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Características indispensables en un ministro de

alabanza. Parte1

Humildad y sencillez, características


indispensables en un ministro de alabanza
Sea cual sea aquello que tú o yo hagamos para Dios, creo que será importante y valorado
por el Señor si es que realmente lo hacemos con un corazón alegre y sencillo, por amor
a él. Pienso que la humildad y sencillez de corazón son características indispensables en
la vida de todo creyente; pero sobre todo, resultan imprescindibles como parte del
carácter de todo aquel que sirve a Dios en cualquier ministerio. Existen en la viña del
Señor incontables formas de servirle. Algunas de ellas, muy a la vista de todos; y otras
más, que pareciera que solo Dios las ve. Al respecto, he notado algo particular: el
trabajar o servir en el ministerio de la alabanza a Dios tiene una característica que lo
diferencia un poco de los demás ministerios y que suele ser la caída de algunos ministros
y servidores: es que, quiérase o no, resulta un ministerio vistoso y atractivo, ”entre
brillos y luces“. Pero, ¿en qué sentido lo digo? Bueno, pues, veamos:

Que no te deslumbren las luces:


La música para exaltar a Dios es un ministerio que se realiza para el Señor, pero que se
desarrolla de manera pública. Es decir, no se ejecuta en secreto o de una manera
discreta, como algunos otros ministerios. Al contrario, el trabajo realizado en la
alabanza,como ministerio, está y estará forzosamente a la vista de los demás.
Además, por la naturaleza del ministerio mismo en sí (que se ejecuta teniendo como
móvil la música y el canto, que son formas o expresiones de arte), llega a ser un
ministerio que la gente tiende a admirar. Incluso, llegan a admirar al propio ministro de
la música. Y es precisamente dicha característica de ”brillo“ de este ministerio lo que se
convierte en el ”talón de Aquiles“ de algunos cantantes y músicos cristianos.
Quienes son usados por Dios en el ministerio de la música, suelen ser el blanco
”ideal“, por así decirlo, de quienes tienden a enaltecerlos o a ponerlos en un pedestal,
debido a la vistosidad y atractivo mismo del ministerio en sí.

