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Mario Barcellandi Relato

Escribo desde el teléfono mientras espero el tren. Barcelona. La humedad es igual en todos lados.
La historia es así, era la medianoche de un martes de otoño en Gonzales Chaves. A esa hora y en esa
época no había nada para hacer salvo romper cosas. Estábamos con el marciano caminando por el
centro. Le decían el marciano porque tenía tremendas orejas, aunque nunca le llamé así por respeto.
La movida es que una noche, después de caminar en círculos ya medio borrachos nos sentamos en el
borde de la vidriera de lo de “pirucha”. La dueña de la disquería del pueblo. CD’S, Cassettes, esa época.
El marciano estira las piernas y cuando apoya la espalda en la vidriera suena un crujido. El vidrio tenía
una tremenda grieta, pegada con cinta de embalar, pero de la mala, la transparente. Un portal a la
cascada de discos dispuestos en modo vitrina, de forma simétrica, pero sin ningún orden pomposo.
Mystic Love de Los Pericos, un grandes éxitos de Antonio Ríos, uno de Xuxa, y si estirabas el brazo lo
suficiente podías llegar al disco doble de Spinetta y los Socios del Desierto. Las joyas que rescatamos
eran ese y el aguante de Charly, recién salido, la tapa era rosa y en el medio estaba él atado haciendo
que tocaba el piano. Esa historia de otoño tuvo una similitud extraña tres meses después, porque las
historias que se inscriben son las que se rescatan en verano. Necochea. La playa era perder el tiempo
así que íbamos a la sensación de la época. El desaparecido hipermercado “Aragone”, creo que el dueño
era un italo-emprendedor. En la sección electrodomésticos estaba el ejército negro de Aiwas, sonando
a todo vapor. Esos que tenían triple bandeja para CD’s. Ahí fue más fácil porque era tan sencillo como
abrir la bandeja y elegir. Encontramos el disco Metallica, de Metallica. Ese negro con la serpiente como
mal impresa. Directo al vello púbico, entre la malla. Caminamos incómodos unos metros y después al
bondi. A la habitación del fondo del departamento de la abuela. Metallica, Charly y Spinetta en loop
todo el verano. En la persiana de la habitación había un nido de murciélagos que nos acompañó todas
las vacaciones, el marciano no hablaba, era el encargado del eterno loop.

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