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La Gran Bestia
Vida de Aleist er C row ley
Edi ció n d e J a vier Ma r tín Laland a
La Gran Bestia
Vida de Aleister Crowley
111l~m~llll~~lllllllli
11
RNQ5- 7BR- F? A'.>
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Todo$ los <l f' rceho ~ rf's crv:ado11. N i0¡;\111¡ p:at l c de c.st:a publi c¡ ci6t1
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o i por oingút1 1ncdio. y3 $C3 cléc11ico. qui 11'l i co, mccátli co, óp1ico,
de gr:lbació1) o J e fo 1o <"opi11. s in pcrn1i$O p rcvi.o del edi to r.
Agradecimientos 11
l .a Gran Be s tia
11
\'<llores religiosos y morales de su tiempo; pero cuando el joven
Crowley inumpe en la escena social, el proceso de dcsuucción de
los ídolos victorianos ya había comenzado. Nietzsche, el filósofo
que había hecho del martillo su herramienta de trabl\jo, no le había
dejado nada que destrozar. Sin embargo, esto no contuvo a Crow-
ley. que se hallaba demasiado desesperado para andarse con remil-
gos y era lo suficientemente uunoderado como para intentar abrir-
se camino si¡,"l.Úendo los cauces legítimamente pennitidos, por lo
que decidió llegar a la fama por un sendero que, así me lo parece,
nunca antes había sido recorrido y que le condujo a un tenebroso
caos mental, a los aspectos más desagradables y negativos de la exis-
tencia que salen de e.se caldero en ebullición. Según cuenta \V. B.
Yeat5, en cierta ocasión, Crowlcy fue expulsado del comedor de
Cambridge en el que se hallaba ccn<mdo con otros cst:udi.a ntcs co-
mo resultado de la indecencia de su conversación.
Acostumbraba a hablar de todo aquello que los demás callaban,
y a los veintitrés años de edad, antes de irse de Cambridge, había
llegado a encamar todo lo que de malo hay en el hombre. Su meta
inconfundible no era otra que llegar a cubrirse de vergüenza, por
lo cual se senúa linpelido a hacer cosas desagradables. Toda su vida
estuvo intoxicado de vergüenza: llegó a comer mierda, tanto en sen-
tido figurado como real (vgr. la de Leah Hirsig cuando ambos se en-
contn1ban en la Abadía de Haz lo que Quier.is, en Sic:ilia, allá por
el mes d!t julio de 1920).
Este hábito, el de la coprofagia, que dio a conocer en la prin1era
de sus obras publicadas, Aa/d;m1a, de 1898, le acompañó durante el
resto de su vida. Enfant lelTibk de la era victoriana, había decidido
que nadie igua.lara su grado de irrespetabilidad. Su ch ocante apodo
de • la Bestia 666• era un apelativo adecuado par" un hombre que
desafiaba las limitaciones y que sacaba punta a cualquier conven-
cionalismo. Durante la primera década del siglo XX se mantuvo den-
tro de las tendencias ocultas del Victorianismo, y cuando cumplió
treinta a1ios llegó a ser lo q ue se había propuesto: el Rey del Reino
de las Sombras.
Le resultaba muy cómodo instar a sus seg.tidores a que busca-
sen su verdadera voluntad y, una vez que la hubiesen cnconir.ulo,
actuasen en consonancia con ella; pero él mismo se hallaba lejos
de haber cnconi.rado su •verdadera voluntad•. De hecho, nunca se
puso a buscarla metódicamente, pues si lo hubiera hecho no ha-
bría tardado en darse cuenta de que se hallaba bajo el imperio de
una tuer1.a inconsciente que le impulsaba a realiiar acciones total-
lt
empresa, ni mágica, n i atroz, que acometiera; y cuando se veía en ere
la espada y la pared se defendía arguyendo que estaba en las manos
de su daernon., Aiwaz. Y estaba en lo cierto, pt1es «Ai\'13.Z», o ..cAiwa.ss•,
que según él era una «inteligencia preterhumana•, era el nombre
que asi¡,'Ilaba a la fuerza inconsciente que le mantenía entre sus!,"'·
rr~s y <}ll t':, c.~pric-:hos;nn~nt~.j11~h~ ('Oll é.J. T..o 1ír1ir.o <}li t': s~hí;;i n~
ésta era el mensaje que le entregara: atacar a las creencias, a las tar-
jetas de Navidad, a todo... se trataba de una doctrina negativa que
recorre por entero todo el sistema mágico ideado por Crowley,
quien, entre toda5 las incertidumbres y conu·asentidos de su vida, vi-
vía como si careciese de problemas personales. Y ciertamente care-
cía de ellos, pues cuando se le presentaban los dejaba a un lado o
pasaba por encima de ellos, mientras rezaba a su Santo Ángel d e la
Guarda, Aiwaz.
El Libro de la Ley, la biblia del crowleyanismo, que supuestamen·
te escribió bajo el dictado de Aiwaz, contiene todas las sorprenden-
tes y contradictoria5 opiniones de Crowley, redactadas, o debo decir
habladas, en el estilo de los profetas del Antiguo Testamento, com-
binado con el de las re,~stas populares al uso del ama de casa. Su
fórmula salutatoria del «Haz lo que Quieras será toda la Ley• no era
otra cosa que su réplica a la falsa religiosidad y al mal gusto de sus
padres: su ley contra la de ellos. Intentaba que no quedara huella
alguna de sus padres. (¿Por qué no se le ocurrió •Haz lo que Quie-
ras», sin tener que aiiadir, «será toda la Ley-?) Se trata de una de-
claración incongrueme, pues no es posible hacer una ley de la abro-
gación de las demás leyes, ni mejorar a Rabclais. La •Ley• a que
hace referencia la fórmula de Crowlcy antes aludida proviene de la
Ley del Pentateuco, los cinco primeros libros de la Biblia, e n la que
sus padres, miembros de la Confrate1nidad de Plymout11, se habían
fonnaclo. Pero no resulta ser muy fiel al espíritu de la Ley Mosaica,
más próxima al amor y a la generosidad que enseiiara J esucristo,
puesto que en Neister Crowley es imposible e ncontrar amor o ge-
nerosidad, a pesar de su •Amor es la Ley, amor bajo el dominio de
la volun tad•, que era el paradójico corolario al · Haz lo que Quieras
será toda la Ley•. Lo que se proponía no cr-a hacer que la hwnani-
dad mejorase, pues ésta sólo le movía a desdén, sino mantenerla do-
blegada bajo su d emónica voluntad.
Estaba tan desequilibrado que c 111 incapaz de sentirse e n paz
consigo mismo. Raramente se quejó de su hado, pero sufrió mucl10
por su culpa. Destaca entre sus contemporáneos, aunque sólo sea
porque estaba muy por delante de su tiempo, y porque supo ex-
15
presar el total derrumbamiento de Jos convencionalismos que no
tardaría en llegar.
J. s.
Tokio, 1988
La Gran Bes tia
A Kmruth Grm•t X'
Cab<ta visible de la Ordo Templi Orienti.1
Y él será contcruplado con10 realmente fue; pues <tcdaro haUar-
n1e dispuesto a escribir, no su panegírico ... sino su vida.
James Boswell
23
Lar, como diciendo~ '·Dc.::jcmo:s que ~os jóv ·m:.s aprendan l<1 k cción ".
Por consiguie nte, m.i facción obru\ 0 la "icloria y varios. Maestros. re~
1
lt1-S rec.u erdru; de su \ ida como papa son esca.i;;os, a no ser que en
1
25
meses antes de su nacimiento, lo que equivalía a decir que cuando
Lévi aún estaba vivo, Crowley se enconn·aba ya en estado fetal. Pero
me replicó que en ello no había conu·adicción alguna, puesto que
el espíriru de Lévi sólo había penetrado en el seno de su madre
cuando ésta llevaba ya tres meses de embaraio.
Si se está dispuesto a creer que Crowley era Lévi reencarnado, es
posible, entonces, explicar muchos aspectos de su carácter, pero su
•memoria mágica» no reve ló 11adc1 sobre Eliphas L.évi qt1e él mismo
no hubiera podido averiguar tras la lectura de la u·aducción que
Arthur Edward \Vaite hiciera, en 1896, de la obra de Lévi Dogme et
Ritu.el de la Haute Magie, y, especialmente, de su prefacio de tipo bio-
gráfico.
Durante su trance, Crowley revivió la vida de Lévi, después de ha-
ber regresado, marcha au'ás, a su propia infancia, nacimiento y es-
tado prenatal; aseguró haber llegado en el momento en que Lévi es-
taba a punto de morir. (Una fotografía en la que Lévi aparece
muerto, yacente en una cama de bronce, con un gran crucifijo en-
cima de la cama, fue reproducida en la edición inglesa de 1913 de
su Histoire de la J\1.agie) : •Y pude contemplar bastantes escenas de la
vida de Lévi, por lo general poco importantes, aunque recuerdo \'a·
rios episodios con mi mujer, y los momentos en que recibía las di-
ferentes órdenes del sacerdocio católico».
Lo siguiente que recordaba era una pequeña iglesia en. el cam-
po, con una torre cuadrada... y muchos cantinos, anchos y polvo-
rientos. Aquella escena le hizo pensar en el Midi de Francia, con lo
que le vino a la memoria el nombre de Arles. Recordó un p unzan-
1.e sentimiento de inferioridad social, sin duda a causa del humilde
nacim iento de Lévi que., al decir de Crowley, explicaba las ideas so-
cialistas de aquél. •También recuerdo un largo paseo que hice a los
diecisiete años, campo a tr'&vés, por al¡,-ún sitio del norte de Fran-
cia, me parece,)' que rnis aspiraciones culminaron en unju1rame11-
t.o tnágico.»
La memoria mágica de Crowley no reveló acerca de Lévi más de
lo que el propio Lévi babía revelado de su persona. Sabemos que,
durante la primavera de 1854, se fue a Inglaterra, buscando una
nue\<a corriente mágica, y también para dedicarse, de manera io-
inte11·u1npida, a sus investigaciones, c1uc, según él_. real.i1..aba en nom-
bre de la ciencia. Disponía de algunas cartas de presentación que
d<:bía entregar a personas prominentes, al parecer interesadas en lo
sobrenatural. Pero, cuando las conoció, descubrió, para gran desi-
lusiórl suya~ qt1e, a pcs~tr. de s t1 extremada cortesía, su interés por el
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tema obedecía a crite1;os de índole sensadonalista o superficial. Es·
peraban de él que realizase milagros, • como si yo füera un chai-la-
cán•, escribió Lévi con indignación. Ese cipo de mentalidad, can po-
bre, le dis&>ustaba. Y aunque hubiera ink:niado obtener alguno de
los resul!ados m{tS sorprendentes de la magia ceremonial, cuya na·
turaleza le repelía, no habría podido conseguirlo sin disponer de
un equipamiento costoso y poco común.
Cuando, una tarde, regresaba a su hotel, Lévi se encontró con
que alguien había preguntado por él, y le habia dejado una nota. Se
trataba de una tarje!a de visita o, más bien, de media tarjeta, cona-
da en diagonal, sobre la cual Lé\'i reconoció, al punto, la mitad del
Sello de Salomón, la escrella de seis pun cas usada en la magia. La
nota decía: •Mañana, a las tres, enfrente <le la abadía de \<Vestmins·
ter, le será entrega.da la otra mitad de la tarjeta•.
Y a las tres en p unto del día siguiente, Lévi se hallaba paseando
nerviosamente, de un lado a otro, ante la entrada principal de la
abadía. De repence, se decuvo un carruaje y un lacayo bajó de él,
acercá1\dos(: al rr1ago fr.tr1cés, a quic1\ lliZo u11a seña; a C<)nti11ua<:i6 11
le abrió una de las puertas del vehículo para que pudiese entrar. En
cuanto Lé•i siguió las instrucciones, el can·uaje se puso en marcha.
Se encontró sentado al lado de una dama de negro, profusa·
mente velada, quien le presentó la otra mitad de la carjeta, con lo
que el Sello de Salomón quedó completo. Solamente entonces le·
vantó su tupido velo.
Me parece que debiera disculpanue, de ancemano, por cener
que decir al lector de tendencias románticas que aquella misteriosa
desconocida, qt1e l1abló a Lévi e11 un fra11cés cargado de fuerte
acento inglés, n<> era ni jover1 ni l>ella. Era, ¡ay! . n1ayor, con las ce-
jas totalmente grises, aunque sus ojos eran negros y, extrañamente,
fúlgidos. La dama mencionó al no\'elista Bulwer Lynon, a quien Lé·
vi había conocido. En realidad, el disgusto que Lévi experin1entaba
hacia la sociedad inglesa había sido causado, funclamentalmence,
por las personas que había conocido en Knebworth House, en el
Hcrúordshire, donde lord Lytton, hermano del célebre espirir.ua·
lista y levicador Daniel Oouglas Home, había organi1.ado un club de
experimentos mágicos. Mientras el carruaje se dirigía hacia la casa
de la dama de cejas grises, ésta le dijo que uno de los amigos de Bul·
wer Lytt0n había dicho de él, Lévi, que rehusaba demostrar sus
habilidades mágicas si sólo se trataba de satisfacer la cmiosidad. Y
añadió que ella misma poseía una colección de indumentaria e ins-
trument.os mágicos que le abrradaría muchísimo <.nseñarle, siempre
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que jurase no revelar su identidad. Si él declinaba su juramento, en-
tonces se vería obligada a Uevarlc de regreso a su hotel. Lévi juró
q ue nadie se enteraría.
Y así, gracias a esta desconocida dama inglesa, el más grande de
los magos franct'Sés del siglo XIX rcalizó su célcbrc evocación de Apo-
lonio de Tiana, el autor del N11ctemeron•. La ceremonia tuvo lugar,
después de un período de preparativos q ue se prolongó durante
veintiún días, en una torrecilla de la casa d!e la dama que encerraba
una pcqucJ\a estancia, cu~a~ paredes fueron recubierras con espejos
cóncavos. Mirando hacia el este había un altar de mármol blanco,
con 11n pentagrama inciso er1 su parte supe ri<)r, el pentagrama <.:>:sta-
ba repetido, dib1.!iado a \'llrÜl.S 1in1as, sobre lln blanco pcrg-amino des·
plegado debajo del altar. Lévi se endosó una amplia vestid ura blan-
ca que le Ueg-aba haslá los pies (no muy d iferente de la que había
lle1oado cuando ejercía de sacerdote católico), ciñó su frcme con una
corona de hojas de verbena, entrelazada c<>n una cadena de o ro, y,
n1ie11tras sostenía con tina mano el texto del ritt1al, empuñó con la
otra una e.spada. Un brasero en el que se consumía carbón de ma-
dera de aliso )' de law·el completaba la puesca en escena.
El mago comenzó a cantar la invocación, pt'Ímero en voz baja,
luego subiendo progresivarnente en ir1tc nsidad.
Cuando la ceremonia se dio por concluida, Lévi no estaba segu·
ro de haber invocado al divino Apolonio. La imagen que describió
del antiguo gdego que se lc había aparecido era la de un hombre
totalmente cubierto por un sud:ario, pero que debía dejar ver su ros·
tro, pues Lévi descl'Íbe el supuesto rostro de Apolonio diciendo que
es el de un hombre delgado, melancólico y sin barba, descripción
que no se corresponde, en modo alguno, con la del busto griego de
Apolorúo, barbado, bello, de frente amplia. La apmción no habló
directamence a Lé,~, pero le cocó en una mano y en un brazo, que,
al instante, se le voh~eron insensibles, y penuanecieron eü ese esta-
do '"'rios días.
La dama en cuya casa había cenido lugar aquella singular cere-
moni:a era una iniciada de alto grado, pero s11 relación con el ma·
go francés no duró mucho. Lévi, fiel a su juramento, no· revela su
identidad, pero da un esbozo de su carácter: • Estoy seguro-, dice,
•de q ue era adicta a la nigromancia y a la goecia (magia negra).
En ocasiones perdía completamente su autoconcrol; otras veces se
abandonaba a inexplicables accesos de pasión, para los que era
difícil enconcrar un motivo. Abandoné Londres sin despedirme
de ella• .
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Pero Crowley, que no estaba ligado por el pacto de si.lcncio, nos
refiere que, de acuerdo con su memoria mágica, •Se trataba de una
condesa, o algo parecido, ademá5 de una auténtica hija de Satanás,
el tipo de mujer capaz de asesinar a la gente por puro despecho. De
hecho, era una criminal».
Dos semanas rnáli tarde, en ou-o trance reu·ospectivo ocurrido en
la Isla de Esopo, Crowley vio pasar, anee su mirada impasible, la vi-
da de Cagliostro, pero de una manera un tanto atropellada.
El recuerdo mágico que Crowley mvo de sí mismo, en su exis-
tencia como Giuseppe Balsamo, más conocido corno el conde de
Cagliostro, el aventurero y mago siciliano del.siglo XVUJ, también ~'S
poco convincente, ya que muchos de sus pormenores no concuer-
dan con los hechos comprobables y conocidos de la •ida del mago.
Es sabido que murió en la inexpugnable fortaleza de San Leo, cer-
ca de Moncefeltro, en los calabozos de la Inquisición. Sin embargo,
Crowley lo vio motir •en algún b<•sque rodeado de montañas., en
el transcurso de un viaje en el que era acompañado por un joven
campesino, vestido con ropas vistosas.
Que Túnez sea el lugar de su nacimiento, en vez de Palermo, es
otro de los errores achacables a la rnernoria mágica de Crowley.
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Al día siguiente, el 25 de agosto de 1918, a las 5:10 de la tarde,
ou:o trance tuvo corno resultado que Crowley se encontrase frente
a frente con Heinrich \'<ln Dom, un individuo algo más enérgico.
Da la impresión de que Crowley se ha escandalizado de la vida de
aquél, que describe como fútil y dedicada a la magia negra: era to-
d o un cor1cat.e nantie 1t to de g ri111orios, d e i11t'1ti.les y diabólicos r-ltos,
de pactos con Satanás, que éste cumplió con sorna, y de crímenes,
peores aún que los de las bntias.
El mismo trance k: conclL~o a una encamación que precedía a
esta última. Daba comienzo con la mucr1.e de un ruso de cuarenta
y cinco años, llamado el padre lván, bibliotecario de un inmenso
castillo que pertenecía a una orden militaJ'.
El castillo, escondido en una llanura poblada por una espesa flo-
resta y circ11ndada p<>r altísin1as rnor1ta1las, debía encontrarse, se-
gún Cro\\•lcy, en el sur de Polonia, o en los Balcanes. Lo úrúco cier-
to, sin embargo, era que el padre Iván, que procedía de noble cuna,
había sido educado en Alemania. A p1imera vista, su aspecto no era
nada fuera de lo conientc: una cara redonda -su tipo somático era
el pícnico-, qjos grises, cabello y bigote n1bio ceniza, piel pálida y
dientes regulares. Pero su carácter era notable. Gracias a su gran ha-
bilidad para la magia -er.i un Adcptus Maior en toda regla- tenía a
los mo11ies guerreros en t1r1 p 11i'10, rr1ctiér1dolc>s e11 tod<) tipo de in-
V
u:igas políticas y controlando su servicio secreto.
• '
so
damente encendida. (Ténbr.ise e n cuen ta q ue, para Crowley, se tra-
ta del arquetipo de Ja belleza, la perfecta Muj er Escarlata; no es,
pues, sorp1·cndcntc, que la dama, en cuestión, atrajese al padl'e
Iván.) También era u na excele nte cantante )' S<1bfa tocar la mand o-
la, el krummhom y la cítola'. Mientras era la aman te del joven ldn
se hacía man tener por un viejo y gordo b urgomaestre. Y tenía la
costumbre de escond er al joven lván en su habitación para que p u-
diese observar las crueldades, tanto físicas como mentales, que in-
fligía al burgomaestre.
En la ciudad - presumiblemen te Heidelhcrg- había otro estu-
diante, que era el rival de Iván en los favores de la cortesana, pero
q ue se suicidó e n un acceso de resentimiento. Tras el escándalo que
siguió, la joven sería expulsada de la ciudad.
Crowley recordaba la venmna de su casa, adornada con llores l'O·
jas, que dal>a a Ltna calle estrecl1a; decía q t1e era l1na \risió11 taJl 1títi-
da que daba la impresión de recoger sucesos ocurridos el día antc-
tior, y. e n particular, la imagen ele la nutjer apoyándose en la
ven tana, con sus senos desnudos y sus blancos dientes que respl•m-
dccían cuando le llamaba. era la más nítida de todas. Gr.1cias a ella
llegó a conocer al •malvad o obispo•, una persona misteriosa que te-
nía la costumbre de pasearse por la ciudad montado a caballo y con
wta máscara. Cierto día, el obispo comc111.ó a charlar de magi<1 con
hán, pero, dcsaforrunadamcnte, seña asesinad o po co después; se
r111l1orca ba c1uc t:rd u11 c11viado especial del [>apa.
• • •
La encamació n anterior a la del padre Iv.ín e ra la ele un joven ti-
co y de buena familia, más he mbra que >01rún, un hcnnafrodita dc-
sagmdablemente deforme. Crowlcy recordaba claramente: sus cal·
zas de terciopelo azul oscuro, su capa guarnecida )'su sombrero
cmplu1m1do. Em menudo, clclgaclo, 1Ubcrculoiclc, con una 1m1rai1a
d e cabellos castaño-rojizos y una malfonnación e n la colwnna ,·cr-
tcbr.11. Tenía un c:1r:ictcr terrible y dctcstalx1 a la humanidad. •Mo-
rí de sífilis, contagfaclo po r un reit re alem:in que me había violen-
tado•, escribió Crowlcy, a modo de despedida.
Había otras e ncarnaciones, sobre todo la de sir Ed\\':lrd Kelly,
un médium desorejado que \'Cía)' oía a los á ngeles a cuenta del
versado doctor J o hn Dee. El car.lcter aventurero y la dudosa re-
putación de Kclly indujeron a Crowley a prefetirlo al estudioso
Oec; ambos e ran contcmpor:íncos, por lo que tenía que dccidi111c
por uno u otro.
Las •ida.~ prcléritas de Crowlcy se pierden en una serie de misW·
rioAA.~ figuras, tan "ªgas como la encamación de Aleister Crowley,
31
que dur6 desde 1875 hasta 1947. A juzgar por una carta que escri-
biera en el úlúmo año de su vida a .Jacinta Buddicom, él era cons-
ciente de la caleidosc6pica naturaleza de su carácter:
32
2. Padre, madre e hijo
33
de 1875 (el aúo en que Madame Blavatsky y su comp<u\ero, el coro-
nel Olcott, fundaron en Nueva York la Sociedad Teosófica), y fue
bautizado con los nombres de Edward Alexander: no adoptaría el
nombre de Alcister hasta cumpli1' los vein te a.\os, cuando decidió
que Edward Alexander no le gus1aba, El hecho más notable de es-
tos sus primeros años es que sus padres, como los de Edmund Gos-
se, pertenecían a la Fraternidad de Plymouth, una secta fundada en
Dublín hacia 1830 por un clérigo irlandés apellidado Darby, y que
había conseguido sus mayores adeptos en Plyrnouth,
Aleister dice que su padre recorría d condado dedaranclo que
el verdadero cristianismo sólo podía darse en el seno de la Frnler-
nidad de Plymouth, que iba predica.ido a pie el Evangelio por to-
cias las aldeas del condado de \Varwick (y más tarde del de Surrey),
y que llevaba frecuentemente consigo a Aleister.
Cada maúana, después de la comida, la familia Crowlcy, incluida
la servid tambre, se re1111ía en el comedor para leer en voz alta ttn C4:1·
pítulo de la Biblia: cada uno de los presentes leía un versículo, Des-
de los cuatro arios, Aleister tomó parte en ello; de esi;a ma.1era su-
po del fin del mundo, de la salvación gracias a la Fraternidad de
Plymouth, de la horrible naturaleza del pecado, y de la muerte,
cuestión esta .at1e se convertirla en stt.i;rran o bsesión.
AW1q-u e A.leister 1>ensa1-a. qt1e él nada, o poco. te11ía en con1\Ín
con sus progenitores, su vida no fue muy difercn1.e de ladc su padre.
Ambos pertenecían a la pequeñ.a secta de elegirlos, intentaban con-
vertir al mundo a sus convicciones y ' iví an entre los mist.erios de la
rcli(:,..;Ón . De todos modos, el joven .4.Jeister con1enzó a identific.:"lrse
con su padre. También se convirtió en miembro de la Fraternidad
de Plymouth; el plymouth isrno era la única fe verdadera, y ni siquie-
ra podía imaginar que existieran indi\riduos ta_n necios, o tan pe r·
versos, ql1e se atrevieran a ponerlo e11 tela de juicio. En s•1 a.rdor in·
fa11úl, st:: v~ía a .sí ull:;1uu c.;vu 1u L111 <.;alJallr:::1 ·u Ut: C1 t"SlU 4ut: (..UJ f tplia
empresas santas y a.·riesgadas; y, por amor a Cristo, quiso supernrse
a sí 1nismo, del 1n_is1no 1nodo qtte, ct1andofuera adt1lto, intentaría su·
perarse para mayor honor de Ra-Hoor-Khuit, el dios egipcio de la
guerra, según la religión que se inventar¿ para sí mismo.
Según ibi haciéndose mayor, se daba cuenta de q ue cualquier
descripción que füviera que ver con la tortura o con efusiones de
sangre despertaba sobremane.-a sus sentidos. Hasta llegó a gustarle
imaginarse a sí mismo en agonía y, en particular, degradado y su-
friendo a manos de una mujer, que describe con los términos ele
«perversa, irtde¡)er1die11t.e , valerosa y a111biciosan.
Nunca st1peró esas fantasías e11 las que era lastin1arlo, yse veía de-
gradado, por una mujer de un tipo muy especial. Y estaban ligadas,
así lo explica, al • hennafroditismo de mi estructura lisie.~·; p ero, en
realicJacl, no l1abía l1e r111afrr,dilis1n<1 alguno t:n su constitución fi-
sica: sólo cm bisexual en su actitud mental y buscaba relaciones
sexuales, ianto con los ho mbres como con las m~jeres.
Crowlcy se hallaba fascinado con los pa... .-tjes proféticos d e la Ui·
blia, en c:special los dd Apocalipsis, o Libro de la Revelación, del
divino san Juan. Se enamoró del Falso Profeta, de la Bestia y de la
Mttier Escarlata., tamlJié11 conoc.ida co1110 la Cr«tn Ran1e111 ele Babi-
lonia. EJ Apocalipsis n o sie1111>rc ha siclo co11siderrtdo con10 t1n libro
canó11ico. Grar1 11úmero ele iglesias griega.'1, sigttle11do la recon1en-
dación de san .Jerónimo, que naciem en el 345, no lo aceptaron co-
mo tal. Desde el punto de vista del c1isiianisnw, el Libm de la Rc-
\'elación resulta un tanto embarazoso, lo que no imponó a C1·owley,
ni a sus padres, que se senúan cautivados por él. Y. un día, cuando
era tocJavía 1111 rti1~10, tlcscl.1brlú -segur.tn1cntc !iiÍn que Je pnl dLticrll
mayor sorpresa- que todas sus simpaúas se hallaban con los enemi-
gos del cielo. Nada ha)' de insólito en este descubrimiento, aunque
si fue insólita la maner.t en que Cr0\\ ley re.accionó frente a él. En su
1
35
.<\.leister no tenía juguetes, ya que éstos eran contrarios a los pre-
ceptos del plymouthismo-, pero parece que sí existía alguna mane-
.-.. de divertirse. De hecho, a juzgar por la descripción que hace de
su infancia, se diría que los padres de Crowley no parece que fue-
ran nada zafios, como venía siéndolo, por lo general, la clase media
de la é¡poca, aunque no mostrasen hacia los niños lo que ahora lla-
maríamos «comprensión•.
Cuan d o tenía once años, su padre m ttrió de un cáncer de lcnbrua.
Aleist.er sentía por él cierto rt>spcto, pero poco amor. Con perspica-
cia, hace la obsen-ación de que, a partir del funeral, entró en una
nueva fase de desarrollo, cuyo principal rasgo füe el de la rebelión.
Lo primero que hicieron fue enviarle a una escuela que recibía
a los hijos de la fraternidad (donde el único material educativo era
la Biblia y la iínica disciplina la ''ªra de abedul) , en donde, a la edad
de doce años, fue acusado de intento de co:rnipción de un menor.
Más tafde, iría a Malvern y Tonbridge, con el único resultado de
que llegaría a odiar las dos escuelas. También estuvo, en ciel'!a oca-
sión, confiado a un preceptor que, entre lección y lección, le inn·o-
dujo en el mundo de las carreras de caballos, del billar, de las apues-
tas, de los naipes y de las mujeres, y a quien, por el enmsiasmo
demostrado en su insnucción, dedicaría en su autobiografla algu-
nas palabras de l!"ratitud.
•Me enviaron a Ton bridge: mi salud se quebrantó, en parte, po-
dría decirse, a causa de lo que habría sido culpa mía, o de la mala
suerte, si hubiera sido convenientemente educado; pero que, en
realidad, no venía a ser sino la lógica consecuencia de aquel'~' sis-
tema que, no contento con torturanne, me entregaba atado de pies
y manos a la ultrajada majestad de la naturaleza.• Una nota autó-
grilla de Crowley en uno de los márgenes de su ejemplar personal
de The ~Vorld~ Tragedy, que aparece escrita a la misma altura de lí-
neas que el pasaje indicado. nos aclara este misterio: •Una prosti-
mta de Glasgow me pegó las purgaciones•.
Crowley cuenta muchas anécdotas sobre sus primeros años, si-
mi lares a las que suelen contar la mayoría de los j óvenes, excep-
tuando, qui7.á, una, a propósito de un gato, que para mí revela una
sorprendente atrofia de sentimien tos. Había oído. escribe, que los
gatos tenían nueve vicias, por lo que ded!-!jo que sería prácticamen-
te imposible matar a uno de ellos:
Cogí ur1 garo. )' despu.é s ele haberle $ltrninis1ra<lo lnla generosa
dosis de arsénico, le propiné cloroformo, lo colgué encima dd g:u,
36
lo apuñalé, le abrí la garganta. le aplasté el cráneo y, cuando y·.i lo
ienía basiante chamuscado, lo ahogué y lo tiré por la ventana, para
que la caída acabase con su 1\ovena vida. Estaba at1téntica1nente
apenado por el animal; simplemente, me obligt1é a mí mismo a con-
tint1ar con el experimento, en interés de la pura ciencia.
37
mágico. Y, continúa diciendo Crowley, se· trató de una experi encia
bastante horrible y dolorosa, "unida a cierto terror espectral",
que, al mismo tiempo, era «la llave hacia el éxtasis espiritual más
puro y santo».
En el prefacio a un largo poema que escribirla dos años más tar-
de, ex:presa un complejo similar de ideas y sentimientos:
ACELDAMA
UN LOCAR l'ARA SEP U LTAR A LOS EXTRAÑOS
por
11n ge1l1.il ho 1nbre d e la U niversidad <le Ca1nbridge
cdició·u pri1J(Ar:la
1898
SS
queria decir troqueo-, como Je-re-nÍy Tay-1or. El nombre escogido,
Aleis-ter (mejor habría sido Alistair), era la forma gaélica de Ale-
xandcr y. junto con el apellido Crow-liiy, cumplía la condición re·
querida.
Llevaba escribiendo poesías desde los diez años. Ahora, a los \'ein-
tidós, se sentía lo suficientemente seguro de su talento como para
pregonarlo al mundo en una tirada de cien ejemplares.
XJI
Ningt1na prostirución (¡ue reaJjce este cielo
podrá apartarse de él. Ningún ca.11to de los s.iti ros,
ninguna maníaca danza apretad tan conmndentemente la soga
de la imaginación perversamente oscura del deseo,
que impida pasear libremente al espíriru del h·o mbre, n.i tan fuene
que Je penetre de congoja;
ni todas las pe nas del infierno podri11 obtener· diezmo de stt ímpetu.
XIII
Toda degradación. 1-0da absoluta infamia
soportarás. Tu cabe1.a, bajo el fango
y los cxcrcmt!{ltos de m~jercs despreciables, dese.aras,
como ~\~lgún malévolo st1eño, descansar al fin;
La mttjeri.e pisoteará hasta que respires
la 1nás 1r1orúfCrd de las v-d.11aradas;
¡Que se arrastten los más viles g11sanos, que los más l1onibles vampiros
. - . .
(tra.igan su lobreguez!
39
El poema apareció durante su últin10 período de estancia en el
Trinity. A lo largo de aquellos tres años había trabajado poco, pero
no había malgastado el tiempo, puesto que había descubierto lo
que quería ser: uu Adepto de las Artes Secretas, un Mago. Sólo la
magia podría ase¡,'llrarle la inmortalidad, entendiendo por magia lo
que él entendía: el arte que controla las fuerzas secretas de la natu-
raleza. De aquel modo había encontrado, por usar el término que
tendría a flor de boca durante toda su vida, su Verdadera Voluntad.
¿Qué utilidad tenía, argüía, llegar a ser diplomático? Bien pron-
to habría sido olvidado. Supongamos que hubiese sido nombrado
embajador en Francia. Después de cien años, ¿quién se acordaría
del hombre que había ocupado aquel puesto? Una de sus ambicio-
nes había consistido en llegar a ser un gran poeta, pero, realmente,
Ja poesía no t'i-" mucho mejor que la diplomacia. Esquilo le servía
de ejemplo. Incluso en Cambddge, cuna de poetas, Esquilo era un
simple nombre, excepto para uua pequeña fracción de los tres mil
estudiantes que residían dentro de su campus. «Debo encontrar»,
se dijo Crowley, •una matetia sobre la que pueda trabajar y que sea
inmune a las fuerzas del cambio•.
El re1rato de un hombre nunca está completo sln un apunte, al
menos, de su madre. A juzgar por su fotografia, Emily Bertha Crow-
ley, •odginatia de una familia de Devon y de Sorncrsct», c:.-r:a una
mujer de apariencia sencilla; se¡,'lÍn lo que de ella cuenta su hijo,
también era poco co1npre1\siva. Inte11t6 tor1vertir a Alexandcr en
un beato presumido y lo único que consiguió fue que éste la pre-
•u
sentara a los lees.o res de autobiogratia como •una fanática de la
especie más estrecha, lógica e inhumana•.
Parece ser que Crowley ha tratado tanto a su madre como a la re-
ligión que ésta profesaba con un sarcasmo de lo más bn1tal. Lo que
tr~jo como consecuencia que aquélla reaccionase llamándole • la
Bcsti~, porq\tC st1 blasfCmo comportamiento le recordaba el de la
Bestia del Apocalipsis: •Y.,,¡ una bestia que salía del mar, y tenía diez
cuer11os )'siete cabezas, y en stts ctaemos diez diademas ... Y abrí<) la
boca para blasfemar conira Dios• . No está nada cla1·0 si esta idea
que ella tenía de su hijo debe ser tomada en sentido literal o figu-
rado. pero Aleister. que había decidido ocupar el lugar de Dios. la
aceptó en su sentido literal, y creyó que él mismo era la Besúa.
A lo largo de este libro podrá obsenoarse basta qué punro llevó
Crowle)' esta convicción.
40
3. Perdurabo y la Golden Dawn
Durante los veraoos de 1898 y 1899, Crowley fue, una vez roás, de
escalada a Suir.a. Tom George Longstaff, presidente del Club 1\.lpi·
no de 1947 a 1949, que se encontró allí con é l en 1899, nos ha deja·
do el siguiente testimonio de su habilidad como montañero: • ... Era
un excelente escalado1; aunque poco convencional. Le he visto
avanzar por la pared este, peligrosa y difícil (es cierto), de la gran
catarata de l1ielo del glaciar Mer de Clace, en solitario, como si es-
tuviera dándose un paseo. Probablemente fue aquélla la primera, y
quizá la última, vez que alguien tomó aquel camino, disparatado,
peligroso y difícih'.
Pronto siguieron a :lee/dama otras obr.is en verso: The Tale o/1\r-
chais, So11gs o/ the Spirit, The Poem, jez.eóe~ Jephthah y White Stains (que
fue editada clandestinamente por Leonard Smithers'), publicadas,
todas ellas, el mismo año que 1\ceúia111a. Como le había demostrado
el editor en Cambridge de Aceldama, gracias a su patrimonio perso-
nal podría imprimir sus propios poemas, a cuenta propia, tan rápi-
damente como fuera capaz de escribirlos.
Toda~ aquella~ personas que han leído las poesías de Crowley. y
son competentes para j uzgarlas, o bien le colocan entre los poetas
menores de su época o, como hace Mario Praz', le expulsan sin con-
templaciones del Parnaso. Le faltaban imaginación y madw·ez de
juicio para ser un buen, y n o digamos un gran, poeta. No o bstante,
algunos de sus poemas son ciertamente impresionantes, como, por
ejemplo, aquel sin úculo que compuso en 1924 en los márgenes del
río Marnc (véase el capítulo 26). E" sus a ños jóvenes, todo lo que
escribía iba a parar a la imprenta, sin pararse en consideraciones. y
el resultado fue una mon ta1ia de poesías, claramente expresadas,
pero de aburrida lectura.
iVhite Stains fue atribuido a Gcorge Arch ibald Bishop, • Un n eu-
rópata del Segundo Imperio•. (Tom Bo nd Bishop crd su piadoso
tío d e la Fraternidad de Plymouth, q ue cuidó de é l, loco pam1tis, tras
la muerte de su padre, )' d el que dice en su a utobiogrniia que •ja·
más pisó esta tierra fanático más cn1el, ni más sórdido villano•.)
41
En los escritos de Crowley aparece usualmente un tono de mofa,
y muchas de sus opiniones son crueles o simplemente abstu·das, co-
mo por ejemplo la identificación que hace de Jack • el Destripa-
dor• ', o su afinnación, en las Conféssions, d e que White Stai·ns es la
prueba de su «inocencia más allá de lo humano•. En realidad, Whi·
t.e Stains es una colección de poesías pomográñcas que Pe t.e r Fryer,
una autoridad en materia de erotismo, consid era como la más obs-
cen:a que jamás ha)'"ª sido escrita er1 ler1gua inglesa. La mayor parte
de sus poemas lo son a imitación del Splecn de Baudelaire (pero no
de su ldéa/), como revelan algunos d e sus títu los: •Volupté-, • laJtú-
ve., • Necrophilia• , •With Dog and Dame•; esta ú ltima es una poe-
sía sobre el tema del bestialismo. La obra se !halla precedida por una
declaración: •El editor espera que los patólogos mentales, a los que
expresamente va dirigido este tratado, no escatimen precaución al-
guna para evitar que caiga en otras manos• . Se u-ata. por supuesto,
de un ejemplo del humor de Crowley. Por otra pane, no hablaba to-
talmente en broma cuando afirmaba que Wnite Stai ns rebate las opi-
nio n es del psiquiatra alemán Richard von Krafft-Ebing (184(H902) ,
recopilador de la Psyclwpathia Se:rualis (l886}, la célebre obrn sobre
anomalías y perversiones sexuales. La tesis d e Crowley consiste en
que las aberraciones sexuales no son, como afirmaba solemnemen-
te el at1tor alemáJ1, el rest1ltado de dolencias o de en contrarse faute
de mU:ux, sino simplemente •afirmaciones m ágicas de puntos de vis-
ta perfectamente inteligibles•. En otras palaibras, son actos de magia
sexual, el tipo de magia que llegaría a ser el núcleo de las prácticas
mágicas de Crowley. •No estaba de acuerdo•, y escribe a l respecto:
C1·efo hallarme en d is1>0sición de comprender ese tipo de psicc>-
logía, por lo que me dije a mí mismo que deb(a refutar a aquel prc>-
fesot. Pero sólo poclía hacer 1al cosa de: la iJnica rnm)a ql1e 1r1e era
¡.>0siblc: la artística. Po r e.so me ir1venté t1r1 poeta l}t1c había caído en
el error, q u·e comenzaba con ttn e nmsiasmo nonnal e inocente. pa-
ra ir d c:sarrolla11do gradualmente: clistintos vicios. Y acabar. presa de
enfc1·medad )' locura, culminand o en e l crimen. En sus poemas des-
cribe su caída, sin dejar ele explicar la psicología de cada u na de sus
acciones. El desenlace del libro podría haber sido aprobado por
cualqtúer escuela dominical.
42
quimista. Aleister, que rodeado de misterios sólo daba palos de cie-
go, quedó impresiooado. No hacía mucho que había estado pi-
diendo un tv1c1estrc). ¿Baker era, q11izás, este ~laestro? Y con1er1zó a
hablarle a Baker de su búsq ueda del Sanwario Secreto de los San-
tos, sobre el cual había leído en la obra de Eckansbausen La n11be
sobre el santuari<r. den"ás de la iglesia externa se halla la iglesia inter-
na, un Santuario Secreto en el cual se hallan comenidos todos los
misterios de Dios)' de la Naturale1.a. Bakcr quedó convencido de los
buenos deseos del joven, y le confesó que, aunque él no fuera un
!Vlaestro, podía presentarle a uno que sí lo era.
Y manntvo su palabra. Después de que hubieran regresado a
Londres, presentó a Aleister a un joven llamado George Cecil jo-
nes, también químico, que era miembro de una sociedad mágica
llamada Golden Dawn. YJones introdt!io a Crowley en la sociedad
y le presemó a su jefe, Samuel Uddell Matbers, que se había pasa-
do años enteros dentro de :las bibliotecas de Londres )' Paño recu-
perando, de las diferentes versiones manuscritas, la más antigua y
famosa obra de magia: La dave de Salo111ón, de la que, en 1889, pu-
blicó una traducción en in.g lés. En gratitud a Baker, por haberle
proporcionado todos aquellos contactos, Crowlcy le dedicó el libro
•
que estaba escribiendo por aquel entonces, Son~ of lhe Spiril.
~ • • V ~ ~
43
lo cual no hay prueba alguna. Incapaz de descifrarlo, \.\loodford se
lo dio, en agosto de 1887, a su amigo, el doctor \Villiam \Vynn V.1est-
cou, un destacado miemb1·0 de la masónica Societas Rosicruciana
in Angüa. Después de l.levar trabajando dos semanas con el manus-
crito, V.1estcou descubrió parte de unos rinaales mágicos escritos .e n
un alfabeto artificial, usado por los alquiinisias del siglo XVI. •Yo los
llamaría rituales seudc>-masónicos, con un moderado sabor máb>i-
co)•, dijo Ellic Ho'''e. que disponía de la xerocopia de una trans·
cripdón tardía de la obra original. Pero había, además, una nota di-
ciendo que si se necesitaba más informad(m podría obtenerse de
una tal Friiulein Aru1a Sprengel, de la que se daba su dirección •e n
Nuremberg.
Desde luego que Westcott quiso saber más , por lo que, en octu-
bre de 1887, escribió a Friiulein Sprengel. EUa le contestó en no-
viembre, y de ahí brotó una á'~da correspondencia enO'e ambos.
Friiulein Sprengel resultó ser nna Adepta Rosacniz, al mando del
templo Lichte Llebe Leben de Nuremberg. Como resultado de ·es-
ta correspondencia, le entcegó a Westcou nn tínalo fundacional pa-
ra el establecimiento de un a orden similar en Gran Bretaña. Y así
fue fundado, en el otoilo de 1887, el templo Isis-Urania de los Eslu-
diosos de Hermetismo de la Golden Dawn, dirigido por V.1estcott,
Mathers y el doctor \Villiam Robert \\loodman. El útulo fundacional
que venía desde Nuremberg no llegó hasta el 1 de marzo de 1888, )'
por una. desafortunada omisión, Anna Sprcngcl había olvidado fir-
marlo. \.Vestcott lo hizo en su nombre, usando su divisa mágica, Sa-
piells Oomi1wbimr Asi>1s: •El iabio será dominado por las estrellas>.
Los rituales fragmentarios del manuscrito cifrado fueron com-
pletados y ampliados por Mathers.
Hacia 1891, Anlla Sprcngel murió y la última carta que le envia-
ra \Vestcou fue contestada por uno de sus colegas, quien, de forma
bastante grosera, dijo que Inglaterra no debía esperar más ayuda de
las logias alemanas. y que los señores Woodman, \Ncstcott y Mathers
ya habían recibido suficiente información. Si todavía necesitaban
más, sabían perfectamente cómo proceder para conseguirla. Lisa y
llanamente, teman que arreglárselas por su cuenta para establecer
sus propios contactos mágicos con los .Jefes Secretos.
¿Q11~ ~ignific.a "r.o? 1.osj e:f'r..s ~r.re:ros .'Oon
t.orlo ""M ~faf'sfri'IS q11f" vf"-
lan por los asuntos de los hombres desde sus cuevas del Tíbet o, en
cuanto que son espíritu, desde el Empíreo. El concepto de Jefes Se-
cretos, o Mahaona.s, pertenece a la antigua tradición hindú. No ha-
ce mucho ha sido popularizado, con el no1llbre ele ~ifaestros Oct1I-
44
tos, por Helena Pecrovna Blavatsky y su Sociedad Teosófica. Estos
Maestros Ocultos (los nombres de dos de ellos son Koot·Hoomi y
Morya) forman parte del núcleo de su doctrina. Pero, quienesquie-
ra que fueran y dondequiern que se encontrasen, no se limitaron,
como veremos, a aparecerse a 'Ma<lamc Blavatsky.
La Golden Oawn, al igual que otras sociedades masónicas y rosa-
cruces, había dispuesto a sus miembros según unajerarquía precisa.
Según se progresaba en sabidur ía y pure7.a, se subía de grado. Se co-
mien1.a como Neófito O.º = Oº, Zelator J.º = lOº, Theoricus 2.º = 9°,
Practicus 3.' =8ª y Philosophus 4. º =7°. Éstos eran los grados de la
Primera Orden, la Orden Extema, la Orden de la Golden Dawn
propiamente dicha, cuyos miembros practicaban ceremonias esoté-
ricas, pero no reali1.aban, realmente, actividades mágicas. La magia
sólo era aprendida y practicada por los miembros de la Segunda Or-
den, la Orden de la Rosa Cruz, cuyos grados eran los de Adeptus Mi-
nor 5. 0 = 6°, Adeptus Maior 6.0 = 5º y Adeprus Exemptus 7. 0 = 4°. Pe-
ro esta Segunda Orden no podía ser creada hasta que no se
estableciera contacto con los Jefes Secretos.
Debido a que la Golden Dawn ensei1aba la Cábala, en la que se
fundamenta la tradición esotédca occidental, su sistema jerárquico
se halla ligado al Árbol de la Vida, con sus diez Séfirot y sus veintidós
caminos. Ésta es la ra.z<Sn de los símbolos del grado y del cuadrado.
Por ejemplo, Malkutl1, el Séfira de la tierra, al pie del Árbol Cabalís-
tico, señala el punto de partid.a del estudioso; por eso se le repre-
senta por J.º= 10°. Se encuenu-a en la tierra y aspira a la luz supre-
ma, Kether, la •Corona• del hombre primordial, Adam Kadmón,
con el que se identifica e l Á~bol, que eq~iv,de a su copa. Para ello de-
berá comprender la total anatomía d e l h ombre primordjaJ, desde
los pie s (Malkuth) a la cabeza (Ke ther). El Yoga, el sistema esoté rico
de la tradición 01ie ntal, sigue un esquema parecido: kundalini, des-
crita bajo los aspectos de diosa, serpiente o e n e rgía, sube d esde la ba-
se de la columna venebral, desde e l miiliidltiira c/1akra o centro, h a:1-
ta e l S(1/iasmm cha/IJ·a, e l lo to de los mil pétalos, que se encuentra e n
la cabe?.a. más especificamenle en la coro nilla, y este recorrido com -
plel.O sigrti.6ca para e l yogui, el q u e practica e ste sistema, la asp ira-
ción a la libertad, la ilun:tinación o la inmortalidad.
La Golden Dawn floreció. Apane del templo lsis-Urania, que
cumplía sus rituales en Mark Mason's Hall, en Crear Queen Sa-eet,
en e l distrito WC2 d e Londres, surgieron nuevos templos: el d e Osi-
ris, en \Vcston-super-Mare, el de Hon1s, en Bradford, e l de Amón-
Ra, en Edimburgo y e l de Ahad1oor, en París (fundado e n 1894) . En
45
1900, sólo la Segunda Orden tenía cerca de sesenta miembros, nú-
mero inferior, por definición, al de los miembros de la Primera Or-
den. Pero, al carecer de contactos con los J efes Secretos (los únicos
que podían hacer prospe rar los asuntos de la Orden) , la insatisfac-
ció11 creció.
Por medio de su muje r, que era clarividente, Mathers declaraba
hallarse en contado con los Jefes Sec1•ews. Y una noC:he de 1891 se
reuoió con tres de ellos e n el Bois de Boulognc. En aquel inespera-
do encuentro con tao exaltados personajes le brotó sangre de la na-
riz y los oídos. Nada dijo acerca de si aquéllos le ofrecieron, o oo,
asistencia médica sino que simplemente mencionó aquella efusión
de sangre como prueba del singular evento, y regresó triunfante a
Londres, donde comunicó a sus dos colegas, Woodman y v\lestcou,
que los Jefes Secretos le habían confirmado como suprema y únka
autoiidad, Cabeza Visible de la Orden.
Nada sabemos de lo que \Voodmao y vVestcott pcns<tron de aquel
sorprendente anuncio, pero en diciembre del mismo año fallecía el
doctor v\loodIDan, y en 1897 el doctor \Vestcou dimiúa de la Orden.
\l\lestcott era magistrado en el distrito este de Londres. La causa in-
IDCdiata de su dimisión fue que las autoridades, al coooccr sus re-
laciones con una sociedad mágica, le habían advertido de que tales
activic.lades era.n. i nco1l1,patibles con st1 Glrg(.).
En esta Confraternidad babia una tercera Orden, que atendía al
nombre de Silvcr Star, •Escrella de Plata• , o A.· .A.·. (Argcn lcum
Astnam), que constaba de tres grados: Maestro del Templo, '.\1ago e
Ipsissimus, que Malhers no había alcanzado, por la sencilla razón
de que se hallaban al otrn lado dd Abismo, que sólo puede ser cna-
zado por los aspirantes más v-al ientes e iluminados. El máximo gra-
do ostentado por Malhcrs er~ el 7.º = 4°, Adcprus Exempms. Los
otros tres anteriormente citados (como los tres Séfirot del extremo
superior del Árbol de la Vida, con los que se co1Tesponden, Kether,
Chokmah y Binah) conccntr.rn las zonas de energía a cravés de las
cuales se manifiestan y operan los Jefes Secretos. Para conseguir el
establecimiento de un contacto permanente con éstos, era necesa-
rio que algw10 de los hermanos alcanzase el grado de Maestro del
Templo. El triángulo de puntos es el súubolo alquúnico del fuego,
y también representa la luz o el espírim, y sirve para indicar que la
Orden se encuentra estrecha y secretamente conectada con los mis-
terios de Grecia y Roma. La expresión • Saludo a Todos los Puntos
del Triángulo• es una de las fómnLlas mediante las cuales se saludan
los IDiembros de la Fran~Tnasoncría.
46
Mathers era un organizador eficiente, pero difícil de u-atar. Tan.
experto en cuesóones militares como en magia, se comportaba co-
mo un general . No quería colegas, sino oficiales de Estado Mayor.
•Ya sé que sus intenciones son buenas», le dice por carta en 1897 a
Frederick Leigh Cardner, Frater De Profundis ad Lucem, •pero me
ruego firmemente a concederle el derecho de juzgar la manera en
que dirijo esta Orden»
Entre Mathers y Crowley hay sorpre ndentes pard!clismos: ambos:
eran hombres de físico atlético, f;1scinados por los títulos altisonan-
tes, empe ñados en escrutar la'i C)SCura.~ rebrioncs de la mente en bus-
ca de verdades ocultas, y er1 creer qt1e 110 l1abía 11ingt1r1a de sus fa-
cetas que no fuese dh'Ína. Su modo de vesti r, hablar y comportarse
diariamente se confundía con sus sueñ os. Después de la muerte de
Matbers, acaecida en 1918, Crowley le alabó. aunque a reg-rtñadien-
tes. Pero Mathers constituía para Crowley el prototipo del mago, y
mucha5 de las aclividades de Crowley que parecían brillar con el se-
llo de la 01iginalidad no eran sino simples remedos de otras qut·
eran el resultado de la inventiva de su. mentor.
Entusiasmado por el Movimiento Céltico, el J efe de la Colden
Da\'iít adopló el apt:lativo de Ma<.:Grtgor Matl1c:rs1 conde de Gle11-
strae, uo descendieote de Ja noble familia de los MacGrego1; en lo
q11e:, má1:; tarrlt>., s~ría. 'P.c.1111rlarlo 11or C':ro\'.1IP.}'. q11i~n s~ ha1·ía 1Jan1ar
Laird de Bolesltine y AbertarJ'f, por la simple razón de que, a orillas
del célebre Lago Ness, tenía una casa, de una sola plania, con aquel
mismo nombre. M.á s tarde, Mathers invertiría sus apellidos, el au-
téntico y el adoptado, y se convertiría en Mathers MacGregor; y, des-
pués de l1abcrsc ido a vivir a París, c11 e l cl~ucilie·r YiacGrcgo1., 1\1 caer
la noche se ataviaba con la clásica 'eslimenta de !as Highlands y bai-
laba la danza de las espadas con un cuchillo (sktan-dh1i') denu·o de
una de sus n1tdias. una notable actuación, si te11emos en cuenta
que era realizada por el hijo del escribiente de un tendero, un in-
glés que no babia puesto un pie en escocia hasta la primave1-a de
1897, cuando inspeccionaba en Edi.tnburgo el templo de Amón·Ra
)'cogió u11 rcsfi·iado.
Ta.mañas pretensiones s1,t5citaron el escarnio de Cro\o;Jey, q1,1ien,
por amor a la verdad. definió a Mathers en uno de sus esc1itos co-
mo •1m hombre de Hampshire, apellidado Marhers, que, inexpli-
cablemente, dice ser MacCregor de Clenstrae• .
E.s una lástima que nadie haya esc1ito la biografia de Mathers, cu-
ra ,.jda cSn.t\'O repleta de magia y de locw·a. «Fue, fundamental-
menLe. gracias a él-., E-.scribió Yeats, ...con10 co111encé ciertos esn.1dios
47
y experiencias que sirvieron para convencerme de que las imágenes
brotan ante los ojos de la mente de una fuente mucho más profun-
da que la conciencia, o que la memoria inconsciente ».
La arlis1a y estudiosa de la moderna ciencia de lo oculto, lthell
Colquhoun, llevó a cabo un valiente intento de escribir la vida de
Mathers en su obra Suwrd of Wisdom: MacGregor i\1athers and the Gol-
den Dawn, publicada en 1975. Pero es difícil escribir una biografía
de poco más que del aíre, y el retrato que hace de Mathers, no el
mago, sino el hombre, carece de ese tipo de material en el que el
propio Crowley se mostró tan pródigo, por lo que se halla despro-
visto de sustancia y de connastes.
Yeats también dijo de Mathers que creía que era mitad lunático
y mitad bribón.
A pesar de su titu lo altisonante, los miembros de la Segunda
Orden se reunieron en locales nada selectos durante las fechas si-
guientes: desde 1894 hasta 1896, en el 26 de Oakley Square, cerca
de Eusl<ln Station; desde 1896 hasta 1901, en el 36 de Blythc Road,
en Hammcrsrnilh, y erl Mark Mason 's Hall de Great Quecn Street,
en pleno centro de Londres, para las ceremonias de la Orden Ex-
terna. La cotización 3'nual para esta última era de diez chelines.
Crowley describiría su primer encuentro con sus colegas en ma-
gia, entre los que se encontraban la actriz Florence Farr y el no-
velista Arth11r Mathen , CQffiQ algo decepcionante: parecía una
reunión de nulidades. No obstante, ingresó en la Orden, y el 18 de
noviembre de 1898 pronunció todos sus votos, asumiendo sus obli-
pciones.
Espcrdba en el auio, bajo la \•igilancia de un centinela, mientras
el Hierofante, entre las columnas y delante del altar, se clirigfa a los
altos grados y a todos Jos miembros reunidos. Crowley se había v<.-s-
tido con un ropaje exumao, w1 rnnto femenino, que llevaba una ca-
pucha echada sobre la cabeza que no Je dejaba ver nada (puesto
que la luz del mundo nalural no es sino tinieblas, comparada con
el esplendor de la Luz Divina), y había sido atado con un cordón
triple, como los vín culos que le ligaban a la naturaleza. Desde la Sa-
la de los Neófitos se escuchó una poten te voz: "I Hijo de la Tierra!
¡Levántate y entra en el Sendero de las Tinieblas!•.
Otra voz, por su parte, le impedía la entrada: •¡ Hijo de la Tierra!
¡Sin haber sido purificado ni co~sagrado, no puedes entrar en
nuestra Sagi-ada Sede!•.
De tal suene, Crowley fue purificado y consagrado con agua y
fuego.
48
El Hierofante habl6 de nuevo, como un dios ante la asamblea de
los dioses:
•Hijo de la Tierra, ¿cuáles son los motivos que te mueven a solí·
citar la admisión en esta Orden?..
Una voz contestó por él. •Mi alma vaga entre Tinieblas, buscan·
do la luz del Cotl.oci1nicnto Octtl to, y creo fir1ncmcntc que en esta
Orden es posible obtener el Conocimiento de dicha Luz. •
Y el Hierofante le preguntó: •¿Estás dispuesto, en presencia de
esta asamblea, a asumir la grande y solemne obligación de mante-
ner inviolados los secretos y misterios de nuesn-a Orden?• .
•Lo estor, respondió Crowley.
Se le ordenó que se arrodillara y colocara su mano derecha so-
bre un triángulo blanco, un gesto que simbolizaba su aspiración ac-
tiva a la consecución del Alma Superior. Inclinó la cabeza y fue
tocado una vez con el cetro. Tras lo cual, repitió, s iguiendo las pa-
labras del Hierofante, sus obligaciones: mantener el secreto acerca
de la Orden, entablar con sus miembros relaciones cordiales y amis-
tosas;)' continuar, con celo, el esmdio de las ciencias ocultas.
El castigo por la violación de este juramento era severo: sería de-
sencadenada contr.i él una corriente hostil, que podría causarle la
muerte, o la parálisis, «¡como si hubiera sido fultninado por un ra-
yo! ¡Que e l Seiior del Universo y mi Alma Superior vengan en mi
ayuda!..
•¡Hijo de las Tinieblas!», exclamó el Hierofante, concluyendo
así la ceremorúa. • Durante largo tiempo has permanecido en la os-
curidad. 1Abandona la noche v busca el día!»
Tras estas palabras, la capuc:h< que Alcister C rowley llevaba echa-
da sobre su cabeza le fue quitada, con lo que, lleno de contento, se
puso en pie, mientras la luz del conocimiento comenzaba a brillar
c::11 ~u::; vjv:s. El 1t01f1b1e l'.r1ágico, o (}Í\Tisa. que l'labía adoptado era el
de Perdurabo: •Perseveraré basta e l fin• .
1\sí nnció, e n el ten1plo de !sis Urru1i::t., de Great Queen Street, el
=
hermano Perdui-abo, Neófito O.• Oº de la Orden Hermética de la
Golden Dawn.
tsLOs grados eran identificados con los diez S¿1>ro1 (l'uedas o es-
fer<is) del ,\,·bol Cabalístico de la Vida, símbolo del universo. A juz-
gar por el ráp'do ascenso d e Crowley, los pl'imeros son relativa-
mente sencillos, m ientras que los últimos, a partir de Philosophus
4. • = 7º , &on extremadamente complicados. Han sido poquísimos
los que han alcanzado el grado de Philosophus, que si1(1a aJ aspi·
rantc a11te el umbral del Co11oci1nicnto de stt Sai1to ,\.i1gcl de la
Guarda, lo que le faculta para poder hablar con él. Los grados más
elevados son aún rnás complejos, puesLo que, desde el de Adepcus Mi-
nor, comportan una completa devoción respecLO al propio Santo An-
gel de la Guarda. En cuanto a los IYes (tltimos grados, Magister Tem-
pli, Magus e Ipsissimus [de verdad uno núsmo], sólo podían ser
alcanzados, según la ordenación establecida po1· la Golden Dawn,
por los ~>spíritus más elevados, comparables :a los Mahatmas. El pro-
pio Ma1hers no llegó m;is que al grado de Adcptus F.xemptus i .° = 4°.
