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W63 1/03
Preguntas de los lectores
● En vista de Proverbios 22:6, ¿por qué es que los hijos que han sido criados por padres cristianos dedicados a veces
se apartan del camino de Jehová en el cual se les ha instruido? —L. G., EE. UU.
Proverbios 22:6 dice: “Educa al muchacho según el camino que es para él; aun cuando llegue a viejo no se apartará de
él.” Cuando los que han sido criados en el camino de Jehová se apartan de él al llegar a viejos, pudiera decirse que
con la mayor probabilidad algo faltó en su crianza. Quizás los padres no hayan sido lo bastante concienzudos o
cuidadosos, o no hayan sido lo bastante estrictos, o quizás no hayan mostrado suficiente amor. También, puede ser
que no hayan puesto tan buen ejemplo como pudieran haberlo hecho. Por eso, aunque éstos aparentemente fueron
criados en el camino que era para ellos a causa de tener padres cristianos, quizás en realidad no haya sido así.
Sin embargo, no podemos descartar las excepciones. Por eso, hemos de concluir que lo que se da a entender en
Proverbios 22:6 es que el peso de la probabilidad es, que las posibilidades son, que las fuerzas o factores puestos en
marcha mediante el entrenamiento apropiado son tales que hacen sumamente factible el que los hijos no se aparten
del camino correcto al llegar a viejos; pero no que no pudiera haber excepciones.
Por otra parte, no puede negarse que no todos los hijos que han sido tristemente descuidados por sus padres se han
vuelto malos. Pero esto no es decir que por tales excepciones no hay que dar atención a los hijos ni que el entrenarlos
en el camino que es para ellos es cosa vana.
G75 8/04
El arte de la persuasión
UN NIÑO tiene una mente hambrienta. Quiere saber la razón de las cosas.
“¿Por qué es azul el cielo?” “¿Cómo llegué a existir?” “¿Dónde van las estrellas
durante el día?” “¿Qué estás haciendo?” “¿Por qué esto?” “¿Por qué eso?”
Cuando obtiene las respuestas, queda satisfecho. No se requiere persuasión.
Más tarde pregunta: “¿Por qué no puedo tener más caramelos?”
“Porque no comerás tu cena. El caramelo no es un alimento equilibrado. Es
malo para tus dientes. Comer demasiados no es bueno para ti.”
Ha obtenido sus respuestas, todas razones sólidas. Pero esta vez no queda
satisfecho. ¿Por qué no? Porque ahora no es una mente curiosa lo que está
envuelto; más bien es un deseo emocional. Él no desea respuestas. Quiere
caramelos. Uno puede darle razones, pero es probable que no lo persuada por
medio de explicarle que no es bueno para él. ¿Cuántos niños de cinco años de
edad se preocupan de lo que es bueno para ellos?
En cuanto a eso, muchos adultos tampoco se preocupan de lo que es bueno
para ellos. Por ejemplo, conocen los peligros de fumar. Diariamente se acumula
la evidencia, y los ejemplos de los que la desafían son enterrados en los
cementerios diariamente. Sin embargo, millones de personas inteligentes en
otro sentido hacen caso omiso de la razón y continúan esta práctica peligrosa
para su salud. ¿Por qué? Sencillamente porque quieren.
¿Se les puede persuadir que dejen su práctica? ¿Se puede persuadir al niño
que quiere más caramelos a que se limite? El persuadir a otros a cambiar una
opinión o una práctica no es sencillamente un asunto de darles razones para
cambiar. El arte de la persuasión incluye mucho más.
Primero, es importante saber las razones por las cuales la gente se aferra a
ideas equivocadas. Hay que ahondar en el asunto. ¿No están informados,
informados solo parcialmente, o mal informados? Con frecuencia su posición
se basa únicamente en la emoción. Si está implicada la emoción, el solo
razonar no persuadirá. A principios de la conversación trate de descubrir la
verdadera base para su creencia, y conforme sus palabras en armonía con ello.
Este es el consejo de la Biblia: “Estudie cuál es la mejor manera de hablar con
cada persona que conozca.”—Col. 4:6, The New English Bible.
