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La medicina en la edad media

La medicina religiosa cristiana


El derrumbe de la cultura romana, los sufrimientos constantes y el miedo a la muerte
causada por las epidemias mencionadas, contra las que no había tratamiento efectivo
alguno, produjeron una desmoralización generalizada. En tales condiciones creció la
desconfianza en los médicos y la gente se volcó con devoción a ritos mágicos y creencias
sobrenaturales. En tiempos de zozobra eso sucede, especialmente con los niños, los
enfermos y los sectores menos cultos de la población. Frente a la miseria y a las
catástrofes, la religión cristiana se presentaba como una oportunidad de salvación para
los humildes y los más desesperados, ya que Cristo aparecía como médico de cuerpos y
almas; la Biblia contiene numerosos relatos de curaciones milagrosas realizadas por
Jesús y algunos santos. El cristianismo incluye los conceptos de caridad y amor al
prójimo, por lo que espera de todos los fieles los mayores esfuerzos para aliviar el
sufrimiento de otros. Esto se hizo aparente en las epidemias que asolaron al Imperio en
esos tiempos, porque los cristianos atendían y cuidaban a los enfermos a pesar del grave
peligro que había de contagio. Además, la religión cristiana combatía las otras formas de
medicina que se ejercían entonces, porque se basaban en prácticas paganas. De esa
manera surgió la medicina religiosa cristiana, en la que el rezo, la unción con aceite
sagrado y la curación por el toque de la mano de un santo eran los principales recursos
terapéuticos.

La práctica de la medicina religiosa cristiana se consideraba como un deber de caridad,


pero no incluía la preocupación por los problemas médicos o la investigación de las
causas de las enfermedades, porque se aceptaba que eran la voluntad de Dios. Incluso a
principios del siglo III algunos de los médicos cristianos fueron acusados por sus propios
compañeros de venerar a Galeno, en lugar de elevar sus plegarias a Jesús para obtener
la curación de sus enfermos. En esos tiempos surgieron algunas sectas místico-religiosas,
como la de los esenios, que afirmaban la necesidad de curar las enfermedades
exclusivamente por la fe y la invocación de poderes superiores; la secta de Simón Mago,
que combinaba elementos órficos, pitagóricos y del culto a Esculapio y ofrecía ritos
mágicos; la secta de los neoplatónicos, basada en las doctrinas de Zoroastro y otras
aristotélicas antiguas, que postulaba que el mundo estaba repleto de emanaciones divinas
pero que era amenazado por distintos demonios (causantes de las enfermedades) que
sólo podían combatirse en un estado especial de éxtasis; la secta de los gnósticos, que
proporcionaba talismanes como profilácticos, los cuales llevaban diagramas místicos y las
palabras Abraxas y Abracadabra.
El culto de los santos formó parte importante de la medicina religiosa cristiana. Entre los
primeros médicos cristianos que fueron beatificados se encuentran los hermanos gemelos
Cosme y Damián, originarios de Siria, que curaban por medio de la fe y que fueron
perseguidos y decapitados por Diocleciano, con lo que se transformaron en patrones de
los médicos. Otros santos se especializaron en distintas enfermedades: san Roque y san
Sebastián protegían contra la peste, san Job contra la lepra, san Antonio contra del
ergotismo, santa Lucía contra las enfermedades de los ojos, san Vito contra el tarantismo,
etcétera.
La medicina en el imperio bizantino

La medicina en el Imperio bizantino se desarrolló bajo la autoridad de la Iglesia católica,


que sostuvo el principio de autoridad suprema de las Sagradas Escrituras, no sólo en
asuntos de la fe sino también de la ciencia. Los primeros médicos cristianos incluyeron
autoridades eclesiásticas, como Eusebio, obispo de Roma, y Zenobio, sacerdote de
Sidón; su práctica se basaba en las enseñanzas de Jesús, para quien auxiliar al enfermo
era un deber cristiano. Esta actividad alcanzó gran importancia tanto para el individuo
como para la comunidad, al grado que los obispos eran responsables del cuidado de los
pacientes. Los hospitales públicos aparecieron en muchos sitios: el primero lo fundó san
Basilio en el año 370 d.C., mientras que en el año 400 Fabiola, una dama romana
convertida al cristianismo, fundó en Roma el primero de los grandes nosocomios y la
leyenda dice que salía a la calle a buscar a los desvalidos y leprosos para llevarlos a su
institución. En esos tiempos también la emperatriz Eudoxia construyó hospitales en
Jerusalén.

