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1 Timoteo 3:4

W57 pg. 182


El tiempo es esencial para educar a los niños "en la disciplina y el consejo autoritativo de Jehová", y son lo primero en
las obligaciones de los padres. Si esta parece ser una afirmación fuerte, ¡recuerden los padres que descuidar a sus hijos
puede descalificarlos para el puesto de superintendente! El amor lo hará preocuparse aún más por el bienestar
espiritual de sus hijos que por el progreso espiritual de aquellos con quienes está llevando a cabo estudios bíblicos.
(Ef. 6: 4; 1 Tim. 3: 4, 5, NW)
21 El amor de los padres lo ayudará a formar a sus hijos porque le permitirá comprenderlos, razonar pacientemente
con ellos y asegurarse de que comprendan la importancia de lo que se esfuerza por enseñarles. Así como el amor
permite que una esposa y una madre noten de inmediato si su esposo o hijos no están bien físicamente, el amor
debería permitirle detectar cualquier debilidad espiritual en sus hijos para que pueda remediarlo antes de que sea
demasiado tarde. Al estudiar juntos las lecciones de las reuniones congregacionales, supervisando la preparación de
las asignaciones de los programas y dejando que te acompañen en todas las características del ministerio cristiano,
sentarán las bases para su carrera como ministros cristianos. Muestre ternura, amabilidad y compasión, pero no se
vuelva sentimental. Tenga en cuenta que "el que detiene la vara odia a su hijo, pero el que lo ama es diligente para
disciplinarlo". Tampoco debe pasar por alto que incluso en tales ocasiones el amor "no se irrita" (Prov. 13:24, RS; 1
Cor. 13: 5, NW
LA PARTE DE LOS NIÑOS
22 Al edificar el círculo familiar, sus hijos también pueden contribuir, de hecho, deben hacerlo, si se van a formar.
También puedes aligerar las cargas de tus padres, dándoles más tiempo y energía para edificarse ellos mismos. No
importa qué tan duro lo intenten tus padres, a menos que tengas la condición de corazón adecuada, no podrán
edificarte espiritualmente. "Incluso un niño se da a conocer por sus actos, ya sea que lo que hace sea puro y correcto".
El amor a Jehová y el amor por sus padres lo harán voluntariamente "obediente a sus padres en todo". El amor lo hará
trabajar con sus padres, no en contra de ellos, en sus esfuerzos por edificarlo. El amor te ayudará a ver su corrección
de ti en la luz correcta, como algo dado por tu propio bien. Prov. 20:11, RS; Col. 3:20, NW.
23 Tampoco es eso todo. Como testigos cristianos de Jehová, sus padres tienen muchas obligaciones que cumplir
además de proporcionarle material y espiritualmente. Al amar la obediencia y la cooperación voluntaria puedes
aligerar su carga de cuidar de ti. Además, el amor te ayudará a ver lo que se debe hacer en el hogar y te ayudará a
hacer todo lo que puedas, sin esperar a que te lo digan y luego refunfuñando porque esos deberes te alejan del juego.
Tal consideración ayuda a edificar a su madre, ya que la dejará con tiempo y fortaleza para el estudio de la Biblia, las
reuniones congregacionales y el ministerio cristiano. Y al tener cuidado de no hacer demandas innecesarias a su padre
en cuanto a su dinero, tiempo o paciencia, usted también puede participar en su desarrollo. De todas estas maneras,
se muestran sabios, y los niños sabios hacen felices a los padres. (Prov. 15:20; 27:11) Sí, cada miembro del círculo
familiar, esposo, esposa, padre e hijo, tiene una obligación con los demás y, al manifestar amor, puede edificarlos tan
bien como a él mismo, todo a la alabanza de Jehová.
Pg. 373
16 El registro continúa en 1 Timoteo 3: 4, 5 (NM): "Un hombre que preside su propia casa de una manera correcta,
teniendo hijos en sujeción con toda seriedad; (Si en verdad un hombre no sabe cómo presidir su propia casa, ¿cómo
cuidará de la congregación de Dios?). "Quien preside de manera correcta sobre su familia lo hace con amor. Él no es
un gobernante de mano dura que exige respeto mientras no hace las cosas que ganan respeto. Sin embargo, cuando
se requiere disciplina, él tampoco ignora esa responsabilidad. En ocasiones, los niños, influidos por la atmósfera
mundana de independencia, no obedecen y provocan perturbaciones en las reuniones. Eso en sí mismo no significa
que el padre esté fallando en entrenarlos apropiadamente. Pero la pregunta es, ¿el padre ahora muestra respeto
por la orden teocrática al administrar la disciplina necesaria, no en medio de una reunión de congregación, sino
afuera o más tarde en casa? De forma adecuada y consistente, pronto pondrá fin a la dificultad, y su capacidad para
hacer frente a la situación se demostrará en el hecho de que cualquier repetición de la ocurrencia será rara. Si él no
puede manejar su propia casa, sin embargo, ¿cómo podría alguna vez ser capaz de pastorear al rebaño de Dios? -
Heb. 12: 9; Prov. 23:13, 14.
W52 pg. 415
● La Sociedad Watchtower dice que lleve a los niños a las reuniones. Pero, ¿y si son demasiado pequeños para
entender? ¿O qué pasa si los mayores no quieren ir? -D. C., Nueva York.
La Sociedad dice que los niños deben ser llevados a las reuniones congregacionales porque la Biblia lo dice.
Deuteronomio 31: 11-13 (AT) declara: "Cuando todo Israel vaya a visitar al SEÑOR su Dios en el santuario que él escoja,
debe leer este código a oídos de todo Israel, reuniendo a las personas, hombres, mujeres y niños y cualquier extranjero
que trabaje en su comunidad, para que lo escuchen y aprendan a admirar al Señor su Dios, y tengan cuidado de
observar todas las disposiciones de este código; y para que sus hijos que no lo sepan lo escuchen y aprendan a admirar
a Jehová tu Dios ". Y si los niños pequeños no entienden, los padres pueden explicarles el asunto más adelante.
Ese fue el caso en Israel, cuando los niños no entendían los procedimientos religiosos: "Cuando tus hijos te digan:
'¿Qué quieres decir con este servicio?', Dirás: 'Es el sacrificio de la Pascua al SEÑOR, quien pasó por las casas de los
israelitas en Egipto cuando derrotó a los egipcios, pero libró a nuestras casas '"(Éxodo 12:26, 27, AT) Nuevamente,
leemos, en relación con la ley concerniente al primogénito:" Si en el futuro tu hijo te pregunta: "¿Qué significa esto?",
Debes decirle: "Con mano fuerte, Jehová nos sacó de Egipto, fuera de un estado de esclavitud; y cuando Faraón puso
obstáculos en el camino de dejarnos ir, el SEÑOR mató a todo primogénito en la tierra de Egipto, el primogénito de
ambos, hombre y bestia; por eso sacrifico al SEÑOR a todos los varones que abren el útero por primera vez, pero a
cada primogénito de mis hijos yo canjeo '"(Éxodo 13: 14-16, AT) Los niños israelitas no entendían todo lo que veían y
escuchaban en relación con la Ley, entonces hicieron preguntas, que respondieron los padres, y el resultado fue una
instrucción que quizás nunca se hubiera enfatizado adecuadamente si los niños no hubieran estado presentes para
observar y escuchar. Así que hoy, cuando los niños pequeños asisten a reuniones congregacionales, ven y escuchan
cosas que no entienden, y pueden hacer preguntas a sus padres más tarde, y así obtener instrucción.
¿Qué hay de los niños mayores que no quieren asistir a las reuniones? Si permites que los niños, ya sean muy
jóvenes o adolescentes, se nieguen a asistir a las reuniones teocráticas con el argumento de que no quieren ir,
entonces ¿les dejas que se nieguen a ir a las escuelas públicas seculares cuando son muy jóvenes o adolescentes?,
solo porque no les gusta la escuela? Los haces ir, ¿no es cierto, independientemente de lo que ellos personalmente
prefieran? ¿Por qué los haces? ¿Porque piensas que la educación de la escuela pública es más valiosa para ellos que
la educación teocrática? (Prov. 8:10, 11) ¿O insiste en que se vayan porque la ley de la tierra lo requiere y teme
desobedecer la ley secular? Bueno, la ley de Dios, ¿no te exige que entrenes a tus hijos en todas las formas
teocráticas provistas? y ¿no es la desobediencia a su ley algo más temible que la desobediencia al estado? Cuando
se trata de elegir entre obedecer a Dios o al estado, ¿no obedecemos a Dios como el más importante? -Hechos 4:19;
5:29.
Algunos padres en la verdad cometen el error de adoptar un punto de vista mundano sobre la asistencia a la reunión.
Si el niño no desea ir al Salón del Reino, el padre puede excusarlo por ser pequeño, o no sacar nada de la reunión si se
ve obligado a ir, o crea un disturbio. La Biblia no permite excepciones por estos motivos. Si los padres con niños
pequeños se sientan en la parte posterior del pasillo, los niños pueden ser retirados hasta que se calmen si lloran. Si
los padres se sientan con sus hijos y los cuidan, pueden controlarse los disturbios juveniles desde el principio. Algunos
padres argumentan que no hacen que sus hijos asistan porque no desean forzarlos a la verdad; creen en esperar
hasta que el niño sea lo suficientemente mayor como para tomar su propia posición. Cuando el niño alcanza una
edad de responsabilidad, tomará su propia posición, pero ¿por qué no darle un buen comienzo durante sus años
formativos, un comienzo en el camino correcto que lleva a la vida, en lugar de dejarlo solo para que se convierta en
una presa? a la locura infantil y a Satanás? Proteja al niño de sí mismo y de los demás. Prov. 22: 6, 15.
Mientras los niños estén bajo el techo de los padres y bajo la responsabilidad parental, deben obedecer al jefe de
la familia. Los niños deben aprender que no siempre pueden salirse con la suya, que tienen una cabeza sobre ellos,
al igual que la esposa, el hombre, la congregación y Cristo. (1 Corintios 11: 3) Jehová Dios es el único en el universo
que no tiene cabeza sobre él. Si los hijos de Jehová en la familia teocrática universal no lo obedecen, son expulsados
de su hogar y ya no se los considera hijos e hijas, sino que se los considera ilegítimos. (Hebreos 12: 4-11, NM) Por lo
tanto, los niños deben estar sujetos a los padres, y eso incluye someterse al requisito de los padres de que asistan
a las reuniones.
Así que evite la visión mundana fácil y laxa de que los niños pueden derivar hasta crecer y luego elegir su propia
religión. La delincuencia juvenil generalizada no recomienda los estándares mundiales en materia de capacitación
infantil, ni su delincuencia religiosa habla bien de sus métodos en ese campo. Sus estándares en el entrenamiento de
niños no anulan los de Dios, no más de lo que sus bajos estándares morales borran los altos requisitos morales de la
Palabra de Dios. Somos medidos según los estándares de la Biblia, no los del mundo. La Biblia es nuestra guía, no el
mundo. Somos notados como diferentes del mundo porque seguimos estándares más altos. Por lo tanto, no debemos
razonar de manera mundana con una mente mundana, sino obtener la mente de Dios sobre estos asuntos y hacer de
sus pensamientos nuestros pensamientos. (Isaías 55: 8, 9) En las familias mundanas, los hijos pueden mandar a los
padres; en familias teocráticas, no lo hacen. ¿Desde cuándo el niño es el jefe de la casa, para decirle al padre lo que
el niño hará o no hará? En Israel, los hijos obstinados podrían ser apedreados. (Deuteronomio 21: 18-21) Josué no
permitió que cada uno en su casa escogiera su propia religión, ya sea para servir a Jehová o a algún dios falso. Joshua
decidió no solo para sí mismo sino para toda su familia, asumir la responsabilidad familiar y elegir sabiamente para
la preservación de todos bajo su dirección. (Jos. 24:15) Tal vez algunos padres necesiten reconsiderar su programa de
entrenamiento de sus hijos, en vista de una comprensión más clara sobre el mérito familiar y la responsabilidad
familiar.

