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El número de habitantes del pueblo Mapuche depende del sentido que se da al vocablo. Los
cálculos de Ercilla y de los cronistas coinciden en que este pueblo podía reunir entre 40.000
y 60.000 guerreros, hacia 1558, cuando había perdido la tercera parte de sus pobladores; y
si calculamos seis almas por cada guerrero, habría que fijar la población del estado de
Arauco en una cifra vecina a 350.000 almas, o sea, en la tercera parte de la población total
de Chile.
Sobre su descripción física podemos decir que su estatura era baja (1,61 a 1,63 metros para
el hombre y 1,43 a 1,44 metros para la mujer); el tronco muy bien desarrollado, es de pecho
alto y arqueado y más largo que el del blanco con relación con relación a su altura. Los
senos de la mujer son cónicos, bastante apartados y se proyectan hacia afuera más que en la
europea. La cabeza parece grande a causa de llevar el pelo en forma de melena hasta los
hombros pero en verdad es pequeña, la cara es generalmente redonda, la boca es grande, los
labios gruesos y el superior muy largo, el cutis es moreno y el pelo oscuro.
Los mapuches se tornaron sedentarios en nuestro territorio y asimilaron en parte la
civilización chincha−chilena, principalmente por el conducto de las mujeres que quitaron a
los vecinos. Se hicieron agricultores y ganaderos y la base de su ganado la formaban la
alpaca y la llama que heredaron de los chincha−chilenos. No alcanzaron aprender el trabajo
de los metales, ni lograron asimilar la alfarería adelantada de la civilización
chincha−chilena pero introdujeron en su lugar la vasija de madera.
Pero el hecho más trascendental de las relaciones entre el invasor mapuche y la antigua
cultura chincha−chilena fue la pérdida del idioma del pueblo vencedor y la adquisición de
la lengua del vencido. Un problema es el aislamiento de la lengua mapuche o, mejor dicho,
del chili dugu, en el grupo de las lenguas americanas. El mapuche como todas las lenguas
americanas, es aglutinante; la simple yuxtaposición de elementos distintos en una misma
palabra, modifica el valor gramatical y expresa matices de las ideas. Dentro del grupo de
las lenguas americanas, se caracteriza por su notable estabilidad fonética y por su estructura
sencilla y analizable. El mapuche (mapudungun) es un idioma armonioso, sonoro y uno de
los más perfectos entre los idiomas americanos.
Origen.
Uno o dos siglos antes de la invasión incaica, este pueblo guerrero se incrustó, como una
cuña, a la altura del Cautín, cortándola en dos porciones.
La forma como dividió la población autóctona, hace inverosímil la posibilidad de un arribo
por el norte o por el sur. Por otro lado la persistencia de costumbres pampeanas y algunos
nombres personales y geográficos y apellidos o nominaciones totémicas, como nahuel
(tigre) y cheuque o huanque (avestruz) inducen a suponer que los araucanos residieron
cierto tiempo en las pampas argentinas como cazadores nómades, vistiéndose de pieles o
construyendo sus toldos con cueros de guanacos; y que atravesaron los Andes por los pasos
bajos y desembocaron en el valle Cautín.
El pueblo se denominaba a sí mismo mapuche (gente de la tierra). Los españoles le dieron
el nombre de araucanos inventado por Ercilla. No tiene entroncamiento inmediato con otra
raza pampeana. Difiere demasiado de la que se ha denominado araucano−argentina.
Latchman observa con razón que, si hay entre ellas entroncamiento, es menester situarlo en
tiempos muy lejanos. La hipótesis de una travesía de las pampas desde regiones remotas no
es inverosímil; pero no ha dejado otros rastros que los ya apuntados, los cuales, si justifican
la probabilidad de la travesía, no proyectan ninguna luz sobre el punto de partida. Como
dice Darapski ningún pueblo se levanta para reclamar como hermano a los antepasados de
los araucanos.
Los mapuches, al cortar en dos porciones la civilización chilena preincaica no la
destruyeron; se limitaron a empujar hacia el norte una parte de los pobladores a los cuales,
como se ha dicho, dieron el nombre de picunches, y hacia el sur, el resto, que denominaron
huillinches.
