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15
La estructura modal de
la realidad: posibilidad,
existencia y necesidad
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
INTRODUCCIÓN
El estudio de la modalidad puede ser enfocado desde diferentes perspectivas: una
perspectiva lógica y una perspectiva metafísica. Nuestro tema, en tanto se cuestiona
sobre la estructura de la realidad, se centra en un estudio de las modalidades bajo una
perspectiva metafísica. Ahora bien, nuestro primer epígrafe nos pide una clarificación
conceptual de los términos modales, es decir, nos pide una definición de los términos.
En este sentido, la lógica puede sernos útil para comenzar nuestro estudio. Así lo hemos
entendido. Sin embargo, nuestro tema, en esta tarea de clarificación, tiene que transitar
de la lógica a la ontología. Kant, como en tantas otras cosas, hace posible este giro a
través del tratamiento de la modalidad en la lógica trascendental. Este primer epígrafe
acaba, justamente, con la caracterización de la modalidad en la ontología para lo cual
nos hemos servido de N. Hartmann que, en el panorama de la filosofía contemporánea,
ha sido el pensador que con mayor denuedo ha afrontado el problema de la modalidad
desde una perspectiva ontológica.
En nuestro segundo epígrafe se nos pide que llevemos a cabo un tratamiento histórico
del problema y en nuestro tercer epígrafe se nos pide un tratamiento “actual” del proble-
ma. Dónde termina lo histórico y comienza lo actual no es fácil saberlo. Pudiera suceder
que lo histórico, para el planteamiento concreto de esta cuestión, tuviera más actualidad
que algunos de los planteamientos más cercanos a nosotros en el tiempo. En este sen-
tido nuestro trabajo entiende que es precisamente en la metafísica racionalista moderna
cuando el problema de la modalidad se convirtió en el asunto metafísico, en el asunto del
estudio de la realidad. Aunque la cuestión de la modalidad en la ontología viene, como
apuntaremos, de la filosofía antigua y medieval, es en el propio desarrollo de la metafísica
racionalista, que se extiende desde Descartes hasta Hegel, donde recibe una determina-
ción más decisiva para la metafísica. Aquí, naturalmente, están como representantes más
destacados, además de los pensadores señalados, Spinoza, Leibniz y Wolff. Y entre estos
pensadores racionalistas y Hegel tenemos el planteamiento de Kant. Kant es el pensador
que hace de la modalidad asunto de la crítica reduciendo el planteamiento de la metafísi-
ca racionalista a un planteamiento estrictamente lógico, aunque, como se sabe, también
trascendental. En Leibniz y Wolff, para Kant, la razón había excedido sus límites al llevar
la modalidad hacia un planteamiento teológico. En una expresión que ha hecho fortuna
con Heidegger, el planteamiento ontológico de la modalidad queda convertido en la me-
tafísica racionalista en un “planteamiento ontoteológico”. Tras Kant, Hegel representa el
último intento de reestablecer la metafísica racionalista, pero ahora bajo una concepción
dialéctica de la realidad. A partir de Hegel el problema de la modalidad seguirá presente
en filosofía, pero ya no se tomará como un problema estrictamente metafísico hasta que,
como consecuencia de la semántica modal de mundos posibles, vuelve a ser un asunto
central. Nuestro tercer epígrafe, partiendo del problema del concepto de necesidad en
Carnap y Quine se ocupa del tratamiento actual de la modalidad en Kripke y Plantinga.
FILOSOFÍA 3
Tema 15
definiciones de estas categorías derivan de las definiciones que la lógica tradicional dio a estos
términos. Vamos a detenernos brevemente en esas definiciones tradicionales.
Para la lógica medieval las proposiciones podían tener diferentes modos y en función de
estos modos podían ser verdaderas o falsas: proposiciones contingentes, del tipo “José Anto-
nio y Salvador escriben en Navidad temas de filosofía”; proposiciones necesarias del tipo “José
Antonio y Salvador les gusta o no les gusta la Navidad”; proposiciones posibles, del tipo “José
Antonio y Salvador disfrutan en Navidades de unos maravillosos días en las Islas Galápagos”; y
proposiciones imposibles del tipo “José Antonio y Salvador son ángeles”. Todas estas proposi-
ciones son verdaderas pero una es una verdad de modo contingente, otra de modo necesario,
otra de modo posible y la última es verdadera, en principio, también de modo necesario.
La idea de atribuir el predicado de hombres o ángeles a José Antonio y Salvador está
tomada de un libro de lógica que conservo del tomista J. Maritain1 que intenta ser un manual
de lógica tradicional, de lógica aristotélico-tomista, y que presupone que la lógica, como or-
den de los conceptos, tiene un asiento en la realidad. Las categorías modales, por ejemplo,
de lo imposible y lo necesario aunque se digan de las proposiciones, reflejan, naturalmente,
el orden del ser. Si la proposición “José Antonio y Salvador les gusta o no les gusta la Navi-
dad” es verdadera y necesaria en virtud de la forma de la proposición, la proposición “José
Antonio y Salvador no son ángeles” es verdadera y necesaria en virtud de la constitución de
la realidad. No es posible que J. Antonio y Salvador sean ángeles –es, en principio, (meta)
físicamente imposible que sean ángeles–. El orden de la realidad impone restricciones a lo
que puede ser posible. El realismo metafísico o esencialismo impone que lo lógicamente
posible de alguna manera dependa de lo que puede ser metafísicamente posible. Si no hu-
biera alguna restricción de tipo ontológico, y si sostuviésemos que, por ejemplo José Antonio
y Salvador podrían haber sido ángeles o arcángeles, entonces, el uso de la necesidad y de
la imposibilidad quedaría relegado a proposiciones del tipo “2+2=4” para el caso de la ne-
cesidad o “2+2=9” para el caso de la imposibilidad. Pero nuestro instinto de realidad nos
lleva intuitivamente a rechazar que José Antonio y Salvador podrían haber sido ángeles. Este
problema de poder aplicar las categorías modales, bien a la realidad, bien a las propias pro-
posiciones se conoce tradicionalmente como la cuestión de la modalidad de dicto o de re.
En la terminología escolástica tradicional se decía que una proposición es modal cuando
se enuncia no solamente que un predicado P está en un sujeto S sino cuando se enuncia
además “según qué modo le conviene y se encuentra en él”2. Pero la palabra modo significa
“una determinación que afecta no simplemente a alguna cosa (determinatio adiacens rei)”
sino a la cópula verbal misma en la forma que une el predicado P al sujeto S. Por ejemplo, si
digo “El hombre prudente es sabio” o “Pedro corre ligero” en estas oraciones el modo afecta
en el primer caso al sujeto y en el segundo al predicado. Pero en ninguno de los casos la pre-
dicación afecta a la cópula. No es éste el sentido en el que decimos que una proposición es
modal. Los modos que afectan a la cópula son: la posibilidad, la imposibilidad, la contingen-
cia, y la necesidad. Por ejemplo, en la proposición “Pedro puede estar enfermo”, el término
“puede”, que denota “posibilidad”, afecta al verbo copulativo de la oración. El predicado
“enfermo” conviene, decimos, posiblemente a Pedro. En la lógica de cuño escolástico se
decía por ejemplo: “Pedro puede estar (est possibiliter) enfermo”3. En cualquier caso lo que
está claro es que en toda proposición modal hay que distinguir dos tipos o niveles de aser-
1
Maritain, J.: El orden de los conceptos. Lógica formal, trad. G. Motteau de Buedo, Club de Lectores, Buenos
Aires, 1963.
2
Ibíd., p. 158.
3
Ibíd., p. 158.
ciones: el dictum que recae sobre la cosa y que se expresa en la atribución del P a un S, y el
modus que no recae sobre el sujeto o el predicado sino sobre la manera en que se realiza la
atribución. Esto ya fue puesto de relieve por Aristóteles cuando en terminología escolástica
distinguía entre proposiciones de inesse, o de simple atribución, y proposiciones modales,
que para él tenían la forma de proposiciones de modo contingente y de modo necesario.
