con los hongos y su
participación en esa ceremonia ritual presidida
por la célebre María Sabina.

Serie popular Era


BIO
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Les drogues nous ennuient avec leur paradis.
Qu'elles nous donnent plutót un peu de savoir.
Nous ne sommes pas un siécle á paradis.
HENRI MICHAUX
Connaissance par les goitffres

. . .el hombre que salió por la Puerta en el


Muro ya no será nunca el mismo que salió
por ella. Será más instruido y menos engreído,
estará más contento y menos satisfecho de sí
mismo, reconocerá su ignorancia más humil-
demente, pero, al mismo tiempo, estará me-
jor equipado para comprender la relación
de las palabras con las cosas, del razonamien-
to sistemático con el insondable Misterio que
trata, por siempre jamás, vanamente, de com-
prender.
ALDOUS HUXLEY
Las puertas de la percepción

Primera edición: 1964


Segunda edición: 1969
Tercera edición: 1972
Cuarta edición: 1979
Quinta edición: 1983
Sexta edición: 1985
© 1964, Ediciones Era, S. A.
Avena 102, 09810 México, D.
Impreso y hecho en México
Primea and Made in México
1. LOS DOCUMENTOS

Sahagún nos dice que la primera cosa que los indios


comían en sus convites eran unos honguillos negros
llamados nanacatl los cuales emborrachan, hacen ver
visiones y aun provocan a lujuria. Los comían con
miel y cuando se comenzaban a calentar unos baila-
ban, cantaban o lloraban; unos no querían cantar
sino sentarse en sus aposentos y allí se estaban como
pensativos. Veían en visión que se morían, que los
devoraba alguna bestia fiera o que los cautivaban
en la guerra. Otros veían en visión que habían de
ser ricos y tener muchos esclavos; otros que habían
de hurtar o adulterar y les habían de hacer tortilla
la cabeza por este caso; otros veían en visión que
habían de matar a alguno y por el caso habían de
ser muertos; otros que vivirían y morirían en paz;
otros que se ahogaban en el agua, caían de lo alto
y morían de la caída o que se sumían en el agua,
en algún remolino. Todos los acontecimientos de-
sastrados que suelen haber —termina Sahagún—,
los veían en visión. Desque había pasado la borra-
chera de los honguillos hablaban los unos con los
otros acerca de las visiones que habían visto.
En el libro décimo de su Historia general de las
cosas de la Nueva España, vuelve el fraile sobre el
tema: ". . .tenían gran conocimiento de yerbas y siendo temibles y espantables, eran los más busca-
raíces y conocían sus calidades y virtudes; ellos mis- dos por los mismos nobles para sus fiestas y banque-
mos descubrieron y usaron primero la raíz que lla- tes, alcanzaban un precio extremadamente elevado
man peyotl: y los que la comían y tomaban: La to- y se les recogía con mucho cuidado: esta especie es
maban en lugar de vino. Y lo mismo hacían de los de color oscuro y de cierta acritud".
que llaman nanacatl; que son los hongos malos que Las descripciones de Sahagún y de Hernández,
emborrachan también como el vino: y se juntaban tan notables, ofrecen una perspectiva luciferina, pe-
en un llano después de haber comido, donde baila- ro no asociada directamente al diablo. Es el vehe-
ban y cantaban de noche, y de día a su placer: y mente Motolinia el que las identifica con el mismo
ésto el primer día, y luego el día siguiente lloraban demonio, viendo en el rito indígena de comer los
todos mucho y decían: que se limpiaban y lavaban hongos sagrados una ceremonia semejante al rito de
los ojos y caras con sus lágrimas". la comunión cristiana: "Tenían —dice— otra mane-
Y todavía en el libro XI, añade estos valiosos ra de embriaguez que los hacía más crueles: era con
pormenores sobre los hongos: " . . . los que los co- unos hongos o setas pequeñas, que en esta tierra los
men. . . sienten vascas del corazón y ven visiones a hay como en Castilla; mas los de esta tierra son de tal
las veces espantables y a las veces de risa; a los que calidad, que comidos crudos y por ser amargos, be-
muchos de ellos provocan a lujuria y aunque sean ben tras ellos y comen con ellos un poco de miel de
pocos. Y a los mozos locos o traviesos dícenles que abejas; y de allí a poco rato veían mil visiones y en
han comido nanacatl". especial culebras; y como salían fuera de todo senti-
Por su parte, el médico de Felipe II, Francisco Her- do, parecíales que las piernas y el cuerpo tenían lle-
nández, nos ha dejado en su Historia Plantarum No- nos de gusanos que los comían vivos, y así medio ra-
vae Hispaniae esta nota interesantísima: "Otros biando se salían fuera de casa deseando que alguno
(hongos) cuando son comidos no causan la muerte los matase; y con esta bestial embriaguez y trabajo
pero causan una locura a veces durable, cuyo sínto- que sentían, acontecía alguna vez ahorcarse y también
ma es una especie de hilaridad irresistible. Se les lla- eran contra los otros más crueles. A estos hongos
ma comúnmente Teyhuinti. Son de color leonado, llámanles en su lengua teunamacatlh, que quiere de-
amargos al gusto y poseen una cierta frescura que cir carne de Dios o del Demonio que ellos adoraban
no es desagradable. Otros más, sin provocar risa, y de la dicha manera con aquel amargo manjar su
hacen pasar ante los ojos visiones de todas clases cruel dios los comulgaba".
como combates o imágenes de demonios. Otros más, Comunión. No con Dios sino con el Diablo, ese

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Diablo terriblemente activo que impregna de su olor Por ello el antropólogo y el fraile van siempre de
las crónicas y que siempre asoma los cuernos y la la mano. Se describen los hongos y sus efectos con
cola detrás de todos los sucesos. ¡Cómo reconocemos rigor, sin ahorrar detalles, pero ninguno es capaz de
la prosa y el espíritu de nuestro siglo xvi en esos som- sustraerse a la consideración primordial de que esos
bríos fragmentos! Fuera de la visión de una futura hongos no sólo pertenecían a los ritos de los venci-
riqueza y de una muerte apacible, los informantes de dos, sino que en cierta forma, eran la carne y la
Sahagún o de Motolinia no comunicaron ninguna her- sangre del demonio y con ellas comulgaban —una
mosa alucinación y si la comunicaron los frailes se manera de meterse el diablo en el cuerpo— como
guardaron mucho de consignarla en sus escritos. los cristianos comulgan con la carne y la sangre
Tampoco podemos afirmar que se trate de una de Cristo representados en la sagrada forma.
versión deformada a propósito. Esta visión es au- Así pues los españoles rescatan las antiguas cul-
téntica, pero limitada; ofrece sólo una mitad de la turas y al mismo tiempo las proscriben sin miseri-
verdad, el descenso a los infiernos, la muerte, la cordia y condenan en masa a la destrucción ídolos,
desgracia, la liberación de los instintos malignos, templos, códices, drogas mágicas, porque todo esta-
el remolino que arrastra y ahoga, la locura y la ri- ba asociado al demonio y todo pertenecía a ese mun-
sa, pero aún la risa es una risa convulsiva y de natu- do de tinieblas que era necesario aniquilar para crear
raleza demoniaca. La otra mitad de las visiones, la sobre sus ruinas el mundo de la luz, de la pureza y
que se refiere al ascenso místico o a la seducción de de la verdad propio de los conquistadores.
ciertas imágenes, se callan o se ocultan porque en el Sin embargo, la Colonia demuestra que es mucho
siglo xvi todo se observa con una finalidad moral más fácil hacerse de los cuerpos de los vencidos que
y todo posee un sentido didáctico, ejemplar. El mun- de sus almas. Los indios fueron reducidos sin gran-
do de los indios es el mundo de la oscuridad y del des dificultades a la esclavitud, pero los ídolos si-
demonio, como el mundo de los conquistadores es guieron alentando ocultos a veces en los altares cris-
el mundo de la luz y del Dios verdadero. Este Dios tianos y los hongos y el peyote continuaron siendo
está vivo, como está vivo el Diablo, los dos se com- devorados por millares de hechiceros y brujos en el
baten sin cesar empeñados en aniquilarse y los cro- sigilo de sus montañas apartadas no obstante los es-
nistas religiosos, como los seglares —recordemos a fuerzos del clero y del auxilio que le prestaba el
Juan Suárez de Peralta y a Baltasar Dorantes de Ca- Santo Oficio.
rranza— tienen el deber de ayudar a su Dios en esta Todo esto parecía sepultado en el olvido. Las re-
lucha que no da cuartel ni lo pide. ferencias a los hongos cesan en 1726 y aunque los

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textos de los cronistas eran conocidos por algunos micológico era ya notable aunque inédito. Las
eruditos de nuestro siglo no fueron objeto de estudio investigaciones de los señores Wasson se aplicaban
ni se relacionaron con el hecho de que todavía se al análisis de las relaciones 'entre los hombres y los
usaran en algunos lugares de México. Los ídolos ha- pueblos a través de sus tradiciones, hábitos culina-
bían perdido su naturaleza de dioses y comenzaban rios, literatura, religión, artes plásticas, simbolismos
a vivir su segunda vida espiritual en el arte; las dro- e historia'. Ellos han abierto un camino desconoci-
gas mágicas, a pesar de su vigencia, seguían despre- do, y explorado tierras todavía vírgenes, de aque-
ciadas y temidas, como si sobre ellas pesara la con- llas que los antiguos geógrafos en sus mapas, a falta
denación del siglo xvi, y no fue hasta que Antonin de algo mejor vestían con la famosa inscripción
Artaud y Aldous Huxley iniciaron desde fuera la Hiñe Sunt Leones (Aquí hay leones. Georges Bec-
reivindicación del peyote, cuando nuestro país co- ker). Esas relaciones entre el hombre y el hongo,
menzó a interesarse por las drogas indias. ellos las han buscado en todas las fuentes y esclare-
A los hongos no les había llegado su hora. En cido con todos los argumentos posibles de orden
1936, el ingeniero Roberto Witlander había rendido lingüístico, histórico, psicológico, que explican la
un informe sobre ciertas especies de hongos alucinan- micofobia de los anglosajones, la micofilia de los
tes que se consumían en la Sierra Mazateca y dos eslavos, los provenzales y los catalanes. El estudio
años después, en 1938, el etnólogo Jean Bassett particular de las tribus primitivas de Siberia los lle-
Johnson escribió un artículo publicado en Suecia vó a interpretar el empleo del Anamita mata-moscas
acerca de una ceremonia ritual de hongos alucinan- por esas poblaciones como sirviendo en algún modo
tes. Estos dos trabajos, destinados a los especialis- de intermediario entre Dios y los hombres. Han con-
tas, pasaron inadvertidos y la gloria de su descu- firmado tales prácticas al mismo tiempo que inves-
brimiento y popularización habría de corresponder tigaban en los símbolos del arte chino, en medio de
a un banquero de Nueva York llamado M. R. Gor- los pueblos europeos o en otros lugares mediante el
don Wasson y a su mujer la doctora Valentina Pav- examen comparado de sus lenguas y de sus costum-
lovna Wasson, creadores de una nueva ciencia: la bre, sobre la forma en que habían podido ser utiliza-
etnomicología. dos los hongos en las primeras edades de esas civi-
Resumiendo su trabajo escribió Roger Heim, Di- lizaciones. Una tesis acerca del papel de esos seres
rector del Museo de Historia Natural de París: demoniacos en las manifestaciones psicogénicas de los
"Cuando en 1953 los dos etnólogos de Nueva York pueblos se dibujaba poco a poco, apoyada en una
llegaron a México, su contribución al capítulo etno- multitud de datos nuevos o nuevamente encontrados.

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Una teoría original se introducía en la historia de ñorita Pike no sólo era lingüista y compiladora de
las religiones. El señor Wasson descubrió así la su- hechos concernientes a los indios, sino que por su
pervivencia de ciertas prácticas antiguas y de natu- carácter de misionera y propagandista del cristianis-
raleza similar en Nueva Guinea, en Borneo y Perú. mo, observaba con manifiesto desagrado la supervi-
Pero fue México el que debía ofrecerle una mina cia de los hongos sagrados.
excepcional de documentos a este respecto. La no- Por añadidura todo lo que la señorita Pike co-
table obra en dos tomos publicada el año de 1957, nocía de los hongos lo sabía a través de informacio-
Mushrooms Russia and History, constituye una con- ,es y no directamente, ya que la severa protestante
tribución monumental a esas diversas facetas de nunca se hubiera permitido asistir a una ceremonia
una ciencia nueva. Los aspectos etnológicos y lin- ni mucho menos comulgar con aquellos oscuros de-
güísticos propios de los hongos mexicanos ya esta- monios vegetales. De cualquier modo, su carta1 ofre-
ban tratados con largueza en dos capítulos de esa cía una perspectiva capaz de enloquecer al más frío
obra y esbozaban una atrevida pero apasionante opi- investigador y Wasson se decidió a explorar la remota
nión: la que se aplicaba a la extensión de prácticas y casi olvidada Sierra Mazateca.
nacidas en Siberia hacia etapas halladas nuevamen- Wasson fue pues el llamado a darle celebridad al
te: Borneo, Nueva Guinea, Perú, México, siguiendo nanacatl de los indios. No había ningún hombre en
el trayecto de migraciones establecidas según la opi- el mundo mejor preparado ni que mayor pasión sin-
nión de ciertos etnólogos".1
1 Huautla de Jiménez, Oaxaca. México, 9 de marzo de 1953.
A principios de 1953, Wasson, ya al tanto de los Querido Señor Wasson:
Me complace estar en posibilidad de informarle lo que sé acerca
trabajos de Witlander y Johnson, tuvo conocimiento del hongo de los mazatecos llamados si3 tho3, o familiarmente 'nti1
de que en la Sierra Mazateca vivía desde hacía si3 llio3. Tal vez un día utilice mis observaciones en alguna pu-
blicarión, pero entre tanto, usted puede utilizarlas como mejor le
mucho tiempo la lingüista norteamericana Eunice parezca.
Los mazatecos hablan raramente de su hongo a los extranjeros,
Victoria Pike y se dirigió a ella pidiéndole informes ro la creencia en su poder está muy extendida. Un muchacho
21 años me dijo: "Yo sé que los extranjeros no usan el hongo,
sobre los hongos alucinantes. 3 Jesucristo nos lo dio porque somos pobres y no podemos pa-
un doctor ni medicinas costosas".
La respuesta, es un notable documento etnográfi- Algunas veces lo llaman "sangre de Cristo", pues suponen que
íece donde cayó una gota de la sangre de Cristo. Dicen que su país
co que en cierta manera reanuda la investigación está "vivo" porque produce el hongo, mientras que la región seca
emprendida por los frailes y naturalistas del siglo donde no crece es una región calificada de "muerta".
Pretenden que ayuda "a los que son puros", pero que si lo come
xvi. A semejanza de sus remotos antecesores la se- algún impuro, el hongo "lo mata o lo vuelve loco". Cuando hablan
1 Prólogo de Roger Heim a Les Champignons Hattucinogenes de impureza entienden "impuro ritualmente". (Un homicida si está
du Mexique. Roger Heim y R. Cordón Wasson. Editions du Muséum preparado para la ceremonia, puede comer el hongo sin dañarse.)
National D'Histoire Naturelle. París, 1958. Una persona puede considerarse a salvo si evita toda relación se-

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II
tiera por ese vasto, frágil, delicado y misterioso uni- recuas, montados en cinco muías y un caballo "ho-
verso de los hongos. Como todos los descubridores, él rriblemente flacos y pequeños", a cargo de un arrie-
debía sacarlos de la oscuridad, y al mismo tiempo ro, indio mazateco, llamado Víctor Hernández.
contribuir a su aniquilamiento al disipar el ambien- Esa misma noche llegaron a Huautla y se alojaron
te de amor y reverencia que hasta entonces los ro- en la casa de la profesora Herlinda Martínez Cid,
deara. amiga de la señorita Pike. Herlinda no pudo hacer
otra cosa que presentarles a Aurelio Carreras, indio
EL DESCUBRIMIENTO DE LOS HONGOS
tuerto, de 45 años, propietario de dos o tres casas y
¡lacionado de algún modo con los hongos. Wasson
Wasson dejó la ciudad de México el 8 de agosto marchaba a ciegas. Las gentes que iba conociendo
de 1953 —hace justamente diez años— en compa- —una parienta de Herlinda, el mismo cura de Huau-
ñía de su mujer, la doctora Valentina Pavlovna tla, Concepción, esposa de un curandero borracho
Wasson, Masha su hija de 16 años y el ingeniero perdido— trataban de ayudarlo, pero ninguno apa-
Roberto Weitlander. Pasaron la noche en Teotitlán, rentemente sabía gran cosa de los hongos.
la antigua ciudad de los dioses y de allí iniciaron Por las noches, el tuerto Aurelio, Concepción y
el ascenso a la Sierra. Entonces no existía la brecha Víctor, el arriero, le llevaban hongos envueltos en
que conduce a Huautla. Iban por las veredas de las hojas de plátano o en pedazos de tela y Aurelio le

xual cinco días antes y cinco días después de la ceremonia. Un dio de medicamentos y entonces sugiere que se llame a un médico;
zapatero de nuestro barrio se volvió loco hace cinco años, porque también dirá, lo cual es más importante, si la persona vivirá o
según los vecinos, después de haber comido hongos tuvo relacio- morirá. Si dice que vivirá, el enfermo "irá mejor aunque halla es-
nes con su mujer. Dicen que cuando un hombre pone un fragmen- tado muy grave". Si dice que morirá, los parientes preparan los fu-
to en la bebida de un enemigo al hallarse por ejemplo en la can- nerales; indica igualmente quién heredará los bienes. Uno de mis
tina, y este bebe no estando puro, corre el peligro de volverse loco. informantes admitió sin embargo que algunas veces el hongo se
Puede también enloquecer si el que recogió los hongos era impuro. equivoca.
El curandero siempre come crudo el hongo. Si alguno lo hace cocer Una de las "pruebas" de que es el mismo Jesucristo quien les ha-
o asar, éste les provoca úlceras. En cuanto a la cantidad que se toma bla, reside en este hecho: los que lo comen experimentan visio-
no hay una regla general; algunos curanderos consumen más que Mw. A todos los que hemos interrogado nos decían que veían el
otros, aunque por término medio absorben cuatro o cinco. Si mismo cielo. Sin embargo, no insistían en ese punto e insinuaban
come demasiados "el hongo tratará de matarlo". En ese caso el también que les parecía ver una película de los Estados Unidos.
curandero se desmaya y vuelve en sí poco a poco mientras que La mayor parte afirmó que los curanderos veían con frecuencia
los asistentes "ruegan por el". Esto puede ocurrir también sí tuvo d mar lo cual para estas gentes de la montaña es un hecho sen-
relaciones sexuales poco tiempo antes. sacional.
Cuando todo va bien, el curandero tiene visiones y el hongo Pregunté qué aspecto presentaba el curandero cuando se en-
habla durante dos o tres horas. "Es el mismo Jesucristo el que contraba bajo el efecto de los hongos. Me respondieron que no
nos habla". El hongo les muestra lo que ha producido la enfer dormía y estalla sentado con los ojos abiertos, "despierto". En ese
medad a una persona. Puede decir que ha sido embrujada y en momento no bebe alcohol, pero puede hacerlo cerca del amanecer.
ese caso, por quién, cuándo y por qué; o que está enferma de Algunos se levantan al día siguiente y hacen su trabajo habitual y
espanto o bien que se trata de una enfermedad curable por me- otros permanecen en sus casas ya "que han velado toda la noche".

