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Teoría VI. 1. Cibotti, Ema, Del habitante al ciudadano: la condición del inmigrante.

EL IMPACTO INMIGRATORIO

La llegada. Iniciada la década del 80, la inmigración adquirió ritmo vertiginoso, el puerto de Buenos Aires
recibió a miles de europeos. El ingreso anual de inmigrantes que fijaron su residencia de manera permanente
fue de 85.000 personas, que se triplico al final de la década. La crisis de 1890 freno la tendencia pero se
recuperó. Se radicaron italianos, españoles, franceses, rusos, turcos, austro-húngaros, alemanes,
portugueses, suizos, belgas y holandeses. Durante el 80, un elevado porcentaje de inmigrantes se declaró
agricultor al ingresar al país. Esta oferta de mano de obra estaba destinada a satisfacer viejos requerimientos
que la sanción de la Ley de Inmigración y Colonización de 1876 sistematizo, fueron reforzados con la Ley de la
provincia de Buenos Aires para crear centros agrícolas. El gobierno de Juárez Celman promovió la venta de
pasajes subsidiados y se multiplicaron las oficinas de información y propaganda en las ciudades capitales del
norte de Europa con el objetivo de atraer inmigrantes y equilibrar el torrente de italianos. La crisis del 90
modifico la política inmigratoria. Se interrumpió la venta de pasajes subsidiarios y se revalorizo el esfuerzo de
las familias de agricultores que habían llegado por sus propios medios y radicados efectivamente. La
dinámica económica había generado posibilidades en las ciudades para quienes venían del mundo campesino.
En las dos primeras décadas del S. XX, el ingreso de inmigrantes que declaraban oficios propios de los
artesanos urbanos calificados aumentó junto con el número de los jornaleros y de quienes se definían sin
ocupación determinada. La distribución espacial de los inmigrantes tuvo como final las provincias del litoral
fluvial y de la pampa húmeda. Capital Federal concentró las preferencias de los recién llegados. Las provincias
de Santa Fe, La Pampa Mendoza, Córdoba y Entre Ríos también fueron destino.

Un nuevo punto de partida: luego del fracaso de la política de subsidios los inmigrantes siguieron pagando
sus pasajes. En algunos casos los inmigrantes trajeron un contrato de trabajo firmado previamente en sus
países de origen para dirigirse a los establecimientos rurales del interior; otros inmigrantes llegaron a través
de agentes laborales o padrones, en otros casos actuaban comisionados que organizaban en sus países de
origen la inmigración de grupos familiares. Los diarios recogían información sobre estos grupos. Estos
inmigrantes respondieron a la llamada de amigos y parientes residentes. Suponían la existencia de una
cadena migratoria. La decisión de migrar podía anunciarse como una oportunidad para recibir el apoyo de los
miembros de la comunidad de origen que se iba a abandonar. Siguió en aumento la proporción de inmigrantes
que arribaban solos o con sus familias y sin ninguna clase de apoyo económico para mantenerse hasta
encontrar empleo. Estaban a disposición los hoteles de inmigrantes que no daban abasto, estaban preparados
para recibir la mitad de las personas que ingresaban. La inauguración del definitivo hotel de inmigrantes se
realizó en 1911. La proporción de inmigrantes varones siempre fue muy superior. Esta tendencia casi
constante solo se interrumpió con el comienzo de la Primera Guerra Mundial. La desproporción entre
hombres y mujeres fue común a todas las corrientes inmigratorias. Los inmigrantes eran
preponderantemente jóvenes o adultos. El comportamiento de los inmigrantes fue endogámico, tendieron a
casarse con personas de su mismo origen nacional. El ritmo y grado de integración de los hijos a la sociedad
estaban vinculados a la situación de llegada de los padres, que mantuvieron lazos con la comunidad de origen y
establecieron redes de sociabilidad.

Una nueva sociedad: ¿crisol de razas o pluralismo cultural? A comienzos de la década del 80, el torrente de
inmigrantes conformó una sociedad polifónica que pareció amenazante ante los ojos de la elite argentina.
Arranco expresiones de xenofobia entre algunos de sus miembros que utilizaron epítetos como gringo,
napolitano, gallego o judío con un sentido agravante. La reacción se inscribía en el marco del racismo

