Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
18 Artículos • Pedro Insua Rodríguez • Para otra vez medir la cruel Caribdis: filosofía
académica y política • Primera entrega de un bosquejo de la situación política de la Hélade
del siglo IV a. C. y lo que tiene de respuesta a esa situación, igualmente política, la
institucionalización de la Academia platónica en la ciudad de Atenas. Estudio suscitado por
la discusión que Gustavo Bueno y J. B. Fuentes Ortega han mantenido en el Colegio de
Doctores y Licenciados, y que aparece publicada en El Catoblepas nº 2, pág. 16.
La sorpresa Le Pen
Jorge Lombardero Álvarez
El domingo 21 de abril de 2002 vivió Francia la primera vuelta de sus elecciones
presidenciales: el democrático pueblo francés prefirió a Jean-Marie Le Pen y su Frente
Nacional, y relegó al primer ministro socialista Lionel Jospin
Además Le Pen no es flor de un día, nada que ver con Ruiz-Mateos o Mario Conde. Le
Pen, nacido en 1928, lleva más de cincuenta años en el escenario de la política francesa. En
1949 ya era presidente de la Asociación Corporativa de Estudiantes de Derechas. En esta
asociación inicia su formación como orador y organizador de los servicios de orden para los
actos de los partidos de derechas, en unos momentos en que estos apenas tenían base
militante.
En 1953 se alista como voluntario para combatir a los comunistas en Indochina, regresando
a Francia en 1955 donde entra en contacto con el poujadismo. Pierre Poujade había iniciado
en 1953 una serie de huelgas contra el sistema fiscal francés. La base de este movimiento
estaba compuesta por la pequeña burguesía comerciante, artesanos y pequeños propietarios
rurales víctimas de la concentración capitalista. Estas capas protestan contra el proceso de
estatalización y en su odio por los funcionarios llegan a realizar movilizaciones que
culminan con ataques a las oficinas de recaudación de impuestos. Sus dirigentes dicen
desconfiar de todos los partidos, de la política y de los políticos, y pretenden atenerse
exclusivamente a la defensa de sus intereses corporativistas. Esta es la razón por la que
Poujade no quiere transformar el movimiento en partido político. Pero para poder presentar
candidatos a las elecciones necesita una estructura, así nace la Unión de Defensa de
Comerciantes y Artesanos (UDCA), que en 1956 obtiene 52 escaños en la Asamblea
Nacional. Uno de ellos fue ocupado por el joven Le Pen.
Pero la unión con el poujadismo durará poco. En 1957, Poujade condena la expedición
contra el canal de Suez, de la que Le Pen forma parte integrado en el Primer Regimiento de
la Legión Extranjera. Le Pen rompe entonces con Poujade y aprovecha su escaño para
defender la Argelia francesa, creando el Frente Nacional de los Combatientes, con el que es
reelegido diputado en noviembre de 1958, integrándose en el grupo parlamentario del
Centro Nacional de Independientes y Campesinos (CINP) de Antoine Pinay, partido cabeza
de puente entre la derecha y la extrema derecha.
En 1962 pierde su escaño e inicia su particular travesía del desierto hasta que en 1972
participa en la fundación del Frente Nacional. Y como lo más urgente ahora es ganarse la
vida monta en 1963 la empresa Societé d'Etudes et de Relations Publiques (SERP),
dedicada fundamentalmente a la edición fonográfica de himnos y marchas militares, con la
II Guerra Mundial como tema favorito, asegurándose entre sus correligionarios a sus
mejores clientes.
Y como viene siendo tradición en la extrema derecha francesa: a nuevo fracaso electoral
nuevo grupo. Ahora será el Movement Occident, y vuelta a la añorada acción directa. A
principios de 1968, Roger Holeindre –dirigente de Occident– funda el Frente Unido de
Apoyo a Vietnan del Sur. Objetivo: obtener publicidad y ayuda económica del gobierno
sudvietnamita. Los enfrentamientos con los Comités Vietnan de Base, patrocinados por la
extrema izquierda no se hicieron esperar. El Frente Unido organiza una exposición
fotográfica sobre Vietnan los días 28 y 29 de abril, que es asaltada por un grupo maoista
que destroza el local, resultando heridos diez miembros de Occident, entre ellos el propio
Holeindre. La respuesta no se hace esperar y contraatacan a los izquierdistas refugiados en
la Sorbonne, la aparición de la policía pone fin al enfrentamiento, y en la retirada un
militante de Occident lanza un coctel molotov, el primero de mayo del 68 contra las fuerzas
de seguridad.
En los sucesos de mayo, aunque una parte de la militancia de Occident defenderá las
barricadas, la mayoría se pondrá de parte del orden realizando labores de colaboración con
los servicios de inteligencia del gobierno. Así mientras los grupos de extrema izquierda
fueron prohibidos a finales de mayo, Occident permaneció en la legalidad hasta octubre. Su
herencia la recogerá Ordre Nouveau, que obtiene un 3% en las municipales de 1971. Este
escaso eco electoral hace que en el tercer congreso de la organización la dirección exponga
sus intenciones de contactar con otros grupos y crear un gran frente nacional anticomunista.
Los acuerdos de Holeindre con Le Pen suponen de hecho la creación del Frente Nacional,
al que se incorporan también los monárquicos de Restauración Nacional. Esta participación
de los conservadores monárquicos en los acuerdos llevó al sector de Ordre Nouveau
dirigido por Alain Robert, a radicalizarse para diferenciarse de ellos, lanzando una campaña
salvaje contra la inmigración, que culminó con fuertes enfrentamientos callejeros con la
Liga Comunista Revolucionaria, con el resultado de numerosos locales políticos
incendiados, coches destrozados, levantamiento del adoquinado en varias calles y la
ilegalización de Ordre Nouveau. Estos hechos fueron aprovechados por Le Pen para
formalizar la creación del Frente Nacional, invitando a entrar en él a los miembros del
ahora disuelto Ordre Nouveau.
Así, el Frente Nacional (FN) surgió como una amalgama de las diferentes tendencias la
extrema derecha y el neofascismo francés. Presentado públicamente el 5 de octubre de
1972, sus fundadores fueron entre otros: Victor Berthélemy, un ex-comunista que había
militado en el Partido Popular Francés de Doroit; Pierre Bousquet, un ex-Waffen SS de la
División Charlemagne; Roland Goguillot, ex-militante de la UNP de Marcel Deat; Alain
Robert, encabezando a los militantes del disuelto Ordre Nouveau; y Pierre Sergent y Roger
Holeindre que representaban a ex-combatientes de las guerras coloniales y de las OAS. El
líder Jean-Marie Le Pen aportaba el pequeño Partido de Unidad Francesa sin apenas
militancia, y la herencia recibida por su primera esposa Pierrette, tras la muerte de su
madre. De nuevo el pobre resultado electoral de 1973 (2'25%) lleva al grupo de Alain
Robert a romper con Le Pen y a crear en 1974 el Partido de las Fuerzas Nuevas (PFN). A
partir de esta fecha ambos grupos entablan una lucha encarnizada por obtener la hegemonía
de la extrema derecha en la que no faltaron ni los enfrentamientos físicos.
Pero, ¿por qué prevaleció finalmente el FN sobre el PFN? En primer lugar porque mientras
el PFN aparece como el partido de una élite ligada a círculos intelectuales, como el «Club
de l'Horlage», o el Groupement de Recerches et d'Etudes pour la Civilisation Européenne
(GRECE) de Alain de Benoist, el FN se presenta como un partido de derecha nacional,
popular y social. También porque al contrario que el PFN, muy preocupado por las nuevas
tecnologías y la nueva forma de organización del trabajo, el FN se apoya en las inquietudes
y los temores individuales y colectivos agudizados por la crisis y las traduce en consignas
de agitación sencillas: «Un millón de parados, un millón de inmigrantes más», que lanza ya
en 1975 iniciando a gran escala la propaganda contra los trabajadores inmigrantes. Y por
último mientras que el PFN no tiene un jefe a quien destacar (para su cartel electoral han de
recuperar al histórico Tixier Vignancour), el FN presenta un Le Pen organizador, orador, un
hombre político experimentado, tanto en la actividad militante de calle como en los debates
públicos y parlamentarios.
En las municipales de 1983 logra los primeros éxitos parciales. Pero su salto definitivo se
da en las europeas de 1984, con 2.205.000 votos y diez diputados en la eurocámara. En las
legislativas de 1986 consigue 2.700.000 votantes, el 9'8%, y en las presidenciales de 1988
obtiene un 14'39%, es decir 4.375.000. Techo que ha roto en la primera vuelta del 21 de
abril con el 17'5%, desplazando al candidato socialista Jospin de la lucha por la presidencia,
venciendo además en 9 de las 22 regiones francesas y convirtiéndose en el partido más
votado por los trabajadores y la juventud.
Por otro la lado, como prueba de la estabilidad de su electorado, tenemos que las dos
escisiones de los años noventa no sólo no le han restado votos sino que le han dado una
imagen más moderada que le ha permitido crecer. En efecto la escisión de 1992 estuvo
protagonizada por el secretario nacional François Touzé, que criticó el excesivo
personalismo de Le Pen y el desplazamiento de los sectores que participaron en la
fundación del partido a favor de los de derecha moderada, entre ellos Bruno Megret, que
protagonizará la segunda ruptura, en 1999. Esta aparecerá ligada a la lucha por la sucesión
de Le Pen, en la que los mejor colocados eran Bruno Megret, delegado nacional, y Bruno
Gollnisch, vicepresidente. La inhabilitación judicial de Le Pen para presentarse a las
elecciones europeas de 1999, por haber agredido a una candidata socialista, lleva a Megret,
número dos del partido a postularse para encabezar la lista. Pero Le Pen impone su
candidato: su segunda esposa Jany. Lejos de resignarse, Megret trata de convocar un
Congreso Extraordinario del partido con el fin de hacerse con la dirección y expulsar a Le
Pen, para lo que cuenta con el apoyo de 62 secretarios departamentales sobre 104, y con 13
de los 42 miembros de la ejecutiva, incluyendo a una de las hijas de Le Pen. Pero este
Congreso es anulado por la justicia y Le Pen expulsará a los disidentes que pasan a formar
el grupo Frente Nacional-Movimiento Nacional, mientras entablan una disputa legal por las
siglas, que al resolverse a favor de Le Pen, les obligará a adoptar el nombre de Movimiento
Nacional Republicano.
Con Megret se fueron finalmente la mayoría del sindicato estudiantil Grupos de Unión y
Defensa (GUD), los colectivos de ecologistas paganos agrupados en torno a las revistas
Terre et Peuple, dirigida por Pierre Vial, e Identité, de Jean-Claude Bardet, y los
intelectuales Yvan Blot y Jean-Yves Le Gallou, provinientes del Club del Reloj. Megret
comete el mismo error que el PFN en su día, al aparecer como un elitista club de
intelectuales, lo que facilita a Le Pen presentarse como auténtico líder popular acusando a
sus disidentes de representar a la extrema derecha burguesa e intelectual, que por otro lado
no ha podido superar el 2'5% en estas elecciones.
Ante la Unión Europea lanza consignas como romper la disciplina de Mastrique. Pero estas
no se orientan a la creación de un bloque antiimperialista europeo, sino a la formación de
un utópico capitalismo nacional francés. Las ideas socieconómicas subyacentes a estas
formulaciones pasan completamente por alto la realidad del vigente sistema. Capitalismo es
ante todo y sobre todo producción industrial en condiciones de apropiación privada,
destinada a un mercado con vistas a la reproducción de un excedente que adopta la forma
de beneficio. El Frente Nacional, al igual que la mayor parte de la extrema derecha, reduce
el capitalismo al plano del interés financiero, o a una economía de rentistas, como
justificación de una propuesta de alianza entre los asalariados y los empresarios nacionales
para defenderse del «invasor». Le Pen, como Haider en Austria, intenta una oposición
nacional-liberal a Mastrique, caracterizada principalmente por un eje de lucha contra la
inmigración en nombre de invocaciones identitarias de signo etnocultural, gaseosas
entidades matafísicas tras las que no puede ocultarse más que el racismo. (Véase a este
respecto el rasguño de Gustavo Bueno en el número anterior de esta revista:
«Etnocentrismo cultural, relativismo cultural y pluralismo cultural».)
El próximo día 5 de mayo el pueblo francés tendrá que elegir entre un político corrupto o
un racista. ¡Vaya panorama!
Mundialización y Globalización
Gustavo Bueno
Se intenta determinar un criterio objetivo que permita establecer una diferencia entre los
términos, usualmente confundidos, de Mundialización y Globalización.
1. He aquí dos términos de máxima actualidad que en nuestros días están en boca de todos,
tanto en las bocas de los altos funcionarios, políticos o banqueros que se reúnen en edificios
bien protegidos policialmente de ciudades como Seattle, Davos, Gotemburgo, Génova,
como en la boca de quienes acuden a esas ciudades a las manifestaciones «anti-
globalización» (o, por un modelo alternativo de globalización) o, sencillamente, se reúnen
en lugares elegidos por ellos (Portobello, por ejemplo).
«Todo el mundo» –puede decirse– tienen sus propios saberes y opiniones sobre la
«globalización», otras veces designada como «mundialización». Pero ocurre que estos
saberes y opiniones, ya sean técnicos, científicos o ideológicos, son muy diversos. Un
teólogo católico, un teólogo protestante o un ortodoxo –por no decir un musulmán, un
hebreo o un confuciano– tendrá probablemente un concepto de la globalización y de la
mundialización muy distinto del que pueda tener un economista tecnócrata, demócrata y
agnóstico, un marxista, un «demócrata participativo», un anarquista o un humanista-
indigenista.
Tendría por ello poco sentido que, por mi parte, aprovechase esta solemne ocasión para
exponer mis propias opiniones sobre el particular, como si los ilustres miembros de un
auditorio tan distinguido como el presente, que ya tiene sus propias opiniones formadas al
respecto, necesitasen conocer con urgencia una opinión más; una opinión que, ni ellos ni
yo, podríamos en ningún caso considerar como sabiduría llovida del cielo, cuya
importancia o novedad justificase o exigiese su inmediata revelación.
2. Entonces ¿por qué he aceptado una tarea tan comprometida, por qué me he decidido a
enfrentarme, en general, con las ideas de mundialización y de globalización? Sencillamente
porque yo no voy a hablar propiamente de la globalización, ni voy a hablar de la
mundialización, en sí mismas consideradas. No se alarmen. No voy, por ello a «salirme»
del tema anunciado: voy a hablar de las relaciones entre estas dos Ideas.
Es evidente que para hablar de las relaciones entre los términos de un modo que no sea
estrictamente algebraico es necesario tener en cuenta la materia, significado o contenido de
estos términos. Sin embargo, cuando nos mantenemos estrictamente en la consideración de
sus relaciones, la materia, significado o contenido de los términos globalización y
mundialización, aunque no pueda ser eliminada, si puede ser «desviada» en nuestro
tratamiento de su posición frontal, de suerte que en lugar de ofrecérsenos como materia
directa se nos ofrezca como materia oblicua. No es lo mismo tratar en directo del punto y
de la recta como elementos de la Geometría de Euclides que tratar de sus relaciones, de
suerte que puedan quedar desviados, en perspectiva oblicua (y acaso definitiva, según el
formalismo de Hilbert) sus supuestos contenidos absolutos.
3. Ahora bien, ocurre que tampoco existe unanimidad, consenso o acuerdo en el momento
de caracterizar la naturaleza de las relaciones que ligan a los términos mundialización y
globalización. Nuestra primera tarea habrá de consistir, en consecuencia, en clasificar estas
opiniones (o teorías para algunos) sobre tales relaciones.
Y el criterio de clasificación más inmediato que conozco es el que pone a un lado las
relaciones de identidad (esencial, sin perjuicio de diferencias accidentales o secundarias) y
al otro las relaciones que dicen diferencias. Podríamos entonces distinguir dos grandes
familias o grupos de opiniones o teorías al respecto.
4. En el primer grupo incluiremos a todas las opiniones o teorías que defiendan de algún
modo la tesis según la cual los términos mundialización y globalización son equiparables
porque dicen lo mismo en esencia y porque sus diferencias no serían tanto reales (o
conceptuales) cuanto verbales («semánticas», decían ya, en casos como éste, algunos
procuradores en Cortes de hace treinta años y siguen diciendo hoy algunos diputados del
Parlamento democrático). Algunos teóricos de este grupo precisarán el alcance de la
expresión «diferencias verbales», a través de las diferencias que puedan existir entre dos
lenguas reconocidas, como puedan serlo el inglés o el español. «Globalización», dirán
algunos, sería término propio de la lengua inglesa y su utilización en español, en
competencia con el término «mundialización», constituiría un anglicismo que muchos
puristas desearían ver borrado (así se expresó el señor Enrique V. Iglesias, Presidente del
Banco Interamericano de Desarrollo en una conversación que mantuvimos en Oviedo el día
en que fue nombrado «Hijo adoptivo» de la ciudad). Decir «globalización» en lugar de
decir «mundialización», sería como decir «oftalmólogo» en lugar de decir «oculista».
Habrá matices diferenciales, sin duda (no hay dos términos enteramente sinónimos), pero
estos matices serían considerados irrelevantes cuanto a las «esencias».
Ahora bien, las teorías u opiniones incluidas en este primer grupo no nos parecen bien
fundadas. Ni siquiera en virtud de las adscripciones lingüísticas que se les atribuyen
(«globo» y «global» son términos del español de origen tan latino como «mundo» o
«mundial»). La identidad entre las ideas de globalización y mundialización sólo puede
mantenerse en el supuesto (que constituye una petición de principio) de una definición
estipulativa de la mundialización por la globalización o recíprocamente. Pero una tal
equiparación estipulada tendría que saltar por encima de las diferencias objetivas que cabe
advertir y sobre las cuales se apoyan las teorías u opiniones que incluimos en el segundo
grupo.
Por tanto, si reconocemos los fundamentos como nosotros lo hacemos de las opiniones o
teorías del segundo grupo, la objeción fundamental que dirigimos contra las teorías de la
equiparación no puede ser otra sino la de la ignorantia elenchi.
5. Nos atendremos, por tanto, a las teorías (u opiniones) del grupo segundo, que comprende
a todas aquellas que sostengan la diferencia esencial entre globalización y mundialización.
Ahora bien, los criterios para establecer y valorar estas diferencias pueden ser de muy
distinto orden. Tendremos pues, ante todo, que clasificar estos diferentes «órdenes».
Acaso el criterio más profundo para establecer las diferencias entre estos órdenes sea el que
distinga los fundamentos que se atienen, o bien, (A) a (supuestas) diferencias de orden
material (categorial podríamos decir), o bien (B) las que se atienen a diferencias de orden
estructural, es decir, que tengan que ver con ideas tan generales como las de todo y parte (lo
que será pertinente, en principio teniendo en cuenta que la globalización implica
operaciones de totalización).
En realidad, los criterios (A) vienen a presuponer que los procesos de mundialización y los
de globalización tienen la misma estructura lógico-material, por lo que sus diferencias
habría que tomarlas de los campos categoriales a los cuales se aplican. De este modo, entre
los criterios (A) citaríamos, como los más utilizados, los dos siguientes:
Esta distinción, que nos es propuesta de vez en cuando, tiene sin duda un fundamento
cuanto a los conceptos asignados a cada término. Lo que carece ya de todo fundamento es
la asignación a los términos de tales conceptos. Por la misma razón podríamos mudar esta
asignación, llamando globalización a la mundialización o recíprocamente.
Las diferencias en este orden parecen por tanto lingüísticamente gratuitas o puramente
convencionales. Pero sobre todo dejan escapar diferencias de concepto efectivas que están
envueltas, como mostraremos, en los términos globalización y mundialización, y que no
habría por qué desaprovechar.
También esta distinción es gratuita, no cuanto a los conceptos desde luego, sino cuanto a la
asignación de los nombres; puesto que si no se dan otras razones, aunque se admita la
distinción de los conceptos correspondientes (lo que en cualquier caso no es muy claro: las
categorías económicas no son independientes de las tecnológicas o de las políticas), tan
gratuito sería llamar mundialización a la globalización así entendida, como a lo contrario. Y
también quedarían eclipsados los conceptos obtenidos en ambos términos y que obran en
ellos siempre de un modo más o menos consciente.
6. Estas consideraciones nos advierten sobre la naturaleza de nuestro propósito: lo que
buscamos es una distinción conceptual, desde luego, pero tal que la asignación de los
nombres («globalización», «mundialización») no sea gratuita, sino que esté justificada, en
virtud de que la diferenciación de los términos corresponda a una diferenciación de los
conceptos. ¿Cómo? De la única manera que cabe la justificación en este terreno: en la
propia historia etimológica de los términos, pero en tanto que esta historia envuelve un
proceso de desarrollo («noetológico», en algún sentido) de ideas holóticas, en este caso, y
que suponemos obrando en dicho proceso. No se trata de apoyarnos simplemente en
argumentos etimológico-históricos a fin de justificar, por así decir, la distinción por la
etimología. No somos gramáticos y más bien al revés tratamos de justificar (o reinterpretar)
la etimología y la historia de los términos por la distinción establecida en el terreno
pertinente: aquel en el cual actuase (en los decursos empíricos de la historia de los
conceptos) una lógica capaz de mantener «noetológicamente» el curso de ciertas relaciones
vinculadas a determinadas estructuras (aquí las holóticas). La situación podría compararse
con aquella en la cual el historiador de la Aritmética, va constatando los primeros y
sucesivos conatos de simbolización numérica pero no como meros datos «empíricos», sino
en la medida en la que la sucesión de los diversos intentos puede ser interpretada, al menos,
parcialmente, como resultado de la «lógica interna» en virtud de la cual pueda decirse que
es la estructura de la teoría de los números la que está guiando de algún modo, por razones
objetivas, el curso empírico de los «ensayos» de simbolización numérica.
En nuestro caso, tal es nuestra tesis, la estructura desde la cual nos disponemos a
reinterpretar los datos de la Filología, de la Etimología o de la Lexicografía, es la estructura
holótica, de la que se ocupa la llamada «Teoría de los todos y las partes». Desde esta
estructura los propios datos etimológicos o históricos que arrastran los términos de
referencia se recomponen, al menos parcialmente. Sólo aparentemente podrá parecer, por
tanto, que estamos siendo reabsorbidos por la Filología. La verdad es la contraria:
intentamos reabsorber la Filología en la lógica material y reexponerla desde ella. Dicho de
otro modo: de lo que tratamos es de establecer unas relaciones firmes entre mundialización
y globalización tales que estando objetivamente establecidas de un modo riguroso, sean a la
vez asignables a los términos de referencia (lo que nos permitirá a su vez concluir que estos
términos envuelven ya de algún modo nuestras definiciones). Desde esta perspectiva
tratamos de desarrollar una «teoría formal» y establecer finalmente algunas proposiciones
desde las cuales sea posible reinterpretar algunos hechos.
Por este motivo, una esfera de radio infinito ya no será un globo, sino un concepto
geométrico límite, que no puede ser localizado en ninguna región del mundo «porque su
centro estaría en todas las partes y su circunferencia en ninguna».
En realidad, las relaciones posibles que cabría establecer entre las esferas o globos son las
consabidas relaciones que en la Lógica de clases se conocen como relaciones de
disyunción, de intersección (parcial) o de inclusión; relaciones que Euler representó
precisamente por medio de círculos o esferas (sin perjuicio de que las clases lógicas fuesen
principalmente totalidades distributivas y los círculos o esferas de Euler fuesen totalidades
atributivas).
Porque el Mundo es una pluralidad que propiamente, no tiene contorno ni, por tanto,
entorno. La Idea de Mundo puede utilizarse en plural, pero con la condición de que esos
mundos (otras veces llamados «universos») no queden «englobados» en los demás, porque
entonces se reducirían a un único Mundo. Ni siquiera deben intersectarse: cada mundo «se
vuelve sobre sí mismo» y precisamente entonces empieza a constituirse como tal, como un
universo. No existe «comisario de exposición» de pintura, organizada en torno a Picasso,
Antonio López o a Saura que no hable del «universo de Picasso», del «universo de Antonio
López» o del «universo de Saura»; lo que quiere decir el señor comisario con ello es
probablemente que fuera del conjunto de cuadros que él controla, los demás cuadros
existentes no le interesan, que el conjunto de cuadros que él controla ha de considerarse por
sí mismo, en el recinto de la exposición, y en el cual los visitantes deberían olvidarse de
cualquier otra cosa y, si fuera posible, no salir jamás del recinto. Un Mundo, cabría decir,
no tiene (como si fuese una mónada lebiniziana) «ventanas al exterior». Cuando Popper
habla de «los tres Mundos», también estaba subrayando su presunta incomunicación; y
cuando se habla de «pequeños mundos», «microcosmos», o en general de los «mundos
económicos» se está aludiendo a las supuestas leyes autónomas que regirían para cada uno
de ellos. El mundo es por tanto «autista», único, porque aun cuando reconozcamos algo
fuera de él, no lo consideramos. «Cada persona es un mundo», se dice en este mismo
sentido. Pero con el globo no ocurre esto, porque, como hemos dicho, los globos pueden
estar encajados unos en otros, como en una caja china.
El autismo que es, según esto, constitutivo de la Idea de Mundo, cabe sin embargo
considerarlo como resultado de una operación meramente intencional, puesto que no existe
nada parecido a un «universo Picasso». La «mundialización local», si cabe hablar así, es,
por ello mismo una operación que puede llegar a tener un signo opuesto a la operación
globalización. Pues la globalización, en cuanto englobante, dice incremento o ampliación
de materiales «exteriores» al conjunto inicial; pero la mundialización, si es local, dice
restricción, abstracción de materiales externos. Solamente habría una posibilidad de que
una mundialización no fuese realmente restrictiva, a saber, cuando el mundo sea único,
dotado de unicidad. Y este es el caso del Mundo por antonomasia, el Mundo en cuanto
término de la tríada de la metafísica tradicional: Mundo, Alma, Dios; el Mundo, como decía
Mauthner, no admite plural, «por lo que sería una insolencia hablar de mundos, como si
existiera más de uno».
Ahora bien, este Mundo único ha de carecer, como ya hemos dicho de exterioridad y, por
tanto, de contorno. Luego, según lo dicho, no puede considerarse como resultado de una
totalización efectiva. El Mundo, en cuanto se concibe como un todo, resulta de una
totalización imaginaria que sólo puede llevarse a cabo «gracias a Dios». En efecto,
«mundo» designaba originariamente el cofre de la novia, todavía hoy llamamos mundo al
baúl. Las joyas y otros útiles heterogéneos, que constituían el ajuar de la novia, se
guardaban en un mundo, en un receptáculo, cerrado en el entorno, acaso vacío. La metáfora
que suponemos pudo dispararse a partir de esta operación fue la siguiente: ampliar el
mundo, el cofre, a extremos infinitos; considerar al espacio vacío, al receptáculo como un
lugar en el que Dios fue depositando su obra de los seis días, a la manera como la novia
depositó sus joyas en el cofre o el emigrante sus enseres en el baúl. Y con todo esto
queremos decir que el Mundo sólo alcanza su sentido como totalidad «a través de Dios»;
pero esta totalidad es imaginaria, porque el Mundo no tiene límites. Ni siquiera en el caso
en el que él se suponga finito: como es sabido Einstein recogió estas ideas estableciendo
que el Mundo es finito pero ilimitado. Y en tanto que los globos o esferas pueden englobar
a otras esferas, como ocurría con las esferas homocéntricas de Eudoxio que, con el centro
en el globo terráqueo iban envolviéndose unas a otras y eran envueltas por la última esfera
englobante o cielo de las estrellas fijas, formaban el Mundo, el cosmos, un sólo Mundo;
porque si un Mundo mayor envolviese al Mundo efectivo, lo refundiría en él formando un
único Mundo. No cabe hablar pues de mundo de mundos como tampoco cabe hablar de
nación de naciones.
9. De lo que precede deducimos que así como para hablar de mundialización estricta no es
preciso dar parámetros, porque sólo existe una mundialización, para hablar en concreto de
globalización, englobante o englobada, hay que dar parámetros, porque sin ellos el
concepto pierde todo su sentido; además, un cambio de parámetros altera también las
relaciones de globalización que habíamos considerado.
Es obvio que en los debates de nuestros días sobre la globalización, el parámetro es el
Género humano como totalidad que vive precisamente en el Globo terráqueo (en «el
Globo», a secas, como se decía a título de galicismo, en el siglo XVIII); es decir, en la
Tierra anterior a los viajes interplanetarios y a la «colonización de las galaxias», de las que
ya se hablaba en el Viaje a la Luna de Cyrano de Bergerac.
Desde esta perspectiva el primer proyecto de globalización que podríamos citar habría sido
el del Imperio de Alejandro; y la primera globalización efectiva habría tenido lugar en el
siglo XVI, cuando Carlos I, pudo dar a Juan Sebastián Elcano un «globo terráqueo» con la
divisa: Primus circumdedisti me. Por supuesto esta globalización no podría considerarse
como desarrollada en un terreno estrictamente económico, implicaba también una intención
de globalización política y, por supuesto, cultural y religiosa.
10. Las ideas expuestas sobre la estructura lógico-holótica de la globalización nos permiten
formular tres proposiciones (referidas a la globalización, relativa al parámetro «género
humano terrestre») con las que pondremos fin a nuestro análisis.
Proposición III. La globalización del género humano terrestre sobre la Tierra es una
totalización operativa cuyo sujeto operatorio no puede ser el propio Género humano como
totalidad, puesto que este Género humano es antes un resultado, a lo sumo, que un principio
de la operación. Por consiguiente la globalización, y aun las globalizaciones máximas, han
de correr a cargo de sujetos operatorios parciales. Pero el nombre que mejor conviene a
estas partes orientadas a globalizar a la Humanidad de un modo real es el nombre de
Imperio.
Ahora bien: como las globalizaciones máximas pueden partir de «centros diferentes», los
procesos «imperialistas» de globalización si son simultáneos darán lugar necesariamente a
conflictos que no tienen por qué ser interpretados como «conflictos de civilizaciones», sino
como conflictos de proyectos de globalización, si es que a cada proyecto de globalización
dado puede corresponder uno alternativo, una antiglobalización, que casi siempre incluye
un proyecto de globalización alternativa. Una vez terminada la II Guerra Mundial los dos
proyectos de globalización enfrentados durante los largos años de la Guerra Fría fueron el
de la Unión Soviética y el de los Estados Unidos. Derrumbada la Unión Soviética el único
proyecto de globalización efectivo que permanece es el de los Estados Unidos, actuando en
funciones de Imperio universal. Esta es la razón por la cual la globalización por
antonomasia puede situarse a comienzos de los años noventa. Pero otros proyectos de
globalización se preparan en contra: algunos, sin adscripción estatal fija, aunque sean
internacionales (como ocurre con los movimientos «antiglobalización»); otros con
adscripciones políticas más o menos precisas, que podemos llamar el Islam o China.
11. Concluiremos diciendo que una globalización, que tiene como radio un círculo máximo,
por mucha capacidad englobante de otras que posea, siempre podrá ser englobada o
intersectada por otras globalizaciones. Es decir, jamás podemos considerar que, tras una
globalización máxima, habremos conseguido agotar la realidad y dar «fin a la historia».
Cualquier globalización podrá quedar siempre desbordada por otras globalizaciones o por
otros procesos que ni siquiera lo son: cualquier globalización quedará siempre desbordada
precisamente por la realidad misma del Mundo.
De la Mentira
Alfonso Fernández Tresguerres
¿En qué circunstancias la mentira,
que es mal ético y moral a un tiempo,
podría considerarse lícita?
Nuestra Academia define «mentir» como «decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe,
cree o piensa». Es decir, que (como ya sabíamos) mentir no consiste simplemente en no
decir la verdad: la sinceridad no me obliga a llamar a la puerta del vecino para decirle que
me parece zafio, torpe o depravado. Tampoco miente quien dice algo falso, siempre que el
propio individuo lo tenga por verdadero. Por eso no cabe considerar mentiras las del niño,
incapaz todavía de distinguir lo real de lo posible, lo que, en opinión de Piaget, no sucede
hasta muy tarde, ya en la época de la pubertad. Ni son mentiras las del loco (las del loco
«de verdad», no las del histrión o las del narcisista que buscan notoriedad o fama): de
alguien que con toda sinceridad se autoproclama hermano pequeño de Jesucristo, con
justicia no decimos que miente, si no que delira. Por donde venimos a dar en que mentir
supone, en suma, la intención expresa de engañar. Algo que ya nos había enseñado San
Agustín: «La mentira –escribe– consiste en decir falsedad con intención de engañar.» Esta
es seguramente la razón de que nuestros políticos, con exquisita cortesía parlamentaria, en
lugar de tildarse de embusteros, se acusan, eufemísticamente, de faltar a la verdad
Observo, con todo, una imprecisión en la definición que proponen nuestros académicos (a
menos que yo la entienda mal): ¿Mentir supone siempre un decir o un manifestar? ¿No hay
mentira en la ocultación, en el silencio, en el callar según qué cosas? Hay cuestiones que
deben ocultarse, verdades que no deben ser dichas, pero hay otras en las que el silencio es
en sí mismo culpable, y el callar sinónimo de mentir. Incluso me atrevería a afirmar que,
dejando a un lado casos problemáticos que constituyen ellos mismos genuinos problemas
éticos, no es difícil determinar cuáles pertenecen a un grupo y cuáles al otro, al punto que
casi todo el mundo (todo el mundo que no sea un imbécil moral y que, por tanto, tenga
mínimamente desarrollada una cierta capacidad de juicio moral), casi todo el mundo –digo–
es capaz de un discernimiento claro a este respecto.
Y bien, ¿por qué miente la gente? Si es verdad, como a veces se ha sugerido, que se mata
básicamente por tres motivos, a saber: sexo, dinero y poder, seguramente no resulta
exagerado conjeturar que, en lo esencial, esas son las mismas razones por las que se miente,
siempre que se esté dispuesto a admitir el prestigio y la fama (quizá también la venganza)
como formas de poder. Con todo, es lo cierto que la mayor parte de nuestras mentiras
obedecen al impulso de aparentar lo que no somos; y éste no es asunto menor, pues parece
indicar que la mentira supone el reconocimiento implícito de la propia insignificancia
(supuesta o real), la vaga sospecha de no ser, por uno mismo, suficientemente merecedor de
interés o atención. Alguien lo bastante satisfecho de sí (lo que no deja de ser otra cara de la
estupidez) no necesita recurrir a la mentira para adornarse con cualidades imaginarias o
para desfigurar hasta la exageración las existentes. En este sentido, casi se podría afirmar
que la mentira es una forma pervertida de la humildad. Quien se halle suficientemente
pagado de sí mismo raramente recurrirá al embuste para impresionar: «soy demasiado
soberbio para ser embustero.» Tal podría ser su lema. Y las más de sus mentiras serán,
probablemente, inocentes maniobras tendentes a evitar incomodidades o contratiempos,
pero no embustes en cuanto tal.
El engaño es un fenómeno frecuente en el mundo animal. Forma parte, en muchas
ocasiones, de lo que Maynard Smith denomina Estrategias Evolutivamente Estables (EEE).
Los ejemplos podrían multiplicarse hasta el cansancio; mas conviene aclarar que en los
animales el engaño más frecuente tiene lugar en las relaciones interespecíficas, y disminuye
sensiblemente (aunque, desde luego, no desaparece del todo) en las intraespecíficas, en las
que, de todos modos, permanece ligado a la consecución de ventajas adaptativas. En
cambio, el ser humano es capaz no sólo del engaño a otras especies, sino también del
engaño sistemático a sus propios congéneres, incluso sin que a veces se vean por ningún
lado las supuestas ventajas que la mentira reporta. Y es que sólo el hombre, que, como
observaba Hegel, es el único ser capaz de renunciar a todo, parece ser también el único
capaz actuar por nada, esto es, capaz de un comportamiento sin motivo ni objeto,
enteramente gratuito; y en esto de la mentira, capaz de engañar, en ocasiones, sin motivos
aparentes, de forma gratuita, como si el engaño fuese un fin en sí mismo y no un medio
para otra cosa. Y así como el crimen sin motivo aparente resulta el más difícil de esclarecer,
así también la mentira gratuita resulta la más inquietante. Que alguien mienta buscando un
beneficio (cualquiera que éste sea) puede resultar comprensible, aunque no necesariamente
justificable, pero que alguien lo haga sin más razón que la mentira misma es, cuando no
entra directamente en el campo de la psicopatología, una de las singularidades más notables
de la naturaleza humana, como el caso de aquel sastre del que afirma Montaigne que
«nunca le oí decir una verdad, aunque le conviniese».
Si damos por válida la distinción establecida por Gustavo Bueno entre «ética» y «moral», y
entendemos la primera referida al individuo en tanto que individuo, mientras que la
segunda tendría como referencia al individuo en tanto que miembro de un cuerpo social,
esto es, en tanto que ciudadano, habría que decir que la mentira es mal ético y moral a un
tiempo (lo que acaso abone las sospechas de que no siempre es fácil dibujar nítidamente las
fronteras entre lo ético y lo moral, porque lo uno, por modos diversos, a veces por
contradicción, a veces por complemento, casi siempre dice referencia a lo otro, quizás hasta
el extremo de que sólo puedan ser delimitados y definidos sus campos respectivos en su
referencia mutua: no hay problema ético que no tenga su propia dimensión moral ni
problema moral que no tenga su propia dimensión ética). Pero decir que la mentira es mal
ético y mal moral, no significa tan sólo que haya una mentira primariamente ética y una
mentira primariamente moral, sino que la mentira misma es simultáneamente las dos cosas:
en su dimensión ética, la mentira supone rebajar al otro al papel de mero instrumento,
convirtiéndolo en espejo sobre el cual proyectar y ver reflejada la imagen distorsionada de
la realidad o de nosotros mismos que la mentira comporta; el otro no es un receptor, sino la
caja de resonancia de nuestras propias ficciones; no es un interlocutor al que se le
proporcionen las reglas de juego que presidirán el diálogo, sino la víctima ignorante de
nuestra perfidia, a la que (sin que lo sepa) amordazamos con nuestra mentira y arrebatamos
una función específicamente humana cual es la de juzgar, sin dejarle más opción que el
asentimiento o la sospecha, con lo que, al cabo, la mentira supone un intento más o menos
deliberado de despojar al otro de su humanidad y convertirlo en simple medio para nuestros
propios fines, aun en el caso de que el fin sea la mentira misma, desnuda, insustancial,
puramente lúdica. Pero al mismo tiempo (y ésta es su dimensión moral), la mentira
envenena las relaciones sociales, haciéndolas descansar sobre la desconfianza mutua, con lo
que institucionalizada al orden de norma rectora de la interacción social, la mentira habría
acabado por convertirse en seria traba para la supervivencia de la especie misma (una
especie particularmente necesitada de «ayuda mutua», como diría Kropotkin). El famoso
«dilema del prisionero», examinado en la moderna teoría de juegos, pone de relieve las
ventajas de la cooperación, o, al menos, de colaborar si el otro lo hace. Tal proceder
constituiría (o eso opinan los teóricos del asunto) una Estrategia Evolutivamente Estable.
