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Desde siempre se ha intentado educar en la escuela para preparar personas para el mundo
que les rodea. Aristóteles preparó a sus alumnos para saber razonar y debatir. La escuela de
la revolución industrial pretendía crear mano de obra para sus vastas cadenas de montaje:
todos iguales y mecanizando procesos. Desgraciadamente, en muchos casos, así seguimos.
¿Cómo queremos que sean los trabajadores del futuro? ¿Qué estamos haciendo para
conseguir a esos trabajadores? Desde Julio Verne Bilingual School, como parte de Grupo
Sorolla, apostamos, como uno de nuestros principales objetivos, en la formación de nuestro
alumnado en las competencias del siglo XXI para que, como nuestro slogan dice, “cuando
tengan que volar, estén preparados”. ¿Y cómo lo hacemos?
Pensamos que la variedad puede ser uno de los conceptos clave. Según estadísticas de
EEUU (que por suerte o por desgracia vivimos o viviremos aquí) una persona media
permanece menos de 10 años en el mismo puesto de trabajo hoy en día, a diferencia de la
sociedad de hace 20 años donde se tenía un trabajo para toda la vida. Es por ello que
consideramos los contenidos curriculares al uso como herramienta o ventaja, si queremos
verlo de este modo, para la adquisición de procesos, rutinas y habilidades.
Este “ideal” fue reemplazado por conceptos como: formación integral para la obtención de
aprendizajes significativos; formar científica, humana y tecnológicamente, aunque se habla de
formación intelectual; crear habilidades y destrezas e instruir para la vida práctica.
La educación no debe llevar a un estancamiento de las aptitudes de los estudiantes y como una
simple adquisición de habilidades mecánicas y de fórmulas preestablecidas, con el único objetivo
de lograr capacidades para su vida laboral.
Esta debe crear conocimientos, habilidades o destrezas para la vida, es decir, integración de
sabiduría, inteligencia, experiencias previas, entendimiento, razonamientos lógicos, juicios
correctos o positivos, conocimientos, cultura y memoria; esto es crítico, analítico, reflexivo,
razonador, lector e investigador asiduo.
En nuestro sistema educativo se ha sugerido de todo para lograr fines, propósitos y objetivos:
reforma educativa, una sola jornada, aumento de horas o minutos de clases, formación
permanente de los facilitadores, laboratorios informatizados, experiencias educativas de otros
países, transformación curricular y hasta escuelas modelo.
De acuerdo con la precitada ley, los fines de la educación panameña son 17, entre estos están:
“contribuir al desarrollo integral del individuo, con énfasis en la capacidad crítica, reflexiva y
creadora, para tomar decisiones con una clara concepción filosófica del mundo y de la sociedad...”
y “contribuir a la formación, capacitación y perfeccionamiento de la persona como recurso
humano, con la perspectiva de educación permanente, para que participe eficazmente en el
desarrollo social, económico, político y cultural de la Nación...”.
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