W63 1/03
Preguntas de los lectores
● En vista de Proverbios 22:6, ¿por qué es que los hijos que han sido criados por padres cristianos dedicados a veces
se apartan del camino de Jehová en el cual se les ha instruido? —L. G., EE. UU.
Proverbios 22:6 dice: “Educa al muchacho según el camino que es para él; aun cuando llegue a viejo no se apartará de
él.” Cuando los que han sido criados en el camino de Jehová se apartan de él al llegar a viejos, pudiera decirse que
con la mayor probabilidad algo faltó en su crianza. Quizás los padres no hayan sido lo bastante concienzudos o
cuidadosos, o no hayan sido lo bastante estrictos, o quizás no hayan mostrado suficiente amor. También, puede ser
que no hayan puesto tan buen ejemplo como pudieran haberlo hecho. Por eso, aunque éstos aparentemente fueron
criados en el camino que era para ellos a causa de tener padres cristianos, quizás en realidad no haya sido así.
Sin embargo, no podemos descartar las excepciones. Por eso, hemos de concluir que lo que se da a entender en
Proverbios 22:6 es que el peso de la probabilidad es, que las posibilidades son, que las fuerzas o factores puestos en
marcha mediante el entrenamiento apropiado son tales que hacen sumamente factible el que los hijos no se aparten
del camino correcto al llegar a viejos; pero no que no pudiera haber excepciones.
Por otra parte, no puede negarse que no todos los hijos que han sido tristemente descuidados por sus padres se han
vuelto malos. Pero esto no es decir que por tales excepciones no hay que dar atención a los hijos ni que el entrenarlos
en el camino que es para ellos es cosa vana.

