Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
U.N.C.
2014
www.licecon.wix.com/fceunc
Lic en Economía - FCE - UNC
“Progreso” es un concepto en boga en el siglo XIX, asociado a la realidad de este período, es decir, al
crecimiento económico. Tal crecimiento se da en todo el mundo y estuvo basado en el crecimiento
del comercio de bienes, acompañado de un gran movimiento de trabajo y capital.
La división internacional del trabajo, basada en las ventajas comparativas, dividió al mundo en países
exportadores de productos manufacturados y en países exportadores de bienes primarios.
Así, los manufactureros del siglo XIX eran aquellos países que habían experimentado una revolución
industrial. El primero fue Gran Bretaña, seguido por Francia y Alemania. Éstos son tres actores principales
en el siglo XIX, junto con Estados Unidos, que se posiciona en un principio como exportador de productos
primarios con tal potencial de eslabonamientos y un consiguientemente sólido nacimiento industrial que
lo transformó en un exportador neto de manufacturas.
Los productores de bienes primarios, en tanto, se subdividían en aquellos de clima templado (Argentina,
Australia, Canadá; principalmente productores de carnes y cereales) y los de clima tropical (productores
de café, azúcar).
Los países industrializados fueron los de mayores niveles de crecimiento, seguidos de cerca
por los países de clima templado (Argentina se ubicó entre los 7 que más crecieron).
El comercio de bienes, además, se vio acompañado de un gran movimiento de trabajo y capital. Los
principales exportadores de capital fueron Gran Bretaña y Francia; ya que, mientras Alemania y Estados
Unidos volcaban sus excedentes a la inversión interna, Gran Bretaña invertía en sus excolonias y Argentina,
y Francia lo hacía principalmente en Europa. Se genera, entonces, una nueva división, entre los
exportadores de capital, y los importadores.
Respecto a la movilidad del trabajo, los países eran, o bien expulsores de mano de obra, o bien
atrayentes. El motivo de estas migraciones fue el diferencial de salarios y las posibilidades de
empleo (la abundancia o escasez de mano de obra es condición necesaria, pero no suficiente). Los
factores institucionales y las características del país receptor también jugaron un rol en el
movimiento.
El proceso de industrialización lleva a expulsar el exceso de mano de obra. Así, mientras que los
trabajadores “expulsados” por Gran Bretaña iban hacia Estados Unidos por ser el país con mayores
oportunidades, Argentina recibió emigrantes de la “segunda generación” provenientes de Italia y España.
Esta entrada de mano de obra y capital al país se vio estimulada por políticas que buscaban cambiar la
dotación de factores. Esto, junto a la participación en el comercio mundial, impulsó el crecimiento de la
economía Argentina en este período.
3
La explicación de por qué estos países han crecido en forma tan acelerada la proporciona la Teoría del
Bien Primario Exportable, desarrollada primeramente para explicar el crecimiento en Canadá, y
aplicada también a la economía estadounidense por Douglas North1.
En economías del tipo “espacio vacío”, al ser escasa la población, el mercado interno es prácticamente
inexistente. Así, las actividades se orientan al mercado externo. A su vez, no existen barreras
(institucionales) inhibidoras a la óptima combinación de los factores productivos ni para incorporar los
avances tecnológicos. En este sentido, vale aclarar para el caso argentino que, para 1880 y bajo la
presidencia de Julio A. Roca, se dio la consolidación definitiva del estado nacional (nadie discutía la
autoridad nacional), lo cual aseguró la prevalencia y el respeto de los derechos de propiedad.
En resumen, entonces, para que la Teoría BPE aplique, el país del siglo XIX debe poseer las siguientes
características:
Ser tierra abundante (“espacio vacío”)
Escasez de trabajo y capital
Mercado interno prácticamente inexistente
Inexistencia de barreras inhibidoras
Ahora bien, cómo se determina el BPE es una pregunta que se responde teniendo en cuenta dos
factores:
La coyuntura externa. Condiciones externas de oferta y demanda favorables.
La base de recursos naturales. No está dada, sino que va cambiando según los avances
tecnológicos.
Una vez establecida la matriz de BPE, se determina la función de producción de dichos bienes: BPE=f(T,L,K).
A partir de esta función, se determinan los eslabonamientos, es decir, los estímulos que el BPE genera
a la inversión en el resto de la economía. Éstos pueden ser de tres tipos:
Hacia atrás: Estímulos para producir los insumos que requiere el BPE. Por ejemplo, red de
transporte, ferrocarril.
Hacia adelante: Estímulos para producir bienes que utilizan como insumo al BPE. Por ejemplo,
molinos, frigoríficos.
De demanda: Depende de la utilización del factor trabajo en el BPE. Son los estímulos para
producir los bienes que satisfagan la demanda de los trabajadores involucrados en el proceso
productivo.
Los dos primeros fomentaron el nacimiento de la industria, mientras que el último la creación de un
mercado doméstico. La sumatoria de estos eslabonamientos en cuanto a cantidad y profundidad,
determinada por la función de producción, es la que explica el ritmo y la calidad del crecimiento
económico. Estos eslabonamientos pueden llevar al desarrollo de la industria, dejando atrás la
dependencia del BPE, como lo hizo EE.UU.
El Caso Argentino
En la Argentina, este proceso se da en un período de transformación en la distribución de la población.
Así, el crecimiento de este período está explicado por lo que sucedía en la región pampeana.
El primer bien exportable estuvo asociado al ganado bovino no refinado, el cual prácticamente no
necesitaba trabajo y capital, sino que sólo se alimentaba de las pasturas natrales en campos no cercados.
A partir de este tipo de producción se derivan el cuero, el tasajo (carne salada), y el sebo (grasa), y es
1
Para países industrializados, aplican las teorías del estadounidense W. Rostow.
4
la principal exportación argentina en el período de 1776 a 1860. Los eslabonamientos, claro está, eran
débiles y escasos, lo cual redundaba en un crecimiento económico pobre.
En este tipo de producción, el propietario de la tierra era el ganadero, quien fue incorporando, a su vez,
ganado ovino, cuya explotación es mayor en los 60’, cuando la lana pasa a ser el principal BPE, estimulada
por un aumento en su precio producido por una caída en la producción rusa. Además, la ya mencionada
consolidación del Estado Nacional, da comienzo aquí, bajo la presidencia de B. Mitre, lo cual implica un
aumento en la seguridad de los derechos de propiedad que derivaba en un fuerte estímulo a la inversión.
La lana, como producto, genera significativamente más eslabonamientos que los otros bienes exportables,
pues requiere de más mano de obra para su procesamiento (eslabonamientos hacia adelante: lavaderos
de lana) y necesita mejores medios de transporte (eslabonamientos hacia atrás: primeros ferrocarriles,
talleres de reparación). No obstante esto, no conlleva un cambio fundamental en la función de producción
que permita un gran salto en el crecimiento.
Este gran cambio necesario se da en los 80’, cuando el terrateniente de la región pampeana incorpora al
ganado (bovino) refinado para comenzar a exportar carne, motivado por el aumento en su precio
dado por el aumento de la demanda internacional. Este nuevo producto puede lograrse gracias a la
creación de los frigoríficos y de la instalación de cámaras refrigerantes en los barcos de vapor que
permitieron transportar más fácilmente los productos a destino. Es decir, hubo un gran cambio
tecnológico (de origen externo) que bajó considerablemente los costos de transporte y disparó el
comercio de bienes.
Este nuevo tipo de ganado demandó grandes niveles de inversión, tanto en la importación de
reproductores como en la siembra de alfalfa, puesto que este tipo de ganado requería de ésta (y no de
pastizales silvestres) para su alimentación. La siembra de alfalfa era una actividad intensiva en mano de
obra, lo cual estimuló al terrateniente a producir contratando mano de obra (que era cara, por escasa) o,
más comúnmente, a arrendar su tierra para que sea trabajada agrícolamente. Estos contratos duraban
tres años, e implicaban un tipo de cultivo por año: lino, maíz y, finalmente, trigo y alfalfa para que el
terrateniente pudiera dejar pastar a su ganado. La posibilidad de dejar en reposo una parte de la tierra
hizo que los rendimientos de la región pampeana superaran incluso a los estadounidenses.
Esto nos muestra que, si bien el bien primario (carne) es ganadero, necesita de insumos agrícolas. Esto
lleva a que la agricultura, tradicionalmente circunscripta al litoral argentino, se instale en la región
pampeana. En la región pampeana, entonces, se combinan la agricultura y la ganadería, la primera en mano
de arrendatarios y la segunda en mano de los terratenientes, coexistiendo con la agricultura del litoral,
que estaba en manos de sus propios dueños (similar al proceso “colonizador” dado en EE.UU.).
A su vez, durante este período la Tierra se constituyó también como un factor variable (hasta
alrededor de 1914, cuando es incorporada en su totalidad a la producción) gracias a la llamada Conquista
del Desierto (1879-1880) llevada a cabo por el Pte. Roca, que desplazó la frontera, incorporando cerca de
un 50% más de territorio cultivable en el sur de Córdoba, sudeste de Buenos Aires y la provincia de
La Pampa.
Así, esta combinación agro ganadera explica el gran crecimiento nacional durante los 80’. La función
de producción ahora demandaba, de capital, lo referente al capital social básico; más precisamente en
lo que refiere al transporte para la mano de obra y para llevar la producción al puerto, lo cual vino dado
por el ferrocarril.
Si bien el ferrocarril existía desde los 50’, es en esta época cuando se incrementa la velocidad de su
expansión, siendo estimulado por el nuevo ejido productivo y los incentivos estatales a través de los
“ferrocarriles garantidos”. Este sistema consistía en impulsar la inversión externa directa mediante
una serie de “beneficios” para la empresa inversora (que normalmente era de origen británico). Estos
beneficios incluían una legua de tierra a cada lado de la vía férrea, la eximición de cargas impositivas y
5
también de los aranceles para los insumos de la producción, y la garantía de una tasa de rentabilidad del
7% (muy alta para aquella época). La construcción de la red ferroviaria llevó más de diez años, y se ve
reflejado en que los resultados del modelo se muestran en su esplendor a finales de la década de 1890.
Junto al incremento de la tierra cultivable y del capital, creció también la mano de obra. Como su
demanda no estaba cubierta por el incremento natural de la población, se produjo un flujo de migraciones
desde Italia y España, en parte promovidas por el diferencial de salidos, en parte por políticas estatales
específicas realizadas a nivel provincial, tales como la propaganda, el pago de pasajes, los hoteles de
inmigrantes (gratis por un tiempo determinado) que incluían agencias de colocación en el mercado laboral.
Se trató de una política generalizada “de puertas abiertas” en la que no existían barreras a la entrada, sino
más bien todo lo contrario, que significó un gasto estatal sustancialmente menor que el implementado
para atraer capital.
Simultáneamente, se da también un proceso de migraciones internas desde el Noroeste y Cuyo hacia la
floreciente región Pampeana, que para 1913 ya contaba con más del 50% de la población nacional, en su
mayoría en edad de trabajo.
Por lo tanto, para fines de la belle epoque, la función de producción ya no correspondía al modelo de
Espacio Vacío, gracias a la difusión del ferrocarril y la inmigración masiva (creación de mercado interno).
Esto llevó a que, a finales del siglo XIX surja la industria argentina, fruto de la mejora de las
condiciones productivas dadas por los eslabonamientos generados por el BPE (carne y granos). Vale decir
que no existe una “verdadera” industria hasta la década del 90’, cuando comienza la sustitución de
importaciones.
Dada la naturaleza de los BPE, la industria (eslabonamientos hacia adelante) fue fundamentalmente
alimentaria, correspondiendo alrededor del 50% de la producción industrial en 1913 y el 40% de la
inversión. Los dos principales exponentes de esta industria fueron los frigoríficos y los molinos
harineros. La industria alimenticia fue competitiva, destinada en parte al mercado externo (pudiendo
competir en el mercado internacional por sus ventajas comparativas del factor Tierra), y en parte al
incipiente consumo interno.
En este sentido, las industrias típicas del siglo XIX que entraban en el comercio internacional fueron la
textil, la siderúrgica y la química. En Argentina estas industrias estuvieron muy poco desarrolladas
debido a la ausencia de ventajas comparativas en su producción. Sin embargo, a pesar de su poca
competitividad a nivel internacional, existió una producción nacional con miras de abastecer el mercado
interno debido a la existencia de otros factores de rentabilidad que llevaron a que el precio interno de los
productos importados fuese alto.
Uno de esos factores fue el costo de transporte, alto debido a la distancia entre nuestro país y los
fabricantes europeos. Otro, un tipo de cambio alto que estimulaba la exportación (en desmedro de la
importación). Y por último, la presencia de aranceles a la importación, establecidos no con fines
proteccionistas sino meramente recaudatorios (la aduana representaba la principal fuente de ingresos del
Estado Nacional).
La presencia de estos tres factores tornó muy elevado el costo de importar, por lo que se promovió el
surgimiento de estas industrias “clásicas” del siglo XIX. Sin embargo, la industria siderúrgica, necesaria
para el desarrollo de la red ferroviaria (eslabonamiento hacia atrás), no llegó a desarrollarse como en
otros países debido a la escasez de hierro y carbón, mas también por la eximición arancelaria a la
importación de estos productos, propia del programa Ferrocarriles Garantidos. Si hubo una industria “de
metal”, ésta estuvo dada por talleres de reparación de ferrocarriles y similares.
A través de los eslabonamientos de demanda fue que se desarrolló la industria de bienes no transables,
tales como aquellas de alimentos perecederos, la de la construcción, etc.
6
Junto con el crecimiento económico, se da un proceso de urbanización en el que, para 1911 la población
de las ciudades era superior a la rural, lo que marca un aumento muy rápido de la urbanización, aun
considerando que el elemento dinámico de la economía era el BPE (la economía era productora de bienes
primarios, pues su valor agregado era mayor que el de la industria).
2
De fijarse una tasa diferente a la imperante en el mercado, la posibilidad de arbitraje llevaba a que desapareciese de circulación
el metal subvaluado. Esto ocurre en la Inglaterra de 1917, cuando desaparece la plata y se pasa de facto al Patrón Oro.
7
la emisión, por parte de un banco, de billetes (curso voluntario), requiere que dicho billete sea
convertible a una relación fija a la moneda de curso legal (determinada por el patrón monetario).
Esto último ponía un límite a la emisión, dado por el stock de oro3.
Tabla I.I.
Activo Pasivo
Reservas Depósitos
Préstamos Billetes Circulando
Capital Propio
Adam Smith nombra también dos restricciones secundarias: La convertibilidad debía ser a la vista
(inmediata) y la emisión debía ser “de alta denominación” (poniendo así un límite inferior a la
capitalización del banco, y fijando también un criterio subyacente de solvencia).
Claro está que no existe en este sistema la función de prestamista de última instancia, y juega un papel
fundamental la reputación de los bancos que dirigía el sistema de discriminación. Esto, junto con el carácter
fraccionario de las reservas, daba lugar a la existencia de corridas bancarias. Así, para mantener la
estabilidad, un banco (o un grupo de ellos) actuaban como prestamistas de última instancia para mantener
el sistema, o se establecía una Casa de Mutualidad de los bancos que actuaba como aseguradora en el caso
de quiebra.
3
Bajo este sistema, si la demanda de billetes cae (o hay exceso de oferta), el público cambia los billetes en los bancos y éstos
pierden reservas.
4
Si bien la banca argentina tiene su origen a mediado de siglo (1853), cada provincia tenía su propia moneda antes de la Ley
Monetaria Nacional.
5
Privado, cordobés.
8
debía llevarse a cabo en Pesos Oro, ya que la plata había desaparecido de circulación por estar subvaluada
legalmente y se estaba en una situación de Patrón Oro de facto. Esta convertibilidad debía darse en
una relación uno a uno.
Sin embargo, la Ley no estableció requerimientos mínimos de reservas, por lo que cada uno de
estos bancos se rigió por sus propios estatutos (y en general fue una proporción baja, de alrededor de un
tercio). Este fraccionamiento de las reservas y la falta de regulación nacional limitaron la efectividad del
sistema de convertibilidad.
La Ley entra en vigencia en julio de 1883, y Argentina se convierte en un país con Patrón Oro, oferta
monetaria mixta y emisión descentralizada en manos de bancos autorizados por el Estado. El
sistema duró sólo 17 meses.
A comienzos de 1885, por decreto presidencial se suspende la convertibilidad (lo que no significa que
haya inconvertibilidad) por un período de dos años, manteniendo el compromiso de volver a un tipo de
cambio fijo cumplido ese lapso. La suspensión se realiza debido a que a fines de 1884 el Banco de Buenos
Aires deja de convertir sus billetes para frenar la pérdida de reservas; la gente, entonces, va a convertir al
Banco Nacional, que acaba por solicitarle al Estado que suspenda también su convertibilidad, medida que
se extiende finalmente a todo el sistema. La razón de esto fue un exceso de dinero circulante debido a
que 1885 fue un año altamente marcado por un abultado déficit fiscal, junto con un cierre parcial del
mercado de capitales y un aumento del riesgo país (que redundaba en un freno al endeudamiento
externo). En este contexto, el gobierno financiaba su déficit con emisión monetaria. Esta situación
es la que lleva a la gente a buscar ampararse en el Peso Oro, empezando primero en Buenos Aires y
extendiéndose luego al resto del país.
Conjuntamente con la suspensión de la convertibilidad se restringe la capacidad de emisión, se
restringe la movilidad de las reservas y se ordena que un cierto porcentaje de utilidades se
reserven. Estas restricciones fueron levantándose una a una. Para fines de del 86’ la oferta monetaria
había aumentado considerablemente. El Peso Oro dejó de ser la moneda de curso legal (y pasó a ser de
curso voluntario), tomando su lugar el Peso Moneda Nacional (billete) del Banco Nacional, en tanto que
los billetes de las bancos provinciales quedaban circunscriptos al territorio provincial propio. Esto hace
crecer nuevamente los costos de transacción (disminución de eficiencia en el intercambio), haciendo
crecer la prima del oro6.
Esta situación se mantiene hasta noviembre de 1887, cuando aparece la Ley de Bancos Nacionales
Garantidos. Con esta ley, se libera la entrada al negocio de la emisión con tal sólo cumplir una serie de
requisitos (banca libre), sin cambiar el patrón monetario y manteniendo el sistema de papel moneda
inconvertible de emisión descentralizada; esto es, un sistema que no busca volver al Patrón Oro (billetes
inconvertibles), pero que funciona como una Patrón Oro de una sola vía7: “Banca Libre gaucha” (Gaucho
banking).
La única restricción de entrada de bancos era la compra de títulos públicos nacionales a precio
oro, valuados a no menos del 85%; es decir, si aumenta la base monetaria en 100 se debía comprar un
título de 100 pesos oro valuado a 85 pesos. Esto busca “copiar” el sistema norteamericano, con la
diferencia de que en EE.UU. existía un mercado de capitales maduro con deuda circulando desde la Guerra
6
Prima del oro: Tasa de crecimiento del precio de mercado en relación a una situación de paridad (uno a uno).
1 Peso Oro > 1 Peso Moneda Nacional
7
“Patrón Oro de una sola vía” quiere decir que para aumentar la base monetaria se siguen las reglas de Patrón Oro, es decir,
la emisión debe estar respaldada en un aumento de reservas de oro; no obstante, lo opuesto no era necesario (una reducción
de la oferta no implicaba una disminución de la base). Así, la política monetaria para la creación de dinero era ortodoxa, y la
oferta monetaria endógena.
9
Civil; Argentina, en cambio, debió emitir deuda específica para crear reservas. De esta condición viene el
nombre “garantido”, ya que los billetes estaban respaldados por títulos públicos en oro8.
Al emitir, el banco debía comprar títulos a precio oro, que otorgaban un rendimiento del 4.5% y la
potestad de emitir 100 pesos de los cuales 10 debían ser reservados, prestando (y percibiendo intereses
por ello) los restantes 90. La Ley Nacional permitió que los billetes tuvieran circulación nacional
obligatoria, evitando los problemas de costos de transacción del anterior sistema.