Los Atacameños.
La región de atacama está marcada por el desierto. Este penetra hacia el interior hasta
aproximadamente los 2.600 metros, interrumpido solo por el Loa, único río que logra
cruzar esas tierras llegando hasta el mar. Un poco más al sur se encuentra el gran salar de
Atacama, la puerta del desierto árido del mundo.
Hacía el interior, a las orillas del río Loa y en los oasis ubicados al pie de la cordillera,
habitaban grupos de agricultores y pastores que pertenecerían a otro grupo étnico, los
Atacameños. Vivía también en estas tierras Lípes del altiplano y grupos originarios del de
Tarapacá.
Las poblaciones de pescadores hablaban un idioma propio, muy áspero entendido
solamente por ellos. Los atacameños en tanto hablaban una lengua propia que parece ser el
cunza. Es posible que el nombre de atacama sea una denominación impuestas por otros
grupos (probablemente los cuzqueños), por lo que hay investigadores que prefieren
llamarlos Likan Antai. El territorio de los atacameños habría estado dividido en dos partes:
Atacama la alta (el sector del salar), y Atacama la baja (el sector del río Loa. Se desconoce
aún la organización social concreta a que esta habría dado origen.
En sus actividades de subsistencias, los atacameños se movilizaban a grandes distancias, al
igual que los aymaras, intentando lograr acceso a productos de tierras lejanas. Es así como
sus caravanas habrían llegado hasta Lípez y Chichas (en la vertiente oriental de los Andes y
el actual noroeste argentina), lugares en los cuales algunos de ellos se deben haber quedado
por largas temporadas.
En la zona norte la cultura atacameña, de prolongado desarrollo. La ocupación incásica y
particularmente el hecho de ser la ruta obligada entre el norte y el sur del país significó el
aporte de nuevas expresiones culturales aborígenes.
En la cultura atacameña se distinguió el Complejo Cultural de San Pedro de Atacama que
tuvo su centro en la localidad de ese nombre y que se proyectó regionalmente. Se ubicó en
la hoya del río Loa, el único que lleva agua todo el verano.
La base de su economía fue la agricultura. Para el regadío de la escasa tierra fértil, los
atacameños construyeron terrazas y practicaron la irrigación artificial, utilizando, además,
el salitre sódico como fertilizante. Por la limitación de su medio geográfico, sus habitantes
ampliaron su economía a través del comercio. Llevaban a la costa lana de Alpaca y
productos agrícolas como Maíz, Quinoa, Frejoles, y a cambio traían moluscos y pescados.
Viajaron al altiplano en busca de coca, a través de senderos que más tarde formarían parte
del legendario "Camino del Inca".
La evolución de este núcleo cultural comprendió distintos períodos, extendiéndose desde
los primeros siglos de la era cristiana hasta después de la ocupación incásica e incluso
parece haber estado presente a la llegada de los españoles en el siglo XVI.
Los Aymaras.
Es muy posible que el nombre de Tarapacá no sea propiamente el del grupo étnico lo poco
que sabemos de ellos es que probablemente formaban una unidad que incluía, al menos, a
las poblaciones asentadas en las quebradas de Tarapacá, Pica y Guatacondo. Es muy posible
que en ese territorio hubiesen tenido que compartir el acceso a algunos recursos con otros
grupos procedentes del altiplano, como los Lípes, o del río Loa, como los Atacamas.
Los Changos.
Los Chiquillanes.
Grupo étnico Sur−Andino que habitaba y circulaba en la banda occidental y oriental de la
cordillera de los andes. Según uno de los mapas más antiguos del continente, se les ubica
entre los 34° y 35° de latitud Sur (fuente mapa de América, Juan de la Cruz Cano y
Olmedilla).
Los Chonos.
Banda caonera, deambulaban por los mares extremos de sur del país. Los chonos
navegaban principalmente por el Golfo de Penas y la península de Taitao.
Debido a las actividades de pesca y recolección de mariscos, estos pueblos recorrían
incesantemente los canales y senos; buscando los lugares que podrían ofrecerles algún
resguardo y abundancia de alimentos.
