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03-08-2018

¿Para qué están las Fuerzas Armadas?


Juan Guahán
Rebelión

Otra vez la pregunta de siempre ¿qué hacer con los militares? El presidente argentino Mauricio
Macri destapó esa olla y perdió la tapa. De las milicias y el ejército patriota de la independencia
hasta el Ejército de Línea y el que fuera puesto al servicio de la Doctrina de Seguridad Nacional, es
mucho lo que se puede hablar. ¿Fuerzas Armadas para qué y en qué punto se encuentra la
discusión entre Defensa y Seguridad Nacional?

Desde tiempos inmemoriales, la función de las personas armadas y organizadas para ejercer la
violencia es un tema complicado. Mucho más si tenemos presente que -desde hace bastante
tiempo- los Estados tienen el monopolio del ejercicio de la violencia. Por eso no es casual la
importancia que adquiere el debate sobre la función de los militares en nuestras sociedades. Tal
vez, un recuento de esa evolución explique un poco más los problemas actuales y los desafíos que
tenemos por delante.

Así desfilarán -delante nuestro- las formaciones militares que, combatiendo a las invasores
ingleses, fueron el origen del Ejército y contribuyeron a proclamar el derecho a autogobernarnos;
los ejércitos patrios que expandieron el Grito de Mayo hacia otras latitudes; nuestras guerras civiles
y sus resultados, con el triunfo de la "Generación del 80", que dieron pie a la conformación de un
profesionalizado Ejército regular o de Línea.

No se puede dejar de mencionar las contradicciones de ese Ejército regular y sus distintas
respuestas en 1930, 1945 y 1955, con la progresiva puesta en marcha de la imperial Doctrina de
Seguridad Nacional que llenó de dolor a toda la región. La derrota en Malvinas y la tendencia que
sigue en pie, de ir fundiendo las fuerzas de defensa en fuerzas de seguridad, cuestión que está en
el centro de lo que se está debatiendo en estos momentos.

Las primeras formaciones militares

El intento británico de ocupar las tierras rioplatenses, las "invasiones inglesas" de 1806 y 1807,
demostró dos cuestiones: la extrema incapacidad de las autoridades y corona española para
proteger sus colonias y también la capacidad demostrada por grupos nativos para defender las
tierras donde habitaban. Eso puede ser considerado como el origen de una organización militar
propia.

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Después de la fracasada primera invasión (1806) se decidió crear una fuerza de milicias, y así
nació el Cuerpo de Patricios y Cornelio Saavedra fue elegido su Jefe, por el voto de sus integrantes.
Saavedra sería designado -años después- Presidente de la Primera Junta de Mayo. Un Decreto del
29 de mayo de 1810 creó formalmente al Ejército. Las fuerzas patrias se encaminaron hacia
diferentes rumbos: hacia el Norte, el Alto Perú, partió Juan José Castelli y Belgrano hizo lo propio
hacia la zona guaranítica de la Mesopotamia.

En Cuyo, José de San Martín prepararía sus fuerzas para liberar a Chile y Perú. Esos ejércitos,
integrados principalmente por negros, indios y criollos pobres, fueron la base de quienes hicieron
posible la independencia respecto de España. Más de una vez, además de enfrentar a los hispanos,
tuvieron que soportar la incomprensión de las autoridades porteñas (del puerto de Buenos Aires).

Los desacuerdos con José Gervasio Artigas impidieron avanzar más rápido en las tareas
independistas. Los intereses portuarios hicieron que el vasto territorio de aquel virreinato se fuera
desintegrando. Los conflictos entre unitarios y federales hicieron que las luchas contra los
españoles y las acechanzas de otras potencias extranjeras fuera dejando su lugar a los
enfrentamientos intestinos.

Hasta que -finalmente- esos intereses portuarios, al servicio de la estrategia británica, se hicieron
fuertes. Nos empujaron -junto a Brasil y Uruguay- a la criminal guerra de la Triple Alianza contra el
pueblo paraguayo y a través de la "Generación del 80" conformaron la base del actual país. Las
campañas militares contra los indios completaron la tarea de desalojar y aniquilar a los pobladores
originarios, ampliando las fronteras agropecuarias, consolidando un poder oligárquico e
integrándonos al mercado mundial, como proveedores de materias primas.