En la práctica, los bancos que ya emitían (todos los bancos públicos o mixtos) pudieron mantener sus
billetes en circulación, transformados ahora en billetes nacionales bajo la condición de comprar títulos
públicos en oro. Para evitar una contracción monetaria, el Banco Nacional no pone dinero, ya que los
títulos se los otorgaba el Estado Nacional (pero debe comprarlos si quiere aumentar); el Banco de Bs.As.
recibe una parte de títulos como pago por deudas del Estado y firma letras pagaderas por 7 años por el
resto; el Banco Provincial de Córdoba firmó siete letras a vencimiento de un año cada una; lo mismo para
Santa Fe y Tucumán. Es decir, todos los bancos se adhieren al sistema, la totalidad de la circulación
pasa a ser garantida pero prácticamente no hay respaldo en oro, ya que gran parte se
respaldaba en letras.
Para un banco, este sistema era un negocio muy rentable porque pedir prestado en el exterior era muy
barato para la época, a tasa de alrededor del 6.5% anual. Así, nuevos bancos entraron al mercado
internacional de capitales, poniendo como garantía los títulos públicos nacionales: 4.5% de lo tomado en
préstamo era rendido por el título nacional. Como la tasa de interés interna de préstamos era de entre
el 6 y el 8%, el negocio claramente era rentable, tanto para bancos establecidos como para bancos nuevos,
dando lugar al arbitraje.
En el agregado, la base monetaria aumenta un 73% y también los hace la deuda pública, tanto provincial
(con el exterior, garantizada por la Nación) como Nacional (hacia las provincias).
Crisis de Baring
A comienzos de 1889, el Estado buscó pagar parte de la deuda en pesos moneda nacional. Esto
preocupó al mercado de capitales internacional respecto a la solvencia estatal, estableciéndose un
“techo” para el endeudamiento. El público porteño esperó una salida de la política monetaria
8
Así, el Estado emitía deuda en pesos oro, a la vez que percibía ingresos corrientes en Pesos Moneda Nacional, mientras
persistía el déficit fiscal. Esta inconsistencia entre la política monetaria y la fiscal terminó desencadenando la Crisis de Baring
(1890-91).
10
ortodoxa y perdió la confianza en los billetes garantidos, comenzando una sustitución de monedas (corrida
cambiaria contra la moneda argentina). Por consiguiente, al tratar de evitar una depreciación del papel
moneda e inflación, el estado pierde oro, aumenta el déficit y también el riego país.
Esquema I.I. Causas y dinámica de la Crisis de Baring
Al vender oro, caían las reservas y la confianza en la moneda caía aún más, retroalimentando un círculo
vicioso. Por otra parte, el Estado ponía nuevamente en circulación los billetes que recibía en pago por el
oro. En diciembre de 1889 se agotan finalmente las reservas, el tipo de cambio se encuentra muy alto y
es entonces cuando comienza la Crisis de Baring.
En este contexto, se dan tres corridas bancarias que acaban quebrando el sistema:
i. Comienzos de 1890. Se da en los Bancos Nacional y de Buenos Aires y es seguida por un
salvataje del Estado que autoriza a entrar en circulación los billetes no garantidos (aumentando,
claro está, aún más la base monetaria, y pujando sobre el tipo de cambio).
Es en este contexto que nace, producto del descontento socioeconómico y crisis política, la Unión
Cívica Radical (UCR).
ii. A mediados de 1890 (junio-julio). Argentina informa a la Casa Baring (uno de los principales
bancos ingleses), gran tenedor de deuda pública argentina, que no puede hacer frente al pago de
la deuda. Este anuncio lleva a una segunda corrida bancaria. La crisis subsiguiente obliga a renunciar
a Juárez Celman (agosto), que es remplazado por su vice, Pellegrini (acompañado por Vicente
López en el Ministerio de Economía), con quien comienza una serie de importantes cambios en la
política económica (septiembre-octubre), prometiendo un retorno a la convertibilidad:
a. Política Monetaria: se crea la Caja de Conversión, lo que implica un pase a un sistema
de emisión centralizado y en manos del Gobierno, y separando las funciones bancarias
comerciales de las de emisión por primera vez; se intervienen los bancos garantidos del
interior; y el Estado emite para socorrer a los bancos Nacional y de Buenos Aires emitiendo
60 millones de pesos actuando como PUI (lo que vuelve a impactar sobre el tipo de cambio,
el déficit y el riesgo país).
b. Política Fiscal: se empieza a cobrar, a partir de 1891, impuestos en Pesos Oro, para evitar
la inflación, y se establecen a su vez impuestos extraordinarios, reduciendo así el déficit
fiscal. Esto restaura la confianza en la moneda argentina
c. Deuda: A su vez, se envían representantes a Inglaterra para arreglar un refinanciamiento
de la deuda. Sin embargo, en ese momento Baring sufre una crisis de liquidez (por dudas
de sus clientes respecto a su solvencia), y urge a Argentina a pagar su deuda. El Banco de
Inglaterra no tiene más opción que actuar como PUI y salvar a Baring para evitar la quiebra
del sistema financiero inglés, y es también el encargado de convocar a un grupo de
banqueros para que vengan a Argentina lograr un arreglo, que se ve concretado en el
llamado Empréstito de Consolidación de Enero de 1891, una reestructuración que
11
abarcó casi la totalidad de los títulos (salvo un tipo) y que daba a la Argentina tres años “de
gracia” para el pago de la deuda (94’), con un interés considerablemente alto (6%), con la
condición, además, de que el Estado no realice más salvatajes bancarios.
iii. Abril de 1891. Ante la posibilidad de que los bancos no pudieran funcionar sin el gobierno como
prestamista de última instancia, el público acudió en forma masiva a las ventanillas de los dos bancos
principales (Nacional y de Bs. As.). Como efectivamente el Estado, por las condiciones del
Empréstito de Consolidación, no podía llevar a cabo un salvataje, decidió emitir deuda interna para
financiar a los bancos, lo cual fracasa por escasa demanda por parte de éstos. Se establece un
feriado bancario, después del cual ya no vuelven a abrir. Las corridas se extienden a los bancos
comerciales y esto significa la quiebra del Sistema de Bancos Nacionales Garantidos. Vuelve a
aumentar el tipo de cambio, el nivel de precios y salen depósitos.
A partir de aquí, la Caja de Conversión se hace cargo de absorber los billetes de los BNG.
12
Tabla I.II Tabla I.III
Por tanto, la CC no funciona como un Banco Central, ya que su facultad de emisión se ve limitada por
los movimientos de reservas (Tabla I.II). Se trata de una política ortodoxa, por definición.
El período de crecimiento de la economía argentina (la belle epoque) se ve acompañada por la CC y su
política monetaria restringida. Los resultados en estos años fueron sumamente exitosos, porque la CC
cumplió al pie de la letra las reglas, acompañando toda nueva emisión con sus correspondientes reservas.
El fondo de conversión aumentó considerablemente y la base monetaria llegó a tener un respaldo del 70%
(convertibilidad externa). La moneda se solidifica y el sistema bancario se vuelve nuevamente saludable.
Por su parte, el Banco Nación se convirtió efectivamente en el mayor banco del país, tanto a nivel de
préstamos como a nivel de depósitos, con buenos indicadores crediticios y de liquidez (convertibilidad
interna).
Las razones del éxito de la economía en lograr estabilidad macroeconómica fueron la refinanciación
de la deuda, la disciplina fiscal y el crecimiento de las exportaciones.
Cuando en 1892 asume la Presidencia Luis Sáenz Peña (luego de Pellegrini), lo hace con Romero como
Ministro de Economía (el mismo que diseñó la Ley de 1881), quien pone como prioridad a la deuda, ya
que en 1894 finalizaba el período de gracia del Empréstito de Consolidación de 1891 y era imposible pagar
sin recurrir a más deuda. Se logra entonces una reestructuración a fines del 93’, conocida como
“Acuerdo Romero”, por 44 millones de libras, en el cual entran 14 préstamos anteriores, que
representan gran parte de la deuda pública nacional (quedan fuera las deudas de los Ferrocarriles
Garantidos y las provenientes del Sistema de BNG). Este acuerdo tiene dos características principales:
El pago del capital comenzaría en 1901 (8 años)
Quita de intereses en la mayoría de los empréstitos incluidos, que se pagarían completos a partir
de 1898 (5 años de gracia).
La deuda correspondiente a los Ferrocarriles Garantidos se cancela en 1896, mediante la emisión de
nueva deuda pública en pesos por un total de 58 millones. A partir de allí, los ferrocarriles pasaron a manos
del Estado.
Y por último, quedaban las deudas provinciales tomadas para formar reservas de los BNG a mediados
de los 80’ y que tenían como garante al Estado Nacional, quien a su vez tenía deuda con cada uno de los
bancos a un interés del 4.5%. Esto se resuelve haciendo que las provincias paguen su deuda en el exterior
a través de un bono del Estado Nacional al 4% (esto significó nueva deuda nacional por 89 millones de
pesos oro), quien exigía a cambio que se le devolvieran los antiguos bonos.
La refinanciación de la deuda implica, entonces, un gran aumento de la deuda pública durante toda la
década de los 90’. Esta tendencia creciente se revierte a partir del cambio de siglo, siendo la caída mucho
más pronunciada en la relación deuda/exportaciones. Por lo tanto, la refinanciación puede considerarse
exitosa.
Como ya se señaló, otro punto fundamental, en este sentido, fue la disciplina fiscal, necesaria para
mantener coherencia con la política monetaria. Esto no se logró adecuadamente en los 90’ debido a que
hubo un aumento extraordinario del gasto militar por amenaza de guerra con Chile, pero a partir de 1900
se logra el disciplinamiento requerido para el equilibrio fiscal (sin incluir en esto los servicios de la deuda).
Hubo, a la vez, un buen manejo del endeudamiento, de acuerdo a las capacidades de pago estatales: la
deuda consolidada se mantiene constante en valores absolutos en el período 1905-1913, pero, en cuanto
13
a su relación el PBI, va disminuyendo (en 1890 había superado el 100%), en parte porque, finalmente, el
modelo exportador entra en su apogeo. Este crecimiento de las exportaciones desde 1900 permitió
pagar el servicio de la deuda y volver a entrar en el mercado de capitales internacional. La balanza de
pagos fue, durante ese período, superavitaria, en parte por las exportaciones, en parte por la entrada de
capitales al país.
La entrada de capitales, dadas las reglas de emisión de CC, llevó a un aumento constante de la base
monetaria (que en ningún momento se contrajo hasta la crisis de 1914).
En 1914 se produce la interrupción de este período de crecimiento estable y sostenido con el inicio de la
Primera Guerra Mundial, marcando el fin de la belle epoque y el abandono de las políticas monetarias del
siglo XIX (Patrón Oro), puesto que los gobiernos necesitaban flexibilidad los gastos militares e
independencia económica; se necesitaba un sistema de papel moneda inconvertible con controles de
cambio (se prohíbe la exportación de oro).
Aquí comienza la bifurcación entre Argentina y el primer Mundo que perdura hasta nuestros días.
14
Capítulo 2
Para los historiadores, el siglo XIX concluye recién en 1914, pues es aquí donde caen las reglas de juego
imperantes en ese entonces, en particular, del Patrón Clásico Oro (1879-1914). Comienza entonces
un sistema fiduciario donde el TC es determinado por el mercado, aunque no con total libertad dada la
importancia presencia de controles de cambio. En este sentido, se interrumpe la libre movilidad de
capitales: se prohíbe la exportación de oro para controlar el TC.
Es un período de crisis financiera, donde cierran todas las bolsas del mundo.
9
Esta “suspensión” acaba por prolongarse más de lo esperado, pasándose a un régimen de moneda inconvertible hasta 1927.
10
También se faculta por estas leyes al Poder Ejecutivo a fijar el TC, pero nunca se ejerció esta posibilidad.
15
Esto lleva a que en el tercer trimestre de 1914 (como respuesta inmediata a la Guerra) se produzca una
corrida bancaria. El motivo de la misma, debe aclararse, no fue la desconfianza en el sistema bancario
(pues, recordemos, era de los más sólidos que existían), sino porque la gente suele preferir el dinero ante
que los depósitos (preferencia por liquidez) durante las recesiones.
La corrida se da en todo el sistema bancario, compuesto entonces por el Banco Nación como banco
“dominante” y el resto de los bancos, ya sea nacionales o extranjeros. En este contexto, otra de las leyes
de emergencia del mencionado “paquete” autoriza el otorgamiento de redescuentos por parte de
la Caja. Esto es, la CC podía entonces crear base monetaria, siempre y cuando las reservas no cayeran
por debajo del 40% de la base monetaria, teniendo como intermediario al Banco de la Nación. El Banco
Nación, entonces, toma la potestad de descontar documentos a otros bancos y presentar estos
redescuentos a la Caja, que podía crear dinero primario. Además, la Ley autorizaba utilizar el Fondo de
Conversión para préstamos bancarios11. La tasa de interés era igual al tipo corriente utilizado por el banco
en sus operaciones corrientes hasta noventa días de plazo (más allá, se pagaría un adicional del 1% por
cada treinta días de exceso, hasta completar un máximo de 180 días); es decir, no era punitiva. Esto llevó
al deterioro de la calidad de la cartera del sistema bancario, el problema se ve a fines de los 20’ cuando
llega la Gran Depresión.
No obstante, vale aclarar que durante la crisis no se creó en ningún momento dinero primario por
medio de redescuentos, pero sí se utilizaron fondos del Fondo de Conversión que fueron a
dar liquidez al sistema bancario (incluyendo al mismo Banco Nación, además de los bancos privados).
Se trató, entonces, de un rescate que, como tal, tuvo un costo social dado por la caída del respaldo de
la base monetaria (reservas) del 73 al 60% y un consiguiente aumento de la relación circulante/depósitos.
Se mantiene esta política “casi” ortodoxa, sin crear dinero primario, por la cercanía temporal de la Crisis
de Baring.
La rapidez con la que se actuó demostró ser altamente efectiva, pues para el último trimestre del año el
Banco Nación estaba fuera de peligro y sólo quedaban complicados algunos bancos; para principios de
1915 la recuperación es completa y se ve reflejada en un aumento de los depósitos en todos los bancos.
En este año la balanza de pagos vuelve a ser positiva pero, por efecto de la Guerra, la cuenta capital pierde
su papel dinámico y toman este lugar las exportaciones, siendo éstas las que determinarán las entradas y
salidas de oro. Las importaciones, por la misma causa, bajan y motivan la expansión de la industria nacional.
Así, el modelo exportador argentino no cambia. El mundo, a pesar de estar en guerra, continuaba
demandando alimentos. Lo que cambia es la composición de éstos. La agricultura nacional no permitió,
con sus bajos rendimientos durante la guerra, aprovechar estas excepcionalmente favorables condiciones
de demanda internacional: entre 1915 y 1917 se dieron cosechas particularmente malas que disminuyeron
las cantidades agrícolas exportables. En contraposición, y dado que los buques no disponían de tanto
espacio en las bodegas (los fletes aumentaron por esta razón entre un 200 y 300%, a la vez que los seguros
marítimos refuerzan sus primas para cubrir los nuevos riesgos de minas y submarinos), aumentaron las
exportaciones derivadas de la ganadería, en particular la carne congelada, que ocupaba menos espacio y
era más pesada.
En realidad, la balanza de pagos debió más a la falta de crecimiento de las importaciones que a las “fabulosas
ganancias de los exportadores” con que algunos llegaron a soñar. Así y todo, estos saldos positivos de
balanza comercial entre 1915 y 1920 (salvo en 191712) lograron disminuir la deuda externa y aumentar
11
Es importante recalcar que el Banco Nación no actuaba como Banco Central, ya que no crea dinero primario, sino que
simplemente actúa de intermediario de la CC.
12
¿En 1917 se contrajo la BM? No, ya que ya no estaba la exigencia de un 100% de reservas. La Caja de Conversión era un
Patrón Oro a una sola vía, expandía BM ante un incremento en Reservas pero no disminuía la BM ante una disminución en
ellas. Las reservas siempre estuvieron alrededor del 70% de la BM en contraste con los 40% exigidos.
16
considerablemente las reservas. La base monetaria sigue respondiendo al sector externo (la CC no creó
dinero primario mediante redescuentos) y para 1920 el respaldo había alcanzado niveles del 80%.
La producción real (PIB) recién retoma el crecimiento después de 1917 (cuando terminan las malas
cosechas), y recién en 1922 vuelve a alcanzar los valores de 1913.
Por último, vale decir que se sale de la crisis con un sistema bancario debilitado, dejando un sistema
frágil ante la crisis de 1929. Como nunca se denegaron las leyes de emergencia que autorizaban el
redescuento por parte de la Caja, da lugar a la entrada del riesgo moral en el sistema bancario: cae la
relación Capital/Préstamos en el Banco Nación y la relación crédito/capital. Política de créditos más laxa
(expansiva), hace aumentar el riesgo de liquidez y el riesgo crediticio. En conclusión, la recuperación de la
crisis se da con “convertibilidad externa” fuerte y “convertibilidad interna” débil.
17
En 1925 Gran Bretaña entra en el Patrón Cambio Oro13, restableciendo el régimen de tipo de cambio
fijo en busca de la estabilidad. Este nuevo Patrón Oro buscaba asemejarse al Clásico, pero mantenía no
obstante algunas diferencias. Siguen siendo rasgos característicos el TC fijo, la libre movilidad de
capitales y el consiguiente carácter endógeno de la Política Monetaria. La diferencia, puntualmente,
radicaba en la constitución de las reservas. Mientras que en el Patrón Clásico debían componerse
íntegramente de oro, en el Cambio estaban formadas por oro y también divisas convertibles en oro14.
Motivada por esto, y por el renovado flujo de oro hacia las arcas nacionales, Argentina, bajo la presidencia
de Alvear, decide volver al Patrón Oro en agosto de 1927, dado que el nuevo ingreso de oro había
hecho converger al tipo de cambio con la relación de paridad necesaria para esto (comportamiento
autorregulador de la CC). En este contexto, el sistema bancario argentino mostraba indicadores de riesgo
superiores a los excelentes niveles alcanzados en el período previo. Autores como della Paolera usaron
esto para señalar cierta “podredumbre” en el sistema, señalando que, si bien la convertibilidad externa (la
Caja de Conversión) estaba sana, el sistema bancario todo lo contrario. Esta es, sin embargo, una tesis
exagerada, pues hay que notar que, en comparación con el resto del mundo, los indicadores de solvencia
y liquidez argentinos seguían siendo de los mejores.
Este período dio en denominarse “la vuelta a la normalidad”, pero había distintos indicadores que
señalaban los cambios en el sistema: las elevadas tasas de desempleo europeas; la sobreproducción de
bienes primarios (motivada por las nuevas técnicas agrícolas, que se sumaron a los incrementos
producidos por las nuevas fuentes abiertas como consecuencia directa o indirecta de la Guerra; mas
probablemente también por la existencia de prácticas monopólicas, los fracasos en los sistemas de control
nacionales e internacionales, cambios en la demanda y fenómenos demográficos) que llevó a la caída de
sus precios; y la falta de eficiencia del Patrón Cambio Oro en comparación con el Clásico que hace cobrar
importancia a los movimientos en la tasa de interés (ignorados en el Modelo de Hume): no todos los
países ajustaron las tasas que ingresaron a la convertibilidad (Gran Bretaña ingresa al tipo de cambio de
1914 – moneda apreciada, disminuye la competitividad e incentiva políticas monetarias expansivas para
evitar la deflación y que acaban desencadenando la crisis del 29’-, mientras que el tipo de cambio de Francia
estaba subvaluado –entraba oro). El uso de las reservas en divisas también generaba un punto de tensión,
así como también lo era el hecho de la reconstrucción alemana.
En suma, la vuelta al Patrón Oro no significaba necesariamente volver a las condiciones que habían
permitido su funcionamiento antes de la Gran Guerra. Se habían producido muchos cambios, y el
movimiento internacional de capitales, en este sentido, no era menor. El principal acreedor del mundo
era ahora Estados Unidos. Alemania había pasado de acreedor a deudor; Inglaterra no mostraba muchas
posibilidades de volver a su posición dominante anterior a la Guerra (ahora ocupada por EE.UU.), después
de liquidar buena parte de sus activos de largo plazo y de caer en dificultades de balanza comercial,
agravada por la ya mencionada vuelta al oro con una libra sobrevaluada.
Fuera de la ya mencionada ineficiencia de los nuevos mecanismos de clearing, la existencia de “capitales
erráticos” que buscaban alzas en las tasas de interés o diferencias en el valor de las distintas monedas 15,
hizo más peligrosos e incontenibles los desequilibrios en las balanzas de pagos. El mercado monetario
norteamericano no era suficientemente sensible a la evolución de las balanzas de pagos de otros países;
el comercio exterior representaba una fracción demasiado pequeña de su actividad económica; el lento
desarrollo de su banca internacional de inversión impedía una conexión eficiente entre el comercio y los
13
Vale decir que Alemania lo hizo en 1924.