A la mayoría de los cristianos dentro de una iglesia, quizás no les resulten tan singulares
sus maestros que le imparten una enriquecedora enseñanza bíblica cada domingo en la
escuela dominical. Tampoco la gente se fija mucho en aquellos que un día les ministraron
a través de una sencilla oración de fe; ni en aquellos valientes y esforzados guerreros
espirituales que, con su intercesión y ayunos constantes, se convierten en pilares
espirituales de su congregación.
De manera similar, nadie tiende a admirar a quienes trabajan para el Señor en el área
administrativa de su iglesia; ni a los que fielmente sirven como ujieres y porteros, como
consejeros o como evangelistas de casa en casa. Mucho menos, alguien se fija en aquellos
preciosos servidores que a diario mantienen en orden el templo, y limpio el suelo que
todos pisan; ni tampoco se le concede mayor relevancia a los encargados tras bastidores
de toda la logística y aspectos técnicos de audio, iluminación o video durante cada culto
o servicio.
Todos esos que mencioné en los dos párrafos anteriores son solo algunos ejemplos de
las formas diferentes, importantes y necesarias del servicio a Dios dentro de una
iglesia. Pero como anoté hace un momento, muchas veces pasan de inadvertidas y casi
”de incógnito“ ante el común de las personas de su congregación. Corroborando esto que
digo, y solo como ejercicio curioso, pensemos en lo siguiente: si en las iglesias de
congregaciones numerosas indagáramos a los nuevos creyentes (a los que tienen todavía
muy poco tiempo de congregarse en ellas) y les preguntásemos si conocen y pueden
indicarnos, aunque sea de vista, quiénes son los diferentes líderes y servidores de su
iglesia (tales como los diáconos, ancianos, superintendentes, maestros, directores de
departamentos, directores de redes o células, las secretarias, los administrativos y
demás); probablemente no tengan mucha idea de cuáles son estos líderes.
A lo más, sabrán reconocer solamente quiénes son los pastores y predicadores de su
congregación. Pero lo más seguro es que aún las personas nuevas en la iglesia sabrán
identificar con facilidad y podrán señalarnos e indicarnos cuáles son los cantantes y los
músicos de su iglesia. Y esto es precisamente porque los ministros de la música están
siempre al frente y porque la música es un medio llamativo; lo que hace a estos ministros
un tanto ”populares“ y ”destacados“, aún sin siquiera ellos procurar que sea así.
Por ser los cantantes y músicos, en cierta forma, lo que podría decirse ”figuras públicas“
dentro de su congregación, esto hace que sus logros y cualidades, así como sus faltas y
errores, sean también mucho más notorias que los de otros, debido a que siempre están
en la mira de los demás; razón suficiente para llevar una vida límpida y transparente. Es
que quien sirve a Dios en la alabanza y adoración como ministerio, ya sea cantando o
tocando algún instrumento musical, de una u otra forma es un artista. Esto lo digo en el
sentido específico de que expresa una forma de arte (tal como lo hace un pintor, un
escultor, un poeta o un actor); solo que, en este caso, esta expresión artística es la
música. Pero no sucede así con la mayoría de los demás ministerios en la obra del Señor,
los cuales no echan mano de algún tipo de arte escénica para su ejecución. Es una
realidad innegable que quienes son capaces de crear o expresar algún tipo de arte
escénica (llámese actuación y teatro, danza, música o canto), siempre atraerán hacia sí
a personas que apreciarán esa expresión artística y que, en cierta forma, los admirarán.
Y esto no sucede solo con los artistas en el mundo secular (es decir, fuera del ámbito
cristiano); sino que aún dentro de la iglesia del Señor los mismos creyentes suelen
levantar íconos para admirar, de cantantes o músicos que son de su agrado o que les
resultan de bendición. Incluso, algunos los toman como ejemplo a seguir y los tratan de
imitar. Por eso, es una gran responsabilidad ser una “persona pública “dentro de un
ministerio (cualquiera que este fuera).

¡Cuidado con la vanagloria!


Entre más usado por Dios sea un músico o cantante, las personas más lo admirarán y
hasta lo tomarán como ejemplo a seguir. Incluso, mayor riesgo correrá de ser exaltado
e idealizado por la gente.
Y esto sucede a veces sin ninguna mala intención por parte de quienes lo admiran. Por
eso, el ministro que sirve a Dios en este ministerio no puede cerrar los ojos ante esta
realidad y debe estar apercibido para guardarse y no dejar en su corazón ni el más
mínimo lugar a la vanagloria. Y si somos honestos, me atrevería a pedir que tire la
primera piedra aquel cantante o músico cristiano que, siendo de gran bendición a las
personas con su ministerio, nunca, jamás, ni por un instante en su vida le ha picado el
gusanillo de la vanidad, la autosuficiencia o el orgullo al ejercer su ministerio, y viendo
lo bien que le salen las cosas. Que lance la primera piedra aquel ministro a quien nunca
el diablo le ha susurrado al oído palabras que le inciten a la jactancia, aunque sea en lo
íntimo de su corazón.
Y sé que los ministros de alabanza saben a lo que me refiero. La clave está en cómo
reaccionamos y cuál es la actitud que tomamos si pasa por nuestra cabeza algún
pensamiento de esa índole. Si lo albergamos y empezamos a ”acariciarlo“, es el comienzo
de la caída. Pero si inmediatamente desechamos cualquier tipo de actitud que sabemos
que desagrada a Dios y ponemos los pies sobre la tierra, sabiendo que todo lo debemos
siempre al Señor y que sola y exclusivamente a él pertenece toda gloria por lo bueno que
podamos hacer, entonces vamos en el camino correcto.
Si sentimos que brota en nuestro interior aunque sea una pequeña chispa de orgullo,
vanidad, pretensión, prepotencia, jactancia, altivez, soberbia o autosuficiencia; entonces,
hay que apagar inmediatamente esa chispa con el río de agua viva que fluye y que viene
de Dios.