De esta manera la medicina, tras de haber sido primero mágica, después religiosa y al
mismo tiempo empírica, de haberse transformado posteriormente en una práctica racional
durante la etapa más brillante de la Grecia clásica, de hacerse objetiva y experimental en
Alejandría y de haber regulado la higiene ambiental en Roma, volvió a hacerse religiosa
en la decadencia del Imperio romano y a quedar dominada por la Iglesia católica en el
Imperio bizantino. En esta forma de medicina dogmática la fe domina todo, incluyendo a la
razón y a la realidad; su objetivo esencial es la ayuda al enfermo, considerada como un
acto de caridad cristiana.

FRANCISCO HERNÁNDEZ “EL PREGUNTADOR”


Una selección de las plantas, animalesy minerales descritos por Francisco Hernández que
están vinculados con laalimentación y que se encuentran en los tomos II y III de las Obras
completas. Están agrupadas bajo el título general de Historia natural de Nueva España. El
orden no coincide con el de las Obras completas. Las plantas se han dividido en raíces,
tallos y hojas, flores, frutos, vainas, semillas; por separado se reúnenlas entradas
referentes al tlaolli (maíz), a los magueyes, a los hongos y a lasalgas. Los animales se
han ordenado así: insectos, crustáceos, batracios, peces, aves, reptiles y mamíferos.
Dentro de cada grupo se usa el orden alfabético.
Los manuscritos de las obras hernandinas que aún estaban en Madrid, cayeron en el
olvido, pero tras la expulsión de los jesuitas en 1767, fueronredescubiertos en la biblioteca
del Colegio Imperial por el cronista real JuanBautista Muñoz. Eso permitió que se
encargara a Casimiro Gómez Ortega, director del Jardín Botánico de Madrid, una edición
que se planteó como la primera completa de la obra de Hernández, en su versión latina.
El nombre de Francisco Hernández era ya un clásico de la historia natural y de la materia
médica, una referencia constante de los naturalistas, expedicionarios y viajeros de la
Ilustración, de los tratadistas de la terapéuticamédica y de los entusiastas botánicos
seguidores de Linneo y su métodode nomenclatura y clasificación.
Sumisión era preguntar a los médicos y en general a todas aquellas personas, españolas
o indias, que supieran algo de las propiedades medicinales de las plantas de ese territorio
americano; debía escribir una relación de los vegetales de uso medicinal y tenía que
informar sobre la forma de cultivarlos y especialmente de conservarlos y traerlos a toda
costa a Europa. Científico reputado y cortesano, a los 56 años de edad, recibe el pase
para América, así como la responsabilidad de organizar la primera gran expedición
científica al Nuevo Mundo para realizar el estudio más completo de las plantas
medicinales de la época.

Junto a su impresionante herbolario, viajarían en las bodegas de los galeones las


descripciones de 400 animales incluyendo mamíferos, ovíparos, insectos, reptiles y 35
minerales usados en medicina.

Los resultados son impresionantes, a priori se le debe a Francisco


Hernández, eldescubrimiento occidental de la piña, el maíz, el cacao, las granadinas,
el achiote, ají o chili, la datura estramonium, el maracuyá, tabaco y el peyote. Hernández
identificó las aves en su nombre Náhuatl a partir de los cuales es posible clasificarlas. Su
obra, que comenzó siendo una expedición para buscar nuevos remedios «medicinales»,
terminó siendo la enciclopedia de historia natural más importante del mundo sobre
América.

