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Stanley Cavell

El cine, ¿puede
hacernos mejores

discusiones
Stanley Cavell
(Atlanta, Estados Unidos, 1926]
El cine, ¿puede
Nacido en una familia de inmigrantes judíos, hacernos mejores?
Cavell inició sus estudios en el campo musical
en la Universidad de California en Berkeley,
donde obtuvo su primer título en 1947,
y los continuó en el conservatorio Juilliard,
de Nueva York, durante dos años, hasta
comenzar los estudios de filosofía en la
Universidad de California. Obtuvo el doctorado
en filosofía en la Universidad de Harvard, en
la que permaneció como profesor y de la
que actualmente es profesor emérito
de Estética y Teoría General de los Valores.
Pese a su formación en la tradición
analítica, Cavell es uno de los pocos filósofos
norteamericanos que han sabido establecer
un fecundo diálogo con la tradición continental:
sus trabajos sobre Emerson y Thoreau han
alternado con numerosos escritos sobre
Wittgenstein, Heidegger y Nietzsche, así como
sobre crítica y teoría del cine, literatura
y psicoanálisis. Famoso por sus estudios sobre
cine, la cultura popular norteamericana o la
comedia romántica de Shakespeare, la obra
de Cavell tiene, a uno y otro lado del Atlántico,
una presencia brillante, idiosincrásica
y controvertida sobre la filosofía, la crítica
literaria y los estudios culturales.
Stanley Cavell
El cine, ¿puede
hacernos mejores?

Del mismo autor Traducido por Alejandrina Falcón


Ciudades de palabras: cartas pedagógicas sobre un registro
de la vida moral, Valencia, 2007
Reivindicaciones de la razón, Madrid, 2003
En busca de lo ordinario: líneas de escepticismo
y romanticismo, Madrid, 2002
Un tono de filosofía: ejercicios autobiográficos, Madrid, 2002
La búsqueda de la felicidad: la comedia de enredo matrimonial
en Hollywood, Barcelona, 1999

Phylosophy the day after tomorrow, Harvard, 2005


Contesting tears: the Hollywood melodrama o f the unknown
woman, Chicago, 1996
Conditions handsome and unhandsome: The constitution
o f Emersonian perfectionism, Chicago, 1990
The world viewed: Reflections on the ontology o f film ,
Nueva York, 1971
M ust we mean w hat we say? A book o f essays, Nueva York, 1969

discusiones
índice

Primera edición, 2008

© Katz Editores
Charlone 216
C1427BXF-Buenos Aires 7 Prefacio
Fernán González, 59 Bajo A
28009 Madrid
www.katzeditores.com 19 1. El pensamiento del cine
Título de la edición original:
67 11. ¿Qué sucede con las cosas
Le cinéma, nous rend-il meilleurs? en la pantalla?
© Bayard 89 ni. Lo que el cine sabe del bien
París, 2003
129 iv. Dos cuentos de invierno:
ISBN Argentina: 978 -987-1283-76-7 Shakespeare y Rohmer
ISBN España: 978 - 84 -96859 -32-6
173 v. Golpes en el alma
1. Cinematografía. I. Alejandrina Falcón, trad. II. Título 195 vi. La filosofía pasado mañana
CDD 778.5

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protegido por diversas leyes y tratados internacionales
que prohíben la reproducción íntegra o extractada,
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con la autorización expresa del editor.

Diseño de colección: tholón kunst

Impreso en la Argentina por Latingráfica S. R. L.


Hecho el depósito que marca la ley 11.723.
Prefacio

De los seis ensayos sobre cine que presentamos a con­


tinuación, los dos primeros - “El pensamiento del cine”
y “¿Qué ocurre con las cosas en la pantalla?”- ya fue­
ron publicados en inglés; la escritura de ellos se pro­
dujo en un momento en que yo tenía la clara impre­
sión de estar dando un paso adelante en la liberación
de mi imaginación o, mejor dicho, de mi sensibilidad
intelectual.

I
Escribí el ensayo “¿Qué ocurre con las cosas en la
pantalla?” pocos días después de terminar el manus­
crito de Reivindicaciones de la razón,1como si un ángel
amistoso me asegurara que la virtud de permanecer
fiel a una obra durante tantos años tuviera como
recompensa frutos que no crecen aislados en oscuros
y peligrosos bosques donde los senderos se pierden,i

i The claim o f reason: Wittgenstein, skepticism, morality and


tragedy, Nueva York, Oxford University Press, 1979 [trad, esp.:
Reivindicaciones de la razón, Madrid, Síntesis, 2003].
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sino al aire libre, en jardines soleados, tan sólo a la (si tuviera que expresarlo con una proposición sim­
espera de que una mano venturosa los recoja. En la ple) negaba que el concepto de “realismo”, tal como yo
medida en que ese breve ensayo, escrito ágil y rápida­ lo había visto desarrollado, permitiera siquiera rozar
mente, establece una continuidad con las reflexiones la pregunta por la “relación” del cine con las cosas del
ontológicas desarrolladas en mi primer libro sobre el mundo o, menos aun, con la pregunta acerca de qué
cine, The world viewed,2 su publicación daba cuenta a ocurre con las cosas en la pantalla. Ésa es una pregunta
mi juicio del hecho de que Reivindicaciones de la razón tan válida como -o quizá no más válida que- ésta:
daría un fundamento a las reflexiones ontológicas de ¿cómo el lenguaje ordinario o, tal como lo expresa Witt­
aquella obra anterior, que no podía figurar en esas pági­ genstein, cómo la gramática de nuestro lenguaje revela
nas relativamente densas y escasas. Este primer libro qué clase de objeto es cualquier objeto? Es ésta una pre­
había asumido el riesgo de someterse fiel y tenazmente gunta recurrente en Reivindicaciones de la razón.
a las exigencias estilísticas de una expresión sugestiva Aquello que llama mi atención en tanto sensibili­
que la visualización y el recuerdo de los films requie­ dad intelectual de “El pensamiento del cine” es la
ren de manera tan característica, sin demorarse en pre­ manera en que ese ensayo se propone introducir abier­
guntar si existía un estilo filosófico pasible de tomar tamente la autobiografía en la filosofía. Sin duda, sentí
en consideración la diversidad y la intensidad propias la necesidad de llevar adelante tal empresa para auto­
de la experiencia del cine. El riesgo en cuestión se mani­ rizar las experiencias que yo reivindicaba como reve­
fiesta bastante explícitamente en lo que he dado en lla­ laciones, en mi esfuerzo por manifestar las intimida­
mar “la liberación de mi imaginación”. Así pues, si bien des recíprocas entre la filosofía y el cine. Como si el
The world viewed llamó la atención en los años inme­ género cinematográfico estudiado en La búsqueda de
diatamente posteriores a su publicación, en 1971, me la felicidad3 pudiera ser visto como un laboratorio
ha parecido bastante paradójico que a menudo se le donde mis pretensiones sobre el alcance ontológico del
criticara su concepción del cine como un fenómeno cine encontraran una manifestación. La elaboración
“realista”. No obstante, mi impresión es que ese libro
3 Pursuits o f happiness: The Hollywood comedy o f remarriage.
Harvard University Press, 1981 [trad, esp.: La búsqueda de la
2 The world viewed: Reflections on the ontology o f film , Nueva York, felicidad: la comedia de enredo m atrimonial en Hollywood,
Viking Press, 1971. Barcelona, Paidós, 1999].
PREFACIO | 11
10 I EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ?

Los cuatro ensayos posteriores pueden ser compren­


autobiográfica de la experiencia es, en efecto, mi con­
didos como prolongaciones en diversas direcciones de
tra-respuesta al estudio fenomenológico de la expe­
los esfuerzos (o interacciones) de estos dos ensayos
riencia mediante su(s) método(s) de “reducción”; es
iniciales.
una alternativa que propongo ante el sentimiento de
molestia que producen en mí esos métodos filosóficos, “La filosofía pasado mañana” precisa (aun cuando
el hecho sólo se torne evidente en la mitad del recorri­
y esa sensación de que, pese a toda su prudencia, aún
do) algunos aspectos de la filosofía que veo invoca­
no han conseguido medir sus propias distorsiones de
la experiencia -p o r ejemplo, la “creencia”, la “presen­ dos en esas comedias cinematográficas, y que están pre­
cia”, lo que está “afuera”-. Consideré entonces que la figurados en las obras de Nietzsche y de Wittgenstein.
autobiografía era una forma de iluminar la manera Luego, el ensayo cita dos de las más importantes anti­
cipaciones literarias acerca de la preocupación de esa
en que la fenomenología pone entre paréntesis la creen­
cia en la existencia y la sospecha que el escepticismo filosofía por las obligaciones y las aspiraciones de la
hace pesar sobre ella. Pues, en ambas, me llamaba la vida cotidiana; me refiero (y no hay motivo de asom­
atención que estilizaran sin obstáculo alguno la pre­ bro) a los éxitos siempre sorprendentes de Jane Austen
gunta de mi relación con el mundo o, dicho de otro y de George Eliot. La sugestión tiene que ver con el
modo, que supusieran que mi relación con la existen­ hecho de que esas comedias presentan una tonalidad
cia del mundo puede ser descrita de manera inteligi­ moral que está parcialmente desatendida en las formas
ble como una “tesis”. Los teóricos del conocimiento de teoría moral que dominan la enseñanza de la filo­
con los que me he cruzado a lo largo de mi forma­ sofía en los países anglosajones. A esta tonalidad la
ción filosófica años más tarde habrían denominado llamo “perfeccionismo m oral”; una tonalidad que
con total naturalidad, en su desconocimiento de la filo­ encuentro en todo el pensamiento occidental, desde
sofía continental, “hipótesis” a esa existencia. (Leyendo Platón y Aristóteles hasta Heidegger y Wittgenstein,
retrospectivamente mi encuentro, al fin, con las Inves­ pero que asocio de manera más íntima con el cine, en
tigaciones filosóficas de Wittgenstein, podría afirmar especial con los films norteamericanos estudiados en La
que no tengo eso que Husserl llama un “punto de vista búsqueda de la felicidad, con los escritos de Emerson.
natural” sobre el mundo, sino una historia natural en (El perfeccionismo moral, en su forma más estricta, es
el mundo.) el título que Rawls le da, en su obra tan memorable,
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Theory of justice, al pensamiento de Nietzsche; es, pues, atracción contradictorias entre los sexos contra las cua­
aquello que se niega a considerar como teoría seria de les la vida moral de la existencia cotidiana debe luchar
la moral. En la medida en que el argumento que Rawls o, como dice Freud, la tarea que el amor debe llevar a
esgrime para apoyar su lectura de Nietzsche se basa cabo para negociar entre los instintos tiernos y los ins­
en un pasaje en el cual Nietzsche está masivamente en tintos agresivos. (Eso implicaría averiguar si esa lucha
deuda con Emerson, me veo obligado, yo que estoy es idéntica en todo amor, tanto en el amor homose­
en deuda con Emerson, a discutir aquello que conside­ xual como en el amor heterosexual, en el amor fami­
ro un error de lectura de ese pasaje por parte de Rawls.) liar como en el amor a secas.)
El reconocimiento de que el pensamiento de Emerson “Aquello que el cine sabe del bien” tiene motivos
subyace en los relatos de aquello que La búsqueda diversos. Constituye, a mi entender, una buena opor­
de la felicidad llama “el género de las comedias de tunidad para responder a una pregunta que me han
enredo matrimonial” fue otro paso decisivo en mis planteado a menudo: ¿aún se hacen comedias de en­
aventuras intelectuales, que confirmaba a la vez la redo matrimonial? Y de no ser así, ¿por qué? Una res­
fecundidad (para mí) de una etapa de represión de puesta posible a esta pregunta es que ningún género
Emerson en la filosofía norteam ericana profesio­ hollywoodense puede ya tener el rol que tuvieron las
nal, y de un estudio del particular papel del cine nor­ comedias clásicas de enredo matrimonial en el seno de
team ericano en la cultura norteam ericana como la cultura norteamericana en su conjunto, pues los films
expresión de la aspiración de esa nación particular en general no tienen ya la función que tuvieron en otra
a una existencia moral. época (digamos, antes de que la televisión superara al
“Golpes en el alma” es un ensayo más simple que cine como ama y señora del entretenimiento de masas).
habla de sí mismo. Pone el acento en el lado oscuro (Debo decir que, desde mi punto de vista, la hegemo­
de las comedias en cuestión. No obstante, si bien esta nía financiera de los espectáculos con efectos especia­
perspectiva no apunta a un gran desarrollo teórico, les que ponen en escena historias de extraterrestres es
invoca la textura de sus conversaciones como parte del un efecto de la mundialización, y no una prolongación
tono de esas comedias. Ello explica en parte su arraigo del descubrimiento de América por sí misma.) Otra
en el público internacional afín a estos films durante respuesta posible es que se realizan numerosos films,
décadas: su reconocimiento insistente de las fuerzas de más pequeños y juiciosos, que presentan diversos ele-
PREFACIO I 15
14 I EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ?

mentos o diversos aspectos del enredo matrimonial, propensión del cine a evocar lo trascendental en la
pero tienden a poner en escena a actores más jóvenes. experiencia, lo trascendental del éxtasis, del horror,
Estos films, en cierto modo, dan cuenta de un retorno de lo sublime, digamos del misterio de la existencia del
a la estructura de la comedia clásica, donde el relato mundo, de una dimensión de lo subjetivo que no está
se ocupa de saber si una pareja, en cuyo seno cada cual determinada culturalmente por aquello que suele lla­
aún protege su sentimiento de inocencia frente a un marse “nuestra posición de sujetos en la cultura”; una
mundo malvado, triunfará sobre ciertos obstáculos dimensión de lo subjetivo que generaba la promesa de
externos al porvenir común -u n padre difícil, un buscar aquello que el perfeccionismo moral describe
malentendido-. Ya no se trata de saber si, una vez que como un estado cercano al yo (y quizás a su mundo),
han tomado conciencia de que sus caminos se sepa­ un estado del yo no realizado pero realizable.
raban, de que sus maneras de ver el mundo divergían, ¿Cómo puede el cine contribuir a la educación y la
volverán a encontrarse, volverán a estar juntos (pues inteligencia de una cultura, o, digamos, a la compren­
entonces cada cual, habida cuenta de sus años de expe­ sión que una cultura tiene de sí misma? Una pregunta
riencia, representa al otro con quien mejor se puede como ésta no debe ser abordada sin una discusión pre­
habitar un mundo malo). La ausencia de la clásica via sobre lo que implica “tener” una cultura, sobre lo
estructura del enredo matrimonial me ha sugerido una que implica tener un “rol” en esa cultura, sobre lo que
ausencia de hombres maduros creíbles, tales como pueda ser la economía de las relaciones mutuas entre
los actores Cary Grant, Spencer Tracy y Clark Gable; la filosofía y las artes, las ciencias, las religiones, el dere­
hombres que, pese a haber trabajado mucho para obte­ cho y las aspiraciones políticas de una cultura particu­
ner un título en la sociedad tal como es (en la ratifi­ lar. La comedia de enredo matrimonial, puesto que sus
cación, podríamos decir, que la sociedad les concede), historias giran esencialmente en torno a la educación
estaban dispuestos a arriesgar esa posición para seguir mutua de una pareja de enamorados, reclama de
el llamado del deseo recíproco, que la comedia de manera memorable a mi juicio que la educación moral
enredo matrimonial celebra. En mi recuerdo, aprehen­ no esté ausente del movimiento a partir del cual una
diendo desde ese ángulo los films recientes que habían cultura considera su propia identidad. Insiste en par­
causado en mí una fúerte impresión, he visto que algu­ ticular en el hecho de que la búsqueda por parte de
nos de ellos se proponían poner el acento en la vieja los Estados Unidos de un descubrimiento de las con-
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diciones de la relación democrática (a pequeña y a gran humana”) que erige obstáculos en el camino de la con­
escala) exige esencialmente que vuelva a encontrarse tinuidad del amor, obstáculos que los recursos de la
la voz de Emerson, cuyo elogio de América adquiere la comedia y de la tragedia son llamados a explorar y a
forma de una crítica incansable de América tal cual es considerar. Pasamos de las economías cotidianas de
(una crítica que puede ser descrita, en términos emer- la justificación y de la disculpa (un lugar donde la filo­
sonianos, como pensamiento de la aversión). sofía de J. L. Austin supo hallar algunos de sus más ricos
El ensayo “Dos cuentos de invierno: Shakespeare y y más fecundos ejemplos) a las necesidades cotidia­
Rohmer” lleva a su término la lectura de una de las nas de la fidelidad y de la paciencia.
obras maestras de Rohmer, Conte d’hiver [Cuento de Así pues, es una enorme satisfacción para mí el ver
invierno] (Éric Rohmer, 1992), y muestra que ese film estos escritos reunidos, en un contexto francés, que
ilustra y desarrolla ideas asociadas al género de las siempre me ha brindado un placer y una instrucción
comedias que en La búsqueda de la felicidad he deno­ ¡rremplazables.
minado “comedias de enredo m atrim onial”, exten­
diendo tanto el registro emocional del género como su Brookline,
implicación filosófica, y confirmando el hecho de que 18 de julio de 2003
ese género se aloja en las misteriosas incitaciones de
la vida cotidiana. La relación de este film con la obra
homónima de Shakespeare no puede ser más eviden­
te -tras asistir a la representación de El cuento de invier­
no de Shakespeare, la heroína de Rohmer lleva a cabo
un decisivo autoexamen filosófico-. Mi lectura da un
paso suplementario que me permite entender el film
de Rohmer en su conjunto como una suerte de comen­
tario detallado de la obra de Shakespeare, una obra que
revela, al hacer el relato de un enredo matrimonial fan­
tástico e increíble, que la naturaleza del matrimonio
es tal (llamémoslo “registro religioso de la intimidad
I
El pensamiento del cine1

Suelen hacerme la siguiente pregunta, mencionando


siempre, creo yo, la filosofía en primer lugar: ¿cómo es

i I.as páginas que siguen fueron publicadas en el número de


invierno del año 1983 de la Yale Review y, más tarde, en francés
en la revista Trafic, N° 19, en el año 1996. Había pronunciado esta
conferencia el 20 de mayo de 1982 en el Kennedy Center
de Washington en el marco de la Segunda Conferencia Anual
Patricia Wise, con el apoyo del American Film Institute. Cuando
me invitaron a preparar la conferencia, me dijeron que la idea
de esta serie era proporcionar a los autores y a los investigadores
que no pertenecían esencialmente al mundo del cine una ocasión
para describir la importancia que tenía la existencia del cine en
sus respectivos trabajos o en la cultura contemporánea. Advertí
que quería aprovechar esa ocasión para responder de manera
razonablemente coherente a los interrogantes reiterados que
mi interés por el cine había suscitado a lo largo de los años, en
especial en el momento de publicación de mis libros dedicados
al cine: The world viewed: Reflections on the ontology o f film , Nueva
York, Viking Press, 1971, y Pursuits o f happiness: The Hollywood
comedy o f remarriage. Harvard University Press, 1981 [trad, esp.:
I.ii búsqueda de la felicidad: la comedia de enredo matrimonial en
Hollywood, Barcelona, Paidós, 1999], publicación que, suponía yo,
había producido esa invitación a pronunciar la conferencia Wise.
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posible que un profesor de filosofía llegue a reflexio­ láculos; por lo general iba a la ópera o al teatro, donde
nar sobre el cine hollywoodense? -com o si llegar a ser compraba las entradas con descuento; a la salida, me
profesor de filosofía fuera más fácil de aceptar que refle­ iba a ver algún viejo film en la calle 42, que a fines de
xionar y escribir sobre cine-. Me volví tan sospechoso los años 1940 era un lugar particularmente propicio
que me llevó tiempo reconocer que habría sido más para captar la diversidad y la aleatoriedad del cine
natural, durante la mayor parte de mi vida, invertir la sonoro norteamericano. Aquello que leía en esas tar­
pregunta: ¿cómo es posible que una persona cuya edu­ des lo llamaba en mi fuero interno “filosofía”, pese a
cación ha sido modelada tanto por la frecuentación de 110 tener muy claro lo que esa palabra podía significar
los cines como por la lectura llegue a ejercer un oficio para los demás, y aun menos claro el motivo por el cual
que consiste en reflexionar sobre filosofía? buscaba en la filosofía la respuesta al interrogante que
Durante mucho tiempo creí que ese vínculo cons­ mi vida encarnaba.
tituía una encrucijada que tan sólo concernía a mi his­ Puesto que había pasado los primeros años de facul-
toria personal. Llegó a ser explícito para mí durante tad desgarrado entre el deseo de escribir y la realidad
ese período de mi vida al que más tarde, en una época tie la música que yo mismo componía para el teatro de
más calma, aprendí a llamar “mi crisis de identidad”. la universidad -desde simples melodías para la revista
A fines de los años 1940, había sido admitido en el con­ musical de fin de año hasta una música para la repre­
servatorio Julliard para llevar a cabo estudios de com­ sentación de El rey Lear, ni más ni menos-, lo que había
posición musical en un programa de extensión, des­ aprendido durante esos años no podía ser considerado
pués de dos años en los que no había dejado de crecer en rigor educación, cuando menos no en términos
en mí una duda: dedicar, o no, mi vida de lleno a la de los parámetros europeos. Pero tenía el estímulo sufi­
música. Tras mi llegada a Nueva York y mi ingreso a ciente para seguir aprendiendo cosas en lugares incon­
la escuela, empecé a faltar a mis clases de composición. gruentes y junto a personas incongruentes, esos luga­
Pasaba mis días leyendo y mis noches en los espec- res y esas personas que mi padre, un inmigrante
¡letrado, y mi madre, una mujer muy instruida, gus­
P o r e s o , e s to y fe liz d e q u e e s a c o n f e r e n c i a s e a p u b l i c a d a
taban mostrarm e -él, enamorado como estaba del
e s e n c i a l m e n t e e n s u f o r m a o r i g i n a l , s in i n t e n t o s d e e l i m i n a r d e
s u te x to a q u e l l o q u e c o n g r a n e s m e r o m e p r o p u s e i n c l u i r e n ella:
saber que nunca poseería; y ella que durante mi infan­
m i p e r c e p c i ó n d e la o p o r t u n i d a d q u e r e p r e s e n t a b a . cia se había ganado la vida tocando el piano en salas
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de cine mudo y en el music-hall-. El lugar que frecuen­ descubriría sino mucho más tarde. En mi primera ado­
tábamos juntos era el cine. De ese modo, si bien antes lescencia, una estrofa tal como
de ingresar a la universidad jamás había ido a un con­
cierto para escuchar, por ejemplo, la Novena Sinfonía Heaven, I ’m in heaven
de Beethoven, ni tampoco había tenido preparación And the cares that hung around, me through the week
suficiente para tal escucha cuando estudiaba historia Seem to vanish like a gambler’s lucky streak
de la música y de la cultura alemana, en cambio sí había When we’re out together dancing cheek to cheek2
tenido lo necesario para prestar una escrupulosa aten­
ción a los gestos de Fred Astaire, de Ginger Rogers y era poesía para mí, y a mi parecer nada que no rivali­
de Jerome Kern; tanto es así que, cuando en el final de zara con la sensación de concentración y entusiasmo
la Novena Sinfonía el coro canta a contrapunto los dos contenida en esas palabras podía ser poesía. Considero
temas principales, el éxtasis que experimenté había que ya desde entonces sabía que no se trataba única­
sido preparado por mi reacción ante el final de Swing- mente de sentir la inteligencia y el comportamiento de
time [En alas de la danza} (George Stevens, 1936), don­ las palabras, ni tan sólo, por añadidura, de reconocer
de uno de los miembros de la pareja retoma A fine el humor y la belleza de la alusión a la racha del juga­
romance mientras el otro retoma The way you look dor, sino que se trataba de experimentar aquello (aun­
tonight. Este ejemplo no habría constituido esa prepa­ que me faltaran las palabras, mis propias palabras, para
ración para el gran arte que acabo de mencionar de decirlo) junto con el pathos de la idea de una mala racha
no haber sido algo más que mero virtuosismo. En que se disipa, que es negativa, empleada en una com­
efecto, es esencial que cada una de esas dos canciones paración destinada a expresar las preocupaciones que
de Kern sea individualmente tan perfecta como es, para se disipan y el cielo que se abre, algo positivo -como
que cuando la pareja las modifica y las mezcla en la si más allá de lo negativo y lo positivo, de lo malo y lo
repetición cada una de ellas pueda revelar su capaci­ bueno, hubiera una zona de azar y de riesgo, el único
dad, si se me permite la expresión, de significar la can­
ción distinta que cada uno tiene en mente. i “Cielo, estoy en el cielo / Y los problemas que pesaron sobre
Asimismo, las letras de esas canciones también cons­ mí toda la semana / Parecen disiparse como la mala racha de un
jugador / Cuando salimos juntos y bailamos mejilla contra
tituían una preparación para la gran poesía, que yo no mejilla.”
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lugar donde podía realizarse la intimidad que emble- La facultad de adivinar lo invisible a partir de lo visi­
matizaba o mitologizaba la coreografía de Astaire y ble, de seguir las implicaciones de las cosas, de juz­
de Rogers- Más tarde sería capaz de reconocer que gar la obra completa por su motivo, el estado de sen­
“felicidad” (happiness) y “azar” (happenstance) son tér­ tir, en general, tan plenamente la vida que uno puede
minos próximos, y que la búsqueda de la felicidad -ya sentirse bien encaminado para conocer sus más
se trate de la oportunidad para dar un paso en favor pequeños recovecos; casi podría decirse que ese con­
de la'adquisición de un yo o de la constitución de una junto de dones constituye la experiencia [...]. Por
nación- exige el valor de reconocer y de captar la opor­ eso, si yo le dijese por cierto a un novato: “Escriba
tunidad o, según la expresión de Emerson, “El coraje de su experiencia y sólo de su experiencia”, tendría
de ser lo que uno es”. No estoy diciendo que por enton­ la impresión de haber lanzado así una advertencia
ces, en la calle 42, ya tuviera en mente el proyecto de inasequible si no tomara en el acto el recaudo de
mi libro sobre la comedia de enredo matrimonial en añadir: “Procure ser una de esas personas para las
Elollywood, sino más bien que en parte escribí ese libro que nada se pierde”.3
por lealtad a ciertas versiones más jóvenes de mí mismo,
algunas de las cuales aún siguen vigentes. Por cierto, (Juando me llegó la hora de escribir mi libro sobre un
puedo simpatizar con el héroe semidelirante interpre­ conjunto de comedias románticas de Hollywood (La
tado por Steve Martin en un film reciente titulado Pen­ búsqueda de lafelicidad), había llegado al punto de con­
niesfrom heaven [Dinero caído del cielo] (Herbert Ross, tarme entre quienes se niegan a quedar perdidos para
1981), cuando dice, con un grito desde el alma, alu­ su propia experiencia, y por tanto a dar por descon­
diendo a esas canciones que divulga y en las que cree: tado que sería capaz de superar la humillación, ya de
“¡Escuchen las letras!”. Y creo que en esa versión más hacer conjeturas poco convincentes, ya de construir
joven de mí mismo -cuando faltaba a mis clases del castillos de naipes. Así es como en mi libro, por ejem­
Julliard- y en la pobreza de mi educación formal plo, elaboro mi percepción de la estructura común
-cuando leía toda la tarde y pasaba casi toda la noche
en los espectáculos- ya tomaba muy en serio el más
3 H. James, The art o f fiction, Boston, m a , edición facsimilar,
memorable de los consejos que Henry James solía dar 1996 [trad, esp.: El arte de la novela y otros ensayos, México,
a los escritores noveles. En The art of fiction, James dice: Coyoacán, 2001].
EL PENSAMIENTO DEL CINE I 27
26 I El CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES?

las relaciones que establezco entre el cine y la filosofía;


de las comedias de enredo matrimonial a partir de una
sea como fuere, semejante acusación, en cualquiera de
interpretación de las comedias románticas de Shakes­
los dos casos, no merece réplica alguna. Ahora bien,
peare; me refiero al análisis de It happened one night
en esas relaciones, ¿qué podría parecer pretencioso?
[Sucedió una noche] (Frank Capra, 1934) en términos
I s importante para mí distinguir un modo inofensivo
de censura del conocimiento y de la aspiración del
y un modo dañino de proferir esa acusación.
hombre en la filosofía de Kant. A mi juicio, la especu­
lación de Heidegger se halla ilustrada o explicada en el En el modo inofensivo, se interpretan las relacio­
semblante de Buster Keaton; y considero asimismo que nes en cuestión como un asunto de preferencias y,
desde esa perspectiva, puedo concebir que una per­
cuando en The awful truth [La picara puritana] (Leo
sona ajena a los textos que menciono quizá prefiera
McCarey, 1937) la cámara se aleja del abrazo que está
a punto de unir a Cary Grant y a Irene Dunne para que no los nombre. Tengo dos maneras de justifi­
carme. En primer lugar, puesto que encuentro en los
mostrarnos un par de estatuillas humanas que marcan
films estímulos para el pensamiento, voy a buscar
el paso del tiempo entrando con andar alegre en un reloj
ayuda para reflexionar sobre aquello acerca de lo cual,
cucú con forma de casa, algo de la metafísica se pone
.1 mi entender, reflexionan esos films allí donde suelo
de manifiesto a partir de la presentación que se hace
buscar cuando quiero reflexionar sobre cualquier otra
del m atrim onio a través de esa imagen: se trata de
cosa, es decir, en las obras de los pensadores que mejor
una nueva manera de habitar el tiempo, pero consti­
conozco y en quienes más confío. En segundo lugar,
tuye asimismo una manera de resumir, entre otras, la
lal como suele pensar cierta clase de norteamericano,
filosofía de Thoreau y de Nietzsche.
considero que lo que hago es pertinente para todos
Por eso supongo que no debería sorprenderme de
mis conciudadanos sin excepción, y en mi fuero
que mi libro haya encontrado cierta resistencia entre
interno creo que si vieran lo que hago como yo lo veo,
los críticos. Más de una vez fue calificado de preten­
en el acto procurarían hacerlo del mismo modo. Esto
cioso. Dejemos de lado, por el momento, la posibilidad
explica, en parte, la predisposición del norteameri­
de que las ideas del libro estén mal realizadas o mal
cano a sermonear a sus semejantes, práctica que
expresadas por mi estilo -pues ya no puedo hacer nada
impresionó a Tocqueville durante su visita a los Esta­
al respecto-. Si no es ése el único reproche, entonces
llos Unidos de América en los años 1830, una década
esta acusación de pretensión tendría que vincularse con
28 I EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ? EL PENSAMIENTO DEL CINE | 29

antes de que Thoreau se instalara en medio de la natu­ ble con respecto al mundo intelectual exterior. Sin
raleza de Walden para preparar sus propios sermo­ embargo, a mi juicio, esto también explica lo mejor, o
nes, sus reprimendas. Es una práctica que a ciertas lo más particular, de nuestra obra; en especial, la ampli-
personas parecerá insoportable y a otras, generosa. lud del registro de Thoreau en su prosa, que va de lo
Plantea, a mi juicio, la cuestión de saber si los norte­ sublime más elevado hasta el juego de palabras más
americanos disponen concretamente de algo pasible vulgar. Recuerdo que Tocqueville también había notado
de ser llamado “una herencia cultural común”: ¿puede en el bajo pueblo norteamericano una vivacidad que
usted nombrar tres obras de la alta cultura y asegu­ no hallaba en el bajo pueblo de su patria, y que él atri­
rar que aquellas personas que más cuentan para usted buía al hecho de que en los Estados Unidos hay asun-
las han leído, visto o escuchado alguna vez? Esta falta los auténticamente públicos que exigen, para partici­
de un terreno sólido común podría ser otra explica­ par en ellos, cierto saber e inteligencia. Al parecer, ésa
ción parcial para nuestra tendencia a sermonearnos es la condición necesaria del respeto mutuo indispen­
unos a otros en vez de dialogar. sable para la combinación entre lo noble y lo vulgar.
La manera menos inofensiva de tachar mi libro de Para que una persona, o la mayoría, postule que no
pretencioso postula que la filosofía y los films holly- e \ iste frontera común entre la filosofía y el cine, y para
woodenses movilizan intenciones culturales distintas qlie ese punto genere una convicción evidente, es nece­
que nada tienen para decirse de un lado a otro de la sario disponer de interpretaciones bastante precisas,
frontera que los separa, y que de hecho ni siquiera aun cuando fueran inconscientes, de lo que pueda ser
tienen una frontera en común. El daño inmediato que la filosofía y de lo que pueda ser un film hollywoo-
comporta esta opinión es la clausura de toda voluntad dense. Tendemos a considerar la filosofía como una
de explorar aquello de que disponen los norteameri­ disciplina más o menos técnica, reservada a los espe-
canos a modo de herencia cultural común. A saber, la i ialistas. Pero esa interpretación no se aplicaría sino a
capacidad para pasar de lo alto a lo vulgar y viceversa, lo que hace de la filosofía una profesión; y por inhe-
preocupándose tanto por lo uno como por lo otro, y inite que sea la profesionalización a la filosofía, y de
aun desde un punto de vista opuesto. Naturalmente, hecho a la institucionalización creciente del mundo en
no faltan inconvenientes: por ejemplo, la falta de dis­ general, no nos dice qué es aquello que hace que la filo­
cernimiento, el carácter por momentos incomprensi- sofía sea filosofía.
30 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? EL PENSAMIENTO DEL CINE | 31

Según mi interpretación, se trata menos de una dis­ respuestas satisfactorias a esas preguntas bajo ciertas
posición a reflexionar sobre cosas distintas de aquellas formas, existen, por así decir, direcciones hacia esas res­
sobre las que reflexionan los seres humanos ordina­ puestas, vías del pensamiento, cuyo descubrimiento
rios, cuanto de una disposición a aprender a reflexio­ merece que le dediquemos el tiempo de nuestra vida.
nar sin dejarse distraer por las cosas sobre las cuales ( I.a pregunta que luego se plantea, para mí, es la
los seres humanos ordinarios no pueden evitar refle­ siguiente: ¿es posible enseñar direcciones de ese tipo,
xionar o, en todo caso, sobre cosas que se les impo­ según las modalidades adaptadas a nuestra concepción
nen en la mente, a veces como un ensueño diurno, otras de la escuela?)
como un rayo que atraviesa el paisaje. Por ejemplo, No concibo la posibilidad de seguir hablando de
querer saber si podemos conocer el mundo tal como mi interés por el cine sin permanecer fiel al impulso
es en sí, o si los demás conocen realmente la natura­ de filosofar tal como yo lo entiendo. Si no hubiera
leza de nuestras experiencias, o si el bien y el mal son estado dispuesto a poner lo mejor de mí en ese esfuerzo,
relativos, o si no estamos soñando que estamos des­ no habría abordado la cuestión de saber si la sensibi­
piertos, o si las tiranías, las armas, los espacios, las velo­ lidad que la filosofía atrae e intriga también es atraí­
cidades y el arte de la modernidad tienen o no una con­ da e intrigada por el cine.
tinuidad con el pasado de la especie humana, y por I le sugerido que existía una interpretación del cine
tanto si el saber de la humanidad ha perdido o no toda hollywoodense que constituía la contrapartida de la
vinculación con los problemas que ha creado. Estos interpretación que considera a la filosofía una profe­
pensamientos son otros tantos ejemplos de la dispo­ sión especializada. Esta interpretación considera a los
sición característica del hombre a autorizar que se le lilms como bienes materiales especializados, produ-
formulen preguntas a las que no puede responder de «idos por una industria orientada a satisfacer los gus­
manera satisfactoria. Personas cínicas respecto de la tos ile un público de masa. Tal visión puede ser tanto
filosofía, y quizá de la humanidad toda, juzgarán que l.ule los capitalistas convencionales como la de los mar-
las preguntas sin respuestas son vanas; los dogmáti­ istas convencionales. No es más falsa que la inter­
cos afirmarán haber llegado a esas respuestas; los filó­ pretación que considera a la filosofía como una pro-
sofos, tal como los concibo, desearán más bien suge­ 11-sión especializada, pero no es menos parcial tampoco,
rir la idea según la cual, si bien es cierto que no hay ni menos nociva. Así como es posible operar con una
32 I El CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? EL P E N S A M I E N T O D E L C I N E | 33

cuidadosa selección de films con vistas a probar que quiero decir con ello que esas obras sean lo mejor del
el cine puede llegar al nivel del arte (en su conjunto, cine mundial, ni que esos films sean mejores que los
las personas interesadas por la idea de tal selección lilms experimentales o documentales producidos en
no pondrían en la lista los films sonoros hollywooden- la misma época. Lo que afirmo es que son buenos
ses), del mismo modo podríamos acumular films lilms, que merecen estar entre los mejores; y también
malos, los meramente comerciales, con vistas a probar que, por el momento, no disponemos de los medios
la veracidad de las visiones más sombrías sobre Holly­ para saber hasta qué punto son buenos films, carece­
wood. Eso no me interesa en absoluto, y tales selec­ mos de términos suficientes para decirlo. Así pues, no
ciones poco tienen que ver con la evaluación de la vida es mi voluntad sostener que las grandes obras no pue­
de los films. den sino provenir de esa clase de entorno, y aun menos
Desde esa perspectiva, me interesa mucho más el negar que se sigan haciendo films im portantes en
hecho de que, en un lapso de quince años aproxima­ I lollywood. Pero doy por sentado que ya nadie con­
damente, digamos desde mediados de la década de sidera que provengan exclusivamente de allí, y de
1930 hasta principios de la de 1950, Hollywood cons­ manera banal, digamos, cada dos semanas, es decir,
tituyó un entorno donde un grupo de personas pro­ más o menos entre veinte y veinticinco veces al año.
dujo, en el marco de sus actividades habituales, obras Por tratarse de una edad de oro de quince años, lle­
de tan alta calidad como los siete films que constitu­ gamos a un total de trescientos a cuatrocientos films,
yen la base de mi libro sobre las comedias de enredo lo que constituye un corpus de obras de primera cali­
matrimonial - I t happened one night, The awful truth, dad (o casi) más vasto que el corpus de obras del tea-
Bringing up baby [La fiera de mi niña / La adorable lio isabelino y jacobino.
revoltosa} (Howard Hawks, 1938), His girl Friday [Luna ¿Cómo podríamos demostrar que ese conjunto de
nueva] (Howard Hawks, 1940), The Philadelphia story lilms vale tanto o, en última instancia, lo suficiente para
[Historias deFiladelfia] (George Cukor, 1940), The lady ' i estudiado? Llegamos aquí al corazón del problema
Eve [Las tres noches de Eva] (Preston Sturges, 1941) y estético. Nada podría dar cuenta de ese valor si no lo
Adam’s rib [La costilla de Adán] (George Cukor, 1949)- descubrimos en nuestra propia experiencia, en el ejer-
obras que deberían figurar en una historia del cine «i< io tenaz de nuestro gusto personal y en nuestra dis­
como un arte para que ésta me parezca creíble. No posición para cuestionar nuestro gusto actual, for-
34 I EL c i n e , ¿ p u e d e h a c e r n o s m e j o r e s ? EL PENSAMIENTO DEL CINE | 35

mar nuestra propia conciencia artística, y por tanto en de “actuación” de los actores en el cine, de “puesta en
ninguna otra parte que no sean los detalles de nues­ escena” del cine, y de “espectador” de cine.
tra experiencia con las obras concretas. Siempre hay que volver a la realidad del misterio que
Es tiempo de elegir algunos ejemplos. He seleccio­ 1(instituyen esos objetos que llamamos “films” que no
nado dos film centrales, el primero a partir de una pre­ se parecen a nada más sobre la tierra. Tienen la eva-
gunta que suscitó en mí un pasaje de The Philadel­ ncscencia de las ejecuciones musicales, y la permanen-
phia story, el segundo surge de una pregunta que 1ia de las grabaciones, pero no son grabaciones (pues
provoca en mí el humor de Pennies from heaven. no hay nada, más allá de sí mismos, a lo que deban per­
En ciertos aspectos, The Philadelphia story es la obra manecer fieles); y tampoco son ejecuciones o repre­
central de la serie de comedias de enredo matrimonial sentaciones teatrales (pues es posible reiterarlos).
que he reunido en La búsqueda de la felicidad. Ahora Si aquello que podríamos llamar la “evanescencia
bien, más allá del placer de decir algo coherente sobre histórica” del cine ha de ser efectivamente superada
el apasionado apego que siento por estas comedias, este ( liando las nuevas tecnologías de los videocasetes y los
ejemplo está destinado a distinguir, y a dirigir nues­ ovo pongan fin al trabajo del cine-club en la televi-
tra atención hacia, uno de esos momentos aparente­ 1o n y en las salas especializadas, y si la historia del cine
mente insignificantes pero en cuyo poder reside parte lia de formar parte de la experiencia de la visualiza-
del poder del film. Si es propio de la esencia del cine 1ion de los films nuevos -vínculo con la historia que
magnificar la sensación y la significación de un damos por sentado para las demás artes-, debería­
momento, también le es propio ir en contra de esa ten­ mos extraer de ello una conciencia tanto más firme
dencia y reconocer esa realidad trágica de la vida 1le la evanescencia natural del cine, por el hecho de que
humana: la importancia de esos momentos no se evi­ ais acontecimientos no existen sino en movimiento,
dencia mientras los vivimos; tanto es así que deter­ al pasar.4Este hecho natural vuelve tanto más extraor-
minar los momentos cruciales de una existencia puede
ser el trabajo de toda una vida. Todo sucede como si 1 l i i c N o r t o n B a t k in q u i e n m e lle v ó a r e c o n s i d e r a r e s ta id e a . S u

la inherente disimulación de la importancia formara 1r a b a j o e n Photography and philosophy, te s i s d e d o c to ra d o


d e f e n d i d a e n e l d e p a r t a m e n t o d e f il o s o f í a d e H a r v a r d e n m a y o
parte, tanto como su revelación, de la fuerza mayor d e 1981, l a ll e v a m u y le jo s , h a s t a e x p l o r a r la n a t u r a l e z a d e la
de aquello que queremos significar cuando hablamos i n m o v i l i d a d d e la f o to g r a f í a .
36 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? EL PENSAMIENTO DEL CINE | 37

dinaria la realidad histórica que hace que los films sue­ esa réplica hacía referencia al momento de La tempes­
lan ser vistos una única vez y criticados a partir de esa tad en que Miranda exclama: “How beauteous man­
sola visión, y que, por lo tanto, la gran mayoría de la kind is!”.* Es evidente que para este lector yo no había
prosa dedicada a esos films y leída por los espectado­ explicado lo suficiente la necesidad general que expe­
res, aun por espectadores cinéfilos, sea la prosa de los rimento de establecer un vínculo entre Shakespeare y
críticos de periódicos, y no la crítica exigente, con las la comedia del enredo matrimonial; y a sus ojos tam­
lecturas y los juicios que se dan por sentados cuando poco tenía el crédito suficiente para que él aceptara
se habla de otras artes. Me sentiré compensado de la dejar en suspenso, por un momento al menos, su sen-
obligación en que me hallo al elegir ejemplos que quizá lido de la congruencia, y poner a prueba específica­
no comparta con nadie si, al hacerlo, puedo poner en mente aquello que yo definía como una alusión que
cuestión esa contingencia del cine tal como se lo mira constituía casi un eco. Es eso lo que pido que se con­
y tal como se lo lee. sidere ahora. Permítanme pasar revista a aquello sobre
El momento de The Philadelphia story al que que­ lo cual me baso en tales casos.
ría aludir se encuentra en el final del film, cuando El interés de la noción de “rematrimonio” (enredo
Katharine Hepburn, luego de que James Stewart le matrimonial) radica en que señala el conjunto de una
dijera que no se había aprovechado de su ebriedad para serie de comedias que presentan numerosas diferen-
abusar de ella la noche anterior, se aleja del público 1ias con la comedia clásica, en especial la siguiente: el
reunido a su alrededor y, en un súbito y tranquilo rapto relato de la comedia clásica muestra a una pareja joven
de admiración, dice: “I think men are wonderful” que vence los obstáculos impuestos a su amor y logra
[Pienso que los hombres son maravillosos]. Esta réplica casarse al final, en tanto que las comedias de enredo
no produce nada más; su momento huye con estas pala­ matrimonial comienzan o llegan al punto culminante
bras, como huye una sombra. Conmovido como estaba con el divorcio que una pareja menos joven obtiene o
por la extrañeza de ese momento, descubrí, al com­ amenaza con obtener, de modo tal que el objetivo del
poner La búsqueda de la felicidad -y se trata de algo
que a uno de mis críticos, y un crítico bastante sim­
' | “¡Bella humanidad!” (Shakespeare, La tempestad, en Obras
pático y erudito, le pareció la más grotesca e incon­ completas, vol. n: Comedias y poesía, trad, y notas de Luis Astrana
gruente de todas mis percepciones-, que para mi oído Marín, Madrid, Aguilar, 2003, acto v, p. 559).]