Aquí valdría la pena recordar aquel pensamiento, quizás ya algo trillado, pero que tiene
mucho de cierto: ”No puedes evitar que los pájaros revoloteen sobre tu cabeza, pero sí
puedes impedir que hagan nido en ella“. Si somos tentados a la vanagloria, recordemos
lo siguiente:
“No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, sino a tu Nombre da gloria, por tu misericordia,
por tu verdad.“ Salmo 115:1
”Ciertamente Dios no oirá la vanidad, ni la mirará el Omnipotente”. Job 35:13
”No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la
masa?“ 1 Corintios 5:6
”Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es
mala.“ Santiago 4:16
”Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad…“ Filipenses 2:3
”Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.“ 1 Corintios 10:12

Casos y cosas que pasan:


Cuando el Señor utiliza a sus hijos (tales como predicadores, evangelistas, pastores,
etc.) como instrumentos para hacer milagros, sanidades y
prodigios, estos también corren el riesgo de ser exaltados e idealizados por la
gente. Pero, dada la naturaleza sobrenatural de las obras que Dios haga a través de ellos,
estos siervos saben muy dentro de sí que humanamente les sería imposible realizar tales
maravillas. Eso les hace mantener los pies sobre la tierra (a la mayoría de ellos), pues se
entiende, y ellos mismos comprenden, que hacer esos milagros no depende de sus
capacidades humanas, sino tan solo de Dios.
Sin embargo, cuando el Señor usa a sus ministros de la música para realizar maravillas
y tocar y bendecir a su pueblo a través de la alabanza y adoración, es más fácil que (tanto
la gente como ellos mismos) lleguen a pensar, erróneamente, que fueron sus habilidades
o talentos los que humanamente lograron las cosas. Por ejemplo, hay gente en las
congregaciones que llega a pensar que sintieron algo bonito porque la música estuvo bien
ejecutada o bien cantada; o que descendió la presencia del Señor porque quien dirigía
los cantos era un ministro experimentado. O que, por el simple hecho de tratarse de un
ministro famoso, el concierto fue de gran bendición. O tal vez puedan creer que la música
llegó al corazón de los oyentes porque el que dirigió la alabanza tenía una dulce y
hermosa voz. Nada más equivocado.
En otras palabras, hay cristianos que cuando sienten que son bendecidos por Dios a
través de algún ministro, atribuyen los honores a éste, en lugar de dárselos al Señor.
Cuando Dios usa a sus ministros de la música para bendecir a su pueblo, démosle a Dios
la gloria por eso.

Muy comúnmente sucede que los creyentes que son bendecidos por Dios a través del
ministerio de un cantor o músico, se acercan a éste con toda sinceridad al final del culto
para comunicarle con alegría la bendición que recibieron. Y eso en sí no tiene nada de
malo. Pero el error está en que estos bien intencionados hermanitos, sin darse cuenta y
por falta de sabiduría, terminan alabando con sus comentarios al ministro de alabanza,
en lugar de alabar al Dios de la alabanza. Que conste que no voy a exagerar, sino que
cosas como las que mencionaré a continuación suceden con frecuencia en las iglesias.
Incluso, varias de ellas las he escuchado de primera mano, tanto hacia mí como hacia
otros compañeros de ministerio. Por ejemplo, al final del culto se acercan al cantante y
le dicen cosas así como estas:
 ”Oiga, ¡qué bonito cantó usted!“
 ”¡Qué voz más linda la suya!“ – (en tono de suma admiración).
 ”Usted es el que más me gusta oír cantar en esta iglesia“.
 ”¡Solo cuando usted dirige la alabanza es que yo recibo tanta bendición!“
 ”Ay… – (con tono de disgusto) – ¡Yo no sé por qué ponen a otros a cantar aquí, si usted
es el único que siempre debería dirigir la alabanza en esta iglesia!”
 ”¿Sabe qué? Yo me quedé en esta iglesia porque me encanta cómo usted canta“.
 ”¡Con razón que cayó la presencia de Dios! – (y luego, exhalan un suspiro) – …Si es que
usted canta como un ángel…“
Y para con los músicos no se quedan atrás los halagos. Les dicen por ejemplo alguna de
estas cosas:
 “Oiga, me impresionó… – (y mientras, le dan unas palmaditas en la espalda)… Yo no
sabía que usted era todo un profesional“.
 ”¡Usted sí que sabe tocar bien el… – (póngase aquí el nombre del instrumento) -!“
 “Lo felicito. Usted toca hermoso“.
 En tono de gran solemnidad: “Realmente usted es un músico virtuoso“.
 “Ahhh… – (con un suspiro de por medio) – …si yo supiera tocar tan lindo como usted…“
 Con tono imperativo: ”Los otros músicos del grupo deberían aprender a tocar como
usted“.
 Con aire de admiración: ”¡Usted es el mejor músico en esta iglesia!“.