14
Esto era movilizado, principalmente, por la necesidad de nuevos medios de pago internacionales, dada la escasez de oro y su
“anormal” distribución (mientras que los principales países europeos sufrían pérdidas absolutas y relativas de reservas, EE.UU.
pasó de tener el 24% del total de reservas mundial en 1913, al 44% en 1923.
15
En vez de fondos norteamericanos hacia Europa, fluían, en 1828-29, fondos europeos hacia EE.UU. en busca de altas tasas de
interés, consecuencia de la especulación bursátil.
18
préstamos internacionales de largo plazo, agravado esto por la tradicional política proteccionista de
EE.UU., intensificada en aquellos años.
Este segundo quinquenio desemboca en la crisis de 1929, iniciada con el crack de Wall Street en octubre
de ese año, y que se expandiría luego a todos los países del mundo. En 1930 se inician las corridas
cambiarias en USA (serán tres), y cuando se corta el flujo de capitales hacia Europa y caen las bolsas
europeas, comienzan a entrar en crisis los países europeos (empezando por la crisis cambiaria de Austria
en 1931), que se salen del Patrón Oro e instauran controles cambiarios. En setiembre de 1931, luego de
varias corridas bancarias, Gran Bretaña da fin al Patrón Oro con su salida del mismo.
La Gran Depresión
Como ya vimos, la “vuelta a la normalidad” pretendida en el segundo quinquenio de la década del veinte,
escondía en el fondo ciertas falencias inexistentes durante la belle epoque. El Patrón de Cambio Oro
no funcionaba tan bien como lo hacía el Patrón Clásico.
Luego del corto auge de posguerra (1919-20), y de un profundo pero también breve receso hasta julio de
1921 la economía norteamericana pasó a gozar de una excepcional prosperidad entre 1923 y 1929. Tal
prosperidad estuvo sostenida por un auge de la inversión, especialmente en bienes durables de capital y
en construcciones, lo que produjo una expansión sostenida del ingreso, de la ocupación y de la demanda
de los consumidores. Todos creían que había llegado una nueva era de prosperidad ilimitada.
En cuanto a los aspectos monetarios, la economía norteamericana comenzó los años veinte con una oferta
monetaria de casi el doble de la registrada en 1914. La baja tasa de interés y el rápido crecimiento de
los préstamos entre 1921-29 (los cuales involucraban tanto a agentes bursátiles tradicionales como a
familias de clase media e incluso media baja) sirvieron, luego, para financiar operaciones
especulativas tanto en la bolsa de valores como en el mercado inmobiliario. Sin embargo, fue el
modo irresponsable en que fueron concedidos los préstamos más que sus montos lo que contribuyó
a los futuros graves problemas.
La política del Sistema de la Reserva Federal (FED) de mantener la tasa de interés baja entre 1924-28 fue
motivada unas veces para aliviar recesos menores de los negocios, otras para crear condiciones favorables
a una estabilidad financiera en Europa. A partir de 1928 y hasta el crack de octubre de 1929, el objetivo
dominante de la FED era tratar combatir el uso indebido del crédito bancario en operaciones
especulativas. Sin embargo, los intentos de la Reserva fracasaron, mientras que la actividad económica
genuina sufría los efectos de la política restrictiva. La situación estadounidense era compleja,
cuando menos: si aumentaba la tasa de interés, ponía en riesgo el delicado equilibrio
internacional; si continuaba manteniéndola baja, no hacía más que fomentar la burbuja.
Tras esta política de “dinero fácil”, la reserva Federal vuelve a la política tradicional de proteger las reservas
de oro amenazadas y levanta la tasa de redescuento, con todos sus efectos sobre las tasa de interés,
actitudes de los bancos, el desplome de los precios de las acciones, etc. durante el jueves y viernes negro
de octubre de 1929. El crack. Ahora aumentarían las quiebras, todo el mundo limitaría sus gastos y así
también crecería el desempleo.
Al comienzo, muchos creían que esto sólo afectaría a los especuladores. Lo cierto es que, considerando
el conjunto de las pérdidas de éstos, constituían una fuerza deflacionaria considerable. Las disminuciones
de consumos se dieron indistintamente en todas las clases sociales, primero en artículos suntuarios,
seguidos por los bienes durables y la construcción junto al declinante sector agrario. Todo el mundo
parecía estar hipotecado de algún modo, y las amortizaciones e intereses de las diversas deudas se fueron
haciendo cada vez más insoportables.
19
El sistema bancario resultó no ser tan fuerte como la mayoría creía. De hecho, cuando se
produjo el crack, los bancos tenían cerca de un 25% de sus activos en préstamos relacionados con acciones
y otro 10% en hipotecas. La caída de ambos mercados dejó a todo el sistema en condiciones muy precarias.
Se produce, en este contexto e inmediatamente después del crack la primera corrida en Estados
Unidos, con una abrumadora cantidad de bancos quebrando como resultado.
La Depresión golpea con fuerza en Europa en 1931, comenzando en Austria (que ya había sufrido
hiperinflación en 1920, como resultado de la Guerra). El quiebre de uno de sus principales bancos
(capitalizado con acciones de empresas afectadas por la crisis internacional) produce un efecto contagio
sobre todo el sistema bancario austríaco. Finalmente, el gobierno austríaco decide salir del patrón
Cambio Oro utilizando control de cambios: estaba prohibido sacar oro o divisas del país. De esta
manera, aquellos extranjeros con depósitos en Austria pierden sus activos financieros, y esto lleva a que
se produzca una corrida bancaria en Alemania, que también se encontraba debilitada por la peor
hiperinflación de la posguerra y que, a su vez, tenía un sistema bancario de características similares al
austríaco. A su vez, había en Alemania una tasa de interés demasiado alta, debido a los servicios de la
deuda. Es así que Alemania, al igual que Austria, sale del Patrón Oro mediante controles
cambiarios.
Las dificultades de estos y otros países no tardaron en llegar a Gran Bretaña, que se encontraba con un
balance comercial negativo debido a su moneda sobrevaluada. Se produce también en este país una
corrida cambiaria a pesar de sus esfuerzos para mantener la liquidez internacional y el pedido de ayuda
a otros países (veremos que la cooperación internación no volvió a ser la misma que la del Patrón Oro
del siglo XIX). Gran Bretaña no tiene más remedio que abandonar la convertibilidad el 21 de
setiembre de 1931. Debido a la naturaleza de su crisis (fue fundamentalmente cambiaria, no bancaria),
lo hizo devaluando, lo cual repercutió sobre las reservas en libras de otros países.
En este contexto, se produce una segunda corrida bancaria en los Estados Unidos, a la vez que,
dada la caída británica, numerosos países se apartan del Patrón Oro.
Estados Unidos logra mantenerse un tiempo más bajo el sistema de Patrón Oro, pero, tras un tercera
corrida y el decreto de un feriado bancario, con el New Deal de Roosevelt lo abandona finalmente el
20 de abril de 1933, también devaluando, para permitir un aumento general de precios que sacara al
país de la parálisis económica. La decisión norteamericana fue considerada, en el plano internacional, como
el fin del Patrón Oro.
No obstante, de las grandes potencias, aún quedaba Francia bajo este régimen, en una constante pérdida
de competitividad. El interrogante era, entonces, ¿cómo salir? Dada la reciente experiencia de inflación
acelerada durante los 20’, la salida se demora con medidas no exitosas. Logra salir hacia 1936,
devaluando, al igual que gran Bretaña y Estados Unidos, pero con dificultades significativamente
mayores.
Así, durante los treinta, todos los países estuvieron ocupados en la implantación de controles
comerciales y financieros que, aunque pensados para impedir movimientos inconvenientes de
capitales, impidieron también, finalmente, los convenientes, limitando considerablemente el
comercio multilateral. Cada nación trataba de mejorar su situación interna a expensas de las relaciones
de interdependencia que habían hecho posible la economía internacional. Esos controles se aplicaron en
dos campos más o menos superpuestos: cambios y acuerdos de pagos por una parte; y tarifas,
cuotas y prohibiciones a importar por la otra.
El control de cambios sirvió, al comienzo, para impedir (o al menos reducir) la salida de capitales
producto de la crisis de los primeros años de la década, cuya tensión y profundidad dio, luego, lugar a
nuevos objetivos. El control producía cierto aislamiento de las economías deprimidas, y permitía la
aplicación de medidas expansionistas internas que levantaran los niveles de ingresos y empleo. Si
un país necesitaba mantener su moneda sobrevaluada para combatir la inflación, o para facilitar el
20
pago de la deuda externa, podía servirse del control de cambios; asimismo, también podía proteger
la industria local discriminando por producto, mas también incrementar los ingresos fiscales
estableciendo una diferencia entre los tipo de compra y los de venta (como, veremos más adelante, hizo
Argentina).
La escasez diferenciada de divisas que había provocado la inconvertibilidad condujo a acuerdos
bilaterales de comercio y de pagos, con los que se buscó aumentar el intercambio entre los
contratantes, a pesar de las dificultades monetarias y financieras del período. Pero las restricciones que
más frenaron el comercio internacional fueron las tarifas y las cuotas, aunque las primeras se mostraron
más bien inadecuadas para proteger la producción local en los peores momentos. Las cuotas de
importación fueron utilizadas con propósitos diversos: proteger industrias (o agricultura); equilibrar la
balanza de pagos; mostrar el poder de negociación, o el mecanismo de las represalias en su caso (por
ejemplo, Inglaterra frente a Argentina, como también veremos en breve).
21
La evidencia indica que no se produjeron en nuestro país corridas bancarias ni cambiarias producto del
apartamiento de la convertibilidad, por lo que los redescuentos continuaron siendo innecesarios.
El acontecimiento que realmente golpea a Argentina es la expansión de la crisis a Europa, coronada con
la salida de Gran Bretaña del Patrón Oro en setiembre de 1931, lo cual origina una fuga de capitales
acompañada de una corrida cambiaria, que desemboca en una corrida bancaria que cruza a los
bancos en una situación endeble.
Vuelve a haber un fuerte pico negativo en la balanza de pagos. El nuevo gobierno de facto (Uriburu),
ante la contracción monetaria, las deudas pendientes sin perspectivas de arreglos espectaculares y las
necesidades de fondos para financiar la cosecha, dejó de lado sus escrúpulos respecto de los posibles
efectos de apelar al redescuento y lo puso en práctica mediante un nuevo decreto en abril de 1931.
Este decreto autorizaba al Banco Nación a redescontar en la CC papeles comerciales hasta un monto de
200 millones de pesos moneda nacional (monto luego ampliado). El objetivo no sería crear nuevas
actividades o ampliar las existentes para reactivar la economía creando dinero, sino “dar a los bancos
medios para cubrir sus necesidades inmediatas y evitar así una brusca contracción del crédito”. Así, este
efecto expansivo fue suficiente para compensar las inevitables exportaciones de oro del período y
mantener la base monetaria relativamente constante. Esto significó, por primera vez, una ruptura
de la ortodoxia monetaria (apartamiento del principio de la Currency School); no obstante, puede
decirse que se trató de una “heterodoxia disciplinada” que no tuvo los efectos keynesianos resultantes
de un aumento de la demanda agregada, puesto que lo que se buscó fue sacar a la economía de las
expectativas deflacionarias.
No obstante, esta caída de la libra (abandono del Patrón Oro por parte de Gran Bretaña), la fuga de
capitales y la depreciación del peso, sumados estos factores a un empeoramiento de la balanza comercial
y a la rígida carga de la deuda externa, no dejaron al gobierno en aquel año mucho campo de maniobra
fuera de una intervención en el mercado de cambios, si se deseaba cumplir con los servicios de
la deuda y conservar el oro que quedaba en el país.
La Comisión de Control de Cambios, creada por decreto el 10 de octubre de 1931, realizó una
primera experiencia relativamente poco exitosa, con un peso aparentemente sobrevaluado que no ayudó
a resolver los problemas de balanza de pagos en el período 1931-33.
Los bancos interesados en operaciones con el exterior se vieron obligados a someterse a la supervisión
de la Comisión. Los exportadores resultarían obligados a vender sus créditos en divisas a esos bancos
para que se les permitiera embarcar sus envíos, y los importadores sólo podrían operar por permisos
de cambios otorgados por la Comisión (y nada fáciles de conseguir, lo cual da origen a un mercado
negro de divisas), que ajustaría diariamente la demanda a la oferta de divisas para mantener el tipo de
cambio que se considerase conveniente.
Los permisos de cambio se distribuirían de acuerdo a una lista de prioridades, de la cual formaban parte
(en orden):
1. Las necesidades del gobierno, especialmente en lo referente a los servicios de la deuda
externa;
2. La importación de materias primas para industrias, combustible y bienes de consumo
indispensables;
3. Las remesas de los inmigrantes;
4. Las mercaderías no incluidas en 2;
5. La cancelación de deudas comerciales atrasadas.
Esto se constituyó como el primer signo de que Argentina pasaba a ser una economía de mercado
con intervención estatal. El problema fue que la medida no se acompañó con una regulación en
las importaciones. Las importaciones en sí no estaban restringidas, en el sentido de que “los
22
importadores podrían introducir todo lo que quisieran, siempre que los proveedores del exterior
estuviesen dispuestos a correr el riesgo de una demora en el cobro de sus créditos”. Luego de algunas
vacilaciones, se fijó al comienzo un tipo de cambio rígido de 3,886 pesos por dólar. Pronto se vio que se
trataba de un nivel demasiado bajo, con el cual se acumularon deudas impagas que dieron lugar a lo que
luego se conoció como el problema de los “pesos bloqueados”. El “lado bueno” de esta situación fue
que los tenedores de estos fondos bloqueados (importadores, prestamistas, inmigrantes), hasta tanto no
se dio una solución (proporcionada en 1933 por el Acuerdo Roca-Runciman), optaron por invertirlos
(tanto en títulos públicos como en bancos), evitando la contracción de la demanda agregada y la
aceleración de la recesión, contribuyendo a mantener cierta estabilidad.
En 1931 se da, además, una importante reforma del sistema tributario, cuya piedra angular, por ese
entonces, eran los ingresos arancelarios. Si bien durante toda la “década radical” se intentó aplicar esta
reforma, no se logró, dejando Irigoyen como saldo, en su segundo mandato, un abultado déficit fiscal (sin
contar servicios de deuda). Es por esto que un gobierno conservador como el de Uriburu decide aplicarla
por fin para cerrar la brecha entre ingresos y gastos fiscales. Se crean, entonces, el Impuestos a los
Réditos (antecesor del actual impuesto a las ganancias) y el Impuesto a las Transacciones (precursor
del IVA).
Se da a partir de aquí una extraña combinación de gran disciplina fiscal (política fiscal ortodoxa),
acompañada por una política monetaria heterodoxa (pero disciplinada) y, a su vez, por una
ratificación, en plena crisis, del compromiso de pago de servicios de la deuda (Argentina y Haití
fueron los únicos países en hacer algo similar), compromiso que efectivamente cumple. Esto ayudó a la
Argentina a salir más rápido de la crisis que otros países y con menos costos en el sentido de la recesión
(los mercados son muy sensibles ante la insolvencia).
En 1932, la deuda flotante era de unos 1300 millones de pesos moneda nacional y se debían cuatro
meses a los empleados públicos. El Banco Nación se oponía a nuevos adelantos al gobierno y las
posibilidades de un empréstito exterior eran remotas ante la situación general de crisis. Fue preciso,
entonces, que una ley de emergencia autorizara un “empréstito patriótico” interno por 500 millones
de pesos moneda nacional. Este empréstito sería administrado por un organismo especial autónomo con
atribuciones para solicitar a la CC, junto con el Banco Nación, la emisión de papel moneda contra la parte
de la deuda que no resultara suscripta por el público. Estas obligaciones del gobierno serían recibidas por
la Caja al 85% de su valor nominal, y entregadas de vuelta en cualquier momento propicio sobre la misma
base.
La suscripción del público llegó solo a 150 millones de pesos y se cerró en agosto. La emisión
complementaria había alcanzado, por su parte, 170 millones al 30 de junio (correspondientes a 200
millones al 85%). Estas dos fuentes procuraron cierto alivio al gobierno, que pudo por ese medio pagar a
sus empleados y proveedores. Los efectos indirectos mejoraron también considerablemente la situación
de los bancos.
Vale notar que, a partir de aquí, el activo de la CC era propio de un Banco Central, conformado
por reservas en oro y divisas, redescuentos (desde 1931) y títulos públicos (resultado del “empréstito
patriótico”). Sigue sin haber un aumento de la base, sólo se trata de compensar los cambios en la base (la
creación de dinero primario se encuentra limitada por la restricción de la ley de 1914, que establecía un
mínimo de respaldo de la base del 40%).
En lo que respecta al comercio, la truncada misión D’Abernon (1929) había fijado el comienzo de las
presiones británicas para conseguir privilegios comerciales en el país y no podía ser considerada
ajena al pobre desarrollo relativo que mostraba el intercambio anglo-argentino, especialmente respecto
de los avances en la materia logrados con EE.UU. Estas presiones no podían ser resistidas por mucho
tiempo por un país como el nuestro, con exportaciones en competencia, y frente a un solo comprador
como era el caso extremo de la carne congelada. Esto apareció definitivamente claro después de la
23
Conferencia Económica Imperial reunida en Ottawa. El sistema de cuotas, que ya había paralizado nuestras
exportaciones a otros mercados, amenazaba ahora el canal principal de nuestro comercio exterior y el
más argentino de nuestros productos: “la política del Gobierno Británico respecto de la producción de
carne será, primero, asegurar el desarrollo de la producción interna; segundo, dar a los Dominios
(excolonias y Argentina) una participación creciente en las importaciones”.
Para tratar esto, el negociador principal de este lado fue el propio vicepresidente Roca, quien partió hacia
Londres con extensos poderes, fruto de las presiones del sector ganadero.
Los negociadores ingleses, en línea con la ya mencionada nueva tendencia mundial, insistieron con variados
argumentos en favor del bilateralismo anglo-argentino. Los ingleses presentaron, además, quejas al
comienzo de las negociaciones; la principal se refería al “excesivo proteccionismo argentino”. Lo cierto
es que, en realidad, no existía por entonces nación más inmune que Inglaterra a nuestro pretendido
proteccionismo, con un 54% de valores exentos (seguía Alemania con un 12%), en un contexto donde el
principal ingreso del gobierno provenía de fuentes arancelarias.
Fuera del problema vacuno, las negociaciones cubrieron otros puntos importantes, como los términos en
los cuales habría de liquidarse la masa de los “pesos bloqueados” como consecuencia del control de
cambios.
El altamente polémico Pacto Roca-Runciman resolvió, pues:
Parte Comercial: Gran Bretaña se compromete a comprar la misma cuota de carne que en 1932
(compra que, dada la situación de crisis, no era demasiado importante) bajo la condición de que
las libras obtenidas en las operaciones sean reutilizadas en compras a la misma
potencia. Esto significa el fin de la libre disponibilidad de divisas, propia del comercio
multilateral, y, en particular, el fin del “comercio triangular” que Argentina mantenía al utilizar
las libras obtenidas del comercio con Gran Bretaña para importar productos desde estados
Unidos, que era más competitivo.
Esto significaba un problema, puesto que los exportadores no eran los mismos que los
importadores: había que buscar un instrumento de política económica para lograr que el
importador redireccione sus cuotas hacia Inglaterra. El instrumento será, como veremos luego, el
Tipo de Cambio.
Parte Financiera: El problema de los “pesos bloqueados” se solucionó por medio del
“Empréstito de Desbloqueo”, una emisión de títulos en libras esterlinas que fueron entregados
a los importadores con deudas en el exterior, contra entrega de sus “pesos bloqueados”. Así, los
importadores obtendrían, a su vez, las divisas necesarias para pagar aquellas deudas vendiendo los
títulos en los mercados europeos.
Para evitar los efectos en las cotizaciones de un lanzamiento precipitado de los títulos, los
empréstitos de desbloqueo se radicaron en entidades financieras responsables del exterior que los
tomaron en firme y se encargaron de pagar a los exportadores (los títulos salieron al mercado
junto con deuda inglesa). De este modo, se descongestionó el mercado de cambios, transformando
la deuda exigible de los particulares en otra de lazo mayor a cargo del Estado. El empréstito en
libras tendría un plazo de veinte años, interés al 4% y amortización del 5% con cinco años de gracia.