La Historia de las plantas de Nueva España, en la versión latina que Francisco Hernández
envió a Felipe II desde México en 1576, estaba compuesta por un texto de 893 páginas y
por un elevado número de pinturas que ocupaban la mayor parte de las 2.250 destinadas
a las ilustraciones.
LA IATROQUÍMICA PARACELSO (padres de la Química)

Una de las figuras más pintorescas en la historia de la Alquimia del


Renacimiento fue Paracelso. Su verdadero nombre era Theophrastus
Philippus Aureolus von Hohenheim. Tanto “Paracelso” (como “Philippus
Aureolus”) se los agregó para expresar que, en su propia opinión, era
más grande que Celso, el célebre escritor romano sobre Medicina que
vivió en la primera mitad del siglo I de nuestra era y cuya reputación
como autoridad en la materia era similar a la de Hipócrates o Galeno. Paracelso parece
haber tenido muchas virtudes pero la modestia no fue una de ellas. Nació el 17 de
diciembre de 1493 en María - Einsiedeln, una localidad cerca de Zurich. Su padre,
Wilhelm von Hohenheim, era licenciado en Medicina y ejercía como médico en ese
pueblo. Poco tiempo después del nacimiento de Paracelso, la madre falleció y en 1502, la
familia se trasladó a Willach, cerca de Klagenfurt, donde Wilhelm ejerció la medicina hasta
su muerte en 1534. Poco se sabe de los primeros años de la vida de Paracelso. Se dice
que estudió Medicina y Alquimia con su padre. En 1514 fue al Tirol, donde trabajó durante
un año en las minas y en las fundiciones de metales. Allí, acumuló mucha experiencia
técnica en el tratamiento de los metales y en los procesos alquímicos conocidos a esa
época.

Estos últimos con Sigismund Fugger quien era el propietario de varias minas y, además,
un entusiasta alquimista. De carácter inquieto, Paracelso era incapaz de permanecer
mucho tiempo en un lugar. Después de haber aprendido todo lo que Fugger podía
enseñarle, se dedicó a viajar. Recorrió diversos paí- ses, Alemania, Francia, Bélgica,
Inglaterra, Escandinavia e Italia. Se dice que participó como cirujano militar en las guerras
venecianas de 1521 – 1525.

Permaneció en Italia lo suficiente para obtener su diploma de médico en la Universidad


de Ferrara. A través de sus viajes, Paracelso conoció a toda clase de gente — médicos,
alquimistas, astró- logos, boticarios, mineros, gitanos y adeptos a artes ocultas — por lo
que regresó a Alemania con un conjunto de conocimientos de una heterogeneidad que
muy pocas personas suelen colectar.

En 1526 se registró como ciudadano en Strassbourg, estableciéndose en esa ciudad para


ejercer la Medicina. No había pasado mucho tiempo de su arribo a Strassbourg cuando se
le presentó una oportunidad brillante para el desarrollo de su actividad. En esa época,
Johann Frobe, o Frobenius, un próspero impresor y publicista de Basilea, cayó
gravemente enfermo víctima de una dolencia que dejó perplejos a los médicos a los
médicos locales. Habiendo oído que había un nuevo médico en Strassbourg, Froben lo
hizo llamar y Paracelso lo curó completamente en muy poco tiempo; por lo que pasó de
ser el médico a ser el amigo de Froben. En esa época solía visitar a Froben, Erasmo de
Rótterdam, el erudito holandés considerado como el líder del Renacimiento cultural en el
norte de Europa. La casa de Froben se había convertido en un centro de reunión de
intelectuales entre los que se encontraba Johann Heussgen, Profesor de Teología de la
Universidad de Basilea. Esas personas quedaron muy impresionados por los
conocimientos de Paracelso y lo recomendaron ante las autoridades de la ciudad para el
cargo de Médico de la Ciudad, cargo que estaba vacante, y para ser profesor en la
Universidad de Basilea. Al tomar el cargo, quemó públicamente 56 Epistemología e
Historia de la Química – Curso 2011 los libros sobre medicina de Avicena y de Galeno,
tratando de mostrar que sus teorías eran completamente originales.
Daba sus conferencias en alemán, rechazando el uso del latín y hacía hincapié en que la
medicina tradicional, que empleaba remedios a base de hierbas, no curaba la mayoría de
las enfermedades. Para el tratamiento de las enfermedades, propuso el uso de productos
minerales en vez de medicamentos de origen vegetal.
Paracelso trataba a los médicos y boticarios con altanería y desprecio llegando, en
muchos casos, al insulto. Con ello se fue generando cada vez más enemigos que, entre
otras cosas, hicieron todo lo posible para que lo expulsen del cargo de Médico de la
Ciudad.