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38 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? EL PENSAMIENTO DEL CINE | 39

relato es reunir a ese hombre y a esa mujer, para que Meció el modelo para el porvenir del teatro inglés.
estén de nuevo juntos. Doy curso a esta idea central Ahora bien, afirmo que la emergencia del cine, y en
siguiendo diversos caminos, pero a grandes rasgos la especial del cine sonoro, ha revelado, muchos siglos
idea es que la validez o el vínculo del matrimonio no después, un nuevo teatro para aquella estructura sha­
está asegurado, ni siquiera legitimado, por la Iglesia, el kespeariana más antigua. A continuación, consigno
Estado o la compatibilidad sexual (y se sobreentiende algunos de los rasgos de esta forma de comedia anti­
que esos vínculos no son más profundos que los del gua que han renacido en la pantalla: por ejemplo, es
matrimonio), sino por algo que llamo “la disposición la mujer, y no el hombre, la que detenta la clave de la
al rematrimonio”, que es una manera de seguir afir­ mlriga y padece algo similar a una muerte o transfor­
mando la felicidad del gesto inicial por la cual hemos mación; suele haber un entendimiento particular entre
superado las dificultades. Como si la posibilidad de ella y su padre, quien no se opone (como lo hace en la
felicidad tan sólo existiera cuando se secunda a sí comedia convencional) al objeto de deseo de su hija,
misma. En la comedia clásica, dos personas que están sino que lo aprueba; la pareja principal no es joven,
hechas la una para la otra se encuentran; en la come­ 1le modo tal que el problema de la castidad o de la ino­
dia de enredo matrimonial, personas que ya se han cencia, en caso de estar presente, no podría saldarse
encontrado descubren que están verdaderamente hechas estableciendo la existencia o no de una virginidad lite-
la una para la otra. La más notable de estas estructu­ 1al; la intriga comienza y se urde en una gran ciudad,
ras de enredo matrimonial es El cuento de invierno, que, pero se resuelve por un viaje hacia un mundo natu-
junto con La tempestad, es la más destacable de las comer 1al -llam ado “mundo verde” o “mundo dorado” en
dias románticas de Shakespeare. Shakespeare, y que en cuatro de las siete principales
Sin embargo, por razones estructurales, menos comedias de enredo matrimonial producidas en Holly­
extraordinarias, deseo vincular la obra de Shakespeare wood se llama Connecticut-
con la comedia de enredo matrimonial. A juzgar por No obstante, estos vínculos estructurales convali­
una de las maneras de escribir la historia, la comedia dan una razón com plementaria para afirmar que
romántica shakespeariana perdió la partida en prove­ existe tal vínculo con Shakespeare, es decir que sir­
cho de la comedia de costumbres, ese género más ven para situar el modo de percepción al que apela
nuevo, cuyo representante fue Ben Jonson, y que esta- el cine, cuando menos este tipo de cine. De hecho.

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4 0 I EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ? EL PENSAMIENTO DEL CINE | 41

dicho vínculo sobreentiende que aquello que le per­ Chaplin y Buster Keaton viven de ese saber y lo llevan
mite al cine redescubrir, para sus propios fines, la quizás a su más pura expresión; mi tesis en La búsqueda
comedia romántica shakespeariana es que, a diferen­ de la felicidad es que el cine sonoro de Hollywood halla
cia de la prosa de los diálogos cómicos en el teatro un equivalente de esa expresividad, de esa expresión
posterior a Shakespeare, el cine posee un equivalente de lucidez, en la manera como ciertas parejas de seres
natural al medio de expresión que constituye la poe­ humanos están en diálogo. (Una de las amenazas que
sía dramática de Shakespeare. A mi parecer, se trata de modo implícito pesan sobre su felicidad es que, con
de la poesía del cine propiamente dicha, aquello que motivo de esa fortuna, paradójicamente, ellos resultan
les ocurre a los personajes, a los objetos y a los luga­ incomprensibles para todos los demás en el mundo que
res conforme a los distintos modos de ser moldeados habitan.) Todo arte será conducido hacia ese saber,
y desplazados por una cámara de cine, para luego hacia esa percepción de la poesía de lo ordinario, pero
ser proyectados y visualizados en una pantalla. Todo quisiera decir que el cine democratiza el saber, y por
arte, toda empresa humana digna de interés, tiene tanto nos lo impone como una bendición que también
su poesía, establece una manera de hacer las cosas que es una maldición. Dice que la percepción de la poesía
realiza plenamente las posibilidades de la empresa está tan abierta a todos -diríamos: sin consideración
misma, que hace de ella lo que es; cada arte tiene su ile origen o talento- como la capacidad de apuntar la
poesía, por cierto, así como la tienen los deportes, y cámara sobre un sujeto, de modo tal que si esto no lle­
estoy seguro de que lo mismo puede decirse de la gara a percibirse, si se insiste en dejar escapar al sujeto,
banca, de la panadería, de la cirugía y de la adminis­ lo cual quizás equivale a dejar escapar lo evanescente
tración. Una manera de representarse esto sería pen­ del sujeto, todo ello no puede ser sino imputado a
sar que se trata de aquello que no puede ser enseñado uno mismo, a las fallas del propio carácter; como si,
en cualquier empresa digna de interés. para no llegar a adivinar lo no-visto a partir de lo
En mi opinión, una visión natural del cine consiste visto, para no llegar a seguir las implicaciones de las
en su capacidad para percibir cada movimiento, cada cosas -es decir, para frustrar la percepción según la
posición y, en especial, cada postura y cada gesto huma­ cual existe algo para adivinar o seguir, sea verdadero
nos, por fugitivos que sean, como cargados de su poe­ o falso-, fuera del todo necesario embrutecerse y atur-
sía, o bien, podríamos decir, de su lucidez. Charles dirse encarnizadamente a sí mismo.
4 2 I EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ? EL PENSAMIENTO DEL CINE | 43

Los hombres de negocios no llevarían adelante su slory, de la evanescencia de las siete sílabas “I think
negocio de esa manera; se trata de algo que Emerson men are wonderful”, es que se trata de una escena
admiraba del medio norteamericano de los negocios; donde un personaje toma una oportunidad como
y también es la razón por la cual Thoreau reclamaba esa, y donde el film nos ofrece una. Puede ser útil
para nuestra vida una pizca de lo que solía llamar “un señalar que el verso de La tempestad que asocio a
poco más de astucia yanqui”. De hecho, Emerson y esa frase - “How beauteous mankind is!”- tiene la
Thoreau son los autores con los que más familiaridad misma cantidad de sílabas que la réplica del film y
tengo y en cuyas obras se expresa de la manera más que las dos frases son pronunciadas, en sus respec­
tenaz ese sentimiento de la vida como oportunidad tivos dramas, en el momento en que, hacia el final,
fallida, que huye como en un sueño, de esa vida que la heroína está a punto de experimentar una trans­
llevamos adelante (los cito) con “serena desesperanza”. formación metafísica. El personaje de H epburn
Los films que denomino “comedias de enredo matri­ pasará de su estado de casta divinidad (estado que
monial” encuentran la felicidad al proponer que es posi­ le atribuye, para estigmatizarla o alabarla, cada uno
ble escapar, precisamente, a esa pérdida emersoniana, de los cuatro hombres de su vida) a lo que ella deno-
al proponer que existen condiciones en las que pode­ 111ina “la impresión de ser un ser humano”; y en La
mos descubrir una nueva oportunidad y tomarla, que tempestad, al reaccionar ante la exclamación de
en alguna parte existe un lugar donde podemos darnos Miranda, el padre de Ferdinando pregunta si ella es
a nosotros mismos una segunda oportunidad. (Mi tesis una diosa, a lo cual Ferdinando responde:
sobre The Philadelphia story en La búsqueda de la feli­
cidad es que la Filadelfia del título es el lugar donde Sir she is mortal,
se firmaron la Declaración de la Independencia y la But by immortal providence she’s mine.*
Constitución de los Estados Unidos, de modo que “Amé­
rica” era el nombre del lugar de esa segunda oportu­ Aunque el verso que dice Miranda con el cual com­
nidad, o debía serlo. Entre todas las segundas opor­ paro la réplica de Hepburn no contiene la palabra
tunidades, el rematrimonio es central.)
Ahora bien, mi interpretación de ese momento * [Señor, es mortal; pero por una inmortal Providencia es mía
aparentemente insignificante en The Philadelphia (trad. esp. cit.: acto v, p. 560).]
44 I el c i n e , ¿ puede hacernos me j ores ? EL PENSAMIENTO DEL CINE | 45

“wonderful”, su contexto es el siguiente y resulta bas­ comunidad humana como tal, pero no ahondaré en
tante más familiar: el tema por el momento), a la búsqueda de una inde­
pendencia y de una dependencia mutuas correctas.
O wonder! Lo que revelan las comedias de enredo matrimonial
How many goodly creatures are there here! es que, en el mundo tal como es, hay una desigualdad
How beauteous mankind is! O brave new world o una asimetría en esa búsqueda, pues las mujeres exi­
That has such people in’t!* gen educación para asegurar su igualdad, y esa educa­
ción debe ser asegurada con ayuda de los hombres. Por
No olvidemos que nosotros somos aquello en lo que consiguiente, la primera tarea que cabe a la mujer es
devino el mundo nuevo, cuya idea y realidad tanto fas­ elegir el mejor hombre para hacer ese trabajo. A causa
cinaban a Shakespeare y su tiempo. de su historia mutua - a la vez su historia privada y la
Si estamos lo bastante interesados para llegar hasta historia de su cultura-, luchan el uno contra el otro,
acá en esa conjunción entre la comedia hollywoodense tienen justificadas quejas para con el otro; de ahí que
y la comedia romántica shakespeareana, necesariamente ,1veces yo caracterice estas comedias como “comedias
hemos de preguntarnos cuál es el sentido de un de la venganza”. Si quieren que su relación salga ade­
momento tal, quiero decir, por qué ese cruce de mara­ lante, el hombre y la mujer deben encontrar la manera
villas está tan cuidadosamente enmarcado en esas de perdonarse mutuamente, y, para continuar con esa
estructuras dramáticas. Para las comedias de enredo asimetría, ha de ser ante todo la mujer quien perdone
matrimonial, mi respuesta tomaría más o menos el al hombre, no sólo porque tiene más para perdonar,
siguiente rumbo: en tanto grupo, las considero como sino porque tiene más poder para perdonar. Y, sin
entregadas a la búsqueda de lo que podría llamarse embargo, quizás en estos films sea difícil ver por qué
“la igualdad entre los hombres y las mujeres” (y con­ razón el hombre en cuestión requiere de un perdón
sidero esto como emblemático de la búsqueda de una radical. No ha hecho nada patente para perjudicar a
la mujer, y las acusaciones precisas que las mujeres lan­
za n contra los hombres -el aire desdeñoso de Clark
* [ ¡ O h , p r o d i g i o ! ¡ Q u é a r r o g a n t e s c r i a t u r a s s o n é s ta s ! ¡B ella
h u m a n i d a d ! ¡ O h e s p l é n d i d o m u n d o n u e v o , q u e ta le s g e n t e s
( iable en It happened one night; el lado delirante de Cary
p r o d u c e ! ( t r a d . e s p . c i t.: a c t o v , p . 5 5 9 ).] ( ¡rant en The awful truth, su astucia en His girl Friday,
4 6 I EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ? EL PENSAMIENTO DEL CINE | 47

y su “encantadora sed” en The Philadelphia story, la vul­ denses no es grotescamente incongruente, puede pare­
garidad de Henry Fonda en The lady Eve; la virulencia cer apropiado emitir una duda más simpática sobre
y aun la brutalidad de Spencer Tracy en Adam’s rib-, esta conjunción, que nos llevaría a querer saber hasta
todos ellos son rasgos del hombre que llevan a la mujer qué punto soy serio-, si cuando digo por ejemplo que
a honrarlo tanto como a odiarlo, y ésa sin duda es la el cine tiene un poder de poesía natural equivalente
razón por la cual pueden perdonarlo. Fue preciso espe­ al poder de la poesía dramática de Shakespeare estoy
rar la última de las comedias canónicas de enredo matri­ lomando verdaderamente la palabra “poesía” en el
monial, Adam’s rib, en 1949, para que quedara clara­ mismo sentido las dos veces. Mi reacción aquí podría
mente explicitado qué es aquello que en términos limitarse a decir que no tengo una respuesta para esa
generales la mujer le reprocha al hombre: la simple mal­ pregunta, más allá de la reflexión y de los textos que
dad derivada del hecho de que es un hombre; y por dedico y he dedicado a muchas cosas, entre ellas al cine.
tanto ése es el hecho que debe procurar perdonarle, No obstante, quiero detenerme un momento, antes de
pues su felicidad junto a él depende de ello. Por con­ pasar a mi ejemplo final, para esbozar una respuesta
siguiente, interpreto la forma que adquiere este hecho que sea la más abiertamente filosófica, que explique
en la ya citada réplica de The Philadelphia story como con particular franqueza la aparición periódica de
una expresión de admiración ante el mero hecho de Iimerson y Thoreau en mis pensamientos, aquí y en La
estar ellos separados, expresión, por decir así, de admi­ búsqueda de lafelicidad. Pues si mi obstinación en escri­
ración ante la existencia de dos sexos y ante la posibi­ bir sobre filosofía y cine a la vez, si mi insistencia en
lidad de que el sexo opuesto sea admirable como tal. ambos, pero en especial en su conjunción, como parte
Nada de ello marca el fin del enojo entre ambos; siem­ de mi herencia intelectual y cultural norteamericana,
pre quedan las discrepancias (diferencias). Sin embargo, me valió cierta tensión en mi oficio, mayor aun fue la
habrán de asumir una suerte de promesa durante el que causó mi insistencia en reconocer la herencia de
tiempo necesario -p o r ejemplo, hasta que la muerte Emerson y Thoreau como filósofos.
los separe- para resolver en qué consisten esas diferen­ ¿Soy serio cuando hablo de filosofía? ¿Empleo el tér­
cias (discrepancias), aquello en lo que derivan. mino en el mismo sentido que Platón, Descartes y Kant?
En un momento dado, suponiendo que sea lícito Aun cuando esta cuestión no pueda ser tratada en este
creer que la conjunción Shakespeare-films hollywoo- marco, les propongo que conciban la siguiente posibi-
4 8 I El CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? EL PENSAMIENTO DEL CINE | 49

lidad: que Emerson y Thoreau son los pensadores fun­ idad en favor del cine hollywoodense encubrieran
dadores y centrales de la cultura norteamericana, pero Indas acerca de su posible valor. Supongo que asumo
que el conocimiento de este hecho, pese a ser del domi­ o rto tono moralizador al decir esto, y quizá sea eso
nio de ciertos grupos fluctuantes de individuos, no n que me quieren decir cuando me tildan de preten-
ha sido adquirido como un hecho cultural. Una expre­ ¡oso. Sin embargo, dicho tono moralizador también
sión de esta posibilidad radicaría en que ninguna ins­ , parte de la fibra norteamericana que hay en mí; es
titución profesional es responsable de ellos como pen­ 11icsgo que uno corre cuando se frecuentan las obras
sadores. En lo esencial, no existen para el cuerpo de li lanerson y Thoreau tanto como lo hice yo en estos
profesores de filosofía de los Estados Unidos; y las di irnos tiempos. Es un tono que en las comedias de
disciplinas literarias no están, en lo esencial, en con­ •ni edo matrimonial está particularmente asociado con
diciones de albergarlos en esos términos. Ellos son alharine Hepburn y sus ambiciones intelectuales.
expresión de una cultura que los desconoce, algo que 11que le vale los sermoneos de los hombres de su vida,
habría sido inconcebible para Kant, Schiller y Goethe pie la reprenden sobre ese punto una y otra vez. Y en
en Alemania, para Descartes y Rousseau en Francia, o \i Iuni’s rib Spencer Tracy en una ocasión incluso se
para Locke, Hume y Mili en Inglaterra. No creo que ><•emite decirle: “Eres encantadora cuando te pones a
el modo como debemos comprender y apreciar este 'i i orar”. Por supuesto, esas palabras la enojan. Y creo
hecho de nuestra vida cultural sea claro, pero no es difí­ aher exactamente lo que siente.)
cil concebir que alguien con intereses como los míos Sea como fuere, si no poseemos, si no com paró­
haya deseado no perder una ocasión para señalar este nos a los pensadores centrales de nuestra cultura, no
hecho en voz alta e inteligible desde la capital de los mtilemos esperar llegar a un acuerdo intelectual sobre
Estados Unidos. diestros problemas más importantes, tales como pue-
(Concibo aquí la recepción, para nosotros nortea­ len ser los problemas del arte y de la filosofía. Emer-
mericanos, de nuestros mejores escritores así como de 011 y Thoreau experimentaron plenamente esa difi-
nuestros mejores films producidos en Hollywood como nltad para hacerse entender. He tomado como
parte de la tendencia norteamericana a ponderar en Mi ábola de la autovocación de Emerson como escri-
exceso y subestimar a la vez las mejores obras nortea­ •n las frases siguientes, extraídas de la primera serie
mericanas, como si los excesos histriónicos de publi- Ir uno de sus más célebres ensayos, “Confía en ti
50 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? EL PENSAMIENTO DEL CINE | 51

mismo”: “Abandono padre, madre, esposa y hermano m1ilura es una cuestión de vida o muerte, que es el
cuando mi genio me llama. Yo escribiría sobre el din­ .11111no de la fe y de su redención, y asimismo que todo
tel de la puerta: Capricho. Creo que en esto hay algo iianto escribe es “capricho”. A mi juicio, esto quiere
más que capricho; pero no podemos perder el tiempo T i ir que su misión es crear el lenguaje mediante el
en explicaciones”.5 11.1I habrá de explicarse, y por tanto supone a la vez
Dos comentarios al respecto. En primer lugar, re­ que no existe en ese momento un discurso tal entre
chazar a padre y madre, mujer y hermano es, según el .11cultura y él, y que, en esa medida, no tiene a sus pro-
Nuevo Testamento, aquello que se debe hacer cuando l'ios ojos justificación alguna. El camino que tiene
el Señor nos llama y cuando se aspira al reino de los ibierto es el de apuntar a la seriedad de su vida, a su
Cielos. Según el Antiguo Testamento, escribir sobre el 1mvicción, a aquello que, a falta de palabra para desig-
dintel de la puerta es aquello mismo que se hace 11orio, no podremos nombrar antes de que él pueda
durante la Pascua para alejar al ángel de la muerte, y 11alizar la obra de su vida: llamémoslo “capricho”. Tanto
ése también es el sitio donde se colocan extractos del 1 . así que, si respondo que mi obstinación en compa-
texto del Deuteronomio, en los mezuzahs, para signi­ Iai, por ejemplo, el cine con Shakespeare y la filosofía
ficar que en cierta casa viven judíos que obedecen las .c funda en el capricho, ya sabrán cómo entenderlo.
órdenes del Señor de llevar sus palabras y jamás rene­ A continuación, he de proponer un último ejem-
gar de ellas. Así Emerson sitúa su vocación y el acto de I'lo, destinado a sacudir nuestras convicciones sobre
su escritura en el lugar público reservado a la palabra I I valor de las películas cinematográficas como tema
de Dios en los dos testamentos que fundan nuestra cul­ de pensamiento: Pennies from heaven, film mucho
tura. ¿Acaso él sí es serio? menos feliz que, en especial, las siete comedias de los
El segundo comentario que haré sobre este pasaje altos 1930 que enumeré como parte del género origi­
de Emerson es que reconoce que su escritura plantea nal del enredo matrimonial. Estos films son lo sufi-
precisamente la cuestión de su propia seriedad. En la 1¡cntemente agradables y comprensibles como para
parábola que acabo de citar, proclama a la vez que su merecer que se los reciba y se los atesore como come-
dias ligeras, sin necesidad de que ustedes intenten
5 R. W. Emerson, Essays and poems, Nueva York, The Library recordar más material de La búsqueda de la felicidad
of America, 1996. que aquel que se imponga naturalmente a su espí-
52 I EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ? EL PENSAMIENTO DEL CINE | 53

ritu. Ahora bien, si el brío de Pennis from heaven no I míos la condición de la filosofía siempre ha sido la de
llama la atención de entrada, si uno no se convence I'i ocurar rehuir de sí misma, lo cual durante muchos
con suficiente fuerza de que la chocante yuxtaposición agios ha cobrado la forma de que cada nuevo gran
de actitudes que este film presenta forma parte de un lilosofo desee repudiar -m e refiero a repudiar en tér­
estudio, entre otros, del poder perturbador del cine, minos filosóficos- el pasado del tema que lo ocupa.
es probable entonces que parezca demasiado desagra­ Hno de los más célebres esfuerzos en este sentido y
dable y confuso como para dedicarle siquiera un poco iquel que mayor éxito ha tenido en el ámbito de las
de tiempo de reflexión. Naturalmente, será un poco di­ a tes es el repudio brechtiano de la teatralidad a tra-
fícil reflexionar al respecto, pues se trata de una come­ vrs del teatro mismo; por tanto, del teatro re-conce-
dia musical hollywoodense que en apariencia procura ludo. Sin embargo, cuando se reflexiona sobre cine
socavar las convenciones que hicieron posible este .<1I0 se trata, por el momento, de palabras; es una idea
género. Por consiguiente, nos hallamos ante la para­ <11ya implementación no ha sido comúnmente apre-
doja de que su éxito depende del trabajo de zapa que • huía ni atribuida al cine propiamente dicho. Nada nos
ese film ejerce sobre sí mismo. Si absorbe el poder de ■In e acerca de la necesidad de saber si, por ejemplo,
convicción de la comedia musical hollywoodense, / Vnnisfrom heaven ha tenido éxito o ha fracasado según
entonces no ha socavado ese poder. Si, por el contra­ los nuevos términos que le atribuimos. La lección sigue
rio, no absorbe el poder de la comedia musical holly­ siendo que la única cosa capaz de decírnoslo son los
woodense, entonces carece de todo poder de convicción. ■le1,1lies de la obra en particular.
La respuesta a esta paradoja podría ser la siguiente: ( Consideremos los dos detalles en los que este film
este film tiene la convicción de una obra que socava I" me más claramente en cuestión las convenciones de
las fuentes convencionales de convicción en su medio la comedia musical hollywoodense clásica, a saber, el
de expresión, precisamente concibiendo nuevamente lu í lio de que ese género recurre a la postsincroniza-
las fuentes de esa convicción. Es más o menos lo mismo ' 11ni de las voces, y el hecho de que despliega tesoros
que podría decirse del curso que ha tomado el moder­ ili- imaginación en la ficción para motivar de manera
nismo en las demás artes mayores; es uno de los moti­ o'alista sus números de canto y baile, que en verdad
vos por los cuales a veces sostengo que en la actualidad un del orden de la fantasía. Cuando el héroe impro­
el arte existe en la misma condición que la filosofía, bado, cuyo banquero acaba de negarle un adelanto
5 4 I El cine, ¿p u e d e hacernos me j o res? EL PENSAMIENTO DEL CINE | 55

para montar su espectáculo, se lanza a un dúo alegre masiado falsa para contribuir a hacerlo pasar de-
con este último y su voz está postsincronizada por una 1percibido. He aquí lo que sucede. El héroe es dete­
voz de mujer; o cuando el mendigo lisiado y quejoso nu lo por un crimen terrible que, como bien sabemos,
se lanza a una ejecución atlética, producida de manera lia sido cometido por el mendigo lisiado, y llegamos
deslumbrante, de la canción-título del film, la violen­ '11Umax de la exploración de la voz humana y de las
cia de la emoción que experimentaba, que pone a mociones transmitidas por la canción popular a la
prueba ante mis propios ojos las convenciones de la que se entrega este film en el momento en que el héroe
comedia musical hollywoodense, tan sólo era incre­ in uentra su propia voz, no en el canto, sino en la
mentada por el hecho de que consideraba que los limpie palabra cuando, ante la horca, pronuncia lo
números eran realmente “profesionales” y cautivan­ q u e puede reconocerse como la estrofa de la canción

tes. Tanto es así que, pese a ser una parodia, Pennies /Vi 11lies from heaven. Pedirle al texto de un autor que
from heaven también es una celebración, un home­ •si lo bastante sólido para poder ser recitado en la hor-
naje: el film reconoce que las comedias musicales inge­ ' 1es una manera ambiciosa de poner a prueba la escri-
nuas que le dan su sustancia también eran tan astu­ 1111.1; en mi opinión, dicho por Steve Martin, el texto
tas y misteriosas como otras de sus características que isisaba bastante bien. Nada, pues, debería oponerse a
pueden reivindicar como propias. Muestra que las con­ que la ficción terminase bien. Podríamos haber visto
venciones de la comedia musical hollywoodense son .ti gobernador llegar al pie del cadalso en su limu-
más profundas de lo que podría pensarse, que para 1114, después de que una escolta de motos rugientes
destruir o superar lo que ellas revelan acerca de los le hubiese abierto el camino, y cantar una tonada
deseos y las satisfacciones humanos no alcanza con 1Iñude hubiera indultado a nuestro héroe. En vez de
exagerarlas, y que por lo demás eso no puede llevarse hacer esto, el film llega a un desenlace precipitado:
a cabo por ninguna vía evidente. Y si esto es cierto res­ i euios al héroe reaparecer frente a su novia, sin motivo
pecto de la comedia musical hollywoodense, ¿en qué ilguno en la ficción, diciendo algo así como “nos esme-
caso no habría de serlo respecto del cine logrado o del 1unos demasiado para que no termine bien”. Lo cual
arte en general? • quivale, a grandes rasgos, a suponer que es posible
Sin embargo, hacia el final, este film no está a la altura pi escindir a voluntad de las convenciones que dan
de su propio saber y, para mi oído, produce una nota ai fuerza al film.
56 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? EL PENSAMIENTO DEL CINE I 57

El error que esto representa se incrementa cuando les, sino que resulta del hecho de que estemos poseí-
advertimos que la situación final del film alude a otra ilos por ellos. Ahora bien, entre todas las imitaciones
obra dramática, más célebre, cuyo título también es que podrían haberse ensayado con las grandes estre­
cuestión de monedas, La ópera de los tres centavos de llas de la historia de Hollywood, desde Chaplin hasta
Bertolt Brecht y Kurt Weill. En el final de esta obra, el i .able y Hepburn, aquella que nadie en sus cabales
héroe criminal de valores burgueses canta en el cadalso Imhiera intentado hacer pasar del ámbito de la fanta-
y recibe su gracia de un mensajero a caballo. Tanto es aa al ámbito público es la de un número de Fred
así que, al no llegar a encontrar la manera de decir Aslaire: nadie podría ceder su cuerpo tan perfecta­
que su héroe merece ser indultado, quizá bajo la forma mente a las exigencias de ese espíritu. De modo tal que
de un consuelo irónico, Pennies from heaven es infiel .libemos preguntarnos cómo Martin y Peters se las
a la vez a su medio de expresión hollywoodense y a su 11reglan con esa toma de posesión imposible. Y la res­
origen en el teatro brechtiano del distanciamiento.6 puesta, a mi juicio, es que son lo bastante convincen-
Terminemos con el otro momento de imitación y les para que yo me pregunte entonces hasta qué punto
de homenaje de este film, el más peligroso, aquel en . I original es convincente, y si, en cuanto a él, realiza su
que Steve Martin y Bernadette Peters vuelven a repre­ invitación dramática a “entrar en la pistaybailar” (face
sentar el número de Fred Astaire y Ginger Rogers sobre the music and dance).
Let’s face the music and dance de Irving Berlin. Aque­ Quiero señalar que de todos los grandes momen­
llo que el film indaga en ese momento, de manera par­ tos de Astaire, éste quizá sea el que tenga el motivo
ticularmente extravagante, es la naturaleza de lo que más extraño. Como preludio a la danza, asistimos al
llamamos “nuestra identificación con los personajes breve drama en que, tras perder mucho dinero en el
de la acción dramática”. La repetición del número con luego, sale del casino y mientras camina con una pis-
las voces que se apoderan de los personajes en el mo­ i•>l.i en la mano, con la que planea volarse los sesos,
mento en que comienzan a cantar revela que en el cine i e a una mujer con un vestido de noche subiendo a
la identificación no consiste en imitar a los persona- mi parapeto; la agarra antes de que llegue a saltar,
.moja su pistola y entonces comienza el número de
6 El p o s t s c r i p t u m a ñ a d i d o a e s te e n s a y o d e s a r r o l l a e s ta te s i s ( v é a s e . into y baile. Así descrito ese momento, desprendido
p . 6 o ). .le nuestra experiencia de él, podemos preguntarnos
58 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? El PENSAMIENTO DEL CINE I 59

cómo pueden hacer todo eso sin morirse de risa.7Sin le que la idea expresada por Astaire en la que la danza
embargo, cuando vivimos la experiencia de ese •ilva de la muerte, no es por ello menos metafísica.
momento, o cuando recordamos momentos simila­ I concepción de Astaire, según la cual la danza con­
res, sabemos que Astaire ha reflexionado como nadie siste en entrar en pista, como respuesta a esa vida de
en aquello que constituye la motivación de la danza, en . onsecuencias inexorables que resultan ser las conse-
aquello que proporciona sus ocasiones; por eso, quizá I uencias de placeres desesperados, esa concepción
lo mejor sea que reflexionemos un poco más sobre el .d ía, pues, la traducción concreta de aquello que
presente caso. ■liicría decir un pensador como Nietzsche cuando
El breve drama de apertura, donde las acciones musi- habla de la danza (por ejemplo, cuando Zaratustra
calizadas no son ni habladas ni cantadas ni bailadas, nos conjura con estas palabras: “Levantad vuestros
evoca la condición del mimo, aquello que los isabeli- corazones, hermanos míos, ¡arriba!, ¡más arriba! ¡Y
nos llamaban “pantomim a” o “espectáculo m udo” no me olvidéis tampoco las piernas! Levantad tam ­
Cdumb-show), como aquel al cual recurren los actores bién vuestras piernas, vosotros buenos bailarines”),*
en la obra dentro de la obra de Hamlet, quienes inter­ .ilgo que debe de haber aprendido, creo yo, entre otras
pretan su escena en silencio antes de recitar sus pape­ <osas, de Emerson, en un pasaje como el que sigue
les. Si consideramos este preludio o esta invitación a (extraído de otro ensayo de la primera serie de los
la danza no danzada como una suerte de profecía o 111sayos de Emerson): “Todo cuanto creíamos bien
parábola de la comprensión que tiene Astaire de su establecido tiembla y se estremece; y las literaturas,
manera de bailar, es posible concebir que de tal modo Lis ciudades, los climas, las religiones abandonan sus
proclama que el objetivo de la danza es sustraernos, Inndamentos y bailan ante nuestros ojos”. ¿Acaso un
no a la vida, sino a la muerte. Aunque la idea de sus­ nn mero de baile de Fred Astaire y Ginger Rogers pro­
traerse a la vida sea una concepción de la danza y de la yectado en una pantalla puede tener tal calidad?
comedia, y presumo que del arte en general, más corrien- IIablamos aquí de cosas serias.

