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Elena Poniatowska Nada, nadie 7 Las voces del temblor or Ediciones Era pposicién de México 2 millones de délares para las tareas més urgen- tes, y Mohamed Essaafi, coordinador de la Ayuda de las Naciones ‘Unidas para casos de desastre vino en representacién de Pérez de (Cuéllar (De la Madrid cancelé su visita a la onv del 24 al 26 de sep- tiembre). El Papa envié quinientos mil délares a los damnificados y el 22 de septiembre en el Palacio de los Deportes en Génova la- ment6 no estar en México: “No deberia estar aqui sino con los mexicanos que sufren en el santuario de la Virgen de Guadalupe.”” La solidaridad internacional hacia México est patente: el puen- te dereo se ha mantenido durante tres dias consecutivos con ayuda de catorce naciones. El presidente de la Asociacién Internacional de la Cruz Roja dice que lo que ahora necesita México es dinero, pues ha recibido mucha ropa, comida, medicamentos, etcétera. Lista de aviones oficiales: 11 de EUA, 2 de la URSS, 2 de Francia, 2 de Argentina, 1 de Guatemala, 1 de Reptiblica Dominicana, 4 de Ar- gelia, 1 de Suiza, 1 de Colombia, 1 de Canada, 1 de Perd, 1 de Ita- lia, 1 de Cuba, 1 de Panamé, 2 de Espafa. Reagan hablé por teléfono con Miguel de la Madrid, segan La Jor- ‘nada. Gavin recorrié las zonas afectadas. La sefiora Reagan llegard hoy. Juan Pablo II expresé su apoyo ¢ invit6 a los pueblos a solida rizarse. asa comunic6 que han arribado 32 aviones con mil 300 to- neladas de carga, e indicé que la ayuda ha sido inmediatamente canalizada a las zonas que la requieren, de acuerdo con la Secreta- ria de Gobernacién, el por, la Secretaria de la Defensa Nacional y a Cruz Roja. En la ou se trataré de dar ayuda a mediano plazo. En Puerto Rico se formé un comité para ayuda econémica. Muchas ‘organizaciones y paises donaron dinero: la Cruz Roja de Alemania doné 130 mil délares, Japén 250 mil délares, Austria medio millén. Cuba opina que no deben cobrarnos la deuda externa. El Washingion Post dijo que las instituciones gubernamentales, bancarias y empresariales deben cambiar de actitud hacia México. EL MUNDO NOs COBUA El director de Aeropuertos y Servicios Auxiliares, Humberto Lugo Gil, informé que desde el momento en. que se conocié en el extran- jero la magnitud de la situacién de la ciudad de México se han reci- ido 1 100 toneladas de carga, entre viveres y medicamentos, equipo hospitalario, helicépteros y vehiculos de rescate procedentes de tre- ‘ce paises. Se atendieron 28 vuelos especiales. Ayer llegaron dos avio- 70 nes tipo Hércules, uno c-141 y otro cs. de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos con tres helicépteros Bell y cuatro camionetas. [gual- ‘mente, tres vehiculos blindados y una limusina 1985 con varios agen- tes de seguridad de la Casa Blanca. No se explicé el motivo pero es evidente que se prepara el arribo de Nancy Reagan, la esposa del presidente de Estados Unidos. México no sabia que lo querian asi —No me quedé nadie. “ESTA TEMBLANDO™, DUE EN VOZ ALTA Beatriz Graf Amanecié el dia normal, dice Elia Palacios Cano. Mi esposo fue el primero en despertarse, tenia un desayuno a las ocho. Luego me levanté yo, fui al cuarto de la nifia. Le saqué su uniforme, lo puse en la cama, fui a la cocina a prepararle su fruta. “Andale, gorda, ‘tu amiguita ya salié de su casa.”” Viviamos en Bruselas 8 esquina Liverpool, departamento 5, 2° piso. Los vecinos del departamento 3 si salieron. “‘S{ mama, ya s6lo me faltan los zapatos.”” Iba a en- juagar un vaso y me mareé: “Estd temblando”, dije en voz alta, luego pensé, para qué lo digo, vi el foco mecerse. ““Esté temblan- do", repetl. Le grité a mi hija “Esta temblando”. “Si mamita”’, y se Vino junto a mi. El nifio segufa dormido, lo cargué y nos dirigi- ‘mos a la puerta; Enrique mi esposo salié del bafo y tomé de la ma- no a Leslie, traté de abrir la chapa de arriba, Iuego la de abajo, se Te cayeron las llaves, las recogié y pudo abrir; la puerta empez a azotarse muy fuerte de un lado a otro, en una forma tremenda y dije: “Qué salir ni qué nada, esto nos va a botar por las escaleras”, volvi la cara hacia la calle, el edificio de enfrente se movia como yo nunca habia visto moverse nada, estrellandose con el de junto, en la pared de mi sala se abrié una ranura grandisima, “Esto no es un temblor, es un terremoto.”” Pensé en mi mamé que vive en Ja colonia Obrera en una casa muy vieja y descuidada, luego senti que caia y grité: “Enrique, la niffa”. AY, MAMITA, ME APACHURRAS, ME LASTIMAS Fue rapidisimo. Cai con el brazo izquierdo y la barba porque con el derecho estaba cargando a Quique; no quise caer encima de él, or eso meti la barba. Cuando nos detuvimos el nifio me dijo “Ay, mamita, me apachurras, me lastimas"”. “Salte rdpido”, le contesté n y lo saqué de debajo de mi. Me traté de levantar pero me di cuenta {de que mi brazo izquierdo estaba atrapado. Toqué al nifo, le pre- gunté si le dolia algo. ‘‘Esté muy