Un prominente ciudadano de Basilea, Canon Lichtenfels, cayó gravemente enfermo y


ofreció pagar 100 florines (una fortuna en esa época) al médico que lo curase. Paracelso
aceptó la oferta y lo curó dándole tres píldoras (tres murini stercoris pilulas), pero el
paciente, al comprobar que lo había curado tan rápidamente, se negó a pagarle. El
médico llevó el caso a la corte de Basilea pero los jueces, a pesar de que tenía razón
fallaron que él sólo tenía derecho a cobrar los honorarios corrientes. No pudiendo
contener su ira, Paracelso injurió a la corte de una manera extremadamente grosera y
soez. Pero cuando se dio cuenta de que la corte podía condenarlo por esas ofensas, huyó
precipitadamente de Basilea y estuvo vagando por Alemania y Austria.
Deambuló por Colmar, Esslingen, Nuremberg y St. Gallen, escribiendo incesantemente.
Algunos comentaristas de su vida, sostuvieron que escribía estando ebrio lo que explica lo
confuso de muchos de sus escritos. Su dinero se fue agotando y tanto su apariencia
descuidada como su ropa ajada hicieron que el burgomaestre de Innsbruck le negara la
entrada a la ciudad. En abril de 1541 llegó a Salzburg y fue invitado al castillo del Príncipe
del Palatinado, Ernst de Bavaria quien era un estudioso de las artes ocultas. Allí encontró
un lugar apacible donde escribir y practicar la medicina. Pero eso no duró mucho, ya que
falleció el 24 de septiembre de ese año. En 1589-91, Johannes Huser hizo una cuidadosa
compilación de las obras de Paracelso la que fue editada en Basilea y consta de 10
volúmenes. Para lograr editar toda la producción científica viajó extensamente por Austria,
Alemania, Suiza e Italia, buscando ediciones anteriores y manuscritos de Paracelso y en
cada uno de los textos de la compilación agregó una nota indicando si lo publicado era
una copia de edición anterior o era de un manuscrito. Además incluyó algunos textos que
probablemente no sean genuinos, algunos de estos tratan de la Alquimia. La segunda y la
tercera edición de esta colección fueron publicadas en Strassbourg en 1603 y 1616 y fue
traducida al alemán moderno por Aschner en 1926-30.

La opinión de Huser y de los estudiosos que le sucedieron, es que Paracelso no escribió


ningún libro específico sobre Alquimia, sino que sus opiniones sobre el tema deben
extraerse de los voluminosos trabajos filosóficos y médicos los que, ciertamente,
contienen una gran cantidad de temas alquímicos.
El análisis de las opiniones sobre la Alquimia, se vio dificultado porque, en sus escritos,
Paracelso mezclaba el alemán con el latín macarrónico y con palabras de su propia
invención. No obstante ello, hoy se tiene una idea de sus principales líneas de
pensamiento.

En primer lugar, Paracelso parece no negar la posibilidad de la transmutación, pero


consideraba que ella era una actividad de importancia secundaria de la Alquimia. Al
respecto escribió “Muchos han dicho que la Alquimia1 es el arte de hacer oro y plata.

1
Es una técnica antigua practicada en la edad media, que se dedicaba a descubrir una sustancia que
transmutaría los metales más comunes en oro y plata, y a encontrar medios de prolongar indefinidamente la
Para mi, este no es el objetivo, sino que considero que es encontrar qué virtud y poder
puede yacer en las medicinas”. Su objetivo práctico fue el de usar los procesos alquímicos
para la preparación de sustancias terapéuticas, principalmente, de sustancias inorgánicas.
De este modo, inauguró una forma de Química Médica, que se conoce históricamente
como “Iatroquímica” y que no sería otra cosa que lo que hoy se conoce como
“quimioterapia”.

La Iatroquímica2 se convertiría en una disciplina muy importante en los siglos


posteriores. La innovación que hizo Paracelso de utilizar sustanProfesor: Dr. Miguel Katz
La iatroquímica 57 cias inorgánicas para el tratamiento de las enfermedades fue refinada,
especialmente en cuanto a las dosis a aplicar. El mismo Paracelso había acuñado una
frase que perduraría a lo largo de los siglos: “Nada es veneno, todo es veneno: la
diferencia está en la dosis” y así comenzó a tratar ciertas dolencias con compuestos de
arsénico, antimonio y de mercurio. Precisamente, en el siglo XVI, el primer tratamiento
contra la sífilis fue con mercurio (en el siglo XX sería reemplazado con arsénico y
bismuto).
Ha quedado obsoleta, aunque se la puede considerar como la precursora de
la farmacología moderna y de la bioquímica.

