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El hombre que plantó árboles y creció felicidad

Si uno quiere descubrir cualidades real- llevó a su cabaña en un pliegue del llano. Había epidemias de suicidio y casos fre-
mente excepcionales en el carácter de Conseguía el agua –agua excelente– de cuentes de locura, a menudo homicida.
un ser humano, debe tener el tiempo o la un pozo natural y profundo encima del
oportunidad de observar su comportamien- cual había construido un primitivo torno. Había transcurrido una parte de la velada
to durante varios años. Si este compor- El hombre hablaba poco, como es cos- cuando el pastor fue a buscar un saquito
tamiento no es egoísta, si está presidido tumbre de aquellos que viven solos, pero del que vertió una montañita de bellotas
por una generosidad sin límites, si es tan sentí que estaba seguro de sí mismo, y sobre la mesa. Empezó a mirarlas una por
obvio que no hay afán de recompensa y confiado en su seguridad. Para mí esto era una, con gran concentración, separando
además ha dejado una huella visible en sorprendente en ese país estéril. No vivía las buenas de las malas. Yo fumaba en
la Tierra, entonces no cabe equivocación en una cabaña, sino en una casita hecha mi pipa. Me ofrecí para ayudarle. Pero me
posible. Hace cuarenta años hice un largo de piedra, evidenciadora del trabajo que él dijo que era su trabajo. Y de hecho, viendo
viaje a pie a través de montañas comple- le había dedicado para rehacer la ruina que el cuidado que le dedicaba, no insistí. Esa
tamente desconocidas por los turistas, debió encontrar cuando llegó. El tejado era fue toda nuestra conversación. Cuando ya
atravesando la antigua región donde los fuerte y sólido. Y el viento, al soplar sobre hubo separado una cantidad suficiente de
Alpes franceses penetran en la Provenza. él, recordaba el sonido de las olas del mar bellotas buenas, las separó de diez en diez,
Cuando empecé mi viaje por aquel lugar, rompiendo en la playa. mientras iba quitando las más pequeñas
todo era estéril y sin color, y la única cosa o las que tenían grietas, pues ahora las
que crecía era la planta conocida como La casa estaba ordenada, los platos lava- examinaba más detenidamente. Cuando
lavanda silvestre. Cuando me aproximaba dos, el suelo barrido, su rifle engrasado, su hubo seleccionado cien bellotas perfectas,
al punto más elevado de mi viaje, y tras sopa hirviendo en el fuego. Noté que esta- descansó y se fue a dormir. Se sentía una
caminar durante tres días, me encontré en ba bien afeitado, que todos sus botones gran paz estando con ese hombre, y al día
medio de una desolación absoluta y acam- estaban bien cosidos y que su ropa había siguiente le pregunté si podía quedarme
pé cerca de los vestigios de un pueblo sido remendada con el meticuloso esmero allí otro día más. Él lo encontró natural, o
abandonado. Me había quedado sin agua que oculta los remiendos. Compartimos para ser más preciso, me dio la impresión
el día anterior, y por lo tanto necesitaba la sopa, y después, cuando le ofrecí mi de que no había nada que pudiera alterar-
encontrar algo de ella. Aquel grupo de petaca de tabaco, me dijo que no fuma- le. Yo no quería quedarme para descansar,
casas, aunque arruinadas como un viejo ba. Su perro, tan silencioso como él, era sino porque me interesó ese hombre y