La lógica un requisito básico
Si sus creencias se basan solamente en la emoción, uno tendrá poco que
ofrecer en defensa de éstas. Además, no estarán firmemente arraigadas en su
mente. Los llamamientos emocionales y las tácticas que entusiasman al
populacho harán vacilar irresolutamente su modo de pensar. Así es que
conozca bien su tema.
Muchos solo conocen un lado, su lado. Solo se interesan en eso. Leen los
escritores que están de acuerdo con ellos. Escuchan a los oradores que
confirman sus convicciones. Creen lo que quieren creer, y no escuchan a nada
que pudiera trastornar su modo de pensar. “De acuerdo con sus propios
deseos,” dijo de éstos el apóstol cristiano Pablo, “acumularán para sí mismos
maestros para que les regalen los oídos; y apartarán sus oídos de la verdad.”—
2 Tim. 4:3, 4.
Pero si uno ha de ser persuasivo, un requisito importante es conocer los
hechos. Todos ellos, los que están a favor y los que están en contra. Si uno
conoce solo los argumentos a favor de su caso, uno es vulnerable, aunque esté
convencido de que está en lo correcto. ¡Llega la oposición y encuentra muchos
defectos! Entonces con usted sucede tal como dijo el sabio escritor de los
proverbios de la Biblia: “Parece tener razón el que primero expone su causa;
pero viene su adversario y le somete a examen.”—Pro. 18:17, Nácar-Colunga.
Ahora bien, presumimos que el lector no habrá cometido este desatino. Está
preparado. Ha investigado el asunto. Sabe su lado, también sabe el lado
contrario, y cómo refutar los argumentos a su favor. Lucha a brazo partido con
su adversario. Comienza con sus dos mejores puntos. Lo ataca duro, él se
sonroja, pero contraataca con un argumento. Apenas han salido las palabras
de la boca de él cuando usted las aplasta y descarga otros dos puntos fuertes.
Él comienza a encolerizarse. Comienza a verse en aprietos. No puede
contestar. Se enoja y empieza a gritar. ¡Usted ganó!
No, usted perdió. Lo perdió a él. Estaba tratando de ganarlo a su lado, pero
lo ha alejado y ha endurecido su corazón en su contra. En una situación como
ésa, piense en la sabiduría que se halla dentro del sobrio proverbio bíblico que
dice: “El hombre se complace con su réplica mordaz; ¡cuánto mejor es una
palabra a tiempo!”—Pro. 15:23, NEB.
Uno tenía las respuestas correctas, pero se las sirvió de una manera que él
no las pudo digerir. Le llegaron como un ataque, no con gracia y gusto
sazonadas con sal, no “con un genio apacible y profundo respeto,” tal como
aconsejó el apóstol cristiano Pedro. Como lo menciona otro escritor de la Biblia:
“El que en sus labios es dulce añade persuasiva.”—1 Ped. 3:15; Pro. 16:21.
¡Aplique la regla áurea!
“Hagan siempre a otros lo que ustedes quieran que ellos les hagan a
ustedes” es el consejo que dio el persuasivo maestro Jesús. (Mat. 7:12, Versión
Popular) ¿Le gusta al lector que lo critiquen, que muestren que está
equivocado, que lo obliguen a cambiar? Aun cuando adentro en nuestro interior
sabemos que estamos equivocados, es difícil reconocerlo cuando el que se nos
opone es brusco y dogmático. Reaccionamos a la defensiva, nos justificamos,
tratamos de salvar las apariencias. Pero no es tan difícil si nuestro oponente
nos escucha, comprende nuestro lado, concuerda en lo que puede, y muestra
algo de flexibilidad en su propio modo de pensar.
Por ejemplo, si nos dice: “Quizás esté equivocado en ese punto. Sin
embargo, pienso que estos otros que he mencionado son ciertos, aunque
pudiera equivocarme. ¿Por qué no repasamos los hechos una vez más y
tratamos de obtener la respuesta correcta? Estoy seguro de que usted es
razonable, y confío en que yo lo soy. Ahora, ambos concordamos en este
hecho. ¿Cómo cree que encaja con este otro punto?”