En diciembre ele 1898, Crowley alcanzó eil grado de Zelator, y los
de Thcoricus y Practicus, en los dos meses siguienLes. La Orden in-
sisúa en el intervttlo de tres 1ne.scs antes de· qt1c sus 1nierr1brc)s pu-
dieran pasar al grado sucesivo, por lo que Crowley no fue Philoso-
phus hasta mayo; ciertamente, le fue mejor en la Golden Dawn que
en el TriniLy College, en donde, después de 1res años de estudio, no
consiguió graduar.se.
Mathers, en su búsqt1eda de t1n sisLerr1a de mabria rcalmenLe efi-
caz, había descubierto en la Bibliothequc de !'Arsenal de París un
manuscrito único y muy extraño, cuyo título traducido era el de El
Libro de la Magia Sagrada de Abra-Melin el Mago, •dictado por Abra-
ham "el judío" a su hijo Lamech, A. D. 1458•. El tratado había sido
escrito ori¡;>inariamcnte en hebreo; la versión de la Bibliothequc de
!'Arsenal estaba en francés antiguo, que Mathcrs procedió a tradu-
cir al inglés. No había sido el primero en los tiempos modernos en
hacer uso de la magia de Abra-Melin, pues Eliphas Lévi ya había in-
vestigado sobre ella, al igual que Ed""ard Robcrt Bulw<:r, s<:¡;>undo
barón~ primer conde de L.ytton (J83l-J89l), novelista y viney de la
India que siempre estaba tras la pista de todo lo relacio nado con la
ma¡;>ia. Se dice que L.évi había obtenido parle de su poder del libro
de Abra-Melin.
Abrnham eljudio (o su maestro, Abra-Melin) parece haber sido
un hombre honesto. Su magia no explica un misterio recu.rriendo
a otr<) sino que consiste e11 ur1a especie de sb;tema a\1todidaclé1 que
1
50
angélicas, son más poderosas que las del mal, o satánicas; y que las
últimas, en castigo, deben sen~r a las p1irner.is. Todos los cfcclos
materiales, -codos los fenómenos, son el resultado de las acciones de
los espíritus malos que lrabajan a las órdenes de los espíritus bue-
nos. Aunque eo ocasiones ocurra lo contrario, pues los espíritus
malignos consiguen escapar y, en venganza, hacen todo el mal que
pueden. Estas fuerzas satánicas concluyen pactos con los hombres,
reteniéndolos en su poder, como hizo M.efistófeles con el doctor
fausto; pues el hombre se encuenu-a a mitad de camino entre los
ángeles y los demonios, )' está acompañado por un Santo Ángel de
la Guarda y por un Demonio Malévolo. Por ello, el practicante de
la magia debe llevar una vida estrictamente pura. Mediante la ora-
ción y la co:nt.c mplaci?n en un lugar apropiado (un oratorio), pue-
de evocar a SlJ Santo A11gel de Ja Guarda. q,uie11 le instruirá en el co-
rrecto control de las Potencias de las Tinie blas. Por olra parte, si es
incapaz de resistir a la tentación, será, rápidamente, presa del De-
monio Malévolo, y su carre1-a será una serie de desventm-as, que aca-
barán a su m uerte con una rápida caída en los infiernos.
No existe un ritual definido en la magia de Abra-Melin, sólo lis-
tas de ángeles y demonios que pueden ser evocados, y de talisma-
nes que pueden ser consagrados pa1-a varios fines, como devolver la
vida a los muertos, volar por el aire, desa'tar o aplacar las tormen-
tas, conse¡,'1l.lir oro, o inflamar de deseo a las personas que el mago
desee. El único problema es que nada de esto puede hacerse hasta
que no aparezca el Santo Ángel de la Guarda «en su incomparable
belleza•, después de seis meses de intensa preparación, e indique
. . . .
al a.~pirante cuál es el método a seguir para la realización de tal o
cual fin.
Abra-Mclin advierte que, cuando el aspirante comience la op<-~
ración nnediant.c la cual invoca a su Santo Ángel de la Guarda, cn-
conu-ará una enérgica oposición por parte de su familia, por lo que
deberá evitarla y recoge1-se en un lugar solitario. Crowley, que por
aquel entonces era para su madre, su lÍO y sus 1.fas, algo así como un
descastad o, se sinti6 muy feliz al poder marcharse de casa . Tom6 un
apanamcnto en Chance;y Lane, en la City, y a modo de disfraz ali.r·
mó ser el conde Vladimir Svareff. Una colección de poemas titula-
da jeu:be.l apareció con .su nuevo nomb1·e, que, según dijo, había
adoptado para aumentar su conocimiento de la humanidad. Había
observado cuán serviles se mosu·dban nos comerciantes ele Cam-
bridge en su trato con los inicmbros de la Universidad: pues ahom
él quería saber cómo se co1nportarían con un aristócrata ruso.
St
Arregló dos de las habi1aciones del apartamento para que sirvie-
ran de templos, uno para la práctica de la magia blanca, y el OITO
parn la de la magia negra. Las paredes del templo •blanco• estaban
revestidas de seis grandes espej os, para que no absorbieran la ener-
gía de las invocaciones; el templo •negro• se hallaba vacío, con ex-
cepción de un altar sostenido por la figura de ébano de un negro
que se apoyaba sobre las manos, y un esqueleto humano que el her-
mano Perdm-abo, en un intento de devolverle la vida, alimentaba
con sangre, pajaiillos yjugo de carne. Ambos templos disponían de
su círculo mágico y su pentagrama sobre el pavimento.
Durante una de las ceremonias dd templo de Jsis-Urania de la
Golden Dawn, en Great Queen Sueet, Crowley sintió la presencia
de una tremenda fuerza mágica: emanaba de un joven de ojos lu-
minosos y de mpido y desordenado cabello negro. Se trataba del
hermano lebi Ao ur, que, entre los hombre.s, era llamado Allan Ben-
nett. La fama de lehi Aour [Hág-ase la luz], que era tres años mayor
que Crowley, ei-" inmensa; sólo iba a la zaga del propio Mathers.
Despu és de la ceremonia, y mientras se estaban cambiando en
o tra habitació n, Ichi Ao ur se acercó de improviso a Perdurabo, le
miró cor1 ojc)s J>C.::nctrdrttes y le dijo er1 u11 torio casi ametla.zante:
• ;Pequeño hermano. andas metido en la Goecia!• .
Perdurabo negó bailarse relacionado con la Goecia, un término
que alude a actos de magia relacionados con fuerzas malignas u os-
curas.
•En ese ca.so•, le respondió íehi Aour, •la Coecia se ha estado
metiendo contigo•.
Crowley no hizo comen tarios a esta acusación , pero la enCltjó, co-
mo si se ha.liase inclinado a aceptarla. En el rosuo de Perdurabo, o
en su aura. lehi Aour había observado, al parecer, la presencia de
algo maligno.
Al día sigtúente, Crowley salió en busca de Allan Bennett, y lo en-
contró en w1a miserable '~vienda del sur del Támesis, que compar-
tía con o tro hennano de la Orden. Se quedó anonadado al ver al
Muy Honorable H ermano Iehi Aour viviendo en la incomodidad y
la pobreza, y le invitó a compartir con él su apartamento de Chan-
cery Lane. lehi Aour aceptó la oferta. a condició n de ser el gurlÍ de
Perdurnbo y, asim ismo, de enseñarle todo Jo q ue sabía.
La búsqueda de Crowley habla ter-minado: fi nalmente, había en-
contrado al tvlaestro que necesitaba. Bennett se mudó a Chancery
La.ne, y, bien pronto, aquellos dos aspirantes a la luz em pezaron a
practicar las ceremo nias mágicas de su orden: la e\'ocación y expul-
52
sión de espírims, la consagración de talismanes, etc. Por desgra-
cia, el santo gurú sufría de asma, que mitibr.tba con opio, morfina y
cocaína, pasando de una a otra drog-.t tras períodos, aproximada-
mente, de un mes. •Le be visto echado en la cama durante una se-
mana,)' recobrar el conocimiento sólo lo suficiente para alcanzar la
botella [de cloroformo) y la esponja•, dice Crowley, quien, a su vez,
acabaría padeciendo la misma enfermedad. Y el hennano Iehi
Aour, que había estudiado química, le habló al hermano Perdura-
bo de una antibrua tradición acerca de una droga cuyo uso •abrirá
las puertas del Mundo que se halla m'is allá del Velo de la Materia..
Crowley estaba decidido a encontrar esta droga, y comenzó a ex-
perimentar consigo mismo, y con otros, con opio, cocaína y hachís;
no tenía dificultad en procurarse estos narcóticos, ya que la ley so-
bre el consumo de drogas peligrosas no fue aprobada, en el Reino
Unido, hasta 1921.
No tenía miedo de convertirse en un adicto porque rechazaba la
teoría de la «fascinación irresistible•; la rectitud moral, decía, era su
salvaguarda. Pero su rectitud moral no constituía una sahraguarda
contra los accidentes mágicos en su apartamento, donde las fuerzas
del bien y del mal chocaban entre sí. Una noche, al regresar a ca-
sa después de una cena en compai1ía del hermano Volo Noscere
(Gcorgc Cccil ]ones), se encontr<) en la~ t."Scalcras con un cnorn1c
y extraño gato negro: su templo estaba destrozado, el altar derriba-
do y el mobiliario desparramado por todas partes.
F11e la expe1iencia mi5 irnporutltt.e y espa11 1.osa que jan1á.s 11aya et>
nocido.
53
u:n domingo por la mañana, mientras su fa.milia se hallaba reunida
para la lectura en común de la Biblia, copuló con la nueva donce-
lla encima de la cama de su madre. Después acus6 a la muchacha
de los motivos más abyectos y de inte11to de chantaje, co11 lo que és--
la no tardó en perder su puesto.
Antes de akan1.ar la edad de veinte años, ya se había decidido a
p1·obar de todo, en lo referente a experiencias sexuales, una ambi-
ción que, tal y como su ,;da nos enseña, realizó plenamente; pero,
al hacer del coito un acto de adoración o de magia, una •afirma-
ción mágica», como a. veces lo llamaba sus fornicaciones son r.ná.:;
1
54
son, excepto que no son para mí. Tengo razones personales para no
usar mi propio dinero en este asunto.•
Las r.tZones persc>nales eran que é1 no ten ía tanto dinero como
afirmab.'l tener, y que, de ninguna manera tenía la costumbre de re-
galarlo, ni siquiera a un hermano de la Orden. Contaba con sus
amigos, especialmente con lac; m11jercs para q11e se lo proporci<>-
1
nar.-an.
•Un punto para Buer., comentó Crowley, lleno de júbilo, des-
pués de que la mujer del coronel le hubiera entr·e gado lo que le ha-
bía pedido. Veintitantos años más tarde, cuando el nombre de
Crowley era familiar en todo el mundo, este incidente fue publica-
do en el S11nday E.'CjJress. •En 1900 fue denunciado a la policía por ha-
ber sustraído 200 libras a la viuda con la que vivía; no obstan le, ésta
retiró la denuncia.»
El año, al menos, era correcto, pues fue en 1900 cuando Allan
Bennett P.artía P.ara Ceilán, núentras q~e Crowley.lo hacía P!lTª Es-
cocia, cargado con los grandes espejos de su templo.
55
4. Yeats y Crowley
«Si deseas Ue·\l"ar a btten término las. operacio 11es que le pen11iti-
rán conj urar a tu Sar1to Ángel de la Guarda,., dice el mago Ab1ra-M<.--
lin, "'ºprimero que has de hacer es constn1ir un oratorio en un 111·
gar apartado. Este oratorio o templo deberá disponer de una puerta
orieniada hacia el none, que dé a uo:a terraza o superficie plana,
cubierta de arena ian fina como la de un río. Al final de la terraza
habrá de instalarse un camarín, en el que puedan conbrregarse los
espíritus malvados (a los que uno podrá acercarse sin pclibrr•o una
vez haya invocado al Santo Ángel de la Guarda) , ya que su prcsen·
cía dentro del oratorio est.1 prohibida. Y este cauiarín deber á dis-
poner de gran profüsión de ventanas, de manera que los demonios
que haya en su interior puedan ser vistos en todo momento•.
La creencia cristiana en un Santo Ángel de la Guarda data de
los tiempos de l\iJarco Aurelio, el t':itoico emperador romano, quien
estaba convencido de que la divinidad daba a cada hombre un
daemo11, o espírilu tutelar, para que le sirviera de guía.
¿Cuál sería el lugai· más apropiado para que Perdurabo pudiera
construir un orato1io? Reco1Tió el Lake Distl'ict y Escocia, y se dcci·
. .
dió finalmente por una casa muy grande pero de una sola p lanta,
llamada Boleskine, cerca del pueblo de Foyers. Delante de ella es-
taba el J..igo Nes.s y detr.is se levantaba una colina: era el lug;u· ideal
para practicar la magia de Abra·Mclin. El hermano Per<lurabo pre-
paró su o ratorio en una de las habitaciones que daban al norte y, de
acuerdo con las instrucciones, recogió arena de las orillas del lago
para la terraza. La Pascua era la época idónea para dar comienzo a
la operación, así que se enu·etuvo, mientras tanto, pescando salmo-
nt-s, hacien<lo el amor y aterrori1.ando a los lug<1reños y a sus ovejas
con sus eres acompañantes: un gran danés, un alsaciano (o pastor
alemán) )'un bulldog.
De acuerdo con la antigua costumbre escocesa de 1Ja1nar laird. a
un propieta.r io de tierras, se hizo 1Ja1nar Laird de Boleskine y, a ve·
ces, Laird de Boleskine y AbertarlT. que consideraba más apropiado
para un hombre que ctisponía de una ca~a y dos acres de terreno en
56
los páramos de Escocia, que el habitual de Mr. Aleister Crowley. Pe-
ro Crowlcy interpretaba In palabra latrd no en st1 sentido de ..cpro-
pietariO» (landwrd) sino en el de /Qrd; y éste fue su título cuando dejó
su residencia en las Higblands y llegó a tierra de sajones. Conse-
cuentemente, hizo imprimir en sus ca1tas t1na corona en relieve cor1
una B dorada (de Boleskine} debajo, y en el material de corres-
pondencia un vistoso escudo de annas, al que ailadió un aforismo
en sánscrito.
La invocación de los demonios según el método de Abra-Melin
es un asunto delicado. Crowley lo siguió -"el camarín y la terraW»,
escribió, •Se poblaron en seguida de sombrías formas•- , pero fue
incapaz de controlarlos. Oriens, Pain1on1 Ariton, Amaimon 1• y sus
ciento once servidores se escapa.ron del camarín y entraron en la ca-
sa, donde hicieron estragos: su cochero, basta aquel momento abs-
temio, cayó presa del delirimn tremens, una clarividente que había
traído de Londres, regresó para convertirse en prostituta; su ama de
llaves, •incapaz de soportar Ja sensación de irrealidad de aquel lu-
gar•, desapareció; uno de los hombres que trabajaban en la finca
enloqueció e intentó matar al Laird de Boleskine. Hasta el carnice-
ro del pueblo resultó afectado cuando, casualmente, Crowley juntó,
en una de sus facturas, los nombres de dos demonios, Elerion y Ma-
bakiel, que significaban, respectivamente, •risa• y •lamento•, con
lo que el sentido de ambas palabras yuxtapuestas pasó a ser el si-
gttiente: •Dolor imprevisto desciende súbitamente sobre la felici-
dad• . Y ~>sto, por des¡,'fllcia, fue deumsiado cierto, porque el carn i-
cero, mientras estaba cortando un trozo de carne para un cliente,
se seccionó, accidentalmente, Ja arteria femoral y murió a los pocos
i1tstan les.
El Plano Asual era uno de los lC1Tirorios más explorados. Crow-
Iey ha dejado una descripción de algunas de sus ascensiones, reali-
zadas proyectando al exterior su propia imagen, y transfiriéndole su
propia conciencia. Y después, mediante una invocación a las fuer-
zas apropiadas, se imaginaba a sí mismo levitando. En ocasiones,
11!\al);l Ja hol::.. tie rr1stal p::..r.:t tal fin. Vio') a C..rii::r.o r.on ~I S::t1n;irirano,
y después a sí mismo cmcificado. Se mantuvo dentro de la Luz Oi-
\1na, con w1a corona de doce estrellas sobre su cabeza; la tierra se
abrió para que él pudiese acceder hasta su :l.ltténtico centro, e11
donde escaló la cima de una elevada montar1a. Muchos dragones
saltaron hacia é l 1nienLras se aproxin1aba al Sa11tuario Secreto, pero
los venció a todos con una palabra.
Ésta era una \isión alquímica de su consecución de la Gran Obr.i'.
57
Crowley comprendió entonces que había nacido con todas las
apticudes necesarias para ser nn gran mago. No es sorprendente
que alcanzase rápidamente los grados de Practicus y Philosophus.
58
un carruaje, con los ojos vendados. Tras una lucha consigo mis1no,
Mathers llevó el espectáculo al Théatre Bodiniere (dirigido por M.
Bodinier), en e l 18 de la rue Saint-Lazare, que anteriormente había
sido el Théatre d' Application, un teatro de sombras. En el centro
del escenario se encontraba una enorme estatua de !sis, de escayo-
la pintada, flanqueada por las estatuas de otras divinidades egipcias.
Enfrente de todas ellas había un altar, con una lárnpan1 tibetana de
piedra verde, en la que ardía una llama perpetua. El Hierofante
Ramsés (?l.lat.hers) salió de entre las sombras. En una de sus manos
llevaba un sistro, o sonaja, con el que rompió e l silencio; en la otra
podía verse una ramita de loto. Se acercó hasta el altar y, con po-
tente voz, recitó algunas oraciones del Libro de los iHuertos.
A continuación hizo su aparición la Suma Sal:crdolisa Anari
(Moina Mathers). Con una voz apasionada y penetrante, invocó a la
diosa !sis. Una vez que hubo acabado, una joven señora parisina bai-
le) la danza de los cuatro elementos.
La reprcsentaci6n <ll1r6 er1 su totalidad cerca de dos l1oras }' fue
•extremadamente artística», en palabr.1s de André Gaucher, que cu-
brió la información 1>ara l.'f.dw du Mcniei/leux.
Mathers tenia un car.icter rcst:n>ado y de.sco11fiado: tlabía oca-
:sior'tc:s en l~ que creía que sus colegas estaban conspU:a11do contra
él. Crowley dljo de Mathers que era demasiado devoto de Marte.
Sus modales autocrático$ y enfáticos hacen pcnsu en la paranoia.
A partir de 1897, Mrs. Emef}' füe la representante de Mathers en
Londres: era tma posición de gran responsabilidad, que requería in-
finitas dosi.3 de tacto. Aunque e n .Pn.rís huhi<~n:: t1n templo <le lu Or-
den, I~ tn;lyor r•~rlf' <~ l;l Hrrm:anrl:trl resirlí;t en (;rnn Rr~tañ;¡, y f!S
probable que Malhers estuviese recibiendo de ellos alg(m apoyo fi-
.nanciero, si bien modesto. Y !e era r1ecesario, puesto que. cuando e11
18\16 Tabby liomiman, como consecuencia de alguna •iiscusión, cor-
tó cstn a.signnci<}r1, fue expubada de la Orden. M.rs. E.mery era la Ins-
tructora d el Ritual d e la Orden: y puesto que también era Floreoce
farr, la consumada actri.z, se hallaba en disposición de desempeña1·
ese papel a la perfección. Sin embargo, no era capaz de cumplir el
papel ae representante a e Mamers y, al llegar el aoo 19QO, Ja fricción
c.n trc ambos era tal que le ofreció su dimisión. Y hastiada d e t.odo el
asunto. propuso cerrar el templo de lsis-Urania. cuyos miembro; te-
nían como máxirno el ¡,,..,..•do de Philosophus 4. º = 7°. •Me niego ro-
tundamente a que se cierre el templo de lsis-Urania• , respondió
Mathers. Una Importante razón para no cerrar aquel templo era que
.se habría i11te1·rumpido e l A1!io de c.a_ndid.2.tos a la Segunda O rde n.
59
La Segunda Orden era la Orden de la Rosa Roja y de Ja Cntz de
Oro, una orden rosacruz para Adeptos avanzados. Había sido fun-
dada por Mathers en 1892, una vez que hubo dispuesto dd ritual del
grado s.• = 6°, recibido d e los Jefes Secretos.
En medio de t.'St.:-t. disputa, CrO\"'lcy rcgr<..<s6 de Bolcskine con t1na
peúción para su ascenso en la Orden. Petición que era r.otal.meote
legítima, pero, para su sorpresa, el Cancellarius de la Segunda Or-
den -aquel a cuya puerta llamaba Crowley- se negó a admitirle.
l.ndignado, Crowlcy se fue a París el 13 de enero de 190-0 para que
el propio Mathcrs le inicia5c. Había conocido a Mat.hers en mayo
del ailo ante1ior. Lo desclibe como • un mago de poder es incues-
lionablemente e xtraordinarios. Era un estudioso y un caballero. Te-
n.ía ese h:íbito d(: auwlidad que inspira confian1.a porque nunca lk~
ga a dudar de sí mismo. Un hombre que hace lo que él no puede ser
juzgado po r los C<\digos y cánones convencionales.'. El Laird de Bo-
lesk.ine y Abcrtarff, ataviado con el traje tradicional de las Highlands
de Escocia, y el conde de Glenstr.ic (ninguno de los dos tenía una
gota de sangre escocesa en las venas) estaban una vez más frente a
frente. Por devoción a su jefe, Crowley se ofreció, sin género de re-
servas, a poner su fortuna a disposición de Mathers. Es clifícil decir
quién de los dos engañó más al otro. Eran más parecidos entre sí de
lo que suponían. Después de haber conseguido que el hennano Per-
durabo pronunciase un solcrnne jurarne11to de obediencia y discre-
ción, el hermano Oeo Duce Comite f'crro', por llamar a Mathers
con su nombre m.igico, le in ició al grado 5.º = 6°. Crowley, lleno de
alegría, registró el acontecimiento: «Admitido a la g lo1ia de Tiphe-
reth • (el sexto s.éfira' del Árbol d·e la Vida) . Lo que quería decir es
que había superado el Grado del Umbral, o de Prueba, y que podría
moverse por la Segunda Orden; ahora ya era Adeprus Minor. Re-
gresó a Loncfrcs )'se precipitó a la sede de la Segunda Orden, en el
36 de Blythe Road, Hammersmith, para pedir a Mliss Crackncll, la
Secrcralia de la Orden cncarg-ad:t de conceder los documentos, los
rituales en consonancia con su nuevo y exaltado grado. Pero le es-
peraba otra desilusión. Con la excusa de que los miembros de la Or-
den no aceptaba n la iniciación de Crowley auspiciada por Mathers,
se negó a darle los lituales. Crowley regresó a París para informar a
Mathers. •A principios de 1900 solicité de la Segunda Orden, en
Londres, los documentos a que me daba derecho mi iniciación de
París. Me fueron negados en términos tales que vi claramente que
los miembros de Londres se encontraban en abierta rebelión con-
tra su jefe, aunque tenían miedo de declarar sus in tenciones.•'
60
Crowley estaba conliJndido: los miembros de Londres no tenían
miedo de declarar sus intenciones, y en cualquier caso, el compor-
tarniento de Mathers era de los que, antes o después, acaban crean-
d o la oposición que temen. Lo que, fundamentalmente, le asustaba
era que los hermanos de Londres invitaran a l hermano Sapere An-
de (\<Vestcou) a ingresar de nuevo en la Orden y tomar su puesto.
Para evitarlo informó a Mrs. Emery, en carta del 16 de febrero de
1900, que Sapere Aude había falsificado toda la correspondencia
con Anna Sprengel, lo que ponía en entredicho la existencia de es-
ta última:
61
dos o tres días siguientes, convocaría a sus miembros ante él. Lleva-
ría una máscara, e iría acompañado por un Escriba, que anotaría t<>-
das las respuestas a sus pregun tas. Todos Jos miembros de la Se-
gunda Orden eran de grado 5.º = fP. Sin embargo, Crowley propuso
preguntarles primero si creían en la verdad de las doctiinas d e
aquel grado, a lo que debían contestar con un sí o un no. Si la res-
puesta era afirmativa, les preguntarla si creían que esas docn-inas
habían brotado •solamente de una fuente pura•, esLO es, de los Je-
fes Secretos. Si contestaban que no, ent.o nces los de¡,rradaría a •Se-
ñor de los Senderos ante el Portal de la Cripta de los Adeptos•, lo
que quiere decir que habrían de pe1manecer ante el umbral de la
Segunda Orden. Y entonces les pregunta1ía: •¿Prometéis solemne-
m ente acabar con estas indecorosas disputas al liderazgo de la Or-
den? Yo, por roí parte, puedo aseguraros, con conocimiento d e cau-
sa, que D. D. C. F. (Mathers) es, en verdad, de grado 7. º = 4º··
(Mathers era un Adeptus Exemptus, e l grado más elevado de la Se-
gunda Orden, Jo que Je co1úerfa la autoridad d e gobernar las dos
órdenes, la d e la Ro.sa Cruz y la de la Golden Dawn. Además era el
único q~•e estaba en f!OSesión de tal sr-ado.)
Despl1és de todo esto, Crov.1ley propuso qtie los 1niemb1·os fi ..-
manto un docume nto en el que ratificarían solemnemente su leal-
tad <t Matheí$; :si ~e negaban: él lo$ expul~aría de la Orden.
Los miembros d e la Orden Externa (la G•)lden Dawn) también
.,erían convocado:1, i11tcrrog-ddos sobre ~us con,riccionc.~ 1 e in";rado.,
a firmar la declaración de fidelidad a Mathe1~.
l'or último, sería necesario volver a consagrar la Cripta.
Se suponía que la Cripta era una réplica de aquella otra en la
que e l legendario fundador de la Orden de la Rosa Roja y de la
Cruz de Oro, Christian Rosenkreutz, había sido depositado, bajo el
mc) nt.e Abiegr1us, a la edad de ciento seis años. allá por el sigJo X\'.
Era una construcción de madera, de siete caras, cada una de las cua-
les tenía cinto pies de ancho por ocho de alto. En el techo se había
pintado un polígono de siete lados, que contenía una est.re lla de sie-
te puntas, y dentro de la estrella, el triángulo del Fuego, con uno de
SLlS ''értices hacia arriba, q11e, a st1 ·1ez, co11te11ía la Rosa de vei11tidós
pétalos. En todo aquel e.squema se habian di•puesto los Senderos y
los Séfirot (Emanaciones) del Árbol de la Vida, así como las inílue n-
óas p lanetarias. Toda Ja figura estaba pintada de blanco y oro.
Sobre el pavimento de la Ciiptz estaba pintado otro polígono de
siete lados, del mismo tamaño, que también contenía una eso-ella
rl~ siete p11nras, pero con el triángi1lo <lel Ag11a, l')t 1e tit'ne 11no rle
st1s vértices hacia abajo, rodeado por el Gran Dragón Rojo de Siete
Cabews. Alrededor de cada una de éstas, se habían escrito los nom-
bres que correspondían a los Q]ifot', malignos y contr.uios a los Sé-
ffrot, y en cada uno de los ángulos del triángulo, uno de los nom-
bres de los Ángeles Negros, Satariel, Uriel y Thaumiel. Pero en el
interior de este triángulo maligno había sido trazado el símbolo re-
dentor de la C1uz de Oro, al que había sido añadida la Rosa Rc~a,
cuyos pétalos alcanzaban el número de siete veces siete. Todo el mo-
ti~·o estaba decorado en blallco y negro, resaltando el escarlata del
Dragón de siete cabezas.
Cada llna de las siete paredes estaba dividida en cuarenta cua-
d1rados, en cada uno de los cuales se habían dibujado símbolos zo-
diacales, plane1arios y alquímicos, y letras del alfabeto hebreo. Ca-
da una de las paredes estaba pintada de diferente color, los cuales
reproducían los del arco iris.
La Cripta de Rosenkreutz era una creaci6n de Mathcrs, y el uso
que de ella hizo demuestra que tenía cierto sentido del drama, aun-
que no del humor. El candidato a la admisión dentro de la Segun-
da Orden era conducido hasta la Cripta, donde encono·aba un al-
tar. Los Adeptos Segundo y Tercero se apartaban del altar, dejando
al descubierto t111 pastos, o ata(1d. Proce<-lían a qt1itar la tapa de)
ataúd, bajo la cual apru·ecía. el Adepto Jefe vestido con sus galas ri-
tuales, con el nemyss egipcio, o tocado, en la cabeza: simbolizaba el
cuerpo incorn1ptible de Ch.ristian Rosenkreutz. Con los ()jos cerra-
dos, el Adepto .Jefe -en Londres y basta 1. 897 lo babía sido el doctor
\Vestcott- declamaba lo siguiente: •Sepultados con esta Luz en una
muerte mística y re.surgiendo de nuevo en nústica resun-ección, de-
purado y pwificado por la gracia de nuestro Maestro, ¡Oh Hcrrna-
no de la Cntz y la Rosa!, como Él, ¡Oh Adeptos de todas las épocas!,
¡lo habéis conseguido!•. A continuación se explicaba al iniciado el
simbolismo de la Tumba.
Con el útulo de •Enviad.o Plenipotenciario•, y con las cartas de
autorización de Mathers, Crowlcy abandonó París y se fue a Lon-
dres. Su misión era ocupar Ja Cripta de Christian Rosenkreutz.
El lunes 16 de abdl efectuó un reconocimiento preliminar del 36
de Blythe Road, Hammersmith. Los locales de la Orden estaban en
el primer piso. Persuadió al casero, un tal Mr. \Vilkinson. de que dis-
ponía de la autoridad suficiente como parn entrar. •Visto casero: le
convencí•, escribió en su diaiio mágico. •Vista Fidelis y resueltos
detalles finales captura de la Cripta. Conmnado matón en casa pú-
blica de Leicester Square...
63
AJ día siguiente, Crowley y su amante, Elaine Simpson (hermana
Fidelis, en la Colden Dawn), llegaron al 36 de Blythe Road. Elaine
era algunos años mayor que Crowley, y ya en 1892 e·ra 5.º = 6°. Am-
bos encontr<1ron a Miss Cracknell en el apartamento, le dijeron que
habían ••enido a tomar posesión de él en nombre de Deo Duce Co-
mitc Ferro, y la echaron a la calle. (Crowley describió a Miss Crack-
11ell como \(una furcia sáfic;1siempre insatisf'Ccha».) Pero se f11c a la
oficina de Correos más cerca11a y envió 110 telegrdma a E. A. H un~
ter (hermano Hora et Semper), un antiguo miembro de la Segun·
da Orden, en el que le decía: •Venga deprisa a Blythe Road, ha su-
cedido algo espantoso•.
Hunter apareció. Y se encontró con que las habitaciones cerra-
das por orden de Mrs. Emcry habían sido abiertas y las puertas Le-
n íru1 cer~1duras n11evas. Cro\vley lo había conseguid-<>. En s11 versión
de los hechos, Hunter dijo que Crowley entró en Las habitaciones
desp11és. de «un~1 cierta resisterlcia». Crc)\Yley le Í¡r1fonn<:"> rápida-
mente de que Miss Cracknell, que estaba detrás de Hunter, mirán-
dole agazapada, por deb~jo de los hombros de éste, debía irse
inmediatamente, ya que la había cesado. Mientras estaban discu·
tiendo, illegó Mrs. Emery. Sus argumentos no conmovieron a Crow-
Jci•: él había conquistado la Cripta y eso era todo. Mrs. Emery se fue
y volvió con un policía de uniforme, quien, tras oír a ambas partes.
orden(> a Cro'''I~)' 9ue se rr1ar·c l1ara .
.i\I parecer, e l rniércoles r10 octtrrí6 11ada, pero al día siguie11Le,
j ueves L9 de abril, Huntcr y VJ. B. Yeats se presentaron en Bly1.he
Road para preguntarle a \Vilkinson cómo había pennitido que
Crowley irrumpiese en los locales. En medio de la discusión ap<ue-
ció Crowley. Vestía a la usanza de las Highlands, con una máscara
negra sobre el roso-o y un plaid' echado sobre la cabeza y los hom-
bros para completar su disfra1- Sobre su pecho brillaba u.n a enorme
cruz dorada y en la cintw·a llevaba una daga. Elaine, a la que había
nombrado su Escriba, estaba con él. Había sufrido una decepción
al no encontrar en la entrada al matón. Hunter y Yeats le dijeron
que se fuera en seguida; no tenía ningún derecho a entrai· en el lo-
cal. Crowley se mantuvo firme: tenía todos los derechos y estaba au-
torizado para actuar así por Deo Duce Comite Fen·o. Y, para pro-
barlo, exhibió la declaración de Mal.hers, redactada en los términos
más pomposos y autoritarios.
Aquella mailana una peluca, que \Villie Clarkson, el famoso fa-
bricante de pelucas, enviaba a Miss Ela.ine Simpson, había lleg-ado
al 36 de Blythe Road; era parte del atavío que necesitaba para las di-
64
ficiles diligencias que aún le quedaban po:r hacer. Ydurante todo el
día llegaron numerosos telegramas, incluido uno del extranjero,
dirigidos a MacGregor Mathers, como si )"ª se hubiese insr.alado en
los locales de la Segunda Orden. Todos l.os telegramas fueron de-
vueltos.
A petición de Yeais, 'Wilkinson mandó a buscar a un policía, que
les dijo a c~owley y Elaine que se fueran. En aquel momento, Elai-
ne tenía entre sus manos el paquete que contenía la peluca.
Eran las doce del mediodía. El matón llegó a Ja una en punto.
Dijo a Hunter y a YealS que había estado buscando Blythe Road por
todo Londr·e s. •No estaba muy seguro de lo que tenía que hacer, y
pensaba que allí debía celebrarse algo así como una fiesta.• Mr.
Crowley, dijo, le había contratado al salir del Alhambra.
El mismo día, Malhcrs, Elaine Simpson y su madre' fueron ex-
pulsados de la Segunda Orden. Y Crowley no lo fue gracias a que no
pertenecía a ella.
En una carta enviada el 25 de abril a lady Gregory, Yeats revela
las razones de que Crowley no fuese aceptado:
Úlritnameote han corrido pard lIÚ n1alos tiempos. Le d~jc qt1e t"S-
taba echando fuerd de la Kábbala (la Orden) a MacGregor. Bueno,
pues la úUtima semana en\IÍÓ a un loco, al que nos l1abía1l1os 11ega-
do a iniciar, a lomar posesión de los locale-s y documentos de la So-
ciedad. Este individuo se ha apoderado de los locales, y al ser ex·
pulsado, Jia intentado volver a ocuparlos. Habiendo fracasado, no
se le ha o<:unido otra cosa que poner un recurso, amparándose en
que es un .. en vi~ldO de M.:tther.:; .. , y ell que: no hny nndn en los cstu-
tUlOS de la Sociedad que ooo pemúta deponer a Mathors. Este en-
viado es un tal Crowley, un indivicluo totalmente indescriptible. Yo
creo qt1c está buscando vengan:z~ por h.aberncs: neg:tdo a iniciarle .
Y no le hemos admitido porque no creemos que una sorjedad mís-
tica sea un retürmatorio.
65
saba la jurisdicción del tribunal . Por esta razón, la causa fue retira-
da y Crowley, que la había iniciado, tuvo q ue pagar las costas, cin-
co libras.
Tal fue Ja querella que supu.<o el comienzo del fin de Ja primi-
genia Golden Dawn. El •Enviado Plcnipoicnciario• sólo consiguió
aumentar las hostilidades y que MacGregor Mathers se hiciese aún
menos aceptable a los ojos de la Confraternidad de Londres. Los in-
tenlOs de reorganizar la Orden, reflejados en un opúsculo de YeaL<,
publicado anónimamente, Is 1he Ortltrroflhe R{osM) R(uheae) et A(m~ae)
C(rocis) to i·emain a Magical Order? (febrero-marzo 1901), no sunje-
rc)n efecto pues las sociedades m~ígicas no S<>n de m<>cr:iticas, s ino je--
1
66
Ir hasta el fin del mundo <:omo resultado de un impulso era ca·
ractcrístico de Crowley; tal era su forma de hacer las cosas, todo por
impulsos; pero quizá su súbita parúda hacia México se debiera a
que la policía deseaba interrogarle acerca del dinero que había re-
cibido de la •viuda del coronel•.
Su primera parada eo el camino a México fue Nueva York, a don·
de llegó en la cresta de una ola de calor que, según se decía, estaba
matando diariamente a cerca de cien personas. Y se espantó al pen·
sar que México era mucho más caluroso, y casi llegó a cambiar sus
planes. Los u·es días que pe1maneció en Nueva York los utilizó, fun·
damentahnente, en salir y entrar al baño. Y después montó en el
lren que debería llevarlo hasta Ciudad de México.
Alquiló una casa que miraba a la Alameda, el hermoso parque
del centro de la ciudad, y contrató a una joven india para que le cuí·
da.se y compartiese su Jecho. Se dedicó a Ja magia e hizo sus prime-
ros experimentos par.l adquirir la visibilidad, al invocar al dios del
silencio Harpócraws.
67
poner lo contrario, debió tenerlo, y en abundancia. aquella tarde.
Se trataba de otra de sus •afirmaciones mágicas•, y otro acto de de-
safío que hacía pensando en su madre, a la cual, como todos los
hombres inmaduros, se hallaba fuertemente ligado. Crowley reco-
gió el incidente en sus Dmfessúms, no como una indicación de sus
gust0s sexuales o de su pasión hacia todas las cosas mórbidas y de-
sagradables, sino, simplemente,. como preámbulo a su drama en
verso Tamihiiuser, que escribió inmediatamente después. Se había
sentido tan estimulado por aquella ama de casa mexicana que, des-
pués d e haberla dejado, fue capaz de irse a su hotel y trabajar du-
ranle sesenlll y siete hora5 sc¡;uidas en el diálogo en verso qm: tiene
lugar entre Venus y Tannhauser. Había visto la ópera de \Vagner en
el Cov'e nt Carden: el papel de Venus era interpretado por una pri-
ma. donna norteamericana que había conocido en París. durante
una de las representaciones prh'lldas que ofrecía Mathers. Se ha-
bían enamorado y decidieron casarse, pero Crowlcy apc:nas men-
ciona sus amoríos, que, de cualquier modo, se habían visto tnmca-
dos por su súbito viaje a México .
Tannhiii"rer, una histmia de todos los tiempos, en cuatro a.ecos y un
epílog•o, no explica nada de los impulsos lujuriosos que le habían
impelido a escribir el poema, ni tampoco hace referencia alguna a
la misteriosa prima don.n.a americana. Si hubiera esérito algo sobre
alguna de estas dos mujeres, la repelente a.mame de unas horas o la
cantante de ópera, podría haber compuesto un genuino poema; pe-
ro en lugar de eso nos engañó con sus altisonantes versos sobre la
l~yenda alemana.
Por ahora disponernos de tres aspectos de la psicología de Crow-
ley gue resultan claros. Primero: carecía de frenos inhibitorios. Se
lanzaba a todo tipo de aventuras que excitasen su fantasía, tanto
mejc¡r si eran horribles, y no tenía miedo a la locura.
Segundo: tenía necesidad de alguna experiencia fuerte u horri-
ble para •ponerse en marcha•. La mayor parte de la gente se •po-
ne en marcha» sentándose en casa con un libre>, <>yendo música o
mirando un cuadro. Por d io, lo que yo creo es que le faltaba imagi-
nación . Como demuestra t(>da su existencia, hizo todo le) posible
para sentirse estimulado; nunca se sintió saciado de aventuras fan-
tásticas; no podía recibir de ninguna otra manera la comunicación.
Tercero: no sentía respeto por su propio cuerpo (ni por el de na-
die). Apenas era consciente de sí mismo como cuerpo físico y se ha-
bría sorprendido ligeramente si alguien le hubiese indicado que
ocupaba un lugar en el espacio.
68
De esto se deduce que no tenía miedo a coger la sífilis. '1'ai at-
trapé le syphillas en 1897-, escribe por los atios veinte a sn médico
francés, «me sruis soigneusement mercurialisé. n'ai ja.rnais eu de
symptómes ultra-sérieux et rien du tout depuis 1917-''.
Despreciaba. siempre a los que evitaban la promiscuidad por mie-
d o a las enfermedades venéreas, )' lleg-aba al punto de afirmar, con
la fuerza de quien tiene un oculto motivo para sus opini·o nes absur-
das y nocivas, que la sífilis es el fundamento de la genialidad y que
•sería saludable (! ] para todo '"'rón, ser impregnado con los gér-
menes de este virus para facilitar el cultivo del genio individual•".
En la madurez, cuando estaba en su Abadía de Tiielema, se des-
cribió a sí mismo de la siguiente manera:
69
las dos ún ica~ pe rsonas de las que nunca hiio nin¡,•tma o bservación
hostil. Definió a Eckenstein como el más grande escalador de su
é poca; mie ntras que Benne tc era su gurú para Ja magia, Eckenscein
era su maestro en montañismo. Es interesante observar que los tres
hombres subían de asma.
• Eckenstein., escribía Crowley a Harry Dough cy e n 1924, •con
tal d e pone rle la mano e ncima a cualquier cosa, que sólo tul indivi-
duo muy car!(ado de hachís podría llamar un "saliente", habría sido
capaz de ir a fl1r11arse e 11 pocos segundos u1·1a pipa al .Stlsodicl10 sa-
liente sin que ninguno de nosotros pudiese explicar cómo lo había
hecho; y aunque yo era incapaz de hacer el más leve "jercicio gim-
nástico, conseguía llegar a lugares a los que Eckenscein no se atre-
vía a ir».
Hacia el final d e aquel año, 1900, llegó Eckenstein, y ambos fue-
rnn hasta Amecameca, en la estribación de ambas montañas y pun-
to de partida para toda escalada. Comenzaron por el lztaccíbua!l,
palabra que en nábuad significaba •mujer dormida». A los l4.000
pies establecieron un campamento, en donde permanecieron tres
semanas, esc;tlando por codas sus carns la espléndida montaña y
mante nié ndose a base de conservas y champán. Crowley sostuvo
que él y Eckenscein batieron \'arios récords mundiales.
. .
C11ando rc~gresaron a .J\rr1ecamcca para celebrar ~ti tri11nfo. s11
huésp e d l~ recibió C(>ll expresión gra.,)e, e inte r1tó dál' las 111:1.las n c-
tic:ias de Ja ntcjo r 1.nanerd qt1c ptuJo: l:t reina \ 1it t<.Jria hal>ía 1nue::rto.
Con gran sorpresa suya, Crowlcy hizo volar por el aire su sombrero
)' dio $.a .l tos d e :lJegría. Para Crc•v1ley )', ttl )' como él péns."lba, par.t
u1ucl10~ Jutí.s -~ü 1 tltac.la, ti.l l~ W:s y JXJ • :S<i llvr~, la it:iua Yil..LOJh1
ba1)ía sido tul ahogo totaJ, una 11ieb1a espe~a e i1unen,sa que les en·
v-0J"ía a todos. •No podíamos ":er. ni:. pod í<ttl)t.)S. respj-.:--M'», der í;¡; )1
au11que rcc.011.oc.iesc qu<-: durante .~1,1 re inado (;ra.n l)rc:r.cni.a habí~
mejorado en prosperidad, • no obstante, de una u otra manera, el
t'SJ)frit1.1 d e- 11.1 1 f.p<u··:t h~hfr1 m :-~r·a ri o trw·los: n11 ,:._l\rro~ ar1l1t•lnf.i. l.l11á
me ntali<lad de te11<:tero~. pagada de 3Í 1ni!1rtta, pulcra. $uperficia!,
scn;1, sROh y sentimental, se pro pagaba por roda1 partes•. lndud2-
hlt~men1e , l~t reina Vlctori~t le recordaba. a otra ;:Lutócr.dta: s11 marlrt>.
Sl.1siguiente cxpcd.icióo Jcs Ucvó a Colima, a ti.nas quinientas mi-
llas al oes1e de Ciudad de Mexico, que no es oira rosa que un vol-
cán en actividad. Al salir del bosque. ambos exploradores pud ieron
conte n, plar un volc:in e n e rupción. Se enoontraban a do"Ce millas,
pero el \iemo soplaba hacia ellos. Al por.o rato, las ceniia; que cafan,
tremendaroente ardientes, Uenaban sus vestimen1<1s de pequeños
10
agtijeros. Avanzaron y. u·as escalar una cima pr·óxima, comenzaron
el ascenso al monte Colima. No llegaro n muy lejos: el calor del sue-
lo corr1cnz6 a quen1arlt.--s los pies, a través d e las botas, y tuvieron
que regresar.
Escalaron el Popocatépeu en circunstancias poco comunes. Un
diario mexicano, El Heraldo, se habfa enterado de las actividades de
los dos ingleses, y había mostrado sus dudas respecto a su pericia co-
mo montañeros. •Noson-os no habíamos hecho declaraciones de
ningún género-, dijo Crowley. Eckenstein estaba indignado; se füe
hasta el bar frecuentado por los periodistas de El Heraldo, conoció
al autor del artículo sobre Crowley y él, y le invitó a que se uniera a
una expedición al Popocatépeu, «la montaña humeante•, adqui-
riendo, de ese modo, un conocimiento de primera mano de las
monta.ñas y de los hombres que las escalan. El periodista aceptó.
71
~1e ft1i ar1(lan<IO hasta ju.árez. para dar tin beso de <iespedida a
mi chica. ¡Oh, México! ¡Mi corazón aún palpita y arde cuando el re-
cuerdo te trae a n1j 01en1oria! l'or otras :uaciones siento rná.s admi-
ración y respeto~ pero ninguna de ellas. ptiede igt1alar ttl tascina·
ción. Tu clima, tus cosntmbres, tu gente y tu extraño paisaje de
ensoñador encarita_n1iento. hacen que \i'Uelva a se11ti.rtne co1uo si
fuera un muchacho.
7%
A rnediodía, e lla 1.arpó hacia su hogar. una llorosa 11ovia,
y• viuda antes de haber acabado su luna de miel.
Anlbos so1Joza1l1os, tendiéndo11os los brazos desesperaclamente.
Y... partió. El lado bruta! de la verdad centelleó:
«¡Gracias a Dios que hem, -:ibado con esta tonte ría!».
74
MicnD'llS Crowlcy practicaba la caza m2yor - abatió un búfalo con
un máuser del calibre 303-, se dejaba barba y fantaseaba acerca de
placeres carnales, .' \llan Bennett se despojó de las últimas atadw·as
que le lig-aban al mundo y tendió sus manos hacia la Túnica Alnari-
lla, es decir, se hizo monje budista. Los dos cofrades de la Coldcn
Dawn, que habían compartido un apar1amento en Chanccry Lane,
se dijeron adiós; uno partió hacia el interior de la India en busca de
nue\<as aventuras, y el otro hacia un monasterio de Birmania.
Los vagabundeos de Crowlcy a través de la India, entre 1901 y
1902, 111 menos le supusier<)n t1na experier1c:ia ins(>lita. Quería ,;¡si-
tar lo que llamaba • la parte más interesante• del gran templo de
Madura, que estaba, y qui1.ás aún lo está, pro hibido a los europeos.
Al igual que su héroe, sir Richard franci; Burton, que había entra-
do, disfrazado de árabe, en la ciudad prohibida de La Meca, Per-
durabo, vestido solamente con un taparrabos, sostuvo el plato de las
limos11as e 11 u11 pt.1e blo cc1·cano. Desde ll1ego qtte Cro \vlcy 110 e ng-a -
ñ6 a nadie, pero gracias a su l1az;ti1a se ¡,ra116 la si111palía de los 1·1a-
tivos que, impresionados por su yoga, le permitieron acceder a al-
gunos de sm santuarios secretos, en uno de los cuales sacrificó una
cabra a la djosa Bhavani" . AJ menos, esto es lo que cuenta Crowley.
Después de haber explorado el norte de la India durante algu-
nos meses, Crowley pensó que le gustaría ver cómo le iban las cosas
a Iehi Aour en Akyab, po r lo que 1.arpó hacia Rangún, para remon-
tar posteriormente al río lrrawaddy. Una vez en Midon , decidió
atravesar la región, pero al _pie de las colinas Arakan, sus coolies se
negaron a seguir avanzando, por lo que Crowley y su compañero de
viajP. ( 1111 t;:i.l F.rl,..r::trrl Thorto11 > q1 1P. hahía ronc.c.irlo P.tl (',;t)c.11t::ii) rl~
cidieron dar marcha atrás. Alquilaron una especie de piragua de
treinta y cinco pies de largo, con un toldo en medio, lo suficiente-
menc.c ancha como para pennit.ir el paso de dos hombres, y se diri·
gieron corriente abajo. Aunque e1úermo de mala1ia, Perdurabo se
sentó a popa, con un 1iílc sobre las rodillas, disparando contra cual·
quier a11imal q11e se pusiera a Liro.
Cuarenta y cinco a11os más tarde. cuando estaba con él en su pe-
quc1ia habitación de la casa de huéspedes de Hasrings, a la que se
había rctin1do para su (ti timo Retiro 'Milgico, rodeados d e sus libros
y de sus cuadros (uno de los cuales representaba a su amante, Ca·
mille, un individuo de aspecto desagradable), mientras fuera caía la
lluvia, Crowley se desprendió de su melancolía al hablanne, sin que
\ri.niese a cuenLo. de un viaje en canoa, Irra, ..•addy abajo, con un ri·
fle sobre sus rodillas. Y se puso a cantar. Eso era lo que le gustaría
75
repetir, d\jo. Pero sólo era el relumbrón de un fuego a punto de ex-
tinguirse.
El 13 de febrero de 1902 llegó a Ak)'ab y desembarcó precipita-
dan1enle, en busca de Be11r1eLt. Le e11cor1tró e11 el n1or1a'5Lerio clel
Lama Sayadaw Kyoung. Con su túnica amarilla parecía un gig-ante,
en comparación con sus menudos cofrades birmanos. El hermano
lehi Aour había abandonado el pueril juego de la Golden Dawn a
cambio de la auténtica vida del espíritu. El Sangha budista le había
ilamado: ahora era el /JhiAAh1t Ananda Metteya, y muchos eran los
que le reverenciaban.
D1JranLe ~u breve es:tancia c r1 e l mona1teri<> Cro,vley
1 t.ntb~j6 ar-
duamente en un nuevo poema, que, a su debido tiempo, apareció
con el título de Ahab, en lengua indostaní, puesto que deseaba ser
el intérprete de la proyec1ada expedición,junto con Eckeos1ein, al
Himalaya. Mientras taDlo, Ananda Meneya se encomraba en una
pequeiia cabaña a media milla de distancia, en serena meditación.
Si Perdurabo había conseguido cierta habilidad en el yoga.
Ananda Mcttcya, literalmente, se había superado a sí mismo en
aquel arte. Agua y comida eran deposirndos con 1oda naturalidad
en la repisa de la ventana del Bhikkhu europeo. Un día, uno de los
monjes fue a ver a Crowlcy, pues duranie tres días el alimento no
había sido cogido de so repisa en la ventana y nadie había respon-
dido a s u llamada.
Crowle¡rsalió corriendo a investigm-.
Abrió la puerta del bungalow y, para su asombro, vio a Ananda
Meneya levitando en el aire, a la altw·a de sus ojos. Carecía de pe-
so, y, en la corriente de aire que entraba po:r la puerta abierta, vaci-
laba como una hoja seca ...
76
5. Las inexpugnables murallas de hielo
77
la frontera enu·c el Tíbct y Nepal, dos Estados que, por aquel tiem-
po. les estaban rígidamen1.e vedados. Hasta. 1921, con la primera ex-
pedición que iba a escalarlo, no fue con cedido el permiso par"
acercarse al f,rerest.
En marzo de 1902, Crowley se enconu-ó en Delhi con su equipo.
Aparte de él y de Eckenstein, estaba formado por los siguientes
hombres: Cuy .K.nowles, un universitario de 22 años de Cambridge;
J. J. Cuillarmod, un médico y monta1iero suizo de 33 aiios; y dos ex-
perimentados escaladores austríacos: H. Pfannl y V. Wesseley, am-
bos de 31 años.
Crowky era el segundo en el mando. Había pagado l.000 libras
esterlinas par-a contribuiI' a los gastos, o al menos así lo afirma en su
au1obiogr.úía. Sin embargo, .K.noivles me dijo que Crowley nunca
p!lsO \.In penique y que la mayor parte de los gastos de la expedición
se de bieron a él.
Así describe Crowlcy a sus compañeros en el relat:o que de la ex-
pedición hiciera dieciocho a1ios más carde: con respecto a Ecken-
stein expresa su habimal afecto, ya que era el hombre más noble
que hubie ra conocido, aun sobre una montaña. Guy .K.nowlcs es,
más o me nos. despachado con algún Ctun plido de rigo r. Pfannl y
Wesseley son acusados de que su experiencia en escalada se limita
ún icamen te a los Alpes y de compormrse como si todavía se encon-
trasen en el Tirol. Wesseley es caliticado d e •cerdo", porque su ma-
nera de comer en el g laciar daba náuseas a Crowley, y porque no te-
11ía la imaginación Sl1fici e11te como para caer enfenno, como les
había sucedido a los demás. Ambos austríacos, en definitiva, son
considerados como •cxtra1ios indeseables.. En c uanto a Jacot Gui-
llarmod, que había servido como médico en el tjérdto suizo, •en-
tendía tan poco de montañas como de medicina•.
Al norte de la India se exúcndc una cordillera de picos más al-
tos que c ualquiem de los de Europa, África y las dos Américas. Sur-
gen de una Uanum, de altura comprendida entre los 12.000 y 18.000
pies: es como decir que nacen a la misma altum e n que los Alpes se
terminan. A pe3ar d e múltiples )' heroicos inten1os, "'" picos más
elevados pcnnanccicron inviolados hasta hace pocos aiios. y las in-
mensidades s,'llv-ajes de hielo y nieYc sobre las que reposan aún si-
guen, en su mayor parte, inexploradas, por no hablar de las muchas
rnon tatias que aún permanece n sin nombre.
Ésta era la pane del mw1do en que progresaba la expedición Ec-
kenstein-Crowley. No eran los primeros hombres blancos que ha-
bían llegarlo hasta allí. Sir William Martí n (el tratamiento vino des-
78
pués de q ue recibiera el nombramiento de lord Conway) les había
precedido, y cinco años antes que él, sir Francis Youughusband -el
mismo que en J904 :zanjó una disputa entre el gobierno británico y
los tibetanos con la ayuda de una e.scolta de 2.500 hombres- habían
visto de cerca el K2.
El Chogo Ri se halla oculto por montaña< satélites. Cuando el co-
ronel Younghusband dobló el extremo d e un salie nte y contempló,
por vez primera, sus imponentes paredes de hielo, se quedó bo q uia-
bit~rto de asombro. El Chogo Ri se eleva 12.000 pies sobre la ¡plana
meseta en que se apoya, y su altura total (sobre el nivel del mar) es
de 28.250 pies. Erd mucho más alto de lo que Younghusband hubie-
ra nunca un~inado; y pcns6 q ue sería absurdo intentar escalarlo:
Nada 111ás doblar l•n 1'ec0<Lo plt<li111os apr·eciar un pico de l•na al-
tL1.ra q ue <taba vértigo .. . 110 podía tratarse rnás qt1e del K2 ... parecía
erguirse co1no L111 cor10 f>Crfccto~ pero d e al turd i nconcebible. So-
brecogidos, es1.rechan1os tila$ ... e 11 aq l1el hlpl' en que 1\os e11c:on-
u-ába1uos, cel'ca de Slt cara 11orte1 <1ue, p1"áctica111ente, '~e11e a ser ruo
glaciar~ t1abr.í de lutos catorce: a <licciséis 111il pies d e hielo sólido.
79
Eckenstein fue escoltado de regreso a Rawalpindi, y la expedi-
ción, al mando de Crowley, partió apresuradamente hacia Srinagar,
la capital de Cachemira. Todos se hallaban desconcertados y depri-
midos. Nadie sabía por qué habían detenido a Eckenstein, pues no
les habían dado ninguna explicación. Tres semanas después, eran
alcanzados por su jefe. Le habían soltado, después de que pusiera
en un aprieto a lord Curzon, el virrey de la l.ndia, al preguntarle qué
era lo que tenia contra él. Curzon no se lo dijo -en todo momento,
Eckenstein declaró su total ignorancia al respecto-, pero le puso en
libertad. Lo único cierto es que, a causa de su apellido, corría el ru-
m c..li:- d(" qtie ( "nt 1.10 espÍ<'t p1."1.1si~no .
El 28 de abril, dejaron Srinagar con 170 porteadores indígenas y
el mapa de Conway, que a Crowley le resultaba dificil de interpre-
tar, o, co1no irónica1nente decía, de reconciliar con la naturaleza.
Los eAAas fueron susótuidos por kiltas, una especie de capazos que
los coolU!s llevaban a la espalda; los ponis fueron devueltos a sus pro-
pietarios. El terreno que se ofrecía ante ellos era el de un empina-
do paso de montaña, con primitivos puenies de cuerda tendidos so-
bre barrancos y ríos de fango. En aquellos sitios, un médico era mra
avis, por lo que en cada aldea por la que pasaban le\'lllltaban un im-
provisado lazareto: la relación precisa y más bien árida que de la ex-
pedición hace el doctor Jacot Guillarmod, Six •Mis dam l'Hi11U•lnya,
está sembrada de detalles sobre las improvisadas operaciones que
efectuaba en ellos.
El paisaje comenzó a escasear de vegetación; la marcha se hizo
más ardua. •Las mon tañas son enonnes y horribles cúmulos dt: in-
fomte monotonía. Es difícil obsen-ar en ella.~ un noble contorno;
no hay sosiego para la vista; ni inspiración ai inlerés; nada, sino un
punz.'ln te deseo de acabar con el aburrido 1rajinar del día•, escribió
Crowley.
Entre Srinagar y Skardo hay un paso cubierto por la nieve, lla-
mado Zoji La, que separa Cachemira del Baltistán. Crowley refiere:
~·ti
misión consistía e n intentar q•.1e las: caravanas atravesaran la
sección relati\'amei1Le estrecl1a del paso. que ta_l)LO r_njcdo inspir'dba
a los hombres, por lo que pasé gran parte de la mañana yendo de
tin lado para o tro, alentando a uno, exhortando a otro, y echando
una mano a un tercero. Cuando el último de los hombres hubo cru-
1,ado, sano y salvo, aqueUa parte esrrecha, tan critica, me sentí can-
sado; y cuando me decidí a seguir, observé, para consternación mía,
que la \"Cfliente del paso que daba hacia Makayun, en lugar de ha-
80
llarse empinada. presentaba en aqLLel momento un gradiente m uy
baj o; y que. en vez de hallarse desprovista de nieve, ésta la había cu·
bierto prof11san1ent.e. Dado q'1e el día estaba muy avanzado, m1 an-
dadura era cada vez más lenta y embarrada. Ni siquiera las marcas
que habían dejado los coolies conseguían que el sendero fuese mini·
mamente practicable. Desfallecido hasta el agotamiento. me arras-
tré hasta el campamento, al que llegué a las cinco de la madrugada,
desp11és (te trece horas de penoso avance, <iur<u1tc las que apenas
pude descansar.
Al igual que Baudclairc, Crowlcy podía estar tres d ías sin pan ,
pe ro ninguno sin poesía. No cedió: le dijo a su jefe que o llevaba
consigo sus libros, o abandonaba la e xpedición. Eckenstein cedió.
81
Una caravana de 230 hombres, 18 ovejas, J5 cabrns y más de 20
gallinas avanzaba hacia el ime rio r de lo ine xplorado, ascendiendo,
inexorablemente, cada vez más alto. Los coolies fueron a ver a Cro"~
ley, así dice él, }' le <lijeror1 que sabían qtLC r1l1nca ret:,'1·<.·.sarían, pero
que no les importaba, pues era el kismel'.