Ahora bien, no cabe cooperación alguna sin la confianza que la mentira diluye y desactiva,
por eso con razón afirmaba Santo Tomás de Aquino que: «Los hombres no podrían vivir
juntos si no tuvieran confianza recíproca, es decir, si no se manifestasen la verdad.» Y
siglos más tarde, Montaigne (otra vez Montaigne) sostendrá que: «En verdad, la mentira es
un vicio maldito. No somos hombres ni estamos unidos entre sí más que por la palabra. Si
conociéramos todo el horror y trascendencia de la mentira, la perseguiríamos a sangre y
fuego, con mucho mayor motivo que otros crímenes.»
Con todo, no hay norma ética ni moral (me parece) que no prevea la excepción a sí misma.
Entre los Padres de la Iglesia no fue insólita la opinión de que mentir era lícito si ésa era la
única forma de proteger a la Iglesia de quienes la perseguían; opinión, reprobada, no
obstante, por el primero de ellos, San Agustín, para quien la mentira era siempre
condenable; postura que llega hasta el imperativo categórico kantiano y sus exigencias de
universalidad y validez incondicionada y a priori. Considero, no obstante, que en este
punto no está de más una cierta dosis de utilitarismo: mentir será lícito siempre que con la
mentira se evite un mal mayor que la propia mentira (Stuart Mill sostenía una posición
similar). Convendría examinar si ese mismo criterio no podría aplicarse a la desconexión
excepcional de cualquier otro principio ético o moral. Supongo que el problema reside
ahora en determinar cuándo un mal es mayor o menor que otro. Habrá casos, sin duda, en
que la respuesta la dictará el sentido común o el juicio moral mínimamente desarrollado,
pero en otros, ciertamente, la controversia será inmediata e inevitable.
Por extraño que parezca, la retórica del gobierno actual de los Estados Unidos, ha sido
víctima de ciertas paradojas propias de la era de la globalización. Ante los acontecimientos
del 11 de septiembre el gobierno norteamericano cambia la retórica modernista de la
«defensa de la democracia» a la de «la lucha antiterrorista». Las razones son muchas. Entre
otras porque el mundo comienza a comprender la diferencia entre voluntades mayoritarias
y mecanismos de elección de mayorías. El caso más claro es el de las últimas elecciones en
EEUU. En las mismas y según las reglas de juego, el presidente electo es el justo ganador, a
pesar de no ser el candidato más votado. Esta oposición lejos de ser trivial puso en crisis el
sistema político norteamericano. Por lo demás el nuevo enemigo –el Islam
fundamentalista– no puede con facilidad identificarse con la dictadura como régimen
político, en tanto hay dictaduras no islámicas y dictaduras islámicas que combaten el
fundamentalismo religioso.
Los sucesos del 11 de septiembre ponen de manifiesto una forma arcaica de actuar y pensar
según la cual el sacrificio de la vida propia y la de otros inocentes se justifica ante Dios.
Los fundamentalistas musulmanes son identificados como la expresión más acabada de un
arcaísmo superviviente. La lucha antiterrorista a partir del 11 de septiembre es entonces
diferente a la lucha antiterrorista anterior a esa fecha. De alguna manera es una lucha entre
modernidad y arcaísmo. En esa dialéctica se entrecruzan roles e intenciones dando lugar a
un nuevo caleidoscopio de alternativas políticas. Hasta el 11 de septiembre la lucha
antiterrorista se enmarcaba en una lucha por los derechos del estado democrático occidental
y capitalista. «Terrorista» se denominaba entonces, a personas y o grupos que practicaran
alguna forma de política armada, fueran o no «terroristas» en el sentido estricto del término.
El término era usado en forma ideológica, con fines políticos y sin ánimo de ser exactos. A
partir del 11 de septiembre, el uso del término se hará más preciso y denotará acciones de
un inequívoco contenido arcaico. El término pierde ahora su objetivo manipulador de
hechos, para expresar la repulsa de la modernidad frente a lo que experimenta como
«bárbaro» y «retrógrado». Este nuevo enemigo del Occidente cristiano, no amenaza el
orden existente con alternativas políticas. Ni siquiera puede convertirse en una alternativa
religiosa o ética. Pero es capaz de generar el caos en la modernidad misma, al cuestionar
sus valores más intrínsecos, ejemplificados simbólicamente en las torres gemelas.
Como buenos modernistas los norteamericanos conocen las leyes de la inferencia lógica. El
presidente Bush estableció que:
A. El terrorismo debe ser combatido en forma implacable. (Léase con medios propios de las
situaciones de excepción. Es decir, se pondrán en práctica las leyes de la «guerra sucia»).
B. Si un movimiento (grupo, partido, nación, &c.) A, es terrorista...
———
C. A debe ser combatido en forma implacable.
Ahora bien, tal y como los teóricos de la llamada «inteligencia artificial» han comprendido,
la lógica del razonamiento práctico es más compleja. La vaguedad ingresa en el
razonamiento a través de las definiciones de términos como «es» y «terrorismo» y el campo
amplio de las asociaciones posibles.
Pero: ¿que hacer con aquellos que ni «son» ni «protegen» pero no «condenan» al
terrorismo, o que si lo hacen, lo hacen sin «convicción»?
Este último podría ser el caso de Arafat y del gobierno palestino. Como quién dice:
«carencias en la firmeza de la condena».
¿Y en el caso de aquellos que más allá de toda vinculación al terrorismo realizan alguna
forma de oposición al gobierno de EEUU? ¿No son estos tan culpables? ¿No impiden la
eficacia de las medidas antiterroristas? Si alguna vez el gobierno norteamericano fue
imperialista en sus exigencias políticas, después del 11 de septiembre y con Bush, lo es
mucho más. La política exterior de Bush no admite fisuras de ningún tipo. De allí la
maniobra de mover los prisioneros de Afganistán a la base militar en Cuba. ¿Un intento de
provocar asociaciones del algún tipo?
Por ello:
¿Cuales son las consecuencias de este hecho? ¿Será que después de los acontecimientos de
Venezuela la propuesta modernista retomará la retórica de la «democracia»? Sin perjuicio
de que el mundo mantenga varios discursos paralelos –de alguna manera siempre lo hizo–
los hechos de Venezuela han puesto las cosas en su lugar permitiendo al gobierno de Bush
concluir que:
© 2002 nodulo.org
Desarrollo-globalización-desarrollo:
una lectura desde la dialéctica
Roberto Muñoz González
El autor, profesor de la Facultad de Ingeniería Industrial y Economía
de la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas (Cuba),
discute la dialéctica entre globalización y desarrollo
Tal vez la globalización sea, parafraseando a Marx, el nuevo fantasma que recorre el
mundo. Toneladas de tinta y de papel se gastan cada año para reflejar las más diversas
visiones, interpretaciones y hasta doctrinas en torno a tal fenómeno; pero lo cierto es que no
en todas las cuestiones referidas a la globalización existe consenso, es posible que solo
exista en pocas. Probablemente donde menos acuerdo o desconocimiento haya, sea en su
entendimiento histórico, en su dinámica evolutiva, que con frecuencia está unida a la falta
de comprensión de su esencialidad. De ahí que en este trabajo se presenten tres cuestiones
básicas:
• una explicación histórica del fenómeno y por tanto la ubicación temporo-espacial del
mismo,
Es posible plantear algunas interrogantes para enrrumbar, de una manera más clara, el
problema planteado:
• ¿Qué alternativas tiene los llamados países en vías de desarrollo, ante los imponentes
logros de la ciencia y la tecnología predominantemente globalizados y globalizantes, en
poder del gran capital?
Por supuesto que en este contexto, no es posible exponer todos los argumentos necesarios
para dar respuesta a las anteriores interrogantes, sin embargo expondremos algunas ideas en
forma de tesis contentivas de los argumentos más esenciales. A pesar del carácter breve de
este trabajo, hemos tratado de mantener una coherencia discursiva, que desde la ciencia,
pueda argumentar el origen, la naturaleza, las coordenadas determinantes, así como las
posibles alternativas de los países periféricos, ante el empuje descomunal de ese tan llevado
y traído fenómeno bautizado con el simpático término de globalización, el que esconde, tras
su candidez naturalista, el carácter imperial del sistema dominador de relaciones de
producción y reproducción de la vida material y espiritual de la especie humana
«postmoderna», que no es otro que el capitalismo monopolista transnacionalizado.
• Transculturación primigenia
• Interregionalización mundial
• Internacionalización (del capital)
• Transnacionalización (del capital)
• Globalización (capitalista)
La ciencia no es una entidad autónoma, determinada por sí misma, es una dimensión del
mundo real en constante transformación y está marcada por el carácter y la naturaleza de la
sociedad en que se inserta: por sus fines y agentes, por sus modos de organización y
funcionamiento, por sus resultados y usos, por los valores que les comunica, refleja y porta
por sus conflictos y contradicciones. La ciencia está anclada en las demás actividades e
instituciones sociales: en sus fuerzas, relaciones, estructuras, procesos, &c., los que
condicionan la emergencia, perdurabilidad, crecimiento, orientación y decadencia de la
misma.
Puede observarse que en la definición que ofrece Marx de tecnología, está implícito el
concepto del carácter que asume la misma según las condiciones de vida de los hombres,
así como del reflejo ideal que se deriva de esas condiciones, lo que por supuesto está
signado por sus necesidades e intereses, en especial de la clase o clases dominantes en el
sistema dado.
Cuando la burguesía asume la sociedad como un organismo vivo natural, también lo hace
con la tecnología; de ahí que su desarrollo contemporáneo, en toda su magnitud
modernizadora, lo vean aviesamente como globalización, con un carácter natural y,
simplemente, como signo de civilización y desarrollo que a todos beneficia, que como
sabemos, no es cierto debido al propio carácter del modo de producción capitalista.
• Los sistemas de comunicación de gran capacidad: cables, satélites, fibras ópticas, &c.
• por un lado, dos de los mercados más importantes, si no los más importantes: el de
tecnologías y el financiero, se encuentran en poder de la elite del gran capital transnacional,
el que impone condiciones leoninas y subordinadoras a los países que aspiran a sus
supuestos beneficios,
• por otro lado, la necesidad que tienen los países subdesarrollados de acceder a aquellos
mercados, para poder desarrollarse, lo cual resulta extraordinariamente difícil, debido al
carácter avasallador y marginador del gran capital.
1. aceptar tácitamente las condiciones que impone ese capital para acceder a los mercados
financieros y de tecnologías, en aras del "desarrollo",
2. asumir una voluntad política en función de los intereses de sus Estados y economías
nacionales, que dignifiquen a los pueblos y gobiernos respectivos,
• Las dos últimas variantes siempre deben ir juntas, porque de lo contrario, el esfuerzo
quedaría en solo una distopía, pues en las condiciones de la globalización neoliberal, los
gobernantes de nuestros países necesitan mucha voluntad política, para desde el
capitalismo, intentar transformar las estructuras socioeconómicas, en bien de la propia
nación y de los intereses de los pueblos que representan. (caso Venezuela, por ejemplo),
aunque esto es valedero desde cualquier otra alternativa o modelo social (caso Cuba, por
ejemplo)
Quisiera concluir estas ideas presentadas en forma de tesis, con una alumbradora reflexión
de Marx de gran valor teórico, metodológico y axiológico, para comprender por qué de la
globalización moderna y de su carácter necesariamente capitalista en la llamada era de la
modernidad o la postmodernidad:
«El periodo burgués de la historia está llamado a sentar las bases materiales de un nuevo
mundo: a desarrollar, por un lado, el intercambio universal, basado en la dependencia
mutua del género humano, y los medios para realizar ese intercambio; y, de otro lado,
desarrollar las fuerzas productivas del hombre y transformar la producción material en un
dominio científico sobre las fuerzas de la naturaleza»{3}
Si se comprende la globalización desde esas perspectivas, la lógica indica que ella, en tanto
expresión y resultado del desarrollo de las fuerzas productivas, con toda su dinámica
contradictoria, dará paso a una nueva cualidad de esa intercomunicación, interdependencia
e interculturación, que más que eso será intraculturación planetaria, donde el hombre y el
producto de su trabajo no estarán más enajenados y el trabajo poseerá la dimensión
específicamente humana, como actividad que pone de manifiesto ese don de creación del
hombre, desapareciendo como mera dimensión económico-mercantil; entonces, el
productor directo, verá sus fuerzas humanas objetivadas en el producto de su trabajo; la
riqueza creada, no se volverá contra él como un objeto extraño, como pérdida de sí mismo,
a favor de una fuerza extraña, de un hombre ajeno, sino como prueba de su plenitud
humana, y de que ha logrado, definitivamente, el reino de la libertad.
Notas
{1} Carlos Marx, El Capital, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 1973, tomo 1, pág.
325.
{2} Carlos Marx, Fundamentos de la Crítica de la Economía Política, Editorial de Ciencias
Sociales, La Habana 1970, tomo 1, pág. 38.
«El "gobierno indirecto" fue sólo un compromiso transitorio y las guerras mundiales lo
desbarataron (aunque sólo fuera para sustituirlo por un gobierno económico).
El petróleo significa muy poco (económicamente, históricamente) fuera del contexto de una
industria y de una tecnología muy compleja, resultado de un específico proceso histórico,
que implica a su vez a todo un modo de vida, a toda una cultura o civilización. El control
del petróleo equivale al "control de esa civilización".»
[Gustavo Bueno{1}]
«(Año 1933) Estados Unidos - Colombia. Se entrega el petróleo a la United Fruit Company.
(Año 1933) Estados Unidos - Cuba. Washington bloquea Cuba con barcos de guerra,
mientras el enviado presidencial Benjamín Sumner Welles maniobra con los politiqueros
cubanos para impedir el triunfo popular contra Machado.
(Año 1934) Estados Unidos - Colombia - Venezuela. Animado por el ejemplo de
Rockefeller, Andrew Mellon, secretario del Tesoro estadunidense y dueño de la Gulf, casi
provocó una guerra entre Venezuela y Colombia. Su objetivo era ampliar el territorio
colombiano en las inmediaciones del golfo de Venezuela, para extender igualmente la
concesión que su compañía tenía en Colombia.»
[Gregorio Selser{2}]
«La centralidad del estado imperial en la conquista y expansión del poder de EEUU ha
refutado las suposiciones de los principales teóricos del movimiento contra la globalización
como Susan George, Toni Negri, Ignacio Ramonet, Robert Korten, & que piensan en
términos de la "autonomía de las corporaciones globales". Su énfasis en el papel central del
mercado global de la creación de la pobreza, del dominio y la desigualdad constituye en el
contexto actual un anacronismo. Ya que los estados imperiales euro-estadounidenses envían
tropas para conquistar y ocupar más países, para destruir, para desplazar y empobrecer a
millones, existe una gran necesidad de pasar de la antiglobalización a los movimientos
antiimperialistas, de la falsa suposición de super-estados dominados por Compañías Multi
Nacionales autónomas, a la realidad de las corporaciones multinacionales ligadas a los
estados imperiales.»
[James Petras{3}: tomado del texto titulado La contraofensiva imperial, en el Foro Social de
Porto Alegre (Brasil). 30/01 al 5/02/2002.]
A raíz de la caída del presidente de Venezuela Hugo Chávez algunos analistas han señalado
varias semejanzas con el proceso que llevó al golpe militar en Chile hace casi 30 años, en el
que fue derrocado el presidente Salvador Allende.
Chávez fue depuesto por los oficiales militares que impusieron inmediatamente como
presidente al civil y dirigente de la confederación empresarial venezolana Pedro Carmona.
En Chile se movilizaron también los patronos y los sindicatos, conjuntados para provocar el
desorden en las calles y presionar al presidente Allende.
La prensa española ha venido tildando sistemáticamente a Chávez poco más o menos que
de populista loco. No he podido encontrar un solo artículo que trate los hechos con un
mínimo de objetividad. Quizá los intereses económicos de las empresas españolas en toda
Iberoamérica se vieron seriamente comprometidos por las políticas de Chávez. Y es de
sobra sabido que los medios principales en España son propiedad de estas corporaciones
bancarias y constructoras, y desde luego mediáticas, que se están expandiendo por los
países de esta estratégica región. Región estratégica no sólo para los inversionistas
españoles, naturalmente.
El petróleo venezolano es crucial para los Estados Unidos. Y al igual que sucedía en
tiempos de Allende, cuando su defensa del derecho de Chile a explotar su riqueza cuprífera
(la célebre soberanía de los Estados) y su nacionalización e indemnización legal a la yanki
Anaconda y los intereses de la ITT resultaron intolerables, se recurrió a las sucias
operaciones encubiertas de la CIA orquestadas por el célebre premio Nobel de la paz Henry
Kissinger, aún queda la labor de investigación sobre la posible (y muy probable)
intervención exterior en el actual proceso del golpe militar en Venezuela. Lo que sucederá,
al igual que con Allende y el proceso chileno, es que los propios mecanismos de la política
convertirán un hecho político concreto en mero proceso de una Historia reconstruida a
través de reliquias manipuladas, como son los Informes Desclasificados después de 25
años, archivados como Classified y Top Secret por la CIA. Todo el mundo sabe cómo se
entregan esos documentos tras ser desclasificados: llenos de borrones y hasta con páginas
enteras borradas por los censores del Imperio.
Seguramente en estos sucesos que sirven a los golpistas de coartada, sucederá algo similar a
lo que sucedió en México durante los sangrientos hechos de la Plaza de las Tres Culturas de
Tlatelolco en el Distrito Federal, cuando francotiradores del PRI dispararon sobre la
multitud en dicha plaza, y el consorcio mediático privado Televisa ocultó y manipuló
imágenes clave para el análisis de los hechos. Se supo de estas manipulaciones treinta años
después. La política convertida en Historia manufacturada.
Cuando se leen los diarios y se le presenta como un golpista, debido a su intento fracasado
de derrocar al entonces presidente Carlos Andrés Pérez, corrupto socialdemócrata que
incluso estuvo procesado por ladrón, y ahora al parecer uno de los cerebros del golpe contra
Chávez desde su residencia en Miami, uno no se entera bien de los hechos que llevaron a
Chávez a enfrentar al ex presidente. No se menciona para nada el célebre caracazo en el
cual murieron muchos más manifestantes durante el gobierno de Andrés Pérez y no se
justificó para nada el frustrado golpe de Chávez después de los hechos del caracazo.
Esto puede significar que hay golpes y golpes, es decir, que según convenga, se apoya o no
el ataque al sistema democrático del Estado de Derecho y del gobierno de la Ley. Dicho en
términos más filosóficos: Rawls se utiliza siempre, en la real politik, de manera
completamente ad hoc. Lo mismo podemos decir de todos los filósofos del Derecho y de la
Filosofía Política.
Quizá sea preferible la interpretación que hace de la relación entre democracia y dinero el
alemán Oswald Spengler en su obra La decadencia de Occidente. Más que un supuesto
choque de culturas, lo que existe en la política real en tiempos neoliberales, no en las
visiones idealistas de intelectuales y académicos serviles o manipuladas de la misma que
nos sirve la prensa y la televisión, es nada más pero nada menos, que un dominio por parte
de los poseedores del dinero sobre las estructuras de la llamada democracia gestionada por
medio del mito del Estado de Derecho.
A esto se enfrentaba, me parece que muy consciente de ello, el comandante Hugo Chávez
en el laberinto. El laberinto de los intereses de las corporaciones y sus estrategias para
someter a todo Estado a sus propios intereses por medio del dinero y su casi infinito poder
de presión política.
II
Con Chávez parecía resurgir la vieja lucha de los países llamados del Tercer Mundo por
manejar las riendas de su propio destino, lucha que había sido bruscamente detenida por
dos factores importantes (entre otros), a saber: la deuda externa como instrumento de
dominio imperial y como talón de Aquiles de todos los gobiernos del Tercer Mundo y la
falta de apoyo (habrá que ver en qué se basaba ese supuesto apoyo) de la URSS tras la
caída del Muro de Berlín y a la desmembración y desaparición de ese otro imperio al que se
veían forzados a recurrir, muchas veces sin desearlo los líderes tercermundistas .
Chávez intentó fortalecer su proyecto interno mediante alianzas con Irak y con Cuba. Pero
ya Latinoamérica ha cambiado tanto en este sentido que nadie parece apoyar a Chávez,
salvo Cuba. México es hoy en día un bastión pro yanki en América Latina, y eso pesa
mucho en el continente.
Económico, como hemos mencionado y ya llega al colmo cuando se lee la prensa (a pesar
del intento de suprimir el dato o de ocultárselo a la opinión pública, concepto que urge
criticar, por cierto) y se entera uno de que el FMI quiere imponer a Argentina ¡que se
elimine la educación gratuita en el nivel de secundaria, para sanear la economía Argentina!
Claro que lo que más parece interesar para Latinoamérica –según vemos en el escrito de
Gustavo Bueno Sánchez en el nº 2 de El Catoblepas, Babel redivivo, o divide y vencerás–,
lo que a Estados Unidos más interesa es que se preste atención a las diferencias culturales y
además, en perfecta armonía con lo que dice Huntington en su libro El choque de
civilizaciones. Es decir, hay que occidentalizar a los latinoamericanos, porque siguen
siendo bárbaros y no civilizados (el golpe contra Chávez le daría la razón a Huntington, en
este sentido). Pero lo complicado del asunto es que se pretende hacerlos occidentales
leyendo la Biblia, y además en Inglés. A los indígenas se les enseña la Biblia de Lutero, y a
los criollos y mestizos de las elites latinoamericanas se les enseña la Biblia económica cuyo
texto son los libros de gentes como Hayek y su camino de servidumbre, por ejemplo, y
libros como la Teoría de la justicia de Rawls. Para los menos inteligentes, se escribe
bazofia como el Manual del perfecto idiota latinoamericano... y español del retoño de
Vargas Llosa y Montaner, el intelectual cubano de Miami. Contra todos estos mitos bíblicos
y dogmáticos se trabaja en sitios como este, entre otros.
III
El sino político de dirigentes como Chávez ha sido siempre trágico, pues acaso sus
estrategias chocan contra las de los gestores del poder democrático del dinero. La Historia
de América latina es rica en ejemplos. Recuerdo dos casos en este momento: Allende y
Sandino. Sustituidos por dos sangrientos dictadores (Somoza y Pinochet) apoyados
políticamente y militarmente y asociados económicamente con el vecino todo poderoso del
Norte de América, es decir, con sus representantes políticos y con los amos de las
corporaciones .
IV
Es necesario disponer de un mapa que nos permita guiarnos mediante algunos puntos clave
de esta compleja relación de términos políticos, militares, económicos y sociales.
4. El bloqueo a Cuba y los ataques mexicanos a Cuba en el contexto del golpe de Estado
contra Chávez.
El petróleo
Según el planteamiento que hacía en el diario mexicano La Jornada (18 de abril de 2002) el
investigador de la UNAM John Saxe-Fernández, quien es experto en las relaciones México-
EEUU y en asuntos de energía y petróleo, en referencia al ataque (golpe militar del 11 de
abril) contra el presidente constitucional de Venezuela: «Los intereses empresariales y las
necesidades geoestratégicas están por encima de los compromisos del gobierno de Bush en
torno a la vigencia del estado de derecho y de los principios y procedimientos democráticos
en el hemisferio.»
Una de las claves de este golpe, en el cual parece no haber dudas serias sobre la
participación de los EEUU{5}, deriva del hecho de la creciente dependencia de los EEUU
del petróleo del exterior, ya que sus reservas internas han descendido de manera acelerada,
tal como advierte John Saxe. Esto hace que el gobierno de los EEUU esté haciendo
esfuerzos especiales para poder intervenir en cualquier toma de decisiones de las dos
empresas petroleras más importantes de América Latina, la venezolana PDVSA y la
mexicana PEMEX. No debemos olvidar, en este sentido, que la huelga de trabajadores de la
empresa venezolana en contra de Hugo Chávez, y uno de los detonadores del golpe, fue
llevada a cabo por cuadros dirigentes (tecnócratas) de la petrolera PDVSA.
Respecto de PEMEX, la actitud del gobierno de Fox es de un servilismo total a los intereses
del gobierno Bush, en el sentido de ir preparando el terreno para su privatización, o al
menos de algunos de sus sectores fundamentales (ya hay sectores petroleros privatizados en
México).
Al contrario, en Venezuela, bajo el gobierno de Hugo Chávez, se están llevando a cabo
políticas para la defensa de los intereses del Estado venezolano, en cuanto a que los
recursos petroleros sean puestos al servicio de los ciudadanos (el petróleo es factor clave
para el Estado venezolano).
Por otra parte, las políticas exteriores de Chávez no han gustado en Washington, desde
donde se hizo saber a través de Colin Powell que no agradaban sus visitas a Cuba y a Irak, a
lo cual se respondía desde la cancillería venezolana que un Estado soberano no tiene por
qué rendir cuentas sobre sus políticas exteriores.
La relación de Chávez con Sadam Hussein ha ido en la línea de una defensa de los intereses
de los países productores de petróleo desde el seno de la OPEP, pero su visita en el año
2000 a Bagdad molestó al gobierno de los EEUU.
Medios de comunicación
Los medios son conocidos como el cuarto poder, y es así de hecho, aunque personalmente
prefiero considerarlos como instrumento del poder económico, más bien.{6}
En Venezuela se mostró con plena claridad que los medios, sobre todo la televisión,
fabrican la basura. En este caso, la basura informativa fue fabricada de tal manera que las
tesis de Noam Chomsky y Edward Herman quedaron plenamente demostradas, en el
sentido de que existe todo un sistema de propaganda necesario para mantener a la chusma
alejada del control de lo verdaderamente importante en política. Es decir, del control de los
hilos de la economía y todos los asuntos con ella relacionados.
Un artículo publicado por el diario español Levante (Valencia, 17 de abril), firmado por
Roberto Viciano y Rubén Martínez, autores del libro Cambio político y proceso
constituyente en Venezuela (1988-2000), lleva por título: «Venezuela: la rebelión popular
que nunca existió.»
Este artículo me parece muy importante por lo siguiente: en él se advierte el modo en que
se «informó», en base a las noticias, no contrastadas por los medios internacionales, acerca
de lo que fue una supuesta renuncia de Chávez bajo la supuesta presión de un pueblo en
rebelión contra su presidente, un pueblo harto de abusos de un presidente, que según la
propaganda mediática, es un ex golpista él mismo. Había una consigna y los medios de
todo el mundo se encargaban servilmente de difundirla por todo el planeta. Chávez era un
presidente con tendencias totalitarias.
Vinculaciones militares
Desde que Panamá tomó hace poco más de dos años el control del antiguo territorio de la
Zona del Canal, los Estados Unidos ya no tienen una sede latinoamericana para su
tristemente célebre Comando Sur. Ahora buscan instalarse en Perú o en otros países. Por
otra parte, desde el primero de octubre comenzará a ser operativo el nuevo Comando Norte.
{8}
Se ha de tener en cuenta, para un análisis de los factores que hacen ver el interés de los
EEUU por intervenir en Venezuela, además de los mencionados asuntos geoestratégicos
petrolíferos, el asunto de los problemas fronterizos entre Colombia y Venezuela y sus
implicaciones políticas.
Esta cuestión es compleja y no es quizá el mejor momento para desarrollar más fondo este
asunto, ya que se trata en este artículo de intentar analizar los diversos componentes que
están a la raíz de este golpe. El riesgo de que se utilice la guerra sucia en Colombia (contra
los guerrilleros ahora definidos como terroristas, como no puede ser de otra manera desde
el 11 de septiembre), como instrumento contra el gobierno chavista de Venezuela no sería
nada extraño, si recordamos el modo en que se atacó a la Nicaragua sandinista desde El
Salvador y Honduras. El Plan Colombia, dirigido y orquestado por especialistas militares
norteamericanos puede ser un buen instrumento contra las guerrillas colombianas, y contra
el propio Chávez, en este contexto fronterizo.
Dejo el asunto de las relaciones con estos aspectos militares y sus relaciones con la Iglesia
y las elites económicas tanto en Venezuela como en Colombia para otra ocasión.
El factor Cuba
Algunos han pretendido que hay una relación empática entre Fidel Castro y Hugo Chávez
porque sus proyectos políticos son semejantes. Esto no es así, evidentemente. Hemos
mencionado la relación fundamental entre México, Venezuela y los Estados Unidos, en
cuanto a los recursos petroleros. Pero en lo referente a Cuba y la obsesiva y enfermiza
política exterior norteamericana contra el gobierno cubano, en especial por el bloqueo
económico hacia la isla, el que Venezuela exportara petróleo a Cuba en condiciones
especiales debió molestar sobremanera a Bush (por cierto, los EEUU conceden condiciones
especiales a ciertos países en las relaciones comerciales).
Hay que eliminar las «manzanas podridas», esa ha sido la antigua política exterior
norteamericana, la conocida Doctrina Monroe. No podemos consentir que un solo país de
Iberoamérica establezca modelos políticos que vayan contra nuestros intereses, porque si
tuvieran éxito y apoyo social, los demás países se animarían a seguir esas políticas en
defensa de sus propios intereses. No me extenderé en este asunto, pero mientras escribo
estas páginas, las relaciones tradicionalmente cordiales y de apoyo mutuo entre Cuba y
México están a punto de romperse, lo cual sería un gran éxito para los intereses de los
Estados Unidos, evidentemente.
Lo que se espera es una mayor presión sobre Chávez para que se acople a las consignas
políticas europeas: flexibilización laboral, menor intervención del Estado, privatización de
empresas, libre despido a la Berlusconi, &c.
En cuanto a los EEUU, país que ha venido promoviendo la creación de un área de libre
comercio entre todos los países de América, el llamado ALCA (Acuerdo de Libre Comercio
de las Américas), se pueden hacer algunos análisis que necesitarían mayor espacio y que
considero más prudente y eficaz dejar para nuevos números de El Catoblepas en su sección
Diablo Hispano.
Podemos señalar algunos rasgos esenciales para terminar de presentar el mapa del que
hablábamos. El ALCA está previsto para su eventual firma para el 2005, pero hay serias
diferencias entre los presidentes de los países económicamente más relevantes como Chile,
Brasil y ciertas condiciones que quieren imponer los norteamericanos. Por otra parte, hay
una mayoría (alrededor de un 60%) de senadores de los EEUU que se oponen también a
que se firme ese tratado. Han dirigido una carta a Bush en el sentido de que EEUU no debe
seguir cediendo en tratados internacionales, de tal modo que se siga perjudicando, según los
senadores, los intereses de la industria, agricultura y comercio de empresas
norteamericanas.
Quisiera terminar con una referencia al artículo de The Economist del 18 de abril de 2002,
que se titula «Después del golpe, los cálculos». Después de un análisis más bien muy
parcial, como no podría menos de esperarse, y bajo un pie de foto (que muestra dos
hombres entre los escombros de la batalla que fue coartada para el levantamiento militar)
que reza «Hugo Chávez ha sobrevivido por ahora, pero el poder está en el ejército»,
termina el editorial con esta frase: Y mientras Chávez ha reaparecido en la escena, algunos
venezolanos creen que su "revolución" ha sido mortalmente herida. Después de todo,
muchos golpes triunfantes son precedidos por intentos chapuceros.
Esto nos recuerda el título del citado artículo de Carlos Fazio en La Jornada, de México:
«Lo volverán a intentar». Aunque evidentemente, el artículo de The Economist lo dice
como si se consolara al pensar que se volverá a dar el golpe y tendrá éxito, en beneficio y
para tranquilidad del mundo empresarial y financiero: Fazio comenta que lo volverán a
intentar y si lo logran será en perjuicio de los millones de venezolanos sometidos a la
explotación más salvaje que podemos concebir en este momento histórico.
22 de abril de 2002
Notas
{1} Ambos textos han sido tomados del libro de Gustavo Bueno Primer ensayo sobre las
categorías de las 'ciencias políticas', Gobierno de La Rioja, Logroño 1991.
{2} Los tres textos de Gregorio Selser están extraídos del Tomo III (1899-1945) de su obra
póstuma Cronología de las intervenciones extranjeras en América Latina, en coedición de
la UNAM-Universida Obrera de México, 2001.
{4} Consultar el citado Primer Ensayo de las categorías de las Ciencias Políticas, y
también España frente a Europa, Alba, Barcelona 1999, ambos de Gustavo Bueno.
{5} La agencia Prensa Latina, informaba el día 17 de abril sobre el hecho de que Otto
Reich, actual subsecretario de Estado de los EEUU para asuntos hemisféricos condujo a los
líderes golpistas venezolanos, según noticia del propio New York Times, que luego fue
desmentida (¿cómo no iba a serlo?) por Washington. Aunque el semanal especializado en
asuntos económicos, el londinense The Economist, lo menciona también.
{7} Sobre estos asuntos es interesante la lectura de estos libros: Gustavo Bueno,
Televisión:: apariencia y verdad, Gedisa, Barcelona 2000; del mismo autor: Telebasura y
democracia, Ediciones B, Barcelona 2002; Noam Chomsky y Edward Herman, Los
guardianes de la libertad (propaganda, desinformación y consenso en los medios de
comunicación de masas), Crítica, Barcelona 1990.
{8} Después del ataque del 11 de septiembre, el gobierno de los EEUU ha presentado a sus
vecinos y socios del NAFTA (TLC), Canadá y México su nuevo proyecto, que será una
realidad a partir del primero de octubre del 2002, mediante el cual el ejército de los EEUU
protegerá todo el territorio desde el Sur de México hasta Alaska, tanto por mar, tierra y aire.
Ha solicitado la colaboración de ambos vecinos, aunque advirtiendo que con o sin ella sus
planes de defensa del hemisferio Norte de América se harán según lo planeado en el
Pentágono y la Casa Blanca. Para esto se ha creado el llamado Comando Norte o
NorthCom, cuya base central estará ubicada en el estado de Colorado.
{9} Transcribimos este artículo del otrora izquierdista Gabriel Albiac. Pueden verse algunas
cartas de respuesta, de varios lectores en desacuerdo con Albiac, en la página
www.eurosur.org/rebelion/cartas.htm
De dicho libro dichoso he tomado prestada la proclamación que sirve de título a este
artículo y que Marquard emplea con cierta frecuencia en ése y en otros libros suyos, aunque
en todo momento alargando con inocultable ironía el significado de la muy clásica
expresión fiat iustitia et pereat mundus, hágase justicia y perezca el mundo, la cual, a su
vez, adaptaba a su manera aquella otra que profería: fiat iustitia, ruat caelum, hágase
justicia, y húndase el cielo). Constituyen todas ellas fórmulas que tratan de capturar el
sentido último de esos movimientos revolucionarios de la historia universal en los que la
bandera de la libertad es blandida con fiereza y, a menudo, también con extrema dureza,
casi como una amenaza, hasta el punto de llegar a convertirse en superación de sí misma,
en «liberación de las libertades», o sea, en dictadura y terror, en un ardor guerrero político-
militar pleno de desprendimientos, entre los cuales no está exento el desprenderse de
muchas libertades particulares y efectivas (individuales) que molestan, para pasar a
reverenciar a la diosa Libertad (colectiva), que tanto precisa de víctimas y de mártires
tantos.
Henos aquí ante uno de los más graves errores que ha cometido la Utopía en su larga
historia: transformar los ideales políticos en idearios y prontuarios susceptibles de imponer
principios y valores en el sentido más lato y latoso, más latréutico y lacerante, de la
imposición y la dominación que cabe imaginar: arremetiendo sobre/contra la realidad de las
cosas y sobre/contra la voluntad de los hombres. Los «utopistas políticos» siempre han
pecado de muchas cosas, por ejemplo, de incoherentes, pues desde el mismo instante en
que aceptan esta calificación y se identifican con ella, en verdad que están oficiando como
maestros de la contradicción (en los términos y en muchas cosas más), en apologistas de la
aporía y la trascendencia, algo muy extraño a la aspiración del sabio Marquard, quien
defiende incansablemente una «apología de lo contingente» {2} aplicada a la ética y la
política.
Digámoslo así: los «utopistas utópicos» de antaño no estaban en ningún sitio en particular
cuando perfilaban el «lugar ninguno» de sus sueños, pero no pocos «utopistas científicos»
de hoy en verdad que ocupan muchos puestos y consejos de administración (en el ámbito
de la intelectualidad y la academia son abrumadora mayoría, a menudo insensibles y
excluyentes hacia los que no comparten su credo; son, por tanto, sectarios), y rugen, se
revuelven con furor y se rebelan al menor intento de negarles alguno, o sólo disputárselo, o
por pedirles educadamente que dejen sitio a otros (¿será ésta una de las claves de su
rebelión?).
Pero, ¿qué es lo que existe y tanto disgusta? ¿Qué clase de sociedad es la que se desprecia
tanto y contra la que se lanza la lucha postergada, la revolución pendiente? Respuesta: una
sociedad que, según el ensueño de la utopía, no cambia porque está en «lugar ninguno».
Otra sociedad es posible, se dice (dejan, entonces, de pedir lo imposible, pero eso no
importa). He aquí la nueva versión del porvenir de la ilusión recapitulado también por
Marquard: «queremos ofrecer, a cambio del levantamiento nunca realizado contra la
dictadura, una rebeldía crónica contra la no dictadura del mundo liberal civil-burgués.»{5}
Las Torres Gemelas de Nueva York eran edificios hermosos y fiables, y los han echado por
tierra, convertidos en polvo junto a miles de personas por el único delito de habitar y
trabajar en la ciudad más libre y cosmopolita del planeta. Al Pentágono, centro de la
defensa de Occidente, le han abierto las tripas, y hoy el mundo vive el momento de mayor
inestabilidad e inseguridad de los últimos tiempos. La aviación ha sido el medio de
transporte de personas más seguro, hoy se tiene miedo a volar. Hay temor e incertidumbre.
