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John Symonds

La Gran Bestia
Vida de Aleist er C row ley
Edi ció n d e J a vier Ma r tín Laland a

El Ojo del Tiempo Siruela


john Sy1nonds

La Gran Bestia
Vida de Aleister Crowley

Edición y traducción del inglés de


. -
Javier Mar tí n Lalanda

El O jo de l Tiempo Ediciones Siruela


Thia Ono

111l~m~llll~~lllllllli
11
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Todo$ los <l f' rceho ~ rf's crv:ado11. N i0¡;\111¡ p:at l c de c.st:a publi c¡ ci6t1
puede .set ccproducida, alnua.<"<11:.ada o tr11ns111 i1id;i <n tn.1ncra .1lguna
o i por oingút1 1ncdio. y3 $C3 cléc11ico. qui 11'l i co, mccátli co, óp1ico,
de gr:lbació1) o J e fo 1o <"opi11. s in pcrn1i$O p rcvi.o del edi to r.

T ítulo original: Tht Ki nt of 1hc Sh11d0Ut Rt 11lm


Io cubierta: /\ )cister Cro wlcy. O T o p F010 / ALIN/\R I h cchivt$, Flotcnci3
l)i.scño grlfíco : (;Jori'1 G.iugcr
O G. Ouck,.,·orth li Co. LtJ., 19! \I
Q Oc 1:1 traducci(ÍI), l)Otit¡ c oi:nplci:ncn1:1ri as
y bi hliogr,;.fí.i, J.ivicr ~1.t rtln l..il.11nd.11
O EdieioncJ Sirucl1, S. A., 1'911, ?Ví>!t
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Índice

Nora a cs11 tdicj6o 9


Prefacjo J 1

Agradecimientos 11

l .a Gran Be s tia

1.Juventud: En el c amino hacia l a g r andeza u


1. Vidas pre1éri1as u
2. Padre, madre e hijo SS
3. Pcrdu rabo y la Coldcn Daw n 41
4. Yeat.s v Crowlev 56
5. Las in expugn ables murallas de hielo 77
6. Los príncipes de Chioa Khan 86
7. Aiwass y e l Libro de la Ley 101
8. Kangche njunga, las Cinco Cu mbr·cs Sagradas 108

q I a m arcl13 a rrayés ,,,.. C bjn · • 1 :t&

10. El ca pitán Full cr y e l cr o wl cyaní smo 1so


11 . E111 btl !lCa de y i:cjp 1><'$ 162

12. Mari• d'Es1(: Siu r gcs 180


13. Baph o mcl , Rey Supremo y Sa nto 222
14. El Mago e n América 278
15. R<> ddie Mjn or :!Ol
16. Lcah Hi rsig 324

11. Madurez: La grandeza lograda y s uperada 335


17. Las hermanas Alostrael y Cypris !57
18. La abadía del Ha1. lo que Quieras 345
19. Crowlcy se supera a si mismo 374
Prefacio

Éste es el segundo - y espero que úlámo- libro biográfico que es-


cribo sobre Aleister Crowley. En él he incorporado todo el material
que conforma el pri.mero', aparecido en 1951, del que saldría una
segunda edicióo en 197J y otrn más, corregida, en J973. Debo estar
agradecido a la constancia demostrada por el finado Gerald Yorke
en ute sorar, a Jo ]argo de buena p:irte de S\ t vida, una extensa c<J-
lección de recuerdos y documentos relacionados con Crowley, ya
que gracias a él ha sido posible la publicación de este libro.
La filosofía de Crowley, tal y como suele entenderse, nos invita,
a todos y cada w10 de nosotros, a «hacer lo que verdaderamente
queramos•. A comienzos del presente siglo surgió, armado de pun-
ta en blanco, del seno de la O rden Hermética de la Golden Dawn,
y comenzó a pracácru· los diferentes sistemas mágicos que esa so-
ciedad enseñaba. Pero los Jefes Secretos o lntel.igencias Sobrehu·
manas que gobiernan este planeta l.e habían reservado uo papel
más importante que el de simple mago y, a su debido tiempo, pu·
sieron en su conocimiento que él, y nadie más, era el Maestro del
Mund·~. Y Aiwaz, uno de estos Jefes Secreto~. conviráó esta revela-
cióo en algo tangible, al dictarle lo que Crowley llegó a considerar
como Ja futun Biblia de Ja humanidad: El Lil>n> de ltJ Ú)\ que le pn>-
porcionó lo que llegaría a ser su palabra mágica por excelencia, the-
let11a, ~·voluntad•, que él aa11plió l1asta for1nar la coL1ocida fiase del
•Haz lo que Quieras•. Crowlcy comparaba su palabra con la de Cris-
to, agapé, esttJ c::s, «-arrt<>r»; con la de Buda, ar1atta1 «no-y<)• (es decir,
no la conciencia individual, sino la Conciencia Universal o Absolu·
ta) ; o coo la de Mahoma, i\lá, •Sólo hay un Dios».
Se b.a dicho que la pcJ"sonaljdad de Crowlcy era ...:enigmática)'> pe-
ro, en cuanto uno levanta el vistoso manto que encubre su vida sin-
gular y su comportamiento tremendista y examina lo que descubre
bajo él con la ópáca del sentido común, el •enigma» no tarda en
desvanecerse.
La primera y más inmediata constatació11 qttc pt1cdc hacerse re~
pecto a Crowley es que se encontrnba en pie de guerra contra los

11
\'<llores religiosos y morales de su tiempo; pero cuando el joven
Crowley inumpe en la escena social, el proceso de dcsuucción de
los ídolos victorianos ya había comenzado. Nietzsche, el filósofo
que había hecho del martillo su herramienta de trabl\jo, no le había
dejado nada que destrozar. Sin embargo, esto no contuvo a Crow-
ley. que se hallaba demasiado desesperado para andarse con remil-
gos y era lo suficientemente uunoderado como para intentar abrir-
se camino si¡,"l.Úendo los cauces legítimamente pennitidos, por lo
que decidió llegar a la fama por un sendero que, así me lo parece,
nunca antes había sido recorrido y que le condujo a un tenebroso
caos mental, a los aspectos más desagradables y negativos de la exis-
tencia que salen de e.se caldero en ebullición. Según cuenta \V. B.
Yeat5, en cierta ocasión, Crowlcy fue expulsado del comedor de
Cambridge en el que se hallaba ccn<mdo con otros cst:udi.a ntcs co-
mo resultado de la indecencia de su conversación.
Acostumbraba a hablar de todo aquello que los demás callaban,
y a los veintitrés años de edad, antes de irse de Cambridge, había
llegado a encamar todo lo que de malo hay en el hombre. Su meta
inconfundible no era otra que llegar a cubrirse de vergüenza, por
lo cual se senúa linpelido a hacer cosas desagradables. Toda su vida
estuvo intoxicado de vergüenza: llegó a comer mierda, tanto en sen-
tido figurado como real (vgr. la de Leah Hirsig cuando ambos se en-
contn1ban en la Abadía de Haz lo que Quier.is, en Sic:ilia, allá por
el mes d!t julio de 1920).
Este hábito, el de la coprofagia, que dio a conocer en la prin1era
de sus obras publicadas, Aa/d;m1a, de 1898, le acompañó durante el
resto de su vida. Enfant lelTibk de la era victoriana, había decidido
que nadie igua.lara su grado de irrespetabilidad. Su ch ocante apodo
de • la Bestia 666• era un apelativo adecuado par" un hombre que
desafiaba las limitaciones y que sacaba punta a cualquier conven-
cionalismo. Durante la primera década del siglo XX se mantuvo den-
tro de las tendencias ocultas del Victorianismo, y cuando cumplió
treinta a1ios llegó a ser lo q ue se había propuesto: el Rey del Reino
de las Sombras.
Le resultaba muy cómodo instar a sus seg.tidores a que busca-
sen su verdadera voluntad y, una vez que la hubiesen cnconir.ulo,
actuasen en consonancia con ella; pero él mismo se hallaba lejos
de haber cnconi.rado su •verdadera voluntad•. De hecho, nunca se
puso a buscarla metódicamente, pues si lo hubiera hecho no ha-
bría tardado en darse cuenta de que se hallaba bajo el imperio de
una tuer1.a inconsciente que le impulsaba a realiiar acciones total-

lt
empresa, ni mágica, n i atroz, que acometiera; y cuando se veía en ere
la espada y la pared se defendía arguyendo que estaba en las manos
de su daernon., Aiwaz. Y estaba en lo cierto, pt1es «Ai\'13.Z», o ..cAiwa.ss•,
que según él era una «inteligencia preterhumana•, era el nombre
que asi¡,'Ilaba a la fuerza inconsciente que le mantenía entre sus!,"'·
rr~s y <}ll t':, c.~pric-:hos;nn~nt~.j11~h~ ('Oll é.J. T..o 1ír1ir.o <}li t': s~hí;;i n~
ésta era el mensaje que le entregara: atacar a las creencias, a las tar-
jetas de Navidad, a todo... se trataba de una doctrina negativa que
recorre por entero todo el sistema mágico ideado por Crowley,
quien, entre toda5 las incertidumbres y conu·asentidos de su vida, vi-
vía como si careciese de problemas personales. Y ciertamente care-
cía de ellos, pues cuando se le presentaban los dejaba a un lado o
pasaba por encima de ellos, mientras rezaba a su Santo Ángel d e la
Guarda, Aiwaz.
El Libro de la Ley, la biblia del crowleyanismo, que supuestamen·
te escribió bajo el dictado de Aiwaz, contiene todas las sorprenden-
tes y contradictoria5 opiniones de Crowley, redactadas, o debo decir
habladas, en el estilo de los profetas del Antiguo Testamento, com-
binado con el de las re,~stas populares al uso del ama de casa. Su
fórmula salutatoria del «Haz lo que Quieras será toda la Ley• no era
otra cosa que su réplica a la falsa religiosidad y al mal gusto de sus
padres: su ley contra la de ellos. Intentaba que no quedara huella
alguna de sus padres. (¿Por qué no se le ocurrió •Haz lo que Quie-
ras», sin tener que aiiadir, «será toda la Ley-?) Se trata de una de-
claración incongrueme, pues no es posible hacer una ley de la abro-
gación de las demás leyes, ni mejorar a Rabclais. La •Ley• a que
hace referencia la fórmula de Crowlcy antes aludida proviene de la
Ley del Pentateuco, los cinco primeros libros de la Biblia, e n la que
sus padres, miembros de la Confrate1nidad de Plymout11, se habían
fonnaclo. Pero no resulta ser muy fiel al espíritu de la Ley Mosaica,
más próxima al amor y a la generosidad que enseiiara J esucristo,
puesto que en Neister Crowley es imposible e ncontrar amor o ge-
nerosidad, a pesar de su •Amor es la Ley, amor bajo el dominio de
la volun tad•, que era el paradójico corolario al · Haz lo que Quieras
será toda la Ley•. Lo que se proponía no cr-a hacer que la hwnani-
dad mejorase, pues ésta sólo le movía a desdén, sino mantenerla do-
blegada bajo su d emónica voluntad.
Estaba tan desequilibrado que c 111 incapaz de sentirse e n paz
consigo mismo. Raramente se quejó de su hado, pero sufrió mucl10
por su culpa. Destaca entre sus contemporáneos, aunque sólo sea
porque estaba muy por delante de su tiempo, y porque supo ex-

15
presar el total derrumbamiento de Jos convencionalismos que no
tardaría en llegar.

Surgirá 01ro profera, tra)'endo de los cielos nuevos desórdenes;


otra mujer suscitará la concupiscencia y el culto a la Serpiente ...
El Li/Jro tk la Ley

Si yo tuviera que esculpir en una lápida el epitafio de aquel bom·


bre, tan extraordinario y lleno de talento, diría esto:

ALEISTER CROWLEY, 1875·1947


Dejó en libertad a los dioses psicóticos

J. s.
Tokio, 1988
La Gran Bes tia
A Kmruth Grm•t X'
Cab<ta visible de la Ordo Templi Orienti.1
Y él será contcruplado con10 realmente fue; pues <tcdaro haUar-
n1e dispuesto a escribir, no su panegírico ... sino su vida.
James Boswell

Sicn1pre estoy pensan<lo qué dirá de n:ú la historia, cua11do i1aya


muerto.
Alcister Cro,,•ley
1. Vidas preté ritas

¿Quién era Aleister Crowlcy? Ni siquier<i el propio Crowley losa-


bía a ciencia cierta. Sólo sabía que un muchacho llamado Edwa.rd
Alexander (•Alick,.) le había nacido en 1875 a Edward Crowley, cer-
vecero y miembro prominente de la Confraternidad de Plyrnouth,
y que ese hijo había crecido lo suficiente para darse a sí mismo el
apelativo de AJeister y para repartir el tiempo entre el escalar mon-
tañas y la práctica de rituales mágicos. Pero ese niño, así lo sentía,
e ra sólo parte d e «Aleister CrO\\'le):»: ttna parte instISt.an cial y me ra-
mente fenoménica. El au1éntico Crowlcy, más dios que hombre o,
si se prefiere, el superhombre, henchido de elevados pensamientos
y de una despreocupada, aunque apacible, actitud respecto a la en-
deble humanidad, se encontraba en otro plano.
Por supuesto que ya había vivido anteriormente y que volvería a
vivir de nuevo. Había tenido muchas vidas pretéritas, así corno una
existencia inintern1mpida como Maestro (lo que se conoce con el
nombre de Maestro Oculto o jefe Secreto) en uno de los Planos Su-
pe riores de la existencia.
- En cierta ocasión, Crowley consigue vislumbrar su existencia co-
rno Maestro, cuando describe su pan:icipación en un Consejo de
Maestros, poco ames de la época de Mahoma. La reunión tuvo lu-
gar en uoa de esas remotas fragosidades situadas en los bosques que
se hallan rodeados de montaftas, allá por..., en una de las regiones
más despoblada' de Europa. (No se hace mención del emplaza-
miento exacto.)
El asunto urgente que había que tratar en aquella ocasión -a co-
mienzos de la Edad Media- era la política que ern necesario adop-
tar para ayudar a la humanidad. Crowlcy se hallaba siempre en bus-
ca de caminos y medios aptos para socorrer a la humanidad. «Una
exigua 111ir1oría, crt la qut n1t i11cluyo», c::scribt, ..;c-.staba a fa,•o r de:
una acción po•itiva: habfa que seguir una linea bien definida; los
misterios, entre otras cosas, deberían ser revelados. La mayoría de
los presentes, y en particular los Maestros asiáticos, se negaron a dis-
cutir siquiera la propuesta. Desdeiiosamente, se abstuvieron de vo-

23
Lar, como diciendo~ '·Dc.::jcmo:s que ~os jóv ·m:.s aprendan l<1 k cción ".
Por consiguie nte, m.i facción obru\ 0 la "icloria y varios. Maestros. re~
1

dbieron d encargo dC' Uc""ar ~' cabo d~vcrsas t"n.:.._s ...


La mi!ión del propio Crowley consistía en ]le\·ar a Europa la S.'l·
bidurfa. oricnt.;:¡¡J y rcs.L~ 1,_11 .nu d pag-.-u1:i ·mn e•'l una forma má~ pura. Pe-
ro no adant si esta misión le t"s .a.!iigu~da en e] ~jglo VI d. G. (d naci-
m icn lo d <! Mahoma üe1 •t: hJ~..t.li,
api'o.xiJllüdatneu t~, etl d ail u 5 70),
o er• U~\<t d~ su~ pos.~c:=:m'LOl'e.~ t:m~t'3.r'll.adones_ !Es indudable <111t= en ;¡u
c:::nran1acic)n dt;;: J\leí:'ih;r ( :rcm1Ley h ii u todc) lu que pu!l'lo p•u'-ti la te-."'-
tauración de::~
pag-an:Li;mo. tal y como señahwon el Su nday, J!.J..ptl!.ts y e~
felm Bull. dos de Jos periódicos que [e <1tacaro 11 por ese moti\'o.
No es sorp:rcndentt: q uc Crowlt1•. cuyos sucñ l~ C:io~á11 llenos ¡1 re-
bu~r de n::ye · }' p;.tpas, <.·m1-'iid.t:rJse aJ pi.!.piit Al~jillndro VI cu11110 u n a
iflt-:: sus cnCd.limladunt·s. ¡.-:_'-:h~ prelado •1ndi.gt:•ite, a~mque am~nte de
los placert",..'i, ~C\1sadu rlit.:: ifof1l e:• et !;L'le.Si 1\ <11Lo e; i 11'1 c~es.ro, er,;t, el 1j p e) d e;
!Papa que a él ie hubiern WJStado ser_ U na de sus posesiones m ás pre·
cia~ erra un. cequí de oro qn.e habfa !!.ido acuñado por ..\lie:;:iandro:
en una d e s.us car-a\ se podía ver su escudo de anna."1. y el de~ Papa·
do )~ en la otra, ta escena e\.~angélira de la pesca m il:agros:a. Crowley
u tilizab a aquella moneda como "'l dis.co .. , o tali.smá.J.1. en sus opera-
cion es nd.gi~ <:tmduc:it:.n tes !:l ] "' ohtt":m-::ic~n m i~ í>rn_ Por clc:!igr,c1.ci;;t 1

lt1-S rec.u erdru; de su \ ida como papa son esca.i;;os, a no ser que en
1

c:ontr.:1. de lo aco ·tumbrndo. se: mostr.ise in.:sc.:rv.a.du; Jo único que d i-


jo , al re.specto, fue que fr.acasó en ~UJ emp eño de ••cuhmirm.r d Rc-
nacim •c111t.n, al no haheli con~egu irln P' 1ri fü:!;lr ir1 u::g1rd1ncntc su J)TO-
p j a per~.o n ..lidad.,. _
Te n ía ba..•uanres recuerdos de lo que le habfa !l.L:i. c::edid o en lo~
tiempos. pretéritos. Por t;ic mplo había sido el ~ac.erdot.e tebano
.t\.m kh-f-n-Khonsu , que \Í \.lÓ durante la vigésini.o sexta dinast!Í:a (eJ
p-rcf.;~dn rlc Th~ F.it¡rJ.imn; ,,¡ lhl! God.'i fut~ fivrnarln n o con el apcl liirlo
Crowlt:y, :Sinu con d m".J!1ubre dt= Ankh-t:n~K.hon¡su ) . y m.an1b.i~n d :sa-
bio ch ino Ko Hsuan. uno de los discípulos de l.ao zi, y autor de la
e•brn Khi.1ig Krmg Ki~ que ~ría pues LH ~n rima por Cruwk;~.
u identidad de ~.\Jt;isle r Ctowky se ve complicada mil:s addan,
1e pur -'i.l!l San to Ángel die 1(1 Guard<i., .i\iv.-..~:s. q uc en algunas ocasio-
ne.~ .se parece má..'i. a Crowlé)• q t1e d mi:stnÍ-'iimo .t\ lei:ster_ «Siempre
h e tenido mala salud. __ una 1-uel.t:l.a clt:- fi,d>l'r.: palüdica }' reumatis-
mo. curn sín c.0 1nas ne111"dlJ.,"1i.Cms p:.1s~jt:ros. t:k . '-', es,crib fa Cruwk y en
mayo d e 1911\ a la edad d e cuaren ta y un m'lo..~- .. Pero }'O mismo, Ai-
\'\'ilSS ~ h e C:>tado consmd cmndo todo este lÍem po cómo C:Onl portar-
me:: c;on refacicíin a] cue rpo y a la mente- irle Crnwlcy. ¿Puedo .':lcgtii:r
utilizándolos? ¿Avanzarían más deprisa mis ideas si él (Crowley)
muriese? ¿No sería más sabio que me manifestase en otro, o en una
m11ltitud?n
Pero por aquel tiempo Crowley se encontraba en Estados Unidos
y el tono quejumbroso de este extracto de su diario se debe a que
con la entrada de este país en la Gran Guerra j unto a Jos Aliados, él
tuvo que dejar de escribir propaganda para las Potencias Centrales.
Había apostado por la parte que, en aquel momento, ya sabía que
iba a perder y temía las consecuencias. No debe sorprendemos,
pues, que se aferrase a su Santo Ángel de la Guarda, Aiwass, y que
desease poder deshacerse de Ja piel de Crowley.
En el mes de junio de aquel mismo año conocería a una mt~jer
de Pennsylvania llamada Anna Katherine Miller, a la que daría el
sobrenombre de •el Pe1To., y con la que se iría a vhir, en agosto, a
un apartamento de Central Park vVest, •¡Donde no podemos ver
01.ra cosa que no sean árboles! ¡Gloria a Qt;. Chii-m (el Árbol de la
Vida) , entre cu¡ras rarnas, el Pájaro de los Prodigios, el cisne Para-
mahamsa' (el cisne divino) hace Su nido! (Sé perfectamente que
los cisnes terrestres no anidan en los árboles)». Y pensaba que An-
na era la matt:rialización de una •Muchacha Morena• que había
\risto en tina visió11.
Cn año más tarde se dirigía hacia w10 de sus Retiros Mágicos, re-
mando en una canoa, río l' lt1d:ion alx-tjo. para acampar en la .. lsla
de F.sopo•. Sería en aquella isla en donde recordase, en una serie de
trances, algun& de Stts ante a;or<:s vidas.
Los tr:mces fueron peculiarmente intensos. Se sirvió dt:l yoga
para llegar a ellos, y la mención que hace del sa.madJ.i (el éx1ru1is su-
premo) n:vela que había alcanzado d grado máximo de concen-
tración. Scgút1. las cnscña1lzas b\tcli stas. e l progresivo pcrfcccio11a-
miento del espíritu, mediante la concentración proporcionada por
e l yoga, despierta los tecuerdo:; de las encar11acio11es anteriores.
Crowley recurrió al uso de la cocaína y del a11halmium. Y llegaría a
decir que los n·ances fi_1ero11 de una sublimidad t..'\n grande que es-
capaban a cualquier descripción lin¡;"1ística: 1.crminarfan con una
...visión atlgélica» de la que nu11ca antes había gozado.
La encarnación inmediatamente antetiot a la de Aleister Crow-
l1·y P r.l l:"t c.lf· F:J i r>h~.s J.l·vi, !)11(' Pr.l (") 1;.,;i•11clóni1nn ~c.ioptad t) r•)r Al-
fonsc Louis Constan!, autor de obras que tratan wbrc la ma.gia y la
Cábala, que eran ampliamente conocidas.
Cuando, años má~ tarde, estaba hablando con Crowley en su re-
tiro de Hastings. le hice la objedón de que Lévi había muerto seis

25
meses antes de su nacimiento, lo que equivalía a decir que cuando
Lévi aún estaba vivo, Crowley se enconn·aba ya en estado fetal. Pero
me replicó que en ello no había conu·adicción alguna, puesto que
el espíriru de Lévi sólo había penetrado en el seno de su madre
cuando ésta llevaba ya tres meses de embaraio.
Si se está dispuesto a creer que Crowley era Lévi reencarnado, es
posible, entonces, explicar muchos aspectos de su carácter, pero su
•memoria mágica» no reve ló 11adc1 sobre Eliphas L.évi qt1e él mismo
no hubiera podido averiguar tras la lectura de la u·aducción que
Arthur Edward \Vaite hiciera, en 1896, de la obra de Lévi Dogme et
Ritu.el de la Haute Magie, y, especialmente, de su prefacio de tipo bio-
gráfico.
Durante su trance, Crowley revivió la vida de Lévi, después de ha-
ber regresado, marcha au'ás, a su propia infancia, nacimiento y es-
tado prenatal; aseguró haber llegado en el momento en que Lévi es-
taba a punto de morir. (Una fotografía en la que Lévi aparece
muerto, yacente en una cama de bronce, con un gran crucifijo en-
cima de la cama, fue reproducida en la edición inglesa de 1913 de
su Histoire de la J\1.agie) : •Y pude contemplar bastantes escenas de la
vida de Lévi, por lo general poco importantes, aunque recuerdo \'a·
rios episodios con mi mujer, y los momentos en que recibía las di-
ferentes órdenes del sacerdocio católico».
Lo siguiente que recordaba era una pequeña iglesia en. el cam-
po, con una torre cuadrada... y muchos cantinos, anchos y polvo-
rientos. Aquella escena le hizo pensar en el Midi de Francia, con lo
que le vino a la memoria el nombre de Arles. Recordó un p unzan-
1.e sentimiento de inferioridad social, sin duda a causa del humilde
nacim iento de Lévi que., al decir de Crowley, explicaba las ideas so-
cialistas de aquél. •También recuerdo un largo paseo que hice a los
diecisiete años, campo a tr'&vés, por al¡,-ún sitio del norte de Fran-
cia, me parece,)' que rnis aspiraciones culminaron en unju1rame11-
t.o tnágico.»
La memoria mágica de Crowley no reveló acerca de Lévi más de
lo que el propio Lévi babía revelado de su persona. Sabemos que,
durante la primavera de 1854, se fue a Inglaterra, buscando una
nue\<a corriente mágica, y también para dedicarse, de manera io-
inte11·u1npida, a sus investigaciones, c1uc, según él_. real.i1..aba en nom-
bre de la ciencia. Disponía de algunas cartas de presentación que
d<:bía entregar a personas prominentes, al parecer interesadas en lo
sobrenatural. Pero, cuando las conoció, descubrió, para gran desi-
lusiórl suya~ qt1e, a pcs~tr. de s t1 extremada cortesía, su interés por el

26
tema obedecía a crite1;os de índole sensadonalista o superficial. Es·
peraban de él que realizase milagros, • como si yo füera un chai-la-
cán•, escribió Lévi con indignación. Ese cipo de mentalidad, can po-
bre, le dis&>ustaba. Y aunque hubiera ink:niado obtener alguno de
los resul!ados m{tS sorprendentes de la magia ceremonial, cuya na·
turaleza le repelía, no habría podido conseguirlo sin disponer de
un equipamiento costoso y poco común.
Cuando, una tarde, regresaba a su hotel, Lévi se encontró con
que alguien había preguntado por él, y le habia dejado una nota. Se
trataba de una tarje!a de visita o, más bien, de media tarjeta, cona-
da en diagonal, sobre la cual Lé\'i reconoció, al punto, la mitad del
Sello de Salomón, la escrella de seis pun cas usada en la magia. La
nota decía: •Mañana, a las tres, enfrente <le la abadía de \<Vestmins·
ter, le será entrega.da la otra mitad de la tarjeta•.
Y a las tres en p unto del día siguiente, Lévi se hallaba paseando
nerviosamente, de un lado a otro, ante la entrada principal de la
abadía. De repence, se decuvo un carruaje y un lacayo bajó de él,
acercá1\dos(: al rr1ago fr.tr1cés, a quic1\ lliZo u11a seña; a C<)nti11ua<:i6 11
le abrió una de las puertas del vehículo para que pudiese entrar. En
cuanto Lé•i siguió las instrucciones, el can·uaje se puso en marcha.
Se encontró sentado al lado de una dama de negro, profusa·
mente velada, quien le presentó la otra mitad de la carjeta, con lo
que el Sello de Salomón quedó completo. Solamente entonces le·
vantó su tupido velo.
Me parece que debiera disculpanue, de ancemano, por cener
que decir al lector de tendencias románticas que aquella misteriosa
desconocida, qt1e l1abló a Lévi e11 un fra11cés cargado de fuerte
acento inglés, n<> era ni jover1 ni l>ella. Era, ¡ay! . n1ayor, con las ce-
jas totalmente grises, aunque sus ojos eran negros y, extrañamente,
fúlgidos. La dama mencionó al no\'elista Bulwer Lynon, a quien Lé·
vi había conocido. En realidad, el disgusto que Lévi experin1entaba
hacia la sociedad inglesa había sido causado, funclamentalmence,
por las personas que había conocido en Knebworth House, en el
Hcrúordshire, donde lord Lytton, hermano del célebre espirir.ua·
lista y levicador Daniel Oouglas Home, había organi1.ado un club de
experimentos mágicos. Mientras el carruaje se dirigía hacia la casa
de la dama de cejas grises, ésta le dijo que uno de los amigos de Bul·
wer Lytt0n había dicho de él, Lévi, que rehusaba demostrar sus
habilidades mágicas si sólo se trataba de satisfacer la cmiosidad. Y
añadió que ella misma poseía una colección de indumentaria e ins-
trument.os mágicos que le abrradaría muchísimo <.nseñarle, siempre

27
que jurase no revelar su identidad. Si él declinaba su juramento, en-
tonces se vería obligada a Uevarlc de regreso a su hotel. Lévi juró
q ue nadie se enteraría.
Y así, gracias a esta desconocida dama inglesa, el más grande de
los magos franct'Sés del siglo XIX rcalizó su célcbrc evocación de Apo-
lonio de Tiana, el autor del N11ctemeron•. La ceremonia tuvo lugar,
después de un período de preparativos q ue se prolongó durante
veintiún días, en una torrecilla de la casa d!e la dama que encerraba
una pcqucJ\a estancia, cu~a~ paredes fueron recubierras con espejos
cóncavos. Mirando hacia el este había un altar de mármol blanco,
con 11n pentagrama inciso er1 su parte supe ri<)r, el pentagrama <.:>:sta-
ba repetido, dib1.!iado a \'llrÜl.S 1in1as, sobre lln blanco pcrg-amino des·
plegado debajo del altar. Lévi se endosó una amplia vestid ura blan-
ca que le Ueg-aba haslá los pies (no muy d iferente de la que había
lle1oado cuando ejercía de sacerdote católico), ciñó su frcme con una
corona de hojas de verbena, entrelazada c<>n una cadena de o ro, y,
n1ie11tras sostenía con tina mano el texto del ritt1al, empuñó con la
otra una e.spada. Un brasero en el que se consumía carbón de ma-
dera de aliso )' de law·el completaba la puesca en escena.
El mago comenzó a cantar la invocación, pt'Ímero en voz baja,
luego subiendo progresivarnente en ir1tc nsidad.
Cuando la ceremonia se dio por concluida, Lévi no estaba segu·
ro de haber invocado al divino Apolonio. La imagen que describió
del antiguo gdego que se lc había aparecido era la de un hombre
totalmente cubierto por un sud:ario, pero que debía dejar ver su ros·
tro, pues Lévi descl'Íbe el supuesto rostro de Apolonio diciendo que
es el de un hombre delgado, melancólico y sin barba, descripción
que no se corresponde, en modo alguno, con la del busto griego de
Apolorúo, barbado, bello, de frente amplia. La apmción no habló
directamence a Lé,~, pero le cocó en una mano y en un brazo, que,
al instante, se le voh~eron insensibles, y penuanecieron eü ese esta-
do '"'rios días.
La dama en cuya casa había cenido lugar aquella singular cere-
moni:a era una iniciada de alto grado, pero s11 relación con el ma·
go francés no duró mucho. Lévi, fiel a su juramento, no· revela su
identidad, pero da un esbozo de su carácter: • Estoy seguro-, dice,
•de q ue era adicta a la nigromancia y a la goecia (magia negra).
En ocasiones perdía completamente su autoconcrol; otras veces se
abandonaba a inexplicables accesos de pasión, para los que era
difícil enconcrar un motivo. Abandoné Londres sin despedirme
de ella• .

28
Pero Crowley, que no estaba ligado por el pacto de si.lcncio, nos
refiere que, de acuerdo con su memoria mágica, •Se trataba de una
condesa, o algo parecido, ademá5 de una auténtica hija de Satanás,
el tipo de mujer capaz de asesinar a la gente por puro despecho. De
hecho, era una criminal».
Dos semanas rnáli tarde, en ou-o trance reu·ospectivo ocurrido en
la Isla de Esopo, Crowley vio pasar, anee su mirada impasible, la vi-
da de Cagliostro, pero de una manera un tanto atropellada.
El recuerdo mágico que Crowley mvo de sí mismo, en su exis-
tencia como Giuseppe Balsamo, más conocido corno el conde de
Cagliostro, el aventurero y mago siciliano del.siglo XVUJ, también ~'S
poco convincente, ya que muchos de sus pormenores no concuer-
dan con los hechos comprobables y conocidos de la •ida del mago.
Es sabido que murió en la inexpugnable fortaleza de San Leo, cer-
ca de Moncefeltro, en los calabozos de la Inquisición. Sin embargo,
Crowley lo vio motir •en algún b<•sque rodeado de montañas., en
el transcurso de un viaje en el que era acompañado por un joven
campesino, vestido con ropas vistosas.
Que Túnez sea el lugar de su nacimiento, en vez de Palermo, es
otro de los errores achacables a la rnernoria mágica de Crowley.

Cuando fui Cagliostro. recuerdo haber nacido en un burdel que


llevaba 1ni abt1ela materna. "ii n1adre e ra medio ;irabe, y mi padre,
presumiblemente, algún rico ,fajero. Era un espléndido burdel. Pe-
ro, a causa de mi nacimiento, mi madre tuvo que acabar casándose
con uo pescador. Este nacimiento viene precedido por un proftui-
do horror y una g.rru-. osct1ridacl, qtae, en este inor.nc11to ert que i11-
tento peneuarla, se hace má.' densa.

La encamación de Crowley anterior a la de Cagliostro mvo lu-


gar en algún oscuro y anónimo individuo, como consecuencia, sin
duda, de algún error mágico. Se trataba de un jo,•en de cabello n e-
gro, pálido y granujiento, con profundas y moradas ojeras, una ca-
beza demasiado grande, con relación a l cuerpo. y una mirada de p~
seso. La vida de aquel mclar1cólico joven fue breve, pues acabó
ahorcándose a la edad de "eintiséis o veintiocho años. Crowley no
da ninguna explicación al respecto, pero d e la d escri pción que ha-
ce de la madre, como de una mujer se\•era y autoritaria, se deduce
que las relaciones entre ambos no e ran cordiales. Ella era holan-
desa, alemana o suiu alemana; Crowley n o estaba totalme nte se-
guro de ello.

29
Al día siguiente, el 25 de agosto de 1918, a las 5:10 de la tarde,
ou:o trance tuvo corno resultado que Crowley se encontrase frente
a frente con Heinrich \'<ln Dom, un individuo algo más enérgico.
Da la impresión de que Crowley se ha escandalizado de la vida de
aquél, que describe como fútil y dedicada a la magia negra: era to-
d o un cor1cat.e nantie 1t to de g ri111orios, d e i11t'1ti.les y diabólicos r-ltos,
de pactos con Satanás, que éste cumplió con sorna, y de crímenes,
peores aún que los de las bntias.
El mismo trance k: conclL~o a una encamación que precedía a
esta última. Daba comienzo con la mucr1.e de un ruso de cuarenta
y cinco años, llamado el padre lván, bibliotecario de un inmenso
castillo que pertenecía a una orden militaJ'.
El castillo, escondido en una llanura poblada por una espesa flo-
resta y circ11ndada p<>r altísin1as rnor1ta1las, debía encontrarse, se-
gún Cro\\•lcy, en el sur de Polonia, o en los Balcanes. Lo úrúco cier-
to, sin embargo, era que el padre Iván, que procedía de noble cuna,
había sido educado en Alemania. A p1imera vista, su aspecto no era
nada fuera de lo conientc: una cara redonda -su tipo somático era
el pícnico-, qjos grises, cabello y bigote n1bio ceniza, piel pálida y
dientes regulares. Pero su carácter era notable. Gracias a su gran ha-
bilidad para la magia -er.i un Adcptus Maior en toda regla- tenía a
los mo11ies guerreros en t1r1 p 11i'10, rr1ctiér1dolc>s e11 tod<) tipo de in-
V
u:igas políticas y controlando su servicio secreto.
• '

Encontró una útil ayudante en la persona de una bruja húngara


que vivía en el bosque: en wrn de las ope1·.tciones mágicas que l'ca-
lízaban conjuntamente habían aparecido licán1ropos y vampiros, y
se había consumado tm sacrificio humano. Más tarde, la bruja seria
capturada por unos campesinos furiosos y quemada viva.
El padre h'<in tenía una doble pel'sonalidad. Por una parte era
afable y j ovial pero, por otra, estaba sujeto a crisis de ";olento füror:
en cierta ocasión, presa de w1 acceso de rabia, había matado, a gol-
pes ele fus1a, a Stephen 0110, su p<tie favorilo. En su juvennicl había
sido un gran duelista y habfa tenido corno amante a tma famosa
prostilllla, lo que había dado lugar a q ue tuviera que batirse con fre-
cuencia para defender la reputación de aquélla. Todo eso le supu-
so problemas con las autoridades universitarias, aunque logró sal-
varse de la expulsión al defenderse a sí mismo en griego, y con canta
habilidad que cautivó a todo el mundo.
Crowley describe detalladamente a la amante: tenía dos lunarc.-s
en el rostro, una profunda cicatriz debajo del qjo izquierdo, una na-
ri;: larga y aquilina, una boca am plia y suti l, y su tez estaba profun-

so
damente encendida. (Ténbr.ise e n cuen ta q ue, para Crowley, se tra-
ta del arquetipo de Ja belleza, la perfecta Muj er Escarlata; no es,
pues, sorp1·cndcntc, que la dama, en cuestión, atrajese al padl'e
Iván.) También era u na excele nte cantante )' S<1bfa tocar la mand o-
la, el krummhom y la cítola'. Mientras era la aman te del joven ldn
se hacía man tener por un viejo y gordo b urgomaestre. Y tenía la
costumbre de escond er al joven lván en su habitación para que p u-
diese observar las crueldades, tanto físicas como mentales, que in-
fligía al burgomaestre.
En la ciudad - presumiblemen te Heidelhcrg- había otro estu-
diante, que era el rival de Iván en los favores de la cortesana, pero
q ue se suicidó e n un acceso de resentimiento. Tras el escándalo que
siguió, la joven sería expulsada de la ciudad.
Crowley recordaba la venmna de su casa, adornada con llores l'O·
jas, que dal>a a Ltna calle estrecl1a; decía q t1e era l1na \risió11 taJl 1títi-
da que daba la impresión de recoger sucesos ocurridos el día antc-
tior, y. e n particular, la imagen ele la nutjer apoyándose en la
ven tana, con sus senos desnudos y sus blancos dientes que respl•m-
dccían cuando le llamaba. era la más nítida de todas. Gr.1cias a ella
llegó a conocer al •malvad o obispo•, una persona misteriosa que te-
nía la costumbre de pasearse por la ciudad montado a caballo y con
wta máscara. Cierto día, el obispo comc111.ó a charlar de magi<1 con
hán, pero, dcsaforrunadamcnte, seña asesinad o po co después; se
r111l1orca ba c1uc t:rd u11 c11viado especial del [>apa.
• • •
La encamació n anterior a la del padre Iv.ín e ra la ele un joven ti-
co y de buena familia, más he mbra que >01rún, un hcnnafrodita dc-
sagmdablemente deforme. Crowlcy recordaba claramente: sus cal·
zas de terciopelo azul oscuro, su capa guarnecida )'su sombrero
cmplu1m1do. Em menudo, clclgaclo, 1Ubcrculoiclc, con una 1m1rai1a
d e cabellos castaño-rojizos y una malfonnación e n la colwnna ,·cr-
tcbr.11. Tenía un c:1r:ictcr terrible y dctcstalx1 a la humanidad. •Mo-
rí de sífilis, contagfaclo po r un reit re alem:in que me había violen-
tado•, escribió Crowlcy, a modo de despedida.
Había otras e ncarnaciones, sobre todo la de sir Ed\\':lrd Kelly,
un médium desorejado que \'Cía)' oía a los á ngeles a cuenta del
versado doctor J o hn Dee. El car.lcter aventurero y la dudosa re-
putación de Kclly indujeron a Crowley a prefetirlo al estudioso
Oec; ambos e ran contcmpor:íncos, por lo que tenía que dccidi111c
por uno u otro.
Las •ida.~ prcléritas de Crowlcy se pierden en una serie de misW·
rioAA.~ figuras, tan "ªgas como la encamación de Aleister Crowley,

31
que dur6 desde 1875 hasta 1947. A juzgar por una carta que escri-
biera en el úlúmo año de su vida a .Jacinta Buddicom, él era cons-
ciente de la caleidosc6pica naturaleza de su carácter:

Por aquel tiempo, tcn.í;_\ tma pc qt1c ña rosacn1z -c.inco n1bíes y


una rosa de cinco pétalos en ti.na cn1z formada por seis cuadrados
co11 inscri pciones \!(trias- y 1l1e había co111prometido- con1nigo rl1is-
moa que. cuando la llevara. adoptaría una pen;onalidad. y cuando
me la quitara, otra distinta. Y eso me fue de gran ayuda. al separar
los discint<>s elementos de mi ser. No se rnuaba de tener dos perso-
na_lidades rnágicas, sino de constn1ir dos perso11as de caracteristicas
coraln1ent.e d iferences. Una, por ejen1plo, podía ser un estudioso.
tamt>ién roontai1er<1 y ex.plora<tor, u na pe.rsona capa.z de gritndes
proezas atléticas, de ánimo generoso, etc. La otra tenía característi 4

cas bien d iversas, muy distint.'\S de las de la primera, y yo la utilizaba


para castigarme a mí mismo, cttándo~ adoptando una cualquiera d e
ambas personalidades, llc,iara a cabo alguna acción que sólo hubie-
se sido con\leniente para la otra.

32
2. Padre, madre e hijo

Crowley nos dice en su autobiografía' que sus antepasados por


parte de padre eran celtas, y que el Crowley al que se remontó pa-
ra rastrear su ascendencia había llegado a Inglaterra en la época
de la dinastía Tudor. Reivindicaba su pareniesco con Roberl Crow-
ley, el poeta y predicador del siglo XVI, pero, al parecer, la única
prueba de ello es la idenúdad del apellido. La breve descl'ipción
de su ascendencia comienza con la noble 13.milia bretona De Qué-
rouaillc, y llega, de un tirón, hasta su padre, Edward Crowley (al
que presenta como ingeniero}, recogiendo, por el canüno, a Ro-
ben Crowley.
Si el padre de Crowley hubiera sido de veras ingeniero. habría si-
do probablemen1e el inventor del disposiúvo para se1~•ir ce1-veza
mencionado por Yates en su obra de J884, &imund Yates: His Reco-
Uections a11d E>'fJe>ie11ces, puesto que, a pesar de que Crowley nunca lo
admiúó, su 13.milia no era otra que la de los cerveceros de dicho
apellido. •Por aquellos días•, escl'ibia Edmund Yates, · íbamos a co-
mera locales que ahora me da la impresión de que han desapare-
cido. Ya no es tar1 frec11ente corno l1ace LTeinta años enc(>ttLrarsc
con una "Crowley's Alton Alehouse". Las alelwusts no eran otra co-
sa que pequeños locales provistos de un dispositivo para servir cer-
vf.;"7.~~ y un rnostrA1.1or; 11:.l,ian sir.Ir) ft1ntJ~(l as J)Or ~lr. Ct(l\\'lt!y, t•n tt:"r·
vecero de AILon que habfa tenido dificultades para enconlrar
posadas al uso par< vender •u cerveza; y en ellas no se servfa otra co-
sa que cerveza, bocadillos de jamón y mel'iendas. Pero todo era de
la mtjor calidad. Eran locales muy frecuentados por hombres jóve-
nes, a los que no a¡;,'1-ariaba demasiado ronda por las banas de las
tabernas, con lo ct1al la \ie11ta era e11onne» .
Los antepa;ados de Crowley no eran, como él quiere hacemos
creer, de la misma familia qt1c Lonjsc de Kérouallc, duquc~a de
Porismouth: simplemente descendía de un •barón de la ceneza•
que, rondando el año 1850, había fundado una cadena de «alcho u-
•••· y de local<'S a los que iban a comer los empicados de la Cit}'
Crowley nació en Leamington, en el 'Wmwicksbire, el 12 de octubre

33
de 1875 (el aúo en que Madame Blavatsky y su comp<u\ero, el coro-
nel Olcott, fundaron en Nueva York la Sociedad Teosófica), y fue
bautizado con los nombres de Edward Alexander: no adoptaría el
nombre de Alcister hasta cumpli1' los vein te a.\os, cuando decidió
que Edward Alexander no le gus1aba, El hecho más notable de es-
tos sus primeros años es que sus padres, como los de Edmund Gos-
se, pertenecían a la Fraternidad de Plymouth, una secta fundada en
Dublín hacia 1830 por un clérigo irlandés apellidado Darby, y que
había conseguido sus mayores adeptos en Plyrnouth,
Aleister dice que su padre recorría d condado dedaranclo que
el verdadero cristianismo sólo podía darse en el seno de la Frnler-
nidad de Plymouth, que iba predica.ido a pie el Evangelio por to-
cias las aldeas del condado de \Varwick (y más tarde del de Surrey),
y que llevaba frecuentemente consigo a Aleister.
Cada maúana, después de la comida, la familia Crowlcy, incluida
la servid tambre, se re1111ía en el comedor para leer en voz alta ttn C4:1·
pítulo de la Biblia: cada uno de los presentes leía un versículo, Des-
de los cuatro arios, Aleister tomó parte en ello; de esi;a ma.1era su-
po del fin del mundo, de la salvación gracias a la Fraternidad de
Plymouth, de la horrible naturaleza del pecado, y de la muerte,
cuestión esta .at1e se convertirla en stt.i;rran o bsesión.
AW1q-u e A.leister 1>ensa1-a. qt1e él nada, o poco. te11ía en con1\Ín
con sus progenitores, su vida no fue muy difercn1.e de ladc su padre.
Ambos pertenecían a la pequeñ.a secta de elegirlos, intentaban con-
vertir al mundo a sus convicciones y ' iví an entre los mist.erios de la
rcli(:,..;Ón . De todos modos, el joven .4.Jeister con1enzó a identific.:"lrse
con su padre. También se convirtió en miembro de la Fraternidad
de Plymouth; el plymouth isrno era la única fe verdadera, y ni siquie-
ra podía imaginar que existieran indi\riduos ta_n necios, o tan pe r·
versos, ql1e se atrevieran a ponerlo e11 tela de juicio. En s•1 a.rdor in·
fa11úl, st:: v~ía a .sí ull:;1uu c.;vu 1u L111 <.;alJallr:::1 ·u Ut: C1 t"SlU 4ut: (..UJ f tplia
empresas santas y a.·riesgadas; y, por amor a Cristo, quiso supernrse
a sí 1nismo, del 1n_is1no 1nodo qtte, ct1andofuera adt1lto, intentaría su·
perarse para mayor honor de Ra-Hoor-Khuit, el dios egipcio de la
guerra, según la religión que se inventar¿ para sí mismo.
Según ibi haciéndose mayor, se daba cuenta de q ue cualquier
descripción que füviera que ver con la tortura o con efusiones de
sangre despertaba sobremane.-a sus sentidos. Hasta llegó a gustarle
imaginarse a sí mismo en agonía y, en particular, degradado y su-
friendo a manos de una mujer, que describe con los términos ele
«perversa, irtde¡)er1die11t.e , valerosa y a111biciosan.
Nunca st1peró esas fantasías e11 las que era lastin1arlo, yse veía de-
gradado, por una mujer de un tipo muy especial. Y estaban ligadas,
así lo explica, al • hennafroditismo de mi estructura lisie.~·; p ero, en
realicJacl, no l1abía l1e r111afrr,dilis1n<1 alguno t:n su constitución fi-
sica: sólo cm bisexual en su actitud mental y buscaba relaciones
sexuales, ianto con los ho mbres como con las m~jeres.
Crowlcy se hallaba fascinado con los pa... .-tjes proféticos d e la Ui·
blia, en c:special los dd Apocalipsis, o Libro de la Revelación, del
divino san Juan. Se enamoró del Falso Profeta, de la Bestia y de la
Mttier Escarlata., tamlJié11 conoc.ida co1110 la Cr«tn Ran1e111 ele Babi-
lonia. EJ Apocalipsis n o sie1111>rc ha siclo co11siderrtdo con10 t1n libro
canó11ico. Grar1 11úmero ele iglesias griega.'1, sigttle11do la recon1en-
dación de san .Jerónimo, que naciem en el 345, no lo aceptaron co-
mo tal. Desde el punto de vista del c1isiianisnw, el Libm de la Rc-
\'elación resulta un tanto embarazoso, lo que no imponó a C1·owley,
ni a sus padres, que se senúan cautivados por él. Y. un día, cuando
era tocJavía 1111 rti1~10, tlcscl.1brlú -segur.tn1cntc !iiÍn que Je pnl dLticrll
mayor sorpresa- que todas sus simpaúas se hallaban con los enemi-
gos del cielo. Nada ha)' de insólito en este descubrimiento, aunque
si fue insólita la maner.t en que Cr0\\ ley re.accionó frente a él. En su
1

revuelta contra sus padres. y contra Dios, él mismo se puso en el lu-


ga1· de Dios. Pero no se Uf:ltaría de: u11a acti1ud pas;~j t:r.t, p11es per-
duraria en él. marcando todo el curso de su vida.
Que la Biblia fuera una revelación ele origen divino era algo que
se estaba cuestionando en los círculos teológicos de Oxford y, en gc-
ncr.il. eil tclda Inglaterra, pero de u11a 111anera rli.."itint.:1 a corno pen·
saba Crowlcy. Los teólogos liberales ya no tomaban las enseñanzas
d e la Biblia al pie d e la letra. E1-a la ét)OCa ele Ch::u·lcs Da1'\vi 11, CllYd
obra El origc11 de /tu esp•t:ics había sido publicada en 1859, marcando
un punto cnicial en la histoda del pensamiento moderno. Los
Cro\"i'ley. co11 su pl)'l11outJ1is1no a cuesL:'lS, era11 11110 n1ás de truttos fir-
mes puntales del c1istian ismo medieval que lograría sobrevivir has-
ta el siglo XX, par·d desn1oronarsc con hi P1irne1;, Gtterra Mu11dial.
Crowley nos ha dejado de su infancia un cuadro incompleto y
contradictorio. Era infeliz, pc1'0 no del todo. tanto en casa 001110 cr1
la escuela. Odiaba a su madre, que le repelía físicamente, pero en
su p1imera tenrativa de autobiognúia, el prefacio a su obra 171t
World's '/Ya¡fttly, t:ilttlado •Una niñez en el infierno•, le (ledicH, ine.s--
pcmdarnente, algunas briznas de alabanza. La d e CrowlC)' no era,
[lrccisan1c11te, tina fa1nilia <liverticla. Pclr ~jc11111l t>; Ja Naviclad estalla
prohibida, ya que venía a ser algo así como una festividad pagana - y

35
.<\.leister no tenía juguetes, ya que éstos eran contrarios a los pre-
ceptos del plymouthismo-, pero parece que sí existía alguna mane-
.-.. de divertirse. De hecho, a juzgar por la descripción que hace de
su infancia, se diría que los padres de Crowley no parece que fue-
ran nada zafios, como venía siéndolo, por lo general, la clase media
de la é¡poca, aunque no mostrasen hacia los niños lo que ahora lla-
maríamos «comprensión•.
Cuan d o tenía once años, su padre m ttrió de un cáncer de lcnbrua.
Aleist.er sentía por él cierto rt>spcto, pero poco amor. Con perspica-
cia, hace la obsen-ación de que, a partir del funeral, entró en una
nueva fase de desarrollo, cuyo principal rasgo füe el de la rebelión.
Lo primero que hicieron fue enviarle a una escuela que recibía
a los hijos de la fraternidad (donde el único material educativo era
la Biblia y la iínica disciplina la ''ªra de abedul) , en donde, a la edad
de doce años, fue acusado de intento de co:rnipción de un menor.
Más tafde, iría a Malvern y Tonbridge, con el único resultado de
que llegaría a odiar las dos escuelas. También estuvo, en ciel'!a oca-
sión, confiado a un preceptor que, entre lección y lección, le inn·o-
dujo en el mundo de las carreras de caballos, del billar, de las apues-
tas, de los naipes y de las mujeres, y a quien, por el enmsiasmo
demostrado en su insnucción, dedicaría en su autobiografla algu-
nas palabras de l!"ratitud.
•Me enviaron a Ton bridge: mi salud se quebrantó, en parte, po-
dría decirse, a causa de lo que habría sido culpa mía, o de la mala
suerte, si hubiera sido convenientemente educado; pero que, en
realidad, no venía a ser sino la lógica consecuencia de aquel'~' sis-
tema que, no contento con torturanne, me entregaba atado de pies
y manos a la ultrajada majestad de la naturaleza.• Una nota autó-
grilla de Crowley en uno de los márgenes de su ejemplar personal
de The ~Vorld~ Tragedy, que aparece escrita a la misma altura de lí-
neas que el pasaje indicado. nos aclara este misterio: •Una prosti-
mta de Glasgow me pegó las purgaciones•.
Crowley cuenta muchas anécdotas sobre sus primeros años, si-
mi lares a las que suelen contar la mayoría de los j óvenes, excep-
tuando, qui7.á, una, a propósito de un gato, que para mí revela una
sorprendente atrofia de sentimien tos. Había oído. escribe, que los
gatos tenían nueve vicias, por lo que ded!-!jo que sería prácticamen-
te imposible matar a uno de ellos:

Cogí ur1 garo. )' despu.é s ele haberle $ltrninis1ra<lo lnla generosa
dosis de arsénico, le propiné cloroformo, lo colgué encima dd g:u,

36
lo apuñalé, le abrí la garganta. le aplasté el cráneo y, cuando y·.i lo
ienía basiante chamuscado, lo ahogué y lo tiré por la ventana, para
que la caída acabase con su 1\ovena vida. Estaba at1téntica1nente
apenado por el animal; simplemente, me obligt1é a mí mismo a con-
tint1ar con el experimento, en interés de la pura ciencia.

En 1895, a la edad de veinte años, Crowley ingresó en el Triuiry


Collcgc, en Cambridge. Había pasado el examen de admisión para
estudiar filosofía, pero le disgustó tener que aprender t'Conomía
política, que era una de las asignauiras del programa. No dijo nada
de las restantes materias, excepto que no pasó ningún día, de aque-
llos tres años, sin que dejara de estudiar alguna obra dramática del
teatro clásico b'Ticgo. Utilizaba la mayor parte del tiempo en leer y
escribir poesía.
Durante las vacaciones, viajó al extranjero, vagando en solitario
por toda Europa: llegó hasta San Petersburgo con la vaga intendóo
de aprender el ruso para poder enu·ar en el sen1cio diplomático; y
~.imbién se fue a Suiza pam escalar los Alpes. Sus momenws de ma-
yor felicidad fueron aquellos en los que llegó a encontrarse solo, en-
tre las montañas. experimentando una indescriptible scnsaci6n de
poderío cuando llegaba a conquistar alguna cumbre. En 1894 t'sca-
ló los acantilados de Beachy Head, lo que supuso su entrada en el
mundo del alpinismo y le permitió cartearse con el célebre t'5cala-
dor A. F. Mummery. Entre 1894 y 1898, no faltó ningún año a su ci-
ta con los Alpes. Según su propio testimonio, que concuerda cou el
de T. S. Blakenef, su m~j9r año sería el de 1895, pues en él habría
escalado las siguientes cimas: el Eigcr (en solitario), d Eigctjod1, el
jungfraujoch, el :v!Onch (partiendo de Wengen), eljungfrau, desde
el Rottalsattel, el Wetterhicke, el Mi:inchjoch, el Beichgrat, el Pe-
tengrat y el Tscl:t.ingelhorn. Era considerado, dice Blakeney, •un
escalador que prometía. aunque algo irregular•: Norman Collie,
Maylard, Soily, H. V. Read, Eckensiein, Larden y otros más dieron
testimonio de S\l capacidad como escalador, especialmente sobre
roca, •Y Larden era el único que le veía como un atolondradoo.
El llh.i1f1lJ día del ál't(J '1896, ff1ienL1""<i.., (Ju.-r11ía e.-1 su laulel de Es-
tocolmo, se despertó con • la seguridad de disponer de un medio
mágico para de"enir consciente y satisfucer una parte de mi natu-
raleza que hasta aquel momento me había sido inaccesible•. No
parece nada claro el significado de estas palabras, pero, a mi en-
tender, lo qtte quiso decir fue qt1e había tenido tina iluminación:
podía controlar !a realidad mediante una acth~dad mental de tipo

37
mágico. Y, continúa diciendo Crowley, se· trató de una experi encia
bastante horrible y dolorosa, "unida a cierto terror espectral",
que, al mismo tiempo, era «la llave hacia el éxtasis espiritual más
puro y santo».
En el prefacio a un largo poema que escribirla dos años más tar-
de, ex:presa un complejo similar de ideas y sentimientos:

Er-..i 11na nocl1e de viento t1<1uelb:1 n1e111(u'"able nc)che del 7 de di-


cie111brc, cuando conseguí aJtonbrar esta filoso.ffa. uCuá.nco se S(>r-
prendi61 ante n1is desvaríos, el "ic:jo y grave profesor! Yo había lla-
mado a su casa~ pues era para 1rú algo así con10 u11 preciado amigo 1

y sentia qt1e cr1 111i i11tcrior se e ntrcchocaba11 e.xt.ra.ños pensamien-


tos)' emociones. ¡Al1l ¡Cómo desvarié! Le dije que n1e pi.sote.ara, pe-
ro tio quiso hacerlo. Yo iba a caballo y. ¡cuánt.o galopé a su alrede-
dc)r, er1 n1i fl'enesí, ha5ta que conseguí q11e fuera presa de un rnie<lo
auténtico y palJlál>l<:! ¡Có1r10 llegué a gritar tas n1ás cxtrai1as pala-
l>ras! ¡Y el fJObre vi<:jo intentaba conseguir ((UC n1c caln1ara~ p11es
pensaba q11e yo había perdido la razónJ ¡Pobre loco! ¡Yo maJltenía
una lucha ;1 muene conmigo mismo! 011r.inte aq11ellas tres largas
horas Dios y Sat'anás sé disp11taron rni aln1a. Venció Dios, pero ahcr
ra s.ólo me queda 11.n a duda: ¿cltál de los dos era Dios? No obstante,
espero haber acertado.

Un librero de Cambridge publicó una edición del poema que


constaba de cien ejemplares de la manera siguiente: dos en perga-
mino, diez en pergamino japonés, y ochenta y ocho en papel fabri-
cado a mano; sobre su frontispicio se podía leer:

ACELDAMA
UN LOCAR l'ARA SEP U LTAR A LOS EXTRAÑOS
por
11n ge1l1.il ho 1nbre d e la U niversidad <le Ca1nbridge
cdició·u pri1J(Ar:la
1898

El seudónimo había sido l<lmado de Shelley, cuya obra de '1811,


La nece.rú!.ad del atetsmo, aparecía firmada por un •gentilhombre de
la Ur1ivcrsida<l de Oxfor<i'" . Y ::i partir de entonces decidió llamarse
Aleister Crowlc); después de haber leído, como él mismo refiere,
en algún sitio, que el nombre más propicio para alcanzar la cele-
bridad debe consistir en un dactilo seguido de un espondeo -él

SS
queria decir troqueo-, como Je-re-nÍy Tay-1or. El nombre escogido,
Aleis-ter (mejor habría sido Alistair), era la forma gaélica de Ale-
xandcr y. junto con el apellido Crow-liiy, cumplía la condición re·
querida.
Llevaba escribiendo poesías desde los diez años. Ahora, a los \'ein-
tidós, se sentía lo suficientemente seguro de su talento como para
pregonarlo al mundo en una tirada de cien ejemplares.

XJI
Ningt1na prostirución (¡ue reaJjce este cielo
podrá apartarse de él. Ningún ca.11to de los s.iti ros,
ninguna maníaca danza apretad tan conmndentemente la soga
de la imaginación perversamente oscura del deseo,
que impida pasear libremente al espíriru del h·o mbre, n.i tan fuene
que Je penetre de congoja;
ni todas las pe nas del infierno podri11 obtener· diezmo de stt ímpetu.

XIII
Toda degradación. 1-0da absoluta infamia
soportarás. Tu cabe1.a, bajo el fango
y los cxcrcmt!{ltos de m~jercs despreciables, dese.aras,
como ~\~lgún malévolo st1eño, descansar al fin;
La mttjeri.e pisoteará hasta que respires
la 1nás 1r1orúfCrd de las v-d.11aradas;
¡Que se arrastten los más viles g11sanos, que los más l1onibles vampiros
. - . .
(tra.igan su lobreguez!

L.'I palabra •Aceldama• significa campo de sangre o lugar en que


se ba producido una matanza, en castellano · Hacéldanta• (Hechos
de los Apóstole.s, 1,19}. El poema, en si, revela el gusto peculiar, y
un tanto mórbido del poeta, que Alfred Tennyson , fallecido en
1892, no habría comparúdo. F:n aquel mismo aiio, Crowley también
publicaría White Stai11s, una obra que no tendría más remedio que
imprimir e n el extranjero.
Actldnmn puede se r considerado corno un intento, no logrado,
de tr.isplantar a Inglaterra el sa1anismo de Baudelaire, una tarea
con la que no pudo ni siquiera S-.inbume. Fue leído por otros gcn-
ti lcshombrcs de la Universidad de Cambridge, pero no suscitó grr111
interés. La (mica recensión que lo recogió lo encona-ó C.'lrenle de
las vinudes que la Inglaterra victoriana esperaba de sus poetas, y
aconsejó que no fuera mostr.tdo a los jó\'cnes.

39
El poema apareció durante su últin10 período de estancia en el
Trinity. A lo largo de aquellos tres años había trabajado poco, pero
no había malgastado el tiempo, puesto que había descubierto lo
que quería ser: uu Adepto de las Artes Secretas, un Mago. Sólo la
magia podría ase¡,'llrarle la inmortalidad, entendiendo por magia lo
que él entendía: el arte que controla las fuerzas secretas de la natu-
raleza. De aquel modo había encontrado, por usar el término que
tendría a flor de boca durante toda su vida, su Verdadera Voluntad.
¿Qué utilidad tenía, argüía, llegar a ser diplomático? Bien pron-
to habría sido olvidado. Supongamos que hubiese sido nombrado
embajador en Francia. Después de cien años, ¿quién se acordaría
del hombre que había ocupado aquel puesto? Una de sus ambicio-
nes había consistido en llegar a ser un gran poeta, pero, realmente,
Ja poesía no t'i-" mucho mejor que la diplomacia. Esquilo le servía
de ejemplo. Incluso en Cambddge, cuna de poetas, Esquilo era un
simple nombre, excepto para uua pequeña fracción de los tres mil
estudiantes que residían dentro de su campus. «Debo encontrar»,
se dijo Crowley, •una matetia sobre la que pueda trabajar y que sea
inmune a las fuerzas del cambio•.
El re1rato de un hombre nunca está completo sln un apunte, al
menos, de su madre. A juzgar por su fotografia, Emily Bertha Crow-
ley, •odginatia de una familia de Devon y de Sorncrsct», c:.-r:a una
mujer de apariencia sencilla; se¡,'lÍn lo que de ella cuenta su hijo,
también era poco co1npre1\siva. Inte11t6 tor1vertir a Alexandcr en
un beato presumido y lo único que consiguió fue que éste la pre-
•u
sentara a los lees.o res de autobiogratia como •una fanática de la
especie más estrecha, lógica e inhumana•.
Parece ser que Crowley ha tratado tanto a su madre como a la re-
ligión que ésta profesaba con un sarcasmo de lo más bn1tal. Lo que
tr~jo como consecuencia que aquélla reaccionase llamándole • la
Bcsti~, porq\tC st1 blasfCmo comportamiento le recordaba el de la
Bestia del Apocalipsis: •Y.,,¡ una bestia que salía del mar, y tenía diez
cuer11os )'siete cabezas, y en stts ctaemos diez diademas ... Y abrí<) la
boca para blasfemar conira Dios• . No está nada cla1·0 si esta idea
que ella tenía de su hijo debe ser tomada en sentido literal o figu-
rado. pero Aleister. que había decidido ocupar el lugar de Dios. la
aceptó en su sentido literal, y creyó que él mismo era la Besúa.
A lo largo de este libro podrá obsenoarse basta qué punro llevó
Crowle)' esta convicción.

40
3. Perdurabo y la Golden Dawn

Durante los veraoos de 1898 y 1899, Crowley fue, una vez roás, de
escalada a Suir.a. Tom George Longstaff, presidente del Club 1\.lpi·
no de 1947 a 1949, que se encontró allí con é l en 1899, nos ha deja·
do el siguiente testimonio de su habilidad como montañero: • ... Era
un excelente escalado1; aunque poco convencional. Le he visto
avanzar por la pared este, peligrosa y difícil (es cierto), de la gran
catarata de l1ielo del glaciar Mer de Clace, en solitario, como si es-
tuviera dándose un paseo. Probablemente fue aquélla la primera, y
quizá la última, vez que alguien tomó aquel camino, disparatado,
peligroso y difícih'.
Pronto siguieron a :lee/dama otras obr.is en verso: The Tale o/1\r-
chais, So11gs o/ the Spirit, The Poem, jez.eóe~ Jephthah y White Stains (que
fue editada clandestinamente por Leonard Smithers'), publicadas,
todas ellas, el mismo año que 1\ceúia111a. Como le había demostrado
el editor en Cambridge de Aceldama, gracias a su patrimonio perso-
nal podría imprimir sus propios poemas, a cuenta propia, tan rápi-
damente como fuera capaz de escribirlos.
Toda~ aquella~ personas que han leído las poesías de Crowley. y
son competentes para j uzgarlas, o bien le colocan entre los poetas
menores de su época o, como hace Mario Praz', le expulsan sin con-
templaciones del Parnaso. Le faltaban imaginación y madw·ez de
juicio para ser un buen, y n o digamos un gran, poeta. No o bstante,
algunos de sus poemas son ciertamente impresionantes, como, por
ejemplo, aquel sin úculo que compuso en 1924 en los márgenes del
río Marnc (véase el capítulo 26). E" sus a ños jóvenes, todo lo que
escribía iba a parar a la imprenta, sin pararse en consideraciones. y
el resultado fue una mon ta1ia de poesías, claramente expresadas,
pero de aburrida lectura.
iVhite Stains fue atribuido a Gcorge Arch ibald Bishop, • Un n eu-
rópata del Segundo Imperio•. (Tom Bo nd Bishop crd su piadoso
tío d e la Fraternidad de Plymouth, q ue cuidó de é l, loco pam1tis, tras
la muerte de su padre, )' d el que dice en su a utobiogrniia que •ja·
más pisó esta tierra fanático más cn1el, ni más sórdido villano•.)

41
En los escritos de Crowley aparece usualmente un tono de mofa,
y muchas de sus opiniones son crueles o simplemente abstu·das, co-
mo por ejemplo la identificación que hace de Jack • el Destripa-
dor• ', o su afinnación, en las Conféssions, d e que White Stai·ns es la
prueba de su «inocencia más allá de lo humano•. En realidad, Whi·
t.e Stains es una colección de poesías pomográñcas que Pe t.e r Fryer,
una autoridad en materia de erotismo, consid era como la más obs-
cen:a que jamás ha)'"ª sido escrita er1 ler1gua inglesa. La mayor parte
de sus poemas lo son a imitación del Splecn de Baudelaire (pero no
de su ldéa/), como revelan algunos d e sus títu los: •Volupté-, • laJtú-
ve., • Necrophilia• , •With Dog and Dame•; esta ú ltima es una poe-
sía sobre el tema del bestialismo. La obra se !halla precedida por una
declaración: •El editor espera que los patólogos mentales, a los que
expresamente va dirigido este tratado, no escatimen precaución al-
guna para evitar que caiga en otras manos• . Se u-ata. por supuesto,
de un ejemplo del humor de Crowley. Por otra pane, no hablaba to-
talmente en broma cuando afirmaba que Wnite Stai ns rebate las opi-
nio n es del psiquiatra alemán Richard von Krafft-Ebing (184(H902) ,
recopilador de la Psyclwpathia Se:rualis (l886}, la célebre obrn sobre
anomalías y perversiones sexuales. La tesis d e Crowley consiste en
que las aberraciones sexuales no son, como afirmaba solemnemen-
te el at1tor alemáJ1, el rest1ltado de dolencias o de en contrarse faute
de mU:ux, sino simplemente •afirmaciones m ágicas de puntos de vis-
ta perfectamente inteligibles•. En otras palaibras, son actos de magia
sexual, el tipo de magia que llegaría a ser el núcleo de las prácticas
mágicas de Crowley. •No estaba de acuerdo•, y escribe a l respecto:
C1·efo hallarme en d is1>0sición de comprender ese tipo de psicc>-
logía, por lo que me dije a mí mismo que deb(a refutar a aquel prc>-
fesot. Pero sólo poclía hacer 1al cosa de: la iJnica rnm)a ql1e 1r1e era
¡.>0siblc: la artística. Po r e.so me ir1venté t1r1 poeta l}t1c había caído en
el error, q u·e comenzaba con ttn e nmsiasmo nonnal e inocente. pa-
ra ir d c:sarrolla11do gradualmente: clistintos vicios. Y acabar. presa de
enfc1·medad )' locura, culminand o en e l crimen. En sus poemas des-
cribe su caída, sin dejar ele explicar la psicología de cada u na de sus
acciones. El desenlace del libro podría haber sido aprobado por
cualqtúer escuela dominical.

En e l a ñ o 1898 con oció en Zcrmart a un in g lés llamado Ju lían L.


Ba ke1; a l cua l expuso los principi os de la alquimia. Baker resultó ser
quúnico y, d u rante el regreso al hotel, puso a prueba al joven al-

42
quimista. Aleister, que rodeado de misterios sólo daba palos de cie-
go, quedó impresiooado. No hacía mucho que había estado pi-
diendo un tv1c1estrc). ¿Baker era, q11izás, este ~laestro? Y con1er1zó a
hablarle a Baker de su búsq ueda del Sanwario Secreto de los San-
tos, sobre el cual había leído en la obra de Eckansbausen La n11be
sobre el santuari<r. den"ás de la iglesia externa se halla la iglesia inter-
na, un Santuario Secreto en el cual se hallan comenidos todos los
misterios de Dios)' de la Naturale1.a. Bakcr quedó convencido de los
buenos deseos del joven, y le confesó que, aunque él no fuera un
!Vlaestro, podía presentarle a uno que sí lo era.
Y manntvo su palabra. Después de que hubieran regresado a
Londres, presentó a Aleister a un joven llamado George Cecil jo-
nes, también químico, que era miembro de una sociedad mágica
llamada Golden Dawn. YJones introdt!io a Crowley en la sociedad
y le presemó a su jefe, Samuel Uddell Matbers, que se había pasa-
do años enteros dentro de :las bibliotecas de Londres )' Paño recu-
perando, de las diferentes versiones manuscritas, la más antigua y
famosa obra de magia: La dave de Salo111ón, de la que, en 1889, pu-
blicó una traducción en in.g lés. En gratitud a Baker, por haberle
proporcionado todos aquellos contactos, Crowlcy le dedicó el libro

que estaba escribiendo por aquel entonces, Son~ of lhe Spiril.
~ • • V ~ ~

Medio siglo más tarde,Jones me dijo que la Orden Hermética de


la Golden Dawn era un "club" como otro cualquiera, un lugar para
pasar el rato y encontrarse con los amigos. Aunque había sido fun-
dado en tiempos bastante recientes, su oiigen era oscuro. Según
\.V. B. Yeats, se 1.raraba de una ramificación de otra sociedad, la de
los Estudiosos del Hermetismo. El origen de los Eswdiosos del Her-
metismo es legendario: un Maestro desconocido, una figura no me-
nos misteriosa que el conde de Saint-Germain, se habría presenta-
do lll1 día a Mathers y le habña instruido en los misterios. Estas
instrucciones, j tmto con las visiones de Mathers, fotmaban la base
espiritual de los Estudiosos del Hermetismo. Yeats, que era un emi-
nente miembro de la Golden Dawn, intentó descubrir la identidad
de este Maes1ro desconocido, pero ni Mathers, ni su mujer, Moina,
que era artista, sabían nada, o si lo sabían nada le dijeron.
Hay otra versión del origen de la Golden Dawn, que es la co-
múnmente aceptada. Durante la década de los ochenta del siglo XIX,
el re\'erendo Alphonsus \Voodford, escritor de temas masónicos,
entró en posesión de un manuscrito cifrado. Nada se sabe del ori-
gen del hallazgo; se decía que alguien lo había encontrado en Fa-
rringdon Road, el terreno de caza de los bibliófilos de Londres, de

43
lo cual no hay prueba alguna. Incapaz de descifrarlo, \.\loodford se
lo dio, en agosto de 1887, a su amigo, el doctor \Villiam \Vynn V.1est-
cou, un destacado miemb1·0 de la masónica Societas Rosicruciana
in Angüa. Después de l.levar trabajando dos semanas con el manus-
crito, V.1estcou descubrió parte de unos rinaales mágicos escritos .e n
un alfabeto artificial, usado por los alquiinisias del siglo XVI. •Yo los
llamaría rituales seudc>-masónicos, con un moderado sabor máb>i-
co)•, dijo Ellic Ho'''e. que disponía de la xerocopia de una trans·
cripdón tardía de la obra original. Pero había, además, una nota di-
ciendo que si se necesitaba más informad(m podría obtenerse de
una tal Friiulein Aru1a Sprengel, de la que se daba su dirección •e n
Nuremberg.
Desde luego que Westcott quiso saber más , por lo que, en octu-
bre de 1887, escribió a Friiulein Sprengel. EUa le contestó en no-
viembre, y de ahí brotó una á'~da correspondencia enO'e ambos.
Friiulein Sprengel resultó ser nna Adepta Rosacniz, al mando del
templo Lichte Llebe Leben de Nuremberg. Como resultado de ·es-
ta correspondencia, le entcegó a Westcou nn tínalo fundacional pa-
ra el establecimiento de un a orden similar en Gran Bretaña. Y así
fue fundado, en el otoilo de 1887, el templo Isis-Urania de los Eslu-
diosos de Hermetismo de la Golden Dawn, dirigido por V.1estcott,
Mathers y el doctor \Villiam Robert \\loodman. El útulo fundacional
que venía desde Nuremberg no llegó hasta el 1 de marzo de 1888, )'
por una. desafortunada omisión, Anna Sprcngcl había olvidado fir-
marlo. \.Vestcott lo hizo en su nombre, usando su divisa mágica, Sa-
piells Oomi1wbimr Asi>1s: •El iabio será dominado por las estrellas>.
Los rituales fragmentarios del manuscrito cifrado fueron com-
pletados y ampliados por Mathers.
Hacia 1891, Anlla Sprcngel murió y la última carta que le envia-
ra \Vestcou fue contestada por uno de sus colegas, quien, de forma
bastante grosera, dijo que Inglaterra no debía esperar más ayuda de
las logias alemanas. y que los señores Woodman, \Ncstcott y Mathers
ya habían recibido suficiente información. Si todavía necesitaban
más, sabían perfectamente cómo proceder para conseguirla. Lisa y
llanamente, teman que arreglárselas por su cuenta para establecer
sus propios contactos mágicos con los .Jefes Secretos.
¿Q11~ ~ignific.a "r.o? 1.osj e:f'r..s ~r.re:ros .'Oon
t.orlo ""M ~faf'sfri'IS q11f" vf"-
lan por los asuntos de los hombres desde sus cuevas del Tíbet o, en
cuanto que son espíritu, desde el Empíreo. El concepto de Jefes Se-
cretos, o Mahaona.s, pertenece a la antigua tradición hindú. No ha-
ce mucho ha sido popularizado, con el no1llbre ele ~ifaestros Oct1I-

44
tos, por Helena Pecrovna Blavatsky y su Sociedad Teosófica. Estos
Maestros Ocultos (los nombres de dos de ellos son Koot·Hoomi y
Morya) forman parte del núcleo de su doctrina. Pero, quienesquie-
ra que fueran y dondequiern que se encontrasen, no se limitaron,
como veremos, a aparecerse a 'Ma<lamc Blavatsky.
La Golden Oawn, al igual que otras sociedades masónicas y rosa-
cruces, había dispuesto a sus miembros según unajerarquía precisa.
Según se progresaba en sabidur ía y pure7.a, se subía de grado. Se co-
mien1.a como Neófito O.º = Oº, Zelator J.º = lOº, Theoricus 2.º = 9°,
Practicus 3.' =8ª y Philosophus 4. º =7°. Éstos eran los grados de la
Primera Orden, la Orden Extema, la Orden de la Golden Dawn
propiamente dicha, cuyos miembros practicaban ceremonias esoté-
ricas, pero no reali1.aban, realmente, actividades mágicas. La magia
sólo era aprendida y practicada por los miembros de la Segunda Or-
den, la Orden de la Rosa Cruz, cuyos grados eran los de Adeptus Mi-
nor 5. 0 = 6°, Adeptus Maior 6.0 = 5º y Adeprus Exemptus 7. 0 = 4°. Pe-
ro esta Segunda Orden no podía ser creada hasta que no se
estableciera contacto con los Jefes Secretos.
Debido a que la Golden Dawn ensei1aba la Cábala, en la que se
fundamenta la tradición esotédca occidental, su sistema jerárquico
se halla ligado al Árbol de la Vida, con sus diez Séfirot y sus veintidós
caminos. Ésta es la ra.z<Sn de los símbolos del grado y del cuadrado.
Por ejemplo, Malkutl1, el Séfira de la tierra, al pie del Árbol Cabalís-
tico, señala el punto de partid.a del estudioso; por eso se le repre-
senta por J.º= 10°. Se encuenu-a en la tierra y aspira a la luz supre-
ma, Kether, la •Corona• del hombre primordial, Adam Kadmón,
con el que se identifica e l Á~bol, que eq~iv,de a su copa. Para ello de-
berá comprender la total anatomía d e l h ombre primordjaJ, desde
los pie s (Malkuth) a la cabeza (Ke ther). El Yoga, el sistema esoté rico
de la tradición 01ie ntal, sigue un esquema parecido: kundalini, des-
crita bajo los aspectos de diosa, serpiente o e n e rgía, sube d esde la ba-
se de la columna venebral, desde e l miiliidltiira c/1akra o centro, h a:1-
ta e l S(1/iasmm cha/IJ·a, e l lo to de los mil pétalos, que se encuentra e n
la cabe?.a. más especificamenle en la coro nilla, y este recorrido com -
plel.O sigrti.6ca para e l yogui, el q u e practica e ste sistema, la asp ira-
ción a la libertad, la ilun:tinación o la inmortalidad.
La Golden Dawn floreció. Apane del templo lsis-Urania, que
cumplía sus rituales en Mark Mason's Hall, en Crear Queen Sa-eet,
en e l distrito WC2 d e Londres, surgieron nuevos templos: el d e Osi-
ris, en \Vcston-super-Mare, el de Hon1s, en Bradford, e l de Amón-
Ra, en Edimburgo y e l de Ahad1oor, en París (fundado e n 1894) . En

45
1900, sólo la Segunda Orden tenía cerca de sesenta miembros, nú-
mero inferior, por definición, al de los miembros de la Primera Or-
den. Pero, al carecer de contactos con los J efes Secretos (los únicos
que podían hacer prospe rar los asuntos de la Orden) , la insatisfac-
ció11 creció.
Por medio de su muje r, que era clarividente, Mathers declaraba
hallarse en contado con los Jefes Sec1•ews. Y una noC:he de 1891 se
reuoió con tres de ellos e n el Bois de Boulognc. En aquel inespera-
do encuentro con tao exaltados personajes le brotó sangre de la na-
riz y los oídos. Nada dijo acerca de si aquéllos le ofrecieron, o oo,
asistencia médica sino que simplemente mencionó aquella efusión
de sangre como prueba del singular evento, y regresó triunfante a
Londres, donde comunicó a sus dos colegas, Woodman y v\lestcou,
que los Jefes Secretos le habían confirmado como suprema y únka
autoiidad, Cabeza Visible de la Orden.
Nada sabemos de lo que \Voodmao y vVestcott pcns<tron de aquel
sorprendente anuncio, pero en diciembre del mismo año fallecía el
doctor v\loodIDan, y en 1897 el doctor \Vestcou dimiúa de la Orden.
\l\lestcott era magistrado en el distrito este de Londres. La causa in-
IDCdiata de su dimisión fue que las autoridades, al coooccr sus re-
laciones con una sociedad mágica, le habían advertido de que tales
activic.lades era.n. i nco1l1,patibles con st1 Glrg(.).
En esta Confraternidad babia una tercera Orden, que atendía al
nombre de Silvcr Star, •Escrella de Plata• , o A.· .A.·. (Argcn lcum
Astnam), que constaba de tres grados: Maestro del Templo, '.\1ago e
Ipsissimus, que Malhers no había alcanzado, por la sencilla razón
de que se hallaban al otrn lado dd Abismo, que sólo puede ser cna-
zado por los aspirantes más v-al ientes e iluminados. El máximo gra-
do ostentado por Malhcrs er~ el 7.º = 4°, Adcprus Exempms. Los
otros tres anteriormente citados (como los tres Séfirot del extremo
superior del Árbol de la Vida, con los que se co1Tesponden, Kether,
Chokmah y Binah) conccntr.rn las zonas de energía a cravés de las
cuales se manifiestan y operan los Jefes Secretos. Para conseguir el
establecimiento de un contacto permanente con éstos, era necesa-
rio que algw10 de los hermanos alcanzase el grado de Maestro del
Templo. El triángulo de puntos es el súubolo alquúnico del fuego,
y también representa la luz o el espírim, y sirve para indicar que la
Orden se encuentra estrecha y secretamente conectada con los mis-
terios de Grecia y Roma. La expresión • Saludo a Todos los Puntos
del Triángulo• es una de las fómnLlas mediante las cuales se saludan
los IDiembros de la Fran~Tnasoncría.

46
Mathers era un organizador eficiente, pero difícil de u-atar. Tan.
experto en cuesóones militares como en magia, se comportaba co-
mo un general . No quería colegas, sino oficiales de Estado Mayor.
•Ya sé que sus intenciones son buenas», le dice por carta en 1897 a
Frederick Leigh Cardner, Frater De Profundis ad Lucem, •pero me
ruego firmemente a concederle el derecho de juzgar la manera en
que dirijo esta Orden»
Entre Mathers y Crowley hay sorpre ndentes pard!clismos: ambos:
eran hombres de físico atlético, f;1scinados por los títulos altisonan-
tes, empe ñados en escrutar la'i C)SCura.~ rebrioncs de la mente en bus-
ca de verdades ocultas, y er1 creer qt1e 110 l1abía 11ingt1r1a de sus fa-
cetas que no fuese dh'Ína. Su modo de vesti r, hablar y comportarse
diariamente se confundía con sus sueñ os. Después de la muerte de
Matbers, acaecida en 1918, Crowley le alabó. aunque a reg-rtñadien-
tes. Pero Mathers constituía para Crowley el prototipo del mago, y
mucha5 de las aclividades de Crowley que parecían brillar con el se-
llo de la 01iginalidad no eran sino simples remedos de otras qut·
eran el resultado de la inventiva de su. mentor.
Entusiasmado por el Movimiento Céltico, el J efe de la Colden
Da\'iít adopló el apt:lativo de Ma<.:Grtgor Matl1c:rs1 conde de Gle11-
strae, uo descendieote de Ja noble familia de los MacGrego1; en lo
q11e:, má1:; tarrlt>., s~ría. 'P.c.1111rlarlo 11or C':ro\'.1IP.}'. q11i~n s~ ha1·ía 1Jan1ar
Laird de Bolesltine y AbertarJ'f, por la simple razón de que, a orillas
del célebre Lago Ness, tenía una casa, de una sola plania, con aquel
mismo nombre. M.á s tarde, Mathers invertiría sus apellidos, el au-
téntico y el adoptado, y se convertiría en Mathers MacGregor; y, des-
pués de l1abcrsc ido a vivir a París, c11 e l cl~ucilie·r YiacGrcgo1., 1\1 caer
la noche se ataviaba con la clásica 'eslimenta de !as Highlands y bai-
laba la danza de las espadas con un cuchillo (sktan-dh1i') denu·o de
una de sus n1tdias. una notable actuación, si te11emos en cuenta
que era realizada por el hijo del escribiente de un tendero, un in-
glés que no babia puesto un pie en escocia hasta la primave1-a de
1897, cuando inspeccionaba en Edi.tnburgo el templo de Amón·Ra
)'cogió u11 rcsfi·iado.
Ta.mañas pretensiones s1,t5citaron el escarnio de Cro\o;Jey, q1,1ien,
por amor a la verdad. definió a Mathers en uno de sus esc1itos co-
mo •1m hombre de Hampshire, apellidado Marhers, que, inexpli-
cablemente, dice ser MacCregor de Clenstrae• .
E.s una lástima que nadie haya esc1ito la biografia de Mathers, cu-
ra ,.jda cSn.t\'O repleta de magia y de locw·a. «Fue, fundamental-
menLe. gracias a él-., E-.scribió Yeats, ...con10 co111encé ciertos esn.1dios

47
y experiencias que sirvieron para convencerme de que las imágenes
brotan ante los ojos de la mente de una fuente mucho más profun-
da que la conciencia, o que la memoria inconsciente ».
La arlis1a y estudiosa de la moderna ciencia de lo oculto, lthell
Colquhoun, llevó a cabo un valiente intento de escribir la vida de
Mathers en su obra Suwrd of Wisdom: MacGregor i\1athers and the Gol-
den Dawn, publicada en 1975. Pero es difícil escribir una biografía
de poco más que del aíre, y el retrato que hace de Mathers, no el
mago, sino el hombre, carece de ese tipo de material en el que el
propio Crowley se mostró tan pródigo, por lo que se halla despro-
visto de sustancia y de connastes.
Yeats también dijo de Mathers que creía que era mitad lunático
y mitad bribón.
A pesar de su titu lo altisonante, los miembros de la Segunda
Orden se reunieron en locales nada selectos durante las fechas si-
guientes: desde 1894 hasta 1896, en el 26 de Oakley Square, cerca
de Eusl<ln Station; desde 1896 hasta 1901, en el 36 de Blythc Road,
en Hammcrsrnilh, y erl Mark Mason 's Hall de Great Quecn Street,
en pleno centro de Londres, para las ceremonias de la Orden Ex-
terna. La cotización 3'nual para esta última era de diez chelines.
Crowley describiría su primer encuentro con sus colegas en ma-
gia, entre los que se encontraban la actriz Florence Farr y el no-
velista Arth11r Mathen , CQffiQ algo decepcionante: parecía una
reunión de nulidades. No obstante, ingresó en la Orden, y el 18 de
noviembre de 1898 pronunció todos sus votos, asumiendo sus obli-
pciones.
Espcrdba en el auio, bajo la \•igilancia de un centinela, mientras
el Hierofante, entre las columnas y delante del altar, se clirigfa a los
altos grados y a todos Jos miembros reunidos. Crowley se había v<.-s-
tido con un ropaje exumao, w1 rnnto femenino, que llevaba una ca-
pucha echada sobre la cabeza que no Je dejaba ver nada (puesto
que la luz del mundo nalural no es sino tinieblas, comparada con
el esplendor de la Luz Divina), y había sido atado con un cordón
triple, como los vín culos que le ligaban a la naturaleza. Desde la Sa-
la de los Neófitos se escuchó una poten te voz: "I Hijo de la Tierra!
¡Levántate y entra en el Sendero de las Tinieblas!•.
Otra voz, por su parte, le impedía la entrada: •¡ Hijo de la Tierra!
¡Sin haber sido purificado ni co~sagrado, no puedes entrar en
nuestra Sagi-ada Sede!•.
De tal suene, Crowley fue purificado y consagrado con agua y
fuego.

48
El Hierofante habl6 de nuevo, como un dios ante la asamblea de
los dioses:
•Hijo de la Tierra, ¿cuáles son los motivos que te mueven a solí·
citar la admisión en esta Orden?..
Una voz contestó por él. •Mi alma vaga entre Tinieblas, buscan·
do la luz del Cotl.oci1nicnto Octtl to, y creo fir1ncmcntc que en esta
Orden es posible obtener el Conocimiento de dicha Luz. •
Y el Hierofante le preguntó: •¿Estás dispuesto, en presencia de
esta asamblea, a asumir la grande y solemne obligación de mante-
ner inviolados los secretos y misterios de nuesn-a Orden?• .
•Lo estor, respondió Crowley.
Se le ordenó que se arrodillara y colocara su mano derecha so-
bre un triángulo blanco, un gesto que simbolizaba su aspiración ac-
tiva a la consecución del Alma Superior. Inclinó la cabeza y fue
tocado una vez con el cetro. Tras lo cual, repitió, s iguiendo las pa-
labras del Hierofante, sus obligaciones: mantener el secreto acerca
de la Orden, entablar con sus miembros relaciones cordiales y amis-
tosas;)' continuar, con celo, el esmdio de las ciencias ocultas.
El castigo por la violación de este juramento era severo: sería de-
sencadenada contr.i él una corriente hostil, que podría causarle la
muerte, o la parálisis, «¡como si hubiera sido fultninado por un ra-
yo! ¡Que e l Seiior del Universo y mi Alma Superior vengan en mi
ayuda!..
•¡Hijo de las Tinieblas!», exclamó el Hierofante, concluyendo
así la ceremorúa. • Durante largo tiempo has permanecido en la os-
curidad. 1Abandona la noche v busca el día!»
Tras estas palabras, la capuc:h< que Alcister C rowley llevaba echa-
da sobre su cabeza le fue quitada, con lo que, lleno de contento, se
puso en pie, mientras la luz del conocimiento comenzaba a brillar
c::11 ~u::; vjv:s. El 1t01f1b1e l'.r1ágico, o (}Í\Tisa. que l'labía adoptado era el
de Perdurabo: •Perseveraré basta e l fin• .
1\sí nnció, e n el ten1plo de !sis Urru1i::t., de Great Queen Street, el
=
hermano Perdui-abo, Neófito O.• Oº de la Orden Hermética de la
Golden Dawn.
tsLOs grados eran identificados con los diez S¿1>ro1 (l'uedas o es-
fer<is) del ,\,·bol Cabalístico de la Vida, símbolo del universo. A juz-
gar por el ráp'do ascenso d e Crowley, los pl'imeros son relativa-
mente sencillos, m ientras que los últimos, a partir de Philosophus
4. • = 7º , &on extremadamente complicados. Han sido poquísimos
los que han alcanzado el grado de Philosophus, que si1(1a aJ aspi·
rantc a11te el umbral del Co11oci1nicnto de stt Sai1to ,\.i1gcl de la
Guarda, lo que le faculta para poder hablar con él. Los grados más
elevados son aún rnás complejos, puesLo que, desde el de Adepcus Mi-
nor, comportan una completa devoción respecLO al propio Santo An-
gel de la Guarda. En cuanto a los IYes (tltimos grados, Magister Tem-
pli, Magus e Ipsissimus [de verdad uno núsmo], sólo podían ser
alcanzados, según la ordenación establecida po1· la Golden Dawn,
por los ~>spíritus más elevados, comparables :a los Mahatmas. El pro-
pio Ma1hers no llegó m;is que al grado de Adcptus F.xemptus i .° = 4°.
En diciembre ele 1898, Crowley alcanzó eil grado de Zelator, y los
de Thcoricus y Practicus, en los dos meses siguienLes. La Orden in-
sisúa en el intervttlo de tres 1ne.scs antes de· qt1c sus 1nierr1brc)s pu-
dieran pasar al grado sucesivo, por lo que Crowley no fue Philoso-
phus hasta mayo; ciertamente, le fue mejor en la Golden Dawn que
en el TriniLy College, en donde, después de 1res años de estudio, no
consiguió graduar.se.
Mathers, en su búsqt1eda de t1n sisLerr1a de mabria rcalmenLe efi-
caz, había descubierto en la Bibliothequc de !'Arsenal de París un
manuscrito único y muy extraño, cuyo título traducido era el de El
Libro de la Magia Sagrada de Abra-Melin el Mago, •dictado por Abra-
ham "el judío" a su hijo Lamech, A. D. 1458•. El tratado había sido
escrito ori¡;>inariamcnte en hebreo; la versión de la Bibliothequc de
!'Arsenal estaba en francés antiguo, que Mathcrs procedió a tradu-
cir al inglés. No había sido el primero en los tiempos modernos en
hacer uso de la magia de Abra-Melin, pues Eliphas Lévi ya había in-
vestigado sobre ella, al igual que Ed""ard Robcrt Bulw<:r, s<:¡;>undo
barón~ primer conde de L.ytton (J83l-J89l), novelista y viney de la

India que siempre estaba tras la pista de todo lo relacio nado con la
ma¡;>ia. Se dice que L.évi había obtenido parle de su poder del libro
de Abra-Melin.
Abrnham eljudio (o su maestro, Abra-Melin) parece haber sido
un hombre honesto. Su magia no explica un misterio recu.rriendo
a otr<) sino que consiste e11 ur1a especie de sb;tema a\1todidaclé1 que
1

ofrece una guía práctica a todos aquellos que desean imponer a la


naturaleza su propia voluntad. Y puesLO que prescribe contempla-
ción, oración y abstinencia, Ja magia del mago que a sí mismo se lla-
maba Abra-Melin, es, en esencia, la misma que la de la magia orien-
tal comúnmente conocida como yoga. Quizás es ésta la razón de
que sea efectiva.
En la magia, siempre ha habido dos escuelas, la que invoca a la5
fuerzas del bien, o magia blanca, y la que lo hace con las fuertas del
mal, o magia negra. Abrn-M.elin enseña que las fuerzas del bien, o

50
angélicas, son más poderosas que las del mal, o satánicas; y que las
últimas, en castigo, deben sen~r a las p1irner.is. Todos los cfcclos
materiales, -codos los fenómenos, son el resultado de las acciones de
los espíritus malos que lrabajan a las órdenes de los espíritus bue-
nos. Aunque eo ocasiones ocurra lo contrario, pues los espíritus
malignos consiguen escapar y, en venganza, hacen todo el mal que
pueden. Estas fuerzas satánicas concluyen pactos con los hombres,
reteniéndolos en su poder, como hizo M.efistófeles con el doctor
fausto; pues el hombre se encuenu-a a mitad de camino entre los
ángeles y los demonios, )' está acompañado por un Santo Ángel de
la Guarda y por un Demonio Malévolo. Por ello, el practicante de
la magia debe llevar una vida estrictamente pura. Mediante la ora-
ción y la co:nt.c mplaci?n en un lugar apropiado (un oratorio), pue-
de evocar a SlJ Santo A11gel de Ja Guarda. q,uie11 le instruirá en el co-
rrecto control de las Potencias de las Tinie blas. Por olra parte, si es
incapaz de resistir a la tentación, será, rápidamente, presa del De-
monio Malévolo, y su carre1-a será una serie de desventm-as, que aca-
barán a su m uerte con una rápida caída en los infiernos.
No existe un ritual definido en la magia de Abra-Melin, sólo lis-
tas de ángeles y demonios que pueden ser evocados, y de talisma-
nes que pueden ser consagrados pa1-a varios fines, como devolver la
vida a los muertos, volar por el aire, desa'tar o aplacar las tormen-
tas, conse¡,'1l.lir oro, o inflamar de deseo a las personas que el mago
desee. El único problema es que nada de esto puede hacerse hasta
que no aparezca el Santo Ángel de la Guarda «en su incomparable
belleza•, después de seis meses de intensa preparación, e indique
. . . .
al a.~pirante cuál es el método a seguir para la realización de tal o
cual fin.
Abra-Mclin advierte que, cuando el aspirante comience la op<-~
ración nnediant.c la cual invoca a su Santo Ángel de la Guarda, cn-
conu-ará una enérgica oposición por parte de su familia, por lo que
deberá evitarla y recoge1-se en un lugar solitario. Crowley, que por
aquel entonces era para su madre, su lÍO y sus 1.fas, algo así como un
descastad o, se sinti6 muy feliz al poder marcharse de casa . Tom6 un
apanamcnto en Chance;y Lane, en la City, y a modo de disfraz ali.r·
mó ser el conde Vladimir Svareff. Una colección de poemas titula-
da jeu:be.l apareció con .su nuevo nomb1·e, que, según dijo, había
adoptado para aumentar su conocimiento de la humanidad. Había
observado cuán serviles se mosu·dban nos comerciantes ele Cam-
bridge en su trato con los inicmbros de la Universidad: pues ahom
él quería saber cómo se co1nportarían con un aristócrata ruso.

St
Arregló dos de las habi1aciones del apartamento para que sirvie-
ran de templos, uno para la práctica de la magia blanca, y el OITO
parn la de la magia negra. Las paredes del templo •blanco• estaban
revestidas de seis grandes espej os, para que no absorbieran la ener-
gía de las invocaciones; el templo •negro• se hallaba vacío, con ex-
cepción de un altar sostenido por la figura de ébano de un negro
que se apoyaba sobre las manos, y un esqueleto humano que el her-
mano Perdm-abo, en un intento de devolverle la vida, alimentaba
con sangre, pajaiillos yjugo de carne. Ambos templos disponían de
su círculo mágico y su pentagrama sobre el pavimento.
Durante una de las ceremonias dd templo de Jsis-Urania de la
Golden Dawn, en Great Queen Sueet, Crowley sintió la presencia
de una tremenda fuerza mágica: emanaba de un joven de ojos lu-
minosos y de mpido y desordenado cabello negro. Se trataba del
hermano lebi Ao ur, que, entre los hombre.s, era llamado Allan Ben-
nett. La fama de lehi Aour [Hág-ase la luz], que era tres años mayor
que Crowley, ei-" inmensa; sólo iba a la zaga del propio Mathers.
Despu és de la ceremonia, y mientras se estaban cambiando en
o tra habitació n, Ichi Ao ur se acercó de improviso a Perdurabo, le
miró cor1 ojc)s J>C.::nctrdrttes y le dijo er1 u11 torio casi ametla.zante:
• ;Pequeño hermano. andas metido en la Goecia!• .
Perdurabo negó bailarse relacionado con la Goecia, un término
que alude a actos de magia relacionados con fuerzas malignas u os-
curas.
•En ese ca.so•, le respondió íehi Aour, •la Coecia se ha estado
metiendo contigo•.
Crowley no hizo comen tarios a esta acusación , pero la enCltjó, co-
mo si se ha.liase inclinado a aceptarla. En el rosuo de Perdurabo, o
en su aura. lehi Aour había observado, al parecer, la presencia de
algo maligno.
Al día sigtúente, Crowley salió en busca de Allan Bennett, y lo en-
contró en w1a miserable '~vienda del sur del Támesis, que compar-
tía con o tro hennano de la Orden. Se quedó anonadado al ver al
Muy Honorable H ermano Iehi Aour viviendo en la incomodidad y
la pobreza, y le invitó a compartir con él su apartamento de Chan-
cery Lane. lehi Aour aceptó la oferta. a condició n de ser el gurlÍ de
Perdurnbo y, asim ismo, de enseñarle todo Jo q ue sabía.
La búsqueda de Crowley habla ter-minado: fi nalmente, había en-
contrado al tvlaestro que necesitaba. Bennett se mudó a Chancery
La.ne, y, bien pronto, aquellos dos aspirantes a la luz em pezaron a
practicar las ceremo nias mágicas de su orden: la e\'ocación y expul-

52
sión de espírims, la consagración de talismanes, etc. Por desgra-
cia, el santo gurú sufría de asma, que mitibr.tba con opio, morfina y
cocaína, pasando de una a otra drog-.t tras períodos, aproximada-
mente, de un mes. •Le be visto echado en la cama durante una se-
mana,)' recobrar el conocimiento sólo lo suficiente para alcanzar la
botella [de cloroformo) y la esponja•, dice Crowley, quien, a su vez,
acabaría padeciendo la misma enfermedad. Y el hennano Iehi
Aour, que había estudiado química, le habló al hermano Perdura-
bo de una antibrua tradición acerca de una droga cuyo uso •abrirá
las puertas del Mundo que se halla m'is allá del Velo de la Materia..
Crowley estaba decidido a encontrar esta droga, y comenzó a ex-
perimentar consigo mismo, y con otros, con opio, cocaína y hachís;
no tenía dificultad en procurarse estos narcóticos, ya que la ley so-
bre el consumo de drogas peligrosas no fue aprobada, en el Reino
Unido, hasta 1921.
No tenía miedo de convertirse en un adicto porque rechazaba la
teoría de la «fascinación irresistible•; la rectitud moral, decía, era su
salvaguarda. Pero su rectitud moral no constituía una sahraguarda
contra los accidentes mágicos en su apartamento, donde las fuerzas
del bien y del mal chocaban entre sí. Una noche, al regresar a ca-
sa después de una cena en compai1ía del hermano Volo Noscere
(Gcorgc Cccil ]ones), se encontr<) en la~ t."Scalcras con un cnorn1c
y extraño gato negro: su templo estaba destrozado, el altar derriba-
do y el mobiliario desparramado por todas partes.

Y eotonces comenzó la función. Dando vuelcas y más vueltas al-


rededor de la gran librería. esn1"ieron los demonios toda la tarde 1

e11 una intcnnirlablc proccsió11, trescicr1tos dieciséis de los ct1ales


rfp_,.,·rihimos, cl«) ntlnli n~mos y rc)glstr.:ttTtrls <"n un lihro.
c·rl nt~mfls,

F11e la expe1iencia mi5 irnporutltt.e y espa11 1.osa que jan1á.s 11aya et>
nocido.

Crowley describió su vida sexual de aquel úempo como • intensa


y apasionada•. Y así continuó hasta el comienzo de su mediana
edad, cuando su impulso sexual se vio afectado por las drogas.
Había perdido la ,¡rginidad a los quince años, al parecer, con
una joven que había conocido en Torquay; el evento es descrito, de
manera más bien vag-¿, en The C01ife.<Sions. Gracias a ella, • la obse-
sión del pecado rcsbal<\ por mis hombros para caer en el mar del
olvido». En otra pan.e escribió que su primer •acto de fornicación•
fue al a.ire libre, con una chica del campo. Y poco tiempo después,

53
u:n domingo por la mañana, mientras su fa.milia se hallaba reunida
para la lectura en común de la Biblia, copuló con la nueva donce-
lla encima de la cama de su madre. Después acus6 a la muchacha
de los motivos más abyectos y de inte11to de chantaje, co11 lo que és--
la no tardó en perder su puesto.
Antes de akan1.ar la edad de veinte años, ya se había decidido a
p1·obar de todo, en lo referente a experiencias sexuales, una ambi-
ción que, tal y como su ,;da nos enseña, realizó plenamente; pero,
al hacer del coito un acto de adoración o de magia, una •afirma-
ción mágica», como a. veces lo llamaba sus fornicaciones son r.ná.:;
1

curiosas que las de Casanova, por poner un ejemplo. Su necesidad


de relaciones sex11ales, cuando estaba e n l:a Universidad, era • una
ciega y horrible necesidad de descargarme~, y nunca rranscurrierron
cuarenta y ocho horas sin que esa necesidad fuese aliviada.
Tenía una pobre opinión de las mujeres.. Debían estar, así de-cía,
a su disposición, en la puerta de scn;cio, como las botellas de la le-
che. Quizá por esta razón fue muy parco al hablar de su amante de
entonces, «ma seductora sirena cuyo marido había senido como
coronel en la India»:

Poco a poco superé n1i pi'lsió11 por ella. y acabamos dejándolo.


Me escribía con frecuicocia. in tentando minar m.i rCS4'.lll1ción, pero
me ma.nruve tinne.

Quizás, a fin de cuentas, él no Ja habría mencionado, si no hu-


hiera sidc> por este incide nte: Allan Bennett quería ir al Oriente pa-
ra ei;tudiar el bt1dismo <:n St.IS pr<)pia.s fuenles y respirar e l aire de t111
clima má.s cálido. Aunque Crowley podña haberle pagado el pa.ajc
a Ceilan. decidió no hacerlo, a causa, dijo, de que un ges10 seme-
jan1e habria deHn1ido la espontaneidad de su relación. tn su lugar,
conjuró, para que se hiciera visible, al poderoso espírilll Buer, •que
sana todos loo desórdenes del hombre y gobierna cincuenta legio-
ne s de espíritus», }' le rogó q11e proporc:lottara pa;;aje a Rennett.
A1 día siguiente, Aleister recibía una ca.tta de la seductora s:rcnu,
t.¡ue ya l1abía d(.jad<) de serlo, y q11e le i.0 1pk:,1aba qut: l<l ll4l11a~ (1 slt
hotel. •No puedo recordar cómo se me ocurrtó, pero t\li a verla. Me
suplicó que vohiese con el.la yse ofreció a hacer todo lo que yo qui-
siera.»
<Está> echando a perder tu vida a causa de tu egoísmo•. Je dijo
Aleistel'. •tTe daré una oportunidad para que }\agas una acción to-
taln"tcntc dcsintCJ'Cs.ada. Drunc cien libras. No te d~ré p!trd lo que

54
son, excepto que no son para mí. Tengo razones personales para no
usar mi propio dinero en este asunto.•
Las r.tZones persc>nales eran que é1 no ten ía tanto dinero como
afirmab.'l tener, y que, de ninguna manera tenía la costumbre de re-
galarlo, ni siquiera a un hermano de la Orden. Contaba con sus
amigos, especialmente con lac; m11jercs para q11e se lo proporci<>-
1

nar.-an.
•Un punto para Buer., comentó Crowley, lleno de júbilo, des-
pués de que la mujer del coronel le hubiera entr·e gado lo que le ha-
bía pedido. Veintitantos años más tarde, cuando el nombre de
Crowley era familiar en todo el mundo, este incidente fue publica-
do en el S11nday E.'CjJress. •En 1900 fue denunciado a la policía por ha-
ber sustraído 200 libras a la viuda con la que vivía; no obstan le, ésta
retiró la denuncia.»
El año, al menos, era correcto, pues fue en 1900 cuando Allan
Bennett P.artía P.ara Ceilán, núentras q~e Crowley.lo hacía P!lTª Es-
cocia, cargado con los grandes espejos de su templo.