El g laciar Bal toro tiene unas treinta millas de largo por dos d e
ancho: una extensión en pendiente llena de hielo y d e materiales
desprendidos d e las montañas ci.-cundantes. Cerca de veinte glaciac
res u·ib utarios alime ntaban el Bailloro, )' de su morrena brotaba w1
torrente fangoso, el Bralduh, qne descendía por el valle de Biaho
para co11ve rtirse er1 tlna de las ftcer1Lcs <lel [r1do.
El 8 de junio de 1902, Crowley, que llevaba una sortija con un
gran topacio y al que acompañaban veinte t()(l/;es, se detuvo ante e!>-
ta formidable morrena. Se e nco111.raban a una a.lrura de 1l.580 pies:
la ascensión al K2 había comen zado. Pfannl y Wesseley, con ochen-
ta hombres, le seguían a un día d e mar<:ha; y de trás d e ellos iba el
resto d e la e xpedición.
Al final del Baltoro, a una alturn de 13.5[>0 pies, tiene su origen un
glaciar t1ibt1ta.rio que conduce direcb:lme11te a la mo11taña. Con,vay,
que se ha bía d etenido al pie de éste, le dio el nombre d e Codwin-
Austin, e n honor d el primer hombre que explorara la región. Aho-
ra es1a.ban 101ahnentc rodeados d e hielo, en un paraje q ue j>uná' ha-
bía pisado n ingún ho mbre blanco. El 16 de junio, el K2 surgía e n
toda su J11!_ll(Tl ificencia, delante deLJ..>Tlf po avanzado d e Crowl~y.
El poera de la ei<pcdición lo vio únicamen te en su aspecto prác-
tico, examinándolo a 1..ravés de las íluctuames nubes con sus bino-
culares, mientras dibttiaba en el cuaderno ele croquis que tenía e n
la mano la mejor vía de acceso. Pero cuando, dos d.ía.~ más ia.rde, lo
1•io el prosaico d octor Cuillarmod, quedó fascinado. •Em mn gran-
de la fascinaci6n que cjcrci:i sobre nuestra• mentes q ue, a pesar d e
estar acosltlrnbl'ados a calibrar las n1ontaña.s C<lrl u11 si1nplc vistazo,
nos qued>unos anonadados y par.iliiados. Pe nnanedamos mudos,
sin ser capaces de encono-ar una palabra que pudiera expresar la
inlfJrcsión qt1c 11os causaba.•
Se instalaron los campamentos a lo largo dd Baltoro y se distri-
buyó el material. Crowley estaba en el campamento VIII, en la mi1ad
superior del glaciar Godwin-Austin, y a sólo cinco milla~ del form i·
rlable pico. Durante 1.n do el día csurvo c xam inanclo con sU-~ bino-
c ulares al rey del Karakorurn. Occiclió que la mejor vía de acceso a
la cumbre era la que seguía la cresta surloeste. Aunque no hubiese
ro deado la montaña y obser"l'ado que las crestas de los otros lados
82
eran análob•as. había dado con la mejor, si uo Ja ún ica, vía posible,
como demostraiian las expediciones estadounidenses de 1938 y
1939. Al día siguiente, anduvo penosamente a -u·avés de ella, duran-
te o·es horas y media, buscando un lug·u pro picio pa1-a el campa-
111e11to pri11cipal, o has.e, co11 vistas al inn1incnte asalto a la cirna,
hasta que fue detenido por unas paredes de hielo de increíble altu-
rn. Fue al.lí, a 17.332 pies, justamente bajo la cara sur de la montaña,
donde estableció el campamento IX.
A la 1nariana sig1.1icr•t.e, corne11z6 á escalar e11 dirección 11oroes..
le, alejándose de aquel~as i.nexpugJiables paredes de hielo. Cubríó
una distancia de cerca de dos millas. y ascendió hasta 18.733 pies.
Desde donde se enconLTaba, el camino hacia la cumbre le pareda
libre de obstáculos por lo que en aquel lugar situó el campamento
x. Luego, Eckenstein le criticaría por haber el•egido para la instala-
ción de las tiendas un sirio tan expuesto, a lo que Crowley le con·
testaría, sarcásticame11te, qt1e 110 había tenido 01tel 1ner1or ir1dici<)
que hiciera suponer qu.e lo que deseábamos, para nues1.ra comodi·
ciad, eran unas co ndiciones que habrían hecho del campamento X
algo parecido a una residencia a propiada para un cabal.lero de sa-
lud delicada•.
El resto de la expedición comenzó a lleg-ar, lentamente, al cam-
pamento x. Ahora tenclrían que enfrentarse con el meollo de aquel
asmno. Ante ellos se enconu·aba la momafia, que les incitaba a que
!a escalasen, y que les hablaba mediante avalanchas de nieve, hielo
y 1·ocas, que, después d1e cada caída, sumían el paisaje en una ne-
blina wrbia y borrosa.
En la cordillera del Himalaya, los vientos que traen la ventisca
desde las elevadas llanuras de Asia Ccnr:ral se encuenu-an con los
monzones procedemcs del océano ind ico. trdnsformanclo la nk ve
y el hielo en nampas que resultan mon:ales para los escaladores. De
aquí el interés q ue tienen todas las expedi cio nes a esta cordillera en
L>s<:alar rápidamente la cumbre durante el breve periodo primave-
ral, antes del comienzo d" los traicioneros 111 ontonc•; o en las po-
cas semanas que dura el o toño, antes de que toda esta parle del
mundo sea presa del hielo.
Crowlcy, Pfaunl y Guilla.1nod, cu rep1·csentación de cada una de
las tres nacionaliclacles de la expedi ción, de bían ser los primeros.
Mkntras se preparaban P""' la ascensió n. el tiempo empeoró y
Eckenstein )' Knowles se acatarraron . Dns días más tarde. el viento
antainó, pero siguió nevando. Después vino uo día espléndido. se-
guido inmediatamente de una ventisca que arrancó uno de los ex-
83
tremos de la tienda de Crowley, a pesar de que estaba asegurada con
un peso de cien libras.
El 28 de junio aclaró el tiempo. Se dispuso rápidamente todo lo
que concerrúa a Crowley. Pfannl y Guillannod. pero éstos se desper-·
taron al día siguiente bajo un fuerte viento con el que resultaba im-
posible escalar y que les helaba los dedos mientras se bebían el café.
Un día más tarde, Crowley sufría la ceguera de la nieve: sentía
sus l>jos como si tras ellos tuviese arena ardiente. El 1 de jul.io,
Pfannl y Wesseley salieron de reconocimiento y a su regreso infor-·
maron de que, sin lugar a dudas, la cresta noroeste podía ser esca-·
lada. En contra del parecer de Crowley, el campamento principal
fue cambiado de sitio hasta el oo·o lado de la montaüa a una almra
de 20.000 pi es.
El 10 de julio, cuando de nuevo hizo un dfa espléndido, Wesse-
ley y Guillarmod salieron y alcanzaron una cota de 22.000 pies, 200
pies más all!a que la conquistada siete aiios después por el duque
Degli Abruzzi, cuya expedición al K2 es, aunque erróneamente,
considerada como la primera tentativa de escalar esta montaña.
Aquélla fue la máxima cota que se alcanzaría. Al regresar al cam-·
pamento XI encontraJ"on a Crowley enfermo de malaria. Su tempe-·
ranira era de 39,5 ºC y ''eía mariposas volando en el aire helado;
también veía a Knowles con un halo siniestro, por lo que cogió su
revólver Col!. A Knowles no le agradaba Crowley, así que, cuando
' 'ÍO que le apuntaba con un anna, saltó sobre él. Crowley cayó al pri-
mer directo en el estómago, y su arrna fue a hacer compañía a las
m~t;poSClS.
Aquel conti nuo mal tiempo les estaba robando la posibilidad de
llegar a la cumbre, o de subir más arriba. Los días de j ulio se esta-
ban acabando. Vivir a tan ta. al ticud es, de por sí, difícil, pues la pre-
sión aunosférica es mucho más baj a. Para preparar una infusión de
Lé tibio se necesitaban dos hoi-.is, y un día ente ro para cocer carne
de cordero.
Los dos austríacos se dirigieron más hacia el nonc y levantaro n
el campamento XII a 21.000 pies. Pocos días más carde, un coolie les
traía una nota que decía que Pfannl estaba enfem10 y escupía san-
gre. Crowley refiere q ue Pfannl había perdido la razón y que se veía
a sí mismo como si fuera eres personas, una de las cuales era una
momaú a armada con una daga, con la que intentaba herirle. El
doctor Gu illannod cuvo q ue inyec1a rle morfina.
El tiempo no mostraba signos de mejoría. A rcg-.iñadi cntcs, de-
cidiero n renunciar a la escalada. No habían logrado realizar lo que
84
se habían propuesto, pero algo habían conseguido. Habían sido los
primeros en alcanzar el K2 y habían '~'~do más tiempo que nadie
hasta entonces a la respetable altllra de 20.000 pies.
A primeros de agosto, volvieron sobre sus huellas glaciar abajo.
Finalmente, el K2, o Chogo Ri, seria conquistado en 1954 por un
equipo italiano dirigido por el profesor Dcsio.
85
6. L os p rín cipes d e C hi oa Kh an
86
El poeta era un joven de aspecto agradable, que llevaba en el
cuello d e la camisa una enorme y bamboleante P<\iarira, y, en las ma-
nos, unos anillos de piedras semipreciosas, tru1 extraños y r en1otos
como la penetrante mirada d e su dueño. Sus camisas ernD de seda
pura, uD poco sucias, qui1.ás, en puños y cuello, pero eso iba acorde
con s u aire varonil. Era un maestto e n ese esoté rico juego llamad o
ajedrez que, en dos ocasiones, había llegado a practicar contra el
equipo de Oxford, consiguiendo e l preciado juego de cuadrados
azules y blancos. (Las piezas, de p lomo y d e esti lo Staunton , se guar-
daban en su caja de caoba, encima de una mesa plegable de jugar
a las cartas, que se encontraba armada y p lagada de fichas de pó-
ker.) Ade más, era un gran conversado1; que utilizaba palabras con
un humo r mo rdaz y que, con la costumbre del e rud ito, empalmaba
una cita con o trd.
Una attnósfora de refinamien to y e rudició n se respiraba en aquel
apartamento. Los libros cubrían las paredes hasta llegar a l techo y
llenaban cuatro librerías giratorias d e madera de nogal. Eran, sobre
todo, de ciencias y d e lilosoffa, con una m odesia colección de los clá-
sicos gdegos y latinos, y unas cuantas novelas de autores franceses y
rusos. En una repisa relucían , negro y oro. /.as 1rtil y una. noches de
Bunon: de bajo se divisaba la tela lisa y el escudo cuadrado del Chmt·
cer d<: .Kelmscot.t Press. Al lado de las primeras edicio nes, muy valio-
sas, de los poetas ingleses, se encontraban algunos volúmenes en-
cuadernados de manera exu-avangante por lsidore Llsieux. Un
antiguo Rabe lais en tafilete rojo oscuro, que llevaba impreso el es-
cudo d e annas de un cardenal, se encontraba al lado del \liUon de
John l'ayne, de '\rgin•I blancura. Muy cerca de éste, se veía la Kab.~a
/ah Dmudala de Knorr von Rosenroth, cuyo pergamino habia toma-
do, con el tiempo, uD color roji1.o de óxido: era, por así d ecirlo , la
vanguardia de w1 ejército de viejos y exo·aiios libros de alquimia y de
otras materias afines, como e l apóclifo Orfowri11.111 Honorii Magni, aui-
buido al papa Honorio. el E11chi1idion Leo?lis Papo.e. supues1amenle
cscd to por el Pªf'ª León 111, o el Nuctmu:rrm d e Apolonio'.
Sobre la p \1erta se hallaba colgado ui-1 piolet. con la pt1nta des-
¡rastada y d mango desh ilachado, y e n 1111 rincó n se veía una bolsa
de looa. 'tue coulel'1ía u 1)a caña de p éSc.a1 sal1r1ooes.
Fue cosa de poco que a l pintor le cayese simpático el poeia; y, aJ
poco tiempo, el poeta se hal.laba entusiasmado por el aprecio que
le demostraba el pintor. Se com1rtieron en unos cordiales amigos,
y cuando acabaron la~ clases se reunieron en Londres, donde el pa-
dre de Kelly era \icario d e Camberwell.
87
Mientras Crowley estaba en el Himalaya, KeUy hacía su aprendi-
zaje en París. Ya que tenía asuntos que tratar con Mathers, Crowley
escribió a Kelly, desde El Cai1·0, y se autoinvitó a su casa.
88
Al darse cuenta de que era necesario atacar definitivamente a
Crowley, Mathers llamó en su ayuda a una tal Mrs. M., que era una
vampiresa, •una mttier de mediana edad, agitada por exn-añas pa-
siones», que estaba tnode la11do una esfinge a la qttc. más adelai1te,
dotaría de vida y que cumplitía hasta el más venenoso de sus deseos.
Crowley oyó hablar de la tal !\frs. M. a su amigo Kelly, quien le pre-
sentó a Miss Q., que vivía con Mrs. M., por mediación de la cual pu·
do, por fin, llegar a conoccr, una larde, a la fonnidable Mrs. M. Des-
pués de las presentaciones, Miss Q. •abandonó la estancia para
p reparar el té, con lo cual quedaron frente a fre nte la magia blan-
ca y la negra•:
89
no. La mucltacha <le veinLe ailos l1abía desaparecido: a11tc 1ní sólo
se encontraba lu1a brttja de sesenta. Salió trastabillando de la habi-
tación. n1ientras .ntasct1lla.ba n1aldiciones.
90
r.ratado sobre el uso del argot en el fr:ancés medieval. Por la época
en que conoció a Crowley ya había sido reconocido como una de las
más importantes figuras literarias de su tiempo, • une sorle d'ency·
clopédiste du XIX siecle». Schwob coleccionaba grabados japoneses;
los dhoanes de su apartamento del nú1m:ro ll de la rue Saint I..ouis
en l'ile de France, estaban tapiwdos en terciopelo rojo; y el nombre
del criado chino que le atendía era Ting. Entre sus am igos se con-
taban Roberl Louis Stevenson , George Meredith, Osear Wilde, A.na-
tolc France, Paul Valéry, Alfred Jarry, quien le dedicaría su Ubu Rey,
Guillaume Apolli.naire y muchos otros esc1itorcs, igualmente impor·
ta.ni.es. Schwob, cuyos cuentos abarcan por completo toda la escala de
personajes y situaciones decadentes, podría haber dado nacimicnLo,
con su mórbida imaginación, al poco corrieme Aleisler Crowley. Y,
recíprocamente, la imaginación de Crowley, poblada de rarezas y
monstruosidades, podría haber alumbrado a aquel pequeño, •del·
gado y algo encorvado, judío•. También escribiría que •Marce! Sch-
wob excitó mi incomenida admiración• . No sabemos si Scl1wob se
sintió desde un principio igualmente fascinado por Crowley, pero,
en cualquier cafü, aquella fascinación no duró mucho. Quizá Sch-
wob se sintió repelido por lo que Maugh<un Jl.;unara, refüiéodose a
uno de los atributos de Crowley, •.su inapropiada jactancia», que ha-
bla por sí sola a lo largo de su larga A11i()ha¡,,>i(J¡,rraphy o Confessions,
que Leah Hirsig escribiera a su dicLado, veinte años má5 tarde, y en
Ja que hace un intere.5an1.e j uicio acerca de Rodin, que revela bas-
ta11tet a t1nqt1e n o todo le> que seria deseable, sobre sí mis1no:
9.1
El rcstdtado fue qt1e Rodin 01c in"itó a verle y a hacerle co1r1pa-
ñía c11 Mcudon. Yo podría dar u11a interpretación 1>0ética a todas
sus obrdS maestras. Y así fue co1r10 11ació nú fl0<lin in J~ime. El libro
Íl.1e ill1st.rado por siete de las diez litografías de unos bocetos que Ro-
cli11 me e111regó con ese fin.
Señor.
l,.arnenco lener q1Je decirle qL1e, por estas latitudes, la prostin1 4
92
Con él '~vía, como una especie de administrador, L. C. R. Dun-
combe-Jewell, el hijo mayor de un miembro de la Fraternidad de
Plymouth que, por iniciativa propia, había caído en desgracia al
convertirse al catolicismo. Ouncombe:Jewdl llevaba un kil~ se hacía
Uamar Ludowc Cameron y aconsejaba a todo el mundo hablar eo
gaélico, cosa que él no hacía.
Enjulio, echando en fulta una •compañera-gobernanta• - presu-
miblememe, la mujer que había traído de Londres había huido--,
Crowley fue a Edimburgo para buscar una., y para ""(>gcr a Kdly, a
quien había inwtado a Boleskine. Encontró una mujer de su gusto
en «Arabella la pelfrroja», pero ésta no podía ir en ese momento.
Al poco tiempo de su llegada a Boleskine, Kelly recibía una car-
ta de su madre, que había ido pa...-... una cura a Stralhpeffcr, a unas
veinte millas al norte de Foyers. ¿Podía acercarse? Tenia que discu·
tir con él algo importante. En la propia carta aparecía una nota de
su hermana, Rose, diciendo que tenía problemas y que debía ayu-
darla. Aquel mismo día, Kelly y Crowley partieron para Stralhpeffcr.
Cuando Rose wo a su hermano en compañía de un ma¡,'llífico in-
diwduo vestido con el ata,io completo de las Highlands, y en partí·
cular, con el tartan de los MacGregor, supo que había traído consi-
go al célebre Aleister Crowley. Y salió corriendo a su encuentro.
Después de presentar a sn amigo, Gerald se retiró en compailía
de su madre para estudiar su problema. Resultó ser un estúpido flir-
teo de Rose. Ésta se había casado con un hombre mucho mayor que
ell~ . Ahor.1 SE" h::.hi::l q1..11;·rl~1 dc) vi1.rrl::1 y. r~rA Sl1 rlt.osgr::.ria» vl\rÍ:á tl l lf:>-
94
En aquel momemo, Gerald Kelly-a quien no había resultado di-
ficil rasu·ear al llamativamente ataviado Lainl de Boleskine- irrwn-
pió en la sala, pálido de rabia. Tras enterarse de que había llegado
demasiado 1arde, juró groserameme y propinó un puñe1axo a la ca-
beza de Crowley.
Se separaron en la acera, delante de la puerta del abogado.
Crowley, según lo acordado, regresó a Boleskine, y Rose a Strath-
peffc1; con Gcrald.
La descripción que Crowley hace de su q uijotesco ca<amien!O,
como es regla general en t.o dos sus escritos. esci influida por su ten-
dencia a exagerar las situaciones. Se daba cuenta de q ue había al-
borotado a las pequeñas poblaciones de Sm1thpeffer y Di ngwall, y
eso le llenaba de excitación. Y se preguntaba a sí mismo lo que po-
dría suceder. Pues bien sa.bía que Rose no se iba a arrepentir de su
matrimonio, ni a causa de su hermano, de su madre, o de Mr. Hill,
el anciano procurador que acompañara a Escocia a Mrs. Kelly. Al
llegar a su casa, envió, a Strathpeffer, a Ludovic Cameron, parn que
comunicase a los Kelly que él se hab.ía casado legal.mente con Rose
y que no podían hacer nada. •Aquél foe •, dijo C'..rowley a su ad.mi-
11istrador, «el 1no1nento supre rno de su vida».
El desenlace de todo aquello fue que Rose y Aleister fueron nuc-
,o;unentc a Dingwall, para ralificar su casamicn!O an1c el sheriff, co-
me> e xigía la 1cy. I...o cual se hiz.-o con tanta cxci1.ació11 que, seg(111 Ja
desenfadada narración de Crowley, llegó a superar la que habría
suscitado la ceremonia de la coronación del rer. Después, el señor
Aleister Crowley y su esposa viajaron en tren has!a el final del tra-
yecto de la línea que pasaba por allí y se alojaron en un hote l de la
costa occidental de Escocia. Después de la cena, en la que se con-
sun1ió muc.110 cl1anlpán , Rose se retiró al don1-U1.orio, mie111.ras su
esposo, rebosando poesía, acababa el menú con un rondó, un poe-
ma lírico de trece versos.
Sólo emonces subió las escaleras en pos de Rose. En su pecho co-
menzaba a nacer la sospecha de que se había enamorado de ella y
de que su indiferencia ha.bía sido solamente un sutil arúficio pa1<1
mar1tcncr su pensa1niento in1ne rso en la Cra.11 Obra.
Llegaron a Bolcslúne -el l.aird había trnído a casa a su esposa-
)' en mitad de su regocijo se enteró de que Arabdla • la pelirroja•
llegaría al día siguiente. Se había ol•idado totalmente de ella.
• Me ruboriza admitir•, escribió Crowley, •que oo sabía qué hacer,
por lo que me confié a Duncomb~ ewell, quien esruvo a la alrura
de los acontecimicn!Os, y fue a ln vcmcss pa1·a cortarle el paso.
95
Puede parecer increíble, pero m i reacción fue de simple fastidio.
No experimentaba sentimiento alguno hacia la pelirroja Arabdla;
en ho nor a la verdad, ésa era la razón por la que la había contra-
tado•.
Sentía la necesidad d e comunicarle a su madre su matrimon io,
por lo que le escribió la siguiente carta:
96
hacia ella; y que, al menos al piincipio, se había d" jado transportar
en las alas de su éxtasis. No rardó mucho en descubrir que se había
casado con -xuna de las más hcnnosas y f"asci11antes 1nt.tjeres del
mundo• . Hacia finales del verano, la llevó a París, la piimera etapa
de una luna de miel que pensaban continuar en el Oiiente.
Mientras paseaban por el puente de Alejandro III, cogidos del
brazo, se encontraron con Moina Mathers. A pesar de la ruptura que
se había producido enu-e ambos, Crowley se detuvo un momento
para hablar con e lla; aunque, a sus ojos, ·~if<>ina, la bellísima l1enna-
na del filósofo francés Henii Bergson (Maud Gonne MacBiide, tam-
bién miembro de la Golden Dawn, me dijo que era una ciiatura ado-
rable), no era ento nces más que una prostitura, y un año después de
su muerte publicó una declaración llena de rencor: • Supe que Ma-
thers, haciendo frente a los malos tiempos, había obligado a su mu-
jer a posar desnuda eo uno de t'Sos espectáculos de Monnnaru-e que
se ofrecen para beneficio de la gente ignorante y lasdV'a, especial-
mente pr0\1ncianos e ingleses, ¡y eso no era lo peor!•. Moina era la
soror r1t.) Stica de su marido, así co1no st1 \ride11te. En una carta qt1e en ..
1
97
l>ir e11 tocio 1no1ne11to una carta o leer una noticia en un peri(>dic(>
que supusiese algo insultante para ellas. Se trntaba de algo que él
comparáa con el paranoico lord Alfred Douglas. la prensa popular
Je pagaría con la misma moneda, pero eso era algo que le agrddaba.
El ser 'ilipendiado implicaba que alguien hablaba de él, lo que lepa-
recía mucho mejor que ser ignorado, pues, a fin de cuentas, él era la
Bestia 666. Hi.zo grnndes esfuerzos para convenirse en tema de dis-
cusión, pero siempre dentro de los límites de la seguridad personal:
los tiempos eran mmquilos, la gente estaba cohibida por los con-
vencionalismos de la buena conducta, que sólo comenzarían a desa-
parecer, y muy rápidamente, tras la muerte de Crowley.
Poco después se reconciliaría con Gerald Kelly, al que escribió lo
siguiente:
98
Desde El Cairo se fueron a Ceilán, donde pa,aban todo el día ca-
zando en el bosque. Crowley sólo soltaba el rifle para coger la plu-
ma. Fue durante su estancia con Rose en Ceilán cuando escribi6
Rosa Mundi, • La Rosa del Mundo... Este poema, profundamente in-
fluido por Shelley, füe el que impresionó a Charles Richard Cam-
mell, que lo definió como una de las piezas más notables de la líri-
ca cortés en lengua inglesa, •admitida como tal por todos aquellos
que saben de poesía y que no se hallan llenos de esrúpidos pr~j ui·
cios contra el autor»':
99
da una proeza hacer que se soltara, pues se aferraba desesperada-
mente, ch.ilJando todo el tiempo. Cuando Crowley. finalmente, lo
consiguió, ella le arañó, le mordió, y voh~ó a arañarle ... como había
hecho con ella el murciélago moribundo.
Crowley, con gran ojo clínico, describió lo sucedido como •el ca-
so más claro de obsesión que nunca antes había tenido la suerte de
observar. Por supuesto, es fácil comprender que, dado su estado de
particular hipersensibilidad, el incidente ocunido duran u:: el día se
había reproducido en el sueño. Ella misma se había identificado
con su asaltante, e imitado su comportamiento•.
El •estado de particular hipersensibilidad· al q ue Crowky se re-
fería era debido al hecho de hallarse encinta.
En enero de 1904, ambos decidieron regresar a Europa; habían
pensado acercarse a Rangún, para hacer una visita a Allan Bcnnett,
pero los dioses tenían otros planes. Les hubie ra dado lo mismo que-
rer ir a la Lu11a, diría CrO\\•lcy, puesto que el evento que para él se-
ría el más importante de toda su existencia, la única razó11 por la
que había nacido, estaba a punto de realizarse.
Por aquel tiempo, Crowley no era consciente de él, sino sólo de
la vaga sensación de que el destino le hacía dar media vuelta, e n-
viándole de regreso a Egipto.
En El Cairo, el conde Svareff, o Aleister MacGregor, se metamor-
foseó sutilmente en el príncipe Crnoa Kban: ahora llevaba un tur-
bante constelado de diamames, un traje de seda, y una casaca tejida
en oro. Se paseaba por las calles acompa11ado de su esposa, la prin-
cesa, antaño la señora de Aleisrcr Crowlcy, •con un talwar, tacho-
nado de joyas, a la cintura, y dos vistosos lacayos que precedían a mi
carruaje, abriéndome paso• . Para evitar que alguien pudiera dudar
de él, Crowley imprimió un pasquín, anunciando que cierto poten-
tado de Orien te le había elevado a dicho rango. Y envió uno a los pa-
dres de Rose, junto con una carta en la que recalcaba que el prínci-
pe Chioa Khan no permitiría que su mujer recibiera ningún tipo de
comunicado que le fuese dirigido de manera impropia. El padre de
Rose, vicario de Camberwell, y ápico victoriano, se encogicí de hom-
bros ante este último ejemplo de la "ulgaridad de su yerno. Consi-
deraba a Crowley como un canalla, y a su poesía como algo •hin-
chado de pala.brería•, pero su mujer, obedientemente, dirigió las
cartas a su l1ija según las instruccion.es. En una ocasión. añadió un
signo de exclamación, y por esa pmeba de impertinencia la carta le
fue devuelta, dentro de un sobre certificado, sin abrir.
100
7. Aiwass y El Libro de la Ley
101
El templo en el apartamento del príncipe Chioa Khan vibraba
con e l son ido d e los rezos, mientras una figura descalza, vestida de
b lanco )' cubierta de joyas, invocaba en voz a lta al dios egipcio Ho-
rus, sigui~ndo las instrucciones de Uarda la Vidente, como Crowley
lla nl.aba, 1por aq11el entonces, a su m 11jer, ya que Uarda era el nom-
bre arábigo de Rose. Un cue nco lleno de la sangre de un toro y una
espada estaban sobre e l altar, enfrente d el suplicante:
Por tanto, yo Te digo: Ven y reside e n 111í; para que todo Espí·
ritu, ya sea d el Firn1amento, o del Éter, o d e la Tierra, o bajo la
Tierra: en la tierra seca o e n el Agua, o en el Aire Giróvago, o eo
el Rugiente F11cgo¡ y tO<lo cncantamie11to y flagelo d e Dios el In-
conn1ensurable seas T Ú. ¡Abrahadabral
102
La invocación tuvo un éxito indudable, pues el hermano Perdu-
rabo recibió el mensaje (por mediación de Uarda la Vidente) de
que ei •Equinoccio de los dioses y-a había llegado•. O dicho llana-
mente, que había comenzado una nueva Era para la humanidad, y
que Aleister Crowley había sido elegido para ponerla en marcha.
Después de sus primeros experimentos con la magia de Abra-
Melin en su orar.o rlo de Boleskine, Crowley había estado buscando
la forma de poder hablar a su Santo Ángel de la Guarda. Ahora, al
menos, apareció: primernmente a Uarda la Vidente, a la que en-
cargó que dijera a su marido que invocase a Horns y que fuera al
templo)' transcribiera lo que en él oyera. Se llamaba Aiwass y era un
jefe Secreto (con el grado de lpsissimus).
Bastante impresionado por la revelación de Rose, hizo lo que és-
ta le había dicho. El 8 dé abril de 1904, exactamente a las doce del
mediodía, entró en el templo, enarbolando en una mano su pluma
estilográfica marca Swan; se sentó en el escritorio, puso a su alcan-
ce algunos folios y esperó a que pasara algo.
Súbitamente, una voz comenzaba a hablar; le llegaba por encima
del hombro izquierdo, desde el rincón más alejado de la habitación.
•¡Hadit!' La manifestación de Nuir'.•
•La revelación de la asamblea celeste.»
Perdurabo comenzó a escribir deprisa, mieotr.is la voz •de tim-
bre profündo, musical y expresiva. de tonos solemnes, voluptuosos,
ticmos, fieros, o severos, según el talante-, pronunciaba su impor-
tante mcns~je destinado a coda la humanidad.
•¡Ayúdame , oh señor guerrero de Tchas, e n mi revelación a los
Hijos de los hombres!•
Cro,o;ley escribió inintem1mpidarner1te dlLnt11te tina hora; y a la
una de la tarde, después del versículo sexagésimo sexto: •¡A mí! ¡A
mí! La manifestación de Nuit ha acabado», Aiw.iss se desvaneció y
Crowley dejó Ja pluma.
Al día siguiente, nuevamente a las doce del mediodía, Perdura-
bo entró en el templo. Con la misma puntualidad europea, Aiwass
apareció y comenzó a dictarle el capítulo St'b"111do:
103
ra sieoop1·e como puro éxtasis. ¡Nt1id ¡Ra·Hoor~K11t1i ll El Sol, la Fuer·
za y ta Vista, ta Luz soo para los sie1'VOS de la Estrella y ta Serpiente.
104
•No hay ley excepw la que dice "Haz lo que Quier.is."• Y des-
pués: •La palabra de la Ley es tMlem11», es decir, voluntad, el nom-
bre del lugar en el que Rabelais sintó su prodigiosa abadía.
•Sé fuerte, ¡oh, hombre! Desea y goza todas las cosas de los sen-
tidos y del éxtasis: no Lemas que ningún dios vaya a renegar por ello
de ti.•
Crowley no necesitaba las exhortaciones de los dioses o de Ai-
w-.iss, que estaba totalmente exento de escrúpulos mordJes, para
•desear y gozar todas las cosas de los sen tidos-, pues era algo que
llevaba haciendo, como un desafio a sus padres y a la sociedad en la
que había crecido, desde que era párvulo.
•Todo hombre, toda mujer, es una estrella .• Pero sólo si consi-
gue encontrar su auténtica voluntad, pues de lo concrarlo será un
esclavo; y • los esclavos deberán ser siervos•. No hay democracia en
El Uúro de la Ley ni tampoco caridad cristiana. Se diría que Aiwass
había estado fuertemente influido por Niell.schc o, más bien, por lo
que popularmente se entiende por ideas de Nietzsche,
El Libro de la Ley incurría en expresiones de rabia pueril:
•¡Excluid Ja misericordia! ¡Sean malditos los que sientan piedad!
¡Matadlos y torturadlos! ¡No perdonéis a ninguno! ¡Caed sobre
ellos!..
•Escoge una isla. ¡Fortifícala! ¡Practica en ella la ingeniería de la
guerra!•
Después vuelve a su ser, haciendo observaciones que tienen al-
gún sentido, como por ejemplo: ·Ponte las alas y suscita el ovillado
esplendor que bay en ti: ¡ven a mí!•. El «oviUado esplendor• es Ja
serpiente Kundalini, que descansa, enroscada y donnida, en la base
de la espina dorsal, y que puede ser despertada mediante el yoga.
•Ahora sabrás que el sacerdote electo, y apóstol del espacio infi-
n.ito, es el príncipe-sacerd ote, la Bestia... • En otras palabras, el hom-
bre AJeister Crowley era el avatar (la encamación humana de un
dios) de las fuerzas cósmicas que estaban por llegar. Él era el vehícu-
lo mediante el cual había sido posible la comunicación,
La característica del Nuevo Eón (el de Horus, el Hijo futuro)
reside en el hecho de que la divinidad se encuentra dentro del
hc>mbre, n<> fuerd -n<> existe n i11gún dios- , y de que el alma, o e l
centro, es e n el h<>mbrc su Auténtica Voluntad. Por clic> se dice:
•Haz lo que Quiera5», En El Libro de ltJ Ley, que es el pantáculo d el
Eón, es decir, que contiene todos sus encantamientos e instruc~
clones, Crowley había creado una religión que le iba como anillo
al dedo.
105
El Liliro tle la Ley carece de la numinosidad o autoridad de las es-
c1ituras proféticas; y su sentido de rebelión exuda una aunósfera
que es incompatible con la •inteligencia preterhumana» que se su-
pone que es Aiwass.
Es imposible pensar en la frase Haz lo que Qu.¡eras sin recordar
otra de Rabelais, tan memorable, Ftty i:e que vtnúdras, pero mientras
que esta última, la del alegre doctor, suponía una pulla anticlerical
y la sátira de un emboscado contra una humanidad demasiado es-
trecha, la exhortación de Aiw<1.5S había sido pronunciada con la má-
xima solemnidad. Cada uno debe hacer lo que quiera, no por el
gusto de hacerlo, sino parn captar el sentido inmanente de la vida.
No hay que olvidar que la voluntad, en el sistema de Crowley, es el
Horus, o centro solar. Pero ¿hay alguna razón para creer que Afwass
hubiera leído a Rabelais? ¿O es que esa fr.1se, como el resto de su
dictado, era solamente uno más de los rcsullados de la actividad
mental, )'ª fuera consciente, o inconsciente, del propio Crowlcy?
En El Lwro de la Ley hay una gran cantidad de profecías de mal
augurio: •Surgirá otro profeta, y traerá desde los cielos una nue'"'
agitación: otra mt!ier despertará el deseo y la adoración de la Ser-
piente: ou-a alma, Divina y bestfal, se fusionará en el sacerdote que
domina el orbe; otro sacrificio manchará la rumba...•.
Un Nuevo Eón había nacido, y todos los nacimientos de los nue-
vos eones, o eras, se hallan, invariableme111.e, manchados de sangre.
Naturalmente, se predecía la Primera Guerra Mundial:
En palabras de Crowley:
La pritnera consecuen<ia U11portanct. de la nueva revelac:ión fue
La i11fu1u1ac..iúu, pv1 1-'CtJ te Je lo:t Jefe:> S<:c.1<:l~"J:s, <le que <:I Nuevo f.6n
suponía la destrucción de la civilización que existía a su llegada. Ya
q\.1e la caracteri.stic-a de Hor1.1s es ...~ F1.ler,¿:'.l y el Fuego... ,'" l'o:{>n ei:-
taría marcado por lG desaparición <le la tnentai.idad hu1nani1al'ia. El
primrr :.rto rl«) Su rf'ino s,•rí::i, lc\eic.anl r.nt~. ll~var al nn1ndo har.ia ta
catástrofe de una colosal y despiadada guerrd.
106
consistió en que Crowley escribiera a Mathers una carta oficial pai-a
informarle de que los Jefes Secretos le habíai1 nombrado a él Jefe
Visible de la Orden, y habían implantado una nue'"' fórmula mági·
ca: tlielema. •No esperaba recibir una respuest.a•, d.ijo Crowley. "y
por eso le declaré la guerra a Mathers.•
107
8 . Kangchenjunga ,
las Cinco Cumbres Sagradas
108
Con inquebrantable perseverancia, Crowlcy había seguido pu-
blicando nuevos volúmenes de poesía. Él mismo elegía el tipo de ca·
racteres que se utilizarían, el papel y la encuadernación {que era lo
más caro); más adelante, él, o uno de sus seguidores, pagaba la fac-
tura. Años después, aún disponía de la mayoría de los ejemplares,
puesto que la poesía no es algo que se venda fücilmente.
Entre Wliite Stains, esc1ito en 1898, y S11=drops Jrom a Curate's Ga.r·
den [Anémonas deljardín de un cura], que apare·ce en 1903-dos vo-
lúmenes que después serian afanosamente buscados, el primero
por ser u·emendameme erótico, y el segundo por ser exagerada-
mente obsceno-, escribiria diecisiete obras, la mayoría de ella.5 en
verso, que eran u11a senil imitación de S\vinbur11e.
The Swlml ofSong (1904) , The Argrmfluts (1904), The Book of tlie Gce-
ti.a ~lSoúmum the King {1904), Orac/J>.s (1905), Orpheus (1905), Ga.rgoy-
les { 19Qo6) y Konx Om Pax (1007) fueron publicados con su propio se-
llo ediwrial y, como quien dice, en su m.isma casa, puesto que,
cuando regresó del extranjero y se fue a Escocia, fundó la Sociedad
para la Propagación de la Verdad Religiosa, como llamó a su edito-
rial, cuya sede se enconrraba en Boleskine, foyers, lnvemess. The
Book of the Goetia of Solom011 the King [El Libro de la Goecia del Rey
Salomón ] no había sido escrito ni traducido por él, sino por Mac-
Gregor ~·tatl1ers, de ahí e l i1u\1lto al tradt•cto.r q t•e aparece en e l
subúnilo de la obra, •tl'aducido a la lengua inglesa por una mano
muerta... •. KonJ1 Om Pa.v -y no K11ox 07I Pox, que en inglés vendría a
-significar algo a~í como ... K.nox con .sífil i~... , como un librer<>escribi6,
erróneamente, en uno de sus catálogos- podría rraducirse como
•Luz en extensión>, esto es, la luz de la conciencia proyectada en la
tiniebla de la materia.
En 1909 dio a conocer su Cloruts WitMut Water [Nubes sin agua),
tí culo inspirado en los \<ersiculos 12 y 13 de la Epístola. de san judas:
·Son nubes sin agua, arrastradas por los vientos, árboles otoñales
sin fruto, dos veces muertos, desarraigados. Rabiosas olas del mar,
t>sp11mP..lntt"s rlf' .s11 propia iinpur~:ra; a."rros en;¡nr.es, a los q11~ . pa-
ra siempre se halla resen<ada la negrura de las tinieblas». La obra
fue •impresa para uso privado de los min.istros de la religión•. f.l
non1bre del a\1tor 110 es 1·evelado_, att1l.qt1e el supuesto editor d e l n,a.
nuscrito, el •Reverendo C. Verey», que se encarga del prefacio. ex·
presa el horror que le inspiran la blasfemia e inmoralidad de aque-
llos versos. A lo que, enton ces, cabe pre¡,ru11tar por qué st: to1aó la
molestia de dar a conocer al mundo aquella obra tan odiosa. Como
broma resulta un tanto escuálida y. una vez más, el supuesto sata-
109
nismo de Crowley sabe a poco: es sorprendente que él no lo advir"
riera. Conseguí encontrar dos versos divertidos en este aburrido li-
bro de XXI .¡. 143 págitia~:
110
arrasn-an que me son caras». Pero El Libm de /,a Ley seguía siendo pa-
ra él un enigma.
MacGregor Machers respondió al anuncio hecho por Crowlcy so-
bre Aiwass y el Nuevo Eón: preparó un ataque mágico recurriendo
a los demonios de Abra-Melin. Los sabuesos de Crowley cayeron
muertos mientrns los rastreaban; uno de sus criados se volvió Joco e
intencó macar a Rose. Aleister se lo impidió con ayuda de un garfio
para salmones y le encerró en el sótano, de donde fue sacado por
la policía: f i l) \l(>)ViÓ llUll t..a UICÍ!) a U.ÍI )1alJlat cJ~ ¿[.
Crowley contraatacó mediante la evocación de las fue1·¿as de la
Goecia: los cuaxenta y nueve siervos de Beelzebub, que procedieron
a castigar a Mathers en su morada de Monunaru·e. Rose, cuyo don
de clarividencia le permitía ver lo que estaba ocurriendo, se Jos des-
cribió a Crowley, quien incluiría una relación de algunos de ellos en
su obra T/uJ Sceuted Carden of Abdttllah the Satirist of Shiraz, conocida
también en lengua persa como Bagh-l -f\lluaum:
Apréciense a continuación dos de aquéllos:
(l l
La general parálisis
del enfermo de la meme
fn1stra Jos análisis:
El remedio es impotente.
Y por 1nás que uno lo io1ente
no conseguirá que fu1tcio1te 1ti el sistenta ni la ntente.
Mientras Bott ayudaba a Rose a dar a luz a una niña, Back, como
editor de las Obras 1;ompletas de Aleister Crowley, estaba a punto de
conseguir el nacimiento del primero de sus \'Olúmenes. Y Crowley,
en la habitación de al lado, estaba consagrando un talismán para
que Rose diese a luz un monstruo. Se trata de una anécdota apó-
crifa, per<> del mis1110 tip(>de las que la gente corncnzaba a co11tar
sobre él. Si era verdad. entonces su magia fracasó, pues la niña re-
sultó totalmente normal, y a los pocos días, Crowley, como cualquier
padre, estaba entusiasmado. Al punto que eligió para ella, tras lar-
g-as cavilaciones, los siguientes nombres: Nuit Ma Ahathoor Hécate
Sappho Jezebel Lilith.
N<tit había sido elegido •en honor de Nuestra Señora de las Es-
trellas•, la diosa egipcia del Cielo que en la nueva religión de Ho-
rus o crowle)-.m ismo ocupa el lugar de la Virgen María. Ma o Maa~
la diosa egipcia de la Verdad y la Justicia, fue elegida porque Libra,
la balanza, se encontraba en su signo ascendente en el horóscopo
de la pequeña. Ahathoor, la diosa del Amor y la Belleza, porque es
equivalente a Venus, que gobierna a Libra. No podía recordar por
qué había elegido Hécafe, aunque pensaba que debía haber sido por
una deferencia hacia las divinidades infernales. Y no podía por me-
nos de honrar a la única poetisa de la antigüedad, Sapp!w, o Safo. j e-
r.ebe.4 o Je1,abd, SCf,'llÍa siendo su personaje fa\'orito de la Biblia, y Li-
lith demostraba su afecto por el reino de los demonios.
Se divirtieron muchísimo en las Highlands. Annie, la tía de
Crowley, la única mujer de su familia que le resultaba tolerable, se
encargaba de la casa. [ban de pesca, de caza, de escalada y por la
noche jugaban al billar y se dedicaban a ir dejando vacía la bode-
ga del Laird.
Sólo había un problema: conseguir que Rose se divirtiese du-
rante su convalecencia. No sabía jugar ni al más sencillo juego de
cartas )' apenas había media docena de libros que le apeteciese leer
de los tres mil volúmenes que componían la biblioteca de su mari-
do. Aleister decidió que había llegado la hora de que él le escribie-
ra un libro, un libro que no sólo pudiera comprender sino también
112
disfrutar. Por una r;uón que le resultaba bien conocida, decidió que
e l libro más aconsejable para Rose sería uno pornográfico.
SntJWdwps from a C1trate :S Carden, una obra que aspiraba al éx.ito,
a causa de su ironía, comienza con un breve resumen de la vida de
K., su imaginario autor. Un editor ap6crifo, que ha robado el ma-
nuscrito, nos info1ma del hecho de que K. · había nacido, allá por
1860, en una de las comarcas rurales de Inglaterra. Sus proge1úto-
res pertenecían a la clase de los peque1ios propietarios de tierras,
que n o se p reocupan de vi,fr con gran osLentación. Se ntían el sufi-
ciente respeto hacia sí mismos como para vivir a su aire•.
113
Durdntc todo el tien1po de su 1.oatri1oonio 1 que dtu·ó <~os af1os.
estuvo entregado a todo tipo de obras piadosas. Había sidc> ordena·
do hacia tres ailos. ganándose en poco tiempo el favor de sus supe-
riore s, a causa tanto de su modestia como de s tt e loct1cncia . Consc-
gttiría en París lln importante p11c.sto <le capellán priva<lo, que le
permitiría disponer de muc ho tiempo libre para otros menesteres.
Por aquel tiemp<>, compondría un delic ioso volumen de h:imnos, y
la solicitud que demostrara hacia los pobres Uegaría a convertirse
en la admiración de la capital de Fra11cia.
Acostun1braba a pasar la tarde en aq11el ocun·ent.e e i1lfor1na)
club de grdndes imelecruales que se reunía al caer la noc:he e n el
restaurante Att Chien Rouge, C\l)'OS 1rtieo1bros e ra11 tar1 cel ebrados
en e l mundillo d el arte. Allí conoce ría a C****, aquel brillante aun·
que un tanto libe1'tino esc11l1.or, de inge11io cá11stico, que para s us
a1n.ig0$ equivalía: a sinlplernenr.e ge11ial; a N• ***. el gran pitntor, cu-
yo l'egio sentido de la luz convertía sus cuadros e11 a1111oniosos sue·
i1os; y descubriliia la dulce amistad de Saco, que le embarg-aba con
un torrente de melodía, color e inspiración. También acudían a la
reunión D. y L., el primero poeta y filósofo, y el segundo, pintor y
- mt•cho me tero.o- pederasta.
114
toria de su 'ida a un pe1iodista d el Daily Mail que se encuentra de
paso en el palacio ano bis pal. •Usted podrá anotar, con ayuda de la
taquigraña, en la que le supongo diestro, la verdadera historia de
mi vida.• Y comienza con los siguientes términos: • He venido de un
pozo sin fond o y me h e pasado toda mi \ida intentando volver a él.
Apenas hube abandonado el pecho d e mi madre, ésta me puso so-
bre su clítoris, y fuj dejado en los brazos de mi padre antes de que
su reclamo estu\iese entre mis piernas y disparase su cremosa esen-
cia al soleado aire de Roma, en donde, has de saberlo, aspiré mi pri-
mer hálito• . El modelo no era otro que Rabelais, con un ligero to·
que d e Sade: una tontería ju\'enil.
La segunda es una colccd6n de poemas y parodias obscenos en-
tre los que se en cuentra Rnsa Mystica, una oda sobre Rose, que es
ta n mística como pío ~'S K., e l autor, y que debiera ser le ída junto
con las otras cuatro odas que también le fueran dedicadas, y que
son más conocidas, para compre nder mejor el amor que Crowley
senúa po r su muje r. Aunque resu lte una inde licadc1.a p resentar al-
gún fragmento, éste podría servir:
MEAR O NO MEAR
115
las congojas de la próstata, la tardanza en el mear.
la insolencia de la orquitis, y las vt;jacioncs
que e l paciente mé1ito de la uretra recibe,
cuando uno 1nis1no podría procurar su reposo
con un lubricado catéter? ¿Quién querría at.rJ.g-a11tarse con el sán·
dalor,
peer y cag-arsc bajo el efecto de un potente purga11tc,
si no fuera por el tc1nor de un algo, después de desatascársclc la
uretra?
la senil estrechez, ante c uya inminencia
ni siquiera e l car.ér.er pern1i1.e escapar, co11u1rba la volun tad,
y nos iropLdsa a soportar aquellos roa.les q ue nos afügen,
antes que la11ian1os a otros q ue desconocemos.
Por eso, la inflamación hace de todos nosotros unos cobardes.
Y así, la pri111itiva necesidad de la n1icción
des111a}ra bajo el pálido toque del pensan1iento,
y las en1presas de ma}'or meada y orinal,
por esa consideración, tuercen en espiral su c urso
y dejan de tener nombre de bombeo. Pero, ¡silencio!
¡La hcnnosa Ofelial Ninfa, e n tus oraciones
acuérdate de mis pecados.
11 ti
hasta en la boca de la furcia. Más tarde, es eljuez,
con su hennoso viena·e redondo, e1nborrachado de mercurio,
el porte sevel'O, y a1.en1per0tdo follador,
lleno de sabios trucos y de los modernos adelantos para el amor;
)' acorde con eHo, lanza su pedo. La sexta edad nos lo transforma
en lUl enjuto y escltrrido calzón,
de gotcantc pene y peloc...i.s retfii.ctilcs.
Su juvenil golfa, bien tOllada, seria ttn m11ndo que le vendria grande
a su 11ler1nado cipote: y su gran 1neada viril,
convertida de nuevo en atiplada de nif10, ahora suena
corno un caramillo o un silbato . Pero la 1ílón1a escena de todas,
la que concluye esta exu-atl.a historia llena de aconceciln.ientos,
es la segt1nda impotencia y la total castración:
sin cipote, sin pelotas, sin <lcs<:oSt sin nada.
11 7
una recensión, C. K. Chesterton le había descrito como •un buen
poeta-) y como mago: estaba creciendo en importancia, y sus espe-
ranzas eran ilimitadas.
Clifford Bax, quien más tarde hallaría otra inspir<1ción en la fi-
gu ra del monje budista AIJan Bennett, nos ha dejado una descrip-
ción del Crowley de aquella época, pues se había alojado en e l mis-
mo hotel de Saint Moritz que él:
118
mujer: con el matriarcado y el culto a la Gran Madre. Crowley, un
tanto arbitrariamente, asigna la diosa egipcia lsis a este Eóo .
El Eón siguiente, el del hombre, también lleva el nombre d e uo
dios egipcio, Osiris: es e l Eón del judaísmo, budismo , cristianismo e
islamismo, religiones todas ellas de sufrimiento y muerte, del • dios
moribundo•, una noción que Crowley tomó del autor de La'ª"'ª
dorada. En otra.S palabras, la religión de sus padres, a Ja que odiaba
y echaba la culpa d e los sufrimientos de su niñez.
El Nuevo Eón, al cual J. F. C. Fuller llamaría crowleyanismo, to-
ma el nombre de Horus, el hijo de !sis y Osiris. Lo que caracteriza
a este período es la auténtica voluntad; de ahí el grito de combate
de Crowley de «Haz lo que Quieras•. En esta época, Jos hombres se-
rán como dioses o, al menos, aquellos que hayan descubierto sus au-
ténticas voluntades, al igual que él había descubierto la suyd. «La
muerte te ba sido prohibida, oh, hombre• , dice EtLi/Jro de la Ley. És-
ta es la respuesta de Crowley al plymouthismo.
De regreso a Boleskine, Crowley vuelve a adoptar los hábitos de
vida de un noble escocés. Gerald Kelly, Mrs. Kelly (la suegra de
Crowley), Ivor Back y Eckenstein le hacen compañía, así como el te-
niente coronel Gormley, médico militar del Ejército de la India a
quien Crowley d escribe como masoquista. •Gormley declara haber
sido flagelado por más de dos mil mtüeres ... me parece un número
m~y elevado.•
El 27 de abril llegaba el doctor JacOL G uillannod con llll ejem-
plar de un libro que había publicado en Suiza sobre la expedición
al K2, cuyo útulo em Six t1wis da11s /'Himalaya.
Crowley aún seguía conserv-ando su buen h umor. La seriedad del
médico suizo se convirtió en d blanco de sus bromas más pesadas,
qu e es mejor referir siguiendo e l curso de sus propias palabras:
11 9
n1e dije: l(¡Dc acuerdo! ¿Quieres cazar? ¡Pues ya te daremos pa.r a
que caces!• .
A_lgunos <lías <lesp ués <les, ié l a convel'sación para poder hablar
1
120
No servirá de llada decir q11e había t1na niebla insó'litarnent.e
densa, pero conseguimos ver, recortándose sobre las ráfagas de llu·
•ia, la giganteS<:a figura del haggis. Nos quedamos inmóviles, como
n1ue·rr.os. Y e1\l.onces, H't1gh Chillie. con 1trucha precaució1n, hjzo se-
ñas al doctor de que avanzara ar1dStrá11dose por el suelo, y <:reo que
uo l1abía llegado a recorrer más de veinte yardas cuando disparó,
haciendo volar por los aires, totaln1e11te destrozado... un n101ueco,
el del gra1tjero Md11ab, a quien había hecho ganar un premi.o.
Hugh Ghillie se l:unó hacia delaJlCe, para que el docoor no pu·
diese ver la avena que se b.abfa esparcido para conducir al hag¡.>is
basta a(1t.1ella [JOsiciór1J. izó sobre sus hc11r1lJros lo que quedaba del
animal y regresamos Wctoriosos a vesti mos con ropas secas.
La escena siguiente rkne lugar en Neuchatel. El doctor había
hecho de la cabeza un trofeo, con su placa de oro y el nombre de la
especie i11scrito en él. 'Y, natur.tlrncntc, 11arraba SLI proeza a todo el
mundo.
En100.lsamar el cadá,·er.
Revestirlo con el hábito bla11co e11 ío1111a de Ta11. oon la túnica
roja y el ceñidor dorado de Abra·Melin, y la Corona y la Vara. Taro·
bién Ja grn11 espada roja.
121
Enterrar conmigo todas las joyas mágicas.
Un pastos y una cripra deberán ser preparados par-d se.-vir de
ataúd y tumba; cuya forma scr.í la qt1e se indica, pero sin ningún ti-
p<> de dibujos. Úsese piedra blanca.
Sobre el pastos escríba.-e sólo Perdura/Jo.
.Emparedar la cripta y e.-conderla por completo de miradas hu-
manas, y no erigir lápida alguna. Coloca.r en la c.-ipta edicio11es en
pergamino de todas mis obrJs. hennétic-.amente selladas.
El lugar será escogido. y conocido sólo. por Ceorge Cedl jones.
Deberá encontrarse en un terreno consagrddO por él.
Aleister Crowley
122
ción al K2; pero en esta ocasión se hacía constar que «Aleister Crow-
ley será el único y supremo juez en todo cuanto ataña a la técnica
del montañismo, y los demás obedecerán sus instrucciones•.
Crowley tenía prisa por ponerse en marcha, pero teníao que es-
perar hasta que se les concediese el permiso para entrar en Nepal.
Así pues, mientras daba el toque final a sus preparativos, escribió
dos artículos para el Pioneer Mail de Allahabad sobre la expcdici<Sn
de 1902 al K2. En el primero aparecía una crítica innecesaria, e in-
justificada, de los gtúas alpinos: no se extendía gran cosa sobre los
guías, pero sí lo hacía en demasía sobre sí mismo:
JU
El 8 de agosto partían biyo una copioS'a lluvia, con siete tonela-
das de alimentos y de bagaje, doscientos treinta porteadores, y tres
criados personales que habían traído desde Cachemira -los mismos
que habían acompañado la expedición del K2- , cuyo jefe se llama·
ba Salama, barbudo y enturbantado y, además, si se j uzga por su fo.
tografía, patizambo.
La altura del monte Everest había sido calculada en 29.002 pies,
y la del Kangche1tjunga en 28.250 pies. pero todavía exisria alguna
discusión respecto a la altura exacta de aquellos tres gigantes del
Himala¡ra, las tres montañas más altas del mundo. El coronel Sidney
Burrard, que era Superimendente del Servicio de Medición Trigo-
nométdca de la fndia cuando Crowley se hallaba cu Darjccling, co-
locó primero al Everest, seguido del Kangchenj unga, con una altu·
ra de 28.225 pies, y del K2, catorce pies por deb~jo. Por aquel tiempo,
ninguno de los tres había sido conquistado: el Everest no lo sería
basta 1953, cuando dos componentes de una exped.ici.ón británica
alcanzaron la cima, y el Kangche~j unga hasta 1955, por otro equipo
británico dirigido por Charles Evans, más tarde sir Charles, presi-
deme del Club Alpino.
En 1899, Douglas Freshficld había explorado el Kangchenjunga,
y su compañera, Vitt.oria Sella, lo había fotografiado. Y antes que
ellos, W. W. Graham había trepado hasta esta parte del mundo y es-
calado Jubonu, a 19.350 pies, uno de los p icos de la cadena contigua
de Kabru.
El Kangchenjunga es una montaña parcicularmente peligrosa
d e escalar. A causa de su posición relativamente aislada, recoge y,
a la vez, lanza, l1acia l<)s glaciares que están debajo, e11ormes ava-
lanchas de hielo y nieve, algunas de las cuales alcanzan un espe·
sor de cientos de pies. En opinión de aquel distinguido montañe·
ro inglés, el desaparecido Frank Smythe, probablemente no hay
otra moutai\a en el mundo que exponga al escalador a un mayor
peligro.
Crowley condujo a sus hombres a través de valles cubiertos de ro-
dodendros e infestados de sanguijuelas. Llevaba negociando varios
meses e l permiso para acceder al estado de Nepal. Cuando se apro-
ximaban a la aldea limítrofe de Kang La, llegó la noticia de que se
les permiúa entrar.
Después de una marcha que había durado dos semanas, el 22 de
ag<)St<> se enc<>ntraban al pie de la cara sud<)Cste de 1a montaña, cu-
ya ascensión tendría lub'llr a lo largo del g laciar Yalung. El asalto del
Kangcbenjunga había comenzado.
124
Crowley esmvo totalmente de acuerdo en seguil' aquel camino
en cuanto· le puso la vista encima. «Me fui hasta el glaciar para un
reconocimiento,., dijo. «Qt1ería situar e l campame nto principal tan
alto como· fuera posible.» Si bien sospechaba que el curso del gla-
ciar podía llegar a ser imposible de escallar, sus dudas se desvane-
cieron al Uegar a mayor allllra.
125
campamento U1 iba a estar en una posición favorable, tal y como rue
había parecido en la lejanía. Y así era.•
De los 230 porteadores, 130 habían sido proporcionados por el
gobierno de Sikkim; llevaron sus cargas hasta una altura superior a
Ja del Mont Blanc, y después se negaron a seguír. Tenían miedo del
dios de las Cinco Grande.s Cumbres, que es el significado literal de
Kang-Chen:Junga: depositaron la carga y se fueron en grnpo. Gui·
llarmod se daba por contento con que hubieran llegado tan lejos, y
se consoló con el pensamiento de que su partida suponía un gran
ahorro de provisiones. Pero cuando observó el glaciar, fue tan pesi-
mista como Crowley era optimista. •Las morrenas se alternaban con
las grieta5 de un diabólico laberinto y resultó imposible lle''ªr la
cuenta de las detenciones y las contramarchas, que frecuentemen-
te fl.teron ineficacesó.»
Cuando el doctor subió más alto y observó, a Lravés de lo que
perrnitían ver las nubes y la niebla, los obstáculos que estaban ame
ellos, perdió completamente la esperanza de alcanzar alguna vez la
cumbre por el camino que habían tomado. •La ci·esta occidental
del Kangcbenjunga se erguía conu-a un cielo sin nubes. de un azul
intenso», escribió.
l .o.o;. pr,..r ipiri n~~ in,·,:•santf·m•:.nrr harrirlos por ::iv::il::. nrh:'l.s, no no¡c;
d~jabao pensar en la posibilidad de un acceso d irecto por aquella
cresta. No había ninguna zona que fuese mínimamente bori.z.ontaJ;
no había sitio~ ni s i qui e r~ una yarda cuadrada. par.il plantar e n e lla
la más pequeña de nuestras Liendas. Ni las propias l'Ocas. su¡>0nien-
do que nuestta.s ñtcn..as aún nos permitieran rc..1liz:tr proezas acrc>-
báti.cas a sem~ jante altura, ofrecían lugar algitno para in tentarlo;.
126
El 25 de agosio, después de que Crowley les hubiera indicado a
Guillarmod y Reymond la mta a seguir, y se hubiera ido derecho a
buscar el lugar apropiado para el próximo campamento, el médi-
co descubrió, para estupefacción snya, q ue los porteadores care-
cían del calzado apro piado, y que la mayor parte de ellos todavía
seguían descalzos. Al denunciarlo a Crowlley, éste le contestaría que
todos los porteadores habían escondido su calzado entre su propio
bagaje.
Aunque la escalada acabara de comen:zar, Guillarmod compren-
dió a duras penas el fracaso de todos sus esfuerzos y desembolsos,
así como el de la expedición. Renegó de lord Boleskine, en cuyos
placenteros dominios había cazado el exó tico haggis, y lo calificó de
individuo negligente y sin escrúpulos: 'Un i11dividtt 11égligent a sam
t,Qnscinice.