Creía en el concepto griego de los 4 elementos (agua, tierra, aire y


fuego) y como tal, entre sus excentricidades encontramos que
creía en la existencia de seres fantásticos y a cada uno de ellos
correspondía un elemento: a los gnomos correspondía la tierra; a las
nereidasel agua; a los silfos el aire y a las salamandras el fuego. También
creía que el cosmos giraba en torno a tres sustancias espirituales: el mercurio, el
sulfuro y la sal que de alguna manera definían la identidad humana: el sulfuro
representaba al alma, la sal al cuerpo y el mercurio el espíritu.

Creía en que había cuatro elementos constitutivos o primordiales, pero que en los cuerpos
aparecían bajo la forma de tres principios: sal, azufre y mercurio. La sal era el principio de
la fijeza de la incombustibilidad, el mercurio de la fusibilidad y de la volatilidad y el azufre,
de la inflamabilidad. Los dos últimos principios habían sido reconocidos por los
alquimistas desde el siglo VIII, como los formadores de todos los metales, pero él parece
haber sido el primero en agregar la sal como principio y considerar que esos tres son los
formadores de todas las sustancias, sean metales o no. Esos tres principios se conocen
históricamente como tría prima.

En el campo de la alquimia,se decía que Paracelso fue el primero que logró transmutar el
plomo en oro a través de métodos alquímicos. También pronto se hizo famoso al afirmar
que había logrado crear un homunculo es decir un “hombrecillo” creado artificialmente por
medio de la alquimia, mientras intentaba encontrar la piedra filosofal. Era además afin a
la f filosofia hermetica y todos sus estudios estaban relacionados con el saber hermético.

Entre las contribuciones a la Química que hizo Paracelso, merece destacarse en


descubrimiento del hidrógeno, si bien no pudo determinar sus propiedades con detalle. En

vida humana. Aunque sus propósitos y procedimientos eran dudosos, y a menudo ilusorios, la alquimia fue
en muchos sentidos la predecesora de la ciencia moderna, especialmente de la ciencia química.
2
Rama histórica de la ciencia que enlazaba la química y la medicina. Teniendo sus bases en la alquimia, la
iatroquímica buscaba encontrar explicaciones químicas a los procesos patológicos y fisiológicos del cuerpo
humano, y proporcionar tratamientos con sustancias químicas.
1526 describió un nuevo metal al que consideraba un “metal bastardo” y al que bautizó
“zink” (cinc). Al tratar cinc con ácido clorhídrico observó la evolución de un “material
aeriforme mucho más liviano que el aire”. Dos siglos después Henry Cavendish aislaría
ese gas y estudiaría sus propiedades.

Para Paracelso, la Alquimia se fundamentaba en un principio de “unidad de todas las


cosas”. Sostenía que existe una unidad entre el Cielo y la Tierra, y que esa unidad
explicaba la influencia que ejerce el Universo sobre la vida de las plantas, de los animales
y del hombre y de las medicinas que derivan de ellos. Consideraba que la Naturaleza, al
crear vida, provocar la muerte, las enfermedades o la salud actúa como un alquimista
universal. El hombre, en su tarea de preparar remedios se vuelve un alquimista de la
Naturaleza, es decir, trata de arrancarle los secretos a la Naturaleza para poder generar
los mismos cambios que ella.