7 Como testimonio de tal impresión, véase la elegante y útil obra 1 I,a cita corresponde a la edición en español: F. Nietzsche, Así
de Arlene Croce: The Fred Astaire and Ginger Rogers book, Nueva habló Zaratustra, “Del hombre superior”, N° 17, introd., trad, y
York, 1972, p. 88. notas de Andrés Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 2000, p. 399.
6o I El CINE, ¿ P U E D E HACERNOS M E J O R E S? EL P E N S A M I E N T O D E L C I N E I 6 l

PO ST SC R IPT U M Lis cosas con relación a mi descripción inicial, donde el


lililí cedía a la facilidad de la auto-irrisión.
En Yale, un estudiante me señaló un día que era posi­ I.as ocasiones anteriores en que el héroe se lanza a
ble leer el final de Pennies from heaven -cuya infideli­ números de canto y baile tienen el efecto de autentifi-
dad a los orígenes de la comedia musical hollywoo- u su vida interior, convencernos no sólo de que existe,
dense y al teatro de Brecht reprochaba yo, dado que el ano de que sus exigencias, por locas que sean en tér-
film elude posicionarse ante la amenaza de ejecución 11unos de imaginería (algunos dirían, en su utopismo),
que pesa sobre el héroe- como un reflejo complemen­ mi adecuadas. Se trata de un logro del que ningún arte
tario de la vida soñada del héroe y, por tanto, como sus Inidria avergonzarse. Después de tales pasajes electri-
últimos instantes en el cadalso. No tuvimos sino esca­ ilites, la consecuencia (como una suerte de precio a
sos minutos para desarrollar esta idea, por eso es posi­ pagar por ese entusiasmo) era que el retorno del film
ble que haya entendido mal lo que me decía. He aquí ila triste realidad retrotraía a algo no menos en deuda
mi reacción. . u n el pasado hollywoodense que la manera como ese

En la versión novelada del guión de Pennies from him trata el género de la comedia musical. Una de las
heaven del autor Dennis Potter, es del todo evidente que maneras de describir la estructura de Pennies from
la historia no sabe cómo representar su propio final: si heaven consiste en ver en ese film la alternancia de prés-
debemos ver en ello una consecuencia de la vida soñada iamos musicales hollywoodenses (el Hollywood de los
del héroe, o un nuevo llamado a su favor, un último anos 1930 y de principios de los años 1940) y de con-
lamento de que ese llamado sea inútil, o bien una 11apréstamos hechos a ese mismo Hollywood; y estos
manera de quejarse de que las canciones también sean . ontrapréstamos funcionan como una suerte de uto-
insignificantes. Es muy posible que, desde un punto Imano negativo que opera como contrapeso del utopis-
de vista programático con relación al film, la elección nio positivo delirante de su música y de las letras can­
entre estas diversas soluciones haya parecido imposi­ udas sobre esa música. Una de las fuentes evidentes de
ble de decidir, pues al film le toca vérselas con esos pro­ i-.los retornos, de estos contrapréstamos, es uno de esos
blemas para encontrarles una salida. La posibilidad de lilms “para mujeres” o “melodramas” (como si en rea­
que el film se incline por la opción de suscribir el sueño lidad supiéramos en qué consiste eso) como Penny sere­
del héroe ha cruzado mi mente, pero agrava, creo yo, nade [Serenata nostálgica] (George Stevens, 1941), con
62 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? EL PENSAMIENTO DEL CINE i 63

Irene Dunne y Cary Grant. Supongo que esta filia­ dramas son precisamente las negaciones de aquellas
ción es deliberada, no sólo por el vínculo entre los títu­ que, en ciertas comedias hollywoodenses, están en
los, sino porque en el matrimonio del primer film uno mayor o menor medida aisladas de la sociedad, y son
de los personajes (en este caso, la mujer) vende música igualmente incomprensibles para ella, pero cuyo ais­
popular a domicilio (discos, no canciones en papel) y lamiento e incomprensibilidad se resuelven bajo los
porque un disco que gira escande la narración del film auspicios de una fortuna más dichosa. (Las parejas de
que, en su progresión, nos hace asistir a la muerte de las comedias tienen acceso más fácil al dinero. Aún
un inocente y a la muerte de la inocencia. A mi pare­ u sía determinar en qué medida ésa es la diferencia
cer, otra fuente, menos específica, de la actitud contra­ mas significativa y en qué medida se trata del símbolo
ria ante la realidad, en la medida en que la realidad es de la diferencia.)
la de un planeta sin música, sería uno de los films negros Cada uno de nosotros deberá averiguar por sí
dirigidos por Fritz Lang en los comienzos de su carrera mismo cuál es su participación en esos éxtasis de frac
norteamericana, por ejemplo, You only Uve once [Sólo v en esos descensos a los bajos fondos. Ahora bien,
se vive una vez\ (1937), cuyo protagonista también es si debemos identificar el desenlace de Pennies from
un perdedor, condenado a muerte por un crimen que heaven como un sueño del héroe, y si tuviéramos que
no cometió, y que también termina (o casi) en el patio interpretarlo mediante el modelo de los momentos
de una cárcel, con un momento de sueño e irónica anteriores en que se ponía a cantar, entonces, puesto
libertad como epílogo. que ese momento último no tiene caída, estamos obli­
Es necesariamente más difícil reconocer las fuentes gados a leer ese sueño simplemente como una huida
del utopismo negativo o desdichado que las fuentes de irónica, aparentemente bien comprendida, de una rea­
los números musicales; sin embargo, la alternancia lidad bien comprendida.
de los géneros nos ofrece a la vez una interpretación de Y ello me parece infiel a la vez a la vida interior del
la sensibilidad del héroe, de lo que su locura tiene de co­ héroe, que rechaza el justo llamado en su sentimenta-
rriente, y una intuición en cuanto al sentido de la edad lismo; infiel a la libertad que parecía atribuirnos para
de oro de Hollywood, a saber, que Hollywood repre­ decidir nuestra relación con esos acontecimientos; e
sentaba en ese entonces un mundo unificado, un uni­ infiel al poder mismo del cine: el film rendía home­
verso. Las “parejas fugitivas” de algunos de estos melo- naje, aun trémulamente, a los peligros y a los valores
64 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? EL PENSAMIENTO DEI CINE | 65

de seducción del cine, en su propia producción, pero 1ierta inmediatez, como por sorpresa, puede captar.
ahora parece, en un gesto por el cual se falta el res­ I stamos más acostumbrados a aceptar el sacrificio de
peto a sí mismo, afirmar que los trasciende -reivindi­ l.i inmediatez en el trabajo de estudio en el caso de la
car una posición privilegiada que le permite juzgar el literatura, y puedo imaginar que las dificultades prác-
valor del cine, del sueño, del arte, de toda libertad que ticas que se oponen a la posibilidad de verificar nues-
por algún medio lleguemos a expresar y, por tanto, a IIas reacciones ante los acontecimientos cinematográ-
reivindicar-. Lejos de mí la idea de negar el vínculo Iicos (pese a toda la tecnología de los videocasetes, etc.)
entre sentimentalismo sublime y sentimentalismo bajo, 0 a que los volvamos a convocar, quizás algún día ten­
entre las versiones sublime y baja de la evasión; pero gan un efecto fecundo sobre nuestra cultura literaria,
no necesitamos del arte para no tenerlo en cuenta, al recordarnos el valor que tenía (aun cuando su pro­
sea grande o mediocre, sublime o bajo. pia economía hacía de ello una necesidad práctica) citar
A mi juicio, ese momento del film atenúa una ambi­ de memoria obras literarias comunes, en la época en
güedad próxima a lo que dije recientemente. Cuando que un mundo literario más restringido poseía obras
señalo cuán extraordinario es el apego a la conven­ 1n común, época que nada tiene de envidiable (excepto
ción de ver los films una sola vez (con alguna que otra por esta clase de cosas). El resultado, entre otros, eran
excepción para tal o cual film de culto, que vamos a IIIas inexactas (de una manera particular), pero a la vez
ver infinidad de veces) y de hacer su crítica a partir de •.e producían contextos en que se conocía el interés de
esa sola visión, estoy objetando no la práctica en sí, sino loner una memoria, una memoria pública. Es algo que
su carácter dominante, el hecho de que la cultura cine­ quisiera ver surgir en la cultura cinematográfica cuando
matográfica corriente la acepte sin discusión. Por cierto, l.il cosa exista, tanto como deseo que el cine se estudie
no digo que sería preferible ver repetidamente los films ilo manera ordenada y rigurosa. Tal es mi justificación
sin razón alguna. Por el contrario, apelar al pasar o de para continuar explorando Pennies from heaven a par-
improviso a ciertos pasajes memorables es un gesto 111 de una sola visualización. Mi excusa es que, cuando
cuyo valor, real, podría desaparecer en el contexto de necesité volver a verlo, el film ya no estaba a mi dispo­
un trabajo de estudio sobre un film, valor que no con­ sición. (¿Me esmeré realmente para hallarlo? Nuevo
siste tan sólo en la espontaneidad (sea cual fuere el con­ interrogante de conciencia intelectual.)
tenido de esa palabra), sino en la profundidad que sólo
II
¿Qué sucede con las cosas
en la pantalla?1

Y ¿en qué medida este título constituye una verda­


dera pregunta? ¿Aceptamos la sugestión según la cual

i Texto publicado en la revista Trafic, N° 4, año 1992. Los comentarios


que siguen son similares a los que pronuncié en la mesa redonda
del Congreso Anual de la m l a , desarrollado en Chicago en
diciembre de 1977. El título de la mesa redonda era: “El cosismo en
el cine: la percepción de la realidad física en el cine y la literatura”.
La idea fue del profesor Terry Comito, quien tuvo a bien invitarme
para que yo expresara mis reacciones ante las intervenciones
programadas. Los pensamientos que yo había reunido para
mi contribución a esa mesa redonda tuvieron incidencia en mis
reflexiones posteriores sobre el cine, incidencia que no tiene relación
alguna con su brevedad (esta contribución fue publicada primero
en la revista Philosophy and Literature, vol. 2, N° 2, otoño de 1978).
Uno de los principales textos en que retomo explícitamente estas
ideas es el capítulo vi de La búsqueda de la felicidad: la comedia
de enredo matrimonial en Hollywood (Barcelona, Paidós, 1999),
dedicado a A dam ’s rib [La costilla de A dán ] (George Cukor, 1949).
Allí leo la presencia del film en el film (que en la ficción debía ser
un film de aficionado) como una demostración de que “ningún
acontecimiento dentro de una película [por ejemplo, un gesto
de encuadre o de montaje] es tan importante [es tan ‘cinemático’]
como el acontecimiento de la película en sí” [trad. esp. cit.: p. 213].
68 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? ¿QUÉ SUCEDE CON LAS COSAS EN LA PANTALLA? | 69

existe una relación particular (o un sistema particu­ dicho2-a lo largo de algunos ejemplos elaborados para
lar de relaciones, que exigiría un estudio sistemático) mostrar cómo, en mi trabajo, la reflexión sobre el cine
entre las cosas y sus proyecciones filmadas, o, dicho y la reflexión filosófica se nutren recíprocamente- es
de otro modo, entre los originales que ahora están el siguiente: en el comienzo de Ser y tiempo, Heidegger
ausentes para nosotros (por su proyección en la pan­ caracteriza la manera específica en que adviene, para
talla) y los nuevos originales que ahora están pre­ retomar sus términos, el fenómeno de la “m undani­
sentes para nosotros (en lo que podríamos denomi­ dad del mundo que se anuncia”; se trata de un fenó­
nar una fotogénesis, un nacimiento en la luz); una meno que pone en juego un modo particular de visión
relación que deberíamos pensar como el devenir de 0 de conciencia. Aquello que pone en juego este mo­
una cosa en otra cosa (por ejemplo, como un gusano do de visión es una ruptura de lo que Heidegger de­
se convierte en mariposa, o como el prisionero nomina el “mundo del trabajo”, una ruptura con los
Edmond Dantés se convierte en el conde de Monte- asuntos corrientes que rodean nuestras herramien-
cristo, o como una emoción se vuelve consciente, o 1as, con las ocupaciones a que dan lugar y con el medio
como, tras una larga noche, llega el día)? Sea como que los enmarca. Con motivo de la ruptura del curso
fuere, este título es la formulación de trabajo que de los asuntos corrientes (en el caso de una herra­
me he dado a modo de pregunta rectora en esta dis­ mienta, por ejemplo, cuando se rompe; o en la acti­
cusión. Entre los múltiples problemas y niveles de vidad de alguien, por causa de una herida, o por falta
problemas planteados por las intervenciones que he ile material), ese modo de visión que entonces es con­
sido invitado a comentar, elegí dos momentos en que vocado descubre los objetos en lo que Heidegger llama
se hizo referencia a mi trabajo sobre el cine con la "su evidencia”, su relieve y su obstinación. Éste es, de
esperanza de contribuir así a una conversación en ese algún modo, el primer plano de lo que decía: me pare­
campo de estudios. ció claro que esa percepción o esa aprehensión de las
El primer momento es una cita en que se me hace cosas de nuestro mundo formaba parte de la textura
decir (o mejor dicho, a mí y a Heidegger asociados)
que “la imagen cinematográfica acentúa el carácter
i En “Leopardos en Connecticut”, The Georgia Review, N° 30,1976,
evidente, invasivo y obstinado de las cosas”. Lamento pp. 233-262. El pasaje figura ahora en el apéndice de La búsqueda
haber dado tal impresión. El trasfondo de lo que he de la felicidad, titulado “El cine en la Universidad”.
70 ! EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? ¿QUÉ SUCEDE CON LAS COSAS EN LA PANTALLA? | 71

del cine cómico mudo; más particularmente, que Bus­ ilad humana de visión o, de manera más general, de
ter Keaton es, en ese cine cómico mudo, la figura que, conciencia sensible: la idea según la cual en cierto modo
por su trabajo y su mirada extraordinarios -quizás el estamos condenados a proyectar, a habitar un mundo
rasgo fundamental de su personaje-, ilumina (y es ilu­ que excede esencialmente los datos de nuestros senti­
minado por) ese concepto de mundanidad del mundo dos. Ése parece ser el único punto de acuerdo general
que se anuncia. de toda la historia de la epistemología, cuando menos
Aun cuando, para mí, ese simple esbozo de idea ya en su período moderno, digamos desde Descartes. La
formula la posibilidad de imágenes cinematográficas conclusión más corriente entre los epistemólogos ha
de las cosas de nuestro mundo, no debemos pretender sido una suerte de escepticismo: el haber tomado con­
que todas las imágenes cinematográficas trasmitan esa ciencia de que, estrictamente hablando, no es posible
fuerza, así como tampoco podemos pretender que todas decir que tengamos conocimiento, que estemos segu­
ellas estén al servicio del tipo de comedia practicado ios de la simple existencia del mundo de las cosas mate­
por Keaton; así como tampoco esta idea de las imáge­ riales. A mi entender, Buster Keaton, por ejemplo en
nes agota lo que pueda decirse sobre Keaton o sobre The General [El maquinista de la General] (1926), ilus-
Heidegger, o sobre cualquier otra relación que pudiera Ira una aceptación de la magnitud de esa toma de con­
existir entre ellos. El efecto que debería tener esa idea ciencia de los límites humanos, y no niega la existen­
es el de ayudar a ver y a decir a un mismo tiempo qué cia del abismo que puede abrirse en cualquier momento
cosa exactamente de Keaton nos permite reír, y cuál es ante nuestros proyectos, ni tampoco la posibilidad, pese
concretamente la naturaleza del modo de visión a par­ a esa amenaza, de vivir de manera honrosa, con un
tir del cual Heidegger comienza su análisis del ser-en- humor feliz aunque resignado, y una esperanza eterna.
el-mundo. Esa risa, por ejemplo, no se define por una Su capacidad para amar no intenta evitar ese saber, sino
sugestión, a lo Bergson, de que el ser humano se ha que existe exponiéndose totalmente a él. ¿Es un lucha­
vuelto mecánico, o viceversa. Keaton es tan ágil y está dor? Es algo más raro aun: es imbatible. Encarna a la
tan lleno de recursos como Ulises, y sus máquinas gigan­ vez la necesidad de la atención en un mundo incierto,
tes hacen exactamente aquello que se puede esperar y los límites necesarios para la conciencia humana; por
de ellas en las circunstancias en que se encuentran. Nos grandes que abramos los ojos, siempre habrá algo a
enfrentamos aquí con algo que concierne a la capaci- nuestras espaldas, y lugar para la duda.
72 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? ¿QUÉ SUCEDE CON LAS COSAS EN LA PANTALLA? | 73

Compárese rápidamente el saber de Chaplin y su decir es lo que lo mantiene cuerdo. (Podríamos decir
mundo de objetos, por ejemplo en The gold rush [La que la mundanidad del mundo no se le revela nunca
quimera del oro] (1925), realizada el mismo año que a Chariot; está demasiado lejos en el interior del
The General. Piénsese tan sólo en los dos números más mundo y a la vez demasiado lejos fuera de él, para que
célebres del film de Chaplin, la cena de Acción de Gra­ eso pueda suceder.)
cias, donde un zapato asado oficia de pavo, y la danza Digamos que lo cómico en Keaton y en Chariot pro­
onírica de los panecillos pinchados en los tenedores. cede del hecho de que una criatura tal como el ser
En ambos casos, un objeto es tomado por, o tratado humano está entregada a la búsqueda de la felicidad,
como, algo que en realidad no es. La aptitud para con­ y que ellos emprenden la tarea de demostrar que pese
siderar objetos de esa manera ha sido estudiada por a todo, y en cierta medida, en condiciones muy arduas,
Wittgenstein en la segunda parte de sus Investigacio­ ese ser es susceptible de felicidad. Keaton muestra que
nes filosóficas, a través del concepto “ver como”, con­ esas condiciones son esencialmente las de la virtud, o
cepto al que Wittgenstein convierte en el objeto mismo de la conciencia moral -p o r ejemplo, valor, temperan­
de su reflexión sobre la interpretación. Wittgenstein cia, lealtad y cierta disposición favorable del cuerpo
atribuye a esta capacidad de los hombres de ver o de que Spinoza llama “sabiduría”; una aptitud para man­
tratar algo como otra cosa nuestra capacidad de com­ tener nuestro equilibrio, pase lo que pase con nuestros
prender las cosas de manera íntima, aquello que proyectos (en nuestro exterior)-. Y Chaplin muestra
podría denominar el carácter interior de la significa­ que esas condiciones son las de la imaginación libre,
ción que damos a las palabras y a los gestos. Puesto en especial las de la imaginación misma de la felici­
que sendos números de Chaplin en cierto sentido se dad -u n a aptitud para conservar el ánimo, más allá
oponen el uno al otro, nos proponen un ejemplo per­ ile lo que pueda advenir (en nuestro interior)-.
fecto de tal comprensión -en un caso, se trata a un La lógica del escepticismo exige principalmente dos
zapato como alimento (es un caso de imperiosa nece­ cosas: descubrir que el conocimiento fracasa aun en
sidad); en el otro, se trata al alimento como a un zapato los mejores casos -p o r ejemplo, cuando se trata de
(es un caso de imperiosa extravagancia); y en ambos saber si estoy sentado delante de mi chimenea, o si
casos, la imaginación le brinda a Chaplin un refugio dos más tres es igual a cinco-; y que ese fracaso se des­
para su éxtasis y su tristeza-. La locura de lo que quiere cubra por caminos abiertos a cualquier ser humano
7 4 I El cine, ¿ puede hacernos mejores? ¿QUÉ SUCEDE CON LAS COSAS EN LA PANTALLA? | 75

normal, cuyo conocimiento no sea patrimonio exclu­ la cual la cámara puede prestarse a la proyección de la
sivo de los expertos. Que baste con querer saber. La fantasía con la misma facilidad con que lo hace para
lógica de la comedia que absorbe el escepticismo (de la de la realidad, sino que también señala, más con­
maneras opuestas en Keaton y en Chaplin) exige que cretamente, el descubrimiento de que los aconteci­
descubramos aptitudes externas e internas para tra­ mientos proyectados sobre la pantalla siguen siendo
tar los objetos que, aun en los peores casos, triunfan, inteligibles para nosotros cuando hacen alternar, aun
y este triunfo se debe a una precisión y a una belleza sin señales convencionales (¿o gramaticales?) -en espe­
de la conducta que, en principio, están abiertas a todo cial, sin que la banda sonora, el juego de los actores o
ser humano normal. Basta con desear mostrar afecto. las maneras de filmar se modifiquen-, la representa­
El segundo momento en que se mencionó mi tra­ ción de lo real y la de lo fantasmático, o, podría decirse,
bajo se encuentra en la interesante reflexión de Elliot el indicativo y el subjuntivo.
Rubinstein sobre Luis Buñuel, cuando cuestiona la La tesis de Rubinstein va claramente más allá de ese
observación de Alain Robbe-Grillet: “El cine conoce punto mínimo, intelectual o técnico; a su entender, el
un solo modo gramatical: el presente del indicativo”.3 descubrimiento realizado por Buñuel en Belle de jour
Otros, entre los que me incluyo, nos hemos interro­ constituye un logro artístico de primer orden. Basán­
gado sobre el significado de la palabra “presente” apli­ dome en el recuerdo que me ha quedado de ese film,
cada a objetos filmados. De manera interesante, Rubins­ ■il que vi una sola vez hace mucho tiempo, y siguiendo
tein extiende esa inquietud a la idea más general del las indicaciones de la lectura propuesta por Rubins­
“modo indicativo”, y caracteriza Belle de jour [Bella de tein, tiendo a coincidir con él. No obstante, empecé
día] (Luis Buñuel, 1967) como un film que explora “las diciendo esto de manera mínima para destacar que el
posibilidades de la cámara en el ámbito del subjun­ descubrimiento intelectual o técnico y el logro artís­
tivo”. Rubinstein no sólo da cuenta aquí de la verdad tico no se garantizan mutuamente. Es esa clase de evi­
general, manifiesta desde los comienzos del cine, según dencia estética muy primitiva a la que debemos vol­
ver siempre que hablamos de gran arte moderno,
ámbito donde el logro artístico a menudo parece estar
3 El artículo de Elliot Rubinstein, “Buñuel’s world, or the world
and Buñuel”, ha sido publicado junto con el presente artículo
en función de un descubrimiento intelectual o técnico.
en el número de otoño de 1978 de Philosophy and Literature. El film de Alain Robbe-Grillet, Trans-Europe Express
76 I El CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? ¿QUÉ SUCEDE CON LAS COSAS EN LA PANTALLA? | 77

(1966), constituye un excelente ejemplo de ello. Uno suponer que de antemano sabemos si, o de qué manera,
de los participantes en la discusión lo tomó, en tér­ los procedimientos en cuestión son verdaderamente
minos generales, como una ilustración del procedi­ los “mismos”.) ¿Diremos, pues, que la superioridad
miento al que nos referimos con respecto a Belle de de Belle de jour no está en función de procedimiento
jour, a saber, la yuxtaposición no señalada de lo real y ... alguno, sino que resulta más bien de la presencia de
¿de qué? Llamémoslo “lo imaginario”. (Presentimos fenómenos tales como Catherine Deneuve, la direc­
que tal distinción comienza a capitular. Y aquello ante ción fotográfica de SachaViernyy el genio de Buñuel?
lo que capitula es un conjunto de ideas que he resu­ No obstante, pienso que en el acto percibimos que tal
mido en The world viewed del siguiente modo: “Muy opción no corresponde a nuestra experiencia del film,
pobre idea de la fantasía tendremos si nos figuramos que el procedimiento en cuestión es de hecho parte
que constituye un mundo apartado de la realidad, un activa del logro artístico del film, y que es necesario
mundo que exhibe claramente su irrealidad. La fan­ tomar en cuenta fenómenos tales como la actriz, la
tasía es, precisamente, aquello con lo cual la realidad cámara y el realizador, determinando cómo el proce­
puede confundirse”.)4 dimiento se presta a ellos, y recíprocamente. Quiero
Sin embargo, Trans-Europe Express es, en mi opi­ decir: en el film de Buñuel, el procedimiento encontró
nión, una obra sin demasiado interés. Y esto es, a mi su tema natural; y, por tanto, si para nosotros ese film
juicio, una cuestión de lógica estética: es imposible pro­ es una obra maestra del medio de expresión cinema­
bar a través de una obra en particular que un proce­ tográfico, se debe a que en Belle dejour el cine ha encon­
dimiento descubierto en esa obra tiene mayor efecto trado uno de sus temas esenciales. ¿Cuál es ese tema?
artístico que aquel que produce la obra misma, o alguno Buñuel dice, o se le hace decir, que el tema del film
de sus fragmentos significativos. (Por cierto, esa obra es la naturaleza masoquista de las pulsiones de una
puede inspirar a un artista más dotado o diferente la mujer.5Rubinstein dice, o sugiere, que se trata del equi­
idea de explorar más a fondo las posibilidades ofreci­ librio entre sadismo y vida doméstica burguesa. ¿Cómo
das por el procedimiento. Y, por supuesto, no debemos podríamos convencernos nosotros de que ésas son res-

4 S. Cavell, The world viewed: Reflections on the ontology o f film , 5 Véase la nota introductoria a la presentación inglesa de Belle de
Nueva York, Viking Press, 1971, p. 85. jour, preparada por Robert Adkinson, Nueva York, 1971.
78 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? ¿QUÉ SUCEDE CON LAS COSAS EN LA PANTALLA? I 79

puestas, y respuestas adecuadas, a la pregunta que he nuestro esfuerzo por precisar el tema que deseamos
planteado? plantear: Vertigo [Vértigo] (1958) de Alfred Hitchcock6
Señalo que existe una obra maestra del cine, reali­ y It’s a wonderful life [¡Qué bello es vivir!] (1946) de
zada menos de un año antes que Belle dejour, en la que f rank Capra.
se emplea el procedimiento de yuxtaposiciones inad­ La secuencia clave del film de Capra es tan subjun­
vertidas de la realidad con algo que se opone a la rea­ tiva como puede serlo un fragmento de film: se trata
lidad, y que preserva su equilibrio, su no-resolución, de la secuencia donde se cumple el deseo de nunca
hasta el final: me refiero a Persona (1966) de Ingmar haber nacido; y está filmada y actuada de manera nor­
Bergman. Y el tema (si deseamos usar esa palabra) de mal, sin marcas convencionales que señalen que está
ese film también concierne a la imaginación de una separada del resto del film. Es cierto que nosotros, en
mujer, o de una mujer bella, o quizá de dos mujeres, lo tanto espectadores, no tenemos dudas en cuanto al
cual, sin duda alguna, en parte significa: la manera como desplazamiento del plano de la realidad, pero el per­
un hombre se imagina la imaginación de las mujeres, sonaje con el que nos identificamos se siente, preci­
o quizá la pulsión irresistible que conduce a un hombre samente, atorm entado por esa duda; se trata de la
a imaginar la imaginación de una mujer. Más particu­ expresión de la duda de ese personaje sobre sí mismo,
larmente, esos dos films tratan de la significación, o de duda en cuanto al valor de su existencia. Y puesto
los límites, o de las condiciones de la identidad feme­ que ese valor se define explícitamente en función de
nina y, por tanto, evidentemente, de la identidad la diferencia que su vida constituye en el mundo, puede
humana. No he de ocultar que, a mi juicio, una de las decirse que la duda recae sobre su identidad. Esto se
obligaciones de la crítica radica en enunciar cuál es
exactamente el tema de una obra. ¿Qué hay, en el cine, 6 Robin Wood se refiere a Vertigo como un film-test para apreciar
ciertos problemas relativos a la distancia o a la implicación
que se preste específicamente a un tema como ése? (La
del espectador en relación con los acontecimientos de Persona
validez y la urgencia de tal pregunta son, para mí, lo en su artículo “El mundo exterior, el mundo interior”,
que justifica una disciplina tan solemne como “la onto- retomado en la compilación Ingmar Bergman: Essays in criticism,
dirigida por Stuart M. Kaminsky, Oxford, 1975. En la misma
logía del cine” )
compilación figura el artículo de Susan Sontag sobre Persona,
Podríamos conceder que otros dos films, que a su donde opone (y, por tanto, compara) brevemente ese film
manera también son obras maestras, contribuyen a con Belle de jour.
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hace evidente en el momento más fuerte de esa secuen­ jamás pueda ser de hecho. (¿Los deseos de quién? ¿De
cia, cuando aborda con angustia sucesivamente a sus un personaje o del espectador? Quisiéramos respon­
amigos, a su madre, a su mujer, para preguntarles con der, pienso yo, de ambos. Pero la justificación de esta
violencia: “Pero ¿acaso no me (re)conocen? Díganme respuesta exigirá que se comprenda lo que es “la iden-
quién soy”. tideación” de un espectador con los personajes pro­
En Vertigo, no nos desplazamos exactamente desde yectados en la pantalla.) Pienso que no es fortuito que
un lugar real hacia un lugar proyectado, sino que el el actor que tiene el papel principal en los dos films sea
film nos hace partícipes de la búsqueda casi alucina- l.imes Stewart, y que tanto Capra como Hitchcock vean
toria, casi necrófila, del héroe en el dominio de lo sub­ en el temperamento de Stewart (lo cual quiere decir,
juntivo, búsqueda de la mujer a la que imagina muerta. por supuesto, que vean en aquello que sucede con ese
La confusión que reina sobre la necesidad de saber si temperamento en la pantalla, en su fotogénesis) una
hay una sola mujer o dos, o si una mujer está viva o capacidad para centrar su identidad en su poder de
muerta, sugiere una confúsión en el interior de la iden­ ilesear, en la capacidad y la pureza de su imaginación
tidad misma del héroe. Su existencia transcurre por y de su deseo -y no en su trabajo, o su posición social,
fuera del mundo que vemos. o sus competencias, o su buen aspecto, o su inteligen­
Examinar el procedimiento de yuxtaposición de las cia- A la cualidad que proyecta Stewart la llamaremos
realidades tiene un interés a la vez crítico y teórico, pues “su aptitud para el sufrimiento”, cualidad que Capra
nos permite hacer aquello que debe hacer toda lectura lilma en Mr. Smith goes to Washington [Caballero sin
de un film: explicar por qué las imágenes son lo que espada] (1939) y que John Ford utilizó en The man who
son, en el orden en que están y, por ejemplo, decir lo shot Liberty Valance [El hombre que mató a Liberty
que motiva los ángulos de las tomas y los movimien­ Valance / Un tiro en la noche] (1962). Eso es lo que lo
tos de la cámara. Los films de Hitchcock y de Capra autorizaría a unirse a la compañía de las mujeres que,
mencionados aquí hacen surgir de manera casi obs­ por la búsqueda de su identidad, parecen haber deli­
cena el poder que tiene el cine para materializar y satis­ mitado los contornos del tema cinematográfico que he
facer (y, por tanto, desmaterializar y frustrar) los deseos querido definir. Por consiguiente, llamaremos a ese
humanos que se rehúsan a la satisfacción del mundo lema “la identificación o el habitar una zona femenina
tal como es; tal como quizá sea por siempre, o como del yo”, ya se trate del yo de un hombre o de una mujer.
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(Parece necesario hacer de inmediato una compa­ puede asombrarnos que un procedimiento cinema­
ración con el film de Kenji Mizoguchi, Ugetsu mono- tográfico que explota esa causa consista en yuxtapo­
gatari [Historias de la luna pálida de agosto] (1953). ner modos y humores de la realidad en su conjunto.
Tengo la impresión de que no conozco lo suficiente Así, a su vez, lo romántico comparte con el escepti­
el temperamento o el entorno del héroe de ese film cismo la toma de conciencia, conforme a los términos
para evaluar sus posibilidades de orden fotogenético, usados por Descartes en la “Primera meditación”: “veo
por ejemplo, su feminidad. Pero puedo notar que tan claramente que no hay indicios ciertos para dis­
aquello que desea, o cuando menos aquello que desea tinguir el sueño de la vigilia”. Descartes prosigue
en el final del film, no es ser transferido a una morada diciendo que la consecuencia de esa toma de concien­
contraria a la que habita, sino que una figura parti­ cia es “que me quedo totalmente atónito, y es tal mi
cular habite, o vuelva a habitar, su propia morada. Me extrañeza que casi es bastante a persuadirme de que
parece que ese deseo no se origina en la mujer que estoy durmiendo”.* Tanto en el escepticismo como en
está en él, sino en el niño que está en él. Ese deseo se lo romántico, el conocimiento, que bien podemos 11a-
materializa bajo la forma de una mujer que va y viene inar “la conciencia en general”, debe apagarse para que
en el cuarto que le es familiar, y esa aparición se pro­ una conciencia mejor pueda nacer. (La idea de modos
duce en un momento en que está postrado en el suelo; y humores de la realidad que se transforman conjun­
y nuestra reacción en ese momento no es un grito que tamente como totalidades, o la idea según la cual los
se forma en la garganta, sino una súbita grieta en el conceptos de la conciencia y del mundo como tales
corazón.) están hechos el uno para el otro, a imagen el uno del
Ser humano es poseer esa capacidad de desear, o otro, se encuentra resumida en una observación que
asumir el riesgo de poseerla; ser humano es desear, y hace Wittgenstein hacia el final de su Tractatus: el
en particular desear una identidad más completa que mundo del hombre feliz no es el mismo mundo que
aquella que hemos adquirido hasta el presente; y un el del hombre desdichado. Añadiríamos a esta obser-
deseo así puede proyectar todo un mundo contrario
al mundo que hasta el presente hemos compartido * La cita corresponde a la edición en español: Descartes,
Meditaciones metafísicas, en Discurso del método y Meditaciones
con el prójimo: ésa es una manera de asumir la causa metafísicas, trad., prólogo y notas de Manuel García Morente,
de lo romántico shakespeariano. De ser esto así, no Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1945, p. 96.
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vación que ambos mundos pueden cohabitar en un muyéndose, y que establece un vínculo igualmente
mismo pecho.) explícito entre los interrogantes sobre la identidad de
Después de introducir un último film en nuestra esa mujer y las especulaciones sobre la naturaleza y
discusión, estaré dispuesto a sacar una lección de todo la existencia del mundo exterior. Este film contiene
esto. Rubinstein cita un párrafo de Susan Sontag donde una yuxtaposición de objetos filmados cuyo carác-
ella habla de los films de Jean-Luc Godard: ler extraordinario ha sido revelado por el cineasta
Alfred Guzzetti.7Alternando con planos de la mujer
En los films de Godard, las cosas presentan un carác­ y de cierta cantidad de otras personas en un café, la
ter totalmente alienado. En general, son utilizadas i ámara nos muestra, mediante planos picados cada
con indiferencia, sin habilidad ni torpeza; simple­ vez más próximos, una taza con café aún agitada por
mente están ahí. “Los objetos existen -escribió el girar de una cuchara, donde ella acaba por perderse
G odard- y si les concedemos una atención más mientras las burbujas del líquido terminan por ocu­
atenta que a las personas, se debe a que precisamente par con sus remolinos todo el rectángulo de la gran
existen más que esas personas. Los objetos muer­ pantalla; la banda sonora se eleva a un grado de medi­
tos siempre están vivos. Las personas vivas suelen tación poetizante que coincide con las ganas que tene­
estar ya muertas.” mos de dotar a esa imagen con el poder de evocar el
torbellino del universo, y por tanto de invocar la pre­
No conozco esta cita de Godard sino enunciada por gunta por su origen y su fin. Luego, el plano siguiente
su voz, o a media voz, como el narrador de Deux ou nos muestra al barman, más bien vulgar, llenando un
trois choses queje sais d’elle [Dos o tres cosas que yo sé vaso de alcohol, y luego tirando de las canillas a pre­
de ella] (Jean-Luc Godard, 1967). Bien sabemos que sión un chop de cerveza, que a su vez ocupa todo el
deberíamos cuidarnos de creer plenamente en la ver­ rectángulo de la pantalla. Una de las lecturas posibles
dad de un comentario de ese narrador, al menos por­
que él pone en duda de manera recurrente sus pro­ 7 Se trata de un extenso estudio sobre este film, preparado para una
pios comentarios. Deux ou trois choses queje sais d’elle, sesión del Seminario Americano de Cine en el año 1975. Revisado
y provisto de un corpus completo de reproducciones ampliadas
realizada el mismo año que Belle de jour, es otro film de fotogramas del film, el estudio de Guzzetti sobre Godard fue
que habla de una burguesa que pasa sus tardes pros- publicado por Harvard University Press en el año 1980.
8 6 I EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ? ¿ Q U É S U C E D E C O N L A S C O S A S E N LA P A N T A L L A ? | 87

de esta yuxtaposición entre el universo-en-una-taza cómo esas apariciones, esas significaciones y esa
y el barman es ver en ella una ironía respecto de nues­ importancia -acontecimientos específicos de la foto-
tro deseo de una meditación poética sobre los oríge­ C.énesis- se vuelven absolutamente posibles gracias a
nes del universo, cuando ni siquiera sabemos de dónde 1.1 fotogénesis general que acontece en el cine, y por
proceden la cerveza y el café que bebemos sobre la el hecho de que, tal como lo formulo en The world vie­
tierra: los bebemos en lugares reales que personas rea­ wed, sobre la pantalla los objetos siempre están ya des­
les han construido con ese fin preciso, y nos los sir­ plazados, trouvés (es decir que nosotros, espectado­
ven personas reales cuya subsistencia depende de su res, estamos siempre ya desplazados ante ellos), sería
valor comercial. Podríamos, entre otras cosas, pre­ una manera de emprender lo que podríamos llamar
guntarnos si la centelleante máquina de presión que 1.1“teoría del cine”.
el barman manipula, mientras observa la escena de
la meditación, es un comentario sobre la idea de una
cámara.
La lección que extraigo es la siguiente: para respon­
der a la pregunta “¿qué sucede con los objetos cuando
son filmados y proyectados?” -así como a esta otra:
“¿qué sucede con ciertas personas dadas, lugares pre­
cisos, temas y motivos, cuando son filmados por tal
o cual cineasta individual?”-, existe una sola fuente
de datos: la aparición y la significación de esos obje­
tos, de esas personas, que encontraremos de hecho en
una sucesión de films, o en pasajes de films que con­
sideremos importantes. Expresar esas apariciones, defi­
nir sus significaciones, formular, por último, las razo­
nes por las cuales esos films son relevantes, todos ellos
son actos que ayudan a constituir lo que podríamos
llamar “la crítica de cine”. Por consiguiente, explicar
Ill
Lo que el cine sabe del bien1

In un film de Erie Rohmer, Le rayon vert [El rayo verde]


(1986), estrenado en los Estados Unidos con el título
Summer-traducción que vincula claramente esta obra
maestra con un ciclo de cuatro films, cuyos títulos res­
pectivos son los nombres de las estaciones, entre los
cuales Conte d’automne [Cuento de otoño] (Erie Roh­
mer, 1991) fue estrenado hace unos pocos años-, una
mujer abandona indolentemente la conversación que
mantenía después de la cena con unos nuevos amigos
en el jardín de éstos y, durante un paseo sin aconteci­
mientos a lo largo de caminos campestres, se encuen-
Ira sola y perdida, sollozante en medio de árboles sacu-
clidos por el viento que se ha levantado. En un film
reciente de Jim Jarmusch, Ghost dog [El camino del
samurai] (2003), una niñita negra, de 8 o 9 años, a la
que un misterioso hombre alto y negro sentado en
un banco de un parque ha dado un libro sobre el cual

1 El título original de este artículo es The good o f film .


9 0 I EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ? LO QUE EL CINE SABE DEL BIEN | 91

quisiera tener su opinión, acaba de devolverle el libro replica: “¿De dónde sacas esas historias de ética? Eres
y darle su opinión cuando el hombre es llamado desde el fínico que se traga esas cosas”.
la calle por un hombre blanco que le dispara. El hom­ Me propongo demostrar que dichos momentos per-
bre negro, al que habíamos visto vaciar el cargador de lenecen a un círculo de intereses que define aquello a
su pistola, la busca en su abrigo y la lanza en direc­ lo que me refiero cuando, en el título de este capí-
ción de la pequeña. El hombre blanco dispara otras dos lulo, hablo del bien en el cine. Evidentemente, al acep-
veces y el hombre negro cae muerto. Mientras el ase­ lar hablar de filosofía moral con relación al cine, me
sino da media vuelta y huye a toda velocidad, como sentí libre de interpretarla de manera algo idiosincrá­
asustado por la falta de resistencia del hombre negro, sica, por no decir “personal”, en la medida en que no
la pequeña levanta el arma de su amigo, apunta y le conozco ninguna manera canónica de hablar de esa
dispara al asesino por la espalda. En el momento en relación. Para decir cómo he sido llevado a reflexio­
que suena el clic del cargador que se vacía, el hombre nar sobre este tema, y para aprovechar una ocasión de
en fuga vacila un instante, luego se incorpora y sube prolongar un poco la reflexión, no hablaré de los pro­
al auto que lo estaba esperando. En His girl Friday [Lima blemas morales que el cine mismo parece plantear por
nueva] (1940) de Howard Hawks, que pertenece al su tendencia a la violencia y al erotismo, y en general
género que denomino “comedias de enredo matrimo­ por su capacidad para crear y exigir reacciones extra­
nial”, el cinismo de un miembro anónimo de un grupo vagantes y ciegas ante acontecimientos banales. Tam­
de periodistas que cubre una ejecución política es redu­ poco hablaré de los dilemas morales de primer plano,
cido al silencio cuando uno de ellos lee en voz alta digamos, respecto de la pena capital -com o en Dead
una página de un artículo inconcluso, escrito desde el man walking [Pena de muerte / Mientras estés conmigo]
punto de vista de la víctima y que había quedado en (Tim Robbins, 1995)-, o respecto de la denuncia de
la máquina de escribir de su colega (interpretada por escándalos -com o en The insider [El informante]
Rosalind Russell), recién incorporada, que acaba de (Michael Mann, 1999)-, ni de la desobediencia civil
dejar el cuarto con la novia de la víctima, a la que los -como en Gandhi (Richard Attenborough, 1982)-, el
periodistas (hombres) maltratan. Otro periodista entra maccarthismo -com o en The front [El testaferro]
y señala: “No creo que sea ético leer el trabajo de los (Martin Ritt, 1976)-, ni sobre el aborto -como en Love
demás”, a lo cual otro miembro anónimo del grupo with the proper stranger [Amores con un extraño]
92 I EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ? EO QUE EL CINE SABE DEL BIEN | 93