W79 01/06 pg. 9


Cuando los niños se descarrían
UN ROBUSTO adolescente está sentado con apatía en un sofá de un apartamento de la ciudad de Nueva York.
No presta ninguna atención cuando su madre, repetidamente, le pide que la ayude a hacer cierto trabajo pesado. Ante
la insistencia de ella, el joven estalla en ira. Arranca de la pared el teléfono, rompe muebles y saca a la fuerza la
cerradura de la puerta del apartamento. Mientras tanto, grita: “¡Te voy a matar!” Finalmente, el estallido de cólera
irrefrenable se desvanece.
Este adolescente descarriado no respeta a padre ni a madre. De hecho, no tiene consideración para ninguna autoridad
mientras va por las calles con otros maleantes, cargando un revólver sin licencia.
Muchos padres que se hallan en una situación similar preguntan: ‘¿Cómo pudo haber pasado esto? ¿Dónde fallamos?’
EL VALOR DE LA EDUCACIÓN APROPIADA
A veces puede ser que los padres hayan fracasado en algún respecto. Si los padres son descuidados en cuanto a la
educación que por palabra y ejemplo dan a sus hijos, no pueden esperar buenos resultados. La Biblia dice: “La vara y
la censura son lo que da sabiduría; pero el muchacho que se deja a rienda suelta le estará causando vergüenza a su
madre.” (Pro. 29:15) El entrenamiento apropiado debe empezar tan pronto como sea posible, desde la infancia. David,
porque recibió educación temprana, pudo decir en uno de sus salmos: “Sobre ti [Jehová] he sido arrojado desde la
matriz; desde el vientre de mi madre tú has sido mi Dios.” (Sal. 22:10) De manera similar, Timoteo conocía los santos
escritos “desde la infancia.” Desde sus recuerdos más tempranos de la vida, no podía pensar en un tiempo en que
no tuviera conocimiento de la Sagrada Palabra. —2 Tim. 3:15.
A medida que los hijos crecen, se necesita verdadero esfuerzo para ayudarles a comprender que la obediencia a los
principios sublimes de las Escrituras conduce al que es, positivamente, el mejor modo de vivir. Esto es especialmente
cierto en estos difíciles “últimos días.” (2 Tim. 3:1, 2) El libro bíblico de Proverbios puede ser una verdadera ayuda a
los padres en el asunto de impartir instrucción con poder motivador. Este libro no solo advierte contra el peligro de
las asociaciones que corrompen, la inmoralidad sexual, la glotonería, el abuso del alcohol, y cosas parecidas, sino que
también suministra estímulo para seguir un derrotero correcto. (Pro. 1:10-19; 4:14-27; 5:3-14; 7:1-27; 23:20-35) En las
palabras de Proverbios 3:1-6 se ilustra la clase de motivación positiva que los padres pudieran incluir en su esfuerzo
por impartir enseñanza moral a jóvenes algo crecidos ya:
“Hijo mío, no olvides mi ley, y observe tu corazón mis mandamientos, porque largura de días y años de vida y paz te
serán añadidos. Que la bondad amorosa y el apego a la verdad mismos no te dejen. Átalos alrededor de tu garganta.
Escríbelos sobre la tabla de tu corazón, y así halla favor y buena perspicacia a los ojos de Dios y del hombre terrestre.
Confía en Jehová con todo tu corazón y no te apoyes en tu propio entendimiento. En todos tus caminos tómalo en
cuenta, y él mismo hará derechas tus sendas.”
CUANDO LOS PADRES TIENEN CULPA DE DESCUIDO
Por supuesto, a los padres se les pudiera hacer extremadamente difícil y molestoso el suministrar enseñanza moral
si en el pasado ha habido descuido o fracaso por parte de ellos a este respecto. Quizás los padres tengan que explicar
a sus hijos por qué están tan interesados en hacer lo que anteriormente, por descuido, no hicieron. Entre esto
pudiera estar el reconocer humildemente sus fallas del pasado. Entonces se necesitará tiempo y paciencia para
ganarse la confianza de los hijos e hijas adolescentes, para darles seguridad de que de parte de los padres hay
verdadero amor e interés. Al principio los resultados pudieran ser muy desilusionadores, hasta dar razón para
sentimientos de frustración. Pero los padres no deben abandonar todo esfuerzo rápidamente, puesto que esto
arrojaría duda sobre su interés y preocupación con relación a los hijos. Un adolescente pudiera razonar así: ‘Si mis
padres realmente se preocuparan por mí, todavía estarían tratando de ayudarme.’ Por eso, cuando los padres,
debido a que sus hijos no responden a sus esfuerzos iniciales, permiten que esto los desanime, en realidad pudieran
contribuir a que sus hijos e hijas desconfiaran de ellos. Por eso es especialmente importante el que los padres
perseveren. El interés o preocupación de un padre puede agitar la conciencia del hijo o hija, y hacer así que las
mejores cualidades de éste o ésta se exterioricen. Marta, quien solía encabezar una pandilla de muchachas, admitió:
“Me dolía ver a mi madre preocuparse tanto por mí, pero nunca lo manifestaba ni le dejaba saber lo que yo sentía.”
A menudo un buen ejemplo tiene un efecto más fuerte en los hijos rebeldes que las muchas palabras. Aunque es
necesario que los padres muestren firmeza a favor de lo que es correcto, deben cuidarse para no perder el dominio
de sí mismos y recurrir a gritos o habla abusiva. Las Escrituras aconsejan: “Quítense de ustedes toda amargura
maliciosa y cólera e ira y gritería y habla injuriosa junto con toda maldad.”—Efe. 4:31.
Hasta si por muchos años ha habido descuido en cuanto a la educación o entrenamiento de la prole, todavía puede
haber esperanza. Un joven mejicano relata su propia experiencia:
“Yo dejé a mis padres cuando tenía siete años de edad. Las aceras, los automóviles abandonados o, a veces, los vagones
de los trenes eran mi hogar. Me asocié con otros jóvenes y empecé a robar. Muchas veces la policía me capturó y me
llevó a la cárcel. Cuando nos preguntaban quiénes eran nuestros padres, decíamos que no sabíamos. Cuando cumplí
10 años, nos unimos a una pandilla de contrabandistas de drogas. Muchas veces estuve a punto de perder la vida.
Cuando tenía 12 años, entramos en los Estados Unidos ilegalmente y continuamos estas actividades ilegales. Cierto
día el líder de nuestra pandilla me amenazó de muerte por no dividir el botín de un asalto que yo había cometido. Me
golpeó, y me quitó los 28.000,00 pesos.
“Esto me puso muy triste y quise volver a casa o cometer suicidio. Entonces recordé a mi abuela que vivía en Ciudad
Juárez, aunque yo no sabía exactamente su dirección. Me puse a buscarla. Cuando al fin la encontré, ella estaba
preparándose para asistir a una asamblea de los testigos de Jehová, y me invitó a acompañarla.”
Por lo que el muchacho escuchó en la asamblea, empezó a pensar seriamente en su vida. Comenzó a estudiar la Biblia
y, para el gozo de sus padres, se reformó y regresó a su hogar.
REBELIÓN A PESAR DE BUENA EDUCACIÓN
Pero, ¿qué hay si los hijos se descarrían a pesar de la buena educación y entrenamiento que se les haya dado? Los
padres pueden consolarse con el hecho de haber cumplido con sus responsabilidades concienzudamente. También
pueden esperar que en el futuro los esfuerzos que hayan hecho por suministrar la educación apropiada hagan que los
hijos descarriados vuelvan a sus cabales. Esta esperanza puede ser muy animadora.
Definitivamente, la educación apropiada puede ejercer influencia duradera en los hijos. La Biblia declara: “Entrena al
muchacho conforme al camino para él; aun cuando se haga viejo no se desviará de él.” (Pro. 22:6) Aunque como regla
general los hijos que reciben educación apropiada no llegan a ser personas disolutas, algunos sí se descarrían, pero
después recobran el juicio. Su experiencia puede ser similar a la del hijo pródigo en una ilustración que Jesucristo dio.
Leemos:
“Cierto hombre tenía dos hijos. Y el más joven de ellos dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte que me corresponde de
la hacienda.’ . . . Más tarde, no muchos días después, el hijo más joven juntó todas las cosas y viajó al extranjero a un
país lejano, y allí malgastó su hacienda viviendo una vida disoluta. Cuando lo hubo gastado todo, ocurrió una severa
hambre por todo aquel país, y él comenzó a padecer necesidad. Hasta fue y se colocó con uno de los ciudadanos de
aquel país, y éste lo envió a sus campos a guardar puercos. Y deseaba saciarse de las algarrobas que comían los
puercos, y nadie le daba nada. Cuando recobró el juicio, dijo: ‘¡Cuántos asalariados de mi padre tienen pan en
abundancia, mientras yo aquí perezco de hambre! Me levantaré y haré el viaje a mi padre y le diré: “Padre, he pecado
contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Hazme como uno de tus asalariados.”’”—Luc.
15:11-19.
MANTENIENDO LA ACTITUD CORRECTA
¿Cómo respondió el padre a esto? Puesto que no había empezado a abrigar mala voluntad para con su hijo, respondió
con compasión y afecto tierno. La ilustración de Jesús continúa así:
“Mientras estaba él todavía lejos, su padre alcanzó a verlo y se enterneció, y corrió y se echó sobre su cuello y lo besó
tiernamente. Entonces le dijo el hijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado hijo
tuyo. Hazme como uno de tus asalariados.’ Pero el padre dijo a sus esclavos: ‘¡Pronto! saquen una ropa larga, la mejor,
y vístanlo con ella, y pónganle un anillo en la mano y sandalias en los pies. Y traigan el torillo cebado, degüéllenlo y
comamos y gocemos, porque este mi hijo estaba muerto y volvió a vivir; estaba perdido y fue hallado.’ Y comenzaron
a gozar.”—Luc. 15:20-24.
En armonía con el espíritu de esta ilustración, es necesario que los padres tengan cuidado para no amargarse y hacerse
duros para con un hijo o hija que se haya descarriado. De otro modo, puede ser muy difícil el que un hijo cambie, como
cambió el hijo pródigo de la ilustración de Jesús.
El buen efecto del amor y la bondad se ilustra bien en el caso de una joven de Ohio, E.U.A., cuyos padres son testigos
de Jehová. Vickie, de 15 años de edad, creyendo que no se le permitía suficiente libertad, empezó a rebelarse contra
la autoridad de sus padres. Finalmente, a la edad de 17, se mudó a su propio apartamento en un pueblo donde vivía
la familia de la madre. Aunque estos parientes no concordaban con lo que Vickie estaba haciendo, trataron de
animarla. Finalmente, ¿qué sucedió? La joven relata lo siguiente:
“Yo me sentía muy deprimida, casi hasta el punto de cometer suicidio, y estaba disgustada con el mundo y con la gente
que había en él. Por eso me mudé a donde vivía la familia de mi madre. Ellos nunca me regañaron encolerizados ni me
hicieron sentir incómoda. Vacilé mucho en cuanto a asistir a las reuniones del Salón del Reino de los Testigos de Jehová,
pero fui. El amor y la bondad que todas aquellas personas me mostraron fue tremendamente grande. Jamás se darán
cuenta de lo mucho que yo lo aprecié, y lo mucho que me facilitaron el abandonar mi modo de vivir incorrecto.”
Por eso, cuando los hijos se descarrían, los padres no deben apresurarse a abandonar toda esperanza. Aunque odian
la maldad, deben evitar endurecerse y amargarse para con sus hijos. Lo más importante es que los padres deben
esforzarse por dar un ejemplo excelente y mantener fe firme en Dios.
Eso fue lo que hizo el rey David. Él sufrió muchísimo debido a problemas de familia. Uno de sus hijos se puso
absolutamente en contra de él, y quiso quitarle el trono y la vida. Pero David no dejó que esto lo desilusionara y le
hiciera dejar de servir a Dios. De hecho, cuando estaba viejo y débil, estimuló de este modo a su hijo Salomón: “Conoce
al Dios de tu padre y sírvele con corazón completo y con alma deleitosa; porque todos los corazones Jehová los está
escudriñando, y toda inclinación de los pensamientos la está discerniendo. Si tú lo buscas, él se dejará hallar de ti; pero
si lo dejas, él te desechará para siempre.”—1 Cró. 28:9.
Hasta si los propios hijos de uno se hicieran desleales, Jehová Dios no abandonaría a sus siervos devotos. Como el
Altísimo sostuvo a David en tiempos de prueba y tristeza, también fortalecerá a su pueblo hoy día de modo que puedan
aguantar la angustia, hasta el dolor que puede resultar de que los hijos se hagan delincuentes. De hecho, aunque todos
los enlaces de afecto natural se disolvieran, todavía el individuo no estaría solo, abandonado sin remedio. Dijo David:
“En caso de que mi propio padre y mi propia madre de veras me dejaran, aun Jehová mismo me acogería.”—Sal. 27:10.

