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El girasol es ampliamente conocido en México desde hace michos años como una planta
de ornato; sin embargo, se ha convertido en un cultivo de gran importancia industrial para
la obtención de aceite y elaboración de alimentos concentrados para la ganadería y la
avicultura (SAG, 1970).
El cultivo de girasol a nivel mundial representa poco menos del 10% de la superficie total
de las oleaginosas, mientras que en México se han logrado un promedio de 95 ha/año
en el período 2000-2007. A partir del 2008, el Comité Nacional del Sistema Producto
Oleaginosas en México inició un programa de fomento al cultivo proyectando llegar a
sembrar en el 2012 una superficie de 12,500 ha (Navarro, et al., 2012).
2.4.2.- Usos
2.5.1.- Clima
2.5.2.- Suelo
El girasol explora muy bien el terreno, aprovechando los elementos nutritivos disponibles,
extrayendo cantidades relativamente importantes de nitrógeno, fósforo y potasio y
agotando en muchos casos suelos bien provistos (Gómez Arnau, 1988). Este cultivo
prefiere suelos arcillo-arenosos, con agua freática a pequeña profundidad, ricos en
materia orgánica y permeables. Se debe evitar los suelos demasiados arenosos, así
como los demasiado pesados y fríos. Tampoco son adecuados los suelos salinos o
pedregosos, así como los de reacción acida o fuertemente alcalina (Guerrero García,
1999).
Se siembra de 0 hasta los 1000 msnm con altos rendimientos, aunque puede sembrarse
hasta los 2500. Al igual que muchos otros cultivos extensivos, requiere que el suelo tenga
un buen drenaje (SAGARPA, 2017).
2.5.3.- Precipitación
2.5.5.- Humedad
2.5.6.- pH
AL igual que muchos otros cultivos extensivos, requiere que el suelo tenga un buen
drenaje; además, no tolera suelos muy ácidos (pH mayor a 4,5) (SAGARPA, 2017).
Literatura citada
Navarro, A. J. A.; Osuna, A. J. D.; Avalos, C. R.; Sánchez, H. M.; Gutiérrez, P. E. y Meza,
S. R. (2012). Manejo de la fertilización en la producción de girasol.