Estos títulos lograron resolver el problema de los “pesos bloqueados” sin afectar el
valor de la moneda. Además, el Estado logró hacerse de pesos para equilibrar sus cuentas (sobre
todo en lo referente a la deuda flotante).
Mientras Roca negociaba con Runciman, Federico Pinedo y su gente habían estado trabajando en un nuevo
sistema de control de cambios que habría de eliminar la posibilidad de bloqueo de fondos y,
al mismo tiempo, procurar nuevos ingresos al gobierno. Los bloqueos desaparecerían al convertirse
el mercado negro en un mercado libre legal abastecido por fuentes aceptadas.
24
Así, la segunda etapa del control oficial de cambios se iniciaría por decreto en noviembre de 1933.
Con ello, y tras una devaluación, se crearon dos mercados de cambio, uno oficial y otro libre.
Mercado Oficial: los exportadores estarían obligados a vender las divisas que obtuvieran a la
Comisión de Control de Cambios, por intermedio de los bancos u otras instituciones autorizadas,
a un tipo oficial de compra. La oferta del mercado oficial estaría dada por los créditos
provenientes de las exportaciones regulares. La demanda la formaban los pedidos de cambio
de los importadores y de todos aquellos que deseaban hacer pagos al exterior. Aquí se establece
la modificación fundamental de establecer permisos previos de cambio, con lo cual se
procuraba evitar la evasión de capitales y la especulación, regulando a su vez el nivel de las
importaciones. El tipo oficial de venta sería fijado por una licitación de las divisas disponibles
entre aquellos que tuvieran ya sus permisos (otorgados según el orden de prioridades establecido
en la primera eta de control).
Mercado Libre (flotación sucia): La oferta se formaría con las exportaciones no regulares, con
las inversiones de capital extranjero y con el producto de otras operaciones que no
correspondieran liquidar en el mercado oficial. La demanda provenía de aquellos que no hubieran
conseguido sus respectivos permisos de cambio.
No había, pues, limitaciones para importar, fuera del hecho de la existencia de dos mercados, con mayores costos
para los que operaban en el libre, frente a los privilegiados del mercado oficial.
Si tenemos en cuenta que los productos primarios estaban sufriendo fuertes bajas en aquellos años, resulta
fácil comprender que uno de los objetivos de devaluación fuera el de compensar a los exportadores y,
por medio de estos, a los productores agropecuarios por sus pérdidas en pesos. Así se mitigarían los
efectos depresivos de la Crisis, agravados por lo que se consideraba que había sido un peso sobrevaluado
durante la primera etapa del control de cambios. Sin embargo, el salto cambiario tenía ciertos riesgos,
como la posibilidad de que el estímulo moviera a los productores a vender precipitadamente en los
mercados exteriores, con los consiguientes efectos negativos sobre los precios. Recordemos que
Argentina tenía una participación importante en la oferta internacional de cereales y lino.
Estas reflexiones sugirieron la necesidad de organizar una Junta Reguladora de Granos. La Junta
compraría a los productores trigo, maíz y lino para venderlos luego en los mercados exteriores cuando
las condiciones se presentaran favorables. Por otra parte, como existía la posibilidad de pérdidas en las
operaciones reguladoras de la Junta, el margen de cambios que resultara como diferencia entre las
compras y las ventas de cambio sería utilizado, en parte, para cubrirlas. Este margen serviría también para
cubrir el mayor costo en pesos do los servicios de la deuda pública externa, otra consecuencia de
la devaluación. El Gobierno utilizó sólo alrededor de un tercio de los 90 millones de pesos producidos
por el margen (era la primera vez que el estado percibía ingresos por esta fuente) en el primer año de su
vigencia, de los cuales cerca de nueve compensaron las pérdidas, inesperadamente bajas, de la Junta. El
resto pasó a integrar un fondo de reserva en oro depositado en Londres.
En el aspecto de la discriminación por países, el nuevo sistema cumplió durante cierto tiempo con lo
que de él se esperaba: mientras que casi la totalidad de las importaciones de origen inglés recibían
cambio oficial, solo la mitad de las provenientes de EE.UU. recibían este tratamiento. No
obstante, los exportadores británicos consideraron este margen demasiado pequeño para mantener
ventajas competitivas sobre la agresividad exportadora estadounidense, lo que se reflejó en un recargo
cambiario de hasta el 20% sobre las importaciones sin permisos previos, autorizado por una ley de 1935.
Estas medidas, no obstante, acabaron por incentivar a los Estados Unidos a “saltar” las barreras y
establecer una mayor presencia industrial en Argentina. Se da entonces, un cambio en el modelo
industrial nacional, donde ahora la política económica estimula la industria (mediante el tipo de
cambio y los aranceles altos). Puede hablarse de un Modelo de Industrialización por Sustitución
25
de Importaciones, correspondiente a la fase moderna de la industria nacional que marca el ocaso del
modelo BPE.
Esta caída del modelo BPE se da por la existencia de los precios máximos (que originalmente
pretendían ser mínimos) fijados por la Junta. Aparece “otra agricultura” destinada al mercado interno
principalmente, y ya no al externo (abastecimiento del nuevo modelo ISI), a la vez que se vuelve, para los
arrendatarios agrícolas, más rentable ser un asalariado industrial, y se produce una fuerte migración desde
el campo a las ciudades, detonando el “letargo de la región pampeana”, en crisis hasta el 60’.
16
Son los precios de referencia sobre los cuales se fijan los aranceles de importación.
27
garantizaba los derechos de propiedad tanto en lo referente a las marcas como en la tecnología,
lo que llevó a un significativo aumento del número de estos registros.
Por tanto, la industrialización en los 20’ no obedece a una política económica específica del tipo de
industrialización por sustitución de importaciones (ISI), sino exclusivamente a motivos de mercado, ya
que los precios industriales aumentaron considerablemente respecto a los precios agrícolas durante toda
la década. Así, durante este período es que se da la mayor tasa de crecimiento de la inversión bruta
fija manufacturera.
En los años 30’, el salto en la inversión ya había ocurrido, por lo que este período ocurre como una
continuación del anterior, y no como un quiebre (como sí fue el cambio del modelo derivado del BPE a
la etapa moderna. Esto es contrario a la “versión olímpica” acusada por Villanueva, la cual sostiene que el
inicio del desarrollo industrial argentino se produce a consecuencia de la Gran Depresión, en los 30’).
En esta década se observa un cierto crecimiento industrial que sigue las tendencias de años anteriores.
Las medidas anticíclicas17 de la primera mitad de la década del treinta estimularon la expansión del sector
industrial, sobre la base de una más amplia utilización de la capacidad existente en el sector,
producto de la inversión de la década del veinte. El “salto” se expande a las restantes ramas de la
industria, no alcanzadas en la década anterior, mientras que los niveles de inversión en las industrias
eléctrica, química y de metales se mantienen. Al respecto, puede señalarse en este período una serie de
cambios en la composición del producto manufacturero:
a. Existe una cierta tendencia a declinar la participación en el producto industrial de ramas como
alimentos y bebidas, calzado e indumentaria, maderas, cueros, y minerales no metálicos;
b. Las ramas del papel e imprenta y publicaciones, después de haber expandido su participaci6n en la
década del veinte, tienden a declinar en la década del treinta;
c. Las ramas de productos químicos, metálicos y eléctricos expanden su participaci6n lentamente
siguiendo una tendencia ya instaurada desde antes en el sector;
d. Expansión (”salto”) de la producción de textiles.
En la parte final de la década del treinta la situación es diferente a la de los veinte. Para entonces, ya se
había afirmado la competencia entre proveedores británicos de bienes finales tradicionales y la de los
proveedores norteamericanos (alemanes, también, entre otros) de nuevos bienes y de insumos para las
empresas instaladas localmente. El resultado es que Gran Bretaña fuerza a la Argentina a una política
comercial de neto corte bilateral. Las divisas disponibles, por la vía del control de cambios (instalado
como consecuencia del Pacto Roca-Runciman, en 1933, y bajo la coordinación de Federico Pinedo),
son destinadas esencialmente a cubrir el intercambio financiero y de bienes entre la Argentina y Gran
Bretaña; Estados Unidos, que enfrenta una política discriminatoria en lo que se relaciona con la
disponibilidad de divisas, encuentra en esta barrera un nuevo estímulo para atraer sus empresas hacia el
país. La historia demostrará que resultaba más difícil evitar la entrada de bienes al país cuando se trataba
de insumos de los cuales dependía la actividad industrial (y, por lo tanto, el empleo), que cuando se trataba
de bienes de consumo ya fabricados en el exterior, pues la prioridad número uno, en los sistemas de
control de cambios instalados en el país en la década del treinta, era siempre la de proveer los insumos
necesarios para la industria.
Existen, pues, dos factores fundamentales a tener en cuenta para entender lo acontecido en esta época
(además de las cuestiones cíclicas y de los efectos de la política imperialista británica):
a. La tensión entre los intereses británicos y EE.UU. por el predominio en el área
latinoamericana (a esto se suma posteriormente Alemania)
17
Hacia fines de la década de 1920, se había hecho típico de la Argentina un patrón bastante claro de oscilaciones económicas
hasta el punto que recibió nombre propio. Se le llamó ciclo económico argentino.
28
b. La existencia, a partir de los últimos años de los ´20, de sectores industriales ligados al capital
internacional y provistos de equipos, patentes y organización de igual origen, de los cuales se
desarrolla una constelación de pequeños talleres y empresas industriales de capital local.
Podemos resumir que a estrategia del equipo de 1933 se apoya, especialmente, en dos tipos de medidas:
a. Las medidas "estructurales" estaban ligadas a las negociaciones con Gran Bretaña. En estas
negociaciones lo que se logra, dentro del contexto de intercambio bilateral, es asegurarse una
parte del mercado británico de carne congelada para los ganaderos argentinos a cambio de facilitar
el acceso a las importaciones británicas hasta donde alcanzaran las divisas provenientes del
comercio de exportación con tal potencia (bilateralismo).
b. Las medidas "anticiclicas" que se dan en apoyo a la industria local (mediante una demanda interna
y abastecimiento de insumos importados adecuados) tenían por fin no sólo la preservación de
fuentes de empleo imprescindibles para contrarrestar las presiones del ciclo, sino que además
permitían atraer capital extranjero al sector industrial del país. Esto último, sin embargo, no era
expresamente indicado como objetivo definido.
La atracción de los capitales extranjeros era facilitada por la vía de la política cambiaria (o de
restricciones cuantitativas, según el año de que se trate), que actuaba aún mejor que una
barrera aduanera, especialmente para los productos de países que, como Estados Unidos, no
tuvieran los beneficios de convenios bilaterales con la Argentina. Esta "barrera cambiaria" (con el
premio de un mercado interno sostenido) era la que debían superar las empresas de capital
internacional que quisieran mantener sus negocios en el país. A partir de entonces, se dice que la
política de cambios se transforma en un instrumento de política económica 18. Se genera con
esto grupos de interés.
18
El control de cambios de aquellos años estuvo ligado, más que con problemas cíclicos, con las dificultades estructurales
creadas por la política imperial británica, expresada en la Pacto Roca-Runciman, y con los problemas de conducci6n
politicoecon6mica, que implicó el creciente antagonismo entre Inglaterra y Estados Unidos.
29
Con el mundo en Guerra, se generó escasez de espacios de carga en los barcos, y la Argentina nuevamente
se encontró con la imposibilidad de colocar sus excedentes agrícolas: la carne congelada volvía a
ser el principal producto exportado durante un conflicto bélico. Por aquel entonces, la región pampeana
ya se encontraba en la crisis de su “ocaso”, en parte por los precios máximos fijados por la Junta Nacional
de Granos (JNG), y en parte por el inicio del modelo ISI en la década del 30’, que lleva a que se produzca
la migración campo-ciudad ya referida, por el diferencial de salarios. Esta situación se agrava aún más con
la guerra como contexto.
Por otra parte, surge la imposibilidad de importar los bienes de capital e insumos requeridos por
la industria nacional. Vale recordar que se trataba de una industria capital intensiva en la cual la inversión
era llevada a cabo con ahorros internos.
Ante estos problemas, se esperaba que la economía entrase en recesión. Como respuesta a esta
perspectiva, se propone en 1940 el denominado Plan Pinedo, un plan de reactivación llamado así en
referencia a su creador, Ministro de Hacienda de la presidencia de Ortiz. Lo cierto es que este plan
“fracasa” al no ser aprobado en el Congreso, pero ha pasado a la historia como “la política económica que
pudo ser”, dando origen a numerosos estudios contrafácticos.
El Congreso tenía el poder de decidir la aprobación del Plan, puesto que el gobierno de Ortiz había sido
elegido “democráticamente” (hubo fraude). Que el plan no haya sido aprobado indica que sus ideas habían
quedado en el grupo de las ideas “viejas” y que el rumbo que estaba tomando la política económica era
distinto.
La primera medida del Plan era que el Estado compre los excedentes agrícolas, pero esto no era lo
más relevante, dado que se trataba de una situación coyuntural. Así, el principal objetivo era el promover
la industria y la construcción como medios para la reactivación económica. Esto se lograría
mediante créditos, instrumentados a través de la creación de un mercado de capitales de largo
plazo. Recordemos que el mercado de capitales argentino (el sistema bancario) se había restringido al
corto plazo tras la creación del BCRA y la sanción de la llamada Ley de Bancos luego de la Gran Depresión,
por lo que toda la inversión se realizaba con ahorro externo. La propuesta del Plan eran créditos a 25
años para fomentar la construcción, y a 15 para el sector industrial.
Lo interesante de este punto era que la creación de este mercado de capitales de largo plazo era no
emisionista y, por tanto, no inflacionaria, pues la fuente de ingresos no era la creación de dinero
primario. Los fondos, de acuerdo al Plan, se iban a obtener de los bancos comerciales que hasta el
momento estaban sobrexpandidos, es decir, tenían muchas reservas y había una subutilización del crédito.
Los bancos entregarían fondos al Banco Central y éste los endosaría a un organismo de financiación. La
autoridad monetaria devolvería los fondos a los bancos a medida que se reactivara la economía pero,
entretanto, ellos podrían computar en el cálculo de su efectivo mínimo parte de los fondos entregados al
Banco Central. En suma, se trataría de llevar a un sistema de corto plazo a uno de largo, a través de la
movilización de reservas. Este sistema funcionaría así hasta, como máximo, un año después de
terminada la Guerra (cuando fuera que esto sucediera); luego, el organismo de financiación debería
remplazar su fuente de ingresos por bonos, captando ahorros internos y externos.
A su vez, se le daría al BCRA mayores facultades que antes: podía exigir requerimientos mínimos de
reservas adicionales, fijar tasas máximas de interés a los plazos fijos, hacer operaciones de mercado
abierto y autorizar aumentos en las tasas de interés en los depósitos de ahorro. Se buscaba un sistema
financiero de largo plazo, no inflacionario: no se emitía, sino que se movilizaban las reservas.
Respecto al destino de la financiación referenciada, Pinedo proponía la construcción de viviendas
económicas y la promoción de sectores específicos de la industria, en particular de la industria natural
donde existieran claras ventajas comparativas, esto es, que fueran industrias exportadoras. Con
“industria natural” se hacía referencia a aquellas industrias que utilizaran como insumos productos
nacionales (evitando así las restricciones a la importación, y aprovechando las ventajas comparativas),
30
mientras que con “exportadora” se hacía referencia a que se tratara de fuente de divisas, es decir, que
estuviera volcada al mercado externo. Se trataba, pues, de fomentar un modelo ISI distinto al que tuvo
lugar a partir de la Segunda Guerra y el que efectivamente se dio con el peronismo.
Para estos fines se crea la Corporación para la Promoción y el Intercambio (CPI) en 1941 (así,
esto es el único punto del Plan que verdaderamente ve la luz), cuyo fin era promover los intercambios
con el resto del mundo. Los destinos claves eran, los Estados Unidos (fundamentalmente por dos
motivos: el reconocimiento de este país como nueva potencia, y para poder suplir de alguna forma el
crónico déficit comercial comenzando a introducir productos propios en ese país) y los países vecinos,
fundamentalmente Brasil, en importante crecimiento desde los ’30. En este sentido, se propone una unión
aduanera para incrementar la demanda, lo que se constituyó como el primer antecedente del Mercosur.
El fomento de EE.UU. como destino exportador se logra utilizando instrumentos cambiarios y el
denominado “draw back” (devolución de los impuestos pagados por los insumos de mercadería exportada
hacia este país).
Fue también tarea del CPI la identificación de aquellas “industrias naturales”. Se contrata a la fundación
estadounidense ARMOUR para ver cuál era el estado de la industria argentina, es decir ver cuáles podrían
ser las industrias competitivas. El informe resultante estableció que las industrias “competitivas” eran
la alimenticia, las textiles y la química. A su vez, clasificó como “intermedias” a los vidrios,
cerámicos, piezas de maquinarias; y como “desventajosas” a la siderurgia y a todas aquellas ramas que
consumiesen energía eléctrica en demasía. El estudio consideraba necesario incrementar la competitividad
externa de la industria argentina, desmontar la pequeña industria ineficiente y promover líneas de
producción con mayores ventajas “naturales”
Ahora bien, esto fue la propuesta (y parte de lo poco que se materializó) que, a fin de cuentas, fue
rechazada. Lo que nos lleva a preguntarnos qué fue lo que en verdad sucedió.
Para empezar, el temor de Pinedo de entrar en recesión, no se dio. Lo que en verdad ocurrió fue que,
durante la Guerra, las exportaciones crecieron mucho, a la vez que las importaciones se vieron
lógicamente restringidas, lo que generó un gran incremento de divisas que dio lugar a lo que Arnaudo
denomina “inflación importada”, pues no era una suba de precios producto de la política económica
practicada. Esto redunda en una legitimación de los controles de precios, en una situación que resultó ser
exactamente contraria a lo que se esperaba por los hacedores del Plan.
La formación del mercado de capitales de largo plazo en Argentina no se dio como estipulaba el Plan, sino
que el fortalecimiento del crédito se instauró mediante el uso de los redescuentos a los bancos. La política
económica, por su parte, se dirige al fomento de otro modelo ISI, uno volcado hacia lo que Llach llama
“mercadointernismo”, en el cual se fomenta la industria nacional como un todo, sin discriminar entre
“naturales o (su contracara) “artificiales”, haciendo caso omiso de las ventajas comparativas. Había un
interés, por entonces, en que la industria acompañe a la defensa nacional, con lo que se crea también la
Dirección de Industria Nacional, a la vez que el Banco de Crédito Industrial encargado de los créditos
específicos.
Los logros del plan Pinedo se observan en el aumento de las exportaciones manufacturadas, las cuales
antes eran insignificantes, en el 1939, no llegaban al 4%, en 1943 llegaban al 20% con destinos a USA y a
países vecinos. Estas exportaciones coincidían con los rubros señalados por el informe ARMOUR en 1943.
31
Capítulo 3
19
Ramírez debe renunciar tras romper relaciones con Alemania y Japón en 1944, lo que provocó descontento entre los
militares antinorteamericanos.
32
En cuanto al contexto internacional en que Perón asume a la presidencia, se trata de los años de la
posguerra. Surgen en ese entonces los Acuerdos de Bretton Woods (julio de 1944). Se trataba de un
conjunto de reglas para las relaciones comerciales y financieras entre los países más industrializados del
mundo, que fue origen también del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (creados
en 1946), usando el dólar como moneda de referencia internacional. Esto es, el gran costo de la
Segunda Guerra imposibilitó la mantención de un tipo de cambio fijo; de manera que el nuevo sistema
estuvo orientado a tipos de cambio fijos o “ajustables”, en miras de evitar posibles recesiones. El tipo de
cambio ya no sería en relación al oro, sino al dólar (el cual sería luego convertible a oro a 35 dólares por
onza sin restricciones ni limitaciones): “Patrón Dólar”.
A partir de Bretton Woods, cuando los países tienen déficits en sus balanzas de pagos, deben financiarlos
a través de las reservas internacionales o mediante préstamos que concede el Fondo Monetario
Internacional. Para eso fue creado. Para tener acceso a esos préstamos, los países deben acordar sus
políticas económicas con el FMI, si es que se trataba de una problema estructural y no temporario (se
consideraba problema estructural cuando el pedido de ayuda se repetía más de una vez). Se estableció
que los préstamos que cada país solicitaba al FMI sólo podían ser destinados a cubrir los déficits temporales
de balanza de pagos, y se le daba a cada país deudor un plazo de pago de tres a cinco años (préstamos de
mediano plazo).