Pero también podíamos expresar la modalidad de la siguiente forma: “Es posible que José
Antonio y Salvador disfruten de unos días de vacaciones en las Islas Galápagos” o “Es im-
posible que José Antonio y Salvador sean ángeles”, etc. La lógica modal contemporánea ha
tomado justamente esta forma de representar la modalidad y ha formalizado las expresiones
“es posible”, “es necesario”, etc. como operadores lógicos y ha extendido el uso de la lógica
clásica, de enunciados y predicados, hacia sistemas de lógica modal. La propia historia de la
lógica modal contemporánea, con los problemas que planteó desde un principio la cuestión de
la interpretación de los diversos sistemas de cálculo, es un capítulo emocionante dentro de las
diversas concepciones de la modalidad. Pero es un problema que excede los límites en los que
se circunscribe nuestro tema. No podemos entrar en este capítulo, sin embargo, sí podemos
dar, partiendo de ella, unas primeras definiciones de los conceptos modales. Entendemos,
según los ejemplos que hemos introducido, que las expresiones tales como “es posible que”
pueden ser formalizadas o simbolizadas mediante operadores modales y que expresiones como
“José Antonio y Salvador disfrutan de unos días de vacaciones en las Islas Galápagos” pueda ser
formalizada o simbolizada mediante variables proposicionales como p. Para nuestras primeras
definiciones utilizamos los siguientes símbolos: , ◊, C, I, serán nuestros operadores monádi-
cos; p, será una variable proposicional, y ˄ y ¬, serán las conectivas. De este modo, establece-
mos las definiciones de los conceptos modales. Pero antes hay que hacer unas observaciones:
un operador de modalidad puede ser definido mediante otros, lo cual tiene la ventaja de que
aceptando uno, necesariamente, han de aceptarse, consecuentemente, los demás, pero tiene
el inconveniente de que hay que tomar uno como primitivo, lo cual no es fácil dada que unos y
otros están co-relacionados. No hay una cuestión lógica o metalógica que nos permita decidir
cuál es el modo primitivo. Se suele aceptar habitualmente el operador de necesidad como el
primitivo. Si simbolizamos la necesidad mediante ˄ y la posibilidad, la contingencia y la imposi-
bilidad, consecutivamente, por ◊, C, I, podemos dar las siguientes definiciones modales:
Definición 1: ◊ p= ¬ ¬ p
Definición 2: I p= ¬ p
Definición 3: C p= ¬ p ˄ ¬ ¬ p
A partir de estas definiciones se pueden ir construyendo otras si tomamos otro operador
modal como primitivo. Pero antes de entusiasmarnos con lo que serían las deducciones
de los argumentos modales hemos de mirar de nuevo al enunciado de nuestro tema4. La
tríada que se nos propone clarificar no está formada por la posibilidad, la contingencia y la
necesidad sino por la posibilidad, la existencia y la necesidad. La inclusión del problemático
término de “existencia” nos lleva a que no podamos seguir, en principio, la clarificación de
nuestros conceptos a través de la lógica modal, porque nuestro tema nos propone analizar
la relación entre posibilidad y necesidad tomando como término entre una y otra no a la
contingencia sino a la existencia. Para ello, desde la lógica de cuño escolástica y desde la
nueva lógica modal volvemos a las categorías modales en Kant, buscando ahí una clarifica-
ción mayor de cara a los términos que se enuncian en nuestro tema.
4
Para una ampliación de la lógica modal sigue siendo útil el siguiente texto: Hughes, G. E. y Creswell, M. J.:
Introducción a la lógica modal, trad. E. Guisán Seijas, Tecnos, Madrid, 1973.
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Para el problema de la relación entre existencia y predicación en el desarrollo que ha tenido en la filosofía
analítica puede verse: Barnes, J.: The ontological argument, Mcmillan, London, 1972, cap. 3. Un estudio
clásico sobre existencia y predicación es el artículo de Moore titulado: “¿Es la existencia un predicado?”.
Moore parte del análisis del lenguaje ordinario y demuestra la diferencia entre los predicados “rugir” y “exis-
tir”. Así, la proposición “algunos tigres domesticados no rugen” tiene la siguiente forma lógica: para algún x,
x es un tigre domesticado, y x no ruge. En forma lógica: $x (Tx ˄ ¬ Rx). En cambio, la proposición “algunos
tigres domesticados no existen” tiene la siguiente forma lógica: no es el caso que para algún x, x es un tigre
domesticado. En forma lógica: ¬$x Tx. Pero esta fórmula nos dice que no existen tigres domesticados, pero
esto no es lo que nos quiere decir la proposición. La importancia del análisis conceptual de Moore muestra
que “rugir” se comporta como un predicado en proposiciones existenciales negativas, mientras que “existir”
no lo hace. Se trata, por tanto, de dos tipos de predicados distintos (cfr. Moore, G. E.: “¿Es la existencia un
predicado?” en La defensa del sentido común y otros ensayos, Taurus, Madrid, 1986). Pero que la existencia
no es un predicado real es algo que ya defendió Frege en sus Fundamentos de la Aritmética. Él propuso que la
existencia es sólo un predicado de segundo orden. A partir de Frege surge en la tradición analítica un análisis
acerca de si la existencia es un predicado real. Además de Frege y Moore, Quine, Hintikka, P. Geach, Pears,
Kearns y sobre todo C. J. F. Willians han entrado con diferentes posiciones en esta cuestión planteada de
forma categórica por Kant. Para un estudio del problema de la existencia en la tradición analítica: Llano, A.:
op.cit., cap. III. Por otra parte, un primer acercamiento a C. J. F Willians puede encontrarse en: Frapolli, M.:
“Lógica y ontología. Verdad, existencia e identidad como funciones de segundo orden”, Revista de filosofía,
vol. VII (1994), n.11, pp. 265-274).
valor de la cópula en relación con el pensar en general”6. Pues bien, si tomamos los juicios
como guías para el análisis de las categorías modales encontramos que: i) las categorías de
posibilidad e imposibilidad tienen su origen en los juicios problemáticos, que son aquellos
que sólo expresan una posibilidad lógica, es decir, una posibilidad que no es objetiva; ii) las
categorías de existencia y de no existencia tienen su origen en los juicios asertóricos, que
son aquellos que expresan la afirmación o negación de algo como algo real, es decir, como
algo objetivo; iii) y las categorías de necesidad y contingencia, que tienen su origen en los
juicios apodícticos, son aquellas en que se conciben algo como necesario. Es interesante
destacar que, para Kant, cuando un juicio asertórico se piensa como apodíctico, lo cual
tiene lugar cuando se aplican las leyes del entendimiento, y por tanto, se lleva a cabo tal
aplicación de forma absolutamente a priori, entonces expresamos una “necesidad lógica”7.
Un juicio analítico, nos dice Kant, es aquel que “se considera como indisolublemente ligado
al entendimiento”. Por otro lado, Kant desligará expresamente la “existencia” de la esencia.
Efectivamente, el término que Kant utiliza, corresponde al término clásico de “esencia”, es
“Realität”, que pertenece a la primera de las categorías de cualidad, y que hace referencia
al qué de una cosa, a lo que en lenguaje escolástico se denomina quidditas. La realidad de
una cosa, podríamos decir, es su esencia, y, sin embargo, en esa esencia no está contenida
la existencia. Esta diferencia solamente se comprenderá cabalmente cuando analicemos la
tradición metafísica racionalista y veamos, por ejemplo, en Wolff, qué lugar ocupa la exis-
tencia con respecto a la esencia, o, en otros términos qué lugar ocupa la existencia en la
ontología, entendida ésta como la ciencia que estudia la realidad o esencia de las cosas.
6
Kant, I.: Crítica de la razón pura, trad. P. Ribas, Alfaguara, Madrid, 1989, A 74/ B 100.
7
Ibíd., A 75 /B 101.
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8
Hartmann, N.: Ontología II. Posibilidad y efectividad, trad. J. Gaos, F. C. E., México D.F., 1986, p. 38.
9
Ibíd., p. 38.