Desconcierto y confusión. Por el momento, Hobbes ha triunfado y Locke ha perdido. El
mundo ya no va a ser igual desde aquella infausta fecha, pero sería bueno que el esfuerzo
de la civilización se concentrara en superar la actual excepcionalidad lo antes posible, lo
mejor posible. ¿Con qué fuerzas se cuenta para la tarea? ¿Con quiénes se cuenta?
Occidente no está en conflicto con el resto del mundo. Tampoco hemos llegado al final de
la historia, pero desde la caída del muro de Berlín, con el auge de la globalización, el
horizonte mundial se ha visto amplificado en lo espacial, pero sintetizado en lo intelectual,
reducido, en verdad, a un hecho muy simple, a una circunstancia efectiva: en el ámbito de
las ideas y de los hechos, en el contexto teórico y práctico de la era global, no hay más que
un modo de vida viable, la democracia liberal (civil-burguesa), y frente a él se alinean todos
los demás. Se trata de una constatación fáctica, corroborada por la fuerza de los hechos y
por la voluntad de los seres humanos. Dicha circunstancia, empero, se ha vuelto
insoportable para algunas conciencias e ideologías tocadas (totalitarias, nacionalistas et
alii), puestas en evidencia, desenmascaradas y aun derrotadas en amplios frentes. No
resignadas al trance y a su destino, contraatacan, se revuelven, golpean con furia a la menor
ocasión, se unen contra el superviviente (ésa es su culpa: ser superviviente) para acabar con
él de forma no siempre pacífica y democrática, ocupando las calles, minimizando o
desdeñando el dictamen de las urnas (antigualla del mundo civil-burgués){6}. En el
momento presente, el conflicto es bastante simple: todos contra uno.
Resulta grotesco que al pensamiento liberal, que sustenta esa democracia y ese modo de
vida civil-burgués, se le fustigue a menudo con el ignominioso apodo de «pensamiento
único», en un paso más dentro del incansable, renovado pero viejo, afán por borrarlo del
mapa, por la fuerza bruta si se puede, y si no, mediante la ofensa y la infamia. Resulta muy
chocante la acusación, cuando lo que sobresale hoy, por el contrario, de entre los rescoldos
de las viejas ideas y creencias, empinada como una nueva Utopía, es un frente único
antiliberal, una congregación de variopintas filiaciones y procedencias reunidas en, y por,
un principal objetivo, en realidad, en lo único en que piensan: llevar (a) la ruina a la
democracia liberal.
Los organizadores de los ataques 11 de septiembre, los agentes del terrorismo, no son
sujetos melindrosos. Prepararon durante años su acción, sólo esperaban el momento
propicio, el más eficaz desde el punto de visto logístico y el más receptivo en el terreno de
las emociones y de la propaganda. El terrorismo golpea cuando se siente fuerte y la víctima
se encuentra a tiro. Los ejecutantes de los atentados del 11 de septiembre llegaron pilotando
aviones comerciales, vinieron del aire, pero no cayeron del cielo. Golpearon el Centro
Mundial del Comercio (World Trade Center), la sede central de la Defensa de Occidente y
apuntaron a la Casa Blanca, residencia del presidente de Estados Unidos. Tras el primer
acto de la tragedia, pocos no condenaron las acciones y menos aún confesaban que en el
fondo se alegraban (sólo esos pobres niños palestinos celebrando los hechos, vistos por
televisión el día de la vesania, algunos dirigentes tercermundistas), otros decían lamentarlo,
si bien decorando su sentimiento de horror con algún «pero» delator.
Notas
{3} José Ortega y Gasset, El tema de nuestro tiempo, Revista de Occidente, Colección El
arquero, Madrid 1976, pág. 103. En el apéndice de este libro «El ocaso de las
revoluciones», y en el contexto de nuestra discusión, considérese también estos asertos del
filósofo español: «La ley buena es buena por sí misma, como pura idea. Por eso, desde hace
siglo y medio, la política europea ha sido casi exclusivamente política de ideas. (...) Ahora
bien: una idea forjada sin otra intención que la de hacerla perfecta como idea, cualquiera
que sea su incongruencia con la realidad, es precisamente lo que llamamos utopía. (...) Tal
vez en la ciencia, que es una función contemplativa, tenga el utopismo una misión necesaria
y perdurable. Mas la política es realización. ¿Cómo no ha de resultar contradictorio con ella
el espíritu utopista?», pág. 129.
{4} Odo Marquard, Filosofía de la compensación. Escritos sobre antropología, op.cit., pág.
105.
0. Introducción
Desde la perspectiva del materialismo filosófico{1}, el tiempo es una Idea. Esto quiere decir
que nos la encontramos atravesando diferentes campos gnoseológicos de diferentes
categorías científicas{2}; pensemos por ejemplo del tiempo en la Física, el tiempo en la
Historia, en la Psicología o en la Economía.
Antes de empezar hemos de aclarar que en cada categoría científica, la Idea de tiempo
adquiere una modulación diferente. Así, en la Economía Política la medida del tiempo es
convencional y la determinan los observatorios nacionales de los países occidentales como
el Observatorio Naval de Washington o el Real Observatorio de Greenwich cuyos
resultados son coordinados por una agencia internacional, La Oficina Internacional de la
Hora con sede en París.{4}
En principio, las mercancías se nos presentan como cosas útiles productos del trabajo
humano.{5} Cosas que vienen a satisfacer unas necesidades humanas de la más diversa
índole (reales o imaginadas). En este sentido, un kilo de carne, un curso de filosofía pura o
una película de Almodóvar, tienen en común una cualidad genérica: satisfacen esas
necesidades humanas, físicas o históricas. Esta capacidad de satisfacer necesidades es lo
que les confiere su carácter en tanto valores de uso. Sin embargo, nos encontramos con que,
en el mercado, se intercambian variadas mercancías, cualitativamente diferentes, en las más
diversas proporciones. Por poner un ejemplo del propio Marx:
Esta segunda propiedad de las mercancías (poder ser cambiadas unas por otras) es la que
les confiere su carácter en tanto valores de cambio, y este es, siempre desde las categorías
de la Economía Política marxista, el doble carácter de la mercancía: valor de uso y valor de
cambio.
Pues bien, si estas mercancías, cuyos valores de uso son inconmensurables, se pueden
cambiar en el mercado es porque ambas son iguales a una tercera, como muy bien supo ver
Aristóteles en su tiempo:
«Lo que produce la retribución proporcionada es la unión de términos diametralmente
opuestos [...] Pues una asociación por cambio no tiene lugar entre dos médicos, sino entre
un médico y un agricultor, y en general, entre personas diferentes y no iguales. Pero es
preciso que se igualen y, por eso, todas las cosas que se intercambian deben ser, de alguna
manera, comparables [...] Es preciso, pues, que entre el arquitecto y el zapatero haya la
misma relación que entre una cantidad de zapatos y una casa o tal alimento. Pues, de otro
modo, no habrá cambio ni asociación. Pero esta proporción no será posible, si los bienes
(distintos) no son, de alguna manera (en algo que les sea común), iguales. Es menester, por
tanto, que todo se mida por una sola cosa...»{6}
«Es menester, por tanto, que todo se mida por una sola cosa, como se dijo antes. En
realidad esta cosa es la necesidad, que todo lo mantiene unido; porque si los hombres no
necesitaran nada o no lo necesitaran por igual, no habría cambio o no tal cambio. Pero la
moneda ha venido a ser como una especie de sustituto de la necesidad en virtud de una
convención [...] así, pues, la moneda, como una medida iguala a todas las cosas haciéndolas
conmensurables; no habría asociación, si no hubiese cambio, ni cambio si no hubiera
igualdad, ni igualdad si no hubiera conmensurabilidad [...] debe existir, entonces, una
unidad establecida en virtud de un acuerdo, porque esto hace a las cosas conmensurables.
En efecto, con la moneda todo se mide. Sea A una casa, B diez minas, C una cama. A es la
mitad de B, si la casa vale cinco minas o su equivalente; la cama C, es la décima parte de B.
Es claro, entonces, cuántas camas valdrán lo mismo que una casa, es decir, cinco. Es
evidente que el cambio se haría de este modo, antes de existir la moneda».{7}
Luego en nuestro ejemplo, según Aristóteles, si se pueden cambiar veinte varas de lienzo
por una levita es porque ambas valen lo mismo, por ejemplo, 1000€.{8} Pero Aristóteles está
confundiendo aquí el valor con su medida en dinero, veremos luego por qué. ¿En qué
consiste pues, esa tercera cosa que se mide en dinero? Para responder esa pregunta, Marx se
formula otra: Si dejamos de lado o hacemos abstracción de que el lienzo y la levita son
objetos útiles, ¿qué queda por decir de ellos? Como señalábamos al principio, queda por
decir que son producto del trabajo humano, pero no producto del trabajo concreto del
tejedor o el sastre, pues en la relación de intercambio entre mercancías desaparece su
carácter útil (el valor de uso){9}. Es decir, al desaparecer el carácter útil de la mercancía
desaparece también el de los trabajos concretos (ligados a esta utilidad, el arte del sastre o
el tejedor) que los produjeron, «reduciéndose en su totalidad a trabajo humano
indiferenciado, a trabajo abstractamente humano»{10}. Lo cual quiere decir, que si quitamos
el trabajo concreto lo que queda es trabajo abstracto, simple gasto de fuerza de trabajo y
músculos.
Podemos concluir para este apartado que la magnitud tiempo que nos ocupa ejerce una
función fundamental en la Economía Política, a través de la teoría del valor, en la que el
valor de una mercancía aparece como la cantidad de tiempo de trabajo socialmente
necesario para producirla y a su vez el tiempo de trabajo socialmente necesario viene
determinado por el desarrollo de las fuerzas productivas a través de la ciencia, la
tecnología...
En un primer momento, el capitalista acude al mercado con un dinero (D) y compra con él
dos tipos de mercancías (M) necesarias para que el dinero empiece a circular
cíclicamente{15}. Para que pueda empezar a convertirse en capital productivo, tendrá que
comenzar por comprar los (Mp) medios de producción (maquinaria, fábricas, almacenes...),
para continuar adquiriendo la fuerza de trabajo (T) es decir, la contratación de obreros en el
mercado laboral. Que estos obreros se puedan contratar, presupone la existencia de la
propiedad privada de los medios de producción, de la misma manera que la compra de
esclavos presupone al sistema esclavista, como dice Marx «hay que partir de la existencia
de la esclavitud para que el dinero pueda invertirse en comprar esclavos. En cambio, para
hacer posible la esclavitud no basta con que el comprador disponga de dinero»{16}. Pero el
obrero no es un esclavo, el empresario no puede volver a venderle, sólo ha comprado su
fuerza de trabajo por un determinado tiempo, la jornada laboral.{17}
De esta forma, y por conectar estos estudios, aparentemente teóricos, con la realidad
fenoménica más actual, empiezan a aclararse, por ejemplo, los efectos económicos de los
atentados del pasado once de septiembre. Puede cualquier lector comprender, que si el
World Trade Center era uno de los mayores puntos mundiales de circulación de mercancías
(por la cantidad de empresas dedicadas a ello que estaban afincadas en las Torres Gemelas),
y este desaparece de un plumazo, entonces las compras y ventas, no es que desaparezcan
pero se ralentizan, agudizando la crisis, recesión y paro que ya existían, por cierto, de antes
de los atentados.
En el seno del materialismo filosófico, discusión y crítica aparte merece el hecho de que
Marx no llamase proletarios{21} a los trabajadores asalariados implicados en el proceso de
circulación. Desde un punto de vista estrictamente marxista estos trabajadores comerciales,
de distribución y transporte, trabajadores del sistema financiero, burócratas y funcionarios,
educadores, militares, etc, no son productivos porque su trabajo no crea plusvalía; en
realidad, el capitalista se ve obligado a emplearlos porque es la única forma de asegurar que
sus mercancías podrán venderse. Sin embargo, sí que influyen directamente en acelerar la
circulación y que la producción global aumente{22}.
Hemos asistido en los últimos tiempos, a una de las propuestas más sugestivas de los
sindicatos en lo que a los trabajadores asalariados se refiere: la reducción de su jornada de
trabajo de cuarenta a treinta y cinco horas semanales. Los sindicatos y fuerzas políticas de
izquierda han argumentado por boca de sus portavoces a favor de esta medida y se han oído
unas consignas que revelan el más burdo voluntarismo político, en lugar del análisis
científico y filosófico de la realidad y el presente histórico.
a) Se argumenta en primer lugar, que la jornada de treinta y cinco horas otorgará más
tiempo libre, más tiempo de ocio a los obreros lo que contribuirá en mejorar su nivel de
vida{25}. En este razonamiento se esconde, por un lado, la idea de que el ideal de vida del
obrero es trabajar lo menos posible y consumir mayor tiempo de ocio, y por otro, se
enmascara el hecho de que desde el punto de vista del cierre categorial económico, ese
sujeto (obrero) cuando deja de producir, sólo puede ser considerado consumidor y como tal
es considerado. Aumentando su tiempo de consumo (de compras, no de "ocio") y
disminuyendo el de trabajo, se intenta desbloquear el mercado existente, mientras se amplía
la oferta de valores de uso novedosos que estimulan el consumo , ¿cuántos hornos
radioactivos, cuántos teléfonos móviles, plataformas digitales de televisión u ordenadores,
se compraban hace treinta años?
b) En segundo lugar, se habla de la reducción del paro (la creación o el reparto de empleo).
Si las horas de tiempo de trabajo disminuyen, la producción disminuirá también y tendrán
que mantenerla mediante la contratación de los parados, que supuestamente, los patronos se
verán obligados a adquirir para mantener los niveles de producción, aunque sea para media
jornada. Sin embargo, el capitalismo no puede renunciar al paro como ejercito trabajador
de reserva, que se encarga, además, de regular los salarios a la baja en el mercado laboral.
El pleno empleo es una reivindicación absurda e irracional para los intereses capitalistas (es
una utopía sobre todo, en un periodo de desaceleración){26}. Además, aunque en principio se
generara más empleo, esto sería peligroso para la estabilidad laboral de los trabajadores
antiguos (véase más abajo el comentario sobre el caso francés).
c) En tercer lugar, argumentan que reducir la producción es malo para el capitalista. Pero ya
hemos visto que esto no es siempre así. Conocidas son las huelgas provocadas por los
propios capitalistas a principios de siglo, por ejemplo, o las huelgas de stock «a la
japonesa» donde se luchaba contra el capitalista, precisamente aumentando la producción.
Nosotros acabamos de observar en los dos puntos anteriores, que es precisamente en los
periodos de desaceleración (desaceleración en el ciclo del capital) económica cuando más
interesa a los capitalistas reducir la producción.
d) En cuarto y último lugar, un argumento que además de los sindicatos y las fuerzas
políticas de izquierda, ha usado también parte del movimiento antiglobalización, desde las
perspectivas ecológica y neomalthusiana{27}. Argumentan ellos que reducir la producción,
en general, es bueno para la Naturaleza, ya que los recursos naturales limitados de que el
hombre dispone y que le son necesarios (oxigeno, agua, tierra cultivable, fauna y flora...) se
están agotando y no podrán sustentar a la población mundial durante mucho tiempo más.
Además de situarse en una perspectiva radial, en detrimento de la circular, que es la que
corresponde a la Economía política como ciencia, estos ecologistas no dicen a las claras lo
que los malthusianos de antaño se atrevían a decir sin tapujos: que la reducción de la
producción humana forzaría a tener que reducir el número de habitantes del planeta.
Así que la jornada de treinta y cinco horas es buena para todo. Para el Hombre, porque
mejorará su nivel de vida (tendrá más tiempo libre para poder ir consumiendo gasolina en
sus viajes de fin de semana o quedarse en su casa viendo la televisión) y para la Naturaleza,
porque se dejará de explotar salvajemente el planeta y los recursos del ecosistema podrán
alimentarnos durante quinientas generaciones más.
«...Fuimos incluso ayudados, no diré por el Destino sino por el movimiento europeo que
habíamos contribuido a hacer nacer, porque el 10 de octubre Jospin había dicho "yo hago la
reducción del horario de trabajo"; el 12 de octubre se reabrieron las negociaciones con el
gobierno Prado; el 14 de octubre firmamos el protocolo de acuerdo que contenía la promesa
del gobierno de presentar en estos días un proyecto de ley para la reducción del horario de
trabajo para el 1º de enero del año 2001, al menos para las empresas de más de 15
asalariados. Ha sido una victoria debida a nuestra determinación y a la contemporaneidad
de la decisión del gobierno francés»{29}.
Así, se materializaba la bajada de salarios global que habían negado tanto gobierno como
sindicatos en un principio.
Nosotros, ante este presente de confusión{30}, proponemos que cada propuesta de los
sindicatos y de los partidos denominados «de izquierda» sea examinada teóricamente de
forma escrupulosa. Aprovechando para ello y en cada ocasión, el instrumental analítico que
nos proporcionan el materialismo histórico y el materialismo filosófico, no quedarán ya
más dudas, sobre la hipocresía moral de quienes dicen representar los intereses de unos
grupos humanos, defendiendo en realidad los de los grupos de los que dicen ser enemigos,
ya sea porque son los que les pagan, o por pura incompetencia teórica.
Bibliografía básica
Gustavo Bueno, Ensayo sobre las categorías de la economía política, La Gaya ciencia,
Barcelona 1972.
Notas
{1} Pelayo García Sierra, Diccionario Filosófico, Pentalfa Ediciones, Oviedo 2000, pág 27.
{2} Para la relación entre las Ideas y las Categorías pueden verse, por ejemplo: Gustavo
Bueno, El papel de la Filosofía en el conjunto del saber, Ciencia Nueva, Madrid 1970, cap.
III. C. Las "Ideas", objetos del taller filosófico, pág. 251. Gustavo Bueno, Etnología y
Utopía, Júcar, Madrid 1987, pág. 47-48.
{3} «El partido que voy a tomar aquí es, decididamente, el siguiente: suponer como
'referencia', de cualquier lenguaje económico, a la realidad económica primaria, en cuanto,
en cualquier caso, está, también constantemente implicada en el 'sentido' de la Economía
Política [...], diríamos que la Economía Política científica desempeña el papel de una
Gramática, por respecto a la lengua hablada». Gustavo Bueno, Ensayo sobre las categorías
de la economía política, La Gaya Ciencia, Barcelona 1972, pág. 38.
{4} «El Tempus económico, está, sin duda, entretejido con el tiempo astronómico, pero
formalmente es un tiempo ontológico categorial, y las unidades de este tiempo no tienen
por qué ser, en principio, las mismas que las unidades del tiempo cronológico». Gustavo
Bueno, op. cit. pág 60
{5} Es importantísimo conocer el cap. I del vol I de El Capital para toda la terminología
marxista que luego será recurrente a lo largo de todo el libro.
{6} Aristóteles, Etica nicomáquea, Gredos, Madrid 1998, libro V, pág. 251
{8} «Los términos "ganancia" y "pérdida" proceden de los cambios voluntarios, pues a
tener más de lo que uno poseía se le llama ganar y a tener menos de lo que se tenía al
principio, perder, y lo mismo en el comprar y en el vender y en todos los cambios que la ley
permite». Ibíd. 249
{9} Karl Marx, El Capital, vol. I, FCE, México D.F. 1995, pág. 6
{10} Ibíd.
{11} Ibíd.
{12} «El tiempo de trabajo socialmente necesario es el requerido para producir un valor de
uso cualquiera, en las condiciones normales de producción imperantes en una sociedad y
con el grado social medio de destreza e intensidad de trabajo.» Ibid pág 6. «La mensuración
es objetiva (incluso inconsciente).El concepto de trabajo social medio no es sólo un
'promedio académico' sino una resultante social, dentro de cada modo de producción».
Gustavo Bueno, op. cit., pág. 60.
{14} Ibíd.
{15} «La rotación sistemática recurrente como contenido mismo del cierre categorial, es
un movimiento, y, por tanto, incluye el Tiempo. El Tiempo es, en efecto, un componente
esencial de la razón económica categorial y del cierre económico.» Gustavo Bueno, op. cit.
pág 60
{18} Esta es la rotación sistemática de la que habla Gustavo Bueno en la nota 15,
representada en forma de círculo en la tabla que aparece en su Ensayo en la pág 47.
{20} Karl Marx, op. cit. vol. II. Cap. V pág. 111.
{21} «Por "proletario" únicamente puede entenderse, desde el punto de vista económico,el
asalariado que produce y valoriza capital y al que se arroja a la calle no bien se vuelve
superfluo paraa las necesidades de valorización de Monsieur Capital» K. Marx, op. cit. vol
I, cap. XXIII.
{22} «Por consiguiente, el capital comercial no crea valor ni plusvalor, es decir, no lo hace
directamente. En la medida en que contribuye a la abreviación del tiempo de circulación,
puede ayudar, indirectamente a aumentar el plusvalor» K. Marx, op. cit. vol III, cap. XVI.
{23} «En este sentido, la reivindicación de una Ley que reduzca la jornada laboral a 35
horas semanales es una batalla contra el paro permanente, contra la pobreza y la exclusión
social, pero también un modelo de sociedad democrática e igualitaria, ecológicamente
sostenible y por una nueva relación entre géneros, por la profundización y la extensión de la
democracia política. En síntesis, por una opción de civilización».Salvador Jové, Manuel
Monereo, 35 horas por Ley ¡ya!, en VV.AA. El libro de las 35 horas, El Viejo Topo,
Madrid, pág. 8.
{24} Parece superfluo, pero es fundamental advertir que, por supuesto, la reducción de la
jornada no debe implicar, para los sindicatos, una reducción del salario en ninguno de los
casos.
{25} «Además de crear y mantener empleo, es un factor de civilización: para ganar tiempo
de vida, para una mayor igualdad entre hombre y mujer, etc. En una Europa en la que la
producción se ha multiplicado por tres en los últimos 40 años, mientras que la cantidad de
trabajo se ha reducido un 30%, el tiempo estándar de trabajo no puede ser el mismo.» José
M. Zaffiur, 35 Horas, Artículo aparecido en el diario «Cinco días», 20 de Octubre de 1997.
{26} «El anuncio francés, seguido a los pocos días por sus vecinos italianos, de reducir la
jornada laboral a partir del año 2001, parece reflejar que se ha asumido ya, por esos
gobiernos, que si no se puede crear empleo, entonces que se reparta. Pero ¿es ésa una
disyuntiva real?, ¿es ése el derrotero por el que podían avanzar las más imaginativas
estrategias de la anhelada socialdemocracia europea?» Santos Ruesga y Ciro Murayama
¿Generar o repartir empleo?, El Mundo, martes, 28 de octubre de 1997. (Cursiva mía)
{29} Alfonso Gianni, alocución Sobre la campaña del empleo en Italia pronunciada ante el
Consejo Político Federal de IU el 31 de Enero de 1998, Editado electrónicamente por el
Cendoc de IU Federal, Madrid, 28 de febrero de 1998.
{30} El día que se escriben estás líneas, 13 de marzo de 2002, UGT ha anunciado su nueva
propuesta para la reducción de la jornada de trabajo a ¡cuatro días semanales! Utilizando
los argumentos a y b (reducción del paro y más tiempo libre para dedicar "a la familia").
Venezuela y Chávez,
la constitución y el crucifijo
Gustavo Bueno Sánchez
Tras el frustrado golpe de estado del once de abril de 2002
se ofrecen algunos datos y documentos sobre la
República Bolivariana de Venezuela
El procedimiento del golpe siguió al detalle lo previsto por el manual para estos casos:
desde los medios de comunicación por ellos controlados se fue caldeando la opinión
pública, fomentando las críticas y el descontento, luego se promovió una huelga general y
el día D se organizó una manifestación, se indujo al pillaje y saqueo de tiendas y en cuanto
unos francotiradores provocaron unos muertos, atribuidos inmediatamente por los medios
compinchados a la represión de un poder incapaz ya de dominar el descontento «del
pueblo», los salvapatrias de turno, «obligados por las circunstancias», se aprestaron a
intervenir como pacíficos restauradores del orden por ellos alterado, con el beneplácito
inmediato de quienes pastorean a la población desde el control de la televisión, la radio y la
prensa.
La coordinación en los países extranjeros interesados fue perfecta: a los pocos minutos las
radios ofrecían entrevistas con presuntos informantes imparciales no profesionales que
propagan, con la credibilidad de la inmediatez y la sorpresa, la versión que justifica la
intentona. Y si a los pocos minutos del atentado contra las Torres Gemelas las televisiones
del mundo libre difundieron repetidamente las escenas de unas mujeres y unos niños
palestinos celebrando gozosos lo sucedido... –luego se supo que eran escenas de hacía
años–, a las pocas horas del golpe la audiencia de las democracias ya había visto varias
veces divertidos fragmentos del pintoresco Chávez de Aló Presidente, presentado una y otra
vez no como presidente constitucional por amplia mayoría, sino como ex-golpista,
demagogo, populista y antidemócrata. Este titular de un periódico peruano resume
perfectamente tales informaciones: «El ex dictador Hugo Chávez Frías usó a
francotiradores para intentar sofocar la protesta popular, pero finalmente fue derrocado por
la ciudadanía, que se sublevó contra el autoritarismo.» Sólo el diario cubano Granma,
disponible por internet, ofrecía en esas horas confusas una visión diferente de la que se veía
obligada a consumir la inerte opinión pública de los países democráticos.
Cuando el emperador se enteró de lo sucedido, pues es probable que no supiera nada{1} –al
fin y al cabo The New York Times y Newsweek tardarían todavía unos días en reconocer que
el imperio estaba al tanto de la intentona venezolana– repasó la información general sobre
Venezuela que ofrece el manual de su querida CIA{2} para conocer lo imprescindible antes
de recibir informes más precisos, y sonrió al confirmar el protagonismo del grupo político
de presión que sus chicos reseñaban en primer lugar: Fedecámaras (Pedro Carmona
Estanga, presidente de esta organización empresarial, el efímero usurpador del poder
venezolano, estudió en la Universidad Católica Andrés Bello y realizó su posgrado en
Economía en la católica Universidad de Lovaina, aunque algunos de los perfiles difundidos
tras el golpe prefirieron presentar al nuevo presidente como egresado de la Universidad
Libre de Bruselas).
Pero los golpistas y su falso presidente fueron demasiado deprisa –se apresuraron a revocar
la Constitución que se dieron los venezolanos en 1999, se excedieron en sus proclamas
«anticomunistas», trasnochadas tras la disolución de la Unión Soviética, y no pudieron
disimular ni sus ínfulas de señoritos revanchistas ni su clasismo desvergonzado– y en el
ejército las cosas tampoco estaban tan claras... como pudo comprobarse en cuanto Chávez
pudo comunicar desde su encierro, de su puño y letra, gracias al soldado que logró difundir
el fax: «No he renunciado al poder legítimo que el pueblo me dió. ¡¡Para siempre!!»
Cuando Hugo Chávez tomo posesión por primera vez como Presidente de Venezuela, el 2
de febrero de 1999, tras un importante triunfo electoral, en presencia de mandatarios como
el cubano Fidel Castro, el boliviano Hugo Banzer y el peruano Alberto Fujimori, lo hizo
jurando «sobre esta Constitución moribunda», refiriéndose a la Carta Magna venezolana de
1961. En ese mismo año 1999 logró certificar la defunción de la IV República y que
Venezuela se dotase de una nueva Constitución. El Congreso quedó neutralizado, tras el
avasallador referéndum de 25 de abril de 1999 (con un 92% de los votos a favor, sobre un
39% de participación) que aprobó la creación de una Asamblea Nacional Constituyente,
elegida el 25 de julio: el Polo Patriótico, la conjunción de formaciones políticas que
respaldan a Chávez, obtuvo nada menos que 120 de los 131 escaños de la ANC, y los
diputados anunciaron el 28 de julio que suspendían sus actividades, quedando el Congreso
en «cierre técnico».
«Juro delante de esta revolucionaria Constitución que lucharé sin descanso junto a nuestro
pueblo para cumplir y hacer cumplir los mandatos de la revolución bolivariana recogida por
mandato popular en esta Constitución.»
Los interesados por la situación de Venezuela deben leer la Constitución de 1999, cuyo
texto por supuesto está disponible en internet, pues aquí sólo señalaremos algunos aspectos
que nos han parecido significativos:
• La constitución de 1999 divide el Poder Público Nacional en cinco clases (art. 136), y
añade a los tres poderes clásicos (Legislativo, Ejecutivo y Judicial) el Poder Ciudadano –
que se ejerce por el Consejo Moral Republicano (art. 273)– y el Poder Electoral –que se
ejerce por el Consejo Nacional Electoral (art. 292)–. El Poder Moral había sido propuesto
por Simón Bolívar, Jefe Supremo de la República, cuando se preparaba la Constitución de
1819, pero no fue aceptado entonces, pues fue entendido por algunos como otra suerte de
Inquisición. El Poder Moral propuesto por Bolívar, de resonancias masónicas, residía en un
«cuerpo compuesto de un Presidente y cuarenta miembros que bajo la denominación de
Areópago ejerce una autoridad plena e independiente sobre las costumbres públicas, y
sobre la primera educación». Se había proyectado que «la instalación del Areópago se hará
con una celeridad extraordinaria con ceremonias y demostraciones propias para inspirar la
más alta y religiosa idea de su institución», y el Areópago se definía como «un Tribunal
esencialmente irreprehensible y santo».
Cultura. Mientras que en la Constitución de 1961 sólo se utiliza cuatro veces el término
cultura{4} en la Constitución bolivariana de 1999 rezuma por doquier el Mito de la Cultura,
nada menos que en diez y nueve artículos, y a veces en fórmulas nada ingenuas como
pluricultural o interculturalidad: «Preámbulo. (...) refundar la República para establecer
una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural en un
Estado de justicia...», «Art. 90. (...) se propenderá a la progresiva disminución de la jornada
de trabajo (...) y se dispondrá lo conveniente para la mejor utilización del tiempo libre en
beneficio del desarrollo físico, espiritual y cultural de los trabajadores y trabajadoras»,
«Art. 98. La creación cultural es libre...», «Art. 99. Las valores de la cultura constituyen un
bien irrenunciable del pueblo venezolano y un derecho fundamental que el Estado
fomentará y garantizará...» «Art. 100. Las culturas populares constitutivas de la
venezolanidad gozan de atención especial, reconociéndose y respetándose la
interculturalidad bajo el principio de igualdad de las culturas. (...) El Estado garantizará a
los trabajadores y trabajadoras culturales su incorporación al sistema de seguridad social
(...)» «Art. 121. Los pueblos indígenas tienen derecho a mantener y desarrollar su identidad
étnica y cultural, cosmovisión, valores, espiritualidad y sus lugares sagrados y de culto. El
Estado fomentará la valoración y difusión de las manifestaciones culturales de los pueblos
indígenas, los cuales tienen derecho a una educación propia y a un régimen educativo de
carácter intercultural y bilingüe, atendiendo a sus particularidades socioculturales, valores y
tradiciones.»
Bioética. Palabra inexistente en 1961 (la introdujo Potter en 1970), variado receptáculo
ideológico de nuestro presente, se asoma un par de veces en la Constitución de 1999: «Art.
122. Los pueblos indígenas tienen derecho a una salud integral que considere sus prácticas
y culturas. El Estado reconocerá su medicina tradicional y las terapias complementarias,
con sujeción a principios bioéticos.», «Art. 127. (...) El genoma de los seres vivos no podrá
ser patentado, y la ley que se refiera a los principios bioéticos regulará la materia.»
Pueblo. Obsérvese simplemente, como ejemplo, las dificultades interpretativas del
siguiente artículo: «Art. 126. Los pueblos indígenas, como culturas de raíces ancestrales,
forman parte de la Nación, del Estado y del pueblo venezolano como único, soberano e
indivisible. De conformidad con esta Constitución tienen el deber de salvaguardar la
integridad y la soberanía nacional. El término pueblo no podrá interpretarse en esta
Constitución en el sentido que se le da en el derecho internacional.» ¿Donde queda el homo
venezuelanensis?{5}
Por otra parte, por el artículo 59 de la Constitución de 1999, «El Estado garantizará la
libertad de religión y de culto. Toda persona tiene derecho a profesar su fe religiosa y cultos
y a manifestar sus creencias en privado o en público, mediante la enseñanza u otras
prácticas, siempre que no se opongan a la moral, a las buenas costumbres y al orden
público. Se garantiza, así mismo, la independencia y la autonomía de las iglesias y
confesiones religiosas, sin más limitaciones que las derivadas de esta Constitución y la ley.
El padre y la madre tienen derecho a que sus hijos o hijas reciban la educación religiosa que
esté de acuerdo con sus convicciones. Nadie podrá invocar creencias o disciplinas
religiosas para eludir el cumplimiento de la ley ni para impedir a otro u otra el ejercicio de
sus derechos.»
La inmensa mayoría de la población venezolana es de tradición católica, por lo que la
religión no debe plantear grandes problemas políticos, como sucede en general en todos los
países herederos del Imperio español, del Imperio generador católico. (Situación bien
diferente la de las Guayanas vecinas de Venezuela, sometidas hasta hace bien poco al
imperialismo depredador: en Guayana, la antigua Guayana Británica, independiente desde
1966, un 49% de su población practica el hinduismo y un 9% son musulmanes; en Surinám,
la antigua Guayana Holandesa, independiente desde 1975, el 26% practican el hinduísmo,
el 22% son católicos, el 20% musulmanes y el 18% protestantes; hay que suponer que la
población de la Guayana Francesa –que todavía a comienzos del siglo XXI es colonia de
Francia– estará ilustrada y será volteriana.) Las sectas protestantes no obstante lo intentan.
Asegura David Stoll, en «¿América Latina se vuelve protestante?» que:
Y si Fidel Castro recibió en Cuba en 1998 al adalid de los católicos, el Papa Juan Pablo II,
señalando un nuevo rumbo de las relaciones con la Iglesia católica (pues fracasada la
extensión del ateísmo científico, siempre es mejor traficar en asuntos religiosos con
interlocutores conocidos y tradicionales que con iluminados y fanáticos al servicio de otros
intereses), no iba Chávez a desaprovechar la potencia simbólica que la marca de la cruz
tiene para tantas gentes. Nadie podrá decir que no es cristiano (incluso el emperador sabrá
comprender, después del 11S, que el acercamiento petrolífero al Islám se hace desde la cruz
y no desde la media luna). Muchos votantes, al ver el cariño de Chávez por la cruz, incluso
le asociarán cierta numinosidad personal. Y la Iglesia Católica, que tiene que atender a su
rebaño tanto en la opción por los pobres como en la opción por los ricos, deberá
acomodarse a la nueva situación con prudencia, como lo hizo la Conferencia Episcopal
venezolana en su comunicado del 15 de abril, recién fracasada la intentona{7}.
Durante los dos primeros años de la renovación educativa de Venezuela, para la que tanto
está sirviendo la experiencia cubana, se han declarado «bolivarianos» unos dos mil centros
escolares de primaria y secundaria (un diez por ciento de los existentes). Funcionan todo el
día, con ocho horas de clase y actividades (la mayor parte de las escuelas sólo funcionan
media jornada), incluyen la alimentación y la atención médica gratuitas. Se potencia el
patriotismo y en las aulas no falta el «rincón bolivariano», con la bandera, la letra del
himno nacional y la efigie del libertador. La bandera se iza con respeto todas las mañanas y
en clase se enseñan los «principios bolivarianos», como prescribe la Constitución: «Art.
107. (...) Es de obligatorio cumplimiento en las instituciones públicas y privadas, hasta el
ciclo diversificado, la enseñanza de la lengua castellana, la historia y la geografía de
Venezuela, así como los principios del ideario bolivariano.»
«La tasa promedio de escolaridad en los hogares venezolanos es inferior a los 5 años de
estudio, todavía por debajo de los 9 años de educación obligatoria establecidos en la Ley
Orgánica de Educación de 1980; el 12,22 % de los jefes de hogar no lograron ningún grado
educativo, son analfabetas. Este dato resulta más aterrador, si consideramos que impacta
profundamente el futuro de la familia y de los niños y jóvenes que la integran. Sin embargo,
también confirma la necesidad de romper el círculo vicioso de la pobreza por la vía de una
educación de alta calidad para todos.
Por otra parte, si no actuamos con celeridad el porvenir de la nación estará seriamente
comprometido, pues 41% de los niños y niñas en edad de Educación Preescolar,
comprendidos entre 4 y 6 años, se encuentra fuera de este nivel educativo; el 9,34% de la
población infantil correspondiente a las dos primeras etapas de Educación Básica, de
edades entre 7 y 12 años, están fuera de la escuela y, lo más angustioso, el 52,52% de los
jóvenes entre 13 y 18 años correspondiente a la tercera etapa de Educación Básica y
Educación Media, también se encuentran excluidos. En conjunto, el 32,15% de la población
en edad escolar, entre 4 y 18 años, está fuera del sistema educativo.
Estamos hablando de una población de 663.960 niños de preescolar, 303.362 de primera y
segunda etapa de básica y 1.571.586 de tercera etapa y educación media, que suman
2.538.908 entre niños, niñas y jóvenes en edad escolar, que están condenados de antemano
a permanecer en estado de pobreza, si, el Estado y la sociedad en su conjunto no asumen
decididamente su obligación de garantizarles la atención educativa adecuada a la que tienen
derecho.»