A pesar del frío, el viento y la nieve, los canoeros apenas cubrían su espalda a la cintura con
un trozo de cuero de lobo marino o pieles de guanacos y en ocasiones dormían a la
intemperie, sobre la nieve, apretados unos con otros a manera de ovillos.
Para la pesca usaban arpones de distintos tipos las mujeres portaban cestas se sumergían en
las aguas y caminaban por los roquerios extrayendo mariscos y algas. Los chonos usaban
arpones de madera y cuchillos de huesos de ballena.
Los Cuncos.
Grupo indígena araucano meridional comprendido entre los huilliches. Originalmente pobló
la región continental entre el río Bueno y el canal de Chacao. A fines del siglo XV,
aproximadamente, se extendió hasta el archipiélago de Chiloé, desalojando a sus primitivos
habitantes más al sur y defendiéndose con los que allí permanecieron. El mestizaje de
cuncos con aborígenes, los chonos, dio origen a los chilotes históricos. Los cuncos llevaron
a la isla grande de Chiloé el cultivo de la papa, el maíz y la quínoa. Aprovechaban la piel de
las llamas −de las que tenían pequeños rebaños− para hilar y tejer sus vestimentas.
Navegaban entre las islas en canoas de tres tablas cocidas y pescaban atrapando peces en
corrales de piedra o de ramas aprovechando la bajamar. En tierra usaban la estólica para
cazar. Habitaban en casas de madera sin labrar, o bien, de grandes ramajes. Durante el siglo
XVII empezó la declinación de cuncos y chilotes, quienes eran vendidos como esclavos en
el continente.
Los Diaguitas.
Con este nombre se ha referido algunos estudiosos a las distintas poblaciones que ocupaban
la región de los valles transversales, los de Copiapó al sur. El primero en darles este nombre
fue el arqueólogo Ricardo Latcham, basándose en datos de fines del siglo XVI y XVII, que
mencionaban a indio diaguitas en Coquimbo, así como supuestas similitudes entre estos los
diaguitas transandinos. Mucho se ha discutido acerca de si es o no correcto darles esta
denominación. Por ahora, lo único que avala son referencias documentales de inicios de la
colonia y datos toponímicos de la región de Coquimbo.
No está claro cuáles de los grupos indígenas entre Copiapó y Limari eran realmente
diaguitas. Según el cronista Bibar, en cada uno de estos valles se hablaban lenguas distintas.
Pero pareciera haber compartido ciertos principios de organización social, como el sistema
de jefaturas duales, común a todos ellos. Al parecer, la ocupación principal de los diaguitas
fue la agricultura y la ganadería que complementaban con la caza, la recolección de frutos y
la pesca. En la mayoría de los valles la escasez de lluvias los había hecho desarrollar
sistemas de regadío artificial.
Uno de los problemas que dificulta su estudio, además de la poca documentación conocida
hasta ahora, es el impacto de la presencia inca que a la llegada de los españoles, habría
afectado fuertemente las formas de vida propias de esta población.
Los Huilliches.
Desde la segunda mitad del siglo XVIII, se mantuvieron leales a los españoles en los
alzamientos de las fronteras. Las zonas nucleares de la resistencia indígena experimentaron
cambios para adaptarse a la nueva situación creada por sus peligrosos vecinos.
Los nuevos elementos humanos que incorporaban a su sociedad cautivos, desertores,
mestizos, estuvieron sometidos a una fuerte presión social para su rápida asimilación
(cambios de nombres, vestimenta indígena y aislamiento).
Aprendieron de los blancos a portar armas e instrumentos de hierro, elaborar adornos de
plata, y confeccionar con este valioso metal, espuelas, frenos, estribos para los caballos de
los caciques y hombres ricos. Introdujeron las semillas europeas en sus tierras. Cultivaban
especialmente trigo y cebada, a causa de la guerra de frontera del siglo XVII. Estos cereales
maduraban mas temprano que el maíz. Podían recoger y ocultar sus cosechas antes que los
españoles al emprender las malocas, las destruyesen. Animales de origen europeo
específicamente manadas de vacuno y cerdo, provocaron alteraciones en un medio
escasamente poblado por gente de raza blanca.