55
4. Yeats y Crowley

«Si deseas Ue·\l"ar a btten término las. operacio 11es que le pen11iti-
rán conj urar a tu Sar1to Ángel de la Guarda,., dice el mago Ab1ra-M<.--
lin, "'ºprimero que has de hacer es constn1ir un oratorio en un 111·
gar apartado. Este oratorio o templo deberá disponer de una puerta
orieniada hacia el none, que dé a uo:a terraza o superficie plana,
cubierta de arena ian fina como la de un río. Al final de la terraza
habrá de instalarse un camarín, en el que puedan conbrregarse los
espíritus malvados (a los que uno podrá acercarse sin pclibrr•o una
vez haya invocado al Santo Ángel de la Guarda) , ya que su prcsen·
cía dentro del oratorio est.1 prohibida. Y este cauiarín deber á dis-
poner de gran profüsión de ventanas, de manera que los demonios
que haya en su interior puedan ser vistos en todo momento•.
La creencia cristiana en un Santo Ángel de la Guarda data de
los tiempos de l\iJarco Aurelio, el t':itoico emperador romano, quien
estaba convencido de que la divinidad daba a cada hombre un
daemo11, o espírilu tutelar, para que le sirviera de guía.
¿Cuál sería el lugai· más apropiado para que Perdurabo pudiera
construir un orato1io? Reco1Tió el Lake Distl'ict y Escocia, y se dcci·
. .
dió finalmente por una casa muy grande pero de una sola p lanta,
llamada Boleskine, cerca del pueblo de Foyers. Delante de ella es-
taba el J..igo Nes.s y detr.is se levantaba una colina: era el lug;u· ideal
para practicar la magia de Abra·Mclin. El hermano Per<lurabo pre-
paró su o ratorio en una de las habitaciones que daban al norte y, de
acuerdo con las instrucciones, recogió arena de las orillas del lago
para la terraza. La Pascua era la época idónea para dar comienzo a
la operación, así que se enu·etuvo, mientras tanto, pescando salmo-
nt-s, hacien<lo el amor y aterrori1.ando a los lug<1reños y a sus ovejas
con sus eres acompañantes: un gran danés, un alsaciano (o pastor
alemán) )'un bulldog.
De acuerdo con la antigua costumbre escocesa de 1Ja1nar laird. a
un propieta.r io de tierras, se hizo 1Ja1nar Laird de Boleskine y, a ve·
ces, Laird de Boleskine y AbertarlT. que consideraba más apropiado
para un hombre que ctisponía de una ca~a y dos acres de terreno en

56
los páramos de Escocia, que el habitual de Mr. Aleister Crowley. Pe-
ro Crowlcy interpretaba In palabra latrd no en st1 sentido de ..cpro-
pietariO» (landwrd) sino en el de /Qrd; y éste fue su título cuando dejó
su residencia en las Higblands y llegó a tierra de sajones. Conse-
cuentemente, hizo imprimir en sus ca1tas t1na corona en relieve cor1
una B dorada (de Boleskine} debajo, y en el material de corres-
pondencia un vistoso escudo de annas, al que ailadió un aforismo
en sánscrito.
La invocación de los demonios según el método de Abra-Melin
es un asunto delicado. Crowley lo siguió -"el camarín y la terraW»,
escribió, •Se poblaron en seguida de sombrías formas•- , pero fue
incapaz de controlarlos. Oriens, Pain1on1 Ariton, Amaimon 1• y sus
ciento once servidores se escapa.ron del camarín y entraron en la ca-
sa, donde hicieron estragos: su cochero, basta aquel momento abs-
temio, cayó presa del delirimn tremens, una clarividente que había
traído de Londres, regresó para convertirse en prostituta; su ama de
llaves, •incapaz de soportar Ja sensación de irrealidad de aquel lu-
gar•, desapareció; uno de los hombres que trabajaban en la finca
enloqueció e intentó matar al Laird de Boleskine. Hasta el carnice-
ro del pueblo resultó afectado cuando, casualmente, Crowley juntó,
en una de sus facturas, los nombres de dos demonios, Elerion y Ma-
bakiel, que significaban, respectivamente, •risa• y •lamento•, con
lo que el sentido de ambas palabras yuxtapuestas pasó a ser el si-
gttiente: •Dolor imprevisto desciende súbitamente sobre la felici-
dad• . Y ~>sto, por des¡,'fllcia, fue deumsiado cierto, porque el carn i-
cero, mientras estaba cortando un trozo de carne para un cliente,
se seccionó, accidentalmente, Ja arteria femoral y murió a los pocos
i1tstan les.
El Plano Asual era uno de los lC1Tirorios más explorados. Crow-
Iey ha dejado una descripción de algunas de sus ascensiones, reali-
zadas proyectando al exterior su propia imagen, y transfiriéndole su
propia conciencia. Y después, mediante una invocación a las fuer-
zas apropiadas, se imaginaba a sí mismo levitando. En ocasiones,
11!\al);l Ja hol::.. tie rr1stal p::..r.:t tal fin. Vio') a C..rii::r.o r.on ~I S::t1n;irirano,
y después a sí mismo cmcificado. Se mantuvo dentro de la Luz Oi-
\1na, con w1a corona de doce estrellas sobre su cabeza; la tierra se
abrió para que él pudiese acceder hasta su :l.ltténtico centro, e11
donde escaló la cima de una elevada montar1a. Muchos dragones
saltaron hacia é l 1nienLras se aproxin1aba al Sa11tuario Secreto, pero
los venció a todos con una palabra.
Ésta era una \isión alquímica de su consecución de la Gran Obr.i'.

57
Crowley comprendió entonces que había nacido con todas las
apticudes necesarias para ser nn gran mago. No es sorprendente
que alcanzase rápidamente los grados de Practicus y Philosophus.

En 1890, MacGregor Mathers se ganaba la vida como conserva-


dor del Horniman Museum en Forest Hill. En 1891, dejaba su pues-
to: se había querellado con Frederick J. Horniman y había sido des-
pedido. Pero la hija de Horniman, Annie (Tabby para sus amigos),
que en el Slade CoUege había sido compañera de estudios de Moi-
na Bergson, la hermana del filósofo y esposa de Mathers, le asignó
443 libras al año, gracias a lo cual se fue a vivir a París, al 121 del bou-
le,'llrd Saint-Michel.
Durante el otoño de 1896, comenzó a trabajar en el manuscrir.o
de Abra-Melin de Ja Bibliotheque de !'Arsenal. Por aquel tiempo vi-
vía en el 87 de la me Mozart, en el elegante suburbio de Auteuil.
En sus estudios sobre la religión egipcia había descubierto cier-
lC> número de verdades, olvidadas desde hacía mucho tiempo. Y una
noche, la propia diosa fsis se le apareció y le ordenó que proclama-
se su divinidad.
Mathers decoró la habitación más amplia de su apartamento de
Ja n 1e Mozart como un templo egipcio, y a partir de 1898 comenzó
a celebrar •misas egipcias• para diversión y entreteni miento de sus
amigos y seguidores. En estos ritos se presentaba con una larga tú·
nica blanca; llevaba a la cin cura un ceñidor de metal, grabado con
los signos del Zodíaco; en las muñecas y wbillos, brazaletes consa-
grados; y sobre los hombros wrn piel de leopardo, CU)'llS manchas
simboliwban las estrellas. Su mujer, Moina, estaba vL-súda con una
gran túnica blanca de d1iffon. y sus cabellos sueltos expre11aban la luz
que se irradia a través del universo. Sobre su cabeza llevaba un co-
no (con toda seguridad, de papiro) y una flor de loto. • El loto su r-
ge de las fangosas aguas del Nilo., dijo Mathers. • El cono es la lla-
ma de la vida. El significado del vestido de la sacerdotisa es el
siguiente: la vida en la materia es purificada y gobernada por el es-
pírim di,~no de la vida superior.•
Y los adoradores de lsis atestaban el templo del número 87 de la
n1c ~fozarL
Un tal J uks Bois, conocido periodista, quedó tan impresionado
por los ritos de Mathcrs que le sugirió qu<: los celebrase en público.
Mathers no estaba exento de ambición, pero los ritos eran de ca-
rácter pri,-ado: de hecho, otro periodista, An dré Gaucher, había po-
dido <tSistir a ellos, pero sólo después de haber sido conducido en

58
un carruaje, con los ojos vendados. Tras una lucha consigo mis1no,
Mathers llevó el espectáculo al Théatre Bodiniere (dirigido por M.
Bodinier), en e l 18 de la rue Saint-Lazare, que anteriormente había
sido el Théatre d' Application, un teatro de sombras. En el centro
del escenario se encontraba una enorme estatua de !sis, de escayo-
la pintada, flanqueada por las estatuas de otras divinidades egipcias.
Enfrente de todas ellas había un altar, con una lárnpan1 tibetana de
piedra verde, en la que ardía una llama perpetua. El Hierofante
Ramsés (?l.lat.hers) salió de entre las sombras. En una de sus manos
llevaba un sistro, o sonaja, con el que rompió e l silencio; en la otra
podía verse una ramita de loto. Se acercó hasta el altar y, con po-
tente voz, recitó algunas oraciones del Libro de los iHuertos.
A continuación hizo su aparición la Suma Sal:crdolisa Anari
(Moina Mathers). Con una voz apasionada y penetrante, invocó a la
diosa !sis. Una vez que hubo acabado, una joven señora parisina bai-
le) la danza de los cuatro elementos.
La reprcsentaci6n <ll1r6 er1 su totalidad cerca de dos l1oras }' fue
•extremadamente artística», en palabr.1s de André Gaucher, que cu-
brió la información 1>ara l.'f.dw du Mcniei/leux.
Mathers tenia un car.icter rcst:n>ado y de.sco11fiado: tlabía oca-
:sior'tc:s en l~ que creía que sus colegas estaban conspU:a11do contra
él. Crowley dljo de Mathers que era demasiado devoto de Marte.
Sus modales autocrático$ y enfáticos hacen pcnsu en la paranoia.
A partir de 1897, Mrs. Emef}' füe la representante de Mathers en
Londres: era tma posición de gran responsabilidad, que requería in-
finitas dosi.3 de tacto. Aunque e n .Pn.rís huhi<~n:: t1n templo <le lu Or-
den, I~ tn;lyor r•~rlf' <~ l;l Hrrm:anrl:trl resirlí;t en (;rnn Rr~tañ;¡, y f!S
probable que Malhers estuviese recibiendo de ellos alg(m apoyo fi-
.nanciero, si bien modesto. Y !e era r1ecesario, puesto que. cuando e11
18\16 Tabby liomiman, como consecuencia de alguna •iiscusión, cor-
tó cstn a.signnci<}r1, fue expubada de la Orden. M.rs. E.mery era la Ins-
tructora d el Ritual d e la Orden: y puesto que también era Floreoce
farr, la consumada actri.z, se hallaba en disposición de desempeña1·
ese papel a la perfección. Sin embargo, no era capaz de cumplir el
papel ae representante a e Mamers y, al llegar el aoo 19QO, Ja fricción
c.n trc ambos era tal que le ofreció su dimisión. Y hastiada d e t.odo el
asunto. propuso cerrar el templo de lsis-Urania. cuyos miembro; te-
nían como máxirno el ¡,,..,..•do de Philosophus 4. º = 7°. •Me niego ro-
tundamente a que se cierre el templo de lsis-Urania• , respondió
Mathers. Una Importante razón para no cerrar aquel templo era que
.se habría i11te1·rumpido e l A1!io de c.a_ndid.2.tos a la Segunda O rde n.

59
La Segunda Orden era la Orden de la Rosa Roja y de Ja Cntz de
Oro, una orden rosacruz para Adeptos avanzados. Había sido fun-
dada por Mathers en 1892, una vez que hubo dispuesto dd ritual del
grado s.• = 6°, recibido d e los Jefes Secretos.
En medio de t.'St.:-t. disputa, CrO\"'lcy rcgr<..<s6 de Bolcskine con t1na
peúción para su ascenso en la Orden. Petición que era r.otal.meote
legítima, pero, para su sorpresa, el Cancellarius de la Segunda Or-
den -aquel a cuya puerta llamaba Crowley- se negó a admitirle.
l.ndignado, Crowlcy se fue a París el 13 de enero de 190-0 para que
el propio Mathcrs le inicia5c. Había conocido a Mat.hers en mayo
del ailo ante1ior. Lo desclibe como • un mago de poder es incues-
lionablemente e xtraordinarios. Era un estudioso y un caballero. Te-
n.ía ese h:íbito d(: auwlidad que inspira confian1.a porque nunca lk~
ga a dudar de sí mismo. Un hombre que hace lo que él no puede ser
juzgado po r los C<\digos y cánones convencionales.'. El Laird de Bo-
lesk.ine y Abcrtarff, ataviado con el traje tradicional de las Highlands
de Escocia, y el conde de Glenstr.ic (ninguno de los dos tenía una
gota de sangre escocesa en las venas) estaban una vez más frente a
frente. Por devoción a su jefe, Crowley se ofreció, sin género de re-
servas, a poner su fortuna a disposición de Mathers. Es clifícil decir
quién de los dos engañó más al otro. Eran más parecidos entre sí de
lo que suponían. Después de haber conseguido que el hennano Per-
durabo pronunciase un solcrnne jurarne11to de obediencia y discre-
ción, el hermano Oeo Duce Comite f'crro', por llamar a Mathers
con su nombre m.igico, le in ició al grado 5.º = 6°. Crowley, lleno de
alegría, registró el acontecimiento: «Admitido a la g lo1ia de Tiphe-
reth • (el sexto s.éfira' del Árbol d·e la Vida) . Lo que quería decir es
que había superado el Grado del Umbral, o de Prueba, y que podría
moverse por la Segunda Orden; ahora ya era Adeprus Minor. Re-
gresó a Loncfrcs )'se precipitó a la sede de la Segunda Orden, en el
36 de Blythe Road, Hammersmith, para pedir a Mliss Crackncll, la
Secrcralia de la Orden cncarg-ad:t de conceder los documentos, los
rituales en consonancia con su nuevo y exaltado grado. Pero le es-
peraba otra desilusión. Con la excusa de que los miembros de la Or-
den no aceptaba n la iniciación de Crowley auspiciada por Mathers,
se negó a darle los lituales. Crowley regresó a París para informar a
Mathers. •A principios de 1900 solicité de la Segunda Orden, en
Londres, los documentos a que me daba derecho mi iniciación de
París. Me fueron negados en términos tales que vi claramente que
los miembros de Londres se encontraban en abierta rebelión con-
tra su jefe, aunque tenían miedo de declarar sus in tenciones.•'

60
Crowley estaba conliJndido: los miembros de Londres no tenían
miedo de declarar sus intenciones, y en cualquier caso, el compor-
tarniento de Mathers era de los que, antes o después, acaban crean-
d o la oposición que temen. Lo que, fundamentalmente, le asustaba
era que los hermanos de Londres invitaran a l hermano Sapere An-
de (\<Vestcou) a ingresar de nuevo en la Orden y tomar su puesto.
Para evitarlo informó a Mrs. Emery, en carta del 16 de febrero de
1900, que Sapere Aude había falsificado toda la correspondencia
con Anna Sprengel, lo que ponía en entredicho la existencia de es-
ta última:

Esto me obliga a hablarle claramente (i11tcnte comprender lo


que d igo, ya q ue puedo probar en su totalidad cada una de las pa-
labras q ue digo en f'-~te momento,)' atín 1nás. pt1es si n1e e11contra·
se frente a S. A., las diría de nuevo). aunque, por amor a la Orden
y debido a la circunstancia de que todo esto supondria un golpe
mortal a la rcpL1taciói1 de S. A , le sttplico qL1c lo mantenga c11 se-
creto, respecto a la Orde11, al menos de n1omento; a11nq11e Vd. dis·
ponga de to.al libertad para darlo a conocer en S1l se110, si dtSfiués de
u.11a 1nadt¡,ra n/lexilm, lo considcrd procedente. S. A. NUNCA cstt1vo,
de ningu1ia 1nmiera, ya fuera persona.l o escritl, en comt1nicación con
los Jefes Secretos de la Orden, habiendo Jal.sificado él '1ni.n11.0. o 1na1i·
dado falsificar, la pretendida correspondencia con ellos. Durante to·
dos estos años 1ni lengtaa estaba atada, a causa de un Jurainer1to Pre-
vio de Discreción que le llice, y que rne exigió. antes de e1lsei'larme
lo que había hecho, o lo que se clisponía a hacer...

Mrs. Emerv iJúom1ó a sus colegas de grado mas elevado, quiene>


co111isiú11 pat<t i11vc:stigct1· tsla
<..:OtlSLituyc::ru11 ia1111t:tliata.i11c::11tt: L1.11a
acusación que a.tllC11a?..abaco11 rcrnover el terreno rnágicoqu'= se: e·x-
tcndía baj o sus pies. Cuan<io 'M~tllcrs lt.rvo r1oticias de ésta corn~
sió11, rPJ1rrionó f11rios;:inlP.ntf' y l ~s 11Pg11 PI rlFrf'rhn a la rrt"arió11 rlr.
cualquier tip(1 de co111isiones.. «No rcco11ozco a la Segunda 01dc11
el deretho para elegir una comisión sin mi auioridad y consenti-
miento ... Anulo la comisión } <mul-0 las resoluciones tomadas en Ja
sesión del 24 de marzo de 1900... .. (carta a Mrs. t:mery, lechada el
2 de abrtl de 1900).
Mientras ta1lto, Math.crs prc:uaba oldos al pla11 de Cro,"Y"ley, qt1<:
ayrobó~ para acabar con Jos n1iembros recalcitra11ces de la Ordett.
FI tTiismo, el hf."tm:-.111) PPrd11t':ll~o, f"n tt':\t"Í~ en ln!C> lor~ lt-~ tlt" la St'-
b>unda Orden. pondría cerraduras nuevas en las puerta!. y. en los

61
dos o tres días siguientes, convocaría a sus miembros ante él. Lleva-
ría una máscara, e iría acompañado por un Escriba, que anotaría t<>-
das las respuestas a sus pregun tas. Todos Jos miembros de la Se-
gunda Orden eran de grado 5.º = fP. Sin embargo, Crowley propuso
preguntarles primero si creían en la verdad de las doctiinas d e
aquel grado, a lo que debían contestar con un sí o un no. Si la res-
puesta era afirmativa, les preguntarla si creían que esas docn-inas
habían brotado •solamente de una fuente pura•, esLO es, de los Je-
fes Secretos. Si contestaban que no, ent.o nces los de¡,rradaría a •Se-
ñor de los Senderos ante el Portal de la Cripta de los Adeptos•, lo
que quiere decir que habrían de pe1manecer ante el umbral de la
Segunda Orden. Y entonces les pregunta1ía: •¿Prometéis solemne-
m ente acabar con estas indecorosas disputas al liderazgo de la Or-
den? Yo, por roí parte, puedo aseguraros, con conocimiento d e cau-
sa, que D. D. C. F. (Mathers) es, en verdad, de grado 7. º = 4º··
(Mathers era un Adeptus Exemptus, e l grado más elevado de la Se-
gunda Orden, Jo que Je co1úerfa la autoridad d e gobernar las dos
órdenes, la d e la Ro.sa Cruz y la de la Golden Dawn. Además era el
único q~•e estaba en f!OSesión de tal sr-ado.)
Despl1és de todo esto, Crov.1ley propuso qtie los 1niemb1·os fi ..-
manto un docume nto en el que ratificarían solemnemente su leal-
tad <t Matheí$; :si ~e negaban: él lo$ expul~aría de la Orden.
Los miembros d e la Orden Externa (la G•)lden Dawn) también
.,erían convocado:1, i11tcrrog-ddos sobre ~us con,riccionc.~ 1 e in";rado.,
a firmar la declaración de fidelidad a Mathe1~.
l'or último, sería necesario volver a consagrar la Cripta.
Se suponía que la Cripta era una réplica de aquella otra en la
que e l legendario fundador de la Orden de la Rosa Roja y de la
Cruz de Oro, Christian Rosenkreutz, había sido depositado, bajo el
mc) nt.e Abiegr1us, a la edad de ciento seis años. allá por el sigJo X\'.
Era una construcción de madera, de siete caras, cada una de las cua-
les tenía cinto pies de ancho por ocho de alto. En el techo se había
pintado un polígono de siete lados, que contenía una est.re lla de sie-
te puntas, y dentro de la estrella, el triángulo del Fuego, con uno de
SLlS ''értices hacia arriba, q11e, a st1 ·1ez, co11te11ía la Rosa de vei11tidós
pétalos. En todo aquel e.squema se habian di•puesto los Senderos y
los Séfirot (Emanaciones) del Árbol de la Vida, así como las inílue n-
óas p lanetarias. Toda Ja figura estaba pintada de blanco y oro.
Sobre el pavimento de la Ciiptz estaba pintado otro polígono de
siete lados, del mismo tamaño, que también contenía una eso-ella
rl~ siete p11nras, pero con el triángi1lo <lel Ag11a, l')t 1e tit'ne 11no rle
st1s vértices hacia abajo, rodeado por el Gran Dragón Rojo de Siete
Cabews. Alrededor de cada una de éstas, se habían escrito los nom-
bres que correspondían a los Q]ifot', malignos y contr.uios a los Sé-
ffrot, y en cada uno de los ángulos del triángulo, uno de los nom-
bres de los Ángeles Negros, Satariel, Uriel y Thaumiel. Pero en el
interior de este triángulo maligno había sido trazado el símbolo re-
dentor de la C1uz de Oro, al que había sido añadida la Rosa Rc~a,
cuyos pétalos alcanzaban el número de siete veces siete. Todo el mo-
ti~·o estaba decorado en blallco y negro, resaltando el escarlata del
Dragón de siete cabezas.
Cada llna de las siete paredes estaba dividida en cuarenta cua-
d1rados, en cada uno de los cuales se habían dibujado símbolos zo-
diacales, plane1arios y alquímicos, y letras del alfabeto hebreo. Ca-
da una de las paredes estaba pintada de diferente color, los cuales
reproducían los del arco iris.
La Cripta de Rosenkreutz era una creaci6n de Mathcrs, y el uso
que de ella hizo demuestra que tenía cierto sentido del drama, aun-
que no del humor. El candidato a la admisión dentro de la Segun-
da Orden era conducido hasta la Cripta, donde encono·aba un al-
tar. Los Adeptos Segundo y Tercero se apartaban del altar, dejando
al descubierto t111 pastos, o ata(1d. Proce<-lían a qt1itar la tapa de)
ataúd, bajo la cual apru·ecía. el Adepto Jefe vestido con sus galas ri-
tuales, con el nemyss egipcio, o tocado, en la cabeza: simbolizaba el
cuerpo incorn1ptible de Ch.ristian Rosenkreutz. Con los ()jos cerra-
dos, el Adepto .Jefe -en Londres y basta 1. 897 lo babía sido el doctor
\Vestcott- declamaba lo siguiente: •Sepultados con esta Luz en una
muerte mística y re.surgiendo de nuevo en nústica resun-ección, de-
purado y pwificado por la gracia de nuestro Maestro, ¡Oh Hcrrna-
no de la Cntz y la Rosa!, como Él, ¡Oh Adeptos de todas las épocas!,
¡lo habéis conseguido!•. A continuación se explicaba al iniciado el
simbolismo de la Tumba.
Con el útulo de •Enviad.o Plenipotenciario•, y con las cartas de
autorización de Mathers, Crowlcy abandonó París y se fue a Lon-
dres. Su misión era ocupar Ja Cripta de Christian Rosenkreutz.
El lunes 16 de abdl efectuó un reconocimiento preliminar del 36
de Blythe Road, Hammersmith. Los locales de la Orden estaban en
el primer piso. Persuadió al casero, un tal Mr. \Vilkinson. de que dis-
ponía de la autoridad suficiente como parn entrar. •Visto casero: le
convencí•, escribió en su diaiio mágico. •Vista Fidelis y resueltos
detalles finales captura de la Cripta. Conmnado matón en casa pú-
blica de Leicester Square...

63
AJ día siguiente, Crowley y su amante, Elaine Simpson (hermana
Fidelis, en la Colden Dawn), llegaron al 36 de Blythe Road. Elaine
era algunos años mayor que Crowley, y ya en 1892 e·ra 5.º = 6°. Am-
bos encontr<1ron a Miss Cracknell en el apartamento, le dijeron que
habían ••enido a tomar posesión de él en nombre de Deo Duce Co-
mitc Ferro, y la echaron a la calle. (Crowley describió a Miss Crack-
11ell como \(una furcia sáfic;1siempre insatisf'Ccha».) Pero se f11c a la
oficina de Correos más cerca11a y envió 110 telegrdma a E. A. H un~
ter (hermano Hora et Semper), un antiguo miembro de la Segun·
da Orden, en el que le decía: •Venga deprisa a Blythe Road, ha su-
cedido algo espantoso•.
Hunter apareció. Y se encontró con que las habitaciones cerra-
das por orden de Mrs. Emcry habían sido abiertas y las puertas Le-
n íru1 cer~1duras n11evas. Cro\vley lo había conseguid-<>. En s11 versión
de los hechos, Hunter dijo que Crowley entró en Las habitaciones
desp11és. de «un~1 cierta resisterlcia». Crc)\Yley le Í¡r1fonn<:"> rápida-
mente de que Miss Cracknell, que estaba detrás de Hunter, mirán-
dole agazapada, por deb~jo de los hombros de éste, debía irse
inmediatamente, ya que la había cesado. Mientras estaban discu·
tiendo, illegó Mrs. Emery. Sus argumentos no conmovieron a Crow-
Jci•: él había conquistado la Cripta y eso era todo. Mrs. Emery se fue
y volvió con un policía de uniforme, quien, tras oír a ambas partes.
orden(> a Cro'''I~)' 9ue se rr1ar·c l1ara .
.i\I parecer, e l rniércoles r10 octtrrí6 11ada, pero al día siguie11Le,
j ueves L9 de abril, Huntcr y VJ. B. Yeats se presentaron en Bly1.he
Road para preguntarle a \Vilkinson cómo había pennitido que
Crowley irrumpiese en los locales. En medio de la discusión ap<ue-
ció Crowley. Vestía a la usanza de las Highlands, con una máscara
negra sobre el roso-o y un plaid' echado sobre la cabeza y los hom-
bros para completar su disfra1- Sobre su pecho brillaba u.n a enorme
cruz dorada y en la cintw·a llevaba una daga. Elaine, a la que había
nombrado su Escriba, estaba con él. Había sufrido una decepción
al no encontrar en la entrada al matón. Hunter y Yeats le dijeron
que se fuera en seguida; no tenía ningún derecho a entrai· en el lo-
cal. Crowley se mantuvo firme: tenía todos los derechos y estaba au-
torizado para actuar así por Deo Duce Comite Fen·o. Y, para pro-
barlo, exhibió la declaración de Mal.hers, redactada en los términos
más pomposos y autoritarios.
Aquella mailana una peluca, que \Villie Clarkson, el famoso fa-
bricante de pelucas, enviaba a Miss Ela.ine Simpson, había lleg-ado
al 36 de Blythe Road; era parte del atavío que necesitaba para las di-

64
ficiles diligencias que aún le quedaban po:r hacer. Ydurante todo el
día llegaron numerosos telegramas, incluido uno del extranjero,
dirigidos a MacGregor Mathers, como si )"ª se hubiese insr.alado en
los locales de la Segunda Orden. Todos l.os telegramas fueron de-
vueltos.
A petición de Yeais, 'Wilkinson mandó a buscar a un policía, que
les dijo a c~owley y Elaine que se fueran. En aquel momento, Elai-
ne tenía entre sus manos el paquete que contenía la peluca.
Eran las doce del mediodía. El matón llegó a Ja una en punto.
Dijo a Hunter y a YealS que había estado buscando Blythe Road por
todo Londr·e s. •No estaba muy seguro de lo que tenía que hacer, y
pensaba que allí debía celebrarse algo así como una fiesta.• Mr.
Crowley, dijo, le había contratado al salir del Alhambra.
El mismo día, Malhcrs, Elaine Simpson y su madre' fueron ex-
pulsados de la Segunda Orden. Y Crowley no lo fue gracias a que no
pertenecía a ella.
En una carta enviada el 25 de abril a lady Gregory, Yeats revela
las razones de que Crowley no fuese aceptado:

Úlritnameote han corrido pard lIÚ n1alos tiempos. Le d~jc qt1e t"S-
taba echando fuerd de la Kábbala (la Orden) a MacGregor. Bueno,
pues la úUtima semana en\IÍÓ a un loco, al que nos l1abía1l1os 11ega-
do a iniciar, a lomar posesión de los locale-s y documentos de la So-
ciedad. Este individuo se ha apoderado de los locales, y al ser ex·
pulsado, Jia intentado volver a ocuparlos. Habiendo fracasado, no
se le ha o<:unido otra cosa que poner un recurso, amparándose en
que es un .. en vi~ldO de M.:tther.:; .. , y ell que: no hny nndn en los cstu-
tUlOS de la Sociedad que ooo pemúta deponer a Mathors. Este en-
viado es un tal Crowley, un indivicluo totalmente indescriptible. Yo
creo qt1c está buscando vengan:z~ por h.aberncs: neg:tdo a iniciarle .
Y no le hemos admitido porque no creemos que una sorjedad mís-
tica sea un retürmatorio.

Para Crowley no babia duda de que Yeais, Hunter, Mrs. Emcry y


lo5 dc1nM ·SC l1abía11 apoderado i1tjttsta111c11tc de la Cripta, pues é~­
ta pertenecía, por derecho propio, a Mathcrs. Crtmky había fra.
casado al intentarlo por la fuerza; ah ora recunía a la ley. Ése era el
rcc;urso al que se rc.fCría la carta de Yca~. Cro\vlcy se prc;cntó an-
te el tribunal e l 28 de abril, pero los demandados, además de re-
currir a un prestigioso abogad o, habían jur<ido que el valor de la
Cripta. de Chrisli:u1 R<.)SCnkrcutz alcanzaba 11n :l suma que sobrep3-

65
saba la jurisdicción del tribunal . Por esta razón, la causa fue retira-
da y Crowley, que la había iniciado, tuvo q ue pagar las costas, cin-
co libras.
Tal fue Ja querella que supu.<o el comienzo del fin de Ja primi-
genia Golden Dawn. El •Enviado Plcnipoicnciario• sólo consiguió
aumentar las hostilidades y que MacGregor Mathers se hiciese aún
menos aceptable a los ojos de la Confraternidad de Londres. Los in-
tenlOs de reorganizar la Orden, reflejados en un opúsculo de YeaL<,
publicado anónimamente, Is 1he Ortltrroflhe R{osM) R(uheae) et A(m~ae)
C(rocis) to i·emain a Magical Order? (febrero-marzo 1901), no sunje-
rc)n efecto pues las sociedades m~ígicas no S<>n de m<>cr:iticas, s ino je--
1

rár<1ui<:as y, por consibruiente. at11.ocrá1jcas. MacCrcgor Matl1ers era


el dirigente de la Golden Dawn y de la Rosa Cruz, y Crowley su au-
téntico heredero.
La disputa de Crowley con Yeats (hermano Demon Est Deus Úl·
versus) se remontaba a un año antes. Una noche, Crowley había ido
a ver a su hermano para enseñarle las pruebas de su jep!uhail. Espe-
raba que YeaL< le aclamara como poeta y como genio; pero, en lu-
ga1· de esto,

se esforió e1\ prontinciat u11as cuanL"lS frases educa<las. pei·o yo pu-


de ver lo q11e llahía ele verdad Clt todo aq11ello. Poracp1el tien1po eta
b.'ls1ante exper10 e n clamide ncia, clariauclicncía y dariscnfcncia.
Pe l'o tendría que haber sido un inclividl10 re:ahnc111e lerclo par.i no
ver la r.1bia 11egr.a y biliosa que le sact1día hasvi el for1do tle su al1na.
Para ltlÍ, ésta es la íJrucba de <1ue Ycats era, en el fondo, u11 gcoui·
"'> poeta. pues 1Jn mero charlat:ín se habría dado ct1en1a <le q11e 11a-
da tenia q11e cerner ele un auté111jco poeca. Lo que le cons11mía era
la certidumbre d~ su propia e indiscutible Ío\ferioridad.

Mas tarde, en 19\f>. en una carta a j ohn Quinn. el abogado y me-


cenas nor1camcricano que había comprado un lote de 10$ libros y
manuscritos de Crowley, Yeats dijo que pensaba que Crowley estaba
loco pero que • había escrito tinos seis ,·ersos. entre tant:, mala re-
tórica, de auténtica poesía•.
Cro wlcy regresó a París en mayo de 1900 para informar a Ma-
thers de sus progresos en la lucha contra los rebeldes. Y encontró a
dos miembros de la Orden que habían ido a ver a Deo Duce Comi-
te Ferro, tras su reciente regreso de México. A juzgar por sus pala-
bl"'dS, México parecía un lugar int~resan tc, por lo que Crowley me·
tió algunas cosas en 1rna maleta y panió hacia allí.

66
Ir hasta el fin del mundo <:omo resultado de un impulso era ca·
ractcrístico de Crowley; tal era su forma de hacer las cosas, todo por
impulsos; pero quizá su súbita parúda hacia México se debiera a
que la policía deseaba interrogarle acerca del dinero que había re-
cibido de la •viuda del coronel•.
Su primera parada eo el camino a México fue Nueva York, a don·
de llegó en la cresta de una ola de calor que, según se decía, estaba
matando diariamente a cerca de cien personas. Y se espantó al pen·
sar que México era mucho más caluroso, y casi llegó a cambiar sus
planes. Los u·es días que pe1maneció en Nueva York los utilizó, fun·
damentahnente, en salir y entrar al baño. Y después montó en el
lren que debería llevarlo hasta Ciudad de México.
Alquiló una casa que miraba a la Alameda, el hermoso parque
del centro de la ciudad, y contrató a una joven india para que le cuí·
da.se y compartiese su Jecho. Se dedicó a Ja magia e hizo sus prime-
ros experimentos par.l adquirir la visibilidad, al invocar al dios del
silencio Harpócraws.

Por el gran clios Ha11>ócrales1º;


Por vuestra profunda y purpúrea oscltridad:
Por mi blanca y bril lante luz os conj uro;
Recogeos a mi alrededor:
revestid a esra for1lla asctal con un suclario ele rinieblas.

Después de varias semanas de rezos y tentativas, Crowley consi-


gui6 su primer éxito: su reflejo en el espejo se hizo borroso y fluc-
tuante; tras lo cual, se presentó en Ciudad de México con una co-
rona de oro y joyas en Ja cabeza, y una capa escarlata echada por
encima de los hombros, sin llamar, en absoluto, la atención. lndu-
dablemente, la fülgida luz de México contribuyó a penetrar lo que
Je quedaba de corporalidad.
Una tarde se enconu·ó con una mujer que le atrajo a causa de • la
insaciable intensidad de pasión que ardía en sus pér fidos e uies-
crutables ojos, y que torturnba su gastado rostro coÍ1 un vórtice de
seductor pecado• . L.~ insaciable intensidad de pasión ardía en
Crowley, pues en la m.ixada de aquella señora sólo había curiosidad
por aquel joven gentilhombre inglés, cmiosidad que no tardó en
volverse sorpresa cuando éste le reveló el objeto de su interés, y más
tarde asombro, cuando, ya en su casa, se dirigieron al dormitorio,
donde pasaron junios lo que Crowley llamaría •algunas horas de
dcl.irio•. Si a ella le gustaba el sexo, y no hay motivo alguno para su-

67
poner lo contrario, debió tenerlo, y en abundancia. aquella tarde.
Se trataba de otra de sus •afirmaciones mágicas•, y otro acto de de-
safío que hacía pensando en su madre, a la cual, como todos los
hombres inmaduros, se hallaba fuertemente ligado. Crowley reco-
gió el incidente en sus Dmfessúms, no como una indicación de sus
gust0s sexuales o de su pasión hacia todas las cosas mórbidas y de-
sagradables, sino, simplemente,. como preámbulo a su drama en
verso Tamihiiuser, que escribió inmediatamente después. Se había
sentido tan estimulado por aquella ama de casa mexicana que, des-
pués d e haberla dejado, fue capaz de irse a su hotel y trabajar du-
ranle sesenlll y siete hora5 sc¡;uidas en el diálogo en verso qm: tiene
lugar entre Venus y Tannhauser. Había visto la ópera de \Vagner en
el Cov'e nt Carden: el papel de Venus era interpretado por una pri-
ma. donna norteamericana que había conocido en París. durante
una de las representaciones prh'lldas que ofrecía Mathers. Se ha-
bían enamorado y decidieron casarse, pero Crowlcy apc:nas men-
ciona sus amoríos, que, de cualquier modo, se habían visto tnmca-
dos por su súbito viaje a México .
Tannhiii"rer, una histmia de todos los tiempos, en cuatro a.ecos y un
epílog•o, no explica nada de los impulsos lujuriosos que le habían
impelido a escribir el poema, ni tampoco hace referencia alguna a
la misteriosa prima don.n.a americana. Si hubiera esérito algo sobre
alguna de estas dos mujeres, la repelente a.mame de unas horas o la
cantante de ópera, podría haber compuesto un genuino poema; pe-
ro en lugar de eso nos engañó con sus altisonantes versos sobre la
l~yenda alemana.
Por ahora disponernos de tres aspectos de la psicología de Crow-
ley gue resultan claros. Primero: carecía de frenos inhibitorios. Se
lanzaba a todo tipo de aventuras que excitasen su fantasía, tanto
mejc¡r si eran horribles, y no tenía miedo a la locura.
Segundo: tenía necesidad de alguna experiencia fuerte u horri-
ble para •ponerse en marcha•. La mayor parte de la gente se •po-
ne en marcha» sentándose en casa con un libre>, <>yendo música o
mirando un cuadro. Por d io, lo que yo creo es que le faltaba imagi-
nación . Como demuestra t(>da su existencia, hizo todo le) posible
para sentirse estimulado; nunca se sintió saciado de aventuras fan-
tásticas; no podía recibir de ninguna otra manera la comunicación.
Tercero: no sentía respeto por su propio cuerpo (ni por el de na-
die). Apenas era consciente de sí mismo como cuerpo físico y se ha-
bría sorprendido ligeramente si alguien le hubiese indicado que
ocupaba un lugar en el espacio.

68
De esto se deduce que no tenía miedo a coger la sífilis. '1'ai at-
trapé le syphillas en 1897-, escribe por los atios veinte a sn médico
francés, «me sruis soigneusement mercurialisé. n'ai ja.rnais eu de
symptómes ultra-sérieux et rien du tout depuis 1917-''.
Despreciaba. siempre a los que evitaban la promiscuidad por mie-
d o a las enfermedades venéreas, )' lleg-aba al punto de afirmar, con
la fuerza de quien tiene un oculto motivo para sus opini·o nes absur-
das y nocivas, que la sífilis es el fundamento de la genialidad y que
•sería saludable (! ] para todo '"'rón, ser impregnado con los gér-
menes de este virus para facilitar el cultivo del genio individual•".
En la madurez, cuando estaba en su Abadía de Tiielema, se des-
cribió a sí mismo de la siguiente manera:

Yo soy par-a Ti [Aiwass. su Sanco Angel de la Guarda] la !"amera,


coro11ada de veneno y oro, con ropajes multicolores, manchada de
vergf1cnza y embadurnada de sangre, ql1C, no por di11cro sino por
lujuria, me he prostituido a todos los q11c n1e dc::seaba11, y aún 1uás,
he tirado de la manga a los re molo1:1es, y con seducción, soborno y
amenaza he mtiltiplicado mis estup1·os. He co11seguido que mi car·
ne sea putrefacta, n1i sangre venenosa, n1is nervios una tOrtl1ra in·
fernal, 1ni cerebro una cabalgata de pesadilla5, l1e infectado el m11n·
do entero con la corn11>eió1l'"".

Un día. su sirvienta india, qt1e había ad\'ertido su interés por las


01on~ñ~1 s,. le hizo st1bir8e :.:.1 tej::ido d ts su c~~s.~1 y Je ind io-) dos cim~s.
cubiertas de nieve. el Popocatéped y e l lztaccíhuad. de alturas su-
periores a los diecisiete mil pies, o sea, dos mil pies más altos que
los Alpes, y no tan difíciles de escalar. Crowley le explicó que iba a
intent.ir escalar esas montatias que, en el aire límpido, parecían es-
tar encima de la ciudad, pero que esperaba la llegada de un amigo,
un fom1idable escalador, que Uegaría de Inglaten11.
Se n·ataba de Osear Eckc11stci11> t111 1noi1ta.il.cro inglés de o rigc11
judeoale1nát1 que CrO\\'ley había conocido etl \.\1a.stdale HeOO, e n
Ct1mberl~nd, lt1g:tr dt e nc 1.1.;>ntro, <! n Jngh1t~rni . de los montañero s.
Eckenstein había fonnado parte de la expedición de Conway al Hi-
malaya en 1892, y era una ñgul"a familiar en los Alpes. Había inven-
tado un uue»o tipo de crampón, o hierro d e escalar, que pel'D1itía a
los montañeros acabar con e l laborioso método de tallar peldaños
en el hielo. Era bajo y robusto, y también diecisiete años mayor que
C1·owley. :\1 p<tJ"'t:t:~-; (J E<..kt::u~lc:iu le:: agraU~lJa Cruwlc::y. Y, :;i11 gt!u~
ro de dudas, a Cro•,•ley le agradaba Ec kenstejn. Él y Benn~tt fue ro n

69
las dos ún ica~ pe rsonas de las que nunca hiio nin¡,•tma o bservación
hostil. Definió a Eckenstein como el más grande escalador de su
é poca; mie ntras que Benne tc era su gurú para Ja magia, Eckenscein
era su maestro en montañismo. Es interesante observar que los tres
hombres subían de asma.
• Eckenstein., escribía Crowley a Harry Dough cy e n 1924, •con
tal d e pone rle la mano e ncima a cualquier cosa, que sólo tul indivi-
duo muy car!(ado de hachís podría llamar un "saliente", habría sido
capaz de ir a fl1r11arse e 11 pocos segundos u1·1a pipa al .Stlsodicl10 sa-
liente sin que ninguno de nosotros pudiese explicar cómo lo había
hecho; y aunque yo era incapaz de hacer el más leve "jercicio gim-
nástico, conseguía llegar a lugares a los que Eckenscein no se atre-
vía a ir».
Hacia el final d e aquel año, 1900, llegó Eckenstein, y ambos fue-
rnn hasta Amecameca, en la estribación de ambas montañas y pun-
to de partida para toda escalada. Comenzaron por el lztaccíbua!l,
palabra que en nábuad significaba •mujer dormida». A los l4.000
pies establecieron un campamento, en donde permanecieron tres
semanas, esc;tlando por codas sus carns la espléndida montaña y
mante nié ndose a base de conservas y champán. Crowley sostuvo
que él y Eckenscein batieron \'arios récords mundiales.
. .
C11ando rc~gresaron a .J\rr1ecamcca para celebrar ~ti tri11nfo. s11
huésp e d l~ recibió C(>ll expresión gra.,)e, e inte r1tó dál' las 111:1.las n c-
tic:ias de Ja ntcjo r 1.nanerd qt1c ptuJo: l:t reina \ 1it t<.Jria hal>ía 1nue::rto.
Con gran sorpresa suya, Crowlcy hizo volar por el aire su sombrero
)' dio $.a .l tos d e :lJegría. Para Crc•v1ley )', ttl )' como él péns."lba, par.t
u1ucl10~ Jutí.s -~ü 1 tltac.la, ti.l l~ W:s y JXJ • :S<i llvr~, la it:iua Yil..LOJh1
ba1)ía sido tul ahogo totaJ, una 11ieb1a espe~a e i1unen,sa que les en·
v-0J"ía a todos. •No podíamos ":er. ni:. pod í<ttl)t.)S. respj-.:--M'», der í;¡; )1
au11que rcc.011.oc.iesc qu<-: durante .~1,1 re inado (;ra.n l)rc:r.cni.a habí~
mejorado en prosperidad, • no obstante, de una u otra manera, el
t'SJ)frit1.1 d e- 11.1 1 f.p<u··:t h~hfr1 m :-~r·a ri o trw·los: n11 ,:._l\rro~ ar1l1t•lnf.i. l.l11á
me ntali<lad de te11<:tero~. pagada de 3Í 1ni!1rtta, pulcra. $uperficia!,
scn;1, sROh y sentimental, se pro pagaba por roda1 partes•. lndud2-
hlt~men1e , l~t reina Vlctori~t le recordaba. a otra ;:Lutócr.dta: s11 marlrt>.
Sl.1siguiente cxpcd.icióo Jcs Ucvó a Colima, a ti.nas quinientas mi-
llas al oes1e de Ciudad de Mexico, que no es oira rosa que un vol-
cán en actividad. Al salir del bosque. ambos exploradores pud ieron
conte n, plar un volc:in e n e rupción. Se enoontraban a do"Ce millas,
pero el \iemo soplaba hacia ellos. Al por.o rato, las ceniia; que cafan,
tremendaroente ardientes, Uenaban sus vestimen1<1s de pequeños

10
agtijeros. Avanzaron y. u·as escalar una cima pr·óxima, comenzaron
el ascenso al monte Colima. No llegaro n muy lejos: el calor del sue-
lo corr1cnz6 a quen1arlt.--s los pies, a través d e las botas, y tuvieron
que regresar.
Escalaron el Popocatépeu en circunstancias poco comunes. Un
diario mexicano, El Heraldo, se habfa enterado de las actividades de
los dos ingleses, y había mostrado sus dudas respecto a su pericia co-
mo montañeros. •Noson-os no habíamos hecho declaraciones de
ningún género-, dijo Crowley. Eckenstein estaba indignado; se füe
hasta el bar frecuentado por los periodistas de El Heraldo, conoció
al autor del artículo sobre Crowley y él, y le invitó a que se uniera a
una expedición al Popocatépeu, «la montaña humeante•, adqui-
riendo, de ese modo, un conocimiento de primera mano de las
monta.ñas y de los hombres que las escalan. El periodista aceptó.

Uno de los récords mundiales ql1e habíamos batido era e l de ve..


locidad de asce11sión a gra11des aln1ras. Mt.1cl10 a1tr.es d e que llegá·
ran1os al pt1J1co rnás l>ajo clel rebQrde ele! crátel', 11uest1·0 escéptico
amigo declaró qt1e no podía dar un paso más y que regresaba. Le
a~egurantos q11e aquella sin1ación era frecuente, que 1>0drían1os
co11ti1\,1al' juJltos fáciJn\ente t11ediante la cordacla. Así pues, le ata-
n1os e ntre los (los: Eckenstei11 con1enzó una enérgica marcha 1JlOn-
ta1la arriba, a Ja que colaboré aJ agltijoncar con mi pioJet al recalci-
trante reportero qltc ¡\gotó coda la g-arna de sl1plicas, a las qlte sólo
1

rcspo11di1nos rnediante alegres y a11imosas exhortaciones. No aflqja·


mos el paso hasta llegar a la cima. Probablemenre, era la primera
''ei que alguien la había escalado de un lirón. Después de aquello.
llUCSlf3 VÍCti1na t:Staba COO\'COCicta e.le: que; csr.alar ITlOll t.n·
f>(J(IÍa1nOS
11~\$. ¡V de que había sentido cu car11c 1>ro pi~' su f-accta rncaos ¡tgrJ-
dable!

No imenrn ron la ascensión del Ori1.aba, o C'.iuahé pcu, •momaña


de la estrella•, el pico m{i.s alto de México, pues, por el momento.
se habían cansado de escalar montañas. Pero ambos esruvieron de
acuerdo en que, tan pronto corno fuera posible, or-ganizarían una
expedición al Mimalnya para conquistar el K2, la segunda cumbre:
más alta del mundo.
Eckenstein hizo el equipaje y re¡,•resó a su patria, micntraS Cro\\•
ley, que ya llevaba en México nueve meses y medio, se fue a San
Francisco.

71
~1e ft1i ar1(lan<IO hasta ju.árez. para dar tin beso de <iespedida a
mi chica. ¡Oh, México! ¡Mi corazón aún palpita y arde cuando el re-
cuerdo te trae a n1j 01en1oria! l'or otras :uaciones siento rná.s admi-
ración y respeto~ pero ninguna de ellas. ptiede igt1alar ttl tascina·
ción. Tu clima, tus cosntmbres, tu gente y tu extraño paisaje de
ensoñador encarita_n1iento. hacen que \i'Uelva a se11ti.rtne co1uo si
fuera un muchacho.

Quería ir a Ceil.án , a ver a Allan Bennet.t -pues tenía que hacer·


le una pregunta sobre Matbers- y regresar a su casa, después de es-
cala1· el K2. A diferencia de Eckenstein, aún no había visitado el
Oriente: aquél iba a ser su Gran \li'\je.
En un alto durante su viaj e a El Paso, la ciudad fronte1iza entre Te-
xas y Mé.xico, vio en un campo de trabajo a tres peones, rodeados por
una multitud. jugando a las canas. (La vida de Aleister Crowley es
tina serie de éxtasis, abominacio nes y s11ccsos extraños. Los inciden-
tes de los que fue testigo mientras vagaba alrededor del mundo par"
ticipan de lo:s mismos matices. Sólo vemos y oímos lo que conmueve
nuestra imaginación, mientr..s que ignoramos, u olvidamos, el resto.)
Súbitamcnie, uno de los jugadores se abalanzó sobre el hombre que
tenía enfren(e y hundió sus dedos entre sus largos cabellos, al tiem-
J?-Q q_t!e. ina-och1~ía Jos pul¡;ares por los rabillos de sus ojos.
Todo sucedió en un momento: los ojos del hombre se desgaja-
ron de sus cuencas, y su asaltante, soltándose con una violenta sa-
cudida, salió corriendo como una exhalación. «Los alaridos del
mutilado fueron coreados por un alboroto universal. Al¡,runos se
pusieron en pie, otros fueron por sus caballos, pero la gran mayo-
ría mantuvo una actitud de filosófica indiferencia. No era asunto
suyo, y, quizás, aquel suceso sólo sirviera, a lo más. para recordarles
que tenían que ir al barbero.•
Pe1maneció una semana en el barrio chino de San Francisco y
luego partió hacia Hawai en un barco de bandera japonesa. En la
playa de Waikiki conoció a una norteamericana de origen escocés,
diez años mayor que él, casada con un abogado estadounidense y
madre de un adolescente. Crowley dice que había ido a Hawai para
curarse de la fiebre del heno. Se enamoró de ella -se enamoraba y
desenamoraba contin uamente, con gran facilidad- y, de tal suerte
inspirado, escribió un largo poema (A/ice, An Adultery), la llevó con-
sigo basta el Japón y, una vez allí, la abandonó. Aquella obra, que
comprende cir1ct1er1ta poesías, una por ca.da 0110 de los días q·ue du-
ró su pasión, le satisfizo plenamente:

7%
A rnediodía, e lla 1.arpó hacia su hogar. una llorosa 11ovia,
y• viuda antes de haber acabado su luna de miel.
Anlbos so1Joza1l1os, tendiéndo11os los brazos desesperaclamente.
Y... partió. El lado bruta! de la verdad centelleó:
«¡Gracias a Dios que hem, -:ibado con esta tonte ría!».

Desde Yokohama envió una carta a Gerald Kelly (véase el capí-


tulo 6) , en la que se refería a ..Atice• de una manera bastante más
directa:

He tenido t"'Slos djas el 1nás i111portanle ajfa:irtt runoroso de toda


mi larga y ardua carrera. Ella se llamaba Mary Bcaton. Sin lugar a
dudas, la mujer más bella de todas las q ue conozco, de apariencia
majescuosa, pero la más dulce y femenina de todas con las que me
haya encontrado. Qué digo, una dama, de la cabeza a los pies. En
los poemas qt1c podrás leer, y qt1e le están dedicados, le di el nom·
bre de Alice, que era el preferido por ella. Había vi~j ado a Ha,,';l¡ pa·
ra reponerse de su saltad. Durante un cieno tiempo nos amamos
castamente. (Estaba casada y lle\laba consigo a uno d e sus hijos.) Le
propuse que se viniera conmjgo. Y, por supuesto que eo el barco, al
fin pudimos j oder. per<> -¡y aquí está el milagro!- nos sobrepusimos
y consegui1nos regresar a la castidad y a un amor n1ác; profundo y
verdadero. Aho1-a ella se ha ido y sé que acaba.ré olvidándola, pero
su dulwra y el poder de su purew han salvado mi alma. El affiure
d uró ci11c t•e11t.a días a11ll~ d e q ue co111e11z;.tra a deca.cr. Ha sido re-
cof!ido e n cincuenta sonetos.
CrO\~f·y Oll n("'.-'l f•xp li r6 );'\~ ("áUS~~ rlt> ];) •••rttira. r•"r(l, ,:•n r 11:1l-
q uier cas.o~ fue co11.'!l-Cier1t'c de la tri~•eza de la vida así co1n o d el n-U:.i-
Lerioso demonio que oocuramente le impelía. Alice fue Ja primera
de una larga se1ie de mt\iere$ que le h icieron comprender que no
l1abía sid o hecho pnra el amor.
Angusclado, buscó a Elalne, hermana Fldells, que, mientras tan-
to, se había casado con un tal \r\' itkO'\'S ki. y vivía en Ho ng Kong. Re-
cordaba su intrepidez }' lea1t'Ad en la ten tativa de conquis~r la
Cripta y rc:3taurar a MacGregor ritather;s. EUa le habría con1pren-
dido, aconsejado, dado ánimos. Pero descubrió, con gran desilu-
sión. que Elaine ya sólo consideraba la magia como uo juego, y
que había sido ganadora del primer p r-emio en tan baile de disfra-
l:t:S tlt: la w luuia iuglcs(t, a ] c.pa1 ·~c.;e1 c.;011 1'9 vt-:sú1uc::ura i:: i11~ig11ias
de Adepta.
Prosiguió viaje hasra Cei lán, donde vio a Allan Benncu, que vivía
al c..:ui<la<lo de:: lUl sa11lu >'ºf:!i'l1i 1•1 c::11 lusjaatli11e.s tic:: la Cai1t:la, t:JI Co-
lombo. La pregunta que le había estado preocupando desde que
abandonara Inglaterra y en busca de cuya conu::stadón había dado
en sus tres cuartas partes la vuelta al mundo, fue entonces fonuula-
da; pero en tales términos que no sabemos, exactamente, en qué
consistió. De cualquier modo, los hechos se desarrollaron de la si·
gl1ie11tt rr1anera:
Un día, el hermano Iehi Aour (Bennett) y el henuano Deo Du-
ce Comite Ferro (Mathers) estuvieron discutiendo acerca del dios
Shiva, el Desu·ucto1-, que era venerado por Iebi Aour. l. A. había di-
cho: · Si se repite Su nombre un número suficiente de vece.s, abrirá
Su oio y destruirá el Universo...
D. D. C. F. no estaba de acuerdo. El pensamiento de que su vida
dependiera de que Shiva abriese su tercer qjo le parecía excesivo.
Al cabo, l. A. intentó culminar su argumentación, adoptando uoa
de las posiciones del yoga y repitiendo ad 'llalLSeam el mano-a: •Shi-
va, Shh>a, Shiva, Sbh>a, Sbiva, Shiva, Shiva... •, con lo cual hizo enco-
leri1,ar a Mathers.
•¿Quieres dejar de blasfemar?•, rugió Mar.hers.
Pero el santo hombre siguió repitiendo su •Shh~1, Shi\'<1, Shim,
Sl1iv.:t., Sl1iva ..... .
·Si no lo dejas, 1.c pego un tiro.• Y Marhers sacó un revólver.
r. A., que se había concentrado, no se enteró y siguió repitiendo
el nombre de Shiva.
Antes de que D. D. C. E pudiera apretar el g.ir.illo, la hem1ana
V. N. R. (Moina Mathcrs) entró en la habitación, salvando con ello
la vicia del hermano l. A.
Y esr.o fue lo que ocurrió, pero de lo que hubo en t:llo de cieno, y
de lo que Perdurabo quiso preguntar al hermano l. A. nada se sabe.
Lo• dos buscadores de la verdacl se fueron juntos a Kandy y al-
quilaron un b1mgaww amueblado en las colinas que miraban al la·
go. Jehi Aour prosiguió con su meditación yóguica y Perdurabo con
su poesía; pero al poco tiempo fue c1·eciendo el interés de Crowley
por el yoga, y bajo la ensei1anza de l. A. come117.aron sus primeros
estudios en la materia. Aquél era un Retiro Mágico y Crowley se ha·
liaba en manos de su santo gurú.
Hizo tan rápidos probrresos que, a los pocos meses, alcanzó el es-
tado de Dhyarnr.. que dc$0"ibió como una tremenda experiencia e,;-
piritual: el sujeto y el objeto clt: la meditación se unen con una '~o­
lencia excesiva en medio de un fttlgor cegador y w1a música celestial.

74
MicnD'llS Crowlcy practicaba la caza m2yor - abatió un búfalo con
un máuser del calibre 303-, se dejaba barba y fantaseaba acerca de
placeres carnales, .' \llan Bennett se despojó de las últimas atadw·as
que le lig-aban al mundo y tendió sus manos hacia la Túnica Alnari-
lla, es decir, se hizo monje budista. Los dos cofrades de la Coldcn
Dawn, que habían compartido un apar1amento en Chanccry Lane,
se dijeron adiós; uno partió hacia el interior de la India en busca de
nue\<as aventuras, y el otro hacia un monasterio de Birmania.
Los vagabundeos de Crowlcy a través de la India, entre 1901 y
1902, 111 menos le supusier<)n t1na experier1c:ia ins(>lita. Quería ,;¡si-
tar lo que llamaba • la parte más interesante• del gran templo de
Madura, que estaba, y qui1.ás aún lo está, pro hibido a los europeos.
Al igual que su héroe, sir Richard franci; Burton, que había entra-
do, disfrazado de árabe, en la ciudad prohibida de La Meca, Per-
durabo, vestido solamente con un taparrabos, sostuvo el plato de las
limos11as e 11 u11 pt.1e blo cc1·cano. Desde ll1ego qtte Cro \vlcy 110 e ng-a -
ñ6 a nadie, pero gracias a su l1az;ti1a se ¡,ra116 la si111palía de los 1·1a-
tivos que, impresionados por su yoga, le permitieron acceder a al-
gunos de sm santuarios secretos, en uno de los cuales sacrificó una
cabra a la djosa Bhavani" . AJ menos, esto es lo que cuenta Crowley.
Después de haber explorado el norte de la India durante algu-
nos meses, Crowley pensó que le gustaría ver cómo le iban las cosas
a Iehi Aour en Akyab, po r lo que 1.arpó hacia Rangún, para remon-
tar posteriormente al río lrrawaddy. Una vez en Midon , decidió
atravesar la región, pero al _pie de las colinas Arakan, sus coolies se
negaron a seguir avanzando, por lo que Crowley y su compañero de
viajP. ( 1111 t;:i.l F.rl,..r::trrl Thorto11 > q1 1P. hahía ronc.c.irlo P.tl (',;t)c.11t::ii) rl~
cidieron dar marcha atrás. Alquilaron una especie de piragua de
treinta y cinco pies de largo, con un toldo en medio, lo suficiente-
menc.c ancha como para pennit.ir el paso de dos hombres, y se diri·
gieron corriente abajo. Aunque e1úermo de mala1ia, Perdurabo se
sentó a popa, con un 1iílc sobre las rodillas, disparando contra cual·
quier a11imal q11e se pusiera a Liro.
Cuarenta y cinco a11os más tarde. cuando estaba con él en su pe-
quc1ia habitación de la casa de huéspedes de Hasrings, a la que se
había rctin1do para su (ti timo Retiro 'Milgico, rodeados d e sus libros
y de sus cuadros (uno de los cuales representaba a su amante, Ca·
mille, un individuo de aspecto desagradable), mientras fuera caía la
lluvia, Crowley se desprendió de su melancolía al hablanne, sin que
\ri.niese a cuenLo. de un viaje en canoa, Irra, ..•addy abajo, con un ri·
fle sobre sus rodillas. Y se puso a cantar. Eso era lo que le gustaría

75
repetir, d\jo. Pero sólo era el relumbrón de un fuego a punto de ex-
tinguirse.
El 13 de febrero de 1902 llegó a Ak)'ab y desembarcó precipita-
dan1enle, en busca de Be11r1eLt. Le e11cor1tró e11 el n1or1a'5Lerio clel
Lama Sayadaw Kyoung. Con su túnica amarilla parecía un gig-ante,
en comparación con sus menudos cofrades birmanos. El hermano
lehi Aour había abandonado el pueril juego de la Golden Dawn a
cambio de la auténtica vida del espíritu. El Sangha budista le había
ilamado: ahora era el /JhiAAh1t Ananda Metteya, y muchos eran los
que le reverenciaban.
D1JranLe ~u breve es:tancia c r1 e l mona1teri<> Cro,vley
1 t.ntb~j6 ar-
duamente en un nuevo poema, que, a su debido tiempo, apareció
con el título de Ahab, en lengua indostaní, puesto que deseaba ser
el intérprete de la proyec1ada expedición,junto con Eckeos1ein, al
Himalaya. Mientras taDlo, Ananda Meneya se encomraba en una
pequeiia cabaña a media milla de distancia, en serena meditación.
Si Perdurabo había conseguido cierta habilidad en el yoga.
Ananda Mcttcya, literalmente, se había superado a sí mismo en
aquel arte. Agua y comida eran deposirndos con 1oda naturalidad
en la repisa de la ventana del Bhikkhu europeo. Un día, uno de los
monjes fue a ver a Crowlcy, pues duranie tres días el alimento no
había sido cogido de so repisa en la ventana y nadie había respon-
dido a s u llamada.
Crowle¡rsalió corriendo a investigm-.
Abrió la puerta del bungalow y, para su asombro, vio a Ananda
Meneya levitando en el aire, a la altw·a de sus ojos. Carecía de pe-
so, y, en la corriente de aire que entraba po:r la puerta abierta, vaci-
laba como una hoja seca ...

76
5. Las inexpugnables murallas de hielo

Crowley y Eckenstein habían hablado totalmente en serio res·


pecto a su viaje al Himalaya y al ascenso del K2, el punto culminan-
te del Karakorum. En 1892, Eckenstein casi había llegado a echarle
un vistazo al K2, que es el nombre, en el Mapa Topográfico de la In-
dia, que recibe el Chogo Ri o monte Godwin-Austin, ya que había
formado parte de la famosa expedición de sir \\lilliarn Marún Con-
way. Eckenstein no menciona a Conway en la nanación de sus via-
jes po:r esa parte del mundo, esto es, en The Karakomms tJnrl Kashm;r,
An Acwunl of aJounur11 pero tamp-OCO· Conway menciona en los su-
yos a Eckenstein, porque aquellos dos hombres descubrieron que
cuand o se encontraban en los confines de la civilización no alber-
gaban mutuas simpaúas; por eso, Edcens1.ein había abandonado la
partida, re¡,.•T(:sando en solitario a la p:atria.
Ya en Londres, deipués de su vuelta de México, Eckenstein co-
menzó a organizar la expedición, manteniendo a Crowley informa-
do por carta. Entre ambos concluyeron un acuerdo, que Crowley re-
c:ogió íntc::gramc::nte en .:su autobiografia1 pero que ~e re-dvce a e~tM
sencillas condiciones: Eckenstein, que er.i libre de buscar otros es-
caladores que les acompañasen, que pagasen sus propios gasto> y
que pudiesen desempeñar alguna bbor útil, sería el jefe. La obe-
diencia a su persona sería incuestionable, pero si un escabdor pen-
:;aba que por cumplir sus órdenes podía perder la vida, entonces le
amparaba el derecho de negarse a obedecerlas. Las diferencias se-
rian rle.ciriirla.i;; por n1ayoría de voto. Narlie podría c:o111prar rlingiín
material sin el conocimiento y consentimiento de Eckenstein. Esta-
ban prohibidas todo tipo de interferencias con las creencias )' pre-
j uicios de los nativos; y a las mtyeres. estrictamente, babia que ae-
j¡ulas en paz.
F.ste ac.11ercio t":ra solamenre 11n;i p~rrt": rlt": la i11cesa11tC": ror~­
pondencia entre estos dos hombres, que se proponían la conquista
de una fonnidable. y basta entonces, inalcanzada montaña de un
país lejano. El K2 er.i, por entonces, la montaña más alta del mun-
do accesible a los europeos, ya que el monte Everest descansa sobre

77
la frontera enu·c el Tíbct y Nepal, dos Estados que, por aquel tiem-
po. les estaban rígidamen1.e vedados. Hasta. 1921, con la primera ex-
pedición que iba a escalarlo, no fue con cedido el permiso par"
acercarse al f,rerest.
En marzo de 1902, Crowley se enconu-ó en Delhi con su equipo.
Aparte de él y de Eckenstein, estaba formado por los siguientes
hombres: Cuy .K.nowles, un universitario de 22 años de Cambridge;
J. J. Cuillarmod, un médico y monta1iero suizo de 33 aiios; y dos ex-
perimentados escaladores austríacos: H. Pfannl y V. Wesseley, am-
bos de 31 años.
Crowky era el segundo en el mando. Había pagado l.000 libras
esterlinas par-a contribuiI' a los gastos, o al menos así lo afirma en su
au1obiogr.úía. Sin embargo, .K.noivles me dijo que Crowley nunca
p!lsO \.In penique y que la mayor parte de los gastos de la expedición
se de bieron a él.
Así describe Crowlcy a sus compañeros en el relat:o que de la ex-
pedición hiciera dieciocho a1ios más carde: con respecto a Ecken-
stein expresa su habimal afecto, ya que era el hombre más noble
que hubie ra conocido, aun sobre una montaña. Guy .K.nowlcs es,
más o me nos. despachado con algún Ctun plido de rigo r. Pfannl y
Wesseley son acusados de que su experiencia en escalada se limita
ún icamen te a los Alpes y de compormrse como si todavía se encon-
trasen en el Tirol. Wesseley es caliticado d e •cerdo", porque su ma-
nera de comer en el g laciar daba náuseas a Crowley, y porque no te-
11ía la imaginación Sl1fici e11te como para caer enfenno, como les
había sucedido a los demás. Ambos austríacos, en definitiva, son
considerados como •cxtra1ios indeseables.. En c uanto a Jacot Gui-
llarmod, que había servido como médico en el tjérdto suizo, •en-
tendía tan poco de montañas como de medicina•.
Al norte de la India se exúcndc una cordillera de picos más al-
tos que c ualquiem de los de Europa, África y las dos Américas. Sur-
gen de una Uanum, de altura comprendida entre los 12.000 y 18.000
pies: es como decir que nacen a la misma altum e n que los Alpes se
terminan. A pe3ar d e múltiples )' heroicos inten1os, "'" picos más
elevados pcnnanccicron inviolados hasta hace pocos aiios. y las in-
mensidades s,'llv-ajes de hielo y nieYc sobre las que reposan aún si-
guen, en su mayor parte, inexploradas, por no hablar de las muchas
rnon tatias que aún permanece n sin nombre.
Ésta era la pane del mw1do en que progresaba la expedición Ec-
kenstein-Crowley. No eran los primeros hombres blancos que ha-
bían llegarlo hasta allí. Sir William Martí n (el tratamiento vino des-

78
pués de q ue recibiera el nombramiento de lord Conway) les había
precedido, y cinco años antes que él, sir Francis Youughusband -el
mismo que en J904 :zanjó una disputa entre el gobierno británico y
los tibetanos con la ayuda de una e.scolta de 2.500 hombres- habían
visto de cerca el K2.
El Chogo Ri se halla oculto por montaña< satélites. Cuando el co-
ronel Younghusband dobló el extremo d e un salie nte y contempló,
por vez primera, sus imponentes paredes de hielo, se quedó bo q uia-
bit~rto de asombro. El Chogo Ri se eleva 12.000 pies sobre la ¡plana
meseta en que se apoya, y su altura total (sobre el nivel del mar) es
de 28.250 pies. Erd mucho más alto de lo que Younghusband hubie-
ra nunca un~inado; y pcns6 q ue sería absurdo intentar escalarlo:

Nada 111ás doblar l•n 1'ec0<Lo plt<li111os apr·eciar un pico de l•na al-
tL1.ra q ue <taba vértigo .. . 110 podía tratarse rnás qt1e del K2 ... parecía
erguirse co1no L111 cor10 f>Crfccto~ pero d e al turd i nconcebible. So-
brecogidos, es1.rechan1os tila$ ... e 11 aq l1el hlpl' en que 1\os e11c:on-
u-ába1uos, cel'ca de Slt cara 11orte1 <1ue, p1"áctica111ente, '~e11e a ser ruo
glaciar~ t1abr.í de lutos catorce: a <licciséis 111il pies d e hielo sólido.

0 06 animosos r1ortca1n e ric;tn(•S, ya entr..'ldos en aOos. el d octor


Wi!liam Workrnan y su señora, F:mny. también habían recorrióo y
escalado ~úl pilrtc de la cordjlJcra del l lllnalaya atllC;S de qiac le~ t~
e.ara el t11rnn a E"~kensl.ein, Cro \'/ley, K1t O\\<iP.S, (;11illa_11n od, Píann ) y
V.'~lt)· Ya c.k.:itl<: la <l6..:a<l'9 tlc:: lt~s a1iu; 11ovt:r1t.a <.l e:) ~igJo xtX-1 ou·as
partes d e la cordille r.:.. llabí:.ttl sitio alc~t1z::tda'\> J>Or lo s 1r1o n11ñcros.
Pero el equipo de Eckeostcln fue el primero que intentó la con-
qujsta del K2.
1':1 tren les 11<.,,ó hasta R2.walpindi. en el l'wtjab. eu donde se apea·
ro1~, junto <..."On :sus 1.rcti toncladots d e irnpediruen11t. fl rc,,to ttcl via~
je se hizo a pi~. Pn po n i~ y P.n 1111 r.~ rm rle rlr1s n1e.rlas tirarlo pr1r p o-
J1is, <let10111i1ia<lu ekku, 4uc: Cruwlt) dt:st.:ril>e c.;01110 1111 aJltfu<.:Lo
parecido a un ~abriolé al que- le hLabiel'i\J\ qui ~tdo de lln golpe- la
parte 1rasera y Ja superior, donde va el cochero, -c¡ue podrfa haber
sido ideado por e l bo1nbre qt1e inventó el '""ªt;~> . Se alquila.ron 1

quince 1kf.as. y se reanudó ia marcha. l'.rl la aldea de li'et. tueron


detenidos por un i113pcctor d e poli.cía qt1c llegó en t1n dcsYeucija-
do coche tirado por dos caballos, con instrucciones de arrestar a
Eclca1.stci1). Al día .s·i guic1ltc, el ...~ ccco n1isaJ·io de Ra"'•al pi11di llcga-
00 (' <lO l1r1~-1 f)rdt:-1l , d(• t1:;4tl a m i;n os 'l'J(· del m is.m ísim1) ,rirrr.-y. 'ltu~
prohibia a l::ckenstein seguir adeian te.

79
Eckenstein fue escoltado de regreso a Rawalpindi, y la expedi-
ción, al mando de Crowley, partió apresuradamente hacia Srinagar,
la capital de Cachemira. Todos se hallaban desconcertados y depri-
midos. Nadie sabía por qué habían detenido a Eckenstein, pues no
les habían dado ninguna explicación. Tres semanas después, eran
alcanzados por su jefe. Le habían soltado, después de que pusiera
en un aprieto a lord Curzon, el virrey de la l.ndia, al preguntarle qué
era lo que tenia contra él. Curzon no se lo dijo -en todo momento,
Eckenstein declaró su total ignorancia al respecto-, pero le puso en
libertad. Lo único cierto es que, a causa de su apellido, corría el ru-
m c..li:- d(" qtie ( "nt 1.10 espÍ<'t p1."1.1si~no .
El 28 de abril, dejaron Srinagar con 170 porteadores indígenas y
el mapa de Conway, que a Crowley le resultaba dificil de interpre-
tar, o, co1no irónica1nente decía, de reconciliar con la naturaleza.
Los eAAas fueron susótuidos por kiltas, una especie de capazos que
los coolU!s llevaban a la espalda; los ponis fueron devueltos a sus pro-
pietarios. El terreno que se ofrecía ante ellos era el de un empina-
do paso de montaña, con primitivos puenies de cuerda tendidos so-
bre barrancos y ríos de fango. En aquellos sitios, un médico era mra
avis, por lo que en cada aldea por la que pasaban le\'lllltaban un im-
provisado lazareto: la relación precisa y más bien árida que de la ex-
pedición hace el doctor Jacot Guillarmod, Six •Mis dam l'Hi11U•lnya,
está sembrada de detalles sobre las improvisadas operaciones que
efectuaba en ellos.
El paisaje comenzó a escasear de vegetación; la marcha se hizo
más ardua. •Las mon tañas son enonnes y horribles cúmulos dt: in-
fomte monotonía. Es difícil obsen-ar en ella.~ un noble contorno;
no hay sosiego para la vista; ni inspiración ai inlerés; nada, sino un
punz.'ln te deseo de acabar con el aburrido 1rajinar del día•, escribió
Crowley.
Entre Srinagar y Skardo hay un paso cubierto por la nieve, lla-
mado Zoji La, que separa Cachemira del Baltistán. Crowley refiere:

~·ti
misión consistía e n intentar q•.1e las: caravanas atravesaran la
sección relati\'amei1Le estrecl1a del paso. que ta_l)LO r_njcdo inspir'dba
a los hombres, por lo que pasé gran parte de la mañana yendo de
tin lado para o tro, alentando a uno, exhortando a otro, y echando
una mano a un tercero. Cuando el último de los hombres hubo cru-
1,ado, sano y salvo, aqueUa parte esrrecha, tan critica, me sentí can-
sado; y cuando me decidí a seguir, observé, para consternación mía,
que la \"Cfliente del paso que daba hacia Makayun, en lugar de ha-

80
llarse empinada. presentaba en aqLLel momento un gradiente m uy
baj o; y que. en vez de hallarse desprovista de nieve, ésta la había cu·
bierto prof11san1ent.e. Dado q'1e el día estaba muy avanzado, m1 an-
dadura era cada vez más lenta y embarrada. Ni siquiera las marcas
que habían dejado los coolies conseguían que el sendero fuese mini·
mamente practicable. Desfallecido hasta el agotamiento. me arras-
tré hasta el campamento, al que llegué a las cinco de la madrugada,
desp11és (te trece horas de penoso avance, <iur<u1tc las que apenas
pude descansar.

Todavía les quedaban veinte etapas para llegar al glaciar Balto-


ro. A pesar d el viento que les taladraba, el resplandor del sol era
insoportable. Mientras medio cuerpo se les congelaba, la otra mi·
tad se les costaba. En Skardo se \'Íeron metidos en una tormenta
d e arena, que nacía en la cuenca del Indo e impedía ve r las mon-
tañas.
El último vínculo con la ch1Jiz.ación -es una manera de hablar-
lo constituía la aldea de Askoley, donde Eckenstein había dejad o,
d ie~ :tñtlS :;tntt.:"S., a s ir W. M. C(1n\11~y. En <:.)la n 1vo lt•g<tr un<t disp1.1t:.1
entre Eckenstein y Crowley acerca de los libros q ue Crowley llevaba
consigo. Se había decidido que, en la5 últimas etapas del viaje, cada
uno no debería llevar encima más de cuarenta li bras de peso. Crow·
ley se hallaba abrumado a causa de la poesia:

Ecke·n stein me ha apremiado a que aba11done 111i biblio teca Su


teoría es que cuando se \'iaja por lugares sel•<lticos uno debe con-
vertirse, al menos temporalmente, en completo sal\lajc; pero mi
11n

experiencia )'a me había demostrado que no sólo de pan vive el


ho mbre. Yo atribuía la casi universal inestabiUdad me ntal y moral
de los e uropeos que se dedican a la exploración mucho mfü; a su
propia falta de relajación intelec1t1al que a cualquier tipo de pena-
lidades y estrecheces inseparables de las condiciones físicas. Los
buenos amigos eran capaces. en poco Lictnpo. de pclcal'se hasta la
mt1c rte por tan terrón de azúcar. No q uiero decir que yo no fucr.i
capaz de soportar el glaciar Baltoro sin Miltoo )' los demás, pero es
un hecho que por lo menos Pfunnl se \'Olvió loco, y que Wesseley se
obsesionó tanto con la comida que hasra llegó a robarla.

Al igual que Baudclairc, Crowlcy podía estar tres d ías sin pan ,
pe ro ninguno sin poesía. No cedió: le dijo a su jefe que o llevaba
consigo sus libros, o abandonaba la e xpedición. Eckenstein cedió.

81
Una caravana de 230 hombres, 18 ovejas, J5 cabrns y más de 20
gallinas avanzaba hacia el ime rio r de lo ine xplorado, ascendiendo,
inexorablemente, cada vez más alto. Los coolies fueron a ver a Cro"~
ley, así dice él, }' le <lijeror1 que sabían qtLC r1l1nca ret:,'1·<.·.sarían, pero
que no les importaba, pues era el kismel'.
El g laciar Bal toro tiene unas treinta millas de largo por dos d e
ancho: una extensión en pendiente llena de hielo y d e materiales
desprendidos d e las montañas ci.-cundantes. Cerca de veinte glaciac
res u·ib utarios alime ntaban el Bailloro, )' de su morrena brotaba w1
torrente fangoso, el Bralduh, qne descendía por el valle de Biaho
para co11ve rtirse er1 tlna de las ftcer1Lcs <lel [r1do.
El 8 de junio de 1902, Crowley, que llevaba una sortija con un
gran topacio y al que acompañaban veinte t()(l/;es, se detuvo ante e!>-
ta formidable morrena. Se e nco111.raban a una a.lrura de 1l.580 pies:
la ascensión al K2 había comen zado. Pfannl y Wesseley, con ochen-
ta hombres, le seguían a un día d e mar<:ha; y de trás d e ellos iba el
resto d e la e xpedición.
Al final del Baltoro, a una alturn de 13.5[>0 pies, tiene su origen un
glaciar t1ibt1ta.rio que conduce direcb:lme11te a la mo11taña. Con,vay,
que se ha bía d etenido al pie de éste, le dio el nombre d e Codwin-
Austin, e n honor d el primer hombre que explorara la región. Aho-
ra es1a.ban 101ahnentc rodeados d e hielo, en un paraje q ue j>uná' ha-
bía pisado n ingún ho mbre blanco. El 16 de junio, el K2 surgía e n
toda su J11!_ll(Tl ificencia, delante deLJ..>Tlf po avanzado d e Crowl~y.
El poera de la ei<pcdición lo vio únicamen te en su aspecto prác-
tico, examinándolo a 1..ravés de las íluctuames nubes con sus bino-
culares, mientras dibttiaba en el cuaderno ele croquis que tenía e n
la mano la mejor vía de acceso. Pero cuando, dos d.ía.~ más ia.rde, lo
1•io el prosaico d octor Cuillarmod, quedó fascinado. •Em mn gran-
de la fascinaci6n que cjcrci:i sobre nuestra• mentes q ue, a pesar d e
estar acosltlrnbl'ados a calibrar las n1ontaña.s C<lrl u11 si1nplc vistazo,
nos qued>unos anonadados y par.iliiados. Pe nnanedamos mudos,
sin ser capaces de encono-ar una palabra que pudiera expresar la
inlfJrcsión qt1c 11os causaba.•
Se instalaron los campamentos a lo largo dd Baltoro y se distri-
buyó el material. Crowley estaba en el campamento VIII, en la mi1ad
superior del glaciar Godwin-Austin, y a sólo cinco milla~ del form i·
rlable pico. Durante 1.n do el día csurvo c xam inanclo con sU-~ bino-
c ulares al rey del Karakorurn. Occiclió que la mejor vía de acceso a
la cumbre era la que seguía la cresta surloeste. Aunque no hubiese
ro deado la montaña y obser"l'ado que las crestas de los otros lados

82
eran análob•as. había dado con la mejor, si uo Ja ún ica, vía posible,
como demostraiian las expediciones estadounidenses de 1938 y
1939. Al día siguiente, anduvo penosamente a -u·avés de ella, duran-
te o·es horas y media, buscando un lug·u pro picio pa1-a el campa-
111e11to pri11cipal, o has.e, co11 vistas al inn1incnte asalto a la cirna,
hasta que fue detenido por unas paredes de hielo de increíble altu-
rn. Fue al.lí, a 17.332 pies, justamente bajo la cara sur de la montaña,
donde estableció el campamento IX.
A la 1nariana sig1.1icr•t.e, corne11z6 á escalar e11 dirección 11oroes..
le, alejándose de aquel~as i.nexpugJiables paredes de hielo. Cubríó
una distancia de cerca de dos millas. y ascendió hasta 18.733 pies.
Desde donde se enconLTaba, el camino hacia la cumbre le pareda
libre de obstáculos por lo que en aquel lugar situó el campamento
x. Luego, Eckenstein le criticaría por haber el•egido para la instala-
ción de las tiendas un sirio tan expuesto, a lo que Crowley le con·
testaría, sarcásticame11te, qt1e 110 había tenido 01tel 1ner1or ir1dici<)
que hiciera suponer qu.e lo que deseábamos, para nues1.ra comodi·
ciad, eran unas co ndiciones que habrían hecho del campamento X
algo parecido a una residencia a propiada para un cabal.lero de sa-
lud delicada•.
El resto de la expedición comenzó a lleg-ar, lentamente, al cam-
pamento x. Ahora tenclrían que enfrentarse con el meollo de aquel
asmno. Ante ellos se enconu·aba la momafia, que les incitaba a que
!a escalasen, y que les hablaba mediante avalanchas de nieve, hielo
y 1·ocas, que, después d1e cada caída, sumían el paisaje en una ne-
blina wrbia y borrosa.
En la cordillera del Himalaya, los vientos que traen la ventisca
desde las elevadas llanuras de Asia Ccnr:ral se encuenu-an con los
monzones procedemcs del océano ind ico. trdnsformanclo la nk ve
y el hielo en nampas que resultan mon:ales para los escaladores. De
aquí el interés q ue tienen todas las expedi cio nes a esta cordillera en
L>s<:alar rápidamente la cumbre durante el breve periodo primave-
ral, antes del comienzo d" los traicioneros 111 ontonc•; o en las po-
cas semanas que dura el o toño, antes de que toda esta parle del
mundo sea presa del hielo.
Crowlcy, Pfaunl y Guilla.1nod, cu rep1·csentación de cada una de
las tres nacionaliclacles de la expedi ción, de bían ser los primeros.
Mkntras se preparaban P""' la ascensió n. el tiempo empeoró y
Eckenstein )' Knowles se acatarraron . Dns días más tarde. el viento
antainó, pero siguió nevando. Después vino uo día espléndido. se-
guido inmediatamente de una ventisca que arrancó uno de los ex-

83
tremos de la tienda de Crowley, a pesar de que estaba asegurada con
un peso de cien libras.
El 28 de junio aclaró el tiempo. Se dispuso rápidamente todo lo
que concerrúa a Crowley. Pfannl y Guillannod. pero éstos se desper-·
taron al día siguiente bajo un fuerte viento con el que resultaba im-
posible escalar y que les helaba los dedos mientras se bebían el café.
Un día más tarde, Crowley sufría la ceguera de la nieve: sentía
sus l>jos como si tras ellos tuviese arena ardiente. El 1 de jul.io,
Pfannl y Wesseley salieron de reconocimiento y a su regreso infor-·
maron de que, sin lugar a dudas, la cresta noroeste podía ser esca-·
lada. En contra del parecer de Crowley, el campamento principal
fue cambiado de sitio hasta el oo·o lado de la montaüa a una almra
de 20.000 pi es.
El 10 de julio, cuando de nuevo hizo un dfa espléndido, Wesse-
ley y Guillarmod salieron y alcanzaron una cota de 22.000 pies, 200
pies más all!a que la conquistada siete aiios después por el duque
Degli Abruzzi, cuya expedición al K2 es, aunque erróneamente,
considerada como la primera tentativa de escalar esta montaña.
Aquélla fue la máxima cota que se alcanzaría. Al regresar al cam-·
pamento XI encontraJ"on a Crowley enfermo de malaria. Su tempe-·
ranira era de 39,5 ºC y ''eía mariposas volando en el aire helado;
también veía a Knowles con un halo siniestro, por lo que cogió su
revólver Col!. A Knowles no le agradaba Crowley, así que, cuando
' 'ÍO que le apuntaba con un anna, saltó sobre él. Crowley cayó al pri-
mer directo en el estómago, y su arrna fue a hacer compañía a las
m~t;poSClS.
Aquel conti nuo mal tiempo les estaba robando la posibilidad de
llegar a la cumbre, o de subir más arriba. Los días de j ulio se esta-
ban acabando. Vivir a tan ta. al ticud es, de por sí, difícil, pues la pre-
sión aunosférica es mucho más baj a. Para preparar una infusión de
Lé tibio se necesitaban dos hoi-.is, y un día ente ro para cocer carne
de cordero.
Los dos austríacos se dirigieron más hacia el nonc y levantaro n
el campamento XII a 21.000 pies. Pocos días más carde, un coolie les
traía una nota que decía que Pfannl estaba enfem10 y escupía san-
gre. Crowley refiere q ue Pfannl había perdido la razón y que se veía
a sí mismo como si fuera eres personas, una de las cuales era una
momaú a armada con una daga, con la que intentaba herirle. El
doctor Gu illannod cuvo q ue inyec1a rle morfina.
El tiempo no mostraba signos de mejoría. A rcg-.iñadi cntcs, de-
cidiero n renunciar a la escalada. No habían logrado realizar lo que

84
se habían propuesto, pero algo habían conseguido. Habían sido los
primeros en alcanzar el K2 y habían '~'~do más tiempo que nadie
hasta entonces a la respetable altllra de 20.000 pies.
A primeros de agosto, volvieron sobre sus huellas glaciar abajo.
Finalmente, el K2, o Chogo Ri, seria conquistado en 1954 por un
equipo italiano dirigido por el profesor Dcsio.

85
6. L os p rín cipes d e C hi oa Kh an

En octubre de 1902, Crowley se embarcó en Bombay, pensando di-


rigirse a Francia, y, al pasar por El Cairo, hacer un alto en e l can1ino.
No fne a visitar las Pirámide s, sino que , e n su lugai·, se e ngolfó en los
placeres que le brindaba el h o1.d Shcpheard. No iba a ver, d !jo, cómo
cuarenta siglos le contemplaban a éL Se refería por s upuesto, a. la fra-
se q ue, en 1798, después de la conquista de Alejandría y antes d e Ja
batalla d e Gizé, q ue le abriría las p uerta' de El Cairo, Napoleó n dije·
r.i a los 35.000 l1011·1bres que con1por1ían Sl L ejérciLo: «Desde esr.as Pi-
r'J.mides, cuarenta siglos os contemplan• . La caballería del ejército
turco, compuesta por las tropas de e lite de los Mamelucos, fue arra-
sada por el a\oance, en fom1ación cerrada, de la infantería francesa.
Desde que a bandonar« 'Inglate rra, había manten ido correspon·
dencia con 1m joven pintor, Cerald Kelly, que llegaría a ser presi-
d ente de la Royal Acade1ny, fallecido en 1972 a la edad de 92 años.
Se habían conocido durante e l últin10 año que Crowley pasara en e l
Trinicy. Un librero de Cambridge, al que Crowley llamó •el espéci-
men más nauseabundo e hipócrita de tendero er!'prendedor a_I que
jamás haya echado la vista encima• (¿es posible que este mal trato
fuen debido a que se trataba de l editor d e Aceldama?), le enserió a
Kelly un ejemplar de la optra .~rima de Crowley. El que la identidad
del autor se hallase velada por un disfraz que suscitó en su memo-
ria el recuerdo de She lley, así como el epígrafe de S"inburne, des-
pertaron la curio:sidad de ({elly. lle aquí e l frtl.gmc:nto de S"'Vtbt1r-
11e qt1e e ligie ra Crowley:

~fe conte n1plo a mí mismo en esa conftisa esfera


en cuyo ht1eco centro nte yergo,
n1ienrras intenr.o, con a:'Clie.ntes ojos, perletra.1·
Ja 11egra c:ir'Cun ferencia y c1escul)1'ir a Dios.

Kelly se i11fon nó acerca <lé aque l .. 1nistcrioso gentilho mbre de 1:-1


Unh'enidad • y fue con ceriada una cita en e l apartamento de Crow-
ley, en el número 31 de Trin ity Su·eet.

86
El poeta era un joven de aspecto agradable, que llevaba en el
cuello d e la camisa una enorme y bamboleante P<\iarira, y, en las ma-
nos, unos anillos de piedras semipreciosas, tru1 extraños y r en1otos
como la penetrante mirada d e su dueño. Sus camisas ernD de seda
pura, uD poco sucias, qui1.ás, en puños y cuello, pero eso iba acorde
con s u aire varonil. Era un maestto e n ese esoté rico juego llamad o
ajedrez que, en dos ocasiones, había llegado a practicar contra el
equipo de Oxford, consiguiendo e l preciado juego de cuadrados
azules y blancos. (Las piezas, de p lomo y d e esti lo Staunton , se guar-
daban en su caja de caoba, encima de una mesa plegable de jugar
a las cartas, que se encontraba armada y p lagada de fichas de pó-
ker.) Ade más, era un gran conversado1; que utilizaba palabras con
un humo r mo rdaz y que, con la costumbre del e rud ito, empalmaba
una cita con o trd.
Una attnósfora de refinamien to y e rudició n se respiraba en aquel
apartamento. Los libros cubrían las paredes hasta llegar a l techo y
llenaban cuatro librerías giratorias d e madera de nogal. Eran, sobre
todo, de ciencias y d e lilosoffa, con una m odesia colección de los clá-
sicos gdegos y latinos, y unas cuantas novelas de autores franceses y
rusos. En una repisa relucían , negro y oro. /.as 1rtil y una. noches de
Bunon: de bajo se divisaba la tela lisa y el escudo cuadrado del Chmt·
cer d<: .Kelmscot.t Press. Al lado de las primeras edicio nes, muy valio-
sas, de los poetas ingleses, se encontraban algunos volúmenes en-
cuadernados de manera exu-avangante por lsidore Llsieux. Un
antiguo Rabe lais en tafilete rojo oscuro, que llevaba impreso el es-
cudo d e annas de un cardenal, se encontraba al lado del \liUon de
John l'ayne, de '\rgin•I blancura. Muy cerca de éste, se veía la Kab.~a­
/ah Dmudala de Knorr von Rosenroth, cuyo pergamino habia toma-
do, con el tiempo, uD color roji1.o de óxido: era, por así d ecirlo , la
vanguardia de w1 ejército de viejos y exo·aiios libros de alquimia y de
otras materias afines, como e l apóclifo Orfowri11.111 Honorii Magni, aui-
buido al papa Honorio. el E11chi1idion Leo?lis Papo.e. supues1amenle
cscd to por el Pªf'ª León 111, o el Nuctmu:rrm d e Apolonio'.
Sobre la p \1erta se hallaba colgado ui-1 piolet. con la pt1nta des-
¡rastada y d mango desh ilachado, y e n 1111 rincó n se veía una bolsa
de looa. 'tue coulel'1ía u 1)a caña de p éSc.a1 sal1r1ooes.
Fue cosa de poco que a l pintor le cayese simpático el poeia; y, aJ
poco tiempo, el poeta se hal.laba entusiasmado por el aprecio que
le demostraba el pintor. Se com1rtieron en unos cordiales amigos,
y cuando acabaron la~ clases se reunieron en Londres, donde el pa-
dre de Kelly era \icario d e Camberwell.

87
Mientras Crowley estaba en el Himalaya, KeUy hacía su aprendi-
zaje en París. Ya que tenía asuntos que tratar con Mathers, Crowley
escribió a Kelly, desde El Cai1·0, y se autoinvitó a su casa.

El hermano Pcrdurabo, repleto de la sabid uría del Oriente,


temblaba de excitación al solo pensamiento de encontrarse ante
la puer ta de la casa de Mathers. Aparecería de improviso, e n to da
su g loria. En una car ta a Kelly le babia de su inminente visita a la
ruc Saint-\licenL, en Montmartrc (adonde Mathers se había mu-
dado) como de su Hora del Triunfo. Cuando había d<:fendido a
Mathers contra la logia lonclinense, en el invierno de 1899 a 1900,
se había contentado con hacer de Deo Duce Comite Ferro su hé-
roe y someterse a su voluntad; pero ahora actuaba como si creye-
ra que Mathcrs iba a somete·rse a la suya. Le habría resultado más
sencillo haber ido andando tranquilamente hasta la cima del Cho-
go Ri.
¡_,, Hora del Triunfo fue celebrada sólo por el propio Crowley, y
ni siquiera por todo lo alto. Mathers le acogió en silencio, nada im-
presionado por el Hi.malaya, el yoga, o el temperamento de meto-
mentodo del joven q ue se encontraba frente a él. Lo que aquellos
dos cofrades de la Golden Dawn se dijeran uno al otro es algo sobre
lo que sólo podemos hacer conjeturas. Crowley, que escribía deta-
lladamente casi todo lo que le acon tecía, pasa por alto este asunto,
como si fuese demasiado embarazoso hablar de é l.
Por supuesto que el inciden te con Mathers se había debido a
que éste cm un adepto a la Magia Negra. En lugar de im•ocar a su
Santo Ángel de la Guarda, había hecho aparecer un Demonio Ma-
ligno. Tal era el argumento de Crowley. Además, Mathers le había
robado algunas pertenencias. Antes de irse a '.\1éxico, Crowley ba-
hía dejado en la n•e Sain1-Vicent un neceser valomdo en cin-
cuenia guineas y, cuando. a su regreso, preguntó por él, Mathcrs
se limitó a encogerse de hombros y a afinnar que jamás lo había
visto.
La ruptura entre ambos era inevitable. Ma1.hers sólo quena su-
bordinados, r Crowlcy no podía quedarse sentado por mucho tiem-
po a los pies de ningún Maesuo; era demasiado inquie1.o para eso y,
por si fuera poco. estaba arraigando e n él una actitud ele oposición
a cualquier autoridad. Además, y-a había decidido en su íuero in-
terno que él, y sólo él, sería el Jefe d e la Orden Hermética de la Gol-
den Dawn o, si no, de otra orden, toda,ia más importante, que él
mjgmo se encargarla de crear.

88
Al darse cuenta de que era necesario atacar definitivamente a
Crowley, Mathers llamó en su ayuda a una tal Mrs. M., que era una
vampiresa, •una mttier de mediana edad, agitada por exn-añas pa-
siones», que estaba tnode la11do una esfinge a la qttc. más adelai1te,
dotaría de vida y que cumplitía hasta el más venenoso de sus deseos.
Crowley oyó hablar de la tal !\frs. M. a su amigo Kelly, quien le pre-
sentó a Miss Q., que vivía con Mrs. M., por mediación de la cual pu·
do, por fin, llegar a conoccr, una larde, a la fonnidable Mrs. M. Des-
pués de las presentaciones, Miss Q. •abandonó la estancia para
p reparar el té, con lo cual quedaron frente a fre nte la magia blan-
ca y la negra•:

En aquel 1non1cnto, sentí que r.n c Cn\'olvía una cxtrdña sc11sa-


ción de sueilo, y que algo, con la suavidad clel terciopelo, sedante y.
al nlis1no tiernpo. lascivo, 1>asaba sobre 1n.i nlano. AJcé, súbita1nente,
los ojos, y vi que ~·lrs. i\t(. había ab<lndooado silenciosa1nente su
asiento y se inclioaba sobre mí: sus cabcUos era11 tu1a 1n_asa de rizos
que le caían sobre los hombros, al tiempo que las yemas de sus de-
dos acariciaban el dorso de una de n1is manos. Había dejado de ser
una mujer de mediana edad y poco atractiva, para convertirse en
una joven de encantadora l>eUeza.

Pero Crowley reconoció en mdo aquello el poder de la hcchice-


ria y comen2.ó a hablar con ella de asuntos mágicos. No ha legado
a la posteridad nada de dicha conversación, pero s.í el estado de áni-
mo d e aquella tnl\je r que •sintió como si su malvado corazón se la-
cerase y sm negros intelitinos ardiesen ante cada una de mis pala-
brns, que pal'a ella er.m como gotas de corrosivo ácido•.

Se reriró de mí, para acercarse nuevamente al poco rato, más


hennosa que antes. Ahora ya no luchaba para obtener la sangre de
su \•ícti o1a,. sino para salva1· su p1·opia \•ida. El olor a horobre parecía
dornr a su suúl apariencia de agilidad felina. Se acercó un paso más
y, acto seguido, s;.lltó sobre mí y1 con una palabra obscena, intentó
aplastar stLS labios esc:.l.rlata. contr.i. los míos.
~1icntr..\S se comportaba de t;.tl modo, la sujeté manteniéndola
cogida porr llll brazo; entonces la ataqué con su misma corriente ma-
ligna. Una ltlZ az.ul-vcrdo.sa. pareció circundar la cal>ez.a de la vam-
piresa y, a continuación, su cabello, de color lino, tomó el color de
la nieve en1barrada 1 la bella piel se llenó de arn1gas y s1is ojos se os--
cureciero11, como el pelu·e cuando se mancha con las heces del vi-

89
no. La mucltacha <le veinLe ailos l1abía desaparecido: a11tc 1ní sólo
se encontraba lu1a brttja de sesenta. Salió trastabillando de la habi-
tación. n1ientras .ntasct1lla.ba n1aldiciones.

Cuando, en 1948, mencioné a Cernid Kelly la historia de Crowley


y de Ja vampiresa, la consideró una •mera invención•.
La visita de despedida de Crowley a la rue Saint·Vicent tuvo lu-
gar de noche. Gcorgc Cecil jones le acompañaba. Entraron en la
casa de Mathers a u·avés de la ventana, para recuperar algunos
atuendos ceremoniales y dem<is parafernalia que Crowley había ad·
quirido, por cuenta de la Orden , en 1900. Jones me d~jo, por cana,
que antes de lle\oarse los objetos en cuestión, los cotejaron con sus
corre.spondientes f.tctw·as.
Kelly había montado su e.studio en la rue Campagnc Premiere, y
solía cer1ar er1 t1r1 rest.aL1ra.r1te fi:ec11entado por t11'1 círculo <le artistas:
y escritores llamado Le Chat Ilhmc, situado en la rue d 'Odessa, cer·
ca de la Gare Montparnasse. De este restamante, hay una descrip-
ciún muy sucinta en la introducción de Crowley a su obra pomográ·
fica Snowtlrops from a Cu.ra/;¡'$ Carden, que escribiría en 1903: •Aqud
ocurrente e infom1al club de grandes intelectuales, que se reunía aJ
caer la noche en el restaurante Au Chien Rouge•. Fue en aquel am-
biente en donde William Somerset Maugham llegó a conocer a
Crowtey, y del que diría que •desde un primer momento no conge-
11ié é<)n l:I, pero trae res1altaba interesanLe y bastar1Le divertido. Era
un gran conversador y, lo que es bastante infrecueme, lo era en gra-
do sumo. Me habían dicho que en sujuvcncud era extrcmadarnen-
u: bello, pero cuando le conocí había empezado a engordar y a caér-
sele el cabel lo. Sus C!ios eran expresivos y había algo en su forma de
mirar, no sé si natural o adquirido, que daba la impresión de que
cuando te miraba veía a través de O•.
Crowley conoció a Augusle Rodin : no dice dónde ni cuándo, pe·
ro es muy probable que fuera en Le Chat Blanc, y durante 1902, a
su regreso del l limalaya. • Fui prcscn1ado a Rodin y, al momento,
111c er1aruoré de aquel soberbio ar1ciat1<' y de su colosal o bra•. cs-
cribi<i Crowlcy. ·Sigo creyendo que su Balzac es la cosa más interc·
sai1tc e importante de toda su prnducción: w1 nuevo punto de vista
en la escultura.• También conocería a Marccl Schwob.
Schwob había nacído en 1867 en Chaville-sur-Seine, en París; así
pues, era ocho años mayor que Crowley. Descendía de un linaje de
rabinos y de doctores en Medicina: a los tres aiios era capaz de ha·
blar y leer en francés, inglés y alemán; a los veintiuno concluyó un

90
r.ratado sobre el uso del argot en el fr:ancés medieval. Por la época
en que conoció a Crowley ya había sido reconocido como una de las
más importantes figuras literarias de su tiempo, • une sorle d'ency·
clopédiste du XIX siecle». Schwob coleccionaba grabados japoneses;
los dhoanes de su apartamento del nú1m:ro ll de la rue Saint I..ouis
en l'ile de France, estaban tapiwdos en terciopelo rojo; y el nombre
del criado chino que le atendía era Ting. Entre sus am igos se con-
taban Roberl Louis Stevenson , George Meredith, Osear Wilde, A.na-
tolc France, Paul Valéry, Alfred Jarry, quien le dedicaría su Ubu Rey,
Guillaume Apolli.naire y muchos otros esc1itorcs, igualmente impor·
ta.ni.es. Schwob, cuyos cuentos abarcan por completo toda la escala de
personajes y situaciones decadentes, podría haber dado nacimicnLo,
con su mórbida imaginación, al poco corrieme Aleisler Crowley. Y,
recíprocamente, la imaginación de Crowley, poblada de rarezas y
monstruosidades, podría haber alumbrado a aquel pequeño, •del·
gado y algo encorvado, judío•. También escribiría que •Marce! Sch-
wob excitó mi incomenida admiración• . No sabemos si Scl1wob se
sintió desde un principio igualmente fascinado por Crowley, pero,
en cualquier cafü, aquella fascinación no duró mucho. Quizá Sch-
wob se sintió repelido por lo que Maugh<un Jl.;unara, refüiéodose a
uno de los atributos de Crowley, •.su inapropiada jactancia», que ha-
bla por sí sola a lo largo de su larga A11i()ha¡,,>i(J¡,rraphy o Confessions,
que Leah Hirsig escribiera a su dicLado, veinte años má5 tarde, y en
Ja que hace un intere.5an1.e j uicio acerca de Rodin, que revela bas-
ta11tet a t1nqt1e n o todo le> que seria deseable, sobre sí mis1no:

No posc::ía iJ1tclccto, e n e l usual senddo d e la palabra: Ja suya era


tu1a virilidad li:U1 s u1~ ra bt1 n da 1 ) té que conti.nua1acnte se ~taba des-
bordando, <lando así lugar a vibrantes visiones. Tuve la suficiente do.
sis de ingenuidad corno para estar acechánd<>le y así poder obtener
irúormaaón de primera mano sobre el arte, nada 1nenos que de u na
de s11s p1incipales cabe:(;as l'ecto1·as. ¡Pe1·0 n unc:~ rne encontré con
nadie que den1ostrara ran pocos conocin'lientos de arte como Au-
gust.e Rodin! l o rn~is que conseguía ta.rt.arnudear era que la natlm:t-
leia era e l gran profesor, o alguna otra sandez, igi1alnlen1.e pue1·il.

Nada má5 lejos de las intenciont'S de Crowley que hacer que la


natumleza se reflejara en un espejo.
Para exaltar su amis1ad con el gran escultor rrancés, Crowley
compuso un poema breve dedicado al Balzac de Rodin, que Sch-
wob, o bsequioso, tradujo al francés:

9.1
El rcstdtado fue qt1e Rodin 01c in"itó a verle y a hacerle co1r1pa-
ñía c11 Mcudon. Yo podría dar u11a interpretación 1>0ética a todas
sus obrdS maestras. Y así fue co1r10 11ació nú fl0<lin in J~ime. El libro
Íl.1e ill1st.rado por siete de las diez litografías de unos bocetos que Ro-
cli11 me e111regó con ese fin.

Dos de los cuarenia y eres poemas que componen el Rodin in Ri-


me, • Balzac• y •Rodio•, fueron traducidos al francés. Schwob le di-
jo a Kelly que se babfa sentido obligado a u·aducir aquellos poe-
mas, pero que pensaba que Crowlcy no sólo era ridículo, sino mal
poeta.
Schwob murió de mberculosis en febrero de 1905. •la auténtica
tragedia de aquel llo111bre», escribió CrO\'<'ley, •1co11sistía en qt1e se
hallaba bajo la permanente tortura de un csueñimienLo crónico,
que acabó causándole la muerte•.
Cansado de París, Crowley regresó a Boleskine. Yallí, a orillas del
Lago Ness, estuvo pasando el raLO con una mujer que había encon-
trado en Londres. Un día, en el que se enconuaba particularmen-
te aburrido, se le ocurrió escribir la siguiente carta al secrcrario de
la Vigilance Society, una especie de organización para la supresión
del vicio:

Señor.
l,.arnenco lener q1Je decirle qL1e, por estas latitudes, la prostin1 4

c:ión rcstdta desa1:,rntdableme-n.1econspicua.


Quizá \ 'd. podría infOnnannc acerca <le los pasos que put'Cio se-
guir (si los hay) para. st1prú1tir este fa~ticlio, que cada día me parece
m¡i.:; intolcn\ble.
Est1ría dispuesto ~ invertir una consitlerablc suma.
SU)'º afeccísimo.
Aleister MacGregor.

El sec;retario de la Socit:L)' le cor1tcstó, a vuelta d t' correo, clicien-


do que inrncdiatamellle le en\'iatía un obsenoador. Tras un poste-
rior intPr("ambi(l rlf;" '·"rf"'..)S y 11 11~ ~-"I'':-r.:. (l t" ,. ,.~r,·~ ,f,:• 11n~ .~,:·mán ?. ,

llegó el decepcionante informe de que su observador no babía en-


contmdo en la pequeña población de Foyer.; ninguna prostitución
que fuese especialmente cor1.spic11a. A lo que Aleister MacGrcgor.
Lairr1 de Boleskinc Manor, pensando que ya estat<i lo suficien1.e-
mc11te esc..:,ndaliuado al respecto, re$pondió, en una postal: .... ¡Cons-
pictta por st1 a.usencia,. idiotas:lit .

92
Con él '~vía, como una especie de administrador, L. C. R. Dun-
combe-Jewell, el hijo mayor de un miembro de la Fraternidad de
Plymouth que, por iniciativa propia, había caído en desgracia al
convertirse al catolicismo. Ouncombe:Jewdl llevaba un kil~ se hacía
Uamar Ludowc Cameron y aconsejaba a todo el mundo hablar eo
gaélico, cosa que él no hacía.
Enjulio, echando en fulta una •compañera-gobernanta• - presu-
miblememe, la mujer que había traído de Londres había huido--,
Crowley fue a Edimburgo para buscar una., y para ""(>gcr a Kdly, a
quien había inwtado a Boleskine. Encontró una mujer de su gusto
en «Arabella la pelfrroja», pero ésta no podía ir en ese momento.
Al poco tiempo de su llegada a Boleskine, Kelly recibía una car-
ta de su madre, que había ido pa...-... una cura a Stralhpeffcr, a unas
veinte millas al norte de Foyers. ¿Podía acercarse? Tenia que discu·
tir con él algo importante. En la propia carta aparecía una nota de
su hermana, Rose, diciendo que tenía problemas y que debía ayu-
darla. Aquel mismo día, Kelly y Crowley partieron para Stralhpeffcr.
Cuando Rose wo a su hermano en compañía de un ma¡,'llífico in-
diwduo vestido con el ata,io completo de las Highlands, y en partí·
cular, con el tartan de los MacGregor, supo que había traído consi-
go al célebre Aleister Crowley. Y salió corriendo a su encuentro.
Después de presentar a sn amigo, Gerald se retiró en compailía
de su madre para estudiar su problema. Resultó ser un estúpido flir-
teo de Rose. Ésta se había casado con un hombre mucho mayor que
ell~ . Ahor.1 SE" h::.hi::l q1..11;·rl~1 dc) vi1.rrl::1 y. r~rA Sl1 rlt.osgr::.ria» vl\rÍ:á tl l lf:>-

\'amenle en casa de sus padres. Había sido un matrimonio desafor-


tunado en todos los sentidos y, ahora, ella e.staba haciendo todo lo
posible para superarlo, flirteando con cualquier hombre que tuwe·
se a tiro. El año anterior se había comprometido con un sudafrica-
no que había regresado a la patria para hacer fortuna. Mientras tan-
to, se había liado con un cstadour1idcnsc. un a1nig(> de su l1ennar10.
de los tiempos de Cambridge, y también le había prometido que se
casaría con él. Cuando un hombre se enamoraba de ella y le hada
una propuesta de matrimonio, no tenia el valor de negarse. El as-
pirante número dos sólo tenia que ir a pedir a su padre permiso
para casarse. Desgraciadamente, los dos habían conseguido sus pre>
pósitos y, simultáneamente, le enviaron sendos cables para commú-
carle que l"' estaban en camino para pedir su mano. Pero Rose no
amaba a ninguno de ellos. ¿Qué podía hacer?
Rose le contó a Aleister su aprieto mientras ambos paseaban por
un campo de golf. Y el hermano Pcrdurabo, a quien se le había des-
pertado hl •indignación shelleyana• a causa de aquel asunlO, y que
11unc«• se clete11ía a reflexio11ar, le l'ropt1so l 111a soltación.
«G;ísate conmigo• , le dijo.
Y procedió a describirle su estado espiritu.al, así como sus futuros
planes, para regresar al problema de ella, en m itad de una diserta-
ción acerca de la magia. • No te preocupes por una tontería como
ésa. Todo Jo que tienes c¡u e hacer es casarte conmigo. Yo regresaré
a Boleski11e, y nunca vol,•erás a oír l1ablar <le 11•í.~
Irse a la cama con todas las mt~eres, me:nos con Ja suya, csliaba
de acuerdo con Ja lógica ele sus sentimienws. Tenía veintiocho
años, y e l matrimonio era tma carta que aún n.o había jugado.
•Al casarr.c conmigo-, le explicó, •serdS libre, libre de tus dos pro-
metidos, y libre de m í, pues te d~jaré h acer todo lo que qujeras• .
Y Rose aceptó.
Les pareció que debían actuar rápidamente. Aquella tarde,
Crowley llamó a Ja iglesia del lugar, pero la única autoridad dispo-
nible ·e ra la del enterrador, el cual le inform ó de que sería necesa-
rio anunciar las a1n<>nescacio11es y esperar tres sema11as.
• Vamos, vamos•, d ijo Crowley, •debe de haber una forma más
sencirna y rápida para ca:;a rse que ésa•.
El enterrador (q'l•e según la costu1nbre también e1·a s.a.cristá11)
n1ovió rri~tf> 1n f"n ff" l;:i c-:.\l)f"7.::. , 01nvi1nit>n tn r11u• f11f> inrr;-rru 1nrlido por
C.·owle)" al deslizar en sn mano media corona. Tr--•s lo cua l, aqud
hombre adrniti6 que, de acuerdo con Ja ley de Escocia, sólo se re-
quería pre.;ent:ane al s~eriff del condado y decla.rar e l deseo de ca-
sarse para qt1e el casamiento pt1diera celebrarse alli mismo, y al n1~
1r1e11to.
«¿Allí u 1 i~1uu y aJ u1011tt:J Jl•.>?» , rc:piliú l4.>J11u u11 tCl> Cru\vley, t.:<.>11
"'OZ i11si.J1ccra.
r\ la 111añana siguiente! antes ele que Jos de1n:::¡t se despcrt:iscn,
Rose y Aleister se escabulleron en el resplandor gris de Ja mañana y
tomaron el primer treo para Dingwall. En el comparli1l1ct1to se sen-
t.aron Ltno frente a ou·o, silenciosos y aprer1sivos.
En Dingwall, gracias a Ja ayuda de 1m adormilado policía, dieron
con Ja casa del sheriff. pero Ja doncella que les contestó por deo"ás
de hl puena les dijo que el shenjft:octavfa est1ba d urmiendo. Le ex-
plicaron e l mori\'O d<·: s:u visita, H to ql1e eHa .respoo(lió qt1e eio se lo
pod~1 resolver un abo1;,-ado. 1\si pues, dcspcr1arc·n a ttno de los abo-
gados clel lugar, y a las ocho e11 P'-lflt<.) de la O\aña11a ya ér'..tn m::irido
y 1n1U ~r. 1.-. <'f'rt"'n)onh1 C"'()l"lf'h 11':::i ~ 1 f··xr1·::tf'1· f:1·0\,1lry ~ dag~ de su
fonda y besaria solemne me111e.

