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alabanza. Parte1
A la mayoría de los cristianos dentro de una iglesia, quizás no les resulten tan singulares
sus maestros que le imparten una enriquecedora enseñanza bíblica cada domingo en la
escuela dominical. Tampoco la gente se fija mucho en aquellos que un día les ministraron
a través de una sencilla oración de fe; ni en aquellos valientes y esforzados guerreros
espirituales que, con su intercesión y ayunos constantes, se convierten en pilares
espirituales de su congregación.
De manera similar, nadie tiende a admirar a quienes trabajan para el Señor en el área
administrativa de su iglesia; ni a los que fielmente sirven como ujieres y porteros, como
consejeros o como evangelistas de casa en casa. Mucho menos, alguien se fija en aquellos
preciosos servidores que a diario mantienen en orden el templo, y limpio el suelo que
todos pisan; ni tampoco se le concede mayor relevancia a los encargados tras bastidores
de toda la logística y aspectos técnicos de audio, iluminación o video durante cada culto
o servicio.
Todos esos que mencioné en los dos párrafos anteriores son solo algunos ejemplos de
las formas diferentes, importantes y necesarias del servicio a Dios dentro de una
iglesia. Pero como anoté hace un momento, muchas veces pasan de inadvertidas y casi
”de incógnito“ ante el común de las personas de su congregación. Corroborando esto que
digo, y solo como ejercicio curioso, pensemos en lo siguiente: si en las iglesias de
congregaciones numerosas indagáramos a los nuevos creyentes (a los que tienen todavía
muy poco tiempo de congregarse en ellas) y les preguntásemos si conocen y pueden
indicarnos, aunque sea de vista, quiénes son los diferentes líderes y servidores de su
iglesia (tales como los diáconos, ancianos, superintendentes, maestros, directores de
departamentos, directores de redes o células, las secretarias, los administrativos y
demás); probablemente no tengan mucha idea de cuáles son estos líderes.
A lo más, sabrán reconocer solamente quiénes son los pastores y predicadores de su
congregación. Pero lo más seguro es que aún las personas nuevas en la iglesia sabrán
identificar con facilidad y podrán señalarnos e indicarnos cuáles son los cantantes y los
músicos de su iglesia. Y esto es precisamente porque los ministros de la música están
siempre al frente y porque la música es un medio llamativo; lo que hace a estos ministros
un tanto ”populares“ y ”destacados“, aún sin siquiera ellos procurar que sea así.
Por ser los cantantes y músicos, en cierta forma, lo que podría decirse ”figuras públicas“
dentro de su congregación, esto hace que sus logros y cualidades, así como sus faltas y
errores, sean también mucho más notorias que los de otros, debido a que siempre están
en la mira de los demás; razón suficiente para llevar una vida límpida y transparente. Es
que quien sirve a Dios en la alabanza y adoración como ministerio, ya sea cantando o
tocando algún instrumento musical, de una u otra forma es un artista. Esto lo digo en el
sentido específico de que expresa una forma de arte (tal como lo hace un pintor, un
escultor, un poeta o un actor); solo que, en este caso, esta expresión artística es la
música. Pero no sucede así con la mayoría de los demás ministerios en la obra del Señor,
los cuales no echan mano de algún tipo de arte escénica para su ejecución. Es una
realidad innegable que quienes son capaces de crear o expresar algún tipo de arte
escénica (llámese actuación y teatro, danza, música o canto), siempre atraerán hacia sí
a personas que apreciarán esa expresión artística y que, en cierta forma, los admirarán.
Y esto no sucede solo con los artistas en el mundo secular (es decir, fuera del ámbito
cristiano); sino que aún dentro de la iglesia del Señor los mismos creyentes suelen
levantar íconos para admirar, de cantantes o músicos que son de su agrado o que les
resultan de bendición. Incluso, algunos los toman como ejemplo a seguir y los tratan de
imitar. Por eso, es una gran responsabilidad ser una “persona pública “dentro de un
ministerio (cualquiera que este fuera).
Aquí valdría la pena recordar aquel pensamiento, quizás ya algo trillado, pero que tiene
mucho de cierto: ”No puedes evitar que los pájaros revoloteen sobre tu cabeza, pero sí
puedes impedir que hagan nido en ella“. Si somos tentados a la vanagloria, recordemos
lo siguiente:
“No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, sino a tu Nombre da gloria, por tu misericordia,
por tu verdad.“ Salmo 115:1
”Ciertamente Dios no oirá la vanidad, ni la mirará el Omnipotente”. Job 35:13
”No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la
masa?“ 1 Corintios 5:6
”Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es
mala.“ Santiago 4:16
”Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad…“ Filipenses 2:3
”Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.“ 1 Corintios 10:12
Muy comúnmente sucede que los creyentes que son bendecidos por Dios a través del
ministerio de un cantor o músico, se acercan a éste con toda sinceridad al final del culto
para comunicarle con alegría la bendición que recibieron. Y eso en sí no tiene nada de
malo. Pero el error está en que estos bien intencionados hermanitos, sin darse cuenta y
por falta de sabiduría, terminan alabando con sus comentarios al ministro de alabanza,
en lugar de alabar al Dios de la alabanza. Que conste que no voy a exagerar, sino que
cosas como las que mencionaré a continuación suceden con frecuencia en las iglesias.
Incluso, varias de ellas las he escuchado de primera mano, tanto hacia mí como hacia
otros compañeros de ministerio. Por ejemplo, al final del culto se acercan al cantante y
le dicen cosas así como estas:
”Oiga, ¡qué bonito cantó usted!“
”¡Qué voz más linda la suya!“ – (en tono de suma admiración).
”Usted es el que más me gusta oír cantar en esta iglesia“.
”¡Solo cuando usted dirige la alabanza es que yo recibo tanta bendición!“
”Ay… – (con tono de disgusto) – ¡Yo no sé por qué ponen a otros a cantar aquí, si usted
es el único que siempre debería dirigir la alabanza en esta iglesia!”
”¿Sabe qué? Yo me quedé en esta iglesia porque me encanta cómo usted canta“.
”¡Con razón que cayó la presencia de Dios! – (y luego, exhalan un suspiro) – …Si es que
usted canta como un ángel…“
Y para con los músicos no se quedan atrás los halagos. Les dicen por ejemplo alguna de
estas cosas:
“Oiga, me impresionó… – (y mientras, le dan unas palmaditas en la espalda)… Yo no
sabía que usted era todo un profesional“.
”¡Usted sí que sabe tocar bien el… – (póngase aquí el nombre del instrumento) -!“
“Lo felicito. Usted toca hermoso“.
En tono de gran solemnidad: “Realmente usted es un músico virtuoso“.
“Ahhh… – (con un suspiro de por medio) – …si yo supiera tocar tan lindo como usted…“
Con tono imperativo: ”Los otros músicos del grupo deberían aprender a tocar como
usted“.
Con aire de admiración: ”¡Usted es el mejor músico en esta iglesia!“.
http://www.directordealabanza.com/2014/12/02/caracteristicas-indispensables-en-un-ministro-de-
alabanza-parte-2/