nido de avispas, sugerían que una vez amigable sin ser servil. Desde el principio quería conocerle mejor.
hubo allí un pozo o una fuente. La había, se daba por supuesto que yo pasaría la
desde luego, pero estaba seca. Las cinco noche allí. El pueblo más cercano estaba Abrió el redil y llevó su rebaño a pastar.
o seis casas sin tejados, comidas por el a un día y medio de distancia. Además, ya Antes de partir, sumergió su saco de bello-
viento y la lluvia, la pequeña capilla con conocía perfectamente el tipo de pueblo tas en un cubo de agua. Me di cuenta de
su campanario desmoronándose, estaban de aquella región... Había cuatro o cinco que en lugar de cayado, se llevó una varilla
allí, aparentemente como en un pueblo más de ellos bien esparcidos por las faldas de hierro tan gruesa como mi pulgar y de
con vida, pero esta había desaparecido. de las montañas, entre agrupaciones de metro y medio de largo. Andando relajada-
Era un día de junio precioso, brillante y robles albares, al final de carreteras polvo- mente, seguí un camino paralelo al suyo
soleado, pero sobre aquella tierra desguar- rientas. Estaban habitadas por carboneros, sin que me viera. Su rebaño se quedó en
necida el viento soplaba, alto en el cielo, cuya convivencia no era muy buena. Las un valle. Él lo dejó a cargo del perro, y
con una ferocidad insoportable. Gruñía familias, que vivían juntas y apretujadas en vino hacia donde yo me encontraba. Tuve
sobre los cadáveres de las casas como un un clima excesivamente severo, tanto en miedo de que quisiera censurarme por mi
león interrumpido en su comida... Tenía invierno como en verano, no encontraban indiscreción, pero no se trataba de eso en
que cambiar mi campamento. Tras cinco solución al incesante conflicto de perso- absoluto: iba en esa dirección y me invitó a
horas de andar, todavía no había hallado nalidades. La ambición territorial llegaba ir con él si no tenía nada mejor que hacer.
agua y no existía señal alguna que me a unas proporciones desmesuradas, en el Subimos a la cresta de la montaña, a unos
diera esperanzas de encontrarla. En todo deseo continuo de escapar del ambiente. cien metros. Allí empezó a clavar su varilla
el derredor reinaban la misma sequedad, Los hombres vendían sus carretillas de de hierro en la tierra, haciendo un agujero
las mismas hierbas toscas. Me pareció carbón en el pueblo más importante de la en el que introducía una bellota para cubrir
vislumbrar en la distancia una pequeña zona y regresaban. Las personalidades más después el agujero. Estaba plantando un
silueta negra vertical, que parecía el tronco recias se limaban entre la rutina cotidiana. roble. Le pregunté si esa tierra le perte-
de un árbol solitario. De todas formas Las mujeres, por su parte, alimentaban sus necía, pero me dijo que no.Sabía de quién
me dirigí hacia él. Era un pastor. Treinta rencores. Existía rivalidad en todo, desde era? No, tampoco. Suponía que era propie-
ovejas estaban sentadas cerca de él sobre el precio del carbón al banco de la iglesia. dad de la comunidad, o tal vez pertenecía
la ardiente tierra. Me dio un sorbo de su Y encima de todo estaba el viento, tam- a gente desconocida. No le importaba en
calabaza-cantimplora, y poco después me bién incesante, que crispaba los nervios. absoluto saber de quién era. Plantó las