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recomendaba silencio porque era un asunto "muy nificaba "brota de la sangre de Cristo que María no
delicado". £ pudo recoger".2 (Wasson anota: Esto me recuerda
"Al dirigirnos a los indios —escribe Wasson des- H las observaciones de la señorita Pike.) Y la misma
cribiendo la atmósfera de misterio que todavía ro- jjnujer añadió que 'nti'ni'se3"4, el más pequeño de los
deaba a los hongos— teníamos cuidado de hablar hongos "apareció allí dónde Cristo tropezó bajo el
de ellos con el mayor respeto. (Después de todo era peso de la cruz".
S
grande nuestro atrevimiento: nosotros, extranjeros, Aurelio era el más explícito: según él, el hongo
queríamos penetrar los secretos religiosos más ín- "es habla" y habla de muchas cosas: de Dios, del
timos de este pueblo apartado.) ¿No equivalía esto a porvenir, de la vida y la muerte, dice dónde encon-
que un pagano le solicitara algunos fragmentos de la trar los objetos perdidos. Se ve también dónde está
Sagrada Hostia a un sacerdote católico?" )ios.
Wasson no cesaba de pedir explicaciones a diver- Con todo, Wasson iba llenando de interesantes no-
sas personas sobre el poder misterioso de los hongos. tas sus cuadernos de apuntes: "Sabíamos que los
Uno le dijo: "Nuestro Señor atravesó el país y~don- mazatecos son micófagos y que numerosas especies
de escupía allí crecía un hongo". (Pienso —escribe comestibles se ofrecen en la plaza todos los días de
Wasson— que escupir es un eufemismo de esparcir mercado. Cada especie tiene su nombre y el término
la simiente.) Una mujer le confió que 'nti1si3tho3 sig- general del hongo thai se pronuncia acentuando mu-

Aunque nunca hemos asistido a esas ceremonias donde se comen ño quieres curarme, toma mi alma". Uno o dos días más tarde,
hongos, pudimos observar su influencia sobre la población. Uno había muerto.
de nuestros vecinos que estaba tuberculoso y venía a nuestra casa No todos los mazatecos creen que los mensajes del hongo vie-
para hacerse curar, cierta noche llamó al curandero a fin de que nen de Jesucristo. Los que hablan español y han tenido contactos
comiera por él los hongos. Fl curandero declaró que moriría. Al con el mundo exterior, se inclinan a declarar: "No son más que
día siguiente el enfermo ya no mostró interés en nuestras medi- nientiras". Pero la mayor parte, que sólo conoce su lengua, o bien
cinas y comenzó a ordenar sus asuntos. Dejó de comer y se nu- afirma que Jesucristo les habla o bien preguntan dubitativos:
tría únicamente con atole de maíz. Dos semanas después rehusó ¿Qué piensa Usted? ¿Verdaderamente será la sangre de Cristo?
incluso ese alimento y sólo aceptaba algunos sorbos de agua. Al-
gunos días más tarde rechazó hasta los sorbos de agua. Antes de que Lamento la supervivencia del empleo de los hongos porque no
se cumpliera el mes de haber consultado los hongos, estaba muerto. «onceemos un solo caso en que haya dado resultados benéficos. Me
gustaría que consultaran la Biblia cuando tratan de penetrar en
Otra familia vecina había sufrido toda una serie de enferme-
dades. Consultó a los hongos en el caso de un hijo de 22 años. El las intenciones de Cristo, más que verlos engañados por un cu-
ÍKndero y por los hongos.
hongo respondió que iría mejor y fue mejor. Cuando una mucha-
cha de 18 años cayó enferma consultaron nuevamente al hongo y ...Deseándole éxito en sus investigaciones, queda de usted since-
éste pronunció la misma sentencia y volvió a cumplirse. Después ramente
le tocó el turno a una chica de diez años. El hongo dijo que mo-
riría. La familia se asombró porque la enfermedad no parecía Eunice V. Pike
seria. Evidentemente la familia estaba muy afligida, pero el hongo
le dijo: "No se inquieten; yo tomaré su alma". Así, de acuerdo 2 En el lenguaje mazateco 1 es el sonido más elevado y 4 es el
con las instrucciones, la pequeña se puso a rezar diciendo: "Si tú sonido más bajo.

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cho la T mientras que las vocales son nasales. Pero —¿Y si Aurelio fuera el curandero que buscamos?
ese término se aplica sólo a los hongos que no son En ese momento hacía su silenciosa aparición Au-
sagrados. Cada una de estas especies posee su nom- relio.
bre propio, todos designados por si'tho3. Ese nombre —Dinos Aurelio —le preguntó Don Roberto—,
se halla invariablemente precedido de otro elemen- ¿tus experiencias siempre tienen éxito?
to verbal, de modo que la expresión común, tal co- —Sí, siempre —respondió Aurelio.
mo nos había descrito la señorita Pike es 'nt^si'tho* —Un hijo del señor Wasson está en Boston y de-
dando la primera sílaba el sentido de afecto y defe- sea tener noticias de él. ¿Podrías ayudarnos esta
rencia. (El apóstrofo representa una pausa glótica.) noche?
La palabra si3tho3 significa literalmente 'el que bro- Debemos aclarar que en 1953 los hongos no se
ta', afortunada metáfora mística. Víctor explica el utilizaban con el propósito de provocar éxtasis por
nombre como significando lo 'que viene por sí mis- el éxtasis mismo. Se empleaban siempre que se tra-
mo, no se sabe de dónde, como el viento que viene taba de curar una enfermedad o resolver un proble-
sin saber de dónde ni porqué'. La palabra está satu- ma y la persona que contrataba al curandero debía
rada de mana; se pronuncia en un murmullo y a someterle a su consideración un caso concreto. Was-
Víctor le repugnaba decirla. Cuando debía emplear- son, en efecto, no había recibido ninguna carta de
la, la reemplazaba con un ademán de sus dedos, Phijo Pedro, muchacho de 18 años que trabajaba
haciendo un movimiento de llevarse la comida a la una empresa de Boston y aunque estaba preocu-
boca. Los hongos sagrados no se venden nunca en pado, presentó su problema, no porque creyera en
la plaza del mercado, aunque todos los accesorios las dotes adivinatorias de Aurelio, sino como un pre-
del rito pueden ser comprados allí sin dificultad".3 texto para asistir a la deseada ceremonia de los hon-
gos alucinantes.
Aurelio consultó con la profesora Herlinda y des-
pués de muchas cavilaciones accedió a la peti-
LOS PODERES ADIVINATORIOS DEL TUERTO AURELIO
f|Íón de Don Roberto. Deberían estar listos a las
El tiempo de que disponía Wasson llegaba a su 9 de la noche y advirtió que había diferentes mane-
fin y no había logrado relacionarse con un curande- ras de llevar la ceremonia. Unos curanderos recita-
ro o co4ta4ci4ne4, ni asistir a una ceremonia de hongos. cantaban e incluso lanzaban gritos. Por lo con-
Don Roberto tuvo una corazonada: rio, él permanecía tranquilo y nunca levantaba la
3 Todos los textos de Wasson están tomados de la obra citada.
z. Como los hongos no se expresan en otro idioma

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que no sea el mazateco, pedía que lo acompañara su está en Boston, como cree el señor Wasson, sino en
hijo Demetrio a fin de que él les tradujera las pala- Nueva York. Grandes dificultades casi lo hacen per-
bras del hongo. der la cabeza y piensa en sus familiares al extremo
La ceremonia, celebrada en la pobre casa de Au- de llorar. Nunca ha tenido semejantes problemas.
relio fue la ceremonia clásica donde ofician tradi- No sabe cómo decir a sus padres lo que le ocurre.
cionalmente los curanderos mazatecos: altar con san- Antes de concluir la ceremonia, a la una y cua-
tos católicos, velas, huevos de totola, copal, cacao, renticinco los hongos revelan que uno de los parien-
piciate, plumas de guacamaya, cañutos con aguar- tes de los Wasson "debe caer seriamente enfermo en
»'
diente y papel de amate. el curso del año".
A las once y cinco Aurelio pregunta: De esta prolija ceremonia, Wasson recuerda la
—¿Dónde está Pedro? grave mirada que le dirige el único ojo de Aurelio
—En Boston. arreras.
Aurelio apaga las velas y pasan dos horas en la "Nosotros hubiéramos querido terminar aquí nues-
oscuridad y el silencio más absolutos. tra historia de Huautla —escribe Wasson—, pero la
A la una y cinco se desencadena una tempestad so- lealtad nos obliga a decir algo más. Nuestra actitud
bre Huautla. Truenos, relámpagos, lluvia. Brusca- en relación a la ceremonia y particularmente en re-
mente suena un disparo. Demetrio exclama: —Ho- lación a las palabras proféticas allí pronunciadas,
micidio. había sido la de una amable condescendencia. Nos
Pies descalzos corren por el sendero cercano a la decíamos que era cruel de nuestra parte pedirle a
casa. Una puerta es golpeada. Se escuchan tres dis- Aurelio, encerrado en su mundo indio iletrado, pe-
paros más. "A través de la tempestad y del tiroteo, netrar comprensivamente en los problemas de la fa-
Aurelio prosigue imperturbable su rito". Distingue milia Wasson de Nueva York. Sus poderes adivina-
trabajosamente a Pedro, porque está lejos, en una torios, sometidos a una prueba tan dura, de momento
ciudad extranjera. nos parecieron de una debilidad lamentable, aunque
Más tarde, los hongos dictan su sentencia: "Pedro desde luego nosotros anotamos lo que nos dijo.
está vivo. Lo buscan afanosamente para enviarlo a "Volvimos a nuestra casa en la segunda semana
la guerra. Posiblemente no lo encuentren. De cual- le septiembre. En la cocina de nuestro departamen-
quier modo, resulta penoso decirlo. Alemania tiene de Nueva York encontramos los restos de una fies-
algo que ver en este asunto". ta que Pedro había organizado con sus amigos. Las
A continuación los hongos afirman que Pedro no jtacturas de los proveedores consignaban la fecha:

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fin de semana del 15-16 de agosto. Cuando vimos a (La familia para los mazatecos abarca toda la pa-
Pedro, nos confirmó lo que habíamos visto. Riéndo- entela). Esto parecía improbable ya que nuestras
nos consideramos ésto como un indicio palpable de familias son extraordinariamente limitadas, pero en
los hongos sagrados y no volvimos a pensar en el febrero de 1954, un primo hermano, a los 40 años
asunto. en plena vitalidad, sucumbió súbitamente a un
"La predicción de Aurelio sobre el ejército nos itaque cardiaco".
había parecido absurda. Después de todo, Pedro, a
la edad de 17 años se había enrolado en la guardia L ENCUENTRO CON MARÍA SABINA
nacional y gracias a esto no había sido movilizado.
Sin embargo, poco después de nuestro regreso a Nue- En 1955 Wasson volvió a la Sierra, esta vez acom-
va York, salí a Europa en viaje de negocios y en las pañado de su amigo el fotógrafo Alian Richardson.
últimas horas de la mañana del 3 de octubre llegué Wasson se sentía aislado. Aurelio, el notable adivi-
!
a Ginebra. Me esperaba un telegrama de la casa con no estaba enfermo; Concepción no se atrevía a car-
I
una noticia sensacional. Pedro acababa de expresar gar sobre sus hombros la responsabilidad de oficiar
"
su determinación, todavía no realizada, de enrolarse para los dos extranjeros y aun el mismo cura estaba
en el ejército regular por tres años. Había tomado ausente de Huautla. No había pues hongos alucinan-
esta decisión después de una crisis prolongada en tes, ni curanderos complacientes, ni esperanzas de
relación a una muchacha, crisis que alcanzó su pun- celebrar una ceremonia.
to culminante durante nuestra estancia en México. Wasson —algún dios mazateco debe haber inspi-
Se me rogaba enviarle un telegrama a Pedro pidién- rado su atrevida resolución— se dirigió entonces
dole aplazara su irreflexiva marcha. Envié el men- «1 ayuntamiento y allí encontró sentado frente a una
saje, pero antes de que llegara a Pedro, éste había gran mesa al síndico Cayetano García, joven indio de
firmado su compromiso. No fue sino más tarde que 35 años que hablaba español.
la declaración de Aurelio de pronto nos volvió a la —¿Puedo hablar con usted confidencialmente?
memoria. l|—preguntó Wasson.
I-
"Algunos meses después, concluido el período ha- —Por supuesto —contestó el síndico—. Dígame
bitual de entrenamiento, Pedro entró al servicio, por de que se trata.
1-
órdenes del ejército, no en Japón, sino en Alemania. Me imagino sin esfuerzo a Wasson en aquel mo-
5-
"Queda nuestra predicción final: la grave enferme- mento crucial de su carrera, inclinándose sobre la
a
dad que debía caer sobre un miembro de la familia 'eja de Cayetano y diciéndole con su voz suave y

26 27
extremando su cortesía ligeramente teñida de humo- a las miradas de los transeúntes. Había una buena
rismo : cantidad, tiernos en su mayor parte, perfectos todos
—¿Quiere usted ayudarme a conocer los secretos por lo que hace a su saludable humedad y a su per-
del Wsi'tho3? fume. Entonces trepamos la cuesta escarpada de la
La propuesta, así formulada, era tanto más des- montaña con nuestro cargamento hasta la casa. Nos
concertante cuanto que ese recién llegado, según él habían prevenido que si encontrábamos en nuestro
mismo lo confiesa sin ocultar su satisfacción, pro- camino a un animal muerto los hongos perderían su
nunció correctamente la temida palabra mazateca virtud, pero felizmente no vimos ninguno".
"con la pausa glótica y la diferenciación tonal de Wasson había logrado traspasar el muro de rece-
las sílabas". los y desconfianzas que para defenderse tienden los
Cayetano abrió los ojos admirado de lo que oía. indios en torno a los desconocidos. Cayetano, a pe-
—Nada más fácil —contestó—. Por favor vaya sar de que hablaba español y ocupaba un cargo en
usted a mi casa a la hora de la siesta. el ayuntamiento, era un hombre fuertemente arrai-
Cayetano vivía a la orilla de Huautla, en una ca- gado a su tierra, que creía en el poder sagrado de
sa de dos pisos que por un lado daba a la calle prin- los hongos y recurría a ellos para solucionar los mu-
cipal y por otro a la empinada falda de la montaña. chos y graves problemas que siempre enfrentan las
Una casa, como la mayoría de las serranas, llena familias mazatecas. Su sentimiento de solidaridad,
de hombres, de animales, hirviente de vida. "Una tan propio de los indios, su conocimiento de la
gallina —apunta Wasson— que empollaba sus hue- Ivida mágica que se desarrollaba en Huautla fuera
vos en una mesa atestada de cosas era el testigo si- de las miradas intrusas, cambiaron la situación de
lencioso de todo lo que ocurría". asson. No se conformó con mostrarle los hongos
Apenas llegados, Cayetano y su hermano Genaro in situ sino que sobre la marcha, envió a Wasson
los hicieron descender la montaña y en un molino con Emilio, otro hermano suyo, a cierto lugar donde
rudimentario, sobre el bagazo de la caña de azúcar encontrarían a una "curandera de primera cate-
¡oh dioses inmortales! descubrieron una inmensa can- goría". i-
tidad de los hongos llamados ki'so1, desbarrancade- La curandera —¿es necesario aclarar que se tra-
ro. Wasson no oculta su emoción: "Los fotografia- ta de María Sabina?— estaba sentada en un petate, ', -
mos llenos de alegría y los guardamos en una ¿con una de sus hijas y no sabía que con ese extran-
caja de cartón: los hongos sagrados deben transpor- Ijero —el Gordo Guasón para algunos mazatecos—
tarse siempre bien envueltos y no exponerse jamás lentraba el reconocimiento de sus poderes, la fama

28 29
ta
mundial representada por artículos en revistas de Wasson una taza que contenía seis pares y otra se-
el
largos tirajes, los libros y las monografías científi- mejante al "pobre" Alien, cuya mujer le había per-
\7,
cas, los discos que registraran sus cantos chamáni- mitido hacer el viaje siempre que no probara "aquel
1O
cos, las fotografías, el cine y las caravanas de turis- repelente montón de sabandijas".
su
tas ávidos de conocer los misterios del hongo sagrado, Wasson lo oyó murmurar:
le
María accedió a oficiar esa misma noche en una —Dios mío, ¿qué dirá Mary?
ceremonia —quizá la primera donde los hongos se 'Ante todo —escribe Wasson—, vimos formas geo- ía
tomaron con el propósito de provocar éxtasis— y ¡étricas, angulares, nunca circulares, ricamente co- ra.
Wasson, sin ninguna ayuda especial, en una sola tar- ireadas que podrían ser de tejidos o alfombras. ía
de, realizó de golpe todos sus objetivos. Después tomaron una estructura arquitectónica, con 1-
Escribe Wasson: "Ese último miércoles de junio, columnas y arquitrabes, patios de un esplendor real,
después de la caída de la noche, nos reunimos en el t edificios de brillantes colores con oro, ónix, ébano,
cuarto más bajo de la casa de Cayetano. Debían estar Í todo lo más armoniosa e ingeniosamente concebido a
presentes, en total, 25 personas, la mayor parte vie- :j y de una magnificencia que sobrepasaba la imagina- te
jos y jóvenes de la familia de Cayetano. . . Alian ción humana. Por quién sabe que razón, esas visio- a-
Richardson y yo mismo estábamos profundamente nes arquitectónicas parecían orientales, y sin embar-
impresionados por la conducta de aquella asamblea: go, en cada escena me daba cuenta que no podían
la manera de recibirnos y los acontecimientos de la ser identificadas con ningún país oriental en particu-
noche fueron de una sencillez acogedora, pero sin lar. No eran japonesas, ni chinas, ni indias, ni mu-
ninguna familiaridad, como las cenas de los prime- sulmanas. Más bien parecían pertenecer a la arqui-
ros tiempos del cristianismo. :ura imaginaria descrita por los visionarios de
e-
"Participábamos —dice adelante— en un ágape la Biblia, por San Juan de Palmos. En la estética
de hongos de un interés antropológico único, en todo de ese mundo así revelado, la sencillez ática no tenía
•e
conforme a una tradición inmemorial que tal vez se ingún lugar: todo era de una riqueza esplendorosa.
remontaba a una época en que los antepasados de "En un momento, a la pálida claridad de la luna, i-
nuestros anfitriones vivían en Asia, en el amanecer ramo de la mesa tomó las dimensiones y la forma
de la historia cultural del hombre, cuando se descu- fe un convoy imperial, de un carro triunfal arras-
brió —¿quién podría decirlo?— la idea de Dios". ado por criaturas vivas, conocidas solamente en
María Sabina siguiendo el rito que habría de ser- mitología. Ante nuestros ojos muy abiertos las
me familiar años después, incensó los hongos, le dio iones se sucedían sin fin, cada una naciendo de

31
30
la precedente. Teníamos la sensación que las pare- iiera noche, parecían cargadas de significado. Nos
des de nuestra humilde morada se habían desvane- sentíamos en presencia de las Ideas a que se refirió
cido, que nuestras almas flotaban sin trabas por el platón. Sin embargo el lector no debe pensar que nos
universo impulsadas por una brisa divina, poseídas llntregamos a la retórica esforzándonos en llamar su
por una movilidad divina que nos llevaría no impor- Ütención por medio de un extravagante retorcimiento
taba a qué lugar en las alas del pensamiento. Ahora del lenguaje. Para todo el mundo fueron y debían
aparecía claramente porqué don Aurelio, en 1953 y quedar como "alucinaciones". Para nosotros sin em-
otras personas nos habían dicho que los hongos con- |tergo, no eran sugestiones falsas o tenebrosas de co-
ducen ahí donde está Dios. No fue sino cuando por jjias reales, ficciones debidas a una imaginación per-
un acto de esfuerzo consciente toqué la pared de la pjrbada. Lo que vimos, eso lo sabíamos, era una sola
casa de Cayetano que tuve sentido de los límites del Iterdad de la cual sus contrapartes de cada día no son
cuarto y ese contacto con la realidad parece ser que lasas que simples imágenes imperfectas. Comprobaba-
precipitó en mí la náusea. Éios la novedad de nuestro descubrimiento al mismo
"En la noche del 29 al 30 de junio ningún ser hu- tiempo que nos asombraba. Cualquiera que sea su ori-
mano apareció en nuestras visiones. En la del 2 a] gen, permanece el hecho brusco y sobrecogedor de
3 de julio nuevamente comí hongos en el mismo i|ue nuestras visiones eran más claras, superiores en
cuarto, oficiando otra vez la señora. Si se nos permi- Ibdos sus atributos, imponiéndose incluso para nos-
te anticipar nuestro relato diré que en esta segunda ptros que las experimentábamos a todo lo que pasa
ocasión mis visiones fueron diferentes. No hubo for-
mas geométricas ni edificios de esplendor oriental.
Motivos artísticos de las épocas isabelina y domini-
t r ser la realidad del mundo.
"A continuación de las escenas ya descritas, vi
paisajes las dos veces. El miércoles era un gran de-
cana los reemplazaron, armaduras de desfiles, escu- sierto con un fondo de majestuosas montañas, terra-
dos nobiliarios, esculturas de sillerías y de pulpitos zas escalonadas, caravanas de camellos avanzando
de catedrales. Ninguna pátina las marcaba. Salían >r las cuestas. El sábado, los paisajes representa-
recién hechas del taller divino. El espectador lamen- estuarios de inmensos ríos llenos hasta el bor-
ta carecer del talento que siendo capaz de fijar la de un agua transparente que rebasaba los caña-
deslumbrante belleza de esas formas en el papel, en brales bien alineados extendidos lejos de las riberas,
el metal o en la madera, hubiera evitado que desapa- píquí, los colores tenían los tonos delicados del
istel. La luz, clara, pero dulce, como viniendo de
recieran con la visión. Nacían una de la otra, la nue-
va surgiendo de la anterior. A semejanza de la pri- sol horizontal. Durante esas dos noches las imá-