Por su parte, el Banco Mundial prestaría ayuda financiera a las economías devastadas por la Guerra, ya las
economías en desarrollo. Aquí juega un papel importante el Plan Marshall, que brindaría ayuda financiera
a los países afectados por la Guerra bajo la condición de que se entrara al sistema Bretton Woods 20.
Otro aspecto fundamental de estos acuerdos es la libre convertibilidad de cuenta corriente, que
significa que no debería haber trabas al comercio internacional, en un retorno al comercio multilateral. Es
así que uno de los principales objetivos de los acuerdos Bretton Woods fue poner fin al período de
proteccionismo iniciado con la Primera Guerra Mundial. En este sentido es que en 1948 se firmó el
Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT), que posteriormente absorbió la Organización
Mundial de Comercio (OMC).
El último elemento a considerar son las restricciones a la cuenta capital, producto del tipo de cambio
fijo ajustable (no se volverá a la libre movilidad hasta los ’90). Bajo este sistema, entonces, no existían
mecanismos de ajuste automáticos
El período 1945-73 estuvo marcado por altas tasas de decrecimiento respecto a la Época Dorada,
tiempo en el cual Alemania fue el país europeo con mayor crecimiento, junto con Japón en Asia. A partir
de entonces, se redefine en Europa al papel del Estado: aparece el Estado como productor (tanto directo,
con empresas propias, como indirecto, mediante el fomento) y el Estado como benefactor. Ambos
papeles serían adoptados fuertemente por el Peronismo, prevaleciendo en nuestro país hasta la década
del ’70.
Volvamos a la situación del país al momento en que Perón llega a la presidencia. Durante la Guerra, los
saldos exportables argentinos habían aumentado y, dado el bilateralismo con Gran Bretaña, aparecieron
las “libras bloqueadas”: los saldos a favor de la Argentina durante la Segunda Guerra que no habían sido
gastados en Gran Bretaña. Estos fondos son finalmente encausados en 1946 para pagar (amortizar) la
deuda con el Reino Unido, lo cual facilitó el acceso a un mayor volumen de crédito externo21.
No debe dejar de mencionarse que los términos de intercambio internacionales eran
extraordinariamente favorables para nuestro país, puesto que se liberó una gran demanda reprimida
durante la Guerra. Esto señala que tales condiciones favorables eran tan solo coyunturales. No
20
La posición neutral asumida por Argentina durante la Guerra impidió que se la incluyese como proveedora de alimentos en
el marco del Plan Marshall.
21
Otros usos para estos fondos fueron la compra de la totalidad de los ferrocarriles y otros activos.
33
obstante, hubo una mala lectura por parte del gobierno de la agenda internacional. Específicamente, se
esperaba que la Guerra Fría acabe desencadenando una Tercera Guerra Mundial, posibilitando una
continuidad en los buenos términos de intercambio22.
22
Existía también la creencia de que una nueva Guerra podría aumentar el poder político de Latinoamérica en desmedro del
de Estados Unidos.
23
La promoción industrial se instrumentó mediante medidas cambiarias y comerciales, con compras del gobierno de productos
industriales y el fomento de carreras que sirvieses para la industria. La crítica fue la poca importancia que se le asignó a la
productividad y que, al destinarse la producción a un mercado interno reducido por definición, se desaprovecharan economías
de escala.
34
o Interna: Se mantuvieron los controles de precios instaurados ante la inflación
importada que entraba a Argentina producto de la Segunda Guerra Mundial. En este
sentido, además, se subsidian los alimentos básicos.
Complementando lo anterior, se emite una Ley de Alquileres, congelando los contratos
(repitiendo una medida ya llevada a cabo durante la Guerra) y otorgando a los
inquilinos/arrendatarios el derecho de renovar automáticamente los contratos, con la
consecuente eliminación del derecho de rescindir el contrato por parte del propietario.
Política Monetaria y Crediticia. Persistió el sistema de papel moneda inconvertible con una
autoridad monetaria (BCRA) heterodoxa y un sistema bancario de corto plazo (en el
cual adquiere un rol importante el Banco de Crédito Industrial, desde 1944), con encajes legales
establecidos por el BCRA, quien a su vez estaba facultado para actuar como prestamista de última
instancia.
La presidencia de Perón nacionaliza el Banco Central (recordemos que se trataba de un
organismo mixto), con lo cual, la institución pierde su autarquía. Sumado a esto, tenemos la
Ley de Nacionalización de Depósitos, según la cual ahora los bancos comerciales debían
captar los ahorros del público solo como intermediarios del BCRA, que sería quien tendría los
depósitos en sus pasivos y podría decidir sobre su aplicación. A cambio, el BCRA otorgaba
redescuentos a los bancos comerciales (esto no era necesariamente proporcional a los depósitos
captados) a una tasa de interés fijada por el Estado. Como prestador de fondos, a su vez, el Central
fijó tasas de interés por debajo de la inflación (las tasas de interés estarían intervenidas hasta
el ’76), racionando los préstamos y permitiendo elegir el destino de los fondos. Por tanto, el
sistema bancario pasó a estar controlado por el Estado, que era quien decidía cuánto y a
quién prestar.
Política Fiscal. El rasgo fundamental del gobierno peronista en cuanto a la política fiscal fue la
expansión del gasto, tanto en lo que respecta a gastos corrientes (aumenta la burocracia del
Estado) como en inversión (en particular en lo referente a las ya mencionadas construcciones con
fines sociales, mas también la inversión en defensa nacional fue fundamental para garantizar el
apoyo militar). Este gasto en inversión, como se dijo, si bien fue muy alto, no estuvo orientado a
proyectos productivos, de manera que la infraestructura de comunicaciones, transporte y energía
existente era aquella generada durante la Bella Época.
De esta forma, con gastos muy por encima de los ingresos, el déficit fue financiado en una primera
instancia con las cajas de previsión social (que se había vuelto universales con el peronismo)24 y
los ingresos provenientes del IAPI.
Tomando cuenta de que con el Peronismo surge el rol estatal de productor, hubo también una
gran partida de erogaciones correspondiente a las empresas públicas. Si bien ya existían YPF y la
Dirección de Fabricación Militar, el proceso se intensificó: se compran empresas extranjeras
(ferrocarriles, teléfono y gas) y se crean nuevas empresas públicas (SOMISA, Yacimientos
Carboníferos Fiscales y Transportes Aéreos). Todas estas empresas públicas fijaban sus tarifas por
debajo de la inflación, basándose en subsidios (esto, lógicamente, implicaba mayores gastos).
Política Salarial. En el mercado laboral, si bien los salarios se fijaban a través de las paritarias
(expresiones del mercado), el Estado intervino en ellas y fija el aumento de salarios por encima
de la productividad. Esto garantizó el apoyo de las clases medias.
Es factible afirmar que Argentina había pasado de ser una economía de mercado con intervención estatal
a una economía de orden, puesto que es el Estado quien decide cómo y cuánto producir. Vale notar
que este tipo de medidas ya se había visto en el mundo como respuesta a la Gran Depresión, pero que
comenzaron a abandonarse tras la Guerra, en miras a la reinstitucionalización del mercado como
24
Las cajas de previsión social resultaron ser una fuente de ingresos fundamental. Entre 1943 y 1946, se crearon cajas para los
empleados de comercio y los obreros industriales. Como los beneficiarios eran pocos, éstas tenían altos superávits que eran
utilizados para financiar el creciente gasto gubernamental, que era cada vez más progresivo.
35
coordinador de las relaciones internacionales promovida por los Acuerdos de Bretton Woods. En
contraste, y como se ve, Argentina comenzó en ese momento a intensificarlas. De aquí que Díaz Alejandro
se refiere a la política económica del peronismo como una “respuesta tardía” a la Gran Depresión.
Resultados
En el período 1946-48, la economía crece a una tasa de alrededor del 6%, acompañada del cumplimiento
efectivo de los tres objetivos económicos contemplados por el Plan Quinquenal, mejorándose la
distribución del ingreso y los salarios, se logra el pleno empleo urbano y se producen mejoras sociales a
raíz de las dos primeras25. En este sentido, la variable de la “expandida” demanda agregada fue, sin dudas,
el consumo, el cual se constituyó como el elemento dinámico del modelo peronista.
Crisis de 1949
El crecimiento logrado se vio interrumpido por la crisis de 1949. Se trata de una crisis de carácter real,
producto de lo que se denominó estrangulamiento externo, un mecanismo de freno al crecimiento.
Para explicar esto, debemos tener en cuenta que la balanza de pagos de ese entonces estaba determinada
fundamentalmente por la balanza comercial ya que, si bien se pagaban servicios de deuda regularmente,
no hay entrada de capitales al país en este período dada la confrontación del Peronismo para con los
fondos extranjeros. En 1949, caen los términos de intercambio externos (en contra de lo que el gobierno
esperaba, estos términos de intercambio favorables desde la Segunda Guerra probaron ser meramente
coyunturales) en una situación de una fuerte sequía en el país; las exportaciones no alcanzaron a cubrir
las importaciones y es aquí cuando sale a la luz la inconsistencia de la política económica del modelo.
25
Los salarios reales aumentaron un 62%, aumentando su participación en el ingreso del 45% al 53%.
26
Tres motivos explican la crisis del campo: la caída de los precios relativos, el régimen de propiedad de la tierra y,
especialmente, el atraso tecnológico.
36
sentido la rentabilidad percibida. A su vez, se inhibió la capitalización del sector, ya que al compra de
fertilizantes y tractores se encontraba restringida por los permisos de importaciones y los tipos de cambio
múltiples (quedando los “peores” para el sector agrícola): esto se tradujo en la “omisión” del cambio
tecnológico en el sector, haciendo caer sus rendimientos en comparación a los estándares del resto del
mundo. Vale mencionar también que el aumento de los salarios reales urbanos produjo una migración
cada vez más intensa de la mano de obra desde el campo a las ciudades, lo que conllevó a un
inevitablemente aumento del costo salarial del sector rural si es que se deseaba mantener a los escasos
trabajadores que aún quedaban en el área. La Ley de Alquileres también contribuyó a contraer los
beneficios percibido por arrendamiento, profundizando aún más la crisis del sector y desarticulando la
combinación agricultura-ganadería prexistente, volviendo a esta actividad cada vez más atractiva
relativamente y produciendo, por tanto, un desplazamiento (“retorno”) paulatino a la misma.
Todo lo dicho se constituyó como una fuerte barrera al crecimiento (y al ritmo del mismo) de la
producción agrícola. No obstante, esta paulatina disminución de la producción pasó relativamente
desapercibida durante un tiempo, mientras los términos de intercambio se mantenían coyunturalmente
favorables. Cuando éstos, como ya adelantamos, cayeron, queda al descubierto el problema del modelo
al caer fuertemente el valor de las exportaciones: no se contaba con un sector generador de divas
correctamente apuntalado.
Hay que remarcar que no se trataba de un problema transitorio en el sector pampeano (distorsión de
precios, capital y salarios caros): el atraso tecnológico que se había ido consolidando demandaría mucho
tiempo para ser revertido27. Se trataba, entonces, de un problema endémico que volvía más amplia a
la señalada inconsistencia en el modelo: se había estado estimulando a un sector que demandaba pero no
generaba divisas a la vez que de desestimuló fuertemente al único generador de éstas.
27
La producción agrícola, en realidad, sólo cayó en alrededor de un 6% entre 1947 y 1950. No obstante, como se marcó antes,
aumentó la diversificación de las actividades agropecuarias (adquiriendo renovada relevancia la ganadería), cayendo la
importancia relativa de los cultivos exportables.
37
estimular la debilitada producción agrícola, el IAPI revierte su política de precios y fija un precio interno
por encima del internacional (que estaba en baja). Las consecuencias de esta medida incluyen el cambio
en la situación de balance de este organismo, que pasa a ser deficitario (y las ganancias antes obtenidas
habían sido utilizadas discrecionalmente por el gobierno ya que estos ingresos no eran tratados en el
Congreso); y una baja en el consumo privado, dado el aumento de los precios internos. La medida, sin
embargo, no llevó a una reacción importante del sector pampeano respecto a aumentar su producción,
pero sí consiguió un aumento de las saldos exportables ante la caída del consumo interno. Para disminuir
las importaciones, por su parte, se utiliza como instrumento el tipo de cambio (aumento del precio relativo
de las mismas devaluando) y se restringen los permisos a la importación.
De esta forma, estas políticas tuvieron un impacto directo en el nivel interno de precios, redundando en
una lógica caída de los salarios reales. La reacción de los sindicatos fue exigir aumentos en los salarios
nominales en las paritarias. A este respecto, los empresarios se muestran dispuestos a conceder los
aumentos exigidos siempre y cuando el Estado les permitieras trasladar el aumento a los precios (que,
recordemos, estaban controlados). El estado accede y el aumento de los salarios tiene dos efectos, uno
real y otro monetario. El primero de éstos involucra una recomposición en los niveles de consumo que
estimula el crecimiento en la producción y un nuevo período de crecimiento que involucra mayores
importaciones (insumos) y vuelve a encontrar el “freno” de que éstas se vuelven superiores a las
exportaciones. Se trata del problema conocido como stop and go: tras un breve período de crecimiento,
se repite el ciclo porque el problema de fundo un fue solucionado dada la falta de reacción en el
producción agropecuaria generadora de divisas (y este problema se mantiene hasta 1963). La contraparte
monetaria viene dada por el aumento en los precios: a la larga, los salarios reales vuelven a caer, se dan
nuevas demandas salariales, los precios nuevamente vuelven a subir y se acelera el ciclo una vez más. Se
trata de efectos de propagación de lo que fue, según Díaz Alejandro, ya un inflación autóctona (en
contraste con aquella “inflación importada” de la Segunda Guerra); esto es, una inflación por encima de la
internacional. Este espiral salario-precio (parte heterodoxa) fue el origen de un problema inflacionario
que se volvería crónico y que llegaría hasta la explosiva hiperinflación de 1989. Esta inflación (de un
promedio del 30%) se vería entonces propulsada por la presión inflacionaria ocasionada por un exceso de
demanda agregada originado en el creciente déficit fiscal (burocracia, inversiones estatales, empleo público,
IAPI) y la abundancia del crédito (nacionalización de depósitos)28 en un contexto económico de pleno
empleo (parte ortodoxa). Por tanto, puede afirmarse que la política fiscal de la época contribuyó a agravar
el problema inflacionario.
Como ya se adelantó, entonces, lo que se logra es salir temporalmente del problema de estrangulamiento
y crecer, hasta que nuevamente, dada la vigencia del problema de stop and go, las importaciones vuelven a
superar a las exportaciones, se frena el proceso, y la espiral salario-precio acelera la inflación,
retroalimentando el ciclo. En este sentido, vale marcar que, coyunturalmente, se tiene un repunte de los
precios de los productos agrícolas por la Guerra de Corea, lo cual permite aumentar los salarios reales
sin la necesidad de un ajuste (se piden también préstamos al exterior para subsanar la falta de divisas). En
el ’51 hay una nueva sequía que hace caer la producción en un 50%, lo que obliga la caída de los salarios
reales y una consecuente inestabilidad dada por el comienzo de las huelgas como reacción a la pérdida del
poder adquisitivo.
28
En 1949 se había anulado, además, la disposición según la cual el Banco Central debía respaldar el 25% de la base monetaria
con reservas.
38
dejar de tenerse en cuenta la situación de descapitalización que se venía dando en sectores clave como
las actividades agropecuarias, el transporte, la comunicación, la energía, los combustibles y la industria
pesada (siderurgia). Tales rubros habían quedado relegados desde hacía años, y fue también objetivo del
plan de Gómez Morales el hallar una solución a este tema.
Lo anterior implica una redefinición en la política económica del segundo gobierno de Perón respecto al
primero, pues ahora existían nuevos problemas (o esta vez eran visibles) que antes no y comenzaron a
tratarse, como ya se adelantó, a partir de la Reelección de Perón en 1952.
RESULTADOS
Los resultados de este plan fueron, sin dudas, exitosos. Si bien en 1953 se entra en una leve recesión
(producto de la caída en la inversión ante el freno del consumo), la inflación cae al 3.9% (3.5% en el año
siguiente), acercándose a niveles en línea con los que se venían dando en el resto del mundo, de alrededor
del 2%. Con esto puede afirmarse que, al menos temporalmente, desaparece la “inflación autóctona”,
gracias a un diagnóstico correcto y un tratamiento adecuado.
39
El Segundo Plan Quinquenal
Este Plan Antinflacionario es acompañado por la puesta en marcha del Segundo Plan Quinquenal, que
tenía por objetivo a los sectores que habían sido “relegados” por el Primer Plan, sobretodo en el sentido
de que habían sufrido una profunda descapitalización debido a las restricciones (directas o indirectas) que
los golpearon durante ese plan. Estos sectores eran el transporte y las comunicaciones, la energía (se
había dado en este sector que la creciente demanda producto de la expansión industrial había superado
con creces a la oferta), los combustibles (gas y petróleo; éste último ocupaba una gran parte de las
importaciones), la industria básica (siderurgia) y el sector agropecuario pampeano.
Se trató, entonces, de un cambio en la política económica. El lema ahora era, ya no sólo invertir, sino
también aumentar la productividad. En este sentido es que, en 1954, el gobierno propone un
Congreso Nacional de la Productividad en el que se encuentran empresarios y trabajadores para
lograr acuerdo con miras a aumentar la productividad. Cuando finaliza el pan antiinflacionario (y, con él,
el plazo de dos años de congelamiento de salarios), las retribuciones vuelven a tratarse en paritarias,
ámbito en el cual el Estado retira su intervención.
Para llevar adelante este Segundo Plan Quinquenal, el ahorro interno resultaba claramente insuficiente. Es
en este sentido que se da otra diferencia con el primer mandato de Perón, en el cual el nacionalismo
imperante llevaba a desdeñar el comercio exterior y la inversión extranjera, se da en la emisión de la Ley
de 1953, que autoriza la entrada del capital extranjero en ciertas áreas de inversión, entre las cuales vale
la pena mencionar la producción de tractores y la explotación de los recursos del subsuelo.
La combinación de los cuatro elementos tratados hasta ahora (el Plan Antinflacionario, la Ley de 1953, el
Congreso Nacional de la Productividad y el Segundo Plan Quinquenal) generaba una inconsistencia
institucional: Mientras que, según la Constitución Nacional, el Estado poseía el derecho intransferible de la
explotación de los recursos del subsuelo, la nueva Ley del ’53 instaba a la inversión privada extranjera en
éstas áreas. De esta forma, las empresas petroleras, para garantizar sus derechos de propiedad, exigían
que los contratos firmados con el Estado (de hasta 40 años) pasaran por el Congreso Nacional.
En suma, el nuevo “rumbo” en la política económica conllevaba una preocupación por lograr la
estabilidad (controlar la inflación) y recuperar el crecimiento. Los resultados, como vimos respecto
a las bajas tasas inflacionarias, se dan sólo en cuanto a la estabilidad. La situación recesiva en la que
desembocó el plan antinflacionario comienza a disiparse a partir de 1954. En este sentido, el único sector
de notable expansión es la fabricación de tractores, gracias a la IED.
Que se dieran estos resultados “truncados” dependió directamente del hecho de que el Segundo Plan
Quinquenal se vio interrumpido por lo que fue la Revolución Libertadora de 1955, que tiene una
motivación política y no económica.
Con la destitución de Perón se da origen a una tortuosa alternancia de golpes militares y gobiernos
democráticos “a medias”, dada la proscripción del peronismo como fuerza política, que duraría hasta el
’73, con la vuelta del peronismo. Esto conllevó repercusiones insoslayables en lo social, donde se tiene
una sociedad claramente dividida en lo ideológico.
