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Cómo responder al Amor

La llamada del Corazón de Cristo es universal


A nosotros nos toca responder a la llamada. “Las gracias, añade Margarita María, no faltarán. Él espera de
nosotros una fiel correspondencia en retorno a su gran amor”.

Nuestra alegría, nuestra vida, nuestra santidad están en Él. ¿Lo comprendemos? ¿Lo creemos?

¿CÓMO AMAR AL AMOR?


Acoger su amor
El primer paso consistirá en abrir nuestro corazón “a fin de poder satisfacer en algún modo el ardiente
deseo que su amor tiene de derramarse”. Esta actitud de acogida, implica necesariamente un
reconocimiento de nuestras faltas: somos pecadores.

“Darlo todo y dejarle hacer”


No es pasividad. Margarita María nos lo aclara:

“El Sagrado Corazón te hará un gran santo. Él te santificará a su gusto y no al tuyo. Por eso, déjale
hacer”.

Permanecer en su Amor
Esta invitación de Jesús en el Evangelio, “Permaneced en mí, permaneced en mi Amor” (Jn 15, 4.9),

“En este Corazón divino todo se cambia en amor, hasta las más amargas amarguras. Dejémosle hacer y
obrar en nosotros”.

Identificarse con Cristo


Si el primer aspecto de nuestra respuesta es acoger; el segundo, darlo todo y dejarle hacer, y el
tercero, permanecer en su Amor, santa Margarita María, con san Pablo nos introduce en un cuarto aspecto:
“Que Cristo sea formado en vosotros” (Gal 4,19).

“Él arde en deseos de que conformemos nuestra vida a la suya. Y puesto que el amor iguala –hace
semejantes– a los que se aman, hagamos nuestra vida según el modelo de la suya”.

Consagrarse al Corazón de Cristo


Para santa Margarita María, nuestra respuesta de amor se resume en la consagración al Corazón de
Jesús, pues constituye una entrega total de sí a Cristo, que compromete toda nuestra vida.

Reparar al Amor
Cristo es el único que puede realmente reparar. Él “se ha hecho pecado”, en palabras de san Pablo, y se
ha ofrecido al Padre por nosotros. Pero quiere asociarnos a su obra redentora. El Corazón de Jesús nos
recuerda a través de santa Margarita María que debemos y podemos unir nuestras vidas a su sacrificio
para reparar por Él, con Él, y en Él por nuestros propios pecados y los del mundo.

Finalmente: “No se puede amar sin sufrir: para un corazón que ama a su Dios y que quiere ser amado por
Él, todas las cruces son preciosas. Procuremos, pues, hacernos verdaderas copias de nuestro Amor
crucificado”.

Reparar es, por tanto, amar por los que no aman, amar más para suplir nuestra propia falta de amor.

Pero es imposible amar a Dios sin amar a los hermanos. Escribe santa Margarita María: “Le rogué en la
oración que me diera a conocer el medio de satisfacer mi deseo de amarle. Y me hizo ver que no es
posible demostrarle mejor nuestro amor que amando al prójimo por amor a Él y que debía ocuparme en
procurar su salvación, siendo necesario que olvidara mis intereses para hacer míos los del prójimo”.

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