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JOS MARIA RAMOS MEJIA
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LAS MULTITUDES
ARGENTINAS
ESTUDIO PRELIMINAR Y BIBLIOGRAFIA
ABEL LANGER
SECRETARIA DE CULTURA DE LA NACION
en copreduccién con
EDITORIAL MARYMAR
ESTUDIO PRELIMINAR i 1
Gos art Rare Mei (8 1914) hombre de ciencia, mé-
digo, politico, educadary eeritor de sdlida cultura, fue un prov
pulsar de los estudios psiquidtricos y psicolégiicos en la Argon:
tina
‘Se interes por los problemas sociales, histéricos y politicos ¢
influyé en la cultura de su tiempo. En 1871, siendo estudiante de
medicina encabeza un movimiento por la renovacién cientifica
delosetaustros. ste movimiento, que comprendida toda ta Unt
versidad de Bs. As., culminé con la incoparacién a la ensefianza
de toda una nueva generacién, “que empezé a lavarse las manos,
treyd en fos microseopios e hizo cortes histolégicos", al decir de
su disc(pulo José Ingenieros.
Como médica ejercié la Catedra, siendo titular, de Patolota
‘Nerviosa (1887), contempordneaa la dectiniea de las enfermeda
des nerviosas, que a partir de 1882 se cred en Francia, acargode *
Charcot y en donde la neurologta es reconocida por primera vez
conto disciplina autonoma, Fundéel Cireulo Médico Argentino y
los Anales del mismo, Creé la primera institucién psiquidtrica
privada de nuestro pais: el Instituto Frenopético, siendo su pri-
mer director. Alit se levaban a cabo los “almuerzos de tos vier
nes”, frecuentados por los hombres mds relevantes de la “generc
cidn det 80":Lugones, Juan A, Garefa, Payr6, Marianoy Joaquin
de Vedia, Angel Estrada, Florencio Sénchez, Mariano Bosch
Garcta Velloso, y muchas otras personalidades del mundo de las
ciencias y de las letras. En 1889 promovid la creacidn de la Asis:
fencia Piblice, cuya direcci6n eercié
Fue presidente del Departamento Nacional de Higiene en
1893. Durante su gestién sanitaria “dot6 ala sanidad de un he
pital flotante y del Lazareto de Martin Gareta, cred la Inspece!
7Poquisimos son los soldados que han salvado. Con la pierna el
brazo fracturado por las balas, iba al sepulcro el cuerpo, ata-
cado por la gangrena o la inflamacién. ® Los que quedaban ha-
ian conguistado bien el derecho ala vida, y sus restos, numero-
sisimos y vigorosos, por cierto, iban a darnos, juntamente con
muchos otros elementos, parte de la fuerza de resistencia y el
fluido fisico refrescante para las renovaciones futuras de las
otras multitudes del porvenir.
152,
CAPITULO VIL
LA MULTITUD DE LOS TIEMPOS
MODERNOS
Sumanio: Caracteres psicolégidos de los pueblos del litoral
angentino, Diferoncias entre ellos y os del interior. Ipfluencia de
«# Javide maritime. Pormacion de las multitudes modernas. Psico
lh de nmgrente Distntes asad su tranaerfaion. Ths
que sungen de 0. £1 burgués-anreus, el guarango, ef huaso, et
Poculiaridades do. sa erganizacisn psieoldgiea. Madifieaciones
traseendentales del inmigrante, Cémovan sufriendo [influensia
del media las generaciones que salen de
Las tres multitudes deseritas marcan las distiqtas fases del
desenvolvimiento de la raza argentina en cada uno de los peri-
odes que representa. La multitud de la colonia y el virreinato se
organiza en las ciudades, y es, al principio, genuinamente espa-
fiola. Conserva sus earacteres hasta que por lenta y necesaria
evolucién se forma la que va a actuar en la emaheipacién, en
euyo Seno, como se sabe, se resisten a entrar las clases superic.
res, que son al principio completamente antipletdxenas.
La de lastiranias 0, por otro nombro, del aio 20, sale de los ti
torales del Rio de la Plata, y es india, heterogénea como ningu-
ha y completamente inculta, es casi autéctona mestiza-espario-
Jaen parte, y constituida por el hombre de la natuyaleza que se
hha formado an la soledadyel aislamiento delos desfertosinmen_
sos y en los montes sin fin de las costas dilatadas, que les permi-
ten reproducirse por la fecundidad extraordinaria que es la ley
de su fisiologia, Esta desencadénase, luego, sobre las eiudades,
153een
como rueda el Parand, que le dio la vida de sus aguas, el calor de
su atméstera fecunda, y que después de haber recorrido inmen-
sas soledades y atravesado selvas impenetrables, abandona
bruscamdnte la regién montafiosa y cambiando de nivel, con
estrépito| entra vibrante, saltando por cataratas inmensas para
‘nundar como un torrente la llanara que alegre sonrie al reeibir~
lo en su
Dentro de la evolucién restringida de semejante organismo
tan transitorio, Facundo representa un primer grado de rustici-
dad, porghe es genuina expresion de la barbarie sanguinea ¢im-
pulsiva dé la multitud de Jos campos; Artigas, mas malo que bar-
aro, y coh fuerte aspeeto tenebroso, mas que un primitivo es un
delineuerfte comtin; Ramirez marea cierto grado de urbanizacion,
ino diré de civilizacién todavia) algo mas acentuado, pero no es
atin el pletégeno bicéfalo que acumula las simpatias de las clus
mas de lal campitia y de las eiudades: le falta el pulmén apropia
do para respirar alternativamente la atmésfera moral de ambas;
todavia sp asfixia en el poblado. Rosas es casi un vertebrado, en
el sentid9 de una final perfeccién en ese transformismo mental
Neno de sprpresas; era, como dije antes, una expresion delas dos
multitudes: de la multitud decrépita de la ciudad fatigada, y de
ja barbarie rural, exuberante de sangre oxigenada, de misculos
espesos de troglodita, de nervios virgenes y exeitables.
