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N. V. M.

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IMPRENTA ALDECOA - BURGOS 12890

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P R O L O G O D E L A E D IC I O N E S P A Ñ O L A

L a sensación angustiosa de vacío y provisionalidad que


los regímenes republicano-democráticos producen necesa­
riamente, ha despertado, como reacción, en muchos pue­
blos— ahora en España— un interés, antes adormecido,
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ca. Unos los buscan como posible solución ante las inmi­
nencias revolucionarias que nos circundan y angustian:
como realización práctica y científica del instinto de reac­
ción despertado en tantas conciencias; otros los buscan
por el deseo de apuntalar con razones sólidas lo que ya
es en ellos sentimiento, simpatía y nostalgia.
L a época de la ante-guerra, la que podríamos encerrar
cronológicamente entre la Exposición Universal de París
y el 1911}, fué una época cómoda y fácil: una época— can­
taba nostálgicamente el poeta magiar Andrés A d y— en que
la vida ‘‘valió la pena de vivirse". Todo el progreso mate­
rial y mecánico del siglo X IX , en efecto, rendía en esa épo­
ca sus frutos de madurez, sin dejar ver todavía todo lo que
de trastorno y desequilibrio llevaba en sí su crecimiento
rápido y vistoso, en desarmonía con el progreso moral. E l
capitalismo y el industrialismo se veían todavía por las
caras brillantes de lo que tienen de lujo, progreso y belleza
y no por las caras trágicas de lo que tienen de problema
o injusticia. L a superproducción acumulaba confiadamen­
te sus stocks, sin engendrar aún la quiebra y la crisis: era
todavía abundancia, no tragedia. Paralelamente, en la vida
política el orden era fácil, los problemas mínimos... Fué a
merced de esta vida suave y cómoda, aprovechando ese es­
pejismo y dejándose llevar por esa dulce inercia, como la
democracia pudo, con tanto éxito, dedicarse a hablar a los
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X PRÓLOGO DE LA EDICIÓN ESPAÑOLA PRÓLOGO DE LA EDICIÓN ESPAÑOLA XI

hombres nada más que de derechos y no de deberes, nada coche, porque son ya lujos-insostenibles, hemos tenido que
más que de libertad y no de autoridad. Estas palabras de quitar la libertad y la democracia. Y , torpemente, por fa l­
serpiente, unidas al ambiente paradisíaco de la hora, fue­ ta de costumbre, pero con buena voluntad, queremos ga ­
ron las que engendraron en toda una generación ese con­ narnos, en todo, él pan de cada día...
cepto fácil de la civilización y de la vida, que las concibe Y es dentro de esta general actitud, formando parte de
como gratuito usufructo y no como esfuerzo duro y coti­ ella, donde se ha producido dentro de muchos espíritus ese
diana tarea. Se infiltró en toda una generación la creencia deseo de conocer los fundamentos doctrinales de la forma
deliciosa, de que todo “ estaba ahí” , a la mano, como la fru ­ monárquica. H em os comprendido, de pronto, ante la dolo-
ta en él árbol: él tren, él teléfono, el telégrafo, el Estado, rosa sacudida de su derrumbamiento, que la Monarquía
él orden, la autoridad, la Monarquía. Pero no se le enseñó no es tampoco un cómodo usufructo legado por las gene­
cómo había de cuidar el árbol que tales frutas le ofrecía: raciones pasadas, y por nosotros pasivamente disfrutado.
no se le enseñó un solo deber, una sola aportación para el La Monarquía no es un simple hecho; es una verdad que
sostenimiento de todo ese mecanismo difícil y complicado hay que conocer, estudiar, amar y defender.
que hace posible que se hagan trenes y teléfonos, que haya Para servir a esa necesidad de los espíritus de la actual
Estados y orden y que subsistan las Monarquías. Y natu­ generación, era indispensable, en España, traducir él libro
ralmente, un buen día aquella generación optimista e ilusa, clásico de Charles Maurras, titulado E ncuesta sobre la
de buenas a primeras, amaneció sin tren, y otro día sin te­ Monarquía. A la bibliografía monárquica española, flo ­
léfono, y otro sin orden ni autoridad, y otro sin M onar­ recida en estos años con abundancia, y con impaciencia
quía... que tiene algo de atropellada reparación, le hubiera falta­
Uno de los signos más característicos de esa genera­ do un fragmento fundamental si no se hubiera hecho la
ción fué su urbanismo acentuado. Había perdido su contac­ traducción de este libro original y famoso.
to con él campo. Mandaban los hombres de la ciudad. Y el N o es esto decir que este libro contenga la totalidad de
hombre de la ciudad, a fuerza de encontrárselo todo hecho la doctrina monárquica, tal como en España debe enten­
con sólo salir a la calle— el escaparate, él tranvía, el guar­ derse, por tradición y espíritu nacional, esta doctrina. P ero
dia—, se convierte en un Pangloss cándido y optimista que este libro es una aportación provechosísima e insustitui­
se olvida de que nada de esto es gratuito: que nada de esto ble para la consideración total de la tesis monárquica, que
puede sostenerse atacándolo diariamente con derechos examina desde un ángulo de óbervación para nosotros n o ­
agresivos, en vez de apuntalarlo con deberes de colabora- vísimo.
f ción. E l hombre del campo, en cambio, amanece teniendo N ada tendremos que aprender en él, es cierto, acerca
i cada día ante sí, como un problema, la tierra desnuda, de los fundamentos filosóficos, hasta teológicos si queréis,
* .'donde todo lo que se recoge ha de ser sembrado prim ero; del gobierno monárquico: difícilmente libro alguno extran­
\donde todo se hace a la vista, sin ilusas y mágicas espon­ jero podrá añadir nada en esta materia a lo que la escuela
taneidades; donde cada fruto es precio de una labor. tradñcionalista española tiene sobre esto estudiado y di­
Ahora nosotros somos una generación escarmentada y cho, desde Saavedra Fajardo, Monzón, Rivadeneyra, Q u e-
dolorida, que quiere abandonar esa actitud pasiva y urba­ vedo, Santa María o Mollea, hasta Bálmes, Aparisi o Mella.
na de la pasada generación, para adoptar, por reacción, P ero él hecho, puramente circunstancial y político, de
otra actitud más saludable, activa y agraria. Hem os apren­ haberse vinculado esta escuela, en el último período de su
dido que nada se hace sin siembra y labor. Somos una ge­ vida, a Ja causa de una dinastía disidente y desterrada,
neración venida a menos. Gomo quien quita el portero o él cuyas posibilidades de triunfo n o parecían inmediatas, en -
xn PRÓLOGO DE LA EDICIÓN ESPAÑOLA X III
PRÓLOGO DE LA EDICIÓN ESPAÑOLA

gendró en sus pensadores una tendencia natural a mante­ de pragmatismo. Pero esto 'ocurre contadas veces. E n con­
nerse en la región de los principios puros, sin dar a sus junto, no podemos creer en el peligro de un libro que apor­
doctrinas la concreción y el sentido de detalle y eficacia ta razones positivas y realistas a una tesis que ya está su­
que requiere una tesis politica actuante. ficientemente apuntalada de razones filosóficas e históri­
Esto contribuyó a mantener la tesis monárquica en una cas. L o que deja de decir un libro que intencionadamente
especie de alejamiento nebuloso, que le valió ante muchos se señaló su límite y se marcó su campo de labor, no po­
espíritus la consideración de algo extremo, pasado, román­ drá ser nunca objeción contra el. N o creemos que un buen
tico e irreal. P o r eso juzgamos convenientísimo traer al tratado de ingeniería aplicada, haga peligrar, sino al con­
palenque de la lucha intelectual española pro-Monarquía trario, los principios puros de la Mecánica.
la formidable aportación de este libro que contempla el Y por lo que toca ya directamente a la cuestión de or­
problema monárquico desde un punto de vista puramente todoxia, nos atenemos en un todo a la resolución superior
positivo, actuante y funcional. A l lado de la voz veterana de la Iglesia, que en el decreto de la Congregación del San­
de nuestros teólogos del X V I y nuestros políticos tradi- to Oficio de 29 de diciembre de 1928, promulgando resolu­
cionalistas del X IX , insuperables en los grandes funda­ ción del 26 de enero de 191If, condenó expresa y nominal­
mentos filosóficos de la Monarquía, es interesantísimo oír mente algunos escritos de Maurras, sin hacer la más mí­
la voz de Charles Maurras y de todos los escritores de la nima referencia a la obra que hoy, traducida al castella­
E ncuesta, que, con Com te y Renán, han llegado al campo no, publicamos.
monárquico por camino bien distinto y han elaborado su
N o estimamos necesario encarecer, finalmente, todo lo
convicción con dolores de cotidiana experiencia y de pa­
que a la útilísima aportación que esta obra representa para
triotismo en carne viva. Se han publicado en España re­
la doctrina monárquica, añade de fuerza y eficacia el pe­
cientemente las obras de Ba'lmes y de Mella. Se han tra­
culiar estilo del autor, lleno de calidades didácticas: cla­
ducido interesantes tesis inglesas en apoyo de la Monar­
ridad, firmeza, expresivismo, y sobre todo, de un peculiar
quía. José María Pemán, el maravilloso poeta y sutilísi­
contagio de entusiasmo y pasión.
mo pensador, ha escrito en sus ocho Cartas a un escéptico
L a generación pasada tuvo un momento en que conside­
en materia de formas de gobierno un compendio magis­ ró, repitiendo la frase hasta marchitarla en tópico, a Ana­
tral— fácil y hondo, ameno y rigurosamente científico a la
tole France como el más genuino heredero y representante
vez— de la doctrina monárquica española en todos sus as­
del espíritu latino. Esto fué un puro exceso, superficial y
pectos y facetas. E ra preciso, para completar la labor, tra­
verbalista, nacido de la concepción frívola y academicista
ducir este libro donde, como repetidamente dice Charles
que tuvo el siglo pasado, heredándolo del X V I I I , del la­
Maurras, la Monarquía no es considerada como “una mís­
tinismo: latinismo ligero y burbujeante, que parecía ro­
tica", sino como una realidad positiva y nacional.
ciado con el champán que derrochaban los sudamericanos
¿ Tiene esto algún peligro, ni siquiera para el lector m e­ en cuyo honor y acogimiento se inventó. Si ese hubiera
dio o poco preparado? Entendemos que ninguno. N o había
sido el verdadero latinismo, en Rom a se hubiera escrito el
de estar nuestra literatura monárquica tan sobresaturada Satyricón, pero no las Décadas, ni los A nales: y sobre todo,
de puros principios católicos e inmunizadores, y aun así no
Rom a no hubiera construido el Foro, ni el Capitolio, ni el
estimaríamos peligrosa la lectura del libro de Maurras. N o
Imperio.
\ negamos que el enfoque puramente utilitario con que el
N o : si a algún escritor francés de la generación ya en­
i autor se coloca ante la tesis monárquica, tiñe alguna de
canecida merece ser adjudicada, con honores de primacía,
¿ las afirmaciones del libro de positivismo ó, m ejor quizá,
la representación de la verdadera latinidad, es a Charles
XIV PRÓLOGO DE LA EDICIÓN ESPAÑOLA

Maurras, latino de la buena estirpe de Mistral. Buen can­


tero del lenguaje, sus frases cortantes y rotundas tienen
justo el volumen y el perfil preciso. Sus frases tienen algo
de gesto, como las de Mtissolini. Como, en general, las de
todos los grandes humanistas y creadores, alejados de los
circulitos de eunucos intelectuales donde la acción se dilu­
y e y corrompe en un estancamiento de palabras inútiles. NOTAS PRELIMINARES A LA TRADUCCION
C on estilo más hinchado y cabalístico han filosofado los ESPAÑOLA1
alemanes. Con estilo más amable y florido han sonreído
los franceses. Pero con ese estilo latino, sobrio, cortante,
L a constante alusión en las páginas de la E n c u esta so bre la
de palabras-gestos, se ha hecho toda nuestra Civilización. M onarquía a acontecim ientos básicos en la po lítica francesa del ú l­
Con ese mismo estilo, ahora, tendrá que salvarse. tim o medio siglo, obliga a una pequeña aclaración sobre lo que fu e ­
ron y cómo se produjeron aquellos hechos, p a ra m a yo r com prensión
de aquellos lectores que no los conozcan debidam ente.

E L 16 D E M A Y O

Los hombres que elaboraron la nueva Constitución de F ra n ­


cia después de la caída del Segundo Imperio tras la catástro­
fe de sus armas en la guerra francoprusiana, eran, en su m a­
yor parte, monárquicos— de las dos ram as a legitimistas y orlea-
nistas— , forjaron una Constitución para una Monarquía liberal y
parlamentaria y, si no restablecieron pura y simplemente la Mon­
arquía, como era su pensamiento, no fué ajeno a ello el propio jefe
de la Casa de Francia, el conde de Chambord, con su obstinación en
negarse a aceptar una Monarquía contraria a sus principios. En
estas condiciones, la Cám ara monárquica, o de monárquicos, fundó
la tercera República francesa por solo un- vo to de m ayoría; en el
fondo, con la esperanza de que el heredero forzoso del conde de
Chambord— el de París— podría suceder al presidente Mac-Mahon
como primer paso a la restauración del trono.
Pero aquella mayoría de monárquicos que, en 1875, había asen­
tado la tercera República fué pronto substituida por una mayoría
de republicanos. Las elecciones guardan estas sorpresas y, en las
de enero de 1876 (senatoriales) y febrero del mismo año (de diputa­
dos) cambió el eje de la política.
L a derecha se encontró frente a un enemigo que planteaba la
lucha en el terreno más propicio a la división de conciencias: el de

1. P a r a la redacción de esta s n o tas se h a seguido la m agnífica


o b ra de Ja cq u es B ainville, de la A cadem ia F ran cesa, L a troisièm e
R épublique: 1870-1935, indispensable a quien desee te n e r un conocim ien­
to sintético, pero acabado, de la h isto ria política fran cesa de los ú l­
tim os se se n ta y cinco afios.
XVI NOTAS PRELIMINARES A LA TRADUCCIÓN ESPAÑOLA NOTAS PRELIMINARES A LA TRADUCCIÓN ESPAÑOLA XVH

la cuestión, religiosa. Gambetta había lanzado su famoso grito: "El la mayoría cuando las izquierdas se hubieran gastado y desacredi­
clericalism o; este es el enemigo." Y este mismo Gambetta, a quien tado en el poder, pero tampoco pensaban en recurrir a la fuerza.
aun muchos republicanos, empezando por Thiers, y con él los más En el fondo, su pensamiento era confuso y no encerraba más que
prudentes, los más sensatos, tenían por un loco furioso y lo consi­ una confesión del error sufrido en sus cálculos.
deraban como un peligro para la misma República (“que sería E l 16 de mayo fué, además, impolítico. N o sólo permitió a los
conservadora o no sería") se encaminaba, con sus radicales, al po­ republicanos quejarse de arbitrariedad y de violencia y hablar de
der. E l presidente Mac-Mahon consideraba un deber de concien­ golpe de Estado, sino que tuvo la virtud de provocar la unión de
cia el cerrarle el paso. E l presidente resumía en su actitud el sen­ las izquierdas. Por primera vez éstas se alian y forman un frente^
tido del agudo conflicto entre la izquierda y la derecha. común. No hay distinción entre revolucionarios y moderados. L a ,
En el Senado, la derecha tenía aún mayoría, a pesar de la dismi­ consigna "a la izquierda no hay enemigo" entra en vigor; la gran
nución que acababa de sufrir; en el Congreso, sus diputados no lle­ burguesía republicanizada form a en primera fila en la batalla y
gaban a 160, de los cuales 75 eran bonapartistas. E l estado de espí­ asi se va a las elecciones.
ritu de estos últimos frente a los republicanos que habían derribado Las derechas, en cambio— bonapartistas, legitimistas, orleanis-
el Imperio contribuyó en gran manera a acentuar la belicosidad de tas, constitucionales mac-mahonianos— , se entendían mal. Con
la derecha y a provocar el 16 de mayo. todo, de los 363 diputados que formaban la mayoría de la Cámara
Se intentaron los mejores esfuerzos para conciliar a la mayo­ disuelta, sólo 325 volvieron al Congreso. Pero esto no era, cierta­
ría de la Cám ara con el mariscal presidente y con el Senado. Jules mente, el triunfo de la derecha, que habla luchado con todas sus
Simón, encargado del Gobierno, no se cansaba de repetir dirigién­ fuerzas y con el prestigio del mariscal. L a operación había fallado.
dose a la izquierda: “Yo soy profundamente republicano” ; y segui­ L a izquierda, mermada, seguía en mayoría. E l peligro que todavía
damente, volviéndose hacia la derecha: “Y profundamente conser­ temía de que Mac-Mahon se decidiera a un golpe de Estado verda­
vador.” Fué la última tentativa de prolongar la República conser­ dero era un peligro imaginario, porque el mariscal no era hombre
vadora de Thiers. Fracasó ante los ataques de los radicales, que capaz de pasar un Rubicón. De haberlo pasado, ello sólo hubiera
provocaban la natural reacción de la derecha. Apoyándose en la podido redundar en beneficio del heredero de la Corona imperial
pequeña mayoría que tenía aún en el Senado, ésta se dispuso a re­ que acababa de caer en Sedán. Porque nada estaba más lejos del
sistir y atacar. E l centro republicano prefirió acercarse a los radica­ ánimo del mariscal que el aspirar a ejercer la dictadura él perso­
les que seguirla. De este modo se desvanecían las tentativas de con­ nalmente. Bastó con que la Cám ara recién elegida se negara a en­
ciliación. trar en contacto con el Ministerio que acababa de nombrar, para
L a Constitución otorgaba al presidente de la República el dere­ que se demostrara que Mac-Mahon no pensaba salirse de su papel
cho de disolver el Congreso contando con la aprobación del Senado. constitucional. Por otro lado, los triunfadores advirtieron que no les
Usando de sus poderes, el 16 de mayo de 1877, Mac-Mahon, en des­ convenía abusar de su triunfo. E l mariscal conservaba su prestigio
acuerdo con Jules Simón, obliga al primer ministro a dimitir y en­ y el apoyo del Senado; se aceptó, pues, un Ministerio liberal, mo­
carga al duque de Broglie la formación de Ministerio; la Cámara, derado, conservador, único con el que aquél hubiera transigido por
por 363 votos contra 158, le niega la confianza y, con el asentimien­ su parte.
to del Senado, el mariscal la disuelve. Aunque la disolución, de Mac-Mahon dimitió la presidencia de la República antes de ter­
hecho, no tuvo lugar hasta un mes más tarde, la fecha del 16 de minar el plazo legal de su mandato. Se fué con dignidad, tras ne­
mayo ha quedado ligada al recuerdo de este episodio político, de garse sencillamente a firmar un decreto que dejaba en situación
no escasa trascendencia. de disponibles a algunos generales, compañeros suyos de armas. E ra
¿Qué fué, en el fondo, el 16 de mayo? U na operación política el año de 1879. L a pequeña mayoría que la derecha conservaba en
ambigua. De inspiración bonapartista, la dirigían unos políticos li­ el Senado había desaparecido en las elecciones senatoriales de ene­
berales que se habían parado a mitad de camino de su pensamiento ro de este mismo año.
constitucional. L a idea de un golpe de Estado los horrorizaba. N o Dos grandes hechos marcaban el curso de la política francesa?
podían o no se habían atrevido a jugar sencillamente la carta par­ por una parte, el partido republicano se había fortalecido, se había
lamentaria fiados a una “oscilación del péndulo” que les devolviera aguerrido en la lucha y aprendido a unirse; por otra, los directo­
XVIII NOTAS PRELIMINARES A LA TRADUCCIÓN ESPAÑOLA NOTAS PRELIMINARES A LA TRADUCCIÓN ESPAÑOLA XIX

res más cautos de la República habían aprendido la lección que se Los gobernantes temian su-creciente popularidad y, embarazados
desprendía de los acontecimientos: era menester ir despacio, no se ante aquel hombre a quien todo parecía designar p ara que acabara
podía otorgar “el máximo de República” que los impacientes pe­ ejerciendo el poder personal, no acertaban a ver cómo sería más pe­
dían, si no se quería asustar a la masa media de ciudadanos y poner ligroso: si eliminado del Ministerio, como enemigo en la calle, o
en peligro a la República misma. contenido dentro de su alto puesto. De todos modos era peligroso
Por lo demás, los seis años de presidencia de Mac-Mahon no desafiar el sentimiento nacional “sacrificando a Alem ania" a un g e ­
hablan dejado de serle favorables, a pesar de todo. M ás o menos neral a quien los republicanos más revanchistas seguían apoyando.
republicano “auténtico”, el mariscal fué uno de aquellos— y no el de Pero no todos los republicanos pensaban lo mismo y los m onár­
menos peso— que la aclimataron. quicos coincidían con el sectario Ferry en el veto contra B ou­
langer.
E L G E N E R A L B O U L A N G E R Y E L B O U L A N G IS M O Los acontecimientos iban de prisa. E n medio de estas discusio­
nes, el 22 de mayo de 1887, en unas elecciones parciales por el de­
En los albores del año 1886, empieza a perfilarse en Francia la partamento del Sena, Boulanger obtenía 38.000 votos que lo ele­
figura del general Boulanger, o, mejor dicho, comienza a cimentarse gían diputado, votos obtenidos por un movimiento espontáneo de
el pedestal de la enorme popularidad que había de disfrutar durante los electores, ya que Boulanger, militar en activo, no podía ser can­
unos años. E l general Boulanger fué el hombre que, por un cúmulo didato.
de circunstancias propicias, pudo acabar con la tercera República y L a izquierda combate pronto abiertamente al “general de golpe
convertirse en dictador, en césar. de Estado”, a quien los radicales que lo habían incubado han ido
Sus comienzos fueron los de un republicano intransigente. Nom ­ abandonando, y el general, por un movimiento natural, comienza
brado casi por azar ministro de la Guerra, su primera disposición a buscar apoyos en la derecha. “L a República— escribe Jacques
fué para eliminar del Ejército a los principes de la Casa de Francia, Bainville— no le había negado ningún elemento de éxito. A h ora
agravando, por sí y ante sí, una ley menos agresiva votada por el ella misma lo reconciliaba con el adversario, forjaba la coalición
Parlamento. L a Cámara aprobó su decisión y el general recogió las con sus mismas manos.”
primeras auras de la popularidad del París republicano. Boulanger ya no es ministro de la Guerra, pero esto no ha hecho
Los monárquicos, y los conservadores en general, combatieron más que aumentar su popularidad en un momento en que las cau­
ásperamente a aquel “demagogo de uniforme” al que, andando el sas del descontento se acumulan; al descontento del patriotismo
tiempo, habían de apoyar eficazmente. por lo que, en la pólítica gubernamental, le parece una renuncia
Pero Boulanger no era sólo el hombre a quien los republicanos a la Alsacia y la Lorena perdidas, se une*la protesta por los co­
mienzos de la expansión colonial en el Tonkin, que parece una aven­
aclamaron, tras su disposición antimonárquica, y con valedores en­
tura, más antipática tras la derrota de Lang-Son.
tre los políticos de izquierda. Era, sobre todo, un "general de la re­
vancha”. Cuando Bismarck pensaba, según todos los indicios, atacar E l Gobierno decide alejar a Boulanger de P arís y le confiere el
nuevamente a Francia, una frase suya ante el Reichstag alusiva al mando de un cuerpo de Ejército en Clermont-Ferrand. “E l 8 de ju ­
general al tratar de obtener, en enero de 1887, el voto de créditos lio de 1887, una muchedumbre inmensa se trasladó a la estación p ara
para el aumento de los efectivos alemanes, bastaba para consagrar­ impedir que Boulanger partiera. Registráronse escenas de entusias­
lo definitivamente como un símbolo del patriotismo francés. “ ¿Es mo idolátrico. Hubo hombres que se tendían en la vía férrea p ara
que el general Boulanger— había dicho Bismarck— , si llegase al po­ parar el tren. ¿Qué hizo Boulanger? N i por un momento tuvo la
der, no intentaría la guerra?” Así fué cómo, según la explicación idea de refugiarse en medio de aquella muchedumbre ni de ponerse
de Clemenceau, el general vino a ser “por el entredicho que sobre a su cabeza. Hubiera podido conducirla adonde hubiese querido y,
él hacía pesar Bismarck, la encamación de la patria, mientras que sin duda, no sabía adónde llevarla.” Así fué cómo se escapó monta­
el ostracismo que querían imponerle los monárquicos lo convertía do en una locomotora dejando burlada a aquella turba delirante.
en la encamación de la República”. “Y con todo ello— añade Cle­ Pero el boulangismo no amenguó por esta actitud poco gallar­
menceau— Boulanger no era nada más que un general de golpe de da (sus motivos eran más profundos que un simple entusiasmo per­
sonalista). “E l prestigio del general resistía hasta el ridículo." Y , a
Estado.”
NOTAS PRELIMINARES A LA TRADUCCIÓN ESPAÑOLA XXI
XX NOTAS PRELIMINARES A LA TRADUCCIÓN ESPAÑOLA

mismos se agrupan en torno del general. Todo parecía indicar que


mayor abundamiento, a aquel estado de espíritu, todavía informe
el movimiento *„iacional a que Boulanger daba nombre tenia que
como movimiento político, vino a unirse un nuevo sentimiento de
acabar con un régimen del que las fuerzas de derecha, cualquiera
indignación al descubrirse, en octubre de 1887, un feo asunto: un
que fuese su actitud conciliadora y colaboracionista, se sentían ex­
tráfico de condecoraciones; la Legión de Honor puesta en venta y
cluidas. A pesar de sus convicciones y de su hostilidad a la Dic­
el yerno del presidente de la República, el diputado Wilson, como
tadura, el conde de París no dudó más. Por otra parte, Boulanger
principal figura del negocio; Wilson no sólo vendía condecoraciones,
coqueteaba con los monárquicos y los príncipes. E l general se ha
sino puestos y empleos.
convertido en “síndico de todos los descontentos”.
Las salpicaduras llegan, naturalmente, al propio jefe del Estado.
E l 27 de enero de 1889, París, en una jom ada de entusiasmo, lo
L a repulsa popular a los políticos del régimen alcanza ya a las más
elige diputado por 244.000 votos contra 162.000 del candidato ofi­
altas instituciones, al régimen mismo. “L a corrupción, el provecho
cial. Esta es su tercera ocasión, la mejor, la última. “Aquella noche
y el robo al amparo de los mandatos electivos y de los honores ofi­
no dependió más que de Boulanger el apoderarse del Poder. L a
ciales, el contraste entre las virtudes de que se hacía alarde y los
muchedumbre de la estación de Lyon, la muchedumbre de la plaza
hechos que se descubrían, todo esto venía en mal momento y encon­
de la Concordia lo exhortaba aún a ponerse a su frente y a marchar
traba un terreno en ebullición. L a calle se agitaba, la cólera subía y
sobre el Elíseo. Todos los testigos coinciden. El Gobierno no se de­
así se unieron dos sentimientos en favor de Boulanger.” E ra la
fendía, tal vez porque no hubiera hallado quien le defendiera. E l
víctima de Bismarck y de los que amparaban a los ladrones. Bou-
secretario general de la Prefectura de Policía confirma que “la Pre­
langismo frente a parlamentarismo, desacreditado por Wilson. H as­
fectura no había tomado ninguna medida de precaución y de pro­
ta llegar a Stawisky, en nuestros días, la tercera República fran­
tección; ni un guardia siquiera en los lugares indicados o apercibi­
cesa tenía aún que salvar otras muchas y mayores lagunas de
do a ir. Yo circulaba a través de los grupos desamparado, aver­
cieno.
gonzado de mi impotencia de evitar nada y la multitud seguia gri­
A l fin, el suegro de Wilson, el presidente Grévy, tiene que dimi­
tando en todos los tonos: “ ;A1 Elíseo, al Elíseo!” Freycinet, minis­
tir. E l sufragio universal sigue, entretanto, exaltando a Boulanger.
tro entonces, confirma la turbación del Gobierno y el “desconcierto
L a táctica de sus partidarios consiste en presentarlo candidato en
de los mantenedores del orden”. En el Elíseo, se esperaba de un
las elecciones parciales de distintos departamentos "Cada vez, en
momento a otro que Boulanger apareciera. Se dice que había dis­
número imponente, el voto popular se pronunciaba en su favor a
puesto un coche para el presidente Carnot, en torno del cual se es­
pesar de que no era elegible.” En este momento, los republicanos
taba celebrando un Consejo improvisado. No obstante, ocurrió algo
cometen la torpeza de ¡jasar al general a la reserva, con lo que lo
más extraordinario todavía: que no ocurrió nada. En un restaurante
dejaban en libertad de acción; los plebiscitos electorales en su favor
de la plaza de la Magdalena, a doscientos metros del palacio donde
adquieren a partir de entonces verdadero sentido. “Elegido en la
los ministros y el presidente deliberaban ya sobre abandonar a P a ­
Dordogne y en el N ort en abril de 1888, recordaba los éxitos con
rís, el Estado Mayor boulangista conjuraba al elegido a que diese
que Luis-Napoleón Bonaparte-había preparado el Imperio.” A con­
la señal. Boulanger se negó a ello con suave terquedad. E l gallo can­
secuencia de una discusión con el jefe del Gobierno y para sig­
taba por tercera vez. Por tercera vez, Boulanger dejaba pasar su
nificar su ruptura con los parlamentarios, renuncia a su acta de di­
hora. L a fortuna se cansó. L a ocasión no había de presentarse
putado; tres departamentos lo reeligen a la vez. “E l día en que vol­
más...” Las explicaciones que se han dado, a través del tiempo,
vió al Palacio Borbón para posesionarse de su puesto, la plaza de
de la extraña conducta de Boulanger han sido varias. Probable­
la Concordia estaba invadida por una muchedumbre entusiasta. Si
mente, la fundamental radica en la inferioridad manifiesta del ge­
Boulanger— confiesa el jefe de Policía encargado aquel día de la de­
neral al papel que las circunstancias históricas le otorgaban. En
fensa del orden— , alzándose en su coche hubiera hecho señal con el
las páginas de la E ncuesta , se hallará la tesis de Barrés: el gene­
sombrero a la muchedumbre para que le siguiera, nos hubiera ba­
ral, imbuido en los mitos de la democracia política, se aterraba ante
rrido, la invasión de la Cámara era un hecho. Boulanger no dió la
lo que era la única posibilidad de triunfo de su causa: el golpe de
señal. Después de la estación de Lyon, esta fué ‘la segunda ocasión
fuerza. Acaso, sincero republicano, temía también los compromisos
perdida.”
adquiridos con los monárquicos y pensaba que, recurriendo a los
Pero nada descorazonaba a sus partidarios. Los monárquicos
5 X II NOTAS PRELIMINARES A LA TRADUCCIÓN ESPAÑOLA NOTAS PRELIMINARES A LA TRADUCCIÓN ESPAÑOLA XX III

procedimientos legales, un gran plebiscito que le otorgara la con­ E n todo ello, no había nada que pudiese turbar al Estado. L a
fianza popular le librarla de todo ligaraen. Lo ciercio es que su de­ Sociedad del Panamá era una empresa privada; si quebraba y había
bilidad en los momentos decisivos y sus empachos de legalismo fue­ falta de probidad en sus administradores, ellos solos responderían
ron perfectamente explotados por el Gobierno. Con una inmedia­ ante la justicia. Pero la Sociedad emitía empréstito tras emprés­
ta actuación judicial contra él y sus principales lugartenientes, se tito, los gastos aumentaban sin cesar, hasta el punto de que, para
daba al boulangi3mo un carácter sedicioso. En cuanto al plebiscito, hallar capitales, recurrió a un procedimiento empleado por la Com­
chocaría con el restablecimiento del escrutinio por distritos y con pañía del canal de Suez: la emisión de un empréstito con lotes.
todas las artimañas electorales de quien está en posesión de los Este fué el camino por el que el Parlamento se mezcló a la empre­
resortes del poder, usados (como se usaron) sin escrúpulos. Bou- sa Panamá, ya que la ley exigía, en atención al bien general y a la
langer fué advertido de que se le iba a detener e inmediatamente protección del ahorro de los franceses, que esta clase de emprésti­
pasó la frontera declarando que no reconocía a sus adversarios como tos fuera autorizada por las Cámaras. U n a vez más, el ahorro hubo
jueces. E l Senado juzgó al fugitivo en rebeldía. “A partir de aquel de temer a sus protectores.
momento, el encanto estaba roto. Boulanger, condenado a reclusión E l caso es que la Cámara, al principio, no era favorable al em­
en un fuerte, no era más que un conspirador huido.” L a sentencia préstito, porque la Compañía andaba tan mal de crédito como de
se dió el 14 de agosto de 1889. Las elecciones cantonales, celebradas recursos. Si el Parlamento daba la autorización, recomendaba el
a fines del mes anterior, hablan señalado la decadencia del “parti­ asunto. Pero vacilaba entre el temor de provocar la ruina de una
do nacional”. Y en estas condiciones se fué a las elecciones gene­ gran empresa francesa (lo que era tirar los enormes capitales que
rales. Sólo 38 boulangistas fueron elegidos en toda Francia; Bou­ ya se habían gastado) y la responsabilidad de animar a nuevos
langer lo fué por el 18.° distrito de París, pero su condena anulaba suscriptores a que entregasen su dinero. En este punto intervienen
la elección. los agentes corruptores: pagan dictámenes favorables, compran
L a estrella brillante y fugaz estaba en su ocaso. Y el suicidio votos. Se autoriza y emite el empréstito. Corre el mes de junio de
del general en el destierro, sobre la tumba de Mme. Bonnemain, 1888. Siete meses más tarde, la Compañía presenta el balance:
ponía un triste epílogo de novelón romántico a lo que se anunciara 1.400 millones, aportados por 850.000 suscriptores, perdidos.
como una historia épica. L a muerte del general ocurría en Ixelles Como se advertirá por la fecha, estos hechos coinciden con el
(Bruselas) el 30 de setiembre de 1891. momento más agudo de la fiebre boulangista. L a liquidación de P a ­
namá sigue de cerca el triunfo electoral de Boulanger en París. Si
“A F F A IR E ” P A N A M A entonces llega a estallar el escándalo, ¡cómo hubiera aumentado la
Pocos hombres había en Francia más gloriosos que Fem an­ efervescencia política! Por espacio de cuatro años, los Gobiernos,
do de Lesseps, autor del canal de Suez. Cristóbal Colón había presionando la justicia, consiguieron detener las investigaciones que
descubierto un nuevo mundo: Lesseps acababa de cambiar la faz pedían los suscriptores perjudicados. M ás tarde había de probarse
de la tierra. Y también enriquecía a quienes tenían fe en su que hasta ciertos ministros habían tomado dinero de la Compañía
palabra y en su estrella. H acía diez años que el canal de Suez en quiebra. Los otros sabían o sospechaban que los parlamentarios
estaba abierto a la navegación. Tras algunos años de incertidum­ corrompidos eran muchos. Si el asunto llegaba a los tribunales,
bres, el genial realizador había obviado todos los obstáculos y la era inevitable que la corrupción fuese descubierta en toda su ex­
empresa estaba en plena prosperidad. Asi es que, al fundar una tensión y el escándalo era tanto más temible cuanto que los ven­
nueva sociedad para el canal de Panamá, excitó juntamente la ima­ didos, salvo rarísimas excepciones, eran del partido republicano.
A pesar de todas las investigaciones, no se pudo inculpar más que
ginación y el espíritu de lucro de sus conciudadanos. Hízose pa­
a un solo diputado de derecha y a un amigo de Boulanger.
tente entonces que el genio es también una fuerza ilusoria. Lesseps
Cuatro Gobiernos se aplicaron sucesivamente a echar tierra al
perdía de vista las dificultades y las cifras. E ra de aquellos para
asunto. Se buscaba la prescripción, que se hubiera conseguido en
quienes el dinero es un medio, no un fin. Confiando en su idea, se
1893, pretextando que no se podía deshonrar a Lesseps, una de
dirige al ahorro nacional y le hace promesas sinceras; pero qui­
las glorias de Francia.' Le sobraban al Gobierno los motivos— desde
méricas, de apariencia al menos; lo esencial, para Lesseps, es la
su punto de vista— para proceder así. Los comprometidos eran de-
obra que debe emprenderse.
XXIV NOTAS PRELIMINARES A LA TRADUCCIÓN ESPAÑOLA
NOTAS PRELIMINARES A LA TRADUCCIÓN ESPAÑOLA XXV

masiados: casi todo el mundo. Se ha calculado que, de los 1.400 mi­


te, lo que ya conocían. Tales fueron los elementos de un drama en
llones suscritos, la mitad apenas se invirtió en los trabajos del ca­
cuyos secretos últimos no se ha penetrado jamás.
nal. E l resto se había empleado en gastos de publicidad y corrupción. 1
A l fin, sólo se condenó a un parlamentario,, E l 21 de mayo de
H abía corrido un Pactólo y, poco a poco, todos se habían acercado f
1893, los tribunales declaraban inocentes a todós los acusados, sal­
a beber. 1
vo Carlos de Lesseps, señalado como principal corruptor, y otros
A l fin, el Gobierno, apremiado por la oposición, no pudo detener i
dos personajes secundarios. Los directores de la policía, los Gobier­
por más tiempo la instrucción contra Lesseps y sus administradores. I
nos “panamistas”, habían conseguido, a costa de su propia impopu­
E l 20 de noviembre de 1892, aumentaba la emoción pública la no- £
laridad, a costa del envilecimiento de la justicia y de las costumbres
ticia de .la muerte del banquero Jacques de Reinach, el cual deten- 1
políticas, a costa de dar un seguro de impunidad a futuros culpa­
taba los fondos de publicidad de la Compañía y era, sin duda, el I
bles, apartar una tormenta peligrosa. El “affaire” Panamá fué dra­
encargado de comprar los votos. Si se trataba de un suicidio, resul- I
mático y apasionante en el Parlamento y los tribunales, pero no
taba clarísimo que el gran corruptor se acusaba, como era evidente I tuvo repercusión seria en la calle, ni excitó', por raro que parezca,
que su desaparición tranquilizaba a los sospechosos. Gobierno, rna- |
una indignación tan viva como el precedente “affaire” Wilson, de
gistratura y policia, se concertaron para hacer admitir la tesis ■ |
menos, volumen. Es que las sabias lentitudes en el procedimiento ju­
de la muerte natural, lo que era exigir demasiado de la credu- |
dicial, el empleo de todos los artificios en estos procedimientos, la
lidad pública. Pero no sólo desapareció Reinach, sino que sus se-
absolución de los acusados que no habían podido ser sustraídos al
cretos le siguieron a la tumba. Nadie se había ocupado de apode- I
juicio por un "no ha lugar”, todas las habilidades de un continuo
rarse de sus papeles, y la familia, particularmente su sobrino y | aplazamiento impidieron la explosión de la opinión pública. De tan­
yerno, José Reinach, político activo, tuvieron tiempo sobrado de J|
to en cuanto, se le lanzaba alguna víctima para salvarla después.
destruirlos. I Lo esencial quedaba a salvo: Panamá, lejos de derribar el régi­
En medio de este ambiente cargado de sospechas, un parlamen- I men, no le causó siquiera, un daño aparente.
tario, M. Jules Delahaye, tuvo la audacia de afirmar que más de I
cien miembros del Parlamento se habían vendido. Desde este mo- J
“A F F A IR E ” D R E Y F U S
mentó, la investigación era inevitable. Se constituye una Comisión 1
que sacrifica a algunos culpables para tranquilizar la opinión. P a ra I E l 22 de diciembre de 1894, un oficial de Artillería, con des­
salvar a los demás, se intenta lo imposible. Había dos agentes del a tino en el Estado Mayor del Ejército, el capitán Alfred Dreyfus,
soborno, Comelius Herz y Arton, que poseían tantos secretos co- i era condenado, por delito de traición, a deportación perpetua en
mo Reinach. E l primero, refugiado en Inglaterra, muere, después j un recinto fortificado. L a indignación por la infidelidad del ofi­
de largos y vanos trámites de extradición. L a persecución del se- 1 cial era inmensa. Clemenceau se lamentaba de que esta clase de
gundo a través de Europa por policías en connivencia con el fu- ! delitos no llevara aparejada la muerte y un diputado sostuvo en
gitivo, fué una pura comedia. Se simuló hasta el fin la investigación : la Cám ara que debía fusilarse al traidor. El diputado era Jean
de la verdad, pero no se quería conocerla. ¡Cuántas analogías en- í Jaurés, el leader socialista asesinado al comenzar la gran guerra.
tre este “affaire” y el “affaire” Stawisky y sus incidencias! | En aquellos momentos, no hubo nadie lo bastante sagaz para adver­
Se ahogaba la verdad porque no sólo hubiera puesto en eviden- \ tir que del asunto Dreyfus iba a salir una revolución. Y, con todo,
via a quienes habían tomado para sí dinero del Panamá, sino por el ’ los tres años siguientes iban a hacer patente que, para arrebatar el
escándalo de las subvenciones indirectas que habían nutrido Prensa poder a los moderados, arrancar a la República de las delicias de
y cajas de partidos y pagado gastos electorales. Todo el descrédito la “conservación” y hacer que de nuevo bogara por aguas más re­
de un sistema. Clemenceau, por ejemplo, estaba comprometido por . publicanas, era menester una gran conmoción, tal como hacía falta
los fondos recibidos para su periódico L a Justice. Rouvier pudo de­ otra para amnistiar a I03 culpables del Panamá. Y el "affaire”
cir a los correligionarios que lo abandonaban por “panamista” : “Si' Dreyfus ha sido, ciertamente, el pleito que más hondamente dividió
no me hubiera valido de los medios que se me reprochan, no os sen­ a la conciencia francesa, poniendo una en frente de otra, erizadas
taríais en estos bancos.” y guerreras, a las dos Francias.
Lo que los Gobiernos temían descubrir sobrepasaba, seguramen- Con bienintencionada obstinación, el presidente del Consejo, Ju-

1*
XXVI NOTAS PRELIMINARES A LA TRADUCCIÓN ESPAÑOLA NOTAS PRELIMINARES A LA TRADUCCIÓN ESFAÑOLA XXVII

les Méline, repetía: “N o hay tal asunto Dreyfus”, pero la verdad es gada después del 70— de crear un instrumento militar capaz de
que el “asunto” existía por partida doble: una judicial y otra políti­ hacer frente a Alemania. E ra naturalísimo, pues, que Alemania se
ca, una que se desarrollaba ante los tribunales y otra pasionalmente inquietara por ello y que tratara de conocer los planes del Estado
vivida por la opinión. Y hubo, sobre todo, un “affaire” Dreyfus en Mayor francés y los secretos de los armamentos. A partir del día
las ideas, en las almas, y este fué el que lo removió todo porque en que se hubo emprendido la reorganización militar, se desarrolló,
hacía de Dreyfus un símbolo. pues, el espionaje. Y a habían sido descubiertos y condenados dos
E l presidente del Consejo, en su empeño de dar por finiquitado traidores; el Servicio de Información del Ministerio de la Guerra
un asunto que estaba juzgado, se atenía a un principio elemental estaba ojo avizor, pues no le cabia duda de que el agregado militar
de orden público. Pero, al atacar el fallo que condenaba al traidor alemán tenía montada una Agencia de espionaje en su embajada
Dreyfus, se atacaba a los jueces que lo habían dictado y, como de acuerdo con el agregado militar de Italia. E l contraespionaje
éstos vestían uniforme, el ataque adquiría una trascendencia que funcionaba activamente y hasta contaba, en la Em bajada alemana,
no hubiera tenido de ser aquéllos unos magistrados ordinarios. Drey­ con una mujer del servicio doméstico que se encargaba de recoger
fus era judio. N ad a conmueve más a la opinión que el barrunto de cuidadosamente los papeles arrojados en las papeleras p a ra hacer­
un error o una injusticia judicial. E ra facilísimo agitar ante ella los llegar al Ministerio de Guerra sin discernir de qué se trataba,
la idea de que el militar condenado lo había sido en virtud de un pues ni siquera sabía leer. Uno de estos papeles, medio roto y arru­
prejuicio de raiza. Y, si se añadía, no menos gratuitamente, que el gado, hallado en setiembre de 1894, era una carta cuyo autor
tribunal militar había obedecido al espíritu de casta, que habla abu­ anunciaba la entrega de documentos referentes a la defensa nacio­
sado de un doble poder: el que le daban sus funciones y el inheren­ nal. Aquel trozo de papel tenía que levantar en vilo a Francia. N o
te a la graduación dentro del Ejército, el odio instintivo a la disci­ salieron de la caja de Pandora más calamidades que las que salie­
plina y al jefe tenían que acudir naturalmente al reclamo. Terreno ron de la cesta de papeles del agregado Schwartzkoppen.
de anarquía. En reacción también naturalísima, se provocaba la de­ L a autenticidad del documento no era discutida; constituía el
fensa de la autoridad. Tales eran los elementos del nuevo drama. cuerpo del delito en torno del cual las gentes polemizaron por espa­
E l "affaire” Dreyfus pudo quedarse en causa célebre o en uno cio de doce años, pero sin ponerlo nunca en duda. E n el primer m o­
de tantos enigmas de la Historia, pero creció monstruosamente al mento, las sospechas no se habían concretado en nadie; procedien­
convertirse en una guerra civil. Las fuerzas intelectuales y los do por eliminación, la semejanza de la escritura hizo que se acu­
nombres más ilustres se mezclaron en él. En nuestros días, apenas sara al capitán Dreyfus. Este fué condenado por el Consejo de Gue­
son conocidos los hechos, las causas que determinaron su extensión, rra sin que hubiera flagrante delito ni confesión de parte, por lo
el fondo de aquella querella sin fin, las razones por las que la ver­ que el abogado había pedido la absolución. Las explicaciones que
dad se vid constantemente oscurecida dejando el problema siempre Dreyfus dió después, en la ceremonia de su degradación, y que
en pie; pero los doce años de su duración, los seis volúmenes que equivalían a una confesión, fueron discutidas posteriormente y has­
Joseph Reinach necesitó para referirlo y las setecientas grandes ta negadas.
páginas que Dutrait-Cruzon dedica a la simple exposición de sus L a familia Dreyfus se propuso, tras el proceso, probar la ino­
elementos pueden dar idea de lo que fué el proceso, “la revolución cencia del condenado, ya que no habia podido salvarlo; dotada de re­
dreyfusiana”, como ha dicho George Sorel. N i se han presenciado laciones y de medios, emprende una acción tenaz.
jamás tantos incidentes, tantos episodios, tantos procesos encadena­ L a cam paña .— E l asunto rebasa en seguida los límites judicia­
dos unos con otros, tantas repercusiones dramáticas, en tanto que les. Ataques a los consejos de guerra, a los oficiales, a su lealtad,
militares, abogados, magistrados, peritos, espías, ministros, diplo­ a su jerarquía, al mismo Ejército, sagrado para la m ayor parte
máticos, escritores, hasta criados y hasta un ex jefe del Estado— en de franceses. Por ello, el grupo de los partidarios de la inocencia
conjunto, cerca de un millar de personas— tenían papel en ellos ya de Dreyfus es, a los comienzos, tan impopular como reducido, cir­
como actores, ya como testigos. N o se decía ya el "affaire” Dreyfus, cunstancia que favorece la causa, que así tiene el atractivo de la
sino “el A ffaire”, el grande, el único, el que alzó a los franceses irnos originalidad, del desafío a la opinión vulgar, hasta del sacrificio. Los
contra otros y, durante años, llenó su espíritu. primeros dreyfusistas son, pues, los que orgullosamente se llaman
O rígenes .— L a República se había preocupado— preocupación obli­ intelectuales. M ás adelante, tendrán buen cuidado en que no se les
i 1

X X V in NOTAS PRELIMINARES A LA TRADUCCIÓN ESPAÑOLA NOTAS PRELIMINARES A LA TRADUCCIÓN ESPAÑOLA XXIX

confunda con los dreyfusistas de la última hora, con la turba que la puerta para la revisión deL “affaire” Dreyfus. Con el presidente
invade su capilla cuando en ella ya no hay más que un botín que Méline, acababa la R epública conservadora.
repartir. R evisión .— E l nuevo presidente del Consejo, Brisson, era favora­
La aportación de los intelectuales no modifica lo esencial del ble á ella. Radical como él, gran patriota, sincero en sus conviccio­
“affaire". Porque, si Dreyfus es inocente, es indispensable que nes, el ministro de la Guerra, Godefroy Cavaignac, nombre repu­
haya un culpable, puesto que el cuerpo del delito está patente. Se blicano de gran prestigio que había salido puro de las sucias co­
acusa al comandante de infantería Esterhazy, hombre comido de rrientes del Panamá, era una garantía de que, si habia alguna prue­
deudas y de honorabilidad más que dudosa; éste, frente al Consejo ba de la inocencia de Dreyfus, si se hallaba alguna huella de irregu­
de guerra, se proclama inocente; todo es equivoco en él, pero faltan laridad en el proceso, resplandecería la verdad, cualquiera que fuese.
las pruebas y es absuelto. E l público aplaude creyendo que el eno­ Cavaignac estudia el proceso, saca la certidumbre de que Dreyfus
joso asunto ha terminado. Entonces, en realidad, comenzaba. era culpabíe y lo proclama ante la Cámara leyendo varios documen­
L a verdadera señal de ataque la da un periódico fundado para tos, entre ellos una carta del agregado militar italiano abrumadora
la defensa de Dreyfus y dirigido por Clemenceau. E l 13 de enero para el condenado. L a causa de la revisión parece perdida en el mo-
de 18S8, dos días después de la absolución de Esterhazy, L’A urore . mentó en que se creía ganada.
publica un violento alegato firmado por Zola y con el título J’accuse. Ocurre esto el 7 de julio de 1898. Cinco semanas más tarde, el
Zola acusa a los jefes y a los juéces militares de haber perdido de­ oficial designado por el ministro para estudiar el asunto descubre
liberadamente a un inocente y purificado conscientemente a un cul­ que la carta del agregado italiano es apócrifa. E l teniente coronel
pable. Se le persigue, a su vez, por difamación, y es condenado. Henry, del gabinete de información, confiesa haberla compuesto dos
Crece la excitación de los dos campos. Am bas partes han tomado ya .años, después del proceso Dreyfus, al comienzo de la campaña re­
posiciones de tal manera que ya no es posible llegar a una demos­ visionista, a fin de poder exhibir un documento claro, preciso, un
tración que convenza a ninguna de los dos. En frase de Anatole compendio de prueba, en cierta manera, que dispensara de más
explicaciones. Pero niega haber cometido propiamente una falsedad.
Prance, el J’accuse de Zola era “un acto revolucionario de una fuer­
Detenido, como antes lo fuera su adversario el coronel Picquart,
za incomparable”. De tal modo, que con razón pudo decir M aurras
Henry se suicida en la prisión. E l partido de Dreyfus exulta, pro­
que, si Dreyfus era inocente, había que nombrarlo mariscal de
Francia y fusilar una docena de sus principales defensores. Porque clama que la inocencia del condenado queda patente, cuenta ya con
una base para la revisión; el primer ministro apremia para que se
lo cierto era que cuantos en Francia eran anarquistas de tempera­
emprenda. E l 3 de setiembre, Godefroy Cavaignac dimite decla­
mento o de profesión se iban alineando poco a poco a su lado.
rándose en desacuerdo con aquél y afirmando de nuevo la culpabili­
Y , con ellos, todos cuantos aspiraban a que la República volviera a
dad de Dreyfus.
ser “auténtica”. E l “affaire” Dreyfus se había convertido en un
E l descubrimiento de la falsificación de Henry desconcertó al
“affaire” político que habia de permitir a los radicales la reconquis­
público, hasta entonces persuadido en su mayoría de que el proceso
ta del poder y a los socialistas deslizarse tras ellos.
había sido irreprochable, y favorecía las dudas sobre la sinceri­
E n mayo de 1898, se celebran elecciones generales. L a alianza
dad o la clarividencia del Estado Mayor. Pero, en realidad, no afec­
de los moderados y la derecha había dado al Ministerio Méline una
taba al proceso de 1894, puesto que la carta apócrifa era posterior
larga duración. L a Cám ara nuevamente elegida no parecía tener
a la sentencia y no había podido tener ninguna influencia en ella.
que cambiar el estado de cosas. En realidad, el “A ffaire” apenas
A mayor abundamiento, el capitán Cuignet, que había descubierto
había influido en los resultados electorales, tal como si la política
la falsificación, con lo que su buena fe y su perspicacia quedaban
fuera una cosa y las elecciones fueran otra distinta. Pronto se vió,
bien probadas, afirmaba la autenticidad de los restantes documentos.
no obstante, cómo había cambiado todo. Cuando parecía que el Go­
Se producía, pues, de nuevo una extraña situación: la falsificación
bierno debía contar con la antigua mayoría, vióse abandonaao por
Henry causaba enorme efecto en favor de la tesis de la inocencia,
parte de los suyos en la votación de una moción por la que los ra­
pero su valor judicial era nulo.
dicales le conminaban a que no siguiera aceptando los votos de la Brisson ha reemplazado a Cavaignac por el general Chanoine, el
derecha. E l Gobierno dimite. Desde este momento, quedaba abierta cual, el 26 de octubre, dimite en la misma Cám ara afirmando que no
XXX NOTAS PRELIMINARES A LA TRADUCCIÓN ESPAÑOLA NOTAS PRELIMINARES A LA TRADUCCIÓN ESPAÑOLA XXXI

tiene sobre Dreyfus una opinión distinta de la de sus predecesores. reemplazado por M. Emile Loubet; al elegirlo, la mayoría de las dos
Brisson procura dar a Chanoine aspecto de general faccioso y hace Cámaras elegía una política: la del partido de Dreyfus, de la “de­
votar una moción afirmando la “supremacía del poder civil”, expre­ fensa republicana” y de la izquierda. L a inquietaba el nacionalismo,
sión que ya anunciaba la de “defensa republicana”. Pero en la hus­ nombre nuevo del boulangismo (sin Boulanger). L a elección de Lou­
ma sesión, y a pesar de la oposición del Gobierno, se vota otra mo­ bet fué para París como una injuria y un desafío; el nuevo presi­
ción que invita a éste a reprimir los ataques contra el Ejército. Y el dente entró en el Elíseo entre las voces que recordaban el Panamá.
Gobierno tiene que dimitir. Paul Dérouléde, el antiguo boulangista, intenta oponerse por la fuer­
Frente al sentido antipatriótico y antimilitarista de la campaña za a la política que se inicia y, en la tarde del 23 de febrero, tras
pro Dreyfus, el patriotismo lleva a las filas de combate a multitud de del entierro del presidente difunto, esperando el apoyo del Ejército
franceses hasta entonces alejados de la política, hace caer vendas y la calle, intenta un teatral golpe de Estado. Cogiendo de la brida
de muchos ojos y que se rectifiquen no pocas actitudes, ta palabra el caballo del general Roget, intenta convencer a este jefe (por quien
“nacionalismo” está en todos los labios. Por todas partes surgen las los dreyfusistas sentían un odio especial) de que marche al Elíseo.
Ligas de patriotas. L a izquierda teme esta reacción, pero advierte Inútilmente: el general, como todo el Ejército, tan vilipendiado, den­
claramente que se está librando la batalla decisiva y que es la hora . tro de la más estricta disciplina, se niega a ello y él mismo manda
de que formen el frente común cuantos en un avance de la derecha detener a Dérouléde.
tienen, o ven, algo que perder. Los socialistas entran en masa en el Entre estos y otros muchos incidentes, se llega a la revisión del
dreyfusismo con Jaurès a la cabeza. Clemenceau los había precedi­ proceso Dreyfus, mero pretexto ya. E l 3 de junio lo acuerda el
do, guiado por todos sus instintos: los de republicano enemigo de Tribunal de Casación. E l mismo día, Esterhazy, refugiado en In g la ­
las jerarquías y los de ’’desterrado del interior” a quien las salpica- ^ terra, se declara autor de la famosa carta, base del proceso, dando
duras del Panamá mantenían en el ostracismo; un “affaire” hacía al mismo tiempo la explicación, contradictoria y absurda, de que la
olvidar otro; el dreyfusismo quitaba las manchas de panamismo. carta había sido escrita por él, pero “por encargo” de Dreyfus, y
Y así como el sentimiento patriótico hacía que muchos que empe­ que éste era el verdadero culpable. Dreyfus es llamado de la Isla del
zaron siendo dreyfusistas acabaran en las filas contrarias, así tam­ Diablo, en que cumple condena, para que comparezca ante el tri­
bién el dreyfusismo arrojó al socialismo revolucionario a hombres bunal de Rennes. Este debía dar la sentencia definitiva a la que to­
que hasta entonces habían estado muy lejos de él. Tal el caso de dos habían de someterse. N o fué así; parecía que todo conspirara
Anatole France, el cual, años más tarde, en 1904, conmemorando a mantener la agitación. Por cinco votos contra dos, el Consejo de
la muerte de Zola, diría esta3 palabras : "E l “affaire” Dreyfus prestó Guerra condena de nuevo a Dreyfus, pero mitigando la pena y re­
a nuestro país el inestimable servicio de poner poco a poco al des- conociendo circunstancias atenuantes. Waldeck-Rousseau, jefe del
: cubierto y frente a frente las fuerzas del pasado y las del porvenir : Gobierno a la sazón, quería la absolución pura y simple; irritado
; de un lado, el autoritarismo burgués y la teocracia católica ; del otro, por el nuevo veredicto, contesta a él con el indulto del condenado;
el socialismo y el librepensamiento.” el presidente Loubet lo firma inmediatamente, Dreyfus lo acepta,
’Los potentes órganos de que masonería y judaísmé' disponen por renuncia a todo recurso. Parecía todo terminado, pero, lejos de esto,
todo el mundo dan repercusión internacional a la campaña y, como el partido del indultado no deponía las armas. L a causa de D re y ­
ésta coincide con un incidente diplomático-militar de la importan­ fus le había dado el poder y le permitiría conservarlo y ejercer re ­
cia del de Fashoda, se llega a acusar al oro inglés de alimentar la presalias. A fin de mantener la agitación revolucionaria que tan
campaña del “sindicato” dreyfusista, aquella campaña venenosa útil había sido, Jaurès emprende la campaña p o r la rehabilitación,
contra el Ejército y contra los hombres de uniforme, uno de los con la misma tenacidad que ya había obtenido la revisión. Siete
cuales, Marchand, tan bizarramente acababa de sostener la bandera años después del juicio de Rennes, obtiene una sentencia de casa­
de Francia en Fashoda frente a Inglaterra. Esto aumenta la indig- _ ción que declara a Dreyfus inocente, todo y reconociendo que en
nación y el fervor de las fuerzas nacionales contra “el partido del 1894 se había cometido “un gran crimen” de traición y sin sentar
Extranjero”. legalmente que el culpable fuera Esterhazy. El “gran crimen” que­
En plena agitación, en febrero de 1899, muere el presidente Félix da difuminado en úna serie de “considerandos”. P a ra dispensar al
Faure, antidreyfusista notorio. Cuarenta y ocho horas después, es condenado de Rennes de comparecer ante un tercer Consejo de
XXXH NOTAS PRELIMINARES A LA TRADUCCIÓN ESPAÑOLA

Guerra, el Tribunal de Casación alteraba la ley y renunciaba a su


propia jurisprudencia. N o importa. E l drama judicial quedaba lejos.
Las consecuencias del mismo son lo importante. En nuestros días #
se discute aún sobre aquél, sin que haya surgido la revelación deci­
siva. En un proceso en que se dieron circunstancias tan extraordina­
rias, resulta hoy maravilloso ver que, en la revisión de Rennes, ¡
el tribunal y las dos partes se resignaron a la ausencia de Esterhazy D ISC U R SO P R E L IM IN A R
.1
de las audiencias, cuando la confrontación de Esterhazy y Dreyfus,
la confrontación de las dos culpabilidades posibles, hubiera sido aca­ 1900-1924
so la solución del problema, puesto que éste consistía en escoger
entre dos culpables. Parece como si no hubiera interesado hacer
lucir la luz que se buscaba. I Reimprimimos este antiguo libro en el mismo año en que
Así termina oficialmente el “affaire” Dreyfus i. En la realidad, el ha cumplido su cuarto de siglo de existencia, y esta longevidad
espíritu que lo había animado se iba a prolongar de manera indefi­ suya me sorprende, pero no me encanta demasiado, porque, en
nida. L a República francesa quedaba en manos de los radicales, de
realidad, acusa la persistencia de la crisis y del desconoci­
todas las izquierdas revolucionarias; iba a ser la República de Com­
miento diel único remedio a ella apropiado. ¡Se han sucedido
bes, de la persecución religiosa, de la expulsión de las Congrega­
ciones, de las fichas de delación en el Ejército... En esto venía a dos o tres generaciones de hombres, y los más jóvenes de ellas
parar aquella otra “República conservadora” lograda con tantos es­ tienen que estudiar todavía unas críticas dadas a luz el año 1900!
fuerzos y sacrificios. Pero es que para librarla a ella misma— a la Estas generaciones han presenciado uno de los mayores
institución, sin más epítetos— de peligros más o menos imaginarios, acontecimientos de la Historia. Han sufrido, visto o hecho esa
se había hecho la unión de "defensa republicana", a pretexto, esta guerra que ha determinado tantas revoluciones, destruido y
vez, de Dreyfus y, en esta unión, habían resultado, naturalmente, forjado tantos Estados, tras haber consumido para su propia
vencedores y gananciosos quienes representaban aquel “máximo de voracidad cerca de 15 millones de seres humanos. Y tantos
República” que Clemenceau habia pedido.•
cambios en los hombres y en las cosas no han modificado un
ápice el problema fundamental de la vida pública francesa, ni
• 1. D reyfus h a m uerto el 14 de julio de 1935.
hecho menos vacilante la línea de su dirección.
E l Gobierno republicano no se ha fortalecido, ni mucho
menos. L a oposición no se ha debilitado, sino al contrario. Los
términos del problema son, pues, los mismos, sólo que más
agravados, y su mutua relación no se h a modificado. Sólo la
solución de hecho continúa pendiente, pero, en realidad, las
gentes no dejan de formularse— más, cada día que pasa— esta
pregunta: “La institución de una Monarquía tradicional, here­
ditaria, antiparlamentaria y descentralizada, ¿es o no de salud
pública?” Los nuevos problemas se han prodigado, pero no se
ha producido ningún hecho nuevo que altere el planteamiento
y los diversos aspectos del que sobresale por encima de todos.
Los datos que hoy poseemos acuden como otras tantas demos­
traciones del análisis exacto de los hechos y aspectos de hace
veinticinco años.
DISCURSO PRELIMINAR 11

la integridad del territorio eq que vive, edifica su hogar, en-


*gendra una posterida*d, envejece y muere; además de la seguri­
% dad, el hombre puede anhelar la normal multiplicación de los
miembros de su comunidad, el progreso de los medios materia­
les que aseguran o facilitan su subsistencia y, en una palabra,
el respeto a las condiciones superiores de una vida común
I
próspera, lo mismo las que se refieren a las costumbres, que las
que afectan al fuero interno, dando preferencia al bien sobre
M ODO Y C A L ID A D D E L A P R U E B A el mal y a la virtud sobre el vicio, a la imparcialidad de la ju s­
ticia y de la ley, la dignidad de ésta y el honor del país y de
^la nación. A u n así, aun satisfechas estas necesidades, no por
¿Entonces — se me dirá — aquellos hechos han tenido su esto dejará de haber quien se queje: los pueblos son desconten-
prueba? taáñzos por naturaleza, dice Bossuet, pero el descontento tien­
Esta palabra “prueba” hacía sonreír en los días de mi ju ­ de a hacerse tan general como legítimo cuando se advierte que
ventud. N o había pullas bastantes para un escritor que fuera el personal gobernante o los principios de gobierno fallan en
lo suficientemente ingenuo para tratar de corroborar sus sen­ uno u otro de los puntos capitales.
timientos con pruebas. U na generación ■más seria y más grave E l que se tolere mal un impuesto y levante protestas, que­
y mejor dotada para la acción ha comprendido todo el interés ja s y tumultos, será un mal local o temporal y puede ser bas­
que tiene una demostración destinada a poner de acuerdo el tante pequeño por ruidosas que resulten las consecuencias del
pensamiento de los hombres con los cosas que agitan y rigen a mismo. Si un hombre político se hace impopular por su anti-
la humanidad. En nuestros días, la juventud comprende muy .patía o su debilidad, por sus preocupaciones o sus manías o,
bien que nos hayamos empeñado en seleccionar nuestros razo­ sencillamente, porque su nariz resulta desagradable a las gen­
namientos y en llevar lo mejor posible el hilo de nuestras de­ tes, las afrentas que se le dirijan pueden carecer de signi­
mostraciones. ficación grave, porque puede cambiar, su nariz puede palide­
Porque— he de confesarlo— tales demostraciones fueron cui­ cer o enrojecer a tiempo, y porque puede modificarse también el
dadosamente meditadas. Nos esmeramos en que resultaran Ijumor popular.
justas y exactas y al mismo tiempo pertinentes y decisivas. E l griterío público no es la medida de los daños públicos.
En primer lugar, se referían a puntos que no eran de de­ E l griterío, aun siendo violento, no significa más que lo que sig­
talle, porque no hacíamos la crítica de accidentes y pequeneces. nifica la causa que lo origina. U n a parte de la opinión francesa
Los caracteres de la vida política republicana, a cuyo estudio se creía muy vejada en 1847 porque el derecho de voto era
nos dedicábamos, eran ni más ni menos que todo aquello que indebidamente negado a las capacidades. N o obstante, el poder
dejaba las necesidades más genéricas de la vida nacional y de que incurría en la equivocación de dar esta negativa era al mis­
la vida humana en el aire y totalmente insatisfechas. mo tiempo el que desde hacía dieciocho años conservaba con
Ignoro cuánto durará el formulario de los derechos y de los ánimo incomparable la paz que, como dice Pascal, es el primero
deberes del hombre. Pero los cambios históricos no modifican de los bienes. Veinte años antes, la misma parte de opinión creía
gran cosa la tabla de sus necesidades. E s fácil establecer una también que le venían grandes males de la influencia que atri­
lista casi inmutable de aquellos bienes sociales de que le es buía al clero: con todo, el poder, un poco distraído, que so­
imposible prescindir. Cualquiera que sea el grupo de naciones portaba que lo motejaran por este motivo, reorganizaba la
a que pertenezca, el hombre pide al Gobierno que le garantice Hacienda, el Ejército, la Marina, la política exterior, todo lo
12 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 13

esencial del país, con un entusiasmo, una lealtad y un acierto determinación es delicadísima: una vez afirmada la evidencia
de que hay pocos ejemplos en la historia ele ningún pueblo. En de la regresión moral, aun siendo ésta tan cierta, difícilmente
resumen; los que integraban la oposición de la Restauración y ; se haría sensible al corazón de todos y más difícil aún resul­
del Gobierno de julio, se dolían amargamente de naderías. Con taría el defenderla contra los groseros sofismas materiales de
un poco de suerte y de habilidad, hubiera'bastqdo un pequeño « los abogados a sueldo del régimen. P or el contrario, cabe de­
impulso para corregir la dirección del Estado o el cambiante § finir y evaluar, con una claridad que quita a los contradictores
curso de la opinión, y los Gobiernos inculpados habrían salido i hasta las ganas de abrir la boca, tal y tal perjuicio de orden
del paso sin trastornos. A la temporada siguiente, no se hubie- 1 material: los más intrépidos de aquéllos escamotearán el tema,
ra guardado el menor recuerdo de un agravio ni de otro. ¡Se '| pero no se atreverán a abordarlo siquiera.
quejaba el país por tan poca cosa i Esto explica el extraor¡- 1 Recordémosles, por ejemplo, que en los alrededores de Crécy,
dinario arcaísmo de los innumerables escritos que han dejado t -i en el Oise, se levanta una llamada “Casa Blanca” en cuya fa ­
las oposiciones de 1829 y 1847, así como las de 1873 y 1875. chada el propietario (que, al parecer, es un antiguo magistra­
A parte de todo mérito literario, toda esta bibliografía ha per­ do) ha hecho grabar la siguiente inscripción “ La Casa Blanca,
dido su sentido en algunos años, porque con ella se trataba edificada en 1728, saqueada por los prusianos en 1814, incen­
de agitar la opinión pública por causas tan fugaces como míni­ diada por los rusos en 1815, reconstruida en 1835, saqueada e
mas, comparables a aquellas que la sabiduría mistraliana ca­ incendiada por los bávaros en 1870, reconstruida en 1877, sa­
lificaba jocosamente de “paupières de pie” l. queada y arrasada por los alemanes de 1914 a 1918 y reedifi­
P o r el contrario, nuestras quejas de 1900 se refieren a algo cada en 1920...”. Añadamos que este trofeo de nuestros desas­
perdurable, visible o no, oculto o no, pero que causa al país un tres no es el único ni el mejor situado; si la Casa Blanca hu­
daño crónico o agudo, pero siempre profundo y para no descui­ biera estado más al Este, probablemente hubiera sufrido un
dado. Profundo, porque amenaza la substancia viva. Para no des- . saqueo más, en 1792, y se hubiera podido grabar en la misma
cuidado, porque está siempre a punto de manifestarse y de cau­ lápida la conmemoración completa de las grandes invasiones
sar nuevos dolores como efecto nuevo de la vieja causa. que ha sufrido Francia desde hace ciento treinta años. Ciertas
casas de la Lorena y de Bar, destruidas en 1792, fueron recons­
Con todo, hay hechos y realidades que, entrañando tanta truidas inmediatamente, pero un poco más atrás de su primiti­
gravedad como otros, no tienen la misma fuerza de persuasión, vo emplazamiento; las sucesivas invasiones de los prusianos en
por lo que el lector comprenderá que nuestra atención, para des­ 1814, en 1815 y en 1870 enseñaron a los reconstructores, con
pertar la suya, se aplique preferentemente a los más tangi­ la triste experiencia de aquel brote periódico, a retirarse cada
bles, a fin de eliminar réplicas y hacer inútiles las argucias. vez más en dirección Oeste, y la irrupción alemana ha estre­
P o r ejemplo : si, contrariamente a nuestros métodos, empe­ chado este último repliegue en 1914. L a historia de los cinco
záramos por afirmar que la política específicamente republi­ últimos cuartos de siglo es la historia de estas repetidas in­
cana de la República o, en términos generales, ciento treinta cursiones.
años de democracia, combatida o triunfante, han determina­ Después de esto, que es indiscutible, observemos cómo esta
do un considerable descenso del nivel de la inteligencia y de concentración de las construcciones, de las viviendas, de la ac­
las costumbres, no haríamos más que dejar sentada una ver­ tividad de la raza francesa hacia el Este, bajo la amenaza ene­
dad indudable que puede demostrarse y que nosotros sabría­ miga, coincide con el establecimiento del Gobierno popular que
mos demostrar, pero, no obstante, por clara que resultase la tantos juzgan como un principio de progreso. Las conquistas
prueba, habría de descomponerse en elementos morales cuya y los avances dél extranjero en nuestro territorio datan de
1. Párp,ado.s de urraca. (N . dej 5 P .). las conquistas y de los progresos de la democracia. Entre el
14 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

año de 1728, que vió edificar la Casa Blanca, y el año 1792,


en que fué derribado el Gobierno real que había trazado nues­
tros límites y los defendía debidamente, no hubo ninguna in­
vasión notable. Los tres cuartos de siglo que van de 1728 a
1792 no hacían más que reproducir los tres cuartos de siglo
anteriores, los que van de 1650 a 1728: desde la consolidación
de los Borbones a la Revolución francesa el corazón del terri­
n
torio permaneció inviolado; en el transcurso de las guerras, sólo
los confines sufrieron mella y únicamente se movilizó una pe­ D U R A C IO N D E L A P R U E B A
queña parte de la población; la mayor desgracia militar de la
Monarquía borbónica no alcanzó más que a veinte mil fra n ­
ceses y ocurrió en Rosbach, en el interior de Sajonia. Y desde Entre nuestras previsiones de 1900 y su cumplimiento de
que la Monarquía cayó, el corazón del país está abierto, el 1914 corre un largo período de quince años que basta al hom­
extranjero h a entrado tres veces en la capital y la ha ame­ bre para alcanzar sus primeras fuerzas de adolescente. Los re­
nazado por cuarta vez, y, si se investigan las causas de esto, clutas que tenían veinte años el día en que sonaron el primero
se ve claramente que la democracia parlamentaria o plebisci­ y el último cañonazos han podido oír a sus padres discutir so­
taria no ha cesado de tener parte en ello, ora, como en 1792, bre una amenaza que nosotros anunciamos entonces como in­
por la imprudente voluntad de su iniciativa guerrera, ora, como evitable consecuencia de la democracia. Y muchos de los jóve­
en 1914, con un desarme que provoca la iniciativa del enemigo. nes supervivientes que maduraron bajo una prueba que los
De consiguiente, si bien es fácil hacer a la democracia, en dejó mutilados, heridos, agotados, deben recordar que fuimos
el orden espiritual, reproches más profundos, más elevados e casi los únicos en mostrarnos tan insensibles a las engañosas
igualmente justos, es innegable que los que acabamos de alegar, promesas alemanas de paz como a los sueños del pacifismo
y que caen de lleno sobre las sonoras palabras de paz y de francés. Si acaso se les ocurre repasar nuestras viejas instan­
progreso, pertenecen al área de lo indiscutible e indiscutido. E l cias para que el Ejército, la Marina, la política de defensa na­
caso que hemos presentado es tal, que no cabe negar su impor­ cional ocuparan de nuevo el primer lu gar entre las preocupa­
tancia vital y es de una solidez firmísima. L a evidencia se en­ ciones del país, verán cómo el lenguaje de antaño tiene poco
carga de contestar a los radicales que dicen “no queremos vol­ que variar hoy; la actitud y el poderío de Alem ania no han
ver atrás’’, que atrás, en el pasado, están el provecho, el adelan­ cambiado, ni ha cambiado tampoco la actitud y la fuerza de
tamiento, la superioridad y el progreso. Lo que se llama la los amigos con que cuenta en Francia, en este mundo republi­
orientación moderna de los asuntos de Francia, ha sido un mal cano que retorna a las doctrinas cuyo florecimiento presencia­
negocio. Hemos salido perdiendo en él, en toda la línea de lo mos en 1900. L a victoria no ha traído nada nuevo. Nosotros,
que es esencial. L a historia de las violaciones del territorio lo por nuestra parte, no renegamos de ninguna de las normas de
prueba abundantemente. experiencia que, bajo la Monarquía, garantizaban a Francia
L a calidad de esta prueba adquiere un nuevo valor si se y la defendían del enemigo, y la democracia, por la suya, sigue
tiene en cuenta que quienes la aducían ayer acompañaban sus manifestando la misma carencia de sentido práctico que antes
observaciones sobre el pasado con un pronóstico de los aconte­ y vive apegada a idénticas visiones místicas, agravadas por
cimientos que entonces estaban por venir. “Vuestro régimen los mismos intereses de casta y de clan que han desguarnecido
— decíamos— lleva a la invasión.” y desmantelado a la Patria.
¡Y la invasión vino! L a celosa preocupación de sus luchas intestinas distrae al
16 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 17

demócrata del deber de la lucha exterior, a menos que la mis­ nuestra encuesta, y no puedo callar el nombre de la última
ma preocupación no lo arroje a ella en condiciones igualmente : conquista de la Encuesta sobre la Monarquía antes de la
peligrosas. Esta primacía del interés de grupo puede conside- : guerra: el general Mercier, verdugo de la traición, padre del
rarse como la regla de la democracia. E l tiempo no cambia í cañón del 75, al cual se debe la dicha de las primeras victorias.
nada ni a la esencia del gobierno popular, ni a las condiciones Pero, para ser justo, tendría que reunir en la misma evocación
territoriales y nacionales del país. ¿Qué son dos o tres sema­ a todos los jóvenes lectores monárquicos y republicanos que
nas de años ? ¿ Qué vale la pequeña arruga que representan en , intervinieron en esta discusión apasionada. ¿Dónde están,
el espíritu público los cambios que traen consigo? E l pagano ? dónde duermen su sueño eterno, en qué necrópolis de la reta­
cantará su ruit hora, el cristiano su ruat coelum. E n medio de ; guardia o del frente ? Dondequiera que estén, de sus cenizas se
un mundo que se mantiene ñel a lo fundamental de sus inte­ desprende un espíritu de vida inmortal, porque las institucio­
reses y de sus pasiones, la República sigue siendo la Repúbli­ nes que estudiaron, las causas que examinaron, constituyen io
ca y Alemania sigue siendo Alemania. En tanto que lo que que más importa al corazón, al espíritu y al cuerpo mismo del
existe, es, las leyes del ser no varían ni por la acción del tiem­ eterno animal político. Los hombres pasan, pero la naturaleza
po ni por las mudanzas del universo. E s evidente que nuestro humana sobrevive. Preciso sería que las condiciones de la exis­
mundo no es eterno y que sus materiales se agotan, pero no es tencia estuvieran profundamente alteradas por factores quími­
menos evidente que su forma perdura, que sus relaciones esen­ cos y astronómicos desconocidos para que las condiciones aquí
ciales son fijas y que duran tanto como él mismo. estudiadas hubieran cambiado mucho. ¿Y cómo un simple lapso
Con estos sentimientos debemos acercarnos al cuerpo de de veinticinco años no iba a confirmarlas punto por punto ?
Francia y considerar la relación de las revoluciones pasadas
con nuestras necesidades permanentes. E l trabajo que reim­
primo ha tratado de fija r esta relación por lo que se refiere al
período comprendido desde César Clovis, Carlomagno y Hugo
el Grande hasta el año 1900. Queda por estudiar la misma re­
lación por lo que atañe al pequeño espacio comprendido entre
la distancia de la hora presente de aquella en que este volumi­
noso libro fué escrito. Veremos destacarse en él gran número
de accidentes, de personas y de cataclismos de pueblos, pero
no veremos ningún cambio a la ley que rige las cosas. Muchos
de aquellos que colaboraron con nosotros no podrán releer sus
palabras. ¿Dónde están nuestros primeros inspiradores y maes­
tros, Buffet y Lur-Saluces? ¿Dónde nuestro caro Jules L e ­
maître, nuestro gran Maurice Barrés? ¿Dónde Sully-Prud-
homme? ¿Dónde mi amigo Frédéric Amouretti? ¿Dónde Henry
Vauge ois? ¿ Y tú, Léon de Montesquiou, y tú, Lionel des Rieux,
y tú, Octave Tauxier, y tú, Hugues Rebell, Albert Jacquin, E u ­
gène Ledrain y Richard Cosse?
H e citado por su nombre al director-fundador de L ’Action
Française; he de nombrar también al director-renovador de la
Gazette de France, Gustave Janicot, que abrió sus columnas £

2
DISCURSO PRELIMINAR 19

voluntad de revancha. N o contentos con renunciar a ella de


hecho después del affaire Dreyfus, los Ministerios Waldeck
y Combes dieron prendas públicas de esta abdicación abando­
nando y disminuyendo el Ejército, la Marina, la policía del
Estado y el Estado entero. L a idea nacional corrió idéntica
suerte: lo que un pequeño número de intelectuales, los Naquet,
los Gourmont, los Gohier, los Péladan, los Hermant, los Des­
caves, habían estado solos en sentir y desear desde 1890, lo
F L U C T U A C IO N E S E N T R E D E M O C R A C IA T E M P L A D A que no había sido durante mucho tiempo más que una concep­
Y D E M O C R A C IA P U R A ción teórica mal confesada: la voluntad de sacrificar la Patria
a la Humanidad, se manifestó a la luz del día. Suponiendo ■re-“'
LA REPÚBLICA Y LA DEFENSA NACIONAL
suelto el problema del porvenir y fija su solución, la República
francesa limitó sus cálculos de previsión política a los con­
Desde nuestro punto de vista del Estado francés que hay flictos de los partidos que la agitaban o la asediaban. Hizo la
que salvar y conservar, si queremos hacernos una representa­ guerra a sus enemigos del interior, desterró a muchos de ellos,
ción exacta de la política de la República francesa durante el arruinó y despojó a otros; pero, por lo que hacía referencia a
último cuarto de siglo, tenemos que dividir este tiempo en dos los rivales o competidores de fuera, proclamó que no debía ha­
etapas que una secreta armonía ha hecho numéricamente igua­ ber más lucha contra ellos y hasta invitó a su Ejército a no
les : una va de 1900 a 1912 y la otra parece que habrá de dete­ pensar más en ello. N i la amenaza de Guillermo n en Tánger
nerse en los alrededores de 1924. L a segunda puede conside­ en 1905, ni la revolución de los jóvenes turcos en 1908, ni el
rarse como un esfuerzo para tratar de sobreponerse a las ca­ incidente de Casablanca, ni la creciente evidencia de los prepa­
tástrofes de la primera que se había dedicado a soñar en una rativos alemanes, inquietaron demasiado esta inercia n i este
democracia parlamentaria casi pura y a tratar de ensayarla y sueño hasta fines del año 1911: para revelarle el peligro, para
hasta realizarla a expensas del país. hacerlo sensible al mundo gubernamental de la República, fué
Nuestra democracia no había sido pura antes de terminar preciso el envío del Panther a las aguas marroquíes, el inci­
el siglo xix. Hasta los años 1897, 1898, 1899 y 1900, los p ro ­ dente de A gadir y la forzada cesión de una mitad del Congo
gramas peligrosos y caros que presentaban los partidos po­ a Guillermo H.
pulares se habían visto contenidos y limitados, refrenados en L a reacción que se produjo en esta fecha recibió de nos­
cierta manera, por un factor ajeno a su propio pensamiento, otros, desde el primer momento, el nombre de experiencia Poin­
pero que no era ajeno al país; se encontraban enfrente con care. Bajo el nombre del lorenés que se había mantenido aten­
cierto espíritu militar que la nación mantenía por la fidelidad to a las condiciones auténticas de la vida francesa, se empren­
de su corazón al ardiente deseo de ir a reconquistar la Alsacia dió un meritorio esfuerzo militar. Las preocupaciones de de­
y la Lorena con las armas en la mano. Este espíritu militar fensa nacional y de política exterior, que se habían convertido
implicaba unos respetos, unas enseñanzas y unas virtudes que en un monopolio de la oposición, fueron reincorporadas a la
la democracia, o excluye, o desdeña. L a lógica republicana ten­ política del Gobierno, pero— hay que decirlo en seguida— el
día a m inar este estado de cosas. esfuerzo era débil por no ser completo. N o tenía todavía dos
Poco a poco, la derrota del boulangismo, la alianza rusa, años este esfuerzo, antes de terminar el de 1913, cuando el par­
diversos manejos de alianza franco-rusa-alemana contra In­ lamentarismo anárquico recobraba su predominio, de lo que se
glaterra, empezaron por debilitar gradualmente la idea y la derivaron unas elecciones antimilitaristas, y el hervor revolu-
fK*
1í“'

20 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA •


DISCURSO PRELIMINAR 21
cionario se prolongó hasta el momento mismo de estallar la »
Gran Guerra. Y es que no se había tenido en cuenta la con- » yectos” del combismo y del eaillotismo, va hasta la reorgani­
dición principal para la salud pública. Los hombres de 1912 zación que determinó la Ley de los tres años bajo el ministerio
Barthou. Pero la curva sufre una brusca depresión a finales
no se habían preocupado de constituir el gobierno de una ver­
del año 1913 (Ministerio Doum ergue-Caillaux); las elecciones
dadera soberanía nacional, por lo que la soberanía popular con­
de abril siguiente, hechas en contra de la “locura de los ar­
tinuaba expuesta a recibir bajo una u otra forma a un sobe­
mamentos” 1, la acentúan; los acontecimientos exteriores la
rano de fuera.
hacen subir de nuevo: la agresión, la invasión, elevan la curva
L a victoria nos preservará temporal y relativamente de ,i Ì
hacia las alturas de la unión sagrada y del sacrificio aceptado
esta desdicha. ¡Pero a qué precio! ¡Pero después de qué males!
por todos y mantenido durante los 52 meses de la guerra. En
¿ Y por cuánto tiempo? Y a tendremos ocasión de examinarlo. "¡
vano las infames traiciones jalonadas con los nombres republi­
L a paz fué el reino de las decepciones. L a decepción fué tan ■
canísimos de Malvy, de Caillaux, de Turmel y de Paul Meunier,

W
.1
rápida y tan profunda, que la nueva Cámara, bastante mode­
en vano la culpable debilidad de Briand, de Ribot y de Pain-
rada, no eligió para la presidencia de la República al jefe de
levé, en vano el error final que anunciaba el armisticio y co- ,
Gobierno autor del tratado de paz. Si M. Clemenceau había en­
rrompía la paz, multiplican las tentativas de depresión: mien-y
carnado la bravura francesa, los que lo rodeaban inquietaban
tras el enemigo estuvo presente, el tono general se mantiene, i
por un espíritu de jactancia, de ligereza y de apetito mani­
pero, una vez desaparecido el enemigo y alejado el peligro, la ;
fiestos. Sus sucesores cedieron más aún que él a la costum­
curva de buen sentido y de patriotismo no tarda en volver a
bre de supeditarnos a los ingleses. L a política de MM. Briand
Jsajar en cuanto se hubo firmado el Tratado. Todo el mundo
y Berthelot lindó con la traición, tanto en la conferencia de
veía la locura del Tratado, pero casi todos lo votaron y ratifi­
Washington como en las negociaciones sobre el Rhin. Fueron i
caron. Razón por la cual la curva se precipita con creciente ve­
cuatro años vergonzosos cortados por la semana de gloria de J
locidad en el malestar propio de un gobierno dividido, de unas
Yarsovia.
facciones sublevadas contra la Patria, de una asamblea de bue­
L a reincorporación de M. Poincaré a los negocios públicos
nas gentes que procuran aminorar— pero que lo conservan—
evitó una catástrofe. Esta segunda experiencia Poincaré im­
un mal cuyo total recrudecimiento el mismo M. Poincaré se
plicaba el programa que hubiera debido ejecutarse cuatro años
espantaría de impedir, a pesar de haberle cabido la gloria de
antes, pero dicho programa estaba viciado por el espíritu de
librarse de él por espacio de diez años. L a s elecciones de 1924
su política interior que abría el porvenir a unos republicanos
representan el asalto natural de los partidos contra una forma
amigos del enemigo, partidarios de la inacción a toda costa,
dulcificada y benigna de República, y este asalto vencedor expre­
con lo que el Gobierno perdía todo aspecto de solidez y de con­
sa, ni más ni menos, la necesidad que impele a la democracia
tinuidad. De este modo, era fatal que al mismo M. Poincaré
a eliminar los paliativos que la prueba nacional le había im­
se le escurrieran de entre los dedos los resultados de su obra
puesto.
de 1912. ¡El esfuerzo salvador no servía para nada! Y de este
Lo que todo el mundo llama la verdadera República ha re­
modo un gran pueblo en el que la sensibilidad intelectual, razo­
cobrado su fuerza. Veamos, pues, en qué consiste la verdadera
nable o no, es sin disputa igual a su vivacidad nerviosa y a su
República.
fuerza de sentimientos, debía verse decepcionado hasta por la
victoria. 1 . V éase nuestro libro Los jefes sochalistfis durante la guerra.
P a ra resumir la sucesión de los acontecimientos de la era (N. L. N .)
nacional y poincareniana que va de 1912 a 1924, hay, pues,
que imaginarse una curva que, partiendo de los fondos “ab-
DISCURSO PRELIMINAR 23

parte del asesino involuntario— en la hecatombe que ha enlu­


tado al país.
Si esto es indiscutible, todo francés y toda francesa que
sepan leer harán bien en guardar en su biblioteca o en su cos­
turero, a menos que él lo una a su cartilla militar, un amplio
y exacto resumen de los debates sobre nuestra falta de pre­
IV paración técnica, tal como se desarrollaron en París en las dos
Cámaras a mediados del mes de julio de 1914. A dos semanas
L A V E R D A D E R A R E P U B L IC A de las hostilidades y como remate de quince años de un esta­
do de paz sin defensa, aquellas jom adas del 13, del 14, del 15
SEGÚN LOS SEÑORES CLEMENCEAU, CHARLES HUMBERT, MESSIMY
y del 18 de julio significan el examen de conciencia del ré ­
Y PAUL BÉNAZET
gimen; la ansiosa presión de la tempestad que empezaba a ex­
tenderse disminuía las posibilidades de disimulación y disfraz:
L a verdadera República puede definirse como una domina­ todo el mundo hablaba claro bajo la cuchilla
ción de los intereses, las pasiones y los designios de los parti­ Entonces se oyeran confesiones formales, de que después
sus autores se han arrepentido. Pero no im porta: están hechas.
dos sobre el interés máximo del pueblo francés, sobre su in­
Imposible disimularlas, por más que se haya intentado discutir­
terés nacional tal como se desprende de las condiciones de
las y aun desdecirse de ellas. Se trata de hechos, de cifras, de­
la vida del mundo. ,
clarados, reconocidos, articulados y firmados.
¿ Y cuál es este interés? L a defensa de la paz, la garantía
del territorio, son su principal postulado. Antaño cabía distin­ Republicanos chupópteros y republicanos doctrinarios no
guir entre la nación y el ejército, entre Francia y los france­ sabían qué hacer cuando miraban sinceramente a estos prime­
ses. A yer más que anteayer, y mañana más que ayer, todo ciu­ ros años del 'siglo que habían visto prevalecer su personal y

dadano, de los veinte a los cincuenta años, puede ser moviliza­ sus ideas. Victoriosos en el affaire Dreyfus, dueños del Esta­
do para la carnicería del campo de batalla; ni siquiera ya edad do en virtud del destierro de Dérouléde, de B u ffet y de L u r-

ni sexo son bastantes a sustraerlo a las consecuencias univer­ Saluces, pudieron dar libre curso a su espíritu de destrucción.

sales de una guerra moderna tal como nos la hacen concebir a En este largo reinado que va de 1900 a 1912, el Estado Mayor
General del Ejército ha sido desorganizado, el mosconeo de
un tiempo los recuerdos y los pronósticos. Servicio univer­
los fabricantes de fichas trastorna los Cuerpos de oficiales,
sal, peligro universal. P o r consiguiente, la necesidad más apre­
el servicio militar es reducido a un año, los períodos de llama­
miante de los franceses coincide con la necesidad de F ran ­
da de los reservistas y territoriales son acortados, la preceden­
cia misma y con el deber primero del Estado, que es hallarse
cia de los decretos de Mesidor es abolida, el reclutamiento de
siempre presto a la trágica coyuntura. Todo lo demás se supe­
los jefes se ve entorpecido, el número de los candidatos a las
dita a esto, y aquellos que sostenían en el período comprendido
escuelas militares baja en un cincuenta por ciento, y lo más
entre 1900 y 1912 que el Ejército, la Marina y la Diplomacia
importante de todo es que el servicio de informaciones del M i-
eran unos órganos del Estado condenados a desaparecer y ya
nisterio de la Guerra, confiado a la Seguridad general, queda
anticuados, aquellos escritores, aquellos oradores y políticos
prácticamente suprimido, abriendo así la puerta a un espiona­
sin abrigar, acaso, una mala intención, tienen una parte— la 1
je desenfrenado. N o obstante, y por mucho que les apurara el
1. E l m ás Ingenuo de estos desgraciados fué, sin disp u ta, M. M aro recuerdo de todos estos atentados contra el bien y la salud pú­
Sagnier. V éase en m i D ilem a de M arc Sagnier su s estupendos ensueños blicos, los criminales que los cometieron se sentían menos pre-
de 1905.
24 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 25

ocupados por ellos que por la evocación precisa de ciertos he­ nisterio de Hacienda había hecho de oficio una reducción de
chos materiales que fueron sometidos al Senado y a la Cá­ más de 35 millones en los 104.500.000 francos que pedía el M i­
mara. E n los momentos en que el estrépito del hierro enemigo nisterio de la Guerra; que en el presupuesto de 1902 la cifra
resonaba bajo nuestras murallas, ¿nuestro hierro, el nuestro, pedida por los Servicios pasaba de los 98 millones y que fué
dónde estaba? ¿Cuál era el número, la fuerza y el peso de reducida a 38 por el ministro de la Guerra y luego en 10 mille­
nuestro material de artillería y de ingeniería y de nuestras mu­ nes más por el ministro de Hacienda.
niciones? Habíamos tenido que votar unos gastos de construc­ Se ha añadido también que, a partir de este momento, las
ción, de preparación, pero ¿ cuáles eran ? E l Gobierno, enloqueci­ sumas pedidas por los Servicios se han ido haciendo mucho
do, pedía al Parlamento, de una sola vez, una enorme cantidad de más pequeñas poYque los directores del Ministerio tenían o r d e n
créditos militares, cerca de 1.500 millones, lo que viene a ser de reducir al mínimo sus previsiones, pero estas previsiones, ya
hoy ocho o nueve mil millones. Inició la discusión de estos cré­ tan reducidas, fueron aún grandemente limitadas, ora por el
ditos en el Luxemburgo, el 13 de julio de 1914, el presidente ministro de la Guerra espontáneamente, ora atendiendo im p e ­
M. Antonin Dubost, en los siguientes términos: riosas in d ic a c io n e s del Ministerio de Hacienda.
“E l orden del día contiene la discusión del proyecto de ley E n 1903, los Servicios no pedían más que 59 millones y se
adoptado por la Cámara de los Diputados, adoptado con modi­ les concedían 36. E n 1904, pedían 61 y no se les concedían
ficaciones por el Senado y modificado por la Cámara de los D i­ más que 30. En 1905, pedían 44 y no se les concedían más
putados, que autoriza a los Ministerios de la Guerra y de la que 27. Es verdad que de 1905 a 1907, tras la manifestación
Marina a realizar gastos no renovables con objeto de proveer alemana de Tánger, se habían gastado fuera de Presupuesto
a las necesidades de la defensa nacional y determinando las cerca de 200 millones, pero a partir de 1911 y hasta la época
normas financieras aplicables a dichos gastos..." de los acontecimientos de Agadir, las previsiones son disminui­
A l son de estas lentas fórmulas que permiten entrever bas­ das de nuevo; los Servicios reclaman 88 millones y no se les
tante bien la estructura y la marcha de la carreta merovingia dan más que 57. E n 1909 piden 98 y no se les conceden más,
de lá democracia, tuvieron que galopar por una ves sus caba­ que 66. En 1910, en vez de los 81 que pidieron, no se les da
llos. Porque había un aguijón que era exterior: la guerra, y ha­ más que 69, y en 1911 los 113 millones que manifiestan ser ne­
bía un jefe, que hincaba la espuela, exterior también: el enemigo. cesarios son reducidos a 86.”
E l ponente, M. Charles Humbert, habia preparado para Tal es el documento oficial presentado al Senado por un
este debate un verdadero grito de alarma. Su exposición de ponente autorizado que no puede discutir las cifras. ¿Qué re­
nuestro descuido lo había obligado a investigar las causas de plica M. Humbert a estas explicaciones de los Servicios? H e
éste, y, naturalmente, había tratado de echar las responsabili­ aquí su tesis: “Si los Servicios, en vez de limitarse a formular
dades fuera del Parlamento, es decir, sobre los servicios téc­ y exponer unas proposiciones, hubieran insistido, si hubieran
nicos del Estado Mayor del Ejército. Pero no había podido de­ advertido “lo bastante” a sus ministros, si no hubiesen consen­
ja r de oír la defensa que de sí mismos hicieron estos Servicios, tido que sus inocentes superiores soportaran “con toda tran­
fácil defensa contenida en la breve nota que M. Charles Hum ­ quilidad de conciencia” los cortes y reducciones del Consejo de
bert tuvo que incluir entre sus consideraciones. Basta extrac­ Ministros, del ministro de Hacienda y de las Comisiones par­
tarla para mostrar el mecanismo de las relaciones del Gobierno lamentarias, y si, en una palabra, “se hubiera lanzado una voz
y del Parlamento y del Parlamento con los Servicios. autorizada para advertirles con energía, es indiscutible que los
“Se ha dicho (en el lenguaje hostil de M. Charles Humbert, ministros hubieran considerado “criminales estas economías”.
el se ha dicho quiere decir los Servicios), se ha dicho, por Los Servicios hubieran debido reclamar, insistir, protestar...”
ejemplo, que en 1900, para el Presupuesto de 1901, el M i- Desgraciadamente para la tesis, este deber se había cumplido,
26 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA d is c u r s o p r e l im in a r 27
habían redoblado ¡ay! sus instancias; sí, habían insistido y * E l M in is t r o .— Aquí hay,, señor Senador, un comisario del
hasta protestado, pero sufrieron negativa sobre negativa y Gobierno, antiguo Jefe de Sección... (V iva s interrupciones.)
hasta se les prohibió que reprodujeran sus peticiones. ¿Cuán­ Pero, señores, tengan ustedes la bondad de escuchar. A qu í hay
do, cómo y por qué ? Nuestra generación no puede ignorarlo. un Comisario del Gobierno, director de Ingenieros, antiguo jefe
En el régimen 1900-1912, las protestas del Ejército eran de la Sección de material en la Dirección de ingeniería, que os
consideradas como facciosas. Lo m ejor que podía sobrevenir­ dirá que, de 1904 a 1906, cuando reclamaba dotaciones de seis
les a los jefes de las tropas de mar y tierra que se permitían millones para los campos de instrucción y de ocho millones pa­
un suspiro de descontento, era la desgracia muda. N o les que­ ra las fortificaciones, recibió la orden terminante de reducir
daba más partido que el de una dimisión cuyos motivos que­ sus demandas.
darían ignorados del público y que no podía producir ningún M. C l e m e n c e a u .— ¿Pero de quién, de quién?
resultado. E l desarme republicano era una doctrina que no to ­ E l M in is t r o .— Del jefe del Departamento1. (Rumores.) ¡O h!
leraba la contradicción. N i los André, ni los Picquart, ni los Y o no hago la menor crítica, sino que explico un simple hecho:
Goiran, ni los Brun eran hombres capaces de prestar oídos a durante gran número de años, los Servicios militares estuvie­
los Servicios competentes contra las Cámaras soberanas, con­ ron recibiendo del Ministerio de Hacienda la orden precisa,
tra la Hacienda omnipotente, contra una opinión antimilitar formal, imperativa, de reducir a la mitad, en tres cuartas par­
que, en el fondo, forjaban ellos mismos. tes, los presupuestos de la Tercera Sección (material) y es mi
Razón por la que las pequeñas excusas tuvieron que des­ deber darlo a conocer al Parlamento.
vanecerse ante el Senado. E l ministro de la Guerra de enton­ P a ra abreviar: en la sesión siguiente, el mismo ministro
ces, partidario acérrimo del desarme en 1907, pero que en 1914 de la Guerra repitió los términos irrefutables de la nota de
tenía que sufrir el primer choque de la Guerra, M. Messimy, los Servicios inserta en el informe Humbert, citándolos sin
sentía acercarse los acontecimientos. Así es que tomó la pala­ tratar siquiera de discutirlos:
bra y, desde el primer momento, determinó cuál era el verda­ E l M in is t r o .— En 1901 los Servicios del Ministerio de la
dero lugar de las responsabilidades, es decir, el Gobierno y su Guerra piden 96 millones y, en el proyecto de Presupuesto, se
política, el Parlamento y la política del Parlamento. H e aquí les ctsignan (este “se” aplícase al Ministerio Waldeck-Rou-
lo que dijo este militar radical: sseau) 71; en 1902 los Servicios del Ministerio de la Guerra pi­
“Estaba yo hablando ayer con un oficial general que ha den 99 millones y esta petición es réducida por orden del mi­
ocupado durante mucho tiempo un importante puesto en el nistro de la Guerra (A n d ré ) a 60 millones, pero no se les seña­
Ministerio de la Guerra, y, repitiendo el reproche que había en­ lan más que 50 en el proyecto de Presupuesto. En 1903 los
contrado en el informe de M. Humbert, le decía: — ¿Cómo du­ Servicios, que habían recibido la indicación de mantener sus
rante diez años no han reclamado ustedes créditos más impor­ presupuestos, piden 60 millones y el ministro transforma esta
tantes para el material, puesto que sólo el armamento se dis­ cifra en 45 millones, pero, al fin de cuentas, no se conceden
cute?... Y él me contestó: — Los he pedido, los he reclamado, más que 36.
pero mi oficio de soldado es obedecer y no me era permitido M. G a u d i n de V i l l a i n e .— E s un caso de résponsabilidadés.
reclamar con vehemencia contra la orden expresa que me había E l M in is t r o .— En 1904 los Servicios piden 62 millones, la
sido dada de reducir en un cincuenta, en un sesenta, en un petición es reducida a 32 por el ministro y se conceden 30. En
ochenta por ciento la dotación de la Tercera Sección (m aterial).” 1905 los Servicios restringen su presupuesto y piden 45 rtii-
M. C l e m e n c e a u .— ¿De quién era la orden?
E l genio del olvido forja incesantemente a M. Clemenceau 1. P ú d ica perífrasis que h a y que tra d u c ir a s i : ministro del D epar­
tam en to de G uerra. ¡E ste m in istro recibía órdenes del Ministerio de
una juventud y una inocencia eternas. H a c ie n d a !
28 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 29

Hones, Redúcese la demanda definitiva a 32 y se conceden 27. ’ lia gastado 700 millones y Francia 282, lo que significa para
Prescindo de los años 1906 y 1907, en los que se hicieron unos, Alemania un gasto medio anual de 115 millones, contra 47 mi­
gastos suplementarios de 193 millones como consecuencia de la llones de Francia. E n el periodo de 1906 a 1910, se cuentan
alarma de Tánger. E n 1908 los Servicios piden 90 millones; la en Alemania 930 millones de gastos contra 476 en Francia, o
idemanda es reducido, a 72 por el ministro y el proyecto de Pre­ sea un gasto medio anual de 190 millones en Alemania, contra
supuesto no fija más que 57. En 1909 la demanda es de 99' mi­ 95 en Francia. E n fin, de 1911 a 1913, Alemania ha gastado
llones que se transforman en 75 en cuanto entran en contac­ 585 millones, contra 411 de Francia, o sea un gasto medio
to los dos Ministerios, y la cifra definitiva marcada por el anual de 195 millones en Alemania y de 137 en Francia."
Presupuesto es de 66. En 1910 los Servicios piden 81 millones; E n el primer momento el Senado trató de acusar de des­
esta petición, al ser transmitida al Ministerio de Hacienda, es pilfarro de los créditos, pero no, no habían sido malgastados:
reducida a 70, y esta es la cantidad que figura en el proyecto se les había empleado bien, sólo que las cantidades votadas re­
de Presupuesto. E n 1911, la petición inicial es de 113 millones, sultaban harto cortas, como consecuencia de la política finan­
pero queda reducida a 95 en el mismo Ministerio y fijada de­ ciera impuesta por la política general del Gobierno. Se habían
finitivamente en 86 por las Comisiones y las Cámaras. ' . sacrificado los presupuestos militares o “presupuestos de la
Quien habla es el mismo ministro, representante de los Ser­ muerte”, a los presupuestos electorales o “presupuestos de la
vicios en el Parlamento y representante del Parlamento ante vida” , y, en castigo de esto, hemos tenido que llenar las lagu­
los Servicios; es el Gobierno quien, en la plenitud de la com­ nas del material inerte con masas palpitantes de “materia!
petencia y la información, explica en esta forma, en vísperas humano”.
de la guerra, el estado de impreparación de sus arsenales, de Podía, pues, sobradamente M. Messimy sacar la siguiente
sus almacenes y su material viniendo a decir en resumen: “N o conclusión: “E l hecho mismo de presentar un proyecto de pre­
me habéis dado dinero para esto.” L a Asam blea se sorprende, supuesto de 1.400 millones y el de haber comprometido un gas­
se alarma, se irrita, pero no puede discutir lo que le dicen. to de muchos centenares de mMlones en el año último y éste,
Y el ministro vuelve á poner paño al pulpito. L a víspe­ constituyen por sí solos l a c o n f e s ió n de que no se ha hecho
ra— 13 de julio— había hecho la comparación entre nuestros en el pasado todo lo que era (¡M u y
n e c e s a r io e in d is p e n s a b l e .”

gastos de material y los que se imponía en aquellos momen­ bien, muy bien!)
tos mismos el Adversario; no un adversario desconocido e in­ A pesar de la moderación de los eufemismos, no era posi­
opinado, sino el adversario esperado, inminente, que no podía ble ninguna escapatoria. E l mismo Charles Humbert, renun­
dejar de venir; el enemigo hereditario: ciando a complicar al Ejército y al Ministerio de la Guerra,
“E n 1903 se han gastado en Francia 31 millones; en Ale­ cierra más el camino con una aportación de su cosecha que re­
mania, 130, o sea el cuádruple. dobla la prueba de aquello que al principio él había negado, o
’> E n 1904, 32 millones en Francia y 130 en Alemania. sea que la inhibición venía del Gobierno parlamentario y no de
■; E n 1905, 52 millones en Francia y 130 en Alemania. los militares profesionales:
E n 1907, 92 millones en Franciay 245 en Alemania. “Antes de dejar la tribuna, voy a leer al señor ministro de
E n 1908, 59 millones en Francia y 222 en Alem m ia. la Guerra dos edificantes documentos que conciernen al Ins­
E n 1909, 71 millones en Francia y 178 en Alemania. pector de Artillería ligera de sitio y de plaza. E l 6 de enero
En 1910, 99 millones en Franciay 126 en Alemania. d¡e 1914 este general, que tiene categoría de jefe d e Cuerpo de
E n 1911, 93 millones en Franciay 128 en Alemania.” Ejército, dirigía >al señor ministro de la Guerra un a carta de
A l siguiente día— 14— M. Messimy añadía aún: la que entresaco los siguientes párrafos: “Desde a l punto de
“E n el período que se extiende de 1900 a 1905, Alemania vista del material existente en nuestras plazas, no s e ha hecho
30 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 31
el menor progreso desde hace cuarenta años. Las cureñas dé prendido por los poderes públicos y por todos los buenos fran­
nuestros cañones de plaza habría que cambiarlas de manera ceses."
que se asegurase la protección de los servidores de las piezas En otra carta, del 30 de julio anterior, habíase dolido “de
y se aumentase la rapidez del tiro. Necesitaríamos-. l.°, mor­ la agonía del Ejército”, que él llamaba “el principio del fin de
teros ligeros que permitieran batir los fondos y los alrededo­ todo”, añadiendo: “N o me era lícito traicionar con mi silencio
res de las obras; 2.°, algunos cañones móviles de 14 o 15 kiló­ la confianza del país... Cuanto a las causas secundarias que
metros de alcance, como los que los alemanes tienen en Metz, venían a unirse a" las causas precedentes, son legión, y si quie­
para retirar la línea de asedio. Aunque estas cuestiones han nes están encargados de velar por los intereses de la patria
sido ya planteadas otras veces, la ejecución sufre una lentitud las conocieran, se llenarían de estupor. Y , a pesar de todo, hay
deplorable.’’ un Gran Consejo de la Defensa Nacional. Jamás he sido lla­
Véase ahora un extracto de la respuesta que este general mado a él. Y hay un Consejo Superior de la Guerra. Pero el
recibió del ministro, con fecha 6 de febrero de 1914: “E n la ministro no lo ha reunido más que una sola vez, y esto por

segunda parte de su carta formula usted críticas gravísimas, una cuestión secundaria, a pesar de que nuestras reuniones
eran legales, o, más exactamente, impuestas por Ja ley, etc...
aunque muy imprecisas, a propósito de las lentitudes sufridas
El rosario es largo."
en la realización de las diversas mejoras que afectan al ma­
En 1907 estas crueles verdades eran rodeadas de silencio,
terial de artillería de plaza. Bus últimas líneas parecen una
pero en julio de 1914 hacía falta rasgar algunos velos. E l mi­
acusación, aunque indirecta, contra mi predecesor, que, al pa­
nistro de la Guerra, Messimy, salía al paso de la suprema excu­
recer, habría dejado estas cuestiones a la iniciativa de Servi­
sa -en que se refugiaban los últimos defensores interesados de
cios incapaces de llevarlas a buen término, y me ha sorpren­
la negligencia y de la incuria.
dido penosamente (rumores) el ver bajo la pluma de un oficial
El M in is t r o .— Otra objeción que no se ha hecho en la
general que ocupa la situación de usted acusaciones de este gé­
tribuna, pero que he oído murmurar o me ha sido hecha en
nero que se refieren a colectividades o personalidades sin con­
conversaciones particulares, es que las partidas de la Tercera
cretar ni nombrarlas.’’ Señores, juzguen ustedes." (Manifesta­
Sección (m aterial) eran insuficientes y restringidas porque el
ciones diversas.)
Ministerio de la Guerra no podía emplear nunca los créditos
He aquí cómo eran tratados los generales cuando se atre­ que le eran concedidos. La Administración ha tenido siempre
vían a hacer oír un simple murmullo de advertencia. Siete años buen cuidado de no .pedir nunca créditos suplementarios a los
antes, el generalísimo Hagron había dimitido viendo que no gastos de la Tercera Sección. D e consiguiente, Jas anulacio­
lograba que sus consejos de salud pública fueran oídos por nes en el Capítulo de la Tercera Sección se deben al hecho de
el Gobierno parlamentario, que lo trataba como a un enemigo. que los pagos efectuados durante él ejercicio no pueden nunca
A sí es que el 3 de agosto de 1907 escribía a M. Millevoye: “N o corresponder di montante de los compromisos, los cuales no
es tam. sólo para dejar a salvo mi responsabilidad por lo que he deben pasar él límite de los créditos abiertos. E s claro, pues,
pedido al ministro de la Guerra el ser relevado de mis funcio­ que las sumas gastadas en importantes canteras o en fabrica­
nes. Tampoco es por consideraciones personales por lo que he ciones en grande no pueden, por diversas razones, estar ínte­
hecho el gran sacrificio de separarme antes de tiempo de mis gramente pagadas e n 1el momento de cerrarse e l ejercicio. Pero
camaradas del Ejército y de abandonar una obra a la que con­ las sumas que quedan disponibles no se han perdido y la admi­
sagraba con entusiasmo todos los instantes: la preparación de nistración de la Guerra pide él remanente para el ¡ejercicio que
la defensa nacional. Más que nada, lo que he querido es lanzar sigue. Estos remanentes, por lo que se refiere a los ejercicios
un grito de alarma con la esperanza de que sea oido y com­ que van de 1906 a 1912, se cifran en un total de 61 millones.
32 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DI3CURS0 PBELIMINAR 33

en un conjunto de 770 millones de crédito y representan ape■ j Uones. E n el último año, 1902; que es el de las elecciones:
ñas el siete y medio por ciento de los compromisos. E s bien ‘ 47 millones de aumento. ‘ . __
poca cosa. ’ "D e 1902 a 1906, reinado de M. Combes. Aumentos anua­
Pretendióse igualmente que. las peticiones eran “regular- , les: 46 millones. Ultimo año, que es el de las elecciones:
mente hinchadas” teniendo en cuenta las disminuciones mi­ 86 millones.
nisteriales y parlamentarias con que los Servicios ya conta­ ’’De 1906 a 1910, aumentos anuales: 98 millones. Año últi­
ban. Pero este argumento no puede piasar. Cúando en 1902 los mo, o sea el de las elecciones: 180 millones.
Servicios pedían 90 millones, que el ministro competente reba­ ’’De 1910 a 1914 los aumentos anuales son de 184 millo­

b a b a a setenta y de los que la Cámara no concedía más que nes. Los del último año, que es año electoral, llegan a 453 m í -.
cincuenta, ¿quién puede creer que los cuarenta de diferencia Uones."
se debieran a una “inflación” de los Servicios deseosos de Había, pues, dinero y se gastaba alegremente, pero para ‘
prevenir las previstas disminuciones? Los Servicios que hu- tener contento al elector, no para defenderlo mi para salvarlo.
En aquel terrible debate de mediados de julio, ni un senador
hubieran practicado la “inflación” en esta escala y en estas
de 1914, mi un diputado de 1914, pudo sostener lo contrario.
proporciones hubieran sido barridos al momento en aquel tiem­
po en que los funcionarios militares eran tratados sin ningún De modo que, quince días antes de las hostilidades, la na­
ción se encontró frente a frente de la verdad. ¿Qué podría opo­
miramiento.
ner ella a los obuses pesados alemanes ? “Apenas nada.” Nues­
iEn cambio, se guardaron de hablar— y con buen m otivo-
tros cinco regimientos de artillería pesada no tenían más que
de la única razón que hubiera sido válida, a condición de ser
cañones viejos. Francia había inventado el mortero moderno
verdadera, o sea la falta de recursos o la voluntad de ahorrar
de 28 centímetros: Inglaterra y Rusia lo tenían; Francia, en
esfuerzos al pobre contribuyente. E l mismo Parlamento y el
cambio, acababa de adoptarlo y lo tendría demasiado tarde.
mismo Gobierno de chorlitos criminales que tacañeaban con la
¿Qué hacer? “N i nos defienden ni nos gobiernan", tronaba
protección de las tropas francesas echaban el dinero por la
M. Clemenoeau. N o sospechaba cuán cierto era. Porque aquel
ventana en cuanto se trataba del interés de su partido. Bien
grito no era mejor comprendido por sus oyentes que por su
ha dicho Nansen que “no hay nada más costoso que el Go­
mismo autor. Las aspas se agitaban en el aire: las falsas cau­
bierno de la democracia”. N o hay nada que ponga en m ovi­
sas eran eliminadas, pero las verdaderas seguían ocultas. Mes-
miento un mayor número de individuos animados de más as­
simy declaraba que había estado frente a otros departamen­
tutas avideces en condiciones de anonimato e irresponsabili­ tos ministeriales, pero que en ningún otro había hallado tanta
dad más favorables. Siempre que la democracia francesa ha competencia y tan buena voluntad como en el Ministerio de
estado a sus anchas, ha arrojado el dinero por la ventana, la Guerra. ¿Entonces? ¡A h !— musitaba él— ; en tres años
lo que reconoce un oficioso del régimen, Le Temps. hemos tenido nueve ministros de la Guerra y, bajo esta débil
“Desde 1898 a 1914— dice L e Temps— las Cámaras son r a ­ e inestable autoridad, los Servicios de la Guerra son indepen­
dicales.” (El mayor periódico de la República llama radical la dientes unos de otros, no se comunican entre sí por no tener un
opinión que expresa el espíritu de las elecciones tal como se jefe constante-que los ponga en contacto.
viene manifestando desde 1898 a 1914.) ¿ Y qué hicieron estas “Desde 1870— gemía M. Clemenceau— no he asistido a una
Cámaras? L e Temps estudia, legislatura por legislatura, los sesión del Parlamento tan angustiosa." También en esto daba
presupuestos de este período, que, en vez de decreoer, como el en un blanco más alto que su propio pensamiento. “N o se ha
de material militar, no han dejado nunca de subir. hecho nada durante diez años", confesaba a seguida el minis­
“MédÁa de los aumentos anuales desde 1899 a 1902: 40 mi- tro. Y como estos diez años englobaban el período acusador

3
34 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 35
de 1906 a 1909, durante el que M. Clemenceau había sido con­ dos tan diferentes como los de M. Poincaré y de M. Combes:
sejero, M. Messimy daba lectura, a un resumen histórico de la la forma, la organización, o la desorganización republicana
tercera sección del Presupuesto de la Guerra (M aterial) en el misma? Los males imputables a la buena y a la mala Repúbli­
que aparecía el ex presidente del Consejo y su famoso favori­ ca no pueden ser más que males específicamente republicanos.
to, el general Picquart, pidiendo, en 10 de marzo de 1907, M. Clemenceau estuvo un momento sobre la pista de esta ver­
73 millones para el material, mientras que el ministro de Hacien­ dad, mas no supo mantenerse en ella y se ha dejado engañar.
da no ofrece más que 42; Guerra insiste, ¡pero debe darse por Pero, por lo menos, dijo al radical-socialista que era minis­
satisfecha con 60! tro de la Guerra: — “Usted se oponía al aumento de nuestros
Tantos tira y afloja, tantas disputas e incertidumbres en las efectivos por la ley de los tres años, y esto sería porque usted
regiones del poder durante esta penosa serie de años, no dis­ ponía su confianza en la superioridad de nuestro armamento.
minuyeron algo hasta después de la amenaza y las humillacio­ ¡Y no existía tal superioridad! ¿ Y es usted quien nos lo dice?...”
nes de A gadir; y, aun después de Agadir, el 13 de marzo de L a atinada objeción no sugirió otra conclusión que vagas
1913, el ministro de Hacienda contestaba al ministro de la Gue­ generalidades sobre el universal “dejar hacer’’ y el universal
rra, que había pedido que el presupuesto de 420 millones se “dejar pasar” de “este país". Y el país juzgado de este modo,
aumentase en 504, lo que elevaba a 924 la cifra de las necesi­ tras haber sido engañado y desmantelado, iba a mostrar algu­
dades de la Guerra, que no podía pasar de una cifra total de nos días más tarde de lo que era capaz y lo que valía en cuan­
cuatrocientos cincuenta y cuatro millones. to las desfavorables condiciones políticas en que tenía que mo­
“D e modo que, mientras et ministro de la Guerra afirmaba, : verse cedían a la monarquía de la guerra y al mando de uno
tras minucioso estudio y de experiencias que habían sido decir - solo.
sivas en sus resultados, que era absolutamente necesario el re­ E l debate senatorial se prolongaba angustiosamente y hu­
forzar aún el material, los aprovisionamientos y la organización biera acabado en una noche opaca si M. Dominique Delahayg
definitiva del territorio y llegar a la cifra de 504 millones, no hubiera hecho brillar el rayo de la verdad exclamando al
500.000 francos de gastos no renovables, ¡ se le o f r e c ía n fin: “ ¡T odo esto es c u l p a de l a R e p ú b l i c a !”, a lo que M . Char­
t r e i n t a !” les Humbert repuso:
U n poco antes, M. Messimy alegaba que “en los comienzos — “P u e s señor D ela h a ye , quédese usted con el Imperio
del siglo x x , este país se había dejado conquistar por la qui­ de 1 8 6 9 .”
mera de un idealismo, por la quimera de la pacificación uni­ A lo que M. Dominique Delahaye replicó:
versal’’. Sea; pero aun admitiendo que quepa confundir el país — “ ¡Pero si yo hablo del Rey y no del Im perio!”
francés, qué no interviene en política, con el viejo partido re ­ M. Clemenceau intervino entonces diciendo:
publicano, que no hace otra cosa, el mes de mayo de 1913 no — “ ¡Cállese usted, M. H u m bert!"
estaba en los “comienzos del siglo x x ” y el envenenamiento del M. Delahaye:
país por las ideas dreyfusistas había acabado entonces, en gran — “E s muy cómodo decir “cállese usted”, M . Clemenceau,
parte gracias a los esfuerzos de los monárquicos; el mes de mayo pero no tiene un gran valor.”
de 1913 es la flor de la experiencia Poincaré: y la buena Re­ N o tiene un gran valor, en efecto, pero tapa y disimula y
pública conservaba las tradiciones de la mala ¡*y negaba cua­ priva de pensar. En estas cosas, el silencio es la única arma de
trocientos setenta y cuatro millones a las necesidades urgentes que puede servirse el partido republicano, porque no puede
de nuestro armamento! contestar nada. L a divergencia continua del personal republi­
¿Dónde hallar, pues, las responsabilidades de semejante cano es fruto natural del régimen que ha hecho posible un des­
error si se prescinde del único elemento común a irnos reina- file semejante; hasta añadiremos que el hacerlo posible es su
36 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
DISCURSO PRELIMINAR 37
única razón de ser. Si hay quien afirma que su unidad tiene un
bastará un hecho para mostrar cómo el régimen favorece to­
carácter completamente ideal, pero que no tipne nada de real,
dos los errores del olvido. E l 15 de julio de 1914, André Lefè­
en otras palabras viene a decir lo que es justo y que nosotros^
vre, reanudando en la Cámara el grave debate del Senado, aca­
decimos, esto es, que toda la responsabilidad de la culpa es de
bó con la maniobra infantil que pretendía cargar a los Ser­
la falta de unidad y de compenetración gubernamental. Si la
vicios la incuria y la utopía de los políticos.
culpa es de todos y no es de nadie, a quien hay que acusar es al
“Resulta bastante sorprendente que los ingenieros no cons­
Gobierno de todos y de nadie que se llama República.
truyeran— decía André Lefèvre— , porque, en resumidas cuen­
" E l argumento del Imperio es débil y se vuelve en contra
tas, su tendencia es construir, la tendencia de los oficiales de
de quien lo usa, porque el Imperio de 1869 quería armarse y
las fundiciones es fundir cañones, la tendencia de los inge­
fueron sus adversarios republicanos los que le negaron los me­
nieros de los arsenales es fundir cureñas, las*de los oficiales de
dios de hacerlo. En cambio, de 1000 a 1912, la oposición de la
ingenieros es consolidar fuertes, la[de,los militares en general
República aconsejaba armarse, y desde todas las alturas del
el armarse, y si ninguno #e ellos ha hecho aquello a que se
partido republicano gobernante venían, o la voluntad de desar­
siente llamado, la razón 'del caSo es sencillísima: es que no se
mar, o la desastrosa preparación de los armamentos. Y el Im ­
les han dado las sumas necesarias para hacerlo. Si hace falta,
perio, aun en el caso de que hubiera sido cien veces más cul­
lo demostraré con cifras que tengo aquí.”
pable de lo que se ha dicho, no era otra cosa que un Gobierno
M. B é n a z e t .— “ A b s o l u t a m e n t e exacto."
popular, una democracia a base de plebiscito y de elección, un
Animado por una aprobación tan expresa y grave, M. Le­
sucedáneo de dictadura republicana. M. Delahaye tenía r^zón
fèvre prosiguió diciendo:
que le sobraba al decir que el gobierno de la Corona es una
cosa muy distinta. — ‘‘...Desde hace treinta años, desde 1882 a 1912, los alema­
Por muchas que sean las desvergonzadas calumnias con que nes han gastado cuatro mil setecientos millones, al tiempo que
se han llenado nuestros libros de clase contra un Francisco I, nosotros gastamos dos mil setecientos cincuenta y un millones
un Luis XTV o un Luis X V, ninguno de ellos ha dado el ejem­ en el mismo intervalo. N o es lícito decir, no se puede dejar de­
plo de semejante indefensión ante el extranjero. Podrá alguno cir que unos funcionarios scm los culpables del hecho.”
haber tenido una distracción o una negligencia, pero ninguno L a sonora adhesión prestada por M. Bénazet1 a la defensa
abrigó nunca la voluntad sistemática de desarme y de debi­ de los funcionarios de Guerra recordaba y venia a repetir la
lidad en el exterior. Nuestros reyes han podido una o dos opinión por él sostenida en la precedente legislatura, el 26 de
veces aflojar las riendas en el interior del país, pero, fuera, marzo de 1914, menos de cuatro meses antes:
frente- a otros príncipes, nunca. Previsoi^s, caseros, modera­ M. P a u l B é n a z e t , ponente de la Comisión de Presupuestos.—
dos, no por esto descuidaban el ser fuertes, y de este modo fo r­ “Los gastos extraordinarios reales de Guerra bajan de 137 mi­
jaron la patria desde el siglo ix al xvm, y de este modo toda­ llones en 1906 a 92 millones en 1907 y a 60 millones, en 1908 y
vía la reorganizaron, la pacificaron y la salvaron en el xix. Es a 66 en 1909...”
‘ natural que los republicanos, cuando se les recuerda esta po­ ¡Son las cifras que ya conocíamos! P ara explicar tan formi­
lítica de sabiduría y autoridad, no tengan más recurso que dables yerros, M. Bénazet inculpaba, no al Parlamento, sino
ocultar al país la solución monárquica del problema de la na­ a los sucesivos Gobiernos emanados del Parlamento, que viene
ción.— “ /Cállese usted, M. H u m bert!"— ¡N o es flojo el motivo,
M. Clemenceau! 1. Al reco rd arle yo, m ás adelante, este hecho, M. B énazet rae con­
¡Y , por lo menos, si, dejando tranquilos a los republica­ testó en u n a c a rta de 30 de setiem bre de 1919 que, como su intervención
de entonces se lim itó a cu atro p alab ras, no ten ia valor, cualquiera que
nos, hubiera podido creerse en la eficacia de la lección! Pero
hubiese sido el sentido de estas palab ras.
38 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA d is c u r s o p r e l im in a r 39

a ser lo mismo. Después de los discursos de MM. Messimy y ¿cuántos franceses tuvieron presente en la memoria, en 1919,
Humbert, vale la pena dé citar el suyo: y cuántos son capaces de acordarle en 1924 del monumento
Ponente B é n a z e t .— " E l 'proyecto de Presupuesto para el acusador levantado por las dos Cámaras contra la política m is­

i hmiíw*
año 1902 fué cerrado el 29 de marzo de 1901; la cifra que pe­ ma de estas dos asambleas? Del mism'o modo que se ha olvi­
dían los Servicios pasaba de 98 millones; el nuevo ministro de dado cuanto se hizo, en el transcurso de los quince años que
la Guerra (André) propuso reducir la suma a 38 millones y, precedieron a la guerra, conducente a diezmar a nuestros po­

. . . . . . 1— iiT .i. h
a su vez, el ministro de Hacienda (C aillaux) pidió otra reduc ■ bres soldados, del mismo modo se há olvidado la recapitula­
ción de doce millones. De 1903 ’o 1905 las sumas pedidas por ción de estos crímenes hecha precisamente quince días antes
los Servicios disminuyen cada vez más, porque los directores de la carnicería. Viene una ola y borra todas las que la pre­
de los mismos han. recibido la orden de reducir al ,mínimo sus cedieron. "E s el mar, es el m ar...”, .declama B arbier: creyendo
Presupuestos... „ - * hablar de la popularidad, el poeta definía a los pueblos. Pero

■_ _____
A sí es como el »presupuesto especial de los Servicios para se plantea la cuestión de si se puede dejar al M a r el gobierno
los generales de 1902 y 1903 ■desciende de 9"8 millones a 51. de la Barca. Esto es lo que nosotros negamos y lo que afirma
Para los dei 1904 y 1905 nuevo descenso, de 61 a 45 millones, la doctrina de la verdadera República.
y, no obstante, todavía hay una enorme diferencia entre lo
que piden los Servicios y lo que el Gobierno concede.
E S , PUES, .UNA LEYENDA, SEÑORES, EL AFIRMAR QUE LOS SER­
VICIOS d e l a G u e r r a n o s e p r e c a v ía n .”
A h ora bien, el ponente que denunciaba esta “leyenda” en
1914 tenía que reeditarla cinco años más tarde. En 1919,
M. Bénazet sostenía ante la Cámara que las Cámaras eran ab­
solutamente inocentes de nuestra indefensión de 1914. E l vier­
nes 26 de setiembre de 1919 pronunciaba estas palabras:
"N o es justa la suposición de que el Parlamento de la R e ­
pública dejó de cumplir plenamente su deber. Antes de la Gue­
rra, hizo llegar sus inquietudes a los t é c n ic o s m il it a r e s y votó
t o d o l o q u e e s t o s t é c n ic o s l e p i d i e r o n . (Grandes aplausos
en la izquierda.) ¡Esta es la verdad!”
Los expertos y los técnicos a quienes M. Bénazet defendie­
ra con los números en la mano y el apoyo de todas las eviden­
cias de la-razón en 1914, son acusados en 1919 por el mismo
M. Bénazet sin el menor miramiento para la verdad. L a verdad
no cuenta cuando choca con la comodidad y la conveniencia
del partidlo. Cuando se veía venir la guerra, todos los m ira­
mientos eran pocos para los militares, pero, una vez consuma­
da la matanza y comprobada la incuria, 4o que se sobrepone es
el temor de que el elector pida cuentas al partido. Y entonces
llega la hora de mentir sin el menor escrúpulo.
Salvo un puñado de hombres diseminados por la nación,
DISCURSO PRELIMINAR 41

Imperio alemán ganaba treinta millones (37 millones en 1870;


J3? millones en 1914). E l Reino Unido tenía un aumento de 14 Y
[30 millones en 1870; 44 en 1914). E l Reino de Italia aumen­
taba 10 (25 millones en 1870; 35 en 1913). L a decadencia de j
nuestra natalidad se había hecho legendaria, y no es posible
desconocer las consecuencias de la misma para la nación. Como
V decía un alemán antes de la guerra, el Dr. Rommel, “el terreno
comprendido éntre los Vosgos y los Pirineos no está hecho para
C O N T IN U A C IO N D E L A V E R D A D E R A R E P U B L IC A que 38 millones de franceses vegeten en él, toda vez que cien
millones de alemanes pueden prosperar en el mismo. Se acerca
el momento en que los cinco hijos pobres de la familia alema­
L a conocemos de sobra porque bajo su égida hemos nacido, na darán fácilmente cuenta del hijo único de la familia fran­
crecicio y llegado a madurez. L a Encuesta so la cesa... Cuando una nación creciente vive pared por medio con
se llevó a cabo y ha sido publicada en el transcurso de lo que otra llena de claras y que, por tanto, forma un oentro de de­
puede llamarse el período perturbador que ha incubado todos presión, se produce una corriente de aire, vulgarmente llamada
nuestros males. M i estancia én Bruselas junto a André B uffet invasión, fenómeno durante el que el Código queda relegado a
y Lur-Saluces data de junio de 1900. L a carta de su alteza el un lado...”
duque de Orléans es del siguiente agosto. E l debate escrito de Acaso preguntará alguien si tales consecuencias políticas
la Gazette de France se prolongó hasta diciembre. Las medio-* no pueden derivarse de causas no políticas. Pero esto no puede
adhesiones de Jules Lemaître son de 1904. Su adhesion sin re­ sostenerse, ya que, colocada en otras condiciones políticas, ia
servas, de 1908. L a aparición de la Encuesta en un volumen, raza francesa sigue mostrando una espléndida fecundidad, se­
debida a René de Marans y a Jean Rivain, tiene la fecha de gún lo atestiguan las pruebas del Canadá y de Acadia. L a re­
1909 y su doctrina comenzó a extenderse especialmente duran­ lación entre nuestros regímenes políticos y el decrecimiento
te los días de grave inquietud que van de 1909 a 1914, cuando de la natalidad se desprende de las mismas fechas que marcan
los elementos de la indefensión debida al régimen se hicieron este decrecimiento. Sin remontarnos a la Francia del antiguo
patentes frente a la agresión que todos los Servicios anunciaban. régimen, cuyos 25 millones de almas en 1789 constituían la po­
Esta bancarrota del régimen extendíase a otros dominios. blación más densa de Europa (Austria, 18 millones; Inglate­
Poco apta para preparar la guerra, la Verdadera República rra, 12), la natalidad francesa manifiesta su primer descenso
tampoco había sabido hacer florecer las artes de la paz.. Si en 1831: dos generaciones después de haber sido definitiva­
después dejó sacrificar una inmensa masa de un millón qui­ mente puestas en vigor nuestras leyes revolucionarias— leyes
nientos mil hombres, la Verdadera República no había antes económicas referentes a la constitución de la familia, a la auto­
favorecido la natalidad y el crecimiento de la nación. E n las ridad del padre, a la partición de los bienes; leyes espirituales
postrimerías del Segundo Imperio había treinta y siete millo­ y morales encaminadas a limitar o contrarrestar la acción re­
nes de franceses. E n 1914 había"^9 millones. De este menguado ligiosa en provecho de esto tan pintorescamente llamado el
crecimiento de dos millones habría que descontar el total de librepensamiento del individuo...— Bienhechora desde tantos
nuestras pérdidas de guerra. Sobrante neto máximo: 500.800. otros puntos de vista, la Restauración no tuvo los medios ne­
Pero no restemos nada y atengámonos a la cifra en bruto : en cesarios ni, sobre "todo, tiempo para establecer una resistencia
este período, durante el que la República obtenía la aparien­ eficaz; los Gobiernos de orden— de orden relativo— que la suce­
cia de un aumento de población de dos millones de almas, el dieron eran harto débiles para reprimir otra cosa que las con-

5
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42 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 43

secuencias de la anarquía, sin dejar de respetar las fuertes parlamentos y a menudo desmoralizan a los individuos. Las
causas latentes de la misma. Y a partir del 4 de setiem bre1 tendencias sociales de la legislación resultan antisociales en sus
todos los frenos superficiales se rompieron. resultados. Los pocos progresos registrados en este orden por
Desde 1869 el partido republicano ha venido elaborando el ciertas Cajas de sindicatos y de mutualidades agrícolas son de­
program a general que desde 1878 aplica y cuyo carácter esencial bidos a la energía heroica de. los particulares, pero 110 han te­
consiste en conceder todo a un individualismo ético-social que nido la menor influencia en el movimiento de población. L a
trae como forzada secuela la irreligión del Estado. L a religión natalidad tenía en contra suya el conjunto de las instituciones
es negada en cuanto fuerza nacional o política y ho se la tolera y las costumbres que las instituciones determinaban.
más que como “asunto de conciencia”. Si hay una política a la ¿Acaso la República nos ha dado, a cambio de una pobla­
que este régimen inconstante haya sido fiel, es esta. P o r medio ción numerosa, influencia sobre las cosas y, a falta de fuerza
del divorcio y de la escuela, por la ilimitada extensión de la numérica, la fuerza económica? ¿H a ganado en calidad el desen­
acción material del Estado (de un Estado agitado por el es­ volvimiento de la economía nacional lo que perdía por el lado
píritu revolucionario), mediante la acción creciente del fisco en del número que el régimen del número ahogaba? L a República
materia de sucesiones, las tradiciones morales, los recursos ma­ ni siquiera nos ha colocado en plan» de igualdad con las otras
teriales de los hogares han ido siendo saqueados metódica­ naciones. Si el material de guerra de 1914 no estaba “a la altu­
mente. ¡Y pensar que la perspectiva de semejante porvenir es ra de los últimos descubrimientos modernos” x, nuestro mate­
lo que cantó el abuelo H u go!: rial de paz no valía mucho más. E l utillaje estaba anticuado
en todos los dominios. Las mismas naciones vecinas que cre­
¡ Sembremos, sembremos la bellota, y que se convierta en una enci-
[na inmensal cían por el aumento de su natalidad, al mismo tiempo se exten­
¡Sembremos, el derecho y que se convierta en dicha, gloria y claridad! dían y se fortalecían gracias a la cantidad de sus productos y
¡Sembremos al hombre y que se convierta en pueblo! a la calidad de sus medios de producción, y de este modo po­
¡Sembremos a Francia! 2. dían imponernos, con sus mercancías, la maquinaria para f a ­
bricarlas. E n cambio, nuestros métodos seguían siendo casi
E l poeta hubiera podido contestarse a sí mismo que no na­
absolutamente estacionarios. N o contentos con crear menos,
cen pájaros cuando se queman los nidos. Quien destruye los creábamos menos bien, y Francia adquiría en todas partes una
hogares, detiene el nacimiento de los hombres. A l demoler la sólida reputación de pueblo rico y lleno de recursos, pero pro­
casa, se ha extenuado la raza. Las grandes causas de la deca­ fundamente atrasado. “Nuestro utillaje es viejo— decía en
dencia de nuestra población están íntimamente ligadas con el 1910, al acabar de dejar el cargo, el ministro de Comercio,
cuerpo de ideas y leyes que forman el ser y el espíritu de la M. Cruppi— , nuestro utillaje está gastado y no lo renovamos
República. Podemos darnos cuenta de ello observando el poco con bastante rapidez.” ¿ Y cómo hubiera podido renovarse?
alcance o el mal resultado y el alcance débil y falso de las pocas ¿Por la presión, por el aguijón de quién o de qué? L a consigna
leyes llamadas sociales que el régimen ha dictado en horas de del “se acabaron Tos negocios’’ alcanzaba más allá de la diplo­
distracción favorables: la ley Ribot sobre la propiedad familiar macia. L a sociedad, descompuesta por las ideas y las leyes de
apenas funciona; la organización obrera ha sido concebida de la democracia, difícilmente podía suplir la falta de. un E s­
modo que resulta inevitable la lucha de clases; las leyes, de tado. L a ausencia de un jefe supremo no había estimulado la
asistencia y de retiro abruman de deudas a municipios y de- acción de los jefes secundarios, jefes de familia, jefes de ex­
1. E l 4 de setiem bre de 1870 rep re se n ta , con Ul c a ld a del tro n o de plotación, jefes de industria. L a inercia democrática nos envol-
N apoleón III, los albores de la te rc e ra R epública. (N. del T.)
2. A la- encina simbólica de ¡os E stad o s Unidos de. Ewrapa. (14 de
julio de 1870.) 1. P a la b ra s de A ndré L efébvr» «n la C ám ara.
44 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 45

vía en esta muelle y dulce “facilidad” que, según testimonio de cano, este Gobierno hubiera sido una democracia cesárea de
M. Anatole Franoe, es el carácter distintivo de la República. tendencias conservadoras, tales familias, utilizadas en las fun­
Y así, desanimando el esfuerzo privado, confiscando las ri­ ciones públicas, ciertamente hubieran sido diezmadas y exte­
quezas productivas para esterilizarlas, y endosando a los demás nuadas por el virus inherente a todas las modalidades de la de­
las producciones onerosas, cristalizaba el socialismo de Estado mocracia, pero en el gobierno de la tercera República no cabía
y paralizaba a un pueblo que tan vivaz había sido. Los ciuda­ esta moderación nociva propia del Imperio: era radical, y radi­
danos que quedaban, contribuyentes y administrados, coloca­ calmente obraba, con lo que una importante minoría de buenos
ban su dinero no en empresas nacionales que hubieran dado franceses y buenas francesas vióse constreñida a sacrificar su
vida a la colectividad y consecuentemente enriquecido a sus permanencia en las ciudades y a vivir junto a sus viñas y junto
a sus surcos, a crear de nuevo el tesoro material y fisiológico
miembros, sino en los fondos del Estado, generalmente extran­
jeros y a menudo enemigos, sin preocuparse del crimen a que en peligro de agotarse en otros lados. E s allí donde el nervio de
cooperaban, sin conciencia de la responsabilidad que adquirían, la patria se ha conservado durante cuarenta años. Y el patri­
sin otro cálculo verdadero ""que el de la renta automática co­ monio así mantenido regeneraba la sangre. Esto ha podido ver­
se en la guerra por el valor de los oficiales y los soldados, ia
brable por semestres vencidos. E l caso excepcional de tal in­
inmensa mayoría de los cuales era de cepa rural. Pero ya se
dustria floreciente y de tal tráfico enérgicamente continuado
advertía en los años anteriores a la guerra, cuando la erosión
debe llenarnos de admiración y de gratitud hacia la voluntad
democrática era compensada por un esfuerzo* campesino que no
y la inteligencia desplegadas por tal o cual ciudadano, pero
sólo tendía a producir, sino que asociaba, sindicaba y federaba
este merecido homenaje no debe hacernos perder de vista la
unas fuerzas sociales y financieras cuya importancia no se ha
suma increíble de todo lo que hubiera podido ser y no ha sido.
medido bien todavía. A pesar de lo que, el conjunto del Estado,
Unas instituciones egoístas determinan unas costumbres pa­
forzado en algunas ocasiones a servir estos intereses, no podía
sivas. A menudo se ha hablado de maltusianismo económico
hacer otra cosa qua combatirlos en aquello que encerraban de
como del resultado de un cálculo perverso, mas es lo cierto que
elementos de porvenir. L a hipoteca roía el dominio de los cam­
las voluntades sólo se han pervertido por obra del desbarajuste
pos, las tasas sucesorias lo agotaban, las particiones lo divi­
de las cosas y de las leyes, de las convenciones, de los re g la ­
dían hasta lo infinito. Nadie puede afirmar que la tercera R e­
mentos, del Estado mismo que los impone. E l Estado quería ser
pública ha visto una prosperidad agrícola, porque precisamente
. el único árbitro de la vida pública y privada; en consecuencia,
en esta zona es donde se ha hecho sentir más duramente la ca­
no quería tener que habérselas más que con individuos desuni­
lamidad de la despoblación. En 1881, las profesiones rurales
dos o lo peor unidos posible. E n virtud de la constitución es­
constituían el 48 por ciento de la población de Francia. En
tadista e individualista proclamada de 1789 a 1799 y afirmada
3^03 no representaban más que el 33 por ciento; el 67 por
a partir de 1870, I03 franceses, tomados uno a uno, viendo que
ciento estaba acaparado por la industria, el comercio y las pro­
les tenía más cuenta el vivir solos que casados, o siendo rentis­
fesiones llamadas liberales; dicho se está que los productores
tas que productores, se lanzaron a gozar y a traficar, con pre­
verdaderos han disminuido en proporción. M. Pierre Caziot cita
ferencia a trabajar y crear.
un grupo de cinco departamentos en los que la población ha
L a única excepción de esta regla se ha producido feliz­
disminuido en un quinto en medio siglo, lo que equivale a de­
mente en el dominio agrícola al convertirse la agricultura en
cir que, de cinco departamentos, ha desaparecido uno. Por con­
el único recurso de un cierto número de familias numerosas,
siguiente, lo que la burguesía y la aristocracia rural recupera­
fecundas, propietarias de una parte del territorio cultivado y
ban resultaba anulado por el lado del pueblo1. P o r esté lado
cuyo origen católico y monárquico las señalaba al ostracismo
del gobierno. Si, por desgracia, en vez de ser un puro republi­ 1. Después de la g u erra se h a producido un hernioso reflorecim iento
46 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 47
Francia seguía perdiendo. L a legislación elaborada en las ciu­ requiere una continuidad y una independencia, que faltan tam­
dades, aun en el caso de que tendiera a hacer más fértiles los bién. En República democrática, cada yo, armado de su derecho,
campos, tendía al mismo tiempo a hacer menos fiel al campe­ tira por su lado, y la ley del menor esfuerzo viene a ser la ley
sino. Por cada burgués que volvía al campo, lo abandonaban de la inmensa mayoría. Es harto injusto el añadir que Francia
diez jornaleros para hacerse funcionarios u obreros de peque­ lo’ ha querido así, y M. Víctor Cambon no tiene razón cuando
ña o gran industria. explica los males cpie ve: perfectamente mediante causas que
Las grandes y hermosas ciudades de Francia podían des­ analiza pésimamente. Él dice: “En los tiempos en que Francia
lumbrar al nuevo ciudadano, pero, caídas bajo la férula de ins­ era rica prefirió dispersar por todos lados sus capitales mejor
tituciones perezosas e inmóviles, causaban al visitante extran­ que sanear sus ciudades y mejorar su patrimonio inmobiliario.’1
jero una creciente decepción en todo cuanto se refería a me­ Francia no ha preferido nada; han hecho que prefiera, la han
joras, a saneamiento y a la elegancia de la vida moderna. En arrastrado a estas preferencias. ¿ Quién ? Los jefes de la demo­
París, bajo el Segundo Imperio, el plan Haussmann fué casi cracia, las circunstancias derivadas de la democracia. ¡A y !, dice
concluido en veintidós años, pero los cincuenta transcurridos M. Cambon, “ninguno de los servicios públicos: basureros, co­
después no han sido bastantes a ver acabados el boulevard rreos, teléfonos, estaciones, hospitales, mercados, establecimien­
Haussmann, ni la rué de Rennes, ni la rué del Louvre. E l bur­ tos científicos o de educación, está en proporción al número de
gomaestre de Berlín, invitado en mayo de 1914 por el Museo habitantes. La aglomeración ,reina por todas partes, con de­
Social, hizo sobre esto, ante un auditorio de técnicos que pre­ trimento de la higiene y de todos los principios de urbanismo” .
sidía M. Ribot, observaciones bastante penosas. “Hizo notar ¿Y es Francia quien ha pedido esto? Esto no lo ha querido más
— dice M. Víctor Cambon— , no sin cierta ironía, que, mientras que el régimen, no lo ha traído más que la lógica, consciente
todas las grandes ciudades del mundo civilizado habían acumu­ o inconsciente, de un régimen que Francia ha recibido de las
lado esfuerzos para sus mejoras urbanas, París, desde él punto bandas de agitadores pagadas por el Extranjero, cuando no
de vista del urbanismo y de la arquitectura, se había estacio­ por el Enemigo. Del mismo modo que no ha querido que se des­
nado desde hacía medio siglo. Demostró cómo toda ciudad que cuidaran los palacios y castillos históricos como Versalles y Fon-
crece tiene que multiplicar las avenidas y los parques, que la tainebleau, cuyo entretenimiento ha quedado confiado a la
preocupación del urbanismo debería ser que ttodos estos oasis caridad de los extranjeros, y que no ha querido la suciedad, ¡a
de verdor y de reposo estuvieran unidos entre sí por amplios aglomeración y la incomodidad de su vida urbana, resultado de
bulevares con árboles, a fin de queda sucesión de grandes a r­ su regresión administrativa y política, Francia no ha admitido
terias constituyera un objetivo de paseo agradable e ininterrum­ ni querido la anarquía gubernamental, causa de esta regresión.
pido. 'Tampoco se privó de proclamar que el nuevo Berlín había Le habían ocultado y disfrazado el mal, le habían prometido el
sido concebido según estos principios... Pasando después al exa­ progreso y la libertad, y lo que ella quiso fueron estas cosas
men de los afueras, el conferenciante criticó vivamente la au­ que, en realidad, eran unos fantasmas. D e ello se han seguido
sencia de todo plan de conjunto en los municipios suburbanos ruinas, pero no como objetivos que escogiera nadie, sino como
y, sobre todo, la falta de disciplina que hace que cualquiera consecuencias apenas entrevistas y aun inadvertidas casi siem­
construya en ellos según su capricho, ora un inmueble de seis pre. L a Francia de 1910 no sabía que sólo tuviese un material
pisos, ora un hotel, ora una fábrica "1. civil y militar ridiculamente anticuado, cLel mismo modo que
L a disciplina supone una autoridad, que falta, y la autoridad ignoraba que su Marina mercante estuviera en plena decaden­
cia y que su Marina militar caminase a la desaparición. Lo pro­
de prosperidad cam pesina, pero el régim en sucesorio lo c o a rta y re a p a ­ pio de las naciones es vivir y no reinar. N o se podía pedir a
rece la hipoteca.
1. In fo rm a tio n del 21 de febrero de 1924. Francia que sintiera, pensara y escogiera como ún soberano.
48 ENCUESTA. SOBRE LA MONARQUIA DISCURSO PRELIMINAR 49
Y no tenía soberano: el mal estaba aquí, y ella no lo sabía. demostrar que el corazón francés podía soportar, la sangre
Cuando algún crítico, algún polemista, ponía el dedo sobre francesa producir y el espíritu francés concebir, emprender y
la llaga, ésta era negada. Si el critico probaba su existencia, si, realizar todo lo necesario y todo lo deseable. L a mala excusa
por ejemplo, demostraba que la decadencia del comercio marí­ sacada de nuestros pretendidos defectos substantivos no puede
timo era mayor por la decadencia de la Marina militar y en resistir al cuadro de las improvisaciones del genio nacional.
parte debida a ella, y que, siendo el segundo en el mar en 1870, Bajo direcciones a menudo débiles y de corto alcance, contradic­
nuestro poderío naval se quedaba en cuarto lugar, o en quinto, torias e inseguras, pero bajo el rudo látigo de la ocupación y la
y acaso bien pronto en sexto en los años que iban a seguir al ofensiva enemiga», las armas, los productos y las máquinas para
de 1910; si el mismo crítico hacía notar cuán grave era esta fabricarlos han salido de debajo de tierra; se ha hecho cuanto se
situación para un país que posee el segundo imperio colonial podía y debía hacerse. Ningún material humano pudo dar en­
del planeta, el ciudadano o los ciudadanos que lo escuchaban vidia al de Francia una vez que estuvo puesto en orden, ya por
no podían dejar de quedar sorprendidos por la evidencia de la voluntad de los jefes militares, ya por las circunstancias
esta sencilla idea: ¡tener unos inmensos dominios ultramarinos , equivalentes a ella. Pero en cuanto estas duras circunstancias
y no tener barcos para defenderlos, ni siquiera para ir a ellos!... faltaron, reapareció la verdad republicana y el desorden co­
¡Impresión momentánea! ¡Reflexión forzosamente fugas! A p a r­ menzó de nuevo. .
te sus trabajos y sus placeres, cada ciudadano de un país como
Francia tiene, como es natural,’ ocupado su espíritu por otras
cosas que por el cuidado de la cinta litoral que sólo bordea vein­
tiséis departamentos entre ochenta y nueve y que apenas re­
presenta la cuarta parte de nuestros intereses comunes, de los
verdaderamente vivos, directos, sensibles e inmediatos! L a dis­
tracción, la ligereza, las ocupaciones de la vida, la misma n a­
turaleza de las cosas, se combinaban para hacer olvidar en se­
guida este punto negro junto con todos los demás.
¿Por ventura estaba, pues, embrutecido o degenerado, ago­
tado por los mil años de su hermosa historia este ciudadano-rey
a quien inútilmente se apelaba? ¿Acaso estaba sólo abrumado
por la absurda función en el desempeño de la cual cualquier
otro en su lugar hubiérase mostrado igualmente inepto?
O la culpa de todo radicaba en su falsa, en su impracticable
soberanía, o era debida a una depresión nacional. P ara discul­
par la República, los publicistas republicanos de antes de 1914
no vacilaban en sostener que la culpa era del país, no del país-
territorio cuya riqueza y cuya hermosura no han dejado de
excitar la codicia del mundo entero, sino del país-raza, del país-
sangre, de su vitalidad, de sus costumbres, de su voluntad, de
su espíritu y de su corazón. Juzgábannos en decadencia rela­
tivamente a los germanos y a los anglosajones. Pero la prueba
de la guerra ha sido, desgraciadamente, lo bastante dura para

4
DISCURSO PRELIMINAR 51

el 3 de agosto al 22 de diciembre. Refiriéndose a todo este pe­


riodo, un eminente profesor de derecho constitucional, M. Du-
1- guit, declaraba que “el régimen parlamentario había dejado de
funcionar” y que “los franceses habían estado viviendo bajo
un Gobierno absoluto al que el régimen de estado de sitio con­
fería unos poderes excepcionalmente extendidos”. E l senador
VI Henri Bérenger definía igualmente este período como “cinco
meses de dictadura casi absoluta”. E l diputado Abel Ferry,
L A VIC T O R IA D E F R A N C IA muerto en el campo del honor, deploraba que Francia hubiese
“renegado de sus orígenes” y “sometido a cuarentena, como
un defecto innegable, sus instituciones democráticas”. E l uno
— Pero, cuando menos, no puede negarse que hemos ven* dice cuarentena y el otro renegar. Pues esta dictadura absoluta,"
este retorno al antiguo régimen, fueron, no obstante, el factor
cido— se nos objeta.
principal y decisivo de la victoria. ¿Qué hubiera ocurrido, por
Reconozcamos que esta observación se hace con bastante
modestia: el tema de la victoria no es usado por los republi­ ejemplo, al saberse el desastre de Charleroi, sin la censura que

canos más que cuando se ven perdidos. Es su último refugio la reacción pidió y el Gobierno de un Viavini impuso, a des­
pecho de las protestas de M. Clemenceau, entonces en la opo­
de fidelidad constitucional, al que no acuden por gusto, porque,
como no prepararon la victoria (¡o la prepararon tan poco!: sición, y esto sin contar las otras medidas de riguroso orden
sólo durante los años 1912-13-14), tienen clara conciencia de interior que uno de nuestros jóvenes amigos, M. Pierre Ba­
rrière, ha expuesto y analizado en una tesis de doctorado que
haberla merecido poquísimo, y, como tampoco han sabido uti­
se ha hecho célebre ? 1. E l quebrantamiento de la moral hubie­
lizarla, el tacto de nuestras costumbres y la clarividente mali­
ra podido provocar un pánico que se lo llevase todo por de­
cia del espíritu público les impiden sacar de él demasiada
lante.
vanagloria.
Además, este pudor secreto tiene otras causas. N o pocos ¿ Y cómo se hubiera tomado la ruptura de marzo de 1918 y
republicanos evitan prevalerse de la victoria porque no la tie­ la del Camino de las Damas en el mismo año, sin análogas
nen demasiado cariño y de buena gana renegarían de ella. L a medidas de salud pública y sin los hábitos de discreción y de
victoria, aun siendo completa, no es una divinidad ortodoxa, y resignación muda que aquéllas habían producido? Por dicha,
se la soporta como un grillete inevitable. A mayor abunda­ la guerra victoriosa acabó lo mismo que había comenzado : tras
miento, la victoria de 1918 no ha sido buena republicana. “E n la dictadura de Joffre, vino la de Clemenceau, cuyo anarquismo
todas las naciones victoriosas”, ha escrito M. Aulard \ la gue­ natural se transformó en el poder en un saludable jacobinismo.
rra ha sido ganada por “procedimientos de dictadura conserva­ L a dictadura más reñida con el espíritu y la tradición del
dora... E n todas partes se ha restablecido provisionalmente, y régimen era la de un militar. Nadie la había combatido más
mirando al esfuerzo guerrero qile debía_ realizarse, el antiguo rudamente que M. Clemenceau y nadie debía imitar y agravar
régimen”. más firmemente sus procedimientos que él. Si el periódico de
— Estamos viviendo bajo la dictadura de Joffre— suspiraba M. Clemenceau había sido suspendido bajo la égida de Joffre,
otro gran personaje público en octubre de 1914, y añadía— : es M. Malvy, M. Caillaux, los iguales, los amigos de aquél, todos
muy dura. E l peso de esta dictadura se ha hecho sentir desde cuantos encarnaban el puro espíritu republicano, desde el

1 . Cinco m eses de dictadura bajo la R epública (Nouvelle L ibrai rie


1. P ays, 25 de agosto de 1919. N ationale).
52 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
DISCURSO PRELIMINAR 53
Bonnet Rouge a la Vérité, desde Almereyda a Duval, a Paul
quienes se han aprovechado de esta forzosa evolución, por más
Meunier y Painlevé, todos fueron castigados, amenazados y so­
que les guste tan poco el que se les recuerde.
metidos a “cuarentena” en virtud de una política interior jus- \
Refúgianse en el tema de la ’’victoria de los pueblos libres”,
ticiera que venía a ser ni más ni menos que la que la reacción
pero tampoco éste vale gran cosa. Rusia no era un pueblo li­
no había cesado de reclamar o de echar de menos. ¿ Y dónde
bre cuando al comienzo de la guerra aportaba su concurse a
hallaron más rápido y ardiente eco las apelaciones a la unión ’
la batalla del Marne, y tal concurso fué de innegable eficacia:
sagrada? En el duque de Orléans desterrado y en sus más ;
como en 1792,1793 y 1794, los acontecimientos de Oriente hicie­
fieles amigos. ¿Quién había denunciado perseverantemente au- ¡
ron sentir su presión1 y algunas tropas alemanas fueron lla ­
tes de la guerra y durante la guerra el espionaje y la trai­
madas de nuestro frente al frente ruso por la ofensiva de un
ción? Léon Daudet. ¿Quién pidió y obtuvo a fines de julio
Zar absoluto y absolutista.
de 1914 la vigilancia de la prensa? Jacques Bainville. ¿Quién
Y por más que el pueblo belga fuera, y lo fuera en el más
sostuvo metódicamente en nombre del principio de continui­
alto sentido de la palabra, un pueblo libre, no se debió a su
dad y de estabilidad todos los Gobiernos constituidos, fueran
voluntad, expresada en la deliberación parlamentaria, la deci­
de Briand o de Painlevé que acababa de ordenar registros en
sión de contestar a la ofensiva alemana con su encarnizada re­
sus domicilios tratando de deshonrarlos? Los mismo hombres,
sistencia, sino que se debió a la voluntad de su rey, que de
los hombres de L ’Action Française. “L a autoridad y el orden
este modo nos hizo ganar los quince días que nos permitieron,
son las condiciones de la victoria”, decían éstos a diario. “Con­
de momento, hacer frente al enemigo y vencerle luego. Tam­
dición de la victoria” , repetía el mundo oficial. “Condición de
poco fué el Parlamento ni el sector del liberalismo y la liber­
la victoria”, repetían los hechos. E s un caso extremo para un tad, sino su rey, lo que decidió a Italia en nuestro favor. Por
régimen el verse así forzado, a la hora de las crisis vitales, el contrario, cuando los partidos.de la libertad lograron sobre­
a recurrir a unos principios que no son los suyos, a unas ideas ponerse en Rusia, sufrimos la traición de Brest-Litowsk y la
a un lenguaje y a veces a un personal los más opuestos a los alianza germano-rusa de Rapallo.
suyos. Todos los demás Gobiernos a los que algún peligro im­ Cuando se dice esto, los republicanos arguyen con la cuan­
previsto impone un redoblamiento de esfuerzos, buscan en lo tía de nuestros aliados durante la guerra y con la sabiduría
profundo y lo secreto de su ser una nueva fuerza y nuevas di­ de la política anterior que nos los había procurado. H ay que
recciones. E l nuestro, en trance de salvar a Francia, debe re­ acabar también con esta ficción. L a mayor parte de nuestros
negar de sí mismo, alejarse de sí, se aparta de su fondo pro­ aliados, y los más valiosos, los belgas y los ingleses, se los de­
pio y corre a sacar soluciones del repertorio de los gobiernos bemos al enemigo, y no al enemigo imperial alemán represen­
y los partidos a los que más ha combatido... De tal modo, que tado por el Kaiser y el kaiserismo, sino al Enemigo-Pueblo ale­
si los hubiera aniquilado por completo hasta el punto de borrar mán, toda vez que el emperador alemán, rey de Prusia, fué du­
toda su tradición, no le hubiera quedado ni una idea ni un co­ rante mucho tiempo un defensor de la paz, y la ambición de sus
laborador de los que le eran necesarios para su propia salva­ pueblos fué la primera en querer la guerra. Además, los rusos
ción. N o es posible una condenación más completa ni que fuera fueron atacados por los alemanes, y los servios se vieron ata­
más de esperar. cados también, y nosotros lo fuimos en nuestra calidad de alia­
Lo que ocurrió menos ostensiblemente en 1793 al declinar dos de los rusos, por lo que resulta que en el origen de la
el primer liberalismo revolucionario, cuando el equipo de Car­
1. Cupo al a u to r de estas lineas la su erte de com entar la noticia del
not y de sus oficiales del antiguo régimen fué asociado al Co­ tra sla d o de la s tropas) alem anas de O ccidente a O riente, bajo el título
mité de Salud Pública, se ha repetido de 1914 a 1918 con una "La presión oriental, p ren d a de la v icto ria”, cu atro dias antes de que la
b a ta lla del M am e estuviese siq u iera iniciada. (A ction F rançaise de 2 de
amplitud y una evidencia que no pueden ser desconocidas por
setiem bre de 1914.)
54 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 55

guerra se encuentra una desacertada dirección de la alianza de los* errores del enemigo, felizmente multiplicada en virtud
rusa y que ésta nos la impuso en condiciones desfavorables. de la estructura geográfica de Europa, reduce a proporción las
Hubiera sido preciso que, en vez de soportarla, la hubiéramos pretensiones de los republicanos.
declarado cuando nos conviniera, para hacerla a nuestra hora, La. República democrática se ha aprovechado de la hubris
a nuestro momento y según nuestros intereses. E l grande y alemana que'coaligó al mundo entero en contra suya. Se ha
noble esfuerzo de Delcassé fué meritorio; nadie lo olvida. Pero aprovechado del general sobresalto natural de la F rancia eter­
fué un esfuerzo, no un resultado. También es indiscutible que na fuera y por encima de todos los partidos. Se aprovechó del
a
ha sido útil el grande y noble esfuerzo de M. Barreré en Roma, genio de hombres de guerra a quienes había mantenido aleja­
pero es de una claridad meridiana que era tan imposible que dos de los primeros puestos y a quienes hasta había vejado un
Italia contribuyese a que Austria se extendiera por el A d riá­ poco r Castelnau, arrojado del Ministerio de la G uerra en 1900;
tico en detrimento de Servia, como que Inglaterra permitiera Pétain, simple coronel en 1914; pero esto no es'tocfo, porque no
que Hamburgo prolongase su tráfico y sus armamentos hasta puede descontarse del balance total el capítulo de los últimos
Amberes. A l ser invadida Servia, Italia tenía necesariamente “beneficios de la Monarquía”. Desaparecida lfece„trés cuartos
que abstenerse de dar su ayuda a Viena y Berlín. A l ser inva­ de siglo, la Monarquía no estuvo ausente de la victoria. ¿ Quién,
dida Bélgica, Inglaterra tenía necesariamente que prestarnos si no, había constituido a nuestras puertas un Estado católico
el apoyo de su Ejército y su Marina. A l ser amenazado a fondo cuya lengua oficial era el francés y cuya tradición dinástica
el tráfico interoceánico por la guerra marítima alemana, Am é­ estaba animada por la amistad francesa? Nuestro rey Luis-
rica tenía necesariamente que entrar en la lucha para que se Felipe, el propio bisabuelo del rey Alberto I. ¿Quién separó a
respetara su pabellón. E stas exigencias de los respectivos egoís­ América de Inglaterra, y creó allá abajo una gran nación en
mos nacionales se daban con independencia de nuestra política donde la gratitud hacia el pueblo francés form a parte de la he­
republicana, que tardó mucho en aprovecharse de ellos. Estos rencia ciudadana ? Puesf nuestro rey Luis X V I. ¿Y quién colo­
intereses obraban por sí solos. Y si obraron con demasiada len­ có en el trono de España a un príncipe de su familia, amigo
titud, fué por falta de una acción hábil, valiente, eficaz de nues­ natural de Francia, impidiendo que se sentase en él la familia
tro Gobierno. de Carlos V, aliada natural del Imperio que antaño nos atacó
Si se mide por la importancia del juego la mediocridad de por la frontera pirenaica? Pues nuestro rey Luis X IV . De mo­
la contribución política y diplomática del régimen, puede de­ do que parte de las victorias actuales se debe a las victorias
cirse que nunca contó con una posición más favorable un E sta ­ pasadas. De modo que los reyes que fueron, aun habiéndose
do menos diligente, menos previsor, menos hábil y menos de renegado oficialmente de ellos, han trabajado en provecho de
acuerdo con los acontecimientos: si la intervención america­ los republicanos, que los desconocen y los difaman. D e modo
na se hubiera obtenido dos años antes, la Guerra se hubiese re­ que la obra borbónica y capeta, coordinada por los siglos, ha
ducido a la mitad, y si la alianza inglesa se hubiera concluido cooperado a esta ráfa g a de heroísmo que honra a la Patria,
antes del 2 de agosto, es probable que la Guerra no hubiese pero cuyo dolor hubiera podido evitarle un Es'tado m ejor cons­
llegado a estallar. L a correspondencia cambiada a fines de ju ­ tituido. De modo que, en la economía de nuestro pasado y en
lio en M. Poincaré y Jorge V deja sentado que la misma los capítulos más discutidos del mismo, la Francia contempo­
mano que dispuso el bombardeo de L ieja provocó al mismo ránea ha encontrado diversos medios capitales de su victoria
tiempo la intervención inglesa; lo que comúnmente se llama y su salvación. L a guerra de sucesión de España, la -g u e rra
la “democracia británica” , representada aquí por su alta aris­ de la Independencia americana y la expedición de Amberes han
tocracia, únicamente ha sentido el reflejo de la invasión, la de figurar en la Historia como fiadas madrinas del ansioso es­
llamada de los cañones alemanes. Esta preciosa colaboración fuerzo de. 1914-1918. Factores de la victoria, y factores de pri-
56 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
DISCURSO PRELIMINAR 57

rner rango, lo mismo que la censura y la dictadura, cuyo origen


acción o su abstención, fueron los elementos que desde fuera
y sentido acabamos de señalar.
manejaron, condujeron nuestra política, adormecieron o esti­
mularon nuestra vigilancia, impusieron actitudes y reacciones
Además, todos estos factores de esencia monárquica* eran
a nuestra democracia, materia inerte y bruta cuya iniciativa
nacionales. Y hay que tener la valentía de hablar de otro que
tpfla— por lo demás, muy meritoria— reducíase a la voluntad
no lo es. Siempre que se contempla desde arriba esta cadena de
elemental de continuar siendo francesa. Excepción hecha de esta
acontecimientos, se hace patente una verdad que todas las f a ­
decisión de patriotismo fundamental y de esta resolución aris­
lacias no bastan a ocultar: desde que Francia está constituida ca de no convertirse en alemana, no tuvo la menor iniciativa,
en República, soporta de algún modo la soberanía extranjera la menor autonomía directiva. E l reconocimiento oficial de la
y hasta enemiga, aun en el momento en que toma la palabra o autoridad enemiga la hubiera horrorizado, pero el espíritu pú­
las armas para "hacerle -frente. Durante mucho tiempo, un so­ blico republicano aceptaba con sorprendente servilismo el par­
berano extranjero ha reinado sobre ella en el sentido.de que tido de no resistir más que allí donde el enemigo quería hosti­
una conducta-libre determinaba las variaciones de la nuestra, garnos y ponernos a prueba, sin ser nunca nosotros quienes es­
que no lo era. Y a obedeciéramos, ya resistiéramos, tanto si nues­ cogiéramos. Esta falta de método original fué flagrante antes
tras decisiones eran conformes al honor, como si no lo eran, de las hostilidades: de Albania a Siria, de Constantinopla a
una iniciativa extranjera las determinaba. P or lo demás, el Marruecos, de Alsacia a Méjico, sus gestos decidían los nues­
caso más frecuente era el de nuestra docilidad. Desde el am a­ tros, sus movimientos sugerían nuestros movimientos, si no
necer del régimen, ora, según la enérgica frase del duque de es que los dictaban. Veníamos a ser en Europa algo así como la
Broglie, nuestros partidos parlamentarios estaban pendientes, oposición de Su Majestad berlinesa, y ésta era como el gobier­
como los miembros de la Dieta de Polonia, de la tribuna de no de nuestro Gobierno. Antes de federar a los pueblos en
los embajadores, ora el embajador de*Inglaterra se quejaba contra suya, Guillermo II nos federaba a nosotros mismos
de que París no escuchase ninguna de sus proposiciones sin en el interior, nuestros actos y nuestras ideas 1. ¿No era humi­
enterar antes de ellas a Berlín, Desaparecido Bismarck, su joven llante semejante incongruencia? ¿Y no era funesta? Lo in­
sucesor no abandonó la presa; durante cerca de veinticinco años discutible es que era inevitable, dado que no habíamos sabi­
hemos soportado a Guillermo II y hemos estado plegándonos do prever a tiempo la necesidad de restablecer en Francia
a los meandros de su capricho. De 1890 a 1900 estuvo jugando el libre poder que anima a un Estado razonable y humano.
al buen europeo pacífico: de 1900 a 1912 nosotros hicimos de Como decía Sembat, habíamos optado y, haciéndolo por la de­
pacíficos y buenos europeos. En cambio, a partir de 1900, ya mocracia, habíamos inscrito aquella carencia en la línea de nues­
defendía vacilantemente la paz y pensaba en la posibilidad de tros destinos.
una guerra: en cuanto nosotros nos dimos cuenta de ello, es Como todos los destinos aceptados con decisión, éste no en­
decir, un poco tarde, hacia 1912, nos decidimos también, y, en cerraba sólo inconvenientes: la posición subalterna en que
nuestro papel de caza, nos metimos por el sendero de la gue­ nos habíamos colocado sacó durante la guerra una ventaja re-
rra. Pero ya en guerra o frente a ella, su Imperio y su Estado
Mayor fueron quienes llevaron la batuta de la misma, quienes 1. B1 espíritu de las triste s observaciones que vienen a continua­
ción, p or nosotros frecuentem ente indicado, parece h a b e r hecho refle­
regularon sus fases, determinaron los pretextos para hacerla xionar a un doctrinario republicano, M. G uy-Grand, el cual, en e.
estallar *y quienes escogieron los emplazamientos de su acción. Rappel de 29 de m ayo de 1924, escribe: “F irm a d a la paz y desaparecido
A l modo como, en el ejemplo ilustre de Demóstenes, Felipe 4 l fed e ra d o r de fu é ra , la preocupación de los intereses personales des­
organizó a los vencedores.” P ero no sólo a los E stados vencedores, sino
de Macedonia impresionaba y manejaba las asambleas del pue­ a los diversos p artidos que cada E stad o encerrab a y los distintos espí­
blo ateniense, Guillermo y su presencia, o su ausencia, su ritu s que com ponían tales partidos.
58 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

lativa de la extraterritorialidad de nuestro soberano. E l poder


personal enemigo nos atacaba sin descanso y, por fortuna, con
poco acierto, y había que defenderse sin parar. De modo que
nuestros golpes no corrieron el riesgo de extraviarse ni divi­
dirse. Las vacilaciones, las fluctuaciones, las controversias, que
son la vida y la muerte de las democracias, vieron mellado.su
VII
aguijón a consecuencia de que el único problema qug se plan­
teaba se reducía al simple término de saber si había que con­
L A P A Z R E P U B L IC A N A :
tinuar o suspender la guerra, y puesto que el acuerdo era con­
tinuarla, no había modo de equivocarse sobre el objetivo a. qua R E T O R N O A L A V E R D A D E R A R E P Ú B L IC A
debían dirigirse nuestros esfuerzos: el jefe a quien había que
vencer estaba aquí, dentro del territorio y, si no le aplicába­
mos nuestra espada a la gargante, él nos hundiría la suya en L a cosa de que menos puede ocuparse nuestra democracia
el cuello. Se dejó hacer a los Foch, a los Pétain a los Franchst es el porvenir: ni siquiera piensa en él.
d’Esperey, a todos los sublimes colaboradores del genio gue­ Vencimos sin saber que éramos vencedores ni en qué me­
rrero de Francia. E l genio militar tenía el campo libre. Pero dida lo éramos. Habíamos detenido nuestra ofensiva de Lorena
no lo guiaba ninguna política de guerra. Las dificultades hu­ en vísperas de las “tres o cuatro jornadas de batalla” 1 que
bieran empezado en las márgenes del Rhin de haber llevado hubieran sido decisivas. Detuvimos nuestras tropas de Oriente
la guerra hasta allá. Cuando nuestras posiciones hubieran ce­ en camino sobre Viena, Buda y Berlín, en donde hubiéramos
sado de ser puramente defensivas, habría hecho falta encaminar cobrado el importe de la única maniobra política de la guerra:
una verdadera acción política hacia objetivos libremente ele­ la maniobra de Salónica. Ibamos a firmar la paz (¡y qué p a z !)
gidos y definidos. E l armisticio ahorró a la República la dura sin siquiera haber distinguido entre nuestros amigos buenos y
prueba de plantearse un problema que no hubiese sabido resolver. malos, entre nuestros enemigos sempiternos y los que no lo
Vencimos a gran coste, a coste duro. Pero como el reflejo son irreconciliables. Cualquiera acción positiva estaba tan lejos
de defensa no actuaba ya y el emperador-rey dejaba de fede­ de nuestro Gobierno, que si los alemanes se la jugaron cerca
rarnos desde lejos en virtud de su amenaza, todo el nervio de de nuestra vieja aliada rusa, ni siquiera supo darse cuenta de
nuestra acción fallaba. Pero la acción imperial sobrevivió al lo mucho que le importaba el separar de los alemanes a esa
Im perio: al ceder sin combate a la revolución, a Wilson, a lo que Austria cuya prusificación no había podido impedir cuarenta
. entonces se pudo llamar las democracias aliadas, el emperador años antes.
y sus vasallos principescos prestaron un buen servicio al por­ Bismarck victorioso 2 no temía nada tanto como una “polí­
venir de Alemania, favorecida ya por la negligente incuria de tica blanca” llevada a cabo por el Gobierno de Francia y que
los otros beligerantes, absorbidos por las necesidades del mo­ federase contra Prusia a los vencidos de Sadowa, de Sedán y
mento. Por tanto, el término de la guerra vió el fenómeno in ­ de la Puerta Pía. E l anticlericalismo y el gambetismo, estimu­
verso a aquel con que había comenzado: si la inferioridad dol lados y pagados por Bismarck, nos separaron de Viena y del
espíritu germánico había arrastrado al emperador a la absur­ Vaticano. E l día mismo de la alianza de los tres emperadores,
da agresión de 1914, la superioridad de una Monarquía, aun el ministro de Francisco José decía al agregado militar fran-
siendo germánica, provocó este oportuno apartamiento de 1918
1. P a la b ra s de M. Poincaré.
cuyo fruto está llamado a gozar algún día el kronprinz o ei 2. V éase B ism a rck et la Fr/ance, de Jacques B ainville. 1 volumen,
hijo del kronprinz. <N. L. N .).
DISCUESO PRELIMINAR 61
60 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

mos, pero el hecho es que las cabezas de nuestros grupos gu­


cés, que me lo ha contado, estas palabras: — ¡Y a está! ¡Se aca­
bernamentales sólo pasajeramente albergaban la idea nacional,
bó! Pero permítame usted que le diga que, cuando se es Fran­
mientras que la idea republicana las llenaba de continuo; la
cia, es demasiado ridículo el ser una República. Pero el ridículo
revelación de las relaciones de Gallieni y de M. Briand, la cons­
continuó.
piración del Parlamento contra el mariscal, entonces general,
Durante toda la guerra nuestra diplomacia estuvo a las ór­
Lyautey, son otros tantos hechos que permiten ver que, en estas
denes de sus aliados. En lugar de proponer la solución fran ­
cabezas ligeras, el Estado republicano seguía siendo algo bas­
cesa del problema austríaco, en lugar de compensar los sacri­
tante distinto de Francia.
ficios impuestos por las justas exigencias de Italia, de Servia
♦ M. Ribot no dejó la cartera de Negocios Extranjeros en se­
y de Rumania, mediante la unión de la Silesia y de Polonia
tiembre de 1917 sin tener buen cuidado de atar de pies y ma­
entera a la Corona germano-eslava de los Habsburgo, que hubie­
nos a su país. L a natural imprevisión de la democracia hubiera
ra tenido una salida por Dantzig, a cambio de los puertos de
sido menos nociva que su maniobra de ideólogo republicano.
Trieste y de Fiume, sucumbimos a la costumbre de dejar hacer
Fué M. Ribot quien declaró desde la tribuna que no se trataba
sin hacer nada, sin siquiera atrevernos a utilizar lo que en
de “una contribución de guerra que se impone al vencido como
Madrid o en Berna se tramaba en nuestro favor. De nada
una multa, sino que lo que pedimos es la reparación, es la jus­
nos sirvió un incidente tan propicio como la muerte de Fran-
ticia en marcha” 1. Sorprendente fórmula que separa la idea
cisco-José y el advenimiento de una emperatriz de sangre fran­
de multa de la de justicia y que tenía que proporcionar al Gobier­
cesa. Ante las dificultades materiales y morales con que el joven
no alemán y al presidente W ilson las mejores armas diplomá­
emperador tropezaba para libertarse de Alemania, nosotros no
tico-jurídicas para engañarnos primero y para despojarnos des­
fuimos capaces de ayudarle en lo más mínimo y hasta acogi­
pués. ¡A h ! E l mal se hace más de prisa que el bien. M. Ribot
mos con recelo sus ofrecimientos que subordinamos a la volun­
no pudo hacer nada en nuestro favor en Viena, pero ha hecho
tad y al gusto ajenos; la intervención de los príncipes de Parm a
mucho en contra nuestra en Wàshington. L a República no
y la de la Reina madre de España fueron acogidas con un pu­
pudo nada para acortar un poco la carnicería, pero ¡ cuán acti­
dor ridículo y un escrúpulo ¡ a y ! sincero, al que, a mayor abun­
va fué, e ingeniosa y fecunda, para esterilizar el fruto de
damiento, M. Clemenceau creyó que tenía que agregar una mani­
aquélla!
festación de desagrado. E l astuto y formalista Ribot se distin­
Tras haberse dejado sorprender por el enemigo, de haber
guió en esas actitudes que por sí solas pintan un régimen. P a ­
visto invadir más de la octava parte del país y de haberse he­
rece que el aturdido de Painlevé llegó a comprender un mo­
cho matar, mutilar, herir y debilitar durante más de cincuen­
mento; ¡pero como si no hubiera comprendido! En cuanto a
ta meses, durante cuatro años, la flor de sus ciudadanos, los
Briand, sus visajes de comprensión dieron por resultado, en el
más jóvenes, los más fuertes, los más ricos en esperanza, todo
verano de 1917, una verdadera pifia, puesto que tomó las propo­
ha pasado como si el Estado republicano se hubiera dicho:
siciones de Guillermo II venidas por vía belga como una conse­
“ ¡Ahora, a trabajar para que tantos males no tengan ninguna
cuencia natural de los ofrecimientos austríacos, cuando justa­
utilidad para nosotros! E sta Austria es inofensiva y podría
mente eran todo lo contrario. Un presidente de la República en­
ser útil: destrocémosla en cuatro pedazos. Esta Alemania po­
terado e ilustrado, pero inmóvil y sin influencia, tenía que limi­
dría emprender de nuevo una ofensiva inmensa: respetemos
tarse a ver alternar tras las ventanas del Quay d’Orsay estas en­
religiosamente su naciente y frágil unidad. Pero, para agra­
carnaciones de la incapacidad académica y de la traición parla­
varlo todo, añadamos al sostenimiento de esta unidad el furor
mentaria. Y ¿qué es lo que él deseaba y quería? Nunca hemos
negado los eminentes servicios prestados a la causa de la victoria
por hombres de todos los partidos, hasta de los partidos extre­ 1. D iscurso del 22 de m ayo de 1917.
62 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 63

que le causa nuestra instalación provisional en el Rhin y el de su Imperio y de sus Estados, el inmenso pánico civil y mi­
dolor que le inflingen las desanexiones de Estrasburgo, de litar, eran, en efecto, desconocidos por el Ejército francés, co­
Posen y de una parte del Slesvig. N o la hemos debilitado en mo consecuencia de que dieciocho años antes había éste reci­
lo más mínimo en sus puntos vitales : cortémosle algunas tiras bido del enemigo interior el golpe que le privara de los órganos
de piel para irritarla de veras. En fin, al pedir que pague el ¡necesarios de visión:
mal que ha hecho, guardémonos de reclamar nada inmediato, ’’Nos ha faltado el estar enterados de esta situación. Y he
ni siquiera una prenda de los pagos futuros.” 'aquí que ahora estamos palpando u n o d e l o s m a y o r e s f a l l o s
Sólo en dos sitios se lamentó el alto del armisticio, y en que h e m o s s u f r id o d u e a n t e l a g u e r r a . H ubo un tiempo en que

ambos no se podía nada en contra del hecho: en L ’Action nuestro Estado Mayor había creado en Alemania un servicio de
Française y en el Elíseo. U n a protesta de los escritores mon- , informaciones tan bueno (mejor quizá) que aquel cuyos frutos
árquicos quedó declarada por definición fuera de la ley. L a tenía que recoger Alemania un dÁa en Francia. Circunstancias
protesta de M. Poincaré hubiera sido ilegal también, según su en las que importa poco insistir (¿usted cree?) echaron aba­
punto de vista. E n cuanto a M. Clemenceau, había admirable­ jo, después de 1900, la obra del coronel Sandherr. Y , cuando
mente sentido el excitante de la guerra, pero en cuanto percibió vino la crisis, s ó l o n o s q u ed a b a n e n A l e m a n ia u n o s p o c o s
la posibilidad próxima de una paz, la que fuese, le falló la vo­ Desencadenada la guerra, era evidentemente difícil
a g en tes .

luntad y gritó: “ ¡Paz, paz, paz!” , sin contenerse. Hábilmente el que entraran otros. Así se explica la ignorancia de que cons­
se las compuso para asociar a la responsabilidad de su decisión tantemente sufrimos, no sólo por lo que respecta a los desig­
el poder militar, al que había mantenido apartado de toda nios del enemigo, sino al estado real de la opinión.
su política de guerra. Los altos jefes a quienes en setiembre Si en él otoño de 1918 hubieran venido mil informes senci­
decía: “La paz nó es cosa vuestra; vosotros ocupaos de hacer llamente a decir y repetir lo que escribía un burgués alsaciano
Ja guerra”, tuvieron que fijar en octubre las condiciones del (se trata del diario de un francés de Alsacia al final de la
armisticio que pedía el enemigo. Los altos jefes cumplieron guerra), acaso hubiéramos podido tratar a los alemanes en
concienzudamente con su oficio elaborando un texto que, se­ consecuencia y no imponerles, temerosos de verles rebelarse por
gún la expresión del mariscal Foch, permitía imponer al ven­ ello, LA MITAD DE LO QUE ESTABAN RESIGNADOS A ACEPTAR.
cido la paz que se quisiera. Pero nuestros jefes militares no Y es una lección para él porvenir.”
pudieron librarse de las consecuencias de las viejas locuras De nada servirá la lección si no se indica con precisión im­
del poder civil, y por efecto de estas locuras, la verdadera placable las causas del error pasado. Este proviene de los hom­
situación de Alemania les era poco conocida. Y , en el mo­ bres que sostuvieron en contra de Francia la causa de un ofi­
mento en que más les importaba conocerla con exactitud, ¡en cial judío juzgado y condenado por crimen de traición. Si por
el otoño de 1918, faltaban al Gran Estado Mayor francés in­ milagro pudiera probarse que aquel judío no hubiera traicio­
formaciones completas de la situación moral y política en él nado a nuestra patria, es indiscutible que la han traicionado
pais enemigo! unos parlamentarios y unos periodistas franceses al echar por
E l hecho parecerá increíble y hay que corroborarlo con tierra la obrajdel coronel Sandherr, al entregar nuestros es­
autoridades indiscutibles. U n historiador republicano, en un fuerzos de contra-aspionaje a las curiosidades de la justicia y
periódico republicano, La Petite Gironde1, atestigua y explica de la policía, al desmoralizar a los agentes de fuera dando a
esta'verdad. M. Louis Madelin cuenta cómo la prodigiosa catás­ creer que Francia no guardaba ni sus propios secretos ni los
trofe interior de Alemania en 1918, la general descomposición de ellos, al cegar la fuente de nuestras informaciones sobre
los armamentos de Alemania, en una palabra, al obtener que
un solemne majadero como Waldeck-Rousseau acabara por de-
1. 6 de junio de 1923.
64 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUIA DISCURSO PRELIMINAR 65
i
clarar desde la tribuna del Senado: “ ¡Señores, se acabó el Ser- ¡ ciegamente y que no se hubiese temido el prolongar un poco
vicio de In fo rm a cio n es!” Así es como se arrancó a un valiente ^ aquella lucha gigantesca de cincuenta y dos meses; suponga­
Ejército, magníficamente mandado, los ojos que alumbraban su 1 mos que hubiéramos llegado hasta el Rhin con Foch y Castel-
marcha y dirigían su camino. Nosotros somos de los poeos que nau: que se hubiera autorizado a Franchet d’Esperey a llevar
pueden recordar acusatoriamente el hecho, porque a tiempo pre­ su ofensiva general hasta el nudo del centro enemigo; que no
vimos y calificamos esta operación como se merecía. Lo mismo nos hubiésemos dejado detener por ninguna visión ni nebu­
cuando nuestros amigos antidreyfusistas eran la mayoría, que losidad wilsoniana, por ninguna amenaza americana de defec­
cuando no fueron más que una insignificante minoría, siempre se ción, y todavía cabe preguntarse qué programa claramente
desarrolló en este terreno nuestro ataque contra Dreyfus, nues­ concebido y determinado hubiera podido explotar esta esplén­
tra defensa del coronel Henry y del Estado Mayor General del dida acción militar.
Ejército francés. Y tal como nosotros temimos que se presenta­
Las concepciones republicanas durante todo el transcurso
ra el porvenir, tal ha sido. E l historiador Madelin, cumpliendo su
de la guerra fueron de una vaciedad sin límites; cuando veía
deber, lo deja sentado en sus referencias de lo que fué. Nosotros
y pensaba algo, .el régimen veía y pensaba equivocadamente,
cumplimos el nuestro de políticos al preverlo cuando estaba to­
no sólo en io tocante a Alemania y a Austria, al carácter de
davía por nacer. Pero vale decir que no hubo en esto ni trabajo
la guerra y de la paz, sino a la naturaleza esencial del hombre.
ni mérito, porque el porvenir no era dudoso; lo que tenía que s
Ninguna de las consideraciones de buen sentido que dominan
ocurrir a dieciocho años vista, era de una claridad meridiana
toda política pesó sobre la República. Esta reconquistó a Alsa-
hasta para unos sencillos particulares como nosotros. ¿Y cómo,
cia y Lorena, con una mezcla de alegría patriótica, de irrefle­
entonces, la República y su personal de ministros, de diplo- i
xión populachera y de cálculo político que surgía en el espí­
máticos, de parlamentarios y de policías no hallaron medio de í
ritu de la mayor parte de sus mejores hombres de Estado:
contener el monstruoso esfuerzo llevado a cabo para destruir
¡era hermoso que Metz, Estrasburgo, Colmar y Mulhouse re­
un servicio sin el cual el Ejército y el Estado tenían que avan­
tornaran, con la cabeza y el corazón intactos, a la madre pa­
zar a tientas?
tria; era hermoso y dulce que nuestras banderas fuesen reci­
Incuria semejante debería bastar para degradar el régimen.
bidas allí con cantos y danzas mezclados con tales aclamacio­
Nunca el sentimiento de los conductores de un pueblo ha dege­
nes, que M. Poincaré pudo exclamar en el portal del Broglie
nerado hasta tal punto. Consentir esta venganza de Dreyfus
que el plebiscito estaba hecho. Pero un Estado no es un pue­
era consentir en el más eficaz de los crímenes contra la Patria.
blo. Se debe a sí mismo el pensar y razonar sobre estos nobles
Apenas anoto la mala acción como tal mala acción, porque hay
fenómenos de la alegría pública. O, por el contrario, éstos que­
que comprenderla en sus consecuencias de verdadera catás­
dan amenazados de graves rectificaciones. Pero la República
trofe: nuestra ignorancia de la situación de Alemania en 1918
no se enteró de nada. N o prestó atención a que, si le dejaban
nos arrebató el fruto de nuestros sacrificios.
reconquistar nuestro patrimonio alsaciano y lorenés, se guar­
daban bien de dejarle tomar ninguna garantía de posesión pa­
Y con todo, sr dejamos a un lado esta ignorancia e im agi­ cífica. A l amparo de la coalición del mundo entero, un pueblo
namos a la República enterada del desconcierto” enemigo y del de cuarenta millones de habitantes reconquistaba un territo­
partido que podía sacar de una anarquía que bastaba para des­ rio de disputas seculares a un pueblo de sesenta millones, y
hacer la unidad alemana, ¿hubiera sido mucho mejor el re­
aquél omitía el asegurar su buena suerte, se olvidaba de resta­
sultado de las hostilidades? Hinchemos, forcemos la hipótesis
blecer el equilibrio entre el enemigo y él, y hasta manifestaba
optimista: supongamos que merced al sostenimiento de una
un desdén trascendente para el sistema experimentado que anta­
buena Oficina de informes no hubiéramos tenido que obrar
ño se aplicara a desarticular la gigantesta reunión de naciones

5
66 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
DISCURSO PRELIMINAR 67

generally rápida de una coalición que se había hecho peli­


que nos amenaza al otro lado del Rhin: ¡y el pueblo inferior en
grosa, cayeron en la ingenuidad de aplicarse a la confección
número y en fuerza al vencido firmaba un tratado en el que la
de nuevos lazos entre ella y nosotros, lo que iba a representar
personalidad histórica de la construcción bismarkiana era re­
otras tantas servidumbres para nuestra patria. Y llevaron su
conocida y sancionada por el mundo entero! El mundo entero,
- aturdimiento hasta aceptar la especie de protectorado anglo-*
de una parte, y “ d e o t r a A l e m a n ia ” : cuando los ejércitos de
americano contenido en el “pacto” adjunto al Tratado, sin ver
todo el mundo se dislocaban volviendo cada uno de ellos a sus .
y sin comprender cuán precaria, caduca, empequeñecedora y
menesteres nacionales, Alemania quedaba unida y nosotros <
tgl vez peligrosa resultaría la promesa de apoyo en “ caso de
permanecíamos frente a frente, es decir, cuerpo a cuerpo con ’i
ataque no provocado”. P or fortuna, no tuvimos que pasar por
ella. Esto es lo que hizo la República, esto lo que se api au- ;
la humillación de convertirnos de este modo en una nación
día y de lo que todos se alegraban. L a Action Française se ;
asistida. P ara confusión nuestra, la democracia y el Parla­
negó con energía a asociarse a la alegría mentirosa. L a polí­
mento de los países protectores no quisieron firmar. A falta
tica de guerra de la Action Française significò, desde agosto *i
de previsión, un poco de altivez y de dignidad hubieran podido
de 1914, la vuelta a las Alemanias de 1866 o— ¿por qué no ?— •
evitarnos la doble vergüenza de un bajo deseo y de la decep­
de 1648, y por elio L ’Action Française no cesó de precisarla en
ción de no verlo cumplido. Pero ésta no sirvió de lección a la Re­
todos sus detalles durante las negociaciones diplomáticas y los
pública. De 1919 a 1922, nuestros Gobiernos siguiqyon conci­
debates parlamentarios. De la Historia de das pueblos a la '
biendo las alianzas, las amistades, las fraternidades del tiempo
Historia de tres generaciones y a las Consecuencias políticas
de guerra como términos no cambiados e inmutables, por más
de la paz, Jacques Bainville varió, sin agotarlos, los recursos
que la guerra hubiese terminado, lo que a menudo les hizo
de su lúcido y perspicaz genio. Pero el envidioso espíritu de
ceder a siniestras explotaciones. A sí se obtuvo de nosotros el
partido propio de la República estaba ya arrepentido de los
que renunciáramos a toda esperanza de renacimiento naval en
servicios que había prestado durante la invasión y la ocupa­
la Conferencia de W àshington; en el orden financiero, se nos
ción. En ningún momento le hicieron caso. Aquellos caballeros
declaró una guerra apenas disimulada; el más poderoso de
no querían deber nada a nadie, nada más que a sí mismos.
nuestros antiguos compañeros de armas se convirtió en el coad­
¡Habían vencido solos!, y querían hacer la paz solos o prome­
jutor económico de los alemanes : — La libra estará a cien fran­
diando con los camaradas de Londres y de Wàshington. Las
cos, se decía en Inglaterra a fines de 1922 para alejarnos del
amistades francesas ya no contaban y no reconocían otros co-,
Ruhr, y acabaron por obligarnos a dejar arrollar a nuestros
laboradores que los extranjeros, y ¡ay!, ¿qué han hecho todos
protegidos, nuestros auxiliares, nuestros amigos, los separa­
juntos?
tistas de Pirmasens y Kaiserslautern.
Entregada, mitad a la inercia democrática y mitad a la
Tratamos de hacemos libres para actuar por nuestra cuen­
utopía humanitaria, la República acabó por olvidar en qué
ta, pero esto no se le podía tolerar a la República francesa.
consiste el ser aliado, y, sobre todo, aliado de los anglosajones,
Cuando unos ministros cuya ignorancia o cuya complicidad se
y su sorpresa no tuvo límites cuando oyó que las mismas ge­
anticipaban a las exigencias del Extranjero fueron arrojados
nerosas naciones que tan valientemente se habían defendido
por un jefe de Gobiernq^gatriota, los reemplazados se dedica­
a sí mismas en lo suyo, le reclamaban los peniques, los cheli­
ron a servir el interés enemigo en el interior del país y se con­
nes, las libras y los dólares que estimaban serles debidos. Esta
virtieron en jefes de una oposición, pagada con largueza por
reclamación, con la que no se contaba, no enseñó nada a
Londres y Berlín, que se encargó de anular algunos de los
nuestros republicanos y ni siquiera quedaron advertidos de lo
efectos de la política exterior autónoma del segundo Minis­
que iba a ocurrir. M. Clemenceau, M. Tardieu y sus colabora­
terio de M. Poincaré. Parlamento, Prensa, electores, partidos
dores, en vez de negociar a costa del vencido la liquidación
68 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
DISCURSO PRELIMINAR 69
legales, partidos ilegales, toda la maquinaria del régimen fué ’’
consolidar entre los antiguos soldados un sentimiento de la
así manejada en contra de la Patria. L a extrema .izquierda i ' *
victoria que hubiera valido para asegurar el presente y para
tuvo en ello su papel, sin que faltaran la revolución y hasta la ¡
preparar el porvenir. Por el contrario, dejaron que los perió­
anarquía sangrienta. M. Poincaré cayó en el error de dejarse ;
dicos, los libros y el teatro lo fueran aniquilando poco a poco.
intimidar poco a poco por este despliegue de fuerzas especí- ‘ ) ;
Ha podido publicarse en un periódico aprobado por la censura
ficamente republicanas y de consentir que se emocionara con- •
El Fuego, de Barbuse, y al mismo tiempo se hacía cuanto se
tra su propia obra una parte de su cerebro y de sus nervios.
pudo jia r a desanimar o acallar a quienes replicaban a éste.
De este modo fué declinando la segunda experiencia Poincaré, Entretanto, en Alemania iba a producirse una grave evolución
que acabó siendo enemiga de sí misma y sirviendo la causa de j de ideas. Ningún republicano la preveía, por más que aparecía
aquellos a quienes las victorias de la nación molestaban. Pero
escrita en cierto modo sobre el mapa. En lo más fuerte de sus
nos equivocaríamos pensando que el error de los hombres lo '
humillaciones, el enemigo había conservado su armadura mi­
hizo todo, y siquiera que hizo mucho: la segunda experiencia litar, universitaria, industrial, financiera, burocrática: no po­
Poincaré tenía que fallar, tenía que morir por ser lo que era, 1
día tardar la reacción, y tenía que acabar por laborarse una
una política republicana aplicada a servir a la patria, una po- !
moral más patriota que aquélla del Tugend-Bund ue 1813 y
lítica monárquica fuera de la Monarquía, y de este mal es de
más netamente pangermanista que en 1914. Todas las obser­
lo que morirá la República. Estamos en un tiempo en que la?
vaciones lo advertían; hubiera sido menester proveer a ello:
necesidades n&cionales tienden a sobreponerse a todo. Las con­
embriagada por el deseo de revancha, excitada por el escozor
diciones especiales de la República en Francia tratan de dis­
de las derrotas y las secesiones, estimulada por la desespera­
putar a la patria su primacía en el corazón de los republicanos
ción, acaso por el hambre, inflamada talnbién por el radiante
patriotas. N o son buenos republicanos quienes prefieren algo
recuerdo de los cuatro años de saqueo en los puntos cardina­
por encima de la República, quienes no ponen la República por les de Europa, Alemania tenía que reaparecer con el rostro del
encima del país. Hay regímenes que estimulan y fecundan los ¡
furor. Y a su furor ¿qué íbamos a oponer? Nuestro ejércitos.
talentos y las virtudes; éste los destroza y los aniquila por la
Sí, pero ¿qué sentimiento los animaría, los exaltaría, los sos­
oposición que entabla entre la patria y él. Desde este punto
tendría? Y a no teníamos una revancha que tomar. ¿Bastaría
de vista, la prueba de estos seis años de paz es más concluyen-
acaso el deseo de rechazar al injusto invasor?
te que la prueba de los cuatro años de guerra: la guerra, por
Pero la propaganda antimilitarista y antipatriota, compli­
lo menos, entronizó, de buen o de mal grado, la Monarquía de
cada con el recuerdo de largas fatigas pagadas con largas en­
hecho que lo gobernó todo. A l librarnos de esta autoridad nor­
fermedades, tenía necesariamente que minar de peligroso modo
mal, la paz no ha podido darnos el equivalente normal de ella,
un ejército para el que habían sido contadas las alegrías físi­
porque la República no lo contenía, y no ha podido asegurar­
cas de la victoria y para el que los días de ocupación en país
se la prioridad a que la nación tiene derecho.
enemigo fueron sorprendentemente duros. Las circunstancias
Esto plantea un curioso problema. Por definición, por po­ planteaban, pues, la cuestión de la moral militar de nuestras
sición, los jefes republicanos poseen el arte y la ciencia del tropas. Parecía que la solución tenía que consistir en unir fuer­
manejo de la opinión. ¿ Y cómo es qpe este artilugio que sirve
temente el Ejército al Estado, en asociar lo más tangible­
a las facciones no puede servir a la ^ a t ria ? ¿Cómo no han sa­
mente posible la vida de los antiguos combatientes a la victo­
bido ni crear una poderosa corriente.de opinión nacional en el
ria de la nación, en asegurarles, costase lo que costase, una
país, ni mantener la que nació de la guerra? A falta de una
parte material en los magros provechos de la guerra, a fin
unión sagrada, nacida en presencia del enemigo, pero que tan
de que la idea de victoria fuera para cada uno de ellos como
útil hubiera sido en nuestra semi-paz, ni siquiera pensaron en
algo real, vivo, sensiblemente agradable y personalmente sa-
70 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
DISCURSO PRELIMINAR 71

experiencia de “Gobierno de opinión” de nada sirvió a nues­


tisfactorio. A este objeto, un poco de derroche hubiera sido ’« i
tros jefes civiles para comprender el alcance de ese diálogo in­
un pecado venial. ¡ Pero se ha derrochado en todos los terrenos,
ternacional que funcionó de Ginebra a Moscou y de Londres
excepto éste! ¿No era buena la solución que nosotros llama­
a Melbourne. Incluso no faltó quien nos tomara la delantera,
mos de las minas del Sarre y de la Parte del Combatiente?
N ada se oponía a buscar otra mejor, pero no la buscó nadie', La Rusia bolchevista, la Turquía dictatorial, la Italia autori­
o bien se la buscó por los caminos electorales, subordinándola taria, alzan una tras otra la voz, marcan unas direcciones que
al capricho y a la elección de los antiguos combatientes nosotros admitimos o rechazamos sin tom ar nunca la iniciati­

¡ cuando de lo que se trataba era de satisfacer a los particula­ va sino a destiempo, como en Wàshington, en donde nuestros
res al mismo tiempo que se servía a la comunidad! representantes blandieron un programa ruidoso de reconcilia­
ción. de Inglaterra y América que no tenía más que un de­
De una manera o de otra, lo más urgente era el restaSfecer
el equilibrio entre la moral francesa y la moral alemana, que se fecto: el de que ingleses y americanos no tenían necesidad de
rompía en detrimento nuestro. Nadie se preocupó de ello, salvo, reconciliarse porque se estaban entendiendo a maravilla a nues­
paradójicamente, unos monárquicos a quienes sus doctrinas y tras espaldas. Manejados o resistiendo al manejo, pero casi
sus gustos inclinan poco al estudio de los factores que operan nunca manejando ellos los hilos, los estadistas del régimen sos­
sobre la opinión popular. Y ¿por qué? Pues lo repito: porque tienen unos principios de defensa jurídica a buen seguro muy
lo esencial del orden republicano, el arte de persuadir las ma­ aceptables, pero sin ninguna eficacia. Les vemos aferrados a
sas, los mejores resortes del oficio de la República, son echa­ un tratado reconocido como malo y sin atreverse a ofrecer la
dos a un lado cuando no se trata más que del interés nacio- revisión del mismo. Cuando su entrada en el Ruhr provocó,
' nal. Todo lo que han* sido capaces de replicarnos ha sido, o en el otoño de 1923, un verdadero caos alemán, lo contempla­
-bien que rió había dinero para esto (cuando hace falta, se b u s­ ron sin atreverse a sacar nada de él. Su acción es totalmente
ca), o bien que lo que procurábamos era la formación de un estática de aspecto y de acento. Cuando mucho, les sirve para
Ejército de golpe dé Estado. ¡Tan cierto es que el espíritu sostenerse en sus posiciones, pero no p ara ir a ninguna parte,
político republicano no concibe las cosas ni vive más que den­ o para ir lejos, cosa que quita a su palabra todo poder de per­
tro del cuadro de las facciones! E n este cuadro no entra nun­ suasión. L a elocuencia del mismo M. Poincaré hiela la opinión
ca por entero la opinión nacional, ni se piensa en ella, ni se del mundo en vez de aunarla y conmoverla en nombre de los
le invita a entrar. numerosos intereses y de los poderosos sentimientos que si­
M ás aún; una vez firmado un tratado que se concluyó a guen siendo análogos a los nuestros... Comprenderíamos que
puerta cerrada y se negoció entre cuatro personas, quedaba unos hijos de tribunos se sintieran cohibidos bajo el fra c ceñi­
instituido una especie de. Parlamento foráneo entre las nacio­ do de los antiguos diplomáticos de Corte, pero, aquí, en su ele­
nes amigas y enemigas de Europa y de Am érica; y en medio mento, bajo las miradas de la opinión universal, ¿qué es lo
de aquellos vastos, pesados y continuos cambios de discursos, que los empequeñece a tal punto?
de telegramas y de radios, en que tanto lugar ocupó la manio­ Tanto y más que la palabra eficaz faltan de modo que pas­
bra de Alemania, nuestro personal parlamentario estuvo casi ma los medios de darle resonancia. L a literatura política fran­
eclipsado; nunca dominó la situación y, no obstante, tenía el
cesa— me refiero a la oficial— se encuentra en las mismas con­
juego en la mano. E l cesarismo financiero de A m erican os ha­
diciones subalternas que todo lo demás. ¿Cómo es que un G o­
bía hecho una jugarreta con sus diálogos públicos con Alem a­
bierno de opinión, cuidadoso de ser oído por el mundo entero,
nia en setiembre y octubre de 1918; la misma diplomacia ora­
no ha sabido dotarse más que de una Prensa tan débil ? — Uste­
toria, desarrollada en mayor escala, siguió haciendo caso om i­
des no están enterados— decía Roosevelt a nuestro colega G a -
so de nuestra República durante la elaboración del tratado. Su
72 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 73

briel A lp h a u d 1— . N o están ustedes al corriente, son ustedes de querer garantizar su seguridad como está oBligada a -ha­
siempre de los últimos en enterarse de las cosas— repite este pa­ cerlo. A sí vacilan y no se sostienen, así nos fallan, cualquiera
tricio de una República tradicional— . Prefieren ustedes curar que sea el lado desde donde se les mire, los puntos de apoyo
las enfermedades a prevenirlas y preservarse de ellas a tiempo. exteriores de una efectiva irradiación moral, y esto depende
Sus periódicos, al lado de los grandes órganos de la Prensa del régimen, como la guerra y la post-guerra nos lo han hecho
alemana, italiana, inglesa y americana del Norte y del Sur, palpar.
son de una lamentable inferidridad. Están ustedes constituidos Vayamos al fondo. Los procedimientos de un Gobierno da
en República, en democracia; quieren gobernarse por sí mis­ opinión casan mal con los hábitos de espíritu de los franceses
mos y lo ignoran todo, no sólo aquello que se refiere al arte que salen de Francia para trabajar por la más grande patria;
de gobernar, sino a los diversos campos de aplicación en los 3
- cualquiera que sea el grado de energía de los particulares,
que se ejerce, lo mismo dentro que fuera, la acción del que go­ éstos dan por descontada la existencia de un Gobierno en el
bierna... que se pueda fundamentar una iniciativa inteligente y en el
' ÍNO h a habido nunca ningún régimen que se haya visto ba- I que puedan apoyarse o replegarse. Pero tal Gobierno apenas
tido tan por completo en su propio terreno. Batido por las existe, y, situado en estas condiciones, el francés de fuera se
Repúblicas después de haber sido manejado por las Monar­ desanima, se encorajina o se subleva y envidia a los Gobier­
quías durante tanto tiempo. Si queremos explicarnos con toda nos extranjeros, reniega o se burla del suyo y, si continúa
exactitud este fenómeno, es justo tener en cuenta la regresión ocupándose de sus propios asuntos, deja de comprender los del
económica general. U n país que se despuebla, que produce y , país. De este modo van produciéndose unas tristes corrientes
que crea menos, sufre las consecuencias de ello en su Prensa de desnacionalización. Nadie puede cambiar la manera de ser
y en su propaganda exterior. Pero es que despoblación y m a­ de los franceses ni la de Francia. L a posición del Gobierno de
rasmo son consecuencias de un régimen político contrario a ; la República aparece desde fuera como completamente falsa,
los intereses del país. H ay que contar con lo torpe, cohibido y j puesto que se le ve teniendo que ocuparse de las realidades
hasta un poco contradictorio que habrá de ser en su expansión nacionales al tiempo que se inspira en principios y en ideas
moral y material un pueblo cuyo gobierno no corresponde ni a de sectas que son antinacionales. Incluso cuando ocasional­
su genio profundo ni al pensamiento sincero y natural de sus me­ mente se mueve por la preocupación de sus responsabilidades
jores elementos activos. Nosotros exportamos católicos al Cana­ políticas o por amor del bien público, lo detienen y lo parali­
dá: ¿acaso la política de su corazón puede ser la de la tercera zan el evangelio humanitario y el pontificado jurídico a que lo
República? Enviamos a las pequeñas y grandes Indias, al ligan las tradiciones del régimen. E l combate que se librá en
Asia anterior, al Egipto y a América del Sur, jesuítas, capuchl- su interior hace que se pliegue al método de las medias me­
nos, dominicos; los más republicanos entre estos misioneros didas, de los arreglos, de las transacciones consentidas y hasta
no pueden dejar de sentirse, con harta frecuencia, en desacuer­ deseadas. Védase a sí mismo todo cuanto sea osar y moverse
do con la política de los sucesores de M. Combes y de los siquiera. L a franqueza le es tan penosa como la audacia. Del
colaboradores de M. Poinearé. Y si, como ocurre, exportamos mismo modo que no explota sus victorias guerreras, no saca
pacifismo humanitarista, también estas doctrinas laicas de una d jugo de sus raros éxitos diplomáticos. E s incapaz de llegar
política francesa irrealizable tienen derecho a quejarse de sen­ al fondo ni al fin de nada, porque su falsa moralidad fomenta
tirse mal apoyadas por una metrópolis que ocupa el Ruhr, que una sostenida oposición, una ininterrumpida oposición a todos
ocupa a Francfort y que de tanto en cuanto tiene la veleidad 1 sus movimientos nacionales. Y como, a veces, el personal que
exporta carece de verdadera moralidad, vese asediado de es­

