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DEFINICIONES DE SEXO
Para comenzar el trabajo práctico es necesario explicar qué es lo que catalogamos como sexo.
Existen tres tipos de sexo, el sexo genotípico que está determinado por los
cromosomas sexuales, los cuales suelen ser dos; el sexo fenotípico, determinado por los
genitales internos y externos; y el sexo de identificación, el cual es una determinación
personal en cuanto a los distintos manejos de la sociedad. En la actualidad se cree que esta
etiqueta es anticuada y por eso el tercer sexo recibe el nombre de ‘identificación de género’.
Para explicar mejor el funcionamiento de estos tres sexos en nuestros cuerpos se suele
recomendar pensar al sexo genotípico como inmutable, al fenotípico como modificable y a la
identificación de género como aceptable o no aceptable.
En los humanos se pueden notar conductas sexualmente dimórficas de naturaleza
refleja, las cuales se encuentran asociadas con el sexo genotípico y conductas sexualmente
dimórficas cognitivas, que se encuentran relacionadas con la identificación de género y la
elección de la pareja sexual.
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Sin embargo, esta dualidad no se produce en todos los casos. El 2% de los bebés
nacen con una condición llamada intersexualidad. En República Dominicana y Haití es muy
común un síndrome llamado coloquialmente “huevos a los doce”, donde desde el nacimiento
hasta la etapa de la pubertad la persona se encuentra con sexo genotípico masculino y sexo
fenotípico femenino, dado que la enzima responsable de desarrollar tempranamente los
genitales masculinos (5-α-reductasa) se encuentra en escasez. Por lo tanto, los genitales se
asemejan a los femeninos: labios genitales con un clítoris agrandado. En la adolescencia, la
secreción de andrógenos en los testículos crece y logra formar el pene y el escroto que hace
descender a los testículos.
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La mayoría de estudios comparativos entre los cerebros de sexo masculino y de sexo
femenino se han hecho con ratas u otros roedores. Por ejemplo, se pudo observar que una
región del hipotálamo es de mayor tamaño en machos que en hembras y que estas hacen
mayor cantidad de sinapsis en el mismo lugar. Si dentro de los primeros quince días de vida
se castra al macho, éste adopta comportamientos similares a las hembras y lo explicado
anteriormente queda invertido. También se relacionó el sexo con comportamientos tales
como el instinto de los machos a querer montar al otro sexo y que las hembras arqueen su
cuerpo para dejarse penetrar. Si bien estos comportamientos son sencillos de identificar en
roedores, en los humanos es difícil de determinar.
DIFERENCIAS COGNITIVAS
Hablaremos sobre conductas sexualmente dimórficas de los seres humanos que no están
relacionadas con las funciones reproductivas. Fue posible reconocer estas conductas debido a
varios estudios clínicos y pruebas físicas y mentales con personas pertenecientes al sexo
masculino y al sexo femenino.
Todo comenzó cuando los neurólogos confirmaron que luego de sufrir un accidente
cardiovascular las personas pertenecientes al sexo femenino padecen afasia -trastorno de
lenguaje que dificulta la comunicación- con menor frecuencia que las personas pertenecientes
al sexo masculino. Esto dio a entender que las funciones de lenguaje están representadas en
cierto grado de una forma diferente entre el sexo masculino y el sexo femenino. Daniel
Kimura decidió estudiar la función del lenguaje y observó que las personas de sexo femenino
tienen una representación más anterior en el lenguaje y por eso son menos vulnerables al
accidente cerebrovascular.
Los resultados de este estudio llevaron a otros investigadores a buscar diferencias
cognitivas entre sexos. Fue así que Susan Rossell utilizando la resonancia magnética midió la
activación de distintas partes del cerebro durante una tarea de campo visual léxico. Mientras
que en el sexo femenino se mostraba una mayor activación de las áreas del hemisferio
derecho -circunvoluciones frontal inferior, temporal posterior inferior y media-, presentando
además una ventaja en el campo visual izquierdo, en el sexo masculino la activación es más
lateralizada hacia el hemisferio izquierdo -lóbulo temporal posterior inferior-.
Se examinó también en sexualidades masculinas y femeninas la ejecución de tareas
que dependen más de un hemisferio que del otro. Una prueba simple para las diferencias
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visuoespaciales permite evaluar la capacidad de ambos sexos para identificar formas después
de palparlas con los ojos cerrados. Ambos rinden igualmente bien con cualquier mano hasta
alrededor de los 6 años. En adelante, las sexualidades masculinas tienen puntajes mejores
cuando utilizan la mano izquierda, mientras que las sexualidades femeninas mantienen buen
puntaje con ambas manos hasta los 13 años, momento en el que también comienzan a rendir
mejor con su mano izquierda. Este estudio sugiere que personas del sexo masculino
desarrollan la lateralización hemisférica derecha de las habilidades visuoespaciales antes que
las personas con sexo femenino.