(Robert Mulligan, 1963)-, en la medida en que tales sos kantiano y utilitarista que nutren nuestras teorías
films, sean cuales fueren sus méritos, tienden a obe­ morales dominantes en las universidades. Por consi­
decer a la ley de cierto tipo de compromiso popular guiente, para comenzar es preciso decir una palabra
que reduce necesariamente la complejidad moral a acerca de lo que entiendo por un “buen film”, y propo­
meras luchas entre el bien evidente y el mal flagrante, ner una caracterización de esa concepción diferente
o bien entre inversiones irónicas de esos valores. Esto del bien.
en absoluto significa que no considere interesante o Mi criterio operatorio para un “buen film” es que
importante preguntarse por qué esas tendencias pre­ pueda soportar la clase de crítica que las obras serias
valecen en el medio cinematográfico. Si bien es pro­ de las artes clásicas promueven y esperan recibir, obras
bable que no entrañe un gran beneficio ni demasiada que prueben que el cine es la más reciente de las gran­
instrucción moral el saber si los asesinatos en serie, des artes; y, por tanto, obras en las que el interés o el
el canibalismo, las erupciones volcánicas, el hecho de desinterés apasionado del público encuentre su recom­
incendiar rascacielos, hundir barcos que no tienen pensa en una articulación de las condiciones de ese
suficientes botes salvavidas, o poner en escena meteo­ interés capaz de iluminar y de ampliar la conciencia
ritos que se dirigen hacia la Tierra, es en sí algo bueno que el público pueda tener de él. En el caso del cine,
o malo, sin duda vale la pena preguntarse qué es el en ocasiones sucede que ciertos films gozan de una
cine para poder mantener tan feliz relación con tan popularidad mundial durante varias décadas sin per­
vasto público. Ello quizá se vincule con su poder para der ninguna de sus pretensiones artísticas. Descubrir
crear contextos espectaculares en los que la capacidad la profundidad intelectual y la conciencia artística de
humana de improvisación, tanto en el pensamiento las comedias y de los melodramas hollywoodenses que
como en la acción, está liberada de aquello que cons­ estudié en mis libros fue, para mí, una revelación. En
triñe, en tiempo normal, el juicio moral. pocas palabras, me pareció descubrir que yo -tal como
Sin embargo, con el correr de los años, me he sen­ lo ha hecho la cultura norteamericana misma, en gene­
tido más interesado (cada vez más) por aquellos casos ral- había asumido mi apego y mis recuerdos de esos
que revelan una afinidad entre el cine, los buenos films, films como un hecho, suponiendo de entrada que no
y una concepción particular del bien, una concepción era posible dar cuenta de ellos de otro modo que no fue­
que atraviesa oblicuamente el foso entre los univer- ra buscando de qué forma los escritores, los actores,
9 4 I EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ? LO QUE EL CINE SABE DEL BIEN | 95

los directores, los decoradores y los fotógrafos de esos voyager, que lo entendió como un film patriarcal que
films continuaban, adaptaban o cuestionaban anti­ ictoma de manera no-crítica los excesos de la socie­
guas técnicas. dad capitalista decadente, mercantilista y fetichista,
Durante años me pareció natural estudiar los melo­ seguirá entendiendo al personaje de Bette Davis -su
dramas hollywoodenses, que denomino “melodramas metamorfosis, desde lo que ella llama una “solterona”
de la mujer desconocida”, como ejemplos no-proble- hacia una mujer “sofisticada y audaz”- como un per­
máticos de aquello que Hollywood llamaba “films de sonaje que sacrifica su vida por el personaje de Paul
mujeres” o “melodramas”, films como Letter from an I lenreid y por su hijo huérfano. Mi contraargumenta­
unknown woman [Carta de una desconocida] (Max ción parte de la observación siguiente: la idea según
Ophuls, 1948, con Joan Fontaine y Louis Jourdan), Gas­ l,i cual esa mujer inteligente, poderosa y llena de imagi­
light [La luz que agoniza] (George Cukor, 1944, con nación se sacrifica por un hombre necesitado es preci­
Ingrid Bergman y Charles Boyer), Now voyager [La sa y explícitamente la idea que ese hombre tiene de ella;
extraña pasajera] (Irving Rapper, 1942, con Bette Davis ile modo que si tal concepción es posible, quien quiera
y Paul Henreid), Stella Dallas (de King Vidor, 1937, con comprender hasta qué punto la concepción que esa
Barbara Stanwyck). mujer tiene de sí misma da cuenta de sus deseos (se­
Cómo y por qué se dio por sentado que tales obras gún mi lectura, esto se vincula con el hecho de que ella
del arte cinematográfico eran casos obvios de una ha sobrevivido a ese hombre, con aspiraciones que
forma conocida de entretenimiento, eso sí que no debe exceden ampliamente el sentimiento que él tiene de
darse por sentado. La explicación de tal presunción estar como atrapado y ser incapaz de darle ayuda, y
exige, en mi opinión, una explicación del motivo por ella le está agradecida por las atenciones que ha tenido
el cual el cine como tal no ha dado lugar a un discurso para con ella, y que la ayudaron) probablemente desee
lo bastante digno de él; averiguar por qué, por ejem­ mirar en otra dirección. Es entonces cuando entra en
plo, en gran medida la filosofía aún lo desconoce. Des­ escena la concepción particular del bien con la que
preciar tales films no implica tan sólo fracasar en el una clase de films (cuya extensión es indefinida) es
reconocimiento de su poder estético, sino además ,1!i'n. Se trata de la concepción que se hallaba en lo que
imponer de manera activa cierta concepción de su lie denominado “el perfeccionismo emersoniano”, a la
visión moral. Aun la lectura más evolucionada de Now que se le concede poca atención hoy en la enseñanza
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moral, en comparación con el conflicto dominante 'liantes que se precipitan tempranamente sobre este
entre, digamos, el kantismo y el utilitarismo. aspecto del texto son susceptibles de no comprender
En tanto perfeccionismo, esa concepción establecerá 1on profundidad sus alcances. De hecho, algo similar
algún vínculo con el hecho de ser fieles a nosotros mis a tal fervor aparece en Ser y tiempo de Heidegger. Y ese
mos o (retomando el título de Foucault) con el cui­ elemento de fervor es tan evidente que Heidegger
dado de sí; y, por tanto, con una insatisfacción, en oca­ incluso llega a detenerse en varias oportunidades para
siones una desesperación ante el yo tal como es; por asegurarse de no estar escribiendo una obra sobre ética.
consiguiente, estará relacionada con un progreso en el Así pues, empecé a preguntarme qué podía ser una
cultivo de sí y con la presencia de alguna clase de amigo obra en la que el tenor ético parece manifestarse en
cuyas palabras tendrán el poder de ayudar a guiar ese ludas partes, pero eh la que la ética no está compren­
progreso. Los románticos evocaron esa idea como dida como un canipo de estudio separado, como si la
“devenir lo que se es”. Podría ser de utilidad describir iilosofía misma tuviera exigencias morales para con
aquí la versión del perfeccionismo que denomino •lis adeptos.
“emersoniana” relatando los diversos orígenes del inte­ El segundo origen se remonta a mi asombro y mi
rés que le profeso, pues considero que la percepción insatisfacción ante la lectura que John Rawls hace de
que tengo de él aún está en desarrollo. Nietzsche como representativo de un perfeccionismo
Uno de esos orígenes data de la época en que, tras esencialmente elitista y no democrático. Dicha lectura
haber terminado una extensa obra que en gran parte se basaba, a mi parecer, en una interpretación inusi-
consistía en un esfuerzo por ponderar el aconteci­ ladamente aventurada en Rawls de un conjunto de citas
miento filosófico que constituyen las Investigaciones que presentaban a Nietzsche en estrecho (y del todo
filosóficas de Wittgenstein, comencé a interrogarme explícito) vínculo con Emerson. Ello me condujo a
sobre la experiencia de algo tal como un fervor moral comenzar a articular los caracteres de una obra para­
o religioso en el texto de Wittgenstein; un rasgo rela­ digmática del perfeccionismo elitista, La República de
tivamente evidente de esa obra, pero que parecería ser l’latón, oponiéndola a la visión que me interesaba de los
percibido por los filósofos (de manera característica), escritos de Emerson. En La República, la ética no es
en la enseñanza filosófica dominante, como perjudi­ un campo de estudio separado de la teoría del cono­
cial en términos pedagógicos. Es cierto que los estu- cimiento, de la metafísica y de la estética. El alma está
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representada como encaminándose hacia el bien, tra­ de alcance, inhallables para nosotros mismos.) La dife­
yecto que implica una liberación, dramatizada como rencia decisiva entre la visión emersoniana y la de La
el gesto de alejarse de la vida cotidiana, una transfor­ República de Platón radica en que el viaje del alma hacia
mación iniciada y proseguida mediante una suerte de sí misma no está representado como un trayecto con-
penosa conversación con una figura más adelantada que linuo hacia lo alto y hacia un cumplimiento precon­
encauza a quienes se le acercan por el camino de la edu­ cebido, sino más bien como un zigzag de etapas en el
cación. En su célebre ensayo “Confia en ti mismo”, Emer­ surco de aquello que Emerson llama “mi yo no reali­
son, que acepta o interpreta gran parte de todo esto, zado pero realizable” (como si hubiera un sabio en cada
denomina a esa figura adelantada “el hombre verda­ tino de nosotros), una idea que no proyecta ningún
dero”, cuyo modelo nos atrae y cuya conversación edu­ punto de llegada único, sino tan sólo una voluntad de
cativa revela ser el texto mismo de Emerson, pues es cambio, dirigida por aspiraciones particulares que,
en sí una conversación (que, como sea, según Emerson incluso reprimidas, pueden retornar de improviso con
me devuelve mis propios pensamientos reprimidos); renovado vigor. Ese trayecto no está más dirigido hacia
por consiguiente, la lectura de un ensayo de Emerson la incorporación de una condición dada de la socie­
es un ejercicio de retorno a sí, como si saliéramos de dad que hacia la capacidad de juzgar esa condición.
un estado de trance. (De hecho, Emerson y Heidegger 1,1 sabio en nosotros es lo que queda después de todos
utilizan, y tal cosa no me sorprende en absoluto, la nuestros posicionamientos sociales.
divisa “devenir lo que uno es” para referirse al trabajo El tercer origen de mi interés por el perfeccionismo,
que su escritura apunta a describir y a inspirar. Witt­ el que me alentó a pensar que quizás hubiera en él un
genstein no lo hace en las Investigaciones, y eso tam­ conjunto de ideas que merecían ser comunicadas a
poco me sorprende, aun cuando en realidad defendí los demás, fue mi reconocimiento de que el género de
la idea de que algo tal como la visión moral presente las comedias hollywoodenses que había comenzado a
en el texto de Wittgenstein, en lo que él denomina “el estudiar a mediados de los años 1970 (y a las que deno­
retorno al uso cotidiano”, nos representa como criatu­ mino “comedias de enredo matrimonial” en La bús­
ras hablantes, a las que las palabras se les escapan perió­ queda de la felicidad) desarrollaban ideas del perfec­
dicamente, como si estuviéramos, según la imagen de cionismo emersoniano. (La presencia de esas ideas en
Kierkegaard, “afuera”, es decir, fuera de casa o fuera los melodramas de la mujer desconocida revela que
100 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? LO QUE EL CINE SABE DEL BIEN I 101

esos films derivan, a mi juicio, de su primo cómico.) plejidades de las condiciones de la vida moral ordina-
Los ejemplos clásicos de comedias de enredo matri­ rin, las cuestiones vinculadas con la igualdad o los con­
monial, que se extienden de 1934 a 1949, son en mi opi­ flictos entre la inclinación y el deber, o entre diferen­
nión los films: The Philadelphia story [Historias de Fila- tes deberes, o entre los medios y los fines, no plantearan
delfia] (George Cukor, 1940, con Katharine Hepburn ninguna dificultad intelectual a esas personas-. Este
y Cary Grant), Bringing up baby [La fiera de mi niña I segundo rasgo, bastante sospechoso sin duda alguna,
La adorable revoltosa] (Howard Hawks, 1938, nueva­ aparece de diversas maneras. Es evidente en la siguiente
mente con Hepburn y Grant), Adam’s rib [La costilla ieplica de Hisgirl Friday, que cité en el comienzo: “¿De
de Adán] (George Cukor, 1949, con Hepburn y Spen­ dónde has sacado esas historias de ética?”; o, una vez
cer Tracy), The awful truth [La picara puritana] (Leo más, en una secuencia de Adam’s rib: el marido Adam
McCarey, 1937, con Grant e Irene Dunne), His girl Fri~ dejó a su mujer Amanda tras una amarga e incluso
day (Howard Hawks, 1940, con Grant y Rosalind Rus­ violenta discusión sobre la diferencia entre hombres
sell), TheladyEve [Las tres noches de Eva] (Preston Stur- y mujeres, y vemos a Amanda tomando un trago con
ges, 1941, con Barbara Stanwyck y Henry Fonda) y ll .ti play boy vecino/cliente de palier. No parece en abso­
happened one night [Sucedió una noche] (Frank Capra, luto conmovida por sus avances amorosos, pero le
1934, con Clark Gable y Claudette Colbert), todos ellos i onfiesa distraídamente en ese momento su impacien-
realizados por maestros de Hollywood de la época. i ia y su enojo ante la súbita incapacidad de Adam para
Consideraba que había en ellos dos piedras de toque estar a la altura de su concepción de la igualdad en el
para la asociación de estas comedias con el perfec­ matrimonio. Cuando el vecino (Kips) sugiere que
cionismo: la primera es el acento que estos films ponen Adam tan sólo está un poco enojado porque perdió
en el hecho de volverse (o convertirse en) cierta clase i ontra ella en la corte (ambos son abogados), Amanda
de persona (la misma pero diferente); la otra es la le dirige una áspera mirada de desdén y prosigue con
abundancia en estos films, cuyos diálogos figuran entre su parrafada, como si la bajeza de los motivos m ora­
las glorias del cine mundial, de conversaciones espi les atribuidos a las acciones del hombre con quien se
rituales, pero también confrontaciones y cuestiona- ha casado tan sólo revelara el carácter moralmente
mientos, y la ausencia notable de conversaciones sobre retrógrado de la sensibilidad de Kips. Más tarde en el
problemas morales habituales -casi como si las per lilm, en el momento en que la pareja está retomando
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la senda de la vida en común, concluye una conver­ pidiera venir al mundo de nuevo. Sus últimas palabras
sación privada ya iniciada en la oficina de su conta­ en el film dicen que se siente humana.
dor mientras lo ayudaban a identificar posibles deduc­ Sin embargo, si estos films son estudios perfeccio­
ciones fiscales y, para gran sorpresa del contador, salen nistas, entonces tenemos un pequeño laboratorio para
a las apuradas de su oficina gritándole: “¡Oh, cuente estudiarla conversación moral, no como un intento de
todo, nos gusta pagar impuestos!”, como si los trucos persuadir a alguien para que actúe de un modo u otro,
de los pecadores ordinarios estuvieran por debajo o ni como evaluación de una institución social, sino como
por encima de ellos. ilgo que en ocasiones me parece anterior y preparato-
La otra diferencia crucial que caracteriza la morali­ 1io con relación a esos objetivos familiares del razona­
dad de las comedias de enredo matrimonial como per­ miento moral, y en otros momentos me parece cons­
feccionista, aquella que consiste en convertirse en una tituir una consecuencia o un suplemento, es decir, la
persona nueva o diferente, aparece por todas partes, i apacidad de respuesta y de examen de un alma por
desde la réplica de Cary Grant a Rosalind Russell, que parte de otra. Lo es, ante todo, en la medida en que nos
cree haber vuelto para ver a su ex marido y pedirle que proporciona estudios sobre la posición que reivindica
deje de impedirle obtener el divorcio y casarse con otro un agente moral cuando se enfrenta a otro como juez;
hombre (cuando en verdad vemos que ha entrado pre­ es una consecuencia en la medida en que eso proporcio­
cisamente, lo sepa ella o no, para darle la ocasión de na el espacio donde evaluar el marco moral a partir del
impedírselo): “No eras sino una campesina con cara cual uno razona. Se trata de la obliteración del elemento
de muñeca, y yo hice de ti un hombre de prensa”, desde de reivindicación de una posición moral presente en
eso hasta el grito de Katharine Hepburn, en The Phi­ todo encuentro moral que ha sido, diría yo, la principal
ladelphia story, entonces a punto de casarse con otro causa del desasosiego y del éxito asociados al dominio
hombre después de haberse divorciado, de nuevo, de absoluto, durante los años 1940 y 1950 en la enseñanza
Cary Grant: “¡Oh, ser útil en el mundo!”. Cuando ese de la filosofía angloamericana, de la teoría emotiva del
otro hombre le responde que no está hecha para esa juicio ético (un análisis del juicio moral como intento
clase de vida, y que debería ser alojada en un castillo de utilizar la expresión de sentimientos como un poder
y adorada, adivinamos que sus días están contados. destinado a llevar a alguien a hacer algo o disuadirlo de
Su grito es un deseo de ser tenida en cuenta, como si ello). Como si los filósofos que piensan la vida moral
LO QUE EL CINE SABE DEL BIEN | 105
104 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES?

hubieran sufrido un ataque de amnesia o hubieran de­ En el laboratorio del cine, se pone a prueba el carác-
seado librarse del hecho de que todos tenemos reivin­ Icr elitista del perfeccionismo. Cualquier tendencia
dicaciones referidas a los demás, que contamos los unos perfeccionista en moral hablará de algo semejante al
para los otros, que somos importantes los unos para >ultivo de sí. Sin embargo, según mi concepción del
los otros, a veces incluso de manera dudosa. (Esta impre­ I>crfeccionismo emersoniano, realizar y demostrar esas
sión de amnesia moral es aquello que motiva los capí­ nicas como si su objetivo fuera el cultivo de las artes
tulos sobre la filosofía moral de Reivindicaciones de la (i el desarrollo de una ayuda para talentos o de gus-
razón. Podría decirse que cuando confrontamos moral­ los intelectuales o espirituales (imagino que ésta es
mente con otro ponemos en riesgo la identidad; de otro la concepción filosófica corriente del perfeccionismo
modo, nos exponemos al moralismo. Estoy pensado en en la actualidad) equivale a degradar esa idea, como
un momento preciso en Now voyager, cuando el per­ es el caso de cualquiera de las filosofías populares
sonaje de Bette Davis responde a un discurso piadoso actuales que proponen darnos los medios para llegar
del personaje de Paul Henreid en estos términos: “Sen­ a ser cuanto queramos ser. El progreso emersoniano
cillamente, no lo conozco”. Y en ese momento de The no va de la chabacanería a la sofisticación, o de lo co­
Philadelphia story en que Katharine Hepburn se inte­ mún a lo eminente, sino de la pérdida a la recuperación
rrumpe en medio de un discurso de condena moral y o, como dice Thoreau, de la desesperanza al interés, o,
reconoce que no hace sino repetir las palabras de otro, lal como lo muestran aproximadamente Kierkegaard,
que no las merece. Pienso asimismo en ese momento I leidegger, Wittgenstein y Lacan, de la cháchara a la
de ¡Viva Zapata! (Elia Kazan, 1952) en que el victorio­ palabra. La deontología y el utilitarismo, en la medida
so Zapata, interpretado por Marlon Brando, reconoce en que consideran lo justo o el bien como fundamen­
que, una vez llegado al poder, se volvió sordo a las rei­ tal, son, por decir así, competidores morales. El per­
vindicaciones de justicia, en lugar de ser su paladín.) feccionismo no compite con ninguno de los dos, supo­
Del perfeccionismo puede decirse que se concentra en niendo (antes bien) que haya un lugar para cada uno
la exigencia que tenemos de ser o de volvernos inteli­ de ellos. Sus competidores son las formas sin fin de
gibles los unos para los otros. Y supongo que ninguna un envilecimiento del yo; del mismo modo que la filo­
visión podría considerarse como moral si no diera lugar sofía no compite con la ciencia, sino con la sofística.
a tal exigencia. (Polonio es quien, en tanto promotor de la filosofía
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de Hamlet, le recomienda al joven ser fiel a sí mismo: Noto que esta manera de hablar del escepticismo y
su anuncio de la verdad lo envenena. ¿No es cierto?) ile las pequeñas muertes repetidas es una suerte de
Así también el cuidado del alma, es decir, la entrega 1.u acterización de la manera en que concibo lo que
total a la enseñanza y al aprendizaje que representa Wittgenstein denomina “lo ordinario” o lo cotidiano,
Sócrates, no exige, o no debería exigir, el drama de la definido y construido como el lugar donde, según
Apología de Platón, que opone la posición de Sócrates, parece decir, llevamos nuestras palabras violentadas
manteniéndose en esa práctica del cuidado, a la posi­ por las acometidas de aquello que él llama “metafísi-
ción de la asamblea de representantes de la ciudad, 1as”. Es el emblema del modo como la filosofía llega,
que lo amenaza de muerte por las conversaciones de de manera reiterada e incesante, a su propio fin, a
las que vive. Vale la pena recordar, junto con esa escena medida que sus ilusiones de un sentido superior expi-
prodigiosa, que la posición moral que adoptamos para 1an una tras otra. Lo que allí sucede, cuando la mora­
con nosotros mismos es de una importancia tal que lidad deja de constituir un campo de estudio distinto,
pone en juego la vida y la muerte. Pero supongan uste­ es la inmersión en un fervor moral. Nos ponemos en
des que pudiéramos ver en el laboratorio del cine la juego en cada palabra que pronunciamos, como si asu­
democratización del perfeccionismo, reconocer aque­ miéramos la responsabilidad del lenguaje como tal, del
llo de lo que somos capaces en las confrontaciones mundo compartido como un todo. No resulta sorpren­
cotidianas, repetidas y no-dramáticas sobre las que el dente, pues, que las parejas de las comedias perfec­
cine llama nuestra atención. Vemos entonces que las cionistas también hallen el uno con el otro, y sólo el
afrentas que nos infligimos mutuamente, un mal pen­ uno con el otro, ocasiones para juegos escandalosos y
samiento inexpresado o disfrazado, una mirada dura, soberbios, volviéndose así incomprensibles para los
una mala interpretación deliberada, una fluctuación demás. (La sugestión en este caso es que el papel del
de nuestra lealtad, el rechazo de una intención, una arte en el perfeccionismo es tanto hacer de pantalla a
alabanza o una condena ciega o inadecuada -los innu­ nuestras aspiraciones morales -es decir, a nuestro temor
merables signos de nuestro escepticismo respecto de de nunca alcanzarlas- como recordárnoslas.)
la realidad, de la separación del otro- nos enfrentan ¿Y después? ¿Podemos decir que no deberíamos cau­
al riesgo de sufrir o de tener que soportar pequeñas sar esas pequeñas muertes cotidianas, y que no debe­
muertes cada día. ríamos utilizar las palabras con violencia, separadas de
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nosotros mismos? ¿O bien diríamos que hacer tal cosa ■-.imiento carece de un motivo capaz de atraer la volun-
implicaría disminuir el bien común? Estas tesis pue- lad; en nuestro caso, el pensamiento es rechazado por
den parecer irrefutables, pero también parecen in su propia ineficacia, por su incapacidad para causar
decibles. ¿A quién podríamos decírselas? El hecho de el más mínimo cambio. Cuando menos, tenemos una
que expresen observaciones respecto de nuestro com­ estimación de cuál ha de ser la dirección en que debe­
portamiento en el mundo a las que no es posible dar mos buscar una solución, el primer paso deberá venir
respuesta puede causar una decepción respecto del del otro. Esto puede parecer incompatible con la exi­
mundo, en la medida en que este último constituiría, gencia kantiana de autonomía. Pero ¿cuál es, enton-
para la vida moral, una escena más nociva para la par­ 1es, el poder del ejemplo en el libro de Kant sobre la
ticipación democrática de lo que pueda ser el cinismo religión?)
moral. El cínico tiene la energía suficiente para seguir Estos pensamientos son las respuestas que dirijo
el juego; aquel que está desalentado le da la espalda. principalmente a dos géneros cinematográficos, me­
Si esta decepción indica una perspectiva moral se debe nores pero muy admirados, ya mencionados aquí: el
a que en ese estado anímico pese a todo podemos adi­ género cómico y el melodramático, que florecieron
vinar otro mundo, o un estado próximo del mundo, hace medio siglo. Una serie de preguntas se impone
libre de las causas y de las fuerzas de ese estado aní­ entonces: ¿siguen haciéndose comedias de enredo
mico; no, como dice Emerson haciéndose eco de Kant, matrimonial? De no ser así, ¿qué implicaría esto? ¿Se
el mundo con el que converso en la ciudad o en las explotan otras vetas en el cine actual, vetas que sugie­
granjas, sino el mundo que pienso. (¿De qué modo la ren otras pruebas de una afinidad entre el cine en gene­
intuición kantiana según la cual la humanidad vive ral y la moralidad perfeccionista? Si tal es el caso, ¿qué
en dos mundos puede articularse con esa sustitución saben del bien? Veamos adonde nos conduce el camino
de un mundo de decepción por el mundo kantiano de entre estas preguntas.
las inclinaciones, en tanto que el otro del mundo inte­ Nótese que no habré de abordar aquí, excepto de
ligible? Éste es un problema interesante. Presumo que manera implícita, cierto nivel de la pregunta: “¿qué es
una forma de elaborarlo es reconocer que, en ambos aquello que, en el medio cinematográfico, crea tal afi­
casos, el problema planteado consiste en saber cómo nidad?”, pues ese nivel exigiría una lectura detallada de
volver práctica la voluntad: en el caso de Kant, el pen- ciertas secuencias, que sólo podría realizarse en el marco
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de varias conferencias o en capítulos dedicados a cada muerte, sino que, en cada caso, remite a un asunto de
film de manera individual. Aquí tan sólo procuro esta­ divorcio mediante el cual, al decretarlo, la pareja pone
blecer esa afinidad. en peligro mortal (o pone a prueba la vida de) su pro­
Si aún se realizan films con el espíritu de las come­ pia felicidad; el obstáculo que impide el matrimonio
dias de enredo matrimonial -films en los cuales cierta es, pues, interno antes que externo, dado que sólo un
exuberancia de las indirectas y de las réplicas nunca progreso en una especie particular de conversación
se aleja demasiado de aquello que constituye la base educativa habrá de permitir superar dicho obstáculo,
del matrimonio para una pareja incapaz, ya de sepa­ y el uso de un juego específico de placer y de pena. El
rarse, ya de encontrar cierta estabilidad en la vida en hecho de que la pareja (aún) no tenga hijos va a la par
común, es decir, de aquello que vuelve incomprensi­ de sus accesos de extravagancia o de surrealismo (po­
ble a esa pareja para los demás-, no es necesario que dríamos llamarlos, asimismo, “accesos de infancia”, o
se asemejen demasiado a los ejemplos clásicos del de retorno a la infancia: la pareja persigue un leopardo
género. ¿Cómo podrían asemejarse cuando el temor al sobre un techo; el marido estrecha la mano con un
divorcio ya no es el mismo, el riesgo de un embarazo paraguas; en otra parte, el marido amenaza a su mujer
tampoco es el mismo y las estrellas femeninas y mas­ con un revólver de regaliz). La sombra de violencia que
culinas, los realizadores y los autores que les dieron aparece en cada una de estas comedias anuncia el gé­
vida están, en su gran mayoría, muertos? Recuérdese nero del melodrama que está asociado a ellas, en el que
que los films que a mi juicio definen el género pre­ las mujeres -las llamo “las hermanas de las mujeres
sentan relatos en los que las principales característi­ de las comedias”- no logran encontrar o entregarse a
cas de la comedia clásica son negadas: la o las parejas los hombres con los que tal búsqueda de la felicidad
principales no son jóvenes e inocentes, sino maduras, parece poder llevarse a cabo, y optan por una vida para
socialmente establecidas y sexualmente experimenta­ sí mismas, que excluye el matrimonio tal como es. En
das; su tarea no consiste en lograr estar juntos, sino vez de conversaciones educativas, los intercambios en
en volver a estarlo; si el padre de la mujer está presente, los melodramas están llenos de opresiva ironía.
lo está del lado del deseo de su hija, y no de lado de la Con todo, algunos films recientes procuran con­
ley (contrariamente a, por ejemplo, Sueño de una noche servar algo semejante a una pátina de enredo matri­
de verano); el drama no pone en escena una amenaza de monial: The mirror has two faces [El espejo tiene dos
112 I EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ? LO QUE El CINE SABE DEL BIEN I 113

caras] (Barbra Streisand, 1996), con Barbara Streisand kerling, 1995, con Alicia Silverstone), Groundhog day
y Jeff Bridges, en el que el problema consiste en com­ IEl día de la marmota / Atrapado en el tiempo / Hechizo
binar educación y conversación con los intercambios del tiempo] (Harold Ramis, 1993, con Andie MacDo-
sexuales; y As good as it gets [Mejor... imposible] (James well y Bill Murray), Crocodile Dundee [Cocodrilo Dun­
L. Brooks, 1997) con Jack Nicholson y Helen Hunt, en dee] (Peter Faiman, 1986, con Paul Hogan y Linda Koz-
el que un hombre que sólo acepta recibir su alimento lowski), Working girl [Armas de mujer / Secretaria
de manos de una mujer, con quien a la vez discute sin ejecutiva] (Mike Nichols, 1988, con Harrison Ford y
cesar, debe aprender a hablarle a esa mujer y a ser tocado Melanie Griffith), Untamed heart [Corazón salvaje]
por ella; y al menos un film que también tengo pre­ (Tony Bill, 1993, con Marisa Tomei y Christian Slater),
sente, The sure thing [Juegos de amor en la universidad] Inventing the Abbotts [El secreto de los Abbott] (Pat
(Rob Reiner, 1985), con John Cusack, alude en varias O’Connor, 1997, con Joaquin Phoenix y LivTyler), Four
ocasiones (he contado ocho) a momentos o circuns­ weddings and a funeral [Cuatro bodas y un funeral]
tancias particulares de una de las comedias clásicas del (Mike Newell, 1994, con Hugh Grant y Andie Mac-
enredo matrimonial, It happened one night. Sin em­ 1>owell), My bestfriend’s wedding [La boda de mi mejor
bargo, aun cuando el papel cultural del cine, por diver­ amigo] (P. J. Hogan, 1997, con Cameron Diaz y Julia
sas razones, haya disminuido (y yo mismo pertenezco Roberts), Everyone says I love you [Todos dicen te quiero]
a diversos públicos fragmentados de cine, y no sigo fiel­ (Woody Allen, 1997, con Woody Allen, Goldie Hawn
mente los estrenos norteamericanos), puedo citar y Julia Roberts), Cookie’s fortune [La fortuna de Coo­
varios films que presentan una interpretación de uno kie] (Robert Altman, 1999, con Glenn Close, Joanna
y otro de los rasgos del enredo matrimonial -por ejem­ Moore y Liv Tyler)-. Pongo aparte otros dos films con
plo, cada uno presenta una secuencia final que por sí lohn Cusack, Say anything [ Un gran amor] (Cameron
sola merece un ensayo ambicioso: Moonstruck [Hechizo Crowe, 1989, con lone Skye) y Grossepointe blank [Tiro
de luna] (Norman Jewison, 1987, con Nicolas Cage y al blanco] (George Armitage, 1997, con Minnie Dri­
Cher), Tootsie (Sydney Pollack, 1982, con Dustin Hoff­ ver, una comedia de enredo matrimonial tan oscura
man y Jessica Lange), Sleepless in Seattle [Algo para como His girl Friday que constituyen, junto con The
recordar / Sintonía de amor] (Nora Ephron, 1993, con sure thing, un esfuerzo por explorar la sensibilidad de
Tom Hanks y Meg Ryan), Clueless [Ni idea] (Amy Hec- ciertos actores en particular, hombres y mujeres, típica
114 I el c i n e , ¿ p u e d e h a c e r n o s m e j o r e s ? LO QUE EL CINE SABE DEL BIEN | 115

marca de las comedias clásicas, pero que en la actua­ Describo parejas mayores que en líneas generales
lidad ya no caracteriza los proyectos de algunos films. buscan trocar una inocencia narcisista por la posibi­
La trilogía de John Cusack también destaca una dife­ lidad de vivir una experiencia propia. Las parejas más
rencia extra entre las primeras comedias de enredo jóvenes parecen no tener ningún medio para asegu­
matrimonial y las más recientes. Las parejas de los films rar su vida privada, su misteriosa intimidad, sin pre­
recientes parecen demasiado jóvenes para imaginar servar también su inocencia. ¿Es ésa una nueva fragi­
el porvenir; pero no son incapaces de imaginar su pro­ lidad, o un nuevo sentido de la fragilidad juvenil? Esas
pio porvenir, puesto que, después de todo, ese porve­ obras parecen vincularse con ciertos films recientes
nir está siempre por delante en sus vidas; es el interés sobre el genio infantil (o adolescente), como Little man
por el gusto que sienten por la aventura y el riesgo, por late [Elpequeño Tate/Mentes que brillan] (Jodie Fos­
una vida sin nada seguro o asegurado; pero son inca­ ter, 1991), Searchingfor Bobby Fischer [En busca de Bobby
paces de imaginar que pueda haber un mundo social Fischer] (Steven Zaillian, 1993), Good Will Hunting [El
habitable en el cual proseguir con su propia aventura. indomable Will Hunting] (Gus Van Sant, ^97), y creo
(Dejo de lado aquí, de ser posible, los temores ante que The Matrix (Andy Wachowski, 1999) también con­
un desastre atómico o ecológico.) Es una incapacidad tribuye a ello. A mi entender, el interés de estos films
para imaginar lo que Nietzsche quiere demostrar radica en que presentan al genio como una metáfora
cuando dice que la filosofía, si ha de continuar, o más ile la singularidad, de aquello que he denominado “el
bien devenir, deberá ser futuro; aquello mismo que sabio en cada uno de nosotros”, aquello sin lo cual no
Emerson quiere decir cuando, siguiendo en eso a podemos convertirnos en lo que somos; es el signo de
Wordsworth y a Milton, anhela un día nuevo (“un alba una negación del elitismo, pues está distribuido de ma­
nueva a mediodía”); la renovada convicción de que es nera universal, aun cuando suele estar sepultado por
posible un verdadero cambio de las condiciones de distracción y por resignación.
existencia humana, que esas parejas no están conde­ La tristeza del mundo a la que me refiero (y que,
nadas a desear la repetición sin variaciones de las ins­ más de una vez, ha sido parodiada en las comedias
tituciones (en cuyo centro figura el matrimonio) que de enredo matrimonial por la figura de la madre del
produjeron la situación actual de inmovilidad y tris­ héroe, que aparece un instante como una alternativa
teza elaborada para ellos por la generación anterior. del cónyuge legítimo, pero que exaspera a la heroí-
I l 6 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? LO QUE EL CINE SABE DEL BIEN | 117

na) es aquella que he caracterizado como “una decep­ difícil de situar y de alcanzar). La secuencia de His girl
ción del mundo como marco para una vida moral”. l'riday con la que comencé este capítulo, una sala de
Hemos llegado aquí a una idea de la juventud o del prensa cerrada, es una variación negra del tema del
genio precoz como emblema de la vida moral, no como mundo verde. Es un sitio desde el cual el mundo ordi­
anhelo de exención de esa vida moral, sino como un nario irrumpe, fuera del cual la belleza, el aislamiento
medio para ser salvado de ella, lo que nos lleva a la y la extrañeza se entrelazan para revelar cierta comu­
pregunta siguiente: ¿qué otras vetas del cine se explo­ nidad y posibilidad de cambio. Y también aquí otros
tan con la voluntad de sugerir alguna parcialidad de ilos momentos que he invocado al principio coinciden
los buenos films con respecto a la perspectiva del per­ con este último. La mujer del film de Rohmer, y es
feccionismo moral? característico de los cuatro cuentos de estación del
Me parece que una importante cantidad de nuevos mismo Rohmer, descubre en un momento dado y en
films (en el marco de mi limitada experiencia) trata un lugar de su vida aparentemente sin acontecimien­
sobre la búsqueda de la trascendencia, del encamina­ tos particulares un hecho que tiene para ella, así lo
miento hacia un humor opuesto o transformado, pero entendemos al verlo, el poder de una conversión, aque-
ya no a través de la conversión de una persona en otra, Ilo que podríamos llamar “la madera de la trascenden­
ni dando un paso suplementario para realizar un yo cia”; no necesariamente el acceso a otro mundo, sino
no realizado o llegando a ser lo que somos, sino siendo lina ruptura con las suposiciones de este mundo. La
reconocidos como lo que somos, teniendo o dando niña del film de Jarmusch, que inflige una suerte de
acceso a otro mundo. Ése es un rasgo notable de las herida invisible al asesino de su amigo a partir de una
comedias de enredo matrimonial clásicas, un rasgo que identificación con ese amigo muerto, marca la sin­
he dado en llamar, según su modelo en la comedia cronía de dos mundos. Ese amigo había vivido según
romántica shakespeariana, “el mundo verde”, un lugar el código de lo que llamo “un mundo antiguo”, el de
que ofrece una perspectiva donde se desatan los nudos los samuráis clásicos (tal como lo ha aprendido de
de la confusión cómica, un lugar que (como aún me ellos), y acepta ser asesinado en tanto miembro de ese
gusta pensar), en cuatro de siete comedias que definen inundo, casi invocando esa extinción; pero la niña ha
al género del enredo matrimonial, se llama Connecti­ absorbido, y por tanto renovado, gracias a la amistad
cut (un lugar que en varias ocasiones aparece como de su amigo y al texto que le ha transmitido (un texto
Il8 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? 10 QUE EL CINE SABE DEL BIEN | 119

titulado Rashomon), el sentimiento de que no debe cías a un Dios que se ocultó por inadvertencia desde
mos permitir que el mundo actual represente todo hace mucho tiempo, amenaza con destruir toda exis-
cuanto deseamos. Icncia; Waking the dead [Resucitar un amor] (Keith
( iordon, 2000), en el que el deseo del amor y las aspi­
Hollywood siempre ha gustado oponer los mundos de raciones del pasado de alguien, que llegan al nivel de
lo cotidiano a los mundos de lo imaginario (jugando l.i alucinación, y por tanto de la posibilidad de la locura,
sobre las dos posibilidades primordiales del cine, el rea­ se reconcilian en la aceptación de la continuidad entre
lismo y lo imaginario), desde The wizard of Oz [El mago lo real y lo irreal, o entre los hechos y la imaginación,
deOz] (Victor Fleming, 1939), Lost horizon [Horizon­ y, como ejemplo final de ese deseo, una vez más el muy
tes perdidos] (Frank Capra, 1937) y It’s a wonderful life influyente Groundhog day, en el que ese deseo es lo bas-
[¡Qué bello es vivir!] (Frank Capra, 1946) hasta, en estos Iante fuerte para merecer - y sobrevivir a - la repetición
últimos años, The Matrix (una suerte de versión surre- nietzscheana de los días, o de un día, en cuyo trans­
alista/zen de la idea kantiana según la cual el mundo curso la perfección, o digamos el hecho, de una pro­
visible es ilusorio y el mundo real inteligible detenta la puesta amorosa es vista como algo que demanda y satis-
verdad sobre sus orígenes), y Being John Malkovich lace el eterno retorno de las etapas hacia el yo no
[¿Cómo ser John Malkovich? / ¿Quieres ser John Mal­ realizado. En todos estos films (todos ellos muy inte­
kovich?] (Spike Jonze, 1999), que descubre al pasar del resantes, de gran inteligencia y pasión) se precipita una
otro lado de un espejo una manera de devenir uno crisis en nombre de la exigencia de un nuevo comienzo,
mismo otro, y de ese modo también la contingencia de otra oportunidad. Quizá valga la pena añadir que
que radica en ser el que uno es; Fight club [El club de lres de los cinco films nominados para el Oscar al mejor
la lucha/ El club de la pelea] (David Fincher, 1999), en lilm en el año 2000 pueden comprenderse como films
el que el mundo de la identificación masculina insa­ que presentan mundos opuestos a lo que Emerson
ciable de la agresividad con la intimidad recibe una llama el mundo de la conformidad; American beauty
expresión tan constante que, siendo como el equiva­ | Belleza americana] (Sam Mendes, 1999), en el que el
lente personal de la guerra, se vuelve contra su crea­ deseo y la idea que un hombre desesperado alimenta
ción; Dogma (Kevin Smith, 1999), en el que una nueva de la belleza en los Estados Unidos lo llevan a la bús­
desobediencia surgida en el paraíso, hecha posible gra- queda de la juventud, al deseo de poseer un poder de
1 20 I El CINE, ¿ P U E D E HACERNOS M E JORES? LO QUE El CINE SABE DEL BIEN | 121

expresión transformado, figurado por pétalos de rosa u-lacionaban con los films de terror, dado que esos
que no cubren el mundo pero salen de su boca, y que lilms ponen en escena la idea de la transformación del
lo vuelven incomprensible e inquietante para Nortea yo y del mundo (idea que puede ser gloriosa o muy
mérica toda, y en el que una joven pareja igualmente espeluznante, o bien ambas a la vez), y les recuerdo
incomprensible e inquietante, cuyas maneras sin duda que el vasto registro hollywoodense de la comedia
evocan la posición que ocupan las parejas de las come­ musical juega esencialmente sobre la idea de que el
dias de enredo matrimonial respecto de la buena socie mundo ordinario no está sino a un paso de la armo­
dad, parte para ser mantenida por un mundo clandes­ nía estática (un elemento que es particularmente nota­
tino de personas que piensan como ellos, invirtiendo ble en los números de Fred Astaire, típicamente ori­
así el motivo habitual de la partida de Nueva York hacia ginados en acontecimientos y objetos de la vida
el campo; The sixth sense [Sexto sentido] (M. Night cotidiana: un paseo a lo largo de un río o de un andén
Shyamalan, 1999) en el que el genio de un niño capa/ ile estación, guarecerse de la lluvia debajo de un
de percibir/alucinar otro mundo no puede ser curado quiosco, patinar, jugar al golf, limpiar el piso, saltar
sino por otro que está en su lugar en ese otro mundo), sobre sillones demasiado mullidos).
y The cider house rules [Las reglas de la vida] (Lasse Los films de Erie Rohmer (uno de los grandes direc­
Hallstrom, 1999), en el que las reglas de un hogar de tores vivos de la Nouvelle Vague francesa) son de suma
inmigrantes, o llamémoslas “leyes para una nación importancia para mi propósito de perseguir la idea
de inmigrantes”, deben ser violadas para poder darles de una afinidad del cine con el momento trascenden­
una vida a los excluidos y a los huérfanos, como sucede tal que aún no se ha declarado. No sólo tal momento
a veces en que sólo se les puede dar esa vida en un lugar es el sello de su cine, sino que además va a la par de la
separado, poblado de excluidos y de huérfanos. creación de superficies lisas en las que no ocurre nada
Desconozco si tales ejemplos llamarán la atención más que llame nuestra atención, de suerte que ya no
del lector, precisamente porque son aleatorios, por­ sabemos decir qué interés nos mueve a seguir esas his­
que tienen el sabor de meros accidentes y además torias en las que suceden tan pocas cosas; una visita,
sugieren un número indefinido de otros casos seme­ un paseo en auto, una conversación en una tienda, una
jantes. Recuerdo haber señalado, en La búsqueda de la cita anulada por teléfono, un encuentro en una esta­
felicidad, que las comedias de enredo matrimonial se ción, un baño de mar. Sus films parecen representar
122 | EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ? LO QUE EL CINE SABE DEL BIEN | 123