33
32
genes respondían a la. voluntad del espectador: rra costera, el país Chatino, la Chinantla y la Alta
cuando un detalle le interesaba, el paisaje se apro- Mixteca.
ximaba con la velocidad de la luz y podía valorarlo. Pero este investigador fue más lejos aún y logró in-
Parecía no haber pájaros ni vidas humanas en el es- teresar a un grupo de científicos en los hongos aluci-
tuario del río hasta que una grosera cabana apareció nantes. A partir de 1956 sus exploraciones ya no
de pronto con una forma inmóvil cerca de ella. Era comprendieron a los miembros de su familia o a un
una mujer por su aspecto, su rostro, su vestido —na- estudioso aislado, sino a todo un equipo de eminen-
turalmente la visión se ofrecía en color— pero al mis- tes especialistas en química, botánica, etnología y
mo tiempo era una estatua porque estaba allí sin ex- lingüística. El doctor Roger Heim, en compañía de
presión, inmóvil, los ojos clavados en la lejanía. Se su ayudante Roger Cailleux logró con cepas y espo-
habría podido, si nuestra visión no la representara ras mexicanas producir hongos alucinantes en su la-
como a un ser vivo, compararla a esas esculturas grie- boratorio, analizarlos y describirlos a la vez que
gas antiguas que miran fijamente el espacio, o mejor recorría México y Centro América, asistía a las ce-
todavía, a la mujer de una estela funeraria griega es- remonias, experimentaba personalmente los efectos
crutando la eternidad. Yo era el visitante de un mun- del nanacatl y escribía monografías científicas y ar-
do del que no formaba parte y con el cual no podía tículos de divulgación. El doctor Guy Stresser Pean,
esperar establecer un contacto. En equilibrio dentro del Museo del Hombre de París, estudió diversos as-
del espacio, yo era un ojo separado de su ser, invi- pectos etnológicos del 'nt^shi'to3; el doctor Albert
sible, incorporal, que veía sin ser visto". Hoffmann de los Laboratorios Sandoz de Basilea
aisló y sintetizó la psilocibina; el doctor Cerletti,
LAS PIEZAS DEL ROMPECABEZAS con sus colegas, estudió las propiedades farmacoló-
gicas y fisiológicas del hongo; los miembros de la
Debemos abandonar a Wasson, descubridor y di- Academia de Medicina de París, bajo la dirección
vulgador de los hongos alucinantes no sin añadir que del doctor Jean Delay experimentaron los efectos de
sus notables investigaciones lejos de limitarse a la la psilocibina sobre personas normales y enfermos
Sierra Mazateca, pronto se extendieron a lugares cer- mentales y el Instituto Lingüístico de Verano tradu-
canos a la capital como San Pedro Nexapa en las fal- jo expresiones y textos en cinco idiomas. De este mo-
das del Popocatepetl y Tenango del Valle en las jo, un simple particular propició una colaboración
inmediaciones de Toluca o tan apartados e incluso Identifica de alcances internacionales que entre otras
inaccesibles como la Mixeria, los zapotecos de la sie- idealizaciones hizo posible la publicación de esa mo-

34 35
numental monografía titulada Les chapignons ha- algunas generaciones de investigadores: el origen
llucinogenes du Mexique, desgraciadamente todavía del hombre americano, la dispersión de una cultura
no traducida al español. formada en Asia cuyas huellas van siendo identifi-
Wasson, estudió además la huella que dejaron los cadas no en piedras, no en fósiles, no en vestigios
hongos en la arqueología mesoamericana, rescató perdurables, sino curiosamente en la fragilidad de
las notas y las alusiones dejadas en sus historias, en un hongo, en las prácticas chamánicas, en los deli-
sus diccionarios y en sus escritos por oscuros o fa- rios y en los éxtasis que sobre las nieves siberianas
mosos cronistas, naturalistas, lingüistas o simples afi- o bajo los frondosos árboles de la Sierra Mazateca
cionados a consignar hechos curiosos. Puede decir- nos hablan de una unidad espiritual, de una nostal-
se que Wasson agotó la materia llegando su pasión gia y de un deseo que permanecen vivos en el cora-
al extremo de explorar esa cantera inmensa que cons- zón de los hombres.
tituyen los mil tomos del Santo Oficio conservados
por el Archivo General de la Nación en busca de
PEYOTE Y HONGOS ALUCINANTES
procesos inquisitoriales levantados contra los here-
jes comedores de hongos sagrados. Hasta 1957 el peyote era considerado el monarca
Wasson no ha terminado su tarea. La muerte de indisputable de las drogas alucinantes mexicanas.
su esposa y colaboradora, la doctora Valentina Pav- Había logrado centrar como ninguna otra droga la
lovna Wasson, que significó para él un rudo golpe curiosidad de los primeros cronistas y descriptores
y su trabajo profesional de banquero no le han im- de nuestra flora en el siglo xvi; conservó su jerar-
pedido emprender fatigosas exploraciones y acumu- quía a lo largo del Virreinato según lo demuestran
lar nuevos e importantes documentos. los numerosos juicios seguidos por la Inquisición;
Gracias a su tenacidad, tuvo la fortuna de presen- mantuvo intacto su prestigio durante el xix, y en la
ciar ceremonias religiosas que a pesar de persecu- tercera década de nuestro siglo principió a conquis-
ciones y de cambios se han conservado intactas. Esta tar un renombre internacional.
ha sido una experiencia única en verdad porque nos De los hongos alucinantes, en cambio, nadie ha-
ha permitido conocer una de las manifestaciones es- blaba. Circunscritos a las zonas de la Sierra Mazate-
pirituales más elevadas y trascendentes de los indios ca y de la Mixería o devorados en el mayor secreto
mexicanos. A la vez, vemos armarse las piezas usa- por hechiceros aislados de otras regiones, su culto
das, esparcidas, casi irreconocibles del gigantesco y sus maravillosas propiedades sólo eran vagamente
rompecabezas que en vano han tratado de descifrar conocidos dentro de un reducido grupo de eruditos

36 37
y lingüistas, pero en menos de seis años el teonana- hombre privado de poderes extraordinarios. No le
catl, el alimento de los dioses, inicia un ascenso ver- es posible emprender ascensiones místicas, ni des-
tiginoso y se hace de un árbol genealógico y de las censos al mundo subterráneo de los muertos, ni adi-
abundante cartas credenciales que figuran en la bi- vinar las causas de la enfermedad, ni predecir el
bliografía de Wasson Los hongos alucinantes de Mé- futuro. Las deidades de estas drogas hablan por sí
xico y la psilocibina, publicada a fines de 1962 por mismas, actúan directamente sobre el curandero o le
la Universidad de Harvard.4 permiten establecer una comunicación con otra clase
Ahora el peyote y los hongos están en pie de igual- de divinidades. Las persecuciones sufridas, los edic-
dad y recorren fuera de México los caminos parale- tos encaminados a su destrucción, la idea de ver al
los que recorrieron dentro de su tierra natal. Aun- demonio oculto en los hongos y en los cactos, deter-
que de distinta naturaleza son drogas gemelas, dioses minó que sus adeptos los dotaran de otra personali-
y demonios a la vez, objetos de reverencia y de es- dad y sumaran a sus fuerzas divinas bien probadas,
panto marcados por un destino común, por rituales la fuerza y el prestigio de las divinidades cristianas,
y conjuros idénticos, por rasgos, aventuras y miste- lo que hizo de ellos un formidable concentrado de
rios tan semejantes entre sí que muchas veces es di- poderes mágicos y sagrados.
fícil reconocerlos. "En la medicina indígena —escribe Aguirre Bel-
trán— el medicamento, el rito y el conjuro son ele-
mentos esenciales de la práctica mágica; pero el acen-
AFINIDADES DE LOS GEMELOS
to se pone con tal énfasis en lo que se usa, que lo
Ante todo vemos que el curandero al comulgar que se hace y lo que se dice, pasan a un plano de
con estos dioses sufre una transformación y se con- segunda importancia".5 Esta jerarquización, aplica-
vierte él mismo en un dios. No es necesario esforzarse da a la Colonia, no ha perdido nada de su validez.
en demostrar la existencia de estos dioses. Toda- Cactos y hongos se cortan en el amanecer de los días
vía en Huautla la prueba de que el hongo es sagra- propicios y se les consume aprovechando el silencio
do la proporciona el hecho incontrovertible de que y la oscuridad de la noche. Su manejo exige compli-
basta comerlo para sentir sus efectos sobrenaturales. cados actos de purificación en que interviene el ta-
Sin estos preciosos dones de la Naturaleza el cu- baco, los sahumerios, las velas y alguna vez el fue-
randero, fuera de las obligadas excepciones, es un go. Los ágapes se celebran en los altares previamente
4 The Hallucinogenic Mushrooms of México and Psilocybin: a 5 Gonzalo Aguirre Beltrán, Medicina y magia. El proceso de acul-
Bibliography, R. Cordón Wasson. Botanical Museura Leaflets. Har- turación en la Estructura Colonial. Instituto Nacional Indigenista.
vard University. Cambridge, Massachusetts, 1962. México, 1963.

38 39
barridos y enflorados y tanto el curandero como el po y del espacio, incapacidad de fijar la atención,
paciente deben mantenerse en estado de pureza. reminiscencias y períodos hilarantes.
En el adoratorio huichol o en el cuarto familiar Esta materia de los sueños, de los delirios y de los
mazateco donde se levanta el altar y ocurre la cere- éxtasis era y es aprovechada con la finalidad de des-
monia, destaca como una custodia en el tabernáculo cubrir la causa de la enfermedad, el lugar donde el
el plato que contiene el peyote o los hongos. Se ha- paciente perdió su alma o la adivinación del futu-
bla en voz baja y todas las miradas están fijas en las ro. Sin embargo el peyote y los hongos no pueden
pequeñas criaturas vegetales que van a operar el mi- ser vistos desde esa estrecha perspectiva. En el mun-
lagro de darles a ese grupo de hombres, con frecuen- do mágico de los indios los padecimientos están cau-
cia miserables como mendigos, la omnipotencia y la sados por el enojo de los dioses. Qualani in Huehuet-
omnisciencia de los dioses. zin, "está enojado el dios Arcaico"; qualani in
Chicomecoatl "está enojada Siete Culebra"; quala-
ni in Chalchiuhtlicue, "está enojada la de la Saya
IDENTIDAD DE LOS CONTRARIOS de Pedrería"; responde el médico consultado cuan-
do se le interroga sobre la causa de la dolencia —es-
Ambas drogas se administran "casadas", o en pa- cribe Aguirre Beltrán.7
rejas, una especie masculina acompañada de otra fe- Es pues indispensable descubrir a la deidad cau-
menina y se acostumbra comerlas con chocolate o sante del mal, propiciarla mediante ofrendas y ora-
azúcar para disimular su amargura y "facilitar la ciones y organizar la defensa del paciente movilizan-
liberación de los alcaloides".6 No terminan aquí las do los recursos de que dispone el curandero.
sorprendentes afinidades que ofrecen el peyote y los Los beneficios que han obtenido los indios de sus
hongos. Cuando el curandero se dirige a ellos em- drogas alucinantes son incalculables. Enfrentados a
plea el lenguaje de la divinidad; las metáforas, las
un medio hostil, sometidos a la esclavitud y al sa-
formas y los diminutivos reverenciales con que se queo de sus bienes, acechados por mil peligros, in-
les nombra figuran entre los más hermosos de los dios, negros y mestizos han recurrido al peyote, a
indios. los hongos, al ololiuhqui, al Verde Machacado y al
Sus efectos son igualmente similares. En lo esen-
Señor Estafiate como la única forma de resolver sus
cial, los dos provocan alucinaciones sensoriales, des-
problemas y aliviar la angustia que los domina no
doblamiento de la personalidad, alteración del tiem- mediante la fabricación voluntaria de paraísos ar-
6 Aguirre Beltrán, Op. cít. 7 Aguirre Beltrán, Op. cit.

40 41
tiíiciales ya que es difícil y riesgoso comulgar con una vida mejor. Cumplido su papel histórico el cu-
un dios y convertirse en un dios. No se dan gratui- randero está a punto de extinguirse —asistimos al
tamente la omnisciencia y la omnipresencia de los derrumbe final de los postulados en que descansaba
dioses. Se debe pagar un precio por obtener un es- su vida—, pero nos queda el camino abierto por sus
tado de gracia que nos permita comunicarnos con la drogas mágicas y sobre todo, nos queda como ejem-
divinidad y trascender nuestra condición humana. plo la manera antigua con que trataron de aliviar la
Este precio es la abstinencia, la purificación del al- angustia, la disgregación y la inseguridad aquellos
ma y del cuerpo y en no pocas ocasiones, el dolor y maestros del alma humana.
el desgarramiento. Sólo así se está en condiciones
de adivinar las causas ocultas de nuestros padeci-
mientos, de desdoblar nuestra personalidad median-
te las más extrañas y peregrinas metamorfosis y de
liberarnos de la carga, cada vez más pesada de nues-
tras angustias y frustraciones.
De esta manera, las líneas divergentes de la me-
dicina mágica y de la medicina racionalista se jun-
tan colmando el abismo que las separaba. Las dro-
gas mágicas y los recursos puestos en juego por el
curandero cobran una insospechada actualidad al
agravarse la angustia que padece el hombre moder-
no. Desgraciadamente no tenemos nada semejante a
esa figura del curandero que debido a sus profundos
conocimientos del espíritu y de la Naturaleza y debi-
do también a sus virtudes excepcionales era el encar-
gado no sólo de atenuar la ansiedad de los suyos sino
de ofrecer seguridad y consistencia al grupo confia-
do a sus manos. El curandero ha sido en cierto modo
el Moisés que sacó a su pueblo de la esclavitud y le
dio fuerzas para sufrir las terribles pruebas que se
abatieron sobre él en su larga peregrinación hacia

42
2. MARÍA SABINA Y SUS ductora a la inteligente profesora Herlinda y esta,
CANTOS CHAMANICOS mujer, nativa de Huautla, habla a la perfección el
mazateco, pronto se reveló que no sólo era incapaz
de traducir el pensamiento poético de María, sino
que deformaba el sentido y la originalidad de su
relato al pasarlo por el filtro de otra cultura y de
María Sabina es una mujer extraordinaria. Como a otra sensibilidad.
otros mexicanos notables, el reconocimiento no le ha
Acompañada de su nieta o de un nietecito, María
venido de su patria, sino del extranjero. Roger Heim Sabina bajaba siempre por el cerro donde se apoya
habla de la "personalidad poderosa" de María Sa- el hotel, lo cual me daba la impresión de que venía
bina, y Cordón Wasson, su descubridor, la llama volando desde su remota cabana. Descendía literal-
Señora y en su primer encuentro escribe de ella: "La mente del tejado, desdeñando la puerta y la escale-
Señora está en la plenitud de su poder y se compren- ra, y como sus pies descalzos no hacían el menor
de fácilmente porqué Guadalupe1 nos dijo que era ruido al pisar las tablas del corredor y se aparecía
una señora sin mancha, inmaculada, pues ella sola de pronto, sin anunciarse, de un modo enteramente
había logrado salvar a sus hijos de todas las espan- fantasmal, no dejaba nunca de sorprenderme cuan-
tables enfermedades que se abaten sobre la infancia do decía cerca de mi oído con una voz muy suave:
en el país mazateco, y nunca se había deshonrado —Dali.
utilizando su poder con fines malévolos. . . nosotros
hemos comprobado que se trata de una mujer de ra-
ra moral y de una espiritualidad elevada al consa- VIDA DE UNA MUJER MAZATECA
grarse a su vocación, y una artista que domina las
Su bisabuelo Pedro Feliciano, su abuelo Juan Fe-
técnicas a su cargo. Se trata verdaderamente de una
liciano y su padre Santos Feliciano, fueron curande-
personalidad".
ros. No conoció a ninguno de los tres —el padre
Por desgracia, el hecho de que María hable ex-
desapareció joven, cuando María tenía cuatro años—-
clusivamente mazateco me ha impedido conocerla
de manera que no pudo aprovechar los conocimien-
en toda su riqueza y su profundidad espirituales. No
tos y las experiencias de sus antepasados.
sin vencer una vieja desconfianza, accedió a contar-
La familia quedó muy pobre y la niña María Sa-
me su vida en tres sesiones, y aunque tenía como tra-
bina, con su hermana mayor María Ana, debían pas-
1 Mujer del Síndico Cayetano García. torear un rebaño de cabras. El hambre, las hacía

44 45
buscar los muchos hongos que crecen en las faldas A los catorce años la pidió en casamiento Serapio
de los cerros y se los comían crudos, fueran comu- Martínez, un mercader ambulante que viajaba a Te-
nes o alucinantes. Embriagadas, las dos niñas se comavaca, a Tehuacán, a Córdoba, a Orizaba, car-
hincaban y llorando le pedían al sol que las ayudara. gando ollas, ropa y manta. En uno de esos viajes se lo
María, dejando la silla en que está sentada, se llevaron a pelear los carrancistas o los zapatistas, no
arrodilla en medio de la habitación y juntando las lo sabe bien, y volvió ocho meses después terciado
manos principia a orar fervorosamente. Se da cuen- de cartucheras, trayendo caballo y carabina, porque
ta de que las palabras son insuficientes y recurre a fue un soldado valiente.
la acción para que yo tenga una idea precisa de lo María le dijo:
que significó su encuentro con los hongos y el estado —Ya deja las armas. Sufro mucho y es necesa-
de religiosa inspiración en que la sumieron. Su ros- rio que vivas conmigo.
tro expresivo se ilumina reflejando la luz misteriosa Serapio desertó. Anduvo comerciando fuera algún
de aquella primera embriaguez tan lejana en el tiem- tiempo y la visitaba a escondidas. Nunca, en sus
po y aún tan viva en su memoria. tiempos de comerciante o de soldado, se olvidó de
—¿Por qué lloraba? —le pregunto. enviarle algún dinero. María por su parte, siguió
—Lloraba de sentimiento. Lloraba al pensar en trabajando y ayudando a los gastos de la casa.
su miseria y en su desamparo. Esta unión — los indios no se casaban entonces—,
—¿A partir de entonces comía hongos con fre- duró seis años. Serapio contrajo la influenza espa-
ñola y agonizó diez días echado en un petate. En
cuencia?
—Sí. Los hongos le daban valor para crecer, pa- vano lo asistieron los mejores curanderos de Huau-
ra luchar, para soportar las penas de la vida. El muchacho "estaba como loco" y dos días an-
Tenía seis o siete años y ya cultivaba con un aza- tes de morir, los brujos sentenciaron: "No tiene re-
dón la tierra de su padre, hilaba el algodón, tejía medio. Perderás a tu marido".
sus huípiles. Más tarde, aprendió a bordar, acarrea- Pasados los cuarenta días del luto oficial maza-
ba leña y agua, vendía telas o las cambiaba por , volvió a cultivar la tierra y a ocuparse de los
gallinas, ayudaba a moler el maíz y a buscar hongos tres hijos tenidos en su matrimonio: Catarino, María
y yerbas en el campo, es decir, trabajaba corno todas Herlinda y María Polonia. Naturalmente comió hon-
las niñas indias levantándose antes de amanecer y gos para que le dieran conformidad y fuerzas para
no descansando un momento hasta la hora de acos- sostener a sus hijos. V ivió trece años viuda, cortan-
café en las fincas, bordando huípiles, realizando
tarse.
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46
pequeños negocios. De tarde en tarde recurría a los Su iniciación en la medicina mágica, ocurrió du-
hongos, pero a medida que su vida mejoraba y sus ite los últimos años de su matrimonio, cuando en-
hijos crecían, terminó por olvidarlos. Concluido ese fermaron dos ancianos conocidos suyos que según
largo período de soledad —"aquí vivimos como la costumbre recurrieron a los servicios profesiona-
monjas" aclara la profesora Herlinda—, la pidió les de Marcial. De nada valieron huevos, yerbas y
un hombre, llamado Marcial Calvo, brujo de profe- oraciones. Empeoraban diariamente y hubieran
sión y tuvo con él seis hijos. muerto si María no interviene devolviéndoles la
—¿Qué diferencia hay entre un brujo como Mar- salud.
cial y una curandera como María Sabina? —le pre- —¿De que manera los sanó?
gunté a Herlinda. j|¿—Comiendo hongos. Cantando. Invocando a Dios
—Yo adivino —responde María excitada—. Lle- Espíritu Santo, a San Pedro, a San Pablo, a todos
go a un lugar donde están los muertos y si veo al los santos del cielo. ,
enfermo tendido y a la gente llorando, siento que se Marcial, al descubrir que María comía hongos y
acerca una pena. Otras veces, veo jardines y niños era una curandera dotada de fuerzas superiores a
y siento que el enfermo se alivia y las desgracias se las suyas se encolerizó y delante de los viejos le pe-
van. Cantando adivino todo lo que va a pasar. El gó a su mujer.
brujo, rezando ahuyenta a los malos espíritus y cu- —María Santísima, sangré —exclama con los ojos
ra por medio de ofrendas. Yo nunca comí hongos du- relampagueantes de cólera.
rante los doce años que duró nuestro matrimonio Estaba muy cansada, muy fatigada". La brutali-
porque me acostaba con él y como tenía otro modo d de Marcial determinó que poco a poco lo "des-
de curar, siempre le oculté mi "ciencia". ara", según la versión de Herlinda. Marcial "se
Marcial, aparte de ser brujo, era un mal hombre. etió" entonces con cierta mujer casada, vecina de
La costumbre de beber aguardiente como una prác- María, que tenía hijos grandes, y una noche el ma-
tica asociada a su profesión, había hecho de él un rido y los hijos le quebraron a palos la cabeza. Ma-
ebrio. Casi no daba dinero y golpeaba a los niños y oyó los gritos. Sin embargo, no pensó en Marcial
a su mujer, aunque estuviera embarazada. Del rela- al día siguiente fue que lo halló muerto en el
to de María surge con frecuencia la palabra que ya no. El marido engañado, con sus hijos, abando-
otras muchas veces he oído en boca de los indios: nó a la adúltera que hasta la fecha vive solitaria en
sufrimiento. "Sufrí mucho; sufrí demasiado", dice Barranca Seca.
resumiendo las diferentes etapas de su vida.