1. OamoetUa de 21 de febrero de 1924. terilizantes escrúpulos. De aquí se deriva un estado de equili*


74 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
DISCURSO PRELIMINAR 75
brio^ inerte qi¿e sería útil para una potencia muy grande lle­
pudo mostrar al mundo la parte capital y perfectamente visi­
gada al colmo de la fuerza y a la que la prudencia aconsejase,
ble que Alemania tomaba en la acometida revolucionaria uni­
ante todo, comedimiento, pero nosotros somos una potencia
versal que, a través de Rusia, agitaba a A sia y Africa, desde
que, so pena de muerte, ha de reconquistar su sitio, rectificar
las Indias a Marruecos, pasando por Turquía y Hungría.
su decadencia, reconstruir el patrimonio y el prestigio des­
La República ni siquiera ha soñado en llevar al centro de
truidos.
la perturbación, a Berlín, la acción militar que hubiera qui­
E n 1914 el orador oficial que anunciaba al Parlamento in­
tado toda esperanza a los agitadores de la periferia del mundo
glés la declaración de guerra a Alemania, decía, con razón,
y que hubiera dado un apoyo en la periféria de Alem ania a
aunque no sin insolencia, que Francia “recuperaría su rango” ,
las fuerzas centrífugas existentes y determinado la dislocación
en la jerarquía de los pueblos continentales. ¿Se ha dormido
del bismarckismo, destruido los preparativos militares y, en
la República en la fe, en las promesas de un extranjero tan
una palabra, hubiera rematado el Tratado sacando de sus f ó r ­
bien dispuesto? ¿Ha creído que esta frase volatilizada en el
mulas de desarme un desarme efectivo, y de sus apariencias de
aire le excusaba de insistir para obtener lo que se le debe?
paz, la paz verdadera. Tal vez con este program a no hubiese
Pues tanta confianza en los demás, pregona su optimismo, pero
conquistado, de pronto, la simpatía del mundo entero, pero
el optimismo, simple estado de espíritu, no hace que sean me­
una parte importante hubiera empezado por comprender y por
jores los demás ni que lo seamos nosotros. A l Gobierno francés
sumarse. E l resto, turbado al principio, dividido después, se
le ha faltado el nervio de una saludable desconfianza, el esti­
hubiera ido desconcertando gradualmente en virtud de los ecos
mulante de las justas ambiciones confesadas. N o s hubiera ve- ’
despertados con aquella conducta; la acción rápida tras el
nido bien, como le ha venido bien a Italia, el tener un poco,
claro enunciado nos hubiese ganado la numerosa y nueva clien­
de mal humor y manifestarlo con claridad y energía; el ser tela cuyos más preciados elementos habríamos hallado en A le ­
un poco intratable no es mala manera de tratar; ¡id, si no, a mania : aunque hannoverianos, renanos, sajones, bávaros hayan
preguntarlo a Fiume y al Jubaland! Negada a Italia por W il- procurado el^ concurso de los fautores del Tratado de Ver-
son, Lloyd George y Clemeneeau, Fiume ha acabado siendo ita­ salles, no aludo aquí a ninguna voluntad clara y a ningún
liana en virtud de las tres acciones combinadas de Orlando, sentimiento explícito a los que el despliegue de la fuerza
de D ’Annunzio y de Mussolini. L a s promesas de Jubaland, que francesa hubiera podido dar la plena posibilidad de desple­
Inglaterra subordinaba a la evacuación del Dodecaneso, fue­ garse a su vez; no me refiero más que a unos intereses esta­
ron ejecutadas sin condiciones. Mussolini supo obrar, pedir y bles, territoriales, económicos y políticos que tienen en nues­
amenazar. Y es que, hasta en los peores días, Italia contó con tros propios intereses sus naturales colaboradores. L a Repú­
un Gobierno nacional^ que sabía manejar el espíritu público de blica ha pasado por entre estas posibilidades sin pararse. Y es
la nación. Estas dos fuerzas de acción política y de pasión natural, porque esta clase de esfuerzos a largo plazo supo­
popular faltaron a la República francesa, que, por un lado, nen un estado político que se leyante sobre las ruinas de la
había de temer un espíritu público republicano, pero antina­ democracia.
cional, y, por otro, un espíritu público nacional, pero no re­ Pero, habiendo República, estos consejos que nosotros le
publicano, sino nacionalista, monárquico. dábamos día a día resultaron tan vanos en la paz como lo
¿ Y cómo en estas condiciones podía escribir, hablar, actuar, fueron durante la guerra nuestras exhortaciones a bombardear
adoptar una línea franca y arrastrar a su favor la opinión las capitales de la Alemania del S u r 1. Y habiendo República,
de los pueblos? N o pudo hacer nada de esto. N b pudo denun­ y durando, por consiguiente, su ceguera y su impotencia, Fran-
ciar el poco valor de nuestra victoria ni la posición irremedia­
1. V er L a s noches de prueba, crómica d el bom bardeo de P arís.
blemente amenazadora de la Alemania unitaria. N i siquiera
(1 vol., N. L. N .).
76 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 77

cia, que fué ayer el Estado más por completo manejado, se ha • “Truco y reclamo, reclamo y truco— decía Liebknecht— .
convertido en el más impune y ridiculamente difamado. Nuestros Jamás se dieron otros parecidos, ni puestos en un pie tan g i-
antiguos aliados tienen unos formidables presupuestos navales y gantesco... Ora era un concierto de estilo severo> ora una zam­
nos acusan de militarismo. Nuestros antiguos aliados han ob­ bra bien compuesta, uno y otra dirigidos por un jefe de or­
tenido de la guerra cuantas indemnidades podían esperar de questa al menor de cuyos gestos obedecían todos los ejecutan­
ella, aun sin razón:— ruina de la Marina enemiga, conquista de tes. Bastaba un movimiento de batuta, y en París, en Londres,
las colonias enemigas, dominio absoluto del mar— , y nos acu­ en Berlín, en Viena y en New York, en todas partes, se canta­
san de imperialismó. Tienen el control planetario del dinero, ba, se tarareaba, se silbaba, se cencerreaba, se piaba o mugía
encierran en el fondo de sus cajas, restos de nuestra prosperi­ él mismo motivo. ¡ Y hay quien se sorprende de que naciera la
dad, un depósito de cerca de dos mil millones de nuestro oro, y creencia en un “Sindicato” ! Cuando, en todos los países, qui­
es esta avidez extendida a todo quien nos acusa de malos de­ nientos periódicos de diferentes partidos entonan a diario una
seos. Traicionados por el Tratado, no conseguimos que se eje­ vez, dos veces y más la misma melodía, en verdad que no cabe
cuten las escasas cláusulas que nos son favorables y se pre­ creer en un puro azar o en misteriosas simpatías de los ner­

gona nuestra injusticia, nuestra falsedad, nuestra avaricia y vios y las almas. E l oculto director de orquesta no daba mu­
nuestra falta de caridad. Pero se prodiga una caridad ardiente cha variedad a la ejecución. N o había más que dos tonos y
‘ os gamas: música de las esferas celestes para los santos y
d
al menos interesante de los vencidos.
los ángeles de la revisión, y griterío infernal de salvajes, insul­
L a epidemia de hipocresía es contagiosa. U n buen Gobierno
tos de rabanera contra los diablos, grandes y chicos, que no
la hubiese previsto. Con un poco de memoria, le hubiera hecho
aclamaban la revisión y no querían creer en él “nuevo Jesús
frente y no habría consentido que la catástrofe moral siguie­
de Nazaret” de la Isla del Diablo.”
ra tan de cerca la ruina física. ¿Acaso hay alguien que pueda
E l progreso de la hipocresía ha sugerido algunos perfeccio­
creer que hemos de habérnoslas con ella por primera vez?
namientos en este concierto de calumnias internacionales. La
Que lo digan los franceses de mi generación. “Aquellos
defensa, en cambio, no lia hecho el menor progreso, o los ha
que— como dice Mistral— tienen memoria” y “el corazón en su
hecho al revés. Judío y amigo de los judíos en el interior,
puesto”, se acuerdan, sin duda, del ensayo general de la albo­
nuestro Gobierno no ha obtenido nada a buen precio de los
rada cosmopolita que presenciamos hoy. Nuestros contempo­
amigos de sus amigos, los judíos de fuera. H a tenido que con­
ráneos de 1898 y 1899 contestarán riéndose que se parece mu­
fesar que tenía en contra suya “la Finanza internacional”, ab­
cho al guirigay del asunto Dreyfus. En otra escala, con una
solutamente como si, en vez de llamarse Poincaré o Millerand,
masa de ejecutantes multiplicada, y con otros envites, es el
se hubiera llamado Felipe V IH , general de Boisdeffre, general
mismo concierto que llenó la Prensa del munjlo, que sacudió la
Mercier o Léon Daudet. Resulta, pues, que el areópago finan­
opinión financiera del mundo a cada fase del duelo entre la
ciero establecido en Francfort y en Amsterdam entiende que
justicia militar francesa y la judería de la Prensa y de la
la República francesa ocupa las mismas posiciones que el anti­
Bolsa. E n estas últimas temporadas, ante las obras maestras
guo nacionalismo francés, tal como, grosso modo, la natura­
de la propaganda prusiana, muchas veces hemos tenido que
leza de los intereses primarios del país exige que sea. Y hay
recitarnos la famosa página que antaño inspiraron a un socia­
que, o traicionarlos, o, a despecho de todas las repugnancias
lista alemán imparcial, Wilhelm Liebknecht, padre de Karl, los
de sus partidarios, sostenerse y conducirse como si l a R e p ú ­
oficleides y los trombones de aquel chantage universal. Sólo
fuese para l a f in a n z a in t e r n a c io n a l poco m á s
b l ic a f r a n c e s a
un punto ha cambiado en el tema repetido: allí donde se de­
o menos lo que fué ayer el conglomerado P a t r ie F r a n ç a is e y
cía “Estado Mayor”, ya no se dice más que “Francia” , pero
A c t io n F r a n ç a is e para la antigua R e p ú b l ic a a n t if r a n c e s a .
hay el mismo lujo de coro y de instrumentos.
78 ENCUESTA SOBEE LA MONARQUÍA
DISCURSO PRELIMINAR 79
A l salir de las batallas exteriores, cuando la fuerza misma
1914 los acontecimientos dieron cruelmente razón a Ja clarivi­
de las cosas hubo asentado la República en las posiciones que
dencia de aquellos a quienes considerábamos como unos ciegos
ocupaban los monárquicos y los nacionalistas de hace veinte
y unos simples. Los ciegos y los simples no estaban en el lado
años, resultó que ella aparecía allí más débil que nosotros por­
que nos figurábamos” 1. Estos ciegos y simples form aban en
que tenía que defender su puesto con los hombres y con las
1900 el gran partido victorioso d M a verdadera República. Helos
ideas que en 1898, 1899 y 1900 le servían para atacar este
aquí reaparecidos y coronados con el mismo laurel electoral
puesto sagrado: cuando tenía que sostener la política del or­
que gotea sangre de futuras hecatombes.
den y de la patria, no podía emplear más que los hom bres]
La lucha contra la tendencia que representan resulta in­
y los medios de la anarquía liberal y parlamentaria. Por lo j
grata y cruel ante la ignara muchedumbre cambiante que no
mismo, tenían que crecer las esperanzas de los agresores in­
ve, no entiende ni comprende más que los golpes.
ternacionales, porque se decían ellos, con razón: — Semejan- 1
te defensa implica contradicciones que podemos explotar has­ — Ciudadanos— dicen las gentes de bien— , hay que volverse
ta desmoralizarla a fondo. ¿No tenemos precedentes que nos a armar, puesto que la guerra y la paz han resultado inútiles.
animan? ¿Acaso en 1898-1809 no hicimos bascular de dere­ Y ellos replican que no hay que armarse, de miedo que tienen
cha a izquierda, desde Charles Dupuy-Cavaignac a Waldeck- a ver caer de nuevo los obuses. E l enemigo subvenciona esta
Jaurés, la defensa similar que nos oponía el sentimiento di­ inteligente propaganda de desarme/
fuso de los franceses desorganizados? L a mayoría de ellos — Pues, con todo, tendremos que armarnos cuando el ene­
querían el orden y la patria, pero tenían y mantenían la R e ­ migo llegue de nuevo.
pública; una evocación oratoria de la verdadera República, su­ — ¡No! ¡Antes haremos una revolución!
ficientemente sazonada de provocaciones revolucionarias, bas­ Así era como se hablaba en 1914 cuando el caricaturista-
tó para acabar con su República que nadaba entre los licores diputado Paul Poncet denunciaba la locura de los armamentos,
sospechosos de un nacionalismo vergonzante. U n esfuerzo del di­ millones derrochados en cañones' y en municiones en vez de
nero internacional, un esfuerzo de anarquía, y se repetirá la aplicarlos a material escolar. Y estas mismas cosas se repiten
victoria de antaño con la misma táctica y en provecho de las en 1924 en el mismo órgano y en otros órganos menos avan­
mismas banderas. zados, no sólo en L ’Humanité, sino en L e Quotidien.
Los “caballeros de San Jorge”, secundados por el marco-oro ¿Significará esto que la historia contemporánea está ence­
y el rublo-oro de Moscou y de Berlín, tendieron el galope en rrada en un círculo vicioso? Esta explicación mistagógica no
nuestro país. Se ha desencadenado la anarquía en 1923-24 con - quiere decir nada. L a repetición de situaciones no significa sino
los mismos medios que en 1898-99. Lo mismo que entonces, la , que se repiten idénticos efectos, y éstos no se repetirían si no
idea nacional ha sido tratada de patrioterismo exaltado, de obraran las mismas causas. N o damos vueltas más que porque
reaccionaria e insensata, de quimérica e incorregible: “ ¿El pe­ tenemos puesto el cabezal de las ideas republicanas y esta­
ligro prusiano?— preguntaba antaño Gustave Hervé— . ¿Acoso mos bajo el látigo de los intereses de la democracia. E l repu­
la Humanidad no camina hacia una era de paz y de frater­ blicano doctrinario y el republicano chupóptero son la raíz
nidad? ¿Acaso la creciente fuerza de los socialistas alemanes y el fruto de todo el mal. Por tanto, hay que acabar con la
no era una garantía de que el Kaiser no había de atreverse falta y el yerro si se quiere acabar de pagarlos demasiado ca­
jamás a dar la señal de una nueva matanza? ¡Imbéciles!, ros. Cuando nos libertemos de la Verdadera República en la
— añade Gustave Hervé, juzgándose certeramente— . E n nues­
tros partidos de extrema izquierda éramos sordos a todas las
1. Lta Victoire, del 6 de diciem bre d e 1923; confesiones de G u stav e
advertencias de Déroulede y de Barres. E l 3 de agosto de
H ervé en ocasión d e la m u e rte de B arrés.
so ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

que hemos recaído, no hemos de confiarnos de nuevo a una


República algo puesta de limpio, pero falsificada, que infali­
1.
blemente volvería a traernos a su hermana. E l remedio debe
buscarse- fuera del mal.

vm
A L S A L IR D E L A R E P U B L IC A

Indiferente a estas recaídas, insensible y frío ante la cri­


sis económica y financiera que subraya una angustia univer­
sal, el país oficial y legal, identificado con el Gobierno, por­
que de él saca el sustento de su vida, este país constitucional
empieza a ver y oír la emoción que conquista al verdadero país,
al país que trabaja y que no politiquea. S i las ideas y los inte­
reses del país legal son para la Verdadera República— más re­
publicana cada día que pasa, y por tanto más derrochona e in­
clinada a la indefensión del país— , para la República estatista,
democrática, internacional y extranjera, el Verdadero País quie­
re vivir y sus clases mejores no tienen ninguna afición a la
muerte.
¿ Y acaso ha sido republicano el Verdadero País? Sí, en
parte. Pero, desde hace mucho tiempo, ha perdido aquellos en­
tusiasmos de la época en que nuestros campesinos provenzales
llamaban a Mariana, “la Santa”. Se acabaron aquellos 14 de
julio parisienses que, por los años de 1880, parecían verdade­
ras fiestas nacionales. De un año a otro hemos visto cómo iba
bajando la confianza teórica en la soberanía del pueblo y el
gobierno de sus delegados. Desde 1886, prácticamente se viene
reclamando un dictador militar. Pasó el boulangismo. Pero
idéntica llamada al soldado resonó de nuevo entre 1897 y 1899.
La cosa se repite. N o hay un solo ejemplo de que una pertur­
bación y un revés motivado por la carencia de Gobierno hayan
dejado de hacer desear al Jefe. Tal era la cantinela griega bajo
los muros troyanos cuando el sitio se hacía inacabable: “E l
Gobierno de muchos no es bueno...” L a cosa es evidente.
Acabamos de presenciar unas elecciones llamádas “republi-
6
82 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 83

canas” que no han sido nada más que una coalición de intere­ . En medio de semejantes temores, un instinto físico advier­
ses organizada por unos pequeños funcionarios inquietos. El te a todos que no habrá seguridad sin un violento retorno a la
régimen se defiende por abajo, por ideas de abajo, por hom­ autoridad y al orden por medio de un poder personal, nominal,
bres de abajo; pero estos concursos y estos apoyos inferiores único y duradero. A u n hoy, después que cinco cuartos de siglo
alarman al elemento que había empezado a creer en la Repú­ han obscurecido y entorpecido el juicio público, cuando la en­
blica conservadora. Los conservadores verdaderos releen esta señanza oficial ha retardado y complicado con vagos temores
brava profecía que publicó Henry Lasserre en tiempos de lo y obscuros intereses las evoluciones del buen sentido, el grito
Asam blea N acion al: del país no ha cambiado y sigue pidiendo ¡que venga alguien,
“Llegará un día en que sólo las clases ignorantes estarán alguien!
representadas en el Poder. Todo lo demás quedará sistemática­ Las objeciones no tienen ya ninguna consistencia. Nadie
mente excluido, todo lo demás estará en minoría en todas partes. . teme la acumulación de poderes en una sola mano, sino, al con­
” &Qué ocurrirá cuando él desarrollo lógico del sufragio ‘ trario, se la desea. Y a nadie dice que es injusto el que uno solo
universal, tal como está organizado, haya producido estos in- • mande a todos los demás; ¿injusto, por qué? Si, sea como sea,
evitables resultados? E l mundo social será transtornado brus- ' tienen que gobernarnos, lo justo es que nos gobiernen bien:
camente y por igual. Los que necesitan ser gobernados, gober- , ¿qué más da obedecer a uno, que a ciento, que a mil? N o hay
narán, y gobernarán solos. iniquidad peor que la de carecer de lo necesario por falta de
"Se votarán impuestos sobre la propiedad, y los votarán, ¡ un buen gobierno y el ir a parar a una hecatombe por culpa
con exclusión de los propietarios, gentes que no tienen nada. 1 de la incoherencia y de la inestabilidad. ¿Que los peligros del
La trasmisión de herencias y el retorno de la riqueza al común , poder son grandes? Mucho menos que los peligros de la falta
social serán regulados por individuos carentes de patrimonio. . de poder. ¿Pero es que el poder tiene más probabilidades de
Las leyes sobre instrucción y educación las harán hombres sin fallar cuando lo tiene uno solo que cuando lo tienen mil? E l
instrucción y sin educación. Lo que es ilegítimo será legal, lo poder de esos mil añade a los inconvenientes, a los abusos y
antisocial figurará a la cabeza de la sociedad. Los enemigos excesos naturales a toda autoridad, una probabilidad fortísima
del orden público mandarán la fuerza pública. Los malhechores ; de no ser suficiente y de hurtar a los pueblos su derecho a ser
ocuparán el Ministerio de Justicia y designarán a los magis­ gobernados. E l poder de uno solo, menos expuesto a esta des­
trados. Los ladrones tendrán a sus órdenes la gendarmería... , gracia, comporta una probabilidad mayor de ser beneficioso.
D e este modo razonan, o, por mejor decir, desvarían, y de este E l valor de esta respuesta no disminuye por mucho que sea
modo obrarán los bárbaros que tenemos ya a las puertas y el mal que cabe pensar de los desastres imperiales imputados
que mañana ocuparán, si hoy no nos prevenimos, todas las al poder personal. Fué una Asam blea liberal la que negó al
puertas de la ciudad. Imperio, hijo del plebiscito, las fuerzas militares que hubieran
” Es indiscutible que un estado de cosas tan fuera de lo evitado Sedan; fué una Asam blea republicana, fué el partido
normal no podrá durar mucho .tiempo. N o hay duda de que, tras republicano quien inició las hostilidades de veintitrés años que
haber acumulado ruinas sobre ruinas, estos comunistas y radi­ dieron como resultado W aterloo; son asambleas, comisiones
cales, estos locos e imbéciles, perversos y desgraciados, monó- y ministros parlamentarios los que de 1900 a 1912 desarmaron
manos y malvados, se devorarán entre ellos. Pero, cuando esto a Francia frente al continuo armamento de Alemania. Nuestro
ocurra, Francia habrá perecido en las convulsiones y caerá Gobierno ha tenido que simplificarse y unificarse cuando ha
deshecha en podredumbre1.” hecho falta un esfuerzo para reparar estas desdichas. Tales son
los crímenes del gobierno de muchos frente a los errores y las
1. De la reform a y la organización del su fra g io u n iversa l, por H en ry culpas del gobierno de uno solo. Menos perceptibles a los ojos
L asserre.
84 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 85

e infinitamente más graves, son, pues, dos veces peligrosos. soberanía, la mayor parte de.los casos nos lo muestran del
Antaño se decía: — Pero ¿y la libertad? Lo mismo si hay todo desligado de las consecuencias de su voto. E l país verda­
República que si hay Monarquía, la falta de libertad no depen­ deramente político es pequeñísimo. Pongamos, por 1.000 go­
de del legislador, sino de los términos de la ley: un solo legis­ bernantes del mundo presidencial, ministerial y parlamentario,
lador puede hacer leyes benignas y mil pueden promulgar una 100.000 mandantes reales, 100.000 hombres que dan un man­
ley feroz. — ¡Pero siquiera los mil legisladores nos representan! dato definido cuyo ejercicio vigilan y fiscalizan de lejos. Y
— En primer lugar, no representan a la minoría: el ciudadano será mucho decir, será demasiado decir, porque cada uno de
que no forma parte de la mayoría, o que flota enere la tropa nuestros Mil no tiene tras de sí a cien ciudadanos activos, y
de los abstencionistas, ¿qué ventaja, qué gusto encuentra en los que aparecen ligados a su nombre vienen persiguiendo des­
ser administrado, regido, gobernado, lo más frecuentemente de tiempo, a veces de padre a hijo, unos simples beneficios ad­
sin equidad, por el partido de su vecino o de su criado, de su ministrativos debidos al usufructo del poder. N o hay duda de
patrón o de su granjero o de su más viejo enemigo? L a ley es que la autoridad republicana propiamente dicha se apoya so­
siempre dura para cualquiera que considere la libertad como el bre un número de hombres inferior en mucho al que hemos di­
primero de los bienes, pero no hay .ninguna que sea tan dura cho: si diez mil resultaría algo bajo, cincuenta mil sería una
como la cortada en ángulo agudo por el odio de las partes. cifra excesiva. E l número de ciudadanos ante los cuales los
Esta ley marcial dictada por un adversario vencedor parece Mil creen tener que dar una cuenta legislativa, oscilará entre
dos veces menos soportable que si viene de regiones superio­ veinte y treinta mil a lo sumo. Son estos veinte o treinta mil
res en las que la curiosidad pública no penetra. Veamos ahora quienes en los días de elecciones, a favor de ocasiones fortui­
las consecuencias de esta ley de guerra propia de los países re­ tas, comprometen a todo el resto. E n relación a este clan acti­
publicanos. L a actividad de los ciudadanos, que se creían li­ vo y politiquero, el resto de los cuarenta millones de habitan­
bres, queda inmediatamente suspensa, captada y acaparada tes del país es pasivo y politiqueado; nace, vive y muere como
por las garras de la ley: se aplicarán, pues, a modificarla; la si fuera el súbdito de este soberano repartido en veinte o
libertad del ciudadano de la minoría consistirá en la capaci­ treinta mil miembros.
dad de introducir el espíritu de cambio en aquella zona en que N o hay que creer tampoco que aun este soberano, este amo
debería reinar un verdadero espíritu de conservación y de con­ del país legal que fo rja la mayoría, ejerza ninguna soberanía
fianza, aunque no fuera más que para mantener unas condi­ verdadera. E l país dominado que se agita y se queja está evi­
ciones de vida igual y constante que permitieran la libre pro­ dentemente mal gobernado, pero el país que quiere o cree go­
secución de verdaderos perfeccionamientos físicos y morales. bernar no gobierna para nada. ¡ O gobierna tan poco! Las pre­
rrogativas de la soberanía le escapan por la naturaleza misma
En cuanto al ciudadano soberano que forma parte de la mayo­
de las cosas, como la experiencia ha demostrado hasta la sacie­
ría victoriosa, ¿resulta mucho mejor tratado? Su mandatario
dad. Este soberano no quería la guerra en 1914, y ha tenido
no refleja su pensamiento y su voluntad más que en puntos
la guerra. L a Cámara que eligió en primavera, con el mandato
muy generales y, en la mayor parte de los casos, infinitamente
de desarmar en bien de la paz, tuvo que proceder a los arma­
alejados de la práctica diaria. Nadie le consulta, ni puede con­
mentos intensivos que le impuso a bastonazos, o mejor dicho,
sultarlo, y la fidelidad a ios programas es un sueño de que el
“Barodet” es testigo. A cada paso surgirían sorpresas y dis­ a cetrazos, el más obedecido de los soberanos, es a saber, la
gustos si el elector engañado de este modo se sintiera verda­ Necesidad, encamada en el emperador alemán. Probablemente
deramente decepcionado; pero no se siente tal más que cuan­ la misma oligarquía soberana no tenía, en 1918 y 1919, ni una
do advierte que le falta la protección administrativa de su idea, ni siquiera una aspiración definida, sobre las condiciones
diputado. Por lo que toca a la legislación, que es el eje de la de paz, y la paz se hizo sin contar con ella. De modo que los
86 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 87

dos grandes atributos de la soberanía, la guerra y la paz, han de nuestras Cámaras puede significarse por la fracción 0,001,
quedado fuera del alcance de quien querría reinar y gobernar pero se puede cifrar en un 0‘,999 todo lo que le representan
en el país. la languidez administrativa dada a las leyes y la gestión ad­
Y una opinión que se engaña o se hace engañar como se ministrativa arbitraria que provienen de la inexistencia de un
engañó la opinión directora de los treinta mil republicanos alto poder político. Las malas guerras obligan a morir, las
de 1914 y 1918, está incapacitada. L a realidad se le escapa. No malas paces a servir y a pagar, las malas leyes también a
pagar, y, además, a la despoblación del país; la mala calidad
puede dar al poder que la representa más que unas indicacio­
de la policía y de la justicia, a estar esclavo de verdaderas
nes vagas e inútiles, con las que aquél hace lo que se le an­
calamidades morales, en primera fila de las cuales figura la
toja. Pero, a su vez, este poder es tan poca cosa que tiende a
obliteración de la justicia, incompatible con la profesión y la
absorberse en otros poderes que lo aprisionan cada vez más. ■
calidad de hombre libre. Casi todos perciben que sería m ayor
¿Qué queda, pues, de la libertad soberana del elector opinante
la libertad bajo un Gobierno que realizase una buena política
y fautor de los escrutinios o del legislador parlamentarizante ¿
y confeccionase buenas leyes; la argumentación republicana
en un orden de cosas que la administración regula como quiere? ^
acaba por este lado en el cuadro de sus resultados históricos.
E l elector que cree todavía en estas cosas, si lee el Oficial y el
Boletín de las Leyes no recoge más que decepciones. ¿Dónde P ara tranquilidad de mi conciencia, voy a recoger aún la
está él Gobierno?, puede preguntarse. O, si tiene el verdadero objeción, corriente ayer, de que, así como cuatro ojos ven
más que dos, muchos hombres dispondrán de más luces quo
espíritu de la teología republicana: — ¿Donóle está el Gobierno,
uno solo. E l balance de nuestras direcciones colectivas se ha
el Gobierno ele mi libertad? Las leyes prácticas, las que alcan­
zan y aprietan al elector, emanan, sobre todo, de reglamentos encargado de demostrar que un número exagerado de órganos
de visión crea o visiones contradictorias o borrosas, y, por lo que
elaborados en el Consejo de Estado por unos sucesores natu­
hace a la iniciativa, novecientas cabezas dan un excelente re­
rales de los consejeros del rey, que, efectivamente, son los con­
sultado para paralizar mil ochocientos brazos. L a diversidad
sejeros de un rey anónimo, invisible, desencarnado, todavía
es buena para el consejo, no para la acción: tal es el resultado
vivo (¡ y no faltaba m ás!), aunque carente de una personalidad
de una experiencia que viene a corroborar los dictados de la
realmente viva, y este rey duradero se llama la constante ne­
razón.
cesidad del público, esta viva necesidad que el público tiene
Todavía la doctrina republicana alega como ejemplo el que
de ser administrado, regido, disciplinado y gobernado.
cualquier empresa privada, industrial o comercial, no deja de
Después de Guillermo II, que disponía de nuestra guerra,
rejuvenecerse y vivificarse merced a una rápida afluencia de
después del Parlamento inglés y el Parlamento interaliado, que
direcciones sucesivas. Y a lo hemos visto. ¡Y de qué m anera!:
dispusieron de nuestra paz, el dueño soberano de los más im ­
sesenta y siete Ministerios en cincuenta y cuatro años; la para­
portantes de nuestros pequeños asuntos no lo es, pues, ni m u ­
doja ya no se tiene en pie.
cho menos, el pequeño sector del país que puede decir: Y o
P ara hacerse oír, el republicano, doctrinario o chupóptero,
hago la ley y la deshago, sino que otros órganos semijudiciales
no ha tenido, pues, más remedio que explotar la amarga es­
y semiburocráticos, que tienen la autoridad por herencia del
puma de las envidias que fermentan contra los privilegios y la
pasado o por sí mismos o en virtud de la necesidad que satis­
honra anejos a la persona del jefe único. Cón todo, en este
facen, intervienen más auténticamente que el poder electivo
punto, hácese patente en el espíritu público un poco de buen
y legislativo, para el que quedan las grandes tierras baldías de
sentido. Todos hemos podido ver la enorme porción de botín
la discusión y la peroración. ¿ Y con gestos y discursos se s a ­
que corresponde al mangoneo de un millar de reyezuelos. Este
tisface el prejuicio de la libertad política? L a dosis de libertad
desmenuzamiento de la realeza, que no hace a ésta ni más efi-
que proporciona al ciudadano su representación en los debates
88 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 89
4
caz ni más activa, multiplica las prebendas y las sinecuras que dar con alguna independencia más que sacudiéndose la autori­
de ella se derivan; con lo que las satisfacciones de amor pro­ dad de aquellos a quienes debe el ser, nacería de ello una
pio y de vanidad, menos útiles, significativas y fecundas a guerra encendida, con lo que se juntarían los defectos de la
medida que el gobierno va subdividiéndose, se hacen más República y de la Monarquía, sin tener ninguna de las venta­
y más numerosas cada día. La envidia democrática conviér­ jas de la una ni de la otra. Esta rivalidad fatal no se produce
tese entonces en desprecio, casi en lástima, y esto hace que en el caso contrario: el monarca se aconseja, escucha, oye y
el espíritu público se pregunte si el gobierno, cuyos bene­ adopta las opiniones de su Consejo, sin por esto rebajarse en
ficiarios hacen ostentación de honores y provechos, no debiera lo más mínimo, y el Consejo, tras haber opinado libremente,
concebirse mejor como una carga de la que hay que respon­ no tiene por qué sentirse vejado si el rey sigue la opinión con­
der y que no se siente ni se desempeña bien más que a con­ traria. E l gobierno de uno solo puede coger del gobierno plural
dición de que se sustente sobre un único par de hombros. lo que éste tiene de bueno, pero se destruye a sí mismo ha­
— Paciencia— me decía sentenciosamente un viejo campesi­ ciendo la combinación inversa, lo que hace ver su rigidez y su
no provenzal del distrito que elegía antaño a Pelletan— , pacien­ falta de adaptación.
cia: todo el mundo acabará enterándose. Mire usted el sol, que Por esta razón, no tienen límite los riesgos que se corren,
madura todas las cosas de la tierra: ¿acaso hay dos solest los daños que se causan, los excesos que se toleran, los abusos
Mire usted el rebaño: no tiene más que un solo pastor. Lo que se fomentan y, sobre todo, las negligencias que se sopor­
mismo pasa con el gobierno... tan bajo un régimen de colectividad soberana. E l jefe único
N o hay que entender por esto que la actividad del jefe ten­ halla su límite moral en sí mismo y en su alrededor; en la
ga que absorber todo el poder ni que haya de suprimirse entre práctica, lo que se dice de su poder absoluto no tiene más que
el poder y el común de los ciudadanos toda la cadena de lugar­ una significación relativa, ya que, para obrar, necesita que lo
tenientes, agentes e intermediarios que los unen. Y a se en­ asesoren, lo sirvan, lo apoyen, lo informen, lo defiendan y lo
tiende que el pastor puede tener ayudantes y que el sol puede obedezcan el número extensísimo de personas a quienes su
ser asistido por uno o más círculos de satélites. H ay colecti­ misma posición le obliga a respetar en sus intereses, sus dig­
vidades sin rey, pero no hay ningún rey sin un poder colectivo nidades y sus honores, lo que lo dispone mucho más fuerte­
auxiliar. E l principio de la República es ni más ni menos que mente para promover el bien que el mal.
la exclusión de las decisiones de uno solo, de su presencia, de su En lugar de unir a los ciudadanos “en contra de U n o ”, lo
precedencia. “Ausencia de príncipe”, decía M. Anatole France que el desbarajuste republicano hace es dividirlos entre sí,
para definirle. E l principio de la Monarquía es, en cambio, ya que, en las facciones a que da lugar, los que se aprovechan
mucho más amplio: ningún jefe único está obligado en virtud de la opresión de los demás lo confirman en sus excesos cuan­
de los principios a que debe su existencia a rehusar la cola­ do no lo impulsan a cometerlos.
boración de consejeros reunidos a este fin, y todo jefe que com­ E l abuso que comete un solo jefe en provecho suyo le ex­
prende un poco su función se rodea de luces y busca la coope­ pone a alzar en contra suya toda la colectividad. Pero una
ración de la prudencia ajena para apoyo de la suya. U n go­ asamblea mala agota los recursos del mal antes de trope­
bierno colectivo que confiara sus decisiones a uno solo y a no zar con las primeras dificultades grandes; ¡cuánto tiene que
sería un gobierno colectivo, sino que abdicaría de su carácter hacer para llegar a ser impopular! L o que el poeta ha lla­
y renegaría de su razón de ser y, si no lo hiciera radical­ mado el veneno del poder la intoxica naturalmente; en cam­
mente, si pretendiera conciliar en la práctica los dos princi­ bio, un hombre malo que llega a ser jefe tiene todas las pro­
pios, se engañaría con la ilusión de tener en sus manos y babilidades de que su elevación lo mejore. Los primeros re­
de frenar a un jefe hechura suya, y como éste no puede man­ sultados de los errores que cometa le enseñarán con claridad
90 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
DISCURSO PRELIMINAR 91
que no hay quien le siga por el camino equivocado, por lo que <
fe hereditario queda muy por. encima, en orden a la utilidad
su mayor interés será frenar o retroceder.
y el bien de su acción, sobre cualquier otra clase de jefe. E l
Si seguimos comparando los comparables y, después de pa­ instinto público, cuando repite con el cantor homérico E I Z
rangonar el mal con el mal, comparamos el bien con el bien, K O iP A N O Z EZT£2, no expresa otra cosa que el conjunto
veremos que un número bastante grande de bonísimos p rín -, de las confusas experiencias que lo han guiado en algunas oca­
cipes han hecho mucho bien, o, por lo menos, no han hecho siones. Pero, al confrontar con las experiencias del género hu­
mal, mientras que las mejores asambleas, sobre todo en Fran­ mano las meditaciones del Espíritu, el héroe de Homero, el
cia, son responsables de una inmensa parte de nuestros ma­ sabio entre todos los griegos, se apresura a añadir en el si­
les. Ejem plos: las Constituyentes, a las que debemos una de­ guiente verso: E 1 Z B A Z 1 A E Y Z , un rey, el rey hijo de rey.
.
cadencia secular de la patria; la Legislativa de 1849, que hizo Cuando se discute este aspecto del problema de la Monarquía, en
fatal el derroche por el Imperio de los tesoros acumulados^ el fondo se trata de saber si la suerte de Francia no se apro­
durante los treinta y tres años de Monarquía que le prece­ vechará más que del espontáneo juego de las adivinaciones
dieron ; la Asam blea Nacional de 1871, patriota, religiosa, mo­ instintivas o si trataremos de hacer que se aproveche de las
derada, y que, por torpeza, creó la República radical, antiele- j enseñanzas de la experiencia y la razón. E l grito público tiene
rical y antipatriótica; la Cámara de 1885, a la que se debe el J un valor; la memoria y la reflexión de los selectos, otro. Ambos
“affaire” Panam á; la de 1893, madre del “affaire” Dreyfus, y.; valores pueden ser dispares, pero ¿por qué no van a ponerse
nuestra Cámara “azul horizonte”, elegida en 1919, cuyas exce­ de acuerdo ? Y si hoy no hay acuerdo, ¿ por qué no tratar de
lentes intenciones y buenas obras están jalonadas por los desas­ que lo haya?
tres de nuestra diplomacia, de nuestra Marina y nuestras Para ver claro, recapitulemos nuestras definiciones. Siendo
finanzas, esto sin hablar de negligencias militares indiscutibles. la República el régimen que excluye el principado de uno solo,
E l merecido descrédito que envuelve al gobierno colectivo el gobierno plural puede ser el de un corto número, o sea una
y republicano extiéndese, como es natural, a todo Gobierno sa- * ¡ oligarquía que, a su vez, puede ser el gobierno de los de mejor
lido de la elección. Georges Thiébaud perdería el tiempo si tra­ cuna— la aristocracia— y, en tal caso, presentar las ventajas
tara de reanimar la fe popular en un plebiscito salvador. El y los inconvenientes de la herencia. Puede también ser la
anhelo de dictadura, propio a nuestros contemporáneos, en­ democracia, pero la democracia no siempre es republicana. L a
vuelve un deseo de duración, y de duración la rg a; el dictador ley de la democracia representa la exclusión de la herencia y
vitalicio que la voz pública llama no es el rey, pero puede ca­ se define como el gobierno del mayor número: ora cesaris-
lificarse muy exactamente de mon-arca. A un mon-arca así no ta o plebiscitaria, viene a ser el gobierno del jefe único ele­
se le elige, y ya ni se pretende hacerlo, porque se prefiere su­ gido por el mayor número; ora republicana, pretende ser el
poner que él se apoderará del poder y lo consolidará mediante gobierno de todos por todos, y, en realidad, es el gobierno de
los bienes deparados por su gobierno. Márcase, pues, aquí el muchos que el mayor número se ha visto en la precisión de ele-
punto de diferencia entre la aspiración popular y el principio ' gir. Saliendo de la República, la Mon-arquía puede variar se­
de herencia que un grupo importante de espíritus políticos gún que esté supeditada a la elección del pueblo entero o bien
franceses ha considerado siempre como el único adecuado ge­ a la elección de una asamblea, o bien al voto de ciertos Cuer­
nerador del jefe permanente. Tal principio ha obtenido una pos nacionales; puede, en fin, proceder de una operación de
sanción reiterada más de treinta veces a través de diez siglos simule fuerza independiente de toda condición de legalidad o
en la consagración de nuestros reyes. H oy no tiene aquel de ligitimidad. Este cesarismo puede tender, renegando de su
arraigo. Pero nada nos dice que, en el momento oportuno, propia naturaleza, a la Monarquía hereditaria, que entonces se
le sea seriamente regateado el rápido asenso de todos. E l je­ l l a m a i m p e r i a l ; pero la forma nacional e histórica de ésta es

f.
92 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 93
xa Realeza. L a Realeza legítima en el país de Francia es la so-1 j*a de su sangre. N o habléis, pues, de nosotros, o enteraos antes
beranía de los sucesores de Hugo Capeto, siguiendo la ley tra- -I ■- de nuestro auténtico pensamiento.
dicional de su sucesión. r'| i -*’ *>■ Por otra parte, el papanatas vulgar, que tiene siempre algo
Las definiciones que acabamos de dejar sentadas dan la I de los doctores Toulouse, tiene a mano unos pequeños puna-
medida de toda la distancia que hay entre el simple jefe raon- J ¡ V dos de objeciones que no lo son. Resulta tan fácil disiparlas
árquico y esta “Monarquía en regla” que Bismarck temía ver i ' • '■como acumularlas. P or ejemplo: un jefe imbécil puede nacer
renacer en Francia. Es la diferencia que hay entre una idea| de un jefe inteligente. L a naturaleza hace jugarretas de estas,
rudimentaria y el tipo perfecto y completo. Cosa que se com- \ pero tiene también salidas inversas: un jefe inteligente puede
prenderá mucho mejor al darse cuenta cabal de cuál es la. • * nacer de un jefe imbécil, y con esto queda restablecida la ba­
principal importancia de la designación hereditaria. E l mayorj;J lanza. ¿Y si el triste período en que reina el imbécil acarrea
esfuerzo de discusión de la Encuesta sobre la Monarquía se re- i males? Todavía serán menos que bajo el régimen de asam­
fiere, precisamente, a este gran punto del poder dinástico, cuya bleas, las mejores de las cuales han hecho siempre lo peor.
belleza no deben oscurecer ligeras dificultades. Limitada t<* Entonces, ¿qué? Pues esto: la propiedad rural, industrial, in­
davía a un número relativamente pequeño de corazones fieles, ; mobiliaria, mobiiiaria, se trasmite por vía de herencia; cuando
la idea de restauración de la Corona legítima equivale a una el heredero es incapaz, se ve asistido por tutores y conseje­
promesa de autoridad independiente creadora de orden y de ros. Pues bien, en la trasmisión hereditaria del mando hay re­
paz implícita en la ley que trasmite la soberanía de varón a ; cursos semejantes. ¿Que esto no es más que un mal menor?
varón por orden de primogenitura. Apenas hay exageración " Concedido, pero no hay nada que valga más. Ved, si no, io
ninguna en decir como dijo uno de los nuestros a unos monár­ que pasa en la acera de enfrente.
quicos portugueses y húngaros: — ¿Qué es la realeza? L a he­ Dejemos y a al vulgar que nos hace hablar como él habla.
rencia de la Corona. ¿ Y qué es la herencia? L a ley de suce- No se trata de una cuestión entre la imbecilidad y la inteli­
sión. gencia, ni siquiera entre la capacidad y la incapacidad. P or en­
Pero ya se entiende que esta ley no debe entenderse de cima de estos valores fortuitos que el arte de la vida política
mala manera. Algunos biólogos ingenuos y sus mediocres vul- utiliza como puede, tratemos de ver lo esencial de las institu­
garizadores se han figurado que esta ley política suponía en ciones.
nuestro espiritu no se sabe qué principio de selección por la ; Es un sueño el pretender que en todo momento de la vida
herencia física, en el que nosotros no hemos pensado jamás. de un pueblo haya a la cabeza del Estado el espíritu mejor do­
El Dr. Toulouse ha hecho treinta y seis carnicerías de nues­ tado o el carácter más capaz; si, de todos modos, alguien quie­
tra doctrina en este terreno, en el que, para su desgracia, no re perseguir esta quimera, no tiene más que un camino: habrá
ha sido nunca planteada. ¿Y pues? N o hay pues que valga. que decidir que un campo cerrado está siempre abierto, que un
Combatidnos cuando nos conozcáis. Entretanto, vuestra ima­ escrutinio o una Comisión de examen funcionen permanente­
ginación forja cosas que nada tienen que ver con nuestras mente hasta que se logre saber quién es absolutamente el me­
ideas, aunque les deis nuestro nombre. Nos atribuís una fe mís­ jor de todos, con la reserva todavía de que en las profundida­
tico-científica en una constante personal de capacidad guber­ des de la población no se halle oculto alguien que lo aventaje.
namental unida a la sangre. Pero esto nos lo colgáis vosotros Que nadie se sonría ni nos acuse de establecer hipótesis da
y nosotros lo rechazamos, porque siempre hemos dicho algo matemático loco. Si se mira al fondo de la psicología de la
muy distinto. Esto es: que el soberano hereditario se encuen­ democracia, la carrera desenfrenada hacia este “mejor” ene­
tra en la mejor de las posiciones para gobernar bien, pero nun­ migo de lo bueno constituye el resorte moral constante del
ca hemos dicho que este buen gobierno se debiera a virtud algu- régimen, el aguijón de los mejores, el pretexto de los peores, y,
94 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 95
sin que por ello resulte más seguro el progreso bajo ningún ¡ "ro de los blancos. Y a tenemos.al ciudadano más capaz alzado
aspecto, es lo que hace que el Estado no tenga asiento ni el . ; sobre el pavés. Pues bien, todavía se ha errado el blanco.
Gobierno reposo. A pesar de los períodos de tranquilidad apa-; ¿Y por qué? Pues porque capacidad política y capacidad be­
rente, la perturbación late sin cesar. ¿Quién no es el mejor? neficiosa política son dos cosas distintas. E l caso excepcio­
¿Quién no es el más digno? ¿ Y quién no pretende serlo?? nal de Napoleón Bonaparte demuestra cuánto puede contra
Cuando la voz popular clama por un dictador, no hay ningún ■el bien de un pueblo el mejor dotado de los genios, el m ejor
hombre público que no responda en su fuero interno que el . hecho para conducir, si no se siente templado y limitado por
dictador soñado es él, no hay ningún militante alistado en al-; ciertos elementos, el principal de los cuales es la preocupación
guna facción que no coloque a la cabeza del Estado a su ídolo, por el bien público. Supo mandar, fué sobresaliente en el
al jefe o patrono que se ha dado a sí mismo. E l régimen e lec-' mando, pero, con todo, fué poco sensible a la preocupación de
tivo podría definirse, en psicología teórica, como un inmenso,^ tratar con cuidado los intereses del bien público que pretendió
antagonismo, furioso o latente, pero incesante, de once millo- \ servir. Por otra parte, el modo que había tenido para escalar
nes de nuestros yo respectivos o de los delegados de nuestros el poder obligábalo a una defensiva agotadora contra las fo r­
yo. Natural es, pues, que en él todo sean intrigas, exámenes, ¿ mas similares de ascensión y de usurpación. B asta con este
votaciones, discusiones, batallas, que tanto perturban el Esta- * ejemplo para enseñarnos cómo la autoridad del Mejor, cuando
do como minan la unidad de la nación. Como el debate tiene , se logra designar a éste, se verá siempre roída por la amenaza
invariablemente por objeto el saber cuál es la mejor cabeza , de algún nuevo elegido del destino, ya que está siempre some­
del país o cuál su corazón mejor templado, una de las conse- s tida a continuas tentativas de sustitución.
cuencias naturales del mismo será el convertir, en número cre­ E l bien y el anhelo públicos reclaman por igu al la estabi­
ciente cada día, algunos de los más preciosos valores de la in­ lidad en vez de estos funestos relevos; al perpetuo cambio, co­
teligencia y hasta del alma en unos amargados, en unos des­ rresponden una emoción y un malestar continuos. Esto está
contentos, siempre pendientes de una repetida querella por . comprobado. Medio siglo de penosa y estéril disputa por el
eternas revanchas de amor propio o de interés; así ocurrirá ' principado habrá servido principalmente para enseñar a apre­
que unos auténticos valores se salgan del dominio (por lo de­ ciar y desear el contrario directo de este grave mal. E l mal
más, contaminado) de su ciencia, de su industria, de su arte que hay que eliminar es la emulación: emulación de los méri­
o de su caridad para agitar los dominios colindantes, ocupar­ tos, de los talentos o las ambiciones. E l mejor soberano está
los y perturbarlos con el eco de sus agravios. De nada sirve libre de rivalidades.
el que la existencia de un mundo particular a los políticos ami­ E n efecto, la competencia puede tomar form as particular­
nore un poco estos trastornos, porque esta nueva profesión mente peligrosas para el Estado y para la Nación. P a ra el
constituye una herejía que especializa y acota para sí el te­ Estado, si la competencia es libre, si el rango principal está
rreno político, en vez de dejarlo abierto a todos, como exige reservado a la elección; el sufragio se compra lo mismo si se
el dogma. Además, esta profesión no constituye ningún círcu­ ejerce en la asamblea del pueblo que en una dieta de prín­
lo cerrado y, para mantenerse, tiene interés en reclutar segui­ cipes, de lo que resulta que el oro puede conquistar y secues­
dores de tanto en cuanto fuera de sus límites, y esto viene a trar el Estado. Pero el oro puede, al mismo tiempo y por el mis­
aumentar los trastornos. Y a hemos perdido bastante con fun- mo juego, desnacionalizar el poder, entregarlo a intereses exte­
cionarizar un cierto número de altas actividades del alma y del riores y hasta enemigos. Y en esto estamos: un pequeño judío de
espíritu: ¡qué será de todo esto al embarcarlo en la g ab arra Galitzia que apenas habla el francés llega a París, vende sus ha­
permanente del sistema electivo! rapos, trafica, especula en la Bolsa; ya rico, se naturaliza, envía
Pero supongamos que por una vez se da en el más insegu- a su hijo al liceo y el hijo se gradúa, se hace abogado, profesor,
96 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 97
i
periodista y acaba siendo senador, ministro y presidente de que deriva simplemente de haberse tomado el trabajo de na­
la República. N ada se opone a este extraño cursus honorum. cer, dispensa a los demás de plantearse la cuestión del valor
’ L a Corona hereditaria conjura estos dos males: el poder a ella respectivo y de comparar el suyo al de aquél. Entre ellos no
inherente no puede comprarse con oro y nacionaliza el poder, hay una medida común. Este poder personal es impersonal en
lo sustrae a las divisiones de los partidos, lo mismo que a la su origen. E l rey no es un competidor. E stá fuera de concur­
subasta de los traficantes y a la influencia del Extranjero. so, no por propio mérito, sino por obra de la suerte: él nada
Este género de soberanía es aquel ante el que el hombre se { ha hecho para reinar; la razón de su soberanía es ajena a él y
inclina más fácilmente. L a ambición suscita por su propia vir-~ depende enteramente de que vale infinitamente más para todos
tud émulos, el talento inspira celos, el mérito envidia, y lo i. que sea así.
mismo ocurre con la felicidad cuando ésta va unida a las do­ En efecto, el punto central es éste: lo que importa no es,
tes personales. En 1813, cuando el espíritu público francés ni mucho menos, el que en un momento dado (a l que pueden
se ocupaba del posible sucesor de Bonaparte, Bruno de Bois- seguir momentos muy distintos) la soberanía esté en manos
gelin, que debía de ser bastante fatuo, puso algo de buen sen­ del más digno ni del mejor absoluta o relativamente; lo que
tido en su impertinencia al dar esta lección de monarquía a importa, por encima de todo, no es que el soberano reúna en
Madame de Coigny: “Sobre este trono, en lugar de un soldado su persona la mayor suma de inteligencia, de cultura o de
turbulento y de un hombre de mérito a cuyos pies nuestra na­ virtud, por más que virtud, cultura e inteligencia sean pre­
ción, idólatra de las cualidades personales, se arrastraría, yo ciosas para llenar su ardua función: lo importante es que un
pido que se siente al primer Señor (L uis X V I I I ), después al estrecho vínculo lo una, lo encadene fuertemente al cargo de so­
señor conde de Artois (Carlos X ) y así sucesivamente a sus berano y que esté directamente interesado en él y mejor predis­
hijos y a todos los de su raza por rango de primogenitura, puesto que cualquier otro al cuidado de conservar y desenvolver
toda vez que no conozco nada que menos se preste al entu­ los bienes a tal cargo anejos y a eliminar los males que podrían
siasmo y que se parezca más al orden numérico que el orden dar al traste con ellos. Funcional, antes que personal, su valor
de nacimiento, y que más impongan el respeto a las leyes que el verdadero es aquel que le hará sentir el deseo de adivinar y esco-
amor al monarca acaba siempre por destruir.” E l doctrinario ! , ger con el mayor cuidado los valores personales de que él
Bruno de Eoisgelin exagera. Hay un entusiasmo por el derecho mismo necesita para obrar debidamente.
real que es justo, pero es una pasión serena, y quien lo experi­ Pues bien: ¿cuál es el lazo más estrecho y la fusión más
menta tiene conciencia de estar sirviendo un orden que él no fuerte entre funcionario y función? ¿Es acaso la atadura pa­
ha establecido. L a justa admiración de las personas reales no sajera y que se suelta, o la que dura hasta la muerte. ¿ Lo será
arrastra a la idolatría a que el culto de un eéáar lanza a sus un* lazo vitalicio, o aquel que se lega a los descendientes, here­
secuaces, lo mismo si el césar ha surgido por sí mismo que si deros y continuadores? ¿Un lazo definido por un edicto revo­
son ellos quienes lo han hecho surgir. E l súbdito que rinde su cable, o el que es fruto de una apropiación definitiva? ¿Cuál es
homenaje a su rey, saluda en él al representante nato de la el hombre apegado a la casa o al campo, el que los habita
historia de la nación, y este sentimiento puede compartirlo con porque los tiene arrendados por un período de tiempo, o el
él todo el pueblo y no únicamente un solo partido ; L a Bruyère que los habita y les hace valer para él y para sus descendien­
diría que este sentimiento es republicano y no cesáreo. Sólo tes?'H ay un medio de interesar sin reservas a un hombre en
que, como un bien impuesto por servicios seculares anteriores al lo que hace, y consiste en lograr que su acción sea algo suyo y
nacimiento del súbdito, lo mismo que al del Señor, este res­ al mismo tiempo una cosa de los suyos para siempre. Que el
peto no supone para el amor propio más que un mínimo de s a ­ bien público del Estado se convierta de este modo en el bien
crificio. E l heredero del Trono está en él porque sí; su derecho, particular de su príncipe, que ¿éste herede el mando del mismo
DISCURSO PRELIMINAR 99
98 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA Jj
que Bossuet llama su “patriotismo innato”— , se confundirá
modo que hereda la sangre, su riqueza mobiliaria e inm obilia-fl
psicológicamente con el ejercicio moral de las obligaciones de
ría: este es el feliz resultado que corona el más natural y m ás|j
su estado; el dueño de la Corona hereditaria es a l mismo tiem­
elegante de los artificios realistas de la Historia. Nupcias d e lj
po su esclavo, atado a ella como a un terruño sublime que es
una raza y de un pueblo, identificación política de un Estado M
preciso labrar para poder vivir y para perdurar. De este modo,
y una Casa. Los diferentes príncipes podrán sucederse con la | ]
el instinto de conservación— de la conservación de un hombre
extrema variedad de cualidades, de caracteres y de destinos f] y de una raza— se convierte en fianza del instinto de con­
que se observan en la línea de una misma fam ilia: lo que va- 1
servación de la vida de un pueblo. Espíritu que advierte, sen­
j- .. riará siempre en menor proporción, lo que siempre será lo _
M¿5’;
sibilidad previsora que no pueden bastar a todo, pero sin los
más duradero y más semejante a sí mismo, será el interés que
fr ' que la existencia de las naciones queda harto indefensa. Con­
preste a la cosa pública aqáel que asuma los provechos y la ^
fieso que no comprendo a quienes cuentan los casos en los
honra de ella.
que ha fallado el resorte del interés dinástico o ha funcionado
Puede equivocarse, ciertamente, como todos los hombres,
mal y que se preguntan irónicamente que para qué sirve en­
sobre las exigencias de su interés y del interés público, que
tonces. ¿Acaso porque ocurre alguna vez que el timón flaquee
se identifica con él, pero a nadie le importará tanto rectificar-
o se rompa, en razón de ser de mala calidad, tendremos que
el error y reparar el perjuicio cuando los haya. Si sus facul­
construir navios sin timón?
tades son medianas, tendrá vivo interés en completarlas ro- ,
L a cuestión de la capacidad personal del jefe hereditario
deándose de servidores bien dotados; un secreto aguijón le lle­
puede zanjarse en algunas palabras: o existe o no existe.
vará sin cesar a esto, toda vez que a él le importa menos bri­
Cuando existe, los bienes públicos son inmensos. Y cuando
llar que llevar de veras las cosas a buen término, porque el
no, todavía queda algo que no puede salir de la suma de
brillo del éxito le vendrá por añadidura. Si es de por sí labo­
voluntades, de sentimientos y de pareceres de millones de ciu­
rioso, concienzudo, atento y capaz, será su propio ministro. Si
dadanos: queda lo que tiene de lazo de Unión de todos, queda
su capacidad es grande, el punto de partida que su raza y su
el puesto de rey, quedan el centro y el nombre, las formas y la
familia le deparan le permitirá ligar su nombre a su siglo,
cima viviente del Estado; habrá un ser débil, o quizá hasta
modelar éste a su imagen y a la imagen de su pueblo; de este
malo, pero cuyas fibras conscientes permanecen interesadas en
modo es cómo el más grande de los Borbones da nombre al
el bien general, y, mientras que en otro sistema van y vienen
Reino de Francia en toda la tierra habitada. Pero admitamos
tantos ministros, tantos magistrados y presidentes, este ser
aún que, obligado a hacerse suplir por curadores e intenden­
subsiste inmóvil, atado por su pasado y por su porvenir al ser
tes, no haya tenido la clara visión que permite distinguir des­
político común.
de lejos los talentos útiles, y siempre le quedará el ser el pri­
Puede equivocarse y pecar, pero, entre todas las faltas y
mero a quien los resultados zarandean, el primero a quien los
errores, hasta criminales, en que nuestra naturaleza humana
acontecimientos someten a prueba. Ambos efectos los sentirá
le haga caer, la que menos podrá cometer, la de que será más
mucho más de cerca que el término medio de los particulares.
incapaz, será la de experimentar este despego, esta indiferen­
La democracia dispersa lamentablemente el cuidado vigi­
cia, esta profunda negligencia, esta flor de ataraxia, insolente
lante del interés público; aquí, en cambio, está providencial­
o cándida, que constituyen los caracteres de la democracia con
mente unificado. Lo que el príncipe tenga de corazón y de
relación a los intereses generales y vitales.
alma, lo que tenga de talento— grande, pequeño o medio— ofre­
Entre todos los pueblos civilizados, acaso sea el nuestro el
cerá un punto de convergencia a la conciencié pública; la mez­
que más se desinterese del lote de soberanía repartido entre
cla de egoísmo inocente y de altruismo espontáneo, inheren­
sus once millones de electores y elegidos. N i los falsos elec­
te a las reacciones naturales de una conciencia de rey— le
100 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUIA DISCURSO PRELIMINAR 101

tores de los comicios de 1924, en los que se hizo votar a Diluvio; mas, a despecho de los manuales cívicos y de las pre­
tantos ausentes y muertos, ni la movilización de todos los pe-,? dicaciones morales, la opinión y la costumbre no son nada se­
queños intereses puestos en pie por las amenazas de economía veros con su sucesor, el ciudadano soberano, cuando se olvida
y por los impuestos pueden engañarnos sobre el estado de es­ de votar o de opinar en materia política. Se exige al príncipe
píritu del Cuerpo electoral francés. N o es siquiera la inclinación, aquello mismo que se agradece poquísimo al ciudadano. Este
sino que, casi siempre, es el trabajo honrado y hasta el de­ no ejerce la función soberana más que de una manera indi­
ber lo que aparta a los particulares, ya no diré del ejercicio recta, por azar y accidente fortuito. Aquél, en cambio, está
cuadrienal del sufragio, sino de lo principal del examen, del destinado y ligado a ella por la voz de un interés elemental,
estudio, de la fuerte preocupación que debería suscitar en ellos que es su propio interés: “el bien público— decía orgullosa-
el simple hecho de vivir en democracia. L a inmensa mayoría mente Luis X IV — para el que solamente hemos nacido” . Más
de los mejores, los más rectos, los más inteligentes, los mejor rey aún que gran rey, Luis X I V decía lo que sentía y sus con­
dotados, vive entregada, seria y discretamente, a las tareas temporáneos se lo veían sentir. Y esta es la razón por la que
que les impone la necesidad de sostener una familia, ejercitar . el observador L a Fontaine, haciendo la psicología de su rey,
un pensamiento, un oficio o un arte. Salvo raras excepciones, sitúa la facultad económico-política en las zonas naturales en
la parte que consagran al interés público es ínfima y todavía que es más profunda la vida de los sentidos y del corazón:
ésta se concede con reservas de prudencia y discreción funda­ '‘Para ver, no hay como el ojo del amo, pero yo añadiría siem­
das en la complicación de los negocios, en la inevitable falta pre el ojo del enamorado.”
de informes seguros, todas las razones casi justas que hacen Am or e interés son una misma cosa. E l interés se identi­
que un espíritu recto abandone la afición a la vida política a fica con el amor a sí mismo en el viviente tesoro de que el rey es
los elementos menos recomendables del país. En tiempo normal dueño, ya que dependen de él la vida y la muerte de tantos
y una vez pasadas las grandes crisis, ¿quién se atreverá a hombres, por lo que apenas hay egoísmo en aficionarse a ejer­
comparar el vago e inconsistente interés que en todo francés cer esta magistratura hasta el apasionamiento. L a esfera pro­
normal despiertan los asuntos del Estado con el eco directo, pia de la función real es del orden del sentimiento. E s una
la emoción profunda que estos mismos asuntos despiertan na­ rama de la capacidad de ver, de tocar, de juzgar. Si necesita
turalmente en el ánimo del más pequeño de los guardianes de algo— añade nuestro fabulista— , todo el cuerpo lo siente. Y me­
una Corona hereditaria, en el ánimo del más mediocre deposi­ jor se diría aún, al revés, que su función es el sentir la ne­
V?
tario del derecho real, por la simple razón de que en él lo pú­ cesidad de todo el cuerpo. Antes que el resto del país se haya
blico y lo privado no son más que una sola cosa y que lo que dado cuenta de lo que se necesita, él ha sentido la prisa de
toque a uno de estos dos intereses alcanzará forzosamente al echar mano de los remedios. Allí donde el ciempiés democrá­
otro? tico no siente nada, él tiene conciencia de los problemas y de
Se arguye con el caso de los hijos de familia despreocupa­ las heridas y tiene la voluntad, el deseo y la necesidad de re­
dos ante la ruina del patrimonio familiar, y es cierto que no es currir a las máximas competencias para resolver aquéllos y
imposible hallar algún insensato hijo de rey a quien tenga curar éstas. Su oficio es darse cuenta de cuándo hay que pedir
sin cuidado la herencia de sus abuelos. Pero estos tales son socorro.
el escándalo o el pasmo de la Historia. P or el contrario, na­ De modo que el sistema de gobierno que a primera vista
die se extraña de que haya hijos incluseros a los que importa parece exponer al pueblo a los azares de una tutela incapaz,
un bledo la ruina de la casa ajena, y lo sorprendente sería que es el único que con más frecuencia lo libra de ellos. Hemos
les interesase. Luis X V ha sido el más execrado de todos los empezado por negarnos a plantear de modo directo el insolu­
príncipes porque se le atribuye la frase de después de mí, el ble problema de la capacidad dél soberano y lo hemos resuelto

l'i ■ ,!
t

102 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA


¡t DISCURSO PRELIMINAR 103

hubo hombres débiles, poco inteligentes, bastantes mediocres y


luego dando un rodeo. E n vez de ocuparnos de la persona, nos
licenciosos y acaso dos o tres malos. Pocos ha habido que fue­
Hemos ocupado de la posición: la posición única desde la que
ran hombres notables; la mayoría fueron hombres de inteli­
el mando está más y mejor subordinado al bien público. El
gencia media y concienzudos. Pues bien, mirad su obra: es
monarca hereditario no tiene la ciencia infusa de los hombres
Francia.” Con todo— añade Auguste Lognon— , ¡qué admirable
y las cosas, ni el sentido infuso del arte del gobierno, pero está
¿estirpe, qué sorprendente serie de talentos, de capacidades,
mejor situado que nadie para rodearse de los hombres que -
de virtudes, la de nuestros príncipes Capetos, desde Hugo el
poseen este sentido y este conocimiento, aparte no ser él el
Grande a San Luis, y cómo se explica por su honestidad, no
peor colocado para recibir de la naturaleza, de la tradición y
menos que por su valor, en contraste con el espectáculo de las
de la educación alguno de estos preciosos dones. Lo que hay
dinastías vecinas, el respeto del mundo y la fidelidad de un
en él de azar, está de tal modo neutralizado, que la naturaleza ,
pueblo!
del hombre, ya no digo su propio mérito, tiende por sí misma
Poco después, un escritor de espíritu muy independiente,
a corregir esto que queda de margen a la aventura indetermi- «
M. Gabriel Boissy, a quien un feliz azar había llevado al exa­
nada.
men de la obra escrita de nuestros reyes, salía de él maravi­
A mayor abundamiento, el mismo azar está rodeado de ga- s
llado de haber hallado semejante sucesión de méritos extraor­
rantías y de favorables rectificaciones. Y a que para obtener ;
dinarios hasta en los de peor reputación. A l tiempo que acon­
la Monarquía hereditaria, en lo que es esencial a ésta, la hemos
sejaba la revisión del proceso de Luis X V (que Claude Saint
despojado de la amplia vegetación de las consecuencias natu­
André ha empezado), revisaba por sí mismo la causa de
rales con que un reinado histórico efectivo la sobrecarga y la -
Luis X V H . Simultáneamente, nuestro Luis-Felipe encontraba,
decora, idéntico escrúpulo de método nos ha hecho argumentar '
por fin, a unos justos jueces. Y Pierre Gaxotte reconocía en el
situándola en las coyunturas menos propicias. Hemos dado
desgraciado Luis XVT, restaurador de la Marina y de las co­
por no existentes, hipotéticamente, el alto valor medio de los
lonias, libertador de América, un espíritu político por lo me­
príncipes, o hemos admitido que sólo la fuerza de la obra a
nos comparable al de los malhechores que lo derribaron. De
que se aplican realza y salva a los príncipes de valor medio.
modo que, confirmada una vez más la célebre frase de Madame
Con todo, la Historia nos habla de sus talentos y sus virtudes
Roland, nos damos cuenta de que el oficio de rey ha sido ejer­
personales. Los príncipes eminentes no son escasos, y aquellos
cido siempre, ora lo mejor posible, ora lo menos mal posible,
de quienes una opinión frívola auguraba lo peor, han solido
por aquellos que en él nacieron.
sorprender a sus contemporáneos. Acordémonos de lo que se
Todos ellos aprendieron su oficio. H an sido m uy raros los
decía del príncipe de G a le s1 cuando subió al trono: una vez
que saltaron de la cuna al trono. Si el azar del nacimiento pa­
en éste, fué su revelación. Acordémonos de la serie de los tres
rece dejar la corona a una especie de lotería, ni m ás ni menos
reyes constitucionales de Bélgica. P or lo que toca a Francia,
que el azar de la elección, puede prepararse al heredero me­
donde una opinión descarriada obligaba a mayor miramiento,
diante la educación: ¿recibe alguna el elector? Y el heredero
aun nos hemos empeñado deliberadamente en mostrarnos mo­
aporta, además, sin que le haga falta aprenderlos, el conoci­
destos al hablar de la obra de los reyes fundadores, y, acep­
miento expreso o difuso y la tradición recibidos de sus padres
tando, para abreviar, los puntos de vista de una historia oficial
y de la atmósfera de su familia.
de poco más o menos y tan ignorante como hostil, hemos di­
¿ Y es sólo esto lo que ha recibido de ellos? Nunca hemos
cho con Frédéric Amouretti: “ Ciudadanos, os han contado que
creído que la selección natural jugase en el hombre de modo
nuestros reyes eran unos monstruos; es cierto que entre ellos
que excluyera de las .estirpes principescas los accidentes y las
taras que se transmiten con la vida. Por grandes que sean los
1. Alusión a E duardo V II. (N. del T .)
104 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 105

reyes... Y la guardia que vigila... Malherbe y Corneille son dos hijos de Luis Felipe. Lo que se dicute es más bien los linajes
monárquicos de buen sentido. Pero, independientemente de la continuados. N o obstante, es ‘cosa que se palpa aun en un
grande y hermosísima fiesta que proporciona a la imaginación siglo particularmente hostil a la revelación de los talentos
histórica el espectáculo de una raza de hombres que mantiene principescos. U n estratega eminente, el coronel Grouard, en­
el vigor de su dominio sobre la larga cadena de los siglos, y tiende que en 1870 los celos y el temor de Gambetta fueron lo
sin contar el placer que no puede dejar de experimentar en que impidió que se diera un mando en jefe al primer estratega
ello cierto sentido popular de lo grande y lo duradero, la san­ de la época porque éste era príncipe, el duque de Aumale. El
gre corre y obra y el río de la vida nos acarrea algo más conde de París, según el parecer de todos sus íntimos, junta­
que malos gérmenes o que una mezcla indescifrable en donde ba, a una extraordinaria capacidad de trabajo, una seguridad
el bien y el mal se anulan. Tanto práctica como científicamente, de juicio y una claridad de ideas que hubiera autorizado todas
la raza aparece como un factor general que debe tenerse en las ambiciones si hubiese podido actuar como un simple ciu­
cuenta. E s harto mal conocido para que pueda basarse en él - dadano. Hace dos siglos y medio que los Broglie están esta­
ninguna ley, pero proporciona tema de observaciones físicas y - blecidos en Francia, y en cada generación se hacen notar por
morales que la política utiliza. E l tipo de una raza de hombres servicios prestados con una curiosa constante del carácter y
ejercitada en el mando y consagrada a él, no es menos digno de las aptitudes propias a todos los trabajos del espíritu, de
de ser tenido en cuenta que el tipo de una raza de caballos de lo que dan testimonio los catálogos de las librerías y los regis­
carreras o de perros de caza. Si no me equivoco, han sido pre­ tros de las Academias. Lo mismo ocurre, por lo menos desde
cisas largas experiencias en ratones para que se admitiera hace tres siglos, con los Cochin, cuya significación está en la
que hay una transmisión hereditaria de ciertas sensaciones in- •> memoria de cualquier parisiense instruido. Es un hecho. Sin
telectuales, visto que el cerebro del animal conserva y trans­ que baste, como ya hemos visto, para motivar el gobierno here­
mite la aptitud para comprender el sentido de un timbre, lo ditario, que se apoya en otros principios, este hecho no des­
que ha permitido reconocer que hay dinastías naturales de miente en lo más mínimo la idea que hay que formarse de la
artesanos, de sabios y de artistas. L a sabiduría espontánea Monarquía, sino que la rodea de elementos de confianza y de
del género humano ha reconocido desde hace mucho tiempo esperanza; al bien principal y necesario añade otros adventi­
que una familia buena es una buena familia, que la manera de cios que tienen su precio. L a herencia soberana es un bien en
pensar y de obrar de los padres se refleja en los hijos y que, sí misma; sin m irar a la persona del heredero, este sistema de
conforme a la fuerte expresión mistraliana, la sangre tira más sucesión excluye las querellas, asegura la paz y mantiene uni­
de los hombres que una maroma, y que, en una palabra, hay do lo que la rivalidad separa; es el más sencillo de todos,
unas dinastías de jefes. Porque la influencia sea compleja y marcha por sí solo, como dice Bossuet, y, según la observa­
mal determinada aún, no por esto hemos de cerrar los ojos ni ción de Auguste Comte, transmite la autoridad del mismo mo­
negar nuestra atención a las majestades natas que saben im­ do que la propiedad. N o es más injusta que la de otros bie-
ponerse como el paso de la diosa y que hacen murmurar a la nes, tales como la riqueza o el talento, pero es menos peligro­
eterna Berenice consagrada al favorito de la gracia y la jus­ sa que otros dones naturales, por cuanto es conservadora
ticia de los tiempos “que por mwy obscuramente que el desti­ y previsora y está impregnada de un vigoroso sentido del por­
no lo hubiera hecho nacer, el mundo, al verlo, hubiera recono­ ven ir. N o hay uno solo de sus riesgos que no sea inferior al
cido en él a su dueño". riesgo igualitario y democrático. Recibe normalmente retoques
E n general, todo el mundo se complace en alabar la perdu­ y ampliaciones que la democracia no recibe más que por excep­
ración de unos bellos rasgos mantenidos de padres a hijos ción. Se habla a todas horas de la educación del pueblo sobe­
como puede verse en el hermoso grupo ecuestre de los cinco rano, pero esta educación es un mito; en cambio, es un hecho
I

106 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUIA


DISCURSO PRELIMINAR 107

la educación del Delfín. E l heredero, que valdrá lo que valiere,


í ».^protestante en gran parte, que derribó a Luis X V I y a Car-
puede acabar valiendo más a consecuencia de una preparación
•los X no habrá rebasado la medida del derecho que puede alzar
excepcional, y, aun antes de recibirla, reúne ya más probabi­
una pasión de venganza, o si el interés general no ha sufrido
lidades que otro cualquiera de llegar a ser un hombre superior
i por ella con exceso? Si el rey de Francia cometió excesos de
y de rendir servicios fuera de lo común. Este privilegiado casi
-. poder con sus antepasados, ¿acaso sus antepasados no los co-
es frecuente, con evidente beneficio para el interés público. Hay
jf; metieron también, y peores, en contra de la patria? Muchos
más aún. E n Francia, si se habla de la Fam ilia Real, la heren­
de ellos lo reconocen. Sin abandonar su religión y su tradi­
cia monárquica no puede ser considerada como el único re­
ción, notan lo que hubo de desproporcionado en sus reacciones
sultado feliz de una bella abstracción de mecánica política: a
de antaño en Holanda, en Prusia y en Inglaterra. H an vuelto
los puntos de vista críticos y a las deducciones lógicas, cuyo
a encontrar a su patria: ¡pues que vuelvan a encontrar a su
rigor no alteran, mézclanse otros elementos que tocan a le
rey, padre de la patria! E sta unión de alm a y cuerpo no pue­
vida sentimental del país.
de discutirse; el signo creador es el primero de todos, y nin-
Los franceses no serían hombres afectuosos y razonables^ ^
. guno puede igualarse a aquel que los franceses tienen que re­
si la raza real que ha forjado su nación no recibiera de ellos
conocer en los creadores de su país.
el culto de estima y de amor que semejante beneficio exige.
Este lazo se estrecha más por el recuerdo de tantas aven­
U n lazo moral ata a Francia con la serie de los jefes fundado­
turas como hemos corrido a partir de 1789, de las destruccio­
res a quienes es muy justo llamar padres de la patria. Esta j
nes sufridas a partir de 1830, de las depresiones experimen-
creación, proseguida consciente o instintivamente, pero coa ‘
una inflexible fidelidad,' nos A
presenta la imagen
w
de una volun- ai* /«.I n« i /, <4
,I AAl-lrt l*l -nn
..
el axioma aristotélicoa
que dice
am a
que las
ia a
cosas
a iia aa
no se m a v tt T A t ia n
mantienen
c ía

tad bien intencionada, digamos mejor, de una bondad que la


como es debido sino mediante las causas que las engendraron.
Historia no desmiente. A u n en los príncipes más personales, el
La revolución liberal y democrática prometió hacer cosas mu­
egoísmo puede alegar, casi sin excepción, la razón simpática
cho mejores que la Corona, a pesar de lo que, todo ha ido
y justa del gran designio territorial y nacional en el que cada
mucho peor. L a s ideas en cuyo nombre se anunció el progreso
uno de nosotros halla su sitio y su parte. E sta bella deuda de *,
resultaron ideas falsas, como todo el mundo sabe, pero h ay que
gratitud crece aún por una deuda de reparación. E n efecto,
saber también que los sentimientos y los juicios de que nues­
todos podemos observar cómo, todavía en nuestro tiempo, se
tros “tiranos” fueron objeto no resultan mucho más firmes.
prosiguen ciertas venganzas seculares. E l rencor de los protes­
En el momento, pues, en que las mejores capas del pueblo
tantes para con Luis X I V ha corrompido tres cuartos de siglo";
francés experimentan la necesidad de sentirse gobernadas por
de historia oficial, hasta que h a venido el reparador Louis
uno solo, hemos de enseñarle por qué y cómo este arranque de
B ertran d1. ¿Por qué el pueblo francés, guiado por historiado­
aspiración monárquica se encamina, en el fondo, hacia nuestra
res justos, no iba a comprender que, si el odio tiene sus razones,
^'realeza fundadora y conservadora. Esta institución, excelente
el amor tiene otras más fuertes aún? ¿Por qué los protestan­
en sí misma, es consubstancial a la historia de nuestro E sta ­
tes mismos, entre los que se cuenta una mayoría de buenos
do, de nuestra nación y de nuestro espíritu; sus fuerzas con­
ciudadanos, no iban a querer hacer el balance de los bienes co­
vergentes corresponden tan bien a las nuestras, que, con el
lectivos de que participaron y que compensan con largueza las
¿"¿tiempo que pasa, lo que se perdió al perderla amenaza con-
pruebas particulares a que se vieron sometidos? Y como esto
* „ ,, : , _ , , , |f>ertirse tan importante como aqueuo
^ v e n irse en algo xan aquello cque ganamos
£Ue?e „€: ! te" ? ü 8l í f ^ . í í P ^ e n t r a s la poseimos: ¡la unidad, la duración, la misma exis-
Borbones, ¿por qué no iban a preguntarse si la doble intriga,
tencia!
1. V éase LovAs X IV , por Luis B ertran d . Sólo por ella podemos salir de un desorden democrático y
4 '"

108 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

republicano ya secular. Siendo, como es, la única forma de uní- ¡


dad de mando que elimina todas las diversas formas, inclu-’'
so las especiosas, del mal que nos está minando y nos mata,*
no excluye nada de los nuevos hábitos del espíritu, personales*
y colectivos, que nada tienen que ver esencialmente con este
mal que nos corroe; puede emplear todas las voluntades na­
cionales sin necesidad de proclamar su perniciosa soberanía; EX
puede apelar a todas las fuerzas del sentimiento, sin debilitar
unas con otras; puede ser popular, sin tener nada de democrá­ D E L A A U T O R ID A D L E G IT IM A
tica. Es algo nuestro, profundamente, sin que por esto deje de
ser algo más y mejor que nosotros: resumen de nuestra Histo­
ria, incluidos nuestros errores, lo mismo que nuestras glorias, EL DERECHO DEMOCRÁTICO Y EL DERECHO NACIONAL
es al mismo tiempo nuestra ley y nuestro derecho en su prís­
tina pureza; cuando se piensa que la raza llamada al trono, Ahora, desde hace algún tiempo y por un extraño cambio
partícipe del error de las revoluciones, no puede tener a ningún de frente, los defensores indirectos de las democracias y quie­
francés como a enemigo hereditario, pero que ninguna otra nes lloran en secreto su decadencia se deciden a plantear la
en el mundo puede pretender con los títulos que ella al trono cuestión jurídica, lo que es mala señal, porque siempre se pien­
de las lises, esta mezcla de impuras realidades históricas y de sa en el derecho cuando la causa está perdida de hecho. Es
inviolable y soberana legitimidad hace pensar que para Fran­ tanto más fatal el signo, cuanto que todas las democracias sou
cia su Monarquía tradicional es lo que la idea es a la cosa en hijas de revoluciones violentas. Sus doctrinas se basan en má­
las bellas jerarquías de Platón. ximas contradictorias entre sí, tales cómo la tesis de salud
pública de 1793 y los principios del liberalismo absoluto de
1789 que han sido amalgamados por el hierro y legalizados
con sangre. Tan inesperados legalistas, cuyo portavoz es un
italiano eminente, el historiador Ferrero, formulan este conser­
vadorísimo razonamiento:
“Atención. E l mundo ha entrado en una nueva crisis gra­
vísima. U n a sola cosa le libra de la destrucción, y es la es­
pecie de orden moral que establece el fetichismo de la demo­
cracia, cuyo culto de las mayorías soberanas permanece en
pie. E lla es de hecho la forma o, si se prefiere, la imagen del
Derecho. Todos la obedecen. Cuando hayamos renegado de
ella, ¿a quién obedeceremos? Ocurrirá entonces algo semejante
a lo que ocurrió, como es sabido, en la civilización romana,
cuando los emperadores, que habían desposeído prácticamente
al Senado, pero que gobernaban con él y con la aristocracia,
dejaron de aparecer a los ojos de la multitud como hechuras
o asociados del Senado divino; entonces el poder surgió de los
campamentos que proclamaron a sus jefes. Pero fué inútil que
* '

110 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUIA


DISCURSO PRELIMINAR 111

éstos se intitularan Césares o augustos, que no por ello fuero


Todos ellos saben que es falso y ven cómo se le abandona.
obedecidos, o bien lo fueron menos cada día, y en medio di
¡El orgullo del voto se ha perdido. Nadie vota más que bajo
una oposición creciente, en razón de que y a no mandaban en:
I p a presión de intereses extrapolíticos, por ejemplo, la doble dé-
nombre de aquello que merecía el respeto de todos...
ífr'dma de los mil ochocientos francos. Y a no hay un solo razo-
Y si esta exposición de las causas de la decadencia del \'■ namiento coherente que se refiera a un detalle cualquiera de
Imperio parece algo sospechosa de ser interesada, ved— conti­ K la s desdichas públicas que no conduzca a la crítica de costum-
núan nuestros autores— lo que ocurrió a la Edad Media en su i¡|bres políticas estrictamente ligadas a la democracia. Aquellos
paso a la E r a Moderna. En los comienzos es el derecho divino el p t cuyo juicio sobre las cosas es norma para los demás empiezan a
principio que impone obediencia: las disposiciones reales son saber y aun a profesar que la democracia es el mal. Y no nos
promulgadas por la gracia de Dios. Pero después el derecho hagamos la ilusión de que esta falsa religión se haya refu­
del pueblo sustituye al derecho divino, aunque no sin lucha; giado en el pueblo. L a doctrina y la fe democráticas se apo­
las conciencias vacilan entre el mando del rey, que invocaba el yaban en una selección que ya no las apoya. Prescindiendo de
délo, y el mando de la nación, que ya sólo se invoca a sí mis­ .intereses personales, esta selección no puede reverenciar ni
ma. H oy el portazgo teológico y el real, el orden principesco y el |j hacer que se reverencie como fuente del bien aquello que está
divino están eliminados. Pues bien: si la invocación ritual del j jjsif. viendo en la raíz de todos nuestros males, y sobre todo de
pueblo falla también, ya no podremos apoyarnos en nada. Tras 4 los suyos. Interrogad al personal administrativo. E l lengua-
de los dioses y después de Dios, el voto de la mayoría fo rja el I fi. je oficial, que y a no engaña a nadie, no se mantiene más que
mito legal que hace imposible el desorden. ¿Lo dudáis? ¡Pues 1 '%t gracias a sonrisitas hegelo-renanianas. Estos ornamentos han
cuidado! L a violencia se aprovechará de las pérdidas sufridas envejecido demasiado para tapar los huecos de un sistema que,
por la única superstición que aun perdura.” en sí mismo, independientemente de la opinión del público, no
Esto dicen, y no se expresan mal. Lo malo es la manera de es capaz de resistir el examen.
pensar. Porque, ante todo, haría falta que la superstición que
invocan fuera realmente viva. ¿Lo es? Esta es la primera Queda aún la tesis histórica, que pesa en algunos, pero
cuestión. L a segunda sería saber si tiene alguna fuerza. La -< que no tiene mayor fundamento. N o es cierto que el derecho
tercera, si se cree en su influencia. Las respuestas, sobradamen­ divino de la antigüedad, el derecho divino medieval y el de-
te claras, no dispensan de examinar una cuarta cuestión que . recho popular se hayan sucedido uno a otro reemplazándose
consistiría en averiguar si la carencia de regla es más de te­ como si procedieran de principios antagónicos. D e hecho, mo­
mer que una regla perniciosa que engendra todos los males derna o antigua, toda idea del derecho es divina. Tanto si se
contra los que precisamente los hombres han inventado la ba­ cree en el derecho del Senado romano, como en el del rey de
rrera de la ley. Francia o del pueblo francés, este derecho supone, para quien
N i el señor Ferrero ni aquellos que todavía quieren la demo­ f cree en él, un signo sagrado que no recibe su carácter absoluto
cracia, dudan de la decrepitud de ésta. Y aun creen menos que más que de una divinidad, cualquiera que ésta sea. Auguste
la unanimidad de los contemporáneos se le mantenga fiel: “Las Comte lo vió perfectamente: por practicismo, por horror de lo
mejores selecciones burguesas y obreras van desinteresándose metafísico en todo, borraba de su vocabulario la palabra dere­
poco a poco del voto político, por entero en la mano de asocia­ cho. Los fundadores de la democracia moderna, protestantes
ciones manejadas por parlamentarios de taberna.” A sí se ex­ como Rousseau, católicos como Lamennais, confirman la regla;
presa un defensor de la democracia parlamentaria, M. Marcel } su derecho del pueblo es un derecho divino. A sí es que son di-
H. Jaspar, en el Flanibeau de Bruselas (febrero de 1924), y de f vinos todos los derechos: no sólo el del jefe político (popular
análogo modo puede expresarse cualquier fiel de este culto. o colectivo, único o hereditario), sino también el derecho del
112 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUIA DISCURSO PRELIMINAR 113

padre de familia, el derecho del propietario, el derecho del ven­ L a evolución de la incredulidad puede obscurecer esta na­
dedor y del obrero. N o hablemos del derecho, o aceptemos que turaleza religiosa y moral del derecho, cuyo sentido y alcance
trae consigo una garantía teológica. altera también por no formarse de ella una idea bien definida.
Nos equivocaríamos si pensáramos que las edades de fe ima­
N o hay ningún derecho divino que sea particular. L a gracia
ginaban que la unción de la consagración era la causa primera
de Dios, invocada por los reyes de Francia, fué invocada tam- '
y última de la legítima autoridad: la Escuela exigía del poder
bién por todos sus colegas contemporáneos. Otro tanto hicieron
merecedor de la consagración que fuese capaz de asegurar el
las repúblicas cristianas. L a inscripción Jesús Christus rex F io..
bonum commune; y esta Escuela medieval pasó examen, lo
rentinorum, trazada por Savonarola, o la conmovedora donación
mismo que nosotros, de los caracteres positivos de la autori­
del reino de Francia al Rey del Cielo, por Juana de Arco, ilus­
dad. Y exactamente lo mismo, si se penetra en el fondo de las
tran la ley general; en la diversidad de los tiempos y lugares
cosas, en 1924 estos caracteres positivos de la autoridad no
a que hay que referirlas, estas imágenes sacras derivan de un
alcanzan fuerza jurídica más que en virtud de las mismas con­
principio mucho más extendido: lo que la Humanidad más ve­
diciones que en el año 1300, es decir, en virtud de una con­
nera— la autoridad— y lo que más le cuesta cuando lo piensa
dición mística. Mística panteista o naturalista, pero mística.
— la obediencia— nunca ha podido parecerle que provenía de si
La mayoría que derribase la República sería juzgada por los
misma y por esto todos los pueblos cristianos han promul­
doctores republicanos como atentatoria a las leyes de no sa­
gado la ley en nombre de Dios y todos los pueblos paganos
bemos qué progreso vital. E n todo tiempo, una obediencia que
han legislado en nombre de los dioses. L a democracia francesa
no se otorga a la presión directa o indirecta, a la costumbre,
quiere ser laica, pero, a pesar de ello, sus verdaderos doc­
a la utilidad privada, al agente de la autoridad, toda obedien­
tores confiesan las raíces celestes de su derecho popular; quie­
cia voluntaria y moral, se concede a algo de carácter sobre­
nes pretendieron regularizar las cosas forjándose una teoría ju­
humano. Por consiguiente, la clasificación del señor Ferrerò sólo
rídica estrictamente laica, caen en una logomaquia que destru­
tangencialmente tocaba el tema, puesto que confundía legiti­
ye cuando toca, empezando por la noción de un poder soberano
midad y consagración, el carácter en que se fundamenta la
en superlativo, simmus, el más alto, el último de todos.
autoridad con el derecho que la reconoce y que la aureola.
Cuando se ha querido rejuvenecer el “derecho” republicano
E s lícito, pues, el dejar a un lado el elemento divino del
ha habido que barnizarlo con las ideas de Péguy y hasta de
derecho que sabemos es la corona de todos los poderes y que
Marc Sagnier, ideas que no tienen otro yerro en este punto que
no constituye fundamento directo de ninguno, si se exceptúa
el limitar la glosa mística a la doctrina republicana. Esta
el caso de los reyes de Judea en la doctrina católica. Pero que­
glosa es común a todas las teorías de derecho. E l error con­
da intacta la cuestión de saber qué es lo que crea los títulos
siste en creer que la democracia es legítima entre nosotros.
verdaderos, las justas pretensiones a la consagración del de­
Pero, si lo fuera, sería divina. Los que no creen en Dios, o que
recho. Nos queda el contestar a esto poniendo en claro lo que
sólo creen en El a medias, porque le niegan la personalidad, no
justifica, en general, la obediencia a una ley, la autoridad de
por ello dejan de fundar el derecho y su autoridad en una fuer­
un tribunal y el respeto y la eficacia del poder de un Estado.
za superior a las cosas, un nisus o ímpetus evolutivo de la
Humanidad o de la Vida, que adoran en secreto. Jaurès, Ranc,
N o será la aceptación por los súbditos y el pueblo. L a acep­
todos los Padres, colocan la República por encima del sufra­
tación no precede, sino que sigue. E s un efecto y no una causa.
gio universal, lo que equivale a confesar que, derivado de lo
Es una consecuencia y no un motivo. L a aceptación reviste su
trascendente, su derecho inmanente conserva un timbre de pro­
forma consciente y noble en los ritos de asentimiento o de acla­
cedencia metafísica y que oculta un Dios lo quiere, aunque lo
mación. ¿ Y por qué el pueblo concede el asentimiento o la
oculta bastante mal. *
114 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 115

aclamación, cuál es la razón superior en nombre de la que a*' yoría, que la aceptó por los motivos más diversos, pero con­
pide y se consigue este favor público con justicia y provecho? cordantes: el territorio, la sangre, la propiedad, la herencia, la
Esto es lo que estamos tratando de averiguar. injusticia de la agresión y de la invasión, el sueño y la espe­
ranza de que se iba a hacer la última guerra, la filantropía uni­
E l autor del Contrato Social intenta escamotear la cues­
versal y hasta el orgullo de la República: en nadie operó el
tión identificando al autor de la ley y a aquel para quien se le­
sentimiento concreto, la idea espartana o estoica del deber de
gisla, al que la dicta y al que la acepta o la rechaza. Pero el
morir porque una mayoría o una ley lo hubieran dispuesto.
sofisma, que involucra la voluntad particular con la voluntad
Por el contrarío, los electores soberanos de mayo anterior se
general, se desvanece ante los hechos: ¿ acaso hay un solo ciu­
habían pronunciado en sentido adverso, es decir, por el desarme.
dadano que crea sinceramente que no obedece más que a sir
La patria es una idea-fuerza. Centenares de millares de
propio albedrío cuando obedece a unas leyes confeccionadas
por unos diputados, por el simple hecho de contarse entre hombres le han sacrificado su vida. P o r el contrario, nadie
vive ni se hace matar por el derecho electivo, por muy cierto
los electores de éstos?
que sea que de él se puede vivir en cambio. N o inspira ya
Podemos preguntárselo a los buenos republicanos que es­
ningún sacrificio voluntario. Los partidos comunista y anar­
tuvieron en minoría entre 1919 y 1924, y su respuesta no
quista lo repudian y se confían a la fuerza pura. ¡A b a jo la
ofrece duda. ¡Bah! Esto puede creerse cuando uno forma
democracia!, gritan en pleno palacio Borbón, y, si bien se equi­
parte de la mayoría. Sólo quienes se aprovechan de él atribu­
vocan sobre la naturaleza del bien público, perciben que la
yen al escrutinio electoral la significación moral y venerable
autenticidad de este bien prevalece o debe prevalecer sobre las
soñada por los teóricos de la democracia: el éxito de las ma­
volubilidades de la mayoría. Si acaso h a existido alguna vez,
yorías es un fenómeno de fuerza que no inspira mayor respeto
el imperativo moral del voto es un monumento en ruinas. Mu­
ni estimación que el éxito del golpe de Estado. Ello es tan cier­
chos son los que han llegado a darse cuenta de que se equivoca­
to, que el vencido no se suma al vencedor, como sucedería si
ban a cuenta de él, y otros muchos sacan la conclusión de que
ambos abrigaran alguna fe en el sentido augusto de su con­
a cuenta de él los traían engañados. E sta es la opinión ilustra­
tienda legal, en el valor moral de las soluciones halladas a tra­
da en Francia. En Inglaterra, se matiza con un fuerte senti­
vés de una mayoría. E l 4 de junio M. Painlevé decía a la Cá­
miento de lealtad a la Corona y, al mismo tiempo, de concien­
mara: “E l sufragio universal es el soberano de todos nosotros.
cia de un estado de civilización material y de bienestar econó­
Cuando habla, todos hemos de bajar la cabeza ante su vere­
mico muy elevados. Durante la guerra, Inglaterra se h a sacri­
dicto." Pero es un hecho que nadie la baja. Todo el mundo se
ficado por esto. Los italianos pusieron en su sacrificio más
inclina ante la fuerza, pero el vencido odia al vencedor en pro­
substancia histórica, menos jurismo económico, democrático y
porción de la victoria de éste que procurará volver del revés y
moral: sus revolucionarios son comunistas y, por consiguien­
desvirtuar.
te, antidemócratas, y sus conservadores, nacionalistas más anti­
E l ciudadano emplea el voto para sus conveniencias de mo­
demócratas aún si cabe.
mento, pero de ningún modo para imponerse una obligación o
Estos estados de espíritu nacionales pueden hacernos adi­
asumir una responsabilidad en la cosa pública. L a voluntad
vinar los diversos elementos que integran el nuevo derecho,
popular está de tal modo horra de todo prestigio humano, que
cuya form a sigue siendo una idea divina, mientras que su ma­
nadie piensa ya en pedir en su nombre a las gentes, no digo
teria tiende a sacudirse la superstición de la ley de las mayo­
un acto de abnegación, sino ni siquiera una concesión insig­
rías. L a tendencia es muy general. Y de ningún modo parece
nificante. Cuando hace falta obtener un esfuerzo, se recurre
justificar la inquietud del señor Ferrero y de sus discípulos
a otros argumentos. E n la admirable movilización de 1914, na­
cuando se preguntan: — ¿En qué van a apoyarse el poder, la
die marchó a la guerra porque ésta fuese aceptada por la ma­
116 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
DISCURSO PRELIMINAR 117
ley y el Estado ? ¿Qué es lo que hará que los pueblos religio­
' la sociedad y del Estado, adquiere un título indiscutible a la
sos digan que es Dios quien ha establecido el poder y que los
perduración. N o es más que un título, pero que cuenta. L a mag­
pueblos formalistas proclamen que satisface a la justicia, a
nitud de la obra de salvación de la nación y de la patria basta
la razón y a la naturaleza y que todos los pueblos indiferen­
a crear una disciplina y ésta ha aparecido lo mismo en los orí­
temente admitan que es bueno? ¿En qué se reconocerá el
genes de Gobiernos transitorios y de Gobiernos seculares.
'fundamento de la obligación establecida por la ley y qué dará
Bien público y mal público. Porque no eran capaces de ga­
garantía de bondad al mando?
rantizar la seguridad del territorio y de los pueblos frente a
búlgaros y normandos, los carolingios cedieron el puesto a
Respuesta: lo mismo que lo ha justificado y lo ha garantizado
nuestros Capetos, y porque éstos fueron una protección eficaz,
siempre.
la unción de la consagración vino lógicamente a marcar su
E l Gobierno legítimo, el buen Gobierno, es el que hace lo
frente. Si la democracia hubiera proporcionado siquiera el mí­
que debe hacer, el que lo hace bien, el que lleva a buen tér­
nimo de estos bienes, hubiese merecido idéntica consagración.
mino la obra del bien público. Su legitimidad se comprueba
Sus errores— agravados con el recuerdo de sus fastuosas pro­
por lo que tiene de útil. Se prevé que lo será cuando sus me­ mesas— que alcanzan, todos, a puntos vitales para la nación,
dios de acción, por su fuerza y su estructura, aparecen ade­ imponen, racional y fatalmente, que se la elimine. La calidad
cuados y proporcionados al objeto que persigue. E l poder jus­ de generadora de mal público es un título de ilegitimidad que
to nace para proporcionar a los hombres lo que necesitan ningún voto popular puede rectificar. L a condena se deriva de
reunidos en comunidad y se reconoce su existencia porque se ios hechos. Los legistas tardarán más o menos en consignarla,
lo proporciona. Existe cuando existe este bien necesario. L a pero todo el aparato y el vocabulario del derecho ya se inclinan
ausencia de este bien revela la ausencia del poder, que se le del lado de aquellos que defienden la causa de la vida de los
ha abolido o que se ha descarriado o desvirtuado. La pernicio­ pueblos contra la causa de su perdición. Las mayorías podrán
sidad de un poder es señal y confesión de su mala naturaleza gritar, como tantas veces han hecho, viva mi muerte y muera
o de su mala estructura y prueba que es inepto para desempe­ mi vida \ pero sus inconscientes palabras nada pueden alte­
ñar su función. rar de las realidades que desmoronan un poder. Aunque no
Naturalmente, no puede hablarse del bien y el mal de las fueran más que ciento, o que diez, o no fuera más que uno solo
naciones como se habla del bien y el mal de los individuos. quien lo dijera, el antídoto tiene que prevalecer sobre el vene­
Estos disponen de un término medio de vida de treinta y cinco no, aunque éste floreciese entre la hierba más agradable del
años, mientras que aquéllas, que cuentan su edad por generacio­ mundo, como nos aseguraban hace sesenta años. El gobierno
nes de mortales, gozan de una especie de inmortalidad. Las ex­ legítimo es el gobierno que nos salva; el que nos pierde es el
presiones bien público y mal público deben entenderse, pues, ilegítimo usurpador.
como bien durable o mal que se prolonga. Asimismo, debe tener­ Salgamos al paso de un equívoco evitando que nadie pueda
se en cuenta el grado de los bienes procurados o de los perjuicios creer que pensamos lo más mínimo en persuadir a los hombres
sufridos. Cada punto de la escala supone posibilidades de duda, de que se gobiernen en razón de su utilidad superior. Nuestro
de debate, que el contradictor vecino aumenta o disminuye. análisis no tiende a semejante quimera. A quí no tratamos para
Pero hay un cierto punto en el que la discusión se detiene y nada de suscitar actos humanos, sino de justificar la ley que
es el punto de criterio acerca del cual no caben ya dudas; es los regula.
aquel que se llama la “salud pública” ; un poder que no se Si creyéramos en la fuerza de la razón pura, no hubiéramos
basta para ella es un poder al que su propia incapacidad des­
autoriza. Por el contrario, un poder que asegura la defensa de
1. D ante, citado por M aquiavelo.
118 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUIA
DISCURSO PRELIMINAR 119

descrito la operación en virtud de la cual el poder de hecho se ' que estoy hablando aquí del rey de Francia y de la nación
•convierte en un poder de derecho: éste, más aún que racional, francesa. E n Venecia, en Alemania, en Inglaterra y en las
es moral, religioso, cosa de sentimiento y cosa de fe. L a regla ligas suizas, las cosas ocurrieron de otro modo y era natural
¿que tomaran distinto rumbo, porque allí el interés público de­
útil al Estado y a la sociedad recibe de la creencia y de la
pendía de otras condiciones y porque los pueblos de Europa, a
opinión nacidos del sentimiento la energía que falta a la seca ra­
•partir del año 1300, habían evolucionado originalmente según
zón. De igual modo, poco más o menos, el matrimonio, institu­
la diversidad de las necesidades propias de cada uno.
ción de utilidad y de conveniencia social, deriva su eficacia im­
No obstante, bajo la influencia de la Reforma, los movi­
perativa del juramento que ata el corazón y del sacramento que
mientos revolucionarios que fueron surgiendo por todas partes
lata la conciencia: justificado por las necesidades vitales de
y cuyo tipo es la Revolución francesa coincidieron en equi­
la naturaleza y de la especie, explicado por ellas, basándose en
vocarse sobre el punto en que radica la soberanía. Se prescin­
ellas en última instancia, el matrimonio vale y opera en virtud
dió del bonum commune. Se tuvo por insuficiente el asenti­
del rito sagrado que le confiere el carácter obligatorio y la digna
miento, la aceptación, la aclamación que reconocían y ratifica­
sanción de una ley más que humana. Determinado gobierno |jw
ban un poder digno. Se quiso sustituir aquél con un acto expre­
es necesario a determinado pueblo. E l buen gobierno será aquel
so de voluntad y de elección popular repetido con todo motivo
que esté en condiciones de hacer frente a este género de ne­
y renovado sin motivo. U n procedimiento pasajero, la elección,
cesidad. U na vez probado, con prueba racional o experimental,
pareció el órgano permanente de esta voluntad en ininterrum­
que tal régimen corresponde a esta función, dicho régimen
pido ejercicio, constantemente requerida, infatigablemente ten­
será digno del sello religioso, del signo moral que deciden a
sa. N o se volvió a los principios de interés público y bien pú­
las almas a su favor, lo consagran y lo legitiman.
blico más que bajo el látigo de necesidades imprevistas no ins­
critas en la ley de los regímenes. A pesar de tantos errores, el
¿Dónde radica el Bien público, raíz y esencia de la legiti­
verdadero sentido de la soberanía no h a dejado de reaparecer
midad? En la Edad Media, el interés público soberano, el
bajo las máscaras más diversas. En el canto revolucionario
bonum commune, parecía depender del contrato bilateral con­
frente al enemigo palpitaba un hálito de legitimidad:
cluido entre vasallo y señor; entendíase que, unlversalizando
dicho pacto, se podía asegurar suficientemente, junto con el
L a R epública nos lla m a ...
respeto de las personas y la seguridad de los bienes, el con­
junto del orden público. Nuestros revolucionarios ignoran de­
H abía también otra parte de legitimidad obscuramente con­
masiado, dicho sea de paso, que nunca la idea de Justicia y
corde en la canción de fidelidad lanzada en el otro sentido:
de Paz ha tenido en el mundo un papel tan importante. Pero
no pudo sostenerse contra la anarquía natural del corazón hu­ ¡V iva el R e y
mano, a despecho del poderoso concurso que significaba una y la cucarda blanca!
ardiente vida religiosa. Surgieron dificultades nuevas que el ¡V iva el R ey
sistema no resolvía (porque las variaciones del objeto hacen
y el conde de A rtois!
variar los medios de corresponder a él, y ya estamos de lleno
E l primero de estos dos cánticos estaba en lo justo al
en la relatividad de los tiempos y lugares) y entonces la era
querer rechazar a toda costa la invasión extranjera; el otro
moderna vino a confiar el depósito de la soberanía y entregar
no se equivocaba al afirmar que la conservación de los colores
la custodia del bien público a la Monarquía hereditaria, con­
reales era la verdadera garantía de unidad, de vigor y de inde­
siderada como expresión viva y vigilante de los más profun­
pendencia francesa. Pero República, o voluntad nacional ante
dos intereses comunes entre el rey y la nación. Y a se entiende
120 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 121

todo, venía a ser algo así como poner la carreta delante de los tria francesa, dando a patria el significado de territorio en
I" bueyes, hacer depender lo superior de lo inferior, el mando de que han vivido los abuelos y a nación el movimiento de la
la obediencia: cualquiera que fuese, el poder perdía la libre raza en el pasado y en el porvenir no menos que en el instan­
apreciación del bien, y su autoridad desaparecía. Pero Monar­ te presente. Y , más sencillamente, entendamos el término pue­
quía equivalía a dificultad de obtener el asentimiento de una blo en el sentido próximo de patria y nación. Inmediatamente
Jl; ■' parte de la nación. Por no poder entenderse, se pegaban los todo cambia de aspecto, de valor y de significado. A l impera­

í dos bandos y con esto se iniciaba un daño innegable, al que tivo desvalorizado, al lugar común vago o estéril, desdeñado u
hoy están a punto de poner fin la experiencia y la crítica, odiado, sustituye, dentro del espíritu, una nueva forma, tanto
pero sólo en virtud de causas que pertenecen al ayer. más brillante cuanto que la hemos visto decidir movimientos
de voluntad espontánea hacia actos difíciles y generosos. La
Mas una crítica, por luminosa que sea, y una experiencia, I’ nación, la patria, concebidas no como la suma de obscuras vo­
por muy decisiva que resulte, pesan poco si no interviene é! luntades, discutibles. y revocables, de unos electores que hoy
corazón del hombre para inflamar una y otra. P or dicha, ocu­ viven, pero que morirán, sipo como una entidad superior que
rre que la discusión y la experiencia se dan en un campo tra­ perdura mientras los siglos pasan y pasan las formas y los
m
bajado, caldeado y como electrizado por un factor nuevo, que ’ i f- cuerpos, la idea de Francia así concebida, añadiría, pues, un
es el factor esencial de todo desenvolvimiento público con­ nuevo poder de hecho al que ya posee, una nueva eficacia a la
temporáneo. > eterna influencia de su persuasivo encanto, el día en que, a
Este nuevo elemento puede compararse, sin desventaja, a consecuencia de una revolución política cualquiera, se convir­
las ideas, a los sentimientos y a las fuerzas que han cambiado tiera en soberana arrojando al soberano inhábil y nulo que la
más profundamente la vida del universo. L a sociedad feudal suplanta, en que el juez se resolviera a dar fe oficialmente de
nació de la fidelidad al jefe y del deber del jefe para con su ello, en que el alguacil y el gendarme le prestaran el apoyo
fiel. Las ideas de libertad y de igualdad políticas trastornaron complementario de su fuerza material... Realicemos en hipó­
y renovaron los dos últimos siglos. Cabe calcular un porvenir tesis esta evolución jurídica: más allá de la agonía del dere­
igual, por lo menos, para la idea cuyo irresistible poderío está cho democrático, vemos alumbrarse la antorcha del derecho
a punto de reemplazar la idea democrática más de prisa y más nacional.
por completo que ésta reemplazó la idea feudal. Todo cuan­ P ara medir exactamente su fuerza, hay que seguir sus pro­
■h
to la nueva idea toque con su fiebre se amplificará y multi­ gresos. Algunos pueblos que han dejado de tener la demo­
plicará sin medida. Todo cuanto olvide o desdeñe parece con­ cracia como nervio de su acción y propulsora de su vida, se
denado a secarse sin remedio. Y, no obstante, apenas si unos es­ han colocado ya de modo explícito bajo el vocablo “nacional”.
píritus bien orientados empiezan a distinguirla hoy de su con­ Al principio, en parte. Poco a poco, totalmente, Italia es un
trario absoluto. buen ejemplo de esta evolución.
Cuando en medio de alguaciles y guardias los jueces pro­ Los hombres del Risorgimento, que erigieron en norma de
nuncian su sentencia e n n o m b r e d e l p u e b l o f r a n c é s , entién­ ley la voluntad expresa y consciente de sus compatriotas y
dese este nombre como el de una comunidad que elabora su contemporáneos según el derecho democrático individual, no
ley expresando la voluntad de la mayoría de sus miembros, pensaban sólo en los italianos que vivían en el momento en
cosa que hace que todo oyente de buen sentido murmure que que ellos hablaban de los nuevos derechos a la vida de su
se promulga la ley en nombre de un imperativo que ha dejado joven Italia. Lo mismo que los Antiguos, y a diferencia de los
I de tener valor. Mas cambiemos a la fórmula un término, uno hombres de la Revolución francesa* invocabap a los abuelos,
solo. Reemplacemos pueblo francés por nación francesa, o por la tradición, la tierra y los muertos. Su idea de Italia incluía,
122 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
DISCURSO PRELIMINAR 123

claro está, a los veinte o treinta millones de italianos que in-„


fases sucesivas de la carrera eterna, voluntad simbólica
tervenían en la lucha, pero incluía también a mil o dos mil¡ " f 3

:fnue
íqüe algo añade al simple conjunto de los anhelos de los ciuda-
millones de italianos muertos, a mil o dos mil millones de ita-1
danos presentes; pero esto es una hipótesis desenvuelta en el
líanos que habían de nacer. Y a es conocida la hermosa fórmu-j
i- puro espíritu. M ejor es trazar la carta de los factores reales
la que por aquellos días elaboraba para toda patria Augustej
¡^.tangibles que reciben a la vez algo del espíritu y del cuerpo.
Comte. Con el tiempo, ha sido ella la que ha prevalecido en
Jjas naciones tendrían vida efímera si sus hijos no estuvieran
el esfuerzo nacional italiano. E l nombre de una patria envuel-.
fuertemente dominados por los grandes monumentos en los que
ve el sentimiento de la continuidad de las familias que se;
han encarnado, en materiales ilustres, el pensamiento o el
suceden sobre la tierra de los padres, en la que los hogares,! ítaima de los padres y el genio de los lugares. D e estos altos
construidos, destruidos y construidos otra vez garantizan la> fe elementos brota lentamente lo que va dando cada día a la con-
identidad del espíritu y de la sangre. Pero una serie de hom­ ffefusa multitud figura de un ser único y le hace invocar, con un
bres de cierta manera de ser común y que viven en un de-: r-, entusiasmo que crece de edad en edad, el nombre propio y co-
terminado sector del espacio y del tiempo no constituye más f . mún que la enorgullece. U na patria elevada al rango de nación
'que el primer elemento de lo que llamamos Italia. E l her­ ¿8|,es una obra que sigue en gestación. Como hay que acabar
moso país habitado por los italianos, los padres de éstos lo., i aquélla, ésta continúa. Hace falta impulsar y guiar la acción
acomodaron para ellos, y sus hijos lo adaptarán a sus nuevos
sin disminuir nada de lo necesario ya conquistado, siguiendo
deseos. Esta tierra fertilizada, humanizada y hecha mejor de
las inspiraciones que la misma obra sugiere en el sentido de lo
este modo para el hombre italiano, conserva un verdadero bos­ posible, razonable y armonioso. A sí lo exige un egoísmo sa­
que de edificios privados y públicos con el encanto de su anti­ grado que se llama interés público; la más generosa de las
güedad y a veces, en el ápice, el prestigio de la belleza. Añú­ guerras se ha resuelto con este espíritu y seríamos muy ingra-
dense a las villas, a los palacios, a las iglesias, a los arcos y- tos si no lo reconociéramos.
a las torres, los tesoros de la estatuaria y de la pintura que El ejemplo de Italia es muy bueno, porque su magnífica ex­
atraen al admirador, al copista y al estudiante. N o tendría­ plosión de juventud ha hecho que presenciáramos un efecto
mos un cuadro completo del sentimiento italiano, ni el inven­ palpable de las antiguas causas plásticas. Inglaterra pertenece
tario de la riqueza que lo sostiene y lo inspira, si omitiéramos al mismo tipo de nación completa. Francia es la primogéni­
estos tesoros estrechamente ligados a las fuerzas del territorio y ta. Estaba ya unificada en sus provincias del N o rte en la
de la sangre. Y sobre estos testimonios inanimados brilla la len­ época en que los invasores normandos de la isla bretona es­
gua, la que habla y la que canta. E lla expresa un espíritu civil tablecían en ella, con lengua francesa, un reino francés; en
y religioso, la unidad católica felizmente conservada, y este el tiempo en que Inglaterra no había hecho más que reanu-
espíritu traducen él ritmo artístico de los oradores, de los fc- dar su evolución anglosajona, la Francia de oc estaba y a tan
filósofos, de los historiadores, y el más vivo y más importante estrechamente ligada a la Francia de oui que nuestros ar-
de los poetas y los héroes. E ra algo sofístico el ir aislando magnacs cooperaban con Juana de A rco a la independencia
uno a uno los caracteres nacionales para rechazarlos uno a uno, y a la unidad; la incorporación de Provenza iba a procurar­
como hizo el autor de la famosa conferencia Qué es una nación. la un compañero de Juana, Rene de Anjou. Aquí, como en
Si la lengua o la raza no bastan a caracterizar un pueblo, más todas partes, el tiempo hace la obra y la antigüedad la per­
insuficiente será todavía el reducir la esencia del mismo a la fecciona1. Más que en ningún otro lugar del Occidente civili-
voluntad pasajera, a la insegura conciencia de los ciudadanos.
Barres, Mistral y Goethe suponen la existencia de una vo­ 1. L a perfección de e sta antigüedad no p erju d ica a la obra, cierta­
m ente. Un republicano e x tran jero am igo de F ra n c ia , Jo s é M aría Sala-
luntad, de un alma histórica, instintiva y profunda, comunes a v erría, escrib ía e n L a N ación de B uenos A ires, el 15 d e julio de 1923:

«
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124 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUIA DISCURSO PRELIMINAR 125

zado, cualquier ser inteligente puede aquí identificar su país M r para darnos a conocer aquello que es lícito mandar y que
con la fuerza que creó casi todo aquello de que él vive; “lo qué es lícito prohibir, lo que se debe eliminar y lo que debe con-
nos une, lo que es nuestra razón de ser” , como decía Renán. af lservarse. Allí donde la voluntad inmotivada del soberano elec-
De este modo se ha adquirido conciencia del inmenso capi­ \ tor arranca una carcajada universal, el interés nacional es
tal material y moral, indiviso, viviente y vital, que puede ga­ algo que, en Francia, merece el asentimiento de las inteligen-
rantizarse a los franceses de hoy lo mismo que a los france­ !>■ cias equilibradas y la adhesión de los corazones rectos. L a ra­
zón y el sentimiento se confunden y se apoyan mutuamente
ses de mañana y de un más lejano porvenir. Esta preciosa
' Jén la implícita o explícita fórmula de un mandamiento que
fuerza hereditaria que va unida a la significación de francés'
. ,¡sería: “Si quieres que Francia viva, hay que querer esto o
no hay quien crea que no valga la pena defenderla y sal-i
y aquello.”
varia junto con aquello que la protege y la fomenta. E l mal
Claro que la nación dominará sin sombras, en este hipo­
sueño de la igualdad de los hombres y de los pueblos inútil­
tético imperativo, sólo en un pequeñísimo número de pensa­
mente se opone a ello, porque también el patrimonio de Fran­
mientos alerta y de conciencias sensibles. Pero, toda vez que
cia es sagrado.
aquí estamos en el imperio de los sentimientos fuertes y los
Por consiguiente, la obligación que tenemos de conservar
'sentimientos blandos, un mayor número podrá ceder a las pia-
y proteger el fruto del trabajo de nuestros muertos puede ser-
; dosas solicitaciones del coro de poetas:

“H ay un momento en que la a c titu d de los n acio n a listas y de los mon­ Ui Contará los pu ertos de Francia— Y las ciudades, los pueblos y
árquicos nos resu lta com prensible y justificada, y es cuando llega­
*los fuertes,—Irguiendo derecha una fren te audaz,— Y una m irada
mos a la m agnífica explanada de las T ullerías, o estam os fre n te a la
m ajestad del Louvre, o el encanto clásico de la p la z a del P a la is Roya!, que a los cielos desafia.—D entro del recinto de n uestras bellas ciu-
o fren te al Coro de N otre-D am e. Entonces el P a rís nacido del seno del su­ -c dudes—Mil y m il a rtes se pra ctica n ...— Sum ad aún tan tos dorados
fragio universal desaparece sin honor, todo lo que h a producido el régi­ J;palacios,— T antas cúpulas de tem plos venerados,— T antos vencedo­
men republicano francés h uye a n te n u e stra vista. res de laurel coronados— Y ta n to s espíritu s a las m usas consagra­
L a Monarquía, con todo lo que la M onarquía lleva consigo, podrá en j
otros países se r motivo de discusión. No sabem os h a s ta qué punto los dos.— Yo te saludo, ¡oh tierra venturosa,— A fortunada en pueblo
reyes y la a risto cracia son indispensables a la belleza y a la grandio­ íy en príncipes dichosa!
sidad de P ortugal, ni si Ita lia , pasando a se r u n a RepúbUca, perderla
su acento y su c a rá c te r particulares. P ero cualq u ier e sp íritu libre
sabe que F ran cia, bella y noble como se ofrece a n u estro s ojos, es un Otros Ronsard hablarán del país como de la más hermosa
producto directo del antiguo régimen. ■de las cosas. Nuevos Chénier cantarán su diosa Francia. Las
Y si me refiero a los monum entos, no es porque se a n la ú n ic a expre­ imaginaciones y los corazones así incitados tendrán con qué
sión de la acción m onárquica y a risto c rá tic a . Los edificios y los ja r­
dines no hacen m ás que reflejar en la m a te ria el ritm o del espíri­ emocionarse y estímulos para el trabajo. Si un ciudadano cual­
tu. L a silu eta que reco rta n sobre el cíelo fino de P a rís el Palacio quiera no es capaz de hallar por sí solo la fuente del derecho a
del Louvre y los jard in es de las T ullerías, el gesto de N otre-D am e que está sometido y de que se aprovecha a un tiempo, es de­
cerca del Sena, son cosas que se arm onizan lógicam ente con los hábi­
tos, la sociabilidad, la lite ra tu ra y la lengua de los fran ceses. Con­ masiado grande el tesoro moral y material de los bienes na­
versación, elegancia, m aneras, gestos, proceden de la M onarquía y cionales para que su pensamiento, por sencillo que sea, esté
de la aristocracia. Son ellas las que, a p a rtir de los tiem pos merovin- totalmente cerrado a la idea confusa de que su porvenir, en
gios, pasando por las épocas de m ayor esplendor, bajo la d in a stía de
los Luises, fijaron p a ra siem pre la belleza y la g ran d eza de F ra n c ia .” i general, está ligado al porvenir del compuesto francés. Como
í feír
L a p alab ra aristo c ra c ia h ay que entenderla e n u n sentido nacional Sí decía Mistral, sentirá cuán hermoso es el form ar un pueblo y
y amplio. E sta aristo c ra c ia n a tiv a se h a lla lo m ism o en los cantos cuán hermoso el llamarse hijo de Francia. N o podrá recordar
populares de nuestros campos, en el rico m obiliario de los campesinos ' sin repugnancia las sangrientas pruebas a que nos ha some-
de antaño, en la indu m en taria de sus m ujeres, en n u e stra s1 casas mu­
nicipales y n u e stra s casas burguesas, en todo lo que es m u e stra de -« tido la absurda experiencia del gobierno de las mayorías.
un pasado que nos legó ta n bellos testim onios d e lo que fué.

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126 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
DISCURSO PRELIMINAR 127
P o r encima del nivel en que son posibles y reales semejan Fquerer, va a penetrar para siglos enteros todas las profundi-
tes sentimientos, ¿hay conciencia, voluntad y vida políticas
■j dades del Africa y del Asia, de modo que lo que no esté fuer-
N o hay más que hábito y costumbre, sorda concesión a la obli ' ttemente agrupado y unido en cuerpo de nación se halla expues-
gación y a la fuerza, cuyos flujo y reflujo son semejantes baj- ‘í to a la amenaza de verse arruinado, destrozado y borrado del
todos los regímenes y que no forjan el derecho. Mantengá­ í.'mundo de los vivos. L a barbarie nacionalista no amenaza me-
monos en esta zona superior en que nos encontramos y desd tos que la barbarie anarquista. Desde el punto de vista del
la que se difunden sobre los pueblos la verdad y el bien. Por 1 ^‘¿género humano, estos riesgos de conflagración pueden asus­
inteligencia que irradia del espíritu nacional, por los error: t a r , pero son menos espantosos que los riesgos que entrañan
que excluye, por el orden de que es causa, por la abundancia .los desgarramientos interiores que, con las armas modernas,
y la paz que anuncia y, sobre todo, por la ferviente sensa­ ■han segado en Rusia más millones de vidas que lo que pudo
ción de un común destino que un espíritu de profunda frater­ f^hacer la guerra en el resto del mundo. Se pueden deplorar las
nidad alimenta, el derecho nacional tiende a conquistar una competencias nacionales en interés por las naciones de vieja
unanimidad de sufragios que no necesita ver metidos en una su constitución que en adelante no serán solas en gozar de los
urna ni recontados en escrutinio. privilegios de este régimen. Con todo, mientras la evolución
N o s libraremos, pues, del derecho democrático sin que haya 'lleve este camino, el Sr. Ferrero puede estar seguro de que,
tenido que producirse ningún trastorno de religión o de moral. • / en los pueblos que aquélla arrastra, no hay que temer ni una
P or la razón principal de que “Dios lo quiere” o de que lo * verdadera crisis de disciplina y obediencia ni una profunda falta
“quiere el Derecho”, se admitirá, a título de razón secundaria de mando. Lo que se pida en nombre de la salud pública, se hará,
y obligatoria, la sumisión a lo que mantiene el ser de la pa­ y lo que encarne más o menos la nación ejercerá sin grandes
tria y, a través de ella, la sociedad de las personas y las cosas, estorbos un poder vigoroso.
ni más ni menos al modo que la razón primera de la voluntad Lo inseguro es la suerte que podría correr una Francia en
divina impone la obediencia, dentro del cuadro de la casa y del la que las anticuadas formas del derecho democrático estuvie­
hogar, a la razón segunda de la voluntad de los jefes natura­ ran luchando por espacio de demasiado tiempo contra las reali­
les. Restablecida sobre bases justas, la obediencia contará con dades del derecho nacional. ¿Comprenderá, al fin, y sentirá la
el apoyo de los motivos y los móviles de un amor mucho más necesidad y la conveniencia de la Monarquía? Todo depende del
natural y fuerte que ninguno de los principios derivados del grado de su sensibilidad a los llamamientos del bien público.
amor a la democracia. Los huracanes del nacionalismo universal son muy propios
Este imperativo nacional es el más moderno de todos, y el . para hacerla lúcida y valiente.
mundo contemporáneo no conoce otro más eficaz. Podrá pare­
cer que una revolución lo abate, pero lo reaviva, como el ejem­
plo ruso lo demuestra hasta la saciedad. E l ejemplo de Amé­
rica, que tiende a la pura xenofobia, prueba cómo la plutocra­
cia puede acabar mostrándose tan violentamente nacionalista
como la Revolución y la Monarquía. Y la democracia estimu­
la el nacionalismo en todas partes donde alguna tribu humana
"puede decirse: “ ¿ Y por qué no nosotros?” O bien: “ Y o valgo
tanto como cualquier otro.” Bueno o malo, el porvenir es de las
naciones. L o que el pastor servio, el campesino búlgaro, el es­
tudiante chino y el granjero-soldado otomano están empezando
DISCURSO PRELIMINAR 129

su educación política siguiendo sin desfallecimientos el ca-


|j¿nino nacional marcado por Fichte en 1808 y mantenido firme-
..■¿jmente en la escuela primaria lo mismo que en el Gimnasio y en
"'fía Universidad. Polonia se ha salvado asimismo gracias a la
’ ¡escuela, y Bohemia debe a ésta su renacimiento. E l grado de
.lentralización a que los franceses están acostumbrados, y, en
¡una cierta medida, su gusto por la misma, no les permite es­
perar gran cosa de una propaganda intelectual completamente
E L D E R E C H O N A C IO N A L Y E L R E Y privada y libre a la que faltase el concurso del Estado: nues-
0 t i o Fichte será ministro de Instrucción pública o fracasará
'^lamentablemente. Pues bien: de su éxito depende la reforma
R e f o r m a r n o s o d e sa p a r e c e r : bajo la fuerte presión de uc ■del Estado.
mundo nuevo, no podemos dejar de darnos cuenta de cómo la Otro tanto puede decirse de los reformadores sociales, cual­
idea democrática y la que es su complemento, la idea liberal, poco & quiera que sea la fórmula feliz de la emancipación obrera o
firmes en sus tesis, principio de desunión y debilitantes en sus de la incorporación del proletariado que hayan descubierto. No
efectos, llevan a dispersar al Estado en la vida social, en vea hay ninguna nación moderna sin una economía industrial, obre­
de concentrarlo en la función que le es propia, determinando ra y patronal profundamente unida al espíritu y a la substan­
de este modo un enervamiento nacional que facilita los planes ^ cia de la nación. E l Imperio alemán caminó sin tropiezos en
Sí te esta dirección difícil porque se había inspirado por igual en las
de vecinos más pobres pero más ambiciosos. Porque estas
ambiciones no siempre se manifiesten, no debemos creer que nuevas necesidades y en las tradiciones. Asoció sin reservas
no existan, y la prudencia consistiría en aprovecharse del amor­ a su obra los Sindicatos: masas y jefes. Los mismos agitadores
tiguamiento momentáneo de las pasiones nacionales que nos eran funcionarios suyos y hombres de su confianza, como pudo
circundan para proceder nosotros, ante todo, a los refuerzos verse en 1914. Pero, en una democracia republicana a la fran­
que necesitamos, pero, si, habiendo dejado pasar una buena cesa, el principal objetivo de los políticos consiste en hacer
oportunidad, advertimos un día que el vecino prescinde de que­ servir a lo que ellos llaman clase obrera a su interés; la sepa­
rellas intestinas, comienza de nuevo a concentrarse y a estre­ ran, pues, de la sociedad en vez de incorporarla a ella y la
char sus filas, no queda tiempo que perder: los pueblos des­ hacen revolucionaria en vez de ligarla a instituciones de li­
trozados por la democracia deben emprender el rápido re­ bertad y de propiedad. En esto también todo depende, pues,
torno al único derecho que todavía puede salvarles. del carácter y de la voluntad del Estado,
P or lo que hace a Francia, tal retorno puede comprenderse E l teorizante francés que sintetiza, desarrollándolo median­
de tres maneras distintas y de una cuarta por añadidura. Esta te puntos de vista originales y nuevos, el esfuerzo de la cien­
última, que yo llamaría primera, pero que no puede realizarse cia social positiva a partir de Comte, L e Play, Vogelsang y
hasta después de las otras tres, es aquella en que ante todo el marqués de la Tour du Pin, el autor de La Nueva Economía
y más espontáneamente se piensa: la reforma de la educación y de tantos otros planes directores de renovación social, nues­
nacional. L a disciplina mental que han sabido darse es lo que tro amigo Georges Valois, ha tenido el acierto de hacer
mantiene en pie a los grandes pueblos nuevos. E l alemán ha perfectamente sensible la prioridad de la reforma política: ni
podido resistir a la ruina y a la revolución de 1918 y conser­ Solón, ni Suger, ni Sully, ni Colbert, ni Villéle, ni todos estos
var los lazos de unión mediante el desenvolvimiento del espí­ reformadores reunidos, podrían hacer nada contra el inmenso
ritu político y militar del general resurgimiento, porque se malestar que trasforma al obrero en agente internacional y

9
130 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 131

hasta antinacional, si no empezaban por aplicarse a la reforma una reforma del Estado en sentido contrario del espíritu
de nuestro Estado democrático y divisor, a su transformación ’ democrático.
en Estado monárquico unitario.
Otro tanto diremos de los intentos de reforma administra­ Empezad, pues, por reformar el Estado. Las democracias
tiva o territorial tendentes a unir a los patriotas con la pa fundamentan su orden— tan triste, tan pobre y tan débil— en
tria, a los ciudadanos con la ciudad. Ciertamente, el esfuerzo' la voluntad, el bienestar y la comodidad política y social del
descentralizador es una pieza indispensable de la reconstruc­ , individuo en el presente. U n a reforma emprendida en nombre
ción general. E l lazo de unión nacional debe refrescarse y re­ del derecho nacional empezará por tener en cuenta lo que Paul
novarse en sus fuentes: la provincia, la comarca, la ciudad, Bourget llama ingeniosamente las “dimensiones del tiempo” ;
el pueblo, el hogar. H ay que devolver, lo mismo a los campa­ el pasado le suministrará lecciones, precedentes, balances de
narios de nuestro lugares que a las acrópolis de nuestras pro- . pérdidas y ganancias, “debe” y “haber”, perjuicios y bene­
vincias, un poderío de vida autónoma que los regenere. Fran­ ficios; el cuidado del porvenir tasará el consumo y estimulará
cia es una federación histórica creada en torno del federador ¡a producción, impulsará la moderación y la iniciativa, la pru­
parisiense. Este elemento federador es valiosísimo desde todos dencia que anda con cuidado y la precaución que funda y em­
los puntos de vista, pero no debe atar ni sojuzgar a los ele­ prende. Pero el derecho nacional buscará un órgano de estas
mentos federados. ¡Sean, pues, éstos lo que deben ser! Y , si£ funciones de la permanencia y tendrá que reconocer que el in­
han dejado en alguna parte de serlo, que lo vuelvan a ser atre- ■ dividuo pasa y la nación perdura. Y la nación perdura por un
vida y generosamente. P or la conciencia y el amor de nuestros fenómeno independiente de las opciones de la voluntad indivi­
más humildes cimientos, que empiezan en la parroquia, en la pe-' dual. Nadie escoge lo que ha de ser, nadie determina ser fran ­
queña ciudad, o en el barrio de la grande, pueden y deben rena­ cés, sino que se nace tal. L a nación sale del nacimiento; ya lo
cer la conciencia y el amor del compuesto nacional entero. E l dice la palabra: natío, natus. Las ideas de nación y familia,
patriotismo a lo Dérouléde debe vestirse de un patriotismo a' que son casi idénticas, tienen un ritmo concorde. Quien quiera
lo Barres. A la vista de nuestra generación se ha hecho en prolongar la nación, ha de querer prolongar las familias, fal­
Francia un buen progreso en el sentido de esta reviviscencia. tándole las cuales, aquélla se disuelve y perece. U n a nación
que quiere nacionalizar su Estado, empieza, pues, por devol­
E l patriotismo francés se perdía en la abstracción jurídica y-
ver al elemento estable y continuo de la familia, en cualquier
en el burocratismo grato a las democracias. Mistral y el feli-
parte en donde la encuentra, lo que el individuo, átomo vaga­
braje, los barresianos del Este y los del Oeste, particularmente
bundo, había usurpado saliéndose de los límites de su fuerza
el grupo bretón, con Le Goffic y sus amigos a la cabeza, han
y de su bienestar.
vuelto a hallar la substancia concreta que es el alimento y el
¿Vam os a sacrificar al individuo? E l derecho nacional no
estimulante de toda dialéctica nacional, cuando, partiendo de
sacrifica más que aquello que ahoga la vida del individuo aho­
cualquier punto del tiempo o del espacio, de la historia o del
gando los factores de que ésta depende. E l individualismo
territorio, tiene como punto de convergencia la capital, el E s ­
democrático queda relegado, de derecho y de hecho, a una sola
tado. Pero el Estado no puede aún sancionar este esfuerzo cen­
función del individuo, precisamente aquella que él desempeña
trífugo que conduce al centro por los caminos más segu­
difícilmente y mal: la función cívica. E l derecho nacional con­
ros: mientras el Estado siga siendo democrático, mientras
sidera al Estado según la función natural en virtud de la que
continúe siendo electivo y siga necesitando el Poder contar
se hace posible la vida de los hogares y de aquellos que en ellos
periódicamente con el elector a través del funcionario (co­
viven, a saber: el trabajo más o menos diferenciado de los
mo lo hemos copiosamente demostrado), la descentralización
jefes y los miembros de cada hogar, la profesión de cada uno
no será más que un sueño y habrá una razón de más para exi-
132 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUIA DISCURSO PRELIMINAR 133

y su oñcio. L a misma función cívica será tenida como un ofi­ recluta, paga y ceba para que_ conviertan en botín propio la
cio en la medida en que lo mismo que un oficio se ejerce, se hacienda pública: es la tribu vergonzosa y la secreta corpora­
especializa y se aprende. ción de esos políticos amos y gananciosos de un Estado que ex­
Hay un primer grado de función cívica y es aquel que con­ plotan y saquean. Son ellos quienes gobiernan al tiempo que
siste en gozar del patrimonio del país y en sufrir de sus males, se esfuerzan en ilusionar a cada individuo haciéndole creer que
en enriquecerlo con la propia riqueza y el propio trabajo, en quien manca es él. Aristófanes enseña cómo se hace esto en la
gravarlo con la propia pobreza o la propia ociosidad, en pagar discusión del bonachón Demos con Agoracrita.
los impuestos, en percibir las rentas, en defender el territorio, El derecho nacional dice la verdad al individuo, o, para
en contribuir a la restauración del orden cuando es pertur­ hablar correctamente, a la persona, al hombre que no es más
bado, en apoyar al Gobierno que defiende la vida y la hacien­ ; que un hombre, al ciudadano que no es más que un ciudadano.
da de los ciudadanos, en dar opinión sobre los impuestos y Este hombre es lo que puede ser, hace lo que puede hacer,
las ganancias, en delegar una representación cerca del Poder pero allí donde se acaban sus medios de acción acaban sus
para hacer conocer a éste lo que se desea y lo que se ve con deberes y, por consiguiente, sus derechos. L a política es una
disgusto. Este es el dominio del sufragio universal que ciencia porque es un oñcio, o, mejor aún, un arte- -arte de ser­
que guardarse mucho de suprimir o restringir. E s justo y na-| vir el interés general— que supone instrucción, educación,
tural que todos participen en este grado tan tenue de la vida aprendizaje, competencia, y no puede dejar de contar con las
cívica, y, puesto que todos pueden hacerlo, el deber de hacerlo condiciones naturales de todas estas cosas. Asimismo, ha de
es inexcusable. Más allá de la posibilidad, el deber y el dere­ excluir a los intrigantes y los aventureros. Debe ejercerse a
i
cho se acaban. plena luz. Admitido así, ha de ofrecer garantías de gestión
E l carácter de la democracia consiste en prolongar el deber útil al mismo tiempo que compensaciones e indemnidades le­
y el derecho mucho más allá de las posibilidades de llenar­ gítimas. E l quid está en interesar en el honor, en la abne­
los, sólo que para hacer creer en estas falsas posibilidades gación y, si cabe decirlo, en el desinterés.
adopta un camino fa lso 1. Lo que los interesados no hacen por Y a hemos visto con qué dificultades tropieza la idea de un
incapacidad, hace que lo ejecuten mandatarios suyos que ella poder fundado en el nacimiento cuando la discusión se sostie­
ne con el lenguaje individualista del siglo pasado. Pero hable­
1. Algún lector malicioso acaso nos p reg u n te quién es ella, quién mos el lenguaje del derecho nacional, y todo se allana, se alum­
es esta dam a D em ocracia; ta l vez crea que estam os realizando una
bra, y las fuerzas del discurso y sus naturales analogías traba­
abstracción. Pero la lectura de la Encuesta, sobre la M onarquía le demos­
tr a r á que no hay nada de esto. E xiste en v erd ad u n a dem ocracia activa jan en nuestro favor. Se advierte que, si la nación está com­
y operante, una oligarquía dem ocrática p a ra e n g añ ar y m a n e ja r al puesta de familias, una familia o varias la dirigen. Si el na­
sujeto pasivo, elector, al que se quiere p ersu ad ir de que es u n verdadéro ft
rey. E n virtud de una coincidencia h istó rica llena de sentido y que cimiento es el carácter de mayor importancia en el fenómeno
equivale a un homenaje a la ley n a tu ra l de los grupos sociales, a u n cuan­ nacional, si todo depende de él en primer término, ¿cómo este
do éstos adoptan un carácter antisocial, el reclutam iento de esta oli­ elemento primordial de ia nación estaría ausente del Estado?
g arquía otorga un gran papel al norm al y doble fa c to r de la h erencia n a ­
tu ra l y de la tradición histórico-religiosa. Porque, en efecto, se recluta Ambos elementos se complementan, en lu gar de contradecirse.
en tre los judíos, los protestantes y los metecos, todos ellos sindicados Si el Estado quiere salvaguardar el elemento nato de la na­
en la francm asonería. Mi teoría de los C uatro E stad o s confederados, ción, h a de tener como objeto esencial la salvaguardia de las
hereditarios soberanos de la República, puede serv ir de contraprueba
a la teoría de la herencia en la Monarquía, expresión del bien nacional. familias y le interesa ser él mismo una familia: entre las ne­
A los republicanos que conservan el espíritu fran cés cabe decirles: cesidades a que debe responder y el elemento nativo del poder
habéis derribado a vuestros jefes natos hijos de v u e stra raza, pero
nato, hay, actuantes, afinidades esenciales.
estáis soportando a otros jefes natos ex tran jero s o desnacionalizados
y que os están desnacionalizando a vosotros mismos. Este cambio del punto de vista cambia, pues, las objeciones
134 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 135

en facilidades, lo contradictorio se convierte en complemen? disciplina, las guía y las reduce al bien del país. D ru-
tario y la democracia aparece, por contraste, como la más per-*'! ¡i^nont ia llamaba la familia-jefe. Y como la situación de la
niciosa paradoja que pueda aplicarse a la prosecución del bien' familia-jefe está en relación directa con las conveniencias del
público. nterés nacional, el derecho nacional tiende a pedir de esta
^familia que asegure la dirección en jefe del servicio públi-
L a acción política y cívica pasa de la zona de los indivi­
jtco y a entregarle el mando único de que el espíritu público
duos a la zona de las familias; hay que tener en cuenta nues­
“manifiesta sentir una aguda necesidad.
tras familias profesionales: militares, comerciantes, industria­
f.\ ¿Dudaremos a pesar de todo ? ¿Nos preguntaremos aún qué
les, marítimas, obreras, a las que la naturaleza fo r ja y dis­
.será mejor, si el mando de muchas familias o el de una sola?
persa como todas las demás cosas, ya que ninguna de ellas es]
Bajo el gobierno de toda aristocracia republicana, el senti­
algo fijo ni cerrado, por más que los hábitos históricos con-',
miento público corre el riesgo de disolverse en las competen-
serven en ellas naturalmente, y aun iba a decir que voluptuo­
tías de las dinastías de Capuletos y Mónteseos, harto fácil­
samente, a la mayoría de sus miembros como en el lugar del
mente armadas unas contra otras; el bien público zozobra
menor esfuerzo o del esfuerzo más fácil y más fructuoso. ¿Ha­
pronto en estas rivalidades de intereses, cuyo mal está en
llaremos acaso en este orden un clan de familias políticas?
que muchas veces son tan respetables y legítimos los unos
Empecemos por llamarlas políticas. E s justo dar una denomi­
como los otros y sólo la voluntad de un jefe puede dirimir la
nación honrosa cuando el oficio es confesado y se ejerce con
contienda. E l sentimiento nacional francés no ha tendido ja ­
preparación y adecuación. No hay duda de que en nuestro país
más a ser una república de principes o de% udades, como Ale­
(verdad es que acaso menos que en otros) un cierto número de
mania o Italia. Salvo en ciertos casos privilegiados que más
familias nobles y burguesas sobresalen entre las demás per­
adelante indicaremos, la República aristocrática no es m ás que
petuando, con su patrimonio, además de un sentido nacional
la razón social de una rivalidad entre familias-jefes a las que
afinado, un vivo espíritu del servicio público y unos hábitos de
ningún principio superior obliga a ponerse de acuerdo: “ ¡ausen­
clientela y de mando local o regional. A llí donde el individuo
cia de un príncipe!” L a República burguesa presenta en Fran­
que vivía de la política era un intruso, a menudo peligroso,
cia el mismo vicio: nuestros intereses económicos varían mu­
la fam ilia dedicada a la política sabe lo que se hace y, me­
chísimo de región a región y, si se les permite constituir el
diante su perduración, prueba que da tanto como recibe. N o di­
Gobierno, es decir, combatirse los unos a los otros, sin otra
simula su pbra, sino que la publica. N o le dice al pueblo que
ley que su libertad, ésta nos lleva al borde de la Estigia como
reina ni gobierna, sino reconoce que lo administra, lo gobierna
la cola de la hidra de L a Fontaine: ¡otra vez la “ausencia
y que de este modo le sirve. Caracterizadas por la educación re­
»■ de príncipe” ! Si no tiene en cuenta este peligro, un Gobierno
cibida y transmitida, por la tradición conservada, por el rango
constituido merced a continuas negociaciones entre firmas ri­
moral mantenido, tales familias sostienen la carga, llenan sus
vales, cada una de las cuales quiere todo cuanto puede obte­
deberes y suben al poder parcial o total según los países. Estos
ner, oscilará fácil y pesadamente del pro al contra y nunca
elementos de aristocracia, ¿representan una tendencia a la Mon­
será otra cosa que el signo de una diferencia en la sustracción
arquía? Esto suele decirse, pero no es así, sino todo lo contra­
de los totales de las fuerzas en lucha. A l término de esta lucha
rio. Si en Francia hubiera un fuerte vivero de tales familias
sorda, el país quedará gobernado por la pequeña diferencia
políticas estables, habría menos probabilidades para el gobier­
que separa una minoría de una mayoría: miseria o barullo...
no de uno solo que para una República aristocrática. Pero es
¡E l príncipe, el príncipe, el jefe!
otra cosa lo que encontramos: en el número importante, pe­
. Por el contrario, sustituyamos la rivalidad de diez, cien o
ro limitadísimo, de las familias señoriales o capaces de ser­
mil familias-jefes por el reinado de una sola designada, no por
lo, encontramos una que, desde hace mil años, las domina,
136 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 137

ella misma, sino por las relaciones que sostiene con la nación.“ representa al frente de la nación todo cuanto ésta tiene de cons­
Adoptemos la fam ilia-jefe que encarna el trabajo político, el i tante e idéntico, todo aquello que, salido de la profundidad ori­
esfuerzo nacional, la función unificadora y conservadora de'| ginal, quiere y puede tener la garantía de áureas cunas futuras.
que ha salido toda la nación. N o hay discusión honrada po- '] é No cabe imaginar un poder más digno de gratitud y me­
sible: es la fam ilia de los Capeto-Borbón-Orleans. N o hay recedor de esperanza, ni más conforme a las exigencias de la
competencia posible. N o es que nosotros la escojamos, sino, tazón. N i el mando ni la obediencia están aquí solicitados al
que la historia de la Patria nos la da tal cual es. H ay un punto ¿bsurdo modo que lo son en las democracias, como tampoco
de vista nacional en el que todo el mundo puede accidental- ; se imponen del violento modo que se usa en las tiranías. Todo
mente situarse, pero es justamente aquel en que se mantiene ; aquello que la nación puede contener de augusto y de venera­
siempre y vive como en su elemento una estirpe que por espa- [ ble, a un tiempo que de juvenil anhelo, el heredero del Poder
ció de mil años ha tenido como oficio el llevar a cabo la unión, Real lo evoca y representa. Su oficio verdadero consiste en in­
y la dirección del país. E n él se circunscriben su orden de función vitar a lo más selecto de su generación a colaborar con él en
®s
y su plan de acción, el campo sensorial de su inteligencia y la favor de un progreso dentro del orden que obtenga el asen­
misma línea de su vida. Está especializada en él profesional y se­ timiento práctico de la casi unanimidad del país.
ü
cularmente, ya que no tiene otro oficio ni otro interés que la
protección y el desenvolvimiento del país que es suyo. A l fin, ; Y esto ¿cómo? Por una parte, no hay que perder de vista
la idea más amplia de la nación halla el cobijo necesario a su sus Consejos que vigilan en su nombre la Administración, y,
seguridad, y el derecho nacional, su depositario, su funciona­ por otra, las representaciones de los intereses locales y pro­
rio, en la cabeza y el consejo de un personaje a quien su fesionales sucesivamente federadas y confederadas. Nuestros
puesto mismo vincula al máximo de provecho y bien públicos: padres decían: “A l rey con sus Consejos”, el gobierno; “al
el Rey. pueblo en sus Estados”, la representación. Esta dirá lo que la

Porque no basta con el gobierno de la fam ilia real. E n vir­ contenta y lo que la desplace, o hará ver qué es lo que falta
tud de las razones irrefutables que han militado ya en favor y qué lo que sobra. Aquéllos se ocuparán de conformar a estas
de la unidad, la Monarquía que el Estado necesita se impone manifestaciones las exigencias del bien general. L a confusión
en la más alta de sus cimas: la fam ilia-jefe necesita un jefe democrática acaba, pues, de este modo. N o más acumular las
V distintas funciones de representación y de gobierno en un sis­
a su vez, pero escogido y designado en su seno tal como ella
misma lo ha sido, no por la elección del presente, sino en vir­ tema contradictorio en el que un mismo ser se cree, contra
tud de las selecciones del pasado, no por el sufragio de todos toda razón, gobernante y gobernado, soberano y súbdito1.
ni de algunos, no por la suerte, sino en virtud de una regla Quien medite en ello, echará de ver cómo la doble vía de
de utilidad. Desde el punto de vista de la nación, lo mejor es ios Estados locales o profesionales y de los Consejos reales
que el primogénito sea sin discusiones el primero que ocupe el abre a un tiempo a la actividad política del país, a los talentos
Trono, y tras él quien de él nazca en este orden de primogeni- administrativos de los individuos, una amplia carrera: sería ri-

tura. Importa que así ocurra a fin de que, en' el correr de los 1. Jules L achelier (citado por M. Jacques Chevalier) decía. “L a
tiempos, en cuanto se diga el “ R ey ha muerto”, pueda decirse soberanía del pueblo reem plaza la au to rid ad d e la razón por la volun­
tad común, cuyo c a rá c te r es s e r insegura y caprichosa. E l g ran error
“ ¡V iva el R e y !” , y que el mundo entero esté acostumbrado a
de la dem ocracia consiste en confundir a súbdito y soberano, en olvidar
que se le diga, como lo hacían nuestros legistas de Tolosa y ^ que la v e rd ad era lib ertad consiste esencialm ente en obedecer sólo a la
de París, que “él R ey de Francia no muere". Síndico nato de ilpTazón, en su b ordinar la 'f o rm a (o alm a) a la m ateria, lo uno a lo múl­
tiple. L a dem ocracia re p resen ta el tra stru e q u e de todos los principios,
todas las familias, símbolo nato de todos los oficios, federador» d pecado co n tra el esp íritu .” L o que y a es m ucho decir p a ra u n discí­
nato de todas las provincias, que en él saludaban a su unificador, pulo de K ant.
138 ENCUESTA SOBEE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 139
p
dículo considerarla estrecha, si se tiene en cuenta la extensión Impolítica puede muy bien ser, en cambio, una auténtica se­

U.V. t*‘ I «JVJr,


del Estado .moderno. L o cierto es que el resto del país pue­ lección social. L o esencial de ella concuerda con lo esencial del
de desentenderse de inútiles cuidados; por fin se ve libre poder real en el desdén por la falacia de la soberanía popular,
de la política; de la de los políticos, claro. Todos los que la agitación de los Parlamentos que la explotan, las disputas
no votan y no quieren hacerlo, todos los que se ocupan de y las competencias por el primer puesto, que, para bien del
producir y de trabajar sin que les tiente la idea de vivir de 'S pueblo, “la Monarquía secuestra”, como decía Renán, pero que
una elección, todos los que integran esa inmensa y fuerte Penvenena a la República, como lo patentiza la historia entera
m asa del país a la que de ningún modo puede representar un ¡'de los inquilinos del Elíseo. E n resumen y sobre todo, esta
jefe elegido (hechura de un partido al que se debe), todos [Imasa trabajadora y ahorrativa desconfía cada vez más ante
cuantos no pertenecen a ningún partido o no pertenecen más - los esfuerzos de una alta finanza internacional que ha rapi-
que al de la raza y del suelo patrio, en una palabra, c¡ ( fiado el oro y capta, gracias a él, la opinión, y que, valiéndose
país nato, la nación, se ven naturalmente reflejados en el de esta opinión esclavizada, crea un régimen con el que so-
je fe nato, que no es, a su vez, más que un producto de esta juzga al p a ís: la Monarquía nacional recobra la severa figu­
naturaleza nacional antigua y más durable que una voluntad ra de gendarme y de juez, que constituyó su aspecto más po-
nacional de ocasión y pasajera. Lo que esta masa quiere en ' í pular, frente a l oro inconfesable y frente a la agitación rui-
todo momento es que no la opriman, tener paz, no tener que f nosa y la verborrea infecunda. Cuanto h aga en fa v o r de la in-
su frir ninguna guerra inútil y vivir, vivir ante todo, pero vivir 5 dependencia del Estado, de la inflexible justicia y el respeto
orgullosamente de lo que es y de lo que crea, como decía ■del orden material y moral, será tenido por poco y por muy
Proudhon. Fácilmente consideraría la necesidad de deliberar bueno por los individuos y por las distintas clases. L o que la
sobre los asuntos generales que ella ni conoce, y sobre los antigua Monarquía poseyó, no de más ciertamente, pero sí ple­
que no tiene discernimiento, como una necesidad artificial namente y en grande, o sea el sentido agudo y fino de la bue­
comparable a un narcótico importado de Inglaterra y ven­ na licencia que es tolerable y el del desorden que una rápida
dido en Europa para negocio de sus fabricantes1. Esta masa acción de policía debe atajar prestamente, este sentido— repe­
timos— todo el mundo lo echa muy de menos y lo desea, por lo
1. F u stel de Coulanges dejó e n tre sus papeles una n o ta que dice asi:
“Si im aginam os a todo u n pueblo ocupándose de política y desde el que, en cuanto reapareciera, sería gozosamente aclamado por el
prim ero al últim o de sus miembros, desde el m ás ilustrado h a s ta el £: instinto natural del país.
m ás ignorante, desde el m á s interesado en el m antenim iento del éstado
a c tu a l de cosas h a s ta el m ás interesado en acab ar con él, poseído de E l único enemigo que antaño hubiera podido interponérsele
la m an ia de d isc u tir los negocios públicos y de in terv en ir en el gobierno: , en razón de que el Poder Real había tenido la desgracia de
s i observam os los efectos que e sta v erd ad era enferm edad c a u sa en la abandonarse a él, el error revolucionario, felizmente va de ven-
existen cia de m illares de seres hum anos; si calculamos la perturbación
que introduce en cad a vida, las ideas falsas que hace n acer en m uche­ ’ cida en todos los medios ilustrados. Lo único que podrá sobre­
d u m b re de espíritus, los sentim ientos perversos y las pasiones de odio vivir de la democracia será un deseo de demofilia fraternal;
q u e incu b a en legión de alm as; si echamos cuenta del tiem po que se
* la quiebra del liberalismo habrá servido para aficionarnos a
q u ita al trabajo, de las discusiones, las pérdidas de energía, las a m ista ­
d es ro tas, la anudación de am istades ficticias y de afectos que en rea li­
d ad n o son m ás que odios, la delación, la desaparición de la lealtad, i los d esa stre s y el precio con que hay que p a g a rla s; si s e calcu la todo
d e la seguridad y a u n de la cdrtesía, la introducción del m al gusto esto, forzoso es decirse que e sta especie de enferm édad es la m ás fu ­
en el lenguaje, en el estilo, en el a rte ; la división irrem ediable dé la n e sta y la m ás peligrosa epidem ia que pued a caer so b re un pueblo,
sociedad; la desconfianza, la indisciplina, el enervam iento y la debi­ que n o h a y n in g u n a o tr a que a se s te peores golpes a la v id a p riv a d a
litació n de un pueblo, con las derrotas que sbn" consecuencia inevitable ^ y a la pública, a la ex isten cia m aterial y a la m oral, a la conciencia y
de ella ; la desaparición del verdadero patriotism o y h a s ta del verdadero a la inteligencia, y que,- en u n a p alabra, n u n c a hubo en. el m u n d o un
valor, las culpas que es inexcusable que com eta a ltern ativ am en te cada despotism o ta n dañino.” (C itado por P a u l G ulraud en su libro F ustel
partido, según v a llegando al poder en condiciones siem pre análogas; de C oulanges, pág. 244, en nota.)
140 ENCUESTA SOBEE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 141

los sentimientos de tolerancia y de curiosidad que pueden im­ nacional no se estanque. Nuestra juventud nacionalista ha
perar gustosamente en una sociedad refinada, a condición d podido sentir dudas sobre la conveniencia y la oportunidad de
que no usurpen la menor parcela del gobierno del Estado. |sta costumbre, y la evolución moderna podría tender a res­
De modo que, en nombre del Derecho nacional y bajó el im­ tringirla o a suprimirla, como parecían anunciarlo ciertas inno­
perio de las necesidades nacionales, el nacionalismo arrebata vaciones de la Corte de Inglaterra en 1914 y 1915, y, no obs­
la soberanía al número inerte de los individuos y la devuelve tante, no es nada seguro que la nueva costumbre sea mejor
a la nación que perdura y que trabaja y que el rey personifica que la antigua. Los pueblos del mundo se comunican entre sí
y simboliza. A l llegar aquí, el lector republicano objeta: — ¡Pero en virtud de la mano de obra, de las finanzas, de sus comer­
vuestro hombre-idea, vuestro hombre-nación, vuestro rey de ciantes y sus marinos; no hay mal ninguno en que se comuni­
Francia, concebido como una especie de dios francés, va a en-'! quen también por la cumbre de las altas selecciones directi­
carnar fatalmente un nacionalismo cerrado, exclusivo y beli- •• vas, con tal de que el interés nacional permanezca defendido
coso! Cosa en la que el lector republicano, nutrido de falsos como lo es por el interés dinástico y con tal de que el corazón
prejuicios, se equivocará una vez más. Estos no le dejan * del país, representado por los grandes batallones de las clases
ver la realidad. Cabría temer un nacionalismo de esta 3 uer-, medias, permanezca suficientemente fiel al espíritu del terru­
te si el derecho nacional quedara abandonado al estado sim­ ño. Será siempre deseable que estos intercambios aireadores
ple y bruto de instinto popular, pero es que nosotros lo procedan de acuerdo con las grandes líneas de las afinidades
desarrollamos íntegramente hasta hallar su medida y su per­ de cultura, de religión y de espíritu: tal matrimonio sajón o
fección en el rey, en el derecho, el consejo, el poder personal eslavo no resultó tan favorable a los reyes de París como tal
del rey, con lo que se hace consciente, racional y responsable. unión florentina o madrileña, pero, bien que vigilado en su
Y a nada tiene de multitudinario, grosero ni bestial. Se ha hu-, aplicación, el principio merece perdurar, porque contribuye
manizado. L a historia y la estructura de la Monarquía paten­ también al equilibrio de los planos sociales, toda vez que una
tizan que está demasiado interesada en el bien de la nación reina de cuna de pastora es menos apta que una reina nata
para dejar de manejar todos los frenos necesarios ante un a secundar el esfuerzo de su regia pareja; además, un lazo de
caso de conflicto internacional. Muy fuerte ha de ser este ca­ parentesco entre los jefes de Estado, abanderados del dere­
rácter pacífico de la Monarquía cuando aparece aun en pueblos cho nacional respectivo, puede contribuir a la inteligencia, al
germánicos o mezclados a Germania: Luis X V I, al resistir a acuerdo y la paz entre las naciones que conducen. E l medio
los republicanos de la Legislativa, no expresaba menor deseo que preconizamos no siempre es útil, fracasa algunas veces y
de paz que el abrigado por Carlos I-I V de Austria-Hungría aun diremos que a menudo: ¿pero habremos ganado mucho
contra los pangermanistas que lo traicionaban. E l mismo Gui­ cuando no preste el menor servicio en virtud de habérsele
llermo II fué el último defensor de la paz frente a su feroz desterrado totalmente?
pueblo. En parte, puede provenir el fenómeno de que, en su U n rey de Francia así dotado de numerosos elementos de
ser íntimo, la Monarquía hereditaria es el más nacional y al comunicación con todas las Monarquías y las aristocracias del
mismo tiempo el más internacional de todos los poderes. globo, tendría muchas más probabilidades que nuestros presi­
En efecto, a partir de la edad moderna, el régimen de m a­ dentes y sus ministros de realizar un designio de paz con or­
trimonios hace que penetre, en cada generación de las fam i­ den y dignidad. Como no son ningunos charlatanes, los monár­
lias reinantes, en su Corte y, por ella, en el conjunto de la quicos no prometen que la guerra vaya a terminar. Tampoco
nación, como un reguero de sangre, de alma y de espíritu ex­ preconizan, como los demócratas, este “guerra a la Guerra”
teriores que hace que sus pueblos no puedan vivir con dema­ lleno de gérmenes de lucha y que tanta sangre ha hecho de­
siada obstinación concentrados en sí mismos y que el espíritu rramar. Cuando las democracias se ven constreñidas a la ne-
142 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 143

cesidad de servir el derecho o el interés nacional, saben colmar*j ¡¿jp Cuando, treinta y tres años después de Waterloo, la Re­
la medida de hecatombe. L a Historia demuestra que la Monarci pública y sus revolucionarios volvieron al Poder, se dieron
quia es una servidora más prudente, más razonable y más hu-J ÉL buena prisa en llevamos de gran guerra en gran g u erra
mana. Emprende las menos guerras posibles y las emprende a —Crimea, Italia, Méjico— para acabar en la catástrofe de Se-
lo más útilmente que se puede. Su última gran guerra en el •• ¡fídán. Nacida en Sedán, y aterrada por el desastre, la tercera
siglo x vm no fué la segunda guerra de los Siete Años, como.; ' ¡República cayó en el exceso opuesto, que se la aparecía como
se enseña comúnmente (porque su resultado fué fa ta l), sino,, ? un puerto seguro: dedicada más cada día a no pensar sino en
que fué la grande y afortunada guerra de América, comenzada^ $ la paz a toda costa, aun a costa del desarme, se atrajo, al cabo
en 1778 y acabada en 1783 y sobre la que se prefiere no decir 1 j de cuarenta y cuatro años, cuatro de una guerra inmensa, y
nada antes que pasar por el apuro de tener que decir que, aun no sabemos a qué nuevas operaciones sangrientas pueden
si Luis X V perdió nuestras colonias, Luis X V I reparó la culpa arrastrarnos nuestros últimos años de paz democrática des­
de su abuelo, reemprendió la restauración del Imperio colo-'; pués del armisticio.
nial, separó a Inglaterra de sus colonos y dejó establecida la En cambio, en el únieo período no democrático, no repu­
amistad de París y de Wàshington. N o faltaron filósofos que blicano, del siglo xix, desde 1815 a 1848, Luis X V III, C a r ­
reprocharon acremente a la Monarquía esta obra del “gran los X y Luis Felipe supieron concertar el derecho nacional y
Vergennes” 1 como una locura. También reprocharon al mis­ la humanidad asegurando a los franceses una profunda paz.
mo ministro la ruptura de nuestras alianzas, pero, por el solo . Sus limitadas empresas nos valieron ventajas, prestigio y pro-
placer de destronar a Luis X V I, los discípulos de tales filóso­ ’ vecho, tal como la expedición de España, la liberación de Gre­
fos, adueñados de la Asamblea Legislativa, declararon, el 20 cia, el sitio de Amberes, la conquista de Argelia, verdade­
de abril de 1792, la guerra a Europa entera. E l motivo de su ras empresas de antiguo régimen, en las que sólo el Estado
crimen fué confesado públicamente por Brissot desde la tri­ estaba en armas y no se movilizaba la masa del pueblo. H ay
buna de la Convención el 3 de abril de 1793, cuando, acusado que leer este hermoso capítulo en la magnífica Historia de
por Robespierre de haber favorecido a Dumouriez “en contra, Francia, de Jacques Bainville. E n estos tres reinados no hubo
de la libertad”, restableció la verdad recordando que, en los ninguna gran guerra, por más que la quisiera u na parte del
Jacobinos, había sostenido y probado que la guerra era “el pueblo, la parte liberal y democrática.
único medio” de poder acusar al rey y que la Constitución U n Nepoleón m , elegido de la masa pacífica, hechura de
monárquica “no podía caer más que gracias a la guerra” ; que los conservadores, tenía la obligación de mover gu e rra a Euro­
tal parecer fué seguido por la Legislativa que “declaró la gue­ pa entera para aplicar las ideas democráticas y sostener los
rra por unanimidad y sin discusión.” “Fué ella sola— añade
intereses de la “libertad”. Aunque elegido por el mismo parti­
Brissot— , fué esta Asamblea quien, guiada por un principio do, Luis Felipe, príncipe real, pasó dieciocho años de su vida
de republicanismo, declaró la guerra a Austria." A Austria y: defendiendo la paz de Francia contra los caprichos guerreros
al mundo entero. Guerra que duró veintitrés años y costó mi­
de los hombres de la Revolución y del Imperio; si se quiere
llones de muertos a la Humanidad. A Francia le costó su po­
saber cómo lo logró, no hay que olvidar, ante todo, que aquel
derío marítimo en Trafalgar, en 1805, y su poderío continen­
patriota tradicional halló el concurso del vigilante espíritu in­
tal, en 1815, en Waterloo. Tal es el “republicanismo”. T al el
ternacional que albergaban entonces otras dos testas corona­
idealismo republicano. Quiere la paz de palabra, pero de hecho
das: Victoria de Inglaterra y Leopoldo de Bélgica; los tres
lleva a la guerra. )
f trabajaron por el mismo benéfico designio que sus Parlamen­
I. L a fra se no as de un fran cés, sino del am ericano Dr. W illiam tos estaban muy lejos de favorecer. Pero el rey de los fran­
G uthrie, de B altim ore, al cual envío mi saludo desde esta s p á g in a s ! ceses hubiera trabajado por él con menos éxito, y no hubie­
144 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 145
ra encontrado tan seguros colaboradores, si no hubiese to­ |§|más ambiciosos— lo que forzosamente las hará sucumbir ante
mado la precaución de poseer al mismo tiempo ciertos elemen­ ,^jel endemoniado pensamiento de destruirse unas a otras, hasta
tos indispensables para que le, respetaran, tales como buenos jfque el globo se convierta en un desierto— , o el instinto de con­
:i : y sólidos ejércitos, buenos y numerosos navios, con los que ni
< servación hará que pidan de nuevo a la raza internacional de
los más poderosos sentían ningunas ganas de medir sus fuer­ dos reyes que tengan en alto las banderas de sus nacionalida-
zas en tierra ni en mar. Quien es lo bastante prudente para rdes históricas para sostener su derecho, es decir, lo que les es
no abusar de la fuerza, debe ser bastante fuerte para poder 1 (necesario, y, en cuanto a lo demás, negociar las inteligencias
dar el ejemplo de su prudencia. y los acuerdos de la vida común. E n el estado de división en
Quien quiere asegurar la paz, ha de quererlo con decisión, p ie se halla el alma del mundo, hay poca esperanza de llegar
pero debe ponerse en condiciones de que nadie le imponga la pie otro modo al concordato de una verdadera paz. Aun en esta
guerra: ni demasiado amante de su fuerza, ni embriagado por í dulce Francia, en donde hay inteligencia y espíritu de paz para
ella, se guarda de que nada lo arrastre más allá de lo que es de i dar y tomar, un nacionalismo enérgico, robustamente apo-
razón. Esta clase de razón difícilmente va unida a un poder yado en las virtudes guerreras del país, se distinguirá ape­
que la imponga y la practique en tanto que la nación no dis­ onas de un imperialismo revolucionario bonapartista si se con-
pone de una tradición de Estado y de una información de Es-' -,.fía a las zaragatas de los Gobiernos de partido y de los Gobiér­
tado, en tanto que no cuenta con los consejeros y agentes fuer­ nanos de opinión: en tales condiciones, una cierta exaltación po-
temente especializados que el poder con doble carácter nacio­ fpular y, por mejor decir, populachera, será inseparable de los
nal e internacional del rey nato y suscita y multiplica. Y a hemos ^movimientos patrióticos más sensatos: todo se decidirá febril­
visto cómo la Monarquía francesa es legitimada por las nece­ mente, sin clarividencia ni previsión del porvenir. Unicamente
sidades esenciales del país. Si su derecho nacional necesitara jlm Gobierno real tiene medios de actuar sobre la opinión y de
un complemento de razón de ser y una comprobación en el (cooperar con ella sin exasperarla ni excitarla peligrosamente.
exterior, nada habría más justo que invocar los servicios que fj3us capacidades de razón y de prudencia, de maniobra y de
su espíritu federador y moderador es capaz de rendir a la cau­ ^medida son casi ilimitadas, tal como las posibilidades de male­
sa de los pueblos y de la paz. a d o y de delirio en la República y la democracia. E l poderío
“Conocer a Europa como un ciudadano conoce su ciudad”, |jeal va unido a la inteligencia que el sentido nacional agui­
dirá Jules Lemaitre hablando de Su Alteza el señor duque de jona, y las fuerzas del mal, siempre presentes en la vida, son
Orleans, no es ninguna mala condición para llevar nuestros ne­ (reducidas al mínimo de acción nociva.
gocios algo menos mal que la cambiante cohorte de esos mi­
nistros, de los cuales, nueve entre diez, no saben ni una pala­
bra de su oficio antes de dedicarse a él. En su curioso libro
The Purple or the red (Púrpura real o rojo bolchevista), un es­ Los inmensos daños que se han seguido atestiguan en nues-
critor americano, Mr. Charles Hitchcoolc Sherrill, no ha podi­ S-tros días que acaso sea ya tiempo de tener en cuenta tantas
do dejar de expresar su admiración por la severa educación Yerdades, patentes pero desdeñadas. Son verdades generales
que reciben los jóvenes herederos de los viejos tronos de Euro­ ibstractas, y tal como van pueden parecer un poco frías y ale-
pa. Sus funciones representan más cada día una sabiduría ac­ ijadas de la vida. Con todo, ésta se las tropieza a cada paso.
tiva en medio de las democracias entregadas a la demencia y a gCuanto se hace por evitarlas, lleva de nuevo a ellas. Los cam-
la inercia. O las naciones, ebrias de sus intereses y sus pasio­
libios de principio que aconsejan, deben hacerse sin más tardar,
nes, queriéndolo hacer todo por sí mismas y que todo sea para
’orque apenas hay cambio limitándose a cambiar los hombres,
ellas solas, llevarán a las últimas consecuencias sus sueños
es inútil que los mismos hombres cambien, porque ninguno

10
146 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 147

escapa a la constante de la democracia histórica, que les irapi- ^¿ños de 1913, de nuevo comunalista después de su Ministerio
de hacer lo que quisieran o quisieran querer y les hace hacei f i e 1915-17, M. Briand, ha resbalado otra vez hacia el acuerdo
lo que no quisieran o temen querer. Ello es tan cierto, que nue¿. ^ re volucionario con el Extranjero. Acaso cambie de nuevo to-
tros moderados y nuestros patriotas republicanos se encuen­ ".davía. Nunca hemos oído decir que sus transformaciones ha­
tran exactamente allí donde se encontraban sus predecesores yan servido a nadie más que a una clientela sospechosa de sor-
de la Asam blea nacional de 1871, de la buena Cámara de 1893- adidas intimidades.
1898, de la reacción nacional de 1912-1914. P or no haber que­ |#|. Del todo distinto, casi opuesto, he aquí a uno de los anti-
rido tener en cuenta la evidencia, por no haber tenido la bue­ Iguos compañeros de Briand, salido de la caverna de la guerra
na voluntad y los buenos sentimientos que los animaban la »social y de droguería abortiva presidida por una bandera en­
base regular y el resistente apoyo de una Monarquía capaz de cenagada: M. Gustave Hervé prodiga hoy los consejos de re­
hacer perdurable el buen estado de espíritu del país, helos aqui población, de patriotismo y de religión. ¿Qué es lo que v a a
sumidos de nuevo en una crisis de anarquía y de revolución hacer ahora que la muerte de M. Millerand lo ha dejado fuera
que puede costar cara al país y a ellos mismos. ¡Quieran los del Estado? Y aunque fuera presidente de todo y de todos,
dioses cambiar el augurio! Pero nos llevamos instintivamente |¿qué podría hacer sin la reforma de aquél? Cierto que quiere
las manos a los ojos tratando de no ver la mucha sangre ¡reformar la Constitución dentro de la República, lo mismo que,
que v a a correr de nuevo. en 1913, se pretendía corregir el régimen electivo por medio
de la panacea proporcionalista. ¡Adelante, adelante!, le grita
Desde hace sesenta años, nuestros falsos prudentes han
al oído la lógica de las cosas: Hervé se detendrá a dos metros
creído poder suplir la Monarquía mediante esas rectificaciones
de la meta.
de personas, llevadas a cabo ora en la administración, ora en
la Ley o merced a pequeños cambios de postura y de direc­
ción. Cabe registrar estos esfuerzos de adaptación sin conde­ Pero no se ha dado caso más significativo ni más instruc-
narlos demasiado a condición de sentir y hacer que todoa tivo que la aventura del trágico y doloroso Poincaré. H abía
sientan su inconsistencia e inanidad. llegado a ser el hombre de Francia, y ni las instituciones, ni
¿Quién ha dado más pasos hacia la derecha que el presi­ las leyes, ni los partidos, ni los hombres del clan concurrente
dente de la República saliente? E l Millerand de 1924 no se hu­ le han despojado de este título, ni lo han arrojado de tan her-
biera reconocido en el Millerand de 1894 si se le hubiera podi • moso puesto, sino que han sido el espíritu del régimen, la idea
do tropezar en la calle, y sus sueños del Elíseo perseguirían de República, su secreta vergüenza de haber dejado de pa-
como a un fantasma inadmisible el recuerdo de sus campañas recer republicano ortodoxo.
contra su predecesor Casimir-Périer; al amigo ferviente de I, Antes de la guerra, simbolizó la reacción contra el desar-
me, contra la incuria militar y contra el antipatriotismo. Dió
Dreyfus, el que en 1899 amenazaba con separarse del gabinete
Waldeck-Rousseau si Dreyfus no era inmediatamente indulta­
do, le costaría trabajo reconocer en su espejo al ministro
■la fórm ula de la “unión sagrada”. Unos puntos de vista exae-
tos sobre Europa, Alemania y la paz lo distinguieron luego de
de la Guerra de 1912 que declaraba querer el restablecimiento Clemenceau. Su civismo indiscutido, su probidad intacta ha-
del Ejército francés en el mismo estado en que se encontraba cían de él algo aparte de Briand. Ante las dificultades de la
antes del affaire Dreyfus, Pero cayó. Si acaso sube de nuevo, paz, había habido que llamarle de nuevo a grandes gritos
no podrá ser más que a uno de los sillones desde los que nada en 1921, y en 1922 quedaba casi impuesto como el hombre ne-
durable ha podido hacer. cesario por el anhelo de toda la derecha del país. Como él se
Otro famoso adaptador: boulangista en 1899, anarquista había lamentado de su impotencia en el Elíseo, se le entregó
en 1900, reaccionario en 1910, colaborador de la ley de tres fel Quai d ’Orsay. Desde allí empezó una política extranjera de
148 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 149

derecha; sus apoyos, sus sostenes, hasta sus consejos, no ve­ de lo que se resintió casi en seguida la política exterior, que apa­
nían de otro lado entonces; el mundo republicano, casi por en­ reció menos independiente de Inglaterra, menos decidida frente
tero, mostrábase refractario a una política de acción enérgica a Alemania y, sobre todo, indiferente e inaccesible a las oca-
en Alemania; el futuro presidente del Senado, hoy presidente’ , siones • de obrar que ofrecían los acontecimientos. Las malas
de la República, M. Doumer, se pronunciaba ante sus electo­ lenguas hablaron de un Ministerio Briand sin Eriand. A sí pa­
v res del Gard contra “la política del Ruhr” . Pero apenas hubo recía, en efecto. Cuando la ocupación del Ruhr determinó en
entrado en el Ruhr, M. Poincaré no pudo habituarse a su es­ Alemania una recaída en ese caos espontáneo que siempre fué
colta de nacionalistas y monárquicos: mentalmente retroce­ la providencia del mundo, la propicia coyuntura no fué uti­
día, dudaba, hacía examen de conciencia, comenzaba a hacer­ lizada por M. Poincaré, el cual permitió que Alemania se re­
se oposición a sí mismo. constituyera y dejó ver que a nada se atrevería para im­

Su entrada en el Poihr es del 11 de enero de 1923: once pedirlo.


días después de este golpe de audacia, sin día que le siguiera, Ante el éxito a medias de su puñalada trapera, el enemigo
le tendieron un lazo y cayó en él. Cayó en él tan de Deno como \ se atrevió a más, y, con todas las fuerzas y todas las compli­
pudiera desearlo el sanguinario complot de los enemigos del cidades administrativas que encontraba en Francia, armó el
interior y del exterior: la bala del 22 de enero que derribó a * , brazo en ese misterioso asesinato de Philippe Daudet que, tras
un héroe de la guerra, Marius Plateau, fué disparada de acuer­ haber impresionado por un momento a M. Poincaré, no le en­
do por la anarquía, Alemania, los políticos y los policías del señó nada, sino que sirvió para acrecentar su temor de no encon­
clan de CaiUaux. Pero M. Poincaré no se dió cuenta de eUo; ' tra r s e lo bastante cerca de las izquierdas. Murió nuestro Barres,
no supo ver que querían encerrarlo en una alternativa que hi- ! con lo que se apagó una fuente de sugestiones y advertencias
ciera totalmente imposible la resurrección de la unión sagrada > que hubieran preservado a M. Poincaré de la suprema equivo­
para lo del Ruhr. Con todo, la realidad política y moral, tal . cación. Cada día más entregado a las fuerzas republicanas
como el enemigo la había visto, era ésta: o el jefe del Gobierno avanzadas que vuelven la espalda al progreso, M. Poincaré fué
hacía justicia, o se negaba a hacerla; si la hacía, entraría en el pasmo del mundo permitiendo la fiscalización de nuestra
lucha con su propia policía, con sus propios funcionarios, de­ política palatina por los ingleses y la acometida de ios prusia­

fendidos por todas las izquierdas, y Alemania se aprovecharía nos contra los separatistas y federalistas palatinos. Cuando las
matanzas de Pirmasens y de Kaiserslautern fueron como la
■i : de las incidencias de una crisis así provocada; si negaba la . *
señal de muerte para ia política francesa renana, el mundo
justicia, si no se preocupaba de estudiar el macabro desfile de
muertos— Marius Plateau, Gohary y Joseph Dumas— , si dejaba anglosajón volvió a ser dueño de los asuntos de Europa y la
i'
diplomacia inglesa se desquitó con creces del fracaso de 1922
pasar sin reacción enérgica esta serie de asesinatos, de falsos
suicidios, de falsas muertes súbitas, el enemigo descontaba una cumpliendo el juramento que habían hecho en diciembre de
ruptura inevitable entre M. Poincaré y sus aliados de derecha. 1921 la Corona, el Parlamento y el pueblo de Inglaterra, acor­
Desgraciadamente para él, M. Poincaré cerró los ojos. A pesar des en el mismo programa: si los franceses entran en el Ruhr,
de eDo, la ruptura soñada en Berlín no se produjo; los monár­ la libra subirá a cien francos. M. Poincaré estuvo directísima-
\l
quicos patriotas se negaron a hacer lo que el enemigo deseaba; mente informado de esta amenaza, inmediatamente puesta en
el enfriamiento fué apenas perceptible y quedó cubierto y disi­ práctica, ya que la libra empezó a subir. L a ofensiva financie­
mulado merced a la decidida voluntad de los hombres de dere­ ra hubiera debido dictar decisiones de energía y de rapidez.
cha. Pero se sintió cómo se distendía el lazo natural que ha­ Menester era obrar de prisa y bien, para poner a Inglaterra en
bía constituido la fuerza y la autoridad de la política del Ruhr presencia de hechos consumados. N o había que entregarse a la
y se reanudaron lazos nuevos con los hombres de la izquierda, esperanza de una acción progresiva que procediera por pe-

1
DISCURSO PRELIMINAR 151
150 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

bándolo, que es lo que los hombres de derecha habían previsto


queños golpes y persiguiera una política a largo plazo1. Una
y predicho cuando le anunciaban que no lo derribarían, que lo
acción paciente copiada de los reyes de Francia hubiera exigí,
dejarían que él mismo cayese al peso de sus ideas de izquier­
do la Monarquía que M. Poincaré no pensaba en lo más mí­
da o de sus hombres de izquierda, tal como sucedió.
nimo restablecer, y, como no se había dado prisa, la ofensiva
Pero no es únicamente un hombre lo que cae, M. Poincaré,
financiera lo alcanzó. L o ganó en rapidez en el momento en
ni otro hombre, M. Millerand, sino todo un sistema, o, si se
que el esfuerzo mesurado y local sobre el R uhr empezaba a
prefiere, toda una ilusión de bienandanzas nacionales lo que
dar frutos, y en este momento fué cuando se vió obligado a
se desvanecía en el momento en que la situación de Francia y
abandonarlo todo o a dar a entender que lo abandonaría. Las 1 ¿A
del mundo las hacían más necesarias: las relaciones con la
fuerzas de izquierda, arrogantes de nuevo, le impusieron ver
Santa Sede y la reforma de las humanidades; una concepción
daderas cascadas de concesiones al exterior. É l no se embarazó
de la cuestión alsaciana que tendía a descentralizar el resto del
para llam ar en su ayuda todas las virtudes subversivas y todas
territorio según el modelo alsaciano y lorenés, en vez de some­
las ideas destructoras que la República entraña. Se optó por
ter a la Alsacia y la Lorena al uniforme derecho administra­
recurrir al Extranjero antes que atenerse a los planes financie­
tivo de la República; una revisión del estatuto de las Con­
ros que las derechas aconsejaban. Los millones que hacían fal­
gregaciones que permitiera a algunas de ellas el estableci­
ta inmediata se hubieran conseguido con la venta o promesa
miento de noviciados y nutrir de personal nuestras florecien­
de venta de los monopolios del Estado. M. Poincaré y sus con­
tes y precarias misiones de Oriente; una legislación y una
sejeros prefirieron a este recurso nacional la hipoteca finan­
vida administrativa más flexibles, una vida civil más toleran­
ciera y política de los americanos. Los que habían denunciado'
te y, en fin, todo cuanto los espíritus moderados, cuando al
la finanza internacional le presentaron armas. Pero aquella
mismo tiempo son patriotas y se preocupan del porvenir, pue­
finanza exigía que se aumentaran los impuestos, que se dismi­
den desear de orden, de fraternidad, de eficaz patriotismo en
nuyeran los empleos, que se cercenaran los sueldos de los.fun­
el Estado y en los detalles todos de la vida social en que el
cionarios, todo lo cual presagiaba una enorme ola de descon-*
Estado participa. E l nuevo sueño de República aristócrata y
tentó. M. Poincaré se abroqueló en heroísmo republicano; por
de República burguesa tuvo exactamente la misma suerte que
lo menos, era preciso aplazar las elecciones; pero no, M. Poin­
el concebido por M. Méline en 1896 y antes por M. Thiers.
caré se negó también, considerando el expediente dilatorio como
Pero Thiers cayó por la aversión de la derecha monárquica
“un abuso de confianza contra el sufragio universal”. Como la
y el Ministerio Méline por las impaciencias de los nacionalis­
ficción republicana pretende que todo acto razonable, toda idea
tas. E sta vez no hubo tal cosa. L a reacción nacional y social
justa han de ser necesariamente comprendidos y compartidos
había sido tan discreta y tan tímida, que empezó por olvidar­
por el espíritu luminoso y el levantado corazón de todo elec­
* se de ejercer el poder instalándose en la plaza Beauveau y ter­
tor, así habían de serlo los impuestos por el contribuyente y
la supresión de empleos por el funcionario. Y como no era ni minó por abrir de par en par la puerta del poder a sus -enemi­

un héroe ni un santo y no estaba dispuesto a pagar más im­ gos, a los peores de ellos. ¡Pobres, pobres republicanos na­
puestos, ni a recibir menos pensiones, ni a perder el provecho cionales! Se creían unos grandes políticos porque no se atre­
de las funciones remuneradas que lo sostienen, el elector con­ vían a nada ni pensaban en nada. Respondían a quienes les
testó a la confianza de M. Poincaré de la única manera que aconsejaban decisión y previsión, que “el sentido de lo posi­
le era posible: votando en favor del campo enemigo y derri- ble” alumbraba su marcha, como si lo posible así concebido no
fuera la insuficiencia misma y el camino fatal de la derrota.
1. E l a u to r de estas -lineas puede en v an ecerse de h a b e r señalado, L a segunda experiencia Poincaré ha fracasado por sí mis­
y a en seU em bre de 1922, en L ’A ction F rançaise, todo el v a lo r d e e sta ma, por obra y gracia propias, y la República ha fracasado
advertencia, m ás de u n año an tes de que los hechos la confirm aran.
152 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 153

con ella. L a República no tiene nada mejor que M. Poincaré. .. para sustraerse a la ley no habrá conseguido más, después de
Su talento era la última carta del régimen. Esfumándose de tanta experiencia, que consolidárla.
este modo, probablemente por causas de fatiga ante unas ame­
nazas más fuertes que él, pero, en fin, comoquiera que sea, Mientras se debatían contra ella, ¿qué hacíamos nosotros?
envuelto en el más sorprendente remolino de imprevisión y de Pues repetir la advertencia. N os esforzábamos en ilustrarla,
indecisiones que hayan preparado jamás la agonía de una in­ >én precisarla, en desarrollarla. Lo decimos sin vanidad, ya
fluencia y la pérdida del gobierno, M. Poincaré merece ser que mfestro mérito ha sido nulo, porque hubiera sido dema-
contado como un excelente apologista de nuestras ideas, ya siado difícil equivocarse en una materia en la que, en verdad,
que no sólo ha hecho la demostración que no quería hacer, sino *r es el error lo que hubiera requerido arte y talento.
que ha hecho al mismo tiempo lo contrario de lo que preten­ > Por lo demás, nunca me he hecho la ilusión de que una
día. Él, que soñaba con demostrar la inanidad de nuestros ^ ■tan amplia amalgama de argumentos y experiencia, elabora-
temores y nuestras esperanzas, ha hecho todo lo contrario de ~b da durante veinticinco años, pudiera desvanecer la leyenda de
su deseo de ver triunfantes, al fin, de un mismo golpe, la na­ mis sofismas. ¡ H ay tantas gentes interesadas en aferrarse a
ción francesa y ei regimen republicano. N o poema dolerse de olla.! Pe ?q he podido comprobar arenas han contestado
que nosotros hayamos hecho el menor esfuerzo para alterar . cuando yo les decía y repetía: “ ¡Veamos, pues! Y a que el autor
la pureza de la experiencia ni su valor demostrativo. Lo he­ .^gde la Encuesta sobre la Monarquía razona tan mal, o de tan
mos ayudado con toda nuestra alma en la parte francesa de :• mala fe, será posible y fácil el cazar al correr de la pluma, en
su ruda empresa. Lo hemos defendido contra sus amigos (se­ un libro tan voluminoso, los argumentos deficientes, el razona-
gún él, demasiado; lo preciso, según nosotros). E l resultado ümiento insidioso, las señales de duplicidad intelectual...” Y na-

indiscutible ha sido el que han dado y forzosamente debían die ha recogido nunca honestamente el desafío.
I Verdad es que los publicistas republicanos han creído co-
dar las fuerzas que entraban en juego. ¿Contaba siquiera con
Igerme en falta en un punto. Desde hace veinticinco años, se
un partido, fuera de nosotros? Desde el momento en que quiso
pasan de mano en mano el mismo trozo escandaloso sacado
prescindir de su política de derecha, de una política monárqui­
I de las mismas páginas 476-477 y que, por su belleza, voy a re­
ca sin Monarquía, pero que hubiera llevado a la restauración
coger en el frontón de este pequeño monumento, pero no tal
de ésta,. entregóse a las aventuras que comprometían la vida
tomo lo han citado, truncado y mutilado, sino reponiéndolo tal
de Francia. Leamos de nuevo, en el libro I de Kiel et Tánger
átomo es, en su sitio y a su tenor.
el error de los republicanos moderados. Releamos, en el capí­
^ Creyendo que yo aportaba una infalible receta de Cons­
tulo V del nuevo Kiel et Tánger, el ocaso de la experiencia
titución escrita, negro sobre blanco, o, como decía él, “un sis-
Poincaré. Lo mismo que en 1895, cuando los jóvenes ministros
* tema armoniosamente combinado”, un contradictor a quien
pretendieron llenar una función sin órgano; lo mismo que en
1913, cuando Sembat repetía traed, al Rey, o, si no, poned fin
I yo había hecho ver las ventajas positivas, pero, como todo en
íe l mundo, relativas de la Monarquía, me pidió unas seguri-
a una política monárquica; derribad la República, y, si no, de­
jad de consideraros como los buenos gerentes de los asuntos
Iü dades absolutas, fijas, contractuales, jurídicas, contra la repe­
tición del desastre de 1789-1793, porque— decía él con insis­
de Francia, lo que ocurrió ayer se repite hoy, como se repe­ tencia— “ lo que ocurrió una vez, puede repetirse”... Natural
tirá mañana. Los hombres no habrán vagado tanto, andado y era el contestar que, comoquiera que fuese, teníamos la expe­
cambiado tanto, más que para hallar de nuevo, a fin de cuen­ dí rienda, que hablaba, y que sus consejos luminosos habían de
tas, la misma verdad política esencial, comprobación de cons­ permitir escapar a la fatalidad de monótonas repeticiones. Pero
tantes que no pueden variar. Todo esfuerzo, violento o sutil. mi hombre repetía: “ Contra el peligro de un rey que por su
154 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUIA
DISCURSO PRELIMINAR 155

culpa nos trajera de nuevo una República tan repugnante como!


crítica republicana en gran pompa se ha creído en el casa de
la que tenemos, ¿qué medio de defensa ha estudiado usted es-'»
aislar las palabras “una institución que no cae más que cada
peciálrmnte?...” Probablemente yo me hubiese puesto a estu-
ochocientos años, cada treinta y tres reinados.”
diar estos medios de defensa después que la Monarquía restau- ^
i Lo siento por tratarse de un teorizante de la justicia, que
rada hubiera sucedido a esta repugnante República; la restan-jj
»supongo la desea también en crítica literaria, pero creo que
ración era y es previa a todo. Redactar artículos de Consta
fué M. Guy-Grand el primero que extrajo, en tiempos ya muy
tución para prevenir anticipadamente un peligro tan partí- ']
remotos, esta pequeña frase para ponerla al servieio de inte­
cular, se me figuraba como un lamentable pasatiempo. Con-’!]
reses más pequeños todavía. N o podía dejar de imitarle Mon-
testé, pues, con cortesía, pero con una mezcla de buen y de’
sieur Parodi en Tradicionalismo y Democracia. Le siguió Thi-
mal humor, sazonado de un grano de impaciencia: -
baudet, que vale más, sólo que donde yo decía “salida de tono”
Ííf
Si he entendido bien, no se trata de buscar responsabilidades ni él dijo “bromazo”, lo que habrá que tenerle en cuenta. E n fin,
siquiera causas. M. Copin-Albancelli viene a decir: — “A pesar de en el epílogo de un volumen electoral, bastante escandaloso
la excelencia teórica y práctica de la Monarquía, la Revolución se *| desde el punto de vista de la inteligencia, pero certeramente
consumó. Supongamos que se restaura la Monarquía: ¿qué podría , titulado L a Política Republicana, en el que M. Bouglé se ocu­
impedir el que la Revolución se repitiera?”
paba de los “sofismas de la reacción”, la frase de los ochocien­
Como se me está hablando de una monarquía genuina, es decir,
tos años y los treinta y tres reinados, arrancada de su sitio
tradicional, hereditaria, antiparlamentaria y descentralizada, puedo
y desprovista de su verdadero sentido, reaparece escoltada por
prescindir de ocuparme de los funestos acontecimientos de 1830 . ^
y 1848, de los que no se me ha dicho palabra. De lo que se me este comentario: “ ¡Oh belleza del espíritu matemático aplica­
habla es de 1789, de 1792, de 1793... He de hacer notar que estaa do a la historia de F ran cia!" H e de decir a M. Bouglé que me
catástrofes fueron; que son hechos; por consiguiente, hechos pa- ’ i ; ’ parece un mal republicano. U n monárquico de buena fe ja -
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sados; que, en A AM
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más hubiera sometido el cerebro de un Delfín de Francia a
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sucumbió el trono tenían un poder y una extensión enormes y que, semejante trato sofístico, y una conciencia respetuosa del ré ­
de resultas de todo el período precedente, la resistencia del trono y _ gimen electivo no debería servir al elector soberano semejante
de sus defensores había quedado reducida a un mínimo. U n con­
información fraudulenta, semejante interesada mentira, p o r
curso de fuerzas tan extraordinario, por una parte, y de desmayo
lo demás, nada más honroso* pára nosotros que la obligación
por otra ¿volvería a repetirse? Es posible. Pero tampoco es impo­
en que una vez más se ha visto el adversario de desnaturalizar
sible lo contrario. N o obstante, si bien un historiador borracho de
mala metafísica puede conmoverse ante este fantasma de la Revo­ y rebajar nuestras ideas para poder discutirlas. N o s acusa de
lución, al filósofo reflexivo le deja indiferente, porque, en fin de | sofistas y, cuando le conminamos a que cite dónde está el
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cuentas, aquella fué laa
única ocasión AH M
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que, en un espacio de más |; sofisma, he aquí de qué modo manipula los textos y los hechos.
de ocho siglos y treinta y tres reinados, la Monarquía capeta re- -■ Z ¿Qué más respondieron? Nada. Me lanzaran algunos adje­
sultó inferior a su papel. Frente al historiador idólatra e hipno­
tivos calificativos. Y o no sólo era un sofista, sino también u n
tizado, esta Monarquía puede definirse como una institución que no
mal profeta, y Basta un profeta de desgracias. Parece que mi
se cuartea ni se derrumba más que cada ochocientos años y cada
treinta y tres reinados; y aun para ello es menester que se produzca Encuesta de 1900 fué un anuncio de la derrota de Francia, e n
el más enorme de los huracanes humanos que jamás se haya visto vez de un anuncio de la victoria de 1914. Es fácil contestar
desencadenarse. Tantee molis erat. que anunciamos la victoria cuando ésta nos pareció posible
después de la reorganización material y moral de 1912, des­
E s ta es la salida de tono colocada en su sitio. D e todo este pués de este “renacimiento del orgullo francés” cuyos artífi­
cuadro de ideas perfectam ente razonables y medidas, toda la ces hemos sido. Predijimos la victoria en 1913, lo que ya está
156 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA *
DISCURSO PRELIMINAR 157

b ien 1, pero, antes de la experiencia Poincaré, tras el desastre! i la invasión extranjera y a la revolución, prevenir tales aconte­
dreyfusista, entre 1900 y 1909, 1909 y 1912, era conveniente; cimientos y, a sangre fría y con la cabeza tranquila, combinar
necesario decir, coincidiendo en esto con un general cuyo en­ algunos medios serios para impedir que todos estos males que son
tusiasmo republicano nadie discutirá, M. de Gallifet: “ ¡A y ^ seguros resulten m ortales, es el segundo de los deberes de los pa­
que no venga una guerra, porque estaríamos perdidos!” Estam­ triotas conscientes si son además clarividentes y saben que el
pé estas palabras como epígrafe de un libro de Eiel et TángerA primero de ellos es intentar lo, imposible para parar el tren antes
y, precisamente repitiendo estos justos gritos de alarma, losl de la ca tá stro fe...
buenos franceses hicieron imposible el mal irreparable que' No cabe que nosotros deseemos y «esperemos el mal, pero tam­
poco podemos evitar que tantos errores políticos lo engendren. ¿ Ha­
temían. N o hay muchos de estos gritos de alarma en la En­
brá que privarse de preverlo o evitar caritativamente que se con­
cuesta, pero puede decirse que de toda ella emana este 5
tribuya a él?
obscuro y certero, generoso y útil espanto. Compasión me ins-
piran los ciegos y perversos que no hubieran sentido semejan­
te terror en los tiempos en que desfilaban por el Ministerio de No pudimos parar el tren antes de la catástrofe, pero con­
la uuerra los sauoteadorcs ,a cie^ensa del país. tribuimos a detenerlo a alguna distancia del abismo en que la
Quedaba el que alguien nos motejase de mal francés. Y no nación corría peligro de sucumbir. Sin poder impedir la gue­
faltó. En aquella misma época en que hubiera sido insensato i rra, obligamos a los poderes republicanos a prepararse a ella.
contar con la victoria, y cuando la amenaza de la catástrofe H i*. Gracias, en parte, a nuestras advertencias, que nadie hubiera
nacional se perfilaba sobre nuestra espantosa falta de prepa-"i reemplazado, nos encontramos en disposición de no sucumbir
ración, tan consubstancialmente ligada al régimen que de nue- * m brutalmente, de hacer frente y resistir; con algunos centenares
vo nos lleva a ella a grandes pasos, examinamos el deber de : de millares de pechos palpitantes se sustituyó en el Ejército
una revolución monárquica, que la catástrofe o los pródromos el armamento que había descuidado un régimen de traición.
de la catástrofe acabarían imponiendo, y nos objetamos a nos­ Y ahora son los autores y los cómplices o los instigadores de
otros mismos en estos términos: esta traición, son hasta aquellos que en 1912 se preparaban
% para aprovecharse de la victoria enemiga, son los cómplices
• *
Alguien podrá decirnos: — ¡Pero, entonces, usted da ya como del Bonnet Rouge, los alemanes del interior, quienes nos re­
inevitables las peores noticias! ¡Cuenta usted con los prusianos lo prochan el haber invocado contra la República la eventualidad
mismo que al día siguiente d e ,Sedán, o con los aliados lo mismo de un Lang-Son, de un Sedán y de un Waterloo, a la que ella
que después de Waterloo! nos arrastraba y que ellos mismos fomentaron fríamente. El
Encarecemos al lector que no se deje desmontar por habilida­ temor de semejante desdicha es motejado de criminal por quie­
des verbales que no son argumentos, sino simples tonterías. A lg u ­ nes cometieron el doble crimen de atraerla formalmente y rea­
nas veces nos da pena de ver éstas expresadas por plumas dignas, lizarla materialmente. Los legatarios y beneficiarios del Cuatro
bien intencionadas y que juzgan patriótico esta clase de lenguaje.
de setiembre, los teorizantes y practicantes de las revoluciones
Si hemos de replicar, repliquemos que m ás vale echar cuenta de
frente a la victoria enemiga, nos reprochan el haber planteado
las m alas noticias que hacerlas inevitables, tal como hacen los in­
la cuestión de saber cómo sería posible salvar a Francia del
sensatos que están en el Poder o sus inocentes colaboradores y
cómplices de la derecha nacionalista o de la derecha reconoce- mismo repetido abismo.
mentera. Calcular que un régimen de tal modo forjado, de tal modo E n estas condiciones, me ha parecido que no era digno de
dirigido y tan débilmente atacado por la oposición conduce al país este libro cambiar una tilde de él. Tal como apareció antes de
la guerra, así reaparece ahora, lo mismo que los opúsculos que
1. V er L ’Allée des pHilosophes: “Viendo v en ir la g u erra.” lo completan: JJna campaña monárquica en el “Fígaro’’ y Posi­
158 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA DISCURSO PRELIMINAR 159

bilidad del golpe de fuerza (1). Lo reedito sin miramiento a las •les... Mi viejo capítulo Dictador y Rey, decano de les de este
pequeñas modificaciones que se han producido, ya en la acti­ viejo libro, planteó la doble cuestión ya en 1899, y hoy segui­
tud de las personas, ya en el matiz de los distintos aspectos mos desafiando a la República a que la resuelva o la plantee
de algunas cuestiones de segundo plano: la medida en que' siquiera1. De modo que todo continúa igual o todo vuelve.
nuestra obra resulta anticuada es harto menguada para Aquí oigo jóvenes voces leales y amigas como las de
que deje de servir a subrayar la inquietante y doloro­ MM. Georges Suarez y Kessel replicando que soy yo quien
sa identidad de todo lo esencial de los acontecimientos, de las; fuerza este retorno de la3 ideas y de las cosas que fueron, que
ideas, de las amenazas y dé los problemas de hace veinte años' es por la arbitrariedad o las naturales obsesiones de mi espí­
con los acontecimientos, las ideas, las amenazas y los proble­ ritu y las voluntarias sutilidades de mi dialéctica. Así lo en-
mas de hoy. E l asunto Dreyfus sigue siendo el lógico prefa­ ' tienden ellos *. Y esto me hace concebir un inmenso deseo de
cio de la Gran Guerra. Él estableció, a partir de 1900, e l. llamar a estos muchachos, de cogerles las manos, de sentar­
dominio sin limitación de los cuatro Estados confederados los, quieran que no, en la silla de operaciones y, adaptándoles
— Judío, Protestante, Masón y Meteco— , y el fracaso de l a , las pinzas de párpados, sin las que nada conseguiríamos, exa­
experiencia Poincaré cede el sitio a la dominación de los ex- , minar si no tendrán alguna catarata o nube en los órganos de
tranjeros del interior. L a victoria no disminuye en nada la visión... Pero no, ya sé que gozan de buena salud. ¡Que me
importancia de la cuestión de la salvación de Francia. La place! Y su vista es clara. H ay otra cosa en su caso. Estos
amenaza alemana, atenuada al presente, resulta agravada jóvenes han sido y volverán a ser admirables soldados. El
y complicada con otras muchas amenazas para el porve­ deber cívico concreto lo cumplen a maravilla en los cuadros
nir. En fin, el problema de la vida nacional sigue entrañan-- de su municipio, de su provincia, de su patria o de su profe­
do las dos cuestiones insolubles para el régimen: necesidad de sión. Sólo, a despecho del cloroformo republicano, su buen
autoridad, que una República anárquica no puede emplear sino sentido francés no les ha permitido aún acostumbrarse a la
contra sus adversarios, sin que le sea posible aplicarla a sus idea de que son, en parte alícuota, soberanos responsables de
partidarios, a pesar de ser éstos unos perturbadores natos, las cosas y de que la dirección del Estado depende de su voto
y necesidad de libertadles, necesidad de autonomía, de econo­ y de su manera de pensar. Por tanto, son escépticos. Se ríen
mía, de descentralización rural, municipal y provincial, con que, alegremente de todo. ¡Se ríen, los condenados! Se ríen del can­
una democracia naturalmente centralizadora, “estatista y de- didato y del elector, del elegible y del elegido, y se ríen por
rrochona”, según frase de Le Tempe, no es capaz de avenirse encima de todo de mi civismo y mi republicanismo ingenuo; el
verdaderamente. L a República moderada no ha podido descen­ republicanismo que se ocupa con angustia, como yo hago, de
tralizar y la República radical centralizará. L a República pa­ los asuntos públicos y que se apasiona por ellos; este es el
triota no ha podido tener una política nacional sana y sen­ que les parece más ridículo de todos. ¿Yerran? Algo. ¿Acier­
sata. L a República antipatriota nos trae de nuevo la política tan? Mucho. ¡A y, qué buenos, qué hermosos, qué excelentes
antinacional de extravagancia y de inercia. Esta nos empujará súbditos para un rey! ¡Y cómo, sin saberlo, confirman con su
a los peores extremos en estos dos puntos en que la otra R e ­ despreocupación misma la verdad monárquica! Pero nos falta
pública ha hecho patente su impotencia para el bien. el Rey. Falta reconstruir la Corona. P o r tanto, no hay quien
Pues todo está aquí, todo consiste en estos dos puntos, a
estos dos puntos se refiere todo. Autoridad arriba, libertades
1. V éase, so b re el segundo punto, e l libro que publiqué en 1904 en
a b a jo ; autoridad previsora, franquicias locales y profesiona- colaboración con M. P aul-B oncour, L a R epública y la descentralización,
reeditado por la N. L. N. en 1924.
1. E ste segundo opúsculo se b a om itido e n lá. p re se n te traducción. 2. V éase el m aravilloso libro de MM. G. S uárez y J. Kessel E l IX
(N, del 2\) de M ayo.
160 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

vele por nuestros intereses nacionales. E l enemigo nos espía'


¿dónde está el amigo que nos defienda?
Estoy un poco resentido con MM. Suárez y Kessel por haber­
me concedido el honor de su atención sin concederlo a la triste
realidad por mí señalada de que no hay quien vele al país en­
fermo ni quien lo proteja. Y o creo, jóvenes, que eso debiera in­
teresaros. Es la guerra o la paz, la vida o la muerte. Vuestra
vida o vuestra muerte, mucho más que la mía. ¿Cómo, pues,
podéis perder el tiempo ocupándoos de un anciano sin impor­
tancia? ¿Qué os importan la clase de su espíritu y de su fun­
cionamiento cerebral? N o se trata de saber si el interlocutor
de la Encuesta tiene o no talento, amabilidad y medida, sino de
si tiene razón. Deberíais avergonzaros de substituir el sentido
'de su palabra con el retrato del hombre que habla, la lógica
de la verdad que la psicología o la fisiología del lógico, hijo de
un día y que otro día desaparecerá. ¿Es verdad que tengo los
ojos azules ? Acaso sí. MM. Suárez y Kessel me enteran de ello,
APENDICES
pero, mientras veían y anotaban esta maravilla, de que no me AL DISCURSO PRELIMINAR
lamento, han sido capaces de pasar de largo junto a la formi­
dable pregunta: L a institución de una Monarquía tradicional,
hereditaria, antiparlamentaria y descentralizada, ¿es o no de
salud publica?
Con todo, se trata nada menos que de la salud de Francia:
nuestra salud y la de todo lo que de nosotros puede renacer
o sobrevivir.
, P '
162 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

M. Paul Bénazet, escribía el 18 de julio de 1814 en Le Mai », *

“A sí es que, por más que se diga, la explicación de nuestra inJ


suficiente preparación material está evidentemente, en parte prin.
cipalísima, en la comparación de los créditos consagrados a la de­
fensa nacional. — “Mientras que a partir de 1906, los alemanes
gastaban 1.400 millones en armamento, como decía con mucha ra­
zón el otro día M. André Lefèvre, nosotros no gastábamos más que
700 millones. Por consiguiente, de haber habido algo de que sor­
prenderse, no hubiese sido de que tuviéramos un material de ga-,
rra menos perfeccionado, sino de que estuviéramos tan bien pro­
vistos como ellos habiendo gastado menos”...
’’Escatimar los créditos de la defensa nacional para equilibrar';
un presupuesto es un procedimiento fácil. Durante muchos años, fué
constantemente seguido a este lado de los Vosgos sin que nadie
se preguntara si no llegaría un día en que fuera preciso llenar a '
toda prisa, mediante empréstitos o como fuera, el abismo que im­
prudentemente se abría. • .
’’Porque, mientras nosotros reducíamos nuestros gastos, Alemania- í
aumentaba los suyos. P a ra darse cuenta de ello, no hay más que
echar una ojeada sobre los gráficos, en los que se destacan elocuente­
mente, a partir de 1900, los esfuerzos respectivos de las dos naciones.
Por decirlo así, constituyen la tangible expresión de nuestro error.
"En nuestro país, dos ondas sucesivas, dos curvas descenden­
tes, ¡ay!... Una que va de 1901 a 1905 y que bruscamente se inte­
rrumpe por el teatral golpe de Tánger. Después, durante dos años,
viene un alza. Los ministros Berteaux y Etienne se ven obligados,
con la aprobación de la Comisión de Presupuestos, a gastar más
de 200 millones fuera de presupuesto para reaprovisionamos preci­
pitadamente.
’’Esta advertencia tan cruel debería habernos servido de algo;
por el contrario, desde 1906 a 1909 hay una nueva caída a la que ue
corresponde del lado alemán una fuerte ondulación en sentido coa n-
trario.
Los gastos extraordinarios verdaderos de guerra caen en Fran­
cia de 137 millones en 1906 a 92 en 1907 y después a 60 en 1908 y
a 66 en 1909.
’’Hasta 1910 no vuelven a subir a 95 millones. Durante estos
tres años, Alemania, lejos de imitarnos en nuestras reducciones,
gastó :
i-:.' En 1907.... 193 millones contra 92 que gastamos nosotros.
En 1908..... 241 ” ” 60 ” ”
En 1909..... 215 ’’ ” 66 ” ”
í '* : ’’Total, 361 millones más que nosotros. Con esta suma hubié­
ramos podido, lo mismo que ella y al mismo .tiempo que ella, cons­
truir un material moderno en artillería pesada análogo al que es
causa de su superioridad presente...
164
1 9 0 1 -1 9 1 3

LAS ECONOMIAS RUINOSAS

A L G U N A S C IF R A S S O B R E L O S C R E D IT O S M IL IT A R E S ANTES DE LA GUERRA

“L a o p i n i ó n pú bli& a , q u e es e n e s t e p a ís s o b e r a n a y q u e a m e n u c io a
l a m e n t o y .a los m i n i s t r o s , ha ig n o r a d o d u ra n te m u c h o t ie m p o lo e n o r m e d e l e s ­

ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA


fu e r z o de n u e s tr o s v e c in o s
(P a la b r a s del m in is tro de la G u erra en el Senado, el 13 de ju lio de 1914.)

III. G ASTO S
I. C R E D IT O S P A R A E L M A ­ I I . G A S T O S D E U T I-
M IL IT A R E S
T E R I A L (en m illon es) LLAJE (en m illo n e s ) O B S E R V A C IO N E S
E x tra o rd .
NOMBRE!
S olicitad os por
de los T L o s presupuestos se hacen h a ­
p b itu alm en te p a ra el año que
m in istros sigue, p or lo que en las c i­
o'w og, fra s de 1901-1906 h a y que v e r la
de la G u erra Años
a
o s<í S& esponsabilidad de los m inistros
del año a n te rio r con el resu ltado
w 2. de los a con tecim ien tos d e sa rro ­
llados du ran te el m ism o. E x p lic a ­
do así el sen tid o de este cuadro,
se v e q u e:
D esde 1900 a 1905 el P a r la m e n ­
G eneral A ndré 1901 96 71 71 1901 143 to no p a ra de red u cir los créditos
p a ra el m a te ria l, a p esa r de la
1902 99 60 50 1902 119 p ro te s ta del gen e ra l de N é g r ie r
n 1904.
1903 60 45 36 1903 31 105 E n 1905 se v o ta la L e y de dos
años (21 de m a r z o ); go lp e de
1964 62 32 30 1904 32 SI T á n g e r (31 de m a rz o ).
1905 E n 1906, ta rd ío au m en to de los
45 32 27 1905 57 137 gastos fijad os en el P r e s u p u e s t o
p ara 1907.
A. p a r t i r de 1907, v u e l v e la. i n ­
1Ô06 o9 1906 ir- U f ia. til _ J./njSTi.»« g

' um« -rr™ 1t*» Ya :&.*> W •% %M \ -,


1 9 09 1909 71 215 \na, • -y •• *ut*v<rr*U>n
\ O rie n te , ti esperta.!' tle codo» \cm\
»factores que tra je ro n \a gu erra»
\de 1914.
D e 1907 a 1908, los gastos extra-\
c rdin arios rea les de G u erra no\

3
1910 70 70 1910 99 126 95 142 £ 431 m i ll o n e s m á s q u e iios-l
G eneral B run 81
( b a jo el M in is te r io de C íe - \
1911 95 86 1911 93 128 98 142 i
GOIRAN BERTEAUX 113
Con e sta sum a h u b ié r a m o s te-
3
M e ssim y
) 1912 98 84 84 1912 135 216 — 1
(
M iller and I
E n 1911, el g o lp e de A g a d ir, la
M illerand esión <iel C on go p or C aillau x
1913 115 115 119 1913 _ d esp ierta n al p a ís : n o m b ram ien to
E tie n n e de J o ffr e , v u e lta al s e rv ic io de
tres años. Con todo, el presu ­
1150 943 798 T o ta les de 669 1505 809 1689 puesto to ta l en 1913 sigu e siendo
l o s años de 1.100 m i ll o n e s e n F r a n c i a c o n ­
t r a 1.700 m i ll o n e s e n A l e m a n ia .
o
indicados. w
GO

¡ Y a h o ra n ecesitam os en co n tra r d o s m i l o c h o c i e n t o s m i ll o n e s p o r m e s ! (D e c la ra c ió n de R ib o t, de 24 de
d ic iem b re de 1914.) ,
Se n o ta rá que los S e rv icio s T é cn ic o s del M in is te rio de la G u erra, en el tran scu rso d e doce anos, pid ieron
m il cien to cin cu en ta m illones, o s e a t r e s c i e n t o s c i n c u e n t a m á s d e lo q u e s e c o n c e d ió .
P e r o los m in istros de la G u e rra y de H a c ie n d a , es decir, los dos d elegad os del P a rla m e n to en el M in isterio ,
h a bía n red u cid o dichas p eticion es en d o s c ie n t o s s i e t e m ill o n e s que las C ám a ras red u je ro n aún m ás : e n c ie n to
c u a r e n t a y c in c o m i ll o n e s ...
P o r e x c e p c i ó n , e n 1913 la s C á m a r a s v o t a n cu a tro m illo n e s m ás de lo que se le s h a b ía p e d i d o : ¡d e m a s i a d o
p o c o , d e m a s ia d o t a r d e !
N ota.— L o s cuadros 1 y 2 los hem os sacad o del D i a r i o O f i c i a l , 1914, p ágin as 1208 y 1264 (sesion es de los
días 13 y 14 de ju lio, discu rso M e s s im y ). E l cu ad ro te r c e r o lo hem os c o n feccio n a d o s igu ien d o el a rtícu lo de m on ­
sieu r B é n a ze t ( M a t i n del 18 de ju lio de 1914.)
E s te cu adro de las E c o n o m í a s r u in o s a s lo hem os sa ca d o de L 'A c t i o n F r a n ç a i s e de 26 de jun io de 1916.
P R E F A C IO D E L A E D IC IO N D E 1909

1900-1909

Q u ienes estén s a tisfe c h o s de la v id a, n o tien en p o r q u é a b r ir


este lib ro q u e som eto a l ju ic io de to d o s lo s fr a n c e s e s desconten­
tos. L a E n c u e s t a s o b r e l a M o n a r q u í a se e m p re n d ió h a c e d iez añ os
a consecuencia de e s a s a la r m a s q u e d e s p ie rta n en lo s c iu d a d a n o s el
deseo de v e r c la ro en el E s t a d o a fln de d a r s e c u e n ta d e cóm o está n
sus ó rg a n o s y s u s posiciones. S i l a in qu ietu d h u b ie r a s id o e x a g e r a d a
y superficial, e s ta s p á g in a s h u b ie se n e n v e jec id o p r o n t o y n o ten­
drían h o y n i lecto res ni objeto. P e r o lo q u e h a v e n id o o cu rrien d o
desde 1900 n o h a d ism in u ido n a d a lo s a n t ig u o s m o tiv o s de te m o r
y nos h a d escu bierto, en cam bio, n u e v a s m is e r ia s q u e en ton ces h u ­
biera sido c a s i c ru e l p re v e r.

I.— L a c u e s t i ó n

La crisis de 1899 le v a n tó u n a fo r m id a b le a cu sació n . P a lp a m o s


todos la im p o te n c ia d e l ré g im e n d em o crático y re p u b lic a n o p a r a de­
fen d er seriam en te, c o n t ra su s p r o p ia s fu e r z a s , lo s s e c re to s del E s ­
tado, la s se n ten cias de l a J u s tic ia y los se rv ic io s s u p e rio re s del
E jé rcito . C o n todo, el o p tim ism o t o d a v ía t e n ía r e s p u e s t a s p a r a el
p orvenir. C a b ía d is c u tir n u estro s a s e r to s g e n e r a le s y a fi r m a r q u e la
c a tá s tro fe se h a b ía d ebid o a f a lt a s p e rs o n a le s o a una de e s a s
coincidencias de m a lo s a z a re s in e v it a b le s : u n a vez p a s a d a la s a c u ­
dida, el o rd e n v o lv e r ía a im p o n e rse ; p o r m u y a n a r q u is t a q u e fu e ­
r a e l p a rt id o v en cedo r, te n ía n e c e s a ria m e n te q u e m e jo r a r s e con la
v ic to ria y, t r a b a ja n d o p o r r e p a r a r s u s p ro p io s d e s c a la b ro s , re c o n s­
titu ye n do la s fu n c io n e s d e b ilita d a s o d estru id as, re h a r ía , a f a l t a de
u n a u n id a d m o ra l, el m ín im o de a rm o n ía c iu d a d a n a q u e lo s je fe s
y lo s p u e b lo s n e c e sita n p o r ig u a l. .
168 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
PREFACIO DE 1 9 0 9 169

T ocu rrió todo lo c o n tra rio , y ello h a co nstitu ido la s o r p r e s a


lo, todo el m u n d o se quedó m u y ,s o r p r e n d id o cuando, a p rin cip io s
de esos diez e x tra ñ o s a ñ o s q u e h a b r á n a c a b a d o de p e rfila r la edu-ll
invierno de 1908, n o s e n te ra m o s de que n o s h a b ía m o s q u ed ad o
cación p olítica de m i gen e ra c ió n . T o d o s lo s G o b ie rn o s del mvmdoj
M arin a. E n 1898 y 1899, l a M a r i n a fr a n c e s a v e n ía in m e d ia ta -
se esfu erzan p o r a s e g u r a r la p a z y el o rd e n en e l in te rio r y la sé-1
ente después de la in g le s a , y lu e g o h a q u e d a d o p o r d e b a jo d e A le -
g u rid a d y la d efen sa en el e x t e rio r ; el n u e s tro h a p u esto s u pun-1
.ania y de lo s E s t a d o s U n id o s y s e g u id a de c e rc a p o r el J a p ó n
tillo en descuidar la v ig ila n c ia de n u e s tra s fr o n t e r a s p a r a podes!
e la a lc a n z a r á an tes de que te n g a m o s tiem p o de hacer un
d ividir m e jo r a la nación. E n tr e te n ía s e d esde 1900 en a b r ir toda!
Ssfuerzo que es s u p e rio r a n u e s tra s p o s ib ilid a d e s : “— N o n o s q u e d a
clase de v ie ja s h e rid a s a r r o ja n d o la s C o n g re g a c io n e s re lig io sa s!
íÉ¡pás dinero p a r a e c h a rlo a l m a r .”
y elim inando la en señ an z a con fesion al. E l h o m b re de u n a medichl
i í E sto e s ta b a p rev isto . C u a n d o el E s t a d o q u ie re h a c e rlo to d o en
cridad sin lím ites que le s e r v ía de p resid en te lle g ó a h a c e r eí|
l i i terreno que n o le im p o rt a sin o secu n d a ria m e n te — l a asisten cia
v ia je a Rom a ex p re sa m e n te p ara m a n ife s t a r s u ru p t u r a con e lj
iócial y la en señ an za, p o r e je m p lo — , cu an d o r e c h a z a p o r siste m a
P a p ad o , es decir, con el cu e rp o del C a to lic ism o fra n c é s. E n e'.|
:|l concurso de lo s p a r t ic u la r e s en el o rd e n d e co sa s en q u e son
m ism o m om ento en q u e se c o n s u m a b a este design io, en v ir tu d de la j
competentes, n e c e s a ria m e n te ha de f a lt a r le el d in ero p ara He­
L e y de diciem bre de 1905 q u e s e p a r a b a la I g le s ia del E s ta d o , todos 's
la r aquellos d e b e re s que só lo a él in cu m ben . P e ro el s is te m a
h ab íam o s podido a p r e c ia r lo q u e este r é g im e n de d isco rd ias in t e -'
de las elecciones tien e s u s e x ig e n c ia s . N u e s t r a R e p ú b lic a electi­
ñ o re s n os v a lia en l a p o lític a e u ro p e a : el m in is tro d e E s t a d o por '
va no pu ede d e ja r de co n sagrar sus m a y o re s gastos a la o p e­
excelencia, el e n c a rg a d o de lo a asu n to s de l a R e p ú b lic a en e l exte­
ración que le da l a v id a E sto c u e s ta caro . S u s p re te n d id a s le ­
rior, a c a b a b a de c a e r en v ir t u d de u n a a m e n a z a d el em p erador *
yes sociales su p o n en u n a p e s a d a c a r g a sin p ro p o r c io n a r m á s que
G u illerm o II. E s t a “h u m illa c ió n sin p re c e d e n te ”, co m o la calific a un !
•unas sa tisfa c c io n e s m u y m e d ia n a s a lo s in teresado s. A p lic a d a s con
republicano, puso de m an ifiesto que, p o r esp acio de c u a tro años, '
jiña in e v ita b le in ju stic ia — com o h e c h a s a la m e d id a d e la clien tela
n u estra diplom acia h a b ía esta d o n e g o c ia n d o y e stip u la n d o en el *
del P a rla m e n t o — h a n s e rv id o p a r a a g r a v a r e l desconten to g e n e ra l.
aire y sin p re o c u p a rse p a r a n a d a de n u e s tro p o d e río m ilit a r ; y
Se a g o t a el esp íritu público. S e d e s c o ra z o n a e l p atrio tism o . L a d e ­
durante el m ism o p e río d o el M in ist e rio de l a G u e r r a h a b ia s e ap li­
serción, l a in su m isión, la in d isc ip lin a m ilit a r au m en tan . L o s s e r­
cado m etódicam ente a d e s o r g a n iz a r la s tro p a s. A m b o s r a m o s h a­
vicios del E s ta d o , c a d a vez m á s ce n tra liza d o s, su scitan la re b e ld ía
bían com enzado desconociéndose m u tu am e n te, p e ro lu e g o em p eza­
y la coalición de los fu n c io n a rio s. D e todo e llo se d e riv a u n se p a ­
ron a t r a b a ja r en sen tid o c o n t ra r io : la p o lític a de D r e y fu s en la
ratismo m o ra l, en tretan to lle g a la h o r a de q u e la s c risis de se p a ­
calle S ain t D om in ique, y la p o lític a de D é ro u lé d e en el Q u a i d ’O rsay,
ratismo lo c a l se r e p a r t a n el te rrito rio . E l g o b ie rn o de unos a g i t a ­
como d ecía a g u d a m e n te M . Cochin. E n cu an to a la s dos C á m a ra s,
dores a h ito s s u fr e el ased io c a d a d ía m á s violento, n a t u r a l y ló g i-
n u estras so b eran as le g a le s , m a n te n id a s to ta lm e n te a p a rt e de la
* co de los a g ita d o re s h am b rien to s. S u t ir a n ía c o n tra los p a trio ta s
“p olítica de a lt u r a ” i, p re s ta ro n el con cu rso m á s a b so lu to a l gen e­ y la s g en tes de bien só lo p u ed e m e d irse p o r s u im p o ten cia fr e n te
ra l-m in istro que re d u c ía todo g a s t o m ilita r, s e m b r a b a la descon­ a la a n a r q u ía y a l E x t r a n je r o . P o r s u d e b ilid a d y s u s a b u so s de
fian za entre los oficiales y se h a r t a b a de lle n a r de d escon sid eracio­ poder, n i la s o cied ad ni la n a c ió n e s p e ra n te n e r m á s tran q u ilidad.
nes a l m ando.
E l p o rv e n ir e s tá o b s c u ro con o b s c u r id a d que p e n e t ra en to d a s p a r ­
L o s fran ceses n o so n tontos, y l a lección q u e d e e s ta a v e n tu r a
tes y crece c a d a día.
se desprendía la en ten d iero n p e rfe c ta m e n te todos, pero , lo m ism o Los m ás triste s p resen tim ien to s se h a n cu m plido, pues, y los
que la s anteriores, de n a d a sirv ió . D u r a n t e los tr e s o c u a tr o añ os h o m bres de l a e d a d d e M . R o u v ie r p u e d e n d e c la r a r que “F r a n c i a
que siguieron, n u e stro s n a v io s n o c esaro n d e a r d e r o de n a u fr a ­ se e s tá d iso lvien d o ” . M e n o s a c c e s ib le a la id e a de l a m u e rte de
g a r , n u estros cañones de re v e n ta r o de d a r m a l tiro y, a p e s a r de todo u n p u eblo , l a g e n e ra c ió n m á s re c ie n te e m p e z a r á a p re g u n ­
ta rs e c u á l e s l a c a u s a p re c is a que d isu e lv e u n a s o cied ad c u yo s
L A l en tera rse d e l a d im isió n d e M. D e lc a s s é , u n d efinid or r e p u b lic a ­ m ie m bro s d ista n de e s t a r en tra n c e d e disolu ción, sin o qu e p o r e l
n o, M. R an o, e scrib ió : “E s to le e n s e ñ a r á a h a c e r p o lític a d e a lt u r a .”
co n trario se sien ten lle n o s de v ig o r y d e s b o r d a n de v id a . S ie m p re
L a fr a s e “h u m illa ció n s in p r e c e d e n te s” e s d e M . A n d r é T a r d ieu , se c r e ta r io
d e E m b ajad a, en ca rg a d o d e la p o lític a e x tr a n je r a e n e l p r in cip a l p erió­ nos q u e d a r á tie m p o d e e n ju ic ia r a l p a ís. A n t e s de a c u s a rle , e s ju s ­
d ico rep u b lican o, L e T e m p e . to, p o r lo m enos, q u e e x a m in e m o s có m o se le g o b ie rn a . P la n té a s e ,
170 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA PREFACIO DE 1 9 0 9 171

pues, la cuestión constitucional. L a democracia republicana, ¿es c /N" Acaso este adverbio bárbaro haga entender a los espíritus cerrados
no apta para dirigir el interés nacional francés? Y, si la razón y . ÍB|o mal intencionados que no tenemos, ni mucho menos, el propósito
iA ■ la experiencia contestan que no, ¿cuál será la form a de Monarquía fde negar el orden intrínseco de estos problemas, ni la existencia
ít llamadá a sustituir la República? ¿Cuál es la organización ge- | de puntos de vista más generales. Lo que decimos es que no hay
neral llamada a sustituir la democracia ? i punto de vista político más general, que no hay cuadro político
: más amplio que la nación. Y la nación está en peligro, y es de esto
II.— E l m étodo ! de lo que estamos hablando y de lo que de ello se deriva.