En una línea similar, Matthias Riepe ha comunicado que sexo masculino y sexo
femenino utilizan diferentes estrategias para navegar en un entorno poco familiar. Las
personas de sexo masculino que intentan encontrar un camino para salir de un laberinto de
realidad virtual tridimensionalmente utilizan la configuración de toda la escena y “escapan”
del laberinto en poco más de dos minutos promedio. Las personas de sexo femenino tienden a
utilizar reparos o señales locales y tardan aproximadamente un minuto más para salir. Las
imágenes encefálicas funcionales muestran que ambos sexos utilizan el hipocampo derecho
durante esta tarea, pero que el sexo masculino también emplea el hipocampo izquierdo. Por lo
contrario el sexo femenino tiende a utilizar la corteza prefrontal derecha. La participación del
lóbulo parietal inferior también es diferente dependiendo el sexo, se considera que los dos
lados de esta estructura median diferentes aspectos del procesamiento visual: el izquierdo
participa más en las percepciones como juzgar con qué velocidad se mueve algo o rotar
mentalmente objetos tridimensionales, y el lado derecho media la memoria del trabajo de las
relaciones espaciales. Godfrey Pearlson determinaron que el lóbulo parietal derecho en las
sexualidades femeninas es más grande que el izquierdo, y el izquierdo es más grande que el
derecho en las sexualidades masculinas.
Ninguno de estos estudios es conveniente por sí solo, pero tomados en conjunto
sustentan la idea de que los dos sexos utilizan diferentes estrategias cognitivas y usan de
diferente forma el hemisferio derecho e izquierdo del encéfalo.
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entre 13 y 84 años y analizó los tamaños de las distintas regiones cerebrales y las relaciones
entre ellas. En total identificaron 29 regiones cerebrales que mostraban diferente tamaño en
personas que se autoidentificaban como hombres o como mujeres. Pero al observar el escán
de cada persona en particular, se encontraron con que solamente el 0,8% tenían un cerebro
masculino o femenino. Es decir que los cerebros son una mezcla de partes femeninas y
masculinas, independientemente de cuál sea el sexo de la persona en cuestión.
A partir de esto, Joel aportó a la teoría del cerebro mosaico que piensa al cerebro
como un entramado de neuronas y que cada una de ellas es distinta a las demás y única. Esta
investigación tiene varias implicancias tanto biológicas como sociales. En primer lugar, ya no
deberíamos hablar de dimorfismo (que refiere a dos), sino de polimorfismo. Por otra parte,
esta investigación aporta a la teoría queer que plantea al género como algo que no es binario
y que las clasificaciones de género no tienen sentido alguno. La ciencia debe acompañar estos
cambios sociales y esta nueva teoría fue un gran aporte desde el campo biológico. Por último,
implica que todos somos parte de un continuo que va desde un extremo masculino hasta otro
femenino pasando por un gran espectro de grises que no podemos dejar afuera.
Por otra parte, muchos investigadores e investigadoras refutan las teorías que
determinan que las mujeres y los hombres tienen distintas capacidades cognitivas por un
hecho biológico y lo piensan como un hecho social. Al ser las niñas estimuladas de una
manera diferente que los niños durante la infancia, crecen y sus neuronas conectan de cierta
manera y por eso tienen distintas capacidades, debido a la neuroplasticidad.
Entonces, Joel con sus investigaciones determina que un neurocientífico puede
determinar -con cierto margen de error- el sexo de un individuo al observar su cerebro, pero
nunca podrá hacer lo contrario, observar el cuerpo y determinar cómo será el cerebro, ni a
partir del cerebro saber para qué cosas será hábil ni qué perfil tendrá.
A partir de estas investigaciones y de esta nueva mirada en la biología, se puede ver
cómo la ciencia es una herramienta política. Si bien estas teorías sobre los cerebros de los
hombres y de las mujeres están en constantes movimiento y evolución, podemos observar que
ciertos científicos siguen buscando una diferencia en las capacidades de los hombres y de las
mujeres de naturaleza biológica, mientras que estas científicas más modernas tratan de
encontrar homogeneidad entre los géneros. Esto muestra los intereses políticos en la ciencia.
Y esta debe evolucionar y adecuarse a los cambios sociales. Es importante tener en cuenta
estas nuevas teorías que determinan que hombres y mujeres tenemos distintas capacidades
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por el modo en el que fuimos criados: como decíamos antes las mujeres son peores al
solucionar problemas matemáticos que los hombres ¿Sería raro que esto se deba a que los
maestros en la escuela nos dicen que somos peores? ¿Sería raro que seamos peores en ciertas
áreas porque se nos dice que vamos a serlo? Es importante que la ciencia se plantee estos
interrogantes. Como sociedad avanzamos a una nueva visión de los géneros como uno solo, y
esto se puede ver en la investigación de Joel. No hay cerebros de hombres ni cerebros de
mujer, pero no todos los cerebros son iguales, sino que cada cerebro es distinto al otro y tiene
distintas capacidades, tiene distintos lados femeninos y masculinos q ue hacen que dejen de
ser cerebros masculinos y femeninos y pasen a ser un cerebro mosaico mucho más complejo
de lo que imaginábamos.
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Bibliografía:
Joel D, Berman Z, Tavor I, Wexler N, Gaber O, Stein Y, Shefi N, Pool J, Urchs S, Margulies
DS, Liem F, Hänggi J, Jäncke L, Assaf Y (2015) Sex beyond the genitalia: The human brain
mosaic. Proc. Natl. Acad. Sci. U.S.A. 112(50): 15468-15473.
Kimura, Doreen (1999) Sex differences in the brain. Scientific American Inc.