Democracia y Revolución
Notas
{1} El enviado especial a Caracas de El País, diario español poco sospechoso, Juan Jesús
Aznárez, publicaba la siguiente crónica bien significativa, recién repuesto Chávez y cuando
todavía estaban oscuros muchos detalles:
«Un militar de EEUU estuvo hasta el final con los golpistas de Venezuela. El teniente
coronel James Rodger, adscrito a la Agregaduría Militar de la Embajada de Estados Unidos
en Caracas, secundó con su presencia la sublevación de los militares que derrocaron al
presidente Hugo Chávez durante 48 horas. Habría abandonado al fracasar el Gobierno de
facto. La imputación, negada por la legación norteamericana, fue filtrada a la prensa por
fuentes cercanas a la investigación oficial. Estados Unidos, en primer lugar, España y El
Salvador son percibidos en círculos gubernamentales venezolanos como los países que más
simpatizaron con el interinato de Pedro Carmona. El pasado 13 de abril, el economista de
60 años, ex presidente de la Federación de Cámaras de Venezuela (Fedecámaras), el
principal sindicato de empresarios, presentó la renuncia después de que violentas
manifestaciones callejeras y una reacción castrense adversa devolvieran a Chávez a la
jefatura de Gobierno. Había sido destituido, el 11 de abril, después de que una masiva
manifestación opositora fuera disuelta a tiros y murieran 15 personas. A la espera de que
sea identificada la filiación política de la primera bala, las principales culpas fueron
atribuidas al depuesto presidente. El teniente coronel estadounidense James Rodgers,
instalado en el quinto piso de la Comandancia del Ejército, habría asesorado a los generales
que desobedecieron a Chávez y permanecido con ellos hasta su derrota. El portavoz de la
Embajada norteamericana, John Law, negó una complicidad que no parece descabellada
porque el embajador de EEUU, Charles Shapiro, acompañado por el de España, Manuel
Viturro, se entrevistó con Carmona después de que éste hubiera disuelto el Congreso y se
dotara de la facultad de legislar por decreto hasta la convocatoria de elecciones. Durante la
vigencia de la junta cívico-castrense, varios alzados comentaron que Washington sólo la
refrendaría si admitía en su seno el pluralismo político. De ninguna manera, según algunas
versiones, la Casa Blanca aceptaría un Gobierno castrense. Molesto con la plena asunción
de poderes de Carmona, el general Efraín Vásquez, principal mando durante la efímera
interinidad del hombre que hoy cumple arresto domiciliario, condicionó la continuidad de
su apoyo a la presidencia de facto, a la reapertura del Congreso, cerrado en el primer
decreto. La reconstrucción de las confusas circunstancias de aquellos dos días permite
suponer que los asesores norteamericanos, entre ellos el coronel Harkins, también asentado
en Caracas, maniobraron ante el general Vásquez, en el sentido de reinstalar las libertades,
para salvar un interinato tomado entonces por el conservadurismo. El petrolero Isaac Pérez
Recao y el contralmirante Carlos Molina Tamayo fueron citados como los promotores del
decreto que contribuyó, decisivamente, al naufragio del golpe contra Chávez.
Contrariamente, la agencia privada de inteligencia norteamericana Stratfor compromete a la
agencia estadounidense de espionaje. 'La CIA tenía conocimiento de los planes (golpistas),
e incluso puede haber apoyado a los civiles y oficiales militares de extrema derecha que
intentaron, sin éxito, apoderarse del Gobierno interino de Pedro Carmona Estanga'. Cita a
ultras del Opus Dei y a oficiales leales al general retirado Rubén Caldera, yerno del ex
presidente Rafael Caldera (1969-1973 y 1994-1999). La argumentación para justificar la
Administración de Carmona, esto es, que el general Lucas Rincón había anunciado
públicamente la renuncia de Hugo Chávez, mereció el sarcasmo de un diplomático
latinoamericano: 'Yo también renuncio a la billetera si me ponen una pistola en la sien'. No
parece existir una renuncia, por escrito, del gobernante. Lo cierto es que un funcionario del
Departamento de Estado, Phillip Chicola, pidió el día 12 que la transición de Carmona
conservara 'las formas constitucionales'. Invocó para ello la Carta Democrática
Interamericana, contraria a cualquier ruptura de la legalidad institucional. Las
consideraciones del funcionario vienen recogidas en la carta, remitida por el encargado de
negocios de Venezuela en Washington, Luis Herrera Marcano, al contralmirante Molina
Tamayo. 'En la mañana de hoy se comunicó telefónicamente conmigo el señor Phillip
Chicola...'. Sus principales recomendaciones, para facilitar el reconocimiento de EE UU,
fueron éstas: lograr que la Asamblea Nacional y, en su caso, el Tribunal Supremo aprobaran
la renuncia de Chávez y convocar en un plazo razonable elecciones, con observadores de la
OEA.»
«VENEZUELA. Introducción: Venezuela fue uno de los tres países que surgieron del
derrumbamiento de la Gran Colombia en 1830 (los otros fueron Colombia y Ecuador).
Durante la mayor parte de la primera mitad del siglo XX, Venezuela fue gobernada por
hombres fuertes militares, generalmente benévolos, que promovieron la industria petrolera
y realizaron algunas reformas sociales. Desde 1959 han dominado los gobiernos elegidos
democráticamente. Las preocupaciones actuales incluyen: conflictos vinculados a las
drogas a lo largo de la frontera colombiana, incremento del consumo interno de drogas,
sobredependencia de la industria del petróleo con sus fluctuaciones de precios, y
actuaciones irresponsables en minería que ponen en peligro la selva tropical y los pueblos
indígenas.
Geografía. (...) Area total: 912.050 km2 (tierra: 882.050 km2, agua: 30.000 km2).
Fronteras terrestres: 4.993 km (con Brasil: 2.200 km, con Colombia: 2.050 km, con
Guayana: 743 km.). Costas: 2.800 km. (...) Recursos naturales: petróleo, gas natural,
mineral de hierro, oro, bauxita, otros minerales, hidroelectricidad, diamantes. Uso de la
tierra: cultivable: el 4%; cosechas permanentes: el 1%; pastos permanentes: el 20 %;
bosques y selva: el 34%; otros: el 41% (est. 1993). Regadíos: 1.900 km2 (est. 1993).
Peligros naturales: sujeta a inundaciones, corrimientos de tierras, difícil mantenimiento de
las carreteras; sequías periódicas. Cuestiones medioambientales: Contaminación con
aguas residuales del Lago de Valencia; contaminación del Lago de Maracaibo con petroleo
y residuos urbanos; deforestación; degradación de suelo; contaminación urbana e industrial,
sobre todo a lo largo de la costa caribeña; amenaza al ecosistema de la selva tropical por
actuaciones mineras irresponsables. Tratados medioambientales internacionales: Ha
suscrito: Tratado Antártico, Biodiversidad, Cambio Climático, Desertificación, Especies en
vías de extinción, Residuos peligrosos, Conservación de Vida Marítima, Prohibición de
pruebas nucleares, Protección de la capa de ozono, Contaminación marítima, Maderas
tropicales 83, Maderas tropicales 94, Pantanos. Firmado, pero no ratificado: Vertidos
marítimos. Nota geográfica: está en las principales rutas marítimas y aéreas que unen
Norte y Sudamérica; la Catarata del Angel, en las mesetas de Guayana, es la cascada más
alta del mundo.
Población: 23.916.810 (est. julio 2001). Estructura por edades: 0-14 años: 32,11%
(3.962.517 niños, 3.716.880 niñas); 15-64 años: 63,17% (7.581.589 hombres, 7.526.467
mujeres); 65 y más: 4,72% (515.687 ancianos, 613.670 ancianas) (est. 2001). Tasa de
crecimiento de la población: 1,56% (est. 2001). Tasa de natalidad: 20,65 nacimientos /
1000 habitantes (est. 2001). Tasa de mortalidad: 4,92 defunciones / 1000 habitantes (est.
2001). Tasa de migración: -0,15 migrantes / 1000 habitantes (est. 2001). (...). Tasa de
mortalidad infantil: 25,37 fallecimientos / 1000 nacimientos (est. 2001). Esperanza de
vida al nacer: total: 73,31 años (hombres: 70,29 años; mujeres: 76,56 años) (est. 2001).
Tasa de fertilidad: 2,46 hijos / mujer (est. 2001). Tasa de SIDA en adultos: 0,49% (est.
1999). Personas con SIDA: 62.000 (est. 1999). Fallecimientos por SIDA: 2.000 (est.
1999). Grupos étnicos: Españoles, italianos, portugueses, árabes, alemanes, africanos,
indígenas. Religión: nominalmente Católicos Romanos: 96%; Protestantes: 2%; otros: 2%.
Idiomas: Español (oficial), numerosos dialectos indígenas. Alfabetismo: definición: desde
los 15 años pueden leer y escribir, total: 91,1% (hombres: 91,8%, mujeres: 90,3%) (est.
1995).
Gobierno. Nombre del país: completo: República Bolivariana de Venezuela, abreviado:
Venezuela. Tipo de gobierno: República federal. Capital: Caracas. Divisiones
administrativas: 23 estados, 1 distrito federal y 1 dependencia federal. Amazonas,
Anzoategui, Apure, Aragua, Barinas, Bolivar, Carabobo, Cojedes, Delta Amacuro, Falcon,
Guarico, Lara, Merida, Miranda, Monagas, Nueva Esparta, Portuguesa, Sucre, Tachira,
Trujillo, Vargas, Yaracuy, Zulia. La dependencia federal consiste en 11 grupos de islas
controlados federalmente con un total de 72 islas individuales. Independencia: 5 de julio
de 1811 (de España). Fiesta nacional: Día de la independencia, 5 de julio (1811).
Constitución: 30 de diciembre de 1999. Sistema legal: basado en las Leyes Orgánicas de
julio de 1999, abierto, sistema judicial adversarial; no ha aceptado la jurisdicción
obligatoria ICJ. Sufragio: a los 18 años, universal. Ejecutivo: Jefe del Estado: Presidente
Hugo CHAVEZ Frias (desde el 3 de febrero de 1999). Vice presidente Adina BASTIDAS
Castilllo. Nota: el presidente es a la vez jefe del Estado y jefe del Gobierno. (...)
Elecciones: presidente elegido por el voto popular para un periodo de seis años; últimas
elecciones el 30 de julio de 2000 (las próximas previstas para 2006). Resultados
electorales: Hugo CHAVEZ Frias elegido presidente con un 60% de los votos. Nota:
Coalición de gobierno: Polo Patriótico, formado por MVR, MAS y PPT. Legislativo:
Asamblea Nacional unicameral, 165 puestos; los miembros son elegidos por voto popular
para un periodo de cinco años; tres puestos reservados para los pueblos indígenas de
Venezuela. Elecciones: las últimas fueron el 30 de julio de 2000 (las próximas previstas
para 2005). Resultados electorales: Progubernamentales: porcentaje de votos: sd%; puestos
por partido: MVR 92, MAS 6, indígenas 3, otros partidos 7. Oposición: porcentaje de
votos: sd%; puestos por partido: AD 33, COPEI 6, Primero Justicia 5, otros partidos 13.
Partidos políticos y líderes: ABP Alianza Bravo Pueblo (adalid: s.d.], AD Acción
Democrática [Henry RAMOS Allup], MVR Movimiento Quinta República [Luis
MIQUILENA]; PPT Patria Para Todos [Pablo MEDINA], Primero Justicia (adalid: s.d.],
MAS Movimiento Al Socialismo [Felipe MUJICA]. Convergencia Nacional [Dr. Rafael
CALDERA Rodríguez], La Causa Radical o La Causa R. [Andrés VELASQUEZ], COPEI
Partido Social Cristiano [José CURIEL]; PV Proyecto de Venezuela [Henrique SALAS
Ronier]. Grupos políticos de presión: FEDECAMARAS, grupo de empresarios
conservadores; grupos de VECINOS; CTV Confederación de Trabajadores de Venezuela
(sindicato dominado por Acción Democrática]. (...)
Economía. Panorama. El sector del petróleo domina la economía, y supone
aproximadamente un tercio de PIB, un 80 % de los ingresos por exportaciones, y más de la
mitad de los recursos del gobierno. Los funcionarios venezolanos estiman que el PIB creció
el 3.2 % en 2000. La fuerte subida de los precios internacionales del petróleo favoreció la
recuperación de la recesión iniciada en 1999. Sin embargo, la debilidad del sector no
petrolífero y la fuga de capitales dificultan la recuperación. Se considera que el bolívar está
supervalorado en torno al 50%. El gobierno está todavía reconstruyendo los daños de las
inundaciones masivas y los derrumbamientos de diciembre de 1999, que causaron entre 15
y 20 mil millones de dólares de daños. Renta per capita: 6.200$ (est. 2000). Composición
del PIB: agricultura 5%, industria 24%, servicios 71% (est. 1999). Población debajo del
nivel de pobreza: 67% (est. 1997). (...) Fuerza de trabajo: 9,9 millones (1999). Fuerza
de trabajo por sectores: servicios 64%, industria 23%, agricultura 13% (est. 1997). Tasa
de desempleo: 14% (est. 2000). (...) Procedencia de la producción eléctrica:
combustibles fósiles: 32,16%, hidro: 67,84%, nuclear: 0%, otras: 0% (1999). (...)
Exportaciones: 32,8 mil millones $ (fob 2000). Bienes exportados: Petroleo, bauxita y
aluminio, acero, químicos, productos agrícolas, manufacturas básicas. Destino de las
exportaciones: Estados Unidos y Puerto Rico 57%, Colombia, Brasil, Japón, Alemania,
Países Bajos, Italia (1999). Importaciones: 14,7 mil millones $ (fob 2000). Bienes
importados: Materias primas, maquinaria y equipamiento, medios de transporte, materiales
de construcción. Procedencia de las importaciones: Estados Unidos 53%, Japón,
Colombia, Italia, Alemania, Francia, Brasil, Canadá (1999). Deuda externa: 34 mil
millones $ (2000). Ayuda económica recibida: 35 millones $ (1999) y más probablemente
como consecuencia de las inundaciones. (...)
Comunicaciones. Lineas telefónicas en uso: 2.600.000, aunque había instaladas
3.500.000 (1998). Teléfonos móviles: 2 millones (1998). Receptores de radio: 10,75
millones (1997). Televisores: 4,1 millones (1997). Usuarios de internet: 400.000 (2000).
(...)
Transportes. Ferrocarril: 682 kms. (ancho standard 1,435 m). Nota: 248 kms son
propiedad privada. Carreteras: total 96.155 kms. (pavimentado: 32.308 kms.; sin
pavimentar: 63.847 kms. Est. 1997). Vías acuáticas: 7.100 kms. Nota: El río Orinoco y el
Lago Maracaibo permiten barcos oceánicos. Oleoductos: para crudo: 6.370 kms., para
productos petrolíferos: 480 kms. Gaseoductos: 4.010 kms (...) Aeropuertos: 124 (de más
de 3.047 m: 4; entre 2.438 y 2.047 m: 12; entre 1.524 y 2.437 m: 32; entre 914 y 1.523 m:
59; menos de 914 m: 17 (est. 2000).
Ejército: FAN Fuerzas Armadas Nacionales, que incluyen las Fuerzas Terrestres o Ejército,
las Fuerzas Navales o Armada, las Fuerzas Aéreas o Aviación, y las Fuerzas Armadas de
Cooperación o Guardia Nacional. Edad militar: 18 años. Fuerza militar disponible:
hombres entre 15 y 49 años: 6.524.809 (est. 2001). Fuerza militar disponible para
servicio militar: hombres entre 15 y 49 años: 4.701.062 (est. 2001). (...)
Aspectos transnacionales. Disputas internacionales: Reclama toda la Guayana al oeste
del río Esequibo; discusión sobre la divisoria marítima con Colombia en el Golfo de
Venezuela. Drogas ilícitas: Productor ilícito de opio para el tráfico internacional de drogas
a pequeña escala; sin embargo es país de tránsito de grandes cantidades de cocaína, heroína,
y marihuana de Colombia con destino a EE.UU. y Europa; importante centro de blanqueo
de dinero; activo un programa de extirpación de drogas que se centra principalmente en el
opio; se observa un incremento en las fronteras de las actividades relacionadas con la droga
a cargo de insurrectos colombianos.»
{5} En una página oficial de presentación de Venezuela que se ofrece por internet puede
leerse la siguiente joya:
La siguiente tabla ofrece los datos de las cuarenta y dos lenguas vinculadas a Venezuela
según esa fuente norteamericana y protestante, ordenadas por el (supuesto) número de
hablantes en esa República –los comentarios corresponden también a esos agentes del
Imperio: obsérvese por ejemplo la observación que hacen tales angloparlantes sobre los
doscientos mutús: «Todos hablan español, pero la comprensión de conceptos abstractos a
través del español es inadecuada»... ergo a dotarles del Nuevo Testamento...–. Debe advertirse
el activismo de los babelizadores del Nuevo Testamento durante los últimos treinta años: en los
años setenta vertiendo la biblia al warao, maquiritari, nhengatu, baré, ninam y arawak; en los años
ochenta haciendo lo propio con el wayuu, yanomamo, guahibo, panare, cuiba, macushi, baniwa,
piapoco y tunebo; e incluso en los noventa vertiendo aquellas historias al caribe y el pemon.
Tremendo esfuerzo que sirve para fragmentar y dividir políticamente a las gentes, a la vez que para
dar sentido a la vida de muchos antropólogos misioneros y misioneros antropólogos; frustrados
cuando comprueban, por ejemplo, que tras esforzarse en traducir partes de la Biblia al sapé, la
lengua de un pueblo cuya población en 1977 no alcanzaba los veinticinco individuos, dispersos en
tres asentamientos, ya sólo cinco entendían entonces aquella lengua emanada de un alma
colectiva, vehículo de irrepetible identidad e idiosincrasia cultural camino de perderse para
siempre; frustración compartida por los funcionarios de la UNESCO y sus progresistas paredros,
aconjogados ante tantas lenguas que irremediablemente pronto ya nadie va a hablar (dejando a
tantos investigadores en una situación incómoda: ya no podrán contar con especimenes vivos para
practicar sus habilidades lingüísticas y traductoras, hacerles objeto de subvenciones con las que
mantener las ONGs de las que viven o dedicarles tesis doctorales –olvidando que los
descendientes de esos pueblos incorporados al español, podrán ahora por fin tener la oportunidad
de llegar a ser ellos mismos doctores, y no meras cobayas humanas–):
Las últimas páginas del trabajo firmado por David Pérez Chico y Martín López Corredoira,
aparecido en El Catoblepas (nº 2, abril 2002) bajo el título: «Sobre el libre albedrío»,
presentan serias dificultades de clasificación. Y ello, a nuestro entender, por la variedad del
recorrido y por su uniformidad conclusiva, además del método «plano» con el que, frente a
los fenómenos, los autores hacen un recorrido mediante un compendio analítico apoyado en
un elenco muy estimable, y que no parece permita concluir nada o casi, respecto a la
«libertad» que el título anuncia se va a considerar.
Habría que comenzar este comentario por el final, por las conclusiones que, a modo de
diálogo interpretan, suponemos, los firmantes y que nos recuerdan curiosamente al obispo
Berkeley, aunque no es menos cierto que han existido muchos otros ejemplos similares y,
entre ellos, el más pertinente para el caso quizá sea el de los paseos dialogados que recoge
el citado libro de John Eccles y Karl Popper (El yo y su cerebro, ed. Labor Universitaria,
1993). Pero esta no sería sino la apreciación de un lector de ambos textos. Entonces
constatemos, para intentar superar esa posición subjetiva, algo objetivo que, tanto el trabajo
que nos ocupa como su elenco mencionado, muestran por omisión: la nula referencia al
materialismo filosófico y a la obra de Gustavo Bueno. Y ello no porque esto no suela
suceder, que sucede, y en autores reputados de «materialistas». Ni siquiera porque esto
sucede notoriamente entre autores españoles que además conocen la obra de Bueno. Lo que
nos llama la atención es que el autor principal haya estado entre nosotros, en Oviedo y en la
Fundación Gustavo Bueno, impartiendo una conferencia similar al presente trabajo y que,
tras este contacto personal, un año después publique en esta revista un artículo
«materialista» donde ni se menciona una sola vez el materialismo digamos, cuando menos,
peculiar y diferente con el que se encontró y del que supuestamente tenía referencias, las
cuales precisamente parecen ser fueron la causa de que viniera a Oviedo. Así pues, y pese a
nuestras enunciadas reservas, cabe preguntarse ¿a qué se debe este silencio, esta omisión?
Ahora bien, las referencias nucleares al libro de Eccles-Popper, parecen enfocar el asunto
hacia las posiciones de los autores, en tanto en cuanto se decantarían por la reducción de
Eccles, o al menos por su prudencia, frente a un «desmadrado» Popper que no hace otra
cosa, según nuestra lectura, que triturar a Eccles y sus conocimientos a través de las ruedas
dentadas de sus tres reinos.
¿Acaso entonces a nuestro amigo Corredoira los tres géneros de materialidad del
materialismo filosófico de Bueno le recuerdan demasiado a los tres reinos de Popper? Pero
si es así, los recorridos por el dualismo y sus «soluciones» variopintas e históricas, respecto
al problema planteado, no parecen poner a nuestros autores en «otro lugar» que en el que,
inamovibles, ya estaban: el de los fenómenos y su reducción fisicalista, formal en última
instancia. Pues, entre otras cosas, no vemos cómo se puede estipular la realidad del
«cerebro cuántico», esa fantasía que ya en sus términos contradictorios deja ver hasta donde
alcanzan algunas pretensiones (ver El cerebro íntimo, varios autores, en Ariel/Neurociencia,
1996, por ejemplo, donde se encuentran referencias y planteamientos que recorren todo el
arco de la investigación al respecto); pero tampoco, sin triturar irreversiblemente, si se
puede decir así, el fenómeno neurofisiológico implicado, ya que, en última instancia, son
las misma células-neuronas las que desaparecen y, tras la destrucción de las mismas y de
todo fenómeno biológico, nadie nos explica el paso desde regressus así alcanzado a la
célula de nuevo. Es decir, nadie recorre y por tanto reconstruye el progressus necesario. Ni
siquiera la genética aludida y «excluyente»: ni siquiera la genética especulativa que, como
en el caso anterior, considerará formalmente sus términos y relaciones, pero olvidará la
realidad (ontológico) material del organismo operatorio en donde, y por medio del cual, se
llevan a cabo tales relaciones genéticas, proteicas, biológicas en fin... A este respecto, no se
tiene en cuenta a un autor muy significativo y relativamente reciente que ofrece una visión
mucho más ecléctica sin faltar al rigor ni eludir los planteamientos del problema mente-
cerebro, nos referimos Jean-Pierre Changeux y su libro L'homme neuronal (Ed. Hachette,
Librairie Arthème Fayard, 1983. La traducción castellana, editada por Espasa Calpe, está
agotada).
Dado que seguir por esta línea nos llevaría a un desarrollo completo de la urdimbre que el
materialismo filosófico entreteje, y lo hace precisamente en función de los huecos, las
disociaciones y la pluralidad de «hebras» que en la realidad, por así decir, se extienden, de
donde la geometría inexcusable de su trenzado y, por tanto, la referencia y la medida, la
escala pertinente, que nos devuelve a los tres géneros y que obliga, puesto que hablamos de
conocimiento crítico y, además, supuestamente sustentado en la «naturaleza» y la(s)
ciencia(s) que, sin embargo, comprobamos ambas son en todo el artículo de Corredoira sólo
una: la Física como modelo. Lo que nos obliga, decíamos, a mantenernos ante un
pluralismo fenoménico que ningún «río del Universo» por heracliteo que sea ordenaría sin
las correspondientes construcciones geométricas aludidas. Las determinaciones. Las
«diferencias», las «divergencias y oposiciones», las síntesis y transformaciones son
aspectos de ese otro pluralismo, no fenoménico sino filosófico, científico. Y esta la
cuestión: pues es desde las determinaciones «de la» Materia, de su diversidad y de sus
relaciones logicomateriales, que podemos alcanzar su límite, la materia indeterminada
(M), pero en tanto que tal límite, el cual además no se puede «igualar» al indeterminismo
estadístico-formal de la mecánica cuántica. Y es formal precisamente por la
indeterminación material que se alcanza y que sería en, todo caso, el límite de M1. En
cualquier caso, si cabe hablar de «indeterminismo estadístico-cuántico» es porque se ha
puesto entre paréntesis la materialidad M3, implicada en las relaciones de causalidad. Pero
la causalidad no se define en el materialismo filosófico como una relación binaria. Y por
ello, las referencias a Davidson y otros autores que vinculan la libertad con la causalidad,
no podrá interpretarse como una aproximación al materialismo filosófico. Pero, claro está,
las determinaciones son inexcusables, vale decir, determinantes... (En este sentido, como
ejemplo de precisión y, sin compartir sus planteamientos neopositivistas, nos permitimos
señalar la aparición en nuestras librerías del opúsculo de Moritz Schlick, Filosofía de la
naturaleza, que traduce y presenta José Luis G. Recio para la Editorial Encuentros
(opuscula philosophica 5) 2002. Es digno de mencionar el último capítulo, inconcluso por
la muerte del autor, y donde a propósito del principio de incertidumbre, del probabilismo y
otros conceptos desarrollados en este texto, bajo el título de «La causalidad en la nueva
física», concluye el libro: «La ciencia, pues, no tiene carácter determinista.» Si las
filiaciones y similitudes con nuestro artículo en cuestión son más que notorias, las
diferencias se sitúan en los razonamientos mismos, en la finura y una cierta prudencia que
recorre estas páginas mencionadas de Schlick, tan ilustrativas por demás.)
Y es que, desde el inicio, el concepto «libertad» que enmarca y dirige el texto aludido
carece de perfiles y definiciones. O de su enclasamiento pertinente, según nuestra opinión,
que en ningún caso viene dado por las solas, e inexcusables sin duda, referencias
filosóficas. Si no sitúo la «libertad» en su espacio, la libertad se esfuma y sus
«determinaciones» no es que la nieguen, es que no permiten ni siquiera el asentamiento de
su positividad. Pues ésta, en principio, vendría dada por las referencias histórico-
lingüísticas, que recogen los contenidos de los conflictos morales y políticos, y los debates
filosóficos que entraña el concepto, su praxis. No la afirmamos, pues, ni la negamos.
Decimos que, a partir de las referencias, «el libre albedrío», pese a la cita de Morris, cae
por su gravedad al suelo del eje radial. Ni tampoco podemos desarrollar la estructura de los
tres ejes del espacio antropológico que sería lo pertinente, pues el texto aludido no lo
permite ya que la ignora, borrado en realidad todo el fenómeno antropológico, pues en
realidad los autores, pese al elenco citado –San Agustín, Espinosa, Hobbes, Kant..–, dan la
espalda al espacio antropológico, a la historia, a la política... Aquí sólo encontramos una
referencia a lingüística y a la psicología dubitante (dubitativa en los autores cuando menos,
pues las únicas referencias contrapuestas son las de Watson-Skinner y «El Malestar de la
cultura» de un Freud suponemos que biologicista). Y tanto que la conducta, las emociones,
los conocimientos mismos no son sino «contenido de una conciencia psicológica
observante», de un cerebro sensible, afectado por la naturaleza de la que forma parte. No lo
dicen así, pues queda este mismo planteamiento triturado.
Hay, y es donde queremos llegar, una consecuencia curiosa al recorrer este texto que
pretende ser crítico y triturador, materialista. Corredoira-Pérez Chico se refieren a ciertos
estados psicológicos (deseos, impresión de «hacer lo que se quiera en cualquier momento»,
«realización de mi voluntad»...); pero es imprescindible someter al sujeto operatorio, dado
siempre en una sociedad de sujetos operatorios, a un análisis Lógico-material. La
definición de libertad que los autores toman como referencia es puramente psicológica y no
tiene ningún respaldo teórico: Ni siquiera los escolásticos afirmaron que los actos de
voluntad fueran siempre libres. La primera consecuencia, así pues, es la inexistencia de un
análisis del sujeto, sea para afirmarlo sea para negarlo. Se habla de mente y se habla de
cerebro, y de la naturaleza a la que se reduce todo. Y así, desde la posición exenta de Dios,
se pretende definir, conocer, el objeto que la «física» modula, formaliza, explica. Eso sí, la
psicología es sólo conductista y el cerebro es no sólo cuántico sino psicológico, algo así
como la «inteligencia emocional». Y como los autores critican, por demás, el dualismo
mente-cerebro, incluso de la mente insita en el cerebro, «que colapsa la función de onda de
las componentes introductorias de indeterminismo en la sinapsis cada vez que se realiza
una medida» (citado en página 18), la solución no puede ser sino otra, frente al dualismo
interaccionista de Eccles-Popper, por ejemplo: el materialismo.
Intento no escribir con un discurso que corresponde más a los académicos y a quienes
mucho mejor que yo dominan la dialéctica del materialismo filosófico, lo que me obliga a
discurrir en medio de dos posiciones al menos. Pero conceptos como monismo,
sustantificación e hipostásis, no se pueden dejar pasar. Y sobre todo, ese Sujeto epistémico
que mira al mundo, a sus cuerpos, a sus elementos y lo reduce por entero a Objeto (interior
se supone): el de su mirada, cuyo saber analítico, positivo, no contempla las dificultades
ontológicas de ese Mundo y de Sí mismo, de donde que terminemos por oír cosas como
«creación» o dudas entre la fe y el fatalismo como cierre imposible de un texto que ni una
sola vez menciona la «Teoría del Cierre Categorial», ni considera las categorías como
pertinentes de entrar a formar parte del análisis llevado a cabo (nada digamos, antes de
concluir, de la Symploké inexistente o los problemas al respecto que últimamente Bueno
viene introduciendo: la involucración, por ejemplo, tan pertinente creemos en este caso). El
materialismo aludido que se representa, se mantiene en el plano analítico, siendo aquí la
dialéctica inexistente; no se intenta ni una sola vez oponer unos fenómenos a otros, pues ni
siquiera en realidad se intenta una clasificación «específica, genérica» de los mismos. No se
ve que los autores se hayan puesto frente a las oposiciones que esos géneros, al menos
como hipótesis, plantearían y ni muchos menos, insistimos, se plantean realmente el
estatuto ontológico de sí mismos como sujetos cognoscentes. De donde que de la materia
fisicocuántica, en su diversidad y complejidad, haya que deducir que ella misma es
demiúrgica y pensante, una natura naturans que se toma literalmente como materialismo
cuántico. Al pie de la letra: Deus sive Natura. No se cita, menos aún se inserta, ni se
plantea... Se plantea un indeterminismo que todo lo determina, que es el límite impreciso de
la cuántica estadística. Materia indeterminada a su vez, insistimos, pero como reino único
donde el Ser pensante exuda desde su malla finísima, la realidad visible, tangible «para sí
mismo», una suerte de metafísica idealista sin dialéctica... La cosa tiene su gracia; si ahí
todo es indeterminismo, lo que hay (fenómenos, cerebros, pensamientos, técnicas y
ciencias, instrumentos, actos y libertad...) depende de esa indeterminación. Nada se puede
negar ni afirmar entonces. Ah, ¿y dónde ha ido a parar la materia y sus formas, sus
relaciones, sus negaciones y diferenciaciones...? Se podría encontrar un principio de
explicación, al menos un camino para ello, en el opúsculo de Bueno acerca de tan traído y
llevado «término», y cuyo título Materia, invitaría a cualquier materialista, cuando menos,
a su lectura atenta y contrastada.
Así pues, incitando a otros con más saber y «poderío», transcribamos la última línea del
texto, y pensemos nosotros a partir de ella la idea de la Libertad:
«A: entre la fe o el fatalismo prefiero (sic) situarme en una posición intermedia que... &c.
&c. &c.»
© 2002 nodulo.org
Clases y Estados
Andrés González Gómez
Se esboza un diagnóstico de la crítica de Gustavo Bueno a la crítica que Juan Bautista
Fuentes hiciera de su libro España frente a Europa en el artículo titulado «Crítica a la Idea
de España de Gustavo Bueno»
El caso es que, según entiendo, para Gustavo Bueno, la proposición conjuntiva que él
mismo usa como título para su artículo (Dialéctica de clases y dialéctica de Estados),
contiene la disyuntiva sustancializada de sus partes atómicas. Y, como consecuencia de
estar usando semejante hipóstasis, Juan Bautista Fuentes, según Gustavo Bueno, estaría
operando en su crítica desde el supuesto de una ley universal que marca el ritmo lineal de la
Historia teniendo como Primer Motor de ese movimiento a la lucha entre clases sociales
por la propiedad de los medios de producción, y como motor sub-alterno del mismo a la
lucha entre Estados. El caso es que, como consecuencia de todo ello, a Juan Bautista
Fuentes no le quedaría más remedio que diagnosticar en la construcción de Gustavo Bueno
la sub-alternación contraria, evidenciando de este modo que, en realidad, su crítica no
discrimina (como efectivamente pretende) dos géneros distintos de filosofía de la Historia
(materialismo histórico marxista / idealismo histórico buenista), sino dos especies distintas
de un mismo género de filosofía de la historia: el materialismo histórico. Y lo que en
resumidas cuentas vendría a decirnos Gustavo Bueno, es que una de esas dos especies, la
que identifica como la propia de Juan Bautista Fuentes, el materialismo histórico trotskysta,
es en realidad una especie de-generada. Como prueba evidente de que la crítica de Fuentes
no clasifica bien las cosas, Bueno nos ofrece el hecho de que, en última instancia, para
sostenerla, Fuentes se vea obligado a tener que clasificar ad hoc psico-biográficamente su
personalidad, encontrándole un hueco entre los más puros falangistas. Y entonces,
lógicamente, surge la inevitable pregunta: ¿se trata sin más de un mero intento fallido de
comprensión del asunto, o hay algo de «mala fe» de por medio?
En adelante, sin pretender ser exhaustivo y desde la «mejor fe» posible que quepa tener, me
propongo ofrecer una posible re-construcción de la construcción destructiva de Bueno,
intentando con ello abrir un posible cauce de comunicación.
Veámos: Por un lado tenemos que Bueno pone «del revés» la tesis marxista sobre el origen
del Estado. El resultado de dicha inversión dialéctica es que, en virtud de ella, el Estado
aparece constituido en el proceso de codeterminación con otros Estados competidores en la
lucha por los medios de producción, y no en el proceso de codeterminación con sus clases
sociales internas en supuesta lucha por lo mismo. Por tanto, desde un punto de vista
genético, el Estado y las clases sociales no se codeterminan en un mismo proceso
dialéctico. Pero, por otro lado, desde un punto de vista sistemático (o estructural si se
prefiere), tenemos un momento determinado del desarrollo procesual del Estado en el que
la dialéctica de las clases sociales y la dialéctica del Estado «intersectan» codeterminándose
en un mismo proceso dialéctico. Nos encontramos, por tanto, delante de una contradicción
en toda regla, pues en ese momento determinado del desarrollo procesual de Estado
(momento-límite), tendríamos forzosamente que reconocer que ya no se está reproduciendo
el mismo proceso de codeterminación en el que éste se constituye. Y entonces, una de dos:
o bien «cancelamos» de algún modo la contradicción para poder seguir moviéndonos,
considerando que el momento-límite no es momento de ningún Todo (la Historia) al que
habría que considerar supuesto como «lo verdadero», o bien, simplemente, dejamos de
movernos admitiendo (por razones diversas y ya sea explícita o implícitamente) que ese
momento-límite es, en realidad, momento-final de un Todo (la Historia) supuesto de
antemano como «lo verdadero».
Ahora bien, sabemos que para Hegel si «sólo lo espiritual es real» es porque «lo verdadero
es el todo», con lo que la disyuntiva anteriormente planteada lo que nos está ofreciendo, en
el fondo, es la distancia que media entre el materialismo histórico y el idealismo histórico y,
por tanto, la posibilidad de re-clasificar a Fuentes dentro del género del que él mismo se
autoexcluía, como un epígono marxista de Hegel (bien es cierto que cualquier cosa menos
«mediocre»). Una re-clasificación esta que, a mi juicio, ejercita la «vuelta del revés» de la
posición contraria y no su mera negación absoluta.
© 2002 nodulo.org
Panorama de la filosofía contemporánea
(informe confidencial)
Felipe Giménez Pérez
Reseña de las principales corrientes filosóficas
presentes en España en los últimos treinta años
Estando yo en «La Montaña Mágica» (Llanes) durante los días 8, 9 y 10 de marzo de 1996,
por la sencilla razón de querer asistir a la constitución de la asociación «nódulo
materialista», se habló de la necesidad de conocer la filosofía contemporánea en compendio
periodístico y popular (Volksphilosophie), debido a que el panorama tan desolador resulta
que no se merece una rigurosa reexposición crítica y filológica, sino más bien una reseña
periodística a modo de resumen sucinto para informarse con rapidez y sin gastar demasiada
energía en tales asuntos de por sí deleznables desde toda consideración que se pueda hacer
al respecto. De esta manera procedí a continuación a realizar un informe simple sobre la
filosofía contemporánea, entendiendo por tal la fabricada desde 1970, sobre todo la
fabricada o segregada en España.
1. Filosofía moral
1. En el positivismo moral podemos incluir numerosos autores de todos los pelajes. Los
filósofos analíticos morales actuales que aún queden y que apelen al emotivismo ético o al
análisis del lenguaje moral pueden incluirse en esta rúbrica. Los nihilistas franceses, como
Foucault, Deleuze, Derrida, Lyotard, Baudrillard que se inspiran en Sade, Nietzsche,
Sacher-Masoch, Bataille, Cioran. Hacen acopio de materiales diversos como literatura,
poesía, pornografía, filosofía y lo presenta de forma barroca y complicada. También N.
Luhmann es un positivista moral al sostener que no hay fundamentación de la moral ni de
las decisiones que se adoptan. Aranguren en nuestro país es un ejemplo de positivismo
moral por su catolicismo. ¿Reyes Mate? Todo filósofo creyente (contradictio in terminis,
porque la filosofía es impiedad). Sería positivista moral a fin de cuentas.
2. Filosofía política
Claro que podemos ensayar un intento de realizar una enumeración empírica de todas las
floras de ectoparásitos y endoparásitos de la filosofía. Por ejemplo he ahí a los nihilistas
franceses. Foucault (1926-1984). Problemas en torno a la mujer, las relaciones sexuales, la
medicina, la enfermedad mental, el medio ambiente, las minorías, la delincuencia. Rechazo
del humanismo cultural. El pobre hombre se suicidó porque era muy pesimista y se puso
muy triste.
«Una exégesis sobre las corridas de toros: ¡Filosofía! Disquisiciones sobre fútbol y
Mercado Común: ¡filosofía! Glosas acerca de la esencialidad nacional catalana ¡filosofía!