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bellotas con el máximo esmero. Después hizo poca impresión en mí. La había conside- Verdún. Los había plantado en todos los
de la comida del mediodía reemprendió su rado como una afición, algo parecido a una valles en los que había intuido –acerta-
siembra. Deduzco que fui bastante insisten- colección de sellos, y la olvidé. Al terminar damente– que existía humedad casi en la
te en mis preguntas, pues accedió a respon- la guerra solo tenía dos cosas: una pequeña superficie de la tierra. Eran delicados como
derme. Había estado plantando cien árboles indemnización por la desmovilización, y un chicas jóvenes, y estaban además muy bien
al día durante tres años en aquel desierto. gran deseo de respirar aire fresco durante establecidos. Parecía también que la natu-
Había plantado unos cien mil. De aquellos, un tiempo. Y me parece que únicamente raleza había efectuado por su cuenta una
solo veinte mil habían brotado. De estos con este motivo tomé de nuevo la carretera serie de cambios y reacciones, aunque él
esperaba perder la mitad por culpa de los hacia la “tierra estéril”. no las buscaba, pues tan solo proseguía con
roedores o por los designios imprevisibles determinación y simplicidad en su trabajo.
de la Providencia. Al final quedarían diez El paisaje no había cambiado. Sin embargo,
mil robles para crecer donde antes no había más allá del pueblo abandonado, vislumbré Cuando volvimos al pueblo, vi agua
crecido nada. en la distancia un cierto tipo de niebla gris corriendo en los riachuelos que habían
que cubría las cumbres de las montañas permanecido secos en la memoria de
Entonces fue cuando empecé a calcular como una alfombra. El día anterior había todos los hombres de aquella zona. Este
la edad que podría tener ese hombre. Era empezado de pronto a recordar al pastor que fue el resultado más impresionante de
evidentemente mayor de cincuenta años. plantaba árboles. “Diez mil robles –pensa- toda la serie de reacciones: los arroyos
Cincuenta y cinco me dijo. Su nombre era ba– ocupan realmente bastante espacio”. secos hacía mucho tiempo corrían ahora
Elzeard Bouffier. Había tenido en otro tiempo Como había visto morir a tantos hombres con un caudal de agua fresca. Algunos
una granja en el llano, donde tenía organi- durante aquellos cinco años, no esperaba de los pueblos lúgubres que menciono
zada su vida. Perdió su único hijo, y luego a hallar a Elzeard Bouffier con vida, especial- anteriormente se edificaron en sitios
su mujer. Se había retirado en soledad, y su mente porque a los veinte años uno con- donde los romanos habían construido
ilusión era vivir tranquilamente con sus ove- sidera a los hombres de más de cincuenta sus poblados, cuyos trazos aún per-
jas y su perro. Opinaba que la tierra estaba como personas viejas preparándose para manecían. Y arqueólogos que habían
muriendo por falta de árboles. Y añadió que morir... Pero no estaba muerto, sino más explorado la zona habían encontrado
como no tenía ninguna obligación importan- bien todo lo contrario: se le veía extrema- anzuelos donde en el siglo xx se necesi-
te, había decidido remediar esta situación. damente ágil y despejado; había cambiado taban cisternas para asegurar un mínimo
sus ocupaciones y ahora tenía solamente abastecimiento de agua.
Como en esa época, a pesar de mi juventud, cuatro ovejas, pero en cambio cien col-
yo llevaba una vida solitaria, sabía enten- menas. Se deshizo de las ovejas porque El viento también ayudó a esparcir semi-
der también a los espíritus solitarios. Pero amenazaban los árboles jóvenes. Me dijo –y llas. Y al mismo tiempo que apareció el
precisamente mi juventud me empujaba a vi por mí mismo– que la guerra no le había agua, también lo hicieron sauces, jun-
considerar el futuro en relación a mí mismo molestado en absoluto. Había continuado cos, prados, jardines, flores y una cierta
y a cierta búsqueda de la felicidad. Le dije plantando árboles imperturbablemente. Los razón de existir. Pero la transformación
que en treinta años sus robles serían mag- robles de 1910 tenían entonces diez años y se había desarrollado tan gradualmen-
níficos. Él me respondió sencillamente que, eran más altos que cualquiera de nosotros te que pudo ser asumida sin causar
si Dios le conservaba la vida, en treinta años dos. Ofrecían un espectáculo impresionante. asombro. Cazadores adentrándose en la
plantaría tantos más, y que los diez mil de Me quedé con la boca abierta, y como él espesura en busca de liebres o jabalíes
ahora no serían más que una gotita de agua tampoco hablaba, pasamos el día entero en notaron evidentemente el crecimiento
en el mar. Además, ahora estaba estudiando silencio por su bosque. Las tres secciones repentino de pequeños árboles, pero lo
la reproducción de las hayas y tenía un medían once kilómetros de largo y tres atribuían a un capricho de la naturale-
semillero con hayucos creciendo cerca de de ancho. Al recordar que todo esto había za. Por eso nadie se entrometió con el
su casita. Las plantitas, que protegía de las brotado de las manos y del alma de un trabajo de Elzeard Bouffier. Si él hubiera
ovejas con una valla, eran preciosas. Tam- hombre solo, sin recursos técnicos, uno se sido detectado, habría tenido ¿oposición.
bién estaba considerando plantar abedules daba cuenta de que los humanos pueden Pero era indetectable. Ningún habitante
en los valles donde había algo de humedad ser también efectivos en términos opuestos de los pueblos, ni nadie de la adminis-
cerca de la superficie de la tierra. a los de la destrucción... Había perseverado tración de la provincia, habría imaginado
en su plan, y hayas más altas que mis hom- una generosidad tan magnífica y perse-
Al día siguiente nos separamos. Un año bros, extendidas hasta el límite de la vista, verante. Para tener una idea más precisa
más tarde empezó la Primera Guerra Mun- lo confirmaban. de este excepcional carácter no hay que
dial, en la que yo estuve enrolado durante olvidar que Elzeard trabajó en una sole-
los siguientes cinco años. Un “soldado de Me enseñó bellos parajes con abedules dad total, tan total que hacia el final de
infantería” apenas tenía tiempo de pensar sembrados hacía cinco años (es decir, su vida perdió el hábito de hablar, quizá
en árboles, y a decir verdad, la cosa en sí en 1915), cuando yo estaba luchando en porque no vio la necesidad.
Continúa.