10
Ibíd., p. 39.
11
Cfr. Maliandi, R.: “Introducción” en Hartmann, Centro Editor de América Latina, S. A., Buenos Aires, 1967, p. 9.
12
Hartmann, N.: op. cit., p. 40.
13
Ibíd., p. 40.
14
Ibíd., p. 81.
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15
Ibíd., p. 81-82.
16
Ibíd., p. 67.
Pero sin duda alguna, el análisis de la modalidad ha tenido a Aristóteles como su pri-
mer referente. De él parten, como dijimos al comienzo de nuestro tema, las primeras de-
finiciones de los conceptos modales y de él parte también la teoría del silogismo modal,
introduciendo expresiones modales en las premisas y en la conclusión de los silogismos
asertóricos. También, debemos a Aristóteles, a juicio de R. Orayen, la distinción entre
dos tipos de modalidad: la de dicto y la de re. Lo posible, por ejemplo, se puede predicar
tanto de una proposición como de propiedades de cosas o personas. En el primer caso
la modalidad se predica de dicto, en el segundo de re. Desde el punto de vista de la ló-
gica modal moderna, la que se inicia con C. I. Lewis en 1912, uno de los problema de la
teoría de la modalidad aristotélica es que no puede determinarse en muchas ocasiones
si se usa la modalidad de dicto o de re. “Dificulta –dice R. Orayen– el análisis de un texto
clásico sobre estas cuestiones el hecho de que la inserción de expresiones modales no
produce oraciones inambiguas; por ejemplo, a veces es difícil determinar si se intentó
usar modalidades de dicto o de re”18.
Bajo esa oscilación entre un tipo de modalidad y otra también pensaron los lógicos
medievales. Así, por ejemplo, Abelardo distinguió entre las proposiciones que atribuyen
modi a proposiciones y proposiciones que atribuyen modi a los sujetos. Para Abelardo las
proposiciones genuinamente modales son del tipo “Pedro posiblemente esté enfermo”
porque, como dijimos, lo modal afecta al vínculo, a la cópula, entre el sujeto y cierta pro-
piedad que se le atribuye en el predicado Por ello, para Abelardo la modalidad genuina es
la modalidad de re y no la que afecta a la proposición que tendría la siguiente forma: “es
posible que Pedro esté enfermo”. Para Tomás de Aquino, por su parte, la modalidad pro-
pia será tanto la de dicto como la de re. Uno de los lugares clásicos donde esto aparece
17
De hecho el epígrafe 6 de la Introducción lleva por título: “El concepto megárico de la posibilidad y su destino
en la historia de la filosofía” (cfr. Ibíd., p. 12).
18
Orayen, R.: “Lógica modal” en Alchourrón, C. E.: Lógica, Trotta, Madrid, 1995, p. 297. Para otros problemas
puede verse también este artículo.
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“De ahí que la proposición: Todo lo conocido por Dios es necesario que exista, suela
recibir una distinción. Porque puede referirse a lo conocido, o a lo dicho. Si se entien-
de de lo conocido, la proposición es divisa y falsa, ya que su sentido es: Todo lo que
Dios conoce es necesario. Si se entiende de lo dicho, la proposición es compuesta
y verdadera, ya que su sentido es: La proposición: lo conocido por Dios existe es
necesaria” 20.
Como puede verse claramente en el texto latino, Sto. Tomás plantea la distinción,
siguiendo a los lógicos, entre los dos tipos de modalidades. En un primer momento a la
respuesta de la objeción tercera Sto. Tomás argumenta a favor de los que piensan que la
modalidad de re es falsa y la de dicto verdadera. Sin embargo, en un segundo momento
argumenta a favor de los que piensan que la modalidad verdadera es la de re. Sto. Tomás
acepta tanto una como otra pero incide en que además de la evidente necesidad de la
proposición hay que reconocer también la necesidad que se refiere al contenido de la pro-
posición. En este sentido, dice que “El ser conocido por Dios es inseparable de la realidad;
porque lo conocido por Dios no puede ser ignorado”21. Y a partir de aquí Sto. Tomás pue-
de concluir que “Dios conoce todo lo contingente no sólo como está en las causas, sino
también como cada una de las cosas contingentes en sí misma”22. Pero, Dios, a diferencia
de nosotros que conocemos las cosas de forma sucesiva, las conoce de forma simultánea
porque “su conocimiento se mide por la eternidad, como también se mide su ser”23 y, por
tanto, contempla todas las cosas desde la eternidad como si todas estuvieran presentes en
él. Por tanto, aunque Dios conozca lo que puede suceder, ello no implica que lo conocido
por Dios deje de ser contingente para convertirse en necesario. El problema del conoci-
miento de los futuros contingentes sólo se plantea cuando no planteamos con claridad la
diferencia entre el entendimiento de Dios y el nuestro.
Nosotros, tras este apunte sobre los conceptos medievales de modalidad, saltamos al
racionalismo, porque entendemos que ahí, el problema de la indistinción entre los dos tipos
de modalidades que, finalmente, remiten al concepto lógico y/o metafísico u ontológico de
la modalidad, queda resuelto de manera admirable, eso sí, bajo el precio de hacer de la
lógica una metafísica o viceversa. Para mostrar esto expondremos la metafísica de Leibniz
y también de Wolff.
19
Cfr. Aristóteles: Sobre la interpretación, trad. M. Candel Sanmartín, Gredos, Madrid, 1988, pp. 50-55.
20
De Aquino, S. T.: Suma de Teología, trad. S, Fuster Perelló, B. A.C., Madrid, 1998, q. 14, art. 13, ad. 3.
El texto en latín es el siguiente: “Unde et haec propositio, omne scitum a Deo necessarium est esse, con-
suevit distingui. Quia potest esse de re, vel de dicto. Si intelligatur de re, est divisa et falsa: et est sensus,
omnis res quam Deus scit, est necessaria. Vel potest intelligi de dicto: et sic est composita et vera; et est
sensus, hoc dictum, scitum a Deo esse, est necessarium” (disponible en http://www.thelatinlibrary.com/
aquinas/q1.14.shtml.)
21
Ibíd., ad. 3.
22
Ibíd., sol.
23
Ibíd., sol.
24
Desde el punto de vista metafísico, a juicio de Hartmann no encontramos una concepción modal de la
realidad en Aristóteles o, si la admitimos, ésta sólo quedaría encuadrada bajo la forma de la relación entre
dynamis y enérgeia. Sin embargo, como apunta Hartmann, la dynamis, entendida como disposición, no es
posibilidad ni la enérgeia es efectividad sino perfección (cfr. Hartmann, Ontología II, op. cit., p. 4-5).
25
Tomo la expresión de “filosofía de lo posible” del siguiente libro de Abbagnano, N.: Filosofía de lo posible,
trad. J. Hernández Campos, A. Rossi y P. Duno, F. C. E., México D. F., 1959.
26
Ortega y Gasset, J.: “Del optimismo en Leibniz” en Obras completas, Vol. VI, Taurus, Madrid, 2006, p. 512-513.
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Tema 15
posibilidad. Esta se nos hace presente en la realidad del hombre cuando reparamos en
que no podríamos decir cuál es nuestra realidad si, de alguna manera, no pudiéramos
situarnos “fuera” de ella. Aunque está claro que no podemos salir de nuestra realidad de
facto, sin embargo, sí que podemos verla a través de sus diferentes perspectivas. En una
de ellas, o en un conjunto de ellas, nos puede aparecer lo que no es nuestra realidad
pero que podría serlo, es decir, nos puede aparecer nuestra la realidad bajo el fondo de
sus posibilidades. Y sólo cuando vemos nuestra realidad en el transfondo de lo que no
somos adviene la comprensión de eso que llamamos realidad27. Pero si la posibilidad es
necesaria para saber cuál es nuestra realidad entonces la posibilidad, de alguna manera,
tiene que pertenecer a la realidad.