Hay que interpretar la modificación del ambiente físico en amplias zonas de Chile y
Argentina. Los rebaños en mayor o menor número según la época que se considere, se
extendían de la Araucanía, en su sentido más lato hasta el norte de la Patagonia argentina y
la pampa. Los indígenas de esta zona se convirtieron en pueblos jinetes, se comunicaron e
influyeron mutuamente, con marcado predominio araucano en estos procesos de mezcla y
aculturación. El complejo del caballo afecto múltiples aspectos de su cultura, alimentación,
vivienda, transporte, guerra, comercio, magia, ceremonias y ritos.
Los Molles.
Algunas centurias atrás las comunidades del desierto cultivaban el maíz, cuidaban ganado y
mantenían contacto con poblaciones del desierto de Atacama. Fue entonces cuando
comenzaron a abandonar su dependencia de la caza y recolección que predominaba en el
periodo anterior. Sus asentamientos se distribuían siguiendo los valles, los interfluvios y el
litoral. Desde el río Copiapó hasta el río choapa, los numerosos sitios arqueológicos
sugieren la presencia de grupos humanos de gran movilidad.
Los rebaños debían ser trasladados desde los valles bajos hasta la cordillera para percibir de
pastos estaciónales.
Los molles fueron también los primeros ceramistas en la historia de la región. Las
sepulturas se reconocían en la superficie por un ruedo de piedras, y bajo estas
señalizaciones se encontraban los restos del difunto junto a cerámica y otros tantos objetos.
Entre los artefactos extraídos de las excavaciones arqueológicas, llama la atención un
adorno labial llamado tembetá. También aparecieron pipas de piedras en forma de t
invertida, con lo cual los indígenas consumían algún tipo de droga. Este también fue un
pueblo metalúrgico puesto que se han hallado instrumentos de cobre.
Por ejemplo, en el río Hurtado los indígenas eran sepultados con tierra fina y luego cubierto
con distintas capas de piedra. La cerámica asociada se caracteriza por vasos altos decorados
con diseños rojos en un fondo blanco, y jarros con dos golletes unidos por un asa puente.
Ello contrasta poderosamente con la sepultura en túmulos y los toscos jarros globulares de
base apuntada, descubiertos en el valle del río Copiapó.
Esta diversidad cultural también es observable en los estilos de arte rupestre que los
arqueólogos asocian a esta fase prehistórica. En el cerro la silla, al norte de la región es
común ver grabados sobre rocas que representaban figuras humanas.
Los Onas.
Constituían el pueblo más austral entre los cazadores, localizándose en la isla grande de
tierra del fuego. Aparentemente formaban distintos tipos de cultura y en lo lingüístico,
denominados Haush−Selk Nam; según sus creencias existía un creador que llamaban
Temaukel y que identificaron con la naturaleza y el universo, creían en la inmortalidad del
alma y dentro de la comunidad existían brujas y curanderos muy estimulados. Su
organización social consistía en pequeñas bandas cazadoras−recolectoras, en que
predominaba la monogamia.
Cazaban guanacos y zorros a demás de dedicarse a la pesca y recolección de vegetales:
eventualmente mariscaban y cazaban aves.
Vivieron en toldos de base circular y flechas puntiagudas, de madera y cueros.
Aparentemente no conocieron la alfarería. Practicaban entierros funerarios envolviendo a
los muertos en pieles. Fabricaron arcos y flechas, balsas de cuero y canasta de fibra vegeta,
entre otros.
Los Pascuenses
Los Pehuenches.
La palabra pehuenche, en idioma mapuche (mapudungu), significa gente del pehuén, y
designa a grupos indígenas pre−cordilleranos que vivían de la recolección de los piñones,
desde Chillan hasta Arauco, aproximadamente. De vida nómade, complementaban su dieta
con la caza y recolección andina, en el Sur de Chile. Habitaban toldos de cuero.
Incorporaron el caballo traído por los españoles convirtiéndose en hábiles jinetes y
guerreros, le sirve también para transportar enseres y toldo, además de cumplir funciones
comerciales entre ambos lados de la cordillera.
En la actualidad muchas familias indígenas sostienen un modo de vida similar a los
pehuenches, basada en la recolección de piñones, el fruto del pehuén o araucaria.