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ideológico que influyo en los intelectuales, sorprendidos ante la masiva llegada de meridionales, del europeo
del norte. Respondía a la polémica creciente sobre el tipo nacional argentino que debía resultar del crisol. La
imagen de la fusión racial violenta supone la aniquilación de las identidades culturales de origen que estaban
instalada en el discurso público. Hacia 1890 formaba parte de la predica de periodistas italianos que la
proyectaban con insistencia. Para ellos, la argentina moderna tenía una misión: “devenir un crisol de razas que
forjara un tipo humano único y más perfecto: el hombre del futuro”. Compartían con la elite argentina el
proyecto asimilador. El punto de conflicto era cuál de todas las corrientes inmigratorias hegemonizaría el
crisol. No fue este el único modelo de integración admitido. Tuvo opositores entre los miembros de la
dirigencia de la colectividad italiana. Un grupo de publicistas postuló la defensa de la identidad cultural de
origen, para evitar que la corriente inmigratoria se dispersara. Definieron la italianidad con un propósito:
cohesionar a los connacionales a través de la comunidad de lengua, usos, tradiciones y costumbres. Estas dos
formulaciones constituyeron versiones narrativas impuestas en la literatura testimonial de la época. Hacia
1960, aparecieron de Gino Germani los estudios que desde una perspectiva optimista sostienen la rápida
integración de los inmigrantes y la consecuente inexistencia de guetos en una sociedad abierta, nueva y
signada por la movilidad social. Un enfoque más reciente, de los partidarios de la tesis del pluralismo cultural,
revisa los supuestos del crisol y postula la existencia de comunidades de inmigrantes con identidades etnia que
se resistieron a desaparecer en el seno de la sociedad receptora. Han abordado problemas como el de las redes
inmigratorias, las pautas matrimoniales o las estrategias para defender identidades culturas en cada grupo
inmigratorio. Desde ambas perspectivas se juzgó a los inmigrantes como sujetos apolíticos, atentos a la
aventura económica y social de hacer la América. Los partidarios del crisol conciben tras el fenómeno
inmigratorio la creación de una nueva sociedad, postulan que la no nacionalización de los extranjeros fue
producto de su indiferencia hacia las estructuras políticas locales. En cambio, aquellos estudios que se
inscriben en la línea del pluralismo cultural creen ver en el mantenimiento un fuerte sentimiento
comunitario de base étnica, la razón de una actitud de prescindencia con respecto a la sociedad política. Esta
idea de la Argentina como crisol de razas remite a experiencia colectivas y se mantiene inmune a la polémica
académica que instalo el supuesto de una matriz pluralista cultural en la constitución de la nación moderna.
Permite resaltar la violencia que supone la idea de crisol de razas, toda fusión de pueblos y culturas suprime los
rasgos identitarios y genera un proceso alejado de la visión armónica del pasado inmigratorio que predomina.
Ya no se trata de poner en duda la existencia del proceso de asimilación, ni su resultado, la incorporación social
de los inmigrantes, sino de examinar su ritmo y modalidad de los medios que se emplearon.

Las fuentes de la inmigración: los inmigrantes formaron colectividades, desarrollaron una vida asociativa
centrada en las sociedades de ayuda mutua, clubes, instituciones recreativas, hospitales, escuelas y órganos
de prensa. No solo organizo a los inmigrantes alrededor de sus instituciones, también constituyo los grupos
dirigentes o elites por oposición a las bases sociales. Los diarios de esa época arrojan una mirada menos
complaciente sobre el fenómeno inmigratorio. Retratan a los inmigrantes a través de sus diversas actividades e
incluidos en redes de las instituciones de origen. Tampoco las experiencias de los trabajadores inmigrantes
fueron contempladas en las historias oficiales de las colectividades. Se insertaron en una trama social diferente
de las elites inmigratorias. El conflicto social afecto las relaciones entre inmigrantes y criollos y debilito la
organización del movimiento obrero que resentía el grado de heterogeneidad nacional de los trabadores. El
flujo inmigratorio atentaba contra la homogeneidad interna del movimiento obrero del mismo modo que
afectaba en cada colectividad la posición de las elites inmigratorias. Los grupos dirigentes vivieron en tensión
con las bases que representan y en permanente puja con los inmigrantes que escapan a esa densa red y se

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insertaban a través de otros mediadores en la sociedad. Muchos habían esperado que la inmigración fuese la
llave del proceso proyectado por Alberdi y Sarmiento. Las expectativas se habían cumplido; en la ciudad de
Buenos Aires, los extranjeros predominaban en todas las actividades productivas, en la industria, en el
comercio, como patrones o artesanos, como inquilinos o propietarios, como obreros o empleados. Sin
embargo, era temor y decepción de los miembros de la elite criolla. La situación concitaba críticas, se
observaba un abismo entre la condición del habitante extranjero industrioso y la del ciudadano criollo
sometido del fraude electoral. Una interpretación sobre la inmigración encuentra explicación para comprender
la vulnerabilidad del sistema político que el desinterés de los inmigrantes en tomar carta de ciudadanía. La
trama entre sociedad civil y política se revela en las formas de expresión que adopto la opinión pública,
mantenida por lectores extranjeros que no tenían derecho a voto pero eran activos a la hora de peticionar o
adherir a alguna de las facciones criollas apoyadas en un sistema que promovió el fraude.