94
En aquel momemo, Gerald Kelly-a quien no había resultado di-
ficil rasu·ear al llamativamente ataviado Lainl de Boleskine- irrwn-
pió en la sala, pálido de rabia. Tras enterarse de que había llegado
demasiado 1arde, juró groserameme y propinó un puñe1axo a la ca-
beza de Crowley.
Se separaron en la acera, delante de la puerta del abogado.
Crowley, según lo acordado, regresó a Boleskine, y Rose a Strath-
peffc1; con Gcrald.
La descripción que Crowley hace de su q uijotesco ca<amien!O,
como es regla general en t.o dos sus escritos. esci influida por su ten-
dencia a exagerar las situaciones. Se daba cuenta de q ue había al-
borotado a las pequeñas poblaciones de Sm1thpeffer y Di ngwall, y
eso le llenaba de excitación. Y se preguntaba a sí mismo lo que po-
dría suceder. Pues bien sa.bía que Rose no se iba a arrepentir de su
matrimonio, ni a causa de su hermano, de su madre, o de Mr. Hill,
el anciano procurador que acompañara a Escocia a Mrs. Kelly. Al
llegar a su casa, envió, a Strathpeffer, a Ludovic Cameron, parn que
comunicase a los Kelly que él se hab.ía casado legal.mente con Rose
y que no podían hacer nada. •Aquél foe •, dijo C'..rowley a su ad.mi-
11istrador, «el 1no1nento supre rno de su vida».
El desenlace de todo aquello fue que Rose y Aleister fueron nuc-
,o;unentc a Dingwall, para ralificar su casamicn!O an1c el sheriff, co-
me> e xigía la 1cy. I...o cual se hiz.-o con tanta cxci1.ació11 que, seg(111 Ja
desenfadada narración de Crowley, llegó a superar la que habría
suscitado la ceremonia de la coronación del rer. Después, el señor
Aleister Crowley y su esposa viajaron en tren has!a el final del tra-
yecto de la línea que pasaba por allí y se alojaron en un hote l de la
costa occidental de Escocia. Después de la cena, en la que se con-
sun1ió muc.110 cl1anlpán , Rose se retiró al don1-U1.orio, mie111.ras su
esposo, rebosando poesía, acababa el menú con un rondó, un poe-
ma lírico de trece versos.
Sólo emonces subió las escaleras en pos de Rose. En su pecho co-
menzaba a nacer la sospecha de que se había enamorado de ella y
de que su indiferencia ha.bía sido solamente un sutil arúficio pa1<1
mar1tcncr su pensa1niento in1ne rso en la Cra.11 Obra.
Llegaron a Bolcslúne -el l.aird había trnído a casa a su esposa-
)' en mitad de su regocijo se enteró de que Arabdla • la pelirroja•
llegaría al día siguiente. Se había ol•idado totalmente de ella.
• Me ruboriza admitir•, escribió Crowley, •que oo sabía qué hacer,
por lo que me confié a Duncomb~ ewell, quien esruvo a la alrura
de los acontecimicn!Os, y fue a ln vcmcss pa1·a cortarle el paso.

95
Puede parecer increíble, pero m i reacción fue de simple fastidio.
No experimentaba sentimiento alguno hacia la pelirroja Arabdla;
en ho nor a la verdad, ésa era la razón por la que la había contra-
tado•.
Sentía la necesidad d e comunicarle a su madre su matrimon io,
por lo que le escribió la siguiente carta:

Lamento que no vinieras a la boda: fue tU'l.a cere1uonia muy


gral1diosa, con carroza fúnebre adornada de plltmas y todo lo de-
más, y los comparsas me recordaban a aquellas otrcl.S, tan deliciosas,
de 1'1ace treinta años. El revere11do F. F. Kelly, padre de la novia, pro-.
nu11ció tln mag11ífico serntón frente a la fo.....a. Su texto estaba Ensp i~
rad o en el cuadragésin10 cuarto versícttlo del cuadragésimo c1!larto
capítulo de lsaías: •Yel Señor habló a Moisés, y éste se alzó y l ego~
pee).. Treinia y seis gaiteros interpretaron •ta voz que dejaba sentir
su hálito sobre el Eclé1111 -aJguna refere11r,ia a \V'histler. a quie11 eJ
hermano de ella a<truira ruuchísin10, creo- y 1uient11\s la tierra eta
arroj ada reverentemente, con ayuda de lLnas palas, por cloce acén·i-
mos profesores de cspera11tot taxi(tennist:as y misioneros mormones
surlidos (hay que ver qué ángeles destructores ian adorables) sobre
los restos Jnotrales, un sincero sollozo de alivio se desbordó d e la
muchedumbre congregada, y cayeron lágrima.• de amarga alegría
con tal proft1sión que túciero11 posible nuestro proyecto, ya casi
abandonado, de con1enz;.\r nuestra ll1na de miel en l1.na ca11oa. Así
lo hicimos, llegando a Bamcs Bridge en el inverosímil tiempo de
2h .. 1301. 2Js. y medio. Después, nos dirigimos hacia los mares de la
gloria imperecedera, en el l\ílgido Occidente, donde aún nos en-
rnnrr~mnl\, rPrr.;i rlt·· Oi<l.S., (• ) f:i,:lo, y rl o n d t~ si1:• tn p r<~ nos h:tll:'lr.ls.

Ya que Bames Bridge. e n Hammersmith. se halla cerca de la li-


nea de me ta de la regata anual c nt;e las unive rsidades de Ox:ford y
C'..ambridge, la alusi6n c.s evidente.
Croi., ley solía lanzarse a c 111prc,sas totahnente irrati(>11ales, lo que
1

era típico de su carácter. En a pariencia, se había casado para ayudar


a u11a pobre chica a salir del atolJadcr(>; •1ci11ticuatro l1oras después
sentía que poco a poco se iba e namorando. Pocos días más tarde lo
consum!a una pasión sal\'~j e, que le impulsaba hacia ella. Durance
las tres semanas que siguieron a su apresurada boda, se encontraba
en el éK.tasis del amor y sólo tu1a vez se enfadó con Rose y le pegó.
Explicó que su amor por él - al parecer, había sido ella la que había
co1ne11zado aquel a.st1nto amorosc:r evo<aba el am.or qt1e él sentía

96
hacia ella; y que, al menos al piincipio, se había d" jado transportar
en las alas de su éxtasis. No rardó mucho en descubrir que se había
casado con -xuna de las más hcnnosas y f"asci11antes 1nt.tjeres del
mundo• . Hacia finales del verano, la llevó a París, la piimera etapa
de una luna de miel que pensaban continuar en el Oiiente.
Mientras paseaban por el puente de Alejandro III, cogidos del
brazo, se encontraron con Moina Mathers. A pesar de la ruptura que
se había producido enu-e ambos, Crowley se detuvo un momento
para hablar con e lla; aunque, a sus ojos, ·~if<>ina, la bellísima l1enna-
na del filósofo francés Henii Bergson (Maud Gonne MacBiide, tam-
bién miembro de la Golden Dawn, me dijo que era una ciiatura ado-
rable), no era ento nces más que una prostitura, y un año después de
su muerte publicó una declaración llena de rencor: • Supe que Ma-
thers, haciendo frente a los malos tiempos, había obligado a su mu-
jer a posar desnuda eo uno de t'Sos espectáculos de Monnnaru-e que
se ofrecen para beneficio de la gente ignorante y lasdV'a, especial-
mente pr0\1ncianos e ingleses, ¡y eso no era lo peor!•. Moina era la
soror r1t.) Stica de su marido, así co1no st1 \ride11te. En una carta qt1e en ..
1

vió a su protectora, Annie Horniman. escrita en París el día de fin


de año de 1895, le confesaba estar borro1izada por el sexo, que para
ella era algo bestial. La piimera vez que oyó hablar de la copulación
entre hombre y mujer, siendo ya una adokscente, sufiió un shock.
•Tanto si se tienen pocos años, como si se es adulto», proseguía en
su carta, • SÍ eso fuese algo natural no me habría producido un a·as-
tomo tan ).'T'!'nde. Recuerdo q~e, d urante algún tien~po, el horror
que senó hacia los seres humanos fue tan grande que er<i incapaz de
mirar a mi propia madre sin sentir un u-emendo malesiar y un gr-.m
as<o•. Más adelante dice que ella)' Mathers habían decidido «llO te-
ner ni.n gún tipo de relaciones sexuales, er.1. algo q l1c au1bos tc:11.ía-
mos pe.rfectl.me ntc c l::ir-0 ....... Cuar1do ~.foir1a c~cribía estas líneas te-
nía U'e inia y cinco años y llt-."<1ba cinco casada con Mathers. No sólo
no era una prostituta, como in.sinuara Cr0Vi·ley1 sino qt1e er.t virgen,
)' posiblemente lo siguió siendo hasta el día de su muerte.
Cuando tenía pocos arios, Crm•teydescubrió que era capaz de de-
cir CO!la!:I horribles y totalmente fabas sob1-c las demás pcr3onas: que
en n prostitutas, c.1rog.:.<lictr)..~. l;.:idri"ITlt':'\., coh'trrl("i:<. o r.ual<J11if"r «h;.l.~11-
ra inimaginable• y que la calumnia podía calar o evaporarse paulati-
namente en el aire. E.so es algo innegable. Por supuesto que la in.fu-
rnia nunca era dicha directamente a la persona en cuestión. Aquellas
pers<>nas <JUC é l sabía in<le:fe11.sas, o qut no ~e: sc11ti1íai1 atac.:<tdas vo1·
a_lgo que viniera de: una p ert.on~ corno Aleister Cro'A1ley, podía11 reci-

97
l>ir e11 tocio 1no1ne11to una carta o leer una noticia en un peri(>dic(>
que supusiese algo insultante para ellas. Se trntaba de algo que él
comparáa con el paranoico lord Alfred Douglas. la prensa popular
Je pagaría con la misma moneda, pero eso era algo que le agrddaba.
El ser 'ilipendiado implicaba que alguien hablaba de él, lo que lepa-
recía mucho mejor que ser ignorado, pues, a fin de cuentas, él era la
Bestia 666. Hi.zo grnndes esfuerzos para convenirse en tema de dis-
cusión, pero siempre dentro de los límites de la seguridad personal:
los tiempos eran mmquilos, la gente estaba cohibida por los con-
vencionalismos de la buena conducta, que sólo comenzarían a desa-
parecer, y muy rápidamente, tras la muerte de Crowley.
Poco después se reconciliaría con Gerald Kelly, al que escribió lo
siguiente:

Gracias ¡>or w diverüda 11ota y su anexo. En ese nlomenco me cli


cuent.a de q ue eras cáustico d ebido solamente a q ue pens.abas que
te habías eqttivocado... Las cartas q ue me sean diribridas llegar.ín
más fácilmente si lo son a nombre de
Lord Bol~.skin e,
sin 1nás circunloquios o an1bigiiedades. Tengo derecho a este tra-
tanücnto e intento hacerlo valer. ·~Aleister Cro\vlcy» e.s a ho ra., cicrta-
mcnte1 un norn de pluu1t, destinado solamen te a un u.so litera_rio.

La pareja se fue a Marsella, desde donde embarcó para El Cairo.


Crowley convenció a Rose para que pasara con él una noche en la
Gran Pirámide, más específicamente, en la Cámara del Rey, y así ayu-
darle a invocar al dios de la sabiduría, el de la caber.a de ibis, Thoth.

LJega_n1os a la Cámara de] Rey, después de despedir a Jos guías,


a la entrada de la Cran Galería..<\. la. lu~ de u na única vela colocada
al borde d el sarcófago. corncncé a leer la in\'ocación. Pero mientras
proseguía, me di C\1enta de q ue ya no tenía q ue 1nan tener la pábrina
cerca de la ltL:t. ~'le encontraba ergu.ido y el manuscrito n1c result.a·
ba plenamente legible. Al mirar a mi alrededor, vi que la c:ámara
d el Rey resplandecía con u11a luz s uave que, inn1ediat.amente, rec~
nocí con10 luz astral. .. La Cán1ara del Rey relucía con el n1ás ref11l-
gen t.e de t.odos los claros de luna del trópico. La n1íse1-a, imj)lJra y
a1narillenta luz de la \'ela era como una blasfen1ia, y la apagué. La
lttz astral pennaneció durante toda la invocación, y por algún tiem·
po más, aunq ue disn1inuyó su intensidad cuando nos dispo~1ían1os
a dor1n ir.

98
Desde El Cairo se fueron a Ceilán, donde pa,aban todo el día ca-
zando en el bosque. Crowley sólo soltaba el rifle para coger la plu-
ma. Fue durante su estancia con Rose en Ceilán cuando escribi6
Rosa Mundi, • La Rosa del Mundo... Este poema, profundamente in-
fluido por Shelley, füe el que impresionó a Charles Richard Cam-
mell, que lo definió como una de las piezas más notables de la líri-
ca cortés en lengua inglesa, •admitida como tal por todos aquellos
que saben de poesía y que no se hallan llenos de esrúpidos pr~j ui·
cios contra el autor»':

¡llosa del ·~tu n d o !


¡Roja gloria del secreco corazón del a111or!
¡R~ja Uania. ros.a. rQjá, JJJLLY sutiJ1ncntc incurvada
hacia su propia e infin!ta flor, 1nás allá de todas las flo res!
Su flor en su n1is1na ~)e1fu1nada pasión.
Su leve, y dulce. pasión, asLunida y plegada bajo la apariencia dé Lma flor;
¡Y m i aln1a verdadera recoge la pan e pura de ese voluptuoso corazón
de oculta felicidacll

En una de sus expediciones por las espesuras de Ceilán, acam·


paron cerca de un lago. De las aguas poco profundas de sus már·
genes se levantaban g.r andes arboles, cuyas ramas estaban cuajadas
de zorros voladores, una especie de grandes murciélagos, con pe-
lambre rojiblanca en el pecho. Crowley se decidi6 a matar algunos
de esos a11irr1ales r1ar d l1acer con SllS pielt~S uu1a toca par.1 Rose, y \Jl l
chaleco él. Se subieron en una barca, para cogerlos dorm idos. Los
zon-os voladores estaban desprevenidos, pero se despertaron al uní-
sono al oír el primer disparo, y el cielo se oscureció con sus siluetas.
Crowley siguió disparando, hasta que una de las criamras, que esta·
ba herida, cayó en picado hacia Rose, en cuyos cabeUos q uedó pren-
dida, suje1a en ellos con sus garras.
Esta aventura, o dt~sventur.i, t11vo i1n a oc1alta sec11ela. En n1itad
de la noche, Crowley fue despertado por un horrible chillido, como
el de un murciélago moribundo. Hay que decir que los dos se ha-
bían retirado a una especie de bungalow, construido para cualquie-
ra que llegase hasta él, y que se habían echad<) encima de las camas,
que estaban circundadas por la tupida malla contra los mosquitos.
Así pues, llamó a Rose, y como ésla no contestaba y aún se oía el chi-
llido, Crowley salló de Ja ca.ma y encendió la vela.
Alli estaba Rose, compleramente desnuda. cogida, con brazos y
piernas, de la cabecera de la cama, aullando como una loca. Fue to-

99
da una proeza hacer que se soltara, pues se aferraba desesperada-
mente, ch.ilJando todo el tiempo. Cuando Crowley. finalmente, lo
consiguió, ella le arañó, le mordió, y voh~ó a arañarle ... como había
hecho con ella el murciélago moribundo.
Crowley, con gran ojo clínico, describió lo sucedido como •el ca-
so más claro de obsesión que nunca antes había tenido la suerte de
observar. Por supuesto, es fácil comprender que, dado su estado de
particular hipersensibilidad, el incidente ocunido duran u:: el día se
había reproducido en el sueño. Ella misma se había identificado
con su asaltante, e imitado su comportamiento•.
El •estado de particular hipersensibilidad· al q ue Crowky se re-
fería era debido al hecho de hallarse encinta.
En enero de 1904, ambos decidieron regresar a Europa; habían
pensado acercarse a Rangún, para hacer una visita a Allan Bcnnett,
pero los dioses tenían otros planes. Les hubie ra dado lo mismo que-
rer ir a la Lu11a, diría CrO\\•lcy, puesto que el evento que para él se-
ría el más importante de toda su existencia, la única razó11 por la
que había nacido, estaba a punto de realizarse.
Por aquel tiempo, Crowley no era consciente de él, sino sólo de
la vaga sensación de que el destino le hacía dar media vuelta, e n-
viándole de regreso a Egipto.
En El Cairo, el conde Svareff, o Aleister MacGregor, se metamor-
foseó sutilmente en el príncipe Crnoa Kban: ahora llevaba un tur-
bante constelado de diamames, un traje de seda, y una casaca tejida
en oro. Se paseaba por las calles acompa11ado de su esposa, la prin-
cesa, antaño la señora de Aleisrcr Crowlcy, •con un talwar, tacho-
nado de joyas, a la cintura, y dos vistosos lacayos que precedían a mi
carruaje, abriéndome paso• . Para evitar que alguien pudiera dudar
de él, Crowley imprimió un pasquín, anunciando que cierto poten-
tado de Orien te le había elevado a dicho rango. Y envió uno a los pa-
dres de Rose, junto con una carta en la que recalcaba que el prínci-
pe Chioa Khan no permitiría que su mujer recibiera ningún tipo de
comunicado que le fuese dirigido de manera impropia. El padre de
Rose, vicario de Camberwell, y ápico victoriano, se encogicí de hom-
bros ante este último ejemplo de la "ulgaridad de su yerno. Consi-
deraba a Crowley como un canalla, y a su poesía como algo •hin-
chado de pala.brería•, pero su mujer, obedientemente, dirigió las
cartas a su l1ija según las instruccion.es. En una ocasión. añadió un
signo de exclamación, y por esa pmeba de impertinencia la carta le
fue devuelta, dentro de un sobre certificado, sin abrir.

100
7. Aiwass y El Libro de la Ley

Aunque Mathers, según Crowley, hubiera acabado por sucumbir


a los demonjos malignos evocados por la magia de Abra·Melin y,
por tanto, hubiese perdido el contacto con los Jefes Secretos, lo
cierto es que ni siquiera el propio Perdurabo había conseguido co-
municarse con ellos. Y así no podría fundar una Orden duradera.
Antes o después necesitaba establecer, y por sus propios medios, un
contacto con los dioses o, de lo conn·ario, debería abandonar para
siempre la magia.
El 14 de rnarLO, los príncipes de Chioa Khan se tra5ladaron a un
apartan1er1t<> er1 u11a casa que hacía c,s quina, cerca del Museo 'Bot1-
lak1. Crowlcy transformó en templo Ja habitación que daba al nort.e
y, una \rez. más, reanudó las ceremonias mágicas, in·vocando a Thoth,
IA01 •
Roses"' ~nc.()11rraha ~11 un ex-11·.-ñn ,,.._c:t;irlo n1f"nt;¡J, romo a111r<li-
da. A causa de su embaraw estaba como bebida, o como histérica,
siempre según Crowley. Yseguía repitiendo, como en un sue11o: •Te
cst.át1 aguardarido,.. El 18 de ntarzo se Je ocuni(> hacer la sc>rpren-
de.nte declaración de qt•e «e l qt•e te estaba esperando era HontS»,
y que Aleister le había ofendido, por lo que tenía que invocarlo y
pedirle perdón.
"¿Quién e3 l)oru$? ... , le preguntó Cro,,.-IC)'. Rose no conocía 11ada
de egiptología. Y en su boca el nombre sonaba de manera extraña.
Por toda respuesta. condujo a Crowley hasta el museo cercano, un
musco, apunta Crowlcy, que no habían visitado r.on anterioridad.
l', Marot1 por delante: de: Ydrias cstatuM de JJoru-s y subieron por lil.S
escaleras. Al fondo se veía una viuina de cristal. pero estaba dema·
siaclo tejos como para ql•e Íl•era 1>osible reconocer lo ql•e contc11ía .
.; ¡AfJí!:.., exclamó Rose, senalándoJa, «¡Allí esta Él!».
Perdurabo se acei·có a la ,.jlfina. En ella se enco11traba la in1age n
de Homs, bajo su aspecto de Ra-Hoor·KhtlÍt, que había sido pinta·
da en una estela de madera de la dinastía XXVI.
De repente, Crowley retrocedió, s0tpre11dido: tl objeto expuesto lle-
vaba 1tl *itÍ.1nem 666. ¡Su númei·c, el número de la Bestial

101
El templo en el apartamento del príncipe Chioa Khan vibraba
con e l son ido d e los rezos, mientras una figura descalza, vestida de
b lanco )' cubierta de joyas, invocaba en voz a lta al dios egipcio Ho-
rus, sigui~ndo las instrucciones de Uarda la Vidente, como Crowley
lla nl.aba, 1por aq11el entonces, a su m 11jer, ya que Uarda era el nom-
bre arábigo de Rose. Un cue nco lleno de la sangre de un toro y una
espada estaban sobre e l altar, enfrente d el suplicante:

¿Cónlo podré ht1n1illarn1e aún más a11le Ti? Tú eres el poderoso


e invel1cible Se1lor del Universo: yo soy t111a chispa de T11 indecible
Esplendor.
.¿Cón10 podré acercarme hasta Ti? Pues Ttí. estás por Doq11ier.
Pero "fú ce has clig11ado graciosamente lla11lar111e hasta 'fi, para
q11e con este Exorcismo d e l .!\.rte yo p ucd t\ ser ·ru Sienro, Tu Ad e p--
to, ¡Oh, Resplandeciente! ¡Oh, Sol de Gloria! T ú me has llamado...
¿No debía a prcsur~rmc a llegar a T11 P.rcseJ1cla.?
Vengo hasta Ti con manos q 11e aún no han sido lavadas. y la-
mento habe r vagado tanto e n Tu Bt1sca... ¡pe ro Tú lo sabes!
¡Sí, roe he dado al mal!
Ante 'l'i inclino 1n i cuello; y al ig\taJ que 'J\1 CSJ>ada estuvo un
tie mpo sobre él, así 1nc e11c11c11tro ahora c11 ·rus manos. Golpe~\ si
T1í q11ieres, Perdóname si Ttí q11ieres, pero acéptame tal y como soy.

La voz del adepto, Pe rdurabo, que había vag-ado solitario por el


mundo, en busca de un signo y una palabra, se convirtió en una ex·
cla1nación:
¡l')-ulsa, pulsa el acorde J11aes:r·o!
jOesenvaina, desenvaina la IJa1ueante Espada!
¡Coronado como Hijo y Señ or Conq11istador,
Horus, vengador!

En la ciudad d e las pirámides, antigua pau-ia d e la ma¡,>ia, una voz


solitaria rct.aba de nuevo, en una exu-a1ia le n¡,'Ua que no era el cgiir
do, d esp ués de miles d e años, al dios d e .:abcr.a de halcón, Honu:

Por tanto, yo Te digo: Ven y reside e n 111í; para que todo Espí·
ritu, ya sea d el Firn1amento, o del Éter, o d e la Tierra, o bajo la
Tierra: en la tierra seca o e n el Agua, o en el Aire Giróvago, o eo
el Rugiente F11cgo¡ y tO<lo cncantamie11to y flagelo d e Dios el In-
conn1ensurable seas T Ú. ¡Abrahadabral

102
La invocación tuvo un éxito indudable, pues el hermano Perdu-
rabo recibió el mensaje (por mediación de Uarda la Vidente) de
que ei •Equinoccio de los dioses y-a había llegado•. O dicho llana-
mente, que había comenzado una nueva Era para la humanidad, y
que Aleister Crowley había sido elegido para ponerla en marcha.
Después de sus primeros experimentos con la magia de Abra-
Melin en su orar.o rlo de Boleskine, Crowley había estado buscando
la forma de poder hablar a su Santo Ángel de la Guarda. Ahora, al
menos, apareció: primernmente a Uarda la Vidente, a la que en-
cargó que dijera a su marido que invocase a Horns y que fuera al
templo)' transcribiera lo que en él oyera. Se llamaba Aiwass y era un
jefe Secreto (con el grado de lpsissimus).
Bastante impresionado por la revelación de Rose, hizo lo que és-
ta le había dicho. El 8 dé abril de 1904, exactamente a las doce del
mediodía, entró en el templo, enarbolando en una mano su pluma
estilográfica marca Swan; se sentó en el escritorio, puso a su alcan-
ce algunos folios y esperó a que pasara algo.
Súbitamente, una voz comenzaba a hablar; le llegaba por encima
del hombro izquierdo, desde el rincón más alejado de la habitación.
•¡Hadit!' La manifestación de Nuir'.•
•La revelación de la asamblea celeste.»
Perdurabo comenzó a escribir deprisa, mieotr.is la voz •de tim-
bre profündo, musical y expresiva. de tonos solemnes, voluptuosos,
ticmos, fieros, o severos, según el talante-, pronunciaba su impor-
tante mcns~je destinado a coda la humanidad.
•¡Ayúdame , oh señor guerrero de Tchas, e n mi revelación a los
Hijos de los hombres!•
Cro,o;ley escribió inintem1mpidarner1te dlLnt11te tina hora; y a la
una de la tarde, después del versículo sexagésimo sexto: •¡A mí! ¡A
mí! La manifestación de Nuit ha acabado», Aiw.iss se desvaneció y
Crowley dejó Ja pluma.
Al día siguiente, nuevamente a las doce del mediodía, Perdura-
bo entró en el templo. Con la misma puntualidad europea, Aiwass
apareció y comenzó a dictarle el capítulo St'b"111do:

No nos ocuparemos del téprobo y del indigno: que mueran en su


miseria. Pues ellos no sie11teu. La con)pas'i ón es el vicio de los reyes:
pisotea al n1iu y al débil: ésta es la ley del fuerte: ésta es nuestra ley
y la alegria del mundo. No pienses. oh rey. en los que mienten cuan·
do dicen: 'fú Debes ·~torir; pues en verdad. no 1norirás, sino que vivi-
r.Is. Que se sepa: Que si el cuerpo del Rey se disuelve, él quedará pa·

103
ra sieoop1·e como puro éxtasis. ¡Nt1id ¡Ra·Hoor~K11t1i ll El Sol, la Fuer·
za y ta Vista, ta Luz soo para los sie1'VOS de la Estrella y ta Serpiente.

El mismo proceso fue seguido al tercer día, cuando el mensaje


de Aiwass escuvo comp'eto.
Crowley estaba te111ado de mirar por encima de su hombro y
echar un vistazo a su Santo Ángel de la Guarda. Al parecer lo hizo,
pues dijo que Aiwass se hallaba suspendido sobre una especie de
nube y que •tenía el aspecto de un hombre alto, moreno, de trein-
ta y tantos años, bien proporcionado, activo y fuerte, con el rostro
de un rey salvaje, y los ojos velados, para que su núrada no desnu-
yese lo que veían•. Aunque Crowley difícilmente podía saberlo en
aquel momento, había vislumbrado al Diablo. Aiwass (o AiWll2) era
el mens~jero de Hoor-Paar-Kraat', es decir, Set, el dios destrnctor, el
hermano y asesino de Osiris. Set también fue llamado Shaitan, que
no es otro que el prototipo dél Satán del cristianismo. Y Crowley ha-
bía visto a Set, o Shaitan, o Satán", porque la palabra del dios (trans-
mitida en este caso por Aiwass) es el propio Dios. Más tarde, ya no
tuvo dudas del carácter de Aiw·ass, al que había llamado su Santo
Ángel de la Guarda. Por esto escribió: · Y Su filtro (el de Ja Mujer
Escarlata) será dulce a nuesn-as impm·as bocas, el Sacramento por
el que alabamos a Aiwaz, Nuestro Señor y Dios, el Diablo ...• ( The
Ma¡,rical Record, 22 de julio de 1920).
El Libro dt la l.IJ o Liber Legis, como fue llamada la declaración de
Aiwass, consta de una serie de versos ditirámbicos, que contienen
más signos de exclamación que cualquier otra obra de longicud si-
milar. Ti-ata de tema, que tienen que ver con las preocupaciones de
Crowle)', y está escrito en un estilo ínco1úw1dible. También incor-
pora sus personajes bíblicos preferidos y citas del escritor Fran~ois
Rabelais, al que consideraba un iniciado de alto rango.
•Quedan abrogados todos los rituales, todas las ordalías, todas
las palabr.is y los signos•, dice uno de los versos. Lo que significaba
que había que desprenderse de la ma¡,<ia ceremonial, tal y como era
enseñada en la Goldcn Dawn.
•¡ No os obliguéis a nada! No hag;íis diferencias entre una cosa y
otra, porque entonces vendrá el dolor.•
Lo que equi,'ale a decir: permanece en un estado de inconscien-
cia, pues ser consciente supone hacer distinciones. La conciencia es
diforenciación.
• Para adorarme, toma del vino y de las extrañas dro¡r.is de las
que hablaré a mi profeta, ¡y embriágate con ellas! •

104
•No hay ley excepw la que dice "Haz lo que Quier.is."• Y des-
pués: •La palabra de la Ley es tMlem11», es decir, voluntad, el nom-
bre del lugar en el que Rabelais sintó su prodigiosa abadía.
•Sé fuerte, ¡oh, hombre! Desea y goza todas las cosas de los sen-
tidos y del éxtasis: no Lemas que ningún dios vaya a renegar por ello
de ti.•
Crowley no necesitaba las exhortaciones de los dioses o de Ai-
w-.iss, que estaba totalmente exento de escrúpulos mordJes, para
•desear y gozar todas las cosas de los sen tidos-, pues era algo que
llevaba haciendo, como un desafio a sus padres y a la sociedad en la
que había crecido, desde que era párvulo.
•Todo hombre, toda mujer, es una estrella .• Pero sólo si consi-
gue encontrar su auténtica voluntad, pues de lo concrarlo será un
esclavo; y • los esclavos deberán ser siervos•. No hay democracia en
El Uúro de la Ley ni tampoco caridad cristiana. Se diría que Aiwass
había estado fuertemente influido por Niell.schc o, más bien, por lo
que popularmente se entiende por ideas de Nietzsche,
El Libro de la Ley incurría en expresiones de rabia pueril:
•¡Excluid Ja misericordia! ¡Sean malditos los que sientan piedad!
¡Matadlos y torturadlos! ¡No perdonéis a ninguno! ¡Caed sobre
ellos!..
•Escoge una isla. ¡Fortifícala! ¡Practica en ella la ingeniería de la
guerra!•
Después vuelve a su ser, haciendo observaciones que tienen al-
gún sentido, como por ejemplo: ·Ponte las alas y suscita el ovillado
esplendor que bay en ti: ¡ven a mí!•. El «oviUado esplendor• es Ja
serpiente Kundalini, que descansa, enroscada y donnida, en la base
de la espina dorsal, y que puede ser despertada mediante el yoga.
•Ahora sabrás que el sacerdote electo, y apóstol del espacio infi-
n.ito, es el príncipe-sacerd ote, la Bestia... • En otras palabras, el hom-
bre AJeister Crowley era el avatar (la encamación humana de un
dios) de las fuerzas cósmicas que estaban por llegar. Él era el vehícu-
lo mediante el cual había sido posible la comunicación,
La característica del Nuevo Eón (el de Horus, el Hijo futuro)
reside en el hecho de que la divinidad se encuentra dentro del
hc>mbre, n<> fuerd -n<> existe n i11gún dios- , y de que el alma, o e l
centro, es e n el h<>mbrc su Auténtica Voluntad. Por clic> se dice:
•Haz lo que Quiera5», En El Libro de ltJ Ley, que es el pantáculo d el
Eón, es decir, que contiene todos sus encantamientos e instruc~
clones, Crowley había creado una religión que le iba como anillo
al dedo.

105
El Liliro tle la Ley carece de la numinosidad o autoridad de las es-
c1ituras proféticas; y su sentido de rebelión exuda una aunósfera
que es incompatible con la •inteligencia preterhumana» que se su-
pone que es Aiwass.
Es imposible pensar en la frase Haz lo que Qu.¡eras sin recordar
otra de Rabelais, tan memorable, Ftty i:e que vtnúdras, pero mientras
que esta última, la del alegre doctor, suponía una pulla anticlerical
y la sátira de un emboscado contra una humanidad demasiado es-
trecha, la exhortación de Aiw<1.5S había sido pronunciada con la má-
xima solemnidad. Cada uno debe hacer lo que quiera, no por el
gusto de hacerlo, sino parn captar el sentido inmanente de la vida.
No hay que olvidar que la voluntad, en el sistema de Crowley, es el
Horus, o centro solar. Pero ¿hay alguna razón para creer que Afwass
hubiera leído a Rabelais? ¿O es que esa fr.1se, como el resto de su
dictado, era solamente uno más de los rcsullados de la actividad
mental, )'ª fuera consciente, o inconsciente, del propio Crowlcy?
En El Lwro de la Ley hay una gran cantidad de profecías de mal
augurio: •Surgirá otro profeta, y traerá desde los cielos una nue'"'
agitación: otra mt!ier despertará el deseo y la adoración de la Ser-
piente: ou-a alma, Divina y bestfal, se fusionará en el sacerdote que
domina el orbe; otro sacrificio manchará la rumba...•.
Un Nuevo Eón había nacido, y todos los nacimientos de los nue-
vos eones, o eras, se hallan, invariableme111.e, manchados de sangre.
Naturalmente, se predecía la Primera Guerra Mundial:
En palabras de Crowley:
La pritnera consecuen<ia U11portanct. de la nueva revelac:ión fue
La i11fu1u1ac..iúu, pv1 1-'CtJ te Je lo:t Jefe:> S<:c.1<:l~"J:s, <le que <:I Nuevo f.6n
suponía la destrucción de la civilización que existía a su llegada. Ya
q\.1e la caracteri.stic-a de Hor1.1s es ...~ F1.ler,¿:'.l y el Fuego... ,'" l'o:{>n ei:-
taría marcado por lG desaparición <le la tnentai.idad hu1nani1al'ia. El
primrr :.rto rl«) Su rf'ino s,•rí::i, lc\eic.anl r.nt~. ll~var al nn1ndo har.ia ta
catástrofe de una colosal y despiadada guerrd.

Después de que el segundo consef\ador del Museo de El Cairo


hubiera traducido la inscripción que apare'ía en la estela del sa-
cerdote Ankh-f·n-Khonsu (la número 656), y de que un artista local
le hubiese hecho una reproducción, los príncipes de Chioa Kban
regresaron a Europa.
El resultado inmediato de su encuentro con Aiwass, q ue después
seria conocido con el nombre de «La G1-an Revelación de El Galro»,

106
consistió en que Crowley escribiera a Mathers una carta oficial pai-a
informarle de que los Jefes Secretos le habíai1 nombrado a él Jefe
Visible de la Orden, y habían implantado una nue'"' fórmula mági·
ca: tlielema. •No esperaba recibir una respuest.a•, d.ijo Crowley. "y
por eso le declaré la guerra a Mathers.•

107
8 . Kangchenjunga ,
las Cinco Cumbres Sagradas

Resulta sorprendente que Crowley no comprendiera al instante


la importancia del Libro de la Ley. En los años \'enideros llegaría a ol-
vidarlo e, incluso, a tra•papelar el preciado manuscrito; mas llega-
ría un momento en que, inexorablemente, su tremendo contenido
acabaría por imponérsele.
Antes de abandonar El Cairo, lo metió en una caja, junto con la
reproducción de la estela de Ankh-f-n-Khonsu y demás posesiones
de índole literaria, y regresó a Europa, ataviado con un chaleco ro-
jo, tachonado de joyas y el anillo más grande que Amold Bennett
jamás hubiera visto adornar mano alguna. Conocemos la existe11cia
de aquel espléndido chaleco, así como del descomunal anillo, gra-
cias a que Bennett los describe en su Diario, en la entrada corres-
pondiente al 22 de abril de 1904, haciendo uso de ellos, así como de
su portador, en su personaje d el ·Mahat.rm», uno d e los que pue-
blan su obra Paris Ni!!hl.s [Noches de París].
En c ua lllo llegó a Parí.s, Cro wley e nvió un telegrama a Be nnett,
invitándole a comer e n Paillard's. No hizo menció n alguna del Li-
bro de la Ley, sino que, en su lugar, le estuvo hablando a Be nnett de
su ingreso e n la no ble za persa:

El Mahatma contó que acababa de ll egar aquella misma iarde


del Himalaya, y qu e, en e l Orien te, había sido nombrado, o ini-
ciad o, • klHrn• . Sin ningún tipo de preámbulos, comenzó a hablar
de te mas sobrena turales. Como él ha bía conocid o a Aubrey Beard-
slcy, le conté el rumor que corrfa respecto a que, desp ués d e su su-
puesta Oluerte, había sido visto e n Lond res, no una. sino varia.s ve-
ces.
·E.so no tiene iruportar1cia•, se apresuró a contestar. •(Yo conoz·
co a tm hombre que ";º y habló con Osear \i\'ilde e n los Pirineos.
mientras Osc'lr se encontraba e n una cárcel de Inglaterra.•
•¿Quié n e ra aq ue l hombre?• , le pregunté.
Hiio una l>ausa y habló con voz q ueda: •Yo•.

108
Con inquebrantable perseverancia, Crowlcy había seguido pu-
blicando nuevos volúmenes de poesía. Él mismo elegía el tipo de ca·
racteres que se utilizarían, el papel y la encuadernación {que era lo
más caro); más adelante, él, o uno de sus seguidores, pagaba la fac-
tura. Años después, aún disponía de la mayoría de los ejemplares,
puesto que la poesía no es algo que se venda fücilmente.
Entre Wliite Stains, esc1ito en 1898, y S11=drops Jrom a Curate's Ga.r·
den [Anémonas deljardín de un cura], que apare·ce en 1903-dos vo-
lúmenes que después serian afanosamente buscados, el primero
por ser u·emendameme erótico, y el segundo por ser exagerada-
mente obsceno-, escribiria diecisiete obras, la mayoría de ella.5 en
verso, que eran u11a senil imitación de S\vinbur11e.
The Swlml ofSong (1904) , The Argrmfluts (1904), The Book of tlie Gce-
ti.a ~lSoúmum the King {1904), Orac/J>.s (1905), Orpheus (1905), Ga.rgoy-
les { 19Qo6) y Konx Om Pax (1007) fueron publicados con su propio se-
llo ediwrial y, como quien dice, en su m.isma casa, puesto que,
cuando regresó del extranjero y se fue a Escocia, fundó la Sociedad
para la Propagación de la Verdad Religiosa, como llamó a su edito-
rial, cuya sede se enconrraba en Boleskine, foyers, lnvemess. The
Book of the Goetia of Solom011 the King [El Libro de la Goecia del Rey
Salomón ] no había sido escrito ni traducido por él, sino por Mac-
Gregor ~·tatl1ers, de ahí e l i1u\1lto al tradt•cto.r q t•e aparece en e l
subúnilo de la obra, •tl'aducido a la lengua inglesa por una mano
muerta... •. KonJ1 Om Pa.v -y no K11ox 07I Pox, que en inglés vendría a
-significar algo a~í como ... K.nox con .sífil i~... , como un librer<>escribi6,
erróneamente, en uno de sus catálogos- podría rraducirse como
•Luz en extensión>, esto es, la luz de la conciencia proyectada en la
tiniebla de la materia.
En 1909 dio a conocer su Cloruts WitMut Water [Nubes sin agua),
tí culo inspirado en los \<ersiculos 12 y 13 de la Epístola. de san judas:
·Son nubes sin agua, arrastradas por los vientos, árboles otoñales
sin fruto, dos veces muertos, desarraigados. Rabiosas olas del mar,
t>sp11mP..lntt"s rlf' .s11 propia iinpur~:ra; a."rros en;¡nr.es, a los q11~ . pa-
ra siempre se halla resen<ada la negrura de las tinieblas». La obra
fue •impresa para uso privado de los min.istros de la religión•. f.l
non1bre del a\1tor 110 es 1·evelado_, att1l.qt1e el supuesto editor d e l n,a.
nuscrito, el •Reverendo C. Verey», que se encarga del prefacio. ex·
presa el horror que le inspiran la blasfemia e inmoralidad de aque-
llos versos. A lo que, enton ces, cabe pre¡,ru11tar por qué st: to1aó la
molestia de dar a conocer al mundo aquella obra tan odiosa. Como
broma resulta un tanto escuálida y. una vez más, el supuesto sata-

109
nismo de Crowley sabe a poco: es sorprendente que él no lo advir"
riera. Conseguí encontrar dos versos divertidos en este aburrido li-
bro de XXI .¡. 143 págitia~:

El público británlco gruñe, refunfu1la y se revuelca,


adcrcza11do sus conUst..'rJ.jos con novelas neuróticas.

Crowley había publicado una cantidad tan considerable de poe-


sía que Luvo la idea - tomada de Max Beerbohm, quien, cuando só-
lo te11ía vei11ticuatro años, había reunido <~ n un vo l11rneo sus
.Obras•- de sacar sus Obras completas. Pero, a diferencia de Beer-
bo hm, Crowley, que por aquel entonces Lcnía treinta ailos, no hu-
biera necesitado tino, sino tre·s volúmenes, para poder abarcar en
ellos su abundante producción.
Describió su vida con Rose, durame su matrimonio y ha51.a la
aparició n de Ai,.,•ass, cor110 ~ L11la i11inLe rtumpída orgía sexual )\) , Pe-
ro, más adelante, ambos encontrarían otra• cosas en la• que ocu-
parse. En el tercer, y último, capítulo del Libro de itJ Ley se dan las
instrucciones para la preparación del • Pan de Luz•, una parodia
cr-owle)'ana de la consagración del pan en la Eucaristía, que sirve pa-
ra. •generar deseo y el poder del deseo., y que forma parte del cul-
to a Hor11s. el nombre asignado al movimiento q t1e sttrgfa con e l
Nuevo Eón, que había sucedido al viejo e6n del cristianismo, del
budismo y de las restantes religiones:

La sangre m•u apropiada es la de la lw1a, la mensLrual; o, si uo,


la sangre fresca de un niño. o la que rezuma d e la hucsLe celestial:
o la de los enemigos; o la del s<1ccrd0Lc. o la de los 6clcs; o flnal-
1nenle. la de algún animal. no irnpon:1 el qt1c sea. Cuécela: haz con
ella un pan y cón1elo en tni honor. Esto tan1bién tiene otro uso: dé--
jalo ante mi e imprégnalo con los perfumes de m ornción.

Poco después, Crowley encontró un escarabajo en el pavimento


del cuarto de baúo. Medía una pulgada y media de largo y tenía • un
único cuerno que tenninaba en un ojo• . Ourame las dos semanas
siguientes, toda la casa y el jardín estuvieron plagados de estos in-
sectos. Envió uno al Museo de Historia Natural de Londres para su
identificación: le fue devuelto, gentilmente, con una nota que indi-
caba que la especie era desconocida. Crowley estaba encantado,
puesto que en El L jbro de la L•)'CStaba escrit0 que • ... el Pan [de Luz)
se llenará de escarab~jos, y seres análogos, y de las cosas que se

110
arrasn-an que me son caras». Pero El Libm de /,a Ley seguía siendo pa-
ra él un enigma.
MacGregor Machers respondió al anuncio hecho por Crowlcy so-
bre Aiwass y el Nuevo Eón: preparó un ataque mágico recurriendo
a los demonios de Abra-Melin. Los sabuesos de Crowley cayeron
muertos mientrns los rastreaban; uno de sus criados se volvió Joco e
intencó macar a Rose. Aleister se lo impidió con ayuda de un garfio
para salmones y le encerró en el sótano, de donde fue sacado por
la policía: f i l) \l(>)ViÓ llUll t..a UICÍ!) a U.ÍI )1alJlat cJ~ ¿[.
Crowley contraatacó mediante la evocación de las fue1·¿as de la
Goecia: los cuaxenta y nueve siervos de Beelzebub, que procedieron
a castigar a Mathers en su morada de Monunaru·e. Rose, cuyo don
de clarividencia le permitía ver lo que estaba ocurriendo, se Jos des-
cribió a Crowley, quien incluiría una relación de algunos de ellos en
su obra T/uJ Sceuted Carden of Abdttllah the Satirist of Shiraz, conocida
también en lengua persa como Bagh-l -f\lluaum:
Apréciense a continuación dos de aquéllos:

NJMORUP: un enano raquílico, cabezón y orejudo. Sus babean-


tes labios 1jenen uo.a coloraciór1 broncí11co-vcrdos.a.
N0~1INON: u.na gra.11 n1c<tusa rQ_jiz;.'I. y gelatinosa, con una man ..
cha h.ul1lllos.a tle color verde, cotn<> l•.n a nat1scabunda bazofia.
Beelzebub (Belcebú) acabó con Jos podere.s de Mathers en la
1nagia: atUlque aú11 ,,ivió Olt'OS trece aii.os, 110 realizó nir1gún acto de
magia importante ni publicó nada más de interés.
Crowley había invitado a su casa a un médico llamado Percival
Rott, para. q11~ torlo ~i::n1vi~r;¡ rtisp11~sto par:. f"I :.li1ml, ,·~n1i,.~nco cJ P
Rose, y Jo mismo había hecho con Gerald Kelly y con un amigo co-
mún de sus días en Cambridge, I:vor Back, que también había sido
uno de los jóvenes contertulios de Le Chat Blanc, y que más tarde
sería un distinguido cirujano del hospical Saine George de Lon-
dres.
Crowley, KeUy y Back eran muy buenos amigos. Crowley, el de
mayor edad, el más audaz y el más agudo, conseguía que se tron-
chasen de risa. A Bott y a Back les enseñó a escalar, conduciéndolos
por las paredes rocosas de los alrededores de Boleskine. Al joven ci-
n1jano Back le daba ejemplos improvisados de cómo habría de es-
cribirse un libro de texto para que la medicina fuese menos abUJTi-
da. Tendría que ser en verso, como los que siguen:

(l l
La general parálisis
del enfermo de la meme
fn1stra Jos análisis:
El remedio es impotente.
Y por 1nás que uno lo io1ente
no conseguirá que fu1tcio1te 1ti el sistenta ni la ntente.

Mientras Bott ayudaba a Rose a dar a luz a una niña, Back, como
editor de las Obras 1;ompletas de Aleister Crowley, estaba a punto de
conseguir el nacimiento del primero de sus \'Olúmenes. Y Crowley,
en la habitación de al lado, estaba consagrando un talismán para
que Rose diese a luz un monstruo. Se trata de una anécdota apó-
crifa, per<> del mis1110 tip(>de las que la gente corncnzaba a co11tar
sobre él. Si era verdad. entonces su magia fracasó, pues la niña re-
sultó totalmente normal, y a los pocos días, Crowley, como cualquier
padre, estaba entusiasmado. Al punto que eligió para ella, tras lar-
g-as cavilaciones, los siguientes nombres: Nuit Ma Ahathoor Hécate
Sappho Jezebel Lilith.
N<tit había sido elegido •en honor de Nuestra Señora de las Es-
trellas•, la diosa egipcia del Cielo que en la nueva religión de Ho-
rus o crowle)-.m ismo ocupa el lugar de la Virgen María. Ma o Maa~
la diosa egipcia de la Verdad y la Justicia, fue elegida porque Libra,
la balanza, se encontraba en su signo ascendente en el horóscopo
de la pequeña. Ahathoor, la diosa del Amor y la Belleza, porque es
equivalente a Venus, que gobierna a Libra. No podía recordar por
qué había elegido Hécafe, aunque pensaba que debía haber sido por
una deferencia hacia las divinidades infernales. Y no podía por me-
nos de honrar a la única poetisa de la antigüedad, Sapp!w, o Safo. j e-
r.ebe.4 o Je1,abd, SCf,'llÍa siendo su personaje fa\'orito de la Biblia, y Li-
lith demostraba su afecto por el reino de los demonios.
Se divirtieron muchísimo en las Highlands. Annie, la tía de
Crowley, la única mujer de su familia que le resultaba tolerable, se
encargaba de la casa. [ban de pesca, de caza, de escalada y por la
noche jugaban al billar y se dedicaban a ir dejando vacía la bode-
ga del Laird.
Sólo había un problema: conseguir que Rose se divirtiese du-
rante su convalecencia. No sabía jugar ni al más sencillo juego de
cartas )' apenas había media docena de libros que le apeteciese leer
de los tres mil volúmenes que componían la biblioteca de su mari-
do. Aleister decidió que había llegado la hora de que él le escribie-
ra un libro, un libro que no sólo pudiera comprender sino también

112
disfrutar. Por una r;uón que le resultaba bien conocida, decidió que
e l libro más aconsejable para Rose sería uno pornográfico.
SntJWdwps from a C1trate :S Carden, una obra que aspiraba al éx.ito,
a causa de su ironía, comienza con un breve resumen de la vida de
K., su imaginario autor. Un editor ap6crifo, que ha robado el ma-
nuscrito, nos info1ma del hecho de que K. · había nacido, allá por
1860, en una de las comarcas rurales de Inglaterra. Sus proge1úto-
res pertenecían a la clase de los peque1ios propietarios de tierras,
que n o se p reocupan de vi,fr con gran osLentación. Se ntían el sufi-
ciente respeto hacia sí mismos como para vivir a su aire•.

El muchac ho, delicado en su juvenn1d, tuvo que soporrar dt?--


rante algún riempo la rudeza de la escuela pública, aunque su pa-
so por Oxford le supondría gran cú1m~o de honores. siendo res-
petado por su p iedad, instn1ido por s tts profesores y (me d a
vergúeuza decido) adorado por un desagradable corrillo a causa
de la. belle1.a inf-anril de Sll rostro, sus inescrutables ojos, su boca,
peque11a y de color escarlata, y del irnpúdico cinisn10 de su ... ina-
goral>le lujuria. au1)que esta expresión resulte un tanto inadecua-
da. En una palabra, era el 1nás estudioso y el mejor cortesano de su
c urso ...
Requerido por ricos y pobres, a causa de la belleza de su perso-
na, no se entregó a nadie, exceplo al capitán de un barco flmial que
recorría el Sena, ~\ quien permanecería fiel hasta el mo me nto de su
matrimonio. Pero la devoción que hubo de o bse111ar respeclo a su j o-
ven y belüsima mujer le agoló e xcesivame nte, haciendo que su cons-
titución se resintiera por ello. Apenas hada una semana que se ha-
bían cn..ado, cuando la llevó al infame Club T••••, en El Ca.iro,
donde los disolutos oficiales del Ejército ele Ocu pación. los merc.1-
deres, los cargadores de pescado, los alcahuetes y, e n suma , toda la
crema de la sociedad egipcia, y de sus heces, se reun ían todos los
miércoles por la noche par~ perpetrM espantosas orgías.
É.l la e nLrega a los Liemos cuidados ele la chusma, complacién-
d0$C e n ver cómo era violada, ante sus propios oj os, una docena de
•·eccs. En sólo un mes, no llay ninguna m L!)cr a la que e l caUficalivo
de •perd ida• cuadre mejor que a aquella deliciosa ingles.~.
Scrrí macirc. después de in11un1crdl1les adulterios co1nc tidos por
ambas pal'tes, sin ningtín recato Cflda 11no en 1>resencia del otro. in-
cluso e n cadenas de diez o más persona..<. Durante aquella época de
Lremeudo agouunieoto que a él le supusiera el te nerla e ncer·rada.
pudo escribir su no"cla apócrifa.

113
Durdntc todo el tien1po de su 1.oatri1oonio 1 que dtu·ó <~os af1os.
estuvo entregado a todo tipo de obras piadosas. Había sidc> ordena·
do hacia tres ailos. ganándose en poco tiempo el favor de sus supe-
riore s, a causa tanto de su modestia como de s tt e loct1cncia . Consc-
gttiría en París lln importante p11c.sto <le capellán priva<lo, que le
permitiría disponer de muc ho tiempo libre para otros menesteres.
Por aquel tiemp<>, compondría un delic ioso volumen de h:imnos, y
la solicitud que demostrara hacia los pobres Uegaría a convertirse
en la admiración de la capital de Fra11cia.
Acostun1braba a pasar la tarde en aq11el ocun·ent.e e i1lfor1na)
club de grdndes imelecruales que se reunía al caer la noc:he e n el
restaurante Att Chien Rouge, C\l)'OS 1rtieo1bros e ra11 tar1 cel ebrados
en e l mundillo d el arte. Allí conoce ría a C****, aquel brillante aun·
que un tanto libe1'tino esc11l1.or, de inge11io cá11stico, que para s us
a1n.ig0$ equivalía: a sinlplernenr.e ge11ial; a N• ***. el gran pitntor, cu-
yo l'egio sentido de la luz convertía sus cuadros e11 a1111oniosos sue·
i1os; y descubriliia la dulce amistad de Saco, que le embarg-aba con
un torrente de melodía, color e inspiración. También acudían a la
reunión D. y L., el primero poeta y filósofo, y el segundo, pintor y
- mt•cho me tero.o- pederasta.

<D." eró e l propio Crowley, y • L.• , Gerald &:lly, que no era, e n


absoluto, peder.isra; pe ro la •novela apócrifa•. al igual que o tras
m11cha~ no\re las, era más o menos aut<)hiogr.ífica. aunq11e Cro\vley
n unca hubiera recibido la5 Órd<:nes de Ja lgle;ia Cristiana, como
mucho las de la suya propia, las de T helerna, ni, mucho meno>, hu-
bje ra sido c:apaz., ni en París, ni en ning1ín 01ro sirjo, de dar un p e..
nique a un pobre, lo que, dado e l estado de su bolsa, es algo que no
podemos reprocharle.
También venían incluidos e n aquella lista o tros amigos de Crow-
ley, como lvor Back, •el gran cirujano•; pe ro, en este punto de in-
troducción, la inspiración d e Crowley ernpezaria a flaquear, por lo
que intentaría evocar los recuerdos de Le Chat Blanc en los que,
fi1n<l;¡111~111al 1n ~nr~ ~ ~sraha ha.1;.arl;:r_. 1.::. i11sólira v~sti m~nf;¡ rlf" K.
(Crowley) es descrita de manera sucinta: •Su gran capa azul (una
elaborada túnica adornada con un cuello de annii\o, pues su ex-
centricidad en el vestir llegaba a ser una monomanfa) ...• .
Después de la biografía del autor de la obra, viene la obra en sí,
la.s ~;:tn~rno1'laS» a la ~ q1 1e ;.ll t 1d e t"'l títi.1lo. J...a pri.tnera es tma breve
novela picaresca que trata de un arzobispo, y e n la que Crowley, que
no es novelista, adopta una técnica cómoda: Su Gracia dicta la bis-

114
toria de su 'ida a un pe1iodista d el Daily Mail que se encuentra de
paso en el palacio ano bis pal. •Usted podrá anotar, con ayuda de la
taquigraña, en la que le supongo diestro, la verdadera historia de
mi vida.• Y comienza con los siguientes términos: • He venido de un
pozo sin fond o y me h e pasado toda mi \ida intentando volver a él.
Apenas hube abandonado el pecho d e mi madre, ésta me puso so-
bre su clítoris, y fuj dejado en los brazos de mi padre antes de que
su reclamo estu\iese entre mis piernas y disparase su cremosa esen-
cia al soleado aire de Roma, en donde, has de saberlo, aspiré mi pri-
mer hálito• . El modelo no era otro que Rabelais, con un ligero to·
que d e Sade: una tontería ju\'enil.
La segunda es una colccd6n de poemas y parodias obscenos en-
tre los que se en cuentra Rnsa Mystica, una oda sobre Rose, que es
ta n mística como pío ~'S K., e l autor, y que debiera ser le ída junto
con las otras cuatro odas que también le fueran dedicadas, y que
son más conocidas, para compre nder mejor el amor que Crowley
senúa po r su muje r. Aunque resu lte una inde licadc1.a p resentar al-
gún fragmento, éste podría servir:
MEAR O NO MEAR

REY: ¡Oh, 1>esada carga!


POLONIO: ¡Resiste! Ya llego: me re tiraré. mi señor.
(Entm Ham!A.)
HMlLET: ~1ear o no n1ear: ésta es la cuestión:
¿Qué es más noble para el espíritu. sufrir
los golpes y dardos de Ja ultr.tjante constricción,
o to1nar las arn1as co1lU'a u1)a ocluida u.r etra
y, mediante la abscisió n , acaba1 co1) ella? Joder; corl'erse:
No 1ná.'i; y pt;11!5ar ljlH;! con u11 pol\ro puncrnos fu1
a Ja erección y a las mil narurales lujurias
que con~ci tuyc n la herencia de la carne. ¡IJe aquí un término
devotamente apetecible!Joder: llegara correrse:
¡Llegar ... , ul ve?..., a la~ p\l rgacion~I jAyl ¡Ahí está d obstáculo!
Puesto que es fOrloso conside rar que las purgaciones puedan so-
brevenir del jod er.
cuando nos hayamos librado de este mortal lugar
ser:.\ co nvenie nte damos una pausa. ¡He aquí la inflai:nación 1
que corromy>c, incluso, los más bellossue11os!
Porque, ¿q uién soportaría las sacudidas y los goteos de la orina.
la injuria d el orinal 1 la contumelia de la vejiga.

115
las congojas de la próstata, la tardanza en el mear.
la insolencia de la orquitis, y las vt;jacioncs
que e l paciente mé1ito de la uretra recibe,
cuando uno 1nis1no podría procurar su reposo
con un lubricado catéter? ¿Quién querría at.rJ.g-a11tarse con el sán·
dalor,
peer y cag-arsc bajo el efecto de un potente purga11tc,
si no fuera por el tc1nor de un algo, después de desatascársclc la
uretra?
la senil estrechez, ante c uya inminencia
ni siquiera e l car.ér.er pern1i1.e escapar, co11u1rba la volun tad,
y nos iropLdsa a soportar aquellos roa.les q ue nos afügen,
antes que la11ian1os a otros q ue desconocemos.
Por eso, la inflamación hace de todos nosotros unos cobardes.
Y así, la pri111itiva necesidad de la n1icción
des111a}ra bajo el pálido toque del pensan1iento,
y las en1presas de ma}'or meada y orinal,
por esa consideración, tuercen en espiral su c urso
y dejan de tener nombre de bombeo. Pero, ¡silencio!
¡La hcnnosa Ofelial Ninfa, e n tus oraciones
acuérdate de mis pecados.

A esta parodia del Hamkt de Shakespeare le sigue otra de Como


gtistéis.

EL MUNDO ENTERO ES UN BURDEL

El mundo entero es un burdel,


y lOdos los hombres y mujeres, bujarrones y putaS.
Tienen sus entrada., y sal idas,
y un hombre, en su tiempo, se 6ra muchos pe<los,
y el ojo de su culo es una octava. Primero, es d nii10
,.;olentamente follado por un achacoso duque:
luego es e l escolar llorón, con su escroto
y su reluciente glande, cuyo espenna es como la baba de un caracol.
indolente en su meneo. En seguida, es el enamorado
jodiendo como un horno, con una balada doliente
dedicada al portal de su amada. Después, es el soldado
armado de gran "alor, y con unos cojones como un toro,
celoso de las lesbianas. presto y rápido en correrse,
buscando la burb1.tia de la gonorre-<1

11 ti
hasta en la boca de la furcia. Más tarde, es eljuez,
con su hennoso viena·e redondo, e1nborrachado de mercurio,
el porte sevel'O, y a1.en1per0tdo follador,
lleno de sabios trucos y de los modernos adelantos para el amor;
)' acorde con eHo, lanza su pedo. La sexta edad nos lo transforma
en lUl enjuto y escltrrido calzón,
de gotcantc pene y peloc...i.s retfii.ctilcs.
Su juvenil golfa, bien tOllada, seria ttn m11ndo que le vendria grande
a su 11ler1nado cipote: y su gran 1neada viril,
convertida de nuevo en atiplada de nif10, ahora suena
corno un caramillo o un silbato . Pero la 1ílón1a escena de todas,
la que concluye esta exu-atl.a historia llena de aconceciln.ientos,
es la segt1nda impotencia y la total castración:
sin cipote, sin pelotas, sin <lcs<:oSt sin nada.

La propia opinión de Crowley, respecto a S11owdrops, está expre-


sada en una carta que cscribi{>, veinte añ()S más tarde. a t1r10 de s t1s
seguidores, Nortnan Mudd. Mudd había intentado JJe'"1r de Sicilia
a Inglatena algunas cajas que contenían manuscritos y pinturas de
Crowley, además de un álbum de fotos obscenas, pero sin conse-
gui.r lo, pues las autoridades aduaneras de Dovcr las destruyeron.
•Es imperativo considerar que estas cosas, a pesar de lo que sean,
no son más que los accesorios de una operación quiñtrgica», le ins-
truyó Cro'°''ley, en u11 vano inte11to de salvar sus pertenencias. «To-
do mi plan estriba en extirpar los gétmenes de la plaga sexual. Y be
desarrollado esta tesis, ya presente en Snowdrops, en mi Haft, exten-
diéndome un wnto. Mi fon no es simple mente el de incomodar, si-
no el de erradicar sin consideraciones el sentido del pecado.• Ken-
nei.11 Tynan, que ern el asesor literario del Britain 's National
Theatre, y que era quien decidía si una obra se representaba o no,
era de la misma opinión. Su meta era •hacer que la turbación pro-
ducida por el sexo dejara de considerarse como algo pecaminoso-,
tal y como declarara e n una cnrrcvism que le hicic171 la re,~sw lon-
dinen<e The"''" Quw·terly. Pero Tynan es más conocido poi· haber si-
do •el primer hombre que dijo joderpol· la televisión• .
Pasó el invierno en Saint Moritz, junto a Rose, esquiando y pati·
nando, y regresó a Inglaterra al comienzo del deshielo, cargado de
nuevas composiciones poéticas que serían publicadas a s u debido
t.iempo. Se encontraba desacostumbradamente euforico. o se sen-
úa tan feliz desde que, diez aúos antes, la Gran Puerta del Trinity
College se abriera ante él. Había sido reconocido como poeta (en

11 7
una recensión, C. K. Chesterton le había descrito como •un buen
poeta-) y como mago: estaba creciendo en importancia, y sus espe-
ranzas eran ilimitadas.
Clifford Bax, quien más tarde hallaría otra inspir<1ción en la fi-
gu ra del monje budista AIJan Bennett, nos ha dejado una descrip-
ción del Crowley de aquella época, pues se había alojado en e l mis-
mo hotel de Saint Moritz que él:

Un hombre d e gran estatura y magnéticos ojos negros se acercó


a n1í. Vestía un abrigo de terciopelo con cuello de ar1ni1lo, un cha-
leco colorado, pantalones bávaros de seda y medias de seda negra.
Fun1aba en una colosal pipa d e esptrma de mar... Todas las tardes
j ugábamos al ajedrez, y j ugar al ajedrez con un hombre permite
evaluar el voltaje d e su intelecto. La mente que d irigía el movi-
n1iento de las piezas ad\lersarias era potente e imaginativa. Aden1ás,
era un experto patjnador y u n hábil 1nonta1lero; y d u rante la con-
versación den1ostraba ltn an1plio c:onocin1ien1.o de la literatu1·a, e l
ocultismo y los pueblos del Oriemc. Y, además, estoy seguro de que
una parte de su personalidad creía en su misión mesiánica. La vis--
pera de mi regreso a Inglaterra, después de haber jugado nuestra
última partida de ajedrez) me exhortó a que me dcdjcara al estudio
teórico y práctico d e la magia. Me h izo c:on1prender que él mismo
se encargaría de eUo. •Muy amable de su parte•, balbucí, • pero ya
ve ... que realmente a.(ul no estoy Lislo. ·rengo que leer uo poco
más-. t1La lectura•, me contestó, ..:está bien para tos niños. Los
hombres deben experimentar. Tome lo q ue ~e han ofrecido los
di ose¡. Recháceme y no podrá distingui= de todos los idiotas que
oos rodeani... Hi1,o una pausa y preguntó brus.camente: «¿Qué día
es hoy?•. •23 de enero•, le respondí. -¿De qué año ... , según el ca-
lr.ntbtrio «'ri!l.tiano?» .. ne mil novecienlo~ cinco.• .. ExaclO», dijo
Cro....itey . ..:y dentro de rrúl años. a partir de allOta, ei mundo a3isti-
rú al ocuso del ªº'"'lcyünismo ...

Sin duda, Crowle)' babia querido decir. o dar a entender, •es-


plendof», en lugar de •ocaso., puesto que esperaba que su nue>·o
Orden durase, cuando men<>s. dos mil a.i1os1 tanLO C<)mO e l cristia-
nismo. Dentro de mil años, el mundo estarla iluminado por la nue-
va religión, de la que él era su profeta, y, en absoluto, próxima a m
r:r~1"1~r:1 1lo.
Según El Libro de la Ley ha habido hasta ahora dos grandes perío-
dos o Eones e11 la historia de la hitmanidad. El primero ft1e el de la

118
mujer: con el matriarcado y el culto a la Gran Madre. Crowley, un
tanto arbitrariamente, asigna la diosa egipcia lsis a este Eóo .
El Eón siguiente, el del hombre, también lleva el nombre d e uo
dios egipcio, Osiris: es e l Eón del judaísmo, budismo , cristianismo e
islamismo, religiones todas ellas de sufrimiento y muerte, del • dios
moribundo•, una noción que Crowley tomó del autor de La'ª"'ª
dorada. En otra.S palabras, la religión de sus padres, a Ja que odiaba
y echaba la culpa d e los sufrimientos de su niñez.
El Nuevo Eón, al cual J. F. C. Fuller llamaría crowleyanismo, to-
ma el nombre de Horus, el hijo de !sis y Osiris. Lo que caracteriza
a este período es la auténtica voluntad; de ahí el grito de combate
de Crowley de «Haz lo que Quieras•. En esta época, Jos hombres se-
rán como dioses o, al menos, aquellos que hayan descubierto sus au-
ténticas voluntades, al igual que él había descubierto la suyd. «La
muerte te ba sido prohibida, oh, hombre• , dice EtLi/Jro de la Ley. És-
ta es la respuesta de Crowley al plymouthismo.
De regreso a Boleskine, Crowley vuelve a adoptar los hábitos de
vida de un noble escocés. Gerald Kelly, Mrs. Kelly (la suegra de
Crowley), Ivor Back y Eckenstein le hacen compañía, así como el te-
niente coronel Gormley, médico militar del Ejército de la India a
quien Crowley d escribe como masoquista. •Gormley declara haber
sido flagelado por más de dos mil mtüeres ... me parece un número
m~y elevado.•
El 27 de abril llegaba el doctor JacOL G uillannod con llll ejem-
plar de un libro que había publicado en Suiza sobre la expedición
al K2, cuyo útulo em Six t1wis da11s /'Himalaya.
Crowley aún seguía conserv-ando su buen h umor. La seriedad del
médico suizo se convirtió en d blanco de sus bromas más pesadas,
qu e es mejor referir siguiendo e l curso de sus propias palabras:

E11 1905, en. pri111avera, recibí inesperada1ne11tc la visita del n1é-


dico ... de un médico del "jército suizo. Asociaba las Highlands a la
caza de perdices. y apa1~c del hecho, que nunca he podido cxpli·
carrne, de que jamás se ha vis1.o una perdiz en mi propiedad -aun·
que sean muy abundan1cs al otro lado de Strath·Errick-. insistió en
que teníamos que llc,orrlc de caza, lo que, aparte de la pequeña di-
ficultad an1crionncntc mencionada, era más bien una vcrgl1cnza, ya
que él dehicm haber caído en la cuenta de que en abril la perdiz es
tabú.
Oc hecho, estaba mu)' disgus1ado. Y era evidente que me corres-
pondía proporcionarle todas las distraccione.• posibles, por lo que

11 9
n1e dije: l(¡Dc acuerdo! ¿Quieres cazar? ¡Pues ya te daremos pa.r a
que caces!• .
A_lgunos <lías <lesp ués <les, ié l a convel'sación para poder hablar
1

<le Birrnania. ·•Cuando Ja soldadesca inglesa es1aba acechando a .lo s


'''"'oils' que pululaban por aquella regióo, había espantado de sus
a.Ideas a la mayoría d e los búfalos, co11 lo que, en el c tLrso d e una o
dos generaciones, aquellos b úfalos don1esticados habían vuelto a
ser salvajes. Casi se habían converrido en una especie disrinta, con
t1ábilos peculiares. Era muy ~xu-año~, proseguí, "qt1e la natta.raleza
hubiese gastado una broma sem ejante en esta parte d el mundo.
Cuando el general Wadc tmj o la dc,>astación a las Highlands, em-
p1tjó la5 ovejas d e los pacíficos a ld eanos ha5ra los páramos 1nác; in-
u-ansitables. con lo que les ocul"rió lo 1nis1n o que a los búfalos <le
agua en Bin11ania. Esta raza de oveja es, en verdad. 1nuy úmida, ·y,
adenlás. nluy 1-a.ra, aunque, ciertan1ence, los 1uilag1·os sie1npre pue-
cle 1l ocu rrir; una d e ellas podría acabar en mi propiedad, y enton-
ces. ¡qué maravilla! • .
El buen doctor m e tomó mu)'· en serio aquella historia. Y yo, por
mi parte, me puse discretamen te manos a la o bra. A.sí q ue sólo ha-
bían pasado tres o cuatro días. cuando mi criado Ghillie se precipi·
t.ó e n la arn1ería d onde estábamos reunidos j ugando al billar, y ex-
clamó, de manera un tanto deso,rdenada: •¡Hay un haiti,'ifs' sobre Ja
colina, rn.'lortfl•.
Dejé caer el taco de golpe, y me lancé hacia el annero, entre·
gando al doctor mi escopeta de ca1ión doble de calibre 577 Ex¡>ress,
mientras me con ten taba con un rifle Paradox de calibre lO, de fa-
b ricación holandesa. No habían Lranscurrido cinco min uto:s cuaodo
)'3 se había organizado la partida de <423.
Aw1quc llovía a cán taros, como d e costumbre, i11sisú en que la
partida atajase por el estanque de las 1rnchas, para rastrear la pista,
e n contra de lo que p udiera parecer. Pe ro el d octor lo tomó con10
un día conientc de trabajo.
Arrastrándonos yarda a yarda , podría decirse que a cuatro patlls,
por el sendero que conduce desde la cascada al estanque de los pa-
los, l\ic.lmos nuestro mojado )' chapotc:intc traycc·10 con sun10 cu i~
dado. La única posibilidad de que fuéramos descubienos podría ve-
1úr de 1ni ou9er, que marchaba en retaguardia, p ues muy a duras
penas podía contener sus emociones.
Y b ien. al fin alcanzarnos la cima y. extremando las precauciones,
nos acercamos al pw1 10 en donde el buen GhUlic había dcscubicr·
to al hag¡rú.

120
No servirá de llada decir q11e había t1na niebla insó'litarnent.e
densa, pero conseguimos ver, recortándose sobre las ráfagas de llu·
•ia, la giganteS<:a figura del haggis. Nos quedamos inmóviles, como
n1ue·rr.os. Y e1\l.onces, H't1gh Chillie. con 1trucha precaució1n, hjzo se-
ñas al doctor de que avanzara ar1dStrá11dose por el suelo, y <:reo que
uo l1abía llegado a recorrer más de veinte yardas cuando disparó,
haciendo volar por los aires, totaln1e11te destrozado... un n101ueco,
el del gra1tjero Md11ab, a quien había hecho ganar un premi.o.
Hugh Ghillie se l:unó hacia delaJlCe, para que el docoor no pu·
diese ver la avena que se b.abfa esparcido para conducir al hag¡.>is
basta a(1t.1ella [JOsiciór1J. izó sobre sus hc11r1lJros lo que quedaba del
animal y regresamos Wctoriosos a vesti mos con ropas secas.
La escena siguiente rkne lugar en Neuchatel. El doctor había
hecho de la cabeza un trofeo, con su placa de oro y el nombre de la
especie i11scrito en él. 'Y, natur.tlrncntc, 11arraba SLI proeza a todo el
mundo.

El d·o ctor Guillarrnod quería escalar d e nuevo e l Himalaya. Y su·


girió d . Kangchcnjunga, un gig-ante análogo al K2, en cuyos flaocos
nadie se había atre•ido aún a plantar e l pie. Era nau1ral que la idea
entusiasmase a Crowley, que quería escal;u más alto que nadie. El
Kangchenjunga le habría dado la oportunidad: él conduciJia la ex-
pedición basta la cumbre.
Su insistencia en querer ser el jefe indujo a Osear Eckenstcio a
no unirse a la expedición. Con Perdur.ibo ai fre nte, el riesgo era de-
masiad<.) grande, le c(>nfes<'.>a Kelly. Kno,v1cs. que también había si-
do ím~tado, se negó ásperamente a escalar de nuevo con un hom·
bre que le babía apuntado con una pistola e intentado matar a una
altitud de 20.0CO pies.
Las dudas de Crowley acerca de la habilidad de Guillarmod co-
mo monta1lcro, fic~mcnt.c recogidas en '"I'Ae Corifes.siori.s. surgieron
después de la escalada. Anu::s de partir, scílo le preocupaba que él
mismo pudiese caer al vacío, por lo que hizo e l siguiente testamen-
to, ciertamente imaginativo:

En el c.;.~o d e mi muerte, Georgc Cc.:cil Jonc~ !K':gttir;.í c~t;;M i1u·


tt'UCCÍ01ltS:

En100.lsamar el cadá,·er.
Revestirlo con el hábito bla11co e11 ío1111a de Ta11. oon la túnica
roja y el ceñidor dorado de Abra·Melin, y la Corona y la Vara. Taro·
bién Ja grn11 espada roja.

121
Enterrar conmigo todas las joyas mágicas.
Un pastos y una cripra deberán ser preparados par-d se.-vir de
ataúd y tumba; cuya forma scr.í la qt1e se indica, pero sin ningún ti-
p<> de dibujos. Úsese piedra blanca.
Sobre el pastos escríba.-e sólo Perdura/Jo.
.Emparedar la cripta y e.-conderla por completo de miradas hu-
manas, y no erigir lápida alguna. Coloca.r en la c.-ipta edicio11es en
pergamino de todas mis obrJs. hennétic-.amente selladas.
El lugar será escogido. y conocido sólo. por Ceorge Cedl jones.
Deberá encontrarse en un terreno consagrddO por él.
Aleister Crowley

Se decidió que Guillannod tenía que encontrar, al m enos, o tros


dos montañeros, que deberían pagar su cuota con-espondiente de
los gastos de la expedición; así que, junto con su haggis, se fue a Sui-
za a bus.carios.
El 6 de mayo, Crowlcy dejó Boleskine. Pasó una semana en El
Cairo, visitó e l Museo Bo ulak para contemplar la estela de Ankh-f-
n-Khonsu, e, indudablemente, •el infame club T...., o algún otro de
su calaña; después se embarcó para Bombay, adonde llegó el 9 de
junio. En Cakuta, la siguiente etapa del ,,¡aje, llamó a Edward Thor-
ton, quien le había acompañado al interior de Birmania, hacía
cuatro años; después siguió hacia el norte, hasta Darjeeling y vio,
cuarenta millas más allá, la mo ntaña que iba a permitirle probarse
a sí mismo.
Al Kangchenjunga se le llama •la parte \'ÍSible del Himalaya~,
porque no está escondido, como el Everest y el K2, por picos satéli-
tes, sino que en un día claro cualquiera puede verlo desde la ciudad
de Darjcelíng. Nace de la fro1Hcra e ntre Sikkim y Nepal, a catorce
millas del Tíbet.
Guillannod telegrafió diciendo que llegaría acompañado por
Alexis Pache y Charles Rt:ymond, oficiales e n actim del ejército sui-
7.0 y expertos escaladores de los Alpes. El 3 1 de julio. los tres mon-
tañeros suizos llcg-abar1 a Darjccling )'estrechaban la mano de su jefe.
Había sido aceptado un quinto hombre. que jamá5 había pisado
una montaña y que había ofrecido sus servicios a Crowley. Era Al-
cesti C. Rigo de Righi, el joven direc1or imliano del Dn.nn Dmid
H otel, donde se alojaba Crowlcy. Podría servir de: intérprete, pues
conocía el indostaní y el tibetano, y se encargaría de las provisiones.
Fue redactado un contrato y finnado por los cinco. Contenía el
mismo tipo de cláu.5ulas que las del contrnLO utili;r.ado en la expedi·

122
ción al K2; pero en esta ocasión se hacía constar que «Aleister Crow-
ley será el único y supremo juez en todo cuanto ataña a la técnica
del montañismo, y los demás obedecerán sus instrucciones•.
Crowley tenía prisa por ponerse en marcha, pero teníao que es-
perar hasta que se les concediese el permiso para entrar en Nepal.
Así pues, mientras daba el toque final a sus preparativos, escribió
dos artículos para el Pioneer Mail de Allahabad sobre la expcdici<Sn
de 1902 al K2. En el primero aparecía una crítica innecesaria, e in-
justificada, de los gtúas alpinos: no se extendía gran cosa sobre los
guías, pero sí lo hacía en demasía sobre sí mismo:

Debo indicar que sólo hon1bl'es 1nás expertos. y en n1onrailas


más fáci.les, se lastrarían deliberadamente llevando •guías•, esos
campesinos sieu1pre inco1npetences y con de1nasiacla frecuencia,
1

cobardes y borrachos que, sólo por haberse aprendido, a ft•erza de


subir por ellos, los caminos que llemn hasta alguna.< fáciles cimas de
St1i1.a, han sido exaltados por nuestros charlatanes en cuestiones al-
pinas como los representantes del tipo más elevado de hombre.

L. Sullivan de Lucknow, tomando a Crowley en serio, envió al


editor del Pioneer esta defensa d e los guías alpinos:

... Un conjunto de hombres particular1nente \•alerosos, sobrios e


inte ligentes, y durante el transcurso de un considerable n1íinero de
'~sitas a Suiza, nunca escuché a ningún escalador experimentado
e xpresar puntos de visra semejantes a los de S\l corresponsal.

El segundo artículo de Crowley incluía un a1aque al Club Alpi·


no, •que había apagado en los jóvenes ingleses toda chispa de ha·
bilidad montañera-. Al día siguiente, el periódico publicaba esta ré·
plica de un ultrajado lector que firmaba como .;\.-:

Señor, observo que «AJeister Crowle!'')· quienquiera que sea, ha


publicado en el J>ioneer la segunda de sus vaHosas conuibuciones al
coru)ci1uient<> de la exped.icid11. al Ka11gchen.Junga. A juzgat por su
tono, conl!idero que no sería aceptado como ca11didato al Club Al-
piuv, al 1..ual, 11c tlt: aaj¡uJi1, 110 u::uov t:I p1ivilt:oio <le pe• Lt:uct:er. El
deporte del montañismo no sufrióa, ciertamente, una pérdida si e l
Kangchenjunga quitase de en medio, y para siempre, a este cortés
individuo ...

JU
El 8 de agosto partían biyo una copioS'a lluvia, con siete tonela-
das de alimentos y de bagaje, doscientos treinta porteadores, y tres
criados personales que habían traído desde Cachemira -los mismos
que habían acompañado la expedición del K2- , cuyo jefe se llama·
ba Salama, barbudo y enturbantado y, además, si se j uzga por su fo.
tografía, patizambo.
La altura del monte Everest había sido calculada en 29.002 pies,
y la del Kangche1tjunga en 28.250 pies. pero todavía exisria alguna
discusión respecto a la altura exacta de aquellos tres gigantes del
Himala¡ra, las tres montañas más altas del mundo. El coronel Sidney
Burrard, que era Superimendente del Servicio de Medición Trigo-
nométdca de la fndia cuando Crowley se hallaba cu Darjccling, co-
locó primero al Everest, seguido del Kangchenj unga, con una altu·
ra de 28.225 pies, y del K2, catorce pies por deb~jo. Por aquel tiempo,
ninguno de los tres había sido conquistado: el Everest no lo sería
basta 1953, cuando dos componentes de una exped.ici.ón británica
alcanzaron la cima, y el Kangche~j unga hasta 1955, por otro equipo
británico dirigido por Charles Evans, más tarde sir Charles, presi-
deme del Club Alpino.
En 1899, Douglas Freshficld había explorado el Kangchenjunga,
y su compañera, Vitt.oria Sella, lo había fotografiado. Y antes que
ellos, W. W. Graham había trepado hasta esta parte del mundo y es-
calado Jubonu, a 19.350 pies, uno de los p icos de la cadena contigua
de Kabru.
El Kangchenjunga es una montaña parcicularmente peligrosa
d e escalar. A causa de su posición relativamente aislada, recoge y,
a la vez, lanza, l1acia l<)s glaciares que están debajo, e11ormes ava-
lanchas de hielo y nieve, algunas de las cuales alcanzan un espe·
sor de cientos de pies. En opinión de aquel distinguido montañe·
ro inglés, el desaparecido Frank Smythe, probablemente no hay
otra moutai\a en el mundo que exponga al escalador a un mayor
peligro.
Crowley condujo a sus hombres a través de valles cubiertos de ro-
dodendros e infestados de sanguijuelas. Llevaba negociando varios
meses e l permiso para acceder al estado de Nepal. Cuando se apro-
ximaban a la aldea limítrofe de Kang La, llegó la noticia de que se
les permiúa entrar.
Después de una marcha que había durado dos semanas, el 22 de
ag<)St<> se enc<>ntraban al pie de la cara sud<)Cste de 1a montaña, cu-
ya ascensión tendría lub'llr a lo largo del g laciar Yalung. El asalto del
Kangcbenjunga había comenzado.

124
Crowley esmvo totalmente de acuerdo en seguil' aquel camino
en cuanto· le puso la vista encima. «Me fui hasta el glaciar para un
reconocimiento,., dijo. «Qt1ería situar e l campame nto principal tan
alto como· fuera posible.» Si bien sospechaba que el curso del gla-
ciar podía llegar a ser imposible de escallar, sus dudas se desvane-
cieron al Uegar a mayor allllra.

Ya a una altura de catorce o quince mil pies, dl>spués de mm


1uarcha de n1enos de catorce días en el valle, me encontraba en tina
condición ffsica excelente. Todavía no halbia consumido una om,a
de mis reservas de energía. Un sendero totalmente libre de obs-
táculos conducía a la cima, que se haUaba frente a n1í. La rnontaña
est.aba escasamente unas cinco millas más allá, el tiempo seguía
siendo bueno. y de las temperaturas extre1nas, que había11 sido tan
tel'ribles en el Ch.ogo Rj, no había ni rasu·o. R.esu1niendo, no se veía
ni una roola oscura en el horizonte.

Y más tarde: • La cumbre del Kangchenjuog-.i estaba sólo a dos


millas, y podía ver la mayor parte de toda aquella discutida área que
había penuanecido escondida de mí durante el reconocimiento
(efectuado con un telescopio) en Darjeeling. Escalé un poco más y
la última duda se desvaneció•.
A la luz de la opinión de posteriores escaladores, que vieron más
de la montaña que Crowley y su equipo, la vista que Cr·owley disfru-
tó estaba muy influida por su optim ismo. «Lo que aparece a simple
vista como unas tenues y d espan-amadas rayas blancas son en reali-
dad tremendos pasillos revestidos de hielo, por los que bajan pie-
dras que se fragmentan y avalanchas de hielo que se originan a par-
tir de la erosión de los riscos permanentemente helad.os-, escribió
Frank Smythe, que estuvo en la expedición del profesor Dyhren-
furth que, en J 930, atacó la montaña por el noroeste .. «Nos bastó
con un minuto de observación para estar seguros de que era absur-
do buscar una vfa de acceso que partiese del glaciar Yalung-, que
era la vía elegida por Crowley.
Crowley siguió adelante, dejando que Guillarmod y Reymond se
encargasen de la mayor parte de los coolies y que Pache y De Righi
lo hicieran de la retaguardia. «Les había informado de que el me-
jor acceso era a Lravés del glaciar•, dijo. •Andar por ahí era un po-
co más complicado y difkil que hacerlo por Picadilly, pero sin duda
menos que una marcha promedio en el glaciar Baltoro. El propósi-
10 de mi marcha en solitario había sido el de comprobar que el

125
campamento U1 iba a estar en una posición favorable, tal y como rue
había parecido en la lejanía. Y así era.•
De los 230 porteadores, 130 habían sido proporcionados por el
gobierno de Sikkim; llevaron sus cargas hasta una altura superior a
Ja del Mont Blanc, y después se negaron a seguír. Tenían miedo del
dios de las Cinco Grande.s Cumbres, que es el significado literal de
Kang-Chen:Junga: depositaron la carga y se fueron en grnpo. Gui·
llarmod se daba por contento con que hubieran llegado tan lejos, y
se consoló con el pensamiento de que su partida suponía un gran
ahorro de provisiones. Pero cuando observó el glaciar, fue tan pesi-
mista como Crowley era optimista. •Las morrenas se alternaban con
las grieta5 de un diabólico laberinto y resultó imposible lle''ªr la
cuenta de las detenciones y las contramarchas, que frecuentemen-
te fl.teron ineficacesó.»
Cuando el doctor subió más alto y observó, a Lravés de lo que
perrnitían ver las nubes y la niebla, los obstáculos que estaban ame
ellos, perdió completamente la esperanza de alcanzar alguna vez la
cumbre por el camino que habían tomado. •La ci·esta occidental
del Kangcbenjunga se erguía conu-a un cielo sin nubes. de un azul
intenso», escribió.

l .o.o;. pr,..r ipiri n~~ in,·,:•santf·m•:.nrr harrirlos por ::iv::il::. nrh:'l.s, no no¡c;
d~jabao pensar en la posibilidad de un acceso d irecto por aquella
cresta. No había ninguna zona que fuese mínimamente bori.z.ontaJ;
no había sitio~ ni s i qui e r~ una yarda cuadrada. par.il plantar e n e lla
la más pequeña de nuestras Liendas. Ni las propias l'Ocas. su¡>0nien-
do que nuestta.s ñtcn..as aún nos permitieran rc..1liz:tr proezas acrc>-
báti.cas a sem~ jante altura, ofrecían lugar algitno para in tentarlo;.

Sólo llevaban tres días en las pendienles más baias de la montaña,


cuando comen.zaron las hostil.idadcs entre Crowley y Guillarrnod. El
médico suizo comenzó criticando a Crowley por su fracaso al marcar
su propio camino con •piedrecillas•, por lo que él había tenido que
asumir el mando de su equipo; también dijo que no sabía dónde es-
taba ni lo que intentaba hacer. Además, estaba escandalizado por el
modo bnual en que Crowley trataba a los porteadores: según Gui-
llannod, él era el principal responsable del fracaso de la escalada.
Crowley, por su parte, estiba furioso con el médico porque éste
había csiablecido sus propios campamentos, en lugar de buscar y
ocupar los que él había determinado. Como dos de los consLrUcto-
res de la 'forre de Babel, ya no podian hablar la misma lengua.

126
El 25 de agosio, después de que Crowley les hubiera indicado a
Guillarmod y Reymond la mta a seguir, y se hubiera ido derecho a
buscar el lugar apropiado para el próximo campamento, el médi-
co descubrió, para estupefacción snya, q ue los porteadores care-
cían del calzado apro piado, y que la mayor parte de ellos todavía
seguían descalzos. Al denunciarlo a Crowlley, éste le contestaría que
todos los porteadores habían escondido su calzado entre su propio
bagaje.
Aunque la escalada acabara de comen:zar, Guillarmod compren-
dió a duras penas el fracaso de todos sus esfuerzos y desembolsos,
así como el de la expedición. Renegó de lord Boleskine, en cuyos
placenteros dominios había cazado el exó tico haggis, y lo calificó de
individuo negligente y sin escrúpulos: 'Un i11dividtt 11égligent a sam
t,Qnscinice.
Reymond fue en busca de otro camino para los po11eadores, que
evitase en lo posible el hielo, pero no tardó mucho en regresar con
la noticia de que el glaciar era el único camino. Entonces comenzó
a callar escalones para que fueran usados por los porteadores des-
calzos. De improviso, apareció nuevamente Crowley y le echó una
mano. Talló una media docena, pero can mal que el médico se es-
o·emeció cuando los pisó.
Resignado al fracaso, Guillannocl pensó que lo único que podían
hacer, a.mes de regresar, era ime ntar subir lo m{os alto que pudieran
resistir.
Bajo la penna.nente amenaza de llegar a ser arrollados y aplasta-
dos por una a\'alancha - un escritor ha dicho que el Kangchenjun-
ga puede aplastar a los hombres igual que los hombres aplastan a
las mosca:;-, alcanzaron una pequeña cresta rocosa. muy empinada,
en la que dispusieron el campamento para pasar la noche.

En el lugar menos cómodo pero rnmbién el m{.., gr•ndioso que


se pueda in1aglnar (a horcajadas sobre una estrecha cresta de nie•;e,
donde tuvimos que exC<\V'M para poder sirua1· las tiendas, y q ue p<>-
dña haberse resbalado, con la misma )' terrible facilidad, hacia uno
u otro lado), pcm1anccímos durante dos días, tanto para reponer--
nos co1110 para espel'ar la llegada de un convoy de pro,~siones'.

El 27 de agosto, Cro\\•lc¡• se despertó a las tres de la madrugada.


Gracias a un increíble csfucno. consiguió que los hombres partic·
r.m a las seis. • El doctor se opuso tenaz.mente, alegando que antes
de ponerse en marcha, los hombres tenían que cnlf'ar en calor.•

127
A la u1ru\ana siguiente, varios porteadores desertaron, y uno de
ellos •perdió pie precisamente en el punto en que Crowley había ta-
llado los 1ínicos escalones de 1.o da la pendiente•' . Y cayó al abismo.
El día 29, Guillam1od, que el día anterior se había quedado en
Ja cama, en.fenno, bajó con algunos hombres para buscar el cuerpo.
Lo encontraron mutilado sobre un espolón de roca, mil quinientos
pies m<Ís abajo. Parn los porteadores, la muerte de su camarada no
era sorprendente: el dios de las Cinco Grandes Cumbres exigía sa-
cl'ificios. El cuerpo fue enterrado de acuerdo con Jos l'ilOs de su re~
ligión.
Guillarmod continuó descendiendo hasta que, dos horas más
tarde, llegó al campamento, donde encono-ó a varios poneadores
que sufrían el mal de montaüa y la ceguera de Ja nieve. Aquella tar-
de, De Righi llegaba del campamento 11 con más de cincuenta hom-
bres.
Mieno-as tanto, Pache había conseguido reunirse con Crowley
en el campamento v, pero el porteador que debía o-ansportar su ca-
ma, desmoralizado por la muerte de su camarada, y anee la pers-
pectiva de encontrarse con el Burra Sahib -el Gran Sei\or, que era
como llamaban a Crowley-, desertó; se quedó rezag-ado, abandonó
sobre la nieve Jo que transportaba y huyó.
Llegado a este punto Crowley estaba de pésimo humor. Había dis-
cutido con todo el mundo. No podía comprender qué era lo que iba
mal con Guillar.mod, y De Righi •simplemente había perdido la ca-
beza• . Describió las reacciones del médico ante la pérdida del
porteador con estas palabras: ·A Ja mañana siguiente, Guillarmod se
había repuesto lo suficiente como para echar pestes. No podía ima-
ginarme. enton·ces, lo que le estaba tortuntndo, y ahora tampoco
consigo explicármelo. La explicación más favorable que puedo dar a
su conducta es qne se encontraba mentalmente dc-.equilibrado•.
En cuant.o a los porteadores, se h.al labao desmoralizado.s por
culpa del •excitado e histérico Reymond>. Con el objeto de que re-
cobrasen el cor.aje, Crowley realizó una pequeña proeza, que des-
cribe en su novela The Diar)' of a Drng hend, escrita diecisiete aüos
más tarde.

Pero lo ouajor fue lo que sibrue: hace algunos años n1e encontra-
ba al n1a11do (le uoa expedición que iba al Himalaya, y los coolies te-
nía11 núedo de atravesar tUla pendiente nevada que se cernía sobre
un terrible precipicio. Les invité a que me observaran: primero pu-
se Ja cabeza sobre la nieve, me di la vt1elra, con10 si fuera un saco de

128
avena, y, de un salto, me puse de pie en el borde mismo del pred·
picio. Cuando me acerqué a ellos, hubo un grito sofocado de rcve·
rence adn1iración .

En la tarde del 31 de agosto, algunos porteadores se dejaron caer


por el campamento rv, y se q uejaron a Guillarmod de que Crowley
les había pegado. Eso era ya excesivo, por lo que habían decidido
regresar. Siguieron bajando y llegaron al campamemo m, en donde
De Righi, que hablaba su lengua con fluidez, les persuadió de que
no abandonaran la expedición. Les d io su palabra de q ue no per·
mitiría que el Burra Sabib les pegase nuevamente, y les hizo com·
prender que ellos no estaban obligados a pernoctar en el mismo
campamemo en que se hallase Crowley. A regañadientes, los hom·
bres volvieron a coger sus fardos.
Crowley ad mitió haber peg-ado a un porteador, pero sólo por· su
propio bien y en consideración a los dem<ís. Su grupo, que com·
prend ía a Pache y Reymond, había alcanzado la cota de 21.000 pies.
De repente, los hombres se habían sobresaltado a causa de una mi·
míscula ª''ªlancha que iba en direcció n a ellos. Uno de los porr.ea·
dores

perdió complct.nmcntc lu cabc7.n, e, in:ttintivumcnlc, al igual que e l


que se está ahogando conlienza a dar rnano1azos, hizo lo l·1nico que
podía haberle ocru.ionado la 1nuerte: comenzó a soltarse de la cuer-
da. Le ordene que se detuviera, pero é l estaba cornpletainent.e his·
re1ico y gritaba cosas sin sentido. Sólo había un mecUo de sal\'orle de
aquella acción suicida: apunté y conseguí acertarle con el piolct.
Gracias a aquello se le pudo izar i1u11ediata1nentc. impidiendo de
tal suerte que su pinico llegara a contagia 1~e a los demás.

De nuevo regresaban al campamento v, pero Cro,;•ley no había


conseguido que recuperasen la moral, pues en el párrafo siguiente
dice q t1c comen1..aron a decir tonteri~LS refere ntes al demonio del
Rangchenjunga, •y que aquella reducida avalancha cobraría dimen·
siones fantásticas. Poi' la nocl1e, algu11os l1t1yeron sigilosau:icntc».
A la maf1ar1a sigui ente, De Righi se ret1r1ía con Guillarr11od er1 el
campamento IV: al poco rato alcan:r.aban a los porteadores que ha·
bí~ n h1.1ido por J~ noc:he dt;-l Gr~l n Señor qi.it lt>S. pttg~••l~ .
A las diez de la mañana, Guillarrnod y De Righi partieron hacia
el campamento v, decididos a celebrar un j uicio público y deponer
a Cro\vlc::y <lt:l li<lt::r<izgo de:: 1a tX)Jtdic;ió1 1. Cuaitdo lk:g<trou, Cl.H:l U o

129
horas después, e l campamento se bailaba d esierto. pero consiguie-
ron di\.isar a Cro,-.:le}' e 11 la lejanía.
Crowley describe la llegada de Cuillarmod y de De Righi en los
siguientes términos:

~{ientra~t_anto, vi, con gran sorpresa, que una gran m 11ltitud h.a..
bía llegado al campa1ne11to ' ' · C1ra11clo bajé 111e encontré con que la
histeria de Ctúllannod y la esmkicia de De Righ.i habían causado,
tina vez más 1 w1 bt1e11 ernbrollo. Habían llegado al ca1npa1ue11to
con d iecisiete o veinte coo/;ia, pero sin tr.ier ninguna de las cosas que
1an to necesitábanlos. S11 condtict.a era totaln1ente inex1)licable. Da·
ba la i1npresión de que el doctor no sabía lo q t1c estaba diciendo.
S11s observaciones eran, simplemen te, eco de u11a confusa init.a·
ción. l',arecía incapaz de 1·es1><>nder a nioguna de mis 1).r eguuw, o
de explicar lo que había ocurrido. Su ú11ica inte11ció11 era dar ltna
conferencia, y elegirse a sí n1ismo jefe en mi lugar. Tamaño disp;.t-
rate uo había sido pre>isto en nuesu-o contrato, que, parecía pen-
sar, no era para él más que un trozo de papel. C..Uando lle.g-aron los
q11e faltaban comenzó tina excitada d iscl1sión. Nadie st1girió que. en
ningíul 1non1enlo. yo me l1t1biese comportado de_<>lealn1ence. De lo
único q ue se trataba, desde el princi¡>io hasta el fi1l, er"..t <lel resenti-
1nienco ele t1n extrartiero por te ner qt1e obedecer a un inglés.

'N o hubo ninguna discusión co n CrO\\'lt..-y: pero tan1poco rti11brún


cálido tcscimon.i<> a su favor. Era cvid er1te que la cxpcdici(Jn tenía
ahora dos jefes: (~rowl ey. que m:1nclaba sobre sí m ism.o , y Cuillann<•d.
F.I prohlema má" ac.uc.iante era enr.ontrar 1111 sitio para rlom1ir ~qu~
lla noche, porque todos ellos no cabian en e l campamento \', Gui-
llannod y De Righi decidieron regresar al campamento JU, que era la
ba1e. Pache cambien quiso bajar con ellos. porque durante las 1res úl-
ti.111a5 nocl1es1 y a consec.uent:ia de la pérd ida de Sll ca1ria, habíit tel1i·
do que donnir, sin oomodichd a.lguná, en el S\1elo de 1.a tienda. A las
cinco de la tarde del 1 de septiembre se pusieron en camino.
«Le C<>locamc..s [se refiere aPache ] e r1 r1uestra C<>rdada, así como
a sus criados, d~jando e n el campamento 'I a Crowley, junto con
Re)'IllOnd•, escribió el médico. Y prosigue mas adelame:

Éramos seis en la cord.:id.:.t, tres europeos, con botas provisus de


crampones1 y tres coolw, dos de ellos n1alamen te caJzad·lS, ql1e ha·
bían1os incluido en la cordada porque sentíamos lástirria de ellos.
Los primeros pasos de nuestro avance fueron pasablen1enre bien.

130
Los tool.ies, que iban en medio, a veces re.sbalaban, pero co1no Ja
cuerda siempre estaba tensa podíamos izarlos 1·ápida111ente. Un po-
co n1ás adela11te, el seodero, que descendía en vertic-al, giraba en
ángulo recto y se hacía horizontal. De Righi y yo pasamos fácilmen-
te, pero el fi()()tie que 1lOS segufa1 resbaló y arrastró consigo aJ cuar1.o
de la cordada. I)ache no ll.l\'O la ft1erza su ficiente i>ara man tener col-
gados a esos dos l\ornbres de u na pendi.e n1e 1an enlpinada y, a su
vez, 1x:rdi.ó et 1>ie, con10 ca1nbién le sucedió al sex10 honlb1·e.
De Righi y yo, finncn1cntc plantados, peu~a.n:1os que podía1nos sos-
tener a aquellos ct1atro hombres, cu ya velocidad de caída iba atimcn-
tando. Inmediaran1ente, la cuerda se tensó, la nieve con1enzó a res--
balar rápidamente bajo nuestros pies y fo1mó una avalancha que
rápidamente cobró cnonncs proporciones. ·roclo e l flanco de la 1r1on-
taña fue barrido inmediatamente en tina anchura d e más de cin-
cuenta }:1rdac;;. Pri,'3.do de un apoyo para mis pies1 a pesar de los cram·
pones. y agarrándome con la'i manos al piolet. que estaba sólidamente
clavado, casi iba. a s11bir a Oc Righi c11a11do fue arr..utrado por la a\la-
lancha; pero después del torbellino que nue-.stros camarada.s hicieron
al gir.ir c11tre sí, no h ubo 1na11cra <le resistir se1ncja11tc sacudida.. f'ui
violentamente arrancado del pio let, y arr.tStrado a mi vez.

Cuando 1•io a sus compañeros desaparecer bajo la avalaJlcha.


Guillannod intentó, sin éxit<), asirse, de algún modo, con otro pio-
lct. Se debatió phrn n1antcncr:;c Í\Jcra de la nieve, luchando por to-
do lo que le era querido. Todo acabó eo cinco segundos. Había si-
do arrojado a una grieta. y descansaba sobre sus riñones. Estaba
medio sofocado, pero la avalancha había ce;ado. Siguió en es.1 po-
sición unos instantes y, cuando hubo recuperado el suficiente alien-
to. reanudó la lucha.jadeante. Ayudándose con la cuerda atada a la
cintura de De Righi, que )-:Ida de espaldas, en un rellano supe1ior
de la gñcta, con:;iguió i?..arse hasta él.
El italiano estaba desvanecido. Se había enredado en la cuerda y
estaba medio eJlterrado en la nieve. El médico consiguió liberai·lo y
hacerlo volver en si. Pero ¿dónde estaban los demás? Tiraron en va-
no de la cuerda que se perdía en el interior de la grieta. Comenza-
ron a excavar. pero sólo encontraron 11ieve. 111ientras la cuerda aún
continuaba hacia abajo.
Decidieron pedir oocon·o a voces, que, en aq\1el a_ire e n rarecido,
llegaban muy lejos. Reymond acudió en seguida. Con sus p iolet5,
los eres hombres excavaron impecuosamence durance una hora, pe-
ro no consiguieron llegar al extremo de la cuerda, donde estaban

181
atados los hombres que habían desaparecido. •Se me habían con·
gelado dos dedos de los pies., escribió Guillarmod, •y no llegaba a
scnti1· las manos. Nuestros compañeros debían de esta1· muertos
desde hacía mucho. Todos nuesn·os esfuerzos fueron inútiles. Nada
nos quedaba por hacer, sino la triste obligación de segufr buscando
sus cuerpos con ouas herramienta.< que no fueran nuestros piolets• .
Pero regresemos junto a Crowley, quien, aunque no presenció el
accidente, tuvo mucho que decir sobre él:

l ltibía advertido a lo$ rc:bc: ldc.~ q u e, con toda ~c:guridadJ c:n con-
U"<lrían la nluerte si inte n taban el descenso aquella noch e. Si sólo se
eralas.e de los t;r>olU:s aquello podría resullar 1n1\s o n1enos conve-
niente, pero no tratándose de ello~;, conocía de1nasiado bien la ha-
bilidad <ic C u illarrnod r>ara producir accidcnl(."S aun CD mejores
condiciones.
Esto los enftu·eció a..ú(l n1ás. ro-te habría asistido el derecho de ha-
berle roto las picn1as al n1édico con rni p io lct. Vi. con gran horror,
que Pac he quería irse con eilos. Aquel b ribón no había tenido la de-
cencia de traerse un saco de dornlir. Le rogué q ue aguarda5e hasta.
la 1nai1ana .siguicnLe. Le d~jc q ue podría disponer de nüs accesorios
de dormir, pero nada podía convencerlo. Le describí la situación,
pero no podía creer que yo es1aba diciendo Ja verdad, al pie de la
lcLra. cttai1<lo afirlllaba que CuiUa1·mod. a un e n sus 1nejorcs 1no-
n1entos, se aton taba pcligrosan1cntc e n la n1on r..lña, y q ue c.slo ha-
bía deJ!euerado hasta lle~..11· a conver'tir'le e n un loco peli2"roso.
Se 111c rompió e l cor-dzón cuando 111c despedí de él. pues había
llegatlo a cogerle g ra.n sirnpaliá, y rnis úlú1nas palabras fucro11: • No
se \lay::i. No le vol,·c ré a ver. Ocnu·o de diez n·ü nutos habrá n1ttcrlo•.
Había con1ctido otro erro r: atín segiría vivo u n cuarto de h ora
después.
Toda••Ía no había pasado una hora cuando Reymond y yo oímos
unos gritos desenf1enndos. No llegábamos a distinguir la.~ palabras,
aunque las \'OCes eran las de Cuillam>od y de De Righi. Reymond su-
girió que fuérarnos 1•:.\pida1ncrltC en SU ayuda, pero y.i casi estaba~
curo y no podianlos cu,iara nactic, puesto que De Righi se había lle-
\'ado consigo a los hombres, y no había indicación alguna del
1110ti\'O por el que estaban gritando. Podñan haber estado gritando
todo el día. Rcymoud aún no se 11'tbía quitado las bola<, por lo que
dijo que iba a salir a \rer si todo iba bien, y q ue me !la.m aria si nece-
•itaba ayuda. Se fue, y ni vol•i6 ui me llamó. Me fui a dormir y me
levanté a la n1aliana sigttiente con el alba,)' bajé a ver.