Un discurso sobre feminismo y sociedad patriarcal: ¡filosofía! La letra de un himno no sé si
autonómico o preautonómico: ¡filosofía! Un bando municipal en verso o en prosa: ¡pura y
trascendente creación filosófica!»{3}
El progresismo triunfó y se impuso. Uno de los más célebres intelectuales orgánicos del
PSOE, sector guerrista Ludolfo Paramio, un «intelectual» orgánico del PSOE que se dedicó
a insultar a los que hicimos la huelga general de 14 de diciembre de 1988. Este sujeto llega
a afirmar lo siguiente:
«La conclusión terrible es que tenemos que aprender a vivir con idealistas utópicos –un
podo tediosos, como todos los iluminados– y con burócratas profesionales –un poco miopes
y casposos, ya lo sean del Estado o de los partidos.»{4}
El equilibrio que sería menester alcanzar a juicio de este progresista sería así éste:
«Quien reconozca esta doble cara de la política deberá estar loco si apuesta por aquella
forma de militancia enajenada que fue común en los últimos años sesenta y primeros
setenta...Pero tendrá que ser un poco inconsciente si deja la política en manos de los
políticos, si renuncia a hacer política en horas libres, más o menos regularmente, en último
término como una faceta más de la vida diaria, junto con las novelas, el cine y todo lo
demás.» (ibídem.)
La filosofía analítica es una forma de análisis del lenguaje que desemboca en una filología
de las malas y en una ética utilitarista burguesa ramplona. El estructuralismo-neonihilismo,
que recibe un considerable refuerzo de la filosofía moral analítica, la cual se remontó a la
metaética para tratar de ver si hay que devolver el libro prestado y cómo han de ser las
reglas del juego lingüístico, si como las del golf o como las del cricket. Influencia de
Wittgenstein con su doctrina de los juegos lingüísticos. Si un obrero en una obra le dice a
otro «ladrillo», el otro lo entiende y le da un ladrillo. Si se lo dice a un político, entonces
éste se enfada y lo toma como un insulto. Es que son distintos juegos lingüísticos. ¿Se
entiende?
«Ser moral –oímos decir a menudo– quiere decir ser responsable, ser de una pieza, tener
una jerarquía de principios clara y firme. Pues bien, creo que se puede decir –y hasta cierto
punto se debe decir– todo lo contrario.» 1984, Filosofía y/o política, pág. 48.
Un buen socialista progresista, sí señor, que fue senador del PSOE. Posteriormente publicó
un libro en el que defiende la mentira política, la corrupción y la indiferencia cívica ante la
falta de soberanía popular. Lo que les gusta a los liberales elitistas. Defiende el
conformismo político y el cinismo de los políticos profesionales.
Victoria Camps era otra progre que llegó a ser senadora independiente por el PSOE y
defendió la LOGSE y la reducción de horas lectivas de ética, historia de la filosofía y
filosofía. Esta filósofa del PSOE escribió entre otros libros La imaginación ética:
«En la época del filósofo danés, no era insólita la figura del "caballero de la fe"; la figura de
nuestra época es, en cambio, la del agnóstico que cuenta con una virtud ausente en el ateo o
el creyente: La virtud de no renunciar a nada, de no admitir ningún juicio como definitivo,
de conformarse, más o menos sabiamente, con la duda, la incertidumbre y la perplejidad.»,
pág. 78.
Además, resulta, como buena progresista liberal, algo irracionalista: «La excesiva
racionalización –teoría y práctica– produce, pues, desencanto y escepticismo», 1983, pág.
29, «no es función de la ética solucionar nada», pág. 35. Lo que faltaba. La filosofía es un
oficio de personas ociosas.
Evaluación general de la filosofía española del régimen de 1978: Filosofía legitimadora del
Estado de Partidos, democracia, autonomía, independentismo, capitalismo, consenso y
diálogo. Es un discurso conservador.
Por su parte, Alain Guy en su Historia de la filosofía española, nos informa algo de
diversos autores: Historiadores de la Filosofía, Vidal Peña, Flórez Miguel, Pintor Ramos.
Tenemos a José García Roca (Positivismo e Ilustración: la filosofía de D. Hume, 1980),
Félix Duque, J.L. Villacañas Berlanga, C. Flórez Miguel, J.L. Molinuevo. Emilio Lamo de
Espinosa, Virgilio Zapatero, J. M. Laso Prieto, Pilar Palop Jonqueres, Ramón Vargas
Machuca. Historiadores de la filosofía española. Abellán, Elías Díaz, Laureano Robles,
Antonio Heredia, Nicolás Martín Sosa. Abellán promueve una racionalidad que de razón
global de la realidad y que para ayudar a la filosofía a salir de la crisis de la razón ilustrada,
se apoya en la razón común de Unamuno, en la razón vital o histórica de Ortega y en la
razón poética de María Zambrano.
Sergio Rábade, tendría una tendencia ontognoseológica. Carlos París Amador, racionalista
humanista y un marxista cristianizado. Luis Martín Santos (1924-1964), «la curación total
del neurótico, o sea la madurez plena del individuo humano, sólo se logra mediante su
integración, aceptada y llena de sentido ético, dentro del proceso histórico universal.»
Lledó, especialista en la Antigüedad. Javier Sádaba, un analítico probatasuno durante un
largo tiempo. Analiza el lenguaje religioso y el moral. Miguel Angel Quintanilla (1945),
filósofo de la ciencia materialista adecuacionista a lo Bunge. Uno de los autores de la LRU.
Eugenio Trías (1942) es un neonietzscheano, hermenéutico, estructuralismo negativista. Es
lúdico. Es un prestidigitador de las ideas. Cada vez es más religioso. Fernando Savater
(1947) es escéptico integral, nihilista, anarquista, socialdemócrata y liberal. Es progre. Al
principio era un sofista antitodo y luego se unió al grupo PRISA y al PSOE. Pretende imitar
a Voltaire. Moralmente es un hedonista segundogenérico o un positivista moral.
Los pedagogos convierten al hombre en un animal. Hegel había dicho que Rousseau había
reducido al hombre a Tiergarten der Menschheit. Esto es progresismo.
• play, jugad malditos, jugad, que la vida es juego y los juegos juegos son.
• clay, haced cestitas, arcillitas, bordaditos. Siempre trabajos manuales, tecnología, artes
mecánicas y serviles.
• way, enrolláos bien corriendo, que quien mueve las piernas mueve el corazón,
psicomotrizáos aunque no sepáis nada de epistemología genética, estiráos bien chavales,
hale hop: La maratón popular es vuestra. Menos latín y más deporte, como dijo Solís.
Lo triste es que luego la gente se lamente con amarga queja del índice de fracaso escolar.
Sin ideas claras sobre la realidad escolar y con tanto tópico sobre lo escolar no es extraño
que se dé el fracaso escolar.
Si nos fijamos en lo que decía allá por 1980 Javier García Sánchez{5} nos damos cuenta de
que la situación allí diagnosticada no ha cambiado en absoluto hasta la fecha de hoy, 2002:
«¿Qué hace la gente? Todos nos hemos preguntado alguna vez de forma clara qué
demonios hace la gente. Quizás una investigación profunda a este respecto nos llevaría a
dos respuestas tan reales como tristes. La gente simplemente vive la vida, no la disfruta, y,
por otra parte, la gente no lee... Y la gente, desde luego, no lee filosofía... tenemos la firme
convicción de que si hay tan poco interés por ella es porque nadie o casi nadie, hace nada
porque ésta sea leída.»
A lo mejor se debe esta atonía del público lector con la filosofía a la escasa calidad y
originalidad de lo producido en estos veinte años de posfranquismo.
Entre los filósofos españoles habrá que destacar a los filósofos orgánicos del Régimen
socialista: Savater, Javier Pradera, Adela Cortina, Javier Muguerza, Aranguren, Victoria
Camps, Celia Amorós, Emilio Lamo de Espinosa, Miguel Angel Quintanilla, Ramón Vargas
Machuca, Reyes Mate, Ludolfo Paramio, Virgilio Zapatero, Xavier Rubert de Ventós,
Antonio García Santesmases. Es Savater (1947) sin embargo, a decir de Federico Jiménez
Losantos el más brillante ideólogo del Régimen consensuado monárquico socialdemócrata
(1982-1996). Comenzó como escéptico integral y nihilista, anarquista y desembocó en el
progresismo socialdemócrata y en un cierto elitismo liberal. Su sofística era seductora para
los incautos y fue captado por el PSOE-PRISA. Actualmente es codirector de Claves junto
con el ínclito Javier Pradera. La influencia de ambos es grande por el número alto de
artículos publicados en El País, periódico progubernamental durante el trecenio socialista.
Savater pretende imitar a Voltaire. Desde el punto de vista de la filosofía moral, Savater es
difícil de clasificar. Es algunas veces un hedonista epicúreo o materialista segundogenérico
y otras es un positivismo moral lo que se deduce de sus escritos. Su prosa es muy buena y
por ello suele dar la impresión de profundidad filosófica. Vende muchos ejemplares de sus
obras. Aranguren ha muerto recientemente pero fue el fundador del santo gremio de la
filosofía moral ahora de tanto predicamento en la Academia. En torno a él y por obra y
gracia del PSOE y PRISA se nucleó un conjunto de individuos bienintencionados que se
dedicaron a segregar un producto denominado emic por ellos como Ética. La importancia
de Aranguren es causal, en cuanto individuo que llega a ser un destino. Javier Muguerza
(1939) fue filósofo del Régimen en cuanto que fue director del Instituto de Filosofía del
CSIC y allí fundó Isegoría, revista estatal de filosofía donde sólo escribieron y escriben aún
hoy curas, ex-curas y otros elementos clericales bienintencionados y próximos al PSOE.
Así se pagaba al Instituto Fe y Secularidad algunos favores recibidos en el pasado.
Muguerza es un filósofo de corte analítico-liberal. Ha escrito La razón sin esperanza (1977)
y Desde la perplejidad (1990).
No parece que con el PP hayan cambiado mucho las cosas a nivel institucional ni tampoco
en la producción teórica desde 1996. Podemos destacar a José Antonio González Marina,
autor prolífico verdaderamente y que gusta mucho a las señoras mayores de 45 años. Por su
parte, Gabriel Albiac ha pasado del comunismo al liberalismo y escribe en El Mundo
(primero lo hizo en Diario 16) todavía y es contertulio de la COPE y también escribe en
libertaddigital.com. El cambio ha sido realmente total. Es interesante también reseñar cómo
el PP ha intentado patrimonializar la figura de Ortega y Gasset al celebrarse un congreso
sobre Ortega a finales de 2001 y cómo Popper, primero reivindicado por el PSOE ha
pasado ahora a ser utilizado como fuente ideológica por el PP.
25 de marzo de 2002
Notas
{1} Gustavo Bueno, Carlos Iglesias y Alberto Hidalgo, Symploké, Júcar, Madrid 1989,
segunda edición.
{2} Javier García Sánchez, Conversaciones con la joven filosofía española, Península,
Barcelona 1980, pág. 191.
{3} Juan Goytisolo, El País, 12 de julio de 1984.
{4} Ludofo Paramio, «El tema de la quincena», Noticias obreras, 883, 1-15 julio de 1984,
pág. 26.
© 2002 nodulo.org
El materialismo filosófico
y El mito de la cultura de Gustavo Bueno
Nicole Holzenthal
Se ofrece la versión en español de la «Einführung» –Introducción– que el lector alemán,
suizo, austriaco, o lichtensteiniano encuentra antepuesta a la traducción del ensayo de
filosofía de la cultura de Gustavo Bueno. Der Mythos der Kultur, Essay einer
materialistischen Kulturphilosophie ha sido publicado por la editorial Peter Lang (Berna,
Suiza) en febrero de 2002
Este ensayo abre un nuevo acceso a la compleja área de una problemática, que se engloba
bajo una palabra supuestamente sencilla que está en boca de todo el mundo: cultura.
He aquí (sobre todo, en el capítulo II) una crítica a la filosofía alemana de la Cultura y a sus
consecuencias (especialmente, las políticas y sociales), una crítica, que, por una parte,
conoce exactamente las posiciones de los filósofos tratados mirándolas con lupa, y que, por
otra parte, gracias a la propia posición y terminología (filosófico-materialista), tiene la
ventaja de no caer en los sobreentendidos a los que tienden hoy en día muchos germano-
hablantes a la hora de considerar su propia tradición sobre este asunto. Con la ayuda de un
sistema filosófico sólido, en este ensayo se despieza un tema muy tratado y se vuelve a
recomponer.
La Filosofía de la Cultura es, sin duda, de origen alemán –aunque haya sido recogida,
llevada a otros términos, criticada y reelaborada por pensadores de muchas otras naciones.
¿Qué novedades puede ahora aportar el libro de filosofía de la cultura de un filósofo
español? Gustavo Bueno no juzga indistintamente a las diferentes filosofías de la cultura,
sino que expone con criterios congruentes los aspectos ontológicos, gnoseológicos y
prácticos e investiga, con ello, los fundamentos materiales y formales de la «cultura» –
considerando la cultura tanto como «concepto» (objeto de las ciencias de la cultura) como
también como «Idea» (objeto de las Filosofías de la Cultura).
Al contrario que su compatriota, mucho más conocido en Alemania, José Ortega y Gasset,
que se mantuvo muy fiel a determinadas tradiciones alemanas sobre el tema y que
consideró su tarea introducir éstas como la Filosofía alemana en España tras sus estancias
en Alemania{1}, Gustavo Bueno, sin embargo, conoce la entera tradición filosófica española
y reconoce el valor de algunas de estas filosofías; donde es preciso, estos filósofos
españoles aparecen en el texto, al lado de otros de muchos países –lo que,
desgraciadamente, no siempre es habitual entre autores españoles (parece que por razones
de prestigio).
No sólo por su gran tirada [y muchas ediciones] y por las ricas discusiones que causó en
España (sea mencionado, por ejemplo, el libro publicado en 1999 por el «fenomenólogo»
Javier San Martín, Teoría de la cultura{2}), vale la pena leer, recibir y criticar el libro El
mito de la cultura. Este trabajo también se presta a ser una contribución de primer orden,
crítico (incluso polémico) al actual debate –que se ha mostrado muy vital durante la
reciente polémica acerca de la «Leitkultur». Gustavo Bueno aprovecha aquí sus
conocimientos amplios, pero a la vez profundos, sus capacidades de análisis crítico y de
síntesis para acercarse a este tema y para analizar los conceptos y las categorías científicas
que están en sus fundamentos y las Ideas filosóficas que surgen de allí. Este ensayo de
Filosofía de la Cultura ha de ser visto en un contexto más amplio, que se intentará dibujar
en esta Introducción en rasgos muy generales. En otra publicación más adelante, la
traductora intentará elaborar más los puntos aquí mencionados, poniendo la Filosofía de la
Cultura de Gustavo Bueno en el contexto constituido por los demás planteamientos de
filosofía de la Cultura (españoles y «medioeuropeos»), llevando a cabo una discusión
crítica.
Uno de los puntos más centrales de la ontología de la materia de Bueno es la defensa del
pluralismo; más concretamente, su rechazo del monismo. Entonces «material» equivaldría
en gran medida a «plural». El pensamiento establecido por Platón –para Bueno una de las
ideas más importantes de Platón– de que las Ideas estén conectadas entre sí en una
«Symploké», un tejido de ideas bajo el lema: «No todo está conectado con todo, sino
algunas cosas o ideas con determinadas otras», se ha convertido en uno de los pilares
capitales del materialismo filosófico. La Symploké se contrapone, históricamente
considerada, por una parte al enunciado de Pitágoras de «Todo está en relación con todo» y,
por otra parte, al de Demócrito de que «Nada está en relación con nada.» Sin embargo,
Bueno considera a Demócrito como uno de los primeros grandes «materialistas», el
segundo sería Platón. Pero el materialismo de Demócrito era grosero, corporeísta: La
materia se restringía en Demócrito a, como lo llamaría Bueno, el primer género de la
materia, M1: la materia corpóreo-física –aunque sus partículas, los átomos, fueran muy
pequeñas. Negando la relación entre ellos Demócrito sólo permite una relación externa:
Externamente las cosas se conectan.
Hasta ahora hemos dirigido la mirada a los aspectos ontológicos. Veamos ahora los
aspectos que Gustavo Bueno mismo llama «gnoseológicos», para después cerrar con
aspectos que abran una dimensión práctica.
Mirando desde la perspectiva gnoseológica, la Filosofía es, sobre todo, un saber «de
segundo grado». Por lo tanto, no es una ciencia –y no necesita serlo para cumplir sus
funciones críticas: La relación íntima y constante de la Filosofía con las ciencias, desde su
constitución hasta hoy (relación histórica) consiste en el empleo del mismo instrumental
metodológico: la razón crítica (relación metodológica) discurriendo también la misma área
de la experiencia cognitiva del ser humano (relación sistemática). «De primer grado» son,
sin embargo las ciencias particulares en cuanto que tratan cada una un recinto cerrado
teniendo que dejar fuera (por el «cierre categorial» de cada una de estas ciencias
particulares) las ideas que trascienden las categorías y los conceptos. De las ideas (y de lo
transcendental a cada recinto cerrado) se ocupa la Filosofía. Además, ésta es dialéctica (es
decir, no dualista ni metafísica), y académica (en contraposición dialéctica con las formas
mundanas de la filosofía) –en la tradición desde Platón los filósofos son como los «artistas
de la razón» operando con la sistemática que originalmente viene de la geometría.
(Filosofías mundanas, al contrario, son filosofías difusas, espontáneas y disueltas en las
conciencias de todos los seres humanos, según el lema: «Todos los hombres son
filósofos.»)
La dimensión práctica de la filosofía en este sentido se hace muy patente en una cita del
prólogo a El sentido de la vida (1996) sobre la función actual de la Filosofía. Allí escribe
Bueno con un tono un poco irónico:
Es ahora cuando la «filosofía abstracta» se hace imprescindible, aunque no sea más que
como disciplina catártica capaz de mitigar el cúmulo creciente de necedades y tautologías
que habrán de ser proferidas por quienes se ven oblicgados a tratar espontáneamente con
«ideas abstractas» tales como «ciencia», «cultura», «religión», «libertad», «Dios» o
«sentido de la vida». Sabemos que la gran mayoría de la sociedad no está en condiciones de
practicar el análisis abstracto de la realidad. Pero también creemos saber que sin la acción
de una minoría dispersa (¿un 1%?, un ¿0,5%?) capaz de enfrentarse a estas ideas con la
disciplina característica de la teoría filosófica abstracta la sociedad, en su conjunto, falta de
toda crítica interna, descendería hacia los niveles más bajos de infantilismo en el plano
público.{8}
La filosofía de Gustavo Bueno en primer lugar es muy abierta, pero también radical sin
piedad y rechazante sin vergüenza frente a aquellas constelaciones de ideas que no son
racionalmente defendibles. Con la ayuda de una anécdota (graciosa desde la distancia
histórica) intento plasmar la posición de Bueno acerca de las tradiciones filosóficas: Bajo el
franquismo un profesor de instituto y antiguo discípulo del catedrático de Oviedo, cuyos
materiales solía usar en clase, recibió un aviso de la Guardia Civil para que se presente en
el cuartel. Allí le preguntó un guardia civil: «¿Gustavo Bueno es marxista, no es así?».
Conociendo la importancia de la sospecha, el hábil profesor de instituto le respondió
(aprovechando la poca cultura de su contrario): «¡Que va, Gustavo Bueno es epicúreo!».
El mito de la cultura, por su parte, está concebido como primera parte de dos. Sobre el tema
complementario de El mito de la naturaleza, Gustavo Bueno dio un curso de doctorado en
el año 1998 en la Universidad de Oviedo, pero hasta hoy desgraciadamente no ha elaborado
todavía sus apuntes para un libro.
Gustavo Bueno mismo menciona, sin embargo, tres puntos de vista, a los que dedica
capítulos determinados: las perspectivas ontológica, gnoseológica y práctica. Mirando
desde los aspectos prácticos de lo desarrollado, las consideraciones ontológica y
gnoseológica se acercan mutuamente y parecen formarse como modos de ver teóricos
frente a los aspectos prácticos. Aunque fuera sólo por que no funcionan las reflexiones
gnoseológicas sin una base ontológica, ni, al revés, divisiones ontológicas pueden
prescindir de una base gnoseológica (similar a como depende la forma del contenido y
respectivamente) y que tampoco se pueda desligar «lo teórico» de «lo práctico» –más
concisamente: como estos aspectos están en relación dialéctica entre sí– esa distinción
quizás parezca un poco artificial a primera vista. Sin embargo sirve para orientar al lector y
para proporcionar un cuadro de conjunto, que le permita saber en cada momento de la
lectura dónde está.
El capítulo III trata de la génesis histórica de la culturología (Ostwald y Tylor) como una
ciencia que concibe la Idea de la Cultura objetual como concepto científico. Bueno tematiza
de qué manera la cultura forma un todo: como todo atributivo (T) o, más bien, como todo
distributivo (Շ) –un problema que vuelve a retomar, elaborándolo más, en el capítulo VIII.
En VI, en contraste, Bueno trata la cultura considerando sus partes e introduce una tabla
gnoseológica (matriz) que intenta representar las relaciones de las partes de la(s) cultura(s)
entre sí. Un parrafo breve e irónico, casi sarcástico (IV, subcapítulo 3) también tiene un
objetivo predominantemente gnoseológico: Bueno polemiza sobre el interés de los gremios
por la cultura.
Así, el tema sólo se trata en apenas una cuarta parte del corpus del texto bajo una
perspectiva explícitamente gnoseológica. Sin embargo, las consideraciones gnoseológicas
implícitamente atraviesan toda la obra.
La traducción
La tradición
Se puede pensar que no hay ninguna tradición de la traducción de textos filosóficos desde
el español. Pero esto es totalmente falso: Gotthold Ephraim Lessing (1752){19} comenzó su
carrera intelectual con una traducción de Juan Huarte de San Juan (Examen de Ingenios
para las Ciencias, 1575) y Arthur Schopenhauer (1832){20} con una traducción de Baltasar
Gracián (Oráculo manual y arte de prudencia, 1637).
Con la traducción de El mito de la cultura se inicia también una nueva tradición. La obra
del filósofo español Gustavo Bueno ahora será traducida a otros idiomas. Ya el próximo año
se contará con una traducción de este libro al ruso y al ucraniano. Su escrito sobre la
televisión se esta traduciendo al italiano.
La tarea del traductor de un texto filosófico consiste, nos parece, no sólo en transcribirlo en
otra lengua, sino en digerirlo primero totalmente (lo que requiere un discernimiento y
enfrentamiento exacto con las ideas, las tradiciones de los términos y con el sistema del
autor) y luego ha de recomponerlo en el otro idioma. Si ya el grado de dificultad es muy
elevado en textos teóricos, es aún más alto en un (nuevo) sistema filosófico. El problema se
multiplica en un sistema filosófico complejo (como es el Materialismo filosófico), que no
excluye ni consideraciones de las ciencias particulares, ni las consideraciones filosóficos
más abstractas – sufriendo, muy a menudo, el estilo y la sintaxis del texto escrito bajo la
complejidad del pensamiento. También algunas dificultades de la traducción (de textos
filosóficos), al final, resultan ser problemas filosóficos. Frecuentemente, en la búsqueda de
una solución, han de hacerse comparaciones con traducciones de otros textos filosóficos
porque los diccionarios a disposición muchas veces se muestran insuficientes.
Cuando después de la aplicación de los métodos resultaba que todavía había alguna falta de
claridad en el texto y aún largos intentos de racionalización no llevaban a una solución
unívoca, en esta traducción se pudo aprovechar la afortunada circunstancia, que sólo se da
en pocos casos: la conversación con el autor. La inexistencia, hasta ahora, de una
traducción del libro a otra lengua pudo ser más que remediada por la más provechosa
ocasión de preguntarle al autor mismo. Dirigiendo las conversaciones hacia estos párrafos
problemáticos, en la mayoría de los casos se pudo encontrar una solución bastante
satisfactoria de momento. Gustavo Bueno se ha implicado mucho para percibir los
problemas que se muestran en el marco de la lengua alemana a la hora de reproducir lo
dicho, y para ayudar a través de explicaciones más amplias [a encontrar con la fórmula en
alemán].
Cultura significa muchas cosas muy distintas, según en contexto de habla. Cuando un
etólogo norteamericano, un sociobiólogo o... habla de la culture, se refiere a otra cosa muy
distinta de la que, por ejemplo, un periodista alemán de la sección de cultura trata de la
Kultur. Sin embargo, se tradujo «Kultur» donde en el texto original pone «cultura» [de la
siguiente manera]:
Ya mencionado, Gustavo Bueno toma la distinción (de Alois Dempf) entre cultura subjetiva
y objetiva para hacerla abrirse en cultura «subjetual» y «objetual» primero precisándolo
luego a través de la tripartición propia de cultura entre «intrasomática», «intersomática» y
«extrasomática». Se tradujo a posta muy cercanamente la formación adjetiva de Bueno
como «subjektual» y «objektual». Pues «referido al sujeto» representaría una consideración
desde el exterior, mientras que «subjektual» es más neutral, no prefiere ni la perspectiva
exterior ni la interior [al sujeto].
Cuando el uso de un término, tras la traducción cercana, no fue aceptable en alemán (por
ejemplo, «cultura» en su sentido puramente «subjetual»), preferentemente se añadió una
palabra de explicación (en el ejemplo, «subjektuale Kultur», en vez de una palabra
alternativa como «Bildung»). El uso alternativo que hace Gustavo Bueno de «objetual» y
«objetivo» se mantuvo en «objektual» y «objektiv» tal cual.
Unas notas acerca de las citas, las particularidades y la manera de tratarlas. Se buscaron
primero las citas de autores de habla alemana y se compararon con su versión española en
El mito de la cultura. En caso de discrepancias importantes, se añadió una nota. En los
pocos casos en los que no se encontró la cita alemana o en las citas de textos escritos en
otra lengua, de los que no se dispone de una traducción alemana, y tampoco se dispuso de
una versión original para traducir de ésta, se realizó una traducción de la cita en español
marcándola con la abreviatura –ü.S.– (para «traducido del español»).
Hay que advertir que Gustavo Bueno usa preferentemente la forma «nosotros» donde la
mayoría de los autores escribirían «yo». Esto parece (a parte de la modestia y generosidad)
fundarse en la actitud de que un autor nunca está solo, siempre toma ideas formuladas por
otra gente disputándolas. Cuando la primera persona plural aparecía delante de una nota
bibliográfica en las notas de pie, esta forma se sustituyó por el nombre del autor, en el texto
principal, sin embargo, esta particularidad se mantuvo por cuestiones de estilo.
La traductora espera haber cumplido más o menos con las exigencias del texto, del
material, del autor y del público de habla alemana (el que no tenga conocimiento del
español). Sin embargo, todos tenemos que tener presentes que: Nada supera la lectura en
lengua original.
Agradecimientos
En especial quiero dirigir mis agradecimientos a la doctora Irene Weiss, que gracias a su
temprana revisión bilingüe del cuerpo del texto, me ha guardado de alguna que otra
equivocación ayudándome también en bastantes formulaciones en alemán. Tanto a
Gabriella Vitiello, que me ayudó a hacer un poco más elegante el texto alemán removiendo
algunas asperezas. Gracias también al autor, el profesor Dr. Gustavo Bueno por las muchas
conversaciones tan interesantes durante las cuales me dio mucho apoyo en párrafos
problemáticos. Gracias a la Fundación Gustavo Bueno en Oviedo; especialmente al Dr.
Gustavo Bueno Sánchez, quien me propuso el proyecto y puso a mi disposición un
despacho muy bonito con ordenador y acceso a Internet; a Sharon Calderón por maquetar el
texto para esta edición. Al profesor Dr. Stefan Grätzel, gracias por estar abierto al tema.
Además de los ya mencionados doy las gracias a todos aquellos amigos que echaron una
mano puntualmente, como también a Arancha y Cristina, quienes me regalaron mi primer
libro del filósofo español. Se lo agradezco a todos los que me hayan dado ánimos y me
apoyaron, especialmente José Bolívar Cimadevilla y mi familia.
Nicole Holzenthal
Fundación Gustavo Bueno (Oviedo)
Johannes Gutenberg-Universität (Mainz)
Notas
{1} Compárese acerca de eso la convicción de Ortega expresada en las Meditaciones del
Quijote en 1914 (en la primera frase de la parte antepuesta a las demás «Lector») de la
situación precaria en la que se encontraría la filosofía en España, en la que Ortega se
consideraba a sí mismo como un profesor de filosofía «in partibus infidelium». José Ortega
y Gasset: Meditaciones del Quijote, editado por Julián Marías. Madrid: Cátedra, 1990. pág.
43.
{2} Javier San Martín: Teoría de la cultura. Madrid: Editorial Síntesis, 1999. El primer
capítulo por completo de este libro del autodenominado fenomenólogo aporta citas
(frecuentemente sacadas del contexto) de Gustavo Bueno, sobre todo, de El mito de la
cultura, pero a veces también de Etnología y utopía. Mientras en el segundo capítulo sólo
en 5 páginas trata las ideas de Husserl acerca de la cultura, en 14 páginas las de Ortega y en
22 páginas las de Heidegger, el autor dedica 49 páginas en el párrafo 1.4 (las páginas 64-
113) exclusivamente a las tesis de Gustavo Bueno, pero sin que esto se vea (como con
aquellos) en el índice general.
{3} [ü.S. = traducido del español] José Ferrater Mora: Diccionario de Filosofía. Tomo 1.
Madrid: Alianza Ediciones, 19766. pág. 405.
{4} [ü.S.] François Aubral: Los Filósofos (traducción por José Manuel Revuelta). Madrid:
Acento Editorial 1993. pág. 22.
{5} La cita continúa: «Su obra principal consiste en: El papel de la filosofía en el conjunto
del saber (1970), Etnología y utopía (1971), Ensayo sobre las categorías de la economía
política (1972), Ensayos materialistas (1972), La metafísica presocrática (1974).»
{7} Gustavo Bueno: Ensayos materialistas. Madrid: Taurus, 1972. Especialmente: «Ensayo
II. Doctrina de los tres géneros de materialidad» págs. 26-360, «Ensayo III. 'Symploké'
empírica» pág. 361-370 y «Ensayo V. 'Symploké' dialéctica» págs. 391-434.
{8} Sacado del «Prólogo» a El sentido de la vida. Seis Lecturas de filosofía moral. Oviedo:
Pentalfa, 1996, pág. 13. Para evitar una interpretación «genialista», sea anotado que la
capacidad mencionada de un «análisis de la realidad» se deduce sobre todo de la dedicación
a ello, es decir, sólo de un porcentuaje mínimo depende de las disposiciones innatas. Para la
capacidad de dicho «análisis de la realidad» se requiere una amplia cultura, combinada con
la disposición de ocuparse críticamente con tales temas. Gracias a la complejidad de la
materia, eso requiere la disposición de mucho tiempo - y éste se suele invertir en
actividades más rentables.
{9} El título en alemán sería: Ethnologie und Utopie. Antwort auf die Frage: Was ist die
Ethnologie? (El libro español salió en Oviedo: Azanca, 1971, 1987).
{10} [Wir und sie. Essay zur Rekonstruktion der Unterscheidung zwischen emic und etic
von Pike] (Oviedo: Pentalfa Ediciones, 1990).
{11} [Was ist Philosophie? Der Rang der Philosophie in der Bildung. Die Rolle der
Philosophie in der Gesamtheit des Wissens, bestehend aus dem politischen, dem
wissenschaftlichen und dem religiösen Wissen unserer Epoche] (Oviedo: Pentalfa
Ediciones, 1995).
{12} [Der Sinn des Lebens. Sechs Lektüren zur Moralphilosophie] (Oviedo: Pentalfa
Ediciones, 1996).
{13} [Das göttliche Tier. Essay einer materialistischen Religionsphilosophie] (Oviedo:
Pentalfa Ediciones, 1985, 1996).
{17} En: Volker Rühle (ed.): Beiträge zur Philosophie aus Spanien. Traducido por Ruth
Zimmerling. Freiburg/München: Verlag Karl Alber, 1992, págs. 55-92.
{19} Gotthold Ephraim Lessing tradujo Johann Huarts / Prüfung der Köpfe / zu den /
Wissenschaften / Worinne er die / verschiedenen Fähigkeiten / die in den Menschen liegen /
zeigt / Einer jeden den / Theil der Gelehrsamkeit bestimmt / der für sie eigentlich gehöret /
Und endlich / den Aeltern Anschläge ertheilt / wie sie / fähige und zu den / Wissenschaften
ausgelegte Söhne / erhalten können / Aus dem Spanischen übersetzt / von / Gotthold
Ephraim Lessing. Zerbst: Zimmermannische Buchhandlung, 1752. Citado según la portada
de la traducción de Lessing, reproducida en Martín Franzbach La traducción de Huarte por
Lessing (Pamplona: Institución Príncipe de Viana, 1978).
{20} Arthur Schopenhauer tradujo Gracians Handorakel. Die Kunst der Weltklugheit in
dreihundert Lebensregeln. Deutsch von Arthur Schopenhauer. Wien: Neff, 1970.
© 2002 nodulo.org
Bioéticas
José Manuel Silvero Arévalos
El autor, licenciado en filosofía en Paraguay, ofrece en este trabajo, defendido ante el 39
Congreso de Filósofos Jóvenes (Gijón, 2-5 de abril de 2002), un panorama sobre las
distintas clases de bioéticas realmente existentes
Presentación
Existen «Bioéticas», posturas con apellidos, que responden a diversas doctrinas, que por
cierto pueden llegar a estar de acuerdo en algunos puntos, pero identificarse con otros no.
«La justicia social se interpreta de forma realista, como, por ejemplo, una técnica social de
sintonía o similar. No habrá un único y absoluto Dios, ni imperativos categóricos, ni libre
voluntad, ni autonomía para deducir la justicia y los preceptos para controlar el
comportamiento de la gente, excepto para perseguir la paz social...» Y añade: «Cada código
ético y moral es esencial en relación a edades y regiones. Al final no hay sitio para la idea
de los "derechos humanos fundamentales"»{2}.
Sin embargo, en el mismo número de dicha revista, Marcelo Palacios expone una idea
completamente diferente a Sakamoto. Mientras que uno afirma la búsqueda de una
fundamentación en el ethos asiático y por tanto delimitada con respecto a las otras
posiciones, el otro afirmará cuanto sigue:
«La bioética ha de tener por indispensable una movilización intelectual pacífica y sin
fronteras»{3}
Diego Gracia, en su libro Ética clínica, Eudema 1991, presenta las diferentes posturas y
fundamentaciones realizadas en «Occidente». Al analizarlas pormenorizadamente al final
de la obra presenta una fundamentación con ingrediente zubiriano, vemos en la misma un
interesante intento de «aglutinar» posturas o en todo caso de encastrar posturas.
Sin embargo, otros afirman que la Bioética tiene sus raíces en la ética médica y su
evolución histórica. Teniendo en cuenta estos dos pareceres, desarrollaremos primero la
ética médica como antecedente histórico de la Bioética, y luego los precursores de la
Bioética.
Las últimas palabras pronunciadas por Sócrates antes de morir se pueden entender como un
agradecimiento al poder morir sano de cuerpo y espíritu, como así también comprometer la
ayuda que el dios pudiera prestarle en la otra vida.
Hemos citado a esta obra de Platón por dos razones: primero, para referirnos a un filósofo
singular como Sócrates pidiendo una recompensa para Asclepios, y segundo porque es
justamente Sócrates el fundador de la ética. (Por lo menos es lo que comúnmente se dice.)
Pero para poder hablar de una «ética médica» en aquellos tiempos, debemos
necesariamente referirnos a Hipócrates. Dos serían los motivos por los cuales Hipócrates ha
adquirido fama y celebridad.
A partir de aquí, el rumbo que tomará la medicina será diferente. Hipócrates, con una
actitud nueva, se pregunta por lo que en sí mismo son el remedio, la enfermedad y el
hombre. Para dar respuestas estudia la naturaleza, es decir se propone conocer lo que una
cosa es, su naturaleza.
«Y si proviniesen las enfermedades de los dioses, los más enfermeros serían los más
pobres, pues no pueden hacer ofrendas a los dioses. Pero al contrario son los ricos que con
mayor frecuencia enferman»{5}.
Hipócrates no es un ateo ni un escéptico, lo que quiere es acabar con la idea de que la salud
de los hombres fluctúa según el capricho de los centenares de dioses que conforman el
Panteón griego. En lo sucesivo ya no se hablará de enfermedades castigo, de epidemias por
la venganza de un dios contra un individuo o contra toda una ciudad.
Para los griegos, physis era lo maduro, lo pleno, lo bello, lo sano. La enfermedad (páthos)
era algo inmoral, contranatural. El médico tenía la virtud de hacer volver a su cauce la
physis. Era, en cierta forma, un moralista, pues la enfermedad coloca al hombre en riña con
lo bueno y lo bello. Si hay páthos no hay ethos, teniendo en cuenta que éthos no significaba
rigurosamente ética sino orden natural, el modo o forma de vida{6}.
A partir de esto se puede afirmar que el enfermo (sin firmeza física y moral) colocado en
condición de incapacitado, debía ser tratado como un niño pequeño y el médico en su
función de ordenar, desempeñar el papel de padre. Esto explica el paternalismo que
caracterizó (en algunos países del mundo occidental aún responden los médicos a este
canon) a la medicina occidental.
A esto se debe el segundo punto por la cual Hipócrates ha cobrado celebridad; al redactar el
famoso juramento, queda patente su respeto por la figura del médico, más aun en el sentido
corporativo, el espíritu de clase.
«Juro por Apolo médico, por Asclepios, Higeia, Panacea, así como por todos los dioses y
diosas, poniéndolos por testigo, dar cumplimiento en la medida de mis fuerzas y de acuerdo
con mi criterio a este juramento y compromiso:
Tener al que me enseñó este arte en igual estima que a mis progenitores, compartir con él
mi hacienda y tomar a mi cargo sus necesidades si le hiciera falta; considerar a sus hijos
como hermanos míos y enseñarles este arte, si es que tuvieran necesidad de aprenderlo, de
forma gratuita y sin contrato; hacerme cargo de la preceptiva, la instrucción oral y todas las
demás enseñanzas de mis hijos, de los de mi maestro y de los discípulos que hayan suscrito
el compromiso y estén sometidos por juramento a la ley médica pero a nadie más.
Haré uso del régimen dietético para ayuda del enfermo, según mi capacidad y recto
entender: del daño y la injusticia le preservaré.
No haré a nadie, aunque me lo pida, ningún fármaco letal, ni haré semejante sugerencia.
Igualmente tampoco proporcionaré a mujer alguna un pesario abortivo. En pureza y
santidad mantendré mi vida y mi arte.
No haré uso del bisturí ni aun con los que sufren del mal de piedra: dejaré esa práctica a los
que la realizan.