descubrimientos del tedio y de la amenaza de lo ordi la falta de precaución, no la falta, lo que ella censu­
nario equivalentes al sentimiento en Wittgenstein del raba! Era la imprudencia [...].
deseo de la filosofía de conseguirlo y de escaparle n Sus defectos hay que achacarlos a falta de princi­
un mismo tiempo. Señalaré ahora una dirección de pios, Fanny; a un embotamiento de la sensibilidad
indagación suplementaria: los retratos del perfeccio y a una mente corrompida.*
nismo moral y de lo ordinario que ocupan las nove
las de referencia sobre la vocación y la vida domés I n pocas palabras, Mary Crawford es repudiada por
tica, de Jane Austen y de George Eliot. lener una concepción utilitarista del adulterio. Pero la
A modo de adelanto de futuros trabajos, cito el aria exigencia algo histérica de horror y de asco por parte
paroxística de Mansfield Park de Jane Austen, donde de Edmund parece despertar las sospechas del narrador
Edmund le refiere a Fanny el acontecimiento que le re­ no diré su repudio- en cuanto a la moralidad opuesta
vela la falsedad de un objeto de su amor y le abre los ojos del principio en cuestión: “La amistad de Fanny era su
sobre la verdad de otro, a saber, la fuga amorosa de Hen único refugio”,** la misma prima Fanny a quien cono-
ry Crawford con la hermana casada de Edmund -o más i ía desde la infancia (un rasgo significativo de las come­
bien el acontecimiento de la reacción de Mary Crawford dias de enredo matrimonial) y a quien había enseñado
ante ese acontecimiento que demuestra a los ojos de .1ponderar la armonía y el encanto de la vida por medio
Edmund que ella es un objeto imposible para el amor y del test de lo que ellos denominaban “mirar las estre­
el matrimonio-. La falta se revela en ella a través de la llas”. El último párrafo de la novela declara que Fanny
ira contra su hermano por la sola locura de su acto: concluyó que su vida y la de Edmund en Mansfield Park
habían sido “sencillamente perfectas”. Pero se trata de
Figúrate cuál no sería mi impresión. [...] ¡Exami­ una perfección respecto de la cual los lectores suelen
narlo todo con tanta ligereza, con tanta frialdad! manifestar algunas reservas, como si - a la inversa de
¡Nada de repugnancia, ni horror, ni feminidad! ¿He los otros matrimonios principales contraídos en el uni-
de decir, acaso, sin púdica aversión?
[...] Mary lo veía sólo como una locura, y una
* La cita corresponde a la edición en español: Jane Austen,
locura difamada sólo por el escándalo. [... ] En una Mansfield Park, Barcelona, Plaza & Janés, 1998, pp. 541 y 543.
palabra, era el descubrimiento... ¡Oh, Fanny! ¡Era ** Ibid., p. 547.
124 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? LO Q U E EL C I N E S A B E DE L B I E N | 125

verso de Austen- éste marcara el fin, y no el comienzo, El sentimiento en Jane Austen de un cuestionamiento
de una aventura espiritual, de una aventura que en su subterráneo de lo ordinario me lleva a formular alguna
totalidad depende de la palabra (un tema obsesivo en respuesta inicial a la cuestión de qué hay de bueno en
Mansfield Park), como lo exige el matrimonio entre dos este tipo de films sobre lo ordinario trascendental, a los
espíritus verdaderos. Ya no percibimos aquí eso qin que yo denomino “comedias de enredo matrimonial”.
George Eliot denominaba “la defensa de un mito", I’uedo dar una primera suerte de respuesta, importante
poniendo en boca de Daniel Deronda que una historia ,i mi entender, invocando una vez más aquello que di
ha sido “como una palabra apasionada -u n a imagen en llamar “mi decepción” respecto de la manera en que
extrema de lo que sucede cada día- la transmutación lohn Rawls concibe el perfeccionismo nietzscheano, y
del yo”. En una adaptación reciente de Mansfield Park ,inadiendo un comentario adicional sobre esta obra que
(Patricia Rozema, 1999; con Embeth Davidtz y Johnny ha hecho época. En Teoría de la justicia, Rawls nota que
Lee Miller) para la pantalla, la hipótesis según la cual el la adopción de su teoría, que pretende estar “más allá
casto desarrollo de la historia está ligado de un modo de todo reproche”, es en verdad un intento humano de
u otro al hecho de que este mundo se basa impercepti responder a la pregunta acerca de cómo vivir sanamente,
blemente en una economía del comercio y del trabajo puesto que la exigencia de justicia debe, en toda socie­
de los esclavos (un hecho que se menciona en varias oca­ dad real, permanecer sin respuesta, pues toda sociedad
siones en la novela) se vuelve cruelmente visible por existe en un estado de conformidad no estricta, sino
un cambio en la intriga que hace de la enfermedad del parcial, respecto de los principios de la justicia -a cada
hermano de Edmund un mal contraído durante su viaje cual le toca juzgar su grado de parcialidad, la distancia
por las plantaciones familiares en las Indias occidenta­ que mantiene con la estricta conformidad-. (Resumo
les, de donde regresa con un cuaderno de croquis que esta idea, en mi concepción del perfeccionismo emer-
representan los horrores de la vida de los esclavos, cua­ soniano, diciendo que una sociedad merece nuestra
derno que descubre Fanny, quien estaba junto al her­ lealtad si mantiene un nivel de justicia lo bastante bue­
mano durante su convalecencia. Refiero simplemente no para permitir la crítica de la sociedad y su reforma.
que, para mi gran sorpresa, la explicitación visual me I)escubro, para mi gran consternación, que nadie me
pareció captar brillantemente la significación de algo entendió, pues todos creyeron que yo aseguraba que
que la prosa de Austen pareciera después albergar. nuestra sociedad actual es bastante justa. Es una cons-
126 I EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ? 10 QUE EL CINE SABE DEL BIEN | 127

trucción absoluta.) Aquí sostengo que “estoy más allá 11íonial preguntan si una vida lo bastante buena, lo bas-
de todo reproche” es indecible, o decible tan sólo de lante prometedora, puede ser lo bastante feliz. Vale la
manera moralista, en la conversación de la justicia. Si pena, tal como he sugerido, detenernos en el hecho de
alguien profiere una reivindicación en contra de la que las comedias de enredo matrimonial siempre son
sociedad por envidia, o por codicia, o por ociosidad, invocadas en el cine, aun cuando no sigan producién­
o por enojo, etc., entonces es posible responderle eso dose exactamente esa clase de comedias.
Y si alguien niega que nuestra sociedad sea lo bas Se me ha sugerido dejar de llamar “perfeccionismo”
tan te justa para merecer nuestra lealtad, entonces es (lal como lo describo) a una teoría moral, probablemen-
posible responder que seguimos afirmando tal cosa. le porque no invoca principios o no propone cálcu­
Pero eso quiere decir, para mí, que esa persona no los válidos para todos, universalmente, sin distinción
intenta estar “más allá de todo reproche”, sino que por ile posición o de condición (si el aborto o la discri­
el contrario reconoce que su existencia social está com minación positiva son malos, entonces lo son cual­
prometida. Las parejas de las comedias de enredo quiera sea la persona en cuestión); el perfeccionismo,
matrimonial (entre los films que ponen en escena vidas por el contrario, considera cada vida en su singulari­
consagradas a la búsqueda de la existencia de lo tras dad. Si toda vida tiene un polo singular y un polo uni­
cendental) llegan a un punto de su vida en que deben versal (Emerson diría “representativo”), la perfec­
reafirmar sus matrimonios devolviéndolos intactos a ción pone el acento en el polo singular. Pero no utiliza
la participación en el mundo ordinario, y dar cuenta ese acento como una razón para eximirse de toda
de su fe o de su percepción de que dan su consentí representatividad. Bien puede poner en cuestión la
miento a la sociedad como un lugar donde es posible universalización de diversas maneras, negando, diga­
seguir una vida moral hecha de cuidado mutuo, y mere­ mos, que los principios morales sean mandamientos
cer pruebas de felicidad capaces de alentar a otros a lle­ (nunca mentir, o matar, o romper una promesa, u opo­
var sus vidas más allá; como si la felicidad en una demo­ nerse al derecho de otro a dar voz a sus opiniones),
cracia fuera una emoción política, y como si una pareja pero está condenada a una exigencia que es esencial
pudiera emprender la tarea de representar un porvenir para toda teoría moral, la exigencia de ser inteligible
general. La República de Platón pregunta si una vida (formular las razones de nuestros actos) para aque­
injusta puede ser feliz. Las comedias de enredo matri- llos cuyas vidas están concernidas por nuestros actos,
128 I El CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES?

o aquellos que pueden legítimamente cuestionar núes IV


tras razones. Pues el perfeccionismo no niega el rigoi Dos cuentos de invierno:
moral; destaca, por el contrario, el hecho de que l.i Shakespeare y Rohmer
vida moral es inevitablemente una vida de confron
tación, y que la violencia inherente a esa confronta
ción no se neutraliza por el hecho de que, por así decir,
nuestro juicio prevalezca en un caso dado. La confron
tación con otro juzga nuestra posición en relación con
otro, así como juzga las acciones del otro (el acto de Me propongo analizar aquí a la vez un texto literario
arrojar tanto como la llegada de la piedra). La posi y un film; no una adaptación cinematográfica precisa
ción moral -llamémoslo el “tacto moral”, o quizá la de ese texto con diferencias fascinantes, sino un film
torpeza moral- constituye un problema porque la mo que es una suerte de comentario de ese texto. Los dis-
ral no debería estar cautiva de nuestras conveniencias, Iinguiré manteniendo sus títulos respectivos, El cuento
Imaginar una sociedad donde cada cual pudiera estai ile invierno, para la obra de Shakespeare (traducción
tranquilo con su conciencia sería imaginar una socie canónica de The Winter’s tale), y Cuento de invierno
dad en la que, por ejemplo, la piedad o el terror y la | Conte d’hiver] (1992), para el film de Rohmer.
risa del teatro resultarían incomprensibles; dicho do La obra y el film están emparentados con el género
otro modo, en la que el vínculo entre el motivo, el acto narrativo que he denominado “comedia de enredo
y la consecuencia serían perpetuamente transparen­ matrimonial”. El hecho de que tal relato no concluya,
tes, y nuestros intereses (tanto interiores como exte­ como en la comedia clásica, con un matrimonio sino
riores) estarían siempre de acuerdo; de modo que, por con un rematrimonio significa que el relato comienza,
ejemplo, el remordimiento, la falta de reacción o la o culmina, con un divorcio o una separación equiva­
renuncia serían tan ajenos para nosotros como el lente, en todo caso algo que no es un simple malen-
miedo lo es para Siegfried. Puesto que la existencia lendido, un desafio, o una confusión (como en Sueño
humana no es eso, el mom ento de la intervención ile una noche de verano); además, la aventura no con­
moral, de la iniciativa de la conversación moral debe­ sistirá únicamente en unir a la pareja (eso ya se ha pro­
rían parecemos siempre cruciales. ducido), sino en reunirla, reformarla; tampoco consiste
130 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES?
DOS CUENTOS DE I NVIERNO: SHAKESPEARE Y ROHMER | 131

en superar con éxito obstáculos externos a su unión, en sus brazos como a un niño, y ella alza la cabeza para
sino obstáculos internos. Ese triunfo exige no una ree­ ilecir que no está herida, sino muerta; y en The awful
valuación moral de acciones o de decisiones partial truth [La picara puritana] (Leo McCarey, 1937), cuando
lares que se interpusieron entre ellos, sino la revisión y Lucy, digamos por metempsicosis, se convierte en la
la transfiguración de su modo de vida. Para resumirlo hermana de su marido Jerry. Y puesto que el matrimo-
en una fórmula, la dimensión moral que plantean estos nio, como acostumbro decir, es una imagen de la exis­
relatos es la del perfeccionismo emersoniano. tencia ordinaria o cotidiana, el problema de la pareja
Ese triunfo sobre un obstáculo interior se manifiesta es transfigurar o resucitar su visión de esa vida coti­
en El cuento de invierno como aquello que Lo'ic deno diana, algo que requiere, según las palabras que, como
mina “una resurrección”, y califica de rocambolesco. bien recuerdo, George Eliot pone en boca de Daniel
En un último gesto de gratitud para con Northrop Frye, I)eronda, “la transmutación del yo” “que acontece cada
cuyo libro Anatomía de la crítica causó en mí tan fuerte día”. He definido la forma que adquiere esta transfor­
impresión por la época de su publicación, cuando yo mación como el hecho de reconocer lo extraordina­
comenzaba a enseñar (lo cito en el final del primer rio en lo que consideramos ordinario, y lo ordinario
ensayo que publiqué sobre Wittgenstein, “The availa­ en lo que consideramos extraordinario. Puede decirse
bility of Wittgenstein’s later philosophy”, del año 1961),' que la refracción particular que recibe esa percepción
quiero referirme a su observación de que en aquello en la meditación de Rohmer sobre El cuento de invierno
que él denomina la “Comedia antigua” la mujer de la de Shakespeare es una interpretación, o una transfigu­
pareja protagonista sufre algo similar a una muerte y ración de la paciencia fatal de la mujer y de su impa­
a una resurrección. Frye lo opone explícitamente al ciencia en “La bestia de la jungla” y en Letter from an
ejemplo de la comedia hollywoodense, sin dar más unknown woman [Carta de una desconocida] (Max
detalles. Sin embargo, es evidente que algo equivalente Ophüls, 1948).
a la resurrección o al renacimiento ocurre en The Phi Cuanto más veo Cuento de invierno de Rohmer,
ladelphia story [Historias de Filadelfia] (George Cukor, tanto más percibo que contiene bellas y sorprenden­
1940), cuando Mike lleva a Tracy, salvada de las aguas,1 tes confirmaciones del tipo de afirmación que ade­
lanté respecto de El cuento de invierno de Shakespeare
1 E n sa y o in c lu id o e n Must we mean what we say?
en uno de los seis ensayos dedicados al escritor inglés,
132 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? DOS CUENTOS DE I NVIERNO: SHAKESPEARE Y ROHMER I 133

principalmente a sus tragedias, y que he compilado en Por el contrario, el film de Rohmer parece, por así
un volumen en el año 1986. En el comienzo de aquel decir, saltarse esa primera parte y comenzar por un
ensayo, señalo que al final de la obra de Shakespeare resumen de la fiesta de fin de estío que se lleva a cabo
queda un niño muerto de 5 o 6 años del que nada se en el pueblo rural, que constituye la mayor parte de la
nos dice. Y tengo la impresión de que los planos repe segunda sección en la obra de Shakespeare. Rohmer
tidos en Cuento de invierno sobre la pequeña Élise, traspone la vivacidad del cuadro pastoral en una
de 5 años, sola en un campo, que la cámara de Rohmer secuencia rápida de imágenes de una pareja que retoza
intercala a menudo, están ahí como para asegurar su en una playa colmada de gente, se fotografía m utua­
existencia. Sin embargo, en el comienzo, me costó creer mente, anda en bicicleta por los bosques, pesca, pre­
que el film de Rohmer confirmara así mis reflexio­ para la cena, hace el amor, lo cual parece evitar preci­
nes anteriores. La obra de Shakespeare está dividida samente la parte en que la locura de Leontes domina
en dos partes. La primera, que comprende los actos 1 la intriga.
a ni, es de hecho una tragedia condensada, que revi­ Así, antes de llegar a la respuesta, o quizás a la com­
sita las intensidades dementes de los celos que Otelo petencia que el film de Rohmer le hace a la obra de
ya interrogaba. La segunda parte, un poco más extensa, Shakespeare -y aun podemos verlo, de manera más
comprende los actos iv y v, y debe pasar por la gran general, como una declaración de la rivalidad del cine
celebración pastoral de la naturaleza en el acto iv para con el teatro-, quisiera simplemente presentar mi posi­
llegar a un retorno trascendental, casi religioso, de la ción sobre la tragedia shakespeariana en relación con
realidad que la tragedia, o algo similar, había negado. la preocupación filosófica, durante un largo período
(Hasta qué punto este retorno se aproxima a lo reli­ de la edad moderna, por las crisis del conocimiento
gioso y en qué sentido: he aquí una pregunta plan­ asociadas a las revoluciones religiosas y científicas del
teada explícitamente tanto en la obra como en el film.) siglo xvi y de principios del xvn (revoluciones ligadas
Mi ensayo sobre El cuento de invierno, que desarro­ a los nombres de Lutero, Newton y Galileo). Por lo
llaba la inquietud de los demás ensayos sobre la tra­ general, se considera que la filosofía comienza con Des­
gedia shakespeariana, pone el acento en el escepti­ cartes y la subjetivización de la existencia que él opera
cismo destructivo del mundo que se formó en el estado (de acuerdo con la visión de Heidegger), pues mues­
de ánimo de Leontes en la primera parte de la obra. tra que la duda tiene el poder de poner radicalmente
1 3 4 I EL cine, ¿puede hacernos mejores? DOS CUENTOS DE I NVIERNO: SHAKESPEARE Y ROHMER | 135

en cuestión la existencia del mundo, del yo y de los mortal; en el caso de Macbeth, sobre la identidad o la
demás en el mundo, existencia que no puedo recupe­ naturaleza de su mujer.
rar a menos que reconozca que no puedo dudar de que En El cuento de invierno, el deseo que tiene Leon-
pienso; todo ello es reforzado por el descubrimiento les de matar al mundo, aquello que en el mundo le
subsiguiente según el cual mi pensamiento reconoce pertenece, nace de algo que se parece a los celos devo-
ineluctablemente -lleva, por así decir, el sello de- la radores de Otelo, pero que se vincula directamente,
existencia de Dios. Buena parte de la filosofía poste­ como habré de señalar, con una reacción ante el emba­
rior -de la filosofía profesional, universitaria, en todo razo de su mujer, Hermiona, que se expresa en una
caso- retuvo el escepticismo pero perdió el camino duda por saber si sus hijos son verdaderamente suyos.
hacia Dios, de modo tal que hizo de la existencia del Mi ensayo sobre El cuento de invierno elabora una argu­
mundo el problema epistemológico persistente de un mentación destinada a sostener esa lectura. En lo que
conocimiento perpetuamente injustificado. Aquello sigue, me contentaré con retomarla y reafirmarla. La
que afirmé respecto de la tragedia shakespeariana es locura de Leontes es magnificada cuando se nos mues-
que, en la generación precedente a la inauguración de tra que, tras haberse concentrado en la paternidad del
la filosofía moderna por parte de Descartes, Shakespea­ niño a punto de nacer, la hace extensiva a la paterni­
re ya exploraba, en los personajes principales de sus dad de su hijo de 5 o 6 años. Para el nuevo embarazo,
tragedias, figuras cuya energía destructiva puede ser tiene cuando menos la gracia o la desdicha de elucu­
vista como resultado de esa falta de certeza epistemo­ brar ciertas pruebas que identifican a otro padre, Polí-
lógica, pero que apuntaba en cada caso a un tema dife­ xenes, su amigo de la infancia, que regresó no hace
rente, a una vía diferente por la cual el fundamento mucho tiempo. El hecho de que El cuento de invierno
de una vida parece ceder ante un momento de duda, difiera de las obras en que el escepticismo sólo pro­
arrojando el mundo a un caos hostil y penoso. En el caso duce la tragedia -d e suerte que se lo sitúa tradicional­
de Otelo, es una duda, expresada a la manera de celos, mente en las comedias románticas (Romances) del final
sobre la fidelidad de Desdémona; en el caso de Lear, de la carrera de Shakespeare (con Pericles, Cimbelina
la duda recae sobre la necesidad de saber si es amado; y La tempestad)- me parece marcado de manera espe­
en el caso de Hamlet, sobre el valor de la existencia cífica por una particularidad que sirve de base a Leon­
humana, sobre la maldición de haber nacido, de ser tes para dudar (de su paternidad), que - a diferencia
136 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? DOS CUENTOS DE I NVIERNO: SHAKESPEARE Y ROHMER I 137

de las dudas en las grandes tragedias, por lo genernl parece ser parte de su encanto y a la vez aquello que
relacionadas con la fidelidad, o con el mérito del ser los fastidia de ella o que los deja perplejos, digamos,
amado, con el valor de la existencia humana, o con hi frente a su misterio, su carácter desconocido, algo que
naturaleza del cónyuge- no es una duda a la cual un;i ella siente en las reacciones que suscita-, ese empeci­
mujer pueda estar expuesta. ¿Qué sentido tendría par.i namiento debe funcionar en su mundo de la manera
Hermiona dudar de que sus hijos son efectivamente en que la extrañeza extravagante y mortífera de Leon-
suyos? Quiero aclarar que de ello no se infiere que las tes funciona en el suyo.
mujeres en general no estén expuestas a lo que la filo Si lográramos establecerlo, sin duda sería un resul­
sofía llama “la duda escéptica”, sino tan sólo que tado notable, pues significaría que las consecuencias
cuando lo están, su duda sobre la existencia no se de una acción melodramáticamente trágica a la que
expresa necesariamente en relación con su progenie, nos somete la locura humana están activas en todas
y puede expresarse mediante una emoción distinta de partes, en un plano que escapa a la observación, en el
la duda. (Pueden sentir angustia por el padre de sus mundo de la existencia cotidiana, que es el lugar de
hijos, por ejemplo.) residencia inmutable de Félicie. En mis diversos estu­
Sostengo que, en realidad, Rohmer revela en el per­ dios sobre el escepticismo en relación con Descartes,
sonaje de Félicie una suerte de escepticismo (que se Hume, Kant, Wittgenstein, etc., desarrollados funda­
centra en preguntas sobre sí misma, pero que está oscu­ mentalmente en mi libro Reivindicaciones de la razón,
ramente ligado con el sentimiento de decepción que el escepticismo se opone a lo que podemos ver, a modo
los demás le inspiran), y que está, también él, superado de reacción ante la amenaza escéptica, como la vida
por algo semejante a la fe, pero que además debe dis­ ordinaria o cotidiana. El escepticismo irrumpe en esa
tinguirse de lo que podríamos esperar de la fe. Esto vida como una hipótesis con la que no puedo vivir: el
sugiere que la primera mitad, trágica, de El cuento de mundo, yo mismo y los demás me resultan radical­
invierno, así como su segunda mitad reparadora, cons­ mente desconocidos. Debo encontrar una manera de
tituye pese a todo un objeto de discusión en el film. Sin alejar esa duda -quizás a través de lo que Pascal llama
embargo, de ser así, entonces algo en la extrañeza de “el gusto por el entretenimiento”, o lo que Píume des­
Félicie ante el mundo, llamémoslo su “empecina­ cribe como el deseo de sociabilidad, o lo que Kant llama
miento”, que todos cuantos la rodean sienten en ella “reconocer los límites necesarios del entendimiento
DOS CUENTOS DE I NVIERNO: SHAKESPEARE Y ROHMER I 139
138 I EL LINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES?

humano”, o lo que Wittgenstein denomina “los lími 110 recuerdo, al contento de la vaca) sobre nuestro cono­
tes de mi lenguaje”-. Pero si la sugestión de Rohmei cimiento de la existencia del mundo exterior. (Hay una
es válida, nuestras inclinaciones al escepticismo o, diga vaca semejante al principio de la primera Considera­
mos, a un conocimiento que supere las facultades ción intempestiva de Nietzsche sobre la historia. El
humanas, no están anunciadas de antemano y pueden “Schopenhauer como educador” de Nietzsche cons­
estar en marcha en cualquier parte, introducidas tanto tituye, como podrán recordar, su tercera Consideración
en la calma estival y playera como en el trabajo de coe intempestiva.) Hacia el final de esa velada, Loic recita
xistir cada día con los demás cuando se regresa a la ciu tin poema de Victor Hugo con extrema sensibilidad,
dad, cuando se camina por las calles junto a ellos, se de un modo a la vez conmovedor e intrigante, dra­
sube y se baja las escaleras con ellos por túneles, sen­ matizando así un giro del espíritu intelectual que atrae
tados entre ellos en los trenes, en el subterráneo, en el a Félicie y le desagrada a un mismo tiempo. Loic es
autobús y en los automóviles. identificado a la vez como filósofo de profesión y cató­
Con el objeto de seguir esta contravisión de Roh­ lico creyente, y Félicie no confía ni en lo uno ni en lo
mer, lo consideraré aquí muy seriamente como pen­ otro. (Quizá sea pertinente señalar que tanto Pasaje a
sador, como un pensador cuyo órgano de pensamiento la India de E. M. Forster como Los miserables y Nues­
es, por supuesto, la cámara. “Tomarlo en serio” signi­ tra Señora de París de Victor Hugo son novelas impor­
fica atribuirle el poder de adosar intelectualmente tesis tantes que también constituyeron el punto de partida
planteadas por escritores tales como los cinco autores de grandes films.) Cuando más adelante en el film Loic
citados específicamente en el film. Además de Sha­ lleva nuevamente a Félicie a su casa, después de haberla
kespeare, se nombra a E. M. Forster, Victor Hugo, Pas­ acompañado a ver la representación de El cuento de
cal y Platón. La novela de E. M. Forster, El más largo invierno (esto se produce como por azar, cuando Féli­
viaje, está sobre la alfombra cuando Félicie regresa a cie regresa para decirle a Loic que finalmente ha dejado
la casa de su amigo Loic para decirle que lo deja por a Maxence, pocos días después de mudarse con él, pero
Maxence, el dueño de la peluquería donde ella trabaja. no para volver a vivir con Loic), la discusión de ambos
El pasaje en cuestión, situado en el principio de la se focaliza en pasajes muy célebres de las obras de Pas­
novela, es aquel en que un personaje ve a una vaca en cal y de Platón, que Félicie no ha leído, pero cuyas intui­
un campo y se pone a especular (por oposición, si mal ciones -aquello que Loic llama “su ciencia infusa”-
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captan como algo esencial en lo que esos monstruo', momento trascendental, una declaración de que el
del intelecto han aportado al edificio cultural. Reac mundo que se nos muestra, como las palabras que nos
cionando a la precisión de las formulaciones de Félicie, son significadas, no es la totalidad del mundo existente
Lo'ic dice: “Me matas”. Podríamos preguntarnos poi ni todo cuanto queremos decir. Uno de mis ejemplos
qué se expresa de esa manera. Quizá sea una medida preferidos de esa clase de momento se encuentra en Le
de la seriedad de Rohmer el suponer que ha querido rayon vert [El rayo verde] (Erie Rohmer, 1986), en el que
que la cámara valide, o descubra, el hecho de que es de una joven abandona una cena aburrida en el campo
esperar que la ciencia infusa o instintiva, en todo caso para pasear sin rumbo y se pierde en un bosque sin fin;
la filosofía instintiva, comience con la articulación en el momento en que una ráfaga de viento anima los
de la intuición de un individuo. (Eso habrá de const i árboles y los hace temblar, ella se larga a sollozar. No
tuir un comentario sobre la degradación que padece se diría que solloza porque teme estar efectivamente
la filosofía cuando surge de una articulación sin intuí perdida; y si fuera por ese sentimiento de soledad, no
ción, generando así la impresión de pensamientos redu es tanto por la soledad en sí misma cuanto por la pers­
cidos a meras palabras, o a palabras vacías. Es una pectiva solitaria que permite ese lugar en la naturaleza,
manera de expresar lo que causa, diferente y contra­ donde súbitamente se siente liberada de toda coerción;
dictoriamente, el desasosiego a la vez de Lo'ic y de Féli podríamos decir, incluso, que ya no se siente despla­
cié en esa discusión a principios del film; en el caso zada, estremecida por un sentimiento extasiado de lo
de Lo'ic, referida al escepticismo y a la metempsicosis, posible. Evidentemente, la intuición extasiada a la que
a la transmigración de las almas, a los temas de Pascal habrá de llegar Félicie en el automóvil de Lo'ic es alcan­
y de Platón, que también son abordados en la extensa zada en condiciones del todo opuestas. Allí, ella y Lo'ic,
secuencia del coche.) cuyo amor acepta sin poder corresponderle, no están
Ahora bien, ¿qué significa que la cámara de Rohmer expuestos al gran viento y al pleno cielo, sino ence­
puede “validar” o “descubrir” orígenes intelectuales? rrados juntos en un espacio reducido, semejante a una
¿Qué se le revela? ¿Qué llama su atención? ¿Qué auto­ caverna, apartados del m undo hum ano y natural,
riza su testimonio? Un film de Rohmer, de manera envueltos ambos en el humor de esa mujer.
característica, comprende un pasaje donde una mujer En ese humor, impelido por el efecto de la obra de
es, por así decir, sustraída de lo ordinario por un Shakespeare sobre él, Lo'ic plantea el interrogante más
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evidente que suscita la obra, a saber, si en el final la visiones, y a ellas os la abandono”, a lo cual Leontes
mujer revive gracias a la magia o bien si no estaba replica: “¡Vuestros actos son mis visiones!”.* He aquí
muerta. Félicie le explica a Lote que, aunque él sea ere anuncios explícitos de que lo que sucede exige un
yente, no reconoce la fe; y luego le comunica un hecho tiempo para la comprensión o el reconocimiento. Y,
que lo sorprenderá: el día en que ella dejó a Maxence por añadidura, noto que la idea de lo que sucede deja
en Nevers, se descubrió a sí misma rezando, y para su marca en el guión de Rohmer. Varias personas dicen:
colmo rezando en una iglesia. Es necesario, pues, con “Sucedió, eso es todo”, “Esas cosas pasan”, “Podría
siderar en Cuento de invierno dos clases de tiempo: haberle pasado a cualquiera”. En un mundo freudiano
un tiempo de la experiencia de la trascendencia (en la de interacción entre los hombres, casi nada sucede, eso
iglesia y en el teatro) y un tiempo de la formulación o es todo; por eso, justificar la calificación “eso es todo”
de la comprensión de esa experiencia (en la secuencia exige la máxima atención. Tendremos, pues, que vol­
del auto). El nombre que Freud da a esa relación tem ver sobre este punto.
poral es nachtraglich (que significa algo así como “por No bien comprendemos que Rohmer está produ­
añadidura” o “a posteriori”), pero el uso que le da (en ciendo una meditación sobre la obra de Shakespeare,
particular en el caso de la interpretación de la escena y que no se conforma con incorporar aquí y allá comen­
primitiva) no es tan sólo que algo viene a posteriori -o tarios sobre algunos de sus temas, sabemos que no
en increm ento- de lo que se ha vivido, sino que al podría eludir el desafío teatral máximo de la estruc­
volver sobre lo que ha sucedido, el retorno lo revela tura shakespeariana, a saber, considerar si el reemplazo
por primera vez, como si la primera vez en que suce­ de la estatua por la vida “captura”, en términos teatra­
dió hubiera sido un sueño. (En mi opinión, el vínculo les, si el público recibe la motivación suficiente para
que Emerson establece entre la Intuición y la Instruc­ no desatender a ese momento. Conozco eminentes sha-
ción [“Tuición”], vínculo al que denomina el “pensa­ kespearianos, entre los más talentosos, que no sintie­
miento”, es una relación del mismo tipo.) Es notable ron que esa escena final los hubiese capturado real-
que intervengan sueños en el texto de esa obra de Sha­
* La cita corresponde a la edición en español: Shakespeare, El
kespeare, como en el acto m , escena n, donde Her-
cuento de invierno , en Obras completas, vol. 11: Comedias y poesía,
miona le dice a Leontes: “Señor, habláis un lenguaje trad, y notas de Luis Astrana Marín, Madrid, Aguilar, 2003, acto
que no entiendo. Mi vida está al alcance de vuestras ni, escena 11, p. 706.
144 I EL c i n e , ¿ p u e d e h a c e r n o s m e j o r e s ? DOS CUENTOS DE INVIERNO: SHAKESPEARE Y ROHMER I 145

mente -la escena del despertar o de la resurrección-. Ahora bien, ¿cuándo nos enteramos de que el film
Eso constituye una crítica radical de una obra que paro se confronta con la obra de Shakespeare? Supongo que
otros, igualmente talentosos, alcanza los niveles más un momento temprano e incuestionable -como si fuera
altos del teatro. Cuando digo “no eludir el desafío tea un punto topológico fijo de la identidad de estas dos
tral máximo”, quiero decir que Rohmer crea un mo obras- es aquel en que Félicie se identifica a sí misma
mentó análogo en su film, a saber, el retorno del padre en su conversación con Maxence durante un fin de
ausente. Que ese momento nos “capture” en el film semana en que van juntos a Nevers para una visita pre­
de Rohmer depende menos de la superación de la inve via, antes de que ella y su hija Élise se unan con él de
rosimilitud científica -los encuentros casuales son manera definitiva. En un extenso intercambio con
acontecimientos bastante habituales en una gran ciu Maxence, donde la simpatía expresa de este último con­
dad llena de gente- que del hecho de saber si nos “ha firma la decisión que ella ha tomado de irse a vivir con
capturado” minuto a minuto, desde los reconocimien él, ella da una explicación de la manera en que -al tér­
tos del padre y por el padre hasta la alegría extasiada dé­ mino del verano pasado en la playa- ha dado por error
la réplica “Lloro de alegría”, y su repetición por parte- a un hombre llamado Charles una dirección falsa, del
de la pequeña -que de tal modo recibe un concepto motivo por el cual en esa época él no tenía ninguna
que no es capaz de comprender en ese momento-. El dirección para darle, y ella no podía ser hallada en la
tiempo de su comprensión, o de su comprensión revi­ guía de teléfonos, pues su apellido no era el de su madre
sada, en caso de llegar en algún momento, está a años (que había retomado su nombre de soltera y con quien
de distancia. La atención que el film concede a los vivía cuando no estaba con un hombre) y su nombre
momentos de ensimismamiento de la niña me sugiere no era el de sus hermanas (ambas casadas). Concluye
que esa réplica, que entremezcla lágrimas y alegría, esa parrafada observando: “Soy una chica inhallable”.
tomada de su madre, hace nacer en ella una referen­ Ahora bien, he aquí una bonita referencia a la réplica
cia a partir de la cual podrá criticar las lecciones que de Paulina, en Shakespeare, que, por decir así, devuelve
el mundo se complace en darle, a saber, que la exis­ la vida a Elermiona: “Volveos, buena señora y reina.
tencia es inevitablemente tan melancólica como la Nuestra Perdita es hallada”.* Puesto que la frase de Pau-
mayoría de los adultos suponen que es, naturalmente,
la condición humana. Trad. esp. cit.: acto v, escena 111, p. 735.
146 I El CINE, ¿ P U E D E HACERNOS MEJORES? DOS CUENTOS DE I NVIERNO: SHAKESPEARE Y ROHMER I 147

lina figura en la escena final de la obra, de la que Roh en la obra de Shakespeare entre Sicilia y Bohemia. De
mer incorpora lo esencial, mostrando enseguida a Loic hecho, estoy dispuesto a considerar la relación, qui­
y a Félicie en el teatro, Félicie se escuchará práctica zás aun más sutil, de Félicie con el peinado como una
mente invirtiendo su propia réplica en el marco de la referencia urbanizada y humorística a la esquila de
visión de esa obra que la transforma. ¿Creemos que las ovejas, puesto que las dos modalidades de corte
Félicie interpreta la réplica de Paulina como una con están simultáneamente asociadas con las fiestas y el
tradicción de la suya, o bien a la inversa? En otras pala dinero, y representan lugares donde la mujer está en
bras, ¿se percibe a sí misma como un eco, un negati su lugar y no está en su lugar. (En la fiesta shakespea-
vo, de Perdita? Probablemente, esto es algo de lo que reana, Perdita es una princesa de incógnito que hace
se discute en la conversación en el auto, conversación de reina de la fiesta.)
a la que debemos prestar mayor atención. Un vínculo más serio, sin duda alguna, o más explí­
Ya hemos demostrado lo suficiente la existencia de cito, entre el film y la obra es la insistencia de Loic,
vínculos entre el film de Rohmer y la obra de Shakes­ durante la primera conversación en su casa con ami­
peare como para ser sensibles a las alusiones más suti­ gos intelectuales, en la diferencia entre religión y magia
les. Por ejemplo, consideremos los dibujos que hace o superstición, lo que también evoca unos versos que
la hija de Félicie, Élise (de 5 años y meses, supongo oímos en la escena de El cuento de invierno represen­
yo; el film, tras la secuencia del prólogo, sitúa su de­ tada en el film, en el momento en que Hermiona obe­
sarrollo entre el solsticio de invierno y el Año Nuevo): dece a la orden de Paulina de mostrar que está viva, y
flores, una princesa y un payaso, donde pueden apre­ en que Paulina instruye a los espectadores: “¡No os
ciarse referencias a los motivos principales de la pas­ sobrecojáis! Sus acciones serán tan santas, que os
toral del acto iv de la obra, en Bohemia, donde Per- declaro que mi mandamiento es legítimo”; a lo cual
dita es reina de la fiesta anual de la esquila de ovejas. Leontes responde: “¡Si es cosa de magia, que sea un acto
Y, dada la importancia en otros films de Rohmer de tan lícito como la acción de comer!”.* Esta asocia­
la perspectiva en los desplazamientos de lugar a lugar, ción indirecta de Loic con la Paulina de Shakespeare,
con idas y vueltas, como si nadie estuviera nunca en que convierte así a Loic en el amigo y protector de Féli-
casa, me siento inclinado a ver en los dos trayectos de
París a Nevers una suerte de alusión a la ida y vuelta * Trad. esp. cit.: acto v, escena 111, pp. 734 y 735.
DOS CUENTOS DE INVIERNO: SHAKESPEARE Y ROHMER I 149
148 I EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ?