40
41
Capítulo 4
El período 1946-73 dio en conocerse como la época dorada de la economía mundial, caracterizada por
el alto crecimiento entre el fin de la Segunda Guerra y la crisis de 1973. En Argentina no se da un correlato
completo de esta bonanza a nivel mundial, y se habla en la historia nacional de la “década dorada dentro
de la época dorada” para el lapso de tiempo comprendido entre 1963-73, donde el país crece
ininterrumpidamente durante diez años. Los períodos previos, sin embargo, no fueron tan agraciados en
este sentido. Los gobiernos que ostentaron el poder en el período 1955-63 enfrentaron los mismos tres
problemas que el segundo gobierno de Perón: inflación, stop and go y descapitalización. Las devaluaciones
no lograban reactivar al golpeado sector rural pampeano, pues los beneficios que generaban para los
productores se veían rápidamente erosionados por la inflación subsiguiente. A este respecto, Díaz
Alejandro señala que la mentalidad corporativista instalada con el peronismo había tornado al sistema de
precios en un mecanismo de distribución del ingreso y no de asignación de recursos: los agentes
económicos esperaba que el Estado los protegiera de toda eventualidad, pero los nuevos gobiernos
carecían de la voluntad política de “ajustar”.
Tres fueron los gobiernos que se dieron entre 1955-63: la Revolución Libertadora (1955-58), Frondizi
(1958-62) y Guido (1962-63). Además de dar fin a los problemas que el Segundo Plan Quinquenal dejó
inconclusos, lo que estos tres gobiernos tuvieron en común fue el intentar volver a encausar a la economía
argentina como una economía de mercado.
42
Inflación. Durante los dos primeros años de la Revolución, la inflación estuvo en alrededor del
13%, mientras que, en el mismo período, las tasa inflacionarias de Estados Unidos eran de cerca
del 1% y en Gran Bretaña del 3%. Esto significaba que la “inflación autóctona” había vuelto a
presentarse en el escenario económico nacional.
o Ortodoxia. Al igual que el Plan de Gómez Morales, se planteaba como necesario la
reducción del déficit fiscal junto con una contracción del crédito.
o Heterodoxia. He aquí la diferencia con el Plan de Gómez Morales: Presbich indicaba que
debía devaluarse la moneda (esto es, aumentar el precio de las exportaciones e
importaciones), pero sin aumentar los salarios nominales y, así, poner un corte obligado al
efecto propagador que significaba el espiral salario-precio. No obstante, se trataba de una
medida políticamente casi imposible, dada la fuerza de los sindicatos. En su último año de
gobierno, la revolución logra remotamente aplicar esto, pero bajo Estado de Sitio, y con
una campaña electoral de Frondizi prometiendo la recuperación de los salarios reales.
Así, las medidas de la Revolución Libertadora no fueron muy distintas de las del peronismo. La diferencia
fundamental estuvo en que la Revolución no presentó ningún plan “acabado”, sino que dio un
conjunto de medidas descoordinadas que estuvieron orientadas a lograr la liberalización de la economía
y retomar las reglas de juego que ya estaban plenamente vigentes en el resto del mundo, propulsadas por
los Acuerdos de Bretton Woods.
MEDIDAS
Mercado Cambiario. El tipo de cambio era múltiple desde el gobierno de Perón. El accionar de
la RL une el tipo oficial preferencial con el oficial básico, previa devaluación (se pasó de alrededor
de $12 a unos $18 por dólar para intentar mejorar la situación de la balanza de pagos). De esta
forma, quedan sólo dos tipos de cambio, el oficial (a secas) y el libre; a la vez que ya no existen
tampoco restricciones a la compra o la venta (liberalización del mercado).
Comercio Exterior. Se elimina el IAPI, por lo que los precios de las exportaciones pasan a tener
la forma: 𝑃𝑥 = 𝑃𝐹𝑂𝐵 𝑇𝐶, revinculando los precios internos con los internacionales. De esta forma,
la única política de estímulo posible sobre estos precios era la devaluación, pero lo más importante
es que la agricultura exportadora y generadora de divisas podrá moverse según los incentivos
externos y no solamente por fomentos de política interna, muchas veces insuficientes o
contraproducentes.
Derogación de la Ley de Alquileres. El sistema de arrendamientos vuelve a ser conveniente
para los propietarios.
Creación del INTA. En 1956 se crea el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria,
respondiendo por fin a la postergada necesidad de tener un organismo nacional encargado del
fomento y desarrollo de innovación en el sector agropecuario.
Vuelta al Comercio Multilateral. Dado el imperio internacional de Sistema de Bretton Woods,
el cual requería la libre convertibilidad de cuenta corriente (libertad de comercio). El primer paso dado
por Argentina en esta dirección lo constituye la firma del primer tratado de comercio multilateral
con el Club de París en 1957.
Adherencia al FMI. En el mismo 1957, Argentina se une al FMI y pide su primer préstamo al
organismo. Recordemos que este organismo tenía por objeto sólo contribuir a la solución de
desequilibrios en la balanza de pagos. Claro está que Argentina padecía de este mal (stop and go).
El primer acuerdo, por ser el primero, no tiene condicionamientos de política económica (se veía
al problema como coyuntural y no como estructural).
Derogación de (algunos) Controles de Precios.
Derogación de la Ley Nacional de Depósitos. Esto implica que el sistema bancario
nuevamente vuelve a funcionar con reservas fraccionadas (depósitos y préstamos). Resurgen los
encajes legales y la función del BCRA como PUI.
43
Derogación de la Reforma Constitucional de 1949.
Se hizo muy poco en cuanto a inversión (en este sentido, lo más notorio es la construcción de ciertas
redes de gasoductos). La sugerida profundización del modelo ISI del Informe Presbich se da recién en el
gobierno de Frondizi.
No se tomaron medidas específicas en contra de la inflación o el problema de crecimiento. En este
contexto, el agro seguía sin reaccionar como se esperaba a los estímulos de precios (la mejora en las
exportaciones sólo se debía al aumento de los saldos exportables) y el INTA, lógicamente, aún no daba
sus resultados.
En 1957, con Krieger Vasena como ministro de Hacienda, se decide llevar a cabo la recomendación de
Presbich de devaluar sin aumentar los salarios nominales. Como es de esperar, esto suscitó grandes
manifestaciones sociales, llevando a imponer un inevitable Estado de Sitio. La inflación se frena debido a la
persistencia de las devaluaciones, pero el año termina con recesión e inflación de alrededor del 31%,
echando por tierra los logros alcanzados por el Plan Gómez Morales. Este punto es fundamental en la
campaña de Frondizi, quien promete la actualización de salarios.
Resumiendo el paso de la revolución Libertadora por el poder, puede decirse que ésta estuvo lejos de
hallar una solución a los problemas enraizados en la economía argentina. Su aporte fue comenzar a
encausar nuevamente al país hacia una economía de mercado.
29
Cuando Frondizi emprende esta estrategia desarrollista, Brasil estaba ya obteniendo resultados.
44
maquinarias. Estos sectores tuvieron una promoción directa, mientras que hubo otros que fueron
fomentados mediante una estrategia indirecta inspirada en el modelo utilizado por la Alemania Nazi
(1932-36). Esta estrategia consistía en estimular la construcción de caminos y la industria
automotriz debido a que eran rubros que producían una gran cantidad de eslabonamientos hacia atrás
para la provisión de los distintos insumos. Para financiar esta estrategia indirecta debió apelarse a la
inversión extranjera (esto no trajo conflictos constitucionales, pues se había derogado la Reforma del ’49).
Se atrajo la inversión mediante instrumentos impositivos.
En el segundo semestre de 1958 reaparece el problema del estrangulamiento externo: las exportaciones
no alcanzan a cubrir las importaciones y la balanza de pagos se vuelve negativa. La única forma de
compensar esta deficiencia venía dada por la cuenta capital. Atendiendo a esto, Frondizi solicita (a partir
de enero del ’49) el segundo préstamo argentino al FMI, lo cual significaba, para los patrones de la entidad,
que el problema argentino no era algo pasajero (t de hecho no lo era), y aparecen los condicionamientos
de política: deberían ahora seguirse los postulados del FMI en cuanto a política económica, dándose inicio
a la “era del FMI”, que duraría hasta la presidencia de Guido (1962).
46
a los activos del BCRA, a la vez que se flexibilizan los préstamos (sobre todo por el lado de los encajes),
principalmente los destinados a viviendas.
Respecto a la política comercial, se mantiene el tipo de cambio libre y se avanza hacia la liberalización
del comercio exterior: se reducen los aranceles a las importaciones del 300 al 150%, mientras que los
de maquinarias y equipos se eliminan completamente; se reducen también las retenciones a las
exportaciones. La regulación en la tasa de interés sigue vigente.
RESULTADOS
En cuanto a la inflación, se pasa de un nivel del 27,3% en 1960 al 13,39% en 1961, que fue el mínimo valor
alcanzado por este programa. ¿Significaba esto que se había solucionado el problema? Teniendo en cuenta
los valores vigentes en el resto del mundo (2%), la respuesta es un rotundo no. La inflación autóctona
seguía vigente pues seguía sin tratarse el problema del espiral salario-precio.
A pesar de la inflación, lo cierto es que el riesgo país bajó, contribuyendo a la entrada de capitales al país,
respondiendo a los incentivos de la estrategia desarrollista.
Para 1961, el modelo ISI llega prácticamente al final, en el sentido de que “ya no había qué sustituir”. Los
sectores prioritarios del plan crecen vertiginosamente: la producción petrolera crece hasta casi lograr el
autoabastecimiento, a la vez que la industria automotriz destacó, acaparando casi el 80% del crecimiento
industrial. Se crea una empresa energética estatal y se avanza significativamente en esta materia. SOMISA
(creada en el peronismo) aumenta su producción.
El empleo, en cambio, permanece relativamente constante, puesto que todas estas áreas eran intensivas
en capital (la industria liviana, mano de obra intensiva, ya se había desarrollado completamente).
La estrategia desarrollista tiene éxito en llevar el modelo ISI “hasta el final” y resolver el problema de la
descapitalización de estos sectores. No obstante, no logra darse una solución al problema del stop and go,
que era el problema al cual este gobierno había apuntado desde un principio. La producción industrial
demandó cada vez más insumos para crecer, dejando constantemente a las exportaciones por debajo de
las importaciones, siendo cubierta esta diferencia por la cuenta capital.
Por tanto, podría decirse que la estrategia desarrollista fracasó en su misión de solucionar el problema
del crecimiento. El ahorro de divisas resultó absolutamente insuficiente, puesto que los eslabonamientos
hacia atrás no fueron lo suficientemente fuertes como para producir sin necesitar importaciones. Por
tanto, el gobierno sólo dio solución al problema de la descapitalización, sin poder hacer nada por los otros
dos problemas.
A fines de 1961 el modelo prácticamente había llegado al final y la situación financiera del gobierno requería
la mantención de déficit mediante adelantos del Central de por encima de los topes planteados por el FMI.
Se rompe, entonces, el acuerdo con el Fondo, con un difícil trasfondo político: se acercaban las elecciones
provinciales y el mercado cambiario era muy sensible a la coyuntura política. En marzo de 1962 se celebran
las elecciones provinciales en Buenos Aires, en la cuales Frondizi cumple el acuerdo que había contraído
con Perón de levantar la proscripción de su partido. De esta forma, el resultado de las elecciones da
victorioso al Peronismo, lo cual lleva a la inmediata destitución del presidente Frondizi, que sería
remplazado por José María Guido (también radical), presidente del Senado, provisionalmente.
El Gobierno de Guido
La Crisis de 1962-1963
La situación política que debió afrontar Guido fue compleja. El período 1962-63 estuvo signado por la
inestabilidad (política y social) y la crisis económica, en lo que dio en conocerse como Crisis de 1962-63.
47
Hay una combinación de un factor político y otro económico para explicar esta crisis. En lo político hay
inestabilidad por el levantamiento de la proscripción del peronismo y la consiguiente destitución de
Frondizi. Dicha inestabilidad se ve reflejada en la fuga de capitales, lo cual lleva, a su vez, a una suba del
tipo de cambio. En lo económico, la primera medida de Guido es lograr un nuevo acuerdo con el FMI
y, de la mano con ello, la restauración del plan del Fondo (1962). Se trataba de un plan comparable al de
1959, que propulsaba políticas fiscal y monetaria contractivas y que vuelvan a subirse los aranceles a la
importación. Aumentan, también, los impuestos y tarifas a la vez que sigue la disminución de los gastos
corrientes del gobierno y los topes a la expansión de activo del Central.
No obstante, la situación financiera del gobierno seguía frágil y el nuevo presidente se enfrenta a un
inevitable problema de liquidez. Para no incumplir las restricciones a los adelanto del Central, Guido
decide dejar de pagar salarios y a proveedores; esto es, corta la cadena de pagos, empeorando la
contracción económica.
Así, esta crisis significó una fuerte contracción de la demanda agregada, lo cual deriva en un aumento del
desempleo y de la capacidad ociosa de las firmas, a partir de la caída en la producción: los factores de la
producción salen de la condición de pleno empleo alcanzada hacia 1948, bajo el gobierno de Perón. Junto
con esto, se tiene un aumento de la inflación motivado por el aumento del tipo de cambio, a pesar de que
se haya reducido la monetización de la economía. La inflación llega al 28% en 1962 y se mueve al 23% al
año siguiente.
48
49
Capítulo 5
La llamada década de la expansión de la Argentina está incluida dentro del período de bonanza y
crecimiento que se dio a nivel mundial y dio en llamarse la época dorada, entre el fin de la Segunda Guerra
Mundial y la Crisis del Petróleo de 1973. Desde 1949, la economía argentina había venido enfrentando
tres problemas medulares: la inflación, el stop and go y la descapitalización. Este último problema logró
solucionarse tras la fuerte profundización del modelo ISI llevada a cabo en el gobierno de Frondizi, pero
la inflación seguía siendo un problema crónico junto a los sucesivos frenos al crecimiento.
El período 1946-55 fue de gobierno peronista, donde Argentina experimentó un fuerte crecimiento entre
1946 y 1948 que se vio interrumpido por la Crisis de 1949. Esto fue seguido de un cambio de política
económica en 1952-55 a raíz del cual, durante el período 1955-63 se da el progresivo regreso a la
liberalización de los mercados.
El gobierno de Frondizi, iniciado en 1958, comenzó la estrategia desarrollista en el país, buscando (sin
conseguirlo) lograr eliminar el problema del estrangulamiento externo. Esta estrategia logra llevar la ISI
“hasta el final”, logrando revertir aquella situación de “desinversión” pero sin lograr eliminar el problema
al que verdaderamente apuntaba: el del crecimiento. En el período 1961-62 la balanza de pagos estuvo
equilibrada, pero esto fue gracias a la abundante entrada de capitales extranjeros y no a un mejoramiento
de la balanza comercial (Frondizi apuntó a disminuir importaciones, con una ISI de mayor base, y no a
fomentar el aumento de las exportaciones). Respecto a la inflación, este gobierno se identifica por los
Planes Antinflacionarios del FMI llevados a cabo entre 1959 y 1961. Con ellos, se logró bajar la inflación
sin lograr erradicar la inflación autóctona, debido a un mal diagnóstico que meramente consideró la parte
heterodoxa de las causas de la misma (en particular, no atacó la espiral salario-precio).
Con la destitución de Frondizi se da lugar al gobierno de J.M. Guido, el cual estuvo marcado por la crisis
de 1962-63 y su posterior recesión, producto de la inestabilidad política producida con la vuelta del
peronismo como fuerza electoral y la destitución de Frondizi (lo cual impacta en el tipo de cambio) y de
políticas monetarias y fiscales contractivas seguidas por las de Guido, en la misma línea y bajo un nuevo
plan del FMI que acabó en la ruptura de la cadena de pagos de proveedores por no querer quebrantar
los topes de emisión fijados por el Fondo. Esta crisis redunda en una salida del Pleno Empleo por primera
vez desde la llegada del Peronismo y la aparición de capacidad ociosa.
Esta es la situación que recibe al gobierno de Arturo Illia en 1963, momento a partir del cual tiene lugar
la denominada “década de expansión” en Argentina, dentro de lo que es la Época Dorada en el contexto
internacional, caracterizada por las tasas más altas de crecimiento de toda la época y una expansión del
mercado de capitales, lo cual significa el fin del problema del stop and go.
Se da durante estos diez años una curiosa combinación de crecimiento con una profunda inestabilidad
política y social.
En cuanto a lo político, Illia es destituido en 1966 tras levantar la proscripción del peronismo establecida
por la Revolución Libertadora; sería sustituido por Onganía, quien renunciaría ante el asesinato de
Aramburu; Levingston tendría un mandato de 120 días hasta la llegada de Lanusse en 1971, quien
definitivamente daría lugar a la vuelta del peronismo.
50
La esfera de lo social es también turbulenta pues es en esta época cuando surgen en Argentina los grupos
armados.
La preguntas es cuál fue la política económica que, en este contexto político y social tan difícil, permitió
vulnerar los sucesivos frenos al crecimiento que se venían dando en el la economía. Dos políticas pueden
explicar esta ruptura del stop and go, políticas que, a diferencia de la estrategia desarrollista, tuvieron como
objetivo el fomento de las exportaciones tradicionales para la generación de divisas. Es así que se pon fin
al “letargo” del sector rural pampeano con políticas de estabilidad de precios para el sector y de
cambio tecnológico, dado que el INTA (creado en 1956 bajo el gobierno de la Revolución Libertadora)
comenzaba ya a dar sus frutos.
En cuanto a la política de precios, lo que se buscó fue lograr una reacción fuerte del sector rural a los
estímulos de precios, sacándolo de la crisis que se encontraba atravesando desde 1931. En este sentido,
durante 30 años este sector se mostró insensible a los cambios en los precios que intentaron estimularlo,
pues la devaluación o depreciación de la moneda a tal fin acaba desencadenando una inflación que absorbía
los nuevos posibles beneficios. Es así que la “reacción” se daba sólo por variaciones en los saldos
exportables (disminución del consumo interno). En vistas de esto, la estrategia de los gobiernos de la
Década de la Expansión fue garantizar la estabilidad de precios para el sector rural pampeano.
El cambio tecnológico, como se dijo, vino dado por la aparición de los primeros resultados del INTA
en este sentido, lo cual dio origen a la llamada Revolución Verde en el agro.
Vale decir que otra coincidencia de los gobiernos del período se dio en la promoción de las
exportaciones no tradicionales, tomando cuenta de que, luego de su “salto” del 5 al 20% en 1943 en
el participación en el total de exportaciones, habían caído luego a niveles insignificantes que serían
superados en esta década. El estímulo se dio a través de tres grandes tipos de políticas: el drawback, las
deducciones impositivas y los beneficios crediticios. Si bien se logró recuperar niveles de
participación de alrededor del 20%, lo cierto es que no consiguieron tomar el papel dinámico que
tenían las exportaciones tradicionales. Este “fracaso” se debió a que, para el industrial argentino,
seguía siendo más conveniente producir para el mercado interno, ya que los beneficios a la exportación
no lograban compensar la protección efectiva de la que gozaban en el mercado interno. No se logró
romper el sesgo antiexportador y más del 90% de la producción industrial fue volcada al mercado interno.
Un último comentario al respecto es que estas coincidencia en la formulación de políticas por parte de
esta disparidad de gobiernos no fue resultado de ningún consenso entre los mismos, sino de que estas
vías de acción, dado el reiterado fracaso de las otras medidas asumidas contra los problemas de la
economía argentina, se mostraban como las más adecuadas, cualquiera sea el color político del gobierno.
51
Para el aumento de la demanda agregada, ante las nuevas posibilidades que brindaban una economía fuera
del pleno empleo, se tuvo la posibilidad de recurrir a políticas fiscal y monetaria expansivas. De esta forma,
en materia fiscal se restablece la cadena de pagos “rota” por Guido y se ponen al día los sueldos, a la vez
que se aumenta el gasto estatal. En lo monetario, se logra una expansión del crédito a través de la
disminución de los encajes legales. Este aumento del crédito estuvo dirigido a empresas del tipo mano de
obra intensivas que utilizaran insumos nacionales, cuidando así el frente externo.
Estas políticas expansivas se vieron acompañados por una política salarial destinada al aumento del
consumo: se sube el salario mínimo y se congelan las tarifas, logrando aumentar el salario real.
Efectivamente, durante el gobierno de Illia aumentó la producción industrial acompañada por un aumento
del empleo. Aumentó la producción de la industria pesada y la liviana. En este sentido, el único sector que
no aumentó fue el del petróleo.
Como se adelantó, este corrimiento de la demanda agregada se acompañó con la eliminación del sector
externo. Se logra romper por fin el problema del estrangulamiento externo a través de las políticas
destinadas a mantener la estabilidad de los precios relativos de los productos agropecuarios. La
metodología adoptada en este sentido es del tipo crawling peg: pequeñas devaluaciones que iban siguiendo
al evolución de la inflación, manteniendo así constantes los precios relativos.