Su contextura física era muscular y fuerte; la cara ancha cuadrada, con la mandíbula
inferior dura y enérgica y los ojos hundidos.
Los Picunches.
Adornos:
El valle de mapocho estaba generalizado, entre las indias, el uso de pinturas en partes
destacadas de sus cuerpos: acostumbraban las indias a pintarse la barba como los moriscos;
hacen tres rayas o media luna o la señal que se le antoja, y los pechos y las muñecas de los
brazos.
Numeración:
En su sistema de enumeración cuentan hasta diez y no es más su cuenta, que los demás
cuentan por dieses. Es evidente, en esta cita, la influencia del sistema decimal incaico.
Vivienda dispersa:
Los picunches, como otros grupos araucanos, no residían en pueblos. Les gustaba vivir
cada uno en el sitio que mejor le parecía para tener su sementera y ganado. Y Así no tenían
más comunicación unos con otros, ultra de la de cierto día señalado, en que se juntaban
como a ferias, en un lugar diputado para ello...
La guerra:
El capitán gallego describe la táctica de estos indios al trabar combate con los españoles:
pero como los indios eran en tan gran número nunca dejaba de estar el campo cujado de
ellos entrando siempre escuadrones de refresco.
Sus adornos guerreros consistían en ... la mucha plumería que traían en sus cabezas de
diversos colores, y las pinturas de sus rostros que estaban matizados con la variedad de
labores que suelen en semejantes ocasiones....
Usaban gran diversidad de armas ofensivas: ... que traían en las manos como dardos
arrojadizos, con tiraderas: porras de armas de metal con púas de extraños artificios; lanzas
cortas; picas en abundancia; macanas fuertes; arcos grandísimos de flechas tan largas y
útiles, y de tanta fortaleza que pasan el arzón de una silla jineta pasando la flecha de claro
más adelante.
Juego de azar:
Los indios de la zona central eran aficionados a un juego de azar, del que Bibar narra
detalladamente su estructura: ... en el suelo hacen una placita pequeña y por una parte de
ella hacen una raya como una C al derecho y otra C en contra al revés, y en medio de estas
dos C, digo en las cabezas está un hoyuelo pequeño, y por las dos C va por cada una de
ellas diez hoyuelos más pequeños. Ponen por ellos piedras o maíces o palos de manera que
difieren en el color los unos de los otros. Desde fuera de este circuito hincan una varita de
tres palmos y la cabeza de ella cae en medio de este circuito de las C. Hacen una varita de
mimbre una O atada allí que será tan grande como una ajorca.
Los jugadores no podían ser más de dos por cada lado, utilizaban piedritas que corrían por
casillas u hoyuelos de los adversarios, ocupándolas y desalojando el contrario, y matando la
piedrita del contrario al caer encima, o perdiéndola si caía en la casilla o hoyuelo del medio.
Para hacer correr las piedritas por los casilleros, en lugar de dados, utilizaban porotos
blancos a los que pintaban una de sus caras de negro para darles un valor convencional y
poder contar tantos. Tenían que pasarlo por la ajorca, al tiempo que se daban con las manos
en el pecho y en el muslo derecho. El cronista concluye su narración, señalando que eran
los indios tan apasionados en este juego que no solo apostaban lo que tenían sino que
llegaban hasta jugarse sus mujeres e hijos.
Jefatura Dual:
La organización política del valle de Aconcagua era dual, como ya se señalo. Uno de los
señores, Tanjalongo, mandaba de la mitad del valle a la mar y el otro cacique llamado
Michimalongo, señoreaba la mitad del valle hasta la Sierra.
Elección del jefe militar:
Según Mariño de lovera, Michimalongo fue elegido caudillo militar ante el negocio tan
grave como era la entrada de los españoles. Relata el cronista que se congregaron en un
lugar determinado para estos fines y allí estuvieron algunos días banqueteando y brindando
con solemnes borracheras antes de proceder a la elección.
Se señala en la crónica, que salió electo por ser un indio esforzado y respetado. No
proporciona información si estaba representados en la asamblea los indígenas de los dos
valles. Pero se podría inferir, a través de los datos que su ejército se constituyo en el valle
de Aconcagua y marcho a toda prisa hacia el valle del mapocho, para impedir que los
españoles se asentasen definitivamente en el territorio.
