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Kawsachun Coca

La historia de los pueblos y comunidades de Bolivia es también la historia del sector cocalero, ya sea como
reflejo o como continuidad. Se trata así de una historia de violencia1, mencionando solo algunos ejemplo
de los últimos cien años: en 1921 la masacre en Jesús de Machaca, en 1923 la masacre de mineros en
Uncía, en 1942 y en 1947 las masacres de mineros de Catavi, los enfrentamientos en Siglo XX, Llallagua,
Catavi, Kami, Milluni y la masacre de San Juan durante la dictadura de Barrientos en los 60; la Masacre
del Valle contra los campesinos en Tolata, Epizana y Melga en 1973; en este sentido también se
incorporan los enfrentamientos y violencia sobre el sector cocalero entre los años 1990 a 2003.

No es sino el mismo pueblo que tuvo que moverse a través de los diferentes sectores económicos para
resistir a las condiciones que desde el Estado se generaban y que amenazaban su propia vida. Los
compañeros mineros han salido de los hacendados que se habían consolidado gracias a la colonización,
muchos retornarían a sus pueblos luego de la guerra del Chaco; los mismos que con el tiempo serian parte
de nuevo del sector de la gran minería a partir de la COMIBOL creada en 1952 y, por último, serian
expulsados en 1986 con la llegada del neoliberalismo, alrededor de veintitrés mil mineros que tendrán
que buscar un nuevo sustento en la hoja de coca hacia el Chapare o en el comercio, lo que se conoce
como la “relocalización”.

A partir de entonces, no podemos entender a este sector sin su actor antagónico, la intervención de
Estados Unidos, ya que cobraran sentido en tanto se considere como actuaron ambos desde la llegada
del neoliberalismo. Mientras un sector, el cocalero, había sido expulsado de las minas y desechada a su
suerte para conseguir sustento económico; Estados Unidos iniciaría una campaña de persecución a través
de la DEA y la “lucha contra el narcotráfico”, teniendo de aliado al Estado neoliberal.

Será el sector cocalero del Chapare el que sufra la mayor violencia en esta década, la política
estadounidense no solo traerá la erradicación forzada sino violaciones, muertes, torturas y mayor pobreza
para los cocaleros, sumando más de mil personas afectadas. Esto generaría la organización bajo las 6
Federaciones del Trópico, organización sindical para la defensa de la vida no solo económica del sector
sino lo cultural que representa la hoja de coca.

Al mismo tiempo la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), en


1995, crearía el Instrumento Político de los pueblos originarios y las organizaciones sociales. Pasando los
sectores campesinos y pueblos de la organización sindical a la organización política ya que no se sentían
identificados con ningún partido hasta ese entonces existente, el objetivo sería no reproducir más aquel
sistema político electoral que nunca antes había permitido su participación, un objetivo que unificara al
sector popular bajo el partido MAS-IPSP.

Mientras se radicalizaban las presiones sobre el sector cocalero con el denominado “Plan Dignidad” y la
política de “coca cero”; también se radicalizaría la posición de los sectores campesinos e indígenas,
quienes comenzarían su demanda por el reconocimiento de los pueblos originarios y empezarían a
posicionar diputados; pero era el sector cocalero el que sufriría las mayores represiones y el que, al final,
se constituiría como el sujeto político antagónico al sistema neocolonial que se estaba estructurando.

Frente a la visión de relacionar la producción de la hoja de coca con el narcotráfico, se debe entender al
sector campesino cocalero como la consecuencia histórica de la llegada de la política neoliberal y el
contexto externo. La emergencia de los sectores populares el 2003, el rechazo a una política de violencia
y la importante participación del sector cocalero en este proceso de reivindicación son parte de una
historia más larga, la historia de los pueblos oprimidos de Bolivia.

1
Entenderemos como violencia como “aquella intención, acción u omisión mediante la cual existe una
imposición de voluntad sobre la de otros, generando daños de tipo físico, psicológico, económico y
cultural” cómo definiría Mayarí Castillo en “Movimiento cocalero en Bolivia, Violencia, discurso y
hegemonía”.

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