En otras ocasiones los propulsores de levantar”íconos“para admirar e idealizar, y esto,


sin ninguna mala intención, son los propios medios de comunicación cristianos. Podemos
ver lo que sucede cuando se aproxima a nuestro país la visita de algún cantante muy
usado por Dios internacionalmente, así como cuando un talento nacional cristiano lanza
una nueva producción musical (y supongo que lo mismo sucede en otras latitudes): las
emisoras de radio y de televisión cristianas se saturan de anuncios, música, videos,
documentales, entrevistas y todo tipo de propaganda alusiva a dicho cantante o grupo
musical.
El inconveniente no está precisamente en eso, sino en la manera en que se publicita a
dichos ministerios. El principal objetivo al publicitarlos debería ser aprovechar para
extender de esa forma el mensaje del Evangelio, a través de la música y testimonio de
tal músico o cantante. Sé que además de eso, es bueno, importante y necesario hacer
publicidad de los conciertos, presentaciones y de las producciones musicales de los
ministros del Señor (con lo cual estoy totalmente de acuerdo). Hay que promover el
talento cristiano, sea éste nacional o extranjero. Pero hay que tener cuidado en la manera
en cómo esto se hace.
Hay que publicitar a los ministros de la música, pero siempre, concediéndole la honra y
la preeminencia solo a Dios. Muchas veces se pondera y se le dan demasiados honores,
títulos y elogiosa a ese hermano, hermana o grupo musical (tal como sucede también
con algunos predicadores); a tal punto en que, sin querer, lo que se termina haciendo es
exaltar a los ministros de Dios, quienes al fin y al cabo, no son más que simple vasos
usados por el Señor; y que sin Dios, nada de lo que hacen tendría valor.EXALTEMOS AL
ALFARERO, NO A LA VASIJA:”Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la
excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros.“
2 Corintios 4:7.