Esta información tiene interés desde un punto de vista comparativo, porque los mapuches
también elegían, en asambleas, sus jefes para la guerra.
Los Poyas.
Los Puelches.
Comparten género de vida cazador y recolector como los pehuenches. Ocupan la región
entre Valdivia y Osorno. Aprovechando los numerosos pasos cordilleranos, tienen estrecho
vínculos con cazadores pampéanos y al parecer, el mismo origen cultural. La denominación
étnica misma así lo sugiere. En idioma mapuche, puelche significa gente del Este.
Para cazar animales de mayor envergadura utilizan boleadoras y lazos, tecnologías de cazas
tradicionales en el ámbito pampeano. Suelen recorrer grandes distancias en las pampas y en
espacios andinos, aprovechando la movilidad que les da el manejo del caballo. Como armas
ofensivas disponían de arcos y flechas, lanzas y hondas.
La estructura social y básica es la familia, agrupadas en bandas funcionales a su vida
nómade.
Escasa densidad de población: cada parcialidad o grupo no sobrepasa los 20 o 30 indígenas,
completando su dieta de frutos silvestres con el consumo de carnes de guanaco.
Jerónimo de Pietas, cronista que describe muy bien su modo de vida dice: ...no tienen parte
efectiva donde vivir porque mientras hay caza están en una parte, y en faltando mudan sus
tolderías a otras y de esta suerte andan como gitanos. Utilizan el arco y la flecha. También
las boleadoras, para la caza y la guerra: usan de unas bolas de piedra atadas con nervios que
tirándolas traban un caballo o a un hombre que no se puede menear. Y de esta se
aprovechan mucho los puelches para la caza de animales y con ellas los atan de pies y
manos, luego llegan los cogen en lazos (P. Diego de Rosales).
Confeccionaban sus vestidos de pieles de guanaco, los cuales eran curtidos, aderezados y
cosidos con nervio de animal. Viven en comunidad, formando tolderías de pellejos de
guanacos y de vacas. Practicaban el trueque para adquirir los productos agrícolas de la
gente del valle. Con la colonización española, los puelches tienden a permanecer en la
banda oriental de la cordillera de los Andes.
Los Tehuelches.
Vivian en las estepas de coirón al norte del estrecho de Magallanes, fueron denominados
patagones por los primeros europeos que atravesaron dicha region.
Llevaban un modo de vida semejante al de los onas aunque a la caza del guanaco agregaron
la de la avestruz o ñandú capturando por medio de boleadoras arrojadas a sus patas.
Culturalmente pertenecen a la tradición pampeana argentina.
El primer acercamiento a Chile fue en el año 1520, cuando una expedición comandada por
el portugués Hernando de Magallanes buscaba un paso hacia Oriente a través del continente
americano, navegando por el Océano Atlántico hacia el sur. Después de recorrer la zona que
nombraron Patagonia -debido a las huellas que dejaban sus habitantes, de gran estatura-, el
1¼ de noviembre se encontraron con un amplio brazo de mar, el que posteriormente sería
llamado Estrecho de Magallanes en honor al capitán de la travesía.
Al descubrir este paso hacia el Oriente, Hernando de Magallanes creyó que se encontraba
en la parte más austral del continente y que la región que se veía al sur debía ser una isla.
La denominó Tierra del Fuego, por la gran cantidad de fogatas que se distinguían a lo lejos.
Así se reconoció la parte austral del territorio chileno. En 1535 el adelantado Diego de
Almagro (1475-1538), quien había ganado título y fortuna en la conquista del Perú
realizada en acuerdo con Francisco Pizarro (1478-1541), se propuso emprender la
exploración de las tierras sometidas al imperio inca al sudoeste del altiplano boliviano, más
allá del desierto atacameño.
En Perú habían comenzado las disputas con Pizarro por considerarse Almagro postergado
en las capitulaciones acordadas por el primero en 1529 con el emperador Carlos V, por las
que se convertía en gobernador de la región conquistada. La presencia en Perú de los
hermanos de Pizarro extendió las rivalidades a los capitanes de uno y otro conquistador.