Reymond fue en busca de otro camino para los po11eadores, que
evitase en lo posible el hielo, pero no tardó mucho en regresar con
la noticia de que el glaciar era el único camino. Entonces comenzó
a callar escalones para que fueran usados por los porteadores des-
calzos. De improviso, apareció nuevamente Crowley y le echó una
mano. Talló una media docena, pero can mal que el médico se es-
o·emeció cuando los pisó.
Resignado al fracaso, Guillannocl pensó que lo único que podían
hacer, a.mes de regresar, era ime ntar subir lo m{os alto que pudieran
resistir.
Bajo la penna.nente amenaza de llegar a ser arrollados y aplasta-
dos por una a\'alancha - un escritor ha dicho que el Kangchenjun-
ga puede aplastar a los hombres igual que los hombres aplastan a
las mosca:;-, alcanzaron una pequeña cresta rocosa. muy empinada,
en la que dispusieron el campamento para pasar la noche.
127
A la u1ru\ana siguiente, varios porteadores desertaron, y uno de
ellos •perdió pie precisamente en el punto en que Crowley había ta-
llado los 1ínicos escalones de 1.o da la pendiente•' . Y cayó al abismo.
El día 29, Guillam1od, que el día anterior se había quedado en
Ja cama, en.fenno, bajó con algunos hombres para buscar el cuerpo.
Lo encontraron mutilado sobre un espolón de roca, mil quinientos
pies m<Ís abajo. Parn los porteadores, la muerte de su camarada no
era sorprendente: el dios de las Cinco Grandes Cumbres exigía sa-
cl'ificios. El cuerpo fue enterrado de acuerdo con Jos l'ilOs de su re~
ligión.
Guillarmod continuó descendiendo hasta que, dos horas más
tarde, llegó al campamento, donde encono-ó a varios poneadores
que sufrían el mal de montaüa y la ceguera de Ja nieve. Aquella tar-
de, De Righi llegaba del campamento 11 con más de cincuenta hom-
bres.
Mieno-as tanto, Pache había conseguido reunirse con Crowley
en el campamento v, pero el porteador que debía o-ansportar su ca-
ma, desmoralizado por la muerte de su camarada, y anee la pers-
pectiva de encontrarse con el Burra Sahib -el Gran Sei\or, que era
como llamaban a Crowley-, desertó; se quedó rezag-ado, abandonó
sobre la nieve Jo que transportaba y huyó.
Llegado a este punto Crowley estaba de pésimo humor. Había dis-
cutido con todo el mundo. No podía comprender qué era lo que iba
mal con Guillar.mod, y De Righi •simplemente había perdido la ca-
beza• . Describió las reacciones del médico ante la pérdida del
porteador con estas palabras: ·A Ja mañana siguiente, Guillarmod se
había repuesto lo suficiente como para echar pestes. No podía ima-
ginarme. enton·ces, lo que le estaba tortuntndo, y ahora tampoco
consigo explicármelo. La explicación más favorable que puedo dar a
su conducta es qne se encontraba mentalmente dc-.equilibrado•.
En cuant.o a los porteadores, se h.al labao desmoralizado.s por
culpa del •excitado e histérico Reymond>. Con el objeto de que re-
cobrasen el cor.aje, Crowley realizó una pequeña proeza, que des-
cribe en su novela The Diar)' of a Drng hend, escrita diecisiete aüos
más tarde.
Pero lo ouajor fue lo que sibrue: hace algunos años n1e encontra-
ba al n1a11do (le uoa expedición que iba al Himalaya, y los coolies te-
nía11 núedo de atravesar tUla pendiente nevada que se cernía sobre
un terrible precipicio. Les invité a que me observaran: primero pu-
se Ja cabeza sobre la nieve, me di la vt1elra, con10 si fuera un saco de
128
avena, y, de un salto, me puse de pie en el borde mismo del pred·
picio. Cuando me acerqué a ellos, hubo un grito sofocado de rcve·
rence adn1iración .
129
horas después, e l campamento se bailaba d esierto. pero consiguie-
ron di\.isar a Cro,-.:le}' e 11 la lejanía.
Crowley describe la llegada de Cuillarmod y de De Righi en los
siguientes términos:
~{ientra~t_anto, vi, con gran sorpresa, que una gran m 11ltitud h.a..
bía llegado al campa1ne11to ' ' · C1ra11clo bajé 111e encontré con que la
histeria de Ctúllannod y la esmkicia de De Righ.i habían causado,
tina vez más 1 w1 bt1e11 ernbrollo. Habían llegado al ca1npa1ue11to
con d iecisiete o veinte coo/;ia, pero sin tr.ier ninguna de las cosas que
1an to necesitábanlos. S11 condtict.a era totaln1ente inex1)licable. Da·
ba la i1npresión de que el doctor no sabía lo q t1c estaba diciendo.
S11s observaciones eran, simplemen te, eco de u11a confusa init.a·
ción. l',arecía incapaz de 1·es1><>nder a nioguna de mis 1).r eguuw, o
de explicar lo que había ocurrido. Su ú11ica inte11ció11 era dar ltna
conferencia, y elegirse a sí n1ismo jefe en mi lugar. Tamaño disp;.t-
rate uo había sido pre>isto en nuesu-o contrato, que, parecía pen-
sar, no era para él más que un trozo de papel. C..Uando lle.g-aron los
q11e faltaban comenzó tina excitada d iscl1sión. Nadie st1girió que. en
ningíul 1non1enlo. yo me l1t1biese comportado de_<>lealn1ence. De lo
único q ue se trataba, desde el princi¡>io hasta el fi1l, er"..t <lel resenti-
1nienco ele t1n extrartiero por te ner qt1e obedecer a un inglés.
130
Los tool.ies, que iban en medio, a veces re.sbalaban, pero co1no Ja
cuerda siempre estaba tensa podíamos izarlos 1·ápida111ente. Un po-
co n1ás adela11te, el seodero, que descendía en vertic-al, giraba en
ángulo recto y se hacía horizontal. De Righi y yo pasamos fácilmen-
te, pero el fi()()tie que 1lOS segufa1 resbaló y arrastró consigo aJ cuar1.o
de la cordada. I)ache no ll.l\'O la ft1erza su ficiente i>ara man tener col-
gados a esos dos l\ornbres de u na pendi.e n1e 1an enlpinada y, a su
vez, 1x:rdi.ó et 1>ie, con10 ca1nbién le sucedió al sex10 honlb1·e.
De Righi y yo, finncn1cntc plantados, peu~a.n:1os que podía1nos sos-
tener a aquellos ct1atro hombres, cu ya velocidad de caída iba atimcn-
tando. Inmediaran1ente, la cuerda se tensó, la nieve con1enzó a res--
balar rápidamente bajo nuestros pies y fo1mó una avalancha que
rápidamente cobró cnonncs proporciones. ·roclo e l flanco de la 1r1on-
taña fue barrido inmediatamente en tina anchura d e más de cin-
cuenta }:1rdac;;. Pri,'3.do de un apoyo para mis pies1 a pesar de los cram·
pones. y agarrándome con la'i manos al piolet. que estaba sólidamente
clavado, casi iba. a s11bir a Oc Righi c11a11do fue arr..utrado por la a\la-
lancha; pero después del torbellino que nue-.stros camarada.s hicieron
al gir.ir c11tre sí, no h ubo 1na11cra <le resistir se1ncja11tc sacudida.. f'ui
violentamente arrancado del pio let, y arr.tStrado a mi vez.
181
atados los hombres que habían desaparecido. •Se me habían con·
gelado dos dedos de los pies., escribió Guillarmod, •y no llegaba a
scnti1· las manos. Nuestros compañeros debían de esta1· muertos
desde hacía mucho. Todos nuesn·os esfuerzos fueron inútiles. Nada
nos quedaba por hacer, sino la triste obligación de segufr buscando
sus cuerpos con ouas herramienta.< que no fueran nuestros piolets• .
Pero regresemos junto a Crowley, quien, aunque no presenció el
accidente, tuvo mucho que decir sobre él:
l ltibía advertido a lo$ rc:bc: ldc.~ q u e, con toda ~c:guridadJ c:n con-
U"<lrían la nluerte si inte n taban el descenso aquella noch e. Si sólo se
eralas.e de los t;r>olU:s aquello podría resullar 1n1\s o n1enos conve-
niente, pero no tratándose de ello~;, conocía de1nasiado bien la ha-
bilidad <ic C u illarrnod r>ara producir accidcnl(."S aun CD mejores
condiciones.
Esto los enftu·eció a..ú(l n1ás. ro-te habría asistido el derecho de ha-
berle roto las picn1as al n1édico con rni p io lct. Vi. con gran horror,
que Pac he quería irse con eilos. Aquel b ribón no había tenido la de-
cencia de traerse un saco de dornlir. Le rogué q ue aguarda5e hasta.
la 1nai1ana .siguicnLe. Le d~jc q ue podría disponer de nüs accesorios
de dormir, pero nada podía convencerlo. Le describí la situación,
pero no podía creer que yo es1aba diciendo Ja verdad, al pie de la
lcLra. cttai1<lo afirlllaba que CuiUa1·mod. a un e n sus 1nejorcs 1no-
n1entos, se aton taba pcligrosan1cntc e n la n1on r..lña, y q ue c.slo ha-
bía deJ!euerado hasta lle~..11· a conver'tir'le e n un loco peli2"roso.
Se 111c rompió e l cor-dzón cuando 111c despedí de él. pues había
llegatlo a cogerle g ra.n sirnpaliá, y rnis úlú1nas palabras fucro11: • No
se \lay::i. No le vol,·c ré a ver. Ocnu·o de diez n·ü nutos habrá n1ttcrlo•.
Había con1ctido otro erro r: atín segiría vivo u n cuarto de h ora
después.
Toda••Ía no había pasado una hora cuando Reymond y yo oímos
unos gritos desenf1enndos. No llegábamos a distinguir la.~ palabras,
aunque las \'OCes eran las de Cuillam>od y de De Righi. Reymond su-
girió que fuérarnos 1•:.\pida1ncrltC en SU ayuda, pero y.i casi estaba~
curo y no podianlos cu,iara nactic, puesto que De Righi se había lle-
\'ado consigo a los hombres, y no había indicación alguna del
1110ti\'O por el que estaban gritando. Podñan haber estado gritando
todo el día. Rcymoud aún no se 11'tbía quitado las bola<, por lo que
dijo que iba a salir a \rer si todo iba bien, y q ue me !la.m aria si nece-
•itaba ayuda. Se fue, y ni vol•i6 ui me llamó. Me fui a dormir y me
levanté a la n1aliana sigttiente con el alba,)' bajé a ver.
132
¿Y qué fue lo que vio Crowley? No mucho, según Guillannod,
que escribió: •Al día siguiente, se podia ver a Crowler bajando des-
de el campamento de arriba sin haberse encerado de si sus camara-
das habían sido encontrados. Desenó de la expedición de una ma-
nera cobarde y no volvimos a oír hablar de él hasta que regresamos
a Darjeeling..
Ellos \>ieron a Crowley, pero Crowley no les vio a ellos. En la ma-
ñana del 2 de septiembre, cuando Crowley descendía por la5 ncv-a-
das y desiertas pendientes de la gran montaña, oyó, de improviso,
una5 voces. Se aproximó hasta el campamento IV y preguntó, a gri-
tos, «¿Qt1ién vive?•.
Nadie contestó. Los sonidos se extinguieron, pero, un momento
más tarde, comenzaron de nuevo. •Habrfajurado que oí voct>s-. di-
jo Crowley. •Llamé de nuevo, y una vez más se hizo el silencio. Y en·
tonces comencé a pensar que había sido víctima de una alucina-
ción.»
Así acabó el primer incemo de escalar el Kangchenjunga. El in-
cidente que causó la muerte, a Ja edad de treinta y un años, del te-
niente de caballería del t;jército suizo Alexis Pache, y de tres anóni-
mos coolies, no fue culpa de Crowley, pero el modo en que éste
reaccionó aumentó su reputación •de que era dü'e rente de los de-
más hombres•. The Alpi"e jo11rna~ que publicó en febrero de 1906
un breve resumen de Ja escalada, deja en claro que Crowley jamás
había tenido relación alguna con el Club Alpino. Si la intención de
Crowley era hacerse odioso a todos los montañeros, lo consiguió
plenamente.
Asu llegada a Darjeeling, cableb>Tafió al Daily i'vft>il de Londres un
resumen inexacto de la expedición y del accidente que había su-
puesto su final, en el que expresaba su propio disgusto por su equi-
po, y la esperanza de «tener éxito otro año con una expedición con-
venientemente equipada y disciplinada•. Pero, a pesar de estas
palabras, no volvería a dedicarse activamente al montañismo en
ningún lugar del mundo.
La única pregunta que queda ;in contestar es por qué no fue
hasta el lugar del accidente.
Cuarenta años después de aquel trágico suceso, cuando Crowley,
con mano insegura, consignaba en pequeñas hojas de papel el nú-
mero de gramos de heroína que estaba conswniendo diariamente,
usó esta expresión para describir su desesperanza: Kangclumju,.gaj.-
bia, Solamente su miedo a la gran montaña puede expresar la ago-
nía de sus últimos años. Cuando perdido en aquella inmensidad de
133
hielo y nieve oyó unas voces, las de los mue11os o la del demonio de
las Cinco Grandes Cumbres, el espanto se abrió camino en su inte-
rior y él, sin pensarlo dos veces, salió huyendo.
Arnold Lunn, montañero y presidente del Ski Club de Gran Bre-
taña, sentía antipatía por Aleister Crowley. La biografía que, duran-
te los años 1948 )' 1949, estuve escribiendo sobre Crowley, y que cons-
tituye la primera edición de la presente obra, era mate1ia de
continuo diálogo entre nosotros, por lo que aceptó sin dudarlo mi
sugerencia de encargarse del prefacio. Sin embargo, como era tan
hostil a la Bestia no pude utilizarlo. En cualquier cas.o, las obse1va-
ciones que Lurm hizo ace·rca de Crowley como montañero no care-
cen de inLerés:
134
que poseía era algo fom1idable pa.l'a aquella época. Entre 1894 y
1898 visitó anualmente los Alpes y, acompañado poi' Collic, Mum-
mery y Hastin&'S contribuiña grandemente a la causa de la escalada
sin guía•. Su cuota de socio no fm: pagada desde J902, y •fue dado
de baja en el club el 5 de diciembre dt: 1904•.
155
9. La marcha a través de C hina
Tal y como estaban las cosas, no podía hacer nada más que en·
"iar a Rc}mond a tu1a e mpresa desesperJ.da. l\o es que, dadas las
circun.stancias, me sinúe rn ansioso de ir a pn..osrar ayuda. En la nlOn·
raña, un •accidente~ de esas características es wta d e las cosas que
nunc:a suscita1'án mi sin1patía.
U6
sona, de los que allí estaban, que sabía distinguir una montaña de
otra... El doctor era lo suficientemente veterano como para resca-
t.-inc a s í mismo, pues n:tdic habría ido a rcsc.'l.tar a Oc Righi...
Para darles uo eje1nplo fina.1 del individuo con e l que hen1os l.e -
ni<to que l..rara.t, adjuntal"é unos c11antos exrractos de algi.1nas carta~
que escribiera al doctor mucho antes del comienzo de la expedi-
ción, después de mi acuerdo, concluido con él,)' de pagarle el equi-
valente a 100 libras esterlinas. Ya que no disponía e n efectivo de esa
su1na, le e ntregué 350 rupias, y después de mucho regatear se llevó
un magnífico estandarte tibetano, una gran pieza esculpida de la-
pislázuli y un collar de jade verde, que cubrían lo que faltaba. Y.,..
to es I'? que de mí dice al doctor:
•Querido J. G.: Por aquí todo va hien, y espero lle\>arme con no-
sotros al director de este hotel, u n joven italiano qne habla el ribe-
tarlo y que está f\costt11nbra<lo a hacer negocios y viajar con los in-
dígenas... Con él nos ahorraremos una buena suma de dinero, l'ª
que conoce el precio exacto de todo lo que necesi1amos comprar
aquí. y cómo convencer a los indígena.~ para que rt:bajcn los pre--
cioS- Se llama Rigo d e Righi. Ya se dará cuenta de que nos será muy
útil, aunque no sea propiamenre un "caballero": se encoleriza fre-
cuentemenle y se preocupa sin mo1ivo. Por eso p ienso que debemos
mtarlc con cierta dis1anc:ia. Pr.ro, si n duela. todo irá bien . Después
de que haya hecho su trabajo, y uansporcado nues1ra pesada impe-
dimenta hasta e l campamemo principal, podremos. si llega a po-
nerse dificil , despacharle de rcgrt"SO sin ccren1onias, pero es1>ero
que se compone bien ...
Éste es el tipo de hombre que dirigió la expedición de 1905 al
Kangchcnjunga. ¿Debo decir por qué nos decidimos a pedirle que
renunciase? Dejaré que los lectores se formen su propia opinión.
U7
No contento con todas las acusaciones que hiw contra mí du·
ldnle la expedición, añadió después otras. como consect1encia de
1n i apoyo a Nangar en el requeri1nie~1t.o de su cornisión co1no J"(lr·
1lar, por la que le tocaban dos n1or1edas J>Or cada hornbre, <1ue Je ha-
bían sido prometidas antes de la 1na1·cha por Mr. CrO\\lley: si llega-
ban los porteadores, recibiría 20 rupias al 1nes, y si les acon1pai1aba
él 1nismo, entonces se•ian 30. Cro,o,1ley añnna que yo recibía una co-
misión de todo lo q ue se iba comprando por el ca1nino, y q ue en
Darjeeling era bien conocido por obrar de esa 1nanera. Le dije q ue
era n1entira, y que sería un 1ncntiroso quien lo dijera. .1\ esto n1e
contestó que se lo había dicho t1n oficiial a1nigo suyo.\' yo le d ije que
no podía creer que un oficial inglés Íl•ese capaz de hacer una acusa-
ció n sen1ejan1.e y que deseara 1nan teu.er oculto su no1ubrc. Cuando
le pregunté 1>0r el non1bre del oficial" se negó a dánuclo ...\sí es, su-
r>ongo. C011lOse cornpo.rta el que se consi<ltí4' un gen,t/erna,11. educa-
do en la U11i\ ersidad de Can1bridge. En su opi nión, yo no soy pro-
1
138
hasta que tus propios c..~fuerzos con.sigan e l ha.lanceo de tus ater-
ciopeladas nalga5,
ha$ca que el a1·ruJlo de su 01úsica le COl'\Cluua a un inescn1table
éxtasis,
¡Oh, adorable Tarshitering!
139
Volvió a dedicarse al estudio y a la práctica de la magia, siguien-
do el sistema enoquiano, ideado por dos magos isabelinos, el doc-
tor John Dee y sir Edward Kelly, tal y como se enseñaba en el seno
de la Goldcn Dawn. Subió hasta el Plano Astr<tl para encontrarse
con Elainc Simpson, y estuvo hablando con ella de la Gran Obra: se
trataba nada menos que de la creación de un n11evo u11iverso. U11
halcón dorado se había apoyado en el hombro de Elainc. Crowley
se sobresaltó, reconociendo, por sus características, a uno de los je-
fes Secretos.
Incomprensiblemente, excepto para aquellos que están familia-
ri1.ados con la paradoja, Crowley comenzó a expresar este senti-
miento, puro y místico, nicdiante la escritura de otro libro obsceno.
Fue muy explícito respecto a la naturaleza, aparentemente contra-
dicioria, ele su visión. Aunque su carácter fuese de lo más elevado y
noble, •sentí 1.a compulsió n de cxpresannc de manera satírica y (co-
mo alguien puede pensar) obscena•.
La inspiració n, esta vez, le vino de sir Richard F. Burton, a cuya
memoria. en una fecha m{is tardía, dedicaría el segundo volumen
de su autobiograña. Después de editar su versió n en inglés de Las
mil y una noches, Burton había traducido una obra persa del siglo XV,
que era conocida por los estudiosos y coleccionistas de curiosidades
literarias con el nombre de El j ardín fierfumad" o, también, Eljrml.in
fraga111e ~permite el solaz f'.Ú/ altru~ y cuyo auto r era el jeq ue Naf7.ii-
wi . Burton murió antes de que su traducción, ampliada con numc.~
rosas notas, füesc cntreg~da al editor, por lo q ue el manwcrito ca-
yó en manos de su viuda, que carecía de sus intereses intelectuales
y su amplitud de miras. Quedó horrorizada cuando leyó la obra. De
repente - así lo cuenta- la sombra de su marido se le apareció en
wrn '~s ión, y le imploró, desesperadamente, que destn1ycsc total-
mente el 1natll1scrico.
Crowley, al igual que Burton, había recogido u na buena canti-
dad de infonnación sobre las práctic:is sexuales del Oricn te, y con
la a5Ístencia de un 11mnsM , que durante un corto período de tiem-
po le cnseiló la lengua persa, comcruó a versificar e n la métrica del
gh(IUI/, fin¡,.;endo que se trataba de traducciones hecha5 del persa,
salpicando el texto con frases y palabras en esa lengua. para que su
superchería resultase más comincentc. Situó al poeta Abdullah al
H<!i i, su imaginario autor, en el siglo Xvu, y le hizo originario del
mismo lugdr que el célebre H:•fit. l .a recopil ación de cuarcntll y dos
poemas fue titulada The Scented Gardet1. ofAbdttllah, llu Satirist of Shi-
rat [El jardín perfumado de Abdullah, el satírico de Sh irdZ] (•tra-
140
ducido de un m ao uscritO indio, poco conocido, por el desapareci-
do mayor Lutiy y otra persona• ). El • mayor Lutip era un angloin-
dio ficticio que había enconu-ado, traducido y comentado el ma-
nuscrito. Como había fallecido e·n la Guerra de los Bóers, antes de
haber podido terminar su trabajo, un editor •anónimo•, ayudado
por • un sacerdote cl'istiano que discutió el contenido del poema
desde Ja peculiar perspectiva de un riguroso anglicanismo•, se en-
cargó de llevarlo a buen fin.
Crowley describe el libro en su autobiografía:
14 1
Cuando coloqué la rigüda pluma de mis pensamientos dentro
del tintero de mi imaginación experimenté la5 delicias de Alá; y al
retirarla, contemplé la Noche y el Vacío, co1no si fueran una verl"i-
ginosa y hueca conc ha. PeiTo se trataba solan1ente del f.KJdf:X [el 1ra-
sero l de Habib; y Al Qahar prefirió poseer el f)()df!X de Habib al tnú-
verso e11tero.
Los Regareadores
El Espejismo
142
Erueramence enrregado a nuesrro amor, sólo mostrabas conoci·
miento de mi miembro, y no de aquellos golpes; ~aunque los esta-
cazos fueran vigorosos. los ol\lidabas sintiendo las d elicias que reci-
l)ías de 1ní.
Y cierca1ue1\t.e eras insensible a la pali1.a, -cuando gritabas:
«¡Aprie ta n1ás fuerl!e y más dentro. oh, amo!-», mientras mi miembro
se hallaba totalmente alejado de tu podex, abismado en el ambicioso
y OlU.liC-u lar apretón:. de cierta co11cubina con e.spléndidos pechos y
miembros tan finnes como los tuyos.
Tamaño espejismo, si Cli que lo fue, es más cieno que la verdad,
si es ql1e é.sta e xiste.
Nada pued e desalentar n1 amor, ningún tipo de aflicciór1 con-
mueve al st1fí. Poi· ello poco habrá de impo rtarte que acon1ode en
tu dulce f>'Jd•xa su acosiumbrado huésped.
Por eso, y a pcs;lr de tO(iO. helo aquí r>ara ti, pa ..a que 1)\.lllCa más
tengas q ue lamentarte, diciendo: ..¡Traedme al nubio!, pues ya ha
perdido su rigidez <:I despreciable miembro de Al Qaha1', el sabio•.
1\ziz
143
azules, blancos y marrones. Después de pasar por una calle relati-
vamente principal, tan repleta como el infierno de almas atormen-
tadas (eso le sugería aquella multitud de hindúes), se enconu·ó en
otra, muy concurrida. qt1e parecía dc-scmbocar en la dirccci<)n que
qt1erüt tOtnar.
Habfa llebr.ido a un labe1into de calles din1inutaS, arqueadas, cur-
\ladas, ca.si corno túneles, y cx1:re1nada1nent.e estrechas, de n1ar1era q11e
se sintió - la comparación se le ocurrió a él- •como un habitante de
Planilandia' perdido en la huella del pul¡p.1· de un asesino».
De improviso. tuve) la ser1sación irre~tl e inquietante de que le
seguían. Pasó por un PªS<lÍe abovedado, para llegar, en la más impt.'-
netrable oscuridad, hasta otro que fuera lo m{is estrecho posible: ape-
nas babía espacio para dos hombres que avanzaran codo con codo.
Se voMó, divisando seis manchas blancas, poco definidas: los
ropajes de varios hombres que marchaban en fila india. Como él lle-
vaba un tf<\ie oscuro, se aferró a la pared, espcr.tndo poder pasar
inadvertido.
Cuando el tercer hombre de la fila llegó a su altura se puso rá-
pidamente en tensión. Instantes después estaba en su poder, ruien-
u·as sus brazos colgaban inenes. Unas toscas manos comenzaron a
ln!!-garle en los bolsillos.
Vio el pálido brillo de un cuchillo, un grito aflo ró en sus labios,
y los dedos se le contrajeron al encon trar el gatillo del rcvóh·er \Ve·
ble>'• de calibre 38, que amartillaba dentro del bolsillo.
Hubo un •cl ic•, el perculor había caído robre c:imara sin canu-
cho. Ya que todavía podía mover el dedo indice. lo intentó de nuevo.
Sonó un tremendo disparo y los ropajes blancos se desvanecie-
ron como sí no hubieran sido más que tma pamalla de cine que se
hubiese cMdo aJ suelo. Al momento, la cal le comenzó a llenarse de
grupos de gente, • que lanzaban gritos de o dio• con tra el que había
disparado.
No había escapatoria posible. A Crowley sólo le quedaba una co-
sa por intentar: hacerse im~sible. Así pues. con una sile nciosa ple-
garia al gran dios Harpócrates. el Adepto Perdurabo se desvaneció
misteriosamente.
¿Este e pisodio es verídico, o simplemente imaginado por Crow-
ley? Lo (mico cierto es que esa noche, y en las calles de Calcula, al-
guie n disparó contra dos indios.
El Ca/culta Sr.andard dedicaba al suceso media columna, en mitad
de la primcr.t plana:
144
SUPUESTO ASALTO A U1'1 ELrROPF.O: Dos ho1nbres n1uertos a tiros.
Este suceso p-0co corriente es investigado por la policía, l'ª GUe
puede csr.ar en relación con llll. \li.olcnto intento de robo efccn1.a-
do por n1edia docena de individuos de 1nala vida en .la persona de
un europeo, que desbarató sus planes al disparar sobre dos de
ellos ...
diar, sobre todo, el personaje del conejo Brer, que -eta/Ja ta11qttüo y
no der:Ma nadltt•• .
Aquella tarde, Rose y Nuit Ma Ahalhoor Hécate Sappho Jczebd
Lil.ith llegaron a Calcuta. Perdurabo las recibía en el puerto con es-
tas palabras: ·Bienvenidas, queridas, a las soleadas orillas de la lu-
dia. Lleg-áis a tiempo de venne ahorcado».
Al día siguiente, aparecía en toda la prensa un anuncio del co-
misario de policía, ofreciendo una recompensa de 100 rupias por
cualquier información que tuviese como resultado la captura dd
europeo.
Crowley preguntó a Rose adónde prefería ir, si a Persia o a China.
145
los acontecimientos de su vida había sido prepa.-..do p1·eviamen1c
por ellos para ayudarle en el cumplim iento de la Gran Obra. Des·
pués de cada uno de estos trances bajaba a la Tierra rodeado de
llamas.
Crowley hizo una pa.rte .de su • marcha a través de Clúna» a lo-
mos de un poni birmano. El mismo admitió que, duran.te un tiem-
po, no estuvo en su sano juicio. Es posible que se debiera a la pdc-
tica de cierto tipo de invocación mágica que él denominaba
A•ugoeides' -que era ent.o nada entre los desiertos y las colinas de
aquella parte del oeste de China- , aunque no haya que descartar
una caída en una escarpadura de cuarenta pies, cuando su poni re-
culó y él salió despedido.
Estaba lleno de dud.as acerca del significado de su existencia,
dudas que finalmente disiparía al pensar en su Santo Ángel de la
Guarda.
• He debido de ser enviado para hacer algo. ¿Para quién? ¿Para
el Universo? ... ¿Qué voy a enseñar yo a los hombres?» Y, entonces,
al igual que el relámpago que viene del ciclo, cayeron sobre él esras
palabras: •El Conocimiento del Santo Angel de la Guarda y la ma-
nera de Conversar con Éln.
En aqueUos momentos se encontraba tan lejos de sí mismo que
se convertía en otra e11tidad qt1e le era extraña. a la que se refería
en tercera persona. • Había llegado al punto de conquistar su pro-
pia mente. Aquella mente se había disgregado ... y a partir de en-
tonces, él llegó a ser como un niño pequeño y, al alcanzar la Uni-
dad que exisle más allá de la mente, descubrió la finalidad de su
vida forrnulada en las siguientes palabras: "Obtener el Conoci-
miento del Santo Ángel de la Guarda y la manera de Conversar con
Él".• Pero no había • llegado a conquistar su mente•, sino que su
n1ente, o esa parte de ella que 11osotros llamamos inconscie11te, le
estaba conquistando a él; estaba siendo desbordado por imágenes
arquetípicas, !o que solamente puede ser considerado como un de-
sastre.
Aiwass era la única cosa impol'tame. Debía dejar todo, y a todos,
y seguir a su dáem<m.
Se afeitó la cabeza, como signo de sumisión a su Ángel, y adqui-
rió una pipa de opio. En cinco horas se fumó veinticinco pipas, sin
resultado alguno; m>ís tarde descubriría que era porque no se tra-
gaba el humo.
En Kandy, cuando estaba con Allan Bennett, había probado el
láuda110, y. en su prirnera visita a Binnania, había comido opio e11
146
polvo. Ahora descubría, por vez piimcra, los placeres que da d fu-
mar opio.
Desde Talifü, prosigtúeron a lo largo de la carretera que condu-
ce a la ciudad de Yunnan, a una distancia de cerca de doscientas mi-
llas. En algún punto de aquel n·ayecto recibiría una comunicación
de los Jefes Secretos:
Una mañana 1nc había sentado pa.r.t reposar y fumar una pipa
en uno de los e xtremos de un pequeño pa.m, en una atmósfera cá·
lida y brumosa. Salan1a se acercó, sentándose a mi lado. Yo le n1iré,
atónito. Era un inc1·eíble desplail1.e a la eliqueta. Después 1ne he
preguntado si no lo haría adrede, con10 diciendo: .;;No soy tu hom-
bre de confianza, sino un 1nensajero de los dioses». A pesar de este
pensanl.ie1'ltO, co..:ne.o.zó a hablar escondie ndo la cara, con10 encogi-
do. y obvia1ncntc avergonzado ...sarub.. , me dijo, "'esta noche he te-
nido un tmnasha». Yo le hice una sonriente reconvención, pues ta..
1nasha sigt1ifica cualquie r tipo d e djvcrsión, y en el Oriente implica
frecuentemente cierta dosis de alegría, posible1nenr.e con alguna
largueza de licor prohibido y galameo; pero él sólo se refería a un
suei10. ... Me encontr..tba a orillas d e LUt lago pequeño .... y prosiguió:
«Era aquél un país selvá6co y el lago estaba rodeado d e altísimas ca·
ñas, algunas d e las cuales crecían e n el agua. La luna llena se e n..
concraba alfa en el cielo, pero rnrnbién lrnbia nubes y b1i.1rnas. Y IÚ,
Sahib, estab._i.s de pie, fre nte a mí, in1n6vil, sumido en pensa11'1ien·
tos, como sie1npre, pero parecía q ue estuvieras esperando a alguien.
En1.onc~• hubo un susun-o entre la\ cuia.<, y de ellas salió una barca
en Ja que remaban dos be llísima~ m ttieres de la.i-go cabello rubio, y
en 14' proa estaba otra m uj e r~ más alta y n1ás hcrn1osa~ incluso, q ue
•us dos hcnmmas. La barca llegó pausadamente hasta donde tti c11-
tabas, y e ntonces vi q ue la n1ujer tenía entre sus n1anos una gran es-
~-ida, larga y recta, con u na empuñadura en fonna de cn12 a 1ajada
de rubíes, esmeraldas y z.afiros. Depositó esca espada e ntre tus ma·
nos, y ni la cogis1.e , pero sin que en tOdo ello se pronuncia.se pala-
bra alguna. Ellas se fueron como habían venido, desapareciendo
entre las caiias que había en la o tra orilla d el lago. Y esto es todo Jo
q ue vi•.
Permanecí en silencio, incapaz d e responder. Por aquel tiern·
poyo era e l ú1lin10 hombre en e l 1nw1do capaz d e haber tomado
en serio una historia como aquélla. Lo que me había dejado sin
hal.>la era ofr a un viejo shih11ri' contarme la historia de Excalibur,
de tma forma 1an similar• la empleada por Malory. que no deja-
147
ba lugar a la me nor duda. ¿Podía darse que alguno de sus Sahibs
le hubiese conrado aquella leyenda mucho tie1npo ant.es, de n1a-
nera que su recuerdo hubiese aflol'ado después, de esa forma ta1l
rxtr.lña? y,l no ctudaha, en ahsoluto , (Je la i;inc:t::riclarl e integ-rida cl
de aquel hombre, que no tenía n1oti\'O alguno para inventar nada
parecido.
No podía creer en tina coincidencia, y realmente me pregunta·
ba si la hipótesis 1oás razonable no sería suponer q ue Ahvass, de-
seando recordanne que había sido elegido para la Gran Obra, hu·
biese es.cogido a Salama como profeta, aunqt1c fuese la persona que
n1enos lo parecía; de cualquier manera, dada la naturale1..a de aquel
sue1lo, no podía considerar aquel asunto como tri\ial.
148
hacerlo, e hizo lo que le l>edía, míeotras yo mantenía cubierto al
populacho con nti rifle. Nadie tiró una piedra. Tres minutos más
tarde, la fCroz corriente había conseguido alejamos de los amoti-
nados.
149
10. El capitán Fuller y el crowleyanismo
150
•Ve presto a Egipto; los problemas financieros se resolverán más
fácilmente de lo que ahora piensas ... No Le lle\'es a Fidelis. No me
gustan la.~ 1·elacione.s que cenéis; ¡ao:aba con ella.51Si no, tend1"ás que
honrar a otros dioses. Incluso a mf me gustarla que os amaseis fisi-
camente, para hacer más perfecto el círculo de vuestra unión. Pero
Fidelis no querrá, y por eso no te sirve •.
Y eUa no quiso, pues estaba casada con M1: Witkowski y. p1·esu-
miblemente, quería permanecede fiel.
Crowky se despidió de la hermana Fidelis y, a bordo del Empress
of india, cruzó el Pacífico. En Van•couver tomó el tren pa1·a Nueva
York, en d.o nde fue fotografiado con una expresión entre seda y
despreocupada, con un monóculo que colgaba de su chaqueta, una
corbata an1al"illa y los cabellos que· comenzaban a retroceder de su
frente. Durante el u·ayccw de Sh<u1ghai a Nue''" York escdbió RlJsa
Coeli, Rosa Celestial, uno de los ep)tetos de la Virgen María:
¡Rosa dtl Mundo! Tus místicos pétalos se d csplici;an
como alas sobre mi caben.
La oleada de ardiente sangre sobre mi rostro
sumerge todas IM imágenes imprecisa<
que bailan su iarabanda espectral
en báquico cortejo, en fa.11tástico abr.u.o,
sobre los se¡>nlcros, sobre los ,·ertiginosos mares
de ésta~ mi mente. S..'1.bh<ítico camino que llena
de estrecheces 1rú alma. ¡Ay, han 111ueno aJ1ogados!
(1Y condenados!, me parece.) ¡Ah, Dios!, estoy exhaus10
de este holoca11s10 qne enrojece la luna.
¡Dios! 1Dios! Los secretos y profundos abismos
absorberán el diluvio de pórfido
de tu rna.r1íaca y hcchiz.ada sangre
que e nloquece y embruja.
Mi ,;da se sofoca -.'lho ra me dcsmay<>-.
¡M~ Jnuero! Estoy en el infierno, en el r~jo, rojo infierno,
y Lodo lo que en 111í es inmortal, arde e n deseos ele
asir lo inmorral ...
151
niendo a la pequeña, d·e ese modo, a los gérmenes de la fiebre ti-
foidea». Duncombe-J ewell, su ex factónun, no se sorprendió al oír
la noticia -pues no tcn:ía un gran conccpt.0 de Crowlcy como pa-
dre-, e hizo la observación de que Nuit Ma Ahathoor Hécate Sappho
J ezebel Lilith había fallecido de «nomenclatura aguda•.
Para promocionar la venta de sus Obras wmpler.as (el tercer volu-
men no sería publicado hasta 1907), y con ocasión de la inmediata
a parición de su primera entrega, Crowley había ofrecido un premio
de cien libras al mejor ensayo crítico sobre sus escritos. Había anun-
ciado el conc11n;() de la manera sigt1iente:
152
The Star in the \'\~t (Crowley era la •estrella•) ganó el concurso.
Había sido el único ensayo presentado, y su publicación fue inme-
diata.
Y, por supuesto, Crowley nunca había pensado en enLTegar las
cien libras. Se vanagloriaba de haber heredado una fortuna, cuya
cuantía exageraba en demasía - unas veces eran cien mil libras,
otras sólo sesenta mil-, pero que, según estimaciones de Fuller, no
superaba la tercera parte de cincuenta mil libras. Y cuando éste ex-
tendió su mano en busca de las cien libras del premio, ya no que-
daba gran cosa. De estudiante. Crowley le confesó a Kdly-quicn ya
había observado que mientras él pagaba al cochero, Crowley hada
ademán de buscar en los bolsillos- que no tenía mucho dinero, o al
menos, no tanto como la gente suponía.
La admiración de Fuller hacia Crowley era tal que se embolsó su
desilusión en lugar de las cien libras del premio y mantuvo su amistad.
En The Star in the Hl!st no se hace mención del Liber Legis (cuyo
manuscri10 había sido traspapelado por Crowley). ¿Cómo fue, en-
tonces, posible que Fuller anunciase el «crowleyanismo•? Pues por-
que aun sin El Li/nv de la Ley, Crowley estaba proclamando un Nue-
vo Orden para la humarúdad que había subyug-ado a Fuller.
·1·1e:;:, at1os uic-C, ..a1·de 1 Fullct discutí(, cofa Cf\)\'llcy. }' éste lo sati ..i-
zó en su obra de 1910, The Wirlgt>d Beetle, pero al mismo tiempo cor-
taba la rama que él mismo había hecho crecer:
EL CONVERSO
(dentro de cien ai1os)
153
fuller alcanzó el grado de general de división, escribió libros de
historia militar, mejor escritos que 1ñe Star in tl1e WllSt, y ditigió su
admiración hacia otro genio que también estaba haciendo realidad
otro Nuevo Orden: Adolf Hitler. Fuller seña uno de los dos ingleses
invitados por Hitler a la celebración de su qoincuagesimo cumple-
años'. El otro sería Artbur Ronald Nal.l Nall-Cain, el segundo de los
barones de Brocket, de Brocket Hall, en Hertfordsbire, y abuelo del
actual, a quien me hallo reconocido por la presente i1úormación,
aunque me resultó imposible conocer el motivo por el cual fue con-
cedido a lord Brocket aquel singular honor.
Crowley siguió practicando la magia; escribiendo, incansable,
más poesía y pronwKiando el solemne voto de d edicarse a una vi-
da pura y desinteresada:
154
Uno de los dias del \'erano de 1909, mienn-as andaba hurgando
e n d dew<in de su casa de Bo lcskinc, inu~ntando e ncontrar unos es-
quís, acen6 a ver un paquete envuelto en papel maJTón. Para su
sorpresa, no era otra cosa que el traspapelado manuscrito del Libro
de la Ley. Aquél fue el acontecimiento que supuso la reaparici6n, en
su vida, de Aiwass: desde entonces, toda su magia se orienta al es-
tablecimiento en este mundo de la Ley de Thelema, la del •Haz lo
que Quieras>, a la que se refería como el Reino de Ra-Hoor·Khui t,
y que nada tendría que ver con el conjurnr espíritus parn que le
propo rcionaran dinero y mujeres, aunque, no por ello, abandona-
ría aquellas prácticas. En la5 páginas de los primeros números d e
The Equino.< se respira un perfume poco o nada thelémi.co: se trata,
fundamentalmente, de las técnicas de la Golden Dawu, 01ientadas
hacia la magia ceremonial. El cambio hacia la magi(k)a rhclémica
tiene lugar a partir del momento e n que recupera el traspapelado
manuscrito del Libro de la Ley, y más específicamente, después de su
publicación en el número vn, de '1912, de 1ñe Er¡uinox.
Uno de sus lugares favoritos era una pequeña tienda de produc·
tos químicos situada en Staiford Street, en el West End londinense,
que estaba atendida por un tal E. P. Whineray. • Él era quien me
abastecía de los ingredienL<~S que necesitaba para algunas de mis
preparaciones mágicas, como el kyfi, el misterioso incienso de los
antiguos egipcios; o el perfume y el óleo de Abr.i-Melin, o el un·
giumtum sabbati y demás. Recuerdo que en ciena ocasión, hasta pu·
do st1111inistrarme º!')'Cha".»
Una tarde en que se enconu·aba visitando aquella pequeña tien-
da, \<\lhineray le informó de que un lord a quien conocía estaba
inten!sado en hablar con él. Se trataba de George Montagu, el sép-
timo conde d e Tru1 kerville, casado en 1895 con una estadouniden-
se. con la que se había ido a vivir a su cas1mo <k Chillin.gham, en
Norrhumberland.
155
no tanto como el mó,iil aducido: lo rd ·1·ankerville era el segundogb
nit.o y so..~te nía que st1 herma110 n1ayor era, en realidad, el hijo de al·
gún baronet o de alguien indebido; de ahí el motivo del profundo
0<.fio <.tue su madte si.11ljera por so 1t1a1idc) y de la pt0f11nda <teses1)e-
ración que había st1f1;do c11ando el sup uesto heredero había 111uer·
to en el o-anscurso de u na batalla. Ésa y no otra era La razón por la
que había decidido acabar con el hijo que a1ín le que<laba.
El mismo 1'a.Jlkcrvillc se l1abía casado co11 1ma e.stadoun.ider1se
d e pocas luces y de escaso carácter. Solía tocar la campanilla para
darse el gusto d e oír a los sirvientes llamarle ·1n:y lady.
Vefa bntjería por toda$ parte$, Cuando la conde$a es1om1,1daba,
infel'ía qt1e Sl• o.lad re se ha b ía puesto 1nanos a la obra. Había co11ta-
do sus dificultades a mucha gente, en la que había creído ciega-
mente cr1 virtutt de 11n prirner golpe de vista favordblc 1 y que, pos-
te riormente, sin q 11e- n1ediara n i11guna pala bra d e :reconvención,
resultaba, gracias a aYguna inocente palabra o acción, fonnar parte
de la conspiración contra él.
Ciertan1e11te se trataba de Lln cla1ísimo caso de manía persectl•
toria, acenn1ada 1>0r su antiguo hábito de bebedor de brandy y por
el retiente de esnifar un preparado de cocaína. Apane de e.ra ob-
sesión, aq uel hombre estaba sano. Gozaba de rnagnlfica sal11d: era
u no de los cincuentones mejor consc n•ados que jamás hubie ra "is-
to. Era. prof11ndan1en.te religioso, con una cierta inclinación al nús-
ticis1uo y una pre(liS(){).sic ión reaJ1t,ente profunda para la C\l,ala,
atinque poco o riada co11ociese d e ella. Yo pensé q11e podría Cl1.r ar-
l~ y me: puse a tra~ajar en ello.
En casos como a<1uél. 1r•i plan consistía en no desengañar al pa-
ciente. Me propuse seguirle la corricn lc, como si lo que me había
contado fue ra cierto, hasta en los menores deralles. ln tenlaba apa-
gar el fuego con el fuego. l .c dije: • lo c1uc usted tiene que hacer es
desarrollar sus propios poderes mágicos para atacar a su madre en
Sll propio tcrre 110• .
Poseía una consider.iblc aptitud para la magia. y comprendió el
objeto de las medidas que le proponía. Lo prim ero q ue hicimos fue
fle13r un yate ...
156
En ciert.o logar apartado rne e1\contré con una n1ucbedu1nbl'e
de cerca de doscientas personas. Se protegían de cualquier posible
intromisión mediante la colocación de u nos centinelas accidenta·
les, que paseaban (aparentemente sin ningún ñn) enu·e los árboles 1
c11brieml9 un circulo de unas d<;>scient<l!l yardas de diámetro. Sabia,
rnás o 1uenos, lo que podría ocurrirme, por lo que, antes de ser di-
visado, comprobé que todos los aditan1entos de mi vestimenta ñ te·
sen adecuados. Sólo entonces comencé a recitar lo que había apren·
dido en Egipto, de labios de 1m jeque... • la Gran Palabra que hace
enloq1Jecer y despojarse de la 1·opa.:
Subh(m(I Allt1hu. W"lhamáu li/ahi walai/aha il/a allahu...
Dejé acrás a los c.enlinelas y me nlC't.<:lé con la 1nuchcdumbrc.
Las n1ujeres estaban rambiéu presentes, au11que 110 ton1ara_a parte
activa, y simple1nentt: ayudaban a la construcción del corro, q ue te·
n,ía u n diánletro de unos o·einta pies. Acurrucados en su circ.'Urúe-
re ncia se encona-aban, como era usual, los nl tísicos. q ue r.ocaba n ccr
mo si les fuera en ello la vida, mien tras cierto nún1ero de ho1nbres,
armados con hachas n1uy livia11as, ele ¡>ecuJial' factu1·a, bailaban y
g1iraba11, sigujendo el l'iuno. 1\queUc.s hachas no eran los in stru-
meoios de uso cLiario, sino que habian sido construidas ex profeso
para aquel tipo de ceremonia. Los hombres se herían a sí mismos
con aquellas armas en la cabeza ()' más raramente en otras pan.es).
h.aslé\ que la sangre les corría por ambos lados del c11ero cabell udo.
Desde luego que no sen tían consciente 1nen te ningún <lolor. y los
que se hallaban cegados poi· la sang.·e a(rn continuaban viendo.
L1 excitación d e los asistentes er.i tan g rande como la d e los pro-
pios celebrar1te5, pero era contenida de for1na rigurosa. Yo no pue-
do decir si el corro mam enía un absoluto silencio, pues no me en-
conlJ"aba lo s1aficicnlc1ncntc Lr.inquilo como p;tra pod er l1accr
o bscnaciones fidedignas, ya que había sobrepasado el estado de cu-
riosiclad in telectual. Pe ro tuve la impresión d e qt1e los es1>ecla.d Ol"e5
se abstenía11 deliberadan1ente d e hablar o d e ges1jc1.1lar. por lo que
me comporté del mismo modo. Aunque me resliltaba d ifícil 1ener
que refrenanne para no arrojar el Lu rbantc y saltar dentro del co-
rro, al gri10 d e ¡Allahu akhar!, apode rándo me d e 11n hacha y w1ién-
dome a la celebración general.
Y, lirerahnen1.e , le q uiraba a u no la respiración. Parecía q ue t'~
pira~e con el co r-~wn en lugar de hacerlo con los pulmo ncS. Me
senlía \ibrar con la cne1·gia clel univeJ'$0. Era igual que si ltubit:rél
llegad o a sen tir conscien tcn1cntc la energía atóm ica o la fuerza d e
la g rnvitaci611 universal. No sé cuánto tiempo pcrm:med refrcnáo-
157
do1ne, pero <lel>ió ser .-nás de ur1a hor-.i. Oe repente sentí t1na reac-
ción tremenda: comprendí que al no habenuc dejado llevar había
perdido mi g1·an oportu1úclad, y que mis inquie1.11cles quizás acaba-
1·ían por causar1ne la muerte. Al misn10 tiempo. n1e sentí embarga-
do por un s1lbi1.o sentido de alarma. ~íe sentí excluido de aquel
ch'Culo espiritt1aJ. Era seguro que alguien acabaría descubriéndo-
me, y sentí un repenl.ino escalofrío cuando fui consciente del peli-
gro. Afortunada111ente. tuve la s uficiente presencia de án.inlo con\o
para reanudar mi tnantfa. y me fui apartando tic la multitud tan s i-
lenciosa1nen te con10 había llegado hasta e lla.
...Y lord Tanken-iUe 1ne dijo, a las once de la Ulañana del i de ju-
lio de 19017: •Estoy cansado de oírle en.se1i ar. en.seriar, cnsei1ár1 có-
mo si usted fuera Dios Todopoderoso)' yo una ruíscra 111icrda seca
l:irada en n1ita<l de la calle • .
En Th.e /..ILdies ' Flowcr-Gartlen [El jardín de flo res de las damas]. la
e ncantadora o bra que Mrs. Loudon escribiera e n 1810, en varios vo-
lúmenes, aparece una referencia a uno de los miembros de la fa-
m ilia Tankerville:
158
En aqueljardín, que tenía forma de COl'a2ón, aquella amable dama
había plantado 1.odas las ''ariedades de 1>ensamieuco que, casual-
111ente, había descubierto en eJ jardín paterno. Ayudada por la in-
dustria y el celo de Mr. IUchardson, que por aquel enton ces ya ejer-
cía en Vlalton Jos servicios de jarclinero, pudo 1.raspla11ta.1· a aquel
parterre las variedades má5 vistosas. A 1>a1-rjr de aquellos úmj<los co-
mienzos la cosnunbre del culti\'O de aquella pJanta ii'fa afianzándo-
se con los años. hasta llega" a nuesu."OS días.
159
sexual. (•Debo luchar abicrtament.e por lo que ningün inglés de
estos días se atreve a defender, ni siquiera en privado ... ¡la sodo-
mía!•) Y el resumen que hace del argumento de la obra se cierra
con su propia deificación. • Por aquel tiempo comenwría la co-
rmpción de las virtudes de Roma; y la obra tendría un final de-
sesperado si no fuera porque Alejandro se presenta y, conésmen-
te, profetiza la Uegada de Aleister Crowley. .. el Salvador del
Mundo.•
El poema Alexandra ha atormentado a todos los que se hallan
interesados en Crowley y su obra, desde que apareció en la lista que
Gerald Yorke publicara en apéndice a la primera edición de The
G11!al &tlst. f(Ale>:andra. Poer1la bre"e i111preso en París, er1 fecha cer-
cana a 1909. Parece ser que la edición fue destruida, en su t.otalidad,
por las auLOridades aduaneras británicas, a causa de su obscenidad y
de su crimen de /),se majestb. Y en la bibliogr.:tfía que Edw·ard Noel
Fitzgerald añadiese en apéndice al recuerdo que Richard Cammcll
dedica a la Bestia en la primera edición de su obra Akister Crowiey:
lhe Ma11, 1he Mage, the Poet, aparece la siguiente reseúa del poema:
•Ale.tnndra, fragmentos comentados de una oda a la reina de lngla-
terrA. Edición limitada a personas de calidad. Cinco dó lares. Sin fe.
cha ( ca. 1911). Este poema se publicó en París y todos los ejemplares
fueron confiscados en la aduana. A este bibliógrafo le ha resultado
imposible hacerse co11 wto de e lJos».
Al parecer, toda la edició11 fue sccuesu·ada por Ilas autoridades
aduaneras y postedormente destruida. Pero Crowlc)' había enviado
las i:,.-alerada• y prueba• ajusuadas a un amigo y coleg.a en magia, el,
por entonces, capitán J. F. C . Fullcr, quien guardaba hasta el menor
fragmento de sus escritos. Asi pues, al fin pude obtener fotocopias
de tan buscada obra. Había sido publicada en 1905 y se decía, otra
más de las bromas de Crowley, que lo había sido en Shanghai. El
frot't[ispicio es mera verborrea, tu1 tanto conti1s.a, y e r1 él r10 apare-
ce para nada el nombre de Crowley. Lo único que la Bestia bl.l<caba
era hacer un desplante a la reina Alcxandra, la conS<>rte dru1~-sa de
Eduardo Vil: el odio que seroúa hacia su madre lo proyectó en la rei-
na. Alexandra estaba • inspirada en la obra maestra de Abbey, que fi.
gu"aba desde 1904 en la Academy» (de la portada); pero el retrato
que Edwin Austin Abbey, R_ A., hicier.i a la reina Alexandra no se
encontraba expuesto en esa focha en la Royal Academy.
Si el poema debía ser tuta sátira de la 1·eina, como sátir.i resulta
bastante floja. Apane de una cochinada, propia de un escolar, que
figura en la portada, y que hubiera debido poner sobre aviso a las
160
autoridades de la aduana, no hay nada en él que resulte obsceno.
Su tónica es completamente irónica:
ALF.XANORA
11
Te vi engalanada, de codas cus pe1fas yvestidos,
de tus diama11tes y anniiios, que te procla1nan reina:
aparentas (o poco entiendo de 1ul!jeres)
escasamente dieciocho.
161
11 . En bu sca de visiones
162
sus rayos, y entonces supe, aquel mismo día, que debía proseguir
con "La visión y la voz", en el mismo punto en que la había dejado•.
Crowley hacía con frecuencia declaracionce.s de este tipo: cuando
se encontraba en un estado de indiferencia o de inocencia, se veía
instado por algún poder incontrolado a hacer algo; pero, en aquel
caso, no había llegado al norr.e de África tota'lmcntc desprovisto de
accesorios mágicos. En particular, llevaba consigo «Un gran topacio
dorado (eng-astado en una cruz del Calva1io' de madera pintada de
bermellón y dividida en seis cuadrados)>: era el cristal en el que
veía, o creía ver, ángeles y den1onios, escenas pacíficas y espeluz·
nantes. «J..a visión y la voz» fue el titulo co11 el que recogió tina se.....
1ie de visiones que había comenwdo a tener en 1900, cuando esta-
ba en México: lo que se proponía era proseguir con ellas, en
Aumale y en OU'OS lugares de la región.
Crowley estudió y llevó a la práctica cualquier tipo de magia que
cayera en sus ruru1os: inglesa, judía (Cábala), griega, egipcia, hin-
dú (yog-.i), duna (f Ching), etc. La magia inglesa que practicaba era
la que se traslucía de los escritos de John Dee, cienúfico, matemá-
tico, astrólogo, alquimista, y uno de los hombres más notables de
Ja época isabelina. En su calidad de astrólogo de la corte, Dee ele-
giría el 14 de enero de 1559 como el día de mejor augudo para Ja
coronación de Isabel l. A los veintitrés alios daría en París su pd-
mera conferencia sobre Euclides. Viajó hasta Praga, vivió durante
seis alios en Bohemia, '<isitó Santa Elena, intentó convencer a Ma-
ría Esruardo para que crease una Biblioteca Nacional, predijo t:I
advcnimien10 del te lescopio, e im·cnt6 la expresión · Im perio Rri-
tánico•. Jobn Aubrey da una vívida descripción de él. Pasaría lama-
yor parte de su vida en Mortlake. donde muere en 1608, a Ja edad
de ochenta años.
Dce ncg-.iba ser un mago: teniendo c 11 cuenta la época que le t~
có vivir, csr.a afirmación revela pn.idcnc,ia; pero durante muchos
años mantuvo conversaciones con los espíriLus, no sólo en su casa
de Morllakc:, si11<J e11 el exu·anjcrt). No sit:11do clarivide111c, no po-.
día ,·erlos por sí mismo. Se sentaba en la mesa de su estudio. cun la
pluma en risU'e, dispuesto a anotar lo que su ,.¡dente, Edward Kelly,
le decía que veía y oía. Kelly se sen raba en lUlll silla tapizada de ver-
de y escrutalx• el n'istal de Dec:. Era un objeto de cristal de color ro-
sa, del tamaño de una nara1tia, que le había sido entregado a Dec:
por el ángel Uricl, que había entrado por una ventana. A la muer-
te de Dee, pasa.r ía a engrosar la colección de curiosidades que Ho-
race Walpole tenía en Strawbcrry Hill. En la acrualidad se cncucn-
163
traen el Britisb Museum, e n el Departamento d e Antigüedades Me-
dievales y Posmedievales.
Así pues, Crowley y Neuburg iban a hacer en Argelia algo pare-
cido a lo que Oee y Kclly hicieran en Mortlake:
16t
también podía ver a los espíritus. Por esa r.<Zón, Dec le contrató C(>-
mo vidente, con un salario anual de cincuenta libras, una suma en
absoluto insignificante en aquella época en la que el sueldo de un
u-abajador bien pab-ado oscilaba al rededor de un penique diario.
Kdly era veintiocho años más joven que su maestro. Llevaba una
birreta negra en la cabe1,a, <111e 1;1mbién le cubríct la nuca, para oc111~
tar, según se decía, so falta de orejas, perdidas después de 11na con-
dena por delito de falsilicación. También había estado expuesto en
la picota. Era una de esas personas de las q11e siempre se c11entan
cosas desagradables; se rumoreaba, por ejemplo, que había desen-
terrado un cad;iver para interrogarlo.
En la casa del doctor Dee, en Mortlake, StuTey, Kelly miraba al
interior de la •piedra de ver-, cambién llamada •Cristal>• (y piedra
santa) , y describía lo que estaban haciendo en su interior los espí·
ritus. En ocasiones, el espíritu salía fuera de la piedra y Kelly tenía
q11e seguir todos s11s mo\ri.mientos por J.a habitación.
El gtueso volumen de Meric Casaubon acerca de Dee titulado A
True & Faitliful Relation of What passed for "'ª"Y 11?ar.s between. Dr. jolm
Dee (Matlierruaú;ian of Gmat Fame in Q. Eliz. antl Kingjam.s their Reig·
ne>) and Smne S/Jirit>", escrilO en 1659, comienza con la siguiente se-
sión, en la que se han utilizado las abreviaturas de E. K., para Ed-
ward Kelly, y Ja !!. griega, para Dec:
Súbitame nte, me pareció q11e salía de mi Oratori o 1ma criatura
espinl1.1.aL p:.U't:c id a a lUla c:lcga11tc niiia d e siete a 11tacvc ailos de
edad, con los cabellos r·ecogidos sob re la frente, a maquc por de trás
de la cabc<:a le caí:u1 muy largos, con una falda de seda... y parecía
que entraba y s::~ía por dc crás d e mis Libros... como si siempre pu·
diera escar en tre e llos, porque e l espado que hab ía entre los libros
parecía basca rle...
!!.: Yo dije: ¿Qué tipo de donccLia sois?
ELLA: ¿Qué ti po d e ho mbre sois vos?
!!.: Soy ser,.idor de Dios po r la obediencia qu e me liga a él y tam-
bién (así lo espero) por su Adopci ón.
UNA VOZ: ...Serás castigada si lo d ices.
EUA; ¿No soy u na doncella bonita? Dejadme j ugar en vuestra
casa, rnl madre me dijo que vendría a quedarse aquí.
6: Ella cami nó aquí y allá, con los más ,;,'3ccs ademanes d e una
ni1i a j ugando sola, y e n o tras ocasiones alguie n le h abló desde el rin-
cón d e mi estudio, d onde hay inscalado u n gran inscnnnemo ópti-
co, pe ro cerca ele él no había nad ie, excepto ella.
165
ELLA: ¿Debo hacel'lo? Lo haré. (Ahora daba la impresión de <:Y
tar contestando a algtticn qt1c estu\riese en el antedicho ·rincó1t del
estudio.) ... Te ruego que dejes que me enireienga un poquito (se-
g uía hablando con algulen del antedicho n'.1L1:ón) .
6.: ¿Podéis <lecir1ne quié1l sois?
El.LA: Os ruego que me dejéis jugar con vos un poquito, y en-
tonces os diré qtiién soy.
.1: Decídmelo entonces, en el nombre de jesús.
ELLA: Me regocijo ante el nombre de jeslis, y soy Madiru, una
pobrecita doncella, la penúltima hija de mi madre. En casa tengo
'~rios her1nanos pequeilos.