Él continúa con preguntas que nos inducen a hablar. Ahora no nos sentimos
desafiados, ni bajo un ataque. Abrimos la mente, comenzamos a pensar
objetivamente, y examinamos los puntos que previamente habíamos pasado
por alto o rechazado. Al final hasta quizás pensemos que nosotros mismos
hemos descubierto la nueva respuesta, o que por lo menos hemos participado
en su descubrimiento. En realidad la otra persona nos condujo a ello, con tacto,
sin dolor, todo debido a que resultó ser como el “sabio” que se menciona en
Proverbios 16:23: “El corazón del sabio hace que su boca muestre perspicacia,
y a sus labios añade persuasiva.”
Tenemos que tratar a otros de este modo si esperamos convencerlos de que
sus puntos de vista están equivocados. Nuestra presentación debe ser guiada
por genuino amor al prójimo que estamos persuadiendo. Siga el consejo del
proverbio de hace tres mil años que dice: “Una respuesta, cuando es apacible,
aparta la furia, pero una palabra que causa dolor hace subir la cólera.” (Pro.
15:1) Por medio de hacerlo tan indoloro como sea posible para la otra persona,
persuadirá a su prójimo a aceptar su punto de vista de los asuntos.
Barreras emocionales atrincheradas
Algunas personas, cuando argumentan, se ciegan deliberadamente a los
hechos que no pueden aceptar. Los líderes religiosos en los días de Jesús
hicieron esto. Ellos sabían muy bien lo que las profecías bíblicas habían dicho
que constituirían las señales mediante las cuales identificar al Mesías, pero
rehusaron ver que Jesús cumplió todas estas señales. Jesús fue
emocionalmente inaceptable para ellos, debido a que no les ofrecía la
independencia política, el poder y la gloria que ellos ansiaban. Así es que
cerraron sus ojos a los hechos y lo rechazaron. Pero al hacerlo, como lo señaló
Jesús, se estaba cumpliendo la profecía de Isaías, la cual dice: “Porque el
corazón de este pueblo se ha hecho indispuesto a recibir, y con los oídos han
oído sin responder, y han cerrado los ojos; para que nunca vean con los ojos,
ni oigan con los oídos, ni capten el sentido de ello con el corazón.”—Mat.
13:14, 15.
Cuando existen fuertes barreras emocionales, no se puede persuadir a una
persona a que cambie de posición a menos que éstas sean removidas. ¿Cuál
es la emoción que en cada caso impide la persuasión? ¿Es orgullo, prejuicio,
propio interés, deseo de ser aceptado por un grupo? ¿O rechaza la verdad
porque es impopular, o limitaría los placeres carnales, o acarrearía
obligaciones? Para discernir la causa, déjelo hablar.
Las ilustraciones son un importante instrumento en la persuasión. Por medio
de dramatizar un punto nos hacen ver y sentir. Nos conmueven
emocionalmente.
Algunos ejemplos dignos de tener en cuenta
Emocionalmente nos ofende el que alguien nos diga que estamos
equivocados, y si tenemos poder sobre esa persona, está pisando sobre terreno
peligroso si intenta corregirnos. Esta fue la posición en la que se halló el profeta
Natán cuando tuvo que decirle al rey David que había pecado al tomar la esposa
de otro hombre. Así es que usó una ilustración. Un hombre rico tenía muchas
ovejas. Un hombre pobre solo una. Pero cuando el hombre rico necesitó matar
un cordero para una fiesta, no usó a uno de entre los muchos que eran suyos,
sino que tomó el cordero del hombre pobre.
¡Se excitaron las emociones del rey David! “La cólera de David ardió en gran
manera contra el hombre,” nos dice el relato, “de modo que le dijo a Natán:
‘¡Tan ciertamente como que vive Jehová, el hombre que hizo esto merece
morir!’” Natán respondió: “¡Tú mismo eres el hombre!” Había muchas mujeres
disponibles para el rey, pero él había tomado a Bat-seba, la única que tenía
Urías. David, anonadado, confesó: “He pecado contra Jehová.” (2 Sam. 12:1-
14) ¡Por medio de una ilustración Natán suscitó las emociones de David e hizo
que él mismo se condenara!