E l único mérito de la Encuesta que reimprimo completándola, m .— L a a d h e sió n a l a m o n a r q u ía


consiste en plantear sin desfallecimientos esta cuestión previa de
las relaciones entre el Estado y la patria. Este método tuvo la ventaja de llenar tan por entero el terreno
Se estudian en sí mismas, mirando sólo a Francia, prescindien ' - del patriotismo, que los republicanos no pudieron en adelante situar-
do provisionalmente de la voluntad de los electores franceses. Está ; se en él a gusto porque los exponía al terrible reproche de que
en juego la suerte de la nación, de la que su propia suerte depende. f echaban de menos al rey o al peligro de echarlo de menos de veras,
No se podía poner a votación el problema de la existencia nacio­ l; de sentirse atraídos a él por la magia de la verdad o por la dura
nal: había que someterlo al pensamiento de los patriotas. Si mucho jftcadena de las razones a las que nada se puede objetar. Todo aquel
significa el valor de sus diversas respuestas, el número de ellas que ha aceptado la necesidad de poner el bien de la nación por en­
resulta secundario en relación a esas necesidades políticas que no -í $ cima de todo interés y de todo prejuicio, no ha tenido ya mucho
tienen nada que ver con las preferencias o las repugnancias perso­ 5 Ì que decir en favor de la República. Con sus fatales reticencias,
nales. Me he esforzado en leer el cuadro de las realidades nece­ iSklos republicanos se han visto obligados a dejar v agar una sospecha
fifí
!-
sarias tal como los ojos lo ven y como la razón lo entiende. * SÍ de monarquismo sobre la idea de patria. Este resultado práctico
Algunos conservadores no han visto sin pena cómo se sacrifi­ , sería el más hermoso título de honor de esta Encuesta, si no debie-
caba el método que tan caro les era y en virtud del cual se acu­ fef ra tenerse en cuenta otro especialmente grato a todos los amigos
4" mulaban, entremezclados, los lamentos que la autoridad rebajada, de la verdad.
la reivindicación de las libertades violadas y de los derechos desco­ L a verdad se habrá hecho sentir en sentido positivo, forjando
nocidos, las querellas de clase y los pleitos de religión. Sin que •sentimientos y conductas. Hemos visto a republicanos que abando­
desdeñemos ninguno de los elementos así agitados y confundidos, naban la República porque se les había demostrado que ésta no
ni el motivado interés que juntos despiertan, no me ha parecido conviene a Francia. Yo no admitiré nunca que la patria pueda
ocioso ponerlos en orden. 'hundirse ni que perezca la civilización nacional, pero, comoquiera
Estos elementos, todos estos elementos preciosos, se encontrarán, que sea, siempre sobrenadará, por encima del fondo del abismo, el
hasta el último de ellos, esparcidos a través de nuestro estudio, hecho de que unas mentes francesas, antes de sucumbir, hayan de-
pero cada imo en el lugar que le señala y le limita no su significa­ f signado con su nombre él bien y el mal del país y que, ya que no
M» ción o su importancia, sino aquello que podría llamarse su número pudieron lo suficiente, intentaron lo necesario para librarse del mal
de orden en razón de su posición para el enjuiciamiento del problema. y restaurar el bien. P or consiguiente, nuestra verdad no era nin­
Reduciendo el problema político al común denominador de nuestro guna pura abstracción, sino que tenía unas virtudes fértiles. Helas
interés nacional, no se prescinde de ningún aspecto del mismo, sino aquí comprobadas, demostradas y subrayadas por significativas
que se aclaran todos. Los casos de conciencia, las crisis del interés conversiones. Las últimas páginas de este libro encierran un testi­
privado, las dificultades sociales ganan en claridad cuando se las monio de ellas que pocos se hubieran atrevido a esperar : el hombre
examina invariablemente desde el punto de vista que nos es co­ eminente y generoso, el patriota ilustre que al fundar la “L ig a de
mún y en que se funda nuestra comunidad politica: hay un área la pàtria francesa” sentó ei principio nacionalista, acabó recono­
territorial llamada Francia, hay irnos hombres llamados franceses ciendo las últimas consecuencias de este principio, confesándose,
ligados por veinte siglos de una misma vida común: hagamos una por fin, conquistado por la evidencia de la razón. Lemaltre fué el
síntesis de nuestros problemas franceses su bjetivam en te a Francia. primero a quien, él 12 de noviembre de 1899, me atreví a hacer
172 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
PREFACIO DE 1 9 0 9 173
llegar mis argumentos sobre la perfidia y la íntima debilidad del
que importa borrar y sustituir. P ara un cierto número de france-
sistema republicano i. Y la adhesión final del maestro confirmó y:
es que desde hace diez años están combatiendo juntos, ya es un
coronó los cambios de frente ejemplares que a partir de aquel mo­
echo. Esta reconciliación general, este recíproco olvido de los cri-
mento no cesaron de apoyar y exaltar nuestro obscuro esfuerzo de
nenes pasados en el aborrecimiento común de los errores supervi-
diez años.
' vientes y en el común amor a una verdad eterna (o consubstancial a
Tengo que confesar que la “L iga de la patria francesa” comen-;
toda la duración de Francia) han forjado el estado de espíritu en vir­
zó por oponernos cierta resistencia, por lo demás sólo pasiva; el
tud del cual conviven y se ponen de acuerdo legitimistas de raza y
diálogo útil pudo iniciarse antes que con nadie con la Action Fran- ■
sobrinos-nietos de convencionales regicidas, incrédulos y católicos.
çaise, joven y enamorada de las ideas. L a parte más animada de
la regla de la A ction Française que puede extenderse a Fran­
las páginas que van a leerse representa el cerco de la A ction Fran­
cia entera.
çaise por un pensamiento monárquico. E l autor no puede privarse
de lanzar una mirada de satisfacción sobre esta fase de su traba--
I V .— ANTES DE LA “ ENCUESTA SOBRE LA MONARQUIA”
jo. E l modesto intérprete de la verdad política pudo hacerse la ilu­
sión de estar desarrollando una operación militar según la progre­
En esta E ncuesta todo el mundo ha tenido la palabra y, si el
sión clásica de cerco, brecha y asalto.
adversario es a veces tratado en ella tan bien como el amigo, no
Cuando yo era niño, me parecía que el más hermoso hecho de
presta menores servicios. N i preferencias de rango ni de grupo, ni
armas, en el que la bravura y la utilidad fuesen una misma cosa,
.’ tampoco el prejuicio contrario. El primero que se encuentra, a
seria aquel que consistiese en lanzarse al galope contra la batería
. continuación de nuestros dos grandes monárquicos desterrados, es
enemiga para barrer de su puesto a los servidores de la misma v
el rey de Francia. Y, junto a él, poetas, artistas, filósofos, unos de
y a los artilleros, y, después, en vez de cerrar inútilmente la boca
edad avanzada y otros casi adolescentes en la época en que recibí
de las piezas conquistadas, volverlas de golpe para que vomitaran
sus respuestas a mi cuestionario. Lo único que se pedía a unos y
desorden y muerte en las filas del adversario. Pero, cuando la
a otros era que demostrasen haber meditado verdaderamente su
A ction Française se rindió a los asaltos del patriotismo y de la
respuesta y atenerse a condiciones, que no suelen ser comunes, de
razón y se convirtió, de nacionalista republicana que era, en nacio­
seriedad y competencia. Por lo que hace a la elección de las perso­
nalista pura y acabó por adherirse a la Monarquía, la verdad polí­
nas a quienes había que interrogar, el único juez fui yo, puesto
tica ganó algo más que un simple material de combate. Aquel gru­
que alguien debía serlo, y ¿habré de lamentar el no haberme fiado
po de espíritus clarividentes, abnegados y tenaces no se limitó sólo
de títulos y diplomas? Lo que se llama comúnmente el pueblo, no
a hacer llover las objeciones y la critica sobre las ideas y el
- falta, por más que se haya dicho, en esta reunión de Constituyentes.
hecho republicanos. L a “Conquita del Rey” hízose conquistadora y, si
Al lado de un Bourget y de un Barrés, Fanfournot, el hombre
apabullaba al enemigo, era para alistarlo bajo sus banderas. Se unió
de suburbio de L es D éracinés, hace oír su grito y dice su palabra
a la doctrina militante la obra de propaganda y de recluta, obra
seriamente tomada en consideración: a él debo la convicción de
que no cesará hasta el día en que la evolución de los espíritus
que “Francia es amiga de la mano dura” y de que lo que quiere
y de las cosas sea completa. Cuando se ha compartido un error,
ante todo es autoridad. Verdad grande que ha habido que defender
es mucho más fácil analizarlo y confundirlo.
frente a diputados y gentes de campanillas.
Muy pocas familias francesas, aun escogiéndolas entre las me­
Alguien ha querido hacerme el honor de atribuirme un sistema,
jores, se han visto totalmente libres de este error, y pocas de ellas
pero yo no he inventado nada. Mi objetivo, la Monarquía francesa,
— ni aun entre los peores— han sido totalmente culpables. En el
preexistía ya, toda vez que ha creado a Francia que, a su vez,
punto en que nos encontramos, nuestros padres y nuestros abuelos
nos ha creado a nosotros. L a s naciones europeas que han tenido
pueden ser amnistiados fácilmente. Monárquicos antiguos o nue­
la suerte de conservar una dinastía al frente de ellas bastarían
vos, no tienen ya nada que echarse en cara sobre la equivocación per­
para recordarnos el modelo de este género de institución, si los
sonal de sus predecesores. Sólo los errores perduran, y esto es lo1
franceses fuesen tan olvidadizos como se ha dicho. Pero hay
que hacerles justicia y admirar en ellos lo que el conde de Lur-
1. E n l a G a z e tte d e F r a n c e . P r im e r a c a r t a a lo s C on stitu yen tes. Saluces ha calificado acertadamente de milagro; honremos esta
174 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA PREFACIO DE 1 9 0 9 175

perduración, a través de un siglo, del sólido núcleo monárquico, "gaciones de política no era cosa nueva, sino que empecé a aplicarla
Por haberse conservado la tradición de fidelidad a nuestro rey en;| ■a la estructura del Estado francés contemporáneo en cuanto dos o
muchos hogares franceses de toda condición, lo único que yo tres breves estancias en el extranjero me hicieron sentir el grado
tenido que hacer ha sido recoger la chispa que de ellos brotaba. Por i¿’ de desestima a que nuestro valor político había llegado. Las gu e­
que hace a la manera de comprender esta tradición, se ha conser-f rras turco-griega e hispano-americana fueron el prim er pasto de
vado purísima gracias a nuestros príncipes, el conde de Chambord, ei i un espíritu hambriento de ejemplos que seguir y que esquivar, de
conde de París y el duque de Orleans. Muchos de sus fieles, al fren- buenos modelos y de tipos funestos. Vino después, como una inmen­
te de los cuales tengo el deber de citar a mi maestro directo, el sa lección de cosas, el a f f a ir e Dreyfus qué abrió nuevos caminos a
marqués de la Tour du Pin L a Charce, han cuidado de tener al la reflexión y amplió los anteriores puntos de vista y, sobre todo,
día la concordancia entre la lección desprendida de las desgracias fué un estímulo en virtud del espectáculo del desorden del Estado
públicas que se sucedían y nuestros principios generales que el y de la opinión; el Estado, inseguro de sus derechos y de sus de­
tiempo exalta y consagra, lejos de alterarlos. beres; la opinión, turbulenta, irritada y agitada, y los mismos p a ­
L a aportación personal es aquí de critica y de ejecución. Un triotas apelotonándose para gritar sin una idea precisa, tan anar­
punto hubo en el que abrevié de razones, porque no Íbamos a vol­ quistas de hecho como sus enemigos.
ver a las interminables discusiones sobre la constitución de la anti­ Yendo y viniendo entre los grupos, yo les m urm uraba al oído,
gua Francia o las leyes fundamentales del Reino. L a política mo­ al principio mal, después un poco mejor, las enseñanzas que yo
nárquica no tiene por qué aceptar el peso de las ideas, muy distin­ había recibido, la aplicación que de ellas hacía, la perfecta y pro­
tas y a menudo opuestas, que los diferentes teorizantes jurídicos funda comprobación que de ellas aportaban a diario los aconteci­
y otros han elaborado sobre la Monarquía en el transcurso de los mientos, comparables a fieles criados. E sta palabra monárquica,
tiempos. En efecto; de lo que yo hablo es de la Monarquía, no de al caer en medio de republicanos alarmados, causaba una sorpre­
la idea que las gentes se han hecho de ella; de la institución mon­ sa indescriptible. Los antiguos números de L ’A c t i o n F r a n ç a i s e y
árquica, no del sentimiento que pudieron tener de ella el conde .. de la G a z e t t e d e F r a n c e del mismo tiempo conservan una muestra
Adalberto, el senescal Felipe Pot o el cronista Saint Simón. Yo w de las discusiones mantenidas en esta atmósfera electrizada, para­
estoy hablando de una cosa. No se trata de saber cómo ha sido en­ lelamente a los encuentros más directos de Longchamps y de
tendida la realidad monárquica, ni lo que se ha deseado que fuera, Armenonville, del proceso de Rennes y del Tribunal Supremo. N o
ni lo que ella misma ha podido creerse, sino lo que ha sido de #*» se habían disipado las emociones, antes al contrario se esperaban
hecho mientras consiguió realizar su obra peculiar. L as tesis de otras nuevas, y trabajábamos en la elección municipal, tan curio­
derecho han variado mucho, pero el resultado de la experiencia his­ samente significativa, de mayo de 1900, cuando M. Lucien Moreau,
tórica es constante, y por el resultado es por lo que yo defino la en una conferencia dada en la “Asociación nacionalista de la ju­
función. Yo repaso las eras de prosperidad nacional, en que un ventud francesa”, expuso la substancia y la encadenación de las
buen resultado ha dado testimonio de la bondad de la causa que predicciones del amigo que él designaba con el nombre de “un polí­
lo producía, y también de las horas de crisis en que se compro­ tico monárquico". N o podemos excusarnos de reproducir aquí un
metió todo. Sírveme esto de contraprueba, pero la prueba se basa extracto de esta hermosa exposición. Sólo ella puede dar u n a idea
en la sucesión de los testimonios orgánicos y positivos. Tal cual general del estado de espíritu del público, al que, algo más tarde,
era aun en los períodos en que el régimen ha sido acusado de des­ en julio del mismo año, debían ofrecerse las conversaciones y las
viación, la Monarquía creó y conservó a Francia, y ésta ha venido cartas de la E n c u e s t a s o b r e la M o n a r q u í a .
a menos, siempre, sin la Monarquía. Este es el terreno firme de
que no he querido moverme. 1. Se puede tra d u c ir con b a sta n te exactitud p o r “el muy re a lista
N o pretendo negar la pasión personal puesta en esta discusión. Investigador político”, y a que en este caso, la p a la b ra a-- '/ooq indica
aplicación del e sp íritu al objeto, m ás que presencia de espíritu propia­
E ra la época en que un amigo, gran helenista, al enviar la edición
m ente dicha.
de los trozos escogidos de un griego antiguo al autor de la E n c u e s ­
t a s o b r e la M o n a r q u í a , lo llamaba, con doctísima gentileza, T ñ pótX
ccyXivóco tóov ttoá.iti.kcov épeuvijTf] *. Mi preocupación dé las investi-
#
176 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
PREFACIO DE 1 9 0 9 177

'pión republicana y, por otra, la idea monárquica, han hecho su


V .— L a "POLITICA MONÁRQUICA”
‘ÓDrai. *.
Lucien Moreau se expresaba así:
M. Lucien Moreau había tenido la bondad de seguir la exp «qi-
sición de mi pensamiento tal como la desarrollé en la C o c a r d e , ■‘‘El objeto de nuestras conferencias que consiste, como todos
L e S o le il y en la R e v u e e n c y c lo p é d iq u e L a r o u s s e (después R e v 1j¡sabéis, en adquirir- clara conciencia de nuestro nacionalismo, nos
'(timpone los temas más diversos P or una parte, tenemos que estu-
U n i v e r s e l l e ) , en donde luego nos encontramos. Cuando él dió
, diar ciertos hechos y ciertos personajes característicos de nuestra
conferencia, ya había yo publicado también un folleto sobre ,-Historia y buscar juntos su significación respectiva. N o necesito
idea de la descentralización, comentario de L e s D é r a c i n é s de Mau­ ’ recordaros la apasionante lección que nos dió el otro día nuestro
rice Barrés, y un librito bastante denso, T r e s id e a s p o l í t i c a s : Cha­ Yp residente Barres y el trazo seguro y exacto con que nos señaló
e. desenvolvimiento y el sentido del drama boulangista, y también
te a u b ria n d , M i c h e l e t , S a in t e B e u v e , verdadero cuaderno de notas'
. sabéis que Stendhal y Bonaparte serán dentro de poco estudiados
al que las juveniles mentes anarquistas y socialistas que integra-; ante vosotros. Pero, además, tenemos que estudiar el pensamien­
ban el primitivo grupo de la A c t i o n F r a n ç a is e hicieron el honor t o político de todos los franceses de este siglo que han pensado
de una atentísima lectura. Aparte la serie de “los Constituyentes'’ j¡de verdad. N o tenemos por qué ocuparnos aquí de Hugo, de Mi-
■'chelet, de Lamartine o de sus discípulos, por mucho que en algún
que estaba en curso de publicación, había publicado en la G a zette momento hayan brillado por su sentimiento o por su fantasía.
d e F r a n c e un análisis de la democracia considerada esencialmente ' Los maestros que vamos a abordar son unos espíritus positivos
como un mal y como un mal en su ocaso 1. Además, mi monogra­ •í|(¡íie nuestros pedagogos suelen desconocer, calumniar o desfigurar:
fía sobre el gobierno de Francia por cuatro naciones o cuatro ¿necesitaré citar a J. de Maistre, Bonald, Balzac, Le Play, Sainte
'Beuve, Auguste Comte, Taine, Fustel de Coulanges, Renán? Sólo
Estados (los judíos, los protestantes, los francmasones y los me-. ■ellos podrán darnos, contra los “intelectuales” , las armas de que
tecos), titulada L o s M o n o d p in ta d o s p o r s í m i s m o s : H i s t o r i a n a tu ra l nos hablaba nuestro presidente...”
y s o c ia l d e u n a fa m ilia d e p r o t e s t a n t e s e x t r a n je r o s e n la F r a n c ia
Tras dejar sentado que lo que más faltaba a los intelectuales
empezada en junio de 1897 y publicada por in­
co n tem p o rá n ea ,
.de la época era la inteligencia, es decir, la ordenación de sus ideas
tervalos, a menudo muy largos, había ido ilustrando con viñetas
recreativas las desagradables verdades por mí enunciadas. En fin, ■y sus principios, y que su carácter distintivo era una profunda
“miseria lógica”, el conferenciante aborda el tema:
el documento titulado D ic t a d o r y R e y , que va extractado en el
apéndice de este volumen, estaba ya en circulación, aunque no te­
“Decía yo cierto día a un hombre generosísimo, una de las
nía que aparecer hasta agosto de 1903. Tal era el cuerpo de tra­ "lumbreras del partido dreyfusista, que podría hallar, particular-
bajos y estudios que M. Lucien Moreau resumió a sus oyentes 2. mente en los estudios de M. Charles Maurras, una clara exposición
Estos, lo mismo que él, habían perdido por completo su fe repu­ Ê de las aspiraciones nacionalistas. Mi interlocutor, que sabía que yo
; no era monárquico, pensó dejar refutado en seguida mi nacionalis­
blicana, pero, si aspiraban a la Monarquía, era sin saberlo o sin
mo diciéndome: “ ¡Pero si Maurras es monárquico y escribe en la
quererlo, porque, como a él mismo, el olvidado nombre de rey los G a zette d e F r a n c e ! En vista de lo cual, me esforcé en explicarle que
alarmaba. ,una diferencia de método no supone necesariamente que se tengan
Es de notar el tono curiosamente irrespetuoso, a veces incluso !|objetivos distintos. Evidentemente, M. M aurras es monárquico y
fnosotros no lo somos. Pero ¿por qué no lo somos? ¿Acaso por mis-
desafiador hasta la agresión, que el joven conferenciante empleó
í-ticismo, o, como dice M. Joseph Reinach, por “religión republicana” ?
para abordar y tratar la cuestión religiosa. E l lenguaje de la E n ­ ¿Hemos entregado quizás a este nuevo pontífice toda nuestra liber-
c u e s t a revela otras disposiciones análogas. Hoy no se hablaría asi ' tad de examen? Y si algunos de los nuestros no sólo sintieran grati­
del Catolicismo en la A c t i o n F r a n ç a is e . Por una parte, la perse-1
2 tud hacia la antigua Monarquía por los servicios que prestara a la
¿ Francia de antaño, sino que supusieran que todavía puede pres­
entárselos a la Francia de hoy y de mañana, ¿acaso dudarían en
1. A rtículos reunidos m ás tarde en L ’A ction Française. (15 de junio de Ç I. Sobre el desarrollo de n u e s tra política religiosa, se puede consultar
1902) con el título de “El legajo de una discusión”. K L’A ctio n F rançaise de 1.» de febrero de 1908, páginas 239 y siguientes.
2. E l tex to de la conferencia de M. L u d en Moreau se publicó en L e co rresp o n d a n t de 10 de junio del m ism o año.—E m inentes eclesiás-
L 'A ctio n F rançaise de los días 1 y 15 de mayo de 1900. El a u to r h a te­ ? ticos no p a raro n m ientes en la p rim itiv a co rteza; véase el libro del
nido la am abilidad de poner sus notas a mi disposición. • presbítero M aignen Catolicismo, nacionalism o, revolución, P arís, 1900.
12
«
I

178 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA PREFACIO DE 1 9 0 9 179

hacerse monárquicos ? Entonces merecerían que se les aplicaran lo sa verle contraponer nuestras ideas tradicionales a lo que él llama
sarcasmos que M. Maurras dirigíá a M. Arthur Ranc: « “ideas suizas”, a la metafísica liberal, al iluminismo revolucio-
' nario, a la idolatría democrática.
“Una tu rb a de •pertigueros y sacristan es m al disfrazados em M j-- Hace mucho tiempo que nuestro autor muestra afición a citar,
plea en provecho de la revolución un sistem a usddo antaño por la ja ['como a sus primeros maestros intelectuales, a espíritus tan des­
clérigos y los monjes. P ara estos nuevos fanáticos, Francia ha ha-Í| aprendidos de la superstición liberal y romántica como Taine, como
liado su fin moral y su destino sobrenatural, no en la devoción'^* Renán, como M M . Anatole France (¡ah!, el de antes del A f f a i r e ) ,
particu lar a N uestra Señora, sino en los actos generadores, confuía Maurice Barrés y Paul Bourget. Pero lo esencial es que nuestro
nuadores y propagadores de la revolución, en la función reveladoraa amigo es un naturalista 1 y un nacionalista, y creo haberos demos-
de las ideas revolucionarias. E sto es lo que la hace amable, con-'a i trado las razones que abonan el que se lo aprobemos. El ha creado,
sideráble y , por tanto, digna de que se la defienda. Fuera de esto,‘Jj :para aplicarla a Sainte Beuve, una fórmula que debería servimos
Francia no es m ás que un territorio como los otros. Si som os bue-Ji .'de divisa a todos nosotros que, libres de las supersticiones de nues­
mos filósofos, no tiene por qué interesarnos m ás que la India o la'M tros padres, nos esforzamos por restaurar la tradición nacional: me
M ongolie. Oigamos a M Ranc. Cuando por casualidad, o negli-’A refiero al “empirismo organizador”
gencia, o torpeza, se deja arrebatar h a sta él punto de que puede~* “E ste em pirism o — nos dice— enseña y p rofesa que él orden de
sa lir de su plum a el nombre de la p a tria , M. R anc tiene buen cui- 'Î í las sociedades, cualquiera que sea el m odo de obtenerlo, im p o rta
dado de recobrarse en seguida y de co rreg irse : “Francia... — escri- ,5 más que la lib erta d de las personas, pu esto que aquél es é l fun-
be— . Sí, la Francia grande y la República fuerte, pero la Francia . , demento de ésta . En v e z de exaltar la igualdad, aunque sea delan­
de la Revolución y la República que representa en él mundo el $ te de la ley, su atención se dirige in stin tiva , pero tam bién m e tó d i­
derecho y la justicia..." F r an c ia , pero ..., F r a n c ia , s i ..., F r a n c ia , a con- ■ camente, al cúmulo de diferencias n aturales que no pueden dejar
DICIÓN DE QUE... Con poca diferencia, no hablaban de otro modo lo3 |¡ de llam ar la atención a una m irada de a n a lista ...
pontífices m ás celosos de las prerrogativas del poder espiritual. No “El em pirism o organizador apenas excluye nada de cuanto es
contentos con atar y desatar las alm as, querían ju zg a r a las na­ tradicional o “v ie ja Francia”, com o no sea acaso los excesos del
ciones. M. Ranc tenía m adera de un gran obispo. M ás religioso que v sentimiento cristiano. P ero puede decirse que la m ism a Iglesia neu­
político, m ás sectario que ciudadano, ofrece sus anhelos a la idea traliza estos grandes excesos , o los com bate, pu esto que ja m á s
de derecho y de justicia, hija p u ta tiva de la revolución, no a Fra -, ha dejado de condenar las secta s ignorantinas o iconoclastas na­
cia. Una Francia contrarrevolucionaria carecería de valor para él. ? cidas de la lectu ra de los libros judíos. En una palabra, este em ­
Una revolución no francesa, y hasta antifrancesa, con ta l de que se - pirismo no presen ta nada de sectario ni violen ta a nadie. P arecido
inspirara en los mismos principios, le arrancaría, sin duda, los ^ a la higiene, le basta con que fenezcan cuantos no hacen ca so de
m ism os acentos de entusiasmo" 1 . él, personas o sociedades 3.
Nosotros, ante todo, somos franceses y lo somos sin condicio-: De modo que el punto de vista está muy claro. L o priiuero que
nes. L a República no puede tener valor a nuestros ojos más que’ hay que asegurar es la prosperidad del Estado: esta es— nos dice—
como un medio de asegurar la prosperidad intelectual y material, la máxima fundamental de la política. Y en otro sitio alaba a Le
de Francia. Nos dicen que este medio nada vale y que hay otro Play por haber dejado sentado cuál es el criterio experimental de
mejor. ¿Vamos a negarnos a examinar y comparar? las sociedades, que no es otro que el de “su prosperidad” :

M. Lucien Moreau contesta que semejante negativa no ten­ “Un teorizan te naturalista, sin desdeñar la idea de ju sticia , y
dría excusa. El político realista que él analiza "elimina constan- . manteniéndola en su sitio y rango, le asignaría, de todos m o d o s,
temente de la especulación positiva esos simulacros de pensamien­ como base y fundam ento, las ideas de u tilidad y conveniencia.
to, esas llamadas al corazón más o menos disfrazadas, esos senti­ — ¿Qué es lo que conviene a la prosperidad y a la subsistencia
de un determinado grupo social?— E sto es lo que se preguntará
mientos sistematizados, esas hipótesis gratuitas que, como sabe­ un teorizante n aturalista y científico, que, en cam bio, no se p r e ­
mos de sobra, han constituido todo el fondo de la argumentación guntará nunca: — ¿Cómo podrá realizarse dentro del Estaio t a l o
dreyfusista. Tiene, pues, que proporcionarnos armas seguras. Las tal derecho del hombre o del ciudadano f"
que necesitamos nosotros, que procuramos razonar, contra ellos, que
son unos idólatras”. 1. “U n n a tu ra lis ta ”, es decir, un observador de la naturaleza, de
ningún modo u n optim ista a lo R ousseau y menos un fa ta lis ta 1 l a tu r - *
ca. (N ota de M, L ucien M oreau.)
...Nos hallamos ante un francés clásico enamorado de la sola
2. T r e s id ea s políticas : C h a tea u b ria n d , M ic h e le t, S M n t e -B e w e . Ed.
razón, refractario a todo misticismo. Nadie puede sorprenderse de1
Champion, 1898. R eim preso en R o m a n tic is m o y R e v o lu c ió n , 1 vol, e n 8.°,
N o u v e lle L ib r a ir ie N a tio n a le , 1922. (N ota de 1923.)
1. A c tio n Française, n,° 7, 15 de octubre de 1899, pág. 308. 3. T r e s ideas políticas.
[*■ PREFACIO DE 1 9 0 9 181
180 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
í-í.
^Napoleón I al rey de Nápoles, José Bonaparte, de 5 de junio
Así llegamos a las críticas mediante las que este empirismo fui. V d e 1806.)
minará los elementos corrosivos de la revolución.
No se trataba, pues, de emancipar a los individuos, como les
"En lo que menos pensaron nuestros revolucionarios fuá en "lo; tgusta repetir a los liberales admiradores del Código civil. De lo
que pudiera convenir a la prosperidad y a la subsistencia de núes-' que se trataba era de destruir todo Estado particular dentro del
tra nación” ; acaso sea Ernest Renán quien mejor lo haya de-' Estado napoleónico, y precisamente por esto las instituciones con­
mostrado en esta página admirable: sulares abolieron en Francia toda posibilidad de asociación. Mon-
j“sieur Maurras nos demuestra cómo:
“ l.° Las asociaciones profesionales fueron expresam ente pro-
—No conservando m ás que una sola desigualdad, la de la for­ ‘ hibidas;
tuna; no dejando en pie m ás que un solo gigante, el Estado, ”2.° L as asociaciones confesionales y religiosas quedaron so­
veinticinco millones de enanos; creando un centro poderoso, París, metidas a una vig ila n te policía del E stado, de modo que dependie­
en medio de un desierto intelectual, las provincias; transformando : ran para todo de su adm inistración;
todos nuestros servicios sociales en adm inistración; deteniendo el ”3.° L a beneficencia, convertida en un servicio público, tenían
desenvolvimiento de las colonias y dejando así cerrada la única que dirigirla y realizarla em pleados del E stado;
salida por la que los E stados modernos pueden escapar a los pro­ ”4.° L a ciencia, en virtu d del secuestro del In stitu to y de la
blemas del socialismo, la revolución ha creado una nación cuyo Universidad, quedó reducida a análoga dom esticidad del E stado;
porvenir es poco seguro, una nación en la que sólo la riqueza tiene ”5.° Las provincias, después del seccionam iento departam ental
valor, en donde la nobleza necesariam ente tiene que decaer. Un de 1789, estaban y seguían estando abolidas;
código de leyes que parece hecho para un ciudadano ideal que na- ”6.° Cuanto a los municipios, la m ayoría de ellos se sentían
ciera niño expósito y m uriera solterón; un código que convierte en harto pequeños para a treverse a ser algo diferente dél Estado. Los
sim plem ente vitalicias todas las cosas, en el que los hijos resultan grandes, ocupados m ilitarm en te, eran adm inistrados del m ism o mo­
un inconveniente para el padre, en el que queda prohibida toda do y tenían que recibir todo impulso de aquél;
obra colectiva y perpetua, en el que las unidades morales, que son ”7.“ En fin, las fam ilias recibieron un estatu to invariable e in­
las verdaderas, quedan disueltas a cada fallecim iento, en el que flexible, propio para lim itar su existencia al tiem po necesario para
el hombre prudente es el egoísta que se arregla m ejor para tener procrear hijos y nutrirlos. Apenas crecidos, los jóven es ciudadanos
los menos deberes posibles, en el que se concibe la propiedad no obtenían de la ley un derecho sobre la fortuna paterna. E l hijo
como una cosa moral, sino como la equivalencia de un goce siem­ de la nueva fam ilia francesa, cuando es único, recibe a su m ayoría
pre apreciable en dinero; sem ejante código, digo, sólo puede engen­ de edad todas las municiones que le hacen fa lta para guerrear contra
drar debilidad y pequenez... Con su mezquina concepción de la fa­ sus progenitores. Y si no es hijo único, la odiosa guerra se hace do­
milia y de la propiedad, los tristes liquidadores de la bancarrota ble:: prim ero la querella es entre hijos y padres y después entre
de la revolución, en los últim os años del siglo XVIII, dejaron pre­ hermanos.
parado un mundo de pigm eos y rebeldes... ’’E s ta divergencia m oral se complicó con divisiones económicas.
A cada partición, el interés de uno solo pudo exigir la total conver­
¿Quiere esto decir que el autor del Código civil participaba de sión en dinero de los m uebles e inm uebles, de su erte que el fenó­
las ilusiones revolucionarias? Haria falta ignorar que Napoleón se meno de liquidación que se produjo en 1798 para el conjunto de
propuso precisamente debilitar las antiguas familias francesas a la ra za francesa tenía que repetirse, en adelante, de edad en edad
fin de asegurar su dominio y fortalecer el Estado constituyendo en periodos fijos, con caracteres m ás reducidos, pero innumerables,
alrededor de él una nueva aristocracia hereditaria. Es digna de re­ para cada una de las fam ilias de la nación.
cordarse esta carta a José Bonaparte que tan claramente descubre "En ejecución de las voluntades del año VIII, se hizo difícil y
el objetivo que Napoleón perseguía: raro que una em presa cualquiera durara m á s allá de la vid a de su
fundador. L a generación que desaparecía y a no legaba a la super­
"Quiero tener en París cien familias que hayan subido junto cotí vivien te operaciones que proseguir y que com pletar. Oreadas y
él trono y que sean las únicas que tengan im portancia, puesto que deshechas sin cesar, form adas y disu éltas casi a un tiem po, las
no serán m ás que unos fideicomisos y que lo que no sea suyo va asociaciones de poderes, las concentraciones de riquezas quedaban
a diseminarse por efecto del Código civil. Establece el Código civil así en la im posibilidad de hacer la m ás pequeña som bra al Estado.
, en Ñ ápeles y, así, todo lo que no esté unido a ti va a quedar des­ D el m ism o modo que sólo él perduraba, sólo él ejercía un verda­
truido en pocos años y lo que quieras conservar se consolidará. dero poderío." (Los M o n o d p i n t a d o s p o r s í m i s m o s , L ’A ction Fran­
”E sta es la gran ven taja del Código civil. Tienes que esta­ çaise de 1 de enero de 1900.)
blecerlo ahí y él consolidará tu poder, y a que, gracias a él, todo
lo que no es fideicomiso cae y no quedan otras grandes casas Así fué cómo, al llegar la Restauración, “la opinión liberal” se
que las que tu erijas en feudos. E sto es LO que m e h a h ec h o p r e ­ puso a combatir la omnipotencia del Estado, pero ocurrió que este
dicar UN CODIGO CIVIL Y ME HA IMPULSADO A DICTARLO. (C arta de
182 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
1909
PREFACIO DE 183
esfuerzo tendía, no a devolver a los ciudadanos las libertades que
Monod; nuestro Estado ha perdido la fuerza, nuestros ciudadanos,
les hubieran sido útiles, sino tan sólo a anular la fuerza propia del'
aislados, están a merced, primero de la Administración y , después,
Estado:
de cualquier otra colectividad solidaria, como los protestantes, los
masones y los judíos.
"Parecía que el prim er deber de una opinión liberal debería
haber consistido en arrancar, por fin, al E stado todas las funcione>, •' El realismo político opone a esta libertad revolucionaria que ani­
ciudadanas y privadas que había inútilm ente usurpado, pero «c quila al Estado y al ciudadano la concepción de las libertades
fué asi. Con lo que se encarnizaron los liberales fu é con la función tradicionales del país.
peculiar del Estado. N o atacaron para nada ni la enseñanza de
E stado, ni la asistencia pública de E stado, ni las o tra s adminis
Si reconocemos lo bien fundado de esta crítica de nuestras ins­
traciones de Estado, sino que se lim itaron a barrenar la autoridad
tituciones, si estimamos que los ciudadanos son oprirrúdos por
de aquél en los grandes asuntos de política extran jera e interior, la Administración y que el Estado resulta impotente, sacaremos
precisam ente aquello que debe llam arse su poder p rivativo. San­ con el autor la conclusión de que importa a la vez limitar y
cionaron la anulación cívica, la m u erte civil de los franceses, preco­ definir las atribuciones del Estado y fortificarlo contra toda sedi­
nizaron el E stado cesáreo, considerado como gendarm e y despen ción individual y colectiva. Tendremos, pues, que reconocer que ne­
sero de la dem ocracia, como m ercader, como enferm ero y maestro cesitamos “reaccionar hasta lograr la salud” 1 contra el m al revo­
de escuela, como adm inistrador y curador universal. Sólo que a la lucionario, que tenemos que devolver al Estado su fuerza y a las
prim itiva calam idad añadieron una segunda que fu é la religión dt asociaciones sus libertades:
la indocilidad política, la rebeldía sistem á tica y ritu a l con tra los Go­ “R econstitución de las provincias, autonom ía de las U niversi­
biernos que gobernaran, la firm e resolución de debilitar, de empe­ dades, supresión de la partición de las herencias p o r igual, reins­
queñecer, de destruir al Estado en el ejercicio de sus m ás justai tauración de poderosos patrim onios in dustriales y territo ria les, auto­
regalías.. . ” (LOS MONOD.) nomía sindical, autonom ía confesional: he aquí exactam ente lo que
nuestro pasado aconseja, lo que fa lta a n uestro presente, lo que
E l Parlamento servia a los liberales como medio para aniquilai reclama nuestro porvenir." (G a zette de France, 17 de marzo de
el Estado, del mismo modo que el Código civil, por falta de las ins­ 1900) 2.
tituciones complementarias que Napoleón soñaba, tuvo como conse­
cuencia la ruina de los ciudadanos. Con un Estado fuerte y unas asociaciones poderosas, el sueño de
Mirabeau podría realizarse, aquel sueño “en que el legislador se
"Amiel ha conocido y descrito la enferm edad de un alm a en la contentase con apelar al interés individual, con depararla ios me­
que la fuerza y la vivacidad de la crítica, la constancia y la vo­ dios necesarios para actuar y con dirigirle invenciblernente ha­
luntad de dominio, precediendo vida y acción, hablan dism inuido el cia el interés general para la mayor conveniencia de todas los re­
poder de actuar y de vivir. L a enferm edad liberal y parlam entaria sortes políticos...” En otros términos, según el deseo de Augusta
es la enferm edad de A m iel extendida a l cuerpo del E stado. Las Comte, un régimen así podría "valerse de los im pulsos personales
Cámaras critican las menores resoluciones y las m enores tenden­ para rem edio de las dolencias sociales", concediendo a los particu­
cias del Gobierno y éste pierde el tiem po en discutir esta crítica lares todas las libertades compatibles con el bien público.
previa; a la larga, y a ni siquiera in ten ta, ta l como haría el ser
sano, oponer a sus vanos censores una voluntad positiva. Sus fuer­
za s vivas las absorben las discusiones con la oposición y llega a 1. T r e s id eas políticas.
confundir la necesidad de sostenerse fren te a los asaltos de ésta 2. P ro g ra m a idéntico h ab ía sido indicado m ucho a n tes por ei autor
con su oficio de adm in istrar y gobernar a l país. L o poco de in te­ de la E n c u e s ta s o b re la M o n a r q u ía en um a rtícu lo sobre la ¿lonarquia
ligencia y de energía práctica no tocado de a ta x ia o de parálisis de julio y su h isto riador M. T h u reau -D an g in : “R eform as orgánicas...
se m algasta así en bajas m aniobras de defensa m inisterial. E l E s­ R eform as esenciales... Lo que no pudo em prender ta l Ministerio clari­
tado languidece y se disuelve; la adm inistración se le escapa; la vidente de la R estau ración. R eform as esenciales que p reco n iza io s pri­
burocracia centralizada, igualitaria y uniform e del Consulado niega m eros teo rizan tes del m onarquism o, M aistre y Bonald, y de las q u e , más
su concurso al desenvolvim iento nacional y no sirve m ás que para d i­ tard e, y tra s h a b erlas laicizado lo b astan te, se constituyó en d efen so r
vidir y debilitar la nación, toda vez que, por inexistencia de un E sta ­ el profundo filósofo del S istem a de política p o s itiv a ” . El G obierno de
do, no funciona m ás que en provecho de intereses sucesivos, variables julio se aseguró el E jército. Pudo, de querer, rev isar el C ó %.0 civil y
o divergentes, todos ellos particulares, m isteriosos y difícilm ente a te n u a r, por ejemplo, alguno d e los peligros de la ley de partición por
confesadles” (Los MONOD). igual de la s herencias, abolir el C oncordato o modificarlo, a fr o n ta r de
nuevo el problem a de la descentralización en aquel punto q u e los
Demasiado sabemos qué progresos ha hecho desde 1815 a nues­ hom bres de 1788 lo h a b ía n dejado... P ero s u esp íritu se halla conser­
tros días la enfermedad, y los resultados saltan a la vista. Los vado liberal, o, lo que es lo mismo, revolucionario." (Revire htbcloma&ai-
re de 16 de diciem bre de 1893.)
hallamos claramente revelados en los primeros capítulos de L os
j ’ 184 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA PREFACIO DE 1 9 0 9 185

Ciertas franquicias locales figuran en la primera línea de est¡ ¡ Entre las libertades que están haciendo falta, incluimos asimis-
libertades que el interés de todos reclama. Nuestros ciudadanos del
no la libertad de testar que h a ‘ de permitir la reconstrucción de
ningún modo mejor podrán ejercitarse en el espíritu político qoef
cuando se trate de sus intereses más inmediatos y, además, Ia| íiuestras disueltas familias: todas estas reconstrucciones de hecho
vi Administración resultará tanto menos gravosa, tanto menos irresll deben conspirar al restablecimiento de los elementos psicológicos
ponsable, menos anónima y tiránica, cuanto menos complicada seaS de un patriotismo concreto. Los intereses privados que atan a los
y esté menos distante y menos centralizada. P o r consiguientes 4
tíombres a la suerte de la patria deben sentirse directamente si se
el empirismo organizador implica la descentralización. Yo qmsie->| I
ra poder exponer cómo, de qué modo realista entiende la deseen-i Quiere que el sentimiento patriótico sea real, vivo y efectivo. Nada
tralización que otros conciben de una manera harto quimérica y! ígeria más peligroso que el reducir el patriotismo a un “acto de fe
casi mística i. En efecto, para nuestro amigo, no se trata de sus­ Moblemente desinteresado”, porque resultarla harto precario.
tst’
tituir unas subdivisiones artificiales con otras, sino de resucitar"
las circunscripciones naturales de Francia, y habría que encargar '
i, Generosos sentimientos, últimos restos de las tradiciones anti-
de semejante tarea a geógrafos mejor que a políticos, porque la ,guas, fuerzan aún a este acto de fe a la mayoría de los franceses.
historia del siglo xix demuestra a saciedad la impotencia de los h;‘ Pero, sin referirnos a la propaganda de los anarquistas y los inter-
recortes administrativos para crear agrupaciones homogéneas que ’ nacionalistas, que, sin duda, recluta sólo un pequeño número de
equivalgan exactamente a esas comunidades que nacen espontánea­ ¡adeptos, no podemos menos de reconocer que buen número de espí-
mente de la naturaleza de las cosas. .ffitus comienzan a sentir las consecuencias del absurdo liberalismo
de este siglo; ya no hablan de Francia más que con toda clase de
E l conferenciante se remite aquí a las campañas de Barréa .peros y otras condicionales: como M. Ranc, no hablan de Francia
en L a C o c a r d e (1894-1895) y en L e s D é r a c i n é s , a los libros de más que a c o n d ic ió n de algo. Si queremos que de nuevo se invoque
Bourget ( O u t r e - M e r , etc.), a las conferencias de Frédéric Amou-: a Francia sin condiciones, poniéndola por encima de los Ídolos me-
.tafísicos, lo mismo que de la opinión de esto que suele llamarse la
retti (Escuela parisiense del Felibraje) y a la obra de M. Foncin,,' Europa civilizada, tenemos que mostrar por todas partes, bajo una
( L e P a y s d e F r a n c e ) , e indica las aplicaciones del mismo prin­ ■Francia abstracta, la realidad francesa, es decir la sangre y el
cipio a los problemas conexos de las Universidades y de la Igle­ suelo franceses, las tradiciones naturales y el campo nacional, o,
sia añadiendo: para repetir la noble frase de vuestro presidente Maurice Barres,
“nuestra tierra y nuestros muertos”.
i
Tal tiene que ser la propaganda nacionalista, si ha de tener un
í ; “L a autonomía sindical forma parte también del' número de las ■sentido. Debe hacer comprender que los franceses contemporáneos
libertades que más necesitamos. Sólo ella puede garantizar a la "s o n lo s u s u f r u c t u a r io s , n o lo s p r o p ie t a r i o s , d e s u c a p it a l n a c io n a l ”.
vez la defensa del trabajo y la seguridad del capital. Como siem­ Tendrá que defender a veces este capital contra sus caprichos efí­
pre, se trata de conceder a unas colectividades los medios nece­ meros tal como— ségún la frase grata a M. M aurras— se defiende
sarios para la defensa de sus intereses, al mismo tiempo que se la caza contra los cazadores, la pesca contra los pescadores o el
dirige a éstos hacia el interés general. Se trata de poner remedio trabajo contra los trabajadores mismos.
a la precaria situación del obrero aislado por el Código civil y des­ U n a política nacional tendrá, pues, por program a la multipli­
pojado por él de todo medio de resistir a lo que los liberales orto­ cación y fortificación de instituciones capaces de interesar al ma­
doxos llaman el libre juego de la oferta y la demanda, que, en rea­ yor número posible de organismos vivos en el mantenimiento de
lidad, es la omnipotencia, no del capital, sino de capitales irrespon­ la integridad nacional y, después, en el aumento del poderío na­
sables y anónimos. Y se trata, al mismo tiempo, de dar al obrero cional (ya que un país declina cuando no progresa). Provincias, mu­
intereses que defender que identifiquen su conveniencia particular nicipios, familias, Universidades, Sindicatos, Congregaciones religio­
con la conveniencia pública y lo sustraigan a la influencia de los sas, es menester que todos estos grupos tengan lo suyo y lo admi­
organizadores de huelgas electorales. ¿Se nos echará en cara que nistren libremente bajo la simple vigilancia del Estado. Si el Esta­
pretendemos restaurar las antiguas corporaciones? También que­ do tiene que hacerse administrador de provincias, magistrado mu­
remos restaurar otras muchas instituciones antiguas: todas aque­ i9- nicipal, padre de familia, maestro de escuela, patrón, arzobispo y
llas cuya destrucción, según testifican pensadores como Auguste I arcipreste1, para llenar todas estas funciones, y ello de manera
Comte, Taine y Renán, ha sido causa de la decadencia del Estado
A francés y, bajo el nombre de libertad, de la auténtica servidumbre 1. E l E stado, que se h a separado de la Iglesia, no h a dejado p o r ello
de todos los ciudadanos. de seg u ir asum iendo la cu ra de alm as que el sentido com ún reserva a
los clérigos. Su política religiosa an ticató lica h a cambio de eje, de ins­
1. Alusión a los señores Clem enceau, Léopold L acour y otros descen- trum ento. P rocede co n tra los obispos y los sacerdotes por medio de los
tralizadores de la escuela republicana. V éase la Idea de descentraliza- trib u n ales en vez de llam arlos a sus despachos y an te el Consejo de
ción, pág. 17 y siguientes, 31 y siguientes. E stado. P ero la intención y el resultado son los m ism os: la am bición
186 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA 187
PREFACIO DE 1 9 0 9

imperfecta, costosa y a menudo vejatoria, descuidará sus funcio^i


jpo para sustraerlo a la impotencia charlatana y a la corrupción del
nes naturales que consisten en garantizar el orden y la seguridad en
•parlamento. Todos estamos de acuerdo én esto sin disputa. Pero hay
el interior y en el exterior, razón por la que sólo la descentrali­ fíio poco matices intermediarios entre el sistema de Dérouléde y el de
zación puede asegurar sus respectivos derechos tanto al Estado |§MM. Lemaitre y Ch. Benoist. Pues a unos y a otros nuestro autor
como a los ciudadanos. ¡jles predica que ninguna República ha sido ni puede ser nunca go-
jjbernada más que por una oligarquía. Y nosotros y a no tenemos
“Me equivocarla mucho— añade M. Moreau— si hubiera un na­ ¡¡'aristocracia hereditaria, y toda Francia está de acuerdo con él en
cionalista que no reconociera en todo esto sus propias ideas. En ; rechazar la idea de una oligarquía clerical. E n este punto M. Mau-
todo caso, éstas parecerán inspiradas por el más sano realismo y Sfrras es muy preciso:
nada es más opuesto a la vacía y mística elocuencia de tantos pre­
tendidos librepensadores.” E l conferenciante llega aquí al punto “N o creo — dice— que una sociedad de solteros, ocupada en gran-
„ des finalidades espiritu ales, com o es la Iglesia, esté indicada para
delicado. De acuerdo con el monárquico en lo de la ordenación
^ejercer el poder tem poral en un gran país. Su gobierno seria m edio­
deseable para Francia, ¿cómo concederle que la Monarquía pueda cre o malo." (G a zette de France de 23 de noviembre de 1899 y de
realizar este bien y, sobre todo, que sólo ella sea capaz de hacerlo? \ 29 de enero de 1900.)

M e queda por abordar el medio que se propone a quienes de Parece, pues, que la única oligarquía que es posible que tenga­
buen grado querrían aplicar esta filosofía política. No hay duda de mos (ya que el común de los ciudadanos está pulverizado por las
que aquí me resulta más difícil conservar a nuestro autor el tí­ instituciones) es precisamente la plutocracia judío-masónica, pluto­
tulo de realista, que tan bien merecido tiene en otros terrenos, ya cracia de naturaleza cosmopolita que no conoce otros intereses fue­
que se declara monárquico, y, a mi entender, si bien no tengo nin­
ra de los financieros o metafísicos y no se preocupa más, por lo
guna objeción teórica que presentar contra la Monarquía, no creo mismo, que de “un mínimo de estabilidad política y de orden apa­
nada en la posibilidad de una restauración, ni que, si esta restaura­ rente". Pero me equivoco: hay todavía otra forma de oligarquía
ción fuese posible, pudiera, en las circunstancias actuales, llevar a que, precisamente, estamos viendo superpuesta en nuestro país,
cabo las reformas que acabamos de resumir... i la anterior, y es lo que se llama gobierno de los partidos; pero
Harto sabemos todos que, en teoría, una sola persona, por muy esta form a parece también la más detestable de todas, porque,
vulgar que sea, es más capaz de iniciativa inteligente que una para perdurar, se ve obligada a “entregar al Estado al saqueo del
asamblea deliberante. También sabemos que la herencia es, natural e mayor número”. Todos sabéis cómo el saqueo del presupuesto e3
históricamente, un principio de sucesión preferible a la elección de para nuestros diputados el principal instrumento de poderío. Tal
jefe de Estado: lógicamente, ya que al jefe del Estado le importa, saqueo es una necesidad para un Estado democrático que debe
por interés dinástico, no derrochar un capital que es, no vitalicio, mantener a diario su popularidad y, por consiguiente, multiplicar sin
sino hereditario; e históricamente, ya que el antiguo régimen no medida las dádivas dfe toda especie.
ha ofrecido jamás una sucesión de personas tan mediocres como ¿ Además, también se puede objetar a los plebiscitarios, como a
MM. Grévy, Carnot, Périer, Faure y Loubet i. Pero— repitám oslo- todos los demócratas, que la misma necesidad hace imposible toda
no creemos que hoy sea adaptable a Francia otro régimen que la medida descentralizadora, puesto que, según confesión de los más
República, por lo que debemos probar a sacar de ella el mejor prácticos manipuladores del sufragio universal, se necesita una
partido posible confiando nuestros intereses a gentes capaces de administración fuertemente centralizada para obtener “buenas elec-
mejorarla. clones”. L a tendencia de todo sistema electivo, si bien lo mira-
Nos limitaremos, pues, a examinar rápidamente, para aprove­ * mos, resulta, pues, opuesta a todas las reformas que acabamos de
charnos de ellas, las críticas dirigidas a los distintos “Constituyen­ ' considerar como indicadas para aminorar la opresión adminis­
tes” republicanos. trativa. En efecto, todo organismo independiente del Estado— ad­
Los reformadores pueden clasificarse en parlamentarios y plebis­ ministraciones regionales, municipios, familias, universidades, sin­
citarios. Unos y otros— por lo menos, dentro del partido naciona­ dicatos y congregaciones— al que se consultara sobre los intere­
lista— tratan, en mayor o menor grado, de fortalecer el poder ejecuti- ses del Estado, es capaz, en nombre de intereses particulares
y, por tanto, mejor sentidos, de oponerse, en razón directa de su
de ejercer un poder espiritual y las persecuciones que dé ello sé derivan propia fuerza, a los designios del poder central. Y éste, aunque
no han podido variar. estuviera representado por el mejor de los dictadores, y precisa­
1. M. Lucien Moreau me hace notar que, en 1909, hace falta añadir mente porque este dictador se sentiría útil al pais, no podría re-
el nombre de M. Fallieres, que dista, por cierto, de descomponer la lista. fe signarse tranquilamente a suicidarse, porque sería un puro suicidio,
Voto por el más tonto, sigue siendo una de las mejores frases atribuidas | hablando propiamente, el que un poder electivo, tras privarse de
a M. Clemenceau. Tanto como al pobre M. Carnpt,,es aplicable a la serie i los medios de organizar administrativamente las elecciones, se
de los seis presidentes. pusiera a favorecer organismos distintos de él, capaces de hacer
188 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
PREFACIO DE 1 9 0 9 189
las elecciones en contra suya. De modo que siempre tropezariam'
con la opresión administrativa, siempre acompañada de la im concilia en vez de contraponer, el único que utiliza en vez de
tencia del Estado... gastar.
La variedad natural de nuestras fuerzas económicas, regiona-
y morales representa un argumento temible contra un Estado
“Son éstas — termina diciendo como conclusión M. Lucie£
ancés privado de su rey, porque la unidad de todo ello no puede
Moreau— unas graves objeciones. Inspíranse en una concepción ;
stir ni durar sino a costa de las más duras mutilaciones im-
optimista, pero, a mi entender, casi exacta del régimen electiv1
estas a cada uno por todos, consentidas a todos por cada uno.
Bueno es que invitemos a nuestros Constituyentes a que las medité
¡Pero el riesgo se desvanece y la dificultad se resuelve restaurando
y a que nos presenten algún remedio eficaz y aceptable, que para
Reino, porque el Estado Central dispone en él de vida propia,
nosotros vendría a ser una misma cosa, ¿no es cierto?, cualesquie
o hecha de los jirones de cada Estado particular: todo lo admite
ra que sean nuestras concepciones propias y nuestras personales
respeta, lo puede armonizar y utilizar todo. Y a en cada uno de nos-
preferencias. Todavía no sabemos cuál es la solución que podría sa­
‘ tros la simple idea del Rey dispone el pensamiento a rebuscar
tisfacernos, pero siquiera conocemos ya los términos del problema.”1'
y descubrir aquellos puntos sobre que debe basarse el acuerdo, la
E l problema estaba resuelto, porque, al declararse “france-'
■linea en la que las acciones comunes resultan posibles; en fin, una
ses ante todo y sin condiciones”, ya no era posible sustraerse a
área espaciosa en la que cimentar la construcción futura.
las exigencias del bien de Francia. M. Moreau convirtióse en -,
un monárquico militante y tras él la mayor parte de los mu-! Este nacionalismo integral así concebido presentaba un aspecto
chos jóvenes que lo escuchaban el 29 de marzo de 1900 en el de útil novedad, pero que corría el riesgo de acabar representan­
primer piso del Café Procopio. Las objeciones, las repugnancias; do una flaqueza. E ra esencial el que todos palpasen cuanto estos
mismas pierden toda significación en cuanto se entra en contacto pensamientos envolvían de tradición impersonal. Acepté, pues, con
con este “olvidado nombre del rey”. Sorprendido uno, al princl- * el mayor gusto y la mayor gratitud el encargo de M. Janicot, di-
pió, de despertarse un buen día siendo monárquico, en seguida se ’rector de L a G a zette de France , en mayo de 1900, de dirigirme a
maravilla de no haberlo sido siempre. L a satisfacción de la in­ Bruselas para recoger los juicios y las afirmaciones de M. André
teligencia y del patriotismo se mezcla, en efecto, con un sen­ »Buffet, jefe del Gabinete político del Príncipe, y del conde Eugéne
timiento de bienestar, de alivio, de facilidad para pensar y para ¡de Lur-Saluces, presidente de los Comités monárquicos del Sur­
vivir que deriva de una preexistente armonía entre la institu- oeste, ambos condenados a destierro para servicio y gloria de nues­
cióri real y el instinto del hombre y el sentido de las cosas en tras ideas.
nuestro país. Esta satisfacción de respirar por fin una atmósfera
tranquila se hace tanto más sensible cuanto que las ideas contra- ■
VI.— P rogresos u lter io res
rías engendraban un estado de irritación, de protesta, de perpe­
tua censura, que hacían imposibles a la vez el reposo y el progre­
Sus respuestas y las que fui reuniendo después constituyen lo
so. L a democracia es la envidia; la República es la división y el
esencial de este libro que el lector juzgará. Pero como datan de
odio. Ni una ni otra aceptan el presente ni el pasado y no consi- ‘
diez años, conviene preguntarse con respecto a ellas, tal como he­
guen representarse para nuestro futuro otra cosa que utopías siem­
mos hecho con el problema que las motivó, en qué han venido a
pre bastante simples y a menudo groseras. E l alma republicana,
parar con el tiempo y cuál será el valor en 1909 de una doctrina de
incesantemente agitada sin objeto y sin esperanza, equivale a un
la Monarquía hereditaria y tradicional, antiparlamentaria y descen-
compendio de la anarquía intensa a que la República somete al
" tralizada que se formuló en 1900.
conjunto del país y sus elementos constitutivos. E, inversamente,
Su persistencia y los prosélitos que ha conseguido predispon­
esta paz interior cuyo disfrute gozan los monárquicos, y que mon­
drán, sin duda, a su favor. Pero, prescindiendo de esos testimonios
sieur Jules Lemaître ha descrito recreándose en ello, constituye
adjetivos, que son de gran valor, hay que afirmar ante todo que
como una especie de anticipo de la profunda paz pública que la
esta doctrina se sostiene. Permanece en pie por su propia fuerza
Monarquía tiende a realizar. Sin aminorar los movimientos de la
y no ha entrado en iiza ningún nuevo elemento que la contra­
vida francesa, es capaz de distribuirlos según su orden, el único
diga. E l tiempo, al transcurrir, como el sol al alzarse, no ha hecho
jm-
190 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA PREFACIO DE 1 9 0 9 191
m
más que añadir claridades a su luz. Los motivos para aceptarla democrático representado por los Parlamentos. Roma, Viena y Ber-
&l n han sido los puntos de partida de experiencias sociales del más
propagarla se han hecho mucho más graves, más apremiantes y
más numerosos. Mejor conocida que antaño, amigos y enemigos Alto interés, sea del jefe del Estado, sea de la cooperación libre:
trabajan más en su favor. Las circunstancias propicias se multipli­ en ningún sitio han disminuido la autoridad, los servicios y las
can. Y los acontecimientos la corroboran con una serie de notables funciones del rey o del emperador. Hemos asistido a un crecimien­
confirmaciones. to considerable del poder monárquico en los dos pueblos parlamen-
s§*: taños y liberales por excelencia, Bélgica e Inglaterra i, que son tam­
—M uy sensato es todo esto — me decía un socialista a quien yo
daba a conocer nuestros primeros trabajos— ; sólo que u sted razona, bién los pueblos en los que el socialismo municipal y las grandes
como si no debiera producirse ninguna transform ación... cooperativas federadas han aportado un elemento de verdadera no­
vedad a la economía general. Transformación económica, aumento
' del poder real. N o establezco una ley, pero registro los hechos pro­
En efecto. E l factor de las transformaciones económicas he de
pios a tranquilizar los espíritus a quienes inquieta el sentido de
reconocer que había sido dado de lado absoluta y deliberadamente
jfla evolución. Acaso no haya ningún ligamen entre la evolución so­
en estas páginas. En primer lugar, me hubiera parecido poco co­
cial y la Monarquía, pero ciertamente tampoco hay ninguna opo-
rrecto razonar sobre la regulación del orden público en virtud de
Í5; sición entre ambos términos y aun, mirándolo de más cerca, se
hipótesis relativas a transformaciones que necesitan del orden pú­
descubrirían afinidades complementarias entre ellos. P or lo demás,
blico para realizarse con provecho. Se nos dice que pertenecen al
poco importa. Lo esencial es que no sea precisamente un favo­
futuro, pero todas distan de ser probables y algunas parecen más
rito de Carlos Stuart, sino un ministro de Eduardo VH , miembro
que dudosas; en todo caso, habría que esperarlas durante cierto
de un Gabinete radical y colega de un ministro socialista, quien
lapso de tiempo, y el retorno que yo preconizo a la Monarquía obe­
if| ha proclamado en alta voz, en el más inconstitucional de los dis­
dece a la amenaza de desdichas que no han de hacerse esperar,
cursos, la precedencia política de la Corona sobre la Cám ara de
M arx ha podido exponerse a las rectificaciones de hecho que Berns-
tein ha creído observar. U n sistema filosófico puede correr estas los Comunes.
aventuras, pero a un Estado le están prohibidas. Además, yo estaba Se puede pensar lo que se quiera del discurso de Mr. Haldane.
persuadido, y continúo estándolo, de que el fenómeno económico Lo cierto es que ha sido pronunciado. N o necesitamos más con­
y el fenómeno político son dos cosas distintas y hay que empezar tra los que, prescindiendo de la cuestión de utilidad o necesi-
por distinguirlas, sobre todo cuando se piensa estudiar más tarde g- dad, se limitan a oponer lo que creen poder llam ar su moderni-
las relaciones que entre sí mantienen. Lo específico de las leyes ”■ dad a lo que llaman nuestro arcaísmo, cuando los arcaizantes son
políticas y la autonomía de su estudio es uno de los fundamentos ellos. Su manera de pensar data de 1848. Viven de lo que se decía
de esta máxima, “P olítica an te todo", que nos guía en todas nues­ y se pensaba entonces. Pero las transformaciones industriales del
tras actuaciones. En tercer lugar, en fin, me pareceía que toda re­ maqumismo que han hecho sentir sus efectos en el último medio
percusión de la economía en la política habría de fortificar nues­ siglo determinaron este período de prosperidad europea sin ejem­
tras doctrinas en vez de debilitarlas, cualquiera que fuese el senti­ plo bajo un régimen de reacción monárquica y autoritaria que bas­
do en que la evolución se produjese, lo mismo, por ejemplo, si la tan a calificar los nombres de Bismarck, de Cavour, de Disraeli, de
Cánovas del Castillo y de Stambouloff. Stambouloff que creó la fuer­
propiedad individual persistía, como ha persistido, que si la pro­
piedad colectiva hacía todos los progresos que ha hecho y más que
B za búlgara, Cánovas que restableció la vida de España, Disraeli que
pudiera hacer. elevó el Imperio británico a su apogeo, Cavour y Bismarck, forja­
Estos diez años han presenciado no pocas transformaciones eco­ j r dores de la Alemania y la Italia modernas, fueron todos ministros de
nómicas, y bien profundas, sobre todo en Inglaterra, en Italia, en i
1, L 'A c tio n Française de 1.» de ab ril de 1903 reprodujo y comentó
Bélgica, en Austria-Hungría y en Alemania: ¿cuál ha sido su reper­ un im p o rta n te y curioso estudio publicado en un ó rg an o de la demo­
cusión política? ¿Qué tipo de gobierno ha salido ganador? ¿Cuál cracia católica belga, L e X X Siècle, sobre el crecim iento del poder real
ha perdido terreno? Los hechos nos reponden. En cada uno de di­ en Bélgica. Sobre el crecim iento dél poder re a l en In g la te rra , L 'A ctio n
F rançaise de 15 de m ayo siguiente trad u jo tam bién y com entó un a r­
chos países, o bien la autoridad monárquica ha conservado toda su
ticulo sin g u larm en te p robante e in structivo de M. S ydney Low e en The
integridad, o bien ha ganado terreno sobre el elemento republicano n in eteen th C entury and after.
192 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA PREFACIO DE 1 9 0 9 193

reyes. Los grandes Estados que han operac.o su unidad, no la han ‘canos se habían desprendido parcialmente de ella. Su República,
conseguido sino bajo la Monarquía. Los pequeños que se han eman aquello que tuvo de viviente, rilo fué más que la expresión de un
cipado de una dominación extranjera se han aprovechado del brev .protectorado concedido desde Londres o Berlín al dominio de los
ejemplo de Grecia y pasado rápidamente la inútil etapa republican^, ’extranjeros o semiextranjeros del interior. Actúa entre estos úl-
para agruparse bajo jefes únicos, y la mayor parte de ellos adoptan-, f timos un elemento de autoridad y de herencia que no puede escapar
do el régimen sucesorio practicado desde siempre por la Casa de q,; los espíritus atentos. Los republicanos que siguen abrigando el
Francia. En Bulgaria y Rumania, el benéfico resultado de la obra amor de Francia, acaban por desear que esta oligarquía extranjera,
monárquica ha podido seguirse en vivo por la crónica de los últi­ que emplea entre nosotros y en contra nuestra los resortes de la
mos treinta años. democracia, sea sustituida por una aristocracia o una burguesía in­
Ora los hijos suceden tranquilamente a los padres, ora, como en dígenas; pero los franceses que no han olvidado la historia y la geo­
España, la elevación del príncipe llegado a mayoría pone fin a una grafía objetan que éste es un sueño imposible y acaban proclamando
regencia difícil. Han tenido lugar atentados o verdaderas revolu­ la necesidad de un jefe único— dictador, cónsul, presidente— ; que los
ciones, especialmente en Servia y en Turquía, pero a nadie se le ha más clarividentes llaman sencillamente el Rey.
ocurrido constituirse en República. N o se ha rozado la constitución .f Los revolucionarios no son los últimos en dar prueba de esta
monárquica. N o se habla ya de la Duma rusa si no es para dejar evolución de la inteligencia y del senttido práctico. Cuando el so-
sentados el fracaso radical de las dos primeras y el c.elo monárquico >cialista austríaco Kautsky hizo notar en 1903 que en ningún país
de la tercera. Noruega se ha separado de Suecia y ha querido darse se ha derramado más sangre proletaria que en la República fran­
un rey por las tres razones explícitas de que quería la paz en el cesa durante los últimos doce años 1, nuestros periódicos más avan­
interior, alianzas en Europa y administración barata. E l joven prín­ zados lo aplaudieron de un modo sorprendente. E l año siguiente, en
cipe, sacado de una familia real influyente por sus lazos de paren­ el Congreso de Amsterdam, M. Jaurès, que hacía la defensa de la
tesco con toda Europa y famosa también por las victorias de su ■República, tuvo que soportar un cruel martirio ; “— En cierta medi­
jefe sobre los parlamentarios daneses, ha querido reinar bajo el da—le decía Bebel— tengo que ser el abogado de la Monarquía
nombre más antiguo y más tradicional que ha podido descubrir en la frente a usted... L a Monarquía no puede lanzarse a fondo en la
historia de la Edad M edial. L a misma nebulosa americana parece i lucha de clases. Tiene necesariamente que contar con el pueblo. En
orientarse claramente hacia una dictadura imperial; a medida que todas las repúblicas se registra la intervención de las tropas en las
disminuyen las distancias geográficas y que sus condiciones de exis­ huelgas. También el Gobierno francés es un Gobierno de clase.”
tencia se aproximan a las de Europa, busca la autoridad como una El abogado de la República tuvo que abandonar el duro terreno de
j ios hechos y refugiarse en la apología de los móviles democráticos.

necesidad cada vez más preciosa y la tradición como un ornamento
de que el Nuevo Mundo no podrá prescindir. Pero esta confusión de la política y de la moral no resultó favorable
E l viejo estado de espíritu republicano decrece en el mundo en­ a la tesis: si M. Jaurès invocaba la majestad del sufragio universal,
tero. L a soberanía política, mirada y deseada como fin en 1848, Bebel le respondía: “Os lo dió Bonaparte” ; si el orador celebraba
baja al papel de medio. E l sufragio universal era un medio para las virtudes de la forma republicana, el implacable germano res­
Bismarck y lo es también, evidentemente, para Francisco José. pondía: “Os la dió Bismarck, que hizo prisionero a vuestro empe­
Los pueblos se muestran de la opinión de sus príncipes: los únicos rador.” Todo lo más, M. Jaurès creía hacer un gran daño a la Mon­
problemas políticos por que parecen apasionarse en nuestros días son arquía alegando que ésta tiende al bien del pueblo, no por amor,
de orden nacional o de orden social. Caída la democracia en uni­ no por deber, sino “por egoísmo”. “ ¿Por egoísmo inteligente? ¡De
versal descrédito, estaba reservado a conservadores franceses como modo que la Monarquía es un régimen que hace el bien ajeno sin
M. Sangnier o M. Piou el recoger lo poco que subsiste de este cuerpo quererlo y contentándose con buscar el suyo propio!” Es lo que
muerto. Con Gambetta, Ferry y Waldeck-Rousseau, nuestros repu- L'Action Française había dicho siempre 2.

1. E l m ás reciente de los reyes de E uropa, F ernando I, ha tomado 1. L e Socialiste de ab ril de 1903.


el título de z a r de los búlgaros (y no de B ulgaria) por la razón expresa 2. E n Le Figc.ro de 22 ds agesto de 1SC4 IvI. Paui-B onecur consideró
de que ta l e ra el título de sus predecesores medievales. E n 1830, la ciertas tesis del Congreso de A m sterdam como “un eco inesperado” de
fórm u la h u b iera contenido u n a alusión al “derecho popular" electivo. n u estras doctrinas.

13
194 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA PREFACIO DE 1 9 0 9 195

L a intervención de M. Guesde hizo ver que su grupo era tan' mado de un mes a otro este odio de la clase obrera contra el
ajeno como la socialdemocracia alemana a los sentimientos re p u ­ régimen; ni un conflicto económico que no haya acabado plan­
blicanos de M. Jaurès: “¿En qué, os pregunto, la form a república^! teando el problema de las perturbaciones que el régimen ori­
í'I*'-' _¡ na favorecería la emancipación del proletariado? Cuando hayáisJ gina. Y, por una coincidencia digna de admiración, a partir de la
salvado la República, no habréis hecho nada por el proletariado. Si ! misma fecha, una altiva juventud, reclutada en todas las clases
por ella debe éste abandonar sus intereses propios siempre que esté del país, viene apasionándose por las ideas de Monarquía y se con­
|Lp[ en peligro, la República resulta el peer de los Gobiernos.” Estas sagra a propagarlas. E l grupo recién nacido de los C am elots du
últimas palabras, prescindiendo de la condicional que ponía, fue­ Roí pone en ello tanta resolución, que, en pocos meses, desde el
ron largamente comentadas por los congresistas fuera de la se­ Barrio Latino, tomado como centro, hasta los confines del territo­
sión. “¡La República es el peor de los Gobiernos!” Guesde había rio, todas las reacciones del patriotismo se han producido a l grito
añadido, aludiendo a proyectos de ley que todavía no se han lo­ de “¡Viva el R ey!” L a propaganda de hecho se ve estimulada con
grado: “Está en estudio un proyecto de retiros obreros que no con­ numerosas condenas de multa y prisión, soportadas con heroica cons­
cede a éstos la décima parte de lo que la Monarquía de los Hohen- tancia. Y todo ello revestido de formas tan vivas, que se empieza
zollem concede a los obreros alemanes.” a reprochar a los monárquicos que prefieren la acción material a
la discusión razonada. Esto no deja de tener gracia: porque nadie
Una nueva escuela, representada por MM. Georges Sorel y Hu­
hubiera sospechado que se nos hiciera este cumplido cuando, hace
bert Lagardelle, ha desplegado no poca energía y espíritu de con­
diez años, amigos y enemigos coincidían en apabullarnos aplicán­
tinuidad en renovar y vulgarizar las antiguas críticas de Proudhon
donos el mote de teorizantes.
y de Marx, de MM. Lafargue y Guesde, con relación a la “revo­
lución burguesa” de 1789, de la que deriva el parlamentarismo fran­
cés. L a misma escuela ha hecho percibir totalmente la oposición
que hay entre el régimen sindicalista, basado en un interés social
común, y el régimen democrático, fundado, en derecho, en la volun­
tad o la opinión del individuo. Los rápidos progresos del movimien­
to sindical han acarreado y propagado, junto con este sentimiento,
las ideas más hostiles a la democracia. Esta es tratada como una
enemiga de primer orden. E l partido gobernante, por muy radical-
socialista que se llamara y por más que sus miembros se hubieran
reclutado entre antiguos profesos del socialismo, estaba obligado
a defender a tiros las leyes de las Cámaras, hijas de la elección, y
las decisiones de los despachos centrales contra la ofensiva de
los sindicalistas unidos. Así es cómo los directores de la masa obre­
ra han dado un paso más; ya no se limitan a apuntar contra
el régimen y el personal del Parlamento, o la legislación de­
mocrática; casi prescinden de los hombres contra los cuales se
alzaron mayores cóleras en el mundo sindicalista— M. Clemenceau
o M. Briand— : los obreros parisienses más revolucionarios han col­
gado de la ventana de la Bolsa del Trabajo el busto mismo de la
República.
Esta memorable ejecución, que tuvo lugar en la plaza de Châ­
teau d’Eau el lunes 3 de agosto de 1908, iniciaba la separación
de las masas revolucionarias y el Estado republicano. Contenía tam-
biéñ promesas que los acontecimientos no han dejada después de
cumplir. N o ha habido crisis social que no haya acusado y confir­
[;: !-

'* ;: SOBRE U N P U N T O D E L V O C A B U L A R IO

1,¡Í

ONTRARIAMENTE al único uso legítimo que ha quedado restable­

C z c o feliz V definitivamente desde hace diez años, al jefe de


la Casa" de Francia, único heredero de nuestros reyes, B e l e llama
_ t0c3S jas páginas que siguen “Señor duque de Orleans .
6U ¿Tverdadero"título era el de Monseñor el duque de Orleans.
Habiéndonos impuesto la obligación de publicar las piezas que
siguen en su matiz exacto, creemos que hemos de conservar, a tí­
tulo de curiosidad, esta errata. Pero, al consignarla al comienzo de
la obra, conviene excusarla y explicarla.
¡Cuántos excelentes monárquicos, de los más tradiciona ,
los más devotos, de los más fieles, han caído en este error antes
que nosotros! Uno de ellos nos declaraba hace justamente qumce
años- “M i padre decia: el señor conde de Chambord; yo he ic
siempre: el señor conde de París; mi hijo dirá, si Dios quiere: el
señor duque de Orleans.” E l buen hombre no tenia en cuenta que el
título del conde de París y el de Monseñor el duque de Orleans son
títulos oficiales que los príncipes recibieron el día de su nacin“ ® ’
mientras que el título de conde de Chambord era una especie de apodo
o de nombre de fantasía adoptado por quien se llamaba, en reaüda
duque de Burdeos o Enrique V. Estaba perfectamente bien decir, e
señor conde de Chambord, pero se hubiera tenido que
el duque de Burdeos, como ya se dice siempre Monseñor el duque de

0 r Compadeceré a quienes no vean utilidad alguna en est*3 < ^ e r -


vaciones. Uno que entendía algo en psicología de la autoridad,
Napoleón, decía a Roederer, hablando de José, su hermano.

N o auiere que se le llame Monseñor ni Escribe y dice


ÍS V ““" S
p rín c ip e .

a no quiere que n a ja
'I

por bien de la forma de un sistema político, pueden cambiar alg

¿l?¡;


" ,¿; .
,*?rfr ■
198 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

a las relaciones de amistad, de familia o de sociedad. A mi


llaman Sire, y me dan el nombre de Majestad imperial sin que
nadie en mi casa le haya cruzado por el pensamiento la idea de
que yo me habia convertido en otro hombre o me creía tal. Todos
estos títulos forman parte de un sistema y esto es lo que los hace
necesarios.
A él le ha parecido extraño que yo atribuyera el título de Mon­
señor a cierto número de puestos, por ejemplo, a los Mariscales del,
imperio, y multitud de gente protesta de esto como de una co-'
sa inútil y absurda. Usted mismo, M. Roederer (poniéndose frente
a m í), usted mismo no me hace el favor de creer que tengo algo
de talento, un átomo de talento. N o obstante, debería usted ver
por qué hago que den trato de Monseñor a los Mariscales de
Francia, es decir, a los hombres más apegados a los principios re­
publicanos; ha sido para asegurar a la dignidad imperial el título E li P R IM E R E IB R O
de Majestad. Se han sentido en la imposibilidad de negarse a
dármelo, o de darlo a disgusto, al ver que ellos mismos recibían un DE
título considerable. Usted no me hace la gracia de concederme un
poco de inteligencia y de buen sentido, ¿ eh ?; ¿ no es verdad que no
me cree usted en mi cabal juicio? i. LA ENCUESTA
"Usted no me hace la gracia de concederme un poco de inteligen­
cia y de buen sentido..." “¿ N o es verdad que no me cree usted en mi
SOBRE LA MONARQUÍA
cabal juicio?” Lo que Napoleón preguntaba tan burlonamente a
Roederer, el género humano entero, con esta suma de experien­
cias que registra la tradición, podría repetírselo a los personajillos
que afectan desdén para las calificaciones cuyas razones no se
les alcanzan. (CON NUESTROS DESTERRADOS)
1. Del diario de Roederer, publicado por M aurice V itrac.
E l mando de muchos no es bueno. D ebe haber un solo jefe.

(P alab ras de U lises, el m ás sen­


sato de todos los g rie g o s .— H ome­
ro , litada, II, 204-5.)

*0 "oeos franceses a quienes no puedo dejar de considerar


N como buenos franceses, porque no tienen conciencia de la
malicia que entraña su atolondramiento, hablan hoy de un par­
tido o de un sistema político como podrían hacerlo de un caba­
llo de carreras, y ponen toda su curiosidad en preguntarse.
—¿Llegará el primero?
L a afición a adivinar, la de las apuestas y acaso también la
esperanza o el deseo de un provecho personal inmediato, les
hacen perder de vista todas sus posibilidades de ciudadanos:
se olvidan de que pueden actuar y, por consiguiente, transfor­
mar la suerte, por lo que se limitan a contemplar los aconteci­
i mientos en vez de forjarlos, y apuntan los golpes en vez de
darlos, como podrían. Y o aviso a esta clase de espectadores
ociosos y pasivos que las hojas que aquí siguen no están es­
critas para ellos. N o me sentiría capaz de dedicarlas más que
a ciudadanos verdaderos. Dirígense únicamente a una selec­
ción ciudadana acongojada por el evidente peligro nacional.
P a ra esta selección, por dicha bastante numerosa, lo inte­
resante y lo que apasiona no es el pronosticar cuál de las per­
sonas de bien” o cuál de los “nacionalistas” tiene alguna posi­
:i -1 bilidad de triunfar primero, porque el azar es el único dueño
!i ¡ de la suerte: ante las opuestas ideas y los partidos compe­
tidores, lo único que a esta selección importa es descubrir
dónde radica la conveniencia pública. Con una trágica^ so­
licitud rebusca qué hombre, qué régimen dara satisfacción a
las condiciones físicas de nuestro bienestar y, sintiéndose mas
202 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

fuerte que las causas que determinan nuestra ruina, les <li|>u.'
tara la patria.

A mi entender, sólo la Monarquía dispone de un poder


lo bastante vivo, bastante regular y bastante duradero y, po|
tanto, suficientemente penetrante, para llevar a cabo la difícil
salvación de Francia. Pero, siempre que alguien afirma estas i C O N M. A N D R É B U F F E T
virtudes de la Corona, los mejores espíritus piden que se 1
defina: — ¿Pero en qué consiste realmente la Monarquía ?-
Y como no hay cosa más fácil que dar esta definición o contesí
tar a las objeciones que suscita, se sigue de ello que, cuando
uno ha replicado a todo, le objetan en seguida: — ¿Está usted
bien seguro ? Esta Monarquía es la de usted, la Monarquía tai
OS R E T R A T O S
como usted la concibe, pero ¿es de veras la Monarquía?
¡Son tantos los amigos que, lo mismo en París que en pro­ Faubourg Saint-Gilles, a diez minutos de la Estación del
vincias, me han apremiado con la misma duda! N o podía aguan­ Mediodía, es una larga calle muy recta, sombreada aquí y
tar más y me puse a buscar para ellos respuestas oficiales que 'allá por álamos, tilos y fresnos, verdeantes ramilletes que des­
pudieran dejarles satisfechos. abordan de pequeños jardines alineados. A unos pasos, la casa
L a opinión monárquica tiene dos representantes a los que de M. Buffet.
dan relieve a un tiempo la confianza del príncipe y la estima Es de ladrillo rojo y piedra azul, alta, estrecha, profunda
de sus amigos y el odio y el rencor de los enemigos de la na­ y en todo parecida a aquellas que un ejército de albañiles no
ción. E l destierro que soportan, las funciones que ejercen, las cesa de levantar en todos los confines de Bruselas. Y , con todo,
aprobaciones que a diario reciben, confieren a los dos condenados apenas se franquea el umbral de la puerta, se hacen perceptibles
por el Tribunal Supremo una autoridad que nadie puede poner tro gusto, otra atmósfera: aquí se respira el aire de Francia.
en duda. E n el saloncillo en que me introducen, un bronce de M ignon
H e ido, pues, a ver a M. Andró Buffet, jefe del Gabinete encima de la chimenea evoca elocuentemente las melancolías
político del señor duque de Orleans, y al conde de Lur-Saluces, del destierro, pero, sobre una mesa de roble, a la luz lluviosa y
presidente de los Comités monárquicos del Suroeste. Uno y brillante que penetra por el ventanal, las fotografías de la
otro residen en Bruselas. He aquí el resumen de sus declara- familia real recuerdan con quién y por am or de quién se so­
cionés. porta este injusto destierro. Aquí están el señor duque de
Orleans y la señora condesa de París. En medio de ellos, y de
perfil, el conde de París preside este müdo consejo de la Casa
de Francia. De igual modo, en la dirección de una Monarquía
¡histórica el alma de los muertos ilumina las resoluciones de
¡los vivos.
Los retratos tienen sendas dedicatorias. Examino con cu­
riosidad los autógrafos y me entretengo en relacionarlos con
la fisonomía. A l noble acento de los rasgos se corresponde con
perfecta exactitud el movimiento de una gran escritura ele-
204 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUIA CON M. ANDRÉ BUFFET 205

gante y generosa. Resolución, finura, evidentes virtudes af] Jffalta de un reinado efectivo, teorías tan profundas acerca
ran de los cuadritos de frío cartón. Pero, a despecho de i j la Monarquía nacional, que todos los espíritus competentes
cosa patente, ¡cuántos misterios guardan las cuatro pequeña; ¡¡¡ admiran y saborean.
imágenes! ¡ Cuánto pasado y cuánto porvenir! Para un pá Qué educación política y qué pura tradición hubo de tras­
triota francés ¡qué magnífica e inquietante procesión de sueflo|| pasar semejante padre a su hijo! Pero el señor duque de
|Orleans difiere en un punto importantísimo de su predecesor:
“De este grupo de hombres y de mujeres, particularmeni llpno es un teorizante; pero Francia ya no necesita a un teo-
de aquel que es el jefe de todos, dependen los destinos de ;ante: toda la teoría está hecha y sólo hace falta aplicarla.
inmenso imperio, la suerte de una gran nación. Y no se diga ; Una especie de providencia dinástica hizo casi siempre apa-
que esta dependencia no será efectiva hasta que llegue ijíeter en la serie de los Capetos, generadores y ordenadores de
reinar Felipe V III: esta familia Capeta, aun estando desterra-; Francia, los caracteres apropiados a las necesidades de cada
da, tal vez precisamente por estarlo, es la depositaría de !a.j ¡Énomento. Según todos aquellos que lo conocen, el señor duque
fortuna francesa. ..¡Je Orleans parece indicado p ara realizar las ideas políticas que
”Si los príncipes siguen indefinidamente fuera de Francia’ -ha heredado con la sangre. Joven, hombre de aire libre más
o alejados del Trono, será que hay grandes probabilidades his-| jg¡ue de gabinete, necesita el trabajo y las ocupaciones de la
tóricas de que nosotros mismos como pueblo hemos de estar1 ’ ^vida activa. Gran cazador, tirador perfecto y navegante apa-
alejados de los verdaderos movimientos de la vida. fsionado, tiene esta resistencia, este espíritu de empresa y esta
’’Los movimientos opuestos, los de la muerte, han comenza-,! Concepción ágil y rápida que son esenciales al hombre de acción.
do ya. Los agentes de la descomposición destruyen y se re­ iPuesto que su padre y su tío-abuelo meditaron durante tres
parten nuestro cuerpo político. Sólo la realeza puede oponer­ ' ; cuartos de siglo por si, él obrará, ateniéndose a sus reflexio-
se a su obra e impedir que las fuerzas de la anarquía nos fcfenes, por ellos dos. i.
hagan retroceder a los elementos primitivos...”
P ara avivar estas reflexiones había yo cogido el retrato
del conde de París, junto con el del señor duque de Orleans; M. A N D R É B U F F E T
mis pensamientos iban de hijo a padre, de padre a hijo, así
confrontados por la mirada, esforzándose en penetrar dentro L a puerta se abre. Aparece M. André Buffet: otro argu­
de uno y de otro para formularme las relaciones de sucesión mento viviente de la política real.
entre ambos príncipes. En efecto, nada nos hace ver mejor el decidido gusto del
Ti * príncipe por la acción como la deliberada elección, el favor
E l padre fué un gran talento. Movidos por el fundado odio- constante de que M. Buffet goza. E n el Tribunal Supremo he­
• i
que los mediocres sienten por quienes están por encima de ; mos visto a este lorenés de cuarenta y tres años que aparen­
ellos, Thiers y los discípulos de Thiers no han perdonado nun­ e ta apenas treinta y seis. E l cabello corto y negro, el bigote duro,
ca al conde de París. Las burlas y las injurias de esos peque­ los hombros sólidos le daban un aire mucho más militar que
ños ambiciosos y de esos grandísimos tontos constituyen hoy abogadil. E s verdad que regía su elocuencia por la razón, pero
para él uno de esos homenajes al revés que tan preciosos son una razón esencialmente práctica e inspirada por una indoma­
para la historia. Nacido en medio de los horrores revoluciona­ ble energía: ni Dérouléde ni Guérin lo superaron en esto.
rios y parlamentarios, este príncipe supo encontrar el espí­ ¡Cuántas veces, en la cárcel, se trató de separar a André
ritu de la tradición monárquica tal como el conde de Cham- Buffet del partido de la Monarquía! Paul Dérouléde le decía:
bord la definiera. Heredero de Enrique V, Felipe V I I nos legó. — ¡Pero si usted es plebiscitario! — ¿Plebiscitario yo?— André
V
206 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
CON M. ANDRÉ BUFFET 207

Buffet iba a lanzarse ya sobre Dérouléde. Este explicaba


lista de los suburbios me daba, en un lenguaje brutal, la
— De doctrina, seguramente no, pero la doctrina importa me*
rinula abreviada de todos los anhelos de la nación:
nos que el temperamento, y el temperamento de usted es plebisp
I— ¿Francia ?— me decía— ¿Francia? N o es republicana, ni
citario.— M. Dérouléde quería decir con esto: — .Usted es enér­
bonapartista, ni monárquica. ¿Quiere usted saber lo que es?
gico y no le gustan ni las pequeñas habilidades de pasillo, ni -
*Francia es amiga d é la mano dura.
la inútil palabrería de la tribuna, ni las equívocas negociado-’* % Como buen parisiense, M. André B u ffet no ignora el argot,
nes que en los salones florecen. fila malsonante palabra poignarde1 no le choca, y hasta añade:
Entendida así, la apreciadón era justa. L a palabra de 'j l * — Am iga de la mano dura...; acaso sea esto...
André B uffet tiene algo de acción. Parece que se pinta en { “Creo, en efecto, que Francia, enloquecida, enervada, des­
su rostro al mismo tiempo que resuena en su voz. Su perfil de orientada, se sentirá, por su mal, inclinada a declararse en
medalla antigua— nariz y frente de la más pura estirpe griega,. favor del primer gobierno de buen puño que se le antoje pa­
mentón romano— refleja, al animarse, el calor, la animación,, triota, es decir, antijudío, es decir, opuesto al partido de D rey-
la vivacidad, la jocundidad de la vieja Galia; un gran gesto * fus. Francia, su cabeza y su corazón, el pueblo y las clases selec­
afirmativo mide y precisa el discurso; a veces es un nervioso tas, aspira a que se la gobierne; quiere un régimen fuerte. Pero
paseo lo que da vida y movimiento a la idea a los ojos del íé¿ve usted?: a menudo lo más opuesto a la verdadera fuerza,
interlocutor; y nada resulta tan sorprendente como el oír ex­ es precisamente la apariencia de la fuerza. ¡Quiera Dios que
presadas unas ideas tan discretas a través de una elocuencia Francia no se deje engañar por esta apariencia! L a experien­
tan apasionada. cia sería mortal.
’’Por lo demás, tengo la convicción de que esta experiencia
Tras preguntarme por tantos a m i c o m u n e s como se ha no se intentará nunca. Pruébalo la historia de estos últimos
visto obligado a dejar en París, r~adré Buffet se pone a mi años. Francia es un enfermo que tiene miedo del cirujano, y
disposición. ' por esto todo el mundo se le acerca a hablarle de multitud de
' charlatanes, de empíricos, y de fabricantes de curalotodo. Ella
— Hable usted— me dice— ; contestaré a todas sus pregun­
escucha encantada todo lo que le dicen, pero espera y no se
tas : no hay una sola cuestión política que la Monarquía no
decide. Entretanto, el mal se agrava, el dolor apremia y ame­
deba afrontar, “porque es capaz de resolverlas todas”.
naza el fin: es absolutamente preciso resolverse a la interven­
Yo contesto que tal es mi convicción, y como André Buffet
ción. Y o hago votos por que Francia se resuelva a ella a
me estrecha a preguntas sobre el estado de la opinión en Pa­
tiempo.”
rís y en provincias, le digo:
— L a opinión no ha cambiado después del año último. U s­
M. B uffet se calla.
ted sabe m ejor que yo cómo estaba la opinión entonces, cuan­
do usted sostenía ante el Tribunal Supremo la 'política de la 1. La. p a la b ra u sa d a en el origina! fran cés, poignarde, y, s u s ta n ti­
audacia, la política del reto... Estas son palabras de usted vam ente, poignardise, es de difícil ad ap tació n a l castellano en este caso
con su sentido lite ra l. E n 1791, el pueblo llam ó chpvoiliers dv. poignard
Se ha sido audaz contra Francia, se la ha desafiado, y Francia (caballeros del puñal) a los rea lista s que se reunieron, arm ados, en las
querría hoy que alguien fuera lo bastante audaz en favor suyo T ullerías el 28 de febrero. E l mism o nom bre se dió a u n a sociedad con­
y desafiara a sus enemigos en su nombre... tra rrev o lu cio n aria fo rm ad a en el M ediodía de F ra n c ia después del 9 ter-
midor. P ero el sentido con que aquí se usa, sin conexión con estos an te­
M. A n dré B u ffet aprueba con su silencio. Y o me acuerdo cedentes históricos, n i con el literal de puñal, sino con el de la p alab ra
de un ejemplo y añado: que etim ológicam ente d a origen a este últim o (poing, p u ñ o : puñal, lo
que se llev a en el puño), se corresponde con un sentido de autoridad,
— E l mismo día en que salí para Bruselas, un joven nacio- de m ano fu e rte p a ra el gobierno. (N. del T .)
208 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CON M. ANDRÉ BUFFET 209

— Entonces— digo yo— , la Monarquía ¿será este régim


fuerte que Francia necesita?
— Sólo ella puede serlo necesariamente. i M O N A R Q U IA P A R L A M E N T A R IA
“Lo admirable en la Monarquía es la ductilidad, la vari
dad de su fuerza. Yo objeto:
’’Parlamentaria o plebiscitaria, una República depende — Sí, pero ¿y el parlamentarismo?
talento y del ánimo de sus partidarios. Pero un soberano he; M. Buffet empieza por sonreírse. Me mira unos segundos
reditario está harto directamente interesado en el bien públicp nio impaciente y después, inclinando la cabeza, con aire zum-
para gobernar sólo según su humor o según un sistema. Es el ce­ *ón me dice:
rebro, el centro nervioso de la nación. Tiembla por el peli­ - ¡ L a Monarquía parlamentaria! ¡También usted! ¿Es que
gro común y aspira a la común prosperidad. Su ser íntimo,, uede usted creer en ella?
su función necesaria y natural o, si usted prefiere usar el •No creo en ella, pero en Francia sí se cree, o se finge
lenguaje de los geómetras, su posición, le obligan a adaptarse a éííreer. Este es el más grave de todos los daños que se nos
las necesidades del bien público. N o hay duda de que puede j||ausan ante la opinión.
equivocarse en la interpretación de estas necesidades, pero S}¿ — ¡Parlamentaria, parlamentaria!
trata de descubrirlas, no puede dejar de hacerlo y, una vez ad­ 1 Y, encogiéndose de hombros, André Buffet, recorre de arri­
vertido el error, su mismo interés le induce a rectificarlo...” aba a abajo el salón. Siento que está, más aún que indignado,
— E n este momento no hay error posible— interrumpo yo. ptaolesto:
— No, no lo hay. Las circunstancias actuales han de hacer- i — ¡H aría mucha falta acabar con esta palabra! L a Monar­
a la Monarquía "de mano dura”, como dice su amigo. quía es representativa y no parlamentaria. U n rey que reina y
’’Digamos, si usted quiere, autoritaria. N ad a más fácil para gobierna: ¿está bastante claro?
la Monarquía. Como no depende en lo más mínimo de la elec­ -Clarísimo— le digo— : sólo que la diferencia no la entien­
ción y no se siente obligada a halagar la opinión con inútiles de la generalidad de las gentes.
excesos, la Monarquía tiene a la vez la fuerza necesaria para i? Y M. André Buffet, continuando sus paseos, murmura:
ser lo inexorable que convenga y la capacidad, más rara aún, .“¡Parlamentaria!” ; y, volviéndose un poco bruscamente, pro­
de moderar una represión harto justa. sigue:
”Se oprime al Ejército y se traiciona a la nación. Usted co­ f> — ¿Quiere usted que le diga la verdad sobre este punto, no
noce por sus discursos y sus cartas al señor duque de Orleans: ■■teórica, sino práctica? L a he aprendido de mi padre, cuyas lec­
el príncipe es un soldado; no sabe separar los dos términos ciones y recuerdos me sirven de experiencia.
pueblo y ejército. Acuérdese usted de sus palabras: ‘‘N o ven­ ’’ ¡Pues bien!: E n el estado en que se encuentra la Europa
garé más que las injurias hechas a la Patria” ; pero esté ¡ ¡occidental, yo no veo ninguna constitución que en su texto, le­
usted seguro de que estas injurias las vengará. tra o espíritu pueda tenerse por parlamentaria o antiparlamen­
’’¿Quiere usted la medida exacta de una represión monár­ taria: sólo por el uso de una constitución, por su funcionamien-
quica?: ; í- to, se la podrá tener por una u otra. Casi en todas partes hay
’’Hará todo lo que sea preciso. Nada más que lo preciso. Pero Parlamentos encargados de votar los créditos. ¿D irá usted que
todo lo preciso." existe el parlamentarismo en cada uno de los países que tienen
¡| un Parlamento? Pues Alemania lo tiene. ¿ Y acaso está casti-
| gada por el parlamentarismo? No, ¿verdad?
”¿ L a Constitución establece una exacta división de poderes ?

14
210 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CON M. ANDRÉ BUFFET 211

Sí: el control, para las asambleas; para el jefe del poder, el go-' "L a Monarquía francesa halló un día su propia definición.
bierno efectivo... Pero esto será una distribución en el pape!.' « Una definición perfecta. Es la frase de Enrique I V antes de la
H ay países en donde el parlamentarismo ejercita menos dere-¡ batalla de I v r y : Estad pendientes de mi penacho blanco¡ porque
chos de los que le confieren en su texto explícito las leyes cons- .- siempre lo hallaréis en el camino de la gloria y del honor. ¿ H ay
titucionales. Y , por el contrario, hay otros en los que el parla-' algo más netamente antiparlamentario, o más monárquico, ni
mentarismo se ha arrogado derechos infinitamente más vastos más francés?..."
que los que la Constitución le atribuye. — ¡O h!— corto yo, resuelto a ju g a r hasta el fin mi papel de
”¿De dónde proceden estas diferencias entre el texto y la abogado del diablo— : ¡Enrique I V está un poco lejos!
práctica? Débense, ni más ni menos, al carácter del jefe del M. André B u ffet se me acerca:
poder. N o me refiero sólo a su carácter personal, sino al ca­ — E n serio: ¿ es que la Monarquía, tal como la había prepa­
rácter de los principios a que obedece. U n presidente de Repú­ rado el conde de París, le parece a usted un sucedáneo del par­
blica, hechura del parlamentarismo, está inerme contra el Par­ lamentarismo ?
lamento, cualesquiera que sean los poderes legales que se le con­ — P or desgracia, tuvo demasiado esta reputación.
fieran. P or el contrario, un príncipe hereditario concentra en si, M. B uffet insiste:
por su misma esencia, el máximo de poderes efectivos conlra — Pero ¿la merecía?
esta calamidad.” Y sigue desenvolviendo su pensamiento:
“Usted trata a los enemigos del parlamentarismo. ¿Qué es
— Sí, pero— digo yo a M. Buffet— : ¿en qué consiste, según |j lo que quieren? Quieren asegurar la independencia del poder
usted, el parlamentarismo? central, quieren darle estabilidad, unidad de pensamiento, du­
— Ninguna de las definiciones que de él se dan me satisfa­ ración y fuerza. Quieren libertarle de la dominación indiscreta,
ce. L a única que encuentro algo satisfactoria es esta: E s par-/ irresponsable, tumultuaria, de las asambleas, fácilmente anár-
lamentarlo todo aquel que prefiere las explicaciones a una ac­ . quicas y a veces hasta opuestas al sentimiento o el interés de
titud. la nación... ¿N o es esto?”
”En política, explicar equivale a disfrazar, a engañar. Las — Exactamente.
explicaciones no las entienden nunca más que aquellos a quie­ — ¡Pues bien!: E l conde París no quería ni más ni menos
nes interesa entenderlas. El pueblo sólo entiende bien las acti­ que esto. H abía hallado el medio práctico de devolver a l E s­
tudes. tado su libertad. Medio sencillísimo: debía votarse el presu­
’’Cuando se habla ante el pueblo, es para engañarlo y, por puesto para un período de años; las deliberaciones anuales del
este medio, servirse de él. L a impopularidad del parlamentaris­ Parlamento no versarían más que sobre las modificaciones y las
mo deriva de que el pueblo se ha dado cuenta de la maniobra novedades que hubiera que introducir en el presupuesto primi­
y, si no la comprende en todos sus detalles, la percibe y deja tivo, sobre los créditos, en una palabra. Ahorro de tiempo, de
de creer en él. Lo que ayer aparecía como una habilidad, se ha palabras, de entorpecimientos, de vanas querellas: si se la mira
convertido en una tontería. Hábil o tonto, el parlamentarismo es de cerca, reforma capital.
invariablemente una cosa rastrera y equívoca. — Pero reform a técnica. Y el pueblo no es ningún g ra n téc­
’’Una Monarquía nacional rechaza naturalmente tales com­ nico. N o mira las cosas de cerca... A l conde de París ni siquiera
binaciones. En Francia, el poder no debe hacerse oír más que lo escucharon, por muy lamentable que esto haya sido.
excepcionalmente: debe ser visto. Cuando se le ve, se le sigue. — Muy lamentable. M. Charles Benoist se ha dolido u n día
Pero cuando habla, la gente se para, no entiende nada de sus de que su amigo Jules Lemaitre lo hubiera despojado de su
explicaciones, se turba, discute lo que dice y le abandona. Constitución. Nosotros podríamos quejarnos también (si la idea
212 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUIA
CON M. ANDRÉ BUFFET 213
monárquica no fuera patrimonio de todos) de que M. Dárouléd
mienzos del affaire D reyfu s), el conde de París lo pedía y
haya cogido al conde de París sus ideas sobre la preparación
articulaba en 1885. ¡E l príncipe estaba de vuelta de los me-
las leyes. Cuando las Cámaras o el Gobierno necesitan una ley
anismos constitucionales de la Restauración y del Gobierno
no son ellos quienes deben hacerla, sino que deben pedirse
de julio, mecanismos calcados sobre los ingleses, pero importa­
a los especialistas, a los legistas de profesión, es decir, al Con
o s en un país que no tiene las instituciones y las costum­
sejo de Estado. Este heredero de los Consejos administrativos:
bres de Inglaterra!
del antiguo régimen trabajará conforme a las normas que se le
”L a concepción del conde, de París derivaba de la antigua
indiquen, hasta tanto que sus dos clientes, el Gobierno y las
Monarquía. Pero en ella se acordaban y conciliaban la polí­
Cámaras, queden satisfechos de su obra. H e aquí el medio—y
tica de un Richelieu con la de un Suger, la Monarquía republi­
el único— de evitar también las equivocaciones, las contradic­
cana y comunalista de la E d ad Media con el régimen unitario
ciones y los olvidos que abundan en el trabajo legislativo con­
! y nacionalista de los Borbones: libertad civil y administra­
temporáneo. ¿Y era parlamentarismo esto?
tiva. Firme autoridad política. E l Estado es dueño de los ne-
”¿ Y la descentralización? ¿Acaso era parlamentaria la Mon­
, godos del Estado; las asociaciones locales, profesionales o con­
arquía, tan fuertemente descentralizada, del conde de París?
fesionales son dueñas de sus asuntos particulares.
Acuérdese usted de su fórmula admirable: E l Municipio libre...
’’¿Hay régimen más autoritario, es decir, más potente para
— ...en el Estado libre, completo yo. N o puedo retenerme de
' la salvación y el progreso nacional?
acabar el pensamiento y la frase de M. Buffet, porque se refiere
’’¿Pero hay régimen más libre y más respetuoso de la con­
a la cuestión que más me preocupa. Pero él prosigue:
dición de los individuos? Estos hallan en la libertad y la vita­
— Sí, el Estado libre. ¿ Y qué quiere decir esto sino el Estado
lidad garantizada a sus agrupaciones respectivas todas las segu­
fuerte, el Estado desembarazado del parasitismo parlamenta-'
ridades que puedan apetecer y todos los apoyos que necesiten.
rio, el Estado soberano en su fuero propio, emancipado del yugo
— Entonces, ¿ ¡vivan los municipios!?
anárquico de los diputados, controlado por ellos, pero no domi­
— ¡ Y las provincias y las asociaciones, y los organismos
nado, el Estado libre y dueño de sí, la autoridad central úni­
de todo orden!— replica M. Buffet— . ¡V iv a la Francia orga­
camente subordinada al interés general? M. Judet decía un día
nizada! Pero ¡abajo la anarquía, es decir, la República!
en L e Petit Journal:
Y , como yo aprobase con todas mis fuerzas semejante con­
U n a lamentable tendencia de nuestra época consiste en man­ cepción gubernamental, M. André Buffet añade:
tener hasta lo insoportable las prerrogativas del Estado en los más
pequeños detalles de la administración, que lo hacen odioso, al
mismo tiempb que se le debilita por la cima en aquello que tiene de *r, U N C E S A R C O N F U E R O S
más esencial, de más necesario. Y seria precisamente el movimien­
to inverso lo que conseguiría nuestra unión, si fuéramos pruden­
— Eos nacionalistas no piden otra cosa en sus sueños más
tes y previsores. Despojemos al Estado de sus mínimos pero desagra­
completos. Me han contado una certera frase que pinta su esta­
dables privilegios, que no son más que un instrumento de tiranía
do de espíritu. E s de un nacionalista a quien preguntaban
local en manos de funcionarios exagerados y omnipotentes, pero
apretemos más y más el haz invencible de las fuerzas que corres­ cuál sería el régimen que él preferiría y contestó tranquila­
ponden a la misión superior del Estado y que le permiten garanti­ mente : “ U n C é s a r c o n f u e r o s ” . P or César entendía una auto­
zar nuestra seguridad colectiva, nuestro orgullo nacional y nues­ ridad enérgica y, por fueros, libertades comunales y provinciales.
tra grandeza exterior. Pero este nacionalista hablaba español y la tín 1. Hablando

”L o que M. Judet pedía en 1897 (estas líneas datan de los 1. E n el texto francés se dice literalm ente Un César avec des fueros.
(N. ie i T.)
214 e n c u e s t a so b ee l a m o n a r q u ía CON M. ANDRÉ BUFFET 215

francés, hubiera dicho, poco más o menos, como el conde de Pocas cabezas habrá más atrevidas y moderadas a la vez:
P a rís: Estado libre, Municipio libre: “Créame usted— se complace en repetir— : hay que ser a la
’’Municipios libres; vez práctico y teórico. Nunca me arredraré de plantear un pro­
’’Asambleas nacionales reducidas a su papel de represen­ blema en los términos más abstractos, pero procuraré siempre
tantes, es decir, de controladoras; comprobar la solución del mismo en la experiencia. A u n en
”U n Estado lo más fuerte posible, es decir, dotado de un esta experiencia imaginaria que consiste en un ejemplo bien
jefe hereditario. • escogido. U n ejemplo, si se le escoge y desenvuelve con preci­
’’Este es el triple elemento de la Monarquía francesa.” sión, es la contraprueba de todo sistema. Bien están la s teo­
rías, pero, antes de aplicarlas, asegurémonos d e que no tie­
nen nada de impracticables.”
L o acabado de su espíritu positivo tenía necesariamente
n que aumentar la simpatía intelectual que M. André B u ffet me
había inspirado.
Habíamos hablado ya de la esencia de la M onarquía; aho­
TEÓ RICO Y PR ÁCTICO
ra teníamos que ocuparnos de las reformas que se requieren.
Lo uno exige lo otro. Inútilmente se esperará ninguna refor­
Tras estas palabras, hubiera podido retirarme, porque, en
ma en tanto que perdure la República, pero querer traer la
resumidas cuentas, lo que yo había pedido a M. B u ffet era una
Monarquía y no querer ninguna reforma es como trazar un
definición, y acababa de dármela lo más precisa posible. E l más
triángulo y negarse a admitir que la suma de los ángulos es
autorizado de todos los lugartenientes del rey me anunciaba o
igual a dos rectas.
me confirmaba que la futura Monarquía nacional consistiría
esencialmente:
“L a primera preocupación del Rey será, naturalmente, ga­
1. ° En la herencia del poder, es decir, en su fuerza y su
rantizar el bien público. Desde luego, habrá que conservar, pero
duración paralelas a la fuerza y a la duración de la nación;
esta conservación se hará naturalmente. P or el solo hecho de
2. ° En la eliminación del parlamentarismo, incompatible
que habremos dejado de vivir en República y de que la Monar­
con la libertad y la responsabilidad del jefe del E stado;
quía sea, desaparecerán multitud de cuestiones irritantes y de
3. ° En la descentralización territorial, administrativa, pro­
arduas dificultades.
fesional, moral y religiosa.
’’Fijaos, por ejemplo, en ese grande y terrible problema de
Yo no tenía, pues, más que retirarme. Pero la seducción
la subordinación de lo militar a lo civil, que es mortal para
del espíritu de M. Buffet es tal, que no es fácil renunciar a su
trato una vez que se ha penetrado en su intimidad.
I toda República. Esta cuestión sólo puede plantearse bajo la
República; bajo la Monarquía no existe siquiera, porque en ella
el poder político no está dividido, sino que se mantiene in­
M i estancia en Bruselas se prolongaba. A mi primera visi­
diviso e indivisible, enteramente concentrado en el jefe del E jé r­
ta al Faubourg Saint-Gilles, siguieron una segunda y una ter­
cito, enteramente concentrado en el jefe del Estado, es decir:
cera. Ora en el pequeño salón, frente a las efigies reales, ora
en el rey. ¿Objetáis acaso que el presidente encarna, entre
en el jardín, en el que M. Buffet se entretiene en cultivar plan­
nosotros, el antiguo poder real? Sí, en la Constitución, en un
tas que le envían de Francia, no cesaba éste de desenvolver
trozo de papel. ¡Pero de hecho!
ante mí, en conjunto y en detalle, tal como se los exponía al
”Y , a diferencia de un soldado dictador o presidente, los
príncipe, que repetidamente los ha aprobado, ciertos puntos de
intereses que el rey representa no son exclusivamente milita­
vista de su claro espíritu sobre la organización nacional.
w.
Íí

216 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CON M. ANDRE BUFFET 217

res. E s un soldado, pero no solamente soldado, sino dudada Edad está doblemente asegurada por la persona del príncipe y ^
y el primero de todos ellos. U n rey de Francia puede perf bor el sistema de sucesión hereditaria, los contribuyentes, cuan-
tamente hacer que un civil administre sus ejércitos de tie 5o se les pide que acepten tal o cual sacrificio, tienen una doble
y mar, según costumbre del antiguo régimen, que no por e’ garantía de que, una vez realizado éste, se hallarán práctica-
quedarán sometidos a un poder civil, toda vez que el pode aente a cubierto de nuevas demandas. E l Fisco no rodará por
supremo conserva su esencia militar, puesto que se vincula endientes fatales. U n a voluntad soberana, una autoridad vi-
la persona del rey. lente, estarán alerta para regularlo todo, moderarlo todo, y
’’Eliminad- la República y automáticamente quedará eiimi-'r frenar cuando haga falta.
nado este problema, con tantos otros de una gravedad no me­ ’’Obtener concesiones en el orden fiscal sin alarmar por
nos amenazadora. L a Monarquía es la paz pública. Esta paz l'ello a la opinión, garantizar la propiedad contra la revolución
hace posibles todas las reformas. ¿ Qué digo ? Las necesita para.,, {•socialista que la amenaza, al tiempo que se obtenga de ella
sostenerse.” i‘ la equitativa aportación que haga falta; interponerse, nego­
Cierto día este punto de vista tuvo una singular precisión, ciar sin tregua entre el pobre y el rico, el que tiene y el que
po tiene, para obtener del primero lo que puede ceder de grado
y para dar satisfacción al segundo en la medida de sus ne­
L A M O N A R Q U IA R E F O R M A D O R A cesidades, ¿no es esto la obra maestra de toda política fiscal?
Pues sólo la Monarquía puede realizarla.
“Sí— dijo M. Buffet— . L a Monarquía es esencialmente re­ ’’¿Prefiere usted que pasemos a otro orden de cosas, a
formadora. Sólo ella lo es. Pero ¿se da usted cuenta de por otros ejemplos?”
qué?
I
”Y o no ceso de pensar para mis adentros en la mayor de las IN C A P A C ID A D D E L A R E P Ú B L IC A PARA DESCENTRA­
ventajas de la Monarquía. En razón de que perdura y hace L IZ A R
perdurar las cosas a su alrededor, en razón de que garantiza
con toda su fuerza las leyes que necesita promulgar, puede mos­ “He seguido con una curiosidad que usted puede adivinar la
trarse osada y, en alguna medida, aventurada, sin grandes gran encuesta sobre la descentralización, empezada y llevada a
riesgos. * feliz término en el transcurso de este invierno y esta primavera
’’Fíjese usted bien en lo que estamos viendo en materia de- por el periódico republicano más antiguo, Le National.
impuestos. L a menor reforma asusta. ¿Por qué? Porque toda ”Lo primero que me ha sorprendido ha sido una cosa. Parte
medida parece anunciar otras medidas dirigidas en el mismo de los hombres políticos interrogados sobre la necesidad de
sentido y porque nunca se sabe en dónde se detendrá el poder ampliar los poderes de los consejeros locales o de crear grandes
una vez puesto a resbalar por la pendiente que sea. E l poder circunscripciones más o menos autónomas, han respondido con
republicano es débil por definición, es limitado y cambiante, es una especie de indignación, como si se les hubiera invitado a
irresponsable, porque es colectivo. Los límites que establece, despedazar la patria. Tal indignación puede ser exagerada o
las barreras que levanta no tienen nada de fijo y cambian sin fingida. ¿Pero quién no ve que, estando bajo la República, es
cesar. Está en su naturaleza el que los arrasen fuerzas irre­ decir, sin un jefe permanente, la prudencia patriótica se sentirá
sistibles. Es un sistema de gobierno que va siempre más lejos en el deber de descentralizar con mucha más tacañería de lo
de donde quiere ir: sus menores inclinaciones resultan temi­ que cabría osar bajo un régimen monárquico? Sólo un rey,
bles. Todo es en él peligroso y sospechoso. P or tanto, nada hace. un poder estable y hereditario, puede responder de la unidad
’’P o r el contrario, en una Monarquía, en la que la estabi- de la patria...
218 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
CON M. ANDRÉ BUFFET 219

"P or nada del mundo, un rey de Francia dejaría co


ntre estos términos: o dejarse atrofiar por la centralización y
prometer la obra de sus más antiguos predecesores. Su mis
morir víctima de una congestión parisiense, o, en el caso de
razón de ser, su función capital, consiste en sostenerla,
obtener una descentralización suficiente, exponerse a profundas
existe para velar por la integridad de esta obra. Pero, mientr
desgarraduras que podrían tener como consecuencia u na ver­
exista, puede, en cada momento adoptar las medidas que ella
dadera guerra civil.
exija, y por esto, tiene la posibilidad de conceder cuanto quiera.
' "Si no se quiere que Francia perezca asfixiada, hay que des­
Las numerosas franquicias que desde su altura pueda lato
centralizarla, pero hay que conservar la centralización si no se
gar suponen, por parte de quienes se aprovechen de ellas, eh
quiere estar temblando por la unidad francesa. Y o no tengo la
constante reconocimiento del poder unitario, personal y real
desgracia de ser republicano, pero, si lo fuera, no sabría cómo
que las defiende, las otorga y las garantiza. Si surge un peli- ’
salirme de esta dura alternativa. L a Monarquía nacional con-
gro nacional, se desvanecen naturalmente, o, por mejor decir,
■ cilla fácilmente ambos términos, pero sólo ella es capas de ha­
siendo, como son, una expresión natural de las variedades na- /
cerlo.
cionales, ceden ante la necesidad suprema de salvar a la nación.
** ’’U n rey puede a la vez mantener la unidad y a flo ja r las
Jefe del Ejército, órgano aúvo de las necesidades del bien p ú -,
riendas a las variedades nacionales. Tiene bastante fuerza para
blico, el rey no ha de hacer más que dar una señal, y todos los ■
defender aquélla y salvar éstas de sus propios excesos.
poderes de Francia se reconcentran en su mano.
’’Francia es la obra política de la Monarquía. Sin rey— usted
Una República, menos dúctil y también menos fuerte, está
lo ve— corre el riesgo de asfixiarse o de romperse en veinte
obligada a adoptar en tiempo de paz las mismas precauciones
pedazos.”
que en tiempos de una guerra europea; bajo su imperio, los
Y o guardo silencio, por no hallar objeción posible. M. Buffet
ciudadanos viven en un perpetuo estado de sitio. E s fatal,
continúa:
pues, una descentralización parsimoniosa y más verbal que
“P o r lo que hace a la segunda hipótesis, estoy tranquilo
auténtica. Pero una descentralización así de ficticia, ¿bastaría
¡porque Francia no morirá de una descentralización, cierta­
acaso a ese país excesivamente concentrado, excesivamente en­
mente! Los republicanos se guardarán muy bien de descentra­
cuadrado, excesivamente reglamentado que está ahogándose
lizar. Aunque quisieran, no pueden hacerlo. V ea usted, si no,
por todo este modo de vivir?
los lamentables fracasos de las Comisiones instituidas por
”No lo creo. Es preciso hacer una amplia descentralización1.
MM. Ribot y Barthou.
De modo que la Francia republicana no puede escoger más que
”N o pueden descentralizar porque no existen, perduran y
gobiernan más que gracias a la centralización. E n efecto, todo
1. D urante una de mis últim as visitas, M. A ndré B uffet, volviendo
„ a este tem a capital, me enseñó en el mismo N ational las conclusiones del poder republicano nace de la elección y, si quiere mantenerse
prim er Congreso de la Federación regionalista francesa que acab ab a de en la elección siguiente, el electo, ministro o diputado, nece­
celebrarse en Par¡3 (julio de 1900) bajo la presidencia de M. Charles sita tener bien cogido a su elector. Y ¿quién tiene cogido al
Le Goffic, el conocido escritor bretón. De las discusiones parece des­
prenderse que hay que establecer el acuerdo p a ra un program a mínimo elector? E l funcionario. Y ¿quién tiene cogido al funcionario?
de cierta limitación. El pronóstico de M. B u ffet resu lta, pues, com proba­ E l elegido, ministro o diputado, mediante la cadena adminis­
do una vez más. Pero, a p esar de ser un poco desvaidos, ciertos pro­ trativa. Descentralizar la administración equivale, pues, a cor­
gram as desarrollados en el prim er Congreso com portan detalles peligro­
sos, tales como la capitidism inución política del d istrito ; y no se h a rá tar en dos o tres trozoá esta cadena de seguridad, es devol­
obra de descentralización seria empequeñeciendo el distrito, d estru y én ­ ver al funcionario una parte de independencia y al elector la
dolo en provecho del cantón, sino, al contrario, dándole desenvolvim ien­
libertad correspondiente. E l ministro y el diputado pierden así
to, como me hacía observar M. A ndré B uffet, de acuerdo con las auto-
ridades competentes en este asunto : el poeta M istral, el geógrafo P. Fon- sus instrumentos electorales. Puede usted estar seguro de que
cin, M. Frédéric Amouretti, M. Jules A ngot des R etours, etc. no renunciarán a ellos más que a la fuerza. Nunca prescin-
220 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CON M. ANDRÉ BUFFET 221

dirán, por su gusto, del funcionario-criado. Estas gentes no s- aliza la afición al funcionariado, hace que se abandone, se
ningunos suicidas. ivida y se venda la tierra, qué se la liquide, en una palabra,
’’Confiese usted que la Monarquía hereditaria, libre del yug uprimiendo al propietario terrícola, suprime la más impor-
de la elección, tendría para esto otras facilidades. Tendría 1 íante de las fuerzas sociales y nacionales.
posibilidad de descentralizarse. E l interés nacional y, por con , ”E1 Manifiesto de San Remo demuestra cuán grande es la
siguiente, su interés propio se lo impondrían a las claras solicitud del príncipe para estos problemas. E l duque de Or-
mo un deber.” (eans sabe que la fuerza de Francia radica, como él dice,
Y diciendo esto, M. André Buffet se quedó pensativo. “Des­ 'áh la incorporación del individuo al terruño. E l mejor medio
Ée restaurar esta completa unión del ciudadano y de la propie­
centralizar... Esto es tan importante hoy como pudo serlo, en
dad territorial consistiría, a mi entender, en convertir ésta en
el siglo x i i , contribuir a la constitución de los Municipios; en
el x iii , reglamentar la vida corporativa; en el xvn, humillar a un individuo. L a tierra ha de tener su personalidad moral. No
Se trata, no, de otorgarle privilegios y derechos, sino de pro­
la casa de Austria y, en nuestros días, reconquistar nuestro
teger su vitalidad. Suprimiríase aquel artículo del Código que
Mosela y nuestro Rhin. Descentralizar = reconstruir a Francia.”
establece que nadie está obligado a aceptar un indiviso. E l jefe
& de familia podría, sin amenguar la herencia de ninguno de sus
hijos, legar a uno solo su autoridad sobre la tierra y, así, sólo
L A V ID A L O C A L .— L A P R O P IE D A D .— L A F A M IL IA
el nuevo jefe de familia podría solicitar que el proindiviso ce­
sara. V oy aún más lejos, con lo que emparejo con aquellos ami­
“Usted es del Midi y yo soy del Este, pero, sobre este
gos nuestros que preconizan la libertad de testar. Si no admito
punto, ambos tenemos necesariamente las mismas ideas, pues­
esta libertad para la trasmisión de toda propiedad mobiliaria,
to que, bajo formas muy diversas, hemos presenciado las mis­
ni siquiera para los inmuebles desprovistos de valor moral y
mas calamidades. H ay que reconstruir una vida local. Hay que
político, en cuanto se refiere a la tierra yo quisiera que todo
rehacer la propiedaíd terrícola, condición de la vida local. Hay
jefe de fam ilia tuviera el derecho de legar a uno solo de sus
que rehacer la familia, de la que depende todo. hijos, no sólo su autoridad sobre una finca indivisa, sino hasta la
entera propiedad de sus tierras. Y o quisiera que se restable­
’’Para rehacer la familia, algunos monárquicos se conten­
ciera en este aspecto y en este sentido el derecho de susti­
tarían con establecer una absoluta libertad de testar. Yo no
tución.
soy de su opinión.
“E n efecto, la, propiedad rural no es sólo una riqueza indi­
’’Esta libertad ha desaparecido de las costumbres. Nues­
vidual, una fortuna personal, sino que, como ha dicho el poeta l,
tros padres de fam ilia pueden disponer de una parte (la cuar­
“es grandísimo honor poseer una tierra”.
ta, por lo menos) de su fortuna, y son pocos los que usan de
”L a propiedad rural es una institución política y me atreve­
este derecho. Y , si se usara mucho, me temo que, en vez de
ría a decir que es bien y capital nacional. A este título merece
reconstituir con ello la familia, se la destruyera sembrando en
que la ley la defienda, la proteja y la fortalezca. Note usted
su seno toda clase de divisiones. N o debemos enemistar a los
que no había de haber en esto ningún equívoco. Todos verían
hijos de un mismo padre por unos deleznables intereses ma­ i la cosa tal cual es. E l propietario rural comprendería fácil­
teriales.
mente que no se trata de favorecer, de mejorar, ni de perju­
’’Con todo, si bien veo este hecho, advierto asimismo los
dicar a ninguno de sus hijos, sino de asegurar la integridad de
desastrosos efectos de la legislación vigente. Nuestro sistema
sucesorio tiene como consecuencia el pulverizar la propiedad
1. C harles db P omairols , R egards intim es.
y hacer que los hijos se sientan ajenos a su patrimonio, gene-
222 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CON M. ANDRÉ BUFFET 223

una fuerza local, de perpetuar las familias, los nombres, los pa­
trimonios— tanto moral como materialmente— .
U N A P O L IT IC A R E A L : LO S 'O B R E R O S A G R IC O L A S
’’Estoy pensando, sobre todo, en las pequeñas fincas rura­
les. Cuando la división no las ha castigado demasiado, sus pro- — Pero, p ara lograr esto— digo yo a M. B u ffet— , más que
pietarios, conocidos como tales desde varias generaciones, son la instauración de una Monarquía es precisa la intervención
los más importantes, los más considerados del pueblo y de la ' personal del rey.
comarca. U n Gobierno digno de este nombre se apoyaría en — ¡Pero esta intervención no podría faltar! L e respondo de
esta fuerte raza autóctona que, en vez de combatir su influen­ ello— repone sonriente.
cia, no desperdiciaría ocasión de distinguirla y honrarla. ”E1 señor duque de Orleans está especialmente resuelto a
”E n cuanto a los grandes propietarios, la Monarquía fran­ la defensa de los intereses rurales. E l discurso de San Remo,
cesa no se contentaría con predicarles la residencia, sino que que hay que leer una y otra vez, anuncia claramente una polí­
se la impondría como un puesto de honor. E l rey Luis X I V fué tica terrícola, una política campesina, una política de influencia
el primer causante de la disolución, monárquica al centralizar rural, orientada en el sentido del renacimiento agrícola de
absorbiendo y desarraigando; procuró destruir toda influencia nuestras provincias. P a ra este renacimiento se tentarán todos
que no fuese la suya y, para acabar con las ajenas, atrajo a los medios: estímulos de mil clases a nuestros productores, ri­
los grandes del Reino a su corte. En cambio, las personas guroso castigo de los especuladores parásitos...
caídas en desgracia eran invitadas a retirarse a sus tierras, ’’Los Sindicatos agrícolas, las Cajas de crédito agrícola ha­
con lo que vivir lejos de Versalles tenía la apariencia de haber llarán en el rey de Francia una enérgica protección. Pero a los
caído en desgracia. Y o quisiera que la Monarquía empleara el judíos entregados a un escandaloso tráfico de las propiedades
sistema opuesto: el del destierro en la Corte.” se les parará los pies en este saqueo mediante una exacta le­
Andró Buffet se para un instante. Con el índice en alto, la gislación. L a tierra francesa se ligará a familias bien arraiga­
cabeza erguida, repite la frase: — Sí, el destierro en la Corte. das al terruño. También el trabajo de la tierra, hoy precario
’’Sería, en efecto, de la mayor importancia el que se supie­ y aventurado, se hará estable.
ra en la Monarquía de mañana que, si el pequeño vizconde que, ’’Desde que el propietario ha dejado de residir y de gastar
para su entretenimiento, no repara en daños, ha sido llamado sus ingresos en sus propias tierras, no se emplea al jornalero
a París, es para que deje de dañar al prójimo. ■nada más que para trabajos de utilidad inmediata y sólo en las
”E n provincias, la independencia, o, lo que es lo mismo, la épocas de los grandes trabajos rústicos. Caído así en la cate­
autoridad y la confianza del rey. E n la Corte, la desconfianza, goría de una mercancía cualquiera, el trabajo de los campos
la vigilancia del soberano, la reducción a la impotencia de soporta pesadas holganzas. Puede decirse que un jornalero
dañar y (salvo ciertos casos muy concretos) un a modo de agrícola está parado de ciento cincuenta a doscientos días al
estar en desgracia... año.
’’Que el rey de Francia hiciera algunos escarmientos de este ’’Unas costumbres nuevas que impusieran la .residencia al
género y el abandono de la vida rural no tardaría en parecer ante propietario y restablecieran la comunidad de intereses entre
la opinión pública un verdadero venir a menos moral. Todo el el patrono y el obrero harían que éste volviera a ser un colabo­
mundo vería en la deserción de las comarcas una abdicación rador, como lo fué antaño, no lo que es hoy: un proveedor me­
política. Por ganas de agradar o por pundonor, gran número de cánico. Renacería la confianza recíproca. Las dificultades irían
desarraigados voluntarios volverían así a sus casas solares.” a medias. Uno ayudaría al otro. H abría un mutuo socorro.
Gran número de males, consecuencia del absentismo, se reme­
diarían fácilmente. L a vida rural volvería a ser cómoda y agra-
224 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CON M. ANDRÉ BUFFET 225

dable no sólo para los pequeños propietarios, sino para los mis que aumenta sin cesar y resulta cada vez más desastrosa. Si
mos asalariados. L a vida de los campos reflorecería de nuevp se logra detener dicho éxodo, se detiene, a la vez, el aumento de
”De esto— fíjese usted bien— derivaríase un resultado a competencia entre los trabajadores. Se ofrece menos trabajo y
primer orden, y es éste: que el éxodo de los campesinos a las, Sé pide más, con lo que el precio del salario crece natural-
ciudades se detendría.” bínente. De la restauración del campo depende, como usted ve,
A l llegar a este punto, no supe retenerme de pedir a rnon suerte del habitante de las ciudades: desde este punto de
sieur Buffet que hiciera llegar al príncipe mi respetuosa feli­ ista, hemos vuelto por completo a los tiempos de Sully, cuya
citación. E l régimen contemporáneo desconoce al obrero de política acaso tenía algo de bueno.
campo. Bajo la República, nadie se ocupa más que del obre­ "Sé perfectamente lo que van a decir. Si el campo cesa de fa ­
ro urbano. E l campesino es un paria. Salvo en período elec-< cilitar nuevos contingentes obreros, vendrán fatalmente otros
toral, no se tiene para él más que desdén. Él no es pueblo. El del extranjero. — ¿Fatalmente? H abría que verlo. Si esta afluen­
pueblo es el obrero de la gran industria. Hasta los funciona-', cia amenazara a l trabajo nacional, se empezaría por nivelar la
ríos que enseñan economía política se hacen cómplices de los competencia entre el productor extranjero parásito de nuestro
políticos a este respecto; para ellos la clase de los consumido­ suelo y el productor indígena. Y, si el acceso de exóticos con­
res, que es la única que goza de la benevolencia de dichos ca­ II
tinuara, podrían tomarse las medidas de protección necesarias.”
balleros, no la forman más que los obreros industriales y de — Esto— dije yo— es un comienzo de socialismo, o, por lo
núcleos urbanos. E l campesino es tratado como si no con­ menos, de proteccionismo o intervencionismo. ¡Qué dirán nues­
sumiera o no fuese más que un animal de producto... tros librecambistas! *
— Esta gran injusticia me ha indignado siempre— contes­ — Estas palabras terminadas en isroo— replica M. Buffet—
ta M. Buffet— . N o obstante, no debe darse pie a que adversa­ sen las más vacías del mundo. Las gentes se matan por ellas
rios de mala fe digan que la política del señor duque de Orleans y, si se las analiza de cerca, se descubre que casi nunca corres­
sacrifica la industria a la agricultura y abandona a los obre­ ponden a ninguna realidad. L a Inglaterra librecambista tiene
ros para favorecer a los campesinos. Vamos a ver cómo la la aduana más feroz del universo... E n muchos casos, esta in­
verdad es muy distinta. tervención del Estado, que es costumbre condenar, constituye
una simple medida de humanidad, sin la que la vida resultaría
casi imposible.
LA P O L IT IC A R E A L : L O S O B R E R O S IN D U S T R IA L E S .— ’’Quienes no se pagan de palabras tienen en cuenta que las
L A A S O C IA C IÓ N cuestiones llamadas sociales, económicas o morales se reducen
casi siempre a una cuestión política. A sí ocurre con el problema
“Porque, en realidad, la política monárquica se aplica a tra­ de la intervención del Estado. Lo que vale el Estado que
tar estos diversos problemas contemporáneos siguiendo un rigu­ interviene, vale su intervención. Ésta resulta absurda y de­
roso método científico. Si empieza preocupándose del campesino, sastrosa si el Estado vive entregado a las competencias y su­
es, entre "otras mil razones, porque no hay ningún otro medio bastas de la demagogia o si vive enfeudado a los explotadores
para llegar al obrero. Sr cosmopolitas de la nación.
*
”N o se puede mejorar la condición de los obreros si no se S ’’Puede, por el contrario, ser bienhechora y útil si el Esta­
mejora previamente la condición de los campesinos, porque el do, emancipado de la finanza internacional, está por igual libre
malestar de los campos hace que afluyan a las puertas de las de la tiranía caprichosa de las turbas y de sus cortesanos.
ciudades verdaderos ejércitos de nuevos aspirantes al trabajo
industrial, y estos recién llegados ocasionan una competencia "U n a Monarquía nacional realizará en estos dos aspectos la

15
226 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CON M. ANDRÉ BUFFET 227

plena libertad del Estado, el cual, siendo perfectamente libre pueV ¿a. Y si resulta ventajoso (ya todo el mundo está de acuerdo en
de, a mi entender, en algunos casos (yo no digo que deba hacerlo^ ello) el devolver este servicio, sea a los municipios, sea a la cor­
siempre), intervenir en los conflictos del capital y el tra b a ja poración universitaria autonomizada, no hay razón ninguna
sea en su calidad de juez, sea como jefe de la policía nacional! para hacer que el Estado asuma tales otros servicios ruinosos.
Prevenir ciertos males y reprimirlos todos, me parece que son! Porque los obreros sufrirían las consecuencias de la ruina del
las dos funciones del Estado. fp Estado más aún que los capitalistas.
’’E l derecho de los obreros a la huelga es indiscutible, perol i ”E1 papel del Estado consiste en estimular lo m ejor que
tienen otros derechos más <jue el de holgar. Tenen un derecho; pueda los esfuerzos de las asociaciones mutualistas para la or­
no menos real y menos respetable a que no se les excite, se ganización de los retiros obreros. L a República, a través de
les explote y se les engañe por agentes ajenos a su profesión. - sus oradores, inunda estas asociaciones de buenas palabras,
E l noventa y nueve por ciento de las huelgas actuales son de' pero las retiene bajo una severa tutela. L a Monarquía, en cam­
orden político y no económico: todo fautor de desórdenes po­ bio, las emanciparía.
líticos en la esfera económica debería sufrir un castigo ejem­ ”E1 señor duque de Orléans se propone, en .efecto, exhumar
plar. Porque una de las funciones del Estado es defender de y seguir en este orden de cosas las grandes ideas del conde de
los perturbadores la pujanza, la autonomía y el progreso del Chambord y del conde de París. E s preciso que el obrero halle
trabajo nacional. Pero otra función le es propia y es corolario en la asociación un principio de resistencia, de seguridad y de
de ésta: velar por las condiciones generales de la salud y el des- progreso legítimo. Pero sólo la Monarquía puede favorecer ple­
árrollo de la raza. Y , cuando estas condiciones generales se ven namente la asociación. Una República no puede m irar las aso­
hmeñazadas, debe intervenir. ciaciones sin un movimiento de inquietud y hasta de alarma, y
”L a limitación de las horas de trabajo para el niño se com­ ello ha de ser necesariamente así: “Las Repúblicas necesitan
prende perfectamente, pero no la admito para el obrero adulto, ejercer sobre las asociaciones cuyo carácter no es exclusiva­
cuya dignidad ofende y cuya actividad detiene. Los obreros mente comercial una vigilancia más estrecha que las Monar­
franceses no merecen que se les haga así de menos. Ellos mis­ quías.” Estas palabras son de un republicano, M. Eugène Pie­
mos perciben que en esto habría para ellos una temible dismi­ rre, secretario general de Ja Presidencia de la Cám ara de los
nución moral y económica. diputados. L a República es, en efecto, un poder colectivo y débil
’’P or lo demás, estas intervenciones directas deberían ser y teme a todo otro poder colectivo que tiende a dominar, so­
lo menos frecuentes posible. E l Estado ha de descargarse lo más bre todo cuando, como en el caso de las sociedades obreras,
que pueda de todas las funciones de este género de las Asociacio­ este lluevo poder procede de las masas profundas de la na­
nes profesionales, morales y religiosas, a las que vigila y controla ción. Los jefes de una república se dirán siempre — ¿ Y si, al
desde muy alto, pero dejándolas obrar a su guisa y siguiendo asociarse estas gentes, fueran a concertarse para dejar de
sus inspiraciones espontáneas. E l sueño de ciertos demócratas, votar?
el de los socialistas de Estado, consiste en hacer asumir al ’’Inquietud ésta perfectamente extraña a la Monarquía, ya
Poder central una carga creciente de funciones y deberes: que el príncipe hereditario está por encima de los caprichos de
todo lo transformarían en servicio público. P or el contrario, ins­ la elección, por lo que no puede temer a las asociaciones más
pirándose en el principio de la descentralización, la Monarquía que a partît Sel momento en que pudieran resultar peligrosas
restringe cada vez más el número de los servicios de esta clase. para la pública tranquilidad.”
Transforma en provecho de la iniciativa individual, y en favor
de las asociaciones y comunidades, ciertos servicios que el E s­
tado retiene inútilmente hoy. Por ejemplo, la instrucción públi-
228 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CON M. ANDRÉ BUFFET 229

Catolicismo. Si hubieran obedecido, como se les instaba a que


LA P O L IT IC A R E A L : L IB E R T A D R E L IG IO S A Y FILO - lo hicieran, tal vez la Iglesia estuviera perdida en Francia,
SÓ FICA porque, en adelante, se la hubiera representado como a insa­
ciable dominadora de las* conciencias que gana los corazones
Engolfado en el gran tema de la asociación, M. Buffet y después los espíritus para llegar a la tiranía más perfecta.
prosigue: Felizmente, ha habido grandes obispos que han contestado a
“Esto se hace particularmente patente en materia de aso­ los dignatarios romanos su N on possumvs. Felizmente, lo mejor
ciación religiosa. Las Congregaciones y, de un modo más general, del clero, lo mejor de los fieles han sabido mantener sus de­
la Iglesia hacen que la República no pueda dormir tranquila. rechos. Lo mismo que en Alemania en tiempos de Windthorst,
N o hay preocupación mayor en la República que la de impe­ los monárquicos franceses, tan generosos como prudentes, han
dir las intromisiones del clericalismo. Se pone en ello todo el sabido salvarse, y con ellos salvar a los suyos, del reproche
celo posible, pero la antigua Monarquía hacía menos ruido y de servilismo político. Nadie podrá escribir en adelante que
conseguía mucho más. los católicos de Francia son súbditos de un soberano extranje­
ro. N o tenemos otro soberano en la tierra que el nieto de
”N o tengo ningún reparo, yo, católico, y católico practi­ San Luis, no tenemos otra patria terrestre más que Francia.”
cante, en recordar la política anticlerical de la Monarquía des­ Y , sorprendiendo en mi cara una sonrisa de placer, M. Bu­
de San Luis hasta Carlos X. Aquella Monarquía nacional era ffet añade:
religiosa y respetuosa del derecho de asociación. Manteníase “Por lo demás, no crea usted que esta pobre tentativa de
muy por encima de las innumerables comunidades locales o adhesionismo nos haya indispuesto en lo más mínimo con la
morales que constituían la vida del país. Pero no soportó nunca, Iglesia. L a mayor parte de los monárquicos son católicos fer­
no digo ya una usurpación, ni siquiera la sombra de una usur­ vientes, como lo fueron el conde de Chambord y el conde de P a ­
pación en sus prerrogativas temporales. rís y como lo es también el duque de Orleans. Los católicos son
’’Vea usted, en contraste, la República. Grosera hasta la harto modestos cuando piden la igualdad política, porque tie­
insolencia con los obispos sucesores de los Apóstoles, hostil y nen derecho a un trato privilegiado, siendo, como son, en Fran­
quisquillosa con los monjes y los religiosos de cualquier clase de cia, los más, los más antiguos y los más interesados en el des­
hábito, la República ha tolerado no obstante... ¿qué digo?: ha envolvimiento interior y exterior del país.
deseado, ha provocado, ha negociado y mendigado de la Curia “L a Iglesia católica tiene, por derecho histórico y por de­
romana una intervención que el más débil y timorato He loa recho nacional, un privilegio manifiesto sobre las otras confe­
príncipes de la Casa de Francia no hubiera aguantado ni si­ siones. N o hay motivo para envidiarle ninguna prueba de
quiera en pensamiento. L a Santa Sede ha sido invocada en los honor y de dignidad que se le ‘ tribute. A falta da fe, impon-
asuntos de Francia no para lo espiritual, ni siquiera para de­ dríase una tradición de respeto aun a los monárquicos no cató­
cidir en algún punto litigioso que participara de la disciplina licos. ¿No es así?”
eclesiástica y del derecho público, sino para disponer sobera­ E n vez de asentir, me pareció útil preguntar, al llegar a
namente del deber político, del deber civil de los católicos este punto, tan seriamente como hubiera podido hacerlo el
franceses, en cuanto católicos y en cuanto franceseí. mismo M. Ranc,. si los no católicos, principalmente los paga­
”A mí me sorprendió, casi tanto como la docilidad d esier­ nos, los ateos, panteístas o positivistas, no serían quemados
tos católicos, la tranquilidad republicana y la indiscreción ro­ públicamente bajo el reinado de Felipe V III.
mana. Y creo que los monárquicos, con su actitud deferente, — N o lo creo— replicó con no menos seriedad M. André
pero intransigente, han salvado en Francia el porvenir del Buffet— . H asta estoy seguro de que el Estado reclutará sus
230 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CON M. ANDRÉ BUFFET 231

funcionarios entre los franceses de cualquier creencia. ¿Que ‘ pero antaño los respetuosos, los temblorosos servidores de la
uno de aquéllos cumple con su deber? ¿Tiene en su esfera los ta­ Monarquía nacional eran ellos*. Usted sabe de sobra la antipa­
lentos que hacen falta? Pues el Estado no tendrá por qué sa­ tía personal, fundamental y, por así decirlo, física, que esta
lirse de este terreno. Buena o m alar la Inquisición religiosa,' '■gentecilla inspira al señor duque de O rleans: pue3, a pesar de
que los reyes de Francia no aceptaron nunca, supone una uni­ '■ello, éste se ha declarado enemigo de las querellas de raza y
dad de conciencia que se ha perdido. E l rey de Francia no pe­ Lde religión. N a d a de violencias inútiles. ¿ P ara qué? L o que
dirá a los franceses otra unidad moral que la que se deriva del I hace falta es abolir el régimen anárquico y cosmopolita de los
civismo y del patriotismo. ¡.judíos, y no colgar o despedazar a algunos pobres (¡o ricos!)
— Pero, interrumpo yo, ¿y las confesiones que precisamente diablos.
alteran este patriotismo, falsean el sentimiento cívico y fo­ ’’Vaya, que bastará con una buena ley sobre la tierra, una
mentan un estado de espíritu anárquico? exacta policía económica y financiera y, sin duda también, con
— En este caso, tales confesiones se hacen culpables de un una revisión completa de los registros de empadronamiento y
crimen, pero de un crimen de derecho común. P or ejemplo: ha • de las cartas de naturalización. Los bandidos judíos pasarán
habido protestantes que se han portado muy mal durante el ; por el tamiz en su calidad de bandidos, y los judíos extranjeros
affaire Dreyfus. Pues por dreyfusianos es por lo que se Ies en su calidad de extranjeros.
hubiera podido perseguir. Pero no echemos en olvido los her­
mosos ejemplos de firmeza y patriotismo dados por el coman­ ’’Dejemos esto: la cuestión judía es, ciertamente, una cues­
dante Lauth o por M. André Lebon, protestantes ambos, en tión económica y étnica y se regulará desde este doble punto
sus deposiciones de Rennes y del Tribunal de casación. Uno y de vista. N o tiene nada de cuestión religiosa, moral ni filosó­
otro supieron despojarse de las pasiones de su secta para cum­ fica. Filosófica, moral y religiosamente, todo es digno de consi­
plir, respectivamente, su deber militar y su deber civil. deración, porque en este momento hay de todo: en la concien­
— Pero ¿no sería conveniente que, por lo menos, el Estado cia francesa coexisten las ideas más diferentes. N o hay que
vigilara unos grupos religiosos tan proclives como lo es este hacer más que dejar que el tiempo haga su obra, no sin con­
a la anarquía revolucionaria?... ceder una preferencia muy natural a las ideas filosóficas y
— E l Estado vigila a todo el mundo: esta es su primera re­ morales que unen a los hombres y facilitan las funciones polí­
galía. Lo ve todo y lo sabe todo, y por lo mismo puede sacar ticas y nacionales del Estado. A sí lo exige la naturaleza mis­

buen partido de todos. N o olvidemos esta moraleja del gran ma de la Monarquía.


”E n cuanto a las disposiciones personales del señor duque
siglo:
de Orleans, esta anécdota se las aclarará a usted: U n tren
El Monarca prudente y sabio muy mañanero, el tren del destierro, acababa de dejarme todo
de sus menores súbditos sabe sacar provecho soñoliento en Bruselas. U n periodista belga me abordó en la
y conoce los diversos talentos: misma estación y allí mismo me tomó unas declaraciones. Usted
Nada es inútil a las personas de seso. comprenderá que, en semejante estado y a aquella hora, no
puse mucho cuidado en sopesar los términos de aquéllas. A l
— ¡Bien, bien!— digo yo— : ¿y los judíos? día siguiente, leyendo mis palabras, y a bien despierto, sentí
— Los judíos— contesta M. André Buffet, cuyos .negros ojos cierta inquietud y temí haber exagerado, por mi crudeza de
brillan de ingeniosa malicia— , los peores judíos pueden servir lenguaje, la tolerancia religiosa del señor duque de Orleans.
a su modo. Pero apenas había llegado a Londres a ver al príncipe, cuando
”L a República se ha convertido en su respetuosa servidora, éste me habló de mis declaraciones para felicitarme por ellas.
232 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CON M . ANDRÉ BUFFET 233

Entre tres o cuatrocientos recortes de periódicos que se había f e encuentra tan mal administrada es porque unas institucio­
hecho leer, había conservado precisamente aquél. nes detestables han impedido a unos hombres, a veces eminen­
”— ¡Está muy bien!— decía al tiempo que releía el artículo— . tes y bien intencionados, que dieran toda su medida y todo el
A l fin se sabrá que yo haré respetar las convicciones de todos: \ fruto que podrían dar. L o que más me pasma en la Repúbli­
no hay otra distinción que la de buenos y malos franceses. ca es la espantosa dilapidación de talentos a que ha dado
”E1 positivista Ritti, que ha fundado, en contra de las ca- . lugar en treinta años. Se han gastado en vano enérgicas vo­
pillitas más o menos científicas y literarias, una “L ig a para la luntades y brillantes y sólidos pensamientos: ¡Francia no ha
defensa de la libertad espiritual”, podría, como usted ve, contar sacado, ni podía sacar, nada de ellos!”
entre los suyos al joven jefe de la Casa de Francia.

La " Liga de la Patria francesa” -

L A P O L IT IC A R E A L : S U P E R S O N A L
“ ¡Qué lástima que los hombres de la Patrie Française no
; hayan comprendido esta verdad! Sin duda, tienen razón cuan­
M. Buffet añade:
do quieren expulsar al personal dreyfusante, judío y masónico
— Entre las normas que el señor duque de Orleans se en­
que deshonra y traiciona a Francia. Pero andarían menos acer­
contró, en cierto modo, en su cuna, aquella que acaso le es más
tados si no advirtieran que el personal renovado estará expues-
grata de todas y que ha heredado del conde de París, que a
; to, por la fuerza de las cosas, a culpas que acaso sean peores.
Su vez la heredara del conde de Chambord, se resume en este
’’¿Pero de veras no lo advierten? ¿ L a alta y fina inteligen­
axioma:
cia de un Lemaître, la ardiente sensibilidad francesa de un
"N o hay ni debe haber un partido monárquico.” Coppée pueden hurtarse a una visión tan clara? Y, si lo ven,
¿por qué obran lo mismo que si no lo vieran?
“E l monarquismo existe tal como debe existir: como esta­
’’Dos verdades hay de que se olvida demasiado esta grande
do de opinión, como movimiento, pero no puede ser un parti­
y buena “L ig a del Bien público”. L a primera emana del conde
do. L a razón de ello es muy sencilla. E l rey de Francia no
de P arís: "Las instituciones han corrompido a los hombres”, y
puede ser el rey de un partido, porque es enemigo de los ban­
lo que aquí es pasado puede ponerse lo mismo en presente que
dos. Los detesta todos como otros tantos obstáculos a la uni­
en futuro. Ello será en tanto que dure la República. L a segun­
dad de la patria. Los monárquicos no se han ocultado nunca
da creo que emana de Dantón: "N o se destruye más que aque­
que su fidelidad no les daba derecho más que a la simpatía per­
llo que se sustituye.” N i Coppée ni Lemaître acabarán con la
sonal de su príncipe, pero ésta no les otorga ninguna hipoteca
tiranía de nuestros comunes adversarios en tanto no tengan
para el porvenir. Su recompensa no puede consistir más que
una doctrina completa y un régimen orgánico que oponerle.
en el bien público, cuyos fieles promotores habrán sido.
’’¿Quiere usted conocer el pensamiento íntegro de un hom­
bre a quien *la prensa republicana ha calumniado vilmente en Los Bonaparte
este punto, como en tantos otros? ¡Pues bien!: yo consideraría
como una desgracia para lá Corona el cambio total, inmedia­ “E n cambio, hay una doctrina bonapartista que consiste
to, del personal, de los funcionarios, aun de orden adminis­ en que el pueblo elija al príncipe. E s el hombre, el individuo,
trativo. a quien el plebiscito aclama y eleva. P or consiguiente, el prín­
’’¿Por qué ciertos republicanos de hoy no iban a ser bue­ cipe, para ser’ elegido, debe hacerse ver, mostrarse, convertir­
nos administradores bajo el régimen de mañana? Si Francia se en alguien aplaudido y popular. Pero Francia no conoce a
234 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CON M. ANDRÉ BUFFET 235

ninguno de los pretendientes bonapartistas. ¿Pero es que son'¡ Supremo. E n virtud de su misma teoría, el régimen dictato­
dos? ¿ Y en qué consisten sus diferencias de carácter o dei¡ rial sería precario y pasajero. P o r el contrario, las institucio-
programa? Nadie lo sabe, y hasta parece que ellos se esfuer-, es de la Monarquía serían sólidas, permanentes y tradiciona­
cen en que todo el mundo lo ignore. m les : ¿por qué no las habrá formulado él, que tan bien se ex-
’’¿Príncipe Luis? ¿Príncipe Víctor? ¿Dos personalida-- presa?
des o dos entidades? Si son entidad, ¿en qué consiste ésta?- ”Y no es que a él le importe personalmente el poder. En
¿ Y en qué su respectiva personalidad? Yo admiro una contra-' nuestras conversaciones de prisión, Déroüléde me ha contado
dicción tan palmaria entre el principio generador del plebisci­ cómo había ido a ofreeer a muchos personajes políticos el pues­
to, que es la popularidad, y la política de los príncipes plebis­ to de hombre quien plebiscitar que él no quería para sí. Me
citarios... Mas ¿acaso existe esta política? Si existe, está muy lo ha dicho ^ lo creo. Déroüléde es de este temple.
disimulada. (T es una pura intriga, o no es nada. ¡E n un re­ "Desgraciadamente, y- por causa' de un malentendido de
ciente manifiesto, uno de los príncipes Bonaparte se felicitaba orden intelectual, Déroüléde es el hombre de un hombre: tanto
de haber estado haciéndose el muerto! si este hombre fuese él mismo, como si fuese otro, Déroüléde
”L a gran ambición del partido bonapartista, su pretensión cree que el Elegido de la democracia tendría capacidad bas­
conocida, consiste, hoy por hoy, en modificar su emblema y tante para normalizar cada situación política que se presen-
sustituir en él el águila por el topo. Y o no conozco al prín­ ^ tase. Porque— dice él— el pueblo no se equivoca. E l sufragio
cipe Víctor y no puedo juzgarle, pero sí digo que su partido pone de manifiesto cuál es la tendencia de la nación y cuál
se aplica a reprensentarlo en público como tal. la política útil a los intereses nacionales. Infunde en quienes
”Si el sentimiento plebiscitario es tan vivo como afirman al­ designa su infalible instinto director. U n a vez plebiscitado, el
gunas personas de buena intención, pero extraviadas, yo ad­ general Boulanger habría recibido la inspiración popular, toda
vierto a los bonapartistas que el señor duque de Orleans ocu­ vez que su poder hubiese emanado del mismo pueblo. Por
pa ante la opinión el sitio de un Bonaparte.” consiguiente, no cabía que se equivocara. Hubiérase conver­
tido, por gracia de estado, en un político... P o r lo demás, el
jefe plebiscitado no tiene que consultar a sus electores en las
Paul Déroüléde cuestiones de detalle, porque es un conductor en un camino
previamente trazado.
— ¡Pero— digo yo— tenemos a ese condenado de Déroüléde! ”H e aquí, tan fielmente como puedo reproducirla en subs­
— Condenado, si usted se empeña; en todo caso, el mejor de tancia, la teoría que Déroüléde me ha expuesto muchas veces.
los condenados. Él podrá representar una amenaza de perdi­ Me preguntará usted, sin duda, quién establecería la distinción
ción irreparable para su país, pero crea usted que es con la entre los detalles sobre los que no se debe consultar al pue­
mejor intención del mundo. blo y el conjunto en que el pueblo debe ser soberano. Pero no
”Yo siento un gran afecto por Paul Déroüléde, que ha con­ nos detengamos en esto. Sin duda, me preguntaría usted si el
quistado toda mi amistad en nuestra común prisión. Su bon­ pueblo de 1852 no se equivocó en grande cuando adoptó con el
dad como hombre privado, su generosidad como hombre pú­ segundo .de los Bonaparte esa política italiana y alemana de
blico, su valentía, su elocuencia, su audacia, le han conquista­ las nacionalidades que nos condujo a Sedán. Tampoco me de­
do adhesiones y admiraciones. ¡Fuerzas santas, preciosas a la tengo en esto.
Patria! ¿Por qué las emplea él contra la conveniencia nacional? i "Porque es bien claro, en efecto: l.°, que un dictador ele­
”Yo me imagino a un Déroüléde monárquico,"Déroüléde pa­ gido en plebiscito decidiría lo mismo sobre el conjunto que so­
rangonando la Monarquía con la República ante el Tribunal bre el detalle, y 2.“, que no es menos claro que eso de la infali-
236 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA jS CON M. ANDRÉ BUFFET 237

bilidad del pueblo es una quimera absurda que no puede acepíf iArior, ni política exterior. E l presidente, como buen candidato,
tar ningún hombre serio. Vamos derechamente a lo esencial*) evita el mostrar en nada la menor preferencia, por temor a
Yo doy por sentado que el dictador es un hombre de bien, un® enajenarse en su reelección el menor grupo de electores. El
desdichado fluctúa; ya no dirige.
Dérouléde. Acaba de ser elegido. ¿Cuál será su política? Si''
sueña en su reelección, le interesa convertirse en servidor del " Y aun, y durante mucho tiempo, los Estados Unidos, ais­
las pasiones populares y de los errores de la mayoría. Pero, lados al otro lado del planeta, no conocerán ninguna de las pesá­
si no piensa en ella, se expone a que lo sustituya cualquiera que 'í is das obligaciones políticas que pesan sobre los pueblos europeos 2.
sepa adular errores y pasiones, ordinariamente dueños del pue- * * ¡Pero Francia! Sus intereses, lo mismo dentro que fuera, exigen
blo soberano. Si piensa en ello, pierde al país.JT si no, pierde el máximo de estabilidad, de continuidad y, a un tiempo mismo,
el poder, y unos competidores indignos se encargarán de con­ - de valentía, de iniciativa. Pues esta iniciativa y esté espíritu
sumar, cuando se haya ido, la pérdida de la patria. Su patrio­ ■i de conservación requieren por igual un poder director constante.
tismo le obligará, pues, a un golpe de Estado, y, si no lo da, Toda interrupción y todo corte serían funestos. So pretexto
faltará a sus deberes para con la patria, pero, dándolo, pro­ de acabar con la anarquía parlamentaria y de restaurar el
bará que la violencia y la perturbación revolucionarias entran . orden, Paul Dérouléde llevaría la anarquía al grado máximo y
en la lógica absoluta del régimen plebiscitario. convertiría el desorden en una institución.
”Me da pena que Dérouléde se pierda en unos sueños tan
— Por lo demás— insiste M. Buffet— , si Dérouléde es de- mal fundados y, sobre todo, me da pena el que un hombre que
rouledista, porque no se puede plebiscitar más que a él, y si sirve a Francia con toda su alma la sirva tan mal.’’
Francia tiene que hacerse derouledista como él, ¿qué 3erá de Generosas y conformes al puro espíritu caballeresco, estas •
la nación cuando Dérouléde desaparezca? Muerto él, el régi­ lamentaciones sobre la suerte de M. Dérouléde me parecieron
men se para... Pero ¿y Francia? E l derouledismo no responde desproporcionadas al asunto, y bruscamente di a entender a
a esta cuestión, presente de continuo en la mente de un monár­ M. Andró Buffet el sentimiento que me inspiraban:
quico, que puede gritar siempre, en cambio: E l Rey ha muerto; — Deje usted, deje usted, interrumpo— . Su Dérouléde es un
¡V iva el R ey! elemento divisor.
”L a República de Dérouléde sería necesariamente, no por — Se equivoca usted: el elemento divisor no es Dérouléde,
culpa de las personas, sino de las instituciones, una República sino la República, a la que él se aferra obstinadamente.
empeorada1. ’’Dérouléde sufre, como todos los republicanos, la inelucta­
’’Como nuestro amigo M. Frédéric Amouretti ha hecho no­ ble, la cruel ley republicana, que es la ley del exclusivismo. La
tar muchas veces, la crisis electoral de la Presidencia causa,
cada cuatro años, en los Estados Unidos, un período de iner­
2. L a evolución am ericana h a resu ltad o m ás rá p id a de lo que pen­
cia cuya duración varía entre doce y dieciocho meses. ¡Doce
sab an los m onárquicos franceses. A si es como hemos podido v er modi­
o dieciocho meses de impotencia periódica por cuatro años de ficarse los fenóm enos propios del régim en electivo. Como brillantes hechos
ejercicio' presidencial! Imaginaos nuestra Exposición de 1900 de g u e rra h ab ían valido en 1396 a Mr. Roosevgjt una brillan te populari­
dad, los políticos lo relegaron a la vicepresidencia de la Unión. E l ase­
repitiéifdose cada cuatro años. Todo se para; ni política inte-
sinato del presidente Mac Kinley le devolvió la presidencia por u n a espe­
cie de principio hereditario. L uego lo reeligieron. A hora acab a de cons­
X. E n el texto fran cés, la p alab ra empirée (em peorada) perm ite ha­ titu irse en g ra n elector de Mr. T aft. U na especie de C ésar sobrepóne-
cer, aun -con la p ro testa de no q u erer hacerlo, u n retru écan o a b ase de se a las instituciones republicanas en el mismo in sta n te en que A m érica
em pire (imperio), oportuno a l tr a ta r de Dérouléde, que coincidía con los empieza a a d q u irir el aspecto de E stad o político completo en el mundo.
partidarios del im perio b o n a p a rtista en la fórmula del plebiscito. (Nota E ste sincronism o confirm a con h a rta claridad n u e stra s ideas p a ra que
del T.) h a g a falta in sistir en ello. (N ota de 190S.)

*I

i ít
*
238 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CON M. ANDRÉ BUFFET 239

sufre como los cuerpos obedecen a la fuerza de la atracció I qo? y que él me hizo bromeando con reticencias y reservas
su voluntad no puede resistir a ella. líticas: — “E s muy comprometido— me decía— , comprometi-
”Y o comprendo su apasionamiento de monárquico, pe imo, esto que estoy haciendo.” — E n ■broma, en broma— le
¿cómo es que los mejores amigos de Dérouléde, que son repu­ ntesté— acaba usted de darme la verdadera fórmula del re­
blicanos^ echan en cara a este hombre, cuyo carácter y cuy men que ustedes nos prometen. Si yo necesitara una cerilla,
patriotismo no se discuten, que carece de clarividencia y d ' hasta un cigarro, se lo pediría a usted sin tantos miramien-
espíritu político ? ¿ Por qué se califica de increíble esa carta a .os, y aun si lo que le pidiera fuese su voto o su apoyo para
Georges Thiébaud ?” 1. ’onseguir el bien público, tampoco me sentiría comprometido
— Pía humillado al candidato que patrocinaba— interrumpo én lo más mínimo. Esta es la diferencia que hay entre nosotros,
yo— , H a pretendido servirse de un hombre inteligente y enér­ ríos monárquicos, que no podemos sentirnos comprometidos por
gico como de un peón para el juego de damas de su política. nada ni por nadie, y ustedes, republicanos, que se sienten com­
¿ Y para obtener qué?: el más completo de los fracasos elec­ prometidos por todo y que a menudo hasta temen serlo por
torales. ‘.una nonada.
— Este es el reproche de los amigos de Thiébaud, pero a t*. ’’Pero es que esta desconfianza no es ninguna novedad,
mi entender no tienen razón. Lo que Dérouléde ha hecho, lo han sino una necesidad republicana que, bajo la República, se ha
hecho antes todos los republicanos y lo harán todos aún en el „ dado en todo tiempo. ¿Quiere usted que se lo demuestre con
porvenir. Dérouléde, una vez situado en el plano republicano, -unas anécdotas más o menos personales? Hace unos quince
no podía moverse de otro modo. Dérouléde no dependía de sí | ;; años, un subprefecto de Mirecourt fué dimitido por el delito de
• mismo, bino del espíritu republicano; su política se desenvuelve, haber estrechado la mano a uno de mis hermanos al encon-
pues, normalmente y acabará siendo, usted lo verá, cada vez s trarlo en la calle. Otro subprefecto de Mirecourt se hizo excu­
más “particularista”, ya que la República no puede ser otra * sar discretamente cerca de mi padre, que era senador, por no
cosa que el gobierno de una secta, de un partido, y que to­ haberle visitado (visita que, por lo demás, es una obligación
do republicano se ve constreñido, si sus intenciones no han1' de los funcionarios administrativos para con los miembros de
de resultar sospechosas, a precauciones, a exclusiones y a las asambleas, en virtud de unos reglamentos que siguen vigen­
protestas de desconfianza. tes, pero que nadie observa). Según él, había pedido permiso al
’’M ire: estos días pasados me venía a la memoria un re­ ministro para hacer la visita, y como respuesta recibió la prohi­
cuerdo de prisión al releer la fam osa carta de Dérouléde a bición de hacerla, acompañada de severas observaciones acer­
Thiébaud. Unos días después de haber venido a constituirse ca de lo inconveniente de su petición. E n 1885, y siendo can­
prisionero, me tropecé en un pasillo a Marcel Habert, al que didato en los Vosgos, fui, acompañado de mi amigo y compa­
acompañaba su abogado M. Chenu. A l verme, me preguntó si ñero de lista M. Bouloumié, a casa de un elector influyente del
podía darle una cerilla; petición sencillísima e inocentísima distrito de Neufcháteau que era republicano. E l recibimiento
que nos hizo, si bien correcto en la forma, en el fondo fué m ás
1. V éase L e Drapeav. de 22 de julio de 1900. E n e s ta c arta, D érou­
léde hab lab a como un psjncipe: "...Seguid, a p e sa r de todo. To acepto bien frío; no nos ocultó que no obtendríamos nunca sus votos.
toda mi p a rte de responsabilidad en e sta cam paña. U sted no la h a que* ¿ Y sabe usted qué pasó?: pues que el desgraciado fué denun­
rid o : yo soy quien se la pidió. Si sale derrotado, no se rá usted el ven- * ciado por haber recibido nuestra visita; él ¡no era funcionario,
cido, sino yo.” E n el mismo documento se leían, adem ás estas, p a la b ra s:
"Q uería yo tam bién aprovecharm e de e sta c ircu n sta n cia electoral p a ra pero -tenía un sobrino-nieto en el Registro de Marsella y ¡cuál
se p a ra r claram en te a los nacionalistas republicanos de todos esos na- • no sería mi sorpresa al recibir dos meses después una «a rta
cionalistas sin epíteto que creen poder o c u lta r b ajo e s ta expresión ta n
flj firmafHsima en que me comunicaba las amenazas que el G o ­
dem ocrática y ta n c la ra sus secretas aspiraciones m onárquicas." (N ota
de 1909.} bierno había hecho a su sobrino y me pedía que le diese un
240 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CON M. ANDRÉ BUFFET 241

certificado de que nos había recibido muy mal! E l inciden, ”Y a veo que me he ido un poco lejos de Dérouléde, que era
te me resultó tan original, que me interesé en la cosa y obre quien usted me preguntaba. Dérouléde, nacionalista, se
no dudé en enviarle, con objeto de hacerle el favor que m e obligado a defenderse de toda alianza nacional, caso natural
pedía, una carta escrita en términos muy vivos, en que le d y fatal en un republicano. H oy pone él la República por enci­
cía que no me podía explicar su petición después de las inso­ ma de todo. ;M ejor! Porque, en adelante, seremos sólo los mon­
lentas maneras que había empleado con nosotros, que él se ha" árquicos quienes digamos: “Ante todo, Francia” y quienes con­
bía conducido con nosotros como un hombre perfectamente mal' juremos a todos los partidos nacionales a unirse en contra del
educado y que no cabía pedir un certificado a quien había des­ ^extranjero. Cada vez será más exacto lo que usted ha dicho:
pedido de su casa. Supongo fundadamente que el buen hombre que sólo nosotros representamos el nacionalismo integral.
quedó contento, porque no oí hablar más de él. Tal es la des­
confianza de los republicanos entre sí.
»Nacionalistas y antisemitas: Drumont, Thiébaud, Barres
”¿Y cuál es la razón de esto ? Pues que un republicano no pue­
de creer en el republicanismo de su vecino en el que no ve “Pero esta gran oposición nacionalista ¿resultará tan derro­
— y tal vez con ello se juzga él a sí mismo— más que una si­ chadora como la República parlamentaria? Y tantos talen­
mulación. B ajo otros gobiernos, los funcionarios sostenían las tos de primer orden ¿se verán condenados a desaparecer antes
mejores y más correctas relaciones personales con los más de­ de que Francia los utilice ?
cididos adversarios del régimen. Pero hoy, si no quiere resul­ ’’Aquí tenemos a Drumont. Drumont es uno de los hom-
tar sospechoso, hace falta que el republicano, y sobre todo el •bres que mayor influencia habrán ejercido en su época. El
neorepublicano, haya dado prendas de cierta especie, haya co­ cuarto de siglo que .va de 1886,.fecha de la aparición de La
metido algún acto que lo enajene por completo a los otros Francia judía, a 1909 le pertenece. Y no está acabado, ade­
partidos.” más, el período. E n esta incubación del antisemitismo, en la
— Pero— pregunto yo— ¿qué acto, qué prenda le bastarán? que ciertamente no han escaseado las brutalidades, los errores
— Permítame usted que le conteste con un nuevo recuerdo. de detalle, las exageraciones, las cóleras y las crueldades ge­
Y o he luchado mucho en provincias; los parisienses no cono­ nerosas, Drumont ha sabido dar vida a una gran idea. Los de­
cen lo bastante el verdadero rostro de la República en pro­ talles se olvidan, pero la abstracción dura en el alma del pue­
vincias, que es todavía menos agradable que el otro: enséñe­ blo y la idea antisemita fué arrojada en ella con decisión.
selo usted. E n 1889, un elector conservador, pero de opiniones ’’Pero, siendo, como es, tan osado por naturaleza, ¿por qué
republicanas, vino a verme y me expresó con gran franqueza Drumont no se atreve ni a estudiar siquiera, ni a mencionar,
cuánto sentía no poder votar por mí. — Llámese usted republi­ nuestra solución monárquica del antisemitismo? E l señor du­
cano— me dijo— y somos muchos los que, tras esta declaración, que de Orleans ha contestado siempre con franqueza, y a me­
podríamos votarle. — Pero si yo no soy republicano. — Lláme­ nudo con vehemencia, a las preguntas que La Libre Parole
selo usted de todos modos. — Yo no hago esto; no diré nunca acostumbra a hacer, al revés de Dérouléde, que guarda un si­
más que lo que pienso, y, aunque así no fuera, se equivoca usted lencio excesivamente prudente. U n patriota como Drumont, o
figurándose que, si lo dijese, me creerían. N o me bastaría con jomo ese Jules Guérin, a quien yo envío desde aquí un recuer­
decirlo, sino que necesitaría demostrarlo, cometer alguna infa­ do de simpatía y de admiración, deberían darse cuenta de que
mia que me cerrara para siempre la puerta de otros medios. sólo la nación organizada puede arreglar las cuentas a los ju­
¿ E s esto lo que me aconseja usted que haga? N o, ¿verdadf díos. Y la nación organizada es la Monarquía.
Entonces déjeme usted que me quede lamentándome de no po­
d er tener su voto. ’’A quí tenemos a Thiébaud. Espíritu claro, aunque un poco
242 encuesta s o b r e l a m o n a r q u ía CON M. ANDRÉ BUFFET 243

caprichoso, palabra enérgica, impetuosa, cálida, acaso sea, coa que distintos. Estos cambios de personal no me interesan. U n
su concisión y su ardor totalmente romanos, el primer pole­ monárquico no piensa más que' en la patria, es decir, en el
mista político de nuestro tiempo. ¿ Cree usted que tan hermo­ interés más general, y este interés sólo lo representa bien
sos dones hayafi dado un resultado digno de ellos?” un rey.
— ¡E l boulangismo es su obra!— contesto yo.
— Y o he sido antiboulangista, muy antiboulangista— con­ f ; ”¡ Y Barres! Huelga el elogio del escritor, y, a mayor abun­
testa M. André Buffet— , y sigo siéndolo. Como soy monárqui­ damiento, el hombre es amigo de usted. E n su magnífico Appel
co, me horroriza la dictadura personal. Con todo, el boulangismo m soldat inserta unas palabras que un publicista de extrema
fué, prescindiendo de detalles, la afirmación popular de la ne­ derecha no contradiría, pero que también podría firmar uno
cesidad de un jefe, la declaración de los derechos del pueblo a de extrema izquierda: tan por igual concretan las dolencias del
ser guiado, la manifestación del deseo, de la necesidad y el país y el remedio a que éste secretamente aspira:
gusto autoritario de los franceses. ”Francia— dice— pasará del antiguo liberalismo a un protec­
’’¡Sentimiento innegable! ¿ Y cómo Thiébaud no verá que cionismo general que su instinto de enfermo reclama.
sólo 1% herencia monárquica es capaz de dar a este sentimien­ ’’Nadie ha definido mejor la crisis que atravesamos y el
to una forma concreta y sólida? A él le gusta hablar de las sentido en que es muy probable que pudiera resolverse. Pero,
federaciones y de la anarquía célticas, que, según él, reapare­ planteado así el problema y con la solución indicada, más las
cieron bajo fo rm ^ feudal después c¡ue la invasión de los bár­ ideas harto conocidas del autor de los Déracinés sobre la des­
baros acabó con la administración romana. Y observa cómo centralización, me sería facilísimo deducir de su fórmula, con
hoy reaparecen bajo forma parlamentaria, judía y protestan­ rigor matemático, la fórmula de la Monarquía nacional y de­
te: verdadero feudalismo eclesiástico. Sí, buen número de pe­ mostrar sin dificultad ninguna que sólo ésta corresponde a
queñas fuerzas que se dibujaban ya a fines del siglo xvi están aquélla.
corroyendo la unidad moral y política de nuestro país. ¡ Y Thié­ ’’Pero la inteligencia de Maurice Barres es demasiado des­
baud no se decide a aplicar a este mal antiguo el antiguo re­ pierta para que haga falta explicarle nada y demasiado patrio­
medio que por dos veces lo curó: nuestra Monarquía capeta ta para que pueda no rendirse a las evidentes necesidades del
de los Felipe-Augusto y los Enrique I V ! bien público. ¡ Y Maurice Barres no duda; sin vacilación nin­
’’¿Qué invoca él contra la oligarquía? L a democracia. Pero guna se aparta de la idea de Monarquía!
la democracia pura es un poder completamente negativo. No ”Se lo confieso a usted: esto es mi escándalo y mi pasmo.
es capaz más que de destruir: por ejemplo, agotar nuestros La Historia futura no podrá explicarse todas estas compli­
recursos económicos tras haber debilitado nuestra fuerza polí­ caciones.
tica. E l hombre que se convierta en leal servidor de la demo­
cracia, la perderá y, juntamente con ella, se perderá él con el Los republicanos moderados: M. Méline, los melinistas y mon-
país. sieur Rambaud.
’’Todo lo que puede lograrse contra la oligarquía reinante
es, y ello a costa de un espantoso derroche de esfuerzos y a, ”E n el grupo oportunista hay, sin duda, odiosos bandidos
través de dificultades infinitas, promover un personal nuevo, dignos de castigo; ¿pero cree usted que el sector que se llama
una nueva oligarquía de gentes menos averiadas que nuestros republicano moderado no representa importantes fuerzas fran­
déspotas contemporáneos. Pero, suponiendo que durara, puede cesas ?
apostarse que no tardaría mucho en sufrir las consecuencias de ”Y o he coir.batido siempre en nuestra común provincia a
los mismos males, o que daría lugar a otros equivalentes, aun­ M. Méline y a sus amigos de la pléyade vosguiana, MM. Krantz
244 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
CON M. ANDRÉ BUFFET 245

y Boucher, porque su política ha participado a menudo del


I corta, pero cierta, era una Monarquía, aunque no una Mon­
espíritu sectario de Jules Ferry y por representar, además, arquía nacional. Estos caballeros exponen lo mejor de sí mis­
la anarquía republicana con los peligros que de ella se deri- '■ lí
r mos a desaparecer2 en las oscilaciones y en las futuras ban­
van. Pero personalmente los estimo: tienen la tenacidad del ■
vosguiano, saben lo que quieren y se mantienen firmemente
I|: carrotas del régimen tan
maestra...”
bien representado hoy por su obra

fieles a esta voluntad en el orden económico y político. E n su — ¡Panamá, Panamá!


i
obra hallo algo sano: el gusto de la tierra lorenesa, uno de
los buenos sabores de Francia.
I M. André Buffet sonríe sin decir nada y prosigue:
“M. Méline, especialmente, parece no darse cuenta de su
’’Pero estas cualidades individuales han sido siempre des­ melancólico destino. Su aplicación a los intereses permanentes
mentidas, neutralizadas y, en cierto modo, anuladas por obra
de la agricultura hubiera podido darle el sentimiento exacto
del mecanismo republicano. ¿Volverán algún día al poder?
de los intereses permanentes de la patria. Más aún que la
Acuérdese usted de cómo los arrojaron de él. Todo el Viejo
agricultura, necesita la patria de una política continuada. En
Partido Republicano, todos los genuinos partidarios del Cate­
el mejor de los casos, la República equivale en Francia a un
cismo de los Derechos del Hombre se aliaron a un traidor y al
perpetuo salto de dados sobre el tapete verde del Gobierno. -
partido de un traidor para derribarlos. Y una vez volvieran a
Por tanto, los movimientos de una política republicana serán
ser ministros, ¿estarían ya libres del mismo perpetuo ries­
necesariamente cada vez más incoherentes. D ejad que esta ata­
go ? De modo que su obra, en la República, está condenada a re­
xia prospere y llegaremos a la anarquía pura.
sultar corta e imperfecta y casi inútil.
’’Antes de su debilidad dreyfusista, M. Anatole France ha­
’’Uno de los colegas más distinguidos de M. Méline, M. Ram-
bía explicado en la Academia de qué modo la presencia y la baud, miembro del Instituto y profesor de la Sorbona, hacía
ausencia de un monarca dan la clave del éxito y el fracaso de notar un día que Rusia, en el espacio de tres cuartos de siglo,
un Lesseps.
no había tenido más que tres ministros de Negocios Extran­
jeros (esto era antes de la muerte del conde de M u r a v ie ff): y
"E n Francia— dijo— ia voluntad lenta, sorda, a veces obscura,
nosotros en treinta años hemos tenido treinta y nueve cam­
pero continua y soberana, que sostuvo la obra de Suez, no existía
ya para asegurarla contra los violentos ataques de las pasiones, de los bios completos de Ministerio. Y el mismo M. Rambaud, al te­
instintos y los azares, para defenderla de ella misma y para moderar ner que ocuparse en Le Matin de las analogías existentes entre
una nueva empresa más arriesgada que la primera... N ada había Francia y Polonia, ha hecho notar cómo este desgraciado Esta­
ya en la débil, difusa y cambiante dirección de los negocios públi­ do constituía en realidad una República. Pues si las palabras
cos que fuese capaz ni de contener los apetitos de una banda de encierran algún sentido, el historiador que ha sacado estas ati­
financieros, de aventureros y de políticos del saqueo, ni de dete­ nadas observaciones de la realidad tiene muchos motivos para
ner ese pánico instintivo de las turbas que, en un momento, lo temblar por nuestro porvenir nacional.”
derriba todo. Y todo se hundió t.
— Entonces— pregunto yo a M. B uffet— ¿por qué M. Ram-

’’Página admirable que si M. Méline y sus amigos releyeran


2. M. A ndré B u ffet m e hizo o tra observación en este mismo sentido:
a diario, podrían aplicar a su caso. ¡También ellos necesitarían “¿No h a b ría que decir—dijo—otro tan to de la excelente o b ra de M. Des-
un monarca! ¡También ellos necesitarían que una voluntad chanel en fav o r de las cooperativas y las m utualidades? Él es su pro­
continua y soberana los sostuviera! E l régimen que sirven te c to r y su patrono político: p atro n ato necesario, protectorado que
yo lla m a ría indispensable, pero ¿quién p ro teg erá al protector y patro­
está en esto por debajo del Segundo Imperio, que, en medida c in a rá a l patrono c o n tra los caprichos y fluctuaciones del elem ento de­
m ocrático y republicano de que él m ism o depende? E s ta es la eterna
X. A natolb F rance, D is c u r s o de r e c e p c ió n e n la A c a d e m i a fr a n c e s a . cuestión que se p lan tea en estos asuntos.
CON M. ANDRÉ BUFFET 247
246 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

el rey de Francia no podría reinar en nombre de un partido.


baud no es monárquico? ¿Por qué todos los espíritus mode- '
“Todo lo que es nacional es rtuestro.” L o ha dicho él. Esto
rados y prudentes como él no forman una L ig a antirrepubli-
quiere decir que todos los talentos, todos los méritos, todas las
cana? U n a Monarquía nacional opondría a tantas y tan temi­
dedicaciones serán, no digo ya acogidos, sino buscados y solici­
bles Monarquías europeas un poderío exterior digno del nom- -
tados. Se les honrará y recompensará según merecen. Sólo una
bre francés. ¡Ellos lo saben de sobra!
dinastía apoyada en nueve siglos de esplendor histórico puede
— Reconozco que el prejuicio republicano no debería existir
premiar y distinguir como es debido a los grandes servidores
p ara tales espíritus. Este prejuicio es ya caduco. Pero se sien­
de Francia.” Y o lo sostuve frente al Tribunal Supremo: “ Un
ten atados por una especie de lealismo sentimental. L o que yo
presidente de la República no es nada. U n dictador es dema­
tengo curiosidad de saber es si serán capaces de sacrificar a
siado. O m ejor dicho: no es bastante, porque el dictador es,
su país a esta debilidad.
ante todo, él mismo y no Francia.”
’’Para personificar a la patria, a la P a tria entera, nos hace
”En resumen, estos espíritus moderados representan en cier­
falta un rey.”
to modo la razón, la reflexión y el saber del pueblo francés.
Son la cabeza del país, pero, por faltar el rey, esta cabeza re­
sulta débil y sin acción verdadera. “Dadme una palanca lo bas­
C O N C L U S IÓ N
tante fuerte y un punto de apoyo, decía Arquímedes, y levan­
taré el mundo.” Todos estos talentos son como otras tantas
palancas que no quieren tener el punto de apoyo necesario. ...Me pareció al llegar aquí que las últimas palabras de
’’Los otros, los llamados más específicamente nacionalis­ M. André B u ffet venían a ser una conclusión de nuestras con­
tas, representan una protesta legítima, generosa y patriótica; versaciones. Me.había dado satisfacción completa. E n la medi­
vienen a ser como la exaltación y la exasperación de nuestra da de lo posible en un tema parecido, el ilustre desterrado acaba­
sensibilidad, pero yo entiendo que ésta, por no haber rey, se ba de definirme la esencia de la naturaleza de la Monarquía fran ­
m alogra al azar y se derrocha en vano, falta de dirección. Mues­ cesa y de los principios de la próxima restauración.
tran tal vaguedad en la doctrina y tal indecisión en la prác­
tica, que de lo único de que son capaces es de protestar. E n ­ Pero cuando iba a decir adiós al jardín del Faubourg Saint-
carnan una cólera, pero no una razón. Gilles, M. André Buffet me evocó un triste recuerdo, el recuer­
do de su padre. E l ilustre presidente de la Asam blea Nacional
”Y o no soy capaz de desear que unos acontecimientos dema­ fué para su hijo, en los días de su mocedad, maestro en los
siado duros vengan, por fin, a demostrar plenamente a unos y primeros elementos de la ciencia política. U n a expresiva y
a otros la necesidad de la Monarquía nacional que a todos triste fra se que aquel gran ciudadano gustaba de repetir en sus
nos hace igualmente falta. Preferiría que se rindieran a esta últimos días me parece muy propia para hacer meditar a todos
idea a menos costa para Francia, en virtud del solo esfuerzo los buenos franceses. Hela aquí:
de su clarividencia y su generosidad. Podrían así ahorrar­
nos revoluciones y guerras y largos años de decadencia silen­ “Desde hace algún tiempo— decía M. B u ffet a su hijo— ,
ciosa. Tai'de o temprano, a buen o a mal precio, vendrá el día « n a duda, una duda profunda y creciente, no cesa de atormen­
de la verdad política. tarme. Después de tantas desdichas pasadas, frente a tantas
’’Pero diga usted bien a todo el mundo— y en esto creo po­ crisis presentes y tantas otras como se preparan, llego a pre­
der hablar en nombre del señor duque de Orleans— , diga usted guntarme si Francia podrá salvarse todavía..."
por todas partes que, lo mismo si tarda que si viene pronto, M. André Buffet me repetía estas palabras con una voz
248 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
fe

grave. L a emoción lo detuvo. Pero reanudó en. seguida con


idéntico acento la trágica profecía del hombre de Estado:
"Sin embargo, creo que la salvación de Francia es aún
posible. Pero he aquí la última certeza de mi vida: si Francia
ha de salvarse, no la salvará más que la Monarquía.'’

C O N E L C O N D E D E L U R -S A L U C E S
Me despido de M. Buffet y me alejo preocupado por una
coincidencia: aquel joven nacionalista de los suburbios, cuya
curiosa frase sobre la Francia “amiga de la mano dura” había
yo citado a M. André Buffet, este joven, digo, que acababa de
convertirse a la Monarquía, me había formulado en muchas
o me pareció que tenía que esperar a terminar mis con­
ocasiones e r mismo pensamiento de M. Buffet padre en térmi­
nos más crudos: N ferencias con M. André Buffet para ir a visitar a su compa­
ñero de lucha y de destierro. Gustábame, por el contrario, com­
"Si la Monarquía es o no posible en Francia, yo no lo sé. Yo no partir entre el jefe del gabinete político del señor duque de
sé más que una cosa: que sin la Monarquía estamos reventados." • ’ Orleans y el jefe de los Comités monárquicos del Suroeste
* todas mis horas de discusión y de investigación política, y, así,
N i M. Buffet padre, ni M. B uffet hijo dijeron esta malso­ la luz de las palabras que recogía se doblaba para mí. L a ma­
nante palabra. Malsonante, pero fuerte. A l bajar de la frente ñana o la tarde transcurrían generalmente en Faubourg Saint-
de los sabios al ardiente tumulto de las muchedifmbres, ciertas Gilles, pero, por la noche, me subía por unas amplias y nuevas
verdades adquieren pronto peso, volumen y energía. Sólo así
avenidas al barrio llamado de Leopoldo, hasta el domicilio del
pueden actuar sobre la realidad.
conde Eugqne de Lur-Saluces. También aquí frondosos árbo­
¡Ojalá nuestras verdades se realicen l o ‘antes posible! Por­
les se alzan en ramilletes por entre las masas de piedra azul
que son la última esperanza de la p a tria 1.
y de ladrillo rojo. Frescos jardines y grandes parques avizó-
ranse al extremo de las veredas y despliegan una frondosidad
1. P erm ítasen o s' reco rd ar aquí que el him no de los “Camelots du RqjT
en 1909 empieza a d a r satisfacció n p arcial a este voto de 1900. L a ver­ verdosa sobre el horizonte. También aquí, traspuesto el dintel,
d ad b aja de la fre n te de los sabios a este cuplé relativo a la Repú­ el visitante francés advierte en la disposición, en la forma y
b lica :
«k
en la atmósfera de todas las cosas un sentimiento y un gusto
E t V o n s ’ en /... que no son belgas.
E t Von s ’ en /...
Aunque ligados por una amistad fuerte y estrecha y vi­
viendo en una intimidad casi diaria, pocos hombres presenta­
rán un contraste más claro que estos dos monárquicos unidos
por la misma suerte. N o se parecen ni por fuera ni por den­
tro, tan cierto es que la Monarquía francesa concilia todas las
variedades del temperamento nacional.
Viendo a M. Buffet ir y venir tempestuosamente, lanzarse
sobre las objeciones y llevarse por delante las opiniones ajenas
como si fueran reductos, se le confiaría de buen grado el man­
do de un regimiento: el Regimiento de la Gascuña o del Lan-
250 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
CON E L CONDE DE LUR-SALUCES 251
guedoc. Tiene el tono y el aire de un militar nacido en e!
cubrimientos, porque, ateos o místicos, siguen de ordinario un
Sur del Loire. Pero, como ya es sabido, es de los Vosgos y
método realista directamente inspirado en la experiencia.
abogado. En cambio, M. de Lur-Saluces, jefe de escuadrón re-
L a vida militar no da un cuadro completo de la vida de un
tirado 1, tiene el porte de un filósofo y, aunque es meridional,
pueblo, pero en todo momento despierta una idea exacta de la
o tal vez precisamente por ser del Mediodía, de Montesquieu,
misma. D a de ella una imagen sumaria, un resumen vigoroso,
es un filósofo silencioso y concentrado. Sin melancolía ni tris­
significativo y elocuente; adquiérese en ella el sentido adivi­
teza, pero sin vanos ensueños, es un contemplativo y parece nador del orden y de sus medios más seguros. Todo lo esen­
siempre absorbido por algún problema. cial, y sólo lo esencial, del mecanismo de las sociedades se
Pero habla sin ambages y con precisión. Los monárquicos hace sensible en el movimiento y, con m ás razón, en el ma­
de la Gironda recuerdan la vigorosa y sabia campaña que tuvo nejo de las tropas armadas. Como a ojos vistas, se perciben
como resultado el segundo pacto de Burdeos. Los lectores del los porqués y los cómos, a poco que uno se aplique a ello con
Reveil Français saben que escribe con elegancia, pureza y vigor. espíritu de continuidad y de meditación. N a d a faltaba a M. de
L o mismo escribiendo que hablando, M. de Saluces sugiere Saluces para llegar a ser un excelente teorizador político; el
más que dice, reserva más que indica. Con todo, si se le trata, rigor de sus teorías se templaba anticipadamente tanto por su
pronto se advierte que las artes le son familiares y las cien­ gusto de la acción real como por sus curiosidades y sus lecturas.
cias le están abiertas. Apenas hay un museo de Europa, desde
Atenas y Constantinopla hasta Londres y Amberes, que no Libros en corto número, pero escogidos y reveladores, apa­
haya visitado y profundizado al detalle. Otro tanto hay que recen esparcidos en el salón en que M. de Saluces me recibe
decir de las bibliotecas. Le gustan los libros, creo que todos, en la planta b a ja del hotelito que ocupa desde hace cinco me­
pero sobre todo los de Historia. En Historia su gusto es apa­ ses. Entre montones de revistas y algunos números de L a Libre
sionado y su saber erudito, pero saber agradable y sin, osten­ Parole, veo La reforma intelectual y moral de Francia entre­
tación ni aparato. Si hoy es la esperanza de cuantos soñamos abierta; se la ve abundantemente señalada y tiene los már­
en una Monarquía protectora de toda cultura sup*erior, acaso genes llenos de notas a lápiz; este diálogo entre Ernest Renán
en tiempos menos agitados que los nuestros M. de Saluces hu­ y el conde de Lur-Saluces no carecerá de interés. A l lado, la
biera sido un simple curioso, un puro aficionado de las cosas Introducción al positivismo, del jesuíta Grüber, y el Auguste
bellas. Comte conservador, de Léon Kuhn. Estas obras de libre y pro­
Pero no. Aparte la Estética, otro demonio lo posee y en fana especulación se codean con otrco volúmenes más peque­
todo tiempo lo hubiese influido : es la carerra militar y la vida ños— éstos, más al alcance de la mano— , que, por su formato y
de oficial; fueron ellas las que movieron su inteligencia a sus encuadernación, denuncian la literatura sagrada: me salta a
investigaciones de filosofía política. Este caso resulta menos los ojos el título de una Imitación de Jesucristo, recordán­
excepcional de lo que podría creerse. M. de W ollm ar en A le ­ dome que mi interlocutor es un creyente firmísimo al mismo
mania, D ragom iroff en Rusia y, entre nosotros, el marqués tiempo que el espíritu más libre, aquel, entre todos los mon­
de la Tour du Pin L a Char ce se han visto arrastrados por el árquicos, con el que los gentiles del nacionalismo y del so­
ejercicio y el hábito de la profesión militar, casi tanto como por cialismo se entienden mejor.
su íntima afición, a meditar sobre los principios y las leyes E n fin, un Código administrativo y político de Bélgica y
de la organización, en los que a menudo hacen interesantes des- una copiosísima encuesta sobre E l estado independiente del
Congo demuestran que el desterrado emplea su duro ocio en
X. Salió de la E sc u e la M ilitar a los veinte años p a ra la cam p añ a de ponerse al corriente de las prácticas de sus huéspedes, nuestros
1870. Tomó p arte, e n tre otras, en la b ata lla de Coulmiers. vecinos.
252 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CON EL CONDE DE LUR-SALUCES 253

L a conversación con M. de Saluces adquirió, como era na­ ender forzar a un país a que reviviera su vida al revés. N o cabe
tural, un sesgo muy distinto del que tuvo la sostenida con, etener la evolución de un pueblo, lo mismo que no es posible
M. Buffet. Con este último mantuve el más vivaz y pintoresco detener la de vm cuerpo vivo : el papel del poder es el de regula­
de los diálogos, y culpa mía es si los lectores no lo han per-, rizarla y dirigirla sin coartarla, de modo que resulte fecunda.
cibido. Aquí, en cambio, tuve una exposición precisa, concre­ ’’Este sería el papel de la Monarquía. E l rey tendría que
ta y encadenada como un teorema. Mi interlocutor salía al paso • onvertirse en el iniciador y director necesario de profundas re­
de todas mis preguntas. Las preveía y las contestaba, en cier-' formas que la salvación de nuestro país exige imperiosamente.
to modo, como desde tiempo inmemorial, tal como pueden serlo
las relaciones esenciales de las ideas y de las cosas. E l sistema
form aba un bloque, pero un bloque jaspeado y matizado con , LA B A S E D E T O D A R E F O R M A
extrema finura.
He aquí él amplio cuadro de historia política cuyas primi­ "Tenemos que recobrarnos de un gran atraso de rutina, de
cias gocé al preguntar a M. de Saluces qué es lo que era_, exac­ error y de anarquía. Desde hace cien años no se ha empren­
ta. y esencialmente, la Monarquía. dido seria y metódicamente reforma alguna. ¿ Y por qué? Pues
porque el país, durante este período, no ha tenido una base
fija. U n a transformación feliz y duradera no se produce más
que contando con algún punto de apoyo que no cambie. Me­
N A T U R A L E Z A D E L A M O N A R Q U ÍA
cánicos ingeniosos podrán haber procurado corregir tal ele­
mento defectuoso, pero, en cuanto ponían la mano en él, se des­
“Sin duda, se cae en infinitos errores al discurrir sobre la
plazaban y alteraban lo mismo los otros elementos del sistema;
naturaleza de la Monarquía. Para algunos pobres de espíritu,
por consiguiente, la reforma intentada no tenía otro resultado
volver a la Monarquía consiste simplemente en instalar en el
que el de extender un desorden al que precisamente se quería
Elíseo a la persona del rey. Sustituyen a M. Loubet con Fe­
poner fin.
lipe V m atribuyéndole poco más o menos las mismas fun­
”L a Monarquía es un centro fijo. N o cabe compararla me­
ciones.
jor que a uno de estos pivotes que, sin ser inmóviles, no se mue­
’’Otros hacen a la Monarquía una injuria más grosera
ven de su sitio mientras que el resto del aparato se mueve.
aún: le confían la custodia de una caja de caudales, la suya.
Cuando hayamos restablecido el pivote, la antigua evolución
E l rey es, para ellos, el patrono y garante supremo de la Bolsa.
regular y feliz podrá reanudarse.
Con este título lo invocan, a voz más bien baja, por miedo de
”— Todos juntos, y cuando queráis reanudaremos el gran
atraer la curiosidad de los socialistas...
movimiento de 1789.” Esta invitación del conde de Chambord
’’Otros, en fin, y son tal vez los más, conciben la Mon­
a Francia me parece trazar el programa de la Monarquía fu­
arquía como un salto atrás, como una galvanización de ins­
tura.
tituciones caducas, como una resurrección pura y simple del
’’P or lo demás, bien se ve que, frente a la situación actual,
pasado.
la idea de que ha habido una equivocación, de que la revo­
’’Pero nada de esto es cierto. Por una parte, Francia no ne­
lución ha arrastrado al país a un camino equivocado y que
cesita para nada un rey inoperante. P o r otra, necesita algo
hace falta volver al punto de partida, p ara rectificar el error,
más que un simple gendarme. Defensor natural de todo interés
se abre más paso cada día entre una multitud de buenos espí­
legítimo, un rey de Francia tiene deberes superiores.
ritus exentos de todo prejuicio.
”Su papel no puede consistir en intentar la absurda obra,
”¿No ha sido esta idea, o por lo menos algo parecido, la que
que sería desastrosa si no fuera imposible, consistente en pre-
254 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CON EL CONDE DE LUR-SALUCES 255

quiso expresar el primer número de L ’Action Française, que en­


arbolaba su “ante todo, reacción” ? 1. LA R E V O L U C IÓ N
”Sí, reacción ante todo, es decir, retorno a la bifurcación
en que nos equivocamos de camino, pero para reanudar el ver­ Pero, previendo una objeción, M. de Lur-Saluces se anti­
dadero camino del progreso continuo y de los normales desen­ cipa:
volvimientos, no para volverse atrás ni retornar al pasado. “Confieso que Luis X V I ha sido el primero y el único de su
estirpe que no estuvo a la altura de las circunstancias y, si el
rey mártir no hubiera pagado esta culpa con su propia sangre,
A L G U N O S . IN D IC IO S H ISTÓRICOS diría que en 1789 la autoridad política sufrió un culpable eclip­
se. Cuando Mirabeau gritaba no sé qué especie de equivalente
”De hecho, el pivote real ha sido lo que durante ocho siglos a aquel apòstrofe que la leyenda le atribuye: “...No saldremos
ha permitido la duración de Francia. Apoyados en la Monarquía, de esto más que por la fuerza de las bayonetas”, se asegura
nuestros padres dominaron las dificultades más graves y las que se volvió a sus vecinos y les dijo en voz b a ja : “Pero
más agudas crisis: la Monarquía hacía posible la solución, lo hace falta que las bayonetas vengan: ¡estamos... perdidos!
mismo si se trataba de problemas religiosos, como en las gue­ ”Y es verdaderamente sensible que las bayonetas no salie­
rras de religión, o de problemas políticos, como en la guerra de ran en aquel momento. E l poder real flaqueó en sus prerroga­
los Cien años. tivas naturales. Y , una vez herida la Monarquía, lo que era un
”L a historia, nótese que digo la historia, de Juana de feliz y tranquilo movimiento de reformas perdió su natural
Arco, en aquello que tiene de más auténtico, confirma esta pivote, se desvió, se hizo anárquico y revolucionario. E n vir­
idea. Y o no sé si usted ve en la historia de Juana de A r­ tud de la Constitución del año VHt, en la que Bonaparte con­
co un hecho milagroso. P ara mí lo sobrenatural es paten­ densó todo el jacobinismo, la Revolución desembocó exacta­
te en ella. Pero, milagrosa o no, natural o sobrenatural, es
mente en lo que más se oponía a los anhelos que la inspiraron,
una historia monárquica. L a Monarquía fué el centro normal,
en este abominable cesarismo administrativo, gobierno anó­
constante y hasta único de la misión (diga usted función, si lo
nimo e irresponsable, que ha originado en Francia estos dos
prefiere) de Juana de Arco. Vese en ella la solución de una
órdenes de decadencia:
gran crisis francesa por medio de la Monarquía.
”E1 rebajamiento, la debilitación y la eliminación final del
”E1 patriotismo de Juana de Arco es monarquismo. Una
ciudadano.
vez que ha logrado hacer consagrar a Carlos V I I en Reims,
“E l rebajamiento, la debilitación y la desorganización final
considera como terminada su carrera. Pero ¿ cuál había sido su
del Estado.
primer cuidado desde el momento en que llegó a Bourges? Re­
conocer y designar “al verdadero rey”. Fueron sus propias pa­
labras. Se comprende que, luego que el gentil Delfín quedó se­ L IB E R T A D , A U T O R ID A D , R E S P O N S A B IL ID A D
ñalado a sus pueblos en virtud de la unción, Santa Juana qui­
siera retirarse. Y , en efecto, ya sin ella, la Monarquía recons­
’’Estos dos órdenes de decadencia originados por la Revo­
tituida reconquistó poco a poco a Francia y bajo Carlos V II
lución tienen como causa próxima el instrumento revoluciona­
y sus sucesores no cesó de fortificarla y engrandecerla.”
rio por excelencia: la centralización. Centralizar consiste (cual­
quiera que sea el nombre que se le dé) en cargar en el poder
1. A ctio n Française de 1 de agosto de 1899.
central toda la responsabilidad, y, para hacer frente a ella, el
poder necesita absorber todas las libertades y reclamar para
256. CON EL CONDE DE LUR-SALUCES 257
ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

él toda la autoridad, ya que las tres cosas van juntas: autori­ ’’Desde hace cien años, el poder central se halla en la si­
dad, libertad y responsabilidad son términos que representan, tuación de un atleta que levanta'un peso muy fuerte y que lo
los diferentes aspectos de una realidad, las diversas relacio­ sostiene a brazo alzado hasta el momento en que, fallándole los
nes de una misma idea. músculos, vese obligado a dejarlo caer. E l poder central ha de­
”L a antigua Monarquía tuvo excusa en buscar en la cen-.' jado caer a menudo su carga. Esto ha ocurrido, hasta 1870,
tralización una fuerza que creyó indispensable para luchar con- - cada quince o dieciocho años, y, desde que estamos bajo la R e­
tra la poderosa Casa de Austria en el exterior y, en el inte­ pública, ocurre cada ocho o nueve meses. N o son ya revolu­
rior, contra las facciones políticas y religiosas que destrozaban ciones, sino simples caídas de Ministerio. Estos reiterados
al país. Pero la Monarquía se dió perfecta cuenta de que ha­ cambios dentro del régimen actual parecen menos importan­
bía ido demasiado lejos en este camino; el rey Luis X V I juzgó tes y menos trágicos que antaño, en razón de que el ser que
necesario descargar al poder real de una parte de las responsa­ sostiene el peso de las responsabilidades es ficticio e imper­
bilidades que lo aplastaban y pretendió hacer revivir antiguos sonal, lo que equivale a decir que sus responsabilidades son
organismos que tendían a atrofiarse, de modo que pudiera ilusorias y que, de hecho, estamos viviendo en pura anarquía.
transmitirles, con una parte de responsabilidad, la parte corres­ "Parece que hasta aquí no nos hayamos dado bien cuenta
pondiente de autoridad y de libertad. N o hay duda de que, al de los términos del problema que hay que resolver. Ora so pre­
provocar la reunión de la Asam blea de los notables, su obje­ texto de defender la libertad, ora para devolver al país la se­
tivo era hacer revivir las antiguas provincias y devolverles guridad y el orden, lo único que se ha hecho ha sido complicar
su función de antaño en el gobierno del país. de una manera más o menos hábil los engranajes del poder
”:En la descripción, tan llena de encantos y de finas y pro­ central, y a con el designio de entorpecer su acción, ya, por el
fundas observaciones, que M. Maurice Barres nos ha hecho del contrario, buscando el hacerla más eficaz, y así es como,
V alle del Mosela, no ha dejado de hacer notar los indicios que en estado de perpetua inestabilidad, no acabamos de oscilar
halló en Lorena de este ensayo de reconstitución. “Saint-Phlin entre la anarquía y la tiranía. N o se ha comprendido que im­
podría añadir— dice— que las ideas nacionales tuvieron un in­ portaba menos el desplegar talentos de sutil relojero en la
tento de reanimación de 1786 a 1789: esta pequeña nación mal confección del mecanismo del poder central, que el descargar­
informada esperó un gobierno indígena por medio de una asam­ lo del formidable peso de responsabilidades que, de todos mo­
blea 'provincial” (L ’Appel au soldat). dos, era el único en llevar y bajo el que acababa siempre por
sucumbir. N o se ha visto que era preciso dejarle la parte que
le correspondía y repartir el resto sobre otros hombros... H ay
L A C E N T R A L IZ A C IÓ N , E N E M IG A D E L P O D E R C E N T R A L que tener bien en cuenta que la duración del antiguo régimen
debióse a la descentralización: el feudalismo; los municipios,
’’Cuando la revolución pudo operar las reformas necesarias, luego; después, las corporaciones religiosas, obreras y de otras
por el contrario, agravó el mal haciendo desaparecer los últi­ clases, las universidades y los parlamentos fueron otros tan­
mos vestigios de la organización— provincias, asociaciones, et­ tos organismos medianeros entre el poder central y el indi­
cétera— , confiscando en provecho del poder central toda auto­ viduo y que tenían su parte de responsabilidad y de libertad.
ridad y libertad, pero asumiendo por esto mismo toda la res­ ”Se dirá, sin duda, que quiero volver a un orden de cosas
ponsabilidad, con lo que la revolución debilitó el poder central, hoy desaparecido. H ay que anticiparse a las objeciones, incluso
lejos de fortificarlo. Aquel funesto presente fué la causa de la a las más tontas. E s indiscutible que las antiguas institucio­
inestabilidad de que ha sufrido el poder central durante el nes tuvieron antaño su razón de ser; desempeñaron entonces
siglo XIX. un papel útil, por cuanto correspondían a las condiciones de la

17
258 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CON EL CONDE DE LUR-SALUCES 259

existencia social y a las ideas y las necesidades del tiempo, | deben funcionar bajo una vigilancia más que bajo una direc­
Pero no porque una cosa haya funcionado bien una vez, hay i ción y dar la medida de su utilidad y su actividad bienhechoras
que querer restablecerla. N o hay fusil que haya proporcionado más por los resultados que de ellos se obtengan que por su do­
más victorias que el fusil de piedra, y, a pesar de ello, no se ^ cilidad y su ciega sumisión a las circulares emanadas de arri­
le ocurrirá a nadie dárselo a la infantería francesa y quitarle. ba. Y o estimo que la solución del problema de la alianza de
sus Lebels. Pero hará falta, en cambio, dejarle un fusil, y de ’ la autoridad y la libertad debe buscarse en este equitativo re­
análogo modo es menester dejar que, en lugar de los antiguos ; parto de las responsabilidades. Se sorprenderá usted tal vez
organismos que facilitaron la descentralización, se formen otros si le digo que he sacado esta concepción del estado político
adecuados a las necesidades actuales y que la faciliten a su y social de un país de mis experiencias militares. ¡T an cierto es
vez. que el mismo Ejército, elemento centralizador y centralizado
por excelencia, puede suscitar, desde ciertos puntos de vista,
la idea clara de la descentralización!
C E N T R A L IZ A C IÓ N M IL IT A R “¿Cuál es el Ejército en donde la autoridad tiene más
fuerza o es menos discutida? Sin duda, el ejército prusiano.
’’Nótese, con todo, que en la antigua organización había un ¡Pues bien!: estudie usted los principios sobre los que se
grave elemento de desorden. Cada uno de estos organismos par­ basa su admirable organización y se convencerá de que este
ticulares (señor feudal, municipio, corporación y hasta aba­ Ejército tan fuerte y tan disciplinado es el más descentrali­
día) disponía en cierta medida de fuerza militar, de lo que se zado de todos. Su cuerpo de oficiales es, en cierto modo, autó­
derivaban guerras interiores harto frecuentes. nomo y se í'ecluta a sí mismo, y, a mayor abundamiento, en
”L a fuerza militar debe hallarse enteramente en manos todos los grados del mando, cada oficial tiene su parte de res­
del soberano: hay en esto un género de responsabilidad que él ponsabilidad con la parte correspondiente de autoridad e ini­
tiene que reservarse. Tiene que conservar bajo su sola auto­ ciativa, palabra que en el lenguaje militar sustituye la de li­
ridad el ejército del país. Sólo él tendrá la iniciativa del em­ bertad. Si no temiera alargar desmesuradamente esta conver­
pleo que debe dársele. E n realidad, como los alemanes dicen, sación, me sería fácil mostrar con ejemplos el equilibrio, la
“el rey debe ser el jefe de guerra”. E l Ejército es entre sus fuerza y, al mismo tiempo, la elasticidad que da a las institu­
manos como una potente espada con la que protege al país ciones militares de Prusia la aplicación de semejante principio.
del enemigo de fuera y defiende en el interior los derechos y A h ora se han decidido, en una medida harto restringida toda­
la libertad de todos. vía, a introducirlo en el Ejército francés, y, ciertamente, esta es
la más fecunda de todas las imitaciones que nos hemos creído
en el caso de hacer de nuestros vecinos desde 1870. U n simple
D E S C E N T R A L IZ A C IÓ N P A R A LO D E M A S capitán es responsable de su compañía y de su escuadrón. Lo
administra y lo instruye según sus ideas: lo único que se le
’’Exceptuado el orden militar, todos los grados de todos los pide es el buen resultado. Y o sé muy bien, por experiencia,
órdenes de la jerarquía política, administrativa, jurídica y ci­ hasta qué punto semejante sistema desarrolla en los oficiales
vil deben descentralizarse, es decir, implicar una cierta suma el espíritu de iniciativa. Igualmente fortalece entre la tropa la
de libertad (con relación al poder), de autoridad (con relación disciplina y el espíritu de cuerpo.
al público) y de responsabilidad (con relación a uno y otro). ”¿ Y por qué este sistema, que resulta excelente en la vida
’’Los diversos órganos, de creación más o menos espon­ militar, no iba a ampliarse a los servicios públicos? Cuando las
tánea, que se escalonen entre el poder central y los individuos responsabilidades estuvieran m ejor establecidas, la autoridad
260 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CON EL CONDE DE LUR-SALUCES 261

se haría más activa, de lo que se seguirían, de modo espontá­ de la vieja ortopedia. L a Monarquía francesa será menos ti­
neo, no pocos progresos: nuestros engranajes mejorarían con morata.
una simplificación que todas las Comisiones parlamentarias del
mundo y todos los Gabinetes ministeriales no pueden ni ima­ ’’H ay que suprimir los departamentos, porque casi ninguno
ginar. responde a nada real. Play que substituirlos con regiones mu­
’’Tomemos por ejemplo la Universidad. ¿N o cree usted que cho más vastas. N o faltarán tontos que digan que pretendemos
le interesaría mucho verse emancipada de la tutela adminis­ resucitar las antiguas provincias. Cierto es que, si en algún
trativa, recobrar su autonomía y hasta dejar crecer a su lado sitio los intereses antiguos y los nuevos coinciden, donde la
otras Universidades con derechos equivalentes a los suyos, es forma del territorio, la ley de las relaciones y el trazado de
decir, otros tantos organismos con la responsabilidad de la los caminos producen un conjunto que coincida con la delimita­
instrucción en Francia, con la libertad de escoger sus progra­ ción del antiguo régimen, no habría razón para oponerse por
mas y sus métodos y la autoridad necesaria para imponerlos e ningún apriorismo a esta concordancia histórica. Si todavía
imponer las sanciones que hicieran falta? existen una Bretaña, una Provenza, una Borgoña y una Ñ or-
rnandía, trataremos a estas provincias lo mismo que a las
otras reconociendo su existencia, ya que ¿a qué razón violar,
A B O L IC IO N D E R E G L A M E N T A C IO N E S Y S E C C IO N A - en su daño, el derecho natural?
M IE N T O S .— D E S T R U C C IO N E S N E C E S A R IA S ’’Pero, cuando se presente el caso, nos atendremos a lo con­
trario; estamos dispuestísimos a ello. Los ferrocarriles han
”A1 mismo tiempo que se acabe con la reglamentación uni­ creado naturalmente nuevos centros, nuevas regiones; y cien
forme, brutal y anónima y que se la sustituya por un juego de años de rebeldía sistemática contra la naturaleza de las cosas
libertades, de autoridad y de responsabilidades vivas, habrá habrán servido por lo menos para enseñar a Francia que no
que librar a Francia del seccionamiento contra natura que en­ se debe mutilar la realidad. L a sumisión a las realidades que
torpece sus movimientos. ¡Fuera la cuadrícula arbitraria y si­ comprueban la estadística y la geografía se impone a cual­
métrica! Lo vivo no es simétrico; lo natural es siempre va­ quier política tradicional y, por consiguiente, a la monárqui­
riado. Por lo demás, esta variedad y esta carencia de sime­ ca. Esta destruirá lo artificial, lo ficticio, y resucitará lo natural
tría no excluyen el orden: pruébalo la misma naturaleza, en y lo eterno.
que tan admirablemente se muestra. Si una mujer se ahoga, el
primer cuidado del médico es aflojarle el corsé; rigurosamen­
te enconsertada por las instituciones consulares, Francia ne­ L A S C O M A R C A S D E F R A N C IA
cesita poder respirar. Pues las instituciones de la Corona sig­
nifican el rompimiento de este aparato compresivo. Sustitui­ ”A1 libertar, por segunda vez, los municipios, al constituir
rán las circunscripciones arbitrarias con circunscripciones na­ grandes regiones, la Monarquía tampoco podrá desdeñar estas
turales, aquellas que marcan la naturaleza del país y el carácter naturales y admirables subdivisiones de las provincias, que
permanente de sus moradores. constituían antaño las comarcas y que han sobrevivido más o
’’H ay muchos descentralizadores que sólo piensan en aumen­ menos en todas partes: Quercy, Limagne, Agenais, Médoc, B i-
tar el poder de los prefectos, sin imponer a éstos el menor gorre, Armagnac, etc. Me dice usted que un geógrafo de gran
aumento de responsabilidad. Otros no tienden más que a ha­ distinción, que, por lo demás, es enemigo nuestro en política,
cer desaparecer aquí y allá pequeños órganos de transmisión M. Foncin, inspector general de la Universidad, ha hecho una
que juzgan inútiles, dejando, en cambio, subsistir el mecanismo ardida e ingeniosa defensa de la división por comarcas; él
262 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CON EL CONDE DE LUR-SALUCES 263

podrá defenderse y hacer todas las reservas que quiera, pero tapete verde y que forjan en el papel y de prim era intención,
lo que en este sentido enseña M. Foncin va directamente con­ casi en sus menores detalles, la Constitución destinada a hacer
tra la destructora obra revolucionaria. la eterna felicidad del país. M ejor nos representamos esta
’’Opone al compás democrático e igualitario del Consulado, obra como la de un soberano que sigue atentamente y a diario
la constitución real de la patria, que es exactamente lo que nos­ el trabajo espontáneo de las fuerzas del país y, a medida que
otros hacemos por nuestro lado. P o r consiguiente, de corazón ve crearse y tomar consistencia a los nuevos organismos, les
y de pensamiento, ya que no de voluntad, M. Foncin está con va entregando poco a poco su parte de autoridad, de liber­
nosotros. Está con nosotros a pesar suyo; en cambio, a nos­ tad y de responsabilidad, limitándose desde aquel momento a
otros no nos cuesta nada darle nuestra aprobación: los monár­ vigilar el uso que de ellas hacen y a corregir los descarríos
quicos consideramos como una obligación y un placer el no posibles.
distinguir a los hombres por el color de sus ideas; aplaudimos
a todos los buenos servidores del país, y donde vemos el mérito
LA S A S O C IA C IO N E S
allí vamos a buscarlo. Como ha dicho el señor duque de Or-
leans en su discurso de Y ork House: “Todo lo nacional es
”Se ha dicho a menudo que al francés le importa mucho
nuestro; no tenemos por qué temer ningún concurso, cualquie­
más la igualdad que la libertad, y yo no creo que se le pueda
ra que sea el punto del horizonte de donde venga."
Inferir mayor injuria. Si no gusta o no aprecia la libertad,
’’Una Francia así dividida naturalmente, tendría unos ad­
tal vez no sea más que por temor de la responsabilidad, senti­
ministradores designados naturalmente tanto a la elección del
miento que no es muy atractivo, por cierto.
soberano como a la del sufragio popular. Según observaba el
Y , con todo, es muy excusable. E n el estado de aislamiento
constituyente Thouret, “un plan de división de un gran impe­
a que le reduce el individualismo revolucionario, se siente de­
rio equivale casi por sí solo a una Constitución.” Los intereses
masiado perdido en medio de los hombres y demasiado débil
de cada región tendrían más fuerza que las intrigas de una
para asumir ninguna responsabilidad seria. P a ra devolverle
Corte o que los caprichos de un pueblo. Ellos designarían sus
la afición a responder de sí mismo, hay que poner a su dis­
representantes útiles y sus delegados competentes. Pero la res­
posición una fuerza poderosa y yo creo que la asociación pue­
ponsabilidad inherente al cargo de cada uno, una vez bien
de darle una fuerza de esta clase. Cuanto más libertad y, por
definida, permitiría que los abusos y las culpas fuesen repri­
consiguiente, más poder se dé a las asociaciones, más pro­
midos con certeza y rigor tanto por parte del pueblo como por
babilidades tendrá la iniciativa del ciudadano de desenvolverse
parte del rey.
y afinarse. De este modo “la constitución voluntaria y regula­
da de corporaciones libres se convertiría en uno de los ele­
mentos más poderosos de orden y armonía social". E sta obser­
M E T Ó D IC A P R U D E N C IA E N L A S M U T A C IO N E S
vación es del conde de Chambord, el cual añadía: “ Los corpo­
raciones podrían tener parte en la organización del Municipio
’’Esto quiere decir que los nuevos organismos que deben
y ser una de las bases del sufragio.” Fíjese usted en que estas
crearse no han de nacer de la improvisación de un decreto,
instrucciones del conde de Chambord datan del 20 de abril
sino que han de ser obra de las fuerzas vivas del país, vuel­
de 1865. Todos los franceses reformadores y los que fingen
tas a su libertad de acción, de tal modo que la función venga
serlo, incluidos M. Waldeck-Rousseau en sus Cuestiones so­
. por sí misma a crear el órgano. De modo que la obra de un
ciales y su joven secretario, M. J. Paul-Boncour1, en su Fede-
Gobierno reformador no se concibe como se concibe la de una
asamblea de políticos trascendentes reunidos alrededor de un 1. M. P aul-B o n co u r h a publicado después, en colaboración co n el
264 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CON EL CONDE DE LUR-SALUCES 265

ralismo económico, plagian antiguas concepciones del conde un hombre haya podido hacer de útil no muere con él, sino que
de Chambord. N o ha habido príncipe peor conocido que éste: se transmite con la sangre y el nombre a su descendencia. E l
pasó por un anticuado y se anticipaba en cuarenta años a fruto de antiguos esfuerzos, unido al esfuerzo actual, hace
sus contemporáneos. éste más eficaz y afortunado, de lo que se deriva para el bien
’’Nadie puede olvidar tampoco que el conde de París hizo público un gran provecho. Todas las cosas adquieren así un
de la asociación el objeto de sus meditaciones preferidas. Re­ gran aire de solidez y de fuerza. L a tradición viva se convier­
cuerde usted sus trabajos sobre la libertad de asociación y las te entonces, según la bella expresión de un gran escritor mon­
Trade Union inglesas. También él se anticipaba a su tiempo. árquico, M. Paul Bourget, en “ese genio de la perduración que
P o r lo que hace al señor duque de Orleans, en varias circuns­ asienta lo que es sobre todo lo que fué” . En otros términos:
tancias, y sobre todo en su último discurso de York House, ha lo mismo que en la caída de los cuerpos, se produce una adi­
afirmado la completa conformidad de sus ideas con las de sus ción creciente, una aceleración continua. Las fuerzas reunidas
augustos predecesores, ¡Qué lúcida previsión la de todos estos en un instante dado se aumentan con todas las fuerzas acumu­
príncipes de la Casa de Francia! Estaban designados para ladas durante los instantes que lo precedieron.
volver a ser los padres de la patria. Su pensamiento se iba ’’P a ra hacer sensible la bienhechora acción de la transmi­
naturalmente a las cuestiones más delicadas, aun antes de sión hereditaria, echad cuenta de lo que ocurre cuando llega a
plantearse en el espíritu público. faltar: los cuerpos políticos pasan de un período de actividad
a una crisis de esterilidad. Como en el ingenioso mecanismo
da Atwood, una vez quitado este acelerador, el movimiento, de
R E O R G A N IZ A C IÓ N D E L A S F A M IL IA S F R A N C E S A S acelerado que era, se hace uniforme, es decir, una simple ma­
nifestación de la inercia: la pieza motriz podría continuar
”En el orden natural (que yo llamo plan divino), la fami­ su curso durante eternidades, que este tiempo infinito no aña­
lia es la primera entre todas las asociaciones, la más directa, diría para nada el menor átomo de energía a su movimiento
la menos artificial y la que menos depende del capricho de los que duraría y se desarrollaría sin ganar nada.
hombres. Con todo, la fam ilia francesa ha sufrido mucho del ”E n el principio de transmisión hereditaria hay un ele­
régimen anárquico que la Revolución le asignara, y la misma mento de aceleración metódica que permite a las fuerzas hu­
Francia ha sufrido mucho por falta de una buena constitución manas producir, sin desperdiciar nada, sus mayores resulta­
de la familia. L a Corona restablecerá necesariamente en ella dos. Francia sería insensata si no supiese añadir a su trabajo
el triple uso de la libertad, la autoridad y la responsabilidad, actual todo el esfuerzo capitalizado de los franceses de antaño.
sin el que nuestra estirpe está amenazada de caer en una te­ E s menester que las familias vuelvan a ser aptas para merecer
rrible debilitación. y desmerecer lo mismo que los individuos.