A: ¿Dónde está tu casa?
M..l\.l)JNl: No me atrevo a de-ciros dónde vivo, porq..1e s<.:ría casti-
gada.
A: No ser.is castigada por tiecir la \'Crdad a aq11cllos que a111~'ln la
verdac1, pues todas las crialurds ha11 de ser obedic11Lcs a la verdad.
MADINI: Os prometo que s.eré obedie11te. ~lis hermanas dicen
que han de venir todas a estaJ· con vos.
A: Yo deseo que aquellos que aman a Dios estén con.rugo y que
yo pueda estar con ellos.
MADINI: Me gttSiaria q ue ahorn me hablar.üs de Dios.
~: E.l nombre de tll hcnnana mayor es Esémeli.
~lADINI: ~1 i hermana no tiene un no1nbre tan corto con10 vos
lo pronunciáis.
a: O h 1 te pido mil disclllpa.;, h.::ty q.u c .p ronunci:ir E;:eméli.
E. K.: Ella sonríe, algt1ie11 la llama diciendo: «Regresa doncella)•.
166
Mientras Kelly obseivaba Ja •pied ra de ve,.., vio al ángel Nalvage,
o Gabriel, con una tabla de letras y una varita. Kelly exclamaba: •In-
dica la columna seis, lila treinta y w10•, etc. Dee, que tenía ante sí
una reproducción de la misma tabla, identificaba Ja letra, en el cua-
drado en cuestión, y se apresuraba a transcribirla. La colección de
aquellas tablas fue denominada Lwer Ú>gaeth.
A su debido tiempo, fuero n revelados a Kclly todos los nombres
d e los treinta Aelhyrs y d e los ángeles que los gobiernan. E:l domi-
nio de los Acthyrs •se extiende en círculos cada vez más amplios,
más allá de las Atalayas del Universo• . Las atalayas son cubos de di-
mensión infinita.
Mada-iiatw das perifa Lil (el nombre del prime r Aeth~T) cahisa mi-
caolazoda saanim wosago od fifisa balzodizndm-a5a laida. Nomu;a gohuli·
me: Micama adoianu Mada faoda beliombe, soba ooaona cahUa tucijtias pe-
ripesol, das aberaasasa nonuc~fe netaaibe caos~¡i od tüabe adapehaheta
dameptlozoda, tooaf.a 1101..ucafe jimicalazod0111a larasada lofejil-0 mmrhe ya-
""ln ldnign (P.I nomhrP. ifol ;ingP.I tlP.I primP.r AP.thyr); M. tnrm>tl.nlnp....
Sería aburddo citar en su lenguaje original Ja decimonovena In-
vocación. La traducción es la siguiente:
Oh. \'osor:ros, Cielos, que estáis en el primer Aire, \'osotros que
sois poderosos en todas las panes de la Tierra, en la que ejecutáis el
j uicio del Altísimo. A vosotros se os ha dicho: Contemplad la Faz de
vuestro Dios, e l p1incipio de toda Confortación, euros ojos son el es-
plendor de los Ciclos, que os ha elegido para el Gobierno de la Tie-
rra y de su indecible variedad , proveyéndoos d el poder de conocer
y d isponer de todas las cosas según la Previsión d e Aquel que Resi-
de en el Sagrado Trono, y que se e le\'Ó en un Principio, diciendo:
Q ue la 'Iierra sea gobernada por sus partes; y que en ella haya Divi-
sión, para que su Gloria pueda estar sie mpre ebria y atormentada
en sí misma. Que su curso vaya por los Cie los y que la ayude como
m1a sierva. Que cad a estación se corúunda con las otras, y <1uc no
bay-d sobre ella, o en ella, una criatura igual a otra. Que todos sus
miembros difieran entre sí e n ct&alidad es y qt1e no haya dos criattr
ras iguales. Dejact que las criaturas razonables d e la Tie1n, y los
Hombres, se vejen y exte rminen unos a otros. Y que olvide n los
nombres de los lug:ires en que moraron. Que la obra del ho mbre y
sus pompas sean desfigurada.•. Dejad que sus constrUcciones sean la
Ctte\'3 de la Fiera Selvática ...\bnuna s·u con ocimiento de tinieblas~
167
pues e lla es el lecho de la Ramera )' la n1o rada de quien ha caído.
¡Oh, Cielos! ¡Leva11taos! ¡Que los c ie los inferiores. que esr-..ln bajo
vosotros, os sin<anl ¡Gobernad a los que gobiernan! Abatid a los caí-
dos. Exaltad a los que se hacen grandes, y destruid a los corruptos.
Que nada quede como an tes. Sumad y restad hasc,'l que todas las es-
trellas sean contadas. Stu·gid, nloveo~ y presentaos an te el Pacto ele
Su boca, que en Su j usticia, hajurado. r\b1·id los nl is1.e1ios de vues--
tra Creación. y hacednos partícipes del Conoci1nienco impoluto.
168
Había aprendido a no preocuparme cuando \~ajaba con mi cuer-
po asu-al a cualquier lugar que me apeteciese. Me habla dado cuen-
ta de que el espacio 1lO exis1ia e n sí roistno. sino que e ra una care--
goría iJnpuesta. por las conve niencias, como oLr~ cualquiera, para
que pudiéramos distinguir los objetos entre sí. Cuando digo que es-
taba e n uno c1lalquiera de los Aet.hyrs, lo lÍnico que quiero decir es
que nle encontraba en el estado característico, y peculiar, de su na-
luraJeza. De aquel rn.od<>, ruis sentidos recibían las s\1tiles impresio-
nes para las QtlC 1nc J1abía estado entrenando, llegando a ser cono-
cedor de los fenómenos de aquellos mundos de la misma manerd
en que los hombres corrientes lo son de los del suyo. Yo describía lo
que veía, y repetia lo que oía, y el henuano O. V. transcribía mis pa-
labras, obscrva11do inci<lcntalmcntc cualquier fenómeno que le rt."-
suJtasc pecul iar.
169
sionés débfa darse por cóncluidó, a no s.ct qüc fuera proseguido
por a.l guien mítS. Por ello, no debe sorprendernos que apareciese su
•Padre•. La escena está cargada de tristeza y de sentido de culpa.
170
Los obeliscos han sido destn1idos; las estrellas se han precipita-
do hacia su mumo encuentro: la Luz se ha zambullido en los Abi!i-
mos: el Cielo y el Infierno se han mezclado.
171
No {ardé mucho en darme cuenta de qLlC Ncuburg_. con su an-
dar d!csfalJeci<lo y st1s e1·rci1icos gestos, su apariencia de 1>erro ahol'-
ca<io y su risa lunática, J)O<lría afectal' negarj\la1nente a la esri1nación
qL1c los riativos r>0<líat1 sentir por n1í, J)01' lo <1ue co11vel'tí a<1uel l'ies-
go latente en algo positivo al afeitarle Ja cabeza. dejándo.le sol.a-
mente dos m echones de pelo en las sienes, qL1e retorcí t1acia arriba
para <larles la apariencia d e c11ernos. A5í pL1de hacerle pasar por un
dc1nonio que l1abía <lomesrica<lo y e 1l1J.·euado 1>al'a qt1e 1\1e sjrviera
de espíritu familiar, con lo cual rrti fa1na awneracó graudernente.
Cuanto más cxcénuico y horrible a pareciese Ncub urg, y 1uás gr«>-
tesca y locamente se con1portase, mayor seria e l respeto que los ha-
bitan tes de aquella región sentiría11 por e l ntago que había sido ca·
paz d e dominar a aquel genio tan fantástico y sobrecogedor.
172
Y entonces, e111 la quiewd del c re púsc1ilo, vendrán unas silencio-
sas pez111ias que pisarán e l reluc ie nte césped. y sentiré un cuerpo
elilstieo 1' peludo que me agarra, íllieíllí"as la venei-able \•ara se abre
paso e n mi ser. de tal manera que todos los cimientos de mi c u.e rpo
se estren1ecen. Eti pesado aliento y los luj11riosos besos de un fauno
se i.nsinúan eo 1ui cuello, n1ienrras sus djentes se afim1an e n m:i car-
ne; un terrible jadeo agita nuestros cue ..pos, en mitad deJ aire, con
la atlética pasión que nos funde con d supremo dios (oculto en el
centro de la materia) y la vida de mi cxtra1io a.111a11tc hicrv·e dentro
de mi \IÍentre. Ha y un ronroneo, como el de una miríada de ninfas
y faunos, sátiros y dríades -una agitación de las aguas de la vida- ,
nos desplomamos e n e l éxtasis (algo parecido a la mue rte) con e l
entrecortado n1u1·1nullo de •(¡Pan! ¡Pan! ¡l o Pan!», mientras e l mar-
íllóreo espletídor que se haUa fre111e a ooSótl'OS nos regala co1t una
afable sonrisa qu·e recorre nuestros inmóviles y desfallecidos (;utr-
pos, mienu-as cae el úlcimo rayo de sol. (The Scnited Carden oj Abdu-
1/ah the Satiri<t ~{ Shir1J.1., t 91 O.)
l 78
surcado de rnyas ensangrentadas•. EstQs rasgos, que debían conver"
tir al ángel en algo terrible, sólo hicieron de él una cosa más bien
ridícula, como la criarurn de La meta1nmfosi.s de Franz Kafka.
Llevaría bastan te tiempo describir todos los Aethyrs del ciclo
complcm, y además sería algo repetitivo. Sin embargo, el décimo
Aethyr, que es llamado ZAX, y que se halla guardado po r el terrible
demonio Choronzon, merece ser descrito, ¡raque es el más dramá-
tico de todos ellos. Kelly llamaba a Choronzon •ése poderoso dia-
blo)I. Cr<>\vley, sobre avi.so, torn6 precauci(>t1c-s especiales antes de
invocarle. D<t la impresi<Sn de que no es1aba t<tn preocupado por su
propia seguridad como por la de su Escriba. Y ¡ra que Neuburg no
le acompañaría hasta el Aelhyr, era evidente que pensaba que Cho-
ronzo n pudiera acompar'iarlo a él de regreso a la Tierra.
Crowley describió el déci mo Aeth yr como un lugar maldito y,
antes de proceder a la invocación, trazó en medio de las dunas un
círculo mágico para proteger a Omnia Vincam, y lo fortificó con
los nombres sagrados de Dios: Tetragrammacon, Shaddai El Chai
y Ararita. Después trazó cerca de él un triángulo en el que inscri-
bió el no mbre del terrible demonio Choronzon, el Morador del
Abismo. Y cubriendo cada uno de los lados del triángulo, escribió,
respectiv-.amente, .'-\naf>haxe to n, Ar1apha11eton y Primeumaton,
otros nombres del Dios de todas las Huestes Celestiales, para im-
pedir a Choronwn sal ir del triángulo, en el caso de que consi-
guiera conjurarlo, y confinarlo en su interior. Y en cada uno de los
tres vértices, Crowley escribió MI-CA-EL, el nombre del Santo Ar-
cá1¡gel M!guel.
Los dos magos habían lle\'ado con ellos, desde que saJ;eron de
Bou Saada, ires pichones, y Crowley procedía en aquel momento a
cormrles el pescuezo en cada uno de los vértices del triángulo. La
arena absorbió rápidamente la sangre. A continuación, Neuburg
entró en el círculo y pronunció ante el hermano Perdurabo, su gtúa
y maestro, este solemne juramento:
174
astucia; y que conservaré, aun a cos1a de 1ni vida, la inviolabjJi.clad de
este Círculo. A_n1én.
Yrequiero a mi Santo Ángel de la Guarda para que atestigüe mi
jura1nento, y que si lo quebranto, pueda llegar a 1110rir y ser olvida·
do por él. Amén y Amén.
175
Las busco sin miedo en sus tremcnd~ 1nor.tdas:
Sobre ellas inlpondré nli voluntad, la ley de la luz.
Sus rostros y fornla5 son terribles y exllr'.iños.
Con mi poder, cambiaré en ~:\ngeles aquellos diablos.
Sin miedo me dirijo a los horrores sin nombre:
Sobre eUos impondré mi voluntad, la ley de la luz.
Son los pálidos fantasmas de mi atónita vista,
Y sólo yo puedo rcnova.r su marchir:a bc::Ueza;
Pues en los abismos del infierno me zambullo sin miedo:
Sobre e llos impondré mi voluntad 1 la l·ey de la luz.
176
No considero necesario decir nada más respecto a los viajes de
Crowlcy por los Aethyrs y de los ángeles y diablos que encontró en
el.los. Pues el que escribe y habla es Crowley, que no coosiguió po-
oer en boca de Neuburg ni siquiera una palabra que fuera pro-
nunciada por algún poderoso demonio. Choronzon no resulta muy
con,incente como personaje, C1·owley se quedó corto y Neuburg
permaneció en silencio.
Crowley uúlizó la te1·minología del sistema enoquiano del profe-
ta Enoch o Henoch de Dce: Llaves, Invocaciones, Aethyrs, Atalayas,
pero sin comprenderlo. Nadie lo ha conseguido, ni siquiera el pro-
pio Oee. Lo más que se puede decir, sin riesgo de incurrir en error,
es que la magia enoquiana de Dee permite establecer el contacto
con los ángeles ele los diferentes Aethyrs. que se hallan más allá de
nuestro espacio tridimensional, tras una serie de iniciaciones al
efecto. •Y Henoch se encaminó hacia Dios, dejando este mundo.•
Pero el Santo Ángel de la Guarda de cada uno, si es que se aspi-
ra a su conocimiento, se basta y sobra pa1-a derramar la Luz que se
necesita para calmar el ansia espiritual. Por ello, los viajes ast:1-ales
que Crowlcy efectuara con Ncuburg en el desierto de Argelia, su-
puestamente en concordancia con el sistema enoquiano de Dee,
fueron s~perfluos.
Dee también llegaría a hablar con Dios, quien s.egún él le diría
que se había comportado como •cma ramera•. Nada dice el mago
de lo que había hecho de fom1a errónea, o de lo que no había con-
seguido hacer, para que Él se mostrase tan desdeñoso, pero no hay
que ser un lince para darse cuenta de que, a pesar de su gran sabi-
duría, no había sabido comportarse a la altura de las circunstancias
de su compromis.o espiritual.
The Vrsi<m rmd lhe Voice no resulla tan válida como oo-as obras en
prosa o verso que tratan de Ja magia. Como d\jo el doctor Samuel
johnson, •Señor, un hombre será capaz de escribir sobre es,, mate-
ria con tal de que deje que su mente se abandone en ella•. Despoja-
do de su palabrería, no viene a ser otra cosa que el grito con el que
Crowlcy desafía a sus malvados padres. Con anterioridad ya nos ha-
.b ía ofrecido cosas semejantes, y en el tiJturo lo seguiría haciendo.
Sólo un poeta que carece totalmente del sentido de la autocrítica es
·capaz de publicar un libro como 1'he Vision and tlu! Voice, y añadir
·después ttn comentario que oculta la obra en una nube de asocia·
ciones y correspondencias irrelevantes. Víctor Neuburg o el herma-
no Onutia Vincam [Capaz de vencer a todos) <-staba enamorado de
Crowley. En uno de sus libros de poemas, Neuburg escribuía:
177
Dukc mago, por cuya escalinata llegué
hasta e l sagrario del más obsceno de los dioses.
l·le es t~ d(l cor1i gié.'od1) co.n sumo c ui.ctadl) las pn1t!'bas deJ Trnr-/Ue
[ofSowmon the King] , )'el querido y amable Victor ha tenido la gen-
tileza de echarles un vistazo. pero está a punto de malograr su bue-
na acción, pues 1ne ha costado n1ucho tra~jo n1antenerle apartaclo
de los mucl1achos ár-Jbes. Siente una eoonne afición por los trJse-
ros morenos, debido a que cuando escaba eu la escuela fue coceado
por un bo1.nbre que usaba botaS n1al'rones. :1. >'ª que adenlás de pe·
dcrasta t."'S masoquist'd, se sieutc atra.ído por eUos.
178
cosa que el sino de Neuburg, y Runia no podía ni imaginar la ca-
dena con que la Bestia le mantenía apresado. La atadurd entre am-
bos hombres era para ella algo desconocido, que nunca quiso in-
vestigar a fondo.
Neubmg murió en los brazos de Runia antes de que yo fuese a
vivir al 84 de Boundary Road. En otra de las casas de la calle, justo
enfrente de la de Runia, vivía Edward Fitzgerald, otro de los ruiem·
bros del circulo de Crowley, que preparaba una lista de las mune-
rosas publlcaclones de la Bestia, lo que de verdad constlnúa un es-
fuerzo interesante. Se puso en contacto conmigo para intentar
conseguir un ejemplar de Olla, la última obra que Crowley publica-
ra antes de su muerte, ya que Crowley se había encargado de que
envia.ran toda la edición a mi apartamento de Adelaide Road, en
Primrose Hill, del distrito noroeste de Londres. Yo era el •Ayudan-
te del Gran Tesorero General» de la Orden (la O. T. 0.) ); poco des-
pués, ejecutor literario y heredero de todos sus derechos de autor.
179
12. Mary d 'Esté Sturges
180
También aparecería en 1909 el prime r número de The Eqitinox,
subtitulado .. La revi3ta del Iltunini~mocientífico ... MM q tie revista
eran gn1esos volúmenes que aparecían dos veces al año, en los equi-
noccios ver11al y ototial. En realidad, 110 informaban sobre ilurrú-
nisrno o teorías cier1tíficas, sino sobre las acúvidades y <>bjetivos de
AleisLCr Crowley, quien afirmaba que • The Equinox e ra el primer in·
tcnto serio que se .realizaba parn llevar al público la realidad de la
Ciencia Oculta, así llamada desde el advenimiento de ese revoltijo,
nada científico, por otra parte, de hechos y fábulas, que viene a ser
la !sis desvelada de la señora Blavat1ky» .
Desde su expulsión de la Golden Dawn y su discusión con Ma-
thers. había comenzado a ambicionar una orden a su medida. de la
que sería Jefe y fuerza impulsora, después de haber creado su filo-
soffa y rituales. Pero antes que nada, había que atender a su es1ruc-
turación. La Golden Dawn era una confraternidad oculta dividida
en tres categorías, una de las cuales, la que se correspondía con la
O rden Exte rna, llevaba, propiamente, el titulo d e Gold e n Dawn.
Cuando sus miembros accedían al grado 5. º = fP, ingresaban en la
Orden de la Rosa Roja y Cmz de Oro, cuyo grado más elevado era
el 7. 0 = 4°, que era el alcan1.ado por Mathers. Los tres grados que
aún faltaban en la escala jerárquica, Ma¡;,<ister Tcmpli (Maestro del
Templo, o Maestre del Temple) 8. 0 = 3º , Ma¡;,rus 9.0 = 2", e lpsissimus
1O.• = 1°, conformaban la Orden de la Estrella de Plata, u Ordo Ar-
ge11tei Astri, pero e ran de naturaleza tan sublime que sólo habían si·
do alcanzados por los mismísimos Jefes Secretos. Pero Crowley, des-
pués de la ccremonja denominada Augoeide.1, había asccn<lido al
grado de Magíster Tcmpli, aunque aquel ¡;,rr.ido no sería asumido
por él, de manera oficial, hasta 1909. De hecho, y d<.'Sde 1906, había
venido asumiendo la jefatura de la Estrella de P lata, o A. · .A. · . (de
su otra denominación latina Astntm A~llinum), dada su condición
de Jefe Secreto. En esta Orden que, en 1907, se fusionaría con los
miembros disidentes de la primitiv-a Goldcn Dawn, manLCndría la
misma j erarquía que la anterior; se com·ertiría así en la org-ai1iza-
ció11 más importante de la Gran C'.onfratemidad Blanca, congre-
¡;,rando en su seno a todos aquellos que hubieran sido capaces de
franquear el Abismo a partir de los tres últimos ¡;,rrados, y que for-
marían ~-u •Santuario Secreto• , en palabras de Eckartshausen, arro-
pado por los siete grados previos. En el primer número, de marzo
de 1909, de Tlu Equi11ox, daría a conocer su A. ..A. · .. Con la publica-
ción de esta re\'ÍSta •oculta», Crowley engulló, de una vez para sien>-
pre, a MacGregor Mathers.
181
Es necesario, queridos hennanos, datos tina idea clara de la Or-
den In Lema, de esa comunidad de: ilturüna(~Os que se cncucntrd es-
parcida por todo el m undo. pero que <.".Stá gobernada por una (1ni-
ca verdad y unida en un único espírin1. Esta con1t111idad dispone de
una Escuela, en la que todos aquellos que sufren la sed del conoci-
1nicnLo son instmidos por el otisn1ísi100 Espíritu de la Sa.bidurfa; en
ella, todos los misterios de la naturaleza han sido .p rescniados para
los hijos de la luz, a~í con10 e l peñecto conocin1iento de la nan1ra-
leza y de la humanidad. Y, brotando de su interior, t.odas estas vir-
tl1des peneuan en e l inundo...
182
do argumento del hábito que uno adquiere al tomar drogas es algo
que puede dejarse a t1n lado, por su nan1rale7..a poco se1ia1 pues só-
lo lo adquirirá aquella persona que ya haya sido destinada a con-
vertirse en esclavo de Ja droga. o de cualquic.- otra cosa. Y puedo
ascgurJ.r que será incapaz de resistirse a los e ncantos de cualqtLicr
hechicera.
Si uno toma tina dosis lo suficientemente generosa, verá pasar
las imágenes de su pensan1iento a una gran velocidad, que, al final,
acaba por ser vertiginosa. Y los pensarnieotos ya no serán tomados
con10 1.ales, sino co1no sucesos que ocurren en e l cxrcrior de la rncn-
te. La Voluntad y el Ego se encuentran en estado de alanna, pu·
dje11do llegar a sufrir u11 ataque y quedar n1altrechos. Esto es lo 1nás
terrible de las drog-.is, que sólo podrá ser com'batido por una gran
fuerza de voluntad y, me atrevería a decir, que se haya forjado e n las
artes n1ágicas.
183
víctima de una epidemia d e gripe, y se dijo <¡ue Crowlcy lo había
matado.
Al10ra bien, The Equinox se hallaba repleto de artículos surgidos
de la inagotable pluma de Crowley. Otros colabo1-adores en menor
medida e1-an Fuller, Neuburg, Ethel Archer (que publicó en 1933
una novela acerca de Crowley y Neuburg titulada Tlie Hi.eroglyph),
George Raffalovich, fran k Harris y Meredith: Starr (un poeta me-
nor, como Neuburg) . En 1913, la lista de miembros de la A.· .A.·. al-
canzaba e l sorpr·e ndente número de ochenta y ocho, enu·e los que
se contaban Miss Nina Hamnen, artista; Miss Gwendoline Otter
(«expulsada•) ; el conde Louis Hamon, más conocido como Cheiro,
el quiromántico (-nos debe cuatro libms con cuatro chelines• ), y
una tal ~·lis.< f lorence Penny (.como no se case se \'Oh•erá loca• ).
El comentario que figuraba al lado del apellido •Neuburg» era
el siguiente: •Un imbécil que carece de sentido moral• .
El númern vu de The Eqttinox, aparecido en 1911, reproduce en
una de sus págin as un dibujo que el a1'tista Augustu<John hiciera a
Crowley mientrns meditaba con los ojos cerrados. john haría o tros
dos dibujos de Crowley, en 1912 y en 1946, poco antes de su muer-
te. Para pesar de la Bestia,John no aceptó pintar su retrato.
Crowley utiliz.:aria en su Estrella de Plata los tituales )' cnseñan1.as
de la Golden Dawn; el instrumental mágico de la A.- .A.-.: espada.
vara, copa, campana y buril', era consagrado de acuerdo con la tra-
dición G. -.D.·., empleándose e l Ritual del Pentagrama para la ex-
pulsión de los espíritus hostiles o, simplemente, de las presencia5
no deseadas.
El cttartel general de la A. · A .. se encontraba e n Londres, e n el
número 124 d e Victoria Stree t, que era la dirección e n la que, s u·
pucstamc ntc, se editaba Tlit Equinox, y en la que se rcuri ían s us
miembros para reco rrer sus itinerarios m ágicos:
t84
do, el corro se rompió y nos enconn'amos d anzando cada u no por
Ol1estra cue11ta. Y entonces oos dimos cuenta de la presencia de un
extraño. Algunos d e nosotros contamos a los presentes, encontran 4
les se espa.ncó, o si acaso uno de los 0:1ás anünosos l'ecordó sl• deber
a11te la ciencia, y dio la luz. El hecho es que el cxtraii.o ya no estaba.
185
Será cuestilln de recordar que el Anhalmiium lewinii es una dro-
ga alucinógena: el gato no había sido mesmerizado, sino que era in-
diferente a las extravagancias de su dueño: ·Cuando yo le llame, el
gato se ir.\ y en su lu¡,•:tr habr.i tUl perro•.
186
Lo del lwrén hace referencia a q ue, por aquel tiempo, Crowley
disponía a su antojo de muchas muje res.
187
que me lo había tomado. Así lo hice, a eso de las 6 p.m., y despu6i
me fui ajug-.ir al tenis... me sentí cansa.do antes d e comenzar el par~
tido, pero Cl1a11do 111e pt1se a jugar, n11nca lo h.abía hecho ta11 bien.
J de julio de 1910, viernes. A las JO a.m.,jtlstan1ente después de des--
pertam1e, me he sorprendido al comprobar que no podía sentir los
latidos d e n1i corazón ... No te nía ni el n1ás leve ten1blor ... pero nle
encuentro pe1fectamente bien. La energía mental es tan buena co-
1110 siempre.
) de juüo de 1910, do,,ringo, 10:00. RESPIRACIÓN YCONCENTRA·
CIÓN. Tiempo: <10 min. 7:00-7:4-0 p.m. lns piració11 y espiración..am~
bas fos.<s nasales. Ojos ce1·rados. Quemado incienso de lsis. RESUL-
TADOS: Después de concentrarme in tensamente en la respiración
dura11tc ttn breve intcn alo d e tien1po, fui consciente, sin previo avi~
1
188
él conocía personalmente, )' que la Bestia ejercía •una aterradora
influencia sobre muchas personas•.
El herroano V V. V. V. V' (las iniciales del nombre mágico adop-
tado para el grado de Magister Templi). y misterioso dirigente de la
A.·.A. · ., también conocido como sir Aleistcr Crowley (había sido
nombrado caballero, así d!jo, por sus esfuerzos realizados a favor de
la causa carlista'), podfa ser reconocido fácilmente por el mechón
d e cabellos que apa.recía en su frente, que en otras circunstancias
habría parecido completamente afeitada, y que era el símbolo del
vicerregente del Sol; o, en ou-as palabr.is, el falo. Aparte de e.te ex-
céntríco peinado, el cuerpo de Crowley había ido prosperando en
laxitud, de suerte que su estructura atlética se veía ahora adornada
con una panza.
Olivcr Haddo. el héroe d e Ja novela de S-Omerset Maugham The
Magi.cian [El mago), es descrito en eUa como un individuo corpu-
lento al que le gustan las ropas chocantes. Esta novela resultó para
Crowley d e considerable gratificación:
A finales de 1908, adquirí un libro. El título me atraía fuene-
mente, F.L mago, y su autor... ¡bendita sea mi almal , no era otro que
mi antiguo y querido amigo, William Somerset Maugham, 1ni que-
rido y joven doctor que reconlaba tan bien de aquellos entraña-
bles días d e antaño, e n Le Chat Blanc. Así que había escrito real-
mente un libro... ¡q uién lo hubiera creído!... el mago, Oliver
liaddo, era Alcill!cr Crowlcy; su casa •Skene• era Boleskinc. Las
ingeniosas <><:mTencias del héroe eran. en gn1n parte, las mías ...
Pero me he precipitado un l>lnlo al concluir que • Maug ham había
escrito un libro• . Frase tms frase, párrafo tras párrafo, página tras
pá¡pna, me asaltaba el extraño sentimie nto de lo familiar; y en-
tonces recordé que en mis antiguos días de la Goldcn Dawn ltabía
introducido a Gerald Kclly en la Orden, recomendándole que le-
yera u na selección de libros sobre magia. Reflexioné sobre el he-
c ho de que Maugham se hiciese muy amigo de Kelly, y pasase al-
gún tiempo en la vicaría de Camberwell. Maugham había utilizado
al¡,ru nns de los episodios más personales de mi vida, mi matrimcr
nio, mis exploraciones, mis aventuras con la caza 1nayor. mis con-
vicciones mágicas, mis ambiciones y empresas, y demás... No esta·
ba ni mucho menos ofendido por los esfuerzos que hada el libro
para prcscnrannc, de mud1as maneras, como un canalla de la es-
pecie más atroz, porque el autor había hecho justicia a cualidades
de las que me sentía orgulloso ... F.l mago era, de hecho, un reco-
189
nocimiento a nli genio. de 1nanera W que nt1nca había soña<-lo po-
<ier inspU·ar a nadje.
190
En 1909 tuvo lugar el divorcio de los Crowley, después de que
Rose convenciera a Aleister de que le pasase mensualmente una
modesta suma para Lola, la hija de ambos. En aquel momento
Crowley no disponía de dinero, pero a la muerte de su madre he·
redaría 4.000 libras. Así pues, dispuso que los intereses, siempre
que fuera posible, y según el buen entender de los dos adminisa-a-
dores, George CeciJJones y Osear Eckenstein, se repartie ran entre
su hija y él .
La actitud de Crowley respecto a su muje r se halla reflejada, e n
parte, en el cuarto y último poema que ella le inspiró, Rosa Decidua,
esto es, «Rosa cadt1ca»:
Leila tocaba el violín. •uno enfrente del otro. ambos ante el Señor•.
El anhalonium (Anhaloni111n /ewinii) había sido analizado e iden-
tificado po r Louis Lewin, un químico alemán. Se obtiene de la plan-
ta del peyote, CU)'dS maravilloo;as propiedades eran bien conocidas
por los indio> de América Central, que llegaron a venerarla como a
un dios. Le"in dijo de ella que:
191
Ninguna otrd planta provoca modificaciones funcionales del ce·
rebro tan n1aravillosas. ~·lieno·as que la adorn1idera consigue la se-
paración gradual del alma y de la mente de todas las sensaciones te-
rrenales, conduciéndolas sin e.sft1er.to hasta el un1bral de la muerte,
y a su propia liberación, suponiendo, por ello, un consuelo y una
benclición para todos aquellos c¡ue se sienten agotados y atonoen-
tados por la vida, el anlraloniu·m procura a los que lo usan, a causa
de su peculiar excitación, placeres de un tipo muy especial. Aunque
estas sensaciones asun.1ao sirnplenlente la forn1a de alucinaciones
sensoriales, o de una extraña concentración de la "ida interior, son
de cal naturaleza y tru1 superiores a la realidad. can inimaginables,
que la víctima se cree ttansporrada hasta un nuevo ruundo de sen-
sibilidad e inteligencia.
192
dios de la lttjuria, y los Misterios Eleusinos de Grecia. Má.< aún, a lo
que apuntan los ritos de Crowlcy, de acuerdo con su propia filoso-
ffa, i"~ a Ja int-XÍSt(>nCi:l de n ioS. de rn~tn ("r::t qu<;" l.ITlO put;•d::i hacer Jo
que quiera. Los persom!jes que durante la representación llaman a
la puerta del cielo son i1úormados de que Dios ha mueno. (Pero,
por lo que parece, Pan todavía sigue vivo.) Por eso la meta del hom-
bre es procurarse el placer entre los vh•os.
La sala de Caxton Hall en la que se realizaban los ritos se halla-
ba tenuemente iluminada por una parpadeante luz situada sobre
un altar, y el aire estaba cargado del humo del incienso. Los asis-
tentes se sentaban sobre taburetes dispuestos en fila. El reportero
del The Looking Glass obse1~·ó que muchos de ellos se enconu·aban
ocupados por hombres y mttjeres en trnj e de noche.
Crowley, ataviado con su túnica de la Golden Dawn, 1·ecitaba la
parte lí1ica; Leila Waddell, <'cstida de una manera similar, tocaba el
violín; Neuburg bailaba l.a danza de Pan "en honor a nuestra A.rte-
r11isa,-. y acababa despl<>mándose exhat,tSlO en miutd del escenario.
•Sospecho que era el mejor de los tres,., comentó Crowley. · Daba la
impresión de que nunca llegaba a tocar el piso.•
El comentario de The Looking C!.ass a los Ritos resultó desfavora-
ble. al tachar de incoherente la parte lí1ica.
El propietario y editor de aquel periócli co, De \\lend Fenton
(que en 1913 sería multado con diez libras por enviar poi· correo
material pornográfico), se apresuró a investigar el pasado de O·ow-
ley; y en los siguientes números de 111e l.ooki11g Gt.ass, q ue u-aían la
notkia de la celebración ele otros rilOs, informó a sus lectores de
que Crowley había tenido amoríos con lma sombrerera que u-aba-
jaba en l\urlington Arcade. Crowlcy t.arnbién había vivido con •el
ruinmente llamado monj e budista AJlan Bennett>o, y bajo su techo
habían siclo cornetjdas • inmoralidades innombrables .. George Ce-
cil Jones también se ,·eía metido en el asunto, pues se había mez-
clado en aquellas inmoralidades innombmblcs.
El capitán Fuller, que era amigo de J ones tanto como lo era ele
Crowley, sugirió a éste que dema ndase a The Looliing Cltus. pero él
se negó. Bennett, que se encontraba meditando sobre los males
de la existencia en un monasterio budista de Birmania, nada supo
de aquello, que, por otra parte, nada le habría importado; perojo-
nt:s, que tenía mujer y cuatro hijos, estaba consiclcrablernentc irri-
tado.
La causa de J ones contra '/11e l.oolting Clllss fue oída en abril de
191 1 por el j uez Scrunon y un jurado. Crowley, que no era testigo
193
de ninguna de las partes, fue descrito por el abogado de la defensa
como «Una odiosa y abominable crianml». El juez Scrunon parecía
encontrarse más bien perplejo por todo aquello, y hada notar que
le recordaba el juicio de Alicia en el paú de las ?naravil/as.
Crowley, indiferente a su repu1ación, se divertía en grande.
194
No se ha conservado la carca que enviara a Fnlle1; aunque si la
contestación de éste a la suy.i:
2 de mayo de J9H
Querido Crowley:
A efectos biográficos, no pongo en duda que tu cana d el pasado
domingo sea u n documento inlcrcsanlc 1 pero desde el usttal pttnlo
de vista del sentido común podría pensarse q ue había sido escrita
J>Of un loco fu1ioso. Si quieres llacer una carga a la bayoneta cala-
da, como un d cni.chc aullador, adelantc 1 no es asunto mío.
Creo q11e liasta el pa5ad o n1es de ocn1b re éra1nos amigos ínti.n1os,
y el e nf1ia111iento de nuestras relaciones se ha debido a que tú f.e ne-
gas1.e a seguir l)IS propia..; c;onvicciof1es, así c;omo el consejo que te di
de que pusieras pleito a The l.,oolcing Cúiss por libelo criminal. Tu Wa-
terloo comenzó el mismo día en que te negaste a hacer tal cosa, pe-
ro te diferencia-; d e Napoleón en q11e saliste corriendo nada más ver
el primer cañón que te estaba apttntando. Sólo como resultado de tu
comport.amie 11to alocado te ves ah ora en Sa11ta Elena; puede que sea
grave p-ara ti, pero quiz;is haya q11e felicitar a tus amigos.
Lamento mt1chísimo q ue Joncs tenga que estar s11friendo tu fal-
ta de resolución. Perdió, ~>ero no porq11e el ene1nigo jugara l.i1npio
o sucio, sino porque su caso e1a algo subicto de tono. Aparte ele Jos
costes <le l j1ticio, no creo que l1a}a perdido grdr1 cosa, p·ues el 010-
dcrno p e riodismo le permite u tino, a no 3cr qt1c sea unu pcr30nali-
dad conocida o e l 1ninistro del Interior, perder s11 identidad al cabo
ele una se111a11a e u el Nirvana de los ti ~ul ares se nsaci ona l ist.as. q ue se
J1allai1 d esprovistos <-le senti<to .
1'uyo,
J. F. C. FuUer
P. S.: El otro día te dije que admiraba tu obra. Y es cierto, pero
nu nca has llegado a <.--scribir ~1lgo can magnífico como este verso d e
Blai<c:
..,1na s uave ltoche. lunar y silenciosa• .
195
había sido dictado • por mis propios Jefes>, principalmente Aiwass,
y hace referencia a1 siguiente pa~je de su obrn TM Vision and thc
Voice:
Crowlcy nos dice muy poco acerca de Mary. La umca cosa im-
portante, desde su punto de vista, c:.-s que ella se sin ti6 atraída por
é l; pero tambié n nos c;ntcramos de; que había estado casada y de
que tenia un hijo adolescente. Tambicn de que tt:nía un aparta-
mento en París, donde, • después de algunas semanas de escaramu·
zas preliminares•, se reunjó con ella. Después la llcv-a ría a Suiza.
i\<lary había escriLO una obra ti tulada Tlui Law. El ejemplar que he
leido llevaba correcciones autógrafas de Crowley. Eso indica que la
dama no carecía de pre tensiones literarias. Se trata de una mala co-
media, pero que al menos fue representada.
t 96
Las relaciones de Crowley con las mujeres pueden ser, por lo ge-
neral, divididas en dos fases, yendo la primera paralela a la segun-
da, siempre que se diera una segunda. Al ptincipio se &entía atraí-
do sexualmente y, como Casanova, se centraba en stt conquista
sexual. La descripción que Crowley hace de Mary d'Eslé es la de
• un magnífico espécime·n de sangre irlandesa e italiana, que poseía
una personalidad muy poderosa y un tremendo magnetismo que
atrajo instantáneamente al mío. Me senté en el piso, como un dios
chino, intercambiando con ella mi eleco·icidad». Hay que entender
que el magnetismo era, por supuesto, exclusivamente erótico.
La segunda fase de la:s relaciones de Crowley con las mt\jeres era
la de la clarividencia, pero cuando descubre que su amante también
le es útil en el cmnplimiento de la Gran Obra, pues es una vidente,
finge sorpresa, como si h ubiese olvidado que su principal interés ra-
dicaba tanto en la magia como en el sexo.
Crowley y Mary pasaron su primera noche en Suiza en el Natie>-
nal Hotel de Zúiich. N'o fue muy tranquila: Crowley afirmó que
Mary era víctima de un ataque de histeria, ocasionado por un exce-
so de alcohol y de sexo. Y podía haber añadido, con más honor a la
verdad, de drogas. Sin embargo, aquella a¡,•itación se calmó de re-
pente, y Mary entró en un estado de profunda calma y comenzó a
ver cosas.
197
Es un hecho que Crowley se hallaba fascinado por aquellos sue-
ños, y en ningún momento dejó de pensar que la visión -si es que
podía llamársela asi- no le afectase personalmente. Al contral'io, es-
taba seguro de que aquel hombre mayor de larga barba blanca -el
arquetipo del sabio- tenía un mensaje para él; su único miedo era
que Mary Je comunicase el mensaje de manera incorrecta. Por ello,
le aconsejó que se comportase de manera totalmente pasiva.
Así lo hizo Mary, y poco después le comunicaba que aquellos cin-
co •cofrades blarn;os• estaban •enrojeciendo•.
Crowley no hace comentario alguno sobre csia sorprendente de-
clardción. Yo supongo que en aquella reunión, los cinco cofrades,
adeptos de grado e!e\•ddo, quizá, hasta,Jefes Secretos, tuvieron, por
alguna razón que sólo ellos conocerían, que sonr<tiarsc como pavos.
Puede existir la altematim de que hubieran sido sus túnicas las que
enrojecieran, pero a fin de cuentas se trata de un detalle sin iin-
ponancia.
Lo siguiente que Mary dijo fue: •Este libro deberá ser entregado
al hermano Perdmabo•.
Ante aquello, Crowley se puso de pie, pues Mary no conocía su
nombre má._r:ico ..¡Sorprendente!
Ella proseguia: •El nombre del libro es Aóa, y su n(•mero es cuatro•.
Todavía más sorpresas. Mary no conocía la Cábala, y sin embar-
go, y de acuerdo con ella, al asignar a la letra hebrea a (ale!) el va-
lor de uno y a Ja h (beth) el de dos, se obtenía lo siguieme: Aba = 4.
Ame esta lógica de la comunicación de Mary, CrO\vley pensó que
·allí había algo•, como prudentemente consignó.
Mary también había visto a un lurco de cabeza negra-podría ha-
ber sido 1ambién un egipcio- que lle\'llba un tarlmsh.' y un cinturón
rojos y se llamaba.Jezel; una de sus manos se hallaba cubiena de piel
de cocodrilo. El anciano gentilhombre de la luenga barba blanca
dijo que •estaba inteniando apoderarse del libro, pero que el her-
mano Perdurabo se haria con él•.
Crowley comenzó des.mando al anciano. Se trataba de una pre-
caución necesal'ia, a causa de que las formas que aparecen en una
visió11 astral pt1ede11 convertirse en den1011ios. Gro'''ley 110 mencio-
na con exactitud la manera según la cual desafió al anciano, pero es
probable que le dijera: ·¡Haz lo que Quier-as será toda la Ley! •. V, si
ante este saludo lhelémico no se desvaneóa inmediatamente, en-
tonces es que era digno de confianza.
La vidente se quejó de que no veía con claridad, y confesó que
estaba atemorizada.
198
El anciano dijo llamarse Ab-ul-Diz.
Perdurabo le preguntó, :a través de Mary: •¿Y el 78?•. Ab-ul-Oiz
contestó que él era 78.
Aquello debió causarle a Crowley un sobresalto, pues 78 era el
número de Aiwass, su Santo Ángel de la Guarda. Siguió desafiando
a Ab-ul-Diz, al p1·eguntarle: .¿Qué es el 65?•. Era el número de Ad-
ni, también conocido como Adonaí, •El Señor>.
Ab-ul-Diz contestó que Pe1·durabo era el 65, y que su edad era 1.400.
Ante aquello, Crowle)' debió habe1· albergado serias dudas acer-
ca de la capacidad de viden'te de Virakam. Sin embargo, cayó en la
cuenta de que, de acuerdo con su Diccionario Cabalísúco, Sepher
Sephirot, publicado en el número ocho de The Equinox, ¡ 1.400 era el
número del Caos!
Lo siguiente que hizo Crowley füe dar la •palab1-a de paso• del
equinoccio•, pero sólo consiguió que Ab-ul-Diz frunciese el ceño.
Crowley se daba cuenta de que todas aquellas tentativas para des-
cubrir la identidad de Ab-ul-Diz eran insaúsfactoria5, p<:ro Ab-ul-Diz
prometió que regresaría después de siete días, a las once de la n<>-
che, para aclarnr todo; y le dijo a Perdurabo que le invocara me-
diante el ritual del Nonato••.
Era curioso, observó Crowley, que aquella nueva revelación lle-
g-ara en el momento en que el Liber Legis estaba a punto de ser pu-
blicado en Tfu¡ R<ruinox.
~ás tarde, se fueron a Saint,Morit1_
En los momentos de tranquilidad d e aquella semana, Crowley
habló a Mary de su trabaj o mágico para • evitar preguntas sobre si
lo había en tendido o n<>-. Toda posible confusión debía ser e'~tada
a toda costa. Si los miembros d e la H e1mandad d eseaban comuni-
carse con él, deberían hacerlo sin ambigüedades.
Crowley lle•-ahll consigo los sigu ientes adita mentos mágicos:
l. La •Vara de Ébano• , rematada por el Zafiro Estrellado y las
se rpientes de oro. La espléndida piedra preciosa, de un translúcido
azul, se hallaba e ngastada en uno de los cxu·cmos de la vara mági-
ca. Las .-.seri)ie11tes de oro•, como las del c.adt1ceo~ o vara, de Her-
m cs, estaban seguram ente entrelazadas a lo largo. Pero quizá Crow-
lcy se refería a Ja d iadema de oro, con el u.raew, el S<tbll-ado áspid
egipcio", emblema del poder suprem o, tal )'como aparece en una
de sus fotografias, quizá de aquella misma época.
2. La túnica de Neófito de la Orden.
3. La • piedra de ver• d e topacio tallado, embutida en una cruz,
descrita como una • rosacruz», y colgada de una cad ena de oro y
199
perlas; era la misma • piedra de ver• que en 1909 había utilizado en
el desierto, cuando se hallaba acompañado de Victor Neuburg.
4. Su campana mágica, Uarnada Campana de Electrum Magicum:
que no era otra cosa que una aleación de los siete metales de los sie-
te planetas.
5. Su anillo mágico.
Con gran sorpresa, descubrió que Mary había llevado consigo un
vestido flotante de colores azul y oro, un •abbai• -Aba o Abaya, una
prenda árabe de forma de saco- como el que, a veces, los miembros
femeninos de la Golden Dawn vestían en sus ceremonias. En aque-
lla prueba reconoció la mano de Ab-ul-Diz.
El salón de la s1tit~ que ocupaban en el hotel se hallaba decorado
con un espejo muy grande. • la estancia•, escribió Crowley, «debe-
rá estar dispuesta de una manera armónica, con el espejo haciendo
de Oriente• .
Mary estaba vestida tal y como se prescribe en el Liber Legis, ca-
pítulo I , versículo 61: • ... Lle\<ar'.Ís preciadas joya.s... te insto encare-
cidamente a que te presentes an te mí con un simple vestido, y
cubierta con un precioso tocado» . Una vez má~. Cro\.vley pe rcibía
un profondo significado en el •abbai• azul y oro (el simple vestido)
que Mary había incluido en su vesmario.
La noche d el 28 d e n oviembre de 1911 . el templo en que se ha-
bía convertido la .tu.it.e de su hotel había quedado dispuesto de la
siguiente manera: el gran espejo, que casi llegaba hasta el techo,
se encontraba en el rincón del Oriente, es decir, en la posición del
altar. Alineadas frente a él se haUaban cinco sillas, una para cada
uno de los miembros de .la Confraternidad Blanca (los que habían
enrojecido) , vistos por Mary, primeramente en un sueño y des-
pués en un trance, que miraban hacia el exterior de la estancia.
Una mesa octogonal, en la que se habían colocado el arsenal má-
gico del tae nnano Perdurabo, los libros de invocaci611, el incienso
y un bra5erillo, estaba casi en el centro de la habitación. Detrás ha-
bía una gran mesa rectangular. Er1 su lado izquie rdo se encono-a-
ba un reloj, símbolo del Tiempo, mientra~ que en el derecho po-
día verse una lámpara, símbolo del Espacio; e n el lado que se
bailaba frente al espejo se habían dispuesto los Libros Sagrndos de
Thelema; y en el restante, en donde estaba el Mago (Crowley), pa-
pel y pluma
En la pa.r ed de la izquierda se encontraba una ¡puerta que daba al
pasillo del hotel, bloqueada mediante un sofá. En la pared opuesta
se apreciaba una ventana que se abría a un balcón. Y en la pared de
200
detrás de Ja mesa e o Ja que se e nco n traba Crowlcy, y a la que éste da-
ba la espalda, otra puerta conducía hasta el donnitorio de Mary.
El resto d el mobiliario original d e la estancia había sido am on-
tonado e n un rincón, situado e n el otro extrem o de la diagonal que
formaba con e l rincón do n(lt• enco n traba e l espejo mágico; y ha-
M
A Ti te in\'Oco. Nonato.
A Ti, que creaste la Tierra y los Cielos:
A Ti, que creaste la Noche y el Día.
A Ti, que creaste las Tinieblas y la Luz.
Tú eres Osorronofrís: Aquel a quien ningún hombre nunca ha
visto.
Tú eres.Jábas:
Tú eresj apos:
Tú has disúnguido el Justo del Injusto.
Tú hiciste la H embra y el Macho.
Tú produjiste la simiente y el f ruto.
Ttí formaste a los hombres para que se amaran entre sí, y se odia-
ran entre sí.
Yo soy Moshcb, Tu Profeta, en q uien Tú depositaste
Tus :Misterios, la• Ceremon ias de lshrael:
Tú prod1!iiste lo seco y lo húmedo, y lo que n utre a toda Vida.
F..scúchame Tú, pues Yo soy el Ái1gel d e Pafro O.Orronofris": és-
te es Tu Verdadero Nombre, puesto en manos de los Profetas de
lshracl. F.sc1íchame, y haz que todos los Espíritus se sujeten a Mí;
que cualquier Espíritu del FirmamenLO o del ÉLCr, o de la Tierra, o
bajo la Tierra; en la tierm sern o en el Agua, o en el Aire Giróvago,
o en e l n igiente Fuego; y todo Encantamiento y Flagelo de Dios, Me
obedezca.
201
A Ti i11voco, Oios Invisible y Terril>le: Que moras en la Vacía Re-
gión del Espíritu.
Al'ogogorobrao: Sotliou:
Moderio: Falarthao: Ooo: Apé. el Nonato.
Perd.: C11.i·ti.s n(!men. eJ i'\lemQ1.>, f'Tlt:er A.- .A...·. al..tsl (Aql1el. Cltyo
nornbre es Nadie, hern1ano de la A...A. · ., está prese11te).
es lo que cJe;eas.
Petd.: N~da, ¿le he llamado yo o él a mí1
Vidente: Ha sido él ... ¡Pero si sale el 77!
202
Para Perdurabo aquello tenía cieno sentido, puL'S 77 era el valor
nmnérico del nombre, esclito en alfabeto hebreo, de su otra Mujer
Escarlata, Leila 'A'addell.
Perd.: Da111e 01.1·os signos ele r11 i<le1lli<lad. Por ejen11>.lo. ¿eres Sa~
pinzs Do,ninahil11.1· Astris?
Aquél era el nombre mágico de Anna Sprengel, la fundado m
de la Golden Uawn, quien habia concedido el pe rmiso a MacGrc·
gor Mathers )' a sus compañeros pam crear en Inglaterra d icha Or-
den.
205
Cierto. Ya no lo era.
Era una palabra que había sido dada a Crowley durante su per-
manencia en el 27° Aethyr, de «La \>Ísión y la voz».
204
Alrul: Pregúntame sobre e l nt1eve.
Pcrd.: Considémtc prcgu Dtado.
Ab-ul: Nt1eve es el 11úmero de 1,111a página de un libro.
Pe rd.: ¿De qué libro?
1\b-td: De tino de viajes.
Perd.: No tengo ninguno de esa materia. ¿Qué libro es?
Ab-ul: Uo libro de dis1>araces.
Pcrd.: ¿Qué libro de disparates?
205
Perd.: No creo.
Vidente: El libro tiene u na corona. y debajo de elJa.,, e n números
ro1nanos, el XXI.
Pcrd.: fvlás detalles, J>Or fu"or.
Vidente: ~te enseña otr•o libro 1 con un sol lla1ncantc; sus cubier-
tas son de oro.
Ab-ul: El Cm•rl!> Libro. T us inslrucciones a los hermanos.
Perd.: ¿Entonces, no lo \'Oy a J>ublicar?
l'crcl.: ¿Desea continuar con esta conve rsació n tan poco sal.isfoc-
torfa?
Ab-ul: Ve a Londres. Encucnm1 el Cuarto Libro. )' c nt.régasclo a
los hermanos.
Pe rd.: ¿Dónde esuí e l C11orto Lilmir
Ab-ul: En Londres.
Pe rd.: ¿En qué parte d e Londres?
Vidente: ¿Conoces algún lugar de Londres que se llame • El Sig·
no de la Lt1na Nueva-?
Perd.: Los ha¡• a docenas con ese no mbre.
!06
Perd.: (Dirigiéndose a Al>ul·Diz.) ¡Adiós!
Ab--uJ: ¡Siete, s·i ele, sier.e, siele! ¡.A.diós!
207
Esta última recome ndación pudo baber sido dirigida por Perdu-
rabo a la vidente, ya que, según una anotación de Crowley a este tex-
to, la vidente <lcbía ser excitada por... (sigtae tan signo qt1e se refie-
re al falo en e rección) para recargar sus facultades visionarias,
siempre de acuerdo co11 la tradiciór1.
208
La hermana Virakain se interrumpió y, casi al instante, excla-
mó: •¡Llévame a casa!•. Crowley la describe a punto de echarse a
llorar. S.u mente se hallaba perdida. Al poco decía que quería es-
tar cerca de él .
•Estás cerca d e mí, cariño., le respondió Crowley.
~1omentos más tarde, comenzaba n t1evamente a tener vision es.
La vidente lo dijo.
209
Del balance de Crowley sobre los resultados de aquella visión se
dedu·c c que la vidente ya se había convencido de la realidad de 10-
do aquello, lo que no había ocurrido la vez anterior.
El JO de diciembre, a las 8:40 de la tarde, Crowley escribía en su
diario mágico que había dispuesto ceremonialmente la estancia del
hoLcl como las ou-as veces, pero que e n aquella ocasión iniciaría el
rilo re<:itand<> la lnvocacic.)11 a H orus);. Lo que hizo, exac1:an1ente a 1
ias 8:50.
Durante la invocación ocurrió un incidente de mal augurio: el
Zafiro Esu·ellado se cayó del exu·emo de la vara de Perdurabo y se
perdió.
A las 9: 18, Perdurabo anunció: Nemo tulest [Nemo -Crowle}~ está
presente).
Perdurabo, q ue estaba mirando más allá de los velos de la ma-
teria, observó cómo el cuerpo de la vidente se daba la vuelta hacia
él. En realidad, ella le daba la espalda y miraba al espejo que esta-
ba en una de las esquinas de Ja habitación. Entonces vio cómo se
dirigía hacia la gran puerta de u n templo (otro templo, no el que
ellos habían preparado en el hotel), yendo siempre haci.a la iz-
quierda, el lado ocul!o, el lado del inconsciente. En el inu::rior de
aquel templo astral no había o tra cosa que una cripta, vacia e in-
sondable; pero no estuvo mucho tiempo \;'(lCÍa, pt1es, súbitamente,
•una blanca figura se hallaba sentada en un sal iente que había en
el centro•.
La «blanca figur"" alzó la ruano izquierda, manteniendo el pul-
gar muy separado de los demás dedos; de ella colgaba una cadena.
En Ja otra mano tetúa una vara negra con la que apuntaba a las lí-
neas de la mano levantada. Para hacer las cosas más complicadas, la
palma se hallaba cubierta por un vidrio azul que d ejaba ver las li-
11c-a."', seis e11 total, y e11 cada uno de sus extremos había fif,'llr'dS di-
ferentes, C<>m<> ur1 l1ombrc a caballo, un p~jaro negr() y cosas así.
%10
A las 9:36, la vidente comenzó a gemir: nuevamente se quejaba
de que algo no andaba bien, y pidió a Perdurabo que intentara me-
jorru· su sitttación.
211
Perd.: Pero ¿fe en qué?
VidcnLe: f~e en todo. Ni siquiera 1oe he atre\~do a dar dos pasos ...
212
Perd.: ¿Qué rito sagrado?
Vidente: El que tL.abas para la iniciación.
Perd.: ¿Quieres decir la apernira?
Vidente: Sí.
Perd.: Muy bien. Val.e l+aJer! ¿Qué debo hacer a la videote?LS.
Vidente: Seis mil doscientos ochenta.
Crowley interpretó este número: quería decir que debía dar vino
a la vidente.
215
Perd.: Háblallle del Cu""º Ubro.
Vidente: Es lo 01ás U:nponan1e. "'r e lo enoonu.-a.rás tuando nlen<>s
lo pie11scs.
Perd.: ¿Cón10 ... ?
\fidence (inte1Turnpiéndolo): ¡Espera! ¡Ten paciencia! ¡Trabaja!
¡No reniegues ele nada! Las cosas nlás siinples tienen los rnayores
significados. Te en4;uencras en el buen can1ino. El Ctta.rto /Hi/J1v sig·
nifica Libe11ad pa1-a ,todos. Es la luz.
'
Para variar, Crowley puso sus preguntas en clave, utiliwndo, a
causa de s u sencillez, el mismo sistema cifrado que Levin le propo-
ne a Kitty en la novela Ana Kanmina.
214
Vidente: A las nueve.
Perd.: Entonces, \!ale, Frater! <Y así despide a Al:rul·Diz.)
tiendo.
Perd.: ¿Por qué?
Videote: Falta de fe. Si tú sólo creyera< y proccdicraL
Perd.: ¿Quién es e l que du(la?
VirlMlfP: T t't.
Perd.: No es cierto.
VidCT1tc: Sí que lo cs.
Pcrd.: Hai sido tú, Oh vidente, quien ha dudado.
V 1dei1Le: l'onme a prueba.
Perd.: ¿R.K.a.s.p.?
2 ¡.;
Vidente: No, todaví~t no.
Perd.: ¿Y en ese caso. qt1é oct1rrirá?
Vidente: ¿Qt1é fue lo que te ocunió antes a ri?
Perd.: ¡..\h, Dios! (Pausa.) ¿Es demasiado tarde?
\ fidente: No. No es den1asiado tarde, si110 que es de la fe, de Jo
que hay demasiado poco.
Percl.: Ten esto en ms manos (le entrega las perlas).
Vidente: ¿Poi· qué? (So1·prendida.) Han desaparecido; no has de-
jado nada; ya no existen. No importa. Me cnct1cntro a gt1sto con
ellos. ¡Cómo lo saben! ComienL.'\ st1 nombre con Ja úl tima letra; es--
críbelo de otra n1anera y añade veintidós. ¡Comienza con ZIDLUBA,
Oh, bromista!
Perd.: ¿Qué ha• hecho?
Vidente: He tirado las perlas. Tenía toda la razón". Él me dijo
que lo hicie ra_. Si t(1 no puedes darme rcg-alos cspiritt1ales, ya no ne-
cesito ninguna cosa de valor. No necesito perlas; lo que necesito es
luz.
Perd.: ¿Qué hay que hacer con las perlas?
Videme: ¡Nada! No tienen valor. ¡Comprende, por el amor de
Dios 1 coropreude!
Pcrd.: ¿L.. p.t..q.s.c.a.V.? (¿Las perl~ts tie nen que ser enviadas a
V.V.V.V.V."?)
Vidente: Espera y lo sabrás. Ya te ha sido contestada anterior-
n1cnte esta pregunta.
%16
labra griega que se refiere a los genitales femeninos, que a pal'tir de
aquel momento iban a desempeñar un papel importante en los ri-
tos mágicos de Crowley.
Cuando Crowley se cansaba de tomarle el pe lo a otros, comen-
zaba a tomárselo a sí mismo. Lo que sigue es parle del pre-ámbulo
del Cuarto libru. hay que puntualizar que lo escribió Perdurabo, y
no Ja hermana Virakam.
217
El Crurrto Li/Jro fue publicado en Londres, en el transcurso de
1911, al precio (en conformidad con su título) de cuau·o groals, o
de un chelín, para aquellos q u.: carecían de groais. La segunda par-
te de esta ct1riosa obr.t ~tpareció al aí10 sigtlientc, al precio de «Ct1a-
tr'> lannerSio , o dos cl1elines. U11a de s t1s ilust:r.a.cior1es muestra a
Crowley con barba, sentado desnudo en el mar, con el agua trans-
parente que le llega hasta la cintura. Su ligtua esbelta y su cabello
revuelto revelan una época pasada; por aquel entonces se había
vuelto gordo y calvo. El textO de esta fotograña insólita, chocante
hasta para un libro de magia pero quiz;í no para uno de magick, no
es ouo que Cliaim SOier Kosmou [¡Salve, Salvador del Mundo!].
Micnuas tanl<l, Mary había huido de Crowley y de su magick. • La
secreta disputa entre la voluntad de Virakam y la mía propia estalló
en abierta hostilida<i», }' añade; «Tras una fuerte discusión, se fue rá-
pidamer1te a París,..