En Santa Barbara, California, una señora interesada en la conservación del
ambiente se encolerizó hace algunos años con la Union Oil Company cuando
un derrame de petróleo contaminó el océano, pero cuando el ayuntamiento
propuso una ordenanza que requería que los yates instalaran inodoros
químicos, ella y otros propietarios de barcos protestaron vehementemente: “¡Lo
poco que arrojamos al mar no importa!” Más tarde estaba caminando por la
acera con una amiga y vio la envoltura de una goma de mascar en el suelo. La
recogió, protestando amargamente contra los desordenados. “Oh, bueno,”
respondió su amiga, “es tan poco que no importa.” Después de una severa
reprensión por esta actitud liberal, la amiga replicó: “Tan solo estaba citando lo
que dijiste acerca de contaminar el océano con tu agua de albañal.” Su emoción
contra los desordenados se usó en su propia contra.
En los dos ejemplos anteriores se enfrentó a la persona con sus
sentimientos subjetivos para que se mirara a sí misma objetivamente, tal como
miraría a otra persona. Pero más a menudo la persuasión incluye hacer que las
emociones que interfieren se desvanezcan por medio de crear otro sentimiento
que suplante a las emociones incorrectas. Un hecho real que le sucedió a un
científico ilustra esto.
Los científicos, a quienes frecuentemente se les considera como modelo de
lógica y objetividad, abandonan la razón igual que el resto de nosotros cuando
intervienen las emociones. La mayoría de ellos cree en la evolución, aunque
está desprovista de toda prueba real. La teoría carece de la generación
espontánea de la vida que necesita, de las mutaciones buenas que necesita,
del registro de los fósiles que necesita, y de toda la evidencia adicional que tan
desesperadamente necesita. Así es que, ¿por qué la creen? ¿Para concordar
con compañeros científicos? ¿Para parecer sabios? ¿Para desprestigiar la
Biblia? ¿Para evitar la obligación con su Creador? ¿Para halagar su ego?
Sea cual fuere la razón, ¿se puede crear una emoción diferente para
reemplazarla? El científico de este caso estaba en el programa espacial,
versado en astronomía, y maravillado por la vastedad del universo y su
insignificancia en comparación. ¿Cómo podía la vida tener algún significado?
El sentir que la vida tiene un significado y propósito, es una necesidad humana.
Cuando a este científico se le explicó el propósito de Jehová al crear al hombre
y ponerlo en la Tierra como su cuidador, se satisfizo su necesidad de un
significado. Este sentimiento satisfaciente reemplazó totalmente su anterior
base emocional para creer en la evolución.
El comedor de caramelos y los fumadores
Qué hay acerca de la pregunta que surgió al comienzo: ¿Se puede persuadir
al niño que quiere más caramelos a limitarse? Va al circo, y queda sobrecogido
por el trapecista que, allá en lo alto cuelga cabeza abajo con una correa entre
sus dientes. El otro extremo está sujetado entre los dientes de una mujer
mientras gira como un molinete, a la vez que los iluminan los reflectores de
color. ¡El niño apenas puede contenerse! ¡Él quiere ser volatinero!
“Se requieren muy buenos dientes.” Sacude la cabeza su padre,
dubitativamente.
“¡Los míos son fuertes!” Brillan los ojos del niño.
El padre piensa por un momento. “¡La leche produce dientes que pueden
agarrar como los de un buldog! Me imagino que ese hombre y esa mujer
tomaron grandes cantidades de leche cuando eran niños.” Entonces mira hacia
el niño: “No sé,. . . te gustan los caramelos, . . . no bebes demasiada leche.”
No se dijo nada más, pero desde entonces el niño tomó mucha leche y rara
vez pidió caramelos.
¿Y qué hay acerca de los fumadores? ¿Se les puede persuadir para que
abandonen su hábito? Algunos pueden; otros no. Algunos escogen la salud y
dejan de fumar. Millones escogen el tabaco y continúan hacia un cáncer
pulmonar o un ataque cardíaco. Pero hay otros incentivos para abandonar el
hábito. Un adolescente quiere llegar a ser campeón de los 1500 metros en la
escuela, más de lo que desea fumar. A un hombre de 50 años lo entusiasma
más el andar al trote que lo que desea fumar. Otro quiere ser considerado con
sus familiares y amigos no fumadores. Otro responde al desafío: ¿Puede
abandonar su hábito? ¡Él demostrará que puede!