A cualquier casa que entrare acudiré para asistencia del enfermo, fuera de todo agravio
intencionado o corrupción, en especial de prácticas sexuales con las personas, ya sean
hombres o mujeres, esclavos o libres. Lo que en el tratamiento o incluso fuera de él viere u
oyere en relación con la vida de los hombres, aquello jamás deba trascender, lo callaré
teniéndolo por secreto. En consecuencia seame dado, si a este juramento fuere fiel y no lo
quebrantare, el gozar de mi vida y de mi arte, siempre entre todos los hombres. Mas si lo
transgredo y cometo perjurio, sea de esto lo contrario».
También se puede decir que de la ética médica hipocrática se desprende la ética moral
profesional, aplicable a cualquier actividad, que obliga a quien la desempeñe a ejercerla a la
perfección, con el fin de procurar el beneficio del otro.
Queda pues establecido que la ética médica en sus inicios se fundamentó con criterio
«naturalista»: siendo sabia la physis, todo lo natural tenía que ser bueno. Pero, como afirma
Laín Entralgo, el gran legado de los médicos hipocráticos a la ética médica de la posteridad
fue haber fundido en el alma del sanador lo humano y lo técnico, es decir, curar al hombre
técnicamente.
«Que el médico perfecto ha de ser también filósofo». Aconseja a los médicos seguir el
excelso ejemplo de Hipócrates. El médico debe despreciar las riquezas y el placer; afirmaba
Galeno.
«Debemos filosofar si somos verdaderos hijos de Hipócrates. Y si actuamos así, nada nos
impedirá, no sólo que parezcamos a él, sino que lleguemos a serle superiores aprendiendo
lo que él enseñó tan perfectamente y descubriendo lo que aún no había sido encontrado»{9}.
Galeno aviva el ideal hipocrático, incluso alentando a los médicos a ser mejores que el
propio Hipócrates. La fama y el prestigio de Galeno pasó a la Edad Media por vía de sus
numerosísimas obras, y por el hecho de haberse ganado el prestigio y el honor de ser
médico de Marco Aurelio y Cómodo.
Quizás aquí radique una de las diferencias importantísimas entre Galeno e Hipócrates.
Mientras que este último se fundamenta en el criterio «naturalista», aquél se fundamenta en
la intervención del hombre en el curso de la naturaleza, es decir, si para Hipócrates un
enfermo sanaba por los cursos o cauces naturales, para Galeno era imprescindible
acompañar ese curso natural con una cirugía, por ejemplo, si fuese necesario.
Sobre este tema no podemos extendernos más y las referencias dadas solamente obedecen a
una distinción a veces un tanto olvidada. Antes de pasar a otra época y referirnos a otro
personaje, debemos dejar claro que la influencia de Hipócrates se mantuvo vigente durante
siglos, hasta bien entrada la Edad Media.
Veremos ahora un nuevo ingrediente aportado por el Cristianismo: la filantropía. La
filantropía plantea una visión nueva al papel del médico, e incluso podríamos decir que
imprimió un nuevo rumbo a la medicina y a su ejercicio concretamente.
Dado que el orden natural viene de Dios y la enfermedad es un desorden, restituir la salud
es un acto bueno, que viene asimismo de Dios a través de su intermediario, el médico.
Siendo un enviado divino, debe obrar con sentido sacerdotal, paternalista, actitud esta
característica de la ética de orden natural.
Solamente haremos referencia a otro personaje que de alguna manera se inscribe dentro de
la tradición histórica de la ética médica, y nos estamos refiriendo a Moisés Ben Maimon
(1135) y su invocación que para decir mal y rápido es un ruego para que el médico sea
dotado de las virtudes necesarias para cumplir su delicada misión. Los principios morales
que tal invocación contempla son los siguientes:
Sobre los pros y los contras de los códigos deontológicos no nos referiremos a ellos, pero
advertimos la existencia de grandes diferencias.
Como última referencia podríamos decir que muchos teóricos mentan y proclaman la
importancia de la Declaración de los Derechos Humanos de 1948 como un basamento
válido para la defensa de una ética médica eficiente. Sin embargo debemos dejar bien claro
que la Declaración es un documento que no fue compartido en su momento por varios
países y aún no lo hacen, es decir en muchos lugares del mundo los Derechos Humanos no
funcionan o simplemente no tienen sentido. Ejemplo: los guaraníes y su comunidad.
Vemos así cómo se fueron dando cambios y fueron apareciendo planteamientos un tanto
diferentes. Para culminar es interesante recordar que una nueva forma de reglamentar son
las Declaraciones. Por su autoridad destacan las declaraciones de las diversas asambleas
médicas mundiales y otros organismos.
En 1970, Van Rensselaer Potter (1911-2001) acuñó el término Bioética y en 1971 publica
su obra: Bioethics. Bridge to the future (Prentice Hall, New Jersey 1971). La intención de
Potter era crear un puente que uniera la ciencia biológica y la ética. Veamos lo que dice:
«Se utiliza la palabra puente ya que la Bioética era vista como una nueva disciplina que
forjaría una unión entre la ciencia y las humanidades, o con mayor precisión, un puente
entre la ciencia biológica y la ética por consiguiente Bio-ética»{10}
«El significado original de la palabra Bioética fue explotado y redefinido por el público y
por los médicos especialistas en ética; y ahora es visto ampliamente como una ética
clínica».
La idea de Potter era mucho más que una ética clínica. Tenía una ambición más abarcante
con respecto al arco de la Bioética. Sin embargo debemos admitir que las Bioéticas
cultivadas y difundidas hoy día, poco o nada tienen que ver con las ideas del precursor.
Entonces, nos preguntaríamos: ¿de dónde o de quién procede? La respuesta podría ser de
Hellegers y de Callahan.
Es bien sabido que Hellegers (obstetra holandés) en 1972 dio los primeros pasos para crear
un centro de Bioética. Se denominó inicialmente «Instituto José y Rosa Kennedy para el
estudio de la reproducción humana y la bioética». Cuando en 1979 fallece Hellegers, el
Instituto cambia de nombre por el de «Instituto Kennedy de Ética» (es interesante tener en
cuenta que este Instituto es muy importante dentro de la disciplina de la Bioética).
Aunque Potter haya expresado su decepción porque consideraba que la línea que estaba
siguiendo la Bioética era muy parcial, por el cual reivindicaba su visión más amplia. De
todas formas podemos decir que Potter enfatiza los aspectos sociales de la Bioética, en
tanto que Hellegers enfoca la relación interpersonal médico-enfermo.
El problema de la fundamentación
«La que pone el objeto práctico último de la Bioética en la vida humana (lo que no excluye
el control de natalidad de esa vida) y la que pone el objeto práctico último en la vida en
general, en la Biosfera»{12}.
Por su parte Diego Gracia{13}, a la hora de ordenar las diferentes posturas, lo hace
presentando varias posiciones. Sin embargo, el mismo Gracia afirma que se pueden
sintetizar en dos:
Principios
|
Hechos
Es de imaginar la fundamentación en este caso. Sobre la misma recogemos la opinión de
Diego Gracia:
«Los sistemas metafísicos tienen una estructura por lo general descendente o deductiva, a
partir de unos principios que la razón pretende conocer de modo directo e indubitable».
Constantemente se apelará en esta postura a la «Razón». Tal es así que existe una corriente
denominada «Bioética Racional». Compartiendo la opinión de Gustavo Bueno,
afirmaremos no obstante que el hecho de citar o de poner a la razón como garantía de
valides es discutible:
Hechos ― Principios
«Si el fundamentalismo afirma la unidad de los principios morales hasta el punto de hacer
imposible la pluralidad de decisiones, al decisionismo le sucede exactamente lo contrario:
la pluriformidad de las decisiones le impide establecer principios objetivos y universales
del razonamiento moral»{14}
Así tenemos dos modelos, que por cierto del primero podemos decir que generalmente los
intereses religiosos hacen uso de la misma. Así también se nombra a los derechos
fundamentales de la persona como canon para medir y resolver conflictos en la realidad. La
postura personalista se argumenta como ya dijimos con un carácter horizontal, de los
hechos se determinan las decisiones a tomar. Podríamos incluso arriesgarnos y decir que la
casuística se instala en este terreno.
Sin embargo, admitimos que nuestro análisis es muy escaso y se debería investigar más en
profundidad sobre este tema. No obstante, llegamos a la conclusión de que tanto el uno
como el otro son incompatibles, pero eso no significa que no puedan estar de acuerdo en
algunos puntos, pero en el fondo siempre discreparán.
Últimamente se pretende construir una «bioética universal» que pueda dar respuestas a
todos por igual, basamentada en los Derechos Humanos y en las diferentes declaraciones y
códigos deontológicos. Muchos «expertos» se esfuerzan en expandir y ganar terreno
argumentando la importancia de tal disciplina en estos días. Con un talante armonista
pretenden construir una disciplina unitaria, cosa completamente imposible, pues en Bioética
hay que tomar partido.
«La suposición de una Bioética como sistema universal de principios de la conducta ética
ante la vida, en el sentido biológico o médico, en tanto deja de lado la incompatibilidad
entre los códigos éticos, religiosos o morales vinculados a las distintas sociedades, es mera
ideología, y se orienta a la legitimación ideológica de determinadas decisiones legales,
religiosas, estatales, de instituciones deontológicas. Este consenso aparente (que no
acuerdo) de muchos bioéticos está determinado en gran medida por la cortesía académica,
por el principio del respeto a cualquier posición que en el seno de las instituciones bioéticas
se manifieste»{15}.
Al fin y al cabo, los acuerdos y los documentos son una cosa y las respuestas y la
funcionalidad de las instituciones sanitarias, otra.
De esta forma, se podrá hablar de Bioéticas, que es lo que realmente existe. Entonces, dada
esta realidad, es absurdo ver en los escaparates «Manuales de Bioética», como si todos
coincidieran en sus pareceres.
Se debe además señalar o simplemente recordar que en América Latina se están formando
«expertos» en Bioéticas de la mano de «equipos españoles» que a su vez fueron formados
en los EEUU (con una tendencia muy clara). Me pregunto yo como sudamericano: ¿alguna
vez podremos formar en nuestras regiones a «expertos» españoles y norteamericanos?
Evidentemente, ésta es una pregunta retórica, pues al plantearse ya se conoce la respuesta.
Cabe decir que la Bioética es una realidad que está funcionando, y que debe respetar las
diferencias y animar a buscar soluciones con fórmulas diferentes. Porque, pongamos por
caso, ¿acaso les interesa a los campesinos del Paraguay tener claro si es ético o no clonar
humanos? Creo que a la mayoría le interesará más contar con un centro de salud en su
comunidad y poder acudir a él. Sin embargo, de seguro que algunos se plantearán, pero no
por ellos mismos, sino a través de grupos interesados (la Iglesia, por ejemplo).
Para finalizar, es bueno precisar que este artículo no pretende desacreditar a la Bioética. Al
contrario, es intención nuestra situarla en su lugar y salvaguardarla de los intereses de los
grupos y a la vez desmitificar la supuesta «Bioética universal». Sólo se podrá hablar de
Bioética si se complementa con sus respectivos adjetivos, de ahí que sea efectiva, eficiente
o válida es cosa de analizar.
Bibliografía recomendada
Notas
{5} José María de Mena, Historia de la Medicina Universal, Mensajero, 1987, pág. 72.
{6} Diego Gracia, Fundamentos de bioética, Eudema, Madrid 1989, pág. 28.
{7} Sin embargo en la Mesopotamia, allá por el 1800 a.c. ocurría lo contrario. El Código de
Hamurabi estructuró los derechos y obligaciones de los médicos. Ej: 215. «El médico que
con el cuchillo de bronce abra un tumor del ojo a un hombre y salve el ojo del hombre
recibirá diez siclos de plata.»
218. «Si un médico ha tratado a un hombre libre de una herida grave con la lanceta de
bronce y ha hecho morir al hombre, o si ha abierto con la lanceta de bronce la nube de un
hombre y destruye el ojo del hombre, se le cortará las dos manos. Cit. por J. R. Zaragoza,
«La medicina de los pueblos mesopotámicos», en Pedro Laín Entralgo (ed.), Historia
Universal de Medicina, Tomo I, Salvat, Barcelona 1972, pág. 90.
© 2002 nodulo.org
La evolución humana
en cuatro cladogramas
Eduardo García Morán
Se ofrecen, en formato pdf, cuatro cladogramas en los que se representa la evolución desde
los primates hasta los hombres que hoy somos
Interrogándose sobre los orígenes del hombre moderno, los paleoantropólogos, desde
coordenadas epistemólogicas, han venido acometiendo clasificaciones a partir del orden de
los primates en las que se integran, en su comienzo, hace entre 65 y 55 millones de años
(m.a.), los estrepsirrinos (desnudez de la piel en el área que rodea a la nariz y labio superior
escindido: lémures y loris) y los haplorrinos (no presentan la piel desnuda en esa zona y el
labio superior es continuo: primates inferiores o prosimios –tarseros o pequeños monos
nocturnos que habitan el sudeste asiático– y a los primates superiores o simios –platirrinos
o monos del Nuevo Mundo y catarrinos o monos del Viejo Mundo, donde se incluye el
hombre–). El problema de tal taxonomía radica, desde que se empezó a perfilar en el siglo
XIX, en la insuficiencia de restos fósiles hallados, pese a que ya en los años veinte de la
centuria última hasta hoy se han venido rescatando muchos más huesos, y muy
significativos, en África del este y del sur, en Asia y en Europa (Atapuerca sobre todo),
como principales lugares de referencia. Sin duda, las técnicas de la biología molecular están
sirviendo de apoyo, en ocasiones determinante, para ajustar lo más posible un árbol
filogenético fiable, que no exacto.
Desde estas posiciones, presentamos cuatro cladogramas: el primero abarca desde los
primates (reino animal, filum cordados, clase mamíferos) remotos hasta los hominoideos
(superfamilia que acoge a los póngidos o grandes simios y a los homínidos) más antiguos;
el segundo, desde éstos hasta el homínido (familia caracterizada por caminar sobre sus
extremidados posteriores, lo que le permite liberar las anteriores para otros cometidos, por
ir reduciendo progresivamente el tamaño de sus dientes y por ir aumentando el volumen
intracraneal); el tercero, desde el homínido hasta el homo (género) más primitivo, es decir,
el que comienza a fabricar herramientas, y, por último, el cladograma 4 se centra en el
devenir de ese ancestro africano, surgido hace unos 2.5 m.a. y que se extendió por todo el
globo terráqueo gracias a una mente cada vez más compleja, hasta el sapiens (especie), lo
que somos hoy.
© 2002 nodulo.org
0. Introducción:
A la hora de afrontar las ideas titulares, en primer lugar, debemos optar entre tratarlas en
abstracto, o hacerlo precisando de algún modo una referencia concreta que nos permita
ajustarlas materialmente, sin perder, por ello, la virtualidad organizadora de una buena
abstracción. No se trata de escaparse de la necesidad de elaborar, por así decir, una filosofía
de la identidad, del saber, y del poder, ya que tales cuestiones creemos que son
imprescindibles para una filosofía que pretenda ofrecer resultados serios y acordes a la
circunstancia actual. Pero, también debemos reconocer la complejidad filosófica que el
título del Congreso [«Saber, poder, identidad»] acarrea para un trabajo de estas
características. De acuerdo con esto, usaremos en la medida de lo posible alguna teoría
filosófica ya elaborada aplicándola a algún contexto específico a fin de comprobar los
resultados del análisis que aquí vamos a esbozar.
Por otro lado, es evidente que las ideas del rótulo inicial no deben ser tratadas por separado,
ya que presuponemos que su coordinación titular no es adventicia, y menos en la coyuntura
política que nos toca vivir. Es más, creemos que podrían incluso advertirse diferencias en
función del orden de conexión entre tales ideas. Sin embargo, aquí vamos simplemente a
ofrecer una serie de determinaciones filosóficas respecto de alguna cuestión que sea, hasta
cierto punto, relevante para el tratamiento de dichas ideas. Advertimos de antemano, que si
bien consideramos imprescindible tratar la coordinación de éstas, sin embargo, nos parece
que a la luz del presente trabajo dicha precisión es innecesaria de forma absolutamente
estricta. Aun así, cabría subrayar el porqué de ese orden (según interpretamos) de entre las
seis opciones presentables, o, al menos, nuestro parecer al respecto, siempre de la forma
más objetiva posible. Las optativas trimembres no podrían salirse de las seis siguientes,
siempre y cuando asumamos que las variantes bimebres, &c., pueden estar hasta cierto
punto incorporadas en las siguietes ternas (aun así, optamos por no eliminar ningún
miembro del título congresual): [(s, p, i), (s, i, p), (p, s, i), (p, i, s), (i, s, p), (i, p, s)].
Es evidente que la 1.ª alternativa es la titular del congreso, y que la 2.ª es la que nosotros
vamos a desarrollar. Pero ¿qué se puede decir al respecto? ¿qué sucede con las restantes
alternativas? ¿son superfluas? Cabría suponer que no, pues, en alguna medida, las ideas no
pueden variar en su estructura esencial; pero, sin embargo, lo que sí puede transformarse es
el discurso coordinador entre ellas establecido.
A su vez, nos parece determinante el hecho de que este acto se celebre en Bilbao, con lo
que el problema planteado por la idea de identidad es bastante pertinente. Por otro lado, la
idea de saber es casi un requisito inevitable en una celebración como la presente (aunque no
es aleatorio que se escoja el término «saber», en vez de «filosofía», por poner la opción más
tradicional), mientras que la de «poder» ya ofrece más dudas de su pertinencia, salvo por el
marcado talante político que presuponemos en el rótulo que nos convoca. Por todo ello, y a
pesar del carácter abstracto del título, las tres ideas se coordinan de acuerdo con la
coyuntura histórico-política actual de un modo que ofrece pocas dudas acerca de su
ordenación. El poder se presenta como término mediador para colimar las cuestiones
relativas al saber como término inicial respecto a la identidad en tanto que elemento final
del sistema trimembre inicial. Nosotros alteramos, como se verá, ese orden para recalcar el
carácter político de la filosofía, pero sin reducirla a ella. Desde nuestro enfoque las
cuestiones concernientes al poder deben ir al final de la tríada, pero ello no debe forzar para
admitir la opción 5.ª (i, s, p). Descartamos las alternativas 4.ª y 6.ª por motivos similares, y
ofrecemos una estructuración que se ajusta a las pretensiones, tanto de los organizadores,
como a las nuestras (que también deben tenerse en cuenta). Valgan estas mínimas
precisiones como justificación por nuestra variación del discurso a presentar.
Como final de este preámbulo, y de acuerdo con lo anterior, tan sólo nos queda mostrar la
plataforma capaz de decir algo interesante respecto del sistema trimembre de cabecera.
Como se verá, hemos optado por remitir a un único contexto en vez de hacerlo, por
ejemplo, respecto de tres referencias desconexas que, nos parece, falsearían en cierto modo
la pretensión de los organizadores del congreso. En fin, hemos creído que una de las
referencias más adecuadas puede ser este mismo Congreso de filósofos jóvenes, o si se
quiere, la historia del Congreso al que presentamos esta ponencia{1}. Parece que desde la
realidad plural que este Congreso conlleva podemos ofrecer alguna determinación
filosófica interesante respecto de las ideas de saber, identidad, y poder, que es el orden que
consideramos más adecuado para nuestro propósito.
Es necesario plantear la cuestión de si al hablar sobre el saber se hace en sentido estricto (si
es que ello es posible), o tan sólo de forma general. Cuando el saber se plantea de un modo
fuerte, estricto, surgen numerosos problemas respecto de su propia sustancialidad. Para
nuestra interpretación vamos a bosquejar la coordinación de ambos enfoques con el fin de
ensayar una interpretación respecto del CFJ. Vamos a articular nuestros supuestos en
coordinación con las posturas del materialismo filosófico pero con la variación (o, quizás,
mejor sería decir «error») que implica su ajuste a la peculiar posición de un estudiante, es
decir, alguien situado en los eslabones más bajos de la cadena académica.
Aquí entenderemos el saber como una realidad no monista, es decir, como un complejo de
saberes que no tienen porqué implicar una armonía prestablecida por la aparente unicidad
semántica de la palabra. El saber se estructurará en una heterogeneidad de campos
tecnológicos, científicos, prácticos, con sus propios rangos o franjas de verdad. De tal
forma que lo más correcto sería decir que lo que realmente existen son saberes. Entre
dichos campos encontraremos complementación, pero también contradicciones, e incluso
pretensiones de reducción en función de su coherencia material. A tales campos los
denominaremos categoriales, de acuerdo con la filosofía de Gustavo Bueno simplificando
enormemente las cosas{2}. Sin embargo, no podemos concluir que la realidad se agote en
una supuesta composición de dichos campos, puesto que éstos son constantemente
desbordados por ideas filosóficas, realidades que no pueden circunscribirse exclusivamente
a alguno de esos entramados categoriales. Y es a partir de estas ideas que admitimos la
posibilidad para establecer otros saberes no categoriales, pero que no deben prescindir de la
realidad científico-tecnológica que les permite realizarse como tales. A dichos saberes los
denominamos filosofías en sentido amplio, y, a su vez, a la necesaria referencia a los
saberes científicos y tecnológicos la denominaremos filosofía «políticamente implantada».
Pero, a su vez, es preciso reconocer la distinción de estirpe kantiana establecida entre
filosofía mundana y filosofía académica{3}.
Lo interesante es determinar en qué medida puede decirse que un congreso (en este caso el
CFJ) es circuscribible al marco de las filosofías académicas. O más bien, cual es la medida
en que dicha idea (de filosofía académica frente a otras pretendidas filosofías académicas)
se realiza a través de los congresos. Pero si queremos proponer alguna resolución al
respecto hemos de concluir la necesidad de llevar a cabo el examen de cada una de las
ponencias presentadas durante las periódicas celebraciones del CFJ. Como esa labor es
imposible, y cabría decir, que incluso oligofrénica, optamos tan sólo por precisar que es
nuestro enfoque el que pretende desarrollarse de acuerdo con los cánones generales de la
filosofía académica, y que es al oyente al que corresponde criticarlo.
Aquí la referencia del saber bien podría determinarse, en principio, como de sentido
amplio, puesto que presentaremos al saber en tanto que análogo de otras acepciones como
«pensamiento», «conocimiento», o «ciencia» (en su sentido clásico prekantino). Sin
embargo, ello no debe ser motivo para que su tratamiento deje de ser riguroso. Para cumplir
con un mínimo de tal rigor emplearemos como guía general la concepción filosófica que
Bueno desarrolla a la hora de esclarecer la esencia del pensamiento español{4}. Queremos
interpretar al saber filosófico como realizándose a través de diferentes contextos, de entre
los cuales, los congresos serían uno de sus posibles modos académicos de ejercicio. Por
ello, ¿qué mejor marco para ensayar este peculiar empleo del materialismo de Bueno que el
hacer girar nuestra discusión (mejor o peor) sobre la función filosófica de los congresos?
En primer lugar, ha de entenderse que al hablar de pensamiento, saber, ciencia, &c., no se
hace según una fórmula indeterminada, ya que por un lado, deberemos reconocer que el
pensamiento español se determina, siempre hasta cierto punto, y nunca de manera absoluta,
frente a otros pensamientos; así como por otro lado, hemos de asumir algún criterio de
objetivación respecto de lo denotado por la palabra saber (pensamiento). Tal criterio lo
tenemos en el lenguaje escrito; «Estos pensamientos objetivados –dice Bueno–, expresados
como pensamientos extrasomáticos, sobre todo en el lenguaje escrito, son aquellos que se
tienen en cuenta cuando se habla de pensamiento español, en su confrontación con el
pensamiento francés, el pensamiento alemán o el pensamiento chino.»{5}; o como dice más
adelante «los marcos de un pensamiento público no son, por definición universales»{6}.
De otro modo, Bueno establece que el pensamiento (nosotros diríamos: el saber) adopta la
forma de una función objetiva con su dominio y su codominio. «La reunión del dominio y
del codominio de una función o relación constituye el campo de la misma»{7}. Básicamente,
el pensamiento en tanto que «pensamiento público» se articularía en torno a unos, digamos,
productores, es decir, pensadores, escritores, oradores, contertulios, articulistas,
académicos, etc., que formarían el dominio, mientras que los públicos, las audiencias, los
lectores, los alumnos, etc., cumplirían el papel del codominio. Sin olvidar que los
elementos del dominio también pueden entrar entre los términos del codominio. No se trata,
desde luego, de una interpretación unidireccional, que arribaría en visiones idealistas (las
ideas como únicos motores del mundo); tampoco de un enfoque monista del tratamiento
funcional del saber, puesto que donde decimos «dominio» ha de leerse en plural, de forma
dialéctica, para poder recoger la variedad de oposiciones que los diversos grupos
académicos o intelectuales ejercen sobre los auditorios cancelando (seguramente por
autocomplacencia para con sus públicos y audiencias) las alternativas representadas por el
resto de dominios del pensamiento{8}. Es decir, todo buen intelectual, en su común
acepción, lo es por reiterar ciertas ideologías o variantes de un ortograma político. No nos
referimos a un dogmatismo radical, pero sí a una suerte de reafirmación entre un público
que ya conoce a grandes rasgos las líneas ideológicas que organizan el pensamiento del
orador (pongamos por caso). Resulta claro, por otro lado, que esta tesis no es estricta y
hemos de subrayar cómo también existen públicos no domados ideológicamente, no en el
sentido, digamos, de la contracultura, sino en el de aquellos grupos de personas que
desconocen al académico, ponente u orador de turno (seguramente como sucede en este
congreso). Además será necesario recalcar que aquí el saber no se presenta como
emergiendo atomísticamente, es decir, desde parámetros subjetualistas radicales que nos
llevarían a posiciones metafísicas{9}, por lo que será más adecuado hablar de marcos de
cristalización, en los «que se organiza, se gramaticaliza y se publica [...]», ya que «En el
caso de la obra filosófica, su influencia pública –y salvo canales muy particulares de
influencia entre científicos o juristas– puede establecerse directamente en virtud de la
posibilidad de acción inmediata de esa obra, sobre un público heterogéneo compuesto por
ciudadanos capaces de leer o de escuchar.»{10} Habría que puntualizar que no pretendemos
decir que sean los ponentes, y oradores los que erigen las ideologías y ortogramas
existentes, pues, éstos más bien hacen de altavoces, de colimadores o representantes con
poder para hablar ante un público ya organizado y funcionando más o menos de acuerdo
con el ortograma social al que en todo caso el intelectual poco puede añadir salvo
retórica{11}.
Queda claro que un congreso puede ser un contexto de realización académica. Y aunque
esto pueda valer como requisito necesario, sin embargo no conlleva el carácter de
suficiencia académica que se exige en el punto 1.1. Eso es lo que queremos subrayar. Que
si bien los contextos de difusión académicos tienden a alejarse del modo de proceder por
los intelectuales en los medios de comunicación, sin embargo, constantemente recaen en el
escolasticismo, en el dogmatismo, la filosofía administrada, &c. Dicho escolasticismo viene
a ser la versión análoga del papel desarrollado por el intelectual ante un sector social, pero a
escala académica.
Es necesario subrayar cómo en gran medida puede valer el análisis que Bueno plantea sobre
los intelectuales pero desde el prisma del saber (él dirá «pensamiento») como una
estructura funcional de dominios y codominios. Es decir, si es forzoso tratar a los
intelectuales como pertenecientes, en mayor o menor grado, a los grupos sociales (políticos,
editoriales, religiosos, empresariales, &c.), entonces parece que no forzamos demasiado las
argumentaciones cuando asumimos esa estructura para reinterpretar el necesario rasgo
partidista de toda filosofía (incluso aquella escuela, o familia de escuelas, que se considere
neutral se estará posicionando frente a nuestra perspectiva que evidentemente niega dicha
postura) pero recalcando la dimensión, digamos, institucional (que no por ello elimina
determinaciones académicas).
Para hablar de la identidad del Congreso en cuestión, según apuntamos al inicio, partimos,
pues, de que «la idea de identidad no es idéntica», es decir, partimos de que la identidad se
realiza según múltiples plataformas{12}. Con esto queremos decir que la identidad depende
del contexto material en el que se realizan determinadas operaciones (ya sean políticas,
científicas, religiosas, o incluso filosóficas) que confluyen en resultantes o identidades,
teniendo en cuenta que podemos reconocer grados o franjas diversas de verdad para dichas
identidades contextualmente determinadas o construidas.
Ahora bien, una vez dicho esto se nos abre la dificultad de precisar respecto de qué marco
contextual es posible predicar la identidad del congreso, si es que dicha tarea es posible.
Habrá, al menos que reconocer las alternativas interpretativas que reconocen dentro de la
realidad del CFJ varias identidades (y también diferentes modos de darse éstas, de forma no
sólo alternativa, sino correlativa o estructural), y en el caso límite también comtemplaremos
aquélla que nos obliga a observar la alternativa de su ausencia, o sea, la posibilidad de
negación de existencia de algún tipo de identidad respecto del congreso en cuestión. Desde
una rápida mirada podría valer el «signo de efímera identidad» con el que Teresa Oñate
calificaba al nombre del Congreso{13} al hacer una reseña sobre el celebrado en Sitges en
1987. Queda claro que esta última opción sería posible si cada celebración anual del CFJ no
tuviera nada que ver con los demás; como si su estructura nos remitiese a una sucesión de
formato monadológico{14}. De todos modos, tal opción interpretativa negaría la posibilidad
misma de este trabajo por lo que nuestro discurso ya es en sí una crítica en ejercicio de esa
peculiar alternativa. Ya sólo la continuidad del nombre del congreso nos pone en la pista
mínima de una posible identidad nominativa{15}, incluso contra la interpretable aseveración
de la Oñate. De todas formas, una identidad de carácter lingüístico nos parece un contexto
demasiado débil para poder siquiera plantear las cuestiones referentes al congreso. Su
identidad deberá dibujarse, cuando menos, a escala pragmática (pues el lenguaje también
tiene esa componente); una escala que reconozca la especificidad de su ceremonia
institucional respecto de otras ceremonias análogas{16}. Sin embargo, creemos que la
identidad de CFJ se ha construido a escala histórica, sin perjuicio de que luego podamos
hablar de variaciones en su identidad general, histórica.
a) filosofía actual;
b) crítica y método de la filosofía;
c) filosofía y política;
d) estética, literatura, posmodernismo.
Pero su carácter abstracto, a pesar de mostrar cierto interés, por ejemplo, sociológico,
político{17}, &c., sin embargo, se presenta como estéril para nuestra tarea. No ofrece un
sustrato de peso que permita hablar específicamente de la peculiar realidad de cada
celebración, además de desdibujar el desarrollo histórico de su cuerpo institucional (y con
ello el de su identidad) a la luz de las variaciones de la historia de España
fundamentalmente. La identidad histórica del CFJ no puede desprenderse de su carácter
diacrónico, así como tampoco lo puede hacer respecto de la referencia histórica envolvente.
Nuestra opción para hablar de la identidad del CFJ nos pide su realización en un contexto
histórico para nada abstracto, y, en todo caso, hablaremos de pérdida de identidad (o de
ausencia total de ésta) cuando los congresos concretos (históricamente documentados{18})
tiendan a olvidar su labor crítica filosófica, o, si se quiere, «políticamente implantada»{19},
es decir, de crítica del presente histórico-político, pero también filosófico. En los casos
tendentes hacia una implantación gnóstica repetida (mayor o menor) podremos hablar de
una nueva identidad del CFJ. La identidad no tiene por qué ser sólo dibujada refiriéndose a
una trayectoria políticamente implantada de cierta coherencia y continuidad histórica, pues
la otra opción, la implantación gnóstica, también puede desembocar en una identidad
procesual histórica. Ello se debe a que todo discurso filosófico ha de oscilar entre esos dos
extremos límites, y aún deberá (se quiera o no) deambular y perderse entre ambos como nos
muestra la realidad de la historia de la filosofía en general. En todo caso, es desde este
prisma desde el que la agrupación en cuatro bloques anterior puede empezar a tener algún
sentido crítico, y no meramente organizativo, aunque nos aleje de la actual pretensión.
Por lo dicho, es forzoso creer que los momentos históricos relevantes han de haber influido
explícita o implícitamente en el curso (idéntico en principio) del congreso. Vamos a hacer
referencia a dos momentos centrales desde los que ofrecer una hipótesis de estudio relativo
el grado de sensibilidad crítica que los académicos participantes mostraron ante aquellos
sucesos. Aludiremos, en primer lugar, al Concilio Vaticano II, y, en segundo lugar, a la
llamada transición democrática española.
2.1.
Así pues, el primer momento históricamente relevante, el último concilio de los llamados
ecuménicos, tiene lugar entre 1963 y 1965, y entre sus catorce documentos{20} queremos
destacar la posible relevancia del decreto Los seminarios (28-IX-1965). Podrá objetarse que
la fecha es posterior en dos años a la celebración del primer congreso (llamado en esa
primera fase «convivencia», y además «española» como se puede leer en los textos de
Arriba ya señalados), pero sin embargo, ya en la constitución inicial del 4 de diciembre de
1963 se hace referencia explícita a la necesidad de promover seminarios. De todos modos,
no tratamos de ver una causalidad estricta entre el decreto y las convivencias; tan sólo
aludimos al hecho más importante acorde al ambiente filosófico en el que se gestaron los
CFJ, es decir, al concilio en su giro ideológico.
Habrá que señalar, por otro lado, como dato central que el fundador es Sergio Rábade
precisamente un jesuita avanzado, profesor de Metafísica en Valencia y Madrid{21}, y, entre
otras, cosas traductor de las Disputaciones Metafísicas de Francisco Suárez (e incluso
cabría señalar que el hecho de que se realicen las reuniones en las fechas de Semana Santa
no es un dato despreciable). Debe subrayarse la importancia de Ángel González, padrino
del asunto, y el catedrático que deja la plaza a Rábade en Madrid. A escala de instrucción
pública empiezan a aparecer rostros relevantes del Opus Dei «arrinconando a los falangistas
(Cabestany, Girón y Fernández Cuesta)»{22}. Es el tracto histórico del Plan de Desarrollo
posterior al Plan de Estabilización Económica de 1957, y a tal efecto interesa lo dicho en
Arriba el 18-IV-63, a propósito de otro evento similar al que estamos inspeccionando, la
Asamblea de Catedráticos de Filosofía y Letras en Granada: «El Plan de Desarrollo ha
determinado una serie de disposiciones para dar salida con mayor fluidez y urgencia a
titulados en carreras técnicas. Y esto puede traer consigo una desvalorización del
humanismo, de los estudios de Letras. El peligro existe, y para acallar futuras inquietudes
en este terreno, el Ministro de Educación salió al paso con estas palabras: "La Universidad
"literaria", raíz y núcleo de la Universidad actual, ha de conservar siempre su privilegio
genealógico, aunque la multiplicidad de los saberes la diversifique hoy en variedad de
Facultades. Esa es la gloria y dignidad de las Facultades de Filosofía y Letras y esa es
también su enorme responsabilidad en la rectoría del pensamiento."[...] el tecnicismo actual
pretende hacer de sí mismo un sistema filosófico, dando de lado la verdadera causa de toda
ciencia, y hasta ha llegado a olvidarse de la última pregunta que el hombre tiene que
hacerse, la que le relaciona con Dios. Bastante de esto ocurre ya hoy en el mundo, y
también en España puede suceder si a los estudios e investigación humanística y filosófica
no se le proporciona la ayuda y el rango que merecen. Ha habido recientemente un
movimiento de alerta precisamente por parte de la juventud –Asamblea del SEU,
Convivencias de Filósofos Jóvenes, y esta misma Asamblea de Granada–.»{23}
2.2.
El segundo momento, la Transición, tiene que ver con la llegada al poder de un gobierno
democrático, tan sólo en apariencia{28}, que en parte se caracterizará por ser una monarquía
constitucional («democracia coronada»), pero también por haber incluido en la
representación parlamentaria al Partido Comunista de España, hasta aquellas fechas
funcionando relativamente bien en la clandestinidad{29}. Ese momento de inclusión
democrática, no necesariamente puntual (centrado en una fecha concreta), pero sí de una
etapa clara de nuestro presente parece traslucirse en las problemáticas tratadas y discutidas
en los CFJ.
De este modo, si la primera etapa de la historia del congreso concordaba más o menos con
el giro del Vaticano, y la segunda fase (que transcurre, nos parece, desde 1972 hasta 1979)
corresponde a una preponderancia de discusiones motivadas o cercanas a cuestiones de
talante antifranquista e incluso marxista{30}, pero también de tendencias neopositivistas{31},
entonces será en la tercera etapa, la última (en la que nos encontramos) la que parece
encajar en un desarraigamiento filosófico (aunque paradójicamente la presente celebración
puede ser vista como una anomalía respecto del curso de la tercera fase de los CFJ, así
como la de 1988 de Cáceres titulada Filosofía y política{32}). De todos modos, no ha de
entenderse que añoremos la forma del congreso como si de un Plenario político se tratara,
no, lo que criticamos es a la tendencia de implantación gnóstica que se caracteriza por
aislarse en tratamientos gremiales, temáticos, aunque aquí habría que profundizar mucho
más.
Para rematar esto interesa leer correctamente un artículo publicado en El País, año 1977, de
Aranguren, padre de la etización de la filosofía política en España, que dice a propósito de
estos CFJ cosas como que sus participantes «muestran la voluntad de apertura» acorde a esa
democracia incipiente frente a las dificultades que en sus inicios hubo precisamente por
culpa de «la autoridad franquista», y es que ahora tenemos a tales filósofos (los figurones
actuales del gremio filosófico, presidentes, casi todos, de alguna de las celebraciones del
CFJ) «dando un paso más, nada incomprensible dentro de la nueva filosofía», y es que
ahora filosofan con «lógica y sorna, autocrítica y sentido del humor», pues éstos «pueden
asociarse, sin perjuicio de sus claras diferencias»{35}, en fin, buen rollito, pues la filosofía ya
no vale si no hay tolerancia en la época del crepúsculo de las ideologías, que diría Gonzalo
Fernández de la Mora, cuando éstas, las ideologías, son vistas como doctrinas políticas y la
racionalización viene de la mano capitalista, si no volveremos a ponernos rígidos ante el
totalitarismo que oprime a la condición humana dirán otros y otras, &c., &c.