Después de que Mary d'Esté Sturges regresara al lado de Isado-
ra Duncan, Crowley regresó a Londres y a Leila Waddell, en franco
afün de nuevas aventuras. La ún ica que encontró resulta dificil de
creer, porque se aparta de sus intereses y aptitudes que nos resultan
conocidos. Hablaría de ella en sus Co11Jessio11s, pero de una manera
breve y poco convincente. Después de los Ritos de Eleusis, que eran
parecidos a los de la Golden Dawn. y que son descritos con bas1an-
1.t: lujo de detalles, él y Leila reclutaron •a seis violinistas, que al to-
car juntas sonaban como una caja de cascabeles y, después de ves-
úrlas con unas prendas de colores chillones, que parecían harapos,
Leila el septeto que recibiría ::.u bautis1110 de Íl.tcgo c11
Ít"Jff11aro1l ..-:orl
. .
una verbena... acababan de nacer la; Ragged Ragúm<e Cirls, (algo
-
asi como "tas andrajosas chicas del Ragtime"} ... Su debut oficial
tendría lugar el .3 de marzo de 1913 en el Old Tivoli (e·n el Straad).
Stipuso un éxito i1unediato que hizo que 01 i mente d.escansara de
cualquier· preocupación referente a los asuntos mundanos•. Cro"•
ky llevaría su troupe a Moscú • pues habían sido con1ratadas para
que attt1asc11 en e l Aquaritlm durante el vera1lo ... toda-; ellas r1ece-
sítaban protección. Leila Waddell era la única que tenía la cabeza
sot>rc los t1on1bros. De las Otl'a'i seis, u·cs e1-a11 dipsorn.a11íacas, cua-
tro 1'1i11f6n1a11as, dos g-azr11oi1as t1istéricas, y t-Qdas es:tabar~ finne-
111er1te convencidas de qt1e ft1era de lr1glalerra t(>{los eran ladrones,
violadores y asesi nos» .
2 18
l1abía nadie e11 el tren q ue SlLpiese hablar dos palabra.~. a1r11que
fucs.e e n ale má11. En Varso"ia nos senti1uos con10 arr~jados a una
desolació11 <1ue sólo babl'ía podido ser superJ.illt. at1nque por muy
poco, por la q ue habriamos halBado e11 la Luna. Fina ln1en1.e , e n-
contra1nos a 11n vagabun<lo q ue llablaba un poquito <le alc111ár1, p<.."-
r~ na<fic sabja riada de los lfcnes que panían hacia ~foscú. Al ñnal
r1os ftLimos a otra estación. Había. u11 tren q 11e salía, pero no era 1>0--
sible acomod ar11os a todos en él. At1-avesa111os una "ez n1ás aquella
i.J1col1cre11tc cittdad, y aquella \'CZ. sí enco11tramos plaza en 1.1 n tren
<lUC se espcrdba q ue llegase a ~1oscú, viaja11do a u11a velocidad in e-
dia ·d e diez millas por hora. De11tro d el con1partjmento se había
amontonado n1ucha paja. que esraba llena de suciedad, encima de
la ct1a l los pasajeros, ir)<liscri wir1adarucnte, bebían, j ugaban a las
cattas, discutían y l1a<:ía11 el amor. Allj no había d isciplina, ni o r den,
1U clece11cia.
En tu1 p ri ncipio. achaqlté el caos d e Varso,ria a 1n i propia igno.
rnncia del idioma, pero, más tard''• el cónrnl brilánico me ex:plicó
q ue él mismo había estado bloq11.e:ado d11ra11t.e cuare n ra y ocl10 110-
ras como consecuencia de la 1\la.l a ad01i l'úsL.raciór1 fe rrovia1ia. Cuar1-
do lt ega111os a ~·losc6, no había naclie e11 Ja esración q ue 1>udiera ha-
cers.e cargo de nosottos. Encon tran1os 1,111 hocel pa.r a nosoLros dos y
11na pensión 1>a1·a las cll.icas., Jo <1l1e d ebi111os <le agrd<ieccr a la b1te-
ua fo rt1u1a. A eso de la 11na, Leila recibía un a\iso para q ue fu.e ra a
a}'l1darlas. Las enco11cró s11l>ictas e:nc.in1a de unas n1esas tuinosas. gri 4
rando de miedo. Habían sido ara cadas por las ch.inches. Afortuna-
<la1n ente, yo hal>ía a<l\'erci<lo a l..eila <le q ue en Rusia la chi11cl1t: es
t;1r1 inseparable de l~t ca11la co1no e l caracol de st1 concha.
En t.1110 o dos tlí~s. la si1ua.ció1l $«.: trd11qtúliz.ó. Y cr•tonccs me so-
brevi no llO íJeriodO cara<·tcrizaCfO por tln espléndido imptllSO espi ~
drual, aún má.\ intenso que el de 1 ~11. Conocí en uu café a una jo-
ven hú11gara llamada A11 11y Ringler; aira, tiesa, <le1ga<la con10 tina
famélica hembra de leopardo. con unos sah'3jcs e ins:1ciablcs ojos y
w1a boca larga y sutil, )' una cicarriz escarlata que parecía dolerle
co11 la a11gus1.ia qt1c 1rae el a11~ia <le cncon1ra.r alglana satis {~tcció n
111ás aJlá de lo que los poderes terrenales pucde11 dar. Nos sentln1os
aLraí<.los uno ltacia e l 01ro, con irrcsisliblc magncrisn10. No podía·
mos co11vcrs.:.rr en ningú11 le11gt1aje httn1ano. Yo J1abía olvidado e l
poco n aso q11c sabía, y su alemá11 se hallaba limitado a 1111os J)C)GOS
gritos sincopados. Pero 110 11ecesir.ábarnos hablar. El a1nor e ntre 110-
sotros fttc incfablcn1ente intenso. St1 recuerdo a1ín in flama n1i.s más
profun<los sc11ci1nicncos. Se c11contr..t.ba más allá de la regi611 e n
219
q1.1e el placer gtiarda algú1l sig1lificado. Sólo podía sentir a través
del dolo1', y la ún.ica forma que yo 1.enía de hacerl,a feliz era iníli-
giéndole las crueldades físicas que ella me indicaba.. Y quizás a cau-
sa de aque llo .. intensifit'.ado por el l:-SpíriLu auto-tortl1rante de RLLSia,
adqtiirí la ins piración que me peroljtil'ía crear en las seis se01a11as
q11e siguieron .
Casi t<><los. los día.~ \1eía a A11ny d11ra11te. aproximada1l1e nte , 1111a
hora. El rest.o del rien1po lo invertía, e n su mayor parte, e n los jar-
dines del Her1nitageis o en el Aquariu1n, escribiendo co1no si 111e
füera eo ello la vida. En Moscú, y du rante los meses del \'erano, el
día se desvanece en la noche, y la. 11ochc cobra brillo hasta alumbrar
el día, y tocio ello s11cede con inlperceptible s11tileza. Hay en el aire
1ma daJidad .espilimal que es i1\descrip1ible. De \'eZ en cuando. la.~
ca1npanas subr'd}'3.ll el sile11cio con una roúsica celestial que nunca
llega a producir molestia ni cansancio. Las l1ord.S fluyen de manera
tan e mbriagadora q'1c el miso10 co11ct:plo de tien1po desaparece de
la esfera de lo conscie nte.
't'tO
latiendo en s t1 coral y colosal corrie11te,
a tr..'lvés de la ciudad, lcvantándoUa e n vilo ...
22 1
13. Bapbomet, Rey Supremo y Santo
2%2
No hay que ir muy !~jos para encontrar la respuesta. Crowlcy hi-
zo todo lo que pudo para ocultar el secreto mediante un lenguaje
velado, e , i11cluso, tttilizar1do corno cortina de humo la observa-
ción de que, por aquel período, su vida sexual era intensa y sus re-
laciones con las mujeres totalmente satisfactorias. Pero, incom-
prensiblemente y de Ja manera más chapucera posible, desvela el
misterio, al precisar que • la relación que existía en tre nosotros no
era otra que esa intimidad ideal, que los griegos consideraban co-
mola gloria más grande de la vi rilidad y el don más precioso de la
vida• . Durante el período lectivo de la Pascua de 1896 se vieron
diariamente, y cuando llegaron las vacaciones, Pollitt acompañatia
a Crowley a Wastdale Head, caminando a su lado sob1·e los acanti-
lados.
Es muy posible que Polliu fuera el primer hombre que permitió
a Cro\vley encat1za.r StlS sentjmit;."ntos femeninos en la dirccciór1 se..
xual apropiada. Es indudable que gracias a él Crowley recopiló par·
te del ma1crial que utili7.aria en su obr" 1'he Scenud Carden of A/ldu-
llah t.he SaJ.iri.st of Shiraz., también conocida como Bagh-1-Miwttar, y
que seria publicada, de manem prh'<lda, en 1. 910. Uno de sus poe-
mas, de corte homosexual, titulado "The Riddle•, está, de manera
encubierta, dedicado a su amigo íntimo, pues, cuand.o se leen se-
guidas las i11iciales de cada dísti<:o con10 en ur1 acr6slico, se obtie..
1
224
El
Libro de la Suprema Arte Mágic(k)a
que f ue practicada por
los herrr~anos O. S. ·v. 6. º 3 5º
y L. T . 2. ' = 9º
La Operación d.e Par·i s
En. - Fe br. 1914 c. v.
225
Ya que Crowley no explica en qué consiste • la teoría del proc~~
dimiento mágico de la O. T. O.•, el lector puede pensar que aque-
llas invocacion.es eran de naniraleza est.rictamem.e ceremonial, y
que los • muchos resultados desconcertantes• no son , posiblemen-
te, más que exageración.
111e Paris Working es la recopilación de toda una serie de invoca-
ciones a Mercurio -en el documemo original es llamado con mucha
frecuencia H ermes, según StJ norn bre bTrieg<>- y a Júpitcr, con el úni 4
226
Hoy se piensa que las acusaciones contra los Pobres Caballe,·os de
Cristo (una de las denominaciones de la Orden) no eran más cicrtaS
que las que se hicieron conu-a las brujas en época posterior. Sus con-
fesiones, obtenidas bajo lortura, suscitan nuestra natural desco:n.fian-
za. Montague Summers, autor de varios libros, muy erudilOs, so'bre la
brujería y la demonología, consideraba que la autenticidad de las
acusaciones hechas contra los templarios diñcilmente podría ser
puesta en tela de juicio, al igual que las que se habían hecho contra
las brujas. Era amigo de Crow'ley, quien lo menciona en su diario: •5
de julio de 1929. Cena con Montague Sununers: el acontecimiento
más divertido que me haya ocurrido en varias décadas .. En aquella
co11versación. al igual qlLe en sus oabajos. SlLn1n1crs ir1sisti6 e11 que
se instaurase la ley co111ra la brujería, que había sido revocada tamo
en Escocia como en Inglaterra por un edicto de 1736. Durante los
años cuarenta estuvo viviendo con su secretmio Héctor. Una tarde de
la primavera de 1949 fui invitado a su imponente casa de Dyvenor
Road, en Richmond, a tomar el té. Héctor, visiblemente malluumo-
rado, llevó el carrito de la tetera hasta la biblioteca, en la que está-
bamos sentados, pero no se quedó a acompañal1los. Summers tenía
loda la apariencia de un personaje del siglo xvm, tan encantador co-
. . ... ...
mo <tlarmante. No encajaba en nuestro mwido moderno. tan escép-
tico. Los templmios, decía, fueron gnósticos heréticos, lo que podría
ser verdad. Lo diré de manera resumida: se les acusaba de negar a
Cristo (cosa que los gnósticos nunca hubieran hecho) y de escupir
en la cruz; de intercambiar el osculum obscaenum, el beso obsceno, es
decir, en las partes posteriores; de practicar el vicio contra 11at11ra y de
adomr a un ídolo andrógino llamado B<lpbomet, nombre éste que
ha sido objeto de muchas especulaciones e investigaciones.
Yo no sé si los templarios hicieron todas aquellas cosas por ser
ateos o gnósticos y sentarse a la sombra del Viejo de la Monwia, el
jefe de los Hashishin, o dejaron de hacerlas. La Ctnic& cuestión que
aquí nos inlcrcsa es que Crowlcy y los demás •templarios orienta·
les• del con tine nte peusaban que sí la.' habíau hecho. Debían de ra-
zonar de este mO<lo: si los templarios se abandonaron a pcicticas
tan nefandas que la ley de aquel tiempo no permitía que su nom-
bre figurase en ningún escrito (las leyes acerc;1 de estas y otras ma-
terias se ha relajado gmtamente en los últimos años), y llegaron a
consignarlas en tm rir.ual •religioso•, es porque cieruunente habían
conscgwdo la sabiduría.
El aspecto del BaphomeL, el ídolo de los templarios, ha sido des-
crito de diferentes, y contradicwrias, maneras. Tenía uno, dos o tres
227
rostros. Llevaba una barba, era solamente una calavera descarnada,
sin rostro ni barba. Otra opinión consisúa en que el Baphomet lle-
vaba barba, pero que colgaba de la de un ch.ivo. Una tercern afir-
maba que el ídolo tenía la apariencia de un g"dlO.
Los templarios le llamaban su Salvador: él ern quien hacía crecer
las flores y germinar la tierrn. Gracias a él, sus cofres estaban llenos ...
Un orientalista austríaco del siglo pasado, el barón Joseph von
Hammer-Purgstal l, después de haber examinado la inscripción de
un cofrecillo encontndo en Borgoña. afinnó que el nombre Ba-
phomet proviene de dos palabras griegas: ~a<l>tj µtjTeO<:, el bautis-
mo de Métis (Sabiduría) o, como Montague Summers tradujo, la
•absorción en la sabiduría». De hecho equivale a la propia palabra
•sabiduría•.
La traducción de la inscripción del cofrecillo realizada por el
orientalista austríaco rezaba así: •¡Que Métis (o sea, Baphomet) sea
exaltada, ya que hace que las cosas broten y florezcan! E; nuestra
rafa, es uno y siete; abjura de la fe y abandónate a todos los placeres».
Eo Otrds palabras: Glorifica a Baphome1; él es el verdadero dios.
Reotmcia al cristianismo y •haz lo que quierns• .
Orif/amme, el órgano de aquellos •templarios• germánicos, anun-
ció con las siguientes palabras un nuevo enfoque en los objetivos de
aquella sociedad secreta:
¡Oh, discípulo!
Si lo buscas, sufrirás;
Si lo encuentras, oaíltalo;
si Le sin-es de él, que nadie se entere.
Pues el que, de verdad, es un filósofo
debe ~gt1i r siendo descor1oc..ido.
228
Aleis1.er Crowley también había ,;ajado al Oriente, estudiado
yoga y aprendido cuanto pudo acerca de las prácticas sexuales
odentales: había estado en la India al mismo tiempo que Kellner,
aunque nunca se enconu·aron o tuvieron conocimiento uno del
otro; y ahora estaba publicando todo aquello en sus voluminosa5
obras, e r1 ocasiones, ab ierl~1111ente, y en Otr'dS de manera \relada.
Ciertamente, pocos son los trabaj os que escribió sobre los miste-
rios qt1c r10 cor1 tc11g-.1r1 alguna alusi(>n scxu;1l, aunq11e sólo sea so·
breen tendida.
Una nocbe de 1912 alguien llamó a la puerta de la casa de Cro"c
ley, en Victoria Street: era un misterioso desconocido, con quevedos
y un bigote enorme, corno el m:utillar de una bicicleta, que solici-
taba hablar con él. Se trataba de Theodor Reuss,jefe de Ja Ordo Tem-
pli Orienlisdesde que Karl Kell11er hubiera fallecido en 1905, •en cir-
cunstancias r11isLeriosas».
No se and11vo con preáJnbu1os: act1só, s in rnás, a CrO\\<'ley de ha-
ber publicado el secreto más exclusivo de la O. T. O.: el secreto del
¡,>Tado rx•. Éste lo negó. No tenía ni idea, le d\jo, de en qué consis-
1..ía c:::st: ~ta.:1·c::to.
En lugar de contestarle, Reuss se dirigió hacia uno de los estan-
tes de la biblioteca y tomó un libro peque11o, que tenía todas las pá-
ginas circundadas por una orla de intenso color negro, cuyo titulo
era Libf!Y cccxxxr11: 1ne Book of úies. Lo abrió por el capítulo 36, · El
Zafiro E.streUado"' · Con .-.:t111 índice a1nenazado1"» - la expresión es
de Crowley- señaló la frase que dice así: • Bebed del Sacramento )'
pasáoslo los unos a los otros• . El •sacramento• era el semen que,
antes de la operación mágica, se recargaba con la energía resultan-
te de la volt01tad del mago, y que, más tarde, se extraía de la vagina
en la que había sido depositado en el transcurso de la • operación•,
para ser consumido al final de la misma. Aquél era el secrelo de
Crowley: una parodia de la Eucaristía que, en su forma, coincidía
con el secreto del rx• grado de la O. T. O. germánica.
Era innegable qt•e Cro"'1ley había estado ht1smeai1do en los m is-
mos rincones oscuros en que lo había11 hecho los templarios ger-
mánicos del 01iente, y que había descubierto sus secretos, pero
también podía decirse que ellos habían descub'.erto el suyo. Reuss
le rogó que 110 lo revelase de manera impropia, puesto que era el
secreto más sag1:ado del mundo. Crowley, conmovido por la elo-
cuencia de Reuss y la seiiedad de la matetia que estaban tratando,
juró solemnemente que no lo divulg-aría. Fue uno de los pocos se-
cretos que guard<S.
229
Aquella noche, los adeptos hablaron de muchas cosas. •Puesto
que• , decía el he rmano Merlín (el nombre mágico de Herr Reuss),
<(< usted conoce 11t1estras e nseñanzas sexuales OCLLILas, mejor l1aria
entrando en nuestra Orden y siendo su jefe en Gran Bretaña• .
CrO\vlcy, que nu11ca recl1azaba tina com ida una aventura o un títu-
1
230
Satfrist of Shiraz. 'fambién se ofreció para escribir de nuevo los ri-
tuales de la Orden d e los Templarios Orientales, que por entonces
se encontraban en esbozo, al igual que Yeats había hecho lo propio
con los de la Golden Dawn, por encargo de MacGregor Mathers. La
propuesta fue aceptada, y Crowley escribió rápidamente, con su iró-
nico y característico estilo, el Lwer Agt<pé, lile Book of the Unveiling o/
lhe Sangraal wherein it is spoken of the Wine o/ lhe Sabbalh o/ the Adepts
[Líber Ag-apé, el Libro del desvelamiento del Sangraal, donde se ha-
bla del vino del Sabbath de los adeptos). En la portada del ejemplai;
~>scrito a máquina, de que dispongo, figura la siguiente inscripción:
lnstrucáoMS secreta. <ÚJ la O. 1; O. La palabra Sabbath a lude a Ja reu-
nión que las brujas cele bran a medianoche, cuando se dan cita con
hechiceros y demonios. Los Adeptos son todos aquellos que han
descubierto la piedra filosofal. Nadie ha sido capaz de explicar qué
·1 era con exactintd Jo que entendían los alquimistas por •la Piedra•
que a veces es llamada ·Piedra del Sabio•.
•Que el Adepto se encuentre annado con su Cruciftjo Mágic(k)o
y pro,isto de su Rosa Mística•: el •crucifijo• es el f.tlo en erección, y
la •rosa mística•, los genitales femeninos. Después de la • Oración
Previa» figura Ja •Epístola de Merlín [ Reuss) a Baphomet [Crow-
lcy]., que fue escrita por Crowley, y que habla claramente de la posi-
ci<ín de ambos hombres, como resultado de los útulos que ostentan:
Mr.RúN, por la Gracia del Dios T res Veces Uno, y por el favor y
la designación del Maes1 ro Secreto, llam<1do en scn icio de la hu-
manidad . y cx:1ltado por vosotros como C.1be1,. Visible de la Orden,
0 . T. 0 ., a llaphome1, Sum us Rex S.'.u1ctis.~imus, X', 0 . T. 0 ., de Ir-
landa, lona y de todas las Bretruias que se encuentran demro del
San tuario de la GnosL., An tiguo Gran Maestre de los C.1balle1·os del
Espíritu Santo, Poderosísimo Soberano Gran Comendador de la Sa-
grada Orden del Temple, etc.• salud y paz en el Santísim o y Mistt.~
rioso nolllbre d el Verdadero y Altísimo Dios Vivo y del Espíritu San-
to.
Escu cha . O h. S.1ntísimo, Tlnstrísi mo y Muy Tlnm inado He1·mano,
mi palabra y p resta oídos a mi consejo y recr·iminacíón.
¡Haz el silencio en m con11.ón y coloca u n sello en tus labios!
t\ quienquiera q ue sea merecedor d e él. se lo revelarás; y al en.~
yente se lo darás a conocer.
282
Además del Liber Agflpé, Crowley escribiria para la Orden de los
Templarios del Oriente la denominada •Misa Gnóstica-, en donde
e l secreto del grado IX es preseniado •Cn símbolos demasiado ob-
vios; por lo demás, todo gira alrededor de la Bestia 666:
233
Crowley había descubierto sin ayuda de nadie, o aprendido de su
gurú de Madrás Subbappaty Swami? En el riLuaJ de los Vamacharis,
<>seguidores d el -.se r1dero de la n 1a 110 izquierda,,, a'ií llarnado por-
que su culLo es celebrado con el concurso de la mtijer, que es • lu-
na1'», o ·de la izquierda• , la imagen de hombre y mujer que se han
unido en el acLo sexual no es considerada impura por la mayoría de
los hindúes, sino al contrario, se piensa de ella que se Lrata del ver-
dadero rito de un sacrificio. El celebr.ante manifiesta una actitud
respecto a la mtijer que contrasta con la de cualquier otra persona
que realice el acto sexual; además, la mujer suele ser, por lo gene-
ral, la esposa del celebrante. Pero, en cualquier caso, lo sea o no, no
es vista como una mt\je1; sino como un símbolo de la divinidad, de
la Madre Divina. Como dijera Arthur Avalon (sir John Woodroffe)
en su importantísima obra sobre csLe tema, Shaliti y Shahur. "Los oc-
cidentales suelen ver obscerúdad donde sólo hay simbolismo• . Los
orientales que practican esta foima de culto, relacionada con el sexo,
no adoptan la mentalidad que rige nuestra conciencia habitual. De
hecho, son yoguis, hombres que pueden despertar en sí mismos a
kundalini, parecida a una serpiente, el supremo poder que reside en
el cuerpo humano, a través de la cual se realiza el yoga, o unidad
con Dios. La mujer se halla también en ese mismo plano: junLO al
hombr·e co1npª1·t.irá l::t ~Fi es1a. de los Cinco Elern er1LOs"' (Pa111chrtL(1ll-
va;, que tiene lugar en un estado mental que no e; terrenal, sino
místict1. Los cinco e lementos ·' º" los c11atro rle la trarlic.ió11 or11lta
occidenial,_fuego, Aire, Agua y Tierra, más un quinto elemento es-
pirin1al, o Eter, ct1ya únira finalidad es la de sintetizar o pt1rificar los
otros cuatro, y que se hallan representados, respectivameme, por el
vino, la ear11c 1e l pescado y lo.s cca·calcs, n1icncra.~ qttc e l qui11lo :sim-
boliza la unión de Shiva yShakti, y, sobre el plano terresLre, la uni6n
stxual (ldaithuna). No ~e olJttr1dría c:l rc:sultado dt.-sc.a do si fuese rea-
lizado en un estado mema! no adecuado, o si la focrza de kmula/ini
no hubiera sido convenientemente >uscittda. lil practicante experi-
mentaría solamente un orgasmo normal, en lugar de la más sublime
de todas las cxpcricncia.t; sa.1nadhi., el éxtasis, la ttnión con Dios.
1
234
considerar la visión que de Jesús o de Maria tenían los místicos cris-
tianos en el momento del éxtasis, en el que, por supuesto, no en-
n<1ba el sexo. Un yogui que se halle en un estado de exaltación aná-
logo expelimentará una '~sión de Ktishna o de Shiva, o de cualquier
otro dios del panteón hindú. La 1.eoria que sub)'ace en la magia se-
xual es la siguiente: en el climax del acto sexual, la dualidad, u ob-
jetividad, se anula. Es decir, no hay alto o bl\jo, bueno o malo, noche
o día, macho o hemb1<1, etc., >'ªque los opuestos se han convertido
en imo; por eso el vacío que se crea en la conciencia del mago que
lo está practicando atrae el obj<.;to para d cual se lle\'Ó a cabo la ope-
1<1ción, también llamada opus. Esta, y no oU<t, es la base física de to-
da la operación, que constimye el gran secreto del grado IX de la O.
T. O. Las intenninables 1>J1era sexualia de Crowley perseguían las co-
sas má5 triviales que todo el mundo desea, como dinero o éxito en
alguna aventura; y otras que no lo eran tanto, como ·d~-seo y el po-
der que genera el deseo•, es decii·, que su deseo debía ser más fuer-
te, • para establecer la Ley de Thelema», que es la ley del Haz lo que
Quieras. Hay que preguntarse si ese tipo de magia logró funcionar.
Habría qt1e contestru· que no. Sin e1nbargo, él no dejó de practicar-
la con asiduidad casi dialia, casi con la misma con que hacía sus con-
sultas al l Ching, sin hacer caso de las respuestas que recibía, que in-
terpretaba o malinterpretaba, según los deseos del momento. La
más seria objeción que pueda hacerse a la magia sexual de Crowley
é'StTiba en que, debido a su promiscuidad, alteró los principios que
subyacen en ella, puesto que esta magia se ba5a en la relación, que
tiene que ver con el magnetismo personal, entre el mago y su com-
pañe1<1, y que requiere varios meses de U<tbajo previo. Con mucha
frecuencia, Crowley practicaba lo que también llamaba magia se-
xual con hombres que enconU<tba, invirtiendo, para el ca5o, cerca
de una hora, y a los que no volvfa a ver. Pero una acti,~dad mágica
de ese tipo no hace sino agitar las füerzas caóticas del inconsciente,
lo que se refleja1ia más tarde en su sombría vida.
Al no haber tenido acceso a los documentos de la rama genná·
nic.a de la O. T. O .. no cono1.co la naturaleza de la magia sein.1al que
Karl Kellner, Reuss y compañía practicaban, pues aquellos ocultistas
alemanes y austríacos no eran olientales, ni tampoco yoguis. En el
mejor de los casos, habrían practicado sólo una forma degradada
de magia sexual; sus fotogr.ifias, con excepción -quizá- de Ja de
Franz Hartmann, que ~sitó en la India a Madame Blavatsky abu·
niéndola casi hasta el sufrimiento, revelan unos rosn·os que dificil·
mente podrían ser atribuidos a hombres santos, sino que, más bien,
235
cuadran a Wurst-1tnd.Sauerkraut Adepten [Adeptos a las salchichas
con chu1:mt] vestidos como burgomaestres, con sus llamativos ata-
víos y las insign ias de su cargo.
Por otro lado . Crowley n o era un tipo tan tranquilo como ellos.
Ni tamp oco como Karl Kellner, p ropietario de w1a herrería, un
próspero r1cgocio al que aLender. No habría resultado sorpre11den-
te que Crowley, después d e habe r permanecido e n el Oriente, se
hubiera convertido en un yogui lánllico, y que, después d e varios
aiios de preparación, practicase aquellos ritos. Th" Pari.s Working.
que es un documento no destinado po r el autor a su publicación,
podrá decirnos, una vez descifrado, hasta qué punto p racticó Crow-
ley la magia sexual, y con qué resultados.
•W que si¡,r ue es el informe preliminar de esta Operación de Ar-
te Mágic( k)a.. , p roclama la sentencia preliminar de The Pmis W,;r-
ki>ig. Pero no hubo otro info m1e posterior y más amplio d e la o pe--
ración, sino otro documento titulado TIUI Esoteric Recortl ofthe Worki11gs
[La re lación esotérica d e las o pcr.tcioncs], escrito por Crowley a
partir de notas que había tomado, y que d esarrolla lo tratado en la
operación. The Pmis Wm-king fue el prime r acercamiento sistemáti-
c.o a la magia sexual de Crowley, a imque lo esconda en sus úmfes-
sions bajo una declaración tan meliflua como inocua. Al ser uno d e
los di rigen tes de la O. T. O .. se sintió obligado a practicar el se.xo
con fines mágicos. Y comenzó con un hombre en lugar de una mu-
jer (lo que es contrario al espíritu del Maithu1w), ya que vivía en Pa-
ñs con un h ermano d e la Orden y le había p rometido iniciarle e n
a<¡ucllos elevados misterios. Las divinidades que deberían invocar
eran las mismas que, anteriormente, habían venerado en la Colde n
Oawn e n rituales de tip o purame nte ceremonial; ahora se trataba
d 'e descubrir si este nuevo método sexual era m>Í-5 e ficaz.
Cuando Crowley escribía acerca d el sexo·, solía utilizar un tono
irónico y pomposo, como si, en e l fondo, no creyese en lo que esta-
ba diciendo. Para él suponía en realidad una esu1penda broma
anunciar con voz de cm-a que había cumplido sus devociones, cuan-
do lo que que1·ía decir era que había estado fornicando con un.a
prostituta, la má5 fea que había e ncontrado .
En un preámbulo, Crowlcy anuncia el programa:
Sol en Libra. An. t~ [el 9' a11o del Nuevo Eón de Honis, que co-
menzó en J905. es decir, 1913] . El he1·mano O. S. V. ha cum plido la
tarea que le fuera asignada por la Gran Fraternidad Blanca publi-
cando e l n.sr x de The Eqt1inox. Por e llo. habie ndo persevcrJdo has-
236
tael fin de sus reservas económicas. ha pensado rogar personal·
mente a los Grandes dioses del Cielo. para que tengan a bien d!i'i-
pensarle sus favores -porque, al igual que Job, no ha maldecido a
Dios de manera algw1a- para que él pueda realizar un nuevo sacri-
ficio en la consecución de la iWag?1u1n Opus.
257
Escrito a las 4:30 de la tarde del último día d e 1913, según la e ra
vulgo.ir.
238
Thoth es la forma egipcia de Hermes, y la ceremonia de apertu-
ra del templo -<¡ue había sido consenoada en el denominado Ritual
671- era una invocación al dios egipcio. Tl1e Paris Workfog com-
prende en total veinticuatro operaciones, y parece ser q ue en cada
una de ellas el ritual utili7.ado para su apertura fue el 671, ya fuera
en su forma íntegra o e n o tra resum.ida. Pero es d emasiado largo
para que pueda consignarse en su totalidad:
El Mago con la Vara. Sob,.e el Alear hay Incienso, Fuego. Pan, Vi-
no, la Cadena, el Látigo, la l)aga y et ..:\.ceite. 1-: n su 1nano i14uierda
lleY• la Campana.
Dos Wque.s de ca,npa·na.
¡Salve, Asil ¡Salve, Hoor-Apepl'
¡Que e l sile ncio engendl'e la Palab·ra!
l>aru.a en t>spiral p<1-n1 expulsar a. los esj>iril",s (lwt;i1t la i"zquierda).
Las Palabras contJ'á el 1-lijo de la Noche,
Tahut:i' proulu1cia en la l .11z..
Conocimiento y Poder, gue rreros gc1nclo..'i,
T.arandean lo Invisible; hacen huir, hendid..1 en dos,
a la tiniebla; la materia esplende como una scrpicnlc.
Scbek' es golpeado por el trueno...
La Luz prorrumpe desde lo bajo.
Se cliniJ! hacia 111 oeste, eu el t:enfro ~ !ti hfl$1J en que se enou.r.ntra1'
Thoth, Asi y Hoor.
¡On, Tú, Ápice del Plano,
de cabeza de Ibis-.)' Var.t d e Fénix,
y Alas de :-.locl1e! ¡T 1í , curas serpientes distienden
sus cuerpos. alcanzando el m:ü allá!
¡Tú, e n la Lu~ y en la Noche
eres lano, Sl•perior a su n10,irnte poderío!
Se tw>lá las no~'<U. Y. lmzo u na cnu ~ ,¡ CQraUÍn y"' ml'Ollfl IJJ tll·
dena cúrtdtdur ib k1 frr:11u, dúi m tlo:
¡Agua Lustral! ;Envía tu corrien te
• tra,-és de mi... lin fa. médula y sangre!
¡El Láúgo, la D-.tga )' la Cadena
purifiquen cuerpo, tórax y cerebro)
Unge sus heril/os, diciendo:
¡Que el Fuego dé fonna! ¡Que el óleo
cquiübre. sa11e )'absuelva!
239
(e1.c.)
(Así querla t:onstniitla la Gra1i Piráu~ide. )
Sigue la lniciaoi6n·:
¡No sé qt1ien soy!
¡No sé de dónde vei1gol
¡No sé adónde voy!
¡Busco, pero sin saber el q ué!
Estoy ciego }' atado;
pero he escucba(IO un grito
resonar a t.r(lvés de la Ete m icla<l:
¡Le,'linca1.e y sígueme!
jAsar Un-Ncfcr!' Invoco
al Cuádm ple Horror del Humo.
¡Desencadena el Abismo! con la Palabra terrible
q ue Setl1-Tifón' ha oido:
Sazaz Sazaz Ananacasan Saw•-
(Prouuncici esl<l fr<ue al revés, p11es es 1n1iy f>eligrvsa: obre f,lS J"11ertos del
h¡fiemo.)
Pausa.
Al Miedo a la Tiniebla y a la Muene.
al Miedo al Agua y al Fuego,
al Miedo al Abismo y a la Cadena,
al Miedo al Infierno y al Háli1.o de la Muene
al Miedo a Él, el horrendo demo nio
que en el Umbral del Vacío
está con su dragón, para in.atar por sor¡)resa
tJ Pc~grino qtte sigt.1e la \lía.
l\ todos <itjo allás con fi.1er-ta y prudencia,
a\ianzo con fortaleza y sabidwía
po r el rcct.o Sendero; aunque S\.IS celadas
sean. s.cgt1ra1r1enle, infinitas.
l'acila)'caca tierra. A.vontpa,ia su.s pakJbrll.) con. accior.cs, t'-!ando la ca-
dena, ti látigo J la d•gt•.
¡Asar''. ¿Quién se aferra a mi garganta?
¿Quién me inmovilii.a? ¿Quién apuñala n1i corazó11?
Soy indigno de franquear
cs1e pHono de li\ Cra~a de M.aat'l.
240
un estado mental apropiado a la siguiente fase del procedimiento.
En la descripción de esta Primera Operación, Crowlcy, en contra de
su costu.mbre, se muestra poco comunicativo. F,sctibió: •Y después
de la última campanada de la medianoche, las primeras palabras y
hechos del Accendat!, resonaron en el akasa-. l\cce11dat!significa •¡!Há-
gase la luz!., que son las primeras palabras tanto de una oración co-
mo de u.na invocación. Akasa es el eqtti,alente en sánscrito de étn, la
mate1ia sutil que penetra todo el urúverso; el akasa es el auténtico
medio del sonido, puesto que d aire es de importancia secundada.
La luz que Crowley estaba pensand.o encender concernía tanto al
cuerpo como a la mente. Esto se deduce claramente del siguicntc
versículo, o Sagrado ffinmo a Hermes, que comen7,aron a recitar:
Cuando clausuré el templo era la 1:40 a.01. diej ovif Uueves]. pen-
sé en la renovación del rito por la tarde. con la esperan>•• de obte-
ner a licnnC5' en SU llUC\ln fase.
¡Bendito y Alabado sea el Santo, el Inefable, el Señor de la Ser-
piente y de la Paloma! Amén.
24 1
La invocación de dioses y demonios para que se hagao visibles
fonna parte de la tradición mágica. El profesor de Crowley en la
Golden Dawn fue Allan Bennett. En uno de los cuadernos de notas
de Bennett, fechado en 1899, cuando veía diariamente a Crowlcy,
había un talismán en pergamino dedicado a Mercurio. Debajo de él
estaba escriLO: •Vitalizado Mercurio (el talismán o pantáculo) entre
las 2:30 )' 4:30 colocándolo sobre la Cabeza del Espíriru y (d 8 de no-
viembre, creo) fijándolo a ella, de manera que se cree un vínculo, y
así infunda en él todo el poder que posea en la vía de la Sabiduría
(cocaína)».
En su obra Magia. Temfa y Práclic(l,, Crowley explica el orden a se-
guir en esta especie de ceremonia. Primeramente, el mago invoca
al dios con súplicas dR.v1Jtas y le ruega que se digne enviar al Arcán-
¡¡el apropiado.,Entonces, el mago ruega al Arcángel que le envíe al
Angel, ~a los Angeles, de aquella esfera, en su ayuda. Cuando apa·
rece el Angel, le r.onj·ttra a qtte le envíe la ir1Leligc11cia que le inccre-
sa; y a esta inteligencia, él la canjura con autorido.d para que le envíe
el espíritu, y a éste le dará 6rde11es. Así pues, no era dificil, ni peli-
groso, para Allan Bennett, esto es, el hermano Iehi Aour (por usar
su nombre mágico), una vez que tenía ame sí al espíritu, colocar el
talis1ná11 en su cabeza. El añadir la palal>ra «cocaír1a• indica qt1e es-
droga er..i utilizada durante la ceremonia y, sin d ttda. contribt1ía
lt'l
a la materialización.
L~ s igt•iente invocación de Hermes, descJ:"ita b~jo e l útu.lo de
Segunda Operación, fue realizada, tal y como había sido pensada,
rl11r;:inrt- 1.... norh~ .ctigi•i~nt~. f\ofif'ntr:::i.s 1an10, C:rO\\ll~y. rnn r.~r:::i
ama1illa, había hecho una imagen del dio; en forma de falo. Se
.si111ió AAti.sf~r l10 rl~ .s11 hahilirt::iirl n1:::in11al y lo rl~"rrihió romn 1n 11y
bonito.
Los C<)frades llega.ron al templ<) en un estado mental reccptiv(>.
acentuado por una buena cena, con champán o coñac, y quizá la
droga en consonancia con H'ennes, A·nhalnni1l1n lnuitiii~ q11e si1scita
visiones bellisimas.
Encendieron el incienso" y el templo quedó abierto a las 11:20
p.m. Se declamaron tres poemas de Crowleydurante la invocación:
Esta poesía había sido tomada del •Rito de Mercurio», que era
uno de los • Ritos de Eleusis•, celebrados públicamente en Caxton
Hall, entre octubre y noviembre de 1910, por ·Mr. Aleister Crowley
y sus distinguidos colaboradores., cnu·e los que se enconu-aban Miss
Leila Waddell, su Mujel" Escarlata, y Mr. Víctor Neuburg, su amante
en The Paris Wori<ing.
El si¡,'1.licntc poema utilizado en la invocación llevaba por tímlo
·El Templo en Tinieblas•.
243
y c11n Sabiduría y su palabrd
llena la muda n)ente, p1·eílada de confusión,
¡de quietud!
¡lanza tus preciosos relámpagos en mi mente! ¡Libera mi espíritu!
l\1czcla con mi h~ílito, mi vida )' mi nombre, tll talante
y la esencia de Ti.
244
La Licencia para Irse, o despedida de las fucr1.as evocadas, se ha-
lla resumida en las siguientes palabras:
245
. ,Sólo para Merct1rio.)•
«¿Debemos invocar 11t1evamente a. Merc11rio?),
·cSí.»
Mañana?»
.e;
'
«No.»
..cEntonces, ¿c11ándo?»
·El dfa del plenilunio.•
«¿Qué dios podren1<>s invocar mailana?»
•Thoth.•
• Pero si Thoth es Mercurio•, observó O. S. V.
•Bajo otro aspecto•, respondió L. T.
Aunque aquella fuera la voz de Neuburg, no hay que pensar que
él estuviera exponiendo su propio punto de vista; no era sino el por-
ta,oz del dios.
«¿No tendremos que repeúr el mismo versículo?», preb•1mt6 O. S.
V., refiriéndose al encantamiento que comien"Zajtmgitur in vali vates.
•F..s in-elC\'linte•, respondió L. T
«¿Debo hacer ~'Stat.uas de 1.odos los dioses?•
«No.•
•¿Debo hacer tablillas de todos los dioses?•
«Sí.lit
•¿De qué úpo?•
•Tablillas que sólo tengan el nombre.•
•¿En qué orden debo invocar a los dioses?•
• El orden apropiado es: Venus, Mercurio, Júpiter, l.una, Sol.•
•¿Puede a)"Udar la lieomancia"?•
«Sí.·
(Crowley, más tarde, escribió al margen: • l la servido•.)
•¿Y también para diribrir los asunto$?•
• En algunos, pero no en todos.•
•¿En los negocios?•
•En algunos negocios.•
•¿Cuáles?•
•Los que se encuentran relacionados con esc1ibir libros, el di-
nero y el amor.•
No hay constatación de la velocidad a la que se respondían aque-
llas preguntas. Neuburg se hallaba en trance- ¿Había largas pausas
entre pregunta y pregu nia, o entre pregunta y respuesm? De cual-
quier modo, en aquel mo mento, se hizo una pausa. A su final,
Crowley, como si se hubiese quedado sin preguntas, volvió a un an-
Lerior argumcnLo.
%46
•¿De qué modo podemos invocar mejor a Mercurio?•, preb•unt6.
«Usad un pentagrama dorado, colocadlo en una posición pro-
minente; bebed vino blanco y comed pescado antes de la ceremo-
nia. Y quitad el reloj.•
Aquellas insttucciones, impartidas tan oporttmamente por me-
dio de la voz de Neuburg, no se conespondían con su manera de
hablar, ni estaban en relación con sus conocimientos. Sólo era lln
Zelator de la Orden, y aunque hubiera sido insttuido por Crowley
durante varios a11os, era un joven ñmido e inseguro. • El hermano
L. T.., escribió Cro,vley en ou-a parte de The Esoteric Record, •tiene
un defecto: la introspección. Es más hombre de pensamiento que
de acción•. Y Crowley tenía un defecto: le faltaba introspección; pe-
ro de esto no se había dado cuenta.
P,~gu,nJ.a:. -¿Puedes darnos alguna sugerencia para mejorar las ce-
remonias, especialmente para la consagrada a Júpiter?• .
Respuesta: •O. S. V. deberá ir vestido de escarlata y plata, y llevar
una corona. El hermano L. T. vestirá una túnica escarlata, <lebení
echar sobre el pavimento violetas que pisoteará con sus pies desnu-
dos•.
El pisotear violetas con los pies desnudos trae a la imaginación al
lujurioso Pan, cuando se echa un u·otccillo por el claro del bosque,
pisoteando con sus pezuñas la5 florecillas silvestres.
Pregunta:. • Danos una prueba inconfundible de tu presencia, que
pueda ser apreciada por la inteligencia de O. S. V.•.
Respuesta: • Deja que la vara, o uno, se vuelva nueve, que es el sig-
no de Príapo, y después, nada• .
- . -
O. S. V.: •Comprc:ndo y acepto la prueba•.
La vara (el pene) es el uno. El nueve es el número de la creación;
por eso, que Ja vara (el uno) se convierta en nueve (que emre en
erección y sea creativ-.i). A Crowley le iban las ceremonias tanto co-
mo el sexo; pero es dificil de creer que él y Neuburg (que realiza-
ban juntos prácticas sodomíticas) hubie ran podido sopo1tar aque-
llos rituales sí se hubieran encontrado rodeados de espectadores.
Lo que después ll~tnscribiera Crowley no es sino el guión de una
obra de teatro, lo que no quiere decir que llegase a representarse.
Le pasa lo mismo que a su poesía, que resulta un tanto recargada,
por lo que supongo que si a la Bestia se le ocurrió recitarla, Neu-
burg debió sentirse tremendamente cansado.
La Tercera Operación dio cornienro hacia la median oche del día
siguiente. Tal y como había ordenado Hermes, el relqj. símbolo del
tiempo -tenían que permanecer fuera del tiempo-, fue retirado del
247
recinto; por eso Crowlcy dice que tuvo lugar •a eso de la mediano·
che», pero se contrJdice, porque más adelante indic;1rá la hora, c.on
precisión, en que concluyó la rase de la ceremonia: •A las 12:57 a.m.
dies Satumi [sábado] se terminó el Quia Patri..1...
El Quia PtJtris es uno de los recitativos del coro de The Ship [El
Barco], un •auto rnisttirico• de Crowlcy. publicado en el número 10
d e The Equinox.
248
bles. Quienes viven en ellos son co1no gttsanos en una manzana: to-
das las forma.~ de vida que generan estos mundos son como parási·
tos. Los mundos plrros son globos llameantes. y cada uno de ellos:
posee \111a int.elige11cia conscie11te.
El nombre d e cstc Falo es Thoth. Hcrmcs o Ma. Ma es el dios
que sed~jo al Falo, apartándolo del Yoni, dando lugar al llnivcrso fi-
sico. Todos los mlandos son excreta, y representan el semen 1n~\lgas
t.ado. Por eso l<>do es blasfemia )' explica por qué e l t101nbre creó a
Dios a su propia in1agen.
2•9
Henues debía ser invocado dunmte ocho noches consecutivas,
comenzando por la del miércoles, el día consagrado al dios.
A continuación se dice que Hcrmcs aconsejó a ambos magos
«que comierdn más abundant.ement.e», y prometió que les protege-
ría, aunque no se sabe exactamente de qué.
Hermes instruyó a Crowley y a Neuburg S(>bre la manera en que
habría de hacerle las preguntas la noche siguiente, la del domingo,
utilizando la geomancia, y sin cumplir ningún rito. El lunes tenían
que invocar a Júpiter, del que «obtendrían más ayuda que infor-
mación» .
Más tarde, Hermes les decía que • era muy importante hacer
banquetes».
Neuburg, que en aquella ocasión era el interrogador, preguntó
a Crowley, que estaba en trance, si «Hermes les ayudaría a tal fin•.
No estaba muy claro el fin al que se referí.a, pero la contt-stación
fue concluyente: • No lo sabe y no le importa».
Más tarde, Crowley embellecería esta contestación con el co-
mentario de Hermes: «No te comportes como un asno pensando
cómo ''as a hacer una cosa; simplemente hazla• , lo que uunbién es
típico de su carácter precipitado.
Siguieron llegando más instrucciones. 1'.n los ritos de la Luna y
de Venus, cuyas fünuulas esotédcas habían sido publicadas en el
número VI de 11tc l!:quinox, el hermano O. S. V. debería operar con
t111a mt!jer.
•Se niega a decinne cuándo podré disponer de la mujer; dice
que es una cuestión de sentido común. Y dice que lo haga y que de-
je de preguntar la manera de hacerlo.»
Siguió un silencio. Crowley se hallaba absot'to en la conLempla-
ci6n de Hermes, bajo su grandioso aspecw de •vehículo de la cncr-
gi~t del Altísimo. Él e:s qt1ie11 fect1nda al lurtllnífero éLer, la ftaerLa
que produce lo que llamamos maLeria• .
En el diario de Crowley aparece el nombre de Walter Duranty,
quien le tr~jo un mensaje •que puede ser señal de buen augurio• .
Duranty, que hablaba el ruso, sería co1·responsal en Moscú del New
York Times, viviendo los horrores del comunismo y transmitiendo a
Occidente todas las mentims de Stalin, por lo que llegaría a disfru-
tal' de imponanLes privilegios.
El domingo no se realizó ninguna operación, porque las plega-
rias a Hennes habian sido recompensadas con un catarro para el
hcnnano O. S. V., y una crisis de nervios para el hermano L. T.
Crowlcy, después de con templar el cuerpo donn.ido del herma-
250
no L. T., le había despertado, ordenándok irse a la cama y • trans·
cribir los datos•, pr~>sumiblemente de las notas que ambos habían
tomado durante la operación. Pero eso sólo acarreó •una buena pe-
lea•. Sin embargo, no es probable que esa • buena pelea» lo fuese
en la realidad,)"' que Crowley era más alto y füerte. O. S. V. explicó
aquel suceso como el resultado de un exceso de fuerza mágica, ge-
nerado por la operación.
En lo referente a la Cuarta Operación, se dice que Crowley tuvo
que quedarse en la cama, víctin1a de un fuerte resfriado, y que hu-
bo una •completa paralización de las buenas noticias». Crowley ex-
plicó que aquellas dificultades y molestias eran la consecuencia de
su desobediencia a las órdenes de Hermes: •Debimos haber puesto
en práctica la sugerencia hecha por Hermes de un nuevo sacrifi-
cio., que habría dado lug-ar a ·q ue Crowley "suslituyer;i el o~jcto
real por su símbolo• .
No obs:tantc, e l lunes p<)r la tarde los dos magos se habían
reconciliado; el hermano L. T. . que había estado vagando por las
calles de París, re¡,rresó al temp:Io, donde hizo un sacrificio en ho-
nor de J úpiter, frase que revela, o mejo1; esconde, un rito sexual:
su versículo de introducción ya es, en sí, comentario suficiente:
•Por lo cual le invoca mediante el RilO Secreto y es1.e sagrado ver·
síct1 lo»:
251
santísimos tic nc r1 er1 la fe licidad e l ca1ni110. Di<>s l1a dado t111 sigr10
en el camino).
Según Tire Esoteric Record, Crowley, en un estadio anterior del pr<>-
cedimiento. había visto a He nne-.s a él. 1-lcrmes se le prcse n-
fre 11te
t.(\ bajo una de sus formas, la de mensajero: joven y llevando el ca-
duceo. Crowley le vio de pie sobre el al tar, en equilibrio sobre el
dedo gordo del pie derecho. Y Neuburg, que sabía que Crowley es-
taba viendo al dios, alzó La voz y preguntó: •¿Qué dice?•.
•Soy el mensajero de los dioses y os en.vio guirnaldas., respondió
Crowley.
Según ex.plica Crowley en The Esote>ic R.ec01·d, Hermes se apareció
ante él como una • luz inmóvil, de color oro pálido• .
•¿Alcan zará la operación el resultado previsto?», preguntó Neu-
burg, que, al parecer, se encontraba un poco preocupado por las fi-
nan zas. La contestación fue tranquilizad()rci.
•Sí, e n ve rdad y amén.»
L. T. le preguotó entonces si había algún mensaje, dirigido e:r
pecialmente a O. S. V.
Y O. S. V. respondió o, para ser exactos, el dios respondió por
mediación de O. S. V., que recibiría sorprendentes noticias, proba-
blemente aquella misma mañana, y que podrían calificarse genéti-
camente de bumu1s.
-¿El hermano L. T. recibir'.í también n.oticias?• , preguntó L. T. tí-
midamente.
• Sí. están por llegarle•, respondió O. S. V., •noticias de lnglate·
rra, dulces como el cuerpo de una paloma•.
Lo que resulta sorprendente en las preguntas que I<: hicieron a
Hermes es que sólo se trararan asuntos triviales, y que revelasen du-
da y tim idez, e indu.so confusión por parte del interrogador, que re-
pite preguntas que ya ha formulado anteriormente y que, más o me-
nos, ya obtuvieron respuesta. M e habria parecido lógico que todo
ac111cllo hubiera aburrido a 1-lermcs y que se hubiera 11sfumado al
instante. Por Otr.l parte, cuando Hermes habla por boca de Cro"'
k')'. muestra un poco más de empaque: • No lo sabe y no le importa-.
-¿Se hallan satisfechos los dioses con las ceremonias?., pregun-
tó el hem1an o L T.
• Sí. se encuentr.in extremadamente complacidos•. fue la con·
testació11.
Eso es fatuidad. Yo estoy seguro de que Hennes y los restan tes
dioses. con excepción quizii de Pan, no podían habt:r esrado más
despreocupados. Entre las preguntas y respuestas de The Esnteric &
252
cqrd, no hay ninguna que simplemente pregunte: «¿Nos dirigimos
hacia una guerra?., o: •¿Durante cuánto tiempo seguirá el zar en el
trono?•. O pensando en un problema que tocaba de cerca a tos in-
tereses de Crowley: -¿Descubrirán los. científicos una cura para Ja sí-
filis? Y en caso afirmativo, ¿cuándo?,,.. Pero Crowley no era Jo sufi-
cientemente mundano como para pensar en cosas tan efímeras.
En el 1ranscurso de la operación efectuada el lunes, O. S. V., que
bacía de vidente, conjuró ante su extasiada vista una imagen de Mer"
cmio, que relucía como el oro sobre un fondo de púrpura y gtis, sw·-
cado de relámpagos violeta. "Ahora avanza y me besa en la boca, po-
sando su caduceo sobre mi Jalo.• El ~esto de la visión sólo revela la
megalomania de Crowley y su identificación con Cristo, una secuela
de sus años de juventud, o cuando se hallaba inmerso en los rniste-
1ios de la religión c1istiana. Más tarde, aparece un comportamiento
inexpli.cable por parte de Mercurio: •Ahora mete su lengua en mi
boca. No es como la de un hombre, sino como la de una serpiente
o la de un oso homúguero: la pasa por encima de mi cerebro, con-
virtiendo el cráneo en ltuninoso, transparente, fosforescente• .
Después de anunciarle que le otorgará la sabidutia de Ja ser-
piente, Mercurio le dice que él, Crowley, necesita la devoción de
cuatro hombres y de cuatro mujeres: los cuan·o hombres deben te-
ner alguna deformidad y las cuatro mujeres deben provenir de los
cuan-o rincones de la Tierra.
Ahora aparecía ante Crnwley una majestuosa cordillera, sin pa-
rangón con ninguna de las que había visto en el Himalaya, envuel-
ta en nubes, sobre la que llameaba, con tonos nara1tja, el sol del
amanecer. Había en ella algo inusitado: sus crestas se curvaban ha-
cia delante, moviéndose como las de una ola. Ycon un pie descan-
sando en ellas, se erguía Mercurio, rodeado de llamas naranjas, ver-
des y púrpuras.
Ambos habían ingerido mescalina, una droga, semejante al opio
y al hachís, que paraliza el desarrollo nonnal de la percepción, li-
berando los factores psicóticos presentes en el inconsciente. Ni
Cro,vley ni Neuburg tenían la suficiente madt1rez como para sacar
algún provecho de esos experimentos, que nada tenían en común
con las visiones, y que podrían haber seguido intox.icándolos inde-
finidamente sin producir el menor beneficio.
Crowley elaboró inmediatamente una lista de cuatro de sus se-
guidores que tuviesen alguna deformidad, comen1.ando por el her-
mano Lampada Tradam que terna una curvatura anómala en la
espina dorsal. Más tarde, añadiría al tuerto Norman Mudd. Cierra-
253
mente, no tuvo dificulr-'•d en e11con1.rar er1tre las ochenta y tanUlS
mt\jeres que hasta la fecha habían sido sus amantes más sinceras,
cuau·o que procedieran de continentes diferentes.
254
Crowley a observar que los celebrantes "ºdebían intercambiar sus
roles: esto quiere decir que en aquellos ritos homosexuales, Crow-
ley debía permanecer pasivo y Neuburg activo; Crowley sería sólo el
•sacerdote>, (o sea el rol acúvo) en las invocaciones a deidades fo.
meninas, cuando participara una mt\jer. De aquel modo, Crowley
permanecía fiel a su naturaleza. Pero la razón oculta que esgrimió
para su actitud es, al meuos para mí, oscw·a: que •sólo los dioses ne-
gros eran bem1afroditas•, con la excepción de los casos de posesión
divina.
No hay que dudar, ni por un instante, de que gozase al hacer las
alirmaciones más desaforadas. Quizás, aunque muy en el fondo,
creía en lo que decía, pero si se le llamaba la atención, estaba dis-
puesto a decir que todo había sido una broma.
En el rito supremo, la muerte de la víctima debería conduci1· al
clímax. Gracias a esie rito sería posible alcanzar el culmen del Arte
Mágic(k)a. Lo más apropiado sería sacrificar a una joven, de prefe-
rencia volunta1ia, puesto que su indisposición podria introducir
dentro de la operación una corriente hosúl. Después de la violación
seria necesario u·ocearla en siete partes. En este punto, Crowley ha-
ce particular hincapié en que no debe ser devorada, sino que su ca-
beza, brazos y piernas han de ser amputados, y el tronco secciona-
do en cuatro porciones. Los nombres de los correspondientes
di os~'S serían escritos sobre su piel: los brazos deberían ser desolla-
dos y quemados en honor de Pan o Vesta; las piernas, después de
un tratamiento similar, serían ofrecidas a Príapo, Hennes o Juno; el
hombro derecho se baila consagrado a Júpi ter; el izquierdo a Sa-
turno; el cuarto derecho, a Marte; el izquierdo a Venus; la cabeza
no debería ser desollada sino simplemente quemada en ho no r de
1
.Juno o Minerva.
Crowley concluye la descripción de este • rito-, presc1ibiendo que
•no debe ser empleado en ocasiones ordinarias, sino en casos con-
tados, y para pro p<Ssitos elevados, y no debe ser ense1iado al vulgo•.
Finalmente, los dos magos convinieron en que aquellas instruc-
ciones presentaban las caractcrísúcas de la magia negra, •O, ¡l<)r lo
menos 1 gris~, dando fin con e llo, a la discusión.
1
.DetJ.i a<kst. frO.tu·r: «S/J(Lrgr. verba; t>fJUS fiaJ. H'Jdie e.rt 1.1erln1..11t in na1ni·
?U! o
Dei:: trCLS est <>j>usi.. Et /JOSlt a: .. beaJi qui ltaeci1erl>a 11oscuni! Ego su.1n
255
ÜeltS hodit;· <~<' don<I C7(1f wbiJ·fera.m.., . "'Accifw. f)ei.11erba, atJ¡u'- wbis bt-
1u erit. /Jen.ignu.s Sll•>n úi ho1ni11 u,1n urundo seut/ier-. • Deinde: • P'1.allu.1n. eja.-
culanteni tibe fermn in ne>1nine patris. \ierbtt1n tibi rej'ert ad ftatn:m O. S. V.,
tlilto fJnJ.ri, 11i 11omi1u..... .
[Dios está presente. Él dice: •Esparce las palabras: sea hecha la
obra. Hoy es la palabra en nombre de Oios: mañana es la obra•. Y
después: • ¡Benditos los que conocen csr.as palabras! l·loy soy Dios;
ma1la11a os traeré áure'Os dones..,. • Recibe las palabras de Dios, y el
bjen estará contigo. Sien1pre soy benigno en el mundo de los hom·
bres ..oo Por lo cual: orTe traeré un falo eyaculante e n el nombre de l
padre. La palabra dirigida a ti, se refiere al hermano O. S. V., lla-
mado padre, en el nombre...•. )
256
vos y en las ocasiones especiales había que pintarlo en escaque blan-
co y negro o blanco y rojo.
Estaba pennitida wta sua,'e música de cuerda.
Finalmente, los celebrantes no debían llevar la cabeza descu-
bierta, sino con prendas de color blanco • O de los colores que se in-
diquen•.
A esta prescripción le sigue una lisia de colores relacionad.a con
algunos dioses. Comienza con P1íapo, el dios b'I'ecorrornano de la
procreación y protector de jardines y viñedos. El culto a este dios,
cuyo emblema visible era el falo, está muy difundido, y en cienas zo-
nas de Italia duró, inmerso en el cristianismo, hasta los tiempos mo-
dernos. Crowley estaba familiarizado con las numerosas estatuas y
relieves de Príapo que habían sido reproducidos en la postrera edi-
ci6n de 1786 (a cargo del anticuario Thoma5 Wright) de la obra de
Richard Paync Knight, An Aa:ount ofthe Remains <i/ the W=hip efPria-
pus lt11ely t.<isting in ]senda; to widi is added a Discourse of the Wor.ship of
Pri.tJf>us, and ilS conneclion wir.h the M)'stic TheoÚJg)' of the 1lncients [Des-
cripción de las formas remanentes del culto a Príapo existentes en
los tiempos recientes en Isernia; a la que se adjunta w1a discusión
del culto a Príapo, en su relaci6n con la Teología Mística de losan-
tiguos].
Payne Kn igh1, ;mticuario )' dilettm1tede la arquitectura, había des-
cubiertO el culto en 1.767, en su viaje a Italia.
Según Crowley, los colores de Príapo son el amarillo y el púrpura.
Los colores de laco, o Baco, el dios de los bebedores, que es re-
J>resentado, ir1dis tintarnente, con eJ aspecto de 1.1n joven afeminado
o el de un vi<;jo j uerguista, coronado con hojas de parra y yedra, son
el escarlata y el verde. Saco es otro de los nombres de Oioniso, el
dios de la vegetación, de los árboles ftutales y, especialmente, del,;_
no. Dioniso, Baco, Iaco - llámeselos como se quiera- atraía fuene-
mente a Crowley, a causa de la naturaleza orgiástica de sus activida-
des. En l:t5 procesiones dionisíae>L5, está rodeado de sátiros que
transportan el falo. Su forma animal es la del toro.