cié, liga a Félicie tanto con Hermiona como con Per vida, de un porvenir en el que ella ya no habrá de par­
dita, tanto con una madre como con una hija (todas ticipar, se expresa en la simplicidad con la que señala,
ellas cosas que Félicie nos ha demostrado ser, a dife cuando en el final del film ve a su nieta sentada sola
rencia de las mujeres de la obra de Shakespeare). La en el sillón del comedor, alejada de la energía de los
obra insiste en el parecido entre la madre y la hija, lo alegres abrazos de sus padres, “mamá está con papá”,
que también es destacado en el breve y chocante y entonces le pregunta si no está contenta.
momento de deseo incestuoso que sobreviene cuando Un momento clave de la relación entre la obra y el
Perdita es presentada a Leontes como la novia de Fio- film, relativamente breve pero con todo irrefutable,
rizel (el hijo del amigo cuya muerte había deseado quizá sea el más intrigante: el reflejo inmediato y
Leontes en su locura inicial), cuando declara que pedi dichoso del padre redescubierto (Charles) -después
ría gustoso su mano, lo que suscita la intervención de que hubiera preguntado: “¿Es mi hija?” y oír que
inmediata de Paulina. Es más interesante para Roh­ Félicie le respondía: “No la ves parecida”- de alzar a
mer subrayar, antes que ese carácter incestuoso (que Élise en brazos. Cuando Leontes le pregunta a su hijo,
sugiere las prerrogativas y la antisociabilidad del poder de 5 o 6 años,“Mamilio, ¿eres tú mi mozuelo?”, y luego
absoluto), el simple hecho de que todas las madres le señala “Dicen que [tu nariz] es copia de la mía”,* esto
necesariamente empezaron siendo hijas, así como todo expresaba un sentimiento, o un presentimiento, que
anciano alguna vez fue joven. Que tales verdades pue­ lanza a Leontes (o bien era un argumento desesperado
dan tener el efecto de revelaciones me parece indicado destinado a impedir que fuera arrojado) a su parra­
por la manera en que la maravillosa madre de Félicie fada de delirio patente, donde relaciona la pasión del
acepta la realidad de la vida erótica de su hija. Cuando contagio y de los sueños que cuestionan aquello que
Félicie le dice a su madre que prefiere el lado basto es y no es posible. ¿Qué interés tiene esa yuxtaposición
de Maxence a la ternura de Loic, esta última le res­ de Charles y Leontes? ¿O se trata más bien de una yux­
ponde: “Está bien, los hombres tiernos son raros”, taposición de Félicie y Leontes, puesto que es ella quien
me sorprendo recordando las escenas del prólogo, plantea la pregunta por el parecido entre el padre y la
cuando Félicie y Charles juegan en la playa, como si hija? (El hecho de que señale particularmente la nariz
fueran imágenes de su madre recordando su propia
juventud. Y la aceptación por parte de la madre de una Trad. esp. cit.: acto 1, escena 11, p. 692.
150 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES?
DOS CUENTOS DE INVIERNO: SHAKESPEARE Y ROHMER ! 151

se muestra cuando, en la iglesia de Nevers, observa que el reino del arte pueden, uno u otro, constituir tales
una efigie de santa tiene la nariz recta. Un poco antes, medidas. Es un mundo -el mundo de los hombres es
la escuchamos conversando con su hermana: ambas un m undo- donde todo puede suceder; cualquiera
comparaban las apariencias de los hombres, y ella decía puede perderse en él; cualquiera puede ser hallado
que Lo'fc tenía la misma nariz, tras lo cual añade que donde sea. Las palabras que dan comienzo a la obra
nunca le ha gustado la suya. Esto plantea la idea de Loic de Shakespeare son: “Si tenéis la suerte..
como hermano, lo cual será confirmado por ella a con­ Detengámonos en el hecho de que la oposición entre
tinuación cuando diga que si se hubieran conocido Charles y Leontes se enuncia en la mente de Lélicie;
en otra vida, podrían haber sido hermanos, y al mismo ella habría escuchado la duda de Leontes acerca de su
tiempo esto anuncia la idea de que ella quiere que el parecido con el hijo durante la representación de la
niño tenga la nariz de su padre, no la suya. Por tanto, obra a la que la hemos visto asistir poco antes. Por con­
todo sucede como si ella reformulara la pregunta sobre siguiente, ¿qué relación hemos de establecer entre Péli-
la comparación que plantea Leontes.) cie y Leontes, teniendo en cuenta su reconocimiento
El interés de contrastar a Charles con Leontes no de que, como Charles, ha tomado de boca de Leontes
reside en subrayar el ataque de locura de Leontes; ¿qué una pregunta referida al rostro del padre y de su hijo,
puede subrayarlo más que la inmediatez y la avidez con de modo tal que interpreta así brevemente su papel?
las que él adhiere a su propia locura? Y no vemos cómo Esta sustitución algo demente puede tener la fuerza
estaría ahí para subrayar la normalidad de Charles, suficiente para poner en crisis lo que he dado en lla­
puesto que casi todos son diferentes de Leontes y no mar “la seriedad” de Rohmer cuando evocaba sus diver­
podrían ser llamados “normales” por ese motivo. Quizá sas ingestiones, en fragmentos tan copiosos como
sea para poner en duda lo que podría ser considerado minúsculos, de la obra de Shakespeare, para pregun­
normal en un mundo anormal, un mundo donde en tar desde un principio qué aspecto de El cuento de
todo caso no tenemos medida de lo normal, e incluso invierno de Shakespeare hizo del film de Rohmer una
podría decirse que tampoco tenemos medida de lo natu­ meditación sobre esa obra.
ral. Podemos interpretar la gran pregunta de la secuen­ He citado como reacción inicial ante esta relación
cia pastoral, el acto más extenso de la obra, como la in­ la alusión irrefutable de la frase “Yo soy la chica inha-
terrogación por saber si la naturaleza misma o si todo llable” de Lélicie a la declaración de Paulina “Perdita
1 5 2 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? DOS CUENTOS DE INVIERNO: SHAKESPEARE Y ROHMER | 153

es hallada”; y ahora, con este nuevo paralelo, más lambién; pero un papel tan vil, que el desenlace me
extraño, de una réplica de Félicie con palabras de conducirá a fuerza de silbidos a la tumba”) / En mi
Leontes, me veo inclinado a sugerir -retrospect i ensayo sobre la obra de Shakespeare, me sirvo amplia­
vamente, por supuesto, en el recuerdo, en el cuen mente del hecho de que el cuerpo de la obra (tras el
to/recuento, en la reconstitución y el reconocimiento- procedimiento bien shakespeareano de una escena de
que la entrada en la meditación se manifiesta en el prólogo donde un intercambio entre personajes
hecho de que la apertura misma del film es una secundarios preludia una mayor cantidad de pro­
secuencia donde se yuxtaponen los juegos de verano blemas del mundo de la obra de lo que podría adivi­
a orilla del mar, separados de París por un viaje en narse de antemano) comienza con las siguientes pala­
tren seguido de un trayecto en transbordador. (No le bras: “El pastor ha visto nueve cambios del húmedo
pido demasiado, para comenzar, al conocimiento de astro”** (es decir, la luna), palabras que señalan el
aquello que la historia de Shakespeare - en ésta se va hecho de que Hermiona está embarazada de nueve
por vía marítima desde Sicilia hasta Bohemia- exige: meses (dará a luz uno o dos días más tarde) y simul­
que imaginemos que Bohemia está a orillas del mar, táneamente la duración de la estadía en Sicilia de aquel
motivo de burlas desde hace siglos o de desasosiego que pronuncia esas pocas palabras, Políxenes, el visi­
por parte de los críticos y los editores de Shakespea­ tante fraternal de Leontes. El choque de estos dos
re.) Más serio es, a nuestro juicio, que la secuencia de hechos en el espíritu de Leontes, por así decir, inflama
disfrute del comienzo termine con el recurso a una su locura. Mi ensayo, ya lo he dicho, sostiene que es
escena sexual cuya conclusión motiva las primeras el hecho del embarazo de Hermiona lo que enloquece
palabras que el hombre pronuncia en el film: “Te a Leontes, lo cual significa que sus celos hacia Polí­
arriesgas” -lo cual vuelve explícita la posibilidad de xenes son una pantalla para esa locura. (Del mismo
un embarazo, cuyo riesgo la mujer tiene claras ganas modo, en mi ensayo sobre Otelo sostengo que los celos
de asumir, como bien lo indica la risa espontánea y de Otelo hacia Casio son una pantalla para su desaso­
enigmática con la que le responde-. Veo en ello una siego ante la capacidad de reacción erótica distinta
suerte de materialización de la relación sexual invi­
sible que ha enloquecido el espíritu de Leontes (“Anda, * Trad. esp. cit.: acto i, escena n , p. 693.
juega, muchacho, juega. Tu madre juega, y yo juego ** Ibid., p. 690. Traducción modificada.
154 I EL c i n e , ¿ p u e d e h a c e r n o s m e j o r e s ? DOS CUENTOS DE INVIERNO: SHAKESPEARE Y ROHMER I I55

que Desdémona tiene para con él, para con Otelo) bre del municipio, pues cada uno tenía un nombre
¿Por qué ese embarazo constituye una amenaza para poco evocador (un poco como si no recordáramos si
Leontes? ¿Por qué urde una astucia psíquica para Leontes es rey de Sicilia o de Bohemia)-, recuerda que
negar el papel que ha asumido? No creo que poda­ advirtió su error cuando tuvo el mismo lapsus “al cabo
mos averiguarlo -ta l vez sea porque el nacimiento de seis meses, cuando llené los papeles para la mater­
hablará de su propia condición de mortal, de alguien nidad”. Así pues, ella es quien vincula el lapsus con
que debe morir después de él, tal vez porque significa su embarazo. Ambos pueden ser considerados acci­
su separación respecto de Hermiona, algo que se inter­ dentes. Termina su relato declarándole a Maxence -con
pone entre ellos-. (Quizá me sienta alentado a dar una explicación que excluye la explicación-: “Fui muy
mucha im portancia precisamente a las preocupa­ tonta, tonta. Tonta de atar”. Y Maxence le responde de
ciones de Rohmer a causa de un film sorprendente una manera que pone en evidencia aquello que Féli­
que realizó hace unos años, La Marquise d ’O [La Mar­ cie había descrito a su madre como la inteligencia de
quesa de O] (1976), cuyo tema es un misterioso emba­ Maxence, no tan diferente de la de Charles en el hecho
razo, sin padre, por así decirlo.) Leontes recobra su de que la ha adquirido por sí mismo, sin conciencia
razón en el instante en que se entera de que sus dos de sí, pero diferente de la de Charles por el hecho de
hijos son, como él lo cree, dados por muertos. que es más basta. Maxence dice: “‘Loca de atar’. No se
Pero ¿cómo la conjunción o la conjetura de los emba­ dice ‘tonta de atar’”. Y cuando Félicie replica: “Ya ves,
razos confirmaría un vínculo suplementario entre Féli- ni siquiera sé hablar francés”, él responde: “Puede
cie y Leontes, y no, más simplemente, entre Félicie y pasarle a cualquiera”.
Hermiona? No afirmo que la conjunción con Leontes Esta conversación es claramente una preparación
sea tan simple, pero señalo un momento en que el emba­ para el nuevo encuentro con Charles en el autobús,
razo de Félicie es objeto de cierta locura de ella misma. cuando Félicie, que no lo ve sino una vez que él la ha
Volvamos a la conversación que Félicie tiene con visto y cuando Élise dice “Papá”, retoma el hilo de la
Maxence mientras lo acompaña a Nevers para pre­ misma explicación exactamente con el mismo tono,
parar la mudanza con él. Tratando de explicar cómo aseverando que es tonta, nada más, tras lo cual, advir­
ha podido darle a Charles una dirección incorrecta tiendo quizá que Charles está con la mujer que está
-en realidad, tan sólo se trataba de un error en el nom- sentada junto a él, toma a Élise de la mano y baja del
156 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? DOS CUENTOS DE INVIERNO: SHAKESPEARE V ROHMER I 157

autobús, apenas dejando a Charles un instante de per Iua que se anima? Podríamos responder que se trata
plejidad para seguirla, luego de decirle unas pocas pala de la diferencia entre la incertidumbre en cuanto a
bras a su compañera. La diferencia esta vez es que Féli saber si una persona existe, está con vida, y la cues­
cié ha dado la explicación a la persona adecuada. La tión de saber si uno conoce la identidad de esa per­
explicación nunca funcionó en el pasado, cuando Féli sona. La estatua no es un recordatorio; es imprescin­
cié daba siempre la impresión de darse la explicación dible, en ese don de la vida, ella tiene una vida (virtual)
a sí misma y de no creer en ella. Charles es la persona propia. Pero se afirma que la foto es prescindible
adecuada porque lo que precisamente necesita oír es cuando Charles dice que reconoció a Félicie aun sin
que no hay explicación, es decir, que no hay obstácu­ tener una foto de ella. Ahora bien, ¿se puede prescin­
los que los separen en el mundo, que son libres de reto­ dir de la foto cuando, como en el caso de la niña, es
mar el hilo desde donde lo habían dejado. todo lo que tiene como prueba de la identidad de su
¿Basta decir todo esto, o imaginarlo, para quedar padre? Su foto, para ella, funciona como realidad del
satisfechos con este cuento de invierno, un cuento que padre, al igual que el pesebre funciona, para ella, como
dura aproximadamente dieciséis días, desde antes de realidad del nacimiento de Jesús.
Navidad hasta el Año Nuevo, en el film de Rohmer, y La instantaneidad de las fotografías detiene el
no los casi dieciséis años de la versión de Shakespea­ tiempo; son las máscaras mortuorias de un momento;
re? Noto que acepto la enseñanza y la felicidad de esa añadir que el cinematógrafo anima esas máscaras
vana posibilidad imbécil -¿podríamos hablar de un podría sugerirla experiencia irreductible (aun cuando
“milagro imbécil”?. Pero, ¿por qué no sería tan sólo pueda ser ignorada en lo esencial) de la magia en nues­
imbécil? Es una opción que queda abierta para noso­ tra exposición a las fotos, fijas o en movimiento. Ése
tros, como de algún modo ocurre en la conclusión de es uno de los temas de mi primer libro sobre el cine,
Shakespeare. The world viewed-, si decimos que el teatro tiene su ori­
Aquí vuelve a la superficie el problema, ya evocado gen en la religión y que jamás se libera del todo de ese
respecto de Rohmer, de la rivalidad entre el cine y el origen, entonces deberíamos decir que el cine tiene
teatro. Planteamos la siguiente pregunta: ¿cuál es la su origen en la magia. Tanto en El cuento de invierno
diferencia propuesta en el film de Rohmer entre el como en Cuento de invierno, la relación del arte o de
reemplazo de una fotografía por lo viviente y una esta- la imagen con la realidad está representada, o cap-
158 I El CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? DOS CUENTOS DE INVIERNO: SHAKESPEARE Y ROHMER I 159

tada, como milagrosa, precisamente como una resu duzca a un punto de llegada más satisfactorio. ¿Qué
rrección. Pero tal formulación puede parecer que des le pasó a Félicie?
precia o da por sentado el valor del trabajo del cine, Cuando Maxence repara torpem ente en el acto
puesto que su versión de la resurrección se obtiene, fallido por el cual ella no logró decir que estaba loca
digamos, de manera automática. (El cine se vuelve la de atar -n o le atribuyo a él la intuición de que eso
propia imagen de un milagro imbécil.) Pero considero fuera lo que ella quería realmente decir- y en lugar
que la interrogación rohmeriana sugiere que despre de eso dijo algo que no tiene sentido, o en todo caso
ciamos o damos por sentado fácilmente el trabajo del algo a lo cual el uso no ha dado sentido, a saber, que
teatro, el hecho de que llegue a su versión de la resu ella era, o es, “tonta de atar”, la interpretación que ella
rrección (quizá no de manera automática, pero casi) misma da es que ni siquiera sabe hablar francés,
instantáneamente, que llegue, digamos, a la metem- cuando en verdad tenemos sobradas pruebas de lo
psicosis, al reemplazo en un cuerpo de otra alma. (Si contrario. Esa terrible incapacidad para expresarse se
decimos que ambas transformaciones son el ámbito funda en el error que ha cometido al dar oralmente
del cine y del teatro a la vez, debemos precisar enton­ su dirección a Charles, lo cual, Maxence la ayudará a
ces la diferencia de proporción en cada uno.) Estas dos recordarlo, se llama “lapsus”, o en términos freudia-
transformaciones son acontecimientos de nuestro coti­ nos “acto fallido”. El problema aquí no es qué motivó
diano. Y, por supuesto, el gran tema de Rohmer es la el lapsus, sino qué significa como un estado mental
dimensión milagrosa de lo cotidiano, la posibilidad entre la tontería y la locura, qué significa el hecho de
y la necesidad de nuestra apertura a lo milagroso cada que tenga, con efectos distintos sin embargo, la misma
día, aquello que puede llamarse la secularización de lo consecuencia sobre su mundo que la locura de Leon-
trascendental. Ello podría dar la impresión de que tes, sean cuales fueren sus motivaciones, sobre su pro­
lo trascendental precede a lo secular. ¿Acaso es falso? pio mundo. Con ello uno y otro han excluido de su
Quizá nuestras diversas artes estén en desacuerdo, o mundo el objeto amado, con el cual cada uno había
en competencia, en cuanto al orden de antelación. creado un niño. (De hecho, nada que tenga conse­
No podemos negar lo que dice Maxence: lo que le cuencias tan graves es considerado “lapsus” para
pasó a Félicie puede pasarle a cualquiera. Sin embargo, Freud, y tampoco cuenta como tal en el texto de J. L.
esto plantea un nuevo interrogante, que quizá nos con- Austin sobre las excusas, que a su manera tiene cosas
l 60 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? D O S C U E N T O S DE I N V I E R N O : S H A K E S P E A R E V R O H M E R | l6 l

tan interesantes que decir sobre los lapsus como el que infligen pequeñas muertes a lo largo de nuestros
texto de Freud.)2 primeros pasos por la vida. Le pasa a cualquiera; todo
La idea de un déficit de competencia en la expresión el mundo lo hace. ¿Por qué motivo Félicie habría des­
liga precisamente la percepción que Félicie tiene de confiado de aquel que la ha dejado embarazada y de
su propia condición con el carácter no articulado de la quien se despedía por un breve tiempo? ¿Qué locura
demencia de Leontes, y también con la decadencia de o qué furor habrá sentido por un instante ante el papel
Otelo, quien, a medida que pierde conciencia, se sume de intruso omnipresente que él tenía en aquello que
en un balbuceo: dos casos que he descrito en términos era su transformación en madre? Nunca lo sabremos.
de un escepticismo que destruye nuestro mundo, que Ella es la chica inhallable. ¿Quién no lo es?
se revela como necesitado y deseoso de la destrucción Pero se nos muestra -o advertimos luego que eso
del lenguaje, pues las palabras se han vuelto insopor­ es lo que se nos ha m ostrado- el momento en que ella
tables. La sensación que Félicie tiene de su propia inca vence esa distancia con ese hombre, en presencia -n i
pacidad para expresarse parecería dar cuenta de una más ni menos- de la escena de la Natividad que su hija
forma más benigna de escepticismo, una expresión mira en la inmensa iglesia prácticamente vacía, aún en
de la desconfianza cotidiana hacia el mundo, una suer Nevers. En la conversación en el auto que se produce
te de desconfianza hacia la existencia y hacia aquello luego de la representación de El cuento de invierno, le
que hay para decir sobre nuestra existencia. Todo ello hablará a Loic de su presencia frente a la imagen del
podría pensarse como la necesidad de exponerse al nacimiento divino, o más precisamente de ese m o­
mundo en tanto condición previa para su conoci­ mento en que ella acompañaba a su hija, deseosa de
miento, que se expresa en esos desprecios, esas distrae ver esa imagen (presentada como una escena que no
ciones, esas vacilaciones, esos contratiempos, esos silen­ podía distinguirse del nacimiento humano), como
cios defensivos, esas reservas, esos repliegues sobre sí, un momento en que ella rezó, pero no como le habían
enseñado de niña. Comienza a describir esa experien­
cia, con ayuda de Loic, como una meditación en la que
2 J. L. Austin, “A plea for excuse”, Proceedings o f the Aristotelian
ella no pensaba, sino que más bien veía pensamientos
Society , 1956-1957 [la cita corresponde a la edición en español:
“Un alegato en favor de las excusas”, en Ensayos filosóficos, que se le presentaban con total claridad o con la clari­
Madrid, Alianza, 1975, p. 173]. dad de la totalidad (lo describe como una experiencia
DOS CUENTOS DE I NVIERNO: SHAKESPEARE Y ROHMER | 163
1Ó2 I EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ?

de plenitud). Se trata más bien de una negación, o de es mucho pedirle, Félicie corrige al filósofo: “¡Yo no le
un cortocircuito, del argumento cartesiano del cogilo pido nada!”. Simplemente, debería devolvérselo; eso
(sé que existo porque no puedo dudar de que pienso); haría mejor al mundo. El mundo debería ser mejor.
es una meditación en la que, como en Descartes, ella La interpretación que Félicie hace de su plegaria -con
supera su escepticismo, aunque en este caso concluye la intuición de la apuesta de Pascal sobre la felicidad
con una afirmación de su existencia como indepen inmortal, y del argumento de Platón sobre la preexis­
diente de la pregunta por si aquello que el mundo llama tencia del alma- es su propia manera de marcar la dife­
“m undo” (o quizá llama “Dios”) está presente o rencia entre el perfeccionismo emersoniano y el utili­
ausente. Dice que entonces sintió que era ella misma, tarismo, que en su cálculo de placer es todo excepto
sentimiento que no había tenido sino una vez en el la asunción del riesgo individual de Pascal. Y asimismo
pasado, cinco años antes, cuando estaba con Charles, entre el perfeccionismo emersoniano y el kantismo,
Podría decirse que la obra de Shakespeare le ha perm i del que ella niega la universalización por la Ley moral
tido formular que ella fue encontrada, que se encon cuando, como en el momento en que Loi'c le había
tró a sí misma sin ayuda de nadie. Y, puesto que eso dicho que lo que decía no tenía sentido para él (quizá
significa, como ella misma dice, que ha encontrado a fue cuando ella dijo que podía entender la preexis­
Charles en su deseo, puede ir más allá y decir (más tardo tencia del alma porque había sentido que Charles y ella
cuando llegan a casa de Loi'c y cuando él ratifica su con se habían conocido en una vida anterior), ella responde:
versación leyéndole un pasaje de Platón) que poco “Yo lo vi, no tú ”. No actúa a partir de la razón (observa
importa si Charles regresa realmente. Esto equivale a en un momento que no le gusta lo verosímil) ni por
decir que nada afectará la manera en que habrá de vivir inclinación (en lugar de eso, habla de evitar sacrificar
en adelante. Pero lo dice con más precisión: vivirá do sus convicciones) ni por esperanza (Loi'c se sorprende
una manera que no les impedirá reencontrarse. cuando ella le dice que no todo el mundo vive con espe­
Cuando Loi'c es llevado a decir, en el automóvil, en ranza, lo cual desde ya no quiere decir que viva en la
respuesta a la aceptación que ella acaba de expresar do desesperación). Ella existe, tal como existen sus pen­
esa comprensión, que si él fuera Dios la querría en espe samientos; ama, se considera feliz.
cial a ella, responde: “Entonces, si Dios me ama, que mo Al pensarla feliz, me pregunto si eso no nos da la
devuelva a Charles”. Y cuando Loi'c señala entonces quo herramienta para responder ahora a la pregunta que
1Ó 4 I EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ? D O S C U E N T O S DE I N V I E R N O : S H A K E S P E A R E V R O H M E R | 165

planteé sobre su risa enigmática en el prólogo, cuando es interpretado como queriendo decir que esa persona
Charles le hacía notar que ella tomaba un riesgo. (En preferiría regresar a casa antes que trabajar de noche.
las páginas siguientes, incorporo las respuestas a las ¿Cuál podría haber sido el pensamiento de Félicie? Para
preguntas que me había hecho Avner Baz durante la llegar a una formulación de ese gesto en que ella da
discusión ulterior a la conferencia, y que conciernen una dirección incorrecta, deberíamos tener un motivo
a una afirmación mía, según la cual no podemos com para que ella no quiera ser localizada, y en especial por
prender el lapsus de Félicie como un acto fallido freu ese hombre cuyo hijo lleva dentro. (Supongo que no
diano.) Puesto que pese a todo supongo que su “olvido” tenemos razón alguna para pensar, como parece
tiene sentido e importancia, ¿qué registro de significa haberlo hecho Charles en el momento en que se reen­
ción debemos o podemos atribuirle? ¿No debe haber contraron cinco años después en el autobús, que estaba
como mínimo cierta percepción de que no quiere que embarazada del hijo de otro.) ¿Acaso las mujeres no
Charles esté presente, o que no está preparada para que quieren estar con el padre de sus hijos cuando lo aman
esté presente, con el nacimiento de la niña, o, puesto con locura? Sabemos que en principio ella quiere vivir
que su propia actitud la desconcierta, que no quiere con un hombre, y que no quiere que sea un hombre
querer eso?) tierno ni un hombre basto. Si algún sentido hay en la
Su “olvido”, o su contratiempo, no podría ser com locura que Charles le inspira, remite a la razón por la
pletado de manera directa, como si se tratara de reem­ cual ella está menos dispuesta a vivir con él que con
plazar el sustituto por el original, como puede hacerse su hijo. Dicho de otro modo, ¿por qué habría de que­
en un acto fallido freudiano, por aquello que Freud rer ser la chica inhallable por él? ¿O es más bien que ella
llama la “figuración simbólica de un pensamiento”.1' no desea darle su dirección a él? Como si la mujer del
Uno de los ejemplos que Freud relata es el caso de una film de Rohmer hubiera recibido de la obra de Shakes­
persona que “por error” o “por accidente” utiliza la llave peare una confirmación de que los hombres de los que
de su edificio para entrar a su oficina de noche, lo cual* uno puede enamorarse en general son una suerte de
amenaza para el hijo en el momento de su nacimiento.
Esa mujer es la antítesis de la Lisa de Letter from
* La cita corresponde a la edición en español: S. Freud,
Psicopatología de la vida cotidiana, trad, de José L. Etcheverry, an unknown woman. Ella no tiene motivo alguno para
Buenos Aires/Madrid, Amorrortu, 1980, cap. 8, p. 161. creer que para el hombre el niño no sería bienvenido,
1 6 6 I El CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? DOS CUENTOS DE INVIERNO: SHAKESPEARE Y ROHMER | 167

que constituye una amenaza para la intimidad y el da de la separación, cuando ella le da su dirección des­
privilegio a los cuales está habituado con la nuevn pués de que el ferry los ha devuelto al continente.)
madre, cualquiera sea la razón, y por tanto que el hom Aun cuando los gustos y talentos de esta joven mujer
bre sería un peligro para el bienestar del niño. Por se nos presentan como muy comunes, ya hemos visto
cierto, Charles plantea la idea de que ella se está arries que es una suerte de genio espiritual, en un sentido
gando. ¿Quería decir que no sólo se arriesgaba al expo bastante semejante al de Emerson, pues exige que su
nerse a quedar embarazada, sino que además se arries carácter único sea reconocido, lo cual expresa el hecho
gaba, por la misma razón, al confiar en él? ¿Bastabii de que “les pide mucho” a los hombres -p o r ejemplo,
eso para causar escepticismo respecto de Charles? Elln quiere que recen por ella en la iglesia “verdaderamente
responderá a la pregunta que le hace Charles, tras su desde el fondo del corazón”, lo que significa, como si
regreso, acerca de si ha conocido a otros hombres de fueran ella misma; quiere que conozcan la vida sacando
una manera que indica que Loic y Maxence le han lecciones de ella, y no según lo que otros dicen de esa
dado la experiencia que tiene de los hombres. No es vida; quiere que sean dominantes y sumisos, inteligen­
un capital muy nutrido. tes y tiernos; a veces quiere dormir con ellos cuando
He aquí una hipótesis en cuanto al enigma de su ri uo tiene ganas de volver a su casa, y sin embargo, tam­
sa. Se ríe de la sugestión de Charles de que ella se esto bién quiere no hacer el amor y ser una niña de la que
arriesgando; sin duda, en parte porque se siente sedo los otros se ocupen, sin tener siquiera la obligación
cida por el riesgo de una felicidad loca, como en su ile rendirle cuentas a una madre maravillosa (sea cual
apuesta pascaliana; pero, básicamente, porque no hay fuere el destino del padre de Félicie, Charles es el único
tal riesgo, pues ella sabe que ya está embarazada de tres hombre que le presenta a su madre); y quiere que la
meses. Eso explicaría la circunstancia que la lleva a lie encuentren sin tener que darles su dirección, quiere
nar los papeles de la maternidad para declarar al niño que regresen a ella, libremente, que la encuentren como
seis meses después de separarse de Charles. (Hay dos ella misma, que la amen con locura.
escenas de sexo; mi versión de las cosas requiere que la ¿Qué da a esa joven mujer relativamente poco expe­
primera, en la que la banda de sonido deja oír el orgasmo, rimentada, relativamente inculta, cuando menos la
data la concepción de Élise hacia principios del verano, idea de que tales cosas pueden desearse (o desearse
en tanto que la segunda data el final; sigue la secuen- desear)? Es decir, ¿de dónde vienen las ideas de “la cien-
168 I EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ? DOS CUENTOS DE INVIERNO: SHAKESPEARE V ROHMER | 1 69

cia infusa”? ¿De dónde vienen las intuiciones que se posible para espantarme con vuestras apariciones. Os
convierten en instrucciones filosóficas? ¿Qué filósofos dais buena maña para ello”, Mamilio comienza así:
antes de Wittgenstein y de Emerson se preocupaban “Érase un hom bre... que habitaba cerca de un cemen­
verdaderamente por ese sentido del origen de la filo­ terio”;* y es entonces cuando Leontes irrum pe en
sofía? Puedo hallar algunos momentos en Descartes escena en plena locura y se interpone en la intimidad
(cuando prueba la existencia de Dios por medio del creada entre la madre y el hijo. Podrán ustedes decir
descubrimiento en nosotros de la impronta de Dios) que el cuento de Shakespeare trata de la razón por la
y en Nietzsche (cuando entiende la significación y la que se ha interrumpido el cuento de Mamilio; o bien
importancia de la música al comprender las emisiones podrán decir que Shakespeare termina el cuento de un
del útero). Y creo que la percepción de Rohmer, para hombre que vivía cerca de un cementerio, puesto que
quien Platón y Pascal se ocupan de la cuestión, es ade­ Leontes visitó la sepultura de Hermiona todos los días
cuada. Pero quizá sea demasiado fácil alabarlos en este durante dieciséis años, y que a un mismo tiempo Sha­
aspecto: quiero decir, es demasiado fácil alabarlos sin kespeare obedeció al deseo de Hermiona, que anhe­
saber si les creemos o si los entendemos. laba un cuento alegre, dándole un final feliz sobre su
En un sentido, hay en realidad tres cuentos en nues­ tumba. Podrán decir asimismo que Rohmer impugnó
tros dos textos, pero uno de esos cuentos es interrum­ la manera como Shakespeare termina el cuento decla­
pido. El cuento interrumpido comienza con Mam i rando que una mujer no sabe dónde puede existir el
lio, el hijo de Leontes, cuya muerte despierta a Leontes hombre, ignora quién domina su propia existencia y
y le permite tom ar conciencia de su locura. En el aun menos la de otro espíritu o duende, y que Rohmer
comienzo de la obra de Shakespeare, Mamilio inicia reacciona ante la tendencia de Hermiona a dejarse ame­
una historia y se da vuelta para susurrarla al oído de drentar, por ejemplo, por la improbabilidad casi de­
su madre. Su madre, Hermiona, le había pedido un sesperada en su cuento, no tanto de encontrar al hom­
cuento alegre; pero Mamilio, afirmando la indepen­ bre, cuanto de perder la esperanza de encontrar al
dencia de su voluntad, responde: “Un cuento triste es hombre. Queda claro que Rohmer vence nuestra sofis­
mejor para el invierno. Sé uno de duendes y apareci­ ticación epistemológica con las probabilidades dejando
dos”. Luego, como Hermiona responde conciliadora:
“Contádnoslo, mi buen Mamilio. [... ] y haced todo lo * Trad. esp. cit.: acto 11, escena 1, p. 698.
170 I EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ? DOS CUENTOS DE INVIERNO: SHAKESPEARE Y ROHMER | 171

la última palabra a una niña, pero, más sistemática uno de los otros precisamente aquí y ahora; sin embar­
mente, confiando a la economía infantil la exigencia go, es exactamente esa escena de cristalización aquello
de que coincidan fantasma y realidad; el cine parece que constituye un hecho inmortal para nosotros, puesto
haber nacido para cumplir esa exigencia; como si nues <pie cada uno ha venido de cristalizaciones diferentes y
tro laborioso trabajo de adultos de aprender a no desear 1ada uno va hacia cristalizaciones diferentes, cada cual
lo imposible nos hubiera expuesto al peligro de olvi constituye una parte del acontecimiento de todo aquel
dar cómo creer en lo posible. Llamémoslo “nuestra sus que pasa. El trascendentalismo emersoniano se dirige
pensión de la creencia”, inútil e involuntaria. ile antemano al de Rohmer. En “Confía en ti mismo” de
En Cuento de invierno, de manera concomitante con I merson encuentro lo siguiente: “Acepta el lugar que
otras clases de descubrimientos cinematográficos pro la d¡vina providencia ha encontrado para ti; acepta la so-
pios de Rohmer, tales como la manera de captar el inte i iedad de tus contemporáneos, la conexión de los acon-
rés por el sentido mínimo de un acontecimiento en el lecimientos”. Algunos, que no se hallan tan lejos, han
mundo, el hecho de que a cada instante, tal como lo for comprendido que Emerson hablaba aquí de manera
muía Samuel Beckett, algo siga su curso, o, como en el conservadora, como para no (e implorándonos no) per-
Tractatus Logico-Philosophicus de Wittgenstein, “No có Iurbar los acontecimientos; en suma, como si sus pala­
mo sea el mundo es lo místico sino que sea” (6, 44)/ bras hubieran sido: “Acepta el lugar que la sociedad de
Rohmer descubre la visión o el interés del cine en un Ius contemporáneos encontró para ti”, es decir, un lugar
mundo de desconocidos que pasan, cada cual por sn ile conformidad; en tanto que Emerson mismo señala,
camino mortal e individual; y como cada cual es un tran pocas líneas después, que tal aceptación equivaldría a
seúnte entre otros, todos elaboran un estadio del des convertirnos en “cobardes que huyen ante una revolu-
tino humano. Esta visión, como yo la denomino, es aque i ión”. El lugar que la divina Providencia encontró para
lia en la que nos ocurre que ninguno de nosotros debe nosotros, por el contrario, exactamente en medio de
hallarse en tal o cual lugar precisos, de manera coinci esos contemporáneos, un lugar que les es desconocido,
dente con el acontecimiento o el advenimiento de cad.i sería un lugar a partir del cual volverse hacia aquello que
.1cada cual le toca hallar.
* La cita corresponde a la edición en español: L. Wittgenstein,
Tractatus Logico-Philosophicus, trad, de Jacobo Muñoz e Isidoro Debo reconocer, además, que asocio este grupo de
Reguera, Madrid, Alianza, 2003. Ires niños, como imagen final del film de Rohmer, con
172 I EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ?

la imagen con la que comienzan las Investigacionesfilo V


sóficas de Wittgenstein, la imagen de un niño sobre la Golpes en el alma1
que he vuelto a menudo; en ambos casos, leo al niño,
entre otras interpretaciones, como un testigo de la vida
de sus mayores; se trata de una imagen de los niños
como beneficiarios y víctimas del mundo poco claro
que debemos dejarles. El resto de las Investigaciones
es entonces un documento que da testimonio de núes
tro descubrimiento de los límites, de nuestra capaci El descubrimiento de que el espectáculo de un ser
dad para acudir en su ayuda a fin de clarificar ese humano que apalea a otro puede, en circunstancias
mundo, algo que no puede distinguirse a la perfección apropiadas, hacer llorar de risa al público debe ser tan
en el momento en que volvemos a nosotros. antiguo como la invención de aquello que conocemos
con el nombre de “teatro”. Por lo demás, es evidente
que, aún durante las primeras décadas del siglo que
acaba de terminar, la presentación de las diversas
maneras en que los dioses, la naturaleza, el hombre o
la máquina pueden hacer que los seres humanos pier­
dan todo control sobre sus cuerpos o las funciones
de sus cuerpos ha sido el pan cotidiano del cine mudo.
Los más grandes y célebres clowns del cine mudo
(Charles Chaplin y Buster Keaton) hacían films -en
un período en que los recursos del cine no tenían
siquiera treinta años de antigüedad- que, combinando
lo burlesco (slapstick) con el pathos inocente del amor
y el deseo silencioso, han alcanzado cumbres absolu-i

i Texto publicado en Trafic, N° 40,2001.


GOLPES EN EL ALMA | 175
174 I EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ?

tas en ciertas dimensiones del arte del cine. En lo que No he planteado en mi libro la siguiente cuestión:
a mí respecta, eso está fuera de discusión. En cam ¿puede, pese a todo, una herencia o una versión de lo
bio, aquello que sin duda resulta controvertido es la burlesco desempeñar un papel esencial en el éxito de la
tesis según la cual las comedias de enredo matrimo comedia de enredo matrimonial? Y, de ser así, ¿en qué
nial, en las dos décadas posteriores al advenimiento medida lo hace posible? Por ejemplo, cuando el per­
del cine sonoro, son dignas sucesoras de las mejores sonaje de Adam (interpretado por Spencer Tracy), en
comedias del cine mudo y llevan el arte del cine a cunv Adam’s rib [La costilla de Adán] (George Cukor, 1949)
bres de realización diferentes y aún no superadas.2Si le dice a su mujer Amanda (interpretada por Katharine
bien en el libro La búsqueda de la felicidad concedo Hepburn) que, en el caso en el que cada uno representa
que los actores de las comedias de enredo matrimo a la parte adversa, ella “transforma la sala de audiencias
nial no están tan dotados para lo burlesco como sus en un teatro de guiñol”, debemos sin duda alguna com­
contemporáneos Laurel y Hardy, W. C. Fields y los Her prender esa referencia a la forma más familiar del tea­
manos Marx, sostengo que, en tanto films, las come tro de títeres y a sus bastonazos como una suerte de alu­
dias de enredo matrimonial constituyen novedosas y sión metafórica tanto a la condición del matrimonio
fecundas exploraciones de sus medios de expresión, como a la de la ley. Sin embargo, esto puede convertirse
mientras que los clowns del sonoro son, por así decir, en una pregunta; intentaré, pues, convertirlo en una
visitantes bienvenidos pero tardíos de ese medio de pregunta: ¿en qué medida podemos tomar en serio la
expresión, y que su actuación es esencialmente un posibilidad de que ese film y el género al que perte­
último adiós a su arte. nece en calidad de miembro constitutivo proponen que
el matrimonio, y el contexto jurídico que hace de él
2 El título francés del libro Á la recherche du bonheur, con su aroma
un matrimonio, deberá por momentos correr el riesgo
proustiano, no es por cierto inapropiado, pero debió sacrificar de transformarse en algo semejante a un teatro de gui­
la resonancia explícitamente política que produce en el lector ñol para poder descubrir su propio atractivo?
anglófono la familiaridad de la expresión pursuits o f happiness,
que figura en las primeras líneas de la Declaración de la
Entre las leyes constitutivas del género de la come­
Independencia de los Estados Unidos; su proposición axiomática dia de enredo matrimonial figura aquella según la cual
según la cual “todos los hombres fueron creados iguales”, y por se ha establecido una conversación entre una pareja
tanto tienen el mismo derecho a la felicidad, desapareció en
la redacción de la Constitución, texto posterior.
de amantes (lo cual, en ese género, es signo de que el
176 I El CINE, ¿ P U E D E HACERNOS MEJORES?
G O L P E S E N EL A L M A I Y JJ

matrimonio se ha hecho efectivo) y ha sido interrum y no a las leyes de un mundo en el cual, por ejemplo,
pida o amenazada, de modo tal que la trama del relato una horda de policías con cachiporras persiguen sin
debe suscitar entre ellos un modo de intercambio que éxito a un hombre que es más una víctima que el autor
conduzca a la búsqueda de su comunicación, es decir, de un pecado.
a un modo de intercambio que debe obedecer a tres En el mundo perfecto de lo burlesco, hay poco
condiciones: en primer lugar, debe ser espiritual, lo tiempo para hablar, y esencialmente ninguno para con­
suficiente para establecer entre ellos algo tal como una versar; esto quiere decir -a partir del momento en que
batalla entre almas bellas; en segundo lugar, debe esta Aristóteles considera como esencial para la polis, para
blecer una intimidad entre ellos, que tienda a volver­ la asociación política, el hecho de que sus miembros
los incomprensibles para los demás; en tercer lugar, puedan hablar, y hablar juntos- que el mundo de lo
la conversación debe incluir un debate sobre el matri­
burlesco es esencialmente prepolítico. Podría decirse
monio y constituir una suerte de educación exigida
que, como otro gran género cinematográfico nortea­
por la mujer, quien elige a un hombre del que está dis­ mericano -el western- lo burlesco mudo explora una
puesta a recibir una educación, es decir: un hombre
imagen del estado de naturaleza, la condición en la que
dispuesto a recibir de ella una educación. (No sólo se
ha de introducirse el derecho, lo que mantiene vivas la
trata aquí de aquello que un libro reciente sobre la siguientes preguntas: ¿cómo, y hasta qué punto, vale
comedia hollywoodense denomina “pichonas que la pena que nos sometamos a la sociedad civil? Lo bur­
hablan rápido”. Por ejemplo, los personajes interpre­ lesco acentúa la necesidad humanamente ineluctable
tados por Lauren Bacall en los films de Bogart reali­ de actuar, del cuerpo en movimiento, de su vulnerabi­
zados por Howard Hawks, The big sleep [El sueño
lidad y de su carácter de intruso. No obstante, el mundo
eterno] (1946), y To have and have not [Tener y no tener]
de lo burlesco existe en ausencia de excusas, y asimismo
(i945), hablan tan rápido como sus equivalentes en la en ausencia de tragedia, pues nadie muere en él. Esto
comedia de enredo matrimonial, pero personajes como vuelve la separación tanto más desgarradora cuanto
los de Bacall no podrían existir en el mundo de esta que sus motivos son evidentemente no-naturales, o
última). Si consideramos que lo burlesco es intrínseco injustos, digamos, violentos. Es un mundo de infan­
a las comedias de enredo matrimonial, debe ser modi­ cia. (Los padres, o los adultos en general, ¿están en un
ficado para obedecer a sus leyes, para expresar su mundo, estado de naturaleza respecto de sus hijos?)
1 7 8 I EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ? GOLPES EN EL ALMA | 179