132
¿Y qué fue lo que vio Crowley? No mucho, según Guillannod,
que escribió: •Al día siguiente, se podia ver a Crowler bajando des-
de el campamento de arriba sin haberse encerado de si sus camara-
das habían sido encontrados. Desenó de la expedición de una ma-
nera cobarde y no volvimos a oír hablar de él hasta que regresamos
a Darjeeling..
Ellos \>ieron a Crowley, pero Crowley no les vio a ellos. En la ma-
ñana del 2 de septiembre, cuando Crowley descendía por la5 ncv-a-
das y desiertas pendientes de la gran montaña, oyó, de improviso,
una5 voces. Se aproximó hasta el campamento IV y preguntó, a gri-
tos, «¿Qt1ién vive?•.
Nadie contestó. Los sonidos se extinguieron, pero, un momento
más tarde, comenzaron de nuevo. •Habrfajurado que oí voct>s-. di-
jo Crowley. •Llamé de nuevo, y una vez más se hizo el silencio. Y en·
tonces comencé a pensar que había sido víctima de una alucina-
ción.»
Así acabó el primer incemo de escalar el Kangchenjunga. El in-
cidente que causó la muerte, a Ja edad de treinta y un años, del te-
niente de caballería del t;jército suizo Alexis Pache, y de tres anóni-
mos coolies, no fue culpa de Crowley, pero el modo en que éste
reaccionó aumentó su reputación •de que era dü'e rente de los de-
más hombres•. The Alpi"e jo11rna~ que publicó en febrero de 1906
un breve resumen de Ja escalada, deja en claro que Crowley jamás
había tenido relación alguna con el Club Alpino. Si la intención de
Crowley era hacerse odioso a todos los montañeros, lo consiguió
plenamente.
Asu llegada a Darjeeling, cableb>Tafió al Daily i'vft>il de Londres un
resumen inexacto de la expedición y del accidente que había su-
puesto su final, en el que expresaba su propio disgusto por su equi-
po, y la esperanza de «tener éxito otro año con una expedición con-
venientemente equipada y disciplinada•. Pero, a pesar de estas
palabras, no volvería a dedicarse activamente al montañismo en
ningún lugar del mundo.
La única pregunta que queda ;in contestar es por qué no fue
hasta el lugar del accidente.
Cuarenta años después de aquel trágico suceso, cuando Crowley,
con mano insegura, consignaba en pequeñas hojas de papel el nú-
mero de gramos de heroína que estaba conswniendo diariamente,
usó esta expresión para describir su desesperanza: Kangclumju,.gaj.-
bia, Solamente su miedo a la gran montaña puede expresar la ago-
nía de sus últimos años. Cuando perdido en aquella inmensidad de

133
hielo y nieve oyó unas voces, las de los mue11os o la del demonio de
las Cinco Grandes Cumbres, el espanto se abrió camino en su inte-
rior y él, sin pensarlo dos veces, salió huyendo.
Arnold Lunn, montañero y presidente del Ski Club de Gran Bre-
taña, sentía antipatía por Aleister Crowley. La biografía que, duran-
te los años 1948 )' 1949, estuve escribiendo sobre Crowley, y que cons-
tituye la primera edición de la presente obra, era mate1ia de
continuo diálogo entre nosotros, por lo que aceptó sin dudarlo mi
sugerencia de encargarse del prefacio. Sin embargo, como era tan
hostil a la Bestia no pude utilizarlo. En cualquier cas.o, las obse1va-
ciones que Lurm hizo ace·rca de Crowley como montañero no care-
cen de inLerés:

Conocí a Eckenstein, t1J1 1uagnífico escalaclor, ql1ie11 1 con toda


seguridad no habría fOnuado cquiJ>O coa CrO\\'lcy si éste no hu-
biese tenido la hechttra de u n montañero, al menos en cuanto a la
1.écnica. El monrailisn10 ·e s 1111 d eporte ascético en el q11e la fo rn1a
n1cís elevada de felicidacJ sólo se consigue a costa de s11fri1n ie11t.o, y
la chispa ascética de Cr o,\lley, que ao se había extingi:1irlo por StLc;
vicios, enconu·ó su expresión en el 1nontailismo. Las expediciones
en las que tomó parte eslaban en justa proporción a Sll resistencia,
y esto es lo q ue del~n1os conceclerle. El l1nico rasgo el.e reclenció11
q ue se observa en toda su carrera cs 1 prccisan1cntc, su faceta de
montañero. Pero ¡con cuánta vileza se comportó con sus compa·
1)eros y con los coolie.sl Si hubiera sido miembro del C l ltb ..\lpi110
p uedo aseg,ara.r q•1e l1ab:ría sido expt1lsado e11 c11a1lf.O l1ubiera siclo
conocida Ja insensible actitud que demostró después del accidente
[en el Ka11gche1tjungal. l'<11' aquel de11lpo. no l'lacía 1nuchoqt1c ha·
l)ia s idc) ad1nicido en el Club Escocés <le ~·lon1añismo: q ·u irás apn:>-
vechanclo que los 1nien1bros de laj11nta d irectiva se l1abía11 quecla·
do dornlidos. Se dese1nbara1..a1·on de él al no informatle ele <1ue su
cuota de socio había vcnctdo, o 01etliante alguna otra estr.itagema
parecida.

L:t jun1a dircclim del Club Escocés de Montañismo no estaba


dormida cuando se había discutido si Crowley debía, o oo, ser ad-
mitido. Según Robín Cam pbell, presidente del Mouncaineertng
Council of Scotland, •Crowley habia sido •dmitido en 1894. La apli-
cación q t1e dem<)Stró por ento nces, cuat1do sólo tenía dieci11ue\re
años y aún no había recibido la excele11te i11st1ucción que, más ta.1·:
de, le proporcionara Eckt:nst.ein, da a entender que la e:tpeiiencia

134
que poseía era algo fom1idable pa.l'a aquella época. Entre 1894 y
1898 visitó anualmente los Alpes y, acompañado poi' Collic, Mum-
mery y Hastin&'S contribuiña grandemente a la causa de la escalada
sin guía•. Su cuota de socio no fm: pagada desde J902, y •fue dado
de baja en el club el 5 de diciembre dt: 1904•.

155
9. La marcha a través de C hina

El 6 de septiembl'e, Cui.llarmod, Re)1llOnd y De Righi rindieron


honores a sus camal'adas caídos, vertiendo algunas lágrimas ante su
tumba de cantos rodados sobre la que habían dispuesto una cruz,
toscamente elaborada. Mientras regresaban, sin apresurarse, a la ci-
vilización, visitaron algunos templos tibetanos y recogieron plantas,
escarabajos y piedras, que llevarían a Suiza para ser examinados por
los científicos. Cuando llegaron a Drujeeling descubrieron, para su
descomenco, que Cl'owley había publicado su versión de la expedi-
ción en los pericídicos de la India. Al parecer, el médico había pen-
sado que Crowley desearía deci r lo menos posible acerca de la suer-
te de la expedición. Y, en cambio, él mismo se veía acusado por la
prensa de haber formado ·u na cordada con cinco hombres, de ha-
bel' cortado la cuerda para. salvarse y de otras infamias. El comenta-
rio de Crowley acerca de las muertes de Pache y de los cooUes le de-
j ó estupefacto:

Tal y como estaban las cosas, no podía hacer nada más que en·
"iar a Rc}mond a tu1a e mpresa desesperJ.da. l\o es que, dadas las
circun.stancias, me sinúe rn ansioso de ir a pn..osrar ayuda. En la nlOn·
raña, un •accidente~ de esas características es wta d e las cosas que
nunc:a suscita1'án mi sin1patía.

El quinto y úh imo articulo de Crowley aparecido en el Pionttrcra


en defensa propia:

Y ahora, sólo unas palabra> de explicación, a gui.ia de part!ntesis.


para decir por qué no bajé cuando ocurrió el accidenre. Cuando so-
nó el primer grito. )'O me enconu-aba tumbado, preparándome un
té, d espués de doce horas en la nieve sin aJimentos; y habria rarda--
do en .-cslirmc diez minutos. Rcymond lle\'aba puesia. las bota.• y el
patau.~ y estaba preparado; k dije que me llamara si algo no anda-
oo bien y necesitab,~ ª>"da. Pero no me llamó... quien no se ha en-
contrado en aquella si1.uaci6n no puc:<h: jui:ga_r;y yo era la (1nica pcr-

U6
sona, de los que allí estaban, que sabía distinguir una montaña de
otra... El doctor era lo suficientemente veterano como para resca-
t.-inc a s í mismo, pues n:tdic habría ido a rcsc.'l.tar a Oc Righi...

El resto d el artículo se cfrrticaba a insultar al senócio del Drum


Druid Ho1d, cuyo gerente era Oe Righi, a donde Crowley había re-
gresado, instalándose cómodamente.
Por la noticia q ue Crowley dio acerca de esta sórdida conclusión de
una aventura montañera, o de • la ú ltima villanía de Crowley• , como
la Uamó Guillarmod, nos enteramos de que el médico le amenazó
con denunciarle por fraude, y, además, con depositar •Un ejemplar
de Srun"'lrops en cie110 lugai; en el que no le agradaría que esnl\~ese,
¡canalla!... sus explicaciones tropiezan con cuatro muertos•.
De Righi replicó a Crowley en el número siguiente del Pioneer.

Para darles uo eje1nplo fina.1 del individuo con e l que hen1os l.e -
ni<to que l..rara.t, adjuntal"é unos c11antos exrractos de algi.1nas carta~
que escribiera al doctor mucho antes del comienzo de la expedi-
ción, después de mi acuerdo, concluido con él,)' de pagarle el equi-
valente a 100 libras esterlinas. Ya que no disponía e n efectivo de esa
su1na, le e ntregué 350 rupias, y después de mucho regatear se llevó
un magnífico estandarte tibetano, una gran pieza esculpida de la-
pislázuli y un collar de jade verde, que cubrían lo que faltaba. Y.,..
to es I'? que de mí dice al doctor:
•Querido J. G.: Por aquí todo va hien, y espero lle\>arme con no-
sotros al director de este hotel, u n joven italiano qne habla el ribe-
tarlo y que está f\costt11nbra<lo a hacer negocios y viajar con los in-
dígenas... Con él nos ahorraremos una buena suma de dinero, l'ª
que conoce el precio exacto de todo lo que necesi1amos comprar
aquí. y cómo convencer a los indígena.~ para que rt:bajcn los pre--
cioS- Se llama Rigo d e Righi. Ya se dará cuenta de que nos será muy
útil, aunque no sea propiamenre un "caballero": se encoleriza fre-
cuentemenle y se preocupa sin mo1ivo. Por eso p ienso que debemos
mtarlc con cierta dis1anc:ia. Pr.ro, si n duela. todo irá bien . Después
de que haya hecho su trabajo, y uansporcado nues1ra pesada impe-
dimenta hasta e l campamemo principal, podremos. si llega a po-
nerse dificil , despacharle de rcgrt"SO sin ccren1onias, pero es1>ero
que se compone bien ...
Éste es el tipo de hombre que dirigió la expedición de 1905 al
Kangchcnjunga. ¿Debo decir por qué nos decidimos a pedirle que
renunciase? Dejaré que los lectores se formen su propia opinión.

U7
No contento con todas las acusaciones que hiw contra mí du·
ldnle la expedición, añadió después otras. como consect1encia de
1n i apoyo a Nangar en el requeri1nie~1t.o de su cornisión co1no J"(lr·
1lar, por la que le tocaban dos n1or1edas J>Or cada hornbre, <1ue Je ha-
bían sido prometidas antes de la 1na1·cha por Mr. CrO\\lley: si llega-
ban los porteadores, recibiría 20 rupias al 1nes, y si les acon1pai1aba
él 1nismo, entonces se•ian 30. Cro,o,1ley añnna que yo recibía una co-
misión de todo lo q ue se iba comprando por el ca1nino, y q ue en
Darjeeling era bien conocido por obrar de esa 1nanera. Le dije q ue
era n1entira, y que sería un 1ncntiroso quien lo dijera. .1\ esto n1e
contestó que se lo había dicho t1n oficiial a1nigo suyo.\' yo le d ije que
no podía creer que un oficial inglés Íl•ese capaz de hacer una acusa-
ció n sen1ejan1.e y que deseara 1nan teu.er oculto su no1ubrc. Cuando
le pregunté 1>0r el non1bre del oficial" se negó a dánuclo ...\sí es, su-
r>ongo. C011lOse cornpo.rta el que se consi<ltí4' un gen,t/erna,11. educa-
do en la U11i\ ersidad de Can1bridge. En su opi nión, yo no soy pro-
1

piameale un geiitilhombre: si es detlO, y ;i los gcntileshombres son


de su cuño, me alegro de no ser uno de ellos.

Guillarmod decidió que habría resultado demasiado costoso y,


por lo demás, inútil, demandar a Crowley por apropiación indebi-
da de parte de los fondos de la expedición - el médico era quie n ha-
bía aportado casi todo-, por lo que Crowley pudo seguir disfnitan-
do tranquilamente de los favores de unajoven ncpalí, que le inspiró
r1ucvos poemas:

C>\JVfO DE AMOR NEPAL!

¡Oh, adorable Tarshjtering! El p~jaro silvestre llama a su pareja.


¿y yo?
¡Ven a mi tienda. en esta noche de maro, abrázame fuertemente.
y hazme rey!
¡Oh, adorable Tarshitering!
Baja las larg-ds pestañas; cierra los ojos, con esos párpados
qtte me recuerdan las alas de un coleóptero.
1Enciendc una tenue sonrisa, effmera como una variopinta ma-
riposa,
que se convertirá en un beso, y que cayendo sobre mí me esti-
n-.ulará!
¿No? ¿Eres tirnicla? Enlonccs te tomaré de la cinrura, y te sujeraré,
sah"•je y tímida,

138
hasta que tus propios c..~fuerzos con.sigan e l ha.lanceo de tus ater-
ciopeladas nalga5,
ha$ca que el a1·ruJlo de su 01úsica le COl'\Cluua a un inescn1table
éxtasis,
¡Oh, adorable Tarshitering!

Al poco tiempo, se fue en wlitario basta Cakuta, aceptando.una


invitación del mal1arajá de Mol1arbhanj a. tina partida de caz.a ma-
yor que tendría lugar eu Oris;a.
Crowley acababa de cumplir los treinta años. El alb orozo que
sintiera el año anterior había desaparecido, y profetizó que nunca
más volvería a tenerlo. El futuro, incierto e inescrutable, se tendía
ante él.
Una carta que escribió, por aquél tiempo, a Gcr.tld Kelly revela
la agitación de su espíritu:

Después de cinco años de iosensatez y debi.li<fad, impropiamen-


te lla1t1adas educación, taclC, <iiscreción, consideración l\aci.a los
sentimientos de los demás, me he cansado de todo esto. Y hoy digo:
aJ infierno eJ cristianismo, el racionalis1no, el budismo y todo e l pe-
so de los siglos. Os ofrezco ttna realidad positiva y primera. Se llama
Magia, y con ella consouiré un nttevo cielo y una nueva tierr.i. No
busco ni vuestra tSroida aprobación. 1li vuestra 1jn1ida rep1ilsa. Lo
que busco es blasfenúa, as,esiuato$ tapco, 1·e\•o lución, cualql1i.e.r cosa,
buena o mala, con tal de que posea fuerza.

Cuando se encontraba de otro talante, explicaba que lo que in·


tentaba conseguir era el desapego del mundo y esa exaltación d el
espíritu, tan familiar a los místicos y santones de 01; ente. •Estaba
totalmente convencido de que era de capital importancia que de-
dicase mi vida a la búsqueda del samadlu', que es la comunicación
consciente con el Alma Inmanente del Universo.•
Pero, m ientras tanto, al patrimonio que le había dejado su padre
le iba ocurriendo como a la mágica piel d e 1.apa del relato homó-
nimo de Bal1..ac, pues con cada uno de SllS dese<)S que se veía cu1t1-
plido se encogía de manera alarmante.
Algo habría que hacer, pero él no lo sabía. Y, de cualquier modo,
tampoco era él hombre al q ue eso le preocupara. Le guiaba su San·
to Angel de la Guarda, al que posteriormente identificó como Ai-
wass. Cualquier duda que pudiera. albergar le sería resuelta por la
tranquili7.ador.i voz de Aiwass.

139
Volvió a dedicarse al estudio y a la práctica de la magia, siguien-
do el sistema enoquiano, ideado por dos magos isabelinos, el doc-
tor John Dee y sir Edward Kelly, tal y como se enseñaba en el seno
de la Goldcn Dawn. Subió hasta el Plano Astr<tl para encontrarse
con Elainc Simpson, y estuvo hablando con ella de la Gran Obra: se
trataba nada menos que de la creación de un n11evo u11iverso. U11
halcón dorado se había apoyado en el hombro de Elainc. Crowley
se sobresaltó, reconociendo, por sus características, a uno de los je-
fes Secretos.
Incomprensiblemente, excepto para aquellos que están familia-
ri1.ados con la paradoja, Crowley comenzó a expresar este senti-
miento, puro y místico, nicdiante la escritura de otro libro obsceno.
Fue muy explícito respecto a la naturaleza, aparentemente contra-
dicioria, ele su visión. Aunque su carácter fuese de lo más elevado y
noble, •sentí 1.a compulsió n de cxpresannc de manera satírica y (co-
mo alguien puede pensar) obscena•.
La inspiració n, esta vez, le vino de sir Richard F. Burton, a cuya
memoria. en una fecha m{is tardía, dedicaría el segundo volumen
de su autobiograña. Después de editar su versió n en inglés de Las
mil y una noches, Burton había traducido una obra persa del siglo XV,
que era conocida por los estudiosos y coleccionistas de curiosidades
literarias con el nombre de El j ardín fierfumad" o, también, Eljrml.in
fraga111e ~permite el solaz f'.Ú/ altru~ y cuyo auto r era el jeq ue Naf7.ii-
wi . Burton murió antes de que su traducción, ampliada con numc.~
rosas notas, füesc cntreg~da al editor, por lo q ue el manwcrito ca-
yó en manos de su viuda, que carecía de sus intereses intelectuales
y su amplitud de miras. Quedó horrorizada cuando leyó la obra. De
repente - así lo cuenta- la sombra de su marido se le apareció en
wrn '~s ión, y le imploró, desesperadamente, que destn1ycsc total-
mente el 1natll1scrico.
Crowley, al igual que Burton, había recogido u na buena canti-
dad de infonnación sobre las práctic:is sexuales del Oricn te, y con
la a5Ístencia de un 11mnsM , que durante un corto período de tiem-
po le cnseiló la lengua persa, comcruó a versificar e n la métrica del
gh(IUI/, fin¡,.;endo que se trataba de traducciones hecha5 del persa,
salpicando el texto con frases y palabras en esa lengua. para que su
superchería resultase más comincentc. Situó al poeta Abdullah al
H<!i i, su imaginario autor, en el siglo Xvu, y le hizo originario del
mismo lugdr que el célebre H:•fit. l .a recopil ación de cuarcntll y dos
poemas fue titulada The Scented Gardet1. ofAbdttllah, llu Satirist of Shi-
rat [El jardín perfumado de Abdullah, el satírico de Sh irdZ] (•tra-

140
ducido de un m ao uscritO indio, poco conocido, por el desapareci-
do mayor Lutiy y otra persona• ). El • mayor Lutip era un angloin-
dio ficticio que había enconu-ado, traducido y comentado el ma-
nuscrito. Como había fallecido e·n la Guerra de los Bóers, antes de
haber podido terminar su trabajo, un editor •anónimo•, ayudado
por • un sacerdote cl'istiano que discutió el contenido del poema
desde Ja peculiar perspectiva de un riguroso anglicanismo•, se en-
cargó de llevarlo a buen fin.
Crowley describe el libro en su autobiografía:

El )jbro es, e n s í misn10. un con1ple1.o tratado st>bre el misticis-


rno, ex1>resado en el sinlbolisrno que prescribe la piedad persa. Des·
cribe las relaciones entre Dios y el hombre, explica córno este l1lti-
1no decae de su inocencia esencial: al dejarse e ngañar por las
ilusiones de lai materia. Su religión deja de ser real y se convierte en
forn1al; cae e 11 el pecado y, por eso, sufre un castigo. Dios, que ha-
bía dispue_c;to el sendero de la re·g eneració n, le conduce hasta él: a
navés de la vergüenza y el pesar, que llevan hasm el arrepentimien·
to, prcpara11do la unió n 1nística que restaura al hor.obre e n sus pri-
vilegios originales: libre arbitrio, inmortalidad, peroepción de lo au-
céndco, et.céf.era.

El clérigo que cita Crowley, «el reverendo P. O. Care)'• - ¿habría


algún Mr. Carey enll'e los miembros de la Fraternidad de Plymouth
de su inf:a11cla?- , i11cluye estos versos en su anfculo que sirve de in·
troducción:

La pasión que el hombre siente por la nllrjer


puede servir, durante un instante , n un muchacho.
Pero r.otaln1ente sobr ehumana
P.~ i ~ p;t$ió n 'Jº " PI homhrP sWntP pnr ,..) hfun hrc.•.
¡Probad de tina vez el ·1ino!
Recoofortará cuerpo y alma.
Oc una v(.-z. y J>árd sicn¡pre.
Cualquier cosa que ocurra
se hallará ligada a la meta dorada
g.-acias a la aleg;ía de su esrsemecido espinazo.

La selección de poema; escritos por Abdullah AJ Haji, llamado


Al Qallar, .-1el Conqttistador», co1nienza con una d eclaración que r e-
vela lo que Sé pro pone:

14 1
Cuando coloqué la rigüda pluma de mis pensamientos dentro
del tintero de mi imaginación experimenté la5 delicias de Alá; y al
retirarla, contemplé la Noche y el Vacío, co1no si fueran una verl"i-
ginosa y hueca conc ha. PeiTo se trataba solan1ente del f.KJdf:X [el 1ra-
sero l de Habib; y Al Qahar prefirió poseer el f)()df!X de Habib al tnú-
verso e11tero.

Los Regareadores

¿Qué <iaría un horubre a can1bio del placer que se siente al go-


zar del fJOdex? No hay nada en el Ir.in, ni siqttier.i. en todo el orbe,
que sea tan digno de elogio como aquel placer. Los tesoros del Sol
y d e la Luna nada son si se los compara con él; y si acaso las estre-
llas pudieran entrar en este trato, ni siquiera igualarían !la dicha que
otorgan los primeros restregones del miembro contra su orificio.
El deseo del fanático es despojarse de la •ida a los pies del Cie-
lo; 1)ero por cu />0rkx yo arrojaría al cienlpO cielo y vida; pues rodas
las períecciones de Alá no pueden compa..arse a la perfección de
t.u potkx.
Aquel que. por lo tanto, consiga introducir d entro s:u miembro,
nada ha d e ofrecer, sino q l1C, al contrario, habr-.i de ap:r ovcchar to-
das las ven~ja.'> de que <lis.ponga$ si bien durante el Ernpeílo haya
podido olvidarlas, haciéndolas, incluso: de menos. Para el que ac11ía
de este mo<lo, la Consccuc.ión del lecho e.s cosa hecha.
Sólo es necesario haber visto rntjo tu túnic:.i cómo se bambolean
tus posaderas, para que un hombre sabio abandone sus resra.ntes
enlpe1los.
Así ha haolado Al Qahar; por consiguiente, tú desvelark; tus po-
saderas, naciendo que se ruborice, al despleg-ar tu pod•x.
El miembro de Al Qahar se solazará e11 él 1 co1no hace el blífalo
de aguas al mediodía en las c harcas cenago..53.....
Ven, Habib, tí1 qtte no has sido sodomizado desde la puesta del
sol; el miembro d e Al Qahar se halla erecto y tenso co1no un caba-
llo lozano; antes de qtle hayan descendido las tinieblas habrás sido
sodomizado cinco veces.

El Espejismo

Habib, eres perfecto en el a rl'lOI'; pues ayer, ct1ai1do, para com·


probar tu virtlld, hice que te golpearan los eu11ucos, no escuché los
gric(>S de tu pena.

142
Erueramence enrregado a nuesrro amor, sólo mostrabas conoci·
miento de mi miembro, y no de aquellos golpes; ~aunque los esta-
cazos fueran vigorosos. los ol\lidabas sintiendo las d elicias que reci-
l)ías de 1ní.
Y cierca1ue1\t.e eras insensible a la pali1.a, -cuando gritabas:
«¡Aprie ta n1ás fuerl!e y más dentro. oh, amo!-», mientras mi miembro
se hallaba totalmente alejado de tu podex, abismado en el ambicioso
y OlU.liC-u lar apretón:. de cierta co11cubina con e.spléndidos pechos y
miembros tan finnes como los tuyos.
Tamaño espejismo, si Cli que lo fue, es más cieno que la verdad,
si es ql1e é.sta e xiste.
Nada pued e desalentar n1 amor, ningún tipo de aflicciór1 con-
mueve al st1fí. Poi· ello poco habrá de impo rtarte que acon1ode en
tu dulce f>'Jd•xa su acosiumbrado huésped.
Por eso, y a pcs;lr de tO(iO. helo aquí r>ara ti, pa ..a que 1)\.lllCa más
tengas q ue lamentarte, diciendo: ..¡Traedme al nubio!, pues ya ha
perdido su rigidez <:I despreciable miembro de Al Qaha1', el sabio•.

1\ziz

1-labib, ¿de qt1é trataban an 1.es o\is canciones? De ru a11\or. ¿Y


ahorA? Ot lu <ies.lealtad.
Sin embargo. par<1. lni no $Upo11e difereucia algt1na lll ausencia
o tu prese11cia. Por ello} poco íniporta que Alá exista o uo, con taJ
de q ue sus creycnlcs gocen del arrebato 111ístico.
Al igual que el poda d e Aziz es inferior ;ti tlt)'O, por dos razones,
porque tie ne dos ffstulas y porque carece de tu calo1, de tu seque-
dad y d e tu fir1ncia, el dios cie los cristianos e inferior a Alá, 1X>r
otras dos: porque tiene junto a él a otros dos dioses y porque no tit."-
ne ru poder. ni la sabidm·ia ni Ja compasióo de Aquel Que se halla
solo y qtte no tiene igual. h.ij o, 1ti coo1pai-1cro.
Tanto si É.l existe coo10 si no. tanto si Él le an1a a CI o 110, PJ Q_a-
har le amar.í. a Él y canrard Sus aJa0011ias.

Una noche. Crowley salió del hotel en el que se albergaba y se


perdió por la~ calles de Calcuta, en busca de aventuras. Se d irigió
hacia un lugar llamado Culi.nga Baiaar, que describe como una ca-
lle rle mala fama.
F.r;i una noc.he rie fieMa. la Durga P1!já' de lo• bengalíes. y milla-
1·rs rlr hit1ci{u"'.:: y mn.sulmanr_I\ rl~ torlas 1as c:a.stas )' sec:r-.as se movían
en e lla, da11do lug-:.r a u 11a serie desconcerta11te d e destellos rojos,

143
azules, blancos y marrones. Después de pasar por una calle relati-
vamente principal, tan repleta como el infierno de almas atormen-
tadas (eso le sugería aquella multitud de hindúes), se enconu·ó en
otra, muy concurrida. qt1e parecía dc-scmbocar en la dirccci<)n que
qt1erüt tOtnar.
Habfa llebr.ido a un labe1into de calles din1inutaS, arqueadas, cur-
\ladas, ca.si corno túneles, y cx1:re1nada1nent.e estrechas, de n1ar1era q11e
se sintió - la comparación se le ocurrió a él- •como un habitante de
Planilandia' perdido en la huella del pul¡p.1· de un asesino».
De improviso. tuve) la ser1sación irre~tl e inquietante de que le
seguían. Pasó por un PªS<lÍe abovedado, para llegar, en la más impt.'-
netrable oscuridad, hasta otro que fuera lo m{is estrecho posible: ape-
nas babía espacio para dos hombres que avanzaran codo con codo.
Se voMó, divisando seis manchas blancas, poco definidas: los
ropajes de varios hombres que marchaban en fila india. Como él lle-
vaba un tf<\ie oscuro, se aferró a la pared, espcr.tndo poder pasar
inadvertido.
Cuando el tercer hombre de la fila llegó a su altura se puso rá-
pidamente en tensión. Instantes después estaba en su poder, ruien-
u·as sus brazos colgaban inenes. Unas toscas manos comenzaron a
ln!!-garle en los bolsillos.
Vio el pálido brillo de un cuchillo, un grito aflo ró en sus labios,
y los dedos se le contrajeron al encon trar el gatillo del rcvóh·er \Ve·
ble>'• de calibre 38, que amartillaba dentro del bolsillo.
Hubo un •cl ic•, el perculor había caído robre c:imara sin canu-
cho. Ya que todavía podía mover el dedo indice. lo intentó de nuevo.
Sonó un tremendo disparo y los ropajes blancos se desvanecie-
ron como sí no hubieran sido más que tma pamalla de cine que se
hubiese cMdo aJ suelo. Al momento, la cal le comenzó a llenarse de
grupos de gente, • que lanzaban gritos de o dio• con tra el que había
disparado.
No había escapatoria posible. A Crowley sólo le quedaba una co-
sa por intentar: hacerse im~sible. Así pues. con una sile nciosa ple-
garia al gran dios Harpócrates. el Adepto Perdurabo se desvaneció
misteriosamente.
¿Este e pisodio es verídico, o simplemente imaginado por Crow-
ley? Lo (mico cierto es que esa noche, y en las calles de Calcula, al-
guie n disparó contra dos indios.
El Ca/culta Sr.andard dedicaba al suceso media columna, en mitad
de la primcr.t plana:

144
SUPUESTO ASALTO A U1'1 ELrROPF.O: Dos ho1nbres n1uertos a tiros.
Este suceso p-0co corriente es investigado por la policía, l'ª GUe
puede csr.ar en relación con llll. \li.olcnto intento de robo efccn1.a-
do por n1edia docena de individuos de 1nala vida en .la persona de
un europeo, que desbarató sus planes al disparar sobre dos de
ellos ...

Haciéndose nuevamente visible, Crowley se dirigió, de inmedia-


to, a ver a su arrúgo Thorton, quien le d\jo que se fuera a la cama y
que, a la malla.na siguiente, consultase lo sucedido con un abogado.
F.i::rt- )p rf"cnnl~nrló l::. lf"ct11ra <lf' la.'- f;i))11la" <1~1 Tít> RkmtLt_, }1 t-i::n1-

diar, sobre todo, el personaje del conejo Brer, que -eta/Ja ta11qttüo y
no der:Ma nadltt•• .
Aquella tarde, Rose y Nuit Ma Ahalhoor Hécate Sappho Jczebd
Lil.ith llegaron a Calcuta. Perdurabo las recibía en el puerto con es-
tas palabras: ·Bienvenidas, queridas, a las soleadas orillas de la lu-
dia. Lleg-áis a tiempo de venne ahorcado».
Al día siguiente, aparecía en toda la prensa un anuncio del co-
misario de policía, ofreciendo una recompensa de 100 rupias por
cualquier información que tuviese como resultado la captura dd
europeo.
Crowley preguntó a Rose adónde prefería ir, si a Persia o a China.

Por un rinc<)n perdido de la Tierra, rodeado de insólitos y seh'li-


ticos paisajes, vagaba el hennano Perdurabo. Se encontraba en al-
gún lugar entre Tengyueh y Talifu, en la provincia de Yunnan. Ha-
bia ef11Jado en Ch.if1a l)(H Bi1n1.a f1ia, des pué:, de teu)c) tl tat la
corriente del lrrawaddy ha.5ta Bhamo. Con él se encontraban su es·
posa y su hija (llevada en ancia5 por los porteadores), así como $a-
lama, el nantral de Cachemira que le había acompaiiado al K2 y al
Kangchcr~jl1ng-a, y una r1ii1cra l1indlí, <1ue, en cierto momento d eJ
viaje, discutió con Crowlcy y abandonó el grupo, regresando a la In-
dia en cuanto pudo. Acamparon al ra50 y, sin p1isa alguna, se diri·
gieron hacia Talifu.
«lvlc cncc>ntr&ba en medio d e la Ch ina\ con mi mujer y mi hi-
ja-, escribió Crowley. •Ya no sentía por ellas el mismo amor que
antes, y no estaba tan interesado en protegerlas como antaiio.• Se
ensimismaba en sus conversaciones con los grnndes hombres de la
Antigüedad, los custodios de la tradición esotétí ca. Uno a uno
iban pasando ante su apasionada mirada: Pitágoras, Plotino, Avi-
cena, Paracelso, Fludd, Blake ... Los escuchó a todos. Cada uno de

145
los acontecimientos de su vida había sido prepa.-..do p1·eviamen1c
por ellos para ayudarle en el cumplim iento de la Gran Obra. Des·
pués de cada uno de estos trances bajaba a la Tierra rodeado de
llamas.
Crowley hizo una pa.rte .de su • marcha a través de Clúna» a lo-
mos de un poni birmano. El mismo admitió que, duran.te un tiem-
po, no estuvo en su sano juicio. Es posible que se debiera a la pdc-
tica de cierto tipo de invocación mágica que él denominaba
A•ugoeides' -que era ent.o nada entre los desiertos y las colinas de
aquella parte del oeste de China- , aunque no haya que descartar
una caída en una escarpadura de cuarenta pies, cuando su poni re-
culó y él salió despedido.
Estaba lleno de dud.as acerca del significado de su existencia,
dudas que finalmente disiparía al pensar en su Santo Ángel de la
Guarda.
• He debido de ser enviado para hacer algo. ¿Para quién? ¿Para
el Universo? ... ¿Qué voy a enseñar yo a los hombres?» Y, entonces,
al igual que el relámpago que viene del ciclo, cayeron sobre él esras
palabras: •El Conocimiento del Santo Angel de la Guarda y la ma-
nera de Conversar con Éln.
En aqueUos momentos se encontraba tan lejos de sí mismo que
se convertía en otra e11tidad qt1e le era extraña. a la que se refería
en tercera persona. • Había llegado al punto de conquistar su pro-
pia mente. Aquella mente se había disgregado ... y a partir de en-
tonces, él llegó a ser como un niño pequeño y, al alcanzar la Uni-
dad que exisle más allá de la mente, descubrió la finalidad de su
vida forrnulada en las siguientes palabras: "Obtener el Conoci-
miento del Santo Ángel de la Guarda y la manera de Conversar con
Él".• Pero no había • llegado a conquistar su mente•, sino que su
n1ente, o esa parte de ella que 11osotros llamamos inconscie11te, le
estaba conquistando a él; estaba siendo desbordado por imágenes
arquetípicas, !o que solamente puede ser considerado como un de-
sastre.
Aiwass era la única cosa impol'tame. Debía dejar todo, y a todos,
y seguir a su dáem<m.
Se afeitó la cabeza, como signo de sumisión a su Ángel, y adqui-
rió una pipa de opio. En cinco horas se fumó veinticinco pipas, sin
resultado alguno; m>ís tarde descubriría que era porque no se tra-
gaba el humo.
En Kandy, cuando estaba con Allan Bennett, había probado el
láuda110, y. en su prirnera visita a Binnania, había comido opio e11

146
polvo. Ahora descubría, por vez piimcra, los placeres que da d fu-
mar opio.
Desde Talifü, prosigtúeron a lo largo de la carretera que condu-
ce a la ciudad de Yunnan, a una distancia de cerca de doscientas mi-
llas. En algún punto de aquel n·ayecto recibiría una comunicación
de los Jefes Secretos:

Una mañana 1nc había sentado pa.r.t reposar y fumar una pipa
en uno de los e xtremos de un pequeño pa.m, en una atmósfera cá·
lida y brumosa. Salan1a se acercó, sentándose a mi lado. Yo le n1iré,
atónito. Era un inc1·eíble desplail1.e a la eliqueta. Después 1ne he
preguntado si no lo haría adrede, con10 diciendo: .;;No soy tu hom-
bre de confianza, sino un 1nensajero de los dioses». A pesar de este
pensanl.ie1'ltO, co..:ne.o.zó a hablar escondie ndo la cara, con10 encogi-
do. y obvia1ncntc avergonzado ...sarub.. , me dijo, "'esta noche he te-
nido un tmnasha». Yo le hice una sonriente reconvención, pues ta..
1nasha sigt1ifica cualquie r tipo d e djvcrsión, y en el Oriente implica
frecuentemente cierta dosis de alegría, posible1nenr.e con alguna
largueza de licor prohibido y galameo; pero él sólo se refería a un
suei10. ... Me encontr..tba a orillas d e LUt lago pequeño .... y prosiguió:
«Era aquél un país selvá6co y el lago estaba rodeado d e altísimas ca·
ñas, algunas d e las cuales crecían e n el agua. La luna llena se e n..
concraba alfa en el cielo, pero rnrnbién lrnbia nubes y b1i.1rnas. Y IÚ,
Sahib, estab._i.s de pie, fre nte a mí, in1n6vil, sumido en pensa11'1ien·
tos, como sie1npre, pero parecía q ue estuvieras esperando a alguien.
En1.onc~• hubo un susun-o entre la\ cuia.<, y de ellas salió una barca
en Ja que remaban dos be llísima~ m ttieres de la.i-go cabello rubio, y
en 14' proa estaba otra m uj e r~ más alta y n1ás hcrn1osa~ incluso, q ue
•us dos hcnmmas. La barca llegó pausadamente hasta donde tti c11-
tabas, y e ntonces vi q ue la n1ujer tenía entre sus n1anos una gran es-
~-ida, larga y recta, con u na empuñadura en fonna de cn12 a 1ajada
de rubíes, esmeraldas y z.afiros. Depositó esca espada e ntre tus ma·
nos, y ni la cogis1.e , pero sin que en tOdo ello se pronuncia.se pala-
bra alguna. Ellas se fueron como habían venido, desapareciendo
entre las caiias que había en la o tra orilla d el lago. Y esto es todo Jo
q ue vi•.
Permanecí en silencio, incapaz d e responder. Por aquel tiern·
poyo era e l ú1lin10 hombre en e l 1nw1do capaz d e haber tomado
en serio una historia como aquélla. Lo que me había dejado sin
hal.>la era ofr a un viejo shih11ri' contarme la historia de Excalibur,
de tma forma 1an similar• la empleada por Malory. que no deja-

147
ba lugar a la me nor duda. ¿Podía darse que alguno de sus Sahibs
le hubiese conrado aquella leyenda mucho tie1npo ant.es, de n1a-
nera que su recuerdo hubiese aflol'ado después, de esa forma ta1l
rxtr.lña? y,l no ctudaha, en ahsoluto , (Je la i;inc:t::riclarl e integ-rida cl
de aquel hombre, que no tenía n1oti\'O alguno para inventar nada
parecido.
No podía creer en tina coincidencia, y realmente me pregunta·
ba si la hipótesis 1oás razonable no sería suponer q ue Ahvass, de-
seando recordanne que había sido elegido para la Gran Obra, hu·
biese es.cogido a Salama como profeta, aunqt1c fuese la persona que
n1enos lo parecía; de cualquier manera, dada la naturale1..a de aquel
sue1lo, no podía considerar aquel asunto como tri\ial.

Crowley decidió n o navegar río abaj o por el Yang·tse. El Kang·


cheajunga aún le obsesio naba: que ría regresar a Europa y organi·
zar otra ex·pedició11 a sus laderas. «Había tenido aquella n1ontaña,
por así decu·lo , en el bolsillo•, afirmó. •Un equipo de alto nivel po-
dría estar tan seguro de pasearse por su cima como si se enconu·a·
se e n el Strand.• Por ello, baj ó por e l Río Roj o h asta Tonking , en la
Indochina francesa, sufriendo por el camino lo que denominó • un
desagrada ble incidente• .
Había discutido con los porteadores que le habían lle\•ado a é l y
a Rv!'.le por los valles y las co li1:ias de Yu1)1'1an (al ig·ual q·u c J·1 abía dis-
cutido con los po rte.adores d el Kangcheruunga), y se vengó de ellos
en cor1secue11cia:
Hasta que no d ejan1os ~1ai1l1a o no tU\ 'C la o casión de echar
cuen1as con los coofirJ. 1-labía alquilado una pir:·lgua para brtjar por
lm rJpidos de Ho-K'o u. y cuando todo ""'""º
c"rg-•do a bordo.
procedí a pag-.ir a su jefe la s.u.m a exacta que le d ebía ... n1en os aJ,.
gunas multas. Ento nces se annó el lío. Comenzaron amenazando a
la tripulació n, impidiéndoles soltar amarras. Invitaron a los espec·
r.adores a que los apoyasen, de suerte que. en aquel momen10, ha·
bia treinta o cuaren la n1an iacos aulladores dispuestos a la1>iclarnos.
Saqué el rifle Conlitc Express 400 y le dije• Salnma que dcsernb•r·
case y fuese a soltar las amarras. Como todos los naturales de Ca-
chemira, era irreflexivamente valiente cuando se enfrentaba a los
peligros d e los elem en tos. pero un comple10 cobarde cuando se
trnL•ba de hombres.
Le dtje que, a 1ncnos que me obedeciera en el acto. co menta·
ría a disparar conu-a él. Se dio cuenra de que esraba dispuesto a

148
hacerlo, e hizo lo que le l>edía, míeotras yo mantenía cubierto al
populacho con nti rifle. Nadie tiró una piedra. Tres minutos más
tarde, la fCroz corriente había conseguido alejamos de los amoti-
nados.

El 22 de marzo de 1906 llegaban al puerto mantnno de Hai


Phong. La •marcha a través de China., de cuatro me-ses de dura-
ción, había terminado.

149
10. El capitán Fuller y el crowleyanismo

Desde la última vez que, en Hong Kong, ü rowley viera en forma


camal a Elainc Simpson, no había dejado de relaciona1-se con eUa
en e l plano astral. Se llan1abar1 Cl'1trc sí n1cdia11te una «Carr1pa11a as-
tral•. (El sonido de una ·• campana astral• avisaba a Maclame Bla·
vatsky de que su Maestro se hallaba presente.) Describe el cuerpo
astral de Elaine diciendo· que es ligeramente más grande que su
cuerp<J físico -a él le ocurría lo mismo con el suyo-, luminoso, h o·
mogénco y parciahneme u-anspareme, de manera que se podía ver
a través de él. En el plano ª'tral, ella pa,aba de los seis pies, micn·
tras que en la realidad med ía cinco pies y siete pulgadas.
En algún lugar de Tonking, en Indochina (en la región hoy co-
nocida como Viemam del Norte), probablememe en el puerto de
Hai Phong, se despidió de Rose y de la niña, y salió precipitada·
meme hacia Shanghai, ad·o nde Elaine se había mudado hacía algún
tiempo.
Pasó doce días con ella, realizando diversas invocaciones. Elaine
acruaba como su vidente o médi um. Le habló por primera vez del
Libro de /.a Ley. Crowley todavía se encontraba en su fase budista: en
1906 había experimentado uno de los u~mces budistas más eleva-
dos. el de Neroda..Sammapatti. Para él, la existencia era Anguscia, y
no alegña, como le anunciara Aiwass. Así puede explicarse su re-
pulsa al libro de la Ley y a las nuevas ensciianzas.

Belle7.a y fortaleza, retozonas risas y


deliciosa languidez, fuerza, y fuego ... .;on nucsu-as' .

En lugar de incitarlo en su revuelta concra los Jeles Secretos, el


más in1portante de los cuales erd Aiwass, Elainc le elijo, c nf.ítica·
mente, que creía en la autenticidad del comun icado de AiW'.iss, lo
que le enfureció, según escribi ña más tarde.
Cuando Aiwass fue correctamente invocado, le dijo lo que pen·
saba de Elaine, la hcnnana Fidelis, y explicó a Crowlcy lo q ue debía
hacer:

150
•Ve presto a Egipto; los problemas financieros se resolverán más
fácilmente de lo que ahora piensas ... No Le lle\'es a Fidelis. No me
gustan la.~ 1·elacione.s que cenéis; ¡ao:aba con ella.51Si no, tend1"ás que
honrar a otros dioses. Incluso a mf me gustarla que os amaseis fisi-
camente, para hacer más perfecto el círculo de vuestra unión. Pero
Fidelis no querrá, y por eso no te sirve •.
Y eUa no quiso, pues estaba casada con M1: Witkowski y. p1·esu-
miblemente, quería permanecede fiel.
Crowky se despidió de la hermana Fidelis y, a bordo del Empress
of india, cruzó el Pacífico. En Van•couver tomó el tren pa1·a Nueva
York, en d.o nde fue fotografiado con una expresión entre seda y
despreocupada, con un monóculo que colgaba de su chaqueta, una
corbata an1al"illa y los cabellos que· comenzaban a retroceder de su
frente. Durante el u·ayccw de Sh<u1ghai a Nue''" York escdbió RlJsa
Coeli, Rosa Celestial, uno de los ep)tetos de la Virgen María:
¡Rosa dtl Mundo! Tus místicos pétalos se d csplici;an
como alas sobre mi caben.
La oleada de ardiente sangre sobre mi rostro
sumerge todas IM imágenes imprecisa<
que bailan su iarabanda espectral
en báquico cortejo, en fa.11tástico abr.u.o,
sobre los se¡>nlcros, sobre los ,·ertiginosos mares
de ésta~ mi mente. S..'1.bh<ítico camino que llena
de estrecheces 1rú alma. ¡Ay, han 111ueno aJ1ogados!
(1Y condenados!, me parece.) ¡Ah, Dios!, estoy exhaus10
de este holoca11s10 qne enrojece la luna.
¡Dios! 1Dios! Los secretos y profundos abismos
absorberán el diluvio de pórfido
de tu rna.r1íaca y hcchiz.ada sangre
que e nloquece y embruja.
Mi ,;da se sofoca -.'lho ra me dcsmay<>-.
¡M~ Jnuero! Estoy en el infierno, en el r~jo, rojo infierno,
y Lodo lo que en 111í es inmortal, arde e n deseos ele
asir lo inmorral ...

Cuando el 2 ele junio de 1906 llegó a Liverpool, se sintió desfa-


llecer ante la noticia ele que su hijita había muerto en Rarigún. No
había tenido rúngún remordimiento al abandonar a su familia en
Tonking para ir a ver a la hennana Fidelis; ahora le echaba la culpa
a Rose: .s., había olvidado de limpiar la teúna del biberón. expo-

151
niendo a la pequeña, d·e ese modo, a los gérmenes de la fiebre ti-
foidea». Duncombe-J ewell, su ex factónun, no se sorprendió al oír
la noticia -pues no tcn:ía un gran conccpt.0 de Crowlcy como pa-
dre-, e hizo la observación de que Nuit Ma Ahathoor Hécate Sappho
J ezebel Lilith había fallecido de «nomenclatura aguda•.
Para promocionar la venta de sus Obras wmpler.as (el tercer volu-
men no sería publicado hasta 1907), y con ocasión de la inmediata
a parición de su primera entrega, Crowley había ofrecido un premio
de cien libras al mejor ensayo crítico sobre sus escritos. Había anun-
ciado el conc11n;() de la manera sigt1iente:

¡La or.asión del ai\o!


¡¡La ocasión del siglo!!
¡¡¡La cxasión de la Era geológi.ca!!!

Durante dos años, nadie aprovechó la ocasión de la Era geológi-


ca; pero mienn·as se encontraba en Daijeeling recibió una carta de
un j oven oficial del ejérdw regular, destinado en Lucknow, quien
le comun icaba que le agradaría competir por el prenúo, y pregun-
taba a Crowley cómo podrfa procurarse las obras que le faltaban. El
capitánjoh.n Frederick Charles Fuller, d el 1.• regimiento de Infan-
tería Ligera de Oxfordslú.re. parecía estar convencido de que e l man-
to de Tennyson iba bien con la figura de Aleister Crowley; y también
le parecía que el c redo de Crowley, al <JUC puso el nombre de • cr<>""
leyanismo», era lo mismo <JUC pensaba Crowley: la nue''ª religión de
la humanidad. En la p1imavera de 1906, Fuller, que había combati-
do desde 1899 a 1902 en la Guerra de los Bóers, en Sudáfrica, fue
enviado de regreso a la patria, enfermo de enteritis. En el verano de
aquel año se reunió con Crowley y Rose en e l Hotel Cecil, uno de
los más l'ancios del Strancl; en octubre, e l ensayo con e l que aspira-
ba al premio, centrado en la genialidad de Crowley, 171e Star in the
West [La estrella de Occidente], y que habría comenzado a escribir
en Lucknow, estaba acabado y era emfado a Crowley a Boleskine.

Cro\vley es n1ás que un nuevo Dioniso, más que un Blake, un Ra..


belais o un Heine: permanece f1·ente a nosotros co1110 t1n sacerdote
de Apolo, ceniiéndose entl'e el neblinoso azul de los cielos y el púr-
pur.a., más severo, de las aguas de las grandes profundidades.
Han sido necesarios cien millones de aiios para que sul'gicra
..\leister CrO\\•ley. Ciertamente el mundo había estado tra~jando, y
al 6nal había producido un hombre.

152
The Star in the \'\~t (Crowley era la •estrella•) ganó el concurso.
Había sido el único ensayo presentado, y su publicación fue inme-
diata.
Y, por supuesto, Crowley nunca había pensado en enLTegar las
cien libras. Se vanagloriaba de haber heredado una fortuna, cuya
cuantía exageraba en demasía - unas veces eran cien mil libras,
otras sólo sesenta mil-, pero que, según estimaciones de Fuller, no
superaba la tercera parte de cincuenta mil libras. Y cuando éste ex-
tendió su mano en busca de las cien libras del premio, ya no que-
daba gran cosa. De estudiante. Crowley le confesó a Kdly-quicn ya
había observado que mientras él pagaba al cochero, Crowley hada
ademán de buscar en los bolsillos- que no tenía mucho dinero, o al
menos, no tanto como la gente suponía.
La admiración de Fuller hacia Crowley era tal que se embolsó su
desilusión en lugar de las cien libras del premio y mantuvo su amistad.
En The Star in the Hl!st no se hace mención del Liber Legis (cuyo
manuscri10 había sido traspapelado por Crowley). ¿Cómo fue, en-
tonces, posible que Fuller anunciase el «crowleyanismo•? Pues por-
que aun sin El Li/nv de la Ley, Crowley estaba proclamando un Nue-
vo Orden para la humarúdad que había subyug-ado a Fuller.

El cro"'lcyanismo nos ha co11dl1tido a través de maravillas <1ue


st1peran en número a aquellas otr.tS de las que Dar1Lc fue testigo ...

·1·1e:;:, at1os uic-C, ..a1·de 1 Fullct discutí(, cofa Cf\)\'llcy. }' éste lo sati ..i-
zó en su obra de 1910, The Wirlgt>d Beetle, pero al mismo tiempo cor-
taba la rama que él mismo había hecho crecer:

EL CONVERSO
(dentro de cien ai1os)

Se encontraron llll día en l•n boscoso calvero


lln hombre horroroso y una bellísin1a <lonceUa.
•¿Adónde vas. tan dócil y sa!lta?»
..·Voy al templo . a adorar a Cro\\o'ley.»
.. Entonces, ¿Cto\vley es l.)ios? ¿Y ní córno lo sabes?»
«Porque... ¡fue el capitán Fuller q11ien nos lo dijo!»
.e.Y, entonces, ¿cón).O sabes que el capi!án Ft11!er decía la verdad?•
... r-.1e parece que rú c1·cs t1n hon)br<: tnalo: Buenas noches ...
Si a este tipo de cosas se le llama éxito,
entonces no consideraré co1110 ..:1n frdcaso la an1arg1.1ra.

153
fuller alcanzó el grado de general de división, escribió libros de
historia militar, mejor escritos que 1ñe Star in tl1e WllSt, y ditigió su
admiración hacia otro genio que también estaba haciendo realidad
otro Nuevo Orden: Adolf Hitler. Fuller seña uno de los dos ingleses
invitados por Hitler a la celebración de su qoincuagesimo cumple-
años'. El otro sería Artbur Ronald Nal.l Nall-Cain, el segundo de los
barones de Brocket, de Brocket Hall, en Hertfordsbire, y abuelo del
actual, a quien me hallo reconocido por la presente i1úormación,
aunque me resultó imposible conocer el motivo por el cual fue con-
cedido a lord Brocket aquel singular honor.
Crowley siguió practicando la magia; escribiendo, incansable,
más poesía y pronwKiando el solemne voto de d edicarse a una vi-
da pura y desinteresada:

El bcnnano Perdurabo fue c1·ucificado por el l'terrnano O. J). S.


[Ceorge Cecil jones] y, cuando estaba en la cruz, hizo este j ura-
~nen to:
•(Yo1 Perdurabo, miembro del Cuerpo de Cri'ito, me obligo
solemne n1ente. mediante este acto, a llevar una vida pura y desinte-
resada, y a dedicarnle, por entero, al es.fuerzo qu.e 1ne perrnita su·
r>crarrne y accecler al Conoc:inlient.o de rni elevado y Divino Genio,
a fin de poder fundirme en Él :..'.

Llegaría a describir 1907 y 1908 como años de plenitud. En 1907,


mientras se estaba recuperando de una enfennedad, cuyo nombre
no menciona, compilü su diccionario cabalístico, al que dio el títu-
lo de 777. Este libro había sido comenzado ~or ¡>,,futhers, en colabo-
ración con Allan Benne1t. pero le 1ocaría en sueri e a Crowley com-
pletarlo -disponía de las notas de ambos-y publicarlo'.
Sus declaraciones re.-ultan un tanto inconsistentes. En uno de
sus momentos de angustia y melancolía, allá por los aiios veinte, d i-
jo que 1907 fue el aiio en que •se confunrlió• . Posiblemente que-
ría deci r que, en 1907, cuando 1cnin 32 aiios, todavía tenía tiempo
para cambiar su forma de entender la vida. Pero se equivocaba,
pues no podía cambiar su forma de ser. Los hombres se sienten
atraídos hacia su perdición. En 1907 echaba a paradas, escaleras
abajo, a su sucg111, que había acudido a visicar a su hija, Rose, y a
Lola ZID.a, la segunda hija del matrimonio, de trc"S semanas de
edad, enferma de bronquitis; penctr-.lba, acto seguido. en la Ti erra
Desolada, eo la que era el Vagabundo por excelencia, para rendir
culto a los dioses inmortales. Nada se sabe de lo que aquella se1io-
ra pensó de su yemo.

154
Uno de los dias del \'erano de 1909, mienn-as andaba hurgando
e n d dew<in de su casa de Bo lcskinc, inu~ntando e ncontrar unos es-
quís, acen6 a ver un paquete envuelto en papel maJTón. Para su
sorpresa, no era otra cosa que el traspapelado manuscrito del Libro
de la Ley. Aquél fue el acontecimiento que supuso la reaparici6n, en
su vida, de Aiwass: desde entonces, toda su magia se orienta al es-
tablecimiento en este mundo de la Ley de Thelema, la del •Haz lo
que Quieras>, a la que se refería como el Reino de Ra-Hoor·Khui t,
y que nada tendría que ver con el conjurnr espíritus parn que le
propo rcionaran dinero y mujeres, aunque, no por ello, abandona-
ría aquellas prácticas. En la5 páginas de los primeros números d e
The Equino.< se respira un perfume poco o nada thelémi.co: se trata,
fundamentalmente, de las técnicas de la Golden Dawu, 01ientadas
hacia la magia ceremonial. El cambio hacia la magi(k)a rhclémica
tiene lugar a partir del momento e n que recupera el traspapelado
manuscrito del Libro de la Ley, y más específicamente, después de su
publicación en el número vn, de '1912, de 1ñe Er¡uinox.
Uno de sus lugares favoritos era una pequeña tienda de produc·
tos químicos situada en Staiford Street, en el West End londinense,
que estaba atendida por un tal E. P. Whineray. • Él era quien me
abastecía de los ingredienL<~S que necesitaba para algunas de mis
preparaciones mágicas, como el kyfi, el misterioso incienso de los
antiguos egipcios; o el perfume y el óleo de Abr.i-Melin, o el un·
giumtum sabbati y demás. Recuerdo que en ciena ocasión, hasta pu·
do st1111inistrarme º!')'Cha".»
Una tarde en que se enconu·aba visitando aquella pequeña tien-
da, \<\lhineray le informó de que un lord a quien conocía estaba
inten!sado en hablar con él. Se trataba de George Montagu, el sép-
timo conde d e Tru1 kerville, casado en 1895 con una estadouniden-
se. con la que se había ido a vivir a su cas1mo <k Chillin.gham, en
Norrhumberland.

En aque:I mon1enlo e ntró, e n persona, aquel de quien cstálxtruos


hablando. ~'t e cond1tjo a su casa y, con gran embarazo por mi parte,
me empcz& a cont<u la más ~xtr•onlinaria de las hiHoriai;. (:a,1i ne¡
daba crédito a n1is oídos. ~fe habló <.ic sus secretos ta1uiliares ro.is re-
cónditos, y, ran1bién de los más atroces, co1no si nos <:onociéra1uos
desde hacía veinte años. Dijo hallarse hechizado por su rnad ..e y por
una a1niga de ésta. Aparentemente. erd.n dos piá(losas dC\'Otas de la
Iglesia Evan gelisra. La idea de que a:mbas estuvieran intcnta1:ado u1a-
tarle, silviéndose de la brl~ería, el"'ct un tan1.o sorprendente, aunque

155
no tanto como el mó,iil aducido: lo rd ·1·ankerville era el segundogb
nit.o y so..~te nía que st1 herma110 n1ayor era, en realidad, el hijo de al·
gún baronet o de alguien indebido; de ahí el motivo del profundo
0<.fio <.tue su madte si.11ljera por so 1t1a1idc) y de la pt0f11nda <teses1)e-
ración que había st1f1;do c11ando el sup uesto heredero había 111uer·
to en el o-anscurso de u na batalla. Ésa y no otra era La razón por la
que había decidido acabar con el hijo que a1ín le que<laba.
El mismo 1'a.Jlkcrvillc se l1abía casado co11 1ma e.stadoun.ider1se
d e pocas luces y de escaso carácter. Solía tocar la campanilla para
darse el gusto d e oír a los sirvientes llamarle ·1n:y lady.
Vefa bntjería por toda$ parte$, Cuando la conde$a es1om1,1daba,
infel'ía qt1e Sl• o.lad re se ha b ía puesto 1nanos a la obra. Había co11ta-
do sus dificultades a mucha gente, en la que había creído ciega-
mente cr1 virtutt de 11n prirner golpe de vista favordblc 1 y que, pos-
te riormente, sin q 11e- n1ediara n i11guna pala bra d e :reconvención,
resultaba, gracias a aYguna inocente palabra o acción, fonnar parte
de la conspiración contra él.
Ciertan1e11te se trataba de Lln cla1ísimo caso de manía persectl•
toria, acenn1ada 1>0r su antiguo hábito de bebedor de brandy y por
el retiente de esnifar un preparado de cocaína. Apane de e.ra ob-
sesión, aq uel hombre estaba sano. Gozaba de rnagnlfica sal11d: era
u no de los cincuentones mejor consc n•ados que jamás hubie ra "is-
to. Era. prof11ndan1en.te religioso, con una cierta inclinación al nús-
ticis1uo y una pre(liS(){).sic ión reaJ1t,ente profunda para la C\l,ala,
atinque poco o riada co11ociese d e ella. Yo pensé q11e podría Cl1.r ar-
l~ y me: puse a tra~ajar en ello.
En casos como a<1uél. 1r•i plan consistía en no desengañar al pa-
ciente. Me propuse seguirle la corricn lc, como si lo que me había
contado fue ra cierto, hasta en los menores deralles. ln tenlaba apa-
gar el fuego con el fuego. l .c dije: • lo c1uc usted tiene que hacer es
desarrollar sus propios poderes mágicos para atacar a su madre en
Sll propio tcrre 110• .
Poseía una consider.iblc aptitud para la magia. y comprendió el
objeto de las medidas que le proponía. Lo prim ero q ue hicimos fue
fle13r un yate ...

Cuando estaba intentando liberar al conde de Tankerville de su


demencia paranoide, Uevándole h asta Marr uecos, Crowley, e n una
de sus solitarias caminatas, se encontró con la tribu de Jos Sidi Ais-
sawa, los comedores de escorpiones , que estaban practicando sus
danzas sagradas al amparo de cualquier mirada:

156
En ciert.o logar apartado rne e1\contré con una n1ucbedu1nbl'e
de cerca de doscientas personas. Se protegían de cualquier posible
intromisión mediante la colocación de u nos centinelas accidenta·
les, que paseaban (aparentemente sin ningún ñn) enu·e los árboles 1
c11brieml9 un circulo de unas d<;>scient<l!l yardas de diámetro. Sabia,
rnás o 1uenos, lo que podría ocurrirme, por lo que, antes de ser di-
visado, comprobé que todos los aditan1entos de mi vestimenta ñ te·
sen adecuados. Sólo entonces comencé a recitar lo que había apren·
dido en Egipto, de labios de 1m jeque... • la Gran Palabra que hace
enloq1Jecer y despojarse de la 1·opa.:
Subh(m(I Allt1hu. W"lhamáu li/ahi walai/aha il/a allahu...
Dejé acrás a los c.enlinelas y me nlC't.<:lé con la 1nuchcdumbrc.
Las n1ujeres estaban rambiéu presentes, au11que 110 ton1ara_a parte
activa, y simple1nentt: ayudaban a la construcción del corro, q ue te·
n,ía u n diánletro de unos o·einta pies. Acurrucados en su circ.'Urúe-
re ncia se encona-aban, como era usual, los nl tísicos. q ue r.ocaba n ccr
mo si les fuera en ello la vida, mien tras cierto nún1ero de ho1nbres,
armados con hachas n1uy livia11as, ele ¡>ecuJial' factu1·a, bailaban y
g1iraba11, sigujendo el l'iuno. 1\queUc.s hachas no eran los in stru-
meoios de uso cLiario, sino que habian sido construidas ex profeso
para aquel tipo de ceremonia. Los hombres se herían a sí mismos
con aquellas armas en la cabeza ()' más raramente en otras pan.es).
h.aslé\ que la sangre les corría por ambos lados del c11ero cabell udo.
Desde luego que no sen tían consciente 1nen te ningún <lolor. y los
que se hallaban cegados poi· la sang.·e a(rn continuaban viendo.
L1 excitación d e los asistentes er.i tan g rande como la d e los pro-
pios celebrar1te5, pero era contenida de for1na rigurosa. Yo no pue-
do decir si el corro mam enía un absoluto silencio, pues no me en-
conlJ"aba lo s1aficicnlc1ncntc Lr.inquilo como p;tra pod er l1accr
o bscnaciones fidedignas, ya que había sobrepasado el estado de cu-
riosiclad in telectual. Pe ro tuve la impresión d e qt1e los es1>ecla.d Ol"e5
se abstenía11 deliberadan1ente d e hablar o d e ges1jc1.1lar. por lo que
me comporté del mismo modo. Aunque me resliltaba d ifícil 1ener
que refrenanne para no arrojar el Lu rbantc y saltar dentro del co-
rro, al gri10 d e ¡Allahu akhar!, apode rándo me d e 11n hacha y w1ién-
dome a la celebración general.
Y, lirerahnen1.e , le q uiraba a u no la respiración. Parecía q ue t'~
pira~e con el co r-~wn en lugar de hacerlo con los pulmo ncS. Me
senlía \ibrar con la cne1·gia clel univeJ'$0. Era igual que si ltubit:rél
llegad o a sen tir conscien tcn1cntc la energía atóm ica o la fuerza d e
la g rnvitaci611 universal. No sé cuánto tiempo pcrm:med refrcnáo-

157
do1ne, pero <lel>ió ser .-nás de ur1a hor-.i. Oe repente sentí t1na reac-
ción tremenda: comprendí que al no habenuc dejado llevar había
perdido mi g1·an oportu1úclad, y que mis inquie1.11cles quizás acaba-
1·ían por causar1ne la muerte. Al misn10 tiempo. n1e sentí embarga-
do por un s1lbi1.o sentido de alarma. ~íe sentí excluido de aquel
ch'Culo espiritt1aJ. Era seguro que alguien acabaría descubriéndo-
me, y sentí un repenl.ino escalofrío cuando fui consciente del peli-
gro. Afortunada111ente. tuve la s uficiente presencia de án.inlo con\o
para reanudar mi tnantfa. y me fui apartando tic la multitud tan s i-
lenciosa1nen te con10 había llegado hasta e lla.

Abandonarse. proye<:tarse a sí mismo más allá del umbral de la


consciencia, era lo que constantemente impelía a Crowley. Como él
dijo, le cosL6 un gran esfuerzo mantenerse apartado de aquellos de1'
viches dan1.antes; le hubiera sido posible guiarlos, y debió haberlo
hecho.
Crowley y Tankerville regresaron a Inglaterra, pasando por Es-
paña, viendo, de p:L10, gran número de cosas maravillosas, y se se-
pararon como los peores enemigos. Al parecer, Tankerville no esta-
ba curado; • me puso e n el bando de los praclicantes de la magia
negra que <:onspiraban conu·a él», dijo Crowley. Sobre esta cuestión
sólo conocemos la c>pinió n <le Cro,vley, pues segúr1 lu·1a declaración
d e Tanken•lle, recogida en The Wodds TrtJgtdy [La u-agcdia del
mundo), escrita en 1908, parece ser que el noble lo rd podía hablar
sin taptüos, ct1ando hi ocasión lo reque ría.

...Y lord Tanken-iUe 1ne dijo, a las once de la Ulañana del i de ju-
lio de 19017: •Estoy cansado de oírle en.se1i ar. en.seriar, cnsei1ár1 có-
mo si usted fuera Dios Todopoderoso)' yo una ruíscra 111icrda seca
l:irada en n1ita<l de la calle • .

En Th.e /..ILdies ' Flowcr-Gartlen [El jardín de flo res de las damas]. la
e ncantadora o bra que Mrs. Loudon escribiera e n 1810, en varios vo-
lúmenes, aparece una referencia a uno de los miembros de la fa-
m ilia Tankerville:

El pensamiento~ des<.te. siempre 11na de las flores de j ardín n1ás


apreciadas. no fue tenido en consideración por los floristas hasta
que. en 1810 o 1812, la actual Lady Ñ.l:uy Bennett hubo cultivado un
pequeño j ardín, lleno de florcs 1 e n los te rrenos de la mansión que
su padre, e l duque de Tanker\~llc, tenía en \iVal ton-upon Thames.
4

158
En aqueljardín, que tenía forma de COl'a2ón, aquella amable dama
había plantado 1.odas las ''ariedades de 1>ensamieuco que, casual-
111ente, había descubierto en eJ jardín paterno. Ayudada por la in-
dustria y el celo de Mr. IUchardson, que por aquel enton ces ya ejer-
cía en Vlalton Jos servicios de jarclinero, pudo 1.raspla11ta.1· a aquel
parterre las variedades má5 vistosas. A 1>a1-rjr de aquellos úmj<los co-
mienzos la cosnunbre del culti\'O de aquella pJanta ii'fa afianzándo-
se con los años. hasta llega" a nuesu."OS días.

111e Worlds 1l'a{Jtdyse imprimió en París, en 1910, exhibiendo en


su frontispicio el nombre de Aleisler Crowley, a.si como Ja siguiente
aclaraci6n, casi a guisa de subtítulo: Edición privada para su cirr:ula-
ci&n en ws países libres. No se permitirá la importación de 1'i7lgún ejempwr
a In.glaterra o a Norteamérica. Y está dedicada a Pan, el enamoradizo
djos de la Arcadia, que se encarga de enviamos pesadillas. Consta
de dos partes: la primera es autobiográfica, mienu·as que Ja segun-
da, más larga, es una obra teatral en verso, con un prólogo titulado
•El jardín de Eros• , al que siguen las secciones •La estreUa roja-,
•la vara blanca•, ><El enano azul•, •La habichuela negra• y •La
noche gris•. En la ·o bra aparecen muchos personajes, incluyendo
"'legiones de monos~ gt•sanos y n1011struos; una compañía de raras,
una compañía de sapos; una botella de latón que contiene un ho-
múnculo azub, y todo tipo de person<•jes humanos, como •Alejan-
dro, un rey sabio, gobernante de Macedon.ia, Babilonia, etc.; Go-
vinda, rey de las Ind ias; Chau, Hijo del Cielo, rey de Tartaria y de la
China•. Las tres últimas páginas del Ubro se encuentran reservadas
a la bibliografia del autor, cuy<1 última obra es • Alexandra, fragmen-
tos comentado.< de una Oda a la reina ele Inglate rra. Edición limi-
iada a personas de calidad. Cinco dólares•.
El prefacio a The World'.1 Il'tigtdy coru.icne una breve noticia que
explica los motivos por los que, dur~ntc la primavera de 1908, fue
compuesta aquella obra • romana•. Por aquel entonces Crowley se
encontraba en Eastbourne, en casa de su m<1drc: después de cL~
nar, disgusiado por la comida y. también, por la compaii1a, sali ó a
dar un paseo hasta la o rilla del mar. Y a.Jlí se e ncontró co11 «una
puta de media corona• (·Me parece recordar que se llamaba Ma-
bel... ¡Gracias, Mabcl! -) que le inspiró, y, al regresar a casa, csl.uvo
escribiendo •cuaLro nodics seguidas, hasta que Tite \<\~rld:S '/ragtdy
est.uvo acabada y libre de cualquier ret0que posterior• . En el pre-
facio, y, en part.icular, b'\jo el epígrafe SODOMÍA, puede
observarse cómo hace una defensa de aquella fonna de actividad

159
sexual. (•Debo luchar abicrtament.e por lo que ningün inglés de
estos días se atreve a defender, ni siquiera en privado ... ¡la sodo-
mía!•) Y el resumen que hace del argumento de la obra se cierra
con su propia deificación. • Por aquel tiempo comenwría la co-
rmpción de las virtudes de Roma; y la obra tendría un final de-
sesperado si no fuera porque Alejandro se presenta y, conésmen-
te, profetiza la Uegada de Aleister Crowley. .. el Salvador del
Mundo.•
El poema Alexandra ha atormentado a todos los que se hallan
interesados en Crowley y su obra, desde que apareció en la lista que
Gerald Yorke publicara en apéndice a la primera edición de The
G11!al &tlst. f(Ale>:andra. Poer1la bre"e i111preso en París, er1 fecha cer-
cana a 1909. Parece ser que la edición fue destruida, en su t.otalidad,
por las auLOridades aduaneras británicas, a causa de su obscenidad y
de su crimen de /),se majestb. Y en la bibliogr.:tfía que Edw·ard Noel
Fitzgerald añadiese en apéndice al recuerdo que Richard Cammcll
dedica a la Bestia en la primera edición de su obra Akister Crowiey:
lhe Ma11, 1he Mage, the Poet, aparece la siguiente reseúa del poema:
•Ale.tnndra, fragmentos comentados de una oda a la reina de lngla-
terrA. Edición limitada a personas de calidad. Cinco dó lares. Sin fe.
cha ( ca. 1911). Este poema se publicó en París y todos los ejemplares
fueron confiscados en la aduana. A este bibliógrafo le ha resultado
imposible hacerse co11 wto de e lJos».
Al parecer, toda la edició11 fue sccuesu·ada por Ilas autoridades
aduaneras y postedormente destruida. Pero Crowlc)' había enviado
las i:,.-alerada• y prueba• ajusuadas a un amigo y coleg.a en magia, el,
por entonces, capitán J. F. C . Fullcr, quien guardaba hasta el menor
fragmento de sus escritos. Asi pues, al fin pude obtener fotocopias
de tan buscada obra. Había sido publicada en 1905 y se decía, otra
más de las bromas de Crowley, que lo había sido en Shanghai. El
frot't[ispicio es mera verborrea, tu1 tanto conti1s.a, y e r1 él r10 apare-
ce para nada el nombre de Crowley. Lo único que la Bestia bl.l<caba
era hacer un desplante a la reina Alcxandra, la conS<>rte dru1~-sa de
Eduardo Vil: el odio que seroúa hacia su madre lo proyectó en la rei-
na. Alexandra estaba • inspirada en la obra maestra de Abbey, que fi.
gu"aba desde 1904 en la Academy» (de la portada); pero el retrato
que Edwin Austin Abbey, R_ A., hicier.i a la reina Alexandra no se
encontraba expuesto en esa focha en la Royal Academy.
Si el poema debía ser tuta sátira de la 1·eina, como sátir.i resulta
bastante floja. Apane de una cochinada, propia de un escolar, que
figura en la portada, y que hubiera debido poner sobre aviso a las

160
autoridades de la aduana, no hay nada en él que resulte obsceno.
Su tónica es completamente irónica:

ALF.XANORA

Los sesenlll imoernos que h•bían transcurrido


desde que, por vez prin1era, fuer-a cantacla tu fa1na. por bardos y
sabios,
hoy te han dejado en lnglaterl'a, co1l noS-OtJ'OS.,
aún bella yjoven.

11
Te vi engalanada, de codas cus pe1fas yvestidos,
de tus diama11tes y anniiios, que te procla1nan reina:
aparentas (o poco entiendo de 1ul!jeres)
escasamente dieciocho.

161
11 . En bu sca de visiones

Crowley era uno de los mayores cxcén1.ricos del mundo. Victor


Neuburg, su pupilo. era un excéntrico menor y, como Crowley, un
poeta también menor. Ambos tenían en común su e.stancia en Cam-
bridge y su interés en las arl<:s mágicas. Ncuburg era de pequeña es·
tauira -Richard CammeU le definió como •pequeño, desarreglado
y con aspecto de gnomo•- y su espalda estaba ligeramente curvada.
A la hora de hacer su desctipción, Crowley, de manera infrecuente
en él, se m olc-staría e n dar rnuct1os ctctalles:

Era un agnóstico. un vegetariano, un n1 ístico, un tolstoyano, y, al


1nisJno tiempo. 1l1uchas otras e.osas más... siempre que hablaba se re-
torcía conv1.d sivamcnlc: )' ~.us labios 1 que en él eran tres veces más
grandes de lo que hubi.er-..in debido ser, y que se apresuraban a j un-
tarse cuando se r><>nía a pensar en algo1 enútian la risa n1ás exu-c1or-
dina1·i.a que jamás hubiese podido in1aginar; a t0<las t!:itaS ventajas
"·en ía a uni rse la (le ser \111a ¡>ersona e.xtraord.ina_riaJnente versada,
rcbosa11tc de suúl hu1nor. y uria de las 1nás afables que haya pisado
este planeta.

En el ver-ano de 1908 se fueron a España, a alguna de sus regiones


apanadas. A Crowley le debió de gustar la compañía de Neuburg,
puesto que al afio siguiente también viajaronjuntos, en aquella oca-
sión a AJ-gclia, donde uno de los familiares de Neuburg, temiendo
po r SLL segtuidad, se acercó a hacerle tina visita. rvtas, al no c nco n·
l:rJ.J"le, prcgu11tó a CrO\vley: «¿Dónde está Victor?,... Y el mago, seña.
lando un camello que estaba descan sando, le contestó: •Aqtú•. Des-
de Argel, Crowley y Neuburg, que ya hab[a recuperado su forma
humana, se fueron hacia el stu; y después de pasar dos noches al ra-
so y una en w1 hotel, lleg-aron a Aumale, un lugar que Crowley no
describe. AJ parecer, no tenia una idea precisa de ir a ninguna par-
te, una vez que salieron de Argel, salvo la de rcn o,•ar el aire de sus
pulmones y encontrar, quizá, alguna nueva avenrura. Pero en Au-
maile, «.Súbitan1e11te, Wla 1r1ano r11c al ca11z<> e11 el corazón con uno de

162
sus rayos, y entonces supe, aquel mismo día, que debía proseguir
con "La visión y la voz", en el mismo punto en que la había dejado•.
Crowley hacía con frecuencia declaracionce.s de este tipo: cuando
se encontraba en un estado de indiferencia o de inocencia, se veía
instado por algún poder incontrolado a hacer algo; pero, en aquel
caso, no había llegado al norr.e de África tota'lmcntc desprovisto de
accesorios mágicos. En particular, llevaba consigo «Un gran topacio
dorado (eng-astado en una cruz del Calva1io' de madera pintada de
bermellón y dividida en seis cuadrados)>: era el cristal en el que
veía, o creía ver, ángeles y den1onios, escenas pacíficas y espeluz·
nantes. «J..a visión y la voz» fue el titulo co11 el que recogió tina se.....
1ie de visiones que había comenwdo a tener en 1900, cuando esta-
ba en México: lo que se proponía era proseguir con ellas, en
Aumale y en OU'OS lugares de la región.
Crowley estudió y llevó a la práctica cualquier tipo de magia que
cayera en sus ruru1os: inglesa, judía (Cábala), griega, egipcia, hin-
dú (yog-.i), duna (f Ching), etc. La magia inglesa que practicaba era
la que se traslucía de los escritos de John Dee, cienúfico, matemá-
tico, astrólogo, alquimista, y uno de los hombres más notables de
Ja época isabelina. En su calidad de astrólogo de la corte, Dee ele-
giría el 14 de enero de 1559 como el día de mejor augudo para Ja
coronación de Isabel l. A los veintitrés alios daría en París su pd-
mera conferencia sobre Euclides. Viajó hasta Praga, vivió durante
seis alios en Bohemia, '<isitó Santa Elena, intentó convencer a Ma-
ría Esruardo para que crease una Biblioteca Nacional, predijo t:I
advcnimien10 del te lescopio, e im·cnt6 la expresión · Im perio Rri-
tánico•. Jobn Aubrey da una vívida descripción de él. Pasaría lama-
yor parte de su vida en Mortlake. donde muere en 1608, a Ja edad
de ochenta años.
Dce ncg-.iba ser un mago: teniendo c 11 cuenta la época que le t~
có vivir, csr.a afirmación revela pn.idcnc,ia; pero durante muchos
años mantuvo conversaciones con los espíriLus, no sólo en su casa
de Morllakc:, si11<J e11 el exu·anjcrt). No sit:11do clarivide111c, no po-.
día ,·erlos por sí mismo. Se sentaba en la mesa de su estudio. cun la
pluma en risU'e, dispuesto a anotar lo que su ,.¡dente, Edward Kelly,
le decía que veía y oía. Kelly se sen raba en lUlll silla tapizada de ver-
de y escrutalx• el n'istal de Dec:. Era un objeto de cristal de color ro-
sa, del tamaño de una nara1tia, que le había sido entregado a Dec:
por el ángel Uricl, que había entrado por una ventana. A la muer-
te de Dee, pasa.r ía a engrosar la colección de curiosidades que Ho-
race Walpole tenía en Strawbcrry Hill. En la acrualidad se cncucn-

163
traen el Britisb Museum, e n el Departamento d e Antigüedades Me-
dievales y Posmedievales.
Así pues, Crowley y Neuburg iban a hacer en Argelia algo pare-
cido a lo que Oee y Kclly hicieran en Mortlake:

Comprdn1os a t<><.ta prisa unas poc-as provis.io1\es, cogi1nos el traJ"I·


vía para Arba y, después del almuer.to, nos <lirigin'los hacia el sur...
No se me ocurre a cue nto de qué 1ne vino la idea. Quizá porque lle·
vaba en la 1nochila uno de 01is primeros Cl1adernos de magia. en el
que había copiado, con paciencia infinita, la5 Die('Jnueve Invoca-
ciones o Llaves que sil' Ed""•ard Kelly obtuvo de ciertos ángeles, y que
fueron escritas, l:<ljo su dictado, por el astrólogo de la reina faabel,
con quien estaba trabajando.

Los escritos de Crowley se pueden agrupar en tres categorías. En


la primera de ellas se encuentran los que no ernn o bra suya, como
él decía (a pesar de estar escritos en su estilo inconfundible), sino
que escribió al dictado de otra persona. El l ibro de la Le)• y otras do-
ce obras todas ellas muy breves, que de.spués conformarían los Tex-
uis sagm-<los de The/ema, pertenece n a esa época. Le fueron comuni-
cados poi' su Santo Ángel de la Guarda, Aiwass, entre 1904 y 1911.
Después vienen las obrns que, a pesar de haber sido escritas por él,
eran debidas, en su totalidad o en parte, a una inspiración, como
sus poesías. Finalmente, están sus obras de magia, las obscenas, las
novelas, las obl'as de teatro y su Autohagiography-<le hecho el grue-
so d e su obra- , que fueron escritas por él, sin la asistencia de Aiwass
ni d e nadie.
Entre las obras de la segunda ca1.egoria, The Visi<m and the foir,e ~'S
la más extensa, y también la más apreciada por sus seguidores. Fue
publicada en un principio e n el año 1911, e n las páginas d e The Equi-
nox. f~s la relación de una serie de (>peracic>ncs má&Ticas que SÍf>l'\JCn ,
por u n lado. el sistema de J ohn Dcc de las Lla•1cs o Invocaciones
(encantamientos), y el de los Aethyr.¡, invocados por las Llaves o Jn-
\locaciones:. por otro. Crowley había estttdiado aqttel sistema mági-
co en la Golden Dawn. La finalidad de aquella compleja serie de
()pe.racio ne$, .si es que existía, podría cs1:1·ibar en que Cro,,·lcy <l!V
cendiera d e grado en la A.· .A·. hasta lleg-ar al de Maestro del Te m-
plo, o al de Mago.
Kelly fue un médium do tado con el don de la profecía: había
predicho, con cuatro años d e adelanto, Ja tjecutión de la reina de
Escocia, .María Estuardo. y 12 llegada de la Armada l.nvencible, y

16t
también podía ver a los espíritus. Por esa r.<Zón, Dec le contrató C(>-
mo vidente, con un salario anual de cincuenta libras, una suma en
absoluto insignificante en aquella época en la que el sueldo de un
u-abajador bien pab-ado oscilaba al rededor de un penique diario.
Kdly era veintiocho años más joven que su maestro. Llevaba una
birreta negra en la cabe1,a, <111e 1;1mbién le cubríct la nuca, para oc111~
tar, según se decía, so falta de orejas, perdidas después de 11na con-
dena por delito de falsilicación. También había estado expuesto en
la picota. Era una de esas personas de las q11e siempre se c11entan
cosas desagradables; se rumoreaba, por ejemplo, que había desen-
terrado un cad;iver para interrogarlo.
En la casa del doctor Dee, en Mortlake, StuTey, Kelly miraba al
interior de la •piedra de ver-, cambién llamada •Cristal>• (y piedra
santa) , y describía lo que estaban haciendo en su interior los espí·
ritus. En ocasiones, el espíritu salía fuera de la piedra y Kelly tenía
q11e seguir todos s11s mo\ri.mientos por J.a habitación.
El gtueso volumen de Meric Casaubon acerca de Dee titulado A
True & Faitliful Relation of What passed for "'ª"Y 11?ar.s between. Dr. jolm
Dee (Matlierruaú;ian of Gmat Fame in Q. Eliz. antl Kingjam.s their Reig·
ne>) and Smne S/Jirit>", escrilO en 1659, comienza con la siguiente se-
sión, en la que se han utilizado las abreviaturas de E. K., para Ed-
ward Kelly, y Ja !!. griega, para Dec:
Súbitame nte, me pareció q11e salía de mi Oratori o 1ma criatura
espinl1.1.aL p:.U't:c id a a lUla c:lcga11tc niiia d e siete a 11tacvc ailos de
edad, con los cabellos r·ecogidos sob re la frente, a maquc por de trás
de la cabc<:a le caí:u1 muy largos, con una falda de seda... y parecía
que entraba y s::~ía por dc crás d e mis Libros... como si siempre pu·
diera escar en tre e llos, porque e l espado que hab ía entre los libros
parecía basca rle...
!!.: Yo dije: ¿Qué tipo de donccLia sois?
ELLA: ¿Qué ti po d e ho mbre sois vos?
!!.: Soy ser,.idor de Dios po r la obediencia qu e me liga a él y tam-
bién (así lo espero) por su Adopci ón.
UNA VOZ: ...Serás castigada si lo d ices.
EUA; ¿No soy u na doncella bonita? Dejadme j ugar en vuestra
casa, rnl madre me dijo que vendría a quedarse aquí.
6: Ella cami nó aquí y allá, con los más ,;,'3ccs ademanes d e una
ni1i a j ugando sola, y e n o tras ocasiones alguie n le h abló desde el rin-
cón d e mi estudio, d onde hay inscalado u n gran inscnnnemo ópti-
co, pe ro cerca ele él no había nad ie, excepto ella.

165
ELLA: ¿Debo hacel'lo? Lo haré. (Ahora daba la impresión de <:Y
tar contestando a algtticn qt1c estu\riese en el antedicho ·rincó1t del
estudio.) ... Te ruego que dejes que me enireienga un poquito (se-
g uía hablando con algulen del antedicho n'.1L1:ón) .
6.: ¿Podéis <lecir1ne quié1l sois?
El.LA: Os ruego que me dejéis jugar con vos un poquito, y en-
tonces os diré qtiién soy.
.1: Decídmelo entonces, en el nombre de jesús.
ELLA: Me regocijo ante el nombre de jeslis, y soy Madiru, una
pobrecita doncella, la penúltima hija de mi madre. En casa tengo
'~rios her1nanos pequeilos.
A: ¿Dónde está tu casa?
M..l\.l)JNl: No me atrevo a de-ciros dónde vivo, porq..1e s<.:ría casti-
gada.
A: No ser.is castigada por tiecir la \'Crdad a aq11cllos que a111~'ln la
verdac1, pues todas las crialurds ha11 de ser obedic11Lcs a la verdad.
MADINI: Os prometo que s.eré obedie11te. ~lis hermanas dicen
que han de venir todas a estaJ· con vos.
A: Yo deseo que aquellos que aman a Dios estén con.rugo y que
yo pueda estar con ellos.
MADINI: Me gttSiaria q ue ahorn me hablar.üs de Dios.
~: E.l nombre de tll hcnnana mayor es Esémeli.
~lADINI: ~1 i hermana no tiene un no1nbre tan corto con10 vos
lo pronunciáis.
a: O h 1 te pido mil disclllpa.;, h.::ty q.u c .p ronunci:ir E;:eméli.
E. K.: Ella sonríe, algt1ie11 la llama diciendo: «Regresa doncella)•.

El d iálogo terroina con una f.rase de Dee: • fuimos avisados for·


malmente, por mi familia, de que la cena estaba servida•.
En total, e l número de t nvocacioncs o l..lavcs son diecint1cvc: la~

dos p1imeras conjuran al elemento del «Espíritu•; las dieciséis si·


guientes in\ ocat1 a los Ctiatro Eleme11tos: tierra f'l1ego ail'e, agua;
1
1 1

la decimonovena Invocación o Llave siJ·ve para llamar a cualquiera


de los treinta Aethyrs o Aires. Las diednueve, en su totalidad, fue-
ron dict.ci.da.s a Kclly en la p1·opia leil-gua de los ái1gclc.s1 llaallada r.11(r

quia1lo. Por si no fuera suficientemente dificil, las Invocaciones se


dictaban al revés. Y cada palabra fue dictada al revé~. Por ejemplo.
alfJr t'S en realidad mta. La razón dada para este procedimiento de
. «inversión» se basa en que la co1nu11icació11 directa habría restalla·
do demasiado potente, y habría conjurado fuerzas que, en pocas pa·
labras, no habtian sido bien recibidas en aquel momento.

166
Mientras Kelly obseivaba Ja •pied ra de ve,.., vio al ángel Nalvage,
o Gabriel, con una tabla de letras y una varita. Kelly exclamaba: •In-
dica la columna seis, lila treinta y w10•, etc. Dee, que tenía ante sí
una reproducción de la misma tabla, identificaba Ja letra, en el cua-
drado en cuestión, y se apresuraba a transcribirla. La colección de
aquellas tablas fue denominada Lwer Ú>gaeth.
A su debido tiempo, fuero n revelados a Kclly todos los nombres
d e los treinta Aelhyrs y d e los ángeles que los gobiernan. E:l domi-
nio de los Acthyrs •se extiende en círculos cada vez más amplios,
más allá de las Atalayas del Universo• . Las atalayas son cubos de di-
mensión infinita.
Mada-iiatw das perifa Lil (el nombre del prime r Aeth~T) cahisa mi-
caolazoda saanim wosago od fifisa balzodizndm-a5a laida. Nomu;a gohuli·
me: Micama adoianu Mada faoda beliombe, soba ooaona cahUa tucijtias pe-
ripesol, das aberaasasa nonuc~fe netaaibe caos~¡i od tüabe adapehaheta
dameptlozoda, tooaf.a 1101..ucafe jimicalazod0111a larasada lofejil-0 mmrhe ya-
""ln ldnign (P.I nomhrP. ifol ;ingP.I tlP.I primP.r AP.thyr); M. tnrm>tl.nlnp....
Sería aburddo citar en su lenguaje original Ja decimonovena In-
vocación. La traducción es la siguiente:
Oh. \'osor:ros, Cielos, que estáis en el primer Aire, \'osotros que
sois poderosos en todas las panes de la Tierra, en la que ejecutáis el
j uicio del Altísimo. A vosotros se os ha dicho: Contemplad la Faz de
vuestro Dios, e l p1incipio de toda Confortación, euros ojos son el es-
plendor de los Ciclos, que os ha elegido para el Gobierno de la Tie-
rra y de su indecible variedad , proveyéndoos d el poder de conocer
y d isponer de todas las cosas según la Previsión d e Aquel que Resi-
de en el Sagrado Trono, y que se e le\'Ó en un Principio, diciendo:
Q ue la 'Iierra sea gobernada por sus partes; y que en ella haya Divi-
sión, para que su Gloria pueda estar sie mpre ebria y atormentada
en sí misma. Que su curso vaya por los Cie los y que la ayude como
m1a sierva. Que cad a estación se corúunda con las otras, y <1uc no
bay-d sobre ella, o en ella, una criatura igual a otra. Que todos sus
miembros difieran entre sí e n ct&alidad es y qt1e no haya dos criattr
ras iguales. Dejact que las criaturas razonables d e la Tie1n, y los
Hombres, se vejen y exte rminen unos a otros. Y que olvide n los
nombres de los lug:ires en que moraron. Que la obra del ho mbre y
sus pompas sean desfigurada.•. Dejad que sus constrUcciones sean la
Ctte\'3 de la Fiera Selvática ...\bnuna s·u con ocimiento de tinieblas~

¿Por qué? Hace que me arrepienta de la Virgen y del Hombre. Que


una le sea conocida, mientras que e l otro le permanezca cxtntño:

167
pues e lla es el lecho de la Ramera )' la n1o rada de quien ha caído.
¡Oh, Cielos! ¡Leva11taos! ¡Que los c ie los inferiores. que esr-..ln bajo
vosotros, os sin<anl ¡Gobernad a los que gobiernan! Abatid a los caí-
dos. Exaltad a los que se hacen grandes, y destruid a los corruptos.
Que nada quede como an tes. Sumad y restad hasc,'l que todas las es-
trellas sean contadas. Stu·gid, nloveo~ y presentaos an te el Pacto ele
Su boca, que en Su j usticia, hajurado. r\b1·id los nl is1.e1ios de vues--
tra Creación. y hacednos partícipes del Conoci1nienco impoluto.

Todo esto no resulta muy •angélico• : contiene demasiado re-


sentimiento y demasiada' amenazas. Sorprendentemente, el estilo y
buena parte de su conten ido son similares al eslilo y al comenido
del Uber Legis, que sería escrito u·escientos años más tarde. De he-
cho, Edward Kelly parece ser un individuo de la misma escuela que
Aleister Crowlcy.
La decimo novena Invocación, que sirve para llamar a cualquiera
de los Aelhyrs o Aire.s (reinos), ya había siclo practicada en México
por Crowley, cuando en 1900 invocó a los dos primeros Aethyrs.
Puesto que todo lo que se relacio na con el lenguaje enoquiano fun-
ciona al revés, lo que hizo fue llamar a los que se encuentrnn en los
lugares trigésimo y vigésimo noveno; y no prosiguió en las invoca-
ciones al vigésimo oc1avo Aethyr, porque el grado que por aquel
tiempo había alcanzado en la Gran Fmternidad Blanca no le penni-
óa, así lo dijo él, ir más lejos. Pero en 1909 las cosas eran diferentes
ya que entonces era un adepto avanzado, un Magister Tempü.
Crowley se servía a sí mismo como vidente; si había que ver al-
gún ángel, sería él quien lo viera, y no a través de los ojos de Neu-
burg. Su to pado dorado, engastado en el centro de la leñosa crnz
de l Calvario era su •(piedra de ver• .
1 ~Me acostutnbré a te11erla e11
la mano. Después de haber elegido un lu¡,>ar en el que no era pro-
bable que fuese molestado, tomaba aquella "piedra" y recitaba la
Llave Enoquiana, y, después de haberme asegurado de que las fuer-
zas .invocadas se habían hecho presen tes, usaba el topacio ele una
manera no muy diferente a como Alicia hacía con el espejo.» No
sólo veía a los ángeles que estaban en el interior de la piedra pre-
ciosa, sino que entraba en ella, al ig ual que Alicia hiciera con el es-
pejo, o salia, de la misma forma en que Madini salió de la • pied ra
de ve1» que se hallaba en el estudio de Dee, cuando se paseó eJllJ'e
sus libros.
Como si Crowley pensara que todo aquello no estaba muy claro,
añadió:

168
Había aprendido a no preocuparme cuando \~ajaba con mi cuer-
po asu-al a cualquier lugar que me apeteciese. Me habla dado cuen-
ta de que el espacio 1lO exis1ia e n sí roistno. sino que e ra una care--
goría iJnpuesta. por las conve niencias, como oLr~ cualquiera, para
que pudiéramos distinguir los objetos entre sí. Cuando digo que es-
taba e n uno c1lalquiera de los Aet.hyrs, lo lÍnico que quiero decir es
que nle encontraba en el estado característico, y peculiar, de su na-
luraJeza. De aquel rn.od<>, ruis sentidos recibían las s\1tiles impresio-
nes para las QtlC 1nc J1abía estado entrenando, llegando a ser cono-
cedor de los fenómenos de aquellos mundos de la misma manerd
en que los hombres corrientes lo son de los del suyo. Yo describía lo
que veía, y repetia lo que oía, y el henuano O. V. transcribía mis pa-
labras, obscrva11do inci<lcntalmcntc cualquier fenómeno que le rt."-
suJtasc pecul iar.

Todo esto contradice la primera parte de su declaración, en don·


de había jugado un papel no muy diferente d el de Alicia, pero ob-
viamente parece que sólo proyectaba en el Aethyr su cuerpo astral,
dejando en tiena su cuerpo ffsico.
Éste es el comien;,o de su estancia en el trigésimo Aeth)T, al que
dio e l nombre d e TE."X (tal )' como fue descrito en 1900 por Perdu·
raho, r.11::i.11rlo, ;t ~t1s ve.inririn1':0 ~ño~, r~~irlió P.n \.i11rl;:arl rl~ M~xiro) :

·Me encuentro en un inmenso cubo de cristal, mientras adopto Ja


apariencia del Gran Dios Harpócrates. Este cubo está rodeado por
tl11a csfc1-a. i\ 1ni alrededor se l'iallan ct1atro arcángeles con vestidu-
ras negras......
La esfera es un Aethyr. El inmenso cubo es una Atalaya: lo que
equivale a decir que es uno de los pilonos o po rtales que dan acce-
so al Acthyr. El practicante debe convencer a los guardianes de la
Atalaya de que es um1persona digna; y por eso, cuando se lo ex.íjan,
deberá darles e l nombre apropiado. Crowley había invocado a Har·
pócrales para hacerse invisible.
El cubo d enll·o de una csfer.:.. representa 11 cuadrttur.a. dcl círculo.
es deci1:. un símbolo de la Gran Obra: rompe la primigenia unidad'
del Caos, el circulo, en cuaao elementos, combinándolos de nuevo
para obte11er una u11idad superior. Los cu.ntto arcángeles son los guar-
dianes del umbral, por utilizar w1a expresión propia de la Teosofia.
Crowley pasó del cuadrado, la Atalaya, a la esfera, el Acthyr, la
unidad superior que Je ofrec.ía un receptáculo similar a un úLcro.
Puesto que Crowley, en este trigé>i.mo Aethyr, había retrocedido,
por así decirlo, a un estadio de no-existencia, el capítulo de las vi-

169
sionés débfa darse por cóncluidó, a no s.ct qüc fuera proseguido
por a.l guien mítS. Por ello, no debe sorprendernos que apareciese su
•Padre•. La escena está cargada de tristeza y de sentido de culpa.

Levantad vuestra c.abe1.a, oh, Casas de la Eiernidad: pues mi Pa-


dre se acerca para juzgar al Mundo. Que la luz se convie11a en mil
lltCCS y la espa(tá en nüJ espadas, que ningl1n hombre se SLlStr'aiga al
ojo de mi Padre, en el Día del Juicio de mi Dios. Que los propios
dioses se escondan: que los Ángeles sientan. turbación y huyan: pues
el Ojo de mi Padce se halla abierto, y el Libro de los Eones se ha des-
plomado.

Ésta es la destrucción del universo, porque el padre se ha con-


vertido en Shiva y ha abierto su (tercer) ojo.

¡Apareced! ¡Apareced! ¡Apareced! Que la Luz de la Noche de los


Tiempos se extinga. Que las Tinieblas cub:ran todas las cosas: pues
n1i Padre se acerca para buscar una esposa que reemplace a la q11e
se encuentra caída y 1nancillada.

La majer mancillada y abandonada no es otra que la madre de


Crowley, tal y como fuera vista por e l hijo carente de cariiio.
Las visiones fueron vividas, registtadas, publicadas y oMdadas: y
d.espués de la muerte de Crowley, sus discípulos americanos las rec<F
pHaron y editaron de nuevo, acompañadas de notas que él pre¡paró,
con referencias a la Cábala y a otros sistemas mágicos. Pero ¿qué son
esas vision~>s? ¿Qué es lo que describen? Crowley no tenia amb icio-
n.es, problema5 personales, reflexiones morales o remordimientos;
sencillamente avanzaba, inundando todas las cosas con su presencia
Esoictamente hablando, no se trata de visiones, sino de fantasías: ca-
recen de esa cualidad que linda. entre lo indiscutible y lo numinoso
que es propia de toda visión genuina y, cuando se acabaron, Crowley
seguía en el mismo sitio en e l que estaba antes de que comenzaran.
Perdurabo regresaba una ve:z más al escenario; había nacido, o
renacido, con el mismo aspecto que, de hecho, había adoptado ~n
la vida real, el de enfant terrible que sembraba la consternación a su
ali rededor.

Temblad, oh, Pilares del Universo, porque la Eternidad está p-0r


1>arir un Hijo ·rerrible: generará u11 universo de Tinieblas. del que
sallará una chispa que hará huir a su padre.

170
Los obeliscos han sido destn1idos; las estrellas se han precipita-
do hacia su mumo encuentro: la Luz se ha zambullido en los Abi!i-
mos: el Cielo y el Infierno se han mezclado.

Todo esto no es más que Crowley en su fa;e megalomaníaca, el


reverso de su fase depresiva, la del sentido de culpa.
La destrucción del universo y la mixtt,ra de delo e infierno im-
plicaban que la visión tocaba a su fin: ya no qued.."'\ nadn que des-
truir. Se ha alcanzado el terror máximo. Pero Crowley no podía dL'-
jar las cosas así. Su sentido de culpa Je a5alraba una vez más.

¡Oh, Señor Dios, deja que Tu Espírin1 venga a mí!


Pues me haUo perdido en la noche de la pena infinita: sin espe-
ranz..1, sin Dios: sin resurrección: sin fin: me hundo: r.engo 1niedo.

Así acaba Ja visión del trigésimo Acthyr. Si acaso e ncenaba al.g ún


sentido moral, Crowley no akanZ<í a verlo.
Ncuburg le resulraba útil a Crowley por varias razones: le ayuda-
ba a sufragar los gastos de Tite Equinox, Je acompañaba en vacacio-
nes, le divertía y era su amante fauno:
Pensé que sería una buena política impresionarlos [a los árabes)
con mi porte de mago. A tal efecto, rccoi,>í Ja alusión que Bunon hi-
ciera de que el zafi ro estrcUado' era algo venerado universalmente
po r los musulmanes, y y,\ que había comprado en Ceilán un espéci-
men muy grande y bonito de dicha piedra, lo inserté e n un anillo
fonnado por una banda de oro en la que se entrelaz.aban dos ser-
pientes. Y descubrí que l\unon estaba en lo cien.o. Sólo Lll\'C que en-
señar el anillo para conseguir el mayor respeto posible. De hecho,
en ciena ocasión en que una discusión de café había degenerado en
una especie de riña callejera, en Ja que salieron a relucir los puña-
les, me acerqué hasta el lugar en que t.e nía h1gar la escaramuza y tra-
cé e n el ai re unos símbolos mágicos, mienrras i<almodiaba el co-
mienzo de una de las azor.is del Corán. El alboroto se detuvo al
instante, y pocos minutos después las dos partes se acercaron a mí y
me rogaron que les diese mi ''eredicto, pues estaban seguros de que
yo era un santo.
Tuve Ja cosnnnbre de obse1~>ar las cinco oracion~-s de los maho-
metanos ortodoxos, y aumenté mi fuma de piadoso al recit.ar conti-
n1tamentc el Corán, mientras caminaba o realizaba alguna otra OCU'·
pación propia de la clase superior de los derviches.

171
No {ardé mucho en darme cuenta de qLlC Ncuburg_. con su an-
dar d!csfalJeci<lo y st1s e1·rci1icos gestos, su apariencia de 1>erro ahol'-
ca<io y su risa lunática, J)O<lría afectal' negarj\la1nente a la esri1nación
qL1c los riativos r>0<líat1 sentir por n1í, J)01' lo <1ue co11vel'tí a<1uel l'ies-
go latente en algo positivo al afeitarle Ja cabeza. dejándo.le sol.a-
mente dos m echones de pelo en las sienes, qL1e retorcí t1acia arriba
para <larles la apariencia d e c11ernos. A5í pL1de hacerle pasar por un
dc1nonio que l1abía <lomesrica<lo y e 1l1J.·euado 1>al'a qt1e 1\1e sjrviera
de espíritu familiar, con lo cual rrti fa1na awneracó graudernente.
Cuanto más cxcénuico y horrible a pareciese Ncub urg, y 1uás gr«>-
tesca y locamente se con1portase, mayor seria e l respeto que los ha-
bitan tes de aquella región sentiría11 por e l ntago que había sido ca·
paz d e dominar a aquel genio tan fantástico y sobrecogedor.

No hay duda alguna de que Crowley d esconocía las opirüones de


•los nativos» sobre él y su d emonio domesticado.
Aunque no lo consignara por escrito, lo que había hecho, o in-
tentado hacer, al afeitar la cabeza a Nc uburg, dejándo le s61o dos me-
chones de pelo en las sienes, era darle la apariencia de P.an, el dios
de la magia y el deseo. tan caro a su corazón . Neuburg, con su apa-
riencia de gnomo, contribuyó a dar crédito a la transformación. Pues
aquél e ra Neuhmg. • Pan•. el amante que le mon1aba, cuando a él le
apetecia ser moniado. Aquella pareja de adeptos, uno bajito y otro de
mayor estatura, con una mirada hipnótica en sus negros ojos, es algo
diHcil d e imaginar; pero, en una de sus obras, por Jo demas, bastan-
t.e d ificil de encontrar, nos da cierta 2)'ttda pat"<l que nos imaginemos
la esce11a, de manera q 11e lo qtle parece pura fanmsía se C()nvierl.e e n
una realidad más próx.ima, la realidad de la Besrja y de Neuburg:

Es e l crepúscLalo, y los rosados r.iyos caen oblic11amcnte sobre el


bosque, tra7.:tndo motiv<>S de hcchi zantc maravill;,; en el terciopelo
d el claro, Un resplandor rojizo brilla en la marmórea mirada del
mi< glorioso de todos. d el hijo de Arcadia. del inerable Pan - ¡Pan!
¡Pan ! ¡lo Pan!-, ante el cual me encuentro posO"'.tdo con vestiduras
infor1nales y flotantes, de t.1.I suerte que e l rqjo ardor de Apolo que-
ma 1ni ardie nte y estre1necida car11e, mi e11tta~ ya?co a11helante e n
1.otal su1nisión ru1te el n1ás g lorioso <le todos, sin alJ'eve1·1ne a le,·an-
1ar oois ojos hacia la ros.acta lanza <le piedr.a <le l•aros. E:J a.wor <le itti
corazó11 ft1nde to<lo e l in"ier110 de mi cuet'po, y u na salada y cálida
fue11te alana a borbotones de ro.is Qjos, d e1·rdn1á11dose e n e l sL1clo ...
¡Seguro qL1C en prin1a\'era brotardn de él vio letas verdes!

172
Y entonces, e111 la quiewd del c re púsc1ilo, vendrán unas silencio-
sas pez111ias que pisarán e l reluc ie nte césped. y sentiré un cuerpo
elilstieo 1' peludo que me agarra, íllieíllí"as la venei-able \•ara se abre
paso e n mi ser. de tal manera que todos los cimientos de mi c u.e rpo
se estren1ecen. Eti pesado aliento y los luj11riosos besos de un fauno
se i.nsinúan eo 1ui cuello, n1ienrras sus djentes se afim1an e n m:i car-
ne; un terrible jadeo agita nuestros cue ..pos, en mitad deJ aire, con
la atlética pasión que nos funde con d supremo dios (oculto en el
centro de la materia) y la vida de mi cxtra1io a.111a11tc hicrv·e dentro
de mi \IÍentre. Ha y un ronroneo, como el de una miríada de ninfas
y faunos, sátiros y dríades -una agitación de las aguas de la vida- ,
nos desplomamos e n e l éxtasis (algo parecido a la mue rte) con e l
entrecortado n1u1·1nullo de •(¡Pan! ¡Pan! ¡l o Pan!», mientras e l mar-
íllóreo espletídor que se haUa fre111e a ooSótl'OS nos regala co1t una
afable sonrisa qu·e recorre nuestros inmóviles y desfallecidos (;utr-
pos, mienu-as cae el úlcimo rayo de sol. (The Scnited Carden oj Abdu-
1/ah the Satiri<t ~{ Shir1J.1., t 91 O.)