Características indispensables en un ministro de


alabanza. Parte 2

Seamos prudentes de labios


En este punto quiero dirigirme, no al ministro de la música a quien con frecuencia la gente está
alabando, sino a aquellos buenos hermanos que, sin ninguna mala intención, tienen la costumbre de
enaltecer, idealizar y elogiar personalmente y en demasía a predicadores y ministros de alabanza.
Mis queridos hermanos: hacer eso no es bueno; ni para ellos, ni para ustedes. Quizás en un momento
dado ustedes se sientan gozosos por el trato y el toque del Señor en sus vidas, lo cual sucedió durante
el tiempo de alabanza y adoración a Dios en la iglesia, o a través del ministerio de tal o cual cantante
o músico. Por eso, tal vez quieran acercarse a esa persona para comunicarles de qué forma ese
ministerio ha sido de bendición para la vida de ustedes. Eso en sí no es malo.
El asunto es la forma en que algunos lo hacen. El detalle está en comprender que es Dios quien
hace y obra en los corazones y en las vidas de cada quien. Hay que entender que hay poder en la
alabanza a Dios porque él así lo determinó. Hay que saber que Dios busca verdaderos adoradores y
que cuando lo adoramos en espíritu y en verdad ocurren grandezas y maravillas. Pero todo, todo, todo
eso depende, está y reside en el poder de Dios; y jamás en la acción del hombre. Por tanto, si
sabemos y estamos convencidos de esto último, no tendremos por qué pensar siquiera en alabar al
hombre por algo que viene de Dios.
Es que en ocasiones, en vez de nuestros elogios resultar de bendición para ese ministro (como
quizás era nuestra intención) terminan siendo más bien de tropiezo para éste, si es que no tiene la
madurez necesaria para lidiar espiritualmente con tales halagos que se le otorgan.
Proverbios 29:5
“El hombre que lisonjea a su prójimo, red tiende delante de sus pasos”.
Proverbios 16:23
“El corazón del sabio hace prudente su boca, y añade gracia a sus labios“.
Proverbios 20:15
“Hay oro y multitud de piedras preciosas; mas los labios prudentes son joya preciosa”.
Ahora bien, quizás muchos me dirán que hay que reconocer y estimular a la gente y que todo ser
humano necesita saber, aunque no lo admita, que es útil y sentirse aceptado por los demás. Que por
eso, cuando alguien hace algo bien, hay que decírselo. Incluso, es como una especie
de retroalimentación, la cual nos impulsa a seguir haciendo lo que hacemos con más empeño y
ahínco; además de que nos permite alegrarnos al conocer las buenas cosas que nuestro trabajo ha
generado. Bueno; todo eso es cierto y no lo contradigo. Incluso, encuentro versículos bíblicos para
corroborarlo:
Romanos 13:7,8
“Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto,
respeto; al que honra, honra. No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros…”
1 Tesalonicenses 5:11-13
“Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis. Os rogamos,
hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os
amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre
vosotros.”
Gálatas 6:6
“El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye”
Y esto de hacerlos partícipes “de toda cosa buena” se refiere tanto a lo material, como a lo emocional,
lo afectivo y lo espiritual. Pero el meollo del asunto es que debemos encontrar el balance
entre honrar al hombre en la forma en que Dios manda, sin caer en alabar al hombre y otorgarle el
crédito por las cosas de Dios; lo cual ya es algo muy distinto. Debemos diferenciar y no sobrepasar
la delgada línea que existe entre lo que implica estimar, reconocer y honrar con respeto a una
persona, y lo que implica enaltecer, alabar e idealizar a alguien.

¡Pasa pronto el balón!