Cuando Aristóteles, nuevamente, pregunta qué sido dotado de lenguaje diciendo que estamos conde­
quiere decir que sólo los seres humanos entre los ani nados a confrontarnos con el otro de manera privada,
males están dotados de lenguaje, y cuando señala que eligiéndonos así mutuamente; por tanto, subraya el
la palabra nos autoriza, o nos obliga, a distinguir entre hecho de que las palabras nos hieren tanto como nos
el bien y el mal, entre lo justo y lo injusto, es decir, unen, y lo uno con motivo de lo otro. Y sin embargo,
nos obliga a juzgar el valor de las cosas y de los acón en esos relatos, el carácter privado se convierte en ale­
tecimientos, ante todo el valor de hallar algo que goría de las humillaciones concretas de la vida demo­
merezca ser dicho, destaca el hecho de que las palabras crática, la disposición a enfrentar (sin negarla) la dife­
nos atan, que somos responsables de ser ante todo inte­ rencia con el otro en un pie de igualdad. Aquí la
ligibles los unos para los otros; y la amplitud de núes conversación se percibe como la disposición a las peleas
tras responsabilidades deviene, si bien es parcialmente y disputas serias y recíprocas, a tomar en serio las dife­
delimitable, en todo caso indiscernible de antemano. rencias al tiempo que se permanece atado por la decla­
No obstante, queda abierta la posibilidad de una con­ ración de una vida vivida junto al otro en el mismo
versación sobre la justicia, sobre el progreso hacia la territorio, presentes en principio el uno para el otro. En
realización de nuestra naturaleza humana cuando un mundo de palabras, se puede trascender los basto­
emprendemos la tarea de persuadir a nuestros congé­ nazos, pero las palabras son una emboscada.
neres miembros de la polis de optar por el partido más Detallemos un poco los alcances de lo burlesco psi­
justo, y entonces la palabra es concebida como un modo cológico en las comedias de enredo matrimonial con
de dirigirse serio y recíproco a cuantos puedan llegar otro ejemplo, tomado de Adam’s rib de Cukor, donde
nuestras palabras, sobre temas de interés común. No no sólo vemos literalmente una bofetada (de la mano
ser apto para tal conversación es, según la famosa for de Spencer Tracy sobre el trasero desnudo de Katha­
mulación de Aristóteles, ser una bestia o un dios. rine Hepburn, como remate de un masaje que él le ha
La comedia de enredo matrimonial acentúa, más allá dado), que no sólo le hace literalmente mal, sino que
de la necesidad de actuar, de conducirnos, la necesidad precipita una reacción escandalizada. El hombre intenta
humanamente ineluctable de hablar, de esa manera apaciguar esa torpeza diciendo algo así como: “¿Qué
de revelar la significancia (significance). Responde a la pasa? Sólo fue una palmadita. ¿No tienes sentido del
pregunta acerca del motivo por el cual el hombre ha humor?”. A lo que la mujer responde, en términos
G O L P E S EN EL A L M A | l8 l
18o I EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ?

memorables: “Sé distinguir una palmadita de un golpe. enredo matrimonial adquiere la forma de una aten­
Fue intencional. Y encima sentiste que estabas en tu ción, o de una susceptibilidad para con la mujer, una
derecho”. Tracy sigue tratando de negar aquello de lo suerte de pasividad, digamos, que es la forma mediante
que Hepburn se ha dado cuenta, y procura diluir su la cual el hombre reivindica su posición, esperando
indignación con bromas, preguntándole si ella acaso que ella lo acepte.
tenía “un radar en esa parte”. Pero el mal está hecho; Supongo que la imagen más desarrollada y recurrente
una brecha se abrió entre ellos. Es pertinente evaluar de un hombre que se prepara para sufrir una humilla­
en estas comedias aquello que es y aquello que no es ción se encuentra en The lady Eve [Las tres noches de
un escándalo (aun cuando sea más sutil o esté más Eva] (Preston Sturges, 1941) donde el personaje de Henry
sublimado que un bastonazo o un golpe), y asimismo Fonda cae a tierra, o tiene una caída, no menos de seis
averiguar la manera como una pareja puede alcanzar veces, y siempre con relación a la mujer, interpretada
cierta felicidad que se inspiran mutuamente, sin negar por Barbara Stanwyck. (Dado el dibujo animado de la
que existe entre ellos una historia mancillada, por así ficha técnica del film, que representa explícita y bufo­
decir, por una irreductible maldad masculina. nescamente la manzana y la serpiente del jardín del
Dos de las siete comedias de enredo matrimonial Edén, la caída es representada de manera bufonesca
que, a mi entender, definen el género ponen en eviden­ en el cuerpo del film. En dos ocasiones, la caída es pro­
cia, de manera explícita y casi pedagógica, la condición vocada por una zancadilla de la mujer, que hace tro­
necesaria para perdonarle al hombre su mácula de mal­ pezar al hombre como por accidente; y, cuando más
dad (podría señalarse el hecho de que vive esencial­ adelante la vemos encontrar una ocasión para mostrarle
mente para proteger su ego y ser protegido por él), es sus piernas, queda claro que lo que lo hace trastabillar
decir, la condición de que esté dispuesto a soportar él y volcar -o , como se dice en el lenguaje del boxeo, lo
también una humillación, que esté dispuesto a acep­ que lo “deja en la lona”- es la existencia de la mujer
tar participar del reverso de lo burlesco de la existen­ misma, la fuerza que para él tiene su presencia sexual.)
cia humana, en especial de aquello que Lacan llama El otro ejemplo de humillación, tan explícita que
“el fiasco de la existencia sexual de los hombres”. Es la llega a ser pedagógica, es un momento de The awful
humillación que padece la víctima de lo burlesco, el truth [La picara puritana] (Leo MacCarey,i937) donde
clown que recibe los golpes, pero que en la comedia de Cary Grant, decidido a sorprender a su mujer, de la
182 i el c i n e , ¿ puede hacernos mej ores?
G O L P E S EN EL A L M A | 183

que se ha separado, en una cita romántica con su pro­ bros carece de alguno de los rasgos establecidos para
fesor de canto, se abre ruidosamente camino por el el género, dicho miembro debe contener algún rasgo
departamento del profesor para descubrir a su mujer que compense esa ausencia. Por ejemplo, cuatro de los
y al profesor en pleno recital. Es posible que la escena films que definen la comedia de enredo matrimonial
no carezca del todo de erotismo, pero sin duda no era comienzan en una gran ciudad y terminan en el campo,
lo que Cary Grant había previsto, y cuando intenta sen­ en algún lugar que remite a una perspectiva y a una
tarse discretamente en el fondo del salón, cae para atrás intuición shakespeareanas. No puede decirse lo mismo
con su silla arrastrando estrepitosamente en su caída de It happened one night [Sucedió una noche] (1934) de
una mesa y una lámpara cercanas, para gran sorpresa Frank Capra, ni de The Philadelphia story [Historias
de la jubilosa compañía cantora. Ese momento, evi­ de Filadelfia] (1940) de George Cukor. It happened
dentemente, recupera para la pareja una dimensión de one night nos muestra una pareja “en la ruta”, revelando
intimidad y abre un camino para un desenlace extraor­ así que ese rasgo de la picaresca, una historia de aven­
dinariamente complejo. (Porque en el cine de otras turas, también puede ser puesto al servicio del género
culturas la estructura del enredo matrimonial parece de la comedia de enredo matrimonial, lo que indica
estar en gran medida ausente y no ser en absoluto emi­ asimismo que ese género busca la aventura en el matri­
nente, menciono el hecho de que es invocada en Som- monio, un descubrimiento que a cambio implique que
marmattens leende [Sonrisas de una noche de verano] se ponga a prueba ese rasgo en cada uno de los supues­
(1955) de Ingmar Bergman, cuya conclusión somete tos ejemplos del género. Y en The Philadelphia story en
al personaje masculino, Gunnar Bjórnstrand, a una vez de un desplazamiento hacia el campo, el rasgo com­
doble humillación: pierde una apuesta en la ruleta rusa, pensatorio radica en la sugestión de que ese sitio en el
apuesta trucada puesto que la pistola no estaba car­ campo, donde transcurre casi toda la acción, evoca
gada. Esa humillación que padece el hombre, su pasi­ un decorado de aventuras, es decir, (en sus debates
vidad, digamos, su muerte y su resurrección, exhibe sobre las clases y la igualdad) el sitio del origen de los
la fuerza de su deseo ante la heroína, Eva Dahlbeck, documentos fundadores de los Estados Unidos, su
quien entonces lo acepta nuevamente en su vida.) Constitución y su Declaración de Independencia.
Es fundamental para la idea de género desarrollada Ahora bien, ¿la idea de humillación es un tema esen­
en La búsqueda de lafelicidad que, si uno de los miem- cial del género del enredo matrimonial? De ser así,
GOLPES EN EL ALMA | 185
184 I el c i n e , ¿ puede hacernos mej ores?

mácula de maldad o de violencia que mancilla al hom­


debería ser compensada por otra cosa cuando está bre, sino la intolerancia de la que la mujer da muestras
ausente. En It happened one night, Clark Gable sólo ante cualquier pérdida de control social o emocional,
sufre la humillación generalizada, si es que puede lla­ ya sea que proceda de ella o bien de otro, su temor, su
marse así, de enamorarse de una mujer que pertenece fobia incluso, al fiasco, a tener que soportar la torpeza
a una clase esencialmente más rica, lo que implica que humana. Grant la acusa precisamente de intoleran­
requiera la ayuda de su padre para reivindicar su dere­ cia, pero el rasgo de su temperamento que describe
cho a casarse con ella. Por lo demás, ha manifestado resuena (a mi entender) como una acusación de frial­
ampliamente, de manera diferente pero no menos lla­ dad que equivale a una suerte de virginidad psíquica
mativa, esa atención o susceptibilidad para con la mujer (en aquella época podría haberse hablado de frigidez).
que el género exige. En especial, alimentándola (el film El personaje de James Stewart la describe incluso como
comienza con una secuencia donde se la ve rechazan­ “la virgen casada”, Grant le dice que ella quiere ser
do la comida de mano de su padre), a la vez cocinando una diosa, casta y virginal, a lo cual ella responde: “¡Deja
para ella y yendo a buscar comida para ella (zanaho­ de decir guarradas!”. Por consiguiente, estas comedias
rias crudas) en el bosque cuando se ven obligados a proponen el reconocimiento de un grado de violen­
pasar allí la noche solos. cia, o digamos de agresividad irreductible pero tolera­
En The Philadelphia story, Cary Grant conserva nota­ ble o excusable, diciendo que la inevitabilidad acom­
blemente su dignidad durante todo el film (aun cuan­ paña la intimidad humana, el reconocimiento, es decir
do se sugiere que la causa de su divorcio del perso­ que tal proximidad siempre debe ser exigida, o corte­
naje de Katharine Hepburn es que su matrimonio lo jada sobre un fondo de obstáculos de temperamento,
había sumido en el alcoholismo, una causa de humi­ de humor, de preocupación, de compromiso, de cos­
llación que no sólo no resultó muy seductora a su tumbre o de circunstancia poco propicia, y que tal pro­
mujer, sino que de hecho la llevó a decir explícitamente ximidad nunca es lo bastante íntima, lo bastante esta­
que eso “lo volvía repulsivo”). Sin embargo, en este ble. Es posible que el personaje de Stewart padezca él
caso, la intriga (que en la comedia de enredo m atri­ mismo esa virginidad psíquica o, digámoslo así, la
monial siempre se basa en la manera como una pareja misma inocencia que Katharine Hepburn; esa inocen­
vuelve a estar unida, se reconcilia después de una sepa­ cia puede concebirse como la base de su intimidad par-
ración o de un divorcio) subraya precisamente, no la
186 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES?
GOLPES EN EL ALMA | 187

ticular (aparece cuando Hepburn se sorprende al des­


por muy diferentes que estos pensadores sean. Ahora
cubrir que los cuentos que él ha publicado son “casi
bien, sin abrir juicio sobre esta serie de problemas más
poéticos”, un calificativo que él confirma de inmediato).
generales, destaco el modo como los caminos de esta
Dos teorizaciones, cuya oposición resulta intere­
consideración seria acerca de la naturaleza de la con­
sante, de esa violencia cotidiana -llamémosla la “tor­
ducta humana, expresada en sus respectivos estudios
peza” o la “resistencia” que la colectividad humana debe sobre el carácter inevitable o inexorable de los actos
aprender a tolerar, si no con buen humor, al menos
fallidos para el ser humano, coinciden y divergen a un
con paciencia- son las discusiones sobre los actos fa­
mismo tiempo.
llidos, o aquello que en ambos casos se denomina “falli­
En tanto que la concepción del ser humano en Freud
dos”, famosos en lo referente a Freud (sobre todo en es la de un campo de significación cuyas acciones expre­
Psicopatología de la vida cotidiana), pero no tanto en
san un sentido tan amplio que no insistiríamos dema­
lo referente al ensayo de Austin titulado “Un alegato
siado en ser interrogados al respecto (como si el cuerpo
en favor de las excusas” (un aspecto de la obra de Aus­
no pudiera seguir al espíritu), la concepción de Austin
tin que en la actualidad ni siquiera es tan conocido
es la de un ser humano como campo de vulnerabili­
como su trabajo sobre los enunciados performativos,
dad cuyas acciones acarrean consecuencias, efectos y
pero que en términos filosóficos es igualmente signi­
resultados que superan -pero cuya significación es
ficativo). En “Un alegato en favor de las excusas”, Aus­
menor que- aquello por lo que deberíamos responder
tin lleva a cabo una tenaz y minuciosa investigación
(como si el espíritu no pudiera seguir al cuerpo).
sobre el número y la extensión de los recursos que
Las secuencias iniciales de Bringing up baby [La fiera
ofrece el lenguaje para defendernos cuando se nos acusa
de mi niña I La adorable revoltosa] (1938), otro film de
de haber cometido una falta, acusaciones menos fal­
Howard Hawks que define la comedia de enredo matri­
sas que injustas, dada la existencia de múltiples hechos
monial, consisten virtualmente en una serie de lapsus
atenuantes (“hice aquello de lo que se me acusa, pero
(vinculados con el hecho de tomar una pelota de golf
por accidente, o a pesar mío, o por inadvertencia, o
por otra, un automóvil por otro y una cartera por otra).
bajo el efecto de las drogas, o porque estaba obligado
El personaje de Cary Grant, que en este caso es un cien­
a ello”, etc.). El papel de los “fallidos” tiene gran alcance
tífico, atribuye plenamente esos actos fallidos a la negli­
en los pensamientos respectivos de Freud y de Austin,
gencia o a la distracción de Katharine Hepburn, o a las
188 I EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ? G O L P E S EN EL A L M A | 189

cosas que ella hace; pero, en esa secuencia, justo des­ solemos emplear a diario en cierto modo son extraor­
pués de que ella le desgarra el traje accidentalmente, dinarias, que nuestros enunciados en todo tiempo y
por decirlo así, ella da media vuelta para salir y él sin lugar se matizan con una energía no controlada, cons-
querer pisa la cola de su vestido de noche de modo tal t ituyen breves impulsos de violencia. (Todos podemos
que le arranca toda la parte trasera. Ese proceso por sentir la energía del interlocutor de Wittgenstein que
el cual ellos intentan desvestirse mutuamente en exclama golpeándose el pecho: “Nadie más que yo
público expresa el efecto que el interés de un ser puede experimentar e s t e dolor”, energía que, pese a
humano ha de suscitar en otro, diríamos como una ley todo, desestima groseramente el conocimiento equi­
de atracción, efecto que puede comprenderse tanto valente que tenemos de que cualquier otro puede, de
como exhibición de aquello que la reacción de una per­ hecho, experimentar ese dolor causado por esa clase
sona ante otra tiene de significativo, cuanto como reve­ de golpe en el pecho.) El deseo de escapar a cuanto
lación de su vulnerabilidad mutua a la presencia del podríamos llegar a percibir como los límites de la fini-
otro. (Podemos ver en ello la cuarta ley del movimiento, tud (como si estuviéramos confinados en nuestro
ley de los sujetos y no de los objetos, que es un estu­ cuerpo), aquello que Wittgenstein representa como
dio esencial de la cámara.) un apetito de metafísica, quizá sea la afinidad más
Esta visión, o esta alegoría de la vida cotidiana, cer­ general que acerca las Investigaciones filosóficas a la
cada de errores y desventuras, de malentendidos e Crítica de la razón pura de Kant, su sentimiento de la
infortunios, es el resumen cómico de la visión de lo implacable inquietud de lo humano, la facultad
ordinario invocada en la obra de Austin y en las Inves­ humana (y distinguida como tal) de la razón que apa­
tigaciones filosóficas de Wittgenstein. Cuando en ese rece precisamente como la facultad que se tortura.
texto Wittgenstein dice; “Lo que nosotros hacemos Muchos films interesantes hoy, que son típicamente
es llevar las palabras desde su uso metafísico hacia su pequeños films o films de cámara, siguen explorando
uso ordinario”,* sobreentiende que las palabras que los motivos y los humores del enredo matrimonial,
pero, en un mundo transformado, el género ya no tiene
su posición eminente entre los demás géneros cinema­
* La cita corresponde a la edición en español: L. Wittgenstein,
Investigaciones filosóficas, trad, de Alfonso García Suárez y Ulises tográficos, ni a juicio de los críticos ni a juicio del
Moulines, Barcelona, Crítica, 1988. público. Un ejemplo reciente, que es pertinente para
GOLPES EN EL ALMA I 19I
190 ¡ EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES?

reciente al que me refiero evoca otros dos rasgos del


nuestro tema de lo burlesco, es el film titulado Amen
género del enredo matrimonial: en primer lugar, se
cas sweethearts [La pareja del año] (Joe Roth, 2001),
enfatiza la presencia física (por ausencia) de ese cuerpo
con Julia Roberts, John Cusack y Billy Crystal, que d is
de mujer (el ejemplo más famoso de ello lo consti­
tintos amigos me señalaron como una comedia de
tuye el plano de It happened one night, que siempre se
enredo matrimonial, en tanto que otros me advirlie
pasa en la ceremonia de los Oscars, donde Claudette
ron que se parecía a esa clase de comedia sin serlo,
Colbert muestra su pierna para detener un auto),
puesto que el hombre vuelve a casarse con otra mujei
cuando aquí se nos muestra en el film que Julia Roberts
Ahora bien, lo propio de este género es no dar lugar .1
pesaba treinta kilos más en la época en que conoció al
elecciones simples. Es cierto que la mujer es diferente,
personaje del hombre; y luego el topos donde el hom­
pero no como podría serlo una extranjera; es como l.i
bre no reconoce a la mujer porque no ha reconocido
hermana de la primera mujer. En la comedia de enredo
que está enamorado de ella. Si en algo contribuye Ame­
matrimonial, se registran precedentes notables de esta
rica’s sweethearts al género del enredo matrimonial, esa
idea según la cual una de las condiciones del rematri
contribución consiste en una descripción crítica de dos
monio es la afirmación o reafirmación de un aspecto
elementos burlescos muy destacados que están inte­
reprimido de la primera mujer, y ese aspecto puede ser,
grados al film, dos temas que, hasta donde yo sé, eran
como sucede en The awful truth de Leo MacCarey,
tabú en nuestro género; me refiero a la masturbación
puesto en escena bajo la forma de una comedia donde
y a la bestialidad; el primer tema exhibe el valor intrín­
la mujer tiene el papel de la hermana descarriada del
secamente pornográfico del glamour, y el segundo es
hombre. De tal modo, podemos comprender a Ame
una parodia del sentimentalismo en la relación del
rica’s sweethearts como una literalización de esa figura,
hombre con aquello que suele denominarse “animal
subrayando que la elección hecha por la mujer en la
de compañía”, en especial los perros. (En The awful
comedia de los años 1930 del tipo de hermana que que­
truth, hay un perro de compañía que desempeña un
ría interpretar da cuenta de un aspecto que no sólo
papel crítico.)
concuerda con el hombre, sino que también es reco­
Estos elementos burlescos nos conducen a la rela­
nocido como propio de la primera mujer, es decir, como
ción entre el mundo de lo burlesco y el mundo de la
una variación del motivo siempre válido de una reso­
infancia, el mundo prepolítico. En el mundo de la con-
nancia ligeramente incestuosa del género. El film
192 I El CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES?
GOLPES EN El ALMA | 193

versación y de la política, tal como lo representa la


que se aprende algo”.* Opone este período a la extensa
comedia de enredo matrimonial, es más exacto habla»
duración de la conformidad (el término figura en el
de recurrencia de la infancia, a saber, como en el estado
texto de Proust) y la costumbre.
adolescente, esa fase del reconocimiento desenfrena
Se nos recuerda así que hay cosas peores que la humi­
do y explícito del interés erótico por otro, una real i
llación, la torpeza, el ridículo, y que hay cosas buenas
dad (si lo es) que llevó a Freud a hablar del carácter di
a las que quizá sólo podamos acercarnos a través de la
fásico de la existencia sexual de los hombres, en qm
humillación, la torpeza y el ridículo, cosas tales como
dos períodos de desarrollo sexual están separados poi
un período que él califica de “latencia”. La adolescen la expresividad, la capacidad de expresar el deseo. Al
comienzo, cité a Aristóteles y decía que él situaba la
cia era esa condición penosa y familiar a la que cier
posibilidad de la asociación política, asociación para
tos escritores como Emerson, Thoreau y Nietzsche eran
el bien común, en la posibilidad del lenguaje; en ese
particularmente sensibles -es esa juventud a la que sue­
len dirigirse explícitamente-, el momento en que teñe contexto, pues, sigo pensado en el estallido de Emer­
mos derecho a trocar los sueños de lo posible por un son que evoca el sonido de la palabra de sus compa­
“lugar” real en la sociedad; esa sociedad que para Emer triotas y vecinos de Concord (Massachusetts) some­
son existía en un estado de melancolía muda; estado tidos al yugo de la conformidad: “Cada palabra que
descrito por Thoreau, según sus más famosas palabras, dicen nos apena”. Contrariamente a la defensa de la
como un estado de desesperanza tranquila; y que para palabra que hace Aristóteles, en las orillas de los Esta­
Nietzsche estaba regida por el espíritu de gravedad y dos Unidos de América, no nos encontramos en un
cultivaba el nihilismo. Todos nos piden que recordé nuevo mundo, en una asociación más avanzada, sino
mos los días de nuestra adolescencia en nuestros años que a lo sumo estamos en un estadio primitivo del
adultos, es decir, frente a la exigencia de aquello que aprendizaje de una nueva manera de convivir, en pos
Emerson llama “conformidad” y Nietzsche “filisteísmo". de un auténtico bien común. ¿Puede surgir de ello una
Fue Proust, nada menos, el que, al describir en A la conversación? Casi exactamente cien años después de
sombra de las muchachas en flor “la edad ridicula poi­
que [el narrador] pasaba” (“rodeado de monstruos y * La cita corresponde a la edición en español: M. Proust, A la
dioses”), escribe: “la adolescencia es la única época en sombra de las muchachas en flor, en En busca del tiempo perdido,
Buenos Aires, Santiago Rueda Editor, 1947, p. 528.
1 9 4 I EL C I N E , ¿ P U E D E H A C E R N O S M E J O R E S ?

VI
la confesión de Emerson antes citada, vemos la secucii
cia en The awful truth donde, como quien no quien La filosofía pasado mañana
la cosa, Cary Grant le da un codazo en las costillas ,i
Irene Dunne para hacerla reír de manera desubicad.i
en tanto que otro hombre le hace una declaración de
amor ridicula. ¿Una risa forzada es una risa real? ¿Acasi >
la risa que nos inspira esa escena es causada por el solo
hecho de parecemos graciosa? ¿O es más bien un golpe
esencialmente violento que recibimos en las costillas? Mi evolución algo trabajosa en el marco de las insti­
Una limitación declarada de las comedias de enredo tuciones filosóficas en los Estados Unidos ha sido tal
matrimonial, tal como ya he señalado, reside en que que siento la constante necesidad de presentarme inte­
la conversación no se establece sino en el interior de lectualmente, es decir, la necesidad de mostrar de qué
una sola pareja, de la que siempre se nos muestra que modo los distintos momentos de mi trabajo deberían
está comprometida en un proyecto incomprensible conducir los unos a los otros. Podemos llamarlo “mi
para la sociedad propiamente dicha. Ahora bien, si esn necesidad de identificación ante el extranjero”, y aun,
pareja descubre, como al parecer suele ocurrir, un;i como de algún modo dice Emerson, ante el inmigrante.
manera mejor de establecer la comunicación que no sea Aquello que he reunido en el texto que presento a
darse golpes, hacerse zancadillas y ridiculizarse mu continuación revela desde un principio que sigo traba­
tuamente, una manera de descubrir una comunidail jando en la línea que ha creado la obra de Wittgenstein
espiritual y carnal que vehiculice una conversación en el pensamiento del siglo xx (en especial, sus Inves­
en que puedan intercambiar ocurrencias, compren tigaciones filosóficas, que en su gran mayoría quedaron
sión, perdón y pasión; y si existen personas que siguen inéditas al morir este filósofo en el año 1951, pero listas
realizando obras tales como estos films para un público para ser publicadas) junto con la obra de J. L. Austin
de amigos y desconocidos, obras que nos ayudan a ima (muerto en i960, antes de los 50 años). Luego, desarro­
ginar esa posibilidad de intercambio entre seres huma llo una explicación del título que he dado a este texto,
nos, ¿quién sabe lo que aún podemos esperar? “La filosofía pasado mañana”, cuyo origen se encuen­
tra en un pasaje de Nietzsche referido directamente a
196 I El CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES?
LA FILOSOFÍA PASADO MAÑANA I 197

lo que denomino “perfeccionismo moral emersoniant1 dos de adquisición de conocimientos -para nosotros,
y que, a mi entender, al mismo tiempo ilumina la taivii la fuente insuperable de los paradigmas de aprendizaje
de lo ordinario tal como surge de la práctica de Air. de cosas nuevas sobre el m undo-, entonces las Inves­
tin y de la actividad filosófica del último Wittgenstein tigaciones de Wittgenstein, en virtud de lo que él deno­
luego, después de un breve desvío en el que pongo en mina sus “métodos”, asumen que los paradigmas de
relación las ideas del perfeccionismo y de lo ordin.t la instrucción filosófica están en contraste, por no decir
rio con mi percepción de ciertos films hollywooden en conflicto, con los de la ciencia, subrayando que aque­
ses clásicos a los que he acordado alguna atención llo que aprendemos de la filosofía no es exactamente
dedico gran parte de la segunda mitad de este ensayo algo nuevo:
a evocar a dos novelistas esenciales de lo ordinario,)
de sus fracasos, dos novelistas que, en mi opinión, son La consideración lógica [que comprende lo que
precursoras de los films que tanto he admirado, Jam Wittgenstein denomina la “investigación grama­
Austen y Georges Eliot. tical”] nace [... ] de una aspiración a entender el fun­
damento, o esencia, de todo lo que la experiencia
Una de las maneras en que, desde un principio, canu enseña. Pero no como si debiéramos para ello ras­
tericé las Investigaciones filosóficas de Wittgenstein lia trear nuevos hechos: es más bien esencial a nuestra
sido decir que se trataba de una obra pedagógica. En investigación el que no queramos aprender nada
un comienzo, creí destacar así el papel del niño en esa nuevo con ella. Queremos entender algo que ya está
obra, figura que nadie espera hallar en un tratado filo patente ante nuestros ojos. Pues es esto lo que, en
sófico esencial, y aun menos en un papel central. Un algún sentido, parecemos no entender.*
poco después, orienté de otro modo mi insistencia,
diciendo que la filosofía tal cual se la concibe en las Ahora bien, sin entrar en la cuestión de saber qué filó­
Investigaciones filosóficas era “una educación para adul sofos aceptarían ver en ello el anuncio de las aspiracio-
tos”. Ambos enfoques están en contradicción con el
deseo de concebir la filosofía como un capítulo de la
* La cita corresponde a la edición en español: L. Wittgenstein,
ciencia en el siguiente sentido: si la ciencia es una act i
Investigaciones filosóficas, trad, de Alfonso García Suárez y Ulises
tud hacia las cosas y un conjunto fluctuante de méto Moulines, Barcelona, Crítica, 1988, § 89, p. 111.
198 I El CINE, ¿ P UEDE HACERNOS M E JORES? IA FILOSOFÍA PASADO MAÑANA I 199

nes de la filosofía, cabe preguntarse a dónde conduce un acuerdo, que amenaza con la exclusión, como si,
este sentido contrario del aprendizaje y de la compren­ subyacente a la demostración, estuviera dicho: “Hagan
sión. En algunas oportunidades Wittgenstein dice que como yo o sufran las consecuencias”. Interpreté ese
la tarea de la filosofía es recopilar recuerdos (lo mismo gesto de manera más bien opuesta, como el reconoci­
puede decirse, más o menos, por ejemplo, de Platón, miento de una debilidad necesaria; podría decirse que
de Heidegger, de Levinas y de Austin). Considero que reconoce un carácter separado en la enseñanza (o la
la siguiente escena, o el fantasma siguiente, en las Inves­ socialización), e insiste en el hecho de que llegar a un
tigaciones, que denomino “su escena de instrucción”, impasse entre profesor y alumno también amenaza, y
resumía la idea que se hace Wittgenstein del aprendi­ puede iluminar, al docente. Esta diferencia de inter­
zaje y de la enseñanza: pretación moviliza un considerable conjunto de his­
torias. Una de las más famosas historias de Wittgens­
Si he agotado los fundamentos [para seguir las reglas tein comienza con un alumno al que se le ha pedido
matemáticas o del lenguaje ordinario como lo hago], seguir la regla “Añade 2”: lo hace de manera irrepro­
he llegado a roca dura, y mi pala se retuerce. Estoy chable hasta 1.000, y a partir de ahí comienza a hacer
entonces inclinado a decir: “Así simplemente es como lo que nosotros llamamos seguir la regla “Añade 4 hasta
actúo”.* 2.000, 6 hasta 3.000”, etc., y se niega a dejarse persua­
dir de que no ha seguido haciendo aquello que se le
La manera de leer esta escena está en el corazón de un había pedido. En mis trabajos sobre Wittgenstein, hay
desacuerdo sobre la manera de leer en general las Inves­ más posibilidades de encontrarse con un compañero
tigaciones. En su influyente libro Reglas y lenguaje pri­ a quien le hemos propuesto dar una vuelta: da con
vado: introducción a la paradoja de Wittgenstein, Saul nosotros una vuelta por el jardín, de manera irrepro­
Kripke interpreta el significado del gesto del docente chable, pero pronto comienza a dar vueltas sobre sí
(o del locutor) m ostrando lo que hace como una mismo y sigue caminando hacia atrás o quizá comienza
demostración de poder, un gesto político como lo he a hacer piruetas sobre la punta de un pie cada dos pasos
denominado, que habla para la comunidad y exige o a no hacer sino dos zancadas por minuto; y cuando
indagamos sobre su actitud, sostiene que hizo lo
* Investigaciones filosóficas, ed. esp. cit.: § 217, p. 211. mismo, es decir, que ha dado una vuelta con noso-
LA FILOSOFIA PASADO MAÑANA I 201
20 0 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES?

se acaban”. He notado en otra parte que ése era el mo­


tros. Por el momento, quisiera exponerme lo menos
mento cómico inicial de ese texto, digno de Montaigne:
posible a las críticas, y extraer una enseñanza del hecho
anunciar en el comienzo de una obra, antes de que algo
de que, cualquiera sea el modo en que se considere la
se haya producido siquiera, que la obra del hombre
escena de instrucción, cuando el docente reconoce que
llega a su fin.
él o ella ha agotado las justificaciones y concluye que es
Más allá de este reconocimiento explícito de que
inútil dar más explicaciones, tiene varias opciones:
las palabras tienen un fin, la forma de la parte princi­
expresar su exasperación, abandonar la escena, espe­
pal de las Investigaciones manifiesta ese destino (a saber,
rar (apoyándose en su pala, por así decirlo) o simple­
el estar reducido a silencio frente a otros) de manera
mente volver a las tareas que hacía antes de llegar al
explícita: en esa parte, en sus 693 secciones, la filoso­
impasse en cuestión, quizás incluso pueda utilizar la
fía llega a su fin 693 veces. A mi parecer, la lección que
pala sobre un terreno más próximo, o mostrar por que
se desprende de ese instante de silencio recurrente es
cavaba y volvía a plantar a la vez, por ejemplo, un árbol
ésa, es decir que en un momento de la enseñanza el
joven, o por qué hundía un poste en la tierra; todas
alumno debe continuar -y debe querer continuar- solo.
ellas son cosas que podrán o no renovar el interés y
Otra posibilidad sería decir que el docente debe saber
suscitar una nueva reacción por parte del alumno.
a la vez cuándo, y aun cómo, callar; y cuándo y cómo
La enseñanza que saco de todo ello se concentra en
romper el silencio.
la instancia del impasse, representado como el mo­
Esto aparece en la preocupación de Wittgenstein
mento en que el docente calla -expresado, en mi lec­
acerca de qué vale la pena ser dicho o de aquello que
tura de la escena, no sólo por la impresión de clausu­
puede ser dicho. (“¿Qué es decirle algo a alguien?” y
ra que transmiten las palabras “eso es sencillamente
“¿quién soy yo para estar informando esto?”, dos reac­
lo que estoy haciendo”, sino también en la introducción
ciones características de Wittgenstein.) Como si la filo­
de estas palabras mediante la expresión “entonces me
sofía debiera reaccionar ante su propia pulsión
inclino a decir”, que me sugiere que las palabras en cues­
-h um ana- de hablar en el vacío, o quizá de hablar a
tión en realidad no son pronunciadas- Wittgenstein
anuncia de manera explícita ese momento de silencio otros no especificados o no discernibles. (Quizás evi­
en el final de la sección que da comienzo a las Investi­ tar esa pulsión sea un motivo para querer que la filo­
sofía sea un capítulo de la ciencia; o una razón de no
gaciones cuando dice: “Las explicaciones en algún punto
202 I El CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES?
LA FILOSOFIA PASADO MAÑANA | 203

querer que lo sea.) Cuando Wittgenstein se describe que la palabra carece de interés constituye una ame­
como acusado de “destruir todo cuanto es interesante naza o un humor característico de las Investigaciones
e importante”, responde de hecho que, si su hacer fue (“Cada palabra debe remitir a una cosa”; “Pero sin duda
destructor, lo que ha sido destruido no podía tenei hay ahí algo que acompaña mi grito de dolor”). Si ubi­
interés auténtico, pues no era sino un castillo de na i camos ese sentimiento sobre el fondo de la represen­
pes. En las Investigaciones filosóficas, lo interesante y tación que Wittgenstein hace de la palabra -de la con­
lo importante deben dar pruebas de su interés y de su versación- como forma distintiva de la humanidad,
importancia -antigua exigencia que la filosofía se entonces la existencia humana, con ese don del len­
impone a sí misma- guaje que le es propio, se presenta de manera crónica
En un texto obsesionado por la palabra y por el silen - como un asunto decepcionante y melancólico. La
ció, por las posibilidades y por las imposibilidades de impresión que tengo de esa decepción está en su ori­
decir lo que sea, la importancia o el valor se miden por gen específicamente ligada a la manera en que entiendo
el interés o el desafio que hay en decir algo, ya sea para el rol omnipresente de aquello que Wittgenstein deno­
advertir, informar, divertir, prometer, interrogar, insis mina “nuestros criterios para nuestros juicios del
tir, implorar, confesar; el interés excede el hecho de m undo”, la impresión de que, cuando notamos un
decir. Lo excede tanto que el hecho de decir no es sólo espasmo casi ahogado, una dubitación de un cuarto
vulnerable, como toda acción humana, a la desdicha, de segundo, u otras cosas que en esencia no son muy
no sólo a la del hablar mal o ser mal entendido, sino a diferentes de éstas, constituyen todas ellas nuestro único
la de carecer de interés, como si no se llegara en abso­ fundamento para nuestras supuestas certezas acerca
luto a descubrir una razón comprensible para decir de nuestros sufrimientos, nuestras alegrías o nuestras
algo (como en la fantasía wittgensteiniana de una per­ distancias mutuas.
sona que pone su mano sobre su cabeza y dice: “Sé Si alguna lección puede obtenerse del silencio en la
cuánto mido”), o como si las palabras estuvieran con­ enseñanza que nos diga que el alumno debe querer
denadas a caer en oídos sordos (como en la adverten­ seguir solo introduciendo el lenguaje en el mundo y
cia wittgensteiniana según la cual cuando la pala se que aquello que es dicho debe querer ser dicho, tener
quiebra, de nada sirve repetir los viejos ejemplos y los interés (advertir, informar, divertir, prometer, interro­
viejos argumentos). Tengo la impresión de que juzgar gar, contar, insistir, implorar, etc.), entonces ¿acaso aún
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queda alguna duda de que el alumno debe juzgar que Ese prefacio concluye su preparación al libro -u n libro
ha de valer la pena advertir, informar, divertir, pro­ que procura descubrir “un conocimiento de las con­
meter, contar, implorar, etc.? Si es parte de la enseñanza diciones de la cultura que supere a todos los grados
emprender la validación de estas medidas de interés, hasta aquí alcanzados [un conocimiento de las condi­
entonces todo ocurre exactamente como si la ense­ ciones de la civilización] ”-* declarando, tras señalar que
ñanza debiera, por así decir, emprender la demostra­ ese libro había tenido lectores en el extranjero, pero
ción de que existe una razón para tomar la palabra. que había sido mal entendido en Alemania, que su filo­
La filosofía se mostraría entonces como una lucha con­ sofía le aconseja callar, “en ciertos casos, como sugiere
tra la melancolía, contra la capitulación ante la falta de el proverbio, uno sólo sigue siendo filósofo si calla”.**
interés. Una de las sorpresas que tuve al verme llegar (En especial guardando silencio sobre la pretensión de
a un punto tan improbable es que me hizo pensar en ser filósofos.) El interés de la palabra es mencionado
(y da quizá extrañamente acceso a) un comentario de luego, explícitamente, en la frase que da comienzo al
Walter Benjamin que había llamado mi atención y a Prefacio de lo que se ha convertido en el libro n de
la vez me había resultado impenetrable cuando lo leí Humano, demasiado humano: “No se debe hablar sino
hace unos años en su libro sobre el drama barroco ale­ cuando no cabe callar. [... ] todo lo demás es charlata­
mán: que en la palabra la necesidad de significar se nería [Geschwatz; también lo llama Literatur]”.*** Sin
encuentra como la razón del duelo. duda, antes de mí, otro habrá relacionado esta decla­
Puse las cosas bajo esta luz -n o ignoro que algunos ración de Nietzsche con aquella que concluye el Trac-
de mis colegas filósofos puedan considerarla algo tatus de Wittgenstein: “De lo que no se puede hablar
oscura- al hallar esta conjunción entre los conceptos hay que callar” (“Wovon man nicht sprechen kann,
de “nuevo llamado al conocimiento” o “llamado a una darüber muss man schweigen”). La diferencia parece
nueva idea del conocimiento” y la consecuente nece­
sidad de silencio, seguida de la pregunta acerca del inte­ * La cita corresponde a la edición en español: F. Nietzsche,
rés de la palabra, la última vez que me volví hacia un Humano, demasiado humano, trad, de Alfredo Brotons Muñoz
e introd. de Manuel Barrios, Madrid, Akal Edciones, Colección
texto de Nietzsche (que volví a él). Esta vez, había vuelto
Clásicos del Pensamiento, 2007, vol. 1, § 25, p. 58.
a Humano, demasiado humano, y leí en particular el ** Ibid., p. 41.
prefacio añadido en 1886 a la edición original de 1878. *** Ibid., vol. 11, p. 7.
LA FILOSOFÍA PASADO MAÑANA I 207
206 i el c i n e , ¿ p u e d e h a c e r n o s m e j o r e s ?