Esto lo expresa Ortega diciendo que tenemos que habérnosla no sólo con nuestras rea-
lidades sino con nuestras posibilidades. Sólo desde ellas podemos ver cuál es la posición
y el lugar de lo que de hecho existe. Este situar la existencia en la perspectiva no ya de lo
real, como en el realismo, sino en la perspectiva de lo posible es lo propio del planteamien-
to de una filosofía modal. Para Ortega esta retro-referencia de nuestra realidad, de nuestra
existencia, a sus posibilidades toma, siguiendo la fenomenología, la forma del mundo en el
que vivimos. Ya en el mundo el hombre se encuentra tanto con realidades como con posi-
bilidades. Este peso de la posibilidad en Ortega queda recogido, siguiendo a Leibniz, en la
tesis de que “la presencia de posibilidades es más decisiva para el hombre que la realidad
misma en que está prisionero”28.
Pero, dejemos ahora a Ortega, y a la fenomenología29, para encarar el análisis modal
dentro de la metafísica racionalista de Leibniz. En principio, y en contraste con Ortega,
podemos afirmar que si para el pensador español la posibilidad se plantea en el seno del
mundo, constituyéndose así la facticidad de la realidad humana, en Leibniz la categoría de
posibilidad hay que plantearla, más allá de nuestro mundo, en relación con otros mundos.
Este “más allá” indica, naturalmente la trascendencia propia de un planteamiento meta-
físico. Con ello no sólo no abandonamos la condición enigmática de nuestra realidad al
perder nuestra firmeza sino que, por el contrario, elevamos la cuestionabilidad de lo que
somos más allá de nosotros mismos al concepto mismo de mundo. No es sólo que nuestra
realidad pierde peso al dejar de ser considerada como una perspectiva de nuestro mundo
sino que nuestro propio mundo es el que se pone en perspectiva con la “posibilidad” o
“realidad” de otros mundos.
Leibniz tuvo mucha importancia para la configuración del pensamiento de Ortega, y
concretamente para su doctrina de la perspectiva. Pero, Ortega, a diferencia de Leibniz,
como hemos sugerido, traerá a la realidad humana lo que Leibniz pensó para la realidad
metafísica. Por ello, el planteamiento de Leibniz será el planteamiento de metafísico racio-
nalista y el de Ortega será el planteamiento de un racionalista que tiene que habérselas con
las peculiaridades de la vida humana.
27
Para Ortega la realidad es aquello que estando ahí tenemos que contar con ella, forcejear con ella y, sin
embargo, es aquello que resiste, que se nos resiste. Para un primer acercamiento a la cuestión de la realidad
en Ortega en referencia a la cuestión del ser: Cameron, S.: El problema del ser en Ortega y Gasset, Troquel,
Buenos Aires, 1970, pp. 11-16.
28
Ibíd., p. 513.
29
Para la relación de Ortega con la fenomenología de Husserl y Heidegger: Cerezo Galán. P.: “El mundo de la
vida (Ortega y la fenomenología)” y “El nivel del radicalismo orteguiano (La confrontación Ortega y Heidegger)”
en: La voluntad de aventura, Ariel, Barcelona, 1984.
30
Leibniz, G. W.: “Sobre la originación radical de las cosas” trad. T.E. Swanck en Antología, Círculo de Lectores,
Barcelona, 1997, p. 267-268.
FILOSOFÍA 15
Tema 15
De aquí se colige, en primer lugar, que aquello que realmente existe es aquello que ya
tenía en sí la mayor perfección en su esencia. Luego, no existe sino lo más perfecto entre lo
posible. De todos los mundos posibles existe el más perfecto. El argumento de Leibniz pre-
supone, como reconoce Ortega en el ensayo de 194831, que los posibles son eternos y que
entre ellos hay una gradación, es decir, que puede establecerse una gradación entre aquellos
posibles más perfectos y los que lo son menos, lo que a su vez quiere decir que puede esta-
blecerse un máximo y un mínimo en la determinación de la perfección de las cosas32.
31
Ortega y Gasset, J.: “Del optimismo en Leibniz”, op. cit., p. 518.
32
Cfr. Leibniz, G. W.: “Sobre la originación radical de las cosas”, op. cit., p. 266.
33
Leibniz, G. W.: “Monadología”, trad. E. de Olaso, en Leibniz.Antología, op.cit., p. 44.
34
Ibíd. p. 44.
esencia es definida por la posibilidad, a la postre hay que subrayar que la verdadera realidad
es la posibilidad”35.
Ahora bien, una vez que llegamos a determinar la existencia de un ser Necesario entonces
las existencias que no son las de este Ser, las existencias en cuyas esencias no está contenida
perfectamente la realidad en la posibilidad, se nos muestran de otro modo, bajo otra moda-
lidad: la contingencia. Del último texto de Leibniz citado, aún queda que comentar algo más
para tener una visión completa de cómo la modalidad está presente en su concepción meta-
física de la realidad: el Ser Necesario fundamenta la realidad de las esencias o posibilidades.
Este será uno de los problemas fundamentales que Leibniz acomete en la Teodicea. Allí queda
totalmente claro que Dios es la razón de ser, el fundamento de todo lo contingente y en última
instancia de todo lo posible. He aquí dos textos de Leibniz donde se ratifica esta idea:
“Dios es la primera de la razones de las cosas, porque las que son limitadas, como todo lo
que vemos y experimentamos, son contingentes y nada hay en ellas que haga necesaria su
existencia… Es preciso buscar la razón de la existencia del mundo, que es el conjunto todo
de las cosas contingentes y es necesario buscarla en la sustancia que tenga en sí misma la
razón de su propia existencia y que sea por lo mismo necesaria y eterna”36.
“La posibilidad de las cosas, aunque éstas no existan en acto, tiene su realidad fundada en
la existencia divina; pues si Dios no existiera nada sería posible y los posibles están desde
toda la eternidad en las ideas del entendimiento divino”37.
El Ser Necesario fundamenta de esta manera tanto la posibilidad de los seres finitos como
sus existencias. Sólo desde la perspectiva de Dios se alcanza a comprender que la posibilidad
propia del mundo es la posibilidad de lo contingente. La contingencia expresa el grado de rea-
lidad que le compete a los seres finitos en oposición a la realidad que le corresponde a Dios38.
La razón última de la realidad, tanto en su posibilidad y esencia como en su contingencia y
existencia, tiene su lugar en un Ser necesario, en un Ser que lleva en sí, en la perfección de
35
González, Á. L.: “La articulación metafísica de las modalidades leibnizianas en Anuario Filosófico 38, 2005, p. 18.
36
Leibniz, G. W.: Teodicea, parágrafo 25, citada en González Á. L.: “Lo real de la posibilidad” en Posibilidad, con-
tingencia, necesidad, existencia. Estudios en los 300 años de la Teodicea de Leibniz, op. cit., p. 190, nota 15
37
Leibniz, G. W.: “Vindicación de la causa de Dios mediante la conciliación de su justicia con sus demás per-
fecciones y con todos sus actos” citada en González Á. L.: “Lo real de la posibilidad” en Posibilidad, contin-
gencia, necesidad, existencia. Estudios en los 300 años de la Teodicea de Leibniz, op. cit., p. 191.
38
Argumenta Á. L. González que a la clásica tríada de las modalidades en Leibniz habría que añadir la categoría
de existencia. Así, las categorías modales formarían la tétrada “posibilidad, contingencia, necesidad y existen-
cia” (cfr. González, Á. L.: art. cit., p. 17). Tal propuesta viene por la idea de que la metafísica se ocupa de la
articulación de la esencia y la existencia, y de la idea de que, a diferencia de Dios, que es la existencia infinita y
donde “`toda posibilidad´ y necesidad se convierten”, la existencia “cuando es predicada de lo finito es un con-
cepto comprensible sólo en el universo modal que gira entre lo posible y lo existente” (cfr. Martínez Priego, C.:
“Existencia infinita y existencia finita desde la teodicea leibniziana” en González, Á. L.: Posibilidad, contingencia,
necesidad. Estudios en los 300 años de la Teodicea de Leibniz, op.cit., p. 58-59). Creo, por el contrario, que no
es necesario incluir la categoría de existencia en la tríada clásica. Como dijimos al comienzo la categoría modal
“existencia” tiene sólo el carácter de lo positivo de la realidad, de lo que de hecho son las cosas más allá de su
mera posibilidad real. Ahora bien, desde el punto de vista de Leibniz, al identificar la posibilidad con el esencia, y
al otorgarle a la esencia ese pretensión de ser, en el orden ontológico, tiene sentido hablar de “existencia” como
el aspecto positivo del ser que no estaba dado todavía en la esencia. Aunque la correlación esencia/existencia
entra en otro plano distinto que el de las tradicionales categorías modales como vemos sólo desde la esencia
puede profundizarse en una metafísica de la modalidad. La contingencia es el modo de ser que corresponde a
la existencia de los seres finitos como la necesidad es el modo de ser que corresponde a la existencia de Dios.