G75 8/04

El arte de la persuasión
UN NIÑO tiene una mente hambrienta. Quiere saber la razón de las cosas.
“¿Por qué es azul el cielo?” “¿Cómo llegué a existir?” “¿Dónde van las estrellas
durante el día?” “¿Qué estás haciendo?” “¿Por qué esto?” “¿Por qué eso?”
Cuando obtiene las respuestas, queda satisfecho. No se requiere persuasión.
Más tarde pregunta: “¿Por qué no puedo tener más caramelos?”
“Porque no comerás tu cena. El caramelo no es un alimento equilibrado. Es
malo para tus dientes. Comer demasiados no es bueno para ti.”
Ha obtenido sus respuestas, todas razones sólidas. Pero esta vez no queda
satisfecho. ¿Por qué no? Porque ahora no es una mente curiosa lo que está
envuelto; más bien es un deseo emocional. Él no desea respuestas. Quiere
caramelos. Uno puede darle razones, pero es probable que no lo persuada por
medio de explicarle que no es bueno para él. ¿Cuántos niños de cinco años de
edad se preocupan de lo que es bueno para ellos?
En cuanto a eso, muchos adultos tampoco se preocupan de lo que es bueno
para ellos. Por ejemplo, conocen los peligros de fumar. Diariamente se acumula
la evidencia, y los ejemplos de los que la desafían son enterrados en los
cementerios diariamente. Sin embargo, millones de personas inteligentes en
otro sentido hacen caso omiso de la razón y continúan esta práctica peligrosa
para su salud. ¿Por qué? Sencillamente porque quieren.
¿Se les puede persuadir que dejen su práctica? ¿Se puede persuadir al niño
que quiere más caramelos a que se limite? El persuadir a otros a cambiar una
opinión o una práctica no es sencillamente un asunto de darles razones para
cambiar. El arte de la persuasión incluye mucho más.
Primero, es importante saber las razones por las cuales la gente se aferra a
ideas equivocadas. Hay que ahondar en el asunto. ¿No están informados,
informados solo parcialmente, o mal informados? Con frecuencia su posición
se basa únicamente en la emoción. Si está implicada la emoción, el solo
razonar no persuadirá. A principios de la conversación trate de descubrir la
verdadera base para su creencia, y conforme sus palabras en armonía con ello.
Este es el consejo de la Biblia: “Estudie cuál es la mejor manera de hablar con
cada persona que conozca.”—Col. 4:6, The New English Bible.
La lógica un requisito básico
Si sus creencias se basan solamente en la emoción, uno tendrá poco que
ofrecer en defensa de éstas. Además, no estarán firmemente arraigadas en su
mente. Los llamamientos emocionales y las tácticas que entusiasman al
populacho harán vacilar irresolutamente su modo de pensar. Así es que
conozca bien su tema.
Muchos solo conocen un lado, su lado. Solo se interesan en eso. Leen los
escritores que están de acuerdo con ellos. Escuchan a los oradores que
confirman sus convicciones. Creen lo que quieren creer, y no escuchan a nada
que pudiera trastornar su modo de pensar. “De acuerdo con sus propios
deseos,” dijo de éstos el apóstol cristiano Pablo, “acumularán para sí mismos
maestros para que les regalen los oídos; y apartarán sus oídos de la verdad.”—
2 Tim. 4:3, 4.
Pero si uno ha de ser persuasivo, un requisito importante es conocer los
hechos. Todos ellos, los que están a favor y los que están en contra. Si uno
conoce solo los argumentos a favor de su caso, uno es vulnerable, aunque esté
convencido de que está en lo correcto. ¡Llega la oposición y encuentra muchos
defectos! Entonces con usted sucede tal como dijo el sabio escritor de los
proverbios de la Biblia: “Parece tener razón el que primero expone su causa;
pero viene su adversario y le somete a examen.”—Pro. 18:17, Nácar-Colunga.
Ahora bien, presumimos que el lector no habrá cometido este desatino. Está
preparado. Ha investigado el asunto. Sabe su lado, también sabe el lado
contrario, y cómo refutar los argumentos a su favor. Lucha a brazo partido con
su adversario. Comienza con sus dos mejores puntos. Lo ataca duro, él se
sonroja, pero contraataca con un argumento. Apenas han salido las palabras
de la boca de él cuando usted las aplasta y descarga otros dos puntos fuertes.
Él comienza a encolerizarse. Comienza a verse en aprietos. No puede
contestar. Se enoja y empieza a gritar. ¡Usted ganó!
No, usted perdió. Lo perdió a él. Estaba tratando de ganarlo a su lado, pero
lo ha alejado y ha endurecido su corazón en su contra. En una situación como
ésa, piense en la sabiduría que se halla dentro del sobrio proverbio bíblico que
dice: “El hombre se complace con su réplica mordaz; ¡cuánto mejor es una
palabra a tiempo!”—Pro. 15:23, NEB.
Uno tenía las respuestas correctas, pero se las sirvió de una manera que él
no las pudo digerir. Le llegaron como un ataque, no con gracia y gusto
sazonadas con sal, no “con un genio apacible y profundo respeto,” tal como
aconsejó el apóstol cristiano Pedro. Como lo menciona otro escritor de la Biblia:
“El que en sus labios es dulce añade persuasiva.”—1 Ped. 3:15; Pro. 16:21.
¡Aplique la regla áurea!
“Hagan siempre a otros lo que ustedes quieran que ellos les hagan a
ustedes” es el consejo que dio el persuasivo maestro Jesús. (Mat. 7:12, Versión
Popular) ¿Le gusta al lector que lo critiquen, que muestren que está
equivocado, que lo obliguen a cambiar? Aun cuando adentro en nuestro interior
sabemos que estamos equivocados, es difícil reconocerlo cuando el que se nos
opone es brusco y dogmático. Reaccionamos a la defensiva, nos justificamos,
tratamos de salvar las apariencias. Pero no es tan difícil si nuestro oponente
nos escucha, comprende nuestro lado, concuerda en lo que puede, y muestra
algo de flexibilidad en su propio modo de pensar.
Por ejemplo, si nos dice: “Quizás esté equivocado en ese punto. Sin
embargo, pienso que estos otros que he mencionado son ciertos, aunque
pudiera equivocarme. ¿Por qué no repasamos los hechos una vez más y
tratamos de obtener la respuesta correcta? Estoy seguro de que usted es
razonable, y confío en que yo lo soy. Ahora, ambos concordamos en este
hecho. ¿Cómo cree que encaja con este otro punto?”
Él continúa con preguntas que nos inducen a hablar. Ahora no nos sentimos
desafiados, ni bajo un ataque. Abrimos la mente, comenzamos a pensar
objetivamente, y examinamos los puntos que previamente habíamos pasado
por alto o rechazado. Al final hasta quizás pensemos que nosotros mismos
hemos descubierto la nueva respuesta, o que por lo menos hemos participado
en su descubrimiento. En realidad la otra persona nos condujo a ello, con tacto,
sin dolor, todo debido a que resultó ser como el “sabio” que se menciona en
Proverbios 16:23: “El corazón del sabio hace que su boca muestre perspicacia,
y a sus labios añade persuasiva.”
Tenemos que tratar a otros de este modo si esperamos convencerlos de que
sus puntos de vista están equivocados. Nuestra presentación debe ser guiada
por genuino amor al prójimo que estamos persuadiendo. Siga el consejo del
proverbio de hace tres mil años que dice: “Una respuesta, cuando es apacible,
aparta la furia, pero una palabra que causa dolor hace subir la cólera.” (Pro.
15:1) Por medio de hacerlo tan indoloro como sea posible para la otra persona,
persuadirá a su prójimo a aceptar su punto de vista de los asuntos.
Barreras emocionales atrincheradas
Algunas personas, cuando argumentan, se ciegan deliberadamente a los