Mic1ttras Crowlcy vagaba por el desierto en compañía de Neu-


burg, invocaba a los Ac1.hyrs en los momentos y lugares más conve-
nientes, a raz6n de uno por día. Cuando llega.ron a Bou Saada, el
30 de noviembre, iba por el vigésimo Aethyr; el 8 de diciembre se
aventuró de nuevo· en el desierto, llegando a Biskra el 16. La ro1tda
de los Aechyrs concluía el 19 de diciem'b re.
El '~gésimo octavo Aethyr, que recibe el nombre de BAG, fue el
prim ero de la nueva serie que invocó en el desierto norteafrican o,
con la ayuda de Neuburg. Como de ordinario, el demonio se aso-
mó al exrerior d e la piedra: su rostro era negro, y sus qjos, que ca-
recían de pupila e iris, blancos. · El rostro es verdaderamente teni-
ble• , dijo Crowley.
Y el ángel exclamó: • ¡Oh, hombre!, ¿quién eres tú que se atreve
a penetrar el misterio? ¿No sabes que está sellado hasta el Fin de los
Tiempos?..
En lugar de responder a la pregunta, Crowley comenzó a consi-
derar la naniraleza del tie mpo, lo que encolerizó al susod icho án-
gel. Mediante esta estratagema, Crowley nugó el velo y penetró e1t
el Aethyr, donde •io al ángel en su verdadero aspecto: •Su atavío es
n~-gro bajo los velos de ópalo, pero orlado de blanco, y tiene el vien-
tre rclucieme d e un pescado, enonnes alas de plumas blancas y ne-
gras, innumerables patas y pinzas, como las de w1 ciempiés, y una
larga cola parecida a la d el escorpión. Su tórax era humano, pero

l 78
surcado de rnyas ensangrentadas•. EstQs rasgos, que debían conver"
tir al ángel en algo terrible, sólo hicieron de él una cosa más bien
ridícula, como la criarurn de La meta1nmfosi.s de Franz Kafka.
Llevaría bastan te tiempo describir todos los Aethyrs del ciclo
complcm, y además sería algo repetitivo. Sin embargo, el décimo
Aethyr, que es llamado ZAX, y que se halla guardado po r el terrible
demonio Choronzon, merece ser descrito, ¡raque es el más dramá-
tico de todos ellos. Kelly llamaba a Choronzon •ése poderoso dia-
blo)I. Cr<>\vley, sobre avi.so, torn6 precauci(>t1c-s especiales antes de
invocarle. D<t la impresi<Sn de que no es1aba t<tn preocupado por su
propia seguridad como por la de su Escriba. Y ¡ra que Neuburg no
le acompañaría hasta el Aelhyr, era evidente que pensaba que Cho-
ronzo n pudiera acompar'iarlo a él de regreso a la Tierra.
Crowley describió el déci mo Aeth yr como un lugar maldito y,
antes de proceder a la invocación, trazó en medio de las dunas un
círculo mágico para proteger a Omnia Vincam, y lo fortificó con
los nombres sagrados de Dios: Tetragrammacon, Shaddai El Chai
y Ararita. Después trazó cerca de él un triángulo en el que inscri-
bió el no mbre del terrible demonio Choronzon, el Morador del
Abismo. Y cubriendo cada uno de los lados del triángulo, escribió,
respectiv-.amente, .'-\naf>haxe to n, Ar1apha11eton y Primeumaton,
otros nombres del Dios de todas las Huestes Celestiales, para im-
pedir a Choronwn sal ir del triángulo, en el caso de que consi-
guiera conjurarlo, y confinarlo en su interior. Y en cada uno de los
tres vértices, Crowley escribió MI-CA-EL, el nombre del Santo Ar-
cá1¡gel M!guel.
Los dos magos habían lle\'ado con ellos, desde que saJ;eron de
Bou Saada, ires pichones, y Crowley procedía en aquel momento a
cormrles el pescuezo en cada uno de los vértices del triángulo. La
arena absorbió rápidamente la sangre. A continuación, Neuburg
entró en el círculo y pronunció ante el hermano Perdurabo, su gtúa
y maestro, este solemne juramento:

Yo, Omnia Vincam, no\icio de la A.· .A.·., aquí presente, pro-


ffif'to solen1ncmente por n1i honor ntágico. yjuro por Adonaí, el án·
gel que n1e gi.aarda~ defender este círculo nlágico del Arte con pen·
samientos, palabras y obras. Promero amenazar con la Daga, y hacer
regresar al trián(;11'0 al es1>iritu inc:onrinen1e, si 1>ugna.o;e por esca·
par de él; y golpear con la Daga a cualquier cosa que desee cntr.ir
en este Círculo, aLmquc n1\ricsc la fonna del propio \ fidente. Y que
seré cx1rcmada.mcntc cauteloso, y me annaré contra la fuerza y la

174
astucia; y que conservaré, aun a cos1a de 1ni vida, la inviolabjJi.clad de
este Círculo. A_n1én.
Yrequiero a mi Santo Ángel de la Guarda para que atestigüe mi
jura1nento, y que si lo quebranto, pueda llegar a 1110rir y ser olvida·
do por él. Amén y Amén.

Tr<IS esto, Crowley entró en el u·iángulo, que describió como •un


lugar secreto en donde no existen vista ni oído-, sentándose en una
de las posiciones del halhayoga, la llamada ·del trueno•. Se había
vestido con una tónica negr.i, cuya capucha le cubría completa·
mente la cabeza, pero que le permitía ver a n·avés de dos hendidu-
r.is a Ja altura de los ojos.
Éste es el único <;jemplo registrado de un mago que se sienta por
su propia voluntad en el interior del u·iángulo del exorcismo, en lu-
gar de permanecer dentro de la protección del círculo mágico.
Equivalía a invitar al demonio a tomar posesión de él, cuando fuese
invocado a aparecer en el interior del u·iángulo. Como consecuen·
cia de esta temeraria acción, ha llegado a sugerirse que Crowley es-
ruvo obsesionado, por el resto de su vida, con el demonio Cboron-
zon. Es algo con lo que no eswy de acuerdo: la obsesión era mucho
anterior, pues Choronzon había llegado después que Aiwass.
La ceremonia comcnz6 con la ejecución, por parte de Neuburg,
de los rituales de purificación del Pentagrama y del Hcxagraroa, las
estrellas de cinco y seis puntas, respectivamente que se usa.n en Ja
1

magia, y que impelen a los espíritus malignos, o a las presencias in-


deseables, a alejarse de las inmediaciones del círculo. Crowler dtio
de aquellos r ituales preliminares que, si se ~cafüaban correctamente,
el tnago notaría en la aunósfera u11a se11saci6n de particular pureza.
Cuando hubo terminado con aquellos rituales, Neuburg los com-
plet6, invocando a los arcángeles y a sus huestes para que guarda-
sen el círculo; sabía que, si llegaba a notar una sensación de reco-
gimiento, eso significaría que se habían hecho presentes.
A contin uaci6r1, Neuburg corr1er1zó a m1,1rrnt1rar la traducción
hecha por Crowley del Exorcismo del pap.a Honorio' :

;Oh, Señor! ;Libraiue del grao mfodo al infierno y a la oscuridad!


¡Libcrd a mi cspíriLu de las larvas de la tumba!
Las busco sin miedo en sus tremendas moradas:
Sobre cUá!s impondré mi vol11ntad, la ley de la luz.
Ordeno a la noche concebir el hemLc;ferio esplendente.
¡Lc\illltate, oh, Sol, leván tate! ¡Oh, Luna, brilla blanca y clara!

175
Las busco sin miedo en sus tremcnd~ 1nor.tdas:
Sobre ellas inlpondré nli voluntad, la ley de la luz.
Sus rostros y fornla5 son terribles y exllr'.iños.
Con mi poder, cambiaré en ~:\ngeles aquellos diablos.
Sin miedo me dirijo a los horrores sin nombre:
Sobre eUos impondré mi voluntad, la ley de la luz.
Son los pálidos fantasmas de mi atónita vista,
Y sólo yo puedo rcnova.r su marchir:a bc::Ueza;
Pues en los abismos del infierno me zambullo sin miedo:
Sobre e llos impondré mi voluntad 1 la l·ey de la luz.

Omuia Vincam se senúa en un estado mental de osadía: si Cho-


ronzon, el primero y más peligroso de los príncipes del mal, inten-
taba atraparlo, podía utilizar su daga mágica para protegerse, y ade-
más, su vara mágica. Crowley le había exhortado a golpear sin miedo
a cualquier cosa que internase entrar en el círculo, «nmque mviese
la apariencia del propio Vidente», y él había prometido cumplirlo.
También le había advenido de que no se saliera del círculo, en cuyo
interior se había sentado, revestido de sus atavíos mágicos.
•En el Abismo más profundo se encuentra el no-ser-, dijo Crow-
lcy, comenzando a contar al Escriba lo que veía en el topacio, • pero
ele su nada salen constantemente formas». Este estado de indecisión
no dur(> mucho. De repente, el espfritu del Aeihyr, el poderoso dia-
blo Choronzon, saltó hacia fuera, griiando fucnemcnte:
•¡Zazas, Zazas, Nasatanada Zazas!».
Aquellas palabras, precisó Crowley, provenían de alguna visión
atávica: se decía que con ellas Adán había abierto las puertas del In-
fierno. Según la tradición, son las palabras que sil'ven para abl'ir el
Abismo.
Chol'onzon, que en aquella ocasión no seria descrito, pero que
debía de tener un aspecto terrible, aun en el interior del topacio,
comenzó a hablar:

Yo soy yo. Soy el Que Posee la Forma, y toda fonna pro\óene de


n1i. ~fe he aislado a mí 1nis1no de todo derroche, 1rti oro se halla a
salvo en la cá1nara del tesoro, y he hecho de toda. cosa "ivientc mi
concubina, que nadie, excepto yo, podrá tocar. Y sin embargo, me
e nc uentro agotado, inc luso tirito con el viento. Él n1e odia y me
atonnenta. Él me habría robado a mí misnlo, pero yo rne e ncerré y
me reí de é l, au11que por esa causa me atormente. De mí proceden
la lepra. la sífilis, la peste, el c:.l.nccr, e l cólera y la epilepsia.

176
No considero necesario decir nada más respecto a los viajes de
Crowlcy por los Aethyrs y de los ángeles y diablos que encontró en
el.los. Pues el que escribe y habla es Crowley, que no coosiguió po-
oer en boca de Neuburg ni siquiera una palabra que fuera pro-
nunciada por algún poderoso demonio. Choronzon no resulta muy
con,incente como personaje, C1·owley se quedó corto y Neuburg
permaneció en silencio.
Crowley uúlizó la te1·minología del sistema enoquiano del profe-
ta Enoch o Henoch de Dce: Llaves, Invocaciones, Aethyrs, Atalayas,
pero sin comprenderlo. Nadie lo ha conseguido, ni siquiera el pro-
pio Oee. Lo más que se puede decir, sin riesgo de incurrir en error,
es que la magia enoquiana de Dee permite establecer el contacto
con los ángeles ele los diferentes Aethyrs. que se hallan más allá de
nuestro espacio tridimensional, tras una serie de iniciaciones al
efecto. •Y Henoch se encaminó hacia Dios, dejando este mundo.•
Pero el Santo Ángel de la Guarda de cada uno, si es que se aspi-
ra a su conocimiento, se basta y sobra pa1-a derramar la Luz que se
necesita para calmar el ansia espiritual. Por ello, los viajes ast:1-ales
que Crowlcy efectuara con Ncuburg en el desierto de Argelia, su-
puestamente en concordancia con el sistema enoquiano de Dee,
fueron s~perfluos.
Dee también llegaría a hablar con Dios, quien s.egún él le diría
que se había comportado como •cma ramera•. Nada dice el mago
de lo que había hecho de fom1a errónea, o de lo que no había con-
seguido hacer, para que Él se mostrase tan desdeñoso, pero no hay
que ser un lince para darse cuenta de que, a pesar de su gran sabi-
duría, no había sabido comportarse a la altura de las circunstancias
de su compromis.o espiritual.
The Vrsi<m rmd lhe Voice no resulla tan válida como oo-as obras en
prosa o verso que tratan de Ja magia. Como d\jo el doctor Samuel
johnson, •Señor, un hombre será capaz de escribir sobre es,, mate-
ria con tal de que deje que su mente se abandone en ella•. Despoja-
do de su palabrería, no viene a ser otra cosa que el grito con el que
Crowlcy desafía a sus malvados padres. Con anterioridad ya nos ha-
.b ía ofrecido cosas semejantes, y en el tiJturo lo seguiría haciendo.
Sólo un poeta que carece totalmente del sentido de la autocrítica es
·capaz de publicar un libro como 1'he Vision and tlu! Voice, y añadir
·después ttn comentario que oculta la obra en una nube de asocia·
ciones y correspondencias irrelevantes. Víctor Neuburg o el herma-
no Onutia Vincam [Capaz de vencer a todos) <-staba enamorado de
Crowley. En uno de sus libros de poemas, Neuburg escribuía:

177
Dukc mago, por cuya escalinata llegué
hasta e l sagrario del más obsceno de los dioses.

El • mago• era Crowley, y el más obsceno de los dioses, Pan, o


Príapo. En el hotel de Biskra en el que residieran durante su reco-
rrido por los A.ethyrs, Neuburg escribió al dictado una larga carta
que Crowley envió a Fuller, fechada el 18 de diciembre de 1909, en
la que puede o bservarse una descripción del mismo Ncuburg:

l·le es t~ d(l cor1i gié.'od1) co.n sumo c ui.ctadl) las pn1t!'bas deJ Trnr-/Ue
[ofSowmon the King] , )'el querido y amable Victor ha tenido la gen-
tileza de echarles un vistazo. pero está a punto de malograr su bue-
na acción, pues 1ne ha costado n1ucho tra~jo n1antenerle apartaclo
de los mucl1achos ár-Jbes. Siente una eoonne afición por los trJse-
ros morenos, debido a que cuando escaba eu la escuela fue coceado
por un bo1.nbre que usaba botaS n1al'rones. :1. >'ª que adenlás de pe·
dcrasta t."'S masoquist'd, se sieutc atra.ído por eUos.

No lleb'l•é a conocer a Neuburg, pero sí a la mujer con la que vi-


vió los últimos diez años de su •ida. Se trataba de Mrs. Tharp, a
quien lodo el mundo llamaba Runia. También atendía al nombre
de Sheila McLeod, •La Dama•, en la biografía, fruto de una exce-
lente investig-ación. que sobre Neubuniescribiera l!~an Overtcm Fu-
ller. Durante dos años luve 1111 Lralo bastarllc cordial con Runia,
puesto que yo •ÍVÍa en uno de los aparuuncmos de la casa que ella
tenía en el 84 de Boundary Road, en SLJohn's \\1ood, y solía asistir
a la maro ría de SlJS \•Ciadas litCr'ftrias, duratllC las Cltalcs í\COStUl'll•
b1-aba hablar largo rato. En una de aquella.~ sesiones, Rwlia conclu-
yó su perorata disculpándose ante sus imi tados, por haberlos ten i-
do • tiran izados• tanto tiempo. Neuburg había sido editor de la
sección •.El rincón del poeta •, del Stmdll)' &ferre, un periód ico de ti·
rada nacional de aquel tiempo, por la que habían pasado gran nú-
mero de poetas, de los cuales, el más importante había sido Dylan
T homas. En tíltima instancia, Runia estaba considerada como la
Jemme inspiratrice del grupo. Era una mujer alta, con una cabe1.a pe-
queña y redonda, que, a mi enlender, le venía un p<>eo holgada a su
cerebro. Un día le informé de que me disponía a conocer a Alcis-
tcr Crowlcy. Al instante, la alanna se dibujó en su rostro. • No lo ha·
g-a•, me dijo. •¿Por qué no?•, le contesté. • Porque echó a Victor
una maldición que me costó diez a.-1os de oración poder exorciza.r. •
Se estaba dando demasiada importancia, pues Crowley no era otra

178
cosa que el sino de Neuburg, y Runia no podía ni imaginar la ca-
dena con que la Bestia le mantenía apresado. La atadurd entre am-
bos hombres era para ella algo desconocido, que nunca quiso in-
vestigar a fondo.
Neubmg murió en los brazos de Runia antes de que yo fuese a
vivir al 84 de Boundary Road. En otra de las casas de la calle, justo
enfrente de la de Runia, vivía Edward Fitzgerald, otro de los ruiem·
bros del circulo de Crowley, que preparaba una lista de las mune-
rosas publlcaclones de la Bestia, lo que de verdad constlnúa un es-
fuerzo interesante. Se puso en contacto conmigo para intentar
conseguir un ejemplar de Olla, la última obra que Crowley publica-
ra antes de su muerte, ya que Crowley se había encargado de que
envia.ran toda la edición a mi apartamento de Adelaide Road, en
Primrose Hill, del distrito noroeste de Londres. Yo era el •Ayudan-
te del Gran Tesorero General» de la Orden (la O. T. 0.) ); poco des-
pués, ejecutor literario y heredero de todos sus derechos de autor.

179
12. Mary d 'Esté Sturges

A causa de su necesidad de hallarse sometido a alguien, Neu·


lburg se convertiría en la víctima voluntaria de los experimentos má-
gicos de Crowley, aunque también le vino muy bien para llenar sus
depauperadas arcas. •No podría decir a quién se parece•, escribe
Crowley a prop<)sito de Neuburg, • pues Dios, después de haberlo
hecho, rompió el molde•. Charles Richard Cammell seria más ob-
jetivo al hablar de Neuburg:

Yo creo que era algtúein del pueblo de las Hadas encerrado en


un cuerpo humano ... Su c.abcza y su rostro eran grandes y llamaban
mucho la a te11ción, a causa, quizá, de S\ls notables rasgos hebreos:
su genio era evidente.

Los roles de ambos cr.rn complementarios y. además, uno estaba


buscando alumnos, mientras que el otro iba en pos de un Maestro.
Por aqt1el e ntonces, C()ffiCn7..aron a aparecer nt1e,·os libros de
poem:I$ de Crowley, en costosas ediciones encuadernadas: Ampliom,
•impreso en una edición reservada sólo a la autora y a sus amista-
des más íntimas•; T/18 \.\'t>r1d'.I Tragtdy (su primer ensayo amobiogrn-
fico); The Wi11gtd &erlt [El escarabajo alado]; ArnJ>IJlgri.s, etc. Crowley
dijo de 1908 que fue su an.ntLS mirabilisen lo referente a poesía. Tam-
bién publicaría en aquel año la colección de poemas eró1icos q ue
Ueva por título Clouds \Villioul ~foter {por el reverendo C. Verey),
•impresa para uso prh>ado de los ministros de la religión ...
El prefacio de A111bergris revela su frustración.

En respuesca a la gene ral faha de in1erés hacia mis escritos. he


a<:epiado publicar una b1·eve, y poco representatÍ\"a, selección de 10$
1nismos... que ha sido efectuada por una comisión de siete personas
competcn1e•, que decidieron por separado. Sólo se han incluido los
poernas que obtuvieron a1ayorla de votos. Este volurncn, c1si osten-
tosamente den1ocr.lcico por est.'l razón. es sornetido a la decisión del
público b1it:lnico ...

180
También aparecería en 1909 el prime r número de The Eqitinox,
subtitulado .. La revi3ta del Iltunini~mocientífico ... MM q tie revista
eran gn1esos volúmenes que aparecían dos veces al año, en los equi-
noccios ver11al y ototial. En realidad, 110 informaban sobre ilurrú-
nisrno o teorías cier1tíficas, sino sobre las acúvidades y <>bjetivos de
AleisLCr Crowley, quien afirmaba que • The Equinox e ra el primer in·
tcnto serio que se .realizaba parn llevar al público la realidad de la
Ciencia Oculta, así llamada desde el advenimiento de ese revoltijo,
nada científico, por otra parte, de hechos y fábulas, que viene a ser
la !sis desvelada de la señora Blavat1ky» .
Desde su expulsión de la Golden Dawn y su discusión con Ma-
thers. había comenzado a ambicionar una orden a su medida. de la
que sería Jefe y fuerza impulsora, después de haber creado su filo-
soffa y rituales. Pero antes que nada, había que atender a su es1ruc-
turación. La Golden Dawn era una confraternidad oculta dividida
en tres categorías, una de las cuales, la que se correspondía con la
O rden Exte rna, llevaba, propiamente, el titulo d e Gold e n Dawn.
Cuando sus miembros accedían al grado 5. º = fP, ingresaban en la
Orden de la Rosa Roja y Cmz de Oro, cuyo grado más elevado era
el 7. 0 = 4°, que era el alcan1.ado por Mathers. Los tres grados que
aún faltaban en la escala jerárquica, Ma¡;,<ister Tcmpli (Maestro del
Templo, o Maestre del Temple) 8. 0 = 3º , Ma¡;,rus 9.0 = 2", e lpsissimus
1O.• = 1°, conformaban la Orden de la Estrella de Plata, u Ordo Ar-
ge11tei Astri, pero e ran de naturaleza tan sublime que sólo habían si·
do alcanzados por los mismísimos Jefes Secretos. Pero Crowley, des-
pués de la ccremonja denominada Augoeide.1, había asccn<lido al
grado de Magíster Tcmpli, aunque aquel ¡;,rr.ido no sería asumido
por él, de manera oficial, hasta 1909. De hecho, y d<.'Sde 1906, había
venido asumiendo la jefatura de la Estrella de P lata, o A. · .A. · . (de
su otra denominación latina Astntm A~llinum), dada su condición
de Jefe Secreto. En esta Orden que, en 1907, se fusionaría con los
miembros disidentes de la primitiv-a Goldcn Dawn, manLCndría la
misma j erarquía que la anterior; se com·ertiría así en la org-ai1iza-
ció11 más importante de la Gran C'.onfratemidad Blanca, congre-
¡;,rando en su seno a todos aquellos que hubieran sido capaces de
franquear el Abismo a partir de los tres últimos ¡;,rrados, y que for-
marían ~-u •Santuario Secreto• , en palabras de Eckartshausen, arro-
pado por los siete grados previos. En el primer número, de marzo
de 1909, de Tlu Equi11ox, daría a conocer su A. ..A. · .. Con la publica-
ción de esta re\'ÍSta •oculta», Crowley engulló, de una vez para sien>-
pre, a MacGregor Mathers.

181
Es necesario, queridos hennanos, datos tina idea clara de la Or-
den In Lema, de esa comunidad de: ilturüna(~Os que se cncucntrd es-
parcida por todo el m undo. pero que <.".Stá gobernada por una (1ni-
ca verdad y unida en un único espírin1. Esta con1t111idad dispone de
una Escuela, en la que todos aquellos que sufren la sed del conoci-
1nicnLo son instmidos por el otisn1ísi100 Espíritu de la Sa.bidurfa; en
ella, todos los misterios de la naturaleza han sido .p rescniados para
los hijos de la luz, a~í con10 e l peñecto conocin1iento de la nan1ra-
leza y de la humanidad. Y, brotando de su interior, t.odas estas vir-
tl1des peneuan en e l inundo...

Los volúmenes de 111e Equill()X darían a conocer en sucesivas en-


u-egas, arropada en un grandilocuente mensaje, la biografía mágica
de Crowley, The Tempk of Sol.omon tlu! King. Su autor era el hermano
Per Ardua ad Aso-a, o sea, el capitán Fulle1~ quien, sin duda, debió
de contar con la ayuda de Crowley tanto en la redacción como en
las in.fonnaciones complementaria,.
El segundo número de The Equi'10X inciluye un ensayo de Crow-
ley, • La psicología del hachís., el primero d e sus escritos sobre el te-
ma de las dl'ogas. Fue escrito en Madrid, en agosto de 19-08, •mien-
tr<is mi discípulo Ncuburg se hallaba indlspucsto, a causa de un
cólico. por lo que tuvimos que suspender en aquel punto del tra-
yecto nuestro viaje a Sayona• : se trata, má~ bien, de las fantasiosas
opiniones de CrC>\\1ley respecLo a la costurt1 bre de masticar o fumar
la cantiahis i11dica. Trece años más tarde, aplicarla el mismo método
a la heroína, la droga asesina, en su novela, 11ieDiar)' of a Drug ftenít
De 1898 a 1599 dejé Cambridge y me fui a vi~ir a Chanccry Lane,
en donde me sentí muy honr:ido de acoger como huésped a Allan
Ben nen. Ambos estudiamos y practicamos. dt1rante 1nuchos m ese.~.
la Magia Ceremonial, llegando. incluso. a escru1ar los a ntiguos li-
bros y manuscritos de los más repmados sabios, e n busca de los
graneles rnis.terios de la vida y de la JllUCl'te. V vimos que hay una hiT
Lona que se repite a lo largo d e todas las eras, )' que, d espojada de
S\lS accid e ntes locales y te mporales. '~e ne a ser la siguie nte; t1njoven
l>usca la Sabidt1ría Oculta, por tina u Oll'a circ-uns1ancia se e11c ucn-
lr.t con un adepto del que. mu d iversas pruebas, obtendrá, para
bien o pard n1al, una poción o droga misterios..~ . con el resultado fi.
nal de que le abrirá las puerw del Otro Mundo ... En Kandy. y por
primera ve2 en mi vida, tomé a lo la rgo de u n i111civalo ele cinco ho-
rdS d0$CientaS veintici nco gotaS de l~udan o .. . Y c reo que e l tan trnf·

182
do argumento del hábito que uno adquiere al tomar drogas es algo
que puede dejarse a t1n lado, por su nan1rale7..a poco se1ia1 pues só-
lo lo adquirirá aquella persona que ya haya sido destinada a con-
vertirse en esclavo de Ja droga. o de cualquic.- otra cosa. Y puedo
ascgurJ.r que será incapaz de resistirse a los e ncantos de cualqtLicr
hechicera.
Si uno toma tina dosis lo suficientemente generosa, verá pasar
las imágenes de su pensan1iento a una gran velocidad, que, al final,
acaba por ser vertiginosa. Y los pensarnieotos ya no serán tomados
con10 1.ales, sino co1no sucesos que ocurren en e l cxrcrior de la rncn-
te. La Voluntad y el Ego se encuentran en estado de alanna, pu·
dje11do llegar a sufrir u11 ataque y quedar n1altrechos. Esto es lo 1nás
terrible de las drog-.is, que sólo podrá ser com'batido por una gran
fuerza de voluntad y, me atrevería a decir, que se haya forjado e n las
artes n1ágicas.

Por desgracia, Crowlcy carecía de esa fuerza de voluntad.


Poco antes de que saliese el tercer volumeo de T/111 Equi110.<, Mac-
Gregor Mathers conseguía un requerimiento que impedía su pu-
blicación. Madiers sostenía que los secretos de la Orden Hermética
de la Golden Dawn, sobre los que reclamaba .el derecho de propie-
dad, se pregonaban al mundo desde las páb.;nas de aquella revista.
Lo que era cierto: Th" 'lempl" ofSoúmum tlie Ki.,,gcontienc transcrip-
ciones al pie de la leu·a de los 1itos secretos que Crowley, en el mo-
mento de su iniciación, había jurado solcmnemenic no revelar.
Para satisfacción de Ma·rhers y sorpresa de Crowley, el juei Bud:-
nill confirmó el requerimiento. Crowlcy atribuyó esta decisi6n al
hecho de que Bucknill era un masón eminente •y aunque no tu-
viese ni idea de lo que se trataba, le parecía que había que partir del
principio aceptado de que no podía publicarse ninguna cosa que
otros deseaban mantener en secreto•. Crowley presentó recurso, )'
antes de que la causa fuera pré-sentada ante el Tribunal de Apela-
ci6n, se asegur6 el éxito m.ediante la consagración de uno de los ta-
lismanes de Abra·Melin, «que consigue el afecto de un juez• . La
causa fue lle\'ada ante los jueces Williams, Moulton y FarweU. Crow-
ley venció en su apelación y la decisión prevía fue revocada.
Aquélla fue la última escaramuza entre Crowley y MacGregor
Mad1ers. En pocos aiios, con la publicación de posteriores números
de The Equinox, que contenían nue\'OS capítulos de The Témple of So-
wmon the King, la mayor parte de los rituales de la G. ·.D. · . que aún
faltaban fueron dh~llg-ados a los profanos. En 1918, Mathers moría,

183
víctima de una epidemia d e gripe, y se dijo <¡ue Crowlcy lo había
matado.
Al10ra bien, The Equinox se hallaba repleto de artículos surgidos
de la inagotable pluma de Crowley. Otros colabo1-adores en menor
medida e1-an Fuller, Neuburg, Ethel Archer (que publicó en 1933
una novela acerca de Crowley y Neuburg titulada Tlie Hi.eroglyph),
George Raffalovich, fran k Harris y Meredith: Starr (un poeta me-
nor, como Neuburg) . En 1913, la lista de miembros de la A.· .A.·. al-
canzaba e l sorpr·e ndente número de ochenta y ocho, enu·e los que
se contaban Miss Nina Hamnen, artista; Miss Gwendoline Otter
(«expulsada•) ; el conde Louis Hamon, más conocido como Cheiro,
el quiromántico (-nos debe cuatro libms con cuatro chelines• ), y
una tal ~·lis.< f lorence Penny (.como no se case se \'Oh•erá loca• ).
El comentario que figuraba al lado del apellido •Neuburg» era
el siguiente: •Un imbécil que carece de sentido moral• .
El númern vu de The Eqttinox, aparecido en 1911, reproduce en
una de sus págin as un dibujo que el a1'tista Augustu<John hiciera a
Crowley mientrns meditaba con los ojos cerrados. john haría o tros
dos dibujos de Crowley, en 1912 y en 1946, poco antes de su muer-
te. Para pesar de la Bestia,John no aceptó pintar su retrato.
Crowley utiliz.:aria en su Estrella de Plata los tituales )' cnseñan1.as
de la Golden Dawn; el instrumental mágico de la A.- .A.-.: espada.
vara, copa, campana y buril', era consagrado de acuerdo con la tra-
dición G. -.D.·., empleándose e l Ritual del Pentagrama para la ex-
pulsión de los espíritus hostiles o, simplemente, de las presencia5
no deseadas.
El cttartel general de la A. · A .. se encontraba e n Londres, e n el
número 124 d e Victoria Stree t, que era la dirección e n la que, s u·
pucstamc ntc, se editaba Tlit Equinox, y en la que se rcuri ían s us
miembros para reco rrer sus itinerarios m ágicos:

En una ocasión, el Dios \lino a nosotros en forn1a humana (está·


bamos trabajando e n un templo cem1do) y se quedó, perfecrnmen-
te perceptible pot 1.odos nuestros sentidos. casi una hora, desva11e-
ciéndose solan1enle orando nos encon11-a1l'IOS fisicanlente exha,1stos
a causa del éxiasis del contacto íntimo' con Su divina pcn:ona. C.1í·
mos en una especie de sublin1e esn1por; cuando recobra1nos nuetr
tro ser, Él se había ido. En otm ocasión, y en Victoria Strcct, algu·
nos d t nosotros cstábamo• danzando alrededor d el altM. cogidos
de la mano, P<'ro mir.uido hada fuera. El templo estaba débilmen·
te iluminado y oscurecido por el humo del incienso. De algiln nlo--

t84
do, el corro se rompió y nos enconn'amos d anzando cada u no por
Ol1estra cue11ta. Y entonces oos dimos cuenta de la presencia de un
extraño. Algunos d e nosotros contamos a los presentes, encontran 4

do que había uno d e n1ás. No sé si u no de los herrnanos n1ás débi 4

les se espa.ncó, o si acaso uno de los 0:1ás anünosos l'ecordó sl• deber
a11te la ciencia, y dio la luz. El hecho es que el cxtraii.o ya no estaba.

Una de las difel'encias que existe n entl'e la Golden Dawn y la


A.· .A.·. esttiba en que los mien1bros de esta última acosmmbraban
a usar dtogas en las evocaciones d e los espíiitus y en sus r ecol'ridos
asu-ales, lo que no hacían los miembros de la Golden Dawn, ya que
sus Iituales e ran meramente ceremoniales. El diario mágico d e Me·
redith Srarr (su no mbre verdadero era Herber1 Glose), uno de los
miembros de la A.- .A.-., ofrece, solamente entre los meses de junio
a agosto d e 1910, toda esta abundante uúonnación :

1J de ju.ru~o, sábado, 10:00 horas. Expcri1ncnlos con A11.halonit1.tn le--


winii realizados en The Equinox. Aleister CrO\'o'ley me pidió q tte ,..¡ 4

niera. Dos dosis, cada una de 150 $Otas.


PROtt:c.<>.\tE.~os: 1'4e pareció que se.-ía capaz de 111an1.ener un con-
1rol comple to sobre los efectos de la droga. Podía dejam1c llevar
por ella, pero en todo morucnto podía \'Olver a mis condiciones nor-
rnal<:ll. No tenía ninguna dificultad para conccntrannc en cualquier
cosa y elegir el 1ipo de pensamiemo que quería 1e ner, desechando
todos ellos excepto uno: q ue quería conseguir la autorrealizadón,
más aJlá clcl cuerpo fisico, inLcgr.u1do l:.u U"Cs ooncicncias, del Cl1cr·
po, del alma y del Yo (o del f.splritu). Podía suscit;ir e n mi imagi-
nación cualquier tiJ>O de visiones (l repre.~t!:ntacioncs a.rtístic~t~ <1ue
desease. ~tis 1ac11l tades ó pticas y "isuales aun1encaron nocablen1enle
su agudeza. Todo tipo de ilusion<'S ópticas.
EsrAOO l'INAL: Me pareció hallanne en éxtasis. Inmunidad al dolor
ffsic:o (me atravesé con alfileres los lóbulos de ambas orejas, sin Uegar
a sentir ningün tipo de molestias). Más all:i del Tiempo y del Espa.cio.
Total falta de sensaciones coor><>rales: cuando c-,1minaba no tenía la
sensación risica de ci1ninar: con trolaba 1nental1ne11te Lodo nú cue1po.
Las escamas han cajdo de mis ojos ... todo esuí cambiado .. . Vt0. ..
he pasado al otro lado del velo ... Mara\illosa sensación de bienestar
y de fuerza y poder. físico y mental y espíiitual.
D1J>11i1lgo, 10 ª·"'-Aumento de vigor físico. Puedo doblar un pe-
uiquc con el pulgar y el ludicc. He mcsmerizado • un gato.

185
Será cuestilln de recordar que el Anhalmiium lewinii es una dro-
ga alucinógena: el gato no había sido mesmerizado, sino que era in-
diferente a las extravagancias de su dueño: ·Cuando yo le llame, el
gato se ir.\ y en su lu¡,•:tr habr.i tUl perro•.

He llegado al Silencio ... soy inmortal... omnisciente ... Fui C1is10.


YO SOY... Haré wdo lo que me sea posible por la bumarúdad ... Soy
amor... Feücidad ... Belle-,a... Soy el Todo... el Absoluto.
2.5 de junio, silbad.o, 10:00. Después (le haber quen1ado a.bundai1te
incienso y llc\'ar sentado una hora en la habitación, descubrí con 1

gran sorpresa, que si pensaba en ciertas cosas podía llegar a olerlas.


Creo que se 1r•taba de viole1as, fresas yj unquillos.
Et incienso rne causa una gran exaltación espirituaJ.
27 de j-u1iiO, lune.f. Neuburg 1ne llevó a hacer un viaje astral. Sen-
tí, clardn1enlc, que n1e encontraba fuera de nti cuerpo físico. pero
no conseguía ver nada. Neuburg 1ne explicó que roe encontraba ro-
deado por lUtá nube 1u:gra que se hacía 1nás espesa a medida que él
intental:xt quitármela de encima. ~'le dtjo que todo se había arregla·
do y que podía subir con él, pero, por 111ucho que lo intenté, no
consegt1í vt7· nada.
Lo int.entaren1os el próxin10 jueves, en el que in tenv1.rá obtener
la asislencia de Crowley.
28 de junio, nmrll!S. Tomé 210 de anhalmrium a las 1 p.m. A las 8
me fui a casa ele Warren, donde pem1anecí haw. las 1 1. :20. Lo que
sigue es el resumen, muy condensado, de los resultados obtenidos,
escri10 poco después del amanecer del 29 de junio de 1910.
\\larren pronunció el rin1aJ <te expulsión, y después leimos
varios mantra.5 y algunos fr.igmentos de ~rm:LOIA en voz aira. De
repen1c. me di cuenta ele que podía acceder a una inagotable
fue11te de poder. Pasaba a través de mí en una corriente ininte-
rrunlpida. Le cotnuniqué a 'Varren todo el poder que necesitaba,
con lo que pudo llegar hasta Tiphereth (la scxu esfera de la ma-
nifestación divina del Árbol de la Vida, la •compasión• o ·belleza •
de Dios) . Yo creo qu e debía hal lanne e n Tiphcrelh o en Kelhcr
(la •Corona suprema• de Oios) ; pues podía dirigirme a todas par·
tes. Recorrí iodos los es1aclios y gr.idos del Tcm r>lo, ahora csloy
fuera, y no dependo de él. W. y )'O nos fuimos a visitar The Equi·
nox (d aparuimcnto de Crowlcy en ViCloria SLrcct, S.W. 1). Vimos
a Crowlcy e n mitad de su harén. Le hablamos ... pero no sé si llegó
;-t oírnos.

186
Lo del lwrén hace referencia a q ue, por aquel tiempo, Crowley
disponía a su antojo de muchas muje res.

Desde aq uel abismo <ie luz pasé a u n azul indescriptible, donde


O.º = 10°, y todos los coJo rcs se n1czcla.11. de n1anCíd. que llegan a per-
d er-se, y 01ás 1:ar<.i e al sanci.asanct.óruni.
~{i principal .,na.11.t.ra y foco de concentración decía así:
¡Poder más allá de todo Poder,
y Fortaleza más allá de toda Fortaleza!
Comi alimentos mágicos (que babíau sido converLidos en tales)
- y bebí agua mágica- y realicé un viaje astral, aco1npañado por C.
D.M . (un amigo).
¡Poder más allá de todo Poder,
y Fortaleza más allá de toda fortaleza!
Oh·i dé toda sensación d e malestar, pues supe que no llegaría a
sentir sino cosas q ue serían sumamente saludables a mi cuerpo físico.
\i\;. y yo vii11os a CrO\\o'lcy ccrc.;1
. de 1.1.nas rocas solitarias. antes de
q ue me 1.ambulle ra en el abismo de luz., vestido con una túnica de
color azul-púrpur• con capucha, q ue estaba pro>ista de agitieros pa·
ralos oj os.
¡Yo soy (YO SOY) Adonai! Me parece que se trata de mi yo su-
perior.
.<\hora tstoy stguro de que poseo la 01::.)·or capacidad d e poder n1á·
gico q ue sea accesible a hombre alg uno -Voluntad ilim itada e in·
vencib le-; y
¡Poder más allá de todo Poder.
y Fon alcz:o má.s allá de toda Fonakzal
Ahora esloy seguro d e q\1c podría superar fácilmente la rn ayoría
de los 1'\'.-co rds deportivos del momento - puc-s sólo tengo que re-
querir (o rdenar) lcncr fortaleza- ya q ue so y tod o fo rtale T..a, fue rza y
vig or.
Podría escribir un diario t:a n largo q ue ni siquiera todo el papel
del mu ndo podría comenerlo - pero no lo haré- . Es mejor callar -)"
sabréis po r qué.
Puedo tomar anhalonit1m con toda tranqu ilidad , ya qtle, baj o su
iunuen cia, consigo eli1ni11ar todos sus efectos 11 ega1ivos~
29 de junio, miñcoln.. Visto Crowley a eso de las 12. ~ie parece u n
taiito csc.é p tico respecto a q u e yo tcng-d el pode r. H ice q ue Ncubu rg
y Raffalovic:h llegaran a semirlo cuando les puse la ma no sobre la
freme. Crowley me dijo que le agradaría que tomara LO granos de
Calomel. para ver si ruc hacia efecto ... m ic n tr.tS yo intentaba olvid ~U'

187
que me lo había tomado. Así lo hice, a eso de las 6 p.m., y despu6i
me fui ajug-.ir al tenis... me sentí cansa.do antes d e comenzar el par~
tido, pero Cl1a11do 111e pt1se a jugar, n11nca lo h.abía hecho ta11 bien.
J de julio de 1910, viernes. A las JO a.m.,jtlstan1ente después de des--
pertam1e, me he sorprendido al comprobar que no podía sentir los
latidos d e n1i corazón ... No te nía ni el n1ás leve ten1blor ... pero nle
encuentro pe1fectamente bien. La energía mental es tan buena co-
1110 siempre.
) de juüo de 1910, do,,ringo, 10:00. RESPIRACIÓN YCONCENTRA·
CIÓN. Tiempo: <10 min. 7:00-7:4-0 p.m. lns piració11 y espiración..am~
bas fos.<s nasales. Ojos ce1·rados. Quemado incienso de lsis. RESUL-
TADOS: Después de concentrarme in tensamente en la respiración
dura11tc ttn breve intcn alo d e tien1po, fui consciente, sin previo avi~
1

so~ de 1111 can1bio drástico. Me daba la i1l1p resión de haberme con-


vertido en algo enorme, vasto, ilimitado, y de moverme en el espacio
a t111a velocidad terrorífica. Entonces conscgi1í parar, pero la se11sa-
ción d e moverme en una región ilin1itada no me aba11donó, sino
q·u e se hizo nlás intensa. Y era ta1l real c;onlo si yo fuera un e 1lorme
gig;.u1tc. Inte n té n1irannc a los J>Ídi, p<:ro hube <ie desistir. pues me
scnúa rn uy 111a.rcad o y parecía q ue iba a cacrt ne .
Dejé la concentración d espt1és de lo que me parecieron tinos
pocos minutes. l>men>e, sorprendido. que había estado practí-
ca11do dura.ilte casi c1·es cuanos de l\ora. AJ 1n.s1an1.e ele deja1· de
conccn1r..uo:u.:, en c uan10 rcCUJ><.:ré el usual ri u1;0 rcspiracor10, pu ·
<le <lc lcili'lrtt1('. c<>n 111'1 c::xtrac;. rxli n ~rio pcr·f\unc (¡t1<: nunca hiiliía
o lid o. Pue tlo asegt.11-a1· q u ._, 11.c se CJ~t;.\b~' clel jn e1e n;;o . S u <lel i c:: i o~;o
aroma no puede ser expr(•~\do ron P~'l abr.lEt crn a1til y pcne tran-
t.e , delic;ado )' exquisito, 01 ~ ,ná de c11alq uierpo:;.i bie con1paración.
(J-~'ln t i guió ~rrf."b~t~Ollf.' en l•n ¿;irt:.sjs delicil'ISO. U .. st:n~.::-c ió.o de
ser un gigante .. 1ne ab;1oclo11ó e n ClJanto volví a lá rt:s-¡">ira ciñn
normal.
Las $C1uacio1\es que Uegat:a1l a rnj mente e tan claras y placen1c-
r(IS ... y u11a de eUas n1e decía que acababa de conseg1tir algo con lo
<1ue nunca me hatJía encontra(io.

El anhal-Oni1i.wi puede inducir ~' megaJomanía, así con10 a visiones


d e cipo alucinato rio . Starr también reseñó por escri to los experi-
mentos que hizo con opio )' cannabis, por motivos mágicos, así co-
mo los efectos penm·badol'es, tanto flslcos como mentales, que 1c-
1Lia11 t'J J st1pt11io11a. c,;11viara t i 7 Lit: st:ptic111brc d e
E1 1 u .11tt c.:arta y uc
195!) a Kc1111cL11 C ·rn.111, le dijo que o ·owlc-y Lirft6 a n'l.ucha geit tc t.(Ut:

188
él conocía personalmente, )' que la Bestia ejercía •una aterradora
influencia sobre muchas personas•.
El herroano V V. V. V. V' (las iniciales del nombre mágico adop-
tado para el grado de Magister Templi). y misterioso dirigente de la
A.·.A. · ., también conocido como sir Aleistcr Crowley (había sido
nombrado caballero, así d!jo, por sus esfuerzos realizados a favor de
la causa carlista'), podfa ser reconocido fácilmente por el mechón
d e cabellos que apa.recía en su frente, que en otras circunstancias
habría parecido completamente afeitada, y que era el símbolo del
vicerregente del Sol; o, en ou-as palabr.is, el falo. Aparte de e.te ex-
céntríco peinado, el cuerpo de Crowley había ido prosperando en
laxitud, de suerte que su estructura atlética se veía ahora adornada
con una panza.
Olivcr Haddo. el héroe d e Ja novela de S-Omerset Maugham The
Magi.cian [El mago), es descrito en eUa como un individuo corpu-
lento al que le gustan las ropas chocantes. Esta novela resultó para
Crowley d e considerable gratificación:
A finales de 1908, adquirí un libro. El título me atraía fuene-
mente, F.L mago, y su autor... ¡bendita sea mi almal , no era otro que
mi antiguo y querido amigo, William Somerset Maugham, 1ni que-
rido y joven doctor que reconlaba tan bien de aquellos entraña-
bles días d e antaño, e n Le Chat Blanc. Así que había escrito real-
mente un libro... ¡q uién lo hubiera creído!... el mago, Oliver
liaddo, era Alcill!cr Crowlcy; su casa •Skene• era Boleskinc. Las
ingeniosas <><:mTencias del héroe eran. en gn1n parte, las mías ...
Pero me he precipitado un l>lnlo al concluir que • Maug ham había
escrito un libro• . Frase tms frase, párrafo tras párrafo, página tras
pá¡pna, me asaltaba el extraño sentimie nto de lo familiar; y en-
tonces recordé que en mis antiguos días de la Goldcn Dawn ltabía
introducido a Gerald Kclly en la Orden, recomendándole que le-
yera u na selección de libros sobre magia. Reflexioné sobre el he-
c ho de que Maugham se hiciese muy amigo de Kelly, y pasase al-
gún tiempo en la vicaría de Camberwell. Maugham había utilizado
al¡,ru nns de los episodios más personales de mi vida, mi matrimcr
nio, mis exploraciones, mis aventuras con la caza 1nayor. mis con-
vicciones mágicas, mis ambiciones y empresas, y demás... No esta·
ba ni mucho menos ofendido por los esfuerzos que hada el libro
para prcscnrannc, de mud1as maneras, como un canalla de la es-
pecie más atroz, porque el autor había hecho justicia a cualidades
de las que me sentía orgulloso ... F.l mago era, de hecho, un reco-

189
nocimiento a nli genio. de 1nanera W que nt1nca había soña<-lo po-
<ier inspU·ar a nadje.

El primer aviso de la ruptura del matrimonio de Crowley se dio al


hacerse patente que Rose comenzaba a beber en demasía. Desde
luego que su matrimonio no había sido un éxito; ningún matrimo-
nio con Crowley, que se daba a sí mismo el título de Vagabundo de
la Desolación, podía Uegar a ser otra cosa que un desastre. Después
de su regreso de Tánger en 1907, descubiió que sólo en una tienda,
y en cinco meses, la cuenta de Rose ascendía a 159 boteUas de whisky.
Estando en Pañs, esciibiña una cana, con fecha del 3 d e junio
de 1908, al médico d e Rose, W. Mufl'á)' Leslie, M. D., que vivía en el
número 74 de Cadogan Place, Sloanc Square, Londres, S. W.:

l-loy por la tarde he recibido su carca. Regresaré a Inglaterra se>


Jo si usLed lo consideril necesatio. Mj posició.o es ésta: Ja vida con
Rose es intoleral>le ¡>0rque º'' e cierrd Ja puerta de la casa, irisuha en
n1i propia 1nesa a sus 111isn1isimos invit.adosJ utiliza con los criados
un lenguaje impropio, da vueltas por Bond S1ree1. molestando a los
trdnse(u1Les, pasa de una crisis de histeria a otra, cuenta a las gentes
mentiras inf..1mes e imposibles acerca de mí. etc.. etc.. etc.. ad 1uz.u·
un11L ~ti d eber para conm igo mismo es aguanta1me, pero respecto
a e lla es ltaccr todo lo posil>lc para que se cure. No sé si usted com-
prende hasta qué punto Rosé se halla s~jcta a los engaños de la lcr
curu. Yo no vi\iré en la misma c~~a con ella y una ex prostituta OO.
rr.1cha de Piccadilly (a la que, Dios sabra por qué motivo, llama su
criada), y por esta mzón me he ido. No quiero que cuando se caiga
por las escaleras y se mate nadie diga que yo la golpeé con una lla-
\'e inglesa. E in•isto e n que debe hallarse sobre aviso cuando llegue
el 1non1er1to en que intente estratlgt1lar a la 1'litia. !':o deseo (¡ue nli
vi<l,:;1 St!'a orla rt:tal\íla de "'-C~cna'J•, oj irme a dornllr cou la se1t.sa-
dón ele hacerlo en un matadero. :-1is ne1vios escaban totalmente al·
tcrados por e l iulien10 d el últin10 afio: afortunadamente, en este
mes, transcumdo entre Vc neáa y Pañs, he conseguido reponenne.
Suyo ;úeclisimo.

Pocos días antes le había escrito a Fuller lo siguiente:

No creo que debamos negamos a aceptar que ahora estoy soltero


a todos los efectos y compromisos, y lo que es mejor. 1en la gloriosa e
inexpugnable posición de quien no podría c:asarse aunque qui;ier.i!

190
En 1909 tuvo lugar el divorcio de los Crowley, después de que
Rose convenciera a Aleister de que le pasase mensualmente una
modesta suma para Lola, la hija de ambos. En aquel momento
Crowley no disponía de dinero, pero a la muerte de su madre he·
redaría 4.000 libras. Así pues, dispuso que los intereses, siempre
que fuera posible, y según el buen entender de los dos adminisa-a-
dores, George CeciJJones y Osear Eckenstein, se repartie ran entre
su hija y él .
La actitud de Crowley respecto a su muje r se halla reflejada, e n
parte, en el cuarto y último poema que ella le inspiró, Rosa Decidua,
esto es, «Rosa cadt1ca»:

¡Rosa del Mundo!


¡Pero"'ª}ª 01undo!
¿Qué gusano yace enroscado desde el principio
en su r~jo corazón? Desh<?jada, arra11cada, pisoteada,
y to ta~nente podrida está ...

El poema füe publicado con una fotografía del autor y su fami-


lia, en la que todos sonríen tímidamente, como si la suya fuese la
más feliz del mundo, y un ejemplar le füe enviado a lord Salvesen,
eljuez que había atendido la causa de su divorcio, aceptando las evi·
dencias oresentadas oor Crowlev.
En otoi10 de 1911 , Rose ingresó en un hospital para enfe11nos
mentales, o manicomio, como se decía por e ntonces, aquejada de
demencia producida por el alcoholismo. Su maa-imonio con Crow-
ley no había sido feliz.: se decía que llevaba a casa a sus amantes y
que a veces la colgaba a ella de los pies dentro del a1mario.
Durante la primavera de 1910, Crowley y Leila Waddell, su M1uer
Escarlata, fueron huéspedes en Dorset del comandante Ma.rston.
Cierto día, practicaron el ritual que evoca a Bartzabel, el espíritu de
Marte. Su anfitrión quedó impresionado y les acons<;jó que lo con·
virtieran en un especláculo público. Esta idea fue puesta en práctica
después de que Crowley y Leila practicaran 01ro ritual, bajo la in-
fluencia, esta vez, del a1ihalonium. Cr0\\ ley recitaba poesías, mienUllS
1

Leila tocaba el violín. •uno enfrente del otro. ambos ante el Señor•.
El anhalonium (Anhaloni111n /ewinii) había sido analizado e iden-
tificado po r Louis Lewin, un químico alemán. Se obtiene de la plan-
ta del peyote, CU)'dS maravilloo;as propiedades eran bien conocidas
por los indio> de América Central, que llegaron a venerarla como a
un dios. Le"in dijo de ella que:

191
Ninguna otrd planta provoca modificaciones funcionales del ce·
rebro tan n1aravillosas. ~·lieno·as que la adorn1idera consigue la se-
paración gradual del alma y de la mente de todas las sensaciones te-
rrenales, conduciéndolas sin e.sft1er.to hasta el un1bral de la muerte,
y a su propia liberación, suponiendo, por ello, un consuelo y una
benclición para todos aquellos c¡ue se sienten agotados y atonoen-
tados por la vida, el anlraloniu·m procura a los que lo usan, a causa
de su peculiar excitación, placeres de un tipo muy especial. Aunque
estas sensaciones asun.1ao sirnplenlente la forn1a de alucinaciones
sensoriales, o de una extraña concentración de la "ida interior, son
de cal naturaleza y tru1 superiores a la realidad. can inimaginables,
que la víctima se cree ttansporrada hasta un nuevo ruundo de sen-
sibilidad e inteligencia.

Crowley no habría estado de acuerdo con Lewin en este punto:


según él, el a11haloniurn (y otras drogas) le permiten a uno ascender
hasta el plano astral. Por supuesto que tendrá que saber lo que tie-
ne que hacer una vez llegado allí, y por ello necesitará una previa
prepardción mágica.
Se a\'enturaba en aquellos dominios extraterrestres buscando al·
guna explicación a algunos pa&'ljes, de por sí inexplicables, del Li·
bro de /.a Le)', o para encontrarse con Aiwaz; y había veces que sospe-
chaba, o daba en pensar, que su identificación con Aiwaz, o Aiwass,
e ra total.
Crowley desarrolló siete ritos, llllO para cada uno de los siete pla·
netas, a los que dio la denominación general de • Ritos de Eleusis.,
que puso en práctka, durante siete miércoles seguidos, y a las nue-
"e de la noche. en Caxton Hall, ·westminster, dw·ante el otoi10 de
1910. El efecto que se pretendía conseguir con dichos ritos no era
otro que llevar a los asistentes a un estado de éxtasis religioso, pre-
vio pago, como es nt1Lu r.tl, de ci nco librdS con cinco chelines.
En el programa podía leerse lo siguiente: •Desde los días de la
anti¡;,'1.ra Grecia no se llevaba a cabo nada tan impresionante como
estas ceremonias. Parecen poseer un oculto poder que suscita las
más elevadas emociones cnu·e los presentes, invitándoles a partid·
par en ellas•.
Los J\tisterios Eleusinos, antaño celebrados anualmente en Eleu·
sis, eran las ceremonias religiosas más célcbr~-s de la Grecia antigua.
La leyenda en la que se apoyan es aquella que habla del rapto de
Perséfone, hija de Deméter, por Hades. No hay relación alguna en·
tre los Rit.os de Eleusis de Crowky, en los que es exaltado Pan, el

192
dios de la lttjuria, y los Misterios Eleusinos de Grecia. Má.< aún, a lo
que apuntan los ritos de Crowlcy, de acuerdo con su propia filoso-
ffa, i"~ a Ja int-XÍSt(>nCi:l de n ioS. de rn~tn ("r::t qu<;" l.ITlO put;•d::i hacer Jo
que quiera. Los persom!jes que durante la representación llaman a
la puerta del cielo son i1úormados de que Dios ha mueno. (Pero,
por lo que parece, Pan todavía sigue vivo.) Por eso la meta del hom-
bre es procurarse el placer entre los vh•os.
La sala de Caxton Hall en la que se realizaban los ritos se halla-
ba tenuemente iluminada por una parpadeante luz situada sobre
un altar, y el aire estaba cargado del humo del incienso. Los asis-
tentes se sentaban sobre taburetes dispuestos en fila. El reportero
del The Looking Glass obse1~·ó que muchos de ellos se enconu·aban
ocupados por hombres y mttjeres en trnj e de noche.
Crowley, ataviado con su túnica de la Golden Dawn, 1·ecitaba la
parte lí1ica; Leila Waddell, <'cstida de una manera similar, tocaba el
violín; Neuburg bailaba l.a danza de Pan "en honor a nuestra A.rte-
r11isa,-. y acababa despl<>mándose exhat,tSlO en miutd del escenario.
•Sospecho que era el mejor de los tres,., comentó Crowley. · Daba la
impresión de que nunca llegaba a tocar el piso.•
El comentario de The Looking C!.ass a los Ritos resultó desfavora-
ble. al tachar de incoherente la parte lí1ica.
El propietario y editor de aquel periócli co, De \\lend Fenton
(que en 1913 sería multado con diez libras por enviar poi· correo
material pornográfico), se apresuró a investigar el pasado de O·ow-
ley; y en los siguientes números de 111e l.ooki11g Gt.ass, q ue u-aían la
notkia de la celebración ele otros rilOs, informó a sus lectores de
que Crowley había tenido amoríos con lma sombrerera que u-aba-
jaba en l\urlington Arcade. Crowlcy t.arnbién había vivido con •el
ruinmente llamado monj e budista AJlan Bennett>o, y bajo su techo
habían siclo cornetjdas • inmoralidades innombrables .. George Ce-
cil Jones también se ,·eía metido en el asunto, pues se había mez-
clado en aquellas inmoralidades innombmblcs.
El capitán Fuller, que era amigo de J ones tanto como lo era ele
Crowley, sugirió a éste que dema ndase a The Looliing Cltus. pero él
se negó. Bennett, que se encontraba meditando sobre los males
de la existencia en un monasterio budista de Birmania, nada supo
de aquello, que, por otra parte, nada le habría importado; perojo-
nt:s, que tenía mujer y cuatro hijos, estaba consiclcrablernentc irri-
tado.
La causa de J ones contra '/11e l.oolting Clllss fue oída en abril de
191 1 por el j uez Scrunon y un jurado. Crowley, que no era testigo

193
de ninguna de las partes, fue descrito por el abogado de la defensa
como «Una odiosa y abominable crianml». El juez Scrunon parecía
encontrarse más bien perplejo por todo aquello, y hada notar que
le recordaba el juicio de Alicia en el paú de las ?naravil/as.
Crowley, indiferente a su repu1ación, se divertía en grande.

1\ cada nlonlent.o aparecía algún hecho n"'l.isterioso que yo habría


podido explicar n1ejor que cualquier&. «.Sin dttda,., murmuraba el
juez, «la persona más apropiada para informar a la corte de todo es-
to es el seilor Cr0\\1ley. ¿Por qué no llaman ustedes al seño1· Cro"1-
ley?•. Va.mbas parres deploraban la imposibilidad de descubri1· dón-
de estaba el señor Cro\\o'ley, atmquc yo me hallaba sentado allí, en
miiad del público, lippis et tansori/nu 11otus [-reconocible por los ojos
hinchados y la cabe.a afei1ada•].

La defensa llamó al doctor Berridge, miembro de la Golden


Dawn, quien repióó una conversación que había mantenido con
Crowley, en la cual le había informado de que tenía Ja reputación
de ser sodomita.
Vr. Bmidgr. En una ocasión, cuando Crowlcy vino en calidad de
mensajero de cienos asu.n tos concernientes a la Orde11. tu\·e la
oportunidad de hablar a solas con él, y le dije: •¿Sabe de lo que le
acusan?• , Me refería a los mie mbros de la Orden. No me e~-presaré
demasiado clara.mente ya que obsen·o que hay señora..\ e n la sala .
.fue Scnut0"1r. Cualquier señora que pueda encontrarse en la sala.
se hallar.í, con sc¡,"llridad, m:U allá de cualquicrJ de esos cscn\pulos
que le preocupan.
Dr. Berridg& Bien, pues le dije: ·Le acusan de >icios contra nant-
ra- . y él me rc..-s1>011djó de fon11a peculiar. ni lo admiúó ui lo 11cgó.

El juez recomendó al j urado que considerase si las palabras y de-


claraciones demandadas por el querellan le, el señor Jones, er.m de
hecho difamatorias. y si lo eran. si cr.in cicnas; y si e ran cierms, si
los comentarios aparecidos e n The Looking G/ass c rnn honestos.
El jurado emió6 su veredicto a favor del querellado.
J ones perdió a causa de la pésima reputación de Crowlcy, y Crow-
lcy perdió la an1istad del capiLán Fuller, y con ella a Gcorgc Raffa-
lovich, que le había ayudado a financiar The Equinox.
Fuller llamó cobarde a Crowley. Éste le replicó: • No resistas al
mal -. y ahogó sus dudas en la retórica.

194
No se ha conservado la carca que enviara a Fnlle1; aunque si la
contestación de éste a la suy.i:

2 de mayo de J9H
Querido Crowley:
A efectos biográficos, no pongo en duda que tu cana d el pasado
domingo sea u n documento inlcrcsanlc 1 pero desde el usttal pttnlo
de vista del sentido común podría pensarse q ue había sido escrita
J>Of un loco fu1ioso. Si quieres llacer una carga a la bayoneta cala-
da, como un d cni.chc aullador, adelantc 1 no es asunto mío.
Creo q11e liasta el pa5ad o n1es de ocn1b re éra1nos amigos ínti.n1os,
y el e nf1ia111iento de nuestras relaciones se ha debido a que tú f.e ne-
gas1.e a seguir l)IS propia..; c;onvicciof1es, así c;omo el consejo que te di
de que pusieras pleito a The l.,oolcing Cúiss por libelo criminal. Tu Wa-
terloo comenzó el mismo día en que te negaste a hacer tal cosa, pe-
ro te diferencia-; d e Napoleón en q11e saliste corriendo nada más ver
el primer cañón que te estaba apttntando. Sólo como resultado de tu
comport.amie 11to alocado te ves ah ora en Sa11ta Elena; puede que sea
grave p-ara ti, pero quiz;is haya q11e felicitar a tus amigos.
Lamento mt1chísimo q ue Joncs tenga que estar s11friendo tu fal-
ta de resolución. Perdió, ~>ero no porq11e el ene1nigo jugara l.i1npio
o sucio, sino porque su caso e1a algo subicto de tono. Aparte ele Jos
costes <le l j1ticio, no creo que l1a}a perdido grdr1 cosa, p·ues el 010-
dcrno p e riodismo le permite u tino, a no 3cr qt1c sea unu pcr30nali-
dad conocida o e l 1ninistro del Interior, perder s11 identidad al cabo
ele una se111a11a e u el Nirvana de los ti ~ul ares se nsaci ona l ist.as. q ue se
J1allai1 d esprovistos <-le senti<to .
1'uyo,
J. F. C. FuUer
P. S.: El otro día te dije que admiraba tu obra. Y es cierto, pero
nu nca has llegado a <.--scribir ~1lgo can magnífico como este verso d e
Blai<c:
..,1na s uave ltoche. lunar y silenciosa• .

Aquéllas seiian las últimas palabra. que l'uller le dirigiera a Crow-


ley, y todas las postetiores cartas que Crowley le enviase, la mayoría
de ellas amistosas, quedaron sm contestar. No deja de ser curioso
que, poco después, Crowley adquiriera la mania de querellarse.
Cuando, años más tarde, Cro,"l•lcy hablara c 11 su .. atttobiografía.i-
de aquellos acontecimientos, revelaría que su comportamiento le

195
había sido dictado • por mis propios Jefes>, principalmente Aiwass,
y hace referencia a1 siguiente pa~je de su obrn TM Vision and thc
Voice:

Poderoso, poderoso, poderoso; sí, tres y cuatro veces poderoso


eres tú. Qtüen se levante contra ti .ser;\ abatido, pues no levantarás
siquiera tu dedo meñique cono-a él. Y quien conr.ra ti hable malda·
d es, conoccní la vcrgücn7..a, aunque nis 1abios no pronun C'".icn con·
tr..'l él rti la rnás pequeña sílaba...

El 27 de septiembre de 1911 , Rose Kelly fue declarada loca'.


Cuando Crowley se enteró, a1 cabo de un mes, comenzó a hacer cá-
balas con las fechas para poner de manifiesto que aquel suceso ha-
bía tenido alguna influencia mágica en su encuenu·o con Mary
d 'Esté Sturges, una compailCra de lsadora Duncan. El nombre má-
¡,rico que más iarde adoptaría Mary sería el de Virakam".

A tíltin1a hora del 11 de octubre, pocos minutos an tes de la me-


dianoche, fue conducido por el señor Hener Skene, cél.ebre raco11-
1etJ.r, al Hotel Savoy de Lond1·es, y presentado a la señora Mary d'E.s-
té Sturges.

En su autobiografia, publicada en 1927, lsadora Duncan llama a


He ner Skene «-StJ mejo r amigo y pianista e xce le nte».

El 15 torne el té con la dama. y rc¡,>rcsé a su apartamento después


de la cena. que sólo abandoné cuando hube comcgnido que ex-
presara (aunque pobremente) la naturalcta de sus sentimientos. E l
14 conúa con ella, y después de coulparti1· algunas chocolatinas y
dtdces me fui al norte de Inglaterra'.

Crowlcy nos dice muy poco acerca de Mary. La umca cosa im-
portante, desde su punto de vista, c:.-s que ella se sin ti6 atraída por
é l; pero tambié n nos c;ntcramos de; que había estado casada y de
que tenia un hijo adolescente. Tambicn de que tt:nía un aparta-
mento en París, donde, • después de algunas semanas de escaramu·
zas preliminares•, se reunjó con ella. Después la llcv-a ría a Suiza.
i\<lary había escriLO una obra ti tulada Tlui Law. El ejemplar que he
leido llevaba correcciones autógrafas de Crowley. Eso indica que la
dama no carecía de pre tensiones literarias. Se trata de una mala co-
media, pero que al menos fue representada.

t 96
Las relaciones de Crowley con las mujeres pueden ser, por lo ge-
neral, divididas en dos fases, yendo la primera paralela a la segun-
da, siempre que se diera una segunda. Al ptincipio se &entía atraí-
do sexualmente y, como Casanova, se centraba en stt conquista
sexual. La descripción que Crowley hace de Mary d'Eslé es la de
• un magnífico espécime·n de sangre irlandesa e italiana, que poseía
una personalidad muy poderosa y un tremendo magnetismo que
atrajo instantáneamente al mío. Me senté en el piso, como un dios
chino, intercambiando con ella mi eleco·icidad». Hay que entender
que el magnetismo era, por supuesto, exclusivamente erótico.
La segunda fase de la:s relaciones de Crowley con las mt\jeres era
la de la clarividencia, pero cuando descubre que su amante también
le es útil en el cmnplimiento de la Gran Obra, pues es una vidente,
finge sorpresa, como si h ubiese olvidado que su principal interés ra-
dicaba tanto en la magia como en el sexo.
Crowley y Mary pasaron su primera noche en Suiza en el Natie>-
nal Hotel de Zúiich. N'o fue muy tranquila: Crowley afirmó que
Mary era víctima de un ataque de histeria, ocasionado por un exce-
so de alcohol y de sexo. Y podía haber añadido, con más honor a la
verdad, de drogas. Sin embargo, aquella a¡,•itación se calmó de re-
pente, y Mary entró en un estado de profunda calma y comenzó a
ver cosas.

La antigua actitud escéptica del hermano Pcrdw-abo no se había


debilitado, en modo alguno, con el paso de los aii os; no dio im por-
tancia o interés alguno (sal\'O el anistico) a lo que consideraba un fe-
nómeno mórbido debido al e.xceso de excitación atnl>uible a Baco y
a Eros, y no le fue posible csi;.1blccer el o rden de los C\'Cntos me-
diante una de&eripció n precisa, aunque una hora más tarde consig-
nó por escrito algunos de ellos, cuando adquirieron una importan·
cia oculta.
El día anterior, la clama había visto en un sueño al "'.Jefe de los ao-
co llcm·ianos Blanc05•, quien le Ltabfa dicho que • tocio iba bien•.
Aq uella persona se le ap<trccfa ouc,r.uncnre. Era un hombre ma-
yor, con una larga barba blanca, q ue llevaba una \ '3JJ eu la m<mo y
una garra de gran tamaño w bre el pecho. En un dedo tenía un ani-
llo con una piedra trarnparente, en la que podía apreciarse una plu-
ma blanca o quizás un pajarillo. Más tarde dití a que se trataba de
una de la~ plumas del ave del Paraíso, •o algo pareddoo..

197
Es un hecho que Crowley se hallaba fascinado por aquellos sue-
ños, y en ningún momento dejó de pensar que la visión -si es que
podía llamársela asi- no le afectase personalmente. Al contral'io, es-
taba seguro de que aquel hombre mayor de larga barba blanca -el
arquetipo del sabio- tenía un mensaje para él; su único miedo era
que Mary Je comunicase el mensaje de manera incorrecta. Por ello,
le aconsejó que se comportase de manera totalmente pasiva.
Así lo hizo Mary, y poco después le comunicaba que aquellos cin-
co •cofrades blarn;os• estaban •enrojeciendo•.
Crowley no hace comentario alguno sobre csia sorprendente de-
clardción. Yo supongo que en aquella reunión, los cinco cofrades,
adeptos de grado e!e\•ddo, quizá, hasta,Jefes Secretos, tuvieron, por
alguna razón que sólo ellos conocerían, que sonr<tiarsc como pavos.
Puede existir la altematim de que hubieran sido sus túnicas las que
enrojecieran, pero a fin de cuentas se trata de un detalle sin iin-
ponancia.
Lo siguiente que Mary dijo fue: •Este libro deberá ser entregado
al hermano Perdmabo•.
Ante aquello, Crowley se puso de pie, pues Mary no conocía su
nombre má._r:ico ..¡Sorprendente!
Ella proseguia: •El nombre del libro es Aóa, y su n(•mero es cuatro•.
Todavía más sorpresas. Mary no conocía la Cábala, y sin embar-
go, y de acuerdo con ella, al asignar a la letra hebrea a (ale!) el va-
lor de uno y a Ja h (beth) el de dos, se obtenía lo siguieme: Aba = 4.
Ame esta lógica de la comunicación de Mary, CrO\vley pensó que
·allí había algo•, como prudentemente consignó.
Mary también había visto a un lurco de cabeza negra-podría ha-
ber sido 1ambién un egipcio- que lle\'llba un tarlmsh.' y un cinturón
rojos y se llamaba.Jezel; una de sus manos se hallaba cubiena de piel
de cocodrilo. El anciano gentilhombre de la luenga barba blanca
dijo que •estaba inteniando apoderarse del libro, pero que el her-
mano Perdurabo se haria con él•.
Crowley comenzó des.mando al anciano. Se trataba de una pre-
caución necesal'ia, a causa de que las formas que aparecen en una
visió11 astral pt1ede11 convertirse en den1011ios. Gro'''ley 110 mencio-
na con exactitud la manera según la cual desafió al anciano, pero es
probable que le dijera: ·¡Haz lo que Quier-as será toda la Ley! •. V, si
ante este saludo lhelémico no se desvaneóa inmediatamente, en-
tonces es que era digno de confianza.
La vidente se quejó de que no veía con claridad, y confesó que
estaba atemorizada.

198
El anciano dijo llamarse Ab-ul-Diz.
Perdurabo le preguntó, :a través de Mary: •¿Y el 78?•. Ab-ul-Oiz
contestó que él era 78.
Aquello debió causarle a Crowley un sobresalto, pues 78 era el
número de Aiwass, su Santo Ángel de la Guarda. Siguió desafiando
a Ab-ul-Diz, al p1·eguntarle: .¿Qué es el 65?•. Era el número de Ad-
ni, también conocido como Adonaí, •El Señor>.
Ab-ul-Diz contestó que Pe1·durabo era el 65, y que su edad era 1.400.
Ante aquello, Crowle)' debió habe1· albergado serias dudas acer-
ca de la capacidad de viden'te de Virakam. Sin embargo, cayó en la
cuenta de que, de acuerdo con su Diccionario Cabalísúco, Sepher
Sephirot, publicado en el número ocho de The Equinox, ¡ 1.400 era el
número del Caos!
Lo siguiente que hizo Crowley füe dar la •palab1-a de paso• del
equinoccio•, pero sólo consiguió que Ab-ul-Diz frunciese el ceño.
Crowley se daba cuenta de que todas aquellas tentativas para des-
cubrir la identidad de Ab-ul-Diz eran insaúsfactoria5, p<:ro Ab-ul-Diz
prometió que regresaría después de siete días, a las once de la n<>-
che, para aclarnr todo; y le dijo a Perdurabo que le invocara me-
diante el ritual del Nonato••.
Era curioso, observó Crowley, que aquella nueva revelación lle-
g-ara en el momento en que el Liber Legis estaba a punto de ser pu-
blicado en Tfu¡ R<ruinox.
~ás tarde, se fueron a Saint,Morit1_
En los momentos de tranquilidad d e aquella semana, Crowley
habló a Mary de su trabaj o mágico para • evitar preguntas sobre si
lo había en tendido o n<>-. Toda posible confusión debía ser e'~tada
a toda costa. Si los miembros d e la H e1mandad d eseaban comuni-
carse con él, deberían hacerlo sin ambigüedades.
Crowley lle•-ahll consigo los sigu ientes adita mentos mágicos:
l. La •Vara de Ébano• , rematada por el Zafiro Estrellado y las
se rpientes de oro. La espléndida piedra preciosa, de un translúcido
azul, se hallaba e ngastada en uno de los cxu·cmos de la vara mági-
ca. Las .-.seri)ie11tes de oro•, como las del c.adt1ceo~ o vara, de Her-
m cs, estaban seguram ente entrelazadas a lo largo. Pero quizá Crow-
lcy se refería a Ja d iadema de oro, con el u.raew, el S<tbll-ado áspid
egipcio", emblema del poder suprem o, tal )'como aparece en una
de sus fotografias, quizá de aquella misma época.
2. La túnica de Neófito de la Orden.
3. La • piedra de ver• d e topacio tallado, embutida en una cruz,
descrita como una • rosacruz», y colgada de una cad ena de oro y

199
perlas; era la misma • piedra de ver• que en 1909 había utilizado en
el desierto, cuando se hallaba acompañado de Victor Neuburg.
4. Su campana mágica, Uarnada Campana de Electrum Magicum:
que no era otra cosa que una aleación de los siete metales de los sie-
te planetas.
5. Su anillo mágico.
Con gran sorpresa, descubrió que Mary había llevado consigo un
vestido flotante de colores azul y oro, un •abbai• -Aba o Abaya, una
prenda árabe de forma de saco- como el que, a veces, los miembros
femeninos de la Golden Dawn vestían en sus ceremonias. En aque-
lla prueba reconoció la mano de Ab-ul-Diz.
El salón de la s1tit~ que ocupaban en el hotel se hallaba decorado
con un espejo muy grande. • la estancia•, escribió Crowley, «debe-
rá estar dispuesta de una manera armónica, con el espejo haciendo
de Oriente• .
Mary estaba vestida tal y como se prescribe en el Liber Legis, ca-
pítulo I , versículo 61: • ... Lle\<ar'.Ís preciadas joya.s... te insto encare-
cidamente a que te presentes an te mí con un simple vestido, y
cubierta con un precioso tocado» . Una vez má~. Cro\.vley pe rcibía
un profondo significado en el •abbai• azul y oro (el simple vestido)
que Mary había incluido en su vesmario.
La noche d el 28 d e n oviembre de 1911 . el templo en que se ha-
bía convertido la .tu.it.e de su hotel había quedado dispuesto de la
siguiente manera: el gran espejo, que casi llegaba hasta el techo,
se encontraba en el rincón del Oriente, es decir, en la posición del
altar. Alineadas frente a él se haUaban cinco sillas, una para cada
uno de los miembros de .la Confraternidad Blanca (los que habían
enrojecido) , vistos por Mary, primeramente en un sueño y des-
pués en un trance, que miraban hacia el exterior de la estancia.
Una mesa octogonal, en la que se habían colocado el arsenal má-
gico del tae nnano Perdurabo, los libros de invocaci611, el incienso
y un bra5erillo, estaba casi en el centro de la habitación. Detrás ha-
bía una gran mesa rectangular. Er1 su lado izquie rdo se encono-a-
ba un reloj, símbolo del Tiempo, mientra~ que en el derecho po-
día verse una lámpara, símbolo del Espacio; e n el lado que se
bailaba frente al espejo se habían dispuesto los Libros Sagrndos de
Thelema; y en el restante, en donde estaba el Mago (Crowley), pa-
pel y pluma
En la pa.r ed de la izquierda se encontraba una ¡puerta que daba al
pasillo del hotel, bloqueada mediante un sofá. En la pared opuesta
se apreciaba una ventana que se abría a un balcón. Y en la pared de

200
detrás de Ja mesa e o Ja que se e nco n traba Crowlcy, y a la que éste da-
ba la espalda, otra puerta conducía hasta el donnitorio de Mary.
El resto d el mobiliario original d e la estancia había sido am on-
tonado e n un rincón, situado e n el otro extrem o de la diagonal que
formaba con e l rincón do n(lt• enco n traba e l espejo mágico; y ha-
M

bía sido aislado de l te mplo median te una gr.in pantalla dispuesta


enfrente de él.
Exactamente a las 10:38, Pcrdurabo entró e n el te mplo, conve-
nientemente ataviado, y encendió el incienso de Abra·Meli n, que
estaba compuesto de o líbano, stacte" y madern de áloe y producía
un agrada ble perfume. A las 10:40 procedía al Rirual Me nor de Ex-
pulsión del Pe ntagrama para purificar el a ire d e espíritus indesea-
bles. Mary, conven ientemente vestida con su ~abbai• y su preciado
tocado, ya se había arrodillado en el piso, e ntre la pequeña mesa oc-
togonal y las cinco sillas, frente al es pejo.
A las 10:45, Perdmabo come nzab a a entonar las siguientes pala-
bras, sacadas d e un papiro greco-egipcio" :

A Ti te in\'Oco. Nonato.
A Ti, que creaste la Tierra y los Cielos:
A Ti, que creaste la Noche y el Día.
A Ti, que creaste las Tinieblas y la Luz.
Tú eres Osorronofrís: Aquel a quien ningún hombre nunca ha
visto.
Tú eres.Jábas:
Tú eresj apos:
Tú has disúnguido el Justo del Injusto.
Tú hiciste la H embra y el Macho.
Tú produjiste la simiente y el f ruto.
Ttí formaste a los hombres para que se amaran entre sí, y se odia-
ran entre sí.
Yo soy Moshcb, Tu Profeta, en q uien Tú depositaste
Tus :Misterios, la• Ceremon ias de lshrael:
Tú prod1!iiste lo seco y lo húmedo, y lo que n utre a toda Vida.
F..scúchame Tú, pues Yo soy el Ái1gel d e Pafro O.Orronofris": és-
te es Tu Verdadero Nombre, puesto en manos de los Profetas de
lshracl. F.sc1íchame, y haz que todos los Espíritus se sujeten a Mí;
que cualquier Espíritu del FirmamenLO o del ÉLCr, o de la Tierra, o
bajo la Tierra; en la tierm sern o en el Agua, o en el Aire Giróvago,
o en e l n igiente Fuego; y todo Encantamiento y Flagelo de Dios, Me
obedezca.

201
A Ti i11voco, Oios Invisible y Terril>le: Que moras en la Vacía Re-
gión del Espíritu.
Al'ogogorobrao: Sotliou:
Moderio: Falarthao: Ooo: Apé. el Nonato.

El mago se identifica con el dios al que invoca, perdiendo la con-


ciencia de sus limitaciones humanas, inflamándose a sí mismo por
medio de la oración. Toda la teoría de la magia se basa en tres pro-
posiciones, una de las cuales consiste en la fe del mago en su ilimi-
tado poder. Esto explica la petición de Perdurabo, y que cuanto más
e laborada estuviese, más cerca se bailaría de ser concedida. •Escú-
chame, y haz que todos los Espírirus se sujeten a Mí., etc.
Crowley había aprendido esta invocación en la Golden Oawn, cu-
yos dirigentes habían comprendido su valor para el cumplimiento
de su trabajo. Es conspicua por su empleo de •nombres bátbaros• ,
c11ya entonación ayuda a producir la C(>rricnle deseada; se tardar1
once minutos para llevarla a cabo, y, dice Crowley, «haciénd olo con
gr.in •igor y seb'Uridad, como si sólo se 1ra1ase de simples venos eso-
téricos•. La versión que aquí se ha dado. sólo una parte, ha sido to-
mada de The Book of lile Goeti,a of Sol.omon the King (en donde apare-
ce como una especie de preámbulo), una obra que Crowley había
tomado en empréstito a MacGregor Ma1hers. En su tratado MagúJ.
Teoria y Práctica, cuy·a primertt edici{>r1 aparece e11 1929, algu11os de
los nombres bárbaros han sido reemplazados por otros, más en con-
sonancia con la doctrina de Thclema.
Eran exactamente las once en punto cuando se <.:srablecía con-
tact.o con e l anciano ntago.

Perd.: C11.i·ti.s n(!men. eJ i'\lemQ1.>, f'Tlt:er A.- .A...·. al..tsl (Aql1el. Cltyo
nornbre es Nadie, hern1ano de la A...A. · ., está prese11te).

Mary, que se })aliaba debidame nte p1·cparada 1ncdiantc hl bebi-


da y el sexo (ya habla tenido lugar su opu.s) , se encontraba en un es-
tado sumamente receptivo. pero no ér..l una buena méditJm 1 como
Crowley no tardó en comprobar. Al>-ul-Diz hablaba a través de eUa,
pc)r lo que Mary tenía d<1~ voces. la suya y la rlel anciano n1a.go.

Vidente: El l1ombre de bla11co e.a2 presente, y quiere saber qué


11

es lo que cJe;eas.
Petd.: N~da, ¿le he llamado yo o él a mí1
Vidente: Ha sido él ... ¡Pero si sale el 77!

202
Para Perdurabo aquello tenía cieno sentido, puL'S 77 era el valor
nmnérico del nombre, esclito en alfabeto hebreo, de su otra Mujer
Escarlata, Leila 'A'addell.

Perd.: ¿Por qué· ine has llamado?


Ab-ul: l.'ara enu·egarte este libro.
Perd.: ¿De qué rnodo me será e ntregado?
Ab-ul: Por medio de la Vidente.

(La vidente se queja de que no tiene ningún libro.)

Pcrd.: ¿Afinnas pertenecer a la Confraternidad de la A. · .A. · . ?16


Vidente: Sobre el pecho lleva unas letras negras que <Licen
A. · .A.· .• pero ah.ora cada t11la de ellas se está convirtiendo en un 7.
Perd.: ¿Qué es lo que quiere de<:ir A.·.A.· .?

En aquellos momentos, Ab-ul-Diz oo hacía ou-a cosa que exhibir


con gr.in rapidez series de números, pero con ello no presentó prue-
ba alb•tma de su sinceridad, o si.quiera de su existencia real.

Perd.: Da111e 01.1·os signos ele r11 i<le1lli<lad. Por ejen11>.lo. ¿eres Sa~
pinzs Do,ninahil11.1· Astris?
Aquél era el nombre mágico de Anna Sprengel, la fundado m
de la Golden Uawn, quien habia concedido el pe rmiso a MacGrc·
gor Mathers )' a sus compañeros pam crear en Inglaterra d icha Or-
den.

Vidente: Sólo veo 11na calavera.

Era una respuesta satisfactoria, puesto que Sapiens Dominahitnr


A,)t1i~ t::-~lalJa J1 1 ut::-• la.

Pcrd.: ¿D~<> J)uce C..otn·ile 1''m-o es tino de vosotros?

Deo Duce Comite Ferro era MacGregor Mad1ers, e l enemigo de


Crowley. Ab-ul-Diz no respondió a esta n-iqui1iuela.

Pe1·d .: ¿lfix. DtlCC C<J-milc rmo ('.$ uuo de nosotros?


Ab-ul: No. Ya no.

205
Cierto. Ya no lo era.

Perd: ¿ú:rnoces esta palabra: MAKHASHANAH?

Era una palabra que había sido dada a Crowley durante su per-
manencia en el 27° Aethyr, de «La \>Ísión y la voz».

Vidente: La escribe con letra.o¡ de oro y <les-pués acaba con una


cruz negra.

(La vidente se queja de que algo se encuen tra a su lado, echán-


dole encima el aliento.)

Perd.: Pregunv'l de quién se rrata..

(Perdurabo cae en la cuenta de que puede ver pequeños ele-


mentales que intentan pasar inadvertidos.)

Vidente: Del hombre negro; ahor.i lle\'a un turba.nte blanco.


Perd.: Dile a Ab-ul-Oiz que se lo lleve, a no ser qtlc lo haya en·
\~ado por algún moti\'o.

Crowley deja escrito que la vidente expulsó al incómodo intruso


que le echaba el aliento sobre la nuca. utilizando el número 541.
que Perdurabo le había entregado como protección contra el mie·
do. Y ella lo pronunció, lo escribió, o se limitó a pensarlo. En la Cá-
bala hebraka, 541 representa a Israel, y en la griega, a Prfapo.
Pero en ese momcnw, Ab-ul-Diz iba a tomar las riendas de aque-
lla s~-sión .

Ab-ul: Perdurabo debe completar la palabra Bal.


Perd: Balata. ¿Está bien?
Ab-ul: No.

Aquellas preguntas y respuestas un fútik-s prosiguieron hasta re-


sultar totalmente incomprensibles. Crowlcy veia, de manera sufi-
cientemente ciar.o, que buena parte de las contestaciones no tenían
sentido, y paulatinamente fue perdiendo su buen humor. ¿Quién
es, se preguntaba, esta inteligencia que dice Uamarse Ab-ul-Diz.?
¿Qué intenta comunicar? Crowley se preparó para aguantar penas
intinitas, si era preciso, con tal de llegar a descubrirlo.

204
Alrul: Pregúntame sobre e l nt1eve.
Pcrd.: Considémtc prcgu Dtado.
Ab-ul: Nt1eve es el 11úmero de 1,111a página de un libro.
Pe rd.: ¿De qué libro?
1\b-td: De tino de viajes.
Perd.: No tengo ninguno de esa materia. ¿Qué libro es?
Ab-ul: Uo libro de dis1>araces.
Pcrd.: ¿Qué libro de disparates?

En 191 L, e l nueve y la frase •tm libro de disp arates• poco o na·


da s ignificaban para Crowley. Sólo comprendió su s ignificado des-
pués de acceder en 1915 al grado de Magus en. el seno d e la Gran
Frate rnidad Blanca d e la Luz., la A.· .A.· ., c uyo valor numé rico es e l
de 9. 0 = 2", y sobre todo d espués d e haber escrito, durante el in·
vierno d e 1.917 a 191 8, The 8ook of Wisdom or Foll)• [El libro d e la sa-
biduría o del disparate], que, por supuesto, era e l libro d e d ispa-
rates al que Ab-ul-Diz se refer ía.
Lo siguiente que Crowley p idió al anciano fue un nombre mí.st:i·
co para la vidente, con e l que «Perdurabo pudiera llamar la• .
No hubo contestación de Ab-ul-Diz.
Vidente: No te lo diré.
Perd.: Dímelo, por favor.
\ licle11le: Dice que el JlOtrtbrc deberí:l ser el de: la s¿¡>LÍTr1a virge11,
y que ya no seré una virgen.
Perd.: ¿Qué nombre es? (Y repite la pregunta varias veces entre
larga• pausas.)
Vidente: Me ha enseñado dos o tres veces las letras V e l.
Perd.: ¿F-' culpa de la Vidente o de Perdurabo, que estas comu·
nicaciones sean tan füriles? (Pausa.) <Es de él?
At>-ul: (Obligado a responde r.) Si fueras capaz de comprende r
lo qltC qt1iere decir el 11l1eve, 110 lo c11contraría.s ñ 1til.
Perd.: De acuerdo. ¿Cómo puedo identificar ese libro? ¿Puedo
dís¡)011er ::ahora mis.n10 dt" t1n ejemplar?
,\ b·ul: No.
Perd.: ¿Dó11cle puecJo e ncon trar u1lo?
Al>-ul: En Londres.
Perd.: ¿En mi estudio?
Ab-ul: ¿Tienes en tll cstttdio cstantcñ as de color negro?
Pcrd.: Marrón oscuro.
Vide11 te: ¡No, negras!

205
Perd.: No creo.
Vidente: El libro tiene u na corona. y debajo de elJa.,, e n números
ro1nanos, el XXI.
Pcrd.: fvlás detalles, J>Or fu"or.
Vidente: ~te enseña otr•o libro 1 con un sol lla1ncantc; sus cubier-
tas son de oro.
Ab-ul: El Cm•rl!> Libro. T us inslrucciones a los hermanos.
Perd.: ¿Entonces, no lo \'Oy a J>ublicar?

(Al>-ul-Diz hace el signo del silencio, es decir, adopta la postura


de Harpócratcs, con el pulg-.ir sobre los labios.)

Perd.: Ahora comprendo, por ese signo, que no voy a publicarlo.


Ab-ul: ¡No!
Vidente: No, no, no, no . (Pausa.) ~f ú \'3S a encontrarlo. (Pausa .)
A_hora n1e enseña un anillo de oro.
Perd.: ¿Tiene alguna i1tsc1ipción?
Vidente: No ere(> q ue litaya dicho toclo lo q ue pen saba decirte,
que era por lo que había venido.
Pcrd.: Déjale que te d;cte lenta y clar•mente su mensaje. Me
pondré a buscar ese C.1t<trto 1... ibro, cuando djsponga de suficiente iI1-
fonnación.

Crowley echó un vistazo al reloj: eran las 11:55.

l'crcl.: ¿Desea continuar con esta conve rsació n tan poco sal.isfoc-
torfa?
Ab-ul: Ve a Londres. Encucnm1 el Cuarto Libro. )' c nt.régasclo a
los hermanos.
Pe rd.: ¿Dónde esuí e l C11orto Lilmir
Ab-ul: En Londres.
Pe rd.: ¿En qué parte d e Londres?
Vidente: ¿Conoces algún lugar de Londres que se llame • El Sig·
no de la Lt1na Nueva-?
Perd.: Los ha¡• a docenas con ese no mbre.

Poco después, la vidente se quejó de cansancio, y Crowley com-


prendió que la visión estaba a punto de acabar. Sin e mbargo, le pi·
dió a Mary que concertara w1a nueva cita con Al>-ul-Diz. A~í lo hi-
zo, y se quedó para el 4 de diciembre, de 7 a 9 de la tarde.

!06
Perd.: (Dirigiéndose a Al>ul·Diz.) ¡Adiós!
Ab--uJ: ¡Siete, s·i ele, sier.e, siele! ¡.A.diós!

De tal modo concluía la segunda comunicación con aquel mago


que decía llamarse Ab-ul-Diz.
A las nueve en punto del 4 de diciembre de 1911 , Crowlcy dio co-
mienzo a su visión oú:ruero tres. Se encontraba, por supuesto, cc)n-
venientemente ata,iado con sus ropajes negros, y JJe\'llba en Ja ma-
no derecha su \'l\ra de ébano, con las serpientes de oro y el zafiro en
el extremo; había tomado posición de1r.is de Ja gran mesa rectan-
guhu- y miraba la espalda de la vidente y el gran espejo, en el que
podía distinguir el reflejo del rostro de aquélla.

Perd.: Adswn! (¡Estoy preseme!)

Había notado que la ,.¡dente estaba bebida. Lo primero que divisó


fue el número 444, lo que le hizo pensar a Crowley que mejor haria
yéndose rápidamente a Londres a buscar el misterioso (:u.arto Ubro.
La vidente acababa de decir que •ellos•, presumiblemente los
cinco miembros de la Confraternidad Blanca, se habían sentado al-
rededor de la mesa lai-ga.
Perd.: ¿Cómo podré hacerme con el Cuarlo Librti'
Al>ul: Te c.srá esperando en Londres.
Perd.: No quiero la respuesta racional; q uiero la absurda.
Ab.ul: Mil cuatrocientos veinúnuc,1e.
Pcrd.: Explícate mejor.
Ab-ul: Diez ... l'or todas paiies h ay agua.

Crowlcy explica que el Cuarto Libro tiene q ue \•er con el agua.

l'erd.: Dime algo más.


Ab-ul: Rechazaste el barco que re ofrecí. Él er-.t el número uno,
con una c1be1.a de negro por mascarón, el espolón de oro)' la proa
blanca.
Vidente: Ab-ul-Diz úene en la mano una "ara con una punta de
lanza dorada. Ahora Perduraba, •·estido de blanco, adéntratc en la
\'isió n.
Ab-ul: Veintinueve. ¡Lec vciminuC\'d ¡Treinta y uno! ¡No pier-
das tiempo!

207
Esta última recome ndación pudo baber sido dirigida por Perdu-
rabo a la vidente, ya que, según una anotación de Crowley a este tex-
to, la vidente <lcbía ser excitada por... (sigtae tan signo qt1e se refie-
re al falo en e rección) para recargar sus facultades visionarias,
siempre de acuerdo co11 la tradiciór1.

Ab-ul: Lee sesen ta y nueve.


Vide1tte: Ab-111-Diz está ahora de negro. La estancia... por e l in·
d enso. Su nombre es Yo Sor.
Pcnt.: ¿C11ál es 111i nornbre?
Ab-u l: KAM.
Perd.: ¿Cuál es el nombre de la vidente?
Ab-ul: Siete !.e rras h e braic.'lS.

La vidente pudo d1stmgui rl.as, pero no leerlas.

Pcrd.: ¿Qt1é 11on1brc es ese?


Ab-ul: Un nombre místico.
Pe1xl.: ¿Cuál?
Vid en te: Un ciclo estrcUado.
Perd.: ¿Tu 11ombre?
AJ'.rul: V1 R~\~\l.t.

Finalmente. d espués de t.odas aquella• p rc¡,'lmtas directas y sus


exasp el""dllles respuestas, el nombre má¡,>ico de Mary d 'Esté en la
Gran Obra e ra revelado: Vir-akam. Ab-ul-Diz no tenía toda la culpa,
pt•cs la vidente er.a derrta.\iado i11col1cre1lte.

Vidente: Los hcnnauos se están volviendo rojos el día r1t1eve.


Una bola blanca n 1cda sobre la mesa, de u 11 lado a otro, y nl1nca
cae. ÜLÍ.n visúendo a Pcrdurabo con t'O¡xu acad émicu, y con una
cadena con llna cn1z.. Ahora votari. N t1cvc votos; dos abstenciones.

Según comcnló Crowlcy, esto era u.na predicción ele su inicia-


ción en la O. 1'. O. de Berlín, al año siguiente (véase el capítulo LS).

Perd.: ¿Qué están votando?


Videncc: No alcanzo a comprenderlo ... ~ie gtmaria que me d e-
jaras q11e ine fuera. Déjame q-ue me vaya ... No co11sigo dccidinne.
Perd.: Tú tienes toda mi simpaúa.

208
La hermana Virakain se interrumpió y, casi al instante, excla-
mó: •¡Llévame a casa!•. Crowley la describe a punto de echarse a
llorar. S.u mente se hallaba perdida. Al poco decía que quería es-
tar cerca de él .
•Estás cerca d e mí, cariño., le respondió Crowley.
~1omentos más tarde, comenzaba n t1evamente a tener vision es.

Vidc11tc: A mí también me han pttcsto tu1a tí1nica oscura. igual


que la que tú llevas. ¡Oh, tengo miedo! ¡Tengo miedo! (Todo su
cuerpo tiembla,)' también jadea.) ¡Un.a sola estrella! Ab-ul-Diz tiene
debajo del ple una calavera y dos huesos entt•ec;·u11.ados.
Perd.: ¡Bien!
Vidente: Los huesos entrecruzados forman el soporte d e una si-
lla. A.hora se e nc11entsa vacía... Alg11ie1,1 llega )' se sienta con las p ier·
11as cruzadas. Hay 1u1a ca1r1pa11a sobre la mesa. El a11cia110 hace sólo
lo q ue ellos le d icen. Lleva un brazalete e n el brazo ... Un enemigo
te rrible se está levantando contra Pcrdttrabo.
Perd.: ¿Quién?
Vidente: Es un ho mbre alto, de rostro afeitado, cabello pei na~
d o hacia atrás, con una ec.ia<I co rr~r>.re11c.i ida e rllre los treinta y c ua-
renta-
Pe rd.: ¿Su n ombre?
Vidente: N ... GNC:B. Bingha1U. Alguien acabado e n • han» .
Perd.: ¿BiJ'mingham?
Vidente: Sí~ podría ser. Pero tú le mostrarás la blanca pluma de
la paloma ... una p luma ... mojada e n tinta... Todos van d e negro, con
la cabeza tapada. sólo se les ve los ojos. Todos están cantando algo,
escrito e n el libro. Oadca.) No qujcro segttir más.

Crowley decidió concluir aquella visión poco satisfactoria, pero


antes pidió a la vidente que se informara de la fecha de la próxiina
comttnicación.

Vi<le1lt.e: El diez d e dicienlbre. a la~ n tteve d e la n oche.


Perd.: Di, \falt! Frater.' (¡Adiós, l1er1nano!)

La vidente lo dijo.

Ab-ul: (Se va, llevándose una arqueta] .


Vidente: Veo lirios.

209
Del balance de Crowley sobre los resultados de aquella visión se
dedu·c c que la vidente ya se había convencido de la realidad de 10-
do aquello, lo que no había ocurrido la vez anterior.
El JO de diciembre, a las 8:40 de la tarde, Crowley escribía en su
diario mágico que había dispuesto ceremonialmente la estancia del
hoLcl como las ou-as veces, pero que e n aquella ocasión iniciaría el
rilo re<:itand<> la lnvocacic.)11 a H orus);. Lo que hizo, exac1:an1ente a 1

ias 8:50.
Durante la invocación ocurrió un incidente de mal augurio: el
Zafiro Esu·ellado se cayó del exu·emo de la vara de Perdurabo y se
perdió.
A las 9: 18, Perdurabo anunció: Nemo tulest [Nemo -Crowle}~ está
presente).
Perdurabo, q ue estaba mirando más allá de los velos de la ma-
teria, observó cómo el cuerpo de la vidente se daba la vuelta hacia
él. En realidad, ella le daba la espalda y miraba al espejo que esta-
ba en una de las esquinas de Ja habitación. Entonces vio cómo se
dirigía hacia la gran puerta de u n templo (otro templo, no el que
ellos habían preparado en el hotel), yendo siempre haci.a la iz-
quierda, el lado ocul!o, el lado del inconsciente. En el inu::rior de
aquel templo astral no había o tra cosa que una cripta, vacia e in-
sondable; pero no estuvo mucho tiempo \;'(lCÍa, pt1es, súbitamente,
•una blanca figura se hallaba sentada en un sal iente que había en
el centro•.
La «blanca figur"" alzó la ruano izquierda, manteniendo el pul-
gar muy separado de los demás dedos; de ella colgaba una cadena.
En Ja otra mano tetúa una vara negra con la que apuntaba a las lí-
neas de la mano levantada. Para hacer las cosas más complicadas, la
palma se hallaba cubierta por un vidrio azul que d ejaba ver las li-
11c-a."', seis e11 total, y e11 cada uno de sus extremos había fif,'llr'dS di-
ferentes, C<>m<> ur1 l1ombrc a caballo, un p~jaro negr() y cosas así.

Perd. (cou impaciencia): Preg6ntale dónde está d anciano.


Vidente: Se haUa a nú lado.
Per<I.: ¿Cuál es su verdadero n1cnsajc?
\'idence: l·lay algo que no rnarcha bien. No sé ql1é p11cde ser. No
lo veo. ~te eocueolfO en un (lesierto. ¿l'uedcs sacanne de aqt1í?

En un intento de explicarse aquello, Cro\\'ley pronunció seis ve-


ces el nombre de su Santo Ángel d e la Guarda, Aiwass. Siguió una
larga pausa.

%10
A las 9:36, la vidente comenzó a gemir: nuevamente se quejaba
de que algo no andaba bien, y pidió a Perdurabo que intentara me-
jorru· su sitttación.

Pc rd.: ¡Alxol-Diz! ¡Ab-ul-Diz! ¡Ab-ul-Diz! ¡Ab-ul-Oiz! ¡Ab-ul-Diz!


¡Ab-1~-Diz! ¡Al>-ul-Diz!
Vidente: Una gra_n puerta 11cgrd.
Perd.: ¡Enrm por ella!
Vidente: Eslá cerracla.
Perd.: ¡Ábrela por la fuerza !
Vidente: Un cncapuc l1ado la está vigilando.
Perd.: Échale fuera. Dale algún signo.
Vidente: Debería llevar algo puesto e n la cabeza.
Perd.: Ponte una venda blanca.
\
Virakam llevaba su acostumbrado tocado, pero en la visión su
imagen llevaba los cabe llos al aire; fu e necesario que dispusiera de
un blanco vendaje astral.
VidenLe: :--lo p1Jedo ver llada. No puedo hacer nada. ¡Si al n1c nos
es1t1\iera el ancia110?
Perd.: ¡Vaya! ¿Pero no está?
V.denle: ¿Es ya la hora?
Perd.: Sí. ¡Q uit.á te has confundido en algo!
Videnle: Ahora \'CO la pri111era es:ra11cia, llena de figi.1ras con ro-
1>ajC11 negros q ue e11tán cru1.adas d e braws; úenen los ronros cu·
bíertos con las capuchas.
Petd.: ¿Se e11cuenrra e l anciano enrrc ellas?
Vidcm e: Seguro, si al menos pudiera ncercarme ha~1a él.
Perd.: Llámale por su nombre.
Vidcn[t: No cstá1·i tan cerca de 1ní conlo de cosct1mbre .
Pcrd.: Pregu nta el porqué.

Viraka m se derrumbó. No e ra una buena videme: todo estaba


m uy borroso. Ad mitió q u e quizás era e lla la que n o e ncaj aba.

Pcrd.: Pide 1>c•'Clón; p regunta q ué es lo que tienes q ue hacer pa-


r'd que las cosas v·aya.n n)ejor.
Viden te: Debo obedecer.
Perd.: ¿Ero qué has desobedecido?
Viden1.e: En la fe.

211
Perd.: Pero ¿fe en qué?
VidcnLe: f~e en todo. Ni siquiera 1oe he atre\~do a dar dos pasos ...

De repenle, Virakam se imerrurupió y exclamó: •¡ No puedo ha-


cerlo ! ¡Voy a morir! Ni oigo ni siento nada. ¡Quiero irme de aquí!•.
Crowley esperó paciemememe a que se recobrase y pudiera con-
tinuar. La Obra era más importante que los sentimientos o la salud
de Virakam.

Perd.: ¿Puedes hacer algo para arregl!ar las cosas?


Vidente: No puedo hacer nada, cariito.
Perd.: ¿Es eso lo que ellos te han dicho?
Vidente: ~'le han <licho que espere.
Perd.: ¿Nada más?
Vidente:/\. n1í nle toca serviJ·.
Perd.: ¿Sel'\•ir a quién?
Vidente: .t... los fines.
Perd.: ¿A qué fines?
\ lidente: A los de Perdurabo.
Perd.: ¿Cuáles son sus fines?
\ 'idente: Llevar la luz.
Pcrd.: An1én. ¿Qué puedo hacer par..t ayudarce en tu tarea?
Vidente: Obedecer.
Perd.: Pero si yo no deseo mandar.
\ fidcnte: El camino se hará c laro. Seremos cogidos de la mano y
guiados para que no nos confundan1os.
En aquel mome nto eran las 9:58.

Pcl'd.: ¿Tenemos que ir a Ír:l.ncia o a Italia?


\ Tidentc: Veo un candelabro con tres velas.

Crowley inlerprelÓ aquello como un si~rno de que debían ir a


halia.

Vidente: EJ anciano \'endrá mañana a las siete, y solo.


Perd.: ¿No podríamos quedar a una hora m;t, convenie nte, co-
mo las diez.?
Viden1c: Sí, a las cliet.
Pcrtl.: ¿Desea que utilic.c la misma invocación que esta noche?
Vidcn1c: Prepárate mejor. Utiliza el ri10 sagrado.

212
Perd.: ¿Qué rito sagrado?
Vidente: El que tL.abas para la iniciación.
Perd.: ¿Quieres decir la apernira?
Vidente: Sí.
Perd.: Muy bien. Val.e l+aJer! ¿Qué debo hacer a la videote?LS.
Vidente: Seis mil doscientos ochenta.

Crowley interpretó este número: quería decir que debía dar vino
a la vidente.

Perd.: ¿Después del apropiado cumplimiento de los Ritos de Ve-


nus?
Vide nte : ¡Sí, en verdad!
Pcrd.: Vale Fraier!

De tal modo se dio por concluida la ceremonia, y mientras Per-


durabo salía del 1ernplo, Virakam vio que su compañero te nía cua-
tro oj os en lug-ar de dos.

A las 9:30 del día s iguiente, 11 de diciembre, se procedió a la


apertura d el templo mediante el ritual 671 , La co11strocció11 <U la Pi-
rámide (véase el capitulo 13). Virakam, instruida por Ab-ul-Diz du-
rante la visión anterior, se hallaba bien pre parada. Crowlcy escribió:
•Vidente excitada por media bote lla de Pommery de 1904, y por
Eros; templo abierto con 671. Al final, la vidente gritó e ntre gemi-
dos: "¡La Bestia!". Ahora son las 9:49• .
Vidente: La Bestia l•a venido. Abre su boca. ~·lttchos pcrson~j cs
salen de clla.
Perd.: Describe a la Bestia.
Vidente: ¡Cran Dios! Es ttemenda. Como un buey, y entte sus
cuen1os tiene orro cuerno retorcido. (Gime.) Le baja hasta la cara.
L.a mitad de su pata derecha es blanca ... Es una flecha, y debajo de
la flecha esrá la letra V. ¡Yo sólo b1.1s.co la "enlad. la \'Crdad. la verdad!
J>erd.: ¿Cuál es su nombre?
V.denle: Me parece q ue es Ur•no ... Eros quiiás.

Crowley intercala en este pwlto su comentario de que la vidente


ha llegado a hacerse ininteligible.
Sigue tw cie!'to número de inúúles preguntas y de insatisfacto-
rias respucs1as. Y después:

215
Perd.: Háblallle del Cu""º Ubro.
Vidente: Es lo 01ás U:nponan1e. "'r e lo enoonu.-a.rás tuando nlen<>s
lo pie11scs.
Perd.: ¿Cón10 ... ?
\fidence (inte1Turnpiéndolo): ¡Espera! ¡Ten paciencia! ¡Trabaja!
¡No reniegues ele nada! Las cosas nlás siinples tienen los rnayores
significados. Te en4;uencras en el buen can1ino. El Ctta.rto /Hi/J1v sig·
nifica Libe11ad pa1-a ,todos. Es la luz.
'
Para variar, Crowley puso sus preguntas en clave, utiliwndo, a
causa de s u sencillez, el mismo sistema cifrado que Levin le propo-
ne a Kitty en la novela Ana Kanmina.

Perd.: ¿Li.d.l.p.n.h.d.s.e.p.> (¿l_a insu·ucción de la pasada noche


ha de ser ejecutada puntualmente?)
Vidente: Sí, pero hay má.s. Pregunta de Hlttvo. Se están proclu-
cicndo grandes aoo11tecirnientos y aW1 re e n.cue11rras Ue110 de dudas.
Ten confianza.
Perd.: ¿P.c.l.i.d.l.p.n.? (¿Puedo cambiar la instrucóón de la pa·
sada noche?)
Vidente: No. Tú eres la prueba. Obedece. Ella sir1e.
Per<L: ¿Coándo hablarernos ru.aev-Au1et1tt: t:on él?
\lideuce: Esca noche. Si quieres, pod~Js saberlo todo. Sólo tienes
que preguntar co11 claridad. Allí están todos; el once, el cinco y el sei.s.

Con esta l'espuesta, de 11uevo se acenLúa el grado de incol1crcr1-


cia de la comunicaci6r1.
Pe rd. (con tono d ecidido) : ¿P es el L del E? (¿Perdurabo es el lt>-
gt>J del Eón?)
Vidente: ¡Él es el O del E!

¡El Demonio d el f:ón ! Al oír esta respuesta, Crowley se sobresalcó.

Pe.t·d.: ¿Cuá11do \ia_t11os a verlos nue,"31nt:nle? 1".


Vid ente: ¡Oh, Dios! ¡Espero que mm<.,! Estoy muerta. Estoy
muen:.. Estoy muerta ... No te lo diré. No te lo diré. No te lo diré.
Estoy can.sada. Para el 13 no estaré aquí. Me "ºY· No obedeceré. No
obc ... (•Ad lib.•, cscribi6 Crowk-y, que estaba anotándolo todo, cgri·
tos, gemidos y suspiros-).
Perd. : ¿El día 13. a qué hora?

214
Vidente: A las nueve.
Perd.: Entonces, \!ale, Frater! <Y así despide a Al:rul·Diz.)

Crowley añadió, corno nota a pie d e página de esta última co-


1nunicació111 esta informació11 complementaria:

Anles de la Orgía y de 1os Encantamicntos'l(I, la vidente estaba


echada en el sofá, eb1·óa; los Once" llegaron hasta ella y le entrega·
ron sus nústicos dones, WlO el conocinlient.o. otro el poder, otro la
sabiduría, etc., diciendo que todo era por la causa. Sellai·on sus re·
galos ba.tiolt> ad cu:111iunif' . El úl timo dijo: «Yo te a.r>0rr.aré la seroiUa
de la que saldrá fruto"' .

El día 13 se abrió la sesión sin ceremonia alguna, exactamente a


las 9:06. Crowley dijo simplemente: "¿Lisia?•. No sabemos lo que le
contestó la vidente. ya que no ha sjdo recogido. pero un minuto
más tarde Crowley anunciaba: Nem.o tukst [Nemo está presente]. A
las 9:10, la vidente es1aba preparada.
Pcrd.; ¿Está aquí 1\ l>-t1l-Oii?
\ fidento: f:st.á aquí desde h~'\Cé poco.
Perd.: ¿Contestará a las preguntas?
ViUt:."11t~: Sí. (P~ u:ta.) E~i.a 11u"lu;; lial uá p1ulJ l e1na~. l .o ~c11y ~in·

tiendo.
Perd.: ¿Por qué?
Videote: Falta de fe. Si tú sólo creyera< y proccdicraL
Perd.: ¿Quién es e l que du(la?
VirlMlfP: T t't.
Perd.: No es cierto.
VidCT1tc: Sí que lo cs.
Pcrd.: Hai sido tú, Oh vidente, quien ha dudado.
V 1dei1Le: l'onme a prueba.
Perd.: ¿R.K.a.s.p.?