L A S F A M IL IA S Y L A T R A D IC IÓ N
L A IG U A L D A D E N F R A N C IA

”L a familia puede considerarse como el vehículo natural


Se objeta una vez más a estas verdades que son inaplica­
de la tradición. Cuando está sólidamente constituida, lo que
bles porque el francés— aseguran— es igualitario. Pero ¿lo es
a u to r de la E n cu esta sobre la M onarquía, u n a in teresantísim a colección tanto como todo esto? ¿Lo es tanto como para ir contra su
de textos titu la d a L a R epública y la descentralización. (N ota de. 1909.)
Ira R epública y la descentralización h a sido reeditada en 1924 por la conveniencia y contra la conveniencia pública? Y o no veo que
N o u velle Librairip N.ationale (u n volum en en 16.°). (N ota del editor.) los franceses sean igualitarios en la trasmisión de los patrimo-
266 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
CON EL CONDE DE LUR-SALUCES 267

nios materiales. Admiten las desigualdades hereditarias de la


/ este título nobiliario daría, en algún modo, form a tangible a
fortuna: ¿por qué no han de admitir que una herencia de ho­
esta herencia de honor asegurándola a la descendencia dc-1
nor y consideración conquistada en el servicio del país cree
fricano durante una serie de generaciones, salvo el caso im-
otras semejantes y hasta más legítimas?
‘ robable, pero posible, de demérito. Entre todos los privilegios
’’Hasta voy más lejos. Los franceses de hoy se lamentan
de la nobleza, sólo uno es esencial, y no consiste más que en
de que el dinero lo sea todo, pero ello es la consecuencia de
tener más deberes que los otros ciudadanos. Todos los demás
un régimen de igualdad democrática en el que el dinero nece­
privilegios son accesorios y, por así decirlo, superfluos. Sin
sariamente tiene que ser amo absoluto. Mientras no se llegue
aquél; no hay nobleza. “Nobleza obliga”, se decía antaño. ¿ N o
a realizar la quimera del reparto igualitario de la riqueza,
resulta urgente el reorganizar este privilegio de asumir tan
sólo el dinero continuará diferenciando a los hombres entre noble obligación y no advertirán todos que hay en este senti­
sí. Todo se compra, hasta el talento y la gloria. H ay un solo
miento una fuerza preciosa para el país?
poder capaz de equilibrar el poder del dinero, y es el que no "Sería un crimen privarle de ella.
tenga su origen en él, el que sea de orden moral y no de orden
material. A l lado de las herencias materiales que dependen de
la naturaleza, reconozca la ley las herencias morales que la N O B L E Z A A B IE R T A
naturaleza sabe también constituir, y pronto Turcaret, ya sea
de Israel o de Judá, encontrará la horma de su zapato.
’’Concebida de este modo, la nobleza debe ser una institu­
ción abierta. Abierta a todos. Constantemente se renueva: si
una estirpe viene a menos, se reabsorbe y desaparece. E l pa­
U N A G R A N H E R E N C IA P E R D ID A
trimonio honorífico se disipa como otro patrimonio cualquiera:
es menester un esfuerzo para sostenerlo; un gran título mal
P ara que se me entienda mejor, me serviré de un brillante sostenido es una vergüenza. Pero cuando, por el contrario, una
ejemplo: el del teniente coronel Marchand. E s evidente que sangre fecunda afirma en un hombre cualquiera una fuerza de
este joven oficial se ha portado como un caballero, en toda la originalidad creadora, desinteresada y generosa, entonces la
fuerza de la expresión. E s certísimo, pues, que los hijos de ley o, mejor dicho, el rey, ley viviente, reconoce y sienta el
Marchand, si los tuviera, serían posesores, al mismo tiempo hecho entregando, como una estampilla, la carta de ennoble­
que de la casa y las fincas de su padre, de un patrimonio moral cimiento.
de incomparable valor. Pues la ley francesa registrará la he­ ’’Cuanto a la nobleza de origen fiscal, la nobleza compra­
rencia material de los hijos de Marchand, pero no tendrá para da, es una broma indigna, una torpe imitación de la auténtica,
nada en cuenta el otro patrimonio superior: dejará que se bo­ cuyo principio niega, aun cuando trata de usurparlo. L a noble­
rre y se desvanezca. Legalmente, nada distinguirá a los hijos za no se compra; se crea a sí misma, y el poder real se limita
del héroe de los demás ciudadanos, bastantes en número, que a reconocerla una vez creada. ¿Acaso la nobleza del Imperio no
llevan en Francia el nombre de Marchand; por consiguiente, existía ya antes da que Napoleón le diera sus títulos? ¿Qué
éste habrá conquistado en vano un sólido título de gloria: la otra cosa hizo éste sino reconocer y consagrar su existencia
ley francesa lo desconoce. Supone gratuitamente que el honor bautizándola con el nombre mismo de las victorias que había
es algo absolutamente personal. Desconoce la verdad psicoló­ conseguido ?
gica de qtfe los hechos gloriosos del padre espolean a los hijos " Y a usted ve: aun en esto, la política monárquica no fuer­
a no mostrarse indignos de él... za los hechos; limítase a dejar que la naturaleza obre.
”L a Monarquía hubiera creado a Marchand conde o barón,
268 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CON EL CONDE DE LUR-SALUCES 269

jnendarla, con lo que otra vez su autoridad se ha visto gran ­


demente empequeñecida.
L IB E R T A D D E L JE F E D E F A M IL IA ”L a Monarquía devolverá al jefe de familia, junto con la
libertad de testar, o los equivalentes de la misma, el derecho
"Puesto que hemos hablado de la familia, permítame usted correspondiente a su deber de educador. Este es sagrado y en
que le haga ver en los ataques que h a sufrido a partir de la tal esfera debe reinar la más completa libertad. Acaso aun lle­
Revolución una prueba más de la estrecha solidaridad que exis­ gue a convenir que el Estado renuncie en favor de los Muni­
te entre esas tres ideas de autoridad, responsabilidad y liber­ cipios a una parte de sus establecimientos de instrucción pri­
tad. ¿De qué modo— y desde el comienzo— se ha realizado el maria. L a ley belga dispone que haya en cada Municipio una
ataque a este organismo esencial de la sociedad: la familia? escuela por lo menos y deja a los Municipios completamente
Pues disminuyendo las responsabilidades de su jefe, limitán­ dueños de escoger y organizar la escuela a su gusto, pero, como
dolas a la duración de su existencia y obligándole a deshacer a es debido, bajo su responsabilidad.
la hora de su muerte la obra de su vida. P ara ello ha hecho
falta arrebatarle una libertad: la de testar, es decir, de dispo­
ner de sus bienes a su arbitrio o para el mejor provecho de C O N C L U S IÓ N
los intereses de la familia cuya carga tuvo encomendada; con
lo que, al mismo tiempo, se ha disminuido su autoridad liber­ "N inguna autoridad sobre los ciudadanos sin una libertad
tando-a los hijos del temor de desmerecer. equivalente con relación al poder central, pero nada de liber­
"Evidentemente, yo no pretendo que se impida a nadie tad sin una suma de responsabilidad equivalente a ella. Tal es
el repartir por igual su patrimonio entre sus descendientes, la norma que el buen sentido, la tradición y la ciencia polí­
pero sí quisiera que se permitiese a los partidarios de la parti­ tica habrán de imponer a los reorganizadores, cualesquiera que
ción desigual el testar según su manera de entender los debe­ sean, del nuevo reino de Francia. A través de esta norma, ca­
res paternales. Creo funesta la partición igualitaria. L a Histo­ be hacer posibles todas las condiciones que el bien común re­
ria enseña que, cuando los ingleses quisieron debilitar a Irlan­ quiere. Sin ellas, no veo ni puedo ver nada más que una mise­
da o destruir las riquezas de los colonos franceses de Bourbón, rable anarquía.”
les impusieron el sistema establecido por el Código Napoleón,
pero se guardaron muy bien de aplicarlo en su país. Nuestros N o añadiré una sola palabra, no trazaré una sola línea de
conciudadanos harían muy discretamente si meditaran sobre explicación. Algunos ciudadanos franceses, no aventureros en
este punto. E l papel de la Corona no podría consistir en im- busca de una circunscripción a la que manejar, sino unos ciu­
- ponerles un sistema, pero no hay duda de que hará todo lo dadanos preocupados tan sólo del bien público y a los cuales
posible para ilustrarlos y para dar a los más advertidos las yo ensalzaba las excelencias de la Monarquía, me preguntaban:
facilidades necesarias. Y a usted ve que, como siempre, nos — Pero ¿qué es la Monarquía?— Y o fui a preguntárselo a quien
parece que el remedio consiste, no en la compresión, sino en la tenía títulos para contestar a la pregunta. Nuestros dos des­
libertad. terrados, uno tras otro, lo han hecho. Uno tras otro han ilus­
"Pero todavía se ha cometido un atentado más grave con­ trado su definición de la Monarquía nacional. Y o la he traído
tra la familia. Se ha tratado de arrebatar al jefe una respon­ aquí textualmente y me he esforzado cuanto he podido para
sabilidad que le era más propia que otra ninguna: la de la ponerla al alcance de todos aquellos a quienes interesa, es de­
educación de los hijos; para ello, se le ha privado de una liber­ cir, al común de los buenos ciudadanos.
tad, la de escoger a los maestros a quienes él quisiera enco- Acaso esta selección ciudadana a la que yo quería ofre-
270 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUIA

cer la encuesta sobre la Monarquía nos diga lo que piensa de


esta pregunta que desde ahü'a se plantea ante ella:
L a institución de una Monarquía tradicional, hereditaria,
antiparlamentaria y descentralizada, ¿es o no de salud
blica?

F IN D E L LIB R O P R IM E R O CARTA DEL

SEÑOR DUQUE DE ORLEANS


AL AUTOR DE

LA ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA


M a rie n b a d , 1S a g o sto 1900.

M i querido Maurras:

Con el interés más vivo he seguido su “Encuesta sobre la


Monarquía” y las declaraciones que le han hecho Buffet y
Lur-Saluces.
Todos mis amigos pueden d iferir sobre matices de opinión
o interpretaciones de las reformas indispensables; están en su
derecho; pero lo que de hoy en adelante quedará sentado es
la profunda unidad de la concepción monárquica, esencialmen­
te reformadora. Reform ar para conservar: este es todo mi
programa.
N o he de pronunciarme sobre el detalle. Un príncipe que
i ir tuviera la pretensión de regularlo por anticipado, sería bien
I §
ì fi' poca cosa. Pero un príncipe que no se declarara sobre los prin­
cipios, no sería nada.

Me he explicado ya sobre algunas cuestiones esenciales a
la vitalidad del país. He defendido al E jé rcito , honor y salva­
guardia de Francia. Pie denunciado el cosmopolitismo judío y
francmasón, perdición y deshonra del país.
Pero hay otras cuéstiones sobre las que los franceses tie­
nen derecho a pedirme una declaración neta y categórica. Cuén­
1iS
tase entre ellas la más obsesionante para usted: la descentra­
lización.
¡L a descentralización! Es la economía y la libertad; es el
m ejor contrapeso, al mismo tiempo que la más sólida defensa,
de la autoridad. De ella, pues, dependen el porvenir y la sal­
vación de Francia. Ningún poder débil sería capaz de descen­
tralizar. Apoyado en el E jé rcito nacional, constituyendo por
m í mismo un poder central enérgico y fuerte en cuanto tradi­
cional, soy el único capacitado para resucitar la vida espontánea
18

"®pÉ
274 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

en la ciudad y en el campo y para librar a Francia de la opre~


sión administrativa que la ahoga.
La descentralización depende en parte del poder real y del
sentimiento que la anime, así como de la dirección que el rey
pueda imprimir por si mismo, pero es también un problema de
organización política y geográfica. V o y a dedicar a este pun­
to la preferencia en mis meditaciones. La cuestión será some~
tida inmediatamente a estudio, con la firme voluntad no sólo
de llegar a buen término, sino de llegar a él rápidamente. Quie­
ro que entretanto se sepa.
Y créame, mi querido Maurras,
EL SEGUNDO L IB R O
su muy affmo.,
SE
F e l ip e

LA ENCUESTA
SOBRE LA MONARQUÍA

(LAS RESPUESTAS)
E l segundo libro de la “Encuesta", en su primitiva edición, Se cometió alegrem ente la torpeza ca­
p ita l de som eter a la m asa la cuestión
tenía, los siguientes epígrafes que reproducimos como otros que es m enos capaz de resolver: la cues­
tantos documentos útiles para indicar Ja orientación de la tión de la fo rm a de gobierno y la elección
obra. de soberano. El párvulo de diez años a
quien im prudentem ente se habían concedi­
do los derechos de la m ayoría de edad,
“Vuelvo a a b rir mi c a rta p a ra felicitar a usted por los comienzos empezó a h a c e r tonterías. ¿Quién podía
d e la E ncuesta. ¡E sto es a lta política! No s a b rá usted n u n c a lo que sorprenderse? Se le pedía discernim iento
fué el conde de P aria y qué rey h u b iera sido. E l principe no tuvo
ta n to s adversarios m ás que a causa de su superioridad. Se le calumnió a esa tu rh a que en un día mismo es ca­
sistem áticam en te como se calum nia hoy al duque de O rleans, como se paz de m o strarse sensible al c h a rlatan is­
calum nió a L uis X VI, como se calum nió a L uis X V III y después a m o m ás grosero y acoger to n tam en te todas
C arlos X y después al conde de Chambord.
"No hem os defendido lo bastante a nuestros príncipes. Usted lo hace, la s calum nias. P en sab an que u n a nación
y hace usted) m u y bien.” puede e sta r d o tad a de un cerebro perm a­
(C arta de P aul B ourget al a u to r de la E ncuesta, de 1.® de agosto n e n te sin u n a dinastía. D e aquí u n a la ­
d e 1900.)
m entable dism inución de la razón cen tral:
A xiom a elem ental de la sociología e s tá tic a : la sociedad hum ana se el “sensoi-ium com m une” de la nación quedó
compone de fam ilias y no de individuos. reducido a casi nada.
A uguste Comte Con preciosas cualidades de valor, de
generosidad, de elevación, la m ejor dota­
E l principio de la elección aplicado a todo, es falso: F ran cia se
d a de las naciones, si h a dejado reb ajar
desen g añ ará de él.
dem asiado su centro de gravedad intelec­
B alzac
tu a l y m oral, vive teniendo sus destinos
¿C reerá usted que en la fiebre de los prim eros dias me sentí casi pendientes del capricho de u n a opinión me­
legitim ista y que todavía m e siento m uy ten tad o de declararm e ta l si se d ia inferior a los alcances del soberano
m e dem uestra bien que la trasm isión h e red itaria del poder es él único m ás m ediocre llam ado a l trono por el azar
m edio de escapar al cesarism o, consecuencia fa ta l de la democracia
ta l como se la entiende en F ran cia? de la herencia.
R enán R enán (D iscurso de la A cadem ia, 1889.)
(C arta de 14 de enero de 1852 sobre el golpe de E stado.)
L a M onarquía nos m u e stra “u na nación concentrada en un individuo
o, si se prefiere, en u n a fam ilia y alcanzando por este medio el m ás L a Encuesta sobre la Monarquía comprende dos partes dis­
a lto grado de conciencia nacional, y a ' que ning u n a conciencia puede
ig u alarse a la que dim ana de un cerebro”. tintas \
R enán (Diálogos filosóficos)
I
Y allí, en el caos de la s razas - m ezcladas y de las sociedades que
cru jían , hubo un hom bre que por s u ascendiente supo reu n ir alrededor
de él un grupo de fieles, a rro ja r a los extran jero s, dom eñar a los m alhe­ E n la parte primera, se plantea y se resuelve esta pre­
chores, restablecer la seguridad, re s ta u ra r la ag ricu ltu ra, fu n d ar la
p a tr ia y que tran sm itió como una propiedad, a su s descendientes su gunta :
oficio de "Ju sticia” h ered itario y de general nato. E n v irtu d de esta de­
legación perm anente, queda su straíd o a las com petencias un g ra n — ¿Qué es la Monarquía?
oficio público, vinculado en u n a fam ilia y secuestrado en u n as m anos
seg u ras; en adelante, la nación poseerá un centro vivo y cada derecho L a cuestión, de importancia demasiado grande para dejar­
h a lla rá un protector visible.
la abandonada al juicio particular, ha sido sometida a los dos
T a in e (Orígenes de la F rancia contem poránea)

L a unidad nacional se m a n ten d rá merced a la h erencia de la función 1. L a publicación de la E n cu esta sobre la M onarquía en la Ga-
suprem a... . ze tte de France se escalona de fines de julio a m ediados de noviem­
L a función del jefe del E stad o es h ered ita ria de varón a varón por
orden de prim ogenitura. b re de 1900.
L ouis V buillot
278 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA LAS RESPUESTAS 279

franceses que, por sus funciones, y asimismo por su condición Concepción reform adora: “Reformar para conservar; es todo
de proscritos, ocupan los primeros puestos cerca del jefe de mi programa.” Concepción nacionalista: el príncipe recuerda so­
la Casa de Francia.-Condenados a diez años de destierro por un bre este punto su defensa del Ejército francés “contra el cosmo­
tribunal compuesto de masones, de judíos y de protestantes, politismo judío y francmasón". Concepción de la autoridad:
André Buffet y Lur-Saluces merecieron esta pena, con el ho­ aquí denuncia la insuficiencia de un “poder débil". Concepción
nor que comporta, por su fidelidad a la causa de la Monarquía. de respeto a todos los intereses y todos los derechos: anuncia
Interrogados ambos acerca de cómo conciben la naturaleza una política decididamente, francamente descentralizadora.
de una monarquía nacional, contestaron con dos series de res­
puestas de una absoluta concordancia.
L a Monarquía ha de ser fuerte. m
Su fuerza es, pues, incompatible con las intromisiones del
parlamentarismo, que rechazará necesariamente, y, libre de A sí precisada, por esta carta del señor duque de Orleans, la
ellas, podrá emprender las reformas que la nación ha reclamado esencia de la Monarquía, restábanos a nosotros el presentar a
en vano, durante treinta años, de sus pretendidos mandatarios los buenos franceses una monarquía en tales términos definida.
en el orden político y en el económico. Entonces yo he formulado esta pregunta: La institución de una
¿Qué reformas serán éstas? monarquía tradicional, hereditaria, antiparlamentaria y descen­
Como el Estado habrá recobrado la fuerza que le es propia, tralizada, ¿es o no de salud publica?
el ciudadano tendrá que recobrar la suya. E l Estado volverá Hubiéramos podido buscar la respuesta por nuestras solas
a ser libre en su área: habrá que hacer que el ciudadano lo fuerzas, con un análisis profundo de la situación en que Fran­
sea en la que le corresponde. cia se debate. Hubiéramos podido también recurrir al buen
L a descentralización y la libertad de asociación son la con­ sentido de cualquiera. Pero nos ha parecido m ejor ser fieles al
dición indispensable de las libertades civiles, sin las que no método de las autoridades y de las competencias técnicas. Para
puede haber vida, ni mucho menos vida próspera, para una na­ resolver un problema de matemática, se recurre a los matemáti­
ción. Tanto según M. Buffet como según el conde de Lur-Sa- cos; a los químicos, para esclarecer una cuestión de química; a
luces, la Monarquía tradicional y hereditaria será antiparla­ los médicos, para los asuntos de higiene y de medicina. Tratá­
mentaria y descentralizada, y mis interlocutores me hacían base en nuestro caso de la más difícil de las cuestiones políticas,
palpar con la mano cómo la descentralización y la elimi­ y, en consecuencia, nos hemos dirigido en primer lugar a los es­
nación de los excesos del Parlamento son imposibles sin la pecialistas de la investigación o de la ciencia política, a aque­
Monarquía hereditaria y tradicional. llos que han meditado el problema nacionalista francés, no co­
mo funcionarios, no como candidatos, sino como filósofos e in­
n vestigadores independientes. E l principio de la división del tra­
bajo nos ordenaba proceder de este modo. Sin acepción de si­
A l testimonio de los dos jefes realistas, avalorado con la au­ tuación o de edad, todo espíritu libre que se h a distinguido en
toridad matemática de la razón, quiso el jefe de la Casa de Fran­ esta área del pensamiento ha sido solicitado p ara que nos expu­
cia añadir la consagración de sus reales palabras: en efecto, siera su punto de vista personal, cualquiera que éste fuese.
el señor duque de Orleans me escribió el 18 de agosto, desde Porque, si bien es cierto que el sentimiento impetuoso, ciego,
Mañenbad, esa admirable carta sobre “la unidad profunda de magnífico, se nos aparece como el creador necesario de todos
la concepción realista” tal como queda patente desde las pri­ los impulsos fuertes de la Historia, la dirección de esta misma
m eras páginas de la Encuesta. fuerza corresponde a la inteligencia. Nunca será excesiva la
280 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA LAS RESPUESTAS 281

minuciosidad que pongamos al consultar a los pensadores desta­ Spinoza, perseguía en la meditación de áridos problemas un re­
cados en tan alta esfera, porque sus experiencias tienen un precio fugio contra el am or), un pequeño tratado de veinte páginas
incalculable. Pero, al mismo tiempo, nos hubiera parecido mal titulado Du gouvemement modeme, que, desconocido durante
desdeñar el criterio de los artistas y los poetas, y a él reser­ mucho tiempo, acaba de ser lanzado al público. E n la Grande
vamos una parte importante. Son ellos la voz de la nación. La Revue de 1 de diciembre de 1900, M. de Lovenjoul, que poseía el
vivacidad del instinto ilumina la inteligencia: ¿quién podría de­ manuscrito, ha dado la primera edición del tratado en cuestión.
cir el valor de las intuiciones de un Forain, por ejemplo? Cuantos lean sus páginas tendrán que admirar la previsión y la
E l eminente autor de los Ensayos de psicología contempo­ sabiduría de aquel espíritu altamente deductivo que en ellas
ránea, M. Paul Bourget, de la Academia Francesa, ha sido el campean. Y los lectores de nuestra Encuesta reconocerán la
primero en contestarme; su carta es del 19 de agosto. L a se­ exactitud con que habíamos espigado, en este o en aquel pasa­
gunda respuesta es de M. Maurice Barrés. Sucesivamente fue­ je, estas lecciones de Balzac que nos eran totalmente descono­
ron contestando los señores Hugues Rebell, Gustave Boucher, cidas.
Henri Vaugeois, Lucien Moreau, Charles Le Goffic, Henri Bor­ Balzac escribe sobre el individualismo lo siguiente: “Hacer
deaux, Jacques Bainville, Jules Caplain-Cortambert, Lionel des depender de cada uno la base de la seguridad, no es un proce­
Rieux, Louis Dimier, Léon de Montesquiou, Eugène Ledrain, dimiento tan discreto como hacer depender la base de la seguri­
Sully Prudhomme, Copin-Albancelli, Albert Jacquin, Albert A r- dad de las instituciones." Y sobre el parlamentarismo, que él
navielle, Forain y Frédéric Amouretti. llama ministerialismo constitucional, dice: “E l ministerialismo
Amigos o adversarios, cada uno ha expuesto su punto de constitucional no se librará jam ás de este dilema, cruel para
vista; a éste sigue el nuestro. U n solo favor solicitamos del quienes esperan de él frutos muy distintos: O la nación se verá
público, nuestro juez común: y es su atención continuada. T rá­ sometida durante largo tiempo al despotismo de un hombre de
tase nada menos que de la salvación de la patria.IV talento y volverá a encontrarse con la autoridad de un monar­
ca bajo otra forma, pero sin ninguna de las ventajas que su­
pone la herencia; serán casos de fortuna insólita que ella pagará
IV periódicamente. O, por el contrario, cambiará de ministros a
menudo, en cuyo caso será materialmente imposible que pros­
pere, porque no hay nada peor en administración que el cambio
N o pocos hechos nacionales e internacionales, políticos, mili­
de sistemas. Y sabido es que cada ministro tiene su plan, y el
tares, económicos, se han producido al tiempo que trazábamos el
más mediocre no renunciará a crear el suyo, bueno o malo. Ade­
libro segundo de la Encuesta sobre la Monarquía. ¡ Y ni uno
más, no es posible que un ministro efímero se dedique a la vez
sólo ha dejado de confirmar alguna de nuestras conclusiones!
a las intrigas necesarias para sostenerse y a los asuntos del
Si no he de malgastar tiempo mostrando por ello sorpresa al­
Estado. Llega al poder de paso, lanza un empréstito para salir
guna, es que necesariamente tenía que ser así y siempre ocurri­
de apuros, acrecienta la deuda y a menudo se va cuando empie­
rá lo mismo y nada tiene que sorprendernos en este sentido.
Lo maravilloso, lo sorprendente, es que uno de los muertos ilus­ za a saber algo de la ciencia de gobernar...”
Coincidencias de pensamiento como esta tienen el mayor
tres cuya autoridad se ha invocado aquí haya escogido este mo­
valor para nosotros que apenas nos hemos propuesto aquí otra
mento para dejar la tumba y venir a ratificar no sólo lo que
cosa que condensar la experiencia y el pensamiento de las más
hemos escrito apoyándonos en él, sino las deducciones que ha­
claras inteligencias. Que nuestros conciudadanos saquen de ellos
bíamos sacado de su obra.
Honoré de Balzac escribió, en setiembre de 1832, en Aix-Ies- el mayor provecho posible.

Bains (donde vivía junto a la marquesa de Castries y, nuevo


C A R T A D E M. P A U L B O U R G E T

DE LA ACADEMIA FRANCESA

focaba a M. Paul Bourget el ser el primero en opinar, porque,


1 desde hace por lo menos diez años, su público, que no es
sólo francés ni europeo, sino universal, ha hallado y aplaudido
en este psicólogo y moralista tan perfectamente enterado en
los casos individuales, un pensamiento político de una fuerza y
una lucidez poco comunes. .
A menudo hemos citado en nuestros trabajos las curio­
sas investigaciones de Outre-Mer y las justísimas conclusiones
de este hermoso libro en favor de la reconstitución de la fa ­
milia del municipio, de la provincia, de las asociaciones, de
la Universidad y, en general, de todas las puras tradiciones na­
cionales. N o han caído en olvido. En las afirmaciones de M. Paul
Bourget hay una precisión, una fuerza, que las libran de el;
llevan en sí mismas los argumentos probatorios. Se plantean y
se explican a un tiempo. N o es posible desentenderse de ellas
más que voluntariamente y por obstinación en el error. Si
se acepta que la política es una ciencia, que vive y se nu­
tre de razones, las fórmulas de M. Paul Bourget cuentan.
Su autoridad ha crecido todavía el invierno último al apare­
cer los dos primeros volúmenes de sus obras completas: refun­
didos, completados y reforzados página a página, nos muestran
los nuevos aspectos y los últimos resultados de los análisis
nolíticos de M. Paul Bourget, puntos de admiración y de atenta
meditación para todo espíritu libre. Ningún escritor francés
que disponga de la plenitud de su uso de razón se ha desinte-1

1. Mi libro Trois idées politiquea está dem eado » “ v ? « * 1 Bour**t


284 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CARTA DE M. PAUL BOURGET 2S5

resado de ellos. Hubiera sido una suerte de locura en mí el no actividad sostenida. ¿Qué más nos dice la Ciencia? Que otra de las
leyes del desenvolvimiento de la vida es la selección , es decir, la
pedir la opinión, o por lo menos el consejo y las indicaciones, de
herencia fija. ¿ Qué hay de más contrario a este principio, en el
M. Paul Bourget. Nuestra Encuesta ha ido a buscarlo al extran­
orden social, que la igualdad ? ¿ Qué más nos dice la Ciencia ? Que
jero. La respuesta nos llega de Inglaterra.
uno de los factores más poderosos de la personalidad humana es
la raza, esta energía acumulada por nuestros antepasados, por
Douvres, 19 agosto 1900.
esos muertos que— empleando la lúcida imagen de M. de Vogüé—
Mi querido amigo: diríamos que hablan en nosotros. N ada más opuesto a este princi­
Me pide V. mi impresión sobre la encuesta que ha publicado en pio que la fórmula de los Derechos del hombre que coloca como
la G azette de France. N o creo que pueda haber dos opiniones sobre primer elemento del problema gubernamental al hombre en sí, la
este interesante trabajo. Se puede aceptar o rechazar sus ideas más vacía, la más irreal de las abstracciones... Sería facilísimo pro­
— ya sabe V. que, por lo que a mí hace, estoy ganado por ellas des­ seguir esta serie de comparaciones demostrando sin dificultad que
de hace mucho tiempo— , pero es imposible no reconocer la fuerza el ideal democrático no es, ni en conjunto ni en detalle, más que
de pensamiento político que MM. André Buffet y de Lur-Saluees un resumen de errores, todos igualmente groseros. Ensáyese una
han puesto de manifiesto al exponérselas a usted. Dichos señores se crítica análoga sobre la fórmula monárquica. ¿Qué hallamos en­
han mostrado como perfectos conocedores de la Francia contempo­ tonces? Limitándonos a los tres puntos que acabamos de enunciar,
ránea, al mismo tiempo que como teorizantes de primer orden, como ¿qué es la vinculación del poder real en una misma familia sino
realistas con una doctrina: la clara doctrina de conservación y de la garantía de continuidad 9 ¿ Qué representan la nobleza abier­
reparación que se desprende, con precisión idéntica, de los tratados ta— como lo fué siempre— , las promociones aristocráticas del anti­
de Bonald y de los estudios de costumbres de Balzac, de las mono­ guo régimen, más que la selección organizada? ¿Qué significa la
grafías de Le Play y de la vasta obra histórica de Taine, los ma­ apelación a la ra za ? Y así en todo lo demás.
yores genios de filosofía social en la Francia del siglo XIX, que— los Esta armonía de la doctrina monárquica con las verdades es­
cuatro a la vez— coinciden en idéntica conclusión definitivamente tablecidas hoy por la Ciencia es uno de los hechos tranquilizadores
condenatoria de los falsos dogmas del 89. de la triste época que atravesamos. Está tan preñado de conse­
Si yo tuviera que señalar una distintiva característica de esta cuencias como lo estuvo antaño la armonía de la forma republi­
encuesta, diría que su rasgo saliente es éste: el empleo de los bue­ cana con la filosofía de Rousseau. E l que un hombre como Taine
nos métodos intelectuales que usaron también los cuatro ad­ haya llegado, sólo por el estudio de los documentos y con una
versarios de la Revolución que acabo de citar. Ello demuestra una psicología estrictamente experimental, a una visión de la Revolución
vez más esta verdad que espero ha de sentar algún día un talento idéntica a la de Bonald, es, en la historia de la conciencia france­
tan vigoroso como el de usted, esto es: que la solución monárquica sa, un acontecimiento enorme cuyo alcance comienza a manifes­
es la única que se arm oniza con las enseñanzas m ás recientes de la tarse. Estamos viendo crecer a nuestro alrededor una generación
Ciencia. Es muy de notar, ciertamente, el que todas las hipótesis aleccionada por la Historia y que va buscando la vitalidad na­
en que se ha basado la Revolución resulten absolutamente contra­ cional donde ella está: en la Francia m ás profunda. Esta genera­
dictorias de las realidades que nuestra filosofía de la naturaleza, ción debe forzosamente llegar a lo que usted ha llamado, con pre­
apoyada en la experiencia, nos señala hoy como las leyes más proba­ cisa expresión, el nacionalismo integral, es decir, a la Monarquía.
bles de la salud pública. Citemos sólo algunos ejemplos de evidencia E ra muy útil el demostrar a aquellos de entre estos jóvenes—los
absoluta. La Ciencia nos muestra, como una de las leyes más cons­ obreros del mañana— , todavía vacilantes, que el programa de la
tantemente comprobadas, que todo desarrollo de la vida se hace por restauración monárquica es el más amplio, el de más sólidas ba­
continuidad. Aplicando este principio a lo que ya Rivarol llamaba ses, el más inteligente de cuantos se ofrecen hoy a los buenos fran­
el Cuerpo social, se verá que es exactamente el reverso de la me­ ceses. Esto es lo que debemos a MM. André Buffet y de Lur-Salu-
dalla de esa ley del número o, para expresarse en lenguaje electoral, ces y a usted. Permítame que lo felicite por ello y que me repita
de la soberanía del pueblo, que coloca el origen del poder en la ma­ suyo afectísimo compañero,
yoría presente y, por tanto, impide necesariamente al país toda P aul bourget

9
286 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA RESPUESTA A M . PAUL BOURGET 28T

Semejante c a rta 1 no debería desmerecer con ningún co­ os halláis encaminados de este modo hacia la Monarquía, no
mentario, pero, así y todo, resulta difícil prescindir de subra­ podéis torceros hacia el liberalismo, hacia el democratismo o
yar su serena audacia. sus sucedáneos. Lo exige la lógica. H ay que atenerse a ésta y
S i las armonías del régimen monárquico y de la ciencia no llegar hasta donde nos lleve. Raza, selección, continuidad; estas
han sido jamás puestas de relieve con tanta fuerza, tampoco ideas redentoras, lógica y racionalmente ordenadas, exigen la
nunca se ha puesto de manifiesto'con tanta sencillez un desdén reconstitución, la restauración y la reorganización completa de
tan perfecto a los diversos prejuicios que llenan las mentes Francia.
francesas. M. Paul Bourget prepara un tratado completo del Con sólo unas palabras de tono sencillísimo y de acento dis­
Error francés. E n él quedarán al desnudo las causas intelec­ creto, ¡qué carnicería hace M. Paul Bourget en el principio
tuales de nuestra degeneración moral y física. Las líneas que igualitario! Pero no es M. P au l Bourget quien habla. Es la irre­
acabamos de leer hacen presentir la obra m agistral; serán tam­ sistible necesidad científica lo que se expresa por su boca. E l loco
bién el breviario de cuantos son monárquicos por razón y por iluminismo de las gentes del Terror, decía: ¡L a fraternidad o la
reflexión. muerte! L a ciencia política plantea un dilema un poco diferente,
L a necesidad de la Monarquía se demuestra como un teore­ pero certísimo, cuando dice al pueblo: ¡L a desigualdad o la de­
ma. Una vez sentada como postulado la voluntad de conservar cadencia, la desigualdad o la anarquía, la desigualdad o la
nuestra patria francesa, todo se encadena, todo se deduce en un muerte!
movimiento irrefrenable. L a fantasía, las preferencias propias, Los pueblos escogerán, pero, para el que tenga una voluntad
no pueden tener parte en ello: si os habéis resuelto a ser pa­ de vivir, la elección está ya hecha. N o pueden escoger a capri­
triotas, tendréis, necesariamente, que ser monárquicos. Pero si cho y tienen, o que someterse a unas leyes inexorables, o dimitir
de toda voluntad de perduración.
1. Son de n o ta r en el lenguaje de M. P a u l B ourget algunas expre­ Se podrán eludir o disimular estas leyes profundas de la po­
siones da esa filosofía o rg an icísta que se e sfu erza en m ezclar la lítica natural; pero no se puede desvirtuarlas en sí mismas ni
ciencia social con la biología, filosofía que nosotros combatim os en sí
ocultarlas a la mirada tranquila y penetrante de un analista
m ism a cuando es m anifiesta. Aquí no la recusam os, porque, a nuestro
entender—y las subsiguientes obras de M. P a u l B ourget lo com prueban—, como M. Paul Bourget. M. P au l Bourget sabe que “el ideal de­
en la c a rta que acabam os de tran sc rib ir cam pea m ucho m ás un voca­ mocrático” es falso, no en sus detalles y sus accidentes, sino en
bulario o rg an icísta que u n organicism o efectivo. L as analogías de la
sociedad y de los organism os hum anos son lo b a sta n te fu ertes p a ra su principio y en su esencia. U n a democracia es necesariamente
que resulte legítim a la aproxim ación de estos dos órdenes de cosas en amorfa y atómica, o deja de ser una democracia. U n a democra­
la expresión. Con todo, es preciso n o ta r que, en el com entario que si- cia no se organiza, porque la idea de organización, en cualquier
gue, y haciendo n u e stra s todas la s conclusiones de M. P a u l Bourget,
hem os reem plazado, con el fin de m otivar cad a u n a de ellas, la m e­ grado que sea, excluye, también en cualquier grado, la idea de
tá fo ra fisiológica de aquél con consideraciones de orden histórico y igualdad: organizar es diferenciar y es, en consecuencia, esta­
de orden m oral. Como no hem os cam biado n i u n a sola p a la b ra de es­ blecer grados y jerarqu ías1. Ningún orden puede ser igua­
te texto, que d a ta y a de nueve años, nuestros lectores podrán darse
cu en ta de la continuidad de n uestro pensam iento que algunos de n u es­ litario, como no sea en los tipos más humildes y más primarios
tro s contradictores h a n puesto en duda. de la vida política, en sociedades muy pobres y limpias de toda
A propósito de n u estro pretendido organicism o, consúltese la rev ista complejidad.
L ’A ction Française, de 15 de mayo de 1908: “U n a g reso r”. Sobre la
evolución filosófica de M. P a u l B ourget a este propósito y sobre el E n un Estado poderoso, vasto, rico y complejo como el nues­
g rad o de im p o rtan cia que él concede al vocabulario biológico, debe tro, es indiscutible que cada uno de sus componentes ha de go-
leerse su prefacio a la te rc e ra edición de los L im ite s de ta biologie del
profesor G rasset. M. P a u l B ourget h a recogido este prefacio en su
libro Sociologie e t L itté ra tu re : “De la v raie m éthode scientifique”. (N ota 1, E s te p u n to fu é exam inado por mi en u n a serie de artículos d e
de 1909.) - la G azette de F rance que L ’A ctio n F rançaise reprodujo m ás ta rd e con.
el titu lo : “Le dossier d’une discussion”. (N ota de 1909.)
'í!

288 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA RESPUESTA A M. PAUL BOURGET 289

zar de la mayor cantidad posible de derechos, pero nadie pue­ por otra nobleza, verdaderamente salida de las entrañas de la
de hacer que tales derechos sean iguales cuando corresponden nación.
a situaciones naturalmente distintas. De consiguiente, cuando Las costumbres, si bien debilitadas por las instituciones,
la ley proclama esta igualdad, la ley miente, y, como los hechos han reaccionado como han podido contra la igualdad democrá­
cotidianos ponen en evidencia esta mentira y hacen que el ciu­ tica. Sería ridículo pretender que nuestras costumbres son de­
dadano pierda el respeto que debería tener al régimen po­ mocráticas. P o r el contrario, cualquier observador atento verá
lítico de su país, en lógica consecuencia, el ciudadano va cayen­ cómo las diferencias de clase se marcan y se acentúan en Fran­
do poco a poco en un estado de espíritu permanente de anar­ cia de día en día. Los socialistas se dan cuenta de ello. Y no
quía y de insurrección. se privan de decirlo. M. Ernest Lavisse ha registrado el he­
L a Monarquía, como la Ciencia, es realista. N o se paga de cho. M. Paul Bourget, en su novela E l lujo de los demás, se
palabras. Ve las cosas como son y toma en cuenta aun las más ha entretenido en describir las numerosas capas que encierra
pequeñas. Si la democracia fuese, como suele decirse, un hecho en sí un pequeño grupo de la burguesía parisiense. M ejor que
económico, y si existiera realmente un estado democrático de la nadie sabe él que la democracia no es más que una palabra ve­
sociedad, la Monarquía, como la Ciencia, tendría en cuenta esta nenosa, representada por un sistema político contra natu^h.
realidad escrupulosamente. Pero la democracia, como ya hemos He aquí el enemigo: un tal sistema político. N o hay duda
dicho, no es más que una mentira. Lo que existe en Francia de que la República es la más visible consecuencia del mismo.
desde la funesta declaración de los derechos del hombre es un Pero, si se respetara la democracia, se dejarían vivas todas
estado de espíritu democrático, verdadero nido de groseros erro­ las raíces del sentimiento republicano. L a República no tar­
res. Asimismo, desde la Constitución del año V III, hay un con­ daría en reaparecer y la fuerza francesa en debilitarse y ago­
junto de instituciones tendentes a realizar este estado de espí­ tarse. E l mal es la democracia. L a democracia es la muerte.
ritu democrático, nido de desventuras, causa de ruinas. Estas Tenía que ser un maestro de la ciencia política quien nos pre­
instituciones “criminales”, según la exacta definición de Bourget, caviera contra toda complacencia con ella. Demos las gracias
procuran desde hace cien años debilitar, porque no pueden des­ a P au l Bourget por el eminente servicio que de este modo ha
truirlas totalmente, la familia, la asociación, el municipio, la hecho a la causa de la Corana nacional. N o s ha hecho ver que
provincia y, en una palabra, todo cuanto ayuda y hace fuerte en ella está la salvación, precisamente porque ella significa
al individuo, todo cuanto no limita al ciudadano a un liviano de­ la oposición radical a la democracia, al m al y a la muerte.
recho personal. Poco después de haber aparecido su magnífica carta, el
Cada una de las debilidades de la Francia moderna se de­ jefe de la Casa de Francia felicitaba por ella a M. Paul Bourget
riva de esas instituciones como de su causa primera. A ellas se en otra de la que destacamos las siguientes líneas:
debe la importancia del estado judío entre nosotros. A ellas la “Como dice usted muy bien, la ciencia histórica y natural
de la comunidad protestante. A ellas la fuerza de nuestros me- y la doctrina monárquica están de perfecto acuerdo. L a de­
tecos cosmopolitas. A ellas también la hegemonía del Estado mostración que usted hace de esta verdad no dejará de impre­
Monod: si unas vigorosas familias francesas hubieran continua­ sionar a los espíritus reflexivos .y sinceros...
do uniendo sus raíces y sus copas frondosas por debajo y por en­ Sólo el poder legítimo y tradicional puede ser autoritario
cima del territorio nacional, jamás hubiéramos visto a la des­ sin convertirse en despótico y violento. Jamás podrían diri­
cendencia de un pequeño pastor suizo reinando, como reina hoy girse al rey de Francia las palabras vindicativas con que Mon-
día, sobre el Estado francés. Pero ha sido suprimida la nobleza talembert ponía en guardia al jefe del Poder contra la borra­
autóctona y una oligarquía extranjera ha venido a ocupar su chera de la victoria y los deslumbramientos de la dictadura.”
lugar. Sólo se podrá destruir ésta a condición de reemplazarla

19
L O Q U E DIJO L A P R E N S A

a egregia felicitación dirigida a M. Paul Bourget tardó un


L poco en hacerse pública. Pero las palabras del eminente
académico, que coincidían con la carta que el Príncipe acaba­
ba de escribir desde Marienbad al autor de la Encuesta sobre
la Monarquía, pusieron en movimiento a los periódicos de la
República, que durante tres meses seguidos no pararon de co­
mentar, de discutir y, a veces, de denigrar las doctrinas ex­
puestas por nuestros dos consultados y por nosotros mismos.
L a s líneas que a continuación transcribimos, aparecidas en
la Gazzette de Frcmce, darán una idea de las objeciones prin­
cipales formuladas por aquéllos1.

L e Temps

I.— L e Temps no ha comentado el domingo último la carta


con que el señor duque de Orleans me ha honrado. Quería co­
nocer antes la impresión que produciría. L e Temps asegura
que esta impresión ha sido nula. Con todo, el lunes, a la hora
misma en que Le Temps insertaba su artículo, eran conocidas
f las impresiones de L ’Aurore, de La Petite RépubMque, de La
Lanteme, del Radical, del Voltaire, del P etit Bleu... Le Siécle
hasta anunciaba la carta del duque de Orleans a la cabecera de
sus titulares de los hechos del día más sobresalientes, dedicaba
largos comentarios a esta carta y, en una palabra, como casi
toda la prensa parisiense, como el mismo L e Temps, la repro­
ducía in extenso. Todo esto no significa nada para Le Temps.

! 1. G azette de France de 6 de setiem bre de 1S00.

I
LO QUE DIJO LA PRENSA 293
í-292 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
Dios y que, conocidas por nosotros, constituyen el orden de
Vacío absoluto, dice él. Tal juicio referido a la prensa repu­ la Ciencia. Hasta desponjándolo de su aparato teológico, la
blicana me parece demasiado duro. Politique tirée de VÉcriture sainte es un libro de muy sólida
EL— Muy amable, por el contrario, para el movimiento de base científica. Todos los teorizantes políticos lo reconocen.
ideas realistas que condescienden en encontrar “ingenioso y ori­ Auguste Comte lo ha incluido en su biblioteca positivista.
gin al”, L e Temps se ha equivocado tal vez sobre el sentido au­
V I.— Después de estas explicaciones, empeñarse en que hay
téntico de este movimiento.
oposición entre los legitimista3 místicos y los monárquicos posi­
m . — E n la tradición realista, es de notar una parte de sen­
tivistas resulta caprichoso; los segundos se limitan a suscri­
timiento puro y hasta de puro misticismo. Los realistas que
bir las tesis de los primeros, y ello por razones que, además,
se inspiran en el método positivo se guardan muy bien de com­
no eran extrañas a éstos. N o se podría imaginar una compe­
batir este sentimiento, aun cuando se presenta con caracteres
netración más completa.
místicos. Pero no dejan de hacer notar que los efectos de este
V H .— L a acogida dispensada por toda la prensa realista de
misticismo, de este sentimiento, son comprobados, corrobora­
nuestras provincias demuestra el acuerdo reinante entre los
dos, por la crítica racional. Esto es lo que M. Paul Bourget, en
tradicionalistas antiguos y los nuevos.
particular, señalaba hace ya doce años en uno de sus libros;
V III. — Conseguida la restauración (Le Temps se ve obli­
esto es lo que, en su carta tantas veces citada, indicaba de nue­
gado a hacer esta hipótesis), ¿podría subsistir este acuerdo?
vo al subrayar las concordancias de la doctrina monárquica
— N o— dice Le Temps— . Todo el pasado de la Monarquía
con las enseñanzas más recientes de la ciencia, las concordan­
se opondría a ello. Conviene transcribir sus palabras: “En
cias Bonald-Taine, Le Play-Balzac, y yo añado, en algunos
cuanto al público imparcial que escucha gustoso todas las
aspectos, Bonald-Comte-Renan.
opiniones, que no va a la política con apriorismos, que no es
Contraprueba: el iluminismo revolucionario, base cierta del
republicano por iluminismo y preferiría la Monarquía si se le
sentimiento democrático y republicano, está en manifiesto y
demostrara que es preferible, vese obligado a concebirla no
completo desacuerdo con todos los puntos de vista de política
según la interpretación arbitraria de algunos escritores que no
positiva.
representan más que a sí mismos, sino conforme a su realidad,
IV . — N o eliminamos nada de la tradición monárquica. Añadi­
a su tradición, al aspecto que ha tenido siempre y que nece­
mos a ella algunos refuerzos. De todos modos, por lo que toca
sariamente tendría otra vez.” Y L e Temps afirma que, “en su
al “derecho divino”, que Le Temps nos acusa de dejar arrin-,
tradición”, en “el aspecto que ha tenido siempre”, la Monar­
conado, he de decir que no hace falta que nos tomemos seme­
quía francesa fué clerical. T al afirmación es un audaz atrevi­
jante trabajo. L a Gazette de France ha llevado a cabo esta
miento contra la Historia. P or el contrario, era creencia admi­
obra saludable, y lo ha hecho perfectamente y desde el princi­
tida hasta ahora que, desde Felipe Augusto al mismo Carlos X,
pio. N o hay un derecho divino propio de la realeza. E n efecto,
la Monarquía francesa había sido muy religiosa, pero viva­
p ara quien cree en Dios, todos los derechos son divinos. Los de­
mente anticlerical. Le Temps ha modificado esto.
rechos propios de la realeza son derechos históricos.
IX . — Le Temps dice que el rey necesitaría para gobernar “un
V. — “N o es el orden establecido por Dios, según la concep­
partido, un personal”. Partido y personal no son palabras si­
ción de Bossuet, lo que presupone la necesidad de la Monar­
quía, sino la Ciencia." En esto hay algunos errores. Bossuet nónimas. Aunque Le Temps nos acusa de ser más originales
admite la República cuando la halla en conformidad con la que sólidos y de proceder por afirmaciones más que por de­
Historia, con la Geografía y, en una palabra, con los carac­ mostraciones, hemos explicado y demostrado hasta la sacie­
teres de un pueblo determinado. E l orden divino, para Bossuet, dad la diferencia de estas dos palabras.
es el conjunto de las condiciones naturales determinadas por Si Le Temps me hubiese hecho el honor de seguir con aten­
294 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA LO QUE D IJO LA PRENSA 295

en que cae, pero comete otras nuevas casi infaliblemente en


ción lo que yo he dicho del mecanismo de la Monarquía he­
cuanto de'ja su apatía. Inconsciénte y abúlico en cuanto es im­
reditaria, comprendería de qué modo un soberano que repre­
personal, nos arrastra a la rutina, de la que no escapa más que
senta a su dinastía pone necesariamente el mayor cuidado en
para caer en la revolución.
destruir los partidos y disolver las facciones. U n rey de Fran­
cia necesitará, para gobernar, del concurso de todas las com­ X I.— “Resulta demasiado aventurado el poner los propios
destinos en manos de un hombre.”
petencias y de todos los talentos, vengan del partido que vi­
nieren. E l conde de Chambord y el conde de París no han cesa­ Frente a esta objeción cabe decir que los monárquicos no pre­
tenden hacer depender de un hombre los destinos de las fam i­
do de repetirlo. “Todo cuanto es nacional es nuestro”, ha de­
clarado el duque de Orleans. Estas palabras egregias no son lias francesas, sino de una familia, de un linaje. E l sistema di­
nástico da "justamente por resultado el alejar la s contingen­
simples promesas. Corresponden a una de las necesidades de
la Monarquía, tal como la proclamaba M. André Buffet al cias, los “riesgos” inherentes al gobierno de uno, que, con­
hablarme del personal de la restauración. Sobre esta cuestión dicionado de este modo, viene a constituir no sólo el mejor
del personal, remito L e Temps a la respuesta de M. Buffet. de los regímenes posibles para la Francia moderna, sino el úni­
co que, empírica y lógicamente, nos conviene. E l ejemplo del
X.— E l rey puede equivocarse, dice L e Temps. ¿Son infa­
Segundo Imperio y de sus guerras dinásticas no prueba nada.
libles acaso sus ochocientos soberanos? L a posibilidad de
Pocas cosas son menos dinásticas, en el sentido estricto de esta
error es el coeficiente común de toda obra humana. De consi­
palabra, que las guerras de Napoleón H L Precisamente, el Im ­
guiente, se la puede desdeñar en sí. Pero lo que no puede dejar
perio tenía que procurarse a cualquier precio los medios de
de tenerse en cuenta es el estudio de los errores propios de
proporcionar ininterrumpidamente al espíritu público motivos
cada posición humana. Yo he demostrado que, en su posición,
de exaltación o de derivación porque, de derecho y de hecho,
el soberano dinástico está más interesado que nadie en evitar
el error, y, si lo comete, en advertirlo, y, cuando lo ha adver­ estaba fundado sobre el plebiscito. *
tido, en corregirlo. X II.— M. Paul Bourget afirma que sólo la Monarquía •ase­
L e Temps puede replicar que, por lo menos, ochocientos pa­ gura la continuidad y la selección.
receres se neutralizan los unos a los otros y que todo su esfuerzo L e Temps objeta:
común se resuelve en una cierta inercia, y que, si esta inercia no 1. ° “Lo que asegura la selección es la abolición de las
opera ningún bien, tampoco puede causar ningún gran mal. castas, conquista de la Revolución.”
Aquí cogemos al vuelo la equivocación de L e Temps y de todos A. — L a Revolución no ha abolido ninguna casta, es decir,
los oportunistas parlamentarios. L a inercia no conserva nada. ninguna clase cerrada, inasequible, ya que la nobleza francesa
P o r el contrario, la vida de un gran país como Francia su­ ha sido siempre abierta y la selección de los individuos ha sido,
pone en cada instante una infinidad de decisiones, de opcio­ por lo tanto, hacedera siempre.
nes, de iniciativas rápidas y continuas, que son imposibles con B. — De consiguiente, la abolición de la nobleza, “conquista
la República. Este es un tipo de gobierno puramente crítico. de la Revolución” , no ha asegurado ninguna selección indivi­
En tiempo normal, la rutina administrativa es, con ella, fatal­ dual; pero en cambio ha impedido la selección de las familias,
mente la soberana de todos los despachos. E n los momentos de lo que constituye un daño positivo.
crisis, las reformas precipitadas e inconexas toman un carác­ 2. ° “En cuanto a la continuidad política, u na dinastía he­
ter tan revolucionario que lo ponen todo en peligro. reditaria sólo la asegura en apariencia. N o sólo los príncipes
El gobierno de uno solo puede tener sus errores, pero éstos que se suceden unos a otros no se parecen entre sí (¿en qué"
se pueden reparar fácilmente en cuanto se adviertan; por el se parece, por ejemplo, Luis X V I a Luis X I V o a Enrique IV ? ),
contrario, el sistema republicano no rectifica las equivocaciones sino que un príncipe mismo puede ser muy versátil, y así se
LO QUE DIJO LA PRENSA 297
296 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

ha visto a Luis X V dudar— según la voluntad o el capricho de explica la formación territorial de Francia? ¿Cree Lé Temps
que ha sido espontánea? Y a “sería mucho leer un error más
sus favoritas— entre la alianza con Austria o con Prúsia.”
en Le Temps.
N o desbarremos. .Los miembros de la Convención fueron
más justos que Le Temps con la política exterior.de Francia X IH .— Le Temps añade: “L a Gazette de France considera
el interés de Italia como diametralmente opuesto al de la di­
en el siglo xvin 1. L a peor favorita del peor de los príncipes
nastía de Saboya, De consiguiente... la Monarquía no es nin­
ha sido siempre menos funesta que los caprichos paríamen-
tarios o dictatoriales de la soberanía nacional. N i una sola vez guna panacea,”
l.° A l hablar de Monarquía, nos referimos ordinariamente
en un reinado larguísimo (1715-1774) se han producido^,desas­
a la Monarquía en Francia, no a la Monarquía en Italia. 2.° Si
tres comparables a las tres invasiones de 1814, 1815 y 1870.
un día la dinastía de los Hohenzollem anexionase a Francia a
¡De qué pequeñez resulta Rosbaeh comparado a Sedán y a W a-
Prusia, consideraríamos el interés de esta dinastía antinacional
terloo, o a la unificación de Alemania y de Italia, lifidas obras
del Imperio liberal y de la democracia liberal! * como diametralmente opuesto al interés de Francia. ¿Cree Le

En política debe mirarse, no a la moralidad de los reyes, ni Temps que por ello se desmentiría mucho nuestra doctrina de
siquiera a su gloria, sino a los frutos de su reinado. Luis XV, la Monarquía nacional? 3.° N o hemos dicho jam ás que el inte­
aumentó el territorio francés con Córcega y la Lorena. He rés de los Estados del Rey de Cerdeña fuese diametralmente
aquí su rasgo de continuidad de Capeto: el nacionalismo. Nues­ opuesto al interés de la Casa de Saboya, que, por derecho na­
tros soberanos, aun aquellos que ofrecen entre sí mayores di­ cional e histórico, es soberana de dichos Estados. 4.° Y , en
ferencias, tienen un parecido común ¡en esto: en que, bien que fin, si bien la política de la Casa de Saboya en Italia y los ver­
mal, con buen o mal reinado, aumentaron nuestro capital na­ daderos intereses italianos son opuestos, no es menos cierto
cional y, como dicen nuestros labriegos, han hecho mejoras. que el interés de dicha Casa radica, evidentemente, en procu­
Y si Luis X V I es, aparentemente, una excepción de la re­ rar ponerse de acuerdo con el interés del pueblo. ¿Es fácil este
gla,-¿no es justo también recordar lo que a su reinado debie­ acuerdo? P a ra no referirnos más que a la cuestión romana,
ron los Ejércitos de mar y tierra? Si cedió de modo tan lamen­ ¿no hay en ella una imposibilidad radical? Y , aun sin tener
table frente a los enemigos del interior, preparó, en cambio, en cuenta a los católicos, ¿ acaso no está condenado Víctor Ma­
todos los elementos de la defensa nacional contra el enemigo nuel m a una política anárquica y revolucionaria? 1.
de fuera. Sus ejércitos fueron una obra maestra en el género. Cuestión de hechos. En Italia se plantea así. L a situación
Lu is X V I fué el organizador de victorias, más aún que el gran francesa es completamente distinta. Y o no soy un realista
Carnot. Y, en este aspecto, la obra de este pobre rey es digna italiano.
de la de un Enrique IV y de un Luis X IV . P or lo demás, si se X IV .— “L a Monarquía ha muerto”, afirma L e Temps para
pretende negar la continuidad dinástica de los Capetos, ¿ cómo se terminar. Hubiera podido comenzar por esto. ¿Pero qué es
morir para una institución? Y , si se emplea esta palabra, ¿en
1. E s prodigioso que este trastru eq u e de alianzas, obra m a e stra qué podrá impedir la reviviscencia de los hechos? L a s liber­
de l a diplomacia del siglo x v m , h a y a sido juzgado ta n sev eram en te por tades locales también habían muerto. Y hoy todo reclama un
u n periódico como L e Tem ps al finalizar el siglo x ix . P o r el c o n tra­
rio, nunca se h ab ía afirmado m ejor la continuidad (la verdadera, dúc­
til, viviente) de la Monarquía. Cuando B erlín es u n a am enaza m ayor 1. A tre in ta y cinco años de distancia, los acontecim ientos que cul­
q ue Viena, la M onarquía se h a aliado con V iena, d e acuerdo con el m in an en el P a c to de L e trá n pregonan la conseguida fusión de los inte­
esp íritu de la política de Richelieu. H ubiera b astad o con seg u ir en este reses de la C asa de Saboya con el superior interés del pueblo italiano:
'sen tid o p a ra e v ita r a Sedán. L a Corona fra n c e sa lo com prendió así, este hecho no hace m ás que confirm ar la tesis principal del a u to r, o sea,
pero la opinión fran cesa no. M. Jacques B ainville h a dilucidado m arav i­ la coincidencia del in terés dinástico con el interes nacional, a u n en casos
llosam ente e ste punto en sus lecciones de 1906-1907 del In s titu t d'A ctio n de a p a re n te oposición, y la facilidad d e adaptación de u n a d in a stía á las
Française. V éase el Apéndice I. (N ota de 1909.) conveniencias de la nación que rep resen ta. .(N . del T.)
208 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA LO QUE D U O LA PRENSA 299

poder lo bastante fuerte para hacerlas revivir. L a libertad clase. M ejor: está completamente libre de ellas. D e consiguien­
corporativa había muerto con la Revolución, y hoy la tierra te, puede lo que no puede hacer la República: descentralizar.
de Francia vuelve a cubrirse de tantos sindicatos y asociacio­
nes como catedrales tuvo en la Edad Media.
La Gironde
¿Se ha extinguido acaso la raza de los Capetos? ¿ N o la re­
presenta hoy un príncipe de treinta años? ¿Han desaparecido
I.— L a ciudad de Marienbad no está en Alem ania. Antes de
de Francia los monárquicos ? ¿Acaso no están tan vivos y son tan
dar vagas lecciones de Gramática, le conviene a La Gironde
activos como en otros días ? ¿ No muestran, con evidencia mayor
ponerse al corriente de la Geografía. II.— N o fu é la Conven­
cada día, a los espíritus reflexivos y libres la necesidad de la
ción, sino la Asam blea constituyente, quien hizo la división
Monarquía? ¿N o se aproximan cada día más a nosotros? Pues,
departamental del territorio francés. Tampoco les vendrían
si es así, ¿qué quiere decir L e Tempe con esto de la Monar­
mal unas lecciones de Historia a los ilustrados redactores polí­
quía “muerta” y “suicidada” ? Su razonamiento antropomórfico
ticos de La Gironde. H L — N o hemos hablado jam ás de resta­
no se acomoda en nada a los principios positivos. Me tomo la
blecer las “antiguas provincias”. M. de Lur-Saluces se ha ex­
libertad de recordárselo.
presado con toda claridad sobre este punto. Y yo agrego que
sus explicaciones concuerdan con los postulados más raciona­
U É c la ir 1
les de la ciencia geográfica y económica.

I. — Afirm a UÉ cla ir que reformar para conservar es tam­


bién program a de la República. No obstante, UÉclair reconoce L e Petit Comtois
con nosotros cada mañana que las reformas no vienen y que
la salud pública, la conservación nacional, están cada día mas I. — Le Petit Gomtcñs reconoce que hay que considerar la
amenazadas. ¿ Ocurre esto último por una causa meramente descentralización como una reforma capital. Pero agrega: “Per­
fortuita? U É cla ir puede creerlo así, pero nosotros estamos dis­ mítasenos añadir nuestra creencia de que la República está
puestos a demostrarle cuando quiera que lo que él toma por perfectamente capacitada para llevar a cabo esta capital re­
accidental está íntimamente ligado a la esencia misma del
form a.” No. Semejante creencia está reñida con la razón. Y a
régimen republicano.
he razonado el porqué en la respuesta a UÉ cla ir.
II. — U É c lm r se pregunta cómo sería posible introducir la
II. — L e Petit Comtois añade: “Los monárquicos, que han
descentralización en nuestra constitución política. No hay* más
tenido el poder en sus manos hasta 1878, especialmente en la
que un medio: la Monarquía. En tanto que el Poder central
Asamblea nacional, se han guardado muy bien de acordarse,
dependa de la elección, su interés personal y capitalísimo— esto
entonces, de que la descentralización form aba parte de su pro­
es, electoral— consistirá en tener bien cogidos a los funciona­
gram a a fines del Segundo Imperio, porque, dueños del E§tado,
rios de todas las categorías y en contar con el mayor núme­
les resultaba más cómodo desdecirse de sus doctrinas para
ro posible de ellos. U n poder hereditario, no dependiente de
asegurar así su dominio..." Erras, amice... L a L e y de los Con­
unas elecciones, es menos esclavo de inquietudes de esta
sejos generales, la más descentralizadora del siglo, nuestra ley
1. R eproducim os las objeciones de los tre s periódicos que siguen, de 1871, fué obra de los diputados monárquicos; pero, como
como testim onio, prim ero, del am plio movimiento de P re n sa que com en­ éstos fueron lo bastante cándidos para no restablecer al mis­
zó a h a b e r en torno de la E ncuesta. Prueban, adem ás, que la d efen ­ mo tiempo la Monarquía, que era quien únicamente podía dar
siv a oficial tropezó en seguida con su tope: los argum entos con que
y a entonces la acorralábam os no h ay que retocarlos, porque no h a n sido vida al texto de dicha ley, los resultados de ésta h an sido
contestados. (N ota de 1909.). insignificantes.
C A R T A D E M. M A U R IC E BA R R É S

„ - hace falta recordar la autoridad generalmente » a » 11“ “ “


N a to opiniones políticas de Maurice Barres. Hace doce
Ü J S de dotar de nn cerebro al bou,angismo —
triunfante Y o creo que algunos judíos ae ia c a m o ^ “ r* ‘T
nerM contrarrestaron sus primeros esfuerzos. Elegido diputa­
do de Nancy a los veintiséis años, asistió a las verguenz
P a r a n á y Pudo contemplar el crecimiento de algunas figuras.

nal
F u H primero en pronunciar, en 1890, el nombre del nacio­
nacionalismo literario y filosòfico (protección y de­
fensa del pensamiento francés), nacionalismoeconomicoCp
tección del trabajo francés), nacionalismo político (defensa d

P a íS u s artículos del F ig a ro y del J o u rn a l lo tta iron la la r g a se­


rie de estudios nacionalistas que prosiguió d e s p u é s la. Co
c a rd e cuya dirección desempeñó durante seis meses. E ste de
licioso y magnífico periodiquillo revolucionario, en el cua
sólo faltaro n algunos oportunistas (y a que ^a erniza
él realistas, bonapartistas, socialistas y
a * Ífl detención v de la prim era condena del traid or n re y
fus Acaso a la luz de este acontecimiento, el pensamiento e
Ban-ès se concentró desde entonces sobre t o
defensa contra el Extranjero y la conservación y desarrollo d
la s antiguas esencias francesas. ,
L novela L e s D éresin és^ aporta una primera sdueron. B a ­
rrés incorpora al nacionalismo el provincialismo. Ante las des
am elas d T to d a clase que deben sufrir los siete jovenes lora-
neses trasplantados a París, se aprecian cumplidamente algu-

1. Los desarraigados..
302 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
CARTA DE M. MAURICE BARRÉS 303

creer que lo mejor para una nación era el tener la menos cantidad
ñas de las consecuencias propias de la centralización. E l lector
de gobierno posible. Esta es la doctrina que M. Grévy, por ejemplo,
tiene que reconocer con el autor el carácter de las necesidades
predicaba habitualmente en el Elíseo. ¿Quién podrá hoy desconocer
esenciales de la planta humana, hija de un terruño y de un lo que pueden, en cualquier orden de los servicios públicos, unos
clima particulares y necesitada de correlación con las que la directores competentes, una voluntad inteligente, un plan reflexivo
han precedido. U na política local, una política tradicional: esto y continuado? E l republicano Rousseau llega hasta declarar que,
es lo que Francia necesita. ante el peligro, la “dictadura” es de derecho, ya que sólo ella puede
Le hace falta, además, una política de autoridad: este es salvar al pais.
el sentido del volumen que sigue a los Déracinés, L ’Appel au M e explico perfectamente el que una inteligencia que juzga in
soldat1. Pero nuestros lectores están familiarizados con los tí­ abstracto adopte el sistema monárquico que ha creado el territo­
tulos y las ideas directivas de estos hermosos libros y es igual­ rio francés y que encomian, todavía muy cerca de nosotros, los
mente superfluo el recordar la inteligente y valentísima acti­ Bonald, los Balzac, los Le Flay, el Renán de un bello libro *, los
Bourget. Tales adhesiones tienen un gran peso en el laboratorio del
tud de Maurice Barres en el segundo asunto Dreyfus. Duran­
teórico. Pero en el orden de los hechos, para que la M onarquía fue­
te algún tiempo, antes del nacimiento de la “Ligue de la P a­
se posible, seria menester que hubiera en Francia una familia que
trie Française” y de la “Action Française”, y bastante antes del
arrastrara en favor de su nombre a la mayoría (si no la totalidad),
refuerzo que fueron los Jules Soury, los Jules Lemaître, los la gran mayoría de los electores. Y esto no existe.
François Coppée, Maurice Barrés batalló casi solo con los inte­ Y no solamente no tenéis esta familia, que poseen Alemania o
lectuales antipatriotas. N o han olvidado éstos el artículo san­ Rusia y a la que estos países se apegan con una adhesión instinti­
griento que denunció su traición, ni las consecuencias de las va, religiosa en cierto modo, sino que os falta también una aris­
admirables cartas de Rennes, en las que se proyectaron, como tocracia (cuerpo indispensable, a lo que creo, de vuestra Monarquía
sobre una pantalla de lívida luz, los rictus criminosos de los tradicional). Por lo menos, el conde de Chambord, el conde de París,
Dreyfus, de los Picquart, de los Trarieux y de los Bertulus. el duque de Orleans muestran, con todo y estar lejos del trono,.
un sentido histórico que no tenia Luis X V ni, mucho menos,
Fruto de ello, un amplio y copioso montón de odios bajunos
Luis X VI. ¡Pero la aristocracia! ¿Qué queda de aquellos nobles
se acumuló contra el autor de L ’Appel au soldat. Antes de ce­
que, casi cómicamente, anularon sus prerrogativas la noche del 4 de
derle la palabra y de exponer a las necesarias discrepancias
agosto? N i siquiera saben librarse de los advenedizos que poco a
de nuestros lectores a este republicano cesarista, a este plebis­
poco van degradándolos ignominiosamente.
citario, a este amigo político de Dérouléde, be querido recor­ N o es que para mi la historia de Francia haya comenzado hace
dar los eminentes servicios rendidos por él a la causa de la un siglo, pero tampoco puedo desentenderme de sus períodos más
patria. recientes. Nuestros conciudadanos han sacado de ellos un estado de
espíritu que les hace reservar para el principio republicano esa
Mi querido amigo: fuerza sentimental que otros pueblos otorgan al principio heredi­
tario y sin la que no puede subsistir ningún Gobierno.
He leído con el más vivo bíteres las dos importantes opiniones Y a que no podéis lograr que lo que os parece razonable sea
por usted recogidas, y no habría de costarme mucho el explicar mi aceptado por todos, ¿por qué no procuráis que lo que la mayoría
coincidencia en muchos puntos. P ara limitarme a lo esencial, diré acepta se haga razonable? En la cima del Estado, la autoridad;
que coincido con ustedes en que es indispensable el que un cerebro en la base y en los grupos, la descentralización: he aquí unas re­
gobierne el Estado. formas compatibles con el sistema republicano y que garantizarían
Dos siglos de mal gobierno han hecho caer a los franceses en el el desarrollo de las fuerzas francesas, hoy gravemente debilitadas.
error, de que yo mismo he participado durante algún tiempo, de Es su afectísimo,
M au r ic e BARRÉS
1. L a lla m a d a á l so ld a d o . 1. L a R éfo rm e intelectuelle e t morale de la Frunce, Ch. M.
304 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
RESPUESTA A M. MAURICE BARRÉS 305

nos señala ninguna equivocación), una teoría elaborada con


E r a inevitable que las dos “importantes opiniones” de An-
tal método se convertirá en regla práctica incontrovertible.
dré Buffet y del conde de Lur-Saluces impresionaran el pen­
Los prácticos podrán apartarse de ella, pero cada una de sus
samiento de Maurice Barres y que estos tres cerebros coinci­
desviaciones será a costa de un revés nuevo. E s una verdad
dieran “en muchos puntos”.
abstracta y teórica que dos y dos son cuatro, y cuatro y cuatro,
M. Maurice Barrés acepta las libertades locales y profesio­
ocho: yo no creo que el financiero más positivista pueda olvi­
nales y, en el Estado, una autoridad fuerte. Am bas aceptacio­
darla sin exponerse a contratiempos. En bien mismo de lo prác­
nes son preciosas. L a segunda corresponde a un sentimiento
tico, no desdeñemos los estudios del teorizante.
general, porque, si bien es cierto que la centralización no es
sentida por la masa más que como un malestar indefinido,
E s verdad que Barrés nos objeta que somos nosotros quie­
esta misma masa siente con claridad y reclama con pasión la
nes los descuidamos. P or trabajar en la reconstitución de la
autoridad y la responsabilidad del poder. Quiere sentirse go­
Monarquía hereditaria, desdeñamos, según él, el hecho de que
bernada. Porque advierte que la debilidad de la nación es una
y a no hay en Francia “una fam ilia que concentre en favor
consecuencia, no sólo directa, sino completamente evidente, de
suyo la mayoría, la gran mayoría de los electores”. Podríamos
la anarquía política.
Barrés, y con él toda la gran masa del pueblo francés, ya más contestar a Barrés que estamos lejos de desdeñar esta realidad,
lejos todavía. Llegan a admitir que, por lo menos ante él pe­ toda vez que nos esforzamos cuanto podemos en modificarla.
ligro, el gobierno más fuerte es el gobierno de uno solo, que, Pero esta respuesta olería a retórico, y a retórico parlamen­
en dicho caso, consideran como de derecho. E3ta autoridad de tario. Sería brusca, tajante y ligera. Barrés merece que se le
uno solo— que es la única que conviene al bien público— la lla­ conteste de otro modo.
man, con Rousseau, “la dictadura”. Podrían, si quisieran, lla­ L e diré, pues, sencillamente, que el problema me parece
marla también Mon-Arquía. m al planteado. E l zar Nicolás y el emperador Guillermo no
ocupan los tronos de Alemania y de Rusia porque cuenten con
la mayoría de los electores de su p a ís 1, sino que, al contra­
Lo que ellos propugnan no es nuestra Monarquía heredi­
rio, cuentan con esta mayoría porque ocupan el Trono. Sente­
taria (cuyo nombre se escribe de corrido). Y ni siquiera es, ni
mos en él a nuestro rey. E l poder real, como todos los pode­
mucho menos, la dictadura de los antiguos romanos.
res, es anterior a la aceptación y al asentimiento de los elec­
Los dictadores romanos, magistrados designados por uno
tores: es un hecho, y yo entiendo por esta palabra un fenó­
de los Cónsules y por el Senado, no eran una emanación di­
meno de fuerza, la manifestación de una energía política más
recta del sufragio de los ciudadanos y ni siquiera eran hechu­
o menos sancionada por las circunstancias y más o menos con­
ra de un régimen electivo. E l Patriciado, y, por tanto, un ele­
firmada por los hechos. Cuando hablamos de restaurar en Fran­
mento político hereditario, concurría a designarlos. Y a tendre­
cia la Monarquía hereditaria, pretendemos determinar un he­
mos ocasión de medir el valor práctico de esta diferencia.
cho de esta naturaleza.
Pero permítasenos insistir en la palabra práctico. En trein­
Y no hay un solo ejemplo en la Historia de una iniciativa
ta años de práctica pura, y de traspiés en traspiés, el sistema
feliz (quiero decir, positiva y creadora, no destructiva ni pura­
republicano ha conducido al país a la ruina. Es necesario, pues,
mente defensiva) que haya sido tomada por una mayoría. E l
establecer, mediante una visión de conjunto y una investiga­
ción directa, cuáles son las causas de las desgracias nacionales
y al mismo tiempo las condiciones indispensables de salud 1. E n Polonia, donde la M onarquía e ra electiva, ocu rría lo con­
tr a r io ; por e sto no se h a b la de P olonia m ás que en tiem po pasado. Al
pública. Si no nos equivocamos en nuestra manera de ver estas e x a g e ra r la independencia individual, los polacos de ay er comprome­
causas y en apreciar tales condiciones (y Maurice Barrés no tie ro n la independencia de su nación.

20
RESPUESTA A M . MAURICE BARRÉS 307
306 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

ta Barrés. Se apoyará, necesariamente, en el E jé rc ito ,'y esto


camino normal de todo progreso es bien diferente: la volun­
basta. Porque si la M onarquía'no puede aceptar un program a
tad, la decisión, la iniciativa, salen de un grupo reducido;
democrático, no es indispensable que el día de su advenimiento
el asentimiento o la aceptación, de la mayoría. A las mino­
se encuentre con una aristocracia ya constituida. E l porvenir
rías pertenece la virtud, la audacia, el poder y la concep­
de la aristocracia (entendida ésta en el sentido más am plio)
ción. Habitualmente inerte, indiferente y torpe, la mayoría
depende de la restauración monárquica, pero la restauración
está sujeta a pánicos cuyos efectos inmediatos son a veces
monárquica no depende para nada de la aristocracia. E l rey
convenientes, pero de una conveniencia invariablemente esté­
la reorganizará con aquellos de sus elementos antiguos que han
ril si no va acompañada de alguna impulsión directora. P o r
sabido conservar su vitalidad, la energía y el honor, aumen­
ejemplo, las elecciones de 1871, hechas en medio del pánico de
la guerra y de la Commune, dieron muy buenos resultados, pe­ tándolos con los nuevos elementos dispersos y todavía amor­

ro estos resultados no sirvieron para organizar nada, porque fos que las selecciones francesas habrán de ofrecerle.
faltó una minoría selecta con ideas directivas y voluntad firme V oy más lejos aún: si bien lo mira Barrés, se dará cuenta
para rehacer la Monarquía. de que el vigor de una organización aristocrática en la F ran ­
N o tenemos, pues, por qué preocuparnos de conquistar una cia contemporánea no sería ningún fenómeno favorable a la
mayoría, porque la mayoría vendrá a nosotros por sí misma. restauración de la Monarquía. Antes al contrario, podría ser
Me parecen posibles dos cosas: o las amenazadoras corrientes causa favorable al matenimiento de una República. L a deca­
naturales llevarán automáticamente, como en 1871, como en dencia de la aristocracia es un hecho certísimo; pero, si no hu­
1849, a la mayoría nacional a desear una restauración, o bien biera tal decadencia y por el contrario contáramos con una
un golpe de Estado militar derribará la República y restau­ aristocracia floreciente, una aristocracia organizada, arraigada,
rará la Monarquía, porque nuestra propaganda, anticipándose fuertemente unida a los destinos de Francia, ello podría re­
a la ruina, habrá logrado que una minoría selecta se haya de­ presentar una gran fuente de vida y de prosperidad p ara el
clarado monárquica, y esta minoría consciente habrá hecho sen­ régimen republicano.
tir desde los altos puestos su influencia directora. Todas las Repúblicas prósperas, todas las Repúblicas en su
E n el primero de los casos, la adhesión de la mayoría que­ tiempo de prosperidad, han sido aristocráticas. Basta con citar
da lograda por definición. E n el segundo, la adhesión se im­ a Venecia, a Roma, y el período orgánico de Atenas. Cuando
pone por la fuerza apoyada en la persuasión: el poder espi­ una República tiende a las formas democráticas, se convierte
ritual de la selección convertida al monarquismo, la autoridad — de un régimen de producción regular y coordinada que era—
de sus componentes, la influencia intrínseca de una concep­ en un régimen de puro consumo. Vienen el botín y el reparto
ción verdadera, vendrán a justificar, después de haberlo pro­ de los recursos morales y físicos del Estado. Los intereses par­
vocado, el arranque del brazo secular en favor de la Corona. ticulares suplantan el interés general; parásitos, viven de él
Objeta Barrés: — ¿Pero en qué queda, en tal caso, la vo­ y, ni queriéndolo, pueden servirle: una divergencia funesta,
luntad de la mayoría? — ¡A h !, pues en lo mismo en que viene que crece todos los días, estalla entre los ciudadanos, que des­
a quedar en presencia del cirujano que cuenta para operar con de aquel momento quedan entregados a la tiranía de las fac­
el consentimiento de la razón. Recuerde Barrés las lecciones ciones (a menudo representadas por el nombre de un hombre)
de toda la Historia. Agrupe las diversas sugestiones de su y expuestos, como último resultado, a la conquista extranjera,
psicología tan fina y tan profunda: la m ayoría está siempre precedida o seguida de un agotamiento general.
en favor del gobierno establecido en cuanto éste consigue ase­ N o cuesta gran trabajo el explicarse esta carrera de las
gurar el orden y hacerse respetar. Y esto será lo que haga el Repúblicas democráticas. Pero ¿de dónde proviene la prospe­
duque de Orleans. ¿En qué se apoyará para lograrlo?, pregun­ ridad de las repúblicas aristocráticas? De una causa constan-
RESPUESTA A M. MAURICE BARRÉS 309
308 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
enérgica. Pero ¿cómo se las arreglaría para nacionalizar esta
te, aunque misteriosa. Las Repúblicas patricias se rigen por la
autoridad, o, dicho de otra manera, para que ésta se aplicase
ley de los Estados prósperos. Esta ley es la herencia.
de modo espontáneo, natural, habitual, no sólo en los arran­
Lo mismo da que el poder supremo esté concentrado en una ques de buena voluntad, sino a cada hora, a cada minuto, a
familia o repartido entre muchas, porque el efecto primero del procurar el bien público?
régimen hereditario es nacionalizar su poder. L a dinastía rei­
M. Waldeck-Rousseau, y antes de él M. Constans, han sido
nante, o, si existen en número necesario, las familias preponde­
cada uno una especie de dictadores. ¿Parlamentarios? Pase.
rantes, unidas con estrechos vínculos por su interés propio a los
Pero ¿qué seguridad hay de que la masa no sea conquistada
intereses más profundos del Estado, procuran, como es hu­
un día u otro por los errores o por la corrupción de su Parla­
mano, su interés particular, pero, al servirlo, sirven además, y
mento ? L a Historia nos enseña que hay que tener previsto este
al mismo tiempo, el interés general. E sta es una de las cosas
caso. Mediante una figura más cordial o de colores un poco
más sutiles de la política natural. Hay que empezar por com­
más vivos, un Waldeck, un Constans pueden ser plebiscitados.
prenderla bien. Porque, una vez comprendida, se explica
Las funestas instituciones del Consulado, la abominable polí­
perfectamente la prosperidad o la decadencia de los Estados se­
tica de las nacionalidades europeas, fueron plebiscitadas en la
gún vivan o no en conformidad con la ley de la herencia.
persona de Napoleón III. ¿ Y de qué sirve aumentar los poderes
¿Cuenta el interés general con un órgano o con órganos pode­
de la autoridad central si ésta se ejerce en provecho y al ser­
rosos interesados por su propia conveniencia en defenderlo?
vicio de los judíos, de los Monod y de todo cuanto es extran­
E l Estado monárquico y poliárquico podrá marchar, pero, si
jero?
faltan tales órganos, falta todo, por no haber una dirección
orgánica continuada. Cuando la representación nacional está sabiamente combi­
nada (sírvame de apoyo M. Charles B en oist), la elección puede,
Si existieran en Francia algunos millares de grandes secu­
al fin y al cabo, expresar la suma exacta de los intereses parti­
lares familias nacionales organizadas a la manera del Estado
M onod1, que es antinacional, sería posible la República Fran­ culares representados, pero sería una gran equivocación el con­

cesa. Hasta podría llegar a ser floreciente. Observemos, de cebir el interés general como una simple suma de intereses par­
paso, que pareció posible una república en nuestro país, ya a ticulares. E s esto, sí, pero es también otra cosa, como el agua
mediados del siglo xvi, ya en el tiempo de la F ro n d a 1
2. A l es oxígeno e hidrógeno con algo más, o sea la disposición de
mostrarme la decadencia de la aristocracia, Barrés me mues­ estos componentes. L a noción del interés general lleva en sí
tra la imposibilidad actual de una República próspera, pode­ hasta un elemento material nuevo o que no se encuentra más
rosa, o siquiera decentemente viable... que en dosis insensibles en la suma de los intereses particu­

Él quiere establecer en ella una autoridad gubernamental lares: es la inquietud y el presentimiento de lo por venir. L o s
intereses particulares son de orden inmediato. E n política, mi­
1. SI, pero no tenem os ni hem os tenido n u n c a un as fam ilias “o rg a­ ran a lo presente. P or el contrario, el interés general de un
nizadas a la m an era del E stado Monod”, es decir, capaces de confe­ gran Estado entraña en cada momento el sacrificio de un bien
derarse en tre ellas y de este modo re g ir el E stado. ¿A qué es debido inmediato en razón y beneficio de posteriores desenvolvimien­
esto? En la época en que llevaba a cabo mi E n c u e s t a s o b r e la M o n a r ­
q u ía , n o h ab ía pensado mucho sobre este problem a que me he p la n ­ tos. Cuando llega a ocurrir que una aristocracia directora une
teado y resuelto m ás tard e, p articu larm en te en u n a serie de confe­ ? estrechamente la propiedad y la herencia, el territorio y la
rencias en el "In stitu t d 'Action fra n ç a ise ” sobre la d erro ta de la a ris­
I sangre, el interés general puede aún serle sensible, calculable,
to cracia ateniense y en mi D ilè m m e d e M a r c S a g n ie r , páginas 49, 50, í
51, 55, 56 y 57. (N ota de 1909). P ág in as 57 a 61 de la edición definitiva, X accesible. N a d a de esto ocurre en la Francia de 1900. Pero hay
L o D é m o c r a tie r e lig ie u s e . (N ota d e l e d ito r .) que buscar lo equivalente, si los franceses de 1900 tienen algún
2. F ustel de C oulanges, según sus notas postumas, recogidas por
M. Paul G uirau. deseo de conducir a su patria más allá de la hora que pasa.
RESPUESTA A M. MAURICE BARRÉS 311
310 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

venientísimo, que el joven organizador de las doctrinas nacio­


Para encauzar este deseo son menester unos jefes hereditarios.
nalistas terminara la educación de la conciencia francesa dán­
Y restablecer un jefe sería cosa de un momento, mientras que
dole a conocer al Príncipe que personaliza en sí todas estas
habría que esperar siglos para conseguir la reconstitución ra­
verdades y todos nuestros destinos en lo que tienen de afor­
cional de una aristocracia nacional.
tunados. L a política autoritaria de Maurice Barrés supone,
Lejos, pues, de permitir reformas, según cree Barres, el
‘ siendo nacionalista como es, a un rey en la cima del Estado.
sistema democrático republicano no asegura siquiera el nacio­
Su política descentralizadora exige igualmente este rey: M. B u f­
nalismo de los depositarios de un poder efectivo. P o r la fuerza
fet y M. de Saluces lo han demostrado con claridad suficien­
misma de las cosas, están a menudo para alquilar y para
te. H ay en Francia una difusa intuición del peligro común, del
vender. Hállanse de continuo a merced de las desorientaciones
mismo modo que hay un deseo de salud pública y además un
de la opinión. Aumentar sus poderes es acrecer los riesgos que
violento apetito de sentirse gobernados. Aproveche Maurice
habrá de correr la nación: por un dictador patriota, nos
Barrés estas sagradas fuerzas naturales según la verdadera
hallamos expuestos a ver aclamados cuatro o cinco antipatrio­
conveniencia de la patria. Tal vez algunos centenares de imbé­
tas. ¿Aclamaría un día Francia a su enemigo jurado? ¡Cómo
ciles le criticarán por ello. Pero yo le prometo la aclamación
ver con calma semejante hipótesis!
unánime de sus hijos, y, si es sensible a ello, el placer de llevar
Me pregunta Barrés por qué no procuramos hacer razona­
a cabo una obra difícil, pero grande.
ble el sistema que la mayoría acepta. Pero ¿cómo tratar de
Vivimos en medio de las ambiciones más miserables. Acu­
hacer razonable lo que v a contra la razón? Fortificar el Es­
ñemos en oro puro la medalla de estas pasiones y quedará el
tado dejándole a un tiempo la facultad de revolverse contra la
recuerdo de que tuvieron una virtud.
Patria es un sistema que creemos incompatible siempre con
el sentido común. N o emprendamos una tarea superior a las
fuerzas humanas y hasta a un poder divino. Porque se trata Después de nueve años
de una imposibilidad pura y simple.
¿El voto de la mayoría? ¿Está seguro Barrés de que se
N o logré convencer a Maurice Barrés. Unos meses más
trata de la opinión explícita y consciente ? La fuerza del senti­
tarde, en la inauguración de las comidas de L ’Appel au Soldat,
miento, de que también me habla, ha de oponernos, sin duda,
e l 7 de febrero de 1901, pronunciaba estas palabras, demasiado
nuevos obstáculos y dificultades, pero no es ningún absurdo
notables para no ser transcritas aquí: “ ¡Qué mediocridad doc­
pensar que serán vencidos. Si no lo son, las fuerzan francesas,
trinal la de nuestros adversarios intemacionalistas! Su baga­
cada día más debilitadas, como dice Barrés, no se limitarán a
je no puede ser utilizado más que para los comicios agrícolas.
dejar destruir a Francia: como la debilidad habrá alcanzado
E s un orfeón pasado de moda. Y o quisiera que todos los hom­
los cerebros, serán ellas mismas las que contribuyan a la obra
bres que estudian leyeran la E n c u e s t a s o b r e l a M o n a r q u ía ...
destructora. Y a lo hemos visto en el “affaire D reyfus”, cuya lec­
T o no soy monárquico, pero me parece imposible que haya un li­
ción ha sido demasiado olvidada.
bro de literatura política en que se unan más elementos de sa­
Puesto que Barrés reconoce en el duque de Orleans, lo mis­
tisfacción para la razón y la alta cultura. (Action Française,
mo que en el conde de París y en el conde de Chambord, el sen­
del 15 de febrero de 1901.)
tido histórico de la función reall, sería una hermosura, y con-
m u y considerable. ¡ A ella debemos C órcega y la L órena, B a rré s ! Si
1. L uis X V y Luis XVT, a quienes n ieg a e ste sentido, estuvieron tal u ste d se m o stra b a in g rato, yo m e m ostré distraído. (N o ta de 1909.)
vez menos desprovistos de él de lo que supone. A L u is X V I h a b ría
que contarle la reorganización m ilita r y m arítim a que llevó a cabo. En
cuanto a L uis XV, su obra diplom ática, alguno de cuyos aspectos es
C A R T A D E M. H U G U E S R E B E L L 1

estén al corriente de la literatura moderna com­


u ie n e s
prenderán fácilmente el que me haya dirigido a M. Hu-
gues Rebell después de a M, Maurice Barres. El autor de L a N i-
china, de L a Calíñense, y de La Camorra tiene un puesto, desde
hace mucho años, entre los jóvenes capitanes de la intelectua­
lidad francesa. Y no sólo en razón de sus libros de cuentos,
tan pintorescos y voluptuosos, enriquecidos por las sensacio­
nes de la energía y del amor. L a belleza y fecundidad de su
fuerza creadora, su imaginación afortunada y fácil, su gusto
amplio, complejo y armonioso, van acompañados de otros
dones de muy distinto 'carácter, casi opuestos a los primeros
y casi tan desarrollados como ellos: espíritu crítico, facultad
de abstracción y de generalización y capacidad de justipre­
ciar a un tiempo mismo sentimientos e intereses.
M. Hugues Rebell se reveló desde sus primeros pasos como
un filósofo político. Diez años hace que publicó su curioso en­
sayo sobre la Unión de las tres aristocracias (la aristocracia de
la raza y las de la inteligencia y el dinero) que es un precioso
y original testimonio de cuánto puede el verdadero talento
aplicado a la defensa de la verdad.
A mayor abundamiento, el concienzudo estudio de la filoso­
fía de Nietzsche a que M. Hugues Rebell se ha dedicado, lo ha
confirmado en la doctrina tradicional de los pensadores
franceses; Nietzsche es, con Goethe y Schopenhauer, uno de
esos alemanes que no tienen reparo en llegar a afirmar y pro­
bar la superioridad del modelo clásico francés sobre el genio

1. M. H ugues Rebell falleció el 6 de m arzo de 1805, a los tre in ta y


siete años de edad.
314 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CARTA DE M . HUGUES REBELL 315

de su propia familia étnica. Estas confesiones del germano guntas que dicta una prudencia ciega y santa, puesto que no hay
más que una sola manera de ser’ monárquico, se encargan de con­
fueron muy provechosas para M. Hugues Rebell, pero éste no
testar M. André Buffet y el conde de Lur-Saluces, como hombres
ha asimilado de Nietzsche ni la extravagancia romántica de
que prefieren los hechos a las palabras, la realidad a las utopias,
las concepciones ni el giro bíblico de la inspiración.
las construcciones sólidas a lo improvisado y a los paraísos enga­
M. Hugues Rebell es un antiprotestante nato. Sus Cantos ñosos de la democracia.
de la lluvia y del sol están llenos de invectivas contra la cohor­ Lo primero que sorprende en esta encuesta es la naturalidad, la
te lúgubre de los ministros, de los pastores y los predicantes: sencilla campechania de las explicaciones. M. Buffet y el conde de
“ ¡Amigos, amigos míos! ¿Qué día quemaremos en la plaza Lur-Saluces hubieran podido, como Bossuet, como Joseph de Mais-
pública la Institución Cristiana? ¿Cuándo cubriremos de lodo tre, sacar sus argumentos de la filosofía y ofrecernos unas sabias
la efigie de Calvino?” E s de notar que semejantes frenesíes demostraciones. Pero han pensado acertadamente que no había
no son frecuentes en M. Rebell. Para ello, es menester que un que probar ya lo que la experiencia demuestra a diario, que los
desórdenes de estos últimos años son bastante elocuentes por sí
nombre harto odioso le cruce por la imaginación. E l estilo
mismos y que, para defender una causa tan clara, no hacía falta
que le es grato tiene, por el contrario, un tono dulce, .una luz
más que presentarla bien.
moderada y fina, un ritmo sencillo e igual. Tal estudio de crí­
A través de sus palabras precisas, la Monarquía aparece joven
tica aparecido en esta o en la otra revista, tal Carta a un católico
y vivida; no es una de estas viejas cataplasmas que nuestros sal­
(serie de observaciones dirigidas a nuestros “reconocemente- vadores modernos nos ofrecen a diario: mitad americanas, mitad
ros” ) 1, dan idea de esta manera, muy francesa. inglesas, mitad plebiscitarias, mitad autcritaristas; no, es algo nue­
Espíritu audaz y libre, antidemócrata por gusto y por re­ vo cuya novedad, con todo, no puede sorprendemos, porque le halla­
flexión, pero demasiado superior a la política al uso, M. Hugues mos los rasgos familiares que nuestros antepasados veneraban, el
Rebell era monárquico desde hace mucho tiempo. ¡Cuántas ve­ perfil mismo de la patria.
ces hemos deplorado juntos la debilidad o la inercia de un E s en vano que la República se pavonee de encam ar la patria;
“partido” que desconoce sus magníficoá recursos! ¡Qué de ges­ para nosotros no es más que bastardía y usurpación. Viene del
país de Utopía, pero no por ello resulta menos extranjera. Ella
tiones hemos hechó los dos! ¡Qué lamentables conversaciones
misma se siente extraña a nuestro hogar. ¿Acaso todo nuestro arte,
con gentes que el rumor público nos asignaba por jefes, hemos
nuestra literatura, nuestros monumentos, nuestras costumbres, todo
sostenido y soportado! Estas fatigas pasadas, aun habiendo
lo que es francés, no proclama muy alto la sabiduría y la autori­
sido un poco inútiles, no desanimaron nunca a Hugues Rebell, dad de nuestros reyes? L a República no puede entroncarse más
pero la revelación de un Buffet y de un Lur-Saluces, esta re­ que con nuestras flaquezas y nuestras culpas; ¿qué hombre, si no
pentina aparición de verdaderos jefes, no podían dejarlo indi­ e"s un insensato o el último de los ignorantes, se atreverá a com­
ferente. parar la vida magnífica y gloriosa que fué la de la Monarquía fran­
A este propósito me ha escrito la hermosa carta que sigue: cesa, este gran esfuerzo, este dilatado ahorro de cerca de diez si­
glos, con el inmundo derroche del 89 y del 70, a aquellos diez años
de motín, de guillotina y de proscripciones, a estos treinta años
' M i querido- amigo:
de desorden y vergüenza?
Su encuesta sobre la Monarquía debe llenar de gozo a cuantos U n escritor español, que, por cierto, no es de los nuestros, me
ven en el restablecimiento ’de la monarquía nacional el único medio decía hace poco: “¡Cómo ha cambiado París! Echo de menos su
de salvar a Francia. Viene, como la luz, a disipar las tinieblas que lujo, su elegancia, su alegría de antaño.” E s cierto. P a rís está des­
nos envuelven y a revelar nuestra verdadera existencia. E l partido conocido, las ciudades francesas están desconocidas. L a República,
monárquico ya no es la tropa de sofiadores que podía parecer a al­ que no es capaz más que de levantar sus palacios de cartón, se
gunos hasta ahora. Y a nadie podrá decimos: “ ¿ A dónde‘ vais?, lanza con rabia contra todo lo que es noble y durable, contra todo
¿cuál es vuestra bandera?, ¿qué pretendéis?” A todas estas pre­ lo que recuerda el esplendor de nuestro pasado, contra los castillos
316 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CARTA DE M. HUGUES REBELL 317
!
y los jardines de los reyes. ¡Se siente ante todo ello tan pequeña! movimiento nacionalista, tanto en Francia como en el resto de
Pero no le basta con afear y entristecer nuestras calles; lo que, Europa, lo mismo entre los cristianos que entre los judíos, es el
por encima de todo, quiere hacer suyo, lo que quiere transformar, gran hecho histórico de este siglo? ¿Cómo puede saber que las
es el alma y la vida francesas. razas humanas se perfeccionan lo mismo que las razas animales,
U n día en que Guillermo I I insistía con Bismarck para conocer gracias al celo de los educadores por eliminar cualquier principio
unas conversaciones políticas que se habían sostenido en casa de extraño, una vez que el tipo, tras múltiples cruces, está creado y
este último, el canciller le contestó: “Majestad, los derechos del que la estima de la propia raza se ha convertido en él en el ins­
emperador se detienen en el salón de la princesa de Bismarck.1' tinto mismo de la vida? Este buen republicano es “intelectual”,
Guillermo I I no replicó. Contrariamente a lo que ocurre con los es sabio, del mismo modo que es liberal: sólo de palabra.
poderes absolutos, los derechos de la República comienzan en el Persuadámonos, pues, de que es tanto más peligroso cuanto
dintel de la intimidad de cada uno de nosotros. Sabe de sobra que más se ocupa del bien público, porque su "bien público ” es cuanto
v
es demasiado antifrancesa para poder gobernar sin una inquisi­ hay de más opuesto a los intereses de la raza. Por ejemplo: el bien
ción de cada momento. Y ni siquiera lo oculta. Hace tiempo que público es la supresión del Ejército. M ás de una vez ha procurado
ha renunciado a las hipocresías de los comienzos: lo mismo los la realización de su sueño. H a empezado por confeccionar unas
jacobinos como M. Brisson, que los socialistas como M. Guesde, quie­ leyes militares, las más funestas de todas, las que tienden a reem­
ren borrar de sus programas respectivos aquella libertad con que *v plazar al soldado de profesión, de calidad, por una turba inex­
embaucaban a las turbas y que, por lo demás, no ha existido nun­ perta y a convertir una carrera especial y llena de honor en algo
ca más que en sus discursos y sobre sus monumentos. Ocupado en fe penoso' y común a todos. Tras esto, ha abierto las filas del Ejér­
vigilar a cada ciudadano, en ejercer su tiranía sobre todos los fun­ *- cito a los extraños, a la raza que, como no tiene una patria que
cionarios, con la pretensión de imponer su doctrina con exclusión defender, no puede ser, en los campamentos, más que un enemi­
de otra cualquiera, y de controlar nuestra fortuna, nuestras cos­ go o un desorganizador.
tumbres, nuestro pensamiento, él Estado republicano, que quiere Será la Corona quien restablezca en su dignidad al Ejército en­
serlo todo: profesor, médico, higienista, sacerdote, censor; el Es­ tregándolo de nuevo a los soldados y a los franceses. Asimismo,
tado republicano, que quita hoy su puesto a los padres al arran­ devolverá al país estos grandes cuerpos del Estado que sólo de­
carles la educación de los hijos, y que mañana acaso (pues hay ben estar en manos de franceses: la magistratura y la Universi­
que esperar de él cualquier locura) se hará nodriza y ama de ni­ dad. L a República humanitaria ha podido confiar a extranjeros
ños; el Estado republicano no puede, ciertamente, tener tiempo de que desconocían nuestra lengua y nuestro espíritu la misión de ins­
ser simplemente él mismo, de llenar sus funciones de Estado, es truir a nuestra infancia; la Monarquía nacional velará por el te­
decir, de velar por los intereses generales, por el poder y la glo­ soro de nuestra conciencia como sobre nuestros demás bienes.
ria del país. Del dinero que sirve hoy para la propaganda jacobina, para
Aunque pudiera, no querría. Interesadísimo como es cuando se las escuelas revolucionarias y para los derroches privados, sacará
trata de su propia fortuna, es de una generosidad sin limites cuan­ una retribución decorosa para el profesor y para el oficial, los pri­
do de la fortuna del país se trata. Entonces ya no es francés, sino meros servidores de la patria, a los cuales la generosa República
humanitario, ya no es un jefe, sino un apóstol, algo así como un no otorga siquiera el sueldo del último viajante de novedades.
Robert-Macaire iluminado. Cuida de sus asuntos propios con un Ciertamente, la tarea de la Monarquía es vasta, pero M. Buffet
cierto buen sentido, pero, en cuanto ha cerrado su caja, se olvida y el conde de Lur-Saluces nos han demostrado que es perfecta­
de las pasiones humanas, habla de las "encrucijadas de la Histo­ mente realizable por la sencilla razón de que es perfectamente ra­
ria” (? ), de la “fraternidad universal”, de la “paz general”. Todas zonable. ¿Acaso las dos palabras que la resumen— libertad, auto­
las tonterías sentimentales de los sanguinarios jacobinos le vienen a ridad— no constituyen la condición esencial del bienestar de los in­
la memoria. Se desquita en sus actos públicos de su vida privada. dividuos y de la forma de una sociedad? L a República da a los
¿Cómo, pues, en su completa ignorancia de la historia de los seres libertades inútiles y les niega las libertades necesarias. La
pueblos, en su instintivo menosprecio de todo aquello que no se República tiene la tiranía social y la indiferencia política de los
reñere a su persona y a sus bienes, cómo podría adivinar que el poderes amenazados, la República desdeña el mérito personal y no

ü i
318 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

cuida en sus servidores más que su fanatismo... D e consiguiente,


la Monarquía no tiene más que hacer, en todo, lo contrario exacta­
mente de la Bestia para estar segura de seguir el buen camino.
¡Ojalá nos sea dado, mi querido amigo, contemplar pronto las
bienandanzas de la Monarquía! Por más que la locura es contagio­
sa, abrigo todavía la esperanza de que los dos o tres mil fanáticos
(porque no son m ás) que procuran arrastrar a Francia hacia sus C A R T A D E M. G U S T A V E B O U C H E R
insensateces y sus quimeras no triunfarán del buen sentido de
nuestra raza. ¡Oh, qué hermoso día aquel en que podamos, en
pleno París, lanzar, con todo el pueblo, desengañado al ñn, el viejo
grito de nuestros abuelos: ¡Viva el rey!
H uges R eb e ll
nacionalistas se vanaglorian a veces de realizar en
A
lgunos

He aquí unos conceptos irreprochables que todo realista el seno de los “antiguos partidos” y en provecho de la
ilustrado y consciente suscribirá gozosamente. ¡ Y qué sinóni­ República, verdaderas pescas milagrosas. N os guardaremos bien
mo tan hermoso ha encontrado M. Hugues Rebell al nombre de de dudar de tales adhesiones, que no nos costaría ningún traba­
la República democrática! Taine había dicho “el cocodrilo”. jo explicar en detalle. Si la República no es muy seductora,
Pero ¿por qué el cocodrilo más que el camello, el asno o la es, en cambio, una realidad, y más de un candidato impaciente
víbora? Bajeza, majadería, vaciedad, todo esto es republicano calcula que una profesión de fe republicana impulsará su ca­
democrático. Nuestro amigo ha hallado un apodo más sin­ rrera, abreviará sus esperas o le valdrá acaso fuertes contin­
tético que ningún otro. H a dicho simplemente “ la Bestia”, y gentes de nuevos electores. Probablemente, el cálculo es falso.
todo el mundo ha reconocido en seguida al funesto animal. André B uffet me lo demostraba, y, a mayor abundamiento, los
hechos se han encargado de hacernos ver cómo, si a los rea­
listas se les tiene miedo, a los “reconocementeros” se los des­
precia.
Hay, pues, motivos para pensar que semejante cálculo polí­
tico, inexacto en sí mismo y desmentido sin cesar por la expe­
riencia, no tiene hoy demasiado crédito. A u n la candidez de
las personas más simples tiene sus límites, y los prosélitos del
;
? sistema republicano no se hacen grandes ilusiones sobre el
I
valor y la extensión de sus conquistas, ya que no hablan de ellas
más que muy a medias palabras.
I
P o r nuestra parte, si la fortuna favorece la obra emprendida,
f
seguiremos el procedimiento contrario: cada vez que podamos
gloriarnos de haber hecho un prosélito de la Monarquía, deja­
remos consignado su nombre, su filiación y la calidad de los
prosélitos. Y a ello añadiremos los motivos exactos de su evo­
lución. Esto es más franco y claro e instructivo, además.
Acaba de darse el caso. Y o no había escrito a M. Gustave
Boucher, director del Pays Poitevin, organizador de los Con-


320 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUIA CARTA DE M. GUSTAVE BOUCHER 321

gresos etnográficos de Francia. Me acuso hasta de no haberle Sácase de este estudio que el señor duque de Orleans y sus
consejeros basan la salvación de'Francia en el regionalismo, doc­
hecho conocer directamente las páginas de la E n c u e s t a so bre
trina de la que debe emanar, efectivamente, todo renacimiento na­
la M o n a r q u ía . Gracias a nuestro distinguido colega M. Edmond
cional, toda libertad, toda autoridad, toda justicia.
Béraud, redactor jefe de la Revue de VOuest, antiguo colabo­ Me permito enviar a usted mi artículo aparecido en el P a ys
rador de la Gazette ele France, que se ha distinguido por una ar­ P oitevin de marzo de 1899. Si se toma usted la molestia de con­
diente y generosa propaganda de nuestra encuesta, M. Gustave frontarlo con las declaraciones de los señores Buffet y de Lur-Sa-
Boucher ha declarado su adhesión al program a de la monarquía luces, quedará sorprendido, como me sorprendí yo mismo, de la abso­
nacional. L a Revue de VOuest, en su número de 25 de agosto, luta coincidencia de puntos de vista entre los regionalistas militantes
insertó la carta de M. Gustave Boucher; gustosamente alteré y los consejeros del Príncipe. Soy demasiado lógico para no sacar
el orden de lo que veníamos publicando para reproducir sin una conclusión práctica de esta coincidencia.
tardanza este noble documento, fruto de la lógica y de la En el articulo que le envío, expresaba ya mi convencimiento de
la impotencia republicana para implantar esta reforma salvadora:
buena fe.
“E l triunfo del regionalismo... lo asegurará un hombre que encarne
M. Gustave Boucher es un devoto ardiente de nuestras tra­
en sí el genio francés, y no una colectividad incapaz de cualquier
diciones. Joven, activo, consagrado a las ideas que le son caras,
arranque. ”
ha provocado y sistematizado en las provincias del Oeste un Esta impotencia parlamentaria yo la he oído proclamar hace
vivísimo movimiento de renacimiento regional. Desde los pro­ algunos días, en el Congreso regionalista de París, por dos vete­
ductos más modestos del arte doméstico hasta los rasgos loca­ ranos de la República, los señores Charles Beauquier y Edmond
les de la antigua liturgia, nada han olvidado M. Gustave Bou­ ThiaucGére.
cher y sus colaboradores de la Tradition de cuanto form a la S i la salvación de Francia— según confesión de hombres de to­
venerable faz de nuestra vieja Francia. Sus congresos, sus ex­ dos los partidos— está en el regionalismo; si, por otra parte, la Re­
pública jacobina y el cesarismo son incompatibles con esta fór­
posiciones, sus fiestas populares, así como los estudios litera­
mula gubernamental; si, en fin, el duque de Orleans es el único pre­
rios y artísticos aparecidos en el Pays Poitevin, están impreg­
tendiente cuyo programa incluye, en estos momentos, la organiza­
nados de un sentimiento grande y fecundo de este dulce pa­
ción regionalista del país, a los regionalistas patriotas no les queda
sado nacional. En más de una ocasión yo he reconocido el más que hacer una cosa: abrazar lisa y llanamente la causa mo­
valor de los trabajos de M. Gustave Boucher, cuando éste era nárquica.
todavía un infeliz republicano lleno de la voluntad de descu­ ¡Francia sobre todo!
brir, bajo los barnices cosmopolitas, la fuerte substancia fran­ ¡Y viva el Rey!
cesa. Hoy ya es realista. Y o le felicito por ello de todo co­ Su afectísimo,
razón. G ustave b o u c h e r .
F u n d ad o r
Niort, 24 agosto 1900. de los Congresos de la “T radición nacional”.
D irector del P ays P oitevin.
A M. Edmond Béraud, redactor jefe
de la R evu e de V O uest M. Edmond Béraud ha acompañado esta carta de la repro­
ducción del artículo en que Gustave Boucher afirmaba, en mar­
Mi querido amigo: zo de 1899, la incapacidad de la República para descentralizar,
Acabo de leer, con apasionado interés, la encuesta sobre la Mon­ y pedía, para acometer esta gran obra, un hombre.
arquía que mi amigo Charles Maurras ha publicado recientemente “¿Quién será este hombre? ¿Presidente, Emperador, Rey,
en la G azette de France y que ha llegado a mi conocimiento gra­ Dictador? ¿Es uno de los actuales pretendientes? ¿Es el sal­
cias a la atención de usted. vador que esperan algunos, guardado por la Providencia para

21
322 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

restaurar la Francia de Carlomagno y de San Luis ? Sólo Dios lo


sabe. Sea lo que fuere, sólo vivirá el régimen, republicano o
monárquico, que haya comprendido y hecho suyas las teorías
regionalistas; vivirá con la gratitud de todos los franceses li­
bres de la argolla centralizadora y burocrática, de la opre­
sión de las sectas, del despotismo del Estado." C A R T A D E M. H E N R I V A U G E O IS
D e consiguiente, M. Gustave Boucher ha resuelto los pro­
blemas que se planteaba a sí mismo hace año y medio. Clara­
mente ha visto que la condición indispensable de las refor­
mas descentralizadoras es la Monarquía. ¡Profunda y clara
verdad que no supieron ver los conservadores de la Asamblea
hoy de l a revista L ’Action Française y secretario
D
ir e c t o r
nacional en 1871! L a Gazette de Frunce no dejó de repetirles
adjunto de la Liga de la Patria francesa, M. H enri V au -
en los momentos del proyecto de Raudot: — Traigamos antes la
geois era profesor de filosofía en el colegio de Coulommiers
Monarquía, establezcamos esta permanente posibilidad de re­
cuando estalló el “affaire” Dreyfus. Además era secretario del
formas, y las reformas saldrán necesariamente de ella... Se
Bulletin de l’Union pour l’Action morale, la revista fundada
prefirió fo rja r la ley de los Consejos generales, y así fué como,
por M. Paul Desjardins para la conversion de los franceses
“con el arado puesto delante de los bueyes”, esta excelente insti­
tución no sirvió para nada. al moralismo liberal y protestante. También era uno de los
Treinta años de am arga experiencia, acaso nos han hecho fieles discípulos de M. Gabriel Séailles, el cual, con su preten­
pagar ya lo bastante esta culpa. Mas es menester repetirlo a sión de arrastrar a las Musas y las Gracias decentes al ver­
todos nuestros reformadores: — Que traten de hacer viables las gonzoso culto de Calvino, ha sabido comprometer de curioso
reformas, que establezcan, ante todo, el órgano y el medio de lle­ modo en esta aventura la memoria de Leonardo.
varlas a cabo, en una palabra: que empiecen por traer la Mon­ Tal era, hace tres años, M. Henri Vaugeois. O, hablando más
arquía. ¿Sois antiparlamentarios? L a Monarquía. ¿Antisemi­ exactamente, esta era su atmósfera y estas eran sus relacio­
tas? L a Monarquía. ¿Antidreyfusistas? L a Monarquía. ¿Queréis nes. Pero escapaba a ellas por ciertos rasgos de su espíritu y
devolver sus privilegios y sus.prerrogativas a la Iglesia? La más aún de su sensibilidad. Sus compañeros de la “Vida nue­
Monarquía. ¿Queréis evitar las intromisiones clericales? ¡La v a ”— me refiero a los auténticos y buenos— observaban en él
Monarquía también! mil gérmenes de discrepancia. Los devotos de la pintura y de
E lla es condición común de toda obra de salvación, de todo la escultura edificantes se preguntaban a veces hasta qué punto
progreso. A lgú n bromista tal vez diga que la presentamos aquel diablo de hombre era un santo de su comunión. N o obs­
como una panacea, pero yo he demostrado cien veces que es tante, M. Vaugeois estaba apegado a estos grupos. Hallábalos
el plano geométrico de todas las reformas necesarias a nuestro vivaces, enamorados de las ideas. Los Sylvain Pitt, los Letel-
país. Con ella, todo es posible; sin ella, no lo es nada. H e aquí lier, los Deherme, figuras revolucionarias, pero muy interesan­
lo que M. Gustave Boucher ha comprendido admirablemente y tes, proporcionaban a su espíritu voluptuoso unos placeres
lo que su ejemplo hará comprender a otros m uchos1. intelectuales tan frecuentes y tan raros, que olvidaba por ellos
los escrúpulos que otras veces experimentaba.
1. V éase el Apéndice II. Cuando M. Henri Vaugeois habla de este tiempo anterior
al “affaire” Dreyfus, acostumbra decir bromeando: “— Cuan­
do yo era dreyfusista...”
CARTA DE M. H EN RI VAUGEOIS 325
324 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

Pronto el proyecto tomó otra forma. S i se hubieran ate­


Su dreyfusismo era completamente teórico, quimérico y
nido a la primitiva, acaso la evolución política de M. Vaugeois
utópico. De la teología dreyfusiana, M. Henri Vaugeois sólo te­
hubiera sido todavía más rápida. E l agrupar y coordinar por
nía las ideas. De los sentimientos no tenía ni un átomo. Así
escrito las razones del nacionalismo es una prueba peligrosa
fué que, cuando estalló el histórico “affaire”, cuando el ver­
para un espíritu filosófico, si está lleno de las ideas de 1789,
dadero Dreyfus fué conocido, cuando la defensa nacional y la
liberales o democráticas. Se puede muy bien ser liberal y de­
existencia nacional se vieron amenazadas, cuando la Patria,
mócrata y no ser nacionalista; nada más sencillo. También se
cuando nuestra tierra materna apareció a merced de algunos ju­
puede ser, al mismo tiempo que nacionalista, demócrata y libe­
díos alemanes y de cómplices cuya tontería o cuya malicia los
ral, a condición de guardarse de remontar hasta los orígenes,
hacía indignos de llamarse franceses, M. Vaugeois oyó y escu­
chó el aviso dé su ser más profundo. L a vida anterior de sus hasta la razón profunda de este sentimiento. Pero hay algo
padres pudo más que sus relaciones, sus amistades y hasta que que es totalmente imposible: ser filósofo, o simplemente pro­
sus gustos: hijo de francés y de francesa, ambos católicos, clive a la reflexión, y mezclar al nacionalismo las supersticio­
comprendió que, para él, Francia debía estar por encima de nes demoerático-liberales. L a inteligencia consciente se rige por
todo, unas leyes rigurosas que imponen escoger entre unos y otros

Y , de acuerdo con su amigo M. Maurice Pujo, provocó en la principios.


Unión para la Acción moral una escisión violenta. Mientras Lanzado, en cambio, a la acción, M. Henri Vaugeois apla­
M. Paul Desjardins, a impulso de la curiosa mezcla de nece­ zó este análisis filosófico. Pero lo aplazado no fué perdido.
dad que informa todo su talento, pero no sin secreta lógica, Plabía nacido la Patrie Française. E l éxito que tuvo no corres­
mantenía a la mayor parte de los miembros de su cofradía pondía, aun siendo notable, a lo que habían esperado algunos
en la corriente de ideas dreyfusianas que conduce necesaria­ de sus fundadores. Parecíales la empresa heroica en un sen­
mente a ser dreyfusista, M. Vaugeois se esforzaba en organi­ tido, incompleta en otro. Esperaban no algo mejor, pero sí
zar el partido de la inteligencia francesa. otra cosa, del poder espiritual de los veinticuatro académicos
Aquel joven profesor casi desconocido (los artículos del Bu­ unidos en una misma afirmación de fe patriótica. M. Vaugeois
lletin de l’ Union pour VAction morale son anónimos), aquel advirtió, viendo y oyendo a aquellos maestros, la extrema di­
neófito de la religión nacional, comprendía que era necesario versidad de las opiniones sobre los puntos orgánicos de la vida
combatir a los enemigos de la nación con sus propias armas nacional. Sobre uno o dos puntos había un generoso acuerdo.
antes de combatirlos desde otro terreno. L a iniciativa de la Pero, si este acuerdo podía bastar acaso para conseguir al­
Ligue de la Patrie Française a él se debe, o, para ser más gunos éxitos electorales, ¿era suficiente para marcar nuevos
exactos, trabajaba en ella por su lado mientras M. Gabriel rumbos a la política francesa?
Syveton, por una parte, y, por otra, M. Maurice Barrés, con Secundado fraternalmente por su amigo el comandante Ca-
todos sus muchos amigos, laboraban también por ella a su plain, ayudado y aconsejado por el coronel de Villebois-Mareuil,
modo y dentro de sus círculos respectivos. decidióse, en junio de 1899, a la fundación de la Action Fran­
E l primitivo proyecto de M. Vaugeois era publicar un li­ çaise 1. E n la conferencia inaugural, hubo un incidente. M. Hen­
bro de reproche y corrección fraternos, cada uno de cuyos ca­ ri Vaugeois habló, como suele, en términos bastante calurosos
pítulos hubiera sido personalmente dedicado a algún dreyfu­ de la persona de Déroulède, y M. de Mahy, que presidía la reu­
sista conocido. M. Léouzon Le Duc, M. Dehodencq y M. Mau­ nión, protestó contra una apología de la dictadura que, a de­
rice Pujo participaban en este, proyecto desde abril *o mayo cir verdad, al orador no se le había pasado por las mientes.
de 1898. Hasta parece que se contaba con la alta adhesión de 1. L ’A ctio n Française, fascículo de 80 a 100 páginas, en 16.“, apare
M. Godefroy Cavaignae. ce dos veces al mes. P a ris, 143, ru e d’A boukir. (N ota de 1900.)
CARTA DE M. HENRI VAUGEOIS 327
326 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

je de hoy los antiguos axiomas de la doctrina monárquica, ora


M. Henri Vaugeois es de aquellos que han sabido siempre dis­
para explicar la lección de coáas que esta doctrina hace más
tinguir en Dérouléde el carácter del hombre y las ideas del
asequible.
político. L a tempestad se aquietó y la revista naciente dió mu­
He aquí la carta de Vaugeois:
cho que hablar.
L ’Action Française ha publicado, según orden cronológico \
M i q u erid o a m i g o :
los admirables artículos de Villebois-Mareuil sobre el proceso
de Rennes, “E l Nacionalismo” de nuestro colega Maurice T e n d r á u sted que p e rd o n a r la in d isc reció n de la e x te n s ió n que

Spronck, elegido después consejero municipal del Gros-Caillou12, h a b r á de te n e r e s ta c a r ta . H u b ie r a y o q u e rid o pod er d e ja r s e n ta d a s


en té rm in o s b re v e s la s im p re sio n es que, s o b re su en cu esta, h a q u e­
mis “Monod pintados por sí mismos”, las cartas de Liebk-
rid o u s te d p edirm e. P e r o n o sé cóm o l o g r a r lo : sus d iá lo g o s c o n los
necht sobre el “affaire” Dreyfus, las conferencias de M. Copin-
se ñ o re s A n d r é B u f f e t y conde de L u r -S a lu c e s , la s im p o rt a n te s c a r ta s
Albancelli sobre la francmasonería, de M. Lucien Moreau so­
que e s t á u ste d re c ib ie n d o desde h ac e a lg u n o s dias, lo s co m en tario s
bre la política monárquica, de M. Jean de Mitty sobre Stendhal,
lu m in o so s e in c o n tro v e rtib le s e n qu e u s t e d l a s e n c u a d ra , s u s c o n v e r­
de M. X avier de Magallon sobre Villebois-Mareuil, una impor­ sa c io n e s d ia ria s, en lin a p a la b r a , y e s t a lu c h a in fa t ig a b le , fá c il, so n ­
tante carta a Maurice Barrés sobre la esencia del nacionalismo, rien te c o n t ra l a m a s a de n u e s tra s d é b ile s o bjecio n es— o b je c io n e s de
la “Encuesta sobre el protestantismo” y otros muchos traba­ re p u b lic a n o n a c io n a lis ta , es decir, d esq u ic ia d o — , to d o esto, digo,
jos de filosofía política que demuestran un gran esfuerzo de la p a r a q u ie n q u ie ra q u e s e p a el peso q u e tiene u n a in te lig e n c ia e n te ra
joven Francia para conseguir su restablecimiento. y lib r e en n u e s tra so c ie d a d n ervio sa, to d o e sto co n stitu y e u n a esp ecie
E s interesante anotar que los dreyfusistas han fundado ya de acon tecim ien to.

contra esta Action Française de Henri Vaugeois dos revistas T e n g o c u rio sid a d de c o m p ro b a r d e n tro d e unáis s e m a n a s si este
p o d e r d e l a p r e n s a q u e h em o s a p re c ia d o en e l “ a ff a ir e ” D r e y f u s v a le
de propaganda: L ’ Union Démocratique y L ’Œuvre sociale. Aho­
p a r a e x te n d e r y v u lg a r iz a r Id eas s ó lid a s c o m o h a v a lid o p a r a d i­
ra se habla de una tercera que acaso sea la buena, porque,
fu n d i r v a g a s se n tim e n ta lid a d e s y e n o rm e s m e n t ir a s : s i a s í f u e r a (q u e
hasta este momento el adversario no ha hecho nada que valga
m u c h o lo dudo, q u e rid o a m i g o ), p ro n to t e n d r ía u sted a s u la d o este
mucho la pena. M. Henri Vaugeois no ha hallado todavía en su
n u e v o y v iv a z p a rt id o m o n á rq u ic o en q u e u s t e d su eñ a. T o d o cu an to
camino ningún obstáculo serio. E s verdad que, en cambio, sos­ en F r a n c i a q u ie re l a c la rid a d , l a fu e r z a s o b e r a n a y l a v iv a c id a d de
tenía en su interior una lucha bastante dramática. l a s concepciones, le segu iría... V e r ía m o s re p e tirse , c o n t r a o t r a s su ­
M. Henri Vaugeois nos la ha descrito. Esta descripción, que p ersticio n e s, y ca si en sentido co n trario , l a m a r a v illo s a cam paña
aquí sigue, me dispensa de tributar ningún elogio al talento d e lo s enciclopedistas... P e r o ¡a y !, ¿ e s que t o d a v ía e s tá n lo s tiem ­
del escritor, a su estilo sensual y rápido, a su lenguaje flexi­ p o s p a r a e m p re s a s de filó so fo ? E n to d o caso , p refiero c re e rlo , ra z ó n
ble, avalorado por los más vivos y más sutiles matices, con cu­ p o r la q u e v o y a c o n testarle tra ta n d o de d e ja r a n o t a d a s s o la m e n ­

riosas ironías en sordina. Pero sí diré que quienes oyeron a te — y t a l com o yo la s veo— , p a r a q u e u s t e d la s t e n g a en cu en ta
si le p a re c e o po rtu n o , la s co in cid en cias y l a s d iv e r g e n c ia s p sico ló ­
M. Henri Vaugeois en la “Asociación nacionalista de la juven­
g i c a s o m o ra le s q u e q u e d a n en pie, d e sp u é s d e su e n c u e s ta , en tre
tud” reconocen unánimemente en el sobresalientes dotes de ora­
la s v e le id a d e s d e lo s fr a n c e s e s de h o y q u e so n r e p u b lic a n o s y lo s
dor y conferenciante.
o b je t iv o s co n creto s de l a p o lítica del se ñ o r d u q u e de O rle a n s/
Réstame prevenir a los lectores contra la influencia exage­
E s m en e ster qu e el descendiente de n u e s tro s re y e s — si re a lm e n ­
rada que M. Vaugeois me atribuye en esta crisis espiritual, de t e a b r i g a el te m ib le p ro p ó sito de re c o n s t r u ir su C a s a (la c iu d ad e la
la que sólo he sido un intérprete, ora para traducir al lengua­ q u e d efen d ió d u ra n te ta n to tiem po a F r a n c i a ) — s e p a c u á n p o b res
r e c u r s o s H a de e n c o n tra r en tre noso tro s, q u é ir re d u c tib le s , c ie g a s y
1. C ada uno de los núm eros de L ’A ction F rançaise v a encabezado c a s i fís ic a s p o te n c ia s h a b r á n de o p o n é rsele, y a c a s o h a s t a a su s
por u n a g ïa n “N o ta política" de M. H enri Vaugeois.
s u c e so re s to d av ía . P e r o l a H is t o r ia n o se h a c e a p o c o p recio .
2. D iputado hoy p e r el distrito 7.» de P a ris. (N ota de 1909.)
328 ENCUESTA SOERE LA MONARQUÍA CARTA DE M. H E N R I VAUGEOIS 329

de reco n o cer q u e en v a n o se p e d iría a este p artid o o t r a co sa que sus


voces y sus in co h eren tes llam atdas a la a y u d a de J u a n y de Pedro.
I
T o d a v ía c reem o s h o y en la u t ilid a d de la s L i g a s . Y , no obstante,
nos b a s t a con p e n s a r en el p o r v e n ir p a r a c o m p ro b a r to d a su in ­
L a p r im e r a a tra c c ió n que tien en p a r a m i la s id e a s m o nárqu icas,
suficiencia. E n el sim p le deseo de e n c o n tra rs e ju n to s unos co n otros,
t a l com o q u ed an ex p u e sta s en la s d e c la ra c io n e s de los señ ores A n ­
m u y a m enu do, en g r a n n ú m ero , en m a n ife sta c io n e s de c ó le ra o de
d ró B u f f e t y de L u r-S a lu c e s , es su in d isc u tib le seried ad . Q u iero de­
en tu siasm o com un es, no p u e d e h a lla r s e el m otivo q u e decid a a nin­
c ir con esto que n in g ú n a d v e rs a r io p o d ría, p o r m u c h a que fu e s e su
g ú n h o m b re de b u e n sen tid o a a b a n d o n a r p o r m u c h o tiem p o su s
m a la vo lu n ta d, em p eq u eñ ecer n i rid ic u liz a r de a lg ú n m odo lo s sen­
asu n to s p riv a d o s p a r a “ e n t re g a rs e a l a p o lític a ". U n in stinto oscu­
tim ien to s políticos de su s d os nobles in terlo cu to res. E sto s senti­
ro, p e ro fu e rte , h ac e a d iv in a r a l p u e b lo reu n ido en torn o de n u es­
m ie n to s se les puede d e s d e ñ a r o se les p u e d e tem er, e n v id ia rlo s en
tros o ra d o re s p a tr io ta s q u e se e s fu e rz a n en h a b la r “p a r a él” y en
secreto com o in accesibles o descon ocerlos p ro fu n d a m n te en s u raíz
s a c a r de su s sen tim ien to s u n p r o g r a m a de re fo rm a s , que en todo
m ism a , p e ro no es p o sib le b u r la r s e de ello s com o de u n a c o s a dis­
esto h a y , p o r lo m enos, u n p oco de lig e re z a . Y a p a re c e c la ra m e n te
p ara ta d a , p orqu e se le s v e p e rd u r a r, p e rp e tu a m e n te corro borad o s
la in su ficien cia del m étod o d e m o c rá tic o p a r a s a lir de la a n a rq u ía
y m an ten ido s com o se v e n p o r u n a su til ex p e rie n c ia , es d ecir, por
p u e s ta de m an ifie sto p o r el d re y fu sis m o .
l a razón.
P e ro ¿ c óm o re p u d ia r ei s is te m a d em o crático si uno se em peña
A tr e v á m o n o s a c o n fe s a rlo : d espu és de esto s dos ú ltim o s años,
en s e g u ir p a s a n d o p o r r e p u b lic a n o ? N o to d a s la s p e rso n a s que f r e ­
h a y p a r a nosotros, n a c io n a lista s, en e s ta se rie d a d , lim p ia de toda
c u e n ta n re u n io n es y co n fe re n c ia s, d u ra n te estos m eses de sign ifi­
e x alta ció n , u n a especie de s o r p r e s a y u n a tra n q u ilid a d . Teníam os
c a t iv a s lu c h a s en tre n a c io n a lis ta s y d re y fu sista s, tienen tiem po o
fieb re— “fieb re fr a n c e s a ”, d ice n u e stro a m ig o B arrés— ; ¡p e r o la
c a p a c id a d de a n a liz a r la s dos d o c trin a s rem o n tán d o se h asta el
fie b re es fe a ! Y esta s g e n te s que, n o o bstan te, q u ie re n lo m is m o que
p rin c ip io secreto de c a d a u n a de e lla s ; n o to d a s h a n p od id o d a rs e
noso tro s, no la su fren . T a l v e z es p o rq u e s a b e n m e jo r que nosotros
c u e n ta t a n e x a c ta m e n te co m o M . C h a r le s D u p u y i del lig a m e n n a ­
c u á le s so n la s condiciones de l a re st a u r a c ió n de F r a n c i a q u e con
t u r a l que h a y en tre e l e s p íritu re p u b lic a n o p ro fu n d o y el d esprecio
ta n to a fá n b u scam os todos, y p orqu e, co n o cién d o las y aten ién do se a
del m ilit a r, p o r u n a p a rt e , y e n tre la s im p a tía a l E jé r c it o y el
ella s, pueden t r a b a ja r con continuidad, m á s s e g u ro s de sí m ism os
sen tim ie n to m o n á rq u ic o , p o r o tra . D e todos m odos, no c a b e d u d a r
y m enos dependientes que n o so tro s de la s v a ria c io n e s d el m o­
ele q u e h a n a d iv in a d o q u e en e l fo n d o de l a p o lít ic a n a c io n a lis ta
m ento.
r e p u b lic a n a q u e d a b a u n g r a n d ís im o p r o b le m a s in re so lv e r, p ro b le ­
¿ Q u ié n no se h a d ado cu e n ta de ello ? E l n a c io n a lism o es una
m a q u e se p r o c u r a b a a p la z a r y s o b r e el que lo s m á s sin ceros de
p ro te sta , u n a re b e ld ía in stin tiv a c o n tra u n e r r o r p olítico eviden te:
e n tre n o s o tro s te n ían q u e c e r r a r lo s ojos, so p e n a de r e v is a r todo
el clásico e r ro r re v o lu c io n ario de los "D e r e c h o s del H o m b r e ” qu e ha
su p a sa d o , to d a s sus convicciones, todos sus h á b ito s de jóven es
e n z a rz a d o a l E s ta d o con los le g is t a s de u n D r e y fu s y d ado en es­
fr a n c e s e s lle g a d o s a m a d u r e z d e sp u é s de la s fe c h a s del 4 de se­
p e c tá c u lo a E u r o p a a u n a F r a n c ia e n r e d a d a en el m á s rid ícu lo y
m á s in so lu b le de los p ro c e so s de c h a n t a g e . P e r o la v e r d a d c o n t ra ­ t ie m b re y d el 16 de m ay o .
P u e s bien, m i q u e rid o a m ig o : e s t a f a t a l re visió n , esta in e lu c ta ­
p u e s t a a este la m e n ta b le e r r o r no la fo r m u la el n ac io n alism o . N o
p o d ría , ad em ás. b le d iso lu c ió n en n u e s tra s c o n cien cias de lo q u e p u d ie ra lla m a rs e

H a s t a en épocas n o rm a le s , cu ando todo e s tá en s u sitio, una “l a r e lig ió n re v o lu c io n a r ia ” sólo p o d ía s e r a p r e s u r a d a p o r el e je m ­

v e r d a d p olítica— es decir, u n a le y r e g u la d o r a de la m á s co m p le ja p lo d e u n m o n á r q u ic o c o m o u sted, p o r e l e je m p lo que n o s o fre c ía

de la s ciencias, la de la s re la c io n e s p o s ib le s e n tre lo s h o m b re s de u n a in te lig e n c ia t a n l ib r e de lo s v ie jo s m istic ism o s co m o de los

a g r u p a d o s en sociedad— n o p u e d e s e r a p r e c ia d a c la ra m e n te p o r un n u e v o s, a l a que' te n ia t a n sin c u id a d o e l fa m o s o “ d erecho d ivin o ”


g r a n n ú m e ro de aq u ello s m ism o s que h a n de e x p e rim e n t a rla . L a c o m o el “ c o n tra to s o c ia l” . N o s h a c ía u s te d p re s e n t ir u n p e rfe c to
m u ltitu d n o com prende n a d a y, s o b re todo, n o p re v é nada: p or p o sitiv ism o .
co n sigu ien te, a l p ie de la letra, n a d a q u i e r e . Y el p a rt id o a n tid re y -
1. M . C harles D u pu y a c a b a b a de calificar de "m ilagro" la política
fu s is t a es u n a m u ltitu d y es n e c e sa rio q u e s i g a sién do lo y q u e s ig a
en virtu d de la que se h a b ía conseguido la coexistencia de República y
o y é n d o se s u clam or, p oten te só lo en ra z ó n de s u vo lu m en . H e m o s E jército. (N o t a de 1S09.)
330 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CARTA DE M . H E N R I VAUGEOIS 331

P e r o a u n este p o sitiv ism o p re s e n tá b a s e sin d u reza, sin sequedad: U s t e d conoce, m i q u erid o a m ig o , m i r e p u g n a n c ia p e rs o n a l p o r


y esto e r a a lg o qu e le a g r a d e c ía m o s in finitam ente. E n efecto, es esta tris te s alid a. P o r te m p e ra m e n to y p o r ed u c a c ió n , s o y u n r a ­
e v id en tísim o que si n o s h em o s d e se n g a ñ a d o con p e n a de la fe polí­ dical. N o puedo a d m it ir q u e s e s e a re p u b lic a n o y d e m ó c ra t a a m e­
t ic a del lib e ra lism o , q u e co n stitu yó p a r a n u e stro s p a d r e s u n legí­ dias. D u r a n t e la crisis D r e y fu s , u n solo h o m b re m e ha p a re c id o
tim o e sfu e rz o h a c ia el p o rv e n ir, un a a firm a c ió n n u eva, n o hemos o b r a r con p le n a g e n e ro s id a d y co n to d a sin c erid ad , a fr o n ta n d o rie s ­
p od id o re n u n c ia r a e lla p o r u n a sim ple n e g a c ió n y p o r u n retom o gos y p e lig ro s , en el sentido de la trad ición , de la ló g ic a r e p u b li­
d e s e n g a ñ a d o h a c ia u n a u to rita ris m o b r u t a l y escéptico. N o . L o que cana. Y a h e c o n fe sa d o a u sted m i p ro fu n d a a d m ir a c ió n p o r la p e r ­
el lib e r a lis m o de n u e s tro s p a d r e s vió en e l r é g i m e n m o d e r n o e r a un so n alid ad e x q u isita m e n te n o b le del ú n ico m in is tro de l a G u e r r a que
co n ju n to de g a r a n t ía s p a r a sus in clin acion es g e n e ro s a s : en el Go­ el E jé r c it o h a p od id o sen tir e n te ra m e n te c o n s a g r a d o a su d efen sa,
b ie rn o de la s a s a m b le a s fr u t o de la elección y d elibera n tes, en la M . G o d e fro y C a v a ig n a c . T a m b ié n le he dicho y a cóm o, a m i m odo
A d m in is t ra c ió n c e n tra liz a d a , en la E d u c a c ió n y h a s t a l a B eneficen­ de ver, en ese a su n to de l a “ fa ls ific a c ió n ” H e n r y , M . C a v a ig n a c no
c ia p ú b lic a m o n o p o liz a d a s p o r el E sta d o , y laica s, v ie ro n lo s medios h a b ia hech o m á s q u e o b r a r c o n fo rm e a esta ló g ic a a p a s io n a d a de-
de a s e g u r a en F r a n c i a u n cierto afin am ien to de civiliza ció n y de re p u b lic a n o r a d ic a l que p re te n d e g o b e r n a r c o n la v e r d a d v e r d a d e r a
co stu m b res. Se p re o c u p a b a n , s o b re todo, del in d ivid u o q u erien d o a la y n o con l a m e n tira , in c o m p a tib le con u n r é g im e n en q u e el público,
v e z r e s p e t a r sus derechos, s a tis fa c e r s u s necesidades, c o n s u lta r su a r m a d o d e l a p re n s a , p u e d e m e t e rs e en todo, y có m o l a ú n ic a c u lp a
opinión, “lib e r t a r ” su s in stin tos (p re su n ta m e n te buenos, en g e n e ra l), del m in istro a t a c a d o fu é e l n o h a b e r tenido t r a s él, o en s u m ano,
en u n a p a la b r a , h a c e rle la v id a fá c il y a g r a d a b le . E r a n u n o s m o­ e l p o d e r p e rs o n a l fu e r t e que h u b ie se hecho f a l t a p a r a p la n t a r c a r a
r a lis t a s o ed u ca d o res o p tim ista s h a s t a en p olítica. a la s t u r b a s y h a c e r la s in c lin a r se a n te la d o b le v e r d a d d e hecho
L o s c o m p ren d em o s perfe ctam e n te. C reem o s, com o ellos, que el e n te ra m e n te d iv u lg a d a : la eq u iv o c a c ió n de H e n r y , el c rim e n de
d e s a rro llo de la s e n e rg ía s in div id u ales es d eseable, y a d m ir a m o s la D r e y fu s .
p la n t a h u m a n a y q u e re m o s su crecim iento. P e r o no la v e m o s in­ S ó lo u n h o m b re , pues, p a r e c ía p o d e r r e s t a u r a r l a n u e v a R e p ú ­
depen dien tem en te del te rre n o en que se en ra íz a , qu e es l a sociedad. blica, je r a r q u iz a d a y n ac io n al, y este h o m b re e r a M . G o d e fr o y C a ­
V e m o s cóm o n ace de m u y d istin tas m a n e ra s, c u á n d e s ig u a l es, cuán v a ig n a c .
fr á g il. Vem os que cada in divid u o re c la m a un cu ltivo a p ro p ia d o ; P e r o h a n h a b la d o los h e c h o s y h a n d e m o stra d o q u e s e m e ja n te
qu e su lib ertad , q u e no es m á s que su fu e r z a , es v a r ia b le d e hecho re n o v a c ió n del r é g im e n n o d e p e n d ía p a r a n a d a de l a v o lu n ta d de
y n ecesita, co nsiguientem ente, s e r definida, especificada, en derecho, u n ciu d adan o , p o r m u y a lt a y p u r a y a u to riz a d a de tr a d ic io n e s r e ­
p a r a q u e te n g a u n sitio en el orden so cial. N o in v o c a m o s y a los p u b lic a n a s q u e e s ta v o lu n ta d fu e se .
D erech os d e l H o m b r e , sin o que e sp e ra m o s l o s a c t o s de los h o m b r e s .. ¿ E n q u é q u ed am o s, pues, y qué con clu sión h a y q u e s a c a r del
E n u n a p a la b ra ': d istin gu im o s la M o r a l de la P o lític a , el B ie n en d r a m a d e l 1.® de s e tie m b re de 1898? U n a s o la : e s te r é g im e n m o ­
sí del B ie n pro pio p a r a ta l s e r en tales o t a le s c irc u n sta n c ia s; p ara dern o, en que l a le y n o p u e d e h a c e r m á s 'q u e r e in a r n o m in alm e n te,
el fr a n c é s co n tem po rán eo en F ra n c ia , p o r ejem p lo. N o n o s m o v e ­ y en e l q u e l a co n cien cia de u n h o m b re de b ie n n o en cuen tra^ m edio
m o s en el á r e a de lo absolu to, sino de lo re lativo . d e t r iu n fa r , ¡e sta n d o en el P o d e r !, u n r é g im e n t a l e s d e s t r u c t o r d e l
P e r o en cu anto nos sa lim o s de lo a b so lu to , de “lo id e a l”, l a po­ P o d e r m is m o , d e s u lib e r ta d y d e su r e s p o n s a b ilid a d .

lític a r e p u b lic a n a b a j a de n iv e l: en teram en te t e jid a de a b s tr a c c io ­ P r e c is a m e n te s u g en ero so deseo de v e r r e in a r u n poco d e ra z ó n


nes, a l p o n e rse en con tacto con la s n ecesid ades de hecho, se hace y de ju s t ic ia e n tre ellos, s e r á lo q u e a p a rt e m á s y m á s c a d a d ía
m ed io cre y no pu ede s e r de otro modo, so p e n a de loc u ra . P ro n to a lo s fr a n c e s e s del g o b ie rn o an ó n im o . L a ra zó n y la ju s t ic ia n o
n os p a re c ió el o p o r t u n i s m o la so la actitud so sten ible p a r a lo s re p u ­ p o d r á n co in c id ir ja m á s con e l in te ré s del p a ís , n i c o n n in g ú n o tro
b lic a n o s q u e se h a n d e c larad o n acio n alista s, esto es, re s ig n a d o s a in te ré s p ositivo, si n o es en lo s acto s de u n a P e r s o n a ; e s t a e s desde
te n e r en cu e n ta la experien cia, u n a e x p e rie n c ia ta n d e c isiv a como a h o r a n u e s tra convicción.
el “ a f f a i r e ” D r e y fu s . N u e s t r a P a t r i a F r a n ç a i s e h a lló se co n streñ ida
a o rie n ta rs e h a c ia la in sign ifican te p ru d e n c ia de M . M é lin e y de
los p a r la m e n t a rio s m o de rad o s, estos h o m b re s qu e ni s iq u ie ra su p ie ­
ro n le v a n t a rs e y la n z a rs e a fon d o contra la c a t e r v a ju d ía.
332 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CARTA DE M. H ENRI VAUGEOIS 333

que sintetiza las necesidades de su vida como nación; no se trata


n de averiguar si la salvación de Francia está en la Monarquía y su
ruina en la medio-república democrática y parlamentaria con que
¿Iremos, pues, a desembocar en el cesarismo? No, ni tampoco se encontró por casualidad, y a falta de cosa mejor, en 1875: lo
en el Imperio napoleónico, que ha sido en Francia su expresión má3 que se trata de saber es si, en la práctica, el retomo del Rey es
tolerable. N o escapan a nadie que sienta de nuevo la necesidad en posible.
que se encuentran los ciudadanos de un gran país de encamar a un Me doy cuenta cabal, mi querido amigo, de todo lo que tiene
tiempo el Poder y la Patria misma en un ser vivo, en un hombre, de tonto semejante pregunta. Es el sofisma que paralizarla cual­
los riesgos que esta práctica entraña. H ay que disminuir estos ries­ quier acción si a él nos atuviéramos. N o ignoro que, en la vida en
gos lo más posible, y es necesario que la voluntad a la que los des­ sociedad, casi totalmente dominada y movida por la palabra, los
tinos del Estado se confíen no nos sea ajena ni por sus móviles ni hombres empiezan a hacer posible un suceso, aunque sea un cri­
por sus antecedentes; menester es que no sea lo imprevisto ni lo men, en el momento mismo en que enuncian la concepción del
desconocido. Necesítase una tradición y, de consiguiente, una fami­ mismo.
lia, y no el capricho de un advenedizo. Y sé muy bien que, en definitiva, no hay nada más manejable
N o voy a insistir, mi querido amigo, sobre el curioso trabajo de que esos pobres rebaños y que basta con diez hombres para mover
eliminación i y de crítica histórica con que ha demostrado usted a diez mil. N o voy, pues, a objetaros que ia “opinión’’ está casi en­
que la única persona que hoy representa para Francia el Poder na­ teramente en contra nuestra o, por lo menos, en contra de la idea
tural, enraizado, nacional, es el heredero del trono de los Capetos. que se ha hecho de la Monarquía. Pienso en los directores de la
N o voy a discutir, porque no son discutibles, las ventajas intrínse­ opinión. Repito que sólo con que hubiera diez que siguieran a us­
cas de la Monarquía tradicional, reformista y, ante todo, descen- ted, yo le diría: “ ¡Adelante, y acaso no tardéis en triunfar!” Pero
tralizadora, cuyo plan puede usted en adelante presentamos como ¿cómo tener a estos diez? Y a no es la masa, es la selección; ya
voluntad del señor duque de Orleans. “ R e s t a u r a r la v i d a e s p o n t á ­ no es el instinto, sino la “inteligencia” francesa actual, cuya pro­
n e a e n la s c iu d a d e s y e n lo s c a m p o s , a r r a n c a r a F r a n c i a d e la e s t r e ­ digiosa lentitud y cuya profunda opacidad yo quisiera recordarle;
c h e s a d m in i s t r a t iv a q u e la a h o g a . . . ” ¿Acaso no es este anhelo de es la resistencia real de la clase “cultivada” a las delicadas y fuer­
vuestro Príncipe el de todos los teorizantes modernos que han com­ tes intuiciones históricas que usted abriga lo que yo quisiera hacer­
prendido, siguiendo a Le Play, a Renán y a Taine, y con los Bourget, le medir en estos momentos.
los Barrés, los Mistral, los Jules Soury, las causas de nuestra pre­ E l dominio de Francia está por entero repartido entre dos ca­
sente debilidad económica? tegorías de burgueses directores: los políticos y los pedantes. Sólo
Pero la dificultad es otra. N i para mí ni para ninguno de aque­ ellos hablan, leen y opinan. Los industriales, los comerciantes, los
llos que os escuchan y os siguen en estes momentos con patriótica agricultores y los soldados— es decir, los únicos ciudadanos cuyos
atención, no se trata tan sólo de saber si ha anunciado usted esta ojos podrían abrirse y ver lo absurdo del régimen por el manejo
ley política particular, compleja, única que, como decíamos hace que ejercen de intereses positivos de que son responsables— no cree­
unos instantes, la masa francesa s ie n te , pero sin comprenderla, y1 rán nunca posible— y ello es un bien, porque representa en ellos un
síntoma de buen sentido conservador— un cambio de las institucio­
1. A lusión a la serie de los “C onstituyentes” ap arecid a en la Ga­ nes llevado a cabo por ellos o según su opinión.
z e tte de France en 1889 y 1900 y acaso tam b ién a este p a sa je de una Sí, querido amigo, este es el gran obstáculo: por un azar, por
"C a rta a H en ri V augeois’’ que yo acab ab a de publicar (A ctio n Française
del 15 de junio de 1900) : “¿Cómo queréis d errib ar la odiosa constitu­ un capricho cínico de lo que llamamos el destino, resulta que son
ción anárquica, p lu to c rá tic a y dem ocrática... sin la ay u d a de un poder los elementos tradicionalmente conservadores— que nosotros somos
persona] vigoroso? ¿Y cómo podría ser vigoroso este poder si no fuese los primeros en admirar— quienes consolidan y dan aplomo a las
perm anente? ¿Y cómo podría se r perm anente sin fu n d arse en cosa dis­ instituciones antinacionales que estamos criticando. E l desbarajus­
tin ta de la elección? Y, quitando la elección, ¿hay algo m ás que la
te democrático crece de día en día. Francia ha perdido, con su
herencia o la su e rte ? Y el azar, ¿no es mucho m ás peligroso que la he­
rencia? Y, u n a vez ad m itid a la herencia, ¿cabe que se beneficie de ella constitución monárquica; mucho de su ágil y recia salud; ha ido
o tr a fam ilia m ás que la de los Capetos?... etc. (N ota de 1909.) debilitándose y afeándose. Si piensa envejecer, no le .queda, en cam-

i
334 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA RESPUESTA A M. H E N R I VAUGEOIS 335

bio, ninguna esperanza ni barrunto de poder vivir más que a base nos oponen una resistencia considerable. Sí: los intereses de los
de prudentes abstenciones. ¿ Y quién nos dice que no tiene razón? políticos están en contra de los intereses de la conveniencia pú­
Repito, pues: contra esta apatía de la masa, ¿qué pueden daros blica, y no son menos hostiles los intereses de los pedantes.
los directores? ¡Escritores! ¡Políticos! ¡Hombres de acción! ¡Pen­ Y sí otra vez: lo que Henri Vaugeois llama los “elementos tra­
sadores! ¿Se da usted bien cuenta? dicionalmente conservadores”, apoya, hoy por hoy, las institu­
No hablemos de los primeros: amañan sus elecciones y no se
ciones antinacionales: industriales, agricultores, comerciantes
apasionan ni tienen arranque más que contra los curas. Pero ¿y los
están ciegos y no saben ver la enfermedad que nos corroe y,
pensadores ? Usted no ignora que la multiplicación absurda de libros
y de escribidores ha creado un ambiente tal, que lo más probable es
naturalmente, no son capaces de adivinar donde está el único
que los espíritus probos y enteros, los no lisiados, que es de creer remedio eficaz. Y , si su inercia es una prueba lo bastante fuerte
nazcan hoy en tan gran número como hace cien años, se ahoguen de lo incapaces que son las masas francesas contemporáneas,
en él. Resulta de ello que, en el siglo xix, salvo raras coincidencias, hasta en sus respectivas selecciones, para prever y prevenir
la notoriedad exalta casi siempre a hombres talentosos, pero no a § y, consiguientemente, para gobernar; si con ello se demuestra
hombres nacidos para conducir e iluminar a los otros. ¿ A quién, una vez más la imopsibilidad de una República próspera, ¡qué
pues, vamos a pedirle, en estos momentos, que despierte, aguijone y espantosos y nuevos obstáculos, a base de debilidades y de
domine la opinión francesa?
indecisión, no se opondrán al restablecimiento de la Monar­
En fin; no voy a hablar a usted de la fuerza material del mun­
quía! Pero ¿se quiere una prueba más decisiva? Ved la indi­
do de nuestros días: el dinero, que está en manos de los intemacio­
nalistas y que, en su circulación, borra cada dia más las fronteras,
ferencia, la apatía y la resignación de la Iglesia. E n los ecle­
las patrias, las civilizaciones locales naturales, delicadas y vivaces; siásticos y entre sus amigos directos es donde con más fre­
el dinero, que mata el arte en provecho del confort más adocenado cuencia encuentro este tipo de la aprobación m itigada: — Sí,
y alza hoteles en lugar de palacios. Tampoco le hablaré de la otra tiene V . razón, pero ¿cómo iba a convertirse todo esto en rea­
gran fuerza, la inmaterial: la imaginación, que se desvía y corre lidad?
en la misma dirección: hacia el colectivismo y sus horrores.
(El medio de conseguirlo nacerá por sí mismo si verdade­
N o quiero recordarle más que esto: los franceses más apasiona­
ramente tenemos razón. Paréceme que no hay una idea clara
dos hoy por la política, es decir, los demócratas, adoran estas dos
de lo que es tener razón en política. N o se trata aquí de una
fuerzas, por las que están poseídos casi religiosamente, como por
una nueva revelación, y que las defenderán contra nosotros con un simple razón abstracta vagamente susceptible de ser confir­
frenesí ciego: la lucha con estos locos acaso tenga que ser cruenta. mada por rebuscas ulteriores. Cuando Lam arck tenía razón
¿Qué hacer, pues? Usted no quiere forzar las cosas. Otros po­ en contra de los naturalistas de su época, ello significaba que
drán seducir más fácilmente que usted, porque mienten. Usted tra­ las investigaciones futuras confirmarían sus puntos de vista,
ta de enseñar... í pero esta confirmación hubiera podido retrasarse lo mismo
Le felicita y estrecha su mano, cuatro siglos que mucho más. Menos de un siglo después de
H en RI V a x jg e o is Aristóteles, Aristarco de Samos decía que la tierra no era el
ombligo del mundo y que era ella la que daba vueltas alrede­
Vemos, pues, cómo M. Henri Vaugeois no discute el que la dor del sol, y hasta el siglo xvi de nuestra era la experiencia
institución monárquica sea la salvación, sino que, dudando no le ha dado la razón. Pero— ¿quién no lo reconocerá?— , como
de que la salvación sea posible, me hace la lista minuciosa de que la experimentación política se contrae a objetos infinita­
los obstáculos y me presenta la medida exacta de las dificul­ mente más próximos, se confirma mucho más pronto.
tades. Tener razón en este punto, es presentir qué es lo que com­
Yo encuentro que M. Vaugeois se queda corto. Sí: la selec­ promete el interés general; es señalar con el dedo la herida
ción, la intelectualidad, por su “lentitud”, por su “opacidad”, todavía insensible e inadvertida; es apuntar un peligro públi-
RESPUESTA A M. H E N E I VAUGEOIS 337
336 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

Habla usted de la imaginación y el ensueño colectivistas.


co, no de orden especulativo, sino apremiante y próximo; es
¡Ah!, ¿pero cree usted que no*sirven para nada? E l violento
profetizarlo, en el bueno y etimológico sentido de la palabra.
contraste entre esta pálida quimera y la dura realidad, ¿no va
M. Thiers tuvo a menudo razón, en 1863, en 1885 y en julio de
a determinar por este lado los más agudos ramalazos de anar­
1870 contra la política exterior del Segundo Imperio. ¿Qué
quía? Ninguna responsabilidad nos alcanzará por estos des­
quería decir esto? Que su prudencia se adelantaba un poco a
órdenes, que no serán obra nuestra, pero que no habremos
los acontecimientos y que, por algunos síntomas que todos
podido evitar y, al ser un hecho, abonarán a quienes los hayan
advertían, pero que él había descifrado exactamente, intuyó lo
anunciado. Si estamos organizados, sacaremos de ello— y con
que forzosamente tenía que ocurrir. Las circunstancias le pro­
nosotros la patria— un provecho moral.
veyeron, pues, de facilidades incalculables, pero previstas, para
derribar el imperio de Napoleón III. N o hago cuenta más que de los peligros internos. Pero hay
otros. Aunque, según la pintoresca frase de Bismarck, impor­
Acostumbrémonos, pues, si tenemos razón, a contar con las
ta a Europa el dejar que los franceses se cuezan en su propia
mutaciones favorables del tiempo. E n razón de los aconteci­
salsa, el vasto plan de una consunción insensible y automática
mientos que no puede dejar de traer consigo, es nuestro alia­
de Francia es ya antiguo. A medida que el tiempo pasa, va
do más fuerte y natural: el tiempo, en nuestra República, nos
trae indefectiblemente nuevos wilsonismos, nuevos boulangis- perdiendo fuerza. Cualquier azar puede malograrlo. E n una
mos, nuevos Panamás, nuevos “affaires” Dreyfus, y todo esto palabra, puede estallar la guerra y entonces las campañas
no es aún más que una mínima parte de lo que semejante co­ dreyfusistas darán sus últimos frutos y el internacionalismo
laborador tiene que darnos. Sepamos esperar y, durante la obrero hará sus primeras manifestaciones decisivas. Estos
espera, tengamos la gallardía y la discreción de estar dispues­ días hemos visto, por la huelga de los puertos, en qué condi­
tos, de organizamos y de ejercitarnos. L legará un momento, ciones tendríamos que ir a la guerra y con qué clase de peli­
como ha ocurrido ya, en que a los republicanos les faltará de gros interiores habría que conducirla. Este punto negro de
pronto el crédito de la masa conservadora: si entonces sabe­ nuestro horizonte no es demasiado tranquilizador. Pero ten­
mos actuar como presuntos herederos, esta masa se volveré drá unas consecuencias universales que alcanzarán y sufrirán
hacia nosotros con todo su crédito y toda su fuerza. N o ten­ todos. A todos interesará librarse de ellas lo más pronto y lo
dremos que hacer más que acogerla. Cuando esté maduro el mejor posible. ¡Qué de reacciones saludables puede engendrar
fruto y sople el viento, se nos vendrá solo a las manos. este sentimiento!
Habla usted de dinero. Cierto que hay una finanza cosmo­ Bien que la guerra desastrosa estalle en estas condiciones.
polita, anárquica y desarraigada. ¡Pero hay también una ri­ Bien que cualquier día nos despertemos al mismo nivel de
queza industrial y agrícola! Y ésta es necesariamente patriota Portugal o de Servia... Pero no creo que ninguna alma noble y
en su entraña. Y no está escrito que unos recortes de papel generosa deje de rebelarse a la idea de constituirse voluntaria­
hayan de poder a la tierra materna y al trabajo francés. Esta mente en heredera de estas catástrofes públicas, por grande
riqueza nacional puede corromperse o descarriarse durante al­ que sea la amenaza de ellas o por muy fatal que su consuma­
?
gún tiempo. Pero la detestable política financiera de la Repú­ ción parezca.
blica y el conjunto de su sistema económico han de hallar Por ello yo apelo directamente a esta misma generosidad.
fatalmente su sanción. Esta sanción será un hecho. L e pido que dé de sí, puesto que recursos no le faltan. ¡Que
E l pecado hace olvidar las penas. Pero la ruina puede deter­ % h aga la Monarquía antes y no después de la catástrofe! Como
minar el arrepentimiento. Si, por su afición a las especulaciones Ü
í:
el Señor de Abraham, Vaugeois me pide diez justos para
y a los toma y daca vergonzosos, el dinero nos es contrario, triunfar: yo le contesto en el mismo estilo, que no hay más
un día u otro estará con nosotros por miedo. que dar con el pie para que salgan legiones. Es muy posible que
22

»
338 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA RESPUESTA A M. H EN RI VAUGEOIS 339

el espectáculo de su propia evolución política, visto por dentro, truir, a organizar, a hacer, a crear. ¡Y qué magnífica materia es
le dé idea de la enormidad prodigiosa de los obstáculos ven­ la Francia contemporánea para unos buenos artífices, labo­
cidos, pero yo, que he contemplado esta evolución desde fuera, riosos y conscientes! Está a merced del más audaz: si hay
entiendo que ha sido de una facilidad, de una sencillez y de un puñado de hombres clarividentes que sepan, unir a la auda­
una rapidez grandísimas. Me atribuye a mí el mérito de ello, cia su clarividencia, estoy convencido de que Europa verá ele­
porque no ve que todo a nuestro alrededor unía su voz y su ad­ varse, sorprendida, en un cuarto de siglo, el monumento más
monición a mi voz y a mis admoniciones. esplendoroso e imprevisto del poderío francés, al fin restable­
¡No hace falta más que concretar una breve síntesis! Loa cido en su orden inmutable y en la armonía de su belleza. Este
elementos los tenemos. L a Monarquía debe ser tradicional: se país rico y valeroso volvería, por fin, a tener su administración
marca hoy precisamente una novísima orientación de los espí­ natural y la organización normal de sus poderes. Volvería a
ritus favorable a la tradición nacional y, como Barres dice, a existir Francia.
las sugestiones de nuestra tierra y de nuestros muertos. La P a ra conseguir esto, mi querido Vaugeois, todo es lícito.
Monarquía debe ser hereditaria; hay también un movimiento Y hasta me atrevo a escribir, todo es laudable y obligatorio.
favorable a la reconstitución de la familia, fundamento de la Mas, a este propósito, ¿de dónde saca usted que yo rechazo
herencia. L a Monarquía debe ser antiparlamentaria: el par­ “la violencia” ? "Se vuelve como se puede” , ha dicho un día el
tido nacionalista, casi en su totalidad, se pronuncia contra el jefe de la Casa de Francia. Y a Francia hay que restaurarla
parlamentarismo y en favor de un gobierno con nombres, per­ también cómo se pueda. Sólo estoy convencido de que toda
sonal, responsable. E n ñn, la Monarquía debe ser descentra- tentativa en el orden político será consecutiva a la articula­
lizadora: un poderoso movimiento anticentralista dibújase y ción de un poder espiritual monárquico. L a tarea que me he
crece de día en día en nuestro país. impuesto, y la que debería imponerse usted, es n i más ni me­
Hacer comprender que la Monarquía es todo esto y que nos que el dejar consolidada esta altísima autoridad científica,
sólo ella puede realizarlo todo a la vez: he aquí las líneas ge­ agrupar los elementos que se requieren y presentarlos a todos
nerales de nuestra obra. L a creo muy sencilla. U n pequeño los franceses conscientes. Si espera al fin del mundo, no estará
grupo basta para acometerla. Si es activo, inteligente y re­ de humor de confeccionar sonetos ni de poner música a
suelto, puede provocar y conquistar por lo menos el asenti­
miento del Ejército francés, en el que los elementos monár­ ...acrósticos indolentes
quicos abundan... de un áureo estilo en que baila la languidez del sol.
¡El Ejército! A mí no me parece tan mal como a otros la
dificultad extrema que parece que hay para decidirlo a inter­ Milita usted en política, y milita apasionadamente. Nuestra
venir: cuanto menos fácil sea conseguir su intervención, menos competencia política defínese por las mismas leyes de la divi­
probable será el que se repita... Y o deseo un alzamiento mili­ sión del trabajo. E l público supone en nosotros espacio y li­
tar, pero no deseo más que uno, con la condición de que éste bertad para la meditación. N os concede, nos otorga esta liber­
sea el bueno. tad y este espacio. P or ello, mientras él trabaja, nosotros
Y , una vez restablecida la Monarquía, todo va por sus meditamos.
pasos contados. L a docilidad cívica, lamentable hoy, conviér­ E l fruto de nuestras meditaciones es la verdad, o, si usted
tese en una prenda de duración, una garantía de reformas. La lo prefiere, nuestra verdad. Pero ya que, en lo tocante a la
gran obra comienza. Tras siglo y medio de un trabajo que, para esencia de esta verdad, entre nosotros no hay discusión, y,
mí, carece de interés '(porque ha sido puramente crítico y des­ puesto que usted me concede que no hay dos verdades polí­
tructor y le bastaba con deshacer) empezaremos al fin a cons­ ticas en Francia, sino una sola, que es la Monarquía, no nos
H EN RI VAUGEOIS! DESPUÉS DE NUEVE AÑOS 341
340 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
de un joven escritor dreyfusista convertido al monarquismo,
queda que hacer más que una cosa, que es decirlo, sin preocu­ M. Joachim Gasquet: “Si el nacionalismo no puede imponerse
parnos de más. y vencer más que siendo integral, no por esto vamos a retro­
De este modo viviremos nuestra vida. Habremos llenado ceder. E n L ’Action Française, será integral.” E l 15 de junio,
nuestra natural función. • en el prólogo a una conferencia dada por él mismo y presidida
por Barrés, dice: “Barrés sigue siendo republicano... Yo, en
Después de nueve años cambio, estoy convencido de que la ordenación nacional a que
aspiramos no podrá ser un hecho ni mantenerse más que a
A l estrecharnos la mano, como dice al final de su carta, base de la institución monárquica.” E n el transcurso de esta con­
Vaugeois no se despedía definitivamente de nosotros. Tampoco ferencia añade que acepta “cada día con una confianza mayor y
la idea monárquica lo abandonaba a él. L a colección de L ’Action con más satisfacción de espíritu la hipótesis de una nueva articu­
Française, a partir de finales del verano de 1900, resume el lación de la patria que fuese sencillamente la antigua ordena­
diagrama viviente de sus perplejidades. No es un combate de ción de la Monarquía”. E n 26 de junio de 1901, el conde Eugène
la luz contra las tinieblas : es el esfuerzo de una llama ardiente de Lur-Saluces era castigado con seis años de destierro por sen­
para poner en duda su propio calor. Tan pronto alega, para tencia del Tribunal Supremo, a la que precedieron unas decla­
impresionarse a sí mismo, “el poderío de los sentimientos” in­ raciones del procesado de una precisión magnífica. Y Vaugeois
vocado por Barrés como grandes obstáculos que se oponen a rinde homenaje a esta confesión de una “mente en completo
la instauración de la Monarquía, como se duele del apego que acuerdo consigo misma y con la naturaleza propia de las cosas
Jules Lemaître manifiesta a “la idealista Declaración de los de Francia, con la historia del reino de Francia”. A 1 de agos­
derechos del hombre”. to de 1901, cuando la oposición demostró que la única cosa que
En diciembre de 1900, explicando ante el Consejo superior le importaba eran sus carteles de propaganda electoral, Vau­
de Instrucción pública por qué no había querido tomar pose­ geois escribe : “nosotros prescindiremos de carteles”. Porque la
sión de su puesto universitario, declaraba sin ambages “que Action Française “está consagrada al nacionalismo integral”.
no podía incorporarse a la Universidad en tanto que ésta, H a y “un principio verdadero, que es la Monarquía”. “Nosotros
cuando menos a través de sus elementos directores, estuviera li­ vamos a lanzarnos a la lucha contra la ignorancia y los pre­
gada y adicta al poder actual”, ya que él, Vaugeois, por patrio­ juicios de nuestros contemporáneos, a fin de fijar, por lo
tismo y por convencimiento, no puede menos de discutir a menos en un puñado de cerebros jóvenes, el principio monár­
fondo este poder, es decir, la República: “N o puedo menos de quico.”
preguntar si..., al separar a nuestra nación de una familia, de E n fin, el 1 de noviembre, L ’Action Française insertaba, to­
una dinastía cuyos intereses se confundían con los nuestros, mándolo de la Gazette de France, el relato del viaje hecho por
no hemos preparado la disolución de la- patria”. Y , para ter­ Vaugeois, el mes antes, a Carlsruhe, titulado así: “U n fran­
minar, añadía: “He llegado a un punto en que ya no tengo cés con el duque de Orléans” *. Es una página admirable, al­
derecho de hacerme pasar por un servidor adicto del Estado guno de cuyos párrafos no podemos dejar de transcribir aquí:
republicano”.
• E n L ’Action Française del 15 de marzo de 1901, Vaugeois, “Acabo de experimentar en el viaje de París a Carlsruhe, de
ampliando las críticas del plebiscito déroulédiano (que ya eran que regreso, la más viva emoción que hoy pueda sentir un francés.
cosa antigua en él), rechazaba la República como cosa inevi­ Y al mismo tiempo he comprendido la mayor verdad que pueda
tablemente “protestante y suiza". En 1 de abril, defendía la caber en cerebro humano, a la edad en que lo que empieza a inte-
disciplina católica como factor del orden tradicional. En el
I. E n venta en la G azette de F ra n c e : 1 bis, ru e B aillif, P arís.
fascículo del 15 de abril, escribe, comentando el “viva el rey"
H ENRI VAUGEOIS: DESPUÉS DE NUEVE AÑOS 343
342 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
Germania. Acababa de despedirme del conde Jean de Sabran-Pon-
resamos por encima de todo es nuestra propia historia humana,
con el secreto de nuestras luchas y de nuestros pasatiempos, de tevés, cuyas habitaciones, contiguas a las del Príncipe, habían sido,
nuestras guerras y de nuestras sociedades. como en días anteriores, un lugar de irresistible atraccióji para los
Una sociedad que se llama Francia ha sido posible, creada y realistas llegados a Carlsruhe: ¡qué placer este de volver a hallar,
desarticulada y puede ser rehecha otra vez: esto es lo que me ha en una ciudad alemana, el fuego, los constantes destellos de la
conmovido. A esta sociedad, a otra sociedad cualquiera, sólo le hace conversación de un hombre de corazón y mente tan franceses!
falta un jefe que la conciba, que la quiera y, que no haya sido Iba ya a marcharme para regresar a mi hotel, cuando me enteré
escogido por e lla : esto es lo que he comprendido. Y Francia tie­ de que, como las audiencias de la tarde se habían acabado, el Señor
ne un jefe, un verdadero rey que sus hados protectores le impo­ pasaría probablemente, al salir de su salón de recibir, por el co­
nen. Y o he visto a este rey que vive y quiere reinar: ¿no basta rredor del primer piso en donde yo me hallaba. En el mismo ins­
esto para confortamos y merecer nuestro agradecimiento? tante me sentí convertido en una de esas unidades de la buena
...Monárquico ya lo era yo en virtud de un análisis riguroso, y muchedumbre parisiense que en todo tiempo han tenido la pasión de
en adelante indiscutible a mis ojos, de las condiciones indispensa­ “ver pasar” y aclamar a su soberano, a su patria encamada y
bles para un orden francés a que me había visto compelido diñan­ viviente en una figura humana. L a aclamación es uno de esos be­
te la crisis dreyfusista. Me repugnaba la sola idea de aceptar, ni llos y perdurables movimientos instintivos de que los puritanos
siquiera provisionalmente, el “hecho republicano”, es decir, el anar­ hipócritas a quienes debemos la mentira de un “ideal” republicano
quismo indeciso e hipócrita formulado a medias en nuestros códi­ han pretendido privarnos. Yo me sentía próximo a gritar sin reparo
gos y en nuestras Constituciones judaico-protestantes del siglo xix. ninguno: “ ¡Viva el R ey!” Pero ¡ay!, que ni yo, ni el Príncipe mismo,
...Pero todavía faltaba algo. No hay especulación tan intere­ estábamos en nuestra casa, y había que callarse.
sante como el comprenderse a sí mismo y comprender al propio ...El ruido leve de una puerta que se abre: el Principe salía de
país, darse claramente cuenta de los rasgos esenciales de la cons­ sus habitaciones para dirigirse a las de M. de Fonscolombe, miem­
titución de Francia tal como la Historia y la Geografía la han mo­ bro de su séquito. Tenía en la mano unos papeles cuya lectura pa­
delado, comprobar y subrayar a diario las innumerables disposi­ recía acabar de terminar.
ciones físicas, psicológicas y morales que inclinan a los franceses, L a impresión que, a primera vista, me causó toda su actitud fué
hoy más que nunca, a no concebir la sociedad política más que la de una extrema seriedad. E ra un hombre a quien yo sorprendía
en la forma monárquica. Pero, en momentos en que se impone trabajando y abstraído por sus pensamientos, pero, en cuanto dió
la lucha, cada vez más implacable, contra los locos que desorgani­ un paso por el corredor y su cabeza quedó a plena luz, tuve una
zan a nuestra patria y que, en sus sueños monstruosos, ni siquiera de estas completas e indiscutibles certezas que ciertos rostros nos dan
saben ya distinguirla de esta especie de Humanidad-fantasma que con respecto a la calidad del ser interior que revelan. L a fuerza,
los obsesiona, la especulación es sólo un placer muy mediano. Ya y una fuerza consciente de sí misma, una fuerza que, siendo, evi­

ÍÍÍÜÍSÉ®
no le basta a uno el estar en posesión de la verdad: lo que busca dentemente, impetuosa e irresistible en su nacimiento, se deja hoy
es la victoria, y lo que quiere, en fin de cuentas, es la vuelta del administrar, con maravillosa facilidad, onda por onda, por decirlo
rey de Francia. así, y minuto a minuto, según el claro dictamen de la mente. ¡Qué
Pero entonces se plantea una cuestión singularmente dramáti­ tranquila, qué abierta y qué infinitamente benévola y amistosa para
ca; una cuestión de hecho: ¿qué rey nos espera? Y este rey, del todo lo de este mundo se revela la inteligencia que brilla en estos
cual Francia no tiene la menor idea, ¿ conoce él, por su parte, a los ojos juveniles!
franceses de hoy? ¿Sabrá, cuando menos, adivinarlos lo bastante ¿Qué andamos buscando? ¿Un hombre de realidades? ¿Un
p ara ofrecerles el don de esta armónica ordenación, de esta cons­ príncipe que nos libre del sombrío misticismo judío de la Revolu­
titución natural que los más conscientes comienzan a definirse ya ción? ¿Un príncipe que restablezca en nuestros compatriotas todos
por sí mismos y a exponerla a los demás, pero que sólo el rey el sentido de las bellas desigualdades, es decir, de las potenciali­
podría hacer que todos aceptasen por la fuerza prestigiosa y sin dades y los triunfos que componen la figura de una sociedad civi­
discusión del principio hereditario? lizada? ¡Pues no busquemos más! El nuevo rey de Francia irradia
...Vagaba yo alrededor de las siete por los corredores del hotel la sabiduría que buscamos.”
344 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA HENRI VAUGEOIS: DESPUÉS DE NUEVE AÑOS 345

A continuación viene la descripción de la audiencia, que po­ y de todos sus progresos, la organización que preside M. Henri
drá leerse en el folleto publicado por la Gazette. Debemos trans­ Vaugeois ha continuado convirtiendo a republicanos en nionár-
cribir sus*últimas palabras, por las consecuencias que tuvieron. quicos valiéndose de las mismas razones que habían decidido
Dicen así: su propia evolución. Progresivamente, han ido uniéndose a la
revista una L ig a de Action Française, un servicio de conferen­
“E l príncipe, sabedor de cuáles son, en París, mis preferencias cias, un Instituto y, como remate, un periódico diario; todos
y cuáles los amigos de mi tentativa de L’A ction Française, me
estos órganos han conquistado nuevos monárquicos estimulan­
pregunta afectuosamente por muchos de ellos... Me habla de nues­
do los intereses de nuestra nacionalidad amenazada por fuera
tro eminente maestro Bourget y de sus estudios de Outre-Mer.
y medio sumergida por la afluencia de extranjeros en el
Y, de pronto, sonriendo y mirándome fijamente, pregunta: ¿ Y Ba­
rrés? interior.
A l salir de la estancia del Príncipe, cerca de las seis de la tar­ Este planteamiento del problema, ¿ es el acertado ? Los acon­
de, sentíame lleno de una gran certeza y de una alegre voluntad. tecimientos, en el transcurso de los nueve últimos años, no
Sentíame seguro de haber acertado al seguir hasta las ú ltim as con­ han cesado de confirmarlo, y muchos franceses se han conven­
secuencias m i propio pensam iento, a través de tres años de conti­ cido con las razones que esgrime L ’Action Française. Esta
nuados esfuerzos para ver claro en él, para precisar y apreciar sus triunfa allí donde todos los demás métodos habían alcanzado
movimientos espontáneos. A l fin comprendía mi propio naciona­ sólo resultados insignificantes o nulos. E l éxito es, en el terre­
lismo.”
no de la acción, una prueba de verdad. Y aquí el éxito es tal,
que permite esperarlo todo y atreverse a todo.
Comprender el propio nacionalismo, el propio patriotismo,
la propia cualidad y posición de francés, tanto ante Europa
o el mundo como ante la Francia eterna y ante los problemas
políticos y sociales de la Francia moderna, es el resultado in­
mediato, casi repentino, de la adhesión a la Monarquía; pero
Vaugeois no experimentó el sentimiento decisivo de ello hasta
hallarse en presencia del Príncipe.
E l 15 de diciembre siguiente escribió a M. Godefroy Ca-
vaignac (“a quien debía el ser nacionalista" y que precisamen­
te acababa de protestar contra el herveismo naciente en la Uni­
versidad) una bellísima carta abierta para invitar al ex mi­
nistro de la Guerra a que viese de cerca las razones que tenía
L ’Action Française “para no oponer en adelante al anarquismo
moral humanitario de las selecciones docentes otra cosa que
una institución política: la Monarquía francesa”. L a carta
quedó incontestada. M. Cavaignac fué derrotado en las elec­
ciones de 1902. Murió algo después. A l parecer, durante sus úl­
timos años, estaba dejando de creer en la posibilidad de una
República francesa.
Desde entonces comenzó una nueva vida política para
M. Henri Vaugeois y para L ’Action Française. N o es este el
lugar de describirla, pero, a través de todo su desenvolvimiento
I

C A R T A D E M. L U C IE N M O R E A U

de Redacción, para lo literario, de la Revue ency­


e c r e t a r io

S clopédique Larousse, redactor de L ’Action Française,


M. Lucien Moreau es demasiado joven aún para tener histo­
ria. Pero, como su amigo M. Henri Vaugeois, ha pasado— y en
ella sigue— por la más interesante de las crisis políticas y filo­
sóficas.
N o la describiré yo, porque lo hace él mismo perfectamente.
De origen radical, se encontró, a su salida de la Sorbona, en
plena vorágine de ideas anarquistas. L a enseñanza del E sta ­
do, aun aquella que se da en las más altas cátedras, contribu­
ye a desarrollar en los jóvenes, ya sea la más completa indi­
ferencia para la cosa pública, ya las ideas revolucionarias
puras, de modo que nuestras Facultades de Letras son semillero
de anarquismo o de diletantismo. Nuestro hombre es de un
espíritu demasiado abierto, demasiado curioso y observador,
para encerrarse en una torre de marfil y, al mismo tiempo,
posee un sentido lógico tan recto, que no podía d ejar de sacar
hasta las últimas consecuencias de los principios de 1789 y de
la religión de Plugo y de Michelet. En cambio, las componendas
interesadas no le importaban: ni buscaba una circunscripción
donde lo eligieran, ni aspiraba tampoco a ningún empleo pú­
blico. Le atraía la política, pero no podía dedicarse a ella con
los apetitos y los gustos de un político.
Y la política, en cuanto condición común y superior de la
prosperidad nacional y de su propio desarrollo personal, le pa?
recía ya una cosa tan seria, que, insensiblemente, mezclaba a
ella las más importantes cuestiones de principio. Permítaseme
mostrarlo con un hecho insignificante en apariencia: opuesto

i
348 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CARTA DE M. LUCIEN MOKEAü 349

a todos los manejos de los dreyfusistas contra el Estado, hasta menos, fruto de la fantasía de un solitario, sino la síntesis de
el punto de haber contribuido a la suscripción en favor de Ma­ ja opinión general de los grupos monárquicos desde hace tres
dame Henry, se negó, con todo, a firmar el programa de la uartos de siglo por lo menos. L a carta con la que la egregia
Patrie Française, a lo que le invitaban algunos de sus mejo­ autoridad del señor duque de Orleans vino a sancionar este
res amigos, a pesar de que M. Barrés y M, Lemaître tenían hecho evidente es posterior en muchos días a las considera-
desde hacía mucho tiempo su admiración y sus simpatías. fciones de M. Lucien Moreau, que, en virtud de aquélla, resul­
¿ A qué se debía esta negativa? P or lo que yo he podido tan singularmente corroboradas.
observar, a un enorme deseo de claridad y de precisión. El
programa de la nueva y poderosa L ig a le parecía vago y
M i querido amigo:
como impregnado de un liberalismo y un democratismo igual­
mente nocivos. En cambio, una mañana de octubre último, y De hoy en adelante, sabemos ya que, con usted, no hay que tra­
sin que nadie le hubiese requerido, M. Lucien Moreau llamaba tar de una concepción puramente teórica de la Monarquía. Dos
a la puerta de U Action Française, que estaba entonces en el personas de las más autorizadas de su partido se han mostrado de
?
completo acuerdo con sus principios, con los principios, podríamos
tercer mes de su vida, y entregaba un habilidoso y profundo
decir, de cuantos, con libertad de espíritu, han meditado sobre la
artículo dedicado a M. Jules Lemaître, en el que discutía si el
política. Es un hecho considerable para nosotros que, hasta ahora,
“affaire” Dreyfus era o no “una simple cuestión de hecho”. Con '
catalogábamos a usted entre los utopistas. Le concedíamos y a i
una facilidad, una lucidez y una elocuencia raras, mostraba —no lo habrá, usted olvidado— que su Monarquía hubiera sido un
qué elementos de vida y de muerte se ocultaban bajo la mise­ régimen excelente para la mentalidad general y para la prosperi­
rable anécdota dreyfusiana y cómo este “affaire” patentizaba dad material de nuestro país. Pero, en cambio, entendíamos que este
hasta la saciedad que un verdadero cisma religioso ha de divi­ régimen se correspondía tan poco con el criterio de vuestros prác­
■! i
dir actualmente el espíritu francés. ticos 2 como con el sentimiento de nuestros conciudadanos.
A partir de aquel día, la colaboración de M. Lucien Moreau Tengo amigos que no conceden una gran importancia a este
no ha faltado nunca en U Action Française, para la que ha sido sentimiento o, como suele decirse, a la “voluntad popular”, y no
porque sus antecedentes los predispongan en favor de un régimen
valiosísima. Su inteligencia, clara y metódica, su estilo sobrio,
autoritario. Republicanos de origen, pero más alejados que la ge­
cortante, informado por estas fórmulas de filosofía positiva
neración precedente de las supervivencias antiguas, desde su ju­
que definen, en cierta manera, indefectiblemente, no sé qué
ventud habian descubierto que la ética espiritualista y liberal no
especie de ardor seco, qué clase de violencia fría, un desprecio tiene más sólidos fundamentos de razón que la vieja moral cris­
absoluto de todo lo que no es la razón, una capacidad casi in­ tiana s y han salido de la Universidad hechos unos verdaderos ni­
creíble de desdén y de expresar el más leve matiz de éste, todos hilistas, hasta tal punto, que se escandalizaron de las sentencias
estos varios dones prestan a los artículos de M. Lucien Moreau nacionalistas que ya había manifestado Barrés, del cual habían sido
una fisionomía y un mérito singularísimos. N o podemos decir primero entusiastas por su independencia. U n cúmulo de circuns­
que sea uno de los nuestros, pero por ello mismo importa más tancias, que coincidieron con su descubrimiento de que los princi-
el dejar consignados sus méritos indiscutibles antes de entrar
1. E n la conferencia d a d a por M. L ucien M oreau en la Asociación
a discutir las ideas que sostiene.
n ac io n a lista de la ju v en tu d y que e stá re su m id a en la introducción d j
Con las primeras líneas de la carta de M. Lucien Moreau e ste libro.
se convencerá el lector del enorme interés que han despertado 2. E xpresión del vocabulario po sitiv ista co n trap u esta a la de “teo-
riz a d o r”. E quivale a la de “hom bre de E sta d o ”.—Ch. M.
las declaraciones de MM. André Buffet y de Lur-Saluces: ellas 3. Se tr a ta aq u i de la "razón p u ra ” en sentido h u m an itario y kan ­
han descubierto a los espíritus libres que nuestras disquisicio­ tia n o : fam osa nebulosidad sobre la que, por espacio de un siglo, se
nes sobre la Monarquía descentralizada no eran, ni mucho h a pretendido co n struir u n a m oral Independiente. (N ota de M. L u d e n
iío re a u .)
CARTA DE M. LUCIEN MOREAU 351
350 ENCUESTA SOBRE LA ^MONARQUÍA
más ingenuo de los Monod, el cual no hace mucho decía estas pa­
pales libertarios, siempre poco reflexivos, resultaban a menudo
labras: “N o puedo prescindir de subrayar la admirable unanimidad
poco inteligentes, los desengañaron en algunos años de un estado
con que, salvo raras excepciones, todos los filósofos de Francia han
de espíritu que antes habian tenido como superior. Pronto Les Dé-
demostrado su idealismo durante nuestra gran crisis, es decir, su
racinés les hicieron comprender la génesis de tal estado de es­
adhesión a la noble causa de la justicia y del bien, en ta n to que los
píritu. Y, por otro lado, M. Paul Bourget les indicaba en dónde po­
historiadores se dividían en dos clases: los que todo lo cifran, su­
drían hallar de nuevo las verdades salvadoras que les habían sido
perficialm ente, en el culto del orden exterior, de la prosperidad m a­
arrebatadas.
terial y de las apariencias, y los que merecen también el nombre
En el momento en que algunas inducciones temerarias desembo­
de filósofos” i.
caron, al comenzar 1898, en la crisis propiamente dreyfusiana, un
cierto número de jóvenes anarquistas estaban estudiando a Comte, ¿No es verdad que este divertido galimatías descubre un espí­
a Taine, a Le Flay y. a Balzac. Ellos que ya habían aprendido ritu prisionero de mil supersticiones? ¿E s un filósofo cualquier vi­
pronto a aborrecer los desvarios democráticos, iban así librándose sionario que se recrea entre hipótesis gratuitas y postulados inúti­
poco a poco de la ilusión liberal. E l robusto pensamiento de aque­ les? Entonces, este nombre vendría de perlas a los pensadores de
llos grandes hombres, los acontecimientos que a diario los confir­ tres al cuarto que desdeñan las leyes históricas, a los teócratas de
man, esta critica abstracta y esta comprobación en la realidad, nos cualquier procedencia que no comprenden los fines puramente tem­
llevaron a comprender la indiscutible legitimidad 'de un Estado porales del Estado, a los humanitaristas para quienes nada impor­
fuerte. E l papel de éste limitase a “la protección de la comunidad tan las necesidades contemporáneas, a los mesianistas que sueñan
contra el extranjero y de los particulares en sus mutuas relaciones’’. en una “naturaleza mejor”, en suma: a todos los enemigos “del or­
En el desempeño de esta doble función no debe hallar ninguna den exterior, de la prosperidad material y de las apariencias”. Pero
resistencia, pero el interés general no consiente que se inmiscuya estos tres objetivos— orden, prosperidad, buenas apariencias— son
en las que le son ajenas. precisamente los únicos de que los partidarios conscientes de la
U n espíritu positivo no le pide al Estado que realice este o el libertad de las conciencias quieren que el Estado se ocupe. Sólo una
otro "ideal” ; le pide sólo su propia continuidad; no quiere saber teocracia podrá tener otros objetivos, y “nuestra gran crisis”, como
nada de ninguna especie de conformismo moral: reclama todas las dice M. Stapfer con tanta familiaridad, nos ha hecho comprender
libertades que pueden servirle y no reserva al Estado más que la que lo que más repugnamos en el Estado son las intromisiones de
libertad política, que no le sirve para nada. Le distinguen especial­ carácter teocrático. Definidas así las cosas, preferiremos siempre
mente una tendencia descentralizadora y su adhesión a la fórmula al pedantismo legalista un arbitrismo inteligente.
eomtista de la “supresión de los presupuestos teóricos” i. Y ello, Creo, mi querido amigo, que esta manera de ver las cosas es
porque no puede menos de deplorar por igual la ruinosa debilidad idéntica a la de usted. Esta es la razón por la que yo no puedo
del Estado y la increíble tiranía de la Administración. Puesto que oponer ningún argumento a sus conclusiones teóricas. Y estoy tan
una y otra son consecuencia de los principios de 1789, renuncia, tan convencido como usted de que la Declaración de los D erechos del
a gusto como el mismo Renán, a estos dogmas mentirosos. H om bre es un “cúmulo de groseros errores” y la Constitución del
Estas fueron las conclusiones a que llegaron, en el transcurso año VTII “un semillero de ruinas". Teníamos, pues, que coincidir
del “affaire“ Dreyfus, unos espíritus en los que no quedaba ninguna en la aquiescencia a las certeras críticas del régimen actual que se
supervivencia de carácter teológico. U n texto significativo precisará deben, principalmente, a los señores Charles Benoist y Léouzon-
mejor, por la fuerza del contraste, su carácter distintivo. E s del1 Leduc. Sólo me ha sorprendido que M. Benoist no haya advertido
que las aberraciones de nuestro parlamentarismo tienen su fuente

1. Los presupuestos teóricos, siegún A ugusto Comte, son los pre-


■supuesto s de In stru cció n pública y de Cultos. C reo con Comte, y con 1. D iscurso d!e M. P a u l S tapfer, “vicepresidente d e la sección de
M. P a u l B ourget, que n i la en se ñ a n z a n i el culto son incum bencias B urdeos” en la a sa m b lea de la “L ig a fra n c e sa p a ra la defen sa d e los
del E stado, y q u e deben s e r autónom os. T ras u n a bien pensada: ley de derechos del hom bre y del ciudadano” de 2 de junio d e 1900.—L. M —
A sociaciones que p erm ita a la Ig lesia y a las U niversidades desenvol­ M. P a u l S ta p fe r pertenece, por s u m adre, M a ría Monod, al E stad o
verse librem ente, lo procedente es la supresión de los presupuestos Monod. E s prim o h erm ano de M. G abriel Monod, uno de los fau to res
de Instru cció n y Cultos.—CU. M. de la d o ctrin a d rey fu sian a.—CU. M.

-¿
RESPUESTA A M. LUCIEN MOREAU 353
352 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
do no de la democracia; en una palabra, esos monárquicos que, en
en su propia naturaleza y no en ningún azar maravilloso, y que
otro sentido de Paul Bert, son “herederos también del 1789” ? ¿ A ca­
M. Léouzon-Leduc haya coronado su incisiva Dem i-République con
so no creen todos ellos— quién por servicios verdaderos, quién por
un acto de fe casi deroulediano en la infalibilidad de la democracia.
haber sabido mantener su mal humor— tener una hipoteca sobre una
¿ Coincidiré, pues, también con usted en que la institución de una
posible Restauración? Unos y otros se aliarían contra M. André
Monarquía tradicional, hereditaria, antiparlamentaria y descentra­
:Buffet en cuanto se tratase de aplicar su criterio tan ponderado, tan
lizada es “de salud pública” ? M e guardaré de afirmarlo, en primer
lugar, porque no estoy seguro de que no haya ningún otro medio perfectamente acertado, sobre los grandes intereses administrativos,
de salvación (aunque los republicanos no paran un momento de religiosos y económicos. Correrían al lado del rey, y el rey, sitiado,
postular la “perfección” del género humano) y, segundamente, por­ no podría gobernar contra todos ellos y contra los manejos demo­
que no creo que nadie pueda instaurar una Monarquía con aquellas cráticos y en conformidad con los intereses permanentes de la Mon­
características. arquía. Añadamos aún que la descentralización disgustaría a la
casta de los funcionarios. ¿ En qué se apoyaría, pues, en sus co­
Verdad es que usted acaba de demostrar que los principios de
mienzos, el nuevo régimen para llevar a cabo las reformas que, de
:1a política positiva informan el pensamiento de dos monárquicos tan
poder realizarse, acabarían, a la larga, por afirmarlo en todo el
influyentes como los señores Buffet y de Lur-Saluees. Y la adhe­
país? Los apuros inmediatos, ¿no darían al traste con los mejores
sión de estos dos espíritus vigorosos y clarividentes, a un tiempo
propósitos? ¿No nos encontraríamos con que habíamos traído una
hombres de acción, prestaría a tales principios, si por ventura les
Monarquía parlamentaria? A fin de cuentas, no nos quedaría entre
hiciera falta, una autoridad nueva. E l perfecto conocimiento del
las manos más que el principio hereditario: sin duda, una garantía
estado de espíritu de los franceses de hoy, patentizado por M. Buffet,
me había sorprendido desde su proceso ante el Tribunal Supremo. importante a los ojos de los psicólogos.
Como apenas leo periódicos monárquicos, no conocía a M. de Lur- Y a ve usted que no tengo ninguna objeción teórica contra su Mon­
Saluces más que a través de algunos comentarios de retórica li­ arquía y la de sus dos desterrados. Y si no la creo factible, ya acabo
beral en tomo del Pacto de Burdeos, y no podía sospechar que hubie­ de decirle el porqué: puede resumirse en lo que hay de retrógrado
se en él un teorizador tan vigoroso. L a existencia de semejantes en la mayor parte de los monárquicos. A decir verdad, los repu­
consejeros cerca del señor duque de Orleans obliga a los hombree blicanos no están mucho menos atrasados y usted ha sabido demos­
de buena fe a hacerse otra idea de sus propósitos políticos. trar que serían totalmente incapaces de acometer la obra de que
venimos hablando. ¿Cómo confiar ni en unos ni en otros? A los
M as ¿de qué pueden servir tales propósitos ante tantas cosas,
nacionalistas como yo, nos corresponde todavía una actitud expec­
tantas resistencias físicas como fácilmente se adivinan? Usted no
tante y crítica. Nuestro único papel es ir favoreciendo al día cual­
admite la existencia de un partido monárquico, pero, por lo menos,
quier empresa de tendencias nacionales. Por ello mismo, deseamos la
hay un conjunto de personas que anhelan la restauración de la Mo­
difusión de la E ncuesta y que ella conquiste para la política posi­
narquía. Pues bien: porque algunas de estas personas, y entre
tiva a aquellos a quienes la escolástica liberal no haya privado por
ellas los principales lugartenientes de vuestro Príncipe, conciben
completo del sentimiento de la realidad.
exactamente lo mismo que nosotros las reformas indispensables,
Afectuosamente suyo, mi querido amigo,
¿dejará de ser verdad que ej grueso del “partido” está compuesto
por viejos parlamentarios con su clientela, por una parte, y de L tjcien M oreau
hidalgüelos desposeídos, por otra, y, finalmente, de clericales anti­
cuados? En cuanto a estos últimos, reconozco que los más peligro­ Porque es radicalmente opuesto al error liberal y a la ver­
sos, por más "romanos”, se han pasado, por orden superior, a la
borrea democrática, porque se da cuenta de los peligros na- -
República; aparte esto, usted sabe que yo no tengo la menor aver­
cionales, M. Lucien Moreau es de los que aceptan que está
sión hacia el clero cuando no se inmiscuye en lo temporal. Pero
planteado el problema constitucional. H a visto que los republi­
¿y esta aristocracia inútil, retirada de la vida pública desde hace
casi tres cuartos de siglos, que ya no tiene ninguna tradición, que canos son incapaces de salvar los principios elementales de todo
liquida sus propiedades territoriales y se disputa las cadenas de orden público. Los encuentra tan anticuados y tan retrógrados
Israel ? ¿ Y todos esos cortesanos profesionales del liberalismo, cuan­ como los componentes más antiguos de los partidos más viejos.

23
354 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA RESPUESTA A M . LUCIEN MOREAU 355

Prevé, hasta aquel límite en que se puede ver con cierta se­ rior, una auténtica República democrática. Y esto significa
guridad, que el solo principio del régimen republicano hace renunciar a la dirección y hasta al movimiento de la propia
casi imposible toda reforma. vida.

Podría producirse un milagro: M. Luden Moreau no lo Comprendo que se dude en convertirse a la Monarquía, pero
espera. Pero, calculista prudente, se pregunta si nuestros cálcu­ no comprendo que se soporte, ni por un instante, la menor
aproximación, el menor ligamen mental y moral con el hecho
los son completamente exactos. ¡Ah, pues que los compruebe
o que pida a los peritos republicanos que hagan de ellos una republicano cuando se le juzga absurdo en sí mismo y contra­
producente en la práctica. E n sus objeciones a la Monarquía,
crítica exacta! Más arriba he m ostrado1 la consistencia que
tienen las criticas de L e Temps, por lo demás muy ingeniosas. M. Lucien Moreau abulta un poco los “defectos” y las “tachas"
Siquiera L e Temps ha hablado, que es un gran mérito. Ordi­ de los monárquicos viejos. Y o he de dejar exactamente anotado
nariamente, nuestros adversarios, tanto nacionalistas como ra­ cuanto en igual sentido pueda decirse, y ello ayudará a nues­
dicales, guardan un silencio malévolo que los más exaltados tros amigos a darse cuenta de los perjuicios que les han causa­
rompen para injuriamos. do las menores intimidades de algunos de ellos, y a sea con Is ­
rael, ya con el resto de la sociedad cosmopolita. Se imponen se­
Pero acaso me habré olvidado de algún factor... H e aqui,
en resumen, la dubitativa esperanza a que se agarra mi amigo. paraciones y cortes casi quirúrgicos, urgentemente; creo que
Cuelga del altar del azar y la suerte los restos de su espe­ ahora sean cosa sencilla y pronta, gracias al provechoso espí­
ranza. Reconozcamos que, hasta el presente, estas divinidades, ritu de antisemitismo que M. Edouard Drumont, por un lado,
que son grandes, se han ocupado muy poco de los asuntos de y, por otro, el jefe de la Casa de Francia han despertado o re­
la tercera República. A lo mejor, la República acaba tenien­ novado en todas las viejas familias de nuestro país.
do razón contra la razón misma llevando a cabo una obra feliz M. Lucien Moreau me objeta que, si no existe un partido
a pesar de su propia constitución. Si admito en hipótesis esta monárquico, hay, por lo menos, monárquicos, y que Felipe V III
posibilidad, es porque no debemos perder nunca el sentimien­ tendría que gobernar con ellos. Tal vez. Y , para abreviar esta
to de que todo es posible... incluso lo imposible. Pero no olvi­ discusión, acepto la hipótesis, a pesar de que también podría
demos que si la lógica, por su parte, lleva a conclusiones anti­ no aceptarla y decir a M. Lucien Moreau, como a Le Temps,
republicanas, ¿es que, por ventura, la experiencia de treinta que la Monarquía es natural, necesaria y orgánicamente ene­
difíciles y vergonzosos años no añade nuevos cargos contra la miga del gobierno de partidos.
República? Entonces, si tras el juicio de la razón, tampoco ha­ “H a y monárquicos y son retrógrados, clericales y parla­
cemos caso de las enseñanzas de la experiencia, ¿ qué podrá de­ mentarios.” L a Gazette de France ha replicado siempre de una
terminar y regular en adelante nuestras actividades? Esperar manera sencillísima a esta objeción: ¿Desconfiáis del perso­
una República buena, o una República menos mala, es empe­ nal monárquico? ¡Pues haceos monárquicos! Puesto que acep­
ñarse en esperar algo contra los dictados coincidentes de nues­ táis la tesis de la Monarquía y el conjunto de sus instituciones,
tra memoria y nuestra inteligencia. E s esperar esforzándose .puesto que lo único que teméis es ver surgir una Monarquía
en no pensar entretanto. E n el fondo, es no esperar nada. mitigada y contradictoria, una Monarquía parlamentaria y cen­
• Más claro aún. Me parece que, para un pensador político y tralizada, y todo ello a causa de los actuales monárquicos,
para un buen ciudadano, eso de “imponerse una actitud pura­ haceos monárquicos vosotros y el peligro de todo aquello amen­
mente crítica y expectante", como pretende M. Lucien Moreau, guará a proporción.
equivale a proclamar en sí, dentro de su propia ciudad inte­ E l monarquismo no es un grupo cerrado. E n tra en él quien
quiere. Proclame usted los principios, que es lo que importa,
1. P á g in a 291 y siguientes. y haga usted que los proclamen cuantos más m ejor y que apor-
356 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA LUCIEN m o rea u : d espu és de n ueve a ñ o s 357

ten sus mismos puntos de vista, y el esfuerzo mecánico, la in­ poner a contribución, ni en la más mínima parte, nuestra acti­
fluencia “física” del personai que usted teme será, consiguien­ vidad, nuestro valor, nuestra inteligencia; puesto que este me­
temente, compensada y neutralizada. Asegurará usted con ello dio, este órgano esencial y primordial hace falta, empecemos
a los proyectos del duque de Orleans, a los planes de André por crearlo, pongámonos a forjarlo. Suponiendo que no dé in­
B u ffet y de Lur-Saluces, una nueva fuerza de realización. Con­ mediatamente los frutos que esperamos de él, ¡por lo menos
tribuirá a la reform a nacional en la medida en que pueden ha­ lo tendremos!, contaremos con este instrumental indispensa­
cerlo los buenos ciudadanos. ble: podrá aplazarse la obra, pero la habremos hecho posible
B ajo la República, esta medida es nula. L a República fran­ y de nosotros dependerá el apresurar su ejecución. Porque, una
cesa podría definirse como una permanente imposibilidad de vez conseguida la Monarquía, podremos colaborar con todos los
reformas, una permanente conspiración contra el bien público. franceses patriotas y clarividentes para hacer de ella el uso
L a Monarquía hace posibles este bien y estas reformas. Ene­ más directo y provechoso. Pero lo primero es que la Monar­
migo como soy del charlatanismo electoral, no voy a caer en quía exista. Y, para que exista, es menester que la inteligen­
el charlatanismo filosófico y me guardaré de decir que una cia francesa declare solemnemente que es necesaria. U n a vez
monarquía sea incapaz de error, que en ella no pueda verse li­ más: esta es la tarea de M. Lucien Moreau, de todos los ce­
cenciado el mejor ministro y que la buena voluntad y la cla­ rebros de su fuerza y su claridad.
rividencia del príncipe no puedan ser nunca víctimas de la ig­
norancia y de la astucia ambientes. Pero añado algo mucho
más importante y que no cabe discutir: afirmo que la clarivi­ Después de nueve años
dencia y la buena voluntad funcionales, más aún que perso­
nales, del príncipe, son de tal naturaleza en una monarquía, Mientras que, como hemos visto, Henri Vaugeois abrazó la
que se establece una afinidad natural entre el bien público y causa monárquica en agosto de 1901, la colección de L ’Action
él. No está obligado, pero se siente inducido, hasta a la fuer­ Française no presenta una señal explícita de la conversión de
za, a oír la opinión de los buenos ciudadanos y de los ciuda­ Lucien Moreau hasta el 15 de octubre de 1903. Aparece en el
danos ilustrados, a solicitarla. epílogo de un sagaz estudio del “Testimonio de Barrés”.
Lo qué Lucien Moreau llama “resistencias físicas” y que T al vez nunca se ha hecho ver tan claramente la distinción
yo sólo llamo dificultades, estos obstáculos a nuestras refor­ entre el orden político y el orden estético o moral. Repitiéndose
mas— repito-— , e3te personal parlamentario o clerical, y hasta, la pregunta que había formulado el príncipe al final de la au­
si cabe aliar los términos, este personal realista-filosemita, diencia de Carlsruhe: “¿ Y Barrés?”, pero con objeto de inves­
por el mismo orden natural de una monarquía francesa, serían tigar si el autor de Am ori et dolori tendría que prescindir del
difícilmente soportados por ésta y acabaría combatiéndolos y más pequeño “matiz de su sensibilidad” el día en que se decidie­
aniquilándolos. se por la Monarquía, Lucien Moreau dirigía al autor de la E n ­
La Monarquía es la conciencia y la voluntad nacionales. Si cuesta esta respuesta admirable que merece citarse por su deci­
la Monarquía es vencida en este combate, podrá decirse que sión, su discreción y su firmeza: “ ...Usted, exigente y duro teo­
toda fuerza francesa es vencida con ella. N o hemos llegado aún rizante, nunca ha pedido tanto. Pide usted que le sacrifiquemos
a tanto. Pero, aun llegando a ello, el primer deber de las fuer­ una pretendida libertad política, la ficción de un sueño. In ­
zas nacionalistas sería, en tanto cuanto les quedase alguna es­ vita usted a transformaciones juzgadas necesarias. Señala, sin
peranza de triunfo, el trabajar de nuevo por el único órgano que nadie le haya refutado, qué medios serían eficaces a este
capaz de alcanzar los objetivos que desean. Establezcamos este fin. Tales medios son difíciles. Pero los otros no valen nada : los
órgano del interés público. Puesto que nos vemos privados de últimos años lo han probado. En una palabra, usted expone las .
358 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

conclusiones a que ha llegado, pero deja a cada uno en liber­


tad de espíritu y no exige que empecemos, como dicen algunos
en serio, por reformarnos a nosotros mismos. Le doy gracias
por haberme hecho comprender que o hanj que renunciar a
toda mejora fundamental en nuestro país o restaurar la Mon­
arquía.”
C A R T A D E M. C H A R L E S L E G O F F IC
Estas últimas palabras se han convertido en uno de los ada­
gios usuales de L ’Action Française.

o n s ie u r Henri Vaugeois pertenece a un tiempo a la Liga


M de la Patria Francesa y a la Acción Francesa. M. Lucien
Moreau es sólo de la Acción Francesa. M. Charles Le Goffic
no pertenece a ninguno de estos dos grupos y hasta ha habido
un momento en que estuvo a punto de ingresar en una de las
L ig a s contrarias.
Su caso me hace pensar en ese conjunto de inteligencias
nobles y de almas rectas que la propaganda de los amigos del
traidor Dreyfus ha logrado perturbar, no sé, realmente, cómo:
M. Charles Le Goffic ha creído y cree todavía que la libertad
individual y las garantías ciudadanas ¡se han visto amenazadas
en la persona de M. Picquart! De todos modos, esta creencia
— de la que no hace falta que yo diga si me parece una equi­
vocación lamentable— ha sido, en M. Charles Le Goffic, de una
notable, excepcional y feliz esterilidad, puesto que no ha engen­
drado en él el menor olvido de la patria n i de nuestros debe­
res con ella, ningún sentimiento de recelo en contra del E jé r ­
cito, ninguna pasión antirreligiosa. En plena crisis revolucio­
naria, el alma antigua de la Bretaña lo poseía, lo mantenía fiel,
en lo principal, a la tradición de los abuelos.
L a obra y la vida enteras de M. Charles Le Goffic parecen
sin reserva dedicadas a la vieja tierra de su provincia. Hijo
de un librero de Lannion especializado en editar en lengua
bretona a los bardos del país, M. Charles Le Goffic no es, con
todo, un bretón puro, y tengo entendido que, por línea materna,
desciende de una familia de gondoleros venecianos venidos al
Trianon para figúren en las fiestas de M aría Antonieta. De Ve-
necia o de Lannion, sus abuelos parecían acordarse para ha-
360 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CARTA DE M. CHARLES LE GOFFIC 361

cerlo nacer poeta. N o es ahora ocasión— pero la he tenido yectos y de postulados de reformas. Por otra parte, no hay
cien veces y volveré a tenerla muchas más— de proclamar la más que hojear las novelas de M. Charles L e Goffic, particu­
admiración y la simpatía de todos nuestros literatos por la larmente Payse y Morgane, para apreciar lo vivo de su senti­
poesía de M. Charles Le Goffic. Aunque de inspiración bre­ miento de solicitud cívica en relación con los más pequeños in­
tona, raras veces se ha expresado en la lengua de los bardos, tereses bretones. Hasta el panceltismo— un panceltismo com­
sino en el francés más dulce y limpio. Grave y encantadora, pletamente francés o en provecho de Francia— atrae y encanta
profunda y tierna, amiga fiel del recuerdo, la poesía de Amor a Le Goffic.
bretón y del Bosque dormido evoca el lamento de las mujeres L a Academia Francesa le ha premiado repetidas veces por
de los marinos volando sobre las aguas como un vuelo de sus poemas y sus trabajos de crítica o de economía. En la
gaviotas: promoción de 14 de julio último, fuá nombrado caballero de la
Legión de Honor.
Las bretonas de tierno corazón
Como puede verse, era casi obligado en mí el tener a mon-
lloran ai borde del mar...
sieur Charles Le Goffic al corriente de mi encuesta sobre la
Monarquía. Su respuesta a la misma ha sido espontánea, una
Arómala el perfume penetrante, salobre, de los lirios y los
de las primeras que recibí de mis amigos. Todavía no había
claveles salvajes de las riberas en otoño; canta una larga y
publicado ni la opinión de M. Paul Bourget ni la de M. Barres.
antigua tristeza, los deseos íntimos y los sueños infatigables
Todavía el señor duque de Orleans no me había escrito su car­
de una raza aventurera y resignada... Con todo, no nos hubié­
ta. Pero como tenía que pedir a M. Le Goffic que me autori­
ramos dirigido a M. Charles Le Goffic si no fuese más que por
zase a dar publicidad a la suya y él estaba de viaje, mi pe­
su lira, ni aun siendo ésta bretona y de tan delicioso son.
tición tuvo que andar siguiéndole a Trégastel y a Guingamp,
Pero es que, además, M. L e Goffic se ha constituido, en su
provincia, en defensor y, como dicen en el Mediodía, en man­ y esta es la razón del retraso con que aparece. E s una carta
tenedor de cuanto ella tiene de peculiar. M. André Buffet me íntima y yo he querido mantenerle este carácter para que se
señalaba, durante una de nuestras conversaciones, lo conside­ percibiera mejor la verdad de su acento:
rable de la intervención de M. Charles Le Goffic en el Congre­
so regionalista celebrado en París, durante el mes de julio, “Trégastel, 20 de agosto de 1900.
en la Exposición: presidió la sesión de apertura y no cesó de
sostener en la asamblea la causa de la reconstrucción fran­ M i querido M aurras:
cesa por la descentralización. Estos días últimos, tomaba par­ He leído su encuesta con verdadera pasión; sería el ideal, lo
te, en Guingamp, en las largas y brillantes sesiones de la Unión soñado, un Gobierno semejante. Y, en cuanto a construcción, es de
regionalista bretona, uno de cuyos principales y más activos una precisión de líneas verdaderamente admirable. Si la Monar­
organizadores ha sido. quía fuera a realizar semejante programa— y pudiera hacerlo— , ni
un solo ciudadano podría dejar de aceptarla ahora mismo. Pero,
Si el poeta se mantiene en él muy cercano a la imaginación
con la mejor voluntad del mundo, ¿cree usted que realmente po­
y a la sensibilidad de su país, hay también un Le Goffic crí­
dría y que, teniendo que dominar mil resistencias locales, no sería
tico, economista y hasta político, que no ignora una sola de
su primera preocupación el centralizar hasta el límite, el apretar
las necesidades de sus conciudadanos y que trabaja generosa­
todavía los tornillos y atenazamos definitivamente?
mente en satisfacerlas. Quiero señalar uno de sus libros— Sur Además, soslaya usted demasiado en su encuesta, la cuestión
la cote— , que no es tan sólo una serie de cuadros pintorescos, del personal monárquico. Y este es el punto principal para las tres
hábiles y bien vistos, sino también un repertorio de observacio­ cuartas partes de francéses que experimentan una alegre satisfac­
nes útilísimo y, al mismo tiempo, un excelente conjunto de pro­ ción democrática en sentirse iguales a los noblezuelos que tan al-
362 CARTA DE M. CHARLES L E GOFFIC 363
ENCUESTA SOBRE LA MONARQUIA
I mayoría de los republicanos actuales sólo son republicanos de sen­
tivamente los trataron antaño y en hacerles notar esta igualdad
llenándolos de afrentas. L a simple idea de que todos esos condes, timiento: es que es duro tenei* que renunciar a la fe de toda una
I vida. Por lo que a mí hace, nada detestaría tanto como pasar por
vizcondes, marqueses, semilla de antiguo régimen, pudieran levan­
tar cabeza y nacerse dueños otra vez de la situación, esta sola idea renegado. Me dirá usted que me pago de palabras. Y es mucha ver­
les es insoportable. Estoy convencido de que aceptarían mucho más dad que, si uno tomase la opinión como regla y la opinión se equi­
a gusto la fórm ula napoleónica que puede prescindir de apoyos tan vocase, estaría condenado a andar equivocado toda la vida con ella.
comprometedores y darse un aire democrático. Y ello es sensible, Admitamos que ahora se equivoca: ¿quién se lo da a entender?
porque a mí me gusta tan poco como a usted una democracia de ¿Y erg? usted que el país seguiría dócilmente a quienes se presen­
careta cesárea. taran a él con la lis monárquica en la mano? L a pobre flo r in­
Queda, además, la cuestión clerical. Usted me conoce; usted sabe maculada ya no florece en nuestros jardines. N i siquiera en los
que yo no soy un comecuras, que, católico, respeto profundamente campos. E l partido orleanista o legitimista ha sido hasta ahora un
la religión católica y que quiero que todo ciudadano pueda ir li­ Estado Mayor sin tropas. Con razón o sin ella, mucho me temo
bremente a oír misa si gusta. Pero también quiero que puedan dejar que siga igual.
de ir, si no les acomodar. Luis Felipe (inmediatamente después de M uy afectuosamente suyo, querido Maurfihs,
la Restauración) pensaba esto mismo. Pero la fecha del 16 de mayo C h a r l e s L e G o ffic «
— fecha que vivirá siempre en la memoria del país— planteó, o,
mejor dicho, volvió a plantear la cuestión clerical, y jam ás la alian­ Queda, pues, sentado que M. L e G offic continúa siendo re­
za, la famosa alianza del trono y el altar, se había manifestado
publicano, pero con poca fe republicana. V oy a pedirle que me
con tanto impudor. Inquisición en la vida pública, en la vida pri­
permita no tener en cuenta las metáforas ingeniosas que cie­
vada, denuncias, inclusiones en el Indice, ¡todas las cuerdas de
rran su carta. ¿Estado Mayor sin tropas? Siempre es el Esta­
la lira! Mi hermano, por haber cantado la Marsellesa, fué despe;-
dido (estaba empleado en la Administración de contribuciones), y yo, do Mayor quien recluta éstas. Urt buen cuerpo de oficiales
que tenía entonces trece o catorce años, por una niñería publicada atrae a muchos soldados y, en todo caso, los hace aguerridos.
en el periódico comarcal, fui excomulgado desde el pùlpito. Tres E n cuanto a la flor de lis, puede renacer como todas.
curas vinieron a casa a amenazar a mi madre y, como ella los
echó, la boicotearon. Nuestro almacén fué declarado infrecuenta- M ulta renascentur quee ja m cecidere, cadentque
ble. Y lo que nos ocurrió a nosotros ocurrió a otras cien familias quee nuno su n t in honore...
de la región.
Estas cosas no las ha olvidado el país, y por nada del mundo L a necesidad inmutable asignó a cada necesidad las insti­
quiere que se repitan, y ima restauración monárquica parece amena­ tuciones que la satisfacen. Francia necesita la Monarquía; si,
zarnos con ellas. Digo "parece” porque tanto usted como los seño­ por una razón u otra, no satisface esta necesidad, vendrá fa ­
res Buffet y de Lur-Saluces obran de buena fe. Pero los hombres talmente (po»* inanición o por cualquier otra consecuencia de
nada pueden contra la*lógica de las cosas, y, fatalmente, una res­ debilidad física) el fin de Francia.
tauración monárquica daría la señal de una reacción clerical. ¿Quiere M. Le Goffic que acabe realmente? ¿Puede consen­
En lo que toca al puro principio monárquico, la razón e3tá con
tirlo? Puesto que lo prevé lo mismo que nosotros, ¿por qué no
usted. En lo referente a la orientación del país hacia un orden de
trata de evitarlo? Puede hacerlo, en la medida de sus fuerzas.
cosas descentralizados también. Y asimismo cuando afirma que la1
L e es dado ejercer con provecho su función de miembro del
1. M. L e Goffic escribía, sobre la m ism a cuestión, en u n a c a rta a n ­ poder espiritual de Francia enseñando francamente a sus con­
í terior, lo siguiente: ciudadanos las verdades que por sí mismos no pueden alcanzar.
“No soy enemigo del clero, de n in g ú n modo. Al contrario. Lo quiero Su propio mérito le señala un puesto entre quienes meditativa­
( libre, respetado, considerado, pero a condición de que no caig a tam po­
co en los escasos que él mism o reprocha, con m otivo, a los fra n c ­ mente se desvelan pensando en el porvenir de la nación. A d e ­
m asones." más, sus éxitos le dan autoridad. Tiene competencia y créditq.
í

t
RESPUESTA A M. CHARLES LE GOFFIC 365
364 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

M. Le Goffic vería sencillamente el Estado judío, protestan­


¿Por qué no usa de ambos ? M. Le Goffic tendrá que reconocer
te y masónico substituido por "un Estado católico como él y
que la lealtad republicana tiene su límite natural en la lealtad
como él respetuoso con el Catolicismo. L a “logia de las cosas”
francesa»
marcharía, pues, de completo acuerdo con el pensamiento de
¿Que la opinión se engaña? Pues que la desengañe él. ¿Que
los señores André Buffet y de Lur-Saluces, y la voluntad, so­
los monárquicos tenemos razón en la doctrina? Pues que no se
bradamente conocida, del señor duque de Orleans podría co­
lo calle. Las dificultades existentes para la restauración na­
rregir, si necesario fuera, las deformaciones posibles de dicha
cional amenguarán a proporción. *♦
lógica.
Por lo demás, pronto voy a tener ocasión de explanarme
sobre esta cuestión de las dificultades prácticas para contestar
tf 2.° Tanto para esta primera objeción, como para la segun-
a otro de mis corresponsales. Entonces se verá cómo, si bien
| da, que se refiere al personal, la respuesta dada a M. Lucien
la ejecución del programa monárquico puede suponer para los
Moreau puede servir para M. Charles Le Goffic. N o creo que
franceses un verdadero esfuerzo, éste es, en cambio, el único
. haya motivo para pedir garantías y seguridades contra una po-
provechoso, el único éficaz, el único susceptible de llegar a buen
sible reacción clerical nobiliaria. Cuando se restaure el respeto
-término; repregunta, pues, literalmente, el menor esfuerzo...
; | al Catolicismo, lo restaurado serán las tradiciones nacionales.
*P ero, por hoy, prefiero dedicarme a resolver las otras obje­
| Y si, como el dictamen de la objetividad científica lo aconseja,
ciones que hace M. L e Goffic relativas a lo que habría de ocu­
í I se v a al restablecimiento de una nobleza, será la selección
rrir al día siguiente de una restauración monárquica. ■t |f
■| auténtica de la nación lo que forme la aristocracia,
j I Pero cabe dudar aún: entonces, lo que procede es tofaarse
l.° ¿La restauración sería, en verdad, “¿señal de una reac­
¡ S por sí mismos estas inútiles seguridades y estas superfluas ga-
ción clerical” ? Hay que reconocer que el recuerdo del bona-
partista Fourton pesa sobre la concepción monárquica, por í rantías que parecen indispensables. Ello es bien fácil: hacer-
extraño que esto parezca. En repetidas ocasiones he expuesto i se de los nuestros. Hacerse monárquico. Coloqúese usted, que­
ya cuál es la verdadera tradición de la Monarquía: religiosa, rido Le Goffic, de acuerdo con sus posibilidades y su talento,
pero anticlerical. Y, con M. Maurice Talmeya, tengo que hacer i en primera fila de nuestras tropas reorganizadas. De este mo­
notar que sólo un poder religioso puede ser sanamente anti­ do, el personal monárquico l£ serán usted y los amigos que
clerical. Y aun añado que un poder fuerte, celoso de su autori­ su ejemplo arrastre. Tendría que ser cosa del diablo, si, de
dad, difícilmente soportaría las intromisiones temporales de este modo, no se incorporaban a las concepciones del nuevo
una vasta asociación religiosa tan poderosa ya en lo espiritual: ,,, régimen siquiera algunos de sus puntos de vista y de sus re­
va en ello algo de su propia vida. pugnancias.