FILOSOFÍA 17
Tema 15
su esencia, la existencia39. Como Leibniz mismo recalca en una carta a Jaquelot, lo importante
es ver que “de la existencia del Ser perfecto se sigue la del Ser Necesario, y no al revés”40.
Para Leibniz, dicha perfección, que corresponde al ser, ya está dada en la esencia. Dios que
es la Suma perfección tiene que existir, por tanto, necesariamente. A. L. González resume
sintéticamente de la siguiente forma la prueba ontológica de la existencia de Dios en Leibniz:
“1) Si el Ser necesario no es posible, no es posible el ser posible.
2) Algo es posible.
3) Por tanto el Ser Necesario existe (si es posible, añaden los autores que consideran
que el argumento modal no sería independiente del ontológico)”41.
Desde el planteamiento de la posibilidad en Leibniz hemos arribado en el llamado por
Kant “argumento ontológico”42. La estructura modal de la realidad en la metafísica racio-
nalista de Leibniz descansa en última instancia en el argumento ontológico de la existencia
de Dios. Si la realidad viene estructurada por las categorías modales de posibilidad y con-
tingencia, situando lo que es real en la perspectiva de lo que no es necesario, entonces
se hace necesario recurrir al Ser necesario para que la realidad no quede qua realidad
en el ser de la esencia sino que tome cuerpo en la existencia. Sin Dios, en definitiva, no
se sostiene la realidad del mundo en tanto que existente. En este sentido el problema de
la estructura modal de la realidad resuelve en Dios su fundamento. Heidegger denominó
a esta fundamentación en Dios del problema del ser “la constitución ontoteológica de la
metafísica”. Antes que él, como sabemos, Kant llevó a cabo el primer intento de separar la
cuestión teológica de la cuestión ontológica. Lo vamos a ver, pero antes tenemos que hacer
una breve exposición sobre Wolff que fue el filósofo racionalista que mayor difusión dio a la
metafísica racionalista de Leibniz. De él dirá Kant en el Prólogo de la segunda edición de la
Crítica de la razón pura que fue “el mayor de los filósofos dogmáticos”43.
39
Para el debate filosófico de la existencia de Dios desde un punto de vista teista: Fischer, N.: La pregunta
filosófica por Dios, trad. R. Muñoz, Edicep C. B, Valencia, 2000, cap. III.
40
Apud Martínez Prieto, C.: art. cit., p. 52. Como se sabe el centro del argumento anselmiano (Ratio Anselmi) es que
el concepto de perfección incluye la existencia. No puede pensarse que algo perfecto no la incluya. Si pudiéramos
pensar en algo perfecto pero que no incluyera la existencia y algo menos perfecto que lo primero, desde el punto
de vista del pensamiento, pero que la incluyera, está claro para San Anselmo, y para todos los que utilizan el argu-
mento ontológico entre otros Descartes, Leibniz, Hegel, es más perfecto aquel concepto de perfección que incluye
la existencia. Como de hecho algo es o existe, entonces tendrá que haber un ser verdaderamente existente que sea
el más perfecto entre los existentes. Tal ser es Dios. Una primera aproximación al argumento de San Anselmo puede
verse en: Weinberg, J.: Breve historia de la filosofía medieval, trad. C. Laguna, Cátedra, Madrid, 1987, p.73-78.
41
González, Á. L.: Posibilidad, contingencia, necesidad. Estudios en los 300 años de la Teodicea de Leibniz, op.
cit., p. 193.
42
Para el análisis del argumento ontológico puede verse: Barnes, J.: op. cit. apéndice B. Aquí Barnes lleva a
cabo una formalización lógica del argumento anselmiano.
43
Kant, I.: Crítica de la razón pura¸ trad. P. Ribas, Alfaguara, Madrid, 1989, B XXXVI.
non repungnat”44, o dicho de otra manera: Quod possible est, ens est. Lo que comúnmen-
te llamamos ser es algo que existe y si existe es porque puede existir45. De esta manera lo
expresa el propio Wolff:
“Puesto que no puede llegar a existir más que lo que es posible, todo lo que existe es
también posible, y de la existencia se puede concluir en todo momento la posibilidad sin
vacilación alguna. Si veo, pues, que algo existe, me es lícito admitir que puede existir y,
consiguientemente, que no encierra en sí nada contradictorio”46.
La existencia, para la metafísica racionalista, está en la raíz misma de la posibilidad.
Basta con recurrir al principio de identidad, o bien al principio de no contradicción, para pasar
de la posibilidad a la existencia de Dios. Wolff llamaba “esenciales” –essentialia– a los ele-
mentos o partes constitutivas primeras que se adscriben a la noción de un ser. Se trata de
“aquellos –elementos– que no están determinados por ningún elemento extraño a ese ser”47.
Un elemento no es extraño a un ser si y solo si ese elemento es determinante de ese ser.
Entre sí estos elementos tienen la característica de ser compatibles, es decir, rige para ellos
el principio de no contradicción. Estos elementos son para Wolff lo primero que se concibe en
un ser, aquello que sin lo cual el ser no puede ser, es decir, su esencia. Por ello, si tenemos la
esencia de un ser, si tenemos elementos o notas constitutivas de ese ser, tenemos al menos
la posibilidad de tal ser: Per essentialia ens possibile est, dice Wolff. La esencia, por tanto, es
lo primero que se concibe de un ser y en ella está la razón suficiente mediante la cual “todo
lo demás o bien le pertenece actualmente, o bien puede pertenecerle”48 a un ser. A estos
esenciales que definen las propiedades que pertenecen de suyo a un ser les llama Wolff “atri-
butos” y los diferencia de los “modos” que son ocasionales y temporales.
Wolff, el mayor de los filósofos dogmáticos según Kant, va ser criticado por el filósofo de
Königsberg al igual que Leibniz porque había “introducido un punto de vista completamente
equivocado en todas las investigaciones sobre la naturaleza y sobre el origen de nuestro co-
nocimiento al considerar la diferencia entre la sensibilidad y lo intelectual como puramente
lógica”49. Aunque esto sea cierto para Kant, también es cierto que Wolff va a dar a Kant
una dirección importante para habérselas con el problema modal de la existencia. Efecti-
vamente, hasta ahora nosotros en esta sucinta exposición de Wolff, hemos hablado de ser
más que de existencia. La cuestión del ser no es para Wolff equivalente a la cuestión de
la existencia. La existencia, como dijimos al principio de este epígrafe, no es incompatible
con el concepto de ser, mejor aún, como dice el texto latino, el ser, como ser posible, no
opone resistencia –repugnat– a la existencia. Ahora bien, la existencia es algo más que la
posibilidad y es algo más que el ser que está en la esencia. Pudiera darse el caso que en
la pugna del ser por existir el ser no llegara a tener su cumplimiento en existencia alguna.
¿Qué lugar ocupa, entonces, la existencia? Wolff no tiene otro camino sino declarar “la
existencia como complemento de la posibilidad”50, en términos latinos: “Hinc existentiam
44
Cit. en Gilson, E.: El ser y los filósofos, trad. S. Fernández Burillo, Eunsa, Pamplona, 1979, p. 178.
45
Cfr. Ibíd., p. 178.