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En 1933 recibió la visita de un guardabos- desierto... y ahora, una labor regular del pueblo no me convencí de que me
ques que le notificó una orden pro- y tranquila, el aire de la montaña hallaba realmente en aquella región,
hibiendo encender fuego, por miedo fresco y vigoroso, el equilibrio y, donde antes solo había ruinas y sole-
a poner en peligro el crecimiento sobre todo, la serenidad de espíri- dad. El autobús me dejó en Vergons.
de este bosque natural. Esta era tu habían otorgado a este hombre
la primera vez –le dijo el hombre– anciano una salud maravillosa. En 1913 este pueblecito de diez o doce
que había visto crecer un bosque casas tenía tres habitantes, criaturas
espontáneamente. En ese momento, Me pregunté cuántas hectáreas más algo atrasadas que casi se odiaban
Bouffier pensaba plantar hayas en de tierra iba a cubrir con árboles. una a otra, subsistiendo de atrapar
un lugar a doce kilómetros de su Antes de marcharse, mi amigo hizo animales con trampas, próximas a
casa, y para evitar las idas y veni- una sugerencia breve sobre ciertas las condiciones del hombre primitivo.
das (pues contaba entonces con 75 especies de árboles para los que el Todos los alrededores estaban llenos
años de edad), planeó construir una suelo de la zona estaba especialmen- de ortigas que serpenteaban por los
cabaña de piedra en la plantación. te preparado. No fue muy insistente: restos de las casas abandonadas. Su
Y así lo hizo al año siguiente. En “por la buena razón –me dijo más condición era desesperanzadora, y una
1935 una delegación del gobierno se tarde– de que Bouffier sabe de ello situación así raramente predispone a
desplazó para examinar el “bosque más que yo”. Pero, tras andar un rato la virtud. Todo había cambiado, incluso
natural”. La componían un alto cargo y darle vueltas en su mente, añadió: el aire. En vez de los vientos secos y
del Servicio de Bosques, un diputado “¡Y sabe mucho más que cualquier ásperos que solían soplar, ahora corría
y varios técnicos. Se estableció un persona, pues ha descubierto una una brisa suave y perfumada. Un soni-
largo diálogo completamente inútil, forma maravillosa de ser feliz!”. Fue do como de agua venía de la montaña.
decidiéndose finalmente que algo se gracias a ese hombre que no solo Era el viento en el bosque; pero más
debía hacer... y afortunadamente no la zona sino también la felicidad de asombroso era escuchar el autén-
se hizo nada, salvo una única cosa Bouffier fueron protegidas. Delegó tico sonido del agua moviéndose
que resultó útil: todo el bosque se tres guardabosques para el trabajo en los arroyos y remansos. Vi que
puso bajo la protección estatal, y la de proteger la foresta, y les conminó se había construido una fuente que
obtención del carbón a partir de los a resistir y rehusar las botellas de manaba con alegre murmullo, y lo que
árboles quedó prohibida. vino, el soborno de los carboneros. me sorprendió más fue que alguien
había plantado un tilo a su lado,
De hecho era imposible no dejarse El único peligro serio ocurrió durante un tilo que debería tener cuatro años,
cautivar por la belleza de aquellos la Segunda Guerra Mundial. Como ya en plena floración, como símbolo
jóvenes árboles llenos de energía, los coches funcionaban con gasóge- irrebatible de renacimiento. Además,
que a buen seguro hechizaron al no, mediante generadores que que- Vergons era el resultado de ese tipo
diputado. Un amigo mío se encon- maban madera, nunca había leña de trabajo que necesita esperanza,
traba entre los guardabosques de suficiente. La tala de robles empezó la esperanza que había vuelto. Las
esa delegación y le expliqué el mis- en 1940, pero la zona estaba tan ruinas y las murallas ya no estaban,
terio. Un día de la semana siguiente lejos de cualquier estación de tren y cinco casas habían sido res-
fuimos a ver a Elzeard Bouffier. Lo que no hubo peligro. El pastor no se tauradas. Ahora había veinticinco
encontramos trabajando duro, a unos enteraba de nada. Estaba a treinta habitantes. Cuatro de ellos eran
diez kilómetros de donde había teni- kilómetros, plantando tranquilamen- jóvenes parejas. Las nuevas casas,
do lugar la inspección. El guardabos- te, ajeno a la guerra de 1939, como recién encaladas, estaban rodeadas
ques sabía valorar las cosas, pues había ignorado la de 1914. por jardines donde crecían vegetales
sabía cómo mantenerse en silencio. y flores en una ordenada confusión.
Yo le entregué a Elzeard los huevos Vi a Elzeard Bouffier por última vez Repollos y rosas, puerros y marga-
que traía de regalo. Compartimos en junio de 1945. Tenía entonces ritas, apios y anémonas hacían al
la comida entre los tres y después ochenta y siete años. Volví a recorrer pueblo ideal para vivir. Desde ese
pasamos varias horas en contempla- el camino de la “tierra estéril”; pero sitio seguí a pie.
ción silenciosa del paisaje... En la ahora en lugar del desorden que la
misma dirección en la que habíamos guerra había causado en el país, La guerra, al terminar, no había per-
venido, las laderas estaban cubiertas un autobús regular unía el valle del mitido el florecimiento completo de
de árboles de seis a siete metros Durance y la montaña. No reconocí la la vida, pero el espíritu de Elzeard
de altura. Al verlos, recordaba aún zona, y lo atribuí a la relativa rapidez permanecía allí. En las laderas bajas
el aspecto de la tierra en 1913, un del autobús... Hasta que vi el nombre vi pequeños campos de cebada y

