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anoticia de lo central de la lectura del “...Sueño de Escipión”: su tema principal es el alma del
hombre público como centro del análisis de los regímenes políticos. Y muy bien elegido el
contexto -la Introducción de Juozas Zaranka- pues sin el análisis de la situación imperante, sería
dificultosa la comprensión del Sueño mismo.
La estructura y el sentido de la obra es claro. El diálogo de Escipión con su abuelo y su
padre como pedagogía y formación mística. El sentido (significado y enseñanza), se apoya en un
axioma: la vida pública activa es la forma de vida más excelsa si se asume desde la virtud; y el
servicio, la entrega al bien común, superior a lo que puede deparar la actividad privada, el hacerse
lo que se quiera, o el agradable ocio (‘dolce far niente’).
Ciertamente que en el momento histórico en que transcurre el sueño, la república está en
“peligro” (en rigor en franca disolución), situación perfectamente penetrada y comprendida por
Cicerón, y de allí su empeño en producir esta obra. El enfrentamiento interno en pos de
territorios, botines y exacciones generó una lucha de poder entre los miembros de la nobleza y su
fraccionamiento en las tendencias políticas de nobles y populares, pero en ningún caso se llegaron
a socavar los privilegios de la aristocracia ni, por supuesto, la autoridad del senado y su proyección
como máxima institución del estado. La “salida” la encuentra en el retorno a los valores y a las
costumbres de la Republica primitiva, a la que erige en hito histórico, un ideal de gobierno que
debe recuperarse, pero desde una determinada encarnación del hombre público.
En los párrafos del sueño, encontramos una verdadera cosmovisión y cosmogonía muy
cercana (pero no equivalente ni similar) a la muy posterior de San Agustín quien habrá de llamar
“Ciudad de Dios”1. Sin embargo hay conceptos que llaman la atención por lo arriesgado, en
especial una suerte de sinonimia entre patria y republica, entre patria y estado, verdaderas
señas de identidad cultural -la tradición, basada en ritos familiares, es superior2-, como muestra
de lealtad y subordinación al grupo, patria, estado... y a dios.3
Dentro de la Civitas y para los ciudadanos. Gobernados por una ética fundada en la virtud
de la entrega (hoy se dice del servicio) con una meta que en rigor es promesa: la casa celeste, el
retorno al lugar en el que siguen viviendo los antecesores, la patria del cielo, como decían
nuestros ancestros mapuche (el huenu mapu).
A ellos habrá de llegar luego de recorrer un circunloquio que hoy podría parecer
“integrista” pero que en Cicerón no lo era (cfr. III, 15/16; pág. 183): “...Te pregunto, padre
santísimo y óptimo, puesto que esta es la vida, como oigo decir al Africano, por qué me demoro yo
en la tierra? ¿Cómo no me apresuro a venir con vosotros? "No puede ser así”, me respondió.
1 García Alonso Marta, “La ciudad de dios como alternativa al Sueño de Escipión. Los primeros pasos de la teología
Política cristiana”, Universidad Nacional de Educación a Distancia (Madrid), Revista PENSAMIENTO, vol. 65 (2009), núm.
244, pp. 197-219
2 Lares, manes y penates. Aunque las divinidades originalmente extranjeras fueron adquiriendo con el paso del
tiempo cada vez mayor importancia en la vida social y religiosa de la ciudad, el culto romano permaneció apegado a sus
divinidades tradicionales de origen ancestral. Entre éstas tenían especial importancia los lares, que eran los espíritus
deificados de los antepasados. Estos espíritus acogían bajo su protección a la familia de la que en un tiempo habían
formado parte. Cada casa tenía su larario, una pequeña alacena situada en la estancia principal, en al que se realizaban
las ofrendas a estos poderes divinos. Contenía las estatuillas representativas de estas divinidades. Otro tipo de
divinidades familiares eran los penates, aquellos poderes que velaban por la defensa y las provisiones de la casa. Los
manes eran por su parte los espíritus de los difuntos. Los romanos creían que era preciso alimentarlos para que se
mantuvieran con vida y por ello depositaban regularmente comida en los enterramientos junto al cadáver y,
posteriormente, al lado de la tumba. Evitaban de este modo que se consumieran en la nada o que atormentaran a los
vivos. (en): Flores Vera Julio Cesar, “Cosmogonía romana” (ppt), https://es.scribd.com
3 Ferrer Maestro Juan José, “Patria, estado y legitimidad religiosa en la teoría política de Cicerón”, POTESTAS, No 4