46
Wolff, C.: Pensamientos racionales. Acerca de Dios, el mundo y el alma del hombre, así como sobre todas
las cosas en general (Metafísica alemana), trad. A. González Ruiz, Akal, Madrid, 2000, p. 66.
47
Cfr. Gilson, E., op. cit. p. 178.
48
Cit. en Gilson, E.: op. cit., p. 180.
49
Kant, I.: Crítica de la razón pura, trad. P. Ribas, Alfaguara, Madrid, 1989, A44/ B61.
50
Gilson, E.: op. cit., p. 183.
FILOSOFÍA 19
Tema 15
51
Cit. en Gilson, E.: op. cit., p. 183.
52
Wolff, C.: op. cit., 66.
53
Ibíd., p. 184.
54
En una versión anterior de este trabajo se llevó a cabo un estudio de la crítica a la metafísica racionalista de
Leibniz y Wolff que Kant hizo siguiendo la guía de la categoría modal de necesidad. También en esa versión
anterior se analizó el concepto de contingencia y de necesidad para la metafísica en Hegel. Nada de aquello
ahora es posible pero ha de saber el lector que para la metafísica racionalista el problema de la modalidad
se plantea en torno a la cuestión del problema de Dios. Baste esta nota para suplir el extenso desarrollo que
de este problema se hizo.
55
Cfr. Hume, D.: Tratado sobre la naturaleza humana, trad. F. Duque, Orbis, Barcelona, 1984, p. 880.
56
Kant, I.: El único fundamento posible de una demostración de la existencia de Dios, trad. J. M. Quintana
Cabanas, PPU, Barcelona, 1989, p. 53.
57
Ibíd., p.55.
58
Kant, I.: Crítica de la razón pura, op. cit., A 598/B 626.
FILOSOFÍA 21
Tema 15
59
Cfr. Heidegger, M.: “La tesis de Kant sobre el ser” en Hitos, trad. H. Cortés y A. Leyte, Alianza Editorial, Ma-
drid, 2000. No vamos a entrar en el tema de la modalidad en la fenomenología y en Heidegger, aunque sí
me gustaría señalar que el problema de la modalidad preocupó profundamente a Heidegger, lo cual puede
verse en el intercambio epistolar con Hannah Arendt. Heidegger comenta allí que sus “propios pensamientos
sobre ello –las modalidades– están en continuo alboroto desde hace treinta años” y Arendt, comenta en su
respuesta a Heidegger que el tema de las “modalidades” le “tortura desde hace muchos años” (cfr. Arendt, H.
y Heidegger, M.: Correspondencia 1925-1975, trad. A. Kovacsics, Herder, Barcelona, 2000, pp. 152-155).
60
Cfr. Llano, A.: Metafísica y lenguaje, Eunsa, Navarra, 2011, p.232.
61
Kant I.: Crítica de la razón pura, op. cit., A 247/ B 303.
62
Ibíd., A 219/ B 266.
63
Ibíd., A 219/ B 267,
64
Cfr. Ibíd., A 220/ B 267/268.
65
Ibíd., A 218/B265.
FILOSOFÍA 23
Tema 15
ramente posible aquel que viene dado mediante el contenido de una sensación. Es en este
segundo postulado donde podemos hacer coincidir lo efectivo de lo dado en la sensación
con la existencia o con el hecho de existir. Como insiste A. Llano Kant “considera el ser (en
cuanto existencia) como mera efectividad: es un dato pensado, un hecho unívoco, que no
admite variaciones ni ulteriores análisis”66. Por último, en el tercer postulado la necesidad
es aquello que está en correspondencia con lo real (Wirklichen) bajo condiciones universa-
les de la experiencia.
Hemos visto cómo, en última instancia, bajo el sello de la filosofía trascendental, las
categorías modales estructuran la realidad en tanto que definen las diversas condiciones
–formales, materiales y universales– para que nuestros conceptos estén referidos a los
fenómenos de la experiencia para poder establecer la realidad objetiva. Ahora bien, como
dijimos más arriba, esta constitución de la realidad objetiva se hacía a través del tiempo.
Aunque no podemos extendernos mucho en ello hay que decir que la relación entre catego-
rías modales y fenómenos se establece, a su vez, a través del tiempo. El lugar en la Crítica
de la razón pura para estudiar el tiempo en la relación entre conceptos y fenómenos es la
doctrina del esquematismo trascendental. Por ello, para tener una visión completa del pa-
pel de las categorías modales en Kant, tenemos que entrar en la doctrina de los esquemas
trascendentales que es donde se determina si un objeto pertenece al tiempo y cómo lo
hace. De este modo tenemos los siguientes esquemas:
Los esquemas proporcionan el carácter modal del conocimiento de los objetos a través
del tiempo: la posibilidad, la existencia o la necesidad, como esquemas trascendentales,
especifican, en relación al tiempo, cómo se nos dan los fenómenos. Siguiendo a Allison hay
que apreciar que aquí Kant cuando habla de la posibilidad no está hablando de la posibili-
dad lógica que él entiende, como ya hemos reiterado, como ausencia de contradicción sino
de la posibilidad real que queda caracterizada como aquello que es posible en un período
de tiempo. Lo que está fuera del tiempo, simplemente, no es posible realmente. Por su
lado, para que algo sea real tiene que poder tener una localización determinada en el tiem-
po. Sólo de aquello que tiene una existencia en un tiempo determinado podemos decir que
tiene “realidad empírica”. Por último, para que algo sea necesario tiene que ser considera-
do como “la existencia de un objeto en todo tiempo” (das Dasein eines Gegenstandes zu
aller Zeit). Señala Allison, empero, que no podamos caracterizar sin más la necesidad como
algo que existe en todo tiempo. La expresión zu aller Zeit lleva consigo una ambigüedad que
hace difícil captar el sentido originario de la necesidad. Por ello, opta Allison, siguiendo a
Paton, porque dicha expresión entienda no tanto como lo que existe en todo tiempo cuanto
como “la existencia en relación con la totalidad del tiempo”68. Así se puede asegurar para
la necesidad su condición universal que Kant expresa en el tercer de los postulados del
pensamiento empírico.
66
Llano, A.: op. cit., p. 231.
67
Kant, I.: Crítica de la razón pura, op. cit., A 144/ B 184.
68
Cfr. Allison, H. E.: El idealismo trascendental de Kant: una interpretación y defensa, trad. D. M. Granja Castro,
Anthropos, Barcelona, 1992, p. 299.
69
Como se sabe se distingue entre la “gran lógica” que es la que aparece en la Ciencia de la lógica y la “pe-
queña lógica” que aparece en la Enciclopedia. Para la primera lógica seguimos la reciente edición de Félix
Duque, citada más arriba, y para la segunda la referencia es: Hegel, G. W. F.: Enciclopedia de las ciencias
filosóficas, trad. R. Vals Plana, Alianza Editorial, Madrid, 1999.
70
Para una primera aproximación a la Ciencia de la lógica y como contexto a nuestra exposición pueden ver-
se: Cuartango, R.: Hegel. Filosofía y modernidad, Montesinos, 2005, cap. 9; Kaufmann, W.: Hegel, trad. V.
Sánchez de Zavala, Alianza Editorial, Madrid, 1968, cap. 4; Coreth, E., Ehlen, P. y Schmidt J.: La filosofía del
siglo XIX, trad. C. Gancho, Herder, Barcelona, 1978, pp. 88-96.
71
Hegel, G. W. F.: Ciencia de la lógica, trad. F. Duque, op. cit., p. 369.
72
Hegel, G. W. F.: Enciclopedia…, op. cit., p. 195.
73
Cfr. Hegel, G. W. F.: Enciclopedia…, op. cit., p. 220, nota 315.
FILOSOFÍA 25
Tema 15
74
Duque, F.: Historia de la filosofía moderna. La era de la crítica, Akal, Madrid, 1998, p. 659.