Cabría recordar que hasta unos días antes de esta ponencia existían diversos congresos
respecto de los cuales ni siquiera conocíamos su sede ni su título, es decir, que la alegría ha
sido tal que nadie se ha tomado la molestia de transmitir memorias, resúmenes o informes,
contrariamente a como sí se hacía, al menos, en la primera etapa (sin embargo, ha sido
gracias a José Carlos Cubiles, asistente a todos los CFJ desde 1992 en Lugo hasta hoy, que
hemos podido completar la lista que más abajo presentamos). De todos modos, ese talante,
a nuestro juicio intrascendente, tampoco ha de verse como un signo absoluto, y ello por
diversas causas. Podría alegarse como ejemplo alguna de las ponencias del XXXV
Congreso (actas publicadas por Manía), pero también, y a otra escala más acorde
seguramente con nuestro tercer apartado centrado el la idea de poder, el hecho de que los
CFJ hayan salido por primera vez de España para celebrarse en Lisboa justo el año pasado.
De acuerdo con esto, tenemos que precisar los límites de nuestro interés político. Nuestro
interés no puede confundir en sus esquemas a estudiantes y profesores. Creemos que son
dos extremos de un mismo contexto y que, sin embargo, dichos términos en el contexto de
este congreso en particular no tienen que ir esencialmente unidos, aunque existencialmente
sean absolutamente inseparables. Aquí se formula el problemade la sustancia filosófica del
alumnado gremial-filosófico (deambular entre la apatía política y el integrismo estudiantil
para criticarlos). Parece que los alumnos podemos realizar con relativa independencia
nuestros trabajos (asumiendo evidentemente los cánones ceremoniales implantados) e
incluso algún proyecto político, si es que lo consideramos pertinente. No es necesario que
todos los estudiantes asistentes estén de acuerdo con nuestra propuesta, sólo faltaba eso,
pero nadie podrá negar la diferencia que existirá entre las actividades a desarrollar por
aquel grupo de estudiantes interesados en nuestra propuesta y los que la consideren
intrascendente, inútil o indiferente. De lo que se trata es de ensayar la posibilidad de una
coordinación (académica) entre los estudiantes (caracterizados por su paradójica
sustancialidad, básicamente efímera) a escala institucional que les permita operar de forma
diferente a como los contextos de educación administrada nos permite actualmente. Parece
que la dialéctica profesor-alumno (o, si se prefiere, maestro-aprendiz) puede ser
ampliamente desarrollada de forma paralela pero independiente a las actividades
universitarias (que vienen siendo las mismas que las del instituto, y si nos apuran, las del
colegio) ya que ese conjunto de rasgos efímeros, de estancia no permanente en la
universidad, facilitan la superación y cancelación de las promociones licenciadas frente a
las promociones jóvenes. Esa dialéctica puede ser desarrollada de forma interesante por los
estudiantes a la luz de instituciones creadas para tratar filosóficamente los problemas a
escala estudiantil. Intentar aprender a funcionar académicamente no tiene porqué reducirse
a la asistencia a clases de historias de la filosofía (y si se quiere, cursos, congresos,
seminarios, &c.), leer libros, o los modos acostumbrados. Debe ser interés de todo
estudiante el pretender participar en la creación y consolidación de estructuras
institucionales que nos permita desenvolvernos de maneras más relevantes (aunque sea para
una escala personal). No se trata de menospreciar o prescindir de las consabidas formas de
organización pedagógica vigentes; es evidente que hay que contar con ellas, aunque sea
para criticarlas. De lo que se trata es de potenciar las verdades que a través de su realidad se
ejercen e intentar cancelar y superar los errores académicos que en el fondo todos
conocemos de una u otra forma.
4. Conclusiones
La historia de los CFJ no es una historia desde luego conocida. Pero su conocimiento
tampoco parece necesario para que su tradición siga permitiendo, mal que bien, la periódica
realización de sus reuniones. Lo prodigioso de este congreso es su peculiar desarraigo, su
aparente inocuidad filosófica, su carácter ambulante, pero también su persistencia a lo largo
de décadas. Ese carácter intrascendente, sin embargo, no puede ser entendido como una
constante permanente, puesto que en determinados intervalos su labor filosófica parece
haber acogido a lo más selecto de las discusiones filosóficas de España e incluso de otros
países. Ahora bien, creemos que su historia puede ser vista como representativa hasta cierto
punto de los avatares de la filosofía española en las últimas décadas (como bien se señalaba
en una de las reseñas citadas), con lo que su conocimiento implica en alto grado el
conocimiento de la historia de la filosofía española en dicho período, con todas las
matizaciones que se deseen realizar.
La identidad filosófica no existe en la historia de los CFJ, a lo sumo existirán tres o cuatro
períodos de tendencias filosóficas afines (seguramente motivadas por la preponderancia de
sus organizadores en tanto que adscribibles a una o varias escuelas, que desde la
perspectiva del saber –como función– serían de forma muy aproximada los dominios y
codominios de los que se habló en el punto 1.2), sin excluir la dialéctica de las discusiones.
Y esa presunta identidad filosófica no existe por su dinámica antiestática,
antimonopolizadora por parte de una sola escuela; y aunque creemos que eso es más bien
un defecto que una virtud, sin embargo, ese rasgo es el que permite, a través de él, el
conocimiento a cualquiera que esté interesado de las tendencias actuales. Ello no nos
garantiza para nada el cultivo de una correcta filosofía académica, pero tampoco le cierra el
paso de una manera radicalmente dogmática, escolástica en sus sentidos menos
materialistas. Por otro lado, profundizar más en la cuestión de la identidad de estos
congresos siguiendo la matriz crítica de Bueno resultaría mucho más compleja que lo que
aquí queremos presentar (nos referimos a su crítica de los predicables de la identidad).
Nosotros tan sólo lo hemos usado de forma orientativa.
Por último y retomando la referencia al apartado 3, el hecho de que en este congreso
puedan realizarse ponencias paralelas por parte de estudiantes es un rasgo tener en cuenta.
Y si no nos equivocamos, seguramente sea el de más valor. Nos explicamos. Permite,
aunque en grado mínimo, a los alumnos de diferentes universidades el entrar en contacto
con la filosofía de otro modo al realizado en los ámbitos y sectores generalmente asociados
con la academia universitaria (aunque su separación en diferentes salas sea un error a
corregir). Es importante el hecho de que nosotros, los estudiantes universitarios, asistamos
y potenciemos esas, digamos, actividades porque aún estamos en trámite de formarnos en
escuelas filosóficas distintas en grado y carácter. Lo más importante radica en la no
adscripción de los estudiantes a una escuela o doctrina filosófica precisa (sin que por ello
no deba acogerse a algunas enseñanzas precisas aunque sea prudencialmente). Por lo
demás, lo importante seguramente sea cuando menos discutir sobre esto. Que un estudiante
universitario (o que no lo sea, aunque esta opción parece remota dado el carácter
especialista que la filosofía está tomando) se preocupe de estos aspectos es relevante, ya
que por medio de ese ejercicio académico (incluyendo todas las determinaciones
burocrática propias de nuestra actuales filosofías administradas) necesariamente se está
realizando alguna idea o familia de ideas de lo que es la filosofía académica más o menos
borrosas y artificiales.
Notas
{1} Habrá, sin embargo, que señalar que al hacer referencia a la historia del CFJ no
disponemos de la información documental completa. Tan sólo hemos tenido acceso a una
mínima parte compuesta por textos directos de las celebraciones (actas totales o parciales) y
textos indirectos (reseñas e informes realizados sobre los congresos). Presentamos aquí una
relación de los que nosotros hasta la fecha conocemos:
Actas: a) del XII Congreso, Teoría y praxis, Fernando Torres (editor), serie Interdisciplinar,
Valencia 1977. b) del XXXV Congreso, Occidente y el problema del nihilismo, revista
Mania, nº 4-5-6, Facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona.
Ponencias individuales: a) al X Congreso, Antoni Doménech, «Teoría, crítica y práctica
(un tópico de la filosofía española contemporánea)», publicada en Sistema, nº 7 (octubre
74), págs. 53-74. b) al XVI Congreso, Gustavo Bueno, «Imagen, símbolo, realidad»,
publicada en El Basilisco nº 9 (enero-abril 1980), págs. 57-74.
Reseñas: a) Reseñas sobre la I Convivencia en el diario Arriba, Madrid; «Reunión de
profesores de Filosofía en el Colegio Mayor "Antonio de Nebrija"», 9 de abril, 1963;
«Clausura de la I Convivencia Española de Filósofos Jóvenes», 11 de abril, 1963; «La
directriz del pensamiento filosófico docente español es tradicional. Declaraciones del
doctor Rábade Romeo, Catedrático de Metafísica», 11de abril, 1963; «En torno a la
Filosofía», 16 de abril, 1963; «Primero, la Filosofía», 18 de abril, 1963. Véanse en la
dirección general: http://www.filosofia.org/mon/cfj/cfj01.htm. b) Extracto del informe de
Mercedes Torrevejano sobre la II Convivencia, en Aporía nº 2, otoño 1964 (consultar en
Proyecto de Filosofía en español, http://filosofía.org/mon/cfj/cfj0201.htm). c) Reseña
anónima sobre la III Convivencia en Revista de Filosofía nº 92-93, págs. 180-1. d) Reseña
de F. Ferrer y R. Beneyto sobre la VIII Convivencia en Teorema, junio de 1971, págs. 139-
43. e) Reseña de F. Pérez y J. M. G. Gómez-Heras sobre la X Convivencia en Cuadernos
Salmantinos de Filosofía, nº 1, págs. 286-91. f) Reseña del XIV Congreso por F. Savater,
«Mucho mangante» en Cuadernos para el diálogo nº 23, págs. 60-1. g) Sobre el mismo
congreso «Notas inéditas sobre el congreso de Barcelona» por J. M. Laso, El Basilisco nº 1,
págs. 100-111 (en la pág. 112 se añade información sobre el XV CFJ). h) Reseña de J. M.
Laso, «El XV Congreso de filósofos jóvenes» en El Basilisco nº 3, págs. 67-82; (ver
también la polémica entre F. Duque y J. M. Laso en el mismo número, págs. 103-4). i)
Extracto de «La frente de fuego y de cristal (fresco de unos días)» por Teresa Oñate sobre el
XXIV Congreso en Diálogo Filosófico, enero-abril 1988, págs. 89-91 (también en Proyecto
de Filosofía en español). j) Reseña por Uriel Bonilla del XXXVI Congreso «De la filosofía
joven a la joven filosofía», Limitaneus (revista de estudiantes de filosofía de la Universidad
de Oviedo) nº 3, págs. 102-104.
Otras referencias: Carlos Díaz, La última filosofía española: una crisis críticamente
expuesta, Cincel, Madrid, 1985. Básicamente vale para conocer los presidentes de cada CFJ
desde el II hasta el XII, junto con alguna refrencia crítica general del autor en el primer
apartado del libro respecto de la «joven filosofía», págs. 23-35, junto con alguna más en
págs. 94-5 y 123. Además hay que destacar la inclusión de una reseña (hay otras parciales)
íntegra de Aranguren del 30 de octubre de 1977 en El País sobre la filosofía joven que
cristalizaba en los CFJ.
{2} Hay que subrayar que desde esta teoría los saberes no pueden ser entendidos como
conocimientos en abstracto, como si se tratase de bloques epistemológicos de carácter
mentalista. Ya Husserl a principios del siglo XX hablaba de cierres, «esferas» cerradas y
«unidad sistemática cerrada» (en la traducción de Gaos y Gª Morente), aunque desde una
posición epistemologista neokantiana e idealista por aspirar a hacer de la filosofía una
ciencia. Ni siquiera admitimos la reducción de un saber científico a un conjunto
estructurado de proposiciones, como tampoco podríamos reducir la realidad material de un
ámbito tecnológico artesanal a una explicación literaria. En todo campo, sea éste
estrictamente científico o simplemente tecnológico, hemos de reconocer la presencia de tres
dimensiones gnoseológicas, a saber: una dimensión, semántica, otra pragmática, y una
última sintáctica. Véase Gustavo Bueno, Teoría del cierre categorial, tomo I, Pentalfa,
Oviedo, 1992, especialmente págs. 21-55 y 97-184. Por otro lado, también nos interesa
hacer referencia a su El papel de la filosofía en el conjunto del saber, (Ciencia Nueva,
Madrid, 1970), obra en la que entre otras cosas se analizan (de forma polémica) las
cuestiones relativas a la sustancialidad de la filosofía como disciplina académica.
{3} Asumimos la perspectiva materialista que de esta distinción reelabora Bueno en el cap.
1, «Materialismo "mundano" y materialismo "académico"» de sus Ensayos materialistas,
Taurus, Madrid, 1972, págs. 35-44.
{4} Véase Gustavo Bueno, «La esencia del pensamiento español», El Basilisco, nº 26,
págs. 67-80.
{9} Nos referimos a las posturas que presentan a los filósofos como creadores ex nihilo,
como productores intelectuales puros (como decía Carrillo «las fuerzas de la cultura»),
posturas interpretativas que olvidan la determinante base material de toda construcción
filosófica; una idea sin un núcleo categorial es una idea sin fuerza material, es formalmente
imposible, o si no es una hipóstasis metafísica. Otro tanto de lo mismo habrá que decir de
los intelectuales en general respecto de sus posibles discursos ideológicos.
{10} Véase Gustavo Bueno, «Sobre la filosofía del presente en España (respuestas a las
preguntas del Dr. Volker Rühle)», El Basilisco nº 8, 2ª época, pág. 70.
{11} Decía Feijoo hablando de las de las guerras filosóficas al comienzo del tomo dos de su
Teatro Crítico: «La falsa persuasión, en que cada uno está de la verdad de su secta, tiene en
gran parte la culpa de este abuso. Cada uno (dice un autor moderno) juzga sus conclusiones
tan invenciblemente demostradas como los Elementos de Euclides.». Véase
http://www.filosofía.org/bfj/bfjt201.htm.
{12} Véase Gustavo Bueno, «Predicables de la identidad», El Basilisco, nº 25, págs. 3-30.
{13} Véase Teresa Oñate, «La frente de fuego...». También se ve, inevitablemente, contra
su juicio, en su literaria y reveladora reseña la interpretación unitaria de la historia del CFJ
en la que «el antes y el después converjan» en «un Acontecimiento».
{14} Si no nos equivocamos este modo límite según el cual puede llegar a hablarse de una
presunta cancelación de la identidad se correspondería en algunos aspectos con la identidad
semántica fenoménica (o unidad), en tanto que «esta interpretación presupone una
determinada concepción de la unidad, y por supuesto, de la identidad». Básicamente, a lo
que intentamos hacer referencia es al hecho más resaltable de que «La unidad no solamente
une, sino que también separa», teniendo en cuenta que aquí separación remite a cancelación
del congreso como resultante de una identidad superior a la fenoménica. De todos modos,
valga esto como una posibilidad extrema, pero posible. (Las referencias son del artículo
citado págs. 14-15).
{15} Tal sentencia sería posible el menos desde 1973, año en el que el congreso pasa de
llamarse Convivencias de Filósofos Jóvenes al actual Congresos de Filósofos J... De
mantener la pretensión de una identidad nominal o semántica a escala generalísima
deberíamos reconocer dos tramos o cursos de identidades diferentes: uno que iría desde el
inicio de las convivencias en Madrid en 1963, y otro desde 1973 hasta hoy.
{16} Véase Gustavo Bueno, «Ensayo de una teoría antropológica de las ceremonias», El
Basilisco, 1ª Época, nº 16, págs. 8-37.
{17} Es curioso que, por ejemplo, en la apacible reseña de Teresa Oñate se haga alusión a
cierta relación entre el presidente del congreso celebrado en Sitges, Tony Puimedón , y la
campaña realizada por «su equipo» que «usó este título [tiempo convergente, el seminario
de Oñate] para recabar subvenciones de Convergencia i unió;».
{18} Aquí se nos plantea el problema de la precisión histórica de los relatos a los que
remitir para reconstruir el curso histórico interno de los congresos, puesto que, además de
no existir actas sistemáticas de todas las celebraciones (tan sólo conocemos dos actas no
completas), los relatos disponibles, como ya se indicó, constituyen una dispersión y
variedad de reseñas difícilmente localizable en su totalidad.
{19} Véase Gustavo Bueno, Ensayos materialistas, «Apéndice II. El concepto de "
implantación de la conciencia filosófica". Implantación gnóstica e implantación política.»,
Taurus, Madrid 1972, págs. 235-263.
{20} En concreto son 4 constituciones (Sobre la sagrada liturgia, Sobre la Iglesia, Sobre la
Revelación, y Sobre la Iglesia en el mundo actual), 9 decretos (Los medios de
comunicación social, El Ecumenismo, Las Iglesias oreintales católicas, El Oficio Pastoral
de los Obispos, La renovación y adaptación de la vida religiosa, Los seminarios, El
apostolado seglar, La actividad misionera de la Iglesia, El ministerio y la vida de los
sacerdotes), y 3 declaraciones (Sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no
cristianas, Sobre la educación cristiana, y Sobre la libertad religiosa). Hemos usado los
textos publicados en Ediciones Mensajero, Bilbao.
{21} Pedro Ribas en su reseña nos aclara cómo Rábade trabajaba desde «la cátedra de
Metafísica de la Universidad Complutense de Madrid [...] como numerario de la misma
asignatura en la Universidad de Valencia». Zona Abierta, nº 3, pág. 219. También tenemos
información similar en los textos citados la publicación falangista Arriba.
{29} Véase, por ejemplo, como ilustración Jose María Laso, «Estudio de las fuerzas
políticas que actúan en Euzkadi y su respectiva potencialidad», El Basilisco nº 27, págs. 3-
20. El texto (hasta ahora inédito) tiene valor por ser el autor Secretario de Agitación y
Propaganda del PCE en dicha región (la de este 38 Congreso). Por otro lado, el
correspondiente «aggiornamento» de los comunistas puede verse representado en el
pasmoso voluntarismo de Santiago Carrillo de su triste «Eurocomunismo» y Estado. El
«eurocomunismo» como el modelo revolucionario idóneo en los países capitalistas
desarrollados, Crítica, Barcelona, 1977.
{32} Aun así, puede verse gracias a la reseña de T. Oñate cómo el carácter que orientó el
26º aniversario de los XXV CFJ en Cáceres no desentonó respecto del curso de la
mencionada tercera etapa de desarraigo político. Escúchese a la citada autora: «De esta
breve reseña parece desprenderse que la pregunta por el lenguaje denotara una generalizada
experiencia en los asistentes: la relativa al carácter intralingüístico de la realidad; y que la
pregunta por el tiempo, íntimamente ligada a la anterior, expresara la preocupación por
ahondar en las transformaciones que la temporalidad-espacialidad sufre y permite, cuando
se vincula a una conciencia hermenéutica (de la que es por igual causa y efecto). La
primera de estas transformaciones afecta, inmediatamente, a la Filosofía de la Historia: a la
consideración de su estatuto ontológico y epistémico, imponiendo la exigencia de una
crítica ético-política de la historia, orientada a determinar los criterios práxicos internos a
esta otra condición, y su problemática capacidad de posibilitar una historia diferente. Por
eso tampoco fue casual que el tema de trabajo para el próximo Congreso resultara ser, en la
votación asamblearia de clausura, el de filosofía y política.»
{33} Alberto Hidalgo, art. cit., pág. 71. Y al respecto de esta etapa ver el apartado 9
completo «Implantación y reforma de la Filosofía en una época democrática (1975-1997)»,
págs. 65-72.
{35} Citas sacadas del artículo transcrito en el referido libro de Carlos Díaz. Por cierto,
presidente del X CFJ.
{36} Literalmente Bueno dice: «Si llamamos poder (político) a la capacidad de esa parte o
partes para influir o causar en las demás partes la ejecución de las operaciones precisas para
orientarse según sus prolepsis (por tanto, para no «influir» genéricamente en un plano
etológico) y llamamos eutaxia a la unidad global (con la connotación de «buena
constitución») que pueda resultar de esa calculada conformación de la convergencia
(distaxia será pérdida, en distinto grado, de eutaxia) nos aproximamos a la idea de núcleo
de la sociedad política representándonoslo como el mismo proceso por el cual una parte (la
parte directora o dominante, o las partes co-directoras) pone en marcha y hace girar en su
torno, como un remolino, a todas las partes de las diferentes capas del cuerpo de la
sociedad que se reorganiza [...]». Gustavo Bueno, Primer ensayo sobre las categorías de
las "ciencias políticas", Biblioteca Riojana, Logroño 1991, pág. 180. Por otro lado, habría
que subrayar que el poder no es un sitio al que se llega (identificándolo, por ejemplo, con el
gobierno estatal, ya que ello implica una sustantivación de su realidad, como tampoco es
correcto decir que hay tres poderes (o incluso un «cuarto poder») pues estamos en las
mismas las consecuencias hipostáticas de las realidades políticas. Más bien habría que decir
que el poder se realiza a través de los distintos grupos (de poder) de un modo conflictivo,
dialéctico, y a su vez, reconocer que dichos grupos realizan su política de arremolinamiento
por medio de las diferentes secciones (legislativas, ejecutivas, judiciales, mediáticas,
sindicales, industriales, empresariales, nebulosas del ocio, religiosas, &c.) en las que
necesariamente se tienen que mover (con mayor o menor fuerza y éxito político). Para una
crítica de la establecida división de «los tres poderes» véase Gustavo Bueno, «Crítica a la
constitución (sistasis) de una sociedad política como Estado de Derecho (homenaje a Carlos
Baliñas)», El Basilisco, nº 22, págs. 3-32.
{39} Todos los estudios sobre la historia de la Universidad europea que hemos manejado
reconocen el papel central de la fundamentación kantiana respecto del conflicto de las
facultades mayores (Teología sobre todo) respecto de las facultades menores (es decir, la de
Filosofía). Y es este modelo de la universidad moderna en el que se implanta Hegel con su
manual de la Enciclopedia expresamente diseñado para el nuevo modo académico (y sus
lecciones sobre la historia de la filosofía, &c., serán recogidos y publicados por los alumnos
con esta nueva filosofía, la del estado prusiano).
{41} Véase Ortega y Gasset, J., La redención de las provincias, Alianza, Madrid,
1967.Aunque su perspectiva es otra valgan estas palabras: «Por consiguiente, los que
quieran otra España mejor tienen que resolverse o modificar el repertorio de la vida
española, y juzgarán superficial toda reforma que no vaya orientada por tal propósito.
Precisamente para esto sirven las instituciones cuando no se las busca por ellas mismas,
esperándolo de su perfección abstracta, sino que se las forja desde luego como instrumentos
capaces de transformar los usos de la vida colectiva y el carácter mismo del ciudadano
medio» (págs. 26-27). Por otro lado, cabría añadir las críticas que en esta misma dirección
dirige hacia la universidad de su momento. En Misión de la Universidad dice: «no puedo
rodear sin ambages mi duda vehemente de que exista hoy, en este día en que hablo, grupo
alguno capaz de hacer la reforma del Estado y –concretándome a mi tema– la reforma de la
Universidad» (págs. 17-8). Ortega hablaba directamente a los estudiantes y no a otros,
aunque estos fueran las élites del estudiantado, y les criticaba su inoperancia para estar «en
forma» para organizar una «reforma de la inteligencia» (págs. 184-185). Alianza, Madrid,
1997.
{42} Véase la crítica que Bueno hace en «Cuestión 10ª. El impuesto religioso» de las
doctrinas de la falsa conciencia en tanto que ortogramas de imposible resolución, a pesar de
estar implantados en un funcionamiento social generalizado que no es capaz de reconstruir,
digamos, su error intersubjetivo. En Gustavo Bueno, Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y
la religión, Mondadori, Madrid 1989, págs. 377-418.
© 2002 nodulo.org
Es verdad que las «cuestiones académicas» (de las que han tratado Cicerón, Kant o
Schelling) no se agotan en lo que tienen de cuestiones políticas sobre todo porque lo
académico está vinculado a ideas (Educación, Ciudad, Mundo) que desbordan en general
las categorías políticas.
Es más, ni siquiera creemos que las cuestiones políticas que se plantean en torno a la
Academia platónica sean las cuestiones esenciales que, una vez resueltas, nos permitan
hallar la definición de lo que era tal institución. Entre otras cosas porque la definición de
Academia como escuela antigua tiene que recoger los procesos de transformación de la
propia institución (Academia Media, Academia Nueva) que desbordan el ámbito político en
el que fue fundada, además de perder, quizás, en estos procesos su carácter «platónico», es
decir, de perder su vinculación con la doctrina de las Ideas.
Ahora bien por lo que toca a su génesis es innegable que la Academia tiene que ver
directamente con la política en la medida en que es fundada en una ciudad, en Atenas, y
además nace vinculada a un saber también de carácter urbano, la filosofía, que empieza a
determinarse con un mínimo de precisión con la doctrina platónica de las Ideas. Es decir la
filosofía académica nace platónica, hecho que a veces, quizás por obvio, se desdibuja en
muchas «Historias de la Filosofía».
Canfora expresa muy bien este repliegue de la filosofía platónica en contraste con el
ejercicio filosófico deambulante de Sócrates:
«Platón creó una comunidad separada y autosuficiente, centrada en el culto de las Musas,
una especie de tiaso o incluso –como ya fue dicho– una especie de college. En cualquier
caso, se trataba de una comunidad que mostraba absoluta independencia con respecto a la
ciudad [...]. A veces acogía oyentes llegados de otras partes de Grecia, como fue el caso de
Aristóteles, y de aquel Eufreo de Olinto, tan elogiado por Demóstenes. Estas relaciones con
los extranjeros, que encendía el recuerdo de las «hetairas» oligárquicas, junto con el hecho
de la separación de la ciudad, no hacía más que irritar y llenar de sospechas a los «buenos»
atenienses. ¿Qué tramaba esa gente en su aislamiento?»{2}.
Solo una pega habría que poner, el aislamiento no era tan absoluto como Canfora dice:
Canfora sabe que la Academia no era un internado, un cenobio (koiné bíos: vida en común)
como lo era el Jardín de Epicuro, y por tanto sus miembros no vivían aislados de la ciudad,
sino que eran ciudadanos que acudían a la escuela para recibir determinada instrucción.
Sabemos por Plutarco{3} que Platón recibió el encargo, procedente de la ciudad, de formar
un coro, de manera que las actividades de la Academia no estaban sustraídas a las
actividades demandadas por la ciudad, sino que se coordinaban con ellas. Además si
hacemos caso a la noticia acerca de la inscripción que figuraba en la entrada de la
Academia «nadie entre aquí que no sepa geometría» se supone que en la Academia no se
recibiría semejante instrucción sino que el que acudiese tendría que entrar con la geometría
sabida, y esto dependería de la ciudad o a lo sumo de otras escuelas (la de Teodoro en
Cirene, la de Eudoxo, que en principio era independiente de la Academia...) situadas en la
ciudad o en otras ciudades. En esta línea va aquella anécdota que cuenta Diógenes Laercio
sobre Jenócrates: «A uno que quería concurrir a su escuela sin haber antes aprendido
música, geometría ni astronomía, le dijo: Anda, ves de aquí, pues careces de las asas de la
filosofía»{4}. Se supone lo envía a otros lugares de la ciudad en los que se aprenderían tales
materias. Además si bien en principio parte de aquel lugar pertenecía a Platón (ya fuese
adquirido por Dión y después cedido a Platón o de otro modo) –de hecho tenía allí su casa,
allí «habitó» según Diógenes Laercio{5}–, y puede que hasta se autofinanciase, es decir que
la financiación dependiese del escoliarca y los propios miembros, en todo caso esta
financiación no dependería de la actividad desarrollada en la escuela –como sí ocurría en la
escuela coetánea de Retórica de Isócrates, que después de ejercer como logógrafo enseñaba
retórica a alumnos que le pagaban y bien–, sino de actividades fuera de la Academia que
tenían que ver con la ciudad o el campo envolvente (chora). También las donaciones de los
gobernantes suponen una fuente de financiación, según Onetor, citado por Diógenes
Laercio{6}, Platón recibió más de 80 talentos de Dionisio y, ya en la época en que Jenócrates
es escoliarca, Alejandro Magno, según Plutarco{7}, le envió cincuenta talentos –que no deja
de ser sorprendente como más adelante veremos–, lo cual supone vinculación, de nuevo,
con la ciudad. Es decir la casa de Platón (la economía) no era autosuficiente con respecto a
la ciudad: la única comunidad autosuficiente seguía siendo la ciudad, por decirlo con
Aristóteles, y la Academia si bien estaba en la ciudad no era resultado de una empresa
pública, era una casa privada, la casa de Platón.
Y es que la cuestión principal tratada en la República, y en torno a la cual giran las demás
cuestiones, es la de la relación y conexión entre filosofía y política, pero no cualquier
filosofía, sino la Doctrina de las Ideas, y todo lo que ella supone (Dialéctica...), es decir, la
cuestión fundamental de la implantación de la filosofía en la ciudad. En este sentido la
Doctrina de las ideas es pensada por Platón suponiéndole un papel, al margen del cual esta
doctrina perdería su valor, así como la ciudad va a quedar definitivamente transformada por
la Doctrina de las ideas si esta se implanta. Ciudad y Doctrina de las Ideas van a quedar
estructural y funcionalmente ligadas de modo que la constitución de la república, con
determinada forma, es fundamental como contexto adecuado para el mantenimiento y
desarrollo de la doctrina y lo que esta exige (determinada instrucción en distintas
disciplinas); así como la doctrina es fundamental para la ciudad, porque es desde esta
doctrina desde donde se piensa la forma de constitución de la república más adecuada para
su mantenimiento y desarrollo, de tal modo que la ciudad no sólo se mantenga y desarrolle,
sino que se mantenga siempre y se desarrolle bien.
«Al final comprendí que, en lo que se refiere a todas las ciudades actuales, todas en
conjunto tienen malos regímenes políticos, pues su sistema legislativo es prácticamente
incorregible, si no es gracias a unas medidas espectaculares unidas a algún azar. Y me vi
obligado a decir, en alabanza de la recta filosofía, que de ella procede la comprensión de
todo lo que es justo en el ámbito político y privado; tuve, así pues, que reconocer que el
género humano no pondrá fin a sus males hasta que el colectivo de los que filosofan recta y
verdaderamente no alcance el poder político o la clase de los que gobiernan en las ciudades
no filosofe realmente merced a una cierta disposición divina» (subrayado nuestro{11}).
Lejos está del planteamiento platónico el pensar la ciudad justa en términos utópicos como
se ha repetido una y cien veces hasta la saciedad: conque se realice la primera reforma (que
los filósofos gobiernen), dice Platón, se sucederían necesariamente el resto de reformas que
llevarían a la constitución de la ciudad justa. Para representar a la Calípolis de Platón como
una Utopía hay que contar, por lo menos, con la propia oposición de Platón:
«—¿Y qué? –dije– ¿Reconocéis que no son vanas quimeras lo que hemos dicho sobre la
ciudad y su gobierno, sino cosas que, aunque difíciles, son en cierto modo realizables, pero
no de ninguna otra manera que como se ha expuesto, es decir, cuando haya en la ciudad uno
o varios gobernantes que, siendo verdaderos filósofos, desprecien las honras de ahora, por
considerarlas innobles e indignas del menor aprecio, y tengan, por el contrario, en la mayor
estima lo recto, con las honras que de ello dimanan, y, por ser la cosa más grande y
necesaria, lo justo, a lo cual servirán y lo cual fomentarán cuando se pongan a organizar su
ciudad?
—¿Cómo? –dijo.
—Enviarán al campo –dije– a todos cuantos mayores de diez años haya en la ciudad y se
harán cargo de los hijos de estos, sustrayéndolos a las costumbres actuales y practicadas
también por los padres de ellos, para educarlos de acuerdo con sus propias costumbres y
leyes, que serán las que antes hemos descrito. ¿No es este el procedimiento más rápido y
simple para establecer el sistema que exponíamos de modo que siendo feliz el Estado, sea
también causa de los más grandes beneficios para el pueblo en el cual se dé?»{12}.
Está por tanto definiendo medidas realizables no utópicas, por lo menos emic, otra cosa es
que etic lo sean. La posibilidad de realización está en que haya filósofos, esta es la
condición previa para que Calípolis sea, por lo menos, realizable: ahí está, «mientras
tanto», la Academia para cumplir esta condición, para asegurar la presencia de filósofos en
la ciudad.
¿Qué tramaban, pues?, o, dicho de otro modo, qué fines, planes y programas políticos se
desprenden desde dentro de la Academia platónica y, según a la situación política a la que
responden, qué efectos tuvieron tales proyectos respecto a tal situación dada fuera. Porque,
insistimos, los fines de la escuela no son gnósticos, sino políticos, es decir, van referidos o
dirigidos a la ciudad no a la «esfera psicológica» como en Epicuro, y esto en la medida en
que es la ciudad y sus programas el único sujeto, la única plataforma, de la que brotan
programas políticos en cuyo seno puede tener lugar, según la perspectiva platónica, el cierre
de la conciencia filosófica. Lo que queremos decir es que estos fines, planes y programas
políticos proyectados desde la Academia se alimentan de los fines planes y programas
políticos que ya están en curso cuando en el 387 a. C. se funda la Academia y que se
desprenden tanto de la propia ciudad de Atenas como de otras ciudades-estado, así como de
otras totalidades políticas que no eran ciudades-estado: o bien Ligas entre ciudades o bien
Estados organizados en la Hélade (Macedonia) o fuera de la Hélade, pero que la
involucraban en sus fines políticos (Persia, Cartago: los bárbaros de Oriente, y los de
Occidente, respectivamente). También hay que contar con los fines que parten desde
totalidades no políticas pero sí etnológicas y que influyen a veces de modo decisivo en
forma de mercenarios, etc... (los odrisios, los oscos...). Precisamente cuando los fines,
planes y programas de tales totalidades políticas se coordinan o entran en conflicto con
otras totalidades políticas, en la medida en que unas son involucradas en los planes y
programas de otras, surgen los problemas políticos que se manifiestan en el interior de la
ciudad en forma de divergencias entre sus partes, y a los que la Academia va a tratar de dar
solución en su seno: la novedad es que la resolución de los problemas en materia política
van a tratar de ser resueltos desde su forma filosófica, es decir, desde la Idea de ciudad
(Calípolis) elaborada académicamente. Y «forma filosófica», por tanto, no quiere decir que
la solución esté dada en un terreno distinto del terreno político y que lo sobrevuele, sino
que «forma filosófica» dice desbordamiento de la doxa, en la que toda opinión tiene el
mismo peso y medida –y en la que se mueven la «clase de los que gobiernan» dirigidos o
aconsejados por las escuelas de Retórica o por las casas donde impartían lecciones los
sofistas (Casa de Calias)–. Desbordamiento de la doxa a través del regreso hacia los saberes
matemáticos y dialécticos que confluyen en la Academia con el saber político, pero para
progresar al terreno de la doxa transformada en recta opinión, en orto-doxa, en opinión de
más peso y de medida más adecuada que otras (rectificando, por tanto, las opiniones
desviadas).
¿Qué tramaban pues allí dentro? Desde un punto de vista gnoseológico, histórico-
fenoménico, es difícil determinar las actividades que tenían lugar allí dentro. Los relatos
acerca del trabajo interno a la academia son raros, escasos, y a veces contradictorios. Ahora
bien, tenemos dos fuentes muy importantes resultado del trabajo que allí dentro se pudiese
realizar: los propios Diálogos de Platón, las referencias de los Diálogos de Aristóteles en
tanto que miembro de la Academia y algunas exposiciones del propio Aristóteles que hacen
referencia a ese trabajo interno, y que han suscitado el problema de lo que se ha venido a
llamar los ágrapha dógmata, «doctrinas no escritas», de Platón. Dühring{13} ha hecho un
dibujo bastante pormenorizado de lo que podía ser aquello. Lo que ahora queremos
subrayar es el significado de «publicación» referido a estos Diálogos: al parecer se daba un
diálogo por publicado cuando era leído por uno de sus miembros en presencia de los
demás{14}. Y es que el radio de propagación no podía ser muy amplio si nos atenemos a la
lógica interna de los tres diálogos platónicos que representan verdaderos programas
políticos: la República, el Político y Leyes. Precisamente para que estos diálogos sean
entendidos, según el planteamiento platónico, como verdaderos programas políticos, y por
tanto sean proyectados como realizables, su propagación tiene que ser restringida:
precisamente la «mentira política» (en la República son el mito de los terrígenos o de los
metales{15} y algunos aspectos que tienen que ver con los sorteos relativos a la familia en
común de los guardianes) tiene un papel esencial en el proceso de mantenimiento de la
ciudad, y por tanto al estar la mentira incorporada en el programa político no puede ser éste
dirigido urbi et orbi, aunque los planes que en este programa se proyectan sí vayan
referidos a todas las ciudades. Es decir, quien leyese la República, ya conocería la mentira
políticamente útil que allí se presenta: es decir, quien leyese la República tendría que ser
gobernante si el programa se realiza. Lo mismo ocurre con el Político y con Leyes. Luego
por la propia lógica interna, en la medida en que asumamos estos diálogos como programas
generados en la Academia, su propagación, la propagación de por lo menos estos diálogos,
se restringiría seguramente a sus propios miembros en tanto posibles gobernantes.
Sabemos o tenemos noticia (por el propio Platón, Isócrates, Demóstenes, Nepote, Plutarco,
Diógenes Laercio, Filóstrato...) de algunos miembros de la Academia que tuvieron
influencia con su trayectoria en el panorama político que se presenta en el siglo IV a. C.
después de la fundación de la institución (incluyendo a Platón y a Aristóteles, sabemos de
Dión, Foción, León de Bizancio, Eufreo, ...). Unos mueren degollados o se cortan el cuello,
otros son condenados a tomar la cicuta, otros la sirven (cicuta o cosas parecidas) en el
período en el que precisamente va a tener lugar una de las transformaciones políticas más
importantes de la «historia universal»: el Imperio de Alejandro Magno, cuyo tutor durante
un tiempo fue un miembro, no lo olvidemos nunca, de la Academia platónica.