Paracelso creía que la enfermedad y la salud están controladas por influencias astrales y
que la salud se puede restituir mediante la “arcana” o remedios secretos. La arcana, tiene
como función restaurar una armonía espiritual entre un “astrum” interior al hombre y el
“astrum” celestial. De modo que la arcana debe partir del interior del cuerpo humano y
llegar al cielo. Por lo tanto, debe ser volátil e incorpórea. Por supuesto, la medicina real
debe ser material, pero la arcana que contiene, debe ser espiritual. Para poder saber la
causa de la enfermedad, el médico debía conocer la astrología, pero también debía saber
Alquimia la que le permitiría preparar los remedios que contienen esa arcana. Sostuvo
que "Ninguna enfermedad es tan grande, como para que Dios no haya creado un
medicamento para ella". Otra de las frases de Paracelso que se conservan hasta hoy en
día es: "El médico debe ser el auxiliar de la naturaleza, no su enemigo."
MEDICINA ÁRABE

La medicina árabe fue un nexo de unión entre la sabiduría del mundo clásico y la
medicina del Renacimiento. Los antiguos textos clásicos, perdidos para los médicos
occidentales, eran conocidos y fueron transmitidos por los árabes. Hunayn ibn Ishaq,
médico y traductor, fue uno de estos médicos, particularmente célebre por sus
traducciones de Galeno.

Avicena (980-1073 d.C.) fue uno de los más prestigiosos médicos árabes.
Escribió el "Canon de la Medicina", tratado en cinco tomos en el que trata desde la
anatomía y la fisiología hasta las enfermedades de distintos órganos y aparatos,
así como la galénica, combinando en un tratado todo el saber médico de la
época. El Canon es uno de los textos más importantes de la historia de la
medicina. Así mismo describe, ayudándose de ilustraciones, numerosos
instrumentos quirúrgicos.

La medicina islámica alcanzó un gran desarrollo comparada con la occidental, y


supo mantener los principios médicos y filosóficos grecolatinos; sin embargo, la
cirugía fue despreciada, por su inseguridad y escasa eficacia.

Los árabes incrementaron y practicaron nuevos métodos para el tratamiento de


enfermedades según los principios farmacológicos y químicos, ciencias en la que fueron
realmente extraordinarios maestros. Remedios que forman parte de la Materia médica.
El más famoso y la máxima figura médica árabe y mundial fue : Abu Ali Al Husayn Ibu
Sina (980 – 1037) , considerado Padre de la Medicina, conocido como Avicena, que a los
10 años de edad, sabia de memoria, el Corán, a los 16 conocía las teorías médicas y a
los 18 ya era médico del Emir, además, gramático, poeta, geómetra, astrónomo,
anatomista, fisiólogo, médico, cirujano, a los 21 años de edad, escribió una enciclopedia
científica llegó a ser Visir y escribió su famoso "Canon Medicinae" el libro y enciclopedia
de medicina más famoso en la historia de la Medicina, de cinco tomos que comprendía:
fisiología, higiene, materia médica y terapéutica, relatando los niveles del espíritu y del
pensamiento, libros que fueron el principal tratado de medicina de las Universidades
europeas y usado más allá del 1650, hasta Vesalio; es una síntesis del saber médico
universal, el libro que más influencia ha tenido durante seis siglos, a Avicena se le llamó
"Príncipe de los médicos".

El conocimiento de la persona y sus vicisitudes, entre ellas la enfermedad, que tuvieron


los árabes mezcla dos tipos de saberes:

—Los inherentes a su monoteísmo y creacionismo,


—y los que procedían de su asimilación de la cultura griega (el hombre, conjunto de
elementos, órganos y funciones).
El alma de los hombres, creación de Dios, es una sustancia inmortal y espiritual que
anima el cuerpo y con él como instrumento realiza las actividades que los griegos habían
enseñado a distinguir: vegetativas, sensitivas (vitales y cognoscitivas) y racionales. Para
que el alma pudiera cumplir sus altas funciones racionales requería de la intervención de
un principio extrínseco: el "intelecto agente". Laín opina, sin embargo, que les faltó a los
pensadores árabes la idea suficiente de libertad humana y sus posibilidades.

Los tratados sistemáticos de medicina árabe comienzan con una exposición sistemática
basada en la fisiología de Galeno, que comprende la anatomía, estequiología y la
fisiología del cuerpo humano. Los árabes no realizaron disecciones y su conocimiento
anatómico fue escaso. Introducen, no obstante, orden conceptual y metódico.