Venus, la Afrodita de los griegos, la diosa de la belleza, la madre
del a11101~ la rei11a de la }\Jegrla y la pauo11a de las corleS<"'\11a!i, tenía
los colores, en la simbología crowleyana, azul, blanco y oro. No fue
invocada en 71ie Paris Working, que fue un dto complemmente ho-
mosexual, pero Crowley compuso en su honor un •Himno Sacro»,
que podía entonarse durante la celebración del rito heterose>a1al
en cualquier otra operación:
257
1··u, Vi-n:us ortA mari venias, lu.fili<l Patril.,
Exaudit pen~i~ carT11i11.a bla11da, prec<W",
"/\1e sil culpa 1ratu 110/ns futui.s.~ viriú,s,
Std caleat cu111i·us Setn!Jer arnqre 111eo.
[Oh, r1í, Ven11s, nacirla del mar, ven, ní, hija del Padre,
escucha los rie1·nos cantos del l'ene, te 1.o ruego,
q \1e para nosotros 110 s:ca tma culpa haber follado traseros viriles,
sino q11e el coño sie1npre se halle caliente de mi a1nor.)
258
dado por los Cuatro Animales, eri¡,>:ido sobre espesas nubes de las
que tiraba una fulange de águilas•.
Esto oo requiere comeotario, aparte de seiialar que la cuaterna
de animales es la misma que aparece en la visión de Ezequiel, pues
fundamentalmente se traca de una visión de Júpiter, el portador de
la luz, ya que el dios está sentado cn1rc las cs1rclla5 y su trono se ha·
lla sostenido por águilas, como con,iene a qujen tiene por emble-
mas el águila, el roble y el relámpago.
Lo siguiente que apareció en la visión fue el pavo real, que para
Neuburg significaba •cambio, viajes, movimiento>. e implicaba «me-
joría•. El pavo fue coronado y pudo contemplarse a sí mismo en un
espejo. La interpretación que Neuburg hace del pavo real habla más
de la naturaleza de su.s deseos que de cualquier otra cosa. El pavo
real )'• en especial su cola, es conspicuo por la riqueza de su oscuro
colorido, entre el que predomina el verde. Es, de hecho, uno de los
símbolos de la primavera, y como tal fue considerado por los alqui·
mistas de la Antigüedad, cuando observaron aquellos colores en sus
crisoles. La primavera se estaba aproximando, e indudablemente los
dos 11ern1anos, a causa de S\lS invocacio11es, se sentiru1 rejuve11ecer.
El templo fue cerrado a eso de las 11:20 de la noche .
.Es posible que una llamada a Ja puerta del apartamento de
Crowley acelera.se el cierre de la sesión que, de t<>dos modos, esta·
ba acabando; pues a las 11 :30 los magos ateodían a tres antigos que
habían llegado, sin previo aviso, a hacerles una \isita. Eran Walter
Dm-anty, la •graciosa damisela• , J. C., y •el buen caballero y her-
mano de armas, sir Lionel». No sé quién pod1fa ser el tal sir Lio-
ncl, pero es casi seguro que su título de caballero se lo había con·
ferido Crowley, en su calidad de Rey Supremo y Santo de la O. T.
O. iLa •graciosa damisela• .J. C. era Jane Cheron, una mujer de me-
jillas bw1didas, larguísimas uñas y patas de gallo en el rabillo de los
ojos. Crowley hizo ocasionalmente el amor con ella, compartiendo
al tiempo una o dos pipas de opio, ya que era «de\'Ota de aquel dios
gra:r1dc y terrible» .
Nada se coooce acerca de lo que hicieron o hablaron, salvo que
el herroano O. S. V. esculpió, en su presencia, •un falo sagrado», a
eso de las dos de la madrugada, o de 2:00 a 4:15, ya que el texto es
oscuro. Finalmente, las visitas se despidieron y ambos hermanos se
fueron a dormii-, y tuvieron •tll1 sueño maravilloso y repeúdo».
Crowley oo da más detalles del maravilloso suei\o, aunque parece
ser que ridiculizaba a la bw·guesía y que reducía todos Jos objetos
que aparecían en él a las formas del lin.ga111 y del yoni,
259
A las 9:30 de la mañana llegó el correo, trayendo tres objetos de
naturalezajoviana: una carta de los abogados de Crowley (que cier-
ramente contenía dinero o perspectivas moneta1'ias), una caja de
opio y • un poema de amor de índole religiosa•. El poema era Chi-
cago Mayy procedía de la imprenta . Nada hay <:n él que seajoviano,
ni mt1cho menos religioso:
Est.e largo poema, que ocupa vei ntitrés páginas impresas en cuar-
to, fue dedicado a Austin Harrison, d edilo r de The l?nglish Review,
qt1e consideraba a Cr0\\1ley u 11 poeta de considerable er1vergadL1-
ra, y que le había publicado Cit1• of God y al~>"Unos otros poemas. El
frontispicio de este ;arísimo Chicago May, poema supuestamente
inspirado por la criminal norteamericana de origen irlandés que
respondía a aquel apelativo, presenta esta pequeña muestra de iro-
nía crowlcyana: •Se insta encarecidamente al poseedor de est.e ejem-
plar a que lo mant.en:ga bajo llave y que no lo lleve a ninguna parte
basta el año 1964•. Y como Crowley no tenía grandes esperan1,a5 de
ve11der siqt1iera aJgt1nas copias, añadjó, «Precio (~lNCO GUINEAS».
·Chicago May- o May Churchill Sharpe, o May Vivie1me Churcbill
-como Aleister Crowtey, tenía muchos alias- había nacido en 1871
en lrla.nda; en 1907 fue condenada a quince años de cárcel, por lo
que en 1914 aún se hallaba presa, en particular, en la cárcel de m u-
jeres de Aylesb11rg. Seria puesta en libertad en 1917. El poema dice
muy poco de ella y mucho de AlcisLCr Crowley.
De la Octava Opt:ración, que comenzó el domingo, día 11 de
enero, Crowley anotó que • había vislo el cumplimiento m{c5 noto-
1io de la profecía de Hertnes•, pero no reveló a lo que se refeña.
•También se ha podido disfrutar de dos cosas excelentes.• También
acerca de éstas pencle un discreto silencio. Pero Crowley nos dice
que wto de los hermanos de la Orden , al que O. S. V. y L. T. cono-
cían, había heredado una suma de dinero. Se trataba, probable-
mente, de George R;iffalo~ich, un colaborador de 17ie Eq11inox, de
quien Crowley había obtenido una contribución de cinco mil libras
esterlinas pata la consecución de la Gran Obra.
260
Al día siguien te, Neuburg se sintió c nfe n no. No se hace men-
ción de la naturakza de su enfermedad; quizás había quedado d es-
fallecido a causa de los ritos.
El martes, 13 de enero, O. S. V. y L. T., que ya se sentía mejor, ce-
le braron La Misa del Fé nix en la casa de P. D. F. (Ignoro a quié n co-
rrespondían estas iniciales.)
La Misa del Fénix es un rinial breve. Me limito a presentar aqtú so-
lamente su conclusión, que resulta tan optimista como desenfadada:
%6 1
A la conclusión de l Quia Patris, el hermano L. T., que estaba d e
rodillas ante el altar, mientras daba las gracias por la iluminación re-
cibid:1 durante la rccié r1 acabada f.iSC sexual, divis6 • la figura co lo-
sal de nuestro Padre Júpiter, 11umibu.s p!eni.s! ¡Sí, sus manos estaban
llenas de oro! ¡Que nuestro Padre y Señor sea alabad o!•.
Aquello era una premonición del completo éxito de las ope-
raciones: le habían pedido oro a Júpiter, y él se lo daba a manos
llenas.
Aquella aoche, Crowley tuvo un sueño que, al d espertarse, re-
creó dándole la forma de una historia corta. La tituló la estratage-
ma, y se entusiasmó tanto con ella que escribió en su diario: •¡Oja-
lá pueda darme fama y formna!•. No le dio ninguna de las dos, pero
fue aceptada por Austin Harrison para The English Review, y más tar-
de Crowley tuvo la oportunidad de reim primirla, con otras dos his-
torias, en un pequeüo volumen que la Mandrake Press publicó en
su colección de libros de bolsillo. La estratag.ma es una de las p eo-
res historias que yo jamás haya leído, y si .Joseph Con rad la elogió,
como afirma Crowley en su dedicatoria a Conrad (y a otros), debió
ser con la boca chica. Ni siquiera es una h istoria, sino una anécdo-
ta prolo ngada de mane ra extenuante, y que antes de su final deja
traslltcír en dos ocasiones st1 desenlace~w.
La Dé cima Operación co men z6 a las 11:30 del martes, 20 de ene-
ro. En aquella oca<ión fue invocado Júpiter, pero en su forma egip-
cia de .l.\m ()n~Ra, media.ri te este ve rsículo sagrado:
Pn- rttgni st1ntti sigt1u1u daju¡1pit,,. Am,,,on
cÜl 1uJbis J>fnto 111(1·1u,-a j)/nta nlanu.
[Por el signo del santo rei no, dan0-<. Oh,Júpi1cr A1nón,
dano• gr-.rndes regalos a. roa.nos llenas.)
262
sente uno de sus Maestros (Mahatmas). Las campanas astrales y
otros sonidos, como el zumbido de una abeja, el gemido de una
flauta, el entrechocar de címbalos, son oídos cuando la serpiente
kttndalini se agita, durante Ja práctica del yoga.
Al día siguienlc, Crowley y Neuburg discutieron o, como delica-
da111cnLc dice CrO\\•ley, ~los her111anos no estt1vieron en armonía».
Pero, con un esfuerzo de voluntad, superaron sus indisposiciones y
fueron juntos a re!fdlan;e con un banquete. Después, de óptimo hu-
mor, regresaron al teruplo para realizar la Undécima Operación,
que, como la ante1ior, fue una invocación a Amón·Ra.
O. S. V. abrió el templo a las 11:00 de la noche del ro.iércolcs, y
dui-.rnte la o peración, cuando las fuerzas invocadas se encontraban
en su pumo álgido, \io a Amón-Ra. Y •el mismo Júpiter• llenó el
templo. Esta expresión es un tanto oscura, pero yo creo que quiere
decir que Júpiter se manifestó a la visión interior de CrO\••ley en su
fom1a de Amón-Ra, mientras que en su for111a ro1nana difu11dia st1
esplendor en el inlerior del templo. En particular, apareció un co-
no de luz blanca que giraba alrededor de • la imagen del Altísimo
puesta encima del Aliar de los Elementos•. La única imagen pues-
ta sobre el altar que pueda correspo nder a esta desc1ipción era el
falo de cera de Príapo, q ue en la ordenación crowle¡rana se equipa-
raba con Homs, el dios solar de cabeza de halcón.
La invocación suscitó un mensaje por pane de Júpiter en el len-
guaje angélico de John Dee y Edward Kelly, que decía que los dio-
ses deseaban restablecer su poderío sobre la Tierra, y que los dos
hennanos O. S. V. y L. T. eran como • flechas ardientes• laiu.adas
por ellos, los dioses, en su guerra contra los •dioses esclavos•, o sea,
Cristo, Buda y Alá".
La amoralidad del Libro de la Ley se ha combinado con la in-
fluencia de Nietische, corno vemos. Qb,1ameme, el autor de este ti-
po de cosas prefería d comportamienw dcserúrenado de los dioses
del Olimpo al Sermón de la Montaña: "¡Excluid la misericordia!
¡Malditos sean los que sientan piedad! ¡Matadlos y torturadlos! ¡No
perdonéis a ninguno! ¡Caed sobre ellos!•.
Fue solicitado un cuádruple sacrificio, •que fuera crnento•.
Y fue ~j ecutado con prontitud.
El templo fue cerrado a la 1:45 a.m., pero diez minutos más tar-
de, Neuburg seguía todavía inconsciente o, corno anotó Crowley,
..cper1nanecía en trance».
Cinco minutos más tarde, Neuburg se había recupci-ddO lo sufi-
cie11te co1no para dec ir, entre jadeos: «l'etéles1ai»~~.
263
El propio Crowley cuenta haberse sentido cansado. Dur.mte el
sueño que tuvo aquella noche, que para él resultó •agotador•, le
fue revelado, sin que pudiera decir si mientras donnía, en una es-
pecie de visión, o dt1rai1te tin estadio de breve consciencia en st1 ca-
prichoso sueilo, que la finalidad de la operación que habían reali-
zado aquella noche era • liberar el espíritu elemental de un alma
animal• . Esa liberación puede realizarse mediante la muerte, pero
también gracias al agotamiento absoluto. La distinción entre mue11e y
agotamien!<l absoluto es sutil, y Crowley no la explica. Podría en-
tenderse que la persona que se baila agotada se encuentra en el um-
bral de la muerte, y que lo franquee o no es una cuestión mera-
mente académica. El proceso de agotamiento, sin embargo, puede
ser realizado por medio del placer o del sufri miento, por una exce-
sh<a actitud sexual o mediante la tortura.
(En uno de los documentos secretos de la O. T. O., titulado De
Arre Nfagica, capítulo xv, •De la lucidez erótico-comatosa•, escrito
por el hermano Bapbomet, se encuentra la descripción de un ritual
en que el celebrante es llevado mediante la actividad sexual hasta el
umbral de la muerte: la muerte del j usto. •La muerte más favorable
es la que acontece durante el orgasmo, y es llamada Murs justi. Co-
mo está escrito: "¡Que yo muera con la muerte del justo, y que mi
final sea ése!".• (Desde el punto de vista fisiológico, se trata de una
empresa imposible para un hombre de buena salud, pues antes de
~ue. pudiera darse el desenlace le sobrevendría la impotencia.)
Crowley observó que al día $iguientc el hermano l.. T. • seguía
eclipsado por .J (1piter•: el mundo le aparecía como en una •visión
del füturo-, lo cual se explica mejor en la frase siguiente: «Tiene los
ojos dilatados; no puede leer; se comporta como un individuo en
trance o d1·ogado. En otras palabras, es imposible ver a.Júpiter y ha-
blarle sin tener que sufrir dolorosas secuelas•.
771t Esoreric l?ecord da, corno es habitual, alguna infom1ación eso-
térica compkmentaria. Durante: la última operación, Crowley no
sf>lo había tenido una vi;;i(>n de Júpiter, ;;ino de sí mi,m10 en una vi-
da anterior. Como esta vida anterior, en particular, no había sido in-
cluida entre las que lrnbía visto a lo largo de una serie ele visiones
que tuvieron lugar en la Isla de J::sopo (véase el capítulo 1), no es-
tará de más que ahora se hable un poco ele ella.
En aquel.la encarnación, Cro1,,ley fue una prostituta sagrada de
Agrigemo. No nos da ninguna fecha, pero podemos situarla un po-
co antes del 405 antes de Cristo ya que ése es el ari o en que el ge-
neral cartaginés Himilcón saquea esta ciudad gricg-.t del uortc de
264
Sicilia, que se e ncontraba en el summmn de su prosperidad y mag-
nificencia.
Agrigento tenía muchos Lemplos como consecuencia de su ele-
vado número de habitantes. Grote hace especial mención del espa-
cioso templo de Zeus Olím";,.,, pero no era en él en donde Crow-
ley había prestado sus servicios, sino en un •templo del Sol•, lo que,
presumiblemente, quería decir que era un templo dedicado a Apo-
lo. Y lo describe brevemente: tenía un amplio patio externo de for-
ma cuadrnda; en •el patio superior• había un templo con una fa-
chada de coluro.na5, lo que no resulta una descripción muy precisa,
pues en Grecia todos los edificios públicos de importancia tenían
fachadas con columnas, y palios. Pero el recuerdo que Crowley tie-
ne de sus enc.1rnaciones excede nuestros conocimientos de la his-
toria y religión griegas, pues ni Heródoto ni Estrabón ni, que yo
sepa, ninguna otra autoridad, antigua o moderna, menciona que
el culto de la prostitución sagrada se hubiese extendido en Occi-
dente tanto como para llegar hasta Agrigcnto. Recuérdese que
Heródoto se escandalizó cuando encontró en Babilonia aquella
curiosa costumbre, aunque señale que algo parecido sucedía tam-
bién en Ch!pre.
El sagrario interno de este templo del Sol tenía una cúpula circu-
lar de unos cuarenta pies de diámeu·o. Orientado hacia el este se en-
contraba el Altar del Incienso, usado por las sacerdotisas para depo-
sitai· en él sus ofrendas; orientada hacia el oeste había una gran pila,
en Ja que se vertía la sangre de las víctimas sacrificadas. Al norte ha-
bía una puerta, y al sur una estatua de un dios solar sirio. Crowlcy no
conocía el nombre de este dios, pero el de Baco se le ocurrió antes
que el de Apolo. Hay que añadir a su descripción esta horripilante
información: «El gran sacrificio de prima,,era consisóa en abrir un
toro e introducir en su interior una virgen que, después de ser viola-
da por el Sumo Sacerdote, motía ahogada en la sangre del toro•.
El nombre de Crowley durante su encarnación en Agrigento era
el de Asteris o Astarté. Tras pensarlo mejor, optó por Astarté, que
jUJllO cc)n el de lshtar y rvlilitta encubría e.-1 el Próximo Orie11te a la
diosa Venus. Esto es Jo que He ródoto obs.ervó en Babilonia de las
mujeres consagradas al culto de Astarté:
265
nlezclarse co11 la.~ de1nás e1l el gentío, lo q'1e res11el\'en ye1ldo en ca-
rruaje descubierco, quedándose en las irnnediaciones del templo,
si.e11<lo segt1iclas por una gran cornitiv.a de siervos. Pero las orras,
confonnándose con el Ltso, se sientan en el templo, adornada la ca·
beza. etc ciJ1tas y cordo11cillos, y otie111r.is ti.n as llegan las otras se van.
Entre las filas de las mujeres quedan abiertas de una a otra parte co-
mo calles, tiradas a cordel, por las cuales los foras1eros, al pasar, es-
cogen aquella que les agrada. Después de q11e tina mttjer se ha sen-
tado allí, no regresa a s11 casa ha5ta ql1e a lgi,1ie1l no le haya echado
dinero en el regazo, y sacándola del templo satisfag-a d objeto de su
vcr1i<la. Al arrojarle la 1l1oncda de plat..1, el hombre debe decirle:
t1)nvoco en ttl favor a la diosa l\'lilitra•. A la 1n11jer no le es lícir.o
rehusar el dinero, sea 11111cho o poco, p11es se consiclera ofrenda sa-
grada. Ning11na tllujer puetie recha1..ar al que Ja escoge. Y después
de haber c umplido co11su obJjgación hacia la diosa 1 se retira a su ca·
sa. A partir ele entonces. 110 es posible co11quist.trlas otr.t vez a fuer·
za de dones. Las qttc sobresalen por su hermosura y la perfección
de stt rostro bien pronto q uedan liberadas, pero las qtte no son agra·
ciattas suelen tardar mucl10 tic1npo en salisL.1ccr la ley, y no son po-
C-1.S las que permanecen allí hasra tres y c•1au·o años. U na ley sc111e-
jante sigue vigente en cierta parte de Chipre. (Historia, libro t,
..cuo))' CXCLX .)
Crowley nos dice que, como Astlll'té, solía sel\tal'se el\ la escali-
nata del templo de Agiigento ·y recibir «.Sacrificios•. Era una prosti-
tuta sagrada, pero pennanente y oo temporal. Practicaba un rito de
fer tilidad que hacía de Ja copulación un acto de culto. El ri nial Ptm-
chatatt11a. a(1n practicado en la India, y co11Jentado con a11teriol'Í·
dad, es similar.
Por esta razón Crowley no se sentía avergonzado al sabe-r que ha-
bía practicado aquella profesióll; además, había sido en otra vida,
ahora muy lejana, y, sin duda, Astarté también era solicitada para
prestaciones de cipo oracular.
Este terna sería tornado ur1a vez más en consideració11 seis años
más tarde, cuando Crowley fundó su propio templo en Cephaloe-
dium (Cefalú) , en la parte septentrional de Sicilia, pues parte de su
jur·amento inscdto en el reb>istro de la Abadía, con el útulo de jura-
mento de la Bestia, dice así: •Yo ... prostituiré libremente mi cuerpo a
los deseos de toda Criatura Viviente que lo desee». Pero a pesar del
266
juramento, no había podido desprenderse de cierto sentido de ver-
güenza, debido, quizás, a su educación en las escuelas públicas y en
Cambridge, del que fue plenamente consciemc, tal y como refiere
en su i\fagical Recorrl, al celebrar desnudo los misterios ante Mary
Buus y Cecil Maitland, dos simpáticos espectadores.
Astarté había incurrido en aquella encarnación de prostituta sa-
grada como consect1encia de ,,.arias prcv-.aricacioncs qt1e no se es-
1
%67
aquella misma noche le maló para que nunca pudiera confesar que
había revelado los misterios.
Sin embargo, Crowley nos dice en lo que consistía aquel secreto:
•El secreto del templo era el "Sol de medianoche": acostumbraban
a recoger globos de fuego de la pila y del otro altar y les daban vuel-
tas en el sagrario. Se fündían en un único globo que permanecía in-
mó,~I toda la noche y se desvanecía con la aurora•.
Habiéndose enterado del secreto, Astarté quiso verlo por sí mis-
ma. Peneu·ó en el sagrario durante el sacrificio de medianoche, pe-
ro fue vista por los sacerdotes, que la capturaron al momemo; la pa-
saron por sus espadas una y C>tr.l vez, y arrojaro11 su cuerpo al patio,
al pie de la escalinata del templo. A•i murió Astarté, la encarnación
de Crowley en la antigua Grecia.
268
Al día sigtúente daba fin aquel pe1iodo de •sequía»: llegó un di-
luvio de canas y visila.S que, sin embargo, no resultó nada fuera de
lo corriente. •Ciertamente•, pensaba Crowley, • todas las cosas que
han ocun-ido eran de naturaleza joviana, pero hasta ahora no he-
mos recogido ninguna cosecha abundante, sino pequeños bro tes
verdes que despuntaban del suelo• .
269
la los pormenores, pero sin duda tenían el mismo tono moral que
los que hoy conocemos como jtUaka. Existe también la posibilidad
de que fuesen episodios de las vidas anteriores del propio Crowley.
dado que él mismo no se consideraba i1iferior a Bttda. y ento11ces
estos sucesos de sus vidas pasadas habrían podido rec:ogerse en el
Jataka.
Al día siguiente, el hermano L. T. obtuvo un pequeño resultado
joviano, es decir, recibió un poco de dinero, enviado, con toda pro-
babilidad, por sus padres, que vivían en Inglaterra y no aprobaban
la amistad de su hijo con Crowley. Y el hermano O. S. V. fue citado
para una entrevista, de la que esperaba conspicuas consecuencias
de tipo joviano.
Después de la operación, los cofrades se sentaron a charlar y el
hermano O. S. V. recordó que en una encamación anterior había
sido sacerdotisa en una parte del mundo que le recordaba a Grecia,
pero «con fuertes influencias orientalizantes•. También L. T. recor-
dó una de sus anteriores encarnaciones: pensaba que podía haber-
se dado en el mismo período, y que el lugar podía ser Creta; O . S.
V. estuvo de acuerdo.
El nombre de O. S. V. en esta encamación fue el de Aia, una co-
rrupción de Gaia, la diosa de Ja tierra. Era bailarina de un templo
de mármol negro. con muchos espejos. y tenía bajo ~us órdenes a
veintiocho doncellas.
Entonces apare·ció L. T.: era un joven guapo con una barba re-
cortada de color oro y se llamaba Mardocles.
Si se acepta el principio de la rce11car11aciór1 en todo este ast1n-
1
270
Mardocles tenía unos veinticuatro o veinticinco años, pero en
experiencia superaba aquella edad. Odiaba a Aia, pero ern <lema·
siado galante como para abandonarla. Se preocupaba por Aia sólo
cuando bailaba, y pensaba que ella había arruinado las vidas de am-
bos. Se sentaron encima de una piedra, al lado de una zapatería.
Una vez más, Aia tuvo que ajustar las correas de l:a sandalia de
Mardocles. El zapatero salió a ver lo que estaba pasando, sinti6 sim-
patía por Mardocles y les invitó a él y a Aia a comer.
La comida fue servida en una pequeña habitación de la trastien-
da. La mujer del zapatero e ra una arpía y, además, fea a rabiar, co-
mo la Reina de Corazones eo Alicia en el país de las ·maravillas, ob-
servó Crowley.
Cuando el zapatero se enteró de que sus dos huéspedes habían
sido expulsados del templo, sugirió que fuer.in sus aprendices, ha-
ciendo la puntuali7..ación de que aquélla era su única esperanza si
no querían acabar vendidos como esclavos. Pero eran demasiado
orgullosos como para aceptarla y la rechazaron; al poco tiempo se
hallaban a la venta en el mercado de esclavos.
Un hombre llamado Demetrio, que tenía una casa de campo y
una bellísima mujer, los compró. La mujer tenía una belleza de ti-
po clásico, más bien sirio-fenicio: nariz griega, cabello :rizado, negro
c:omo el carbón, y una boca delgada, que se curvaba hacia abajo en
las comisuras. Vcstfa casi siempre de púrpura. Su marido era un
enamorado de la tranquilidad, como era de esperar.
Aia y Mardocles no fueron destinados a u-abajos serviles. •El di-
vertir a la familia con la celebración de los más variados tipos de
acoplamiento formaba parte de las tareas ordinarias de una sir-
vienta, aunque sólo las más bellas resultaban elegidas para tal ñn.•
Resultó evidente que Aja desconocía el signiñcado de su tarea: la
copulación con Mardodes, durante o después de la cena, delante
de toda la familia, constituía para los niños una lección práctica de
tipo moral, acerca de c6mo no había que comportarse, puesto que
era degl'adante y digno :sólo de esclavos; pero Aia (Crowley) no lo
pudo comprender.
Poco üempo después, Aia moría de neumonía, y la historia de
la encar11ación cor1cluía con una observación que A_
i a le hiciera a
Mardodes, después de haber sido C(>mprados por Demetrio: "Nun-
ca olvidaré tu mirada eo el mercado de esclavos», y añadió, como
si tuviese la incierta memoria de haberse enconn-ado con Mardo-
cles en una existencia anterior a aquélla: «Ya sabes que siempre
an·aigo sobre ti el itúornmio, y que siempre tienes que sacrificarlo
27 1
todo por mi amor. Y aunque tú no lo busques, sucede, porque he-
mos tomado las cosas por el lado erróneo. Si, al menos, pudiera dc-
ja1·te... » .
Para la Decimocuarta Operación, el templo fue abierto con lla úl-
tima campanada de la medianoche, y quedaría cerrado a la 1.:07 de la
madrugada. Como de costumbre, dejó al hetmano O. S. V. comple-
lámente exhausto, pero decir que se había quedado •completamen-
te exhaust<)» se estaba convirtiendo en u 11 hábito. J:n el transcurso de
la o peración, los fenómenos de naturaleza joviana continuaron., pe-
ro no alcanzaron la fuerza suficiente como para que los magos pu-
dieran afirmar que el éxito de la operación estaba a•egurado.
Por la tarde, se fueron a •casa de una hermana laica e invocaron
al Señor.Júpiter con el incienso de Su sagrada hierba• : lo que equi-
vale a decir que fueron a ver a Jane Cheron y se fumaron con ella
una pipa de opio. Crowley dice que haceí' tal cosa les rélajó tanto fí-
sica como mentalmente, atu1que más tarde añade, incurriendo en
contradicción, que aquello les causó un leve y pasajero malestar. Yo
sospecho que el opio sentó mal a Neuburg, pero no a Crowley, que
estaba hecho a la droga.
Crowley no transcribió gran cosa de la Decimoquinta Opera-
ción. El templo se abrió a las 11 :J 5 p.m. y se cerró a la5 12: 10 a.m . El
poern::. Haud .ucus, e tc. f11e ..:pro10 11gado•. pero foftnuy tra11q11ilo» . La
au116sfcra del templo era ópcima: dulce. cálida . aterciopelada, lu-
minosa, enérgica, pero sin ,;olencia, tranquila, opte.lenta, etc. Los
colores que podfan apreciarse eran principalmente el púrpui-..t, el
oro y el verde. Para no echar a perder aquella atmósfera, se pro hi-
bió q ue • toda muj er ligera o de ese estilo• en1rase en el templo. Por
lo que se refiere a las presencias Hsicas sólo se obsen-ó a un baila-
rín, semejante a un camaleón verde, l.larnado Ahanael, que es una
de las inteligencias menores de Júpi1er, el dios invocado. También
se enconlmban allí los elcme11i.1les de costumbre, que se agitaban
por doquier.
Durante la Decimosexta Operación, una vez que se hubo recita-
do el ll1md S«US, el dios exigió sangre. J úpiter hizo conocer sus de-
seos :1 Crowley de In manera más directa posible. Por eso Crowley
dibuj6 con la ª)'Uda de su daga un cuatro sobre el pecho de Neu-
burg. El cuatro es el número de Júpiter, mientras que el ocho lo es
de Hermcs. El cuatro también es el número del Demiurgo, el Ha-
cedor c.lcl .Mundo, según los sistemas pitagórico y cabalístico.
La sangre de la herida del pecho de Neuburg fue ofrecida ame
el altar del dios.
272
A continuación, Neuburg realizó una dan1.a que Crowley, que
había adoptado Ja posición yóguica conocida como shivasana,juzgó
magnífica.
La inspiración le llegaba a Crowley, que caía en trance. Durante
éste, Júpiter le informó de que en las cuatro operaciones de la se-
mana siguiente, Ja imagen (el falo de ce ra) debería ser introducido
en una vesica (una co ncavidad ca5i plana, con la tQr111a del )iQ1Ji), al
tiempo que un paja.tillo o un pichón d ebería ser sacrificado antes
del Acc1mdat con estas palabras! Nrmc jlavi jovi spumatltetn sat1gwi11e
saevo Passerem ... [Ahora sacrifico ajove un pájaro de espumeante y
ardiente sangre ... ] u otras similares, que fueron sugeridas por el li-
cenciado en Arte W. 'l~ (\\'alter Ouranty)". Sólo debía quedar en la
vesica la sangre del ave, y después del Htmdsecus, debía entra1· en re-
lación con Jos dos magos, al pintarse con ella un cuatro encima del
corazón, las partes derecha e izquierda del pecho, y el ombligo de
Neuburg. El ave debía ser incin<:rada, y desde Ja medianoche del
domingo a la del jueves (es decir, durante el tiempo en que trans-
currüían las cuatro operaciones siguientes), ambos cofrades no de-
bían comer ni beber nada, excepto agua cristalina... aparte de los
ricos platos, ''inos y licores de los banquete.s ceremoniales que pre-
cedían a los ritos místicos.
El templo cerró, exactamente, a medianoche, con lo que se dio
por finalizada la Decimosexta Operación.
La fio1alidad de aquellas operaciones de Ja Suprema Arte Má-
gic( k)a era Ja obtención del poder sacerdotal )'. en un plano menos
elevado, de dinero. Sería un error pensa1· que los cclebrant.es reali-
zaran aquellos ritos solamente por placer sexual. La intención de Jos
hermanos O. S. V. y L. T. era rewurse con los dioses. Por otJ-a parte,
no podemos saber si entre aquellas nebulosas visiones y las agotado-
1-as práclicas sodomílica.s consiguieron experim entar algún placer.
Cuando comenzaron a aparecer los primeros signos del éxito,
Crowley se apresuró a escribir lo siguiente: · Hay que 5Cñalar que
desd e el com ienzo de esta operación el interés bancario ha bajado
un tres por ciento y que las acciones de Ja Consol han subido del
71,50 al 76,25, lo que supone para el hermano O. S. V. una ¡,-anancia
de más de 1.400 .E. O. S. V. recibió el sábado una carta que le s11-
pondn\ 500 .E dentro de dos meses•.
Así pues, las invocaciones de los dos hermanos también si rvieron
de provecho a todo el mundo y, en particular, a quienes tenían ac-
ciones de Ja Consol, un descubierto en el banco, o debían pagar
una h.ipoLcca.
273
Antes de dar por terminado su informe de la Decimosexta Ope·
ración, Crowley hace un comentario acerca de la inspiración que le
había poseído. • Debiera decino , escribe, •que Ja posesión de O. S.
V. en la noche del jueves fue la más completa y material de todas las
que le han ocurrido, lo que no suele ser frecuente. Las dircct1iccs
fueron recibidas con dificultad, y tocia su parte consciente se halla-
ba conten ida en el dios, de modo que la única expresión inteligible
era la fotmada por estas palabras: Sanguis e/. &met•• .
Crowley estaba en tal estado de éxtasis que llegó a perder hasta
el uso de la palabra. El hermano L. T.. con el pecho ensangrentado,
le miraba, sin dl1da indif'erente, mientras recorría vaci1ante e l tem·
plo con los ~jos vítreos, mt1nnur<ú1dose a sí mismo: Sanguis r,t Se111ni!
Sanguis et Semen!
La Dccimosépúma Operación comenzó la tarde del 2 de febrero;
en ella, O. S. V. •dedicó el ave a Júpiter y la liberó•. Con esta expre-
sión no quería decir que abrió la ventana y que vio cómo salía volan-
do el pájaro; la libertad que concedió a aquel p'\jaro fue la absoluta.
Según la o-adición hebrea, la sangi·e es el vehículo principal de
la fuerza vital, la energía del universo. La idea que subyace en todo
sacrificio de sangre es la de incrementar la energía (podóa decirse
la atmósfera) de la ceremonia, con 1>11 de que la sangre sea deri-a-
mada deno·o del círculo o o·iángulo consagrados y. por ello, se en·
cueno·e a disposición de los celebrantes. Siempre ha de ser sacrifi-
cado un animal correspondiente al dios en honor del cual se realiza
la ceremonia: t1n ave para í(1piter. un camero para Marte. etc. So11
preferidos los animales vírgenes, que poseen mayor potencial.
Aquellos que no deseen den-amar sangre podrán ofrecer en su lu-
gar diversos tipos de ir1cier1so.
Durante la Decimoséptima Operación, el ataque de pasión que su-
frió Crowley fue tan intenso que perdió el conocimiento. Después del
Quia Patris, Neuburg se practicó una incisión sobre la nútad derecha
del pecho, en forma de cuatro. •Aconteció un maravilloso evento, pe-
ro no fue realizado ningún rito.» Desafortunadamente, Crowley no
dice en qué consistió el evento, pero da la impresión de que resultó
más maravilloso para Neuburg que para él, puesto que a la una de la
mailana, cuando el templo ya llevaba cen-ado diez minuws, Ncuburg
estaba todavía demasiado exhausto como para poder hablar.
El banquete joviano de la DecimoctaV'd Operación se celebró a
mediodía, una hora más apropiada para la única comida del día
que la uúli7.acla hasta entonces, la de cenar. Pero no transcurrió con
normalidad. Como dijo Crowley, •el espíritu de Mane creció en
274
fuer7.a, y O. S. V. sembró la cizaña en L T. con palabras mordaces,
a las cuales éste, como cuadra a un buen hermano, respondió con
modestia, humildad, conesía, indulgencia y amor fraterno•.
Gr-acias a la naturaleza afable de Neuburg, fue posible abrir el
Le1n¡>lo a la5 diez y rr1edia de la noche. •Siga1i6 t1r1a largc1 ceremonia,
S-Cbrún e l usual rito qt1e fue realizado por... vate1n. .. virgo... oralmen·
Le• [un acto de felln.tio]. •La imagen del Altísimo [el falo de cera]
fue, de tal suerte, embellecida con el debido ornamento.• El tem-
plo fue cerrado a la una y cinco de la madrugada die 1Wercurii [miér-
coles, 3 de febrero ele 19H], • una vez que las fueras fueron 1.01al-
1ne11te absorl>idas».
La Decimonovena Operación se llevó a cabo a la tarde sigwente,
a pesar de que O. S. V. había estado indispuesto todo el día a causa
de un ataque de fiebre parecido a la influenza. Hay que decir que
el remedio dcJúpiLcr, el o pio que Jane Cheron le había entregado,
produjo una milagrosa recuperación .
El templo abrió a las 11:28 p.m. y cerró a las 12:50 a.m. die}wis
(jueves), y la ceremon ia fue de las más deslumbrantes. O. S. V. vio,
entre nubes d e incienso, el sarcófago de Ankh-t~n-Khonsu, su en·
carnación de época egipcia; se hallaba de pie en el altar, cerca del
borde derecho, rodeado de una b1urna dorada. •Durante el clí-
1nax, e l sarcófago in t1r1d6 la habitació11 con una lu1ninosidad b lan-
quísima. La ceremonia llevó al hermano O . S. V. d esde un estado
de desgana, somnolencia y fiebre, al culmen de unas condiciones
ú1mc·j orablcs. ,,
Crowley. mientras obser;aba a Neuburg. al día siguieme por la
nuuiana, tuvo la ocurrencia de que podía ser un excelente come-
diante. ¡Qué buena idea sería enviarle al m1uic hall para ganar mu-
cho dinero!
Para la Vigésima Operación, el 1emplo abrió a las 10:00 p.m. y ce-
rró una hord má.• Larde, aún die jwis, después de que el ri10 fuera
cumplido 1ú orrlfoatur.
Al día siguiente, ,.¡emes, el malestar de Crowley, a pesar del re-
medio de júpiter. se insinuó con mayor füerza. Tenía mucha fiebre
y bronquitis, y se vio obligado a guardar cama. El lunes siguiente lo-
davía se encontraba muy e1úermo, pero estaba detenninado a con-
tin11ar la o peració n, •aunque fuese con 1;los impe1·fcctos• .
Así pues, el templo era abierto • mentalmente• para el cumpli-
m.i ento de la Vigésimo primera Operación, a las 9:10 p.m., y cerra·
do a las 9:25. • A pt>sar de todas las circ11nsrnncia.~ desfavorables•, es·
cribe Crowley, • la ceremonia salió bastante bien. Se obtuvo una
!75
atmósfera excelente, y la temperatura de O. S. V. ¡bajó cuatro gra-
dos centígrados!».
A la mañana siguiente, Crowley se había recuperado lo suficien-
te como para abandonar la can1a, vestirse con sus ata.víos mágicos y
abrir el templo para realizar todos los ritos de la Vigésimo segunda
Operació n. «El hemiano O. S. V.• , escribe d e sí mismo con su típi-
co ht1mor_. ~ahora ~e encuentra recupe rado, y es lo 3uficiente me nte
ingrato con respecto a su médico - un profesional agudo y excelen-
te- como para dai·le las efusivas gracias a Júpiter• .
La descripción de esta o peración ofrece, por vez primera, el or-
den correcto de la ceremo nia, pues el hermano L. T., habiendo sido
inspirado porJúpiter duran te la primera parte de la celebración, ha-
bía avanzado rápidamente hacia delante, dejando an-ás a Crowley.
Sin embargo, éste explica que durante la Construcción del Templo,
y después de la invocación a Amón-Ra, pero ames d e haber conclui-
do el rinial del Hexagnma que expulsa a las fuerzas malignas e in-
voca a las benignas, el hermano L. T. ya estaba iniciai1do el • meca-
nismo del Acce11dat y los pre parativos para la ej ecución del
versículo ...• . Pero a pesar de todo ello, el Haudsecus (el versículo que
se pronunciaba al término del acto sexual) • fue brillante e inspira-
do_. y el resultado arrollador..., un e~plendoroso y estupendo éxito• .
Crowley se encon1raba nuevamenre en forma para la Vigésimo
tercera Operación, que iba a realizarse el 11 de febrero. Y se mosu-ó
tan eficaz que el hennano L. T. se q uedó mucho m ás exhausto aún
que la vez anterior. En su transcurso Crowley recibió un mens1\je de
um• tal A. C . (se trataba, casi con toda seguridad, de Aimée Cou·
raud, de la que quería hacer su Mujer Escarlata), que te nía que ir a
la Sagrada Mansión de Haihor para hacer la ofrenda ante su altar
de las cinco joy.is d e la vaca. Hathor es la diosa egipcia del ciclo y
patro na del amor, y es represen tada en Ja ligur-d de una mujer que
lleva sobre su cabeza el disco solar, pucs10 entre d os cuernos d e va-
ca, y también en la de una vaca que transpona el disco solar y d os
plumas. Las cinco jO)'<IS de la vaca sagrada son la leche, el estiércol,
la o rina, la can1e y la sangre: su me-tela y posterior ingestión su po-
ne un rinial de uso ordinario e n el hinduismo tántrico. El estiércol
no debe estar fresco, sino reseco por el sol.
Comenzaban a observarse los resultados de la Operació11 de París,
pero Crowley no los especificó. Se 1rmaba, posiblemente, de peque-
ñas sumas d e dinero, de iiwitacioncs a fiesras, promesas de gr;111des
sumas de dinero y, por lo general, de un incrcmcmo de la corrien te
mágica.
276
La noche que precedió a la Vigésimo cuarta y úhjma Operación
fue de insomn io para el hennano O. S. V. A pesar de ello, abrió el
templo a las 6:15 p.m. del 12 de febrero, cerrándolo a las 7 en pun·
ro. Y después, con el senlimiemo de una prnfunda satisfacción, se
sentó y escribió que The Pllris Worki11ghabfa ll egado a su afortunado
final. La ceremonia de clausura fue trrtnqtlila y ser1tjda cor1 e l at1·
1
Sello d e la O. T. O .
277
14. El Mago en América
... Estaba fasc inada; uo pudo le\d ntan;c para saludarte. Él se acer-
có a ella, agarró su cuello con ambas manos. le echó la cabeza hacía
atrás. )', aprisionando sus labio.• entre stc< dientes, los mordió, los
mordió hasta traspasar los. Fue un acto sencillo y deliberado: la sol-
tó al n1omenlo, se se11tó en la cama que ella ocupaba, e hizo algu11a
obsenf'J.CÍÓtl trivinl acercü del tie1r1po.
278
más tarde, a Nancy Cunard, inte1nunpiendo su conversación sobre
Hille1: Ella pensó que era una descortesía decir no, o preguntarle
antes a qué se refería, así que dijo que sí, y resultó mordida en la
muñeca a causa de su necedad.
La guerra había cumplido una de las profecías del Liber Legis.
279
una música extro.ila, parecida a la china. con al;gíín inst1·un1ento
de cuerda.
La atmósfera de aquel lugar Cr'd tlecididan1entc sobrenan.u-d.I ...
Los fieles fueron entrando uno a uno. Por lo general er.in mltjercs
de aire aristocrático. Sus delicados dedos adornados con costosos
anillos, el roce de la seda, la indefin.ible elegancia de su porte, ates-
ciguaban el estamento al que pertenecían. Me habían dicho confi-
dencialnlente que t\O 1>ocas personas de noble fa111ilia perrenecían
a los satanistas. Todo el mundo llevaba un 1>eque1\o antifaz negro
que ocultaba la parte superior del rostro hacielldo imposible la
identificación. Revestido con co.l'1jnas de 1.erciopeJ.o negl'o, aquel lu-
gar presenlal>a u 1l noca.ble aspecco sepulcral. La 1.ez de las seiloras
parecía ta11 blanc..-.a co1t10 la cera. l·labía tUla luz i11cicrta provenien-
te de un único candelabro de siete br..lzos. Oc itnproviso, la luz se
apagó y el lugar se llenó de 1umores subterráneos, con10 el sonido
de un violento viento moviéndose entre hoja'i inaumerables. Y en-
tonces llegó e l lento y n1onótono canto del sunto sacerdote: «No
existe el bien. El Mal es el bien. Bendito sea el Principio del Mal.
¡SaJve, PrínciJ>e <l e est.e ~fu ndo, a quien el Mismo Dios conceclió su
donl.inio ...
Un sonido de· balido maligno llenaba las pausas de esuts blasfe-
1nas declaraciones...
280
Otra descripción, en esta ocasión más moderada, de estas repre-
sentaciones que tenían Jugar en el estudio de Crowlcy de Fulham
Road, puede leerse en el libro de Elliott O'Donell, publicado en
1931, Rwms of Mystery.
El 13 de diciembre de 1914, TllR-World Magazine volvió a hablar de
Cro,vley. 'IAleister Cro,..·lcy. qt1e ha llegad<> recientemente a Nue\lá
York, es el hombre más extraño de todos los que he conocido. Es
un hombre que suscita la discusión en los demás. Con un intenso
magnetismo, lo mismo repele que atrae, pero con la misma violen-
cia. Su personalidad parece hecha a propósito para dar lugai· a ru-
mores de todo cipo que le acompa1'ian a Lodas partes.>•
En esta entrcvis1a, Crowley aborda la desc1;¡x:ión que Kemp ha-
bía hecho de sus orgías londinenses. • Kemp está convencido since-
ramente de haber asistido a todas las cosas que describe, pero no
fue así. \'o n1e li1nité a l1acer que s<:>ilara con ur1a escena de rr1agia
negra, y él pensó que había ocurrido en la realidad y que yo había
participado en ella. Yo no practico la magia negra.•
El porte de Crowley era tan extraordinario qu~~ no podía por me-
nos de llamar la atención; y den'ás de aquel porte se hallaba una
personalidad más bien remota: Ja del Vagabundo de la Desolación.
281
El •mechón de cabellos como un cuerno• era el símbolo del fa-
lo, y los dos rizos, los dos cuernos de P:m, el dios de la lujuria, tan
caro al corazón de Crowley, quien en 1900 ya había alcanzado el gra-
do 33, d más elevado, del Rito Escocés Antiguo y Aceptado de la
Francmasonería. Al final de su vida fi rmaría 1.odos los documentos
relativos a la O. "LO. con los titules de • Baphomet Xº, 33° del Rito
Escocés Antiguo y Aceptado, 97º del Ric.o de Menfis, 9Qº del Rico de
MiZl'aim•, que constimyen Jos grados más elevados de las cuau·o
corporaciones secretas indicadas.
Por aquél tiempo se alojó en el número 40 de West 36th. Su·eet
de Nm;va York.John Quinn, importante abog-ado norteamericano y
coleccion ista de libros, además de amigo de W. B. Years, T. S. Eliot
y otros conocidísimos escritores, le invitó a la Cena de Navidad. En-
tre los presentes se encontraban el artista Jolm Butler Yeats, padre
de W. B. Yeats, y el periodista Frederick.James Gregg. Fue una vela-
da alegre en la que corrió abundantemente el whisky, el vino del
Rhin y el Chartreuse, al tiempo que fue posible disfrutar de los lar-
gos cigan-os de Quino, quien aprovechó para incorporar a su co-
lección algunas de las obras de Crowley. «Al final, invirtió unos se-
tecientos u ochocientos dólares en mis obras, en lugar de los tres o
cuatto mil que yo esperaba, y esta desilusión me puso en un gran
apt1ro: por aquel tiempo 110 Ler1ía er1 l11glaterra re<:tl.I'S(>s de los que
_poder disponer.»
La nueva residencia de Ctowley se había convel'lido en el cuar-
tel general de la O. T. O . Por lo menos, había otro miembro de la
Orden en el continente americano: el joven neófito Achad {que sig-
nifica •Uno» o «Unidad»}, que atendía al nombre de Charles Stans-
fcld Jones, un contable de Vancouver al que no se debe confundir
con el químico Gcorge Cedl Jonc::s.
Ambos •templarios» :se p t1sieron rápidan'lente c11 contacto. Así
escribía el hcnnano Ba¡>hornct a su hern·1ano Achad:
282
ra una religión nat11raJ . La gen Le gt1sLa de ritos y ccrc.~111onias y ya es-
tá cansada efe dioses hipo téticos. lnsisLa en los beneficios reales del
Sol, la energía lunar, la energía solar )' cosas parecidas )' ver...\ có1no
al celel>1-ar n1erecidan1cntc es1os beneficios, los fieles se unen <le
1nancra 1uás contplct.a a la corricnlc de la vida. Que la religión sea
AJcgrfa, y que su ú~1i co dolor, aunque <ligno y sca·t:no, sc:a la n1ue1··
te; y q ue la ntucrte se considere una pn.1cba, una iniciación . Nada
de tlisírar.ar los hech os, a111cs b ie n , es necesario Lfansn1utarlos e n e l
1-\ tanor [el ho1'110 d el alqui1n ista ] del propio éxtasis. En rcstu11en,
con,iértas.c \'rl. en el funda<lor <le.: un nuevo culto 1-,aga110, IQClo lo
g·r.lnde que pue<lra, en la be1llsi1na ticrr._ \ de la qu.e ha h echo su h C>-
gar. Después ¡->Odr.i incorporar o tras celebraciones para el grano y
el vino, y J>ílr.t Lo<las l a~ co~s ij1iles, nobles y capac(~., de rno\'er a ins-
piración.
283
Todas las descripciones son del mismo tipo. Desafortunadamen-
te, a diferencia del autor de My Secrel Life, no registró sus conversa-
ciones. Ellas no supieron que Crowley las estaba uúlizando como
Ayudantes Mágicos.
En ese mismo periodo fue sodomi7.ado por dos extraños en unos
baños turcos de Nueva Yo rk, y la misma noche practicó la/el/alfo con
un tercero.
Aquélla era su tercera visita a América: y debido a la guerra que
asolaba Europa se vería ob·ligado a pemianecer en aquel país du-
rante algún tiempo. No conseguía hacerse al A111ericm1 way o/ life,
que le resultaba distinto del inglés. Y había dos razones para ello:
andaba escaso de dinero y carecía de amigos. •El J4 de diciembre
(de J914) llegué a la co nclusión de que 1'forcurio era el amo de
Nueva York, por lo que di comienzo, lo mejor que pude, a una se-
rie de invocaciones dirigidas a él, fi.mdamentadas, básicamente, en
el método de la O. T. 0-» A.si pues, durante su actividad sexual po-
demos estar seguros de que invocó al dios, aunque ya no podríamos
decir lo mismo de la calidad y obtención de los resultados. Una de
las preguntas que daban vueltas en su mente era la que se refería a
la fecha en que conseguiría el elevado grado de Magus. Parece ser
que se encontraba un tant<> escéptico al respecto. • Me siento como
si hubiera perdido la i.nspir<tción y la facultad creativa. Me siento in-
capaz de hacer nada, pues t·e ngo que aplicar la geomancia a LOdo lo
que hago. Tic11c brracia, no rt1e er1cuer1tro mal, pero en todo lo que
hago 6ene que haber algo que, de manera radical, está equivocado.
_¿Será ~ue me encuentro ante el Umbral?• El • Umbrah> es la puer-
ta que conduce al propio lnconsciente. con todos los peligros que
impljca franquearla. El 2 de enero de J 915 escribió en su diario:
•Acabo de prac1icar un 1x• para convenimle en un gran orador, he
invocado a Tah uti y he dirigido un sermón a los ha bitantes de los
Diez Mil Mundos a partir del cántico "¡Oh , Señor! Nado en m co-
razón igual que la trucha en el torrente de la momaña"•.
Gracias al inconexo diario de aquellos días, podemos seguir sus
pasos en cierta medida, y saber dónde se hallaba, lo que pensaba y
lo que hacía:
284
énéro, con 1/ 4 de gr. Muchos sueños, al principio molestos, pero
que más tarde fueron extraordinariamente VÍ\<idos y deJiciosos.
15 tkfehrero-. He debido de haberlo so1iado, pero recuerdo que la
noche pasada vi la luna nueva y qt1e sólo llevaba doce horas.
285
l\1r. ()'Brien. t.al era e l nombre del extraf10. 110 se e 11cor1traba er1
casa cuando Crowley fue a verle pocos días después. En su lugar,
otro hombre fue a st1 cnct1entro, 4(co11 las rr1a11os cxter1didas, los
qjos que se le salían de las órbitaS, y la boca que parecía un remedo
de la boca original•. No era otro que Ceorge Sylvester Viereck, el
poeta gennano-americano y escritor de libros ciertamente inteli-
gentes. Si los ojos se le saUan de las órbitas era debido a la sorpresa
de ver a Aleister Crowley, que en 1911 le había sido presentado en
Londres por Austio Harrison, el director de '!7ie Englisli Review.
El rostro de Viereck le resultaba vagamente familiar. Viereck le re-
cordó su último encuentro. Dci<lc entonces, había cambiado la poe-
sía por la propaganda. Y Crowley, ahora en el exilio y buscando tra-
bajo, había ido a parar al ímko lug-.ir en donde podrían darle uno: el
curu1el general de la propago.inda alemana en Estados Unidos.
Treinca y cinco aiios más tarde, Viereck me dio su versión del en-
cuentro:
CrO\\Tlcy 1ne habló dcsplega.udo Loda la fascinatión de la que era.
capaz. & oponía al i1nperialis1no británico, y lo dijo. Creo qt1e a6r-
mó ser irlandés, si no del Lodo, al menos e n parte. Había n1uchos ir-
landeses distinguidos que se negaban a ponerse al lacio de Gran
.Bretai1a. conlOsir Roger (.asen1ent. Tarnbién había algunos ingleses
que por c uestión de principios se oponían a la guerra. Usualmente
no puedo confiar en un tr.iidor o e n Ltn excéntrico, pero recuerdo
q11e varios 111ien1bros del Cobier110 habían dimitido como signo de
protesta por los acuerdos secretos qt1e sir Edv.·ar'<I Grey hal)ía firo1a-
do con Francia. Por consigttie11tc 1 parecía n1uy probable que CrO\\'-
lcy fuese sincero.
286
océano que circunda el mundo y a los c11atro vie11tos del c ielo que
son libres. ~tirando e l a1nanecer, elevo mis 1nanos: y mi alma, de es·
ta nlaner"..t, hacia esca gigan1.esca i1nagen <le Ji<\ libel'tad, 1>royección
é tica de la luz, de la vida y del amor1 que son nues.tra herencia espi-
ritual. En este acto de religión simbólico y lleno de rccogiJ1ticnto.
invoco al único Dio.."' verdadero. de q11ien el ~lismo Sol es sólo tu1a
sombr.i, para que pueda dar a mi cor..tzón y a mis manos la ftterza
necesaria para sostener la libertad de la tierra de :n1is mayores, que
he \lenido a proclan1ar en este lugar.
En este momento de tinieblas. antes de que el orbe paterno de
nuesLro sis1.en1a inílaroe con su beso et océano, yo pro11uncio el
grdll jtu"ameuto de la revolución.
\'rasgo con 1nis n1anos esr.e síinbolo de esclavitud, este salvocon·
dueto de los que csclaviza.n a rni puebl.o ...
287
limpio para .Alemania y Austria-Hungría•), qt1e estaba diiigido por
el propio Viereck.
Leila Waddell, que le había seguido hasta Estados Unidos, no
tardó mucho e n dejarle, aumentando su soledad. Crowley diría, re-
firiéndose a aquellos años pasados allí, que no consiguió encontrar
a nadie a quien pudiera llamar amigo, y que cuando Leila (o L.ay-
lal1) se reun:ió co11 él e r1 Nt1eva York, «tne di c uenta, aJ instante, de
que me resultaba desconocida•, lo que, según él, era algo equiva-
lente a deci~ que ya había dejado de tener iinerés en eUa desde el
punto de vista sexual. «Leila Waddell se llevó las mil lib1-as que me
quedaban y desapareció en la Ewiglreit (la eternidad) >, le escribía a
Gwendolinc Ouer en una <:'arta. Es un poco dificil creer que Leila
le hubiera robado mil libra5, porque él no disponía de tal suma.
Adentrémonos ahora en uno de los aspectos de la mentalidad de
Crowley que resulta más dificil de comprender, si lo que deseamos
es rechazar la idea de que no era más que un traidor. Sin duda al-
guna, sin consultar siquiera a su corazón, Crowley comenzó a escri-
bir para las págiirns de Th.e Fatherland propaganda antibritánica, to-
do lo venenosa que podía, al tiempo que se deshacía en alabanzas
a Alernania. Y Ctta11do, es de StLponer que por sus bue nos servicios,
le fue ofrecida la dirección de The lnt.ematilmal, otra publicación d e
la misma •etnpresa•, con un sueldo de veinte dólares semanales, lo
único que hizo füe llenar sus páginas de tonterías antib1·i1ánicas y
de magi(k)a, que, en realidad, era lo único que le interesaba, utili-
zando los seudónimos de Baphomet, El Maeso·o Thérion (su nom-
bre mágico en la A. ·.A.-.), lord Boleskii1e, Edwaxd KeUy, Adam d'As,
Cor Scorpionis, y otros por el esti lo, sin o lvidar Aleister Crowley, su
nombre auténtico, y aprovechando los espacios vacíos de la publi-
cidad para anunciar sus pro pias obras.
Desahogaba sus rt:sentimientos, pero sin mt1cha convicción. co-
rno si le Luviese sin cuidado el modo de maltratar al adversario y es-
tuviera dispuesto a cambiar de bando a la menor insinuación. Las
consideraciones personales que aparecen en sus artículos antibritá-
nicos revelan que Crowley seguía teniendo mentalidad de escolar:
288
de vive n1i tía. Desafortunada1nence, su casa no fue aJcaniada. Rue-
go respetuosamente al conde ZeppeliJ1 que lo intente de nuevo. La
diJ-ección exacta es Eton Lodge, Outram Road.
289
dor de poca rnonta,.. En cuanco a sus actividades. pienso que obt.'-
decían fundainental mente a un deseo frenético de hacerse notar,
tenía una gran ansia por exhibir su non1bre ante los demás, de una
1nanera u oc.ra. Por aquella. época lo sabía c.odo <Je él. pues dura.11te
un corto período <le ciempo Grey y Balfour estuvieron muy preocu-
pados por su causa. ~·o rtle ft1i a Londres y lU\'é un largo diálogo con
Basil Thompson, de Scorland Yard, y le dije: •Déjenle tranquilo, le
tengo pel'fec1amen1.e controlado. a. él, y 1a1nbién a '/'/u 1'll1Ju!rl.1.rnt.b•.
290
pendientes, en una de las cuales estaba escrita la palabra f"Jtriota y
en la otra, traidor.
•••
había ocurrido es que había estado pensando en aquel pasaje del
Liher Legis cuando comenzó a realizar con Hilarion actos de magia
sexual (D<9 ) ; de hecho, la finalidad d e aquellas operaciones era la
procreación de su verdadero hijo.
En una epístola al hermano Achad (de Baphomet, Palace Hotel,
San Francisco, Sol en Escorpio, Luna en Libra). Crowley se quitó la
máscara y dio su opinión honesta acer ca de aquel gran misterio, la
Mujer Americana:
292
cicdad con los que tuvo ocasióo de hablar, cuando llegó el momcn-
t.o de transcribir a sus Omfe.uions aquel decepcionante incidente.
En el cmnino a Nueva Orlcans se deshizo de la Gata, cuya belle-
za estaba más aUá de sus sueños más preciados y cuyas palabras es-
taban consteladas de espiritualidad, porque con el tiempo había si-
do esclarecido acerca de su fu.lseclad y •por eso era mi obligación
matarla• . La desolación de su corazón era •indeciblemente atroz»,
pero todavía tenía con él a la Serpiente y no tardaron en aparecer
o reaparecer otras mujeres que le 1.mian consuelo: Doris Gómcz y
Gerda Maria von Kothek (la <Lechuza•), por no mencionar, natu-
ralmente, a la exu·aña y horrible prostituta de nu110. Atribuyó el fra-
caso de Hilarion en la Obra a la «respetabilidad• . En otras palabras,
no podía permanecer con Aleüster Crowley, cuyo método favorito
de relación ~exual con una muj er era la ~odornía (per vas 1w.fa11d111n
[por el vaso innombrable]).
Exactamente nueve meses después de los actos de magia sexual de
Crowley con Hilarion, es decir, en el solsticio de verano de 1916, el
hermano Achad se encono-aba de pie frente al altar en su templo de
Vancouver y pronunciaba el solemne juramcmo de Maestro del Tem-
plo: había tenido una Experiencia Mística durante la cual losJefes Se-
cretos le habían indicado que asumiera dicho grado. Y al mes si-
guiente, envió ,,n telegrama a Cr owley, anµnc;:i<\ndolc la gr4n noticía;
había cruz.ado el Abismo y había «nacido» en la otra orilla - la orilla
de los Jefes Secretos- y ahora era, como su instructor, la Bestia, un
Maestro del Terpplo. ¡\quel_proftreso era desconcertante, f?uesto qµe
en 1913, el hcnnano Achad era solamente un Neófito de la A. ·.A.· ..