Vuelvo ahora a dirigirme a los ministros de la música, con un sano consejo: Cuando alguien nos
adjudica algo de la gloria que solo pertenece a Dios, nunca debemos apropiárnosla, sino más bien,
enviarla inmediatamente “de rebote” hacia el trono de Dios. Es algo así como lo que sucede en un
partido de voleibol, cuando la pelota llega a las manos de un jugador, éste no la atrapa ni la retiene
(si lo hiciera, su equipo perdería puntos). Por el contrario, el objeto del juego es precisamente enviar
el balón lo más rápidamente posible al otro equipo.Si la bola se mantiene mucho tiempo (por más de
tres golpes) dentro del mismo equipo, éste pierde esa mano del juego.
Algo similar debemos hacer nosotros (y por nuestro propio bien), jamás retener “el balón” de la gloria
en nuestras manos, sino pasarla inmediatamente al Señor; (tal como si se tratase de una papa o
patata caliente, que no podemos sostener en nuestras manos, pues de hacerlo, nos quemaríamos).
Hay diferentes maneras de hacerle ver a aquella persona que nos está halagando que nos alegra
haber sido de bendición para su vida, pero que si le ha gustado lo que vio, escuchó o sintió, es gracias
a la unción, la gracia y el favor de Dios sobre nosotros, por su gran misericordia. Debemos exhortarle
a que alabe y le dé las gracias al Señor, si es que resultó bendecida por nuestro ministerio. Incluso,
hasta podemos pedirle a ese hermano o hermana que nos mantenga en sus oraciones, haciéndole
comprender nuestra total dependencia del Señor. Hay que hacerle entender (en pocas palabras, claro
está) que no se debe a nuestras habilidades o talentos, sino a Dios, quien es el que hace todas las
cosas; que solo hemos sido un simple instrumento o canal para que Dios bendiga a esa persona.
Pero para ello, es necesario que primeramente nosotros mismos estemos conscientes y convencidos
de que es así. Si no lo creemos nosotros mismos, ya vamos mal. Dicho de otra forma, al ver que
hemos sido o somos usados por Dios, debemos rendirle la gloria sola, total y completamente a Dios, y
no quedarnos ni siquiera con un poquito de ella. Y esto tenemos que hacerlo
tanto externamente (mediante nuestras palabras y acciones), como en lo más interno o escondido de
nuestro corazón, allí en donde nadie ve lo que hay, sino solo el Señor.
Cuando un ministro llega a ser alabado por la gente y no ha guardado su corazón, queda expuesto
a caer en vanagloriarse, tal vez muy dentro de sí, aún cuando no lo exprese
externamente. Posiblemente, con sus labios podría responder solemnemente delante de quien le
alaba: “La gloria es para Dios, hermano”, o “Todo eso es gracias al Señor”. Pero en lo oculto de su
corazón podría estar diciendo para sí mismo: “¡Cuán grandemente me usa Dios! ¡Qué talento tan
tremendo tengo! ¡Cuando yo ministro, todos ven la diferencia! ¡Conmigo sí que desciende la
presencia del Señor!” ¡Que el Señor nos libre de pensamientos así! Mas bien, “Acuérdate de Jehová
tu Dios…” (Deuteronomio 8:18).
Para recordar:
Proverbios 27:21
“El crisol prueba la plata, y la hornaza el oro, y al hombre, la boca del que lo alaba”.
Jeremías 17:9
“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que
escudriño la mente, que pruebo el corazón..”
Proverbios 4:23
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”.
La actitud correcta de todo ministro debería ser cederle al Señor el trono en nuestro corazón, para
que sea Él quien lo gobierne y no nuestras emociones. Al respecto, me gusta un pensamiento
de Charles Dickens que leí una vez y que expresa poéticamente esta gran verdad, de permitirle a
Dios que ordene y dirija nuestro corazón para sacar de éste buenas cosas: “El corazón humano es
un instrumento de muchas cuerdas; el Perfecto Conocedor de los hombres las sabe hacer vibrar
todas, como un buen músico”. Cedámosle al Gran Músico el instrumento de nuestro corazón, para
que Él saque de nosotros las más hermosas melodías.
Vistámonos por dentro y por fuera de humildad y
sencillez
Como mencioné al inicio de este artículo, pienso que la verdadera humildad y sencillez de corazón
es una cualidad indispensable, imprescindible e insustituible, la cual nunca debe faltar en un ministro
de Dios. ¡Y CUÁNTO MÁS SI SE TRATA DE UN MINISTRO DE ALABANZA! Pero,
lamentablemente, humildad y sencillez son virtudes que a algunos ministros de la música se le escapa
tan fácil como el agua entra las manos.
Siendo éste un ministerio CUYA ESCENCIA ES EXALTAR A DIOS, paradójicamente, es el ministerio
en donde los propios ministros más tienden a tomarse la exaltación para sí; y en el cual el propio
pueblo de Dios más acostumbra exaltar a los ministros, EN LUGAR DE EXALTAR SOLO A DIOS. El
ministro de alabanza debe tener siempre, pero siempre muy en claro, no solo en su mente sino
también en su corazón y aún muy dentro de su alma, que todo lo bueno que pueda llegar a ser y
hacer en esta vida es precisamente por Dios, para Dios y gracias a Dios; y que sino fuera por Dios
mismo, nunca podríamoshacer ni ser nada.
Siempre me gusta recordar el pasaje del libro de Daniel, acerca de lo que le sucedió al rey de