‘Curioga, por muchos conceptos, era tan hibrida la sociedad,
que Hlevaba la galera y vestia la casaca de la sastreria ciudada-
ria al migmo tiempo que la bota de potro y el chiripa. Una sire.
na simbélica: mitad gente, mitad animal, como informan Tos.
cuentos tnitolégicos que circulaban alrededor del fogén. El uso
de la galera, como pintoroscamente llamaban ellos al sombrero
alto o de pelo, era un tribute que el gaucho caudillo urbanizado,
pagaba d Ja ciudad, o si se quiere, el signo de un principio de
conquista operado por ésta. Ramirez se retiré de Buenos Aires,
cn el aiio 1820, usandola ya doble barhijo.' Urquiza la cargé tam-
bién, en ho menos extravagantes combinaciones, y no est lejos
la época len que vefamos cruzar las calles de Buenos Aires al
simpatich general Hornos, caballero en un bayo de cabos negros,
coseojeador y alertero, vestido con su abundante chagueta, el
poncho pampeano de alegres colores y la gran galera echada
sobre sug ojos vivarachos y pendencieros. Ese atributo en la toi-
{tte camipesina, parecia otras veees la corona sui generis de esos
reyezusis del litoral, cuando se ponfan en contacto con el pue+
blito o ‘4 ciudad: era sin duda alguna un emblema, al mismo
ticmpo sheun sign de autoridad. odes ellos a usarsn con mar:
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cada predileccién, como si algtin suefo travieso de grandeza real
les hubiera cruzado por la mente, dictndoles inelinacion tan
risible por la simbélica caricatura del supremo poder personal.
Y por via de ilustracién final, valgame el recuerdo de aquel viejo
mariscal Lopez (padre) que daba audiencia detras de una mesa,
ag bindo por una enorme galera, eaprichosamente modificada
por Ia indumentaria de la sastreria guaranitica
Creo que en la Vida de Alejandro, Plutarco dice que los deta-
les menudos sirven para dar a conocer de qué matira se han
formado y transformado los gobiernos, las leyes, las costumbres
yel cardcter de un pueblo, Por eso —recordando el precepto del
maestro—, cité los anteriores, aunque parezean pueriles.
Asi y todo, esas multitudes rurales del litoral, aparecen en
nuestra historia como autorasde las grandes audacias politicas.
La sublevacién de Tupac-Amard, que no es del litoral, pero que
fhe real, es el primer ejemplo con que tropieza mi puma; y los,
otros, la revolucién memorable de las comarcas del surde la pro-
vincia de Buenos Aires del afio 1839, que se le van a las barbas
2 Rosas, como hubo de irsele otro campesino que pags con la ca-
boza sus veleidades libertadoras: el coronel Zelarrayan. Y por
fin, entre muchos otros que escapan a mi recuerdo, la suble-
vacién de los campesinos de Entre Rios y Corrientes, que con-
quistaron la victoria de Caseros. Es que casi siempre fueron la
explosién de la vida en lo que tiene de mAs vigoroso y primitivo;
parecian representar el estallido de la reaccién muscular y del
predominio del aparato circulatorio, con arterias como cafios de
bronee, en que cireulaba Ia sangre con los ruidos y fluidos vita-
les que arrastra ese Parana de torso colosal que acabamos de
‘mencionar. sos barbaros debian tener patas colosales como los
megaterios, y la mano como la garra del troglodita; trafan en la
vor el relincho del bagual, en el brazo, reminiscencias de la osa-
menta de un abolengo eiclopeo, y euando reian o blasfemaban,
resonaba el amplio térax como batido por vibraciones de una
laringe acostumbrada a las interjecciones violentas, porque
poseian notas que semejaban réfagas de huraedn, No trajeron
cotaboracién intelectual a 1a civilizacién argentina, sino pura-
mente fisica: representaron la resurrecci6n de la salud corporal,
gue da también fresco ambiente al espirita, fibra a la voluntad
y calor al sentimiento, cuando la eivilizaci6n urbana sabe apro-
vecharla transformsindola por sus medios conocidos. Su fur-vién
parece més bien biolégica que politica; engendra las tirania, 20-
mo la sangre rica, las inflamaciones y las infeceiones mortales
que producen las pioemias. Si se Jes hubiera entrerado un
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