Mary d'Esté poseía un valioso colla r de perlas. Crowley, pensan-


do en una «suprema prueba.• de fe, le hace 1.a pregunta, aunque am·
p~ rándost: en I~ c la\'(": '(¿Rt"n11nriará K11n<lrya ~tas pP.rlas?». Ktindry,
según cuenta Wagncr en su drama. musical Parsifa~ e ra la legenda·
ria mt~er que, al h aber~c re ído de Jcsttcri.sto, por llevar la cruz., f11c
condenada a uo inextinguible dolor que durará hasta el fin de los
tiempos.

2 ¡.;
Vidente: No, todaví~t no.
Perd.: ¿Y en ese caso. qt1é oct1rrirá?
Vidente: ¿Qt1é fue lo que te ocunió antes a ri?
Perd.: ¡..\h, Dios! (Pausa.) ¿Es demasiado tarde?
\ fidente: No. No es den1asiado tarde, si110 que es de la fe, de Jo
que hay demasiado poco.
Percl.: Ten esto en ms manos (le entrega las perlas).
Vidente: ¿Poi· qué? (So1·prendida.) Han desaparecido; no has de-
jado nada; ya no existen. No importa. Me cnct1cntro a gt1sto con
ellos. ¡Cómo lo saben! ComienL.'\ st1 nombre con Ja úl tima letra; es--
críbelo de otra n1anera y añade veintidós. ¡Comienza con ZIDLUBA,
Oh, bromista!
Perd.: ¿Qué ha• hecho?
Vidente: He tirado las perlas. Tenía toda la razón". Él me dijo
que lo hicie ra_. Si t(1 no puedes darme rcg-alos cspiritt1ales, ya no ne-
cesito ninguna cosa de valor. No necesito perlas; lo que necesito es
luz.
Perd.: ¿Qué hay que hacer con las perlas?
Videme: ¡Nada! No tienen valor. ¡Comprende, por el amor de
Dios 1 coropreude!
Pcrd.: ¿L.. p.t..q.s.c.a.V.? (¿Las perl~ts tie nen que ser enviadas a
V.V.V.V.V."?)
Vidente: Espera y lo sabrás. Ya te ha sido contestada anterior-
n1cnte esta pregunta.

En resumen, el mago Ab-ul·Diz, uno de los j ete• Secretos, co-


municó a Crow!ey, por mediación de la hermosa Virakam, que le-
nía que escribir una obra sobre magia, que habría de llevar por tí-
tulo El Cuarto libro. Y que él y Virakam tendrían que ir a escribirla
a Nápoles. (Crowley, naturalmente, se quedó con las perlas.)
Despué.; de varias aventuras y de una serie de litil(io.~, M: queda-
r(>Il c11 la Villa Caldarazzo, c11 Posilippo. cerca de Nápc>lcs, donde
Perdurabo, que se encontl"aba con ánimo seguro y creativo, dictó
rápidameme la obra en cuestión.
El Cuarto Libm es una exposición clara e ingeniosa d e esas dos
malcrías, tan incicrt.aS, que son la magia y el yoga. En él usaba por
vez primera la f. anglosajona, en conj11nci6n c.nn la c. formanrln la
palabra magick, (en lugar de la usualmente utilizada en inglés para
significar la magia, o sea t11.agic). rel,.cionada con la cie11cia de los
Magos, que es contraria a la práctica de les simples conjuros. Tam-
bién había otro signifiGt.do oculto, pues la .Íl era la inicial de k14is, pa-

%16
labra griega que se refiere a los genitales femeninos, que a pal'tir de
aquel momento iban a desempeñar un papel importante en los ri-
tos mágicos de Crowley.
Cuando Crowley se cansaba de tomarle el pe lo a otros, comen-
zaba a tomárselo a sí mismo. Lo que sigue es parle del pre-ámbulo
del Cuarto libru. hay que puntualizar que lo escribió Perdurabo, y
no Ja hermana Virakam.

Era cerca de medianoche. En aque l momento, dejamos el dicta-


do e hiciinos un alto para charlar. Entonces Fra. P. dijo: «-¡Oh, si con-
siguiera dictar un libro como e l TM te k.ing.». \' ce11-ó los ojos como
1

si esmviese meditando. Yo había notado. poco ante.•. un cambio en


su rostro, ciertamente extraordinario, coroo si ya no fuera la n1isma
persona; de hecho, en los diez minutos que llcvába1nos lial>lando,
me pa,reció que era mucha5 personas. Observé parciculannente que
sus pupila5 se hallaban can dilatadas que el iris aparecía totalmente
negro. (Me síent.o est.ren1ecer profundamente cuando pienso en
aqueUa noche, al punco de que me faltan las palabras.) Y después,
muy le ntame nte, toda la cs,tancia se llenó de tu1a densa luz amari-
llenta (de un fuerte color dorado, pero que no er.i brillante. Quiero
decir que no era desh.1n1brante, sino suave). Fra. P. me parecía que
era con10 una persona a la que nunca hubiera visto. pero a la que ccr
noc.iera mt1y bien: su rostro, sus rop~j es y lO<io er"11 <iel tnisrno color
amarillo. Estaba tan turbada que miré hacia e l techo. para ver qué
eta lo Que causaba Ja luz, pero sólo Jo~ré 'tler las lámparas. Entonces,
la silla en la que él estaba sentado pareció elevarse: ahora parcda un
trono, y é l pareda qt1e estaba muerto o domlido, pero con t0<.ia se-
gu1·idad >'ªno era Fra. Perdurabo. Aquello me espantó, e intenté ave-
riguar algo retorriendo con la rnií'áda la habilJldón; cuaJido volví a
mirar al sitio e n el que estaba" la silla había vuelto a bajar y él seguía
con10 antes. Me di cuenta de que estaba sola; y pensando que él es-
taba 1nuerto o desvanecido - o algo mucho peor- me desmayé.

~~ª'1' d'Esté Stt1rges no se había dado c 11enta de que Aleister


Crow!ey había regresado, por así decir, a una de sus en camaciones
previas: el espí1;tu de Lao zi había vuelto a recobrar una envoltura
terre¡;¡a,
Cr'Owley, al igual que su Santo Ángel de Ja Guarda, Aiwass, no co-
nocía limitaciones. A cada minuto se sentía una persona diferente.
Era como si Aiwass le hubiera dicho: • De ningún modo vivirás den-
tro de tu propia piel-.

217
El Crurrto Li/Jro fue publicado en Londres, en el transcurso de
1911, al precio (en conformidad con su título) de cuau·o groals, o
de un chelín, para aquellos q u.: carecían de groais. La segunda par-
te de esta ct1riosa obr.t ~tpareció al aí10 sigtlientc, al precio de «Ct1a-
tr'> lannerSio , o dos cl1elines. U11a de s t1s ilust:r.a.cior1es muestra a
Crowley con barba, sentado desnudo en el mar, con el agua trans-
parente que le llega hasta la cintura. Su ligtua esbelta y su cabello
revuelto revelan una época pasada; por aquel entonces se había
vuelto gordo y calvo. El textO de esta fotograña insólita, chocante
hasta para un libro de magia pero quiz;í no para uno de magick, no
es ouo que Cliaim SOier Kosmou [¡Salve, Salvador del Mundo!].
Micnuas tanl<l, Mary había huido de Crowley y de su magick. • La
secreta disputa entre la voluntad de Virakam y la mía propia estalló
en abierta hostilida<i», }' añade; «Tras una fuerte discusión, se fue rá-
pidamer1te a París,..
Después de que Mary d'Esté Sturges regresara al lado de Isado-
ra Duncan, Crowley regresó a Londres y a Leila Waddell, en franco
afün de nuevas aventuras. La ún ica que encontró resulta dificil de
creer, porque se aparta de sus intereses y aptitudes que nos resultan
conocidos. Hablaría de ella en sus Co11Jessio11s, pero de una manera
breve y poco convincente. Después de los Ritos de Eleusis, que eran
parecidos a los de la Golden Dawn. y que son descritos con bas1an-
1.t: lujo de detalles, él y Leila reclutaron •a seis violinistas, que al to-
car juntas sonaban como una caja de cascabeles y, después de ves-
úrlas con unas prendas de colores chillones, que parecían harapos,
Leila el septeto que recibiría ::.u bautis1110 de Íl.tcgo c11
Ít"Jff11aro1l ..-:orl
. .
una verbena... acababan de nacer la; Ragged Ragúm<e Cirls, (algo
-
asi como "tas andrajosas chicas del Ragtime"} ... Su debut oficial
tendría lugar el .3 de marzo de 1913 en el Old Tivoli (e·n el Straad).
Stipuso un éxito i1unediato que hizo que 01 i mente d.escansara de
cualquier· preocupación referente a los asuntos mundanos•. Cro"•
ky llevaría su troupe a Moscú • pues habían sido con1ratadas para
que attt1asc11 en e l Aquaritlm durante el vera1lo ... toda-; ellas r1ece-
sítaban protección. Leila Waddell era la única que tenía la cabeza
sot>rc los t1on1bros. De las Otl'a'i seis, u·cs e1-a11 dipsorn.a11íacas, cua-
tro 1'1i11f6n1a11as, dos g-azr11oi1as t1istéricas, y t-Qdas es:tabar~ finne-
111er1te convencidas de qt1e ft1era de lr1glalerra t(>{los eran ladrones,
violadores y asesi nos» .

En la frontera rusa, noso,tros que veníamos de la civilización y el


orden, nos ?.ambullimos de cabeza eo la con.fi.J.Siórt y la anarqtúa. No

2 18
l1abía nadie e11 el tren q ue SlLpiese hablar dos palabra.~. a1r11que
fucs.e e n ale má11. En Varso"ia nos senti1uos con10 arr~jados a una
desolació11 <1ue sólo babl'ía podido ser superJ.illt. at1nque por muy
poco, por la q ue habriamos halBado e11 la Luna. Fina ln1en1.e , e n-
contra1nos a 11n vagabun<lo q ue llablaba un poquito <le alc111ár1, p<.."-
r~ na<fic sabja riada de los lfcnes que panían hacia ~foscú. Al ñnal
r1os ftLimos a otra estación. Había. u11 tren q 11e salía, pero no era 1>0--
sible acomod ar11os a todos en él. At1-avesa111os una "ez n1ás aquella
i.J1col1cre11tc cittdad, y aquella \'CZ. sí enco11tramos plaza en 1.1 n tren
<lUC se espcrdba q ue llegase a ~1oscú, viaja11do a u11a velocidad in e-
dia ·d e diez millas por hora. De11tro d el con1partjmento se había
amontonado n1ucha paja. que esraba llena de suciedad, encima de
la ct1a l los pasajeros, ir)<liscri wir1adarucnte, bebían, j ugaban a las
cattas, discutían y l1a<:ía11 el amor. Allj no había d isciplina, ni o r den,
1U clece11cia.
En tu1 p ri ncipio. achaqlté el caos d e Varso,ria a 1n i propia igno.
rnncia del idioma, pero, más tard''• el cónrnl brilánico me ex:plicó
q ue él mismo había estado bloq11.e:ado d11ra11t.e cuare n ra y ocl10 110-
ras como consecuencia de la 1\la.l a ad01i l'úsL.raciór1 fe rrovia1ia. Cuar1-
do lt ega111os a ~·losc6, no había naclie e11 Ja esración q ue 1>udiera ha-
cers.e cargo de nosottos. Encon tran1os 1,111 hocel pa.r a nosoLros dos y
11na pensión 1>a1·a las cll.icas., Jo <1l1e d ebi111os <le agrd<ieccr a la b1te-
ua fo rt1u1a. A eso de la 11na, Leila recibía un a\iso para q ue fu.e ra a
a}'l1darlas. Las enco11cró s11l>ictas e:nc.in1a de unas n1esas tuinosas. gri 4

rando de miedo. Habían sido ara cadas por las ch.inches. Afortuna-
<la1n ente, yo hal>ía a<l\'erci<lo a l..eila <le q ue en Rusia la chi11cl1t: es
t;1r1 inseparable de l~t ca11la co1no e l caracol de st1 concha.
En t.1110 o dos tlí~s. la si1ua.ció1l $«.: trd11qtúliz.ó. Y cr•tonccs me so-
brevi no llO íJeriodO cara<·tcrizaCfO por tln espléndido imptllSO espi ~
drual, aún má.\ intenso que el de 1 ~11. Conocí en uu café a una jo-
ven hú11gara llamada A11 11y Ringler; aira, tiesa, <le1ga<la con10 tina
famélica hembra de leopardo. con unos sah'3jcs e ins:1ciablcs ojos y
w1a boca larga y sutil, )' una cicarriz escarlata que parecía dolerle
co11 la a11gus1.ia qt1c 1rae el a11~ia <le cncon1ra.r alglana satis {~tcció n
111ás aJlá de lo que los poderes terrenales pucde11 dar. Nos sentln1os
aLraí<.los uno ltacia e l 01ro, con irrcsisliblc magncrisn10. No podía·
mos co11vcrs.:.rr en ningú11 le11gt1aje httn1ano. Yo J1abía olvidado e l
poco n aso q11c sabía, y su alemá11 se hallaba limitado a 1111os J)C)GOS
gritos sincopados. Pero 110 11ecesir.ábarnos hablar. El a1nor e ntre 110-
sotros fttc incfablcn1ente intenso. St1 recuerdo a1ín in flama n1i.s más
profun<los sc11ci1nicncos. Se c11contr..t.ba más allá de la regi611 e n

219
q1.1e el placer gtiarda algú1l sig1lificado. Sólo podía sentir a través
del dolo1', y la ún.ica forma que yo 1.enía de hacerl,a feliz era iníli-
giéndole las crueldades físicas que ella me indicaba.. Y quizás a cau-
sa de aque llo .. intensifit'.ado por el l:-SpíriLu auto-tortl1rante de RLLSia,
adqtiirí la ins piración que me peroljtil'ía crear en las seis se01a11as
q11e siguieron .
Casi t<><los. los día.~ \1eía a A11ny d11ra11te. aproximada1l1e nte , 1111a
hora. El rest.o del rien1po lo invertía, e n su mayor parte, e n los jar-
dines del Her1nitageis o en el Aquariu1n, escribiendo co1no si 111e
füera eo ello la vida. En Moscú, y du rante los meses del \'erano, el
día se desvanece en la noche, y la. 11ochc cobra brillo hasta alumbrar
el día, y tocio ello s11cede con inlperceptible s11tileza. Hay en el aire
1ma daJidad .espilimal que es i1\descrip1ible. De \'eZ en cuando. la.~
ca1npanas subr'd}'3.ll el sile11cio con una roúsica celestial que nunca
llega a producir molestia ni cansancio. Las l1ord.S fluyen de manera
tan e mbriagadora q'1c el miso10 co11ct:plo de tien1po desaparece de
la esfera de lo conscie nte.

En aquella a unósfera, Crowley escribió su Misa Gnóstica y el poe·


ma titulado The City of God. En enero del aii o siguiente, este último
era publicado en las primeras páginas d e The Engüsh Rev~r.

0J"o sobre oro, cúpula sobre cúpula, tímida ílecha


que inílama el agudo creciente, mientr.1.S los rayos del sol se
cxtiende11 rl1ajt!$t11osame11te,
excepto er'' a<1uel t1101nertto, a mecliai1()(:he. en que tin linico rayo,
fiero y angosto, se exhala dd ojo i11S0111ne de Dios,
nuestro Dios, el Sol. .. oro sobre oro,
fronda sobre fronda, lienzo sobre lienz<>
de mur.d las corno h oj¡1s y de cltpulas corno flore.,
y espiras y c1ípulas que cr,m como los frutos de las fabulaciones
de las llanuras de m:ís allá de los mares contenidos por columnas ...
Y entonces fui presa del éxtasis ... ¡Síl
Y de cielo en cielo fui arrastrado.
V aquella ciud:ld de sombra~ desapareció,
y al fin me hallé en la Ciudad de Dios.
l..a ciudad se encontraba vi"ª· vibrante. en movimiento.
y tenía la fonna del secreto y sagrado lugar de Ella,
la que en la Tiel.Ta carece d e 001ubre, y curo susurro
sólo escuchamos entre el silencio d el mar.
Y que hace manar un río de '1:1.ogre en el crepúsculo,

't'tO
latiendo en s t1 coral y colosal corrie11te,
a tr..'lvés de la ciudad, lcvantándoUa e n vilo ...

También escribil'fa en aquella. ciudad, )' por aquel mismo tiem-


po, su · Hymn to Pan., que es el más conocido, y también el más ca-
rncterístico, de sus poemas. Y alabándose a sí mismo, diría de esta
·Ciudad de Dios• que ern • uno d!e los suei\os del hachís hecho rea-
lidad., lo que es una observación irrelevante. Nada dice acerca del
éxito o fraca5o de la5 distintas actuaciones de la' Ragged Ragtirne
Girls en el Aquarium. Empleó un día o dos en visitar la feria de
Nijni Novgorod, que le sirvió de inspiración parn el poema •Tbe
Fun of ú1e Fair•. Seis semanas más tarde dejaría Rusia, presumible-
mente con su compañía, pa.ando por San Pctersburgo, ciudad que
no consiguió impresionarle.

22 1
13. Bapbomet, Rey Supremo y Santo

Crowley era un hombre sin amigos, y no porque le faltase gen Le


con la que mantener una amistad, sino porque, com o todos los fun-
dadores de una religión, no quería a1ni.gos, sino discípulos. Pero po-
co importaba eso a Aleiste r Crowley, d hombre: t0dos sus pensa-
mientos se centraban en Crowley, el iogos del 'Eón, o en Crowley, el
Vagabundo de la Desolación.
Durante el lÍltimo ai\o que pasó en Cambridge, cuando cumplió
los \ einti trés conoció a lln J1c)n1bre diez af1os 1r1ayor que él. Se tra-
1
1

taba de Herbert Pollitt, quien, seglÍo el propio Crowley, había acu-


dido a Cambridge con la única finalidad de poder bailar en el Foot-
lights Club. Se hacía llamar Diane de Rougy, en honor de Liane de
Pou¡,')', la celebérrima cortesana y actriz. Crowley también diría de
él que era • intérprete de persomtjes femeninos», dando a entender
con ello que era acto1', y no un travestido. Ambos se harían amigos;
la amistad llegaría a ser bastante profunda, ha5ta e l punto de que
Crowley llegaría a poner por escrito que aquélla •había sido la pri-
mera amistad íntima de su vida• .
Lo que dice acerca de Pollitt presenta caracteres d ispares: habla
d e una ¡,>Tan amislad, pero la bre,·e descripción qne hace de ella no
consigue sino poner al descubierto su care ncia de fundamentos sóli-
dos. Su descri pción del rostro de Pol litt no resulta nada alentador<i:
«Tenía un aire trágico a causa de la terrible ansia de su mirada y de
la amarga melancolía de su boca•. Sólo su C'.tbcllo, de color rubio cla-
ro, que, al igual que Osear ~\lildc, se dejaba largo, parecía bcllo a los
ojos de Crowlcy. Sus br~-ves obscrvacio1u;s respecto a aquel amigo Út-
timo-~entrc ambos cxisúa la cainar'ddc1ía truís noble y pura de todas
las que hayan podido darse en este mundo•- S-On, exLr;iñamen tc nos
parece, distan tes y poco afectuosas. Pero la actintd de Pollitt respec-
!O a Crowlcy tampoco era mucho m;\s cálida: no demost:raba sentir el
menor interés por cualquier.. d e sus actividades, no tenía simpatía al-
guna respecto a sus ambiciones poéticas o mágicas. Cabe, pues, pre-
guntarse, qué tenían en común. ¿Cuáles cr.in las bases de esa rela-
ción, descrita por Crowley como • la más noble y pura• ?

2%2
No hay que ir muy !~jos para encontrar la respuesta. Crowlcy hi-
zo todo lo que pudo para ocultar el secreto mediante un lenguaje
velado, e , i11cluso, tttilizar1do corno cortina de humo la observa-
ción de que, por aquel período, su vida sexual era intensa y sus re-
laciones con las mujeres totalmente satisfactorias. Pero, incom-
prensiblemente y de Ja manera más chapucera posible, desvela el
misterio, al precisar que • la relación que existía en tre nosotros no
era otra que esa intimidad ideal, que los griegos consideraban co-
mola gloria más grande de la vi rilidad y el don más precioso de la
vida• . Durante el período lectivo de la Pascua de 1896 se vieron
diariamente, y cuando llegaron las vacaciones, Pollitt acompañatia
a Crowley a Wastdale Head, caminando a su lado sob1·e los acanti-
lados.
Es muy posible que Polliu fuera el primer hombre que permitió
a Cro\vley encat1za.r StlS sentjmit;."ntos femeninos en la dirccciór1 se..
xual apropiada. Es indudable que gracias a él Crowley recopiló par·
te del ma1crial que utili7.aria en su obr" 1'he Scenud Carden of A/ldu-
llah t.he SaJ.iri.st of Shiraz., también conocida como Bagh-1-Miwttar, y
que seria publicada, de manem prh'<lda, en 1. 910. Uno de sus poe-
mas, de corte homosexual, titulado "The Riddle•, está, de manera
encubierta, dedicado a su amigo íntimo, pues, cuand.o se leen se-
guidas las i11iciales de cada dísti<:o con10 en ur1 acr6slico, se obtie..
1

ne el nombre de HERBERT CHARLESJEROME POLL!TT.


Aceúianw también estaba dedicado a Pollitt, aunqu.e el nombre
de ésLc 110 fuese me11cio11ado:
DEDICATORIA

¡Divino filósofo! ¡Querido amigo!


1Amnn1e y Sei\orl Acep1a el verso
que avanw como una sombría camna f1ínebre
couduciendo " su fin \tltirno el ataúd de la verdad.

Polliu era •amigo íntimo d e Bcardslc)"', micnu-as q ue Crowlcy


sólo era uno de los •jovencitos• de PolJin. La descripción que aquél
hace de su •Amante y Señor• no ca1·ece de interés:

En el fondo de su corazó n se ntía tLn gran anhelo por tod o lo be-


llo, que yo cali ficarla con los apelativos de repugnante y cruel, pues-
1.0 que carecía de esperan1.a. F.staba totalme nte desprovisto de ilu-
minación, en el sen a.ido místico de la palabra. Su óptica acerca de la
vida era desesperada y muy parecida a la de Oes Esseintes (el per-
sonaje principal de Al revés, la novela de J. K. Huysmans). No acep-
taba o ingt1no de los narcóticos y ¡k1Jiati\ os al uso. No tenía genio
1

creativo. ni ideales; era incapaz de: ~n1j1·se decepc:ion,ado por el


amor, el arte o la religión. Si111plemente anhelaba y gemía. En al-
gu11os aspectos me resultaba fastidioso, porque yo estab;t. decidido a
hacer todo lo posible para q'•e n1is st1eños se convirtieran en reali-
dad. y é l representaba el eterno desconte11c.o.

Los dos amantes, que se paseaban juntos por el College, reple-


LO de esmdiantes, no consiguieron mantener oculta la fas<:inación
que cada uno de ellos senáa por el on·o, ya que la licenciosa y en-
tusiasta nar.urdlcza de Crowley no se prestaba a ello. Como diría en
sus Confessfons, • en Cambridge descubrí que era, por namraleza,
profundamente apasionado, vamos, fisiológicamente hablando ...
pues pude comprobar que cuarenta y ocho horas de abstinencia
eran suficientes para embotar el fino filo de mi mente•. Su activi-
dad sexual era su réplica a la • tiranía de la Fraternidad de Ply-
mouth y a la de los Evangelistas•; cada acto sexual •una autoafir-
mación mágica.• , mediante la cual hallaba d medio de expresar su
namraleza oculta, de encontrar su verdadera voluntad, y de influir
en los aconLccimicn1os del mundo que le rodeaba, en una especie
de rito mágico relacionado con la Goccia, esto es, la magia que ne-
cesita de la iovocac.ión y el concurso de un espíritu. Las mt1jeres
que utilizaba para aquel fin eran criadas o prostitutas. No es sor-
prer1dc11te. por t:llo, lJ.Llt: LIJl g·rllJ>U t.lt: t::slullia11tt::s tlt: :su J11i:o;,1 11u <-o·
. . .
llege le agarrara y le tirara a la füente que se encuentra en el centro
del Patio Cenu·al del Trinity •por ser tan sucio•. Debo esta infor-
mación a l ~l .recens;6n q1 1e T. S. Rl?tl("nl'."y p11l)l iréi, ~n f"I n 1í1nf"l'O ,,..,
mayo de 1952 del Alpinejounial. de la primera edición de The Oreat
Bea.st. Blakeney añadía a la información csLc comentario: .y no se-
rían los únicos (se refiere a los compañeros de Crowlcy en el Tri-
niry] en expresar violentamente sus opiniones al respecto; uno de
los mien1bros d el Clt1b Alpino , qt•e mt"r e t:lt toda n.t•esr....::. cor1s.itl e-
ración, todavía recuerda con complacencia e l año 1895, añ<) en
que le dio tma pal.iza a Crowle)' que le dejó con un ojo morado•.
Quizás esto pueda cxpUcar el odio que Crowlcy sentía por el Club
Alpino.
Entre Jos docu1ner1Los de CrO\\lley, que yo heredé a su muerte,
había uno, escrito a mcíquina, cuyo útuJo era el ~iguientc:

224
El
Libro de la Suprema Arte Mágic(k)a
que f ue practicada por
los herrr~anos O. S. ·v. 6. º 3 5º
y L. T . 2. ' = 9º
La Operación d.e Par·i s
En. - Fe br. 1914 c. v.

El hermano (Frater en el original) O. S. V. era Crowley, pues


6.' = 5º era el grado de Adeptus Maior que había alcanzado en la
Orden de la A.-.A.- .. De hecho, era Magíster Templi, pero utilizó pa-
ra este rito el grado de Adeptus Maior, porque era el prescrito para
los ritos mágicos. O. S. V. son las iniciales de 01 Sonuf Vaoresagi, que
significa •Yo reino sobre ti>., expresión extraída de la Primera Cla-
ve o Invocación en el lenguaje angélico, o e11oquian-0, utilizado por
el doctor John Dee y sir Edward Kelly.
La expresión completa era Ol sonuf vooresagi golw iad balata lansh
a;/J:., que significa lo siguiente: •Yo reino sobre ti., dice el Dios de
Justicia, •con exaltada potencia, sobre el Firmamento de Ja Ira•.
Frater L. T. 2.' = 9° era el bennano Lampada Thadam [Yo entre-
garé la antorcha]. Su nombre mágico de Neófito o.• = Oº era el de
Omnia Vincam; en otras palabras, era Victor Neuburg, que había si-
do compañero de Crowley, y su principal ayudante en los ritos de
p-ado XI (XI' }, de índole homosexual.
La última Jfoea del titulo hace referencia al momento: enu·e ene-
ro y febrero del año 1914 trn vulgt1ri, la expresión adoptada por
Crowlt.-y en lugar del usual Amw Domini.
La The Pmis IVorl<ing (La Operación de París] es mencionada en
The C<mfessiom con estas palabms:

A fines de 1913 me encon traba en Parí.s con un Zclator de la


Orden, el hermano L. T . Yo había estado trabajando sobre la teo-
ría del procedimiento mágico de la O. T. O. y ambo.• decidimos
poner a prueba n1is conclusiones n1edinntc una sc.-ie de invoca-
ciones.
Nuestro trabajo dio comienzo el prime•· d ía del año, y prosiguió,
sin in1crrupción, durante seis semanas. Jnvocarnos a Jos dioses Mer-
curio)' Júpiter. ob1cniendo mucl1os resultados dcsconccrtantcs en
n1uchas n1;1t.erias, desde la ilwnjnación espiritual a los fenómcno5 ti-
sicos.

225
Ya que Crowley no explica en qué consiste • la teoría del proc~~
dimiento mágico de la O. T. O.•, el lector puede pensar que aque-
llas invocacion.es eran de naniraleza est.rictamem.e ceremonial, y
que los • muchos resultados desconcertantes• no son , posiblemen-
te, más que exageración.
111e Paris Working es la recopilación de toda una serie de invoca-
ciones a Mercurio -en el documemo original es llamado con mucha
frecuencia H ermes, según StJ norn bre bTrieg<>- y a Júpitcr, con el úni 4

co An que era ensei1ado en la Golden Dawn, es decir, para obtener


sabiduría del primero y poder taumatúrgico del segundo; pero, a
causa del rito sexual que tenía lugar eno-e ambos magos, era de es-
perar que los resultados fueran mucho más notabk-s, y sus subpro-
ductos de considerable uso práctico. De hecho, Crowley tenía in
111e111eque.Júpite r podria ofrecerles oro y Hcrmes insp iración para es-
cribir uno o dos relatos de éxito o, al menos, un excelente poema.
Las letras O. T. O. son las irticiales de la Ordo Templi Orientis, u Or-
den del Temple) de Oricme, también conocida como Orden de los
Templarios Orientales u Orden de los 1emplarios del Este, que era
una sociedad oculta fundada en Alemania a comienzos del siglo.
Sus dirigemes eran conocidísimos frnncmasoncs que habían alean·
zado el grado de Gran Maestre, como Franz Harunann, Heinrich
Klein y Katl Kc llner. Habían decidido fundar la O . T. O . después de
que el vienés Karl Kellner regresase de un largo viaje al Oriente
. - - -
(donde había sido iniciado por el faquir árabe Soliman ben Aill1a,
y los yoguis hindúes Rhima Sen Pratap y Sri Mahatma Aganya Guru
Paramahamsa) y expusiese los misterios del yoga y la lilosolia del
sendero de la mano izquierda, que él llamaba •magia sexual•. Por
tal moti,•o, en 11102 la Onla Templi 01imtis se hallaba constituida por
un círculo restringido de adeptos que, b~jo la luz de su nuevo y ex-
ci cante conocim iento, encom.raron el Amiguo y Acept.~do Ri10 Es-
cocés de la Masoneria más bien insulso, y los noventa y siete grados
del fatigoso Rito de Menlis absolutamente innecesarios.
las presuntas pr:ácti~ sexuales de los caballeros de la Orden
del Temple, que provocaron su supresión a comienzos del siglo XIV,
inch~j cron a aquellos ocultistas alemanes y austríacos a proclamarse
a sí mismos •templarios orientales• . Es cierto que su nueva doctri-
na venía del O rieme, pero a ellos les gustaba hacer la sugerencia,
no sólo romántica. sino tam bién llamativa, de que su Orden había
heredado los ri tos secretos de la Orden del Temple. V hay que con·
ven ir en que no sería la primera sodedacl oculta ele la época actual
en afi.nnar tal cosa.

226
Hoy se piensa que las acusaciones contra los Pobres Caballe,·os de
Cristo (una de las denominaciones de la Orden) no eran más cicrtaS
que las que se hicieron conu-a las brujas en época posterior. Sus con-
fesiones, obtenidas bajo lortura, suscitan nuestra natural desco:n.fian-
za. Montague Summers, autor de varios libros, muy erudilOs, so'bre la
brujería y la demonología, consideraba que la autenticidad de las
acusaciones hechas contra los templarios diñcilmente podría ser
puesta en tela de juicio, al igual que las que se habían hecho contra
las brujas. Era amigo de Crow'ley, quien lo menciona en su diario: •5
de julio de 1929. Cena con Montague Sununers: el acontecimiento
más divertido que me haya ocurrido en varias décadas .. En aquella
co11versación. al igual qlLe en sus oabajos. SlLn1n1crs ir1sisti6 e11 que
se instaurase la ley co111ra la brujería, que había sido revocada tamo
en Escocia como en Inglaterra por un edicto de 1736. Durante los
años cuarenta estuvo viviendo con su secretmio Héctor. Una tarde de
la primavera de 1949 fui invitado a su imponente casa de Dyvenor
Road, en Richmond, a tomar el té. Héctor, visiblemente malluumo-
rado, llevó el carrito de la tetera hasta la biblioteca, en la que está-
bamos sentados, pero no se quedó a acompañal1los. Summers tenía
loda la apariencia de un personaje del siglo xvm, tan encantador co-
. . ... ...
mo <tlarmante. No encajaba en nuestro mwido moderno. tan escép-
tico. Los templmios, decía, fueron gnósticos heréticos, lo que podría
ser verdad. Lo diré de manera resumida: se les acusaba de negar a
Cristo (cosa que los gnósticos nunca hubieran hecho) y de escupir
en la cruz; de intercambiar el osculum obscaenum, el beso obsceno, es
decir, en las partes posteriores; de practicar el vicio contra 11at11ra y de
adomr a un ídolo andrógino llamado B<lpbomet, nombre éste que
ha sido objeto de muchas especulaciones e investigaciones.
Yo no sé si los templarios hicieron todas aquellas cosas por ser
ateos o gnósticos y sentarse a la sombra del Viejo de la Monwia, el
jefe de los Hashishin, o dejaron de hacerlas. La Ctnic& cuestión que
aquí nos inlcrcsa es que Crowlcy y los demás •templarios orienta·
les• del con tine nte peusaban que sí la.' habíau hecho. Debían de ra-
zonar de este mO<lo: si los templarios se abandonaron a pcicticas
tan nefandas que la ley de aquel tiempo no permitía que su nom-
bre figurase en ningún escrito (las leyes acerc;1 de estas y otras ma-
terias se ha relajado gmtamente en los últimos años), y llegaron a
consignarlas en tm rir.ual •religioso•, es porque cieruunente habían
conscgwdo la sabiduría.
El aspecto del BaphomeL, el ídolo de los templarios, ha sido des-
crito de diferentes, y contradicwrias, maneras. Tenía uno, dos o tres

227
rostros. Llevaba una barba, era solamente una calavera descarnada,
sin rostro ni barba. Otra opinión consisúa en que el Baphomet lle-
vaba barba, pero que colgaba de la de un ch.ivo. Una tercern afir-
maba que el ídolo tenía la apariencia de un g"dlO.
Los templarios le llamaban su Salvador: él ern quien hacía crecer
las flores y germinar la tierrn. Gracias a él, sus cofres estaban llenos ...
Un orientalista austríaco del siglo pasado, el barón Joseph von
Hammer-Purgstal l, después de haber examinado la inscripción de
un cofrecillo encontndo en Borgoña. afinnó que el nombre Ba-
phomet proviene de dos palabras griegas: ~a<l>tj µtjTeO<:, el bautis-
mo de Métis (Sabiduría) o, como Montague Summers tradujo, la
•absorción en la sabiduría». De hecho equivale a la propia palabra
•sabiduría•.
La traducción de la inscripción del cofrecillo realizada por el
orientalista austríaco rezaba así: •¡Que Métis (o sea, Baphomet) sea
exaltada, ya que hace que las cosas broten y florezcan! E; nuestra
rafa, es uno y siete; abjura de la fe y abandónate a todos los placeres».
Eo Otrds palabras: Glorifica a Baphome1; él es el verdadero dios.
Reotmcia al cristianismo y •haz lo que quierns• .
Orif/amme, el órgano de aquellos •templarios• germánicos, anun-
ció con las siguientes palabras un nuevo enfoque en los objetivos de
aquella sociedad secreta:
¡Oh, discípulo!
Si lo buscas, sufrirás;
Si lo encuentras, oaíltalo;
si Le sin-es de él, que nadie se entere.
Pues el que, de verdad, es un filósofo
debe ~gt1i r siendo descor1oc..ido.

Oespul'S de advertir a todo el mundo de la discreción que cabía


obse1~>a1~ Orijlamrne arrojaba un poco de luz. la suficiente como para
abrir el apetito de nuevas informaciones. Aotmciaba que •nuestra
Orden posee la LLAVE que abre todos los secretos, tanto masónicos
como herméticos, esto es, la enseñanza ele la magia sexua~ y esta en-
señanza hace comprensibles todos los secretos de la naturaleza, to-
do el simbolismo de la FRANC.\ 1A50NERÍA y de todos k)s sistemas religio-
sos•. Pero en qué consisúa exactamente la magia sexual, y lo q ue
había que hacer pan1 practicarla correctamente, sólo era revelado
oralmente a los miembros del Santuario Secreto; en otras palabras,
a los que habían avanzado lo suficiente y en los que se podía confiar.

228
Aleis1.er Crowley también había ,;ajado al Oriente, estudiado
yoga y aprendido cuanto pudo acerca de las prácticas sexuales
odentales: había estado en la India al mismo tiempo que Kellner,
aunque nunca se enconu·aron o tuvieron conocimiento uno del
otro; y ahora estaba publicando todo aquello en sus voluminosa5
obras, e r1 ocasiones, ab ierl~1111ente, y en Otr'dS de manera \relada.
Ciertamente, pocos son los trabaj os que escribió sobre los miste-
rios qt1c r10 cor1 tc11g-.1r1 alguna alusi(>n scxu;1l, aunq11e sólo sea so·
breen tendida.
Una nocbe de 1912 alguien llamó a la puerta de la casa de Cro"c
ley, en Victoria Street: era un misterioso desconocido, con quevedos
y un bigote enorme, corno el m:utillar de una bicicleta, que solici-
taba hablar con él. Se trataba de Theodor Reuss,jefe de Ja Ordo Tem-
pli Orienlisdesde que Karl Kell11er hubiera fallecido en 1905, •en cir-
cunstancias r11isLeriosas».
No se and11vo con preáJnbu1os: act1só, s in rnás, a CrO\\<'ley de ha-
ber publicado el secreto más exclusivo de la O. T. O.: el secreto del
¡,>Tado rx•. Éste lo negó. No tenía ni idea, le d\jo, de en qué consis-
1..ía c:::st: ~ta.:1·c::to.
En lugar de contestarle, Reuss se dirigió hacia uno de los estan-
tes de la biblioteca y tomó un libro peque11o, que tenía todas las pá-
ginas circundadas por una orla de intenso color negro, cuyo titulo
era Libf!Y cccxxxr11: 1ne Book of úies. Lo abrió por el capítulo 36, · El
Zafiro E.streUado"' · Con .-.:t111 índice a1nenazado1"» - la expresión es
de Crowley- señaló la frase que dice así: • Bebed del Sacramento )'
pasáoslo los unos a los otros• . El •sacramento• era el semen que,
antes de la operación mágica, se recargaba con la energía resultan-
te de la volt01tad del mago, y que, más tarde, se extraía de la vagina
en la que había sido depositado en el transcurso de la • operación•,
para ser consumido al final de la misma. Aquél era el secrelo de
Crowley: una parodia de la Eucaristía que, en su forma, coincidía
con el secreto del rx• grado de la O. T. O. germánica.
Era innegable qt•e Cro"'1ley había estado ht1smeai1do en los m is-
mos rincones oscuros en que lo había11 hecho los templarios ger-
mánicos del 01iente, y que había descubierto sus secretos, pero
también podía decirse que ellos habían descub'.erto el suyo. Reuss
le rogó que 110 lo revelase de manera impropia, puesto que era el
secreto más sag1:ado del mundo. Crowley, conmovido por la elo-
cuencia de Reuss y la seiiedad de la matetia que estaban tratando,
juró solemnemente que no lo divulg-aría. Fue uno de los pocos se-
cretos que guard<S.

229
Aquella noche, los adeptos hablaron de muchas cosas. •Puesto
que• , decía el he rmano Merlín (el nombre mágico de Herr Reuss),
<(< usted conoce 11t1estras e nseñanzas sexuales OCLLILas, mejor l1aria
entrando en nuestra Orden y siendo su jefe en Gran Bretaña• .
CrO\vlcy, que nu11ca recl1azaba tina com ida una aventura o un títu-
1

lo, aceptó rápidamente y, después de un viaje a Berlín, y tras la de-


bida ceremonia, fue entronizado como • Rey Supremo y Santo de Ir-
landa, lona y de todas las Bretañas que se cncucnu-an dentro del
Santuario de Ja Cnosis•'. Y, con la audacia y agudeza mentales de
quien contempla y comprende Jo contingente, se dio a sí mismo el
nombre mágico. muy acorde con la elevada posición que acababa
de alcanzar en aquella Orden mística, de Baphomet.

Y por si el asunto de la visita de Reuss no fuera, por sí solo sufi-


ciemcmcme misterioso, Tlle Book o/ Li~ [El libro de las mentiras)
no seña publicado hasta 1913. un año después de que tuviera lugar
aquel inesperado encuentro. Es un total disparate, a no ser que, co-
mo pretendía Crowley, ambos se hubieran encontrado desplazados
un año en una secuencia temporal o en otro conti nuo espacio-tem-
poral.
En e l mismo a1io, y dumme la Convocatoria Especial del San-
tuario Supremo del Antiguo y Primitivo Rito de Ja )<fasonería, que
tuvo lugar en su estudio de Fulham Road. Crowley fue elegido Pa-
triarca Gran Administrador General 33°, 90°, 96° de Ja Orden.
Crowley y Reuss fusionaron sus secretos. El hermano Merlín
explicó al hermano Baphomet la teoría que subyace tras aquella
escuela de alquimia que uti li1.a los fluidos sexuales como •elixir de
vida .. Y el hermano Baphomet hizo más expl ícita la sabiduña ho-
mosexual que rezuma de su obra The Scented Carden o/ Abdu/lah /he

230
Satfrist of Shiraz. 'fambién se ofreció para escribir de nuevo los ri-
tuales de la Orden d e los Templarios Orientales, que por entonces
se encontraban en esbozo, al igual que Yeats había hecho lo propio
con los de la Golden Dawn, por encargo de MacGregor Mathers. La
propuesta fue aceptada, y Crowley escribió rápidamente, con su iró-
nico y característico estilo, el Lwer Agt<pé, lile Book of the Unveiling o/
lhe Sangraal wherein it is spoken of the Wine o/ lhe Sabbalh o/ the Adepts
[Líber Ag-apé, el Libro del desvelamiento del Sangraal, donde se ha-
bla del vino del Sabbath de los adeptos). En la portada del ejemplai;
~>scrito a máquina, de que dispongo, figura la siguiente inscripción:
lnstrucáoMS secreta. <ÚJ la O. 1; O. La palabra Sabbath a lude a Ja reu-
nión que las brujas cele bran a medianoche, cuando se dan cita con
hechiceros y demonios. Los Adeptos son todos aquellos que han
descubierto la piedra filosofal. Nadie ha sido capaz de explicar qué
·1 era con exactintd Jo que entendían los alquimistas por •la Piedra•
que a veces es llamada ·Piedra del Sabio•.
•Que el Adepto se encuentre annado con su Cruciftjo Mágic(k)o
y pro,isto de su Rosa Mística•: el •crucifijo• es el f.tlo en erección, y
la •rosa mística•, los genitales femeninos. Después de la • Oración
Previa» figura Ja •Epístola de Merlín [ Reuss) a Baphomet [Crow-
lcy]., que fue escrita por Crowley, y que habla claramente de la posi-
ci<ín de ambos hombres, como resultado de los útulos que ostentan:

Mr.RúN, por la Gracia del Dios T res Veces Uno, y por el favor y
la designación del Maes1 ro Secreto, llam<1do en scn icio de la hu-
manidad . y cx:1ltado por vosotros como C.1be1,. Visible de la Orden,
0 . T. 0 ., a llaphome1, Sum us Rex S.'.u1ctis.~imus, X', 0 . T. 0 ., de Ir-
landa, lona y de todas las Bretruias que se encuentran demro del
San tuario de la GnosL., An tiguo Gran Maestre de los C.1balle1·os del
Espíritu Santo, Poderosísimo Soberano Gran Comendador de la Sa-
grada Orden del Temple, etc.• salud y paz en el Santísim o y Mistt.~
rioso nolllbre d el Verdadero y Altísimo Dios Vivo y del Espíritu San-
to.
Escu cha . O h. S.1ntísimo, Tlnstrísi mo y Muy Tlnm inado He1·mano,
mi palabra y p resta oídos a mi consejo y recr·iminacíón.
¡Haz el silencio en m con11.ón y coloca u n sello en tus labios!
t\ quienquiera q ue sea merecedor d e él. se lo revelarás; y al en.~
yente se lo darás a conocer.

En la página siguiente, Baphomet, el Sanúsimo Rey d e todas las


Bre taiias q ue se encuenuan denu·o de l Santuario de la Cnosis,
Gran Maestre de los Caballeros del Espíritu Santo, etc., contesra
con la misma pomposa ostemación •a t.oda la asamblea de los Ilus-
trísimos Señores Caballeros Soberanos Grandes lnspecto•res Gene-
rales del Antiguo y Aceptado Rito del grado 95 del Rito Real de
Menfis, Perfectamente Iluminados y Santificados por nuestro subli-
me grado IX, etc.• .
En 1881, Theodor Reuss fue expulsado de la Liga Socialista por
ser espía del Servicio Secret0 Alemán. Era inglés y alemán, a partes
iguales, y, según fuera la parte que predominaba, se hada llamar
Charles Tbeodor o Theodor Rcuss. En Inglaterra pasaba por ser
cantante de music hall Pero las canciones que interpretó duranle
un concierto, destinado a la recaudación de fondos par" la Liga So-
cialista, de la que era uno de sus dirigentes, escandalizaron a su co-
lega Eleanor ( •Tussr) Marx, la hija de Karl Marx, quien Jo definió
como ((un individue> vt1lgar y sucio)•.
El Secreto de los Sccrews, o la Llave de Todas las Magi.as, no fue
revelado en el Uber Agapé [El libro del amor], sino vaga. y oscura-
mente sugerido, entre alguna que otra palabra grieb-a y latina, para
impresionar al ingenuo. Lo que más se acercaba al s<:cr<!to se en-
contraba en el apartado que Crowley dedica al Secreto de la Franc-
masonería:
Por eso, en !'ascua tiene lugar la Cmcifixión o Copulación, por
lo que nueve meses 111ás tarcle OC\1rre el ~acio1 ie n10 del Niño. que
vivió 33 años~ una generdció11 en té n11inos de la t1un1a11idad, y ft1e
después crucificado. Todo esto está relacionado con el hecho de
que el Sol pasa por debajo del Ecuador, para volver a renacer y des-
pués a n1orir1 de for111a cíclica...:\si pt1es, n11estra Confr.aternidad , al
dispor•er de la au1én1ica lla\·e de codas las religiones, y ya q11e todos
Jos cultos ripifican los misrerios del Lingam y del Yoni, o los del Sol,
la Luna y Jca 1··ierra, que resun1en en sí n1is1nos todos los ri1os, p11e·
de crear nttC\1a.8 festividades, )' gobernar el 1l'l t1ndo con jus1jcia y
honradez, bajo el gobi erno del Rey Supremo y Samo Xº, que se
compona con ella como Padre y Dios.

El Lingam es e l pene; el Yoni, la vulva; y el Rey Supremo y Santo


• que se comporta con ella como Padre y Dios•, nadie más que Aleis-
ter Cmwley. De hecho, el l.iW Agapé, debido a las inte rpolaciones
del Liber I Lgis que Crowley introdttjera en él, resulta ininteligi bl e,
de manera que, para su comprensión global requiere que el lector
conozca algunos acontecimientos de la vida de Aleister Crowley.

282
Además del Liber Agflpé, Crowley escribiria para la Orden de los
Templarios del Oriente la denominada •Misa Gnóstica-, en donde
e l secreto del grado IX es preseniado •Cn símbolos demasiado ob-
vios; por lo demás, todo gira alrededor de la Bestia 666:

Y creo en la Serpiente y en el. León,


~íiste1·io deJ Misterio, en su no111brc Baphoniet.

Y creo e11 una Iglesia Católica Gnóstica


de la Luz, del Amor y de la Libertad,
de cuya Ley, su Palabrd es T'Hl:LEMA.

La Misa Gnóstica fue u-aducida al alemán y publicada en Ori-


jlam111e. Los d emás templarios Ja acogieron con cierto desasosiego.
Antes no habían aceptado el Liher l.egi5, y no iban a aceptarlo des-
pués, así que adttieron que Crowley estaba absorbiendo a su Orden.
Theodor Reuss se un ió a las críticas, aunque pensaba que Thelema
resultaba atrayente. Sin embargo, la glorificación de AJeLster Crow-
ley _era all(9 de lo Ql}e no se había tratado.
Dos hechos impidieron la expulsión de Crowley de Ja O. T. O .
No obstante toda su grandilocuencia y su aparente acti,idad, la Or-
den era prácticamente algo que sólo exisúa en los membretes. En
190> había contado ena-e sus miembros con un hombre de genio,
Rudolf Sceine1; el Secretario General de la Sociedad Teosófica,
quien más tarde fundaría la Sociedad Antroposófica, que todavía
e.xiste. Renss había invitado a Stcincr a eno-ar en la Orden Interna
de ia O. T. O. En 1914, los masones alemanes más de;racados no
sentían mucha pasión por la O. T. O., e incluso consideraban que
Reuss era Wl npro·vechado. Pero u 11tcs de que tu,dcscn tiempo de
pouerse a discutir acerca de la controvertida perwnalidad de Aleis-
ter Crowley. y de que éste pudiese enfrentarse ~ la Orden con actos
posteriores de expresi<Sn personal, estallaba la Guerra Mundial.
La O. T. O. no era l:t única en explorar su matelia preferida. La
sexualidad estaba siendo investigada seriamente por Havelock Ellis y,
con má• amplias perspectivas. por Freud. A esto ha de añadirse la co-
n-leme de Jdeas filosóficas y religiosa• acerca del Oliente que venian
divulgándose deroe hacía tiempo. A nivel popular, el pensamiento
oriental l1abía s id<> i11crodt1cido por Helena PctrO\'llá :SJa'\>'lltsk); que
había fundado e n 1B75 la Sociedad Teosófica. Los tiempos eran pro-
picios par• la propagación en Occidente de estas ideas.
¿En qué consistía la •magia sexual• que e l masón de aleo grado
Karl Kelloer había aprendido de los yogui.s árabes e hindtíes, y que

233
Crowley había descubierto sin ayuda de nadie, o aprendido de su
gurú de Madrás Subbappaty Swami? En el riLuaJ de los Vamacharis,
<>seguidores d el -.se r1dero de la n 1a 110 izquierda,,, a'ií llarnado por-
que su culLo es celebrado con el concurso de la mtijer, que es • lu-
na1'», o ·de la izquierda• , la imagen de hombre y mujer que se han
unido en el acLo sexual no es considerada impura por la mayoría de
los hindúes, sino al contrario, se piensa de ella que se Lrata del ver-
dadero rito de un sacrificio. El celebr.ante manifiesta una actitud
respecto a la mtijer que contrasta con la de cualquier otra persona
que realice el acto sexual; además, la mujer suele ser, por lo gene-
ral, la esposa del celebrante. Pero, en cualquier caso, lo sea o no, no
es vista como una mt\je1; sino como un símbolo de la divinidad, de
la Madre Divina. Como dijera Arthur Avalon (sir John Woodroffe)
en su importantísima obra sobre csLe tema, Shaliti y Shahur. "Los oc-
cidentales suelen ver obscerúdad donde sólo hay simbolismo• . Los
orientales que practican esta foima de culto, relacionada con el sexo,
no adoptan la mentalidad que rige nuestra conciencia habitual. De
hecho, son yoguis, hombres que pueden despertar en sí mismos a
kundalini, parecida a una serpiente, el supremo poder que reside en
el cuerpo humano, a través de la cual se realiza el yoga, o unidad
con Dios. La mujer se halla también en ese mismo plano: junLO al
hombr·e co1npª1·t.irá l::t ~Fi es1a. de los Cinco Elern er1LOs"' (Pa111chrtL(1ll-
va;, que tiene lugar en un estado mental que no e; terrenal, sino
místict1. Los cinco e lementos ·' º" los c11atro rle la trarlic.ió11 or11lta
occidenial,_fuego, Aire, Agua y Tierra, más un quinto elemento es-
pirin1al, o Eter, ct1ya únira finalidad es la de sintetizar o pt1rificar los
otros cuatro, y que se hallan representados, respectivameme, por el
vino, la ear11c 1e l pescado y lo.s cca·calcs, n1icncra.~ qttc e l qui11lo :sim-
boliza la unión de Shiva yShakti, y, sobre el plano terresLre, la uni6n
stxual (ldaithuna). No ~e olJttr1dría c:l rc:sultado dt.-sc.a do si fuese rea-
lizado en un estado mema! no adecuado, o si la focrza de kmula/ini
no hubiera sido convenientemente >uscittda. lil practicante experi-
mentaría solamente un orgasmo normal, en lugar de la más sublime
de todas las cxpcricncia.t; sa.1nadhi., el éxtasis, la ttnión con Dios.
1

El comer y el beber mantienen el cuerpo, mientras que la unión


sexual sirve para pro pagar la especie. Son todzs eUas funcione~ na-
turales. y no hay razón alguna para que la copulación. regulada y
prescrita de acuerdo con el Tanll'a, "ºpueda servir para un fin que
se~'l st1perio.r al de Ja se1l.St1a lidad .
la actividad sexual de CrO\•iey siempre era una acti\'idad mágica.
Para comprender Ja idea q\tC s11byacc en cllo 1 será de gran ayucla

234
considerar la visión que de Jesús o de Maria tenían los místicos cris-
tianos en el momento del éxtasis, en el que, por supuesto, no en-
n<1ba el sexo. Un yogui que se halle en un estado de exaltación aná-
logo expelimentará una '~sión de Ktishna o de Shiva, o de cualquier
otro dios del panteón hindú. La 1.eoria que sub)'ace en la magia se-
xual es la siguiente: en el climax del acto sexual, la dualidad, u ob-
jetividad, se anula. Es decir, no hay alto o bl\jo, bueno o malo, noche
o día, macho o hemb1<1, etc., >'ªque los opuestos se han convertido
en imo; por eso el vacío que se crea en la conciencia del mago que
lo está practicando atrae el obj<.;to para d cual se lle\'Ó a cabo la ope-
1<1ción, también llamada opus. Esta, y no oU<t, es la base física de to-
da la operación, que constimye el gran secreto del grado IX de la O.
T. O. Las intenninables 1>J1era sexualia de Crowley perseguían las co-
sas má5 triviales que todo el mundo desea, como dinero o éxito en
alguna aventura; y otras que no lo eran tanto, como ·d~-seo y el po-
der que genera el deseo•, es decii·, que su deseo debía ser más fuer-
te, • para establecer la Ley de Thelema», que es la ley del Haz lo que
Quieras. Hay que preguntarse si ese tipo de magia logró funcionar.
Habría qt1e contestru· que no. Sin e1nbargo, él no dejó de practicar-
la con asiduidad casi dialia, casi con la misma con que hacía sus con-
sultas al l Ching, sin hacer caso de las respuestas que recibía, que in-
terpretaba o malinterpretaba, según los deseos del momento. La
más seria objeción que pueda hacerse a la magia sexual de Crowley
é'StTiba en que, debido a su promiscuidad, alteró los principios que
subyacen en ella, puesto que esta magia se ba5a en la relación, que
tiene que ver con el magnetismo personal, entre el mago y su com-
pañe1<1, y que requiere varios meses de U<tbajo previo. Con mucha
frecuencia, Crowley practicaba lo que también llamaba magia se-
xual con hombres que enconU<tba, invirtiendo, para el ca5o, cerca
de una hora, y a los que no volvfa a ver. Pero una acti,~dad mágica
de ese tipo no hace sino agitar las füerzas caóticas del inconsciente,
lo que se refleja1ia más tarde en su sombría vida.
Al no haber tenido acceso a los documentos de la rama genná·
nic.a de la O. T. O .. no cono1.co la naturaleza de la magia sein.1al que
Karl Kellner, Reuss y compañía practicaban, pues aquellos ocultistas
alemanes y austríacos no eran olientales, ni tampoco yoguis. En el
mejor de los casos, habrían practicado sólo una forma degradada
de magia sexual; sus fotogr.ifias, con excepción -quizá- de Ja de
Franz Hartmann, que ~sitó en la India a Madame Blavatsky abu·
niéndola casi hasta el sufrimiento, revelan unos rosn·os que dificil·
mente podrían ser atribuidos a hombres santos, sino que, más bien,

235
cuadran a Wurst-1tnd.Sauerkraut Adepten [Adeptos a las salchichas
con chu1:mt] vestidos como burgomaestres, con sus llamativos ata-
víos y las insign ias de su cargo.
Por otro lado . Crowley n o era un tipo tan tranquilo como ellos.
Ni tamp oco como Karl Kellner, p ropietario de w1a herrería, un
próspero r1cgocio al que aLender. No habría resultado sorpre11den-
te que Crowley, después d e habe r permanecido e n el Oriente, se
hubiera convertido en un yogui lánllico, y que, después d e varios
aiios de preparación, practicase aquellos ritos. Th" Pari.s Working.
que es un documento no destinado po r el autor a su publicación,
podrá decirnos, una vez descifrado, hasta qué punto p racticó Crow-
ley la magia sexual, y con qué resultados.
•W que si¡,r ue es el informe preliminar de esta Operación de Ar-
te Mágic( k)a.. , p roclama la sentencia preliminar de The Pmis W,;r-
ki>ig. Pero no hubo otro info m1e posterior y más amplio d e la o pe--
ración, sino otro documento titulado TIUI Esoteric Recortl ofthe Worki11gs
[La re lación esotérica d e las o pcr.tcioncs], escrito por Crowley a
partir de notas que había tomado, y que d esarrolla lo tratado en la
operación. The Pmis Wm-king fue el prime r acercamiento sistemáti-
c.o a la magia sexual de Crowley, a imque lo esconda en sus úmfes-
sions bajo una declaración tan meliflua como inocua. Al ser uno d e
los di rigen tes de la O. T. O .. se sintió obligado a practicar el se.xo
con fines mágicos. Y comenzó con un hombre en lugar de una mu-
jer (lo que es contrario al espíritu del Maithu1w), ya que vivía en Pa-
ñs con un h ermano d e la Orden y le había p rometido iniciarle e n
a<¡ucllos elevados misterios. Las divinidades que deberían invocar
eran las mismas que, anteriormente, habían venerado en la Colde n
Oawn e n rituales de tip o purame nte ceremonial; ahora se trataba
d 'e descubrir si este nuevo método sexual era m>Í-5 e ficaz.
Cuando Crowley escribía acerca d el sexo·, solía utilizar un tono
irónico y pomposo, como si, en e l fondo, no creyese en lo que esta-
ba diciendo. Para él suponía en realidad una esu1penda broma
anunciar con voz de cm-a que había cumplido sus devociones, cuan-
do lo que que1·ía decir era que había estado fornicando con un.a
prostituta, la má5 fea que había e ncontrado .
En un preámbulo, Crowlcy anuncia el programa:

Sol en Libra. An. t~ [el 9' a11o del Nuevo Eón de Honis, que co-
menzó en J905. es decir, 1913] . El he1·mano O. S. V. ha cum plido la
tarea que le fuera asignada por la Gran Fraternidad Blanca publi-
cando e l n.sr x de The Eqt1inox. Por e llo. habie ndo persevcrJdo has-

236
tael fin de sus reservas económicas. ha pensado rogar personal·
mente a los Grandes dioses del Cielo. para que tengan a bien d!i'i-
pensarle sus favores -porque, al igual que Job, no ha maldecido a
Dios de manera algw1a- para que él pueda realizar un nuevo sacri-
ficio en la consecución de la iWag?1u1n Opus.

En este contexto, la Magnum Opt.s puede significar una gran va-


riedad de cosas, desde que la humanidad consiga liberarse d.e sus
cargas, hasra que uno pueda entablar co ntac!o con su Santo Ángel
de la Guarda.

Acaba de aparecer el hem>ano Lampada Tradam, que ha supe-


rado Ja p rueba del Neófito que le pe rmite asunlir las tareas propias
del Zclator, a las que se ha ligado Ctll jtLran1ento.
Ademác¡, durante 18 meses, el hermano O. S. V. fue iniciado por
el hermano Merlín e n los Grandes Misre rios, y llevado por él hasta
el o·ono de la Orden del Temple.

De acuerdo con lo expuesto, Tbeodor Reuss (el hermano Mer-


lín) había iniciado a Crowley en los Más Grandes Misicrios (de ma-
gia sexual), pero la frase no debe ser tomada al pie de la letra. Lo
que sigue alude a la entronización d e Baphornet en Berlín.

Por ello, es apropiado reconstmir esta Orden [Ja O. T. O.] en to-


do su esplendo r, pues cuando d Sol entre en Aries An. X (1914) S<.'
rá el 600 aniversario del marúrio de J. B. M. Uacobus Bur¡¡undicus
(-El Borgoñón.) M.olensis, o Jaeques de Molay, último Gran Maes-
tre de la Orden del Tcm 1>le, tnuc:no c11 la hogi1era en 1~14) .

Otro de los moóvos q ue se aducían e n Tlu Paris Workillg para el


comienzo de d ichas itwocacio nes era que •una invocación, que am-
bos cofrades habían hecho de manera casual a Pan, produjo una
gran maravilla ...
Crowley no d ijo de qué maravilla se trataba, pero en este con·
texw una invocación a Pan q uiere decir un acto sexual; y es descri-
to como algo casual . que había ocurrido sin una cuidadosa prepa·
ración.

Y ya que todas las cosas úendcn hacia el bien, nos preparamos


parn la obr.i co n piedad y celo, con santa caridad y con gr.in casti·
d ad de cuerpo y alma. Amén.

257
Escrito a las 4:30 de la tarde del último día d e 1913, según la e ra
vulgo.ir.

Estas palabras, a.parentemente ta.n piadosa:s, van dirigidas contra


el celo religioso de sus padres y contra el cristianismo en general.

Así pues, por l.a Gloria del Único Inefable, de la Paloma y de la


Serpie nte, estos d os cofr.:tdcs comc11zaron su operación. Primero:
Desde las 4:55 hasta las 5:35 )'O núsrno rne confesé, yo, el hermano
O. S. V. 6.º =5°, recibiendo el Sacran1ento de ci:erto sacerdote, A. B.,
y de este modo, si ntiéndome más confOrl..1.do m e puse a dibl~ar el
primero de los pa ntáculos de este libro.

La paloma simboliza el amor conyugal y también el espírint; la


serpiente es uno de los símbolos de la vida insüntiva, del mal, y tam-
bién de la sabidttría. Segú11 Freud, y rntLcl1os otros anteriores a é l,
la serpi ente posee un significado fálico; en Tlw Paris Working estos
dos símbolos representan respectivamente el JOni y el lingam, esto
es, e n sánscrito, los órganos sext1alcs fen1er1in10 y mctSculino.
El •sacerdo te• A. B. (quienquiera que sea.) era un sacerdote en
el sentido de Crowley, es decir, que pa.rticipaba en aquellos ocultos
misLerios. La frase que se refiere a que Crowley recibió el «Sacra-
m ento» de él. lo ú.r1ico qt1e qtücre decir es qL1c recibió su semen,
p<)siblc rncnte en su boca.
Micnu·as dibujaba el panláculo o disco, indudablemente con
atributos mercuriales (el pant.áculo no se ha conscn•ado), le llegó
una inspiración •del Altísimo•, de quien procede toda inspiración
exaltada. Aquella inspiración le decía. en particular, que Pan era el
Maestro de la Obra que Crowley se proponía llevar a cabo con el
hermano L. T., )' que sin la sabiduría divina no llegarían a nada.
Puesto que Hennes erd el dios de la sabiduría. así como el patrón
ele la magia y el archimago en pen;ona, él era el dios a.I que atañía
esta pa.nkular o peración ele arte mágic( k)a y no al fantástico Pan
de la Arcadia.. ·Por eso, yo digo: que lo primero sea la invocación a
Hennes.•
Demasiado a guisa de preámbulo.
Así puc.s, la Primera Operación de csw Suprema Arce Mágic(k)a
fue una invoL-ación a Hcnncs, que también es el dios de los ladro-
nes y de los vagabundos. A la.s 11:30 p.m. del último día de 1913,
Crowley abrió punltiahncnce el lcmplo, •invocando también a Thoth
con las fórm1das egipcias•.

238
Thoth es la forma egipcia de Hermes, y la ceremonia de apertu-
ra del templo -<¡ue había sido consenoada en el denominado Ritual
671- era una invocación al dios egipcio. Tl1e Paris Workfog com-
prende en total veinticuatro operaciones, y parece ser q ue en cada
una de ellas el ritual utili7.ado para su apertura fue el 671, ya fuera
en su forma íntegra o e n o tra resum.ida. Pero es d emasiado largo
para que pueda consignarse en su totalidad:

!.A CONSTRUCCIÓN DE !.A PlR.4.M.lDE

El Mago con la Vara. Sob,.e el Alear hay Incienso, Fuego. Pan, Vi-
no, la Cadena, el Látigo, la l)aga y et ..:\.ceite. 1-: n su 1nano i14uierda
lleY• la Campana.
Dos Wque.s de ca,npa·na.
¡Salve, Asil ¡Salve, Hoor-Apepl'
¡Que e l sile ncio engendl'e la Palab·ra!
l>aru.a en t>spiral p<1-n1 expulsar a. los esj>iril",s (lwt;i1t la i"zquierda).
Las Palabras contJ'á el 1-lijo de la Noche,
Tahut:i' proulu1cia en la l .11z..
Conocimiento y Poder, gue rreros gc1nclo..'i,
T.arandean lo Invisible; hacen huir, hendid..1 en dos,
a la tiniebla; la materia esplende como una scrpicnlc.
Scbek' es golpeado por el trueno...
La Luz prorrumpe desde lo bajo.
Se cliniJ! hacia 111 oeste, eu el t:enfro ~ !ti hfl$1J en que se enou.r.ntra1'
Thoth, Asi y Hoor.
¡On, Tú, Ápice del Plano,
de cabeza de Ibis-.)' Var.t d e Fénix,
y Alas de :-.locl1e! ¡T 1í , curas serpientes distienden
sus cuerpos. alcanzando el m:ü allá!
¡Tú, e n la Lu~ y en la Noche
eres lano, Sl•perior a su n10,irnte poderío!
Se tw>lá las no~'<U. Y. lmzo u na cnu ~ ,¡ CQraUÍn y"' ml'Ollfl IJJ tll·
dena cúrtdtdur ib k1 frr:11u, dúi m tlo:
¡Agua Lustral! ;Envía tu corrien te
• tra,-és de mi... lin fa. médula y sangre!
¡El Láúgo, la D-.tga )' la Cadena
purifiquen cuerpo, tórax y cerebro)
Unge sus heril/os, diciendo:
¡Que el Fuego dé fonna! ¡Que el óleo
cquiübre. sa11e )'absuelva!

239
(e1.c.)
(Así querla t:onstniitla la Gra1i Piráu~ide. )
Sigue la lniciaoi6n·:
¡No sé qt1ien soy!
¡No sé de dónde vei1gol
¡No sé adónde voy!
¡Busco, pero sin saber el q ué!
Estoy ciego }' atado;
pero he escucba(IO un grito
resonar a t.r(lvés de la Ete m icla<l:
¡Le,'linca1.e y sígueme!
jAsar Un-Ncfcr!' Invoco
al Cuádm ple Horror del Humo.
¡Desencadena el Abismo! con la Palabra terrible
q ue Setl1-Tifón' ha oido:
Sazaz Sazaz Ananacasan Saw•-
(Prouuncici esl<l fr<ue al revés, p11es es 1n1iy f>eligrvsa: obre f,lS J"11ertos del
h¡fiemo.)
Pausa.
Al Miedo a la Tiniebla y a la Muene.
al Miedo al Agua y al Fuego,
al Miedo al Abismo y a la Cadena,
al Miedo al Infierno y al Háli1.o de la Muene
al Miedo a Él, el horrendo demo nio
que en el Umbral del Vacío
está con su dragón, para in.atar por sor¡)resa
tJ Pc~grino qtte sigt.1e la \lía.
l\ todos <itjo allás con fi.1er-ta y prudencia,
a\ianzo con fortaleza y sabidwía
po r el rcct.o Sendero; aunque S\.IS celadas
sean. s.cgt1ra1r1enle, infinitas.
l'acila)'caca tierra. A.vontpa,ia su.s pakJbrll.) con. accior.cs, t'-!ando la ca-
dena, ti látigo J la d•gt•.
¡Asar''. ¿Quién se aferra a mi garganta?
¿Quién me inmovilii.a? ¿Quién apuñala n1i corazó11?
Soy indigno de franquear
cs1e pHono de li\ Cra~a de M.aat'l.

Este ritual, en su venión íntegra, precisaba media hora parn su


~;ili~r ión . Al fi11;tl, los. clos. m;¡gos. (q ue: h::.hi';¡n ronse:gnirlo p;ts;ir ;'l
<tvés de un desgarrón en el velo d e la mate1ia) se enconm1ban en

240
un estado mental apropiado a la siguiente fase del procedimiento.
En la descripción de esta Primera Operación, Crowlcy, en contra de
su costu.mbre, se muestra poco comunicativo. F,sctibió: •Y después
de la última campanada de la medianoche, las primeras palabras y
hechos del Accendat!, resonaron en el akasa-. l\cce11dat!significa •¡!Há-
gase la luz!., que son las primeras palabras tanto de una oración co-
mo de u.na invocación. Akasa es el eqtti,alente en sánscrito de étn, la
mate1ia sutil que penetra todo el urúverso; el akasa es el auténtico
medio del sonido, puesto que d aire es de importancia secundada.
La luz que Crowley estaba pensand.o encender concernía tanto al
cuerpo como a la mente. Esto se deduce claramente del siguicntc
versículo, o Sagrado ffinmo a Hermes, que comen7,aron a recitar:

jun~lur in t1<if.i vates: rex intlyte rhabdou


llennu lu venias, verba n~fanda j'ereti.s.
Uuntos, el vate en e l ''ate: ¡oh, ínclito rey de la \!ara!
Ven, Hermes, trayendo palabras in1pronunciables.]

Los d os •vates• -que durante la invocación debían de haber en-


trado uno en el otro- eran, naturalmente, Crowlcy y Ncuburg.

Mercorio se u:1anifCstó al 1nomtnto en su primera. fOnna, r.al y co-


mo está escrito en e l l.iber 1\rarit~ 1. 8'°': «Tú te ha5 aparecido a mí
como uo muchacho malicioso y encantador, con Tu globo alado y
las scq>icntes sobre la vara".

Crowlcy veía el templo inmerso en el plano astral, b1·illando con


millares de caduceos de: color amarillo oro, y cuy-.is serpientes, vivas,
se movían. Y cada uno de estos caduceos era empuñado por un dios
Hcnnes. • Pero era tan joven y malicioso que el sacrificio fue impo-
sible.•
Hennes se había manifestado e n Neuburg, pero Neuburg (Her-
mes) se había componado de manera tan necia que el acto sexual
(el sacrificio) se había malogrado. (Crowley desempeiiaba la pal'le
femenina.)

Cuando clausuré el templo era la 1:40 a.01. diej ovif Uueves]. pen-
sé en la renovación del rito por la tarde. con la esperan>•• de obte-
ner a licnnC5' en SU llUC\ln fase.
¡Bendito y Alabado sea el Santo, el Inefable, el Señor de la Ser-
piente y de la Paloma! Amén.

24 1
La invocación de dioses y demonios para que se hagao visibles
fonna parte de la tradición mágica. El profesor de Crowley en la
Golden Dawn fue Allan Bennett. En uno de los cuadernos de notas
de Bennett, fechado en 1899, cuando veía diariamente a Crowlcy,
había un talismán en pergamino dedicado a Mercurio. Debajo de él
estaba escriLO: •Vitalizado Mercurio (el talismán o pantáculo) entre
las 2:30 )' 4:30 colocándolo sobre la Cabeza del Espíriru y (d 8 de no-
viembre, creo) fijándolo a ella, de manera que se cree un vínculo, y
así infunda en él todo el poder que posea en la vía de la Sabiduría
(cocaína)».
En su obra Magia. Temfa y Práclic(l,, Crowley explica el orden a se-
guir en esta especie de ceremonia. Primeramente, el mago invoca
al dios con súplicas dR.v1Jtas y le ruega que se digne enviar al Arcán-
¡¡el apropiado.,Entonces, el mago ruega al Arcángel que le envíe al
Angel, ~a los Angeles, de aquella esfera, en su ayuda. Cuando apa·
rece el Angel, le r.onj·ttra a qtte le envíe la ir1Leligc11cia que le inccre-
sa; y a esta inteligencia, él la canjura con autorido.d para que le envíe
el espíritu, y a éste le dará 6rde11es. Así pues, no era dificil, ni peli-
groso, para Allan Bennett, esto es, el hermano Iehi Aour (por usar
su nombre mágico), una vez que tenía ame sí al espíritu, colocar el
talis1ná11 en su cabeza. El añadir la palal>ra «cocaír1a• indica qt1e es-
droga er..i utilizada durante la ceremonia y, sin d ttda. contribt1ía
lt'l
a la materialización.
L~ s igt•iente invocación de Hermes, descJ:"ita b~jo e l útu.lo de
Segunda Operación, fue realizada, tal y como había sido pensada,
rl11r;:inrt- 1.... norh~ .ctigi•i~nt~. f\ofif'ntr:::i.s 1an10, C:rO\\ll~y. rnn r.~r:::i
ama1illa, había hecho una imagen del dio; en forma de falo. Se
.si111ió AAti.sf~r l10 rl~ .s11 hahilirt::iirl n1:::in11al y lo rl~"rrihió romn 1n 11y
bonito.
Los C<)frades llega.ron al templ<) en un estado mental reccptiv(>.
acentuado por una buena cena, con champán o coñac, y quizá la
droga en consonancia con H'ennes, A·nhalnni1l1n lnuitiii~ q11e si1scita
visiones bellisimas.
Encendieron el incienso" y el templo quedó abierto a las 11:20
p.m. Se declamaron tres poemas de Crowleydurante la invocación:

1\J final de la Luz,


en 108 lú11itcs de la Noche,
estaba 'Mercurio frente a los Nonatos del Tiempo.
Fue entonce.; formulado e l Uni\1erso:
despu<s de aquello llegaron los dioses,
los eones del Ilimitado M;\s Allá.
Entonces \libró la \ foz,
entonces fue pronunciado el Nombre.
En el Umbr•l de la Enu·ada,
entre el Uuivcl"8o y el Infinito,
en el Signo del que Entra''
estaba ~tercurio, mie ntras ante él
los eones fueron proclamados.
Él los registró eo símbolos;
los hizo vibrar en el AlicntoJ
pues entre la Luz y las Son1bra.s se encontraba.

Esta poesía había sido tomada del •Rito de Mercurio», que era
uno de los • Ritos de Eleusis•, celebrados públicamente en Caxton
Hall, entre octubre y noviembre de 1910, por ·Mr. Aleister Crowley
y sus distinguidos colaboradores., cnu·e los que se enconu-aban Miss
Leila Waddell, su Mujel" Escarlata, y Mr. Víctor Neuburg, su amante
en The Paris Wori<ing.
El si¡,'1.licntc poema utilizado en la invocación llevaba por tímlo
·El Templo en Tinieblas•.

¡Oh, Luz en la Luz! ¡Oh, relampaguean tes alas de fuego!


El más diligente de los instantes del mar
es par" ti
como un caminar tranquilo de la eternidad
con miembros que arrastra y medas que gimen de fatiga,
¡Oh, gen ial llama de ámbar tornantc!
¡Semejante a una chispa de oro,
llega hasta el púrpura, hela aquí!
¡Una llama gris!
Después, las oscuras alas nocturnas se arrebolan
de iridiscente índigo,
matizado por algún rayo violeta. ..
¡Oh, Hermesl ¡Mensaj ero del más recóndito pensamiemo!
¡Dc:scicodel ¡Quédate cOLrc nosotros! Coriicndo r:ípido en rnis \"CD3ll
\"C1-ticndo dcHrantc dolor.
La Palabra de la Yoidacl i ntegrada en Ja Nada.
¡El Inefa ble Amén! ¡El Elaborado Prodigio
trae la muerte, si la vida se excede!
Haz sangrar a m pálido Eremita,
y exudar Vida;

243
y c11n Sabiduría y su palabrd
llena la muda n)ente, p1·eílada de confusión,
¡de quietud!
¡lanza tus preciosos relámpagos en mi mente! ¡Libera mi espíritu!
l\1czcla con mi h~ílito, mi vida )' mi nombre, tll talante
y la esencia de Ti.

Y, finalmente, estos versos, que son demasiado largos como para


ser citados íntegramente:

M;tjestuosidad entre la Divinidad, 1'ahuti. d coronado de Sabi-


duría, Señor de las Puertas de l Universo: ¡Te in\'OCan1os!
¡Oh, Tú, el de cabeza de Ibis: A Ti Te invocamos!
¡Tú, que empuñas la Vara del Doble Poder": ATi Te invocamos!
¡Tú, que UevJS en Tu mano izquierda la Rosa CrtlZ de Ja Luz y de la
\ fida: A Ti Te invocamosl
¡Oh, Tú, cuya cabeza es de Esmeralda,)' Tu Nemys.~ ' como el azul
del cielo 1lOCturno! ¡Tú, que riene.s la piel de un naranja llarneante.
co1lJO si ardiese en un horno: A Ti Te invocaJnosl

I~~ recitación de estos poemas requidó veiote minutos. Después,


a las 11 :40, se procedía a entonar el jtmgilur in vali vates, coinci-
diendo, como la vez a11Lerior, con la opcraci611 sexual, de la que ve-
nia a ser una breve descdpción, y que llevó un cuarto de hora. Lo
que sucedió después ha sido d escrito por Crowléy en los siguientes
ténninos:
Acto seguido, el hemlano L. 1'. perdió 1otalmen1e el control , y
atJnq1Je fi.•ese un hombre de cierta educaci ón, se deg·r adó a sí 1niSa
rno y di.~persó el sa11to Prana •~ desfigurando esle libro,. al escribir
por detrás de la hoja por la que estaba abierto garabatos sin senti-
do, mientras afirmaba que se trataba de la inspiración de Thoth, pe-
ro que habrían resultado indigno. hasta de su babuino". De esre
modo. llegó a perderse una gran parte de la vinud del rito.

En Magia. Teorio y Práctica, Crowley afirma que inmediatame nte


después d e la Licencia para Irse, y d e la conclusión de la Operación,
el mago d e be seniarse y consignar por escrito lo o currido. Hasta en-
tonces. esa tarea había estado a cargo de Neuburg, que parecía ha-
berse \'l1elto histérico, lo que ofendió el se n tido mágico d e la d e-
cencia de Crowley.

244
La Licencia para Irse, o despedida de las fucr1.as evocadas, se ha-
lla resumida en las siguientes palabras:

Y ahora yo he de decirte: pane e11 paz hacia tus aposentos y mo--


rddas .. . y que la bendición del ..\Jtísi1no sea sobre ti e n e] 11ombrc de
(mcnc:iónese aqttí el nombre divino apropiado a la operación, o un
11on1bre apropiado para redin1ir a aq11el espíi·itu); y q11e la 1>az sea
entre an1bos1 y qt1e tú te halles presto a ve11ir. sicn1pre que seas i11-
voc1.do }' Uan1ado.

Una nota al margen de Crowley dice: «Es no1mal añadir "por


una palabra, una voluntad, o por este poderoso Conjuro de la Arte
Mágic(k)a''..
Si, a pe.sarde ello, el espíriru no desaparecía inmediatamente, se-
ría indicio de que algo no funcionaba. El mago debe, entonces, vol-
ver a consagrar el círculo mágico con el mayor cuidado posible. Y
una vez más repetir la despedida, y si aún así no consi~'lle que el es-
píritu se marche, deberá realizar el rirual de expulsión apropiado y
añadir conjuros para aumentar su efecto. «En estas circunstancias,
o si lleira a ocurrir algo que pueda parecer sospechoso, no deberá
contenta.rse con la aparente desapiuición del espíritu, que fácil-
mente puede volverse invisible para agredir o atormentar al mago
al salir del Círculo o, incluso, muchos meses después.•
De wdo esto, es evidente que la de mago es una vida que re-
quiere ur1a gra11 vocaci<:)n }' dedicaciór1.
Afo rtunadarner1te, los resultados de la Seii:ur1da Operaciór1 llar1
sido recogidos en The &otLlic Rewnl Gracias a ellos sabemos que
después de la invocación a Hennes, •<Conforme a los Ritos Secretos»
(el acto sexual), el dios procedió a contestar las pregutllas que se le
hacían. O . S. \ 1. l1aci'a. la:s prebFlar1tas y L. T. oía la.'S rt$puc:slf:U, lo <1ue
quiere dcdr que el dios estaba presente en él, o que lo veía y oía as-
tra.lmente.
La primera pregtmta que fo1muló O. S. V. fue la siguiente: "¿Es-
tamos operando bien?•.
«No-, fue la desconcertante respuesra.
• ¿Qué e.s lo que est.i mal?•, dijo O. S. V.
1(1 a l1ora y, r.n parr.e, e) l11g:ar.»
«¿Cuál es la hora correcta?>, pregtmtó O. S. V.
...Ttc,~ hc.)r-as antes de la atirora,>-
-¿EstO es v'.ilido solamente para Mercurio o para todos los dio-
ses?»

245
. ,Sólo para Merct1rio.)•
«¿Debemos invocar 11t1evamente a. Merc11rio?),
·cSí.»
Mañana?»
.e;
'
«No.»
..cEntonces, ¿c11ándo?»
·El dfa del plenilunio.•
«¿Qué dios podren1<>s invocar mailana?»
•Thoth.•
• Pero si Thoth es Mercurio•, observó O. S. V.
•Bajo otro aspecto•, respondió L. T.
Aunque aquella fuera la voz de Neuburg, no hay que pensar que
él estuviera exponiendo su propio punto de vista; no era sino el por-
ta,oz del dios.
«¿No tendremos que repeúr el mismo versículo?», preb•1mt6 O. S.
V., refiriéndose al encantamiento que comien"Zajtmgitur in vali vates.
•F..s in-elC\'linte•, respondió L. T
«¿Debo hacer ~'Stat.uas de 1.odos los dioses?•
«No.•
•¿Debo hacer tablillas de todos los dioses?•
«Sí.lit
•¿De qué úpo?•
•Tablillas que sólo tengan el nombre.•
•¿En qué orden debo invocar a los dioses?•
• El orden apropiado es: Venus, Mercurio, Júpiter, l.una, Sol.•
•¿Puede a)"Udar la lieomancia"?•
«Sí.·
(Crowley, más tarde, escribió al margen: • l la servido•.)
•¿Y también para diribrir los asunto$?•
• En algunos, pero no en todos.•
•¿En los negocios?•
•En algunos negocios.•
•¿Cuáles?•
•Los que se encuentran relacionados con esc1ibir libros, el di-
nero y el amor.•
No hay constatación de la velocidad a la que se respondían aque-
llas preguntas. Neuburg se hallaba en trance- ¿Había largas pausas
entre pregunta y pregu nia, o entre pregunta y respuesm? De cual-
quier modo, en aquel mo mento, se hizo una pausa. A su final,
Crowley, como si se hubiese quedado sin preguntas, volvió a un an-
Lerior argumcnLo.

%46
•¿De qué modo podemos invocar mejor a Mercurio?•, preb•unt6.
«Usad un pentagrama dorado, colocadlo en una posición pro-
minente; bebed vino blanco y comed pescado antes de la ceremo-
nia. Y quitad el reloj.•
Aquellas insttucciones, impartidas tan oporttmamente por me-
dio de la voz de Neuburg, no se conespondían con su manera de
hablar, ni estaban en relación con sus conocimientos. Sólo era lln
Zelator de la Orden, y aunque hubiera sido insttuido por Crowley
durante varios a11os, era un joven ñmido e inseguro. • El hermano
L. T.., escribió Cro,vley en ou-a parte de The Esoteric Record, •tiene
un defecto: la introspección. Es más hombre de pensamiento que
de acción•. Y Crowley tenía un defecto: le faltaba introspección; pe-
ro de esto no se había dado cuenta.
P,~gu,nJ.a:. -¿Puedes darnos alguna sugerencia para mejorar las ce-
remonias, especialmente para la consagrada a Júpiter?• .
Respuesta: •O. S. V. deberá ir vestido de escarlata y plata, y llevar
una corona. El hermano L. T. vestirá una túnica escarlata, <lebení
echar sobre el pavimento violetas que pisoteará con sus pies desnu-
dos•.
El pisotear violetas con los pies desnudos trae a la imaginación al
lujurioso Pan, cuando se echa un u·otccillo por el claro del bosque,
pisoteando con sus pezuñas la5 florecillas silvestres.
Pregunta:. • Danos una prueba inconfundible de tu presencia, que
pueda ser apreciada por la inteligencia de O. S. V.•.
Respuesta: • Deja que la vara, o uno, se vuelva nueve, que es el sig-
no de Príapo, y después, nada• .
- . -
O. S. V.: •Comprc:ndo y acepto la prueba•.
La vara (el pene) es el uno. El nueve es el número de la creación;
por eso, que Ja vara (el uno) se convierta en nueve (que emre en
erección y sea creativ-.i). A Crowley le iban las ceremonias tanto co-
mo el sexo; pero es dificil de creer que él y Neuburg (que realiza-
ban juntos prácticas sodomíticas) hubie ran podido sopo1tar aque-
llos rituales sí se hubieran encontrado rodeados de espectadores.
Lo que después ll~tnscribiera Crowley no es sino el guión de una
obra de teatro, lo que no quiere decir que llegase a representarse.
Le pasa lo mismo que a su poesía, que resulta un tanto recargada,
por lo que supongo que si a la Bestia se le ocurrió recitarla, Neu-
burg debió sentirse tremendamente cansado.
La Tercera Operación dio cornienro hacia la median oche del día
siguiente. Tal y como había ordenado Hermes, el relqj. símbolo del
tiempo -tenían que permanecer fuera del tiempo-, fue retirado del

247
recinto; por eso Crowlcy dice que tuvo lugar •a eso de la mediano·
che», pero se contrJdice, porque más adelante indic;1rá la hora, c.on
precisión, en que concluyó la rase de la ceremonia: •A las 12:57 a.m.
dies Satumi [sábado] se terminó el Quia Patri..1...
El Quia PtJtris es uno de los recitativos del coro de The Ship [El
Barco], un •auto rnisttirico• de Crowlcy. publicado en el número 10
d e The Equinox.

Para el Padre y el Hijo


el Espírin1 Santo es la nor1na:
andrógino, quintaesencia!, tínico,
esencia de h.on,bre disiillulada bajo fofnH\ de 1nujer.
¡Gloria y adoración en el Altísimo,
a ·r1, Palorna, que dcifica.s a la huroaáid,;.ld,
esa. raza .. . cuya. norma es can1inar co11 djgnidad regia
atravesando la torn1en1a invernal hasta alcar11.ar la esple11dorosa
[pri.It1avcra!
¡Gloria y adoración a Ti,
savia del fresno ciel n111ndo, árbol clcl prodigio!

Durante la l'ecitación del j"71güur in vati vates, que precedía al


Quüi Pairis, Crowley estuvo muy cerca de alcanzar el estado de • po-
sesión cxlática., en el cual, dice, vio la Cruz Triple de los Grandes
Hierofantes, )' después a Hermes en persona. Ya que el versículo
• .
recemos sorprendente o inesperada.
.
coincidía con el comienzo del acto sexual, esta visión no debe pa-

El templo fue clausurado a las 2:15 a.m.


Lo que se ha recogido en The Esoteric Record acerca de esua Ter-
cera Operación comienza con la descripción que el hel'rnano L. T.
hace de Hermes: el dios era «esencialmente fálico., pel'o llevaba en
la mano un libro llamado Li/Jro fl, de 106 páginas. En la última pá·
&.;na había una es1.rclla luminosa de cua tro puntas que, según Crow-
ley, debía ser identificada con el ~jo de Shiva, el ojo simbólico que
Shiva lleva en mitad de la frente. y que se halla cerrado. Si Shiva lo
abriese, su luz destruiría el universo. Aquel libro tenía por subtítu-
lo la palabra BIA., esto es, •fuerza».
Sigue una disertación. de la que da ·idea el sigtúente fragmento:

Cada gota d.c semen que Hcnncs derrnma es un mundo. El tér·


mino que rest1Jta más apropiado para .e ste semen es el de RR..\:TOS
{potencia). Estos mundos se encuenttan sujetos por cadenas in..,isi·

248
bles. Quienes viven en ellos son co1no gttsanos en una manzana: to-
das las forma.~ de vida que generan estos mundos son como parási·
tos. Los mundos plrros son globos llameantes. y cada uno de ellos:
posee \111a int.elige11cia conscie11te.
El nombre d e cstc Falo es Thoth. Hcrmcs o Ma. Ma es el dios
que sed~jo al Falo, apartándolo del Yoni, dando lugar al llnivcrso fi-
sico. Todos los mlandos son excreta, y representan el semen 1n~\lgas­
t.ado. Por eso l<>do es blasfemia )' explica por qué e l t101nbre creó a
Dios a su propia in1agen.

Y prosigue con el mismo tema.


U 11a ,;aloraci6 n de esa5 teorías, rnás bien negativas, alargaría e l
presente libro d e manera un tanto inmisericorde, pero aquellos a
los que les interesen han de saber que vuelven a aparecer en otra
obra de Crowley, Tlu Cospel Accorrli11g to St. &rnard Shaw [El Evan-
gelio según san Bemard Shaw], que aprovecha parte del material
de Tk f'aris fVorking.
En esta parte de ThuEsMeri.t Retord, Cl'O\v!ey co11le11ta que había
dirib7Ído 111cnt.aln1ente a Hcrmes una o ración en acción de graci2s.
Y dice que, en aquel tipo de operaciones, es posible la o btención
d e la fue ria mágica, tanto de las muj eres como de los hombres - la
técr1ica fJ"uede ser igt1alo1e ute 1·1ete1u!lex11al- 1 pi.::1 u ulili~a1 111 l~erc:;;
«es rn~s peli,g.roso par~ la ca.r.._-ei:-<1 del 1nago:•. J:\o explic<t por qlté,
pero las mujeres y, sobre todo, e l complejo de ideas que se halla
asociado a lo femenino, siempre fueron para los hombres un pro-
fundo abismo, y especialmen1e para aquellos comprometidos en
ritos sec1 t::lus. Y, pi usig·u~ C1 uwlt:y, ac.Jc::111ds st: lla t:l PC.:lig1 o ll~l c:1u-
barazo: t1n::1 declaración sorprendente por Slt parte . .Esta es la luti-
ca ocasión, enu·e e l ingente n(une1·0 de sus informes >Obre opera-
ciones sexuales, en que se menciona esa posibilidad. Pero, añade
Crowlcy, el riesgo puede se r evirndo mediante las oportunas prc-
c¡-1t1cione~.
P<mt obte11er la visióa de Hernies e11 p erfectas <"Ondiciones, ~
bel'á sacrificar en st1 l1011or t111 galfo , ~ú11bolo de la conct1piscencia,
y beber su sangre como un sacramento. Para aquellos que gustan de
los detalles, cabe decir que habrá que cortar el pescuezo al gaDo en-
cint..'l de la .. gran imagen», es decir, la ,~ f3liro,..· del
jmage11 de cera
dios que Crowley había colocado en el altar. y que para recoger to-
das las gotas de sang1·e, que se consideran vehículo del ¡>rana o fuer-
za vital, la imagen debe ser colocada en un recipiente, preferible-
111t:11te c.:011 la for111a t.lel Yo11i.

2•9
Henues debía ser invocado dunmte ocho noches consecutivas,
comenzando por la del miércoles, el día consagrado al dios.
A continuación se dice que Hcrmcs aconsejó a ambos magos
«que comierdn más abundant.ement.e», y prometió que les protege-
ría, aunque no se sabe exactamente de qué.
Hermes instruyó a Crowley y a Neuburg S(>bre la manera en que
habría de hacerle las preguntas la noche siguiente, la del domingo,
utilizando la geomancia, y sin cumplir ningún rito. El lunes tenían
que invocar a Júpiter, del que «obtendrían más ayuda que infor-
mación» .
Más tarde, Hermes les decía que • era muy importante hacer
banquetes».
Neuburg, que en aquella ocasión era el interrogador, preguntó
a Crowley, que estaba en trance, si «Hermes les ayudaría a tal fin•.
No estaba muy claro el fin al que se referí.a, pero la contt-stación
fue concluyente: • No lo sabe y no le importa».
Más tarde, Crowley embellecería esta contestación con el co-
mentario de Hermes: «No te comportes como un asno pensando
cómo ''as a hacer una cosa; simplemente hazla• , lo que uunbién es
típico de su carácter precipitado.
Siguieron llegando más instrucciones. 1'.n los ritos de la Luna y
de Venus, cuyas fünuulas esotédcas habían sido publicadas en el
número VI de 11tc l!:quinox, el hermano O. S. V. debería operar con
t111a mt!jer.
•Se niega a decinne cuándo podré disponer de la mujer; dice
que es una cuestión de sentido común. Y dice que lo haga y que de-
je de preguntar la manera de hacerlo.»
Siguió un silencio. Crowley se hallaba absot'to en la conLempla-
ci6n de Hermes, bajo su grandioso aspecw de •vehículo de la cncr-
gi~t del Altísimo. Él e:s qt1ie11 fect1nda al lurtllnífero éLer, la ftaerLa
que produce lo que llamamos maLeria• .
En el diario de Crowley aparece el nombre de Walter Duranty,
quien le tr~jo un mensaje •que puede ser señal de buen augurio• .
Duranty, que hablaba el ruso, sería co1·responsal en Moscú del New
York Times, viviendo los horrores del comunismo y transmitiendo a
Occidente todas las mentims de Stalin, por lo que llegaría a disfru-
tal' de imponanLes privilegios.
El domingo no se realizó ninguna operación, porque las plega-
rias a Hennes habian sido recompensadas con un catarro para el
hcnnano O. S. V., y una crisis de nervios para el hermano L. T.
Crowlcy, después de con templar el cuerpo donn.ido del herma-

250
no L. T., le había despertado, ordenándok irse a la cama y • trans·
cribir los datos•, pr~>sumiblemente de las notas que ambos habían
tomado durante la operación. Pero eso sólo acarreó •una buena pe-
lea•. Sin embargo, no es probable que esa • buena pelea» lo fuese
en la realidad,)"' que Crowley era más alto y füerte. O. S. V. explicó
aquel suceso como el resultado de un exceso de fuerza mágica, ge-
nerado por la operación.
En lo referente a la Cuarta Operación, se dice que Crowley tuvo
que quedarse en la cama, víctin1a de un fuerte resfriado, y que hu-
bo una •completa paralización de las buenas noticias». Crowley ex-
plicó que aquellas dificultades y molestias eran la consecuencia de
su desobediencia a las órdenes de Hermes: •Debimos haber puesto
en práctica la sugerencia hecha por Hermes de un nuevo sacrifi-
cio., que habría dado lug-ar a ·q ue Crowley "suslituyer;i el o~jcto
real por su símbolo• .
No obs:tantc, e l lunes p<)r la tarde los dos magos se habían
reconciliado; el hermano L. T. . que había estado vagando por las
calles de París, re¡,rresó al temp:Io, donde hizo un sacrificio en ho-
nor de J úpiter, frase que revela, o mejo1; esconde, un rito sexual:
su versículo de introducción ya es, en sí, comentario suficiente:
•Por lo cual le invoca mediante el RilO Secreto y es1.e sagrado ver·
síct1 lo»:

l/aud 5«1.l.J oc fJ1terun1 J'fJU1Hant; seminc llllln


l#t1.Slrat1 du-1'1 gatttlms accipit a lter aqm1.5..
SfHtrgt, f1rta1r, Jl'nJis, /t(Jn1ir1u,,, rex titque dtoruu1
juppiler ornni/>0tens. OH1'e<t dona, luis.
[Ni, e l vate purifica al n1uchacho con el cs~)un1cauLc sc11tcn,
micntrJS el o tro, en su orgasmo. recibe las aguas.
¡Oh, omnipotente júpi ter. rey de hombres y dioses,
rocía te lo ruego. con tus áureos dones a tus sien·os!.I

A las 9:00 p. m. la ceremonia había concluido. si bien sus ritos


habían resultado un tanto •menguados• a causa del enfriamiento
de Crowley.
Los hermanos conversaron entre ellos, desde las 10:00 p.m. , ITAS
la clausu ra del templo, hasta la un a de la mañana, cuando, a pesar
de que el templo ya había sido cerrado, Neuburg vio ante sí a jú-
piter, mientras se formaban delame de sus ojos las siguicn lcs pala-
bras: Via est lwdie. Nomina sanclissimormn in felicitaJe habmt viam.
Deus dttlil sig11um in via [El camino es el hoy. Los nom bres de los

251
santísimos tic nc r1 er1 la fe licidad e l ca1ni110. Di<>s l1a dado t111 sigr10
en el camino).
Según Tire Esoteric Record, Crowley, en un estadio anterior del pr<>-
cedimiento. había visto a He nne-.s a él. 1-lcrmes se le prcse n-
fre 11te
t.(\ bajo una de sus formas, la de mensajero: joven y llevando el ca-
duceo. Crowley le vio de pie sobre el al tar, en equilibrio sobre el
dedo gordo del pie derecho. Y Neuburg, que sabía que Crowley es-
taba viendo al dios, alzó La voz y preguntó: •¿Qué dice?•.
•Soy el mensajero de los dioses y os en.vio guirnaldas., respondió
Crowley.
Según ex.plica Crowley en The Esote>ic R.ec01·d, Hermes se apareció
ante él como una • luz inmóvil, de color oro pálido• .
•¿Alcan zará la operación el resultado previsto?», preguntó Neu-
burg, que, al parecer, se encontraba un poco preocupado por las fi-
nan zas. La contestación fue tranquilizad()rci.
•Sí, e n ve rdad y amén.»
L. T. le preguotó entonces si había algún mensaje, dirigido e:r
pecialmente a O. S. V.
Y O. S. V. respondió o, para ser exactos, el dios respondió por
mediación de O. S. V., que recibiría sorprendentes noticias, proba-
blemente aquella misma mañana, y que podrían calificarse genéti-
camente de bumu1s.
-¿El hermano L. T. recibir'.í también n.oticias?• , preguntó L. T. tí-
midamente.
• Sí. están por llegarle•, respondió O. S. V., •noticias de lnglate·
rra, dulces como el cuerpo de una paloma•.
Lo que resulta sorprendente en las preguntas que I<: hicieron a
Hermes es que sólo se trararan asuntos triviales, y que revelasen du-
da y tim idez, e indu.so confusión por parte del interrogador, que re-
pite preguntas que ya ha formulado anteriormente y que, más o me-
nos, ya obtuvieron respuesta. M e habria parecido lógico que todo
ac111cllo hubiera aburrido a 1-lermcs y que se hubiera 11sfumado al
instante. Por Otr.l parte, cuando Hermes habla por boca de Cro"'
k')'. muestra un poco más de empaque: • No lo sabe y no le importa-.
-¿Se hallan satisfechos los dioses con las ceremonias?., pregun-
tó el hem1an o L T.
• Sí. se encuentr.in extremadamente complacidos•. fue la con·
testació11.
Eso es fatuidad. Yo estoy seguro de que Hennes y los restan tes
dioses. con excepción quizii de Pan, no podían habt:r esrado más
despreocupados. Entre las preguntas y respuestas de The Esnteric &

252
cqrd, no hay ninguna que simplemente pregunte: «¿Nos dirigimos
hacia una guerra?., o: •¿Durante cuánto tiempo seguirá el zar en el
trono?•. O pensando en un problema que tocaba de cerca a tos in-
tereses de Crowley: -¿Descubrirán los. científicos una cura para Ja sí-
filis? Y en caso afirmativo, ¿cuándo?,,.. Pero Crowley no era Jo sufi-
cientemente mundano como para pensar en cosas tan efímeras.
En el 1ranscurso de la operación efectuada el lunes, O. S. V., que
bacía de vidente, conjuró ante su extasiada vista una imagen de Mer"
cmio, que relucía como el oro sobre un fondo de púrpura y gtis, sw·-
cado de relámpagos violeta. "Ahora avanza y me besa en la boca, po-
sando su caduceo sobre mi Jalo.• El ~esto de la visión sólo revela la
megalomania de Crowley y su identificación con Cristo, una secuela
de sus años de juventud, o cuando se hallaba inmerso en los rniste-
1ios de la religión c1istiana. Más tarde, aparece un comportamiento
inexpli.cable por parte de Mercurio: •Ahora mete su lengua en mi
boca. No es como la de un hombre, sino como la de una serpiente
o la de un oso homúguero: la pasa por encima de mi cerebro, con-
virtiendo el cráneo en ltuninoso, transparente, fosforescente• .
Después de anunciarle que le otorgará la sabidutia de Ja ser-
piente, Mercurio le dice que él, Crowley, necesita la devoción de
cuatro hombres y de cuatro mujeres: los cuan·o hombres deben te-
ner alguna deformidad y las cuatro mujeres deben provenir de los
cuan-o rincones de la Tierra.
Ahora aparecía ante Crnwley una majestuosa cordillera, sin pa-
rangón con ninguna de las que había visto en el Himalaya, envuel-
ta en nubes, sobre la que llameaba, con tonos nara1tja, el sol del
amanecer. Había en ella algo inusitado: sus crestas se curvaban ha-
cia delante, moviéndose como las de una ola. Ycon un pie descan-
sando en ellas, se erguía Mercurio, rodeado de llamas naranjas, ver-
des y púrpuras.
Ambos habían ingerido mescalina, una droga, semejante al opio
y al hachís, que paraliza el desarrollo nonnal de la percepción, li-
berando los factores psicóticos presentes en el inconsciente. Ni
Cro,vley ni Neuburg tenían la suficiente madt1rez como para sacar
algún provecho de esos experimentos, que nada tenían en común
con las visiones, y que podrían haber seguido intox.icándolos inde-
finidamente sin producir el menor beneficio.
Crowley elaboró inmediatamente una lista de cuatro de sus se-
guidores que tuviesen alguna deformidad, comen1.ando por el her-
mano Lampada Tradam que terna una curvatura anómala en la
espina dorsal. Más tarde, añadiría al tuerto Norman Mudd. Cierra-

253
mente, no tuvo dificulr-'•d en e11con1.rar er1tre las ochenta y tanUlS
mt\jeres que hasta la fecha habían sido sus amantes más sinceras,
cuau·o que procedieran de continentes diferentes.

Ahora \'CO la estrella ócmple de Mercurio que, súbitamente, ex-


plot'.t. en una llan1arada; está formada por cuatro flor~s de lis, entre
las que surge n rayos corno anteras, e n fora1a de anca. En su centro
sé halla la c lave c ifrada de l Gr.-n ~1.aestro, que no es la que tü co-
noces. Encim.a de Ja cn1z se encuentran la Paloma, el Halcón, la Ser-
pieote y el León. Yotro símbolo, a(m más secreto.
A11ora conte mplo ardientes espadas de luz. Todo se abre a una
escala cós1nica. Todas las dista11cias son asu·onón1icas. Cuando digo
•(Espada», 1.engo la nítida percepción de 11n arma que tiene una lon-
gitud de varios 01il101les <le nú.llas...