hechos que no pueden aceptar. Los líderes religiosos en los días de Jesús
hicieron esto. Ellos sabían muy bien lo que las profecías bíblicas habían dicho
que constituirían las señales mediante las cuales identificar al Mesías, pero
rehusaron ver que Jesús cumplió todas estas señales. Jesús fue
emocionalmente inaceptable para ellos, debido a que no les ofrecía la
independencia política, el poder y la gloria que ellos ansiaban. Así es que
cerraron sus ojos a los hechos y lo rechazaron. Pero al hacerlo, como lo señaló
Jesús, se estaba cumpliendo la profecía de Isaías, la cual dice: “Porque el
corazón de este pueblo se ha hecho indispuesto a recibir, y con los oídos han
oído sin responder, y han cerrado los ojos; para que nunca vean con los ojos,
ni oigan con los oídos, ni capten el sentido de ello con el corazón.”—Mat.
13:14, 15.
Cuando existen fuertes barreras emocionales, no se puede persuadir a una
persona a que cambie de posición a menos que éstas sean removidas. ¿Cuál
es la emoción que en cada caso impide la persuasión? ¿Es orgullo, prejuicio,
propio interés, deseo de ser aceptado por un grupo? ¿O rechaza la verdad
porque es impopular, o limitaría los placeres carnales, o acarrearía
obligaciones? Para discernir la causa, déjelo hablar.
Las ilustraciones son un importante instrumento en la persuasión. Por medio
de dramatizar un punto nos hacen ver y sentir. Nos conmueven
emocionalmente.
Algunos ejemplos dignos de tener en cuenta
Emocionalmente nos ofende el que alguien nos diga que estamos
equivocados, y si tenemos poder sobre esa persona, está pisando sobre terreno
peligroso si intenta corregirnos. Esta fue la posición en la que se halló el profeta
Natán cuando tuvo que decirle al rey David que había pecado al tomar la esposa
de otro hombre. Así es que usó una ilustración. Un hombre rico tenía muchas
ovejas. Un hombre pobre solo una. Pero cuando el hombre rico necesitó matar
un cordero para una fiesta, no usó a uno de entre los muchos que eran suyos,
sino que tomó el cordero del hombre pobre.
¡Se excitaron las emociones del rey David! “La cólera de David ardió en gran
manera contra el hombre,” nos dice el relato, “de modo que le dijo a Natán:
‘¡Tan ciertamente como que vive Jehová, el hombre que hizo esto merece
morir!’” Natán respondió: “¡Tú mismo eres el hombre!” Había muchas mujeres
disponibles para el rey, pero él había tomado a Bat-seba, la única que tenía
Urías. David, anonadado, confesó: “He pecado contra Jehová.” (2 Sam. 12:1-
14) ¡Por medio de una ilustración Natán suscitó las emociones de David e hizo
que él mismo se condenara!
En Santa Barbara, California, una señora interesada en la conservación del
ambiente se encolerizó hace algunos años con la Union Oil Company cuando
un derrame de petróleo contaminó el océano, pero cuando el ayuntamiento
propuso una ordenanza que requería que los yates instalaran inodoros
químicos, ella y otros propietarios de barcos protestaron vehementemente: “¡Lo
poco que arrojamos al mar no importa!” Más tarde estaba caminando por la
acera con una amiga y vio la envoltura de una goma de mascar en el suelo. La
recogió, protestando amargamente contra los desordenados. “Oh, bueno,”
respondió su amiga, “es tan poco que no importa.” Después de una severa
reprensión por esta actitud liberal, la amiga replicó: “Tan solo estaba citando lo
que dijiste acerca de contaminar el océano con tu agua de albañal.” Su emoción
contra los desordenados se usó en su propia contra.
En los dos ejemplos anteriores se enfrentó a la persona con sus
sentimientos subjetivos para que se mirara a sí misma objetivamente, tal como
miraría a otra persona. Pero más a menudo la persuasión incluye hacer que las
emociones que interfieren se desvanezcan por medio de crear otro sentimiento
que suplante a las emociones incorrectas. Un hecho real que le sucedió a un
científico ilustra esto.
Los científicos, a quienes frecuentemente se les considera como modelo de
lógica y objetividad, abandonan la razón igual que el resto de nosotros cuando
intervienen las emociones. La mayoría de ellos cree en la evolución, aunque
está desprovista de toda prueba real. La teoría carece de la generación
espontánea de la vida que necesita, de las mutaciones buenas que necesita,
del registro de los fósiles que necesita, y de toda la evidencia adicional que tan
desesperadamente necesita. Así es que, ¿por qué la creen? ¿Para concordar
con compañeros científicos? ¿Para parecer sabios? ¿Para desprestigiar la
Biblia? ¿Para evitar la obligación con su Creador? ¿Para halagar su ego?
Sea cual fuere la razón, ¿se puede crear una emoción diferente para
reemplazarla? El científico de este caso estaba en el programa espacial,
versado en astronomía, y maravillado por la vastedad del universo y su
insignificancia en comparación. ¿Cómo podía la vida tener algún significado?
El sentir que la vida tiene un significado y propósito, es una necesidad humana.
Cuando a este científico se le explicó el propósito de Jehová al crear al hombre
y ponerlo en la Tierra como su cuidador, se satisfizo su necesidad de un
significado. Este sentimiento satisfaciente reemplazó totalmente su anterior
base emocional para creer en la evolución.
El comedor de caramelos y los fumadores
Qué hay acerca de la pregunta que surgió al comienzo: ¿Se puede persuadir
al niño que quiere más caramelos a limitarse? Va al circo, y queda sobrecogido
por el trapecista que, allá en lo alto cuelga cabeza abajo con una correa entre
sus dientes. El otro extremo está sujetado entre los dientes de una mujer
mientras gira como un molinete, a la vez que los iluminan los reflectores de
color. ¡El niño apenas puede contenerse! ¡Él quiere ser volatinero!
“Se requieren muy buenos dientes.” Sacude la cabeza su padre,
dubitativamente.
“¡Los míos son fuertes!” Brillan los ojos del niño.
El padre piensa por un momento. “¡La leche produce dientes que pueden
agarrar como los de un buldog! Me imagino que ese hombre y esa mujer
tomaron grandes cantidades de leche cuando eran niños.” Entonces mira hacia
el niño: “No sé,. . . te gustan los caramelos, . . . no bebes demasiada leche.”
No se dijo nada más, pero desde entonces el niño tomó mucha leche y rara
vez pidió caramelos.
¿Y qué hay acerca de los fumadores? ¿Se les puede persuadir para que
abandonen su hábito? Algunos pueden; otros no. Algunos escogen la salud y
dejan de fumar. Millones escogen el tabaco y continúan hacia un cáncer
pulmonar o un ataque cardíaco. Pero hay otros incentivos para abandonar el
hábito. Un adolescente quiere llegar a ser campeón de los 1500 metros en la
escuela, más de lo que desea fumar. A un hombre de 50 años lo entusiasma
más el andar al trote que lo que desea fumar. Otro quiere ser considerado con
sus familiares y amigos no fumadores. Otro responde al desafío: ¿Puede
abandonar su hábito? ¡Él demostrará que puede!
Pero otras personas, que llegan a decenas de miles, han tenido aun un
motivo más elevado para dejar de fumar. Más que cualquier otra cosa han
deseado agradar a su Dios, para ser “esclavos de Dios,” y no esclavos
aficionados al tabaco. (Rom. 6:16, 22) Para ellos esto ciertamente ha sido una
razón más persuasiva para dejar el tabaco que todos los argumentos acerca de
los riesgos de salud debidos a fumar.