.i.\_n te CSláS rtoticias, Crc.>\\:ley se encontró en un estado de brran e x-
citación y co1ÚU.>i6n, pues comprendía la relevancia que tenían pa-
ra él. Según dijo, cr.i algo sin precedentes en la historia de la rna-
gi (k)a. Achad ignoraba las operaciones realizadas durante el otoño
por Crowley con Hilarion (siete en total) y Helen '\'cstley (•tres
operaciones al comienzo y :d fin de la catamenia~), que habían si·
do descritaS como •particularmente buenas-, pero no hay duda de
que su personalidad m ágica •supo perfoctamente a su debido tiem·
po lo que estaba haciendo, pues él acababa de nacer como "El Hi·
j o" anunciado en el l .iber l,egis-. Gracias a SlL~ operaciones sexuales
con Hilarion , Crowley pudo preparar con la Gata el nacimiemo de
este h!jo metañsico o mágico. Sólo le quedaba al hermano Achad
encontrar Ja Llave del Liber L.egis y desvelar sus miste rios.
Crowley conseguía dar un paso por delante de Achad, pues,
micnU'l!S ta1uo, había obtenido el grado de Magus 9. 0 " 2°, una inj-
293
ciación (con la ayuda de la Gata, la Serpiente, la Lechuza y el Mo-
oo, a los que llamó •oficiales de este gran nacimiento») que había
necesitado varios meses, hasta su culminación el 12 de occubrc de
1915, coincidiendo con su cuadragésimo cumpleaños.
Mago (o Magus, con específica referencia al grado) es todo
aquel que ha llegado a la Conciencia M<igica. Nada más convertine
en Mago debe proferirse una Palabra. La elegida por Crowley foe
•Thelema•, \'Oluntad, en el sentido de • Haz lo que Quieras•, que
llevaba mucho tiempo ron dándole por la imaginación. • Mi toma de
posesión del grado de Magus estaba relacionada con el hec ho de
que consiguiera identifica1me con la palabra Tbelcma•, corno .::s-
cribiría en sus Co11fessim1s. V añadiría: · Mi personalidad debfa ir con-
fundiéndose poco a poco con ella.• .
No se conocen, o, al menos, no de manera sulicientememe clara,
las circunstancias que, durante el mes de octubre de 1915, acompa-
ñaron a su consecución del grado de Magus; de cualquier modo, de-
bió de llegar a comprender que eran los propios dioses quienes le
incitaban a e llo. Para construir el templo del Nuevo Eón era nece-
sario desembarJt.arse por i=ompleto de las minas del anriguo. Lo que
sí conocemos, de manera :precisa. es la operación mágica que reali-
z6 durante el verano d e 19 16, cuya finalidad no era otrn que Ja de re-
afirmarse. aunque suponía la expulsión del dios del Eón ant.e1for:
Stm•rós /Jarr11clwi&'
o
En eSle ritual, el P1imer Oficial represema una Scrpic nlc, sím-
bolo de Mercurio (el alimento más apropiado para las serpientes
son las ranas). El Misterio de la Concepción se realiza al capturar si-
lenciosamente la mna, y la afirmació n de la Voluncad, al realizar eir
ta ceremonia.
294
ofrenda de oro, y si es posible de olíbano y n1in-a. Ent.o nces solrarás
a la rana del cofre, con muchos actos de homcn'\je, ~· la dejar.is, apa-
rentemente, en libertad. Se la podrá dejar wbre u na colcha multi-
color, cubierta con una redeciUa.
11
Coge des1>ués un recipience <le agua y act!rcate a. la rana, dicien-
do: En el Nombre del + Padre y del + Hijo y del + Espíritu Santo (en
este punto rocía con agua su cabeza) yo te bautizo, oh, criatttra de
las rJ.nas, con esca agua, con el 11on1bre de Jesús de Nai.are[h.
111
Durante el día te acercarás a la rana siempre que lo juzgues con-
veniente, y profcrir~\s palabrdS de adoración. Y le rog-arás que cwn-
p la Ctn[os milagros c<>mo desees, y ellos serán realizados gracias a
Tu Voluntad. Además, prometerás a la rana una exaltación conve·
nient.e para ella, y, 1nientras 1.anto, consu-..1iráis, en secreto, una cruz
sobre la cual la cn1cificarás.
1\1
Cuando haya llegado la noche, arrastrarás la rana y la acusar.is
de b lasfen1ia, sedición y cosas parecida.~. con estas palabras:
Haz lo que Quieras será toda la Ley. Mira, Jesús de Nazareth, có-
mo has sido apresado en nti tra111pa. 1\ lo largo de coda mi vida me
has atormentado e insultado. En n1 nombre -aJ igual que o tros es--
píritus librf'".s de la cristiandad- he sido torturado en n1i infancia; te>
das las delicias me han sido prohibidas, l' todo lo que tenía me fue
arrebarado, y lo que se me debía no 1ne fue pagado ... en n1 non1bre.
,\ _ho1·a, al ñn, te tengo; el Dios-Esclavo se haUa en poder del Señor
de la Liberta<l. ·ru hor..:i. ha llegado. Y cuando te borre de cst".t tierr.-
el ecijpse desaparecerá, y la Luz, la Vida, el Amor y la Libertad se-
rán, una \1e't n1ás, la Ley de la Vi<la. Céden1e tu puesto, O h, jestís,
pl1es tu Eón se ha consumado y Ja Era de Horus ha sido suscitada
f>Or la tvl~i.bYi(k)a d e l tvf.acstro. la Bestia, q ue es Hombre; y su núme-
ro cs1seis cientos y tres n1arcas d e a doscientos y seis. Alnor es la L..)'1
amor b~o el dontlrüo de la \'Olunta<l.
(Pausa.)
Yo. TO Méga ·rhéri.071,, por todo lo expuesto, te condcno 1 Jesús.
dios-esclavo, a ser escarnecido, escupido y flagelado y, después, c.ru-
cificado.
295
V
A couti11uació11, se ejecuta Ja .sc11 tcucia. Después de haber escar-
necido la crllZ di r.ís: Haz. lo q11e Qt1iierasser.í toda la Ley. Yo, la Gr.in
Bestia, al mala.ne a ti, Jesús de Nazar cth , el dios-esclavo. bajo la for·
ll\a de est.a criatura de las rana.~. la be11digo e n el n ombre del + Pa-
dre y del+ H ijo y del+ Espíritu Sa1l1.o . ' ' astuno Jlara 1ní y to1no a n1i
scr\licio e l espíritu clc111cntal <ic esta rai1a, para q ue se.a rn i espíritu
fun1iliar, y vaya sobre la tierra como mi g11ardián en la ObrJ. par.i el
Hombre; par.i qL1e los hombres puedar1 hablar de m i piedad y gen·
tileza y de todas las virn1des y n1e ofrezca.Ji amor y servicio y todas las
cosas 1nateriales q ue pueda 11ecesirar. Y ésra será su recompensa, es-
tar a mi lado y oír la verdad que musito, por lo cual la fdlsedad dc-
frat1dará a los homb res. An1or es la Ley, amor baj o e l d o n1inio de la
voh1ntad .
Dich o esto. 1.o rnaJ1do la Daga del Arre apt1iialal'"'.is el COl"azón de
la rana, diciendo: E1l n1is 1nanos rec ibo n1 espírit11.
VI
Desr>ués t1as <le quitar la rana de la cru:i y divi<lirla en dos partes:
cocinarás SllS ancas, con1iéndolas como un sacramenlo, en conA.r-
n1ación de t11 pacto con la rana, y la o tra n1itad la q L1e111arás con1·
plct;imcntc e n e l f11ego. para consumar tOtllmcn tc e l Eón del mal-
dito. ¡Q!Je así sea!
An(no) XU Thc Adams Cott;tgc
Scll t•n C::inc«.-r c; Pr<::·1 rll" R ri.~1n l
sido enviada con algtin propósito, pues e ra idéntica a I;; rana que
a11tcs rncncio11é- ~ .
F-s sorprcnclcnt.e que Crowley no reconociese Ja p uerilidad de es-
te ritual. Después de haber expulsado a Cristo (en la fonna de una
296
rana) , se ponía en su lugar, que era lo que eslaba deseando desde
que, en su fuero interno, decidió que él era la Bestia de que habla
el Apocalipsis. Algunas personas son débiles e incapaces, por ello,
de hacer nada, pero Crowley convirtió aquella debilidad suya en
una religión, •Yo, la Gran Bestia... • .
Llamó al rinial de la rana •la constamción de la Maldición del
Grado de Magus-, una f.r.1se que revela su actitud contradictoria res-
pecto a todo, incluso hacia sí mismo. Los dioses no tardarían mu-
ch o en p romocionarle, una vez más, al grado illJJ1ediato.
Se había instalado en e l Adams Cottage. Se desencadenó una
tormenta que azotó el lago. •<fui a poner la canoa a salvo. Cuando
volví, me encontré con una familia, padre, madre e hijo, que se ha-
bía guarecid o en el porche de mi casa. Es1aba calado y fui a cam-
biam1e de ro pa. Apena5 había acabado, ·c uan do un globo de fuego
cayó a pocas pulgadas de mi pie derecho, y una ch ispa ascendió ha5-
ta el dedo conuón de mi mano izquierda Todo esto me pem1ite
constatar lo siguiente: l) La iniciación es válida y los Maestros me
necesitan, lo que explica mi caída del caballo en 1905, en la fronte-
ra entre China y Binnania. 2) Había pensado, repetidamente, que
esta iniciación no tendría otra salida que la muerte. Estaba conftm-
dido.•
Se sentó y escribió ajon es, el hermano Achad, acerca de esta se·
ñal d e asentimiento que acababan d e da rle los dioses inmortaks.
Pero las pá¡,.;nas d e su diario fechadas eotre los d ías 12 y 17 de julio
de 1916 nos r~>vclan que aún seguía con sus duda5 sobre la validez
de la o bte nción de su grado de Magus, y que éstas se habían hecho
más profundas.
297
tido del grado. l\1e e1l.cuentro, sin11>le111ence, incapa.z de ll.acer nacla.
Y no pt1cdo elevar el esta.d o <it ánimo de nú 111cnte }1acicndo na<ia
material, pt1es car ezco de a1c<iios. Me he sen tido tentado.. por ~jem
plo, d e crucificar ttn sapo, o d e copular con ttn pato.. con tina ove-
ja, o con una cabra, o d e pegar fuego a una casa. <> d e matar a al-
gtJien con la idea -y por s11p11esr.o q \1e sería totahne11t.e n1ágica- de
que alguna violació11 supteooa de todas las l eye~ quebranta1·ía n ij
Karn1a o anularía el enca11tamicnto q ue parece aprisic>nar1ne. Pero
no puedo hacerlo, debido (principalmente) a mi poca fe en q ue,
dadas 01is actuales circu nstancias, d iese resulta.do.
Q1llzá n1c prcoct1pe d en1asiado por el ..:¿Cuá11do seré libre?•.
Quiz.;.i después d e haber predicado tanto a los dcm~ís sobre serpic n~
tes y colibríes, h e acabad o por convertirme en tm proscrito. Por lo
d emás, tod os los tipos de adivinación q t1c he probado en este senti-
do 110 da11 sino rest1l1ados negativos.
O nútia uno de los corolarios más importantes del mensaj e que
recibiera ayer n1is1110: no debo dispersarme en cualcsq1licra consi-
d eraciones sino en una sola: el predicar mi Ley [de Haz lo q ue
Quieras], ya de n1a11era direcra o medianre el Arte.
C<)n la. paJabrn «arte• no se refería n o tn1 cos¡-1 que a Ja realiza·
tralJ~j ~ pictól'ic;us ~llH.:: úJ Uu1a1ucuLt: había ~sLa·
c;iú11 ili; tui Li¡>o cJc
do ejercitando, sin haber recibido nit1gt1ua e dtteació11 e11 ese cam-
po. Como pintor, hay que decir que se adelantó a su tiempo. El
anuncio que publicó en el periódico es característico de él:
Btu;co
298
como en Otl'a parre del tronco Cl'ecía una pl'otuberancia que pare-
cía un falo, suscité, con la a)'ttda de mi poder mágico, una copula-
<'ión a escala gigantesca. El falo se convirtió, prin1era1nente, en la ca·
beUt de una gran serpienle~ que se deleitaba1 de manera apreciable,
con cada uno de los t>csos que daba a aquella poderosa vulva. Cuan-
do, aJ fin, se de.,·u1nbó agotado, y su cabeza coroen.zó a arder, rnan-
tuve erecto el astil aprclándolo cono-" aquel colosal Arnor, de suer-
te que ambos resplandecieron y .se consumieron j untos, en completo
gozo.
300
"
humana qt1e desee ree11ca111arse. ~1ás adelante, deberá dibujarse
una gran circunferencia, cuyo inte rior será consagrado como la es-
fera de la operación, procedie11do a las t-Ormulas de expulsión de los
dfoz Séfirot, y especiahneote a la de l<ether, que deberán ser repe-
tidas hasta cinco y siete veces diarias. La muje r nunca deberá avcr1-
turarse en el exterior de aquel gra11 círculo...
!101
Se trata, no hay duda, del dandy Aleister Crowley en sus años de
juvenmd.
Una anotación hecha en su diario el 6 de mayo de 1917 consigue
recortarse contra estas nubes de incienso que Crowley se prodiga a
sí mismo:
302
15. Roddie Minor
30 3
de mis crímenes. Aún rec uer<lo a los niños sian1eses qt1e desrripé.
Tn<l:t la nochr. 1 ~ )'l:t.~C- ~o tl anrlo av~ni:11 r'..s$;, a cuál 1ná.~ ~'irlica.
4 de j11.lilr. Acabo de tener lUl sueño, que tenía que ver con una
orgía que celebraba con tina maravilJosa n1ujer negra, de 1.1 na tribu
clesco11ocida: el cabello no era tot.aln1e nte negro, y ella er& m¡ts bie n
pequeña. .n1aciza, m11y tien1a y d t1lcc 1 e irradiaba devoción y scnti-
n1ic11tos hog--dreitos. Dentro del aJ10 tenía un 11i.ño.
18 de julio:. Muchos sueños extraños pero hay uno en panicular
que n1e llama la atención: tinos amigos y yo íbamos a visitar a u11 ex-
trttf10 Rey Negro. que a1>arecia acompailado por s11 esposa y no
recuerdo si 1>or su .hijo o por 11na segun<la esposa. A 11lí n1e había
se•1la<lo a su d erecha. Nos llevaron m11ch os platos para que comié--
rarnos. El ú lti1uo COtlSistía en 11n honlbre cocinado en una cacerola
de forma t.:ospecial para que c upiese c 11 eUa. E.l Rey Negro corcó una
loncha d e la c-~beza y me la dio a probar. Estaba deliciosa, tan tier·
na co1no e l cordero y tan sabrosa como el /ole gra.r. Me sorprendí a
rní 1.ni.s1110, porque esv'lba a pttn f.O de peclir 1nás ... y e n ese mon1en-
to me desperté.
EJ 23 de julio estaba en Bos1on. "'Me han robado treint.."t dólares.»
Al día siguiente regresó a su refugio , en el Adams Couage. El 26 del
mismo rnes_. tall6 ~con instrwnentos poco apropiados. pero con
muchri dificuh:ad y alegría, un feticl1t fiilico. q l1e podría ser.ir dt~
dildo, de "una o dos pla>.as"•. La palabra di/do, e n e l sentido que le
da Crowley, oo se en cuentra en el Sh()rler O:eford DictiG111iary, ya que
se trata de ~·tu1 juguete femenino ... , es decir1 tln pene artificial o
...consolador».
Después de haber leido, durante aquel verano transcurrido en
su mayor parte en el Adams Cottage. el prefacio de la obrn de Geor-
ge B.crnard sro,.,•, Aridrocks a.11d tfu Lion. una obr a d e teatro de con-
tenido reLigiow, el estudio de frazer sobre los dioses de la vegeta-
ción que mueren periódicamente a lo largo d el ano, H1e Vying (;ad,
)'-lo q1.•e res 1.1lt~ bast~nte sorprenden.ce- la J>.5ico/.cgfa. ~1Rl inconscin.t-1t
dejung, posiblemente en su traducción i l inglés, Crowley escribió
una o bra de una5 setenta mil p alab~, a la que dio el título de The
Cospel Acc()rditlg to St. Berna·rd Sliatt•. No viene 3 ser otr:l co.!>a que un
reYoltijo del !\uevo Testamento, la obra de Shaw, economía, histt>·
ria antigua, mitología, las drogas y sus efectos, y otr;is materias, que
a.cabn con llll an1plio fragmento d e uno de l<>S pocmF.s de Crowlcy,
•The Sword of Song-, y con otro igualmente largo de su drama en
verso The Worlds 1'tag•tly. Es una obra atipica, denu·o de la produc-
ción crowleyana, cuyos objetivos aparecen confusos y cuyo final no
se comprende.
305
A pesar de estos sentimientos, él ern incapaz de hacer nada si no
tenía a su lado a una mltier y, si hemos de hacer caso a su diario, en-
tre el 29 de mar¿o y 22 de agosto de 1916 tuvo cinco amantes, a las
que dio los nombres de •el Mono•, • la Rata•, •el Búho-, • la Rana~
)'•la Chi\'a». Gastaba mucho tiempo y energía buscando mltieres.
• Gloria al Santo Falo• era el objetivo que perseguía con la actividad
sexual que r ealizó eli de octubre de 1916. Pero ¿realmente se preo-
cupaba del Sanw Falo? Dos días más tarde, realizaba otra operación
sexual con el mi,smo propósito:
306
negra no era otra q ue e l propio Crowley. Su pa5i6n -simbolizada
por las rojas vestiduras de los monjes- no le estaba conduciendo a
ningún lugar.
~07
22 de rlicüm1bre. U n apasionado 1.elegran1a del ..·Oficial ~:1'0110 .. 1ne
invita a pasar Ja Navidad en Nueva York.
22·24 de diciembre (111edia11ochej. Sólo "ºY a eKribir que desde hace
dos días tengo la premonición de que va a ocl1nir algo in1portanre.
26 de dic.ie111bre. 9:5'1 />. ni.: ~fe encuentro en 1ni déci1no 1>1·i1ner día
de huelga; I0:,2 p.m.: Creo que la buelg-• eslá por finalizar. La ver·
gilcnz..i. rcraerd sobre Ellos [los dioses) si me n1ucro de hambre.
27 de diciembre. Encontrándome casi sin recursos, reanudo mi tra-
bajo. No tengo papel de escribir. ni n1ucho n1enos dinero para con1-
prarlo. ~1i efectivo se reduce a la cantidad de 70 centavos.
308
Durante 1917, pued e hablarse d e abu ndancia de opera, e n lo re.
lativo a lo sexual, realizada con una c hica de orige n holandés d e
Pennsyl,iania, Anna Kat11erine Miller. Vivieron j untos en un aparta-
m ento amueblado e n la esquina d e u na casa que daba a Ce n tral
Park West, cerca d e s u límite norte, qu e linda co n la calle 110. • Re-
p osábamos y alegrábamos nuestro espiiitu•, escribió Crowley. El
m étodo d e sexo mágico que utilizó con eUa fue, imoariableme ote,
per vas n~Jmidtw~ una p e1v ersión que quizás agradaba a la joven , o
que tole raba por amor a la Gran Obra. Pel'O después de llevai· al-
gunos m eses haciendo de Rame ra d e las Esu e llas, com en zó (según
Crowley) a da rse a •orgías de so litaria e mbriaguez» y se se pararon.
El mote· que Crowley le había puesto e ra e l de • el Perro• . Durante
el tiempo que es1uvie ron jumos, é l siguió atendiendo a sus devo-
ciones para con ou-as muje res.
El vado dej ado po r •el Pe11'0• fue inmediatamente llenado po r
·•el Camello•, e l ape la tivo de Roddie Minor, una muje r casa da que
estaba separada de su marido:
Fisicam~n•e, era un magnifico animal, con un cerebro de hom·
bre bie n provi.\to de cullura general y de una csp~-ci al pl'~"<lisposi
clón hacia la química y la fanuacla... Yo le <lije que teuía el cerel>ro
de un homb re. pero a pesar de todos los esfue rzos, todavía queda-
ba un oscuro rincón en el que su femineidad se había refugiado y
de~de e l cual la cle~fiaba a que la desalojase d e allí... La trataba, e n
roclos los a•pe<:tos, como a una igual, y durante algt1nos meses las co-
sas fueroo igual de tranquilas como podrían haber ido si ella h u-
biera sido realmente u n hombre. Pero aquella parte avasal ladora de
su cerebro comenzó a e nviar afuera stts espías aJ amparo de la n~
che ... Y así nació en ella la idea, que más t.:"lrde crecería, de que era
esencialmente inferior a mí. Comenzó a sentir mi personalidad co-
mo una obsesión . Comenzó a temer que podía ser dominada, aw1-
que era perfectamente consciente de que ro no deseaba nada de
eso, puesto que sn libertad me era necesaria para poder goza r de
ella. Pel'O no consig\lió li brarse de aquella aluci nación y cuando e n
el vera.n o de 1918 n1e dis1>use a realiZ:ir un Gran Retiro !\1ágico re--
corriendo el Hudson en canoa, decidimos separamos'.
309
cha de hombros y de rostro simpático. Recibió el nombre de •el Ca-
mello» porque ayudó a Crowley a cnnar el desierto {es decir, aquel
período árido de su vida) y a encontrar- un oasis. Al menos realizó
una función que foe muy importante para Crowley: presentarle al
mago Amalantrah. Todo sucedió de la manera siguiente: el 14 de
enero de 1918, mientras Crowley estaba sentado en su escritorio es-
cribiendo The Book o/ Wisdom tmd FoUy (Liber CXJ, Aleph) [El libro de
la sabiduría y la locura]. que consiste en un amplio comentario so-
bre el Liher Legis, redactado en fonna d e <:arta enviada por el Maes-
tro Thérioo {Crowley) a su Hijo Mágico Achad (Jones), y mientras
el Camello fumaba opio, recostada en un colchón tirado por el sue-
lo de su apartamento de Nue\'a York, Thédon se dio cuenta de su
presencia de manera súbita y casi brutal. cuando mencionó un hue-
vo que estaba observando en Ja visión que en aquel momento Ja em-
bargaba. Crowley, que la había utili~.ado sexualmente de la misma
manera en que lo había hecho con el Perro. respondió que no le
interesaban. sus visiones, pero la referencia al huevo le hizo pensar
que quizás Ab-ul-Diz estaba intentando contactar nuevamente con
él; pues en la instrucción final que Ab-ul-Di.z les djera, a él y a la her-
mana Virak.am. constaba que debían ir ·hasta un desieno para bus-
car un huevo debajo de unas palmeras. Desgraciadamente, la rup-
rura de Ja relación había impedido a Crowley partir hacia el norte
de África en busca de aquel huevo; y durante todo aquel tiempo,
había llegado a olvidar al mago Ab-ul-Diz.
El nombre que el mago Amalantrah solía dar a Roddie Minor
era el de Ahitha y, también, en alguna ocasión, Achitha.
. ~
310
la, y que eran acariciadas a la vez. Cuando se lo he contado a Thé-
rion, ha sugerido que d ebería inten tar obtener algún tipo de men-
saje de las visiones, y, si no, por alguna otra vía>.
Crowlcy e ra un experto viaje ro de aqueUos planos y conocía la
mane ra de interrogar a las entidades - magos, reyes, reinas, mucha-
chos, d emonios, monstruos- que solían aparecer en eUos, para des-
cubrir si e ran am ist0sas u hostiles. En tal caso sabfa cómo expulsar-
las inmediatamente.
aban al re}'·
El rey se fue hacia un lado (d e la >isión) y un mago le cogió del
brazo an1.es de q ue ambos desaparecieran. El 1nago n1e miró sigrü-
fic-a1jva1neote, ca.'i"i con un g uiño. Era un honlbre 1nayor, con u na
barba gris y vestido con una larga rúnica negra. Era infulitamente
~lJ io. Lo~ tltm c111,la1·011 en uua «.:uc::,~tt «.¡uc ~a l.nía e n la base:: de una
montai1a no 1nuy alta., en la orilla de una extensión de agua. Cerca
de la entrada de I• cueva se oía el mUJ"mullo de un manantial de
agua fresca y ch ispeante. Entré en la cueva y vi que estaban hacien 4
3 12
tro de un nicho, adornado con un dosel que había sido excavado en
el flanco de la n1or1t:aña. En otro lttgar totalmente diferente vi al ma-
go que esraba sencado d eb~jo de tu1 árbol, abanicándose. Ante una
sugerencia de T hérion, me acerqué a él y le pregttnté su non1bre.
Me sentí tremendamente espa111ada y tuve Ja 1nisma sensación que
C'\lan<iO ]e 11abía hablado antes en la ca.:1cv-.i; era u11a especie de ver-
giienza y de sobrecogimiento. Se limitó a sonreírme y no contestó.
Parecía que yo no tenía st1fi.cie111e confianza con él co1uo para ql1e
n1e dirigiera la paJabra. 1>ara ql•C 111e d~ücra algo, yo debía ence11der
u11 fuego co11 unos palitos de cierta maner.t que él me enseñaría. De
algún modo: un ni1i.o estaba relacionad() con el hecho de que yo en·
cendicrd aquel fuego; era como un rimal. Yentonces un magnífico
lcó11 ap~•reció junto al ft1cgo. El mago l levaba toda\'Ía en sus manos
algunos palitos. Sonrió}' dijo: «Hijo». Y e ntonces vi u 11 mar.ivilloso
niiio desnu<lo, de unos cinco o seis años, bailando yjugando en el
bosque, frente a nosotros. Tl1érion rne preguntó entonces qué as-
pecto habría te11ido si hubiera estado \restido, y cuando le veía con
ropa<i convencionales, parecía i11cón1odo y repri111ido. co1no si lle·
vase una piel de tigre. En un sitio cercano al lugar en donde había
encendi<lo el fuego. se enconc1·al>a una gl"'ct11 tortug-a, erg,aida coo10
tu1 pingi1ino.
E l mago ge se n1i~1 nluy fe l i z~· s;ii1isfecho. Se 10en1.ó y 1ne tend.i ó la
nla110, l1acie ndo q11e nle sen tata a su la<Jo. Mitntl'aS- obse.1"v·t:lbin1os
a.1 n i1io, me al>1·mó tic1•rn1n1c ntc co11 :'J\.l 1>1-azo i1..qtliCl'dO y di~ ¡>t•!K> mi
cabe-ta sobre la parte izquierda de su pecho.
Y dijo: e Todo se halla en el huevo ....
313
Q uinta Avenida: eso sólo habría significado que el mago e n cues-
66 n había d esce ndido al plano d e la ilusión, y que por eso le veía
«fisican1ente».
E'. l domingo 20 de e nero, a las tte' en p unto d e la mañana, la vi-
si{>n se reanude) con la asistc11cia de la Scrlora ele N11cstros Sueños,
o sea. e l <">pio.
•Solicité al mago que me enviara un me nsaje•, escribió Ahilha.
•Apareció una le n-a A mayúscula, m uy grande y d e co lor rojo, de la
que salió un águila que se fue volando. atravesó el bosque a ras del
suelo y sobrevoló algunos prados. Un piel r~j a Uegó corriendo co-
1110 el vien to. Era magnífico, como en un cuadro.»
Una hora más tarde, Crowley se reunía con eUa.
3 14
Cuando IJeganlos a la aldea, que se llamaba Panuuel ~, vimos una
iglesia en tina plaza que Lenía tina ft1ente n1etáüca en forrna de c.r
no; de cada uno de los pétalos del cono brot;iban startidores d e
agua. Más adelante, la fttente la.nzó t1n chorro de llamas. El enano
estaba en aquel momento con nosotros, y le preguntamos quién era
el custodio de la fuente. La fuente se abrió y de ella salió el rey (el
d e la visión d e la senlana pasada) con tinos papeles en la mano. Uno
era. t111 1napa tic Sudamérica, nlientras qt1e los ~·esta1l1.es eran docu-
mentos legales, escrituras y cosas por el estilo. Le prcgt1nté por e l
1ne11saje y sigi.1ió n1irando los doc tnlle11tos, pero finalmente acabó
por c11viarnos al 1nago. ·
Scgt1imos e l arroyo y atrdvcsao1os el bosque basta donde se en-
co111raban e l mago y el niño. Daba la impresión de que se sentían
ttn c...1nto solos. Le prcgw1té su nombte y 1t1e dijo: ;.¡¡\n1aJant1~t\h ~ . LA!
pregtinté qttién era yo y 1ne dijo: .-:Parte tiel l<"""· Le pregunté pot e l
n1ensajc y é l intentó e lttdirme de todos los 01odos posit>lcs, envián-
dome pequeñas visiones. En tu1a ocasióu d~jo: «-Ve», co11 lo qt1e yo
entendía que q uería que fuera a algún l11gar. Después dijo: «Egipto ....
No se 1nos1J'aba n1uy a1nist.oso con n1igo y siempre parecía estar
preocupado.
Anees de que se acabara la visión, Crowley le pidió que pregun·
taSe al mago cómo se deletreaba Baphomet. Intentaba conocer por
el medio que fuese la ~Tafía correcta de aquel nombre, para tener
así su númerc> <:abal ístico; tar11biér1 qt1ería conocer su sig1lificado. Si
el mago que se hacía llamar Amalanlr.ib pudiera contestar a es;;s
dos difíciles cuestionl:"s., n .<l h~ b.rf:• d l1tl :a alg~1 11 ~l •J e q ue s.e- (r;tt:1h:1 rlt"
tlll n1ago auté11tico.
315
Crowley indicó que no conocía nada d e h e breo y muy poco de
griego, aunque d la era doctora en farmacia.
En el diario mágico de Crowley, Rex de Arte Regia, se recogen los
mismos eventos narrad os por Roddie:
3 16
Mogie', donde había repo·esentado al Diablo del Tarot como Ba-
p:homet. Es un grande y portentoso Arcano, y no dudo que me con·
ducirá a muchos otros n1ísterios del Santísimo Reino.
\' dcspu6:
...
gunla, aparecían varias leu·,1s, el resuhado final se obten fa sumando
l<)S n1írneros asociaclos a cacJa urta de ellas.
Un número en letras romanas, si no pasaba del XX.O, remitía a
uno de los Arcanos Mayores del mazo del Tarot, cuyo significado, de
acuerd o con Crowley y las enseñanzas de la Golden Dawn, había si-
do o btenido de uno de los veintid6s senderos del Árbol de la Vida.
La aparición de un signo planetario o zodiacal se inlerpretaba
según su significado u-adicional.
Seis bastoncillos. o segmentos, de manera continua o a trazos,
pt1estos unos encima de otros, solían aparecer, en oc<tsiones, como
respuesta a alguna pregunta. Ello quería decir que la contestación
de Amalamrah se efectuaba por mediación de los sesenta y cuatro
hexagrnmas del l Chi>ig. El mago, en suma, sólo contestaba a través
de alguno de los sistemas ocultos con los que Crowley se hallaba fa-
miliarizado.
Las preguntas eran realizadas verbalmente. En ocasiones, s6lo
era p1·onunciada la letra inicial de cada palabra:
318
Parece com<> si todos estu.,.ierai1 tristes o, al menos. silenciosos y
preocupados. Me acerco hasr.a el mago y 1.e preguoto si tiene algo
que decir. Se sieoca en mios escalones y me invica a sentanne a sus
pies ...i\larga las manos, co11 la:s palmas hacia abajo y comienza a ha-
blar: «Érase una \fez un l101nbre y 11najove11)•. Me doy cue11ta d e que
aquella h;,isr.oria l1abla de 1ní, e ins1a ntáilearne11te detengo la narra-
ción, puesto que no qlliero que en todo esto entl'en cuescioues de
tipo personal. Es necesario su primir el ego111•
(La verdad es que 1ue e11cuentro n1uy t1-astor11ada y descontenra
por e·I modo en que Thérioo interfiere en la conducta que yo roan-
teogo hacia él. H e estado inHentan<lo encont.rar el método mas
apropiado pa1'a poder cootinuar y he Uegado a un punto en el que
tengo q11c intc11tar ol,,.idarlo todo, en otra.s palabr..\S. te ngo qt1c ol-
vid.anne de que lo que siento es lo realmente cieno.)
Me v11elvo y le c11ento a lltérion la parte de la \isión q11c hace re-
feren.c ia a mi ego, y él insiste en que d ebo suprimirlo. ~1ás tarde.
mientras hablamos. Thérion me ataca d e nue\ro por haberle acoiri·
ciado duranr.e la noche. Si lo h.ice f11e para olvidar las dife re ncia5 e xis-
leotes entre nt1estros ¡>LmlOs de \~sea. St1s ol>Sel"\1aciones me clejaroo
sin aliento, pues me parecía que é l se cnc<>ntr.iba demasiado lejos c<>-
mo para poder con1pre11der toda la verdad que subyacía en ellos. Ac;í
q11e me volví hacia e l n1ago, con inte11ción de pregu11tarle lo que te-
nía q-.1e hacer. Cua11do le vi, S"11fría ttn ataq11e de 1isa, )' 1ne dijo: «Te
has queooado nuevamente los dedos; a Thério.n debes dejarle en,,.,_
La única salida q11e tienes es 1io preoc11pmt1>. \ feo 11n nítido destello
de luz centelleante, q11e me confirma la verdad de aqu.e llas palabr.is.
J2 th flhm11 11'1! r91 H. C:oc1 Mrs. F.IAA I .iorkc. Ot>~p11f.M~ <l~ r.tnar.
f\.1rs_ 1.inck:r:-» o h 1:.rrn~n :t R;.'1 1í•rl1)n » sf.• f,;¡h(:"-1 11rlirlt'l ~ ,-..11 ,..._~ ; harí':1
algún tiempo, había emfado diez dólares a Crowt~1', quiz¡( por a~
gt•n.o de stl !í 1ib.ros. .Su n.úrnero 1: r~ 144, t! I r1.1ín1.1·r1) dC'J Jg t)n d(·I
Teu·1plo.
•fo (.1\chilha) v:;o c;1uc el :;.:;:d>io se; pone:: c:n p it:. 1\llí s.c: c:11ct.tcntr.t
el llUf'.'<•: el Jlili n ~ halla ~en 1a<lo rlehajo <le 1111 ál'hol, l':U}'a" raíct.-.IO
p·ucdcn los sit.ivs en donde la llu.,,.ia ha afl'Mlrado la tie.-i:a.
\'C'f.SC c11
F.l lt>tln, la ton11g:'l y t·~ l ~cndr.·ro q11f: llt)!l;:'I :11 la 1nn111á 1la sigu ~n r.s1a 1'1-
tlv allí, al igual \{lit lv~ 1 c~lv!i (afl>vui.taclu:: lle Jo~ p.."l.lilv~ c:.on les qi...c
h ~ hí~ PTICPt'!dicio mi f•rim ('r fup_gn, aJ larfo rlrJ mago. S.·d11cfo ;;) m.a-
~u; Sulaa11t Alriku.1:t. Uv.tut.a la llüHtu i.t.qui1.:1<la; t.ou t.-1 1uo ...iu1iu11u
caen pet'l ~s o jo?a~ de sus (ltdos. D.ire· ..AJna1"<1 n th1.1~..
$19
P.: ¿Co11 qué tiene relacióu la palabra t\111arancl1us?
R.: Veo 11n barco q t1e se dirige hacia el S11r, cargado de mercan,.
cías d el Oriente ... mactera cte sándalo. Veo un 1>ez dorado que ha si-
do arrojado a la play-.l. Parece como si Amaranthus significase a lgo
sagrado: la Luz Sagrada.
P.: ¿TJ1érion reali1.ará algi.1na obra importante e n el a ltar q11e va-
mos a erigir en Egipto, adonde tenemos que ir para e ncontrar el
h ttCV<>?
R.: La función del a11cia110 n1ago e11 lo que a mí concierne es oJ>..
te11er la verdad. Gracias a n1í, conoce la verdad, sirviéndo1ne de
guía . Esilera d e nlí que "ªya a Egipto a b11scar e l h uevo. También es-
pera que '"•y• Thérion. La obra de T hérion es una obra grandiosa.
P.: ¿Cuál es el nombre mágico de ~1rs. Lincke?
R.: Sazedon. Veo una gran nube blanca sobre la que h:iy un re~
plandor, q ue se conviene en una cabeza de ca111ero. En el suelo hay
ttna rana. El mago d ice: • Mttc ho es lo q ue p uede aprenderse del sa·
po• . El sapo es el símbolo de Bazedon.
P.: ¿Cuando Bazedon está en petigro, debe visualizar el sapo?
R.: No. Se trata de un símbolo más general.
1,.: ¿fo~s opor[lll'\O co 1ne1l1.at a b l1scarel h uevo? ¿C11á1)(lo debctnc)~
poncn1os en camir10?
R: El huevo es una obr.t qt1e d ebe ser c um plida .... la Gr.tn Obra.
Pttcs cumpliendo la o braJ te ndre mos la U~l.ve.
P.: ¿Es ésta la misn1a \.isión q ue tuvo \firakam?
R.: El trabajo d ebe prosegi1ir y tiene q 11e l1aber un altar, levanta-
d o en Egipto. Veo al re)'.
P.: ¿Quié" es el rey?
lt: Veo a O.l.\1.\1.l.0.". T hérioo es el Sumo Sacerdote.
P.: ¿Quién es la Suma Sacerdotisa?
R.: Veo a ti.n a n1ujer alta y bastante be llaJ ysu rostro tien e una ex.
presión muy agrddablc. Tiene e l cabe llo negro.
P.: ¿Cuál es la función especi.al q ue debe desempeñar Bazedon?
R.: Veo nttev-.unente el sapo. Su función es como la d e 1111a ma·
cl re, Jll'Otegel'. Sienlpre l1ay tina haz clorada, d estel.laJldO.
1,.: ¿6.s.a ..e.O.? (¿Bazedon se· asentará en Occid·c ntc?) [Lo que
equivalía a pregt1ncar si se que<laría en los Estados Unidos.)
R.: Veo eJ gra110 c¡ue crece, al rc<lcdor d e un zorro. Hay cestas lle-
nas de grano. u n ágt1ila y u n lu.1evo en el sucio cerra d el gr..tno. El
ágtlila vigila e l h uevo.
P.: ¿Quién es el águila?
R.: Veo e l sendero y algo qllC se cst..1 formando, de una materia
320
indefinible, como pasó con el huevo en la primera visión. El águila
csL-i en el cielo, al otro lado del mago.
P.: ¿Cuándo 1cnemos que Irnos a Egipto?
R.: \'eo dos cxtrn 1ic>s :'lni nnale~: 1tlt:l.-t 1.au gra11clc$ co1no caballos,
tirando veloces de un cal'ro. Veo cuc:-in1a a 'l'l1é1ion~ rodctl<-io de cua-
tro caballetos, todos 1r1uy apret:a.dos. Hay uJaa 111aravi Uosa expresión
en s11 rostro, la expresión de hallarse consagrado a algt1n<' grandio--
:;;t ol>ra.
P.: ¿E.v.d,j.e.u.b.d.p.c.c.v.? (¿El veinti uno de junio es un buen
día para comc11za1· el ,faje?)
R.: Veo una cabeza de caballo. El mago n1L1eve la n1a 110 forman~
321
indica que Crowley no halló en ella una presa fácil . AJ parecer, Olun
bu~aba amor en el antiguo sentido del término, que Crowley defi-
nía como • histérico, seudo-rnmántico y técnicame nte exquisito, es
d ecir, de tipo europeo•. Cuando, tras •dos semanas o así de preli-
minares», consiguió de eUa lo que se proponía, el acto de magia se-
xual tuvo como finalidad «la libenad, para todos y cada uno de los
tres: para nú, que podré afrontar sin miedo a loo vampiros; para
Olun, que podrá destruir su complejo de pecado; y para Eve, que
podrá trascender los celos•.
Crowley llamaba •irracional• a Eve, y explicaba que estaba obse-
sionada por él, y tenía miedo a llegar a ser dominada por su perso-
nalidad, más poderosa. Sin embargo, no tuvo necesidad de trascc n·
der los celos de Olun, porque ésta, incapaz de aguantar a Crowley
d imlnte más tiempo, se fue sin avisar; y cuando, el 26 de marzo,
Crowley pregimtó a Amalantral1 (por mediación de Evc) si apare-
cería nuevamente, la respuesta fue un rorundo y d efinitivo no.
Por ello, Eve continuó con el rol de videme de Crowlcy, y Ama-
lantrah, que en los últimos tiempos parecía •muy triste y envejeci-
do., comenzó a animarse. •Esta noche el mago está sonriendo ...
con una mueca burlona. Parece un capitán de barco.•
No había una e$pecial agitación en las visiones; siempre eran,
más o menos, las mismas; y cuando estaban por concluir, como de-
muestra el siguiente fragmento, Crowley y la vidente eran limpia-
mente conducidos al punw del que habían partido:
i\-fago muy serio y mira a ..t\chitJta. con aires conletnplativos. Pa-
rece aprobar. TorlUga es la cos.~ m:ls imporlllnlc del templo. Nifio
también esrá, y león y Baz.edoo. Arcteoo [Achad o Charles Stanfeld
j onesl tiene un lugar prominente: es uu hombre alto que siempre
aparece en el templo.
P.: ¿Cu~] ts el trabajo p.~r.l csic fin de semana?
R.: Wburahu.
P.: ¿Pero Cdmrah aplicada a qué?
R.: AJ huevo. EJ huevo re·posa en la cima de una montaña muy
escarpada. i\Jrededor hay agua, en donde crecen las ílores de loto.
P. : El hue\·o es el símbolo de algtín nuevo conocimienLo, ¿110 es
así?
R.: Cim1.J, ia»U!d "·
P.: ¿Qué signif\e:1 e~o?
R.: No lo sé.
P.: ¿Cómo debemos :tbrir el huevo?
R.: En un lenguaje llano significa que Tienes q ue seguir esta Vía.
P.: (Éste no es un lenguaje llano) . ¿Cómo obtendremos este nuc-
vo conocimiento?
R.: (No hagas las pregu:ntaS tan deprisá). Siembra la avena sil-
vestre; ve hacia ... hacia la ~+(adre para renacer.
P.: ¿Y la Misa de Espíritu Santo"?
R.: No guaxda o.ingu.oa relación con todo esto. Lo has destroza-
do 1.odo.
Tendré que restablecer o uevameme el contacto. Yendo hacia la
madre par~ renace r de oue·vo, o btendrás una Nt1cva Vida, y enton-
ces. la Tierra se cubrirá de flores maravillosas, y la~ abej as irán a las
flores para recoger n1iel y hacer acopio de e lla, f)ues la nliel es el e li-
xir concentrado.
323
En los primeros meses de 1918, Crowley dio en Nueva York una
conferencia sobre magi(k)a ante un pcquei\o número de perso-
nas curiosas que escucharon en silencio iodo lo que decía y que
se dispersaron sin comentario alguno cuando hubo terminado.
La confere ncict no fue un éxir.o , pero un.o de los asistentes, ~1a
única persona de la que podía decirse que tenía un remoto pare-
cido con la especie humana.• , se le acercó para hablarle. Se trata-
ba de Alma Hirsig, quien más adelante sea·ía la Suma Sacerdotisa
de Oom'.
Dos mei>es más tarde -en Ja primavera de 1918- Je haría una visi-
ta inesperada en su estudio del ntimero 1 de Universit¡• Place, en
uno de los extremos de Washington Square, acompañada por Ja
menor de ~us hemlanas, Leah.
•Sin gastar tiempo en palabrería, come ncé a be.sarla• . escribe
Crowley.
..\lrrta asisúa a aquella ir1Le resar1te representación, sorprendjda
por el aparente deleite de su hermana al ser abrazada a bocajarro
por el Maestro Thérion, y por el modo de saludar de Thérion a una
joven qt1e le era e..xt.raña. «;fue mero instinto», dijo (:ro\\1ley.
Sigl.IÍeron besándose, con oo isionales interrupciones, «como
requería Ja educación• , para hablar con Alma, que había venido
con ella.
Crowley describe a Leah como alta y exu·emadain cn tc delg-.tda,
de ojos ltuninosos y de rostro alargado, pero nada dice ele su edad
(ele hecho tenía treinta y cinco años), ni ele que un año más tarde
daría a luz a un hijo ilegiti mo, al que puso el nombre de Hansi, hi-
jo de un !al Edward C.arter, que no lardó en desaparecer.
Cecil ~·rederi ck Russell, que por aquel tiempo les conoció a los
dos en Nueva York , dijo que Leah «daba clases en u na escuela pú-
blica de Harlem parn poder mantener a su hijo ilegítimo (Hansi ),
que ,,¡vía en norida. y con tdbttir a la causa de Crowley•"
Pero hay otrn desciipción de Leah Hirsig, a la que Crowley llamo
Alostrael, que da más detalles de su aspecto Jisico. Se corresponde
324
con la descripción que Crowley hace de Astarté, una de sus ante-
riores encarnaciones (vé-a.se el capítulo 13):
325
wich Village. o al menos eso dice la versión de Crowley. Al parecer,
Leah estaba interesada en una serie de co1ú'e rencias sobre derecho y
quería residir cerca de la Universidad de Nue'"' York. Por aquella
época dio a luz a un niño, Hansi, al que Crowley llamó Dioniso.
El estudio de Crowle¡• era una gran habitación; la cama estaba es-
condida detrás de un biombo de tres cuerpos, sobre cur" superficie
de tela se había encarg·ado de pintar el sol, la luna )'el fuego sagra-
do de los hindúes. Leah y Alma comenzaron a alabarlo, al igual que
otros cuadros, y cuando ya estaban charlando, Crowley, que no sean-
daba por las ramas, desnudó a Leah y comenzó a tomarle un apun-
te. "¿Quieres que te pinte como eres?•, le preguntó.
«Píntan1e como un alma m t1e rta» , cor1tcst6 ella.
Aquella noche, Crowley no pudo dormir; el pensamiento del
dibttio inacabado que había hecho de Leah no le dc:;jaba en paz,
por lo que se levantó de la cama y fue a examinarlo. De improvi-
so, se dio cuenta de que si lo miraba verticalmente, en lugar de ha-
cerlo horizontalmente, tenía cierto sentido. Presa de febril activi-
dad, estuvo p.i ntando du rante toda la noche la superficie de un
segundo biombo, que había reservado para ocultar el otro lado de
la cama.
A la mañana siguiente ya lo había terminado. Lo rirnló Alnui,s
1nuert.as. La c:abez.;, de Leal1 es la clave de 1,1n arco llena de 1nons-
1.ruos: su rostro e> de un verde espectral, y bajo las costilla5 de su
enflaquecido cuerpo hay sombras de un gris azulado. En el panel
de la izqt1ierda ttay t1r1~. 11cgra arrodillada, co11 11n cr1om1e loro en-
c:ima de s11.s homhros; s11 mir:1da. ;e halla fija. en actitud de arlor..i.-
ción, ante laRein11 de las Almas Mucn,.s; y a la derecha de Leah se
l1alla otra iut~jer, tru11biérl de rodillas, retorcié11dose, a] 1n.is1no
tiempo, como si esrnviese en la agonía, con sus cabellos sin lustre
que le caen en ca.sCt\da hasta las cacler;.ls. V a lo largo ele tod.'1. l~ ba-
se del biombo, se alinean cabezas deformes •todo angustia, todo
pcrvcrsidacl, a la~ qt1c estaba prohibido acercarse al 1l1t1ndo de la.s
cosas rilzonables•.
A propósito de esta obra maestra, dice Crowley: • El biombo es
gl'Otesco, aunque nadie puede negar que se u-ata de la obra de un
ge11io. Posee 1111a unidad. Las al111as 1nuertas t1abían genera<lO i1r1 al-
1r1a viva. C11alquiera que lo "iese se ser1tjríc1 h()rrori1..ado».
Aquel nu~mo día llamó Leah. La Bestia la llevó hacia él, )' le dijo
que se arrocUllase en el centro del círculo mágico pintado en el sue-
lo. Primeramente, realizó el Rinial de Expulsión del Pentagrama
pm·a hacer el círculo impenetrable: y a continuación. y después de
326
realizar un :acto de magia sexual, la con'"'1b't'Ó como su Mujer Escar-
lata, la que, triw1fantemente, le cabalgaba.
La ceremonia concluyó al pintarle entre sus casi inexistentes se-
nos la Marca de la Bestia (la cruz denwo del circulo). y nornarcán-
dole al fuego este emblema mediante una dab<a china, calentada al
rojo para tal propósito, como se afuma en el New York.Joumal del 13
de marzo de 1926. A~í pues, acababa de nacer el Babuino de Thoth,
que es el nou1bre roágico que wmó Leah Hirsig, u1iencras hada su
enb:ada a toda velocidad por el umbral de la A...A.... \Villiam Sea-
brook, que durante 1917 le fuera presentado a Crowley en Nuev.i
York gracias a los buenos oficios de Frank Harris, también afi rma
que Lcah había sido marcada a fuego con Ja Marca de Ja Bestia, pe-
ro eso e ra s·ó lo t1na maniobra sensac:ionalista3. Es cierto, sin embar~
go, que vio la marca, y.i fuese pintada o una cicatriz, pues hay que
decir que Leah, en la condición a la que había sido exaltada, se pa-
só todo el d ía en cueros vivos.
El 1 de University Place era un Jugar muy pequeño para los dos,
por Jo que al poco tiempo se mudaron a un estudio más amplio en
el 63 de \Vashington Squarc Sourh: las tres ventanas, en un 1.ercer
piso, penni1ían observar, si se miraba por encima de las copas de los
árboles, el comienzo de la Quinta Avenida. Crowley embaló sus cua-
dros, libros y su nuevo amor, el Bahuino de Thoth, y se mudó. Po-
co después era entre,i.stado por :f11e Eve11i11g World.
La fotografía de Crowley que resalta en la página es perfect..~
mente reconocible: ¿qui én podía ser, sino él? Pero estaba muy cam-
biado: había aparecido cierta ílaccid~. y su pequefrn boca, q ue re-
cordaba al arco de Cupido, se había perdido entre la inmensidad
carnosa de su rostro, j unto con su m irada fría y penetrante.
La estancia que describe el reportero es su ntuosa: ciclópeos so-
flís, escrit0rios de caoba esl.ilu Davenport, carfsimos tapices, una o
dos magnlficas alfornbrJS orientales, un diván desbordante de c~ji
nes, y aq uí y allá algúa mueble antiguo en mader.1 de rosal:
327
Crowk:y esbozó una pequef1a leyenda, esta vez cortés, para los
lectores de The Eve11ing World. acerca de sus actividades durante los
últimos años: cuando el estallido de la Gran Guerra, perLenecia al
servicio secreto del gobierno b1itánico. Las nubes del ensuci\o co-
mienzau a elevarse... y recibió un tiro en una pierna. Para reponer-
se se le envió a Estados Unidos en misión especial.
Pobreza y humillación son las palabras que Crowley utiliza para
describir su estancia de cinco ai1os en Estados Unidos. No tenía ca-
pital personal, aparte de la miseria que cobraba como director y
principal colaborador de The fnlernational, cuya tirada debió de ser
muy baja. Entonces, ¿cómo podía alquilar un apartamento tan lu-
joso y consumir coñac y cigarros tan caros? Leah no tenía dinero.
Enseñaba canto y otras materias en la Escuela Pública número 4-0
del Broru<. ¿Hab1ia aprendido el secre·to de la obtención de oro se-
gún el método de Abra-l\'lelin? Uno de los capítulos de este grimo-
rio se titula, precisamente, • Cómo obtener todo el oro y la plata que
uno pueda desear, para proveer a las 11ec~-sidades de la •ida y vivir
en la opulencia,.. ¿Quizás el Gato, la Serpiente, la Lechuza o el Mo-
no, juntos o por separado, se habían rascado los bolsillos, al igual
que hicieran Víctor Neuburg y George Raffalovich, para ofrecer al
Maestro un poco de opulencia?
La enn-evista de TJ,,, Evening Worút exponía la5 iclea.5 que Crowley
ter1ía de sí mismo como pintor.
¿Qué tipo de artista soy? Oh. no sabría cómo definirme. Diría,
co11fide11cial111ente. que debo de ser t111 n1aesLro de épocas pas.•'ldaJ,
porque sticlo pintar mayunncntc almas nlucrt:u.
¿Estudiar arte? Nunca lo he hecho y no pienso llacerlo.
328
semestral; por esta razón, el segundo volumen, que debía contener
diez voluminosos números, se convirtió en un volumen de Silencio,
después de uno de Discurso, y la abnegación y las circunstancias con-
tribuyeron a mantenerlo ínedíto.
El primer número del t,.,.,~r volumen, también conocido como
el Equinoccio Azul por e l color azul de su cubierta, fue publicado en
América por la Universal Publisbing Company de Detroit, denosta-
da por Crowley en sus Ccnfessions. Se trataba de su úlúma baza en
aquel juego y estaba escrito casi en su totalidad por él, como ya ve-
IÚa siendo usual: en su interior se podía ver una reproducción en
colores de un cuadro de su amigo)' pupilo Leon Kenncdy, que ha-
bía recogido al Maestro Thérion en un momento de •Meditación
Sagrada•. Si uno seguía pasando hojas llegaba a encontrarse con Jos
severos rasgos de wl Crowley vesúdo de eúqueta, cubierto de me-
dallas y exh ibiendo la insignia dt' su cargo, que parecían trascender
el marco de la fotograña en que se encontraban. Se trataba de Ba-
phomet, Ja Cabeza Visible de la Orden de los Templarios Orienta-
les, y Rey Supremo y Santo de Irlanda, lona y de todas las Bretai\as
que se encuentr.m dentro del Santuario de la Gnosis, y de muchas
otras órdenes.
El volumen se abre con el Hymn to Pan, el poema más impresio-
nante de todos los escritos por Crowlcy. Como evocación, creo po-
der afirmar que consigue su propósito, y fue uálizado frecuente-
mente por él en sus ritos mágicos. Es la danza de Pan y la disolución
de la conciencia. Pan es el Anticristo, símbolo de magia y de lujuria.
HIMl':O A PAN
529
y lava tu blanco muslo, oh, bellísimo Dios,
cr1trc la lt1na tic los bosques, sobre el rnannóreo lttOntc.
ei-1 la a11rora Sttrcada d e hoytaelos de Ja a111barina f11e11r.e!
Su1llCfge la p1:írpura d<:I rer.o apa~Í \) f'l ado
e r~ el sag,r~ario carmesí, e 11 el lazo escarla1:a
el aln1a q11e se sobresalta en l•11a 1niracla az.111,
al o bservar los gen1idos de lll ex11ber-.i11cia, a 1.ravés
de la espes11ra del 111a1.o rral, del 11udoso fJ'Onco
del ál'bol viviente, que es espíritu y alma,
y c1.1erpo y n1ente ... ¡Vei1 a tsavés del mar,
(¡lo Pan! ¡lo Pan! )
Dios o Diablo. a a mí! 111í,
¡Oh, tú, hombre! ¡Oh, tú 1 homb re!
¡Ver" co11 lrorr1pe1as que s11e11en escricle1l1.es
rol)te •~ colina!
¡Vcr1 cor1 t~:i. rnbo rcs ql•C: tn11r1011reu por lo bajo
cles<lc la ftieote!
iVer1 cor1 f la..11ta.s y g~:i.i 1<is!
¿No estoy 1nadL1ro?
Yo. q tlc aguardo, st1frc>y lucho
c;on el aife <111e 1'\0 lle 1·nlite ¡1 Jas ra1t1as
a bl'igar 11li cL1er1>0. c~.n~a do de abrazos vacl1os.
fuerte como un león y aguzado como w1 áspid ...
¡Vc11, oh, \'Cn!
~1c c n cué(atro to~pc
a causa de la solitaria lujuria del poder d el diablo.
h1ctc tu c.:.p ltd a cnuc lo ~ mortifi:Cl1n tc-s g rillctcs 1
1ú, q ue todo cxtir1gltcs. y todo creas,
d~ime el signo del Ojo l nsomne 1
r el CK..'\ltad o a ugt1rto d e l ásp ero mus lo,
y la palabra de insensatez)' 1nisr.erio.
¡Oh, Pan! ¡lo Pan!
¡Jo P:inl ¡Jo P~ n l i\1e- 11e des1~rt~_do
e,11l1·elos einillc{) ele la serpie11te ,
el águila 1:1c ft1stig'd con garras y pico;
los (Lioses se apartan:
las grandes fie ras se acercan, ¡lo Pan! He nacido
para morir en el e.tierno
clel l :nicomio.
¡Yo soy Panl ¡fo Pan! ¡lo Pan Pan! ¡Pan!
St1y w t:.0111par1c:1 v. :\(JY u1 l1o n11J1·t:,
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el macho de tu rebaño, soy oro, soy dios,
carne de tus huesos, flor de tu var.i.
Con pezuñas de acero corro sobre las rocas.
iníle xible . de solstic io a equinoccio.
Y cleliro; y e1\IJ'e delirios, eswpro y desgarro
etcrnan1cntc , e n lln 1nt1ndo si11 fir,al~
ena110, doncella, mé nade, hon1bre ,
por Ja voluntad de Pa11.
¡lo Pan! ;lo Pan Pan ! ¡Pan! ;lo Pan!
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de importancia mundial que, cincuenta años después de su muer-
te, comienza a interesar al público, especialmente a aquel que se
congrega alrededor de la música jJ<>fJ. El comentario de Crowley a
esta pintura prosigue de Ja siguicnle manera: •El pastor )' la ninfa
que se encuentran al fondo representan el estallido de la música, el
sonido y el movimiento que produce la liberación de los H\jos del
Nuevo Eón de Ja maldición que suponía el dogma del Pecado Ori-
ginal y de otros cocos inventados por los curas•.
l,o que no dtja de ser una proposición peligrosa, ya que au·ibu-
ye al hombre posibilidades que le hacen parecerse a un dios. Crisw
contra Oioniso, con quien se identificaba el 1nisn1ísi1no Nietzsche.
acarreó un coníliclo que acabaría llevando a este último a Ja locu-
ra. Cristo contra Crowley: los seguidores de la Bestia se han conver-
tido hoy en día en una congregación. En dónde acabará todo esto
es algo de lo que no tengo la menor idea.
Uno de los apartados de este número de 77111 &¡uinox es el Liber
Cl, una carta abierta a aquellos que deseen unirse a la Orden de los
Templarios Orientales. A la manera de Serguei Nechaev, quien in-
fonnaba a sus cinco seguidores de que él era eljefe de tma \<asta or-
g-.mizaci6n extendida por toda Rusia, Crowley ofrecía al pueblo de
América Ja posibilidad de entrar en esta augusta y antigua •corpo-
i-.tción de iniciados• , publicando los estannos de la Orden que •en-
tran en vigor en codo distrito cuyos miembros superen el millar de
almas» 4•
El Li.ber CI co1nienza con una epístola de Baphomet a sir Ceorge
Macnie Cowie, Ilustrísimo y Muy Iluminado Pontífice y Epopta del
Areópago del VIII" (;racto de la U. T. U., Gran ·iesorero General,
Guardián del Libro Dorado. et<:., que por aquel tiempo se hallaba
en paradero desconocido, tras huir con los fondos de la sección in·
g·h,::sa üc: la 0 1.i.lc::1t. Sc::gúJ t Jo 4u~ C::S\.tiUiría 1 JJ~ La_1·Uc: t.:: 11 l~ Cv·1if~-
s1o»s. cuando se hallaba en Túnez, George Macnie Cowie, descrito
también como Gran Tesorero, y como el Director Artístico de Nel·
son, una editorial de Edimbu.rgo, .o1i;ordo y m 11do.. 11, ern culpable de
haber robado a la Orden (•La Orden ha sido robada sistemática·
mente. Pennitaseme citar un solo ejemplo: una suma de quinientas
libras venía registrada (Ú)S t'l'tt>'•) , y de que Crowley, a su regreso a
Inglaterra, no dispusiese de efectivo. Más adelamc, O>wie sería ca·
lificado de loco' .
Entre las reglas t-stablccidas en el Liber Cl para el buen funcio-
nan1ienLo de la Orde11, se en<;ucn1ra e l requerimiento, un lanto am 4
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