48 49
P?omó en aquella ocasión treinta pares y hallán-
EL LIBRO DE LA SABIDURÍA
se en el trance se le acercó un espíritu con un li-
Hace veinte años murió el brujo Marcial. Veinte en las manos que le dijo:
años que María ha vivido intensamente dedicada a "Aquí te entrego este libro para que puedas tra-
la doble tarea de hacerse de una reputación como fiar".
co4ta4ci4ne4, "la que sabe", y de sostener a una fami- Ella era incapaz de leer el libro, porque no tuvo
lia cada vez más numerosa. Al principio las cosas portunidad de ir a la escuela, pero le fue dado el
fueron difíciles. Debía mantener a sus diez hijos don de conocer los secretos de las cosas y de adivi-
—de ellos viven siete en la actualidad—, y a su her- el futuro "como si estuviera leyendo un libro",
mana María Ana, ayudándose con el azadón, el bor- ebido a su fuerza mágica, los huevos que los bru-
dado, los cerdos y las gallinas o vendiendo aguar- os habían enterrado en lugares desconocidos del
diente y comidas a los viajeros que transitan por el cuarto donde se hallaba su hermana, se desenterra-
camino real donde siempre ha tenido su casa. solos, venían a sus manos, y María sin volverse
El largo período de viudedad lo ha pasado sola, os tiraba al suelo, sabiendo así que la enfermedad
no porque pensara mal de los hombres, sino porque no necesitaba los huevos y bastaba con el poder de
teniendo tantos hijos no quiso volver a casarse y una los hongos. Cuando María volvió en sí y vio los cas-
vez que principió a trabajar con los hongos, los de los huevos rotos comprendió que se tra-
hombres dejaron de interesarle. de una realidad y no de una alucinación pro-
Sus primeros pacientes fueron los viejos que es- •ocada por los hongos.
taban para morir. El haberlos sanado le abrió un Después de la milagrosa curación de la hermana,
nuevo camino, pero no había perdido la fe en los María comenzó a ejercer su profesión de curandera
curanderos y tenía miedo de curar a través de los jf a ganarse la confianza de la gente. Abandonó el
hongos sagrados. azadón y no volvió a cortar café. Su vida mejoraba
Lo que la resolvió a emplearlos nuevamente fue sensiblemente. Atendía a las parturientas, a los hom-
la suma gravedad en que se vio su hermana María bres que tenían un frío o un calor en el cuerpo; les
Ana. Estando sentada o comiendo, de pronto "se po- devolvía el alma a los que la perdían por haberse
nía morada", apretaba las manos y se caía al suelo. asustado y ahuyentaba a los malos espíritus.
Los brujos habían agotado con ella sus remedios y En sus curaciones, María siempre ha usado exclu-
María pensó que si tomaba una gran cantidad de amente tres clases de hongos: el llamado Pajari-
hongos podría ver la enfermedad y curarla. , el San Isidro y el Desbarrancadero. El Desba-

51
50
Trancadero se encuentra en el bagazo de la caña de
azúcar; el San Isidro en el excremento del toro y el
Pajarito brota de preferencia al cobijo de los mai-
zales o de las plantas que tapizan las húmedas faldas
de los montes.2

LA MUERTE DEL HIJO

Una escena ocurrida entre María Sabina y su hi-


jo Aurelio la segunda vez que Wasson tomó los hon-
gos, podría ilustrarnos acerca de la idea que María se
2 Las especies consideradas sagradas en Huautla son descritas asi
por el señor Wasson:
1. Psilocybe mexicana HEIM. Hongo pequeño, de color oscuro;
crece aisladamente en los campos de maíz o en los pastizales. Es muy
estimado por el curandero que come 15 o 20 pares. Los mazatecos de
Huautla, cuando hablan español lo llaman angelito. En lengua ma-
zateca se les nombra específicamente 'rafi'ni'se,3-* cuyo primer ele-
mento significa pájaro.
2. Stropharia cubensis EARLE. Hermoso hongo con un sombrero
crema que crece en el estiércol y particularmente sobre la boñiga.
Para los mazatecos es el menos estimado de los hongos sagrados.
En español lo llaman honguillo de San Isidro Labrador. En ma-
zateco se le llama 'nti1 si3 tho3 y 'e4 le* nta4 ha4.
3. Psilocybe caerulencens Murril var Mazatecorum HEIM. Esta es-
pecie crece abundantemente en el bagazo de la caña de azúcar, ais-
lado o en grandes conjuntos. Su nombre en mazateco es 'nti> ki' so1,
el hongo desbarrancadero. María Sabina explica así el nombre ki¡ so1,
desbarrancadero: "Antes de que aquí hubiera caña de azúcar, se le
buscaba en los lugares donde la tierra se había derrumbado". Hay
dos clases de hongos llamados ni* se*-*, loa alucinantes 'nti1 si' thos
ni* se*-* y el thai3 si* se3-'', este último perteneciente a otra cate-
goría conocida con el nombre de thai3, que no es hongo sagrado.
La segunda clase de ni* se*-* es el Schizophyllum commune que
por la temporada de lluvias se vende en grandes cantidades en el
mercado para darle sazón a las sopas. Esas dos variedades de hon-
gos, una sagrada y otra simplemente comestible, son de talla pe- PSILOCYBE MEXICANA HEIM
queña, comparadas a las otras especies y, según los indios, es su
tamaño reducido que ha dado origen a su nombre.
4. Conocybe siliginoides HEIM. Esta especie ha desaparecido de los
alrededores de Huautla a consecuencia de la actual desforestación.
Nuestros amigos indios nos trajeron cinco ejemplares de San José
Tenango, localidad situada a 6 horas de Huautla. Crece sobre la
madera de un árbol muerto, llamado en mazateco ya''nte!.

52
ha formado del poder adivinatorio de los hongos. Es-
cribe Wasson: ". . .la conducta de María fue en esta
ocasión muy diferente... Ni danza ni elocución per-
cutiva. Sólo tres o cuatro indios se hallaban con
nosotros y la Señora llevó con ella no a su hija, sino
a su hijo Aurelio, un muchacho menor de veinte años
y que parecía enfermo o anormal. Fue el hijo, y no
nosotros, el objeto de su atención. A lo largo de la
noche, su canto y sus palabras se dirigieron a ese
muchacho como la expresión dramática, lírica, siem-
pre conmovedora, del amor de una madre por su
hijo. La ternura que impregnaba su voz mientras can-
taba y hablaba, sus gestos cuando se apoyaba afec-
tuosamente sobre Aurelio, nos agitaron hondamente.
Extranjeros, nos habríamos sentido muy incomoda-
dos ante esta escena si no viéramos en la actitud de
la curandera, poseída por los hongos, un símbolo
del amor maternal más que el grito angustiado de
una madre. Esta expansión sin trabas desencadenada
verdaderamente por los hongos sagrados, era de tal
calidad que pocos etnólogos podrían llegar a per-
cibir".
Al entrevistar a María Sabina, como sabía que
su hijo había muerto trágicamente, le pregunté si
su actitud de esa noche obedeció a que ella presen-
tía la próxima desaparición de Aurelio.
—Aurelio estaba triste —explicó María—. Esa
STROPHARIA CUBENSIS EARLE
noche me había dicho: "Mamá, sé que me voy a
perder". —No digas eso —le contesté—, pero yo
sabía que venía una desgracia y no podía detenerla.

54
—Después de la velada a que se refiere el señor
Wasson, tomé hongos con mi hijo Aurelio y un ami-
go nuestro llamado Agustín. Cuando estaba en el
éxtasis, apareció un hombre llevando enrollada una
piel de toro podrida y gritó con una voz espantosa:
"Con éste son cuatro los hombres que he matado".
—¿Oíste Agustín lo que dijo ese hombre? —le
pregunté a nuestro amigo. —¿Lo has visto? "Sí lo
vi" —me contestó—. "Es uno de los Dolores". (Do-
lores se llamaba la madre del asesino.)
—Mi hijo Aurelio murió a los quince días. El
Dolores, borracho, pasó corriendo por el patio y le
clavó un cuchillo.
—¿Por qué lo mató? Debe haber una razón.
Herlinda se encargó de responderme:
—Aurelio era comerciante y el Dolores le debía
cincuenta pesos. Tal vez por eso lo mató.

EL LENGUAJE DE LA DIVINIDAD

De la poesía de María Sabina, es decir, de sus


cantos chamánicos, tenemos el disco grabado por
Wasson3 en un mal momento —María no estaba ins-
pirada esa noche— y la traducción que de los cán-
ticos hiciera la señorita Pike. Esta traducción pre-
senta grandes lagunas que yo traté de llenar en mi
m segunda entrevista con María Sabina, pero fuera de
3 Wasson, R. Cordón Valentina P. Wasson. Ceremonia de hon-
gos de los indios mazatecos de México. Grabado por R. Cordón PSILOCYBE CAERULENSCENS MURRIL
Wasson. Con traducciones y comentarios de Eunice V. Pike y Sara
C. Gudschinsky. Folkways Record and Service Corporation. (Co- VAR MAZATECORUM HEIM
44
rresponde a 1956.)

56
algunas rectificaciones no logré aclarar el texto de
la lingüista norteamericana. Su incapacidad para
traducir numerosos pasajes, como la incapacidad de
la profesora Herlinda, tal vez se deba más que a
dificultades fonéticas al hecho de que María haya
creado un lenguaje de su especialidad, incompren-
sible para los mismos habitantes de Huautla.
Ese lenguaje esotérico lo empleaban los chama-
nes asiáticos, y los curanderos y sacerdotes mexica-
nos lo llamaban nahualtocaitl, el idioma de la divi-
nidad. Lo que ha creado María Sabina no es
precisamente un lenguaje esotérico, sino más bien
un lenguaje poético donde las incesantes reiteracio-
nes del salmo y de la letanía se encadenan a una
serie de metáforas frecuentemente oscuras, a licen-
cias y juegos idiomáticos comunes en los grandes
poetas y a menciones de yerbas y animales descono-
cidos, que multiplican las dificultades ya considera-
bles de la lengua tonal mazateca.
Los cantos de María hacen las veces del tambor
chamánico, lo cual no excluye que María recurra
ocasionalmente al empleo de elementos percutivos.
Las imágenes dispersas, ondulantes, soberanamente
imprecisas del éxtasis, parecen ordenarse y cobrar CONOCYBE SILICINOIDES HEIM
un sentido gracias a sus cánticos. En mi tercera ex-
periencia, recuerdo que saliendo del trance, después
de un silencio, María cantó de nuevo y creó una me-
lodía de tal suavidad, tan incitante —cada sonido
abría mi carne saturándola de una infinita compla-
cencia— que al terminar, como si se tratara de un

58
concierto ejecutado con mano maestra, grité sin po- Vuelo de palomas, de luciérnagas, de diamantes
der contenerme: —¡Bravo, María! líquidos, vuelo de rombos, de cuentas verdes, amari-
Heim, hablando del poder de los hongos, dice que llas, rojas; cubismo, tachismo, haciéndose, rehacién-
ellos levantan el silencio. Hay entre el oído y el dose, naciendo y muriendo, el motivo musical expre-
mundo de los sonidos un velo de silencio, como exis- sado en estas imágenes reales, visibles, sentidas por
te entre la luz y el ojo una atmósfera que absorbe ada uno de los poros de nuestra piel, por cada uno
los rayos de longitud de onda demasiado larga o Je nuestros vellos erizados —diminutas antenas—,
demasiado corta. Los hongos descorren ese velo. Los por cada cabello, por cada músculo, por los nervios
sonidos adquieren una vibración peculiar; el mundo os, por la masa del cerebro galvanizada, elec-
sordo recobra la plenitud de su orquestación y las rizada, receptora y productora a la vez de esa inex-
más leves entonaciones de la voz, los roces más im- presable melodía universal.
perceptibles, se escuchan magnificados, traspuestos El éxtasis lo interrumpe bruscamente María Sa-
a un plano que ya no-es el habitual, como si desapa- pronunciando repetidamente el nombre de sus
recida la atmósfera terrestre a nuestros ojos les fue- clientes. En este caso, mi nombre: "Fernando, Fer-
ra dable contemplar sin daño la corona de rayos X nando, Fernando".
de nuestro sol. La profesora Herlinda intervino:
El mundo se hace melodioso o nosotros recobra- -Es necesario contestarle, "aquí estoy".
mos el oído perdido. Idioma de la divinidad. An- Hice un esfuerzo sobrehumano y respondí con-
dantes eternos. Silencios tan perfectos como la mis-
ma melodía. Silencios enormes como abismos. El
universo es una sola voz. El misterio y sus acordes
infinitos. Música táctil, música que se siente, músi-
ca que se ve. La alucinación de ese hombre acusado
f -Aquí estoy,
enso ahora que es inhumano arrancar a los em-
briagados de su trance, pero este llamado forma par-
: de la técnica de María, es un paso del ritual que
por haber comido peyote que declaró ante los jueces iene posiblemente como objetivo interrumpir la ca-
del Santo Oficio haber visto: "Muchas palomitas co- dena de los desdoblamientos y devolverle al paciente
mo lucernas y sobre el cuerpo caían gotas de agua, conciencia de su personalidad.
como cuando llovizna".4 Palomas luminosas a milla- Otras veces los llamados son menos personales
res surcando el espacio; música transformada en llu- aunque igualmente efectivos. Existe una deliberada
via cayendo sobre el cuerpo desnudo, saturándolo. oluntad de romper la secuencia del cántico, de man-
Br alerta al paciente o de impedir que su ser per-
4 Aguirre Beltran. Op. cit.

60 61
manezca largo tiempo en una parte del delirio hecha Soy una mujer reloj
de reminiscencias vergonzosas y de espantables me- Soy una mujer pájaro
tamorfosis. María cambia el tono, introduce cierto Soy la mujer Jesús.
desorden, una complicación no prevista, una insis-
tencia desagradable, lo que equivale a pasar de un Soy el corazón de Cristo
extremo a otro del éxtasis, a vivir en la eternidad y Soy el corazón de la Virgen
recobrar el sentido del tiempo. Soy el corazón de Nuestro Padre
Soy el corazón del Padre.

LOS CANTOS CHAMANICOS Soy la mujer que espera


La fuerza y el misterio del éxtasis impregnan el Soy la mujer que se esfuerza
Soy la mujer de la victoria
inicio de su canto:
Soy la mujer del pensamiento
•Soy una mujer que llora Soy la mujer creadora
Soy una mujer que habla Soy la mujer doctora
Soy una mujer que da la vida Soy la mujer luna
Soy una mujer que golpea Soy la mujer intérprete
Soy una mujer espíritu Soy la mujer estrella
Soy una mujer que grita. Soy la mujer cielo?

Después cambia ligeramente el ritmo: laría Sabina expresa las diferentes metamorfo-
del éxtasis, y el sentimiento de fuerza, de eleva-
Soy
Soy
Soy
Jesucristo
San Pedro
un Santo
tión y de grandeza que le dan los hongos. En esta
alería alucinante de sus estados de ánimo, de su
propio rostro fragmentado, el sufrimiento aparece
Soy una Santa. una vez: "Soy una mujer que llora". Las demás imá-
Soy una mujer del aire Traduzco literalmente del inglés, pero mi traducción y aún
traducción inglesa, no dan la menor idea del poderoso ritmo que
Soy una mujer de luz iplea María Sabina. Tomemos el ejemplo más sencillo: Soy un
nto, soy una santa, soy una mujer espíritu. La señorita Pike tra-
Soy una mujer pura ice: I'am a male saint, I'am á female saint, l'am a spirit woman.
María Sabina: Chjon nca santo-na sto, Chjon nca santa-nasto,
Soy una mujer muñeca i/'on spirilu-nia tío.

62 63
genes, por el contrario, reflejan la conciencia de un Cumbres devotas podían entonar a través de las
poder misterioso y sagrado. Ella es la victoria y la es formas repetidas, el cántico a la divinidad,
ley, el pensamiento y la vida, la luz y el aire, la luna ¿petición —dice Paul Westheim— es aquí afir-
y la estrella matutina, pero también es la nube y el mación, medio para grabar el mensaje en la memo-
reloj, la mujer doctora, la mujer intérprete y la mu- j|á, énfasis, invocación, anhelo de conjuro, oración".
jer muñeca, un santo y una santa —que aun el sexo PPor otra parte, los sucesivos cambios que va su-
cuenta en la jerarquía celestial— y algo que está friendo María Sabina no sólo son la expresión indi-
más allá de la santidad porque es la fuente de don- vidual del éxtasis, sino la expresión del ambiente
de mana lo sagrado: el corazón de Cristo, el mismo mágico que a pesar de todo se mantiene vivo en la
Sierra Mazateca: el de las metamorfosis. El curan-
corazón del Padre.
Tampoco es posible expresar esa fase del éxtasis dero transformándose en jaguar, en pájaro, en ser-
de un modo más natural. Es inútil tratar de recons- piente, en dios o en demonio para traer la lluvia o
truir la materia de los sueños o de ofrecer una idea provocar el granizo, para curar las enfermedades
de las arquitecturas complicadas y sutiles vislum- irumar a los infractores de la ley con terribles
bradas bajo el efecto de los hongos. Wasson, en sus les y castigos. El recuerdo de los dioses tomando
interpretaciones sigue el camino abierto por Huxley. del tigre, del águila y del buho; el de los
La psilocibina actúa sobre un cerebro occidental y irreros muertos durante la batalla encarnando en
suscita imágenes occidentales. María es una india >1; los hombres desdoblándose en su Segundo,
analfabeta que no tiene ninguna relación con el mun- condenados a compartir el destino de su animal to-
do de Wasson; su pensamiento y su sensibilidad per- témico.
tenecen al mundo de la magia y su expresión formal Ambiente de máscaras, de cambios, de desdobla-
viene de muy lejos, de las reiteraciones y paralelis- mientos, de encarnaciones que María interpreta ha-
mos del Popol Vuh, de los himnos antiguos, de los ciéndose muñeca, reloj, crepúsculo, mujer diablo
cantares aztecas, y su vigoroso ritmo, el ritmo que payaso, mujer santo payaso, mujer que viene
crea el éxtasis y el clima de lo sagrado es el ritmo tomo payaso.
ininterrumpido, uniforme, de los jaguares y de las María me dijo refiriéndose a estas últimas y os-
águilas en los frisos de Xochicalco, de Tlaloc y la curas metamorfosis: —Yo veo a los hongos como
serpiente en Teotihuacán, de las cabezas proboscidias niños, como payasos. Niños con violines, niños con
de Chak en el templo de Kabah, el ritmo de aquellos trompetas, niños payasos que cantan y bailan a mi
templos, verdaderos libros de piedra, donde las mu- or. Niños tiernos como los retoños, como los

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64
;a ser empleado como el último nombre de San
botones de las flores; niños que chupan los malos
pedro así como Cristo es el último nombre de Jesús.
humores, la sangre mala, el rocío de la mañana. El
píótese cómo ella lo construye a partir de San Pedro,
pájaro que chupa la enfermedad, el chupamirto bue-
pedro Mará, Pedro Martínez".
no, el chupamirto sabio, la figura que limpia, la fi-
ía Sabina me aclaró la cuestión diciéndome
gura que sana. ntrodujo ese nombre para honrar a Pedro Mar-
—Les canto a los enfermos: Aquí están mis hojas
hermano de la profesora Herlinda, en cuya
medicinales, aquí están las hojas para curar. Soy la
celebró esa noche la ceremonia de los hon-
mujer relámpago, la mujer águila, la sabia herbo-
así también que en el canto figura el pequeño
laria. Jesucristo dame tu canto. ritano García, por Cayetano Aritano García, el sín-
o municipal a quien recurrió Wasson cuando vi-
COATLICUE AL REVÉS !uautla en 1954.°
pues de jugar con San Pedro y Pedro Martí-
Principia María la segunda mitad de su canto , María, según hace notar la señorita Pike, em-
chamánico con una letanía dicha muy aprisa, que & por primera vez la palabra ven:
como es natural, la señorita Pike encuentra difícil
de traducir. Los nombres oscurecidos, embrollados Santo
Santa
conscientemente se me/clan unos a otros a fin d<
•an trece diablos
crear confusión. Desfilan galopando, golpeando, pe-
gando, pegando con violencia hasta que el ritmo engan trece muchachas diablas
afloja y los nombres evocados se hacen reconocibles. Vengan trece muchachos de la escuela por el agua.
BLe pedí que me explicara el significado de esos
San Pablo uros llamados y me contestó:
San Pedro taba en el éxtasis cuando el señor Wasson se
Pedro Mará enfermo y al mismo tiempo oí que unas ma-
Pedro Motín arañaban la puerta. Cayetano me dijo: "María,
Pedro Martínez María Sabina incorpora palabras españolas o palabras que in-
. A la Virgen la llama pastora, María docena, María conseja o
a Santo Vario. Habla de una mujer gustalinia (Chjon gusta-
Acerca de este juego de palabras escribe la seño ') o repite palabras monosilábicas de su rico lenguaje tonal
como Xi (Xi santa, xi santo), o simplemente emplea expresiones
rita Pike: "Aquí lo interesante es el nombre de Pt :ntido como so so, jo, so, so) a manera de percusión y atenta
ritmo del cántico.
dro Martínez. Tengo la impresión que Martínez
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66
cuida que no les pase nada a nuestros amigos". Yo las o hacen un alto para sentir la frescura de esos
ijllones de partículas que danzan en el aire ten-.
entonces canté:
diendo arco iris sobre los caminos de la Sierra.
Que el diablo no perturbe La secuencia de la pureza, cortada por falta de
Que vengan trece santas traducción, podría continuar en esta forma:
Que vengan trece niñas
Que vengan trece niños Porque no tengo saliva
De la escuela por el agua. Porque no tengo basura
Porque no tengo polvo
Porque él no tiene
LA PUREZA Lo que está en el aire
Porque ésta es la obra de los santos.
El tema de la pureza —soy una mujer limpia, el
pájaro me limpia, el libro me limpia, afirma repe- más adelante, luego de salvar una nueva laguna :
tidas veces— es uno de los más bellos e insistentes:
No hay brujería
Flores que limpian mientras ando No hay lucha
Agua que limpia mientras ando No hay cólera
Flores que limpian Nada escupido
Agua que limpia. Ninguna mentira.