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de arroz; y en el fondo del valle más cara se habían instalado allí, únicamente por sus fuerzas físicas
verdeaban los prados. Solo fueron aportando su juventud y su movi- y morales, capaz de hacer surgir del
necesarios ocho años desde enton- lidad. Por las calles uno se topaba desierto esa tierra de Canán, me
ces para que todo el paisaje brillara con hombres y mujeres vivos, chi- convenzo de que a pesar de todo
con salud y prosperidad. Donde antes cos y chicas que empezaban a reír la humanidad es admirable. Cuando
había ruinas, ahora se encontraban y que habían recuperado el gusto reconstruyo la arrebatadora grandeza
granjas; los viejos riachuelos, ali- por las excursiones. de espíritu y la tenacidad y bene-
mentados por las lluvias y las nieves volencia necesaria para dar lugar a
que el bosque atrae, fluían de nuevo. Si contábamos la población anterior, aquel fruto, me invade un respeto
Sus aguas alimentaban fuentes irreconocible ahora que gozaba de sin límites por aquel hombre anciano
y desembocaban sobre alfombras cierta comodidad, más de diez mil y supuestamente analfabeto, un ser
de menta fresca. Poco a poco, los pue- personas debían en parte su felicidad que completó una tarea digna de Dios.
blecitos se habían revitalizado. Gentes a Elzeard Bouffier. Por eso, cuando Elzeard Bouffier murió pacíficamente
de otros lugares donde la tierra era reflexiono sobre aquel hombre armado en 1947 en el hospicio de Banon.

Jean Giono

1. Basándote en lo que acabas de leer, redacta un breve ensayo sobre la forma en que cada persona
puede contribuir a mejorar la situación del medio ambiente.
2. Comparte tu texto con el resto del salón y entre todos hagan el compromiso de poner en práctica tres
de las propuestas que se planteen en el grupo.

Usa una tetera en vez de una olla para calentar agua, es mucho más eficiente.

Si puedes, cambia tu televisión y tu refrigerador; los nuevos utilizan mucha menos electricidad.

Al usar tu refrigerador:
- Deja que la comida se enfríe hasta la temperatura ambiente antes de meterla.
- No lo llenes de más, impides que circule el aire en su interior.
- Colócalo lejos de la estufa, el horno, los calentadores o el sol directo.
- Asegúrate siempre de que la puerta cierre bien.
- Mantenlo al menos a tres cuartas partes de su capacidad.

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