En el terreno de la fisiología Avicena introdujo dos conceptos nuevos: "acción o potencia


activa" y el de "facultad del alma" para comprender el movimiento de los órganos y la
efectiva puesta en acto de las "virtudes" o "potencias" de cada una las dynámeis de los
griegos. Los árabes añadieron a la configuración del galenismo las "seis cosas no
naturales" como complemento de las naturales (humores, espíritus, órganos, etc.). Las no
naturales pertenecen a la naturaleza propia del organismo individual y son el aire, la
comida y la bebida, el movimiento y el reposo, el sueño y la vigilia, la vacuidad y la
repleción, y los afectos del alma. Según Avicena son "factores necesarios para la vida".

En lo tocante a la práctica médica hemos de señalar que para los árabes hubo una
medicina del alma (teología) y la medicina del cuerpo (medicina). Cuando un médico
lograba la excelencia intelectual y ética del sabio, se le equiparaba al juez, al imam y al
gran jefe militar o emir. Los médicos aprendían teoría y práctica y había discusiones de si
debían empezar por la primera o bien lanzarse desde el principio a practicar junto a un
médico. Completaban la formación la asistencia en hospitales, la memorización de
compendios en verso, el adiestramiento en preguntas y respuestas, y la lectura de
compilaciones y tratados desde muy temprano.

La institución educativa por antonomasia fue la madrasa o escuela, situada dentro de la


mezquita o junto a ella. La enseñanza consistía en la lectura y comentario de los textos
didácticos. Después las escuelas añadieron bibliotecas, pensionados, relación con los
hospitales, etc. pasando a ser una especie de academias. Las hubo en ciudades
importantes. Podemos afirmar que en la medicina árabe fueron constituyéndose poco a
poco organizaciones profesionales médicas.

En íntima relación con la escuela y el hospital surgieron los gremios. Hubo obligación de
estudiar y de examinarse para obtener un título que permitía ejercer. Los hubo de varios
tipos: hakim, tabib, el de simple práctico o mutatabib y el de mero práctico o mudawí.

En lo tocante al tratamiento siguió el esquema clásico. La dietética fue para los árabes la
adopción de un modo de vida ordenado hacia la total perfección de la persona. Respecto
a la farmacología, junto a la Materia médica de Dioscórides se situó una importante
farmacopea iraní e india, como hemos dicho. La cirugía árabe llegó a ser muy importante
y hubo muchos autores que escribieron sobre la misma (Rhazes, Alí Abbas, Avicena y,
sobre todo, Abulqasim). Este último recopiló gran cantidad de instrumentos y aunó
intervención quirúrgica y farmacoterapia. La especialidad que más cultivaron los árabes
fue la oftalmología
Códice Cruz-Badiano
El Libellus de medicinalibusindorumherbis, más conocido como Códice de la Cruz-
Badiano, fue escrito en 1552 por el médico náhua Martín de la Cruz y traducido al latín por
el indio Juan Badiano. Es, pues, una de las fuentes más antiguas de la medicina
mesoamericana escrito después de la conquista española. Se ha dicho que esta obra se
encuentra más estrechamente vinculada a la realidad de la cultura indígena, que los
propios trabajos sobre medicina de Sahagún o la vasta obra de Francisco Hernández. El
Libellus contiene, además del texto, ilustraciones de gran interés sobre las plantas y otros
elementos que encierran una expresión indígena, de confección muy similar a las pinturas
precortesianas.1 Dicho códice, aún cuando está escrito en latín, mantiene conceptos en
náhuatl para referirse a las plantas tal y como eran conocidas en la cultura indígena.
Normalmente las plantas se representan encima de un glifo relacionado con su
localización, con el medio en donde crecían. La participación colonial en la elaboración de
dicho códice no logró suprimir el carácter mágico de algunas de sus concepciones,
reiterando su originalidad. De cualquier manera, estos contenidos no quitan —ni quitaban
entonces— al documento su lectura de intención científica. La obra fue enviada a España
para ser entregada a Carlos V. Germán Somolinos ve al Códice de la Cruz-Badiano como
“el último 1 Germán Somolinos d’ Ardois, “Estudio histórico”, en Libellus de
medicinalibusindorumherbis, México, imss., 1964, p. 321. gran herbario medieval”.2 Por
su parte, Carlos Viesca estima que el Libellus es un “herbario sui géneris”, ya que su
estructura y orden no están dados por las plantas o los remedios obtenidos de ellas, como
en cualquier herbario europeo tradicional, que normalmente siguen el modelo de la obra
de Dioscórides. Este códice, en cambio, está ordenado en función de las enfermedades o
padecimientos. Dicho investigador acepta, sin embargo, que en esta obra los nombres de
las plantas allí dibujadas tienen un lugar preponderante al anteceder a los títulos de las
enfermedades. Es necesario destacar, como lo han hecho varios estudiosos de la
botánica, que el Libellus “es el primer documento en donde se representan plantas
americanas, específicamente mexicanas, es decir, se trata de la fuente más antigua
donde los botánicos pueden encontrar figuras de plantas autóctonas”.

