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Se pueden consultar otros artículos y libros del autor en el blog : http://miradacrtica.blogspot.com/
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En los primero momentos de la crisis, el neoliberalismo fue señalado claramente como
el responsable de la misma por sus excesos en los años anteriores, los defensores del
keynesianismo levantaron la cabeza y se empezó a hablar de reformas en profundidad
en el capitalismo al objeto de evitar los errores del pasado y la reproducción de nuevas
crisis, por un instante se puso de moda hablar de refundación del capitalismo. Pero fue
un espejismo.
Los defensores del neoliberalismo, los grandes intereses financieros que se había
beneficiado de la onda privatizadora y desmantelamiento de las conquistas populares
en la era iniciada por el tándem Thatcher-Reagan solo ganaban tiempo para retomar la
iniciativa y sacar el máximo de provecho de la crisis de la que eran los claros y directos
responsables. En ausencia de una izquierda potente que les hiciera frente con un
programa serio, bases sólidas de poder y un fuerte apoyo de masas, sabían que los
líderes y partidos progresistas al estilo de Obama o la socialdemocracia europea
cederían ante la presión de los grandes poderes financieros internacionales. Solo
tenían que leer en la historia. Por supuesto donde ya gobernaban fuerzas
conservadoras ni siquiera era necesario presionar, esos grandes poderes gobernaban
directamente.
Como en otras coyunturas históricas de crisis una motivación triple va a acumular sus
efectos. La crisis y sus consecuencias sociales, que se van a acumular en el tiempo, van
a hacer necesario que la derecha sujete firmemente el poder político para desactivar o
enfrentar las consecuencias de un inevitable malestar que se va a mantener un tiempo
largo, y que en Europa se ha expresado en algunas movilizaciones importantes. En
segundo lugar, la degradación de la situación económica y social, y el malestar
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producido en amplias capas de la población, al no encontrar un cauce a través del cual
conseguir revertir esta situación, es decir una izquierda que defienda eficazmente sus
intereses, va a hacer que esas capas puedan ser presas fáciles de demagogias
populistas que criminalicen a minorías en el seno de esas sociedades para desviar la
atención de los verdaderos culpables. Por último, el catalizador común a las dos
situaciones anteriores es la aparición de líderes y organizaciones de extrema derecha
cabalgando en discursos populistas, que son funcionales para que la derecha consiga
un apoyo de masas con la que enfrentar la contestación social y reforzar su poder
político. Su derivación en regímenes nazi-fascistas fue el fruto de una época
determinada, hoy no tiene porque seguir la misma senda, pero el peligro no es
despreciable.
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Pere Rusiñol, La derecha extrema se expande en Europa, Público, 08-0-2010
3 Txente Rekondo, Un nuevo movimiento conservador capitaliza la vida política de EEUU, La Haine
24/09/2010.
ANTONIO CAÑO, El Tea Party asedia Washington, El País 19-09-2010
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años, 11 de los 15 países que por entonces componían la UE estaban en manos de la
socialdemocracia.”4
A lo que habría que añadir que, justamente, en los tres primeros países los respectivos
gobiernos socialdemócratas han dado un giro neoliberal para imponer duras medidas a
las capas populares.
Solo la movilización sindical en Europa parece añadir alguna nota positiva a este
panorama, pero estas movilizaciones de carácter defensivo aún no han obtenido
ningún resultado tangible, ni siquiera en Grecia, donde han tenido lugar con mayor
intensidad.
En este primer escenario las consecuencias de la crisis del capitalismo han golpeado a
la izquierda, a la que representa el viejo paradigma del socialismo defensor del Estado
de Bienestar.
Venezuela en el impasse
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A. RIZZI / F. GUALDONI, El País, 21-09-2010
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Los resultados de consultas electorales anteriores ya habían trasmitido un mensaje
para quienes quisieran entenderlo. Las elecciones presidenciales, condicionadas por la
figura de Chávez, no ofrecían dudas sobre el resultado, su prestigio se ha mantenido
muy alto. Algo parecido ocurría con Lula en Brasil. Pero cuando se trataba de
elecciones legislativas o de referéndums, donde no era la continuidad de Chávez la que
estaba claramente en juego, entonces los resultados cambiaban.
Ahora bien, este tipo de ingeniería electoral empleada por la derecha para, por
ejemplo, sobre representar las zonas rurales, normalmente más conservadoras, en los
países capitalistas, es uno de los aspectos que más ha criticado la izquierda del
parlamentarismo burgués. Que se utilice la misma triquiñuela por la izquierda, como
ahora en Venezuela, puede que dé frutos en lo inmediato, pero hace un flaco favor a la
causa izquierdista, y no resuelve sus problemas, porque para un proceso
revolucionario supone un autoengaño sobre sus fuerzas reales. Y en el caso concreto
de las elecciones venezolanas que estamos analizando, ni siquiera ha cumplido sus
objetivos inmediatos, porque al obtener la oposición más de un tercio de los
diputados, esta situación les permite bloquear el proceso en aspectos fundamentales.