Babilonia, Nabucodonosor. Como Dios sabía lo que había en el corazón de este rey, le reveló en un
sueño lo que llegaría a acontecerle si se comportaba con jactancia y soberbia. Envió al profeta Daniel
con un mensaje de advertencia para él. Pero al parecer, el rey pronto lo olvidó. Y un año después del
sueño, esto fue lo que pasó:
28 Todo esto vino sobre el rey Nabucodonosor.
29 Al cabo de doce meses, paseando en el palacio real de Babilonia,
30 habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de
mi poder, y para gloria de mi majestad?
31 Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey
Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti;
32 y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los
bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene
el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere.
33 En la misma hora se cumplió la palabra sobre Nabucodonosor, y fue echado de entre los hombres;
y comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo, hasta que su pelo
creció como plumas de águila, y sus uñas como las de las aves.
34 Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y
bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su
reino por todas las edades.
35 Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el
ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué
haces?
36 En el mismo tiempo mi razón me fue devuelta, y la majestad de mi reino, mi dignidad y mi grandeza
volvieron a mí, y mis gobernadores y mis consejeros me buscaron; y fui restablecido en mi reino, y
mayor grandeza me fue añadida.
37 Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras
son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia.
Daniel 4:28-37
Algunas biblias subtitulan ese pasaje como “la locura de Nabucodonosor”. Es que el rey perdió
literalmente la razón. Pero esa locura le sobrevino a raíz de una locura aún mayor: pretender que la
grandeza que él había alcanzado se debía a sí mismo y no a Dios. Gravísimo error. A Dios gracias,
él tuvo misericordia de Nabucodonosor cuando éste reconoció su pecado. Y si ese escarmiento le
sucedió a un rey que en su tiempo fue el más poderoso del mundo, ¿qué se espera de nosotros, si
pretendemos enorguecernos en nuestro corazón y se nos ocurre adjudicarnos un poquito de la gloria
que corresponde a Dios? Dios nos libre de ello.
El caso de Nabucodonosor es clara muestra de lo que dice el siguiente versículo: “El hombre que
está en honra y no entiende, semejante es a las bestias que perecen”. Salmo 49:20
Me gusta una canción que interpreta Marcos Yaroide que dice: “Todo se lo debo a él… Mi casa, mi
familia, y todas mis canciones, todo se lo debo a él…” Y así mismo es: sin el Señor, nada
seríamos.“Todas las cosas por Él (Cristo) fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue
hecho”. Juan 1:3
Con cuánta frecuencia le decimos a Dios en nuestras oraciones y en nuestros cantos cosas
como: “tuya es toda la gloria, tuya es la honra, eres el único digno de ser alabado”, etc. Pero ¿lo
hacemos realmente siempre así en la práctica? ¿Cuán dispuestos estamos a darle al Señor la
gloria por todas las cosas que hacemos bien? ¿O a veces intentamos “robarnos” un poquito del
crédito? Cuidado con eso, pues el Señor dice:“Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi
gloria, ni mi alabanza….” Isaías 42:8 “No os engañéis; Dios no puede ser burlado…” Gálatas 6:7“…
“Porque la gloria de Jehová es grande. Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde, mas al altivo
mira de lejos“. Salmo 138:5,6 “Jehová destruirá todos los labios lisonjeros, y la lengua que habla
jactanciosamente”. Salmo 12:3
Así, es peligroso tomarnos el crédito por algo que no es nuestro, sino de Dios. Además, creo que
sería ilógico y muy tonto pretender jactarnos por algo que nosotros no hemos hecho. ¿No
creen?: “Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste,¿por qué
te glorías como si no lo hubieras recibido?”1 Corintios 4:7
No nos equivoquemos, tal como la anécdota del burro vanidoso que se nos narra en aquella canción
de Michael Rodríguez, la cual dice en el coro: “¡Burro, no te equivoques! Les recomiendo que la
escuchen; además de traernos un gran mensaje, seguro les sacará una que otra sonrisa por la
ocurrente letra de esa canción. Es que nunca somos ni seremos dignos de alabarnos a nosotros:
Jeremías 9:23-24
“Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico
se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y
conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas
quiero, dice Jehová”.
Sin importar cuánto podamos ser usados por el Señor y cuán lejos podamos llegar en la vida, siempre
Dios es quien debe ser el exaltado:
“El es el objeto de tu alabanza, y él es tu Dios, que ha hecho contigo estas cosas grandes y terribles
que tus ojos han visto”.
Deuteronomio 10:21

http://www.directordealabanza.com/2014/12/02/caracteristicas-indispensables-en-un-ministro-de-
alabanza-parte-2/

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