Si bien el Libellus se considera un herbolario, en él figuran también elementos de origen


animal y mineral que evidencian la riqueza de conocimientos de los sabios náhuas
dedicados a la sanación. A continuación algunos breves ejemplos de ingredientes no
vegetales y prácticas mágicas que se utilizaron para curar:

*El nervio del cuello de un águila: como símbolo de fuerza, valor y agresividad, el águila
fue utilizada como elemento medicinal, una vez que su nervio (fuente transmisora de su
fortaleza) era colocado en el cuello del paciente.

*Cerebro de comadreja o de zorra cocido: estos dos animales fueron acreedores de


metáforas en relación a la inteligencia, la astucia y la seguridad. Dar de comer al paciente
de su cerebro implicaba la transmisión de dichas cualidades para resolver enfermedades
ligadas a la debilidad de la mente.

*Conejo y liebre: la carne de estos animales funcionaba para andar con ligereza por el
mundo (lo que dependía del buen estado en que se encontraban las patas del animal).

*Sangre de océlotl: para curar la fatiga de quienes ostentaban cargos públicos.


*Cuerno de venado: administrado a las mujeres que tenían dificultad para dar a luz, ya
que estos animales fueron considerados audaces en esta labor.

*Ceniza, cabellos y dientes de cadáver, entre otros ingredientes que podían ser o no
humanos.

*Insectos: como el ciempiés, para tratar las articulaciones.

*Minerales: en este tratado se incluye la utilización de minerales como el oro para tratar
dolores del corazón (ambos elementos dignos de ofrendarse a los dioses), el ámbar y
otras resinas como el copal para diversos fines, entre las más destacadas, su portentosa
penetrabilidad, y ella uso de tierra, llamada también “tierra blanca” para mitigar
enfermedades diversas relacionadas al calor en exceso. Algunas otras piedras preciosas
son nombradas para aliviar la fatiga

LA HERBOLARIA EN MÉXICO
Específicamente en México, la herbolaria surgió de la misma forma con los grupos
prehispánicos. En esa época, la medicina primitiva se vinculaba de manera íntima con la
religión y la magia, pues los pueblos concebían la enfermedad como producto de la
acción de sus dioses y el desequilibrio corporal. Las plantas medicinales eran el recurso
esencial al que los indígenas recurrían para la cura de sus enfermedades. Estas plantas
eran utilizadas de diversas formas, como ungüentos, pócimas, vaporizaciones, etc.
Además, esto les proporcionaba un orden y una organización, pues tenían médicos o
"tictl" que dominaban ciertas especialidades, por ejemplo, parteros, hueseros o yerberos.
Incluso, tenían escuelas donde enseñaban a los más jóvenes el uso y el arte de curar.
También había mercados de plantas medicinales que el pueblo en general visitaba para
comprar o consultar a los médicos.

A partir del siglo XVI, con la llegada de los españoles, los remedios nativos y las especies
prehispánicas se fusionaron o complementaron con los conocimientos de los
conquistadores. Fue de esta forma, que la herbolaria mexicana se desarrolló
notablemente, ya que los españoles, al quedar maravillados con la belleza y diversidad
natural del territorio, construyeron hospitales de herbolaria medicinal. Actualmente, la
herbolaria mexicana constituye el patrimonio más importante de la cultura de nuestros
pueblos ancestrales, y representa la fuente de desarrollo de la medicina alternativa.
Asimismo, México ocupa el segundo lugar a nivel mundial en riqueza taxonómica de
plantas medicinales, después de China, con 4,500 especies existentes.
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