Y una vez más ¿qué tramaban allí dentro?, ¿contra quién? Pues bien, para dar respuesta de
una vez tomaremos como criterio los análisis que en diversos lugares{16} hace Gustavo
Bueno de la idea de fin, en el contexto de las categorías políticas e histórico-fenoménicas,
bien entendido que en estos contextos categoriales la idea de fin más importante es la idea
de fin proléptico. Desde estos criterios teleológicos procuraremos medir los éxitos y los
fracasos políticos proyectados desde la Academia platónica, éxitos o fracasos medidos por
sus fines objetivos.
a) Los fines políticos se corresponden con la función expresiva, relativa al sujeto emisor,
relativa a los sujetos que proponen tales fines políticos.
b) Los planes se corresponden con la función apelativa, relativa al sujeto receptor, relativa
por tanto a los sujetos sobre los que recaen esos fines políticos.
En este sentido entendemos que la República, las Leyes y, en cierto modo, el Político son
textos programáticos en un sentido genérico, que se dirigen, como planes regionales a cada
ciudad, a toda ciudad de la Hélade (quedando fuera los bárbaros: panhelenismo), mientras
que la Carta VII y la VIII, vamos a considerarlas como programáticas en un sentido
específico dirigidas, en tanto que plan también regional, a Sicilia. Esta distinción entre
programa genérico y programa específico explicaría las diferencias teórico-políticas entre
estos Diálogos y las Cartas que muchos han subrayado. Y esta distinción también implica
que el éxito o el fracaso de un programa no se pueda medir por el éxito o fracaso de otro,
como también muchos han hecho. Ahora bien esta disociación de programas no puede
anular sus conexiones: de hecho el panhelenismo se pone de manifiesto en el plan regional
de Sicilia, en la medida que el programa específico está dirigido a la reconstrucción de
Sicilia para pararle los pies a los bárbaros cartagineses. Los sujetos a los que se dirigen los
programas propuestos desde la Academia son, por tanto, aquellos sujetos que «hablan
griego», lo cual supone entre otras cosas que estos programas desbordan las diferencias
dialectales (jonios, dorios, áticos...) relativas a diferencias etnológicas que muchas veces
fueron razón suficiente de colaboración o solidaridad política entre unas ciudades frente a
otras (v. Historias de Heródoto e Historia de la Guerra del Peloponeso de Tucídides).
En todo caso podría ser discutible si los programas platónicos expuestos en dichos diálogos
son planes universales o son regionales: para intentar resolver este asunto tendremos que
introducir la distinción etic (finis operis)/emic (finis operantis) relativa a la articulación de
esos fines.
Desde estas coordenadas definiremos y mediremos en sucesivas entregas lo que los
académicos tramaban.
«Al final comprendí...», dice Platón en la Carta VII, lo que en un próximo artículo
trataremos de analizar es este «al final»: ¿al final de qué?
Notas
{1} v. Luciano Canfora, Una profesión peligrosa, pág. 61. Anagrama, 2002.
{3} Plutarco, Vidas paralelas: Dión y Bruto, pág. 121. Ed. Planeta.
{4} Diógenes Laercio, Vidas de los Filósofos más ilustres, pág.101. Ed. Porrúa.
{5} Diógenes Laercio, Vidas de los Filósofos más ilustres, pág. 76. Ed. Porrúa.
{6} Diógenes Laercio, Vidas de los Filósofos más ilustres, pág. 77. Ed. Porrúa.
{9} v. Bueno, El individuo en la historia y del mismo autor Principios de una teoría
filosófico política materialista.
{14} Precisamente, dice Dühring, uno de los hábitos que introdujo Aristóteles –por el cual
cayó sobre él el sobrenombre, dirigido por Platón, de el lector– era el de leer los escritos en
silencio.
{15} Es curioso que Popper en esa lectura completamente tergiversada que hace de este a
su juicio «enemigo de la sociedad abierta» no haya tenido en cuenta, por lo menos, de que
el mito de los metales es una de las mentiras políticas que los guardines utilizan de cara al
resto de los componentes de la ciudad. El paleontólogo S. Jay Gould, mucho más fino que
el filósofo Popper, en La falsa medida del hombre, comenta cómo tal mito es utilizado
como mentira política. Lo que tampoco dice es cuál es esa utilidad.
{16} A parte de los otros dos artículos citados (El individuo en la historia y Principios
filosóficos de una teoría política materialista) ver también Gustavo Bueno, Estado e
historia (en torno al artículo de Francis Fukuyama), El Basilisco, 2ª Época, nº 11, 1992.
© 2002 nodulo.org
De los amores
Atilana Guerrero Sánchez
Respuesta al artículo «Del Amor»,
publicado por Alfonso Tresguerres en El Catoblepas
Después de leer el artículo titulado «Del Amor» de Alfonso Tresguerres –El Catoblepas, nº
2, pág. 4– he recordado cierta teoría que Miguel de Unamuno expone en la novela Niebla a
través de la conversación entre el protagonista, Augusto Pérez, y su amigo del casino,
Víctor –o, que exponen ambos personajes a través de la pluma de Unamuno, como le
hubiera gustado decir al autor. En ella se barrunta una idea del amor de tradición platónica
con la que nos gustaría responder a la propuesta por el profesor de Oviedo. Dicho sea de
paso que, como dos «intermediarios», reavivamos así la polémica que con Ortega mantuvo
el escritor de la «nivola», continuándola en el terreno del amor como materia filosófica. En
efecto, pretendo extraer de las palabras de don Augusto la crítica a la tesis de Ortega en la
que Tresguerres se apoya para sostener su argumentación, por lo menos en cuanto a la
diferencia entre el amor y los amores. Con todo, hay también que decir que me sumo al
plan desmitificador que se emprende en dicho artículo contra ideas consideradas tan
«elevadas», aunque esto suponga tener que dirigir nuestra mirada hacia la zoología y
«aledaños».
Para ir directamente al asunto escuchemos las palabras con que Augusto Pérez le cuenta a
su amigo lo que le ocurre desde que se ha enamorado:
«—Pero no sé lo que desde entonces me pasa; casi todas las mujeres que veo me parecen
hermosuras, y desde que he salido de casa, no hace aún media hora seguramente, me he
enamorado ya de tres, digo no, de cuatro; de una primero, que era todo ojos; de otra,
después, con una gloria de pelo, y hace poco de una pareja, una rubia y otra morena, que
reían como los ángeles. Y las he seguido a las cuatro.¿Qué es esto?
—Pues eso es, querido Augusto, que tu repuesto de amor dormía inerte en el fondo de tu
alma sin tener dónde verterse; llegó Eugenia, la pianista, te sacudió y remegió con sus ojos
esa charca en que tu amor dormía : se despertó éste, brotó de ella, y como es tan grande se
extiende a todas partes. Cuando uno como tú se enamora de veras de una mujer, se enamora
a la vez de todas las demás.[...]
—¡Vaya una metafísica!
—Y ¿qué es el amor sino metafísica?»{1}
Si empezamos tirando del hilo que el propio Tresguerres nos suministra y repasamos las
definiciones del amor que a lo largo de su artículo desestima, la primera es la teoría de la
«media naranja» que Platón puso en boca de Aristófanes en el Banquete. Esta, al ser un
mito, creemos que no se puede impugnar como tal teoría sin atender al contenido
«racional», o sea, al «fulcro» real que todo mito envuelve. Ahora bien, sin comprometernos
con el contenido «aprovechable» de dicho mito, ¿acaso en este diálogo de Platón no hay
otras teorías alternativas?, ¿qué decir de las palabras de Diotima a Sócrates?, ¿no es la
lección con que podemos rechazar toda definición sustancialista de una realidad tan
«escurridiza»? «Escurridiza», en efecto, o dicho de otro modo, dialéctica; a la que no
podemos «detener» en sólo uno de sus «momentos», como me parece que le sucede a
nuestro autor. Éste nos presenta el proceso del enamoramiento como una enfermedad
(«imbecilidad transitoria» en expresión de Ortega) semejante a una gripe, imparable y con
sus distintas fases, la última de las cuales puede ser la amistad –cosa distinta al amor–
(«compartir la cama como se comparte la mesa») o el olvido. Queremos entonces discutir si
la amistad (filía) es otra cosa que el amor (eros), según afirma Tresguerres, o no.
Anunciamos ya que nuestra postura vendría a sostener que lo que aquí se esconde es la
exposición analítica de una realidad que no admite semejante formato, pues el olvido no
sería un desenlace o acabamiento del verdadero amor, sino del falso, mientras que la
amistad no sólo sería un desenlace o acabamiento, sino la estructura misma del proceso
cuya génesis llamamos «enamoramiento». En todo caso, daríamos así a la palabra
«acabado» su clásico significado de lo que se ha «cumplido», «terminado» o «llevado a
efecto».{2}
Veneno, enfermedad, fuerza invencible, ¿no son metáforas del amor aún mucho más
oscuras que los mitos que pretenden criticar? Se afirma en tono reprobatorio: «amar o dejar
de amar no son fenómenos de la voluntad ni del reconocimiento»; y nosotros nos
preguntamos: ¿qué operaciones humanas son fenómenos de la voluntad y del
reconocimiento? Es evidente que no podemos elegir de quién «enamorarnos», pero
tampoco podemos elegir muchas otras relaciones sociales y no por eso dejan de ser
racionales. Que sea libre o no la actuación del «imbécil transitorio» dependerá, repetimos,
de que la veamos como la «preparación» hacia otro «estado» o estructura –al fin y al cabo
por eso es transitorio– segregable de su, según algunos, «ridícula» génesis.
Entonces empezaremos a ver acertada la definición de Espinosa («el amor es una alegría
acompañada por la idea de una causa exterior»): si sabemos que la «alegría» es «el paso del
hombre de una menor a una mayor perfección» y se dice «perfección» de «la esencia de
una cosa cualquiera en cuanto que existe y opera de cierto modo», ¿no es cierto que nuestro
«amor» por alguien es una forma de «perseverar en nuestro ser»? Apoyándonos en la
definición del hombre como «animal ceremonioso», «amar» a alguien supone cumplir con
una serie de ceremonias o normas objetivas establecidas en la sociedad de referencia que
sólo desde fuera de esta –como estaría el extranjero, figura que representa el «espectador»
de la literatura antropológica–, o desde otras normas en conflicto de la misma sociedad,
–«solterón empedernido» o «mujer-profesional-independiente»– podrían verse «ridículas».
En todo caso, tan ridículas como la ideología que a estas ceremonias muchas veces
envuelve, inseparable aunque disociable de ellas{3}. Las llamadas por Espinosa «afecciones
exteriores del cuerpo que acompañan a los afectos» son los síntomas del amor que tal vez
pudieran justificar la opinión de Kierkegaard que asume Tresguerres de que todos los
amantes son igualmente ridículos; no obstante, «el temblor, la palidez, los sollozos, la risa,
etc. se refieren sólo al cuerpo, sin relación alguna con el alma»{4}. O dicho de otro modo, la
etología{5} tiene mucho que decir sobre esas «afecciones externas» que constituyen la
materia de los rasgos subgenéricos o cogenéricos de nuestra conducta como individuos,
aunque ello no deba suponer el olvido de una «escala» distinta, la de la praxis humana, en
la cual se encuentran las relaciones de amor entre personas, irreductibles al terreno
zoológico.
Dice Espinosa en la proposición III de la parte tercera de la obra comentada que «las
acciones del alma brotan sólo de las ideas adecuadas; las pasiones dependen sólo de las
inadecuadas»; en ella nos basamos para poder explicar esa «experiencia» compartida por
muchos de que el «amor» no es alegría, sino, como Tresguerres recuerda, «intranquilidad y
desasosiego».Es la misma tristeza de aquel que no consigue, o duda de si conseguirá, lo que
desea, por tanto, es una «pasión del alma», no una «acción» aquello a lo que Tresguerres se
refiere. Más que una refutación, por cierto, esta «experiencia» aludida es una prueba más de
la definición de Espinosa. No dudamos de que el amor es alegría cuando es
«correspondido», pero es esta idea de la «correspondencia» la que nos recuerda al mito de
Aristófanes que querríamos desterrar por lo que tiene de automatismo encubierto, que
paradójicamente Tresguerres utiliza: «doy siempre con la persona equivocada». En su lugar
habría que decir: «me precipito». Otro gran estoico aconseja de este modo en la elección de
los amigos: «Tú delibera con el amigo todas tus cosas, pero ante todo sobre él mismo.
Después de la amistad se ha de ser fiel; antes de ella se debe juzgar. Es un absurdo
confundir los deberes y obrar en contra del precepto de Teofrasto, el de confiarse antes de
conocer y el de romper esa confianza cuando se conoce»{6}.
Con ella enlaza, por cierto, la cita de Unamuno con la que hemos comenzado, de la que es
preciso, a continuación, explicitar su filiación platónica: lo que le pasaba a Augusto Pérez,
es aquello que Diotima le cuenta a Sócrates que debe ocurrir con todo aquel que siga el
camino recto, a saber, «empezando por las cosas bellas de aquí y sirviéndose de ellas como
de peldaños ir ascendiendo continuamente, en base a aquella belleza, de uno solo a dos y
de dos a todos los cuerpos bellos y de los cuerpos bellos a las bellas normas de conducta, y
de las normas de conducta a los bellos conocimientos, y partiendo de estos terminar en
aquel conocimiento que es conocimiento sino de aquella belleza absoluta, para que
conozca al fin lo que es la belleza en sí»{7}. El amor es «el deseo de poseer siempre el
bien», según enseña Diotima, y la acción especial en la que este deseo se manifiesta es la
«procreación en la belleza, tanto según el cuerpo como según el alma». ¿Cómo podemos
recoger la objeción que Tresguerres presentaría a esta definición con su ejemplo de los
amores de Swann? Pues, si, como se afirma por su parte, este tipo de amores demuestran
que uno no se enamora de lo estimable o lo conveniente («video meliora proboque deteriora
sequor»), admitiríamos que se pueda cometer el mal a sabiendas... En realidad, esos amores
o «amistades peligrosas» afianzan aún más la teoría platónica, ya que casi todos, salvo
estupidez congénita del amante, son ejemplares de la confianza en nuestras «dotes
educativas»: lograr hacer del amado el ser estimable que se adivina entre tanto defecto
suele ser la esperanza, no siempre frustrada, del enamorado.
Pero no sólo Platón, sino que también Aristóteles consideraba la relación entre hombre y
mujer como un tipo de amistad, incluso como el tipo de amistad más perfecto, aunque
admitiendo la superioridad del varón –uno de los puntos en los que Aristóteles va a la zaga
de su maestro. Las tres clases de amistad (por utilidad, por placer y por bondad) que en la
Ética a Nicómaco{9} se reconocen, –propiamente «amistad» es la última, en la que se
reúnen las anteriores que solas se dan «por accidente»–, a su vez se dividen según si lo que
une a los amigos es la igualdad o la superioridad. Como amistad fundada en la
superioridad, la de hombre y mujer es citada junto a la que mantienen padre e hijo, el
mayor y el joven o el gobernante y el gobernado: «Así ni obtienen lo mismo el uno del otro
ni deben pretenderlo»{10} pues, evidentemente cada uno tiene una misión distinta en la
asociación{11}. Según esta clasificación, Tresguerres parece colocar a los «amores» como
relaciones de amistad fundadas en el placer o la utilidad («son más divertidos, te llevan
menos tiempo y te vuelven menos tonto» dice de ellos), pero no en la virtud misma de los
amigos, como sería lo deseable.
Para «traducir» a nuestros términos las palabras de Platón podríamos hablar del amor o
amistad «ética», en lugar de amor «según el cuerpo», por un lado, y del amor o amistad
«moral», cuando este es entendido «según el alma», por otro. «Cuerpo» y «alma» aquí
serían los dos modos en que podemos considerar a las operaciones de los sujetos corpóreos
según estén destinadas a la generación y conservación de las individualidades en tanto que
elementos de un todo distributivo, o a la «generación» –ya no biológica– y conservación de
las individualidades en tanto que forman parte de un todo atributivo. El «amor ético»
consistiría en un tipo de relación mantenida con un individuo corpóreo en tanto que,
además del beneficio mutuo por la convivencia, tiene como rasgo propio la generación de
nuevos sujetos corpóreos, constituyéndose como «familia». El que llamamos «amor moral»
se entiende como el que se establece entre los camaradas o compañeros, así como el que
une a profesor y alumno en la medida en que su asociación está destinada a la futura
inclusión del pupilo en algún grupo social que forme parte del Estado o como miembro del
propio grupo que es el Estado o sociedad política. Esta clasificación incluiría la de
Aristóteles en la medida en que Platón no considera las amistades «por accidente», acaso
porque son los «peldaños» que no nos podemos «saltar» en el «ordo cognoscendi». El amor
«ético», con todo, no es inferior o vulgar para Platón porque sea entre hombre y mujer, sino
por razón de la participación en la «inmortalidad» o duración de su «obra». Los «hijos
inmortales» como son las ideas, son preferibles a los mortales, lo cual tampoco es de
extrañar cuando es el Estado en su eutaxia y sus ciudadanos (amor como virtud «moral») lo
que es preferido al individuo corpóreo (amor como virtud «ética»). Podemos ver, además,
claramente en el mismo Banquete, además de en la República, que la amistad entre hombre
y mujer no tiene por qué estar determinada por la procreación, dejando el camino abierto a
la posibilidad (histórico-política, ya ideada en el diálogo citado) de que, «por enseñárseles
las mismas cosas», hombres y mujeres puedan estar unidos «en cuerpo y alma», es decir,
que «amor» y «amistad» no sean dos instituciones en conflicto irresoluble.
Y aquí es adonde queríamos llegar. Lo que le pasa a Augusto Pérez o al mismo Tresguerres,
a saber, que les gusten «las mujeres» en plural, es decir, la clase distributiva de los
elementos del sexo femenino, es lo que le pasa a cualquiera que ya «conoce la belleza» en
un cuerpo, obligándole a verlo bajo su forma universal. Pero, tal «amor al prójimo» es
absurdo si, a su vez, no se conjuga con criterios morales o atributivos que restrinjan el
«radio de amor» a alguna persona en particular. Es, en el fondo, contra lo que piensa
Tresguerres, la mejor manera de no perder el tiempo.
Notas
{2} La idea del «enamoramiento» como la génesis de lo que será el «amor sensu stricto»
está presente en Ortega. Al margen de que estemos o no de acuerdo con el «contenido» de
la idea de Ortega, por lo menos sí aceptaríamos esa diferencia entre dos «momentos» de un
mismo proceso que, sin embargo, Tresguerres no utiliza.
{3} En Niebla el criado de don Augusto Pérez, Domingo, le dice a su señorito que los
hombres de clase «baja» no se pueden permitir los lujos que el amor exige en el teatro y las
novelas (pág. 221, op. cit.). Probablemente a esos «lujos» se refiera la definición
operacional del enamoramiento que Tresguerres nos presenta.
{4} Espinosa, Ética, Alianza Editorial, Madrid 1987, introd., trad. y notas de Vidal Peña,
págs. 234-255.
{5} Carmen Martín Gaite nos cuenta en Usos amorosos del dieciocho en España (siglo
XXI, Madrid 1972, pág. 246) que la exagerada movilidad de los rostros en las situaciones
amorosas o de coqueteo hacía que a los hombres que cortejaban a las mujeres se les
comparara con unos animalitos también de moda en la época: con los monos. Dicha
comparación dio lugar a uno de los piropos más en boga del siglo XVIII: «Basta ya de
manoteo que me parece usté un mico». Un moralista de la época pudo escribir: «Los
currutacos, pirracas y madamitas de nuevo cuño... son semejantes a los monos y micos en
un todo... Se aman a sí mismos, sin que tengan otros estímulos de la sensualidad, y se
recrean de verse a un espejo o al agua de la cofayna (sic) en la que se lavan.» «Mimo»
como palabra gestada en este ambiente sentimental pasó de significar «farsante» a tener una
connotación de cariño.
{6} Séneca, Cartas a Lucilio, III «De la elección de los amigos», Editorial Juventud,
Barcelona 1982, pág. 25.
{8} J. Ortega y Gasset, Estudios sobre el amor, Alianza Editorial, Madrid 1991, pág. 13.
{11} Dice Aristóteles: «El hombre y la mujer cohabitan, no sólo por causa de la
procreación, sino también para los demás fines de la vida; en efecto desde un principio
están divididas sus funciones, y son diferentes las del hombre y las de la mujer, de modo
que se complementan el uno al otro poniendo a continuación cada uno lo que le es propio.
Por eso también parecen darse en esta amistad a la vez lo útil y lo agradable. Y también
puede tener por causa la virtud o excelencia, si ambos son buenos, porque cada uno tiene su
virtud propia, y pueden hallar placer en esto. Por otra parte, los hijos parecen ser un lazo
entre ellos, y por eso se separan más fácilmente los que no los tienen: los hijos son, en
efecto, un bien común a ambos, y lo que es común mantiene la unión» (op. cit., 1162 a, pág.
136)
© 2002 nodulo.org
El libro El universo políglota es un ensayo en el que, entre otras cosas, se analiza el origen
y actual protagonismo que a lo largo de estos últimos años –principalmente desde la
Constitución de 1978– han ido adquiriendo las llamadas «lenguas nacionales» –catalán,
gallego, vasco, &c.– en el estado español. La intención del autor, doctor en filología
hispánica, es clara desde las primeras líneas: denunciar los abusos, cuando no las mentiras o
«verdades a cuentagotas» que se utilizan para justificar los procesos de inmersión o
normalización lingüística a los que se está sometiendo en estos momentos a 16 millones de
españoles. No puede ocultar el temor de quien esta modesta reseña escribe –desde Asturias–
a que esta marea también nos acabe llevando.
En el libro desde sus inicios cobra importancia la dimensión política e histórica del asunto y
no siendo nuestro autor amigo de perder el tiempo enseguida se mete en harina: España
nunca ha sido un estado centralista o, si lo ha sido, de una forma tardía e incompleta.
¿Cómo? El mundo al revés: donde unos hablan de modernidad –desde la izquierda– para
apoyar la recuperación lingüística, el señor Lodares defiende que con tal proceso casi
volvemos a la Edad Media. Donde otros defienden derechos históricos –los nacionalistas–
aquí se desvela una vuelta al más rancio conservadurismo. ¿Cómo es posible la vinculación
entre la «España de los pueblos» y una España de Dios, patria y rey? Vayamos a las más
ilustrativas palabras del autor:
«Lo que se planteó en 1978 es una situación que viene mucho más allá de Franco y de
mucho más allá de la Segunda República: es la restauración lingüística de una España foral
muy vieja, en la que los movimientos hechos para comunicar e igualar a los naturales han
tenido siempre difícil ejecución» (pág.18.)
A partir de aquí, y no sin ciertas dosis de cabreo, nuestro autor trata de desmontar algunas
de las creencias más arraigadas –algunas llevadas al nivel de «evidencias» no sujetas a
discusión– en nuestro suelo político actual. Sin pretensión de ser exhaustivo vamos a ver
como se «trituran» algunas de ellas.
Educación
Las leyes educativas nunca prohibieron las lenguas minoritarias. El español no llegó a ser
lengua oficial del estado hasta la II República. Por el contrario, el castellano se utilizó –y
nadie se opuso a ello– como una lengua de instrucción pública necesaria para combatir el
rampante analfabetismo. Ahí se entienden los esfuerzos de las Cortes de Cádiz, de
Jovellanos, de la Junta de Instrucción Pública, &c. Avanzando en esta línea, algunas de las
previsiones que adelanta nuestro autor son muy preocupantes: el bilingüismo es propio de
capas reducidas y muy formadas de la población, con lo que la inmersión en una lengua
minoritaria hará que las capas proletarizadas de la sociedad dominen sólo una lengua...
minoritaria.
Iglesia
El interés de la iglesia en defender las lenguas minoritarias es constante. En el caso del
vasco Lodares habla de que fue utilizado como «cordón sanitario» contra ideas y
costumbres ajenas al tradicionalismo y las creencias religiosas. Los nuevos desarrollos
económicos, el capitalismo y la proletarización de la sociedad asustó a más de uno: «Un
aire tradicional y cristiano: quizá esa concepción de una sociedad tranquila y estática,
donde los ricos y los pobres lo son por naturaleza... explique la ambivalencia, muy notable,
que ha seguido la iglesia respecto de la distribución sociológica de las lenguas en España»
(pág. 95).
Franquismo
Tienen mucho interés, a mi juicio, los análisis que se hacen acerca de algunos tópicos que
rodean la interpretación del franquismo. Con este fenómeno lingüístico los demócratas se
reconocen por su defensa del multilingüísmo reprimido; mientras que los conservadores
defenderán todo aquello basado en el español. Sin embargo, nuestro autor entiende que la
línea seguida por el franquismo y su mística de lo «español» emparenta con la actual
mística que rodea al catalán, al gallego o el asturiano: «Esto es, que son lenguas de
identificación de un pueblo, de una raza, de una cultura y de un destino en lo universal...
mística general pero sobresaliente en los partidos nacionalistas» (pág. 120).
Obreros y capitalismo
El origen del «malestar» vasco hay que buscarlo en el rechazo que produjo en la burguesía
la proletarización de la sociedad así como la llegada de inmigrantes. Por todo ello el idioma
se va a convertir en un «ídolo de la tribu» que desde posiciones xenófobas va a tratar de
defender los restos del naufragio en que se encuentra tras la industrialización, las leyes
viejas, la religión y la lengua. No debe extrañarnos, pues, que los movimientos obreros en
el siglo XIX utilizasen el español como lenguaje de comunicación ya que a través del
mismo se privilegiaba la común condición de clase, por encima del origen geográfico o
étnico.
Los últimos capítulos los dedica Juan Ramón Lodares a analizar los procesos de
normalización lingüística que se están llevando a cabo en algunas comunidades autónomas
de España. Del caso vasco se resalta el intento de imponer una lengua hasta hace muy poco
tiempo minoritaria, sin usos administrativos ni tradición literaria, y aquejada de «una
diversidad dialectal recalcitrante» (pág. 143). La única explicación se encuentra en la vía
política que arrancando en apologistas como Campión, Arriaga o Sabino Arana –ninguno
de ellos vasco hablante–, enlaza con la desconcertante actividad de Federico Krutwig, del
que Lodares extrae perlas como esta «El vasco es el euskaldún y quien no habla euskera es
un "euskaldún-motz", un vasco cortado, castrado, en esto no hay discusión posible» (pág.
150). Sin comentarios.
Del caso catalán se destaca el fondo económico que han regido las relaciones entre el
español y el catalán: «La aparición del español en la Cataluña moderna responde,
esencialmente, al interés del medio mercantil, industrial y urbano por apropiarse de la
lengua moderna de comercio que era el español.» América, en todo este asunto tuvo mucho
que decir.
La pérdida de las colonias también. Lo curioso del asunto, se denuncia en este texto, es que
algunas armas arrojadizas que se utilizan contra la eterna imposición del español frente al
catalán, como los Decretos de Nueva Planta de Felipe V, se vuelvan contra quienes los
utilizan: en el fondo fueron los comerciantes catalanes y valencianos quienes exigieron
uniformidad –es decir, el español– en los campos de la judicatura y el comercio.
Final
El penúltimo capítulo trata de poner un poco de orden en torno a la persecución que las
lenguas minoritarias tuvieron durante la posguerra. Hagamos un resumen fácil: el
problema, antes y después de la guerra para ciertos vascos, catalanes y españoles en general
estaba en ciertas ideas y movimientos políticos que había que parar como fuese y en la
lengua en que se hablasen. Solventado el problema, el franquismo nunca puso demasiadas
trabas a la difusión de las lenguas minoritarias. El libro termina con una crítica a la
imposición de un bilingüismo aplicado «según planes de ingeniería social diseñados por
consejerías y comités de expertos, que orientan "científicamente" a las masas» (pág. 267).
Una crítica, en resumidas cuentas, a la utilización política e ideológica de las lenguas
(también en democracia) como instrumentos de control social.
© 2002 nodulo.org
Patriotismo vergonzante
frente a patriotismo sistemático
José Manuel Rodríguez Pardo
Se reseña el libro de Torcuato Fernández Miranda, Estado y Constitución, Espasa Calpe,
Madrid 1975, comparando su doctrina con la famosa fórmula política denominada
«patriotismo constitucional»
Es evidente que para movernos más allá de la mera ideología o las cuatro palabras básicas
que manejan los militantes más conscientes, necesitamos conocer cuál es la formulación
explícita del llamado patriotismo constitucional. Para tal fin, pensamos que nadie mejor que
el propio padre del invento, el filósofo áulico Jurgen Habermas:
La primera impresión que tuvimos al leer esta definición fue de desconcierto total. En
primer lugar, porque se sitúa en un plano puramente subjetivo (o intersubjetivo a lo sumo,
siguiendo el lenguaje habermasiano) al hablar del «orgullo», en segundo lugar por esa
alusión a la superación del fascismo. Se podría deducir, a primera vista, que al igual que los
alemanes tienen interés por superar el fantasma fascista, en España, y con más razón por su
cercanía en el tiempo, la clase política quiere librarse del fantasma franquista a toda costa.
Sin embargo, los tiros no van sólo por ahí. Sobre todo porque esta declaración de
intenciones patrióticas constitucionales, en labios de Zapatero, venía acompañada de un
contrasentido evidente: un tiempo antes de adherirse a los designios doctrinales de
Habermas y Charles Taylor, había proclamado en el Congreso de los Diputados la
necesidad de recuperar El Quijote como figura fundamental del pensamiento español. ¿Será
el caso que en España sólo «pensaban» los literatos, que no tenemos brillantes teóricos de
la política?
Pues no, no es el caso. Resulta que, sin tener que rebuscar excesivamente entre los temarios
de la licenciatura de Ciencias Políticas, entre los prestigiosos nombres de Raymond Aron,
Georges Burdeau, Emmanuel Sieyes, Rousseau, Duverger, etc., aparece el nombre de un
español: Torcuato Fernández Miranda. Curiosamente, no se trata de un hombre que haya
escrito su obra en época muy lejana, ni siquiera alejado de los círculos del poder. Este
gijonés nacido en 1915 y muerto en 1980 fue Presidente de las Cortes y del Consejo del
Reino antes de la Constitución del 78, así como uno de los hombres más queridos y
respetados de nuestra sospechosa Transición democrática. De hecho, en Gijón varios clubes
deportivos fueron inaugurados por él, y una de las calles más importantes de la villa, que
sale del Barrio de la Arena y llega al Estadio Municipal de El Molinón, lleva su nombre:
Torcuato Fernández Miranda y Hevia. ¿En qué estaría pensando Zapatero cuando
consideraba «españoles» a Habermas y a Taylor, al igual que a su Quijote? ¿Es que no sacó
buena nota en la Universidad?
Por ello, comienza su libro definiendo lo que es el Derecho constitucional, cuestión que nos
puede servir para entender lo que es un Estado de Derecho, una de las características que
emplea Habermas para explicar el patriotismo constitucional:
«El Derecho constitucional es, ante todo, una pretensión histórica: la de integrar las
relaciones de poder en un sistema de relaciones jurídicas. En sentido amplio, y por ello
poco esclarecedor, esa pretensión es una constante de la historia de Europa desde la
Antigüedad clásica. En sentido específico, que otorga su verdadero significado al Derecho
constitucional, dicha pretensión estriba en el encuadramiento de los fenómenos del poder
en un sistema jurídico; es decir, la configuración del poder como relación jurídica; lo que
significa que los sujetos de la relación posean eficaz acción jurídica para hacer valer sus
respectivos derechos; supone la existencia de un verdadero control del poder. Así
entendido, el Derecho constitucional nace vinculado a la Ilustración, y concretamente, al
momento histórico de la Revolución francesa». (pág. 9).
«El término Estado hace referencia inmediata al momento de ser o estar, a la imagen de
estabilidad de la sociedad política, en cuanto tiene una determinada estructura de poder. El
Estado no es algo superpuesto a la sociedad, sino el ordenamiento de la sociedad misma. El
Estado diferencia, especifica y constituye. Esta sociedad formalizada es la comunidad
política» (pág. 127)
Evidentemente, el Estado, para ser tal, necesita del poder que produzca la estabilidad, lo
que el impío Bodino llamó soberanía:
Tendríamos entonces los tres elementos fundamentales para poder trazar una teoría política
que no transitara en el vacío: soberanía, territorio y ciudadanía o pueblo. Es importante
tener en cuenta que Fernández Miranda resalta especialmente la necesidad de manejar los
tres elementos para hacer teoría política. Por ejemplo, si prescindimos de la noción de
soberanía, el territorio ya no sería el del estado nación, sino el de la nación puramente
étnica, ligada a una lengua o unas costumbres. Por ejemplo, Habermas niega la identidad
nacional de Alemania al afirmar que también las naciones vecinas hablan el alemán
(incluso dice que el hecho de que hoy la ciudad natal de Kant, Kaliningrado (anteriormente
Könisberg) sea parte de Letonia, es una muestra de lo absurdo de las identidades
nacionales{2}. Sin embargo, tal definición podría ser aplicable también al País Vasco y a su
euskera normalizado: como tienen una lengua común, querrán disponer de su propia
nación. Pero, si seguimos la doctrina expuesta por Fernández Miranda, tenemos que
concluir que sin soberanía, la existencia de un territorio no pasa de ser puramente
geográfica, y por lo tanto fuera del ámbito de la ciencia política.
Desde este punto de vista, el Estado de Derecho, en su forma más evolucionada, y sin
prescindir de los conceptos clásicos, ya no será un estado en el que la norma política sea
utilizada para la simple coacción del súbdito, sino que dicha norma integra y tiene en
cuenta a los miembros de la denominada «sociedad civil». Así, por ejemplo, un Estado
democrático de Derecho (fórmula canónica usada para referirse al Estado de Derecho,
aunque no se identifiquen ambas){5}, no se guiará por las simples normas del lassez faire,
del liberalismo económico, sino que intervendrá en la economía para conseguir una mejora
de las condiciones del trabajo, del salario, &c., como sucedió durante el Estado del
Bienestar del 1950 al 1973. Esto implica que el Estado necesita pactar con toda una serie de
organizaciones civiles (y no con una sustancializada y utópica sociedad civil, considerada
como un bloque y autónoma respecto al Estado, según una corriente muy famosa de
pensamiento «antiglobalización»), las cuales a su vez no pueden acaparar despóticamente
ningún privilegio, pues están sometidas, al igual que el Estado, al poder constituyente.
Por ejemplo, las famosas manifestaciones contra la LOU, en las que participaron los líderes
del PSOE y otros partidos políticos, y que apoyaban el gremialismo y los privilegios
medievales de los universitarios, frente al poder constituyente y el gobierno legítimo,
podrán ser patriotismo constitucional, pero no se pueden calificar más que de posiciones
absurdas y ridículas, pues se defiende que un grupo social tenga derechos múltiples (gestión
de cuantiosos fondos públicos, pongamos por caso) sin deber alguno (dar cuentas de los
resultados de dicha gestión, por ejemplo), situación que siguiendo a Fernández Miranda
sería una tomadura de pelo. Este caso es similar al que describía Carl Schmitt acerca de la
República de Weimar: el que el sistema de legalidad fuera tomado por el poder social
(sindicatos, partidos, asociaciones, etc.) no era sino una forma de totalitarismo, pues tales
grupos actuaban de forma apolítica: tenían poder sin tener responsabilidad de gobierno, por
lo que, según la terminología de Schmitt, tenían oponentes pero no enemigos{6}.
«Schmitt hace de ello (la democracia) una caricatura, al ignorar, incluso en el plano de la
autocomprensión teorética de la democracia, tres cosas. Primero, las suposiciones de
racionalidad que los participantes en una formación discursiva de la voluntad común han de
hacer in actu son presuposiciones necesarias, pero por lo general contrafácticas. Asimismo,
sólo a la luz de tales suposiones de racionalidad cabe entender en general la función y
sentido de las reglamentaciones de las discusiones parlamentarias. Por otro lado, los
discursos prácticos versan sobre la universalizabilidad de intereses; no se puede, por tanto,
como hace Schmitt, oponer la competición por los mejores argumentos a la competencia de
los intereses subyacentes. Y, finalmente, no es de recibo eliminar por entero de este modelo
de la formación pública de las decisiones colectivas la negociación y el compromiso; la
cuestión de si los compromisos se han producido en condiciones de juego limpio es algo
que sólo puede decidirse a su vez sometiéndolo a un examen discursivo»{7}.
Pues eso, dejemos al juicio histórico de los que nos sucedan si Franco es parte de la
Constitución del 78 o no.
Una vez que vemos la debilidad manifiesta del patriotismo constitucional, doctrina que
hace aguas por todas partes, y que habría que calificar más bien de patriotismo
vergonzante, nos restaría hacer una interesante alusión a la parte final de Estado y
Constitución, donde Torcuato Fernández Miranda explica sus concepciones filosóficas
sobre la situación del gobernado, de naturaleza claramente orteguiana, como era el caso de
los otros padres constitucionales. Aparecen en el libro los tópicos acerca de la técnica y su
función en el hombre, la cultura en tanto que don para la libertad del hombre, el
raciovitalismo, etc. en pugna con el pensamiento marxista, por otro lado muy en boga
durante los años 70, aunque sólo fuera en su formato de propaganda antisoviética. Es en
definitiva este último capítulo una referencia muy útil para situar a Torcuato Fernández
Miranda y su papel dentro de la compleja trama que fue la Transición y posterior gestación
del actual «Estado social y democrático de Derecho» en el que nos movemos.
No podemos profundizar aquí sobre este magnífico libro, algo que haríamos con sumo
gusto. Simplemente decir que este manuscrito debiera ser objeto de lectura por todo aquel
que quiera tratar rigurosamente la teoría política. También pretendíamos aquí, cómo no,
resaltar estos «extraños olvidos» que nuestra llamada clase política tiene respecto a la
Transición, y cómo desde nuestra modestia de medios creemos que es necesario dejar claro
un punto: mientras que no se haga un esfuerzo por aportar algo de luz sobre esas
oscuridades de nuestra reciente historia, y se siga respondiendo siempre con Franco y
lindezas similares, los problemas acerca de la unidad de España y de su soberanía siempre
estarán ahí, camuflando a España bajo el ropaje franquista que sirve de coartada para
renegar de nuestra nación. Y para lograr lo que aquí proponemos no hace falta ser un
teórico de la política, sino ejercitar el arte del buen gobierno, en el que sólo caben dos
opciones: o dar órdenes en aras del bien común o callarse.
Notas
{2} Ibidem.
{5} Ver «Estado democrático de Derecho» en Pelayo García Sierra, Diccionario filosófico,
Pentalfa, Oviedo 2000.
{6} J. Habermas, pág. 72
© 2002 nodulo.org