M. Lucien Moreau, cuando me presentaba la misma obje­ 3.° L a descentralización. M. Le G offic prevé que habría
ción de M. Le Goffic, la resolvía en parte al subrayar cómo la que “dominar mil resistencias locales”. Tefhe que, por ello, el
política siciliana impuesta desde Roma a los franceses1 apar­ poder se sienta obligado a “atenazar definitivamente” unas ini­
taba de los años primeros, de los años críticos de la Monar­ ciativas preciosas. Quisiera darle unas explicaciones y al mis­
quía, a los más fogosos, intemperantes y peligrosos de nuestros mo tiempo contestar a muchas objeciones que la carta del
teócratas *ultramontanos. Católico y respetuoso del Catolicismo,1 señor duque de Orleans ha levantado en los periódicos de P a ­
rís y de provincias.
1. A tribulase por aquel entonces a la influencia del siciliano carde­
E l nuevo poder, como cualquier poder nuevo, tendría que
nal Rampolla la in iciativa de la política "reconocem entera”. (N ota de
1909.) vencer ciertas resistencias. Los prefectos, subprefectos, comi-
RESPUESTA A M. CHARLES LE GOFFIC 367
366 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
conseguirlo, serían menester diez años de una acción enérgica,
sarios de policía y, con el nombre que se les dé, todos los
y concluye con estas palabras:. “¿Qué Gobierno sería capaz
agentes de la Administración propiamente dicha, tendrían que
de engolfarse durante diez años en esta tarea ingrata y ruda?”
conjurar, junto con el Ejército, los desórdenes, el motín y la
Otro “republicano” que escribe en el Propagateur Picard, pe­
insurrección. Tal estado de cosas, que en las regiones más re­
riódico de Montdidier, declara al señor duque de Orléans que
vueltas podría llegar al borde del estado de sitio, es, por defi­
la obra de la descentralización es “un trabajo de Hércules” y
nición, un estado transitorio. Se contrae a un momento deter­
que el “excelente” program a del joven príncipe es audacísimo.
minado de la vida pública, pero no afecta al concepto mismo
Yo replico a estos dos republicanos que uno y otro están en
de esta vida. E s el juego momentáneo de una institución, pero
lo cierto. Pero que se quedan a la mitad del camino. Tiene r a ­
no la institución misma. Me sorprende que M. Charles Le
zón el Lyon républicain cuando dice que la República no se
Goffic no haya notado esta diferencia.
atreverá, en muchísimo tiempo, a descentralizar; sólo que debe­
Diferencia tanto más de notar cuanto que este estado de
ría decir que no se atreverá nunca. E n cuanto al Propagateur
disciplina rigurosa puede hermanarse bastante bien con una
Picard, si bien tiene razón cuando admira “la audacia del des­
completísima descentralización. L a enseñanza, la beneficencia
cendiente de Enrique I V ”, debería advertir que es una auda­
y la mayor parte de los otros grandes servicios públicos pue­
cia fundamentada que está en proporción al vigor de un poder
den ser confiados (bajo un riguroso control de hecho) a la ini­
real enérgico.
ciativa privada en los mismos momentos en que se redoblarían
la prevención y la vigilancia en materia de política genera!. Cuando el señor duque de Orléans se dignaba escribirme
U n poder constitucional débil es hipócrita. Necesita valerse de estas palabras: ‘‘Sólo y o estoy en potencia de resucitar ta vi­
medios disimulados y qgtutelosos y, por consiguiente, el concur­ da espontánea en la ciudad y en el campo...’’, sentaba una ve r­
so de miríadas de funcionarios que estén a su merced, para dad rigurosa de la que es fácil darse cuenta con un poco de
asegurarse el que le obedezcan y, simplemente, que le sopor­ reflexión. Yo la he explicado en L ’Éclair, de París, y en el
ten. Un poder que sea lo bastante resuelto para reprimir y cas­ Petit Comtois de Besançon. V oy a insistir en la explicación,
tigar, no tiene que preocuparse de estas triquiñuelas ni que re­ en obsequio del Propagateur Picard y de Lyon républicain, ya
bajarse a estas pequeñas astucias. Le basta con imponerse y, que M. Charles Le G offic me ha dado pie para ello.
seguro de su fuerza, puede mostrarse generoso. Lo mismo si es parlamentaria que si es plebiscitaria, una
Pero prescindamos, para simplificar, de la idea de una des­ República no es capaz de descentralizar. Pongamos los puntos
centralización coincidente con los comienzos mismos de la res­ sobre la íes. Y o no digo que no haya ninguna República des­
tauración. Pues “bien: yo digo que, en esta era crítica y en lo centralizada. Sé que existen la de Suiza y la de los Estados
más apretado de la necesaria compresión, por el solo hecho Unidos. Digo que una República, parlamentaria o plebiscitaria,
de que el rey hubiera subido a su trono, la descentralización no es capaz de pasar del estado de centralización a la descen­
habría dado un gran paso, porque se habría hecho ‘p osible y, tralización. Y ello por una razón fácil de comprender: en ella,
bajo la República, no lo es. los grandes poderes públicos son electivos. De consiguiente, el
“Un republicano” se burla elegantemente de mí, en Lyon Gobierno, cualquiera que sea, tiene interés, para que le reeli­
républicain, por haber yo subordinado la descentralización a jan, en mantener bajo su férula, cuantos más mejor, a los ad­
la institución monárquica. Pero se guarda' muy bien de decir a ministradores de los servicios públicos; o sea, dicho en otras
sus lectores la razón precisa por la que subordino, en efecto, palabras, en centralizar. Cuantos más funcionarios adictos ten­
la una a la otra. Mi contradictor (parisiense y lionés, porque ga, con mayores probabilidades de disponer de sus electores
junta estas dos cualidades) reconoce que la República no ha contará este poder central electivo, y a que los funcionarios
podido descentralizar y que es difícil que lo haga y que, para son el mejor intermediario entre los electores y él. Lejos, pues,
í

RESPUESTA A M. CHARLES LE GOFFIC 369


368 ENCUESTA SOBEE LA MONARQUÍA

entre los realistas, los ultra, un Bonald, un Villéle, clamaban


de que pueda querer descentralizar, un gobierno electivo tiene
por la desaparición de las instituciones del año V in , y, si no
que querer justamente lo contrario: en efecto, el término na­
lo consiguieron, queda, en compensación, el hecho de que las
tural de una República democrática es el socialismo de Estado
principales leyes descentralizadoras del siglo dimanan de la
democrático, la obra cumbre de la centralización y el funcio­
Restauración, del Gobierno de julio y de la Asamblea de Bur­
narismo.
deos, .es decir, del monarquismo o de la Monarquía. H e aquí
Supongamos una revolución, o cualquier otro fenómeno de
una primera categoría de garantías.
anarquía espontánea que impusiera la descentralización; pues
L a segunda es quizás mucho más importante todavía. La
bien: si, tras la revolución, el Gobierno continuase siendo elec­
descentralización sería casi un hecho fatal producido mecáni­
tivo, el movimiento centralizador recomenzaría, por efecto in­
camente por la abolición del parlamentarismo y por la substi­
evitable de la institución electiva. Esta necesidad electoral se
siente en Suiza y en los Estados Unidos, en donde, desde hace tución del poder central electivo por un poder central here­
algunos años, se han votado medidas centralizadoras en gran ditario. Precisamente porque el restablecimiento del orden pú­
número. Se las suele juzgar como resultado del maqumismo blico obligaría a medidas de energía, sería inexcusable, en
y de los ferrocarriles1. Pero el análisis que acabamos de buena psicología política, pagar estas medidas a buen precio.
hacer enseña que nacen, como el fruto de la flor, del órgano Y los franceses cobrarían en libertades auténticas la equivalen­
esencial de la democracia, que es la elección. Substituid, en una cia de las libertades nominales a que hubiesen renunciado.
gran parte del organismo político, la elección con la herencia, U n amigo mío acostumbra a decir familiarmente que la des­
y hacéis posible el movimiento inverso, la reacción higiénica centralización será el hueso que roer arrojado a la democracia
hacia la descentralización. Que es lo que se trataba de de­ y al liberalismo. Esta irrespetuosa expresión encierra algo de
mostrar. verdad. A pesar de los pesares, treinta años de régimen deli­
M. Le Goffic puede insistir aún y decirme: Bien; mediante berante han acostumbrado a una pequeña minoría de nuestros
la restauración, la reforma deja de ser imposible, pero ¿qué conciudadanos a cierta actividad cívica. Cuéntanse en esta mi­
garantía tenemos de que lo posible se convierta en un hecho? noría cierto número de pillastres y tunantes punibles, de gen­
Replico que tenemos diversas garantías. En primer lugar, las tuza que requiere vigilancia. Pero también hay buena gente.
augustas palabras y las tradiciones monárquicas. M. Pierre de Pues bien: la descentralización daría pie a emplear provechosa­
Nouvión, el cual ha gritado “ ¡a ése, a ése!” desde Le National mente su celo y sus luces. Los Consejos comunales, los Conse­
acusando al señor duque de Orleans de haberle arrebatado el jos de distrito, los Consejos regionales, las Cámaras profesiona­
programa de la descentralización, nos ha divertido muchísi­ les, las Comisiones económicas, serían para ellos unos inapre­
mo por la viveza y la sinceridad de su grito. Pero no podrá ciables derivativos. Mezclados con las capacidades auténticas,
evitar que el conde de París y el conde de Chambord (funda­ dirigidos y controlados por el poder real, nuestros amables
dor del diario lionés La Décentralisation) hayan sido descen- políticos se maravillarán viendo los servicios que presten a
tralizadores bastante ahtes que M. de Nouvion y hasta antes la comunidad. De esta manera sacó Bonaparte de entre los
que M. Paul Ém ile1 2. Tampoco podrá evitar que nos acordemos jacobinos de la Convención excelentes dependientes a sus ór­
de que, apenas derribado el primer Imperio, antes de que el denes.
bonapartista Carrel pudiera pensar en ello, los más realistas Pero he aquí, finalmente, la tercera garantía de que la des­
centralización (que la Monarquía habría hecho posible y que
1. P u ra broma. El m aquinlsm o y los medios de com unicación son sería, transitoriamente, útilísima para la Monarquía misma)
Im portantísim os en B élgica: en cambio, la descentralización es allí ex­
trem ada. se llevaría a cabo como fuese, pero indefectiblemente: la des­
2. A ctual director de L e N ational, fundado por A rm and C arrel. centralización es indispensable al país. D e ella “depende”, dice

24
»

370 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

s el señor duque de Orleans, “el porvenir y la salvación de Fran­


cia”. ¿ Y qué sería la Monarquía si este órgano vivo del bien
1;. general no tuviera un sentido especial de la providencia cí­
vica? L a República que M. Anatole France definió cierto día
como “la ausencia de principe” 1 nos priva de este órgano y
de este sentido. Y una vez recobrado este sentido, recobrado
C A R T A D E M. H E N R Y B O R D E A U X
el órgano, ¿cómo quiere usted, mi querido Le Goffic, que no
funcionasen conforme a su propia naturaleza? Puesto que el
rey encama el instinto conservador de la nación, concédale
usted la misma percepción y el mismo anhelo que el instinto
i jä que guia y conduce a la universidad de los seres vivientes: sa­
Henry Bordeaux lleva, como solía decirse antaño,
M
i4 o n s ie u r
brá advertir los gérmenes de muerte o de enfermedad introdu­
H la batuta de la crítica en la R evue hebdomadaire. Pero
cidos en el cuerpo del país, deseará para él la vida y la salud.
se le ama más que se le teme, porque sus juicios son del más
Será, pues— y “el mismo día”, como dice nuestro príncipe—
bondadoso de los jueces.
descentralizador ferviente.
P Hojeando sus volúmenes de ensayos, de notas y de estudios
¿ N o le llama a usted la atención el hecho de que, en su des­
[ — Almas modernas, Sentimientos e ideas de nuestro tiempo, Los
tierro, el jefe de la Casa de Francia tenga una visión tan clara
4' escritores y las costumbres— , se observa en seguida cuán estre­
de las necesidades apremiantes del país? U n político se hubie­ i
ra preocupado de lo que el país desea o cree desear. U n rey chamente se juntan en él un recio espíritu, curioso y al co­
piensa, ante todo, en lo que es necesario o útil, con indepen­ rriente de todo, y una delicada sensibilidad, siempre inclinada
dencia de los deseos, porque para esto es el cerebro, el sistema a la simpatía. N o le basta el comprenderlo casi todo y ne­
nervioso central de la nación. cesita amarlo, y en ello se deleita. Sólo la fealdad moral
E l señor duque de Orleans es nuestro rey genuino. le repugna. Transige con la fealdad puramente estética y has­
b$
p ta la perdona por poco que le parezca lo suficientemente sin­
w
1. L JOrme du M ail, d isp u ta del a b a te L a n taig n e y del profesor cera. Este es el hombre. A d ora las letras y las artes porque
B ergeret.
ve en ellas un esfuerzo, valeroso, enérgico o tierno, del géne-'
e
ro humano, pero no necesita predicarse a sí mismo que la hu­
manidad es digna de ser amada o respetada por haber inven­
tado las letras y las artes. L a misantropía es inconcebible para
M. Henry Bordeaux, y, sin ser un Alcestes, se le puede cali­
ficar de complaciente. L a palabra justa es que es benévolo. Es
un cristiano según la mente de Juan de Pathmos. “Amémonos
los unos a los otros.” E l empieza el primero y a todos quiere.
Su simpatía universal nada tiene de disolvente, porque se
apoya en un pensamiento muy firme. E n rigor, M. Henry B or­
<■ i
deaux es de aquellos que podrían prescindir de principios por
y la rectitud natural de sus sentimientos que, a mayor abunda­

miento, se aquilatan con todas las condiciones favorables. Vive
m en provincias y, según creo, en fam ilia y en el campo. H a sido.
CARTA DE M. HENRY BORDEAUX 373
372 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

vincial y mediante la libertad de asociación. Y , para terminar, las


si es que no sigue siéndolo, alcalde de su pequeña villa. Su
costumbres o el Gobierno han de* proporcionar al pueblo sus repre­
reflexivo espíritu ha estudiado de cerca, con sostenida aten­
sentantes naturales, esta latente aristocracia de la inteligencia, de
ción, todos los aspectos prácticos del problema de la descen­ la honradez y de la fortuna que tiene más deberes que derechos,
tralización. L a meditación y el estudio se reparten esta exis­ pero que debe ser puesta en condiciones de llenar sus deberes socia­
tencia apacible y envidiable. E s de los nuestros en la medida les, cosa de que se la aparta hoy deliberadamente.
en que puede serlo, pero es, ante todo, de los suyos, de los que ¿ Sólo la Monarquía hereditaria es capaz de llevar a cabo esta
se parecen a él y que, por sentir y reaccionar lo mismo que transformación moral y social? Usted asi lo asegura. Pero es sa­
él, son sus semejantes por especial designio y predestinación. bido que el poder de uno solo es un hecho que no puede nacer más
L a grave y hermosa carta que sigue basta para pintarlo. que de una tradición no interrumpida— y la nuestra lo fué trági­
camente— o del consentimiento unánime y espontáneo. ¿Conseguiría
hoy este carácter? ¿ Y qué asentimiento general e indispensable le
Cognin, junto a Chambéry (Saboya), seria posible obtener?
1 de setiembre de 1900 Lo que está fuera de toda duda es que la organización propia­
mente democrática es contra natura. E l número no debe decidir;
Mi querido amigo: a lo sumo, puede controlar. Pero la form a republicana no está en
litigio. H a habido Repúblicas prósperas: las aristocráticas. Usted
Su encuesta sobre la Monarquía es a un tiempo mismo social y
mismo reconoce, en su respuesta a Maurice Barrés, que una aris­
política. Por ello, nadie que se preocupe del porvenir de nuestra
tocracia organizada daría grandes posibilidades de vida al régimen
dulce Francia puede mirarla con indiferencia.
republicano. ¿Por qué no ha de poder organizarse? Y el que, en
Es indiscutible que, en la Francia del siglo xix, no ha cesado
efecto, llegara a organizarse, ¿ sería más sorprendente que la resu­
de desarrollarse la anarquía intelectual y moral que, con la de­
rrección del sentimiento monárquico en Francia?
mocracia, ha penetrado en nuestro gobierno. Taine hizo responsable
Cuenta usted, mi querido amigo, con mi sincero afecto.
de ello sólo a la Revolución. Pero ¿acaso no tenia que derivarse lo
mismo de esas prodigiosas transformaciones introducidas de pronto H en ry B ordeaux
en las relaciones económicas y sociales por los descubrimientos de
una ciencia que despierta más deseos aún que bienestar propor­ V oy a seguir línea a línea la interesante carta de M. Henry
ciona, que substituye las antiguas creencias con la fe en el pro­
Bordeaux.
greso y las ideas desinteresadas con las pasiones prácticas, y que
Sin duda alguna, las maravillas del siglo XK, el maqumis­
crea un nuevo mundo inquieto y agitado? ¿ Y no hay que tener un
poco de indulgencia para nuestra época maravillada, que, ante este
mo, la facilidad de las comunicaciones, han contribuido al des­
crecimiento de las fuerzas físicas, no ha sentido la necesidad de equilibrio de nuestro pueblo. Pero tengamos en cuenta que
fortificar su ideal moral? “esas prodigiosas transformaciones introducidas de pronto en
El desorden de las mentes y de los corazones es lo que ha pro­ las relaciones económicas y sociales” no se han circunscrito
vocado, o por lo menos ha aumentado, el desorden en el gobierno. al suelo francés. Otros pueblos han recibido las mismas nove­
Importa, pues, ordenar los sentimientos y las ideas. E l individuo dades y las soportan mejor. ¿Por qué así?
necesita un principio director, y éste debe ser la persuasión de que M. Bordeaux no es hombre que vaya a buscar a este hecho
todo egoísmo es estéril, de que el hombre no puede aislarse, sino
explicaciones fabulosas y antropomórficas, tales como la ju­
unirse estrechamente a su raza, a su país. En la familia, hay que
ventud o la vejez de los pueblos, la edad más o menos avan­
fortificar la autoridad del cabeza de la misma dejándolo dueño de
la libre disposición de sus bienes y de la educación de los hijos.
zada de una civilización. Tendrá que reconocer, como Taine, que
En la sociedad, importa inyectar más fraternidad y, para esto, pro­ es que allá existían y que aquí faltaban las instituciones que
porcionar a los hombres ocasiones de conocerse y ayudarse mutua­ permiten a una sociedad humana el soportar los cambios, aun
mente por el desarrollo de las vidas local, municipal y pro­ siendo lentos y parciales, y con mucho más motivo si son
RESPUESTA A M. HENRY BORDEAUX 375
374 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

Y, no obstante, el político, el filósofo, el hombre de Estado,


bruscos y generales. M. de Lur-Saluces ha hablado del ‘‘sostén”
sentirán la necesidad de poner límites— más exactamente, fron ­
necesario de las reformas y las evoluciones; no perdamos de
teras— a este generoso movimiento. E l mismo bien necesita ser
vista este principio. Para que pueda moverse, conviene que un
encauzado. Repito que es indispensable una autoridad. Sólo un
pueblo tenga sólidos puntos de apoyo. Si no los tiene y cual­
poder político tiene los medios de llevar a cabo las reformas
quier fuerza natural le obliga al movimiento, son incalculables
sociales que enumera M. Bordeaux, desde la reconstitución de
los trastornos que se le originan.
la fam ilia hasta el sistema de una genuina representación na­
Resulta, pues, que, en última instancia, sigue siendo la
cional.
anarquía revolucionaria la causa de los males públicos. Las
L a cuestión mental, la cuestión moral, la cuestión social,
ideas revolucionarias no sólo destruyeron cuanto existía, sino
todo queda reducido así a una cuestión política. Y, según
que el crédito y la fuerza de que han gozado han impedido du­
M. Henry Bordeaux, el poder político no puede ser democrá­
rante mucho tiempo toda reconstitución. Estoy, pues, comple­
tico. ¿Será, pues, aristocrático, según su gusto? Yo dije a
tamente de acuerdo con M. Bordeaux cuando atribuye una par­
Barres que las Repúblicas viables y prósperas son aristocrá­
te del desorden político al desorden reinante en las mentes y
ticas. ¿Cómo h a podido M. Henry Bordeaux sacar de esto una
en los corazones. Creo como él que hace falta “ordenar los
objeción? “U n a aritocracia organizada daría grandes posibili­
sentimientos y las ideas”. Pero es claro que no se va a orde­
dades de vida al régimen republicano. ¿ P o r qué no ha de poder
nar la mente y el corazón de cuarenta millones de franceses
organizarse?” Puede perfectamente, aunque las dificultades
con una simple propaganda literaria o filosófica. El desorden
para ello son inmensas; puede organizarse en una larguísima
revolucionario, basado en una filosofía individualista, tiene,
serie de etapas: pero, entretanto que esta aristocracia se or­
además, casi tantos cómplices, como mediocres, envidiosos, ton­
I ganiza, ¿cómo y de qué vivirá el país?
tos y pillos pueda haber en Francia. E s mucho. Si no intervie­
Temo mucho que M. Bordeaux no se ilusione, a propósito
ne una minoría selecta y generosa, si no emplea ésta todos los
de la aristocracia, con una idea falaz que sería digna de M. Hen-
medios superiores de que puede disponer, la curación de esta
ri Bérenger \ “Aristocracia de la inteligencia, de la honradez
ataxia nacional puede considerarse como un hermoso sueño,
i y de la fortuna”, dice. Pero se olvida de la aristocracia de la
pero como un sueño, ni más ni menos.
sangre, que es el eje y el tronco sólidos de las otras tres. P ro ­
U na de las más importantes máximas de M. de la Tour du
piamente hablando, aristocracia quiere decir herencia. U n a aris­
Pin es la de que el orden no nace espontáneamente en la so­
tocracia es provechosa, no porque se componga de gentes be­
ciedad. U n a autoridad le precede y le engendra. Sin esta auto­
néficas, o discretas, o ricas, sino porque se transmite con la
ridad generadora y directiva, pueden echarse a perder las me­
sangre, porque está ligada al porvenir de la patria por el in­
jores disposiciones, o volverse contra el bien público. De modo
terés hereditario. U n a aristocracia hereditaria y dueña de una
que los principios que encomia M. Henry Bordeaux— “todo
gran parte del capital de la República 2 llena la misma función
egoísmo es estéril”, “el hombre no puede aislarse”— son exce­
que una dinastía. Buscando su propio bien, hace el público.
lentes en sí, pero insuficientes. ¿Cómo dirigir una parte del
Reúne las cualidades de un soberano dinástico: previsión, cálcu­
altruismo de tal o cual obrero según las conveniencias de su
lo, prudencia, moderación. P ara que la República dure y pros-
raza y de su país? ¿Por ventura la adhesión al Sindicato, el
entusiasmo por el grupo profesional, no son fenómenos de su s discípulos, h a confirm ado b a sta n te bien e sta afirm ación. (N ota
altruismo y de asociación que pueden ser muy generosos?1. de 1909.)
1. M. B érenger es a u to r de un libro, p o r lo dem ás curioso, que se
titu la L a aristocracia intelectual.
1. P erm ítasem e h acer n o ta r aquí que el desarrollo del sindicalism o 2. A condición de que este capital s e a m uy homogéneo. (N ota
y la m oral de g u e rra social, form ulada después por M. Georges Sorel y de 1909.)
376 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA RESPUESTA A M . HENRY BORDEAUX 377

pere, hace falta que esta poliarquía dinástica tenga impor­ Brisson 1: las familias judías, las familias protestantes, el Es­
tancia y poderío suficientes en el Estado para conducir y re­ tado meteco o Monod, el mundo masónico. Estas oligarquías,
gular las veleidades del público. Cuando éste se sobrepone y fuertemente unidas en medio de la desorganización nacional,
el patriciado se empequeñece, la República se empequeñece para­ son los dueños que fatalmente nos dan las leyes de la física
lelamente. Se inclina a la democracia y, por ella, a la tiranía, tan política. Antes de que la “latente aristocracia de la inteligen­
pronto demagógica, tan pronto cesárea. Todos estos recuerdos de cia, de la honradez y de la fortuna” haya comenzado a organi­
la historia romana están corroborados por la historia repetida de zarse según los deseos de M. Henri Bordeaux, aquellos gru­
las repúblicas griegas, italianas, americanas e incluso helvéticas. pos, nacidos de una selección al revés, asegurarán su dominio
¿Será preciso que detallemos? ¡Pero si el simple análisis de­ sobre nuestro país.
muestra, a simple vista, lo imposible que es el que ningún Es­ Pero podrán dominarlo y administrarlo: lo que no podrán se­
tado, monárquico o poliárquico, sea próspero si no le asiste un rá llenar las funciones de un órgano del bien público, porque se­
órgano, único o vario, del interés general! mejante oligarquía es profundamente internacional. Los maso­
I
U na aristocracia, tal como acabamos de definirla, no se s e s son cosmopolitas; los protestantes, suizos, ingleses y ale­
n
improvisa. Es H i j a de las edades, j u o s primeros reyes de Roma manes; los judíos son judíos, los Monod, sencillamente monodia-
y de Atenas dejaron eupátridas1 y patricios, a lo que se de­ nos. Seguros en su traición y en su unión, que no es fruto de
bió la altura alcanzada en sus comienzos por la República su voluntad, sino producto de hondas necesidades históricas,
de Atenas y la solidez de la República romana. Fustel cre­ esas tres o cuatro grandes Casas antifrancesas se reparten a
yó que esto mismo hubiera podido darse entre nosotros si, Francia y, lo que no pueden quedarse para ellas, se lo entregan
una vez acabada la unidad nacional, por ejemplo bajo Francis­ a la canalla o al extranjero.
i *
co I o en el tiempo de la Fronda, la nobleza francesa hubiese N o creo yo que esta aristocracia de conquista pueda seducir
proclamado la República 12. N o hay la menor paridad con nues­ a M. Henry Bordeaux. Pero no hay otra. Y, con todo, necesi­
tro caso. L a República ha surgido tras la desorganización po­ tamos una, inmediatamente, y que ya esté lista, si se quiere
lítica de la nobleza. ¿En qué va a apoyarse? inyectar vida al régimen républicano. En 1875, Fustel de Cou-
L a República, fiel a la ley republicana que implica la gober­ langes supuso que iba a formarse de golpe. L a calculaba en
nación de un corto número, la República en Francia habrá de cinco millones de cabezas. Y la describía tal como él hubiera
apoyarse en los únicos grupos hereditarios que conserven al­ querido que fuese. Pero no surgió, y todas sus supuestas virtu­
guna cohesión. Tendrá la osamenta que le señalaba M. Henri des han quedado inéditas. Las instituciones del año V III han di­
vidido demasiado a los franceses para permitirles un renaci­
1. E n tre ellos fueron elegidos por sorteo los axcontes d u ran te mucho miento tan espontáneo del espíritu cívico en lo que éste tiene
tiem po. de más delicado, de más fuerte y de más profundo.
2. E l desarrollo de m is análisis m e h a hecho tem er—repito—que
aquí h a y a un error. P o r la varied ad de su territo rio y de sus costum­ M. Bordeaux me dice: “Este fenómeno (de una organiza­
bres, F ra n c ia escapaba a la regla de las R epúblicas prósperas. E n efec­ ción de la aristocracia), ¿sería más sorprendente que la resu­
to, e sta regla es doble. N o b a sta con que exista u n a fu erte a risto cra­ rrección del espíritu monárquico ?” ,
c ia dueña de u n a g ra n p a rte del capital de la República. H ace falta
tam b ié n que este interés general sea homogéneo, sencillo, sensible. En
R om a, e ra la tie rra que h a b la que colonizar. E n Venecia, en Cartago, 1. E n un consejo de m inistros celebrado en setiem bre de 1898, como
e ra el comercio y la dom inación del m ar. E n A tenas, la comple­ los últim os ad v ersario s de la revisión del proceso D reyfus (MM. Ca-
jid ad de la situación, proclam ada especialm ente por el falso Jenofonte, v a ig n ac y T illaye) denunciasen el poderlo de los judíos, de los pro­
produ cía u n a g ra n heterogeneidad de intereses, de lo que se derivó él te sta n te s y de los francm asones, M. B risson, presidente del Consejo y
fra c a so de la a risto cracia ateniense, dividida en tre la tie rra y el mar. m in istro del In te rio r, defendió enérgicam ente a los tre s grupos acu­
U n v istazo sobre el m a p a de F ra n c ia e n señ a cuán parecida es su sados y exclamó que los judíos, los p ro testan tes y los francm asones
situ ac ió n a la de A tenas. (N ota de 1909.) era n la osam enta del régim en republicano.
378 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUIA

Perdón. Y o no he hablado de resucitar el sentimiento mon­


árquico, sino de restaurar el hecho de la Monarquía. H ay que
comparar cosas comparables, sentimientos con sentimientos,
hechos con hechos. Lo que resultaría lentísimo sería el resuci­
tar el hecho aristocrático sin el concurso de un rey. Pero el
hecho monárquico, como yo le decía a Barres, puede, por el
C A R T A D E M. JA C Q U E S B A I N V I L L E
contrario, restablecerse en poquísimo tiempo, mediante el apo­
yo de la selección intelectual y de la selección armada a favor
de cualquier agitación imprevista, pero inevitable. Toda tradi­
ción ha tenido un comienzo, y los sentimientos de fidelidad mon­
árquica, por muy atrás que se remonten, no se remontan in­
definidamente: lo que empezó una vez puede empezarse de nue­ Jacques Bainville ha nacido hacia 1878; no tiene,
M
o n s ie u r

vo; lo que tuvo un punto de partida puede tener otro. Una vez pues, más que veintidós años, dato que hay que tener
restaurada la Monarquía en Francia, incumbiría a quienes en* en cuenta al hablar- de él, no para pasarle alguna deficiencia o
la actualidad laboran por el bien público, y que laboran en vano, irreflexión, sino para mejor admirar en lo que valen la extraor­
el seguir trabajando, pero ya con eficacia: se consagrarían a dinaria seriedad y la madurez poco común de su talento.
servir al príncipe y a informarlo y, al mismo tiempo, a ilus­ A sus años, es ya autor de un estudio sobre Luis I I de Ba-
trar a la masa de la nación. N o hay duda de que pueden fra-* viera; en este voluminoso libro, que h a dedicado a Barres,
casar en este doble oficio, pero también pueden triunfar. Y la M. Bainville relata fríamente la existencia del soberano idea­
hipótesis monárquica es la única que contiene esta posibilidad lista “explotado hasta ahora por cuantos románticos retrasa­
de triunfo. dos cuentan las letras francesas”. Y ha ejecutado el plan de su
M. Henry Bordeaux dice: “usted así lo asegura”. Si no en­ obra con un rigor, una ciencia, una tranquila ecuanimidad
cuentra que mis pruebas bastan, estoy dispuesto a reforzarlas. de pensamiento y de estilo que sorprenderán a unos y harán
temblar también a otros. A los veinte años, y del primer em­
bate, ha hecho lo que se consigue difícilmente a los cuarenta,
después de mucho trabajo y con gran talento: un sólido libro
de historia. N o conozco otro ejemplo de tan vastas lecturas
puestas al servicio de una crítica tan sagaz y de tanta faci­
*
lidad literaria.
L a s conclusiones de la obra de M. Jacques Bainville nos
permiten definir su estado de espíritu como una doble reacción
contra lo que él llama “el veneno romántico” y contra las ideas
revolucionarias. En Alemania— dice ingeniosamente— el roman­
ticismo “apenas había sido más que un remedio heroico, y tan
peligroso como el mismo mal, contra las ideas revolucionarias
importadas por nuestros Ejércitos”. E l daño y su remedio eran
igualmente contrarios a la constitución de una Alem ania fuer­
te. L a reducción de Baviera en provecho de Prusia, la deca­
dencia de los Wittelsbach en provecho de los Hohensollern, el
CARTA DE M. JACQUES BAINVILLE 381
380 ENCUESTA SOBRE L A M O N A R Q U ÍA

C osa a d m ir a b le : la M o n a rq u ía e s tá ya o r g a n iz a d a an te s de
empequeñecimiento de Luis II en provecho de Guillermo I, son s a b e r si e l re y s u b ir á n u n c a a l tróno. E n cam bio , d espu és de tre in ­
fenómenos históricos que ilustran perfectamente, como las con­ t a a ñ o s de ré g im e n re p u b lic a n o , lo s triste s a u g u r e s que p resid en
secuencias que ponen de manifiesto la causa que las produce, n u e stro s destinos andan to d a v ía prom etien d o— com o he le íd o el
la perversidad política de cierta filosofía. Pero, espíritu descon­ 25 de a g o s to ú ltim o e n L e T e m p s — q u e d en tro de p oco co m e n z a rá

fiado y prudentemente critico, M. Jacques Bainville se guarda un p e r ío d o de o r g a n iz a c ió n r e p u b l ic a n a . P e ro p od em o s e s ta r tr a n ­


q u ilo s: t a l d e s g ra c ia n o o c u r r ir á , p o rq u e lo s conceptos o r g a n i z a ­
muy bien de expresar crudamente estas analogías y concor­
c ió n y r e p u b l i c a n o - d e m o c r á t i c o s o n an titéticos. S i de a q u í a tre in ta
dancias, temeroso de que lo tomen por un simbolista. Ante todo,
añ os L e T em p s s ig u e sien do u n p eriód ic o oficial, estem os s e g u ro s
quiere ser un historiador exacto, informado y minucioso.
de le e r o t r a v e z en s u s c o lu m n a s l a m is m a p ro m e s a y los m ism o s
Autor de numerosos artículos, publicados, ya en revistas li­
g ro te s c o s vaticinios.
terarias de juventud, ya en la Revue des Revues, M. Jacques
D e to d o s m odos, h a y u n a o b je c ió n a l a d o c trin a m o n á r q u ic a que
Bainville es uno de los redactores más constantes de L ’Action m u y a m en u do h e oído h a c e r, q u e n e leíd o ta m b ié n con fre c u e n c ia
Française, en cuyas páginas se ha encargado dé casi toda la bi­ y que, a c a u s a de s u m is m a sencillez, p a re c e s in g u la rm e n te g r a v e
bliografía. Pero además publica en ellas notas polémicas diri­ a m u c h a s p e rso n a s de talen to. E s q u e— dicen— la m a y o r ía d e los
gidas a los teólogos del liberalismo y a los doctrinarios de la fra n c e s e s y a no son m o n á rq u ic o s, ni p ie n s a n en v o lv e r a serlo , y
democracia. Yo creo que este profundo aborrecimiento de los sin d u d a n o v o lv e rá n a serlo n u n c a m á s. D o n o s a re sp u e sta a te o ri­
modernos enemigos públicos y de algunos viejos mentecatos es za n te s co m o M . B u ff e t , M . de L u r -S a lu c e s y usted, p recisam en te

lo que ha hecho nacionalista a M. Bainville. o c u p a d o s en co n ven cer a lo s fr a n c e s e s de q u e desconocen el v e r ­


d a d e ro c a r á c t e r de la r e a le z a y de q u e ig n o r a n el con ju n to d e la s
Pero, a los veinte años, no se puede ser nacionalista a me­
id e a s p o lític a s y so c ia le s que s u p o n d ría una re sta u ra c ió n de la
dias: se toma partido por el nacionalismo integral. Esto, exac­
M o n a r q u ía trad icion al. D e co n sigu ien te, el d a r a con ocer esta s idea3
tamente, es lo que él ha hecho. Juzguen nuestros lectores
m a g is tra lm e n te e x p u e s ta s en s u E n c u e s t a es el p rin c ip a l d e b e r de
de la solidez y la claridad de las razones que nos da de
lo s m o n árqu ico s. P e ro , a d e m á s, ¿n o le p a re c e ta m b ié n n ec esario
su posición: hacer q u e n u e stro s co n ciu d ad an o s se en tere n exac ta m e n te d e lo
que v a le n ? P o r q u e te n g o s o b ra d o s m o tiv o s p a r a c r e e r que l a des­
Q uerido señor M a u rra s: c e n tra lizació n , p o r ejem p lo, s i bien e s ig u a lm e n te n e c e s a ria p a r a
la p ro s p e r id a d de todos, t o d a v ía no to d o s la sien ten com o u n a n e­
A la aprem iante pregunta que cierra su E n c u e s t a s o b r e l a M o n ­
c e s id a d im p erio sa, com o u n a condición de v id a . T e m o que l a p a la ­
a rq u ía , ¿qu é v a a responder un fran cés ra z o n a b le sino q u e e l bien
b r a y l a co sa n o s ig a n p a re c ie n d o d e m a s ia d o te ó ric a s y d em asiad o
público se b a sa en la tradición, en la herencia, el a n tip a rla m e n ta ­
a le ja d a s a l m a y o r n ú m ero . P o r q u e la c á n d id a ig n o r a n c ia de la s m a ­
rism o y la descentralización? ¿ Y qué se puede o b je ta r a esto s cua­
s a s n o tiene lím ites y los filá n tro p o s se d a n u n a g r a n m a ñ a en
tro prin cipios que no esté inspirado p or l a lo c u ra re v o lu c io n a ria o
e x p lo t a r la : p u d ie r a s e r que lle g á r a m o s a v e r u n d ía a los re p u b li­
el e r ro r lib eral ? Y estas son dos dolencias de que a u sted le consta
ca n o s y p a rt id a rio s de l a U n a e In d iv isib le a fir m a r a los electores
que esto y libre.
que d e s c e n tr a liz a c ió n sig n ific a s u p lic io en la g u illo tin a , al m odo
N o puedo, pues, hacer o tra cosa que e x p re sa rle m i a d m iració n
co m o lo s a m ig o s del g é n e ro h u m an o , d u ra n te las c a la m id a d e s p ú ­
p o r el p ro g ra m a , tan sólido como completo, que M . B u ffe t y M . de
b lic a s d e l s ig lo p a sa d o , h ic ie ro n c re e r a l p u e b lo q u e el v e t o sus­
L u r-S a lu c e s han expuesto a usted. Si existe u n a "F ís ic a s o c ia l” , no
p e n s iv o e r a el d erecho q u e se co n ce día a l r e y de h a c e r c o lg a r s e g ú n
h a y m á s rem edio que reconocer que a lg u n a s de sus leyes, t a n e x a c ­
le p lu g u ie r a a to d o s s u s sú bd itos.
ta s y rig u ro sa s como las de la F ísic a n atu ral, h an sido enu n ciadas
en esta E n c u e s t a . ¡Y qué lam entables p arec en a la lu z de esta Im p o r t a , pues, a m i entender, el h a c e r co m p ren sib les e s ta s r e ­

lógica, de esta inteligente percepción de la s realidades, de este es­ fo r m a s g e n e ra le s a u n a l e s p íritu m á s sencillo, al m en o s in clin ad o

p íritu de orden gubernam ental, la an a rq u ía, el fan atism o , l a m i­ a lo s in tereses pú blicos, p o r m e d io d e r e fo r m a s p a rt ic u la r e s e in­
í ' se ria esp iritu al de los republicanos lib erale s! m e d ia t a s n a tu ra lm e n te d e riv a d a s de a q u é lla s . E s te p r o g r a m a , v a sto
382 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA RESPUESTA A M. JACQUES BAINVILLE 383

y preciso a un tiempo, cuyas amplitud y armónica ordenación sa­ la gente enterada sabrá dónde están la incoherencia, los planes
tisfacen plenamente a los espíritus formados por la cultura francesa, vacilantes, la endeblez lógica. Ahora lo que importa es trabajar para
será menester, en un cierto sentido, ilustrarlo para uso de los que todos los franceses de buen sentido y buena fe lo sepan y lo
humildes poco preparados para la reflexión y para la crítica y a comprendan también.
quienes una imagen convence mejor que la más impecable conca- Le ruego que acepte la reiteración de los sentimientos con que
' tenación de ideas. Acuérdese usted de que, al final del segundo í soy de usted affmo.,
Imperio, los republicanos, privados por su anarquía intelectual y
JACQUES BAINVILLE
sus divisiones intestinas de una doctrina fuerte y coherente, se
habían ingeniado para escoger en el derecho público, administra­
tivo o civil, algunos ejemplos de los abusos que todos los franceses
E l espíritu práctico de M. Jacques Bainville no podía limi­
estaban expuestos a sufrir a diario (tal la irresponsabilidad de los
tarse a una adhesión de teorizante. E s de los nuestros y su
funcionarios) y que el Gobierno imperial no podía corregir sin
atacar los principios mismos en que se apoyaba. Yo creo que hoy primera preocupación es indicarnos lo que, a su juicio, convie­
no sería difícil confeccionar un católogo de reformas que tuviesen ne preparar para reconquistar por lo menos una parte de la opi­
la. doble virtud de interesar directamente a un gran número de fran­ nión nacional.
ceses y de no poder ser acometidas por los demócratas: ciertas sim­ Su proyecto de reforma práctica me parece bien visto. L a
plificaciones en la organización judicial, la creación de registros hipo­ reforma judicial es indispensable, porque todo el mundo sufre de
tecarios para facilitar 1a transmisión de propiedades y el estableci­ las fantasías de nuestra justicia. Pero, lo mismo que ocurre con
miento de hipotecas; estos son ejemplos que escojo al azar, entre las la descentralización, “ningún poder débil”, como dice el señor
cien cuestiones que se agitan actualmente. Los juristas y los econo­ duque de Orleans, sería capaz de emprender esta reforma co­
mistas que se han mantenido fieles a la tradición nacional sabrán ha­
losal. E s más imposible aún en una democracia parlamentaria,
llar los puntos sensibles y desarrollar, conforme a los principios mis­
mos de la doctrina monárquica, estas cuestiones de detalle. Los repu­ I en la que la influencia de los oradores y los leguleyos alcanza
blicanos que, con su política de partido, han debilitado a Francia, ¡
: naturalmente el máximo. N o sólo serían infinitas las resisten­
por lo menos nos han dado un ejemplo que imitar: como usted cias que habría que vencer, sino que hasta es imposible soñar
mismo ha hecho notar hace dos meses, la organización que son in­ siquiera en ello, porque, al romperlas, el mundo oficial arruina­
capaces de dar a la patria saben adaptarla perfectamente a sus ría a la clase que le dota de sus órganos más necesarios. U n
grupos. Y, aunque los monárquicos, según oportunamente recor­ hecho revelador: el Elíseo, el palacio Borbón y el palacio del
daba M. Buffet, no forman ningún partido político, sino que repre­ Luxemburgo están habitados por tres abogados1. Los mon­
sentan una opinión nacional, sería conveniente seguir una táctica
árquicos tenemos que hacer comprender a las gentes de la
que tan buen resultado ha dado a quienes han sido los primeros en
ciudad y del campo que, si bien es verdad que podríamos
emplearla.
sufrir opresores más violentos, también lo es el que apenas hay
¡Qué rara eficacia encerrarían de este modo las teorías monár­
explotadores más temibles que los “hombres de la Biblia y el
quicas, capaces lo mismo de satisfacer las más puras inteligencias
especulativas que de contentar a los espíritus más prácticos! Esta Código” , como los ha llamado Maurice Barres.
doctrina se me aparece como la única capaz de realizar en Francia Procúrese evitar un grave error posible. E l juego de la discu­
el indispensable consensus omnium. U n a frase absurda de Thiers sión y de la lucha por las reformas de detalle no debe nunca ha­
pretende que es la República "lo que menos nos divide”. Treinta cer olvidar el punto central y el término único de nuestra acción.
años de experiencia han probado copiosamente lo contrario. L a uni­ Este punto, este término, es la Monarquía, o, si se quiere, el
dad es una fuerza que pretenece hoy sólo a los monárquicos. Y — quie­
ro decírselo como final— nada me ha parecido más admirable, ni
1. Loa tre s inquilinos h a n cam biado, pero no la pro fesió n : tre s abo­
mejor síntoma, en su Encuesta que el cabal acuerdo entre las de­ gados, D eschanel, F alliéres y L oubet, h a n cedido el sitio a tre s aboga­
claraciones de M. Buffet y las de M. de Lur-Saluces. En adelante, dos, B risa on, A n to n in D ubost y F alliéres. (N o ta de 1909.)
384 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

bien público y la grandeza nacional, uno y otra absolutamente


dependientes de la Monarquía. De consiguiente, todo lo que no
es la Monarquía, no es más que un medio, y como un medio de­
berá tratarse, y secundario. Recordaba yo últimamente el gran
error de los monárquicos de 1871 que dictaron la ley de des­
centralización (o ley de los Consejos generales) antes de cons­ C A R T A D E M. J. C A P L A IN -C O R T A M B E R T
tituir el poder central enérgico, independiente y fuerte, o sea,
monárquico, encargado de aplicar la ley. Consecuencia: dicha
ley no ha sido aplicada jamás real y verdaderamente. Lo mis­
mo ocurriría con una tentativa de reforma judicial sin la Mon­
arquía. Tarde o temprano, descubriríase en ella alguna aña­
gaza. f onsxeur A rthur Ranc ha dicho en L e Radical que la
Con esta simple observación, que no quiero llamar reserva, Redacción en pleno de L ’Action Française ha desfilado
acepto gustosísimo las sugerencias prácticas de M. Jacques por las columnas de nuestra Encuesta. Pues está equivoca­
Bainville. A despecho de su rara madurez, permítame éste sa­ do. M. Ranc ha tomado sus deseos por realidades. Todavía
ludar la gran novedad y la extrema juventud de los estados de le toca repetir, desde su atalaya democrática, su grito de
espíritu que me ha hecho patentes. M. Jacques Bainville perso­ quantum ferrum ! Precisamente hoy voy a dar una carta de
nifica para mí una de las primeras floraciones del vasto, lento M. Jules Caplain-Cortambert, que es nada menos que direc­
y profundo trabajo operado en la savia filosófica francesa des­ tor administrativo de L ’Action Française.
pués de la Revolución y contra la Revolución. E l espíritu crí­
tico, los métodos reflexivos de la ciencia, un naturalismo libre Unos años antes de fundar L ’Action Française con su ami­
de todo designio antirreligioso, al mismo tiempo que de todo go M. Henri Vaugeois, M. Caplain andaba, como teniente o ca­
designio religioso, estas son las causas esenciales de los últi­ pitán, por las guarniciones y los fuertes del Este. Camarada
mos acontecimientos intelectuales; pero estos acontecimientos de promoción del marqués de Morés (1878), encarnaba muy
van a dar fruto a su vez, y, si la concordancia observada por
bien ese nuevo tipo de oficial francés casi tan aficionado a la
M. Paul Bourget entre la tradición mítica y la tradición posi­
filosofía y a la ciencia como a las correrías militares, a las
tiva no se encarna, a su hora, en algún hecho, habrá que creer
campañas y a las exploraciones. L a cultura muy considerable
que los dioses cambian de favoritos; en vez de prendarse de
que había adquirido en sus largas soledades de los Vosgos, le
la juventud, del porvenir y del rosado oriente de un Jacques
permitió dedicarse a estudios de organización militar cuando
Bainville, estos dioses malhumorados preferirían las nieves
hubo pedido, en 1893, el retiro como capitán. Comandante de
de las viejas barbas republicanas.
la reserva hoy, no creo que Caplain se haya considerado nunca
Hipótesis increíble. Porque los dioses son personas decentes.
como retirado, y el nombre de “militante” que se adjudican los
Tienen luces y gusto.
socialistas cuadra perfectamente a este nacionalista siempre
alerta.
L a primera de sus intervenciones en nuestras luchas civiles
data del principio del "affaire” Dreyfus, precisamente del 5 de
enero de 1895. E l día de la degradación del traidor, el capitán
Caplain-Cortambert consiguió penetrar, de uniforme, con un
destacamento de su regimiento, en el patio de la Escuela M i­

<5
CARTA DE M. J . CAPLAIN-CORTAMBERT 387
386 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

de Passy, los elementos que más adelante debían constituir


litar, en donde debía desarrollarse la infamante tragedia. Con­
la Action Française. A llí encontré, junto al coronel de Ville-
templó con sus propios ojos la vergüenza del miserable traidor
bois y a Henri Vaugeois, a MM. de Montesquiou, Antoine
judío. Y , a la salida del acto, se encontró con uno de sus cama-
Baumann, el autor de admirables estudios sobre la vida social
radas de promoción, el comandante d’Attel, el cual lucía aquel
de nuestros días, Octave Tauxier, Lucien Cortambert, más tar­
día por vez primera su cuarto galón. M. d’Attel, que se encon­
de secretario de la Action Française, al director de A bas les
traba rodeado de otras muchas personas, declaró sin rodeos
tyrans, la ardiente hojilla antimasónica, a M. Copin-Albancelli
ante M. Caplain-Cortambert, que Dreyfus acababa de hacer la
y a tantos otros, en fin, que consagran hoy todo su talento
célebre confesión de que, más tarde, el capitán Lebrun-Renaud
a los postulados generales del nacionalismo.
tuvo que dar fe.
Sin la muerte de Villebois-Mareuil, es probable que los es­
Tal declaración impresionó tan vivamente al capitán Caplain,
tudios filosóficos del grupo de la Action Française se hubie­
que fué repitiéndola sin tardar a muchos de sus amigos. — Pero
ran visto secundados y agrandados por iniciativas de otro
(he preguntado yo más de una vez a Caplain) ¿por qué no
orden. L a “acción” teórica hubiera ido apoyada por una acción
aportó usted este testimonio a nuestras polémicas de prensa,
práctica, paralela aunque diferente. U A c c ió n Française de
al Tribunal de Casación, al proceso de Rennes ?— Y siempre me
l.° de mayo de 1900 contiene, a este propósito, informaciones
ha contestado textualmente : — Porque no quise utilizar una in­
concretísimas sobre los proyectos del coronel. Acaso alguien
formación que había tenido como oficial...
los exhume. N o todos los audaces han muerto.
Si traslado aquí está respuesta es porque resume cabalmen­
Tengo observado que, cuando se reúnen militares y pensa­
te la situación: estamos condenados a tropezamos siempre con
dores, se opera una especie de inversión de valores : los sofistas
el pudor del oficial. E l Ejército, el Estado, son atacados a dia­
adoptan el tono genuino del mando y los espadones se hacen
rio sin el menor escrúpulo, y los defensores del Ejército y dei
argumentadores y críticos. Como puede verse por su carta,
Estado se sienten obligados, o por su situación, o por virtud,
nuestro amigo Caplain-Cortambert no ha olvidado nada de sus
o por decoro, a todas las delicadezas de conciencia; este es
hábitos profesionales y se expresa con la auténtica libertad
uno de los secretos de nuestra debilidad.
de un soldado. Pero no cabe desconocer los curiosos y delicados
repliegues de un pensamiento que quiere exponer todas las razo­
Entretanto, M. Jules Caplain-Cortambert proseguía sus estu­
nes en que se apoya.
dios técnicos. E n 1898, un artículo que M. Henri Bérenger aca­
baba de publicar en la Revue Hebdomadaire le dió ocasión a
restablecer, en las páginas de la misma revista, importantes Mi querido amigo:
verdades militares; M. Jules Lemaître intervino en la polémi­
ca con un articulo en Le Figaro, y el coronel de Villebois-Ma- Su E ncuesta sobre la Monarquía es una obra meritoria. Le digo
reuil puso digno remate a aquélla, desde L e Soldat, con una esto tal como lo pienso, no porque no me sienta incrédulo ante
algunas de sus afirmaciones— las de usted, las de M. Buffet, o de
conclusión magistral. Estrechamente ligado después a todos los
M. de Lur-Saluces, porque yo no distingo entre los tres, cosa que
trabajos del heroico coronel, Caplain pasó a ser redactor del
ni a usted ni a estos señores puede molestarles— , sino porque se
Soldat y a colaborar en la Union de las Sociedades regimentar­
atreve usted a decir muchas cosas que hasta ahora parecían ver­
les. Su charla sobre los voluntarios del 92 según el libro de
daderas herejías a la mayoría de sus correligionarios. A menudo
Camille Rousset fué el punto de partida de una importantí­ he podido comprobar, por ejemplo, su ignorancia de los trabajos de
sima serie de conferencias dadas en el Círculo del bulevar Se­ quien ha realizado un tan profundo estudio sobre las Trade Unions.
bastopol. ¿Desengañará usted al pueblo? ¿Convencerá a sus adversarios?
A lgo más tarde, Caplain reunía en tomo suyo, en su casita Mucho lo dudo, porque presenta usted a sus ojos un motivo de
ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CARTA DE M. J . CAFLAIN-CORTAMBERT 389
38S

recusación: el ser monárquico. Sin duda, usted mismo se da cuenta lidad a todo individuo viviente, lo merezca o no, sea o no consciente
de ello, pero sabe también que, antes de catequizar a los infieles, de ello.
es necesario formar misioneros, y ha comenzado por esto, como E l hombre, a este modo de ver las cosas, es un hecho que tiene
un valor intrínseco, sin que puedan influirlo ni el ambiente ni el
era natural.
origen. Tendrá usted que luchar contra la negación presente de
M e pide usted que le formule mis objeciones, lo que me emba­
la influencia moral de la herencia.
raza no poco. ¿Cómo voy a llevarle la contraria a M. Buffet cuan­
Y la herencia, si no del sentimiento, por lo menos de la capaci­
do condena nuestro parlamentarismo? ¿Cómo negarle a usted la
dad de sentimiento, no está menos probada científicamente que la
razón cuando nos presenta la venida del duque de Orléans como el
herencia morfológica, de la que no es más que una forma, para
único remedio de las dolencias nacionales?
unos, y, para otros, una consecuencia. Concedo, pues, que la for­
¿Acaso éstoy yo seguro de que no la tenga? N o puedo hacer
mación de una selección, de una aristocracia hereditaria, para de­
más que repetir en tono de interrogación algunas de sus propo­
cirlo de una vez, es un hecho cierto.
siciones. Por ejemplo: los contribuyentes, a los que se pida este P or consiguiente, la transmisión hereditaria del poder es ló­
sacrificio o el de más allá, ¿tendrán la garantía de que, tras haberlo gica y razonable en sí. Con todo, no hay que olvidar que la in-,
aceptado, estarán a cubierto de toda persecución? O bien: el fisco, fluencia de los cruces exóticos ha sido considerable en Francia en
precisamente porque el rey, seguro del porvenir, podrá sentirse ci siglo de vigencia de una ley estúpida que concede a los extran­
valiente y emprendedor sin grandes riesgos, ¿no se verá lanzado por jeros una hospitalidad tan sin limites. Las clases directoras, sobre
pendientes fatales? O bien: al morir el rey, ¿se pondrán de acuer­ todo la aristocracia, se han modificado con esta afluencia excesiva
do todos los franceses para aclamar al nuevo soberano? Acuérde­ de sangre extranjera. Naturalmente, el pueblo, por su pobreza, ha
se usted de las luchas entre legitimistas y orleanistas: ¿quién se estado menos expuesto, e instintivamente advierte que él representa
hubiera atrevido a inclinar la balanza en favor de uno de los la Francia genuina, la raza autóctona, colocada así bajo la hege­
bandos ? monía de unas clases privilegiadas, en parte judaizadas y eosiho- I
Dice acertadamente el conde de Lur-Saluces : E l oficio del pódel­ politizadas en sangre e intereses. Esto explica la conducta de una
es regular la evolución del pueblo, dirigirla sin ponerle trabas, gran parte de las clases directoras en el “affaire” que Thiébaud ha
de modo que resulte fecunda. Hubiera debido añadir que el poder comparado con tanto acierto, por su utilidad para distinguir a los
no debe suplantar las iniciativas individuales que dan vida a la extranjeros de raza de los autóctonos, a la tintura de tornasol, que
nación e impulsan, por tanto, su evolución. descubre en seguida I03 ácidos y las bases.
El cargo más importante que cabe hacer contra un Gobierno Los cruzamientos solos no bastan para determinar las varia­
parlamentario es precisamente el de que no regula ni dirige, sino ciones individuales, cuya frecuencia ha llegado a hacer dudar a
que, por el contrario, se ve arrastrado por una corriente a menudo algunos de la estabilidad de la raza francesa. L a influencia en la
artificial porque es impersonal y anónima, emanada de la psico­ sociedad del Yo con mayúscula, como diría Izoulet, la profusión de
logía de las turbas. hojas más o menos protestantes— y, de consiguiente, individualis­
La demostración de esta verdad es uno de los lugares comunes tas— , los métodos de selección artificial empleados desde hace tiem­
familiares a los colaboradores de L’A ction Française, cuya tenden­ po por el Gobierno en nuestras escuelas, han “maltrecho”, de dife­
cia actual fué tan acertadamente definida desde el primer momento rentes modos, las Circunvoluciones cerebrales de los jóvenes fran­
por Vaugeois: A n te todo, reacción... ceses y han creado una especie de atmósfera de individualismo que
Nosotros nos hemos propuesto coger la doctrina política en aquel es adversa al establecimiento de un poder basado en la herencia.
punto en que el legislador abandonó el realismo— lo único fecun­ N o hay duda de que una reacción seria que una propaganda
do— ; pero, para no caer en el mismo error que nuestros padres, oral y escrita, y los hechos, estimulasen, podría, a la larga, mo­
hemos de tener en cuenta los cambios introducidos en nuestro sen­ dificar este estado de espíritu, si, por otro lado, las clases privi­
timiento político en virtud de este mismo error que ha durado ya legiadas alcanzasen una sana comprensión de las tendencias y las
más de un siglo. necesidades del pueblo. Para esto harían falta muchos hombres
Y usted no cuenta con que la ley reconoce la misma persona­ del temple del conde de Sabran-Pontevés. Y todavía muchos mali-

L
RESPUESTA A M . J . CAPLAIN-CORTAMBERT 391
390 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

l.° M. Caplain pregunta a M. André Buffet hasta qué punto


ciosos, o tan sólo escépticos, no verían en ello más que una ten­
tativa de restauración de intereses personales y no de restauración la Corona sería una sólida garantía para el contribuyente: con­
nacional. testaré sencillamente que en la medida en que la Monarquía no
Por consiguiente, mis objeciones tienen como base, por una par­ será la República. L a Monarquía no será un Gobierno “arrastra­
te, el natural desconocimiento que tenemos de lo que sería la teo­ do por una corriente a menudo artificial, porque es imperso­
ría monárquica una vez encamada en la persona del Príncipe, y, nal y anónima, emanada de la psicología de las turbas”. Estas
por otra, la incapacidad de los franceses de hoy para recobrar la palabras, que desgloso de la carta de M. Caplain, contestan
fe monárquica sin una evolución reciproca de los partidos, que puede
perfectamente a su propia objeción. U n Gobierno personal y
ser de muy lenta duración.
dinástico emprende un determinado camino y decide seguirlo
E l conde de Lur-Saluces, a propósito de un juicio mío sobre la
hasta tal o cual límite que previamente se ha marcado a sí mis­
emigración (A ction Française de 1.» de setiembre), me hace no­
tar, en la G azette de France, que la evolución de la Monarquía m o: salvo accidente (y los accidentes es imposible calcularlos;
hacia la demofllia no es cosa de ayer. Cita, como prueba, cartas sólo que, con República, son más desastrosos y más funestos
del conde de Chambord y del conde de París que demuestran, sin que con M onarquía), tal decisión, tal designio, tal plan, son pro­
discusión posible, la continuidad de criterio de los representantes seguidos hasta el fin de acuerdo con la voluntad que los ha
de la Monarquía. concebido.
Desgraciadamente, no me había sido posible, dado el tema del U n Gobierno personal y dinástico, consciente y estable, pue­
artículo de referencia, precisar ciertos puntos que han molestado
de, pues, empeñar, en materia financiera, una palabra firme,
— lo sé por cartas que he recibido— alguna susceptibilidad vendea-
una promesa cierta. P o r el contrario, una multitud, por más
na. Agradezco tanto más a M. de Lur-Saluces el haber reconocido
mi' buena fe, cuanto que ya estaba de acuerdo con él sobre lo
que se disfrace de Gobierno, no puede hacerlo. E lla no guía,
añejo de dicha evolución jalonada por los nombres de Bonald, de sino que la guían; energías ciegas la empujan. Su propio peso
Villèle y del conde de París. Por desgracia, la cabeza del partido la arrastra a pendientes en las que se contraen compromisos
realista no fué seguida por los simples aficionados a las jaurías de de manera siempre (y necesariamente) acelerada. Cualquier ten­
caza, a las bandas de los jockeys, los fam osos aficionados al polo, dencia audaz, cualquier innovación valiente, encierran así una
las buenas gentes confitadas en sus rancios sueños y un poco mis- amenaza o un peligro.
ticas i y, en general, por los conservadores, monárquicos o no. E l contribuyente se dice: “H oy me piden el doble; mañana
P ara los efectos sociales, es esta cola, que desconoce la acción
me pedirán el triple.” Si quien pide es un hombre responsable,
y es refractaria a los cambios, lo que constituye el partido mon­
obligado a la prudencia por su mismo interés y cuidadoso, por
árquico; políticamente, es ella la combatida por el socialismo cre­
ciente por un prejuicio que tiene su razón de ser. Y lo que pasma su posición, del bien público, el contribuyente le otorgará, sin
a todo el mundo es su evolución que la encuesta de usted y la apro­ duda, más crédito que a los arrebatos furiosos de una voluntad
bación del duque de Orléans han hecho posible. pública anónima e irresponsable.
L a apatía conformista o melancólica de los hijos de aquellos que 2. ° M. André Buffet no ha dicho que, muerto el rey, los
se hacían matar heroicamente en Patay se sentirá sacudida mer­ franceses aclamasen sin discusión al nuevo soberano, sino que
ced a ello y se habrá hecho posible la discusión entre usted y al­ ha dicho que así se hace en el sistema monárquico. Antaño los
gunos demócratas de buena fe que saben percibir ya en los actos
franceses así lo hicieron y, gracias a esto, F ran cia existió y
de la muchedumbre un disolvente de la asociación 2.
se desarrolló vigorosamente. Si queremos que se reh aga y pro­
M uy suyo,
siga su antiguo desarrollo, tenemos que restablecer el procedi­
J . C a pla in -C ortam bert
miento. En cuanto a las primera^ dificultades de hecho, el rey
1. P a la b ra s del conde de L ur-S aluces: “N u estro m onarquism o”, a r ­ y los buenos ciudadanos s¡e dedicarían a resolverlas.
tícu lo de la G azette de France del 8 de setiem b re de 1900.
3. ° M. de Lur-Saluces no se ha olvidado de añadir que “el
2. G. D ehekmb . L a cooperación de las ideas.
RESPUESTA A M . J . CAPLAIN-CORTAMBERT ÛQ3
392 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

semejante. E s inmensa: para llevarla a cabo, hacen falta todas


poder no debe suplantar las iniciativas individuales” ; al con­
las fuerzas del Poder. Hay, pues, que comenzar por entregár­
trario, todas sus palabras giran alrededor de la necesidad de
selas a la Monarquía.
una descentralización, es decir, de dar libertad a estas inicia­
7. ° Mirémonos en un gran ejemplo de hoy. Los colectivis­
tivas y favorecerlas.
tas persiguen una reforma mucho más complicada, difícil (has­
4. ° ¿Ha evolucionado el partido monárquico? Pregunta
ta imposible), que la restauración de la herencia doméstica y
ociosa, porque “no hay ni debe haber tal partido monárquico”.
política. Pretenden “socializar” los instrumentos de producción,
E n cuanto a la opinión monárquica, la acogida que acaba de
dispensar a nuestra Encuesta demuestra que siempre ha esta­ i. y esto en un país de pequeña y mediana propiedad, como es
Francia, que cuenta cerca de 20 millones de agricultores. Y no
do con nosotros. E s un hecho— y un hecho que honra a la direc­
4) por ello nuestros colectivistas se han arredrado. ¿Por qué?
ción de la política real— que se ha eliminado a algunas perso­
s» Porque, bajo la inspiración de M. Jules Guesde, han adoptado
nalidades molestas y que se han corregido ciertos defectos.
el método conveniente y dicen: ante todo, la conquista del po~
P o r otra parte, si los monárquicos, o sus figuras principales,
der, porque saben que, una vez conquistado éste, todo se les
han tenido sus defectos, ¿ acaso los republicanos están libres de
allanaría, por lo menos durante algún tiempo.
ellos? En lugar de hacernos unos a otros toda clase de recri­
minaciones desagradables, sería discreto que empleásemos nues­ t' Teniendo, como tiene, sobre ellos la superioridad de una
I concepción realista y científica, que cuenta con la colaboración
tras fuerzas y nuestras energías en salvar de una vez al país.
de la naturaleza y del tiempo, y apoyada en ese gran senti­
5. ® Y al país hay que salvarlo, tanto si quiere él como si
no quiere. Además, quiere. Lo quiere más de lo que supone aca­ miento del peligro público y en ese deseo de salvación que
so M. Caplain. E l país es solucionista. Estará enteramente, han dado vida al nacionalismo, la Monarquía, una vez restaura­
unánimemente, al lado de la primera de las soluciones que dé da en Francia, vería abrirse ante ella un campo casi infinito.
resultado. Pero son los discretos, los espíritus pensadores y 8. ° Se pregunta M. Caplain-Cortambert si las clases altas
filosóficos, quienes han de escoger la solución, para que sea y la burguesía no se han contaminado mucho con sangre ex­
buena y no aumente nuestros males. M. Caplain reconoce el tranjera. Es una cuestión que cabe discutir, pero haciendo
valor intrínseco del principio de la herencia y enumera las difi­ grandes distingos. Mas, como él mismo dice acertadamente,
cultades con que se tropezará al tratar de hacerlo admitir. M. Georges Thiébaud nos ha proporcionado el medio de distin­
Pues, aunque fuera más difícil todavía, el bien público es im­ guir a nuestros extranjeros de nuestros autóctonos viendo
posible sin él. Lo he demostrado repetidamente y nadie me ha cómo reaccionaron en el momento del “affaire” Dreyfus. Pue3
replicado en serio. ¿Cabe dudar, acaso, entre lo difícil y lo im­ bien: que los nacionalistas recuerden la conducta de los monár­
posible? E n ves de epilogar sobre el régimen hereditario, de­ quicos en esta ocasión. Precisamente, Vaugeois ha dejado sen­
beríamos esforzarnos en establecer un régimen compatible con tado en L ’Action Française cómo los monárquicos de nacimien­
la herencia. to y de tradición fueron los primeros— natural y necesaria­
6. ° Si hubiera algo sano y que mereciese ser conservado mente— en reaccionar, y del modo más violento, contra el par­
en el sistema individualista, nos interesaría tenerlo en cuenta tido del traidor Dreyfus.
y conservarlo, lo que disminuiría a proporción las dificultades 9. ° ¿ Y por qué la condición de monárquico podría ser un
de nuestra obra. Pero el buen sentido, la razón, nos lo impide. motivo de recusación para un francés que se ocupa de la polí­
N o hemos de tener en cuenta el error más que para desenga­ tica francesa? Algún día contaré a M. Caplain no cómo me
ñar de él a nuestros conciudadanos. De esto se trata en L ’Action hice monárquico, sino cómo, bajo qué presiones y en fuerza de
Française, pero había que ser loco para creer que con libros, qué evidencias acabadas, me vi obligado a apasionarme por
con artículos y conferencias pudiera llevarse a cabo empresa las verdades monárquicas. En dos palabras: fué el “affaire”
394 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

,v^D reyfu s lo que me hizo darme clara cuenta de por qué la Re-
v* pública era impotente p ara resolver un negocio de Estado.
Aquel “Y a no tenemos Estado”, lacónica frase de M. Anatole
France, cobró para mi todo su sentido, y a que la menor mirada
que echase sobre Europa me enseñaba la necesidad en que nos
hallábamos de tener un Estado precisamente ahora.
C A R T A D E M. L IO N E L D E S R IE U X
10. Y todavía entonces no se trataba más que de una voz
de mi razón, pero convirtióse en cosa de sentimiento, se in­
corporó a todas mis pasiones de ciudadano y de francés, deter­
minó todos mis actos de confianza y de esperanza, mis resolu­
ciones y mis voliciones últimas, el día en que me puse a exa­
minar la actitud del señor duque de Orléans durante el “affai­ Encuesta sobre la Monarquía no estaría completa si la
L
a
re ” Dreyfus. ¿Sabe usted de alguien, mi querido Caplain, cuya cofradía de los poetas no tuviera en ella un eco de sus
“reacción” haya sido más francesa que la del señor duque de sentimientos y su modo de pensar. L a verdadera política nece­
Orléans ? sita el andar ingrávido, el movimiento alado que sólo la esté­
Fué, ni más ni menos, el sentimiento mismo de la Fran­ tica puede proporcionarle. Además, para rectificar las falsas
cia eterna. E l jefe de la Casa de Francia advirtió desde el pri­ ideas que por ahí corren, necesitamos del concurso de quienes
mer momento el complot extranjero y señaló a los agentes cos­ saben apaciguar los ánimos, templar los vanos ardores y, con
mopolitas del mismo: los judíos. Dicho esto, ya no vaciló. N in ­ la sutil armonía de unos eufónicos sones concatenados, son ca­
guna circunstancia le hizo dudar en su manera de ver el in­ paces de domar las mentes más informes y penetrar la corteza
terés público más profundo. Sus declaraciones más firmes y de los corazones más groseros. L a espumeante fu ria de un
graves datan del período más agitado del “affaire”, de des­ Pressensé puede ser incurable en muchos sentidos, pero no
pués de setiembre de 18981. Ninguno de los turbios sentimien­ pocos de los lectores mismos de un Pressensé, sobre todo aque­
tos que arrastraron a tantas cabezas inseguras al dreyfusis- llos en quienes el error o la crasa ignorancia no derivan de un
mo hizo mella en él. Sentía las cosas como rey y por todos. histerismo religioso ni de pura epilepsia, pueden ser sensibles
Sostenía la necesidad nacional y la razón de Estado. N o en­ a una armonía perfecta y, en virtud de ella, inclinarse a com­
tendía más que de lo que era su función en aquellos momentos prender el orden intelectual, la exactitud y la verdad de nues­
históricos y de las reglas de su función. Durante aquellos tris­ tros argumentos.
tes días en que tantos franceses conocieron horas de vacilación
y de apuro, el Príncipe desterrado pudo decir, en el verdadero
M. Lionel des Rieux es conocido bajo dos aspectos bastan­
sentido de la frase, lo que decía Luis X I V desde el trono y en
te distintos, aunque no incompatibles.
plena gloria: E l Estado soy yo.
U n hermoso libro de versos, publicados sueltos primera­
Entonces comprendí que él era, en efecto, el Estado des­
mente y reunidos después en un volumen b a jo el sintético tí­
terrado.
tulo de E l coro de las Musas, le conquistó la amistad y la
P o r esta señal reconocí al rey de Francia. ¿Cómo podrán
admiración de cuantos conservan un sentido del estilo, de la
dudar todavía los buenos ciudadanos ante una señal tan clara?
lengua y del gusto clásico francés. Los lectores de Chénier, de
1. E s decir, después de la detención y la m u erte del teniente coro­ Racine, de L a Fontaine y de Ronsard reconocieron en seguida
nel H enry . V éase la serie de los “Actos del P rin cip e” en. Lo Monarchie una inspiración y un aliento que les eran familiares. L a “Antolo­
F rançaise¡ 1 vol. ; L ib re ría N acional. (N ota de 1909.) gía”, Sófocles y Horacio siguen siendo las puras fuentes, elegidas
CARTA DE M. LIONEL DES RIEUX 397
39P ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

, res, en aquellas que están perfectamente logradas, procede por


entre las dos antigüedades, en las que M. Lionel des Rieux no ha
eliminación o por sacrificio, y qué decir “organización”, “orden”
cesado de buscar el alma misma de sus canciones. Anteriormente
■■o “belleza”, equivale a decir privilegio o patente y profunda
el respeto exageraba tal vez en él el sentimiento de la medida,
^desigualdad. De consiguiente, si el género humano, y concre­
alejándolo de las fecundas audacias lícitas; pero, andando el
tamente la nación francesa, tienen interés en conservar cierta
tiempo, ha sabido sobreponerse a este reparo, y su estro liber­
dignidad y en llevar a cabo alguna noble tarea, del género que
tado, cada vez más ágil y fuerte, ha adquirido una gran am­
sea, M. Lionel des Rieux lo condiciona a que el error liberal y
plitud. E n E l coro de las Musas se encuentran algunas de las
la locura democrática sean previamente desenmascarados y re­
mejores obras de la antigua Escuela romanista francesa1.
pudiados. Algún necio lo tomará por un discípulo de Nietzsche,
Pero M. Lionel des Rieux no se ha contentado con sentir
pero todos los enterados saben que este germano cruzado de
secretamente los fatales imperativos y las fructuosas leyes
eslavo no ha sido nunca más que nuestro condiscípulo: ha
de la tradición, sino que las ha defendido con infinita sabidu­
estado en la misma escuela que nosotros, y nacido, como ese
ría, energía y acierto. Se hizo notabilísima una campaña suya,
pobre M. de Pressensé, en cuna protestante y bárbara, lleno del
de crítica, sostenida durante seis meses en las páginas de
L ’Ermitage, Predecíase a M. Lionel des Rieux un brillante por­ i v jugo de las más copiosas necedades, Nietzsche no siempre ha
comprendido bien lo que nuestros maestros enseñaban: la ju­
venir de polemista literario. Su prosa fina, dura y erizada de-
ventud francesa lo ha dejado y a atrás, lo ha rectificado y espe­
pequeños sarcasmos envenenados, gustaba a todos los amigos
convencidos de la verdad, porque el buen gusto de M. Lionel ro que pronto lo hará olvidar.
des Rieux no daba cuartel a los malos poetas. Su propio jefe N o me parece indiscreto añadir que M. Lionel des Rieux
de Redacción, poeta advenedizo, vino a caerle entre los dien­ pertenecía, por sus orígenes, al mundo bonapartista. E l detalle
tes y lo devoró sin más cumplidos que a cualquier poetastro no es inútil para la lectura del diálogo filosófico que encierra
del semestre. Y a puede suponerse que aquella deliciosa cam­ la ingeniosa carta que sigue.
paña terminó como era de esperar: por falta de sitio donde
continuarla; sucumbió, en cierto sentido, al peso de su propia
!' M i querido amigo:
perfección. Pero el nombre del poeta-crítico de L ’Ermitage que­
dó vivísimo, por motivos diversos, en muchas memorias.
. Está cerca de mí en este momento un joven nacionalista al que
i: he leído sus artículos de la G azette y no ha podido menos de ad­
Poeta o crítico, M. Lionel des Rieux encarna para nosotros m irar la valentía y la profunda sabiduría de M M . Buffet y de Lur-
un estado de espíritu muy corriente en la nueva generación Saluces y la armónica ordenación de sus declaraciones.
literaria, pero encarnado en él con vigor: el horror de la : “— Todavía nunca se habían dado— me ha dicho— soluciones tan
elegantes sobre la misión de la nobleza, el estado de los obreros
anarquía.
r agrícolas e industriales o la cuestión judía, en una palabra, sobre
L a idea de la Revolución lo llena de verdadera repugnancia.
todos los problemas sociales de nuestros días. Pero, más que nada,
El vocabulario democrático, cuya inanidad le es conocida por
alabo en estos señores el no haberse perdido en teorías huecas: no
haberlo analizado concienzudamente, le parece un galimatías lleva Francia tan poco tiempo de República que no haya tomado
de cotorras. Entiende que la naturaleza, en sus obras superio- un cierto gusto a la palabra “libertad” ; esto es indiscutible. E n lu­
gar, pues, de borrar esta palabra, dichos señores prometen tradu­
1. L a escuela ro m a n ista francesa, grupo de poetas y escritores fun­ cirla en realidades prácticas: tolerancia religiosa y filosófica, ex­
dado en 1890 por MM. Je a n M oréas, R aym ond de L a Tailhéde, E rnest tensión de los derechos del testador, autonomía de los municipios,
R aynaud, M aurice du P lessys y el a u to r de la E ncuesta sobre la Mon­
arquía. P roponíase re s ta u ra r el gusto y el espíritu de las letras comarcas y provincias y; por este medio, desenvolvimiento del in­
clásicas. dividuo, de la familia y de la nación. Esta es una política de rea-
398 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CARTA DE M. LIONEL DES RIEUX 399

lidades. Pero me parece que, porque no la haya seguido nuestra biscito— , que sería completamente accidental p ara la Monarquía
República, no es incompatible con todo régimen republicano.” tradicional, es la misma esencia dfel Imperio.

— N o se lo niego— le he respuesto— . Pero, si nos limitáramos a — E n derecho, es posible. Pero, de hecho, el plebiscito no ha sido
las reformas de que usted habla (y conste que no desconozco todo más que una ficción gubernamental, comparable, en cierto modo,
lo necesarias que son) no garantizaríamos al cuerpo social más al derecho divino de los reyes. Puede reforzar la autoridad sobe­
que el libre juego de sus funciones esplánicas. Y esto puede bastar rana, pero, comoi el emperador es libre para señalarle momento
a un pólipo o a una Suiza, pero no a una Francia. Francia está y objeto, no puede debilitarla. Mucho más peligroso es el parlamen­
hecha para ima vida de relación; posee un genio único, ima sola tarismo, con sus convocatorias obligatorias y la predeterminación
conciencia: necesita, pues, una voluntad única, un solo jefe. de aquello en que es competente. Pues, si los Bonaparte son el ple­
biscito, con mayor motivo aún, como dice M. Thiébaud, los Orleans
¿Pretenderá alguien que nuestro presidente representa esta vo­
son el parlamentarismo.
luntad nacional ? Ello no es cierto. Elegido por el Parlamento, de él
depende (como demuestra hasta la saciedad M. B uffet). Y el Par­ — Esto es verdad. Pero "el conde de París (M. B uffet lo recuer­
lamento, ¿qué representa?: unos intereses locales, o más particu­ da) ya estaba de vuelta de los mecanismos constitucionales de la
lares aún, que pueden estar en contra del interés general. Restauración y del Gobierno de julio, mecanismos calcados de los
Diputados y senadores emanan del subconsciente popular; son ingleses e importados a un país que no tiene las instituciones ni
como sus reflejos: por tanto, son incapaces de encarnar una con­ las costumbres inglesas. E l pensamiento del conde de París se ba­
ciencia general, una voluntad nacional. saba en la antigua Monarquía”. Y su hijo piensa como él: no hay
nadie menos orleanista que este duque de Orleans.
Pero, aun cuando la situación fuese otra, aunque tuviéramos,
como los Estados Unidos, un presidente autorizado a imponer su — ¡Que me place!— repone mi amigo— . Pero, si se enlaza de
voluntad, no bastaría. En efecto: un alcalde vive lo bastante para este modo con los últimos Borbones, ¿qué digo?, con Enrique IV,
dirigir la construcción de una fuente-guardacantón, y un goberna­ olvida lo que es la esencia misma de la Monarquía, que es una tra­
dor para dotar a su provincia de una red telefónica o de una ruta. dición efectiva, impersonal; hace acto de voluntad individual: actúa
Pero ¿cree usted que la duración de un Ministerio o el septenado como un Bonaparte; esta flor de lis liba en las abejas.
de un presidente bastan siempre para llevar a buen término un — P o r lo menos, reconozcamos que este Bonaparte, como usted
designio político? Se requiere más tiempo para formar una Fran­ dice, sabe lo que quiere y se atreve a decirlo. E n cambio, ¿qué es
cia; incluso para pacificar las Filipinas hará falta más tiempo. lo que quieren un príncipe Víctor o un príncipe Luis?
L a voluntad que anima una nación ha de poder durar tanto como — Acaso— responde mi amigo— lo mismo que el duque de Or-
la nación misma: se necesita una dinastía.
leans, porque su program a no tiene nada que se oponga a su na­
Aquí mi amigo me interrumpe: turaleza, y bastaría con un Buffet o un Lur-Saluces para que esta
— M e hace usted ver— dice— el error de un Dérouléde y la de­ posibilidad se trocase en certidumbre. Pero, no ya un príncipe Víc­
bilidad congènita de toda República. Pero el Imperio, ¿no es tan tor o un príncipe Luis: cualquier desconocido sin el nombre pres­
hereditario como la Monarquía tradicional? tigioso de Napoleón ni las antiguas glorias de la dinastía real, sin
— Sí. más atractivo que este de la novedad, siempre operante sobre nues­
— Por otra parte, la Monarquía tradicional (usted lo admite, tro pueblo, podría hacer suyas las mismas ideas. E l enfermo ignora
¿no?) sólo podría ser restaurada en virtud de un golpe de fuerza casi siempre qué médico fué el primero que, en un docto tratado,
o de un plebiscito, lo mismo que el Imperio. describió sus males y los remedios que a éstos podían darse. Su g ra ­
— Lo concedo. titud va enderezada sólo al que, adoctrinado con la salvadora en­
— Si ofrecen, pues, las mismas ventajas y cuentan con idénticos señanza, sabe aplicarla rápida y adecuadamente y lo salva así de la
medios, ¿ por qué quiere usted que me declare partidario de la Mon­ muerte.
arquía tradicional y no del Imperio? — Sea— digo— . Pero, si usted quiere a Francia, su obligación es
— Juega usted con las palabras— replico— ; ambos regímenes di­ llevar al salvador a su cabecera. Y ¿a dónde irá usted a buscarlo
fieren profúndamente, porque la apelación al pueblo — el ple­ de primera intención? ¿ A casa de un médico cualquiera, que acaso
RESPUESTA A M. LIONEL DES RIEUX 401
400 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

tralización para sostenerse; en otras palabras, para que le


ignore el tratamiento que usted cree ser el único bueno, o a casa
del que no puede ignorarlo, porque es suyo? reelijan.
— Empezaré por buscar a éste, pero, si tardase demasiado en f 2.° N o hay duda de que el Imperio puede ser, o hacerse, he­
contestar a mi llamada, me dirigiré a otro cualquiera. reditario ; pero no se inspira, ni siquiera de hecho, en la idea de
Tal es, mi querido Maurras, la conclusión de este nacionalista: la herencia, y esto constituye una enorme diferencia práctica : un
admite con nosotros que una República es, en la jerarquía de los poder que se siente hereditario es cosa distinta de un poder
Gobiernos, algo así como la ramificación de los protozoos en la que se contenta con serlo de hecho. Si hay duda sobre esto,
serie animal; reconoce que Francia necesita de una voluntad so­
; ¡compárese la política extranjera de Carlos X, de Luis X V H I
berana y hereditaria, es decir, una Monarquía. Pero le importan
y hasta de Luis-Felipe con la de los Napoleón!
más I03 beneficios de este régimen que la persona a quien pue­
dan deberse. N o nos paremos en los detalles. Pase el que el Imperio ten­
Esta cabeza juvenil está libre de no pocos errores, de no pocas ga en favor suyo a Waldeck y los judíos, pase que esta alian­
dudas; déjeme usted que le dé las gracias por ello, tanto en su za judía haya hecho perder al bonapartismo viejas simpatías
nombre como en el mío propio, y cuente usted siempre, mi querido militares y que el partido de Dreyfus le haya mostrado las su­
amigo, con mi fraternal afecto. yas y que éstas hayan sido muy bien acogidas; estas anécdotas
LIONEL DES R íe ¡xx
de la temporada pueden parecer ajenas a un pensador: pero
¿podrá consentir Rieux, conocedor del morbus democráticos,
¡A h ! Lionel des Rieux, en su encuentro con el joven nacio­
que delante de él se atribuyan “las mismas ventajas” al Impe­
nalista, se muestra bastante más indulgente y abordable de
rio que a la Monarquía tradicional? E l Imperio todavía puede
lo que era en 1896 con los poetillas del Parnaso, del simbo­
ser menos descentralizador que la República, y las Comisiones
lismo y del arte decadente. ¡Qué de concesiones innecesarias le
imperiales de descentralización nombradas por Napoleón III sir­
hace! ¡Cuántas herejías le deja escapar!
vieron para lo mismo que sirven hoy las parecidas comisiones
l.° L a política realista de descentralización (doméstica,
republicanamente instituidas por M. Ribot. Como representan
local y profesional) no sólo está “inaplicada” en la Repúbli­
una contradicción del conjunto de la mecánica del régimen, esto
ca 1, sino que es inaplicable, y esto por tres razones: a ) L a de­
mismo las condena al aborto.-
mocracia, ley del número, excluye la calidad, condición de la
En rigor, un príncipe Bonaparte podría “querer” lo mismo
organización2, b) Si, por milagro, la descentralización fuese
que quiere el duque de Orléans. Pero se vería obligado a guar­
un hecho, Francia, zamarreada a tirones de un lado y de otro
darse sus deseos tanto tiempo como durase su papel de preten­
por los grandes núcleos divergentes, acabaría por desaparecer
diente y, si llegaba a reinar, su reinado mismo. Del mismo
como unidad política por falta de un órgano vivo y poderoso
modo que hay una tradición monárquica que se impone y do­
del interés general, c) L a República democrática francesa no
mina todas las voluntades, hay también una tradición impe­
puede pasar del estado de centralización al de descentrali­
rial. E sta se opone directamente a nuestra tradición descen-
zación, porque falta un poder que quiera efectuar este cam­
tralizadora: todo bonapartista serio conviene en ello. Es pu­
bio: ningún poder es capaz de quererlo, porque, dimanan­
ramente dictatorial, en el sentido absurdo, antirromano e in­
do de la elección, necesita de todos los recursos de la cen-
humano que los demócratas del matiz de M. Paul Dérouléde
1. V e r d a d e s q u e M. L ion el des R ie u x d ic e : "todo r é g im e n rep u b li­ dan a la palabra. Representa una serie de actos de autoridad
c a n o ”. P e r o y a h e explicado, co n te sta n d o a M . H e n r y B o r d e a u x , la
im p o sib ilid a d d e u n a R ep ú b lica a r is to c r á tic a e n l a F r a n c ia d e hoy. y de golpes de Estado destinados, según la certera fórmula
F a ta lm e n te , p u es, la oligarq u ía d em o crá tic a r e in a n t e h a d e e s t a r con ­ de M. Octave Tauxier, en L ’Action Française1, a combatir los
ta m in a d a d el morbus dentócraticus.
2. ¿ S e v o ta r á por arden t ¿Se v o ta r á por oabezat L a c u e s tió n h a sid o
p la n te a d a y a en los C ongresos so c ia lis ta s . ¡Y e n e llo e s t á to d o ! 1. N ú m e r o d e 1 d e s e tie m b r e d e 1900.

26
RESPUESTA A M. LIONEL DES RIEUX 403
402 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

el Bello, San Luis, Felipe Augusto, Luis VI, no tuvieron que


efectos, pero pera nada las causas, de la anarquía. L a s causas
hacer el milagro de la “flor de lis libando en las abejas”.
de la anarquía, el Imperio las mantiene, las halaga, se prevale
¿ Y qué representa el parlamentarismo en la tradición mon­
de ellas, saca, de ellas su precaria fuerza.
árquica? U n simple y funesto error de sólo Luis X V m . Pero,
¡Es una cosa muy sorprendente esta de que M. Ranc sea
al pronunciar el nombre de Luis X V III o el de Luis-Felipe, hay
contrario al Imperio! E l Imperio es el síndico de la democra­
que hacer interesantes observaciones sobre el modo como estos
cia. Mantiene las instituciones del año V IH , obra del primer
príncipes supieron llevar, temperar, limitar la plaga.
Cónsul, y su régimen individualista, infinito divisor de la fuer­
Durante dieciocho años, la oposición de julio tuvo el mismo
za francesa. E l Imperio no es nacionalista más que de etiqueta
reproche en los labios: el gobierno personal; es, pues, un he­
y en apariencia: en realidad, como sus aliados dictatoriales,
cho, un hecho venturoso, el que Luis-Felipe gobernó perso­
como Dérouléde, encubre los tremendos enemigos del naciona­
nalmente y fué, hasta donde podía serlo, enemigo del parla­
lismo que se ocultan en los repliegues de su constitución. No
mentarismo.
siempre se da cuenta de su existencia, pero esto los hace toda­
L a tendencia personal del señor duque de Orleans es bas­
vía más peligrosos. Sistema ininteligente, contradictorio, pre­
tante conocida de los franceses. Por el tono de sus cartas y la
cario, tiene como consecuencia, según M. Tauxier, a quien me dirección de toda su política, se demuestra tan poco parlamen­
complazco en citar, el fortalecer la anarquía reprimiéndola du­
tario como Enrique IV . En cambio, no se sabe lo bastante de
rante algunos años. qué modo el mismo conde de París había abjurado, al fin, del
Sin dejar de hacer justicia a las glorias del Imperio, las parlamentarismo. Este gran príncipe oyó la voz de la experien­
más puras de entre ellas han sido exactamente el reverso del cia. Consulte Lionel des Rieux el noble prefacio escrito por el
interés francés profundo. Ningún Borbón, ningún miembro de conde de París para el volumen que contiene las cartas del
la fam ilia Capeta, hubiera podido llegar, fisiológicamente, a primer duque de Orleans, hijo de Luis Felipe y padre suyo:
concebir, o tolerar, la política exterior de Napoleón ni,
ver­ allí podrá ver lo que Felipe VJI pensaba de las ficciones cons­
dadero sueño de estudiante internacional. Menos aún, un hijo titucionales de modelo inglés
de aquella fuerte raza, Padre y Madre de nuestra nacionalidad, . Me da rubor insistir de este modo sobre los más menudos
hubiera soñado nunca en anexionarnos cuarenta departamen­ detalles de nuestras verdades políticas. Y me da reparo el repe­
tos a la vez, el valor de diez grandes provincias: ¡y éste fué ßi tir a tantas inteligencias fraternas el mismo sonsonete animán­
el sueño del gran hombre, del dinasta de la fam ilia! Política dolas a la acción. Que me perdonen. A fuerza de declararse'in­
de engrandecimiento desatentado y brutal o política de la3 diferente, uno acaba creyendo que lo es y hasta siéndolo.
nacionalidades en Europa; ambos sistemas se equivalen: ro­ A fuerza de decir que no tenemos preferencias, acabaremos
manticismo puro. Los soberanos de la fam ilia Capeta han em­ dejando a los enemigos de todo orden político (los demócratas,
pleado en la formación de Francia la fuerza clásica, una espe­ nacionalistas o no) y a los enemigos de todo porvenir francés
cie de política romana, inspirada en el Senado de la Ciudad (los dreyfusistas, demócratas o no) la exclusiva de la activi­
Eterna, y no sabrían fraguar su renovación de otro modo. dad y del éxito.
3.° Este -genio de la tradición no ha impedido nunca a Lionel des Rieux oye a un buen francés que le dice: “Em-
nuestros príncipes el desplegar sus planes originales. Sostenía,
1. Subrayam os estas p alab ras significativas ap licad as al régim en
asistía, a aquellos que dejaron ver su rasgo personal, pero los de ju lio : los “abusos y a visibles, del p a rlam en tarism o ” (p, V ) ; “cues­
libró de caer en ciertos errores: por ello, a pesar de haber tiones de p erso n as” que "dificultaban las m edidas m ejores y p araliza­
b a n la política m ás útil al p aís” ; “el in terés general pospuesto a consi­
hecho “acto de voluntad individual” Luis X IV , Enrique IV, deraciones p a rtic u la re s” ; "atm ó sfera a rtific ia l del país leg al” (p. VI).
Francisco I, Luis XII, Luis XI, Carlos V II, Carlos V, Felipe (N ota de 1909.)

I
404 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

pezaré por dirigirme al duque de Orleans, pero, si tardase de­


masiado en contestar a mi llamada, me dirigiré a otro cual­
quiera" sin replicarle:
1. ° Los Gobiernos útiles y reparadores no se escogen. Las
circunstancias mandan: no hay más que uno solo.
2. ° Puesto que piensa usted en llamar al Príncipe, lláme­
C A R T A D E M. L O U IS D IM IE R
lo de una vez. Si quiere usted que él le conteste, empiece usted
por el principio: ¡llámelo!
N o le perdonaría a mi querido Lionel des Rieux su negli­
gencia si no hubiera descubierto esta preciosa fórmula de la
bajeza del espíritu republicano: “ Una República es, en la je­
rarquía de los Gobiernos, algo así como la ramificación de los uenaño para M. Louis Dimier, auxiliar de la Universidad
protozoos en la serie animal...” Recomiendo esta definición a
mis amigos. Es cosa de aprendérsela de memoria.
B y doctor en letras. Sus dos tesis de doctorado— Le Prima-
tice, pintor, escultor y arquitecto de los reyes de Francia y ¡n
philosophiae partem quae dicitur estheticae prolegómeno— le
Después de nueve años han valido una viva atención y muchos aplausos en la Sorbona
y entre cuantos se interesan por la historia y la filosofía del
A pesar de todo, la Encuesta de 1900 no arrancó a Lionel arte. Cualquiera que sea la crítica de detalle que pueda opo­
des Rieux de su bonapartismo vacilante y confuso. Hasta mu­ nerse a los puntos de vista de M. Dimier, hay que reconocer,
cho más tarde el poeta no me escribió estas líneas: “Para su novedad— dentro de un sentido tradicional— y su gran uti­
estar completamente de acuerdo con usted, no me faltaba más lidad. Representan una sana reacción de la inteligencia fran­
que dar un paso, y está dado.” (Carta de 13 de enero de 1908, cesa contra la exclusiva mezquindad y, diría yo, la barbarie
citada en L ’Action Française de 1 de febrero siguiente, pá­ verdaderamente gótica del sistema mantenido y desarrollado,
gina 220, en nota.) no sin lucimiento ni sin vigor, sino, por el contrario, con eru­
dición, celo y amor, por MM. Courajod, Palustre y sus dis­
cípulos. M. Louis Dimier ha rehabilitado ante ellos los derechos
de la escuela clásica, que es, por más que se haga, la verda­
dera escuela del genio nacional. Jamás podrá desmentirse la
afinidad de nuestro arte y de nuestro gusto con sus ilustres
parientes de Roma y de Atenas.
Otro éxito reciente de M. Louis Dimier confina con la po­
lítica. Su respuesta a la Encuesta sobre el Protestantismo
motivó que el ex ministro M. Léon Bourgeois le dirigiera unos
ataques tan tontos, tan furiosos y tan mal calculados, que todo
el mundo quiso conocer el texto tratado de aquel modo 1. Fué
leído y todo el mundo se dió cuenta de que M. Louis Dimier
había estudiado la cuestión del protestantismo con tanta mo-

1. A pareció en L ’A ctio n Fr,wnQaise del 15 de mayo de 1900.


CARTA DE M. LOUIS DIMIER 407
406 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

manifiesta por el apoyo que los anarquistas, los mismos que ponían
deración como sagacidad, ciencia y razón. Aquel pequeño tra­
bombas, prestan hoy al poder: gritos de “ ¡Viva Loubet, viva la
tado de veinte páginas, escrito al correr de la pluma, fué por anarquía!” en la fiesta revolucionaria de la plaza del Trono; per­
ello más conocido y admirado. L a admiración hubiera subido secución universal, por la asimilación a los clericales— materia
de punto, de conocerse exactamente el sector religioso a que perseguible— de cuanto aborrece a Dreyfus, es decir, la mayor
pertenece M. Louis Dimier: al revés de mis corresponsales or­ parte de los franceses. V así no hay política que pueda sostenerse;
dinarios, casi todos agnósticos y positivistas, M. Dimier es ca­ persecución y anarquía son lo contrario de cualquier Gobierno, y el
tólico, un católico creyente, practicante, militante casi. Gobierno que cae en ellas abdica. Esto es lo que hace que cuantos
Como podrá apreciarse por la carta que sigue, los escritos entre nosotros piensan con libertad se pregunten si se ha abierto
la sucesión del régimen presente.
de M. Louis Dimier respiran una perfecta libertad de espíritu.
E l señor duque de Orléans se presenta p ara recogerla. H a y que
confesar que nada le faltaría para esto. Posee el derecho histórico
8 de setiembre de 1900. y sus lugartenientes acaban de expresarse de modo que hace desear
que este derecho se convierta en realidad. Y hay todavía algo me­
Mi querido amigo: jor, a mi entender: ha sido el único, entre todos los partidos caídos,
en contestar debidamente al problema planteado por el “affaire”
Plantea usted unas preguntas tan apremiantes que no se puede
Dreyfus. E l proceso del Tribunal Supremo señaló su respuesta a
contestar a ellas así como asi: “L a restauración de la Monarquía
los aplausos de todos los buenos franceses sin distinción de par­
tradicional, hereditaria, antiparlamentaria y descentralizada— pre­
tido.
gunta usted— ¿es o no cosa de salud pública en Francia?” De salud
¿ Qué falta para que se le conteste a usted que si ? L a exacta con­
pública, no sé, pero convengo en que la Monarquía que nos han
formidad de los hechos con lo que usted desea p ara el futuro, o,
presentado sus interviús de la G azette de Franoe es tentadora. Le
si usted quiere, para hablar como todo el mundo, la dificultad de
diré, no obstante, que M. Buffet y M. de Lur-Saluces, a pesar del
restablecer la Monarquía.
talento que despliegan, tal vez no hubieran conseguido hacerla ver
Antes del examen de los principios, a que usted— es evidente—
tal si no hubiese defendido la misma causa que ellos un tercer
se inclina ante todo, plantéase una cuestión, a mi entender, más
orador, en el que usted pensaba sin decirlo, más elocuente que ellos
importante. Lo que se sobrepone a todo en el mundo es la conti­
y que todos: Dreyfus.
nuidad y el cuidado de evitar esto que se llama una revolución.
N o lo neguemos: es por Dreyfus por lo que la pregunta se for­
Pues bien: después de veinticinco años de República, que no ha ca­
mula realmente. Sin Dreyfus, ¡cuántas gentes le han leído a usted
recido, por lo menos, de los signos externos de un Gobierno regu­
que tal vez no lo hubiesen hecho!, para su mal, desde luego; pero,
lar, traer a un rey quiere decir una revolución. Si la República
por lo menos, yo soy de aquellos que, no hace más que dos años,
abdica, esta revolución se hace necesaria y, por lo tanto, natural.
veían la monarquía de Borbón-Orleans como una vana antigualla,
Pero, en lo que yo digo que el dreyfusismo implica p ara el régimen
un cadáver que las ambiciones de algunas personas y el esnobismo
de abdicación real, ¿es la República quien abdica? P a ra asegurar
de algunos desocupados galvanizaban un poco. Después de lo que
esto último— lo que obligaría a contestar a usted con un sí— , hay
hemos presenciado, ya no es lícito hablar de este modo.
que empezar por eliminar a tres hombres que dicen que no, cada
En primer lugar, el régimen a que Francia se había adaptado
uno a su modo: M. Méline, M. Déroulède y M. Lemattre. Cada uno
desde hace veinticinco años y que no habla lugar a no creer defi­
de ellos promete separar la República del. dreyfusismo y de la ma­
nitivo, tras haber disimulado durante mucho tiempo lamentables
sonería (que son la misma cosa) partiendo de salvar en Francia,
fermentos de anarquía y haber mantenido, mejor o peor, en medio
para m ayor provecho de la continuidad y del orden, la tradición
de las persecuciones religiosas, ora realizadas a las claras, ora en
republicana comprometida.
secreto, una suficiente tradición de autoridad regular y un mínimo
M. Méline ofrece llevamos de nuevo al régimen anterior a Drey­
de espíritu de gobierno, ha caído de golpe en la anarquía pública
fus. N o será la confianza en este primer remedio lo que me haga
y en la persecución universal. Esto ya casi lo habíamos visto con
discutir con usted. L a República que hemos conocido antes de lo de
Boulanger y lo hemos visto del todo con Dreyfus. Anarquía pública
CARTA DE M. LOUIS DIMIER 409
408 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

nes para no obstinarse, pero que quienes, como yo, vemos las
D re y fu s, y sie m p re ,, e sta b a , s i m e a tr e v o a decirlo, p re ñ a d a de
cosas desde fuera, estimamos considerable. M i distinguido colega
d re y fu sism o , a u n q u e m u c h o s d e su s p a rtid a r io s c a re c ie ra n , a fo r­
y amigo Fonsegrive escribió un día una frase cuyo examen— lo
tu n a d a m e n te , de lo que le s h u b ie r a h e c h a f a l ta p a r a c o n v e rtirse a
confieso— ha modificado profundamente mis ideas. N o tengo a la
tie m p o e n u n o s d re y fu s is ta s . E s t a e s p a n to s a e n fe rm e d a d n o debe, de
mano el texto y cito de memoria: "Combatir la revolución revolu­
n in g ú n m odo, c o n ta rs e com o a lg o p ro p io del ré g im e n , sino como
cionariamente es trabajar en su favor”, decía. Esto es lo que hace
e l r e s u lta d o n a tu ra lísim o , a u n q u e im p re v isto , de g é rm e n e s que, por
que, a mi juicio, haya un solo hombre en Francia que tenga el de­
lo d e m á s, d isim u la b a a p e n a s. L a v u e lta a u n e sta d o de co sas en
recho de dar un golpe de Estado, y este hombre es el señor duque
q u e el m a l y a se a n u n c ia b a n o p o d ría lla m a rs e u n a cu ració n .
P o r lo que to c a a M. D éro u léd e, s e r ia in e x c u sa b le d e c ir alg o que de Orleans, pero que más nos valdría aún que no se diese ninguno.
sig n ific a se p o ca e stim a de su g e n e ro s id a d y su v a le n tía . P e ro no p o r Además, ¿ por qué M. Lemaitre y sus amigos no han de lograr hacer
ello es m en o s c ie rto q u e su p le b isc ito n o se tie n e e n pie, q u e s u innecesario el retomo de la Monarquía que usted propugna?
p r o g r a m a de A n g u le m a e s el v a c ío codificado, que s u p rete n sió n Llego ahora a la discusión de las ventajas que ésta, una vez
d e d e te n e r— en el d elirio d el g o lp e de fu e r z a en q u e s u e ñ a — al señor restablecida, nos traería, que es lo que sus eminentes interlocuto­
d u q u e d e O rlé a n s p o r s u m an o , e s a lg o q u e confina co n lo bufo. res se han propuesto. Lo que prometen es para satisfacer a cuan­
A q u í se im p o n e u n p a ré n te s is p a r a d e c ir q u e e s t a o c u rre n c ia su y a tos conserven, en nuestro país, algún gusto de lo concreto y de lo
d a u n a b u e n a o casió n de m e d ir l a c o n siste n c ia de lo s d e re c h o s del real. M. Buffet y M. de Lur-Saluces, comparados con nuestros doc­
p rín c ip e . U n a v ez d e rrib a d o el ré g im e n , ¿ p o r qué ib a a su b stitu irlo tores republicanos de cualquier clase y matiz, son Montesquieu
M . D éro u léd e m e jo r que o tro , comparado con Rousseau; la economía social y la investigación de
los efectos y las causas junto a la metafísica de Exposición uni­
m ejor que Ju an , m ejor que yo? versal. Todo está dicho ya sobre esto y no quiero hacerme pesa­
do. Pero hay un punto de que quiero hacer mención, tanto más
¿ Q u ié n lo d e sig n a ? ¿ D e d ó n d e s a c a él e s ta se ñ a l e x te r io r que gustoso cuanto que aquellos señores le dan particular importancia,
im p o n e l a obediencia y de que el o rd e n so c ia l n o sa b e p re s c in d ir? hasta el punto de que la interviú de M. Lur-Saluces se limita a él
¿ L o e le g irá u n p le b isc ito ? ¿ V a a h a c e r m ila g ro s ? P o r el c o n tra rio , casi exclusivamente: la descentralización.
y p o r objeciones que u n o h a g a , el se ñ o r d u q u e de O rlé a n s puede Durante mucho tiempo se ha tenido la idea de que la política,
a firm a r: “ Soy el h e re d e ro de c u a r e n ta re y e s .” Y e sto le da, p or por lo menos en aquello que encierra de más importante, consiste
lo m eno s, el derecho de d e te n e r a l o tro i. en los modos y procedimientos mediante los que se ejerce el poder,
P e ro to d o esto no p u ed e o c u rr ir m á s q u e en la h ip ó te sis de u n a no en las prácticas mediante las que se delega. E l camino que
revolució n , que alguien, que es M. L a m a ítre , p ro m e te e v ita rn o s, como se estudiaba iba del príncipe a los súbditos, nunca de los súbditos
u s te d sabe. M. L a m a ítre q u iere u n ré g im e n nuevo, p ero , a l d ecir al príncipe. ¿Qué nos harán pagar? ¿ A qué nos obligarán? ¿Cómo
esto , no p re te n d e n a d a que se a d is tin to de re p ú b lic a y p a p e le ta nos defenderemos de lo arbitrario y de la in form ata conscientia?
e le c to ra l. N o es único en h a b la r d e e s te m odo. T o d a l a P atrie ¿Qué garantías se nos dan para la familia, la propiedad y la prác­
française lo aco m p a ñ a con u n a c o n s ta n c ia q u e e n fu re c e a su s ene­ tica de la religión? ¿Cómo hemos de ser juzgados, defendidos, vigi­
m ig o s y e x a sp e ra a v e ces a s u s am ig o s. Y ¿ q u é q u ie re u s te d ? lados, castigados y educados? Esto era lo que se tenía como esen­
E s to es u n hecho en el que e s p o sib le q u e h a y a p o d e ro sa s ra zo - 1 cial i. E l personal gobernante y la manera de reclutarle eran cosas
de menos importancia. De acuerdo con este punto de vista, la teoría
1, Napoleón decía en 1804—hablando con Rcederer de su herm ano de la Administración ha sido el objetivo principal de la mayor
José, a quien tuvo después la debilidad de hacer rey—, con un buen
sentido clarísim o: “Yo he nacido en la m iseria y él h a nacido, como
yo, en la más extrem a mediocridad, pero yo me he elevado por 1. Me tomo la lib ertad de recom endar aquí la im p o rtan te observa-
mis acciones y él h a seguido alli donde el nacim iento lo colocó. Para ción de M. Dimier. P ero e sta posición—la ú n ica p ráctica—del problem a
reinar en Franciaj hay que haber nacido en la grandeza, haber sida político o a d m in istrativo supone, si no un poder personal y hereditario,
v is ta desde la infancia en un palacio, con guardias, o bien ser u n hom­ p or lo m enos u n a constitución m uy fu erte del poder central. E s menes-
b re capas de distinguirse por sí m ism o entre todos los dem ás. (N ota te r que este poder no sea discutido. H ace fa lta , pues, que, de hecho y
de 1909.) de derecho, esté por encim a de los demás poderes.
m

CARTA DE M. LOUIS DIMIEK 411


410 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
L a G azette de France nos descubre— dulce y bienhechora cosa—
parte de los autores antiguos. Esto es lo que llena todas las pá­
otros horizontes...
ginas de L'Esprit des Lois. H a sido preciso que un loco venido de
N o nos ha hablado más que de las instituciones y las leyes, y esto
Ginebra, destruyendo este punto de vista eterno, enseñase que, en
no es pequeño mérito. Porque Francia es lo bastante grande y di­
política, nada vale nada, excepto la elección del Gobierno y la ma­
versa para que sus habitantes tengan gustos e intereses diferentes,
nera de delegarlo. ¿Qué cosa más sencilla y para qué quebrarse la
cabeza? H ay reglas de esto sacadas de la Naturaleza y promul­ se ocupa— necesariamente— del modo de conseguir que leyes e ins­
gadas después con el famoso nombre de “derechos del hombre”. tituciones no sean las mismas en todas partes. Esto es lo que se
Si la elección se hace según las reglas, ¿no ha de marchar todo llama descentralizar. Yo casi preferirla que se dijera “federación”,
perfectamente, suceda lo que suceda? L a última palabra de esta por lo mucho que importa evitar, hasta en las palabras, la super­
ciencia, inapreciable en cuanto, para profesarla, no hace falta sa­ ficialidad de las declaraciones corrientes. Que el descentralizar sea
ber nada de los hombres ni de las cosas, consiste en entregar ai una necesidad, es algo en que todo el mundo está de acuerdo, aun­
principe debidamente elegido todos los poderes. U n poco de lógica que nadie haya hablado de ello todavía, en nombre de un posible
basta, unos gramos de filosofía y el dibujo de una urna electoral, Gobierno, con tan magnífica franqueza. Observe usted que no e3
y el mundo salvado para siempre. N o sólo las costumbres, si que sólo la provincia la que se mata con la hipertrofia del poder cen­
también las instituciones y la legislación, serán lo que ella imponga. tral sino la misma unidad del poder político, puesto que la coinci­
Lo importante es que quienes regulen todo esto sean reclutados de dencia de voluntades tiranizada en todo no puede conducir más
una cierta manera. que a exasperar la resistencia y a engendrar, en último resultado,
¿Cómo? En el estudio de un punto tan capital se han consumido la guerra civil.
las vigilias de todos nuestros doctores de política moderna, inva­ Esto es de todos los tiempos, pero hay algo que es especialmente
riablemente ocupados en decidir sobre el mejor sistema electoral. del nuestro: la diversidad de creencias religiosas, fautora natural
Del indirecto al censitario, del universal al restringido, de la lista de las más vivas discordias cuando, fingiendo desconocerlas, se
al distrito, del profesional al plural, todo ha sido objeto de la más afecta no tenerlas en cuenta. Librepensadores y católicos, hombres de
grave atención; se ha hablado de estas cosas como de la ciencia de todas las creencias y de todos los sistemas, no pueden menos de coin­
las ciencias, como de la clave del orden social, como de la panacea cidir en un punto: que la cuestión religiosa es en Francia, en cier­
universal. Los partidos no se han combatido más que por esto. La tos aspectos, la más aguda de nuestra época, de tal modo que, quié­
oposición esgrime ferozmente unas papeletas de votación cortadas rase o no, mezclada a todas las discusiones, las inyecta un veneno
de una manera distinta. En torno a la casuística del escrutinio, ha que sin ella ni sospecharíamos, Importa, pues, resolverla. ¿ Y cómo
surgido la guerra civil. Unos se declaran plebiscitarios, otros quie­ podrá hacerse más que aflojando las ataduras que atan con una
ren que se vote por oficios, otros la representación proporcional legislación general voluntades opuestas, a más de intereses dife­
para las minorías, algunos no reclaman otra cosa que un papel rentes ?
idéntico para los votantes que haga imposible la delación, muchos ¿Sólo la Monarquía es capaz de llevar a cabo una obra tan ne­
se limitan a la vigilancia de las urnas; algunos, más avanzados, cesaria? En verdad, no estoy muy seguro de ello. E lla lo proyecta,
piden que se cambie la forma de éstas. Y, en tanto que la justicia y ya es bastante; no hay razón ninguna para no dar fe a su buen
inmutable y los derechos del hombré esperan el comienzo de su propósito, y reconozco que su propio interés ha de llevarla a reali­
reino terrestre, los últimos perfeccionamientos en el arte de fabri­ zarlo. ¿Pero no será análogo el interés de todo Gobierno que anhe­
car las urnas electorales, la administración y los negocios llevan le la estabilidad conseguida por otros procedimientos que el de la
el brillante camino que estamos viendo. En Bélgica, el voto de los captación electoral y cuyos miembros hayan dejado de hacer de la
ciudadanos es una maravilla de precisión. Debidamente encerrado política un oficio?
en una celda, libre de las miradas indiscretas, cada uno perpetra Expone usted, sobre el espíritu de continuidad que nace de la
clandestinamente el gran acto por medio del que se delega la so­ herencia monárquica, argumentos que estoy muy lejos de despreciar.
beranía nacional depositando en el centro blanco de un redondel una
manchita obturadora. Es lo más completo a que se ha podido lle­ E sto s pequeños reyes que elige por un. año,
gar, la última palabra, por ahora, de la ciencia del gobierno. viendo de ta l m an e ra lim itado el poder,
de los m ejores planes m alograrán el fruto...
RESPUESTA A M. LOUIS DIMIER 413
412 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
Sobre la descentralización territorial, profesional y con-
Corneille era un gran político en verso; así lo juzga L a Bruyère,
\jesional, nuestro acuerdo es completo. M. Louis Dimier, cató­
pero ya usted conoce lo que escribe Montesquieu: "Como la Repú­
lico, sienta tan claramente como M. Lucien Moreau, positi­
blica tenia unos jefes que cambiaban cada año y que se esforza­
ban en hacer sobresalir su magistratura a fin de conseguir otras...” vista, y en el mismo sentido que él, cuáles deben ser en este
Que es, ni más ni menos, lo contrario. ¿Cuál de los dos tiene razón? terreno las funciones propias del Estado. Y ambos, como pue-
En fin, mi querido amigo, pongo punto a esta carta que ame­ S .d « verse, coinciden exactamente con M. André B uffet y el
naza hacerse inacabable. Me asalta de dos modos la duda. Los tér- ; conde de Lur-Saluces. Y es que unos y otros han comenzado
minos con que usted formula su pregunta presuponen una demos­ por ponerse de acuerdo con la realidad. N o puede decirse otro
tración rigurosa de la necesidad actual de restablecer la Monar­ tanto de todos los descentralizadores. U n Faguet o un Clemen-
quía. Esta demostración no está acabada para mí. Mucho he escrito
ceau demuestran, desde la primera palabra que escriben sobre
para decirle esto. Pero es que su pregunta iba acompañada de diez
el tema, una secreta indiferencia hacia la historia y la geo­
números de periódico. Esto le demostrará que los he leído y que le - t
grafía del país, que parcelan, desmenuzan, constituyen y vuel­
agradezco el envío.
Y créame siempre su affmo. ven a constituir en el papel.
M. Louis Dimier termina muy hábilmente. Me quiere ha­
L. D im ier
cer escoger entre Corneille y Montesquieu. Quiere que diga
cuál de los dos tiene razón. Pero ¿y si la tienen ambos? La
El Estado republicano no ha sido capaz de resolver un contradicción es puramente aparente, y las frases citadas se
asunto de Estado, asunto del traidor Dreyfus, de conformidad refieren a objetos muy distintos. E l uno habla de la primera
con sus propios intereses: “cuantos entre nosotros son libres Roma republicana, en la que los magistrados electivos eran
p ara pensar” se preguntan si semejante Estado no está ya caído muy honestos, y el otro, de la decadencia, en la que ya no lo
y si no ha quedado abierta la sucesión del régimen. M. Dimier
eran nada. E l uno condena, pues, tan justamente como el otro
se inclinaría a pensar que sí, a no ser el ofrecimiento de M. Le­
alaba.
maître y los directores de la Patrié Française de reconstituir
Sí, Corneille está en lo justo cuando hace decir a Cinna,
el Estado republicano ahorrándonos una revolución.
que había visto los últimos tiempos de la República, aquello de:
¡Tampoco a mí me gustan las revoluciones! Y, aun cuando
el régimen de la república francesa es demasiado disconti­ ■ Estos pequeños reyes que elige por un año,
nuo para que no le consideremos como un sistema de revolu­ viendo de tal manera limitado el poder,
ción crónica y de anarquía constitucional, yo también quisiera de los mejores planes malograrán el fruto...
evitar el cambio brusco que teme M. Dimier. Pero, en reali­
Porque, en tiempos de Cinna, así eran las magistraturas po-
dad, esto sería pedir un imposible. No es sólo la República
{ pulares: simple, pero omnipotente expresión del régimen elec­
de M. Méline, sino toda República en Francia, y en este mo­
tivo: encarnación indolente, turbulenta, discontinua, de la vo­
mento, lo que es, no por mero accidente, sino por propia natu­
luntad de la plebe. Por el contrario, los magistrados anuales
raleza, una institución anárquica. Es facilísimo probarlo : es
de que habla Montesquieu, que gobernaban con la ayuda y bajo
muy sencillo hacer ver, al mismo tiempo, cómo, entre todas
la fiscalización y la dirección de un senado y de un patriciado
las imposibilidades concebibles, la mayor es, ciertamente, la im­
poderosos, se encontraban, por ello mismo, afirmados en la
posibilidad de una República tal como la presenta M. Jules
línea, o, si se prefiere, en el plano del interés general romano:
Lemaître. Imposibilidad no sólo teórica, sino práctica. N o sólo
su emulación, y hasta sus intrigas, tenían más ventajas que
probabilísima, sino segura. Pronto voy a probarlo. M. Louis
Dimier tendrá la bondad de tomar como suyas algunas de las otra cosa, al contrario de las intrigas y la emulación de sus suce­
sores que, más que nada, causaron inconvenientes, porque el
respuestas a mi corresponsal siguiente.
6

t
l o u is d im ie r : d e sp u é s d e n u e v e a ñ o s 415
414 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

Esta demostración no está acabada para mí. Continuaba, pues,


poder del senado y del patriciado había decaído por obra de
siendo “P atria francesa” y republicano. Pero no había termi­
la plebe y de su aliado habitual, el dinero.
nado el año siguiente sin que aceptara formalmente, íntegra­
N o echemos en olvido una regla fundamental de la física
mente, la tesis monárquica. Él, que no había puesto más que
política y procuremos comprenderla claramente: por importan­
una objeción {la revolución, la fuerza), no iba a tardar en
te que sea la cuestión monarquía o poliarquía, es secundaria:
escribir, precisamente a propósito del obispo de Périgueux,
se subordina a la cuestión esencial de la constitución de las fa­
milias. Monseñor Delamaire: Si creemos que no podemos servirnos de
la fuerza, si desesperamos de apoderarnos de ella, digamos
Una sociedad destinada a perpetuarse, a remontar la co­
rriente del tiempo, necesita saber, ante todo, si cuenta con un adiós a toda esperanza de restablecimiento del porvenir.
M. Louis Dimier era profesor de filosofía del colegio de V a ­
grupo de familias lo bastante poderosas para constituir un ins­
lenciennes al producirse la expulsión de los RR. P P . M arianis-
trumento duradero del interés público. ¿Existe este grupo?
tas de dicha ciudad. E l día del suceso, creyó que era un deber
¿ La aristocracia está constituida sólidamente? E n este caso,
suyo el ir a despedirlos, lo que le valió que la prensa radical lo
puede prosperar una república. En el caso contrario, si la aris­
denunciase y los rigores de la autoridad universitaria. Dimitió
tocracia es débil, o está en formación, o en decadencia, si se
su puesto y se vino a París a colaborar en la fundación de
halla dividida o desorganizada, una Monarquía dinástica repre­
nuestro Instituto de “Action Française”, del que es hoy se­
sentará siquiera este mínimum de herencia política indispensa­
ble a la nación. Pero, sin ella, es inútil: gobiernan las faccio­ cretario general.
nes, el dinero y la opinión se ponen de acuerdo o dispu­
tan para dominar el Estado, y éste viene a ser, cada vez más,
pasto cierto de los intereses privados. Los ciudadanos comien­
zan a repartirse el patrimonio público. Pronto el Extranjero
lo remata.

Después de nueve años

M. Louis Dimier abrazó la causa de la Monarquía, no podría


decirse en qué fecha exacta : tan natural, graduada e insensible­
mente se produjo el hecho. Su evolución ha sido referida en
los siguientes términos: “Su respuesta a la Encuesta había si­
do más negativa que dubitativa. Empezaba por decir: cuantos
entre nosotros piensan con libertad se preguntan si se ha abier­
to la sucesión del régimen presente. Pero en seguida añadía:
lo que se sobrepone a todo en el mundo es la continuidad y el
cuidado de evitar esto que se llama una revolución. Y como
alguien, que era Jules Lemaître, prometía separar la República
del dreyfusisme y de la Masonería, evitando a un'tiem po una
revolución, M. Dimier sacaba esta conclusión: los términos con
que usted formula su pregunta presuponen una demostración
rigurosa de la necesidad actual de restablecer la Monarquía.
C A R T A D E M. L É O N D E M O N T E S Q U IO U

Léon de Montesquiou vivía consagrado a la mú­


o n s ie u r

M sica y a la jurisprudencia, entregado con pasión a su


estudio, cuando el “affaire” Dreyfus vino a alterar su progra­
ma de vida. Doctor en Derecho, se olvidó de la Escuela; alum­
no del Conservatorio, empezó a pensar en otra clase de acor­
des. L a crisis francesa le descubría un montón de desórdenes
morales y políticos que no había tenido tiempo de sospechar
siquiera.
N o paró mientes él en el pequeño suceso, en la causa céle­
bre. Lo que advirtió inmediatamente era que en el dreyfusis-
mo había un elemento de psicología religiosa: es que, nacido
antes que él, originario de los últimos episodios de la historia
de Francia, el “affaire” amenazaba con prolongarse más allá
del límite de su vida personal. Todos los expedientes parlamen­
tarios y judiciales le parecieron pobres y vanos; el antisemi­
tismo mismo, con sus importantes factores de raza y de tradi­
ción, parecíale como una explicación incompleta y un sistema
insuficiente. Comprendió que un mal tan hondo era constitu­
cional y que, para curarle, había que atacar factores de ca­
rácter muy general.
M. de Montesquiou ingresó, pues, en la Action Française
donde, al tiempo que se luchaba al día contra la gangrena
dreyfusista, se trataba de descubrir y de eliminar las fuerzas
que la incubaban. Esta filosofía, fruto de inducciones y deduc­
ciones hechas en común, tenía que producir, en cuantos cola­
boraban en su elaboración, saludables corrientes de medita­
ción. Tal vez, M. Léon de Montesquiou es, de todos ellos, aquel
en quien la evolución se hace más sensible : desde su estudio so-

27
CARTA DE M. LÉON DE MONTESQUIOU 419
418 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
ya que todo el siglo xvin contribuyó a formarlo. Y nuestra con­
bre " L a primacía de la salud pública” (en lugar de la primacía, ciencia política data, sobre todo, del "a ffa ire ” Dreyfus. ¿ Cómo pue­
A
o soberanía, del pueblo) al que dedica a "E l llamado sufragio den dos años anular la obra de doscientos ?
universal”, y desde éste al artículo sobre el "Papel de una capi­ Pues bien: este ser político inconsciente que vive en nosotros
tal en un Estado democrático” (lo mismo que Littré, el Littré de y nos domina rechaza la Monarquía, juzgándola— ju zgar no es la
antes de la Commune, que, después de ésta, se desdijo, M. Léon palabra, puesto que la razón no cuenta— , presentándola como in­
de Montesquiou abogaba por que se confiriesen a la población compatible con todos los principios de que él está empapado y
de París el rango y las funciones de una aristocracia direc­ i hecho: igualdad, libertad, etc. Usted nos demuestra que esta apren­
tora), desde este último artículo— repito— al más reciente de sión es infundada y absurda, porque estos principios, o bien son
todos, “Dos gritos, dos doctrinas”, que señala vigorosamente la entendidos de una manera absoluta, en cuyo caso son principios
oculta antinomia del espíritu militar y de la religión democrá­ de muerte, o bien se les entiende relativamente y, en este caso, la
Monarquía los garantiza mejor que ningún otro régimen. D a de­
tica, se v a observando el progreso de las ideas en el joven es­
mostración llega a nuestro cerebro, pero allí se detiene.
critor, puede decirse que de un mes a otro.
Porque, así como hace falta mucho tiempo para crear un ins­
Creo que la carta aguda y curiosa que me dirige significa
tinto, se necesita mucho para destruirlo. U n a simple demostración
un paso más que da hacia el realismo político; también nos
de que es absurdo y de que sólo puede perjudicarnos, no basta. Dos
hace apreciar cuál es, exactamente, la distancia que lo sepa­ siglos de funesta filosofía nos han intoxicado; ¿no cree usted que,
ra todavía del nacionalismo integral. 1 para curamos, sería necesario mucho tiempo? Acaso mía sola cosa
pudiera activar la curación: un peligro muy visible y muy inm i­
Mi querido amigo: nente. E s posible, en efecto, que el instinto de conservación, con­
trarrestado por todos los instintos que nos matan, fuera entonces
Todo lo que dice usted en su Encuesta sobre la Monarquía es tan lo bastante fuerte para dominarlos. En este aspecto, el “a ffaire’’
lógico, tan irrefutable, que creo que hasta el espíritu más crítico Dreyfus, que ha despertado en nosotros este instinto vital, ha sido
no puede tener nada que objetarle. De modo que lo que voy a tratar útilísimo, pero no ha bastado. ¿ Y cómo desear que se presenten
de averiguar es, no si usted nos señala el camino de la salvación, otros peligros nuevos a fin de activar esta obra de renovación, cómo
sino tan sólo si hay posibilidad de que tomemos este camino. desearlo cuando no sabemos si Francia lo resistiría?
A mi entender, el obstáculo radica principalmente en un esta­ Sin duda, usted ya comprende que si vengo a hablarle del estado
do de sensibilidad de la Francia contemporánea. Hasta en el mo­ de sensibilidad de Francia, no es, ciertamente, para divagar sobre
mento preciso en que nuestra razón se somete plenamente a lo que psicología. Lo que nos interesa es la política; de consiguiente, a mi
usted dice, queda algo en nosotros que se rebela.— A l decir nos­ entender, hemos de ser, ante todo, realistas. Y yo creo que el ser rea­
otros, quiero decir la mayoría de ios franceses.— ¿ A qué es debido? lista, es reconocer que este estado de sensibilidad existe, que hay que
N o puedo explicármelo más que de este modo: hay en nosotros dos contar con él, que es un hecho, en una palabra, y un hecho tan
seres, uno consciente, que se manifiesta por la razón, y el otro in­ fuerte, que puede hasta— según yo creo— impedir la posibilidad de
consciente, que se manifiesta por medio de instintos, de sentimien­ una restauración. ¿Qué haría falta, pues, a mi ver, para que la
tos, de fenómenos que nos es difícil determinar, porque escapan, Monarquía fuese posible? Reformamos cada uno de nosotros, y
en gran parte, a nuestro análisis. Y yo creo que casi siempre es­ acaso esto sería, en efecto, la verdadera obra política sólida y du­
tamos dominados por este inconsciente. Nuestra razón nos dicta que rable. ¿Pero es que esta obra no es de mucha más duración que
tomemos tal camino: nuestro instinto o nuestro sentimiento nos nuestra propia vida? Y, entretanto, ¿qué v a a ser de Francia?
arrastran a otro. Es que en nosotros el ser inconsciente es mucho En resumen: yo creo que la fe monárquica ya no existe en nues­
más viejo que el ser consciente, de modo que ha podido calar más tro país; que, para que reviviera, se necesitaría mucho tiempo y
hondo, hasta fundirse a nuestra sangre. Nuestro inconsciente polí­ que, sin ella, la Monarquía no es posible. Y lo que nosotros nece­
tico — permítame usted esta expresión— cuenta cien años de exis­ sitamos es actuar de una manera inmediata, porque el peligro apre­
tencia, desde la Revolución. ¿Qué digo cien años? ¡Doscientos!. mia. Pero, para actuar inmediatamente, no disponemos m ás que de
RESPUESTA A M. LÉON DE MONTESQUIOU 421
420 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
más cerca de nosotros: el patriotismo, el temor de peligros pú­
una sola cosa: la fe que llamaré republicana, aunque la palabra
blicos inminentes, el deseo de lá salvación nacional.
sea impropia, puesto que esta fe nos inclina lo mismo hacia el Ce-
Todo el mecanismo de la solución monárquica consiste en
sarismo que hacia la República. ¿No habrá medio de construir so­
bre esta fe republicana, si no una fortaleza sólida, por lo menos un esto. Es verdad que “un peligro muy visible y muy inminente”
atrincheramiento ? aumentaría las fuerzas con que ya contamos. M. de Montesquiou
no quiere un peligro semejante. Nosotros tampoco le queremos,
M uy cordialmente suyo, mi querido amigo.
pero le prevemos como fatal y quisiéramos que se adoptaran
LÉON DE MONTESQUIOU las medidas consiguientes.
También hay que notar, antes de proseguir, que las obje­
ciones de M. de Montesquiou no son sólo aplicables al na­
Tal vez'resulte un poco escandaloso el ver al joven conde
cionalismo monárquico o integral: sirven también contra el
Léon de Montesquiou-Fezensac mezclándose, él y los suyos
nacionalismo antidemocrático de MM. Henri Vaugeois y Lucien
(pues habla en plural), entre la “mayoría de los franceses”.
Moreau, Henry Bordeaux y Jules Caplain-Cortambert. “Estos
Puesto que es de aquellos que, según la bella definición de
principios de igualdad, de libertad, etc.”, se oponen, tanto como
M. de Lur-Saluces, tienen más deberes que los demás, su fun­
a la misma Monarquía, al establecimiento de una República
ción natural seria el alzarse delante de sus conciudadanos para
fuerte, orgánica, nacionalista y, por ejemplo, capaz de tratar
enseñarlos y dirigirlos: en una palabra, para prestarles todos
el “affaire” Dreyfus como cualquier Estado verdadero hubie­
los servicios que, en el fondo de su corazón, esperan de él.
ra tratado este asunto de Estado. Y para que una tal Repúbli­
De hecho, el ingrato plural que usa no es más que una palabra,
ca, la República de M. de Montesquiou, fuese posible, haría fal­
y, en la Action Française, M. de Montesquiou hace, sin decirlo,
ta también “reform am os cada uno de nosotros”, y esta refor­
lo que yo quisiera que hiciera y que dijese.
ma no se hará nunca espontáneamente; el medio necesario, el
Todo cuanto observa del consciente y del inconsciente polí­
órgano indispensable de esta reforma, es también la Monarquía.
tico es irreprochable. Pero yo apelo a nuestro común amigo
¿Que la Monarquía no es posible? Pues bien: esta reforma
M. Jules Caplain-Cortambert, el cual no quiere que la cola guíe
lo es mucho menos todavía. Entretanto, M. de Montesquiou
la cabeza: ¿es lo insconsciente lo que ha de guiar lo consciente?
quiere actuar. Quiere actuar “de una manera inmediata”, por­
¿ E l órgano ciego el que gobierne el órgano dotado de vista?
que el peligro apremia. Bueno es saberlo. Pero, para con­
¿ E l instinto el que dicte las decisiones de la inteligencia? Y a sé
ju ra r este apremiante peligro, como no es posible construir
yo que es corriente el atribuir a quienes plantean de este modo
“una fortaleza sólida”, M. de Montesquiou admite que tene­
el problema una especie de insensibilidad contra la naturaleza
mos que construir “un atrincheramiento”, por supuesto sin
y un desconocimiento del poder del instinto, del antojo y de la
solidez.
animalidad en el hombre. L a verdad es que no desconocen nada
Siempre hemos visto a los niños haciendo castillos en la
de esto. Saben perfectamente que toda fuerza es inconsciente,
arena, con los que quieren detener el mar. Se les dice que para
pero no echan en olvido que, en el orden humano, la dirección
esto haría falta un dique. Dicen que sí, pero siguen construyen­
de estas fuerzas corresponde al pensamiento y a la razón y que,
do sus castillos de arena. ¿Nos atreveríamos a reñirlos por
sin esta dirección, se despilfarran para su propio mal.
ello?
Imponer el orden que sea a unas energías desencadenadas
¡E n cambio, los nacionalistas republicanos ni siquiera con­
es mucho menos fácil que el avenirse a desencadenarse con
seguirán construir el pequeño castillete de sus sueños! Se opo­
ellas. Pero hay que afrontar la dificultad y hay que vencerla.
nen grandes dificultades, no teóricas, sino prácticas, a que lle­
N o hace falta más que captar y hacer servir a los fines dei
ven, a término este trabajo de niños. Prometí a M. Louis Di-
bien público algunos de los sentimientos fuertes que están hoy
LÉON DE MONTESQUIOU: NUEVE AÑOS DESPUÉS 423
422 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

salud pública..." Y otra: “Y o hubiera querido suprimir este


mier dejar sentada la razón de estas grandes dificultades de
artículo, pero, pensándolo mejor, he creído que de un error
hecho, pero ahora he de pedir, tanto a M. Dimier como a M. de
confesado podían desprenderse algunas enseñanzas. Y con­
Montesquiou, un nuevo crédito. Hasta mañana.
fieso que aquí me había equivocado.” L a verdad política po­
día, desde aquel momento, repetir al autor de estas notas:
Nueve años después Tú no me hubieras buscado nunca si no me hubieras hallado.

N i las líneas que acaban de leerse, ni las que llenan el ca­


pítulo siguiente, tuvieron la fortuna de convencer a Léon de
Montesquiou, y sólo un año más tarde, casi día por día, es
decir, en agosto de 1901, en ocasión en que yo realizaba una
nueva campaña en L e Fígaro, me informó de su incorporación
en estos términos: “He decidido.” Esta decisión “largamente
madurada y fundada”, dice Vaugeois, sirvió de epílogo a la
primera compilación de los estudios de Montesquiou, La sa­
lud pública.
Este libro, que resume tres años de vacilaciones, se compo­
ne de artículos y notas. U n capítulo final, al que no sigue nin­
guna anotación, resume a grandes rasgos el diálogo mantenido
entre Montesquiou y el autor de la Encuesta, que al fin salió
triunfante al comprobar Montesquiou “en sí mismo” , como él
dice, la verdad de estas afirmaciones: que una vez asentada
como postulado la voluntad de conservar la patria francesa,
todo se concatena, todo se deduce en un irresistible movimien­
to ; la fantasía, la elección misma, no tienen parte en ello; si
uno se resuelve a ser patriota, será indispensablemente monár­
quico. Montesquiou acaba su libro con estas palabras: A todos
estos artículos les falta una conclusión. E s que yo era impo­
tente para dársela, porque no quería someterme a las leyes de
la razón. Ahora me someto a ellas reconociendo que, desde el
momento en que empezó a preocuparme la salud pública, y nada
más que la salud pública, no podía sacar otra conclusión que
la Monarquía.
N o quiero dejar de hablar de su libro sin recomendar a to­
dos los espíritus reflexivos, y hasta a los simples curiosos, las
notas que Montesquiou ha añadido a los diversos capítulos de
La salud pública. Son verdaderamente extraordinarias por la
sencillez desnuda y la recta voluntad que revelan. U n a de ellas
comienza de este modo: “De este artículo no hay que tomar en
cuenta más que una cosa: que en él se pronuncian las palabras
A D V E R T E N C IA A L A S P E R S O N A S P R Á C TIC A S

ahora de saber quién de nosotros es más prácticor


' T ' RÁ t a s e
A Sin duda, nadie habrá olvidado que M. Maurice Barrés nos
« reprochaba el no tener en cuenta los hechos para nada : “Pues­
to que no puede usted lograr que lo que le parece razonable
se convierta en hacedero, ¿por qué no trata usted de que lo que
la mayoría acepta se convierta en razonable?” En otros térmi­
nos: unámonos para apoderarnos juntos del poder republica­
no. Y M. Louis Dimier, a su vez, formulaba un acto de fe y
de esperanza en la República de M. Jules Lemaître. Finalmen­
te, M. de Montesquiou me invita a levantar con él una trinche­
ra contra las fuerzas unidas de los partidos antinacionales.
A lo que yo he contestado que, en primer lugar, esta obra de
arte militar amenazaría con ser "harto frá g il y que, además,
sin duda sería absolutamente imposible construirla. N o sólo la
J» República sana sería una frá g il defensa del orden y de la pa­
tria, sino que ahora y siempre será algo quimérico, sin existen­
cia más que en el papel.
A todo partido que incluya este sistema en su programa,
hay que cantarle el coro de La gran duquesa:

S e r á vencido,
vap u lead o ,
roto, arro lla d o ,
m a l d is p e rs a d o ;
I lo p e rs e g u irá n ,
lo h o stigará n ...

Y, en verdad, por inuqha caridad o amistad que sintamos


hacia unos espíritus cuyas ‘intepciones no pueden ser mejores,

■1
i
ADVERTENCIA A LAS PERSONAS PRÁCTICAS 427
426 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
imposibilidad en que había de encontrarse de conservarlo; sería
¿cómo vamos a poder condenar los golpes justicieros del des­ menester un segundo milagro para que durasen los resultados
tino ? del primero.
¡Les estará bien! En efecto: reconocida la república democrática como el go­
De lo que escogieron bierno de un partido, pertenece en Francia, en la Francia de
será el fruto cierto. 1880 y de 1900, necesariamente y por una especie de derecho,
¡Les estará bien! al partido masónico internacional. Y le pertenecerá en tanto
que la situación francesa no haya cambiado. Mas las causas
Y perfectísimamente merecido. Ciertos errores son imper­ que puedan determinar este deseado cambio no son conocidas
donables y hasta inexcusables. Porque el más pequeño estudio del todavía y no hay nada que haga creer que estén siquiera a
estado en que se encuentra el pueblo francés incapacita a todo punto de producirse.
hombre prudente para ciertas aventuras: puesto que las pro­ Quienes son, ante todo, fieles a la República y sacrifi­
babilidades examinadas anuncian unánimemente la derrota y
can a esta fidelidad el porvenir político de su país, no pueden
que ningún cálculo serio permite esperar la menor victoria, no
dejar de tener una cierta gratitud a la Francmasonería, puesto
es lícito entrar en campaña en condiciones semejantes.
que tanto se complacen en la solidez, la firmeza, el espíritu
de continuidad y los talentos, no diré políticos, sino admi­
I nistrativos, del personal que dicha sociedad secreta ha pro­
porcionado a la República. En un pais conservador, es decir,
L a s personas que se resignan a la República, es decir, que rico, apacible, amigo de una tranquilidad por lo menos apa­
eliminan, por una parte, la restauración monárquica y, por rente, una República abiertamente anárquica no hubiese du­
otra, se ven obligadas a reconocer que no pueden contar, como rado : la francmasonería ha dado la apariencia y, p ara decirlo
los republicanos griegos, romanos, florentinos o helvéticos con asi, el decorado del orden material. Claro que, a cambio de este
una poderosa aristocracia nacional, se resignan, por este mis­
servicio, ha explotado al país en provecho propio, lo ha debili­
mo hecho, al gobierno de los partidos. Pero trabajan, y no sin
tado y arruinado, conforme a su religión liberal y democrá­
energía, para substituir el partido antinacional que detenta el
tica. Pero no es menos cierto que, gramas a la masonería, la
poder por su propio partido, que es, sin discusión posible entre
República aparece todavía como un Gobierno en algunos as­
nosotros, el partido nacional. Veamos, pues, cuál es el porve­
pectos.
nir de éste.
Hacíalo yo notar, en noviembre de 1899, en una carta
Háblase de un porvenir de carácter exclusivamente electo­
a b ie rta 1 a M. Jules Lemaître, cuya brillante y generosa lucha
ral, un porvenir nacido de la opinión: porque es infinitamente
contra la Francmasonería no había sido yo el último, cierta­
poco probable el que los jefes militares arriesguen jamás, ya
mente, en admirar. Pero al mismo tiempo le indicaba los esco­
sea su suerte y su honor, y a la suerte de Francia, en favor de
llos de su tarea precisando, lo más claramente posible, el ofi­
una oposición que, carente de unas normas directoras genera­
cio histórico de la Masonería en la República.
les y firmes, no tiene de común más que dos o tres buenos sen­
timientos. U n golpe de fuerza que se intentara en apoyo de D ije yo entonces: “Si las calles son barridas en invierno y
este sector, pronto iría seguido de movimientos análogos, bien regadas en verano, si el correo circula, si los impuestos se co­
en favor de los adversarios, bien en favor de las subdivisiones bran con regularidad, si los quintos son llamados a fecha fija
del mismo sector. Y , en todo caso, lo que voy a decir acerca y licenciados en la fecha establecida, si las mercancías pagan en
de la impotencia de este partido paya conquistar el poder, se 1. L a p rim era de la serie de Los C o n stitu yen tes, com enzada el 12 de
aplicaría— en el supuesto de que milagrosamente lo lograra— a la noviem bre en la G azette de Frunce.
428 encuesta s o b r e l a m o n a r q u ía
ADVERTENCIA A LAS PERSONAS PRÁCTICAS 429

los puertos las tasas fijadas por la ley, si los prefectos ad­
ministran, si los embajadores tratan y negocian, si, en una n
palabra, los asuntos corrientes son despachados de mane­
ra que Francia parece existir y que la República tiene Estas últimas palabras no son completamente exactas. La
hechura de Gobierno, crea usted, mi querido presidente, que Francmasonería no es la única oligarquía constituida en la
se lo debemos a la oligarquía masónica. Bien o mal, ella República francesa, pero es la única cuyo dominio es posible.
se ha encargado de la sucesión de los Gobiernos regulares. Porque su gran rival, la Iglesia católica, dispone también
Bien o mal, ella continúa sus funciones indispensables. Dispone de una organización poderosa, y muchos esperan, o temen, su
de un personal experimentado. Mantenida y guiada por la plu­ transformación en oligarquía directora de la República. E l ve­
tocracia, suple la inestabilidad constitucional, fo rja una serie nerable e ingenioso arzobispo de A ix pensaba tal vez en ello
de planes políticos y administrativos, provee al mínimo de con­ cuando exclamaba con pintoresco lenguaje: “No vivimos en
tinuidad necesaria. ¿Se duele usted de que tantos senadores y República, sino en Francmasonería.” Monseñor Gouthe-Soulard
tantos ministros sean francmasones? Alégrese usted de ello y podía, en efecto, concebir una República no masónica, es decir,
dé gracias a la feliz mentira de estos cínicos. Gracias a ellos, presidida por un obispo o su mandatario, con un senado de
son restituidas a la dirección del país las condiciones normales obispos o de clérigos, o de sus mandatarios, con una Cámara
de la vida política: unidad de doctrina, unidad de planes se­ análoga, y una administración calcada en la de los antiguos
cundarios, unidad de personal; gracias a ellos, las elecciones no Estados romanos... N o creo que una sociedad de célibes, ocu­
son revolucionarias: vuelven a encontrarse los mismos hom­ pada por grandes fines espirituales, como es la Iglesia, esté in­
bres, y los mismos programas de iniciativa parlamentaria nos dicada para ejercer el poder temporal en un vasto- país. Su
evitan el trastorno cuatrienal que nos prometía la Constitu­ gobierno sería mediocre o francamente malo. Y, en todo caso,
ción. Quitemos este sólido lazo de la Masonería, apartemos el en Francia no se quiere esta clase de gobierno.
cimiento que sostiene los frágiles materiales del régimen repu­ Se lo decía yo también a M. Jules Lemaître: “P or enemigo
blicano y, si no renunciamos al mismo tiempo a semejante que sea usted, querido señor presidente, de la oligarquía masó­
régimen, caemos en tal estado de desorden, de división y de nica, no es usted más partidario que nosotros de una oligarquía
incoherencia, que el nombre de anarquía resulta demasiado sua­ teocrática o clerical. Usted dice, con la sonrisa en los labios:
ve para él. Anticlerical, lo fué San Luis, y Enrique IV y Luis X IV , y todos
”De consiguiente, a los ojos de un republicano, la Masone­ nuestros reyes del antiguo régimen. E l Gobierno de Luis-Fe-
ría puede parecer, en rigor, un gran mal, pero será el mejor lipe ( ¡ y de Luis X V III y de Carlos X ! ) lo fué también, y la
de los males, como decía del ajenjo el discípulo de usted inmensa mayoría de los católicos de Francia lo es todavía.
Jules Tellier. Para Francia tiene de malo que disimula los de­ E l cura, en su iglesia, es, entre nosotros, una fórmula casi na­
fectos de la República; para la República tiene de bueno el que
cional.”
la sostiene. H a tenido el arte de hacer posible y casi respetable
Asimismo, para dar una idea justa de la desconfianza que
la anarquía. Nadie más que ella podría lograrlo ¿Por qué? Es
despierta y merece la Francmasonería, M. Copin-Albancelli es­
bien sencillo: en Francia, fuera de ella, no hay nada. Ella es
cribía su Apólogo de las Congregaciones: “E l pueblo francés
la única oligarquía constituida.”
no se sentiría, ciertamente, tranquilo si viese su personal gober­
nante integrado del modo que voy a decir. Como presidente de
la República, un fraile; como presidente del Senado, otro frai­
le; como presidente de lá Cámara de diputados, un tercer fraile;
en el Consejo de ministros, de los once, diez frailes, y, en una
ADVERTENCIA A LAS PERSONAS PRÁCTICAS 431
430 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

patriotas. Pues aun esta fuerza, enorme pará otras cosas, resul­
palabra, una mayoría de frailes en el Senado y en la Cámara.’'
ta demasiado débil, ,en el dominio puramente político, para
Estoy seguro de que M. Copin-Albancelli no se sentiría,
luchar contra la Masonería: ¿qué sería, de consiguiente, una
ciertamente, tranquilo si su apólogo se realizase al pie de la
organización recentísima, sin gran cohesión económica y a la que
letra. N i nadie estaría tranquilo. Los más píos, los más defe­
falta casi por completo la unidad de doctrinas? Se unirán las
rentes, los más santos, imitarían a Luis IX pensando en salvar
fuerzas para luchar contra el partido de Dreyfus. Pero, tras un
el orden civil de las ingerencias religiosas. O jalá le hagan caso
éxito o un medio éxito en este terreno, vendrá la separación,
ios demócratas cristianos, mi querido presidente; hágannos
porque lo exigirán así mil conveniencias y mil intereses diver­
caso a M. Copin-Albancelli y a mí; su concepción de un nue­
gentes. ¿Qué podrán contra estas fuerzas ni el patriotismo, ni
vo Paraguay en Francia es una quimera. N i hay, ni habrá, ni
el celo del bien público, sentimientos éstos respetabilísimos,
puede haber un partido católico constituido en nuestro país en
pero un poco abstractos y fáciles de disfrazar, de rebajar, de
oligarquía directora. O bien, extraño a la jerarquía de la Igle­
desviar ?
sia, morirá (como está muriendo hoy) por sus divisiones in­
testinas, o bien, unido a dicha jerarquía, dirigido por los obis­ Miremos de más cerca la organización masónica. Su po­
pos, los curas, los vicarios, los chantres, los sacristanes y los derío data de un siglo. Presente siempre para favorecer la
pertigueros lo derribará, en el momento de su primera mani­ política de izquierda, cuenta en su activo, exhibe como otras
festación, su espantosa impopularidad K tantas victorias, todos los desórdenes revolucionarios que han
desorganizado y ensangrentado al país. Le basta esto para
crear en favor suyo un grande y poderoso prejuicio. Esto, por
ni lo que hace a las fuerzas de imaginación. Además, hay las rea­
lidades.
Siendo, como es, imposible el gobierno de los curas, porque L a Francmasonería (y yo comprendo en ella toda la oli­
las condiciones generales de nuestra Francia son demasiado garquía del mundo republicano ortodoxo que va desde M. Mille-
diferentes de las de mía Bretaña o una Bélgica, por ejemplo, y, rand a M. Ribot y que, de hacer falta, iría de M. Jaurès a
si rechazan la Francmasonería— que, por su parte, sabe recha­ M. Poincaré), esta Masonería, se apoya, en primer lugar, en
zarlos a ellos incondicionalmente— , ¿a qué organización podrán un grupo semiétnico de más de medio millón de hombres: los
aferrarse los nacionalistas republicanos? protestantes; con tres siglos de existencia, albergando en lo
Sé que van a contestarme: a la nuestra. Contestación al­ más sensible de la carne y del alma los más vivaces rencores
tiva. L a L ig a de la Patria Francesa se siente llamada a formar históricos, este grupo de hombres dista de ser un simple con­
el partido de gobierno y la oligarquía directora que toda re­ curso de voluntades: significa una manera de ser, de pensar,
pública necesita Pero ¡ay!, que abundan las razones de que de sentir y, por tanto, de obrar. P o r encima de las fórmulas
una vocación tan noble sea ilusoria. E l clero francés tiene cierto que invoca o de las decisiones que manifiesta, el protestante
poder porque es antiguo, porque se remonta a catorce siglos, francés es incapaz de no obedecer a ciertas voces profundas
porque se basa en una disciplina severísima y, en una palabra, del interés de su clan o de su tribu. Que este interés sea vio­
porque se apoya en doctrinas fuertes, coherentes, arraigadas lentamente antifrancés, el asunto Dreyfus y, si hiciera falta,
en el espíritu y el corazón de gran número de nuestros eom-1 otros muchos asuntos semejantes lo demostrarían. Y que haya
un acuerdo natural entre este interés y el de la Masonería, lo
1. ¿H a modificado este estado de cosas el aum ento de las perse­
cuciones su frid a s por la Ig lesia de F ra n c ia d u ra n te estos nueve años prueba también abundantemente nuestra historia contempo­
y su v u e lta a la independencia m ediante su sep aració n del E stado? ránea.
R om a aconseja a los católicos que se unan, pero no que fo rm en u n p a r­
Pero no reina sólo el interés protestante en las logias. Este
tido. Y ello es digno de se r m editado. (N ota de 1909.)
ADVERTENCIA A LAS PERSONAS PRÁCTICAS ’ 433
432 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

coincide allí, para solidarizarse con ellos, según la fórmula de otros aconsejamos a los ciudadanos que prefieran a su interés
Thiébaud, con los intereses judíos. E l mundo judío, más aún individual el de la comunidad: por razones nulas, pero espe­
que el protestantismo, es una agrupación natural. Atribúyese ciosas y, aparentemente, difíciles de discutir, la oligarquía re­
él en nuestro país los derechos de una aristocracia, y, en cierto publicana sobreexcita el interés individual contra el de la co­
modo, ejerce sus funciones, en cuanto que abre y cierra la munidad. Su política democrática promete la igualdad progre­
bolsa. Entre judíos, apenas hay necesidad de negociar las con­ siva l, y su política anárquica, una libertad infinita 2. Una por­
diciones de una inteligencia. Su acuerdo sobre las grandes cues­ ción de hombres conscientes y valerosos es capaz de preferir la
tiones que interesan a la comunidad judaica, y hasta a la co­ parte más difícil, pero, casi necesariamente, la multitud se
munidad no francesa, surge con absoluta espontaneidad. Una langa a lo más cómodo, a lo más sencillo. P ara que la opinión
vez más, la naturaleza actúa por sí misma: mientras nosotros y la elección no sigan la fácil inclinación de las muchedum­
deliberamos para tomar nuestros acuerdos y constituir nues­ bres, hace falta la amenaza evidente o el recuerdo doloroso de
tras ligas, esta comunidad natural nos desafía y nos arrolla. las peores desgracias.
Otro concurso se junta a lo dicho: el del meteco1 o extran­ E l partido conservador del Dieciséis de Mayo representó ayer
jero domiciliado entre nosotros; la plutocracia europea, tan lo que hoy representan nuestros nacionalistas republicanos.
bien representada en P arís; los Gobiernos extranjeros, en fin. Teniendo, como tenían, el poder, pero no queriendo hacer de él
E l extranjero, la gran banca cosmopolita y los diferentes hués­ más que el empleo legal, es decir, sin usar más que de la pre­
pedes que prosperan bajo nuestro cielo, tienen todos algún in­ sión moral (yo preferiría decir inmoral, porque la astucia es
terés en que ningún poder nacionalista fuerte dé a Francia or­ más odiosa que la peor de las brutalidades), los ministros del
ganización, vigor y disciplina: sus poderes acuñados, batallones Mariscal sufrieron un gran desastre. ¡Qué será de los naciona­
de oro o papel, tan fáciles de disimular como de utilizar, y de listas republicanos, los cuales precisamente se encuentran en la
los que la República de los Reinach y de los Herz ha vivido situación de conquistar un poder que no poseen!
siempre, están así puestos a la disposición de la Francmasone­ E l descontento, la moda, un aire de Fronda que pasa, la
ría contra todos los arranques del partido nacional. autoridad de ciertos jefes, la actividad de unos buenos cabeci­
llas, pueden, sin duda, proporcionar algunos éxitos en las gran­
des ciudades. ¡Pero en los centros pequeños! ¡Y en el campo!
% IV
L a Administración reina en ellos como señora absoluta: dicta*
los votos o los suma, los atribuye o los distribuye. Además, la
Y todavía no he contado un cuarto aliado de la Masonería
Prensa y, con la Prensa, la tribuna y los otros órganos de opi­
que no es de desdeñar: la complicidad secreta, la complacen­
nión, todos ellos nutridos por cajas opulentas, todos ellos man­
cia oscura de cada uno de nuestros electores con la doctrina
tenidos en una disciplina severa por el más espontáneo y el
de esta Iglesia al revés.
más natural de los acuerdos. Antes mismo de votar, estaréis
¿Cuál es esta doctrina? L a del menor esfuerzo. Por motivos
perdidos.
muy elevados, e imposibles de contradecir razonablemente, nos-1
1. E n el á re a m ilita r se en cuentran buenos ejemplos p a r a el caso:
1. Los m etecos fo rm ab an en A ten as u n a cate g o ría p a rtic u la r de sólo en el periodo de 1900-1908, todo conspiró h a c ia el reb ajam ien to de
h ab itan tes colocados bajo la v igilancia d e u n m agistrado. C ada uno de la condición de los oficiales: se les h a facilitado ciertas uniones, se
ellos venía obligado a escoger un patro n o y un fiador e n tre los ciuda­ les h a expuesto a las denuncias de los inferiores, se les h a som etido
danos atenienses. L as m ujeres de los m etecos, en las procesiones de * a la delación política, se les h a n lim itado las precedencias del decreto
las Panateneas, so sten ían u n p araso l a b ie rto sobre la s aten ien ses v er­ de M esidor. Lo exigía a si la pasión dem ocrática o ig u alitaria. (N ota
daderas. E s ta e ra la ley de la s R epúblicas a risto c rá tic a s de la a n ti­ de 1909.)
güedad : sab ía n h acerse re sp e ta r de aquellos a quienes su generosidad 2. L a ley electoral del servicio de dos años se h a v otado p a ra con­
dab a asilo. fo rm a rse a la a n a rq u ía dem ocrática. (N ota de 1909.)
28
434 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA ADVERTENCIA A LAS PERSONAS PRÁCTICAS 435

un Protector (como decía Veuillot en 1871), sería capaz de coor­


dinar, vosotros le proponéis que ordene, que discipline, que rija
V
la democracia: pues bien, lo primero que haría fa lta sería que
fuese capaz de regirse ella a sí misma.
Permitan, pues, M. Jules Lemaitre y sus amigos que les
N o jp iie ro hacer alusiones (que serían poco generosas) a los
repitamos una verdad que salta a la vista y unos cálculos que
últimos fracasos, cuyas causas he expuesto o recordado y a y
ninguno de ellos ha querido discutir.
que son sencillísimas. Basta con verlas y aquilatarlas para
— Sois de ayer. Formáis el grupo más heterogéneo y más
establecer que, tanto práctica como teóricamente, no hay, si
abigarrado que soñarse pueda; vuestros adeptos pertenecen a
se quiere ser nacionalista, más que el partido del Nacionalismo
la clase discutidora, la más individualista y más dividida*de
integral, es decir, la Monarquía.
toda la nación, la que tiene menos intereses comunes y más
Pero se puede, es cierto, dejar de ser nacionalista. Se pue­
susceptibilidades y recelos recíprocos; sus recursos, emplea­
de traicionar a Francia. Puede hacerse uno francmasón, opor­
dos en la tierra o en la industria, están constituidos por ren­
tunista o radical; pero hace falta que los francmasones,
tas e ingresos de trabajo, y el apoyo material que pueden da­
los radicales o los oportunistas lo reciban a uno bien. Y , co­
ros es incomparablemente menos útil que el que reciben vues­
mo M. André Buffet indicaba tan acertadamente, la trai­
tros competidores de los capitales de la 'B an ca judía o de los
ción teórica no basta. Las acogidas de este género tienen un
fondos secretos del Estado masón; en fin, la doctrina hetero­
precio fijo. Se pagan con una infamia. Y los verdaderos nacio­
génea que estáis elaborando, especie de transacción entre las
nalistas son incapaces de ella. U na y mil veces, su único r e ­
ideas revolucionarias y las necesidades de la salvación nacio­
curso es, pues, la Monarquía.
nal, será infinitamente menos eficaz y determinante, porque
además es menos clara, que el humanitarismo de los masones
y de los anarquistas...
U na vez más ha podido creerse que la Francia moderna da­
ría una aristocracia de cuatro o cinco millones de cabezas ca­
paces de acción política. Esta esperanza era posible en 1875,
4 >ero han transcurrido veinticinco años y la experiencia está
hecha: no ha nacido el menor espíritu político. Hemos asistido
a un generoso movimiento de inquietud patriótica; este movi­
miento ha lanzado a los franceses mejores sobre las listas de
la “Patria Francesa” : alabémosle, pero admirémosle como a un
monstruo que no sale de la oscuridad más que si la patria está
de luto. Que no nos engañe. L a inquietud pasó. O pasará
sin que la fuerza de nuestros enemigos disminuyera, y hasta
se habrá afirmado y consolidado. Os apoyáis en lo inestable;
tomáis como sostén lo que necesita que le sostengan. Pedís a
esta buena, vaga y amorfa aristocracia francesa, necesitada
de un rey que le diese disciplina y organización política, le
pedís precisamente aquello que menos tiene. A está desban­
dada de individuos, a nuestra mezcla de pequeñas repúblicas,
de intereses divergentes o contradictorios, que sólo un Príncipe,

-(
LA C A R T A A B I E R T A D E M. E U G È N E L E D R A I N

onsieur L ed rain me dirige desde L ’É c la ir una carta abier­


M ta. M. L edrain no necesita presentación. A pesar de la
severidad que revisten, los tra b a jo s del sabio profesor de la
Escuela del Lo u vre h an pentrado en el mundo de las letras.
Conocida es su traducción bella y salvaje de la B iblia. Pero, lo
mismo que E rn est Renán y que Jules Soury, p a ra los cuales
el estudio de las razas y de las lenguas semíticas constituyó
una preparación natural al estudio de los problem as contem­
poráneos, no se h a lim itado a sus tareas favoritas, sino que se
h a mezclado a la vida literaria y política de nuestro tiempo.
M. L ed rain preside im portantes sociedades republicanas o de­
m ocráticas de fines instructivos y educativos y, durante el
“a ffa ire ” D reyfus, a él se han debido los m ejores esclareci­
mientos sobre los caracteres distintivos de la cam paña judia.
A lg ú n historiador de la poesía tendrá que consignar algún
día el extraordinario papel que M. E ugèn e Ledrain desem­
peñó cerca del editor del pasaje Choiseul. Cuanto ha salido
de las prensas de Lem erre sufrió su exam en minucioso y, du­
rante largos años, form ó, casi él solo, el tribunal que ju zg a b a
a los pálidos poetas nacientes, p o r lo menos a aquellos que
querían editarse con la m arca del cavador. ¿Se lo han agrade­
cido? Y o creo que, por el contrario, m ás bien se lo han pagado
con vivos rencores, pero, como buen filósofo, h a tenido presente
que esto es lo norm al de la vida. ^ , .
V ín ole de aquellas ocupaciones su afición a la critica lite­
raria. M adam e Juliette A d am le ofreció la ocasión de ejercerla
abriéndole las páginas de su N o u v elle R e vu e. L o s juicios de
M. L ed rain sobre libros y autores no han sido n ada im placables:
CARTA DE M. EUGÈNE LEDRAIN 439
438 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
»
un gran saber autoriza a ser indulgente; pero, bajo la bene­ de un buen verso y, no obstante, todavía hoy me sería impo­
sible releer, sin palidecer un poco de indignación, el juicio de
volencia inicial, no era difícil advertir la amargura, el secreto
M. .Eugène Ledrain sobre algunos de los mejores versos de
desconsuelo, el descorazonamiento de un espíritu que se daba
perfecta cuenta de la universal decadencia francesa. Anatole France, el final del poema de los Ciervos... No, no, so­

Podría hacerse un interesante estudio de la evolución del bre este punto-que no se espere de mí la menor concesión. Los
versos discutidos son divinos, y dentro de diez años, lo mismo
gusto en M. Ledrain. ¿Conservaría él hoy su actitud de ayer
que hace otros diez, M. Ledrain me hallará dispuesto a mante­
con los parnasianos? Durante mucho tiempo fué su favorece­
ner la misma afirmación. ¿Quiere que, a mayor abundamiento,
dor. Les pasaba casi todo. Pero, a medida que su razón se
los cite en público? Pero, en este momento, lo que nos inte­
alumbraba con nuevas luces, iba apartándose, poco a poco, de
nuestro siglo, y los maestros de antaño, particularmente los resa es la política, más que un torneo poético.
del tiempo de Luis X V , lo conquistaban de nuevo. ¡ Y qué cla­ Y cedo la palabra a mi armonioso censor.
rividencia le han prestado! Gracias a ella, M. Ledrain ha po­
dido escribir verdades definitivas a cuenta de Michelet. Claro ...Acabo de recibir sus últimas interviús de la Gazette de Fran­
que sus críticas de Michelet le permitían exaltar a su querido ce, sobre las que me complace opinar, no como político, sino un poco
Quinet. Pero tal vez su afición a Quinet desaparezca llevándose como pensador. N o pertenezco a ningún grupo conocido ni a ninguna
las últimas huellas de complacencia romántica del espíritu de fracción del Parlamento, por lo que estoy reducido a la meditación de
mi cuarto de trabajo, con mis libros— con los de usted— , conmigo
M. Ledrain. Aquellos que aspiran a un renacimiento del genio
mismo. Filosofemos, pues, un poco si quiere.
clásico francés tendrán el mayor gusto en ponerse en más
Nos expone usted en dos puntos— no es como en los sermones
íntimo contacto con su pensamiento.
trinitarios de Bourdaloue— el program a de la Monarquía futura,
según la sueña su propia mente, la de M. André Buffet y la
L a carta abierta de M. Eugène Ledrain es una pequeña obra
del príncipe Felipe de Orléans.
maestra de ironía y de discusión familiar. Creo que encierra
L o primero que adivino es que la próxima restauración será
toda la belleza que exige el género
de mano dura. Si no me equivoco, la palabra es de usted y parece
aceptada por M. Buffet y por el príncipe. Pero ¿cómo hará usted
y la gracia más fina...
para realizar semejante ideal?...
Desgraciadamente, es imposible transcribirla íntegra. Cier­ Lo que yo saco de sus páginas-programa, enteramente apro­
tas alusiones un poco personales deben omitirse, toda vez que badas por el príncipe, es que todos han de ser hombres de mano dura,
a la manera de Napoleón H I en 1851 y 1852. L a Constitución det
no tienen ninguna relación directa con nuestra encuesta. Las
2 de diciembre quitaba a las Cámaras la iniciativa de las leyes y
más intencionadas resultan aún demasiado benévolas. N o obstan­
su confección para confiársela a un Consejo de Estado: es de creer
te, una de ellas exige una respuesta. M. Ledrain quisiera saber
que ustedes la adopten con entusiasmo y que, llegados al poder, res­
en qué ha parado mi admiración por M. Anatole France. “¿Per­ tablezcan esta Constitución de la época consular.
siste usted en ella?”, me pregunta. ¿ Y por qué no?, arguyo.
...Sin duda, ha leído usted la Historia del Segundo Imperio de
Quien, desde hace tres años, ha cambiado es Anatole France y M. de la Gorce, uno de sus amigos políticos, obra que h a hecho
ino yo. premiar— justamente— la derecha de la Academia desde la apari­
Siempre que M. Anatole France deja que su genio natural ción de los primeros volúmenes. Pues bien: el capítulo en que ex­
reaparezca y brille bajo la horrible envoltura del dreyfusismo, pone la Constitución de 1852 M. de la Gorce lo titula : La Dictadura.
se ve con gusto el esplendor de esta grata luz. Desventu­ Asi llamaban antaño a la mano dura, sobre la que, en verdad, no
radamente, he traspuesto ya la hermosa edad en que el des­ se edifica nunca nada que no sea muy efímero.
tino de los planetas parece depender de la perfecta medida U n hombre de noble carácter, de encendida palabra, se extravió
440 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CARTA DE M. EUGÈNE LEDRAtN 441

por un instante en los vericuetos del régimen de 1852. Había acep­ jóvenes, más ardorosos y mucho menos prudentes. ¿ Y qué ocurrió ?
tado form ar parte de la Cámara de los neutros, entrar en aque­ Que hubo catástrofes. N ad a más- quimérico que vuestro sueño de
lla sala sin tribuna, donde se votaba en bloque el presupuesto elabo­ restauración. Pero admitamos, por un momento, lo imposible: que,
rado fuera y las leyes enviadas por otra asamblea pagada y sumi­ por una fatalidad imprevista, se restableciese la Monarquía. Merced
sa. Pero, en medio de aquel silencio universal, M, de Montalem- sólo a vuestros liberales podría sostenerse conquistando a las gen­
bert no tardó en estallar desde su banco. Y hubo un pánico general, tes ilustradas y al pueblo : el atractivo y un buen equilibrio no se lo
y quizás un alivio, cuando se le oyó exclamar: “Yo quisiera defen­ darían los hombres de la mano dura. Lo que se basa en la fuerza
der al jefe del Gobierno actual de los peligros de la omnipotencia, no puede sostenerse mucho tiempo sin que la torrentera lo arrastre.
contra la embriaguez de la victoria, contra los deslumbramientos - Asi fué cómo la profecía de M. de Montalembert no tardó en cum­
de la dictadura, contra sus propios entusiasmos, contra sus conse­ plirse en el segundo Imperio *.
jeros imprudentes y sus aduladores, si es que los tiene. Y quisiera . E l segundo punto de vuestro programa, igualmente aprobado por
defenderos a todos vosotros, señores, del más grande de los peli­ el príncipe, es la descentralización. ¿Se acuerda usted de cierto
gros que acechan a los Cuerpos políticos, el descorazonamiento y ágape de felibres en que se leyó un manifiesto que, si no era obra
el abandono de sí mismo. Hoy por hoy, bien lo advierto (lo tengo suya, contaba al menos con su aprobación? Hasta creo que era
previsto) no me acompañaréis en mi abstención; me dejaréis solo, fruto de su colaboración con M. Amouretti. Pedían ustedes en él,
pero, tarde o temprano, haréis lo contrario. N o sólo hay en vos­ osadamente, asambleas soberanas en Burdeos, en Nantes, etc... La
otros los gérmenes de independencia que todo hombre honesto tie­ palabra soberanas se decía, no hay que olvidarlo. Por lo que, les
ne en su conciencia, sino que, en vuestra organización misma, re­ acusé de separatismo, cosa que estuvo a punto de hacer que se
siden las condiciones básicas de toda independencia: la gratuidad vertiera sangre, ya que M. Amouretti cogió una espada y yo le
y la elección. Estas condiciones os arrastrarán fatalmente algún di, sobre el terreno, la réplica adecuada. Acaso después de aquella
día al terreno de la resistencia a unas instituciones adulteradas, a fecha ha atenuado usted la palabra soberanas, que me parece sue­
linas pretensiones abusivas. Sólo un favor os pido: ¡no me miréis na mal y que hubiera afilado el hacha de Richelieu y de Robes­
mal por haberme anticipado a vosotros!” pierre. Pero usted, y con usted su rey, pide "la descentralización
Medite usted bien estas elevadas y vigorosas palabras contra territorial”. ¡Cuántas palabras cuyo sentido me escapa! ¿Qué es,
la Constitución de sus sueños y hallará usted en el fondo de ellas por ejemplo, la descentralización moral, la descentralización religio­
el pensamiento de que la dictadura no puede apoyarse más que sa? ¿Queréis crear unas sectas, tantas sectas como antiguas pro­
en el total aniquilamiento de las conciencias. Y las conciencias no vincias o actuales departamentos? Su pensamiento, que usted des­
mueren nunca por completo, ni el orgullo; en el momento mismo arrollará sin duda, y el del príncipe, no los veo más que en una
en que se les cree muertos, tienen terribles resurrecciones, explo­ nebulosa muy brillante, pero m uy insegura; con todo, usted lanza
siones formidables. Además, cuando un pueblo ha probado la liber­ la palabra: descentralización. 1.» Apretemos la mano. 2.° Descen­
tad y la discusión libre, vuelve siempre a ellas. Se puede ser par­ tralicemos. He aquí vuestro programa.
tidario de la mana dura cuando uno es el puño, pero no se continúa Y, no obstante, la Monarquía* tradicional que debería restaurar
siéndolo mucho tiempo cuando hay que sufrirla. ¿ No son ustedes mis­ el principe Felipe de Orléans fué esencialmente unitaria. Cogió a
mos un ejemplo de ello ? Como ustedes se imaginan poseer dentro de Francia hecha pedazos, desmenuzada, en virtud del tratado de Ver­
poco el poder, entre ocho o diez, son todos ustedes, con vistas a aquel dun, y la reconstruyó, ayudada por los municipios y por el pueblo,
momento, grandes partidarios de la mano dura, pero al mismo tiem­ pedazo por pedazo. A l ocaso de la Monarquía, en medio de las ver-
po se revuelven como unos condenados contra quienes, hoy por
hoy, les impiden reunirse, hablar, moverse a gusto. Yo, republicano 2. H a y en esto u n a pequeña in ex actitu d q ue no he subrayado en
perfectamente independiente, les veo y les juzgo desde fuera, mu­ 1900, pero que h a y que s e ñ a la r : la profecía de M ontalem bert no se cum­
cho mejor que pueden hacerlo ustedes mismos. plió n i mucho menos y la conciencia de los elegidos del Cuerpo legislativo
im perial no se vió a r r a s tr a d a “al te rren o de la re sisten cia”. F u é el tiran o
Vuestro rey ha apartado de su lado a los viejos parlamentarios
N apoleón I I I quien, por sí y a n te sí, creyó conveniente convertir su
cuyas ideas usted condena. Lo mismo pasó en Israel. Los antiguos Im perio a l liberalism o y al p arlam en tarism o que acabaron con él.
consejeros fueron arrinconados para substituirlos con otros más (N o ta de 1909.)
442 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA RESPUESTA A M. EUGÈNE LEDRAIN 443

giienzas del reinado de Luis XV, añadíase todavía al gran manto partista, ni monárquica. ¿Quiere usted saber lo que es? ¡Fran­
del territorio un trozo que faltaba: la Lorena. Acabada su obra cia es amiga de la mano dura! "
magnífica, la Monarquía cayó, como un fruto maduro, al soplo de Plantéase aquí una cuestión de hecho. ¿Hay, entre los fran ­
la Revolución francesa. En vano se han hecho tentativas de restau­ ceses de 1900, un estado de espíritu favorable a una política
ración. Todas han abortado. ¿Por qué? Porque, estando ya hecha de mano dura? ¿ L a Francia de hoy quiere realmente un buen
la unidad, lo que la habla creado no tenia otra cosa que hacer que
puño que la dirija ? ¿ Siente la necesidad de un Gobierno enérgico
desaparecer. Nuestra supervivencia en el mundo no se comprende
que la saque del desorden y de la anarquía en que vive?
cuando ya hemos dado todo lo qUe podíamos dar.
Es inútil, mi querido Maurras, que se vuelva usted a derecha e Si M. Ledrain me responde que no, aquí me quedo en
izquierda con su ágil y sutil talento; no escapará usted a la ley el desarrollo de la tesis. En cuyo caso habré de rogar a su
histórica. N o logrará usted que la realeza unitaria remonta el cami­ ingenioso colaborador, M. Georges Thiébaud, que h aga mis ve­
no de sus orígenes, de la obra que ya cumplió. N o podrá usted evi­ ces para poner de relieve ante M. Ledrain lo que todos los na­
tar que estos tiempos sean tiempos pasados. cionalistas consideran como una de las necesidades del mo­
Y además, ¿no cree usted que los dos puntos de su programa se mento. Necesidades que no son únicamente reales, sino que,
contradicen? ¿Puede usted imaginarse una Monarquía de mano además, se las siente. N o sólo Francia necesita de alguien,
dura, apoyada en irnos servidores de mano dura, y que, al mismo sino que tiene conciencia de esta necesidad, y es un deseo;
tiempo, sea descentralizadora? ¿No es esto el colmo de lo impo­
este alguien es llamado de todos lados. Y a este alguien no
sible ? Quien es hombre de mano dura no comparte el poder con
sólo lo desea la masa de la nación, sino que los más autoriza­
nadie y se conduce fatalmente como unitario.
Esto es cuanto tenía que decirle, encantado de controvertir con dos definidores del nacionalismo coinciden en que se le debe
un hombre como usted y con un periódico tan cortés como la llamar. L a irresponsabilidad, el anonimato, la incuria, la ines­
G a zette de Frunce. tabilidad del poder parlamentario republicano hacen indispen­
E . L e d r a in 1 sable una enérgica intervención personal. N i en el gran pú­
blico, ni en la selección intelectual que yo he consultado, na­
1. A s í es cómo, en el mismo periódico en que M. Georges die me ha negado todavía estos extremos de hecho.
Thiébaud suele calificar a los monárquicos de parlamentarios 4. Ellos han sido los puntos de partida de la Encuesta.
incorregibles, M. ¡Ledrain se duele de descubrir en nosotros una Pregunté al jefe del Secretariado político del señor duque
inclinación inmoderada hacia la “dictadura” y la “mano fuerte”. de Orléans si, siendo de tal suerte las circunstancias, la Monar­
2. H a y que advertir a M. Ledrain que se ha equivocado quía podría adaptarse fácilmente a ellas. Y M. B u ffet me ha
acerca de la paternidad de eSt&s hermosas palabras “puño” y contestado: “Las circunstancias actuales exigen una Monar­
“mano dura”. Débense, no a mí,» sino— como puede verse en las quía de buen puño, como dice su amigo. Si usted quiere, diga­
páginas de la Encuesta— a un “joven nacionalista de los arra­ mos una Monarquía autoritaria.”
bales” que pronto tendré el gusto de presentar a M. Ledrain 5. Autoridad, Monarquía autoritaria: he aquí cómo tra­
y a los lectores de la Gazette, ya que he recibido una intere­ ducen los jefes monárquicos (lo mismo M. de Saluces que Mon­
sante carta suya en contestación a nuestro cuestionario. Mon- sieur B u ffet) las palabras mano dura y partidario de una
sieur Ledrain me hace demasiado favor al atribuirme una clase política de mano dura. M. Eugène Ledrain traduce de otro
de invención verbal que no me corresponde en lo más mínimo. modo: él traduce dictadura.
3. E s conveniente releer estas palabras del joven nacio­ 6. Pero la palabra ¡no me asusta. Hablemos de la dicta­
nalista de los arrabales. Yo las he consignado como “fórmula dura, sin decir ninguna de las tonterías habituales tanto en
sintética de los anhelos de la nación”. sus enemigos como en sus partidarios. L a dictadura era, en
“¿Francia— dijo— , Francia? N o es republicana, ni bona- Boma, una magistratura perfectamente regular: en tanto se
444 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA RESPUESTA A M. EUGÉNE LEDRAIN 445

mantuvo la fuerza del patriciado, condición indispensable del incapaz de aguantar solo el enorme conjunto de las responsa­
régimen republicano, funcionó sin daño, para el interés públi­ bilidades que asumía.
co. E n las situaciones difíciles, un ciudadano era investido, 9. E l encadenamiento de la controversia entablada nos
por un cónsul y por el Senado, de una autoridad sin límites; lleva, pues, a plantear el problema constitucional, como se lo
pasado el trance, el dictador se reintegraba a la vida común. plantea todo el mundo. Nos imaginamos los primeros actos
N ada más útil, pero, al mismo tiempo, nada más peligroso, reales como actos de justicia y de reparación, pero, una vez
ni más delicado, en verdad, que esta institución de una espe­ terminado este primer período, ¿cómo imaginarse la constitu­
cie de monarquía temporal. Precisamente, una de las ventajas ción normal del reino, las relaciones de autoridad y libertad?
de la realeza es el hacerla innecesaria. E l príncipe hereditario, Dedúcese, claramente, de las respuestas del jefe del Secre­
acuciado por el público interés, de que él es órgano y repre­ tariado político del señor duque de Orleans sobre este punto,
sentación viva, advierte cuándo debe asumir la dictadura, en que la vieja fórmula liberal parlamentaria no reaparecerá para
virtud de lo que las circunstancias demandan, y cuándo debe nada.
deponerla, según lo que ellas aconsejen. Si desdeña esta ad­ 10. Pero ¿en qué consiste esta vieja fórmula liberal par­
vertencia natural, sufre el castigo de la experiencia, y, por lo lamentaria que rechazan por igual e! desdén del público y la
mismo, todo le induce a tenerla en cuenta. Esta alternativa reflexión de los más discretos? H abría que ponerse de acuer­
de autoridad y libertad, en exacta correspondencia con los tiem­ do para definirla antes de discutir sus méritos.
pos, llena la historia entera de Francia. E l parlamentarismo es una institución inglesa de nacimien­
7. Sentado esto, es fácil comprender que la idea de una to y que se ha conservado inglesa a despecho de lo mucho que
dictadura perpetua (o de una monarquía autoritaria a perpe­ se la ha trasplantado: es el Gobierno de las Cámaras, o mejor
tuidad) es de una inepcia brutal. N o sá yo si el mismo deste­ dicho, de una Cámara. L a de los Comunes es la que gobierna:
rrado de San Sebastián se atrevería a declararse partidario de según observa certeramente M. Amouretti— al cual M. Le­
ella. N o porque la quinina corte la fiebre, querría nadie hacer drain me permitirá, a pesar de todo, citar ante él— , la Corona
de ella base de su alimentación. y los pares sólo disponen de un poder de control *. Este es
Pero ¿me negará, en cambio, M. Ledrain que la autoridad, el parlamentarismo en estado puro, tal como triunfa en Ingla­
o, como él dice, la mano fuerte, o la dictadura, han tenido su terra, por razones que dependen del fondo de la historia in­
utilidad política? Parece que Enrique I V y Luis X I fueron glesa, y tal como fracasa en todos los otros países en que se
hombres “de buen puño”, unos “dictadores”, y la Francia que ha adoptado el sistema inglés. En Francia, Luis X V III, Car­
ellos hicieron, o rehicieron, reconoce de buen grado que debe­ los X, Luis Felipe, dóciles a este sistema, se vieron obligados
ría ponerlos en un altar, como a padres y salvadores. Por más a incurrir, de hecho, en un sinnúmero de usurpaciones disimu­
que M. Ledrain afirme que la autoridad no crea nada, aquí te­ ladas (conste que no se lo reprocho), tan pronto para ad­
nemos algo que ella creó, una obra bastante hermosa por cier­ ministrar debidamente al país, y, a veces, hasta para salvar­
to: nada menos que Francia. le. L a República parlamentaria de 1875, creada y votada por
8. M. André Buffet me ha dicho: “L o admirable en la liberales anglómanos, es de la misma desgraciada especie; si,
Monarquía es la ductilidad, la variedad de su fuerza.” Bastaría
esto para diferenciarla del Segundo Imperio, de que M. Ledrain 1. E sto se ap licab a al derecho constitucional inglés ta l como era
me habla. E n el momento en que se convirtió de autoritario definido, m ás, ta l vez, que practicado, en v ida de la rein a V ictoria.
B ajo E duardo V II vemos in sin u arse o tr a s definiciones. Un m inistro
en liberal, el Segundo Imperio tuvo que llevar a cabo una re­ de la G uerra, m iem bro de un gabinete liberal, lord H aldane, h a am ­
volución contra sí mismo. E s indiscutible que concitó en con­ pliado sin g u larm en te la teo ría de los derechos de la C orona en el
reciente discurso a que hace referencia n u e stra Introducción. (N ota
tra suya fuerzas inmensas. Pero el príncipe era físicamente
de 1909.)
446 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA RESPUESTA A M. EUGÈNE LEDRAIN 447

en la práctica, ha resultado más perniciosa todavía, se debe, esos abogados que discuten p,ara em barullar las cuestiones.
evidentemente, a la falta de un patriciado, sobre todo a la 12. Experimento por estos señores el mismo sentimiento
falta de un príncipe que, de vez en cuando, se saliera de la de todo el país, que los detesta. E l país, que conoce hoy su es-
legalidad para entrar en los carriles del bien público. • terilidad, se acuerda del mal que antaño le hicieron, del que
Pero, como dice M. André Buffet, ¿vamos a denunciar el se han señalado no pocas huellas a través de la Encuesta. Si
parlamentarismo “en cada uno de los países dotados de un M. Eugène Ledrain no se acuerda ya de él, el país guarda, en
parlamento?” Y M. Buffet se contesta a sí mismo que “Ale­ cambio, el recuerdo del 16 de mayo. N o fueron, ciertamente,
mania tiene un Parlamento, sin verse castigada por la cala­ realistas de mano dura los culpables del 16 de mayo, sino par­
midad parlamentaria”. ¿Por qué? Pues porque en Alemania lamentarios, liberales. Los partidarios más acérrimos del parla­
se ha tenido en cuenta la situación alemana, se ha tenido pre­ mentarismo y del liberalismo tentaron aquel día la más. cómica
sente que no se podían importar las instituciones, las cos­ y más cándida de las aventuras aplicando sus talentos^ a pre­
tumbres, la historia inglesa, como se importa el texto de una parar, en fin de cuentas, un golpe de Estado legal. E l fracaso
Constitución. Allí se ha hecho, pues, lo contrario del sistema vasto, completo y resanante nada les ha enseñado ni ha hecho
inglés: en Alemania, es la Corona quien gobierna y es el Par­ que se olviden de nada, pero sepan que a ellos no se les
lamento el que controla, ¡y qué poco todavía! olvida. U n monárquico ha dicho, dirigiéndose a los torpes fau­
Tan* tonto sería calcar lo de Alemania como copiar de In­ tores del Dieciséis de mayo: “Escribid la historia, señores, pero
glaterra el sistema de la futura Monarquía francesa: la situa­ no os mezcléis en hacerla” 1. Escribirla, la han escrito muy

ción francesa es original, y dará, por lo mismo, instituciones bien. Pues que la escriban mejor todavía, porque siempre es
posible, y que nos dejen trabajar en paz.
originales. N o obstante, ¿quién no advierte que, entre el ré­
gimen británico y el germánico, es este último el que se avie­ 13. Treinta años de República parlamentaria han puesto
ne mejor con el estado actual de Francia, con el temperamento de manifiesto un hecho importantísimo: el parlamentarismo,
de los franceses, con la política que aconseja nuestra situa­ que debilita al Estado, no proporciona al ciudadano las ga­
ción en Europa? Más amenazado que en Inglaterra, nuestro rantías particulares que éste necesita. De consiguiente, el par­
poder central, director militar y diplomático de la nación, debe lamentarismo falla en la consecución de su propio objetivo.
ser más independiente, para que pueda defendernos con más L a historia del Dieciséis de mayo es aleccionadora precisamen­
energía. Basta con abrir una historia de Francia o con mirar te porque presenta contra la derecha una demostración análo­
un mapa para que salten a la vista las razones que para ello ga â la que nos proporciona contra la izquierda la larga his­
hay. toria de las vejaciones religiosas, de las mezquindades políti­
11. Además, hoy, los liberales parlamentarios, aun aque­ cas cometidas por los oportunistas y los radicales que han
llos de que M. Ledrain nos habla con una indulgencia llena de venido a ser hoy tan impopulares como los hombres del Die­
cariño, no parecen muy deseosos de gobernar, sino únicamen­ ciséis de mayo. E l que una Asam blea ocupe el lu g a r del Prín­
te de controlar los actos gubernamentales. Si no he compren­ cipe no basta para garantizar la libertad de las personas ni la
dido mal su pensamiento, limítase a esto. Pero ¿lo he com­ seguridad de los bienes. Lo mismo da el que la Asam blea rei­
prendido bien? Porque una de las cosas que hay que repro­ nante esté compuesta de francmasones o de doctrinarios de la
char al pensamiento de estos caballeros es su falta de claridad. tolerancia, de hombres íntegros o de pillastres: la pasión po­
Parece como si, deliberadamente, evitaran la precisión. Con lítica no dejará de arrastrarla, por una- necesidad orgánica,
M. Ledrain, que es un pensador, da gusto discutir, porque con­ a toda clase de menudos delitos en provecho de un partido, en
creta los asuntos de que trata y porque, con él, la discusión,
por acerada que sea, propende al acuerdo; pero me desagradan 1. L a fra se es de M. de P o n tm artín . (N ota de 1909.)
RESPUESTA A M. EUGÈNE LEDRAIN 449
448 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

libre y continuadamente sus grandes intereses, el Estado con­


detrimento de los particulares y, de consiguiente, contra el Es­
temporáneo se dedica a otros ‘mil menesteres de suplemento.
tado mismo. Será inútil que cambie la composición de las
Y se hace, por ejemplo, fabricante de cerillas o vendedor de
Asambleas. Su funcionamiento natural no puede cambiar. Está
tabaco. E s maestro de escuela-y enfermero de hospital. Entre-
fuera de toda duda, porque lo confirman la experiencia y el
tiénese a ratos hasta en funciones de sacristán. Tal es el E s­
análisis, que el parlamentarismo no es, ni mucho menos, “el pa­
tado moderno en Francia: distraído constantemente de sus
ladión de la libertad”.
funciones específicas, de su esfera profesional, sustituye sin
14. Es exactamente todo lo contrario. Aun yéndole a la
tregua, con su propia acción, la iniciativa de los ciudadanos y
mano un príncipe, el parlamentarismo resultará siempre el ré­
de las agrupaciones ciudadanas. Cada día inventa una nueva
gimen de la competencia de los partidos, cuando no de la gue­
manera de perturbarlos o de molestarlos.
rra civil, significará la opresión de los menos. Los jefes del
A l arrancar al Parlamento los poderes que éste ha usur­
parlamentarismo no representarán nunca más que partidos, ca-
pado, la restauración monárquica se los devolverá a la Corona,
pillitas, rivalidades personales, querellas de clan. ¿Interesa a
que es la legítima depositaría de los mismos, y las altas cues­
alguien el desarrollar entre los franceses un régimen de clan,
tiones políticas dependerán entonces de este altísimo poder
el minúsculo espíritu de partido ? Nadie lo cree así. En la res­
competente.
tauración próxima, todo el mundo implorará del Gobierno la
Pero, simultáneamente, como los negocios del Estado ha­
unión, la paz, la desaparición de estas discordias. L a feliz im­
brán vuelto al Estado a que pertenecen, los asuntos privados,
popularidad del parlamentarismo permitirá al príncipe proce­
por una necesidad inversa, volverán maquinalmente a manos
der a ello con extrema facilidad. L a pacificación será cosa sen­
de los particulares. Cada día que pase, el Estado tendrá menos
cilla en la mayor parte de los feudos electorales que, poco a poco,
interés en retenerlos en sus manos, porque tendrá cosas más
perderán toda su importancia.
importantes que hacer y un interés grande en desentenderse
15. Henos ya, pues, prescindiendo del parlamentarismo. La
de ellos 2. Según la máxima romana, de minimis non curabit.
repugnancia del pueblo y la impaciencia del principe han acabado
16. Tal resultado se alcanzará en la simple hipótesis de
con él. Interesa, por tanto, tener prevista la institución o el
una restricción del parlamentarismo por el solo hecho de un
conjunto de instituciones que en el nuevo régimen podrán for­
mayor desarrollo de las funciones normales del Estado, pero
talecer la independencia de cada uno frente a las eventuales
este desarrollo podrá ser proseguido sistemáticamente. Este es
usurpaciones del Estado. ¿Qué garantías tendrán las personas ?
el programa de una monarquía descentralizada. P ara asegu­
¿Qué garantías la propiedad?
rarse mejor la gestión de los intereses superiores, tiene buen
N o voy a sorprender a un sabio como M. Eugène Ledrain
cuidado de no conservar entre sus manos más que la dirección
al decirle que la primera de estas necesarias garantías será
de éstos. L a diplomacia, los ejércitos de tierra y mar, y, en
precisamente la desaparición del parlamentarismoa. E l E s­
un grado menor, la organización general de la Hacienda, de­
tado contemporáneo sufre la competencia de este antagonista
penderán de ella por medio de mecanismos rigurosos y directos.
que se entremete sin cesar en sus funciones estatales; el Esta­
Todo lo demás— clero y Universidad, municipios, distritos y
do no puede cumplir, de consiguiente, más que una pequeñísi­
provincias, Beneficencia pública y sociedades jurídicas— goza­
ma parte de la función que le es propia. Por no poder dirigir 1
rá de autonomía. Respecto a estos puntos no se reservará más
1. Y no hago cuenta< de la desaparición de u n a serie de pequeñas ti­ que un derecho de vigilancia, alta policía, arbitraje y magis­
ran ías locales, fortalecidas o sim plem ente n a c id a s'd e la influencia anó­ tratura suprema. Los grupos locales o profesionales, las aso-
nim a de los diputados y de los senadores. Sobre esto, que im propia­
m ente h a venido a llam arse el feudalism o parlam entario, véase el pá­
2. R ecuérdese, p a ra lo referen te a l m ecanism o de estas necesida­
rra fo 14 del presente capítulo y desenvuélvanse todas las consecuencias
des, la re sp u e sta a M. C harles L e Goffic.
del mismo.
fe 29
RESPUESTA A M. EUGÉNE LEDRAIN 451
450 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
18. Este es el bien de que las colectividades de toda cla­
daciones confesionales, las ciudades y comarcas, serán otras se— repitámoslo: las repúblicas— serán deudoras al rey, sólo
tantas organizaciones espontáneas que se administren a sí mis­ al rey. Y , a su vez, estas repúblicas librarán al rey de una se­
mas, coordinadas desde la cima por el poder real. rie de obligaciones y cuidados, de modo que él pueda ocupar­
17. Me echa en cara M. Ledrain el que yo haya abogado se con más libertad de dirigir los intereses generales de la na­
antaño por la entrega de la soberanía a estas organizaciones. ción.
Guardaríame yo muy bien de retirar o atenuar nada de lo di­ ¿Cuál será el provecho de los particulares en este nuevo
cho. El concepto de soberanía no excluye la limitación. Mien­ orden de cosas? E l reparto más racional del trabajo civil y
tras los ciudadanos no hayan recobrado el hábito de ocuparse político (las funciones del Estado, para el Estado; las funcio­
de los asuntos que les son propios, el poder central velará por nes secundarias, para las organizaciones secundarias) aumen­
el buen funcionamiento de estas autonomías soberanas. Por lo tará necesariamente el bienestar de la comunidad y, por tanto,
tanto, habrá de defenderlas, en contra de ellas mismas, de de los ciudadanos. Esto es de toda evidencia. L o que hay
los peligros de la usurpación y mostrarles, siempre que venga que poner de relieve es que el ciudadano recobraría, por fin,
a cuento, que, si bien son reinas en su orden de cosas peculiar, su realidad política. Del vago sujeto administrado, saldría, al
no son nada fuera de él. fin, el ciudadano verdadero. E l Estado central estaría tan ale­
La autonomía provincial es posible a condición de no apli­ jado de él como puede estarlo de un ciudadano americano. Sus
carse más que a los asuntos propios de la provincia. L a s fran­ molestias actuales disminuirían: por este lado, habría con­
quicias de una gran colectividad religiosa o sabia no valen más quistado una suma considerable de libertad negativa.
que dentro del orden científico o religioso.
Además, y esto sería ya libertad positiva, el poder de cada
Dirá M. Ledrain que estas fronteras son dificilísimas de
ciudadano aumentaría según la importancia de los Cuerpos
marcar, y es verdad. Ningún texto legal las trazaría explícita­ y colectividades en que participase. Y a he tenido ocasión de
mente. Hace falta para ello un poder viviente, un árbitro cons­
afirmarlo, pero necesito repetirlo: el espíritu de Cuerpo es la
ciente, responsable y nominal; un rey, en suma. Sin un rey,
más firme y la más invulnerable de las defensas ciudadanas.
nunca habrá en Francia libertad de asociación, puesto que no
U n príncipe puede tropezar con él una vez y por excepción: en
hay ningún medio legislativo para señalar el momento en que
la generalidad infinita de los casos corrientes, norma de la
una asociación, por el poder adquirido o por la dirección que
vida política, el príncipe evita el molestar y descontentar esta
emprenda, se convierte en una amenaza para el poder público.
clase de personalidades colectivas. L o exige su propio interés.
E s verdad que cualquiera de ellas puede acaparar este poder,
Cualquier atentado a las franquicias de una colectividad es su­
como ha ocurrido entre nosotros con la francmasonería, pero
frido por tan gran número de gentes y puede provocar ren­
entonces la asociación dominante querría tener el dominio
cores tan extendidos, que es mejor p ara un príncipe no expo­
ella sola aniquilaría a todas sus competidoras. U n poder real,
nerse a ello.
capaz de reducirlas a sus propios límites siempre que haga
19. E l ejercicio de la libertad política, tal como se prac­
falta, puede, por el contrario, aceptarlas todas a discreción.
tica hoy, tiene algo de absurdo y hasta de triste. E l ciudadano
Sub rege, res publica, dice una antigua máxima del de­
vota sobre cuestiones alejadísimas de él, que él ignora y que
recho francés. El rey es el árbitro, el jefe, el protector de las
le dejan indiferente: jam ás los acontecimientos muy genera­
repúblicas yuxtapuestas, conjugadas, mezcladas, compenetra­
les en que colabora tienen huellas de su colaboración. Y a pue­
das en la complejidad del reino de Francia, por toda la exten­
de decírsele que todo depende de él, que él puede comprobar
sión del imperio francés. (El nuevo régimen será sintético:
a diario que no depende nada. Podrá votar sobre la paz y la
hará suyo y empleará todo el vocabulario político de nuestro
guerra, la diplomacia y la religión, la alta legislación finan­
tiempo dando a cada término una acepción definida.)
452 ENCUESTA SOERE LA MONARQUÍA RESPUESTA A M. EUGÉNE LEDRAIN 453

ciera, el libre cambio o el proteccionismo, pero sabe perfecta­ lo tanto, débil para cuanto se salga de lo suyo y se inmiscuya
mente que, en realidad, nada de todo e3to depende de él; de lo en la dirección general de la nación?
que, además, si es discreto, se felicita íntimamente. 22. Sin duda, M. Eugéne Ledrain habrá comprendido, por
Con todo, el régimen de la República parlamentaria y cen­ esta exposición, que él mismo me invitaba a desarrollar, que la
tralizada supone un caso en que el ciudadano puede obtener mayor parte de sus objeciones quedan ya resueltas en ella.
garantías contra el Estado: es cuando el ciudadano se hace Vea cómo la palabra “descentralización” no tiene únicamente
agente electoral y cliente regular de alguna potencia electiva. un sentido territorial. Asimismo, para hacer la descentraliza­
Mas tal modo de clientela es una triste esclavitud. E l hombre ción religiosa, no hace falta establecer tantas sectas como
deja en ella de ser dueño de sí mismo. Todo servicio que reci­ cantones: basta con substituir la tutela administrativa im­
be presupone una cantidad de servicios que él ha prestado a puesta a las Iglesias con una simple vigilancia. Y se descen­
su vez y que no puede ni confesar, porque han sido hechos a tralizan las costumbres al procurar la reducción del número
expensas de su libertad y de su dignidad. Algú n estadístico y de la importancia de los funcionarios, cuando se acostumbra
debería calcular la perturbación que esta form a de vida polí­ a los ciudadanos a no confiar para todo en el Estado y cuan­
tica causa necesariamente en la vida económica de una na­ do, en fin, se substituye, en la medida de lo posible, la admi­
ción; ¡cuánto esfuerzo perdido, qué cantidad de útiles ener­ nistración mecánica con una administración espontánea.
gías dispersada! 23. M. Ledrain advertirá asimismo que no hay la menor
20. Si el ejercicio de las libertades civiles, bien sean loca­ sombra de oposición entre una fuerte autoridad real y las
les o profesionales, tiene, por el contrario, como campo de ac­ autoridades secundarias surgidas en todas partes por obra de
ción una esfera reducida, familiar, todos pueden en ella dar la descentralización, ya que estos dos órdenes de autoridad no
a conocer sus aspiraciones, fijar sus preferencias, insertar al­ tienen ni la misma competencia ni los mismos puntos de apli­
go de su vida y de su pensamiento. E l ciudadano puede sentir­ cación. Adáptanse, por el contrario, a dos series de objetivos
se elemento activo de la vida de la ciudad. Su poder es con­ muy distintos. Digo una vez más que el rey, para resolver sobe­
creto, lo emplea, siente su empleo, ve sus efectos. ranamente todos los casos de verdadera competencia real, tendrá
Razón por la que, en la Monarquía descentralizada, basta gran interés en respetar, y hasta diría en multiplicar, todos los
con ser de una ciudad, de una provincia, de un gremio, para casos especiales que no reclamen necesariamente su autori­
disfrutar, por tres o cuatro conceptos diferentes, de las ga­ dad. Y , a la recíproca, no será pequeño el interés que el ciuda­
rantías más sólidas contra los excesos del poder. dano tenga en respetar el fuero real para ser respetado, a su
21. N o hay que decir que ciudades, provincias, asociacio­ vez, en su fuero civil.
nes, todas estas soberanías, son representativas. Sus Consejos, 24. N o habrá “desmenuzamiento”, ya que el rey seguirá
que se eligen (y es de sobra sabido cómo la elección profesio­ siendo jefe de un ejército centralizado y de todos los grandes
nal da resultados superiores a los de la elección política), son, servicios nacionales. Además, como ninguna de las pequeñas
de este modo, Consejos soberanos. Constituyen verdaderos se­ repúblicas locales o profesionales form ará un círculo cerrado,
nados especializados o locales. Digámoslo exactamente: son cada una de estas organizaciones penetrará, en cierto modo, en
unos “Estados”, no generales, sino particulares, como la an­ las vecinas, cada ciudadano pertenecerá a agrupaciones muy
tigua Francia los ha conocido, en tan gran número. diversas.
¿Quién no echa de ver que, como el valor de cada uno de 25. ¿Cuál sería la función de la Monarquía ? M. Ledrain se
estos Estados es técnico y definido, será fortísimo en lo suyo ha figurado meterme en un atolladero al alegar esa “ley histó­
y para la defensa de los suyos? ¿Quién no comprenderá que rica” de que los órganos desaparecen al acabar su cometido. La
esta fuerza, por ser concreta y técnica, será torpísima y, por Monarquía— dice— ha terminado “su obra magnífica” : ha hecho
RESPUESTA A M . EUGÈNE LEDRAIN 455
454 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
las ingerencias del parlamentarismo, que, para que no faite
a Francia; no tiene ya ninguna razón de ser; hoy, su presen­ nada, introduce en el Estado político propiamente dicho la ines­
cia sería incomprensible. tabilidad, la irresponsabilidad, la división y la anarquía. E l ré­
Muchas cosas tendría yo que preguntar a M. Ledrain. En gimen republicano democrático, generador y nutridor de cien
primer lugar, ¿qué entiende él por terminación de Francia? querellas intestinas, h a destruido la unidad moral del país.
¿Estaba Francia tan terminada como todo esto en 1789? ¿Está ¡Mientras un Consejo socialista internacional, integrado por
terminada hoy? Y o veo más allá de nuestras fronteras no po­ proletarios alemanes y belgas, establece su autoridad sobre el
cas poblaciones de lengua y de civilización francesas que una proletariado francés, la capitis diminutio del mundo militar, la
política continuada y discreta, una política de audacia y de
debilitación progresiva y sistemática de nuestro Ejército, abren
contemporización a lo Capeto, podría, andando el tiempo, nuestras fronteras a las organizaciones militares del extran­
agregar a nuestro dominio político. Y hasta veo, en las m ár­ jero!
genes del Rin, más de una Marca germánica cuya anexión pro­
26. Tras la guerra de América, el mediocre y desventu­
gresiva y lenta transformación en Marcas francesas tendrían
rado Luis X V I legaba a la Revolución acaso el más florido de
asimismo su utilidad.
los ejércitos franceses que fueron jamás. E n cambio, frente a
Francia parece terminada en el momento de caer la Mon­
Inglaterra (la antigua rival de sus predecesores), o frente a
arquía, porque, en efecto, una vez desaparecida ésta, Francia
Italia y Alemania (nuevas potencias instauradas o soportadas
ha dejado de crecer y de perfilarse. Pero habría que saber si
por la democracia revolucionaria), ¿qué ejército, qué situación,
la Monarquía ha desaparecido porque Francia no tenía que
qué Francia, en una palabra, encontrará Felipe V E cuando
crecer más o si a Francia le han faltado los medios de creci­
venga y h aga el triste inventario de lo que le hayan legado
miento al faltarle la Monarquía. Resuelto como estoy a elimi­
nuestras revoluciones? M. Eugène Ledrain gusta de una discre­
nar de mi concepción de la Historia todo misticismo, confieso
ta jovialidad, pero yo le ruego que no bromee ahora. N o me
que no comprendo nada de la primera explicación, la explica­
pregunte más en qué consistirá la función del órgano monár­
ción de M. Ledrain. Nadie puede saber lo que hubiera ocurrido
quico restaurado: no será tarea lo que falte. Económica, diplo­
si la fuerte Casa de Francia hubiese continuado velando sobre
mática y militarmente, tendrá demasiadas cosas que hacer, por­
nuestras transformaciones históricas, pero parece bastante pro­
que, en los tres aspectos, tendrá, piedra a piedra, que recons­
bable que la misma causa engendrara los mismos efectos. Efec­
truir una Francia.
tos de grandeza y gloria. Efectos de un sabio y continuado
desenvolvimiento. Post scriptum.— L a carta de M. Ledrain y mi contestación,
Escribe M. Ledrain: “Todavía en el ocaso de la Monarquía, que acaba de leerse, aparecieron en la Gazette de France los
entre las vergüenzas del reinado de Luis X V , añadíase al man­ días 5 y 6 de octubre de 1900; M. Ledrain replicó en L ’Éclair
to del territorio un trozo que faltaba: la Lorena.” Y o pregunto del 15 de octubre siguiente. Bastará, para hacerse una idea de
a M. Ledrain si por ventura no le falta algo hoy a nuestra la parte política de su artículo, tan espiritual y cortés como el
Lorena. anterior, con el párrafo siguiente:
L e pregunto también, si, en el interior, la Francia tan bien
arquitecturada por los Capetos no empieza a descomponerse “Mas, cualesquiera que sean mis sentimientos hacia M. Maurras,
no le sorprenderé al decirle que su respuesta no me ha convencido.
desde su caída. Unificada y todo, ¿ acaso no se desune un poco
Creo que podríamos estar luchando eternamente uno contra otro
cada día? Hemos visto la extrema centralización destruyendo
sin convencemos jamás.”
todas las pequeñas unidades locales y morales que componen
a Francia y substituyendo a nuestros ciudadanos con simples ad­ De modo que M. Ledrain ha seguido en su puesto. Y o me
ministrados. Pero la misma Administración vese corroída por
456 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

mantengo igualmente en el mío, partidario de la Monarquía y


deseoso de que sea autoritaria cuando las necesidades del tiem­
po exigen autoridad. ¿ Y hace falta la autoridad en los díast
que corremos ? Esta cuestión previa es lo que cabe discutir.
Pero, si se contesta afirmativamente, tengo razón yo; si nega­
tivamente, ¿será difícil demostrar a quien tal haga, que se
equivoca ?
O P IN IO N D E M. S U L L Y P R U D H H O M M E

MIEMBRO DE LA ACADEMIA FRANCESA

a Crónica de los libros1, nueva revista de bibliografía ge­


L neral, da a conocer la opinión que a M. Sully Prudhomme,
miembro de la Academia Francesa y del Consejo de la Orden
de la Legión de Honor, ha merecido la Encuesta sobre la Mon-
arquía. Y ha sido M. Édouard Champion, hijo segundo del co­
nocido editor del mismo apellido, quien ha recogido las palabras
de M. Sully.
Con sus diecisiete años, su rostro bermejo y los mechones
de pelo claro que levantan el reborde de su puntiagudo fiel­
tro, M. Édouard Champion no vacila ante nada. Sería capaz de
afrontar el Universo entero. Intrépidamente, ha presentado al
poeta solitario de Chátenay, su vecino de campo, una lista de
preguntas sobre todas las cuestiones de que hoy se habla, desde
la reform a de la ortografía hasta las reglas de la moral y de la
prosodia. Tiernamente querido por el autor de Justice y de
Bonheur, no lo ha dejado en paz sin que le diera sobre cada
punto consultado, ya una respuesta positiva, ya una categórica
negativa de mayores explicaciones. Pero el hábil ingenio de
M. Édouard Champion no se ha contentado con las respuestas;
se ha empeñado en que fueran garantizadas, y, dócil a la omni­
potencia juvenil, M. Sully Prudhomme ha dado en los siguien­
tes términos el vistobueno y el imprimatur que se le pedía.