INMIGRANTES Y POLITICA

La construcción de una opinión pública. A comienzos del 80, se publicaban 148 periódicos. Los cronistas de la
época relacionaban la proliferación de diarios con el crecimiento económico y con la inmigración también
con la pax roquista. La oposición se refugiaba en la prensa y el fraude imperaba en las urnas. El diarismo es
un fenómeno que influía a todos los sectores sociales. La Prensa y La Nación encabezan, los seguían la Patria
Italiana y El Nacional. El país había duplicado sus publicaciones tanto nacionales como extranjeras. En 1914, el
censo nacional demostró que el panorama periodístico se había transformado. Ni Buenos Aires ni las provincias
del litoral contaban con algún órgano extranjero. Las publicaciones argentinas en cambio, habían aumentado.
La novedad la constituían las numerosas revistas ilustradas: Mundo Argentino, Caras y Caretas y Fray Mocho.
Solo un diario extranjero logro crecer hasta emular el proceso de concentración de los argentinos: la Patri degli
Italiani. El vertiginoso crecimiento de la prensa se vinculaba a la urbanización acelerada, el alto grado de
movilización social y el elevado nivel de instrucción pública alcanzado por la población escolar.

Los inmigrantes con voz y sin voto: el caso de los italianos. 1880 fue un año bisagra en la vida política
argentina. El arribo masivo de inmigrantes coincidió con el inicio de la presidencia de Roca. La sucesión de
Avellaneda dio lugar a un complejo control electoral. Se produjo la revolución y el triunfo de Roca que llevo la
federalización de la ciudad de Buenos Aires, exiliaron del poder a la oposición liberal. Bajo este sistema de
hegemonía gubernamental, la oposición hizo abandono de las urnas, multiplico su capacidad de protesta a
través de los diarios. Floreció la prensa italiana que aspiraba a representar los intereses de la colectividad;
nutría una extensa red de asociaciones de ayuda mutua y periódicos que recreaban la imagen de una
colectividad activa y organizada en torno a sus instituciones. Los directores de los diarios italianos aspiraban
a representar las voces de la opinión connacional y los intereses de los miembros de la colectividad. Hubo
una multiplicación de los diarios extranjeros con vocación política. Entre la opinión pública y el voto, mediaban
diferentes clases de manifestaciones, que lo italianos traducían como comizio, definía tanto una movilización
como un acto electoral. ¡Queremos la escuela laica! 1883 marco el reinicio de la actividad política y pública en
Buenos Aires. Distintos episodios tuvieron a la prensa de opinión en vilo y provocaron agitación pública. La
ciudad asistió a la reapertura de la vida municipal y la oposición bajó a los atrios. El club Liberal organizo un
mitin en defensa de la escuela laica, en el que participaron todas las colectividades extranjeras. Los católicos
respondieron con otra manifestación. La prensa polemizo sobre las leyes laicas. La participación de los
extranjeros organizados en los mítines fue muy superior en número a la de los argentinos. El domingo, ¿día de
culto o de trabajo? 1881, el intendente Torcuato de Alvear había dispuesto una ordenanza que establecía el

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descanso dominical. La posibilidad de revancha había llegado con la reciente elección del Consejo Deliberante.
La elección había agitado la opinión pública que se decidió a participar en los comicios que por la ley
habilitaban el voto de los extranjeros, comerciante, profesionales y propietarios y a los calificados para ser
elegidos. Unos meses después del acto electoral, el consejo deliberante dispuso la derogación de la ordenanza
de Alvear. Los argumentos de los diarios italianos fueron insistieron sobre el derechos de los obreros a trabajar
todos los días de la semana. El descanso no era una conquista sobre la burguesía como sostenía la prensa
liberal. Debía haber plena libertad de contratación laboral, sin intervención de la autoridad pública. El
intendente desestimo la crítica y explico que las razones del descanso dominical no revestían un carácter
religioso sino de higiene. El conflicto llego a la casa rosada, Roca envió al congreso un proyecto de restricción
del derecho de voto a los extranjeros. El consejo fue intervenido, las elecciones quedaron suspendidas y el
espacio de participación electoral a escala urbana se cerró.