En el frente externo, como ya no se disponían de los fondos provenientes del FMI, nuevamente se
instrumentan controles a la exportación de divisas (controles de cambio y cuotas de importación). Se
produce el pago de la deuda.
En suma, Illia logra restaurar la demanda agregada, sin generar presiones inflacionarias, mediante el
resurgimiento de las exportaciones tradicionales y no tradicionales, con controles de cambio y
exportación. Dado que la estabilidad había quedado relegada como objetivo de política, la inflación estuvo
en un promedio de alrededor del 31%, con causas eminentemente heterodoxas. Este problema no sería
atacado hasta el siguiente gobierno, de Onganía, que tuvo como Ministro de Economía a Krieger Vasena
y que planteó su plan antinflacionario a partir de marzo de 1967.
30
Vale resaltar que el corrimiento de la demanda agregada realizado por el gobierno de Illia se logró fundamentalmente con
estímulos al consumo, mientras que, para el caso de Onganía, tal corrimiento se dio a través de la Inversión Pública.
31
Se trata de una medida similar a la del plan de Gómez Morales, con la diferencia de que éste implico una “suspensión” del
sistema de paritarias por tal lapso y no la “eliminación”, como fue el caso del gobierno de Onganía.
32
Siguiendo las comparaciones con el plan de Gómez Morales, en esta materia este plan realizó los controles mediante la
Comisión Nacional de Salario y Precios. Esto fue por tratarse de una economía de orden. Distinto es el caso de este gobierno,
en una situación preminentemente pro mercado.
53
Política Monetaria. Hay una tasa máxima de expansión del crédito neto total del Banco
Central (medida ortodoxa), conviviendo esto con las nuevas líneas de crédito previamente
descriptas y una pequeña baja en la tasa de interés nominal.
RESULTADOS Y ERRORES
La inflación comienza a bajar y llega a un mínimo del 7,5% para 1969, muy próximo al promedio
internacional del 5,5%, por lo que la Inflación autóctona tiene ya a desaparecer en un inmediato éxito
por el ataque a los factores heterodoxos. No obstante, no todo salió bien. Los resultados del plan,
durante su primer año, llevaron a incorporar nuevas medidas en 1968., pues éstos no habían sido los
esperados debido a una serie de errores. En primer lugar, los efectos de la devaluación (que había
sido parcialmente compensada) sobre el sector ganadero fueron nefastos, pues, ante la percepción
de precios en bajas ya adelantada, los ganaderos optaron (siguiendo el patrón normal del “ciclo
ganadero”) por liquidar vientres, lo cual contribuyó a bajar aún más el precio de la carne y el nivel de
precios interno. Ante esto, lo que se hace es bajar los derechos a la exportación ganadera, pero se
trató de una medida tardía dados los tiempos del ciclo ganaderos: subseguiría ahora un período de
retención de vientres.
Otro “ajuste” al plan vino dado por la necesidad de mayores estímulos fiscales, dada la ineficacia de
las políticas del año previo para correr la Demanda Agregada. Se crea, entonces, el Plan de Trabajo
Público que contribuiría a la finalización de muchas importantes obras (recordemos que se trató de
una política económica firmemente apuntalada en la inversión pública): el túnel subfluvial, la Central
Nuclear de Atucha, el Embalse del Chocón; todo ello contribuyendo a un corrimiento más intenso
de la demanda.
Segunda Etapa: Enero-Junio de 1969
Política Salarial. Al terminarse la vigencia de los acuerdos de precios se necesitó de su
renovación, acompañada de medidas salariales. Se estipula entonces un nuevo aumento masivo de
salarios, que también sería “el último”.
Política de precios. Se extiende el acuerdo de precios, buscando esta vez incluir un mayor
número de firmas (mientras que el primer acuerdo de centró en empresas mayoristas, éste
apuntaría también a las minoristas). Este nuevo acuerdo se basaba en que las tarifas no se verían
modificadas durante 1969, al igual que tampoco sería alterado el tipo de cambio. Las desgravaciones
impositivas son remplazadas por un sistema de amortización contable acelerado.
Ocurre en este año el denominado Cordobazo, que da fin a estas medidas y al cargo de Ministro de
Krieger Vasena, quien es remplazado por Dagnino Pastore. El Cordobazo puede entenderse como una
respuesta a la represión estatal en fábricas y universidades llevada a cabo por el gobierno para aplicar
sus políticas (reacción que se vio agravada por la posterior represión de la fuerzas armadas), y por la
caída de los salarios reales que resultó de las fallas en algunas medidas del plan que tuvieron que ver
con el tiempo en que es viable mantener un ataque a los factores de propagación sin causar
distorsiones en los precios relativos; esto es, congelar una estructura de precios en un escenario
inflacionario durante demasiado tiempo inevitablemente redundará en la caída de los salarios reales.
En este sentido, el nuevo acuerdo con las firmas fracasó como instrumento para fijar precios: durante
un año y medio (desde marzo de 1967 a fines de 1968) el acuerdo fue incumplido sucesivamente
dando lugar al persistente aumento de precios. No obstante, como ya se señaló, la inflación si cayó,
alcanzando un mínimo del 7,5% en 1969, pero la tasa de interés nominal bajó muy poco, dando lugar
a un aumento de la tasa real (esto se contraponía con las tasas subsidiadas imperantes en el país desde
el ’46). Este cambio repentino de las reglas de juego impactó en los costos de endeudamiento del
empresariado.
54
Tercera Etapa: Junio de 1969 a Junio de 1970
Con el nuevo Ministro de Economía cambian nuevamente las medidas económicas. Pastore eleva la
tasa máxima del tipo de cambio futuro del 4 al 8%. Esto implicó un claro abandono de las
medidas originales, destinadas éstas a atacar las expectativas de devaluación. Por otra parte, se
establece un nuevo aumento de salarios nominales en dos partes (una en septiembre de 1969 y otra
en marzo de 1970)
Todo esto implica un cambio de tendencia en la inflación desde 1970, cuando ésta comienza a
aumentar debido en parte a las medidas de Pastore y en parte a la presencia de una falla técnica
importante del plan: se atacó la inflación de costos y las expectativas, pero no se trató la inflación
estructural inherente a la economía argentina, y que estaba directamente ligada al ciclo ganadero: el
nuevo período de retención de vientres implicaba un nuevo aumento del precio de la carne que
impactaría directamente sobre el nivel de precios nacional.
El crecimiento de la Década Dorada siguió hasta 1973, pero a partir del ’70 lo hizo acompañado de
tasas de inflación crecientes, con niveles que superaron con creces los de 1946 (en el ’73 la inflación
fue del 62%).
55
Capítulo 6
Lanusse fue el último presidente de la Revolución Argentina, y fue de gran importancia política en el
sentido de que es él quien levanta la proscripción del peronismo que regía desde el 55´.
El levantamiento de la proscripción se debió a la incapacidad política del gobierno para controlar a los
sindicatos rebeldes por medio de las fuerzas armadas. El país se encontraba en un caos político, potenciado
por el surgimiento de grupos armados de extrema derecha y de izquierda, y los militares entendían que
sólo el General Perón podía calmar las aguas. Pero, como eran los militares los que lo habían destituido,
no podían permitirle volver al poder. Entonces, se llama a elecciones estableciendo el requisito de que los
candidatos debieran tener al menos un año de residencia en el país (condición que, dado su exilio, Perón
no cumplía). Asume en Marzo del ‘73, el candidato peronista Héctor Cámpora. En Julio del mismo año
renuncia y asume su vice. En Octubre del 73´ asume Perón, pero en el ‘74 muere y asume la vice, Isabel
Martínez de Perón. El ministro de economía era José Gelbard, desde Cámpora hasta una parte de Isabel.
El periodo subsiguiente es denominado por los historiadores económicos como el periodo del
estancamiento y la declinación, comprendiendo tres gobiernos: Perón e Isabel (73-76), el Gobierno Militar
(76-83) y la presidencia de Alfonsín (83-89)
El estancamiento comienza el segundo semestre del ‘74 (que coincide con la caída del sistema de Breton
Woods y la crisis del petróleo) y la declinación luego de la crisis bancaria del 80-81, comprendiendo la
crisis de la deuda de los países latinoamericanos y un vertiginoso aumento de la inflación.
56
La Política Económica de la vuelta del Peronismo
En el ‘73 se diseña la política económica de la vuelta de Perón acompañadas, una vez más, de una coyuntura
externa favorable: a partir del ‘70 los términos de intercambio se dispararon favorablemente, alcanzando
su pico máximo en el ‘73, en respuesta al colapso del sistema monetario internacional de Bretton Woods
(1971), lo cual dio lugar a una mayor soltura en las políticas monetarias de los países desarrollados,
generando la expansión que provocó el llamado “boom de las materias primas” que permitió, para el país,
el mejoramiento de la salud de las cuentas externas.
El diseño de la política estuvo a cargo de Gelbard, quien, junto con Perón, ideó el Pacto Social que se
vio realizado en el Acta de Compromiso Nacional de 1973 (firmado apenas iniciado el período de
Cámpora). En este sentido, las principales políticas económicas de este peronismo tuvieron varios puntos
en común con su primera etapa.
MEDIDAS
Monopolización del Comercio Exterior. Tomando cuenta de los favorables términos de
intercambio, el peronismo volvió a encontrar allí una nueva oportunidad de llevar a cabo
transferencias intersectoriales. Se restructuran la Junta Nacional de Granos y la Junta
Nacional de Carnes mediantes dos leyes gemelas en 1973, las cuales asumirían las funciones del
desaparecido IAPI, característico del primer peronismo. Esta monopolización tenía la misma razón
de ser que la del ’46, es decir, buscaba generar poder de negociación.
Estímulo a las Exportaciones (tradicionales y no tradicionales). A pesar de la vuelta a la
economía de orden, se continúa la promoción a las exportaciones de la década de expansión, en
un claro contraste de la estrategia de impulso de la demanda agregada del peronismo respecto al
’46: de ser el consumo la variable dinámica en el primer gobierno, a la inversión en el segundo, en
este tercer gobierno se focalizó en las exportaciones.
o Exportaciones tradicionales: El destino de éstas, desde el ‘63 hasta el ‘73 eran principalmente
la URSS, Cuba y Medio Oriente. Continúan estos destinos.
o Exportaciones no tradicionales: Se las trata de estimular a través del crédito y apoyo técnico,
dentro del marco de la Ley de Protección al Trabajo y a la Industria Nacional, fuertemente
proteccionista (esto no existía en el peronismo anterior).
Renacionalización de los Depósitos. Al igual que en el ’46, los depósitos vuelven a ser
parte del Pasivo del Banco Central, quien tendría bajo su poder el manejo de los mismos. Los
créditos siguen controlados por el Central mediante dos instrumentos: las tasas
subsidiadas y el racionamiento (se les otorgan mayores sumas en redescuentos a aquellos
bancos focalizados a las actividades consideradas más valiosas). No obstante, se destacan esta vez
tres diferencias importantes.
o Se procuró generar incentivos a los bancos para captar depósitos, mediante el
otorgamiento de una comisión proporcional a la cantidad de depósitos (recordemos
que en el ’46 no existía una relación entre los depósitos captados y los redescuentos
otorgados, y el Central se hacía cargo, en ese entonces, de los gastos administrativos). Se
fomenta, así, la competencia entre bancos.
o Otra diferencia es que se deja parte de los depósitos fuera del control estatal: esta
vez los bancos podrían invertir sus fuentes en el mercado de aceptaciones (bonos privados),
el BCRA solo fija el tope al volumen de operaciones y una tasa máxima de rentabilidad
o Aparecen también (tercer trimestre de 1974) los certificados de depósitos, que son
depósitos de largo plazo (mayor a los plazos fijos, con mayor rendimiento) y que pueden
ser automáticamente prestados por los bancos, quedando fuera del control estatal.
Resumiendo, esta vez no se buscó controlar todo el sistema bancario, sino que se buscó
dejar cierta “libertad”.
57
Impuestos: Impuesto potencial a la tierra. Más que por la “remonopolización” de los mercados de
cereales y carnes, los hombres de campo manifestaron recelo por el proyecto de la Ley Agraria,
que preveía la expropiación de tierras “improductivas” (aquellas que en los últimos años hubieran
rendido menos del 30% de su “productividad normal”). Esta ley no llegó a sancionarse, pero sí
prosperó el impuesto potencial a la tierra. Éste gravaba la producción potencial y su finalidad era la
de aumentar la productividad del sector.
Firma de acuerdos bilaterales con los países socialistas (su participación en el comercio de
exportación pasó del 3 al 11% durante el tercer peronismo).
Política antinflacionaria. En el ’72, la inflación había llegado al 60% anual y, por tanto, se
convirtió en el principal objetivo de política económica. Pese a que la economía estaba muy
cerca del pleno empleo, el diagnóstico dado por Gelbard fue fundamentalmente heterodoxo33.
De esta forma, las presiones inflacionarias generadas por la expansión del déficit fiscal (alimentado
por la expansión monetaria) fueron despreciadas como causas (el crecimiento se detendrá en el
segundo trimestre de 1974), apuntando que el origen de la inflación venía dado por la puja
distributiva entre asalariados y empresarios, y esta fue la motivación fundamental del Pacto Social.
Para Perón esto era esencial, pues ningún gobierno había logrado un “acuerdo” entre ambas partes
respecto a la distribución del ingreso entre las mismas.
Se necesitaba un gobierno legítimo y democrático para lograr el acuerdo. La representación de las
partes vino dada por la CGT (asalariados) y la CGE (empresarios). Aunque luego se unen otras,
como la UIA, la CAC y la SRA.
Atendiendo a que la distribución del ingreso se había corrido durante el último tiempo en favor
del empresariado (quienes gozaban de dos tercios de los ingresos), el propósito del Pacto Social
era logar nuevamente una distribución “justa” (50-50) y luego estabilizar (congelar) dicha
estructura durante un cierto lapso (que, en principio, se previó por dos años). De esta forma, la
firma del Acta de Compromiso Nacional tiene lugar en mayo del ’73, con los siguientes aspectos
a remarcar:
o Salarios. Se previó que durante dos años (hasta junio del ’75) no podrían tratarse los
salarios en paritarias34. Previo a esto, se da un incremento salarial establecido por el
gobierno a través de la fijación de un salario mínimo vital y móvil de $1000 (aumento del
43% respecto al nivel inicial), más un aumento de suma fija de $200 y una actualización del
40% sobre las asignaciones familiares, esto último para compensar los aumentos de tarifas
públicas que estipulaba el plan. Así, durante estos dos años, de existir algún aumento
salarial, sería realizado por el gobierno, de acuerdo a la productividad media de la economía.
En la misma línea, lógicamente, fueron aumentados los haberes de las clases pasivas.
o Precios. Se crea la Comisión Nacional de Precios, Ingresos y Nivel de Vida, la cual estaría
encargada de vigilar el cumplimiento del Pacto, y revisar los precios privados, puesto que,
con la vuelta del peronismo, se había dado un fenómeno inédito a la fecha: la “inflación
anticipada”. Esto resultó de que, a raíz de la vuelta del peronismo y la previsión de qué tipo
de medidas irían a implementarse (a favor de los asalariados, claro está), los empresarios
aumentaron “anticipadamente” los precios de sus productos. La tarea de la Comisión, en
este sentido, consistió en elaborar una lista oficial de precios, donde se revisaron uno a uno
los precios, retrotrayendo a sus “justos niveles” a aquellos que se consideraban con
aumentos “injustificados”. Luego de esta revisión, se estableció un congelamiento de los
33
“Una apreciación global de la situación desde el punto de vista de la posible existencia de presiones inflacionarias a nivel
macroeconómico indicaría resultados contradictorios: el nivel de actividad económica, el salario real y la balanza comercial
inclinarían hacia una respuesta negativa; el peligroso déficit fiscal a una respuesta afirmativa. En suma, no existían evidencias
muy claras de presiones, más bien de desequilibrios internos del sistema económico cuyos efectos podrían contrabalancearse
entre sí o ser combatidos con una política económica adecuada.” El Programa Antinflacionario de 1973, A. A. Arnaudo (1978).
34
Esto implicaba una prolongación del período de ausencia de este mecanismo en la determinación salarial, que venía desde su
prohibición de la Revolución Argentina, iniciada con el gobierno de Onganía (1966).
58
precios por dos años. Este impedimento de aumentar los precios persistiría para cualquier
nivel de inflación externa, a diferencia de los acuerdos anteriores (Krieger-Vasena)35.
Acompañando esto, se da el ajuste y congelamiento en las tarifas públicas. El
aumento que se dio en estos precios (previo al congelamiento) era el único que podía
trasladarse a precios, bajo la supervisión de la Comisión (recordemos que por esto se
aumentaron las asignaciones familiares, por tanto, es el Estado quien absorbe estos
aumentos a fin de cuentas).
o Reordenamiento Financiero y Reactivación Económica.
Tasa de Interés. Se redujo la tasa de interés nominal en hasta cuatro puntos36
debido a que, a pesar de que con la alta inflación la tasa de interés real se había
vuelto negativa, se esperaba que el nivel de precios se redujese lo suficiente como
para que, aún con la baja de la tasa nominal, la real se vuelva positiva. En efecto, la
baja de cuatro puntos fue “insignificante” respecto a la caída de la inflación,
volviendo fuertemente positiva la tasa real. Esto contrajo la inversión, compensando
parcialmente las presiones inflacionarias que irían desatando otras partes del plan.
Crédito. Se abren líneas de crédito para empresas, para que puedan atender las
necesidades financieras asociadas a la nueva carga salarial.
Tipo de cambio. Estable, con fuertes controles.
RESULTADOS
Entre julio y noviembre del ‘73 la inflación bajó radicalmente, absorbida por el BCRA, con una
estructura de precios y salarios totalmente congelada. Si medimos la inflación por el IPC, la tasa
no era mayor que un 8%. Así, “en los papeles”, se logró lo que el gobierno dio en llamar
“inflación cero”. Efectivamente, la inflación cayó mensualmente, pero ocultando un “inflación
reprimida” (debido a que, con precios congelados, una demanda creciente y una economía en
pleno empleo no eran compatibles, mas también por el aumento de los costos de los insumos
importados) manifestándose en dos aspectos: primero, al precio de lista podían encontrarse
artículos sin todos sus accesorios o con menor calidad; segundo, surgió un mercado negro donde
se transaban productos fuera del control estatal (esto señala que hubo desabastecimiento de
mercados). Así, la denominada rentabilidad negativa, el desabastecimiento de productos, las
exportaciones de artículos escasos en el país, los sobreprecios y la doble facturación, etc., no son
sino manifestaciones de la distorsión en los precios relativos subyacente. Las empresas a las que
resulta antieconómico producir hacen todo lo posible para eliminar sus quebrantos, sea
aumentando ilegalmente los precios o atrasando el ritmo de producción.
Ni Acuerdo ni Compromiso
El Acta, que debía durar dos años, fue ajustada a los nueve meses. Así, en marzo de 1974 se emite el
Acta Complementaria, ya que el conformismo reticente de los primeros tiempos del pacto dejaba paso
a un descontento creciente en el que los sindicatos comenzaron a presionar por aumentos salariales ante
la caída de salarios reales que efectivamente se estaba dando, pues se había vuelto cada vez más dificultoso
encontrar los productos de la canasta básica a precios oficiales.
El surgimiento de las presiones inflacionarias obedecía fundamentalmente a dos razones:
A pesar de la “inflación cero”, existía una presión inflacionaria (a partir del ‘74) que terminó
llevando al ajuste de la estructura ideada. Así, un diagnóstico puramente heterodoxo no era
necesariamente incorrecto en mayo de 1973, cuando se firmó el pacto, pero la cercanía al
35
En este sentido, vale recordar que, durante el ’73, se dio la crisis de la OPEP.
36
Esto contrasta con la política gradualista seguida hasta entonces por el Banco Central.
59
pleno empleo (alcanzado en el ‘74) y el “descuido” de la parte fiscal y monetaria redundaron
en las presiones inflacionarias citadas37. Entre el ‘72 y el ‘74 el déficit fiscal respecto del PBI
pasó de un 3% a cerca de un 8%, siendo acompañado por una gran expansión de la oferta
monetaria (más del 100% anual), principalmente por los adelantos otorgados al gobierno. Aquí
comienza el posicionamiento del déficit fiscal como causa última de la inflación, sin
reducirse hasta luego de la hiperinflación del ’89.