1. Jacq u es de Nouvion, director.


»
X
458 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA OPINIÓN DE M. SULLY PRUDHOMME 459

Chátenay, 30 setiembre. es capaz de encerrar en un cuarteto el ’más abstruso a rg u ­


mento de filosofía escolástica:
Mi querido Eduardo:

Con vivo interés y no poca confusión he leído el elogioso resu­ Anselmo, tu fe tiembla y tu razón la asiste.
men que usted ha hecho de nuestras conversaciones. E l lector sa­ Toda perfección en tu Dios se concibe;
brá distinguir las vivacidades y las sorpresas de un diálogo íntimo. la existencia lo es; preciso es, pues, que exista.
P o r lo demás, nada tengo que rectificar de su artículo; tan sólo Concebirlo perfecto, es exigir que sea i.
hubiese querido poder hilvanar mejor estas palabras lanzadas al
azar de la improvisación.
Muchas gracias y un cordial apretón de manos. N o atribuyo, ciertamente, ningún mérito particular a esta
poesía por definir rigurosamente, ya sea el argumento ontoló-
SULLY PRUDHOMME gico, y a el mecanismo de la aerostación. Pero el que tenga tal
grado de exactitud, es prueba evidente de la inteligencia y del
E l hecho de que un joven bachiller, uno de los ingenios más gran saber del poeta. U n príncipe sacaría provecho de consul­
vivos y precoces de su generación, al hablar con un maestro del
«i tarlo. E l vulgo debe escucharlo religiosamente. P ara mí es un
arte poética, se haya acordado de pedirle su parecer sobre la grato deber el entresacar de su conversación con M. Édouard
fuerza de la teoría monárquica, es algo que no puede dejar de Champion todo lo que se refiere a la Encuesta sobre la M on ­
ser para nosotros un gran motivo de confianza. Por lo menos, es arquía.
un claro indicio de la próxima orientación del espíritu público.
Recibamos como a mensajeros de la esperanza a estos nuevos
colaboradores cuyos diecisiete años están en sazón para se­
Por naturaleza, el hombre es un animal político.
guir y rodear a un príncipe de treinta.
En cuanto a los juicios de M. Sully Prudhomme, no creo A r istó te les
que haya que entretenerse en ponderar el alto valor que en­
cierran. Cualquiera que sea el sentido en que se pronuncie,
Como veo encima de la mesa cargada de libros la E n cu esta so­
todo el mundo habrá de escucharlo con respeto. M. Sully Prud­
bre la Monarquía de Charles Maurras, interrogo a M. Sully Prud­
homme figura, por sus méritos propios, en el gran Consejo del
homme: ¿Cuál es, a punto fijo, el interés de una cuestión política
pensamiento contemporáneo. N o es un simple tañedor de laúd. para quien ha sabido construirse una filosofía de la Historia?
Y su poesía, a la que debemos hermosísimos ejemplos del la­ “ ¿No es acaso la Historia la más decepcionadora de las cien­
mento desesperado y tierno (reléase el inmortal suspiro de la cias? Es la más humana, aquella en que nuestra personalidad toma
Agonía), ha reflejado asimismo todo cuanto el-espanto y la mayor parte. L a Historia escapa a la medida: las experiencias nada
curiosidad del espíritu humano hacen concebir sobre los mis­ prueban, porque las condiciones en que cada una se realiza son
terios de la tierra o del cielo. Antes de ser poeta, y para ali­ siempre contingentes, susceptibles siempre de cambio. Si hay un
mentar el vigor de su poesía, M. Sully Prudhomme ha querido elemento seguro, es el que el hombre lleva consigo, y estas son las
someterse a los métodos de la ciencia y se ha hecho matemá­ condiciones psicológicas de la Historia.”

tico, físico, moralista y sociólogo. H a estudiado la historia de M. Sully Prudhomme se susbtrae, pues, a las cuestiones prác­
ticas. Conténtase con confesar que es descentralizador. Y descen-
las conjeturas y de las doctrinas. Su obra poética, tan cara a
tralizador, ¿cómo? Confiesa que no lo sabe. Y el poeta levanta un
las inteligencias meditativas, siente los efectos de tal profu­
altar respetuoso a la Buena Suerte.
sión de estudios. E n ellos han ganado su lenguaje y su estilo
una precisión a menudo maravillosa. Sólo M. Sully Prudhomme
1. L e B onheur.

*
RESPUESTA A M. SULLY PRUDHOMME 461
460 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
doctrina, y esto le basta: M. Sully Prudhomme no tenia ninguna
Por lo que hace al conjunto de las doctrinas políticas, me re­ necesidad de hacer exámenes de conciencia política.
mite a su prefacio de la Biblia de la H umanidad de Michelet; ade­
más, antaño habla escrito un. volumen entero sobre la Posesión
del hom bre por él hombre, cuyo manuscrito se ha perdido:
édouard C ha m pion
“Puede considerarse al hombre— dice— desde dos puntos de vis­
ta muy distintos. Considéralo la ciencia como un ser determinado
al mismo título que los animales y las plantas: en el hombre ve unos Y a hemos visto cómo M. Édouard Champion ha hecho au­
órganos múltiples, adecuados a diversas funciones y que tienen, tentificar esta conversación; pero, en verdad, no hacía ningu­
entre sí, sumisiones recíprocas para el m ayor bien y el desenvol­ na falta. Las líneas que acabamos de leer llevan en sí mismas
vim iento del individuo. E sta concepción realista, que es la de la cien­
la pru eba: tienen el sello de ese giro familiar, de ese abandono,
cia, es, en política, propiam ente monárquica: es la sumisión del
propios de los poetas y de los sabios. Sin duda, los lectores
humilde al superior, de lo que vale menos a lo que va le m ás, la su­
misión de los órganos a una cabeza, un cerebro. P ositivism o y mon­ habrán recogido un rasgo de negligencia platónica que resalta
arquismo son doctrinas paralelas. E sto es obvio.” al comienzo del quinto párrafo. Afirm a en él M. Sully Prud­
Pero M. Sully Prudhomme añade— y estas son sus propias pa­ homme que el hombre puede ser considerado bajo dos aspectos
labras : distintos, y en seguida declara el primero de ellos, pero se olvida
“P or m i gu sto, yo preferiría, ciertam ente, él dejar a otros la del segundo... N o es más que un pequeño olvido, y no hubiera
preocupación de los asuntos públicos y poder confiar m i libertad a habido cosa más fácil que completar el pensamiento del pregun­
unos sabios. Desgraciadamente, la aristocracia, que n uestra historia tado. T ras haber contemplado al hombre desde el punto de vista
parece haber designado para libertar a los soñadores de las tareas
de la ciencia, M. Sully Prudhomme le hubiera, sin duda, con­
políticas, traiciona su misión. H a empleado su ascendiente en so­
templado desde el de la moralidad, de continuar el orden lógico
meterse a aquellos cuyo trabajo y cuya paz tenía la misión de pro­
teger. El sufragio universal es la revancha de los burlados contra de su discurso.
el abuso; pero no por ello es menos peligroso.” — E l hombre (hubiera dicho) no es tan sólo el esclavo de las
Resume aquí M. Sully Prudhomme su teoría de la posesión del leyes del mundo, sino que, en cierta manera, es, al mismo tiem­
hombre por el hombre, es decir, de unas voluntades por otras, ya po, su dios. Este dios, atrincherado en el cielo interior de su
sea por medio de la violencia, que vicia el consentimiento por la conciencia, dispone de una incoercible e inviolable majestad.
alternativa de ceder o de morir, sea por el ascendiente que subyuga N a d ie es capaz de manderle, ni él es capaz de obedecer a na­
la voluntad, sea por el contrato libremente discutido, sea por el
die. “N o llaméis a nadie vuestro dueño, porque no tenéis más
amor que seduce.
que un solo dueño, que está en los cielos.” El protestantismo,
M. Sully Prudhomme afirma la realidad de estos principios. L a ­
menta no poder escribir algún día la historia de la civilización (una Rousseau y Kant y la Revolución francesa han aplicado a la
historia que él concibe parecida a la de la libertad por A . Chala- política estas palabras de San Mateo.
mel) y me presenta, como un ejemplo, y en singular recorrido, De este modo hubiera hablado M. Sully Prudhomme. A l no
el mundo de la fuerza y de los instintos que personifica el bárbaro; atribuirle palabras semejantes, M. Champion ha querido res­
al galorromano que conserva los principios del derecho; la Iglesia petar la exactitud histórica de la conversación por él relatada.
dominando por el amor, y, en fin, la aparición de la ascendencia
Y , de este modo, no sólo ha conservado todo el sabor de la
del monarca. Después, la revuelta del pueblo, que hace, contra el
misma, sino que ha librado al poeta que le es caro de una ré-
poder de la ascendencia, la Revolución.
petar la exactitud histórica de la conversación por él relatada,
Añade M. Sully Prudhomme que, en virtud de nuestro tempe­
to, con argüirle que el orden de la política y el orden de la con­
ramento y nuestra educación, nos inclinamos naturalmente a am­
pliar cualquiera que sea de estas categorías. Filósofo, sabe perfec­ ciencia son cosas distintas. L a conciencia humana persigue
tamente en qué sitio y dentro de qué orden clasificará tal o cual fines espirituales, tiende a la salvación individual. L a política,
462 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA RESPUESTA A M. SULLY PRUDHOMME 463

limitada a lo temporal, busca la vida próspera de la comuni­ Según M. Paul Bourget, el monarquismo se corresponde,
dad; determina las condiciones generales del bien público en las con las leyes más probables del bien público. Según M. Sully
agrupaciones naturales formadas por los hombres. Depende, Prudhomme, el monarquismo aplica la ley de las recíprocas su­
. pues, como estos mismos grupos, de un conjunto de leyes na­ misiones “para el mayor bien y el desenvolvimiento del indi­
turales. Presupuestas, pues, estas leyes, que ella se esfuerza viduo”. M. Sully Prudhomme parece, pues, más partidario to­
en discernir y formular con toda la claridad de la ciencia, traza davía de la teoría monárquica que M. P au l Bourget. P ara
e ilumina el camino de los políticos, casi del mismo modo como M. Bourget, es la nación; para M. Sully Prudhomme, es cada
la fisiología, la patología y la terapéutica inspiran y dirigen la uno de los individuos— elementos de la nación— , quien, en úl­
acción de los médicos. tima instancia, se beneficiaría con la institución monárquica.
Esto, por lo que hace al segundo aspecto del hombre. En ¿H abla sólo en teoría? Pues también M. Bourget habla teóri­
cuanto al primero, sobre el que se ha expresado con términos camente. E l que, en teoría, un monárquico y un republicano,
precisos, M. Sully Prudhomme no vacila en reconocer que el discurriendo en el terreno de la razón, de la ciencia y de la
sistema monárquico es, evidentemente, el que la ciencia acon­ inteligencia, coincidan tan por completo en condenar la de­
seja como mejor, único. Este republicano, este gran dignatario mocracia, el sistema electivo y la República; que el teórico de
de la República, llega al punto de dejar sentada sin reservas procedencia republicana hasta parezca p u jar sobre el teórico
ni reticencias la verdad que había dejado sentada antes que él, monárquico, es un hecho de gran importancia; es un hecho
en una carta inolvidable, su compañero de Academia France­ (dejo la palabra a M. Bourget) tan preñado de consecuencias
sa, el monárquico M. Paul Bourget. Pata el mayor bien y el como antaño lo fué la concordancia de la forma republicana
desenvolvimiento del individuo, el monarquismo viene pro­ con la filosofía de Rousseau.
puesto, aconsejado y hasta impuesto por la ciencia. Ruego a los lectores y, con ellos, a todos nuestros amigos,
¿Hace falta confrontar ambos textos? y hasta a nuestros enemigos, que mediten seriamente sobre las
consecuencias de este gran hecho; M. Paul Bourget, en virtud
de la historia natural y de la historia política, M. Sully P ru d ­
M. SULLY PRUDHOMME M. PAUL BOURGET homme, en razón de la historia natural y de la economía polí­
t ic a 1, desembocan en el resultado de coincidir científicamente,
...Esta concepción realista, ...La solución monárquica es es decir, sin intervención de su voluntad, por la pu ra necesi­
que es la de la ciencia, es, en la única en armonía con las
dad de la evidencia, por el solo método del libre raciocinio.
politica, propiamente monár­ enseñanzas más recientes de la
Cierto ¡es un gran hecho, rico en preciosas verdades, ricas
quica. ciencia.
...Es la sumisión del humil­ ...Todas las hipótesis en que
ellas, a su vez, de una infinidad de otros hechos nuevos! ¿ Qué
de al superior, de lo que vale se ha basado la Revolución re­ es, comparada a esto, la decadencia de algunas fam ilias de
menos a lo que vale más, la sultan absolutamente opuestas aristócratas judaizados o de nobles náufragos en la gota de agua
sumisión de los órganos a una a las condiciones que nuestra del parlamentarismo? Esta aristocracia que, según la dura ex­
cabeza, un cerebro. Positivismo filosofía de la naturaleza, basa­ presión del poeta, “ha traicionado su misión”, no tiene ser real.
y monarquismo son doctrinas da en la experiencia, nos señala L o único que hay que hacer con ella es negarla. E n torno ul
paralelas. Esto es obvio. hoy como las leyes más proba­
bles del bien público. 1. N otad las curiosas p a la b ra s: "D ejar a otros la preocupación de
los asu n to s públicos”, “poder confiar la propia lib ertad a unos sabios,
lib e rta r a l soñador de la ta re a política”. Y a que no me h a sido po si­
¡Afortunada y aleccionadora concordancia! Se la brindo a ble com entarlas, quiero siquiera in d icar que d em u estran cóm o M. S u lly
P rudhom m e se d a cu en ta de las deducciones políticas q u e h a y que
M. A rth u r Ranc para sus reflexiones. s a c a r del principio económico de la división del trab ajo .
464 ENCUESTA s o b r e l a m o n a r q u ía

jefe de la dinastía Capeta, no viven ni vivirán más que las fa ­


milias que han sabido mantenerse fieles a los mandatos de su
tradición y de su función. L a justicia del rey, invocada por el
pueblo, sabrá liberarnos de los nuevos salteadores feudales, llá­
mense parlamentarios o judíos.

C A R T A D E M. C O P IN -A L B A N C E L L I

Copin-Albancelli, director de A bas les tyrans1,


o n s ie u r

M realiza desde hace mucho tiempo la más vivaz y valiente


campaña contra la Francmasonería. Conoce perfectamente a los
tiranos, puesto que ha cruzado por las logias y ha podido sor­
prender algunos secretos de la conspiración europea y plane­
taria organizada en contra del Catolicismo y de Francia. Como
él suele decir, ha comprobado de visu “la suplantación del po­
der político francés por el poder francmasónico cosmopolita”
y ha apreciado el mecanismo que ha hecho posible esta suplan­
tación.
L o insólito es que M. Copin-Albancelli se ha decidido a de­
cir y escribir en público lo que sabía atreviéndose a violar el
temible juramento con que se había ligado el día de su ini­
ciación. Pocos son los que han tenido este patriótico valor.
E l temor cierra algunas bocas y otras permanecen cerradas
por el más inocente de los escrúpulos, y, so pretexto de honor
y de deber, son infieles a su honor de patriotas y a su deber de
franceses. En las condiciones en que se presta, el juramento
masónico no obliga a ninguna conciencia, pero, para sentir ca­
balmente que es nulo, hace falta un espíritu penetrante y un
carácter muy firme.
“N o lamento más que una cosa— dice M. Copin-Albancelli—
y es el no tener un millón más de cosas que decir sobre la
francmasonería que lo que he dicho y lo que me queda por de­
cir todavía. Por mi país ultrajado y traicionado por ella, no
dudaría ni un segundo en traicionar todos los secretos que ella

1. A b a jo los tiranos. Hoy, L a B astilla antim asónica. *(Nota de 1909.

¿"A 30

CARTA DE M. COPIN-ALBANCELLI 487
466 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
vela filósofo y político tan clarividente como sincero. Con todo,
me hubiese confiado, aunque, no una vez, sino cien, tuviera que
he estado a punto de pedir a Copin-Albancelli una ligera modi­
costarme la cabeza.”
ficación de los términos de una frase del p árrafo vigésimo de
M. Copin-Albancelli no esperó a las convulsiones del “affai­
su hermosa carta. M ejor pensado, no lo hice, porque importa
re ” Dreyfus para procurar poner en guardia a sus compatrio­
que los monárquicos sepan por qué ignominiosos procedimientos
tas ; dos años antes de la condenación del traidor y cinco antes
la superstición republicana se defiende de la verdad monárqui­
de la campaña del partido de la traición, M. Copin-Albancelli
ca. Y a nos había advertido M. Lucien Moreau, en su conferen­
publicaba en la Librería Académica su obra sobre La cuestión
cia de marzo último en la Asociación nacionalista de la ju ­
religiosa y la francmasonería. Pero, en los períodos de relativa
ventud, de las calumnias, groseras pero habilidosas, que se tra­
calma, los avisos de los prudentes caen en el vacío; nadie quie­
ta de hacer circular contra el jefe de la Casa de Francia; la
re escucharlos. Hicieron falta estos tres años de guerra civil
Gazette de France reprodujo esta conferencia tan instructiva
en pequeño para que algunos franceses de las categorías más
y, en los primeros días de nuestra Encuesta, publicó también
selectas empezaran a abrir los ojos. U n tributo de justicia hay
unas líneas de la importante carta que me había dirigido, acer­
que rendir a M. Jules Lemaître: apenas hubo conocido la franc­
ca del mismo tema, uno de los espíritus más ilustres de nuestro
masonería, ésta despertó su curiosidad, su inquietud, y en se­
tiempo, al cual pido me autorice a recordar aquí estas palabras:
guida su indignación patriótica. Informado por el mismo M. Co­
pin-Albancelli y por su amigo M. Louis Dasté, codirector de Vuelvo a abrir mi carta para felicitar a usted por los comienzos
A bas les tyrans, M. Lemaître comenzó aquella bella serie de de la Encuesta. ¡Esto es alta política! Nunca se sabrá lo que fué
artículos que provocó tan cómicos furores y que revelaban a el conde de París y qué rey hubiera sido. L a frase sobre Thiers
todo el mundo lo que no conocía más que un pequeño grupo es la misma justicia. E l príncipe no tuvo tantos adversarios más
escogido: baterías y contactos secretos, santos y señas, mara­ que a causa de su superioridad. Se le calumnió sistem áticam en te,
ñas y maldades de la secta. como se calumnia hoy a l duque de Orléans, como se calumnió a
¿Quién hubiera podido pensar que M. Jules Lemaître iba Luis X VI, después a Luis X V H I, después a Carlos X y después
al conde de Chambord.
a ser el sucesor, el propagandista y el continuador de Claudio
No hemos defendido lo bastante a n u estros príncipes. U ste d lo
Jannet? Pero todo es posible, y los escépticos, los faltos de
hace , y hace u sted m u y bien.
aliento, los que lo quitan a los otros, no son más que imagina­
ciones perezosas o malos observadores, incapaces de advertir M. Copin-Albancelli tiene un juicio demasiado independien­
los cambios profundos que a su alrededor se operan. E n cambio, te y un corazón demasiado puesto en su sitio para que, a cuen­
quienes desde hace diez años han visto cambiar tantas cosas y ta de su carta, emprenda yo una defensa del señor duque de
trastornarse tantas relaciones y han adquirido la costumbre Orléans. Él mismo dice que desconfía de las mentirosas le­
de reflexionar sobre estos enormes vaivenes, están prontos a yendas: reflexione sobre la historia pública de aquél y ella
atreverse a todo, ya que ningún designio les parece excesivo. bastará para hacerle advertir hasta la saciedad a qué punto
Tienen el sentimiento de las posibilidades infinitas. Y o quisiera
son insensatas las dos o tres calumnias en circulación.
que M. Copin-Albancelli comunicara este sentimiento a M. Ju­
les Lemaître, ya que él está lleno del mismo, como puede ad­
M i querido M aurras:
vertirse en el acento y el fondo de su carta.
C arta admirable, permítame que se lo diga. Sabíamos ya E n el número de L ’A ction Française del 1.« de junio pasado in­
que M. Copin-Albancelli era un polemista consumado, un his­ vitaba yo a Vaugeois a emprender, tras su encuesta sobre el pro­
toriador de notable malicia y vivamente jocundo en la descrip­ testantismo, otra encuesta sobre la orientación política que nece­
ción de las trastiendas y los dobles fondos. En su carta se re- sitamos.
CARTA DE M. COPIN-ALBANCELLI 469
468 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
suerte que todo viene a estar sujeto a discusión en el fondo de cada
Todos estamos de acuerdo— le decía— en que hay algo que hacer
uno de ellos, no por deliberada voluntad de ellos mismos, sino— lo
por Francia, pero ¿en qué ha de consistir? Aquí el acuerdo aca­
que es más grave— en virtud del instinto de conservación nacional
ba. Y, no obstante, menester es que nos entendamos... o perecemos.
que en ellos habla. Y, al decir que todo viene a estar sujeto a revi­
“¿Qué tal estaría, pues, que empleáramos el recurso de que se
sión en su espíritu, quiero decir: hasta la forma de gobierno.
echa mano cuando el médico habitual de un enfermo ha llegado
Su magistral encuesta sobre la Monarquía y las impresionan­
al límite de cuanto puede hacer? ¿Qué tal estaría el llamar a va­
rios doctores a consulta? tes consultas de los señores André Buffet y de Lur-Saluces vienen,
’’Puesto que es preciso hacer algo y que no nos entendemos so­ pues, en momento oportuno.
bre este algo, hay que invitar a cierto número de escritores polí­ ¿ Quiere esto decir que estemos nosotros cerca de prestar nues­
ticos y de pensadores a que digan su opinión y, sobre todo, las tra adhesión al sistema de Monarquía nacional que sueña usted con
razones en que la fundan.” sus amigos? Hasta ahora, no. Pero ¿qué prueba esto? Sencilla­
Lo que a mí me parecía útil se lo ha parecido a usted también, mente, que acaso tiene usted que reforzar más, que completar aún,
pero usted no se ha contentado con pensarlo, sino que ha puesto su argumentación y sus alegatos.
manos a la obra con la iniciativa de esta Encuesta, en la que yo Por mi parte, hay ciertos puntos que me gustaría verle profun­
me contenté con pensar durante unas horas i. dizar.
Guiado por sus convicciones, le ha señalado usted como último Veo con claridad, por ejemplo, que la Monarquía es el gobierno
objetivo la política de la Monarquía. Le felicito por ello, si bien yo más capaz de luchar con éxito contra los males que actualmente
todavía sigo siendo republicano. Porque, de hecho, la política mon­ nos corroen, males nacidos por obra y gracia del sistema republi­
árquica es hoy algo completamente desconocido de la nación. Y, si cano parlamentario y de que, por una consecuencia natural, este
se quiere que la nación escoja, hace falta que antes conozca lo sistema es incapaz de defendemos. Dichos males son: el judío, el
que ha de escoger. francmasón, el exceso de centralización, el fanatismo y la dicta­
¿Nuestros jacobinos exclamarán: N o tiene que escoger nada. La dura de la ignorancia instaurada por ese dogma imbécil de la igual­
nación está ya poseída por nuestra República y debe someterse a dad, que, en razón de su propia imbecilidad, no ha sido capaz de
esta posesión. producir hasta ahora más que el odio de unos ciudadanos contra
Pero, si no nos dejamos impresionar por los alaridos de los ja ­ otros.
cobinos y miramos las cosas tal como son, advertiremos que tiende Pero son posibles otros males que actualmente no padecemos
a precisarse cada día más un pensamiento, obscuro aún, en el es­ y que vendrían naturalmente con una Monarquía. Por ejemplo, éste:
píritu de un cierto número de aquellos que, abrigando un real y sin­ un mal rey.
cero deseo de mantenerse republicanos, quieren, no obstante, ante ¿Qué garantía nos ofrece su sistema contra esta plaga de las
todo, mantenerse buenos franceses. monarquías: el mal rey?
A consecuencia de la abominable manera como han sido dirigi­ M e contestará usted que, como el interés del rey es el mismo de
dos, desde hace veinticinco años, los asuntos públicos por los la nación, el rey se verá obligado siempre a servir a ésta, toda vez
gigolos políticos, que, so color de gobernar la República, no pen­ que este será el único modo que tenga de servir su personal in­
saban más que en que ella los mantuviera, está a punto de produ­ terés.
cirse un hecho de considerable importancia. Desde hoy, en la con­ Con todo, usted no ignora que no pocas gentes, ya sea por pa­
ciencia de un gran número de excelentes republicanos está plantea­ sión, y a por torpeza, yerran sobre sus verdaderos intereses y los
da una lucha que pone frente a frente su republicanismo y su pa­ sirven pésimamente. Su rey puede ser uno de estos.
triotismo, ya que éste se ve obligado a rebelarse contra aquél, de ta!1 A s í como hoy son ciertos republicanos quienes están matando
la República, fueron los reyes quienes mataron la Monarquía; y el
1. H e de decir que mi am igo H enri V augeois no m e dio a cono­ primero de sus matadores, Luis X IV , fué, al mismo tiempo, un gran
cer n u n ca este deseo de M. Copin-Albancelli. Y a se h a v isto en el p re­ monarca. Lo que ocurrió una vez, puede repetirse. Se lo pregunto
facio cómo la idea de la E ncuesta sobre la M onarquía m e fué sugerida
una vez más: ¿qué garantías defensivas tiene usted previstas con­
por M. Janicot, director de la G asette de F runce; en el preám bulo del
Apéndice III se verá cuál fué el prim er germ en de e sta idea. tra el peligro de un rey que por sus errores nos llevase de nuevo a
CARTA DE M. COFIN-ALBANCELLI 471
470 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
sen tim ien to del país estén todavía del lado republicano, A estas
una República tan repugnante como esta, y cuál es el resultado com­ horas, las fuerzas de sentimiento de Francia están baldías. Fran­
pleto de sus estudios para obtenerlas? cia no tiene ya objeto alguno de amor. L o que es absolutamen­
Admitiendo que el pretendiente actual fuese a ser un rey insu­ te opuesto a su propia naturaleza, y es incontestable que, más
ficiente o un rey únicamente preocupado de sus placeres, como pre­ temprano o más tarde, sonará para ella la hora psicológica. Pero
tende una reputación de la que— dicho sea de paso— no me fio me figuro que, escarmentada por las repetidas desilusiones que
mucho, porque tenemos demasiados periódicos para estar bien in­ ha venido sufriendo desde hace un siglo, no se entregará m ás que
formados, ¿cómo y de qué manera estaríamos, y estaría él mis­ a quien, antes de ilusionarla, haya sabido convencerla.
mo, a cubierto de sus debilidades?
A menudo le he oído a usted decir a sus contradictores: ¡Traed
Y a sé: cuenta usted con la descentralización, imposible en una
la Monarquía! A lo que yo contesto: comience usted por traer mon­
República parlamentaria y posible en una Monarquía nacional. Pero
árquicos. N o deje usted ningún resquicio a ninguna objeción; obli­
¿ en qué consistirá vuestra descentralización? ¿En provecho de
gúenos a rendimos a la razón. Se ha consagrado usted a mos­
quién se organizará? ¿En qué medida se ejercerá? En una palabra:
¿cuál es el detalle de vuestro plan de descentralización? tram os todos los aspectos buenos de la Monarquía: muestre tam ­
bién valientemente los que tiene malos— porque los tiene como todo
P o r otro lado, como la igualdad no es más que una de esas
lo humano— y háganos ver al mismo tiempo cómo su sistema, ar­
ideas abominablemente hipócritas que tanta habilidad se dan los
judíos para arrojar como un fermento de discordia en medio de los moniosamente combinado, sabe defenderse de sus propios peligros.
ciudadanos de un país, es evidente que el ritmo natural de una Sois vosotros‘señores monárquicos, vosotros y vuestros reyes, quie­
vida política normal produciría la jerarquización y, en la cima de la nes, con los errores de vuestros padres, aniquilasteis la Monarquía.
jerarquía, asentaría una aristocracia. ¿Cómo formaríais vosotros A vosotros os toca rehacerla, si ello entra todavía en la ley de la
esta aristocracia? H abla usted de la herencia. Entiendo que, en evolución histórica, a fuerza de paciencia, de razón, de abnegación a
efecto, el principio de herencia interviene necesariamente en la vuestra causa y a la de Francia, de servicios y méritos.
constitución de una aristocracia. Pero ¿hasta qué punto? Compren­ Cosa que sería harto difícil... si no tuvierais tantos colaborado­
do que el recuerdo del nombre y de las grandes gestas llevadas a res en el campo enemigo. Pero allí están— entre dreyfusistas, radi­
cabo por un ciudadano se perpetúe en sus descendientes. Pero ¿cree cales, panamistas, francmasones, pastores y Judíos— un montón de
usted que los privilegios con que la nación recompense los servicios seres de una suciedad moral y de una corrupción de espíritu tales,
prestados deben ser todos hereditarios? ¿En qué medida lo serían? que la atmósfera republicana está completamente infestada por
Entre los descendientes de nuestros antiguos nobles, hay un ellos.
cierto número que no han conservado nada de lo que de grande les — Pues bien— me dirá usted— : ante semejante estado de cosas,
habían transmitido sus ascendientes y que no se distinguen del ¿le es a usted lícito no pronunciarse? No, no me es licito hacerlo,
resto de los ciudadanos más que por una vanidad cómica. ¿Qué porque cada uno tiene su tarea. Mientras espero que acabe usted
rango asignaría usted a estos degenerados en su aristocracia ? de convencernos— o que, por el contrario, no lo logre usted— , nos­
Tuvimos antaño una nobleza de toga. ¿ Por qué no íbamos a te­ otros seguiremos, en A has les ty ra n s!, a toque de carga, sin can­
ner hoy una nobleza obrera?
sarnos, agitando, contra la francmasonería, a guisa de bandera,
Acaso me diga usted, mi querido amigo, que le hago unas pre­
ante la pequeñísima porción de público sobre la que ejercemos
guntas que están fuera de lugar. Yo creo, por el contrario, que no
alguna acción, las grandes ideas de deber, de honor, de amor p a ­
podrá usted hacer cosa mejor, en bien de su causa, que tenerlas
trio, de irreductible odio a los traidores, de revuelta santa contra
en cuenta. Porque, el día en que usted presentase al país un sistema
las dictaduras hipócritas y enmascaradas.
que respondiera de una manera total a lo que usted mismo llama
Haciendo esta labor, ¿trabajaremos en pro de la Monarquía o
los prejuicios antimonárquicos, prejuicios que quizás carecen de
de la República? Y o no lo sé. E l poder oculto que sojuzga a nues­
fundamento, pero que no por ello están menos universalmente
tro país desde hace veinte años y que lo arrastra más abajo cada
extendidos, este día habría usted ganado casi los dos tercios de la
partida. día parece haberse encargado de probar que nada que sea grande
Y o no creo, como nuestro amigo Vaugeois, que las fu erza s de puede ser ya compatible con la República en Francia. Sí: reconoz-
RESPUESTA A M. COPIN-ALBANCELLI 473
472 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

co que tiene usted motivos para decirme esto, cosa de la que yo


ñero de locura. Extender demasiado los beneficios de la heren­
sufro profundamente. A l punto, que llego a decirme: cia, haría caer en el mismo eríor en que cayeron los ministros
— ¡Por la Monarquía o por la República, poco importa.' ¡Con de Luis X V que ennoblecieron a tanta gente a la vez, que se
tal de que sea por Francia! abrieron nuevas y profundas barreras entre las diferentes ca­
P . COFIN ALBANCELLI tegorías de la nobleza y que la aristocracia llegó a desacreditar­
se; descrédito que llevó a una reacción no menos deplora­
Quiero no recoger de esta carta nada de lo que nos da la ble, traducida en la funesta ordenanza de Saint-Germain, una
razón, nada de lo que apoya nuestra esperanza. E l tiempo em­ de las causas inmediatas de la Revolución. E n esto no hay más
pleado en celebrar el triunfo sería tiempo perdido. M. Copin- que puras cuestiones de tacto y, como dice M. Copin-Albancelli,
Albancelli me dice que mis alegatos no son ni bastante claros de “medida” : el rey, en sus Consejos, es decir, rodeado de cuan­
ni bastante completos. Trataré de aclararlos, de completarlos, to Francia puede sumar de espíritus maduros, será el mejor
y hasta estoy dispuesto a comenzarlos de nuevo. Todo esto es juez de estos delicados asuntos. En los momentos presentes, no
fácil en el punto a que hemos llegado. podemos más que especular sobre la tradición y los principios,
Contestemos a algunas preguntas. ¿En provecho de quién pero el rey habrá de tener en cuenta las circunstancias.
se organizará la descentralización? A esto contesto: en prove­ ¿Qué vendrán a ser, en esta aristocracia, los degenerados?
cho de todas las realidades nacionales. En esto se distinguen Lo que acaban siendo en la naturaleza. L a eliminación: este
del resto de los partidarios de la descentralización los que, ade­ es su destino natural. M. de Lur-Saluces se ha explicado muy
más de serlo, son también monárquicos 1. Ellos no proceden de claramente sobre este punto en el primer libro de la Encuesta.
un sistema, sino del estudio analítico de la Francia contempo­ “¿ Por qué no íbamos a tener hoy una nobleza obrera?” Sí,
ránea. Allí donde hay un grupo espontáneo y natural, allí debe ¿por qué no ? A fines del siglo xm y comienzos del xiv, gracias
haber libertad. Este es nuestro principio. ¿ Y en qué medida a unas nuevas condiciones económicas y políticas, una nueva
se ejerce aquélla? En la que permitan la seguridad del Estado clase, la de los hombres de leyes, adquirió de pronto una in­
y la independencia de la nación. L a labor política propiamente fluencia considerable. Este fué el germen de la nobleza de toga,
dicha queda especializada en un órgano propio: el Monarca y tras la nobleza de espada. P ara ayudar a esta clase a obtener
sus consejeros. De consiguiente, todo lo que no es propiamente de derecho, es decir, en la opinión, la importancia que había
político queda especializado en otros órganos, bien sean loca­ adquirido en la realidad, la Corona prodigó, hasta el exceso
les, profesionales o confesionales. L a Monarquía descentraliza­ tal vez, los beneficios de todo orden. Tenía un interés esencial
da establecerá en la nación una división del trabajo conforme, en asegurarse el apoyo de aquellos hombres nuevos.
en resumidas cuentas, a la naturaleza y la razón. N o le será U nas circunstancias análogas, como las que se presentan,
difícil a M. Copin-Albancelli el deducir de este principio el hoy, despertarían necesariamente el mismo interés. Nace una
detalle de las consecuencias que encierra. clase poderosa. Merced a los progresos del maqumismo, hay
¿Todos los privilegios, todas las recompensas, todos los unas profesiones, irnos oficios, unos equipos de hombres, cuya
honores han de ser hereditarios ? Parece que, prácticamente, importancia crece de día en día. Esta nueva clase no tiene en el
esto había de ser difícil. Cuando menos, constituiría otro gé- Estado un rango proporcionado a su influencia. E s porque nues­
tro Estado carece de fuerza, como carece de luces. Organizad el
1. M . F ie r r e d e N o u v io n e sc r ib ía c o n m u c h a in o c e n c ia e n s u p erió­
Estado consciente y poderoso, es decir, montad la Monarquía
d ico h e N a t i o n a l q u e to d o s lo s rep u b lica n o s s o n d e sc e n tr a liz a d o r e s.
A c o n s e jo a M. d e N o u v io n , q u e cr e e h a b e r p r e g u n ta d o a to d o s lo s s u ­ hereditaria: entonces verá y se atreverá; sabrá desde aquel mo­
y o s , q u e v a y a a v is it a r a M. J o se p h R e in a c h . M . R e in a c h le e n se ñ a r á mento adónde debe extender su protección, y nadie confundirá
to d o lo q u e h a y d e “r e a c c io n a r io ” en lo s p o stu la d o s d e la d e sc e n tr a ­
sus complacencias con una justa y nueva aristocracia del trabajo.
liz a c ió n .
RESPUESTA A M. COPIN-ALBANCELLI 475
474 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

con tantas bajezas de orden electoral repartidas sin discerni­ to) la perfección del anonimato republicano, realizan así— diga
miento entre los muñidores políticos del mundo obrero por los si no M. Copin-Albancelli— la funesta perfección de la irrespon­
fantasmas de ministro que presiden el régimen republicano. sabilidad en la tiranía.

¿ El punto débil de la Monarquía ? ¿E l mal rey ? Con mucho A un espíritu recto le repugna anunciar el paraíso en la
gusto estudiaría aquí estos temas si no me preocupara un poco tierra: lo qe la Monarquía representa no es un gobierno per­
un simple escrúpulo de método. Fíjese M. Copin-Albancelli: fecto, sino un gobierno normal. Podemos estar seguros de que
cuando yo he señalado los defectos de la República, no me re­ con Monarquía habrá malos ministros, pero la fuerza de la
fería a la República terrorista ni a la Gommune; al denunciar institución monárquica es tal, que la malicia de estos malos
las deficiencias de las Asambleas, no pensaba particularmente ni servidores se hace en ella sensible más pronto y se corrige más
en la Convención, ni en el Club de los jacobinos; es la esencia, no fácilmente que en régimen republicano, y el rey experimenta en
el accidente dél parlamentarismo; es la esencia, no el accidente ella, como una impresión física, lo mucho que le importa subs­
de la República, lo que he criticado; de consiguiente, no tengo tituirlos.
por qué defender el accidente, sino la esencia, el ritmo ordinario Cierto que el rey se podrá equivocar (porque el rey es un
de la Monarquía. hombre) sobre su verdadero interés, pero este error, como todo
Resultará siempre fácil cosa el oponer una buena asamblea error político, traerá alguna perturbación, y, a diferencia del
o una buena república a un mal rey. Pero esto es un juego. régimen actual, al que la experiencia no puede servir de nada,
Y, cuando se ha contestado a él contraponiendo a una mala se aprovechará de la desgracia, que provocará unas rectifica­
asamblea, a una mala república, un buen rey, ¿ se ha adelantado ciones, unas reacciones, unas reformas. Comparad, si hacen
mucho en la ciencia política? N o me cansaré de repetir que falta ejemplos que ilustren estas consideraciones, la política
no hay que comparar más que las cosas comparables, los bue­ de la República francesa después de Sedán con la política de la
nos reyes con las buenas repúblicas y con las buenas asam­ Monarquía prusiana después de Jena. Medid también la es­
bleas, los reyes malos con las asambleas y las repúblicas ma­ pantosa inutilidad del “affaire” Dreyfus en cuanto lección po­
las, de manera que ambas partes puedan prescindir de epíte­ lítica: una Monarquía se hubiera aprovechado de él, suponien­
tos que se compensan (como, en la operación de la división, se do que este asunto hubiera podido producirse bajo una Mon­
prescinde— y se les borra a un tiempo— de los ceros del divisor arquía.
y del dividendo) y que acabemos por limitarnos a oponer la Incluso será posible, a pesar de toda la excelencia de la san­
Monarquía, ni más ni menos, a la República, ni más ni menos. gre capeta, que se dé un mal rey. Descarto la hipótesis de la
Pero, ya que insisten, dejemos de desdeñar los epítetos: es locura y de la imbecilidad, contingencia que todas las monar­
bastante fácil darse cuenta de que un mal rey, consciente, res­ quías del mundo han afrontado resolviéndola con el estableci­
ponsable y con un nombre propio, temeroso, al menos, por su miento de una regencia: si el rey malo no está privado de sus
vida, si no por el porvenir de su dinastía, se encuentra, por la facultades intelectuales, su maldad se verá contenida y mode­
fuerza misma de las cosas, infinitamente más limitado en sus rada por el sentimiento humanísimo de la responsabilidad per­
caprichos que un poder colectivo e inconsciente, en el que las sonal en que incurre; a la violencia puede responder la vio­
responsabilidades fragmentadas se atomizan facilísimamente lencia; a los excesos del poder, la revuelta y las dificultades de
sobre un gran número de cabezas. De modo que treinta tira­ todo género... Los teólogos hablan de la gracia de estado; por
nos son más de temer que uno solo, y ochocientos tiranos (si lo menos, es indiscutible que hay unas virtudes propias de la
están organizados de modo que les permita actuar) más de posición que se ocupa. Por su posición, un mal rey es siempre
temer que treinta. Pues los veinticinco mil tiranos de la franc­ mucho menos él mismo que lo que podría desear. Además,
masonería que han realizado (hasta establecer un gobierno ócul- habría que aclarar si príncipes moralmente bastante malos
COPIN-ALBANCELLI: DESPUÉS DE NUEVE AÑOS 477
476 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
peta resultó inferior a su papel. Frente al historiador idólatra
no se han convertido, en razón misma de sus vicios, en gran­
e hipnotizado, esta Monarquía puede definirse como una insti­
des bienhechores de sus pueblos. E l juego psicológico de su am­
tución que no se cuartea ni se derrumba más que cada ocho­
bición, de su avidez, a menudo se ha confundido con la línea del
cientos años y cada treinta y tres reinados, y aun para ello es
bien público, porque ésta representaba la línea del menor es­
menester que se produzca el más enorme de los huracanes
fuerzo.
humanos que jamás se haya visto desencadenarse. Tantee molis
Vamos al argumento de la revolución: Luis X IV , gran rey,
erat...1.
corruptor de la monarquía, y Luis X V, rey disoluto, dinasta
Si la reconstruimos, pues, metódicamente, esta admirable
egoísta y limitado, y Luis X V I, excesivamente inferior a esta
fortaleza podrá resistir presiones y choques mucho más fuertes
pesada herencia... N o acabaríamos nunca de analizar, por años
que los deleznables mecanismos constitucionales que nos ofre­
que empleáramos en ello y por muchos tomos que le dedicára­
cen, acá y allá, modestos reformadores. ¿Estará a prueba de
mos, la inmensa acumulación de crueles calamidades europeas
tiempo, que todo lo gasta? ¿Será resistente para siempre? E s­
y francesas que determinaron la Revolución. N o voy a preva-
tas son unas preguntas trascendentes. N o conviene formulár­
ierme del hecho de que M. Copin-Albancelli se haya pronuncia­
selas a los hombres. Humanamente, nacionalmente, no estamos
do tan vivamente en contra de la francmasonería para llamar
seguros más que de una cosa: la Monarquía reconstituirá a
su atención sobre los complots de la masonería cosmopolita
Francia y, sin la Monarquía, Francia perecerá.
que contribuyeron a la común caída del Trono y de la nación.
Y permítame añadir M. Copin-Albancelli que aun una mon­
Si he entendido bien, no se trata de buscar responsabilidades,
arquía transitoria sería un beneficio incomparable. Quienes
ni siquiera causas. M. Copin-Albancelli viene a decirme: “A pe­
hayan leído la historia de la Restauración, y hasta la del G o­
sar de la excelencia teórica y práctica de la Monarquía, la Re­
bierno de julio, no olvidarán nunca que nuestro capital nacio­
volución se consumó. Supongamos que se restaura la Monar­
nal— moral, económico o militar— data de estos treinta y tres
quía: ¿qué podría impedir el que la Revolución se repitiera?”
fecundos años: con la marcha del último rey, se cierra nues­
Como se me está hablando de una monarquía genuina, es de­
tro gran período de producción y comienza el tiempo de puro
cir, tradicionalhereditaria> antiparlamentaria y descentrali­
consumo y de ruina.
zada, puedo prescindir de ocuparme de los funestos aconteci­
mientos de 1830 y 1848, de los que no se me ha dicho palabra.
De lo que se me habla es de 1789, de 1792, de 1793... He de Después de nueve años
hacer notar que estas catástrofes fueron, que son hechos, por
E l antiguo director de Abajo los tiranos y fundador de La
consiguiente hechos pasados; que, en aquellas fechas memora­
Bastilla Antimasónica, que dirige, ¿podría llamarse aún repu­
bles, las fuerzas ante las que sucumbió el trono tenían un po­
blicano? N o lo creo. Si bien no ha manifestado una adhesión
der y una extensión enormes, y que, de resultas de todo el pe­
explícita a la Monarquía, parece que no deja de ir acercándose
ríodo precedente, la resistencia del Trono y de sus defensores
a ella cada día. Y aun puede afirmarse sin miedo, que, hoy,
había quedado reducida al mínimo. U n concurso de fuerzas tan
M. Copin-Albancelli no aludiría a las estúpidas calumnias lan­
extraordinario, por una parte, y de desmayo, por otra, ¿volvería
zadas por los “reconoeementeros” y los judíos contra el here-
a repetirse? Es posible. Pero tampoco es imposible lo contra­
rio. N o obstante, si bien un historiador borracho de mala me­ 1. E n s u lib ro T r a d it i o n a li s m e e t D é m o c r a tie , M. D . P a ro d i, y , en
tafísica puede conmoverse ante este fantasma de la Revolu­ lo s A n a le s d e la J u v e n t u d la ic a , M. G. G u y -G ra n d , se h a n m o stra d o
so r p r en d id o s d el to n o p a ra d ó jic o d e e s ta r e s p u e s t a m ía . P ero ¿cóm o
ción, al filósofo reflexivo le deja indiferente, porque, en fin de n o h a n rep arad o e n la p a r a d o ja d e la o b je ció n ? N o h a y m á s rem ed io
cuentas, aquella fué la única ocasión en que, en un espacio de q u e m e z c la r la m e ta f ís ic a co n la h isto r ia p a r a c o n te sta r a u n a m e z c la
m ás de ocho siglos y treinta y tres reinados, la Monarquía ca- d e h is to r ia y m e ta f ís ic a . ( N o ta de 1909.)
478 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

dero de nuestros reyes. E l autor de E l Poder oculto contra


Francia sabe perfectamente de lo que son capaces el espíritu
de las sectas y el odio de partido. Y está también al cabo de
la calle sobre lo que la pequenez de espíritu del mundo con­
servador permite tramar a los osados en contra de la verdad
impersonal y el honor de sus jefes.
C A R T A D E M. A L B E R T J A C Q U IN

n el primer libro de la Encuesta sobre la Monarquía, se


E lee:
“U n joven nacionalista de los arrabales me daba, en un
lenguaje brutal, la fórm ula compendiada de todas las aspira­
ciones de la nación: — ¿Francia— me decía— , Francia? N o es
republicana, ni bonapartista, ni monárquica. ¿ Quiere usted saber
qué es? ¡Francia es amiga de la mano dura!”
L a frase hizo fortuna. Se ha hablado mucho de Francia
de mano dura, y se recordará que M. Eugène Ledrain me atri­
buyó la invención del concepto. Y a rectifiqué a M. Ledrain, que
me hacía con ello demasiado favor. ¿Cómo iba yo a inventar
la menor cosa en materia tan seria y tan delicada ? N o hay nada
en nuestra Encuesta que sea convencional, porque no podemos
perder tiempo en fo rja r alegorías ni en evocar personas mito­
lógicas. Todo en ella es escrupulosamente histórico y perfecta­
mente auténtico. E l nacionalista de arrabal existe, contesté yo
a la incredulidad de M. Ledrain. Prometí darlo a conocer, y
aquí está.

Pregúntase, no obstante, M. Albert Jacquin si tiene mucho


derecho a ser llamado arrabalero, puesto que nació en el co­
razón de París y, aun cuando ahora vive en los arrabales, si­
gue sintiéndose ciudadano de los barrios medios de la gran
ciudad... De las afueras o de la ciudad, M. Jacquin es uno de los
más curiosos ejemplares de la fiebre nacionalista que agita en
nuestros días a las grandes ciudades de Francia.
N o voy a llamarlo “un hijo del pueblo”, porque todos lo
somos. Pero él se enorgullece de haber comenzado sus estudios
CARTA DE M. ALBERT JACQUIN 481
480 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
propaganda electoral por los políticos. E sto, en una palabra, es el
en la escuela municipal. Desde ésta, pasa, como becario del
régimen republicano parlamentario que, en el momento de su ins­
Estado, a un colegio departamental; se gradúa bachiller en titución, nos prometía una Francia decente, una Francia fuerte, una
Ciencias después de serios estudios y ocupan toda la última par­ Francia unida, una Francia respetada por respetable y que, después
te de su primera juventud trabajos de física y de química. Sólo de treinta años de actuación, nos “sirve” una Francia tal, que las
graves indisposiciones pudieron obligarle a interrumpirlos. palabras decencia, fuerza, concordia, respeto, no pueden pronun­
U n a reflexión precoz; la voluntad determinada de mirar ciarse sin que un clamor universal nos eche a la cara: Panamá, Fa-
cara a cara las cuestiones económicas y políticas que se de­ choda, Tribunal Supremo...
batían en las reuniones populares a que él asistía; la resolu­ Hay, pues, que cambiar esto. He aqui en lo que estamos todos
ción de no aceptar como verdad nada que sus ojos no hubieran de acuerdo. Pero, por un rasgo de nuestro carácter, en el momento
de tomar la iniciativa del movimiento de reforma, todos dudan y
comprobado debidamente; ese matiz de espíritu crítico, verda­
lo dejan para después, esperando vagamente “que las cosas se
deramente cartesiano, que nace espontáneamente de la apli­
arreglen solas”.
cación a las ciencias; y, finalmente, los consejos, la ayuda y
la influencia personal de M. Henri Vaugeois, que había sido
E l hombre, el ciudadano que, por encima de todo, se interesa por
su profesor de filosofía, fueron inclinando progresivamente el el progreso económicb e intelectual de su país, se ve naturalmente
pensamiento de M. Albert Jacquin hacia la form a socialista del arrastrado, cuando piensa en las condiciones que pueden determinar
nacionalismo. M. Eanc ha sido a sus ojos como una especie de la prosperidad de una nación, a esta conclusión:
takata, de brujo canaco, un poco cómico, sin duda, pero per­ — E l régimen gubernamental debe ser “función” del país.
nicioso al mismo tiempo. P or el contrario, no creo exagerar Concepto que, por lo demás, está resumido en la frase de Joseph
afirmando que la teoría monárquica se aparece a M. Albert de Maistre:
Jacquin como la síntesis del nacionalismo integral y del socia­ “ ¿Qué es una Constitución? ¿Acaso no es la solución del pro­
lismo racional. Pero su carta pintará mejor que mis palabras blema siguiente?:
’’Dadas la población, las costumbres, la religión, la situación
su estado de espíritu.
geográfica, las relaciones políticas, la riqueza, las buenas y las ma­
M. Albert Jacquin es secretario de redacción de A bas les
las cualidades de una nación cualquiera, hallar las leyes que le
tyrans, la revista antimasónica que dirigen los señores Copin-
convienen” (Considerations su r la France, cap. VI, al final.)
Albancelli y Louis Dasté 1. Pues bien: en estos momentos, hay un hecho innegable. Y es
que esto no marcha, que Francia está enferma, para emplear una
expresión popular. Y como la vida de nuestro país está íntimamen­
M i quei’ido amigo:
te ligada, al buen funcionamiento de su organismo político, puede
E l régimen de que disfrutamos ha probado demasiado bien lo sacarse la conclusión de que no hay duda de que este organismo está
que vale para que necesitemos repetir una vez m ás: hace falta otra dañado. Dos preguntas surgen entonces: ¿la enfermedad carece
cosa. Salvo algunos alucinados, completamente hipnotizados por de gravedad y proviene de una causa accidental— por ejemplo, mala
una palabra: República— tan por completo, que son incapaces de aplicación de los principios de la Constitución— , o, por el contrario,
comprender la significación real de los acontecimientos actuales— , es mortal: tara incurable, imposibilidad de aplicar los principios de
todo el mundo está de acuerdo en un punto: hay que cambiar esto. la Constitución porque son inaplicables?
E sto , quiere decir, en su concisión, todo lo que no marcha bien. E n el primer caso, unas prudentes reformas permitirían devol­
E sto, es el marasmo en que se debaten nuestro comercio y nuestra ver todo su vigor a nuestro Gobierno y, por lo tanto, a nuestro
industria. E sto, es nuestro prestigio exterior reducido a cero; esto, país. E n el segundo, no hay lugar a dudas: si el régimen actual,
son las justas reivindicaciones del obrero explotadas como medio de por su misma aplicación, no puede hacer otra cosa que una obra de
debilitación, como lo que importa salvar es el país, conviene sacri­
1. M . A lb e r t J a cq u in m u rió el 21 d e se tie m b r e de 1903. ficar a éste el régimen.

31
CARTA DE M. ALBERT JACQUIN 483
482 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
K Semejantes cosas, que todo el mundo dice, que todo el mundo
He aquí, a mi entender, los primeros problemas que debe plan­
* oye, pero que nadie escribe, pintan mejor el estado de espíritu de
tearse todo buen ciudadano. N o hay que decir que me refiero al
un pueblo, que todas las declamaciones de un demagogo atacado de
republicano en el verdadero sentido de la palabra, al republicano-
fiebre electoral.
para el cual república significa todavía cosa pública y no designa
esta divinidad obscura a la que nuestros ministeriales, en general, Pruébannos, mucho mejor que todos los análisis de profundos
y M. Ranc, en particular, rinden un culto tan ferviente que, a. poco psicólogos, que los franceses se mantienen fieles tanto a los buenos
más, no dudarían en sacrificar al país en el altar de su querida como a los malos caracteres de su tipo histórico: respetuosos de la
diosa. fuerza, de la autoridad, aun siendo anónima; miedosos ante la menor
L a Constitución que nos gobierna a la hora presente se basa responsabilidad; profundamente embebidos en el sentido de la
esencialmente en los famosos principios de 1789. Principios inmor­ desigualdad; siempre inclinados a infringir la ley, ya por interés,
tales, como a menudo han dicho, sobre todo aquellos que no los ya simplemente por gusto.
conocen más que de oídas— que es, por desgracia, el caso de la De lo que saco la conclusión, a pesar m ío, de que el régimen re­
mayor parte de electores— . Yo, por mi parte, no estoy lejos de con­ publicano parlamentario, basado sobre la idea de libertad y sobre
siderarlos como obra de inmortales, en efecto, ya que, si bien se la de igualdad, que implican como consecuencia natural la idea de
les examina, suponen, para ponerlos en práctica integramente, tan­ responsabilidad, no está adecuado al carácter francés. Por consi­
ta nobleza o sencillez de carácter, tanta abnegación cándida, tan guiente, deja de cumplirse una de las condiciones fijadas por Joseph
completo olvido de las condiciones de la vida material, que me pa­ de Maistre.
recen indicados para regir una asamblea de héroes, de semidioses, Por otra parte, la centralización a todo pasto, iniciada— justo es
más que una aglomeración de habitantes de nuestro globo sublunar. decirlo— por Luis X IV , proseguida por sus sucesores y empeorada
Verdad es— y este punto tiene su valor, dado uno de los rasgos todavía por el régimen actual, nos prueba hasta la saciedad que no
distintivos del carácter francés— que, cuando se promulgaron, era se tienen en cuenta para nada las condiciones geográficas, económi­
de muy buen tono el ju gar a los héroes antiguos. cas e históricas de nuestro país. L a centralización, que tendría su
Perdóneme, mi querido amigo, que bromee en estas circunstan­ razón de ser si las condiciones predichas fuesen las mismas para
cias. Pero es que tengo unas ganas furiosas de reírme después de toda Francia, es absurda, porque las diferencias entre el hombre
haber leído un artículo de M. Ranc y cuando oigo a mi alrededor,
del Norte y el del Sur, entre la vida de bretones y loreneaes, entre la
a cada instante, pronunciadas por gente de todas clases, de todas
del obrero y la del campesino, son demasiado grandes para que se
condiciones, de diversa cultura, frases como éstas:
pueda aplicarles con provecho las mismas leyes.
De aquí viene la incoherencia de la conducta de nuestros go­
S i y o fu e r a el G ob iern o, y a v e r ía n s i e s t o t e n ía q u e m a r c h a r ... P ero
y o n o s o y e l G ob iern o... bernantes. De aquí los fallos súbitos del Estado, su impotencia ante
...L o q u e n o s f a lt a e s u n h o m b re d e m a n o d u ra ... ciertos problemas. U n solo ejemplo entre mil: la venta de los vinos
a bajo precio, que apasiona actualmente al Midi y que tiene al Norte
...¡ B a h ! , d ecid lo q u e q u e r á is, p ero n o m e n e g a r é is q u e, p a r a reci­
perfectamente sin cuidado.
b ir a lo s so b er a n o s e x tr a n je r o s, h u b ie se e s ta d o m ejo r q u e M . L o u b et un
r e y o u n em p erad or ro d ea d o d e la n o b le z a ... De aquí también todos los escándalos parlamentarios: el pue­
blo, al que tantas veces han dicho que la República parlamentaria
S í, ch ico , e s u n o d e l a a lta , d e la d e v e r d a d , n o u n c u r s i...
le daría la felicidad, elige como diputado a quien le hace mejores
...O tro q u e h a q u erid o h a c e r m á s q u e lo s d em á s y s e h a r o to la s n a ­
r ic e s . L e e s t á b ien ; n o t e n ía m á s q u e e s ta r s e en s u s it io ... promesas, y luego, para cumplir una ínfima parte de tales prome­
sas, hay que sacrificar, necesariamente, el interés general al inte­
U s te d , jo v e n , tie n e q u e s u f r ir u n e x a m en , o d e se a u n em p leo p ú b li­ rés particular, con lo que la reelección queda asegurada, pero se
c o : lo e s e n c ia l n o e s q u e t e n g a u sted c a p a cid a d , s in o c o n ta r c o n p ro ­
te c c io n e s . mata al país.
Por consiguiente, el mal que sufrimos radica en la Constitución
...L a le y ..., la le y ... ¡ H a y t a n t a s m a n e r a s d e d o b le g a r l a le y ... misma del régimen. Sólo una operación radical puede traer, pri­
P ro h ib id o el p a s o : h a y u n c a r te l q u e lo p ro h ib e...
mero, una mejoría y, después, la duración.
RESPUESTA A M. ALEERT JACQUIN 485
484 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
presión de uno de sus hijos, "ec la Bastilla abierta de nuevo, es el
L a comprobación de estos extremos me tiene harto perplejo al
solideo, es el feudalismo”.
tratar de oponer unas objeciones teóricas al programa monárquico
He aquí una de las objeciones que usted— lo sé perfectamente—
que usted nos presenta.
rebatirá con facilidad. D irá usted: "no hay más que instruir al pue­
¿Cómo no coincidir con M. Buffet cuando nos dice que sólo la
blo”. Y esto es difícil, en los momentos presentes sobre todo.
herencia puede asegurar la estabilidad gubernamental, la unidad de
He aquí otra objeción. Como hace notar M. de Lur-Saluces, las
pensamiento, la continuidad, la fuerza que el régimen republicano
ideas directoras de la masa han realizado, desde hace un siglo, un
parlamentario no puede tener, en razón de su misma constitución?
gran progreso que hay que tener muy en cuenta. E l avance del
¿ Qué contestar a M. de Lur-Saluces cuando nos declara que "el socialismo, por ejemplo, es innegable. L a fórmula: a cada uno según
papel de un rey de Francia no podría consistir en hacemos dar un su rendim iento social, según su capacidad de llevarlo a cabo, es
salto atrás, en asentar de nuevo unas instituciones anticuadas, en aceptada por todos. F uera inútiles, será probablemente la consigna
la reconstrucción pura y simple del pasado, en acometer el absur­
que más adeptos reúna.
do intento de forzar al país a continuar su vida a la inversa, sino
Por otra parte, si todo espíritu justiciero encuentra bien que
que el papel del Poder consiste en regularizar, en dirigir la evolu­
se dé una distinción a quien ha prestado algún servicio ejemplar;
ción del pueblo sin entorpecerla, de modo que resulte fecunda? ¡Si
si admitimos, por el interés general, que el recuerdo de este hecho
todo esto es puro socialismo racional!
se perpetúe en su descendencia, no es menos cierto -d a d a la evolu­
Cuando usted nos presenta un régimen de descentralización, ción que antes hemos señalado— que las ventajas materiales con­
cuando reclama la autonomía universitaria, la autonomía religiosa, cedidas a un miembro de la colectividad como recompensa nacional
la autonomía municipal y regional; cuando propugna la libertad de deben extinguirse con él.
asociación, en tanto cuanto asociación económica; cuando disputa Y tengo mucho miedo, mi querido amigo, de que una restaura­
a los diputados todo derecho que no sea el del control reservando ción no tuviese, como primera consecuencia, el devolvernos todos los
la confección de las leyes a unas capacidades más verdaderas que inútiles, todos los visionarios que desde hace tanto tiempo esperan
las que deben su origen al resultado de una campaña electoral; so­ el retomo del rey para dorar de nuevo sus blasones, y algunos de los
bre todo, cuando nos habla de un Gobierno responsable con el que cuales— hay que decirlo— no han esperado a este retomo para do­
sea posible entenderse, responde a los deseos que abrigamos todos rarlos con el oro judio.
los republicanos nacionalistas, deseosos, ante todo, de la buena mar­ Que el pretendiente, puesto que quiere estar en íntimo contacto
cha de la cosa pública. con el pueblo de Francia, declare bien alto su voluntad, su decidida
No, las objeciones que pueden oponérsele no son de orden teóri­ voluntad de no contar entre los suyos más que a quienes sean ca­
co, ciertamente, sino puramente prácticas, dimanantes de las con­ paces de hacer algo útil para Francia; que rechace enérgicamente
diciones del ambiente actual, y pueden, por tanto, variar y hasta a todos aquellos a quienes fustigaba tan elocuentemente, hace irnos
desaparecer s i estas condiciones cambian. meses, el vizconde de Bruc, y, si pierde con ello algunas inutilidades,
Entre las más importantes, he de citar, como observador im­ hará crecer notablemente, en cambio, el número de los que dicen
parcial, la falsa noción o, mejor dicho, la total ignorancia del pue­ en estos momentos: E sto no m archa; antes m archábam os m ejor.
blo de las concepciones monárquicas. Y de esta ignorancia no tiene Pero ¿podrá y querrá hacerlo?
él la culpa. De niño, en la escuela, las impresiones recibidas le han M uy cordialmente suyo.
presentado la realeza como síntesis del “capricho de una persona”. A lbert J acquin
Y, si bien el pueblo gusta de la autoridad y respeta la fuerza,
ello es cuando la autoridad se ejerce con justicia, cuando la
Según acostumbramos en esta Encuesta, dedicaremos pocas
fuerza está al servicio de una buena causa. E l capricho y la ar­
palabras a la complacencia que nos causa la adhesión de mon-
bitrariedad le sublevan.
sieur Albert Jacquin a lo esencial de nuestras ideas. Su espí­
L a primera impresión ha ido acentuándose luego. Los discur­
ritu alerta advierte que la filosofía de Joseph de Maistre es
sos, las fiestas, los periódicos, lo han confirmado en aquella idea.
En una palabra; para el pueblo, la Corona, según la pintoresca ex- la más laica del mundo y que las Consideraciones sobre Fran-
RESPUESTA A M. ALBERT JACQUIN 487
486 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
¡P El pueblo, ha dicho él mismo, quiere un puño fuerte. Con
cia son, ante todo, un libro de ciencia política pura. N o es úni­
¡féllo, el pueblo manifiesta su anhelo de una autoridad enérgica
co en esto M. Jacquin, pero ¿ qué sorpresa puede haber en ello ?
| cuyo advenimiento reclama, con tal que haya de emplearse en
Esta evolución era inevitable. De lo que había que sorpren­
| provecho del bien común. E l pueblo es, pues, sin saberlo, tan
derse un poco era de lo contrario, de los antiguos prejuicios.
» monárquico como nosotros. Y aunque no lo fuera, aun cuando
A h ora se vuelve a la visión serena de una límpida verdad, y
| no sintiera la necesidad de la Monarquía, esta necesidad no
esto es todo.
dejaría de estar en el secreto de su estructura natural y volve-
Pero he de exhortar a M. Albert Jacquin a que continúe su
| ría siempre a hacerse sentir conscientemente al menor recru­
estudio y el espigueo de las ideas en curso. L a s palabras por
decimiento de nuestras desdichas. De consiguiente, tarde o tem­
él recogidas son de lo más característico. Si quisiera reunir en
prano, el pueblo estará con nosotros: la misión de los monár­
un pequeño volumen estos apotegmas de la reflexión popular,
quicos, es decir, de todo nacionalista sensato, es lo grar que
realizaría uno de los planes acariciados por Gustavo Flaubert.
esto ocurra muy pronto, a fin de evitar las catástrofes que se
E l autor de Bouvard et Pécuchet quería, por lo menos, formar­
están mascando.
se un Diccionario de las ideas mostrencas. Unos cuadernos de
En el delicado problema de la reconstitución de una aris­
reflexiones análogas a las coleccionadas más arriba serían úti­
tocracia M. Jacquin quisiera que sólo el honor fuese heredi­
lísimos a un historiador de las costumbres, y el político los
tario y no las remuneraciones. Quisiera él evitar que la epi­
tendría como libro de cabecera.
demia de hijos de papá, que arruina el régimen republicano,
E n cuanto a las objeciones formuladas por M. Jacquin, no
se extendiera también a la Monarquía restaurada. Creo que
al principio, sino a la práctica de una política monárquica, con­
puede estar tranquilo. “Más deberes que los demás” : esta ha-
fiesa que pueden variar junto con el ambiente en que se incu­
H w á de ser la nota característica de los futuros nobles, según
ban. Este ambiente varía a diario. Vivimos en un mundo de
M. de Saluces. N o es bastante conocido cuáles eran a este res­
opiniones que se descomponen sin cesar. A nosotros nos toca
pecto las prácticas de la vieja Monarquía: júzgaselas, no si­
apresurar la descomposición.
quiera a través de las que prevalecieron entre 1650 y 1789 (pe­
H ay un punto en que, sin el menor distingo, debemos ser
ríodo constitutivo del antiguo régim en), sino por los nueve
de la opinión de M. Jacquin: nuestro gran enemigo es la ig­
o diez años que precedieron inmediatamente a la Revolución.
norancia del pueblo. Le han rellenado metódicamente la cabe­
Se juzga de aquellas prácticas por la ordenanza de Saint Ger-
za con los prejuicios más tontos. Sí: “Bastilla”, “solideo”, "feu­
main, falta grave, pero exagerada. L a verdad es que la anti­
dalismo”, son las bobadas que le han hecho tragarse. Pero,
gua Monarquía nacional admitió siempre, hasta Luis X V I, el
con todo, ¿tan difícil será el explicar que lo que pretendemos
que todos' los ciudadanos pudieran llegar a todos los puestos,
destruir por medio de la Monarquía nacional es un feudalis­
al mismo tiempo que evitaba en lo posible las causas de deca­
mo plutocrático y religioso— judíos, protestantes, francmaso­
dencia de los nobles.
nes? ¿Que el solideo, o, mejor dicho, tratándose de quien se
Favoreció la herencia profesional, no para dar a los hijos
trata, el casquete que hay que hacer trizas hoy es el que cu­
de los grandes los primeros puestos, sino para que las leyes
bre la venerable cabeza de M. Ranc, canónigo u obispo de las
Logias ? Y, en una palabra, ¿ que la Bastilla del parlamentaris­ y las costumbres animaran a los hijos a proseguir la profesión
mo, del burocratismo, de la administración ejercida en prove­ de sus padres, cualquiera que fuese el rango jerárquico que la
cho de un partido anónimo e irresponsable constituye, hoy por capacidad o la suerte tuviera que asignarles en esta profesión.

hoy, la mayor de las amenazas contra el poder del Estado y Gracias a la herencia profesional, que no era la de rangos y
contra la seguridad de cada uno de nosotros? Pruebe M. Jac­ dignidades, se formó la selección de fam ilias a que debió la
quin ir a decir esto al pueblo y verá si éste le entiende bien. vieja Francia, de siglo en siglo, un personal tan notable de ofi-
488 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
RESPUESTA A M. ALBERT JACQUIN 489

contrar la línea del menor esfuerzo y del resultado más eficaz,


cíales, magistrados, diplomáticos y artesanos, todos ellos so­
es decir, del mayor rendimiento humano.
bresalientes en toda clase de industrias y oficios.
P or el triple juego de la herencia física, civil y económica,
Anoto de paso que los publicistas republicanos no com­
crea, pues, la naturaleza más de prisa, con menos gastos y con
prenden nada en este punto de la herencia, tal como lo han
más perfección, un comerciante o un diplomático en una raza
tratado M. de Lur-Saluces y M. Paul Bourget. Los señores
de comerciantes o de diplomáticos que lo haría en una raza
Fonsegrive, en sus artículos de La Quinzaine, Deherme, en la
de viñadores o de militares. Ante esto, surge una pregunta
Coopération des idées, y Evariste Carrance, en buen número de
en seguida: ¿Se beneficiará el Estado de estas facilidades es­
periódicos meridionales, han creído todos que se trataba de la
pontáneas? ¿Utilizará este precioso y gratuito concurso de la
herencia fisiológica, de la distinción personal y del talento, y
fuerza de las cosas? ¿Captará para sí la fuerza de las fuentes
exclaman a coro: “Las leyes de la herencia son poco cono­
naturales? ¿Estimulará a los hijos a que perseveren en las
cidas, etc...” ¡Pero si no se trata de las leyes de la herencia
empresas paternas en provecho propio y de la comunidad?
fisiológica!
E l Estado moderno, el Estado democrático y republicano,
N o se trata de asegurar fisiológicamente al servicio del Es­
locamente despreocupado de sus intereses, se niega a hacerlo.
tado, de generación en generación, un núcleo de individuos más
Estimula, por el contrario, esas migraciones en el interior que,
distinguidos que el común de los ciudadanos: trátase de utili­
de clase en clase, destruyen las familias profesionales y, como
zar las aptitudes particulares, especiales y técnicas que, en el
consecuencia, debilitan nuestra diplomacia, lo mismo que nues­
grado que sea, van unidas a la sangre y, sobre todo, a la tra­
tro Ejército y nuestra Marina, nuestra Agricultura y nues­
dición oral y a la educación. No se trata del grado que alcancen
tras artes, nuestro comercio y nuestra industria. Los especia­
estas aptitudes, sino de su calidad, o, si se prefiere, de su orien­
listas se forman a más alto precio, triunfan mucho más tarde
tación por la costumbre. Es fácil de comprender el que undT'*
y, en una palabra, resultan de un tejido infinitamente menos
individuos ya especializados en el ejercicio de una profesión
resistente que antaño1: a fuertes apropiaciones y adaptacio­
produzcan, en general y por término medio, individuos polari­
nes históricas, han sucedido apropiaciones o adaptaciones ex­
zados, por decirlo así, en el mismo sentido. Se nace juez o
clusivamente personales, superficiales y pasajeras.
mercader, militar, agricultor o marino 1, y, cuando se ha na­
U n Estado monárquico, que empieza él por estar fundado
cido esto o lo otro, se encuentra uno, no sólo por naturaleza,
en la herencia profesional, no perdonaría medio para impul­
sino por posición, más capaz de llenar útilmente la correspon­
sarla en todos los estamentos. N o hay que decir que este im­
diente función: un hijo de diplomático, o de comerciante, en­
pulso no encierra ningún supuesto de forzar. Tratamos de pres­
contrará en las conversaciones de su padre, en el círculo de su
cindir de un sistema extravagante, no de substituirlo por un
familia y de sus gentes, en la tradición y la costumbre que lo
sistema de extravagancias en un sentido opuesto. La política
han de rodear y sostener, los medios mejores para progresar
realista propia de la Monarquía tiene dos principios: dejar
con más rapidez que otro cualquiera, ya sea en el comercio, ya
ante todo libre acción a la Naturaleza; después, servirse de
en la diplomacia. La carrera familiar le habrá permitido en-
ella. Comúnmente, la Naturaleza procede por imitación y repe­
tición, pero tiene también sus sorpresas, sus caprichos, sus ini­
1. Nuestros grandes franceses del siglo xvu entendían muy bien ciativas, en cuyo caso actúa con un gran vigor. Cuando se en-
esta realidad de ia herencia “profesional” aplicada a la Monarquía, y
declan con acierto: el o ficio de rey. El largo ejercicio de la función
real en una familia adapta los vástagos de ésta a dicha función. Gran­ 1. De aqui viene la gero n to cra cia , o reino de los viejos. La heren­
de o pequeño, mediocre, limitado o de inteligencia vigorosa, el prin­ cia profesional capacita a un joven para suceder rápidamente a su
cipe, lo mismo que el merqader, el militar, el magistrado, el campe­ padre, que, por lo común, está dispuesto, a su vez, a cederle el sitio.
sino o el marino, es una variedad social del tipo de hombre. . E3to rejuvenece todos los cuadros sociales.
490 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA RESPUESTA A M. ALBERT JACQUIN 491

trétiene en hacer surgir un guerrero en una estirpe de apaci­ necesario y natural como los desdichados que se van a pedir
bles magistrados, o un marino en una familia de viñadores, á la República que sea nacionalista y decente y a la demo­
la vocación nueva se manifiesta lo bastante fuerte y está asis­ cracia que se organice.
tida por una voluntad lo bastante firme para que desaparezcan Desengañar a un príncipe es posible, pero es imposible
todas las resistencias. Pero en estas resistencias, en estas di­ hacer que lo blanco sea negro, que el triángulo sea cuadrado,
ficultades, hay una cosa buena. Son como una prueba y examen la anarquía previsora y prudente y el igualitarismo adecuado
natural que abre paso a los fuertes, pero que rechaza a los a la naturaleza y al sentido común.
débiles devolviéndolos a su condición hereditaria, que les con­ L a diferencia entre monárquicos y republicanos es esta.
viene más, porque les garantiza defensa y apoyo. Hay que medirla con exactitud.

Como final, M. Jacquin expresa un gran deseo: el de que Post-scrvptum.— L a siguiente anécdota que M. de Claye oyó
los inútiles no se acerquen al trono. Y o le acompañaré en este referir al difunto duque de Broglie, sirve para ilustrar cuanto
deseo, con tal de que M. Albert Jacquin me conceda que hay venimos diciendo acerca de la herencia profesional.
muchas clases de utilidad. Un diamante es útil, una obra maes­ “U n día, en 1791, Madame Roland vió llegar a su marido
tra del arte o de la razón humana tiene también su utilidad; que salía del primer Consejo a que había asistido como minis­
la esfera de lo útil no se limita al cocido ni a las judías con tro y en el que se había tratado de una desavenencia diplo­
tocino. Estoy seguro de que M. Jacquin, por el bien del pueblo mática con Austria. Como ninguno de los ministros entendía
francés, por el mismo brillo de Francia, desea que el rey de de lo que se trataba, el rey Luis X V I les había explicado el
Francia tenga una corte, lo más brillánte, lo más gloriosa po­ punto en litigio. Ingenuo como siempre, Roland se admiraba
sible. A mi entender, ninguna fuerza ni ninguna elegancia del de haber hallado en el rey, en lugar de un ser “embrutecido
presente, ninguna gloria del pasado, unas y otras íntimamente por el ejercicio del poder absoluto”, un hombre, un francés
unidas en torno del Jefe, estará de más para devolver a nues­ más al corriente de los intereses de Francia que sus ministros
tra raza un esplendor desvanecido hace mucho tiempo. de ocasión, adeptos del Contrato Social. — Grandísimo tonto,
Con estas importantes reservas, no niego la necesidad de le dijo familiarmente Madame Roland: si, en su 'puesto, él no
apartar a los inútiles, si los hay, que no creo que los haya, supiera de esto mucho más que todos vosotros juntos, seria
porque esos inútiles, como observa el mismo M. Jacquin, se el último de los imbéciles.
han judaizado a más y mejor, y todos sabemos que el señor
duque de Orleans no soporta el menor faetor judaieus.
M. Jacquin me dirá: — Pero, ¿y si, a pesar de todo, algún
inútil no judaizado se obstina en estorbar al lado del príncipe ?
— Entonces— replicaré yo a M. Jacquin— , usted y yo iremos
a pedir del príncipe, en nombre de los intereses generales del
país, que arroje de su lado a estos inútiles. L a gestión podrá
resultar extremadamente fácil y afortunada o dificilísima. Si
fracasamos una vez, podremos repetirla. Y, si somos perseve­
rantes, el príncipe, órgano del interés general, aunque nos haya
negado una vez lo pedido, acabará por oírnos. En cualquier
caso, al intentar nuestro objeto, intentaremos una cosa posi­
ble, razonable y sensata. N o afrontaremos un fracaso cierto,
CARTA DE M. ALBERT ARNAVIELLE

M
I viejo y excelente amigo, mi hermano en G ay Saber, el
1 !
poeta languedociano Albert Arnavielle me autoriza a pu­
blicar la carta que espontáneamente me ha dirigido.
Si contiene epítetos excesivamente halagadores para mí,
y de que el lector clarividente sabrá hacer caso omiso sin ne­
cesidad de que yo se lo pida, tiene, en cambio, un tono y un
fondo tan hermosos como puros. Esta carta posee la poesía,
la pasión, el buen sentido de todo cuanto fluye espontánea­
mente del alma del pueblo, del pueblo activo y organizado.
Confieso que esta carta no hubiera perdido nada de su en­
canto para el mayor número de nuestros lectores si yo me hu­
biera limitado a dar de ella una traducción aproximada: pero
tiene que permitírseme el que al mismo tiempo dé su texto
en sana y robusta lengua de oc. Esta Encuesta sobre la Mon­
arquía, que está tocando a su fin, ha sido una obra de piedad
nacional y de salud pública: página a página, la he ido consa­
grando al total renacimiento de la antigua patria francesa.
Permítaseme ahora dedicar una pequeña parte de ella a las
fuerzas y virtudes de mi patria chica, a la sonora belleza de la
lengua que cantó junto a mi cuna. Acaso no sería yo monár­
quico, ni tradicionista, ni nacionalista, ni siquiera patriota,
sin las enseñanzas en esta lengua dadas por el divino canto de
Mistral.
Además, Arnavielle es uno de nuestros maestros. Su nom­
bre, sus versos y sus discursos, que tantas veces sonaron honro­
samente junto a Mistral, son conocidos desde el Medoc y las co­
linas del Limosín hasta más allá del Ródano y hasta del Var,
hasta los Pirineos y los Alpes. Del océano gascón a nuestro
m ar latino, el aplauso popular es su estela. Pero Arnavielle es
un cevenés. Aunque vive en Montpelier, toda su vida intelec-
494 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CARTA DE M. ALBERT ARNAVIELLE 495

tual gira en torno de su viejo Alais nativo. En su carta se ños latinos, pensando en la vil sonrisa con ||||||lguiios ignaros
verá cómo se confunden su pueblo y la comarca que lo rodea pagan este celo piadoso, yo me felicitaba a W ^ m is m o de sen­
con todos ios sentimientos profundos de que está animado. tirme camarada de Arnavielle no sólo como felibre-mantene-
Albert Arnavielle es un simple empleado de ferrocarriles dor, sino, además, como monárquico.
que, valiéndose del vasto Tesoro del felibrismo de Mistral y del Tanto sobre este punto como sobre el otro, Arnavielle no
amplio ciclo de las publicaciones históricas y filosóficas refe­ puede abrir la boca sin que salga de ella una especie de cán­
rentes a su lengua y a su región, ha adquirido una extensa y tico. Oigám osle1.
profunda cultura. E l verdadero saber, que, por cierto, no con­
siste en saber muchas cosas, sino en saber con exactitud, com­ M o n tp e lie r.

pleta y debidamente, es decir, con ilación, concatenación y ar­


M i querido felibre y buen amigo:
monía; la verdadera educación integral, aquella que se adquie­
re mediante el afinamiento y la perfección de los primeros ele­ Menester es— pese a todo— que yo venga a darle las gracias
mentos naturales, este saber, esta perfección han conseguido en mi lengua cevenesa, real 2, por el envío que se me está haciendo
desde el 29 de julio de los números de la G a zette de France que pu­
— bien puede decirse— una de sus obras más acabadas en la per­
blican su espléndida E ncuesta sobre la Monarquía. Estas gracias
sona de A lbert Arnavielle.
se las envío a usted lleno del fuego de mi corazón de amigo, de
De todo ello, éste ha salido poeta. Sus versos, llenos de co­
felibre y de monárquico. No podría explicarle con palabras la emo­
lorido y patetismo, no tienen nada de la frialdad ni de la se­
ción que he experimentado a lo largo de esta soberbia defensa de
quedad de esos parnasianos que tuvieron en nuestro Midi más nuestra causa, la única verdadera, la única nacional. Ciertamente,
de un mal imitador. Son sencillos y francos. Pero, en verdad, no se había hecho aún nada semejante en su favor, y aquí no sabe­
el verdadero éxito de Arnavielle es, acaso, su elocuencia. Elo­ mos explicarnos cómo el fascículo publicado conteniendo la prime­
cuencia práctica y, si cabe decirlo, sagrada, que transporta a ra parte de la E ncuesta no ha sido distribuido a voleo por todas
las muchedumbres y las ilumina. L a palabra de Arnavielle, en partes.
cuanto éste sube a la tribuna, empieza por iluminarlo a él mis­ Prueba usted, mi querido amigo, prueba matemáticamente, la
mo y lo transporta. Su rostro trigueño cobra los rojizos re­ superioridad de la Monarquía francesa sobre todos los demás sis­
temas bastardos y falsos que han conducido a Francia allí donde
flejos del bronce herido por el sol; su voz de cigarra rústica
actualmente la vemos, por desgracia. Y cuando los espíritus más
sube a hendir el cielo como un grito de esperanza y de amor.
eminentes, cuando hasta sus adversarios se ven obligados a darle
Le llaman el árabe, a causa de su color y de las líneas de su
la razón, hay algo que nosotros podemos asegurarle, nosotros que
rostro, pero, en cuanto se le oye, se le llama el apóstol, y pertenecemos al pueblo y que vivimos su misma vida: y es que,
éste es el título que el mismo Mistral le otorgó un día delan­ para no hablar más que del país de los felibres, de nuestro país,
te de mí. Y otro día me dijo: — Arnavielle es el santo del de M arsella a Burdeos— ¡ah, mi Alais!, ¡ah, m is Cévennes!— , el sen­
felibrismo. timiento monárquico, la fe monárquica, la esperanza monárquica
Y, al tiempo que me contaba una vida sorprendente de pro­ no están todavía próximos a extinguirse.
pagandista, de organizador, de instructor, treinta años de tra­
1. E n la edición fra n c e sa se in s e rta aquí el te x to e n len g u a d e oc
bajos y de arengas para la conservación de nuestra lengua y de la c a rta de M. A rnavielle precediendo a s u versión en francés.
de nuestras antiguas costumbres, una carrera de infatigable (N. del T .)
dedicación a la Copa mística 1 hacia la que convergen los sue- 2. R aíalo (en len gua de oc), roya!, re a lista , e s—dice M istral en su
Tesoro del felibrism o (tom o II, pág. 689)—“el apodo de los h a b itan tes
de los Cévennes, especialm ente de los m ontañeses que viven en los
1 . A lusión al simbólico canto de M istral: "Copa s a n ta y desbordan­ valles y la s v ertien tes m eridionales del Lozére. S e les aplicó, seg ú n di­
te,—d erram a p a ra los corazones los recuerdos—los sa n to s tran sp o rtes y cen, b ajo los Valois, por su vigorosa re siste n c ia c o n tra los ingleses
el espíritu de los fu ertes..." (N. de! T .) .» que ocupaban la G uyena”.
RESPU ESTA A M . ALBERT ARNAVIELLE 497
496 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
de las asociaciones y comunidades profesionales, Arnavielle
¿Qué importa ^ “apatía de quienes, siendo ricos e independien­
•invoca al rey de las provincias unidas. Estos anhelos pará
tes, debieran dar ejemplo? ¿Qué importa la claudicación de dema­
siados nobles vendidos a los judíos o sostenidos por ellos ? ¿ Qué elos del languedociano y del parisiense no hacen más que com­
importa la pequenez de la burguesía que se inclina siempre del lado pletarse mutuamente. L a verdadera Francia, la Francia real,
del poder? ¿Qué importa la boga pasajera de la República? Los •aquella que nunca serán capaces de sentir los parlanchines y
hombres sencillos, los hombres del pueblo, como yo, adivinan que adivinos, forman un tejido rico y sutil de organizaciones
esto no durará y que el rey vendrá pronto a arreglarlo todo. locales y de organizaciones profesionales. E l grupo local (pro­
Somos, pues, nosotros, el pueblo, la suprema reserva de la pa­ vincia y municipio) vivirá débilísimo si no está compuesto de
tria.
grupos profesionales (corporaciones, sindicatos, e tc .); en ellos
Y aunque ahora yo le hable como felibre, mi querido amigo,
| está su vigor, su resistencia, su firmeza. Pero, si no se apoya
¡bien sabe usted cómo la queremos nosotros a esta patria! Como ya
he dicho en mi canción dedicada a la boda del rey, yo veo a Feli­ en alguna realidad geográfica vigorosa y precisa, si le faltan
pe V IH , rey de las Provincias Unidas, dándonos las libertades felibre- unas profundas raíces urbanas y rurales, el grupo profesio­
sas que los otros regímenes, cualesquiera que sean, han de negar­ nal constituye un peligro terrible para la patria, una perma­
nos todos. nente amenaza de revolución internacional y de anarquía cos-
En una encuesta como la que está usted haciendo, la opinión mopplita. Am bas formas se completan, pues, mutuamente y
del último entre los últimos, y la del más pequeño, tiene también son necesarias en el mismo grado. Am bas descentralizaciones,
su valor, y esta es la razón por la que le envío la mía.
la económica y la geográfica, se presuponen, se exigen una a
De todo corazón, en Santa Estela y por el rey, y siempre, mi
otra. Felipe V III, organizando repúblicas profesionales y re­
querido felibre y buen amigo,
públicas locales, será el protector de las asociaciones sindi­
su árabe afectísimo,
cadas 1, tanto como el rey de las Provincias Unidas.
albert A rnavielle
¡E l rey de las Provincias Unidas! Este hallazgo de poeta se
ha hecho, como era natural, en un poema. Arnavielle me lo re­
Esta carta de un blanco del Midi merece ir acompañada
cuerda oportunamente. Él compuso este poema en ocasión del
de las páginas del parisiense M. Albert Jacquin, el cual hu­
matrimonio de los señores duques de Orleans, celebrado el 6 de
biera podido parar en anarquista si su raciocinio no le hubiera
noviembre de 1896, hace hoy cuatro años día por d í a 2. N o po­
conducido a los aledaños de la Monarquía; así puede verse có­
dríamos festejar m ejor este aniversario que recordando aquí
mo la tradición, representada por M. Albert Arnavielle, y la
algunas de las más ingenuas bellezas de este hermoso poema:
razón, cuyos dictados ha recogido M. Albert Jacquin, se dan
la mano. Cuando h aga falta, se acordarán perfectamente, sin
"Con blanco penacho de flores de lis, — vuelves curada, Fran­
la menor dificultad. H ay en Francia dos o tres clases o sub­ cia. — E l viejo pasado reflorece, — el príncipe, el rey se ca­
clases sociales que están perdidas: nobles que han abdicado s a ,— y, de este modo, el heredero de Enrique — da gozo cumplido
de su prosapia, o judaizados, burgueses y semiburgueses abo­ a nuestra alma; — se ha casado — y así podemos gritar aún: — ¡mi
targados, plutócratas ociosos e improductivos. Con sus crasos Dios, mi Rey, mi Dam a!
despojos, la naturaleza de las cosas enriquecerá a los verda­ Cuando hay que escoger bien — él, que siempre acierta, — él, jo­
deros productores, pero ¿cómo podría efectuarse tranquila y ven, galante y gallardo, — ha escogido a M aría Dorotea. — Casadb
convenientemente este traspaso sin que lo presida, no digo un real, una sangre imperial — viene a aumentar su herencia...
rey, sino una serie de reyes? L a misma evolución económica
1. L éon D audet h a dicho d esp u és:» “E l rey de los oficios". (N ota
postula el retorno de la dinastía que reguló todas nuestras de­
»de 1909.)
más evoluciones. 2. E l presente capitulo de la E ncuesta sobre la M onarquía apareció
Pero, mientras Jacquin quiere un rey que presida la unión en dicha fecha en la G azette de France.
32
498 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
»
A juzgar por lo que ayer se ha visto en París i — oh, reyes, no
tendréis más que presentaros — (así lo entienden todos) — para que
el entusiasmo se desborde; — pero esta dicha no debe ser sólo para
P a rís: — debéis recorrer a Francia entera. — Llegue este día — y
del Norte al Mediodía,— sobre todo en el Mediodía, — ¡qué delirio!
Señor, yo os canto en mi canción — rey de nuestras Provincias
U n id as;— vos libertaréis, puesto que ya son mayores de edad,— a L A O P IN IO N D E F O R A IN
estas doncellas que cariñosamente — harán corte de amor — en tor­
no de aquella que, en su alegría, — muchos de nosotros — llamarada
y a — la reina felibre.
Todos de acuerdo hacia el porvenir — reanudaremos la Gesta
francesa; — otra vez veremos honrar a la tierra payesa.”
del Comité de la L iga de la Patria Francesa, una
M
ie m b r o

Quiero acabar con esta estrofa tan hermosa y que resume de las siete u ocho personas cuya infatigable labor ha
perfectamente lo que el señor duque de Orleans llamaba, en la mantenido en su sitio, durante los días dei affaire Dreyfus,
carta con que ha querido honrarme, la unidad profunda d^ la el corazón de los franceses \ Forain puso en guardia a F ran ­
concepción ‘monárquica. He aquí una estrofa de canción com­ cia contra el complot internacional que a todos nos amena­
puesta, hace cuatro años, por un poeta popular de Montpelier: zaba. E n vano se intentó en el campo dreyfusista oponerle otros
sus dos primeros versos— reconciliación nacional, nueva ascen­ dibujantes: éstos no supieron replicarle nunca más que pla­
sión hacia el porvenir, reanudación de la Gesta francesa— pa­ giándole.
recen resumir, palabra por palabra, las recientes declaraciones Tanto como su genio y su esclarecida mentalidad, la autori­
de M. de Lur-Saluces, en Bruselas, tal como las he consignado dad de aquella patriótica campaña me señalaba a Forain co­
en la Encuesta. Los dos últimos— la vida rústica, la tierra pa­ mo a uno de los más considerables testigos a quienes había que
yesa rehabilitada— condensan las ideas de M. André Buffet, interrogar. N o habíamos encontrado los dos en los días de
también tal como las he recogido. Así es cómo desde el hijo de batalla, y yo me he aprovechado de ello para ser un poco in­
los Vosgos al cevenés y al girondino, desde el abogado al obre­ discreto.
ro, del obrero al soldado y del soldado al príncipe, en todas
las esferas reina el mismo pensamiento y late el mismo co­ Hubiera sido de mal gusto someter a Forain este cuestio­
razón.1 nario sentencioso: La institución de una Monarquía tradicio­
nal, hereditaria, antiparlamentaria y descentralizada, $es o no
1. Alusión a las fiestas francorrusas que acababan de celebrarse. de salud pública? Pero, cuando hace falta, el lenguaje de los
teorizantes se traduce fácilmente al de los artistas, P o r lo
demás, Forain había seguido con interés las respuestas de mis
distintos colaboradores. Yo observaba que él había sumado
por su cuenta y a su manera, que es viva y poderosa, las be­
llas fórmulas de Bourget, de Barres, de Vaugeois y de todos
nuestros amigos nacionalistas y monárquicos. Quedaba por

1. V éase la colección de P s tt t publicada por F orain en colaboración


con C ara n d’Ache.
500 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA LA OPINIÓN DE FORAIN 501

saber qué opinión personal sacaba de ello y cuál le mere­ ta innoble tarea van a dar como fruto la eclosión del blanco
cían las distintas fórmulas. Esta opinión me interesaba en ropaje de estas hermosas lises!
gran manera, y pude advertir con alegría que Forain no rehu­ A primera vista se oye decir a la Bella Jardinera: — Sí, yo
saba darla. Tan sólo me dijo: “Espere usted unos días.” soy esa judía que vosotros llamáis República. N o me miréis
Pasaron muchos, que yo dejaba perder con liberalidad, pero
la respuesta esperada no llegaba. L a impaciencia, el desencan­
to, la inquietud, me invadieron sucesivamente, y ya iba a aban­
donarme a ellos, cuando me llegó este aviso: “L a respuesta
está a punto: venga usted."
Corrí a estas palabras tan oportunas y que tan bien me so­
naban. Forain no me había engañado. L a respuesta estaba a
punto. ¡Y qué respuesta! L a encontré extendida sobre una
mesa. N o hacía falta leerla, saltaba a la vista, era una fiesta
para los ojos. L a tardanza quedó explicada:
— “¿Qué hubiera podido yo escribirle”, dijo Forain, con
su concisión decisiva y casi militar. “¿Un sí? ¿Un no? Pero,
¿y los motivos? E l motivar es cosa de otros. Yo soy una fuer­
za, un proyectil: verá usted en qué dirección, sobre qué ene­
migo he ido a caer.”
¿En qué campo ha estallado el maravilloso proyectil? Quie­
nes contemplen conmigo la justa y violenta figura de esta
Bella Jardinera regando la cosecha de lises, respondan como
les parezca. Pero está bien claro que estas lises tan bellas y
altivas pertenecen a nuestro rey. En cuanto a la regante, aun­
que no llevara el gorro frigio, la nariz ganchuda, los ojos salto­
nes de judía treintona, bastarían para reconocer en ella nues­
tra tercera República. E l moño de pelos desgreñados anudado
tumultuosamente en la nuca, alude sin duda a este idealismo
protestante que sazona las obras y las palabras del hada per­
versa; a su tontería natural, añade ella este poco de locura
religiosa adquirido en la escuela primaria. ¡Y el cuerpo! De LA BELLA JARDINERA

los hombros a la cintura, a las caderas y los riñones, es un


monumento de brutalidad... Sí, ésta eres tú, Democracia: obe­ más, si os doy asco, pero, sin mirarme, comprendedme. Com­
sos cuartos traseros y grupa de bestia apocalíptica; pesada prended: yo soy la estupidez, y no puedo ser yo misma sin
acumulación de este peso de bajezas que te arrastran, a cada preparar y gestar mi contrario: Como Catoblepas, que se roe
momento, un poco más cerca de tu elemento natural. L a bruja y devora sin saberlo, me mato haciendo el juego de mis ene­
flaquea con la regadera que sostiene con su espesa mano migos declarados.
oblicuamente apoyándola en las rodillas entreabiertas que la Perdónenseme algunas expresiones demasiado fuertes. He
ayudan a sostenerla. Pero tanto esfuerzo, tanta astucia, tan­ razonado lo bastante en contra de la República y se h a con­
502 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

testado demasiado mal a mis razones: tengo el derecho de ca­


lificarla como me plazca.
Esta es la Bella Jardinera. Vedla aquí. Miradla. Yo he pre­
ferido hablaros de ella a extenderme hablando de Forain.
A ella no le falta detalle, mientras que la obra de Forain, aun
dentro de su perfección, no está acabada. Esta obra, al des­ C A R T A D E M. F R É D É R IC A M O U R E T T I
envolver sus rudas posibilidades, adquiere unas fuerzas que
nacen del trabajo, del saber acumulado, de la experiencia, de
la edad y también de las nobilísimas pasiones que guían al
artista. L a otra tarde, cuando acabábamos de hojear la colec­
ción de esos incomparables P stt! y él me enseñaba, en el ca­
a Encuesta sobre la Monarquía supone una visión preci­
ballete, diferentes pinturas que el maestro se negó siempre a
exponer (tienen un acento y una elocuencia magníficos), Fo­ L sa de las causas de grandeza y decadencia de la Mon­
arquía nacional, único elemento para una reflexión metódica so­
rain se resumió a sí mismo en una estoica frase digna del
bre la continuidad de nuestra historia. Y hasta el presente la
hombre que Drumont quisiera que ilustrase a Tácito: — En
historia ha servido como punto de partida o como comproba­
arte, dijo, no hay nada que tenga interés fuera del Odio y del
ción de nuestros análisis críticos. Salvo en .algunas palabras
Amor.
de M. André Buffet y de M. de Lur-Saluces, no ha sido la ma­
Esto explica la poesía de las altas sátiras líricas expresa­
das por Forain con un pequeño número de rasgos que él esco­ teria de ninguna exposición. P o r esto he pedido a M. Frédéric
Amouretti que llenara aquí esta laguna.
ge en lo definitivo y en lo eterno; pero no hay nada que me­
jo r desafíe el análisis. A este grado de densidad y de sencillez, P or el modo como ha realizado su tarea y como ha descrito,
los efectos del arte son como un choque físico: se les siente, con sus principales caracteres, las instituciones de la Monar­
y, al sentirles, puede uno esforzarse en comprenderles ade­ quía nacional, “tradicional, hereditaria, antiparlamentaria y des­
más, pero es casi inútil tratar de encerrarles en las estre­ centralizada”, es decir, según la expresión del mismo Bonald,
chas categorías del discurso. de la M o n a r q u í a t e m p l a d a , se verá que nadie estaba m ás in­
dicado que M. Frédéric Amouretti para esta obra de precisión
rigurosa y de delicada aproximación. E sta inteligencia realis­
ta era la adecuada al caso.
Monárquico, y monárquico por raciocinio, M. Amouretti, que,
a los veinticinco años, fundaba en Cannes, con su amigo Bé-
renger, un periódico monárquico— E l Despertar de Provenza—
y que, cinco años después, venía a ser secretario y colabora­
dor de M. Maurice Barres, es, tal vez, de toda nuestra gene­
ración, quien más hjibrá contribuido a restablecer el sentido
de la tradición en los"tres órdenes de la política local, de la
política social y de la-^olítica nacional.
Discípulo de Mistral, afiliado desde su juventud a los gru­
pos más avanzados del felibrismo federalista, pocos conocen co­
mo él las circunscripciones territoriales de Francia. Hace poco
CARTA DE M. FRÉDÉRIC AMOURETTI 505
50i EN C UE STA SOBRE LA MONARQUÍA

contaba 1, con gracia e ingenio, en L ’Action F ra n ça ise' a^ pro­ ponde a “la voz elevada y salvadora de las leyes de grada­
pósito de su maestro Fustel de Coulanges, cómo el Bottin de ción que penetran tan vivaménte todas las cosas en la tierra
1os departamentos, examinado sin interrupción durante quin­ y en el cielo” *. L a democracia tiene como esencia2 el renegar
ce años, le ha dado la idea clara de la realidad de nuestras i"de estas leyes eternas o no tenerlas en cuenta. L o que hace al
ciudades y de nuestras provincias, tan desdeñadas, tan desco­ i socialismo anárquico y revolucionario no es lo que tiene de
nocidas hoy todavía por los mejores franceses. De una minu­ socialista, sino el veneno democrático que se mezcla siempre
ciosa investigación de todos los elementos contemporáneos de a él: eliminad este veneno, y la organización del trabajo per­
Francia han salido estos mapas, estos programas, estos pla­ siste como un importante problema de hecho que toda socie­
nes de ordenación administrativa que M. Amouretti ha expues­ dad sana resolverá conveniente y hasta espontáneamente,
to en numerosas conferencias y numerosos artículos: en los úl­ con tal que el poder político, siendo continuado y fuerte, se
timos años, ha tenido la agradable y rara sorpresa de notar baste para mantener el orden en ella.
la coincidencia casi completa de sus personales puntos de vista Todo debe ser referido a una cuestión de alta política na­
con las ideas expuestas por el conocido geógrafo M. Foncin. cional. U na descentralización bien pensada, es decir, confor­
Pero es lamentable que M. Amouretti haya dejado que se le • me a la naturaleza de Francia y la buena ordenación de las
anticipen; siempre se le ha reprochado su indolencia, no, cier­ cuestiones obreras dependen de la constitución que el Estado
tamente, para el estudio, sino en la ordenación, en el poner tenga. Y no es posible dar una constitución fuerte al Estado
en obra y al 'día .su profundo y original pensamiento. francés si se descarta el sistema monárquico. E sta conclu­
U n movimiento natural tenía que llevarlo del conocimiento sión, a la que M. Amouretti había llegado tan pronto, ha ser­
del territorio al examen de las condiciones de trabajo y de la vido desde entonces de luz y guía a todos sus trabajos. Cada
riqueza. Atraído y repelido a la vez por los sistemas de la eco­ día que pasa, se confirma en ella por los estudios de política
nomía ortodoxa y por los del marxismo, no tardó en situar­ extranjera a que se consagra, con pasión casi exclusiva, en
se en una posición vecina a la de Le Play y del coronel de Le Soleü, L ’Express du Midi y, sobre todo, desde que ha sido
L a Tour du Pin. Miembro del grupo monárquico de estudios nombrado subdirector de Paris-Nouvelles, en los boletines de
sociales que fundaron el coronel de Parseval y el príncipe esta agencia de informaciones internacionales. En este orden
Louis de Broglie, M. Amouretti ha sostenido con M. Jaurès de ideas, M. Amouretti se ha ocupado especialmente del exa­
muchas polémicas muy sonadas. Se da perfecta cuenta de que men del sistema plebiscitario tal como funciona en los Estados
aquí lo necesario es distinguir claramente el orden político del Unidos de América. Y a hemos visto en el primer libro de la
económico y la democracia del socialismo. H ay que organizar Encuesta que los trabajos de M. Frédéric Amouretti sobre
el trabajo, pero no hay que organizarlo con base democrática. este tema interesaron vivamente a André Buffet.
M. Amouretti afirmaría gustoso con Le Play: “L a Monarquía, Dase en M. Amouretti la paradoja de convertirse en de­
en el Estado ; la aristocracia, en las provincias”, pero, por nada fensor de M. Delcassé s, cuyos planes e intenciones— afirma—
del mundo, añadiría: “la democracia, en el municipio”, porque no son peores que otros y cuyas faltas todas derivan de lo
el municipio, tanto como el Estado y la provincia, necesita
“organización”, y quien yuxtapone las palabras organización 1. E dgar P ob : Coloquio entre Monos y Una.
2. H a se discutido sobre e sta esencia, sobre la que no cabe d iscu tir:
y democracia no junta más que las palabras : las ideas que ex­
es u n a com pleta locura el pretender cam biar el sentido de las palabras,
presan son y se mantienen opuestas. Dte hecho y de derecho, T, políticam ente, es m ás que un a lo cu ra: es u n delito.
la organización supone diferencias, clases, una jerarquía; res- 3. M inistro de Negocios E x tran jero s de F ra n c ia al que se debió,
e n tre otros facto res decisivos de la pólítica exterior fran cesa, en el
cu arto de siglo a n terio r a la g ra n guerra, la alian za franco-rusa.
1. A ction F rançaise de 1 de noviem bre de 1900. (N . del T.)
506 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CARTA DE M. FRÉDÉRXC AMOURETTI 507

absurdo del mecanismo republicano. Se propone preguntarle fina que se deduce de la E ncuesta, pero que entienden que se puede
algún día, en una carta abierta, si resulta muy agradable el llevarle a cabo sin la Monarquía. “Y es que están equivocados sobre
el pensamiento de los monárquicos: lo que creen que es un fin, su-
vivir bajo la amenaza de una interpelación de M. Tourgnol...
perfluo según ellos, es para los monárquicos un medio necesario.
Pero M. Amouretti explica su pensamiento con mucha más
“P ero — insisten ellos— no tenéis un partido monárquico ni un
claridad de lo que yo podría hacerlo. He aquí lo que me escribe :
personal monárquico. ¿Cómo ibais a organizar vuestro Gobierno?”
— Es verdad. Aunque hay monárquicos de talento y de expe-
. rienda, no tenemos ni partido monárquico ni personal monárquico,
Mi querido amigo:
y, además..., no los necesitamos. L a idea <Je los partidos es republi­
Su campaña antidreyfusista y su Encuesta monárquica tienen cana. L a República, por definición histórica, es el gobierno de los
una ilación lógica. partidos. Si nuestra República dura es porque está en manos de
Estos últimos tiempos he encontrado a un gran número de na­ un partido i. Soñemos, pues, un poco menos y abramos los ojos:
cionalistas, de republicanos moderados, de “reconocementeros”, de la República de todos es una estolidez sin fundamento.
bonapartistas, de católicos, que fingían indiferencia para lo que ellos Nosotros no queremos organizar ningún partido, sino crear un
llaman una etiqueta política. Pero todos ellos me han hablado de su sentimiento. L a Monarquía nacerá de una ocasión: es menester que
Encuesta en los términos más elogiosos. Todos han convenido en entonces sea acogida con unánimes gritos de alegría.
aprobar las ideas que se desprenden de ella y en reconocer que de
ella se puede sacar un admirable programa de gobierno. Mas todos Mi situación es difícil, porque sus anteriores comunicantes me
terminaban diciendo: han dejado pocas cosas que decir. M e mantendré, pues, a ras de
"¿Pero qué falta hace un rey para llevar a cabo estas exce­ tierra, esforzándome en mostrar cuáles son las necesidades histó­
lentes reformas? ¿Por qué no acometerlas sin más dilaciones, en ricas y geográficas de la Monarquía francesa restaurada y a qué
lugar de esperar vanamente a un rey que mucho nos tememos que punto preciso debe anudarse la Restauración.
no llegue nunca?" Como ha dicho muy bien M. de Lur-Saluces, la palabra restau­
A esta última objeción es fácil contestar: "E l rey vendrá st ración implica el retorno a una época determinada, de la que se
usted y sus amigos trabajan por que vuelva.” parte de nuevo para comenzar una nueva carrera; de otro modo,
Responden entonces: “Acaso tiene usted razón y, ciertamente, no hay restauración, sino una simple sucesión en la serie de los
como nosotros somos patriotas antes que nada, si creyéramos que acontecimientos históricos. De todos modos, no hay que ser de aque­
hacía falta el rey para llevar a cabo estas reformas, nos ha­ llos que no han aprendido ni olvidado nada y hay que tener en
ríamos monárquicos... Pero no creemos en la necesidad— y no cuenta cuanto ha ocurrido, bueno o malo, para eliminar lo malo
hablemos de la posibilidad— de este retorno. Estamos convencidos y asimilar lo bueno.
de que con el régimen republicano se puede beneficiar al país con E l período de desviación nacional comienza a mediados del si­
todo lo que dicen sus amigos. Verdad es que no derrocaríamos la glo xvii con Mazarino 2 ; Luis X IV dejó de convocar los Estados
Monarquía si existiera, pero tampoco queremos derribar la Re­
pública.” 1. V é a s e m á s a rrib a , en el A v iso o la s p e r s o n a s p r á c tic a s , e l e x a ­
Y a ve usted, mi querido amigo, que no le estoy hablando de las m en d el p a p el d e l a fr a n c m a s o n e r ía , c o n sid e r a d a co m o ú n ic a g a r a n t ía
pocas personas estimables que tienen ideas justísimas sobre mu­ de la m a r c h a d e lo s n e g o c io s co r r ie n te s y d el r e c lu ta m ie n to de u n p e r ­
so n a l d e co n fia n z a . . .
chos puntos, pero que creen, no obstante, en la superioridad teó­
2. C o n v ie n e le e r b ien e s te p a sa je . A m o u r e tti h a c e a q u í h is t o r ia *y
rica de la República. Estos son'pocos.
n o s is te m a . D e fin e h e c h o s, a p r e c ia a c c io n e s , a c c io n e s d ig n a s d e c e n ­
Un poco más numerosos son los monárquicos que saben que la s u r a , p e r o q u e u n a n u e v a in ic ia tiv a p o d ía r e p a r a r : d e n in g ú n m o d o
República es un gobierno inferior, pero que, creyendo imposible res­ p r e te n d e d e fi n i r u n n u e v o r é g i m e n in s titu id o c o n to d o s s u s e le m e n to s
tablecer la Monarquía, se resignan a la tarea de atenuar el mal, sin p or L u is X I V . A p e s a r d e lo s a c t o s d e c e n t r a liz a c ió n q u e l e s o n j u s t a ­
m e n te im p u ta d o s, l a a u to r id a d r e a l d e l a é p o c a n o e s ta b a m en o s e q u i­
empeñarse en curarlo.
lib ra d a , s in o m u c h o m á s, d e h e c h o , q u e l a d e u n m in istr o d e h o y en
Vuelvo, pues, a quienes aprueban y hasta admiran el progra- c u a n to s e r e fe r ía a la c o n d ició n d e lo s c iu d a d a n o s y d e lo s C u erp o s.
CARTA DE M. FRÉDÉRIC AMOURETTI 509
508 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUIA
■f Estoy completamente convencido de que es Richelieu quien m ar­
Generales, estableció la capitación por ordenanza, erigió los cargos
ca el apogeo de la gloria francesa. Eclesiástico, el gran cardenal
municipales en títulos de oficios. De este modo, suprimió la repre­
pertenecía a la pequeña nobleza, muy cerca aún del tercer estado,
sentación nacional. Este es el primer movimiento. Ciento cincuenta
:al parecer. Tenía algo, pues, de¡ las tres clases. Principe por la
años más tarde, la representación nacional, regularmente restable­
púrpura romana, inclinábase ante su rey, Luis Xin, este excelente
cida, pero que había olvidado cómo tenía que funcionar, suprimía
rey, hombre admirable por su energía y su desinterés. E l gran
al rey. E s el segundo movimiento.
tcardenal, obligado a subordinarse a un jefe hereditario, se veia a
P ara evitar el tercero, que suprimiría a Francia, se impone el
cubierto, de este modo, del vértigo de la omnipotencia, tan peli­
retomo a la época que precedió al primero. Lejos de mí olvidarme
groso.
de la grandeza del siglo xvn y de la gracia del xvni, pero ni una
Puso a Francia tan alto, que, después de él, sólo debía decrecer.
ni otra son cosa3 a las que uno pueda insertarse directamente con
Es, pues, hasta él a donde debemos remontarnos: al tiempo en que
más facilidad que a la gloria napoleónica o que a la prosperidad
él gobernaba debe anudar Francia el curso de sus destinos i.
económica de la Restauración, del régimen de julio y del segundo
Francia tuvo siempre un suelo fértil, su espléndida raza, su situa­
Imperio.
ción incomparable: siempre poseyó muchos escudos amontonados por
Aquí escribimos únicamente para las personas que piensan hon­
do: por esto es por lo que no tenemos ningún escrúpulo en remon­ gentes ahorrativas. Estas cualidades naturales y sociales persisten
tar tan arriba, a la época en que la fuerza de Francia era todavía todavía. Bien coordinadas y dirigidas, tras haber permitido al país
puramente terrícola. Porque (y esto lo ha visto perfectamente M. An­ resistir durante mucho tiempo al derroche y a la incoherencia de
dró Buffet) todo anuncia en Francia un maravilloso renacimiento los Gobiernos, reintegrarán a Francia al primer lugar entre las
agrícola, a pesar de las quejas de los agricultores, justificadas por nacional es capaz de mantener la continuidad de este trabajo: el
nuestra mala dirección administrativa y económica. Luis X III, pero ello será por una obra de Incansable paciencia que
Los Capetos directos, los Valois, tan indignamente calumniados, exige el esfuerzo de numerosas generaciones. Sólo una dinastía
los dos primeros Borbones, han realizado el tipo de Monarquía tem­ nacional es capaz de mantener la continuidad de este trabajo: el
plada que, primeramente, hizo a nuestro país palmo a palmo y, rey Enrique Et es objeto de mucho desprecio por parte de los his­
luego, lo convirtió en el primero,, del mundo. Se aquivocan quie­ toriadores oficiales que le acusan de haber perdido ciento cincuen­
nes atribuyen a Richelieu la funesta desviación que se produjo des­ ta plazas ocupadas por las tropas francesas en regiones alejadas
pués de él. La dictadura de Richelieu, impuesta por la guerra de de nuestra frontera, más allá de los Alpes, el Mosa, y el Rin, pero,
los Treinta años, debía ser pasajera, como la de Luis XI, por ejem­ con todo, ¡él es quien arrojó definitivamente de Francia a les in­
plo. En la Monarquía templada, los cortos períodos de dictadura gleses quitándoles Calais y quien tomó a Metz!
son posibles cuando se hacen necesarios, pero en seguida la marcha Quien tiene sentido histórico y contempla en su conjunto el
del Estado vuelve a su ritmo normal. Lo que se hace entonces es admirable y paralelo desarrollo de Francia y de los Capetos, siente
suspender, no suprimir, ciertas libertades públicas cuyo abuso, o estremecerse de gozo lo más profundo de su inteligencia. Y este
simplemente el uso, podría ser, en aquellos momentos, funesto. E ! estremecimiento sentido en el tiempo ante nuestra historia se le
resto del tiempo, los franceses gozaron de una libertad casi li­ siente también en el espacio, cuando, en el curso de un viaje, se
cenciosa.
1. T a l v e z ae so r p r e n d a a lg u ie n d e q u e y o , p a r tic u la r is ta p ro v en za l,
A d e m á s, é s to s su b s is tía n a u n q u e, en m u c h o s c a s o s, h u b ie r a n perdido n o m e a s o c ie a lo s rep r o c h e s q u e h a c e n a l g r a n m in is tr o a lg u n o s de
-su r e p r e s e n ta c ió n r e g u la r : q u ed a b a la p o sib ilid a d d e r e s ta b le c e r ésta n u e str o s a m ig o s f e d e r a lis t a s . E l p a r tic u la r is m o e s e s e n c ia l a la d o ctrin a
d e v o lv ie n d o a a q u éllo s la p le n itu d d e s u lib erta d y , d e e s te modo, im ita r la y m o n á r q u ica , p o rq u e e v it a la s d o s a b o m in a b le s ca la m id a d e s
to d o s u v ig o r . E n cam b io, la R e v o lu c ió n s e la n zó so b r e lo s Cuerpos d el d e sp o tism o c e s á r e o y d e l c o m u n ism o a n a r q u is t a . P e r o R ic h e lie u , e s ­
m ism o s, e n s u co n ju n to , so b r e s u p rin cip io ta n to co m o so b r e su rea ­ p e c ia lm e n te por lo q u e h a c e a P r o v e n z a , n o to c ó p a r a n a d a a n u e s tr a s
lid a d . N o c o n te n ta c o n c e n tr a liz a r , h a s e e sfo r z a d o en h a c e r im posible f r a n q u ic ia s : sim p le m e n te , c o n v o c ó a r e p r e s e n ta n te s d e la s co m u n id a d es
to d a d e s c e n tr a liz a c ió n u lte r io r : s e a ca b ó la I g le s ia a u tó n o m a , s e a c a ­ c o n e x c lu s ió n d e lo s r e p r e s e n ta n te s d e l a n o b le z a y d e la I g le s ia . Y h a y
b a ro n lo s C u erp os d e E s ta d o , s e a c a b a r o n la s p r o v in c ia s, etc. Esta, q u e te n e r e n c u e n t a q u e a p e n a s h a b la n o b le s e n P r o v e n z a y q u e la
p r o fu n d a d ife r e n c ia im p id e co m p a ra r la s p eo res f a lt a s de la política I g l e s i a t u v o s ie m p r e s u s a s a m b le a s p a r tic u la r e s. (N o ta d e F r é d é r ic
del a n tig u o r é g im e n co n e l s i s t e m a d e la R ev o lu ció n . (N o ta de 1909.) A m o u r e tU .)
510 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CARTA DE M. FRÉDÉR1C AMOURETTI 511

ve desfilar ante los ojos las llanadas y las colinas, los ríos y las después de la Reforma, es el acontecimiento más importante ocu­
playas donde han luchado y luchan, admirables de fuerza, de pa­ rrido en Europa. En el momento en que estallaba la Revolución
ciencia y de voluntad, nuestros agricultores, nuestros pastores y francesa, Inglaterra se hacía duefia de los mares, Prusia había
nuestros pescadores, a los cuales debemos todo el sostén de nuestra adquirido el primer lugar en Alemania y Rusia anunciaba su pro-
vida. ¡Y estos pueblos llenos de encanto y poderío, bajo sus cam­ * pósito de dominar a Oriente.
panarios puntiagudos, redondos o cuadrados, al pie de los cua­ Los comienzos del período democrático que siguieron al perío­
les tantas generaciones, inclinadas bajo el respeto debido a toda do absolutista fueron tan felices como los comienzos de la M onar-
autoridad, han luchado por el mantenimiento de sus franquicias vi­ -quia absoluta tras la crisis primera. Austerlitz equivale a Rocroi,
viendo ora duramente, ora en la abundancia, pero siempre alegre­ pero la democracia vale menos que la Monarquía absoluta y 'W a­
mente, y que, en la hora actual, muestran aún tanta tenacidad en terloo es mucho más humillante que Rosbach; los tratados de 1815
vivir y desarrollarse! debilitaron a Francia mucho más que los tratados de París que
Bien, si, en corta jomada, con el bastón del turista en la mano, pusieron fin a la guerra de los Siete afio3. E l periodo democràti­
va uno aspirando deliciosamente el perfume de cada flor de Fran­ co! ha durado ya ciento diez años. N o hablemos mal de nuestro
cia; bien, si, en rápido viaje, respira a un tiempo el compuesto siglo: materialmente, se vive en él bastante bien. Pero no mejor que
francés esencial, habría que carecer de corazón y de alma para no se vivía en el xvm o en el xvu, teniendo en cuenta la diferen­
elevar un reconocimiento sensible e intelectual hacia aquellos a quie­ cia de circunstancias. Mas, desde el punto de vista de las personas,
nes debemos estos placeres.-* lo mismo que desde el punto de vista nacional, en cuanto a energia
Pero ¡ay!, nosotros, pobres administrados, no podemos ya com­ e inteligencia, Francia y franceses de ahora somos muy inferiores a
pletarlos con la satisfacción que nuestros padres conocieron antes lo que había en tiempos de San Luis y de Francisco I. Y hoy, cuan­
del período de desviación nacional; nosotros no sabemos ya lo que do no falta nada para la plena democracia, nos encontramos lo
es esto de sentirse ciudadano libre dentro de nuestros hogares, de mismo que en 1788. Francia es siempre Francia, como dice la
nuestros pueblos y provincias y súbditos de un rey poderoso y uni­ canción. Pero comparad: Inglaterra, Prusia o Alemania, Rusia...
versalmente respetado. Yo no digo que nuestros gobernantes actuales sean irnos imbé­
Los tratados de W estfalia fueron un admirable fruto de la Mon­ ciles, ni que son unos ladrones, porque no lo creo de una manera
arquía templada. Eran el triunfo de la política de equilibrio: nun­ general, si bien los decentes y talentosos se ven paralizados por
ca fué más grande Francia; nunca, en ninguna época, tuvo en Eu­ las instituciones, gero muchos de ellos son de una mediocridad de
ropa una nación prestigio semejante. nivel excesivamente bajo, lo que es debido al empleo continuo y
L a Monarquía absoluta duró ciento treinta años: en su haber creciente, durante un siglo, de los procedimientos democráticos para
está Versalles, en su haber todo lo que usted sabe de grandeza; la la elección de los políticos y administradores de la cosa pública.
agonía comienza en Rosbach, donde el ejército de los circuios ale­ Del Imperio a la Restauración y después al Gobierno de julio, ai
manes al que dieron el nombre de ejército francés, huyó ante los segundo Imperio y a la República actual, nuestro retroceso es cons­
soldados de Federico. Entonces vino la decadencia definitiva, inte­ tante y patente. Y ello depende exclusivamente del sistema de re­
rrumpida por un movimiento de energía cuando la guerra de Amé­ clutamiento de las autoridades encargadas de dirigir la nación.
rica. Como la prosperidad material era muy grande y el régimen H ay que cambiar, pues, estos métodos y convencerse de que un
fiscal, detestable, la nación, privada de todos sus derechos, quiso sistema que consiste en proceder bruscamente, por una elección o
restablecer la Monarquía templada, pero, con tan poca maña, que un concurso, a una selección de capacidades puramente individual,
desencadenó la Revolución i. es insuficiente del todo y que hay que substituirlo por el de una se­
Cierto que ésta no significa el comienzo de una nueva era, pero,1 lección fam iliar y hereditaria Individualidades poderosas, nacidas

1. N o e s n a d a d ifíc il v e r la c a u s a p r in c ip a l d e e s t a to rp eza , de e f e c t iv a b on d ad (la d e L u is XVT, por eje m p lo ) n o p o d ia d eja r d e pro­


c a r á c t e r e n te r a m e n te in te le c tu a l. L o s erro r es p o lític o s d e l a é p o c a h a ­ d u cir f u n e s t o s r e s u lta d o s. (N o ta d e 1909.)
b la n e x a c e r b a d o h a s t a la a n a r q u ía el s e n t im ie n to d e la lib e r ta d e n el 1. E n tié n d a s e q u e em p leo e s t a p a la b r a en u n s e n t id o m u y con ­
á n im o d e lo s c iu d a d a n o s y , p o r o t r a p a rte, h a b la n m in a d o , h a s t a an u ­ creto, p u e sto q u e m e refiero a la s in s titu c io n e s , a la s l e y e s y al e s ta d o
la rlo , e l s e n t id o d e la a u to r id a d en lo s g o b e r n a n te s c u y a s e n s ib le r ía o d e e s p ír itu d e m o c r á t ic o s : ¡ d e n in g ú n m o d o a u n e s ta d o s o c i a l !
FRÉDÉRIC AMOURETTI: DESPUÉS DE NUEVE AÑOS 513
512 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

de un tronco campesino o proletario, se ven demasiado a menudo -de la tradición histórica: sus doctrinas, fuertes y precisas, han
detenidas en su desenvolvimiento por políticos charlatanes o por penetrado, lenta y profundamente, en el alma y el corazón de las
premiados en concurso. Para que un hombre logre ascender a una nuevas generaciones inteligentes. Son estos jóvenes cultivados y
clase superior, hace falta que tenga una talla por la que sea capaz enteros quienes reconstituirán la Monarquía templada, histórica,
de arrastrar tras él a toda su familia. Si sube solo, es una burbuja adaptándola a las nuevas condiciones que han creado doscientos
hinchada. cincuenta años de vida nacional desviada, pero gloriosa, y que nos­
N ada temo para el Estado de estas ascensiones familiares: son otros adoptamos íntegramente.
útiles y necesarias, dan lastre y estabilidad. Los nombres se amon­ Porque sólo la Monarquía templada puede dar a Francia se­
tonan bajo mi pluma, pero no nombraré a nadie personalmente guridad con el Ejército, reputación con la diplomacia, prosperi­
N o obstante, en esta aristocracia nueva pongo yo toda mi confianza, dad con la paz económica, y hacerle recobrar la conciencia nacio­
porque ha de sentir la necesidad de fundamentarse, de ligarse a la nal mediante la rehabilitación de todas las energías locales.
tierra, de reanudar la tradición, de recibir de nuestra nobleza his­
tórica la elegancia suprema y el espíritu militar que no se apren­ Antes de terminar, ne de dirigir, respetuosamente, dos obser­
den en los clubs ni en los cafés, y, de nuestra vieja burguesía, la vaciones: una, a la nación; la otra, al rey.
rígida probidad y el espíritu abierto. Los “desarraigados” de Mau- A la nación le digo: “Ciudadanos, os han contado que nuestros
rice Barrés volverán a tener raíces. reyes eran unos monstruos; es cierto que hubo entre ellos hombres
To admiro, pues, a esto3 hombres robustos que llegan a los débiles, poco inteligentes, bastantes mediocres y licenciosos y acaso
primeros puestos del Estado: tal peón que, a pesar de sus doce dos o tres malos. Pocos ha habido que fueran hombres notables; la
hijos, ha llegado a...— no acabo la historia— , es muy capaz de dar mayoría fueron hombres de inteligencia media y concienzudos.
comienzo a una dinastía tan dilatadamente gloriosa como la de Pues bien, mirad su obra: es Francia.”
Mateo Bouchard, más conocido bajo el nombre de Montmorency. Y digo al rey: “Bey, mi señor: entre la serie de vuestros ante­
Y otros hay, aunque no cuento entre ellos— al contrario— a ciertos pasados, no os fijéis ni en San Luis, ni en Enrique TV, ni en
políticos promovidos a diputado o ministro porque la tienda pater­ Luis X IV . Fijaos en el buen rey Luis V I que abatió a los barones-
na, bien situada en una calle de tránsito, prosperó, y el muchacho, bandidos, transformó a los buenos barones en prebostes que prote­
que tenía una lengua expedita, se hizo abogado. Esta e3 la gente gían auténticamente al bajo pueblo de Francia— campesinos y ar­
que nos está devorando. 0 tesanos— y dió a los burgueses libertades valiosas y amplias, pero
Por el contrario, los hombres de quienes hablo más _arriba son concretas y reglamentadas. Esta era la tarea indispensable: ella
aquellos con quienes hay que contar para restablecer en Francia hizo posible las glorias seculares.”
esa Monarquía muy fuerte, pero templada, que labró la grandeza de
F r é d é r ic A m o u r e t t i
nuestro país. Desde que Francia la perdió, y a pesar de accesos
pasajeros de respiro y de gloria, cayó en decadencia. Esto es lo que
N o hay nada que decir al margen de esta carta, como no
empiezan a comprender esos jóvenes de aguda inteligencia que
sea: bene, recte, optime.
advierten, al fin, que los han engañado, que, bajo el nombre pom­
poso de Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano,
les han ofrecido unas palabras vacías de sentido y no unos princi­
pios sólidos. Después de nueve años
Toda la vida me acordaré de la expresiva mímica de repugnan­
cia con que M. Paul Bourget citaba la primera afirmación de dicha
Perdimos a Frédéric Amouretti el 26 de agosto de 1903.
declaración: "los hombres nacen libres”. ¡A la edad de un minuto,
Quienes hayan leído bien su admirable carta, pensarán con
libres.’ ¡Absurda conclusión a que se ha llegado!
nosotros que su muerte fué una gran pérdida para el país. Su
Durante todo el presente siglo, unos hombres que van de M. de
recuerdo merece permanecer vivo y venerado en la Action
Maistre a M. Taine, pasando por M. Le Play y M. Fustel de Cou-
langes, han mantenido los derechos de la autoridad, unidos a los Françaiset porque nadie participó más eficazmente que Frédéric

33
514 ENCUESTA SOBRE'LA MONARQUÍA

Amouretti en la elaboración del cuerpo de doctrina del “na­


cionalismo integral”. E n el Instituto de Action Française una
cátedra lleva su nombre. E l autor de la Encuesta espera rendir
algún día el debido homenaje a la memoria del amigo cuyos
estudios y meditaciones compartió durante diez años.
C O N C LU SIÓ N D E L S E G U N D O L IB R O D E L A E N C U E S T A

ras las profundas confirmaciones históricas de nuestros


T análisis de filosofía política que M. Frédéric Amouretti
acaba de hacer, la Encuesta sobre la Monarquía debe cerrarse,
pero antes hemos de dar las gracias a los autores de la noble
serie de cartas que anteceden. N o me perdonarían ellos, a buen
seguro, el que les tributara el más pequeño agradecimiento
personal, porque con ello daría a entender que no había com­
prendido cuál es el motivo que les ha movido a todos a contes­
tarme. Sepan, por el contrario, que todo el mundo lo ha perci­
bido, que ningún lector ha dejado de darse cuenta de que, al
hacerlo, obedecían todos ellos al patriotismo más generoso.
También por esto debemos felicitarnos, como de una dicha
para Francia.
E n efecto, gracias a ello, por una parte, las altas murallas
que los ministros del culto republicano han pretendido levan­
tar entre la masa de los ciudadanos y lo que todavía llaman
el partido monárquico, estas altas murallas— repetimos— se han
derrumbado por su propio peso en cuanto se ha enfocado la
cuestión República y Monarquía desde el punto de vista su­
perior del interés público: nuestros adversarios nos han hecho
sus objeciones, y éstas, aun las más duras y las más apasio­
nadas, hasta las más injustas, han servido siempre para a b rir
en la muralla brechas preciosas, portillos útilísimos, excelen­
tes lucernas. Las aberturas practicadas en el recinto en que
creían tenernos encerrados, acaso no han sido el resultado m e­
nos estimable de la obra llevada a cabo en común.
P or lo que toca únicamente a los monárquicos, algunos co­
laboradores de un valor enorme se han quitado la careta A s í
CONCLUSIÓN DEL SEGUNDO LIBRO DE LA ENCUESTA 517
516 ENCUESTA SOBRE ¿A MONARQUÍA

i obscurecimiento. H a habido respuesta para todo y para


se ha sabido que tal gran escritor, tal gran artista simpati
odos.
zaba con nuestras ideas. A sí se ha enterado todo el mundo,
con sorpresa mayor todavía, de que tal otro espíritu eminente,
“¡L a v e rd a d , só lo la verd a d !" , como decía Sainte-Beuve.
a quien la opinión colocaba, y él mismo se coloca, entre nues­
Nos hemos burlado de todo cuanto no era la v e rd a d política.
tros adversarios y que, por lo demás, goza de las más altas
Sóio ella era digna de apasionar aquí.
dignidades de la República, no regatea el reconocer que, cien­
Una triste fuerza de las cosas ha hecho de cada francés
tíficamente, racionalmente y, por así decirlo, físicamente, la
un rey. Cada uno de nosotros está encargado de la irrealiza­
Monarquía es la verdad política. Muchos de los nuestros, cuan­
ble misión de proveer al bien público y de velar por el desen­
do se proclamaban monárquicos, se creían depositarios de un
volvimiento nacional en sus condiciones más generales. Esta
sentimiento, de una tradición— de la más santa de las tradi­
tarea es absurda: aun reducida al mínimo— lo que equivaldría
ciones, sin duda, del más noble de los sentimientos— ; pero,
a reconocer la incapacidad individual para velar por el bien
¿acaso no se habían olvidado del fundamento de esta nobleza,
de todos y a proclamar una monarquía “h e r e d ita r ia /tr a d ic io ­
de la razón de esta santidad ? P o r lo menos habían olvidado la
clara fórmula de ambos y ahora queda restablecida.
nal, a n tip a rla m e n ta ria y d e sce n tra liza d a " — yo no creo que la
unanimidad de los franceses sea nunca capaz de tomar la ini­
En este tiempo de nacionalismo, han visto que represen­
ciativa de semejante tarea. Pero, imposible para todos, no por
taban el nacionalismo integral, ya que el instinto popular ha­
esto deja de incumbir más gravemente a los mejores. Los me­
llaba en ellos, y sólo en ellos, un desenvolvimiento regular
jores en todas las artes y todos los oficios y en todas las esfe­
hacia un objetivo definido. Nosotros nos hemos atrevido a pro­
ras: los mejores campesinos y los mejores obreros, los m ejo­
nunciar el nombre de Monarquía científica. N o han faltado al­
res oficiales, los mejores filósofos, los mejores escritores, los
gunos pedantes, acostumbrados a mezclar la ciencia en todas
mejores administradores; esta es la pública selección llamada
las salsas, que han visto en la elección y el empleo de estas
a descubrir la verdad y, una vez descubierta, a imponerla.
dos palabras una especie de maniobra para deslumbrar. Pero
Habría que aprovecharse, para ello, de la primera oca­
nosotros no nos hemos contentado con decir o con escribir;
sión. En República democrática es difícil que los mejores
hemos probado lo que decíamos y, además— y este es otro de
lleven ventaja. Si la llevaran a menudo, no haría falta de­
los resultados obtenidos— la atención, la consideración que se
rribar la institución. Pero lo que hay que hacer entender a
han dignado concedernos tantos espíritus jóvenes y ardientes,
los buenos republicanos es que no pueden llevar ventaja casi
pero críticos, han servido de control a las pruebas que dá­
nunca, que su triunfo significará siempre un puro azar, que
bamos.
este azar, si se repite, los corromperá a ellos mismos y los des­
Sería pueril envanecerse de haber agotado en unas colum­
viará. Cuanto más “bueno” se hace un republicano, más se
nas de periódico el inmenso tema de una Encuesta sobre la
aproxima al monárquico: un geómetra diría que el monárqui­
Monarquía. Pero, por lo menos, lo esencial ha sido tocado. Y po­
co es el límite matemático del republicano. E l monárquico es
demos decir que, de lo esencial, después de tres meses de dis­
el buen republicano llegado al grado de inteligencia y de ci­
cusión, todo está en pie, nada ha sido seriamente desbaratadoJ,
vismo en que uno abdica su parte de soberanía, su particular
De las autorizadas observaciones políticas que me habían con­
realeza por el bien de la dirección necesaria al conjunto de la
fiado M. André Buffet y el conde de Lur-Saluces se despren­
nación.
día una doctrina: no creo que ésta haya sufrido debilitación1
L a política es demasiado sabia y demasiado compleja, pone
en juego intereses demasiado importantes, distantes y gene­
1. R e p ita m o s q u e o cu rre e x a c ta m e n te lo m ism o d e sp u é s d e n u eve
rales para entregarla a la fantasía de cada uno. Todos esta-
a ñ o s. ( N o ta de 1909.)
CONCLUSIÓN DEL SECUNDO LIBRO DE LA ENCUESTA 510
518 ENCUESTA SOBRÉ LA MONARQUÍA
solamente nacional, sino que fué la creadora de nuestra
mos interesados en ella, sin duda, pero, no porque nos interese ¿acionalidad antes de convertirse en tutora y g u ía de ésta.
también el usar sombreros, paraguas y zapatos, nos creemos No tengo por qué repetir ahora todo lo que fundamenta las
obligados a hacernos nuestros sombreros, nuestros zapatos y .deas que estoy resumiendo, pero la conclusión de todo ello es
nuestros paraguas. P ara cada uno de estos trabajos hay unos
sencillísima: “O Francia y el rey, o nada de rey, pero nada de
obreros especializados. Asimismo, para la política se requieren
Francia tampoco.”
obreros especiales. Su trabajo necesita nuestro asentimiento y
Quienes se sitúen en este punto de vista de Francia, los re-
nosotros lo controlamos, pero los obreros tienen la iniciativa •
publicanos patriotas, los buenos republicanos, estarán de acuer­
del mismo y sería una pura casualidad el que nosotros tuvié
do con nosotros en esta conclusión monárquica. Y una ves con­
sernos alguna vez alguna buena idea, una idea práctica y útil que
seguido este acuerdo, no queda sino ir a visitar ai señor duque
proponerles.
de Orleans para estudiar con él los mejores medios conducen­
Desprovista de un patriciado bien constituido, de una clase
tes a la pronta vuelta del rey de Francia.
que pueda especializar el oficio de rey, Francia está obligada
E l señor duque de Orleans los acogerá perfectamente. E i
— es la palabra— a la Monarquía. Esto no depende de su vo­
príncipe está decidido a reinar. U n a vez más podría yo aducir
luntad, sino de sus necesidades. Y la buena marcha de la po­
palabras o actos suyos que pintan su carácter. N a d a lo pinta
lítica excluye— ya lo hemos dicho cien veces— , por la natura­
mejor que su constante aplicación a los asuntos de Francia.
leza misma de las funciones que hay que llenar y de los intere­
Del mismo modo que se dió cuenta desde el primer momento
ses que hay que defender, una monarquía vitalicia. Las monar­
del mecanismo secreto del affaire Dreyfus, ha reconocido la
quías, lo mismo que las repúblicas, no prosperan más que a
importancia del nuevo movimiento monárquico y del nuevo
condición de que el poder esté vinculado a la herencia. Todas
planteamiento del problema. Más arriba se ha visto un fra g ­
las demá3 constituciones del poder, en los países que tienen un
mento de una carta que el príncipe escribió a M. Bourget y
“Estado” político *, o que necesitan tenerlo, son caducas y po­
que es esencial releer aquí:
nen el patrimonio común en liquidación. De consiguiente, si
“Como dice usted muy bien— escribe el señor duque de
hace falta un rey, hace falta un rey hereditario, hace falta una
Orleans al eminente literato, a propósito de las ideas expues­
dinastía. Afortunadamente, si está mal organizada por lo que
tas por éste aquí mismo— >, hay -un completo acuerdo entre la
hace a la aristocracia, Francia no ha perdido su dinastía que no1
ciencia histórica y natural y la doctrina monárquica. Los espí­
1. S u iz a y los E s ta d o s U n id o s a p e n a s tie n e n un E sta d o político. ritus reflexivos y sinceros se sorprenderán, sin duda, de la de­
K a zó n por l a q u e p u ed en p r e sc in d ir de e s ta co n d ició n . P ero aun Suiza mostración que usted hace de ello." Y el jefe de la C asa de
f u é u n a R e p ú b lic a p a tr ic ia h a s t a 1848, y u n a e s p e c ie d e teo cra cia do­
m é stic a p resid ió lo s o ríg e n e s d e lo s E s ta d o s U n id o s. Y d esd e que estos Francia añadía estas graves palabras: “Sólo el poder legítimo
ú ltim o s tie n d e n a a d q u ir ir u n E s ta d o p o lític o (E jé r c ito , M arina, D i­ y tradicional puede ser autoritario sin hacerse despótico o vio­
p lo m a c ia ), v a n a le já n d o s e a l m ism o tiem p o d e la d em o cra cia y d e la lento. A l rey de Francia no podrían dirigírsele jamás las vindi­
R e p ú b lic a ; s u im p e r ia lis m o m a n if ie s ta la te n d e n c ia b a c ía u n a fo rm a de
p rin cip a d o y de m o n arq u ía. L a r e e lec ció n d e Mr. R o o s e v e lt y la elec­ cativas palabras de Montalembert cuando prevenía al je fe del
ció n d e M r. T a ft, h e c h u r a d e aq u él, c o n fir m a n n u e str o s p ron ósticos poder contra la embriaguez de la victoria y él deslumbramien­
d e 1900. A n o te m o s, a d e m á s, q u e Mr, R o o s e v e lt y s u a m ig o encarn an
to de la dictadura."
u n a p lu to c r a c ia d ir e c to r a y esp e rem o s en p a z lo s aco n tecim ien to s.
( N o ta d e 1909.) E l señor duque de Orleans h a consagrado la definición de
N o t a d e l t r a d u c to r e n 1935: E l b u en se n tid o d el le c to r a d v e r tir á cu án ­ la monarquía templada. A los franceses toca el profundizarla
to r e fu e r z a la s p r e c e d e n te s p a la b ra s, e s c r ita s h a c e v e in tic in c o a ñ os, el
ahora. A los mejores de entre ellos el realizarla.
h e c h o de la p r e s id e n c ia de lo s E s ta d o s U n id o s por o tro R o o se v e lt, ele­
g id o p r e c is a m e n te , e n g r a n p a rte, p or ra zo n es d in á s tic a s , es d ecir, en
v ir tu d d e lo q u e s u n om b re re p r e se n ta b a d e tr a d ició n y con tin u id ad de A NUESTROS AMIOOS.— P o r esnan io de to d a ln d u ra riA n /la
u n a p o lític a .
ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CONCLUSIÓN DEL SEGUNDO LIBRO DE LA ENCUESTA 521
520
i

la Encuesta sobre la Monarquía, por decisión propia, por la No obstante, mi deuda mayor y, por así decirlo, la más
absorción del estudio, por gusto, he prescindido de todo lo de­ escandalosa, es la que tengo pendiente con mis colegas de la
más. A sí como se cierran los ojos para meditar o se acalla el prensa de París y de nuestras provincias. Los artículos que
pensamiento para realizar una obra de fuerza corporal, yo he esta Encuesta ha inspirado forman un legajo inmenso: si me
abolido durante este tiempo toda imaginación personal, he sa­ gustaran estas cosas, darían pie a la confección de un buen
crificado todo lo que se salía de las ideas que había que pro­ album. Yo no he hecho el album. Como un soldado afortunado
pagar o de las fantasías que había que discutir. L a objeción o escoge para su príncipe las primicias de su botín, he en­
el asentimiento, el elemento de fuerza o la amenaza de debili­ viado al señor duque de Orléans la flor de disputas y enco­
dad para nuestras doctrinas: esto es lo único de que me he mios, de los que ha sido él, desde el principio y por su enér­
ocupado durante toda una estación. gica actitud francesa, el punto central. Si el trono fué derri­
Quienes han atravesado algún período de absorción inte­ bado a consecuencia de una larga agitación intelectual, estos
lectual saben hasta qué punto los hombres nos son entonces in­ frágiles papeles que han interesado a una parte de la opinión
diferentes y extraños. Buenos o malos, amigos o enemigos, su pueden hacer que el recuerdo y la esperanza no pierdan sus
silueta se esfuma en un horizonte lejano: uno no concibe en­ naturales derechos.
tonces ninguna relación útil con ellos. Visitarlos, contestar a ¿Cuáles han sido los amigos más fieles de la Encuesta? La
sus cartas, corresponder con una señal de simpatía a las mues­ enumeración sería digna del viejo Homero, por el cual debería
tras más generosas de aprobación, son cosas que parecen por comenzarse, puesto que el padre de los poetas nos ha propor­
encima de las fuerzas de uno. Cosas de las que todo prisionero cionado liberalmente para nuestro primer fascículo un epí­
de un trabajo que le apasiona debería estar libre y como excep­ grafe de incomparable belleza: “E l gobierno de muchos no
tuado de derecho. Él no tiene sentidos ni alma más que para
es bueno: venga un solo jefe, un rey.” Joseph de Maistre ha­
esta Arm ida que lo encierra en sus jardines.
bía puesto ya este texto de la Iliada a la cabeza de su tratado
Salido de este encantamiento, no quiero parecer ingrato
Del Papa. Otras cosas de mayor importancia hemos sacado, tan­
ni, sobre todo, dejar de contribuir por mi parte a la mayor
to del conde de Maistre como del vizconde de Bonald, del mis­
unión de nuestro antiguo haz monárquico.
mo modo que ellos no temieron inspirarse en toda la sabidu­
L a propaganda monárquica dispone en todo el país de una
ría de los profesionales de la ciencia política que escribieron
notable fuerza. Pocos eran antes los que osaban reconocerlo.
antes que ellos. Estos maestros, estos doctores, han sido nues­
Aun hoy, muchos lo dudan. Y o he apreciado con mis ojos estas
tros primeros apoyos. U n a larga tradición que recoge la expe­
fuerzas espontáneas: concursos y abnegaciones que se ofrecen,
riencia del género humano ha sido nuestra guía ; de ninguna
entusiasmos que piden ser utilizados. L a idea de la causa que
época, ni de ninguna edad, hemos desdeñado voluntariamente
hay que servir y el nombre de nuestros desterrados han bas­
nada que fuese útil e instructivo. Pero los materiales de todo
tado a movilizarlo todo. Desde la aparición del primer fas­
esto estaban reunidos y preparados desde hace mucho tiem­
cículo de la Encuesta, la corriente surgió. Tanto en el pueblo,
como en la burguesía, como en la vieja o en la reciente aris­ po en la misma casa en que yo me he puesto a usarlos; si la
tocracia, quedaban desbordadas todas las esperanzas que yo tradición amenazara extinguirse, su último refugio estaría al
me había atrevido a concebir. lado del director de la Gazette de France. -,
m
E l montón de cartas esparcidas sobre mi escritorio ates­ E l coronel de Parseval, que no ha cesado de reproducir en
tigua que el impulso no ha disminuido después. Las hay de to­ el semanario Réveil Français las páginas de la Encuesta y
das las fechas y de todas las procedencias. H asta ahora no he las palabras de su autor, es, entre todos nuestros colegas, aquel
contestado a nadie, pero espero poder contestar pronto a todos. de quien más cerca estamos. Nos ha hecho el gran honor de
522 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CONCLUSIÓN DEL SEGUNDO LIBRO DE LA ENCUESTA 523

no olvidarnos un sólo d ía 1, y el más eminente de sus colabo­ chado oportunísimamente las ocasiones que se han presentado
radores, desde el amable retiro de su casa de campo, ha que­ de encaminarnos a los patriotas y los curiosos. E n estos tiem-
rido significar su atención— acaso más que su atención— hacia de indiferencia intelectual, un cierto género de curiosidad pasa
el método y la doctrina de este trabajo. Yo he tenido a menu­ casi por virtud.
do ocasión de demostrar a M. de la Tour du Pin el valor que Dirigiendo todos los esfuerzos de propaganda, agrupándo­
he dado siempre al menor asentimiento del autor de los A fo­ los y ordenándolos desde la oficina monárquica del faubourg
rismos de política social2. Saint-Honoré, el director de la Correspondance Nationale,
En el Clairon de la ViTlette, el conde Jean de Sabran y sus M. Paul Bézine, daba a menudo la señal tanto a la prensa
animosos colaboradores, entre los cuales no puedo olvidar a parisiense como a la de los departamentos. L a primera lla­
M. Roques, mostraron, desde las primeras palabras llega­ mada pública, de él salió, el 15 de agosto, en el banquete
das de Bruselas, el apasionado interés que les despertaban de la fiesta de Santa María. L a poderosa organización que pron­
aquellas conferencias. Conocido es Sabran, conocidos la poe­ to unirá todos los elementos monárquicos ha contribuido a di­
sía y lo pintoresco de sus salidas, lo imprevisto de su original fundir la Encuesta que, gracias a Paul Bézine, ha sido puesta
elocuencia. Sus invectivas a los católicos “reconocementeros”, así, casi directamente, al servicio del r e y 1.
bautizados por él con el nombre de sixtinianos, hubieran podi­ Pero, en provincias, nuestros amigos, sin esperar orden al­
do servir de ilustración a nuestras páginas haciendo juego con guna, se habían lanzado ya sobre nuestro estudio y lo repro­
Forain. ducían y comentaban sin parar; apenas puedo, en medio de su
En el Soleil, nuestro excelente amigo Félicien Pascal, cada número, distinguir a los amigos personales de los amigos des­
día más impresionado por la verdad política que Bourget le conocidos: tanto han rivalizado unos con otros en celo, talen­
mostró, cada día más penetrado del paralelismo de las leccio­ to y constancia.
nes de Bonald y de Taine, de Comte y de Le Play, ha sentido Ciertamente, Auguste Giry, en la Gazette y en L e Soleil
y ha hecho sentir, en repetidas ocasiones, la concepción cien­ du Midi, Henry de Cardonne en L ’A ven ir du Loir-et-Cher, y
tífica de la Monarquía. Ernest Renauld, en L e Pays, Léon Ba- Cordier en su admirable Nouvelliste de Bordeaux, y Lureau en
rracand en Le Moniteur Universel, el padre Henri Brémond en la Jeûneuse Royaliste du Sud-Ouest, han colmado la medida
los Études religieuses ále la Compagnie de Jésus, han aprove- de lo que cabía esperar de su experiencia, de su ardiente mon­
1. El coronel de P a rse v a l h a dicho, e n tre o tra s cosas, é sta que tene­ arquismo y de su buena amistad. Y , además, el director del
mos especial in terés e n rec o rd a r: “E n p rim e r’ lugar, A ndré B u ffet ha. Messager de l’Ailier, M. Lamapet, que lo ha sacrificado todo a
condenado la M onarquía p arlam en taria, de la que nadie quiere saber
n a d a y que lleva infaliblem ente a la R epública : h a dem ostrado que, para dar cuenta exacta de los menores progresos de la Encuesta, y
hacer las reform as, es decir, p a ra responder a su razón de ser, es indis­
pensable que, conform e a la tradición, la M onarquía se a representativa." 1. H e aquí las p alab ras de M. P a u l Bézine, seg ú n la G azette de
“L a m a la fe y la ignorancia h an confundido a m enudo la Monar­ F rance del 16 de agosto de 1900:
qu ía p arla m e n ta ria con la M onarquía re p re se n ta tiv a : la prim era, co­ “No tengo la m enor intención, señoras y señores, de p ro n u n ciar aquí
piad a de la nación inglesa, que ten ía otras condiciones d istin ta s de 1?. u n discurso político, porque e sta ría fu e ra de lu g a r y, adem ás, porque
n u estra, h a sido un accidente en n u e stra h isto ria ; la seg u n d a es de este discurso a cab a de se r pronunciado, y pronunciado m agistralm ente.
esencia n acio n a l: h a y que re h a b ilita r sus principios, alterad o s p o r el an ­ "E n u n a serie de in terv iu s recientem ente publicadas por la G azette
tiguo régim en. E n e sta m onarquía, el rey re in a y gobierna. L as asam ­ de France con la firm a de un escritor que h o n ra grandem ente a nues­
bleas, au té n tic a rep resen tació n social de la nación, controlan el gobier­ tr a causa, mi am igo A ndré B u ffe t h a trazad o , con la fo rm a orig in al y
no. E l páís se a d m in istra a sí mismo, g racias a l lib re ejercicio del de­ p in to resca propia de él, el cuadro m ás vivo y m ás exacto de lo q u e será
recho de asociación, de que nace la d escentralización.” la M onarquía de m añana. N ad a h a olvidado: cuestiones políticas, reli­
2. E n la colección de los principales estudios de M. de la T o u r du Pin giosas o sociales. H a afro n tad o c a ra a c a ra to d as las objeciones y las
(.Hacia u n orden social cristiano, Jalones de cam ino), pueden verse las h a ido refu tan d o u n a tra s o tra. Y. en u n a rá p id a visión de lo s dife­
num erosas p ru eb as del interés' que M. de la T o u r du P in no h a cesado ren tes rem edios preconizados, h a puesto m aravillosam ente de relíev é su
de dem ostrarn o s desde h ace m ás de diez años. (N ota de 1909.)" insuficiencia p rá c tica y la superioridad de n u e s tra solución."
524 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CONCLUSIÓN DííiL SEGUNDO LIBRO DE LA ENCUESTA 525

el redactor en jefe del Nouvelliste de la Sarthe, M. Robert que la aprobación doctrinal: esta cálida y viva cordialidad
Havard, filósofo y hombre de muchas letras, elocuente y sabio, 'e hombre a hombre que tal vez habrá servido para probar a
que lleva dignamente su nombre célebre, y, en L e Courrier de .muchos lectores ajenos a nuestro campo que el mundo monár­
Poitiers, el marqués de Moussac y todos lo3 redactores de est quico, en su conjunto, es ya lo que debe ser: ¡la prolongación
enérgica publicación, y M. de Lagonde en el Express du Midi, ' de nuestras propias familias, un resumen de la nación!...
y M. Guillaume Corfec en la Indépendance Bretonne, y M. Re­ ¿Habré nombrado ya todos los periódicos amigos de la
né Pierre en la Union Malouine et Dinanaise, y, en la Revue Encuesta? Acabamos de pasar revista a algunos de los más
de l’Ouest— nuestra constante aliada, nuestra fiel colabora­ decididos. A esta lista hay que añadir L ’Anjou, el Courrier de
dora— , M. Edmond Béraud, y, en el Éclair de Montpellier, M. de l’Aude 1, L ’Écho de la Mayenne, L ’Écho de la Marne 2, mara­
Vichet, director del mismo, y su redactor jefe M. Malachie . villoso éste de animación y de entusiasmo en una campaña en
Frizet, y, en el Publicateur de la Roche-sur-Yon, M. Rémy de que todos se han distinguido, la Gazette de Libournais, la
Simony, y, en el Journal du Midi el reflexivo, paciente, tenaz, Gazette du Centre, L e Journal de MaAne-et-Loire, Le Journal
inmutable M. Bourthoumieu, el cual, no hace mucho, dirigien­ du Centre, L e Journal de Rennes, Le Messager de Valence, Le
do la palabra a los monárquicos de Montpellier y queriendo Morbihannais, el Mémorial de Pau, L e Mellois, el Messager de
dar a sus palabras una conclusión efectiva, no encontró nada Bourges, el Petit Nivernais, el Ralliement de Montauban, el
más decisivo que poner sobre la mesa presidencial unos ejem­ Vosgien, la Voix du Peuple, La Vendée. Y no hago la cuenta
plares del primer fascículo de la Encuesta; y el director de más que de aquellos que han prodigado, mejor que dado, su
la Espérance du Peuple, M. F eildel1, y M. Martin, su redactor concurso, no interrumpido ni por el tiempo ni por las inciden­
jefe; y este colaborador voluntario y oculto de la Espérance cias. Pero, aun habiendo sido menos sistemáticos, otros ha ha­
du Peuple que, todavía hace poco y a propósito de la carta de bido que han sido asimismo enormemente útiles.
Albert Arnavielle, escribía en el gran órgano de Nantes esta Tengo, pues, que dar las gracias también a L ’Avenir des
profesión de fe digna de Montluc: “En cuanto a mí, tengo fe, Campagnes, a La Bellêmois, al Courrier de la Lozère, al Cou­
tengo esperanza, pero no tengo la menor caridad ni para los rrier de VAisne, al Courrier de Saint-Nazaire, al Courrier de
judíos, ni para los francmasones, ni para los imbéciles que los Verdun, al Courrier du Nord-Est, al Courrier de Bayonne, al
dejan maniobrar a su antojo...“ ; y M. Remy, del Journal de Courrier du Maine, al Écho de la Haute-Marne, al Écho du
Péronne, tal vez exagerado en su entusiasmo, pero cuya sim­ Velay, a la Franche-Comté, a la Gazette de Château-Gonthier,
patía de espíritu nos llega al corazón; y, en el Réveil de la a l Journal de l’Oise, al Journal de Fougères, al Journal Saint-
Haute-Saône, M. Bailly, que opone, a la evidente mala fe de Quentin, al Journal de la Meurthe, al Journal de l’Ain, a la
sus adversarios, firme y dignamente, la cortesía más perfecta Mayenne, al Nouvelliste d’Êpinal, al Nouvelliste de Rouen, al
y el gusto más insólito por los menores detalles y los meno­ Rousïllon, al Régional de Lyon, a La Semaine de Bayona, a
res matices de la verdad, escritor que evoca el noble recuerdo L e Salut de Saint-Malo.
de las buenas gentes de antaño... Y tantos otros de nuestros E sta enumeración alfabética parece ya completa y todavía
colegas de provincias a quienes no he visto nunca, con quie­ no estoy seguro de que estén comprendidos en ella los catorce
nes nunca me he encontrado, cuya mano nunca estreché, y que o quince diarios en los que mi eminente amigo M. Oscar H a­
han puesto en sus noticias, en sus artículos, en las líneas que vard, mal oculto tras el seudónimo de Menalco, ha hecho pe-
más impersonales podían ser, algo más que la pasión política
1. E n éste h an sido m uy especialm ente notados los artículos da
1. M. Feildel e ra el p ad re de n u estro am igo M. A ndré Feildel, hoy M. de Bordas.
red acto r de la G azette de France. E ste consecuente m onárquico murió 2. Dirigido entonces por nuestro em inente am igo M. R oger de Fel-
el 26 de junio de 1905. (N ota de 1909.) co u rt, que a cab a de fu n d a r L a Champagne. (N o ta de 1909.)
CONCLUSIÓN DEL SEGUNDO LIBRO DE LA ENCUESTA 527
526 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

ció de la política pura se explica y se justifica. Pero podría


riódicamente el análisis de las más pequeñas fases de este tra­
-.' sentir este desprecio y, con todo, preocuparse de proveer de
bajo. Desde el 29 de julio a mediados de noviembre, una y
'una vez, como los monárquicos, a los servicios de la defensa
otra vez se ha ocupado de él, llegando hasta a tomar nuestra
nacional, de la diplomacia, de la alta policía y de la justicia. Si
puesto para ciertas réplicas y proporcionándonos abundante­
nosotros nos preocupamos tanto del Estado, es, precisamente,
mente, y con admirable celo, razones, hechos e ideas. P or todo
en virtud del mismo instinto que M. Deherme, para no tener
ello le doy las gracias. Pero ¿cómo darlas a todas las publi­
que preocuparnos más de él luego. Pero, además, M. Deherme
caciones que, a título de pura información o de aprobación re­
| da a la palabra democracia (palabra que le es g ra ta ) un sen-
lativa, han señalado aspectos de las conversaciones de Bru­
t- tido completamente distinto del que nosotros le atribuimos.
selas, o la carta de Paul Bourget, o las declaraciones anticen­
Él concibe las naciones y el género humano como un sistema
tralistas del señor duque de Orleans ?
de asociaciones, de compañías, de pequeños cuerpos, infinitos
Las revistas de provincia, como A m e Latine y, particular­
mente, la muy docta Pays de France, de M. Joachim Gasquet, en número, a cuyo amparo el individuo se desenvuelve y se
han comprendido a las mil maravillas el sentido de nuestra propaga. Es, exactamente, nuestra concepción. Pero él cree
Encuesta y, sobre todo, el alcance de las regias manifestacio­ que la idea de nación está condenada a desaparecer1 y nos­
nes, de las que nadie separa aquélla. “Estas hábiles promesas otros estamos persuadidos de que, durante muchos siglos aún,
del duque de Orleans” (estoy citando a un adversario, M. Jauf- el género humano no será la Internacional: desde la caída del
frenou, en el Ouest-Sclcár), estas promesas, que no son una Imperio romano y de la escisión de la Cristiandad del medioevo,
habilidad, sino la simple expresión de la verdad monárquica, es la nacionalidad lo que forma el grupo más sólido, más vasto
han tenido la virtud de despertar por todas partes los senti­ y más completo... Tercera y última divergencia: M. Deherme
mientos particulares y tradicionalistas. Los talentosos mucha­ es individualista2, se enlaza con los liberales burgueses de
chos que, con MM. Viollis y Lafargue, redactan el Effort de mediados del siglo xix que tenían como un sacramento la idea
Toulouse no han podido abstenerse de mencionar el hecho, de los Derechos del Hombre. Antes de determinar el valor de un
pero un estado de espíritu mitad religioso y mitad electoral hombre, le reconoce una dignidad política y socialmente infinita.
les ha impedido sacar de él las debidas consecuencias y se han De una manera general, los abogados de m alas causas hu­
lanzado a inútiles violencias cuando hubieran podido discutir. yen de la discusión. En el campo de los republicanos se ha ha­
Me hubiera gustado responder, en cambio, a M. Georges blado sin tregua de nosotros y se ha dedicado toda clase de
Deherme, el iniciador del Palacio del Pueblo y fundador de la. epítetos a nuestro nombre, pero, en cambio, les han faltado
Cooperación de Jas ideas, pero creo que no ha llegado todavía razones y el único recurso de M. Arthur Ranc ha consistido
el momento de hacerlo. M. Georges Deherme está de acuerdo en designarnos a los anatemas de su iglesia y, a veces, hasta
con los monárquicos en muchos puntos esenciales. En el área a los rigores de la gendarmería. Pero estas frecuentes alusio­
de los sentimientos abriga un odio vivo contra los políticos nes tuvieron sus ventajas, y nosotros le estamos muy agra­
y toda política de partido. ¿ Qué es, pues, lo que detiene el pen­ decidos. Repitamos el proverbio provenzal de que Mistral sacó
samiento de M. Deherme? su poema N erto: “Lou diáble porto péire”. (E l diablo acarrea
E n primer lu g a r 1, me parece que no ha meditado bastan­ piedra para las obras de Dios.)
te en la importancia de las funciones del Estado. Su despre- Los republicanos nos anunciaban una contra-encuesta. Tres
o cuatro periódicos suyos, sindicados o asociados no. sé cómo,
1. M. D eherm e h a andado m ucho camino en estos n ueve afios. Véase, 1. Hoy, y a no lo cree. (N ota de 1909.)
p a ra apreciarlo, en L ’A ctio n F rançaise del 15 de m ayo de 1904, "M. Geor­ 2. L a influencia de A ug u ste Com te parece h a b e r elim inado comple­
ges D eherm e, o n u e stra s d octrinas confirm adas” y “L a E n cu esta sobre ta m e n te toda h u ella de individualism o en m . Georges D eherm e. (N ota
la M onarquía y la clase obrera” de M. Georges Valois. (N o ta de 1909.) de 1909.)
628 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA CONCLUSIÓN DEL SEGUNDO LIBRO DE LA ENCUESTA 529

a cuya cabeza iba el Voltaire, han empleado a uno de sus co­ á República se puede decir todo, pero que no se puede decir
laboradores, M. Albert Maybon, en buscar opiniones en respues­ en favor suyo. Absolutamente nada. Los antiguos devo-
ta a Ja encuesta de M. Maurras. B ajo este título, que subrayo os de la diosa Razón no tienen ya un solo argumento razona-
deplorándolo, porque tiene el defecto de ponerme demasiado en 'e que hacer. Los antiguos fieles de la Ciencia se ven redu­
evidencia, M. Maybon ha recogido más de una conversación cidos a alinear, frente a los teoremas de política natural, una
elocuente o interesante y, como adrede, no ha producido una edia docena de vergonzosos prejuicios cuyo origen confesio­
sola idea. E l único de sus interlocutores que ha sabido plan­ nal y cuyo sentido mistagógico no dejan lugar a dudas para
tear bien el problema ha sido M. Léon Parsons h Él se ha ningún espíritu cultivado.
dado cuenta de cuál es la alternativa: colectivismo o monar­ Y esto no es más que su primer punto flaco. E l segundo es
quía. Y yo me complazco en tomar nota de esta fórmula. que no son capaces de reconocerlo. N o son capaces de decir:
L a sorpresa de los republicanos ya era significativa. Y su “Somos los sacerdotes de una religión en la que la fe prescinde
tono escandalizado no podía dejar de provocar algunas refle­ de pruebas”, ni menos de balbucear: “E s asunto óie corazón y
xiones en todos los espíritus que eran capaces de hacerlas : no de cabeza” 1. Están condenados a presentarse como racio­
"S í, no es broma” {exclamaba, por ejemplo, La Lanterne, ór­ nalistas irreligiosos, científicos, al tiempo en que la ciencia y
gano de M. Millerand, a la sazón ministro de Comercio); “Sí, la razón, según las autoridades menos religiosas, les infligen
no es broma: M. Paul Bourget pretende que la forma repu­ nuevas condenaciones.
blicana está condenada por la ciencia y que sólo la Monarquía es Les queda un refugio, pero también es otro título de fla ­
capaz de operar la selección que es ley de la naturaleza.” A esta queza, ya que consiste en mantener secretas sus debilidades,
expresión de sorpresa, a este no es broma que hace pensar en
¡a M onarquía h ab ían sido acum ulados por mí desde los comienzos del
La hija de Madame Angot, no añadía el periódico ministerial affaire D reyfus, es decir, en noviem bre de 1897. (N ota de 1909.)
más que unas cuantas payasadas sobre el modo como la Monar­ 1. C u atro años después de la E n cu esta sobre la M onarquía, Mon-
sieur B ouglé h a publicado su libro L a dem ocracia ante la ciencia
quía organizaría la selección. Bien o mal, la organizaría, y
(Alean, 1904). M. Bouglé niega por igual a la “ciencia" el derecho
este es un extremo que La Lanterne no se atreve a discutir, de p ro b ar que la dem ocracia no tiene razó n y la posibilidad de m os­
y bastaría este extremo para dejar sentada la inferioridad del tr a r que la tiene. R ecusación por incom petencia. E l “m edio” es bas­
ta n te divertido. P ero lo consigue todo m enos d esv irtu ar nuestro a ta ­
régimen democrático republicano, cuyo principio es, en efecto,
que. P o rq u e M. Bouglé (pág. X ) entiende por “ciencia” tina ciencia
hacer imposibles toda selección, toda organización. De con­ n a tu ra lista de las costum bres, cuyas “prem isas” d aría “la biología".
siguiente, el principio democrático republicano está en opo­ T, sobre e ste punto de las aplicaciones de la biología o de la fisiología
a la política, y a hemos dicho lo que teníam os que decir, a propósito
sición formal a las leyes científicas de todo progreso. N o hay
de la c a rta de M. P a u l B ourget (pág. 286. en nota).
de qué pasmarse: son los rudimentos. O tra cosa m uy d istin ta es la ciencia de las instituciones fu n d ad a
Pero, más que su sorpresa ante verdades tan elementales, sobre la h isto ria an alizada. P ero aquí M. Bouglé elude el debate,
después lo ap laza y, finalm ente, se escapa por la tangente. E n esta
ha servido, para informarnos y aleccionarnos, el resignado escapatoria, el a u to r no s e a tre v e a decir claram ente que la R e­
silencio de los republicanos, o, lo que viene a ser lo mismo, su pública es u n a religión en la que la fe prescinde de pruebas. P ero
manera de hablar por no callar. Tres años de discusión escrita define el m ovim iento dem ocrático como “la voluntad de conform ar
cad a día m ás, llevando lo m ás lejos posible el respeto a las personas,
y oral, pública y privada 2, me han enseñado que en contra de1 2 la organización social a los anhelos del esp íritu ”.
F a lta u n a m ayúscula en e sta ú ltim a p ala b ra sacad a del A poca­
lipsis. E s ta fórm ula de m isticism o se e n cu en tra en la p ág in a 290 del
1. M. Léon Paraons era el je fe de se c re ta ria de M. B riand, ministro libro de M. Bouglé; diez páginas m ás allá, va seguida de u n a de­
de Instrucción pública en el g abinete S arrien-C lem enceau y en él p ri­ claración com pletam ente análoga, en la que el a u to r m anifiesta un
m er periodo del ministerio Clemenceau. H oy desem peña funciones a n á ­ escepticism o to tal con relación a los datos de la experiencia h is tó ­
logas cerca de M. Doumergue, en el mismo M inisterio. (N ota de 1909.) ric a y geográfica: u n a “norm a o bjetiva” es “indeterm inable” (p ág i­
2. H e d>e recordar que los elem entos esenciales de la E n cu esta sobre n a 800). P roclam a, pues, el fracaso de la “ciencia" a fin de poder
34
530 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

pero ¡qué pobre recurso éste!, porque todo se sabe, o se sabrá.


Un día u otro, el pueblo acabará p o r enterarse. Y la flor del
pueblo, a la que precisamente dirigimos nosotros nuestros má
enérgicos llamamientos, la flor del pueblo industrial y del
pueblo agrícola, no tardará en hacerse sobre este punto las,
reflexiones que más quisieran evitarse. Veinte años de instruc­
ción primaria superior distribuida en nombre de la Repúblic
han dado como resultado el desarrollar en esta zona escogida,
del pueblo el sentimiento de la alta dignidad de las ciencias,
el culto de la verdad desinteresada. Siendo, como es, la contra­ EL TERCER L IB R O
dicción y el mal, la República democrática habrá preparado,
BB LA
pues, por este lado y con sus propias manos, el medio seguro
de su destrucción. L o que tiene que ocurrir, ocurrirá: el hu­
milde y miserable fetichismo republicano será destruido por
su fetichismo de la ciencia; la República perecerá bajo la pal­
ENCUESTA
meta gratuita, laica y obligatoria que nos ha tendido para
que le pegáramos... SOBRE LA MONARQUÍA
Tanto, pues, como sus crímenes y derroches, la miseria
lógica de los republicanos trabaja por la Monarquía. Esto lo
ven ya fuera de Francia. Los espectadores un poco lejanos se
han dado cuenta de la utilidad de nuestra campaña por la tur­
bación evidente en que ha sumido a nuestros contradictores. JTJLES LEMAITBE Y SU AMIGO
Ingleses, italianos, rusos, alemanes, austríacos y americanos,
1903
los primeros periódicos de ambos continentes, han tenido que
registrar, no sin sorpresa, pero de buena fe, que Francia no es
todavía una Suiza. Si los monárquicos saben organizarse lo
mismo que han sabido leer, aplaudir y comentar los escritos
de sus Príncipes; si comprenden que somos los dueños de un
terreno inexpugnable en el que el macilento adversario no se
aventura ya, cada uno de sus avances será saludado desde fue­
ra como una resurrección del espíritu público en Francia, y el
Extranjero no hablará de ello sino con temor y admiración y
alguna vez con esperanza, ya que un renacimiento francés ha­
bría de coincidir con una renovación de la civilización general.

decir a la “dem ocracia” que “h a y vía libre" (pág. 303). E s una ma­
n e ra como o tr a cualquiera de escoger e n tre estos dos térm in o s: de­
m ocracia y ciencia. Cosa que él no h a querido confesar explícitam en­
te, pero que h a hecho: M. B ouglé rechaza la ciencia. Su democracia
es u n a construcción de m etafísica, por o tra p a rte a rb itra ria ^ y dis­
cutible desde el punto de v ista de los m etafísicas. (N ota de 1909.)
i fuese verdad, como afirman los revolucionarios, que cual­
S quier hombre equivale a otro, las opiniones recogidas por el
autor de la Encuesta sobre la Monarquía no tendrían más va-
^ lor que el de un número bastante corto de unidades personales.
« Pero, como emanan de unos espíritus distinguidos, jóvenes, li­
bres, activos, dotados de elocuencia y don de proselitismo, nos
' Cabe el derecho de afirmar que representan y anuncian infini­
* dad de otras opinones análogas: no vienen a nosotros unos in­
dividuos únicamente, sino unos jefes de grupos, unas auténti­
cas unidades colectivas.
Cuando decimos Léon de Montesquiou, designamos, apar­
te la persona individual de nuestro amigo, a esos muchachos
de la aristocracia francesa que, tentados un momento por la
resignación y el adhesionismo a la República, o por la indife­
rencia política, se han recobrado a sí mismos y retornan a la
tradición de su estirpe. Cuando decimos Henri Vaugeois o L u ­
den Moreau, no pensamos sólo en la personalidad intelectual
y moral de nuestros dos amigos, sino en sus hermanos de inte­
ligencia: ¡tantos jóvenes franceses de educación universitaria
y tradición revolucionaria que no ven hoy posible sin un rey
le reconstrucción nacional! Y con Montesquiou, por un lado, y
Moreau y Vaugeois, por otro, no hago más que señalar dos
puntos extremos de un mundo que nace: hay, además, nume­
rosos valores intermedios, cada uno de los cuales está repre­
sentado entre nosotros. _ ^
A l primer mes de la Encuesta, se decía en cierto círculo, coñ
una cariñosa intención, que yo había “contratado” a mis ami­
gos personales. ¡Pero si no nos conocíamos antes de hablar de
política! Poco a poco, la verdad se ha ido abriendo camino.
Hoy, la acción ha rebasado en gran escala los pequeños grupos
534 ENCUESTA SOBRE'LA MONARQUÍA M. JU LE S LEMAÎTRE Y SU AMIGO 535

de nuestra vecindad. E s la conciencia francesa que va modifi­ "octrina monárquica. E n estos dos meses del otoño de 1903,
cándose por sí misma, en las zonas selectas y también en la ha consagrado siete artículos1 a la descripción, más precisa
m a sa 1, por obra de la excelsa doctrina política de que nos­ aún, por más viva, de este nuevo estado de espíritu que suce­
otros hemos sido intérpretes. sivamente llama neo-reaccionario y neo-monárquico.
Cierto que no nos ha faltado una buena ayuda. Los repu­ Habiendo alcanzado el contagio de neo-monarquismo a uno
blicanos gobernantes han hecho todo lo posible para asquear al de sus amigos, M. Jules Lemaître somete a confesión, no sin
país de su personal. Pero es el mismo país, por el esfuerzo es­ curiosidad, a este neófito. Se preguntaban muchos qué conclu*
pontáneo de una dolorosa reflexión, quien se ha asqueado del j sión sacaría M. Lemaître. Pero ¿qué conclusiones saca un na­
régimen. Los nuevos monárquicos han apresurado esta refle­ turalista de la descripción de una planta? M. Lemaître no te­
xión espontánea. Éramos republicanos y ya no lo somos. No nía por qué sacar ninguna conclusión. Y lo h a declarado al
éramos ya republicanos: no sabíamos qué hacer, pero la “En­ terminar, pero, al mismo tiempo, ha expuesto dos hechos a la
cuesta” nos impulsa a hacernos monárquicos. Estas frases resu­ consideración de su público:
men el contenido de innumerables cartas. Idéntico es también el 1. ° H ay unos nuevos monárquicos, reclutados en el área
sentido de innumerables conversaciones. del republicanismo y del bonapartismo.
Todos estos buenos ciudadanos, quejosos de lo que es, em­ 2. ° Se han hecho monárquicos por razones de peso y que
piezan a dar un nombre, un nombre propio y preciso, a lo que parecen justas, serias y poderosas si se las m ira de cerca.
debe ser para poner fin a sus quejas. Maduran nuestra fórmula
de un Gobierno apetecible, en favor del que valga la pena de
actuar y en nombre del cual la oposición pueda unirse.
m
A l publicar, en 1900, las reflexiones de los veinte colabo­
H radores de la Encuesta *, procurábamos completarlas y criti­
carlas en la medida en que se alejaban de nuestros principios.
N o se ha engañado la sagacidad política de M. Jules Le­ Idéntica tarea se impone hoy al transcribir el diálogo de Mon­
maître sobre el valor de este movimiento de los espíritus. El sieur Lemaître y su amigo. Ambos merecen aplausos y ambos
presidente de la L ig a de la Patria francesa no ha querido exa­ reclaman objeciones, comentarios y críticas. Se impone tam­
ge ra r su importancia. Pero él no es de aquellos que no recono­ bién que saquemos nuestra conclusión propia.
cen el interés práctico de las ideas más teóricas en apariencia. Pero, temiendo todo lo que hace inútiles las discusiones, he
Aquellos que nos piden hechos, aquí tienen uno: la rápida mo­ querido que se conozca exactamente su opinión. A quí va, pues,
dificación de los espíritus. transcrita de arriba a abajo 3. E l lector hallará a veces una
E s tal, en efecto, que una de las primeras inteligencias de nota al pie de una página, escrita por mí, salvo indicación en
nuestro tiempo y, sin disputa, la más fina y clara, lo ha juz­
1. E n L 'E cho de Paria.
gado merecedor de un detenido estudio. M. Lemaître había 2. L a E n c u e sta no quedó cerra d a del todo en los afios siguientes.
empezado, el invierno último, por una exposición benévola, pero M. J e a n R ivain la continuó en la re v ista de A ctio n F rançaise, en los
n ú m ero s de 15 de enero, 15 de febrero, 1 de ab ril, 1 de m ayo y 1 de
crítica, de las teorías plebiscitarias de MM. Paul Dérouléde
o ctu b re de 1S03, interrogando a MM. D elaire, E tch ev erry , D eherm e,
y Georges Thiébaud, y aprovechó la ocasión para examinar la V. de M arolles, J e a n G rave y B aum ann. (N ota de 1909.)
3. A p esar de n u e stra s discrepancias políticas, M. Jules L em aître
1. E ] útilísim o M anual del monárquico, escrito por M. F irm in Bac- h a tenido la atención, con u n a am abilidad que infinitam ente le a g ra ­
connier, d e m u e stra cuál e ra el grado de necesidades nuevas que en dezco, de au to rizarm e a reproducir su tra b a jo Un nouvel é ta t d’esprit.
1905 se h a b la n m anifestado en el público m onárquico. (N ota: de 1909.) (Juven, editor.)
536 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

contra. E l opúsculo acaba con unas observaciones encaminadas


a dejar sentado con claridad en qué nuestra doctrina es algo
más que una doctrina y en qué es un plan de acción: un plan
de acción inmediata y aun el único plan de acción inmediata
posible, práctico, hábil, prudente, razonable y susceptible de
dar un buen resultado. U N N U E V O E S T A D O D E E S P IR IT U

POR M. JULES LEMAITRE

14 de setiembre de 1903.

O importa el lugar de la acción, en el Oberland bernés.


N U n domingo por la mañana, al salir del hotel, me en­
cuentro con uno de mis más antiguos camaradas. Cambiamos
algunas frases afectuosas y, de pronto, él me dice: “Me voy a
misa.”
A estas palabras, yo adopto un aire de interrogación. Yo
sabía que mi amigo vivía completamente apartado de toda fe
confesional y de toda práctica religiosa, y hasta lo había co­
nocido muy irreverente con las gentes de iglesia.
Él continuó: “ ¡Oh!, no es que me haya hecho creyente. Sólo
que, te voy a decir... H ay aquí, como en todas las “estaciones”
un poco elegantes de este país, una capilla protestante, muy
cómoda, con anchos bancos relucientes, un hermoso púlpito y
un soberbio órgano. Durante la semana, algunas mises vienen
aquí a entonar cánticos con unos aitones muchachos ingleses,
correctos e imberbes. Y , los domingos, ni un solo viajero pro­
testante falta al “servicio divino”.
”En cuanto a la capilla católica— que descubrí por casua­
lidad— , es sencillamente un subterráneo, una antigua bodega
en el subsuelo de un hotel de tercer orden, arreglada como se
ha podido. Encima del altar han pegado unas estrellitas dora­
das en un papel azul. L a sala es capaz para catorce perso­
nas; las demás oyen la misa en el jardín. Vienen allá algunas
LA RESPUESTA DE M. JU L E S LEMAÍTRE 539
538 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

oprimido, el más humillado. Se le llena a uno la boca de hiel


buenas gentes de Jos alrededores, campesinos, que se arro­
dillan encima de la hierba. El espectáculo es muy bonito cuan­ 'hasta a 2.000 metros de altitud- y en el aire divinamente puro
do hace buen tiempo. *de los glaciares.
’’Esta miseria me ha conmovido. A l principio, fué una es­ í ’’Estoy descubriendo en mí un sentimiento que me asusta
pecie de enternecimiento lo que me llevó, los domingos, a la un poco: odio mucho más a un cierto número de mis compa­
pobre capillita católica. Y , después, me pareció que, puesto que triotas que a un grupo cualquiera de extranjeros. H a y france­
los ingleses iban a su misa, yo debía ir a la mía, para demos­ ses con los que yo no siento que tenga nada de com ún1. Y es
trarles que Dios no es de su propiedad exclusiva, como estarían que son a la vez demasiado malos y demasiado estúpidos. ¿En
bastante tentados da creer. nombre de qué persiguen? ¿En nombre de la ciencia y de la
verdad? ¡Pobre gente! Pero ¿de qué verdad? ¿ L a eternidad
“Además, estaba seguro de encontrarme allí o con fran­
de la materia? ¿ L a generación espontánea? ¿ L a selección na­
ceses, o con gentes que “sienten” lo mismo que nosotros sobre
tural? ¿ L a evolución? ¿ E l progreso? ¿O el lugar eminente y
los puntos esenciales; que, como nosotros, han heredado de
oscuro del pitecántropo en la escala de los vertebrados? Pero
sus padres esta manera de sentir y que celebran con los mis­
¿cómo estas “verdades” pueden conferir a mía banda de faná­
mos ritos que nosotros el nacimiento, el matrimonio y la
ticos el derecho de impedir a unos hombres y unas mujeres de
muerte... H ay una impresión que desde hace cuatro o cinco
Francia el que vivan, vean o entiendan el mundo, se regocijen,
años experimento con mucha más fuerza, y es que, al pasar
lloren, sufran, esperen, recen y se engañen a su manera?
la frontera, me siento menos extraño en país católico. Ha3ta
’’Como es natural, mi odio de los proscriptores se convierte
cuando nuestra religión se reduce a un recuerdo, a una cierta
disposición hereditaria de la sensibilidad, es por ser católico 1. A quí tiene M. R ano u n buen te m a p a r a un articu lo . Porque
tanto como por ser francés por lo que uno se siente distinto M. R ano a c a b a de im p u tar al presidente de la L ig a de la P a tr ia fra n ­
cesa intenciones se p a ra tista s. M. R anc h a de sa b e r que la separación
(p or lo demás, sin odio alguno) de un inglés o de un alemán y a e s tá h ech a y que es o b ra su y a y de sus am igos. Al perseguir
del Norte. todo cu an to F ra n c ia am ó y honró, estos caballeros pierden el rango
"Pero he de decirte todo. Si voy a la capillita de las estre­ de franceses. P ero ¿acaso lo h a n tenido ja m ás?
No hablem os de los pobres electores anticlericales, de los conduci­
llas de papel dorado, es, en el fondo, y sobre todo, porque me dos, que pertenecen, por desgracia, a n u e s tra ra z a y a n u e s tra len­
acuerdo de que en nuestro país hay unos salvajes que, si esta gua, pero que casi no son responsables de n a d a . L a m ayor p a rte de
su s conductores son judíos, ex tran jero s n atu ralizad o s o hijos d e ex­
capilla estuviera en Francia, la cerrarían, y que, si esta capi­
tra n je ro , de estos extranjeros a los que nosotros llam am os “m etecos”,
llita perteneciera a unas religiosas, las arrojarían a la calle, o bien p ro testan tes, es decir, franceses separados desde hace 300 años
sin excluir a las de ochenta años, y les robarían su casa y su de la com unidad nacional y form ados en el seno de u n a pequeña pan­
dilla, c e rra d a y triste , pero activa, rica y celosa de lo que ella llam a
jardín. su s d erechos; por tanto, prodigiosam ente influyente.
"Protesto, pues, a mi manera. N o puedo con ello. En ade­ L a francm asonería, de que ta n to se habla, no es m ás que el punto
lante, uno no puede ya gozar tranquilamente, ni en el extranjero, en q u e convergen los cabecillas judíos, los cabecillas p ro te sta n te s, los
cabecillas metecos y sus servidores políticos. E l viejo partido rep u b li­
de la montaña, del bosque o del mar. E l “bloque” nos los enve­ cano no es o tra cosa que la fran cm aso n ería ap licad a a la política.
nena. Hasta en estos refugios a donde se viene para olvidar, Cuando uno quiere definirse la R epública dem ocrática, tie n e que
está uno obsesionado por las cosas de casa, por la maldad so­ d ecir: es el gobierno de un partido. Y, si se quiere sab er cuál es el
p a rtid o que gobierna, desde hace veinticinco años, la tercera R ep ú ­
brenatural de los individuos que nos gobiernan, por esta per­ blica fran cesa, h a y que resp o n d er: —E s el partid o judío, el partid o
secución, la más inepta y cobarde que se ha visto desde el p ro te sta n te y el partido m eteco confederados jen la fran cm aso n ería. Me­
jo r a ú n : —Los cuatro E stados confederados: judío, pro testa n te, m a­
Terror. Y se sufre más cuando se piensa que semejantes co­
són, m eteco, y a que estos cu atro partidos e stá n organizados en s i mis­
sas no se ven más que en nuestro país y que Francia es, en m os y e n tre ellos como verdaderos E stados, unos E stados d iferen tes
estos momentos, el más desdichado de los pueblos, el más del E sta d o fran cés y aliados c o n tra él.
540 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA LA RESPUESTA DE M. JU LE S LEMAÎTRE 541

en simpatía para aquellos a quienes ellos proscriben. Yo desco­ “Seguiré mi confesión hasta el fin. Yo reprocho a los ban-
nocía casi los cánticos de iglesia; hoy, voy a oírlos siempre que Jdos que nos sojuzgan el haberme casi hecho un alma de
tengo ocasión de hacerlo, y, lo confieso, estas melodías secula­ igrado” 1. L a Francia que les debemos es tan vil, por mal­
res, estas invocaciones tiernas y suplicantes hacia un no se dad de unos y pusilanimidad de otros, que me cuesta seguir
sabe qué que está tal vez más allá del mundo, me conmueven queriéndola en el presente. Así es que la quiero doblemente en
hasta lo más hondo del corazón... ¿ Y qué cosa más hermosa su pasado. Es a él a donde yo he “emigrado” , sus viejos libros,
que los conventos, estos oasis de paz y de socialismo aplicado! su historia, sus viejos monumentos de arte. Y no es culpa
U n Gobierno inteligente debería verlos con benevolencia y fe­ mía, pero sucede que lo que hay de más encantador y más
licitarse de que un número notable de ciudadanos y ciudada­ conmovedor en este pasado fué casi siempre católico2. De
nas hayan encontrado en estos asilos la vida que les conviene, este modo, a pesar mío, voy “clericalizándome”. N o creo en
vida, por lo menos, inofensiva, cuando no es altamente bien­ este poema metafísico que es el dogma romano, pero amo su
hechora. Sin contar con que estas antiguas formas de vivir belleza y conozco su repercusión saludable sobre la vida de los
ponen un poco de variedad y de gracia en la vulgaridad de hombres. Veo que el Catolicismo es la religión que mantiene
la humanidad contemporánea... ; Y pensar que ciertos amigos con lo desconocido las relaciones más dramáticas, las más apa­
ilustrados de los perseguidores actuales se deshacían, ayer, sionadas y, en una palabra, las más provechosas para la mora­
de enternecimiento en Fiésole o San Marco de Florencia! lidad. Y o no me atrevería a decir como Renán: “U n campe­
¿ Es que se han vuelto locos ?... sino sin religión es el más feo de los brutos”, pero, con todo,
esta frase, que hubiera suscrito Voltaire, me da que pensar.
1. M. Jacques B ainville c ita b a a este propósito en la G azette una
¡He visto tantas humildes vidas virtuosas cuyo alimento se­
curiosísim a pág in a de M. A natole F ran ce, sa c a d a del Jardín de Epicuro
y que dice a sí: creto estaba en el Catecismo nada más!... Y , finalmente, el
"...L a vida religiosa a su s ta a la n a tu ra le z a y, no obstante, tiene una.? anarquismo de los perseguidores, su impotencia para construir,
razones de ser y de p erd u ra r. El pueblo y los filósofos no siem pre a l­
canzan estas razones. Son profundas y tocan a los m ás grandes mis­ me hace gustar naturalmente de lo que hay en la Iglesia de
terios de la n a tu ra le z a hu m an a. El clau stro h a sido tom ado por asalto ordenado, de jerarquizado, de bueno para unir a los hombres
y derribad o : sus ru in as d esiertas se h a n vuelto a poblar. A lgunas al­ y mantener las sociedades humanas.
m as v an a él por u n a inclinación n a tu ra l; son alm as claustrales. Como
son inhum anas y pacificas, abandonan el mundo y se sepultan gozosa­ san d o a la s m onjas. L a n atu ra le z a es m ás v a ria de lo que los drago­
m ente en el silencio y la paz. O tras m uchas han nacido cansadas. No nes filósofos cre e n ; reúne el sensualism o y el ascetism o en s u seno
tienen ninguna curiosidad. Se a rra s tra n in ertes y sin deseos. No sa ­ in m en so ; y, por lo que to ca a los conventos, preciso es que el m ons­
biendo ni vivir ni m orir, a b razan la vida religiosa como un mínimo tru o se a am able, puesto que es amado y que no devora m ás que a
de vida y un mínim o de m uerte. O tras son llevadas al claustro por v íctim a s voluntarias. E l convento tiene sus encantos. L a capilla, con
razones im previstas. E llas no preveían este final. Inocentes heridas, su s vasos dorados y sus rosas de papel, u n a V irgen p in tad a en colo­
u n a decepción precoz, u n secreto duelo del corazón, les h a estropeado res n a tu ra le s e ilum inada por u n a luz pálida y m isteriosa como el cla­
el universo. Su vida no se coronará de fru to s; el frío les h a helado las ro de luna, los cantos y el incienso y la voz del sacerd o te: he aq u í las
flores. Ttivieron dem asiado pronto el sentim iento del m al universal. Se p rim eras seducciones del c lau stro ; algunas veces pueden m ás que las
ocultan p a ra llo rar. Q uieren que se las olvide. Quieren olvidar... H ay del m undo.
otras, en fin, a las que a r r a s tr a al convento un anhelo de sacrificio y que 1. No sabem os si alegrarnos de la m aldad de los tiempos que ha
quieren h a c e r de sí m ism as u n a entrega total, en u n abandono mayor hecho volverse h acia un pasado glorioso el pensam iento de M. L em altre
a ú n que el del am or. E sta s, m ás raras, son las v erd ad eras esposas de o g r ita r : —¡Jeru salén , G inebra y el tem plo de H ira m no son cosas fra n ­
Jesucristo. L a Ig lesia le3 p rodiga los dulces nom bres de lirio y de rosa, cesas! L a v erd ad era F ra n c ia m oderna no e stá allí. E s tá con quienes
de palom a y cordero; p or boca de la R ein a de la s Vírgenes, les prome­ sienten, hab lan y escriben en fr a n c é s : ¡ e3tá con usted, M. L e m a ltre ! Los
te la corona de estrellas y el trono de candor... em igrados son ellos (o los inm igrados).
"...H oy (las religiosas) tom an el velo porque quieren tom arlo. L o de­ 2. Y lo que tu v o este pasado de poderoso y de sólido, ¿acaso no fué
jarían s i les gustase dejarlo, y y a veis como no lo hacen. Los drago­ tam bién, y casi siem pre, de origen real o de sentim iento m onárquico?
nes filósofos a quienes vem os forzando los claustros en los vaudevilles E sto es lo que el amigo de M. Jules L em altre v a a p reg u n tarse en
de la Revolución, se quedaron contentos invocando la n atu ra le z a y ca- seguida.
LA RESPUESTA DE M. JU L E S LEM AÎTRE 543
542 ENCUESTA SOBRE LÀ MONARQUÍA

si yo he creído antaño en las excelencias del 89. H e sido inge­


”Y después... yo respeto mucho a los protestantes..., pero,
nuamente republicano. M e estrémecí de indignación el 16 de
¿tú ves?, el Catolicismo sería hoy completamente exquisito sin
mayo, hasta fu i antibulangista, cosa que hoy m e sorprende
la funesta Reform a. Cherbuliez, espíritu auténticamente li­
un poco... *. M e he desengañado por completo de mis ilusio-
bre, aunque protestante, lo h a dicho en uno de sus libros.
l nes. E l solo bien que los acontecimientos últimos han repre-
L a Iglesia h abía venido a ser p a ra los pueblos una vieja casa
i sentado, p a ra mí y p a ra otros, es que y a no nos engañamos
hospitalaria y cóm oda: los sabios y los filósofos empezaban a
con ciertas palabras, ni poco ni mucho. H a n abusado tanto de
arreglarse en ella; el mismo dogm a se hacía m ás adaptable,
ellas, tan cínicamente, que han perdido p a ra nosotros todo sen­
o, por lo menos, no se pensaba demasiado en él... Este movi­
tido... P o r otra parte, en este tiempo, he leído, o vuelto a leer,
miento bonachón hubiera continuado... N o puede negarse que
a Comte, a L e Play, a Balzac, a Taine, a Renán, y he visto
había abusos : simonía, venta de indulgencias {d el mismo modo
que la s cabezas m ejor organizadas del siglo pasado execraban
que los gobiernos laicos tienen sus Panam ás y sus tráficos de
condecoraciones). P ero hubiera bastado con un buen P a p a para la Revolución, su espíritu y sus obras. G racias a sus lecciones,
corregir estas lam entables relajaciones. A l alzarse, no contra y también a mi experiencia personal, he comprendido que el
los abusos, sino contra la misma Iglesia, el m onje Lutero y el sufragio universal, la democracia, el gobierno del número, son
clérigo Calvino, hombres odiosos 1, trajeron la R eform a, que nos el absurdo mismo, y que una R epública parlam en taria acaba,
ha valido la Orden de los Jesuítas 123y el encogimiento del dog­ fatal y mecánicamente, por en tregar a un pueblo a los ele­
m a y que dió motivo, durante mucho tiempo, a una intoleran­ mentos peores que éste contiene. L a única conquista de la
cia católica que corría parejas con la de los reformados... Es Revolución ha sido la igualdad civil, que hubiéram os alcanza­
una pena... Sin ello, h abría todavía una “ cristiandad” *; toda do tam bién sin ella; sus otras “conquistas” son otros tantos
E u ro p a tendría hoy una misma religión simplemente tradicio- desastres... ¡A h ! N o me olvido de que la superstición de la
nalista y ritual, que acaso resultara deliciosa... Sonríes... Estoy Revolución y de la R epública persiste aún en el espíritu de
dándote una ración de historia un poco demasiado... a lo M i­ muchos ciudadanos honestos. L e Temps, p o r ejemplo, órgan o
chelet, aunque con un sentimiento diametralmente opuesto. P e­ de la burguesía adinerada, al mismo tiempo que clam a a diario
ro no dudes de que h ay algo de verdad en lo que te digo. por los males que nos matan, sigue vendido a lo que es causa
"M i transform ación m oral no p a ra a q u í4. Bien sabe Dios de los mismos 2. Pero yo ya no soy de esta religión (porque
es una religión, ni más ni m e n o s ); me he emancipado, deci­
1. "E l m o n je L u te r o y el clérigo C alvino, h o m b res odiosos": esta didamente; ¡han hecho demasiado!
f r a s e d e b e ría re p e tirs e sin c e s a r com o u n e p íteto h om érico. ”E n una p a la b ra : hoy soy lo que se llam a un “ reacciona­
2. C onviene re c o rd a r q u e M. J u le s L e m a ître defendió en o tra o ca­
sió n a los ele g a n te s y d o cto s je s u íta s de los siglos x v n y x v l l l fre n te a rio ”, exactamente lo mismo que los grandes hom bres que aca­
su s enem igos ja n s e n is ta s , “h o m b res odiosos” tam b ié n . P a r a se r justos, bo de nom brar. Y a comprenderás que no me avergüence de
a ñ a d a m o s q ue la su b lim id a d d e P a s c a l h a c e to le ra b le el odioso ja n se ­ ello. E s t a palabra malsonante no tiene m ás que un sentido rela ­
nism o, m ie n tra s qu e n i el clérigo C alvino n i el m onje L u te ro a p o rtaro n
n a d a sublim e. tivo: h a y que empezar por saber con relación a qué es uno
3. N o se s o n r ía n a d ie d e e s ta p a la b ra . L a C ris tia n d a d rep re se n ta
en el p a s a d o n a d a m enos q u e los E sta d o s U nidos de E u ro p a .
4. Si, p e ro a qui com ienza. L o c u a l re p re s e n ta u n a p ro fu n d a verdad la E n c u e s ta sobre la M onarquía titu la d a P o r la A c tio n F ra n ça ise, a
psicológica. O c u rre a m en u d o q u e s e a n u n c ie a tra v é s d e u n a com­ la f e católica. (N o ta de 1909.)
p re n sió n s im p á tic a del C ato licism o la afición y el a m o r a la a n tig u a 1. ¡C u á n to s e sp íritu s re c to s se so rp re n d e n de ig u a l m odo de h a b e r
F ra n c ia . A veces, el m ovim iento s e p ro d u c e al re v é s y él sen tim ien to sido d re y fu s is ta s ! E n el a ffa ir e próxim o, e s ta r á n a n u e s tro lado.
del o rd e n po lítico lle v a a ju z g a r s a n a m e n te el o rd en religioso. In c lu ­ 2. R e s u lta c a si in decoroso el in te rv e n ir a c a d a p a so en e ste a d ­
so h a n lleg ad o a p ro d u c irse con v ersio n es relig io sa s a co n secu en cia de m ira b le diálogo. P e ro ¿cóm o no a p la u d ir p o r la p u r a sa tisfa c c ió n q u e
u n cam b io político. V éase, en la re v is ta A c tio n F ra n ç a ise d e 15 de n o ­ la v e rd a d p ro d u c e ?— ¡ E s e sto e x a c ta m e n te ! : ta l es el co m e n ta rio d e la s
viem b re de 1908, la c u rio sísim a confesión de un a n ó n im o a l a u to r de p e rso n a s d e cen tes.
LA RESPUESTA DE M. JU L E S LEMAÎTRE 545
544 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
que has sacado la última consecuencia y que ya no eres repu­
reaccionario. Yo soy reaccionario contra la injusticia, el des­ blicano.
orden y la opresión, contra el envilecimiento y la ruina de mi .— Querido, yo soy republicano en los Estados Unidos y en
país, contra las mentiras y las indignas mixtificaciones de que Méjico; soy republicano en Suiza; soy republicano en la Rom a
el pueblo es víctima. Y, en todo caso, estoy bien seguro de que de Cincinato; soy republicano en la Venecia del siglo x n 1.
mis sentimientos de neo-reaccionario contienen m ayor canti­ Pero es cierto que mi republicanismo es m uy tibio en Francia.
dad de razón, de libertad intelectual, de equidad, de humanidad, E l corazón no entra y a en él.
de preocupación por los intereses populares, de la que pueden — Entonces, ¿qué es lo que eres? ¿ B on apartista? ¿M onár­
abrigar un jacobino, un hum anitarista y un francm asón." quico ?
...M i amigo se separó de mí sin esperar respuesta. Pero he — Me preguntas demasiado. Y o estoy "evolucionando”, co­
de volver a encontrarlo. mo ah ora dicen. De consiguiente, no sé exactamente dónde es­
toy. Sé m uy bien qué es lo que no creo, pero todavía no estoy
seguro de lo que he de creer.
n ”N o creo que pueda salir nunca nada bueno del sistema elec­
tivo y del sistema parlam entario. A m bos engendran la tira­
3 de octubre de IS03.
nía y el desorden como fruto natural. Consulta sobre esto a
H an creído muchos que ‘‘mi am igo” era yo mismo, pero se
equivocan. Salta a la vista que m i am igo se expresa por sali­ fascícu lo de su re v ista , en 1899, e sc rib ía : “A n te todo, re a c c ió n .” "R éac­
tio n d ’a b o rd " : es u n a d e las fó rm u la s típ icas de “L ’A ctio n F ra n ç a i­
das un poco arbitrarias, sin dem asiada m esura ni ilación y s e ”. E n efecto , la sa lv a c ió n de u n enferm o e s tá en re a c c io n a r (¡v o lv er
como hombre que no tiene por qué andar con miramientos con a tr á s , c la ro !) h a s ta la p e rd id a sa lu d .
las timideces ni los prejuicios de nadie. Pero, por su cultura, 1. E n el segundo libro h a e n c o n trad o el le c to r explicaciones d e ta ­
lla d a s a c e rc a d e la s R ep ú b licas a n tig u a s y m o d e rn a s. R ep itá m o sla s b re­
por su formación, por su gran afán de independencia intelec­ v e m e n te . R o m a y V en ecia fu ero n rep ú b lic a s a ris to c r á tic a s . Su d eca­
tual, por sus yerros y sus desilusiones, representa, a mi pa­ d e n c ia com enzó con la de s u s p a tric ia d o s resp ectiv o s. E r a n , pues, Go­
recer, un grupo de espíritus que no es de desdeñar. Y esta b iern o s h e re d ita rio s, en los que el p o d er e s ta b a c o n cen trad o en u n cierto
n ú m e ro de fa m ilia s en vez de e sta rlo en u n a sola, como o cu rre en la
es la razón por la que os transcribo sus palabras. M on arq u ía.
Ultimamente me lo he encontrado andando p o r Paris. A bo­ S u iza fué, h a s ta el añ o 1848, u n a L ig a de p a tric ia d o s. C o n v ertid a en
R e p ú b lic a d em o crática, p ropende a la c e n tra liz a c ió n por el cam ino del
ca de ja rro le espeto:
rad ic a lism o . No se puede d e te rm in a r to d a v ía q u é d a r á de s i e s ta te n d e n ­
— Puesto que comenzaste, acaba de decirme todo. cia. S en tem o s, no o b sta n te, qu e el pequeño E s ta d o suizo, g a ra n tiz a d o
— ¿ Qué todo? p o r E u ro p a e n te ra , e s tá d isp en sad o de a lg u ila s n o rm a s de política
g e n e ra l.
— Tú me contaste que la m aldad y la ignominia del “bloc” A m érica, a is la d a , s in n in g ú n riv a l poderoso a l o tro lad o del Océano,
te habían hecho simpático el Catolicismo. Añadiste que ya no v a ig u a lm e n te c e n tra liz á n d o se y tiende, p o r u n a p arte, a p erd er las
te engañaban ciertas palabras, que creías en la perniciosidad v e n ta ja s del fed eralism o y, por o tra, a a rm a rs e y p ro se g u ir u n a polí­
tic a e x te rio r ig u a l a la de los viejos pueblos europeos. ¿Q ué d a rá de si
esencial del sistema electivo1 y me explicaste por qué y en e s te im p erialism o ? ¡ E l h o m b re centauro s e r á C é sa r? E s te es otro ejem ­
qué sentido eres hoy lo que se llam a un reaccionario 1
2. Supongo plo incom pleto, u n p ro b le m a c u y a solución no p u ed e se rv irn o s de norm a,
p o rq u e es u n a in có g n ita.
M éjico, en fin, h a salid o de la a n a rq u ía m erced a la d ic ta d u ra de
1. F ó rm u la c la ra y que los m o n árq u ico s d eb eríam o s u s a r siem pre: P o rfirio D íaz que se h a a p o sen tad o en el p o d er con su fa m ilia y s u p a r ­
porque la perniciosidad esencial del s is te m a elec tivo rig e y g o b iern a ta n ­
tido. ¿Q ué fu n d a rá ? ¿A caso u n a d in a s tía ? ¿O se a b rirá d e nuevo otro
to la R ep ú b lic a p a rla m e n ta ria como la R e p ú b lic a p le b isc ita ria y el perio d o d e a n a rq u ía m á s o m enos c o n stitu cio n al?
Im perio. ' " vi T al es, en re su m e n , el e sta d o de la s p rin c ip a le s R ep ú b licas p a sa d a s
2. E l am igo de M. Ju le s L e m a itre se p a re c e e n esto al d ire c to r de y p re s e n te s, en los dos c o n tin en tes.
L ’A ctio n F rançaise, M. H e n ri V augeois, que, como le m a del prim er
35
LA RESPUESTA DE M . JU L E S LEM AÎTRE 547
546 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

Sel mundo, hasta a los obreros y los campesinos, sólo entonces


Faguet. {E l liberalismo, capítulo X V ). P o r lo demás, me he
será posible un movimiento de. opinión lo • bastan te amplio y
mezclado yo personalm ente en menesteres de cocina electoral:
lo bastante fuerte p a ra derrocar el “bloc”. L a cosa es larga.
he podido ver la s cosas de cerca y te digo que es lamentable.
¿Tres años? ¿Cinco años? ¿Diez? ¡Quién sabe! M e acuerdo de
Se necesita un g ra n estómago para pensar después de esto en
una frase de Joseph de M aistre escrita durante la revolución:
una “República decente”. E n cuanto al mejoramiento de la ley
"Cuando pienso que la posteridad acaso d ig a : “este huracán
electoral, aparte que el remedio sería insuficiente, no hay que
no duró m ás que treinta añ es”, no puedo abstenerm e de
pensar en él siquiera, puesto que la ley no podría ser mejo­
temblar.”
rad a m ás que p o r los mismos que la encuentran lucrativa tal
’’A sco y pérdida de la esperanza, he aquí todo mi “estado
como es y que están interesados en que continúe siendo lo más
de espíritu”, como tú dices pomposamente. N o veo nada que
absurda y engañosa posible.
se pueda hacer, n a d a 1. N i siquiera preveo la solución que sur­
”Se h abla de un próxim o ministerio de radicales-coloniales.
girá algún día, no sé cuándo— República consular, restauración
Dicen que pondría punto a la persecución religiosa, al tiempo
im perialista o m onárquica— , ni cómo ni por qué medios po­
que declararía “intangible”, claro está, la ley de Asociaciones.
drá surgir. L o único de que estoy seguro es de m i propio cam­
¿ Y aparte esto? E stá clarísimo que no restablecería las finan­
bio. Cambio desinteresado, puesto que, personalmente, no temo
zas, que no tendría valentía para gobernar con el concurso de
ni empero nada de ningún régimen. N i sobre el Catolicismo, ni
la derecha y que le costaría no poco trabajo el defender su pro­
sobre la. Revolución— ni, de consiguiente, sobre la s dos fo r­
pia existencia contra los socialistas y los apaches. N o cambiaría
mas m onárquicas que Francia ha conocido— , no siento lo que
mucho las cosas y no duraría ni tres meses. P ero es que, ade­
antes sentía. A caso me equivoco otra vez, pero, com o m i cam­
más, estoy convencido de la solidez del Ministerio a c tu a l1. Este
bio lo han determinado, no un capricho o m i interés personal,
d u rará todo lo que quiera, puesto que se apoya a la vez sobre
sino unas realidades, .pasadas y presentes, de que antes no me
lo que h ay de peor en la nación y sobre lo que h ay de peor en
había dado cuenta, no puedo dejar de pensar que ahora veo
lo que sirve de alm a a sus partidarios. Y, salvo un caso de in­
más claro y que me engaño menos 2.
vasión y de desmembración, Francia es aún lo bastante rica y
”T ú te acuerdas del irrazonado apasionamiento de mi repu­
lo bastante indiferente e inerte para su frir este régimen du­
blicanismo durante las postrimerías del Im perio y hasta bas­
rante años.
tante tiempo después. L a República se m e aparecía como el
’’A lgu n os dicen que la salvación no puede venir más que de
régim en de la virtud, de la justicia, de la libertad, de la igu al­
la crisis financiera. Sólo cuando el mal m aterial sea general,
dad, de la fra te rn id a d ; luego he visto que e ra fatalm ente lo con­
cuando la creciente desproporción entre los gastos públicos y
trario de todo esto. Creía en la Revolución tal como la con­
los recursos, cada día menores, haga sentir sus efectos a todo
taban los Lam artine y los Michelet y hasta los m anuales de la
1. E r a el m in iste rio Combes, co nstituido en ju n io de 1902 y que du­ enseñanza secundaria. E n este punto,, era de una credulidad sin
ró h a s ta enero de 1905. N o h ace fa lta re c o rd a r su s crím en es : desorga­
límites y me encontraba en una disposición de espíritu propia­
nización del E jé rc ito p o r A ndré, de la M arin a p o r F e lle ta n , la s fichas,
la re v isió n del a ffa ire D rey fu s, el a ffa ire de los c u a tro oficiales D a u tri­ mente religiosa.
che, H ollín, M aréch al y F ran ço is, la persecución religiosa, el a se sin a ­ ’’¿ P od ía ser de otro modo? Cuando e ra niño, me decían:
to de S yveton, Y, con todo, fu é la b o fetad a de Syveton lo que acabó
m a ta n d o el M inisterio. T an cierto es que la sa lu d p ú b lic a depende a
1. A q u í nos p a re c e q u e cabe u n a b u e n a d iscu sió n y q u e , s a b r é este
m enudo de u n acto de b ru ta lid a d oportuno. L a solución, p o r lo dem ás,
no fu é sino p a rcial. Combes fu é su stitu id o p or R ou v ier, el cual hizo p u n to , el a m ig o de M. J u le s L e m a ltre p o d rá h a c e r n o pocos p ro g re ­
v o ta r la ley de sep aració n y soportó “la hum illación sin p rec e d e n te s” sos. Y a se v e rá q u e los h a c e en l a s e rie de la s c o n v e rs a c io n e s si­
de d im itir a l m in istro de N egocios E x tra n je ro s p o r ex ig en c ia del em ­ g u ie n te s.
p e ra d o r a le m á n . N in g u n a violencia se rá v e rd a d e ra m e n te ú til si no 2. P e rm íta se n o s q u e su b ra y e m o s e sta s ex plicaciones so b re el m é­
tien d e a d e rr ib a r la R ep ú b lica e in s ta u ra r la M onarquía. (N o ta de 1909.) todo q u e h a seg u id o el am ig o de M. Ju le s L e m a ltre .
548 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA ' LA RESPUESTA DE M. JU LES LEMAÎTRE 549