Pero otras personas, que llegan a decenas de miles, han tenido aun un
motivo más elevado para dejar de fumar. Más que cualquier otra cosa han
deseado agradar a su Dios, para ser “esclavos de Dios,” y no esclavos
aficionados al tabaco. (Rom. 6:16, 22) Para ellos esto ciertamente ha sido una
razón más persuasiva para dejar el tabaco que todos los argumentos acerca de
los riesgos de salud debidos a fumar.
It t1 pg. 916
g2008 06 pg. 7
g2007 08 pg. 6
Ejerza su autoridad
¿Por qué dar este paso? Ciertos estudios muestran que “los hijos criados por padres amorosos y que hacen valer su
autoridad —aquellos que apoyan a sus hijos y al mismo tiempo establecen límites definidos— sobresalen
académicamente, desarrollan mejores habilidades sociales, se sienten satisfechos consigo mismos y son, por regla
general, más felices que aquellos cuyos padres son demasiado blandos o excesivamente severos”, informa la revista
Parents.
El problema. Desde la infancia hasta la adolescencia, los hijos desafiarán el derecho que tiene usted a ejercer autoridad
sobre ellos. “Los niños aprenden rápido a detectar cuándo temen los padres afirmarse en su autoridad y cuándo puede
uno confiar en que se rindan”, escribe John Rosemond en su libro ¡Los padres al poder! Y añade: “Nunca debe caber
la duda de a quién le corresponde llevar la batuta. [...] ‘Cuando el padre no manda, el niño se desmanda.’”.
La solución. No crea que si ejerce su autoridad, sus hijos se alejarán de usted o que anulará por completo su
personalidad. Jehová Dios, el Autor de la vida familiar, no se ha propuesto que los hijos tengan voz y voto en la
dirección de la familia; todo lo contrario: ha conferido a los padres una posición de autoridad, y manda a los hijos que
“sean obedientes a sus padres” (Efesios 3:14, 15; 6:1-4).
Se puede ejercer autoridad sin ser un tirano. ¿Cómo? Siguiendo el ejemplo de Jehová. Él tiene el poder para obligar a
sus hijos humanos a hacer su voluntad, y sin embargo, apela a lo bueno que hay en nosotros. “¡Oh, si realmente
prestaras atención a mis mandamientos! Entonces tu paz llegaría a ser justamente como un río”, dice su Palabra (Isaías
48:18). Jehová quiere que le obedezcamos por amor, y no por temor morboso (1 Juan 5:3). Es razonable en lo que pide
de nosotros y sabe que nos irá bien si seguimos sus normas morales (Salmo 19:7-11).
¿Cómo conseguirá la confianza necesaria para ejercer equilibradamente su autoridad? Primero, tiene que estar
convencido de que eso es lo que Dios espera de usted. Y segundo, debe tener la certeza de que cumplir las normas
morales de Dios es el mejor camino que usted y sus hijos pueden seguir (Romanos 12:2).
¿Cuál es una manera concreta de ejercer su autoridad?
AUTORIDAD DE FAMILIA
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Avanzando a las relaciones dentro de la congregación, llegamos a la que existe entre el padre o la madre y el hijo.
Tocante a la autoridad de los padres y madres, no es asunto del niño desarrollar el punto de vista correcto por sí solo.
El padre y la madre tienen que tomar la iniciativa, especialmente en los años formativos tempranos del niño. Esto
significa proceder como aconseja el Proverbio (13:24): “El que lo ama [a su hijo] es el que de veras lo busca con
disciplina.” Cuando se necesita disciplina, el reforzarla cada vez con corrección y consejo bien pensados por lo general
crea en los hijos un respeto excelente a la autoridad paternal y maternal. Sin embargo, a muchos padres les parece
que esto simplemente requiere demasiado esfuerzo cuando quieren descansar de las inquietudes que vienen con los
otros aspectos de su vida. Sin embargo, el padre o madre perspicaz ve más allá de la obra inmediata de disciplinar a
su hijo. Ve los beneficios agradablemente conmovedores que un niño que ha desarrollado el modo correcto de ver la
autoridad puede traer a toda la familia. Salomón dijo: “Castiga a tu hijo y te traerá descanso y le dará mucho placer a
tu alma.” (Pro. 29:17) De modo que un niño realmente resultará ser una fuente de refrigerio y menos trabajo para el
padre o la madre que están dispuestos a esforzarse en las etapas tempranas por inculcar en él un respeto profundo a
la autoridad de sus padres.