75
La realidad efectiva es la tercera determinación de la esencia, las dos primeras que desarrolla Hegel en las
dos secciones anteriores de la Doctrina de la esencia corresponden a la aparición de la esencia dentro de
sí misma y a la determinación de la esencia como “`emergiendo en el estar´ o, “saliendo de sí [her] por
entero hacia fuera [aus] y entrando en el [tretend] en el [in das] ser-que-está ahí [Da–seyn]”. (Hegel, G. W.
F.: Ciencia de la lógica, op. cit., p. 440, nota 6 de Félix Duque).
76
Es muy interesante desde el punto de visto de la lógica/metafísica de Hegel ver la reelaboración que hace de
la tabla de las categorías kantianas y del lugar que le asigna a las categorías de modalidad. Para esto véase:
Hegel, G. W. F.: Enciclopedia…op. cit., p. 233, nota 335 de R. Vals Plana.
77
Ibíd., p. 233.
78
Cfr. Ibíd., p. 182-183.
algo es posible, o que lo es otra cosa, ni tampoco para mostrar que algo, como también se
suele decir, es pensable”79.
Por otro lado, en el parágrafo 144 de la Enciclopedia expone Hegel su noción de contin-
gencia. La contingencia es el otro lado de la pura posibilidad. La contingencia se nos muestra
cuando consideramos la realidad efectiva sin esencia, de forma inesencial, es decir, cuando
consideramos la realidad como lo “concreto exterior”. Si la posibilidad era lo meramente interior,
lo contingente, es lo meramente exterior. Es contingente aquella realidad que consideramos sin
esencia. Por ello, dice Hegel que “valorado de esta manera como una mera posibilidad, lo real
efectivo es un contingente y, por su lado, la posibilidad es la contingencia pura”80. En resumen,
posibilidad y contingencia son meros momentos de la realidad efectiva considerados como lo
interior y lo exterior respectivamente. Pero, a su vez, posibilidad y contingencia “constituyen la
exterioridad de lo real efectivo”81. Si en un primer momento en la lógica de la realidad efectiva
posibilidad y contingencia se nos manifestaban como lo interior y lo exterior respectivamente,
en un segundo momento, tomadas como “meras formas”, constituyen la exterioridad de la
realidad efectiva. Pues bien, si “la mera forma” es la exterioridad en este segundo momento de
la lógica de la realidad efectiva lo interior, lo que vuelve en la reflexión hacia sí mismo, es el con-
tenido. En esta nueva flexión de la lógica, en esta re-flexión, lo contingente, vuelve hacia aquello
que es el fundamento esencial de su determinación, hacia aquello que lo determina como con-
tingente. “Si algo es contingente y posible, –afirma Hegel– depende por tanto del contenido”82.
Ahora bien, lo contingente lleva en sí, en su contenido, la determinación de ser superado en
tanto que finito, es decir, su finitud consiste en “ser algo distinto de la determinación formal
respecto al contenido”83. Lo contingente lleva en sí el ser algo distinto de lo que es un primer
momento como exteriorización de la realidad efectiva. Hegel llama, desde esta consideración
del contenido de la realidad efectiva, a lo contingente “realidad efectiva inmediata”, pues, aún,
en su formalidad y exterioridad, no se ha mediado con las determinaciones de su contenido. Lo
contingente, en definitiva, como finito lleva la determinación en sí mismo de ser la posibilidad
de otro. En este sentido, lo contingente lleva la condición de ser otro, y de este modo entramos
en la categoría de posibilidad real. Más claro en esta ocasión en la Ciencia de la lógica que en
la Enciclopedia, Hegel habla de la posibilidad real en estos términos:
“Sin embargo, en la medida en que se compromete uno con las determinaciones, circunstan-
cias y condiciones de una Cosa, para conocer a partir de ello su posibilidad, se deja de estar
entonces cabe la posibilidad formal, tomando en cambio en consideración su posibilidad real”84.
La posibilidad real no es sino el conjunto de todas las condiciones o la “multiforme va-
riedad de todas las circunstancias” de una cosa. Estas condiciones o circunstancias no son
sino un conjunto de realidades efectivas –recuérdese que no estamos en una lógica tras-
cendental donde se buscan las condiciones formales sino dentro una lógica dialéctica de lo
real–. La característica que define a este conjunto de realidades es que están dispersas, es
decir, no reflexionadas entre sí y que están destinadas y dispuestas “a ser el ser en sí, pero
de otro, y a regresar a sí”85. Las posibilidades reales en tanto que son reales mantienen una
79
Ibíd., p. 234.
80
Ibíd., p. 234.
81
Ibíd., p. 234.
82
Ibíd., p. 235.
83
Ibíd., p. 235.
84
Hegel, G. W. F.: Ciencia de la lógica, op. cit., p. 611.
85
Ibíd., p. 611. Puede leerse de forma paralela estos pasajes de la Ciencia de la lógica con el exhaustivo y
cercano comentario de F. Duque en su Historia de la filosofía moderna, op. cit., pp. 677-678.
FILOSOFÍA 27
Tema 15
86
Ibíd., p. 678.
87
Ibíd., p. 613.
88
Duque, F.: Historia de la filosofía moderna, op. cit., p. 678.
89
Hegel, G. W. F.: Ciencia de la lógica, op. cit., p. 616.
90
Hegel, G. W. F.: Enciclopedia…, op. cit., p. 237.
91
Ibíd., p. 236. Para profundizar en este camino puede verse, además de los libros citados, y de la monumental
Historia de la filosofía moderna de Duque, la siguiente monografía sobre Hegel: Findlay, J. N.: Reexamen de
Hegel, trad. J.C. García Borrón, Grijalbo, Barcelona, 1969.
92
Cfr. Haack, S.: Filosofía de las lógicas, A. Antón y T. Orduña, Cátedra, 1978, pp. 196-198; R. Orayen, art.
cit., pp. 291-294.
FILOSOFÍA 29
Tema 15
93
Kripke, S.: El nombrar y la necesidad, trad. M. M. Valdés, Universidad Nacional Autónoma de México, México
D.F., 1985, p. 48.
propiedad es necesaria o contingente, eso depende “no sólo del objeto sino de cómo se le
describa”94. El argumento que sostiene que una propiedad es esencial o accidental en virtud
de cómo se describe el objeto cuestiona, dice Kripke, “la significatividad del esencialismo”95.
Pero, entonces ¿qué posición tiene Kripke acerca de la distinción entre propiedades esen-
ciales y accidentales? Para responder a esta cuestión hay que hacer una doble advertencia:
en primer lugar, que la cuestión se plantea cuando entendemos que el problema de las propie-
dades esenciales es equivalente al problema de la identidad a través de los mundos posibles.
Pero el problema no es tanto, para Kripke, entender qué es lo esencial, qué es lo que perma-
nece como propiedad a través de los mundos posibles, cuanto entender el estatus ontológico
de lo que llamamos “mundos posibles”. Pues bien, la posición kripkeana es constructivista,
es decir, “los mundos posibles” se construyen con una finalidad, en este caso, para poder
llevar a cabo el análisis semántico. “Los `mundos posibles´ –dice Kripke– se estipulan, no se
descubren mediante poderos telescopios”96. Hay que tener mucho cuidado para no perder en
el recurso a los mundos posibles el carácter intuitivo por el que se introdujeron en semántica.
“`Los mundos posibles´ –escribe en el Prefacio–son poco más que ampliaciones de los mi-
nimundos de la probabilidad estudiados en la escuela”97. Hay que evitar, en cualquier caso,
que el planteamiento de las cuestiones ontológicas, derivadas de la semántica de mundos
posibles, obligue al filósofo a perder el sentido de las intuiciones originales sobre las cate-
gorías modales que son las que le llevaron, justamente, a proponer el aparato técnico de la
semántica formal de mundos posibles98. Los mundos posibles son simplemente mecanismos
que construimos para darle un contenido semántico a nuestras ideas intuitivas de necesidad,
posibilidad y contingencia. Es, en este sentido, en el que habría que entender que el hecho
de que un particular tenga o no una propiedad como esencial depende de la descripción que
se haga de él. M. J. Frapolli y E. Romero han sostenido, en este sentido, que “el esencialismo
de Kripke, esto es, su compromiso con la existencia de propiedades esenciales y accidentales
de los objetos, es mínimo y se reduce a la tesis de que lo único esencial es el origen de los
individuos o, alternativamente, la estructura profunda de las sustancias”99. Con la extraña ex-
presión “estructura profunda de las sustancias” se refieren estas autoras al código genético del
individuo o la composición química o física de los objetos que son aquellas propiedades que,
naturalmente, no cambian en la consideración trasmundana de los particulares. Así, por ejem-
plo, en el archiconocido ejemplo de Putnam para los términos de clase natural, la propiedad
esencial del agua – hay que entender el agua químicamente pura– es H20.