El ejército regular (de línea) y sus diferentes respuestas

Dentro de esa concepción predominante, fue el General Pablo Riccheri, Ministro de Guerra de Julio
Argentino Roca, quien -en el año 1900- fijó los objetivos que pretendían para aquel Ejército
Argentino. Allí se trató de definir una fuerza de tipo profesional orientada hacia la defensa nacional,
procurando abstraerla de las cuestiones políticas.

Imaginaban que los conservadores, en el poder, gobernarían por siempre. Sin embargo, las
tensiones producidas -entre otras causas- por las guerras mundiales y las presiones de los sectores
más humildes no permitieron el arraigo de esas ideas. Así fue como se sucedieron diversas
irrupciones del poder militar en la vida institucional.

En 1930 fue la presencia conservadora para terminar con el "populismo radical"; en 1943 fueron el
instrumento que le abrió las puertas a la llegada de Juan Perón y en 1955 fue una acción "gorila"
destinada a terminar con el peronismo.

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Tres modos de intervención bastante contradictorios entre sí y todos ellos en la vereda opuesta al
mentado "profesionalismo" que había imaginado aquel general Riccheri. Esto indica la importancia
de atender a lo que está escrito -como "objetivos"- pero sin olvidar que es mucho más trascendente
lo que acontece en la realidad.

Las FF.AA., portavoces de la doctrina de seguridad nacional

Después del golpe de 1955 contra Perón y de la consolidación de la hegemonía estadounidense en


el mundo, las Fuerzas Armadas pasaron a formar parte y ser defensoras de los intereses y políticas
de ese nuevo poder mundial. Se invirtieron sus objetivos: en lugar de cumplir su rol de defensa
nacional pasaron a representar y sostener lo que interesa al poder imperial.

En ese marco adhirieron a la famosa Doctrina de Seguridad Nacional, que consiste en considerar
como enemigos a las organizaciones de su propio pueblo que bregan por la soberanía popular y la
independencia de la nación. Con el breve interregno del gobierno peronista del año 1973, esa
doctrina impregnó la actuación de las Fuerzas Armadas argentinas y su efecto devastador fue la
cruel dictadura que gobernó al país entre 1976 y 1983.

Abandonaron su rol de fuerzas de defensa y actuaron como fuerzas de seguridad interna. El


descalabro que protagonizaron -cuando intentaron salvar su imagen- con la recuperación de las
Islas Malvinas, prueba el camino errado que años atrás habían tomado. Junto al desprecio de la
sociedad una profunda descomposición atravesó sus filas.

Hoy sigue el debate entre defensa y seguridad nacional

En esta relación, donde las FFAA deben atender a los temas de defensa nacional y las fuerzas de
seguridad a ese ítem de la situación interna, hay muchos aspectos ambiguos.

Pero dentro de todas las confusiones existentes hay un tema que no puede soslayarse. Está
referido a la política de los Estados Unidos que, particularmente a partir de la desconfianza
generada por Malvinas, pretende quitarle capacidad de defensa militar a las FF.AA argentinas. Para
ello las "empujan" hacia tareas vinculadas a la seguridad interna. Eso se venía planteando desde
hace años, pero recién se pudo instrumentar después de Malvinas.

Así pudimos asistir a la parálisis y al desmantelamiento operativo de las FF.AA y a un inusitado

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crecimiento de las fuerzas de seguridad, particularmente la Gendarmería Nacional.

Dado el desprestigio que acompañó al conjunto de las FF.AA con motivo de su responsabilidad en
el genocidio y del fracaso de Malvinas, los sucesivos gobiernos no supieron qué hacer con esa
institución. Para dimensionar el significado de esta situación indefinida digamos que su presupuesto
anual (2018) ronda los 120 mil millones de pesos -4.600 millones de dólares al cambio de hoy- (el
40% de los recortes que pide el FMI) e involucra -en actividad- a más de 70 mil personas.

Esas dudas, acerca del qué hacer con los militares, acompañaron al gobierno kirchnerista y en el
Decreto 727/2006, que reglamentaba la tradicional Ley de Defensa Nacional, quedaron claramente
reflejadas. En esa norma se establecía que las FF.AA. solo podían intervenir ante "agresiones de
origen externo perpetradas por fuerzas armadas pertenecientes a otros estados".