It t1 pg. 916

¿De qué manera realza la Biblia la importancia de la familia en la congregación cristiana?


En la congregación cristiana la familia es la unidad básica de la comunidad de cristianos verdaderos. En las Escrituras
Griegas Cristianas puede hallarse mucha información sobre las relaciones familiares. Como en el Israel antiguo, al
hombre se le dignifica con la jefatura de la familia; la mujer dirige la casa bajo la supervisión general de su esposo y
en sujeción a él. (1Co 11:3; 1Ti 2:11-15; 5:14.) Después de comparar a Jesús con un esposo y cabeza de familia, cuya
‘esposa’ es la congregación, Pablo aconseja a los esposos que ejerzan la jefatura con amor y a las esposas, que respeten
y se sujeten a sus esposos. (Ef 5:21-33.) A los hijos se les manda que obedezcan a sus padres, y en particular al padre
se le encomienda la responsabilidad de criar a sus hijos en la disciplina y regulación mental de Jehová. (Ef 6:1-4.)
El hombre casado que ocupa un puesto de superintendente en la congregación cristiana ha de apegarse a normas
elevadas, como corresponde a un cabeza de familia. Debe presidir su casa apropiadamente y tener a sus hijos en
sujeción, de modo que no sean ingobernables ni se les acuse de conducta disoluta, pues, como razona Pablo al
asemejar la familia a la congregación, “si de veras no sabe algún hombre presidir su propia casa, ¿cómo cuidará de la
congregación de Dios?”. (1Ti 3:2-5; Tit 1:6.) La esposa recibe la exhortación de amar a su esposo y a sus hijos, ser
hacendosa y sujetarse a su esposo. (Tit 2:4, 5.)

g2008 06 pg. 7

¿Cuánta libertad darles?