No se recuerda a lo largo del viaje por la Sierra Estos ejemplos, los más significativos, pueden dar
otros dos elementos que las flores del verano indio, una idea muy aproximada del "modo" poético de
las pequeñas flores amarillas, rosas y blancas echa- María Sabina, mientras disponemos de la versión
das sobre los taludes de las brechas como un tapiz completa al español y al inglés que se está prepa-
bordado y el agua tumultuosa de los cañones que rando.7 Entre tanto debemos resignarnos con la frag-
formando cascadas, manantiales y arroyos salpica a mentaria versión de la señorita Pike donde todo
los viajeros, encharca los pasos y amenaza llevarse 7 Wasson, R. Cordón y otros. Cinta grabada de la ceremonia
de hongos celebrada en Huautla, en 1958, con álbum de discos, trans-
los caminos. cripción del texto completo en mazateco, traducción anotada al es-
Aguas y flores descansan de la fatiga del viaje, pañol y al inglés y comentarios antropológicos, musicológicos y lin-
güísticos. En preparación. Ficha 45 de la Bibliografía The Hallu-
refrescan, limpian. Los arrieros y sus bestias se de- cinogenic Mushrooms of México and Psilocybine. Universidad de
Harvard, 1962.
tienen a beber el agua remansada en el hueco de la^
69
68
parece venir por rachas y por breves y súbitas ilu- Por último, "muy fatigada, muy triste":
minaciones. Ven.
Dos versos aislados, dan idea de su soledad; de
Cómo podremos descansar
la mujer que se ha cerrado voluntariamente para el Estamos fatigados.
mundo: Aún no llega el día.
No tengo oídos
No tengo pezones.
PODER DE LOS HONGOS
Es una Coatlicue al revés. Sorda, tapiada. No su-
A. la tercera y última entrevista, María Sabina,
prime sus pechos, no se los mutila; con una imagi- acompañada de su nietecito, llegó muy temprano.
nación india suprime sus pezones, es decir, los ciega Dándose cuenta que la profesora Herlinda no esta-
haciendo de ellos la imagen de una clase de esteri-
ba conmigo se retiró a la casa de doña Rosaura,
lidad nueva por lo desusada y monstruosa. frontera al hotel y sacando de su morral unas gafas
Sobre su paisaje natal, sobre las montañas en que anticuadas y un huípil se sentó a bordar apacible-
ha vivido siempre, sólo estas líneas de una justeza nente. Era difícil creer que esa viejecita encorvada
y de un sentimiento poético admirables: obre su tela y con las gafas resbalándole por su pe-
ueña nariz, fuera la poderosa curandera María Sa-
Tierra fría
na.
Nuestra tierra de nieblas.
La profesora Herlinda, retenida en su escuela por
De pronto, una afirmación, como un disparo: yunta, acudió a la cita una hora después de lo
Soy conocida en el cielo nido. María Sabina, enojada por el retraso,
Dios me conoce. uería volverse a su casa y fue necesario emplear
Ya para finalizar su canto impregnado de una quince minutos en disuadirla. Le ofrecí un vaso de
ron y poco a poco desarrugó el ceño. Tenía los bra-
creciente tristeza:
JO8 cruzados y sus ojos inteligentes aguardaban mi
Todavía hay santos pregunta.
Y sin interrupción, un llamado melancólico:
HpCuando Wasson tomó los hongos por primera
Oye luna compañía de su amigo el fotógrafo, tú le pe-
Oye mujer-cruz-del-sur ! que tuviera cuidado de no pisar un lugar sitúa-
Oye estrella de la mañana. un lugar del cuarto, a la izquierda del altar,

70 71
porque en ese sitio descendería el Espíritu Santo. jempos más remotos, desde que la Santísima T '
¿Desciende verdaderamente? ¿Tú lo llamas y baja? íídad hizo la luz, me ayuden con su influencia j
¿Puedes verlo? que los enfermos comprendan las ideas que les son
Costó trabajo que la profesora Herlinda le hiciera necesarias para su alivio. Invoco a los santos, al Due-
comprender el sentido de mis preguntas. Reflexionó ño de los Cerros, al Caballero del Monte Clarín, a
un momento y respondió: la Doncella Agua Rastrera y entonces me siento co-
—En efecto, baja porque yo lo invoco. Lo veo, mo una mujer santa, como una mujer que todo lo
pero no puedo tocarlo. En realidad es el poder de sabe, como una mujer grande. Estoy fuera, lejos de
los hongos el que me hace hablar. No puedo decirte :juí, muy lejos, muy alta y no recibo nada, no quie-
en qué consiste ese poder. Sin los hongos me sería ada, ni me importa nada. Cuando estoy en el
imposible cantar, danzar o curar. ¿De dónde me van ;tasis, pienso que han pasado muchos días, muchos
a salir las palabras? Yo no puedo inventarlas. Si ños y sólo al venir la mañana recobro mis sentidos
alguien me enseñara a cantar yo no aprendería. Las pelvo a tener una idea del tiempo.
palabras me brotan cuando estoy embriagada, como nietecito de María, sin duda su predilecto,
brotan los hongos en la milpa después de las pri- chado sobre su falda, no aparta de ella la mirada
meras lluvias. sus brillantes ojos negros. La abuela pierde algo
—Canto según las personas. Si es un mazateco, gravedad y le sonríe pasándole la mano por
uno de los míos, veo con más trabajo cosas que le za.
interesen porque dentro del pueblo hay mucha en- -¿Cuántos familiares viven contigo?
vidia, hay muchas maldiciones. Hace un año, cuando -Diez. Una de mis hijas cose, teje y borda. Otra,
te di los hongos, te sentiste mal. Esto se debió a que abra maíz y frijol. Un hijo es jornalero y cohe-
habías contratado a un brujo y como al final no tero (la pólvora le voló hace un mes cuatro dedos
aceptaste sus servicios y veniste conmigo, el brujo fwe la mano izquierda). Los tres ayudan a los gastos
se vengó haciéndote sufrir. de la casa, aunque yo pongo más que todos. ¿Qué le
—Me orienta el modo de ser de las gentes que to- voy a hacer? Prefiero andar en trazas a que mis
man hongos y sus necesidades. Debo pensar en el tos tengan hambre. Ahora todavía puedo trabajar
agua más fresca, en los árboles más altos, en la^ los hongos. Cuando sea vieja y me falten las
ciudades más bellas. Debo también fijar mi pensa- uerzas, ¿qué será de nosotros? Por eso, mi mayor
miento en el enfermo para que encuentre una cosa ilusión es poner una tiendecita en mi casa y vender
verdadera; debo rogar para que los espíritus de los caminantes comidas, cervezas y un poco de

72 73
nana, no es ya accesible sino en Un Plano esDi-
mercería. Tenía una tienda pero me quemaron la
ritual".8
casa y ahora debo comenzar todo de nuevo.
Ignoro si tenemos derecho a calificar de aber
ciones lo que se ofrece como simples variantes de
TÉCNICAS ARCAICAS DEL ÉXTASIS
» misma técnica oriental. El uso de los hongos, aun-
.jÉue mezclado al catolicismo no sólo no es la con-
secuencia de influjos culturales exteriores, sino una
¿Podemos hablar de un chamanismo mazateco?
práctica que se ha conservado a pesar y en contra
¿María Sabina tiene un parentesco con los chamanes
del catolicismo. María Sabina, por lo demás, no sien-
asiáticos? Las diferencias, a mi modo de ver, radi-
te el desesperado deseo de experimentar en un terre-
can más bien en las técnicas usadas para alcanzar el
no carnal lo que hoy ya no está al alcance de nuestro
éxtasis que en la esencia misma de este complejo fe-
mundo, porque ésta es una preocupación libresca o al
nómeno espiritual. Los chamanes centro y norasiá-
menos un mecanismo de pensamiento occidental ajeno
ticos llegan al éxtasis excitándose gradualmente y
por completo al pensamiento mágico. En último caso
ayudados no tanto por el tambor, las danzas y los
María, al igual que los chamanes mazatecos anterio-
cánticos, cuanto por la naturaleza misma de los ele-
||a la conquista española, no puede desear ardien-
mentos sagrados con que entran en contacto. Claro
nente lo que ella efectúa de una manera normal
está que no se excluyen los hongos ni otros narcóti-
onstante gracias a los hongos. Sus éxtasis, sus
cos a fin de obtener el trance, pero Mircea Eliade se
nsiones místicas, su comunión con la carne del
pregunta si fuera de las explicaciones históricas que
|ios y aun sus propias metamorfosis son parte de
se podrían hallar a estas prácticas aberrantes (de-
¡ técnica, de un dominio ya logrado sobre ciertos
cadencia a causa de influjos culturales exteriores,
ementes mágicos y sagrados.
hibridación, etc.), no pueden ser interpretados en
De cualquier modo, lo que asombra no son las
otro plano. "Cabe preguntarse por ejemplo si el lado
ariantes y las diferencias —mínimas—, de este fe-
aberrante del lado chamánico no se debe a que el
ómeno, sino su unidad y su coherencia. En torno de
chamán pretende experimentar in concreto un viaje
aria, o de los co4 ta* c¿4 rae4 de la Sierra •—sobre
místico, pero a la vez real al Cielo, no ha llevado a
en lugares apartados como Ayautla adonde no
los trances aberrantes... si en fin, estos comporta-
los turistas—, está centrada la vida mágico-
mientos no son la consecuencia inevitable del exas-
perado deseo de 'vivir', esto es, de 'experimentar' en ..lircea Eliade, El chamanismo y las técnicas arcaicas del éx-
. Fondo de Cultura Económica. México, 1960.
un terreno carnal, algo que en la actual situación hu
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74
religiosa de los mazatecos, lo cual no significa que I rece en forma de halo y a quien lo mira, según
este tipo de chamán "sea el único manipulador de I refiere la propietaria del hotel, doña Rosaura, el
lo sagrado, ni que la actividad religiosa esté total- duende con su red le arrebata el espíritu. Para te-
mente absorbida por él".9 nerlo propicio, la gente todavía hace cuatro años le
Los sentimientos religiosos de los indios poseen llevaba flores, huevos y palomas y yo vi muchas ve-
una dinámica asombrosa y cualquier consideración ces los ramos dejados junto al chorro del agua por
que nos hagamos sobre ellos, resultaría falsa y de- algunos viejos del pueblo. El lugar se considera pe-
formada, si no los tuviéramos presentes. En la Sie- ligroso debido a la presencia de Chicún Nandá y
rra, María Sabina para referirnos a un caso Oíblemente a esta circunstancia se deba que el ho-
individual—, coexiste con otro tipo de curanderos íeJ —fuera de algunos turistas extranjeros atraídos
—culebreros, rezanderos, medicine-men—, con los los hongos— esté desierto la mayor parte del
sacerdotes representantes de la religión católica y con
los restos muy importantes, de las antiguas religio- ICon todo, lo más importante de esta mezcla reli-
nes mesoamericanas. giosa, es la experiencia extática "considerada como
A los mazatecos no les basta con la religión ca- la experiencia religiosa por excelencia".10 No son
tólica y necesitan para calmar su hambre de ele- pues los curanderos o los sacerdotes católicos los que
mentos sagrados y mágicos, su voracidad insaciable, predominan en la Sierra, sino los que recurren a los
de un gran número de curanderos y brujos o de hongos sagrados, por ser ellos —dentro de una va-
manipulaciones y prácticas que se realizan indepen- riedad de técnicas mal estudiadas— los especialistas
dientemente de los sacerdotes católicos o de los cu- "de un trance durante el cual su alma se cree aban-
randeros indios. dona el cuerpo para emprender ascensiones al cielo
Sin ir más lejos, en la cuesta del cerro donde se o descendimientos al infierno".11
apoya el hotel, brota un manantial habitado por el Otro aspecto fundamental del chamán es su do-
duende Chicún Nandá. El manantial corre a dos pa- minio de los espíritus. María Sabina invoca al Due-
sos de la escalera que conduce a los cuartos y gracias ño de los Cerros, a los chaneques —duendes que
a sus aguas, florecen allí begonias, dalias, claveles arrebatan el alma a los asustados—, a la Virgen Ma-
y crecen frondosos los heléchos y las gigantescas ho- pA, a San Pedro y a San Pablo, es capaz asimismo
jas utilizadas por los mazatecos como paraguas y ca- J ahuyentar a los malos espíritus —sobrenaturales
pas durante la estación lluviosa. Chicún Nandá apa-
|*° Mircea Eliade, Op. cit.
» Mircea Eliade, Op. dt. • Ibíd.

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77
indios o diablos más o menos católicos—, pero su curación de los moribundos y en su propio ser, cuan-
guía y su fuerza es el mismo Espíritu Santo. María do un espíritu superior le muestra el libro de la sa-
Sabina en materia de auxiliares divinos no se anda biduría y María obtiene los poderes mágicos que
por las ramas. Va directamente a lo que es el mana- harán de ella una gran curandera.
dero de lo divino, a la figura que preside la vasta
jerarquía celestial, al Padre de Cristo y de todo lo SANTORAL DEL MUNDO SALVAJE
creado. Ella lo invoca y es el Espíritu Santo el que
desciende a su cabana y permanece al lado izquierdo Los chamanes representan el santoral del mundo
del altar durante las horas del éxtasis. Los asistentes salvaje. Si mantienen un predominio sobre millares
a la ceremonia saben que está ahí, en un lugar pre- de hombres es que ellos han sabido ganarse por sus
ciso, pero son incapaces de verlo ya que carecen del méritos, esta situación eminente. Un don, un privi-
poder de María, mientras ella lo ve, le habla, le legio, una predestinación marcan al chamán y lo ha-
implora que le haga conocer la suerte destinada a ""n distinto de los demás hombres. Las pruebas a que
los enfermos y el Espíritu Santo la obedece condu- se somete, las increíbles proezas que realiza, su vigor
ciéndola a la región de los muertos o descubriéndole
el velo que oculta el porvenir.
La iniciación de María culmina en su intervención
rfísico, la maestría con que maneja las diversas téc-
nicas de su competencia, el valor para afrontar los
mayores riesgos, hacen de él un santo y un héroe
con los viejos enfermos y poco después en su inter- casi extintos. María Sabina debe verse incluida en
vención con la hermana. Aquí también se cumple de ese santoral. Cortadas las comunicaciones desde hace
manera rigurosa, el esquema tradicional de una ce- milenios, aislada en sus montañas, ella al igual que
remonia iniciática: "sufrimiento, muerte y resurrec- los yacutos, los australianos o los indios de América
ción". El sufrimiento se lo causan los golpes dados ~il Sur, sigue construyendo escalas y levantando ma-
por el marido, golpes que la despedazan y la hacen LS místicos en que concurren las entidades cada vez
sangrar —el despedazamiento del neófito entre los as divorciadas del cielo, de la tierra y del mundo
chamanes siberianos— o los sufrimientos provoca- ibterráneo de los muertos.
dos por una dosis anormal de hongos. La muerte, es No tiene conciencia de lo que representa su ex-
no sólo la muerte que amenaza a los viejos y a la Jbsis chamánico, es decir, la nostalgia y el deseo por
hermana, sino su muerte como mujer y campesina recuperar un estado "anterior a la caída",12 pero
con el fin de emprender un nuevo camino, y la resu- j,ella asciende al cielo, habla con los dioses, mantiene
rrección es también doble: se realiza en la milagrosa 12 Mircea Eliade, Op. cit.

78 79
estrecha comunicación con los espíritus, penetra en [farsantes. Lejos de mostrar orgullo o presunción,
v¡ste un huípil mazateco desteñido y aun muy re-
la región de los muertos —privilegio sólo concedido
a los difuntos— y restablece los puentes rotos que ,neiidado del que asoman sus pies descalzos. De cerca,
una vez ligaron j dieron coherencia al mundo espi- o después de tratarla algunos minutos, termina im-
ritual del hombre. Sabia herbolaria, curandera, can- poniéndose. Un dominio de sí misma, una perfecta
tante, maestra del éxtasis y maestra del alma huma- Mturalidad, una conciencia de su poder que sólo se
na, ha conquistado su prestigio por un don, por "una expresa en la mirada profunda de sus ojos, unida
al sosiego de toda su figura, hacen de ella ciertamen-
fuerza que la agarra" y le permite abandonar su
cuerpo y en buena medida, por una vida de prueba una personalidad extraordinaria. Sabe que es fa-
y sufrimientos nada comunes, por una abstinencia guarda los retratos y los artículos que
prolongada que le da acceso a los hongos y por una mn publicado sobre ella—, pero no le gusta hablar
elevada consideración de su poder mágico orientado del asunto. Como todos los suyos, es pequeña y del-
hacia el bien y no a causar daños como es la costum- a e incluso sería demasiado delgada si no fuera
bre de algunos curanderos. los músculos cada vez más visibles que asoman
Aun los rasgos adjudicados al chamán perfecto, ¡o su piel oscura. El pelo, dividido por una raya,
convienen a los que muestra María Sabina en toda es negro todavía, como las cejas, espesas y abundan-
ocasión, ya que según los yacutos, "debe ser serio, t, cosa rara en las indias; tiene los pómulos sa-
tener tacto, saber convencer a los que le rodean; so- ltes, fuerte y ancha la nariz, la boca grande y
bre todo, no debe parecer nunca presumido, orgu- icuente. Su vida de campesina, el haber sostenido
lloso, violento. Debe sentirse en él una fuerza interior durante muchos años a su familia, los viajes que em-
que no ofenda, pero que tenga conciencia de su Brende a pie y las largas veladas donde ejerce su
profesión de curandera en las que canta cinco o seis
poder".13
María Sabina no es precisamente seria, sino gra- horas, baila y maneja elementos de percusión, fuma
ve y digna, como son casi siempre los indios. A pe- »ebe aguardiente, no parecen haber disminuido su
sar de que el auge de los hongos ha determinado la idigiosa energía.
aparición de "charlatanes sin escrúpulos, de los ren- Muchos mazatecos suben a buscarla hasta su ca-
cores y de los celos causados por la competencia co- ta solitaria, le consultan sus problemas, tienen fe
mercial, no es violenta ni se expresa con acritud de sus curaciones, la rodean de consideración y res-
i. María Sabina no le da una exagerada impor-
13 Sieroskewski: Du chamanisme d'apres les croyances de Ya- a su elevada categoría. En vez de rodearse de
koutes. Citado por Mircea Eliade.

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80
misterio, se la ve en la calle cargada de bultos o 3. DELIRIOS Y ÉXTASIS
sentarse llena de humildad en un rincón de la iglesia.
Su frecuentación y manejo de lo sagrado no le
impiden cumplir sus deberes familiares y de tal mo-
do aparecen unidas sus dos existencias que no oficia
en ninguna ceremonia sin que esté presente uno de
sus nietos. El niño se duerme enroscado, como un ovimientos detenidos". Olas, mareas, tempestades,
a tempestad cósmica, el centro de una tormenta
cordero, apoyando la cabeza en sus piernas recogidas.
scamente detenido, inmovilizado, petrificado. O
María Sabina lo acaricia de tarde en tarde y cuando
al revés. El espantoso sueño de Víctor Hugo, el pen-
despierta le ofrece pan o lo cubre con un rebozo. A
samiento de lo que sería el horizonte y el espíritu del
Tolstoi, sin duda, le hubiera gustado conocer a esta pe-
iré si las enormes masas de las cordilleras de
queña vieja que habla con Dios cara a cara, vive en es-
•onto se pusieran en marcha. El poeta recrea el
tado de pureza, gana su pan buscando remedios en la
:ndo. El mar se inmoviliza. Las montañas reco-
montaña y curando los padecimientos morales y fí-
su movimiento.
sicos de los suyos, es una mística y al mismo tiempo
una mujer que con grandes sacrificios y dolores va 'odas estas viejas imágenes se me vienen a la ca-
realizando esa tarea difícil —sobre todo en el cam sa mientras el auto en que hago mi primer viaje
po mexicano—, de sacar adelante —simplemente de a la Sierra Mazateca —verano de 1961—, trepa casi
hacer vivir—, a los niños, a las mujeres y a los vie verticalmente las ásperas cuestas de la montaña. A
nuestros pies se ha quedado Teotitlán con su caserío,
jos de su numerosa familia.
sus árboles tropicales, las torres blancas de su igle-
sia. En el valle las colinas redondeadas, metálicas,
lastadas bajo el sol.