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El padre o madre que mima a su hijo, dejando que se salga con la suya más bien que ejercer autoridad de padre o
madre donde se requiere hallará que este resultado es cierto: “Si uno viene mimando a su siervo desde la juventud,
éste en el período posterior de su vida hasta llegará a ser un ingrato.” (Pro. 29:21) Los jóvenes tienen escasas gracias
que dar a un padre o madre que no muestra suficiente interés para dar de sí mismo con disciplina más bien que de su
bolsillo con cosas materiales. Ustedes, padres, son responsables en gran parte por el modo en que su hijo vea la
autoridad, y en la Palabra de Dios se halla poca compasión para los que dicen: “Sencillamente no puedo controlar a
mi hijo.” El modo en que ven los jóvenes la autoridad de los padres tiene un efecto profundo en su modo de ver la
autoridad fuera de la familia; por lo tanto los padres deberían reflexionar sobre ello cuidadosamente la siguiente vez
que preferirían “descansar” a administrar la disciplina que se necesita.
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Otra cosa que afecta fuertemente el punto de vista que los jóvenes tienen de la autoridad es lo que observan en
cuanto a la manera en que los padres exhiben su propio punto de vista al aplicar el principio de la jefatura. (1 Cor.
11:3) ¿Dice constantemente su esposo cuando su hijo pide una decisión sobre algo: “Ve y pregúntale a tu mamá”? ¿Es
usted una esposa que por lo general opera independientemente de su esposo, ejerciendo toda la autoridad con los
hijos de modo que vienen a usted con casi todo en vez de dirigirse a su padre? Quizás descubra que esto contribuye a
la actitud en su esposo que acaba de describirse, o quizás haga que él resienta el que usted asuma la autoridad legítima
del padre. Trate de dirigir los hijos a su padre respecto a las cuestiones más importantes. En muchos casos producirá
un beneficio triple... su esposo hallará una sensación de logro al cumplir el papel que le atañe como cabeza, usted
tendrá la satisfacción de tener un esposo que realmente es el “cabeza de la casa” y los hijos crecerán teniendo el punto
de vista correcto de la autoridad. Verán la autoridad de los padres como un frente estable y unido, digno de su respeto.
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Uno de los problemas más grandes que una esposa puede tener tocante a la autoridad en la familia existe en caso
de tener ella la personalidad más dominante o más capaz. Quizás se le haga difícil mantener el punto de vista correcto
de la autoridad de su esposo si él no se eleva a la altura de lo que ella esperaba de él. Tiene ante ella dos procederes.
Puede asumir la autoridad de él, aunque esto es contrario a la instrucción de Dios, o puede mostrar que tiene el punto
de vista correcto de la autoridad, sea que la autoridad cumpla con lo que ella esperaba o no. La esposa que emprende
este último proceder y amorosamente acude a su esposo por decisiones se hallará mucho más feliz que si tratara de
asumir el papel de él. Debido a la consideración humilde y prudente que ella le muestra, quizás él hasta aumente en
las cualidades que se necesitan para ejercer autoridad. Esto acrecentará las otras cualidades que hicieron que ella lo
amara en primer lugar, contribuyendo a una relación feliz que no es posible sin el consejo sabio de la Biblia. (Efe. 5:33)
Aun en situaciones que parecen probar el respeto de la esposa hasta el límite, si ella tiene el punto de vista correcto
de la autoridad, no supondrá inmediatamente que su caso es la excepción. Primero se examinará ella misma y se
esforzará por aplicar los principios sanos de la Palabra de Dios y las sugerencias de Sus siervos.