¿Ves, pequeño?: sin la Revolución, tú, hijo de campesinos, no — V a s lejos.
h ubieras podido llegar a ser nunca igual a los hijos del señor — E n estos últimos tiempos, no ha habido m ás que Taine
del castillo. Este señor no pagaría impuestos. Tú no podrías y Renan que nos hayan dicho la verdad sobre esto. Verdad
elevarte por encima de la condición en que has nacido. ¡Piensa, es que estos dos son alguien.
pues, si debes bendecir la Revolución! ¡Q uá indecente toma­ ’’A llá alrededor de los dieciséis años, yo devoraba L e s C M -
d u ra de pelo! E n sus “cuadernos” del 89, la nación, toda ella tirmmts. Creía de buena fe que el golpe de Estado de diciem­
monárquica, reclam aba esencialmente la libertad y la segu­ bre era el m ayor crimen del siglo y que hombres como Saint-
rid ad personales, la igualdad civil, la periodicidad de los E s­ A rn au d o Baroche eran unos sencillos malhechores. Después he
tados Generales y que éstos aprobaran los impuestos. Y estas reconocido la impropiedad de los epítetos de Hugo. Casi todos
cosas el rey las concedía, salvo algunas restricciones de de­ los ministros del Im perio han sido unas decentísimas personas
talle, en la declaración de 13 de junio de 1789. Verdad es que y han muerto pobres o medianamente acomodados. Com parad­
hubiera debido concederlas seis meses antes. Pero, en fin, los los con los políticos de la tercera República. L o s “Castigos”
miem bros del Tercer Estado, que tenían en su fa v o r la mayor resultan hoy ridículos en muchos puntos...
parte del clero, no tenían más que discutir la declaración con — ¡O h!
espíritu de buena fe, obtener del rey que com pletara su carta, — Continúo. Me indignaba con la corrupción im perial: igno­
"codificar” todo y marcharse después habiendo asegurado a ra b a la corrupción republicana. Cuando se piensa que el libro
F ra n c ia una constitución muy razonable. más inconveniente del Segundo Imperio fué Madame Bovary
”Si no hubieran estado borrachos de palabras y poseídos y que L a Bella Elena o La gran Duquesa fueron su opereta
p o r Juan Jacobo, si no hubieran, en suma, ido m ás allá de su m ás desvergonzada, uno siente la tentación de reírse de la ino­
m andato y traicionado, por consiguiente, a sus mandatarios cencia de nuestros padres. E n realidad, el Imperio, no sólo fué
— y h a y que añadir: si la conducta del rey y de la corte no un período de gran prosperidad m aterial \ no sólo hizo por
h ubiera sido estúpida— , no hubiéramos tenido revolución, ni la las “clases laboriosas” m ás de lo que ha hecho la R e p ú b lica 2,
R epública del 92, ni el Terror, las guerras de la República, sino que fué un tiempo idílico en comparación con el nuestro,
la s guerras del Imperio y el desmesurado crecimiento del mons­ una época de orden y de decencia, de literatura casi cándida­
truo Estado, todo esto p ara obtener y conservar, en fin de mente m oral y de patriotismo ingenuo. Relée un poco las no­
cuentas, una suma de libertades y ventajas positivas menor, velas de Feuillet y el teatro de A u g ie r. A lgu n os periodistas se
acaso, que la estipulada en la declaración, tardía, pero sincera quejaban de no tener libertad, pero no se veía el monstruoso
y ampliable, del recto Luis X V I. ¡O h!, convengo en que “estaba desorden de ah ora: provincias enteras oprim idas por el Go­
escrito” y que los hechos se encadenan fatalm ente. Pero la fa ­ bierno central, vejadas en sus creencias, sus costumbres lo-
talidad de los acontecimientos no me hace venerarlos... Sin la
revolución, menos “centralizados”, conservaríamos algunos 1. E s ta cu e stió n d e la p ro sp e rid a d m a te ria l b ajo el S egundo Im ­
apreciables restos de libertad y de vida municipal y provin­ perio m e re c e ría s e r d isc u tid a a fondo. E l S egundo Im p e rio se g u ía a
cial. Sin la revolución, la M onarquía francesa hubiese sido la tr e in ta y tr e s o tr e in ta y c u a tro a ñ o s de m o n a rq u ía (1814-1848), cuyos
a h o rro s y cuyos re s u lta d o s no h a b la podido a v e n ta r u n a a n a rq u ía b a s­
prim era del continente en dar una Constitución a su pueblo. ta n te c o rta (1848). E l Segundo Im p e rio consum ió y d e stru y ó , sim ple­
Y es probable que Francia ejerciera todavía la hegemonía en m en te, lo que la M o n arq u ía h a b ía creado, econom izado y cap italizad o .
E u ro p a y que hubiera conquistado pacíficamente la frontera E s to es v e rd a d h a s ta en el te rre n o m ilita r. E l ex celen te E jé rc ito
d e 1854 se d e b ía a l a ley de 1832 y a l e n tre n a m ie n to d e las c a m p a ñ a s
del Rin... Sí, cuanto más pienso en ello, con m ás claridad veo de A frica. F u é el Im p erio q uien estro p eó o dejó que se e s tro p e a ra este
que, en esto de los “beneficios de la revolución”, nos han estado in s tru m e n to de p rim e r orden. E l am ig o de M. J u le s L e m a ître v o lv e rá a
engañando lamentablemente desde hace un siglo. to c a r e ste p u n to . N osotros tam b ién .
2. ¿A caso e r a difícil?
LA RESPUESTA DE M. JU L E S L EM A ÎTR E 551
550 'ENCUESTA s o b r e la m o n a r q u ía
anarquía...” Se me dirá que la supresión de hecho de la an ar­
cales, sus tradiciones, y perdiendo m ás de lo que ganan en
quía y a es a lg o 1. P o r lo menos, es una tre g u a ; y tengo visto
form ar parte de la comunidad francesa. Y, además, entonces que, en la historia de las pueblos, la re g la es que “las cosas
Francia levantaba la voz: era todavía, sin discusión, la prime­
v ayan m al” y que los momentos mejores no son más que otras
ra potencia de E u ro pa y, de todos modos, esto halagaba, esto
tantas treguas. Pero, puesto que todas las soluciones apete­
daba un orgullo, un contento de vivir que uno llevaba consigo
cibles parecen imposibles por igual, no cuesta nada adoptar
a todas partes sin pensarlo... Siendo todavía niño, he presen­
teóricamente la mejor.
ciado varios regresos de tropas victoriosas que entraban en
— ¿ Y cuál es la m ejor?
las ciudades, cosa que no volveremos a ver.
— Todavía no lo sé. Pero, si quieres, reanudarem os otro
— E n una p a la b ra : te has hecho bonapartista.
día esta inocente conversación.”
— N o. E l Imperio, a pesar de todo, tenía, por sus orígenes,
el espíritu revolucionario, es decir, quimérico y mal enterado
de la realidad. E l emperador, buen hombre, a pesar de la pe­ m
queña "operación de policía un poco ru d a”, humanitario y car­
bonario, apenas se ocupó de otra cosa que de realizar en Europa 10 de octubre de 1903.
las boberías del humanitarismo y el romanticismo de 1848... E l
H e vuelto a ver a mi am igo y le he dicho:
resultado fué demasiado espantoso. E s imposible absolver lo
— T ú y a no eres republicano m ás que a m edias, por lo menos
que lógicamente tenía que acabar así. N o estamos bastante en­
en Francia. N o eres bonapartista, si bien haces justicia a la
terados de lo que pensaría, haría y podría un nuevo Napoleón.
F ran cia del Segundo Imperio. ¿ Qué eres, pues ? ¿ Acaso m onár­
L a política exterior del Segundo Imperio fué puramente ma-
quico ?
sónica. Adem ás, el Imperio m ilitarista dejó, en sus postrime­
Y él me ha contestado:
rías, deshacerse el E jército p o r miedo a los republicanos y los
— Si yo fu era un hombre público, o candidato a algo, te
liberales de entonces. Muchas gentes del “bloc” no tienen nin- «
contestaría: “ ¡A lto ahí, a m ig o !” N in g ú n hom bre sensato y
guna repugnancia fundam ental por el régimen que, prefirien­
do la “humanidad” a Francia, hizo a I t a l i a 1 y preparó la m olins, en la s teo rías in co m p letas de la S cien c e S o cia le y en. los p re ­
omnipotencia de Prusia. Escoged al que queráis de entre ellos ju ic io s c o rrie n te s en el m u n d o co n serv ad o r lib e ra l a c e rc a de la fu n ­
ción d e l E sta d o , cuyos ab u so s es lo único e n q u e s e pien sa, sin p re ­
y decidle en brom a: “ ¡Quién sabe si dentro de unos años, no o c u p a rs e d e s u fu n c io n a m ie n to n o rm al, T a u x ie r c re y ó d u ra n te m u ch o
será usted ministro del em perador!” Él os contestará: “ ¡Vamos, tie m p o que la c o n stitu ció n políU ca e ra u n a c u e stió n d e e tiq u e ta y de
vam os!” p u r a fo rm a. P oco a poco, fu é sin tien d o la In su fic ie n c ia de ta le s g e ­
n e ra lid a d e s. F in a lm e n te , n o s escribió dlciéndonos q u e n u e stro s p rin c i­
”Un joven de pensamiento robusto, Octave T a u x ie r*, ha pios h a b ía n acab ad o p arecién d o le la ex p resió n de u n a v e rd a d rig u ro s a
dicho: "E l Imperio suprime la anarquía, no las causas de la1 2 y los defendió con g ra n o rig in a lid a d y vig o r. S u a rtíc u lo so b re el I m ­
p e rio a que M. Ju les L e m a ître alu d e, es u n m odelo de d iscu sió n y de
c ritic a . A p areció en L ’A c tio n F rançaise del l.° de se tie m b re de 1900.
1. A I t a lia la h a b ía "h ech o ” la p rim e ra vez N ap o leó n I. E l principio S u c a r ta de a d h e sió n a la c a u s a m o n á rq u ic a es del 1 de a b ril de 1902.
de las n acionalidad es, en n o m b re del q u e se realizaron e s ta s unificacio­ E n el A p én d ice I la e n c o n tr a rá el lecto r. (N o ta de 1909.)
nes, lo exten d iero n p or E u ro p a la s tro p a s de la R ev o lu ció n y del g ra n 1. Lo q u e n o tie n e v u e lta de h o ja es q ue e sto es m en o s que n a d a ,
em perador. * , p eo r q u e n a d a , si, a l s u p rim ir la s m a n ife sta c io n e s e x te rn a s d e la a n a r ­
2. E ste jo v e n , de p en sa m ie n to ro b u sto , en efecto, h u b ie ra sido uno q u ía , s e d a a la s a s u e n e rg ía In te rn a . E l te x to d e T a u x ie r d ic e : "E l
dé ios m ás eficaces c o iab o rad o rs del m ovim iento m o n árq u ico , del que Im p e rio re p r e s e n ta u n a re a c c ió n c o n tr a la a n a r q u ía ...”. Sí, el Im p e ­
sólo h a podido p re s e n c ia r los conjienzos : ; lo h em o s perdido cuando rio q u ie re re a c c io n a r c o n tra el m al, pero no c o n tra la s c a u s a s del m al,
sólo con tab a tr e in ta a ñ o s! R e d a c to r de L 'A c tio n F ra n ç a ise desdo los lo q u e c o n stitu y e la p o lítica re p ro c h a d a a los p a s to re s p ro te s ta n te s de
p rim ero s n ú m ero s de la re v ista , en to n ces re p u b lic a n a , no tom ó p a rte L e T e m p s, p o r el am igo de M. J u le s L e m a ître en la ú ltim a p a rte de
en la Encuesta, sobre la M o n a rq u ía y h a s ta d iscu tió con c ie rta v iv aci­ su p rim e ra co n v ersación (pâg. 543).
dad algunas conclusiones de ella. N u trid o en la s q u im e ra s de M. t>e-
LA RESPUESTA DE M . JU L E S LEMAÎTRE 553
552 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

do por igual a los viejos legitim istas devotos y a los orleanis­


ambicioso se atreverá, en mucho tiempo, a llam arse monárqui­
co, ni a dejar sospechar siquiera que tiene la menor inclina­ tas parlam entarios \ P o r una parte, han laicizado, por decirlo
así, la idea monárquica y, por otra, la han separado de lo que
ción a serlo, dado todo lo que esta palabra evoca de anticuado
ellos llaman “el error del 89” . H an inventado el monarquismo
y odioso en la imaginación p o p u la r1. Pero yo soy un ciuda­
positivista.
dano independiente que busca la verdad. N o tengo que an­
— Y a lo sé. Pero ¿no te parece todo esto una broma inge-“
darm e con miramientos con electores ni correligionarios. N i
niosa?
siquiera, como no soy m ás que una unidad entre la muche­
— D e ningún modo. Los m ajaderos malintencionados que úl­
dumbre, he de tener en cuenta el interés presente de la opo­
timamente han levantado una estatua a Au guste Comte y que,
sición nacional ni el hecho de que excelentes nacionalistas sien­
como Bilboquet, han dicho: “D ebe ser nuestro” , no lo han en­
ten un miedo atroz de no ser tenidos por republicanos, el que
tendido nunca. E l espíritu del positivismo es un espíritu de
los espantan o fascinan ciertas palabras y que el am or de la
sim patía y de veneración inteligente extendida a la historia
República, a pesar de todo y suceda lo que suceda, continúa
entera de la humanidad. N o quiere d e jar perder nada de lo
siendo en ellos un sentimiento propiamente religioso, una su­
que, b a jo form as confusas, imperfectas y hoy caducadas, re­
perstición. Y o he pasado por esto y soy indulgente con ello.
sultó bueno y útil en el pasado. L o s cortes bruscos de la tra­
Pero, como ya he dicho, m e he liberado al fin. Razón por la
dición, la rebeldía total de una generación viviente contra las
que, sobre esta delicada cuestión del monarquismo, podré de­
innúmeras generaciones pasadas, las revoluciones, en una pa­
cirte con entera franqueza lo que creo cierto y lo que creo
labra, le parecen presuntuosas y necesariamente funestas. N o
posible.
olvida los “abusos” de la antigua M onarquía, debidos, casi to­
— N o está mal. Vamos, pues, al prim er punto. ¿Qué es lo
dos ellos, a que ésta no tenía una conciencia lo bastante clara
que crees que es verdad?
de su función, pero entiende que, en un país tan extenso y de
— Esto en primer lu g a r: que el pueblo empieza por desco­
form ación tan diversa como Francia, la coincidencia del in­
nocer hasta el nuevo planteamiento de la cuestión1 2. Se figura
terés personal del jefe con el interés de la nación; la conti­
que de lo que se trataría sería de retroceder hasta el antiguo
nuidad del poder central, que hace posibles los proyectos de
régimen, de volver al reinado de Luis X I V o Lu is X V , o a la
largo alcance y que es lo único que puede soportar unas am­
M onarquía de 1815, o hasta a la de 1830. N o conoce más que a
plias libertades corporativas, municipales y provinciales; todo
los antiguos monárquicos intransigentes, los “blancos”, buena
esto ha sido bueno y lo sería aún mediante unas sencillas
gente, pero de cortos alcances, o los orleanistas, especie de
adaptaciones a los tiempos de hoy. Esto es lo que piensan los
"centro-izquierda” poco seductores, burgueses empedernidos,
discípulos fñeles de A uguste Comte.
partidarios de la M onarquía constitucional, de lo que se ha
llamado “la m ejor de las Repúblicas”. Pero, en este último ’’P o r lo tanto, los neo-monárquicos no se han preguntado:
tiempo, se ha form ado un grupo de neo-monárquicos, casi todos ¿qué es lo que interesa a la Religión?, ni “¿qué es lo que in­
librepensadores y antiguos republicanos, que han escandaliza- teresa a las clases superiores?”, ni siquiera “¿qué es lo que
interesa.a los campesinos y obreros?” (p o r más que, dicho sea
de paso, un gobierno normal sea la condición básica del buen
1. ¿N o s e ria m ás ju sto d e c ir d e o lvíd a d o t
2. M. Ju les L e m a itre y s u a m ig o se ñ a la n co n fra n q u e z a este n u e ­
vo p la n tea m ien to de la cuestión. ¿ P o r qué, en cam bio, ios polem istas
católicos o p lebiscitario s q u e no d e sd e ñ a n d is c u tir con n o so tro s—Mon- 1. ¿L os hem os escan d alizad o ta n to com o to d o esto? E n F r a n c ia las
sie u r Georgias T hiábaud, p o r ejem plo—sig u e n h a b la n d o sólo de los m on­ fu e n te s d e p a trio tism o y buen sen tid o son in a g o tab les. Los “leg iti­
árquicos de n acim ien to ? ¿Q ué in te ré s tie n e n en o c u lta r lo que o cu rre? m ista s dev o to s” y los “q rfean istas p a rla m e n ta rio s ” co n cu rren en g ran
Y, en el fondo, ¿ q u é v e n ta ja p u e d e h a b e r en d isim u la r lo que y a todo n ú m e ro a la s reu n io n es públicas y p riv a d a s d e la “A ctio n F ra n ç a is e ”
el m undo em pieza a sab er? en q u e se a g ru p a n los nuevos m o nárquicos.
554 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA LA RESPUESTA DE M . JU L E S LEM AÎTRE 555

arreglo de las cuestiones sociales), sino: “¿qué es lo que inte­ ”E n una p a la b ra : al volver a traer al rey, no pretenden
resa al pueblo francés?’’ 1. N o se han dicho: “¿qué régimen más que comenzar de "nuevo, por su medio, la o b r a del 89 tal
nos gustáría ver restaurado?”, sino: “¿qué régimen es el que como ésta hubiera debido ^ser. U n aficionado a fó rm u las diría
puede restaurar a Francia?” Y han llamado al monarquismo que quieren salir de la Revolución p ara entrar de nuevo en la
. “nacionalismo integral”, porque han creído que la Monarquía Evolución. E n realidad, conciben la función real como no la
sería el régimen más completo y duraderamente útil a la han concebido, o no lo han hecho más que por instinto, aun
nación. los m ejores reyes. N osotros sabemos m ejor lo que h a sido an­
* ”E n otros términos: han observado (observación fácil, pero taño el rey de Francia, que no lo sabía él mismo. L a función
que ellos han profundizado y llevado al detalle), que Francia real y su utilidad pública son m ejor conocidas y definidas des­
sufre y muere por fa lta de responsabilidad y de continuidad en de que la M onarquía ño existe. P ero es lo más n a tu ra l: lo que
el poder central— es decir, por el su fragio universal y el par­ hemos visto en su ausencia es lo que nos h a enseñado lo que
lamentarismo— y, además, por la centralización exagerada, to­ ella era verdaderam ente y, sobre todo, lo que p o d ría se r hoy.
do ello fruto de la Revolución, y se han propuesto demostrar ’’Con g ra n habilidad y justicia, los neo-m onárquicos dan
que el remedio necesario y suficiente a todos estos males está al rey de F ran cia el título de “protector” o “je fe fe d e ra l de
en la M onarquía tradicional. las repúblicas francesas”. Y no h ay en esto n in gún ju e g o de
”A m ayor abundamiento, han demostrado que “el error palabras. P o r desgracia, h ay muchas palabras cuyo sentido se
del 89” no había tenido en su favor, en el siglo último, más que ha desfigurado. Ser “republicano” se reduce hoy a qu erer que
a genios puramente sentimentales y románticos— Hugo, L a ­ el jefe del Estado sea elegido (¿ y por quién?: ni siquiera por
martine, Michelet, Sand, Quinet— , pero que las cabezas tnás ' • el pueblo). Con tal que se cumpla este requisito, y a se pueden su­
sólidas, y no sólo Bonald y de Maistre, sino Balzac, L e Play, fr ir cobardemente— ¡qué pena!— todas las tiranías. E n otro tiem­
Taine y Renan, repudiaron sin am bages este error; que unos po, la palabra “republicano” aplicábase a un ciudadano celoso de
sacaban la conclusión decidida de que había que restablecer las indispensables libertades y que creía tener derecho a interve­
la Corona, y que los otros— Taine, L e P la y y hasta Comte, y nir, mediante el voto o la fiscalización, en las cosas que interesa­
hasta Proudhon (gran descentralizador)— ofrecían, en gra d a ­ ban a su fam ilia, su corporación, su municipio y su provincia y
ción diversa, argumentos tendentes a idéntica conclusión. que eran de su competencia. “Espíritu republicano, altivez fe-
’’Recuerdan que cuando Renan escribía: “Admirables, sin publicana” , eran expresiones empleadas h onrosam ente1 hasta
duda, fueron los comienzos de la Revolución y, si todo se hu­ en el antiguo régimen. Si los franceses tuvieran el espíritu re­
biera limitado a convocar los Estados generales, a regulari­ publicano regional, si les im portaran realmente, no la liber­
zarlos, a hacerlos anuales, la cosa hubiera estado bien, pero tad— van a palabra— , sino las libertades, sentirían menos re­
pudo más la funesta política de Rousseau...”, al mismo tiempo, pugnancia por el régim en que m ejor puede, sirviéndole de con­
el conde de Cham bord decía: “Juntos todos, y cuando que­ trapeso, tolerar y hasta favorecer este espíritu y que es la
ráis, reanudaremos el gran movimiento del 89” 1 2. M onarquía tradicional.
’’L o s neo-monárquicos lo comprenden perfectamente. No
1. Me p erm ito s u b r a y a r e sta p re g u n ta , que es todo el problem a. No tienen la m enor timidez intelectual. Entienden que el parla-
puedo explicarm e cómo re h ú sa n , y h a s ta huyen, e s ta m a n e ra de p la n ­ •
te a rlo ta n to s que se cre e n im p a rc ia le s.
2. E l conde E u g è n e de L u r-S a lu c e s nos c ita b a , p recisam en te, la 2. “C onfieso q u e m e g u s ta v e r en u n h o m b re la fu s ió n de u n sen­
m ism a fra s e del conde de C ham b o rd en la co n v ersació n q u e tuvim os en tim ie n to de in d e p e n d e n cia re p u b lic a n a y del p rincipio de o b ed ien c ia y
junio de 1900 en B ru selas. E s te re c u e rd o nos p are c e d e g ra n in terés d e fid elid ad m o n á r q u ic a s : si Jiien se m ira , e sto es lo q ue c o n s titu ía el
como p ru eb a de la coincidencia de la s id eas e n tre los buenos ír a n - e sp íritu fra n c é s y lo que h ace fu e r te a l h o m b re en u n a so c ie d a d fu e r­
te .” B onal».
LA RESPUESTA DE M. JU L E S LEMAÎTRE 557
556 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
la única solución, y de esto no estoy bastante seguro No
mentarismo, el gobierno de una asam blea elegida— ¡Dios sabe contestaré, pues, a. la pregunta, en verdad harto apremiante,
en qué condiciones!— p o r el su fragio universal es el régimen de L ’A ction F ran ça ise*, ni sí, ni no, sino: “parece que sí”.
menos práctico y el m ás loco, porque una asam blea elegida de Adem ás, y a te he advertido que prim ero te diría lo que creo
este modo es, necesariamente, la más incapaz que pueda haber que es cierto, pero que luego te d iría lo que creo que es po-
de representar con cierta fidelidad los intereses y los anhelos
de la nación, y que este sistema conduce fatalm ente a la opre­ 1. E n b u e n a tá c tic a , es de esto de lo que h a b ría qu e em pezar por
sión del país por una facción. E l buen sentido, la verdad, según a s e g u ra rs e . Q uien n o se p a en .q u é r a d ic a la s a lu d pública, se lim ita rá
ellos, consiste (resum iendo) en la existencia de un jefe heredita­ a e s p e ra r la “solución". Q uien e sp e re la “so lu ció n ”, no tr a b a ja r á e n p re­
p a ra r la . Y, si no s e la p re p a ra , no v e n d rá n u n c a . E l estad o de in d ife ­
rio especialmente encargado de -los intereses generales y perma­ re n c ia a n te la so lu ció n —so lu cio n ism o , lo m ism o da—es p e rfe c ta m e n te
nentes del país (orden interior y defensa' exterior) y que gobier­ propio de la m a s a , de la m a y o ría g re g a ria , d e l a m u ltitu d . P ero , si se
na con la ayuda y el consejo de un cierto número de hombres q u ie re o p e ra r e n é sta , h a y q u e s a b e r lo q u e s e v a a h a c e r, a d ú n d e ir,
e n d ónde e s tá el p eligro, en dónde la sa lv a c ió n . N o puede concebirse
competentes cada uno en su esfera (agricultura, industria, co­ u n a m in o ria en é rg ic a , u n a m in o ria d ire c to ra , c a re n te de o rd en in te ­
mercio, economía política, hacienda, etc.) y delegados junto rio r y de o b jetiv o ex te rio r. S i h a de o b te n e r a q u e l orden, si h a d e de­
fin irse e ste objetivo, es in d isp en sab le q ue el am ig o de M. J u le s L e­
al Poder por las asambleas provinciales... N o hace falta entrar
m a îtr e o b te n g a u n conocim iento se g u ro y su ficien te de cu áles son la s con­
ahora en los detalles. dicio n es in d isp e n sa b le s del b ien público.
’’P ara term inar: los neo-monárquicos, 'clespués de haber es­ 2. P a r a m o s tra r cóm o se p e n sa b a e n L ’A c tio n F rançaise, citem os
s u p ro g ra m a d e 1903:
tudiado los males presentes y haberlos referido a sus verdade­ “L ’A c tio n F ra n ç a ise a p e la a l p a trio tism o co n scien te, reflex iv o y r a ­
ras causas, que son las instituciones políticas salidas de la Re­ cional.
volución y del Imperio, se han decidido a plantear a los fran­ " F u n d a d a en 1899, en p le n a crisis política, m ilita r y religiosa, L ’A c ­
tio n F ra n ça ise in sp iró se e n 'el se n tim ie n to n a c io n a lis ta ; lo c a ra c te rístic o
ceses esta pregunta: “L a institución de una Monarquía tradi­ de ella fu é el som eiter e ste s e n tim ie n to a u n a d is c ip lin a rig u ro sa.
cional, hereditaria, antiparlamentaria y descentralizada, ¿es “U n v e rd a d e ro n a c io n a lis ta —a firm ó como principio—coloca l a p a ­
o no de salud publica ? t r i a p o r e n cim a de to d o ; por consiguiente, concibe, t r a t a y resu elv e
to d a s la s cu estio n es p o líticas p en d ien tes co n fo rm e a su relación con
— Sé de sobras, querido, lo que contestarán las nueve dé­ el in te ré s n a cio n a l■
cimas partes de franceses 1. P ero ¿ qué contestas tú ? "Con el in te ré s nacio nal, y no con los cap rich o s del sen tim ien to .
"Con el in te ré s n acio nal, y no con su s p re fe re n c ia s o rep u g n an cias,
* — Amigo, estoy de lo más perplejo. Si quieres que te diga su s in clin acio n es o su s a n tip a tía s .
todo lo que pienso, te diré que la teoría de los neo-monárqui­ "Con el in te ré s n acio nal, y no con s u p ere z a d e esp íritu , sus cálculos
cos me parece coherente, arm ónica; que tiene más en cuenta p riv a d o s o su s in te re se s personales.
"O bedeciendo a e s ta n o rm a, L ’A c tio n F ra n ça ise se vió fo rz a d a a re ­
las realidades, la historia y la naturaleza hum ana; que es me­ conocer la rig u ro sa n ecesid ad de la M o n arq u ía en la F ra n c ia contem ­
nos ingenua, menos imprudente y, p a ra decirlo de una vez, me­ p o rá n e a .
"S u p u e sta la v o lu n ta d de s a lv a r a F ra n c ia y de p o n er por encim a
nos tonta que las otras teorías políticas que conozco. Pero que
d e todo e s ta v o lu n ta d de sa lv a rla , es in elu d ib le la conclusión m o n á r­
la Monarquía sea "de salud publica’’, supone que en ella está q u ica, y a q u e el ex a m e n d e ta lla d o de l a s itu a c ió n d e m u e s tra q u e sólo
con la M o n arq u ía s e r ia posible u n re n a c im ie n to fra n c é s.
"Si p a re c e d ifícil la re s ta u ra c ió n de la M o n arq u ía, ello no p ru e b a
1. No im p o rta el sa b e r la opinión de la s n u e v e décim as p a rte s de m á s? q u e e sto : q u e el ren a c im ie n to fra n c é s es difícil tam b ién .
franceses sobre la s condiciones de la sa lu d p ú b lic a , sin o cuáles son "Q uien q u ie ra éste, tie n e qu e q u e re r aq u élla.
p recisam en te e s ta s condiciones. A u n q u e uno fu e s e el único, fre n te a •"C orno L ’A c tio n F ra n ça ise q u e ría a m b a s co sas, se hizo m o n á rq u i­
38 millones, en conocerlas, la ra z ó n e s ta r ía c o n él a l en u n cia rlas, al ca. T odos su s n ú m ero s, desde h a c e dieciocho m eses, tie n d e n al prose-
sostenerlas, al lu c h a r p o r ellas, al tr a b a ja r p o r q u e prev alecieran U tism o m onárquico.
sobre el criterio de los d em ás p o r todos los m ed io s que se presen ta sen . "Los a n tig u o s m o n árq u ico s ce le b ra ro n el v e rs e confirm ados, p o r r a ­
E ste uno sólo d e ja rla de te n e r ra z ó n si la. v o lu n ta d p o p u la r fuese zones a m enudo in éd itas; en s u tra d ic ió n y s u fe . P ero L ’A c tio n F ra n ­
el único m edio de h a c e r p re v a le c e r u n a id ea ju s ta . P e ro no es este ça ise se d irig ía e sp ecialm en te a esos p a tr io ta s que v iv en su m id o s to-
LA RESPUESTA DE M . JU L E S LEM AÎTRE 559
558 ENCUESTA SOBRE’ LA MONARQUÍA

Testo de la n a c ió n 1. Después, el movimiento lo mantendrán


si ble, y me temo que, a pesar mío, mis impresiones sobre este
Tas hornadas de apaches mayores que ingresan cada año en la
segundo punto contradigan y modifiquen gris ideas sobre el
vida pública. E sto será el medio T error, el T e rro r seco o ape­
primero. "
nas húmedo, la an arquía difusa, la descomposición lenta. F ra n ­
’’H ablarem os de este segundo punto, si te parece bien, en
nuestro próxim o encuentro. Y o mismo me haré, lealmente, las cia seguirá inerte. E s m uy posible que pueda sop ortar aún du­
rante quince o veinte años, hasta lle ga r a la ban carro ta o la
inevitables objeciones.
— Y yo te ayudaré a ello.” I invasión extranjera, esta dominación de los peores llamada tam -
Jl bien República 2, palabra m ágica y m aravillosa que consuela
de todo a millones de franceses y que lo substituye todo p a ra
IV ellos: el orden, la justicia, la prosperidad y el honor.
”...Y, con todo— inquietante observación— , este pueblo fe ­
24 de octubre de 1903. tichista que cree, como los negros, en la santidad y en el poder
de ciertas palabras que no comprende, este pueblo, en con­
L a última vez que he vuelto a encontrar a m i amigo, éste
junto, no tiene n ada de republicano, por m ás que él crea otra
me ha dicho:
cosa. N o hace fa lt a decir que no lo es en el sentido profundo
“Todo se repite; ahora estamos presenciando el fenómeno
y antiguo que el otro día recordaba yo, puesto que soporta
que Taine llamó la “anarquía espontánea” : Hennebont y Lo-
toda tiranía con una vergonzosa resignación, pero ni siquiera
rient, Arm entiéres y D u n k e rq u e 1. L o volvemos a ver m ás en pe­
lo es en el sentido moderno y literal. H a s podido darte cuenta
queño— lo reconozco— , pero puede du rar mucho más. Como an­
taño, h ay una complicidad m oral entre el Gobierno y los auto­ de ello cuando predicabas el plebiscito. Este pueblo es tan poco
republicano, que no se atreve a hacer la prueba de la R epúbli­
res de los desórdenes, pero éstos saben hoy m an ejar m ejor esta
ca plebiscitaria, que es, precisamente, el máxim o de R epública
complicidad. Pueden agredir a algún cura, saqu ear alguna fá ­
brica y alguna tienda, pero no quieren poner en un aprieto de­ y el único régim en que lógicamente deriva de la Declaración
de los derechos del hombre. Adem ás, conserva la s costumbres
masiado grande a sus amigos del “bloc”. Se detienen ellos mis-
mos al llegar a un cierto punto, y el Gobierno, agradecido a su m onárquicas en lo que de menos altivo tienen éstas. A d o ra a
moderación, los persigue con blandura... D e modo que apenas los reyes ajenos 3. Todos los soberanos que visitan nuestro país
es posible que la cosa acabe. L a s personas decentes directamente 1. A p u ra n d o la s co n secuencias de e s t a p ro fu n d a o b serv ació n , po­
perjudicadas resultan pocas en número com paradas con el d ría s e com poner u n b u e n c a p ítu lo : De la fá c il opresión de las m a y o ría s
n u m é ric a s. N o h a y m a s que d iv id irlas, com o H o racio , solo, h iz o con
davia en el viejo p re ju ic io d em ocrático, rev o lu cio n ario y republicano. los tre s C u riacio s, com o C é sa r hizo con los g alo s. E s to es t a n v iejo como
P rocura, p rim ero, d is ip a r este p re ju ic io a n a rq u is ta y e x p rim e y pone la A n tig ü e d a d , p e ro los a n tig u o s e n te n d ía n de p o lític a m u c h o m e jo r que
al descubierto en el p a trio tism o h echo m á s co n scien te el m onarquism o n o so tro s. S eg ú n l a fó rm u la d e u n Ita lia n o clásico, la s m in o rías e x tr a n ­
que im p lícitam en te co n ten ía. M uchos re p u b lican o s h a n ido de e ste mo­ je r a s que g o b ie rn a n a F ra n c ia se com en la a lca ch o fa h o ja a hoja.
do a l m onarquism o. O tros m uchos ir á n ta m b ié n a él si L 'A c tio n F ra n ­ 2. H e rm o sa y c la r a definición de la R ep ú b lica, q ue n o s p erm itim o s
çaise es p u e s ta en condiciones de h a c e rle s o ír su voz y de a d o ctrin arlo s. s u b r a y a r.
”E n nom b re de los re su lta d o s obtenidos y ten ien d o en c u e n ta los 3. ¿ E sta m o s .b ie n se g u ro s de que n o h a y en esto m á s que bobali-
que son posibles, L 'A c tio n F ra n ça ise pide a todos los m onárqutegs, c o n e ría o se rv ilism o ? A lgunos d irá n : —S u p erv iv en cias d el a n tig u o ré ­
antiguos o m odernos, u n a p o y o a rd ie n te , ab n eg ad o , in c e s a n te .” g im e n .— P e ro ¿ a c a so n o tenem os n o so tro s el d erech o de d e c ir: —I n s tin ­
1. E n se tie m b re y o c tu b re de 1903 se p ro d u jero n g ra v e s d is tu r­ to m o n á rq u ic o q u e rev iv e, m o n arq u ism o en potencia, al q u e no fa lta ,
bios, y alg u n o s de ellos, como los del 13 de o ctu b re en A rm en tiéres, p a r a tra d u c irs e e n a c to , m á s que la p re s e n c ia de u n re y a quien
tom aron un c a r á c te r cla rísim o de g u e rr a social. L o s revoltosos, p erse­ a c la m a r? L o d e m u e s tra n los rep u b lican o s con s u recelo de los solda­
guidos p o r la c a b a lle ría y la in fa n te ría , ib a n a rro ja n d o in m e n sa s pie­ dos co n su erte, con s u h o rro r del m á s pequeño tr iu n fo m ilita r qu e p u ­
zas de te la ro b a d a s en la s fá b ric a s a fin de d e te n e r el av a n c e de d iese d e s p e rta r el in s tin to , a u to rita rio y m o n árq u ico de los fran ceses.
las tropas. (N o ta de 1909.) M. F ra n c is de P re s se n sé , d ip u tad o so c ia lista p o r el R ódano, d e c ía en
560 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA LA RESPUESTA DE M . JU L E S LEMAÍTRE 561

se adm iran de la flexibilidad de las espinas dorsales jacobinas, hasta mediada mi edad m adura. M is maestros me habían en­
siem pre secretamente deseosas de una llave de chambelán. gañado. A su vez, ellos estaban engañados también. H o y veo
“E l sentimiento igualitario y la “envidia dem ocrática” de­ claramente que, a p artir de la Revolución, y del Renacimiento
bieran irritarse de que un tan pobre hombre como el ‘presi­ inclusive, la Historia de Michelet, de que antaño me nutriera,
dente actual—-elegido por un azar tan gratuito, además, como es, no digo que de un impostor (porque parece de buena fe ),
el del nacimiento— , en lu g a r de observar la sencillez de un pre­ pero sí de un enfermo y un medio loco \ M. Anatole Franca
sidente suizo o americano, se regodee beatíficamente con los dijo admirablemente, en los tiempos en que era escéptico: “Mi­
honores anejos a su inútil función, juegue al soberano, moles­ chelet siempre h a tenido una propensión al enternecimiento;
te a los parisienses, abuse del privilegio de hacer acordonar las derram a dulces lágrim as por M aillard, ese hombrecillo ordena-
calles, etc... Pero, no; la gente encuentra esto m uy bien... dito que introdujo el papeleo en las matanzas de setiembre.
— Y tiene razón, hombre. Cuanto menos vale la persona Pero como el enternecimiento conduce al furor, de pronto se
que ejerce entre nosotros la función soberana, reducida a las enfurece contra las víctimas. E s el sentimentalismo moderno.
fo rm a s exteriores, más encantados están nuestros demócratas Se compadece a l asesino, pero se considera que la víctima es
de esta parodia de la realeza. Cuanto m ás su efím ero presiden­ imperdonable. E n su último aspecto, Michelet es más Michelet
te h a g a el rey, m ás podrán ellos hacer el príncipe. Además, que nunca. Se acabó el sentido común; ¡es adm irable! N i arte,
todo es poco para honrar en él al funcionario que tiene el ni ciencia, ni crítica, ni relato: nada más que cóleras, espas­
botín del partido (vulgo, “la llave de la despensa” ) , y que mos, una crisis de epilepsia a propósito de hechos que no se
no lo tiene m ás que p ara ellos. A caso también los más inteli­ m olesta en exponer. Gritos de niño, caprichos de preñada...”
gentes gocen el placer delicado, el placer de g ra n señor que ”N o mirando m ás que al fondo, Michelet es, sólo que con
experimentaba Don Salustio ennobleciendo y emperifollando a m ás genio, el padre Loriquet de la R efo rm a y de la Revolución.
su lacayo p ara que hiciera las más obscuras tareas... Y no sólo él y los Lam artine y los H ugo, sino los bu rgu e­
’’P ero me parece que nos estamos alejando del tema. En ses sesudos como Thiers y M ignet han abusado de mi larga
nuestra última conversación me dijiste “lo que crees que es inocencia. A los cincuenta años, me veo obligado a rehacer mi
verd ad” de la teoría monárquica. H o y debías decirme lo que educación. ¿ N o es lamentable?...
crees posible y objetarte a ti mismo. — Sí, y a lo sé: le estás metiendo el diente a A u guste Comte,
— Pero, hombre, las objeciones saltan a la vista. Son ob­ cosa no muy divertida 2; descubres a B onald y a de Maistre,
jeciones de hecho. Sé cómo se form ulan y lo que se puede con­
testar a ellas. Pero ¿para qué? Conozco tan por completo los 1. E n los m om entos en que la te r c e r a R e p ú b lica se h a v is to obli­
prejuicios populares en este punto como que los he compartido g a d a a re sta b le c e r, en fa v o r de u n d an és m estizo de suizo, G abriel
Monod, la c á te d ra de M ichelet en el Colegio de F ra n c ia , no es n a d a
ocioso el s u b r a y a r la p e rfe c ta e x a c titu d del d iag n ó stico de M. Ju les
la C á m a ra , el 25 de n o viem bre de 1908, h a b la n d o de la e v e n tu a lid a d de L e m a ltre . E s ev id en te qu e su se m ilo c u ra a p a re c e y a en el R en acim ien ­
u n a g u e rra , q ue él a c a b a b a de lla m a r "la peor de la s a v e n tu r a s ” : to . H a y q u e re le e r el e x tra o rd in a rio c a p ítu lo e n que M ichelet explica
“Y digo la peor de las a v e n tu ra s porque no tie n e m á s que dos salidas, cóm o l a c o rte y los católicos in v e n ta ro n a R o n sa rd p a r a oponerlo a
a cual m á s dolorosa: h a cer de F ra n c ia ■u n a P olonia e n tr e g a d a a los R a b e la is.
a p e tito s de todos, o c o n v e rtir el p a ís de la R evo lu ció n en cu a lq u ier bajo 2. N o sólo n o d iv e rtid a , sin o d u ra . E s ta m o s seg u ro s de que, no
Im p erio c e sa rista inclinado a n te la bota estú p id a de u n soldado con o b sta n te , M. Ju le s L e m a ltre h a p e rd o n a d o a A u g u ste C om te, en g ra c ia
s u e r te .” D e modo que los rep u b lican o s p ie n s a n que si "el p rim ero que d e c ie rta s p á g in a s d e u n a elocuencia s o b ria y fu e rte , que se podrían
fu é re y fu é un soldado con s u e r te ”, la re c ip ro c a no p uede d e ja r de cu m ­ s a c a r ca si e n te ra s, d e l a S ín te sis s u b je tiv a , del S is te m a de política, y,
p lirs e : el p rim e r soldad o con s u e r te te n d rá p ro b ab ilid ad es de im ponerse so b re todo, del T e sta m e n to . P ero es c ie r to : C om te e sc rib e y p ie n sa r u ­
com o rey. T al es, seg ú n confesión pro p ia, el e sta d o d e e s p íritu en que d a m e n te . S u filosofía tie n e la fu e rz a , pero ta m b ié n la condensación y
s e e n c u e n tra n los fra n c e se s tr a s tr e in ta y ocho añ o s de a b stin e n c ia e l a sp e c to d e u n á lg e b ra . H a y q ue e s ta r su b ien d o m u ch o tiem po p a ra
re p u b lic a n a . (N ota de 1909.) lle g a r a l b elv e d e re q u e d a so b re u n h erm o so p a is a je filosófico.
36
LA RESPUESTA DE M . JU L E S LEMA1TRE 563
562 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

bre Francia, que la “Revolución fran cesa tuvo por principal


a R ivarol y M allet du Pan, a L e P la y y a Fustel... P ero per­
causa la degradación m oral de la nobleza”. P e ro la M o n ar­
míteme que te lleve otra vez al tema.
quía no implica en lo m ás mínimo la preponderancia política
"Acordándose de un célebre epígrafe de Forain, alguien me
de la antigua aristocracia, cosa que antaño sentía el pueblo
decía de la M onarquía: “;Q ué hermosa resulta, bajo la Re­
claramente. Y o he tenido un tío, buen hombre, sencillísimo,
pú blica!” Herm osa, en efecto, como un sueño. P o r m uy razo­
que era monárquico y a quien he visto llorar el día en que
nable, por m uy sólida y armónica que sea la doctrina de los
neo-monárquicos, el pueblo no quiere la Monarquía, y entien- ; murió el conde de Cham bord. E n cambio, tenía h o rro r de los
do p o r “pueblo” no sólo los electores del “bloc”, sino el buen ‘nobles, a los cuales llam aba los “señores de” (p o r m ás que
pueblo. Carlos X hizo dificilísima la restauración. E l pueblo haya muchos “señores cíe” que no son m ás nobles que tú o
cree a pies juntiñas que el gobierno del rey sería el gobierno que y o ). E ste sentimiento me parece harto significativo. ¿ N o
viene a ser como una supervivencia que se tradu cía antaño
de los nobles y los curas. N o ha pasado del Marguis de Cara­
en este g rito : “ ¡S i el rey lo supiese!” ? S ea como sea, no es
bastj de la Com tesse de PretintaiUe y de los H om bres negros
de Béranger. E s injusto. Con todo, Joseph de M aistre y el mis­ posible olvidar que una de las glorias de los reyes de Francia
mo R ivarol se muestran extremamente severos con la nobleza es el h aber combatido y reducido la nobleza, im pulsado los mu­
nicipios, creado la burguesía, el haber elevado a l pueblo en
de antes del 89. ¿V ale mucho más lo que queda? A p arte al­
gunas excepciones, tanto m ás adm irables cuanto m ás raras, me dignidad. Puede que un nuevo rey se acordase de ello L
’’Pero, por otra parte, no es ninguna cosa su p e rflu a en un
temo que no. L a nobleza, en su conjunto, está menos corrom­
gran país una aristocracia hereditaria— siempre abierta, ade­
pida que entonces, pero persiste en la ofensiva ilusión de que
más— , que comprenda su papel: un conjunto de fam ilias en
está hecha de otra pasta distinta de la del común de los mor­
que se transmitan, por la sangre y por la educación, las apti­
tales; insiste en creer que tiene “una carne especial”, en lu­
tudes p ara ciertos oficios públicos, particularm ente p a ra los ofi­
g a r de creer que sólo son especiales sus deberes. Y el rey
cios diplomáticos y militares. Si yo fu e ra rey, d iría : “S e acabó
no podría desentenderse de sus nobles: son su fam ilia 1. Cabe,
la nobleza, o, por lo menos, yo no la reconozco como tal y voy
pues, el temor de que la Corona fuese su botín, como la Re­
a form ar otra nueva de acuerdo con los servicios prestados. L a
pública es el de los jacobinos.
M onarquía tradicional con una “nobleza im perial” (si me atre­
"Reconozco que la prevención sobre este punto es muy
vo a expresarm e a s í ) : esto sería una solución elegante.
fuerte. J. de M aistre llega a decir en sus Consideraciones so-
Pero, amigo, aunque todo esto fuese verdad, ¿qué impor­
1. E n e s te caso, p u e d e d ecirse que el re y de F ra n c ia , de Felipe taría, si el pueblo no cree una palabra de ello ? Asim ism o, no
el H erm oso a L u is X V , no fu é n u n c a m u y b u en p a rie n te . Y a m enudo
la a ris to c r a c ia le devolvió ojo p o r ojo. Si los re v o lu cio n ario s a lo Mi- creerá nunca que la M onarquía pueda ser otra cosa que el g o ­
ch elet h a n fa b ric a d o u n a le y en d a de la M o n arq u ía fra n c e sa , unos fa l­ bierno de los curas. ¿Qué quieres que yo le h aga?
sos nobles—lo s ennoblecidos p o r o b ra y g ra c ia p ro p ia s en los últim os
cien a ñ o s—h a n in v e n ta d o u n a concepción de la a n tig u a F ra n c ia que
1. ¿N o re s u lta cu rio so h a c e r n o ta r cóm o su a lte z a el d uque de
es o tr a ley en d a . E l h id a lg o de g o te ra sa b o y a n o que d e c ía h a c e poco a
O rlean s, d esd e el m o m en to de s u ad v en im ien to , en o c tu b re dé 1894,
> su s com ensales p le b e y o s: ¡ L a M onarquía> la M o n a rq u ía ! Señores, si
p a re c ió p re v e r e s ta e sp e ra n z a o p re o c u p a rse de d e s h a c e r e s t a o bje­
la M onarquía ex istie ra , u ste d e s e sta ría n com iendo e n la cocina, este
ción? E l p rim e r h ec h o q u e lo d e m u e s tra es q u e el p u e sto d e re p re se n ­
hid alg ü elo conocía la h is to ria de F ra n c ia poco m á s o m enos com o S aint-
Sim on, es decir, n o s a b ía u n a p a la b ra de ella. S e m e ja n te s cu en to s son ta c ió n ocupado e n to n ce s p o r el conde de H a u sso n v ille f u é su p rim id o
c a si in m e d ia ta m e n te . E l seg u n d o h ech o es q ue el p rin c ip e n o se d i-
dos veces nocivos. H a n ten id o u n a b u e n a p a r te en q u e se p e rd ie ra el
recuerdo de los beneficios de la M o n arq u ía. N o o b sta n te , no h u b iera digió; p a r a c o n stitu ir s u S e c re ta ría p o lítica, m ás q u e a h o m b re s p ro ­
sido a un C o lb ert con s u plebeyez, sino m á s bien a u n Saint-S im on ced e n te s d e la c la se m edia. L os señ o res D u feu ille y A n d ré B u ffe t
h a n sido su c e siv a m e n te in v estid o s d e la a lta fu n c ió n q u e e je r c ía e n 1903
con su d u c a d o -p a iría , a q u ien u n L u is X IV h u b iese e n v iad o a la co­
cina. L a M o n arq u ía h a c o n stitu id o el T e rc e r E sta d o . E s to es lo que M. P a u l B ézine. M. P a u l B ézine tu v o p o r su c e so r a M. R o g e r L am -
no h a y qu e o lv id a r. b elin , c o n cejal d e P a rís . (N o ta de 1909).
LA RESPUESTA DE M . JU L E S LEM AÎTRE 565
564 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
cree. N o creería en tu “rey sin nobles ni curas” más que vién­
— Se Je podría decir: — L a República tiene también su aris­ dolo con sus propios ojos. D e l mismo modo te digo que, si lo
tocracia y su clerecía. L a nobleza republicana es peor y pesa pusieras en presencia del “hecho consumado”, no movería un
más que Ja antigua nobleza— que, p o r lo demás, no es sino dedo y hasta estaría m ás bien contento. E s de sobra sabido
una parte pequeñísima de la nación— , y los sacerdotes de las que la historia no la hacen m ás que unas minorías enérgicas y
logias son, sin duda, peores tiranos que nuestros pacíficos cu­ que la m asa sigue siem pre1. P ero ¿cuentas con algún medio?...
ra s de aldea. A m ayor abundamiento, sabido es que los reyes
— No.
de Francia nunca han sido clericales. A menudo se condujeron
— ¿ Entonces ?
bastante duramente con el Papa. E l mismo C arlos X persiguió — Entonces, esperemos lo imprevisto. Grandes cambios his ­
a los jesuítas. E l nuevo rey no desmentiría el espíritu de los
tóricos han sido provocados por un hecho que, la víspera, na­
Capetos si desconfiaba mucho de la aristocracia y si mantenía
die preveía. L a víspera, las buenas gentes decían como nos­
las distintas clerecías (católica, protestante y ju d ía ) en su
otros: “ ¡N o h ay nada que h a c e r!” ... Puede producirse una
Jugar. “E l rey sin nobles ni curas” 1: esta podría ser la fó r­
catástrofe...2.
m ula realista popular. Fórm ula p ara abreviar— claro está— y
— P re fe riría otra cosa.
que habría que explicar... ¿ P o r qué no había de comprender
— O puede su rg ir un hombre, un exaltado lúcido y con es­
el rey estas cosas ?
trella...
— Querido, tu R ivarol ha dicho en sus Máxim as y Pensa­
— -No parece que tenga prisa.
m ientos: ‘iEstoy convencido... de que no h ay lección que
Y , no obstante, desde lo hondo de su aletargamiento, el
v a lg a ni p a ra los pueblos ni p a ra los reyes y de que, si
pueblo lo espera. E sp era al jefe, dictador o cónsul, que sea, por
L u is X V I tiene sucesores de su estirpe, sus errores y sus des­
fin, el hombre de F ran cia y no el criado de una secta contra la
gracias no les servirán siquiera de advertencia.”
nación. Francia ha tenido en todo tiempo aventureros heroicos
— M i R ivarol, como tú dices, ha podido equivocarse una
y espléndidos. ¿Se ha agotado la raza de ellos? Y o espero al
vez por azar. De- hecho, la aventura de la Revolución y la ex­
osado.
periencia han hecho a los soberanos de hoy m ás serios, más
— : Si fuera una especie de W àsh in gton a nuestra medida!
conscientes de su verdadera función. N o veo uno solo en la
— Y o preferiría un Monk. Sería más seguro.
E u ro p a cristiana que carezca de inteligencia, de aplicación, de
— ¿Volverem os a vernos?
útiles cualidades, y que no rinda servicio al país de que es
— Cuando tú quieras.
gerente 1 2. ¿ Te imaginas, p o r ejemplo, lo que sería de Italia en
— E n efecto, nos sobra tiempo p ara discutir y hasta para
estos momentos si fuese una República y si, como nosotros,
meditar, cosa que no cam biará el curso de los acontecimientos3.
llevase treinta años siéndolo? Seguramente h abría caído toda­
v ía más bajo que nosotros. Somos la única, entre las grandes
1. N os p a re c e que “el am igo” se o lv id a de c o n te s ta r : —B ueno, pues
naciones de Europa, que goza del gobierno republicano, y so­ fo rm e m o s e s ta m in o ría enérgica, la q u e ha rá la h isto ria , la q ue se g u i­
mos también la única que se viene abajo. E sto es un hecho. rá la m asa. E n n u e s tra s conclusiones, te n d rem o s que volver so b re e sta
— Todo lo que quieras. Pero te repito que el pueblo no lo id e a p rincipal.
2. E n efecto, tie n e que o c u rrir u n a c a tá s tro fe . A p a rte e s ta c a tá s ­
tro fe , casi fa ta l, h a b rá n e c e sa ria m e n te n u e v a s crisis, m á s a g u d a s que
1. "Sin a lg u ien " o "sin a lg o ” es la so la locución que n o puede, a b ­ la s que la te r c e r a R ep ú b lica h a a tr a v e s a d o con ta n to s tra b a jo s. E l
so l utaznente, p ro n u n c ia r u n re y d e F ra n c ia . E l re y p one a c a d a uno a ffa ir e W ilso n n o p uso e n discusión él rég im en . E l bou lan g ism o lo h a
en s u lu g a r y em plea a c a d a uno y a todos. P e ro no to le ra a nadie a m e n a z a d o se ria m e n te . E l a ffa ir e D rey fu s h a esta,do a p u n to de d es­
el en tre m e tim ie n to . tru irle .
2. O bsérvase, a d em á s, n o sólo en A lem an ia, sino en Ita lia , en 3. ¿ E sta m o s b ien seg u ro s de la in u tilid a d de la s discusiones y d©
I n g l a te r r a y h a s ta en B élgica, un cre c ie n te a u m e n to del p o d e r y de la s m ed itacio n es te ó ricas? No son in ú tiles, sino la u tilid ad m ism a.
la in flu e n c ia de los rey es d esd e h a c e c in c u e n ta añ o s.
LA RESPUESTA DE M. JU L E S LEM A ÎTRE 567
566 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

láñeos botines y corbata Lavallière. Son. correctos, afables,


— ¿Quién sabe? ¡Tengam os paciencia!...
ntimentales y patriotas. Tieñen todavía un poco el alm a de
— ¡Q ué dices!
"los héroes de Octavio Feuillet. Y , entre el pueblo, los bona­
— P a r a terminar, voy a citarte una fra se de Joseph de Mais-
partistas cuentan, lo m ás frecuentemente, con excelentes figu-
tre sobre lo poco que es una vida hum ana en los largos siglos
de antiguos suboficiales, de viejos soldados de la guardia
de una nación: “L o s minutos de los Im perios son años del
yudos y fieles, o de simpáticos fierabrás. Y los bonapartistas
hom bre.” Y otra: “U n o puede ver sesenta generaciones de ro­
"se quejan. Dicen que los príncipes de hoy (tú mismo lo has
sas: ¿quién asistirá al total desarrollo de una encina?”
reconocido) entienden lo mismo que nosotros la s lecciones de
los acontecimientos y que, de consiguiente, es absurdo el su­
poner que el Im perio significaría otra vez la g u e rra y la in­
V
vasión. Y añaden: “Cuando usted afirm a que nuestro príncipe
31 de octubre de 1903. reincidiría en los errores y se a ferraría a las quim eras de los
dos prim eros emperadores, es como si nosotros dijéram os que
H e vuelto a ver a m i amigo. un nuevo rey im itaría necesariamente la despreocupación y la
— Y a conozco— le he dicho— tu solución teórica. U n el pa­ inconsciencia de L u is X V 1 y su olvido del fin y de las con­
pel, es hermosísima, Pero ¿ y tu solución práctica, inmediata? diciones de la función real.” E n realidad, su pretendiente no
— Creía habértela indicado... E n fin de cuentas, es: E xo­ parece m uy am igo de aventuras. E s tan Saboya, por lo menos,
rnare áliquis! como Bonaparte. Sus escasas declaraciones parecen las de un
— Esto es un voto lírico, un trozo de exámetro, no una so­ radical m oderado, si estas dos palabras pueden ir juntas. Esto
lución 1. es lo que— dicen ellos— necesita justam ente el país. E l pueblo
— Dim e algo m ejor. cree incurablem ente en la Revolución. Pues bien: el Imperio
— N o sé. Pero, si quieres, volvamos un poco sobre nuestros es la Revolución encauzada, ordenada, hecha inofensiva...
pasos. H a habido quien ha hecho notar (y a que nuestras mo­
— Sí, inofensiva, si pudiera serlo.
destas conversaciones han llegado a oídos de algunas gen­
tes de bien) que habías desechado un poco de prisa el remedio 1. N a d a de edm o si, porque no tie n e n a d a q ue v e r u n a c o sa con
imperialista. T ú reconociste la prosperidad interior y la decen­ o tra . L u la XTV n o p u e d e s e r c itad o m á s que com o u n a v e rg o n z o sa ex­
cepción e n tr e lo s t r e in t a y s ie te re y e s del tro n c o c ap eto , m ie n tr a s que,
cia del Segundo Imperio. P ero rechazas el régimen en sí mismo com o “los dos p rim e ro s em p e ra d o re s” no h a n te n id o o tro p red eceso r ni
en virtud de las funestas consecuencias de su política exterior su ceso r, es fo rz o so Ju zg ar, p o r e s ta m u e s tra doble, el ré g im e n al que
y d e los desastres d e 1870-1871. d a n no m b re.
Si no, ¿ p o r q u é nos h a b la n de Im p e rio y de b o n a p a rtism o ? E ste
— ¿Es que no te parecen de bastante peso estas razones? p a sa d o cuyo re c u e rd o se q u is ie ra b o r r a r es, p re c isa m e n te , el ú n ico m o­
— Sí, p o r cierto. Pero los bonapartistas... Aquí, en confian­ tiv o , el ú n ico fu n d a m e n to , el único p re te x to de u n a c a n d id a tu r a a l go­
b ie rn o d e F r a n c ia . Si se a c e p ta la h e re n c ia , h a y que a c e p ta r s u p a si­
za, te diré que son encantadores, sobre todo los viejos, los que
vo, que, in d isc u tib le m e n te , es m ás p esad o que el activ o . P e ro si s e re h ú s a
vieron el estreno de L a belle Hélène, los caballeros canosos de e s ta m a la h e re n c ia , d e je n de h a b la r de b o n a p a rtism o y de Im p erio .
U n e s c rito r b o n a p a rtis ta , M. S a in t-P é re y , en el A p p e l ,aw P e u p le de
¡ S i Jo q u e f a l t a h o y a l a s v o lu n t a d e s m e jo r e s e s , p r e c is a m e n t e , u n a 7 de n o v iem b re, h a d e c la ra d o a M. L e m a ltre que el Im p e rio es u n bloque.
m e d ita c ió n c o h e r e n t e , u n a t e o r ía j u s t a ! Y h e m o s d e v e r , e n la s co n ­ T ien e ra z ó n . “N o re n e g a m o s de n a d a (dice), de n a d a , ¿en tien d e u ste d ? , del
c lu s io n e s , q u e e s t e e s e l t r is t e c a s o d e los p a t r io t a s y lo s c o n se r v a d o ­ p a sa d o d e los e m p e ra d o re s, desde 1799 h a s t a 1870. E l 18 b ru m a rio y el
res fra n ceses. ; 2 de diciem bre, W a te rlo o y S ed á n , la p o lítica de las nacionalid.ade'S... todo,
1. N o (p o d r ía m u y b ie n r e p lic a r e l a m ig o ), e s u n c á lc u lo . todo lo a c e p ta m o s .”
N . d e l T . : E l v e r s o (d e V ir g ilio ) a q u e s e h a c e r e f e r e n c ia d ice: N o h a y n a d a q u e o b je ta r a e s ta d ecla ració n . E l n ú m e ro del 7 de n o ­
E x c ria r e a l iq u i s n o s t r i s e x o s s i b m n ito r : "P legue a l C ie lo q u e d e m is i v ie m b re de 1903 d el p erió d ico L ’A p p e l au P euple se v e n d e en P a r í s en la
c e n iz a s s e a l c e u n v e n g a d o r ”. , c a lle d e B a tig n o lle s, 36.
LA RESPUESTA DE M . JU L E S LEM AÍTRE 569
5 68 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

a continuar las guerras de la Revolución y empezó triun­


— L a Constitución de 1852 (siguen diciendo ellos) es muy
fando en ellas, su idea encierra la de gloria y conquista. Y co-
prudente. L a ilusión del su fragio universal, mantenida; el ré­
o, por otra parte, civilmente es el continuador de la Revo-
gimen simplemente representativo en lugar del régimen par­
ución y de los errores del 89, apenas le es posible repudiar
lam entario; un poder central fuerte responsable...; ¿qué hay
últim a consecuencia de estos errores, que es el radicalismo
que decir a esto ?
cialista. Fué a la vez m ilitar y revolucionario. Estos dos ca­
— Sin duda, la Constitución de 1852, aunque incompleta,
racteres se pusieron de acuerdo un momento por necesidad,
no e ra fundamentalmente m ala. Pero Napoleón I I I no supo -
pero está bien claro que se han hecho incompatibles.
atenerse a ella. L a soberanía popular, aun estando muy vigi­
lada, aun casi ficticia, sigue siendo un principio erróneo y ”E1 Im perio no podría ser y a n i guerrero ni glorioso. L a
nocivo. E l Segundo Imperio, despótico en apariencia, fué, en quimera del segundo emperador, la “política de las naciona­
realidad, un “gobierno de opinión” *. L a Prensa y el público lidades”— que colocaba nuestro interés nacional después1 de
corearon la política exterior y los sueños masónicos del carbo­ otros intereses— , ha acabado por debilitar a Francia, hasta el
nario coronado 1 2. Te concedo que no porque el Segundo Imperio, punto de hacerla incapaz de toda em presa ambiciosa, y se ha
bajo los efectos del viejo espíritu revolucionario, haya hecho, convertido en estéril humanitarismo. Y no es que yo añore el
en detrimento nuestro, la unidad italiana y preparado la hege­ Imperio conquistador— porque los quince años del prim er Im ­
m onía de P ru sia ; no porque debamos dos invasiones al primer perio h an costado m ás vidas, y menos útilmente, que ciento o
Im perio; no porque el segundo nos haya valido una tercera y doscientos años del antiguo régimen— , pero quedamos en que
nos h aya costado dos provincias y algunos miles de millo­ el Im perio nuevo, no pudiendo y a cosechar laureles, veríase
nes, síguese fatalm ente que un nuevo Imperio hubiera de lle­ reducido a proseguir, al fin y a la postre, con más orden y
v a r a una nueva guerra y a una cuarta invasión; pero no me con el sorprendido asentimiento de una parte de la nación, la
n egarás que todo esto es p ara él de mal agüero... En fin— mu­ obra política de los dos últimos ministerios jacobinos, excepto
cho me lo temo— , el nuevo César sería, de grado o por fuerza, la persecución religiosa. E n una p a la b ra : tendríamos un Im ­
el je fe de la democracia, es decir, su esclavo 3. Veríase obliga­ perio sin penacho, un Imperio de levita de burgués radical, un
do a mantener y exagerar aún la centralización, y a monstruo­ Imperio burocrático, probablemente anticatólico, secretamente
sa, y, tarde o temprano, a intentar, o simular, el estableci­ antimilitar, protegido por el dinero cosmopolita y cogido entre
miento del socialismo de Estado, muerte de todas las liberta­ el peligro de acordarse de la A lsacia-L oren a y el impudor de
des, disolvente supremo de las virtudes y de las energías de olvidarla.
un pueblo. — Querido, esto son hipótesis.
’’Adem ás, el Imperio tiene en sí no sé qué de equívoco o — P ero no son inverosímiles.
híbrido que viene de sus mismos orígenes. Como se vió obliga- — N i convincentes tampoco. U n bonapartista te diría: “N o
h ay que ser demasiado exigente. Con el Imperio tendríamos
1. U tilísim a v erd ad . N ap o leó n I I I no fu é solam ente, como se dice m u­ orden: orden en la calle y, al cabo de algún tiempo, h a y que
c h a s veces, el e je c u to r de los designios de la Revolución in tern acio n al que esperarlo, orden en la hacienda también. L a s instituciones mi­
s e le h a b la n im p u esto en s u ju v e n tu d de c arb o n ario : fu é tam bién el ór­
g an o de los designios de la opinión rev o lu cio n aria fran cesa, cu y a hechu­ litares serían honradas y fortalecidas, por más que digas. L a
r a e ra en F ra n c ia . vieja trinidad respetada y necesaria a los pueblos que quie­
T am b ién L u is-F e lip e fu é u n p ro d u cto de la Revolución. N o obstante,
re s is tió co n sta n te m e n te al p a rtid o lib eral, a su partido, ouando se vió s o ­ ren vivir: familia, propiedad, religión, no seguiría viéndose
licitad o en fa v o r de “la p o b re I t a li a ”. ¿ P o r qué? Porgue era u n Borbón.
2. P e rm íta se n o s in s is tir so b re estos hechos h a rto olvidados.
3. M. S a in t-P é re y , en el periódico b o n a p a rtista an tes citado, escribe 1. D u ra n te mil añ o s, ia C asa de F ra n c ia no h a b ía cesado de r e p e t ir :
co m en tan d o e s ta fó rm u la : "No lo en tien d o .” P eor p a ra él. a n te todo, F rancia.
ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA LA RESPUESTA DE M. JU L E S LEM AÎTRE 571
570

amenazada de continuo. E l Im perio conservaría de sus orígenes Iperio es una transacción entre el principio de orden y de auto-
militares el gusto y la preocupación de una administración ‘ rielad y la ilusión democrática* Esto du raría lo que durase.
exacta y disciplinada \ ¿ E s que todo esto no es nada ? Dice — P o r tanto, no duraría apenas. E l Imperio no h a tenido
usted que el Im perio acaso se inclinase, por la necesidad de tiempo de convertirse en una dinastía. Su principio propio,
conservar la popularidad, hacia un socialismo de E stado: yo haga lo que haga, no reside más que en la cambiante voluntad
creo que poco a poco se vería dispensado de hacerlo, una vez popular, no en algo anterior y superior a esta voluntad, como
reconquistadas la prosperidad y la calm a...1 2. P o r lo demás, vj es la realeza tradicional1. T a l vez, si el príncipe im perial hu-
si el 89 es un error (lo que es m uy posible), un erro r que dura íbiese vivido, u n a dinastía y una legitim idad nuevas hubieran
un siglo se convierte en una tradición y hace las veces de la Ipodido substituir a la dinastía y la legitim idad de lo s Cape-
verdad. E l vino m ana hace m ás de cien años: h ay que seguir tos ; pero, en la situación actual, el Im perio no sería más qu e una
bebiéndolo... ¡ dictadura plebiscitada, es decir, lo que h ay de m ás inestable.
— ¿Aunque reventemos? Revolucionario de origen y de principio, no podría sostenerse
— M i bonapartista te diría: “Caballero, usted exagera mu­ más que con el absolutismo, y no puede se r absoluto m ás que
cho. U sted recordaba, el otro día, la s palabras de un joven filó­ en virtud de la gloria militar, que hoy no está a su alcance.
sofo: “E l Im perio suprime la anarquía, no las causas de la ¡Cuántas dificultades, pues! A ñ adiré que tu bonapartista, por
an arqu ía”, y reconocía usted que la supresión de hecho de la modesto que sea en sus sueños, no lo es todavía bastante. E l
anarquía es y a algo. Es, por lo menos, un alto. U n poder cen­ público h a rechazado la teoría plebiscitaria por miedo a l Im ­
tral independiente de todo p a r tid o 3, que garantizase la paz perio. Con m ás razón rechazaría el Im perio mismo.
interior y que no gobern ara a contrapelo de los intereses ge­ — ¡A h ! ¿Quién sabe? Si no fu e ra p o r los recuerdos del 70,
nerales y de la s necesidades y los sentimientos de la mayoría compensados, por otra parte, con la leyenda del gran E m p e­
de la nación, no sería una cosa a la que hacer ascos... E l Im- rador, el Im perio es seguramente la fo rm a m onárquica que
repugna menos 2 a muchos franceses, precisamente porque el
1. ¿ C o n se rv a b a el Im p erio , e n 1869, de su s o ríg en es m ilita re s, la pre­ Im perio sigue siendo la Revolución. T ú verás, si algún día se
ocupación d e la fu e r z a de n u e stro E jé rc ito , o siq u ie ra del n ú m ero de restaura el Imperio, como su M onk será algún general jaco­
n u e stro s so ld ad o s? N in g ú n rég im en se h a a b u rg u e sa d o ta n rá p id a m e n ­
te com o el de los dos Im p erio s. E n cam bio, la M o n a rq u ía burguesa bino ó algún sindicato de radicales... Atiende a lo que se dice
d e 1830 te n d ía en to d o m om ento a a ire s m ás m ilita re s. L o s jóvenes en los pasillos de la Cámara...
p rín cip es d e O rlean s, A u m a le y Join v ille, p ro v o caro n e s ta rá p id a evolu­
ción. E l Im p erio , n a c id o en m edio de los cam pos de b a ta lla , acab ó en — L o sé, y ello confirma lo que te decía del p robable jaco­
la s in trig a s de c o rte , d e sa ló n o de P a rla m e n to , ta n to en 1814 com o en binismo de un nuevo régimen cesarista.
los C ien D ías y e n 1870.
— H a y bonapartistas muy simpáticos que dicen que n o ; d i­
2. P e ro lo im p o rta n te es s a b e r si la p ro sp erid a d y la c a lm a serían
rec o n q u ista d a s, te m p ra n o o ta rd e ... L os b o n a p a rtis ta s am ig o s d e M. Le- cen ellos que, una vez hecha “la cosa” , y a veríamos, y que,
m a ltre n o tien en en c u e n ta n u n c a e s ta p e q u e ñ a c ir c u n s ta n c ia : en vez en todo caso, siempre se alcanzaría un bien relativo, dado el
de su c e d e r a tr e in ta y tre s añ o s de M o n arq u ía p ró sp e ra , s u quim era
de u n te r c e r Im p e rio v e n d ría tr a s los tr e in ta o c u a re n ta a ñ o s d e a n a r­ miserable estado a que hemos llegado. L o cierto es que la so-
q u ía rep u b lic a n a . S e ría , pu es, n ecesario p ro d u c ir, eco n o m izar, cap ita ­
liz a r y, p o r s u c o n stitu c ió n elec tiv a y d em o c rá tic a , el Im p e rio n o pue­
de h a c e r n u n c a m á s q u e g a s ta r, d e rro c h a r, d e s tr u ir : a h o ra bien, es­ 1. S u b ray em o s bien esta s d iferen cias cap ita le s.
ta n d o y a consu m ad a« la s d e stru c c io n e s p ro fu n d a s, ¿con qué ib a a a p a re n ­ 2. E s to es m u ch o decir. R e p ita m o s : ¿no h u b ie ra sido m ás ju s to es­
t a r s iq u ie ra u n a re o rg a n iz a c ió n ? crib ir que es l a fo rm a m o n á rq u ic a m enos o lv id ad a? Sólo nos s e p a ra n
3. Como y a h e m o s v is to m ás a r r ib a , el Im p e rio e s u n gobierno d e ellai tr e in ta y tre s añ o s. E s u n a sim ple z a n ja . Pero, a l o tro lado de
d e opinión, es d em o crático , p leb iscitario , electivo. E s, pues, dependiente. ella, ¡ c u á n ta sa n g re , qué de p érd id as, qué d e ru in as, c u á n to a m e n g u a ­
C reo q ue es c la ra la co nclusión de que, lo q u e n o es, es “in d ep e n d ie n te ”. m ien to p a ra n u e s tro p a í s ! S obre todo, ¡ c u á n to crecim ien to de lo s otros
Q ue es lo qu e el am ig o v a a c o n te s ta r a M. Ju le s L e m a ítre . p u e b lo s !
LA RESPUESTA DE M . JU L E S LEiVIAÍTRE 573
572 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

lución im p e ria l1 tiene un poco m ás de p ro b a b ilid a d e s2 que VT


aquella en que tú pareces haberte quedado.
— D e modo que la solución menos difícil no tiene mucho 7 de noviembre de 1903.
de tranquilizadora y la de m ás garantías (la m ía ) es la más
L a últim a vez que he visto a mi am igo le dije:
difícil. ¡Qué bonito!
— E l otro día terminaste con estas p alabras: “Procuremos
— N o te apures. Teóricamente, h ay un mundo entre ambas,
v ivir con serenidad en el estado de desesperación”. Y hoy tú
pero, en lo irrealizables, no se diferencian m ás que unos gra­
me pareces muy alegre. Esto no está bien.
dos imperceptibles 3.
— Querido, compréndeme. N o estoy alegre, pero sí con­
”A no ser que... ¡A h ! E ste día, ¡cuántas m alas bestias ve­
tento, contento de sentirme de acuerdo conmigo mismo, con­
ríam os volver a sus m adrigueras!
tento de haberm e librado de los prejuicios y del miedo. N o es
— N o tendrás este gusto *.
la perfecta alegría, pero a un hom bre de bien apenas le es po­
— Procurem os, pues, "vivir con serenidad en el estado de
desesperación”, como decía un metafísico am igo mío atacado de sible, desde hace cuatro o cinco años, estar completamente
alegre. Cada mañana, al abrir los periódicos, siento que me
una enferm edad mortal y que lo sabía... ¿Volverem os a vernos?
sube a los labios un poco de hiel y me acuerdo de la “gran mi­
— ¡ Y a lo creo!” 6.
seria m oral que reina en el país de F ra n c ia ”. Pero, por lo me­
1. ¿ E s a c a so u n a solu ció n el Im p e rio ? P o r todo lo d icho a n te rio r­ nos, puedo decirme a mí mismo que no contribuiré más a au­
m ente, s e v e que n o re p re s e n ta o tr a c o sa q u e la com plicación del pro­ m entarla o a conservarla con la torpeza de los mismos esfuer­
blem a.
2. ¿C óm o se p u ed e h a b la r con e x a c titu d de e s ta clase d e pro b ab i­ zos que h aga p a ra am inorarla, con inútiles concesiones a la ig­
lid a d e s? L a h is to ria e n te ra es u n a s e r ie d e a c c id e n te s inconexos s i no norancia pública, con el cobarde respeto a las supersticiones
s e m ira m á s q ue a l detalle in m e d ia to : sólo el c o n ju n to p re s e n ta rigor
políticas de que tantas buenas gentes son esclavas. Y a no me
lógico, q u e n o s e a p re c ia m á s q u e d e lejo s. P o r Id q u e to c a a aco n te­
cim ientos próxim o s, n o esperem os m á s q u e lo in esp erad o , n o h a g a ­ sacarán más de quicio las estupideces y los crímenes de la oli­
m os p re v isió n m á s q u e de lo im p rev isto . garqu ía gobernante, campo atrincherado, barraca de fe ria y
3. O reem os que, con u n b u en rig o r an a lític o , p o d ría d em o strarse
q u e esta s m e d id a s de lo re a liz a b le so n c o m p letam en te fa n tá s tic a s . Todo turbio comercio a la vez. Y no volveré a concebir ridiculas
c u a n to no es u n a re a lid a d en el m o m en to en q u e se e s tá h ab lan d o , puede esperanzas cuando me digan que nuestros enemigos se pelean
s e r calificado d e quim érico, p ero , d e la s id e a s p o líticas en c u rso n o son entre e llo s 1 y que el “bloc” se resquebraja. E stoy demasiado
p re c isa m e n te la s m ás m o d e sta s en a p a rie n c ia la s de m á s fá c il reali­
zación. “L a R e p ú b lic a e x is te : ■mejorémosla." E s to p a re c e lo m á s razo ­ convencido de que se han aposentado por mucho tiempo y de
n ab le. P e ro es u n a doble lo cu ra. N o ex iste la R e p ú b lic a : lo q u e existe que se reconciliarán siempre, de una u otra manera, en torno
es el viejo p a rtid o rep u b lican o , a l q u e n o s e d e stru y e sino re em p lazán ­
de la “olla infam e”, pero apetitosa, de R u y Blas. Y su obra
dole, y n o h a y n a d a de m a tiz rep u b lic a n o q u e s e a lo b a s ta n te fu e rte
p a r a re e m p la z a rle . D estru y én d o le, se d e stru y e la R ep ú b lica. P e ro quién no me inspira m ás que un desprecio tranquilo, silencioso, im­
p re te n d ie ra m e jo ra r e s te viejo p a rtid o , h a c e r q u e n o s e a ni judio, ni perturbable, incapaz hasta de extrañarse de nada.
p ro te sta n te , ni fra n c m a só n , lo m ism o p o d ría e m p e ñ a rse en h a c e r que
un círculo fu e s e cu ad rad o .
c o n s e r v a r l a R e p ú b lic a . E l I m p e r io n o p u e d e g u s t a r m á s q u e a lo s
4. ¡ Ya verem os, y a v e re m o s !
j u d ío s y s u s a lia d o s , c u y a s c o n q u is t a s c o n s o lid a r ía .
5. h a s personas a quienes este admirable capítulo sobre él Im p e ­ 1. C on to d o , e s t o o c u r r e . U n a m in o r ía e n é r g i c a y b ie n o r g a n iz a d a
rio qu e no d eb e in s ta u ra r se anime a estudios del tema, pueden con­
p o d r ía , a m e n u d o , a p r o v e c h a r lo s r e c íp r o c o s o d io s d e l a g r u t a d e A li-
sultar el excelente folleto de un joven escritor monárquico de Lyon, B a b á . H a c e p o c o , u n ju d ío , M . B e r r , y u n m e t e c o , M. G a b r ie l M on od ,
M. A n to in e L e s t r a : ¿C onviene re s ta u ra r el Im p e rio t M. L e s tra cita,
s e d is p u t a b a n l a c á t e d r a d e H i s t o r i a g e n e r a l q u e ib a a c r e a r s e e n el
evoca, c u e n ta y a rg u m e n ta con u n rig o r q u e n o ex clu y e la g ra c ia ni
C o le g io d e F r a n c ia . N u e s t r o s a m ig o s , a p r o v e c h á n d o s e d e l a c o m p e ­
la clarid ad . 1.1. A n to in e L e s tr a h a h echo u n ex celen te serv icio a las
t e n c i a d e lo s d o s a s a l t a n t e s , im p id ie r o n q u e s e d o t a s e e s t a i n ú t i l c á ­
In telig en cias de s u g e n |ra c ió n . E n re a lid a d , se p u ed e c o n te s ta r siem ­
te d r a . P e r o e l in t e r lo c u t o r d e M . J u le s L e m a l t r e p e r t e n e c e a u n a O r­
p r e a la s g e n te s que h a b la n del Im p e rio : "¿Para q u é f Si el. Im p erio p a ­
re c e m ás fá c il de r e s ta u r a r que la M o n arq u ía, m ás fá c il es to d a v ía d e n c o n t e m p la t iv a .
LA RESPUESTA DE M. JU L E S LEMAÎTRE *575
574 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

élente y desesperada en pertenecer a un reducido gru po de


’’A h ora estoy en paz con la lógica *. Uno de los miembros
rsonas que tienen razón y qué saben que la tienen.
del “bloque”, pero que, a pesar de serlo, tiene ingenio y como
”Y este secreto placer se aumenta acaso todavía cuando
arranques de independencia y de fran qu eza verbal, escribía
ienso que el grupo que cuenta con mi sim patía intelectual
hace poco: “Si la República no es la libertad, no tengo nada
parece, de seguro, a la m asa como una reunión de devotos y
que hacer con la R epública." E s t a confesión es la “m ayor” de
‘obscurantistas”, cuando no h ay un espíritu más libre que el
un silogismo que yo no he tenido m ás que completar.
e “nuestros m aestros”. E l mismo Bonald y De M aistre tie­
”L a solución a que me he visto arrastrado, como a pesar
nen audacias deliciosas, cada uno a su modo, y los otros fig u ­
mío, por la experiencia y el raciocinio, es— no lo ignoro— una
ran entre las inteligencias más realmente emancipadas que
solución extrema y acaso la más im popular de todas. j Y qué!
haya habido. P o r lo que hace a sus actuales discípulos, m u­
¡M ejor.' Sé que es racional y creo que es verdadera, pero, en
idlos de ellos son incrédulos en religión, lo que puede a flig ir ­
todo caso, como todavía es teórica, no he de temer que resul­
me, pero no me extraña nada.
te fallida 12. Y como no es realizable p a ra m uy pronto 3, tengo
”Tú mismo dijiste un día (y h ará de esto ocho o diez a ñ o s ):
ante mí tiempo y espacio. Estoy dispensado de la acción in­
”Si vemos, en nuestro país, las doctrinas revolucionarias
m ediata 4 y hasta de estas discusiones en las que siempre se
■asociadas a la irreligión y a menudo al m ás crudo m ateria­
concede demasiado al adversario tim o ra to 5. E n adelante, ten­
lismo, no es, ni mucho menos, por una necesaria concatena­
dré el gusto de vivir libremente en comunidad de ideas con
ción de ideas, sino por una coincidencia accidental, y a que
lo que de más clarividente y de más auténticamente audaz
aquél podría del mismo modo, y aun más naturalmente, tener
hubo en el pasado siglo: los Comte y los Balzac, los Taine y
por conclusión, en política, la M onarquía absoluta, y así opi­
los Renán, los L e P la y y los Fustel. Esto, sin contar la suerte
na, principalmente, el inglés Hobbes...” Y R em y de Gourm ont
de voluptuosidad que h ay en servir una causa a un tiempo ex-
se expresa m ejor aún, a mi entender, en el último número del
Mercure de Frun ce: “E s un puro azar el que hoy en F ra n c ia
1. E s t a r en p az c o a la lógica es e s ta r en p a z consigo m ism o: el se- aparezcan unidas M onarquía y Religión, la irreligión y la R e ­
- n a d o r E u g é n e L in tilh a c nos d iría que u n a b rilla n te esc u e la de m ora­ pública. Monárquico y ateo son dos cosas que van adm irable­
lis ta s y de políticos h izo del z é n hom olo g o u m e n ó s (v iv ir de acuerdo con
los d ictad o s de la p ro p ia ra z ó n ) el p rin cip io d e la sa b id u ría , de la mente juntas... E s una simpleza el pensar que un incrédulo
v irtu d y de la felicid ad . P o r lo m enos, es u n elem en to de unidad y tiene que ser necesariamente republicano; ¿por qué razón?...
de fu e rz a .
E n efecto, sólo el optimismo m ás simple o el cinismo m ás de­
2. F ra n c a m e n te , esto es u n p u ro juego. D e la M o n a rq u ía no podida
d e cirse lo que se h a dicho de l a R e p ú b lic a : ¡ Qué h e rm o sa e ra bajo el cidido a explotar esta simpleza pueden sacar, como conclusión
Im p e rio ! N oso tro s no p ro m etem o s la edad de oro q u e los republicanos de la irreligión y del mismo ateísmo, la República y, m ás allá
p ro m etiero n , sino u n ré g im e n n o rm a l p a ra d e sp u é s de lo g rad o e3te bien
de ella, el E stado socialista, que no podría subsistir m ás que
im p o n d erab le: el a c a b a r con la R epública. B o n ald h a dicho con gran
a c ie rto : "E l m o n a rca no co n serva la sociedad p o r s u acción, sino pon' por la sublime virtud y el m ilagroso desinterés de todos sus
s u sim p le existe n c ia , p arecido a la lla ve d e u n a b óveda, que no sos­ miembros.
tien e las d is tin ta s p a rte s d e é sta con s u e sfu e rzo , sino que las m,an-
tien e en s u s itio p o r s u p o sic ió n ,” P ro m etem o s a l p ro g reso u n a base ’’Después de esto, resulta curioso y hasta divertido 2 el verse
de orden. D evolvem os a l bien público lo que es p a r a él condición indis­
pensable. 1. D e se sp e ra c ió n : es la s e g u n d a o te r c e ra vez que re a p a r e c e e s te
3. ¿Q ué sabem o s? B a s ta r la que estu v ié ra m o s o rg an izad o s p a ra la in fa m e s u b s ta n tiv o . ¿ E s tá bien q u e su e n e en el le n g u a je político de
p rim e ra ocasió n p ro p icia que se p re s e n ta ra . ta n ex celen tes fra n c e s e s com o M. J u le s L e m a ître y s u am igo?
4. ¡ D e n in g ú n m odo 1 2. M. M a u ric e F a u re , s e n a d o r ra d ic a l del D rôm e, n o s h a p ro p o r­
5. ¿ E s de v e ra s q u e los nuevos m o n árq u ico s se d isp e n sa n de alg u ­ cio n ad o u n a d iv e rsió n d e e s ta especie con su in te rru p c ió n , en la sesión
n a d iscu sió n ? L o que es v e rd a d es q u e no conceden n u n c a n a d a a sus del S en ad o de 23 de n o v iem b re de 1903, a M. de L a m a rz e lle , el cu al,
ad v e rsa rio s, salv o el p la c e r de a b ra z a r su s p ro p ia s id eas. , h acie n d o d e sm e su ra d o h o n o r a l a u to r de e s ta s m o d e sta s n o tas, d e c ía :
LA RESPUESTA DE M . JU L E S LEM AITRE 577
576 * ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

”Te has afanado, y contigo tus colaboradores, para acabar


motejado de clerical y de reaccionario por h aber tratado de
rdiendo las elecciones legislativas. N o obstante, estabais Ile­
pensar libremente, y ser calificado de este modo por unas gen­
os de buena voluntad y teníais como aliados el malestar y el
tes que tendrían trabajos para pensar, libremente o como sea.
escontento g e n e ra l1 y, con todo esto, ganasteis quince pues-
P o r lo demás, está bien así. E s uno tanto más dueño de llevar
os que las invalidaciones han reducido a una media docena,
el pensamiento propio hasta las últimas consecuencias cuanto
ís vosotros (y las estadísticas lo dem uestran) que el “Blo-
m ás ve su impotencia en el orden m a te ria l1; no hay que ple­
” representa tres millones de electores frente a once mi-
garlo p a ra nada a la s necesidades de la polémica ni a ningún
ones y que bastaría con quitarles, en 1906— ¡dentro de tres
interés de la propaganda. E sta independencia es algo exquisito...
argos años!— , 200.000 votos. Pero no se los quitaréis; no les
— ¡Cuidado! Los placeres que enumeras no son más que
quitaréis los votos de los funcionarios. Y , si, por milagro, se los
placeres de orgullo. V a s a caer en el diletantismo.
quitarais, la nueva C ám ara no tardaría en ser “fructidorizada”.
— N o caeré en él m ás que porque no quieren escucharme...
En este régimen, un partido que tiene en sus manos el poder
Pero, si yo no puedo nada, tú no puedes más que yo y tu suer­
ño necesita, p ara conservarlo, más que seguir careciendo de
te es peor que la mía. Cuando pienso en la vida que has lle­
escrúpulos. Decís vosotros que la reform a electoral (escrutinio
vado durante los cinco años últimos, te compadezco 2.
por lista, representación proporcional y voto p lu ra l) atenuaría
la inevitable mentira del su fragio universal. Pero tú sabes de
—L a R evolución fra n c e s a no h a escap ad o a la crític a , como todo lo sobrat que la reform a electoral no la h ará ni la Cám ara actual
dem ás, d u ra n te el siglo últim o. Y los q u e h a n hecho e s ta crítica, quie­
n e s la h a n p a sa d o u n a vez y o tr a p o r el tam iz, no son sólo católicos ni la que le siga, y a que, p ara conseguir que la hiciera, sería pre­
com o Jo se p h de M a istre y to d a s u e sc u e la ; son p o s itiv is ta s ; es Taine, ciso tener m ayoría en la próxim a Cámara, y, p a ra obtener la
es h o y C h arles M a u rra s en su s a rtícu lo s.
M . M aurice F a u r e : —¡ S in g u la re s p o s itiv is ta s ! mayoría, haría previamente fa lta la reform a electoral. ¡Qué
M ás sin g u la r p a re c e ría a ú n el positivism o d e A u g u sto Comte a círculo vicioso!
M. M aurice F a u re s i el h o n o rab le se n a d o r conociera a l a u to r de la ’’Resulta, pues, que, por un resultado irrisorio, te has r e ­
P o lítica p o sitiv a . P e ro él se h a co n ten tad o con fig u ra r en el Comité
del m o num en to q u e los fu n cio n a rio s d e la S eg u rid a d G en eral acaban signado alguna vez a decir cosas de que tú dudabas.
d e .erigir a A u g u ste Comte. D os hechos sin im p o rta n c ia a c la ra rá n s u ­ ’Afirm abas que m añana sería decente la República, que al
ficientem ente el estad o de e sp íritu de M. M au rice F a u r e : es de cuna sufragio universal se le podía “ilustrar, m oralizar, jerarqu i­
p ro te sta n te y, d esd e la m á s tie rn a edad, a b ra z ó la relig ió n de Jean-
Ja c q u e s y de V íc to r H ugo, e ste vago esp lritu alism o in fla d o de pan­ zar” , y lo decías justamente en el momento en que, en pleno
teísmo. o rato rio y q u e se p a v o n ea de reso lv erlo todo h acie n d o triz a s el contacto con la realidad, te saltaba a la vista y palpabas con
dogm a, -los rito s, la d isc ip lin a : ¡to d o aq u ello q u e A u g u ste C om te que­
r í a r e s t a u r a r ! M. M aurice F a u re , q u e nos tie n e p o r reaccio n ario s, p er­ la mano lo incurablemente absurdo del su fragio universal.
ten ec e a lo que aquél- lla m a b a “el m ás a tr a s a d o de los p artid o s”. ’’A pen as sabías resistir a quienes te repetían: “ ¡Inclínate
Su calid ad de fra n c m a só n d e b e rla im p ed irle el m o te ja r a nadie de más hacia la izquierda! E s el único modo de conseguir lo que
clerical.
persigues.” ¡Como si por ventura pudiéramos nosotros, cuando
I. H ace u n m om ento, M. Ju le s L e m a itre v alu ab a , p o r g rados, lo
re a liz a b le y lo posible. S u am igo, no queriendo s e r m enos, h a b la de se nos antojara, mentir como mienten nuestros adversarios!
im p o ten cia . P e ro ¿él qué sa b e? N u e s tra in flu e n c ia so b re los aconteci­
m ientos no_ depende sólo de nosotros. A veces se p re s e n ta n sum am ente
fáciles. P u ed e b a s ta r la fu e rz a de u n niñ o p a ra d om inarlos. A m enu­ X. P e ro les f a lta b a u n a d o c trin a p o lítica ju s ta . L a b u en a v o lu n ta d
do, la eficacia no es m ás que h a b ilid a d o su e rte . ¡ Y n o h a y nada es in d isp e n sa b le y no lo s-on m enos las c irc u n sta n cia s fa v o rab les. P ero
im posible! h ace f a lta , en te rc e r lu g a r, u n propósito, u n p la n : “U n ejército, u n año,
2. Todo lo que a h o ra v a a leerse -es d e u n a a g re s iv id a d in ju stifi­ u n a id e a ”, com o d ice R iv aro l.
cad a. N o podem os p o r m enos de p ro te s ta r de la s in v e c tiv a s de que (R e c u é rd e se lo q u e R iv a ro l d e c ía de los e m ig ra d o s : que sie m p re
M. Ju le s L e m a itre (victim a, aquí, m a ltr a ta d a sin m e su ra ) s a c a r á h á ­ e s ta b a n re tra s a d o s de u n ejército, de u n año, de u n a idea. P ro c u re n los
b ilm en te provecho en el a rtic u lo próxim o. N o so tro s n o h ab la ría m o s de n a c io n a lista s, los católicos y los co n serv ad o res no m erecer e x a c ta m e n te
e ste modo de la o b ra del p resid e n te de la “L ig a de la P a tr ia F ra n c e s a ”. el m ism o rep ro ch e.)
LA RESPUESTA DE M. JU L E S LEM AITRE 579
578 ACUESTA SOBRE LA MONARQUIA
bnciencia. Tienes la dureza y el exceso de celo de los neófitos.
’’¿Acaso no has llegado a dar la sensación de que aceptabas
|>ero y a te contestaré.”
los “dos años de servicio” ? Y , no obstante, tú te sospechabas-
P. S.— R uego a los buenos am igos a quienes estos diálogos
que el servicio limitado a dos años tendría como resultado
Hayan podido desazonar, que esperen a lle g a r h a sta el fin.
el debilitar el Ejército, al tiempo que aumentaría sus gastos; !M
o, p a ra ser m ás exactos, conocías m ejor que nadie tu radical
n
I
incompetencia sobre los problem as de esta clase. VH
’’¿Acaso no has llegado a prometer, como otro cualquiera, J¡]
el “retiro obrero’’ ? Y , con todo, tu convicción, tu verdadera 14 de noviembre de 1903.
convicción, ha sido siempre la de que el monstruo Estado,
desde la Revolución y el Imperio, tiene y a hartas atribuciones — H a s sido duro— contesté a mi am igo— . Te concedo que no
que no le corresponden por función natural; que el arreglo de l'ñe sido im pecable; concédeme tú que he hecho lo que he po-
los problemas sociales depende ante todo del desarrollo de las fdido. T ú puedes ser impecable porque no haces n a d a *.
asociaciones libres y de los sindicatos no políticos; que, en ’’Cuando se h abla ante un vasto auditorio, y con m iras a
todo caso, el retiro obrero (¿ y por qué no el retiro campesino ;un resultado preciso e inmediato (com o son unas elecciones),
y el burgués?) supone como condición previa el buen estado Bes dificilísimo no conceder nada a los prejuicios de la turba, a
de la hacienda; que ésta no puede sanearse más que mediante |su optimismo; atenerse a las afirmaciones tristes de la expe-
amplias y decisivas economías y, particularmente, después de s'rienda y del buen sentido y no permitirse ninguna p a lab ra de
una considerable reducción del funcionariado; que esta reduc­ “’ilusión y de esperanza. E stas palabras, que nada tienen de cri-
ción lleva aparejada consigo la reorganización de las divisiones i-minal, son necesarias para ganarle la confianza, sin la que
administrativas y la descentralización; que la descentraliza­ ,nada se puede hacer, y p ara lo g ra r que acepte a continuación
ción no la hará jam ás una asam blea y que sólo puede hacerla ■algunas verdades, aunque sean austeras. Tales palabras, en fin,
la voluntad personal de un je fe ; y que, en fin de cuentas, la res­ ; hacen fa lta p a ra caldearse unos a otros, p a ra crear en la sala
tauración de un poder responsable y superior a los partidos es una “atm ósfera de simpatía”...
un supuesto necesario de las justas reform as sociales... ’’P o r lo demás, son conformes al espíritu de la Patrie Fran -
"T e entretenías en afirmar que no eras clerical, y es verdad . ca-ise, que es una lig a popular y, si se me permite decirlo, cor­
que no lo eres. Pero ¿no percibías toda la humillación que ha­ dial. Apenas soy un burgués. H e conocido de m uy cerca— y con
bía en estar defendiéndote a todas horas en este punto? : motivo— las vidas humildes y difíciles. Sé cuánto h a y de pa-
"T ú eres sincero por naturaleza; y, en atención a unos in­ , ciencia y de virtud en la m ayor parte de los campesinos y lo
tereses electorales, jam ás te atrevías a decir “toda la verdad”. que h ay de inteligencia y de generosidad en muchos obreros,
Tienes excelentes hábitos críticos: no te gusta dar por resuel- .,
ta una cuestión sin antes haberla examinado a más y mejor 1. E s to e ra lo q u e c a b ía e sp e ra r de la s v io len cias del am ig o . Se lo
d an to d o L echo a M. Ju le s L e m a ltre . P ero , a s i com o no h a c ía n in g u n a
bajo sus distintos aspectos, y te veías obligado de continuo
f a lta in ju r ia r a é ste , tam p o co es ju s to a p a b u lla r a l am ig o , q ue n o es
a tomar resoluciones al buen tuntún. P o r espacio de cuatro un s e r ineficaz, n i m u ch o m e n o s : a c tú a , o, p o r lo m enos, p o d ria a c ­
años has desempeñado un papel para el que no habías nacido tu a r, com o lo h a c e n aquellos c u y a d o c trin a h a a b ra z a d o . L o n a tu r a l
s e r ía q u e tr a b a ja s e con ellos por p ro v o c a r en la s a lta s e s fe ra s del p e n ­
y que, de consiguiente, no debiste aceptar. Te repito que te sa m ie n to fra n c é s u n p e n sam ien to m onárq u ico , p a r a que, d e e ste cen ­
compadezco. tro de la opinión e sp iritu a l, s a lg a la se ñ a l de la acció n m a te ria l. Los
— E res un ángel. Te he dejado soltar toda la cuerda que jefes civiles y m ilita re s n e c e sita n órdenes p a r a p o n e rse e n m a rc h a .
¡D é se la s en b u e n a h o ra el. poder e s p iritu a l! D a r ta le s ó rd e n e s o con­
llevabas. Te agradezco que sientas tantos escrúpulos p o r mí sejo s e s a c tu a r en el m á s a lto g ra d o y, p o r a ñ a d id u ra , e s d e te rm in a r
y que te preocupes con tanto calor por los problemas de mi la ú n ic a acció n ú til.
LA RESPUESTA DE M. JU L E S LEMAÎTRE 581
580 ..ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

ción y el estudio y de arrancarles del corazón una cierta con­


sean sindicados o no lo sean, que es el caso infinitamente más
cepción legendaria de la Revolución, y la fe, completamente re ­
numeroso.
ligiosa, en una República ideal. L o que sí es posible y lícito es
" Y , a propósito de esto, no 'puede d ejar de sorprender el
darles a entender que cabe m ejorar la República, y, en efecto,
que el Gobierno y la m ayoría parlam entaria no parecen agi­
»con el esfuerzo de todos los ciudadanos, podría hacerse. L a
tarse más que en fa v o r de los obreros de las minas y de las
República es el único régimen en que las instituciones no sir­
gran des industrias, que apenas son 500.000 entre once millo­
ven moralmente de nada a los individuos y en el que éstos, por
nes de electores; viendo esto, parecería que Francia fuese el ma­
y o r país m inero de Europa, siendo así que es uno de los más el contrario, tienen que proveer a lo absurdo de las institucio­
pequeños. N o im portaría si todos hubieran de beneficiarse de nes h H e aquí una condición nada tranquilizadora. Pero, en re­
la preocupación que oficialmente se tiene por unaj parte de sumen, decirles que cabe m ejorar' la República; es como reco­
ellos... E s verdaderamente odioso el que un viejo que ha tra­ mendarles la “v irtu d” (en el sentido de M ontesquieu), y esto
bajado durante toda su vida pueda verse reducido a la miseria no puede parecer mal, aun creyendo apenas en la eficacia de
cuando ya no puede valerse de sus brazos... Venirles con que esta predicación.
no e3 incumbencia del Estado el asegurarles un retiro, siquie­ ’’Con todo, he de añadir que he visto ciertas regiones— so­
ra mínimo (cuando el Estado se entremete y a en tantas otras bre todo, en el norte del Loire— en las que sobrevive algo 2 de
cosas que no le incumben) ; con que esta República dilapida­ esta virtud republicana que se dió aun ba jo el antiguo rég i­
dora e insaciable no estará nunca en condiciones de hacer nada men. P ero tales regiones sólo son una especie de islotes. P a r a
por ellos; que, de consiguiente, p a ra que su suerte cambie, de­ que vinieran a juntarse, sería menester probablemente un si­
ben esperar a que se instaure un régimen de economías que glo de tiempo y acaso una transform ación de la naturaleza
sólo será posible a través de la descentralización que a su vez humana.
exige un poder fuerte y responsable... acaso sea verdad, pero Adem ás, del hecho de que no cabe obtenerlos de este rég i­
es m uy duro. N osotros les decíamos, con m ás dulzura: — "Sin­ men, ¿ debe seguirse que hayamos de renunciar a aspirar a los
ceramente, si de nosotros depende, os prometemos, lo mismo bienes que todo gobierno normal debe valerle a la nación: las
que los demás, tal o cual ley de justicia social. Pero podría ocu­ libertades naturales e indispensables, el mantenimiento de los
rrir que estuvieran todas subordinadas a una reform a política. órganos de la defensa exterior y la buena gestión de la hacien­
Si h oy p o r hoy son irrealizables, tomadlo en cuenta a la falta da pública?
de sinceridad, a la imprevisión o a la poquedad de espíritu de ”Y , en fin, so pretexto de que el su fragio universal, es aca­
quienes desde hace tantos años os las están prometiendo des­ so absurdo en sí y que, además, está profundam ente falseado
caradamente, corrompidos también por el régimen que pade­
cemos y que ellos explotan ¡y sacad las consecuencias natu­ p ú b lico , a la tu r b a , a todos, a fin de que, u n a vez lle v a d a a cabo la
ra le s !” acció n n e cesaria, s e a a c e p ta d a con el m ínim o d e dificultad.
’’Asimism o, perderíam os el tiem po1 tratando de hacerles 1. F ó rm u la e x a c ta y h e rm o sa q ue conviene reco rd ar.
2. N o h a y que fiarse. E s te algo e s ta r á p e n d ie n te de g ra n d e s v a ria ­
recorrer el camino que tú has recorrido mediante la observa- ciones. Son la s c irc u n sta n c ia s (a m enudo m u y p a s a je ra s ) lo q ue de­
te rm in a e sta s p e q u e ñ a s epidem ias de v ir tu d re p u b lic a n a . E l ejem plo
1. D e seg u ro . H a s ta p u ed e a ñ a d irs e que se les h a ría p e rd e r ei del p o b re L ittré es h a rto co n o cid o : b ajo el Im p erio , p re te n d ía q ue sólo
tiem po. L a fu n c ió n de "to d o s” no es el in ic ia rse p o r ig u al en el se­ los p a risie n se s fu e s e n e lec to res; b a jo la C o m m u n e, hubo d e desdecirse.
c reto d e la s s a n a s d o c trin a s p o líticas. P e ro la fu n ció n de M. Jules A h o ra m ism o, M a rse lla no es n in g u n a c iu d a d d e l N o rte, y , no o b sta n ­
L e m a ître es el d e d u c ir y e n se ñ a r la s co n secu en cias de ta le s doctrinas, te , e n el a ñ o 1903 s u b s titu ía a l s o c ia lis ta F la is s ié re s con el m oderado
como él m ism o reconoce m á s a b ajo . Y p u ed e e n se ñ á rse la s a dos cla­ C h a n o t en la a lc a ld ía de su M unicipio. D esp u és F la is s ié re s y C hanot
ses de o y en tes : 1.®, a los depositarios d e la fu e r za , o los je fe s políticos h a n e m p a ta d o y el a lc a ld e de M a rse lla h a v e n id o a serlo p o r ra z ó n de
y m ilita res, para q u e a c tú e n co n fo rm e a d ich a s d o c trin a s; 2.”, al gran edad. (N o ta de 1909.)
LA RESPUESTA DE M. JU L E S LEM AÍTRE 583
582 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
os del H om bre”, y que, en tanto que no h aya sid o puesta a
p o r la violencia, la corrupción y el fraude administrativo, ¿ voy rueba, cabrá decir que la experiencia revolucionaria no ha si-
a aconsejarles que no voten, que no se ocupen de la s eleccio­
o llevada hasta su última consecuencia.
nes, que no form en Comités que pueden representar, cuando ’’A h ora, he tratado de disipar ciertos prejuicios concer-
menos, el comienzo de una organización del su fragio univer­
entes al antiguo régim en y a la historia y la o b ra de la R e-
sal ? ¿ V oy a decirles que hacen m al en afan arse en hacer que
olución. Valiéndom e de tus luces, he expuesto el sistema de
triunfe, p o r donde se pueda, algún hombre de bien, algún pa­
os neomonárquicos. L o he expuesto con sinceridad y simpatía,
triota ? ¿ V o y a decirles que no vale la pena de que se molesten -mo h abía hecho con el sistema plebiscitario. N o he negado,
en hacer que aumente 1 la minoría que ellos form an y que, en
ino que hasta la he reconocido paladinamente, la excelencia
tanto que no estén en mayoría, no deben hacer otra cosa que
eórica de tu solución 1. Y tampoco he regateado los méritos
cruzarse desdeñosamente de Tbrazos ? Y , si algunos esperan pa­
el tercer Imperio, regimen de orden, de decencia y de p ros­
ra 1906 un cambio de decoración como los que se han visto
peridad en el interior 2, y no he ocultado que el Im perio po­
alguna vez, una gran corriente de opinión nacional, un desper­
ndría ser, si no el remedio decisivo de nuestros males, p o r lo
tar del instinto de conservación francés, ¿voy yo a disuadirles
menos un paliativo de cierta duración. Y del mismo modo hu­
de que hagan cuanto puedan para prepararlo? ¡D iríase que,
biera podido, si a despecho de los esfuerzos que se h arían p a ra
p a ra un teórico como tú, el ser el régim en fundamentalmente
asfixiarlo, surgiese entre nosotros algún personaje aureolado
m alo es una razón p a ra no tocar siquiera a él; que el que se
con una popularidad impresionante y universal, del mismo mo­
le absuelva condicionalmente o el que se trate de servirse de
do hubiera podido desarrollar la teoría de l a “R epública con-
él resulta un crimen im perdonable.' Y h a y que empezar por
, sular” 3.
tra b a ja r con lo “que h a y ”12; esto es evidente.
“N in g u n a de estas soluciones parece tener una probabili­
“L o que no impide ocuparse acto seguido de lo que podría
dad próxim a de adopción. Adem ás, no todas valen lo mismo.
y debería haber. N i que invitemos a aquellos de nuestros ami-
Una sola— aquella que abonan su misma antigüedad y los ser-
k gos capaces de m ayor libertad en juicio a que mediten er. las
condiciones esenciales de un buen gobierno, a exam inar las di­
1. E s fá c il d e d u c ir la s co n secuencias te ó ric a s y p rá c tic a s d e e s ta
versas soluciones propuestas, y a p o r los hombres que se concesión. E n el a c tu a l e sta d o d e cosas, sólo u n a so lu ció n te ó r ic a ­
han mantenido fieles a los regímenes antiguos, y a por aque­ m en te ex celen te es c a p a z de d irim ir las co n tie n d a s, u n ific a r y o r g a ­
n iz a r los p a rtid o s. Y a v e re m o s cómo, en n u e s tra s con clu sio n es.
llos que, según frase de un diputado radical, “no tienen nada 2. / L o s m é r ito s d el te rc e r Im p e r io !—L a fó rm u la e s lo b a s ta n te bt>-
que hacer de la República, si la República no es la libertad”. n ita p a r a s e r su b ra y a d a , ta n to m á s c u a n to q ue M. L e m a itre exfcluye
”Y tal examen es lo que yo he querido facilitar a nuestros de ella, c la risim a m e n te , el orden, la d ecencia y l a p ro s p e rid a d en- el
exterio r. P e ro m e c u e s ta en te n d e r esto de que u n país p u e d a c o n s e r­
amigos dándoles traslado fiel de nuestras conversaciones. Ya, v a r en s u seno t a n h e rm o sa s co sas sin que e sté fu e rte m e n te a c o r a ­
el año último, les expuse lo m ejor que pude la teoría plebisci­ zado y a rm a d o c o n tra el e x terio r. E l p ro b lem a económ ico d ep en d e del
taria. Reconocía que la solución era expuesta y llena de posi­ político, p e ro él p ro b le m a d e la p o lític a in te rio r depende clel a rre g lo
de la p o lític a e x te rio r q u e depende a su vez de la c o n stitu c ió n del E s ­
bles sorpresas, pero hacía notar que sólo la República ple­ tad o . E l h u ev o n e c e s ita u n a protección, c á s c a r a o envoltorio, p a r a evo­
biscitaria es la República integral; que ella, y tan sólo ella, es lu c io n a r con tie n to . A d m itien d o q ue s e a próspero, ese E s ta d o im p e ria l
lo que se deduce lógicamente de la “Declaración de los Dere- e s t a r á al d e sc u b ie rto : s u m ism a p ro sp e rid a d h a b r á de se ñ a la rlo n e c e ­
s a ria m e n te a los a ta q u e s del e x te rio r.
1. E s te es u n g ra n p ro g ra m a . C iertam en te, h a y que h a c e r que la 3. M e im ag in o q u e e s t a R e p ú b lica c o n su lar es u n a R e p ú b lic a d ic ­
ta to r ia l de la s que la A m érica la tin a h a conocido m á s d e u n a : u n a
m inoría crezca, pero, sobre todo, h a y que fo rta le c e rla o rg an izán d o la, em­
M o n a rq u ía sin la s g a r a n tía s n a cio n a lista s d e la h e re n c ia y de la t r a ­
pezando p o r o rg a n iz a r su p e n sam ien to . L a u n id a d d e te n d e n c ia y de
dición. Como no te n d r á en sí m ism o su ra zó n d e ser, el b u e n tir a n o
d o ctrin a es la condición b á sic a de la fu e rz a de la s m in o rías.
te n d r á q u e a p o y a rs e e n la opinión, con lo q ue s u r g irá n to d o s lo s in ­
2. P a r a d e s tru irlo : pero ¿cóm o? E s ta cu estió n p re v ia vuelv e a la n ­
c o n v en ie n tes del rég im en pleb iscitario .
zam o s en se g u id a a los estu d io s h istó rico s. ^
LA RESPUESTA DE M. JU L E S LEMAÎTRE 585
584 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

mente la H istoria y creen, en fin, que, si el deber consiste, en


vicios prestados antaño y que un corte de un siglo de duración
la oposición legal, el remedio está m ás allá, y que la intangi­
y la m ayor prevención popular hacen poco practicable— garan­
bilidad de la R epública parlam entaria no es ningún dogma...
tizaría Ta perfecta continuidad del poder y haría posible la
”E n tal disposición debemos todos nosotros esperar “los
descentralización, que tantos beneficios traería consigo13. Pero
2
acontecimientos”. A l fin y al cabo, nadie sabe, diga yo lo que
todas ellas tienen de común el que suponen la constitución de
Higa, si están cerca o lejos 3. Todos debemos estar resueltos de
un poder fuerte, responsable y superior a los partidos, mientras
antemano, no sólo a aceptar, sino a servir la fuerza, cualquiera
que la República parlam entaria conduce fatalm ente a lo que
que sea, que nos dé un Gobierno n acion al2 y nos libre de la
estamos viendo: la innoble e insensata tiranía del partido más
tiranía parlam entaria y jacobina. E n este punto, todas las Ligas
indigno en contra del resto de la nación.
de oposición debén estar de acuerdo.
" Y , si no me equivoco, la fuerza y la independencia del po­
’’P o r lo que hace a la Patrie Française, ésta prosegu irá re­
der central y, si cabe decirlo, su “nacionalización” 2, son, pre­
sueltamente su tarea cotidiana, que no es fascinante, pero cu­
cisamente, lo que constituye el latente anhelo de la inmensa
ya utilidad acaso se ponga de manifiesto algún día. Seguirá
m ayoría de los ciudadanos. Creo yo que no es su perfluo3 el
dando conferencias, fundando Comités, presentando candidatos
ayudar a los electores m ás inteligentes a que adquieran con­
ciencia de este anhelo. A su vez, ellos harán luego el mismo donde pueda, ocupándose, por medio de sus abnegadas damas,
de obras sociales modestas y prácticas. D e ja rá a los teóricos
fa v o r a innumerables buenas gentes 4. “ ¡ Cualquier cosa antes
las pláticas sublim es con M aría, la contemplativa, y se ence­
que lo que tenemos!” H e aquí la fórm ula fa m ilia r del senti­
miento que yo quisiera contribuir a extender 5. rrará dentro de trabajos pacientes y necesarios, como la acti­
” L o correlativo a este sentimiento instintivo y seguro del va y buena de M a r t a 3.
buen pueblo de F ran cia es, en las personas de ilustración como — ¡Cuidado! E sta comparación resulta de un color harto
tú, este “nuevo estado de espíritu” que he tratado de dar a co­ clerical !
nocer y de que tú significas un notable ejemplo, dados tu edu­ — ¿Pero no hemos quedado en que no íbamos a tener miedo
cación y tus antecedentes. E s el estado de cuantos se atreven a las palabras?
a pensar y pueden pensar con desinterés, de cuantos tratan de J u l e s L e m a ît r e
sacudirse el yugo de las supersticiones políticas, afrontan v a ­
1. M. Ju le s L e m a ître confirm a a q u í las objeciones que m ás a rr i­
lientemente la realidad de las cosas, desconfían de tales opi­
b a le h em o s hecho. L o in d iscu tib le es que n a d ie es c a p a z de discer­
niones que Ies fueron inculcadas antaño por vía de autoridad y n ir, en e s te o rd en de cosas, lo re a liz a b le de lo irre a liz a b le y d e leer
no se sienten ya en la obligación de dar culto a ciertas palabras en el p o rv e n ir lo pró x im o y lo lejan o . P o r ta n to , a n a d ie es licito sa ­
c a r de e s ta n e b u lo sa n in g ú n arg u m e n to .
y de abom inar de otras; de cuantos vuelven a aprender líbre- 2. Sólo e s ta fu e rz a . L a q u e n o s d iese u n g o b iern o a n tin a c io n a l m ere­
c e ría s e r re c ib id a lo, m ism o que la s tr o p a s del re y de P ru s ia .
3. ¡ Q uién s a b e si la L ig a de la “P a tr ie F ra n ç a is e ” no r e s u lta r ía
1. D ejem o s a u n lado, de m om ento, la c u estió n , s u p e rio r al espí­
m ás re a lm e n te a c tiv a y si s u a c tiv id a d n o s e r ia m á s eficaz ag reg an d o
r i tu h u m an o , de "la p o sib ilid ad " y su b ra y e m o s el n u ev o ho m en aje que
al p ro g ra m a de los “tra b a jo s p a c ie n te s y n e c e sa rio s” u n a definición
M. Ju le s L e m a ître rin d e a la in s titu c ió n m o n á rq u ic a .
del o b je tiv o de esto s tr a b a jo s y de los in s tru m e n to s p o r que se deci­
2. Sólo la h e re n c ia m o n á rq u ic a , que id en tifica los in te re se s del prin­ d ía p a ra llev arlo s a cabo ! No he a c a b a d o de co m p ren d er n u n c a e sta
cipe con los del E sta d o , p uede nacicm aliear el p o d e r c e n tra l, es decir,
d istin c ió n e n tre la acción y la co n tem plación. E s to nos vien e de O rien­
p e n e tra rlo , no de u n sim p le se n tim ie n to nacional, sin o del sen tim ien to
As los in te re se s nacionales. te. E l m a e s tro de la filosofía o c cid e n tal d e c ía : “S a b e r para prever,
a f i n d e proveer. In d u c ir pa ra deducir, a fin. de co n stru ir." Y o quisie­
S. N o sólo n o es superfluo, sin o q u e es n e c e sa rio : n a d a m ás útil
r a q u e n u e stro s h o m b res de E s ta d o n a c io n a lis ta s s e d ecid ieran a abrir
qu e esto. P o rq u e, p re c isa m e n te , lo q u e m á s f a lta h a c e a n u e stro s con­
los o jos p a ra v e r y p a ra "sacar conclusiones" a f i n de a ctu a r.
c iu d ad a n o s es el te n e r c la r a co n cie n cia d e s u " la te n te a n h e lo ”.
4. N a d a m e jo r dicho.
5. N a d a m e jo r hecho.
C O N C L U S IO N E S

DEL TERCER LIBRO DE LA ENCUESTA

¿Cómo implantaremos la M onarquía?

l amigo de M. Jules Lem aître h a vivido, durante dos meses,

E en la duda. N o s dice él mismo que está evolucionando.


Y, en efecto, vemos cómo evoluciona de uno a otro de estos diá­
logos que, en su conjunto, constituyen un pequeño dram a de
filosofía política. A l planteársele a quema ropa la tajante pre­
gunta de la Encuesta, “sí o no...” , este espíritu lleno de matiz
y agitado empieza por declararla “en verdad harto aprem ian­
te”. E l que la M onarquía sea de bien público implica, en efec-
tq, que es “el único bien”. Y el amigo declara que no está
bastante seguro de esto. Lim ítase a contestar que puede que
sí. Pero, cuando se le van presentando los otros medios de
hacer el bien del país, un examen sumario le permite rechazarlos
todos. D e suerte que el “puede ser” se fortalece. Tom a consis­
tencia, se convierte en la evidencia m isma tras la ceñida crí­
tica del régimen imperial. Todos los banquetes plebiscitarios
del mundo no quitarán un átomo de su fuerza a esta, crítica.
E s una cosa acabada. Se mantiene por su solo vigor.
E l am igo de M. Jules Lem aître llega a decir sin pestañear
“m i solución” refiriéndose a la M onarquía. H asta parece com­
placerse en la idea de una cierta propaganda m onárquica a
través de las masas. ¿ P o r qué no se dedica a ella él? E l gran
reproche que hay que hacer al amigo de M. Jules Lem aître
es su quietismo, nacido de un sentimiento de la fa ta lid a d po­
lítica que no conduce m ás que a la apatía y a la desesperación.
i CÓMO IM PLANTAREM OS LA MONARQUÍA? 589
588 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

vivir indefinidamente. B erlín tenía un gobernador francés


uando Fichte proclam aba dentro de sus muros, en sus D is -
I.— NECESIDAD POSITIVA DE LA ESPERANZA
rsos a la nación alemana> el genio “universal” de la sangre y
1 espíritu germánicos. F ran cia puede sobrevivir a análogos
E n efecto. ¿Qué quieren decirnos los dos personajes del
aniquilamientos. N a d a impide, pues, el calcular p a ra ella una
diálogo— porque ambos sufren del mismo mal— cuando hablan
duración superior a la del partido extranjero que hoy la .so­
sin cesar de una solución que se impondrá o que surgiráf
juzga.
¿Qué es? ¿Cómo ocurrirá? ¿ P o r ella sola? Tal solución, ¿aca­
so es una dama de carne y hueso? Verdad es que no pode­
mos creer que los acontecimientos dependen de las improvi­ II.— FUNDAMENTO DE ESTA ESPERANZA: LA FUERZA
saciones de nuestro capricho.. E l porvenir nace de las estra­
Menos desesperanzado que su amigo, M. Jules Lem aître pa­
tificaciones del pasado, y nosotros mismos venimos regidos
por lo que en todas partes empieza y a a llamarse ‘‘nuestros rece detenerse en un estado de espíritu lindante con el des­
muertos”. S í; los muertos son más activos que los más activos aliento. Parece como que aquello que ju zga viable no le llena
de los vivos. Pero actúan a través de los vivos y en ellos. Con­ ¿de excesivo contento al enunciarlo y que aquello que le gus­
venido: nuestras iniciativas están form adas con sus cenizas. taría decir le parece ocioso. ¡T eo rías! ¡Doctrinas! ¡Abstraccio­
Mas éstas nada podrían si su fermento no determinara nuestro nes sin realidad! Y o quisiera poder m ostrarle que, en este
querer. último punto, se equivoca, y, valiéndose de sus propias obser­
Y, entre los agentes de determinación, nosotros algo somos. vaciones, ello es fácil de hacer.
Nuestro coeficiente personal entra en el conjunto de aquéllos, E n el séptimo diálogo, M. Jules Lem aître h a reconocido
que, p o r esto mismo, dependen mucho de nuestra voluntad y abiertamente la “excelencia teórica” de la solución m onár­
de nuestra razón. Si sabemos sentir esto, no nos sentiremos quica; en el cuarto, da esta respuesta, que yo quisiera que to­
dispuestos a soportar “los acontecimientos”, sino, al revés, a ados los monárquicos se repitieran a diario, y a que el presiden­
crear éstos, en la medida de lo humanamente posible. Basta te de la Patrie Française la dirige al am igo m onárquico: “Si
con m uy poco para cam biar los caracteres, la dirección y el le pusieras .(al pueblo) frente al hecho consumado, no movería
valor de un acontecimiento. un dedo y hasta estaría más bien contento. E s de sobra sabido
Quien sabe ver qué diversidad de efectos y de consecuen­ que la H istoria no la hacen más que unas minorías enérgicas y
cias remotas pueden nacer de la más pequeña iniciativa de un que la masa sigue siempre.” N u estras páginas finales estarán
hombre o de un grupo de hombres bien dirigidos, cuando no consagradas a desenvolver estos aforismos.
se mueven al revés de la mecánica general de la política, este L a m asa sigue siempre.
tal se hace totalmente inaccesible a la desesperanza. Sigue a las m inorías enérgicas.
L a desesperanza, pecadillo del amigo de M. Lemaître, me E sta s minorías construyen la Historia.
parece, en política, verdaderamente monstruosa. Si p o r ventura una de estas minorías enérgicas tra je ra la
— Bien, pero ¿en qué esperar? M onarquía, M. Jules Lem aître entiende que la novedad sería
— M ejor preguntaríais que por qué desesperar. Lo que no acogida sin hostilidad; en general, hasta “más bien estarían
haya hecho nuestra generación, la siguiente podrá hacerlo. contentos”.
Momentáneamente vencidos, nuestros escritos, nuestros actos, L o s franceses del siglo x x no se parecen a los romanos de
nuestra memoria dejarán tras sí una enseñanza. Podrá des­ Bruto. N o odian a los reyes. Son lo menos republicanos posi­
esperar quien debe morir. Pero las naciones, con relación a los ble. P ero tampoco son monárquicos, y el problem a no es, ni m u­
hombres, son inmortales; desmembradas y repartidas, pueden cho menos, convertirlos al m onarquismo: el problema es sim-
¿CÓ M O IMPLANTAREMOS LA MONARQUÍA? 591
590 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

‘ereditaria y tradicional que suprim a o contenga el parlam en­


plemente instaurar la monarquía, convertirla en una realidad.
tarismo, que, adem ás (y este es su lu jo ) realizaría un tipo de
U na vez instaurada, sería aceptada, ¿ qué estoy diciendo ?, aplau­
continuidad perfecta y que, en u na palabra, haría posible— y
dida por todos *. Pero ¿ y cómo instaurarla ? A esto respondo
ella y sólo ella puede hacerlo— el “g ta n beneficio” de la descen­
que la M onarquía h abrá de instaurarse como se han instaurado
tralización. Y téngase en cuenta que la descentralización de
todos los gobiernos del mundo, desde que el mundo es mundo;
los servicios públicos es casi tan necesaria p a ra F ran cia como
por, medio de la fuerza.
la fuerza, la independencia y la nacionalización del poder cen­
tral. Esto, por lo que hace al capítulo'de las necesidades fr a n ­
* D I.— LEGITIMIDAD DEL EMPLEO DE LA FUERZA cesas, de a rrib a y de abajo. ' ,•
E n cuanto a las aspiraciones *de Francia, m aravilla obser­
Recomiéndase en este punto a los espíritus reflexivos que
var cómo se corresponden con aquellas necesidades. D ice con
* consideren bien cuál es el estado de la cuestión en el momento
razón M. Jules Lem aítre que la fuerza, la independencia y la
en que respondemos a ella de este modo, respuesta audaz en apa­
nacionalización del poder central constituyen “el anhelo la-
riencia, pero que es, entre todas, la más prudente.
Etente de la inmensa m ayoría de los ciudadanos” . Esto, por
N o la hemos dado como podría darla un monárquico de na­
arriba.
cimiento que querría convertir en realidad, mediante un golpe
de violencia, unos principios heredados con su patrimonio. Y no Dase, al mismo tiempo, en la g ra n m ayoría, u n a tendencia
la damos tampoco como cualquier caprichoso o fanático dis­ a la asociación espontánea y a la reconstitución de la vid a re­
puesto a todo para dar vida a cualquiera de sus anhelos. Antes gional, cosa que puede denotar un “anhelo” sem ejante a l an­
que una pasión, nuestro monarquismo es una razón, y algu­ terior, latente también acaso, pero que sería fácil de interpre­
nos de nosotros, sobrinos-nietos de convencionales regicidas, tar en el sentido de la descentralización. Esto, p o r abajo.
hijos de bonapartistas o de liberales, para encdntrarse con un De m anera oscura y encubierta, pero general y profunda,
antepasado monárquico, han de remontarse a cuatro, cinco o Francia aspira, pues, a la M onarquía hereditaria y tradicio­
seis generaciones atrás. Somos unos buenos ciudadanos, de nal, antiparlam entaria y descentralizada, que nosotros enten­
vario origen, de todas clases, razonables, juiciosos,- analíticos. demos serle necesaria. L o necesario resulta, pues, inconscien­
Como M. Lem aítre y su amigo, hemos meditado sdbra ¡a cau­ temente deseado.
sa de los bienes y los males públicos. Y hemos visto dos cosas: A la pregunta ¿qué hacer?, tal como la planteó M. Edouard
Las necesidades de F ran cia; Drumont, no hay más que una respuesta,-la que dictan las as­
L a s aspiraciones de Francia. piraciones y las necesidades nacionales ; la Monarquía. Sólo
“N o s hemos dado cuenta de que le fa ltab a a Francia “la ’después de este examen, plantéase la cuestión de saber cómo
fuerza”, “la independencia" y, al mismo tiempo, “la nacionali­ implantaremos la Monarquía.
zación del poder central”. E stoy citando a M. Lemaítre, el D e consiguiente, cuando contestamos .que con la fuerza,
cual pide disculpa por usar un barbarism o significativo. Para nuestra respuesta la dictan, autorizan y legitiman la visión de
que Francia viva y prospere, es necesario de toda necesidad Jas necesidades de Francia y el atento estudio de sus aspira­
un poder central fuerte, independiente, esencialmente nacional. ciones confusas. Pocas veces el empleo de la fuerza estará tan
Pero estas tres condiciones de nacionalización, de independen­ abundantemente justificado ante la razón. Se trata de salvar-
cia y de fuerza no pueden darse más que con una Monarquía 1 ai país conforme a los “anhelos latentes” del mismo p a ís: en
una palabra, de hacerle bien y complacerle a un tiempo.
1. E n c u an to a c o n se rv a r la ad h esió n de los m o n árq u ico s a si con­
quistados por el h echo consum ado, esto s e ría c o sa del re y , m enos difi­
cultosa de lo que com ú n m en te se d a a en ten d er.
¿CÓM O IMPLANTAREMOS LA MONARQUÍA? 593
592 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

itución. Supongamos que la C ám ara buena es reelegida. E l


igo de M. Jules Lem aître responde que sería dispersada, a
IV.— LA IMPOTENCIA LEGALISTA
r preciso, por la fuerza, como se hizo b a jo la prim era Repú-
lica en Fructidor.
N o podemos tener, pues,- escrúpulo de volver a escribir:
E l país no puede d e ja r de ser escéptico en cuanto a los
— H ay que instaurar la M onarquía mediante la fuerza.
edios legales, y a que sabe que el V iejo Partido Republicano
Tomo a pechos el defender esta respuesta. Que, por otra
o vacilará nunca en violar toda ley que pueda encontrar
parte, es de notar que está muy lejos de desagrad ar al país.
'frente a él. E l país nada espera de la legalidad. L a soporta y
U n a solución vigorosa y hasta violenta no sería, de ningún
ge resigna a ella, cuando no le declara francamente la guerra
modo, impopular. Podría incluso ser popularísima. Quien dijo
como el amigo de M. Lem aître; im ita a M . Lem aître mismo,
que Francia gusta de la mané dura, dijo una g ra n verdad.
(que se mueve y actúa apoyándose en “lo que existe”, pero con
Francia advierte claramente que no puede libertarse más
una creciente desgana. “ ¡Señor Piou, Francia se aburre! "
que por la fuerza de los amos a los cuales su estado de des­
U n a solución a base de fuerza contaría con las preferencias
organización, mucho más que el poderío o la astucia de éstos,
explícitas o secretas del país. Tanto en lo tocante al método
la ha tenido entregada tanto tiempo. E s cierto que aplaude
jomo en doctrinas, en los medios y en el ñn, el país está, en el
sinceramente a los oradores liberales y nacionalistas. Pero
fondo, completamente de acuerdo con nosotros.
¡con qué íntima mueca de doloroso escepticismo! Sabe dema­
N o s queda p o r v e r cómo captaremos la fuerza y nos sen d­
siado bien que, en el terreno electoral, la organización judía,
eremos de ella.
protestante, masónica y meteea de los cuatro Estados corifé-
derados sojuzgaría implacablemente al país, aunque la ad­
ministración no lo sojuzgase, y que a este bloque antifran­ V.— CONDICIÓN INDISPENSABLE PARA EL EMPLEO EFICAZ DE LA
cés no podemos oponerle más que unas fuerzas fraccionadas. FUERZA
Nuestras divisiones, las rivalidades de nuestros jefes no se
deben a nuestro albedrío, ni a personal designio de éstos, N o pocas veces se ha ensayado este recurso heroico. Su­
sino a la naturaleza misma de las cosas. Son fatales, como cesivamente han pensado en él Mac-Mahon, Boulanger, Dérou-
es fatal la unión de los elementos del Bloqu e; divídense un lède. Mac-Mahon, frente a la anarquía, creyóse ligado p o r un
instante, pero, al día siguiente, vuelven a encontrarse más »compromiso de honor. B a rré s nps cuenta, en su A p pel au Soldat,
unidos que nunca. Su modo de ser lo impone. Estos extran­ páginas 206-210 \ que a Boulanger le faltó audacia de espíritu.
jeros están unidos entre sí por la sangre, por unos intere-''
ses permanentes, sensibles a su pensamiento, al que se im- • 1. D ebem os c ita r lo esen cial de este docum ento. E sta m o s en el m o­
m ento c u lm in a n te de la fo r tu n a de B o u lan g er. P a rís a c a b a de darle
ponen y es evidente que obsesionan. Nosotros, en cambio, no po­ la en o rm e m a y o ría del 27 de enero. L a s c irc u n sta n c ia s fa v o ra b le s so
demos sentir unánimes el interés general m ás que en víspera, , m u ltip lic a n : "E n to rn o a F lo q u e t a te rra d o , su s co laboradores confe-
o al día siguiente, de algún cataclismo, es decir, ¡mucho más sa b a n n o c o n ta r con m edios d e d e fe n sa . S a b ía se que en el E líseo la
g u a rd ia a b riría la s p u e r ta s ; q ue los soldados a quienes se s a c a s e de
tarde! Ellos no pueden d ejar de tener presente en todo mo­ los c u a rte le s a c la m a ría n a B o u la n g e r; q u e los g u a rd ia s republicanos,
mento este permanente interés que les es común (tan visible, con s u coronel a la ca b eza, se o fre c e ría n p a r a un golpe de m ano."
El h o m b re no se decide a ú n . A llí e s tá ; com e en c a sa de D u ra n d . L as
tan preciso y tan próximo que pueden tocarlo con el dedo).
■turbas lo a c la m a n : “G ritos o bstinados, llam am ien to s a l soldado, pero
Pero pongámonos en lo mejor. Supongamos que se ha ele­ que n a d a p re c isa n .” E l g e n e ra l se a ís la , en co m p añ ía de D érouléde,
gido una buena Cámara. E l país prevé claramente que el pre­ T h iéb au d y L englé, que lo in v ita n , lo a p re m ia n a o b rar. Ë1 co m p ren ­
de e x a c ta m e n te lo que p u ed e y lo q ue debe h a c e r, pero h e a q u í la ob­
sidente de la República y el Senado la disolverían al primer
jeción q u e lo p a ra liz a : " P e s e a l reconocim iento que s u ra z ó n h acia
gesto de independencia que tuviera, según les concede la Cons- de la le g itim id a d y la p o sib ilid ad de u n a in te rv e n c ió n m ilita r, el alm a
38

i
¿CÓM O IMPLANTAREMOS LA M ONARQUÍA? 595
594 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

la en una idea. Nótese que digo en una idea y no en dos


Temió los Castigos del difunto Víctor H ugo. Dérouléde tuvo
deas o en tres ideas. L a unidad de objetivo es condición esen-
el impulso de audacia que había faltado a su jefe, pero le faltó
una idea razonable. Su plan del plebiscito entrañaba eventua­ ial p a ra la disciplina; la enérgica m inoría que debe encarnar
lidades tan perfectamente anárquicas, que los jefes del E jé r­ oposición se destruiría a sí m isma si viviera entregada a
cito tenían que retroceder ante ellas. Como acertadamente ha as discusiones de doctrina. ¡U n a sola doctrina! Y ésta ha
dicho Buffet, nadie quiere salir del atolladero para entrar en de ser positiva. N o debe estar compuesta de un pisto de
el caos. Verdad es que Dérouléde tenía compañeros que pu­ doctrinas que hayan acordado m utuam ente los límites res-
dieron rectificar su error de cálculo, pero no se entendían en­ ctivos a este tenor:
tre sí y los paralizó la misma incapacidad que a él. — V osotros no hablaréis de Monarquía. N osotros no habla­
S i la oposición nacionalista, católica y conservadora quiere remos de República. Ellos no hablarán de Imperio. Se consti­
contar con la fuerza, debe atenerse a tres condiciones: ponerse tuirá un Gobierno provisional, por partea iguales, de monár­
de acuerdo sobre la finalidad del golpe que debe darse; este quicos, bonapartistas y republicanos. M ás adelante, ya ve re -
acuerdo debe concertarse sobre una idea; y esta idea debe ser . mos. E l país decidirá, o el azar..." Quien suele decidir en casos
acertada. semejantes es el enemigo. Y a que unas gentes que caminan
l . ° L a oposición debe unirse: la diversidad de jefes y de hacia una finalidad tan diversa e insegura, o no caminan o ca­
grupos no sirve para nada ante los m uros del Bloque, lo mis­ minan mal, es decir, giran los unos una letra sobre los otros,
mo que ante las m urallas de Troya. N o creo que, después de dando por descontado un éxito que, en realidad, no pueden
tantas experiencias lamentables y tanta disensión entre las conseguir.
L ig a s nacionalistas y patrióticas, esta verdad necesite ser de­
mostrada. E n febrero de 1899, antes de lo de Reuilly, se discu­ PARÉNTESIS
tía aún, la víspera del golpe. H oy h ay que discutir, pero dis­
cutir para el acuerdo, de modo que no h a y a absolutamente H a y que reconocer que las generaciones anteriores a la
otra cosa que hacer más que actuar en cuanto suene la hora nuestra adolecían de una desventaja de posición. En aquel
de la acción. tiempo, se era republicano por una elección deliberada de la
2 ° Como las fuerzas de oposición no pueden basar su voluntad personal, pero la fidelidad a alguno de los tres pre­
unión en un hombre, porque tienen varias cabezas, deben ba- tendientes a la corona era, a menudo, un asunto de pundonor,
de conciencia o de tradición doméstica. L a determ inaban unos
r e c ta , h o n ra d a y c á n d id a del g e n e ra l B o u la n g e r c o n se rv a unce prejui­
cios de educación. R e cu erd a que su p a d re le r e c ita b a la s invectivas sentimientos respetabilísimos. L o que se ofrecía, pues, a los
d e V íc to r H ugo c o n tra el hom bre del D os de diciem bre. T em e al juicio ojos de todos no era ni la M onarquía tradicional, ni la M o n a r­
d e los red a c to re s de la H isto ria . T o ta lm e n te d esco n o ced o r del oficio li­ quía parlam entaria, ni el Imperio, sino los bonapartistas, los
te r a rio , se a s u s ta del rasg u eo de u n a p lu m a.
"M enos hom bre de bien e im pulsado p o r a p e tito s, se h u b ie ra decidi­ orleanistas y los legitimistas, y de lo que se tra tab a sim ple­
do. T am b ién un sabio, un hom bre c la riv id e n te y fu n d a d o en ideas bá­ mente era de acoplar, adormecer o am ortiguar los escrúpulos
s ic a s, h u b ie ra puesto, en nom bre de la cien cia p o lítica, s u espada al
y las pasiones respectivas. E l partido mismo que afirm aba no
serv icio de los confusos anhelos de F ra n c ia . Con Tos plenos poderes
qu e P a rís le otorga, el gen eral debiera s e r el cere b ro de la nación y ser un partido, lo era en realidad, a pesar de todo,, desde este
d irig ir el m ovim iento que re c la m a el in s tin to n a c io n a l. Pero flaquea punto de vista: tenía las afecciones, los intereses y las exi­
p o r carecer de una doctrina que lo so s te n g a y lo a u to ric e a ordenar
esos m ovim ientos de liberación que los h u m ild es tie n d e n a ejecutar. gencias de cualquier partido. Presentábase, pues, a los militantes
L a in d ig e n c ia de principios im pide lle g a r a u n p rin c ip io positivo. El de entonces, como el sistema más n atural de acción, el de una
g e n e ra l B oulanger, en fin de cu en ta s, carece d e u n a fe b o u la n g ista que confederación de partidos, del tipo de las Uniones conserva­
s u b s titu y a en su conciencia el evangelio q u e d a v id a al p arlam en­
ta rism o . doras. Sistema de esencia completamente republicana, pero ca-
¿CÓM O IMPLANTAREMOS LA MONARQUÍA? 597
596 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

hasta a la M onarquía, si ella puede valerles la vuelta a la dis­


rente, en cambio, de las superioridades históricas privativas
ciplina m ilitar y al orden civil. ’
del V ie jo Partido R epu blican o1. L a s circunstancias de tiem­
De consiguiente, ¿qué conclusión habrem os de sacar sino la
p o que aconsejaron la unión conservadora han cambiado to­
de que, fuera del Bloque, la energía propia de los partidos,
talmente y el problem a no se plantea y a p a ra nada del mismo
republicanos o no, se ha debilitado considerablemente? Y , si
modo.
sta conclusión es exacta, la que sigue no lo es menos: N o son
H a pasado tiempo. H a n transcurrido treinta y tres años
ya unos partidos políticos los que están sobre el tapete, sino
desde la caída del segundo Im perio y no pocas acendradas fide­
ñas ideas políticas.
lidades han desaparecido o se han dulcificado. M. de Cassagnac,
Y , si es así, el program a de oposición nacional, común a to­
por ejemplo, es de los m ás fieles. Pues bien: en el número de
dos los miembros de la minoría enérgica, no debe salir, como
17 d e noviembre de L ’Au torité escribe que vería “con mucho
antaño, de un acuerdo sobre tales y cuales bases adoptadas
gusto cómo el rey subía al trono”. N i vacilaría “en ayudarle a
por unos ciudadanos republicanos, monárquicos y bonapartis-
ello”, de serle posible, de todo corazón. T a l e3 el resultado natu­
ra l de la muerte del príncipe im perial y de veinticinco años de L
!.tas, sino del atento examen de los principios y la s opiniones,
discordias en el seno de la causa bonapartista. Cierto que M. de con independencia de las personalidades actuantes.
Cassagnac añade que él conoce “a buen número de monárqui­
cos” que estarían dispuestos a hacer por su emperador lo que V (continuación).— o t r a c o n d ic ió n e s e n c i a l p a r a e l e m p l e o
él está dispuesto a hacer por nuestro rey. Tales monárquicos EFICAZ DE LA FUERZA
no serán de un temple muy recio. Pero existen. Son el fruto
de cincuenta y cinco y de setenta y tres años de interregno le- Decíamos antes del paréntesis que acabamos de cerrar: pa­
gitim ista y de interregno orleanista. U n vago pudor les hace ra el empleo de la fuerza, p a ra d a r el golpe, hay que empezar
conservar la escarapela. Pero como, a fu erza de años, se han por unirse y, en segundo lugar, no cabe otra unión que la que
olvidado de las razones profundas de su monarquismo, limí- se h aga en torno de una idea, y esta idea no debe ser escogida
tanse a hacer patente su impreciso patriotismo y un miedo más que en razón de la verdad que contenga, prescindiendo de
real al desorden republicano, cuyas consecuencias financieras, toda preferencia personal.
sobre todo, son amenazadoras. Añadam os que el “adhesiónis- Queda un tercer punto, una tercera condicional para el efi
mo” ha hecho su obra entre ellos y ha creado, desde hace diez caz empleo de la fuerza: toda unión nacionalista y católica que
años, una clase especial de republicanos dispuestísimos a resig­ se fundase en una idea errónea no tendría la menor probabi­
narse y que acaso serán los últimos, por am or propio o por lidad de éxito, ni siquiera inmediato.
temor, en confesar el miedo y el asco que, en el fondo, el régi­ E n la práctica, no se operará jam ás una revolución, sobre
men les inspira. E xageran la lealtad para con él. Pero pronto todo una revolución conservadora, una Restauración, un re­
serán los únicos. Y a hay republicanos de toda la vida, a veces torno al orden, sin el concurso de ciertos elementos adminis­
hasta antiguos radicales o socialistas, que se resignan a todo, trativos y militares. Y como éstos son, por definición o en h i­
pótesis, elementos de orden, necesitan saber adonde se los
1. E n efec to , los jefes e x tra n je ro s del V iejo P a rtid o R epublicano es­
t á n n a tu ra lm e n te unidos c o n tra F ra n c ia . E n cam bio, los je fe s franceses conduce, lo que se pretende de ellos. E s natural, pues, que se
de los d ife re n te s p artid o s n acio n a les e stá n n a tu ra lm e n te desunidos fren­ preocupen de la seguridad que ofrece el camino y de lo acer­
te a l e x tra n je ro . H ace f a lta un a c c id e n te p a r a u n ir a ' los franceses.
T sólo p o r un a c cid en te se d esu n en los e x tra n je ro s. ¿Q ue esto es muy tado de los itinerarios. A una multitud que se d e ja guiar por
sen sib le? D e a c u e rd o ; p ero a sí es. L a s m ejo res v o lu n ta d e s individuales sus gustos, su capricho y sus ilusiones puede serle indiferente
no p o d rá n m odificar n a d a d e e ste h echo g en eral, debido a m il causas el que u na idea sea acertada o errónea, pero los hombres so­
m a te ria le s q u e n a d ie p o d rá c a m b ia r si n o se em pieza p o r ca m b ia r el
régim en. b re quienes pesan grandes responsabilidades y graves deberes
¿CÓ M O IMPLANTAREMOS LA M O NARQ UÍA? 599
598 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

i que sigáis siendo republicanos, ni que os h agáis bonapar-


quieren asegurarse de las cosas. E n el acto de R euilly h a podi­
tistas o plebiscitarios.
do deplorarse tal o cual error de conducta, pero su g ra n equi­
vocación fu é el no haber sabido presentar a los je fe s milita­ ¿A caso estas cuatro preguntas os parecen insuficientes pa­
res ni un jefe político aceptable ni un régimen político inteli­ j a ab arcar un problem a de tal m agnitud? Form ulaos otras
gente. Jamás, en ¡tanto que conserven su carácter de genera­ siete y siete veces siete. Pero, por Dios, form úlaoslas y con­
les franceses y no se conviertan en españoles del siglo xix, los testad a ellas. Porque la minoría enérgica de que form áis par-
jefes del E jército fa ltará n a la disciplina y al orden, si al "e carecerá de energía en tanto que carezca de disciplina. Y ca-
mismo tiempo no tienen clara conciencia de obedecer a una ecerá de disciplina en tanto que no estéis de acuerdo sobre
disciplina y a un orden superiores. Y sólo el rey puede encarnar Ja finalidad que os proponéis: una idea, un régimen, un jefe.
esta disciplina y este orden. — P ero ¿y si el enemigo nos ataca entretanto?
L a M onarquía puede, pues, p o r la verdad teórica que en­ — H a b rá que contestarle como se pueda. L o mismo que
cierra, agrupar, en nombre del interés nacional, a hombres de ahora. Como hasta este momento se h a hecho, en el affaire
cualquier origen y cualquier condición. E ste es el punto de Dreyfus, por ejemplo. A u n no alcanzando un triunfo definitivo,
partida. Y por la verdad moral, activa, eficiente que representa, podréis evitar derrotas demasiado vergonzosas. Resistiréis, que
por su valor de disciplina, ordenador, jerárquico, la Monarquía es lo único que puede hacer un Ejército aguerrido, pero que
es la fórm ula incuestionablemente propia para los jefes mili­ carece de punto de apoyo.
tares y civiles, que son quienes, en un momento dado, pueden — ¿ Y después?
disponer de los medios p a ra una acción decisiva contra la — Os pondréis de nuevo a buscar la verdad política. Imitad
anarquía. el ejem plo de M. Jules Lemaître. Aprovechad “los momentos
de respiro que el Bloque os deje”. E n 1898 y 1899 hemos lu­
chado todos juntos como buenamente hemos podido, sin g ra n ­
V I.— DIÁLOG O SO B R E LA D IR E C C IÓ N D E L O S A SU N TO S des esperanzas, frente a un enemigo bien organizado. F o rjé ­
monos una esperanza preparando una contraorganización. Se
L o s discrepantes h arán bien tratando de comprendernos ha dicho con exactitud que estamos atravesando una especie
antes de discutir nuestras doctrinas y nuestros métodos. Yo de tregua. Em pleém osla en acabar con estas divisiones, estos
no pido que antes de toda prueba, todo estudio y toda discu­ desacuerdos que amenazan con hacem os perder otra buena
sión los patriotas abnegados se pongan la flo r de lis. De nin­ ocasión el día en que recomiencen las verdaderas hostilidades.
gún modo. Sino que les digo: Construyamos durante la paz nuestra disciplina de guerra, si
— A n tes de alinearos y tem plar las arm as, haced examen no queremos vem os aplastados otra vez.
de conciencia. Preguntaos qué es lo que queréis. Analizadlo P ero ¿está usted seguro del resultado que h a y a de d a r el
bien. Ved, p o r u na parte, con m irada que cale lo más hondo examen propuesto? ¿Acaso no puede hacer m ás que m onár­
posible, si no sentís la necesidad de un poder nacional, inde­ quicos el estudio de las condiciones en que cabe conseguir
pendiente y fuerte. V ed si no deseáis también unas amplias el bien público?
libertades locales, religiosas y profesionales. Exam inad, ade­ — Sin duda alguna. M. Lem aître y su am igo lo comprueban.
más, si h a y algún otro régimen, fuera de la Monarquía tradi­ N o hay que pensar que, entre las fuerzas de oposición nacio­
cional, que no esté reñido con una u otra de estas dos aspira­ nal, no quede siempre algún disidente bonapartista, plebisci­
ciones. Estudiad, por último, si la M onarquía no las satisface tario o republicano. P ero y a hemos visto cómo su pasión está
plenamente. am ortiguada y que la razón rechaza sus soluciones. E n ade­
Si hacéis este examen doctrinal, no es posible, en verdad, lante, no contarán p a ra nada en las filas de la m inoría enér-
¿CÓM O IMPLANTAREMOS LA MONARQUÍA? 601
600 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

fie una generosidad y una abnegación que en ocasiones estu­


gica, que será unánimemente monárquica. Porque contará con
vieron lindando con el heroísmo. Prodigan sin contarlos su
un program a positivo, agitará y transform ará la opinión pú­
ítiempo, su trabajo y su dinero. L o que les pedimos es que
blica. N o nos limitaremos ya a estériles quejas. A l gem ir por
|continúen su generoso esfuerzo, pero orientándolo en el senti­
e! presente, concebiremos al mismo tiempo, con toda precisión,
do y en la dirección en que resultaría eficaz.
un porvenir distinto. Tendremos algo en que soñar. Veremos
algo ante nuestros ojos. Y a no se dirá: la República, o lo des­ I E l atento estudio de la situación, tal como se desprende de
conocido; el segundo término de la alternativa será definido y los diálogos de M. Lem aître con su amigo y de los comenta­
claro. Tendremos la fórm ula de una esperanza. ¡Qué prueba rios que nosotros les hemos añadido, m uestra cuál es el único
podemos ver en los socialistas del v alor revolucionario, de la ¡esfuerzo capaz de d a r resultado: el que tienda a unir nues­
fu erza destructora que un program a positivo encierra! Hasta t r o s diferentes grupos, a unirnos en el terreno de la verdad
es posible que se acelere la madurez de la situación y que se I política.
anticipe la solución. E n todo caso, la prim era ocasión que se I L a unión en el terreno de la verdad política no puede haeer-
presente será aprovechada por una fuerza inteligente, poderosa, se sola, acaso cueste ímprobos trabajos. Pero, tratando de con­
probada, anim ada por un mismo pensamiento. s e g u irla , tendremos el derecho de decirnos que no nos agita-
— ¿ Y está usted seguro de que este pensamiento será el linos en el vacío, que obramos, que hacemos algo. P a r a hoy o
monárquico ? ' para mañana, o p ara 1950, estamos reconstruyendo a Francia,
— Evidentemente. E s el único que satisface. Sólo la verdad . el orden, la tradición, el progreso. N o se pierde nada de este
puede hacer la unión. Y la unión es indispensable a nuestra ¡esfuerzo que hacemos; por lejos que aparezca la meta, es una
energía. Y, sin esta energía, la revolución deseada no se pro­ [ meta que puede alcanzarse, y en ella, y sólo en ella, alcanzar
ducirá. la salvación y el bien públicos.
— ¿ Qué hemos de hacer, pues ? — Difícilm ente (objetarán los amigos de M. L em aître).
— T raer la Monarquía.
Y yo les contestaré que acaso también fácilmente. Pero
— ¿ Y cómo?
¿y si lo imposible es todo lo demás? N o podemos escoger las
— Mediante la fuerza.
situaciones. L a presente no es nada cómoda, y a lo sabemos.
— ¿Cómo seremos fuertes?
¿Es acaso obra nuestra? L o único de que se tra ta es de mo­
— Uniéndonos.
dificarla a toda costa. P o r difícil que la tarea parezca, es nece­
— ¿ Cómo h ay que hacer la unión ?
saria. P o r hábiles que parezcan los otros esfuerzos que se pro­
— E n el terreno de la verdad política.
ponen, todos sabemos que resultarán infructuosos. Queda, pues,
— ¿Cuál es ésta?
por intentar el único esfuerzo útil, a despecho de las dificul­
— L a Monarquía.
tades. Q ueda por intentar la unión en el terreno de la verdad
política.
VII.— EL ESFUERZO ÚTIL Queda, en una palabra, el instaurar la M onarquía en las
mentes p ara que se instaure en la realidad.
E n este punto, debe cesar el papel de la inteligencia y co­
menzar a obrar la voluntad. Si he conseguido hacer que se comprenda que la doctri­
L o s conservadores, los católicos y los nacionalistas no es na m onárquica es algo más que una doctrina, que contiene
precisamente de voluntad de lo que están faltos. Su actividad, un método, que m arca el único camino de la acción eficaz;
su fe rv o r son evidentes. H an prodigado los esfuerzos, ora vio­ si he logrado que se viera que nuestra respuesta al “ ¿Qué
lentos, o ra pacientes y metódicos, hasta ofrecer el espectáculo hay que hacer?” envuelve y suscita una respuesta al "¿ C ó m o
602 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

haremos?”, estas cortas páginas no habrán sido del todo in­


útiles

1. T uvieron, in clu siv e, la s u e r te y el m érito de e x a sp e ra r a u n cierto


núm ero de d e fen so res del régim en. N o es posible tr a e r aq u í su s objecio­
nes, porque n o h iciero n n in g u n a . P e ro M . R a b ie r, d ip u tad o , dió, en
L ’A urore del 6 de d iciem b re de 1903, u n a b u e n a m u e s tra de su s re c u r­
sos fre n te a M. L e m a ître o fre n te a l a u to r de la E n c u e s ta sobre la Mo­ L A A D H E S IÓ N D E M. J U L E S L E M A I T R E
narquía. “L os que leem os, los q u e sabem os, nos encogem os de hom ­
bros”, decía. Y co m p ad ecía a l p o b re pueblo, v ic tim a de n u e s tra sofis­ A L A M O N A R Q U ÍA
tica. E n recu erd o d e la s in so len tes p a la b ra s d e M . R a b ie r, e s ta últim a
p a rte de la E n c u e s ta ce rrá b a se , en la edición d e p ro p a g a n d a , con esta
inscripción : “A to s q u e l e e n , a lo s q u e s a b e n , v a m o d e s t a m e n t e dedicado bl
TERCER FASCÍCULO DB LA “ ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA".

Después de sels años

a evolución del presidente de la “L ig a de la P a tria Fran ce­


L sa ” terminó con una paladina adhesión a la causa de la
Monarquía. Hízose pública el mismo día en que en traba en liza,
en un nuevo campo, con fuerzas de refresco, un nuévo comba­
tiente, el adm irable Léon Daudet, el cual, sin haber tomado
parte en la Encuesta, h abía llegado por su pie a la verdad po­
lítica. E l acta de adhesión de M. Jules L em aître (tal venía a
ser la conversación que sostuvo con “U n m iem bro de la L ig a ” )
se publicó el 21 de marzo de 1908 en el prim er número de
L ’A ction Française, diario que insertó, con la firm a indicada,
la interesante interviú. D ecía así:

“E n su vasto y silencioso gabinete de trabajo de la calle de


Artois, semejante a la “librería” de M ontaigne por el número y lo
excepcional de los volúmenes que lo tapizan, tiene la am abilidad de
recibirnos M . Jules Lemaître. L e pedimos disculpa por venir a mo­
lestarle cuando está preparando sus adm irables conferencias sobre
Racine.
— E s verdad, me distrae usted un poco.
— E s por la Causa, querido maestro, por la buena Causa.
— Vam os, estoy a su disposición. ¿ Sobre qué punto quiere usted
conocer mi opinión?
— Sobre la República. Porque la República es lo que va a comba­
tir el diario de A c tio n F rançaise, en la que usted no tiene m ás que
adm iradores y am igo s..
M . Jules Lem aître hace, levantando la mano, el gesto de ama-
M . J U L E S L E M A IT R E : D E S P U E S DE S E IS ANOS 605
604 E N C U E ST A SO B R E LA M O N A RQ U ÍA

iciosa de un cónsul es, pues, cosa accidental e incierta. N o es


ble protesta que le es fam iliar y después, con su voz precisa y
iguro que. encontrásemos siempre al buen dictador. Cabe d ar con
clara, dice :
io malo. E s la sa lva ció n pen d ien te d el solo individuo. Y lo de-
— ¿ Qué dice usted ? H abría que pensar en eilo... Sí... Pero, de
flble es la con servación del p a ís p o r una continuidad, p o r una
hecho, he contestado ya, hace cuatro o cinco años, en unos since-
jjiirp'e d e g eren tes, ligados al m ism o prin cipio y a l a m ism a ta r e a ...,
rísimos artículos que aparecieron después reunidos en un folleto
por una sucesión de reyes.
con este título: U n n uevo esta d o de esp íritu , editado por Juven,
N o es posible expresar la inflexión que esta bella palabra de
en 1903, y después en la G a ze tte de F rance, y que M au rras anotó
ey" tom a en labios de M . Jules Lemaître.
magistralmente.
— 'Pero de seguro, querido maestro, que a menudo oirá usted,
— N adie ha olvidado, querido maestro, aquellas páginas inci­
¡bmo nosotros, esta superficial objeción: "F ran cia ha venido a
sivas en que se condensa toda la crítica del régim en actual, pero
nosotros querríamos saber el modo como se operó su evolución,
jbr incompatible con la M onarquía.”
porqué, en ñn de cuentas, usted ha sido republicano... Sí, así dicen. Dicen que nuestro pueblo teme una restaura­
— E s cierto que he venido de lejos. Fui republicano, corno casi todo ción en la que ve el gobierno de los curas. P ero la fuerza de tales
i
el mundo antaño. E l Dieciséis de mayo me indignó. Vi en él una prejuicios no es acaso tan grande como querrían hacernos creer;
tentativa contra la libertad. M e opuse al boulangismo por idénti­ por otra parce, nadie ignora hoy que la República, según una
co motivo. H e creído en el parlamentarismo, en la opinión de las frase célebre, es la M asonería a l descubierto. Am bos términos pa­
masas, en su sabiduría...; sobre todos estos puntos he dicho todas recen inseparables. Y la M asonería es impopular. M e parece, por
las cosas corrientes. jotra parte, que, a pesar de todo, la superstición de la palabra Re­
— ¿ Y quién le despertó de este sueño? pública disminuye un poco... Sí, cuanto m ás lo pienso, m ás me
— M e despertó el asunto Dreyfus. Pero no de pronto, ;no! No parece que la campaña de M au rras tiene probabilidades de éxito.
soy hombre que se deje arrastrar fácilmente. Y , sobre todo, las ¿ A sí que usted no es de aquellos que reprochan a L ’A c tio n
experiencias a que el a ffa ire D re y fu s dió ocasión. Hallóme a la fra n ç a ise un empaque doctrinario?
cabeza de una L ig a que, a pesar mío, acabó siendo electoral, y pude Pero ¿por qué? L a doctrina de M au rras es admirable. En
palp ar no sólo los in con ven ien tes a ccid en ta les, sin o la esencial co­ ¡empos en que no se nos cae de la boca la ciencia, la experiencia,
rru pción del s is te m a político del p o d er electivo . H e visto todas las lo positivo, lo real, ha demostrado que la form a de la Monarquía
maquinaciones, todos los trucos, todos los fraudes gubernamenta­ ¡tradicional es la m ás apropiada a las condiciones de la presente
les p a ra triunfar, del modo que fuese, de unas gentes que invo­ realidad política. ¿ Y no es también el gobierno más conforme al
caban la idea de patria, la m ás visible, la m ás sencilla y la más orden natural? L a doctrina de L ’A c tio n F ra n ça ise lleva camino de
sagrad a de todas, ¿no es verdad? Entonces comprendí que aquella conquistar a la juventud estudiosa, la juventud de las Facultades,
m áquina conducía necesariamente, fatalmente, a la su prem acía de ijue ya está cansada de la v a g a anarquía democrática. He presen­
lo s peores. ciado las tareas de vuestro Instituto. E s algo impresionante. T am ­
H e visto todo esto de cerca. D a pena. H a y que tener un gran bién vuestra propaganda podría llegar al otro extremo de la so­
estómago p ara soñar después de esto en una República decente ciedad, a la porción m ás avanzada y más inteligente del mundo
P o r fuerza de los hechos, no es posible m ás que una: la que ¡obrero. Los obreros han perdido y a la superstición republicana. Acaso
tenemos. ¡no sea imposible el hacerles comprender hasta qué punto el in-
— ¿ N o llegó usted a pensar cierta vez en la República consular? ¡terés del nuevo R ey estará en ser favorable a sus intereses. Los
— Sí, he buscado todas las salidas posibles. Pero un cónsul no ¡más grandes Reyes de Francia ¿ no han sido los reyes del pueblo
aportaría más que una solución transitoria y superficial, tras de la ¡y de la burguesía, algunas veces hasta poniéndose en frente de
que h abría que volver a empezar de nuevo. A dem ás— aquí la clara las clases m ás privilegiadas?
m irada de mi interlocutor se obscurece— , no creo que nos quede ya — E s la fórm ula de Su A lteza el duque de Orleans: "Todo lo que
tiempo para intentar demasiadas experiencias. es nacional es nuestro.”
— E sto es lo que pensamos nosotros en A c tio n F rançaise. — Fórm u la perfecta y a la que tendía también la L ig a de la
— V lo dicen lo bastante alto para que los oigan. L a acción be- “P atria ‘ Francesa” para la defensa de los grandes intereses y de
i
M. JU LES l e m a í t r e : d e s p u é s d e s e i s a ñ o s 607
606 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUIA

las condiciones fuera de los que la patria no puede subsistir. BgJ üsión natural de toda la Encuesta sobre la M onarquía en
reconocido que la R ep ú b lica es, p o r 'esencia, in ca p a z d e reu n ir y de ancia:
m a n ten er e s ta s condiciones. P o r él co n tra rio , p a re c e que n a d a de l» J “Después de diez años de experiencia de tantos errores, lie-
que es n acion al pu ede se g u ir siendo repu blican o.’’ de confianza, con toda seguridad de alma, levanto m i copa
M. Jules Lem aître se había levantado y, mientras nos excusá­ la salud del R e y de Francia."
bamos de haberle interrogado un poco a su pesar, le hicimos toda-;
vía esta últim a pregunta: “¿Cree usted que estas declaraciones ;
pueden sorprender a sus amigos de la “Patrie Française?”
— Muchos de ellos probablemente las esperaban. Y o pensaba ya
así hace cuatro o cinco años. Sólo que no podía decirlo tan claramen­
te como hoy p a ra no molestar a algunos am igos nuestros. Pero ,
mi sentimiento se veía bastante claro en el folletito de que aca­
bam os de hablar.
A l tiempo que nos despedía, M . Jules Lem aitre añadió:
— H e adoptado como ex-libris una divisa sacada del dístico de
Gil B la s: In ven i p o rtu m . H e hallado el puerto.

I n v e n i p o rtu m . S p e s e t fo r tu n a , v á le te !
S a t m e In sistís. L u d ite n u n c alíos.

Y lo que Lesage dice a la esperanza y a la. fortuna yo se lo digo


a la ilusión republicana: “Y a me habéis engañado bastante. Aho­
r a buscaos otras víctimas .”— Un m iem b ro d e la IAga."

Finalmente, el 23 de mayo siguiente, en una reunión íntima


que precedió al banquete del día de San Felipe en Lyon, M. Le­
m aître declaró:
“E n el nacionalismo republicano no he encontrado más que
negaciones. E n él nacionalismo integral encuentro una doctri-
,ia y un program a."
T ras haber, como “amigo de a fu e ra ” 1, alabado la doctrina
completa, la fe, el desinterés, de L 3A ction Française, y tras
h aber felicitado a la L ig a y al periódico p o r “dirigirse a la
juventud estudiosa” y a “los elementos inteligentes y reflexivos
de los Sindicatos obreros”, Jules Lem aître acabó con estas, pa­
labras, a las que nada añadiremos, porque representan la con-

1. H a g a m o s c o n s ta r que, el 4 de n o viem bre de 1908, e ste g ra n "ami­


go de a f u e r a ” com enzó en L ’A c tio n F ra n ça ise (a l a que h o n ra reserv án ­
dole s u colab o ració n p o lític a ) u n a im p o rta n te s e r ie de a rtíc u lo s titulada
‘'C a rta s a u n a m ig o ”.
APENDICES
tf

ilí
II; ;

íi

A P É N D IC E S

CARTA DE INCORPORACIÓN DE OCTAVE TAUXIER


i
I ; | ’ACTION f r a n ç a is e del 1.« de abril de 1902 publicó la adhe-
Ji
P sión a la M onarquía de Octave Tauxier, joven “que pien­
I¡ a con fu e rza ”, en frase de M. Jules Lem aître. Precedía a su
arta una introducción, algunas líneas de la cual servirán p a ra
!! ue se conozca m ejor el camino por donde el am igo que nos
a. sido prematuramente arrebatado había llegado a la adop-
I ión de nuestras ideas. T ras recordar su definición, y a clásica,
del Im perio ( el Im perio es una reacción contra la anarquía,
I ro no contra las causas de la anarquía” ) , decíam os: *

I E l método severo que debe a M. de Tourville y a l grupo de


critores de la S cience S ociale ha acabado obligándole a nom brar
¡ por su nombre a la verdadera reacción contra la anarqu ía: la
onarquía. Vese, pues, obligado a separarse en un punto de sus
¡ aestros y de sus am igos: desgarradura penosa, pero indispen-
able.

I - Su irritante desdén de la política, su ignorancia de las funcio-


es del Estado, su insensata indiferencia por lo que ellos se atre-
i en a llam ar la fo rm a del gobierno, condenaban a los jefes de esta
escuela a verse abandonados por un espíritu científico como era
"auxier.
Verdad es que el Estado moderno, su Administración, su b u ro ­
cracia, han multiplicado las intromisiones. Pero, al reprochar al
¡Estado el haber invadido la esfera privada, h abía que reprocharle
simultáneamente el abandono de sus funciones propias, sus altas
ñ

APENDICES 613
612 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

funciones de Estado: política extranjera, policía general, Ejército H e aquí la carta de Octave T auxier:
y alta justicia. Separándose de aquellos caballeros, Tauxier po­
“M i querido M au rras:
d rá llenar la inmensa laguna que dejan en el centro de su sis­
tema. Y ellos mismos tendrán que agradecérselo dentro de nada.
I| Cuando usted llevaba a cabo la E n cu esta so b re la M onarquía, yo
Démosle nosotros gracias ahora mismo. Apenas iniciado, Tau­ ¡o era monárquico, sino únicamente, y tanto como el que más, anti-
xier perfecciona y completa una de nuestras fórm ulas más im­ ■epublicano.
portantes: la de la identidad de los intereses de una dinastía na­ P o r aquel entonces, seguidor asiduo de los trabajos de la re­
cional con los intereses mismos de la nación. Adivinada por Mon- sista L a S cien ce S ocíale, me desentendía, como ella, del problema
í 'f tesquieu, aprehendida por Renán, esta verdad, que pasa hoy a |el Estado. Los redactores de aquella revista, influidos por M. Tour-
I:> manos— doctas manos— de Octave Tauxier, fué form ulada en ios
í ville, profesan una especie de recelo hacia la institución del E stá­
siguientes términos en la E n cu esta sobre la M onarquía (primer felo; partidarios y propagandistas de la acción p riv a d a , opónenla a
fascícu lo ): “A n d r é B u f f e t :— U n a República depende del talento ¡a acción p ú blica como puede oponerse el bien al mal, y, llevados
ih
y del ánimo de sus partidarios. Pero un soberano hereditario por su sistema, no mencionan la acción de los poderes públicos
está demasiado directamente interesado en el bien público para [como no sea para denunciar sus abusos o su impotencia.
gobern ar sólo según su humor o según un sistema. É l es el cere­ Convierten un hecho cierto — la excelencia de la acción privada—
i* bro, el centro nervioso de la nación. Tiem bla por el peligro co­ 1« pu nto de p a rtid a p ara venir a p arar en el desprecio de la ac­
mún, aspira a la común prosperidad. Su naturaleza profunda, su ción del poder público, de la institución estatal. Transform ados así
función necesaria y natural, o, si usted prefiere decirlo en términos de |n liberales, parece que desean un Estado impotente, y hasta creo
geometría, su posición, oblíganle a conducirse de acuerdo con las íque estos discípulos de L e Play, despistados por un sistema erró­
exigencias del bien público. N o hay duda de que puede equivocarse neamente fundado, tienen cierta simpatía por nuestro presente
en la interpretación de estas necesidades, pero trata de decubrirlas,
'anarquismo.
no puede dejar de hacerlo, y, apenas advierte el error, su propio
í P o r otra parte, ¿no es cosa de sorprenderse el hecho de que el
\| in te r é s lo induce a rectificarlo.” examen de la N o m en cla tu ra 1 esté detenido desde hace nueve años
En el segundo fascículo de la E n cu esta, en el que se repite bas­
t| ¡y precisamente en el prim er escalón de las agrupaciones de la
tante este tema, sostengo, principalmente al contestar a Barrés,
vida pública: el Municipio? Los redactores de L a Science Sociale
que este es el privilegio del gobierno hereditario, personal o co­
1—hago excepción de M. de Rousiers— que se paran ante las agru­
% lectivo, aristocrático o monárquico. L a s dinastías “ buscan, como
paciones de la vida privada, ¿acaso consideran como no existentes
to d o lo hum ano , su in terés pa rticu la r, pero, buscándolo, procuran,
las agrupaciones de la vida pública? U n lector asiduo de L a Scien-
a d em á s y al m ism o tiem po, el in te ré s general".
]ce S ociale tiene motivos para pensar que, si M . de Tourville hubiera
Cuando sistematizaba estas ideas, ya indiqué su sutilidad Tuve
que desarrollarlas mil veces en la G a se tte de F ran ce, h e Boleil y idea con e ste térm in o e x p re s a d a y definida, se h a epilogado so b re la
L e Fígaro. ¿H an sido bien comprendidas? M. Georges Fonsegrive, p alab ra y todos n u e stro s d e m ó c ra ta s c ristia n o s s e h an a p ro v ech ad o de
cuya inteligencia nadie sería capaz de negar, las ha discutido en ella p a ra a c u s a r a n u e s tra s d o ctrin as, bien de elim in ar el a ltru ism o y
su libro L a Crise Sociále, sin que parezca haberlas penetrado exac­ de re c h a z a r los m ás g enerosos a rra n q u e s del a lm a h u m an a, o b ien h a s ta
i-de p o n e rse a l serv icio de la s m a la s p asiones q u e e n g e n d ra e! egoísm o, o,
tamente. L e invito a que profundice las explicaciones de M. Tau­ 'por m e jo r d ecir, su s e x tra v ío s. L im itém onos a d e c ir que no com prenden
n xier, que son luminosas. Apenas hay comparación entre nuestros [lo que es b ie n fá c il de co m p ren d er. E l te o riz a d o r del altru ism o , A u g u ste
!fH. rápidos diseños y la form a perfecta que nuestro amigo da a la
g ra n verdad política que con nosotros aspira a servir i.
Comte, y a a c o n se ja a los políticos y h a s t a a los m o ra lista s “que llam en
)los im p u lso s personales en ,a yu d a de las n ecesid a d es sociales”. No sólo no
(hay n a d a m á s se n sa to , sino n a d a m ejor, en todo3 los sen tid o s de la p ala-
;bra, desde todos los p u n to s de v is ta . A despecho de a lg u n a asp e re z a
1. Como v a a verse. O ctave T au x ier, q u erien d o d e sig n a r las cosas }de le n g u a je d eb id a a su p e rso n al filosofía del m undo, O ctave T au x ier
co n u n té rm in o co m pletam ente explícito e inequívoco, em p lea la palabra ’no dice m á s que esto. N o sólo n o d e s c a rta l a v irtu d , sin o que l a sos­
egoísm o en s u evidente sen tid o de in s tin to d e co n serv ació n , de voluntad tie n e , le dp, p u n to s de apoyo. (N o ta de 1909.)
d e v iv ir o de ten d en c ia del s e r a p e rs e v e ra r en su se r, ley com ún a todo ? 1. L a N o m e n c la tu ra es la ta b la de los fenóm enos so ciales en el or­
lo que existe. Como era n a tu ra l, hallán d o lo m ás cóm odo que d iscu tir la den en q u e se d e te rm in a n unos a otros.
4
\

me.t
APÉNDICES 615
614 ENCUESTA SOBRE -LA MONARQUÍA
V o y a repetir los términos de la E n c u e s ta :
hecho llegar sus estudios hasta las agrupaciones de la vida pública 1.« “ ¿Q ué e s la M on arquía?"
y hubiese aplicado su poderoso talento a esta parte indispensable U n a institución que convierte los intereses públicos de los fra n ­
de su obra, tanto él como sus colaboradores hubieran visto el Es­ ceses en intereses personales y privados de un hombre. O m e­
tado como una institución justificada, y, estudiándole, le hubieran jor aún: una institución que hace de los intereses públicos de los
considerado como un organism o necesario a la vida presente de la
¡franceses el patrimonio de una fam ilia. E s decir, u n a in stitu c ió n
sociedad, tai como en el cuerpo del hom bre lo es el cerebro, y hu­
que coloca la co sa p ú b lica fra n c e sa b ajo la sa lv a g u a rd ia d e un
biesen pensado que su buen funcionamiento tiene un capital inte­ egoísm o.
rés p ara la salud del cuerpo social.
i N o es verdad que este es un sistem a de gobierno de una
E s un poco excusable el que cueste trabajo el rechazar, aunque
sencillez adm irable? M ás aún: e s e l m edio se ñ a la d o p o r la N a tu ­
sea en parte, las orientaciones m arcadas por L a Science Sociale;
raleza. Esto es lo que esencialmente me su by u ga en el sistema mon­
los meritísimos trabajos llevados a cabo p o r ésta, no solamente han
árquico: que es é l m e d io n atural.
agrandado y renovado, a los ojos de quienes les han seguido, la
V oy^a explicarm e: la naturaleza confía a cada uno de los se­
concepción de la sociedad, sino también su capacidad de compren­
res el cuidado de su propia conservación, y p a ra ello lo dota de un
sión general de las ideas y de los hombres.
sentimiento, principio de sus acciones, que es el egoísmo. E l ser
Pero los acontecimientos de que Francia es víctima y las ense­
¡ dotado de inteligencia, el hombre, puede lle g a r a unas transaccio­
ñanzas de usted, mi querido Maurras, han hecho ver a algunos lec­
nes con sus semejantes, a estipular unas alianzas, hasta a eri­
tores de la Science Sociale, entre los que me cuento, que errarían
girlas en el terreno de lo absoluto, y de este modo lle g a r a dar
limitándose enteramente a sus orientaciones p ara la solución de
la ilusión del altruismo, pero todo ello será en razón de su mismo
las cuestiones que nos apremian. L a institución del Estado acaso
egoísmo. E l egoísmo es p ara el individuo el medio de proveer a su
podía ser indiferente a los campesinos de la costa de Escandinavia
existencia y el principio de la estabilidad de esta existencia misma.
del siglo xi y hasta a los compañeros de Cedrico. Pero su exis­
Gustan los redactores de L a S cience S o ciá le de hablar, siguien­
tencia y su m anera de ser no pueden ser indiferentes a los france­
ses de 1902. do a L e Play, del plan providencial; con estas p alab ras expresan,
U no de los méritos de usted, mi querido M aurras, ha sido el o m ejor dicho, reconocen que la arm onía total de u n a sociedad de­
haber restaurado la noción del Estado en las mentes francesas, en pende únicamente del ejercicio del egoísmo por las unidades que la
una época en que, paralelamente a otras influencias secundarias, componen, es decir, que se mantiene unida y próspera no en virtud
el republicanismo y el liberalismo la habían destruido. H a hecho de las cualidades altruistas, sino por la sola rebusca, por p arte de
usted que se contemple al Estado en sí mismo, como órgano pro­ cada uno, de su propio interés exclusivo. Sólo cuando el hom bre
pio, independiente, cuando se le creía condicionado a unas concep­ m ira a su interés propio, sirve eficazmente a la sociedad. ¿Qué se
ciones de baja metafísica heredadas del siglo xvm . desprende de esto sino que nada grande, ni de carácter general,
Por lo que a mí respecta, maduro ya el espíritu, apremiado por es via b le si se basa ú n ica m en te en el am or al prójim o (excep­
uno de nuestros amigos i, y estimulado por una fórm ula que Vau- tuando, como cosa fuera de discusión, los grupos religiosos), en la
geois ha repetido en estos últimos tiempos, ha llegado el momen­ abnegación, la virtud, la conciencia, fuerzas intimas, raras, frá g ile s:
to de que exprese a usted mi adhesión a la institución real. fantasm as? ¿Qué valen estas apariencias frente al egoísmo, ex­
Y no es que la razón de mi monarquismo no h aya sido for­ presión del ser “que quiere vivir” ?
m ulada hasta ahora: a usted le es fam iliar, pero tiene en su abo­ Y siendo así, ¿ a quién vamos a entregar nuestros intereses pú­
no el ser la más fuerte de todas, el sobresalir entre todas, y me blicos, a quién entregaremos el Estado? ¿ A la v ir tu d de uno o de
siento inclinado a exponerla, puesto que no h a sido m ás que indi­ varios centenares de hombres que hayan sobresalido en el oficio de
cada, tanto en la E n cu esta, por M. B u ffet y usted, como en L’Action candidato? ¿O bien al egoísmo de una fam ilia?
F rançaise, por Vaugeois.1 E l hombre prudente pensará que debe servirse del medio cons­
tante que la naturaleza le ofrece y no le pasará por las mientes
tratar de forzarla, porque sabe que el medio que ella le presenta
1. No h a y n in g u n a in d iscrec ió n en d a r el no m b re de éste, que es
es el único eficaz y que, de pretender sustituirlo por otro, no im -
M. Jac q u e s B aínville.
p*í
t' '

APÉNDICES 617
616 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
ipompadour) no andaban tan descaminadas al encarnizarse con-
pedirá por esto su acción omnipotente, si bien entonces actuará
gtra Federico y contra el Estado naciente que ellas trataron de aho-
contra su propia inclinación.
Igar en la cuna. L o s h isto ria d o res que unán im em en te han censurado
N em o n aturae, n isi parendo, im p e ra t. En efecto, lo que vemos
M adam e de P o m p a d o u r no h abían v is to lo que n o so tro s h em os
en los parlamentarios es el cuidado de su solo interés personal.
I enido a l alcance de n u e stro s ojos. E lla y su s m in istro s, M achauU
fy B e m is , p resin tiero n con g ra n ju s t e s a que no debe fa vo re ce rse la
¿ Tendré que añadir que es vano el preguntarse si un heredero
m orm ación d e E sta d o s n u evo s en un cuadro ta n e s tric to com o es
resultará más "capaz” que un elegido, cuando sabemos que sólo la
pZ cu adro de la s n acion es eu ro p ea s; que h a y que in ten ta rlo todo
institución real cuenta con la plenitud del conocimiento? Porque
posee todo aquello en que ésta se basa y todo lo que la hace posi­
lantes que d eja r que crezca n aqu ellos que anuncian g ra n d es am b i­
i¡ r, cio n es. L a marquesa, ciertamente aconsejada por cabezas ipás
f\ ble, las fuerzas esenciales de lo inconsciente, la sensibilidad y los
movimientos reflejos. Igólidas que la suya, había comprendido que A u stria era mucho
¿Puedo, pues, en adelante oír hablar, a propósito de monarquía 'menos temible que la nueva nación dirigida por un principe joven,
y de república, de fo rm a ( ! ) d e gobierno , de indiferencia, de la fgran político y y a consumado militar, apoyado y flanqueado por
cu estión de fo rm a f |ja irreductible enemiga, Inglaterra, en la que reinaba uno* de los
2 .0 L a segunda y última pregunta de la E n cu esta es ésta: La «(mayores hombres de Estado que han gobernado una nación.
* *«r- in stitu c ió n de una M onarquía tradicion al, h ered ita ria , antiparlam en­ Lo que nos falló fué la ejecución. Aquella cantidad de ge-
ta r ia y d escen tra liza d a , ¿ e s o no de salu d p ú b lic a f ¡nerales que mandaban a los rusos, los círculos alemanes, a los
i :.l
«austríacos y los franceses no siempre se entendieron (como pu-
L a prim era pregunta era de orden teórico; la segunda lo es de
orden práctico; completa la prim era en cuanto deja a los hechos do verse en R osbach), y, aun vencido, aquel reyezuelo que no
la justificación de la excelencia de la teoría monárquica; justifica­ |tiene por encima de sí, como hombre de guerra, m ás que a N ap o­
ción indirecta, pero plena y suficiente. N o se puede responder más león, era todavía superior a Daun, por muy vencedor que éste fue-
que con un sí. |se. Muchos han reprochado a M adam e de Pom padour sus eleccio-
Su buen amigo nes. Los generales designados por la m arquesa habían servido ya
O ctave t a u x ie r en la guerra de sucesión de A ustria y no todos carecían de talen-
tos militares, pero faltó el mando supremo, los diversos mandos
Ilustrem os con una viñeta las rudas y claras verdades ex­ no se entendieron, y enfrente estaba Federico. N o se sacó de las
puestas por Octave Tauxier. E n el mismo número en que apa­ (victorias todo el provecho posible. Además, Francia, agobiada de
t deudas, pagaba por todos sus aliados, mientras que el rey de Prusia
recieron éstas, uno de los colaboradores de L ’A ction Française,
K metía el brazo hasta el codo en los cofres de la rica Inglaterra.
Richard Cosse, p u b lic a b a 1 unas importantes notas sobre esa
|! Por este lado había una alianza sencilla y apretada entre dos
política de Luis X V y de Madam e Pom padour que tan pronto
grandes hombres de Estado, uno de los cuales era, a l mismo tiem­
ha sido presentada como un espantapájaros, tan pronto como
po, el prim er capitán de su siglo. P o r el otro lado, confusión, inte­
algo escandaloso, y cuyas operaciones, cálculos y móviles estu­ reses numerosos y dispares, tropas diseminadas y oficiales valien-
vieron, no obstante, regidos por el sentido de los intereses de : tes, pero para (os cuales el oficio de soldado y a no era la sola pre-
la Monarquía. E n el mismo rebajam iento de la persona del rey, ocupación. Y, además, Francia vivía todavía de la gloria de Luis XTV,
la Corona seguía siendo lo que es y conservaba un fuerte as­ del mismo modo que, bajo Napoleón, P ru sia vivía de la gloria de
cendiente sobre la opinión (que es lo que se trata de demostrar) : Federico II. E l error de M adam e de Pom padour fué el no darse
Is cuenta de esta situación. Pero ¡Francia era todavía tan poderosa
Cotillón I, Cotillón I I y Cotillón I I I (sabido es que Federico de­ f. y P ru sia era tan poca cosa! i . N o obstante, Madam e de Pompadour
signaba con estos nombres a las dos emperatrices y a Madame de1 I había olido al enemigo. ¿ Podremos nosotros censurarla con de-

1. A p ro p ó sito d e la co rre sp o n d e n c ia de C hoiseul y d e V oltaire, co­


m e n tad a , en la R e v u e des D e u x M ondes del 15 de enero de 1902, por un 1. E s te p en sam ien to , dice R ic h a rd Cosse en u n a n o ta, “tra n s p ira en
critico a sa z m alévolo, P ie rre C alm ettes. to d as la s c a rta s de C hoiseul a V o lta ire ”.

¡i
I ,
II
■V
618 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

masiada severidad por haber perseguido con encarnizamiento, has­


ta tratar de aniquilarlos, a Prusia y al prusiano?

Las amantes de Luis X V y la imprevisión general de aquel


reinado suministran la principal de las objeciones que se
dirigen contra nuestra teoría de la M onarquía. A lgu n o de nues­
tros amigos que perdona fácilm ente la unidad italiana y la
unidad alemana, sin hablar de Sedan y de M etz a Napoleón m ,
no ha podido digerir todavía a Rosbach y la pérdida de las co­
lonias. Permítasenos que lo repitam os: 1814, 1815, 1848, 1859, UN PRIMER BOSQUEJO DE NUESTRAS DOCTRINAS
1870 y 1871 y el sesgo general de la H istoria de F ran cia en el
siglo xix deberían inspirar por lo menos modestia a los cen­
6 de mayo de 1899, señalaba el autor de la Encuesta sobre
l
sores de Choiseul y de la Pom padour. D e 1715 a 1X74, los ex­
tranjeros no entraron tres veces en París. E l m apa de Europa E la Monarquía a los lectores de la Gazette de Frunce “un
vasto movimiento contrarrevolucionario” ante el que los mon­
no ha sido rehecho de arrib a a abajo a nuestra costa de 1715
árquicos discurren a menudo distraídamente y del que “ debe­
a 1774. Y todo nos demuestra que nuestras desgracias del si­
rían ser directores y coordinadores”, y, entre otras cosas, es­
glo xix no habrían podido darse b ajo la M onarquía. E sta hu­
cribía lo siguiente:
biera proseguido contra la Casa de P ru sia la política de limi­
tación aplicada p o r Richelieu a la C a sa de A u stria. Cuando "D esde hace diez años, que, en plena A cad em ia*, Renán declaró
se piensa, por una parte, en el trastrueque de las alianzas ba­ la b a n ca rro ta de la revolu ción, todo espíritu robusto h a trabajado
jo Luis X V y, por otra, en la g u erra de A m érica bajo L u is XVI, de algún modo en destruir uno u otro de los Grandes Principios,
se comprende que el hilo de las prim eras intrigas revoluciona­ si no todos los Grandes Principios a la vez. Destruyendo de este
rias se descubra hoy en Londres y Berlín, y se saca en conclu­ modo las causas de destrucción, hacíase posible la reconstrucción
sión que la iniciación de nuestras revoluciones fu é un resulta­ general.
do de la intervención metódica de P ru sia y de Inglaterra, los Saquemos la cuenta:
dos Estados que han utilizado m ejor desde entonces, primero, C rítica del sistema sucesorio revolucionario. Libertad de tes­
tar. Reconstrucción de la F am ilia. (P a u l. B ourget, H enri Coulon,
las divisiones y, después, el descenso de nivel del Estado po­
Spronck, toda la escuela de la P az social, etc.)
lítico francés.
Crítica de la centralización municipal. Libertad local. Recons­
trucción del Municipio. (Mistral, Barrés, M arcére, todos los grupos
descentralizadores del Norte, del Oeste, del Este o del Mediodía,
etcétera).
Crítica de la provincia. Libertad regional. Reconstrucción co­
marcal. (Los anteriores, Foncin, etc.).
C rítica del liberalism o económico. Libertad sindical. Recons­
trucción de los g ru p o s pro fesio n a les o corporacion es. (Todos los so­
cialistas de todos los matices, desde M , Deschanel hasta M onsieur
Nirm an...)
Crítica del liberalismo político. Libertad, o independencia, o

1. E l 28 do fe b re ro de 1889, co n testan d o a l d isc u rso d e recep ció n de


M. Ju le s C la re tie .
1 \
' í

620 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA J fíie A P É N D IC E S 621

fuerza nacional. Restauración de la lib e rta d gu b ern a m en ta l. (Todos |ores, los desilusionados exigen que se les presente un plan de
los dictatoriales, todos los plebiscitarios, todos los autoritarios, to­ : Reconstrucción. Como acabamos de ver, este plan viene im­
dos los antiparlamentarios, Lemaître, Coppée, Quesnay, Drumont, plícito en la form a misma de las lamentaciones nacionales,
Guéfin, Dérouléde, Cavaignac, etc.). íestá inscrito en la misma estructura del país y de la nación.
Sumad las cinco críticas, y tendréis la crítica de todo el siste­
(Basta con analizarlas de buena fe. E l anhelo general dirígese
m a íiberál, parlamentario y republicano. Sum ad las cinco liberta­
ja la M onarquía. Y la M onarquía es la expresión de nuestras
des, y tendréis las cinco libertades o cinco poderes naturales en
(necesidades elementales. E n esto radica exactamente el pro­
que se basaba la Constitución de la antigua Francia. Sumad, final­
fundo realismo de nuestra doctrina.
mente, a la institución hereditaria dé la fa m ilia el estatuto perma­
nente del m unicipio y de la provin cia, la institución profesional, y
" e l principio estable de la a u to rid a d política, y tendréis la fórmula
de la Monarquía.
Y todas estas tesis son profesadas, sostenidas y apoyadas por
sectores considerables de las clases directoras francesas y a me­
nudo hasta por organizaciones poderosas. L o que queda por hacer
es unirlas, agruparlas, ordenarlas. ¡ Y esto no se ha hecho! ;Y los
monárquicos no piensan aún en hacerlo! ¡Si los monárquicos qui­
sieran! ¡Si los monárquicos supieran! E n algunos meses se con­
vertirían en los directores indiscutibles de la conciencia francesa
y la M onarquía quedaría consagrada, por lo menos ante la opi­
nión. N o faltaría m ás que convertirla en un hecho como postulado
unánime del espíritu público.

A n terio r en muchos meses a la fundación de L ’A ction Fran­


çaise, y en m ás de un año a la Encuesta sobre la Monarquía,
este bosquejo ligeramente optimista (ya que no se preocupa de
las dificultades de la acción y se equivoca un poco sobre la
ï
“rapidez” ), tiene, con .todo, la buena cualidad de definir con
:
precisión la doctrina que hemos elaborado, expuesto y propa­
gado durante más de diez años.
D esde 1899, perfectamente conscientes de lo que queríamos
y de adonde íbamos, nuestro objetivo estaba concretado. Le
hemos sido fieles, y, p o r una ju sta reciprocidad, no nos han fal­
tado las corroboraciones de los hechos. H anse producido tal «
como las habíamos previsto y anunciado, como si hubieran es­
tado a nuestro servicio. E s que están al servicio de la verdad ;

que estamos desentrañando. E l juego de los efectos y las cau­


sas h a acabado por producir una situación tan inquietante, que 1
muchos franceses de toda condición empiezan p o r nom brar el
T
m al con su verdadero nom bre: sin am bages dicen y a República
y Democracia. Pero, -para renunciar a los elementos destruc-
APÉNDICES 623
!■
|ar el texto. M M . Charles Vincent y Jacques de la Massue fu e ­
ron los prim eros en adherirse a la idea. A l mismo tiempo nos
(legaba un voto del m ás alto v a lo r: era el de un veterano de
(a Causa real, hombre de alta inteligencia, de carácter firme,
de extenso saber, M. A u gu ste Cordier, director entonces del
Ifouvelliste de Bordeaux. F ran cia y el rey han perdido en él a
I |n g ra n servidor. L o s nuevos monárquicos, por aquel entonces
harto desconocidos y harto discutidos, no olvidarán nunca los
preciosos estímulos que recibieron desde el prim er momento
DICTADOR Y REY 1
de A u g u ste Cordier. U n lamentable quidproquo, a l que siguie­
ron algunas discusiones completamente verbalistas (del todo
A c a s o n o c r e á is q u e e n la fie b r e *de lo s p ri­ ajenas a la dirección del mundo m onárquico) atravesóse en la
m e r o s d ía s c a s i m e h a b la h e c h o le g 'itim is ta y proyectada publicación. De aplazamiento en aplazamiento, lle­
q u e e s t o y t o d a v í a m u y t e n ta d o d e s e r lo s i s e
m e d e m u e s t r a q u e l a tra n sm isió n hereditaria gamos a fines de la prim avera siguiente. Comenzó entonces
d el P oder es el ú n ico m ed io de esca p a r al ce- en Bruselas y continuó en P arís la Encuesta sobre la M on a r­
sa rism o , co n secu en cia fa ta l de la dem ocracia,
quía, y, como estaba concebida sobre el mismo plan y según
t a l c o m o s e e n t ie n d e e n F r a n c ia .
las mismas doctrinas que Dictador y rey, “aquel prim er do-
E h n e st R e n á n . ( C a r ta d e l 14 e n e r o d e 1852.)
:cumento hacíase su p e rflu o ; quedóse, pues, en borrad or que
hubo de ser dado a la luz de tanto en cuanto p a r a satisfacer
ha sido compuesto en el verano de 1899, po­
ic t a d o r y r e y ”

D cos días después de las detenciones del 13 de agosto. A l­


gunos de nuestros am igos estaban acusados de complot; por
la curiosidad de un am igo o p a ra esclarecer alg u n a discusión.
¡Pero m ás de una conversión a la Causa m onárquica fué apresu ­
r a d a y m aduró gracias a su lectura. E l d ía en que se renunció
ello nos había parecido justo, conveniente y necesario el res­ ‘seriamente a su publicación inmediata, alguien exclam ó: — ¡Qué
ponder al desafío de la Justicia oficial con nuevas empresas. ¡lástima! ¡E r a tan claro!...— N in gu n a otra oración fúnebre me
H a sta aquel momento se había hablado mucho de monar­
¡hubiera dado tanto gusto.
quismo, pero siempre en términos tan vagos o tan expediti­
H e aquí lo esencial de aquel documento:
vos, que la p alab ra no decía nada concreto al espíritu, o bien le
sugería imágenes del m ás puro arcaísmo. Hacíase urgente el
devolver sus vivos colores al nombre de una institución cuya H ágannos las adhesiones de todos los sectores de la opinión
necesidad se hacía sentir más y m ás cada día que pasaba a Sy de todos los puntos del país. M ás numerosas serían todavía, a no
todos los franceses reflexivos. M i am igo Prédéric Amouretti, ser un desdichado prejuicio: muchos antidreyfusistas y antisemi­
a quien consulté el primero, aprobó m is planes y me animó con tas, patriotas tan enérgicos como apasionados, se figuran la res­
tauración monárquica como un régimen harto desdibujado, harto
entusiasmo. P o r mis io t a s podrá verse cómo colaboró en esta
templado, demasiado p a rla m en ta rio para que pueda poner fin a los
em presa y en qué*ntífedida. L a m ejor form a de un acto de este
manejos de los facciosos. Con la declaración que sigue nos propo­
género nos-pareció que sería una declaración de los escritores
nemos sobre todo i acabar con este prejuicio y definir lo que en­
m onárquicos que dejara sentados con claridad cuál h abría de
tendemos y hemos entendido siempre por M onarquía.
.ser el papel momentáneo y cuál era la esencia permanente del E s menester que todos los franceses en edad y estado de apre­
régim en monárquico tradicional. Púsem e en seguida a redac- ciar una doctrina política conozcan la M onarquía en la doble fun-

1. Extracto de L ’Action Frpmgabse de 1 de agosto de 1903. 1. L a s p a la b ra s “so b re todo” son de F ré d é ric A m o u re tti.

I
m
APENDICES 625
624 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
Hoy, la libertad y sus peligros están a rrib a , queremos decir,
ción que debe ejercer; una transitoria y, la otra, permanente: en
lí donde se ventilan los asuntos capitales que comprometen el
p rim e r lu gar, haciendo ju stic ia en los crim in a les d e E sta d o y pro­
iiorvenir de la nación y la seguridad del Estado; en cambio, la au-
cediendo a seg u id a a la reco n stitu ció n y la dirección d el país.
iridad, en sus extremos rigores, se ha reservado, con perfecta
utilidad, para los de a b a jo , p a ra los súbditos entre los que, por
LA DICTADURA MONARQUICA: SUS PRINCIPIOS $1 contrario, la discusión, las diferenciaciones, la iniciativa de cada
iudadano, estarían no sólo desprovistas de peligro, sino que se­
Los abajo firmantes, escritores monárquicos, hablando en su
an provechosas; la autoridad soberana y decisiva aplícase al
solo nombre, pero invocando, a más de las tradiciones y consti­
enor detalle de las relaciones de los particulares con la Adminis­
tuciones de la antigua M onarquía francesa, los discursos y cartas
tración.
del señor conde de Chambord, de Su A lteza el conde de París y de
Invertir este orden, colocar la libertad abajo, la autoridad arri-
Su Alteza el duque de Orleans, en particular los recientes manifies­
ia, es, ni más ni menos, reconstituir el orden natural y racional;
tos de este último, afirman en prim er lu g a r que el jefe de la Casa
¡jpor tanto, la constitución m onárquica significaría, sencillamente, la
de Francia les aparece como un dictador necesario tanto como
constitución natural y racional del país, a l fin recuperada, y el
rey legítimo.
reino del R ey no significa m ás que el retorno a nuestro orden.
Afirman, en segundo lugar, que el gobierno del R ey de Francia
no puede dejar de ser represor y vengador en sus primeros actos
de dictadura p ara poder ser reparador en los que sigan a éstos.
L a s lib e rta d e s, a bajo
Afirman, finalmente, que la represión ejercida por el Rey evitará
N o hay vejación legal o ilegal que la Administración francesa
el multiplicar inútilmente los rencores. N o debe form arse en Fran­ í
|jo se permita contra los contribuyentes y administrados. N o hay
cia un nuevo partido de vencidos y de parias. L a venganza pública
Insolencia que la burocracia no se perm ita contra los ciudadanos.
debe alcanzar a los cabecillas, a- todos los cabecillas, pero a ellos
¡Un C ésar anónimo e impersonal, todopoderoso, pero irresponsable
solos: el R ey traerá la paz y el olvido a los seducidos y extravia­
dos. Su abuelo Enrique IV, que no daba excesiva importancia a é inconsciente, dedícase a molestar a los franceses desde la cuna.
las sediciones del pueblo bajo, no vaciló en hacer ejecutar a cincuen­ ¡¡Lo mismo si vive aislado que si decide asociarse, el ciudadano fran ­
ta caballeros de una sola provincia, culpables de preparar la guerra cés puede estar seguro de tropezarse a cada paso de su camino
civil. De modo que la acción real no debe dirigirse m ás que contra con el César-Estado, con el César-burocracia, que le impone, ora sus
los grandes criminales, pero debe buscarlos con una fría y metó­ ¡orientaciones junto con sus prohibiciones, o ra sus mercancías jun-
dica energía, sin otro sentimiento que el am or del país y el odio j|o con los subsidios que hay que pagarle.
de los enemigos de la nación. Después de la C om m une, se fusiló L o s negocios públicos que el ciudadano conoce mejor estén
a millares de obreros y se dejó escapar a los jefes: un Rey de ¡sometidos a la vigilancia o al capricho del Estado. Sin el Estado,
Francia hubiera castigado a estos últimos sin misericordia, pero !un padre de familia, un ayuntamiento, una directiva de sociedad,
hubiera perdonado al pueblo. 'ün simple comité de fiestas, no pueden decidir casi nada en aquello
jjue de más cerca les toca y que les interesa de modo inmediato.
¡Asociaciones voluntarias, como las sociedades morales y políticas,
jo asociaciones naturales, como la familia, el municipio y lá provin­
EB> RÉGIMEN MONARQUICO
cia, todas las agrupaciones de ciudadanos, se ven, ora paralizadas
Después de que la dictadura monárquica haya resuelto esta por las leyes del Estado, ora inclusive por el capricho de los jefes
crisis, nos queda por prever lo que h abrá de ser el gobierno nor­ ¡temporales del mismo...
m al del reino. N o sólo éste molesta y perturba al ciudadano francés, sino que
Lo concebimos como el régimen del orden. Concebimos este Je proporciona com odidades p e lig r o s a s : le sirve en casos en que él de­
orden como algo conforme a la naturaleza de la nación francesa y bería servirse a sí mismo, le desacostumbra de la reflexión y de la
a las reglas de la razón universal. E ir otros términos: concebimos cción personal; de este modo el Estado adormece y atrofia la
este régimen como el reverso del que estamos sufriendo. función cívica; el ciudadano se hace ignorante, perezoso y .flo jo ;
APÉNDICES 627
626 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
i Los municipios y comarcas (o distritos), mediante una serie de
pierde el sentido y el espíritu públicos; tratado como un menor,
Inedidas liberadoras, prudentemente escalonadas, vendrán a ser
acaba haciéndose digno de la tutela; los inmediatos intereses de
|jueños de regu lar según les plazca sus propios asuntos, dispo-
su comunidad no le interesan ni le ocupan; deja hacer a los cura­
piiendo de su orden interior sin intervención del Estado, decidien-
dores que se ocupan del patrimonio común; aíslase de sus conciu­
b o en aquellos asuntos que son familiares, o pueden serlo, a cada
dadanos y viene a caer en la condición individualista del salvaje y
fuño de sus miembros y sin otro límite en esta honesta y razona-
del primitivo.
ï b l e libertad que el bien común y la seguridad del reino.
P o r una consecuencia natural de este régimen, ciudades de diez
K Esas vastas regiones que se extienden alrededor de nuestras
mil alm as no encierran, a menudo, un solo habitante que sea digno de
«g ra n d e s ciudades (Lyon, Burdeos, M arsella, Lilla, N ancy, Tolosa,
ellas. ¿ P or qué molestarse en hacer ciudadanos en lugares en que
; Rouen, Montpellier, Grenoble, Besançon, Lim oges, Clermont, etc.)
el Estado centralizado se encarga, sin excepción, de todas la3 tareas
íserán reconocidas por la Ley y libertadas del seccionamiento depar­
cívicas? Pero la verdad es que estas tareas el Estado las hace
tamental, que es absurdo y anárquico; los territorios aglomerados
m al porque está m al aparejado para realizarlas. L a s distintas co­
alrededor de estas capitales naturales obtendrán progresivam en­
munidades van resbalando así hacia una decadencia profunda, a la
te la autonomía para todo aquello que se refiere a sus asuntos
que el mismo Estado les sigue: pobre en hombres, Francia será
f propios y que no comprometa el interés nacional; unos grandes
bien pronto pobre en todo.
;Consejos provinciales, bajo el control superior, pero lejano, del
[Estado, colaborarán en el despertar y renacimiento del cuerpo en­
C o n sid e r a n d o qu e lo s tie m p o s de verd ad era y s ó lid a p r o s p e r i­
itero de la patria, que la política jacobina ha empequeñecido,
dad n a c io n a l fu e r o n en F r a n cia a q u ello s en que el P od er r e a l in d e ­
í L a s asociaciones profesionales, confesionales y morales, dota­
p e n d ie n te y d u eñ o de la s a tr ib u c io n e s p r o p ia s d el E sta d o no im p e­
b a s de la m ás am plia libertad, serán sometidas al derecho común
d ía n lo s d ife r e n te s C u erp os, a s o c ia c io n e s y c o m u n id a d e s de la n a ­
iy consideradas como personas civiles autónomas que se ocuparán
c ió n el d ir ig ir lib r e m e n te su s p a r tic u la r e s in tereses;
[por sí m ism as de su orden interno, por este espíritu de cuerpo que
C o n sid e r a n d o qu e a la d e c a d e n c ia de la M o n a r q u ía n a cio n a l si­
¡es el principio de todo progreso; tendrán capacidad de poseer, de
g u ió , b a jo lo s B orbon es, la d e c a d e n c ia de d ic h o s C u erp os, a s o c ia ­
adquirir, de enajenar, pero p agarán impuestos y m ultas y, en caso
c io n e s y co m u n id a d e s , y a que cad a in tr o m is ió n d e l p o d e r r e a l e n su
de indignidad legal, serán borradas de la vida común, tem poral­
a u to n o m ía se se ñ a la b a p a r a le la m e n te p or una secreta d ism in u ció n
mente o a perpetuidad.
d e e s te m is m o p od er;
C o n sid e r a n d o que e s ta s c la rís im a s lec c io n e s dadas al R ey y a
R es u m ie n d o : en la a c tu a lid a d , el c iu d a d a n o es com o un es cla v o
F ra n cia por och o s ig lo s de e x p e r ie n c ia h is tó r ic a n o h a b rá n de ser
V en to d a s a q u ella s cosa s en que es c o m p e te n te y que d irecta m en te
in ú tile s n i p a ra F ra n cia ni para el R e y ;
te a fe cta n , en to d o a q u ello de qu e e s tá b ien en tera d o y que tie n e ,
E l pod er rea l no pu ed e en a d e la n te d e ja r de ten d er con fir m e z a ,
por ta n to , c a p a cid a d de ju z g a r . E l p od er rea l le d ev o lv erá la lib r e
aun que con p r u d e n c ia y s in p r e s cin d ir de la s eta p a s in d is p e n s a b le s
d is p o s ic ió n y la s o b e r a n ía en e s to s a su n to s qu e le fu ero n arran ca­
en la p r á c tic a , al r e s ta b le c im ie n to de e s ta s lib e r ta d e s a llí donde
dos s in d e r e c h o , s in u tilid a d y h a sta con d e tr im e n to d el v ig o r de la
el in terés s u p e r io r de la P a tr ia y d el E sta d o no e x ija n la su pre­
p a tr ia .
m a c ía a b s o lu ta de la a u to rid a d c e n tr a l.