Motivado por el ansia de ganar su propio «eldorado», las noticias recibidas del inca Manco
Cápac II (h. 1500-1544) sobre el tributo en oro percibido del valle de Aconcagua alimentó
la decisión del adelantado y la ambición de sus partidarios.
Tres años después del regreso de Almagro, en 1539, Pedro de Valdivia -experimentado
soldado y maestro de campo de Francisco Pizarro en la guerra contra Almagro- solicitó a su
capitán y gobernador permiso para realizar una expedición a Chile. Esto, porque el rey
Carlos V había autorizado a Pizarro para hacer explotar la Nueva Toledo, tras la muerte de
Diego de Almagro. Francisco Pizarro accedió, nombrando a Valdivia teniente de
gobernador; pero dejó en sus manos organizar y pagar la fuerza con la que “se terminaría la
ocupación del imperio Inca”.
Para financiar la campaña, Valdivia utilizó los bienes que obtuvo por su intervención en la
rebelión de los incas en el Cuzco: el valle de La Canela y una mina de plata. Sin embargo,
no fue suficiente. Se asoció con un rico comerciante español, Francisco Martínez, con el
que se repartirían a medias lo que encontraran. Esta segunda expedición a Chile pretendía
la conquista y fundación de asentamientos estables, por lo que se llevaron semillas y
animales domésticos.
Valdivia tuvo que compartir la expedición con Pedro Sancho de La Hoz, a quien Carlos V
había concedido en 1539 la autorización para descubrir y gobernar las tierras situadas al sur
del Estrecho de Magallanes y las islas a su alrededor. En el grupo también iba la viuda Inés
de Suárez. Las noticias sobre la ausencia de grandes riquezas y las penurias del viaje
afectaron el reclutamiento de soldados. La expedición salió del Cuzco en enero de 1540,
con apenas once soldados y algunas decenas de indígenas, siguiendo la ruta del desierto por
la que retornó Almagro.
Los primeros años de Santiago fueron turbulentos ya que la ciudad fue asaltada y quemada
por 5 mil indios dirigidos por el gran Michimalonco (11 de septiembre de 1541). A las
dificultades de la reconstrucción, se sumó durante un largo tiempo la falta de alimentos y
ropas. En 1547, Valdivia decidió viajar a Perú para reabastecerse y colaborar para resolver
la revuelta social que se estaba produciendo en el centro del virreinato. Llegó justo a la
batalla de Jaquijahuana, en la que Pedro de La Gasca se aprestaba a dar el golpe final contra
Gonzalo Pizarro y sus seguidores, que habían provocado una gran rebelión y decapitado al
virrey. Los líderes de la rebelión fueron asesinados, y como recompensa Valdivia fue
confirmado como gobernador de Chile. A su regreso, Valdivia emprendió la conquista de
las tierras ubicadas al sur de Santiago. Su objetivo era extender la gobernación hasta el
Estrecho de Magallanes. Como resultado de las exploraciones, se fundaron las ciudades de
Concepción (1550), La Imperial (1552), Villarrica (1552), Valdivia (1552) y Los Confines
(1553). De regreso al norte, Valdivia fundó en plena Araucanía los fuertes de Arauco, a
orillas del mar, y Tucapel y Purén en las faldas occidental y oriental de la Cordillera de
Nahuelbuta (1553).
A estas fundaciones hay que agregar una anterior, La Serena (1544), por Juan Bohon, que
tras ser destruida e incendiada fue refundada en 1549 por Francisco de Aguirre. A la misma
altura, pero al otro lado de la cordillera, en la provincia de Tucumán, Aguirre fundó por
orden de Valdivia, la ciudad de Santiago del Estero (1553).
Con la fundación de cada ciudad, se asignaban tierras y encomiendas de indios a los
vecinos, y se creaba un cabildo. Con la fundación de ciudades y fuertes al sur del río
Biobío, Valdivia confiaba en la sumisión del pueblo mapuche, pero la reacción no tardó. A
fines de 1553 estalló una gran rebelión dirigida por el joven jefe indígena Lautaro, que
había servido a Valdivia y que, por lo tanto, conocía perfectamente sus estrategias de
guerra.