Los inmigrantes en la revolución del 90 La crisis económica y la revolución de 1890 fue un episodio crucial en
el proceso de consolidación del orden conservador. Lo que la élite política exigió en la revolución del Parque
fue la regeneración del sufragio. La prensa extranjera definió una estrategia para colocar la cuestión de los
derechos políticos a través de una propuesta de nacionalización de los extranjeros. Había un amplio número
de italianos que vivían ajenos al desarrollo asociativo de las colectividades e insertos en la sociedad,
sufriendo los avatares de la política clientelista criolla. Los publicistas italianos observaron lo vulnerable que
era la presencia institucional de la colectividad. Su figura, ya no cumplía con el artífico de la representación
del conjunto de la población connacional. El proyecto de nacionalización resurgió y la participación política de
los extranjeros fue presentada como una cura del sistema. La revolución que derroco a Juárez Celman fue
vista como una razón para justificar la demanda de ciudadanía. Los diarios italianos abandonaron la retórica de
no intervenir en los asuntos internos pues pesaba la censura de prensa. Lo episodios fueron minuciosamente
registrados, destacaron el aspecto festivo que tenía la ciudad al día siguiente de la renuncia del presidente. El
festejo popular más publicitado en la prensa fue el gran mitin del triunfo organizado por la unión cívica en
honor a Alem. La participación de las colectividades extranjeras fue destacada por la prensa. En la década del
90, la campaña por la naturalización de los extranjeros concito adhesiones en Buenos Aires pero agito a las
colonias agrícolas donde predominaban los inmigrantes. Este clima se potencio tras la decisión de la
convención constituyente de suprimir el derecho de voto municipal a los extranjeros. ¡Todos argentinos! En
1887 un comerciante español y un editor alemán formaron una asociación patriótica con la intención de
promover una ley que otorgara la nacionalización de los extranjeros sin previa petición y con la garantía de no
perder la nacionalización de origen. Este proyecto fue apoyado por senadores roquistas y por miembros de la
Unión Industrial Argentina. El proyecto encontró resistencia en Sarmiento que defendió la legislación de la
constitución del 53 que establecía que la ciudadanía se obtenía dos años después de haber sido solicitada y se
recibía renunciando a la sujeción del país de donde procedencia. En 1890 el general diputado Lucio Mansilla
planteaba otorgar la ciudadanía automática a todo aquel que tuviese más de siete años de residencia en el país
y poseyera propiedades o esposas argentinas. Los periodistas italianos desgranaron sus argumentos en los
diarios; azuzaron la idea de superioridad racial. Concluyeron que la sociedad argentina era inepta racialmente
para gobernarse y necesitaba la transfusión de sangre europea para dotarse de administradores y legisladores
apropiados. La idea regeneracionista adquirió una carga valorativa que quedo asociada con las concepciones
sobre la selección natural aplicadas a la evolución social. Se trataba de exigir la representación de los intereses,
la legitimación política para quienes producían riqueza y bienestar. Los diarios italianos iniciaron sus campañas
alineados en organizaciones de propaganda diferentes. Compartieron reuniones y manifiestos pero se

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diferenciaron en sus propuestas de acción. La presencia pública en las puertas del congreso volcaría la decisión
en favor de la reforma de la ley. La primera expresión de protesta provino del mismo seno de la colectividad.
Un grupo de dirigentes de las asociaciones mutuales creyó ver en la obtención de los derechos políticos motivo
de luchas en el seno de cada colonia extranjera y entre cada una de ellas por la primacía política. Formularon
su propuesta: una nacionalización selectiva. El proyecto de ley elaborada da por Masilla paso a comisión, no
había posibilidad de reforma. La rebelión de los gringos. En las colonias agrícolas de Santa Fe se produjo una
agitación que derivo en violencia armada. A la ley que privo el voto municipal a los extranjeros, surgió otra que
gravo con impuestos la venta de trigo y lino. La resistencia fue inmediata. La organización de los colonos se
articuló en estructuras que superaban los límites provinciales. Se trataba también de preservar los derechos
cívicos: la instrucción pública, la justicia de paz, el registro de la propiedad y el registro civil. Los vínculos con la
UCR se multiplicaron con la intención de encontrar en los colonos nuevos electores para oponerse a la política
gubernamental. Los radicales justificaron la necesidad de reformar la ley de nacionalización y sostuvieron el
derecho de los extranjeros de participar en los mítines políticos como vecinos, contribuyentes y propietarios.
Sin embargo, había pocos propietarios y más peones y arrendatarios, sobre quienes recayó en peso del
impuesto. La resistencia al impuesto concluyo con el recurso al motín y a la sublevación armada. El movimiento
de los colones en armas confluyo con la revolución radical de 1893. Primo la conciliación y tanto los radicales
como los colonos lanzaron una campaña en pro de nacionalización de los extranjeros y su participación en la
política provincial. La situación se deterioró. Estallo una nueva revolución radical. La participación extranjera
genero una reacción xenófoba explotada por los caudillos autonomistas. La caza del gringo comenzó y en todas
las colonias se sucedieron los saqueos, asesinatos y detenciones de colonos italianos. Los hechos provocaron la
reacción consular, acompañada de una campaña de indignación en la prensa italiana. En 1894 el autonomismo
se impuso y articuló un discurso de conciliación con los colonos. Las promesas del gobernador de suprimir los
impuestos y devolver el derecho de voto municipal a los extranjeros no se cumplió. El proyecto de
nacionalización de los extranjeros, nunca logró traspasar el ámbito de comisión. El frustrado proyecto trajo
problemas, el primero cómo construir la nacionalidad en un país de inmigrantes si estos defendían el doble
vínculo con sus respectivos países de origen. En 1912 se impuso la reforma electoral pero la nacionalización de
los inmigrantes ya no era importante, pues sus hijos se reconocían como argentinos con plenos derechos y se
disponían a votar.