Probablemente, el tema que más fricciones genera entre padres y adolescentes es el de la independencia. ¿Cuánta
libertad darles? “Temo que, si a mi hija le doy la mano, se tome el pie”, sostiene un padre.
Es bien sabido que otorgar libertad ilimitada a los hijos es contraproducente. De hecho, la Biblia advierte: “El
muchacho que se deja a rienda suelta causará vergüenza a su madre” (Proverbios 29:15). Sea cual sea su edad, los
jóvenes necesitan normas firmes, y los padres deben hacerlas cumplir con cariño (Efesios 6:4). Pero, al mismo
tiempo, tienen que darles un cierto margen de autonomía para que sepan tomar decisiones acertadas más adelante
en la vida.
Pensemos, por ejemplo, en cómo aprendimos a andar. Al principio, cuando éramos bebés, nuestros padres nos
cargaban en brazos; luego empezamos a gatear y después a dar pasitos. Como en esta fase los niños corren peligro,
nuestros padres nos vigilaban continuamente y colocaban barreras para impedirnos el paso a las escaleras u otros
lugares peligrosos. Así y todo, nos dejaban andar por la casa hasta que, con el tiempo y tras varias caídas inevitables,
aprendimos a caminar.
El proceso para conseguir la independencia es similar. Al principio, los padres “cargan” al niño al tomar decisiones por
él. Luego, según va madurando, lo dejan “gatear” permitiéndole tomar algunas decisiones por sí mismo, aunque, como
es natural, le colocan barreras para evitar que sufra daño. Y cuando es suficientemente maduro, lo sueltan para que
“camine” solo. Todo ello lo preparará para ser un adulto capaz de ‘llevar su propia carga’ (Gálatas 6:5).
Aprenda de un ejemplo bíblico
Todo parece indicar que antes de que Jesús llegara a la adolescencia, sus padres ya le habían concedido cierto grado
de libertad. Jesús no abusó de esa confianza, sino que “continuó sujeto” a ellos y “siguió progresando en sabiduría y
en desarrollo físico y en favor ante Dios y los hombres” (Lucas 2:51, 52).
Usted puede aprender de este ejemplo e ir otorgando a sus hijos mayor libertad según se la vayan ganando. Note las
experiencias que han tenido algunos padres.
“Antes interfería demasiado en las actividades de mis hijos; entonces opté por enseñarles principios y dejar que
tomaran sus propias decisiones basándose en lo que aprendían. A partir de ahí noté que ponían mucho más cuidado
a la hora de decidir.” (Soo Hyun, de Corea.)
“Aunque mi esposo y yo siempre hemos tenido algo de temor, hemos dejado que nuestros hijos ejerzan
responsablemente la libertad que se han ido ganando.” (Daria, de Brasil.)
“He descubierto que es importante elogiar a mi hijo adolescente por utilizar bien la libertad que le doy. Además, soy
coherente con lo que le exijo. Por ejemplo, siempre le digo dónde voy a estar y qué voy a hacer; y si voy a llegar tarde,
se lo hago saber.” (Anna, de Italia.)
“En casa recalcamos el hecho de que la independencia no es un derecho que los hijos exigen, sino algo que se ganan.”
(Peter, de Gran Bretaña.)
Toda acción trae consecuencias
La Biblia afirma: “Bueno le es al hombre físicamente capacitado llevar el yugo durante su juventud” (Lamentaciones
3:27). Una de las mejores maneras como un joven puede llevar el yugo de responsabilidad es aprendiendo en carne
propia la verdad de la siguiente declaración: “Cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará”
(Gálatas 6:7).
Creyendo que les hacen un bien, algunos padres libran a sus hijos de las consecuencias de sus actos insensatos.
Suponga que un chico contrae una deuda comprando cosas que no necesita. ¿Qué lección aprenderá si papá y mamá
sencillamente se la cancelan? Por otro lado, ¿qué lección aprendería si le ayudaran a hacer un plan de pagos y dejaran
que él mismo liquidara dicha deuda?
Los padres les hacen un flaco favor a sus hijos evitándoles las consecuencias de su conducta irresponsable. En vez de
prepararlos para la vida adulta, les enseñan que siempre habrá alguien que les saque las castañas del fuego, que los
saque de apuros y les encubra los errores. Es mucho mejor dejar que sieguen lo que han sembrado y que aprendan a
resolver sus problemas. Así se logra que tengan las “facultades perceptivas entrenadas para distinguir tanto lo correcto
como lo incorrecto” (Hebreos 5:14).
Una persona en permanente cambio
No cabe duda de que los padres de adolescentes tienen una dura tarea. Habrá momentos en que derramarán lágrimas
de frustración en su lucha por criarlos “en la disciplina y regulación mental de Jehová” (Efesios 6:4).
Al fin y al cabo, ser buen padre no significa controlar, sino enseñar e inculcar valores adecuados (Deuteronomio 6:6-
9). ¿Qué es más fácil decirlo que hacerlo? Claro que sí. “Estamos tratando con una persona que está en permanente
cambio —puntualiza Greg, citado antes—. Esto quiere decir que tenemos que ir conociendo a esa nueva persona y
adaptándonos a ella continuamente.”
Aplique con diligencia los principios bíblicos analizados en este artículo. Sea razonable en lo que espera de sus hijos.
Y nunca renuncie a su papel de principal modelo de conducta en la vida de ellos. La Biblia dice: “Entrena al muchacho
conforme al camino para él; aun cuando se haga viejo no se desviará de él” (Proverbios 22:6).
Afiance su autoridad
El hecho de que su hijo adolescente se enoje porque le impone restricciones no significa que usted deba renunciar
a su autoridad. Recuerde que los adolescentes carecen de experiencia en la vida y aún necesitan orientación
(Proverbios 22:15).
En su libro ¡Los padres al poder!, John Rosemond escribe: “Es fácil para los padres dejarse intimidar por el
soliviantamiento [o rebeldía] emocional del niño y empezar a darle más responsabilidad de la que puede asumir
para evitar confrontaciones. Se impone justamente lo contrario. Es el momento de reafirmar la autoridad de los
padres en lugar de permitir que el niño la desmantele. Aunque seguramente él lo rechazará, también es un
momento en que necesita saber que sus manos no son las únicas dispuestas a empuñar el volante”.
Más libertad
Los adolescentes, por lo general, quieren más libertad de la que deberían tener. Al mismo tiempo, algunos padres
tienden a dar menos libertad de la que podrían dar. ¿Cómo hallar el equilibrio entre estas dos posturas? Tal vez quiera
comenzar examinando la siguiente lista. ¿En qué campos ha actuado con responsabilidad su hijo o hija?
□ Elección de amigos
□ Elección de la ropa
□ Administración del dinero
□ Hora de llegada a casa
□ Tareas domésticas
□ Deberes escolares
□ Disculparse por los errores
□ Otros .....................
Si su hijo ha demostrado madurez en varios de estos campos, ¿por qué no piensa en otros campos en los que pueda
concederles más libertad?

g2007 08 pg. 6

Ejerza su autoridad
¿Por qué dar este paso? Ciertos estudios muestran que “los hijos criados por padres amorosos y que hacen valer su
autoridad —aquellos que apoyan a sus hijos y al mismo tiempo establecen límites definidos— sobresalen
académicamente, desarrollan mejores habilidades sociales, se sienten satisfechos consigo mismos y son, por regla
general, más felices que aquellos cuyos padres son demasiado blandos o excesivamente severos”, informa la revista
Parents.
El problema. Desde la infancia hasta la adolescencia, los hijos desafiarán el derecho que tiene usted a ejercer autoridad
sobre ellos. “Los niños aprenden rápido a detectar cuándo temen los padres afirmarse en su autoridad y cuándo puede
uno confiar en que se rindan”, escribe John Rosemond en su libro ¡Los padres al poder! Y añade: “Nunca debe caber
la duda de a quién le corresponde llevar la batuta. [...] ‘Cuando el padre no manda, el niño se desmanda.’”.
La solución. No crea que si ejerce su autoridad, sus hijos se alejarán de usted o que anulará por completo su
personalidad. Jehová Dios, el Autor de la vida familiar, no se ha propuesto que los hijos tengan voz y voto en la
dirección de la familia; todo lo contrario: ha conferido a los padres una posición de autoridad, y manda a los hijos que
“sean obedientes a sus padres” (Efesios 3:14, 15; 6:1-4).
Se puede ejercer autoridad sin ser un tirano. ¿Cómo? Siguiendo el ejemplo de Jehová. Él tiene el poder para obligar a
sus hijos humanos a hacer su voluntad, y sin embargo, apela a lo bueno que hay en nosotros. “¡Oh, si realmente
prestaras atención a mis mandamientos! Entonces tu paz llegaría a ser justamente como un río”, dice su Palabra (Isaías
48:18). Jehová quiere que le obedezcamos por amor, y no por temor morboso (1 Juan 5:3). Es razonable en lo que pide
de nosotros y sabe que nos irá bien si seguimos sus normas morales (Salmo 19:7-11).
¿Cómo conseguirá la confianza necesaria para ejercer equilibradamente su autoridad? Primero, tiene que estar
convencido de que eso es lo que Dios espera de usted. Y segundo, debe tener la certeza de que cumplir las normas
morales de Dios es el mejor camino que usted y sus hijos pueden seguir (Romanos 12:2).
¿Cuál es una manera concreta de ejercer su autoridad?