Desde hace décadas, esas situaciones solo se habían dado respecto de los temores sobre el
"expansionismo brasileño" (en la década de los 1940 y 50); los riesgos de una guerra con Chile (en
los 70) y el choque con Inglaterra, por Malvinas, en los 80. Daba la impresión que las disposiciones
del Decreto 727 dejaban al país sin hipótesis de conflicto. Eso hizo repetir reiteradamente a la
dirigencia kirchnerista que no teníamos "hipótesis de guerra" y con ello crecían los interrogantes
sobre el destino de la institución militar.

A la par crecían los organismos de seguridad (policías federales, provinciales y también


municipales, gendarmería, prefectura, policía aeronáutica). Consecuentemente se arraigaba la idea
que las FF.AA. carecían de función y sentido. Pero la realidad no quedaba encerraba en esos
estrechos moldes.

Aunque ahora algunos críticos al decreto macrista prefieran olvidarlo, hubo una serie de prácticas
con las que el gobierno kirchnerista trató de cubrir los baches existentes. Para ello pusieron en
marcha los "Operativos" Fortín I (2007); Fortín II (2011) y Escudo Norte (2011). En todos ellos las
FF.AA. fueron involucradas en tareas de apoyo a las fuerzas de seguridad interna en materia de
narcotráfico, contrabando y trata de personas.

Esos "operativos" y la vergonzante tarea del general César Milani al frente del Ejército y de la
Inteligencia, en violación a las normas sobre Defensa y Seguridad Interior, muestran aquella fisura
que había entre las funciones legales y las tareas reales de las FF.AA.

El macrismo vino, con el reciente Decreto 683/2018, a salvar esas ambigüedades. Para que no
quede lugar a dudas lo hizo al estilo de Mauricio Macri: de un modo brutal e inconsulto. Se legalizó
la intervención de las FF.AA. en el "apoyo" a tareas de seguridad interior.

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Claro está que no han reparado en que esas tareas violan varias normas legales internas, aunque
lo quieran justificar invocando que se trata de una mera reglamentación de la Ley de Defensa
Nacional. Por esta razón el Decreto 683 puede caer por su inconstitucionalidad, salvo que se
modifiquen la Ley de Defensa y la Ley de Seguridad Interior.

Dentro del conjunto de tareas en las que podrán participar las FF.AA., según esta nueva óptica, hay
una particularmente peligrosa. Se trata de involucrarlas en lo que se ha denominado "Guerra al
narcotráfico". Sin haber definido que el narcotráfico es una de las manifestaciones más poderosas
de las políticas imperiales y del poder financiero mundial, colocar a los militares en ese lugar puede
acarrear consecuencias muy graves.

Se trata del riesgo que el poder militar se transforme en algo semejante a una "banda" más. Hay
muchos testimonios de cómo la policías se corrompieron al ritmo de los favores para que la droga
circulara dentro del territorio argentino. Algo semejante puede pasar con las FF.AA., agravado por
el hecho que el poder de fuego y la instrucción de los militares es superior a la que tienen las
fuerzas de seguridad.

En este sentido México y Colombia son buenos espejos para observar el crecimiento de la
criminalidad organizada y la violencia -estatal y paraestatal-, entre otras consecuencias, de haber
metido a los militares en la "guerra al narcotráfico"

Más allá de todo lo dicho y de la voluntad presidencial por "blanquear" la presencia de los militares
en cuestiones de seguridad interior, se puede concluir que hay otro par de cuestiones que
contribuyeron para tomar esa decisión. Con estas nuevas funciones y estrategia para los militares,
quedarían en condiciones de ser vendidos una importante cantidad de inmuebles que tendrían un
significativo valor comercial.

Otra razón, muy posiblemente considerada, tiene que ver con la necesidad -que tiene el macrismo-
de consolidar el voto propio en sectores medios conservadores. Las medidas económicas y el
debate sobre el aborto no contribuyen a fortalecer la fidelidad de ese voto, fundamental para
lanzarse a la aventura de recuperar el de otros sectores e imprescindible para un nuevo triunfo
electoral.

Mientras esto se debate, es poco y nada lo que se hace respecto a cuestiones vitales de nuestra
soberanía. En medio de la voracidad mundial tenemos una Patagonia casi vacía, los acuíferos
abandonados a su suerte. También vemos como importantes bienes comunes o recursos naturales
son saqueados. Eso está pasando y el Presidente, ante las críticas a su reforma militar, formula una
confusa frase diciendo: " Estoy acá porque queremos saldar la deuda con las fuerzas armadas de la
democracia" . ¿No será al revés?

Juan Guahán. Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de

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Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative
Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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