HABITANTE O CIUDADANO: UNA BRECHA QUE NO CIERRA

¡Siempre la confusión de lenguas! Sarmiento siguió con mayor atención la trayectoria pública de las
asociaciones de inmigrantes y de sus órganos de prensa. En cada ocasión, elevó su voz para denunciar la
amenazante realidad de un país sin ciudadanos y critico la renuencia de los inmigrantes a adoptar la
nacionalidad argentina. Esta visión, adquirió un tono cada vez más crítico. En 1883, Sarmiento exigía el
concurso político de los inmigrantes. Descargo su terrible prosa sobre el conjunto de la dirigencia institucional
italiana y sobre los periodistas y redactores de los diarios de la colectividad. Sarmiento murió en 1888, meses
antes de que se iniciara la campaña por la nacionalización en la prensa italiana. Los defensores de la
nacionalización creyeron posible articular un partido de la colonia que representara los intereses de los grupos
inmigratorios. Sarmiento había sostenido la nacionalización como vía de asimilación para constituir una nueva
ciudadanía que disolviera las fronteras entre criollos y extranjeros. Las conclusiones del congreso fueron
perturbadores ponían en cuestión el sistema educativo nativo. Admitían en los programas de las escuelas la
enseñanza de la lengua castellana, la historia y la geografía argentina. Las escuelas se multiplicaron pero la
creación de mutuales italianas debilito el conjunto del movimiento. Muchas sociedades surgieron de escisiones
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institucionales que dispersaron el esfuerzo acumulado mientras disminuía el número de niños inscriptos en sus
escuelas. Los efectos de la ley de 1420 comenzaban a hacerse sentir sobre el conjunto social del país y era
evidente que una proporción insignificante de niños italianos se inscribían en las escuelas de la colectividad.
Sarmiento que después de Caseros aposto a la educación pública como recurso para transformar a criollo e
inmigrantes en un solo pueblo descubrió treinta años después el error de su optimismo. Reinaba una república
sin ciudadanos habitada por extranjeros. El estado imponía una liturgia patria escolar y civil con el objeto de
transmitir los símbolos de la nacionalidad argentina. Los valores de la educación patriótica se impartían como
consejos a los maestros que formaban futuros ciudadanos. A comienzos del s XX estallo un debate que
involucro a escritores, periodistas y educadores en torno a la inmigración. Como José Ingenieros, argumentaba
que el proceso inmigratorio había formado una raza argentina y rechazó las teorías que justificaban el
antisemitismo, sostuvo la superioridad de la raza blanca sobre el mestizaje propio del mundo indoamericano.
Una crítica sin contemplaciones fue la de Agustín Álvarez y su temor de que el medio ambiente de tradición
española concluyera por absorber la inmigración extranjera, portadora de ideas y sentimientos superiores. Este
debate motivo la intervención del estado sobre la educación. El nacionalismo emergió como una nueva política
pedagógica. La cuestión nacional argentina dejo de considerarse como un ámbito de tradiciones en disputa, la
elite dirigente en pleno proceso de argentinización solo se reconocía en las raíces hispanas. El impacto sobre la
colectividad italiana fue inmediato. Hacia 1916 el proceso se había completado en la esfera simbólica.

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