Establezca reglas familiares y hágalas cumplir sin falta


¿Por qué dar este paso? Ronald Simons, sociólogo de la Universidad de Georgia, dice: “El hecho es que a los
muchachos les va mejor cuando existen reglas claras y disciplina consecuente. Sin una estructura se ensimisman, se
vuelven egocéntricos, son infelices y, de paso, les amargan la existencia a cuantos están a su alrededor”. En Proverbios
13:24, la Palabra de Dios dice simple y llanamente: “Quien bien quiere a sus hijos procura corregirlos” (Proverbios. Los
aforismos de Dios).
El problema. Fijar límites de conducta sensatos para los hijos y hacerlos valer conlleva tiempo, esfuerzo y
perseverancia; además, parece como si los hijos tendieran por naturaleza a desafiar toda restricción a su libertad. Mike
y Sonia, padres de dos niñas, lo resumen muy bien al decir: “Los niños son personitas con mente y deseos propios y
con una tendencia innata a pecar”. Aunque aman mucho a sus hijas, admiten que “a veces los niños son tercos y
egoístas”.
La solución. Imite la forma en que Jehová trató con el pueblo de Israel. Una de las maneras como les manifestó su
amor fue señalando claramente las leyes que esperaba que cumplieran (Éxodo 20:2-17). También anunció las
consecuencias de desobedecerlas (Éxodo 22:1-9).
Pues bien, ¿por qué no confecciona una lista de las reglas familiares que sus hijos deben obedecer? Algunos padres
recomiendan limitarla a unas cinco, más o menos, ya que una lista corta de reglas bien escogidas es más fácil de hacer
cumplir y de recordar. Escriba junto a cada regla las consecuencias de quebrantarla. Asegúrese de que los castigos
sean moderados y que en verdad esté dispuesto a imponerlos. Repase las reglas periódicamente para que todos —
incluidos papá y mamá— sepan con exactitud lo que se espera de cada cual.
Cuando se infrinja una regla, imponga el castigo sin demora, haciéndolo de una manera calmada, firme y coherente.
Ojo: si está airado, espere a calmarse antes de administrar disciplina (Proverbios 29:22). Pero no olvide administrarla.
Tampoco negocie. Si lo hace, su hijo no verá la importancia de obedecer las reglas. Sucedería como dice la Biblia: “Por
cuanto la sentencia contra una obra mala no se ha ejecutado velozmente, por eso el corazón de los hijos de los
hombres ha quedado plenamente resuelto en ellos a hacer lo malo” (Eclesiastés 8:11).
¿De qué otro modo puede ejercer su autoridad para el bien de sus hijos?

w72 15/09 pg. 558

AUTORIDAD DE FAMILIA
8
Avanzando a las relaciones dentro de la congregación, llegamos a la que existe entre el padre o la madre y el hijo.
Tocante a la autoridad de los padres y madres, no es asunto del niño desarrollar el punto de vista correcto por sí solo.
El padre y la madre tienen que tomar la iniciativa, especialmente en los años formativos tempranos del niño. Esto
significa proceder como aconseja el Proverbio (13:24): “El que lo ama [a su hijo] es el que de veras lo busca con
disciplina.” Cuando se necesita disciplina, el reforzarla cada vez con corrección y consejo bien pensados por lo general
crea en los hijos un respeto excelente a la autoridad paternal y maternal. Sin embargo, a muchos padres les parece
que esto simplemente requiere demasiado esfuerzo cuando quieren descansar de las inquietudes que vienen con los
otros aspectos de su vida. Sin embargo, el padre o madre perspicaz ve más allá de la obra inmediata de disciplinar a
su hijo. Ve los beneficios agradablemente conmovedores que un niño que ha desarrollado el modo correcto de ver la
autoridad puede traer a toda la familia. Salomón dijo: “Castiga a tu hijo y te traerá descanso y le dará mucho placer a
tu alma.” (Pro. 29:17) De modo que un niño realmente resultará ser una fuente de refrigerio y menos trabajo para el
padre o la madre que están dispuestos a esforzarse en las etapas tempranas por inculcar en él un respeto profundo a
la autoridad de sus padres.
9
El padre o madre que mima a su hijo, dejando que se salga con la suya más bien que ejercer autoridad de padre o
madre donde se requiere hallará que este resultado es cierto: “Si uno viene mimando a su siervo desde la juventud,
éste en el período posterior de su vida hasta llegará a ser un ingrato.” (Pro. 29:21) Los jóvenes tienen escasas gracias
que dar a un padre o madre que no muestra suficiente interés para dar de sí mismo con disciplina más bien que de su
bolsillo con cosas materiales. Ustedes, padres, son responsables en gran parte por el modo en que su hijo vea la
autoridad, y en la Palabra de Dios se halla poca compasión para los que dicen: “Sencillamente no puedo controlar a
mi hijo.” El modo en que ven los jóvenes la autoridad de los padres tiene un efecto profundo en su modo de ver la
autoridad fuera de la familia; por lo tanto los padres deberían reflexionar sobre ello cuidadosamente la siguiente vez
que preferirían “descansar” a administrar la disciplina que se necesita.
10
Otra cosa que afecta fuertemente el punto de vista que los jóvenes tienen de la autoridad es lo que observan en
cuanto a la manera en que los padres exhiben su propio punto de vista al aplicar el principio de la jefatura. (1 Cor.
11:3) ¿Dice constantemente su esposo cuando su hijo pide una decisión sobre algo: “Ve y pregúntale a tu mamá”? ¿Es
usted una esposa que por lo general opera independientemente de su esposo, ejerciendo toda la autoridad con los
hijos de modo que vienen a usted con casi todo en vez de dirigirse a su padre? Quizás descubra que esto contribuye a
la actitud en su esposo que acaba de describirse, o quizás haga que él resienta el que usted asuma la autoridad legítima
del padre. Trate de dirigir los hijos a su padre respecto a las cuestiones más importantes. En muchos casos producirá
un beneficio triple... su esposo hallará una sensación de logro al cumplir el papel que le atañe como cabeza, usted
tendrá la satisfacción de tener un esposo que realmente es el “cabeza de la casa” y los hijos crecerán teniendo el punto
de vista correcto de la autoridad. Verán la autoridad de los padres como un frente estable y unido, digno de su respeto.
11
Uno de los problemas más grandes que una esposa puede tener tocante a la autoridad en la familia existe en caso
de tener ella la personalidad más dominante o más capaz. Quizás se le haga difícil mantener el punto de vista correcto
de la autoridad de su esposo si él no se eleva a la altura de lo que ella esperaba de él. Tiene ante ella dos procederes.
Puede asumir la autoridad de él, aunque esto es contrario a la instrucción de Dios, o puede mostrar que tiene el punto
de vista correcto de la autoridad, sea que la autoridad cumpla con lo que ella esperaba o no. La esposa que emprende
este último proceder y amorosamente acude a su esposo por decisiones se hallará mucho más feliz que si tratara de
asumir el papel de él. Debido a la consideración humilde y prudente que ella le muestra, quizás él hasta aumente en
las cualidades que se necesitan para ejercer autoridad. Esto acrecentará las otras cualidades que hicieron que ella lo
amara en primer lugar, contribuyendo a una relación feliz que no es posible sin el consejo sabio de la Biblia. (Efe. 5:33)
Aun en situaciones que parecen probar el respeto de la esposa hasta el límite, si ella tiene el punto de vista correcto
de la autoridad, no supondrá inmediatamente que su caso es la excepción. Primero se examinará ella misma y se
esforzará por aplicar los principios sanos de la Palabra de Dios y las sugerencias de Sus siervos.

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