ONTAÑA DE LOS BRUJOS

, robles, pinos cargados de bromelias y de


se disparan del fondo de los oscuros ba-
eos y sus copas —agujas sedosas, hojas minera-
asoman a los bordes del camino. Recobramos

83
el silencio y los tónicos perfumes de una primavera nares de indios cargados con toda clase de objetos
olvidada. Contrastes de luces y de sombras. Nubes primitivos. Los hombres, delgados y pequeñitos —a
que pasan. Distancias. Siempre el hada de las dis- un gordo le sería imposible andar por la Sierra—,
tancias ejerciendo su magia en escenarios cósmicos. |van con una camisa rabona de color, holgados cal-
Azules. Azules que tienen la frialdad del acero. Azu- zones blancos y son pocos los que usan huaraches,
les densos, violetas; azules líquidos, azules transpa- mujeres, en cambio, se visten con atavíos reales.
rentes. Cascadas en la junta de los cerros. Calveros. Jsan una falda rayada de azul y sobre esa falda,
Los huesos de la tierra brotando espectrales sobre ic sobresale dos palmos, llevan el huipil, una lar-
los maizales amarillentos. iga camisa bordada con pájaros y flores.
Después de viajar tres horas, aparece frente a Hay también algo de chinesco en estos hombres
nosotros un blanco caserío extendido a lo largo de pequeñitos de ojos oblicuos, en estas menudas y sua-
una montaña. Es Huautla, la capital de la Sierra Ma- ves mujeres de huípiles bordados y en su lenguaje
zateca, caserío fantasmal —como todas las aldeas tonal que acentúa la peculiar naturaleza del paisaje,
serranas— que aparece y desaparece, se acerca y se dominado *por el Nindó Tokosho —literalmente el
aleja burlándose de nosotros, mientras el auto hu- Cerro de Ja Adoración—, un monte sagrado donde
meante y derrengado lo persigue dando vueltas, su- se depositan ofrendas de flores, de velas y de palo-
biendo y bajando las escarpadas cuestas del camino. ^mas salvajes.
Ya en la vecindad de Huautla —lugar de águi- El Nindó Tokosho es para los huautecos la calle
las—, el paisaje se suaviza. Entramos a la montaña de enfrente, el solar contiguo, la montaña gemela.
de los brujos. El cementerio, con sus tumbas azules No son muchas las ciudades —-aun en México— que
y rosas y sus tejadillos orientales, da la impresión dispongan de escenarios tan majestuosos. El cerro
de un enorme cuadro tachista recostado en la falda está habitado por un dios, es su dueño, y en cierto
de la montaña. Los cafetales maduran a la sombra modo, el grandioso conjunto es el mismo cuerpo del
de sus madres, cuyas grandes hojas redondas evo- dios hecho bosques, cafetos, rocas o maizales.
can los paisajes chinos tallados en corales y en ja- (Muchas veces, desde la ventanita de mi cuarto,
des. Se respira un aire cargado de frescura vegetal. pensaba que esta montaña podía ser la inspiración
Allá lejos, los picos azules asoman sobre su capa di de los arquitectos, de los creadores de las futuras
espesas nubes plateadas. ciudades, cuando el odio y el temor se transformen
La única calle de Huautla es una calle retorcida amor al hombre y en lugar de construir aviones
empinada, casi deshecha por la que circulan cente le valen su peso en oro para llevar bombas atómi-

84 85
cas o de fabricar cohetes para aniquilar países gas- ínas cartas sobre el mostrador y observándolas aten-
tándose miles de millones, se empleara ese genio y tamente, nos dijo:
ese dinero en edificar moradas que tuvieran la gran- —Las cartas anuncian que no hay inconvenientes
deza y la gracia cambiante de las montañas. Moradas peligros en comer hongos. Podrán venir a mi tien-
de doscientos pisos, con terrazas y jardines colgan- esta noche a las nueve.
tes, con torres y cúpulas revestidas de azulejos, con Convenido el precio, nos volvimos a la cocina de
vitrales pintados donde se reflejara el discurrir de aústegui y mientras esperábamos el café, se apa-
los días, las infinitas variaciones de la luz, el paso :ió Cordón Wasson en persona. Si la ignorancia
de las nubes y de los pájaros.) Inchaústegui acerca del 'nti' si3 tho' era grande,
mía era inconmensurable. No había leído una so-
línea de Wasson ni sospechaba siquiera que ese
PREPARATIVOS A LA CEREMONIA
nbre de maciza cabeza, ojos de párpados pesados
En Huautla tuve la fortuna de conocer a Carlos hablar ceremonioso era el más grande conocedor
Inchaústegui, director del Centro Indigenista. Perua- los hongos alucinantes.
no de origen y él mismo un mestizo a pesar de su Passon, posiblemente compadecido de mi inocencia
resonante nombre vasco, corpulento, extremadamen- : advirtió que no debía recurrir al brujo contratado
te miope y más parecido a un robusto cura de pueblo ser un farsante, sino a María Sabina, y añadió:
que a un antropólogo, es una rara y endiablada mez- |"—Los hongos sagrados antes no se vendían en la
cla de erudito y hombre de acción. Habiendo pasado le, como no se venden las hostias, pero hoy se ofre-
cuatro o cinco años con los mazatecos de las llanu- en todas partes y constituyen un comercio que
ras que desconocen los hongos sagrados, no sabía una ya. vale algunos miles de pesos. Hay que cuidarse de
sola palabra del nanacatl ni de sus milagrosos efec- los charlatanes y de los simuladores. María Sabina
tos. Consideraba el asunto como un coto reservado una profunda conocedora de su profesión y usted
a satisfacer la morbosa curiosidad de los turistas ex- ebe tener presente que cada ceremonia es una obra
tranjeros y cuando le comuniqué mi propósito de
asistir a una ceremonia, trató de ayudarme lleván-
dome con un brujo gordo, de ancha cara maliciosa,
Í e arte individual. Por ello se la recomiendo. En to-
o caso, la ceremonia de los hongos debe celebrarse
lugar apartado y seguro.
|—¿En mi hotel? —le pregunté.
vestido como un mestizo, que era propietario de un
tenducho situado en la calle principal de Huautla. I —No. Es un lugar inadecuado. Sería mejor cele-
El brujo sacó una baraja muy sucia, tendió algu rarlo en la casa de la profesora Herlinda.

87
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—¿Hay peligro de tomar los hongos? Beatriz, Inchaústegui y yo comimos nuestra ración
—Ninguno. Nadie abusa de los hongos y nadie Je hongos despreocupada y alegremente, sin dejar
quiere repetir la experiencia. La gente recurre a ellos hacernos bromas y sin saber nada de lo que iba
cuando tiene problemas. i sucedemos. Una media hora más tarde, me sentí
Apenas se marchó Wasson le mandé un recado al Dtar, ligero como una pluma en el aire, y las pri-
brujo cancelando la ceremonia, contraté a María Sa- íras visiones me hicieron entender que penetraba
bina para el día siguiente que era domingo, alquilé un mundo nuevo. Viboritas grises ondulaban rít-
la casa de la profesora Herlinda y lo que es más, iicas y compactas sobre un fondo rojo, pero esta
convencí a Inchaústegui de que comiera el nanacatl |isión no tenía nada de placentera. Entrañaba una
igustia, una irracionalidad ligeramente angustiosa,
en mi compañía.
La noche del domingo salimos a la casa de la pro- |na imagen de la fiebre, un producto de la náusea
fesora Herlinda, llevando impermeables y linternas, tivasora. Estaba lleno del veneno de los hongos, de
la señora Beatriz Brancfort, amiga mía, Carlos In- sabor mineral y descompuesto de la muerte. Na-
chaústegui y su mujer, el profesor mazateco Lucio todavía, nada claramente definido. Era posible
Figueroa y yo. La casa está en un lugar elevado de alirse, volver al mundo sólido y coherente, a la ra-
Huautla y se compone de dos amplias cabanas se- zón que estaba allí, representada en los testigos y en
paradas por un patio. La oscuridad de la noche |s personas que se mantenían fuera por haberse ne-
—-Huautla a pesar de ser una ciudad de 22 mil ha- ado a comer los hongos. ¿Qué importaban ellos
bitantes carece de luz eléctrica—, la presencia de los lora? Lejanos y borrosos simbolizaban otra reali-
árboles y las circunstancias de estar rodeados de nu- dad desdeñable, la cotidiana, la realidad que nos-
bes y de cuestas peligrosas, aumentaban el misterio- ros habíamos rehusado voluntariamente.
so encanto de aquel lugar desconocido. Volvían las diminutas visiones de color. Tapices
La ceremonia se celebró en la cabana más espa- srsas, telas chinas recamadas de oro, brocados
ciosa. En el fondo se levantaba el altar con dos lito- Drientales desplegaban la suntuosa monotonía de sus
grafías de San Miguel y del Señor Santiago, un ramo jujos en un silencio sonoro, audible, el silencio
de crisantemos amarillos, dos cirios, piciate y un soluto de las altas montañas y de los espacios si-
buen puñado de hongos alucinantes. María Sabina irales.
y su hermana estaban sentadas en el suelo con tre^ María Sabina salmodiaba. Recordé la canción de
o cuatro nietecitos, apretados entre sí y formando un jia viga que cantaba en náhuatl: "Mi anca baila
ique esté hundida en el agua". Sí, aún tenía la fa-
pequeño grupo.
89
NAUSEA Y EL MAR
cuitad de pensar en aquella viga movida por el dia-
blo que se contoneaba en el agua ante el asombro Ah, ah, ah qué deslumbramiento, qué nueva fuer-
de los conquistadores. za, qué metamorfosis se operaba dentro de mi cuerpo,
María Sabina cantaba. ¿Pero era verdad que can- amanecer en la bahía de La Habana desde mi
taba? Su voz hacía ondular los tapices y los broca- ilación en el piso 18 del antiguo Hilton. La nie-
dos, les daba movimiento y sus dibujos desfilaban borda los tiernos azules de la costa, el mar rosa-
velozmente, deshaciéndose y componiéndose en una brilla como una tela de seda y abajo, en el pozo
fuga que no tenía principio ni fin, en un dispararse uro de las calles profundas se deslizaban los faros
incesante, uniforme y de una perfecta regularidad. los primeros automóviles. Había llegado el socia-
Volvía, volvía siempre el mundo diminuto de los o, el fantasma cruzó el mar y estaba allí, invisi-
gusanos, el mundo filiforme, la gelatina blanca, el :, entre los rascacielos norteamericanos y los anun-
hervidero de la podredumbre. Aquellas viboritas on- ios de la Coca-Cola. Había llegado el socialismo y
duladas tenían ojos, ojos diminutos, rojos y verdes os se sentían aparentemente igual. Yo había co-
que pinchaban y herían como alfileres, ojos que se o hongos y me sentía igual, si no fuera por ese
transformaban en coronas, en medallones de rubíes ¡ligro irracional que me acechaba. No debía asus-
y de zafiros hindúes, en lanzas microscópicas, en pin- tarme. Si me asusto, Dios mío, si me asusto, estoy
chos brillantes, todo inhumano, todo fuera de nues- perdido, como aquella mañana de sol en Acapulco
tro mundo, un tejido celular compuesto de minera- o salí a buscar estrellas marinas y la resaca
les, fosforescente, punzante, desgarrador. 16 empujaba mar adentro. Morir, morir idiotamen-
Todavía podía salir. Podía salir pero no quería e, lejos de ti María, tendida indiferente en la playa,
salirme. Era sólo un presentimiento de lo horrendo, tu vello empapado de sal, tu sexo caliente empapa-
de lo desconocido que se acercaba. Quería hablar,
do de sal, tus dientes de cal empapados de sal, tu
registrar esas imágenes —¿por qué ese estúpido afán lo húmedo de sal, pantano tibio donde se retuer-
de registrarlo todo?— mostrarlas a la posteridad,
y proliferan millones de horrendas criaturas. El
cederle ese legado incomparable y sólo podía decii ua salada me entra a bocanadas, una ola me arras-
una palabra, una palabra tonta, que me hacía reír y la náusea otra vez, la náusea surgiendo, bro-
tontamente. do del intestino y reventando como una ola de
'edumbre en mi boca. María Sabina, salmodia de
es chamanes, arquitectura de luz, Beethoven,

91
Shoemberg, Stravinsky, el acorde, las alas, la pode- cegando a los adoradores del Becerro de Oro.
rosa fuerza del espíritu, luchando siempre contra la —Apaguen esa luz —logré decir— es mi juez.
náusea y el imperioso deseo de orinar, pero no debo
orinar, el agua tiene sustancias químicas que denun-
SECUENCIA DE CARMEN
ciarían la mancha amarilla de la vergüenza y us-
tedes campeonas del triple salto, campeones mun-
María canta y su canto me abre un túnel, un túnel
diales del crawl, campeonas de nalgas duras y de
de albañal, oscuro, denso, oleaginoso, que lleva los
esfínteres estrechos, sirenas de axilas rasuradas y
excrementos (fosforados) de la virgen, del mendigo,
ungidas de pomadas deodorantes y bocas abiertas al
"el arzobispo, del banquero, del santo, del atleta, del
ras de las ondas, Señor mío Jesucristo, Virgen de
anceroso y yo voy por ese túnel con mis propios ex-
Guadalupe, no, no quiero oir esas palabras María
rementos deslizándome por esos túneles cargados
Sabina, habla en mazateco, no digas una sola pala-
materias, de liqúenes, de pólipos, de minúsculos
bra que reconozca, no me devuelvas a la realidad,
¡lobos que estallan, de tenazas de cangrejos, de val-
no digas una palabra que reconozca y destruya el
vas, de tentáculos ciegos, de tentáculos que llevan
éxtasis y regresen las náuseas y vuelva a sentir el
una lucecita verde en la punta carnosa, la estancia
temblor de la fiebre. Salgo del delirio, me escapo,
de 50 millones de años en el pleistoceno recordada
abro los ojos. Beatriz, acostada junto a mí, está si-
súbitamente, el corte cerebral del pleistoceno exci-
lenciosa e inmóvil. La esfera luminosa de su reloj
ado, la vuelta a los orígenes y a su horror, a su frío,
brilla en la penumbra y su simetría, obra de la ra-
a su náusea, a su combate sordo. Las palmas y el
zón, me tranquiliza. Recobro el tiempo y lo mido
tambor, las palmas y el canto de María Sabina y
que es una manera de vencerlo. También recobro el
| dolor de haber perdido a Carmen, ahogada en
espacio. Inchaústegui se ha sentado en una silla, jun-
(porque así murió y no de un tumor maligno
to a su mujer, y sus gruesas piernas me parecen
no lo hizo creer el Cónsul) y era necesario bus-
columnas de Chichén Itzá. Logro sentarme en el
carla en el otro mundo, buscar a esa muchacha or-
petate. Una luz me ciega. Una luz fragmentada, una
gullosa, esa fuerte muchacha de carnoso cuello do-
luz pulverizada, una luz rota en cristales simétri-
niñada por el sexo a quien yo los domingos sacaba
cos, una luz que vibra en una longitud de onda des-
3e la tina chorreando agua tibia para amarla sobre
conocida, una luz ultravioleta, mortal, destructora
as sábanas mojadas, mientras abajo sonaban las
de los bastoncillos de la pupila, una luz que sale
ampanas del rosario, Padre Nuestro que Estás en
de rendijas en forma de cruz, el rayo de Jehová
os Cielos, no, no, María Sabina no me condenes a
92
93
perderla con tus padrenuestros y tus avemarias, dé- en busca de un nombre, de un número de teléfono
jame verla una vez más que para eso estoy lleno del reciente. No pienso más que ella vendrá del otro
veneno de tus hongos; canta en mazateco o en chino. mundo, no. Está viva, yo soy joven y estos veinte
María Sabina, palmea. Ah sí, ya cantas. Hasta la años últimos, su tumor en el cerebro, su misteriosa
puerta del túnel llega el puente del arco iris y yo su- tparición, han sido una mera pesadilla. La
bo por él entre las nubes y desciendo al fondo del osea zumba, revolotea sobre la mesa y la espanto
mar. Verla allí, en ese espacio sin forma tapizado la mano. La náusea. La mosca vuelve tenaz y
de plástico, de pequeños tubos grises, de rombos en- •a vez la ahuyento. Zumba golpeándose con la lám-
carnados, en medio de esa decoración opaca y den- .ra. Zumbido musical, sordo y rítmico, adormece-
sa, frontera entre el mundo exterior y este mundo !or. El mundo se ha vaciado. No oigo el ruido de la
nuevo, es saber que está muerta. " '.. Afuera es la oscuridad, la oscuridad opresora
Todo es posible ya. Vivir de nuevo en el cuarto ¡1 abandono, de la soledad desgarradora. Ha cesa-
del hotelucho, como hace veinte años, en ese cuarto do la música. La mosca está inmóvil sobre una rosa.
sórdido donde lo único hermoso era su joven cuerpo Tomo la servilleta doblada y se la tiro encima; el
desnudo y hablar con los muertos. ?! jarrón cae en el mantel, se riega el agua y las rosas
—Carmen, no puedo vivir sin tí —le digo. se deshojan. La mosca escapa y va a pararse en mi
—Iré a verte el sábado en la noche. Cenaremos libca. Siento su contacto frío, su cosquilleo frío y la
juntos. persigo con la servilleta hasta que se escapa por la
La mesa está dispuesta. Pollo asado, una botella ventana.
de vino del país, un pastel alemán. Su camisa de se- Vuelvo a sentarme. Los tubos amarillentos, los
da bordada cuelga de un gancho en el baño; en la ibos encarnados tapizan la habitación y me ais-
repisa los botes de crema, los frascos de perfume, el lan, me confinan, me producen una terrible angus-
lápiz de labios, su cepillito de las cejas. Me siento a tia. Estoy solo. Comprendo. Comprendo al fin. Esa
esperarla junto a la mesa. Abajo la ciudad zumba mosca era ella y no volveré a verla. ¿No hay un con-
y el ruido de los tranvías entra por la ventana abier- traveneno? Quiero salir. Quiero escaparme. Beatriz,
ta. Soy el mismo joven miope y celoso que debe re- dame la mano; tú eres el contraveneno. Beatriz per-
gistrarlo todo mientras espera que suene el timbre manece callada y su silencio es un plástico espeso,
de la puerta conteniendo los espasmos de su vientre. lisiante, irracional.
Una mosca principia a volar en tomo de la lámpa-
ra. He hallado su libreta de direcciones y la hojeo

94
SER DIOS ES ESTAR ENVENENADO as y banquetes y pagados a precios muy elevados,
a que mi estado de ánimo era una mezcla de sober-
En el éxtasis no estoy solo. Soy como los niños o na atroz, de elevada consideración de mí mismo y
como los perros que se superan cuando tienen espec- e un deseo de aventuras bárbaras que hubiera sido
tadores de sus gracias. Soy un histrión que necesita :ontenible si mis fuerzas físicas no me traicionaran.
un público. La idea de mi superioridad no me abandonó las
El éxtasis es estar envenenado. Ser dios es estar .os primeras horas del trance. Ardía en llamas. No
envenenado. El veneno es la sustancia de que está ira la fuerza de mi juventud lo que recobraba, sino
hecho Dios. Dame otra copa de veneno. Veneno itro tipo de fuerza, una sabiduría nueva, una peñe-
igual a euforia, igual a vuelo, igual a fuerza, igual rante lucidez, una certidumbre deslumbradora de
a locura. onocerlo todo y de abarcarlo todo unido a una sen-
Laberinto. Laberinto. Tengo el hilo para salir del .ción de euforia y de alegría salvaje que me reco-
laberinto. Pecera. Acuario. ¿Soy yo el pez? ¿Soy el como una corriente eléctrica. Dios, yo era Dios.
visitante del acuario? Me río. ¿Por qué sé que me Se desataban en mí posibilidades divinas que habían
río? Porque me río haciendo burbujas, porque yo permanecido oscurecidas y subyugadas hasta ese
mismo soy una burbuja, una burbuja como una pom- omento.
pa de jabón, una burbuja irisada, una burbuja de 'or desgracia, ni siquiera el delirio de la propia
plástico, un globo traslúcido, una retorta, una esfe- andeza, de la súbita transformación en un ser di-
ra de cristal que rueda sobre un tobogán de cristal, vino nos es dable reconstruir una vez de regreso a
que rueda, que rueda con otras esferas, con millares nuestra condición humana. Ignoraba cómo se había
de esferas, con millones de esferas y caen, indefini- xado la metamorfosis. Simplemente me había
damente caen, indefinidamente resbalan en el espa- invertido en un ser superior, en un genio que tenía
cio oscuro. un mensaje, algo muy importante que decir. Hablaba.
Hablaba de pie, inspirado. Detrás de mí antropólo-
ELEVACIÓN Y CAÍDA gos, muchachas universitarias, innumerables personas
asistían a mi transformación y apuntaban asombradas
Sentía una poderosa fuerza dentro de mí. Segu- is palabras.
ramente —y ésta es una consideración muy poste- (Reviso las notas taquigráficas que tomó la señora
rior— había comido aquella clase de hongos temibles Inchaústegui y encuentro frases aisladas, imprecisas,
buscados por la nobleza indígena para sus fres- mpre cortadas.)