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Debido a la ausencia en la Asamblea Nacional, por su anterior boicot, del bloque
conservador, las principales medidas legislativas no habían encontrado obstáculos en
este nivel. Por ello mismo, el PSUV y sus aliados se habían propuesto conseguir los dos
tercios de los escaños para continuar la labor legislativa sin necesidad de alcanzar
acuerdos con la oposición, que lógicamente, disponiendo de ese poder de veto lo va a
utilizar para bloquear cualquier avance sustancial del proceso iniciado hace más de 10
años, e intentar así, además, desgastar a Chávez de cara a las próximas presidenciales.
Podemos estar en puertas de una reedición de la estrategia obstruccionista empleada
por la derecha en Chile contra Allende con objeto de bloquear el proceso. Luego el
desenlace que se planteen las fuerzas contrarrevolucionarias puede ser una derrota
electoral, si se ve factible, y, sino, un coup de force.
Pero me gustaría llamar la atención sobre un dato y una situación sobre el que ya
insistí en una serie de artículos con ocasión, justamente, de la derrota en el citado
referéndum5, y que vuelve a ponerse tozudamente sobre el tapete con ocasión del
resultado de estas elecciones. El dato es la existencia de una importante oposición al
proceso. Admitamos que pueda oscilar entre 4,5 y 5 millones según las votaciones de
los últimos años, y que podría representar alrededor de un 45% del electorado, muy
similar en esta última ocasión al bloque chavista.
Este problema real para el avance de la revolución por la vía democrática ha suscitado
dos respuestas hasta el momento. La primera se basaría en acudir al prestigio que
mantiene Chávez para hacerle entrar en juego cuando esa correlación de fuerzas hace
peligrar la victoria electoral, ayudada con una cierta imaginación de ingeniería
electoral. Solución peligrosa que tiende a desgastarse con el tiempo y, por supuesto,
no ayuda mucho a un proceso de concienciación y participación del pueblo.
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veto bloqueante importante en manos de la oposición. Pero lo que no está claro es si
en la actual situación, con ese poder bloqueante, va a poder ponerse en práctica la
segunda solución, máxime cuando en condiciones más favorables hasta ahora esos
problemas que todo el mundo cita no se han solucionado.
En este segundo escenario las consecuencias de la crisis del capitalismo han golpeado
a la izquierda, a la busca un nuevo paradigma de socialismo para el siglo XXI.
Cuba es, quizás, el más opaco de los tres procesos y donde, desde posiciones de
izquierda, se expresa mayor prudencia para hablar claramente, quizás porque como
ocurrió con la antigua Unión Soviética, la piedra de toque del internacionalismo
proletario es la actitud hacia Cuba, es decir el apoyo, o, al menos, el silencio, se podría
añadir.
La reverencia casi incondicional a las figuras históricas del último bastión de lo que se
considera una época gloriosa - aunque luego se critique a los ídolos caídos - ha llevado
a dejar descolocados a quienes las palabras de los ídolos son como los oráculos. Solo
les queda discutir el significado oculto de las palabras y los hechos que contradicen lo
que se esperaban que dijesen o hiciesen.
Los problemas económicos arrastrados por Cuba desde el inicio de la revolución, con
fases mejores y peores, son de sobra conocidos. Igualmente las ayudas en su momento
de la URSS, los graves problemas que conoció cuando ésta desapareció, los esfuerzos
por mantenerse a pesar de estos problemas y la agudización del bloqueo
norteamericano, o las esperanzas a partir de las victorias de los movimientos
antineoliberales en América Latina.
Pero todo el mundo un poco informado sabía que, salvo un giro importante de la
correlación de fuerzas internacional, la situación de Cuba, condenada a relacionarse
con un mercado mundial capitalista omnipresente, no iba precisamente a mejorar. Y
los dirigentes cubanos posiblemente fuesen conscientes con más certeza de una
realidad que el resto de los analistas solo suponían. A todo lo cual había que sumar un
sistema económico claramente ineficiente. Lo que ahora se denomina
eufemísticamente un exceso de intervención estatal en la economía.
Qué la situación se había vuelto difícil y que la alta dirección política cubana,
encabezada por Raúl Castro, quería tomar medidas también era de dominio público.
Las suposiciones apuntaban a la existencia de resistencias en el seno del partido y el
Estado y al enfrentamiento de diferentes proyectos. Es evidente que el lenguaje que
empleo evidencia justamente una de las grandes deficiencias del viejo modelo del
socialismo del siglo XX, la falta de transparencia sobre lo que esta acaeciendo en el
reducido núcleo que toma las decisiones. De tal manera que cuando en la antigua
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Unión Soviética se inició el último intento de reformar el sistema y evitar el cataclismo,
una de las dos grandes consignas fue glasnost, transparencia.
Reconozco que no sé qué significa todo ello, si es un primer paso en alguna dirección o
se acaba aquí toda la reforma, si es el síntoma de la victoria de una tendencia, o el
punto de acuerdo entre algunas opuestas, y ni siquiera si existen, ni que pretenden.
En este tercer escenario las consecuencias de la crisis del capitalismo han golpeado a la
izquierda, a la que ha sobrevivido del viejo paradigma del socialismo real del siglo XX.