afinidad que está signada por - u oculta en - la expre­


depender de la distinción entre el descubrimiento de
sión del nuevo prefacio escrito por Nietzsche para
una palabra en el vacío (del palabrerío) y de una pala­
Humano, demasiado humano, que me ha proporcio­
bra privada de sentido (metafísica). El Wittgenstein
nado el título del presente ensayo: cuando habla de un
del Tractatus llega a su fin sin considerar que, en el
“hombre de mañana y de pasado mañana”, fórmula
estado actual de los seres humanos, su descubrimiento
retomada en Más allá del bien y del mal, publicado un
filosófico está condenado a la ineficacia, que los seres
año antes de ese nuevo prefacio, y que repetirá una vez
humanos (y, en primera fila, los filósofos) seguirán
más al año siguiente en un nuevo prefacio a La gaya
diciendo y aun insistiendo en lo que no puede ser di­
ciencia. “Un hombre del mañana y del pasado mañana”
cho; en tanto que el Wittgenstein de las Investigaciones
es la manera en que Nietzsche caracteriza a esos “espí­
sigue obsesionado (al igual que Nietzsche y, añadamos,
ritus libres” que están identificados en el subtítulo de
Heidegger y Kierkegaard) por esa vulnerabilidad, esa
locura o esa condición humana, o como también dice Humano, demasiado humano como el público que él
Nietzsche por esa “falta de educación” que consiste en desearía para sus palabras, y que en Más allá del bien
hablar demasiado. Esta insinuación provocadora de y del mal también identifica como “el filósofo” (§ 212),
Nietzsche que atañe a sus congéneres, y ante todo a puesto que ese extraordinario promotor del hombre
sus compatriotas, y que afirma que carecen, digamos, “se ha encontrado y ha tenido que encontrarse siem­
pre en contradicción con su hoy”.* La fórmula de Emer­
del refinamiento necesario, quizá sea una alusión a -o
como suelo decir una reescritura o una transfigura­ son para “estar en contradicción con el presente” es
ción d e- un aforismo de Ralph Waldo Emerson; en su definición del pensamiento como tener “aversión
este caso: “Cada una de las palabras que dicen nos ape­ por la exigencia de conformidad”. En esta cuestión,
nan”. Estos escritores tienen la impresión de que com­ Nietzsche también invoca la imagen de “invertir”, pre­
parten su lengua materna en todas partes y que no la sente en la aversión de Emerson, cuando desafía al lec­
comparten en ninguna. tor a “invertir [ Umkehrung] las estimaciones habitua­
En los últimos años, la afinidad de Nietzsche por les y los hábitos estimados”, estimaciones de lo que
Emerson, y de ahí su diferencia infinita, ha sido uno
de mis temas principales en diversas ocasiones; pre­ * La cita corresponde a la edición en español: Nietzsche, Más allá
del bien y del mal, Madrid, Alianza, 2007, p. 156.
sentaré aquí en especial el ejemplo tan llamativo de esa
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antes llamé “nuestros intereses y nuestra percepción donde vincula la figura del filósofo con la del viajero
de lo que es importante”; y Wittgenstein, para reins­ diciendo lo siguiente: “Nacidos de los misterios de
cribir aquí ese tercer miembro del triángulo, dice de la madrugada, meditan sobre cómo puede tener el día
sus investigaciones filosóficas que están “moldeadas en un rostro tan puro, luminoso, transfiguradamente
torno al punto fijo de nuestra necesidad real”. Por cierto, sereno entre las diez y las doce: buscan la filosofía de
podemos considerar tales coincidencias como meros la mañana” [des Vormittage]”.* Propongo ver en ello
accidentes. ¿Por qué un filósofo desearía tratarlas así, una reescritura de la profecía de Emerson, en su ensa­
es decir, por qué desearía no tratarlas, como la mayo­ yo “Los círculos” (ensayo citado por Nietzsche en la
ría de mis colegas, según creo? conclusión de su Consideración intempestiva sobre
Adapto la caracterización que Nietzsche hace del Schopenhauer), donde anuncia “otra aurora que des­
filósofo -el hombre de mañana y de pasado mañana- punta en pleno mediodía”. Es cierto que Wordsworth,
señalando que la distinción banal en inglés entre y Milton antes que él, había anunciado nuevas auroras
“mañana” (tomorrow) y “pasado mañana” (the day after a mediodía, pero el hecho de que sea específicamente
tomorrow) traducen los términos alemanes Morgen y la prolongación de ese pensamiento de Emerson el que
Übermorgen, y pretendo (bajo reserva de corrección, Nietzsche tiene en mente está confirmado por los
cuando no de plagio) que el prefijo Über-, punto de acentos emersonianos con los que Nietzsche carac­
inflexión tan característico en Nietzsche, señala aquí teriza ese día superior, es decir, los términos “trans­
una distinción homologa de la de Mensch y Übermensch, parente”, “transfigurado” y “feliz”. La idea es, pues, que
hombre y super-hombre, o supra-hombre o post-hom- ese super- o supra-mañana es el día consumado, nue­
bre. ¿Con qué fin? Considérese el sentido del término vamente concebido por el hombre desarrollado o
Morgen como sustantivo “mañana”, es decir, “antes superhombre; y, a la inversa, que el superhombre es
del mediodía” y como adverbio “mañana” y quizá precisamente aquel que consuma tal día.
pueda discernirse la idea de un “post-”, o de un supra- Thoreau, el otro gran lector de Emerson en el siglo xix,
o de un super-mañana. se basa en el inglés tan enérgicamente como Nietzsche
¿Por qué plantear tal cosa o tal acontecimiento? Que
Nietzsche lo plantea de manera explícita está confir­
* Nietzsche, Humano, demasiado humano, trad. esp. cit., vol. i,
mado en la frase final de Humano, demasiado humano, § 638, p. 267.
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en el alemán para producir su propia versión de ese serie de escalones”), de ser mal entendidos (Emerson
pensamiento, en las tres breves frases que concluyen dice “ser mal comprendidos”). Adentrarnos en esas
Walden: “Sólo puede amanecer el día para el que esta­ conjeturas y en esas diferencias probablemente no ser­
mos despiertos. Hay aún muchos días por nacer. El sol viría sino para volver aun más urgente la pregunta:
no es más que una estrella de la mañana”.1Con esta sim­ ¿cómo saber si abordar estas cuestiones de la manera
ple concentración sobre la homonimia de“mo(u)rning\ en que lo hago -cuestiones que se vinculan con aque­
que significa a la vez “el día que despunta” y “el duelo llo que suelo llamar “perfeccionismo emersoniano’ -
que se lleva”, nos dice que cada iluminación del mundo no es, precisamente, mera Geschwatz, mera Literatuñ
de la que hemos participado ha muerto, y que debemos Propongo hacer la prueba convocando algunos tex­
aprender a desembarazarnos de ello, debemos apren­ tos que toda persona razonable aceptará como autén­
der, por ejemplo, a reevaluar, a volver a contar/relatar, ticamente literarios -y no como mera Literatur- y ver
debemos aprender a hacer el duelo. cómo la distinción, o digamos la buena educación, se
A continuación, abordaré otros ecos de Emerson manifiesta en ellos. No tengo en mente nada más exó­
-siempre en el marco de los ocho párrafos que cons­ tico que las novelas de Jane Austen y de George Eliot.
tituyen el prefacio de Humano, demasiado humano- La particular virtud de esta experiencia, desde mi punto
contenidos en las ideas que figuran allí respecto del de vista, es que estas autoras tienen una pertinencia
relámpago, del pensamiento como gestación, del inmo- alentadora para otra zona de mi trabajo, pertinencia que
ralismo, de nuestros momentos más elevados, de tener no me sentía dispuesto a abordar precedentemente, y
paciencia sin moverse del lugar, de cuestiones inabor­ zona que me sentiría particularmente desdichado de
dables, de la perspectiva (Emerson dice “parcialidad”), no citar: quiero decir, pues, que ambas son claramente
de nuestro crecimiento hacia lo alto como una cues­ precursoras de las preocupaciones de los dos géneros
tión de situarse en los peldaños de una escalera y ascen­ cinematográficos a los que he dedicado dos libros
der por ellos (Emerson dice “nos hallamos sobre unai -géneros que titulo “la comedia hollywoodense del
enredo matrimonial” y “el melodrama de la mujer des­
conocida”-. Tomar conciencia de que era factible com­
i H. D. Thoreau, Walden or life in the woods, Dover Thrift editions,
1995 [trad, esp.: Walden o la vida en los bosques, trad, de Julio prender estos films como estudios sobre la posibilidad
Molina y Vedia, Buenos Aires, Emecé, 1945!. de una vida perfeccionista en una democracia ha sido
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un momento clave en mi derrotero intelectual. Hago lación de Emerson acerca de nuestra aspiración moral
un alto para destacar la importancia de ese momento hacia “nuestro yo no realizado pero realizable”.
para mí, en relación con la cuestión del perfeccionismo. Otras formulaciones derivan asimismo del término
Dada la manera en que lo abordo, puede decirse que más célebre de los románticos: “llegar a ser lo que se
el perfeccionismo moral ha sido situado a partir de la es” (que reivindican Heidegger y Nietzsche), o de la
explicación que Sócrates le da a Eutifrón: las cuestio­ fórmula de Polonio: “sé fiel a ti mismo”, o la del “cui­
nes que producen cólera y odio - a diferencia de las dado de sí” de Michel Foucault; todas estas formula­
cuestiones específicas sobre ciencia o sobre medidas ciones han derivado en un memorable pastiche encar­
de magnitud- se originan en desacuerdos sobre cues­ nado en el eslogan del Ejército norteamericano, cuyos
tiones relativas a lo justo y lo injusto (podríamos decir, mensajes destinados a reclutar personas proponen: “Sé
relativas al bien y al mal), a lo bueno y lo malo, lo todo lo que puedas ser” (“Be all that you can be”). Inevi­
honesto y lo deshonesto. Sigue siendo exacto, creo yo, tablemente, el perfeccionismo tiene formas degrada­
decir que la pedagogía profesional dominante en filo­ das, formas que al parecer le son tan inherentes como
sofía moral procede oponiendo la relación de las cues­ a la filosofía, que también tiene sus formas degrada­
tiones sobre el bien y el mal (tal como Kant lo expuso das, sus competidores intelectuales -condición subra­
de la manera más célebre) a las preguntas sobre lo yada desde el nacimiento de la filosofía en la impug­
bueno y lo malo (como en el utilitarismo, cuyo ejem­ nación platónica de los sofistas-
plo más destacado es John Stuart Mill). En este punto, Es importante para mí que Ibsen se haya convertido
las discusiones tienden a poner el acento en cuestio­ en el dramaturgo occidental más significativo, en los
nes de elección moral, de decir qué acto debe llevarse siglos posteriores a Shakespeare y Racine, al asumir
a cabo y cuáles son las razones para hacerlo. La insis­ como tema algo que puede verse como una secuencia
tencia en el tercer par socrático (lo honesto y lo des­ de degradaciones de la búsqueda de la existencia per­
honesto) sugiere más fuertemente a mi espíritu la eva­ feccionista. Una de las maneras de caracterizar la dife­
luación de un modo de vida, de una actitud ante rencia entre “lo auténtico” y “lo degradado” podría
nuestra propia vida como tal, y no ante vías de con­ ser decir que el perfeccionismo que cuenta para mí es
ducta individual. Esta insistencia es aquello que deno­ la reacción ante una crisis, ante el estremecimiento de
mino “perfeccionismo”, y está resumida en la formu- nuestra estimación de lo que Nietzsche denomina “el
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valor de la existencia”; en tanto que su forma degra­ es el esnobismo. Ahora bien, ¿cómo podríamos pen­
dada es un intento de preservarse de tal estremeci­ sar las conversaciones entre Katharine Hepburn y Cary
miento. En lo que denomino “perfeccionismo emer- Grant, entre Hepburn y Spencer Tracy, entre Clark Gable
soniano”, la idea de estado final o perfecto que cada y Claudette Colbert o entre Barbara Stanwyck y Henry
cual debe alcanzar o buscar no tiene ningún sentido. Fonda -referidas a la actitud despreciativa, a la falta
Emerson lo dice de diversas maneras: “Alrededor de de atención, a la brutalidad, a la frialdad, a la cobardía,
cada círculo, es posible trazar otro círculo”, formula­ a la vanidad, a la falta de delicadeza, a la falta de ima­
ción que Nietzsche admiraba particularmente. La idea ginación, a la falta de corazón, a la hipocresía, al ren­
es siempre la de una liberación de un estado presente, cor-, cómo pensar en ellas sino como el examen de
hacia un estado lejano o próximo. un alma por otra y por sí misma, lo cual, supongo, repre­
Los perfeccionismos de Platón y de Aristóteles, sean senta un encuentro moral? Una de las ideas rectoras a
cuales fueren las diferencias que los separan, son para la vez de las comedias a las que he dedicado un pri­
los privilegiados. Considero que esa concesión es com­ mer libro, donde el m atrim onio es aceptado o rea­
batida en la obra de Emerson y de Nietzsche, entre otros, ceptado, y de un segundo libro sobre un género empa­
al igual que en los films a los que hago alusión. En dichos rentado de melodramas donde el matrim onio es
films, la atención del perfeccionismo no se concentra rechazado, es que nada legitima o ratifica el m atri­
en los problemas morales mediáticos, tales como el monio -n i el Estado, ni la Iglesia, ni la sexualidad, ni
aborto, la pena de muerte, la miseria, la desobediencia la identidad sexual, ni los niños- sino la disposición a
civil, la denuncia de escándalos, etc., y, por tanto, para reafirmar, es decir, la disposición al rematrimonio (las
algunos no contienen la menor perspectiva moral invo­ comedias comienzan con una amenaza de divorcio o
cada. De hecho, esta despreocupación aparente de las bien ésta adviene en su punto culminante). Y lo que
parejas en lo que suelo llamar la “comedia de enredo hace que valga la pena reafirmar el matrimonio es un
matrimonial”, como si fueran demasiado inteligentes o apego diurno que implica amistad, juego, sorpresa y
delicadas para caer en la trampa de los problemas mora­ educación mutua, el todo manifestado en el modo de
les de ese bajo mundo -exentos como están de cual­ conversación recíproca de los miembros de la pareja
quier sentimiento de envidia o desprovistas de motivos (y no sólo verbal), que expresan una intimidad o una
de agresión-, sugiere que el defecto que los caracteriza comprensión, a menudo incomprensible para el resto
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del mundo representado en esos films, pero que hace menos para mí; y la revelación de ese vínculo funciona
a la verdad del matrimonio. en ambos sentidos. Cuando dije que esas novelas eran
La educación mutua de los miembros de la pareja “invitadas” por la manera en que he introducido a
no apunta a producir un incremento de cultura, sino Nietzsche, estaba pensando en la base explícita sobre
(como en la instrucción wittgensteiniana) una trans­ la cual Nietzsche, y también Emerson, interpela el por­
formación de la existencia; aquellos que no pueden venir, el día nuevo, a saber, la náusea que le causa la
animarse recíprocamente para tal educación no están manera como vive la humanidad hoy en día. Al tiempo
casados; no tienen para con el otro el interés adecuado. que participa de ese modo de vida, considera que ha
Lo que en esta discusión nos lleva a invitar a nove­ roto con él (como quien rompe amarras) y que, por
las como Orgullo y prejuicio, Mansfield Park y Emma de consiguiente, se encuentra en un estado de convale­
Jane Austen, así como Middlemarch y Daniel Deronda cencia con respecto a ese modo de vida, que no está
de George Eliot es, en contradicción con gran parte de listo -n o domina el contexto- para un modo de vida
la filosofía, su apego a la vida cotidiana, en tanto que nuevo; y sabe -ése es el estado de saber en que escribe-
tienen en común, a un mismo tiempo, en la textura y en que casi todos los demás permanecen sumidos en una
el sesgo de cada escena, su conocimiento y su deseo de rutina o en una fijación de lo ordinario sin tregua, aque­
una vida vivida a partir de lo que Emerson y Nietzsche llo mismo que Emerson denomina “conformidad”, y
dan en llamar el “yo más allá”, vislumbrado desde la que Nietzsche, en su Consideración intempestiva, llama
perspectiva de lo que ambos representan como los “filisteísmo”. Y que John Stuart Mill en Sobre la liber­
momentos más altos de una vida: los momentos per­ tad representa como nuestra intimidación mutua. Que
feccionistas. Desde un punto de vista filosófico, las Wittgenstein y Austin se propongan llevar a cabo la
vidas así representadas pueden parecer demasiado con­ crítica de lo ordinario o de su fundamento en nuestras
finadas o aisladas para proporcionar una inspiración formas cotidianas de intercambio, precisamente ape­
o una instrucción moral para un mundo brutal. Sin lando a nuestras palabras ordinarias, significa que nues­
embargo, la experiencia que he tenido, y que otros tra vida posee de manera inherente el poder de criti­
tienen, de estas novelas es otra. carse a sí misma, y que revela la necesidad de hacerlo.
La relación de estas novelas con el pensamiento de Pero, como la mayoría de nosotros no suele prestar
Nietzsche tiene, en todo caso, algo de chocante, cuando atención a lo que se dice para criticar nuestra vida,
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aquello que se sobreentiende, solemos vivir en una en que yo comenzaba a encontrar mi camino, se dice
inconciencia parcial de lo que decimos o hacemos a que, para pensar los problemas morales, las novelas ilu­
cada instante (lo que Nietzsche denomina “nuestras minan de manera imaginativa aquello que la filosofía
condiciones de civilización”). Ésa es una versión de lo procura, cuando no vanamente al menos de manera
que Sócrates llama “la vida sin examen”. limitada, articular conceptualmente. No obstante, cabe
Jane Austen y George Eliot escriben desde algún lugar destacar que, cuando enfrentan la vida de todos los días
en el interior de ese estado de conformidad vulnerable, consigo misma, las novelas que he citado (todas ellas
y aun a partir de cierto respeto por ella, por su necesi­ son, digamos, novelas de la domesticidad o del habitar,
dad o su inevitabilidad, como si tuvieran la obligación aunque también podríamos llamarlas en sentido eti­
de representar para los lectores la verdad de su condi­ mológico “novelas de economía”) ilustran asimismo la
ción, y por tanto despertar y confirmar su conocimiento antifilosofía, pues siguen un camino contrario al de los
de las brutalidades de esa condición, y producir ejem­ crónicos vuelos de la filosofía lejos de lo ordinario. El
plos en que el alma pueda aprender a no dejarse aplas­ cuadro supremo del habitar humano ordinario que pro­
tar por la fuerza del compromiso con la injusticia que pone la filosofía es la Caverna de Platón. Ahora bien,
la sociedad moderna supone e impone. Lograr preser­ ¿cómo una novela, por ejemplo, o incluso el estudio de
var la fe en nuestros deseos de un mundo iluminado, un lugar en la naturaleza como Walden de Thoreau,
frente a los compromisos que establecemos con la cuyo autor presenta explícitamente como una obra de
manera como el mundo existe, también constituye uno economía, podría proponer una refutación de la filo­
de los objetivos reconocibles de la filosofía, tan contun­ sofía sin acercarse a la filosofía y, por tanto, sin hacer de
dente a su manera en Nietzsche como en John Rawls algún modo filosofía?
en Teoría de la justicia. (Ésa es una de las razones por He calificado de chocante al vínculo entre Nietzsche
las que me sublevo contra la manera como Rawls carac­ y las novelas de economía, dando cuenta, supongo, de
teriza y critica el perfeccionismo moral de Nietzsche.) la incongruencia que experimenté al yuxtaponer la emo­
¿Esa coincidencia de objetivos acaso sugiere que estas tividad estridente de Nietzsche con (para tomar el caso
novelas que me propongo evocar tienen una dimensión más simple) el narrador de Jane Austen y la famosa
filosófica? En el clima filosófico actual, en cuyo contexto superficie de una calma mortal. Por cierto, el retrato que
hay más posibilidades para la filosofía que en los años hace de la sociedad está más cerca de la imaginación
220 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? LA FILOSOFIA PASADO MAÑANA I 221

de lo social, por ejemplo, en el homónimo de Jane, John sugiere que está tan agobiada por el dolor que no llega
Austin, dado el énfasis que pone en las conveniencias y a imaginarse deseando que su propia existencia conti­
en el respeto de las promesas, que de cualquier aspecto núe; o si, y ésa es en términos generales mi impresión,
de Nietzsche. No me propongo en absoluto negar esto, la verdad es que Emma no es capaz de distinguir por sí
pero la angustia espiritual que se registra en Nietzsche misma entre esos dos estados. La angustia, la irrita­
y que caracteriza su estilo no es inadecuada respecto ción, la tristeza y la pena son, además del duelo, los con­
de lo que podemos sentir en la célebre prosa de Jane ceptos en juego en esa primera página, y será necesaria
Austen. Podríamos decir que su prosa procura sin cesar una suerte de educación para formular sus diferencias.
minimizar (al tiempo que la preserva) la expresión de La frase siguiente mantiene la presión, que por cierto
la angustia en la existencia cotidiana, de manera no sigue siendo delicada: “Una vez concluida la boda y des­
menos radical que la prosa de Nietzsche cuando pro­ pedidos los novios, su padre [el de Emma] y ella se
cura maximizarla. encontraron solos para cenar juntos, sin perspectiva
El truco de la prosa, en cada caso, es poner en el pri­ de que un tercero les alegrara esa larga velada”. Esto
mer plano de los problemas el de sus grados de serie­ sugiere, supongo, que aún tiene en mente el pensamiento
dad (como para renunciar, tal como lo hace la filoso­ de la mañana siguiente, pero ¿esto no sugiere asimismo
fía, a toda pretensión de autoridad más allá de sí misma). que no sabe cuántas veladas sin alegría le depara el por­
Cuando leo, en la primera página de Emma, que su heroí­ venir, ni cuán diferentes entre sí habrán de ser los días
na “parecía reunir algunas de las mejores virtudes de la y las noches? El pensamiento sigue en la página siguiente
existencia” (se nos dice que es bella, inteligente, rica y (“Habría que penar durante muchas largas veladas de
joven), y que “fue el día del casamiento de su querida octubre y noviembre”), donde se nos dice que ahora
amiga [Miss Taylor, quien fue su gobernanta durante Emma “corre el gran riesgo de sufrir de soledad intelec­
dieciséis años y de quien se nos dice que es su amiga, tual”. ¿Hasta dónde llega ese peligro de soledad inte­
su hermana y también aquella que compensó la pérdida lectual? No me refiero a cuál es su grado de verosimili­
de su madre] cuando Emma se sentó primero para medi­ tud (es verosímil), sino a qué clase de peligro se trata.
tar”, percibo que no sé muy bien si esa meditación sig­ Y ¿realmente debemos situar aquello en el mismo
nifica que está herida por no tener ya a su amiga junto mundo que el aislamiento casi inexpresable que Nietzs­
a ella para continuar su feliz modo de existencia; o si che predice en ese prefacio de Humano, demasiado
222 I EL CINE, ¿PUEDE HACERNOS MEJORES? LA FILOSOFÍA PASADO MAÑANA | 223

humano?Ahí donde se pregunta: “Pero, ¿quién sabe hoy casarse puede significar la ruina social y la aceptación
qué es la soledad?”.* Ahora bien, ¿acaso podríamos com de un mal matrimonio puede significar la asfixia de la
prender de verdad las exclamaciones de Nietzsche si expresión de la racionalidad y de la ligereza, piedras
estos ejemplos -en los textos de Austen y de Nietzsche angulares cómicas de la aspiración perfeccionista?
fueran inconmensurables? La frase de Austen que sigue Debería confesar aquí que he llegado relativamente
a aquella en que se señala su aislamiento intelectual tarde a una fascinación sin freno por Jane Austen, a dife­
prolonga su definición: “Amaba a su padre con todo su rencia de muchos de mis conocidos que la han leído en
corazón, pero no era un compañero para ella. No podía su juventud, y que por tanto estaban mejor preparados
ir a su encuentro en la conversación, ya fuera racional que yo para identificarse con el júbilo de las conclu­
o ligera”. Ahora bien, la capacidad misma para la con siones de su novela (aun cuando percibo claramente lo
versación racional y ligera tiene su propia forma de ais­ que éstas pueden tener de excitante) y para apreciar el
lamiento, o por ejemplo de alienación, y produce su espíritu y la pertinencia necesarios para tales conclu­
propia aspiración al encuentro y, diríamos, a la tras­ siones. En lugar de eso, a menudo me sorprendo a mí
cendencia; y que esa capacidad permanezca sin corres­ mismo demorándome en la estupidez, la tontería, la
pondencia da cuenta de un peligro de soledad que pre­ vacuidad, la naturaleza hastiada (predicados caracte­
sagia locura. Los padres que no llegan a ir al encuentro rísticos de Jane Austen) de tantos personajes secunda­
de la conversación de la hija, como suele suceder con rios que revelan el carácter de las condiciones sociales
los padres en general en el mundo de Jane Austen, están que los personajes principales, dotados de una aspira­
en el límite de la no-existencia; carecen del gusto por ción interior, deben superar en sí mismos. Cuando abor­
el mundo, y aun de la energía necesaria para el mundo; damos Mansfield Park (1815), prácticamente ya no queda
son seres que requieren que se haga todo por ellos. Ahora nadie con quien identificarnos y somos libres de ima­
bien, ¿qué clase de mundo es ése donde no hay patriar­ ginar (como lo han hecho críticas recientes) la realidad
cas pese a ser considerado un mundo patriarcal? Y, en de la trata de negros sobre la que se funda el mundo de
esas novelas llamadas “matrimoniales”, ¿cuál habrá de esa casa, tal como Austen suele recordarnos, no sin deli­
ser la apuesta del matrimonio cuando la negativa a cadeza; y somos libres asimismo de reconocer que esa
institución no estaba acabada, aun cuando por la época
* Nietzsche, Humano, demasiado humano , trad. esp. cit., vol. i, p. 38. de redacción de esta novela fuera blanco de ataques
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legislativos que ya no habría de superar. En las seis gran­ pensar que aquello que provocó un crimen no es alguien
des novelas que escribió, Austen muestra el más sór­ presente en Gosford Park, sino la presencia de un monu­
dido de los compromisos con una sociedad imperfecta mento tal como Gosford Park mismo. Todo ello hace
(y es lo menos que pueda decirse). A mi parecer, esto del inspector un personaje incompetente, no sólo cómi­
va a la par con el hecho de que, entre las mujeres admi­ camente convencional, pues también lo presenta como
rables de Jane Austen, con sus respectivas fallas, la Fanny alguien cuya vacuidad mental, en especial cuando des­
Price de Mansfield Park es notable entre otras cosas por deña los indicios más irrefutables, parece causada por
su debilidad física inexplicada; y confieso tener deseos una percepción vaga de que ninguno de los presentes es
de ver en ello un signo de convalecencia nietzscheana, más culpable que otro en el acontecimiento que lo ha
que nos la muestra como es imperfectamente adaptada llevado a interrogar a las personas de la casa. Se trata
al mundo tal como es porque está a la espera de un mun­ de una verdad indecible o mítica de la vida civilizada,
do más avanzado. cuya falta de expresión disemina la vacuidad mental.)
(Noto, al pasar, que el film de Robert Altman, Gos- La economía de horror que soporta de manera invi­
ford Park [2001], es una reconstitución brillante de las sible la morada principal de Mansfield Park nos hace
condiciones de morosidad chic que Mansfield Park nos aun más difícil el hecho de no llegar a imaginar las con­
presenta. Sorprende esa réplica reiterada, a propósito de diciones tácitas de la economía entre los demás miem­
la revelación de la verdad sobre el crimen: “¿De qué sirve bros del género que Austen hizo suyo. En un mundo
[decirla] ?”, que, a mi parecer, se aplica al intento de decir, diferente de aquel que representa en Emma, o más bien
o de haber dicho, la verdad sobre las condiciones de la en el mismo mundo considerado desde una perspec­
civilización de esa morada como tal. ¿A quién podemos tiva diferente, en una disposición o en una economía
o debemos decirla? Tal parece ser el motivo último de diferente, a saber, el mundo que describe en Orgullo y
la presencia del productor de cine norteamericano en prejuicio, podemos considerar el momento crítico (cap.
busca de una locación en la propiedad para situar, even­ 13) en que Elizabeth Bennett, tan dueña de sí, recibe
tualmente, un film de Charlie Chan, es decir, uno de la carta del fascinante e impenetrable Mr. Darcy, quien
los films que obedecen a la convención según la cual el habrá de alterar el conocimiento que ella cree tener
sospechoso menos probable acaba siendo el culpable, acerca de su falta de palabra y de su crueldad de un
convención que vuelve inconcebible la posibilidad de modo algo diferente de cómo ella lo describe y como,
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creo yo, su público lo acepta. En ese punto, se dice a sí var en ella”/ Quizá Darcy simplemente había que­
misma que tiene la impresión, entre otras cosas, de que rido decir, en su orgullo y su prejuicio, que la alta socie­
“había estado ciega, había sido parcial, absurda y que dad es el ambiente más divertido. Quizá, por lo demás,
se había dejado dominar por los prejuicios”, y concluye pretende hacerle sentir que las facultades de diversión
con la siguiente confesión: “Hasta este momento no he y de estudio que están a disposición de Elizabeth han
logrado conocerme a mí misma”/ Dicho de otro modo, de estar, en esa situación, limitadas casi al punto de la
reinterpreta su personaje y luego atribuye su locura a parálisis. Ella desvía ambos gestos dando a entender
la vanidad y al prejuicio. No obstante, dispuestos a otros que sus facultades de observación son mayores de lo que
niveles de angustia y de compromiso, podríamos que­ él se imagina, y que, lejos de esperar diversión, dichas
rer tomar conciencia de que aquello que ella siente facultades se la procuran. Ahora bien, ver siempre algo
como un acceso inicial de conocimiento de sí es la rea­ nuevo en una sociedad inmutable -ver desde la pers­
lidad de ser conocida por primera vez, reconocida en pectiva elevada de un super-mañana- es una descrip­
su diferencia, como si hasta entonces su existencia ción exacta de lo que una escritora como Jane Austen
hubiera sido negada, hubiera padecido el cortés escep­ aprendió a ofrecerle al mundo. Pero ese genio que se
ticismo -las pequeñas muertes- de la vida cotidiana. refleja implícitamente en Elizabeth sirve a un mismo
El poder que tiene Darcy para revelar la angustia tiempo para sellar de manera más amenazadora aun
ya está presente en sus primeros diálogos con Eliza­ su aislamiento (o su soledad), para mostrar que su con­
beth. Tras asistir (cap. 9) a la revelación (también lo ciencia no puede ser compartida.
es para ella) en la que la joven hace su estudio irónico Que Elizabeth misma reconozca ese peligro (que,
del carácter humano, Darcy hace notar: “El campo debe supongo, ya no puede atribuirse a una configuración
de ofrecer poca materia para semejante estudio. Las social particular) salta a la vista, a mi parecer, en la réplica
sociedades rurales son limitadas y poco variables”. Eli­ impaciente y final que tiene ante la incapacidad obsti­
zabeth responde: “Pero la gente cambia tanto, donde­ nada de su querida hermana, Jane, para asumir la ver­
quiera que viva, que siempre hay algo nuevo que obser-* dad de sus propios sentimientos por un joven que la ha
herido, y es entonces cuando Elizabeth interpreta esos
* La cita corresponde a la edición en español: Jean Austen, Orgullo
y prejuicio, Buenos Aires, Sudamericana, 2007, cap. 36, p. 243. * /bid., cap. 9, p. 55.
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sentimientos en su lugar. Elizabeth concluye diciendo: Cabe señalar aquí que el alemán de Nietzsche (“aus
“A todos nos agrada instruir, pese a no poder enseñar der Welt ein Nichts schaffen’) habla más literalmente
sino aquello que no vale la pena saber”.* Supongo que de crear una nada a partir del mundo y parece, pues, de
ésa es la fuente del aforismo de Oscar Wilde, la primera manera más indiscutible una justa caracterización del
de sus “Máximas para la instrucción de los sobreedu­ nihilismo, que constituye a mi juicio una imagen no
cados”: “La educación es algo admirable, pero conviene demasiado fuerte de lo que Jane Austen por momen­
recordar que nada que valga la pena saber puede ser tos percibe como aquello que en todas partes y de ma­
enseñado”. Aun cuando los dos escritores han de haber nera silenciosa desafía a su inteligencia.
extraído este pensamiento de alguna fuente común ante­ Esto debería ser más fácil de percibir en el caso de las
rior, esto sugeriría de todos modos que cierta presión últimas grandes novelas de esa escritora profundamente
nietzscheana no es ajena a las fuerzas propias de Jane cultivada, George Eliot: Middlemarch y Daniel Deronda.
Austen en sus novelas de lo cotidiano. Pienso en espe­ Volviendo una vez más al prefacio de Humano, dema­
cial en la observación de Nietzsche, casi en el final de siado humano, Nietzsche conjetura lo siguiente:
Humano, demasiado humano:
Cabe presumir que un espíritu en el que el tipo “es­
Cuando se constata cómo algunos saben arreglárse­ píritu libre” [freier Geist] ha un día de madurar y
las con sus vivencias -sus insignificantes vivencias llegar a sazón hasta la perfección haya tenido su epi­
cotidianas-, de modo que éstas se convierten en una sodio decisivo en un gran desasimiento y que antes
tierra de labranza que da frutos tres veces al año, no haya sido más que un espíritu atado y que pa­
mientras que otros -¡y cuántos!- [...] siempre se recía encadenado para siempre a su rincón y a su
mantienen ligeros, siempre a flote, como de corcho columna.*
[... ] y en vez de crear el mundo de la nada, crean del
mundo una nada.*** He de concluir planteando una pregunta sobre el de­
sasimiento de Nietzsche y propongo una vía para res­
* Jean Austen, Orgullo y prejuicio , trad. esp. cit.: cap. 54, p. 310, ponder a partir de George Eliot, antes de finalizar for-
traducción modificada.
** Nietzsche, Humano, demasiado humano, trad. esp. cit., vol. 1,
§ 627, p. 260. Ibid., vol. 1, § 3, p. 37.
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mulando una enseñanza originada en mi aspiración Middlemarch con una invocación de Santa Teresa que,
a la filosofía. tres siglos antes, había exigido y hallado una expresión
Si el camino perfeccionista hace pagar el precio de para su naturaleza apasionada e ideal en una vida épica,
un gran desasimiento, ¿éste será tal que mujeres del la reforma de un orden religioso. Eliot pone esa his­
tiempo de George Eliot, y ni hablar del de Jane Austen, toria en contraste con un tiempo nuevo, llamémoslo
habrían podido permitírselo? Si una de las dimensio­ moderno, en que “Muchas Teresas nacidas después
nes de este desasimiento es liberarse de las presiones no pudieron encontrar una vida épica [...]; vivieron
de la sociedad en favor del matrimonio o de ciertos tan sólo unas existencias llenas de errores, resultado de
puestos alternativos de respetabilidad (tía solterona, cierta grandeza espiritual mal emparejada con la esca­
dama de compañía, gobernanta), el desasimiento sez de oportunidades”. Esto en cuanto a la primera
sugiere que uno se deslice por debajo de la sociedad en página; la última, que convoca además de la figura de
mucha mayor cantidad de casos de los que sugiere que Teresa la de Antígona, anuncia que “el medio en que
nos elevamos por encima de la sociedad. ¿Estos coti­ sus ardientes acciones tomaron forma ha desaparecido
dianos históricos acaso no han dejado de tener la per­ para siempre”.* Nietzsche observará en Humano, dema­
tinencia necesaria para nuestros logros modernos o siado humano: “Lo mejor de nosotros es, tal vez, heren­
posmodernos? ¿O será que lo que en ellos es no-per­ cia de sentimientos de épocas anteriores a las que ahora
tinente forma parte de nuestros logros? La vía que pro­ apenas tenemos ya acceso inmediato; el sol ya se ha
pongo para responder deriva de Middlemarch de Geor­ puesto, pero el cielo de nuestra vida todavía refulge e
ges Eliot, escrita a principios de los años 1870, en el ilumina gracias a él, aunque ya no lo veamos”.** La res­
mismo decenio que Humano, demasiado humano. Se puesta de Georges Eliot a la clausura, o al crepúsculo,
trata de tomar la percepción que George Eliot tiene de ese pasado de grandeza ha sido, pues, convertirse
de su época (dejando abierta la pregunta acerca de en en la novelista del heroísmo de la vida de todos los días,
qué medida difiere de la nuestra) como un rasgo cons­
titutivo, cuando menos para las mujeres (dejando * Las citas corresponden a la edición en español: George Eliot,
Middlemarch, Madrid, Oscar Mondadori, 1991, vol. 1, pp. 1-2
abierta la pregunta acerca de en qué medida su destino
y vol. 2, p. 933.
difiere del nuestro), de la escena de un gran desasi­ ** Nietzsche, Humano, demasiado humano, trad. esp. cit., vol. 1,
miento. Es bien sabido que Eliot comienza y termina § 223, p. 150.
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la vida en que “nosotros, personas insignificantes, con por el tigre? No sería un buen plan”. Un niño responde:
nuestras palabras y actos estamos preparando las vidas “El mundo estaría lleno de tigres gordos y bien alimen­
de numerosas Dorotheas [la heroína de Middlemarch]”, tados”. Eliot prosigue: “Deronda rió, pero defendió el
actos ocultos y no históricos de los cuales “el bien en mito. Es como una palabra llena de pasión, dijo; la exa­
el mundo depende en parte”.* geración es un destello de fervor. Es una imagen extre­
Supongo que George Eliot describe un aspecto de ma de lo que sucede todos los días: la transmutación
su trabajo que consiste en crear e interpretar mitos del yo”. Como si, tal como también dice Nietzsche, el
(relacionados con aspectos del trabajo de Nietzsche y gran desasimiento fuera reiterado, o se viera confron­
de Wittgenstein) en el diálogo siguiente, extraídos de tado con la resistencia, en cada vida. Después de Emer­
Daniel Deronda (cap. x x x v i i ) , en que la extraña cria­ son, Georges Eliot ha tenido, por así decirlo, la visión
tura que es Mirah refiere a Deronda que un amigo le de la democratización del perfeccionismo; pide para
había “contado una maravillosa historia en la que Buda cada cual el derecho a intentar dar un paso adelante,
se entregaba a la tigresa famélica para impedir que ella hacia una posibilidad no-realizada del yo, hacia un
y sus crías murieran de hambre. Y ha dicho que usted mundo que concuerde con nuestros deseos.
era como Buda. Así es como todos lo imaginamos”; y Así pues, hemos llegado a mi aspiración para la fi­
Deronda objeta: losofía hoy. Si me interrogo a mí mismo para saber si
Nietzsche esperaba su reivindicación de un desasimiento
Le ruego que no imagine eso. [... ] Aun cuando fuera ante todo como una tarea epistemológica, metafísica,
cierto que pienso tanto en los demás, de ello no se religiosa, estética, psíquica, política o moral, percibo
sigue que no tenga necesidades propias. Cuando que respondería sin dudar -o que me conformo con
Buda se dejó devorar por la tigresa, quizás él mismo responder- que es precisamente todo ello a la vez, y que
tuviera mucha hambre. lo es todo el tiempo. Pero esto significa para mí que cada
palabra que proferimos, o que reprimimos, es un acto
Una joven que escuchaba esa conversación preguntó capaz de reactividad al menos en esos registros. No hay
entonces: “Pero ¿era o no bello para Buda dejarse comer nada sorprendente, pues, en que la filosofía viva en el
temor de la palabra ordinaria. Debemos determinar en
* George Eliot, Middlemarch , trad. esp. cit., vol. 2, p. 933. cada caso si ese temor es saludable.
Este libro se terminó de imprimir
en junio de 2008 en Latingráfica S.R.L.
[www.latingrafica.com.ar], Rocamora 4161
CP 0 1 8 4 ABC, Buenos Aires.
[viene de la contratapa] IlUGStrHS COnfrOntBC iones
cotidianas con los otros (nuestros amantes,
nuestros amigos, nuestros padres o,
simplemente, nuestro prójimo) es una moral
de lo ordinario, no atenta a deberes abstractos
o a cálculos utilitaristas, sino ante todo
a una fidelidad a sí mismo, a la capacidad
de la conversación con el otro, a una vida
democrática en la que cada uno debe enfrentar
al otro en un pie de igualdad.
En esta obra, Stanley Cavell continúa
su trabajo sobre las comedias del Hollywood
de las décadas de 1930 y 1940, pero también
sobre los films de Rohmer, Hitchcock, Godard,
Buñuel, Bergman, Jarmusch... a quienes sitúa
sobre el horizonte de las filosofías de Emerson
y de Heidegger, de Thoreau y de Nietzsche,
para concluir que el interés propiamente
filosófico del cine reside en lo que éste
nos enseña del bien, con su manera única
de hacernos mejores.

Otros títulos

e n 5032 Hans Belting


Antropología de la imagen

d s 2023 Antonio Lastra


Ecología de la cultura
¿Cómo puede el cine contribuir a la educación y a la inteligencia
de una cultura o, digamos, a la comprensión que una cultura tiene
de sí misma? ¿Cómo puede el cine, al que habitualmente concebi­
mos como entretenimiento, ser un camino de "mejoramiento mo­
ral"? Responder a estas preguntas es el objeto de los ensayos de
Stanley Cavell reunidos en este volumen. Pero -como observa el
autor-, lejos de tener como referencia las morales abstractas, lo
que el cine nos ofrece cuando pone en escena [sigue en la solapa posterior]

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