96 97
El espacioso cuarto se hallaba en una semipenum- bina? Mi inteligencia no puede nada contra su fuerza
bra. No puedo precisar si había luna o existía algu- primitiva. Ese es el gran peligro. La sinrazón. Lo
na luz velada. Con más luz tampoco hubiera sido mágico. Y los ojos. Los ojos como bolas, los ojos en
capaz de fijar mi atención en un mueble, en un perió- racimos. Los ojos que me traspasan, irracionales, fe-
dico, o en la tela de mis pantalones. La sensación de roces, burlones, amenazantes, los ojos que no me de-
mi euforia, de mi fuerza, de mi exaltación mágica jan de juzgar, que no dejan de escrutarme un se-
era total y me embargaba completamente. No vola- gundo.
ba. No emprendía ascensiones místicas, no flotaba Las risas se mezclaban a las voces, a los comen-
en el espacio. Estaba con los pies bien puestos en la ios, a los juicios despectivos. La certidumbre de
tierra. El cielo estaba allí, en esa multitud que me |ser examinado, de ser escrutado se abría paso dentro
escuchaba con reverencia y registraba febrilmente mí. Los asistentes se transformaban en mis acu-
incluso mis gritos y mis exclamaciones. ares: aquella audiencia embelesada, misteriosa-
No sé cuanto tiempo duraría aquella exaltación y ite se convertía en un tribunal, en un juicio. Me
si fue continua o la interrumpían los ruidos, las con- jzgaban por simulador, porque debajo de la más-
versaciones o los incidentes que se sucedían en la ra de mi valor aparente, de mis resueltas actitu-
cabana. Sólo recuerdo las risas, las risas que iban a , de mi desinterés, existía un fondo de cobardía,
socavar la conciencia de mi superioridad. Las risas vacilación, un egoísmo no vencidos. Ellos cono-
me hacían un daño atroz. Eran unas risas sarcásticas, cían la verdad. Me habían atraído con engaños a esa
que se burlaban de mí y me iban llenando de furia. trampa. No estaba en una cabana sino en un tribu-
(Hallo en la versión taquigráfica mis protestas: |tal. El mundo se disponía a arrancarme la careta,
(—¿Por qué se ríen? ¿De quién se ríen?) Me ofendía aquí al valiente. Al revolucionario. Ahora tiem-
aquella falta de respeto inaudita y atribuía a esas bla. Ahora está a punto de llorar. Déjenlo. No vale
risas una intención maligna. Me sentía incompren- la pena. Ha envejecido. No lo dejaremos tan pronto.
dido, vejado, injustamente humillado. Todos los pre- Es
iR"
un buen espectáculo. Nos hace reir. Debe pedir-
sentes eran mis enemigos. Aquella ridicula ceremo- perdón. Debe confesar su cobardía".
nia era una farsa. Una trampa. Había caído en ella. Trataba de defenderme insultándolos. El blanco
Algo muy grave se estaba preparando en mi contra. mi furia era mi buen amigo Inchaústegui que sen-
La trampa. He caído en la trampa, me decía. To- ado junto a su mujer se esforzaba en dominar la an-
do estaba planeado, determinado de antemano. Es- ustia del trance:
tos indios no existen. Son comparsas. ¿Y María Sa- —Monta otra farsa menos burda —le grité—. Es-

98 99
toy harto de falsificaciones. Es mejor la danza del el amor y sus debilidades vergonzosas, siempre nos
vientre y menos aburrida. Me voy a la montaña con Iquedamos con éste. Pero hoy es otra cosa. Creí beber
los antiguos brujos que no saben nada de Life ni de el veneno y la muerte y bebí el elíxir de la sabiduría.
París Match. Tu exceso de profesionalismo te ha per- |La sabiduría estaba en mí, oscurecida y sin expresión
dido. Estas bambalinas pintarrajeadas y estos falsos •ahora se me revela. He estado cerca de la metamor-
indios no engañan a nadie. fosis. La he presentido una noche. Subí a la Sierra
—Qué pedante —se oyó la voz de Beatriz sonar ladre Occidental y a mis pies brotó la luna roja ilu-
detrás de mis oídos. linando el silencioso oleaje de la piedra. Me acom-
La primera palabra reconocible la oí como un fa- íaban los huicholes, los hombres que luchaban por
llo condenatorio en el silencio especiante de la ca- |tierra y estábamos juntos porque éramos compañe-
bana. de armas en aquella lucha. Entonces rechacé el
—Ah, tú también me traicionas. Buscaba tu com- pote. Me bastaba la compañía de los héroes desco-
prensión y me cuelgas una etiqueta. Es tiempo de nocidos, me bastaba que me dejaran estar a su lado.
pegar etiquetas a los hombres. Los tendemos en el Anduve entre los hierros de los aviones y de los tan-
sofacito del analista, les hacemos vomitar sus sueños, ques despedazados en Playa Girón y me bastaba eso.
sus miedos, sus frustraciones, sus tendencias nefan- Ignoraba que existía esta magia, esta sustancia quími-
das reprimidas y nos queda su cascara, su concha ca capaz de cambiar a los hombres en dioses. ¿Cómo
vacía. Me desarmas y no puedes armarme. He oído puedes, Inchaústegui hablar de los indios si no cono-
en China el molino de las oraciones. Viento. Rosa- ces sus delirios, si no te has hundido en sus éxtasis, si
rios. Letanías. La verdad. ¿Qué es la verdad, niña no has bajado con ellos al infierno? ¡Ah catarsis, ca-
tonta? La verdad es ser dios y me llamas pedante tarsis! Embudo que vacía la barrica demasiado carga-
porque yo soy un dios. Debo ir a la montaña. Arriba da del inconsciente, absolución de los pecados, bau-
me espera Chicún Tokosho, el dueño de la tierra tizo y comunión, resurrección entre los muertos,
mazateca. Arriba, con los muertos, con los tigres, comparecencia en el Valle de Josafat, alivio infini-
con los diablos, con los alegres duendes chaneques. j. Cambia, canta, canta, cambia. Ah, cielo cambian-
¿Sabes? La carne es el único dios de los hombres. ah mundo cambiante. Hongos. Hongos. Hongos.
Es el dios que más nos esclaviza y más nos humilla. )lvidado paraíso de los hongos. ¿Dónde leí que an-
Nos hace caer de rodillas, arrastrarnos implorantes, laba por un bosque de hongos gigantes? ¿Bajo la
aullar en la noche, renunciar a nuestra dignidad, ambra carnosa de los hongos gigantes, bajo las ce-
porque puestos a elegir entre el dominio solitario y Dsías delicadas de los hongos gigantes? ¿Sabías que

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los hongos andan en parejas? Yo devoré a un ma- bían? En la noche, las mariposas de ojos brillantes
trimonio de hongos, yo me tragué a dos esposos hon- I y alas polvorientas resbalan por los cristales. Se
gos. Ay, ay, gritaban, nos mastica la noche de nues- I abren las cúpulas y en el silencio golpean los relojes
tra boda. Ja, ja, ja. No sé si debo lamentarlo. siderales. Dentro de la pirámide de Cholula se ríe
(En ese momento alguien enciende una lámpara el Dios Chapulín, se ríe de la Virgen Española, se
eléctrica.) ríe de los cazadores de estrellas. Yo oigo su risa en
—No, Inchaústegui, no enciendas ese reflector. El medio de la noche. Esa es mi escuela, Inchaústegui.
éxtasis debe realizarse en la penumbra, como los Bina escuela dura, puedes creerlo. Una mujer vieja
grandes y misteriosos ritos del pasado. Hay dema- [cavó con sus uñas dos kilómetros de túneles en el
siados reflectores, demasiadas grabadoras y dema- interior de la pirámide y descubrió la cara de los
siados antropólogos que estudian mis reacciones. dioses. Me los mostraba a la luz de una vela mien-
¿Por qué se ríen? Los cirujanos no se ríen. El pen- ras aullaban los nahuales. Inchaústegui, me has trai-
total sódico. Se apagó la luz, mas no desapareció la cionado pero no podrás vencerme. Una noche, frente
sensación de ser acuchillado. La carne se defiende los volcanes, en el Observatorio de Tonantzintla,
del bisturí. ¿Por qué se ríen? Yo no soy yo. El amor W. W. Morgan tomó el gis y trazó dos rayas gruesas
me ha abandonado y un hombre sin amor es una ba- i el pizarrón. "Eso es todo lo que sabemos de nues-
sura. tra galaxia", —me dijo. Pobre Morgan. Se pasó la
(Abro los ojos. Junto a mí, el ángel de la muerte vida archivando estrellas, como tú archivando pala-
extiende sus alas membranosas y lanzo un grito.) bras sueltas de indios y sólo conocía dos brazos de
—-No se asuste, maestro —me dice Lucio—•. Es la la galaxia. Antropólogos de salón, medidores de era-
profesora Herlinda. os, coleccionistas de tepalcates, ustedes no saben
—Profesora Herlinda, profesora Herlinda,— ex- ada de México. Yo conozco México y yo conozco lo
clamo implorando su ayuda. fue sostiene al hombre en la tierra y lo que le impi-
Herlinda procura tranquilizarme: er hecho pedazos y degradarse. Su razón y su
—El brujo de la mañana se venga. Lo está hacien- dignidad. Te ríes. Así se reían los sayones de la
do sufrir. agonía de Cristo. Mi razón. Con ella me escapo a tu
—¿Qué puede ese brujo contra mí? Es un brujo "rampa de fantasmas.
falsificado. Un mercenario. Me voy a la montaña.
Estos diez últimos años he vivido en una montaña, la
montaña de la madre de los dioses. ¿Acaso no lo sa-

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DESCENSO EN LOS INFIERNOS pensaba en los hongos, ni tampoco los asociaba a mi
tado actual. Simplemente había envejecido. Era un
(Aquí terminan las notas taquigráficas sobre mi Anciano, y ni siquiera un anciano lo cual después de
delirio. La señora Inchaústegui me dijo después que todo sería tolerable sino un vejete sin dignidad, in-
se vio obligada a interrumpirlas porque a partir de vadido de temores pueriles que temblaba sacudido
entonces —a las tres horas de haber comido los hon- por una angustia y un frío intolerables.
gos— sólo pronunciaba injurias y frases sin sentido. Lucio, enviado por Inchaústegui, me tomó del bra-
Estaba de tal modo fuera de mí que Inchaústegui, zo obligándome a entrar en la cabana frontera. Al
para librarse de mis agresiones, le rogó a María Sa- aerer librar la puerta, tropecé y estuve a punto de
bina que me sacara fuera de la cabana donde per- caer exactamente como se conduce un viejo decrépito.
manecí bajo la lluvia más de dos horas. Todo esto En aquel lento recorrido final a través del pasa-
lo supe al día siguiente con gran sorpresa y bochor- Ido, fue necesario reconsiderar el amor a una nueva
no de mi parte. Sin embargo, logré reconstruir parte |luz. Desde luego, el amor, como todos los asuntos
del delirio gracias a las informaciones de mis acom- que me ofrecía el delirio no era un tema propiamen-
pañantes y sobre todo, gracias al estado de extraor- Ite amoroso sino erótico, porque lejos de presentarme
dinaria claridad mental que me duró cuatro días esta vez mujeres concretas y reales, mujeres que te-
después de realizada la prueba. La experiencia se piían un nombre y habían participado en mi vida,
me ofrecía en sus grandes rasgos y pude describirla ¡me hacía sufrir impuras fiebres de adolescente, don-
obsesionado por la fidelidad y persistencia de sus í de el impulso amoroso quedaba reducido a visiones
visiones, de un solo impulso, empleando cuatro o realistas, a visiones pornográficas de las que nos ca-
cinco horas, sin necesidad de borrar ni de añadir una ílientan la cabeza cuando somos adolescentes. En una
palabra.) palabra ese martirio del sexo sin alimento, reducido
Afuera, inmovilizado por María Sabina, mi exal- su soledad que sufre el joven en nuestras ciudades
tación cedió y principió mi lenta caída en los infier- donde la carne se considera como un pecado vergon-
nos. De ser un dios, pasé a convertirme en un anciano zoso, la carne o mejor dicho su fiebre, su irritación,
tembloroso, condenado para siempre a la deca- Ísu ansia triste de complacencia; el amor, la eterni-
dencia irremediable de la vejez, a su debilidad, a la |dad del amor reducida a un pequeño frotamiento
humillación que suponía saberse compadecido por obsceno.
los testigos de mi total aniquilamiento. Y este erotismo del adolescente, ya olvidado, ve-
Desde luego no sabía dónde me encontraba, ni |nía a sumarse al erotismo del viejo que sólo busca

104 105
B

el reposo después de haber satisfecho aquella nece- le felicidad. ¿Cuándo? Quizá cuando era niño. Qui-
sidad inoportuna, ejercida en secreto porque es el sa cuando amaba y era correspondido. Debo confiar
residuo de una fuerza juvenil todavía latente bajo mi razón. ¿Cuál razón? La he perdido. Debo con-
la generalizada decadencia del cuerpo marchito y fiar en el amor, en la solidaridad humana, pero estoy
repugnante. ílo. Uno es siempre el crucificado. Uno siempre es el
Buscaba reposo. Mis piernas temblaban y apenas condenado a yacer en el infierno. El infierno somos
podía sostenerme en pie. No salía de la embriaguez. losotros. Esos ojos, esos miles de ojos, de ojos sin
Sí, inexplicablemente era un viejo. ¿Pero en qué ira, que nos miran fríamente, irracionalmente, co-
consiste la vejez? Consiste en llegar a serlo, sin aviso, 10 nos mira el ojo único e irracional de la Santísi-
sin señales, de un modo tan raro que la vida aparece a Trinidad.
cortada en dos mitades y nosotros tenemos conciencia Más tarde todo se borra. Debo haberme hundido
de haber quedado del otro lado sin que podamos re- otro delirio. Bajaba al reino de los muertos y no
gresar a la otra mitad y recobrarla. ddría nunca de esa región oscura. Era otra vez rep-
Posiblemente era así. Conservo una impresión muy ir, arrastrarme en el subsuelo, en los sótanos, en
vaga de este nuevo delirio. Una sucesión de actos is letrinas. A veces pensaba en mi humillación y en
vergonzosos, de crueldades contra gente indefensa, 11 derrota. A veces pensaba en mi condenación, en
la inutilidad de mi razón, los fingimientos, todo aque- íi eterna permanencia dentro de aquel mundo in-
llo me roía por dentro, me hacía sufrir espantosa- >rme poblado de horrendas criaturas.
mente. Luego alguien me llevó a la cabana donde todos
Los estímulos exteriores seguían obrando en mí dormían. Me acostaron junto a Beatriz y nos cubrie-
con violencia desproporcionada. Estaba hundido en de mantas calientes a los dos¿ El olor acre de los
el delirio, hasta el fondo del delirio, cuando se abrió kongos me llenaba. Estaba aún muerto, entre los muer-
la puerta y apareció Beatriz. )s, y no podía volver a la vida, no podía resucitar.
—¿Acaso no sabías quién eres? —me preguntó. En ese momento, la luz dorada de la mañana en-
Me quité los anteojos y los arrojé al suelo hacién- por la puerta y se reflejó en la cara de Beatriz.
dolos pedazos. p sus ojos azules llenos de lágrimas, su piel blanca
—Veo —exclamé-—. No necesito los anteojos. ipapada en lágrimas, su pelo fuerte y rizado, sus
Recobraba la grandeza pasada. La grandeza no labios delgados que dejaban al descubierto los dien-
radica en el presente, en nuestra miseria actual, sino i blancos y brillantes y me invadió un sentimiento
en el pasado. Algo tuvimos de grandeza. Algo tuvimos piedad y de ternura.

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ABIERTO EN CANAL instinto de conservación y el instinto de cruel-
Jad y el instinto de codicia se han revestido con mu-
¿Pero qué queda de este desollamiento, de esta bas máscaras, con muchos afeites para disfrazarse
purga bárbara, de esta catarsis que nos ha exprimí- 'Ocultarnos su fealdad, pero los hongos sagrados ha-
do el alma hasta hacerla vomitar los venenos traga- caer esas caretas y muestran a los instintos sin
dos en toda la vida? ¿Vale la pena contemplarse licites y sin máscaras.
abierto en canal, con las tripas mostrando sus pro- 'Conocimiento por los abismos," por los remoli-
pios excrementos? Es desde luego un espectáculo os, por los desbarrancaderos de la montaña de los
atroz el ser espectador de su propia carnicería. Uno lijos. Si la psilocibina trae consigo el cortejo no
se revuelve en contra de este abrasivo y trata prime- esperado de las reminiscencias, las mías se me echa-
ro de culpar a los otros, a los testigos de nuestra on encima bruscamente, mezcladas las dulces y las
humillación, asesinándolos incluso si fuera posible, largas, las primeras y las últimas.
porque adentro de nosotros se mantiene viva la con- cuentos de hadas, los castillos sobre los acan-
vención hipócrita de que estamos salvados si no de- ilados, las exploraciones bajo las bóvedas carnosas
jamos una constancia de nuestra degradación íntima. le los hongos gigantes y la vileza, la ofensa, el cri-
Luego, andando el delirio, caemos en un estado de men que no se castiga y contra el cual ncj hay san-
insoportable depresión al conquistar la certidumbre ciones legales; los remolinos de Sahagún, la visión
de que no estamos tan vivos como lo creíamos antes todos los acontecimientos desastrados que suelen
de la prueba, de que adentro de nosotros, de ese tem- haber, y las lágrimas que limpian y lavan las almas
plo del Espíritu Santo, proliferan las materias en los cuerpos.
descomposición, de que demasiados infartos mora- Sin embargo, nadie debe pedirle a los hongos un
les han matado extensas regiones del corazón y lle- nilagro, nadie debe ir a la montaña mágica espe-
vamos no uno sino muchos cadáveres a cuestas. rando la salvación. Las respuestas a la mezcalina, a
Saber que llevamos un cadáver no significa la cu psilocibina o a la potente LSD, siempre serán per-
ración pero es el principio de una curación. Al ver- anales e intransferibles. Cada uno expía su pasado
me con tanta muerte encima, advertí que toda esa cada uno halla la puerta para escapar de su car-
putrefacción la había originado, en buena parte, la w. Por lo demás, ningún conocimiento se nos da si
cobardía, el miedo a perder la mujer que se ama, el existe en nosotros la voluntad de conocer, ningu-
miedo a quedarse con la nariz aplastada de un pu droga nos salva si no queremos ser salvados.
ñetazo, el miedo a perder la estimación de los otros.

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NUEVO VIAJE ALREDEDOR DE MI MISMO del subconsciente ni de asistir, como un testigo for-
zado, al desfile de mis reminiscencias. Seguía pensan-
En mi segunda visita a la Sierra, el verano de 1962, do que tomar los hongos equivalía a comprar un bo-
María Sabina no quiso bajar a Huautla ni aceptó leto y dar la vuelta en torno de uno mismo •—como
que la ceremonia de los hongos se realizara en la ca- se compra un boleto para dar la vuelta al mundo—,
sa de la profesora Herlinda. Exigió cuatrocientos pe- recorrerse uno mismo en un largo viaje donde no
sos, pan, cigarros y una botella de aguardiente, pero hay guías, ni mapas, ni posibles itinerarios. Le tenía
a su vez ella ofrecía una ceremonia celebrada en su miedo a ese vuelo espectral sobre los escasos cielos
alta cabana —está en la cumbre de una de las mon-
tañas que dominan a Huautla—, donde participa-
rían como auxiliares y cantantes dos sobrinas y una
nieta.
f y los abundantes infiernos que integran mi pasado,
a la angustia irracional del trance y al mismo tiem-
- po estaba decidido a sufrir la prueba ya que la ex-
•¡periencia del año pasado fue, con sus dolores y sus
La propuesta, formulada a través de intermedia- desgarramientos, una experiencia nueva que me ayu-
rios, tenía sus pros y sus contras. Corríamos el peli- dó a conocerme y de la que salí enriquecido espiri-
1 tualmente.
gro —según se confirmaría adelante—, de que la ce-
remonia careciera del recogimiento y el orden Un médico amigo, el doctor Raúl Fournier, me
necesarios y por añadidura existía el inconveniente ibía propuesto administrarme una dosis de psico-
de quedarnos atrapados en su cabana más tiempo ícibina en la Escuela de Medicina, pero a mí no me
del deseado. Por otro lado, existía el atractivo de hteresaba tragarme unas pastillas en un lugar civi-
realizar la ceremonia en el dominio privado de Ma- zado mientras escuchaba un concierto de Beetho-
ría Sabina, en el sigilo y en la autenticidad del mun- ¡n. Me interesaban los hongos unidos a su paisaje
do mazateco. Me decidí a correr la aventura con to- le nieblas, a los ritos mágicos y a la atmósfera reli-
dos sus riesgos y a las 7 de la noche, montados en ¡íosa propia de esos antiguos ágapes. La primera
muías y en caballos, iniciamos la marcha mi herma -ez sufrí demasiado porque tomé una dosis excesiva
na, la señora Zumalacarregui, una amiga suya, el e hongos —excesiva al menos para mi naturale-
astrónomo Enrique Chavira y la profesora Herlinda a— y no me sometí dócilmente a la técnica de Ma-
encargada de cuidar a las mujeres. la Sabina. El éxtasis tiene una técnica y si no la
Si bien ya conocía los efectos químicos de la psi- lene hay que inventarla. Contra la angustia irracio-
locibina, sobre mí pesaba obsesivo el delirio ante **ü que provoca el desdoblamiento de la personali-
rior y no tenía el menor deseo de revolver los poso- id y el número excesivo de las reminiscencias, con-

