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Nuestra alegría, nuestra vida, nuestra santidad están en Él. ¿Lo comprendemos? ¿Lo creemos?
“El Sagrado Corazón te hará un gran santo. Él te santificará a su gusto y no al tuyo. Por eso, déjale
hacer”.
Permanecer en su Amor
Esta invitación de Jesús en el Evangelio, “Permaneced en mí, permaneced en mi Amor” (Jn 15, 4.9),
“En este Corazón divino todo se cambia en amor, hasta las más amargas amarguras. Dejémosle hacer y
obrar en nosotros”.
“Él arde en deseos de que conformemos nuestra vida a la suya. Y puesto que el amor iguala –hace
semejantes– a los que se aman, hagamos nuestra vida según el modelo de la suya”.
Reparar al Amor
Cristo es el único que puede realmente reparar. Él “se ha hecho pecado”, en palabras de san Pablo, y se
ha ofrecido al Padre por nosotros. Pero quiere asociarnos a su obra redentora. El Corazón de Jesús nos
recuerda a través de santa Margarita María que debemos y podemos unir nuestras vidas a su sacrificio
para reparar por Él, con Él, y en Él por nuestros propios pecados y los del mundo.
Finalmente: “No se puede amar sin sufrir: para un corazón que ama a su Dios y que quiere ser amado por
Él, todas las cruces son preciosas. Procuremos, pues, hacernos verdaderas copias de nuestro Amor
crucificado”.
Reparar es, por tanto, amar por los que no aman, amar más para suplir nuestra propia falta de amor.
Pero es imposible amar a Dios sin amar a los hermanos. Escribe santa Margarita María: “Le rogué en la
oración que me diera a conocer el medio de satisfacer mi deseo de amarle. Y me hizo ver que no es
posible demostrarle mejor nuestro amor que amando al prójimo por amor a Él y que debía ocuparme en
procurar su salvación, siendo necesario que olvidara mis intereses para hacer míos los del prójimo”.