Aquellas visiones eran tan deslumbrantes que hasta Crowley sin-


tió la necesidad de añadir algún comentario objetivo sobre ellas.
Admitió que nunca había visto paisajes celestes tan hermosos: las
nubes de color rosa eran como un volar de pájaros, que más tarde
le parecían serpientes, cuyos colores se mezclaban con el fondo
purpúreo y verde.
•Las visiones producidas por el t111fwlo11ium son muy similares• .
escribió Crowley, como si no tuviese una experiencia directa de
aquella dtog.i generadora de \<isiones que, de hecho, estaba usando
en aquella ocasión.
Después de ver desaparecer a las serpientes volantes entre nu·
bes que recordaban las pintadas por Turner, Crowley •alió de s11
tr.ince y declaró q ue t.o do había terminado. A~í pues, el templo
quedó cerrado, pero estalló w1a discusi(m entre ambos hennanos,
cuando L. T. afirmó que mediante aquellos ritos estaban desenca-
denando una fuerza inmensa, y expresó su miedo de que, con el
1iempo, podría convenirse en peligrosa y crear •complicaciones in-
ternacionales•.
Crowley añadió una nota al margen, para resaltar que seis meses
más tarde estallaba la Guerra Mw1dial, como si ésta hubier.. sido
causada por The Paris Wárking.
Neuburg, q ue, según Crowley, empezaba a ser víctima de una o b-
sesión, estaba espanrndo hasca el punto de inscar a Crowley a no ad-
milir a oLros participantes, especialm ente si se tr.uaba de personas
meno res ele treinta años.
La discusión sobre la aaturaleza de los ritos sacros indujo a

254
Crowley a observar que los celebrantes "ºdebían intercambiar sus
roles: esto quiere decir que en aquellos ritos homosexuales, Crow-
ley debía permanecer pasivo y Neuburg activo; Crowley sería sólo el
•sacerdote>, (o sea el rol acúvo) en las invocaciones a deidades fo.
meninas, cuando participara una mt\jer. De aquel modo, Crowley
permanecía fiel a su naturaleza. Pero la razón oculta que esgrimió
para su actitud es, al meuos para mí, oscw·a: que •sólo los dioses ne-
gros eran bem1afroditas•, con la excepción de los casos de posesión
divina.
No hay que dudar, ni por un instante, de que gozase al hacer las
alirmaciones más desaforadas. Quizás, aunque muy en el fondo,
creía en lo que decía, pero si se le llamaba la atención, estaba dis-
puesto a decir que todo había sido una broma.
En el rito supremo, la muerte de la víctima debería conduci1· al
clímax. Gracias a esie rito sería posible alcanzar el culmen del Arte
Mágic(k)a. Lo más apropiado sería sacrificar a una joven, de prefe-
rencia volunta1ia, puesto que su indisposición podria introducir
dentro de la operación una corriente hosúl. Después de la violación
seria necesario u·ocearla en siete partes. En este punto, Crowley ha-
ce particular hincapié en que no debe ser devorada, sino que su ca-
beza, brazos y piernas han de ser amputados, y el tronco secciona-
do en cuatro porciones. Los nombres de los correspondientes
di os~'S serían escritos sobre su piel: los brazos deberían ser desolla-
dos y quemados en honor de Pan o Vesta; las piernas, después de
un tratamiento similar, serían ofrecidas a Príapo, Hennes o Juno; el
hombro derecho se baila consagrado a Júpi ter; el izquierdo a Sa-
turno; el cuarto derecho, a Marte; el izquierdo a Venus; la cabeza
no debería ser desollada sino simplemente quemada en ho no r de
1

.Juno o Minerva.
Crowley concluye la descripción de este • rito-, presc1ibiendo que
•no debe ser empleado en ocasiones ordinarias, sino en casos con-
tados, y para pro p<Ssitos elevados, y no debe ser ense1iado al vulgo•.
Finalmente, los dos magos convinieron en que aquellas instruc-
ciones presentaban las caractcrísúcas de la magia negra, •O, ¡l<)r lo
menos 1 gris~, dando fin con e llo, a la discusión.
1

Para la Quinta Operación, el templo se abtia a las 9:30 de la tar-


de del 26 de enero, y el rito fue realizado •tt (Jr'ditiat-ur, tal y como era
ordenado. En esta oca~ión, Júpite1; y no Hermes, era el invocado:

.DetJ.i a<kst. frO.tu·r: «S/J(Lrgr. verba; t>fJUS fiaJ. H'Jdie e.rt 1.1erln1..11t in na1ni·
?U! o
Dei:: trCLS est <>j>usi.. Et /JOSlt a: .. beaJi qui ltaeci1erl>a 11oscuni! Ego su.1n

255
ÜeltS hodit;· <~<' don<I C7(1f wbiJ·fera.m.., . "'Accifw. f)ei.11erba, atJ¡u'- wbis bt-
1u erit. /Jen.ignu.s Sll•>n úi ho1ni11 u,1n urundo seut/ier-. • Deinde: • P'1.allu.1n. eja.-
culanteni tibe fermn in ne>1nine patris. \ierbtt1n tibi rej'ert ad ftatn:m O. S. V.,
tlilto fJnJ.ri, 11i 11omi1u..... .
[Dios está presente. Él dice: •Esparce las palabras: sea hecha la
obra. Hoy es la palabra en nombre de Oios: mañana es la obra•. Y
después: • ¡Benditos los que conocen csr.as palabras! l·loy soy Dios;
ma1la11a os traeré áure'Os dones..,. • Recibe las palabras de Dios, y el
bjen estará contigo. Sien1pre soy benigno en el mundo de los hom·
bres ..oo Por lo cual: orTe traeré un falo eyaculante e n el nombre de l
padre. La palabra dirigida a ti, se refiere al hermano O. S. V., lla-
mado padre, en el nombre...•. )

Crowley comentó que •ésta promesa fue ampliamente cumpli-


da>-. Pero muchas de 1.as promesas de Hermes, hechas por aquel
tiempo, no fueron cumplidas; hasta el propio Crowley lo reconoce.
Por ejemplo, después de que Henues hubo besado al he1mano L. T.
en labios, ombligo y falo , le anunció estos felices sucesos: en dos
meses, L. T. se habría ido al Oriente, lo que le pe1mitiría enconu·ar
un nuevo nivel de Kam1a, más feliz que el aCLual. En el verano es-
taría casado, pero en el otoño regresaría para la Gran Obra. Y en lo
que respecta al hermano O. S. V., también haría un largo viaje al
Oriente, dejando el templo al cuidado de L. T. •Todo erróneo, sin
la menor excepción-, escribió Crowley al margen. Si, al menos,
Hennes hubiera dicho que O. S. V. iba a realizar un largo viaje a Oc-
cidente, podría haber acertado plenamenLe, pues al acabar el aiio,
antes de que estallase la guerr~, Crowley pan.fa hacia Am érica.
En este punto. Crowley hacia vari:u obse" >aciones sobre los ri1os,
y añade nue\'aS instn1ccioa es: O. S. V. sería siempre el plimero en
··ver-, esto es, en mirar dentro del cristal (el topacio dorado engas-
tado en su cruz del Calvario); esto revela que los dioses se babían
manifestado a u-avés de la •piedra de ver• y no, por lo que parece,
g1-acias a otras técnica, de invocación. El vidente debía dictar a su
acompaiianle, que sería el encargado de Lranscribir las visiones.
L. T. tenía que ser siempre el sacerdote, lo que quiere decii· que
Lcuía que Lomar parte activa en la operación sexual.
Los ritos nunca debían repetirse durante más de seis oocht-s se-
gtlidas; c11atro e ra e l n(1me ro aconsejahle.
No debían comen1.ar antes de las nueve de la noche, y la cere-
monia no tenía que durar más de tres horas y media.
El pa,•imento del templo debía ser blanco. pero en los días fesü-

256
vos y en las ocasiones especiales había que pintarlo en escaque blan-
co y negro o blanco y rojo.
Estaba pennitida wta sua,'e música de cuerda.
Finalmente, los celebrantes no debían llevar la cabeza descu-
bierta, sino con prendas de color blanco • O de los colores que se in-
diquen•.
A esta prescripción le sigue una lisia de colores relacionad.a con
algunos dioses. Comienza con P1íapo, el dios b'I'ecorrornano de la
procreación y protector de jardines y viñedos. El culto a este dios,
cuyo emblema visible era el falo, está muy difundido, y en cienas zo-
nas de Italia duró, inmerso en el cristianismo, hasta los tiempos mo-
dernos. Crowley estaba familiarizado con las numerosas estatuas y
relieves de Príapo que habían sido reproducidos en la postrera edi-
ci6n de 1786 (a cargo del anticuario Thoma5 Wright) de la obra de
Richard Paync Knight, An Aa:ount ofthe Remains <i/ the W=hip efPria-
pus lt11ely t.<isting in ]senda; to widi is added a Discourse of the Wor.ship of
Pri.tJf>us, and ilS conneclion wir.h the M)'stic TheoÚJg)' of the 1lncients [Des-
cripción de las formas remanentes del culto a Príapo existentes en
los tiempos recientes en Isernia; a la que se adjunta w1a discusión
del culto a Príapo, en su relaci6n con la Teología Mística de losan-
tiguos].
Payne Kn igh1, ;mticuario )' dilettm1tede la arquitectura, había des-
cubiertO el culto en 1.767, en su viaje a Italia.
Según Crowley, los colores de Príapo son el amarillo y el púrpura.
Los colores de laco, o Baco, el dios de los bebedores, que es re-
J>resentado, ir1dis tintarnente, con eJ aspecto de 1.1n joven afeminado
o el de un vi<;jo j uerguista, coronado con hojas de parra y yedra, son
el escarlata y el verde. Saco es otro de los nombres de Oioniso, el
dios de la vegetación, de los árboles ftutales y, especialmente, del,;_
no. Dioniso, Baco, Iaco - llámeselos como se quiera- atraía fuene-
mente a Crowley, a causa de la naturaleza orgiástica de sus activida-
des. En l:t5 procesiones dionisíae>L5, está rodeado de sátiros que
transportan el falo. Su forma animal es la del toro.
Venus, la Afrodita de los griegos, la diosa de la belleza, la madre
del a11101~ la rei11a de la }\Jegrla y la pauo11a de las corleS<"'\11a!i, tenía
los colores, en la simbología crowleyana, azul, blanco y oro. No fue
invocada en 71ie Paris Working, que fue un dto complemmente ho-
mosexual, pero Crowley compuso en su honor un •Himno Sacro»,
que podía entonarse durante la celebración del rito heterose>a1al
en cualquier otra operación:

257
1··u, Vi-n:us ortA mari venias, lu.fili<l Patril.,
Exaudit pen~i~ carT11i11.a bla11da, prec<W",
"/\1e sil culpa 1ratu 110/ns futui.s.~ viriú,s,
Std caleat cu111i·us Setn!Jer arnqre 111eo.
[Oh, r1í, Ven11s, nacirla del mar, ven, ní, hija del Padre,
escucha los rie1·nos cantos del l'ene, te 1.o ruego,
q \1e para nosotros 110 s:ca tma culpa haber follado traseros viriles,
sino q11e el coño sie1npre se halle caliente de mi a1nor.)

Minerva, equi,<1lente a la Palas Atenea griega, la diosa de la a r-


tesan.ía, de la guerra y de la sabiduria, que surgió de la cabeza de jú-
piter, la diosa que podía prolongar la vida y conceder el don de la
profecía, recibió los colores blanco y plata con un poco de azul os-
ct1ro.
Fi11altne11te, a Pan, e1 más cerca110 aJ corazón de Crov.1ley, le ft1e
dado el muy apropiado carmesí.
Estos colores no habían sido elegidos de manera a1·bitraria, sino
que hallaban una justificación según la Ley d e Ja5 Corresponden-
cias: el carmesí, el color de la sangre y, por analogia, de la excita-
ción y la pasión, es obvio que cuadra a Pan, el dios de la lttjuria. Y
el regio color de la púrpura, cuyo uso se hallaba rese!'>ado al Em-
perador de Roma, es apropiado a Prfapo, pues, simbólicamente ha-
blando, ¿no es el falo un pequeño rey o un prin<:ipito? Análog-a-
m e nte. e l azul, el b lanco y el oro, símbolos d e lcalt::.ld, iraoc e r1 ci~'t y
fe, se avienen con la diosa d e la belleza.
La Sexta Operación, que también supuso una invocación a Júpi-
ter, fue un fracaso, puesto que L. T. no fue capai de alcanzar el jus-
to grado de enmsiasmo (erección).
Crowley comienza la narración de la Séptima Operación con la
observación de que, por lo que puede ver, la amel'ior operación jo-
viana no les aportó ningún resultado interesame. •Y, sin embargo,
esta 11oche teng<) rnás confiar11.a que de costt1mbre; me encuentro
en 11n estado extremadamente nervios<), casi eléctrico.» S11 resfria-
do iba mejor y durante el día había salido a dar un largo y agrada-
ble paseo, y había comido fuera. En aquellos momentos se sentía
cansado, excitado)' febril. «¡Júpiter, que todo esto te ng-a un buen
final!"
El templo .se abrió hacia las 10:00 d e la noche y e l rito ti.1c rcali-
1,ado ut Qrdinatur. F.n el momento culminante, los dos magos vieron
•Un universo púrpura resplandeciente, tachonado de estrellas de
oro, en donde se podía ver a Júpiter sentado en su trono, circun-

258
dado por los Cuatro Animales, eri¡,>:ido sobre espesas nubes de las
que tiraba una fulange de águilas•.
Esto oo requiere comeotario, aparte de seiialar que la cuaterna
de animales es la misma que aparece en la visión de Ezequiel, pues
fundamentalmente se traca de una visión de Júpiter, el portador de
la luz, ya que el dios está sentado cn1rc las cs1rclla5 y su trono se ha·
lla sostenido por águilas, como con,iene a qujen tiene por emble-
mas el águila, el roble y el relámpago.
Lo siguiente que apareció en la visión fue el pavo real, que para
Neuburg significaba •cambio, viajes, movimiento>. e implicaba «me-
joría•. El pavo fue coronado y pudo contemplarse a sí mismo en un
espejo. La interpretación que Neuburg hace del pavo real habla más
de la naturaleza de su.s deseos que de cualquier otra cosa. El pavo
real )'• en especial su cola, es conspicuo por la riqueza de su oscuro
colorido, entre el que predomina el verde. Es, de hecho, uno de los
símbolos de la primavera, y como tal fue considerado por los alqui·
mistas de la Antigüedad, cuando observaron aquellos colores en sus
crisoles. La primavera se estaba aproximando, e indudablemente los
dos 11ern1anos, a causa de S\lS invocacio11es, se sentiru1 rejuve11ecer.
El templo fue cerrado a eso de las 11:20 de la noche .
.Es posible que una llamada a Ja puerta del apartamento de
Crowley acelera.se el cierre de la sesión que, de t<>dos modos, esta·
ba acabando; pues a las 11 :30 los magos ateodían a tres antigos que
habían llegado, sin previo aviso, a hacerles una \isita. Eran Walter
Dm-anty, la •graciosa damisela• , J. C., y •el buen caballero y her-
mano de armas, sir Lionel». No sé quién pod1fa ser el tal sir Lio-
ncl, pero es casi seguro que su título de caballero se lo había con·
ferido Crowley, en su calidad de Rey Supremo y Santo de la O. T.
O. iLa •graciosa damisela• .J. C. era Jane Cheron, una mujer de me-
jillas bw1didas, larguísimas uñas y patas de gallo en el rabillo de los
ojos. Crowley hizo ocasionalmente el amor con ella, compartiendo
al tiempo una o dos pipas de opio, ya que era «de\'Ota de aquel dios
gra:r1dc y terrible» .
Nada se coooce acerca de lo que hicieron o hablaron, salvo que
el herroano O. S. V. esculpió, en su presencia, •un falo sagrado», a
eso de las dos de la madrugada, o de 2:00 a 4:15, ya que el texto es
oscuro. Finalmente, las visitas se despidieron y ambos hermanos se
fueron a dormii-, y tuvieron •tll1 sueño maravilloso y repeúdo».
Crowley oo da más detalles del maravilloso suei\o, aunque parece
ser que ridiculizaba a la bw·guesía y que reducía todos Jos objetos
que aparecían en él a las formas del lin.ga111 y del yoni,

259
A las 9:30 de la mañana llegó el correo, trayendo tres objetos de
naturalezajoviana: una carta de los abogados de Crowley (que cier-
ramente contenía dinero o perspectivas moneta1'ias), una caja de
opio y • un poema de amor de índole religiosa•. El poema era Chi-
cago Mayy procedía de la imprenta . Nada hay <:n él que seajoviano,
ni mt1cho menos religioso:

Ésta es 1ni hor-d de tranquilidad: la gr-~n n1arran.a ronca


echando saliva por sus turncfactos labios,
chainpán y lujuria aún rezi1man de los poros
de sus grasosos costados. ¡Que mi odio eclipse
las res1antes lá1n1)aras ele 1ni pálida ahna, y haga llarnear...
una estrella 1naldita que brille en este ajre sofocarlte!

Est.e largo poema, que ocupa vei ntitrés páginas impresas en cuar-
to, fue dedicado a Austin Harrison, d edilo r de The l?nglish Review,
qt1e consideraba a Cr0\\1ley u 11 poeta de considerable er1vergadL1-
ra, y que le había publicado Cit1• of God y al~>"Unos otros poemas. El
frontispicio de este ;arísimo Chicago May, poema supuestamente
inspirado por la criminal norteamericana de origen irlandés que
respondía a aquel apelativo, presenta esta pequeña muestra de iro-
nía crowlcyana: •Se insta encarecidamente al poseedor de est.e ejem-
plar a que lo mant.en:ga bajo llave y que no lo lleve a ninguna parte
basta el año 1964•. Y como Crowley no tenía grandes esperan1,a5 de
ve11der siqt1iera aJgt1nas copias, añadjó, «Precio (~lNCO GUINEAS».
·Chicago May- o May Churchill Sharpe, o May Vivie1me Churcbill
-como Aleister Crowtey, tenía muchos alias- había nacido en 1871
en lrla.nda; en 1907 fue condenada a quince años de cárcel, por lo
que en 1914 aún se hallaba presa, en particular, en la cárcel de m u-
jeres de Aylesb11rg. Seria puesta en libertad en 1917. El poema dice
muy poco de ella y mucho de AlcisLCr Crowley.
De la Octava Opt:ración, que comenzó el domingo, día 11 de
enero, Crowley anotó que • había vislo el cumplimiento m{c5 noto-
1io de la profecía de Hertnes•, pero no reveló a lo que se refeña.
•También se ha podido disfrutar de dos cosas excelentes.• También
acerca de éstas pencle un discreto silencio. Pero Crowley nos dice
que wto de los hermanos de la Orden , al que O. S. V. y L. T. cono-
cían, había heredado una suma de dinero. Se trataba, probable-
mente, de George R;iffalo~ich, un colaborador de 17ie Eq11inox, de
quien Crowley había obtenido una contribución de cinco mil libras
esterlinas pata la consecución de la Gran Obra.

260
Al día siguien te, Neuburg se sintió c nfe n no. No se hace men-
ción de la naturakza de su enfermedad; quizás había quedado d es-
fallecido a causa de los ritos.
El martes, 13 de enero, O. S. V. y L. T., que ya se sentía mejor, ce-
le braron La Misa del Fé nix en la casa de P. D. F. (Ignoro a quié n co-
rrespondían estas iniciales.)
La Misa del Fénix es un rinial breve. Me limito a presentar aqtú so-
lamente su conclusión, que resulta tan optimista como desenfadada:

Él [ti mago} com• el stgundo Pa11 [d• Luz}.


Co1no es1.e Pan. ReaJizo esteju1"a1nento
n1ienrras me iníla1uo m.ediante la 01-aclón:
..No h•\Y gr-..tcia: no lu\y <:\1l pü:
Ésta es la Ley: ¡HAZ LO Q UE QUIERAS!•.
Hace sun11r Once 11ues ú1 Ca1nj)<l·nll, y ex('/ama:
¡Abrahadabrn!"
He e ntrado con aflicción; ahor.i salgo
con alegría, y con gratitud,
para hace r e n la rierra lo que n1e plazca
entre 1.as legiones de los vivos.
Sale.
Como es naiural. CrowlC)' era el autor de la •misa•. y si a lguien
se imagina que la está celebrando un mago, ésLe, inevitable mente,
as umirá la masi'"ª silueta de Crowley. Adem ás, Y" había s ido cele-
brada mucho antes de que él mismo d ecidiera ir a divertirse entre
los vivos, y, aunque toda,'Ía no se hubiera dado cuenta, también en-
tre los muen.os.
Al día siguie nte, miércoles, e l h ermano L. T. se sintió nuev;1-
m ente decaído, razón por la que O. S. V. lo llevó a pasear al bosque
de Fontainebleau.
La Novena Operación fue realizada d lunes, 19 de enero. Se inició
a la5 11 :45 p.m., y s.: acabó a las 12:30 a.m. A•í pues, la ceremonia sólo
duró en tot:u unos tres cuartos de hora, pero scb'Ún Crowk'Y fue una
de las mcjor~>s de Lodas las realizadas por e llos en honor de J úpitcr.
Micniras Crowley invocaba a Amón-Ra, el espíritu de los cuatro
e le mentos con cabe-za de carnero, a las "ibmciones del nombre di~i­
no h izo eco, <:o n gr"n sorprcs:1 de los celebran Les, una \'OZ descono-
cida. Aquel tipo de fenómenos n o era insólito e n las ceremonias má-
gicas de: Crowley: con frecuencia, :se oían voces desconocida• y se
senú<m presencias milsteriosru;.

%6 1
A la conclusión de l Quia Patris, el hermano L. T., que estaba d e
rodillas ante el altar, mientras daba las gracias por la iluminación re-
cibid:1 durante la rccié r1 acabada f.iSC sexual, divis6 • la figura co lo-
sal de nuestro Padre Júpiter, 11umibu.s p!eni.s! ¡Sí, sus manos estaban
llenas de oro! ¡Que nuestro Padre y Señor sea alabad o!•.
Aquello era una premonición del completo éxito de las ope-
raciones: le habían pedido oro a Júpiter, y él se lo daba a manos
llenas.
Aquella aoche, Crowley tuvo un sueño que, al d espertarse, re-
creó dándole la forma de una historia corta. La tituló la estratage-
ma, y se entusiasmó tanto con ella que escribió en su diario: •¡Oja-
lá pueda darme fama y formna!•. No le dio ninguna de las dos, pero
fue aceptada por Austin Harrison para The English Review, y más tar-
de Crowley tuvo la oportunidad de reim primirla, con otras dos his-
torias, en un pequeüo volumen que la Mandrake Press publicó en
su colección de libros de bolsillo. La estratag.ma es una de las p eo-
res historias que yo jamás haya leído, y si .Joseph Con rad la elogió,
como afirma Crowley en su dedicatoria a Conrad (y a otros), debió
ser con la boca chica. Ni siquiera es una h istoria, sino una anécdo-
ta prolo ngada de mane ra extenuante, y que antes de su final deja
traslltcír en dos ocasiones st1 desenlace~w.
La Dé cima Operación co men z6 a las 11:30 del martes, 20 de ene-
ro. En aquella oca<ión fue invocado Júpiter, pero en su forma egip-
cia de .l.\m ()n~Ra, media.ri te este ve rsículo sagrado:
Pn- rttgni st1ntti sigt1u1u daju¡1pit,,. Am,,,on
cÜl 1uJbis J>fnto 111(1·1u,-a j)/nta nlanu.
[Por el signo del santo rei no, dan0-<. Oh,Júpi1cr A1nón,
dano• gr-.rndes regalos a. roa.nos llenas.)

La operación terminó tres cuartos de hora más tarde. • La Cere-


monia como de costum bre•, escribió Crowlcy, como si ya estuviese
ligeramente aburrido. Pero había \isto a Júpite r •en su fon na d e
Amón-Ra, c ubierto d e pluma~ y fálico, <le pie e imnóvi l en e l Orien-
te•, y durante el acto sexual, que babía comenzado mientras los co-
frades recitaban (o e1~1 uno de ell os e l que recitaba) el Per rrgni,
Crowley había perdido total me nte e l sentido de la realidad tisica, y
tanto é l com o Neubu rg habían o ído. clara y disti ntamente. el soni-
do de campanas astrales.
El sonido d e •campanas astrales• solía o írse con frecuencia en
presencia de i\laclame Blavatsky: era indicio de que se h allaba pre-

262
sente uno de sus Maestros (Mahatmas). Las campanas astrales y
otros sonidos, como el zumbido de una abeja, el gemido de una
flauta, el entrechocar de címbalos, son oídos cuando la serpiente
kttndalini se agita, durante Ja práctica del yoga.
Al día siguienlc, Crowley y Neuburg discutieron o, como delica-
da111cnLc dice CrO\\•ley, ~los her111anos no estt1vieron en armonía».
Pero, con un esfuerzo de voluntad, superaron sus indisposiciones y
fueron juntos a re!fdlan;e con un banquete. Después, de óptimo hu-
mor, regresaron al teruplo para realizar la Undécima Operación,
que, como la ante1ior, fue una invocación a Amón·Ra.
O. S. V. abrió el templo a las 11:00 de la noche del ro.iércolcs, y
dui-.rnte la o peración, cuando las fuerzas invocadas se encontraban
en su pumo álgido, \io a Amón-Ra. Y •el mismo Júpiter• llenó el
templo. Esta expresión es un tanto oscura, pero yo creo que quiere
decir que Júpiter se manifestó a la visión interior de CrO\••ley en su
fom1a de Amón-Ra, mientras que en su for111a ro1nana difu11dia st1
esplendor en el inlerior del templo. En particular, apareció un co-
no de luz blanca que giraba alrededor de • la imagen del Altísimo
puesta encima del Aliar de los Elementos•. La única imagen pues-
ta sobre el altar que pueda correspo nder a esta desc1ipción era el
falo de cera de Príapo, q ue en la ordenación crowle¡rana se equipa-
raba con Homs, el dios solar de cabeza de halcón.
La invocación suscitó un mensaje por pane de Júpiter en el len-
guaje angélico de John Dee y Edward Kelly, que decía que los dio-
ses deseaban restablecer su poderío sobre la Tierra, y que los dos
hennanos O. S. V. y L. T. eran como • flechas ardientes• laiu.adas
por ellos, los dioses, en su guerra contra los •dioses esclavos•, o sea,
Cristo, Buda y Alá".
La amoralidad del Libro de la Ley se ha combinado con la in-
fluencia de Nietische, corno vemos. Qb,1ameme, el autor de este ti-
po de cosas prefería d comportamienw dcserúrenado de los dioses
del Olimpo al Sermón de la Montaña: "¡Excluid la misericordia!
¡Malditos sean los que sientan piedad! ¡Matadlos y torturadlos! ¡No
perdonéis a ninguno! ¡Caed sobre ellos!•.
Fue solicitado un cuádruple sacrificio, •que fuera crnento•.
Y fue ~j ecutado con prontitud.
El templo fue cerrado a la 1:45 a.m., pero diez minutos más tar-
de, Neuburg seguía todavía inconsciente o, corno anotó Crowley,
..cper1nanecía en trance».
Cinco minutos más tarde, Neuburg se había recupci-ddO lo sufi-
cie11te co1no para dec ir, entre jadeos: «l'etéles1ai»~~.

263
El propio Crowley cuenta haberse sentido cansado. Dur.mte el
sueño que tuvo aquella noche, que para él resultó •agotador•, le
fue revelado, sin que pudiera decir si mientras donnía, en una es-
pecie de visión, o dt1rai1te tin estadio de breve consciencia en st1 ca-
prichoso sueilo, que la finalidad de la operación que habían reali-
zado aquella noche era • liberar el espíritu elemental de un alma
animal• . Esa liberación puede realizarse mediante la muerte, pero
también gracias al agotamiento absoluto. La distinción entre mue11e y
agotamien!<l absoluto es sutil, y Crowley no la explica. Podría en-
tenderse que la persona que se baila agotada se encuentra en el um-
bral de la muerte, y que lo franquee o no es una cuestión mera-
mente académica. El proceso de agotamiento, sin embargo, puede
ser realizado por medio del placer o del sufri miento, por una exce-
sh<a actitud sexual o mediante la tortura.
(En uno de los documentos secretos de la O. T. O., titulado De
Arre Nfagica, capítulo xv, •De la lucidez erótico-comatosa•, escrito
por el hermano Bapbomet, se encuentra la descripción de un ritual
en que el celebrante es llevado mediante la actividad sexual hasta el
umbral de la muerte: la muerte del j usto. •La muerte más favorable
es la que acontece durante el orgasmo, y es llamada Murs justi. Co-
mo está escrito: "¡Que yo muera con la muerte del justo, y que mi
final sea ése!".• (Desde el punto de vista fisiológico, se trata de una
empresa imposible para un hombre de buena salud, pues antes de
~ue. pudiera darse el desenlace le sobrevendría la impotencia.)
Crowley observó que al día $iguientc el hermano l.. T. • seguía
eclipsado por .J (1piter•: el mundo le aparecía como en una •visión
del füturo-, lo cual se explica mejor en la frase siguiente: «Tiene los
ojos dilatados; no puede leer; se comporta como un individuo en
trance o d1·ogado. En otras palabras, es imposible ver a.Júpiter y ha-
blarle sin tener que sufrir dolorosas secuelas•.
771t Esoreric l?ecord da, corno es habitual, alguna infom1ación eso-
térica compkmentaria. Durante: la última operación, Crowley no
sf>lo había tenido una vi;;i(>n de Júpiter, ;;ino de sí mi,m10 en una vi-
da anterior. Como esta vida anterior, en particular, no había sido in-
cluida entre las que lrnbía visto a lo largo de una serie ele visiones
que tuvieron lugar en la Isla de J::sopo (véase el capítulo 1), no es-
tará de más que ahora se hable un poco ele ella.
En aquel.la encarnación, Cro1,,ley fue una prostituta sagrada de
Agrigemo. No nos da ninguna fecha, pero podemos situarla un po-
co antes del 405 antes de Cristo ya que ése es el ari o en que el ge-
neral cartaginés Himilcón saquea esta ciudad gricg-.t del uortc de

264
Sicilia, que se e ncontraba en el summmn de su prosperidad y mag-
nificencia.
Agrigento tenía muchos Lemplos como consecuencia de su ele-
vado número de habitantes. Grote hace especial mención del espa-
cioso templo de Zeus Olím";,.,, pero no era en él en donde Crow-
ley había prestado sus servicios, sino en un •templo del Sol•, lo que,
presumiblemente, quería decir que era un templo dedicado a Apo-
lo. Y lo describe brevemente: tenía un amplio patio externo de for-
ma cuadrnda; en •el patio superior• había un templo con una fa-
chada de coluro.na5, lo que no resulta una descripción muy precisa,
pues en Grecia todos los edificios públicos de importancia tenían
fachadas con columnas, y palios. Pero el recuerdo que Crowley tie-
ne de sus enc.1rnaciones excede nuestros conocimientos de la his-
toria y religión griegas, pues ni Heródoto ni Estrabón ni, que yo
sepa, ninguna otra autoridad, antigua o moderna, menciona que
el culto de la prostitución sagrada se hubiese extendido en Occi-
dente tanto como para llegar hasta Agrigcnto. Recuérdese que
Heródoto se escandalizó cuando encontró en Babilonia aquella
curiosa costumbre, aunque señale que algo parecido sucedía tam-
bién en Ch!pre.
El sagrario interno de este templo del Sol tenía una cúpula circu-
lar de unos cuarenta pies de diámeu·o. Orientado hacia el este se en-
contraba el Altar del Incienso, usado por las sacerdotisas para depo-
sitai· en él sus ofrendas; orientada hacia el oeste había una gran pila,
en Ja que se vertía la sangre de las víctimas sacrificadas. Al norte ha-
bía una puerta, y al sur una estatua de un dios solar sirio. Crowlcy no
conocía el nombre de este dios, pero el de Baco se le ocurrió antes
que el de Apolo. Hay que añadir a su descripción esta horripilante
información: «El gran sacrificio de prima,,era consisóa en abrir un
toro e introducir en su interior una virgen que, después de ser viola-
da por el Sumo Sacerdote, motía ahogada en la sangre del toro•.
El nombre de Crowley durante su encarnación en Agrigento era
el de Asteris o Astarté. Tras pensarlo mejor, optó por Astarté, que
jUJllO cc)n el de lshtar y rvlilitta encubría e.-1 el Próximo Orie11te a la
diosa Venus. Esto es Jo que He ródoto obs.ervó en Babilonia de las
mujeres consagradas al culto de Astarté:

La costumbre más iI1fam.e q11e hay entre los babilonios es aque-


lla que obliga a toda mujer natlu-al del país a prosticuirse una vez e n
la vida con algún forastero en e l templo de Afrodita. f.s c1erto que
muchas mujeres principales, orgullosas de su opul.encia, desdeñan

265
nlezclarse co11 la.~ de1nás e1l el gentío, lo q'1e res11el\'en ye1ldo en ca-
rruaje descubierco, quedándose en las irnnediaciones del templo,
si.e11<lo segt1iclas por una gran cornitiv.a de siervos. Pero las orras,
confonnándose con el Ltso, se sientan en el templo, adornada la ca·
beza. etc ciJ1tas y cordo11cillos, y otie111r.is ti.n as llegan las otras se van.
Entre las filas de las mujeres quedan abiertas de una a otra parte co-
mo calles, tiradas a cordel, por las cuales los foras1eros, al pasar, es-
cogen aquella que les agrada. Después de q11e tina mttjer se ha sen-
tado allí, no regresa a s11 casa ha5ta ql1e a lgi,1ie1l no le haya echado
dinero en el regazo, y sacándola del templo satisfag-a d objeto de su
vcr1i<la. Al arrojarle la 1l1oncda de plat..1, el hombre debe decirle:
t1)nvoco en ttl favor a la diosa l\'lilitra•. A la 1n11jer no le es lícir.o
rehusar el dinero, sea 11111cho o poco, p11es se consiclera ofrenda sa-
grada. Ning11na tllujer puetie recha1..ar al que Ja escoge. Y después
de haber c umplido co11su obJjgación hacia la diosa 1 se retira a su ca·
sa. A partir ele entonces. 110 es posible co11quist.trlas otr.t vez a fuer·
za de dones. Las qttc sobresalen por su hermosura y la perfección
de stt rostro bien pronto q uedan liberadas, pero las qtte no son agra·
ciattas suelen tardar mucl10 tic1npo en salisL.1ccr la ley, y no son po-
C-1.S las que permanecen allí hasra tres y c•1au·o años. U na ley sc111e-
jante sigue vigente en cierta parte de Chipre. (Historia, libro t,
..cuo))' CXCLX .)
Crowley nos dice que, como Astlll'té, solía sel\tal'se el\ la escali-
nata del templo de Agiigento ·y recibir «.Sacrificios•. Era una prosti-
tuta sagrada, pero pennanente y oo temporal. Practicaba un rito de
fer tilidad que hacía de Ja copulación un acto de culto. El ri nial Ptm-
chatatt11a. a(1n practicado en la India, y co11Jentado con a11teriol'Í·
dad, es similar.
Por esta razón Crowley no se sentía avergonzado al sabe-r que ha-
bía practicado aquella profesióll; además, había sido en otra vida,
ahora muy lejana, y, sin duda, Astarté también era solicitada para
prestaciones de cipo oracular.
Este terna sería tornado ur1a vez más en consideració11 seis años
más tarde, cuando Crowley fundó su propio templo en Cephaloe-
dium (Cefalú) , en la parte septentrional de Sicilia, pues parte de su
jur·amento inscdto en el reb>istro de la Abadía, con el útulo de jura-
mento de la Bestia, dice así: •Yo ... prostituiré libremente mi cuerpo a
los deseos de toda Criatura Viviente que lo desee». Pero a pesar del

266
juramento, no había podido desprenderse de cierto sentido de ver-
güenza, debido, quizás, a su educación en las escuelas públicas y en
Cambridge, del que fue plenamente consciemc, tal y como refiere
en su i\fagical Recorrl, al celebrar desnudo los misterios ante Mary
Buus y Cecil Maitland, dos simpáticos espectadores.
Astarté había incurrido en aquella encarnación de prostituta sa-
grada como consect1encia de ,,.arias prcv-.aricacioncs qt1e no se es-
1

pecifican, cometida5 er1 Grecia dun1nte su anterior encar11ación en


el siglo precedente. De esta manera, Crowley deja u-aslucis tul lige-
ro desagrado hacia aquel género de vida. Sus encarnaciones, nos di-
ce, siempre babían tenido lugar a intervalos regulares: ella llevaba
vidas llenas de aventuras, y siempre moría joven.
Crowley la veía con tanta claridad que le fue posible hacer una
descripción ponnenorizada de su apariencia física (véase el capítu-
lo 16).
Sus primeros años fueron de gran miseria. Había nacido en Li-
vomo, y era hija de viñadores, que durante el imierno mudaban su
profesión a la de leñadores. Sus avenntras comenzaron el día en que
fue raptada por los piratas que asolaban las cosras cerca de su casa.
Ci·owley no nos dice nada de su viaje e'n compañía de aquellos pira-
ras, pero sí del modo en que escapó de el.los: gracias a un naufragio
que la arrojó a la costa de Sicilia. La gente que la encontró no tardó
en descubrir que era una experta prostituta, por lo que fue a parar
a un burdel de Agrigento. Pero a ella no le agradaba aquella vida.
Por eso rnism<), s(: tuvo qt1e sentir francamente aliviada cuando 1

durante un festival de primavera, conoció a un joven sacerdote. (¿El


.. • J . ....

festhoal de primavera incluía en su programa las visitas a los burde-


les de los sacerdotes del templo? Crowley sugiere que así cr-.L) El jo-
ven sacerdote se la llevó del burdel y, después de un año de purifi·
cación, la incorporó a la plantilla del templo.
Al principio no se scntfa a gusto en su nueva y exaltada posición:
sólo veía aburrida rutina, pero gracias a •la peiicia de sus abrazos•,
gozó del favor de sus superiores.
Cuai1do tenía ce rcn de veinte años le sobre\<ino la conversión, y
1

comenzó a cumplir sus deberes con gran fervor. No rardó mucho


tiempo en adquirir fama de hallarse inspirada, lo que demostró en
alg1mas ceremonias públicas.
Su fin ocurrió de manera súbita y dramática. Comenzó al con-
quislar a un joven sacerdote, que se enamoró de ella. No tardaron
mucho en •violar sus \'Otos mediante copulaciones can1ales de ca-
rácter irreligioso•; ella consiguió sonsacarle el secreto del templo. y

%67
aquella misma noche le maló para que nunca pudiera confesar que
había revelado los misterios.
Sin embargo, Crowley nos dice en lo que consistía aquel secreto:
•El secreto del templo era el "Sol de medianoche": acostumbraban
a recoger globos de fuego de la pila y del otro altar y les daban vuel-
tas en el sagrario. Se fündían en un único globo que permanecía in-
mó,~I toda la noche y se desvanecía con la aurora•.
Habiéndose enterado del secreto, Astarté quiso verlo por sí mis-
ma. Peneu·ó en el sagrario durante el sacrificio de medianoche, pe-
ro fue vista por los sacerdotes, que la capturaron al momemo; la pa-
saron por sus espadas una y C>tr.l vez, y arrojaro11 su cuerpo al patio,
al pie de la escalinata del templo. A•i murió Astarté, la encarnación
de Crowley en la antigua Grecia.

La Undécima Operación había dejado al hermano L. T. en una


condición como de hechizado, pero un banquete consiguió que se
recuperase hasta alcanzar condiciones relathoamente normales, así
que. a las 9:55 p.m. del día siguiente, é l y su hennar10 e11 1t1agia
abrian el templo para la Duodécima Operación, que era una vez
más .. v lo Sl:!flliría siendo. una invocación\\ l(1oiter.
CrQwley 1w consignó ¡,>'11ln ~os;i de: <:si<! oper<1~ión. F11e ofreddo
el sacrificio - ya se ha dicho su si¡,>"Dificado- y el hermano O. S. V.
quedó tan exhausto a causa del mismo - le gustaba mucho agotarse
de aquel modo- que él mismo se comparó con un cadáver -perinde
ac cadaver- . El templo fue cen-ado a las 11:00 de la noche. Así aca-
baba la P1imera Serie de la Operación Completa de Júpiter.
Después de todo aquello, ¿cuáles fueron los resultados? Crowley
debió de hacerse esta pregunta. •Bueno•, se dijo a sí mismo, •Sin
duda ha habido algifo resultado, porque las cosas están marchando
de tin rnodo cxcraño. Ci11co personas que había11 decidido venir a
ven11c a París llan desistido, )'tanto las cartas comercialt.-s {urgen·
tes) como las personales siguen sin contestación. Así pues, presu-
mo .., y concluye, •que éste es el período de barbecho que sigue a Ja
siembra de Ja semilla•.
Sin embargo, no podía dejar de tener en cuenta, y era conscieu-
te de este razonamiento, que Ja serie de invocaciones a Herrnes ha-
bía obtenido un resultado directo e inmediato. •De ello infiero que
Júpite1; al ser un dios más pausado y estable, no se mueve con tan-
ta rapidez, pero sí con mayor gravedad.» Discutió la cucsti6n con el
hermano L T., al que refiri<í su teoría. Se trataba, realmente, de al-
go extraordinario.

268
Al día sigtúente daba fin aquel pe1iodo de •sequía»: llegó un di-
luvio de canas y visila.S que, sin embargo, no resultó nada fuera de
lo corriente. •Ciertamente•, pensaba Crowley, • todas las cosas que
han ocun-ido eran de naturaleza joviana, pero hasta ahora no he-
mos recogido ninguna cosecha abundante, sino pequeños bro tes
verdes que despuntaban del suelo• .

Para la Decimotercera Operación, el templo quedó abierto a eso


de las 11:30 de la noche. El Quia Patris comenzó a las 12:30. Después
del Accendal y del Tu qui es, el hermano O. S. V. • tuvo una inspira·
ción de naruralcza terpsicórea•; en ot.ras palabras, comenzó a bai-
lar. En The Esoteric Record se dice de esta danza que es del tipo •Se-
ducción-fuga• , el género d e danza que más se acercaba al femenino
corazón de Aleister Crowley.
Tu qui es [Tú que eres] es ot.ro recitativo exu·aído del •auto rois·
t6rico• de Cro..•le)•, The Ship, que comienza así:

TO, qllC eres yo, n1~ls allá de rodo lo qlte soy,


que careces de naturale1.a y de nombre,
<1ue serás, cua1ldo codo, exce¡)tO tú. haya desaparecicJo,
T ú. cent.ro y secrew del Sol,
Tú. f11ence arcaiia de todo Jo conocido
y desconocido, Tú, sotica1io y alejado,
Tú, al1ténlico fuego denLro de la c<uia,
que meditas y generas. fuente y simienlc
de vida, amor1 libertad y luz.
·1·ú, que te cncltcntras más aJl,;_l del habla y de l..1. v1sta,
a Ti, Te invoco, mientr..c; mi tímido ft1ego rccié11 encendido
cobra \.ida, al igual que mis pensamientos.
ATi. 1'e invoco, in1nutable,
.A.. ·1·1. ,~,.~ nrro y sf'r·rrro <lr.I Sol.
Y al m;ís sagr..tdo de los n:tistcrios
de q11ie11 soy vehículo.

El templo quedó cerrado a las dos de la madrugada.


'E n aquella operación se obtuv<> 1nuclla energía positiva,}' ta1nbién
dos de los episodios del jataha, es decir, relacionados con las distin-
tas encamaciones de Buda anteriores a la de Gautama Sakyammú.
Ya que este asunto no parece claro, )'O creo que el he1·mano O.
S. V., no contento con ver algt1nas de st1s vid~s anccriOrt"s, <;•tnpf''?'.r)
a ver (durante la visión) también algunas de la; de Buda. No rcvc-

269
la los pormenores, pero sin duda tenían el mismo tono moral que
los que hoy conocemos como jtUaka. Existe también la posibilidad
de que fuesen episodios de las vidas anteriores del propio Crowley.
dado que él mismo no se consideraba i1iferior a Bttda. y ento11ces
estos sucesos de sus vidas pasadas habrían podido rec:ogerse en el
Jataka.
Al día siguiente, el hermano L. T. obtuvo un pequeño resultado
joviano, es decir, recibió un poco de dinero, enviado, con toda pro-
babilidad, por sus padres, que vivían en Inglaterra y no aprobaban
la amistad de su hijo con Crowley. Y el hermano O. S. V. fue citado
para una entrevista, de la que esperaba conspicuas consecuencias
de tipo joviano.
Después de la operación, los cofrades se sentaron a charlar y el
hermano O. S. V. recordó que en una encamación anterior había
sido sacerdotisa en una parte del mundo que le recordaba a Grecia,
pero «con fuertes influencias orientalizantes•. También L. T. recor-
dó una de sus anteriores encarnaciones: pensaba que podía haber-
se dado en el mismo período, y que el lugar podía ser Creta; O . S.
V. estuvo de acuerdo.
El nombre de O. S. V. en esta encamación fue el de Aia, una co-
rrupción de Gaia, la diosa de Ja tierra. Era bailarina de un templo
de mármol negro. con muchos espejos. y tenía bajo ~us órdenes a
veintiocho doncellas.
Entonces apare·ció L. T.: era un joven guapo con una barba re-
cortada de color oro y se llamaba Mardocles.
Si se acepta el principio de la rce11car11aciór1 en todo este ast1n-
1

to no hay nada que pueda resuhar improbable o sorprendente.


Mardocles debía ser iniciado bailando con Aia.
Por Ja descripción que hace Crowley de estas danzas de inicia-
ción, no hay duda <le que se trataba de ritos se>males. En ella nos di-
ce que si el neófito se negaba a copular con la sacerdotisa era cas-
trado y después ejecutado.
Aia se enamoró de Mardocles y, consecuentemente, bailó mal ...
Ambos fueron expulsados del templo.
Mardocles y Aia, contritos y sin un ochavo, vagaron por la ciu-
dad. Aia tuvo que ajustar una de las sandalias de Mardocles, y éste
la maldijo por haber arruinado su carrera, pues en ou·o tiempo ha-
bía sido un comerciante en grano muy rico, b[io de un hombre to-
davía más rico, que había renunciado a todo para conseguir ser ini-
ciado, del mismo modo que el hermano L. T. lo había hecho en
París bajo los ausp.¡cios del hermano O. S. V.

270
Mardocles tenía unos veinticuatro o veinticinco años, pero en
experiencia superaba aquella edad. Odiaba a Aia, pero ern <lema·
siado galante como para abandonarla. Se preocupaba por Aia sólo
cuando bailaba, y pensaba que ella había arruinado las vidas de am-
bos. Se sentaron encima de una piedra, al lado de una zapatería.
Una vez más, Aia tuvo que ajustar las correas de l:a sandalia de
Mardocles. El zapatero salió a ver lo que estaba pasando, sinti6 sim-
patía por Mardocles y les invitó a él y a Aia a comer.
La comida fue servida en una pequeña habitación de la trastien-
da. La mujer del zapatero e ra una arpía y, además, fea a rabiar, co-
mo la Reina de Corazones eo Alicia en el país de las ·maravillas, ob-
servó Crowley.
Cuando el zapatero se enteró de que sus dos huéspedes habían
sido expulsados del templo, sugirió que fuer.in sus aprendices, ha-
ciendo la puntuali7..ación de que aquélla era su única esperanza si
no querían acabar vendidos como esclavos. Pero eran demasiado
orgullosos como para aceptarla y la rechazaron; al poco tiempo se
hallaban a la venta en el mercado de esclavos.
Un hombre llamado Demetrio, que tenía una casa de campo y
una bellísima mujer, los compró. La mujer tenía una belleza de ti-
po clásico, más bien sirio-fenicio: nariz griega, cabello :rizado, negro
c:omo el carbón, y una boca delgada, que se curvaba hacia abajo en
las comisuras. Vcstfa casi siempre de púrpura. Su marido era un
enamorado de la tranquilidad, como era de esperar.
Aia y Mardocles no fueron destinados a u-abajos serviles. •El di-
vertir a la familia con la celebración de los más variados tipos de
acoplamiento formaba parte de las tareas ordinarias de una sir-
vienta, aunque sólo las más bellas resultaban elegidas para tal ñn.•
Resultó evidente que Aja desconocía el signiñcado de su tarea: la
copulación con Mardodes, durante o después de la cena, delante
de toda la familia, constituía para los niños una lección práctica de
tipo moral, acerca de c6mo no había que comportarse, puesto que
era degl'adante y digno :sólo de esclavos; pero Aia (Crowley) no lo
pudo comprender.
Poco üempo después, Aia moría de neumonía, y la historia de
la encar11ación cor1cluía con una observación que A_
i a le hiciera a
Mardodes, después de haber sido C(>mprados por Demetrio: "Nun-
ca olvidaré tu mirada eo el mercado de esclavos», y añadió, como
si tuviese la incierta memoria de haberse enconn-ado con Mardo-
cles en una existencia anterior a aquélla: «Ya sabes que siempre
an·aigo sobre ti el itúornmio, y que siempre tienes que sacrificarlo

27 1
todo por mi amor. Y aunque tú no lo busques, sucede, porque he-
mos tomado las cosas por el lado erróneo. Si, al menos, pudiera dc-
ja1·te... » .
Para la Decimocuarta Operación, el templo fue abierto con lla úl-
tima campanada de la medianoche, y quedaría cerrado a la 1.:07 de la
madrugada. Como de costumbre, dejó al hetmano O. S. V. comple-
lámente exhausto, pero decir que se había quedado •completamen-
te exhaust<)» se estaba convirtiendo en u 11 hábito. J:n el transcurso de
la o peración, los fenómenos de naturaleza joviana continuaron., pe-
ro no alcanzaron la fuerza suficiente como para que los magos pu-
dieran afirmar que el éxito de la operación estaba a•egurado.
Por la tarde, se fueron a •casa de una hermana laica e invocaron
al Señor.Júpiter con el incienso de Su sagrada hierba• : lo que equi-
vale a decir que fueron a ver a Jane Cheron y se fumaron con ella
una pipa de opio. Crowley dice que haceí' tal cosa les rélajó tanto fí-
sica como mentalmente, atu1que más tarde añade, incurriendo en
contradicción, que aquello les causó un leve y pasajero malestar. Yo
sospecho que el opio sentó mal a Neuburg, pero no a Crowley, que
estaba hecho a la droga.
Crowley no transcribió gran cosa de la Decimoquinta Opera-
ción. El templo se abrió a las 11 :J 5 p.m. y se cerró a la5 12: 10 a.m . El
poern::. Haud .ucus, e tc. f11e ..:pro10 11gado•. pero foftnuy tra11q11ilo» . La
au116sfcra del templo era ópcima: dulce. cálida . aterciopelada, lu-
minosa, enérgica, pero sin ,;olencia, tranquila, opte.lenta, etc. Los
colores que podfan apreciarse eran principalmente el púrpui-..t, el
oro y el verde. Para no echar a perder aquella atmósfera, se pro hi-
bió q ue • toda muj er ligera o de ese estilo• en1rase en el templo. Por
lo que se refiere a las presencias Hsicas sólo se obsen-ó a un baila-
rín, semejante a un camaleón verde, l.larnado Ahanael, que es una
de las inteligencias menores de Júpi1er, el dios invocado. También
se enconlmban allí los elcme11i.1les de costumbre, que se agitaban
por doquier.
Durante la Decimosexta Operación, una vez que se hubo recita-
do el ll1md S«US, el dios exigió sangre. J úpiter hizo conocer sus de-
seos :1 Crowley de In manera más directa posible. Por eso Crowley
dibuj6 con la ª)'Uda de su daga un cuatro sobre el pecho de Neu-
burg. El cuatro es el número de Júpiter, mientras que el ocho lo es
de Hermcs. El cuatro también es el número del Demiurgo, el Ha-
cedor c.lcl .Mundo, según los sistemas pitagórico y cabalístico.
La sangre de la herida del pecho de Neuburg fue ofrecida ame
el altar del dios.

272
A continuación, Neuburg realizó una dan1.a que Crowley, que
había adoptado Ja posición yóguica conocida como shivasana,juzgó
magnífica.
La inspiración le llegaba a Crowley, que caía en trance. Durante
éste, Júpiter le informó de que en las cuatro operaciones de la se-
mana siguiente, Ja imagen (el falo de ce ra) debería ser introducido
en una vesica (una co ncavidad ca5i plana, con la tQr111a del )iQ1Ji), al
tiempo que un paja.tillo o un pichón d ebería ser sacrificado antes
del Acc1mdat con estas palabras! Nrmc jlavi jovi spumatltetn sat1gwi11e
saevo Passerem ... [Ahora sacrifico ajove un pájaro de espumeante y
ardiente sangre ... ] u otras similares, que fueron sugeridas por el li-
cenciado en Arte W. 'l~ (\\'alter Ouranty)". Sólo debía quedar en la
vesica la sangre del ave, y después del Htmdsecus, debía entra1· en re-
lación con Jos dos magos, al pintarse con ella un cuatro encima del
corazón, las partes derecha e izquierda del pecho, y el ombligo de
Neuburg. El ave debía ser incin<:rada, y desde Ja medianoche del
domingo a la del jueves (es decir, durante el tiempo en que trans-
currüían las cuatro operaciones siguientes), ambos cofrades no de-
bían comer ni beber nada, excepto agua cristalina... aparte de los
ricos platos, ''inos y licores de los banquete.s ceremoniales que pre-
cedían a los ritos místicos.
El templo cerró, exactamente, a medianoche, con lo que se dio
por finalizada la Decimosexta Operación.
La fio1alidad de aquellas operaciones de Ja Suprema Arte Má-
gic( k)a era Ja obtención del poder sacerdotal )'. en un plano menos
elevado, de dinero. Sería un error pensa1· que los cclebrant.es reali-
zaran aquellos ritos solamente por placer sexual. La intención de Jos
hermanos O. S. V. y L. T. era rewurse con los dioses. Por otJ-a parte,
no podemos saber si entre aquellas nebulosas visiones y las agotado-
1-as práclicas sodomílica.s consiguieron experim entar algún placer.
Cuando comenzaron a aparecer los primeros signos del éxito,
Crowley se apresuró a escribir lo siguiente: · Hay que 5Cñalar que
desd e el com ienzo de esta operación el interés bancario ha bajado
un tres por ciento y que las acciones de Ja Consol han subido del
71,50 al 76,25, lo que supone para el hermano O. S. V. una ¡,-anancia
de más de 1.400 .E. O. S. V. recibió el sábado una carta que le s11-
pondn\ 500 .E dentro de dos meses•.
Así pues, las invocaciones de los dos hermanos también si rvieron
de provecho a todo el mundo y, en particular, a quienes tenían ac-
ciones de Ja Consol, un descubierto en el banco, o debían pagar
una h.ipoLcca.

273
Antes de dar por terminado su informe de la Decimosexta Ope·
ración, Crowley hace un comentario acerca de la inspiración que le
había poseído. • Debiera decino , escribe, •que Ja posesión de O. S.
V. en la noche del jueves fue la más completa y material de todas las
que le han ocurrido, lo que no suele ser frecuente. Las dircct1iccs
fueron recibidas con dificultad, y tocia su parte consciente se halla-
ba conten ida en el dios, de modo que la única expresión inteligible
era la fotmada por estas palabras: Sanguis e/. &met•• .
Crowley estaba en tal estado de éxtasis que llegó a perder hasta
el uso de la palabra. El hermano L. T.. con el pecho ensangrentado,
le miraba, sin dl1da indif'erente, mientras recorría vaci1ante e l tem·
plo con los ~jos vítreos, mt1nnur<ú1dose a sí mismo: Sanguis r,t Se111ni!
Sanguis et Semen!
La Dccimosépúma Operación comenzó la tarde del 2 de febrero;
en ella, O. S. V. •dedicó el ave a Júpiter y la liberó•. Con esta expre-
sión no quería decir que abrió la ventana y que vio cómo salía volan-
do el pájaro; la libertad que concedió a aquel p'\jaro fue la absoluta.
Según la o-adición hebrea, la sangi·e es el vehículo principal de
la fuerza vital, la energía del universo. La idea que subyace en todo
sacrificio de sangre es la de incrementar la energía (podóa decirse
la atmósfera) de la ceremonia, con 1>11 de que la sangre sea deri-a-
mada deno·o del círculo o o·iángulo consagrados y. por ello, se en·
cueno·e a disposición de los celebrantes. Siempre ha de ser sacrifi-
cado un animal correspondiente al dios en honor del cual se realiza
la ceremonia: t1n ave para í(1piter. un camero para Marte. etc. So11
preferidos los animales vírgenes, que poseen mayor potencial.
Aquellos que no deseen den-amar sangre podrán ofrecer en su lu-
gar diversos tipos de ir1cier1so.
Durante la Decimoséptima Operación, el ataque de pasión que su-
frió Crowley fue tan intenso que perdió el conocimiento. Después del
Quia Patris, Neuburg se practicó una incisión sobre la nútad derecha
del pecho, en forma de cuatro. •Aconteció un maravilloso evento, pe-
ro no fue realizado ningún rito.» Desafortunadamente, Crowley no
dice en qué consistió el evento, pero da la impresión de que resultó
más maravilloso para Neuburg que para él, puesto que a la una de la
mailana, cuando el templo ya llevaba cen-ado diez minuws, Ncuburg
estaba todavía demasiado exhausto como para poder hablar.
El banquete joviano de la DecimoctaV'd Operación se celebró a
mediodía, una hora más apropiada para la única comida del día
que la uúli7.acla hasta entonces, la de cenar. Pero no transcurrió con
normalidad. Como dijo Crowley, •el espíritu de Mane creció en

274
fuer7.a, y O. S. V. sembró la cizaña en L T. con palabras mordaces,
a las cuales éste, como cuadra a un buen hermano, respondió con
modestia, humildad, conesía, indulgencia y amor fraterno•.
Gr-acias a la naturaleza afable de Neuburg, fue posible abrir el
Le1n¡>lo a la5 diez y rr1edia de la noche. •Siga1i6 t1r1a largc1 ceremonia,
S-Cbrún e l usual rito qt1e fue realizado por... vate1n. .. virgo... oralmen·
Le• [un acto de felln.tio]. •La imagen del Altísimo [el falo de cera]
fue, de tal suerte, embellecida con el debido ornamento.• El tem-
plo fue cerrado a la una y cinco de la madrugada die 1Wercurii [miér-
coles, 3 de febrero ele 19H], • una vez que las fueras fueron 1.01al-
1ne11te absorl>idas».
La Decimonovena Operación se llevó a cabo a la tarde sigwente,
a pesar de que O. S. V. había estado indispuesto todo el día a causa
de un ataque de fiebre parecido a la influenza. Hay que decir que
el remedio dcJúpiLcr, el o pio que Jane Cheron le había entregado,
produjo una milagrosa recuperación .
El templo abrió a las 11:28 p.m. y cerró a las 12:50 a.m. die}wis
(jueves), y la ceremon ia fue de las más deslumbrantes. O. S. V. vio,
entre nubes d e incienso, el sarcófago de Ankh-t~n-Khonsu, su en·
carnación de época egipcia; se hallaba de pie en el altar, cerca del
borde derecho, rodeado de una b1urna dorada. •Durante el clí-
1nax, e l sarcófago in t1r1d6 la habitació11 con una lu1ninosidad b lan-
quísima. La ceremonia llevó al hermano O . S. V. d esde un estado
de desgana, somnolencia y fiebre, al culmen de unas condiciones
ú1mc·j orablcs. ,,
Crowley. mientras obser;aba a Neuburg. al día siguieme por la
nuuiana, tuvo la ocurrencia de que podía ser un excelente come-
diante. ¡Qué buena idea sería enviarle al m1uic hall para ganar mu-
cho dinero!
Para la Vigésima Operación, el 1emplo abrió a las 10:00 p.m. y ce-
rró una hord má.• Larde, aún die jwis, después de que el ri10 fuera
cumplido 1ú orrlfoatur.
Al día siguiente, ,.¡emes, el malestar de Crowley, a pesar del re-
medio de júpiter. se insinuó con mayor füerza. Tenía mucha fiebre
y bronquitis, y se vio obligado a guardar cama. El lunes siguiente lo-
davía se encontraba muy e1úermo, pero estaba detenninado a con-
tin11ar la o peració n, •aunque fuese con 1;los impe1·fcctos• .
Así pues, el templo era abierto • mentalmente• para el cumpli-
m.i ento de la Vigésimo primera Operación, a las 9:10 p.m., y cerra·
do a las 9:25. • A pt>sar de todas las circ11nsrnncia.~ desfavorables•, es·
cribe Crowley, • la ceremonia salió bastante bien. Se obtuvo una

!75
atmósfera excelente, y la temperatura de O. S. V. ¡bajó cuatro gra-
dos centígrados!».
A la mañana siguiente, Crowley se había recuperado lo suficien-
te como para abandonar la can1a, vestirse con sus ata.víos mágicos y
abrir el templo para realizar todos los ritos de la Vigésimo segunda
Operació n. «El hemiano O. S. V.• , escribe d e sí mismo con su típi-
co ht1mor_. ~ahora ~e encuentra recupe rado, y es lo 3uficiente me nte
ingrato con respecto a su médico - un profesional agudo y excelen-
te- como para dai·le las efusivas gracias a Júpiter• .
La descripción de esta o peración ofrece, por vez primera, el or-
den correcto de la ceremo nia, pues el hermano L. T., habiendo sido
inspirado porJúpiter duran te la primera parte de la celebración, ha-
bía avanzado rápidamente hacia delante, dejando an-ás a Crowley.
Sin embargo, éste explica que durante la Construcción del Templo,
y después de la invocación a Amón-Ra, pero ames d e haber conclui-
do el rinial del Hexagnma que expulsa a las fuerzas malignas e in-
voca a las benignas, el hermano L. T. ya estaba iniciai1do el • meca-
nismo del Acce11dat y los pre parativos para la ej ecución del
versículo ...• . Pero a pesar de todo ello, el Haudsecus (el versículo que
se pronunciaba al término del acto sexual) • fue brillante e inspira-
do_. y el resultado arrollador..., un e~plendoroso y estupendo éxito• .
Crowley se encon1raba nuevamenre en forma para la Vigésimo
tercera Operación, que iba a realizarse el 11 de febrero. Y se mosu-ó
tan eficaz que el hennano L. T. se q uedó mucho m ás exhausto aún
que la vez anterior. En su transcurso Crowley recibió un mens1\je de
um• tal A. C . (se trataba, casi con toda seguridad, de Aimée Cou·
raud, de la que quería hacer su Mujer Escarlata), que te nía que ir a
la Sagrada Mansión de Haihor para hacer la ofrenda ante su altar
de las cinco joy.is d e la vaca. Hathor es la diosa egipcia del ciclo y
patro na del amor, y es represen tada en Ja ligur-d de una mujer que
lleva sobre su cabeza el disco solar, pucs10 entre d os cuernos d e va-
ca, y también en la de una vaca que transpona el disco solar y d os
plumas. Las cinco jO)'<IS de la vaca sagrada son la leche, el estiércol,
la o rina, la can1e y la sangre: su me-tela y posterior ingestión su po-
ne un rinial de uso ordinario e n el hinduismo tántrico. El estiércol
no debe estar fresco, sino reseco por el sol.
Comenzaban a observarse los resultados de la Operació11 de París,
pero Crowley no los especificó. Se 1rmaba, posiblemente, de peque-
ñas sumas d e dinero, de iiwitacioncs a fiesras, promesas de gr;111des
sumas de dinero y, por lo general, de un incrcmcmo de la corrien te
mágica.

276
La noche que precedió a la Vigésimo cuarta y úhjma Operación
fue de insomn io para el hennano O. S. V. A pesar de ello, abrió el
templo a las 6:15 p.m. del 12 de febrero, cerrándolo a las 7 en pun·
ro. Y después, con el senlimiemo de una prnfunda satisfacción, se
sentó y escribió que The Pllris Worki11ghabfa ll egado a su afortunado
final. La ceremonia de clausura fue trrtnqtlila y ser1tjda cor1 e l at1·
1

téntico a.roma de la tic1Ta en primavera.


A continuación, el hermano L. T. llevó a cabo un acto adivinato-
rio por medio de la Thelema, esto es, que abrió uno de los Libros
Samos de Thelema al azar, aventurando el dedo entre sus páginas y
deteniéndolo en esta significativa línea: •Yo soy Tú, y Ja Columna ha
sido establecida en el Vacío•.
El resultado de aqueUa gnin operación de la Suprema Arte M<í-
gic(k)a consistió en que el hermano L. T. obtuvo los dones de júpi-
ter. En ou-as palabras, recibió dinero, pero nada se reveló sobre su
cuantía ni su procedencia. Se trató, posiblemente, de varios cientos
de libras, de sus harto sufridos padres. Además, • fue como júpiter ba-
jo su apariencia de Amón•, palabras que resultaban oscu1-as en e l
contexto del u-atado: ambos celebrantes habían tomado el aspccLO de
Júpiter. Y<> creo que Cr<)\\lley comenzaba 2 sentirse c;ontestata1io. \ '
pienso que tenía razón. Su hermano e n magia se había h ech o de oro
y ahora lo estaba malgastando. pero no en él, ni siquie ra, así parece,
con él. La Operación de Pañs concluye, quizá por eso, con una nota
de envidia un ramo mezquina. ·Se ha comertido., dice Crowley de
Neubul'g, .. en ~Júpi1.er el D ispensador", y tiene ir1vi1.ndos ir1digr1os ...
En resumen, la Opernción de París demosu·ó a Crowley, más allá
de toda duda, que el uso del sexo en las invocaciones aportaba re-
sultados más rápidos y seguros que los rimales de la liturgia, largos
hasta el abunimiento, que había aprendido en la Golden Dawn.

Sello d e la O. T. O .

277
14. El Mago en América

Cuando .::sralló Ja Primera Gucna Mundial, Crowlcy se encon·


traba en Suiza. Re¡,'l"cSÓ d pidamente a Inglaterra e hiio, según di·
jo, todo lo posible para pe·rsuadir al gobierno de que aceptara sus
servicios; pero al gobierno no le interesaba Aleister Crowley, quien
atrib'U)'Ó su neg-ativa a la siniestra reputación que duranle años se
babfa tomado Ja molestia de fomentar. Es cierto que tenía algunos
hábitos peculiares, como por ejemplo dar a las mujeres el •beso de
la serpiente•, o defecar encima de las alfombras de la sala de esp e-
ra, o en las escaleras de las casas de los amigos.
•¡Santo cielo, mira eso!>., exclamó una tal señora Madeline B. a
lsadora Duncan. Las dos señoras se hal laban sentadas en la terraza
de un cate de Montparnasse.
Estaba pasando un hombre, vestido con un traje al estilo holan·
dés, d e color azul cielo, una bol.na a juego y un bastón de pa~eo del
mismo color.
•¡Oh, si es Aleiste r Crowley!•, respo ndió lsadora.
Cro wley se acercó y fue presentado a Mrs. B. Mientras le cogía la
mano, le preguntó: • ¿Puedo dal'le el beso d e la serpiente?".
Y no esperó la respuesta: se llevó su muñeca a la boca y se la mo r-
d ió con los dos dientes que, seg ún se decía, se había hecho afiJar a
propósito; le hizo sangre y, según se supo después, la herid" se le in·
fcctó.
Esta nauseabunda costumbre es dL'SCrita por Crowley en su no-
\'ela Moonchild [La niña lunar] .

... Estaba fasc inada; uo pudo le\d ntan;c para saludarte. Él se acer-
có a ella, agarró su cuello con ambas manos. le echó la cabeza hacía
atrás. )', aprisionando sus labio.• entre stc< dientes, los mordió, los
mordió hasta traspasar los. Fue un acto sencillo y deliberado: la sol-
tó al n1omenlo, se se11tó en la cama que ella ocupaba, e hizo algu11a
obsenf'J.CÍÓtl trivinl acercü del tie1r1po.

-¿Puedo darle el beso de la serpiente?•, p1'Cguntó Cro wley, años

278
más tarde, a Nancy Cunard, inte1nunpiendo su conversación sobre
Hille1: Ella pensó que era una descortesía decir no, o preguntarle
antes a qué se refería, así que dijo que sí, y resultó mordida en la
muñeca a causa de su necedad.
La guerra había cumplido una de las profecías del Liber Legis.

¡Escoge una isla!


¡Fo rtifícala!
¡Practica en ella la ingeniería de la guerrdl
Yo te daré un ingenio bélico ...

Mientras el diluvio amenazaba la Tierra, el empeño máb>ico de la


Hermandad (según una encíclica de llaphomet a todos aquellos
que se encontraban dentro del Santuario de la Gnosis) era cons·
tmir un Arca que pudiera guardar el Falo Sagrado, •de manera que
atmque la Tradjción fuese destruida al mismo tiempo que las Men-
tes que la mantienen, fuera posible, para los que llegaran después
de nosotros, recobrar la Palabra Perdida•.
El 24 de octubre de 1914, con cincuenta libras y su credencial en
papel parafinado de Mago Honora1io de la Societas Rosicntcimia i11
America en el bolsillo, G'rowley parúa a bordo del L11sitm1ia hacia los
Estados Unidos. Su reputación le había precedido. El World Maga-
zine había publicado en el número de agosto un informe sobre los
adoradores londinenses del diablo y su jefe, Aleister Crowley:

Me encontraba en un estudio amplio, de tedio elevado, cuyJ


atmósfera se hallaba ceñida de un color profuridamente azul a
causa d el eílt1\iO ele u n incienso arornático u11 tanto pecu1iar. En
el primer ambiente se levantaban hileras de libros encuadernados
en negro y marcados en sus lomos con ex1ra1ias cruces malfor-
madas estampadas en plata. l'J segundo ambiente escaba amue-
blado con dh·~ucs y, literalmente, alfombrado con infinidad ele
coj ines dispersos aquí y allá. En c:l tercero y m;ís amplio dé los
ambie11res había un closel muy ai ro, b~jo e l cual se sent.-.ba el S\t·
mo sacerdote durante la celebr:1ción de la misa negrn. Enfren1e
del do>d, sobre un pavimento de teselas y mosaicos de motivos
a bigarrados)' ado rnado con siguos caballsúcos, se levantaba el al-
tar, un p edestal nei;ro sobre el que se había fijado un círculo do-
rado y e n e l qt1e descansaba u na serpienre ta.m bién dorada, como
si de repente se hubiera quedado inmovilizada mientras se a~
traba. Oí a alguien, q ue se hallaba cletr:ís de una cortina, tocar

279
una música extro.ila, parecida a la china. con al;gíín inst1·un1ento
de cuerda.
La atmósfera de aquel lugar Cr'd tlecididan1entc sobrenan.u-d.I ...
Los fieles fueron entrando uno a uno. Por lo general er.in mltjercs
de aire aristocrático. Sus delicados dedos adornados con costosos
anillos, el roce de la seda, la indefin.ible elegancia de su porte, ates-
ciguaban el estamento al que pertenecían. Me habían dicho confi-
dencialnlente que t\O 1>ocas personas de noble fa111ilia perrenecían
a los satanistas. Todo el mundo llevaba un 1>eque1\o antifaz negro
que ocultaba la parte superior del rostro hacielldo imposible la
identificación. Revestido con co.l'1jnas de 1.erciopeJ.o negl'o, aquel lu-
gar presenlal>a u 1l noca.ble aspecco sepulcral. La 1.ez de las seiloras
parecía ta11 blanc..-.a co1t10 la cera. l·labía tUla luz i11cicrta provenien-
te de un único candelabro de siete br..lzos. Oc itnproviso, la luz se
apagó y el lugar se llenó de 1umores subterráneos, con10 el sonido
de un violento viento moviéndose entre hoja'i inaumerables. Y en-
tonces llegó e l lento y n1onótono canto del sunto sacerdote: «No
existe el bien. El Mal es el bien. Bendito sea el Principio del Mal.
¡SaJve, PrínciJ>e <l e est.e ~fu ndo, a quien el Mismo Dios conceclió su
donl.inio ...
Un sonido de· balido maligno llenaba las pausas de esuts blasfe-
1nas declaraciones...

Estas sesiones habían tenido lugar e11 el estudio de Crowley en


Fulham Road. El poeta Trevor Blakemore me dijo que había pedi-
do a Crowley que le invitara, pues quería conocer a la misteriosa
Madre del Ciclo, Leila Wadddl, pero Crowley se negó, diciendo
que aquel lug-ar sólo le scrvfa J>ara '(caz2r gat.os "iejos• .
f:I precio de admisión era elevado. pero las mujeres de un>.s de-
terminada5 carac1erísticas estaban dispuesras a pagarlo. La pobre1..a
o la ambición, que hace que los hombres cometan todo tipo de co-
sr~, habían hecho d e Crowlc:y un aventurero y, segím se decía. tu1
chantajista.
.. Hombres y m1Jjeres .. , prosigue Harry Ken1p, el atttor del artícu-
lo publicado en 171e Wc.-ld 1"fagazit~ •bailaban por todas partes, sal-
tando y ci1nbteándose al ritmo i11fcrnal de una mús.-ica dl-c;cot·dante.
Cantaban palabras obscenas a ritrno de letanías y parloteaban una
jerg-a incornprcn.siblc. La~ rnuj ercs se despojaban de ~tLo: corpiños,
algunas se desvestían parcialmente. Una bella celebrante empuñó
la dag-• del gran sacerdote. hiriéndose los senos. A la vista de aque-
1101 todos parecieron enloq\1ecer aún n1ás ... ».

280
Otra descripción, en esta ocasión más moderada, de estas repre-
sentaciones que tenían Jugar en el estudio de Crowlcy de Fulham
Road, puede leerse en el libro de Elliott O'Donell, publicado en
1931, Rwms of Mystery.
El 13 de diciembre de 1914, TllR-World Magazine volvió a hablar de
Cro,vley. 'IAleister Cro,..·lcy. qt1e ha llegad<> recientemente a Nue\lá
York, es el hombre más extraño de todos los que he conocido. Es
un hombre que suscita la discusión en los demás. Con un intenso
magnetismo, lo mismo repele que atrae, pero con la misma violen-
cia. Su personalidad parece hecha a propósito para dar lugai· a ru-
mores de todo cipo que le acompa1'ian a Lodas partes.>•
En esta entrcvis1a, Crowley aborda la desc1;¡x:ión que Kemp ha-
bía hecho de sus orgías londinenses. • Kemp está convencido since-
ramente de haber asistido a todas las cosas que describe, pero no
fue así. \'o n1e li1nité a l1acer que s<:>ilara con ur1a escena de rr1agia
negra, y él pensó que había ocurrido en la realidad y que yo había
participado en ella. Yo no practico la magia negra.•
El porte de Crowley era tan extraordinario qu~~ no podía por me-
nos de llamar la atención; y den'ás de aquel porte se hallaba una
personalidad más bien remota: Ja del Vagabundo de la Desolación.

A veces, me ha parecido que tenía sclcnta años, y en otras oca-


siones, menos de vcintici11co. l!S como si pudiera cambiar a vol un~
tad su apariencia. Ah<>ra es urt anciano, con aspecto sacerdoraJ, pe-
ro más 1.a rde puede parecer un joven un tamo afeminado, de
manos gordezuelas y blandas y ros1.ro profundamente rm~eril. Sus
1nanos son lo único que no c.arnb_ia, son cicrtan1ct"ate 1uar=:.villosas y
están adornadas co n extraños anillos. Crowley lle'oa en el pulgar un
pesado anillo de oro con una cruz rojo sangre sobre campo blan-
co. F.n orro de SLL5 dedos se ve una serpiente enjoyada, yjumo a él
un círculo simbólico con un sello mny elaborado que contiene los
metales místicos. J\l final de la cadena de su reloj . )' melida dentro
del bobillo del chaleco, puede observarse el símbolo del águila
blanca bícéfala que lleva la espada, último y má~ ele,oado grado (el
33') del Rito Antiguo)' Accpmdo de la Masonería Escocesa. Pero lo
que resulta más impresionante del a..C\pecto de Cro\vley es el me--
chón de cabellos que, romo un cuerno, pcm1anecc erecto sobre su
frente generosa y cll:'-acla. A veces, se lo peina en dos, de modo que
todo el mundo piensa que se trata de uno de los símbolos del sai.a-
nismo.

281
El •mechón de cabellos como un cuerno• era el símbolo del fa-
lo, y los dos rizos, los dos cuernos de P:m, el dios de la lujuria, tan
caro al corazón de Crowley, quien en 1900 ya había alcanzado el gra-
do 33, d más elevado, del Rito Escocés Antiguo y Aceptado de la
Francmasonería. Al final de su vida fi rmaría 1.odos los documentos
relativos a la O. "LO. con los titules de • Baphomet Xº, 33° del Rito
Escocés Antiguo y Aceptado, 97º del Ric.o de Menfis, 9Qº del Rico de
MiZl'aim•, que constimyen Jos grados más elevados de las cuau·o
corporaciones secretas indicadas.
Por aquél tiempo se alojó en el número 40 de West 36th. Su·eet
de Nm;va York.John Quinn, importante abog-ado norteamericano y
coleccion ista de libros, además de amigo de W. B. Years, T. S. Eliot
y otros conocidísimos escritores, le invitó a la Cena de Navidad. En-
tre los presentes se encontraban el artista Jolm Butler Yeats, padre
de W. B. Yeats, y el periodista Frederick.James Gregg. Fue una vela-
da alegre en la que corrió abundantemente el whisky, el vino del
Rhin y el Chartreuse, al tiempo que fue posible disfrutar de los lar-
gos cigan-os de Quino, quien aprovechó para incorporar a su co-
lección algunas de las obras de Crowley. «Al final, invirtió unos se-
tecientos u ochocientos dólares en mis obras, en lugar de los tres o
cuatto mil que yo esperaba, y esta desilusión me puso en un gran
apt1ro: por aquel tiempo 110 Ler1ía er1 l11glaterra re<:tl.I'S(>s de los que
_poder disponer.»
La nueva residencia de Ctowley se había convel'lido en el cuar-
tel general de la O. T. O . Por lo menos, había otro miembro de la
Orden en el continente americano: el joven neófito Achad {que sig-
nifica •Uno» o «Unidad»}, que atendía al nombre de Charles Stans-
fcld Jones, un contable de Vancouver al que no se debe confundir
con el químico Gcorge Cedl Jonc::s.
Ambos •templarios» :se p t1sieron rápidan'lente c11 contacto. Así
escribía el hcnnano Ba¡>hornct a su hern·1ano Achad:

El rin1al que 1ne ha enviado es rnuy hernloso .. . Espero que pue-


da repetirlo en loda ocasión, digamos que en cada ltu1a nue"" o 11&
na, para acurnu.lar fuerza ti<: n1anc::ra regular. También debería dis-
poner de un rilual soh1r pa111 que resuhase cqlúlibrado, que podrfa
ser realizado cada vez que el Sol cnrf".ise er1 un oue..·o signo zotti..1-
caJ, con celebraciones especiales en los equinoccios y solsticios. De
este rnodo. \ id. pottrá e¡tablecer un c ulto regular que, si cln11ple de
1naner.i auté nticamente mágica, conseguirá crear un vórtice de fuer~
7.a. que absorberá todo lo que desee. Los tiempos están n1aduros pa·

282
ra una religión nat11raJ . La gen Le gt1sLa de ritos y ccrc.~111onias y ya es-
tá cansada efe dioses hipo téticos. lnsisLa en los beneficios reales del
Sol, la energía lunar, la energía solar )' cosas parecidas )' ver...\ có1no
al celel>1-ar n1erecidan1cntc es1os beneficios, los fieles se unen <le
1nancra 1uás contplct.a a la corricnlc de la vida. Que la religión sea
AJcgrfa, y que su ú~1i co dolor, aunque <ligno y sca·t:no, sc:a la n1ue1··
te; y q ue la ntucrte se considere una pn.1cba, una iniciación . Nada
de tlisírar.ar los hech os, a111cs b ie n , es necesario Lfansn1utarlos e n e l
1-\ tanor [el ho1'110 d el alqui1n ista ] del propio éxtasis. En rcstu11en,
con,iértas.c \'rl. en el funda<lor <le.: un nuevo culto 1-,aga110, IQClo lo
g·r.lnde que pue<lra, en la be1llsi1na ticrr._ \ de la qu.e ha h echo su h C>-
gar. Después ¡->Odr.i incorporar o tras celebraciones para el grano y
el vino, y J>ílr.t Lo<las l a~ co~s ij1iles, nobles y capac(~., de rno\'er a ins-
piración.

Crncias al di;uio de Crowlcy, The Magical Record of llie Beast 666,


pode mos conocer con quién prnclicaba su magia sexual. p1 fuera
• tina res¡Jeu1ble nl1~jer cas::\cla• o u11a prostit llt:·.1, tina corisut o é l
mismo {vm •), una hcrma11a de la Orden , su t\hycr Escarlata, o una
aspirai1lc a este tílulo. Y u:unbié11 p<>cle n1os conocer los n1o livos:
profundizar en el conocimiento de los misterios del grad o IX (IXº ) ,
obtc11cr la sabiduría~ conseguir polcncia sexual y clo11 de alracció11,
enconu-ar •Oro rojo• (dine ro). o cualquier otro motivo más o
menos elevado. No ten ía problemas que resolver y ning1\11 tipo de
ai11bicio11es, tal )' con10 se cntic11dc gc11cral1nc 11te la pal a lJi<a. Los
detalles sexuales está n en latín. ¡rriego o hebreo. por lo general, d e
manera abreviada.
A St1 Ucgada a N ueva York, era 11al1Jral que f)_
r osigtiiese sus inves-
tigaciones sobre el grado IX, y su d iario contiene los nombres de
bastaotes proslitutas que le silvierou para tal fin :

L.ea De,.,.·ey. Prosli nua holaudesa, ascendente en Acuario. Cran·


de y alia. pero no gruc'"': de upo lobw·10 y muscttloso.
Margaret Pitcher. Una golfa considerablememe es1úpida. de b<>-
c::1gmndc, c:1m pl:rna. y cuerpo esbelw. C1bello rubio. Magnífico Jf>.
ni graso y jugoso.
Viola. Prostin1ta de horrible aspecto 1au1ino. Omgada.
Helen Mnrshall. Prosti1utn de origen irlandés. 1\liccndentc en
Tauro. Bellísi1n o tipo de n1uj er U'auquila. Ni apasionada ni ¡>crver-
sa. Una chica alegre y conforrnblc.
1\nna Gray. Prob-ti1uta. Negra g-ran<le y gn1csa, rnU)' apasionada.

283
Todas las descripciones son del mismo tipo. Desafortunadamen-
te, a diferencia del autor de My Secrel Life, no registró sus conversa-
ciones. Ellas no supieron que Crowley las estaba uúlizando como
Ayudantes Mágicos.
En ese mismo periodo fue sodomi7.ado por dos extraños en unos
baños turcos de Nueva Yo rk, y la misma noche practicó la/el/alfo con
un tercero.
Aquélla era su tercera visita a América: y debido a la guerra que
asolaba Europa se vería ob·ligado a pemianecer en aquel país du-
rante algún tiempo. No conseguía hacerse al A111ericm1 way o/ life,
que le resultaba distinto del inglés. Y había dos razones para ello:
andaba escaso de dinero y carecía de amigos. •El J4 de diciembre
(de J914) llegué a la co nclusión de que 1'forcurio era el amo de
Nueva York, por lo que di comienzo, lo mejor que pude, a una se-
rie de invocaciones dirigidas a él, fi.mdamentadas, básicamente, en
el método de la O. T. 0-» A.si pues, durante su actividad sexual po-
demos estar seguros de que invocó al dios, aunque ya no podríamos
decir lo mismo de la calidad y obtención de los resultados. Una de
las preguntas que daban vueltas en su mente era la que se refería a
la fecha en que conseguiría el elevado grado de Magus. Parece ser
que se encontraba un tant<> escéptico al respecto. • Me siento como
si hubiera perdido la i.nspir<tción y la facultad creativa. Me siento in-
capaz de hacer nada, pues t·e ngo que aplicar la geomancia a LOdo lo
que hago. Tic11c brracia, no rt1e er1cuer1tro mal, pero en todo lo que
hago 6ene que haber algo que, de manera radical, está equivocado.
_¿Será ~ue me encuentro ante el Umbral?• El • Umbrah> es la puer-
ta que conduce al propio lnconsciente. con todos los peligros que
impljca franquearla. El 2 de enero de J 915 escribió en su diario:
•Acabo de prac1icar un 1x• para convenimle en un gran orador, he
invocado a Tah uti y he dirigido un sermón a los ha bitantes de los
Diez Mil Mundos a partir del cántico "¡Oh , Señor! Nado en m co-
razón igual que la trucha en el torrente de la momaña"•.
Gracias al inconexo diario de aquellos días, podemos seguir sus
pasos en cierta medida, y saber dónde se hallaba, lo que pensaba y
lo que hacía:

7 de mm> de 191J: Hoy fue un día de suen e. S. R. Uohn Quinn]


111e l1a con1prado libros por valor de 100 S. que ahora n1e entr\:ga.
28 dt enm:r. Llegi1é tarde a casa e incurrí e n ncgUgcncia criminal
al no in\'OCJ.r a Merc\1rio.
I dt fthrmt. Comenzó Morphia, cxcepwando la noche d~I 31 de

284
énéro, con 1/ 4 de gr. Muchos sueños, al principio molestos, pero
que más tarde fueron extraordinariamente VÍ\<idos y deJiciosos.
15 tkfehrero-. He debido de haberlo so1iado, pero recuerdo que la
noche pasada vi la luna nueva y qt1e sólo llevaba doce horas.

En sus actos sexuales de grado vm (de tipo solitario), que reali-


zó durante sus primeros meses en Amé1ica, intentaba conseguir un
fin: llamar a Babalon, la Mttier Escarlata, para que apareciese en
carne y hueso y fuese su compañera estable, al objeto de celebrar
con eUa, con absoluta seriedad, los ritos del Arte Regia. El diario
de aquel período tiene por titulo Re.- de Arte Regia. Por supuesto
que si Crowley es el rey, el Arte Regia no puede ser otra que su ma-
g ia se·xual.
Otro nuevo volumen en verso, titulado Thc Ciant~ 'l'humb [El
pulgar del gigante), impreso en InglaLCrra en los talleres de la Ba-
llanryne Press, aunque esta editorial no figura como tal, sino como
MitcbeU Kennerley, en el 32 de West 58th. Streel, de Nueva York, se
hallaba dispuesto a hacer su aparición en los primeros días de 1915.
Pero sólo se quedaría en un intento. Cierto número de las pá¡,.jnas
de prueba, cncuadcmadas en tafilete rojo, se encuentran en Ja bi-
blioteca del Wartburg Institute. En este artesanal volumen , Crowley
escribiría lo siguiente: • Este volumen pertenece a Aleister Crowley.
Fue robado de mi mesilla de noche por Norman Mudd, ladrón, y
ha pasado desde emonces por difrrentes y d.::shonrnsas manos ...• .
En las últimas páginas de aquel abortado libro, la Bestia daba no6-
cia de sus obras, tanto literarias como mágica5, bajo el epígrafe v\S
Sf.CRl::CIONES (excrnf.a) DE MR. AJ.El~ffER GROWLEY.
En cierta ocasión, en los primeros días de 1915, cuando Crowley
se encontraba en uno de los autobuses que recon·en la Quinta Ave·
nida, leyendo algún recorte de periódico que le concernía y que le
había enviado una agencia de prensa de Londres, un hombre sen-
tado detrás de él, al que por su aspecto juzgó de nacionalidad bri-
tánica, le dio un golpecito en el hombro y le disparó a bocajarro es-
ta controvertida pregunta: «¿Está usted a favor de w1 u-ato justo con
AJen1ania y Austria?».
Aquélla era una buena forma de comenzar un diálogo. Crowley
estaba a favor de un trato justo con cualquiern. Hablaron de la gue-
rra y, puesto que Crowley expresó sentimientos que no eran desfa-
vorables a las Potencias Centrales, el extraño, que se levantó para
bajar cuando el autobús llegó a la altura de la calle 37, le dio su tar-
jeta, invitándole a que fuera a visita1'le.

285
l\1r. ()'Brien. t.al era e l nombre del extraf10. 110 se e 11cor1traba er1
casa cuando Crowley fue a verle pocos días después. En su lugar,
otro hombre fue a st1 cnct1entro, 4(co11 las rr1a11os cxter1didas, los
qjos que se le salían de las órbitaS, y la boca que parecía un remedo
de la boca original•. No era otro que Ceorge Sylvester Viereck, el
poeta gennano-americano y escritor de libros ciertamente inteli-
gentes. Si los ojos se le saUan de las órbitas era debido a la sorpresa
de ver a Aleister Crowley, que en 1911 le había sido presentado en
Londres por Austio Harrison, el director de '!7ie Englisli Review.
El rostro de Viereck le resultaba vagamente familiar. Viereck le re-
cordó su último encuentro. Dci<lc entonces, había cambiado la poe-
sía por la propaganda. Y Crowley, ahora en el exilio y buscando tra-
bajo, había ido a parar al ímko lug-.ir en donde podrían darle uno: el
curu1el general de la propago.inda alemana en Estados Unidos.
Treinca y cinco aiios más tarde, Viereck me dio su versión del en-
cuentro:
CrO\\Tlcy 1ne habló dcsplega.udo Loda la fascinatión de la que era.
capaz. & oponía al i1nperialis1no británico, y lo dijo. Creo qt1e a6r-
mó ser irlandés, si no del Lodo, al menos e n parte. Había n1uchos ir-
landeses distinguidos que se negaban a ponerse al lacio de Gran
.Bretai1a. conlOsir Roger (.asen1ent. Tarnbién había algunos ingleses
que por c uestión de principios se oponían a la guerra. Usualmente
no puedo confiar en un tr.iidor o e n Ltn excéntrico, pero recuerdo
q11e varios 111ien1bros del Cobier110 habían dimitido como signo de
protesta por los acuerdos secretos qt1e sir Edv.·ar'<I Grey hal)ía firo1a-
do con Francia. Por consigttie11tc 1 parecía n1uy probable que CrO\\'-
lcy fuese sincero.

Cro,vle)' era, sin lug-ar a dtLdas. ta11 traidor como ~ excét1l1·ico~, y


Viereck lo sabía: por eso mismo le dio el empico.
Pocos meses más tarde, Crowlcy añadiría un poco de color a la
creencia popular de qt1c era irlandés rr1ediar1te ti siguienle monta-
je: metió a •una chica que tocaba el violín• - leila Waddell- y •a
ou-as cuatm personas de vida disipada» en una motora que se de-
tuvo al lado de la Estatua de la Libertad, en el puerto de Nueva
York. Pocos momeo tos antes del amanecer del 3 de julio de 1915,
Crowley pronunció un breve discurso:

No es necesario que estas palabras sean esc11chada5 por una gran


audiencia de personas; prefiero, n1ás bien, di1igirlas al indomable

286
océano que circunda el mundo y a los c11atro vie11tos del c ielo que
son libres. ~tirando e l a1nanecer, elevo mis 1nanos: y mi alma, de es·
ta nlaner"..t, hacia esca gigan1.esca i1nagen <le Ji<\ libel'tad, 1>royección
é tica de la luz, de la vida y del amor1 que son nues.tra herencia espi-
ritual. En este acto de religión simbólico y lleno de rccogiJ1ticnto.
invoco al único Dio.."' verdadero. de q11ien el ~lismo Sol es sólo tu1a
sombr.i, para que pueda dar a mi cor..tzón y a mis manos la ftterza
necesaria para sostener la libertad de la tierra de :n1is mayores, que
he \lenido a proclan1ar en este lugar.
En este momento de tinieblas. antes de que el orbe paterno de
nuesLro sis1.en1a inílaroe con su beso et océano, yo pro11uncio el
grdll jtu"ameuto de la revolución.
\'rasgo con 1nis n1anos esr.e síinbolo de esclavitud, este salvocon·
dueto de los que csclaviza.n a rni puebl.o ...

Llegado a aquel punto, Crowley rompió un sobre en el que se su-


ponía debía encontrarse su pasaporte británico, pero que no con-
tenía nada parecido, ya que le hacía falta para regresar a Gran Bre-
taiia cuando se cansase de Estados Unidos.
Renuncio P"''ª sie1npte a loda pleiresfa hacia cualqt1iet rirano fo--
ránco: juro luchar hasta la (~úm a gota de mi sangre para liberar a
los hombres y mujeres de Irlanda:)' apelo al p ueblo libre de este
país, e n c tl}'3S hospitalarias oril la~ me e ncue ntro, para que me con·
ceda su a poyo y asis1encia en el queb1·antamiento de aquellas cade-
nas que ellos mismos supieron romper, hace ahora cienio treinta y
cinco años.
Proclamo la República de Irlanda. Y despliego la bandera i1fan-
dcsa, Erin go Brttgh. Dios sal\·c a Irlanda.

En aquel momento, una de las personas • de vida disipada- hizo


ondear la bandera irlandesa, mientras Leila hada soriar en su vio-
lín los aires de · The \Vearing of the Green•, una canción irlanclesa
que se había convenido en un símbolo de la revolución.
Esta travesura, fútil y pre> pi a de un escolar, protagoniiada por un
hombre que nunt'::t había put'SlO un pie en suelo irlandés, fue re-
cogida por T he Nl'W York Tinus, más tarde, Crowlcy la difundiría en
o tros periódicos, 1nediante el se11cillo sistc n1a de enviar al director
w1a carta e n la que se refería a ella.
El encuentro de Crowley con Viereck le supuso una invitación a
escribir par.1 Tile Fatlierla1ul (al que seguía el subtitulo de -Juego

287
limpio para .Alemania y Austria-Hungría•), qt1e estaba diiigido por
el propio Viereck.
Leila Waddell, que le había seguido hasta Estados Unidos, no
tardó mucho e n dejarle, aumentando su soledad. Crowley diría, re-
firiéndose a aquellos años pasados allí, que no consiguió encontrar
a nadie a quien pudiera llamar amigo, y que cuando Leila (o L.ay-
lal1) se reun:ió co11 él e r1 Nt1eva York, «tne di c uenta, aJ instante, de
que me resultaba desconocida•, lo que, según él, era algo equiva-
lente a deci~ que ya había dejado de tener iinerés en eUa desde el
punto de vista sexual. «Leila Waddell se llevó las mil lib1-as que me
quedaban y desapareció en la Ewiglreit (la eternidad) >, le escribía a
Gwendolinc Ouer en una <:'arta. Es un poco dificil creer que Leila
le hubiera robado mil libra5, porque él no disponía de tal suma.
Adentrémonos ahora en uno de los aspectos de la mentalidad de
Crowley que resulta más dificil de comprender, si lo que deseamos
es rechazar la idea de que no era más que un traidor. Sin duda al-
guna, sin consultar siquiera a su corazón, Crowley comenzó a escri-
bir para las págiirns de Th.e Fatherland propaganda antibritánica, to-
do lo venenosa que podía, al tiempo que se deshacía en alabanzas
a Alernania. Y Ctta11do, es de StLponer que por sus bue nos servicios,
le fue ofrecida la dirección de The lnt.ematilmal, otra publicación d e
la misma •etnpresa•, con un sueldo de veinte dólares semanales, lo
único que hizo füe llenar sus páginas de tonterías antib1·i1ánicas y
de magi(k)a, que, en realidad, era lo único que le interesaba, utili-
zando los seudónimos de Baphomet, El Maeso·o Thérion (su nom-
bre mágico en la A. ·.A.-.), lord Boleskii1e, Edwaxd KeUy, Adam d'As,
Cor Scorpionis, y otros por el esti lo, sin o lvidar Aleister Crowley, su
nombre auténtico, y aprovechando los espacios vacíos de la publi-
cidad para anunciar sus pro pias obras.
Desahogaba sus rt:sentimientos, pero sin mt1cha convicción. co-
rno si le Luviese sin cuidado el modo de maltratar al adversario y es-
tuviera dispuesto a cambiar de bando a la menor insinuación. Las
consideraciones personales que aparecen en sus artículos antibritá-
nicos revelan que Crowley seguía teniendo mentalidad de escolar:

f'or una u otra razón, los alernanes. eo la lilüma. incursión efec-


tuada con zeppe lines contra Londres, han decidido hacer los 1ua-
yorcs daños posibles. pero e n extensión, en lugar de concenrl'arse
e n uno de sus barrios. U na ca5a cercana a la o ficina de ro i abogado
e n Chancery La.ne fue tolaJ111enLe dcstruicla... En Croydon causaron
grandes daños, especialnlen1.e e n el suburbio de 1-\ ddiscombc 1 don·

288
de vive n1i tía. Desafortunada1nence, su casa no fue aJcaniada. Rue-
go respetuosamente al conde ZeppeliJ1 que lo intente de nuevo. La
diJ-ección exacta es Eton Lodge, Outram Road.

¿Por qué escribía Cro1;-lty tan frenéricarnente para el enemigo?


¿Quizá porque odiaba a Gran Bretaña y deseaba contemplar Ja vic-
toria de Alemania? Ni por asomo. Era su fo1ma de ayudar a los alia-
dos. Estaba intentando arminar la propaganda alemana por el mé-
todo de •reducción al absurdo•. Abog.rndo por el empleo ilimitado
de la guen-a submarina, por ejemplo, llevó a Estados Unidos, aun-
que indirectamente, a la gucr·ra. Según diría 1ná.~ tarde, tendría11
que haberle dado la Cmz \r,ctoria.
Viereck y sir Edward Grey, el ministro de Asuntos Exteriores bri-
tánico, pensaban de otra manera. Viereck consideraba que estaba
haciendo una propaganda bastante buena pa1-a los veinte dólares a
la semana que cobraba (Austin Harrison, director de Tlie Englis/1 k
view, le había dicho que Crowley e1-a el mayor poeta inglés, bajo el
punto de vista de la métrica, desde Swinburnc); Grey estaba alar-
mado por el perjuicio q ue, según él, Crowley estaba causando en Es-
tados Unidos a la causa aliada.
El recuento que el propio Crowley hace de todas estas activida-
des se parece demasiado al de un hombre que intenta volver sobre
sus pasos; había defendido al bando perdedor y, con su caracterís-
tica dt-sfachatez, intentaba demootrJr que siempre había hecho
por Inglaterra todo lo que había podido. "Había optado», esc1;bió,
•por una línea de acción que creía la única posible en una sinta-
ción que me parecía extremadamente grave. Por eso escribí para
The Fatherland. .AJ hacer tal cosa, me desconecté temporalmente de
todos mis amigos. de todas mis fuentes de ingresos: en apariencia.
debería deshonrar un nombre que según mi destino yo debía in-
mortaJizar... ».
Con la confianza del desequilibrado exhortó a todos los que no
cre)'eran en él a que se lo preguntaran a •SU amigo., el comodoro
(y m á5 tarde, almirante sir Guy) Gaunt, jefe del Servicio de Inteli-
gencia Naval britá11ico er• Estados Unidos.
Cro,..·lcy hatJría er1co11trado un tanto desconcertante la respues-
ta cic l almirante, pues a una carta q11e y<) le envié me cont<.>st<S en los
sigt1ien tes t.ém1inos.

Respecto al hombre que Vd. menciona. 1t1c parece que lo des-


c ribe con los términos exactos, c11ando se refiere a é l como 11n «trai-

289
dor de poca rnonta,.. En cuanco a sus actividades. pienso que obt.'-
decían fundainental mente a un deseo frenético de hacerse notar,
tenía una gran ansia por exhibir su non1bre ante los demás, de una
1nanera u oc.ra. Por aquella. época lo sabía c.odo <Je él. pues dura.11te
un corto período <le ciempo Grey y Balfour estuvieron muy preocu-
pados por su causa. ~·o rtle ft1i a Londres y lU\'é un largo diálogo con
Basil Thompson, de Scorland Yard, y le dije: •Déjenle tranquilo, le
tengo pel'fec1amen1.e controlado. a. él, y 1a1nbién a '/'/u 1'll1Ju!rl.1.rnt.b•.

También Gerald Relly, que durante la guerra trab~jaba en Espa-


ña como agente secreto, fue consultado acerca de Crowley. Tam-
bién él había aconsejado que le dejaran a su aire; el amigo chistoso
de sL1jtlve11tud sólo consegtliría ser tina herta1nienta i11eficaz er1 n1a-
nos del enemigo. No se habían 'isto desde hacía años,)' lo que KeUy
había oído de sus trave.smas le resultaba aburrido y poco original.
El matrimonio de Crowlcy con su hcnnana Rose y su comporta-
miento hacia sus suegros habían acabado por destrozar una am istad
gue una vez había sido ruuyJ:.rande.
Crowlcy se quedó más bien perplejo cuando descubrió que era
uo traidor, y se enfureció cuando Frank Harris, que por aquel tiem-
po estaba en los Est.."ldos U11idos, se lo hizo oot..·\r. El jncidente que
tuvo lug-ar en aquel encuentro entre los dos me fue contado por
Louis Wilkinson, que lo presenció. Result.1 que Harris sabía de lo
que estaba hablando, puesto que también él había estado haciendo
propab>anda a favor de Alemania y de las Potencias Centrales. Y
("ll<lnrl n > (>U hl primavr>r:.t rJc> 1917, las :tllt(.lrid::1d €'S b r it~ n i t:a.S respO.O•
dieron a sus insuh.o s en The Fath.rrl.and irrumpiendo en el cuartel ge-
neral de la O. T. O. en Londres, se quedó estupefacto. ¿De verdad
creían que era un traidor? • Los muy esrúpidos han interpretado
n1al 1ni co1npo1·tamie11to y me han ocasio11ado problern;_\s-., escribe
t>:n s.1 1 rli::.1io, ::.1 ro11nc.P.r "-'l••t>: ll ~5' notiri:::i-" .•_(,_\hn~ me iré.- dirf."t.ta-
mente a Washington para poner esto en orden; si c.sia vez no con-
sigo que recobren el sentido común, por lo menos rue iré al C"tna-
dá y les obligaré a que me arresten.•
Pero r10 hizo nad2 de eso. Sabía q1.1e no pod1ia convencer a na-
die de que. con su método de propaganda de reductio ad abs'ltrdim~
estaba trabajando para Gran Bretaña; pues él era el primero en no
creerlo.
El J 4 de junio de 1917 analizó sus propios pensamientos en ge-
neral, y su actitud frente a la guerra, en particular, y llegó a la con-
clusi<Sn de que su psique se hallaba dividida en dos mitades inde-

290
pendientes, en una de las cuales estaba escrita la palabra f"Jtriota y
en la otra, traidor.

Estoy Uc::g-dndo, sin género de dudas. al punto de reconocerme


e n todo momento como Ai\\'aSS, y esto me va m11y bien. Pero des--
pués he visto el peligro que supone tener un n1ec;ani51no 1nencal
que funciona independiente nte nte del Yo, e incluso de la volunmd
humana. Por eJe1nplo: todas 111is sirnpa1ias n1ás profundas van con
I~ aliados; pero mi cerebro se niega a pensar del modo en que lo
hacen los simpatizantes; por eso, en las discusiones, siempre soy
..:pro--ale1nán• .

Repase mos ahora algunas de sus aventuras precedentes. El 6 de


octubre de 19lf> abandonó Nueva York para realiwr un viaje a lo lar-
go de la costa oeste: qtiería asistir a la Exposición de San Frru.l.cisco
y visita.1· en Vancouver al h ermano Achad. Llevaba consigo a Jane
Foster, cuyo nombre mágico era Hilarion: se u-ataba de la Mujer Es-
carlata que había aparecido d espués de sus operaciones de grado
vm. La había conocido al mismo tiempo que a ot.ra mujer, Helen
Hollis, e11 una co1nida que daba uno de sus an1igos, qLLe e ra perio-
dista. Rápidamente, llamó a Jane, • la Gata>, y a Hel.en, • la Serpien-
te•. •la Gata era una belkw ideal, más allá de mis sueños m<ís pre-
ciados. v su habla estaba constelada de espiritualidad. La Semiente
resplandecía con el t-ncanll) de la lujuria•. escribió. Eito no s irve
par-a describir a ningt1nc1 mt~jer, pe ro él siempre "eía a la gente er1
blanco y negro: las mujeres, o eran viles bntj<1s o eran encantadoras,
incluso más allá de sus suelios más disparatados.
Jane era el tipo perfec t.o de ~ft.1jer Escarlata, tal y como se d es-
cribe en e l Liber Legis: • ¡Que ella misma se alce en el orgullo! ¡Que
me siga en mi camino! ¡Que cumpla la obrd de la pervenidad!
¡Que mate su corazón! ¡Que sea vulgar y adúltera! , etc.>. Llegaron
a Vancouver el 19 de octubre, donde fueron cálidamente recibidos
por Ad1ad, que tenía vcinlir1ueve ai1os y era 1nie1nbro de la
A.· .A.·. desde 1909. No sabemos qué tipo de magia lkvaron a ca-
bo, si la sexual o la de otro cipo, porqt1c 110 se l1a co1uc1,:ado al rc:r
pecto ninguna anotación.
En el Liber l..eftis está esc:1ito que · ·v endrá uno despué~ de él. aun-
que no diré quien , q ue descubrirá la Llave de todas las cosas>. Por
..iél» Cro\vley entendía qt1e !it! trattha de sí mismo, cor1 lo cual e l pa-
saje entero quena decir que tendría un hijo que podría explicar los
misterios del Liher 1.-egis que aún quedan por ser explicados. Lo que

•••
había ocurrido es que había estado pensando en aquel pasaje del
Liher Legis cuando comenzó a realizar con Hilarion actos de magia
sexual (D<9 ) ; de hecho, la finalidad d e aquellas operaciones era la
procreación de su verdadero hijo.
En una epístola al hermano Achad (de Baphomet, Palace Hotel,
San Francisco, Sol en Escorpio, Luna en Libra). Crowley se quitó la
máscara y dio su opinión honesta acer ca de aquel gran misterio, la
Mujer Americana:

DISCURSO SOBRE LA MUJER


por el Filósofo K\'<a'"

Toda m1tjer riene un punto se nsibl e. No c re o que haya que po-


ner a A.lrnroth 1A'right1 en un aprieto 1>idiénclole que nos señale !';u
localización. Él sabe todo acerca de esta mate ria, lo sabe, lo SMJ::.
El gran poe ta n ortea1ne1ica110 Henry '"ªd~'"'orth Longfello''' ha in·
dicado. no ·OOO{jjilte . esta verdad. j)c i'O de un iJ>odo difuso, jXJil.ieñ-
do énfat;is e n ella. pero de 1t1at\e1-a it1adecnada. En consc cut:1\cia,
los hombre s de Nortc ;.\mérica se com·p orran al respecto con igno--
rancia o despreocupación y por e llo se ha elevado un gran c lamor
entre las m~j eres americanas. que dice n que sus maridos y amantes
son inse rvibles. Para obte ne r Ja satisfacció n de no hallarse inc luido
e n esta calt.'*goría, sólo es ne cesario e11contrar este punto, y ac.:rri-
ciarlo continua, persistente , cuidadosa e incansable rnc nte, con los
instru1ne ntos varios que la generosa naturale1..a y un Dios benevo--
lente han s t1ministrado expresa1nente para tal fin. Vuestra única
obligación y placer c o n 1'CSJ>ec10 a vosou·os 1nisn'lOS es la clilación.
No prestéis atención a las peticiones de misericord ia. y reprimid fü'
me, pero gcnrilmcnte, cualquier forcejeo. Hay varios tipos de presas
que permiten hacerlo fácilmenre. Recordad, sobre iodo, que si des-
pttés la víctima es capaz. de mover d urante ho ras ttn dedo seréis ri·
dicufüados. No obstante. es nc«:llaria una cier'ta dosis de tacto. Hay
que C."\Ít::tr s:icm1>rc el menor ::\.Wrno de b1i_1c.1Jidad, a mc n05 que la
m ujer ~\ de las que la dc.-.sean, que es un tipo bastan1c común; pero
ind LLw e n e ste caso, la brutalidad deberá ser sim ulada, y no real ...

Desde San Francisco se fueron a Poi m Loma, con la espe ranza


de tener una charla con Kath erine Tingley. la dirigenre de la Suci<.~
dad Teosófica d e Estados Unidos, a la que queria proponer una
alianza entre sus dos organizaciones, pero ella se negó a recibirle.
Crowley fue muy poco educado con aquellos miembros de la So-

292
cicdad con los que tuvo ocasióo de hablar, cuando llegó el momcn-
t.o de transcribir a sus Omfe.uions aquel decepcionante incidente.
En el cmnino a Nueva Orlcans se deshizo de la Gata, cuya belle-
za estaba más aUá de sus sueños más preciados y cuyas palabras es-
taban consteladas de espiritualidad, porque con el tiempo había si-
do esclarecido acerca de su fu.lseclad y •por eso era mi obligación
matarla• . La desolación de su corazón era •indeciblemente atroz»,
pero todavía tenía con él a la Serpiente y no tardaron en aparecer
o reaparecer otras mujeres que le 1.mian consuelo: Doris Gómcz y
Gerda Maria von Kothek (la <Lechuza•), por no mencionar, natu-
ralmente, a la exu·aña y horrible prostituta de nu110. Atribuyó el fra-
caso de Hilarion en la Obra a la «respetabilidad• . En otras palabras,
no podía permanecer con Aleüster Crowley, cuyo método favorito
de relación ~exual con una muj er era la ~odornía (per vas 1w.fa11d111n
[por el vaso innombrable]).
Exactamente nueve meses después de los actos de magia sexual de
Crowley con Hilarion, es decir, en el solsticio de verano de 1916, el
hermano Achad se encono-aba de pie frente al altar en su templo de
Vancouver y pronunciaba el solemne juramcmo de Maestro del Tem-
plo: había tenido una Experiencia Mística durante la cual losJefes Se-
cretos le habían indicado que asumiera dicho grado. Y al mes si-
guiente, envió ,,n telegrama a Cr owley, anµnc;:i<\ndolc la gr4n noticía;
había cruz.ado el Abismo y había «nacido» en la otra orilla - la orilla
de los Jefes Secretos- y ahora era, como su instructor, la Bestia, un
Maestro del Terpplo. ¡\quel_proftreso era desconcertante, f?uesto qµe
en 1913, el hcnnano Achad era solamente un Neófito de la A. ·.A.· ..
.i.\_n te CSláS rtoticias, Crc.>\\:ley se encontró en un estado de brran e x-
citación y co1ÚU.>i6n, pues comprendía la relevancia que tenían pa-
ra él. Según dijo, cr.i algo sin precedentes en la historia de la rna-
gi (k)a. Achad ignoraba las operaciones realizadas durante el otoño
por Crowley con Hilarion (siete en total) y Helen '\'cstley (•tres
operaciones al comienzo y :d fin de la catamenia~), que habían si·
do descritaS como •particularmente buenas-, pero no hay duda de
que su personalidad m ágica •supo perfoctamente a su debido tiem·
po lo que estaba haciendo, pues él acababa de nacer como "El Hi·
j o" anunciado en el l .iber l,egis-. Gracias a SlL~ operaciones sexuales
con Hilarion , Crowley pudo preparar con la Gata el nacimiemo de
este h!jo metañsico o mágico. Sólo le quedaba al hermano Achad
encontrar Ja Llave del Liber L.egis y desvelar sus miste rios.
Crowley conseguía dar un paso por delante de Achad, pues,
micnU'l!S ta1uo, había obtenido el grado de Magus 9. 0 " 2°, una inj-

293
ciación (con la ayuda de la Gata, la Serpiente, la Lechuza y el Mo-
oo, a los que llamó •oficiales de este gran nacimiento») que había
necesitado varios meses, hasta su culminación el 12 de occubrc de
1915, coincidiendo con su cuadragésimo cumpleaños.
Mago (o Magus, con específica referencia al grado) es todo
aquel que ha llegado a la Conciencia M<igica. Nada más convertine
en Mago debe proferirse una Palabra. La elegida por Crowley foe
•Thelema•, \'Oluntad, en el sentido de • Haz lo que Quieras•, que
llevaba mucho tiempo ron dándole por la imaginación. • Mi toma de
posesión del grado de Magus estaba relacionada con el hec ho de
que consiguiera identifica1me con la palabra Tbelcma•, corno .::s-
cribiría en sus Co11fessim1s. V añadiría: · Mi personalidad debfa ir con-
fundiéndose poco a poco con ella.• .
No se conocen, o, al menos, no de manera sulicientememe clara,
las circunstancias que, durante el mes de octubre de 1915, acompa-
ñaron a su consecución del grado de Magus; de cualquier modo, de-
bió de llegar a comprender que eran los propios dioses quienes le
incitaban a e llo. Para construir el templo del Nuevo Eón era nece-
sario desembarJt.arse por i=ompleto de las minas del anriguo. Lo que
sí conocemos, de manera :precisa. es la operación mágica que reali-
z6 durante el verano d e 19 16, cuya finalidad no era otrn que Ja de re-
afirmarse. aunque suponía la expulsión del dios del Eón ant.e1for:
Stm•rós /Jarr11clwi&'

Él había crucificado un balrdc:io


en la morada del basilisco,
mu1murando las nmas al r<.'V<>S.
enloquecido por muchas maldiciones burlonas.

o
En eSle ritual, el P1imer Oficial represema una Scrpic nlc, sím-
bolo de Mercurio (el alimento más apropiado para las serpientes
son las ranas). El Misterio de la Concepción se realiza al capturar si-
lenciosamente la mna, y la afirmació n de la Voluncad, al realizar eir
ta ceremonia.

