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1. PRESENTACIÓN
2. JUSTIFICACIÓN
3. OBJETIVOS
4. CONTENIDOS:
I. De la lectura a la crítica
II. Análisis e interpretación
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I. Introducción
II. Crítica de los sistemas de análisis literarios
III. Análisis estructural
IV. Análisis estructural de la narrativa
PRIMERA PARTE
DE LA LECTURA A LA CRÍTICA
I. LECTURA CRÍTICA
1. Lectura
“a favor de” o “en contra de”, es igualmente cierto que este compromiso
no debe operarse teniendo en cuenta sistemas axiológicos meramente
personales, ya que el acto crítico no debe ser, en nuestra opinión, un acto
ensimismado y alejado de la realidad circundante. Para que esto no
suceda, es indispensable que el crítico acepte regular su procedimiento
prioritariamente por un conocimiento lo más exhaustivo posible de los
códigos estéticos que estructuran la obra de arte literaria; tal condición,
aunque primordial y rigurosamente necesaria, no es, sin embargo,
suficiente para que el proceso de valoración se produzca en términos
aceptables, en virtud de dos razones distintas. En primer lugar, porque la
creación literaria opera, muchas veces, en conflicto abierto con los códigos
estéticos vigentes en determinada época: sirvan, como ejemplo, los
movimientos estético - literarios como los modernismos portugués y
brasileño, que, cuando surgieron, dominados respectivamente por
escritores como Fernando Pessoa y Mario de Sá-Carneiro, Mario y Oswald
de Andrade, constituyeron verdaderos (y deliberados) escándalos, por el
modo como derogaban los códigos literarios instituidos y, hasta entonces,
dócilmente acatados. Pero el conocimiento profundo de los códigos
estéticos puede no ser suficiente para fundamentar el juicio crítico, por
una segunda razón; y es que el texto literario, que responde a estímulos
creativos de diversa naturaleza y que existe en un contexto sociocultural
que se proyecta en el en grado y modo variados, obliga episódicamente a
tener en cuenta ese conjunto de circunstancias, no rigurosamente
estéticas, que ayudan a su elaboración.
Ahora bien, es justamente en función de las distintas proporciones
de atención que han valorizado, ya el texto literario en sí mismo, ya el
referido conjunto de factores circunstanciales, como se han sucedido y
confrontado múltiples corrientes críticas. Motivadas por el grado de interés
que en sus impulsores despiertan las diversas facetas implicadas en las
condiciones de existencia de la obra literaria, tales corrientes oscilan
sistemáticamente entre dos extremos: por un lado, el exclusivo e incon-
secuente privilegio de meros constituyentes formales; por otro, el
desprecio sistemático de las características estrictamente estéticas del
texto literario, en beneficio de la explotación de pormenores, a veces
anecdóticos, situados en la periferia del objeto de la crítica.
No cabe, ciertamente, dentro de los horizontes que circunscriben
este trabajo, hacer historia de los caminos que la crítica literaria ha
trillado, sobre todo desde que, con Madame de Stael, se instituyó como
actividad razonablemente sistemática; nos parece, sin embargo,
importante dejar aquí muy claras dos observaciones que en este momento
se justifican por lo que antes hemos escrito, en primer lugar, debemos
tener en cuenta que las diversas lecturas a que puede someterse un texto
literario -privilegiando, por ejemplo, un método crítico de raíz sociológica o
de inspiración psicoanalítica, un análisis estructural o una óptica histórico-
literaria- radican, ante todo, en la opción metodológica del crítico, cuando
confiere prioridad a determinados aspectos de la existencia estético -
cultural de la obra que estudia; en segundo lugar es importante resaltar
que la citada opción no debe ser considerada como motivo de obligatoria
mutilación del texto literario; ésta se afirma ante todo como deliberada y,
en tanto en cuanto posible, como opción independiente de un camino
específico que es necesario recorrer, en el sentido de conseguir apurar, de
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se bate por una poesía que sea «de la musique avant toute chose”;
cuando el poeta brasileño Manuel Bandeira se anuncia “harto del lirismo
comedido/ Del lirismo bien comportado” y declara que “el poema debe ser
como la mancha en el lienzo”, es todavía sobre las condiciones medulares
de existencia de la obra literaria donde se precipitan las reflexiones de
aquellos que la concretizan. Y si es cierto que esas reflexiones, en virtud
de las “coacciones” que las circunstancias de cada época imponen, se
manifiestan parciales y desprovistas del carácter sistemático que debe
presidir la elaboración del teorizador de la literatura, también es cierto que
estudiarlas cuidadosamente implica casi siempre un innegable
enriquecimiento de la comprensión del fenómeno literario.
3. Discurso crítico
1. Análisis
2. Interpretación
I. Introducción
1. La incompletación
2. Inagotabilidad
6. Reconstitución de la obra
7. Discurso analítico
1. Análisis pretextual
2. Análisis subtextual
3. Análisis textual
Función autónoma
Función sínoma
Carácter organizativo
Carácter dinámico
1. Nivel distributivo
Ejemplo de análisis:
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a. Base y superestructura
Estilo deriva de stylus, punzón o buril que sirve para escribir. Por
extensión significa la manera de escribir y, particularmente, la manera de
escribir propia de un autor, de un género, de una época; es decir, es la
utilización, por parte del escritor, de los medios de expresión con fines
literarios.