oscuro” me dijo. ‘‘Si, mi amor, es que se fue la luz, quédate quietecito.”” Traté de buscar a mi espo- so en la oscuridad y encontré su cabeza: “Enrique, hablame”’. No me contest6. Le toqué el pulso, no, lo movi, nada. Estaba muerto. ‘Al ver que no me podia sentar ni levantar me quedé tirada boca abajo. Me di cuenta de la situacién, tenfa que guardar mucha cal- ma, estar tranquila. Traté de imaginar qué techo se habia caido, qué pared, pero estaba muy oscuro. Busqué a mi nifia, la Ilamé, Lesli Leslie, me ayud6 pensar que sino la ofa fue porque habja muerto y su muerte habfa sido instanténea, no habia sufrido. Volvi a tocar ‘a mi esposo, su cabeza estaba sangrando, le tomé el pulso otra vez Y No, no, no, no, no. No seria la tinica que me encontraba en esa situacién, tenia que estar pendiente por si alguien venia a rescatarnos, entonces me vol- via decir ‘‘tengo que estar tranquila”” para no gastarme el oxigeno del lugar donde quedé atrapada. Cémo estaria la casa de mi ma- ‘mA? En ese momento todos iban a tratar de saber de todos y al ver que yo no llamaba por teléfono me iban a venir a buscar, y al ver el edificio todo derrumbado me iban a sacar; pensé: “Ojald asi sea’. AVODENME, AYODENME Después de diez o quince minutos of a una persona que pedia ayu- da: “‘Ayiidenme, aytidenme”’. Yo también empecé a gritar “‘ayi- denme, ayiidenme”’; seguramente se trataba de alguien que vivia en el edificio y estaba atrapado, era initil, ni yo le podia ayudar ni él le grité: ‘‘Tranquilo, nos van a venir a sacar, no se gaste el ‘oxigeno”. Al rato of voces, un hombre y una mujer preguntaban ““jHay alguien ahi?”” Les contesté que yo con mi hijo pero no me ‘oyeron y es que, como se me habia roto la mandibula, la voz no me salia clara. Estabamos en un lugar muy pequefto, de largo no eran mas de dos metros; de ancho serian cuando mucho sesenta centimetros y otros sesenta de alto. Quedé boca abajo pero con los pies podia de~ tener Ia losa que teniamos encima. Era un espacio muy reducido. Cuando César mi sobrino me rescatd, estuvo encima de mi tratan- do de zafarme el brazo porque no habia lugar para que él trabajara, or eso creo que eran sesenta centimetros de ancho. Yo le decia a mi sobrino que cémo no tuvimos la suerte de quedar todos juntos, con vida, y él me contesté que en ese espacio nos hubiéramos aca~ n bado el aire entre todos. Después era una angustia pensar “Si yo hubiera abrazado también a mi hija’ lia a gas. A lo mejor se habian apagado los pilotos de mi estu- fa, a lo mejor se habia caido una pared de la sala y la cocina estaba cen pie, fue por eso que le pedi al nifio que se arrastrara a ver si po- dia llegar a la cocina, que se trajera del refrigerador un jugo, un refresco, una fruta, le dije que se asomara al baleén con mucho cui- dado y le gritara a la gente que alli estabamos, pero Enrique no qui- soir, y qué bueno, no hubiera podido llegar. El olor a gas desapareci al rato, 0 a lo mejor me acostumbré, el intento por zafar mi brazo. Habia unas tablas cerca de mi y me di con una tabla, me queria romper el brazo; ‘silo restiro me lo puedo romper, lo puedo cortar y Iuego lo amarro con mi ca misén para no desangrarme”, me di con el tacén de la zapatilla, con una piedra, pero nada. Me dije: “‘Si Dios quiso que quedara asi atrapada, fue por algo, tal vez si se derrumbs el edificio y si tra- to de salir, voy a perder la vida”. Quique no tenfa ni un raspén y decia yo: ““;Ay, Dios mio, permiteme salir con vida, que me sienta bien, porque si llego a desfallecer mi hijo se va a quedar aqui solo, atrapado, y va a ser una muerte muy fea, tengo que aguantar”. Me quedé quieta junto a mi hijo. Senti unas toallas en los pies, las jalé un poco pero no las alcanzaba, el nifio si se podia sentar, y le dije: “Mi amor, ve tocéndome las piernas y cuando legues & mis pies las vas a sentir". Y me dio las toallas, acomodé una tapando el cuer- po de mi esposo para que el nifio no lo tocara, otra se la puse a Qui: ue para que se pudiera acostar y la otra me la traté de acomodar debajo de las piernas porque habia muchas piedras y me lastima- ban, pero no pude; tapé al nifio que decia que tenia frio, aunque yo mo creo que era frio; eran sus nervios. No me pidié de comer, nj agua ni nada, s6lo pregunté qué habia pasado y le dije que habia sido un temblor: “Pero van a venir a buscarnos, estate tranquilo, agu{ vamos a estar los dos”. Y se quedé dormido. Dormia bastante, (GRITABA: “ESTAMOS AQUE* Horas ms tarde of cerca las maquinas, oi voces, taladros. Eso me serenidad, pero tuve miedo de que sin darse cuenta tiraran la proteccién que teniamos. Yo los ofa pero ellos nunca me escucha- ron, yo les gritaba “estamos aqui, aytidennos””. Fue una de las co- '8a8 que me mantuvo despierta casi todo el tiempo, la preocupacién de que se acercaran mucho y taladraran en la losa que nos cubria. En la oscuridad no sabia si era de dia o de noche. Me imaginaba B

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