E s decir: que las fam ilias se organizarán como les plazca; cada Esto es lo que h ará el R ey en favor de las libertades: se las
uno testará como quiera, los padres que deseen constituir en su devolverá a los ciudadanos, saldrá garante de ellas, será su de­
descendencia unos bienes hereditarios intangibles e inalienables, fensor y su custodio. Veam os ahora lo que h a rá en fav o r de la
tendrán completa libertad p ara hacerlo; las familias, reconocidas autoridad, desentendida, como queda dicho, de los detalles íntimos
por fin como asociaciones naturales, tendrán capacidad para ad­ de la vida civil.
quirir derechos análogos a los de los ciudadanos y poseer en co­
mún un patrimonio honorífico y moral, lo mismo que poseen un pa­
trimonio natural.
APÉNDICES 629
628 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

te o t r e i n t a m e s e s ; n o e s p o s ib le q u e d u r e m á s u n g a b in e te r e p u ­
L a a u toridad , a rrib a b lic a n o q u e d e b e ría , n a d a m e n tís, s u b v e n ir a la s m á s g r a v e s n e c e ­
s id a d e s p o lític a s y e c o n ó m ic a s d e l a n a c ió n . ¿ Q ué g r a n d e o p e q u e ­
ño a lm a c é n , q u é in s ig n if ic a n te te n d u c h o d e f r u t e r í a o d e z a p a ­
E l r e y r e s t a u r a r á , d e fin irá y u t i l i z a r á la a u to r id a d p a r a fines
te r o re m e n d ó n p o d r ía s o p o r t a r s e m e ja n t e c a m b io c o n tin u o y s i s te ­
p u r a m e n t e n a c io n a le s .
m á tic o d e d ir e c c ió n ? ¿ Q u é in d u s t r i a n o s e a r r u m a r í a si e l p e r s o ­
E l E s ta d o fr a n c é s , q u e a c tu a lm e n t e s e o c u p a d e to d o , h a s t a de
n a l d ir e c to r d e l a m is m a c a m b i a r á c a d a d ie z , v e in te o t r e i n t a
h a c e r e s c u e la s y d e v e n d e r c e rilla s , y q u e , c o m o e s n a tu r a l, lo
m e s e s ? i.
h a c e to d o m a lís im a m e n te y v e n d e u n a s c e r illa s q u e n o s e en ­
N in g ú n m i n is tr o tie n e tie m p o s u f ic ie n te p a r a e s t u d ia r lo s s e r v i­
c ie n d e n y d is tr ib u y e u n a e n s e ñ a n z a in s e n s a ta , e s t e E s ta d o , es, en
c io s q u e tie n e l a o b lig a c ió n d e d ir ig ir . A p e n a s s i lo s co n o ce d e v is ta .
c a m b io , in c a p a z d e c u m p lir lo s c o m e tid o s q u e le s o n p ro p io s, y
P o r lo m ism o , e l p o b re h o m b r e s e v e o b lig a d o a d e j a r q u e lo s je f e s
s e a b a n d o n a a lo s r e p r e s e n ta n t e s d e l p o d e r le g is la tiv o . L o s m in is ­
d e S e c c ió n c u id e n d e to d o . D e v e z e n c u a n d o , im p e lid o p o r a lg ú n
t r o s n o s o n o t r a c o s a q u e m a n d a t a r i o s y s e r v id o r e s d e se n a d o re s
g r u p o p a r l a m e n t a r io , lo s a t o s i g a c o n u n a p a s ió n ig n o r a n te y v io ­
y d ip u ta d o s , y n o p ie n s a n m á s q u e e n o b e d e c e r a s u s d ic ta d o s a
le n ta , y a s í s e p a s a d e l a R u t i n a a l a R e v o lu c ió n s in té r m in o m e ­
fin d e c o n s e r v a r l a c a r t e r a . C o m o e x p r e s a u n a e n é r g i c a fó rm u la ,
d io p o sib le . N i d ir e c c ió n s e r ia , só lid a , p e r s o n a l, n i tr a d ic ió n s e g u r a ,
“e l e le c to r m e n d ig a f a v o r e s d e l d ip u ta d o , q u e lo s m e n d ig a del m i­
y , a s i, n u e s t r a a d m i n is tr a c i ó n n o a d e l a n t a u n p a s o ; y a e s b a s t a n t e
n i s t r o , el c u a l, a s u v e z , m e n d ig a lo s v o to s d e l d ip u ta d o q u e m e n d ig a
si l o g r a e v it a r e l i r p a r a a t r á s .
lo s s u f r a g io s d e l e le c to r ” i.
P o r q u e e s t a in e s ta b le d ir e c c ió n m i n i s t e r i a l s e v e d iv id id a c o n ­
U n a c la s e d e c iu d a d a n o s p r o f u n d a m e n te d e s p r e c ia d a p o r el p aís
t r a s í m is m a h a s t a l a lo c u r a . N a d a de u n id a d d e p e n s a m ie n to
e n te r o , c o n v ie r te e n oficio l a in f lu e n c ia y l a i n t r i g a y m e rc a d e a
e n t r e lo s m ie m b r o s d e l m is m o M in is te rio . N i s i q u ie r a n a d a d e u n i­
c o n e lla s . S e n a d o re s , d ip u ta d o s , c o r r e d o r e s e le c to ra le s ... S ólo p o r
d a d d e p la n e s e n e l m is m o m in is tr o . P o r u n a p a r t e , tie n e q u e co n ­
c a s u a l id a d s e e n c u e n t r a u n c a r á c t e r in d e p e n d ie n te e n t r e m il in d i­
t e n t a r a s u s a m ig o s , y p o r o t r a , tr a n q u i l i z a r a lo s a d v e r s a r io s . L a
v id u o s d e t a l p ro fe s ió n . L o s q u e p a s a n p o r t e n e r la s m a n o s lim ­
p i a s s o n u n o s p a te n t e s m a ja d e r o s . L a m is m a m a ñ a n a d e la elec­ m a n io b r a p a r l a m e n t a r i a es, d e c o n s ig u ie n te , e l a g o b io d e s u p o líti­
c ió n d e L o u b e t, p u d o e s c r ib ir co n r a z ó n u n o d e n u e s t r o s m a e s tro s c a g e n e r a l q u e e s t á t o t a lm e n te s u b o r d in a d a a a q u é lla . C o m o l a
q u e e l f u t u r o e le g id o d e l C o n g re so b r i ll a b a m á s q u e p o r n a d a p o r m a y o r p a r t e d e lo s m i n is tr o s p ro c e d e d e l a v e rg o n z o s a c la s e q u e
s u in s u fic ie n c ia in te le c tu a l. v iv e d e l p r e s u p u e s to , y c o m o é s t a n o se s o s tie n e m á s q u e g r a c i a s
S ie m p r e ig n o r a n te s y lim ita d o s , a m e n u d o fa m é lic o s y c o rro m ­ a la p a n d illa d e s u s c o m p in c h e s e le c to r a le s , lo s r e c u r s o s d e l a n a ­
p id o s , h e a q u í lo q u e so n lo s d u e ñ o s d e F r a n c i a . N o s d ic e n q u e se c ió n s o n e n tr e g a d o s a l p illa je . L o s g a s t o s in ú t il e s y d e o r ig e n elec­
lo s s u s t i t u i r á , p e r o c a m b ia r e l p e r s o n a l n o s ir v e d e n a d a . U n a a s a m ­ t o r a l a u m e n t a n a d ia r io , y lo s in g r e s o s s e v e n re d u c id o s p o r u n
b le a q u e p o r c a s u a lid a d e s t u v ie r a c o m p u e s ta p o r g e n te s i l u s t r a ­ m o v im ie n to p a ra le lo . D e f e n s a n a c io n a l, i n d u s t r i a y c o m e rc io de
d a s v e r í a s e r e e m p la z a d a e n b re v e p la z o , c o m o la a s a m b le a d e 187>, - l a n a c ió n , to d o e s s a c r ific a d o a lo s m e n u d o s in t e r e s e s d e n u e s t r o s
p o r u n a h o r d a d e a g ita d o r e s , c a p ta d o r e s d e l s u f r a g io p o p u la r . Si f a b r ic a n t e s d e e s c r u tin io s . S i s e t r a z a u n p u e r to , p a r a e llo s es.
lo s s u s t i t u t o s f u e r a n , a l lle g a r , p e r s o n a s d e c e n te s, el m e c a n ism o P a r a e llo s se c o n s tr u y e n la s c a r r e t e r a s ; p a r a ello s, lo s f e r r o c a r r ile s .
d el r é g i m e n lo s p e r v e r t i r í a p ro n to . Y a e l c o n d e d e P a r í s lo h a h echo A l in t e r é s g e n e r a l n o s e le r e s e r v a m á s q u e u n a p e q u e ñ a p a r te .
n o t a r : u n a in s titu c ió n c o m o é s t a c o r r o m p e a s u s h o m b r e s , q u ie­ N u e s t r a p o te n c ia fin a n c ie r a se a g o t a p a r a s a t is f a c c ió n d e l a c lie n ­
n e s q u i e r a q u e é s to s se a n . t e l a e le c to r a l d e lo s d ip u ta d o s y d e lo s s e n a d o r e s in f lu y e n te s , del
¿ Q u é v ie n e a se r, p u e s, s e m e ja n te g o b ie r n o ? ¡ U n - f a n t a s m a , un. m is m o m o d o q u e n u e s t r a p o te n c ia p o lític a s e c o n s u m e e n a s e n t a r
ju e g o d e p a la b r a s ! L o s d iv e r s o s je f e s q u e e n é l a c t ú a n s o n d e m a ­ f irm e m e n te y e n d e fe n d e r co n o b s tin a c ió n l a in f lu e n c ia d e e s ta s
s ia d o e q u iv a le n te s e n tr e sí p a r a s o b r e p a s a r s e y v e n c e rs e n u n c a de
u n m o d o d e fin itiv o . T o d o lo m á s q u e d u r a , p o c o m á s o m e n o s , 1a. 1. E sto s espacios de tiem po h a n a u m e n ta d o h a s ta tr e in ta y seis y
v ic t o r i a d e u n o de s u s c o n g lo m e ra d o s m in is te r ia le s , e s d iez, v ein - 1 c u a re n ta m eses en los la rg o s m in isterio s de W ald e c k -R o u sse a u , Com bes
y C lem enceau, p ero n o por ello dism inuyó s u h ila ra n te insuficiencia,
com o lo d e m u e s tra el estad o de n u e stro s g ra n d e s serv icio s técnicos, la
1. L e s m o rís qui p a rlen tj del vizconde de Vogrtié. M a rin a , p o r ejem plo. (N o ta de 1909.)
APÉNDICES 631
630 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
e le c c ió n s e n s a t a y e m i ti r u n a o p in ió n v á li d a s o b r e l a s c u e s tio n e s
g e n te s . I m p o te n t e p a r a e l b ie n p ú b lic o , el ré g im e n , c u a n d o p r e ­ q u e e s t á n m á s a l e j a d a s d e él, l a s m á s p r o f u n d a s y l a s m á s e s p i­
te n d e s e r f u e r te , g a s t a s u s r e c u r s o s fis c a le s y s u s in s tr u m e n to s de n o s a s d e l a p o lí ti c a g e n e r a l. Y e l e le c to r, e l c iu d a d a n o , c u y a c o m ­
d e f e n s a e n e s t a b le c e r a s u s h o m b r e s o e n c o n s o lid a r l a a n a r q u ía p e te n c ia e n a s u n t o s m o d e s tís im o s se h a c í a s o s p e c h o s a a n te s , s e ve
q u e c o n e llo s re in a . d e p r o n to o b lig a d o a p o s e e r l a s lu c e s d e l a s c in c o c la s e s d e l I n s ­
D e b id o a e s t a s d ila p id a c io n e s , y a s im is m o p o r f a l t a d e u n a ti tu t o , p u e s t o q u e tie n e q u e e le g ir e n t r e l a p o lí ti c a r a d i c a l y la
d ire c c ió n c o m p e te n te y c o n tin u a d a , e l c o m e rc io d is m in u y e y la o p o r t u n is t a , e n t r e l a a u t o r i t a r i a y l a lib e ra l, e n t r e s o c ia lis m o y c a ­
in d u s tr i a d e s c ie n d e , a p e s a r d e l a u m e n to fic tic io q u e l a E x p o sic ió n p ita lis m o , y h a d e e je r c e r e l d e re c h o d e o r i e n t a r m e d i a n te s u
h a d e te r m in a d o . L a a g r i c u l t u r a n o v e n d e s u s p ro d u c to s , o lo s v ende v o to l a le g is la c ió n , l a a l t a ju s ti c ia , l a d ip lo m a c ia , l a o r g a n iz a c ió n
m a l, y e l p r e s tig i o p o lític o d e F r a n c i a e x p e r i m e n t a l a m is m a d e p re ­ m i l i t a r y n a v a l d e l p a ís e n te r o .
sió n q u e s u p o d e río e c o n ó m ic o . U n p o d e r s i n v ig o r q u e a d m i n is tr a ­ J a m á s q u im e r a t a n a b s u r d a h a s id o r e a l iz a d a c o n p r o b id a d . E n
b a d é b ilm e n te e l E jé r c ito y n o s e o c u p a b a d e c a p ita n e a r lo , h a d e ­ v e z d e l a m e n t a r s e d e ello, lo q u e h a c e f a l t a e s v e r to d o lo q u e
ja d o d u r a n t e d o s a ñ o s e n te r o s q u e f u e r a b la n c o d e to d o s lo s in ­ tie n e d e i r r e a l iz a b le y d a r s e c u e n ta d e q u e , a u n s ie n d o in d e p e n ­
s u lto s . Y , e n e l o r d e n d ip lo m á tic o , d e s p u é s d e m e te r s e , n o s in in ­ d ie n te , p ro b o e in te lig e n te , e l e le c to r c a r e c e r á s i e m p r e d e c o m p e ­
c o h e re n c ia , e n l a e m p r e s a d e F a s h o d a , n o p u d o s a l i r d e e lla m á s te n c i a s o b r e l a m a y o r p a r t e d e lo s a s u n t o s s o m e tid o s a s u ju ic io .
q u e a c o s t a d e n u e s t r a c o m ú n v e r g ü e n z a . L a a li a n z a r u s a h a de­
T a l in c o m p e te n c ia lo h a c e , o v io le n to y c ie g o , o v a c i l a n t e y v e r s á til,
ja d o h a s t a d e f i g u r a r e n e l v o c a b u la rio d e la s c o n v e rs a c io n e s de
y , a m e n u d o , a m b a s c o s a s a l a v ez. E l e l e c t o r f r a n c é s s e p a s a la
E u r o p a i.
v id a c o n c e d ie n d o s u s v o to s a u n o s d e s c o n o c id o s s in m á s g a r a n t í a
S in d u d a , B is m a r c k p re v ió n o p o c o s d e n u e s t r o s m a le s a c tu a le s
q u e el c o lo r d e lo s c a r t e le s e n q u e lo s c a n d id a to s p u b li c a n s u s d e ­
c u a n d o h iz o to d o lo q u e p u d o p a r a s o m e te r n o s a l s i s te m a r e p u b li­
c la r a c io n e s r e s p e c tiv a s . S e m e ja n te s i s t e m a e s tim u la , e x c ita , d e te r ­
c a n o . B is m a r c k n o ig n o r a b a q u e la f u e r z a d e u n E s ta d o su p o n e
m i n a a lo s p a r t i d o s d e o p o sic ió n , a u n a lo s d e c e n te s , y c o n m á s
l a u n id a d d e p e n s a m ie n to y e l e s p í r it u d e c o n tin u id a d , la co h e sió n
m o tiv o a lo s q u e n o lo so n , a p r o v o c a r e l m a y o r n ú m e r o p o s ib le
y l a o r g a n iz a c ió n . Y c o m o el r é g im e n d e l a R e p ú b lic a n o e s o tr a
d e e s c á n d a lo s y c a tá s tr o f e s , d e m o d o q u e d e n m o t iv o a l m a y o r
c o s a q u e l a a u s e n c ia d e u n a v o lu n ta d d ir e c to r a y d e u n p e n s a ­
n ú m e r o d e c a m b io s a c a d a re n o v a c ió n e le c to ra l. E l i n t e r é s d e p a r ­
m ie n to s o s te n id o e n la c u m b r e d e l p o d e r, se d a b a p e r f e c t a c u e n ta
tid o r e e m p la z a d e e s t e m o d o a l b ie n p ú b lic o . Y p o c o a p o c o s e v a
d e h a s t a q u é p u n to t a l ré g im e n e s c a u s a d e d iv isió n y d e p e rp e tu o
d e s c o m p o n ie n d o F r a n c i a .
c a m b io e n e l p u e b lo q u e a él s e e n tr e g a .
A to d o e s to , ¿ e n q u é s e c o n v ie r te el E s t a d o ? E n u n e s c la v o :
Y a p u e d e n d e c ir n o s lo s r e p u b lic a n o s p a r l a m e n t a r io s , y c o n ellos
e s c la v o d e la s C á m a r a s , e s c la v o de lo s p a r t id o s p a r l a m e n t a r i o s y
lo s p le b is c ita rio s , q u e e s te p o d e r in e s ta b le y d é b il se a s i e n t a so b re
d e l a s p a n d illa s e le c to ra le s , e s c la v o h a s t a d e e s to s a c o n te c im ie n to s
u n a firm e b a s e . L a b a s e q u e e llo s ju z g a n t a n s ó lid a e s la v o lu n ta d
im p r e v is to s q u e b a jo s e m e ja n t e r é g im e n d e s e n c a d e n a n , c o n e l p á ­
n a c io n a l e x p r e s a d a p o r la s e le c c io n e s le g i s l a ti v a s o lo s p le b isc i­
n ic o , m u ta c io n e s d e o p in ió n y, p o r c o n s ig u ie n te , d e p e r s o n a l y de
to s ; de e lla v ie n e , p u e s to q u e e n e lla re s id e — a firm a n — la a u to r id a d
d ire c c ió n , p e ro q u e s o n p r e c is a m e n te lo s q u e r e q u e r i r í a n , c o n r e l a ­
g u b e r n a m e n ta l. L o s m is m o s h o m b r e s q u e n ie g a n a l c iu d a d a n o el
c ió n a l b ie n p ú b lic o , e l m á x im o d e firm e z a , d e e s t a b il id a d y d e p o ­
d e re c h o d e t r a t a r la s c u e s tio n e s q u e c o n o c e y d e d i r i g i r lo s in te r e ­
s e s ió n d e sí m is m o . H a y q u e t r a s t r o c a r l o to d o c u a n d o m á s f a l t a
s e s q u e le s o n m á s in m e d ia to s , lo s m is m o s h o m b r e s q u e n ie g a n
h a r í a e s t a b iliz a r lo ; s e d e s titu y e a V a r r ó n e n e l m o m e n to p r e c is o
a l e le c to r m u n ic ip a l el d e re c h o d e c a m b i a r d e s itio u n a fu e n te o
e n q u e h a r í a f a l t a c o lm a rlo , a u n s ie n d o in c a p a z y h a s t a in d ig n o ,
d e a b r i r u n c a m in o s in p e rm is o d e l E s ta d o , p o r l a m á s s o r p r e n ­
d e n te de la s fic c io n e s c o n s titu c io n a le s a tr ib u y e n a e s te m is m o c iu ­ d e lo s te s tim o n io s d e la c o n fia n z a d e l E s ta d o .
d a d a n o , a e s te m is m o e le c to r, el p o d e r a b s o lu to p a r a h a c e r u n a 1 P o r e s t a t r i p l e y c u á d r u p le e s c la v itu d e n el in t e r i o r , ti e n d e e l
E s ta d o f r a n c é s a la s e r v id u m b r e e x te r io r ; lo s o tr o s E s t a d o s n o t o ­
l e r a n s u a p a r e n t e in d e p e n d e n c ia m á s q u e p a r a d e j a r q u e s e h u n d a
1. E s ta a lia n z a nos condujo a u n a especie de ac u e rd o con A lem a­
n ia (18 de ju n io d e 1895, K iel), que tuvo com o re s u lta d o el crac de m e jo r, q u e d e g e n e r e y s e d e s c o m p o n g a p o r s í m is m o .
F a sh o d a . P o r n u e s tr a p a rte , con n u e stro d esco n sid erad o coqueteo con
In g la te r ra , c o n trib u im o s a que R u s ia se e x tr a v ia r a p o r los cam inos
de M ukden. (N o ta de 1909.) C onsiderando que los escrito res a b a jo firm a n tes e s tá n p e n e tra -
APÉNDICES 633
632 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

dos de la s necesidades p o lítica s que pu eden esca p a r a sus conciu­ [5* albedrío con scien te, leg a l y resp o n sa b le, y el de su s su cesores,
dadano.s, y que actú an com o apodera d o s y h erm an os m a yo res de asegurarán la u nidad, la co n stan cia y perm anencia de designios,
la ra sa , en el pleno ejercicio de los d eb eres y de los derechos que yon la a yu d a y colaboración de h o m b res co m p ete n tes que fo rm a ­
las d esve n tu ra s pú blicas les con fieren; rán en lo s C onsejos técn ico s y en las a sa m b lea s locales.
C onsiderando que son con scien tes de la obligación d e ve la r y
p ro v e e r a la com ún salvación ; Expliquemos ahora al detalle la m anera de funcionar el E sta­
C onsiderando que la sa lvación com ún, condición d e todos los co según el program a esbozado. D esaparecerá el Parlam ento a la
derechos, im pon e un esen cial d eb er h acia la com un idad nacional; Inglesa. L a experiencia parlam entaria ensayada desde 1815 a 1830
C onsiderando que ésta , la p a tria , e l E sta d o , no son, ni mucho jy desde esta fecha a 1848 por las gentes más honorables y hasta
m en o s, asociaciones n acidas d e la elección p erso n a l d e su s m iem ­ ilustradas, fué un rotundo fracaso. Si bajo la Restauración y el
bros, sin o creaciones de la n a tu ra leza y d e la n ecesid a d ; '‘Gobierno de julio hubo considerables progresos, si cabe decir que
C onsiderando ta m b ién que la u n idad d e F ra n cia no e s tá fo rm a ­ {nuestro capital m oral y económico se rehizo en aquellos días y
d a p o r un cierto n úm ero de in dividu o s e x iste n te s en un m om ento |que aun estamos viviendo del capital entonces amasado, la Histo­
dado y u nidos por d eterm in a d a s id e a s -o d eterm in a d o s g u sto s efí­ ria nos enseña que estos progresos se realizaron a p esa r del régt-
m e ro s, sino, a l con trario, p o r un d eterm in a d o n úm ero de fam ilias ¿men parlamentario, gracias al espíritu político de los príncipes o
que s e desen vu elven de edad en edad y tien en en com ún cierto s in­ a verdaderas dictaduras ministeriales (el duque de Kichelíeu, Vi-
te re se s p e r m a n e n te s : in terese s del te rrito rio que se debe defender, lléle, G u iz o t): dictaduras que, por lo demás, no hubieran sido po­
de la ra za que h ay que p erp etu a r, del c a p ita l económ ico y m oral sibles fuera de la Monarquía.
que h a y que d esarrollar; E l principe necesita tener una responsabilidad definida. Como
C onsiderando que la au sen cia fa ta l de to d a a u to rid a d p erm a ­ dice Renán, "la M onarquía nos m uestra una nación concentrada
n en te bajo el rég im en republicano am en a za y co m p ro m ete estos *en un individuo, o, si se prefiere, en una fam ilia, y alcanzando por
profu n dos in terese s g en eradores de la fu e rza fra n cesa , de la vo ­ •este medio el más alto grado de la conciencia nacional, toda vez
lu n tad, de las ideas y de los sen tim ie n to s que son propios de que ninguna conciencia puede valer como la que responde a un
fra n c ese s; solo cerebro”, cualquiera que sea, por otra parte, el valo r particu­
E l ciudadano fra n c és confiará, en v ir tu d d e un fideicom iso so­ lar del cerebro en cuestión.
lem ne e irrevocable 1, a la ra m a su p e rv iv ie n te de la fa m ilia Capeta Los ministros serán responsables ante el príncipe. Cada año se
e l ejercicio de la soberanía. M edian te lo cual, se resta u ra rá la reunirá en París una delegación de las asam bleas provinciales para
a u to rid a d en la cim a del E stado. E l P o d er ce n tra l se v e rá asi votar y vigilar las finanzas comunes. P a rís será la sede ordinaria
líbre de la s em ulacion es de los p a rtid o s y de las a sa m b lea s y de de la Corte y el punto de reunión permanente de todos los grandes
los caprich os e le c to ra le s: reco b ra rá el E sta d o su lib e rta d de m o vi­ Cuerpos del Estado.
m ien tos. Con respon sabilidad plena, en el in d ivisib le in terés de su Dam os este nombre a todos los Cuerpos que lo merecen: C á­
fa m ilia y de su pueblo, el re y , je fe del E sta d ó , rein a rá y gobernará. 1 maras Industriales y Comerciales, Unión de las Corporaciones, So­
ciedad de los Agricultores de Francia, Instituto, etc. Los Consejos
1. P o d rá o b je tá rse n o s que e ste fideicom iso o ab an d o n o de derechos del rey se reclutarán, naturalmente, entre estas elevadas C ám a­
s e r ia en si m ism o u n a c to de la v o lu n ta d p o p u la r y que con esto ras técnicas, testigos autorizados de la actividad y de la produc­
caem os en el m ism o s iste m a q u e e sta m o s condenando. E s ta objeción ís ción de Francia, sin nada de común con la cohorte de arribis­
d e o rd en lógico no nos la p re s e n ta rá n in g ú n lógico co rrecto . E n efecto,
ta s , intrigantes y charlatanes que, so pretexto de un mandato elec-
u n a c o sa es u n a d o c trin a de m ito lo g ía p o lítica en v irtu d de la que la
v o lu n ta d p o p u la r es so b e ra n a p o r el solo h echo de que es la voluntad (toral, bullen en el Palacio de Borbón y en el Luxem burgo, ajena al
p o p u lar, y o tr a cosa u n d e term in ad o a c to de e3 ta m ism a v o lu n ta d eje r­ ¿país, separada del país y de sus intereses m ás valiosos, tanto co-
cido p o r u n a vez y, en lu g a r de s e r to m a d a com o fu n d a m e n to , fu n d ad a mo de sus más puros sentimientos.
en la ra z ó n y en el in te ré s público. E s te a c to d e te rm in a d o de la vo­ £ De este modo, el pais productor, el país que trabaja, estará en
lu n ta d p o p u la r v a ld rá ta n to c u a n to v a lg a n d ic h a ra z ó n y dicho in te ­
r é s : de co n sig u ien te, s e r á ló g ic a m e n te a n te r io r y s u p e rio r a dicho acto ¿ininterrumpido contacto con el Poder público, y éste, convertido en
volitivo. ;;un órgano especial, será dueño absoluto de su especialidad. Se po­
634 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA APÉNDICES 635

drá aconsejarle y esclarecerle las cuestiones, pero, en virtud del


principio de la división del trabajo, no se le entorpecerá en aquella COMPARACIÓN DE LOS DOS REGÍMENES, MONÁRQUICO Y REPUBLICANO
acción que le es propia. Los aludidos Consejos técnicos del trono,
estas asam bleas profesionales, podrían constituir m ás adelante los Tenemos un gobierno republicano y una administración m onár-
elementos de un nuevo Senado; pero, aparte de que un Senado, |uica, y el bien público exige que este disparatado orden de cosas
creación histórica, no se improvisa, acaso será m ás conveniente ine.
que los Consejos técnicos, expresión de las competencias particu­ L a administración debe ser republicana, puesto que su oficio es
lares, se m antengan habitualmente aislados irnos de otros, para ¡rvir a l público; el gobierno debe ser monárquico, puesto que su
que cada uno de ellos pueda ejercer plenamente su autoridad res­ foisión es gobernar. Porque lo que im porta a la vida de los admi-
pectiva, y, cuando h aga falta, se podrá reunirles en congresos o nistrados es la libertad, y lo que im porta a la vida política de una
bien form ar con ellos ciertas comisiones m ixtas en las que el rey, ■nación es la autoridad, base del espíritu de continuidad y de la
en persona o a través de sus comisarios, ejerza la función de ¡responsabilidad y la decisión.
moderador, iniciador y árbitro. L a autoridad, arriba; las libertades, abajo; he aquí la fórm ula
E n previsión de las posibles intromisiones de las asambleas lo­ de una constitución monárquica.
cales o profesionales en detrimento de las regalias del Estado, san­
ciones establecidas en las leyes del reino las harán imposibles o L a a b su rd a R e p ú b lica u n a e in d ivisib le d e ja rá d e a lim e n ta r a
las reprim irán con máximo rigor. Asimismo, los ciudadanos perju­ líos d ie z m il tira n u elo s in v isib le s e in ta n g ib les, pero m illa re s de
dicados por algún poder inferior podrán apelar al principe en til- pequeñas rep ú b lica s de to d a clase, rep ú b lica s domésticas, co m o la
tim a instancia, como a árbitro supremo y juez inapelable, cuyo
i fam ilia, rep ú b lica s locales, com o los m u n icip io s y la s p ro vin cia s,
papel será el dirimir, el concillar y m oderar a unos y a otros. Con repúblicas m orales y profesionales, com o la s asociaciones, s e ad-
todo, no se m ezclará en sus asuntos más que en caso extremo y
im in istra rá n lib rem en te, g a ra n tiza d a s, coordin adas y d irig id a s en
a demanda de parte, porque su atención estará solicitada por pre­
|sm con ju nto p o r un p o d e r único y p erm a n e n te, es d e c ir, p erso n a l
ocupaciones m ás importantes.
y h ered ita rio y , p o r lo ta n to , e fic a z y sabio, in te re sa d o en la con­
servación y en el ilim ita d o d esen vo lvim ien to d e l E sta d o .
E n re su m e n : el E sta d o , represen ta d o p o r el p o d er re a l en toda
cu estión de p o lítica gen eral que, p o r su a ltu ra y com plejidad, es­ H a y que tener en cuenta que este Estado, tan fuerte en su pri-
ca p a al a n á lisis y a la com peten cia d e los p a rticu la res, quedará 1vativa función gubernamental, apenas tendrá fuerza p a ra intentar
resta b lecid o en su s derechos n a tu ra les y racion ales, que son la in­ la menor cosa contra el ciudadano. Porque, así como el ciudadano
dependencia y la au toridad. T anto m á s g u sto so se la s reconocerá
de la República Francesa se halla reducido a sus propias fuerzas
el ciudadano, cu an to que, in ca p a z de eje rc e r p o r sí m ism o los ne­
individuales p ara luchar con el enorme mecanismo del Estado,
cesa rio s p o d eres, es el p rim er perju dicado, ta n to en su fo rtu n a , como
el ciudadano del nuevo Reino de Francia, encuadrado en una mul­
en su dignidad, p o r la caren cia de p ro tecció n y d e dirección nacio­
tiplicidad de comunidades fuertes y libres (su fam ilia, su munici­
nal. E l E sta d o te n d rá con sejeros, pero no te n d rá m á s que un solo
pio, su provincia, su corporación, etc.), se v e rá defendido por la
señor.
fuerza de cualquiera de ellas, igualmente em peñadas en salvarlo
de toda injustificada arbitrariedad.
D e este modo se conciliarán en el nuevo reino de Francia, con­
L a s garantías del ciudadano en el Estado republicano son abso­
form e a sus tradiciones nacionales, la autoridad y la libertad, ne­
lutamente teóricas, pero en cambio derivan de una teoría ( lo s d e­
cesarias ambas en el mismo grado.
rechos d el h om bre) que lleva al desconocimiento de los derechos
del Estado; en la práctica, resulta que se desvanecen por comple-
¡ to. Respetuosa, por el contrario, de los derechos del Estado, la
teoría monárquica confiere a l ciudadano unas garantías prácticas,
garantías de hecho; éstas no son inviolables teóricamente, pero
prácticamente resultan dificilísimas de violar.
APÉNDICES 637
636 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA
I adiestrado como sea posible. E l resto de los contingentes nacio-
L a libertad es un derecho bajo la República, pero es sólo un
iales sería sometido a seis u ochó meses de ejercicio, con llam a-
derecho: en cambio, bajo la M onarquía nacional las libertades se­
miento de un mes cada dos años 1. E l principio de la división del
rán un hecho cierto, real y tangible.
trabajo rechaza el sistema de la nación arm ada, fundado, en teoría,
en un grave error histórico (los voluntarios de 1792) y realizado, en
C O N S E C U E N C IA : L A P O L IT IC A M O N Á R Q U IC A ja práctica, mediante una detestable falsificación del sistema alemán.
3.° C u e s t ió n ec o n ó m ic a .— Se perseguirá la usura.
L a autoridad real así superpuesta a las libertades cívicas garan­ Condenando toda hipócrita filantropía, se defenderá al pueblo
tizará necesariamente un m ayor bienestar privado y una mayor abajad o r de los agiotistas lo mismo que de los agitadores y los
fuerza nacional. demagogos. Los abusos del capitalismo, que son el pretexto de la
Examinemos ahora cómo cabrá arreglar las tres cuestiones agitación revolucionaria, serán estrechamente vigilados. Se protege-
m ás espinosas de la política francesa. jfrá a la industria nacional y al trabajo nacional contra el trabajo y
l.o L a C U E S T IÓ N R E LIG IO S A . — Con la libertad de asociaciones y la industria del extranjero y asimismo contra los especuladores cos­
el renacimiento de los grandes Cuerpos, compañías y comunidades mopolitas establecidos entre nosotros. U n pueblo sano y fuerte eli-
autónomos, se tenderá necesariamente a la supresión del presu­ * mina por sí mismo estos parásitos. “L a buena política” le saneará
puesto de culto y del de las Universidades. L a Universidad y el i !a Hacienda. L a administración, arrancada por fin al dominio revo­
Culto deben bastarse por sí mismos a sus propias necesidades.
lucionario del Parlam ento y a la somnolente rutina de la burocra­
E l Catolicismo, religión tradicional de Francia, recobrará todos
cia, podrá convertirse en un buen auxiliar de la actividad pública.
los honores a que tiene derecho. Sólo un gobierno de ignorantes y
Responsable de la administración ante la Corona, cada ministro
energúmenos podía regateárselos y eliminar, por ejemplo, de la
tendrá buen cuidado de introducir en ella las reform as anheladas
Sorbona de Luis I X y de Gerson la enseñanza de la Teología. Este
¡por el pueblo. Se form ará una política financiera por el estilo de la
régim en de pequeñeces concluirá, pero es indiscutible que sobre el
policía política, no para entorpecer las transacciones, sino p ara evitar
territorio francés reinará la más completa libertad intelectual.
a los ciudadanos esas súbitas ruinas cuyas consecuencias sufre el
Lejos de perturbar la obra de investigación científica y filosófica,
|país entero. L a propiedad será defendida y estimulada en todas sus
es menester que el Estado secunde y facilite su desenvolvimien­
formas, desde la simple libreta de la C a ja de Ahorros, órgano ele-
to mediante ayudas y distinciones concedidas a cuantos hombres
; mental de la defensa personal, hasta la propiedad territorial, que
sobresalgan en ella. P o r lo demás no puede haber conflicto en­
constituye la base física de la patria.
tre los espíritus religiosos y los espíritus científicos en el te­
rreno firme de la organización y la dirección de las sociedades.
L a política católica excluye la ideología revolucionaria, que horro­ f C O N C L U S IÓ N
riza a los positivistas, y, por lo que hace a la política positivista, son
evidentes sus simpatías y afinidades con el Catolicismo. E l Estado I P o r m ás que se diga, esta esperanza de un renacimiento francés
no tendrá más que practicar el deber para consigo mismo de no fa ­ I no tiene nada de quimérico, porque, si bien es cierto que la vitali-
vorecer ni subvencionar, tal como ha hecho la inimitable República " dad del país está amenazada, no parece, por fortuna, que esté de-
actual, teorías que tienen por fin próximo o como objeto inmediato rmasiado gravemente debilitada. M oral, física y financieramente, so-
la ruina del Estado; de consiguiente, la anarquía política y sus ; mos m uy ricos aún, pero se derrochan nuestras riquezas y se ad­
teorizantes serán estrechamente vigilados, y, si hay alguna confe­ ministran mal. Quien cure las dos llagas políticas que se nos han
sión religiosa que tienda a esta anarquía, se la someterá a una vi­
gilancia que es de derecho natural. L o mismo ocurriría con las Con­ 1. ¿Hará falta repetir que, en asunto tan delicado, la voluntad de
fesiones que tendieran a perjudicar el interés nacional en provecho dictador y rey se ejercerá con más independencia aún que en los otros?
del extranjero. Nos limitamos a indicar el principio. En República, los intereses del
Estado y los del Ejército son divergentes y rivales. En Monarquía, con­
2.o C u e s t ió n m il it a r .— E l R ey de Francia, único con autoridad vergen y se alian; el Estado puede, en ella, preocuparse de poseer un
p a ra emprender semejante reforma, form ará un Ejército profesio­ Ejército más sólido y de mejor calidad, al tiempo que aligera el peso
nal, signo viviente de su fuerza y de nuestra unidad, tan numeroso económico y social del militarismo.
838 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA APÉNDICES 639

abierto desde hace cien años, an arquism o a d m in istra tiv o , anarquis­ yez, pero que de diez veces se da en nueve), que el jefe del E stad o
m o de E sta d o , el E sta d o sin dueño, la A d m in istra c ió n dueña de todo, |o comprometerá fácilmente el porvenir de su dinastía y que h a rá
curará la causa de nuestras miserias. Somos monárquicos porque todos sus cálculos con prudencia y reflexión. Estas virtudes verda­
entendemos que sólo la M onarquía es capaz de realizar esta cura de deramente paternales, propias de un jefe de fam ilia, distinguieron
urgencia. precisamente a la C asa de los Capetos en su obra de constitución
U n Parlam ento nacido de la elección, depende también de la elec­ de Francia. D e un reinado a otro, los principes de aquélla se a p a ­
ción; de consiguiente, no puede conferir al Estado ni autoridad ni in­ raron no a gan ar demasiado en una sola empresa, por temor a per­
dependencia. Y un jefe de Estado que lo sea en virtud de plebiscito jse der demasiado después, como h a sucedido luego a p a rtir de N a p o ­
encuentra en condiciones idénticas a las de un Parlam ento. Si su nom­ león. Pero, a diferencia de N apoleón I y de N apoleón m , que de­
bramiento es temporal ¡qué prim a se ofrece a las mayores agitacio­ jaron una F rancia— ambos— m ás pequeña de lo que la habían encon­
nes electorales! ¡ Y qué perturbación periódica en el Estado! E l presi­ trado, los descendientes de H u g o Capeto todos trasm itieron su p a ­
dente de los Estados Unidos, en Am érica, no se atreve, ni aun en trimonio tal como lo habían recibido de sus antecesores o aumenta­
coyunturas de la m ayor gravedad, a tom ar una sola decisión, a cor­ ndo con alguna provincia.
tar una discusión importante ni dar una orden precisa, si está pró­ P o r consiguiente, si para evitarnos inútiles y peligrosas 'luchas
xim a la fecha de la elección presidencial, porque teme, al aventurar electorales, p ara prevenir la periódica repetición de agitaciones y,
irna opinión cualquiera, enajenarse las simpatías de un grupo de en fin, p a ra tener paz, conviene confiar el poder a m ía fam ilia, es
electores. Si el nombramiento es vitalicio, ¡qué prim a se ofre­ .¿¡evidente que este honor debe recaer en la m ás antigua y más ilustre
ce al asesinato y, en todo caso, qué revolución, qué agitación,
de las fam ilias francesas. N i la fam ilia Bonaparte, por g lo rio so -q ue
qué transportes de fiebre m alsana se preparan p ara el momento de
haya sido su papel histórico, ni ninguna otra C asa francesa, cuales­
sucederle! Este régimen fué el que perdió a la desventurada Polo­
q u iera que sean los servicios que haya hecho a la nación, ofrece g a ­
nia, porque, en vez de reducir y circunscribir la emulación guber­
rantías comparables a las de la raza de los Capetos que no tiene
namental a una clase, a una casta, a una fam ilia, la extiende al país
otra superior en antigüedad a ella en E uropa y que es nuestra.
entero.
Mucho m ás aún: es n o so tro s m ism o s. Su historia es la nuestra. El
Además, el tal dictador no es responsable más que para un tiem­ haz de nuestra tierra tiene estampado en todas partes su nombre
po : como máximo, el de la duración de su vida. E n estas condicio­
<y su recuerdo. L o mismo que Iv án el Grande fué llam ado el uni-
nes, si evita los errores y las imprudencias de un orden demasiado
fieador de la tierra rusa, esta dinastía puede ser calificada de unifi-
directo e inmediato, nada le impide comprometer, g ra v a r y sacri­
cadora de la tierra francesa. Sin ella, Francia no existiría. Esto es
ficar el porvenir del país; esto es propio de la dictadura persona!;
¿una rigorosa verdad indiscutible.
he aquí por qué nosotros pedimos el poder soberano, no para un
E l recuerdo de R om a hizo la unidad italiana. L a realidad de la
hombre, no p ara un pueblo, sino para una fam ilia, representante
de este pueblo y ella a su vez representada por un hombre. raza y de la lengua germánicas, unida a las tradiciones de Carlo-
magno y del Sacro Romano Imperio, ha hecho la unidad alemana.
Esperam os que no se nos responderá con sornas sobre el azar
del nacimiento. ¡Como si la elección no tuviera también sus azares! L a unidad británica es producto de la condición insular. Pero la uni­
¡Como si éstos no fueran peores que los primeros! Se educa a un dad francesa, obra de política, de la más hábil, paciente y firme
delfín p ara el Trono, pero a nadie se le educa como candidato a la política autoritaria, es fruto, y fruto exclusivo, de un pensamiento
presidencia de la República. Por lo demás, ¿cuándo en algún país, sostenido durante mil años por la C asa de Francia. E sta unidad,
ni siquiera en las tribus más salvajes, el azar natural de la herencia s.que hoy nos parece tan sólida, espontánea y natural, es obra de
ha elevado al Trono una sucesión de mediocridades comparables a ¡nuestros príncipes. L a naturaleza habíase limitado a hacerla po­
la serie Carnot-Périer, Faure-Loubet ? Este cuádruple vacío fué ele­ sible, pero no necesaria ni fa ta l: los principes la form aron y
vado a l sillón presidencial por la elección de dos asam bleas reuni­ .labraron como un artista da su rasgo personal a la m ateria en
das en solemne congreso. 'que trabaja.
E l sistema de la herencia monárquica supone, conforme a un ¡Dinastía verdaderamente te rríc o la y ca m pesin a, puesto que ha
sentimiento natural de previsión doméstica (que puede fallar una “redondeado sus tie rra s y articulado nuestro país, pero de la que no
-■fyS

640 ENCUESTA SOBRE LA MONARQUÍA

puede decirse exactamente si es la audacia o la prudencia lo que >


m ejor la caracteriza!
L a política de los Hohenzollern, tan fatal p ara Francia, pero
tan provechosa p a ra el pueblo alemán, no es más que un buen cal­
co y un plagio meditado de la política de los Capetos.
Aunque salida de una comarca del país, esta dinastía popular
y m ilitar fué extendiéndose poco a poco hasta los confines de las
antiguas Galias y su tradición se fundió con todas nuestras tradi­
ciones. L a s libertades que nos han arrebatado cien años de cesa-
rismo y de anarquía son las que nuestros padres conquistaron an­
taño bajo el cetro de los Capetos y que éstos reconocían en su
solemne consagración. L a M onarquía y las libertades murieron
I
a la vez. Todo hace prever que han de renacer juntas. UNA
H a y una Francia ideal — dicen en su estropajoso lenguaje los re­
tóricos de origen inglés, alemán y helvético que mangonean la igle­ i
sia republicana— . Nosotros nos sentimos ciudadanos de una Francia
real. Y entendemos por Francia una realidad más querida y más CAM PAÑA MONÁRQUICA
hermosa que todo, y no un concepto nebuloso. P u lch errim a rerum,
como decía el romano de su propia p atria: comprendemos con este
nombre el territorio y sus variedades, la sangre y sus ricos mati­
ces, las tradiciones, los intereses y los sentimientos. Pensamos en
E N “LE FIGABO”
las casas, en los altares, en las tumbas en que yacen santos despo­
jos. E sta Francia real, siendo como es, y necesitando de la Monar­
quía, postula, por definición, habiendo sido lo que ha sido, la Mon­ 1901-1902
arquía del jefe de la Casa de Francia. Siendo éste quien es, se ade­
cúa perfectamente a sus conveniencias y necesidades. E l pueblo está
próximo a sentirlo. ¡O jalá los espíritus cultivados reconozcan esta
natural relación entre una gran nación y una la rg a dinastía de
príncipes, comprendiendo al fin la fórm ula de nuestro porvenir na­
cional: "L o que nuestros antepasados hicieron por costumbre y por
sentimiento, prosigámoslo nosotros mismos, con la seguridad y la
precisión cien tífica s, por convencimiento y por voluntad.
P R O L O G O D E 1911

A M a u r ic e P u j o

e aquí algunos artículos que cuentan y a diez años de vida


H
al campo
y que representan la prim era salida de n uestra doctrina
de palestra. H a sta el mes de agosto de 1901, no la
habíamos expuesto m ás que en círculos puram ente nacionalis­
tas, entre los fieles monárquicos de la Gazzete de France o ante
Fel público liberal de Lie Soleil. P ero nuestro m aestro y amigo
Paul Bou rget tomó un día de la mano a L ’A ctio n Française y
la llevó al Figaro.
L e Figaro acababa de librarse, por una especie de golpe de
Estado, de los fautores de la conspiración dreyfusista. Intere­
sábale, pues, el tra tar de reconsquistar u na parte de su primi­
tiva clientela, y no nos interesaba menos a nosotros el entrar
■en contacto con una parte del público francés que confina con
el mundo oficial. L a m archa de M. Fernand de R odays, a quien
i sucedió M. Antonin Périvier, no había alejado a los lectores
í ministeriales y hasta ministros. E l colaborador m onárquico de
Le Figaro estaba seguro de tener entre su público re g u la r al
presidente Loubet, al presidente Falliéres, al presidente B ris-
son, al presidente W aldeck-R ousseau ; le e ra dado, pues, ima­
g in a r s e la cara que pondrían estos caballeros oyendo exponer
‘‘la educación de M onk” , o los beneficios de “la C asa de F ran ­
cia”, o “la dimisión del pueblo soberano” . U n cúmulo de cir­
cunstancias propicias perm itía desarrollar, como al m argen de
la información diaria, los puntos más diversos de nuestro pen­
samiento, y procuré hacerlo lo m ejor que pude.

Supe de buena tinta que el Elíseo y el Q uay d ’O rsay en­


contraron m uy bien las razones aducidas por nosotros para
PRÓLOGO DE 1911 645
644 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA E N “ LE PICARO”

justificar la acusación del almirante Caillard como violador rta r de Alem ania y el de Ita lia en los albores y a mediados
de la Constitución y de las leyes de la República. E l Elíseo y del siglo pasado palidecerán en parangón con este despertar de
el Quay d ’O rsay no eran muy descontentadizos, por lo visto, Francia, en que el corazón h a respondido tan bien a las luces
Menos preocupado que los grandes por el cuidado del gesto, de la mente. Desde ahora, la verdad política une a la inmensa
m ás libre de movimientos, M. A rth u r Ranc, que estaba enton­ mayoría de los antepasados muertos, la raza que crece y las
ces en la flo r de su espinosa vejez, me hacía el honor de espu­ azas que nacerán. N o puedo menos de adm irar el ardiente
m ear de ra b ia a cada artículo mío y voceaba que E l Figaro era catolicismo que sostiene el ánimo de la m ayor parte de los
un traidor. D a b a gusto v e r al causante principal de todo este juveniles jefes que conducen al combate a un ejército de jóve­
zipizape : nunca ha aparecido m ás alegre M. P au l Bourget. nes héroes. Como sus padres, han sabido conjugar fuertemente
E ste estado de cosas duró tanto como la dirección Périvier: ¿su fe religiosa con el servicio del rey. L o s antiguos sentimien­
algo menos de seis meses. E n enero de 1902 los nuevos directo­ tos, disociados durante mucho tiempo, vuelven a unirse por
res, apenas llegados, nos notificaron que la campaña monár­ todas partes.
quica del Figaro h abía terminado. D irig í entonces una carta N i la am istad ni la admiración me deslum bran; no digo
a M. Gastón Calmette p a ra darle las gracias por el involunta­ más que lo que veo... Caminamos, como el poeta, en medio de
rio homenaje que rendía a la fuerza de nuestras ideas. los jardines de la “V ie ja Esperanza” . Y es, en efecto, u na vieja
M . Calmette, que no oculta su celo bonapartista, probaba esperanza lo que se está cumpliendo. E s nuestra espera de ayer,
su clarividencia dándose cuenta de la necesidad política de aho­ que la reflexión iluminó, colmada por los acontecimientos.
g a r en un profundo silencio a L ’A ction Française y de cubrir­
la con un manto de espesas tinieblas. P ero nunca las tinieblas C h . M.
privaron a un grano vivaz de germ in ar: ferm enta y opera en
secreto, esto es todo. Como nos fa ltab a un gran periódico de
la m añana que acogiera nuestras opiniones, hemos acabado por
fun d ar el órgano que necesitábamos. Como nos faltaba un pú­
blico ya form ado y favorable, hemos ido modelando, uniendo
y creando este público a base de ciudadanos dispersos. Y, en
fin, como no lográbam os que nos escucharan el aturdimiento,
la presunción y las vanas preocupaciones propias de los fran ­
ceses que estaban en su juventud o en su madurez cuando
nuestra juventud declinaba, nos hemos dirigido a la Francia
fu tu ra que espigaba en los bancos de las escuelas y de los
Liceos. L a s generaciones de 1908-1911 respondieron manifes­
tando el v igor de la humilde simiente que les habíamos confiado.

Querido Maurice P u jo : haría falta su voz y su lenguaje


p ara añadir a mi homenaje público la acción de gracias que a
nuestros jóvenes am igos debemos. Sólo usted, su jefe, su guía,
su modelo, sabe hablarles como es debido. Y o me contentaré
con repetir con usted que nunca unas ideas puras han encar­
nado tan directamente en unos actos m ás puros aún. E l des-
IN T R O D U C C IO N Ifi

L A D IO S A F R A N C I A

26 agosto de 1901.

O comprendo por qué el pensamiento m onárquico tenía que


ser arrojad o del Fígaro que había vuelto a su tradición.
E l Fígaro tenía la obsesión de decirlo todo, de que todo se
je ra en sus páginas. H a y periódicos que son u n a severa es­
cuela y cuya vida la constituye una doctrina. O tros no vienen
a ser m ás que un salón al que conviene llevar u n a figu ra a la
moda y en el que se debe poder saludar toda novedad que su r­
ge. Otros, en fin, son, m ejor o peor, como unas iglesias, unos
templos en los que se respiran nubes de teología y de incien­
so. E n el caso a que nos referimos, se trataba, más que de nada,
de una sala de espectáculos y conferencias; quien qu isiera h a­
cerlo, tocaba allí el instrumento que quisiera y h a b la b a como
quería. L o único prohibido era el ser insignificante, y lo reque­
rido, que se fuese nuevo. Y un monárquico tiene a lgu n as noti­
cias bastante frescas que contar a sus oyentes.
I.— Antaño, todavía ayer, a los partidarios de la Corona se
les solía decir: ”— ¡Ah, caballero, qué hermoso ejem plo el de
usted! U sted encarna la belleza moral. Su fidelidad a la causa
vencida es de una elegancia sublime. Se ha envuelto usted en
un manto de pú rpura y se h a enterrado usted con la M o n ar­
quía; h a preferido usted esta hermosa muerte sin m ancha a
las satisfacciones de la vida grosera. ¡Qué herm oso ejemplo,
caballero! Pero ¿está libre de todo reproche un ejem plo tan
hermoso ? Tenía usted el derecho de renunciar a su propia
vida, pero no el de no contribuir a hacer que viviese el país,
LA DIOSA FRANCIA 649
648 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA E N "L E FIGARO”

vino que pasaba del espectro anglonormando a la Corona


que tiene necesidad de usted. Desterrados o muertos sus prín­
capeta, el toscano zarandeado entre municipios güelfos y gibe-
cipes, uno de ellos le dictó a usted su deber: — ¡Quedaba Fran­
linos, sabían que eran miembros de u na asociación superior
cia, caballero!— Su lealtad, que tanto le honra, hace de usted un
y m ás vasta, capaz de salvarle. L a Hum anidad tenía entonces
emigrado en el interior. ¡P o r favor, reincorpórese usted! H á­
como garan tía la Cristiandad.
gase usted republicano como todo el mundo. N o consienta usted
que la revolución y el extranjero hagan la perdición de la Pero, desde que la R eform a h a escindido en dos a Europa,
P atria .” ' ' la Cristiandad h a dejado de existir. ¿ A qué h a quedado redu­
H e aquí la cantinela que el teatro, la prensa y la tribuna cido el género humano p ara cada hombre? A su patria. N o
han estado entonando durante tres cuartos de siglo. A menu­ hay m ás allá. E lla fo rm a el último círculo político sólido que,
do respetuosa, algunas veces burlona, siempre halagadora. envolviendo a los otros (fam ilia, municipio, provincia), no es­
A lgu n os monárquicos se dejaron conquistar. D e tiempo en tá encerrado dentro de ninguno más. L o s socialistas, que son
tiempo, han ido dando el salto. L o s m ás sinceros se decían: unos grandes brom istas, pero, en el fondo, unos entusiastas re­
“io hago por F ran cia”. tardatarios, cantan, a pesar de esto, que “m añana la Interna­
L o s otros, los que codiciaban alguna em bajada o algún cional será el género humano”.
mando, no se hubieran atrevido a hacer su cambio de camisa E n realidad, la Internacional y a existe. P ero existe en fun­
invocando como pretexto el patriotismo: el Papa, que bendice ción de las naciones. N o tiene n ada de lo que tenían los fas-
tantos y tantos objetos, bendijo también éste, y el número de cios romanos y la Ig le sia : ni existencia propia, ni independen­
I03 republicanos blasonados aumentó un poco. cia, ni soberanía. F ijaos en las relaciones científicas, literarias
n . — N o nos sorprendamos de que la idea de P a tria haya o mercantiles de los pueblos, en sus tratados de arbitraje y
tenido fuerza suficiente p a ra arran car de sus tradiciones y se­ sus convenciones postales; no valen, si bien se les analiza, más
p a ra r de sus raíces algunas de las m ás viejas fam ilias del pa­ que lo que v a lg a el pueblo que los sostiene.
sado, porque esta idea es la fuerza m ayor del mundo moderno. L a nación en decadencia ve decaer con ella su considera­
N o h ay duda de que en Francia, desde hace tres o cuatro años, ción internacional. Si su decadencia se acentúa, aquélla des­
las desgracias públicas han tenido que afinar las delicadezas aparece. Cuando se llega al último grado de la existencia polí­
del patriotismo, a pesar de lo cual, quienes tienen ojos para tica, ni la propiedad ni las personas están seguras: los desier­
ver se dan cuenta de que, fuera de Francia, y hasta en Améri­ tos de Arm enia y el T ran svaal os probarán que el hombre mo­
ca, nuestro débil nacionalismo se queda muy atrás. Nuestros derno, sin una patria fuerte, vuelve a caer en la barbarie.
rivales están ya con el imperialismo. IV .— Cuando se comprende esto, la necesidad patriótica se
E n efecto, el progreso de las ciencias no nos ha traído la hace la más apremiante de todas y el patriotism o tiende a con­
paz, sino la guerra, lo que era de prever. E l valor del mundo vertirse en una especie de religión. Catedral común a los ciu­
crece: como sus trozos m ejores han aumentado también de pre­ dadanos de fe distinta, oratorio privado de quienes no frecuen­
cio, se ven y se verán disputados mucho m ás ásperamente tan ningún otro.
que antaño. Todo el mundo se da cuenta de los profundos in­ Si los hijos de los cruzados son unos patriotas ardientes,
tereses comunes que representa cada patria. los hijos de Voltaire no les van a la zaga en esto. L a historia
— O seremos felices juntos, o padeceremos juntos.— Este es se repite siempre. L o s ateos del siglo rv invocaban a la diosa
el fundamento positivo del patriotismo moderno. Roma, genio de su Imperio, alm a del universo romano. Andrés
III.— Antaño, el Imperio romano unía todas las patrias en Chenier, que se complacía en su ateísmo, pensó también en
su profunda paz, o la Cristiandad de la E d ad Media agrupaba deificar su patria. Entre sus papeles se han encontrado trozos
las diversas lenguas y las nacionalidades enemigas. E l anjo- de un diálogo lírico sobre la libertad, en el que un coro cantar
650 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA EN “ LE FIGARO” LA DIOSA FRANCIA 651

S obre tu fre n te ra d ia n te jes hubiera dem ostrado que el colectivismo o el Im perio eran
esplen de un noble p o rv en ir cosa de interés nacional o de salud pública.
de g lo ria y de opulencia; . D ado que hace fa lta que F ran cia sea fuerte, ¿en dónde en­
¡salud., oh d iosa F rancia! contraremos los elementos reales y prácticos de la fu e rza de la
patria?, se preguntaban.
P a r a unos cerebros naturalistas, pero deseosos de poner en — ¿ N o b astaría con d e rrib a r el M inisterio?
orden sus pensamientos, una diosa F ran cia no presenta ningu­ — Sí— les decía M. Lem aitre.
na de las dificultades que hallan en otras fórm ulas. E s idea que — N o — les contestaban el análisis y la reflexión.
satisface la razón, puesto que, representando a la Patria, há­ — ¿ N i con votar unas leyes sociales?
llase incluida— como diria Sófocles— entre las grandes leyes — Sí— afirm aban los dem ócratas cristianos.
del mundo. Con todo, esta divinidad tan racional no tiene nada E l análisis y la reflexión contestaban otra vez que no.
de abstracta. A F ran cia se la ve y se la toca; tiene un cuerpo — ¿ Con descentralizar ?
y un alm a: su historia, sus artes, su encantadora naturaleza, — Sí— decía M. de Marcére.
el coro magnánimo de sus héroes. Pero como la diosa está su­ — N o — decía la o tra voz.
je ta a la muerte, reclam a nuestra asistencia filial. Y participa
— ¿Con destruir o reducir el parlam entarism o?
de la m ajestad eterna, porque su vida sobrehum ana puede, a
— Sí— decía M. Dérouléde.
pesar de todo, prolongarse hasta lo infinito, cosa que, en algún
— N o y no.
modo, depende de nosotros. E stá por encima de nosotros y al
I H abía, o que ir más lejos, o que ser infieles a los com­
mismo tiempo nos es deudora: madre e h ija de nuestros des­
promisos adquiridos con la idea de P atria , o bien f a lt a r a
tinos.
las reglas fundam entales del raciocinio. Preciso era ir más
V .— A caso parezca, a prim era vista, que nos estamos ale­
jando de los monárquicos, pero no nos hemos m ovido de su allá.
lado. N o s encontramos entre aquellos a quienes la diosa F ran ­ E n el sentido literal de la expresión, no pudimos pararn os
cia h a guiado hacia el monarquismo. Ninguno de ellos había hasta haber reconocido que Francia, como antaño la repúbli­
nacido monárquico. E l m ás joven de todos nació en un piso ca de Polonia, era roída p o r un m al constitucional; que este
parisiense que su padre ponía a la disposición de M. Pelletan mal se llam aba régimen electivo; que la elección somete a un
p ara d a r conferencias republicanas. E l m ás viejo es sobrino país a tres soberanías anónimas e irresponsables: la A dm in is­
nieto de un convencional regicida y recibió por esta línea indi­ tración, la Opinión y el D in ero; que el E stado político debía
recta el espíritu de la revolución. Otro tercero, suscritor desde estar por encima del D inero, de la Adm inistración y de la
la cuna del Radical y del Rappel, fué arrullado con la vieja Opinión; en una palabra, que la elección debía sustituirse con
canción de M. V acqu erie; aunque de estirpe católica, sus pa­ la herencia.
dres no hicieron bautizar a sus hijos. Otro, salido de una fami­ N o hubiéram os llegado a esta conclusión si hubiésemos em­
lia de “blancos” del Mediodía, se hizo socialista en la Univer­ pezado por em pobrecer y m utilar la idea de Francia.
sidad... E n tre unos espíritus tan dispares, sólo podía haber un — S e a ; F rancia— dice M. R anc— , pero la F ran cia de la R evo­
ligam en común: el culto de la Patria. lu ción y de la Justicia.
P ero los unía también el uso de un común método cien­ — F ran cia— dice M. Dérouléde— , pero la F ran cia de los fr a n ­
tífico y crítico al que debían claridad en las ideas. N o se ren­ ceses de hoy, la F ran cia que éstos quieren o sueñan, la F ran cia
dían más que a la evidencia, pero se rendían a ella de verdad. |de las corazonadas y de los plebiscitos.
H ubiéranse adherido al bonapartism o o al colectivismo si se
— F rancia— dicen algunos ultram ontanos— , pero la h ija p ri­
LA ACOGIDA 653
652 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA E N “ LE FIGARO”

haciéndose patentes a los mejores. L a Inteligencia, como dicen


m ogénita de la Iglesia, la tesorera de la Santa Sede, el solda­
en San Petersburgo, es decir, 'e l partido de la inteligencia, se
do de Cristo J.
pasará entero a las filas del patriotismo, pero ningún intelec­
E n la religión de la diosa Francia, estos “Francia, pero”
tual habituado a apreciar y a clasificar las relaciones de las
carecían de sentido. Decíamos Francia, sin condiciones ni de­
[cosas podrá convertirse al patriotismo sin convertirse al pro­
terminaciones arbitrarias. Poníam os la salud pública por enci­
pio tiempo a la Causa monárquica. Y la suerte de Francia
m a de todo.
hará el resto.
V I.— 'Una vez así afirmado el nacionalismo integral, derí­
V II.— D e este modo, la religión del patriotismo, que des-
vase de él, como consecuencia matemática, que necesitamos
larticuló el mundo monárquico en su ala derecha, lo rehace en
un rey, que este rey debe ser de la Casa de F rancia y el Jefe
la izquierda m ás fuertemente con elementos inesperados. Me
de esta Casa.
interesa decir que muchos de los antiguos monárquicos, al ver
E l procedimiento matemático, del que, p o r lo demás, sólo
esto, han recobrado la confianza y el ánimo. H a sta se cita el
indico los resultados, escandalizó a los polemistas radicales.
caso de "reconocementeros” que se vuelven atrás. Y y a es un
“ ¡V a m o s! ¡P ro b a r por a + b una cosa política!” E n política,
¿resultado.
estos caballeros no consultan ni la ciencia ni la razón. N i si­
qu iera recurren a la echadora de cartas: no consultan más
que la voluntad de la m ayoría. Otros chillaron ásperamente: I
“Son ustedes unos teorizantes.” E l gran Estado M ayor alemán
no hacía más que teorizar antes de Sadowa. L A A C O G ID A
N u estros teorizantes distinguen dos cosas en la realidad
que nos circunda. P o r una parte, que el peligro público no pue­
4 de setiembre de 1901.
de hacer más que aumentar. Como no perdieron nunca la cabe­
za en el transcurso de la última crisis, no se dejan engañar
porque haya ahora un orden aparente. Tam bién Polonia cono­ •— M uy bien dicho, señores— contestaré a los numerosos pu­
ció sus bonanzas. Pactó alianzas hasta con Rusia, pero ello no blicistas republicanos que me han dado el gusto de comentar,
fué obstáculo a que el régim en electivo diera todos sus frutos. si no de discutir, la prim era “N o ta de un monárquico” .
L o mismo ocurrirá con nosotros. Pero, por otra parte, a con­ I.— E l Gaulois y la A u rore me envían a la Academ ia. L e
secuencia de circunstancias europeas y hasta planetarias, el Temps quiere que le explique lo que es la naturaleza o me con­
anhelo de salvación crecerá a cada nuevo peligro: de consi­ m ina a poner una m ayúscula en esta palabra. E n fin, M. Paul
guiente, la verdad y la necesidad de la M onarquía acabarán 1 Brousse, en L a Petite République socialista, se empeña en se­
g u ir la m archa de mis ecuaciones.
1. A d v e rtim o s a la s b u en as a lm a s q u e se s ie n ta n te n ta d a s de es­ Puesto que tiene prisa, M . Brousse h allará las fórm ulas de
c a n d a liz a rs e , que, e n u n a rtic u lo de la m ism a se rie de L e F ígaro (Con­ que está sediento en los dos fascículos de la Encuesta sobre
tra el cism a ), el a u to r in d ic a rá p or qué razo n e s el nacio n alism o in te ­ la, Monarquía, insertos el año pasado en la Gazette de France.
g ra l debe a d o p ta r, a f a lta de fe cató lica, u n a a rd ie n te am istad , un
a p a sio n a d o resp eto , p a r a el C atolicism o. (N o ta de se tie m b re de 1905.) A llí podrá ver que la observación y la experiencia han sido
P o r lo dem ás, todo lo q u e p reced e y m ucho de lo que sig u e proporciona­ el punto de partida de nuestros cálculos más abstractos. Si
r á ex celen tes p re te x to s a los e sp íritu s in c a p a c e s de d is tin g u ir uu m é­
trescientas columnas de discusión no bastan p a ra h artar a
todo d e u n a d o c trin a , u n p ro ced im ien to de d ia lé c tic a em p írica de una
afirm a c ió n p u ra . In d ic a re m o s, n o o b sta n te , l a d ife re n c ia : estam o s ex­ M. P au l Brousse, le enviaré una colección de L ’Action Fran­
p lic a n d o cóm o hem os p ro ced id o n o so tro s, p e ro n o p re ten d em o s ense­ çaise. Sus dos mil páginas contienen cosas buenas y excelen­
ñ a r cóm o debe pro ced erse. N u e s tr a h is to ria re p re s e n ta u n ejemplo,
pero n o todo ejem plo es u n a re g la (1911). tes, tesis de nacionalismo ordinario y de nacionalismo integral.
LA ACOGIDA 655
654 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA E N “ LE FIGARO í
U n monárquico entiende que debe arran carse el poder a los
Algu ien hay que h a leído todo esto, pero a quien no servirá
partidos y dice: — “Acabem os con las emulaciones de los p a r­
de nada, y es M. A rth u r Rano. Todos los republicanos pueden
tidos”, y añade: — “ Como no h ay medio de hacer que termi­
ser “m onarquizados”, pero desespero de este. N o acepta la dis­
nen, substituyam os el poder electivo con el poder hereditario.”
cusión. Si las leyes de la naturaleza y la s leyes del espíritu hu­
(Notem os aquí un hecho curioso. S ólo un sentimiento, uno
mano constituye un peligro p ara su república, M. A rth u r Rano
solo, es unánime en Francia, y es el deseo de librarse de los po­
pedirá que sean anuladas y volverá a presentarse senador, si
líticos, es la repugnancia, la fa tig a de esos partidos rivales
hace falta, p a ra defender la urgencia de su proposición.
que convierten el bien público, según la fra se de Montesquieu,
Pero he de d a r las gracias a M. R anc y he de reñirle un
es un verdadero “despojo”. ¡P u es bien! E l monarquismo, al
poco. M. R anc me hace un honor que no merezco cuando me
que todos acusan de ser retardatario, quimérico, es la única
atribuye una escuela y unos discípulos. Com oquiera que sea, él
opinión, la única doctrina que recoge este instinto general
lo ha dicho. L o s periódicos oficiosos de la República pueden
del país.)
ocultarlo cuanto quieran, pero no pueden n egar lo que M. Ranc
Como monárquico, no me siento de ningún partido. D ig o a
asegura: los jóvenes “intelectuales del nacionalismo” vienen o
todos que v ayan al Rey, pero no digo a nadie que se venga
tienden casi todos al monarquismo *. Y una vez más he de ha­
conmigo.
cer presente que vienen a él por reflexión y por patriotismo,
p o r religión de la ciencia y por religión de Francia. Desde el punto de vista del horizonte nacional en el que
II. — Se me pregunta con acento de agud a curiosidad: me han colocado mis sentimientos, mi carácter y mi origen
— ¿Cómo ha recibido el partido monárquico a esos republi­ — con mis ideas religiosas, mis ideas políticas, económicas y
canos de nacimiento, a esos jóvenes salidos de fam ilias bona- financieras— , digo a los demás ciudadanos, cualquiera que sea
partistas, convertidos al monarquismo, pero que siguen siendo el lu g a r en que se encuentren y cualesquiera que sean las ideas
positivistas ? que p rofesen : — P o r Francia, que acaso es nuestro único pen­
III. — Antes de contestar a esta pregunta me im porta decir samiento común, ved si no será lo m ejor que vengáis a donde
que responde a pu ra curiosidad. U n ciudadano francés que se voy yo...
hace monárquico no tiene por qué preguntarse cómo le reci­ E s el b — a = ba del sistema.
birán. Treinta y un años de república y cincuenta y tres de I V .— A fa lta de un partido, h ay un mundo m onárquico.
anarquía han hecho creer a las gentes que aspirar a un régi­ Como el genio sociable de nuestra ra z a quiere que la s per­
men equivale a hacerse miembro de un partido. Y ¿cómo se sonas de la misma opinión se traten entre sí, los nuevos mon­
portan los partidos ? Todos ellos dicen a sus adeptos: — Sed de árquicos tenían que ponerse en relación con los antiguos.
los nuestros para consquistar el Poder y luego nos repartire­ Y , cosa curiosa: estos apóstatas de la iglesia republicana fu e ­
mos las ganancias.— U n monárquico habla m uy de otra manera. ron m ejor recibidos cuanto m ás puro e ra el medio m onárqui­
N o pide el Poder p ara él, monárquico, ni p a ra los otros mon­ co en que penetraban. E n el centro derecha, h an encontrado
árquicos ; lo pide p ara el Rey.1 unos am igos perfectos. L a derecha les h a m ostrado un verd a­
dero interés. Pero era la extrem a derecha quien debía pro­
1. E n u n re c ie n te a rtic u lo del F ígaro (del F íg a ro de 1902), sobre porcionarles el m ás delicado de los placeres: el de ser com­
u n a “escu ela m o n á rq u ic a ”, a pro p ó sito del ú ltim o libro de M ontes-
qulou, L a R a iso n d ’E ta t, M. J . P a u l-B o n c o u r (m in istro del T rab ajo prendidos sin ninguna vacilación. M uchas veces me he diver­
e n 1911) dice q u e hem os c o n q u istad o la a d h e sió n de cierto nú m ero de tido con el mismo espectáculo: un nieto de jacobino contem­
"jó v en es m o n á rq u ic o s”. H a y en esto u n a eq u iv o cació n q u e debe se r rec­ plando con ojos sorprendidos a un sobrino-nieto de chuan, y
tific a d a : so n jó v en es re p u b lican o s n a c io n a lis ta s los que se h a n hecho
m o n árq u ic o s a n u e s tro m odo. E l m ism o L éo n d e M ontesquiou, en 1899, am bos comprobando en su prim era conversación su perfecto
1900 y 1901 se c re ía to d a v ía rep u b lican o (N o ta de se tie m b re de 1902.) acuerdo político. E l uno acababa de encontrar lo que el otro
¡

LA ACOGIDA 657
656 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA EN “ LE FIGARO”

¡rentísimo católico. E n cambio, Vaugeois, joven profesor de


había heredado sencillamente de su padre: las dos Francias
filosofía universitaria, no cree* en lo sobrenatural.
reconciliadas de este modo no necesitaban m ás que traducirse
V I.— U n ejemplo más. U n sacerdote católico, católico a la
la una a la otra dos lenguajes un poco distintos, lo cual no era
recia m anera del Syllabus, m onárquico de nacimiento y de doc­
difícil.
trina, M. Charles M aignen (nom bre familiar a los conocedo­
— F ijaos— decían unos— : habéis llegado a la verdad por ra­
res de la historia de la O b ra de los C írculos), ha publicado una
ciocinio, pero tened en cuenta qué cantidad de tradiciones, de
importante colección de estudios insertos primeramente en La
supervivencias y de semillas de tradición habíais conservado
Vérité Française, el periódico de mademoiselle E lise Veuillot y
a p esar vuestro y sin saberlo.
de M. A u guste Roussel. E ste libro, titulado Nacionalismo, catoli­
— Y ved— decían los otros— cuán racional e ra vuestro pia­
doso recuerdo, vuestro fiel mantenimiento de la tradición. Obe­ cismo y revolución, merece ser leído de cabo a rabo. Pero basta
deciendo a ellos como a la voz de los antepasados, habéis ad­ con abrirlo solamente por el índice de los autores que cita pa-
quirido al mismo tiempo una verdadera superioridad de orden fra com probar que M. Charles M aignen invoca sin cesar a tres
intelectual. autoridades muy distintas: el nombre del Fundador de la Reli­
V .— ¿Quién ha dicho que el instinto no es más que una gión cristiana, el nombre del P a p a León X I I I y el nombre de
razón que se desconoce a si misma? L a tradición, aunque ins­ uno de los más recientes teorizantes de la Monarquía, a pesar
tintiva, no siempre ign ora cuáles son sus profundas razones. de que el reverendo M aignen sabe m uy bien de quién habla,
U n marqués de la T ou r du P in L a Charce, teorizante auda­ ¡pues dice: “el autor de estas líneas es positivista”, y en su cali­
císimo y modernísimo de la organización política y económica; dad de positivista lo cita.
un conde de Lur-Saluces, versado en la filosofía de la historia ¡ V H .— E n efecto, el positivismo se encuentra en la base de
de Francia, pudieron tender un puente a nuestros teorizantes. las coincidencias que hace cincuenta años de ningún modo hubie­
Y éstos tuvieron el placer de hacer adelantar por él su pro­ ran sido posibles. N o sé lo que pensará de ello el general André,
pio pensamiento. Se anudaron verdaderas amistades. Cuando t[ue pasa por positivista, pero su m aestro y mío, Auguste
en la prim avera últim a M. de Lur-Saluces volvió a Francia, Comte, tuvo siempre a l Catolicismo como aliado de la ciencia
¿ a quién vió entre sus prim eros visitantes? A uno de los tres contra la anarquía y la barbarie. A menudo repetía: — L o s que
fundadores de la “L ig a de la P a tria fran cesa”, antaño repu­ ¡crean en Dios, que se h agan católicos; los que no crean en Él,
blicano del matiz Cavaignac y hoy uno de los jefes del nuevo que se h agan positivistas...; y en viaba a uno de sus discípulos
monarquism o: M. H en ri Vaugeois. al Gesú de R om a p a ra tra tar con los jesuítas. U n malenten-
M. Ranc, que no lo pierde de vista ni cinco minutos, de­ fdido hizo que fra c a sa ra este proyecto, pero, al despedirse de
nunció en seguida a M. H en ri V au geois a los periódicos radi­ los Padres, el delegado de Comte pronunció estas graves pa­
cales del Mediodía y del Norte. P ero M . Ranc hubiera rugido labras : Cuando los vendavales políticos del porvenir pongan
m ás aún si el buen b r ig a d ie r 1 hubiese sabido que había comen­ de manifiesto toda la intensidad de la crisis moderna, encon-
zado entre Lur-Saluces y Vaugeois una activa correspondencia; 'trarán ustedes a los jóven es positivistas dispuestos a hacerse

I
que y a se habían visto en el destierro; que habían com­ matar p or ustedes, lo mismo que ustedes están dispuestos a
probado sus innúmeras concordancias políticas... P a r a aca­ hacerse matar por su Dios.
b a r de calificar a M. de Lur-Saluces, he de decir que es fer- 1

1. N u e s tr a lo ca ju v e n tu d s e com plugo en m o te ja r a M. A rth u r


R a n c de d istin to s m o d o s: t a n p ro n to e r a el “b rig a d ie r de g e n d a rm e ­
r í a ”, ta n p ro n to el “v e n e ra b le ecle siástico ”. L os jó v en es de h o y han
p erd id o con M. R a n c m u y buenos m om entos y p ro v ech o sas le c tu ra s.
Desacordes cuanto a las cosas del cielo, el positivismo y el
42
Catolicismo coinciden a menudo sobre la tierra. ¡Q ué excelen­
te tipo de positivista es este M. Accard, “bonaldista tainiano”,
cuya silueta encuentro de nuevo en una novela de P au l Bour-
|get! M. A ccard sostiene infatigablem ente esta tesis: “la iden-
LA EDUCACIÓN DE M O N K 659
658 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA E N “ LE FIGARO”
¡
-Se nosotros: “Como usted dice m uy bien, hay un completo
tidad entre la concepción m oderna y científica de la evolución
acuerdo entre la ciencia histórica y n atu ral y la doctrina mon­
por herencia y de la Monarquía, entre la ley de selección y la
árquica. L o s espíritus reflexivos y sinceros se m aravillarán,
aristocracia, entre la reflexión y la costum bre”.
¡ciertamente, del modo que tiene de dem ostrarlo.”
L a Iglesia y el positivismo tienden a fortificar la familia.
M á s recientemente, el señor duque de O rleans escribía a
L a Iglesia y el positivismo tienden a secundar las autoridades
otro del mismo gru p o : “H a sabido usted dar a la exposición
políticas, como provenientes de D ios o dimanantes de las me­
de la s doctrinas que han venido a ser su yas un v ig o r y una
jores leyes naturales. L a Iglesia y el positivismo son amigos
¡originalidad particulares. H a hecho usted, pues, a l lado y por
de la tradición, del orden, de la patria y de la civilización. P ara
¡fuera de m i organización oficial la o bra m ás útil... L e doy las
decirlo todo, la Iglesia y el positivismo tienen enemigos comu­
gracias p o r ello.”
nes. P o r lo demás, no hay ningún positivista francés que pue­
E n fin, el señor duque de Orleans escribía a u n tercero es­
da perder de vista que, si los Capetos hicieron a Francia, los
obispos y los clérigos fueron sus principales cooperadores.
V IH .— E n este punto, el más delicado y m ás grave de to­
I tas palabras, que dan a la vez el acento de la flo rid a edad del
príncipe y el sentimiento de su sa g ra d a m a g istratu ra : “R e fo r­
dos, no h a habido, pues, asomo de conflicto entre los antiguos m ar p a r a conservar: he aquí todo m i p rogram a.”
monárquicos que son católicos fervientes y los monárquicos
nuevos que están llenos de reconocimiento y de respeto para
el Catolicismo.
Se me dice: — M uy bien, pero ¿ quiere usted contestar a una
pregunta más atrevida? N o s ha contado usted cómo los reci­
ben los monárquicos, pero ¿y el Rey, cómo los h a recibido?
IX .— U n principio fundam ental p a ra todo monárquico es el E s t a h a sido la acogida regia. E s fácil de p rever cuál será
de que no hay que mezclar a la persona del R ey en una dis­ la acogida que h a ga Francia, a su vez, si, conform e a la recia
cusión. E l príncipe representa aquello que se ha convenido en expresión de Taine, sabe volver “al sentido común a la vis­
no d e ja r que se discuta nunca entre nosotros: diez siglos de ta del peligro”, que, quien sepa m irar a l m a p a de E u ropa,
historia de Francia. Según la enérgica frase de Renán, él con­ n
quien se dé cuenta de nuestra agitación interior, quien sepa
centra la nación entera en su desenvolvimiento histórico y en sustraerse a la m entira de las apariencias, verá que no es de
su progreso futuro. E s el alm a visible de Francia. ¿Cuáles son ; pasado mañana,Lni A de
E Dmañana,
U C A C I Oni
N de
D Een M
seguida.
O N K 1 E s de hoy.
sus derechos sobre nosotros? L o s derechos de la patria que N u e s tra tarea es hacer que lo vean todos.
simboliza. ¿Cuáles nuestros deberes p a ra con él? Nuestros de­ I
beres p a ra con la patria. M e atrevo a decir que un delito de 13 de setiembre de 1901.
lesa m ajestad equivale a un delito de lesa patria.
Tengo, pues, que evitar la indiscreción. N o obstante, me N u e stro m ejores adversarios y nuestros peores am igos tien-
asiste el derecho de decir que este príncipe de treinta y dos ¡den a presentar a los nuevos m onárquicos como a idealistas
años h a tenido el m ayor interés en ponerse en relación con ^purísimos, pero advierto al público de que unos y otros se
sus nuevos fieles, la m ayor parte de los cuales son de su edad, ¡burlan de él.
y que a menudo les ha dado altas pruebas de estima y de aten­ I.— N o s d a h orror el idealismo, que no h a sido dolencia
ción. E n este orden de cosas, tres textos se me vienen princi­ ¡ francesa hasta que F ran cia dejó de ser ella misma. L a F ra n -
palmente a las mientes, que no h ay p o r qué ocultar.
!
Su Alteza R eal el señor duque de O rleans escribía a uno 1 1. E l titu lo de e ste a rtic u lo s e debe a M. P a u l B o u rg e t.
LA EDUCACIÓN DE M ONK 661
6óO UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA EN “ LE FIGARO1'

L o que hace falta, pues, es que nos pongamos en condicio­


cia de Luis X I y Enrique IV , de Riehelieu y de Luis X IV , no
nes de sacar partido de esta inevitable ocasión: dentro de ocho
tiene nada de idealista. E n tre un Bism arck y un Gladstone,
días, dentro de ocho meses, esta noche o el año que viene, se
un Pobiedonotseff y un Tolstoi, Pobiedonotseff y Bismarck
presentará sin falta.
son los que están m ás cerca de nuestra tradición nacional.
III. — E l culto de la República h a fenecido desde hace mu­
Y los Hohenzollern no son más que unos afortunados y bri­
cho tiempo. L a gente se h a resignado al hecho republicano por
llantes imitadores de nuestros Capetos. Nuestros cálculos tie­
costumbre. Pero, durante los precedentes affaires, hubo siem­
nen que ser dignos de estos grandes reyes. Tienden siempre a
pre una hora, en que la cólera y la inquietud que agudizaban
la acción, pero a la acción útil. Como queremos reconstruir a
el buen sentido público hicieron v e r a los ciudadanos todo el
F ran cia y vemos que Francia no puede reconstruirse más que
fondo de lo absurdo del régimen. Entonces hubieran aplaudido
con la Monarquía, buscamos los medios de restau rarla y pro­
al prim er M onk que lo hubiera derribado. ¿ P or qué no se mo­
curam os el concurso del único ser que puede llevar a cabo este
vió entonces ningún Monk, si es que existía?
g ra n designio.
IV . — E n 1889, por lo menos, existía. Sabemos por la depo­
¿Quién es este ser extraordinario? Ign oro su nombre, no sé
sición de un testigo ocular (¡ y qué testig o !: Maurice Barres,
dónde está ni quién es, y sin duda él mismo se desconoce. Pero
en el A ppel au Soldat) cuáles fueron los conmovedores escrú­
existe: nuestra obra no consiste m ás que en hacerlo revelarse a
pulos del M onk de entonces.
sí mismo. Entretanto, m ientras esperamos que él nos compren­
Llam ábase éste Georges Ernest Boulanger. “E l alma recta,
d a y que su rja su nombre, designarem os a este desconocido
honrada y cándida del general B ou lan ger conserva prejuicios
con el nombre de Jorge Monk, que restauró a Carlos I I en el
de educación. Se acuerda de que su padre recitaba las invecti­
trono de Inglaterra. Estam os educando a l M onk francés.
vas de Víctor H u go contra el hom bre del Dos de diciembre.
I I .— Su educación no la hacemos en el aire, sino pensando
en el próximo affcñre. N ad ie desconfía m ás que yo de los que Tem e los juicios de los redactores de la Historia.” Y Barres
pretenden adivinar el porvenir; no obstante, voy a hacer un añade que su héroe flaqueó “por fa lta de una doctrina que lo
acto de fe en un punto concreto: creo en el próxim o affaire. sostuviera”. Pues bien: esta doctrina la estamos elaborando
Creo que es materialmente imposible que no se produzca. L a ahora, estamos saturando de ella el cerebro del Monk de ma­
prudencia de los republicanos, como ellos dicen, no podrá evi­ ñana. U n a línea que caiga ba jo los ojos de este hombre puede
tarlo, del mismo modo que no puede alterar los cambios de lu­ b astar p ara ilum inarlo y por ello nosotros nos aplicamos cuan­
na o los eclipses de sol: los partidos republicanos no tienen to podemos a multiplicar m ás y m ás la luz. É l conoce el arte
m ás que un interés, que es apoderarse del Estado, y el único m ilitar; nosotros le enseñamos los principios de la alta organi­
medio de lograrlo es llevar la turbación a su seno: no pueden, zación política.
pues, d ejar de agitarlo. Necesariamente. Este régimen del go­ V. — U n a vez instruido Monk, no h a rá falta más que un
bierno de los partidos lleva la agitación en su mecanismo esen­ momento de viva conmoción nacional. L a s ideas de M onk ad­
cial y, por así decirlo, en las entrañas. quirirán entonces la tem peratura de la acción y no podrá
A la agitación religiosa creada por F e rry siguió el escán­ fa lta r el resultado natural de este hecho.
dalo wilsoniano; al wilsonismo, el boulangism o; a Boulanger, — General— dice a Monk la Inteligencia monárquica— : V a
el asunto Pan am á; al Pan am á, los anarquistas; a las bombas usted a regenerar la historia de Francia. ¿Que las leyes son
anarquistas, el affaire D re y fu s; no sé el que vendrá ahora, intangibles? Sí, pero la más santa de las leyes es la de la sa­
pero un nuevo affaire, el que sea, es fatal. Como buen ciuda­ lud pública. Cuando la patria está en peligro, exige que se
dano, lo temo de todo corazón, pero, como ciudadano que discu­ violen las leyes que la oprimen. A b r a usted los ojos y diga
rre, lo preveo y se lo anuncio a los buenos ciudadanos. usted si la legalidad de la R epública no traiciona la verdadera
LA EDUCACIÓN DE M O NK 663
662 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA EN “ LE FIGARO”

nacional no son m ás que uno. E l mismo egoísm o del príncipe


legalidad francesa. E sta R epública impone a un tiempo la in­
actúa como un elemento beneficioso p ara la nación. U n a codi­
disciplina m ilitar y el desorden cívico.
cia sórdida, la de L u is X I, por ejemplo, d e ja en el país más
F rancia está destrozada porque quienes la gobiernan no
obras m aestras que el patriotismo m ás elevado en u na de­
son hom bres de Estado, sino hombres de partido. Cuando son
mocracia.
decentes, sólo piensan en el bien de su partido; cuando no lo
P o r posición, como se dice en geom etría, el m onarca de­
son, sólo piensan en llenar sus bolsillos. U n os y otros son los
fiende, m aneja y desenvuelve el E sta d o que encarna. P ero no
enemigos de Francia, porque F ran cia no es un partido.
puede limitar a su vida el cuidado de los intereses que rige, por­
F ran cia no cuenta m ás que con usted. Con usted y con su
que sabe que en ello v a la g loria de su fam ilia y, m ás cerca
Ejército. P ero si usted tra b a ja ra p ara sí mismo o para el
aún, el bien del hijo o del pariente que debe sucederle, razón
Ejército, entonces usted representaría otro partido, y es otra
que hace que dedique al Estado los mism os cuidados que un
cosa lo que hace falta. H ace fa lta dar al país el gobierno y la
particular a los asuntos de su casa. Todos los E stados flo re ­
protección de un poder soberano, digám oslo m e jo r: de un po­
cientes, todos los E stados fuertes, tienen, a este tenor, un so­
der que sea un verdadero poder; más aún, de un poder que no
berano dinástico. “ F a no tenemos Estado— dice M. Anatole
dependa de nada. U n jefe de Estado debe ser libre. Y no es
France— ; ya no tenemos más qu e una administración.”
libre, sino que depende del pueblo, si el pueblo lo elige. Depen­
R eh a g a usted el Estado, general. General, denos usted un
de del Parlam ento y de las oligarquías, si lo eligen las oligar­
rey como otras naciones lo tienen. E l sentido común le m anda
quías y el Parlam ento. E s lógico, pues, que se preocupe— y ne­
que b a rra la R epública y el mismo sentido exige que no inten­
cesariamente lo hace— de halagar, de seducir y de conquistar
te usted otra cosa m ás que la restauración de la M onarquía. E n
a aquellos de quienes depende. P a ra que lo reelijan, busca la
cualquier otra hipótesis, será usted un faccioso. E n esta, su r e ­
popularidad inmediata más que el bien de la nación. L a Pren­
sa, la opinión, el dinero y la administración son sus dueños. beldía conspira p o r restablecer un orden superior. E l R e y es
Se ve siempre inducido a traicionar en fa v o r de ellos el inte­ nuestro “orden viviente”.
rés nacional. V I.— ¿ N o s acusará alguien de organ izar la sedición? Ten­
D el mismo modo que se defiende la caza contra la pasión d rá razón en cierto sentido: en el de que, en este régim en que
de los cazadores, y la pesca de la pasión de los pescadores, del fom enta toda revuelta, tratamos de encauzarla; procuramos
mismo modo que se defienden los intereses del trab ajo contra que unas revueltas que son fatales redunden en beneficio de
el capricho de los trabajadores mismos, es necesario que el una ordenación pública que salve y restaure todo.
E stado pueda defender el interés nacional, el interés de F ran ­ P o r lo demás, Monk no tiene que ser necesariamente un
cia, contra los caprichos, las pasiones y los intereses particu­ soldado, y hasta prefiero que sea un hombre civil. Cua'ndo diez
lares de los franceses. E l poder soberano no puede representar ministros republicanos están agrupados alrededor de u n a mesa
simplemente a la m ayoría, ni siquiera a la totalidad de los con el onceno personaje que los preside, cada uno, m irando a
franceses de hoy, sino que ha de personificar también a los su vecino, puede pregu n tarse: “¿ S erá éste Monk ?” Sí, un Monk
franceses que fueron, a los franceses que serán. Debe ser la puede estar en cualquier parte en donde coexistan la libertad
m ism a Francia. P o r tanto, ha de ser hereditario y dinástico. de espíritu y el patriotismo. Cualquier republicano sin fe puede
U n poder dinástico no depende de la elección. U n poder di­ ser un Monk. ¡ Y los hay, los hay!
nástico está libre de la obsesión y de la opresión del presen­ Acaso M onk sea un ministro del Interior. Puede que lo sea
te. P o r tanto, es p ara él tan natural el pensar siempre en el un prefecto de Policía. A caso un simple miembro de la Cám ara.
porvenir como a un poder electivo le es fácil desdeñarlo. ¿ N o puede estallar una gran ambición en medio de tantas am ­
E n el sistema dinástico el interés del príncipe y el interés biciones mezquinas?
LA POLÍTICA DE BARRÉS 685'
664 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA EN " L E FIGARO”
pues, más eficazmente que nunca si he de dar crédito a una
V I L — ¿ Y si este ambicioso de raza estuviera y a decidido ? fá b u la que me han contado y que voy a repetir.
¿ Y si ya, medio a saltos, medio rastreando, estuviera encami­ I.— Caminando juntos M inerva y Papanatas, llegaron un día
nándose a su puesto ? E l Monk inglés puede servirle de modelo. a la orilla del mar. Am bos estuvieron de acuerdo en que ha­
H a c ia 1659, uno de sus oficiales m urm uraba cerca de él: bía que atravesarla cuanto antes. L a diosa, bajando los ojos,
— E ste M onk acabará por traernos a Carlos Stuart.— Monk, púsose a d ibu jar en la arena figuras de geometría.
irritado, le dió de latigazos. A m ayor abundamiento, hizo que — ¡Ah , perezosa, dijo Papanatas, m ala andarina! A h , teó­
sus compañeros firm aran una declaración en la que substan­
rica desenfrenada, bien se ve que no estás hecha para la ac­
cialmente se afirmaba “que habían tomado las arm as para de­
ción.— Y , diciendo esto, se quitó la camisa y se echó al agua:
fender las libertades y los privilegios del Parlam ento y para
aquel hombre de acción, aquel espíritu advertido y práctico,
sostener, frente y contra todos, los derechos y libertades del
no tardó en ahogarse, porque se necesitaban varios días de
pueblo”. Adem ás, Monk hacía escribir en su estandarte estas pa­
navegación p ara fran qu ear aquel inmenso mar.
la b ra s : “E l Gobierno no puede subsistir m ás que en virtud de
Minerva, cuando hubo terminado sus cálculos, cortó unos
la entera sumisión del poder m ilitar al poder civil. L a Repú­
árboles, sacó de ellos unas tablas de madera, las ajustó se­
blica debe ser gobernada por el Parlam ento.”
gún las medidas que había tomado y construyó una balsa en
¿ Se puede ser m ás “defensa republicana” ? Todo esto era
la que izó la camisa de Papan atas a guisa de vela. Y como M i­
en 1659, y en mayo de 1660 M onk proclam aba a Carlos II.
nerva había previsto al detalle la maniobra, llegó felizmente
V III.— Estam os escribiendo p ara Monk. M onk nos lee. Monk
a la otra orilla y continuó el viaje.
espera la ocasión cómplice que le permita levantarse y conver­
D e igual modo, el camino de M aurice Barrés, aun interrum­
tirse en servidor de las necesidades de su país.
pido, acaso no su fra ningún retraso por su decisión de reti­
L a s medallas del Monk inglés dicen que venció sin derra­
m ar sangre. E l nuestro m andará instalar unas fuentes de buen rarse. Inclinado sobre su tierra y sus muertos, está pidiéndo­
vino y, si no tiene más remedio que encerrar en el calabozo a les las virtudes y la luz necesarias p ara la grave em presa na­
u n a docena de republicanos, les enviará cham pagne p ara que cionalista. Recapitula también las etapas del camino recorrido,
beban a gusto. porque es m uy útil acordarse de lo pasado si se quiere preve­
n ir el futuro.
m n . — Creo saber que los B arrés pertenecían al mundo de de­
recha. Burgueses de la L oren a y del A lto Loire militaban, co­
mo todos los de su clase, en el partido del orden, dispuestos
L A P O L ÍT IC A D E B A R R E S 1
siempre a apoyar a quien defendiera el orden entre nosotros.
Pero, llegado el momento de enviar a su hijo al Liceo, éste de­
24 de setiembre de 1901. bía devolvérselo, una vez terminados los estudios, convertido en
lo que él mismo iba a llam ar un desarraigado o descastado. E l
M aurice B a rre s se ha retirado de la política activa, pero, joven ciudadano del mundo creía que P arís, E u ropa, el U n i­
esperen lo que esperen los partidarios de Za política para los verso entero, incluyendo estrellas y planetas, apenas bastarían
políticos, no abandona ni el estudio de la propaganda de sus p a ra constituirle una patria. Su pensamiento iba derecho ha­
ideas políticas. Como ha telegrafiado al Fígaro, B arrés seguirá cia la revolución, dirección general del siglo que acaba de ter­
“defendiendo sus ideas” que son “constantes” . L a s servirá, minar.
1. E s te a rtíc u lo se escrib ió en el m om ento e n q u e B a rré s se re tira ­ E ste siglo tuvo unos admirables teorizantes del orden, pero
b a, p o r alg u n o s años, de la p o litic a a c tiv a . no escuchó nunca m ás que a los oradores del desorden: a un
666 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA E N “ LE FIGARO” LA POLÍTICA DE BARRES 667

H ugo, a un Michelet, a un Chateaubriand, es decir, a unos nacimiento, h a prevalecido siempre en él. Modas, corrientes,
poetas románticos famosos, pero historiadores mediocres al circunstancias, caprichos, todo' tuvo que ceder a l fin ante las
p a r que pensadores nulos. Su influencia ha corrompido toda profundas inclinaciones de su tipo nativo.
la enseñanza pública, y, como dice B arres, que sabe algo de Llévalo grabado en el rostro. E s t á a la vista, y el instinto
esto, “descerebra” a los franceses. p o p u lar lo veía en seguida. Después de u n a conferencia que
III. — A los veinte años B arres era un nihilista sentimental. B a rré s acababa de d a r en M arsella, oí a un dem agogo que de­
Y si las palabras terminadas en ista no dicen nada, por lo me­ cía encogiéndose de hom bros y con los ojos llenos de odio:
nos no hemos de olvidar que el “niño ávido”, como P au l Bour- — ¡Bah, es un socialista bien vestido!— L o que probablem ente
get le llam aba, estaba completamente entregado a sus nervios. se podía traducir así: — B a rré s es un socialista sincero. N o
Pero, junto a sus nervios, él se rehizo un cerebro y, pese a puede discutirse que desea la organización del trabajo, u n re­
ellos, una patria, una moral, una política. T al es la naturaleza parto de los beneficios m ás equitativo y u n a atenta vigilan cia
de los hombres cuando quieren portarse como bien nacidos. económica...; pero no quiere desórdenes, no quiere la revolu ­
E l libro, verdaderam ente insensato, escrito por él, doce ción, porque no puede quererlos.
años después, con la ardiente pasión de una juventud inm ar­ N o , esta silueta tiene dem asiada elegancia y dem asiada r a ­
cesible y la reflexión de la madurez, nos da una idea de lo que za. Puede que sea la de un conductor del pueblo, pero no es la
fu é aquella naturaleza exaltada. E l título es m ás violento aún de un demagogo. E l austero matiz de este rostro, este perfil
que el lib ro : D e la Sangre, del Placer y de la Muerte. L e ­ m agro y fino, cortado como un pico de águila, que tiene algo del
yéndolo bien, se advierte que aquella sensibilidad se regía, a de César y del de Condé, estos ojos grandes y altivos, de una
p esar de todo, por una regla misteriosa. E s frenética, pero luz magnifica, este labio con pliegue de ironía y de displi­
justa. E l aparato de la vida nerviosa v ib ra según la razón, y cencia, este desdén, esta impertinencia, esta melancolía de e x­
sus acentos, en vez de perturbar, calman. E xpulsan las ideas presión, no serán nunca esclavos nuestros, ni siquiera funcio­
fa lsa s y hasta las inspiran verdaderas. P odría decirse literal­ narios a nuestro servicio. E ste servicio impone curvaturas que
mente que Barres, antes de conocer la verdad, y a la sentía y, repugnarían necesariamente a un ser como éste. N o le hemos
en cierto modo, la palpaba con el m ás físico de los sentidos. pedido nada y y a se encoleriza.
L a fuerza de la patria y la belleza del orden se impusieron a V .— Otro signo menos aparente y m ás serio: el estilo. B a ­
su corazón mucho antes de conquistar su inteligencia. rré s debutó en la literatu ra francesa en pleno apogeo deca­
Sí, todo ello fué una m aravilla del sentimiento. E l anarquis­ dente e impresionista. E ste hombre sensible y curioso atravesó
ta v u lg a r dirá que encuentra su patria en cualquier parte don­ todos los ambientes y probó todas las maneras. Pero en nin­
de se encuentre bien. Pero un francés selecto, un Barres, aca­ guna parte le hemos visto encanallarse; h a sido el estilo hecho
b a advirtiendo que no está bien en ninguna parte donde le hombre. Desde su prim era frase brillaban el orden y la liber­
fa lt e la presencia o la imagen de su patria. Se da cuenta de tad del patricio. U n a firmeza llena de gracia, u na flexible y
que la fuerza de su nación es parte de su propia fuerza. Que vivaz energía. ¿Sistema? N o . ¿Estudio? N o . ¿Tradición? A p e ­
la felicidad pública es algo indispensable a su propia felicidad. nas, sino, ante todo, gusto n atu ral; su gusto incom parable e
E l espectáculo del desorden político le hace sufrir. incomunicable hacíale volver a hallar los tesoros de la vieja
IV . — N o digáis que con todos ocurre lo mismo. ¡Cuántos Francia, que él conocía poco o m al cuando y a viejos aficiona­
que se hicieron nihilistas han continuado siéndolo! N o todos dos m urm uraban, hablando de él, los m ás grandes nombres del
los hom bres son iguales, y aun de B a rre s no d iría yo que siem­ pasado. Los de nuestros escritores de hum or y fantasía. U n
pre h aya sido igu al a sí mismo, pero fu é el héroe de la más Montaigne, un P ascal (el de los Pensam ientos'), un duque de
bella de las aventuras del alm a: su “calidad”, la que tenía de Saint-Simón.
LA PO LÍTICA DE BARRÉS 669
668 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA EN "L E FIGARO’’

'públicas fuertes han vivido merced a una aristocracia: Atenas


V L — Como ellos, cultivaba su yo en el misterio, y este pre­
¡..y Roma, Florencia y Venecia,' incluso Am érica y Suiza. En
cioso culto revelábale al mismo tiempo el v alor del resto del
¡nuestro país hubiera sido posible u na verdadera República en
mundo. Sentíase “el instante de una cosa inm ortal”. L o s sur­
tiempos de la Fronda, porque entonces la hubieran dirigido
cos de la Lorena, las campiñas de Francia, los osarios de la
humanidad entera, poblábanse de manes y de som bras que le unas grandes corporaciones hereditarias
revelaban su deber. H o y no tenemos más que unos partidos que se hacen mu­
tuamente la guerra y están dominados p o r unas oligarquías
Y a entonces le repugnaba la anarquía. L o s oportunistas y
antinacionales. Precisamente hace fa lta el rey p a ra que obli­
radicales a quienes se acercó o qué frecuentó por entonces, le
gue a estas oligarquías a servir a la nación en vez de escla­
hicieron sentir tam bién toda la fealdad de las m áscaras su­
vizarla.
perpuestas al verdadero rostro de la anarquía republicana.
V H I.— Dice también B a rre s: la Monarquía no es posible.
E s t a b a entonces en form ación un nuevo partido nacional mi­
¡ Y él qué sabe! L a restauración de la Corona puede parecer, a
litar y autoritario: el partido boulangista. B a rre s se sumó a
él y, cuando este prim er partido nacional se disolvió, fundó distancia, un hecho extraordinario, pero lo extraordinario es
el nacionalismo. lo único que ocurre. L o ordinario no ocurre, es. D e modo que
es un cálculo erróneo el que establece que nada puede reem­
E l Fígaro de Í892 conserva el recuerdo de este hecho.
plazar a aquello que es actualmente. Todo el mundo veía se­
A p a rtir de entonces no cesó de completar y organ izar su pen­
samiento. Nuestros conciudadanos necesitan una patria chica guro a Gam betta ya dictador cuando form ó su g ra n Ministe­
dentro de la patria común: tal es el tem a de los Déracinés. rio, razón por la que este Ministerio duró sólo tres meses. En
H ace fa lta una “razón que dirija el E stado” : tal es el tema 1899 hemos visto esta cosa extraordinaria: un soldado de
del A p p el au Boldat. E sta razón directora ha de ser nacional profesión, un socialista revolucionario y un conservador bur­
y no cosmopolita: tal es el tema de Leurs Figures. gués juntándose p a ra salvar la presidencia de M. L oubet; no se
P ero ¿cómo se las arre g la rá Maurice B arres para consti­ creía que semejante mezcla pudiese d u rar ni ocho días, y to­
tuir este poder central y p ara mantenerlo esencial y necesa­ davía d u r a 2.
riamente dentro del plan de la utilidad nacional ? Esto es lo que ¿Queréis todavía otra o bra m aestra de lo extraordinario?
le preguntam os el verano pasado en la Encuesta sobre la M o ­ ¿ A lg o "absolutam ente extraordinario”, según un juez de ca­
narquía que publicaba la Gazette de F r a n c e 1. lidad, M . Édouard Drum ont? E l v ia je del Zar. E r a lo natural
Y B arrés no contestó que con la Monarquía. y lo norm al que el Z a r se entendiera con nuestros nacionalis­
tas, razón por la cual se puso de acuerdo con sus mayores
V H .— Y esto es lo que me escandaliza: que B arrés no sea
enémigos... •
monárquico.
Sus objeciones a la M onarquía no me parecen incontesta­ D L — U n am igo de Barrés, hábil historiador y escritor dis­
bles ni mucho menos. É l dice, por ejem plo: — Si es verdad que tinguido, de m aneras tan finas que no se puede separar de su
necesitamos un rey, no lo es menos que alrededor de él haría nom bre su calidad de académico, M . A lb e rt Vandal, cerraba
fa lta una fuerte aristocracia hereditaria, pero semejante aris­
tocracia no existe ya.— A lo que yo respondo que, efectivamen­ 1. A sí o p in a F u s te l de C oulanges. C on todo, a n u e s tr a R epública
a r is to c r á tic a le h u b ie r a fa lta d o el elem ento d e u n id a d y de o rd e n con
te, está harto desorganizada, pero, si no lo estuviese, si pu­ q u e c o n ta b a n C a rta g o , V en ecia y R o m a : u n in te ré s público m u y cen­
diéram os disponer de una selección hereditaria poderosa, es tra liz a d o , se n sib ilísim o y hom ogéneo. M e a c a b a d o sa c a n d o la conse­
cuando podríamos tener en F rancia República. Todas las R e- c u e n c ia d e q u e F r a n c ia es u n p a ís d em a sia d o v a rio p a r a q ue pueda
fe d e ra rs e s i le f a l t a el fe d e ra d o r h is tó ric o : el R e y (.1911').
2. E l M in isterio de W a ld e k -R o u sse a u d u ró d esd e ju n io de 1899 a
1. E l v era n o de 1900. ju n io d e 1902.
9

LA CASA DE FRANCIA 671


670 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA E N “ LE FIGARO”

cierto día u na discusión con estas p alab ras llenas de concesio­ sámente conservado g a n t e s de ser un Estado, era ya un pue-
nes: “Sí— decía— , todo es posible.” Pues, si todo es posible, blo. ¿Qué teníamos “nosotros de semejante? N i el espléndido
si no h ay nada que no pueda ocurrir algún día, procuremos que ¡ aislamiento de In glaterra, ni la unidad de lengua, ni la homoge-
ocurra lo mejor... neidad de la sangre, a no ser en profundidades oscuras y poco
perceptibles. A mi entender, César y sus legiones y las de sus
IV sucesores, al unificar el país, al crear desde el prim er siglo a l
É.!$- siglo v el tipo del galo latino, hicieron “posible” a Francia. L a si¡|
invasiones norm andas am enazaban con anular la frá g il espe-
L A C A S A D E F R A N C IA 1
¡ ranza creada por aquellos buenos operarios. P ero los Capetos
l.° de octubre de 1901.
■ la hicieron renacer y la realizaron con el concurso de la
« Iglesia.
¡I A lg u n a s veces nos preguntamos, y el mismo Renán se lo pre-
E l jueves, cuando los restos de este joven príncipe llega­
ban a aguas provenzales, el viernes, cuando descansaron en B g u n ta : ¿ de dónde venían los abuelos de H u go Capeto ? Sajones,
nuestro suelo, y el sábado, durante la lúgubre ceremonia de p francos, o galorrom anos, el problem a carece de interés, por-
D reux, me he unido en el sentimiento, y a que no en el pensa­ que todo ha sucedido como si hubiera corrido p o r sus venas la
miento, con la salm odia de la Iglesia. A mi manera, he recita­ más pu ra sangre autóctona.
do su Oficio de difuntos. \\ Im aginaos el h o rro r de las devastaciones escandinavas y la
I.— ¡Treinta y ocho reyes en mil años, un inmenso corte­ j debilitación de todo lo que tuvo que resistirlas. Imaginaos, en
jo de príncipes! Los muertos de la C asa de Francia son tan [ este caos, una raza de Bonapartes que, en vez de valernos tres
numerosos y tan desconocidos, se remontan tan lejos, que no invasiones y espantosas mutilaciones territoriales, no cesaron
he querido contar sólo con mi memoria y he tenido ante mis i de ser la m uralla de defensa y la salvación del país. ¿Cabe
ojos, como un misal, el libro en que están más claramente re­ i pregun tar a estos Bonapartes del siglo iv si descienden de W i -
sumidas las actas de dicha Casa. tikind, de un franco o de un galo? A u n en el supuesto de que
H e abierto, pues, la Reform a intelectual y moral de Fran­ fu eran extranjeros, nuestra continuada defensa durante cien
cia (de Renán, y acaso el m ás perfecto de todos sus lib ro s) por años hubiéralos naturalizado sobradamente.
las páginas en que el autor expone a sus lectores lo que la III.— Se impusieron por su valor. Aquellos venerables fu n ­
C asa de F ran cia h a sido. G ran tema ignorado por la m ayoría dadores de la dinastía nacional, lo que equivale a decir del
de los franceses. poderío histórico de la nación, no olvidaron nunca este carác­
II.— N u estra Francia es una obra de arte, una obra de arte ter fundam ental de su autoridad, pero no olvidaron tampoco
político, fru to de la colaboración de una naturaleza propicia que la fuerza no puede ser desmedida si no quiere verse conde­
y del pensamiento de nuestros reyes. nada a doblegarse miserablemente algún día. N in g u n o de aque­
O tras nacionalidades se deben a la naturaleza casi sola. llos grandes hombres, ni un L u is IX , ni un L u is X I, ni un
E xistiría In glaterra sin los reyes que en ella han reinado. L a Lu is X IV , se figuró que se pudieran im provisar de un solo
fo rm a de su territorio disponía a sus razas diversas a la uni­ golpe una cuarentena de departamentos franceses, ni exten­
dad. Alem ania tenía la unidad de la lengua y la supremacía der el Imperio (p orque decían Im perio) desde L a H a y a hasta
de u n a raza. Italia, dotada también de una lengua común, ha .R om a, sino que, completamente libres de estas locuras de am­
vivido durante mucho tiempo del g ra n recuerdo romano, celo- bicioso romántico, van extendiendo de padre a hijo, de herm a­
1. A rtíc u lo e s c rito con m o tiv o del tr a s la d o a F r a n c ia de los resto e no a hermano, de tío a sobrino, extendiendo sin cesar, el te­
m o rta le s del p rin c ip e E n riq u e d e O rleans. rritorio nacional. Como hace notar acertadamente un sabio co-
LA CASA DE FRANCIA 673
672 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA E N “ LE FIGARO"
l e n su respetabilidad p o r las costumbres de la corte de L u is X V .
lega de Ernest Renán, M. Ledrain, “en el tocaso de la Monar­
f Y o me atrevo a decir que lés pasaría de buen grado al pre-
quía, en medio de las vergüenzas del reinado de L u is X V ”,
I sidente, a sus ministros y a las dos C ám aras las pequeñas
añadían aún “a la vestidura deí territorio nacional un trozo
i bacanales con que quisieran obsequiarse, si al mismo tiempo
que le fa lta b a : la L o ren a”. A menudo, antes de conquistar, asi­
I nos procuraran, en cambio, el m ás pequeño jirón de la Lorena
milan. O tras veces, el menor dominio conquistado es sometido
| anexionada.
a un paciente esfuerzo de asimilación antes de intentar ningu-
,n a nueva conquista. v L o que yo pido a los detentadores del Poder político, no es
Este ha sido su arte, esta la “continuidad adm irable” cuyo | que sean virtuosos por mí, sino el que se ocupen de los asuntos
monumento es Francia: “la Francia que h a creado todo aque­ del país. ¿ Y qué ha sido de los asuntos de Francia desde que
llo de que vivimos, lo que nos une, lo que constituye nuestra , la Casa de Francia h a dejado de dirigirlos? Renán ha escrito
razón de ser”. E rn est Renán trata de hombres ignorantes y estas p a la b ra s : “E l día en que Francia cortó la cabeza ai rey,
de cortos alcances a los revolucionarios que no han sabido se suicidó.”
nunca comprender esto. L u is X V I dejaba a F ran cia un E jército y una M arin a; la
IV .— Gentes así son unos m ilagreros: creen que la historia Restauración, una magnífica situación en E u ro p a ; L u is Fe­
se hace sola por obra de un dios que inútilmente procuran lipe, la organización creada por la L e y de 1832, quiero decir,
laicizar llamándolo fatalidad, fuerza de las cosas, evolución de las tropas de Crimea. T a l fué, en sus últimos momentos, la
lo inconsciente o ley del mundo. E sta especie de orientales no obra de la C asa de F ran cia. E n cuanto ésta cae, empezamos
ven lo que vemos nosotros, viejos franceses injertados de subs­ nosotros a dar tumbos. C atástrofes desconocidas desde el si­
tancia griega y rom ana: ignoran que el hombre es un factor, g lo x v (pero en el siglo xv la dinastía nacional se rehizo, y
una energía creadora, un poder modificador. E l cerebro huma­ nosotros con ella) no han cesado de agotarnos. ¿Qué es Pavía,
no desmonta el universo para componerlo de nuevo según sus que es Rosbach, de que tanto se habla, en comparación con
planes. E n la historia de la form ación de Francia, nuestras Sedán y con W aterloo? Revolución tras revolución. B ancarro­
fuerzas étnicas tiraban a derecha, nuestras fuerzas geográ­
ta del Estado. E l extranjero entrando p o r tres veces distintas
ficas tiraban a izquierda y nuestras fuerzas económicas acaso
en París. D os guerras civiles. Y hemos visto hacerse la uni­
tirasen en un tercer sentido. Como el dios de Anaxágoras, el
dad italiana y la unidad alemana y el desmesurado crecimiento
pensamiento de los Capetos hizo juntarse estas tres fuerzas en
del doble imperio anglosajón.
un mismo plano, y cada una de ellas encontró así su expansión
necesaria. V .— L a F ran cia política no h abía sido nunca tan pequeña.
Buenos o malos, débiles o fuertes, ninguno de estos prínci­ P ero todavía llegó después al máximo que podía llegar su pe-
pes pierde de vista la plasmación de Francia, que así se diría queñez: constituirse en República, es decir, que se ha decidido
es obra de un solo hombre. Pero es la obra de una institución, a ser débil y vencida. Y a lo advertía R enán : “H a y gentes
de una tradición y de una Casa. — dice— que sueñan con una República poderosa, gloriosa, in­
E l Languedoc, observa Renán, e ra distinto de la Francia fluyente. Pues que se desengañen y escojan. Sí, la República
del N o rte por el carácter, la lengua y el clima, pero, porque el es posible en Francia, pero una R epública apenas superior en
rey se empeña, acaba siendo francés. L o mismo ocurre con la' im portancia a la helvética y menos considerada que ella. La
Provenza, y con Lyon, y con el Delfinado. L o mi3mo con el República no puede tener ni E jército ni diplomacia; la R e ­
Franco-Condado y con Alsacia y Lorena. pública sería un Estado militar de una rara nulidad, la dis­
...El nombre de L oren a me vuelve a la memoria y me obse­ ciplina sería en él imperfectísima... E l principio de Repú­
siona siempre que oigo a algún virtuoso publicista lastimado blica es la elección; una sociedad republicana es tan débil co-
MLLE. JEA N JAURÈS 675
674 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA E N “ LE FIGARO”

I V I L — E sta b a lleno de vida y de sim patía reflexiva y bri-


mo un cuerpo de E jército que eligiera a sl§| oficiales; el temor
¡¡ liante, y encarnaba el m ejor tipo francés. Explorador, soldado,
de no ser reelegido ‘paraliza toda energía.”
| escritor, geógrafo, el A s ia misteriosa lo tentó. Soñó con ser
L a energía. L o s elegidos pueden m ostrar alguna por inte­
; llam ado “el A siático”, En riqu e el Asiático— decía él en brom a— ,
reses inmediatos, por cosas de las que h alagan de momento y
como Escipión el Africano. Y , con todo, vuelto a F ran cia en
que las gentes ven y aplauden. P ero carecen de ella para un
i un momento en que el Ejército, la patria y el E stado se veían
interés futuro, por gra v e que sea. U n interés asi no exis’te para
i amenazados, olvidó sus hermosos sueños coloniales p a r a de­
* ellos, que saben lo que es 1902 y lo que será 1906 (fecha de
fender la seguridad pública. Cuando el peligro m ayor pareció
las elecciones), pero tienen la m ayor ignorancia de lo que pue­
i conjurado, y viendo que en lo demás no podía hacer nada, vol-
de ser 1950: 1950 no preocupa en lo m ás mínimo su pensamien­
{ vió a m archarse. Y a veis cómo vuelve. ¡ A los treinta y cuatro
to, porque sólo los franceses de hoy con capacidad de voto son
j años!
p a ra ellos dignos de ser tenidos en cuenta.
A nuestro país le fa lta — fa lta al P od er central del país— un L o s espíritus sensibles se em briagarán de recuerdos, de me-
órgan o de previsión. Podemos decir que, en realidad, le falta el i lancolía y de gloria. Dejém osles mezclar su brazada de asfo-
porvenir. [ délos a la lis cortada de Marcelo. E l príncipe Enrique, si pu-
! diera oírnos h ab lar y dolem os de su muerte, nos conjuraría a
Con todo, en E u ro p a h ay poderes, verdaderos poderes polí­
! que pensáram os en F ran cia m ás que en él.
ticos, que se preocupan y a de calcular lo que puede ser 1950,
— ¡Ved— nos diría, junto con todos sus antepasados— cuán
como Prusia, en 1810, y a calculaba el 1870. “ ¡M alos prínci­
de corazón la hubiese yo servido! ¡Ved, sobre todo, los servi-
pes— asegura Drum ont— los príncipes de E u ro p a !” E s posible,
[ cios que todos los míos le han prestado! ¡Qué arm as y qué
aunque no lo sé. Luis X V era m alo; parece que decía: “des­
pués de mí, el diluvio”, y, no obstante, era un príncipe, obraba í instrumentos p a ra vuestra grandeza! V osotros los desdeña3-
como príncipe; olvidando su divisa, fom entaba su Casa, nues­ i teis, e inmediatamente empezó vuestra decadencia. Em puñad-
tra Casa, la C asa de los franceses presentes y futuros. Sin du­ [ los de nuevo, y con ellos volveréis a ser lo que fuisteis.
da, así serán los distintos reyes de E u ro p a p a ra sus reinos res­
pectivos, porque la política Capeta ha hecho escuela.
¡ Y nos creemos superiores! E s p a ra m orir de risa, como V
suele decir M. de Pressensé. N i siquiera disponemos de un mal
poder político, que es de lo que, por lo menos, disponen los M LLE. J E A N JAURÉS
grandes pueblos europeos. N i siquiera tenemos un m al rey a
quien podamos hacer presente de tanto en cuanto que él es
F ran cia y que ésta, como su café, puede echarse a perder. 19 de octubre de 1901.
V I.— “ ¡ N i siquiera tenemos!...” M ás justo sería decir que
no queremos tener. T al es nuestra ignorancia, tal nuestra lo­ C o rrían los prim eros meses de 1898. T o d av ía no todo el
cura. P orq u e el vigor de la sangre real, la bondad de la raza, i mundo estaba peleado entre sí. Si algunos disputaban, la m a-
brillan, pese a todo, en la muchedumbre de los príncipes que ‘ yoría se lim itaba a la discusión cortés. U n o de los m ás dis­
vienen a fo rm ar en torno de este ataúd. cretos, uno de aquellos a quienes la torrentera debía a r r a s ­
Y aun este ataúd proclam a muy alto las virtudes reales: tra r después lo más lejos posible de los límites de l a discreción,
no hablem os de malos príncipes ante la tum ba de un hijo de ' me confiaba un día sus temores.
F ran cia que, lejos del trono, y sin trono siquiera, h a querido — ¡A h — me decía— , todo esto es abom inable! N o preveo nada
servir nuestra causa y no h a conseguido m ás que m orir. | bueno p ara nadie.— Luego, tras una pausa y un suspiro, añ a-

I
676 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA E N “ LE FIGARO” M LLE. JE A N JA U R È S 677

día: — Todas estas desgracias públicas no h abrán tenido para saciones; emocionarse y vu lgarizar emociones; vibrar y hacer
mí m ás que una compensación : la de haber conocido a una mu­ v ib ra r con ciertas sacudidas nerviosas. E ste era el oficio a que
chacha encantadora. Y como yo me mostré curioso, repitió: h abía aspirado en sus juveniles sueños. P ero le fu é fácil darse
— E n can tadora: mademoiselle Jean Jaurès. cuenta de que un diputado del centro tiene pocas veces la oca­
I. — P or aquellos días, esta irónica fra se podía ir sin glosa; sión de entregarse a líricos trasportes. E n plena paz, ¿qué se
nadie hubiera pensado todavía en la fam osa comulgante 1. Cual­ puede decir ni hacer de dram ático? ¿Qué cuplé lírico se pue­
qu iera hubiera entendido, como yo, que, al decir mademoiselle de entonar? ¿ Y qué actitud teatral adoptar? E l boulangismo
Jean Jaurès, se h ablaba del orador Jaurès en persona, toda e ra antiparlamentario, y este orador nato no sentía la me­
vez que el “señorita” se aplicaba aquí al sexo de su menta­ n or inclinación seria a derribar la tribuna. L a derecha, a la
lidad. que entonces como ah ora estaba reservado el difícil honor de
L a frase, una vez explicada y comprendida, es de una pre­ las protestas elocuentes, hubiera tentado su clase de im agina­
cisión admirable. Cuanto m ejor se conoce el pensamiento de ción si la calidad de diputado de la derecha no hubiera impli­
M . Jaurès, m ejor se convence uno de que no hay otra fórm u­ cado unos principios políticos sólidos y conformes con la razón.
la p a ra definirlo. Quienes han seguido al joven profesor de L a razón asustó a la joven damisela. E l socialismo era lo que
filosofía a partir de sus tesis de ia Sorbona, pasando por el le quedaba y se a rro jó en sus brazos.
fam oso libro de las Preuves, hasta sus últimos artículos de la m. — E n aquel tiempo, el socialismo lo form aban una doc­
Petite République Socialiste, saben que su espíritu reúne to­ trin a y una organización. L a doctrina no era entonces más
das las debilidades y todas las seducciones del espíritu feme­ verdadera que hoy, pero todas sus partes parecían estar uni­
nino. Tiene de él la brillantez, la flexibilidad, el entusiasmo das con mucho vigor. L a organización form aba una especie de
fá cil y continuado. Tiene su abundancia de imágenes, su inex­ bloque. L a señorita Jean Jaurès se dió cuenta, en cuanto llegó,
tinguible flu jo de palabras. Tiene, además (no temamos ren­ del estado de los hom bres y de las ideas, y, después de exami­
dirle un homenaje completo), este supremo espíritu de intriga narlos, se dijo: — V o y a encender todo esto de pasión.
y esta habilidad sin igual que designan a las mujeres 1 2 para Su instinto, su carácter, lo habían inspirado con acierto.
un papel principal en la diplomacia, la policía y la política P orque lo cierto es que mademoiselle Jean Jaurès apasionó al
electoral, a condición de que estén orientadas por hombres. socialismo. Pero, calentándole de cascos, exaltándolo hasta una
N o veo ningún carácter distintivo del género femenino que tem peratura de ebullición y división, contribuyó m ás que nadie
falte a M. Jean Jaurès. L o hemos visto lo bastante versátil y a acusar las lagunas que disimulaba. Y o no soy de aquellos
lo bastante testarudo p ara que nos recuerde los variados as­ que pretenden negar el grave problem a a que el colectivismo
pectos de la E v a eterna.
trata de corresponder. E l conde de Cham bord, el conde de París,
II. — N o voy a decir que se h aya contentado con seguir los
siguieron siempre estos problem as y las soluciones que ellos
impulsos de su corazón. L a señorita Jean Jaurès era ya una
propusieron, y que Su A lteza el duque de Orléans acaba de re­
muchacha talludita cuando cambió de partido. Si le faltaba
cordar, demuestran la preocupación constante de los jefes de
madurez de juicio, tenía, en cambio, experiencia, y, si desco­
la C asa de F rancia p o r la prosperidad pública y p o r el bienes­
nocía el mundo, se conocía a sí misma. Sabía en qué podía
ta r privado. Y a quisiera el legislador republicano apoderarse,
emplear su magnífico capital. Experim entar y propagar sen­
borrando su procedencia, de estas soluciones tradicionales; pe­
ro es inútil: le fa lta ría representar un Estado independiente,
1. L a p rim e ra com unión de la h ija de J a u r è s a c a b a b a de a rm a r
g ra n e stré p ito en el m undo so c ia lista . (N o ta de 1902.) previsor y fuerte. N u e stra Francia, país de propiedad media y
2. E s te a sp e c to del c a rá c te r de M. J e a n J a u r è s se h a acentuado pequeña, es uno de los parajes del mundo en que m ás fácil
m ás a ú n desde h a c e u n año. (N o ta de 1902.) sería la lucha contra el colectivismo si, por suerte, el Estado
MLL E . JE A N JA U R È S 679
678 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA E N “ LE FIGARO”

no fu era electivo. U n Estado electivo obliga a m endigar el Estos textos vagos han hecho el colectivismo accesible y
voto de las m asas y tiene que despreciar la realidad por las h asta simpático a muchos republicanos a quienes repugnaba.
apariencias. Cuantas más prom esas hace, menos puede cum­ Porque, rascad a un republicano, y en seguida encontraréis a
plirlas; cuantos más proyectos de leyes obreras amontona, me­ un romántico que explica sus ideas políticas con escapatorias
nos puede m ejorar la condición de los obreros, condición que a la Teología. L a justicia metafísica, la justicia eterna, la ju s­
merece un estudio profundo y un arreglo equitativo. Este a rre ­ ticia absoluta, tom adas como reglas de la acción y la s circuns­
glo y este estudio valdrán lo que v a lg a el E stado que los lleve tancias, todos estos sueños, caros al corazón de mademoiselle
a cabo. Jean Jaurès, se parecen extraordinariam ente a lo que los
Tanto m ejor será la solución cuanto m ás libremente pueda hom bres de 1848 llam aban el ideal republicano y que sería m ás
pensar en el bien común el poder que deba prepararla. E l pro­ justo llam ar, con un francés que trasciende a alemán, el ideal
blem a económico contemporáneo depende, pues, del problem a de la democracia. L a señorita Jean Jaurès colg a ba de este
político. Resolviendo éste, h ay la posibilidad de resolver aquél. ideal todas sus guirnaldas y le consagraba sus elocuentes sus­
D e otro modo, no. piros. Y como los radicales y los radicales-socialistas acudían
IV . — Mademoiselle Jean Jaurès no se preocupaba de resol­ a sus suspiros y la rodeaban por todas partes, su partido, el
ver, sino de agitar. Se agitó ella cuanto pudo a fin de agitar partido colectivista propiamente dicho, iba insensiblemente ale­
a los demás, y la multitud le respondió. Porque tam bién la mul­ jándose de la trébedes.
titud es hem bra. Su imaginación acoge con transportes de jú ­ Mademoiselle Jean Jaurès no concedió im portancia a esto al
bilo el elemento capaz de turbarla. principio. Pero, a rra stra d a por el flu jo de su elocuencia y so­
Ú n observador hábil y preciso, M. Adolphe Brisson, ha ob­ m etida a la ley de su auditorio, hacía m ás frecuentes cada día
servado los efectos de la p a lab ra jauresiana sobre un joven lo s tem as favoritos del radicalismo. Prescindiendo d e los intere­
obrero de los suburbios. E r a un efecto físico. Con aquella voz ses inmediatos del proletariado, desdeñando lo esencial de la
y aquellas palabras hubiera podido convencer de todo lo contra­ cuestión obrera, es decir, la organización del trabajo, ponía en
rio, si hubiera querido : por la sonoridad de sus palabras, le hu­ prim er lu g a r la defensa republicana y la g u e rra a l Catolicis­
bieran dado crédito y le hubieran seguido a donde se propusiera. m o, es decir, “los derechos del pueblo” y “los principios de la
Mademoiselle Jean Jaurès no busca más que emociones. revolución”. A lo que los colectivistas le objetaban duramente
Ocúpase en d a r a los trabajadores una im agen emocionante de que la revolución b u rgu esa había sido un timo y que la repú- •
los paraísos sociales del porvenir. Como obra de arte, esta im a­ b lie a burguesa no es m ás que una palabra.
gen es mediocre, es nula como cosa científica, pero no por esto ¡U n a palabra! L a desventurada se m aravilla de oír despre­
carece de eficacia revolucionaria. ciar las palabras: ¿acaso tenía ella otros méritos cuando las
V. — Pero lo que la propaganda colectivista ga n a de este mo­ reuniones populares la cubrían de aplausos?
do por un lado, lo pierde por otro. L a seorita Jean Jaurès es V I.— N o tengo ningún propósito de ensañarme en esta po­
una bu rgu esa: romántica, sentimental, exasperada, demente, b re muchacha con el recuerdo de sus tribulaciones domésticas,
pero una burguesa. Tiene, pues, sus delicadezas y no sabe decir pero, con todo, quiero desengañarla. E l otro día, en cinco co­
con aquella crudeza propia de los prim itivos teorizantes de la lum nas de su diario, acusaba al partido clerical de h aber u r­
escuela: “Nosotros somos el partido dél vientre”, sino que tra ­ dido contra ella la agradable historia de la prim era comunión
duce eso con eufemismos bastante distantes o con transcrip­ de su hija. ¡ Pues no ! ; no cabe pensar que “el golp e” v e n g a de
ciones carentes de fidelidad: — “Nosotros aspiram os a la flo r la Iglesia, ni del nacionalismo, ni del antisemitismo, ni mucho
de la justicia eterna.” A u n dicho en latín (aetem ae justitiae .m enos de nuestros monárquicos. N o son los monárquicos, ni los
florem ) el texto carece tal vez de precisión. antisemitas, ni los nacionalistas, ni los clericales quienes están
CONTRA EL CISMA 681
680 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA EN “ LE FIGARO”

Monsieur que en adelante ya^ no a brig a rá los trabajos de la


cansados de escuchar a mademoiselle Jean Jaurès: son las gen­
Com pañía: casa de sabios y de hom bres de consejo, espaciosa,
tes de su propio partido. Apasionando al socialismo, mademoi­
clara y sencilla, rodeada de bellos jardines y llena de libros.
selle Jean Jaurès lo h a desorganizado. L o s socialistas no quie­
Entre sus m uros se llevaba a cabo en común la obra m ás mul­
ren oír m ás a esta turbulenta criatura, a la que tienen por un
tiforme. E l matemático interrogaba al escritor, el filósofo con­
elemento divisor. A pesar de lo que, ella seguirá hablando.
sultaba al historiador, el hombre de leyes al economista, el cul­
...Si lo dudáis, contempladla bien. E n el ángulo de las calles
tivador de las ciencias físicas y el viajero prestábanse mutua­
de M ontm artre y Réaum ur venden unos medallones de porce­
mente sus conocimientos y experiencias respectivos.
lan a verdosa que representan el perfil de esta heroína. N o hay
D e este modo, cada uno de aquellos hombres valía u n poco
que hacer cuenta de la barba, que no representa aquí más que
m ás de lo que hubiera valido él solo, porque participaba del
una abundante vanidad. P ero fijaos en la m irada, que tiene una
v alor de todos. A h o ra han de dispersarse y el patrimonio co­
expresión m ística; seguid las líneas de esta cara pesada y ma­
mún se ve amenazado de destrucción. L a ley— diríamos mejor,
ciza que contrastan con ella que se dirige hacia lo alto como
atraída por el llamamiento de las cosas celestes. E l mentón le­ la fuerza— acaba de trocar este régim en de cooperación por un
vantado, las aletas de la nariz que se hinchan, la línea sinuosa de régim en de individuos sueltos. D e aquel tesoro form ado por
la boca crispada, expresan a un tiempo la satisfacción, el res­ la coincidencia de algunos espíritus superiores, no quedan más
peto, el pasmo, el entusiasmo de las preciosas palabras que va que estos espíritus aislados y errantes. ¿Se puede ju z ga r mas
a soltar. Mademoiselle Jean Jaurès se escucha hablar. Espera que de una sola m anera un hecho semejante? E n todas las
al espíritu, este espíritu que podríamos llam ar material, simple lenguas habladas en el mundo, no podrá calificársele m ás que
soplo— especie de hálito que los patologistas conocen de so­ de gran pérdida y dilapidación.
b ra — que canta a través de su gargan ta lo mismo que canta­ Y a otras tantas pérdidas y m albaratam ientos equivaldrá el
b a antaño en la gargan ta de las sibilas y de las pitonisas y de­ destierro de cuantos grupos religiosos lo su fran aún. Nues­
m ás vírgenes sagradas. tra F ran cia era y a harto pequeña y acaban de dism inuirla to­
E n tre ellas y mademoiselle Jean Jaurès, la única diferen­ davía, precisamente en lo que tenía de mejor.
cia es que las santas m ujeres antiguas reconocíanse órgano y L o s católicos están entregados por completo a las sacudi­
juguete de un dios. ¡E l dio3 se acerca!— decían— y se declara­ das de su dolor; los enemigos del Catolicismo lo están a su
ban inocentes de sus palabras. L a señorita Jean Jaurès ni si- insultante alegría: por esta razón yo me dirijo a l tercer partido
o niera sabe quién es el demonio o el dios que la guía. Y él la en discordia, es decir, a la muchedumbre inmensa de los indi­
guía a donde quiere. ferentes en m ateria de religión, porque son ellos quienes tie­
nen que deplorar como es debido la enormidad de la estupi­
dez que acaba de cometerse. Si un buen día el ministro de H a ­
VI
cienda trepara por la torre E iffe l y desde allá arriba a rroja­
r a al Sena las reservas de oro acum uladas en el Banco, pobres
C O N T R A E L C IS M A y ricos estarían de acuerdo en la necesidad de llevarlo al ma­
nicomio. Pues el ministro del In terior tra ta por el estilo nues­
27 de octubre de 1901. tro patrim onio espiritual: virtudes, talento, ciencia. ¿Pero sa­
be siquiera que éstos son también unos valores?
E sta mañana, al a b rir el número de los antiguos y famosos I.— U n patriota puede perfectamente no creer en el Catoli­
M u d e s de los jesuítas, he visto que mi compatriota y amigo cismo, pero necesariamente tiene que ocuparse del Catolicismo
él P. H en ri Bremond decía adiós a la tranquila casa de la rué como de un elemento político de la raza. E n la antigua F ra n -
CONTRA E L CISMA 683
682 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA E N “ L E FIGARO”

» III.— N o se debe ju z g a r las Iglesias de E stad o que existen


cía, que valía algo m ás que la presente, la s gentes del rey sa­
j| en E u ro p a por su condición presente, porque el tiempo sabe
bían encaminar las m ás delicadas cuestiones al soberano inte­
I arreglarlo t o d o 1: lo instructivo sería recorrer la historia de
ré s del Estado, y en este punto de vista es en el que tienen que
f su fundación, de sus crisis, de sus peligros y de sus tempesta-
situarse hasta los m ás libertinos p a ra enfocar la crisis reli­
¡ des. E sta historia nos enseñaría a qué desolados caminos pue­
giosa comenzada en nuestros tiempos. Desde este punto de
vista, todo es claro. S alta a los ojos que el éxodo de las Con­ de arrastrarnos por espacio de siglos la separación de Rom a.
gregaciones disminuye la fuerza fran cesa en el interior del Seguram ente experimentaríamos desde el prim er momento lo
país, y se advierte que, al reducir el prestigio de los católicos, que experimentaron los ingleses y los alemanes. Disminuiría
este éxodo nos debilita también en el exterior. la im portancia de la “tradición” que R om a custodia y au ­
m entaría la im portancia de las Escrituras. Olvidaríam os to­
N o hay un verdadero francés que no sienta esto, confusa­
do lo enseñado por tantos hombres eminentes desde hace vein­
mente por lo menos, pero una opinión m uy particular neutra­
te siglos sobre el dogm a cristiano, sus explicaciones y sus co­
liza a menudo esta m anera de sentir. O igo a gentes bien inten­
cionadas, pero inform adas erróneamente, que dicen p o r lo b ajo: m entarios; autoridades de tanto valor perderían im portancia;
— Sí, no hay duda, el éxodo es desventajoso. P ero ¿no tiene y a no h abría maestro explicador, intérprete supremo. N a d a
su s compensaciones esta desventaja? Y sobre la base de este de P apa. P o r 'la fuerza de las discusiones, h a b ría que volver a
supuesto construyen un pensamiento ilusorio. la Biblia que, a partir de este momento, sería tenida como la
II.— Quiero decir sin tardar en qué consiste este pensa­ única fuente ortodoxa. N o s veríamos inundados de B iblias en
miento. lengua vulgar. Caeríamos, de la tiara pontificia, b a jo el bonete
L a s Congregaciones form an un conjunto de hilos directos de los exégetas y de los rabinos: todo lo que R om a perdiera
que unen la m asa católica francesa con la Santa Sede. Pues lo gan aría Jerusalén en menos de cien años. ¿ Y preferiríais
bien: en lo que sueñan estos espíritus, por lo demás escépticos Jerusalén a R om a ?
en m ateria de fe, es en la autonomía religiosa de su país. Les pa­ Cualquiera que sea la opinión que sobre ello se tenga, hay
rece m uy conveniente el tener una Iglesia católica francesa que reconocer que el rasgo distintivo de n uestra raza en sus
que, por una parte, se m antenga fiel al dogm a y a la discipli­ h oras de poderío y de perfección es el h a b e r escapado a esta
n a vigente, pero que, por otra, esté absolutamente separada de influencia directa de la Biblia. E l biblism o de Bossuet ha pa­
la Sede rom ana. L e s llenaría de tristeza la idea de inscribir a sado por el prism a griego y latino antes de expresarse en
sus h ijos en los registros de una iglesia protestante, pero en francés. L a s tragedias bíblicas de Racine se parecen a la s es­
cambio querrían perfilar la obra de nuestra nacionalidad me­ cenas bíblicas de R a fa e l: son p ara representadas ante un pór­
diante el establecimiento de una Iglesia propia. U n a Iglesia tico grecorromano. N u e stra lengua, nuestra poesía y nuestro
fran cesa en F ra n c ia es algo que h alaga su afición a la simetría. pensamiento y nuestras artes, a pesar de h aber sido cultiva­
A v e r si h ay alguien que diga que adultero este sueño. Y si dos y desarrollados por los clérigos, se han sustraído a la in­
lo expongo exactamente, permítaseme añ adir que no lo hay fluencia del genio semita. Y somos ya dem asiado viejos p ara
más insensato. Porque es un sueño al que le fa lla absoluta­ v o lv e r hoy a las tiendas de Sem, contemporáneas de la in fan ­
mente el fin a que aspira. Siendo, como es, un sueño naciona­ cia del mundo. Pues a un retroceso sem ejante es a lo que lleva­
lista, tendría como consecuencia el desnacionalizarnos. Conce­ r ía un cisma a la m asa de .la nación; y aun los espíritus m ás
bido p o r un sentimiento del orden, corre a la revolución. A d ­ distinguidos padecerían su influencia.
vierto de ello a los patriotas y a los hombres de orden. La IV .— ¿Quiere alguien m edir como al com pás la diferencia
unión con R om a es precisamente lo que conserva al Catolicis­
mo en F ran cia su doble carácter ordenado y francés. 1. ¡ P e r o a q u é p r e c io ! (,1911).
CONTRA E L CISMA 685
684 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA EN “ LE FIGARO”

advierte a sus fieles que no deben deducir de estos textos nada


que h ay entre una nación que se im pregna de bibüsm o direc­
contra la autoridad de los padres de fam ilia, ni contra los se­
tamente y la misma nación lim pia de este contacto ?
ñores de la ciudad humana. ¿ Y creéis acaso que esta enseñanza
L e e d un medio canto de M ilton después de un acto de Sha­
de la Iglesia sea de poca utilidad para la sociedad civil? E l
kespeare. ¿ E ra católico Shakespeare? Si cabe discusión sobre
simple catálogo de las sectas reform adas y de sus turbulencias
este punto, podemos por lo menos estar ciertos de que no era
bastaría p ara contestar a esta pregunta. N in gú n hombre de
un lector de la B iblia demasiado asiduo. ¡Qué claro se ve esto!
E stado puede desinteresarse de ella.
¡Cóm o se siente! E n Shakespeare florecen la naturaleza anti­
Todo político sabe que con R om a se negocia, pero no cabe
gua, la E d ad M edia y el Renacimiento inmortal. Pero en los
negociar con una turba de exaltados que cantan salmos. H a ­
versos del puritano Milton vemos que, en el intervalo de los
b ría que cargar contra ellos, y esto sería la g u e rra civil.
dos poetas, unos lúgubres predicadores han ensombrecido el
V I,— U n a Iglesia nacional nos traería otra desgracia, y es
mundo y enturbiado la m irada del hombre. E l am or— decía
el matrimonio de los curas que no tardaría en instituirse en
Shakespeare— es demasiado joven p ara saber lo que es la con­
ciencia, y Milton no conoce más que ésta. Su triste poesía es ella.
— ¿ Lo mismo que en Alem ania? ¿Lo mismo que en In gla­
bella, pero representa una serie de incalculables destrozos in­
telectuales y morales. te rra ?
— Sí, lo mismo.
V .— N o me olvido, ciertamente, del peor de los m ales: el
N o me toca a mí, sino a los creyentes, el apreciar la digni­
desorden político. U n cisma nos lo traería indefectiblemente.
d a d m oral del cura casado. L a política no sabe más que una
D e sobra vemos la fa lta que nos hace R om a para defendernos
cosa, y es que el celibato de los sacerdotes evita a nuestra raza
de esos curas demócratas que buscan en el Evangelio fermen­
una abominable p la ga : entre nosotros no existe una tribu de
tos de revolución.
Leví. E l hijo y la h ija de cura no existen en F rancia m ás que
H a causado mucha admiración el que la Loie Füller, inte­
entre los protestantes, que son seiscientos mil entre treinta y
rro g a d a el mes pasado por el Fígaro, h aya atribuido los exce­
nueve millones de franceses. P o r no existir- este fanatismo he-
sos del socialismo anarquista al delirio de les bibliómanos. L a
joven am ericana no hacía más que expresar con esto una opi­ hereditario, nos vemos libres del contrafanatism o de que el ale­
nión corriente en los países protestantes, en los que se ha he­ mán Nietzsche es una buena m uestra L
cho la experiencia de las m alas lecciones que el capricho hu­ U n hijo de pastor en rebeldía contra las ideas y las cos­
mano puede sacar de las Escrituras Sagradas. A un buen ca­ tum bres que lleva en la m asa de la sangre, es el equivalente
tólico francés no se le ocurriría el sacar de San Lucas un estí­ de su análogo, el hijo de pastor que permanece fiel al altar
mulo p a ra el saqueo y la insurrección, y, con todo, San Lucas doméstico: la desvergüenza del prim ero corre parejas con la
se a le g ra de que el “Señor haya depuesto a los poderosos del sequedad del segundo. N o pido, como hubieran hecho en Gre­
Tron o” y de que “haya exaltado a los hum ildes”, de que “haya cia, que esos dos monómanos sean castigados p o r habernos he­
saturado a los ham brientos” y de que “h aya despedido a los cho tan desagradables el vicio como la virtud, pero la repug­
ricos con las manos vacías”. nancia que ambos nos inspiran debería hacernos romper en
Asim ism o, San Mateo, en el Sermón de la Montaña, tra s­ acción de gracias a esa alm a de la patria, a ese genio de la
cribe estas palabras de Cristo: “N o llaméis a nadie vuestro nación que perpetúa en nuestro suelo el Catolicismo romano.
dueño, porque no tenéis más que un dueño, que está en los Santa Iglesia de Roma...— decía el lírico sagrado.
cielos” ; “no llaméis a nadie vuestro padre, porque no tenéis
1. A q u í p o d ríam o s d is e ñ a r u n a s e rie de r e tra to s d e fa n ático s hijos
más que un padre, que está en los cielos”. Afortunadamente, d e p a sto re s e v a n g é lic o s: el m in is tro S teeg, el d ip u ta d o F ra n c is de
la Iglesia, la antigua Iglesia católica y apostólica de Roma, P re s se n sé , el s e n a d o r F la issié re s (.1911).
PU ES HAY QUE VIOLARLA 687
686 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA E N “ LE FIGARO’
— A l em barcar a este general con hombres, cañones y m u­
V II.— A l acom pañar con la m irada sobre tierra, extranje­ niciones, el Ministerio nos em barcaba en una tde esas aven­
ra a los m onjes y religiosos, de cualquier hábito que sean, po­ turas de las que nadie puede saber cómo se saldrá. E l G ra n
demos decir, un poco con otro sentido, pero con el mismo Turco puede someterse, cosa previsible, pero debe también te­
sentimiento:
nerse previsto otro caso, y es el de que nos resista, y entonces
— ¡Buena Iglesia de Roma, de la que la Iglesia de las Ga-
es la g u e rra : una g u e rra iniciada por la sola iniciativa g u b e r­
lias no sabría separarse! Iglesia de la civilización, de la políti­
namental y sin la aprobación del Parlam ento.
ca, de las letras, de las ciencias, de las costumbres, Iglesia del
M . de Pressensé, que sabe escoger los adverbios, escribe
orden! Tú, que has sido una de las providencias naturales del
que semejante estado de cosas “viola desvergonzadamente la
género hum ano: quienes sufren por ti, sufren la m ás noble de
ley constitucional”. Desvergonzadam ente o no, es un hecho
las penas. E llos han sabido escoger el deber verdadero al ne­
que la están violando. L a violan, pero es que h ay la costum­
garse a traicionar el m ás pequeño de tus cánones. E n este, co­
bre de violarla, costumbre bastante vieja, pues tiene y a vein­
mo en tantos otros casos, desde hace mil quinientos años, tu
ticinco añ os: la m isma edad que la Constitución.
causa y la causa de nuestra P a tria se confunden. Aquellos de
II.— Desde hace veinticinco años la L e y constitucional esta­
nosotros que no siguen tus doctrinas, tienen, no obstante, que
blece que “sólo la L e g isla tu ra puede ejercer el derecho de gue­
bendecirte, que honrarte y defenderte, aunque no fu e ra más que
rra y de paz”. Y esto está conforme con esa justicia teológica
porque conocen y se espantan de tus enemigos. Estos repre­
que ciertamente es el alm a de u na bu en a república demo­
sentan en F ran cia a l mismo enemigo de Francia, y su esfuerzo
crática.
p ara destruirte no es otra cosa que un asalto más contra el vi­
Quiere, en efecto, la Justicia, que si la g u e rra han de h a­
g o r histórico de la nación.
cerla todos, sean todos también a d eclararla o, por lo menos,
que la declaren los m andatarios de todos. Y quiere la Justicia
que los soldados, antes de exponerse a la s balas, sean consulta­
V II
dos en escrutinio secreto por los jefes. E im porta poco, desde
el punto de vista de la Justicia, el que corran de este modo mil
P U E S H A Y Q U E V IO L A R L A nuevos riesgos de derrota y muerte. F ia t justitia— dicen los
justicieros— , ruat coelum. H ágase la ju sticia y abrásenos la
metralla.
8 d e n o v ie m b r e d e 1901.
U n a República democrática es el régim en en el que la vo­
luntad de cada ciudadano goza prerrogativas de soberano. Y en­
L a P ren sa de izquierda y de derecha nos está asegurando
tre todas las prerrogativas soberanas, la esencial e s el derecho
desde hace algunos días que M. Em ile L oubet y sus ministros
de g u erra y de paz. U n casas belli es estrictamente un caso
están violando la Constitución. — ¡Sús y a e llo!, digo yo a estos
reservado al soberano. Y , siendo nosotros reyes, este derecho
señores. H a y que reconocer que están haciendo u na buena obra.
nos corresponde. A lo sumo, pueden ejercerlo nuestros delega­
Cuenten con mi enhorabuena cada vez que violen la Consti­
dos inmediatos y de m ás reciente elección, por nosotros y por
tución. Y si necesitan que les ayude...
delegación nuestra. A trá s el presidente de la República, atrás
I.—-Pero, en realidad de verdad, ¿la han violado? N o cabe
los ministros y el Senado; republicanamente, el único poder
duda de ello, después que han fletado al alm irante C a illa rd 1.
competente en este caso es la Cám ara b a ja y, si hubiera en el
mundo una cám ara más b a ja (quiero decir, m ás próxim a al
1. £1 G obierno fra n c é s a c a b a b a d e e n v ia r a O rie n te u n a e sc u a d ra
p a r a g a r a n tiz a r el co b ro de los c ré d ito s T u b in i y L o ran d o . elector), a ella h a b ría que recurrir. E l que desconfía de los
PU ES HAY QUE VIOLARLA 689
688 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA E N “ LE FIGARO”

E n otro tiempo tuve yo mucha curiosidad de saber cuáles


diputados, desconfía de la República. Quien usurpa el lu gar de
eran las disposiciones de M. 'Loubet en este punto. L a ini­
la asamblea, suplanta la soberanía popular con su propia sobe­
ciativa que acaba de tom ar me tranquiliza mi poco. Si la ten­
ranía, con lo que viene a echar por tierra las esencias de la
go por peligrosa ( y pronto diré por q u é ), lo es mucho menos
República.
que lo sería, por ejemplo, el estado de espíritu jurídico-m eta-
III.— T al es el derecho republicano prom ulgado hace vein­
físico-camelístico de un presidente que se negara a sacar a su
ticinco años. Pero desde hace veinticinco años también, los he­
chos no han cesado de ir minando la República, obligando a los país del atolladero por temor a violar la Constitución.
diferentes jefes del Estado a violar la Constitución. IV .— ¿ P o r qué los actos diplomáticos y militares de la ter­
E n efecto, siempre o casi siempre el Ejecutivo ha proce­ cera República han estado siempre o casi siempre en un des­
dido p o r su propia iniciativa a expediciones que, como dice acuerdo tan violento con el derecho republicano? Creo que una
M . de Pressensé, no se distinguían más que nominalmente de sola p a lab ra basta p a ra explicarlo. L a necesidad lo exigía.
una em presa m ilitar y que, en todo caso, “podían llevar de un O, m ejor dicho, dos necesidades: una tan vieja como el mundo
momento a otro a la g u e rra ”. y otra completamente moderna.
L a expedición de China, la de Túnez, la de Dahom ey, la de Necesidad tan v ieja como el m undo: en todo tiempo, las
la Indochina, pueden servir de ejemplo. L a historia de F a- operaciones m ilitares y diplomáticas han dependido de tres
shoda, que hace poco contaba aquí Saint-Simonin, es otro no condiciones principales: rapidez, continuidad y secreto. E n to­
menos bueno. Cuando Saint-Simonin la contó, hizo que pusie­ do tiempo, las asam bleas numerosas no han sido capaces de
ran el grito en el cielo todos los am igos de la Constitución. ser ni m uy rápidas, ni muy seguras, ni m uy discretas. Razón
Todo el mundo lo recuerda. N o s am enazaba una guerra p o r la que en todo tiempo han sido los reyes, los jefes, quie­
en E uropa, en A fric a y en todos los mares. E l Gobierno nece­ nes han guiado la diplomacia y la guerra. E n todo tiempo, las
sitaba créditos p ara proceder a los preparativos necesarios, democracias, cuando eran parlam entarias, no han tenido capa­
pero los créditos hay que pedirlos a las Cám aras, y éstas es­ cidad p a ra la g u erra ni p ara la diplomacia. Las repúblicas vi­
taban cerradas por aquel entonces. E l reunirlas bruscamente gorosas, como la de R om a y la de Venecia, eran dirigidas por
h ubiera alarmado, y, aun en el caso de que hubieran estado unos patriciados poderosos. E n igualdad de circunstancias, pue­
funcionando, sus ruidosas' deliberaciones hubiesen servido para de afirm arse que el éxito final en m ateria de diplomacia y de
poner de manifiesto ante el enemigo nuestros puntos débiles y g u erra depende de la unidad en la dirección y en el mando.
al m ism o tiempo hubieran enervado al país. P a r a no complicar, Esto es viejo como el mundo. V ayam os a lo actual. Las
pues, la situación, se hizo caso omiso de las Cám aras. E n au­ condiciones de la diplomacia y de la g u erra exigen más estric­
sencia de éstas, se dió un pequeño golpe de E stado presiden­ tamente que nunca la prontitud y el misterio. L o s jefes ger­
cial y m inisterial violando la Constitución en nombre de la manos reunían a sus guerreros cuya opinión consultaban an­
salud nacional. tes de emprender una guerra. N uestros antiguos reyes consul­
P ero ¿las mismas situaciones no llevan fatalm ente a las taban a veces a sus Estados. ¿ P odría hacerse esto hoy ? En
mismas medidas? O tro amigo del antiguo presidente, nuestro opinión de los especialistas, la victoria es del pueblo que más
colega M. H ugues L e Roux, contó cierto día que M. Félix pronto y en m ayor número esté sobre las armas. E n 1870, se
F a u re se había jurado a sí mismo m ovilizar por sí y ante sí esperaba que h abría un lapso de tres meses entre la declara­
a las tropas en caso de declaración de guerra a Alem ania. P a ­ ción de g u e rra y la llam ada de los reservistas, y fu é sólo cues­
rece se r que el presidente había hecho una buena provisión de tión de días y hoy sería cuestión de horas. Dice Montesquieu
energía que le parecía obligada por sus deberes de patriota, que el parlamentarismo, salido de los bosques de Germania,
si no lo e ra por su profesión de republicano. es una m áquina bárbara, demasiado lenta y pesada para res-

44
E L ESCÁNDALO 691
690 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA E N “ L E FIGARO

príncipe reinante con el interés nacional: un rey puede equi­


ponder a las condiciones del nuevo orden de cosas. E s t a carre­
vocarse, pero está m ás interesado que nadie en que esto no
ta m erovingia debe ceder el paso al automóvil.
ocurra y, si comete error, en descubrirlo y rectificarlo cuanto
A sí es como la reina del mundo, la necesidad, acum ula con­
antes. A u n cuando es un hombre, ruin como L u is X I fué, sirve
tra la República los hechos que la niegan. A s í es como impuso
al interés de su pueblo sirviendo su interés propio. P o r el con­
a los m agistrados republicanos, en nom bre de los deberes de
trario, ¿quién no advierte la facilidad con que estos dos inte­
su cargo, los métodos naturales de la M onarquía. Siempre que
reses se desdoblan en el corazón de un presidente electivo y de
se presenta un hecho político importante, un problem a inter­
sus ministros, cualquiera que, por lo demás, sea el valor inte­
nacional, se ven obligados a v iolar la Constitución.
lectual o m oral de cada uno de ellos?
V .— L o hacen, y hacen bien. Su único error es el no vio­
V L — S í; tenemos u na función real ejercida sin la experien­
la rla m ás que en parte. L a salvación del país exigiría que tu­
cia del “oficio de rey” . Tenemos la Corona sin la unidad, sin su
vieran bastante v a lo r y presencia de ánimo p ara violarla a l
responsabilidad ni personal, ni doméstica, n i dinástica, y te­
por mayor.
nemos una m onarquía sin este patriotismo que es natural a los
Como han de im provisarse en la función real, tienen que
reyes como expresión de sus intereses m ás caros. Tenemos una
im provisar las cosas y las estropean al hacer medio a escon­
m onarquía sin ninguna de estas ga ra n tía s esenciales.
didas lo que un rey no improvisado, sino en plenos poderes y
E s una monarquía, no obstante, postulada p o r la necesidad
firmemente asentado en su función soberana, podría hacer con
y p o r la naturaleza de las cosas; es la m on arquía a p e sa r de
todo cuidado y estudio.
todos los pesares. P ero y a que la naturaleza nos la trae, sea­
Se improvisan como reyes, es decir, usurpan la autoridad
mos hombres, hagam os lo que los hom bres de todo tiempo han
real, pero la responsabilidad real la esquivan p o r completo.
hecho con los productos naturales. Perfeccionem os este meca­
E n prim er lu gar, porque la suya está dividida entre muchas
nismo en bruto. Saquemos de esta m onarquía anónima, irres­
personas. E n segundo lugar, porque no alcanza m ás que a un
ponsable, fugitiva, precaria, una M o n arqu ía que responda a
espacio de tiempo cortísimo. Porque es solo a m andar— el mo­
la s cuatro o cinco grandes condiciones de la salud pública.
narca— y porque permanece mientras que todo cambia, un rey
D e una vez para todas, acabemos con la República y vol­
se siente responsable ante su pueblo, ante su dinastía y ante
vam os al R e y nacional.
la historia: tengo dem asiada buena idea del buen sentido de
M. Loubet p a ra suponer siquiera en él ni la m ás rem ota idea
de esta triple responsabilidad.
Finalmente, nuestros m agistrados republicanos, al im provi­ vm
sarse como reyes, usurpan el arbitrio real y, a lo la rg o de to­
do este artículo, he dado por supuesto, p a ra tratarlos con con­ E L ESCANDALO
sideración, que sólo lo usurpaban en razón de la conveniencia
pública. Pero ¿ y si p o r azar lo usurpaban en fa v o r de los inte­
23 d e n o v ie m b r e de 1901.
reses de su partido? ¿ Y si lo usurpaban en provecho de los in­
tereses privados ? K ¿ Y si estos intereses privados fueran opues­
tos al interés general? N o tenemos ninguna garan tía frente a Entonces, ¿es verdad que el socialismo crece en F ra n c ia por
esta triple posibilidad. L a M onarquía hereditaria identifica al1 todas partes? ¿ Y los periódicos de todos colores están llenos
de la exposición de su doctrina y de las inform aciones de sus
éxitos electorales? ¿ Y se prevé que en la C ám ara próxim a h a b rá
1. P a re c e que en n o v iem b re de 1901 fu é a si. L o s cré d ito s T u b in i y
y L o ran d o ¿ e ra n s iq u ie ra c réd ito s fra n c e se s? (1902). cien diputados colectivistas, y nada viene a rectificar el pro-
E L ESCÁNDALO 693
602 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA E N “ LE FIGARO’

| obrero europeo ve aum entar sin cesar la tasa de su salario.


nóstico de hecho tan escandaloso ? 1. L o s cabecillas negocian
de igu al a igual con los ministros y el Parlam ento, y diríase I Yo, por mi parte, añadiré que, lejos de form ar entre nacio-
nes una vasta comunidad económica cuyos miembros todos

Í
en verdad que los agitadores están, p o r su v alor o p o r su nú­
mero, en condiciones de hacer la ley. sean solidarios entre sí, el obrero europeo se aprovecha del
I.— Y, no obstante, la idea socialista tiene que b a ja r la ca­ progreso económico de su patria y que asimismo se beneficia
beza ante la crítica de los hechos. H ace unos cincuenta años, 1 de los males económicos de los países competidores: un obre-
los doctores de la iglesia socialista enseñaban que su sistema 1 ro del puerto de G énova cobra lo que aportan a su trabajo la
no e ra un program a de reform as concebido con objeto de al­ I huelga y el ayuno del obrero del puerto de M arsella; el rnine-
canzar ciertos bienes apetecibles o de curar unas dolencias in­ I ro belga advierte al minero francés que no espere que él huel-
soportables: no; según ellos, el socialismo presentaba senci­ I gue porque se vaya a la h uelga de nuestras fronteras para
llamente úna imagen, en cierto modo fotográfica, de la futura I "dentro. M ás aún : el obrero ni siquiera form a un proletariado
sociedad tal como sus dimensiones y contornos son calculados | unido, compacto y solidario dentro de su respectiva patria.
p o r la Ciencia, tal como una evolución, y a m uy adelantada, Este proletariado de que tanto se h abla y tanto se escribe, no
iba necesariamente a m odelarla. N o nos decían nunca: Estaría es más que una ficción que de tanto en cuanto se desvanece.
bien que esto fuese así..., sino: Será esto, nosotros no hace­ H a sta en F ran cia hemos visto a nuestros metalúrgicos repro­
mos más que anticipamos a los hechos para facilitar y simpli­ chando a los mineros su arrogancia, su egoísmo y sus preten­
ficar su advenimiento. E stas parteras del porvenir conjuga­ siones de privilegio. P o r su parte, el minero francés se lamen­
ban todos los tiempos de los verbos en futuro, pero como lo t a ásperamente de que, con las cotizaciones que él aporta a
hacían con una gran seguridad, cualquiera que hallaba gusto la caja nacional de retiros p ara la vejez, “aporta a la masa
o estaba interesado en que sus predicciones se cumplieran, los mucho más de lo que ésta le d a rá a él”. ¡Oh solidaridad de las
creía con verdadera pasión. m asas proletarias, éstas son tus pruebas!
Tales teorías de visionario eran aceptadas como “leyes”. Y no hablo del obrero del campo. De un extremo a otro
D e hacerles caso, las clases pobres de todas las naciones esta­ de Europa, el obrero agrícola ha comprendido a menudo que,
ban destinadas a unirse frente a las clases capitalistas del si tiene algún interés común con el proletario de las ciudades,
mundo entero: ley de la lucha de clases. Y asimismo, mien­ tiene unos intereses comunes m ayores aún, más estrechos y
tras que los ricos debían enriquecerse m ás cada día, los po­ m ás profundos, con su propietario y su arrendador. E s fácil dar­
bres tenían que empobrecerse también paralelam ente: ley de se cuenta, gracias al funcionamiento de los Sindicatos Agrícolas
la pauperización del proletariado. Y am bas “leyes” han que­ y de las C ajas de Crédito Agrícola, en Francia, Alemania, A u s ­
dado desmentidas. tria e Italia, científica y experimentalmente, de donde está la co­
II.— U n espíritu de los m ás penetrantes, uno de nuestros munidad de intereses. E s menos fuerte de lo que se dice entre
críticos m ás sabios, M. Jean Bourdeau, recordaba el otro día personas de la misma clase, y, por el contrario, lo es más de lo
en los D ébats que, lejos de hacerse cada día m ás pobre, el1 que se dice entre personas aplicadas al mismo tra b a jo : em­
pleados y capitalistas, obreros y patronos, proletarios y pro­
1, N o h a sido el n ú m ero de d ip u ta d o s c o le c tiv ista s sino el p a rtid o pietarios. Si una industria es floreciente, todos los que de ella
ra d ic a l-so c ia lista , el p a rtid o d e C om bes y de P e lle tá n , lo q u e h a c re ­
cido en las ú ltim a s elecciones. P e ro e sto no m odifica p a r a n a d a n u e s­ viven prosperan con ella, pero, si languidece, todos sufren las
tr a s conclusiones. Como hem os d icho a m enudo, y com o se v e rá m á s consecuencias de ello, desde los dueños del capital hasta los
a d e la n te , n o es lo pelig ro so el colectivism o, sin o el e lem en to dem ocrá­ m ás ínfimos asalariados.
tic o q u e se a ñ a d e a él. E l p a rtid o ra d ic a l-so c ia lista es a n te todo de­
m ó c r a ta , p o r Jo que c o n stitu y e e l elem en to v iru le n to del socialism o. L a apariencia de lo contrario se d a sólo en la g ra n indus­
(N o ta de 1902.) tria, pero sólo en ella. O, por m ejor decir, es en ella donde se
EL ESCÁNDALO 6?5
694 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA E N “ LE FIGAKO”
basa únicamente en la elección extendida a todas las cosas,
h a dado y donde podía despistar a las gentes. L a g ra n indus­ como decía Balzac, fomenta, adiestra y suscita necesariamente
tria ha sido el pretexto general del socialismo. B a jo su influen­ toda una turba de candidatos. Os daréis cuenta de que ninguna
cia, el socialismo nació y se desarrolló.
reform a electoral sería capaz de acabar con toda esta turba.
ni. — Razón p o r la que el crecimiento del socialismo se ex­
¿Pues qué? E l Estado, un presupuesto enorme, u n a influencia
plicaría en Alem ania, en Bélgica, en In glaterra, países hulle­
inmensa son entregados a la voracidad del prim ero que sepa ha­
ros, países en los que la g ra n industria absorbe en la mayor
cerse notar a los ojos de los electores, ¿y qu erríais que no se
parte la actividad y los recursos.
echaran a la vez sobre este magnífico botín todos los caba­
Tanto allí como aquí, sería indudablemente un mal un cre­
lleros de industria, todos los bandidos, todos los pillastres de
cimiento del socialismo, pero un mal natural, un fenómeno ex­
F ran cia ?
plicable p o r simples causas económicas. ¡Pero en Francia!
L a naturaleza misma del suelo francés y de nuestro pueblo
¡E n Francia, país de pequeña y de m ediana propiedad! ¡E n
rechazan el socialismo. Este sólo tiene un elemento que le f a ­
F rancia, donde, a fin de cuentas, hay cerca de veinte millones
vorezca en F ran cia: el régim en electivo. P atron os amenazados
de rurales p o r treinta y nueve millones de habitantes! ¡E n
de ruina, trabajadores decentes que os veis amenazados en
Francia, cuna y patria de elección de la clase m edia! ¡E n F ra n ­
vuestro medio de vida, ¿queréis acabar con el socialismo? Pues
cia, el país del mundo en donde, según observa M. Frédéric
acabad con el régimen electivo. Vuestro m al nace de él, y sólo
Am ouretti, se cuenta el m ayor número de personas que tie­
con él acabará. Balzac tenía previsto que F ra n c ia Testificaría
nen de tres a cuatro mil francos de ren ta! ¡E n Francia, donde
algú n día la práctica de “la elección aplicada a todo". L o exi­
los mineros, estos mineros que absorben toda la atención des­
gen el interés público y el interés privado. N o h a y m ás que un
de hace tres largos meses, no son más de 165.000, un poco más
remedio a este escándalo del socialismo electoral: la sustitu­
de la doscientascuarentaava parte de la población! *
ción de la elección por la herencia, de la R epública por la M on­
Sum ad estas insignificantes minorías de los obreros de la gran
arquía. L o he dicho muchas veces y lo repetiré siempre, del
industria y, por otro lado, las mayorías form idables que dan,
puestos en fila, nuestros rurales, nuestros rentistas, nuestros mismo modo que Catón repetía al Senado de R o m a que había
pequeños y medianos propietarios de las ciudades, nuestros obre­ que destruir a C a rta g o : hay que acabar con la República.
ros y patronos de las pequeñas y medianas industrias: es enor­ V .— Seguramente, b a jo un rey dinástico y superior a los
me la diferencia entre la pequeña tropa expuesta al contagio partidos, el capital y el tra b a jo tendrían tam bién sus conflic­
del socialismo y la inmensa muchedumbre de aquellos a quienes tos, pero serían los conflictos naturales, proporcionados a su
el socialismo sólo puede asustar. Tengo, pues, sobrados motivos verdadera importancia y no desnaturalizados p o r la política
p a ra afirm ar que en Francia el progreso actual dél socialismo no electoral. E l rey, actuando en sus Consejos, sería el árbitro su­
deriva de hechos económicos, de hechos naturales, de hechos prem o de los mismos, pero nunca su esclavo. G aran tizaría la
puros. Depende de una impureza y de un artificio. Depende de fortuna de F ran cia en toda la extensión de esta palabra. Trein­
la intrusión de un elemento extraño en el orden económico. Re­ ta y nueve millones de franceses vivirían felizmente en este
pito que es un escándalo, un escándalo político, ni m ás ni régim en y los 165.000 mineros que tienen en ja q u e a nuestro
menos. desgraciado presidente y a sus pobres ministros tampoco ten­
IV .— In vestigad cuál es la causa política de todo esto. Fácil­ drían que dolerse del cambio de régimen. Puesto que el carbón
mente la encontraréis. Os daréis cuenta de que son muchas las es necesario y que ellos hacen fa lta para extraer el carbón y,
personas interesadas en desnaturalizar las relaciones entre el puesto que, tras haber obtenido y a cien privilegios, quieren to­
capital y e l trabajo. Os daréis cuenta de que este interés es de davía otros cien, se pondría punto final a tales privilegios nom­
orden electoral. Os daréis cuenta de que el régimen que se brándoles caballeros, como se hizo antaño con lo s obreros del
E L NUEVO ADHESIONISMO 697
696 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA E N “ LE FIGARO”

hombres y las ideas de autoridad. E n todas partes las robus­


vidrio, y, como nobleza obliga, se pondrían a tra b a ja r tranqui­
tas construcciones políticas levantadas por unos ministros fuer­
lamente 1.
temente apoyados en sus dinastías han impulsado el progreso
general. G ran lección de cosas propia p a ra tentar a los jóve­
IX nes franceses, por lo menos a aqueüos que se sienten patrio­
tas y son inteligentes, instruidos y perciben cuán atrasado
E L N U E V O A D H E S IO N IS M O vive su país.
II.— A lgú n día, cuando se abarque en su conjunto el movi­
miento intelectual que nos conduce a la próxim a restauración,
11 d e d ic ie m b r e d e 1901. esta explicación no fa ltará . P ero la H istoria ve desde demasia­
do arriba, desde demasiado lejos, p a ra recoger todos los deta­
Creo que fué en los primeros días del último noviembre lles de los acontecimientos. D e hecho, nuestro mismo partido
cuando uno da nuestros colaboradores, M. Joseph Galtier, sos­ del orden es una reacción nacida del desorden interior, pero
tuvo u n a curiosa conversación con el m arqués de Castellane. nunca de una comparación de la situación de Francia con la
E l m arqués es el veterano, el patriarca del “reconoeemente- del extranjero.
rism o” republicano. A I consagrar (¡ y con qué p a lab re ría !) a E n tre los muchos talentos que yo he visto llegar al mon­
sus tres hijos y a uno de sus sobrinos a ios anticuados altares de arquismo, sólo uno h a brá venido a él por este camino real:
la democracia, invitaba a la sociedad— todo su mundo— a se­ M. Jacques Bainville. Corría el año 1898 y Jacques Bainville
guirle. E ste llamamiento ha sido oído, y a que no escuchado, y, contaba unos diez y nueve; acababa de regresar de Alemania,
en los últimos días del mismo mes, un joven de tan buena pro­ en donde había estado preparando su libro sobre Luis I I de
sapia como los Castellane y de un espíritu singularmente vivo, Baviera. L a potencia germ ánica impúsose a su reflexión y
perspicaz y firme publicaba su profesión de fe, pero era de fe comparó con ella nuestras debilidades, cuyas causas se puso
en la M onarquía: el nuevo adepto e ra el conde Léon de Mon- a investigar, y, una vez halladas, sacó la conclusión obligada:
tesquiou.
ai llegar a la estación de Avricourt, Jacques Bainville compró
I.— E sta s adhesiones contradictorias serán fácilmente ex­
la Gazette de Frunce, de la que hoy es redactor.
plicadas por la H isto ria :
A pesar de toda su inteligencia y de todo su saber, dudo de
— Castellane— dirá ésta— tenía las ideas de su época, co­
que Jacques Bainville hubiera podido elaborar un razonamien­
rrespondientes a la mitad del siglo pasado, momento en que la
to tan matemático de pertenecer ai mismo mundo que Montes-
revolución parecía ser el porvenir de E u ro p a entera. Pero Mon-
quiou. E l joven burgués que un buen día se despierta siendo
tesquiou, en este prim er año del siglo xx, no cuenta todavía
monárquico, se lim ita a d ejar sentado que lo es y se pone bue­
treinta. Sus ojos, que contemplan a la E u ro p a contemporánea,
namente a trabajar. Pero el sonido de esta p a labra pone a un
o b ra de los Bism arck y de los Beaconsfield, de los Cavour y de
Montesquiou en desconfianza. ¿Contra quién? Contra sí mis­
los Cánovas, advierten que desde hace cincuenta años no se
m o: teme engañarse, teme ceder con demasiada facilidad a
h a hecho en ella nada grande, nada útil, que no se deba a los
unas tradiciones respetables, pero pasadas de moda, y de las
que las personas más despiertas de su alrededor están encan­
1. U n periódico m in is te ria l del N o rte s e p e rm itió el p a sa d o n o v ie m ­
b r e el p o n er en d u d a la se rie d a d de e s ta solución. ¿S abe n u e stro co­ tadas de haberse libertado y no lo recatan.
le g a que M. B ism a rc k a b rig a b a la id e a de m ilita r iz a r a los m ineros ? Conviene confesar que las altas clases francesas han per­
(N o ta de 1902.) P o ste rio rm e n te , B ria n d h a m ilita riz a d a a los fe rro ­
dido mucho, no digo desde hace un siglo, sino desde hace dos
v iario s, p e ro los d e sd ich ad as no h a n conocido m á s que el anveí-so de
e s t a situ a c ió n (1911). o tres. Y a L u is X I V se aplicaba a no gobern ar m ás que con
E L NUEVO ADHESIONISM O 699
698 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA E N “ LE FIGARO”

raleza del tema, h a entretejido estas impresiones en un orden


la burguesía. R iv arol escribía en su tiempo: “L o s emigrados
riguroso y simétrico. U n o de los nuestros acaba de decirlo:
traen siempre el retraso de un ejército, de un año y de una
“H e aquí el M anual del nacionalismo in te g ra l”, y creo que to­
idea.” P a la b ra s sintéticas y que siguen siendo actuales. L a su­
davía es algo m ás que esto. Con sus capítulos tan claros,
perioridad de espíritu es todavía una excepción y casi una m an­
tan sucintos y tan puros, con sus notas que su brayan de un
cha entre' nuestros em igrados contemporáneos. Y si uno de
capítulo a otro el desenvolvimiento del pensamiento, este libri-
ellos se distingue, como Léon de Montesquiou, por el mérito per­
to resulta completamente digno de su g ra n título: L a Salud
sonal, ellos no se dan por enterados.
Pública.
II.— Conocimos a Montesquiou en . el momento de la crisis.
N u e s tra s querellas civiles acababan de descubrirle su calidad m. — Preciso, consecuente y probo, h abía empezado por
de ciudadano. Como todo el mundo, se h abía instrito en los reconocer que no sabía nada. Se confesó, pues, a sí mismo
registros de la “L ig a de la P a tria F ran cesa”. Frecuentaba que nada sabía y se dió cuenta inmediatamente de que algo
n uestras reuniones de la Action Française, a las que traía una quería, a pesar de todo, y púsose a in vestigar qué e ra lo que
buena voluntad sin límites, un espíritu abierto y vigoroso, pe­ quería.
ro, en cuanto a opiniones preconcebidas, tabla rasa. Republi­ — Y o soy nacionalista— se dijo— . Quiero, pues, la salva­
cano p o r pundonor y acaso por costumbre, confiesa hoy que los ción de la patria. Pongo su salud por encima de todas la s co­
motivos invocados en fa v o r de la República eran tan ajenos a sa s; de consiguiente, la salud pública es m i soberana y no ten­
él como las razones que pudiera h aber p a ra p referir la M onar­ go o tra : p o r tanto, la voluntad del pueblo no es soberana ni
quía. “N u n ca— dice él— había pensado seriamente en estas co­ mucho menos.
sas.” P ero le pareció que la patria estaba en peligro y se puso H a b ría que citar este capítulo fundam ental en el que Mon­
a estudiar los métodos y las doctrinas de salvación. tesquiou d e ja sentado que “la soberanía del pueblo no es me­
— Cuidado— le dijo alguien— , que ésta es una palabra muy nos ficticia que el derecho divino de los reyes”, pensamiento
p e ligrosa: quien quiera seguir siendo republicano, h ará bien en que lo separa de M. P a u l Dérouléde. Porque, según éste, la v o ­
evitarla. U n a vez afirm ada la voluntad de salvar a nuestra luntad del pueblo no puede ser violentada ni siquiera en razón
patria, todo se encadena, todo se deduce en un movimiento in­ de la salud pública. N i siquiera p a ra salvarse puede despojar­
eluctable. L a fantasía, la misma elección, no tiene en ello parte se la nación de sus derechos, es decir, de su libertad política.
alguna. Si ha decidido usted ser un patriota, acabará usted fa ­ U n a nación que quisiera abdicar de su libertad política, no
talmente haciéndose monárquico. puede h acerlo: M. Dérouléde se lo prohíbe en nom bre de su
.•Cuántas sonrisas recoge uno cuando plantea este teorema! sistema jurídico y metafísico. L o s polacos del siglo x v m no te­
T od avía me acuerdo de la. sonrisa de Montesquiou, y tal es, no nían derecho a sacrificar su funesta libertad política a las ne­
obstante, el prefacio natural de una conversión. V erdad es cesidades de la independencia nacional. Se mantuvieron asi
que todos los pasos de Montesquiou hacia ésta han sido suce­ libres de toda dinastía polaca, pero, en cambio, dependen de
sivos y disputados palmo a palmo y línea a línea. L a colección unas dinastías extranjeras. D e modo que, p a ra estar libres de
de nuestra Action Française y de los Annales de la Patrie la C asa de Francia, tendríamos el deber de p re ferir el yu go de
Française, en que iba consignándolos, darán fe de ello. Pero la Casa de Prusia. ¡Q ué adm irable nacionalismo!
como toda su lenta evolución ha ido haciéndose en un mismo Montesquiou había llegado al fondo de todo este absurdo.
sentido, sus once artículos, espaciados en un período de dos años, P arece que M. Dérouléde ha acabado dándose cuenta de su fa l­
form an, reunidos en volumen, una especie de memoria de un sa posición, y a que, tras habernos excomulgado del nacionalis­
v ia je político y económico que reúne el sólido aspecto de un mo, acaba de prohibir el uso de esta p a la b ra entre los suyos.
tratado. U n azar natural, o, por m ejor decir, la misma natu- Y o le aconsejo que proscriba también la de “ patriotismo”. Por-
LAS REFORMAS 701
700 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA E N “ LE FIGARO”
dió p a ra nosotros el N ilo, pero su nombre es maldito en las
que su doctrina, tal como él la form ula, supedita el bien nacio­ m árgenes de otro río.
n al a los caprichos de la voluntad nacional, que a su vez debe E l jefe parlam entario algunas veces es un cualquiera. E l
doblegarse ante el derecho superior de la Libertad. N i M. Ranc, je fe plebiscitado es representativo, pero lo es de la opinión,
n i M . F ran cis de Pressensé pensarían otra cosa, y, sin duda,
es decir, en términos generales, de los caprichos, de la igno­
M . Dérouléde añadirá, como estos señores, que el bien público
rancia y de la locura. E l rey hereditario es representante del
es cosa de importancia secundaria y hasta terciaria, y a que la
interés francés, garan tiza la nacionalidad del poder. L a divisa
misión de Francia es el arriesgar a cada momento su propio
“ ¿ Quién vive? ¡F ra n cia !” , exige, pues, un rey, del mismo modo
bien p a ra enseñar la práctica de la Libertad y de la Justicia z ■
que excluye el plebiscito y el Parlam ento. Y o quisiera que to­
género humano.
do nacionalista viera todo el sentido de esta divisa, sirviéndose
R u a t Gallia, fiat ju stifia! E sta es la pura doctrina republi­
p a ra ello de la ayuda de la “g u ía ” adm irable escrita p o r M on­
cana: la de los padres del régimen, la del jacobino que hu­
tesquiou p a ra los estudiantes. D e buena gana la hubiera yo
biera inmolado a los “principios” la metrópolis entera después
analizado p a ra hacer ve r ai detalle el desarrollo de su pensa­
de hacerlo con todas las colonias. L a de Quinet y de Michelet
miento. Pero me parece que y a he dicho bastante cuando digo
otorgando a su patria el envidiable título de “Cristo de las
del autor que tiene un espíritu preciso, probo y consecuente.
N acion es” ; la de los anarquistas que peroran en la Sorbona y
E n esto consiste el secreto de su conversión. Los naciona­
la de los que se sientan en el Gobierno.
listas y patriotas como él no podrán d e jar de imitarle.
IV .— Preciso, consecuente y probo, Léon de Montesquiou
se h a mantenido fiel a la divisa que M. Dérouléde conserva
dentro del corazón, aunque la ha arrojad o de su espíritu.
X
Quién vive? ¡F ra n cia !” T oda la doctrina m onárquica está
contenida en estas palabras.
LA S REFORM AS
P o r fidelidad a esta divisa, h ay que desconfiar del régimen
electivo, bien sea parlamentario, bien plebiscitario. L a elección
21 d e d ic ie m b r e d e 1901.
parlam entaria h a puesto recientemente al frente de nuestros
asuntos exteriores a un inglés auténtico, inglés de sentimien­
H a y unos ciudadanos a los que adoro y detesto a la vez.
tos, inglés de educación, al cual debemos el duro sacrificio de
O ra quisiera alimentarlos en el Pritaneo revestidos de túnicas
E gipto. S i los manes tienen una vida, M. W ad dington debe oír
blancas con bordes de púrpura, ora quisiera verles paseados
en su tum ba las elocuentes maldiciones de que le llenan repu­
por P arís sentados sobre un asno y llevando la cola de éste a
blicanos tales como MM. Edouard Drum ont y Eugène Ledrain.
guisa de brid a: son los soñadores de reform as. ¡Q ué buenas
L a elección parlam entaria está, pues, m uy lejos de garantizar
el patriotism o de sus productos. g e n te s! ¡ Qué m iserables! ¡ Qué bien intencionados! ¡ Qué lo­
cos! ¡Qué razón tienen! ¡ Y cómo se equivocan!
¿ L o s garantiza, acaso, m ejor la elección plebiscitaria? En
P ero empiezan por tener razón. E ste país nuestro no tiene
1849, en 1852, en 1870, el país plebiscitó a otra especie de
m ás disyuntiva que reform ar o perecer.
W addington. Fué el hombre de la unidad italiana, el hombre
de la unidad alemana, el hombre de la libertad de todos los I.— N o sé si conozco o no— pero, comoquiera que sea, lo leo
pueblos de Europa, y el hom bre de la servidum bre francesa: a diario en el Fígaro y en otras partes— al periodista más es­
tanto como M. W addington es inglés, L u is Napoleón fué cos­ piritual de nuestro tiempo. Llám anle ateniense, llámanle pari­
mopolita. Este estudiante romántico que albergaba en su co­ siense y hasta provenzal. Muchas veces ha mariposeado por la
razón todos los intereses nacionales, excepto el nuestro, no per- política, pero ni la Cám ara ni la Adm inistración son lo que
702 LAS REFORMAS 703
UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA EN “ LE FIGARO”

como Eugène Motte, el enérgico adversario de los socialistas


más amplios horizontes le han abierto. L a flo r de la experien­
cia cotidiana le da la sabiduría. Y o creo que la m ejor de sus del Norte, han fundado una L ig a contra los saqueadores.
opiniones sociales la ha engendrado su santo h orror por los ¿ Y quiénes son éstos? ¡Pues los del P arlam en to! L a iniciativa
gastos de Justicia. parlam entaria, el derecho que asiste a los diputados de pro­
poner sin tregu a nuevos gastos, ora m ediante enmiendas, o r a
L a justicia francesa resulta horriblemente cara. E s cara
p ara los que a ella recurren y cara p a ra el Estado. E l escritor por medio de diversos proyectos de ley, a g o ta nuestros re ­
a quien me reñero no cesa de dolerse de ello. Reclama, conjura, cursos.
increpa, demuestra, apabu lla; pero, tras todo esto, tiene que L a “L ig a de los Contribuyentes”, a la que nadie puede ne­
acabar exclamando: — L a reform a judicial es urgente, pero no g a r su simpatía ni su ayuda, propugna que nuestros diputados
h ay quim era m ayor que el esperar que venga. se prohíban a sí mismos el votar ningún gasto “fu e ra de lo
Y , cuando se le pregunta por qué, responde: — Porque los que pida el Gobierno”. L a L ig a hace presente que a Inglate­
hom bres de ley son los amos de todo. N u estro régim en es un rra le ha ido bien con un tal sistema.
régimen de legismo puro. Ved quiénes son los presidentes de Pero ¡ay !, cuando el Parlam ento inglés ha renunciado a la
la República desde hace treinta años. H oy mismo, un abogado iniciativa en materia de gastos, no hacía ningún acto de fe
es el dueño del Elíseo; otro, del Palacio Luxem burgo; otro, del gratuita y mística en la sabiduría de los ministros presentes
Palacio Borbón. E l Consejo de ministros está presidido por un y por venir. Sabía perfectamente que estos ministros serían
abogado. P asad revista, además, de las otras carteras. siempre más previsores y más sabios que él, porque la Corona
Y es fa ta l que así ocurra en un sistema basado por entero y los P are s estaban cerca de ellos y los vigilarían : doble poder
en la oratoria. ¿Quién podría reform ar este pueblo de legis­ hereditario constituido p a ra inspirar, y p a ra imponer cuando
tas? ¿Cómo reduciría los recursos de que vive? E l desinterés hace falta, la prudencia y la previsión.
es una virtud personal, pero no h ay ninguna corporación des­ Pues en F ran cia nadie encarna esta preocupación de nues­
interesada. De consiguiente, la reducción de los gastos judicia­ tro porvenir nacional. N uestros Gabinetes son hechura de la s
les no es posible bajo el régimen actual y no podrá producir­ Cám aras. Como las Cám aras mismas, viven con la obsesión del
se m ás que b ajo un buen tirano. interés inmediato. ¿ Y qué interés es éste? P ues el de mante­
Y no hay m ás que un buen tirano: el R ey de Francia, que nerse en el Poder con su partido. P o r consiguiente, será inútil
es lo que seguramente piensa nuestro eminente colega. L o el que los diputados renuncien oficialmente a su facultad de
piensa, pero, pensándolo y todo, sigue siendo republicano. ¿Qué iniciativa, porque, en realidad de verdad, la conservarán, sólo
digo ? Si bien reconoce que la República hace imposibles unas que sus proposiciones de gastos tendrán que d a r un rodeo p a ­
reform as indispensables, no quiere de ningún modo combatir­ sando por la antecámara de los ministros que propondrán lo
la, ni quiere que se la combata, y hasta la defenderá si hace fa l­ que hoy proponen los diputados.
ta. H e aquí a lo que han llegado los m ejores individuos de esta ¿ H a y que deducir de esto que los diputados que de este m o­
generación. do corrompen a sus ministros son u n a gente perversa? N o
II.— Tenemos una deuda de treinta mil millones. Desde hace recarguem os los tintas: limítanse solamente a ser el reflejo
veinticinco años, los gastos han aumentado, en plena paz, cerca de sus electores. E l vizconde Eugène-M elchior de Vogüé lo h a
de mil millones, y, en opinión de personas autorizadas, se apro­ expresado con gran dureza en su libro L e s m orts qui parlent :
xim a la catástrofe. Todo el mundo está de acuerdo en reconocer “E l elector mendiga favores del diputado, que los mendiga a l
las causas inmediatas del peligro. L o s políticos saquean al E s ­ ministro, el cual mendiga los votos del diputado, que m endiga
tado y el Estado saquea a la nación. Economistas de primer a su vez los votos del elector.” E n este circuito de mendicidad
orden como M. Jules Roche, patriotas y buenos ciudadanos mecánica, el elector y el elegido, el elegido y el ministro pue-
UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA E N “ LE FIGARO” LAS REFORMAS 705
704

den ser personalmente excelentes, pero su obra es el espejo de H e aquí a dónde vamos a parar. Y aquí precisamente es a
las necesidades del régimen. donde no quieren ir los fundadores de la “L ig a de los Contri­
E n nuestro país, rico, fértil, industrioso y altivo, en el que buyentes” y los ochenta mil ciudadanos, acomodados o ricos,
cada uno vivía celoso de su pequeño patrimonio, de su haber inteligentes y patriotas, agrupados en ella. ¡Ochenta mil con­
independiente, mediana y suficiente economía que no debía n a ­ tra diez millones de electores, es decir, ni el uno, ni siquiera el
d a a nadie; en este país que casi no tenía plebe, la democracia uno por ciento! Sin un esfuerzo sobrehumano siempre en ten­
h a engendrado una plebe medio burguesa, medio pueblo: la sión, constantemente renovado de cuatro en cuatro años, es
plebe política que am aña las elecciones. decir, a menos de un milagro, quedarán aplastados mientras
E lla arrastra, m aneja y, si hace falta, intim ida a nuestras se siga el sistema de la cuenta de votos.
pobres buenas gentes. U n ejem plo: el día siguiente mismo al ¡ Y pensar que, con su oro, con su influencia, con la autori­
de la fundación de la “L ig a de los Contribuyentes”, un puñado dad que les da su posición, podrían operar de un solo gol­
de buenos radicales se alarmó, y, p a ra darle una réplica in­ pe, de un brusco golpe de audacia, la Restauración, y, me­
mediata, fundaron la “L ig a democrática de los pequeños con­ diante ella, disipar, junto con el peligro financiero, todos los
tribuyentes”. demás peligros!
¿Comprendéis bien? E r a como si dijeran: — ¡A h !, ¿queréis Pues decídselo. Hacedles ver en dónde está la salvación,
restringir nuestros gastos electorales? ¿Queréis libertar la cuál es el único medio razonable, práctico y seguro, y todas
fortu n a pública de las acometidas del Estado, es decir, de nues­ estas gentes palidecerán y correrán a apelotonarse, como en
tras succiones? ¿Os dirigís a los contribuyentes pensando que tiempos de André Chenier, ante los altares del Miedo.
querrán poner fin a un derroche tan peligroso? Pues sólo los H I.— Todo está dicho ya tocante al punto de la reform a
grandes contribuyentes sienten este interés, nada más que de las reformas, o sea la descentralización. E sta representaría
ellos. la economía y la libertad; sería a un tiempo el m ejor contra­
N o h ay duda de que una política ahorrativa puede be­ peso y la más sólida defensa de la autoridad. ¿Quién h a di­
neficiar también a los pequeños, pero ¿se dan cuenta si­ cho esto? Su Alteza el señor duque de Orleans, pero además
quiera de ello? Su interés es un interés lejano, indirecto, in­ hay muchos republicanos que piensan en este punto como él.
sensible ; de momento, el E stado les pide poco, pero les pro­ Pues bien: la imposibilidad de descentralizar en la Repú­
mete mucho en cambio. N o digáis que estas promesas del E s ­ blica puede demostrarse como un teorema. Demos por supues­
tado no tienen ningún porvenir, porque nuestra función, nues­ to que existiera un partido favorable a la descentralización
tro deber de republicanos demócratas es ni m ás ni menos que y que este partido resultara algún día triunfante: llegado este
hipotecar indefinidamente el porvenir. momento, nos diría: — “Esperad, esperad que hayamos acaba­
Cuando un Estado h a caído en el régimen democrático, sus do de una vez p ara siempre con esos diablos de jacobinos cen-
atribuciones naturales (políticas, diplomáticas m ilitares) tien­ tralizadores.” Y , p ara m ejor dar fin de ellos, extrem aría aún
den a desaparecer, pero en cambio recibe otras. Empezando por la centralización.
hacerse enfermero de hospital y maestro de escuela, procura­ U n rey no necesita m ás que el asentimiento general, pero
d o r de las bellas artes, sacristán y estanquero, el Estado de­ el poder republicano necesita una delegación expresa y cons­
mocrático tiende a convertirse en el copero y el proveedor tantemente renovada de la voluntad nacional. Sin el elector, no
universal. Coge, pues, el pan y el vino donde los hay, de la bode­ puede durar. U n poder así necesita, por consiguiente, tener en
g a de los ricos y de sus cuevas, y cuando, acabados los ricos, se su mano al elector, para lo cual necesita disponer de los fun­
a c ab ó la riqueza, adm inistra la inopia y se pone a presidir el cionarios; sin éstos, no h ay buenas elecciones, y, cuando al­
ham bre. guien desea que éstas den mejores resultados todavía, necesi-

45
0
LA DIM ISIÓN DEL SOBERANO 707
706 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA EN “ LE FIGARO”

a l día siguiente, mi periodista de pies ligeros, redactor de


ta disponer de más hábiles y más numerosos funcionarios aún.
L ’A urore, M. Jean Torlet, se' dió una vuelta p o r casa de los
D e sobra saben todos lo que esto quiere decir.
invitados de M. Gém ier y les dijo:
Cuando un Estado se democratiza, -se centraliza inmedia­
tamente. Como elegido y elector viven el uno del otro, lo que — Acaban ustedes de ve r una comedia en la que el régimen
los acerca y los une es la violencia de su común apetito. electivo es arrastrado por los suelos por un escritor demó­
Llevado por estas evidentes verdades,' llegué a figurarme crata. ¿Tiene razón el autor? L a sátira ¿no es más que una
que todo partidario de la descentralización sería un aliado de la cosa divertida, o debe verse en ella algo de verdad? E n prin­
Causa monárquica, y exclamé a voz en grito: — ¡M. Charles cipio, elegir quiere decir escoger lo m ejor. Y en la comedia del
Beauquier, M. Charles Beauquier! ¡Usted, que el otro día habló Teatro Renaissance es escoger lo m ás intrigante, lo m ás inte­
tan bien de la descentralización en la Cám ara, únase a nos­ resado y lo más taimado. ¡Díganos usted qué es en realidad
otros y apresurémonos a derribar la R epública!... Pero me esto de elegir en la verdad de la vida! Usted, que hace eleccio­
equivoqué de medio a medio. M. Beauquier es uno de los teó­ nes, lo sabe m ejor que nadie.
logos del régimen; desde 184S no se ha cortado la barba L o s grandes electoreros preguntados pertenecen a todos los
todavía. partidos. Pues bien, el radical contestó: “Lo que dice la co­
m edia es demasiado cierto.” E l progresista guardó un silencio
más que elocuente. E l socialista declaró que “todo aspiran­
XI
te a las funciones electivas se ve obligado a m aniobras des­
leales y reñidas con todos los principios”. E l nacionalista ha
L A D IM IS IO N D E L S O B E R A N O
tenido que reconocer que las elecciones se reducen, p a ra quie­
nes perciben su auténtico sentido, a “una caza de empleos”.
3 1 d e d ic ie m b r e d e 1901. P ero quedaba un viejo republicano, y éste casi derram ó lá ­
grim as por la muerte de su ilusión perdida, y M. Jean Torlet,
A veces me dicen— m ejor dicho, me suelen decir siempre— autor de la información, sacó esta filosófica consecuencia: “N o
que nuestros puntos de vista monárquicos son, en teoría, cier­ hay elecciones limpias.”
tos. ¡Pero la práctica! ¡L a práctica está muy lejos! Y cuando Perm ítam e que yo añada que la gente empieza a darse
pregunto a los profetas el porqué de su profecía, me contes­ cuenta de ello.
tan : — ¡Ah, porque el pueblo está apegado a su soberanía! ¿Cree II.— Hecho segundo: A cabo de descubrirlo en el Alm anaqm
usted que se le despojaría fácilmente de ella? MarseTlés, redactado en provenzal por M. A u gu ste Marin.
N o es fácil despojar a un rey que defiende su poder, pero M. Auguste M arín es uno de los meridionales que mejor
¿ y cuando el rey se ríe de su reino ? ¿ Y si abdica ? ¿ Y si dimi­ conoce la situación de su región. Bella y pobre región, antaño
te? A n tes de exponer ninguna opinión, voy a presentaros al­ casi unánimemente monárquica, fiel de este modo a la tradi­
gunos hechos pequeños, pero significativos. Creo que recono­ ción autoritaria, “arquista”, propia de la san gre g riega y ro­
ceréis que todos ellos tienen una significación idéntica, o por lo mana, y hoy entregada a la anarquía m ás m iserable y pasto
menos, convergente. de socialistas y radicales. M. Auguste M arín, a quien conoció
I.— Hecho prim ero: M. Gémier, el director del Renaissance, todo P arís en la secretaría de Redacción del Journal, es un re­
quiso coronar el éxito de la Vida 'pú'blica, comedia de costum­ publicano de lo m ás consecuente. H ace y a mucho tiempo que
bres electorales, con una fineza p a ra el mundo electoral, y a h a dejado atrás el socialismo y boga actualmente por las aguas
este fin invitó a los grandes muñidores parisienses a v e r la in­ de Kropotkin y Reclus.
tencionada pieza de M. Fabre. Y aquellos caballeros aceptaron; P ero no por ello tiene menos buena mano p a ra pintar e

45*
LA DIM ISIÓN DEL SOBERANO TOS
703 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA EN “ LE FIGARO”

Desconfianza. Desconfianza del candidato. Desconfianza de


interpretar admirablemente lo que ve. Yo, que he presenciado las
los grandes electores. L a s otras conclusiones de M. Augus-
escenas que él describe, no hubiera sabido m ostrarlas con la
te M arín me importan poco; me basta con ver que la des­
fu erza de vida y el ingenuo realismo de la verdad pura que él
confianza del régimen entero es el sentimiento que se insinúa
les da. “Los candidatos— dice él— llegan al pueblo, unos, co­
y gana terreno, en provincias lo mismo que en París.
quetas, acabados de revocar, con aire de im portancia; los otros,
III. — Hecho tercero: Fué en París, la otra tarde, en una de
m al peinados, mal vestidos, con el som brero abollado, p a ra te­
esas conferencias en las que los demócratas cristianos van a
ner carácter popular.” H a y que tener en cuenta que ninguna de
coronar de flores a los jefecillos del protestantismo liberal;
estas vestimentas es definitiva. “A s í es que, tanto unos como
una especie de predicador exponía las dificultades que algu­
otros, la transform arán según sea la comarca p o r donde ac­
nas veces hay para ver en qué consiste exactamente el deber,
túen. H a b rá quien pase por aquí de levita y que fu e ra de aquí
y exclam aba: — P o r ejemplo, señores, tenemos una perpleji­
Se exhiba con la chaqueta al hom bro."
dad en política y nos preguntamos a quién debemos enviar a
E l compatriota de Augu3te Marín, el pobre Henri Fouquier,
la Cámara...— Entonces, desde el fondo de la sala, interrumpió
gu staba de contar cómo cierto periodista radical que se pre­
una voz que decía: “A nadie”.
sentaba por M arsella salía de P arís en un vagón de primera
Y esta cortísima frase fué como u na ducha helada sobre
clase, a lo que le autorizaba su permiso de circulación, pero en
la asamblea. A l orador, insigne manipulador de nubes, le cos­
la estación de Arlés cambiaba de coche a fin de que sus elec­
tó Dios y ayuda el proseguir el ritmo de su frase, porque pa­
tores le vieran bajando de un departamento de tercera.
recía que, en medio de los camelos del presente, hubiera so­
L o que Fouquier no ha visto y que M arín subraya con pin­
nado la fórm ula de las realidades por venir.
toresco realismo, es, paralelamente al juego de los candidatos,
IV . — Podríam os expresar m ás rudamente aún esta fórm u­
la comedia de los electores. Ser gran elector, elector influyen­
la— y aquí quedaría explicado el cuarto hecho que quería ex­
te, es una seguridad de vivir bien, siempre a mesa de buenos
poner— con un sonoro “ ¡a mí qué me im porta!”, con que tan­
manteles, y de francachela. Los m ás listos de estos parási­
tos espíritus de cultura superior ponen hoy fin a las discusio­
tos profesionales se llevan bien con los candidatos de cual­
quier matiz, comen a dos carrillos, olisquean todas las ca­ nes políticas. Hace dos o tres años, por un momento se creyó
zuelas y de este modo se rodean de consideración, porque que todos estos espíritus iban a precipitarse al palenque de la
las gentes sencillas los admiran por verles tener amistades lucha p ara actuar constantemente en él. Pero m irad cómo se
tan importantes y codearse sin cesar con “todos los seño­ van yendo y preguntadles hábilmente: todos os confesarán su
res que se presentan”. Y esto no siempre se limita a ser impotencia, y los m ás conscientes de ellos su incompetencia
una pintoresca comedia, porque por este procedimiento se mon­ p ara la tarea, diciendo: — Vivimos bajo un régimen de cesaris-
tan unas tiranías locales cuyo peso se hace sentir más de año mo administrativo. ¡ Y en República! E s decir, que, en aque­
en año. Entonces es cuando a la envidia viene a mezclarse el odio. llas cuestiones en que tendríamos competencia sobrada, en
N o se crea que el pintor de estos cuadros se contenta con todas las cuestiones locales y profesionales, las que nos tocan
dar unos trazos coloristas y hacernos sonreír, sino que saca su de cerca y que podemos analizar en sus más mínimos deta­
conclusión, que es ésta: “¿Queréis que yo os diga mi opinión lles, somos unos administrados a quienes unos funcionarios
sobre los candidatos que vendrán a hacernos promesas y más hacen pasar por el aro. E n cambio, en todas las cuestiones en
promesas, muchas más de las que vosotros podríais pedirles? que nuestra incompetencia es evidente— alta política, legisla­
Todos ellos os dirán que son amigos del pueblo, porque es el ción m ilitar y marítima, diplomacia— tenemos categoría de so­
pueblo quien los nombra, pero hay tantas maneras de ser ami­ beranos; verdad es que esta soberanía es exclusivamente de
go del pueblo, que preciso es que no os fiéis...” palabra, puesto que a cada momento se la desconoce y que, en
710 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA E N “ L E FIGARO” DE PA RÍS A SANTIAGO 711

nombre de la salud pública, hace evidentemente falta pasar nuestros enemigos? — ¡Pues bien, ea, y a no lo som os!: haga­
por encima de ella. P o r el contrario, nuestra servidum bre ad­ mos las paces. — ¡L a s paces, las paces!; esto se dice muy
m inistrativa no es una palabra, sino una cosa real. ¿Quién nos pronto. — ¡A h !, ¿pero ahora no queréis hacerlas, después de
libertará de la esclavitud administrativa? ¿Quién nos propor­ habernos llamado? — Sí, pero... — ¡Siem pre este p e ro !"
cionará unas libertades reales y prácticas? Si el precio de és­ Bastan estas cuantas palabras para que todos reconozcáis
tas fu era nuestra soberanía nominal y ficticia, habría que con­ la disputa molieresca que, de cuatro en cuatro años, a la vuel­
fe sa r que era un precio de saldo. ta de las elecciones, estalla entre los republicanos llamados
V .— P ero ¿acaso la ilusión de la soberanía del pueblo se moderados y los conservadores “reconocementeros”. P alabras,
mantiene en el pueblo mismo? ¿Cree éste que gobierna? P o r palabras y palabras. Cuando, en vez de palabras, aduzcan
lo menos, ¿ espera gobernar algún día ? Hoy, ya, esta pretensión hechos, nos ocuparemos de ellos. ¿Queréis que entretanto nos
está menos extendida que antaño y creo que no queda el demos una vuelta hasta Chile, por ejemplo?
m enor motivo p ara mantenerla. U n inmenso desdén del régi­ I. — A l otro lado del mundo, ba jo un cielo p a ra nosotros ig ­
men electivo abre al pueblo francés el buen camino de la sa­ noto, vive en Santiago de Chile un filósofo que merece el nom­
biduría. Quien conozca al pueblo, no en sus veleidades cons­ bre de apóstol. Su predicación me interesa desde hace mucho
cientes, sino en los detalles precisos de sus deseos y sus nece­ tiempo porque revela un noble espíritu y porque procede de
sidades, verá cómo oscuramente aspira a realizar su necesaria una gran fuente francesa. Su nombre es Juan Enrique L a g a -
abdicación. P o r todas partes contamos con buenos aliados: rrigue. Su hermano, Jorge Lagarrigu e, h a bía consagrado y a
E l buen sentido de las masas rurales; su vida al positivismo, cuyas doctrinas y métodos profesó
E l espíritu crítico de los hombres de letras; en P arís. A h o ra el señor Juan Enrique L a g a rrig u e traba­
E l escepticismo de los hombres mundanos y de las gentes j a también por extender entre los hombres el sistema de A u -
de negocios. guste Comte.
Todos estos elementos contribuirán a la eliminación de loa U s a el procedimiento de San Pablo, pero él envía sus epísto­
principios republicanos. las a los grandes del siglo: el Zar, el Papa, el Em perador ale­
E s verdad que todavía quedan los obreros de las ciudades, mán, la reina Victoria, el rey Eduardo V II, el presidente Mac
pero también entre ellos actúan a fa v o r nuestro unos impor­ Kinley, Monseñor Ireland, son las personas con quienes suele
tantes fa cto re s: el socialismo, que asocia y organiza, y el an ar­ mantener correspondencia. A pen as si de tiempo en tiempo condes­
quismo, que desbarata tantas combinaciones insensatas. ciende con señores de menos categoría, tales como M . Brunetiére,
M. Hyacinthe Loyson y M. A g a th o n de Potter. Es, pues, gran ­
de la confusión que yo experimento cuando recibo también
xn desde los antípodas mi correspondiente m isiva. E l folleto que
M. L a g a rrigu e me hace el honor de dedicarme me h a llegado
D E P A R IS A S A N T IA G O como aguinaldo la otra mañana.
E s una carta política que tra ta de los asuntos de Francia.
Teniendo en cuenta que el autor ocupa en el planeta una po­
2 2 d e en e r o d e 1902.
sición diametralmente opuesta a la nuestra, resulta prodigioso
su conocimiento de nuestras aficiones y de nuestras ideas.
“— Vosotros tenéis la culpa. — L a tenéis vosotros. — N o II. — H a y un punto en el que M . L a g a rrig u e nos conoce me­
teníais m ás que situaros dentro de la República. — Pero si jo r de lo que nosotros mismos pensamos conocernos. Interrogad,
la habíais traído para aplastarnos! — ¿Pero no erais vosotros si no, ya sea al ministro de Instrucción pública, ya a l último
DE P A R ÍS A SANTIAGO 713
712 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA E N “ LE FIGARO”

no tendría necesidad de a d ju ra r al duque de Orleans a que sé


de los maestros de escuela, y uno y otro coincidirán en afir­
hiciese republicano, porque seríamos nosotros quienes nos en­
m a r que el siglo x ix francés h a sido el siglo de la revolución y
cargaríam os de esta tarea cerca del joven jefe de la Casa de
que, de consiguiente, quien lo encarna es Víctor H ugo. Pues
Francia.
no, objetará M. L a g a rrig u e : es el siglo de A ugusto Comte, y
Auguste Comte, que no tenía prejuicios revolucionarios, que
acaso algún día se le llame el siglo del Orden, en razón de la
había honrado a Lu is X V I I I y mantenido el culto de la “dic­
gran figura que le dará su nombre.
tadura legitimista” , tal como la organizó M. de Villéle entre
Estos días hemos oído h ablar de una estatua de A u guste
1821 y 1828, Comte no era monárquico porque creía que la anar­
Comte que debe levantarse en la plaza de la Sorbona, pero el
quía parlam entaria había quedado eliminada a partir de 1855.
centenario de Comte pasó inadvertido en 1898, el mismo año
Cinco años m ás tarde, tres después de la muerte de Comte, los
en que el Gobierno se prestaba a la celebración del centenario
decretos de 1860 la restablecieron \ y, otra vez vigente, tuvo
de ese cerebro lleno de humo que se llam a Miehelet. L a m ayo­
la parte que todos sabemos en las desgracias de la guerra y
ría de nuestros compatriotas desconocen la doctrina de Comte
h a jugado en todas nuestras etapas de ruina, de debilidad y
o tienen de ella una idea lamentable. Verdad es que se ha
de agitación desde hace cuarenta años.
hecho cuanto se ha podido p a ra desfigurar la filosofía profu n ­
Desaparecido antes de este restablecimiento de la anarquía
da, la religión magnánima, la armoniosa poesía que encarna.
parlamentaria, Au guste Comte no pudo presenciar tampoco
H a y en P arís algunos positivistas fieles, pero son casi des­
el desarrollo del imperialismo europeo. E n 1855 era posible u na
conocidos; en cambio, mi corresponsal chileno se acuerda de
esperanza republicana, pero los franceses del siglo x x no pue­
ellos. Y o no pretendo llamarme su correligionario, pero ellos
den de ningún modo alimentarla.
me hacen el honor de considerarme como un am igo suyo espi­
— Pero— me dice el señor L a g a rrigu e — ¿ qué os impide tener
ritual, porque advierten claramente, como lo sentía su m aes­
una República fuerte, refren ar el Parlamento, reducirlo a sus
tro, que han de buscar los elementos p ara un partido de or­
funciones de fiscalización de la Hacienda, y poner en el Elíseo
den entre nosotros, entre los conservadores, los católicos y los
a un dictador que sea el órgano del interés general?
monárquicos, cosa en la que el señor Juan-Enrique L a g a rrigu e
E l señor L a g a rrig u e tiene la m ejor intención al proponernos
comparte su opinión. Sólo que él añade lo que muchos de sus
semejantes m aravillas, pero si él considera difícil el restable­
colegas franceses parece que no se atreven a decirme:
cimiento de la Monarquía, yo le advierto claramente que la R e­
— ¿ P o r qué es usted monárquico? ¿ P o r qué complica usted
pública nacionalista y conservadora no es y a difícil, sino im­
con un matiz de política dinástica esta inmensa cuestión del
posible.
ordeu? jN o se ocupe usted más que de ella!...
E n un país constituido como lo está Francia, en un país
m . — ¡Pero si no nos ocupamos m ás que de esto! Precisa­
que no está enteramente representado ni por su aristocracia
mente lo que nos ha convertido al monarquismo h a sido el es­
ni por su burguesía, la R epública no h a durado más que por-
tudio de la inmensa cuestión del orden.
L a M onarquía no es para nosotros una preferencia perso­ 1. L o s a m ig o s d e D é r o u lé d e s e p a s a n e l tie m p o r e p it ie n d o q u e e l
p a r la m e n ta r is m o f u é c o s a d e l a R e s t a u r a c ió n , ¡ C o m o s i n o h u b ie r a
nal. N o somos teócratas y no sabríam os cómo definir el dere­ f lo r e c id o b a jo el D ir e c t o r io y l a C o n v e n c ió n ! ¡C o m o s i e l a c t a a d i­
cho divino, pero la herencia del poder se nos presenta con en­ c io n a l a la C o n s t it u c ió n d e l Im p e r io , r e d a c t a d a p or e l m e te c o h u g o n o te
te ra evidencia como la única institución política que pueda d e B e n ja m ín C o n s t a n t y p a r a f r a s e a d a p o r N a p o le ó n I , n o f u e r a p a r la ­
m e n ta r is m o p u r o ! ¡ C o m o s i e l p a r la m e n ta r is m o a c t u a l n o d a ta r a d e l
hacer frente a las dificultades nacionales. Si pensáramos de d e c r e t o d e N a p o le ó n I I I ! E n c u a n to a l a c a lu m n ia d a R e s ta u r a c ió n , l a
otro modo, si se pudiera crear en este país un orden a la vez v e r d a d e s q u e n u n c a c o m o b a jo e l l a s e in t e n t ó c o n t a n t a le a lt a d y
t a le n t o la e x p e r ie n c ia p a r la m e n ta r ia ; e l q u e a u n a s i f r a c a s a r a , e s p r e c i­
republicano y francés, si lo exigiera el patriotismo, m ejor di­
s a m e n t e la m e jo r c o n d e n a c ió n d e l s is te m a - ( N o t a d e 1903.)
cho, sólo con que fuera compatible con éste, M. Lagarrigu e
714 UNA CAMPAÑA MONÁRQUICA E N “ LE FIGARO” DE PARÍS A SANTIAGO 715

que h a sido el patrimonio de un partido, de un partido cerra­ — Porque no puede hacer esa evolución sin perder la arma­
do, organizado lo bastante celosamente p a ra resistir todos los zón que constituye su fuerza!
asaltos. M. Méline, que quiso gobernar prescindiendo de él, tuvo E s t a armazón está constituida por dos m inorías confesiona­
que caer; quiere ahora reconquistar el poder, y por ello y a es­ les existentes en Francia. U n a de ellas, integrada p o r unas cien
tamos viendo cómo se aplica a recobrar la benevolencia de este mil alm as; la otra, por seiscientas cincuenta o setecientas mil
partido y a confundirse de nuevo con él. personas, además de una sociedad bastante an tigua y llena de
E ste partido es el V ie jo Partido Republicano; V . P. R . : tres¡ vida que comprende a cerca de treinta mil adheridos. P oca gen­
grandes mayúsculas que no deben olvidarse. te, si quiere U3ted, pero organizada por el común interés, el
IV .— Acabaríam os p o r aceptar el reinado del V ie jo P arti­ sentimiento hereditario, la religión y la comunidad de la san­
do Republicano si éste fuese capaz de aceptar las condicio­ gre, es decir, dinero, disciplina y pasión, y esto no p o r una hora,
nes norm ales de las funciones de gobierno. Pero, al tiem­ no p ara una temporada, no para combatir una le y o hacer con­
po que ejerce el gobierno, es también la revolución. Como el denar .a un culpable, sino permanente, constante, histórica, here­
republicano de M éry que desembarcó en la isla desierta, se ditaria y naturalmente, en todo momento.
juzgó a sí mismo, se condenó, se ejecutó y enseñó en seguida ...“A lian za natural”, dijo tal vez imprudentemente M . W a l-
su cabeza cortada al pueblo, el Orden del V . P. R. está en opo­ deck-Rousseau en Saint Etienne. Pues, por el mecanismo sen­
sición con la vida normal y la salvación del Orden francés. cillísimo de esta inteligencia natural, F rancia está soportando
E l Orden francés exige un ejército fuerte. E l Orden del un régimen contra natura.
V. P. R . entrega el ejército al Parlam ento y a la Prensa. E l N o hay m ás que una organización, la Iglesia, que pudiera
Orden francés requiere el respeto a la propiedad, a la fortuna .sustituir a l V . P. R . y hacer posible una solución republicana:
adquirida, el sólido fundamento de la paz pública, la economía. la teocracia católica; pero estamos en Francia y no en Bélgica.
E l Orden del V. P. R. condena a éste, en tiempo normal, al Nuestros mismos católicos son aficionados a posar en anticle­
pillaje del Estado para subvencionar la democracia, y, en los ricales. D e consiguiente, la República católica es una quimera.
tiempos de agitación, a apoyarse en los elementos subversivos E l partido del Orden no puede escoger.
que lo han elevado al poder (Joffrin y com pañía). E l Orden Si rechaza la anarquía, tiene que adoptar la M onarquía.
francés es am igo del Catolicismo. E l Orden del V. P. R . es an­ Si rechaza la Monarquía, tiene que resignarse a la anarquía.
ticatólico. N o sé qué dirán de esto en Santiago, pero los franceses tie­
E n una palabra, el Orden francés manda combatir, en nom­ nen la palabra.
bre del Orden mismo, tal como Auguste Com te lo define, “los
dogmas revolucionarios” ; el Orden del V . P. R. impone “m a­
terialmente” “un respeto legal” para estos mismos dogmas.
— Pero ¿no puede cam biar este partido?— me dirá M. L a -
garrigue.
N i él puede cambiar, ni puede cambiarlo nadie. A lejad o del
Poder, fo rm ará la más fuerte minoría revolucionaria, y, es­
tando en el Poder, no puede ser otra cosa que la revolución
enmascarada, como Napoleón fuá la Revolución con botas de
montar.
— ¿ Y p or qué este Partido no puede evolucionar hacia el
orden ?
ÍNDICE

E N C U E S T A SO BR E L A M O N A R Q U IA

P á g s.

........ IX
P rólogo de l a edición españo la ...........................................
NOTAS PRELIMINARES A LA TRADUCCIÓN ESPAÑOLA ......................... **
D iscurso p r e l im in a r (1000-1924) ................................................
I . — M o d o y c a lid a d d e l a p r u e b a ..................................................
XI. — D u r a c ió n d e l a p r u e b a .................................................................
ttt __ F lu c t u a c i o n e s e n t r e d e m o c r a c ia t e m p l a d a y d e m o
.... lo
c r a c i a p u r a ................................................................... 22
I V . — L a v e r d a d e r a R e p ú b lic a .............................................................
V . — C o n t in u a c ió n d e l a v e r d a d e r a R e p ú b lic a ...................... 40
V I . __ L a v i c t o r i a d e F r a n c i a ..........................................................
V I L — L a p a z r e p u b lic a n a : R e t o r n o a l a v e r d a d e r a R e - ^
p ú b lic a ........................................ ....................................................... S1
V m . — A l s a l i r d e l a R e p ú b lic a ............................................................
IX . — D e l a a u t o r id a d l e g i t i m a ..................................................... 12g
X __ E l d e r e c h o n a c i o n a l y e l r e y ...................................................
. ...... 161
A p é n d ic e s a l d is c u r s o p r e lim in a r ...........................................
P refacio de l a ed ic ió n de 1909 .........................................
............ 167
I . — L a c u e s t i ó n ............................................. 170
I I . — E l m é t o d o .................................... 171
I H . — L a a d h e s ió n a l a M o n a r q u ía ................................................
I V __ A n t e s d e l a Encuesta sobre la Monarquía ............
V. — La “P o l í t i c a r e a l i s t a ” , c o n f e r e n c i a d e M . L u c ie n ^
M o r e a u ........ ......................................................................................
, V I . — P r o g r e s o s u l t e r i o r e s .......................................................................... ^
Bobre un punto del vocabulario ...............................................
ÍNDICE 719
718 ÍNDICE
Págs.

E L P R IM E R L IB R O D E L A “E N C U E S T A SOBRE Las asociaciones ........................................... 263


L A M O N A R Q U IA ” Reorganización de las familias francesas ........................... 264
Paga. Las familias y la tradición .......................................... ....... 264
La igualdad en Francia ......................................................... 265
CON NUESTROS DESTERRADOS ...... .................................................... 199 Una gran herencia perdida....................................... 266
Con M. A n d ré B u ffe t .............................. ......................... ........... 201
Nobleza abierta ...................................................................... 267
Libertad del jefe de familia ................................................. 268
I. — Los retratos ...................................................................... 201
M . André B uffet ................................................................ £05 Conclusión ....................... 269
L a M onarquía parlam entarla ............................................ 209 C a rta del señor duque de O r lé a n s a l a u to r de la "E n c u e s ta

U n César con fueros ................................. 213 sobre la M o n a r q u ía ” .................. ............ • ......... 271
n, — Teórico y práctico ........................................................ 214
L a M onarquía reform adora .............................................. 216
EL SEGUNDO LIBRO DE LA “ENCUESTA SOBRE
LA MONARQUIA”
Incapacidad de la República para descentralizar .......... £17
L a vida local. — L a propiedad. — L a fam ilia ....... ....... 220 L as r e spu e s ta s ................................................................................... 275
U n a política re a l: Los obreros a g ríc o la s ......................... 223 Carta de M. Paul Bourget, miembro de la Academia Fran­
lia política re a l: Los obreros industriales. — L a A so ­ cesa .......................... 283
ciación .......................................................................... 224 Respuesta a M. Paul Bourget .......................................... 286
L a política real: Libertad religiosa y filosófica .............. £28 Lo que dijo la prensa ............................................................ 291
L a política real: Su personal ............................................ 232
Carta de M. Maurice Barrés ................................................. 301
L a "L ig a de la P atria francesa” ................................. 233
Respuesta a M. Maurice Barrés ....................................... 304
Los Bonaparte ............................................................... 233
Después de nueve años .............. 311
P au l Dérouléde ............................................................... 234
Nacionalistas y antisemitas: Drumont, Thiébaud,
Carta de M. Hugues Rebell ....... ,....... ................................ 313
Barres ......................................................................... 241
Respuesta a M. Hugues Rebell ...................................... 318
Los republicanos moderados: M. Méline, los melinis- Carta de M. Gustave Boucher .............................................. 319
tas y M. Ram baud ................................................... 243 Respuesta a M. Gustave Boucher ................................... 321
Conclusión ........................................................................................ 247 Carta de M. Henri Vaugeois .................................................. 323
CON EL CONDE DE LUR-SALUCES ....................................................... 249
Respuesta a M. Henri Vaugeois ...................................... 334
Después de nueve años ..................................................... 340
N aturaleza de la M o n a rq u ía ..................................................... 252
Base de teda reform a ............................................................... 253
Carta de M. Lucien Moreau ................................................. 347
Algunos Indices históricos ....................................................... 254
Respuesta a M. Lucien Moreau ...................................... 353
L a Revolución ........................................................................ 255
Después de nueve años ............................'......................357
Libertad, autoridad, responsabilidad .................................... 255 Carta de M. Charles Le Goffic .............................................. 359
L a centralización, enemiga del poder central ..................... 256 Respuesta a M. Charles Le Goffic ................................... 363
Centralización m ilitar .............................................................. 258 Carta de M. Henry Bordeaux ...... ....................................... 371
Descentralización p ara lo demás ............................. .............. 258 Respuesta a M. Henry Bordeaux ................................... 373
Anulación de reglamentaciones y seccionamientos. — D es­ Carta de M. Jacques Bainville .............................................. 379
trucciones necesarias ..................... ..................................... 260 Respuesta a M. Jacques Bainville ................................... 383
L a s comarcas de Francia ....................................................... 261
Carta de M. J. Caplain-Cortambert ................................... 385
Metódica prudencia de las mutaciones ................................ 262
720 ÍNDICE
ÍNDICE 721
Págs.
Fágs.

Respuesta a M. J. Caplain-Cortam bert ............................. 391


V I. — 7 de noviembre de 1903 .............................................. 613
Carta de M . Lionel des Rieux ................................................ 395
V II. — 14 de noviembre de 1903 ......................................... 579
Respuesta a M. Lionel des Rieux .................................... 400
Conclusión del te rce r libro de la "E ncuesta " . — ¿Cómo im plan­
Después de nueve años .......... ............................................ 404
taremos la Monarquía? ............................................................ 587
Carta de M . Louis Dimier ....................................................... 405
I. — Necesidad positiva de la esperanza ....... ................. 588
Respuesta a M. Louis Dim ier ............................................ 412
II. — Fundamento de la esperanza: la. fuerza .................. 589
Después de nueve años ....................................................... 414
III. — Legitim idad del empleo de la fuerza .......................... 590
Carta a M . Léon de Montesquiou ..................... ...................... 417 IV . — L a impotencia legalista ................................................ 592
Respuesta a M. Léon de Montesquiou .............. .............. 420 V. — Condición indispensable p ara el empleo eficaz de
Después de nueve años ....................................................... 422 la fuerza ........................................................ ........... 593
, Advertencia a las personas prácticas .................................... 425 Paréntesis ........................................................................ 595
L a carta abierta de M. Eugène Ledrain ................................. 437 V I. — ( Continuación .) O tra condición especial p a ra el efi­
Respuesta a M. Eugène Ledrain ........................................ 442 caz empleo de la fuerza ......................................... 597
V II.'— Diálogo sobre la dirección de los asuntos .................. 598
Opinión de M . Sully Prudhomme, miembro de la A cade­
V III. — E l esfuerzo último ..................................................... 601
m ia Francesa .................................................................... 457
Respuesta a M. Sully Prudhomme ................................. 461 L a adhesión de M. Ju les L em a ítre a la M onarquía. — D esp u és
de seis años ................................................................................ 603
Carta de M. Copin-Albancelli ................................................. 465
Respuesta a M. Copin-Albancelli .................................... 472
A P É N D IC E S
Después de nueve años ....................................................... 477
L — C arta de adhesión de Octave Tauxier. — L a política
Carta de M. A lbert Jacqujn ................................................... 479
de Luis X V y de Mme. de Pom padour (D. R i­
Respuesta a M. A lbert Jacquin ........................................ 485
chard Cosse) ........ 611
Carta de M. A lbert Amav/elle ................................................ 493
n. — U n prim er bosquejo de nuestras doctrinas ....... . 619
Respuesta a M. Albert Arnavielle .......... .......................... 496
III. — D icta d o r y r e y ........................................................... 622
L a opinión de Forain ............................................................... 499 L a dictadura monárquica: sus principios .................. 624
Carta de M. Frédéric Amouretti ......................................... .. 503 E l régimen monárquico .................................................. 624
Después de nueve años ....................................................... 513 L a s lib erta d es, abajo ...................................................... 625
Conclusión del segundo libro de la “ E n cu esta ” ......................... 515 L a au toridad, a rrib a ...................................................... 628
Comparación de los dos regímenes, monárquico y re­
E L TERCER L IB R O D E L A “E N C U E S T A SOBRE publicano ....................................................................... 635
L A M O N A R Q U IA ” Consecuencia: la política monárquica. Cuestión reli­
giosa. Cuestión militar. Cuestión económica .......... 637
Jules L emaíthe y su amigo ................................................ 581 Conclusión ......................................................................... 637
U n nuevo esta d o de espíritu , por M. Jules Lem aître .................. 537
U N A C A M P A Ñ A M O N A R Q U IC A E N “L E F IG A R O ”
I. — 14 de septiembre de 1903 ............................................ 537
H . — 3 de octubre de 1903 .................................................. 544 PRÓLOGO DE 1911 ..................................................... 643
III. — 10 de octubre de 1903 .................................................. 551 In tro d u cció n : L a diosa Francia ..................................................... 647
IV . — 24 de octubre de 1903 ................................................. 558 I. — L a acogida .;.................................... 653
V. — 31 de octubre de 1903 ........................... 566
II. — L a educación de M onk ................................... 659
722
ÍNDICE

Pág-g.

— L a política dë B arrés ...... .


— L a Casa de Francia .......... ...................... J................ 664
— Mademoisellè Jean Jaurès ............................... !I?
— Contra el cisma ........................ .................... .. b75
— Fues hay que violarla ...... . . . . . . . . . . ......................... 680
— E l fescándalo ................... ..........................
— E l nuevo adhesionismo ............................................ 691
— L as reformas ................ ..........................
— L a dimisión del soberano^ .......................... l° l
— De París a Santiago ................................................... 706

LA TRA D U CCIO N E S P A Ñ O L A D E L A “E N Q U Ê T E SU R
L A M O N A R C H IE ” T E R M IN O SE D E IM P R IM IR E L
D IA 25 D E AGOSTO, F E S T IV ID A D D E SA N LUIS,
E L R E Y CRUZADO, E N LOS T A L L E R E S
D E IM P R E N T A A L D E C O A, S. A.,
D E L A C IU D A D D E BURGOS.
AÑO M C M X XX V

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