Para Dubois el estilo es la marca de individualidad del sujeto autor
del discurso, pertenece al dominio del habla, es la elección hecha por los
usuarios en todas los comportamientos de la lengua; consecuentemente,
el estilo reside en la distancia que separa el habla individual de la lengua;
por ello es que muchos autores consideran al estilo como el aspecto
inimitable e intransferible del discurso poético o narrativo.
Sin embargo de lo dicho y en virtud de que hay múltiples
definiciones sobre lo que es estilo, aquí, siguiendo el criterio del Carlos
Reis, se plantean las tres perspectivas fundamentales en que esta
cuestión ha sido delimitada:
3.1. Significado
3.2. Significante
3.3. Morfosintaxis
Para finales del siglo XVII John Locke resucitó el viejo término estoico
semiótica para referir una ciencia que se ocupara del estudio de los
signos y de las significaciones. Esta nueva disciplina científica debía
constituirse a partir de la lógica, entendida como ciencia del lenguaje.
A principios del siglo XX el lingüista norteamericano Charles Sanders
Peirce (1839-1914) y el suizo Ferdinand de Saussure (1857-1913) dan un
nuevo impulso a los estudios semióticos / semiológicos.
Según Saussure “se puede, pues, concebir una ciencia que estudie
la vida de los signos en el seno de vida social. Tal ciencia sería parte de la
psicología social y por consiguiente de la psicología general. Nosotros la
llamaremos Semiología del (gr. sémeion, signo). Ella nos enseñaría en
qué consisten los signos y cuáles son las leyes que los gobiernan [...].
“La lingüística no es más que una parte de esa ciencia general. Las
leyes que la semiología descubra serán aplicables a la lingüística, y así es
como la lingüística se encontrará ligada a un dominio bien definido en el
conjunto de los hechos humanos” (Saussure: 1969, 60).
Por la misma época Peirce se dedica al estudio de los signos e íconos
y retomó el término semiótica ya utilizados por Locke para hablar de una
"doctrina de los signos"
Más tarde continuaron los estudios, aunque bifurcados en dos
grandes tendencias: la europea de raigambre saussureana que se
denominaba Semiología y la americana heredera de Peirce que la seguía
llamando Semiótica. Esta ambigüedad terminológica, que aún se mantiene
latente, se intentó resolverla mediante la decisión adoptada en 1969 por
un Comité Internacional reunido en París, de donde surgió la Asociación
Internacional para los estudios Semióticos, pronunciándose por la
adopción del término Semiótica para la ciencia de los signos
(Yllera:1979,134)
Asumida la convención antes enunciada se concibe a la Semiótica
como la disciplina que se ocupa de la descripción científica de los signos
en la vida social y de los sistemas de significación, cualquiera que sea su
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4. Principios operatorios
A. TÉCNICAS CLÁSICAS
2. La caja china
3. El dato escondido
B. EL PUNTO DE VISTA
1. Narrador omnisciente
3. Narrador protagonista
“Me impresionaban los elevados montes, sobre cuyos picos más altos
nevaba muy pronto, y no conseguí nunca adaptarme a ellos y verlos como
amigos, porque me hacían sentir, bajo su custodia, más insignificante y
desvalida aún de lo que era” (Gala: 1993, 41).
“Era, pues, conciente de que no me quedaba otra salida que jugar lo que
faltaba al sobre. Sólo tenía la esperanza de que el individuo no gozase de
aficiones demasiado peligrosas… Sin el menor motivo, me acordé de mis
amigas de Huesca. Fue un fogonazo: las vi con sus hijos en el parque
brincando alrededor, y vi a Trajín. Me dije: No es mal recuerdo para terminar.
Me trajo a la realidad el hombre que, cogida por los hombros, me levantaba
del sillón” (Gala: 1993. 235).
5. Corte o close-op
“Pero la dicha que yo había imaginado ¿dónde está? No lo que los curas
denominan el deleite carnal ya ni siquiera me refería a eso, sino a una
cierta realización, tener la certeza de que algo que va a complementarnos
ha sucedido, trascendental y para siempre (…) No; no esperes; lánzate tú;
no esperes que nadie te cumpla, que nadie te realice: eso será como antes,
como siempre, cosa tuya… Pero entonces… ya irás viendo las cosas más
claras; es pronto todavía… sin embargo, esta impresión de fracaso, de
vacío, esta impresión de haberme equivocado…” (Gala: 1993. 35).
59. WEINRICH, Harold; LATORRE, Federico (Trad.). 1968. Estructura y función de los
tiempos en el lenguaje. Madrid, Editorial Gredos (Biblioteca Románica Hispánica,
Sección estudios y ensayos, Nro. 115).
60. WELLEK, R., WARREN, Austin; Gimeno; José María (Trad.) 1969. Teoría literaria.
Madrid, Gredos, (Tratados y monografías, Nro. 2).
61. YLLERA, Alicia. 1979. Estilística, poética y semiótica literaria. 2 ed. Madrid, Alianza.
188 p.
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ANEXO 1:
Anexos, debe incluir una fotocopia del texto del cuento analizado y
cualquier otro tipo de material que se considere ilustrativo para la cabal y
completa comprensión del contenido de ensayo.