La r.ma cap11mtda se mantiene encerrada toda la noche en un


are.a o cofre; pues es1á escrito: •Ttí no ha> aborrecido el Útero de la
Vi rgen • . C'..on la llegada de la aurora, te acercarás al cofre con una

294
ofrenda de oro, y si es posible de olíbano y n1in-a. Ent.o nces solrarás
a la rana del cofre, con muchos actos de homcn'\je, ~· la dejar.is, apa-
rentemente, en libertad. Se la podrá dejar wbre u na colcha multi-
color, cubierta con una redeciUa.

11
Coge des1>ués un recipience <le agua y act!rcate a. la rana, dicien-
do: En el Nombre del + Padre y del + Hijo y del + Espíritu Santo (en
este punto rocía con agua su cabeza) yo te bautizo, oh, criatttra de
las rJ.nas, con esca agua, con el 11on1bre de Jesús de Nai.are[h.

111
Durante el día te acercarás a la rana siempre que lo juzgues con-
veniente, y profcrir~\s palabrdS de adoración. Y le rog-arás que cwn-
p la Ctn[os milagros c<>mo desees, y ellos serán realizados gracias a
Tu Voluntad. Además, prometerás a la rana una exaltación conve·
nient.e para ella, y, 1nientras 1.anto, consu-..1iráis, en secreto, una cruz
sobre la cual la cn1cificarás.

1\1
Cuando haya llegado la noche, arrastrarás la rana y la acusar.is
de b lasfen1ia, sedición y cosas parecida.~. con estas palabras:
Haz lo que Quieras será toda la Ley. Mira, Jesús de Nazareth, có-
mo has sido apresado en nti tra111pa. 1\ lo largo de coda mi vida me
has atormentado e insultado. En n1 nombre -aJ igual que o tros es--
píritus librf'".s de la cristiandad- he sido torturado en n1i infancia; te>
das las delicias me han sido prohibidas, l' todo lo que tenía me fue
arrebarado, y lo que se me debía no 1ne fue pagado ... en n1 non1bre.
,\ _ho1·a, al ñn, te tengo; el Dios-Esclavo se haUa en poder del Señor
de la Liberta<l. ·ru hor..:i. ha llegado. Y cuando te borre de cst".t tierr.-
el ecijpse desaparecerá, y la Luz, la Vida, el Amor y la Libertad se-
rán, una \1e't n1ás, la Ley de la Vi<la. Céden1e tu puesto, O h, jestís,
pl1es tu Eón se ha consumado y Ja Era de Horus ha sido suscitada
f>Or la tvl~i.bYi(k)a d e l tvf.acstro. la Bestia, q ue es Hombre; y su núme-
ro cs1seis cientos y tres n1arcas d e a doscientos y seis. Alnor es la L..)'1
amor b~o el dontlrüo de la \'Olunta<l.
(Pausa.)
Yo. TO Méga ·rhéri.071,, por todo lo expuesto, te condcno 1 Jesús.
dios-esclavo, a ser escarnecido, escupido y flagelado y, después, c.ru-
cificado.

295
V
A couti11uació11, se ejecuta Ja .sc11 tcucia. Después de haber escar-
necido la crllZ di r.ís: Haz. lo q11e Qt1iierasser.í toda la Ley. Yo, la Gr.in
Bestia, al mala.ne a ti, Jesús de Nazar cth , el dios-esclavo. bajo la for·
ll\a de est.a criatura de las rana.~. la be11digo e n el n ombre del + Pa-
dre y del+ H ijo y del+ Espíritu Sa1l1.o . ' ' astuno Jlara 1ní y to1no a n1i
scr\licio e l espíritu clc111cntal <ic esta rai1a, para q ue se.a rn i espíritu
fun1iliar, y vaya sobre la tierra como mi g11ardián en la ObrJ. par.i el
Hombre; par.i qL1e los hombres puedar1 hablar de m i piedad y gen·
tileza y de todas las virn1des y n1e ofrezca.Ji amor y servicio y todas las
cosas 1nateriales q ue pueda 11ecesirar. Y ésra será su recompensa, es-
tar a mi lado y oír la verdad que musito, por lo cual la fdlsedad dc-
frat1dará a los homb res. An1or es la Ley, amor baj o e l d o n1inio de la
voh1ntad .
Dich o esto. 1.o rnaJ1do la Daga del Arre apt1iialal'"'.is el COl"azón de
la rana, diciendo: E1l n1is 1nanos rec ibo n1 espírit11.

VI
Desr>ués t1as <le quitar la rana de la cru:i y divi<lirla en dos partes:
cocinarás SllS ancas, con1iéndolas como un sacramenlo, en conA.r-
n1ación de t11 pacto con la rana, y la o tra n1itad la q L1e111arás con1·
plct;imcntc e n e l f11ego. para consumar tOtllmcn tc e l Eón del mal-
dito. ¡Q!Je así sea!
An(no) XU Thc Adams Cott;tgc
Scll t•n C::inc«.-r c; Pr<::·1 rll" R ri.~1n l

Lu11a en Acuario Ne\\' Hampshi rc


'/ 1lbi()11. U.~. A.

Oe este modo, Crowley alcanzó el grado de Magus 9. 0 = 2°, en la


Grd11 Co11frdler11idad Blanca de la luz (o A.· A.-.j, y adc>ptó e l nc>m·
bre rnigico de To Miga Thériun, la Gran Bestia o, como acostum-
braba a llamane a sí mismo en ptiblico, el Maestro Thérion.
~E t re.sLlltado10 1 escribiría, ... no tardó 1nt1cl10 c11 n1anife~tarsc. Una
muchacha que vivía en :tquella población, de la que me encono-aba
a una distancia de tres millas, me rogó que la tomase de secretatia.
Nc.'l- te11la inte r1ción d e p<>nerme u trabajar en r1a.da q ue ñac:;e d e gé-
nero litet'ario pero, en cua11Lo la vi 1ne di cuc11ta de <1ue n1e t1abía
1

sido enviada con algtin propósito, pues e ra idéntica a I;; rana que
a11tcs rncncio11é- ~ .
F-s sorprcnclcnt.e que Crowley no reconociese Ja p uerilidad de es-
te ritual. Después de haber expulsado a Cristo (en la fonna de una

296
rana) , se ponía en su lugar, que era lo que eslaba deseando desde
que, en su fuero interno, decidió que él era la Bestia de que habla
el Apocalipsis. Algunas personas son débiles e incapaces, por ello,
de hacer nada, pero Crowley convirtió aquella debilidad suya en
una religión, •Yo, la Gran Bestia... • .
Llamó al rinial de la rana •la constamción de la Maldición del
Grado de Magus-, una f.r.1se que revela su actitud contradictoria res-
pecto a todo, incluso hacia sí mismo. Los dioses no tardarían mu-
ch o en p romocionarle, una vez más, al grado illJJ1ediato.
Se había instalado en e l Adams Cottage. Se desencadenó una
tormenta que azotó el lago. •<fui a poner la canoa a salvo. Cuando
volví, me encontré con una familia, padre, madre e hijo, que se ha-
bía guarecid o en el porche de mi casa. Es1aba calado y fui a cam-
biam1e de ro pa. Apena5 había acabado, ·c uan do un globo de fuego
cayó a pocas pulgadas de mi pie derecho, y una ch ispa ascendió ha5-
ta el dedo conuón de mi mano izquierda Todo esto me pem1ite
constatar lo siguiente: l) La iniciación es válida y los Maestros me
necesitan, lo que explica mi caída del caballo en 1905, en la fronte-
ra entre China y Binnania. 2) Había pensado, repetidamente, que
esta iniciación no tendría otra salida que la muerte. Estaba conftm-
dido.•
Se sentó y escribió ajon es, el hermano Achad, acerca de esta se·
ñal d e asentimiento que acababan d e da rle los dioses inmortaks.
Pero las pá¡,.;nas d e su diario fechadas eotre los d ías 12 y 17 de julio
de 1916 nos r~>vclan que aún seguía con sus duda5 sobre la validez
de la o bte nción de su grado de Magus, y que éstas se habían hecho
más profundas.

Me daba la inlpresión de que esta Iniciación es1aba ocurriendo


en ·algún lugar-, l>ero que no se hallaba en mi subconsdeme. Es al-
go deu1asíado grande pard la conciencia hwnaoa. au11quc lo que de
ella resul te se manifieste a tr.i.vés de esta concienc ia.
Diré, sitnplemente, que quizás e l infortunio que me causa esta
cuestión no dure 1nucho. No hay en n1í nada que se corres¡>onda
con lo que debiera sentir al haber alcam.ado este grado [de Magus].
En cualquier sentido no siento otra cosa que tina total impotencia.
Y ésta ha sido la tónica general, salvo en contados y breves momen·
tos, e n los que he conseguido encontrarme relarivan1ente bien. Pe.
ro, después, caia de nuevo eu estados que sólo puedo defini1· di-
ciendo que la idiotez rcsl~taría una palabra inadecuada e incluso
carg-ada de e ufcnüs1no. Ni siquicr..i he conseguido ca1nprender el sen-

297
tido del grado. l\1e e1l.cuentro, sin11>le111ence, incapa.z de ll.acer nacla.
Y no pt1cdo elevar el esta.d o <it ánimo de nú 111cnte }1acicndo na<ia
material, pt1es car ezco de a1c<iios. Me he sen tido tentado.. por ~jem­
plo, d e crucificar ttn sapo, o d e copular con ttn pato.. con tina ove-
ja, o con una cabra, o d e pegar fuego a una casa. <> d e matar a al-
gtJien con la idea -y por s11p11esr.o q \1e sería totahne11t.e n1ágica- de
que alguna violació11 supteooa de todas las l eye~ quebranta1·ía n ij
Karn1a o anularía el enca11tamicnto q ue parece aprisic>nar1ne. Pero
no puedo hacerlo, debido (principalmente) a mi poca fe en q ue,
dadas 01is actuales circu nstancias, d iese resulta.do.
Q1llzá n1c prcoct1pe d en1asiado por el ..:¿Cuá11do seré libre?•.
Quiz.;.i después d e haber predicado tanto a los dcm~ís sobre serpic n~
tes y colibríes, h e acabad o por convertirme en tm proscrito. Por lo
d emás, tod os los tipos de adivinación q t1c he probado en este senti-
do 110 da11 sino rest1l1ados negativos.
O nútia uno de los corolarios más importantes del mensaj e que
recibiera ayer n1is1110: no debo dispersarme en cualcsq1licra consi-
d eraciones sino en una sola: el predicar mi Ley [de Haz lo q ue
Quieras], ya de n1a11era direcra o medianre el Arte.
C<)n la. paJabrn «arte• no se refería n o tn1 cos¡-1 que a Ja realiza·
tralJ~j ~ pictól'ic;us ~llH.:: úJ Uu1a1ucuLt: había ~sLa·
c;iú11 ili; tui Li¡>o cJc
do ejercitando, sin haber recibido nit1gt1ua e dtteació11 e11 ese cam-
po. Como pintor, hay que decir que se adelantó a su tiempo. El
anuncio que publicó en el periódico es característico de él:

Btu;co

tn.anos,joroba<los. rr.ujeres 1aLl1adas. Chicas a lo Haniwn Fisl1er,


mons11·uosjdades d e 1o<to género. 1u 1~ trC$ <ie color (sólo si son ex-
cepcionalmente feas o .:lefo.rmes), que 1>0sen cor1 fines artísticos.
Contesrar por carta. aclju111ando fotogr:tfia.

fgnoro si recibió a.l gu.n a con testación. Durante su C·m n Re tiro


Mágico del Adam:i Couage i.nYen taria una fonua d e arte que iucdio
siglo m~ rnrde se pondrfa de moda, el coltage, pero no conservó nin·
guna de sus creaciones, pues acabó quemándolas.

28 di! _iu.nit11ls 1916: He con:ado u n ::irllc)] rir. gr.;.n ;;tm~ñn,


rlns rlP
cuyu rn.mas se btf1.U·cib~ n ele 1t1~.n eril t~r"I r.>0r1.ent.0sa qlte me rccor-
dabft.1l I<» Otu., 10!1 de una <liO);.l . Encim;_t d e <:llm pu,j(! u 11._ piedra y.

298
como en Otl'a parre del tronco Cl'ecía una pl'otuberancia que pare-
cía un falo, suscité, con la a)'ttda de mi poder mágico, una copula-
<'ión a escala gigantesca. El falo se convirtió, prin1era1nente, en la ca·
beUt de una gran serpienle~ que se deleitaba1 de manera apreciable,
con cada uno de los t>csos que daba a aquella poderosa vulva. Cuan-
do, aJ fin, se de.,·u1nbó agotado, y su cabeza coroen.zó a arder, rnan-
tuve erecto el astil aprclándolo cono-" aquel colosal Arnor, de suer-
te que ambos resplandecieron y .se consumieron j untos, en completo
gozo.

El 15 de abril de 1916 recogió en su diario un acto de magia se-


xual realizado con Alice Ethel Coomaraswamy, Ja esposa, natural de
Yorkshire, d el célebre estudioso de la historia del arte y del simbo-
1.i smo, Ananda K. Coomaraswamy (o Koo maraswamy), cuya foto-
g1:afia, en la que aparece atm~ada a la moda hindú, adorna e l diario
que Crowley mantenía por aquel tiempo, al que dio el título de Rex
de Arte Regia. El orgasmo que experimentó con e lla fue 1an tremen-
do que disipó todo recuerdo del objeto de la operación, aunque sí
prodttjo algo tangible a la • ayudante•, puesto que quedó embara-
zada. Crowley le dio a Ethel el sobrenombre de «el Mono•, y tam-
bién el de • Oficial Mono•. En sus Confessions no dice de ella cosas
agradables, llegando, incluso, a llamar criminal a su marido Anan-
da. Tres meses después de Ja •operación• se enteraría de que había
abortado.
En el otoñ o de 191 6 resumió sus ideas sobre Ja educaci ón sexual
en una carta que e n,iara a l hermano Achad, que no ha de ser to-
mad~ en serio:

Yo creo q ue la educación sexual debe estar basada, de manera


general. en el corncrcio sexual con , pong.•mo.s, mil 1nujcrcs, clcgi·
das de, pongamos por caso, ochenta o cien razas y sulrr.izas. Cual-
quiera de sus especialidades será aprendida sin d ificultad, excep10,
posiblemente, el lesbianismo, ya que resulta muy difícil tener b po-
sibilid.'ld de oh1ener un tes1imor1io directo ctel nlis,ino. a no ser que
uno se c ncuen1.re en u:rmJ n05 de auténtica intimidad con una de
sus adeptas, lo qtlC no es posible si se trata de lesbianas auténlicas,
a mcn05 que se parta del punio de vista del artista o del estudioso
del sexo. El pasado mes de no,;embrc sufñ un golpe bajo. cuando
una chica 1ne preguntó ...5¡ nunca me había pinchado con una agt1-
ja a oscuras•, y yo nunca lo babia hecho. El rojo estigma de la ver-
güenza no )la dejado desde entonces de abrumar mi frente.
....
299
La Bestia no solía permanece·r mucho tiempo foJto de inventiva,
por lo que, eo la primavera de 1917, escribió en rápida sucesión una
se rie de e11sayos, así co1no varias l1istorias cortas de su deLective «Si-
mon !JI». Asoció la creatividad de aquellos días al estimulante efec-
to que para él suponía •ivir en la parte antigua de Nueva Orleans.
«Escribía ininterrumpidamente, día y noche, poemas, ensayos e his-
toria5 corras.• También comenzó a escribir una larga novela llama-
da Tlie Neto Tlie Butterjly Net [La red para maiiposas], ya que lama-
riposa no era sino el símbolo escogido por los antiguos chinos para
rcpn>sentar el alma, y la red el arülugio más eficaz para capturar a
la mariposa.
Se trata de la historia de la :fabricación de un homúnculo, llll
hombrecillo, un enano, que, tradicionalmente es representado en
los tratados alquímicos dentro de una re!orta o botella. Crowley
cambió el título por el de iW0011chi/.d [La niña lunar). puesto que
•un hijo lunar• no es sino la intr usión en un cuerpo camal de una
• inteligencia lunar•, lo que, según las teol'ia5 esotéricas sobre las
fuerzas espirituales características, tipificadas por los planetas, nada
tiene que ver con un supuesto espíritu que habitara en la Luna.
Crowley era un hombre con exir.utas habilidades, pero la de es-
cribir novelas no se contaba entre ellas: iVfor.rru:hil.il resulta dificil de
lee r. )' la historia va y viene arropada en ttna gran ve rborrea, &'l.ZO-
nada con bastantes clichés y, t<tmbién, momentos y ,descrip<¡iones
grandiosos, como aquel que dice:•" ... Pero ... no ... puedo ... ir...". Las
últimas palabras brotaron, fríamente, de las heladas aguas de su al-
ma•. Es una novela autobiográfica que injuria a los miembros de la
Colden Dawn, cuyos nombres est..'Ú1 escasamen te velados. La pre-
paración del homúnculo está descrita, de manera más apropiada,
en The Hmnunculo Episwla, uno <le los docwnentos secretos del gra-
do IX de la O. 'T. O.:

El hombre y la muje1· deben copular de nianer" continua (pero


especialmente en tocias las ocasio nes que resulten asrrológicamente
favorables a la operc.tción) y de tlna rnancra ceremon ial en un t€~ m~
plo preparado al efecto, cuyo diseño y decoración también deben
de ir acordes con el fin requerido. Y deben desear. ardiente y cons-
tantemente, el é><ito de la operación, por encima de cualquier otra
consideración. Así debe procederse hasta que 1enga lugar la fecun·
dacióo. Emooces, la m1!_jer deberá retirarse y dirigirse a un lugar
pcn11ado de antemano. Y este lug-ar deberá ser un ¡,...-.m desierto,
puesto que en él sen! diflcil que se cocuentrc vagando•algún alma

300
"
humana qt1e desee ree11ca111arse. ~1ás adelante, deberá dibujarse
una gran circunferencia, cuyo inte rior será consagrado como la es-
fera de la operación, procedie11do a las t-Ormulas de expulsión de los
dfoz Séfirot, y especiahneote a la de l<ether, que deberán ser repe-
tidas hasta cinco y siete veces diarias. La muje r nunca deberá avcr1-
turarse en el exterior de aquel gra11 círculo...

Durante e l embarazo, son invocadas las fueo,as extradimensio-


nales para que entten en el interior d el círculo en e l que se en-
cuentra la mttjer. Después de los primeros tres meses, el embrión es
vivificado con e l influjo del espíritu; en el caso de la operación de
la novela Moo,.1.ch.ild., un espíritu lunar. El l1omúncul(> no vie11c a ser
más que una especie de espíritu familiar, que cumplirá los manda-
tos del mago que le ha creado; en el caso de la novela, de Cyril Grey,
proyección literaria de .>\Jeister Crowley, quien lo describe de la si-
guiente manera:
La 1nandíb11la era c11adrada, el concorrto de la cara, c111iosan1en-
te plano. La boca er~ pequei1a, como los pétalos de una ama1>0la, de
un bennellón qt1e resultaba i11Le:nsa1ncnlc sensual ~ La 11arii era pe-
queila y redondP.ada, pero fina, ~· toda la expresi,;dad del rostro se
concentraba e n los pabellones de la nariz. Los ojos eran diminutos y
oblicuos, con unas extraña.~ cejas que indicaban desconfianza. Un pt..'-
queilo mechón de cabello crespo que surgía de la frente despuntaba
como un pit10 soLitario cu la ladera de una rnoncail.:a, y, saJvo esta ex-
cepción, el hombre era totalmente cah•o o iba, má:s bien, completa•
mente aCeitado, pues el cuero cabelludo parecía de un color que ti-
rdba al gris. El c1-á1·1eo era ex11~dc.) 1rdina1ian1ente: e.')trecho y latgo.

El retrato, aunque no resulte atractivo, es la ideali1.ación del d e


Crowley, quien añade el toque pl'opio de un sas1:1·e:

En el Lond:rcs clCfflOtc llevab a ttn traje d e color bltrdcos y un


enorme lazo d e pajarita. que llegab-d a ocultar el cuello de WJa Slta-
vc camisa de seda. En el París t>ohc1nio, su atavío era ele tina for-
n1alidad diabóticamente clerical. Una levita, abotonada y ajt1sta.da al
cue1'Jl0, le llegaba lta.~ta las rodil las: su cuello era tai1 severo como
d isc:inguido. Los pa11talones era11 de un sobrio color gris. U11 gran
lazo 11egro conseguía st~et:arse a un cuello du1·0 g'r acias a l•n zafiro
de grda tan1ailo, tar1 oscL1ro q LtC resu.ltaba casi i.1ldiscer•1ible. U1l
monóculo sin reborde parecía fonnar parle de su ojo derecho.

!101
Se trata, no hay duda, del dandy Aleister Crowley en sus años de
juvenmd.
Una anotación hecha en su diario el 6 de mayo de 1917 consigue
recortarse contra estas nubes de incienso que Crowley se prodiga a
sí mismo:

He recibido la 11oticJa de la 1nl1erte de mi 1nadr.e. Dos noches all·


tes de toílOtcí' la noticia I~ vi muer1a en sueños, y sentí una cre-
mend.a pena. Lo mismo me ocurrió dos noches antes de la muene
de mi padre. En Jos íLllimos tien1po.s había so1i.ac.io con cierta fre-
cuencia qt1e mi madre había 1nu crto~ 1>cro sin ll cg-~.r a sentir aql•e-
lla sensación de impotencia y soledad.

302
15. Roddie Minor

La descripción que Crowley hace en sus Co,.Jessions de estos cin-


co años de su vida, transcurridos inimernunpidameme en los Es-
tados Unidos, es tan extensa que resulta difícil seguir su pista. Ésta
da comienzo en la cit1dad de Nueva York. y contin(ia en Los Ánge-
les, San Diego, San Francisco, Nueva Orleans, Boston, Detroit,
'A7ashington, Chicago y otras ciudades, aunque no en el orden ex-
puesto. También sabemos que navegó en canoa río Hudson abajo,
aunque la distancia recorrida de e.1ta guisa no haya podido ser de-
terminada.
Durante la mayor parte de aquellos años se encontró sin d inero
ni amigos. aunque, gracias a su magoetismo sexual, consiguió rela-
cionarse con cierto número de mujeres a las que no tardaba en
abandona1; siempre que no sucediera a la inversa. La historia de su
errático recorrido. a lo largo y ancho de los Estados Unidos, desde
el otoño de l 9J4 ha5ta el de J919, se halla llena de momentos in-
cicnos, lo que no sólo es explicable por el modo en que se redactó
la principal fuente de infonnación al respecto de <¡ue disponemos,
sus Conftssions, (cuando se encontraba en la Abadía del Haz lo que
Quieras, de Cefalú, en Sidlia, dictó sus rt:cuerdos a Leab Hirsig, su
Mujer Escarlata de aqud tiempo), sino porque Crowley carecía de
todo sentimiento de autocrítica, tanto para él como par:i su obra..
Podría decirse que, afortunadnmente, el diario que escribió du-
nmte aquellos <Lños es ou11 cosa; pero. pani nuestni desgracia, n:-
sulta demasiado fragmentario. Entre julio y diciembre de 1916 hay
algunas anotaciones, aunque lo más intt:re:same son sus sue1'ios, que
debieron de haberle revelado su propia personalidad; sin embargo,
muy poca:< veces llegó a co1ncnwrlos.
Estos extraordinarios sueños no tenían par.i él niugún significa-
do; disfrutaba al pasarlos a su diario de la misma manera que h.: ha-
bría resultado entretenido ver uua película de terror:

29deju11wtk 1916'. Estaba casado con una chica m uy atractiva, pe-


ro no era feliz, porque mis 1nanos esrahan manchadas con Ja sangre

30 3
de mis crímenes. Aún rec uer<lo a los niños sian1eses qt1e desrripé.
Tn<l:t la nochr. 1 ~ )'l:t.~C- ~o tl anrlo av~ni:11 r'..s$;, a cuál 1ná.~ ~'irlica.
4 de j11.lilr. Acabo de tener lUl sueño, que tenía que ver con una
orgía que celebraba con tina maravilJosa n1ujer negra, de 1.1 na tribu
clesco11ocida: el cabello no era tot.aln1e nte negro, y ella er& m¡ts bie n
pequeña. .n1aciza, m11y tien1a y d t1lcc 1 e irradiaba devoción y scnti-
n1ic11tos hog--dreitos. Dentro del aJ10 tenía un 11i.ño.
18 de julio:. Muchos sueños extraños pero hay uno en panicular
que n1e llama la atención: tinos amigos y yo íbamos a visitar a u11 ex-
trttf10 Rey Negro. que a1>arecia acompailado por s11 esposa y no
recuerdo si 1>or su .hijo o por 11na segun<la esposa. A 11lí n1e había
se•1la<lo a su d erecha. Nos llevaron m11ch os platos para que comié--
rarnos. El ú lti1uo COtlSistía en 11n honlbre cocinado en una cacerola
de forma t.:ospecial para que c upiese c 11 eUa. E.l Rey Negro corcó una
loncha d e la c-~beza y me la dio a probar. Estaba deliciosa, tan tier·
na co1no e l cordero y tan sabrosa como el /ole gra.r. Me sorprendí a
rní 1.ni.s1110, porque esv'lba a pttn f.O de peclir 1nás ... y e n ese mon1en-
to me desperté.
EJ 23 de julio estaba en Bos1on. "'Me han robado treint.."t dólares.»
Al día siguiente regresó a su refugio , en el Adams Couage. El 26 del
mismo rnes_. tall6 ~con instrwnentos poco apropiados. pero con
muchri dificuh:ad y alegría, un feticl1t fiilico. q l1e podría ser.ir dt~
dildo, de "una o dos pla>.as"•. La palabra di/do, e n e l sentido que le
da Crowley, oo se en cuentra en el Sh()rler O:eford DictiG111iary, ya que
se trata de ~·tu1 juguete femenino ... , es decir1 tln pene artificial o
...consolador».
Después de haber leido, durante aquel verano transcurrido en
su mayor parte en el Adams Cottage. el prefacio de la obrn de Geor-
ge B.crnard sro,.,•, Aridrocks a.11d tfu Lion. una obr a d e teatro de con-
tenido reLigiow, el estudio de frazer sobre los dioses de la vegeta-
ción que mueren periódicamente a lo largo d el ano, H1e Vying (;ad,
)'-lo q1.•e res 1.1lt~ bast~nte sorprenden.ce- la J>.5ico/.cgfa. ~1Rl inconscin.t-1t
dejung, posiblemente en su traducción i l inglés, Crowley escribió
una o bra de una5 setenta mil p alab~, a la que dio el título de The
Cospel Acc()rditlg to St. Berna·rd Sliatt•. No viene 3 ser otr:l co.!>a que un
reYoltijo del !\uevo Testamento, la obra de Shaw, economía, histt>·
ria antigua, mitología, las drogas y sus efectos, y otr;is materias, que
a.cabn con llll an1plio fragmento d e uno de l<>S pocmF.s de Crowlcy,
•The Sword of Song-, y con otro igualmente largo de su drama en
verso The Worlds 1'tag•tly. Es una obra atipica, denu·o de la produc-
ción crowleyana, cuyos objetivos aparecen confusos y cuyo final no
se comprende.

6 de septietnbre. En estos 1ne_ws de soledad, sólo n1e artraen las rou-


jeres a c uyd fonnaci6r1 he contribui do en algo: Anny Ringler, ~1·y­
ria1n Deroxc, Doris G6mcz,, Pard conservar a una mujer pard siem-
pre, excítela WtaJtnent.e. luego salte.
7 de scptietnbre. Ésta es la razón por la que enviclio a Dios: Él C<.)..
noce todas Ja'\ locura.~ de la hun1a.riidad y se ríe un mil'lón de veces,
mientras que yo sólo contemplo la visi1a que hago a un pueblo don-
de no puedo ni bebenne una cen·eza. y donde el fannacéutico du-
da a la hora de af1adir una cucharada pequeña Ue na de alcoho l a un
licor dentífrico, mientras que es capaz de \'endenne un envase de
una libra de éter, sin pes1añear.
18 de septinnbre. El 4 de noviembre me voy a ·rexas, ·pard impla11-
tar allí la O. T . O.
21 tk .ilff>litmbrtr. la última noche he sufrido de insomnio, aunque
ha)'a 1enido sue ños inie11ni1en1es. l .a lecrura dejung me ha hecho
el efecto de un estimulante. Recuerdo tres lugares que salían en los
sueños. Llevaba muchos años sin acordarme de ellos. l. La peque-
,-,. cilldad se parecía mucho a Cambridge, cspcciahnentc por el ca-
mino que pasa por Garren Hostal Lane, donde había una ca.sa en la
que recuerdo haber visto una criada, Aquella ciudad también tenía
una colina llena de casa.• de campo con pu ras viciosas y de baja ra-
lea, que soLicitaban mis fa,'Ores. 2. L.a hacienda, que se hallaba a per
cas millas de LlD pueblo de ~1éxi co, en donde había tenido aventu-
ras sexuales con la • propietaria•. 8. Las C3\ 'C rnas de El Cllro. Un
acceso secreto conducía a un baulrsubtcrrnneo, en d que se daban
cita iodos los devotos de cualquier vicio abyecto.

Las opiniones de Crowley acerca de las mujeres, que recogió du-


rante su Gran Retiro Mágico en Adams Couage, no carecen de in-
terés. La simpleza y el fanatismo de su madre es, posíblemcntc, s u
fac1or d esen cadenante:

Es inconcebible que se pueda hacer una ua gedia del hecho de


que un l1ombre abando ne a su rnttjer, porqt.1e las 1nt.tieres no cuen-
tan. Sólo existen para seducu· o. dicho de o tra manera, desiruir a los
hombres. Una ml~cr abandonada puede resultar cómica o p:uética,
pero ounca trágica.

305
A pesar de estos sentimientos, él ern incapaz de hacer nada si no
tenía a su lado a una mltier y, si hemos de hacer caso a su diario, en-
tre el 29 de mar¿o y 22 de agosto de 1916 tuvo cinco amantes, a las
que dio los nombres de •el Mono•, • la Rata•, •el Búho-, • la Rana~
)'•la Chi\'a». Gastaba mucho tiempo y energía buscando mltieres.
• Gloria al Santo Falo• era el objetivo que perseguía con la actividad
sexual que r ealizó eli de octubre de 1916. Pero ¿realmente se preo-
cupaba del Sanw Falo? Dos días más tarde, realizaba otra operación
sexual con el mi,smo propósito:

9 de octubre de 1916: Hace aproxlmadamcnic una semana, Cerda


[von Kothek] ton1ó e l Elixir y tuvo una visión que nada tenía que
ver con é:I. Unos monjes, con hábitos oscuros y enca:p uchados, su·
bían J>Or u na verde colina, cuya cunlbte se pel'día e11 la oiebla, en
una hilera interminable. En su.s dedos lucía tui anillo con una cruz
roja dent:ro de un cdángulo dorado. Aquello ocun-ía en jueves. El
vien1es 1ue decidí a ir a ver pe1'Sonaln'lente ta cima de la colina. En
eUa había u1\a grao cruz, con tres círculos y, enfrente de ellos, u.u
sarcófago abieno. El sábado. Cerda consiguió escalar Ja cumbre y
vio, sin qt1c yo le hubiera dicl10 11a<la de mi propia visión, una cruz
con un sol sobre ella y un montón de piedras enfrente. El domingo
regresó al 1uisn10 lugar y se encontró con que la cru:z estaba ca)cl-
nada; se había abieno en la tierra un pequeño agujero en el que es-
raba.11 ard!iendo las pie<lras. que se convirtieron en ce11ii.as. Durante
aquel rieoopo. los monjes se habían tapado la cara con ambas ma-
nos. Es notable que todos los símbolos que aparezca11 se eucuentreu
relacionados con los utilizados en los rituales de Jos gr.idos de A<kp-
'"' MiiiOT. Mugist<r 1empli y Magru.

Eu aquel conlexlo, el · Elixi,... no es otra cosa que alguna droga


alucinógena que pen-nitía apartar a un lado el velo del inconscien-
1.c, pero, dado que ni Crowlcy ni Cerda conocieron el significado de
esa5 visiones ni hicieron esfuerzo alguno para in terpretadas, todo
aqueUo no les sirvió de nada, y que Growley hable de •símbolos• y
de • rintales• no aumenta su significado. Lo que importa es la \'isión
-esa larga Linea de monjes franciscanos con las caras tapadas su-
biendo por una \'erde colina cuya cumbre se perdía en la niebla- y
la irtlerpremción que se haga de ella. Podría decirse que el cuadro
que timló Cuatro ,,umjes rojos conduciendo tma caóra negra a. travis de
las llÍelH!S que lleua11a 11i11gúr1 lugares, en ciena forma, un intento de
interpretación. Los monjes llevaban hábitos de color rojo y la cabra

306
negra no era otra q ue e l propio Crowley. Su pa5i6n -simbolizada
por las rojas vestiduras de los monjes- no le estaba conduciendo a
ningún lugar.

9 de ,¡;,.;,,,n/)re; Realizados varios 1x• [actos de magia sexual) du-


ran Le et úJri.1no 1nes. funda1nentaln1ente ¡:>ara conseguir Salud : qu:c
hau sido reseñados en un libr<>a1>a1·te. Esr.e n1ediodía llegué a Nue-
\13 Orleans, con la intención de efectuar u n Cran Retiro Mágico.
15 de dicienibm Recicntcrneutc, y eo dos ocasiones. el Se1lor 1ne
ha hecho merecedor de su favor, consiguiendo que dispusieíd ele
dinero cuando acababa de gastar n1i último dólar y me enfrenul.ba
a la 01ue11e por inanición. Ha sido 1nuy amable por Su panc, y aur1-
que conozco lo que debe hacerse en esros casos, la verdad es que n.o
me a petece en absoluto, pues llc\IO haciértdolo durante diez arl os. '\ '
no me preocupa, pues ahora m i fe se encu1cntra en magt1íficas t OL1-
diciones. C'.ozo de Visiones Beatíficas todo el tiempo, pr.ícticameri-
le de tna11e1-a continua. No me quejo, sino que simplen1ente me dL--
claro en huelga, pues mi capacidad de tr•bajo se ve sobrepasada
todo e l tiempo por las constantes molestias que suponen cosas co-
mo estenógrafos e impresores. El Ub<r Ltgis es claro al respecto: de-
be1nos pa.\árnoslo bien, en e l sen1ido usual de la expresión. Si el Li-
berse confunde. entonces todo el asun to carece de interés. Georgic::,
la criada negra, vjno esca mañana. Le d ije q'1e estaba contrariado
por LCncr que salir a recoger u11a carta oer·titlcada, y me dijo ¡q u e
ella no tenía por q ué salir si no q uería!, q 11e se lo dijera a la seriora.
¿Me va a ense·ñ ar Georgie los rudimentos 1nás e lemen tales c·n
materia de educación? Mucho me temo que así sea.
Así pues, he colgado los trastos h ¡uta que tenga: 1) un estenó-
grafo competente. 2) el sulicicnte d inero contante y sonante que
n·1e pcnnita vivir ha.'ita e l equinoccio d e Primaverd sin preoclipacio-
nes, además de pagar todas las deudas que tengo en Amé.rica y nue-
vos u-aj es que me compre, 3) u na garantía, ya sea med ian 1.c un sig-
no u otra manera más palpable, de que, en adelante, todo marchará
bien. Estoy pensando esto último de l modo más liberal posible; y
voy a 3ñadir u na Ultin1a concUció n , 4) los m e dios que rnc 1>em1itan
publicar inmediatame nte todos mis manuscritos, excepto I~ que se
destinen al volumen 111 de 711e J::quinox.
E.sta huelga ¡úectará a todas las opcracion<-s que se refieran tan-
to a la O . T. O. como a laA.·A· .. No info rmaré a la Confrátcmidad
de mi decisión: si los d ioses pueden guardar silencio, yo tantbién. Y
si me resulta im posible, ya veré cómo me las arreglo.

~07
22 de rlicüm1bre. U n apasionado 1.elegran1a del ..·Oficial ~:1'0110 .. 1ne
invita a pasar Ja Navidad en Nueva York.
22·24 de diciembre (111edia11ochej. Sólo "ºY a eKribir que desde hace
dos días tengo la premonición de que va a ocl1nir algo in1portanre.
26 de dic.ie111bre. 9:5'1 />. ni.: ~fe encuentro en 1ni déci1no 1>1·i1ner día
de huelga; I0:,2 p.m.: Creo que la buelg-• eslá por finalizar. La ver·
gilcnz..i. rcraerd sobre Ellos [los dioses) si me n1ucro de hambre.
27 de diciembre. Encontrándome casi sin recursos, reanudo mi tra-
bajo. No tengo papel de escribir. ni n1ucho n1enos dinero para con1-
prarlo. ~1i efectivo se reduce a la cantidad de 70 centavos.

El 31 de mayo d e 1920, después de abandonar Estados Unidos,


Crowley explicaría en su diario las razones que había tenido para
dejar de amar a algunas mujeres. Lo cierto es que nunca amó a
ninguna de ellas, pues era incapaz de hacer tal cosa. De las vein-
tiséis mujeres de esta lista, diec isé is aparecen por vez p1;mera y
ún ica, pues no volverían a ser mencionadas e n las páginas de su
diario:

Frecuentememe, algima imperfección, trhfal hasta resultar al:>-


surda, impide la realización del ideal romántico, aunque no imer-
fiere con el ejercido del sexo. Pueden servir de ejemplo el cabello
tei1ido de Ja11e Foster, en desacuerdo c<1n la foto que me había en-
viado. que había servido para resaltar su zorrería y amucn1.at· su
atracti••o; el aroma del t-abcllo de Heleo Hollis, 1an dcsngr.i.dablc
que yo mismo me habría ofrecido a darle un tr.i.t;unicnto; el secre-
to Vicio de Mierka, que en ella resultaba algo antinatural; la piel de
Peggy J o hn y de Kathcrine .Miller; el rost.ro de Roddie Minor; las ex-
cesivas ansias, hislOrias y gorduras de Desda Smart, C lad)'S Belasco y
Margare• Sprague; la exagerada excenui cídad de Myríam Deroxe;
los dientes de Ratan Devi: la exclwim, y dema~iado obvia, homose-
xualidad de Belle ~tin y de Beauice Abbou, de las que se apro-
vechaba Cerda von Kothek; el •jardín de vulc:utita.o del trasero de
Hclcn Wcstley; la autolinlitación de Katc Scabrook; la inercia de la
hcnnana Creen y de Anna Cr.ly: la superficialidad de Gladys Har-
mon; las mancrds de Selle Creen; el narcisismo de Eve Tanguay y
de Maud Allen. Y así podría seguir de veinte en veinte; cada falta,
aunque carezca de importancia y aparezca sola, baltll pa.ra destruir
ese magnetismo ran peculiar, que nos induce a conslruir a la Diosa
un templo hecho de versos.

308
Durante 1917, pued e hablarse d e abu ndancia de opera, e n lo re.
lativo a lo sexual, realizada con una c hica de orige n holandés d e
Pennsyl,iania, Anna Kat11erine Miller. Vivieron j untos en un aparta-
m ento amueblado e n la esquina d e u na casa que daba a Ce n tral
Park West, cerca d e s u límite norte, qu e linda co n la calle 110. • Re-
p osábamos y alegrábamos nuestro espiiitu•, escribió Crowley. El
m étodo d e sexo mágico que utilizó con eUa fue, imoariableme ote,
per vas n~Jmidtw~ una p e1v ersión que quizás agradaba a la joven , o
que tole raba por amor a la Gran Obra. Pel'O después de llevai· al-
gunos m eses haciendo de Rame ra d e las Esu e llas, com en zó (según
Crowley) a da rse a •orgías de so litaria e mbriaguez» y se se pararon.
El mote· que Crowley le había puesto e ra e l de • el Perro• . Durante
el tiempo que es1uvie ron jumos, é l siguió atendiendo a sus devo-
ciones para con ou-as muje res.
El vado dej ado po r •el Pe11'0• fue inmediatamente llenado po r
·•el Camello•, e l ape la tivo de Roddie Minor, una muje r casa da que
estaba separada de su marido:
Fisicam~n•e, era un magnifico animal, con un cerebro de hom·
bre bie n provi.\to de cullura general y de una csp~-ci al pl'~"<lisposi ­
clón hacia la química y la fanuacla... Yo le <lije que teuía el cerel>ro
de un homb re. pero a pesar de todos los esfue rzos, todavía queda-
ba un oscuro rincón en el que su femineidad se había refugiado y
de~de e l cual la cle~fiaba a que la desalojase d e allí... La trataba, e n
roclos los a•pe<:tos, como a una igual, y durante algt1nos meses las co-
sas fueroo igual de tranquilas como podrían haber ido si ella h u-
biera sido realmente u n hombre. Pero aquella parte avasal ladora de
su cerebro comenzó a e nviar afuera stts espías aJ amparo de la n~
che ... Y así nació en ella la idea, que más t.:"lrde crecería, de que era
esencialmente inferior a mí. Comenzó a sentir mi personalidad co-
mo una obsesión . Comenzó a temer que podía ser dominada, aw1-
que era perfectamente consciente de que ro no deseaba nada de
eso, puesto que sn libertad me era necesaria para poder goza r de
ella. Pel'O no consig\lió li brarse de aquella aluci nación y cuando e n
el vera.n o de 1918 n1e dis1>use a realiZ:ir un Gran Retiro !\1ágico re--
corriendo el Hudson en canoa, decidimos separamos'.

La primem vez que se menciona a Roddie Min oren Tlv. Magietú


R.ecl)rd, el l d e octubre de 1917, sólo se dice d e e lla, aparte de su
n o mbre, q ue es •u na matron a. Alta, m uscu losa, d e tip o sensual. Su
apelativo cariñoso es el de Eve•. A juzgar por su fotogra.fia, era an-

309
cha de hombros y de rostro simpático. Recibió el nombre de •el Ca-
mello» porque ayudó a Crowley a cnnar el desierto {es decir, aquel
período árido de su vida) y a encontrar- un oasis. Al menos realizó
una función que foe muy importante para Crowley: presentarle al
mago Amalantrah. Todo sucedió de la manera siguiente: el 14 de
enero de 1918, mientras Crowley estaba sentado en su escritorio es-
cribiendo The Book o/ Wisdom tmd FoUy (Liber CXJ, Aleph) [El libro de
la sabiduría y la locura]. que consiste en un amplio comentario so-
bre el Liher Legis, redactado en fonna d e <:arta enviada por el Maes-
tro Thérioo {Crowley) a su Hijo Mágico Achad (Jones), y mientras
el Camello fumaba opio, recostada en un colchón tirado por el sue-
lo de su apartamento de Nue\'a York, Thédon se dio cuenta de su
presencia de manera súbita y casi brutal. cuando mencionó un hue-
vo que estaba observando en Ja visión que en aquel momento Ja em-
bargaba. Crowley, que la había utili~.ado sexualmente de la misma
manera en que lo había hecho con el Perro. respondió que no le
interesaban. sus visiones, pero la referencia al huevo le hizo pensar
que quizás Ab-ul-Diz estaba intentando contactar nuevamente con
él; pues en la instrucción final que Ab-ul-Di.z les djera, a él y a la her-
mana Virak.am. constaba que debían ir ·hasta un desieno para bus-
car un huevo debajo de unas palmeras. Desgraciadamente, la rup-
rura de Ja relación había impedido a Crowley partir hacia el norte
de África en busca de aquel huevo; y durante todo aquel tiempo,
había llegado a olvidar al mago Ab-ul-Diz.
El nombre que el mago Amalantrah solía dar a Roddie Minor
era el de Ahitha y, también, en alguna ocasión, Achitha.
. ~

El Libe.- A~ph se publicó en 1962, aunque e n una edición d e muy


escaso número de ejemplares. Crowley tenía por este libro una b"-an
estima, ya que dijo de él que:

Por la subli1nidad conlinuan1ente 111an 1.e11ida de su prosa, este 1.i-


bro debiera sima1-se al lado de aq11ellos en los que mi pluma se sin-
tió dcliniti\'a y autén ticamente inspirada ... el Liber Al.eph es el libro
m:'ts homogéneo e i111cn50 que jamás hO)" escrito. Su C$píriru se ha-
lla t.an concentrado y, por usar la palabr.1, tan lleno de ncn>io (en
ambos c~tados de ánitno debía de cncomrannc cuando lo escribí)
que, C'dda vez que lo leo. 11u:: siento embargado de una tensión in-
tolerable.

Su estilo, cargad o de énfasis recitativo, al modo del Antiguo Tes-


tamento, somete al lector a una tensión intolc1·.iblc. Se trata de otra

310
la, y que eran acariciadas a la vez. Cuando se lo he contado a Thé-
rion, ha sugerido que d ebería inten tar obtener algún tipo de men-
saje de las visiones, y, si no, por alguna otra vía>.
Crowlcy e ra un experto viaje ro de aqueUos planos y conocía la
mane ra de interrogar a las entidades - magos, reyes, reinas, mucha-
chos, d emonios, monstruos- que solían aparecer en eUos, para des-
cubrir si e ran am ist0sas u hostiles. En tal caso sabfa cómo expulsar-
las inmediatamente.

Comencé pidiendo una visión que encerrase un n1ensaje. Lo


prirnero que oí fue un borboteo de agua, al tie1n po que veía una
gra1üa son1bría e nt re árboles y ~unpo8 verdes. La casa <i<:sapareció,
j u ulu cuu Lutlo lu <lt:111á:s, y t:u ::,u luJ;;it• a¡..i;.u<::ciú un 'u"·io:>t.:UJ'U. E u ·
tonces pregunté: «¿De dónde vendrá el menS;.·~je?'* . En ese n1omen ..
1.0 aparecieron unos soldados ar1nados con fusiles q ue paseaban por
e l lugar, dando \'Ue lms, y un rey scnta.do e n un trono, que cstabajus-
1.0 d o nde se había encon trado la casa. Pedí nuevamente u n n1ensaje
y vi un h uevo q ue tenía muchas círc u nvolu cione~ ele una substancia
q ue parecía car ne. El huevo estaba colocado sobre un amiazón. A
s u alrededor había nubes, árboles, 1nontañas y agt1a 1 •tlOs c11atro ele·
1nentos». Don1inando aquella escena a pareció un cainello. Despt.1és
intenté a\'eriguar quién erd aquel rey. Se parecía 111uchísi1no al pro-
fesor Shot\veU. Era igual que él, oo;Sencillo, dernoct«íti<:o .. , 111uy culto
y distingttido. No crd un rey de cualquier reino 01áglco sino de 11no
fo rmado por hombres. Prcg1mté su nombre, y I;_:, palabra Hant a pa·
rrrió :lntr rl h 11f!\'( ) m c:•rirlo •"n ~ 11 :lnn:l:tÓn y los Mlfdjtrlo~ ')llf' rnrlP·

aban al re}'·
El rey se fue hacia un lado (d e la >isión) y un mago le cogió del
brazo an1.es de q ue ambos desaparecieran. El 1nago n1e miró sigrü-
fic-a1jva1neote, ca.'i"i con un g uiño. Era un honlbre 1nayor, con u na
barba gris y vestido con una larga rúnica negra. Era infulitamente
~lJ io. Lo~ tltm c111,la1·011 en uua «.:uc::,~tt «.¡uc ~a l.nía e n la base:: de una
montai1a no 1nuy alta., en la orilla de una extensión de agua. Cerca
de la entrada de I• cueva se oía el mUJ"mullo de un manantial de
agua fresca y ch ispeante. Entré en la cueva y vi que estaban hacien 4

do alguna cosa n1isteriosa con un revólver. Era el n1ago quien te nia


e l revólver. Posiblemente, lo q ue iban a hacer e ra a lguna especie de
broma o truco 1 pero el mago te nía una a pariencia siniesu-a. Ante
una sugerencia de Thérion me acerqué a e llos y d ije: ~soy Even.
Aquello pareció deteoer el curso de las cosas. Ambos desaparecie-
ron, a la vez q ue la cuevJ.. No tardé mucho e n ve r al rey sentado d en·

3 12
tro de un nicho, adornado con un dosel que había sido excavado en
el flanco de la n1or1t:aña. En otro lttgar totalmente diferente vi al ma-
go que esraba sencado d eb~jo de tu1 árbol, abanicándose. Ante una
sugerencia de T hérion, me acerqué a él y le pregttnté su non1bre.
Me sentí tremendamente espa111ada y tuve Ja 1nisma sensación que
C'\lan<iO ]e 11abía hablado antes en la ca.:1cv-.i; era u11a especie de ver-
giienza y de sobrecogimiento. Se limitó a sonreírme y no contestó.
Parecía que yo no tenía st1fi.cie111e confianza con él co1uo para ql1e
n1e dirigiera la paJabra. 1>ara ql•C 111e d~ücra algo, yo debía ence11der
u11 fuego co11 unos palitos de cierta maner.t que él me enseñaría. De
algún modo: un ni1i.o estaba relacionad() con el hecho de que yo en·
cendicrd aquel fuego; era como un rimal. Yentonces un magnífico
lcó11 ap~•reció junto al ft1cgo. El mago l levaba toda\'Ía en sus manos
algunos palitos. Sonrió}' dijo: «Hijo». Y e ntonces vi u 11 mar.ivilloso
niiio desnu<lo, de unos cinco o seis años, bailando yjugando en el
bosque, frente a nosotros. Tl1érion rne preguntó entonces qué as-
pecto habría te11ido si hubiera estado \restido, y cuando le veía con
ropa<i convencionales, parecía i11cón1odo y repri111ido. co1no si lle·
vase una piel de tigre. En un sitio cercano al lugar en donde había
encendi<lo el fuego. se enconc1·al>a una gl"'ct11 tortug-a, erg,aida coo10
tu1 pingi1ino.
E l mago ge se n1i~1 nluy fe l i z~· s;ii1isfecho. Se 10en1.ó y 1ne tend.i ó la
nla110, l1acie ndo q11e nle sen tata a su la<Jo. Mitntl'aS- obse.1"v·t:lbin1os
a.1 n i1io, me al>1·mó tic1•rn1n1c ntc co11 :'J\.l 1>1-azo i1..qtliCl'dO y di~ ¡>t•!K> mi
cabe-ta sobre la parte izquierda de su pecho.
Y dijo: e Todo se halla en el huevo ....

Así acaba la primer.< de las ,;siones en las que interviene el oia·


go Amalantrah. Por lo que parece, Crowley se hallaba interesado en
ella desde e l principio, y no, como dice en sus Omfessums, desde e l
momento en que mencionó e l huevo. Al igual que un científico de
la Tierra da ins1rucciones a. un as1ro11a1,ita que está en h1 Lur1a é l 1

aco11~ej6 e i1islrt.1y6 a Eve sobre to do lo que ter1í.a qué hace;. Pero.


a pesar de Sll co1·1ocin1icr1to del si111bolisn·10 y de su fa1niliaridad con
los tr:ib~jos de F1·eud y co11 la Pt.·i,;o/.o"a 11.el ;,tt,v.nts 1;i.nif.8 de Jung~ que
había estudiado en aquellos últimos dos años. no intentó interpre·
y :;u rtlttciú11 l:Ull lo
tarla tlt;;~tlt cl J'llltlo Uc vista Uc:l i11c:o11:H.:it:11l~
consciente. Para él, los pel'sonajes e incidentes ocurridos en las vi-
siones inducidas por la mescalina eran mas reales que los que la
realidad o el ego podían mostrarle; no se hab1·ía sorprendido si se
hubiera encontrado con Ab-ul-Diz o Amalanu·ah paseando por la

313
Q uinta Avenida: eso sólo habría significado que el mago e n cues-
66 n había d esce ndido al plano d e la ilusión, y que por eso le veía
«fisican1ente».
E'. l domingo 20 de e nero, a las tte' en p unto d e la mañana, la vi-
si{>n se reanude) con la asistc11cia de la Scrlora ele N11cstros Sueños,
o sea. e l <">pio.
•Solicité al mago que me enviara un me nsaje•, escribió Ahilha.
•Apareció una le n-a A mayúscula, m uy grande y d e co lor rojo, de la
que salió un águila que se fue volando. atravesó el bosque a ras del
suelo y sobrevoló algunos prados. Un piel r~j a Uegó corriendo co-
1110 el vien to. Era magnífico, como en un cuadro.»
Una hora más tarde, Crowley se reunía con eUa.

Thérion y yo e n tran1os e n el Plano Asu-al. Yo estaba vestida COJl


una Ll1nica diáfana, de aspecto viril y de tonos an1arillo verdosos,
1túentras que los de la suya eran rojos~. adon1ados con galones de
oro. En una mano s tüe t.aba un c e tro, y la otra csr.a ba adon1ada con
un a11illo. Au-avesamos el techo- y subimos por el aire como unos
900 pies, y ni n1irar hacia arriba vin1os un ojo rode ado de nubes.
Nos acerca1nos hasi.a ~I y vi.r11os un ~di.flcio que se leV"antaba enci-
1na de una especie de pla1a fo rma. Había muc has puertas con sig-
nos g rabados ele n1uy d iference tipo. conlo la esvástic:a y otros. Nos
d irigimos hacia una p uerta d isiame. al fondo de un pasillo. A la dt~
rccba había un e nano)'. a la izquierda. u na j o\'cn. AJ enano le prc-
gttn té a dónde cond11cía aquella puerra. ~o contestó, pero me en-
señó una columna, de capitel llameante. Pregunié a la joven, quien
me coJllcstó: •Al ciclo•. Interpreté aquello como que era el lugar
al que q ueríamos ir. Abrí la puerta con facilidad y,.¡ un pasillo lle-
no de tinieblas. Lo atravesamos y ,;mos u na luz al otro lad o de la
l,uena. Salin1os )' '~n1os por debajo de nosoLros, a unos cien pies 1

una agradable escena pasr.oril y algunas pequeñas aldeas. No• de·


jamos caer hasta llegar a aq uel paisaje. Una bellísima señora se
d irigió hacia nosotros. Era m bia y sus ropajes, blancos como la nie-
•·e. Le pregunté sn nombre y me contestó: •E\•e•. Aquello me pa-
reció cxll'"dt1o. Le prcguuté a dónde teníamos que ir y me contes-
tó: •A Fra11 ciit,o. Se dejó cac1· e11 el suelo y, moviend o la man o de
l ltlá forn1a q ue n1c recordó Ja aleta de 11n pez, indicó un a aldea. Y
allí fuimos. En el camino, un hombre, que tenía todo el aspecto de
un filósofo griego, caminó algún ralo detrás de noso1ros como si
fuese u na sombra. Llevaba un báculo y esta ba ves6do como los
griegos.

3 14
Cuando IJeganlos a la aldea, que se llamaba Panuuel ~, vimos una
iglesia en tina plaza que Lenía tina ft1ente n1etáüca en forrna de c.r
no; de cada uno de los pétalos del cono brot;iban startidores d e
agua. Más adelante, la fttente la.nzó t1n chorro de llamas. El enano
estaba en aquel momento con nosotros, y le preguntamos quién era
el custodio de la fuente. La fuente se abrió y de ella salió el rey (el
d e la visión d e la senlana pasada) con tinos papeles en la mano. Uno
era. t111 1napa tic Sudamérica, nlientras qt1e los ~·esta1l1.es eran docu-
mentos legales, escrituras y cosas por el estilo. Le prcgt1nté por e l
1ne11saje y sigi.1ió n1irando los doc tnlle11tos, pero finalmente acabó
por c11viarnos al 1nago. ·
Scgt1imos e l arroyo y atrdvcsao1os el bosque basta donde se en-
co111raban e l mago y el niño. Daba la impresión de que se sentían
ttn c...1nto solos. Le prcgw1té su nombte y 1t1e dijo: ;.¡¡\n1aJant1~t\h ~ . LA!
pregtinté qttién era yo y 1ne dijo: .-:Parte tiel l<"""· Le pregunté pot e l
n1ensajc y é l intentó e lttdirme de todos los 01odos posit>lcs, envián-
dome pequeñas visiones. En tu1a ocasióu d~jo: «-Ve», co11 lo qt1e yo
entendía que q uería que fuera a algún l11gar. Después dijo: «Egipto ....
No se 1nos1J'aba n1uy a1nist.oso con n1igo y siempre parecía estar
preocupado.
Anees de que se acabara la visión, Crowley le pidió que pregun·
taSe al mago cómo se deletreaba Baphomet. Intentaba conocer por
el medio que fuese la ~Tafía correcta de aquel nombre, para tener
así su númerc> <:abal ístico; tar11biér1 qt1ería conocer su sig1lificado. Si
el mago que se hacía llamar Amalanlr.ib pudiera contestar a es;;s
dos difíciles cuestionl:"s., n .<l h~ b.rf:• d l1tl :a alg~1 11 ~l •J e q ue s.e- (r;tt:1h:1 rlt"
tlll n1ago auté11tico.

Enconces, yo (prosigue Eve, Rcdriie f\'linor, AJ1ira o ·~el Can1t.'-


llo») le ped i que deletrease BaphcHncti :; tot hon1brc que en:. igual
que u no de los ,Jiost.S (]e la. 1\f<mJaiid con1cstó a la pregunta.•.\! final
dijo q11e se esc:1ibía S.a-f-o-m+t-h. Le rogué q ue me diera más ir~
for1:nación '1Ce1·ca del n1ensaje, pero fl1e en vano. Pregun.t.é 01ras
cu c~tiones referentes a Ja.i; le.iras que había dele1reado, co1no que si
~rd.n hehrai.-:as. et.e.
,. ento nces me dc-spedí$ f-ajá11dcul1e eo los IX"llísio1os c1o.\ osc1Jros;
d el niilo, y no:: fuimos dundo u11 paseo ha.si.<\ el hLgo f'orr:1üdo por la
fuc:JJu;. NcJ~ l>0tf1 a1 11v~ c:11 c:lla t'. lta l'.ic:-uUo u11 ae,Ltit:tu eu !'!>u fu1.Uu.
fuiD1os a ¡>aJ'ar dlrec:r.anlence enclnl:l <le Ma11haaan, con lo cual p u-
d in1os l'egresar a nuestros cuerpos.

315
Crowley indicó que no conocía nada d e h e breo y muy poco de
griego, aunque d la era doctora en farmacia.
En el diario mágico de Crowley, Rex de Arte Regia, se recogen los
mismos eventos narrad os por Roddie:

Después salimos al Plano Astral. Evc había Len.ido algunas vi.sio--


ncs q ue me parecían significativas a causa, sobre todo, de cierta si-
milin1d con las lÍ1timas de Vir.ikam. •Todo se halla e n el huevo .. y
01.ras cosas parecidas. pro1agoni1.adas por un 1nago que c11irla de un
niiio desnudo (Horus, supongo).
Dt:.spués de varias peripecias n1cnOres cncontr-amos en el bosque
al vi-;jo )' al niño. Aquel anciano debía de poseer la categoría de Ma-
gus, y seguía e nviando visiones a Evc pa.rd d esorientar la; pero ella
me llamó y entonces él respondió, en principio, dijo que su nombre
era Amalantre (con T de Tau). Le perlí una explicación rle la E. y él
dio AF.. después H. y más tarde AH. Todo aquello daba 729 '. Yo le
pedí entonces (por supu<:slo sin rcvc1ar este ní011ero) que roe dije-
se una figura geométrica d e un valor mágico cq11iva1e nte. Eve obtu~
vi;> vn • triángi,llo extrañ o .- (aparentemente equiláte ro, con \Jna H
en dos vértices, y nada e n el terce ro) y después ·u na re presen tación
•(sólida» del c11a tro ..A.'I re unir ambas se te nía, cie rramen te, un c ubo
d e t:rc:=s, o 1res ~\l c uadrado. Pe ro el 1nago 1.enía 01ra idea más clar.l
de la cuestión, porque dijo de re1>ellle: •El segmemo de w1a co-
lunu'1a octogonaJ .. 1 esr.o es, Ja co1nbinación ele un polígono d e ocho
lados y el falo. Ahor.<, todo aquello apuntaba directamente a lla-
nw cabía esperarse? Llevaba a ños esfon.ándome en encontrar un
g1i-•fis1no 5ali$fJ.ClOl'iO pa1-a 8aphon1c1, sln conscgui1·lo. El ancia_no lo
explicó como 6 A FO M F. T H (según la Cábala hebrc" y no la b"'ie-
g>l) y elijo que la O com:.pondía a la Vau y la E a In Yod. Yo le pre-
g-1nté si la lºH era una letra o dos,)' é l me dUo que •una•: u na Ta11.
Ento nces le pregunté qlaé tenía q11e añadir par.t q tLe la palabra re·
s11lt:asc óctuple, pero antes de que 1nc pu(ijcsc r esponder , yo vi
(mentalmente) que uria R Anal habría convertido su valor numéri-
co en m. Así pues, comprendí la jusúficación: &phomct es cseu-
cialmcntc nlitrJ.ico. Por eso, el significado que tiene es sirnpleu1cn-
te el de • Padre MiLra•. La R había sido suprimida por ser muda -a
mí sí que me había hecho enmudecer- y por hallarse el Sol oculto
(en e l Eón ele Osiris. supongo). Al mirar en el U~D' para una pos-
terior confirmación, me encontré 1n<J • la maldición de Saian:isl
¡Nawrahnenie! Bast« mir.lr el fro ntispicio de mi Riltld de la f-fmlle

3 16
Mogie', donde había repo·esentado al Diablo del Tarot como Ba-
p:homet. Es un grande y portentoso Arcano, y no dudo que me con·
ducirá a muchos otros n1ísterios del Santísimo Reino.

Las operaciones de Crowley con el Camello le condujeron, cier-


tamente, a muchos otros misterios. Durante la primavera y parte del
verano, y q ui7.ás algo má5 tarde (el manuscrito de /,a operación de
A111a.úmtrah está incompleto), el mago Amalantrah, que seria des-
crito ((con 011 rostro de a·u.Lé11tico escocés. y que n1e recordaba al
hom bre que en Simon Iff' er.i torturado y que torturaba después a
su mujer. , fue una realidad en la vida de Crowley, y acabó siendo
consultado regularmente u·n a vez por semana.
l.a operación comienza con el rito sexual, una operación que in·
voca las fue17,as que son necesarias. Su objeto, en una ocasión, fue
• mtjorar las comunicaciones con Amalantrah ... bendito sea•. Y
puesto que Eve no alcanzaba el estado visionario co11 la simple ayu-
da del sex<>, ingería una dr(lga: <>pio, a11.haloniu11i o hachís.
Crowley transcribió meticulosamente la descripción que eUa hi-
zo d.e su visión, y cuando e l mago apareció en escena le preguntó
(mediante Eve) acerca de gran variedad de cuestiones por las que
se hallaba interesado.
Las respuesta• eran o·ansmitida• mediante las imágenes que sur-
gían. al momento:

P.: tCuál es el trabajo q ue hny que rcnliznr durante e l fin de sc-


1.n ana ? ¿l')ri1rlC:: 1'<> e l tr~lbajo u~ual y <lc3¡>u¿;~ el del E$¡>íritu &tnto1~
R.: Veo un cxtniio p~j aro , de un blanco i.n.nia.cldado, <¡uc se c11.-
ct1cntnt en ci ag\1a.

\' dcspu6:

r.: ¿Cóar10 es él Lt:1nplo? fl.ieft(' b uen aspei:to? {Se rcfefía al lCfl'.1'"


JJIU e11 c u:10 i11Lt:l'Ílll ~..: 11.tllalJa :s.t:Utatl\.' t:l u1a50.)
R.: Vc::o lJ lta !l ll.ljcr c u á(JUCr.t . El tnagt) r~rc<.:e estar de br()tllit.

En algunas o casione.,, aparecían númcro:s o l etr~ hcbrea:s conio


oonte&ación a u:na pregunta. Aquello no :suponía ninguna difictJl·
tad, puesto qllC Crowley había compilado lli, diccionario cabalisti-
co, e l Sephir &p/¡ ·i:rotl~ o L.¡J>er D, en d o11dc cada 1tú1u cro, basta llegar
a 111il, recibía. w10 o n1ás sig11iflcados. Scgú11 la Cáh.\la, cad21 lcno. l1c-
braica representa un 11(1111cro¡ ct1a11do 1 co1110 respuiesta a tina pre-

...
gunla, aparecían varias leu·,1s, el resuhado final se obten fa sumando
l<)S n1írneros asociaclos a cacJa urta de ellas.
Un número en letras romanas, si no pasaba del XX.O, remitía a
uno de los Arcanos Mayores del mazo del Tarot, cuyo significado, de
acuerd o con Crowley y las enseñanzas de la Golden Dawn, había si-
do o btenido de uno de los veintid6s senderos del Árbol de la Vida.
La aparición de un signo planetario o zodiacal se inlerpretaba
según su significado u-adicional.
Seis bastoncillos. o segmentos, de manera continua o a trazos,
pt1estos unos encima de otros, solían aparecer, en oc<tsiones, como
respuesta a alguna pregunta. Ello quería decir que la contestación
de Amalamrah se efectuaba por mediación de los sesenta y cuatro
hexagrnmas del l Chi>ig. El mago, en suma, sólo contestaba a través
de alguno de los sistemas ocultos con los que Crowley se hallaba fa-
miliarizado.
Las preguntas eran realizadas verbalmente. En ocasiones, s6lo
era p1·onunciada la letra inicial de cada palabra:

P.: ¿D.f.m.t.? (¿Debo filmar mi tr•bajo?)


R.: Veo un agitjero en el metro... una p11erra f.dsa, por la q11e ani-
nü1les de blanco pelaje, q1•e parecen bolas, se nluet'e1l con rdpiclcz
[ <Esto significa Ja h,1cha r>an ac~ibar con las in tcrfcrenc.ias ... co-
mentó CrowleyJ. •Sí, éste es el camino•, dijo Eve a guisa de res-
pu cst~ .

P.: ¿C.s.t.l.p.p.d.c.? (¿Cuándo se tendrá la primera pmcba del


éxito?}
R.: Cua11do la nieve se funda.

Y en algunos casos, la unica letra de cada palabra que se pro-


nnnciaba el'a la final:

P.: ¿A.a.e.e.e.r.o.s.a.a.a.a.? (¿Achi,ha for·.-na r)ar1.e de R0t:ldie tvli-


nor o es t.1na inleligencia h11n1a11a desencarnada?)

También hay que decir q ue algunas preguntas ernn contestadas


«n1er1taln1cr1te», es decir, sin necesidad de hablar.
Crowlcy presenta a Roddie como si fuese sólo un reflejo de sus
pro pie)S dc.<;eos, pero e l diario personal de esta 1nujer nos l'eveln al -
gunos de sus pcnsamicmos. "En el bosque del mago veo a las per-
sonas de siempre•, y prosigue:

318
Parece com<> si todos estu.,.ierai1 tristes o, al menos. silenciosos y
preocupados. Me acerco hasr.a el mago y 1.e preguoto si tiene algo
que decir. Se sieoca en mios escalones y me invica a sentanne a sus
pies ...i\larga las manos, co11 la:s palmas hacia abajo y comienza a ha-
blar: «Érase una \fez un l101nbre y 11najove11)•. Me doy cue11ta d e que
aquella h;,isr.oria l1abla de 1ní, e ins1a ntáilearne11te detengo la narra-
ción, puesto que no qlliero que en todo esto entl'en cuescioues de
tipo personal. Es necesario su primir el ego111•
(La verdad es que 1ue e11cuentro n1uy t1-astor11ada y descontenra
por e·I modo en que Thérioo interfiere en la conducta que yo roan-
teogo hacia él. H e estado inHentan<lo encont.rar el método mas
apropiado pa1'a poder cootinuar y he Uegado a un punto en el que
tengo q11c intc11tar ol,,.idarlo todo, en otra.s palabr..\S. te ngo qt1c ol-
vid.anne de que lo que siento es lo realmente cieno.)
Me v11elvo y le c11ento a lltérion la parte de la \isión q11c hace re-
feren.c ia a mi ego, y él insiste en que d ebo suprimirlo. ~1ás tarde.
mientras hablamos. Thérion me ataca d e nue\ro por haberle acoiri·
ciado duranr.e la noche. Si lo h.ice f11e para olvidar las dife re ncia5 e xis-
leotes entre nt1estros ¡>LmlOs de \~sea. St1s ol>Sel"\1aciones me clejaroo
sin aliento, pues me parecía que é l se cnc<>ntr.iba demasiado lejos c<>-
mo para poder con1pre11der toda la verdad que subyacía en ellos. Ac;í
q11e me volví hacia e l n1ago, con inte11ción de pregu11tarle lo que te-
nía q-.1e hacer. Cua11do le vi, S"11fría ttn ataq11e de 1isa, )' 1ne dijo: «Te
has queooado nuevamente los dedos; a Thério.n debes dejarle en,,.,_
La única salida q11e tienes es 1io preoc11pmt1>. \ feo 11n nítido destello
de luz centelleante, q11e me confirma la verdad de aqu.e llas palabr.is.
J2 th flhm11 11'1! r91 H. C:oc1 Mrs. F.IAA I .iorkc. Ot>~p11f.M~ <l~ r.tnar.

f\.1rs_ 1.inck:r:-» o h 1:.rrn~n :t R;.'1 1í•rl1)n » sf.• f,;¡h(:"-1 11rlirlt'l ~ ,-..11 ,..._~ ; harí':1
algún tiempo, había emfado diez dólares a Crowt~1', quiz¡( por a~
gt•n.o de stl !í 1ib.ros. .Su n.úrnero 1: r~ 144, t! I r1.1ín1.1·r1) dC'J Jg t)n d(·I
Teu·1plo.

•fo (.1\chilha) v:;o c;1uc el :;.:;:d>io se; pone:: c:n p it:. 1\llí s.c: c:11ct.tcntr.t
el llUf'.'<•: el Jlili n ~ halla ~en 1a<lo rlehajo <le 1111 ál'hol, l':U}'a" raíct.-.IO
p·ucdcn los sit.ivs en donde la llu.,,.ia ha afl'Mlrado la tie.-i:a.
\'C'f.SC c11

F.l lt>tln, la ton11g:'l y t·~ l ~cndr.·ro q11f: llt)!l;:'I :11 la 1nn111á 1la sigu ~n r.s1a 1'1-
tlv allí, al igual \{lit lv~ 1 c~lv!i (afl>vui.taclu:: lle Jo~ p.."l.lilv~ c:.on les qi...c
h ~ hí~ PTICPt'!dicio mi f•rim ('r fup_gn, aJ larfo rlrJ mago. S.·d11cfo ;;) m.a-
~u; Sulaa11t Alriku.1:t. Uv.tut.a la llüHtu i.t.qui1.:1<la; t.ou t.-1 1uo ...iu1iu11u
caen pet'l ~s o jo?a~ de sus (ltdos. D.ire· ..AJna1"<1 n th1.1~..

$19
P.: ¿Co11 qué tiene relacióu la palabra t\111arancl1us?
R.: Veo 11n barco q t1e se dirige hacia el S11r, cargado de mercan,.
cías d el Oriente ... mactera cte sándalo. Veo un 1>ez dorado que ha si-
do arrojado a la play-.l. Parece como si Amaranthus significase a lgo
sagrado: la Luz Sagrada.
P.: ¿TJ1érion reali1.ará algi.1na obra importante e n el a ltar q11e va-
mos a erigir en Egipto, adonde tenemos que ir para e ncontrar el
h ttCV<>?
R.: La función del a11cia110 n1ago e11 lo que a mí concierne es oJ>..
te11er la verdad. Gracias a n1í, conoce la verdad, sirviéndo1ne de
guía . Esilera d e nlí que "ªya a Egipto a b11scar e l h uevo. También es-
pera que '"•y• Thérion. La obra de T hérion es una obra grandiosa.
P.: ¿Cuál es el nombre mágico de ~1rs. Lincke?
R.: Sazedon. Veo una gran nube blanca sobre la que h:iy un re~
plandor, q ue se conviene en una cabeza de ca111ero. En el suelo hay
ttna rana. El mago d ice: • Mttc ho es lo q ue p uede aprenderse del sa·
po• . El sapo es el símbolo de Bazedon.
P.: ¿Cuando Bazedon está en petigro, debe visualizar el sapo?
R.: No. Se trata de un símbolo más general.
1,.: ¿fo~s opor[lll'\O co 1ne1l1.at a b l1scarel h uevo? ¿C11á1)(lo debctnc)~
poncn1os en camir10?
R: El huevo es una obr.t qt1e d ebe ser c um plida .... la Gr.tn Obra.
Pttcs cumpliendo la o braJ te ndre mos la U~l.ve.
P.: ¿Es ésta la misn1a \.isión q ue tuvo \firakam?
R.: El trabajo d ebe prosegi1ir y tiene q 11e l1aber un altar, levanta-
d o en Egipto. Veo al re)'.
P.: ¿Quié" es el rey?
lt: Veo a O.l.\1.\1.l.0.". T hérioo es el Sumo Sacerdote.
P.: ¿Quién es la Suma Sacerdotisa?
R.: Veo a ti.n a n1ujer alta y bastante be llaJ ysu rostro tien e una ex.
presión muy agrddablc. Tiene e l cabe llo negro.
P.: ¿Cuál es la función especi.al q ue debe desempeñar Bazedon?
R.: Veo nttev-.unente el sapo. Su función es como la d e 1111a ma·
cl re, Jll'Otegel'. Sienlpre l1ay tina haz clorada, d estel.laJldO.
1,.: ¿6.s.a ..e.O.? (¿Bazedon se· asentará en Occid·c ntc?) [Lo que
equivalía a pregt1ncar si se que<laría en los Estados Unidos.)
R.: Veo eJ gra110 c¡ue crece, al rc<lcdor d e un zorro. Hay cestas lle-
nas de grano. u n ágt1ila y u n lu.1evo en el sucio cerra d el gr..tno. El
ágtlila vigila e l h uevo.
P.: ¿Quién es el águila?
R.: Veo e l sendero y algo qllC se cst..1 formando, de una materia

320
indefinible, como pasó con el huevo en la primera visión. El águila
csL-i en el cielo, al otro lado del mago.
P.: ¿Cuándo 1cnemos que Irnos a Egipto?
R.: \'eo dos cxtrn 1ic>s :'lni nnale~: 1tlt:l.-t 1.au gra11clc$ co1no caballos,
tirando veloces de un cal'ro. Veo cuc:-in1a a 'l'l1é1ion~ rodctl<-io de cua-
tro caballetos, todos 1r1uy apret:a.dos. Hay uJaa 111aravi Uosa expresión
en s11 rostro, la expresión de hallarse consagrado a algt1n<' grandio--
:;;t ol>ra.
P.: ¿E.v.d,j.e.u.b.d.p.c.c.v.? (¿El veinti uno de junio es un buen
día para comc11za1· el ,faje?)
R.: Veo una cabeza de caballo. El mago n1L1eve la n1a 110 forman~

do una cabeza de conejo.


P.: ¿Consiente el nlago qt1e ahora lleve a Ba.zcttor1 has1a el l'Jano
Asir-JI?
R.: Sí.

En marzo aparecía un nuevo hombre en el info1me de La opera-


ción de A1.aúmtmll: Marie Lavroff, a la que Crowley, en sus C<mfes-
sions, llama tma aJ"istócrata rusa en el exilio; formaba parte d e una
terna de mttieres, • represemadas por u·es escorpiones d el simbóli-
co desiertO que estaba atr'a\•e.:mdo e n mi vi~je místico• . A juz¡,,rar
por su fotografía, era más joven y femenina que •el Camello•; sus
ojos eran grandes y ligeramente saltones, con una expresió n sofla-
dora. St1 OúJllhfc 111ágico era O lL111. Dt1taJ1le tat"ta de sus Sc-:)io 11es COt'.1
«el Camello•, Crowley pregumó: •¿A.s.a.o.a.e.9.y.e.u.a.?• (¿María es
amiga o enemiga d e 729 [Baphome t) y de su obra?). La contesta-
ción fue: <La flauta de Pan• , y el número treinta y cuatro, que era
el dejúpi1er. Crowley fonnulóaquella pregunta porque estaba pen-
sando en utilizar a la hermana Olun para la Gran Obra. Parece ser
que ya comenzaba a cansarse del • Camello•. El 10 de mano, él y • el
Camello• realizaban juntos un rito d<~ magia sexual (como de o rdi-
nario per •as nefandum), con oqjeto •d e conocer los poderes d el Yo·
tti», lo qtte, e n esas circunsta11cias, me parece t111 poco co11tradicto-
rio, si no per\'e1-so. E11 aqt1ella ocasió11, ..:el Ca111elJo .. toinó tma
fuerte dosis de anllal.onium, que Crowley calificaba d e •d1·oga mer-
curial• . La visió n fue inLe1Tumpida, )' Crowley escribió desapasiona-
d~l111er1 te en :stt diario: .. 1\ c hiclta se l1a esuido retorcie ndo de ago11íu,
el Dios Mercurio era demasiado puro para su cuerpo y su mente,
tan com1ptos,• .
Al poco tiempo, estaba claro que Cro wley inlentaba re<:mplazar
a Achitha por Ohm . La alusión al •complejo d e pecado" de Olun

321
indica que Crowley no halló en ella una presa fácil . AJ parecer, Olun
bu~aba amor en el antiguo sentido del término, que Crowley defi-
nía como • histérico, seudo-rnmántico y técnicame nte exquisito, es
d ecir, de tipo europeo•. Cuando, tras •dos semanas o así de preli-
minares», consiguió de eUa lo que se proponía, el acto de magia se-
xual tuvo como finalidad «la libenad, para todos y cada uno de los
tres: para nú, que podré afrontar sin miedo a loo vampiros; para
Olun, que podrá destruir su complejo de pecado; y para Eve, que
podrá trascender los celos•.
Crowley llamaba •irracional• a Eve, y explicaba que estaba obse-
sionada por él, y tenía miedo a llegar a ser dominada por su perso-
nalidad, más poderosa. Sin embargo, no tuvo necesidad de trascc n·
der los celos de Olun, porque ésta, incapaz de aguantar a Crowley
d imlnte más tiempo, se fue sin avisar; y cuando, el 26 de marzo,
Crowley pregimtó a Amalantral1 (por mediación de Evc) si apare-
cería nuevamente, la respuesta fue un rorundo y d efinitivo no.
Por ello, Eve continuó con el rol de videme de Crowlcy, y Ama-
lantrah, que en los últimos tiempos parecía •muy triste y envejeci-
do., comenzó a animarse. •Esta noche el mago está sonriendo ...
con una mueca burlona. Parece un capitán de barco.•
No había una e$pecial agitación en las visiones; siempre eran,
más o menos, las mismas; y cuando estaban por concluir, como de-
muestra el siguiente fragmento, Crowley y la vidente eran limpia-
mente conducidos al punw del que habían partido:
i\-fago muy serio y mira a ..t\chitJta. con aires conletnplativos. Pa-
rece aprobar. TorlUga es la cos.~ m:ls imporlllnlc del templo. Nifio
también esrá, y león y Baz.edoo. Arcteoo [Achad o Charles Stanfeld
j onesl tiene un lugar prominente: es uu hombre alto que siempre
aparece en el templo.
P.: ¿Cu~] ts el trabajo p.~r.l csic fin de semana?
R.: Wburahu.
P.: ¿Pero Cdmrah aplicada a qué?
R.: AJ huevo. EJ huevo re·posa en la cima de una montaña muy
escarpada. i\Jrededor hay agua, en donde crecen las ílores de loto.
P. : El hue\·o es el símbolo de algtín nuevo conocimienLo, ¿110 es
así?
R.: Cim1.J, ia»U!d "·
P.: ¿Qué signif\e:1 e~o?
R.: No lo sé.
P.: ¿Cómo debemos :tbrir el huevo?
R.: En un lenguaje llano significa que Tienes q ue seguir esta Vía.
P.: (Éste no es un lenguaje llano) . ¿Cómo obtendremos este nuc-
vo conocimiento?
R.: (No hagas las pregu:ntaS tan deprisá). Siembra la avena sil-
vestre; ve hacia ... hacia la ~+(adre para renacer.
P.: ¿Y la Misa de Espíritu Santo"?
R.: No guaxda o.ingu.oa relación con todo esto. Lo has destroza-
do 1.odo.
Tendré que restablecer o uevameme el contacto. Yendo hacia la
madre par~ renace r de oue·vo, o btendrás una Nt1cva Vida, y enton-
ces. la Tierra se cubrirá de flores maravillosas, y la~ abej as irán a las
flores para recoger n1iel y hacer acopio de e lla, f)ues la nliel es el e li-
xir concentrado.

Durante el verano de aquel año de 1918, Crowley decidió irse a


\m Gran Retfro Mágico, mo tivado, en parte, por un deseo de ale-
jarse de Eve. Se hizo con un.a canoa y remó a lo largo del río Hud-
son; pero su amistad -e incluso la intimidad- con Eve se manuivo }'.
durante los fines de sema11a, ella fue a visitarle a su campamento,
en la Isla d e Esopo, llevánd<>le pro,isiones. En aquella isla, como vi-
mos (capítulo 1), Crowley eotró eo un profundo trance, que le per-
mitió revivir algunos momentos de sus anteriores existencias. Más
tarde, en agosto, conocería a otra mujer: se llamaba Madeleinc
George y sus cabellos tenían un color rojizo-anaranjado. Pero no se-
ría su amante durante much o tiempo.

323
En los primeros meses de 1918, Crowley dio en Nueva York una
conferencia sobre magi(k)a ante un pcquei\o número de perso-
nas curiosas que escucharon en silencio iodo lo que decía y que
se dispersaron sin comentario alguno cuando hubo terminado.
La confere ncict no fue un éxir.o , pero un.o de los asistentes, ~1a
única persona de la que podía decirse que tenía un remoto pare-
cido con la especie humana.• , se le acercó para hablarle. Se trata-
ba de Alma Hirsig, quien más adelante sea·ía la Suma Sacerdotisa
de Oom'.
Dos mei>es más tarde -en Ja primavera de 1918- Je haría una visi-
ta inesperada en su estudio del ntimero 1 de Universit¡• Place, en
uno de los extremos de Washington Square, acompañada por Ja
menor de ~us hemlanas, Leah.
•Sin gastar tiempo en palabrería, come ncé a be.sarla• . escribe
Crowley.
..\lrrta asisúa a aquella ir1Le resar1te representación, sorprendjda
por el aparente deleite de su hermana al ser abrazada a bocajarro
por el Maestro Thérion, y por el modo de saludar de Thérion a una
joven qt1e le era e..xt.raña. «;fue mero instinto», dijo (:ro\\1ley.
Sigl.IÍeron besándose, con oo isionales interrupciones, «como
requería Ja educación• , para hablar con Alma, que había venido
con ella.
Crowley describe a Leah como alta y exu·emadain cn tc delg-.tda,
de ojos ltuninosos y de rostro alargado, pero nada dice ele su edad
(ele hecho tenía treinta y cinco años), ni ele que un año más tarde
daría a luz a un hijo ilegiti mo, al que puso el nombre de Hansi, hi-
jo de un !al Edward C.arter, que no lardó en desaparecer.
Cecil ~·rederi ck Russell, que por aquel tiempo les conoció a los
dos en Nueva York , dijo que Leah «daba clases en u na escuela pú-
blica de Harlem parn poder mantener a su hijo ilegítimo (Hansi ),
que ,,¡vía en norida. y con tdbttir a la causa de Crowley•"
Pero hay otrn desciipción de Leah Hirsig, a la que Crowley llamo
Alostrael, que da más detalles de su aspecto Jisico. Se corresponde

324
con la descripción que Crowley hace de Astarté, una de sus ante-
riores encarnaciones (vé-a.se el capítulo 13):

Era una joven esbelta y delgada, de rostro alargado, nariz roma-


na, labios gordezuelos )' fuert.e a causa del ejercicio contin.110, con el
hábito de sacudir tod.o el cuerpo como si estuviese const,in1ida por
una co111ezó11 interior, de cabello negro y crespo, que a veces se te-
ñía, diente.~ fuen.es. regulares y muy agudos. ojos de un profundo
color violeta, muy distanciados entre sí y oblicuos, como los de los
c lti nos. Sus pótnuJos cra11 al tos y su expresión vital. Sus senos cst-d-
ban muy poco <les.arrollados y su cuerpo era con10 el de 1111 hombre,
o mejor, como e l <le c111 niño . Su \l\llva era de lgada y musculosa, con
sus labios menores escasamente desarrollados.

Nada nos dice acerca de la personalidad de Leah, porque era in-


capaz de trazar un esbozo psicológico de nadie; todo lo que dice de
eUa es que tenía •tma u·isteza penen-ante y una sublime simplici-
dad-, el perfecto equipamiento psicológico de la heroína de una
novela gótica, pero que no describe a ninguna mujer, y que no ha-
ce honor a Leah Hirsig (que se mantuvo casi al mism o nivel de
. .
. en particular.
Crowley durante seis años),
Lcah había nacido en Sui1.a, pero fue llC\>ada a Estados Unidos
cuando tenía dos años. De los apuntes autobiográficos de Alma Hir-
sig', nos enteramos de que eran cinco mtueres y eres varones, de
que su padre era un borrachín, y de que su madre se había Ue\>ado
a Jos nueve niños a Estados Unidos, huyendo de él.
La narración que Alma hace del encuenu·o de ella y Leah con
Cro"•ley no se ajusta a la descripción que hace la Bestia, pero los he-
chos prin cipales son los mismos. •La pequeña criatura tímida como
un ratoncillo, pura y dulce• de la versión de Alma perdió el alma -o
quizá la encontró- después de que Crowley dirigiera su magnética
mirada sobre ella, y se la echase al hombro, como haría un faquir
con el gallo que acaba de hipnotiwr. Él dijo que le recordaba al
arnigo de Salon:•Ón, • pues no tenía pech<lS• . Despué s de aquello. re-
sulló imposible llevarse a Lcah, y Alma, que la había traído ha~ta la
cue\>a del mago. neci<unente se fue sin ella.
Pero l .eah no se quedó de mane ra estable con Crowley. De hecho,
no se volvieron a ver hasta el mes de enero del año siguiente. •EUa
jura que he telefoneado preguntando por ella, y quiuís es verdad. Ten-
go momentos de impulsos ciegos•, escribió Crowley. Las dos herma-
nas fueron a pedirle consejo para buscaJ" un alojanúento en Green-

325
wich Village. o al menos eso dice la versión de Crowley. Al parecer,
Leah estaba interesada en una serie de co1ú'e rencias sobre derecho y
quería residir cerca de la Universidad de Nue'"' York. Por aquella
época dio a luz a un niño, Hansi, al que Crowley llamó Dioniso.
El estudio de Crowle¡• era una gran habitación; la cama estaba es-
condida detrás de un biombo de tres cuerpos, sobre cur" superficie
de tela se había encarg·ado de pintar el sol, la luna )'el fuego sagra-
do de los hindúes. Leah y Alma comenzaron a alabarlo, al igual que
otros cuadros, y cuando ya estaban charlando, Crowley, que no sean-
daba por las ramas, desnudó a Leah y comenzó a tomarle un apun-
te. "¿Quieres que te pinte como eres?•, le preguntó.
«Píntan1e como un alma m t1e rta» , cor1tcst6 ella.
Aquella noche, Crowley no pudo dormir; el pensamiento del
dibttio inacabado que había hecho de Leah no le dc:;jaba en paz,
por lo que se levantó de la cama y fue a examinarlo. De improvi-
so, se dio cuenta de que si lo miraba verticalmente, en lugar de ha-
cerlo horizontalmente, tenía cierto sentido. Presa de febril activi-
dad, estuvo p.i ntando du rante toda la noche la superficie de un
segundo biombo, que había reservado para ocultar el otro lado de
la cama.
A la mañana siguiente ya lo había terminado. Lo rirnló Alnui,s
1nuert.as. La c:abez.;, de Leal1 es la clave de 1,1n arco llena de 1nons-
1.ruos: su rostro e> de un verde espectral, y bajo las costilla5 de su
enflaquecido cuerpo hay sombras de un gris azulado. En el panel
de la izqt1ierda ttay t1r1~. 11cgra arrodillada, co11 11n cr1om1e loro en-
c:ima de s11.s homhros; s11 mir:1da. ;e halla fija. en actitud de arlor..i.-
ción, ante laRein11 de las Almas Mucn,.s; y a la derecha de Leah se
l1alla otra iut~jer, tru11biérl de rodillas, retorcié11dose, a] 1n.is1no
tiempo, como si esrnviese en la agonía, con sus cabellos sin lustre
que le caen en ca.sCt\da hasta las cacler;.ls. V a lo largo ele tod.'1. l~ ba-
se del biombo, se alinean cabezas deformes •todo angustia, todo
pcrvcrsidacl, a la~ qt1c estaba prohibido acercarse al 1l1t1ndo de la.s
cosas rilzonables•.
A propósito de esta obra maestra, dice Crowley: • El biombo es
gl'Otesco, aunque nadie puede negar que se u-ata de la obra de un
ge11io. Posee 1111a unidad. Las al111as 1nuertas t1abían genera<lO i1r1 al-
1r1a viva. C11alquiera que lo "iese se ser1tjríc1 h()rrori1..ado».
Aquel nu~mo día llamó Leah. La Bestia la llevó hacia él, )' le dijo
que se arrocUllase en el centro del círculo mágico pintado en el sue-
lo. Primeramente, realizó el Rinial de Expulsión del Pentagrama
pm·a hacer el círculo impenetrable: y a continuación. y después de

326
realizar un :acto de magia sexual, la con'"'1b't'Ó como su Mujer Escar-
lata, la que, triw1fantemente, le cabalgaba.
La ceremonia concluyó al pintarle entre sus casi inexistentes se-
nos la Marca de la Bestia (la cruz denwo del circulo). y nornarcán-
dole al fuego este emblema mediante una dab<a china, calentada al
rojo para tal propósito, como se afuma en el New York.Joumal del 13
de marzo de 1926. A~í pues, acababa de nacer el Babuino de Thoth,
que es el nou1bre roágico que wmó Leah Hirsig, u1iencras hada su
enb:ada a toda velocidad por el umbral de la A...A.... \Villiam Sea-
brook, que durante 1917 le fuera presentado a Crowley en Nuev.i
York gracias a los buenos oficios de Frank Harris, también afi rma
que Lcah había sido marcada a fuego con Ja Marca de Ja Bestia, pe-
ro eso e ra s·ó lo t1na maniobra sensac:ionalista3. Es cierto, sin embar~
go, que vio la marca, y.i fuese pintada o una cicatriz, pues hay que
decir que Leah, en la condición a la que había sido exaltada, se pa-
só todo el d ía en cueros vivos.
El 1 de University Place era un Jugar muy pequeño para los dos,
por Jo que al poco tiempo se mudaron a un estudio más amplio en
el 63 de \Vashington Squarc Sourh: las tres ventanas, en un 1.ercer
piso, penni1ían observar, si se miraba por encima de las copas de los
árboles, el comienzo de la Quinta Avenida. Crowley embaló sus cua-
dros, libros y su nuevo amor, el Bahuino de Thoth, y se mudó. Po-
co después era entre,i.stado por :f11e Eve11i11g World.
La fotografía de Crowley que resalta en la página es perfect..~­
mente reconocible: ¿qui én podía ser, sino él? Pero estaba muy cam-
biado: había aparecido cierta ílaccid~. y su pequefrn boca, q ue re-
cordaba al arco de Cupido, se había perdido entre la inmensidad
carnosa de su rostro, j unto con su m irada fría y penetrante.
La estancia que describe el reportero es su ntuosa: ciclópeos so-
flís, escrit0rios de caoba esl.ilu Davenport, carfsimos tapices, una o
dos magnlficas alfornbrJS orientales, un diván desbordante de c~ji­
nes, y aq uí y allá algúa mueble antiguo en mader.1 de rosal:

Las paredes de su estudio están cubiertas por el más salvaje matl5-


tro111 de abirrrados colores, in1posiblcs de combinar, q11c janlá.'i se
hubiera enconirado bajo •echado. Par'ecía e l resuhado de una coli-
sión enlt'e un a-tal"decet escanclin;,.-1.\'0 y una exhil1icióo al es1ilo de
pinta<omo-quierns de la Asociación de Anjstas lndependient.es. El
efecto es buUicioso, cegador, pero no resuha moles10, una •·ez que
w10 se acostumbra. Mr. Crowley contribuyó a lo último con una
buena dosis de co1iac...

327
Crowk:y esbozó una pequef1a leyenda, esta vez cortés, para los
lectores de The Eve11ing World. acerca de sus actividades durante los
últimos años: cuando el estallido de la Gran Guerra, perLenecia al
servicio secreto del gobierno b1itánico. Las nubes del ensuci\o co-
mienzau a elevarse... y recibió un tiro en una pierna. Para reponer-
se se le envió a Estados Unidos en misión especial.
Pobreza y humillación son las palabras que Crowley utiliza para
describir su estancia de cinco ai1os en Estados Unidos. No tenía ca-
pital personal, aparte de la miseria que cobraba como director y
principal colaborador de The fnlernational, cuya tirada debió de ser
muy baja. Entonces, ¿cómo podía alquilar un apartamento tan lu-
joso y consumir coñac y cigarros tan caros? Leah no tenía dinero.
Enseñaba canto y otras materias en la Escuela Pública número 4-0
del Broru<. ¿Hab1ia aprendido el secre·to de la obtención de oro se-
gún el método de Abra-l\'lelin? Uno de los capítulos de este grimo-
rio se titula, precisamente, • Cómo obtener todo el oro y la plata que
uno pueda desear, para proveer a las 11ec~-sidades de la •ida y vivir
en la opulencia,.. ¿Quizás el Gato, la Serpiente, la Lechuza o el Mo-
no, juntos o por separado, se habían rascado los bolsillos, al igual
que hicieran Víctor Neuburg y George Raffalovich, para ofrecer al
Maestro un poco de opulencia?
La enn-evista de TJ,,, Evening Worút exponía la5 iclea.5 que Crowley
ter1ía de sí mismo como pintor.
¿Qué tipo de artista soy? Oh. no sabría cómo definirme. Diría,
co11fide11cial111ente. que debo de ser t111 n1aesLro de épocas pas.•'ldaJ,
porque sticlo pintar mayunncntc almas nlucrt:u.
¿Estudiar arte? Nunca lo he hecho y no pienso llacerlo.

Cro\\1lcy r1 0 pintaba por amor al arte o 4\ la vida, sino ~impleme11-


te para expresar su fa.~cinaci6n, su iluminación . su disbrt•sto, crean-
do mujeres horrendas, falos, ruoses inmortales, el viejo sabio )' al-
ntas mucrw.
Así pues, en aquel estudio de las tres ven1.anas. una de las cuales
tenía una anchura de veiote pies, vivían la Bestia y e l Babuino de
Tholh.
Mientras tanto acababa de aparecer el primer número del tercer
volumen de Tlu Equino.~. Su precio erd de •fi(l6 centa1•os•. ¿Por qué
el tercer volumen? ¿Y los diez números del segundo voltunen? Du-
rdnte cinco años, a Crowley le había resultado imposible publicar su
Reuista de lluminismo Cimtifico, que en un principio era de aparición

328
semestral; por esta razón, el segundo volumen, que debía contener
diez voluminosos números, se convirtió en un volumen de Silencio,
después de uno de Discurso, y la abnegación y las circunstancias con-
tribuyeron a mantenerlo ínedíto.
El primer número del t,.,.,~r volumen, también conocido como
el Equinoccio Azul por e l color azul de su cubierta, fue publicado en
América por la Universal Publisbing Company de Detroit, denosta-
da por Crowley en sus Ccnfessions. Se trataba de su úlúma baza en
aquel juego y estaba escrito casi en su totalidad por él, como ya ve-
IÚa siendo usual: en su interior se podía ver una reproducción en
colores de un cuadro de su amigo)' pupilo Leon Kenncdy, que ha-
bía recogido al Maestro Thérion en un momento de •Meditación
Sagrada•. Si uno seguía pasando hojas llegaba a encontrarse con Jos
severos rasgos de wl Crowley vesúdo de eúqueta, cubierto de me-
dallas y exh ibiendo la insignia dt' su cargo, que parecían trascender
el marco de la fotograña en que se encontraban. Se trataba de Ba-
phomet, Ja Cabeza Visible de la Orden de los Templarios Orienta-
les, y Rey Supremo y Santo de Irlanda, lona y de todas las Bretai\as
que se encuentr.m dentro del Santuario de la Gnosis, y de muchas
otras órdenes.
El volumen se abre con el Hymn to Pan, el poema más impresio-
nante de todos los escritos por Crowlcy. Como evocación, creo po-
der afirmar que consigue su propósito, y fue uálizado frecuente-
mente por él en sus ritos mágicos. Es la danza de Pan y la disolución
de la conciencia. Pan es el Anticristo, símbolo de magia y de lujuria.

HIMl':O A PAN

¡Estrc1nécctc con e l O\ttcllc deseo de la Ju~


¡Oh, h.on1bre! ¡011. tú. l101nbre!
¡Ven corriendo desde la ncche
de Pan ! ¡lo Pao!
¡lo Pan! ¡lo Pan! ¡Ven a través del n1ar
de$de Sicilia y Arcadia!
¡Vagante cc·mo Baoo, con fu.unos que te acon1pañan,
y ninfas y s2tiros que te gi.1ardan,
sobre un asno blanco como la leche. ven a tsavés del n1a.1·
a mí, a mí,
ven.junto a .i\polo, e 11 traje de novia
(pastora y pitonisa)
ve11 junto a .i\rten1i ~a. calzado de seda,

529
y lava tu blanco muslo, oh, bellísimo Dios,
cr1trc la lt1na tic los bosques, sobre el rnannóreo lttOntc.
ei-1 la a11rora Sttrcada d e hoytaelos de Ja a111barina f11e11r.e!
Su1llCfge la p1:írpura d<:I rer.o apa~Í \) f'l ado
e r~ el sag,r~ario carmesí, e 11 el lazo escarla1:a
el aln1a q11e se sobresalta en l•11a 1niracla az.111,
al o bservar los gen1idos de lll ex11ber-.i11cia, a 1.ravés
de la espes11ra del 111a1.o rral, del 11udoso fJ'Onco
del ál'bol viviente, que es espíritu y alma,
y c1.1erpo y n1ente ... ¡Vei1 a tsavés del mar,
(¡lo Pan! ¡lo Pan! )
Dios o Diablo. a a mí! 111í,
¡Oh, tú, hombre! ¡Oh, tú 1 homb re!
¡Ver" co11 lrorr1pe1as que s11e11en escricle1l1.es
rol)te •~ colina!
¡Vcr1 cor1 t~:i. rnbo rcs ql•C: tn11r1011reu por lo bajo
cles<lc la ftieote!
iVer1 cor1 f la..11ta.s y g~:i.i 1<is!
¿No estoy 1nadL1ro?
Yo. q tlc aguardo, st1frc>y lucho
c;on el aife <111e 1'\0 lle 1·nlite ¡1 Jas ra1t1as
a bl'igar 11li cL1er1>0. c~.n~a do de abrazos vacl1os.
fuerte como un león y aguzado como w1 áspid ...
¡Vc11, oh, \'Cn!
~1c c n cué(atro to~pc
a causa de la solitaria lujuria del poder d el diablo.
h1ctc tu c.:.p ltd a cnuc lo ~ mortifi:Cl1n tc-s g rillctcs 1
1ú, q ue todo cxtir1gltcs. y todo creas,
d~ime el signo del Ojo l nsomne 1
r el CK..'\ltad o a ugt1rto d e l ásp ero mus lo,
y la palabra de insensatez)' 1nisr.erio.
¡Oh, Pan! ¡lo Pan!
¡Jo P:inl ¡Jo P~ n l i\1e- 11e des1~rt~_do
e,11l1·elos einillc{) ele la serpie11te ,
el águila 1:1c ft1stig'd con garras y pico;
los (Lioses se apartan:
las grandes fie ras se acercan, ¡lo Pan! He nacido
para morir en el e.tierno
clel l :nicomio.
¡Yo soy Panl ¡fo Pan! ¡lo Pan Pan! ¡Pan!
St1y w t:.0111par1c:1 v. :\(JY u1 l1o n11J1·t:,

330
el macho de tu rebaño, soy oro, soy dios,
carne de tus huesos, flor de tu var.i.
Con pezuñas de acero corro sobre las rocas.
iníle xible . de solstic io a equinoccio.
Y cleliro; y e1\IJ'e delirios, eswpro y desgarro
etcrnan1cntc , e n lln 1nt1ndo si11 fir,al~
ena110, doncella, mé nade, hon1bre ,
por Ja voluntad de Pa11.
¡lo Pan! ;lo Pan Pan ! ¡Pan! ;lo Pan!

En el fronúspicio puede observarse la reproducción a todo color


de uno d e los trabajos d e Crowley titulado 1\1ay 1\1<m1. Crowley ha-
bría sido un pintor famoso si hubiese estudiado dibujo. Lo que po-
de mos apreciar en 1\1ay /\1om es una bn1ja que ha sido colgada de
una d e las ramas d e un árbol muerto y un sátiro que fisgonea am-
parado en un tronco y que, todo muecas, se complace visiblemente
al comprobar que la bn~a está muerta. Al fondo, un pastor toca la
flauta mientras una ninfa baila en el césped. En ptimer plano hay
tres hongos e normes, de aspecto venenoso. •El artista ha quetido
pintar el amanecer del día siguien te a aquel en que las brujas fue-
ron derrotadas.• Esto es lo que Crowley escribió acerca d e esta pe-
que11a o bra maestra:
La bruj a ha *.ido ahorca<la y e l si.tiro se aso1na, alegret0e111e. des-
de den'ás del á1bol; al fondo se divisa la primavera ) la ninfa baila
alcgrc1i1e1ue al son de la Aat1ta del p~stor.

Pero ¿qué representan los dos personajes principales, o sea, la


bruja y d sátiro? «El sátiro•, dice Crowley, • representa el Alma del
Nuevo Eón, cuya Palabra es "Haz lo que Quicr<i:;", ya que d sitiro
110 simboliza otra cosa que l:i verdadera naturaleza de la persona• .
No hay duda alglma de que el sfüiro participaba, y a la inversa, de
la ve rdadera naturaleza de (.'rowley, pero no iodo el mundo, no ha·
ce falla precisarlo, era como Crowley. ¿Y la bruja? l,a bruja e• el cns-
tianismo. • Del tocón marchito del d ogma, del venen•)SO roble del
· pecado 01igi11al'", ha sido colgada la bmja de cabellos tefüdos en
sangre, el cristianismo.• El primer candidato pai-a el papel de biu-
ja era la propia madre" de Crowtey, una beata, e Incluso fan~ rlca,
cristiana d e la fraternidad de l'.lymouth. Así pues, este cuadro tiw-
lado Ata; /\1orn, no es sino la expresión del odio que Crowley senda
hacia su madre, y la elemclón de este odlo al rango de una religión

331
de importancia mundial que, cincuenta años después de su muer-
te, comienza a interesar al público, especialmente a aquel que se
congrega alrededor de la música jJ<>fJ. El comentario de Crowley a
esta pintura prosigue de Ja siguicnle manera: •El pastor )' la ninfa
que se encuentran al fondo representan el estallido de la música, el
sonido y el movimiento que produce la liberación de los H\jos del
Nuevo Eón de Ja maldición que suponía el dogma del Pecado Ori-
ginal y de otros cocos inventados por los curas•.
l,o que no dtja de ser una proposición peligrosa, ya que au·ibu-
ye al hombre posibilidades que le hacen parecerse a un dios. Crisw
contra Oioniso, con quien se identificaba el 1nisn1ísi1no Nietzsche.
acarreó un coníliclo que acabaría llevando a este último a Ja locu-
ra. Cristo contra Crowley: los seguidores de la Bestia se han conver-
tido hoy en día en una congregación. En dónde acabará todo esto
es algo de lo que no tengo la menor idea.
Uno de los apartados de este número de 77111 &¡uinox es el Liber
Cl, una carta abierta a aquellos que deseen unirse a la Orden de los
Templarios Orientales. A la manera de Serguei Nechaev, quien in-
fonnaba a sus cinco seguidores de que él era eljefe de tma \<asta or-
g-.mizaci6n extendida por toda Rusia, Crowley ofrecía al pueblo de
América Ja posibilidad de entrar en esta augusta y antigua •corpo-
i-.tción de iniciados• , publicando los estannos de la Orden que •en-
tran en vigor en codo distrito cuyos miembros superen el millar de
almas» 4•
El Li.ber CI co1nienza con una epístola de Baphomet a sir Ceorge
Macnie Cowie, Ilustrísimo y Muy Iluminado Pontífice y Epopta del
Areópago del VIII" (;racto de la U. T. U., Gran ·iesorero General,
Guardián del Libro Dorado. et<:., que por aquel tiempo se hallaba
en paradero desconocido, tras huir con los fondos de la sección in·
g·h,::sa üc: la 0 1.i.lc::1t. Sc::gúJ t Jo 4u~ C::S\.tiUiría 1 JJ~ La_1·Uc: t.:: 11 l~ Cv·1if~-­
s1o»s. cuando se hallaba en Túnez, George Macnie Cowie, descrito
también como Gran Tesorero, y como el Director Artístico de Nel·
son, una editorial de Edimbu.rgo, .o1i;ordo y m 11do.. 11, ern culpable de
haber robado a la Orden (•La Orden ha sido robada sistemática·
mente. Pennitaseme citar un solo ejemplo: una suma de quinientas
libras venía registrada (Ú)S t'l'tt>'•) , y de que Crowley, a su regreso a
Inglaterra, no dispusiese de efectivo. Más adelamc, O>wie sería ca·
lificado de loco' .
Entre las reglas t-stablccidas en el Liber Cl para el buen funcio-
nan1ienLo de la Orde11, se en<;ucn1ra e l requerimiento, un lanto am 4

bici1.>so, por no decir propio de l tn sn.ob (y que al menos irritó a un

332

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