En la filosofía del lenguaje la posición de Kripke en torno a la concepción de mundos
posibles es la que ha tenido más eco. Pero no ha sido la única. D. Lewis ha entendido,
por ejemplo, que los mundos posibles tienen un estatus ontológico similar al mundo real.
Estos mundos, al modo leibniziano, están ahí, aunque no tengan una conexión causal con
nuestro mundo. Por esta razón, como en el análisis más tradicional del racionalismo, estos
mundos se conocen únicamente por vía racional. En el extremo opuesto está, por ejemplo,
R. Stalnaker que mantiene que el único mundo real es el nuestro y que por tanto las posi-
bilidades son propiedades de este único mundo real100.
94
Ibíd., p. 49.
95
Ibíd., p. 80, nota 12.
96
Ibíd., p. 52.
97
Ibíd., p. 26.
98
Cfr. Ibíd., 26.
99
Frapolli, M. J. y Romero, E.: Una aproximación a la filosofía del lenguaje, Síntesis, Madrid, 1998, p. 160.
100
Cfr. Acero, J. J.: “La filosofía del lenguaje al final del siglo XX” en Muguerza, J., y Cerezo, P. (eds): La filosofía
hoy, Crítica, Madrid, 2000, pp.231-235.
FILOSOFÍA 31
Tema 15
Ahora bien, dicho esto, la segunda advertencia con el problema de la identidad a través
de los mundos posibles no tiene que ver directamente con las propiedades que predicados
de un sujeto u objeto sino con cómo se nombra a ese objeto o sujeto. Aquí, como es bien
conocido, Kripke utiliza la expresión “designador rígido” para referirse a aquellos términos
que designan al mismo objeto en todos los mundos posibles. “Llamamos –dice Kripke– a
algo un designador rígido si en todo mundo posible designa al mismo objeto; llamémosle
un designador no rígido o accidental si no es éste el caso”101. La tesis de Kripke es que los
nombres propios son designadores rígidos. Podría ser el caso, según un ejemplo del propio
Kripke, que el hombre Nixon no hubiera sido Presidente pero lo que no podía haber sido,
lo que no es posible que no fuera, es que Nixon no fuera Nixon. Podría objetarse que era
posible que se hubiera llamado de otra manera. Bien. Esto es así, pero en el momento en el
que a ese individuo se le nombró como “Nixón”, el nombre le acompaña como un designa-
dor rígido. Este es el sentido con el que Kripke mantiene que en el nombrar establecemos
la necesidad. El nombre es rígido y pasa como invariable a través de una cadena de genera-
ciones desde un acto institucional o ceremonia donde a un sujeto se le da un nombre. Esta
es la idea de cómo, a medida que se van haciendo de los nombres designadores rígidos, a
medida que fijamos la referencia, nuestros nombres designan necesariamente al objeto al
que están vinculados desde el momento de una ceremonia inaugural. No es descabellado
pensar que esta idea de Kripke nace en el transfondo teológico del judaísmo, y no extraño
tampoco que, a partir de Kripke, se dispusiera del utillaje de la semántica de mundos posi-
bles para abordar las cuestiones que la teología filosófica había abordado tradicionalmente.
Este trabajo de plantear en términos modales las cuestiones tradicionales de la metafísica
va a ser llevado a cabo por Plantinga. Para terminar nuestro tema hagamos una breve refe-
rencia a éste importante filósofo analítico.
101
Kripke, S.: El nombrar y la necesidad, op. cit., p. 56.
te, por ejemplo, que vencerá a Darío y a Poro, hasta el punto de saber a priori (y no por la
experiencia) si murió de una muerte natural o por envenenamiento, ocas que nosotros sólo
podemos saber por la historia”102
Plantinga mantiene con Leibniz que la esencia no es universal sino singular y que deter-
mina al individuo como individuo. Hablamos de esencia individual o haecceitas, por tanto,
como aquella propiedad que posee un objeto en el mundo actual y en todos los mundos
posibles en los que existe el objeto y como aquella propiedad que no puede pertenecer a
otro objeto distinto en algún mundo posible. Si tenemos en cuenta que “P” designa una
propiedad de un objeto y que “W” designa un mundo posible, entonces la haeccidad se
puede definir de la siguiente forma:
“ [L]a haecceitas de un objeto suministra un concepto completo de ese objeto, esto es, tal
que para todo mundo posible W y toda propiedad P, suministra una demostración o bien de
la proposición que afirma que el objeto en cuestión tiene la propiedad P en W, o bien de que
deja de poseer esa propiedad en W. Por todo ello se muestran de acuerdo con el hecho de
que un ser omnisciente pudiera inferir a partir de la esencia individual de un objeto una des-
cripción completa de la historia de ese objeto en cada mundo posible en el que existe”103.
La hermenéutica de este texto nos llevaría de nuevo al nudo de problemas que hemos
planteado en nuestra presentación de la historia de los conceptos de modalidad. Con esto
podríamos terminar, pero aún, para completar esta somera presentación de Plantinga, te-
nemos que decir que su posición además de “esencialista” es “actualista”. El actualismo
es la tesis que sostiene que todo lo que realmente es existe, es decir, que no hay meros
posibles. Los posibles, se deduce de esta tesis, no pueden tener propiedades. Solamente
la condición de existencia hace que un objeto pueda tener propiedades. En este sentido, si
unimos ambas tesis, podemos decir que Plantinga ya no está tan cerca del esencialismo de
la metafísica racionalista en tanto que la esencia no está dada en la posibilidad sino sólo
y exclusivamente en la existencia. Esto se deriva, sin duda alguna, de su categoría de la
haecceitas, puesto que la única realidad que hay es la realidad de los individuos y es de la
única de la que podemos predicar que está o está actualizada. No cabe, por tanto, hablar
de la realidad para la posibilidad como en la metafísica racionalista clásica. De este modo
ha escrito Plantinga que, por ejemplo, “en un mundo donde él no existe, Sócrates no tiene
en absoluto ninguna propiedad, ni tampoco la inexistencia” y que “ningún objeto puede
tener ninguna propiedad sin existir”104.
A partir de aquí Plantinga ha llevado los resultados del análisis modal, como decíamos,
hasta los viejos argumentos sobre la existencia de Dios y al problema metafísico del mal. Es-
tos resultados muestran que los problemas metafísicos derivados de las categorías modales
ahora como entonces siguen envolviendo los más fascinantes problemas de la metafísica.
102
Leibniz, G. W.: “Discurso de la metafísica” trad. T. E. Zwanck, en Antología¸op. cit., p. 180.
103
Loux, M.: “Esencialismo” en Diccionario Akal de Filosofía, trad. H. Marraud y E. Alonso, Akal, 2004.
104
Apud. Moros Claramunt, E.: “Alvin Plantinga” en Philosophica Enciclopedia filosófica en la red: 2010 en
http://www.philosophica.info/voces/plantinga/Plantinga.html; Moros Claramunt se ha ocupado en nuestro país
de la filosofía de Plantinga. De él pueden consultarse los siguientes trabajos: Modalidad y esencia. La meta-
física de Alvin Plantinga, Eunsa, Pamplona, 1996; “Leibniz´s Lapse. Plantinga frente a Leibniz” en González,
A.L.: (ed.) Posibilidad, contingencia, necesidad, existencia. Estudios en los 300 años de la Teodicea de Lei-
bniz, Eunsa, Pamplona, 2011.
FILOSOFÍA 33
Tema 15
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