110 111
tra ese bisturí que nos saja poniendo al descubierto los infiernos era para mí de una importancia esen-
la soledad, la frustración, los instintos animales del ial.
hombre —el cuadro patológico de Sahagún—, qui- La luna en menguante, tardaría dos horas en apa-
zá no haya otro antídoto que tomar la mano de una ecer. En el profundo azul nocturno la Vía Láctea
mujer y descender con ella a los círculos infernales jarecía ascender impetuosa, levantando consigo el
de nuestro yo, sentirse defendidos por su ternura, ya líelo. Abajo quedaba Huautla. Sus luces mortecinas,
que el amor es lo único positivo en medio de las ne- jueñas manchas estáticas y amarillas, el sordo gol-
gaciones que nos cercan, lo único que puede salvar- ear de las plantas y los agudos ladridos de los pe-
nos de la condenación eterna. ros se desvanecían a medida que el silencio de las
Se debe confiar en el chamán que dirige el exta- illin ;/;• y las nubes de Sagitario, las nubes de estre-
sía —por eso es tan importante su elección— y si no |as cintilantes del centro de la Galaxia, se imponían
es posible crear un ambiente de intimidad y de reco- la intensa vida del alto cielo despejado. Las ci-
gimiento —la propia María lo destruye en parte ha- jas de los montes brotaban de las grandes masas de
ciéndose acompañar de sus familiares—, resulta nubes aplastadas en las faldas pero ese espectáculo
indispensable desatenderse de los ruidos y de las ma- iscinador, esa grandeza hecha de infinitas grandezas
nifestaciones ajenas a la ceremonia. El canto y las uperpuestas, también aparecía disminuida —atro-
palmas de María —incitaciones y desfallecimientos, ellada sería el término justo—, ante las nubes de
júbilo y tristeza, rompimientos bruscos y llamados Sagitario, ante aquella pleamar sideral, flujo y re-
imperativos— conducen el trance y naturalmente las lujo de nebulosas, de estrellas azules, de estrellas
voces, las risas, los ronquidos interfieren en el ce- ojas, de estrellas gigantes y enanas, latiendo, avan-
rebro alterado por la psilocibina; el que comió los jindo y retrocediendo —mareas, resacas—, sobre los
hongos oye esos ruidos y los interpreta conforme a DÍsmos de polvo oscuro.
la lógica de su delirio y muchas veces son estas in- De tarde en tarde surgían cabanas y los perros la-
terferencias las responsables de la desconfianza, de raban. Recordaba entonces la prueba que me aguar-
la cólera, del sentimiento de vejación o de burla que laba y sus consecuencias imprevisibles no dejaban
desvirtúan el trance. angustiarme.
Las cosas pues se presentaban muy diferentes ¡¡ Sumido alternativamente en estas consideraciones
como se presentaron en 1961. Tenía de mi lado la en la contemplación de la Vía Láctea, llegamos a
ternura de las dos mujeres que me acompañaban > casa de María Sabina. La casa, es un simple cuar-
su deseo de ayudarme como guías en el descenso ¡¡ ítcho de madera y tejado de lámina levantado al

112 113
borde del camino que lleva a las riberas del Santo r, cantaban canciones mexicanas o plegarias de las
Domingo. Está dividida en dos partes: la posterioi e entonan las devotas en la iglesia
servía de alcoba a seis o siete nietos; la anterior Estaban presentes asimismo dos hombres de la fa-
—las separaba una división de tablas—, servía tam- ¡lia, la hermana María Ana, y posiblemente cua-
bién de alcoba y de sala de ceremonias. En el altar, o cinco parientes que entraban y salían a cada
carente de ofrendas, descansaban los hongos sobre ito. El astrónomo Chavira se sentó en una viga ado-
una hoja de plátano, un incensario de barro, velas, da a la pared del cuartucho y nosotros tres ocupa-
piciate y un ramo de flores. ps el centro sobre unos petates, acompañados de
María me reconoció en el acto. Avanzó con su profesora Herlinda.
paso ligero y tomándome la mano le habló en ma- María sahumó los hongos y nos ofreció seis pares
zateco a la profesora Herlinda sin dejar de mi- cada uno. Los comimos despacio con tablillas de
rarme. ocolate y esperamos. Todos hablaban en voz alta;
—Dice María Sabina que debe usted estar tran- B niños corrían y chillaban desaforadamente. La
quilo —dijo Herlinda—. Esta vez no habrá interfe- randera, recogida en sí misma, tomaba aguardien-
rencias de brujos. Todo será distinto. jy fumaba sin descanso. También aguardaba el
La cabana estaba llena de gente. Los niños medio lagro. A los quince minutos experimenté un frío
desnudos asomaban por la cortina que cubría la itenso. Fue inútil que me echaran encima los abri-
puerta. Las tres cantadoras, la nieta y dos sobrinas >s y los sarapes disponibles. Temblaba como si tu-
ocupaban ya sus puestos sentadas frente al altar. Una ra un ataque de fiebre sin poder contenerme. Ma-
de las sobrinas, joven pálida y delgada, de grandes acercó llevando el piciate. Me untó la mezcla
y dulces ojos que cargaba a un niño pequeño, habría articulaciones sujetándome brazos y piernas
de revelarse como una buena acompañante de María icudidas por los espasmos. Su rostro grave, surcado
Sabina. Poseía una voz apasionada y su juventud, arrugas, estaba junto a mí. Salmodiaba en ma-
unida a su reciente maternidad, ofrecían un señala :o. La profesora Herlinda me dijo que no tarda-
do contraste con la voz ronca y la austera vejez de su en desaparecer el frío. Debía tener confianza y
maestra. La otra sobrina, tenía una cara angulosa y «char toda angustia.
unos ojos duros y brillantes. Ninguna usaba ya hui María Sabina volvió al altar y se sentó en
pil. Aunque las tres conocen los cánticos chámameos suelo. No sentía náuseas ni malestar alguno fue-
por haberlos escuchado repetidas veces, cuando Ma- de aquellos violentos escalofríos que continuaban
ría callaba para darles una oportunidad de intervc :diéndome. Tendido boca arriba veía las vigas

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delgadas y paralelas del techo iluminadas por la luy abrir una ventana donde arden los soles amarillos y
mortecina de las velas. Las vigas súbitamente cam- vibrantes de Van Gogh.
biaron. A lo largo de sus bordes mostraban uny Mi cabeza. Mi gran cabeza hirviente, mi gran ca-
doble hilera de rubíes descoloridos mas lo suficiente beza que cuelga de un árbol, como una colmena de
mente visibles para transformar la cabana en un pa oro. Mi cabeza, globo que flota sobre la galaxia, en
lacio de Las mil y una noches. Desaparecieron los los bordes oscuros y misteriosos de las nubes de Sa-
escalofríos. "Aquello" estaba presente; el toque má gitario, mi cabeza de cristal, mi cabeza de huesos
gico desplegaba su magnificencia irracional. blandos que se descomponen suavemente, dulcemen-
La voz normal de la profesora Herlinda:
—Pregunta María si ve usted algo. . .
—Sí, comienzo a tener alucinaciones.
Se apagaron las velas del altar y las sacerdotisa.^
I te, naturalmente, en orejas, en pabellones, en trom-
pas y en trompetas cartilaginosas para recibir mejor
esta música y para mejor producirla, esta música
creada por los hongos, por estos niños cantores, por
cantaron. Principiaba la nueva aventura. Restos niños violines, por estos niños cornos, por estos
Iniños chelos que me elevan, que me transportan, que
APROXIMACIÓN AL ÉXTASIS |me acunan, que me arrullan, que me hacen suspirar
de júbilo. La Cantoria, la Cantoria, la Cantoria, tro-
Descubrimiento de mí mismo, deslumbramiento. to de mármol roto en fragmentos, bajorrelieve licua-
El cuerpo del hombre ya no recipiente de sensacio- do al chocar los soles amarillos y devolverme a la
nes ajenas, ya no oídos, ya no ojos, ya no piel, ya iv realidad, a la cabana oscura, a la tierra, a la estera,
sentidos groseros para captar el mundo exterior de a los sollozos, a las risas tontas, a los gemidos de los
la luz y de los sonidos, del calor y del frío, sino njiiños reales, a los ronquidos de los hombres dormi-
un cuerpo nuevo, un instrumento que se une a la or- Jos, al canto de los gallos, a la luna que entra por
questación universal de las cosas vivas y de las co- 'is rendijas de la puerta.
sas muertas, una pupila abierta a otras ondas invi- Mi cabeza real, mi gran cabeza pensante —deli-
sibles, un ojo perturbado que crea su formas, sus liosamente pensante— sale del agua de los sueños, co-
colores, la estética de la que estaba hambriento; un bra conciencia del mundo y aguarda, como en los
ojo capaz de reproducir un dibujo, de recomponer intermedios, la continuación de un concierto que no
las luces a su capricho y sobre ese tejido, sobre e^i se sujeta a programas, que nadie sabe cuándo se ini-
tela compleja y delicada en la que predominan lo? ció y en que forma va a terminarse.
azules y los verdes, descolgar una bandera luminos A un lado mi hermana se ríe. Me dice que llora

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de risa. Que tiene la cara empapada de lágrimas fe- | LAS METAMORFOSIS
lices. Al otro lado su amiga solloza y habla de que-
rer volver a su casa. No necesito esforzarme para
Y en este vacío, de pronto el Milagro; la forma
comprenderlas. Las comprendo muy bien. Entiendo
sin forma; el Signo que no puede recordarse, la cla-
asimismo lo que ocurre en la cabana de María Sa-
ve de este gran misterio, las olas, o mejor dicho, las
bina. Un niño vomita junto al altar. Una cantadora líneas de las olas, el perfil de las olas, las ondas de
escupe ruidosamente. Las mujeres hablan en maza-
las olas, de las ondas sin sondas, insondables, vinien-
teco. Nada me molesta. Ningún ruido es capaz de
do de abajo, de arriba —¿cuál abajo, cuál arriba?—
perturbar mi placidez de Buda. Mi sueño cobra to-
cruzándose, naciendo unas de otras, extrañamente
da su significación mágica al delimitarlo, al acotarlo
enlazadas, trenzadas, huyendo veloces, haciéndose y
estas manifestaciones de mi mundo, un mundo que
recomponiéndose, quebrándose, volviéndose fluidas,
recobro complacido y vuelvo a perder al escuchar la transformándose en música, en esta música, ah, en
iniciación de un nuevo cántico: esta música indescifrable, en esta orquesta jamás
Chjon nga santa na so oída, imposible de retener, imposible de escuchar
Chjon nga santo na so. en la Tierra.
Música maestro. Ah doctor Fausto, me he conver-
Otra vez levo anclas y mi barca se hace a la mar,
tido en un músico genial. Si sólo tuviera fuerza pa-
esta barca que soy yo mismo, esta barca aérea y sub- ra tomar un lápiz y fijar estas notas, ganaría la in-
marina que flota en el espacio azul, que boga sin re- mortalidad. ¿Pero qué es la inmortalidad? ¿Esa
mos, sin viajeros, sin timonel por este vacío azul ca- obsesión dolorosa y envilecedora va a destruir el
rente de peces, carente de peso, carente de estrellas; único éxtasis que he tenido en mi vida?
la Nada, el imperio de la nada, el vacío absoluto, la
(El éxtasis se nos da a cambio de no transmitirlo,
campana neumática, el espacio del astronauta, el flu- a cambio de no legarlo, a cambio de entregarnos a
jo de la gravedad, la fuerza de la gravedad, de lo él sin fines utilitarios posteriores.)
que no cae y no se levanta, de lo que está en movi- ¿Quién soy? Desde luego, no soy el que era "an-
miento y parece inmóvil: el vacío, la divinidad. Yo tes". Esa continuidad, esa coherencia del ser se ha
mismo la divinidad, sin playas, sin riberas, yo mis- roto en mil pedazos. Soy y no soy. Estoy aquí y no
mo vacío, yo mismo eternidad, yo mismo el univer- estoy. Soy actor y testigo. Me he ido y estoy ausente
so, antes de la formación del polvo cósmico, del gas de todo, lejos de todo y sin embargo, estoy aquí pre-
cósmico, de las galaxias cósmicas. sente y asisto asombrado a mi propia metamorfosis.
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Puedo fundirme como un muñeco de nieve, puedo El cántico se hace más poderoso y se borran los
hacerme de vidrio sin temor a quebrarme —me río despliegues de la concha. Se borran enteramente. El
mucho pensando en el licenciado Vidriera—, puedo cántico trata de construir un nuevo Signo, un signo
transformarme en una planta —siento las grandes que puede ser una fuente de vidrio azul o simple-
hojas verdes nacer impetuosas de mi pie izquierdo—, mente la imagen de una fuente, la imagen de un sue-
puedo nadar o volar por el aire alterado, por un aire ño infantil, un arabesco luminoso, un arabesco ba-
de suavidad extrema, por una sustancia tibia, recon- rroco, un altar dorado, una columna estípite, un altar
fortante, bienhechora y formar parte de ella y di- sin santos, un altar de columnas salomónicas, de
luirme en ella, en su inefable beatitud de la que tirabuzones, de vides doradas, de tirabuzones que
brota, formándose lentamente, el Signo. El signo, la principian a moverse y a girar, como un rehilete,
imagen clave, la revelación. ¿De qué? ¿De qué mis- mientras suena el órgano, el gran órgano del coro
terio? ¿De qué lenguaje cifrado, de qué nuevo mun- chino con las bocas de los tubos que corresponden
do? No podría siquiera recordar en qué consiste ese a las bocas de millares de bocas rígidas —con la ri-
formidable Signo. A veces me hiere en alguna parte gidez del metal—, pero que están cantando, que es-
del cerebro como un breve relámpago y cuando tra- tán vertiendo sobre mí este diluvio de cantos, milla-
to de fijarlo se ha desvanecido y queda sólo una res de bocas angulosas, de bocas de oidores, de bocas
sensación delicada y deslumbradora, una arquitec- de inquisidores, de bocas de frailes españoles, de bo-
tura —semejante a un móvil de Calder— pero infi- cas secas, de bocas duras que cantan su eterna sal-
nitamente menos pesada, una arquitectura de gran modia: Espíritu Santo, Santo, Santo, Santo, Espíritu
refinamiento, hecha de rubíes, de rubíes que arden I Santo, Santo, Santo, Santo, para desvanecerse —oh
como los fuegos de artificio populares cuando se es- Icolonia española, oh pecado, oh vivir en pecado mor-
tán extinguiendo y brillan sobre la noche en su arma- •tal— y transformarse en otras bocas, las bocas de
zón abstracto de carrizos. líos frescos de Zacuala, el dibujo de las bocas de los
María Sabina canta y palmea. Palmea suavemente. •palacios teotihuacanos, de las carnosas bocas cerra-
Es una música apagada y rítmica que ahora toma una idas con labios olmecas, transparentes, que dejan ver
forma precisa: la de una concha creciente. Una con- líos dientes parejos de los indios, la boca empenacha-
cha blanca, desplegándose, abriéndose como una flor Ida de azul, la boca orlada de triángulos, de dientes
blanca, como unas alas de paloma agitándose silencio- rae sierra, la boca-matriz, la boca-vagina, la boca co-
sas, sin remontar el vuelo, sin ascender, fijas en la os- no una concha en el centro del fresco, la boca que
curidad de la cabana por un fenómeno inexplicable. [crea sus picos azules, sus dientes de sierra; la boca

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que evoca los ojos negros, los ojos negros orlados de funden, se enfrían y desaparecen en el deleite esté-
párpados verdes, el pico de ave de Tlaloc, el cuerpo tico, en una sensación de placidez intelectual al que
de Tlaloc, el cuerpo de Tlaloc hecho de estrellas, de se unía un creciente bienestar físico.
semillas, de conchas, de plumas, de arabescos, de A las doce "aquello" desapareció como se había
grecas, las manos de Tlaloc que se funden en gran- presentado. Los rubíes que transformaban la cabana
des gotas, que se deshacen, que se descomponen en en una cámara real se extinguieron, el techo recobró
millares de manos, en millares de arabescos blandos su apariencia sórdida —habían prendido las velas
que fluyen, desaparecen y nacen unos de otros; siem- del altar— y yo me sentí de vuelta en el mundo co-
pre este partir y este recomenzar y este principiar y herente y sólido que me ha sido familiar durante
este huir sin meta, sin final, sin término, siempre es- cuarenta años. Me senté en el petate con facilidad.
ta expansión —como la del Universo—, este rodar Mis piernas habían recobrado su elasticidad y su
en los espacios curvos, estos vuelos siderales, estos fuerza habituales. Sin embargo, predominaba una
viajes en los tapetes de los magos orientales, estas sensación que era una mezcla de serenidad, de rara
visiones sorprendidas por el agujero de las nubes, penetración intelectual y de confianza en mí mismo.
por las roturas de las olas, por las interrupciones de
las olas. El Signo. Signo de alegría, de serenidad, EL SIGNO
de reposo en el movimiento, de inmovilidad en la
expansión y en la huida. Cintilaciones. Parpadeos. Sentía que me había rozado una presencia espiri-
La música —las voces—, sonando aquí, allá, bro- ual y que esta presencia no se había desvanecido y
tando de todos los rincones de la cabana oscura, del ¡persistía en mí como los sueños bienhechores cuan-
techo que se ha puesto a cantar, del petate que se ha o todavía no hemos despertado del todo. Mi estado
puesto a cantar, de mi cabeza que se ha puesto a no era eufórico, sino de una placidez extraordinaria.
cantar. Y allá voy, kaleidoscopio, cristales, rombos, Hubiera querido comunicarla a los demás, pero las
cubos, triángulos, pirámides, formas geométricas, en pocas palabras que pude decir no guardaban ningu-
esta nueva expansión que recomienza cobrando un na relación con mi estado de ánimo. Advertía con
nuevo ritmo. Luego todo se funde, se contrae, se agru- laridad el abismo que existía entre la elevación y
pa y por primera vez, una visión concreta: la pirá- a pureza de mis pensamientos y la torpeza de mi
mide de Teotihuacán, el cono truncado y perfecto, iscursear tartamudo.
la masa dorada, circundada de cresterías, de escali- Fuera del éxtasis seguía en cierto modo poseído
natas, de templos, de plataformas, de frisos que se ir un espíritu divino, que no me empujaba a la ac-

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..,._,*;

ción —escribir o hablar— sino a la contemplación


de mi go/o interior. Lamentaba haber salido del alteración bien estudiada, sino otra cosa de una na-
trance con tanta rapidez y deseaba volver a caer en turaleza diferente. El éxtasis de los hongos trascen-
él, pero esto ya no era posible. Las mujeres reían, día mi conocimiento, mi lógica occidental y me lle-
carraspeaban, tosían y los niños enfermos buscaban vaba a pensar que aquella comunión celebrada en
llorando el regazo de sus madres las sacerdotisas. la cumbre de las montañas solitarias, dirigida por
Salí fuera. La luna en menguante estaba en el cénit. María Sabina, "la que sabe", dentro de una cabana
Recorrí despacio el camino que conduce a la cima miserable, me acercaba al espíritu de los sacerdotes
de la alta montaña. Las nubes plateadas, densas y mexicanos, no sólo al espíritu de María Sabina, si-
redondas cubrían las masas de las oscuras cordille- no al espíritu de los magos, de los adivinos, de los
ras y las copas de los árboles surgían de los abismos curanderos, de los chamanes toltecos, zapotecos, mix-
sombreando el borde del camino. La cabana de Ma- téeos, mexicanos, a esas noches en que cerca de las es-
ría Sabina estaba a mis pies. Reinaba una extraña tatuas de sus dioses, respirando el copal y el perfu-
paz sideral, el majestuoso silencio de las grandes me de sus flores, comían los hongos sagrados y se
alturas, una paz y un silencio traspasados sin embar- hundían en sus delirios y hablaban con los dioses y
los muertos.
go por un temor que yo no era capaz de dominar en
ese momento. Tlaloc estaba ahí junto a mí y Nindó Tokosho y
Las cruces, adornadas de flores, los dioses y los Coatlicue. En mi cerebro, como una herida, persis-
espíritus dueños de los cerros, de los manantiales y tía el Signo, la imagen abstracta del Signo, ese res-
de los barrancos, los aullidos lejanos de los coyotes, plandor de otro mundo, esa estructura refinada que
la invisible presencia de los nahuales y de los muer- yo era incapaz de reconstruir o de evocar, pero cuyos
tos, era la atmósfera que rodeaba la cabana, aquella efectos mágicos, como los de una música, impreg-
naban aún todas las células de mi cuerpo.
atmósfera sagrada de temores y delirios antiguos en
la que crecía como una orquídea, la ceremonia de Había descubierto en mí —no hay otra forma de
los hongos alucinantes. Yo tenía la sensación de ha- conocimiento—, el éxtasis mantenido secreto por es-
ber participado en la comunión del nanacatl, en ese pacio de siglos; los ídolos ocultos detrás de los al-
tares cristianos; el cordón umbilical que los conquis-
rito al que sólo tienen acceso los puros, los que se
tadores creyeron haber cortado de un tajo y a través
han limpiado de sus pecados a fin de recibir en su
cuerpo la carne de los viejos dioses mazatecos. del cual los indios mantuvieron una relación con su
mundo destruido, con la fuente de los colores, de
No era ya el efecto químico de la psilocibina, su
los dibujos, de las formas antiguas.
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Los indios nos entregaban, no su paraíso, sino su
conocimiento. Las posibilidades increíbles del hom-
bre, de su cuerpo y de su espíritu, la facultad de
romper las fronteras que nos ahogan, la de aniqui-
lar su cárcel, la de desdoblarse en las varias, infi-
nitas personalidades que integran nuestra concien-
cia, la colectiva, la de atrás, los eslabones perdidos
de los milenarios, las del complejo presente, con su
angustia, su inseguridad y su fortaleza y las perso-
nalidades del mañana, semillas del porvenir no ger-
minadas, la revelación en fin de lo que podría ser el
hombre si logra vencer los monstruos creados por su
propia imaginación.
La droga —el soma— de Aldous Huxley, el éx-
tasis dirigido, el chamanismo del siglo xxi, la as-
censión a la gloria, el descenso a los infiernos, la
metamorfosis del artista en matemático, del mate-
mático en artista, la obtención de la dicha, el sueño
sin desilusiones, la esperanza sin desencantos, la al-
teración del tiempo y del espacio, la clave de ese
lenguaje cifrado que es la vida, el Signo de la Eter-
nidad v de la Sabiduría.

Imprenta Madero, S. A. de C. V.
Avena 102, 09810 México, D. F.
30-VI-1985
Edición de 3 000 ejemplares

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