En este proceso inflacionario, también tuvo su efecto el contexto exterior: la crisis del
petróleo, la salida del Sistema de Bretton Woods (y con ello, el fin de los tipos de cambio fijos),
y un brote de la inflación internacional, que golpeó al país por el lado de las importaciones, lo
cual complicó el desempeño del plan: las empresas que requerían de materias primas
importadas no podían trasladar los aumento de costos de esta vía a los precios domésticos.
Ante esto existían tres opciones:
o que se abandone la producción,
o que el Estado se hiciera cargo, o
o que los precios pudieran ajustarse a la inflación internacional.
La respuesta del gobierno ante esto fue “hacerse cargo” del aumento en los costos provocados por las
importaciones, a través de un TC subsidiado, el cual fue sostenido mediante una posición deficitaria del
BCRA. No obstante, para acceder al subsidio se requería atravesar un prolongado proceso burocrático,
aumentando el desabastecimiento y alimentando el crecimiento de los mercados marginales.
Así, el Pacto es ajustado mediante el Acta Complementaria de marzo de 1974. Ésta establecía un nuevo
aumento salarial compuesto por un incremento del 30% del salario mínimo, un nuevo incremento de
las asignaciones familiares y un aumento (ya no fijo) de los salarios vigentes en función de un 9% para
mantener salarios reales, 2,5% por productividad y un 1,5% para avanzar en la meta redistributiva.
Con este Acta se pasa de una estructura de precios congelados a una de precios administrados, la cual
introduciría dos procedimientos: uno general (donde se permitían ajustes para todos los sectores) y uno
particular (para ciertas empresas y sectores determinados). El sistema de precios administrados implicaba
que los precios claramente ya no estarían congelados, pero sus aumentos estarían establecidos
(determinados) por el gobierno.
En cuanto a los restantes precios de la economía, las tarifas vuelven a ajustarse (y se compensan, para el
consumidor, con el aumento en las asignaciones) para intentar paliar la situación fiscal. La tasa de interés
vuelve a bajarse cuatro puntos (con la primer baja, la tasa real había pasado de negativa a positiva, pero
durante muy poco, por los breves resultados del plan). Nuevamente se abren líneas de crédito para los
empresarios.
A partir de entonces, la economía entra en una típica etapa de recalentamiento. Los índices de actividad
fueron excepcionales en 1974 (6,7% de crecimiento del PIB con desempleo prácticamente nulo), pero
empeoraron la inflación (40%) y las cuentas externas (balanza comercial deficitaria para el segundo
semestre).
Es en este contexto que en abril de este año muere Perón, y asume su vicepresidente y viuda, Isabel
Martínez de Perón, mandato durante el cual pasaron durante el Palacio de Hacienda seis ministros de
economía.
El desfavorable escenario internacional trae aparejados fuertes desequilibrios y una balanza de pagos
negativa que respondía a el aumento de la inflación internacional, la consecuente caída de los términos de
intercambio, la recesión internacional y la prohibición de la comunidad europea de las carnes argentinas
debido a un brote de aftosa (además, cayeron otras exportaciones).
37
Este diagnóstico, en el caso de Krieger Vasena, sí era “correcto”, pues no había pleno empleo.
60
Esta reversión del signo de la balanza de pagos llevó a que la Argentina dejara de crecer, después de 10
años de crecimiento ininterrumpido.
Luego de esto, es necesario firmar otra Acta en julio de 1974, mediante la cual se otorga un medio
aguinaldo adicional para contribuir al corrimiento de la demanda, acompañado de nuevas líneas de crédito
para atender el pago de las remuneraciones.
En septiembre de 1974, Gelbard renuncia al cargo de Ministro de Economía y asume Gómez Morales, con
demasiadas expectativas puestas sobre él, pero con pocas posibilidades de acción, dado el socavamiento
de las bases de los Pactos. En resumen, la situación de la economía por ese entonces era:
Estancamiento,
Desabastecimiento (el cual había surgido luego de la Primera Acta),
Existencia de mercados paralelos
Incumplimiento efectivo de los Pactos.
En este momento se deja de hablar de precios administrados para dar lugar a la flexibilización de precios
(no de liberalización): el empresario podía presentar a la Comisión un pedido formal de aumento de
precios, que era automáticamente concedido a partir de los quince días, siempre y cuando no se
argumentase como motivo la suba de salarios, pérdidas de productividad por ausentismo o el aumento
del gasto en previsión social. Esto reflejaba ya no la imposibilidad de bajar el nivel de precios, sino la de
siquiera poder mantenerlo.
Gómez Morales agrega dos ajustes más al Acta, uno en noviembre de 1974 y el otro a fines de febrero
del 1975. Estos dos ajusten marcan el fracaso de sostener la estabilidad.
En el ajuste de noviembre del ’74 se propone un nuevo aumento de salarios nominales, de igual manera
que antes (aumento del salario mínimo, de las asignaciones y un 15% adicional para todos los trabajadores
en relación de dependencia). Éste no podía trasladarse a precios.
En febrero de 1975, se da el cuarto ajuste al Acta, el cual conlleva nuevos aumentos salariales
acompañados de mayor flexibilidad de precios y un nuevo ajuste de los precios públicos: se duplica el tipo
de cambio nominal y aumenta un 50% el tipo de cambio financiero (el cual venía estable desde el ’73). Se
otorgan nuevos créditos a las empresas, mientras el desabastecimiento continúa aumentando.
En junio de 1975 se pide la renuncia de Gómez Morales y asume Celestino Rodrigo (elegido por la
presidente, bajo sugestión de López Rega).
Ese mismo mes terminaba el Pacto Social y debía tratarse el aumento de los salarios por primera vez
desde su prohibición en el gobierno de Onganía. Estas nuevas paritarias, en promedio, rondaban el 40%,
lo que muestra cuánto habían caído los salarios reales. En 1975 el déficit ya llegaba al 14,5% del PIB y el
nivel de inflación ya no respondía solo al espiral salario-precio, sino a presiones inflacionarias
producto del déficit fiscal.
El nuevo ministro establece un plan ortodoxo para combatir la inflación. Que el plan fuera ortodoxo no
implicaba que buscara bajar la demanda agregada; se apuntó a su corrimiento regresivo. El Plan anti-
inflacionario ortodoxo de Celestino Rodrigo establecía un paquete de tres políticas económicas
principales:
I. Una devaluación del 100% del TC comercial,
II. Un aumento de tarifas de servicios públicos y de combustibles de más del 100% en
promedio, y
III. Una liberalización de precios (el empresario podía ajustar los precios libremente).
Estas medidas impactaron fuertemente en el salario real, lo que detonó el “rodrigazo”, una manifestación
popular en contra del plan, que implicaba un brutal corrimiento del ingreso a favor de los empresarios. Es
61
por ello que Rodrigo renuncia y el corrimiento salarial discutido en paritarias resultó (en promedio) del
160%. La inflación anual del ‘75 alcanza los tres dígitos, 182%, y Argentina entra en una mega-inflación.
Desde 1973 el déficit fiscal pasó a ser la causa última de la inflación, lo cual difería de los orígenes
de la inflación autóctona en 1949 puesto que durante el periodo ‘62-‘70 la economía no estaba en pleno
empleo. Durante el periodo anterior, la inflación había sido producto de los efectos de propagación
(heterodoxia) con eventual influencia del déficit fiscal (con Frondizi).
Desde mediados del ‘74, la economía deja de crecer (reaparece el problema del stop and go), entra en
estancamiento. A fines del ‘75 el déficit superaba el 12% del PBI. Con todo esto se puede afirmar que fue
el fin del plan antiinflacionario de 1973. Cuatro ministros de economía pasaron, sin poder resolver
los problemas, hasta que se dio el golpe militar en Marzo del 76´, marcando el inicio de una nueva forma
de abordar la política económica, inicio acompañado de un mes de hiperinflación (por llegar la misma al
50% mensual; que es más del 1000% anual) en una economía estancada.
62
Para analizar el periodo inicial del Proceso de Reorganización Nacional, que tuvo como presidente (de
facto, claro está) a Videla, y a Martínez de Hoz como Ministro de Economía, separaremos las medidas
de política económica en tres grupos. Un grupo compuesto por las políticas (planes) anti-
inflacionarias, otro con formato de política financiera y un tercero comprendiendo a la reforma
arancelaria.
Política Antiinflacionaria
o Primer programa (abril ‘76 - julio ‘77)
Baja de salarios reales y tregua de precios
o Segundo programa (tercer trimestre ‘77 - segundo trimestre ’78)
Política Monetaria activa
o Tercer programa (noviembre ‘78 - febrero ’81)
“Tablita”
Reforma Financiera (junio ’77)
(Antes del segundo programa antiinflacionario)
Reforma Arancelaria
o Primera Etapa (noviembre ’76)
(al mismo tiempo que el primer programa antiinflacionario)
o Segunda Etapa (noviembre ’78): Plan Quinquenal
(al mismo tiempo que el tercer programa antiinflacionario)
La reducción arancelaria fue la primera medida de apertura por el lado de las importaciones. Antes
de esta existían altísimas protecciones efectivas, y no había una uniformidad arancelaria. Con la nueva
política se buscó una mayor uniformidad, y todo producto que tuviera una protección superior al 100%,
bajarlo al 100, lo que representó una baja del arancel medio del 40%.
La reforma torna positiva la balanza de pagos (negativa desde el segundo semestre de 1974).
Se da por tanto en este periodo el fin del Modelo ISI. Lo que se esperaba era que, al bajarse los aranceles,
mejorase la competitividad. No obstante, las industrias argentinas resultaron no ser competitivas (el
Modelo ISI mostraba ya sus signos de agotamiento) y esto acabó generando más inflación.
Reforma Financiera
Luego de que la “tregua de precios” preparara el terreno, tiene lugar la reforma financiera de junio del
‘77. Hasta el momento de la reforma, el sistema financiero estaba controlado por el Estado casi en su
totalidad (renacionalización los depósitos del ‘73) y no había ni prestamista de última instancia ni encajes
legales.
La primera medida de la reforma fue derogar la renacionalización de los depósitos, reestablecer la
función de prestamista de última instancia del BCRA y se crean nuevamente los encajes legales, ahora
unificados.
La tasa de interés es liberada por primera vez desde 1946, acabando con las tasas subsidiadas. A
diferencia de la Ley de Bancos de 1935, no se establecen techos a las tasas (esto hace que se elimine
el principio de reputación) y se emite una garantía de los depósitos del 100% por parte del Banco
Central, para recobrar la confianza del público en el sistema bancario. Con esta garantía desaparece el
principio de discreción por prestigio que guiaba anteriormente a los ahorristas, que ahora se concentrarían
en la tasa de interés.
Se da libertad total a los bancos con respecto a los préstamos, por lo que no hay ahora
requerimientos que garanticen la solvencia del banco ni un bajo riesgo crediticio.
Los empresarios estaban acostumbrados a manejarse con tasas subsidiadas. Con la liberalización de las
tasas, los bancos competían por los ahorros del público a través de la tasa de interés. Al haber garantía
total por parte del BC, los ahorristas se fijaban en quién pagaba la tasa más alta. Las altas tasas pasivas
64
hicieron subir las tasas activas, por lo que quienes pedían préstamos eran aquellos inversores que tuviesen
mayores rendimientos y, por tanto, mayores riesgos38.
Estas medidas, como es de esperar, resultaron explosivas: la garantía total de los depósitos, la liberalización
de la tasa de interés y la ausencia de requerimientos inevitablemente llevarían a una crisis.
Al liberalizarse la tasa de interés, ésta sería ahora igual a la tasa internacional más el riesgo de
depreciación (depreciación esperada, ė). Como la tasa interna neta del riesgo de depreciación era mayor
que la tasa de interés externa era conveniente (al menos hasta fines de 1980) pedir prestado al extranjero.
𝑖 − 𝑒̇ > 𝑖 ∗
Como el Estado creía que la inflación era producto de las expectativas, entonces no reduce el déficit y
entonces las empresas públicas piden prestado al exterior para financiar el déficit.
Con la reforma se eliminan las trabas a la toma de préstamos en el exterior. Por lo tanto aumentó la
deuda de empresas tanto públicas como privadas. Los privados que pedían préstamos eran aquellos que
tenían garantías en el exterior; por otra parte la financiación del déficit fiscal (provincias) es desviada hacia
el exterior, creciendo la deuda pública. Así, los que podían pedir al exterior lo hacían y ponían los recursos
en el sistema financiero argentino lo que condujo al fenómeno de la “bicicleta financiera”, marcando
un elevado crecimiento de la deuda externa argentina.
Otro punto importante de estas medidas es la creación de la cuenta regulación monetaria, la cual
consistía en que el BC cobraba un interés por los depósitos a la vista, más crea a su vez un encaje
remunerado que daría lugar a un déficit cuasi-fiscal.
38
Gerchunoff añade a los posibles prestatarios a los especuladores que esperaban un salto en el nivel de la inflación y una caída
en las tasa reales. También se incluyen en esta categoría a ciertos Estados provinciales buscando financiar su déficit.
39
Esto se hace en medio de la reforma financiera de Junio del ‘77, en la cual se había liberalizado la tasa de interés (quedando
la tasa interna más alta que la internacional, ya que la tasa internacional era baja así como el riesgo de devaluación, mientras
que la interna era alta por la competencia entre bancos para captar depósitos, que estaban asegurados al 100% por el BC). Esta
situación explica el origen de la deuda den los 70’s puesto que el diferencial de intereses llevo a que tanto privados como
gobierno se endeudasen en el exterior y se diese una bicicleta financiera.
65
La segunda diferencia con el caso chileno es que para Argentina el año ‘78 fue un año recesivo40 y
se levantó la medida por no estar dispuesto el gobierno a absorber el costo de la recesión
(situación inmediata inevitable para este tipo de políticas monetaristas). En Chile, en cambio, la
política fue continuada y eventualmente logró eliminar el déficit y actuar sobre las expectativas (es
fundamental adecuarlas a la situación de “desinflación”).
En 1978 la inflación fue de 175,52% y no hubo efectos perdurables sobre el tema.
40
Primera recesión de la posguerra no provocada por dificultades en el balance de pagos.
41
Desde los comienzos, el gobierno militar intervenía el mercado cambiario en un crawling peg que determinaba un tipo de
cambio que iba siguiendo a la inflación pasada. A su vez, cuando el gobierno decidió pasar a las política monetaria activa, se
produjo una inconsistencia de políticas (o se elegía la cantidad de dinero, o el tipo de cambio). En mayo de 1978, la decisión
final fue renunciar a la política cambiaria para controlar libremente la oferta monetaria. Esto provocó una fuerte apreciación
real de la moneda, que profundizaba el estancamiento y alentaba la inflación. Es así que a finales de año se opta por un nuevo
“timonazo”, optando por poner una cota a los precios internacionales mediante el manejo del tipo de cambio.
42
Otras “pautas” complementaban la fase de “profundización y ajuste” del programa de Martínez de Hoz: las tarifas públicas,
los salarios mínimos y el crédito doméstico tenían sus propias “tablitas”.
66
El efecto inicial de la tablita tuvo una doble cara. Por un lado, hubo en 1979 una expansión de la actividad
económica, en parte porque la demanda agregada se recuperó al compás del descenso en las tasas reales
de interés, que durante varios meses fueron negativas. Pero la caída del interés real se dio de un modo
distinto del que esperaba el gobierno, ya que se debió menos a la reducción en el "riesgo país" (que debería
haber actuado, y en alguna medida actuó, acercando las tasas nominales de Argentina a las del resto del
mundo) que a la cara desagradable del programa de estabilización: la persistencia de una inflación alta, que
hizo que las tasas reales estuvieran muy por debajo de las nominales.
Es que el plan antiinflacionario falló en su cometido específico. Durante el primer año de la tablita (1979),
inflación minorista apenas había disminuido, de 171 % a 163%, y la mayorista no sólo no había caído sino
que había aumentado levemente, de 146% a 149%. La continuidad de la alta inflación era mala en sí misma,
por supuesto, pero con el esquema de la tablita tenía un efecto adicional quizás más grave. El aumento del
precio del dólar estipulado por la pauta cambiaría era de poco más de 60%, mucho menor al de los precios.
Así se iba acumulando un atraso cambiario que, al abaratar las importaciones y hacer menos rentable la
exportación en general, tendía a deteriorar la balanza comercial. El gran interrogante era, obviamente, por
qué seguía alta la inflación, por qué no se daba la convergencia que las autoridades habían esperado entre
inflación local e inflación internacional (más tasa de devaluación).
Las explicaciones se multiplicaban. Al principio hubo quienes sencillamente negaban el atraso cambiario,
señalando que la alta inflación nacional no era otra cosa que una consecuencia de la aceleración de los
precios internacionales, en particular de aquellos que comerciaba la Argentina.
Pero, fuera del gobierno y una minoría de economistas, se coincidía en la gravedad del problema del atraso
cambiario. De manera algo incompatible con el enfoque monetario de la balanza de pagos, se apuntaba a
la expansión del circulante como causa de la divergencia. Más coherentemente con la filosofía del
programa, se atribuía la excesiva inflación al dinamismo de la demanda, empujado por el alto nivel de gasto
público o privado, estimulados a su vez por las tasas de interés negativas. Esta hipótesis tenía cierto
sustento en 1979 (año en el que el PBI se expandió un 7,7% y el desempleo tocó su mínimo histórico)
pero ya no en 1980, con tasas de interés reales anormalmente altas y recesión. Finalmente, desde
posiciones más heterodoxas se resaltaba la influencia de la inercia inflacionaria y del arraigo de prácticas
indexatorias, cuya desaparición era poco probable en el contexto de un programa gradualista.
El gasto público. Con el segundo programa nunca se tocó el déficit: en lugar de bajar, siguió subiendo,
generando una presión de demanda que nunca llevó a superar la caída en la demanda de los no transables.
Los salarios. Tiene que ver con cómo se formaban los precios en el sector transables y no transables, cómo
evolucionó la relación tipo de cambio – salarios. ¿Los precios de los NT, se ajustaban como se creía o
dependían de los salarios? Los precios NT siguen a los salarios, pero los salarios no siguen al ė ė < 𝑤̇.
Al existir una formación dual de los precios donde el precio de los T siguen al ė y el de los NT a 𝑤̇ , el ritmo
de crecimiento de ė queda rezagado con respecto al de 𝑤̇, y por eso no se podía pasar de πNT > π*+e*
a πNT = π*+e*.
El resultado de este programa fue nulo, la inflación del 79´ fue de 159% anual y la del 80´ de un 100%. No
se dio el exceso de oferta esperado de los no transables, porque convenía producir transables y su
demanda aumentó en detrimento de los no transables (gran sesgo mercadointernista argentino).
Esta medida coincide con el Plan Quinquenal. Tras la primera reforma arancelaria, las retenciones ya
habían sido reducidas a cero. El objetivo del plan era aumentar la apertura de la economía. Los aranceles
ya eran todos menores al 100%, por lo que el Plan Quinquenal implicaba una serie de reducciones
arancelarias pautadas cuyo objetivo era reducir los aranceles gradualmente mediante reducciones
trimestrales buscando llegar a un arancel uniforme del 20%.
Había, sin embargo, una serie de “desviaciones”: la industria automotriz y las industrias nacientes tenían
protección especial (aranceles superiores); y una serie de “excepciones”: los bienes de capital (maquinaria
67
y equipos) y aquellos que en su formación de precios no siguiera a la tabla de Martínez de Hoz serían
castigados con un arancel inferior, cero en algunos casos.
Por tanto, en el ‘79 confluyeron las tres políticas que llevarían al cóctel explosivo: TC futuro pautado,
liberalización del mercado de capitales (con la reforma financiera) y la apertura de la economía (con el
plan quinquenal).
Para el año ’80, el atraso cambiario era evidente y no se había logrado nada sobre la inflación. En el ’79,
la inflación era del 159% anual, mientras duraba el mecanismo del tipo de cambio futuro pautado. Para
contrarrestar la inflación, en julio del ‘80 se acelera el programa de reducción arancelaria. Pero el atraso
cambiario volvía cada vez más baratos los productos importados, lo cual implicó que el superávit comercial
que había existido desde el ‘76 hasta el ‘79, desapareciera para el cambio de década con un “aluvión
masivo” de importaciones. Este déficit comercial estaba además acompañado por una gran cantidad de
43
El Presidente del BCRA de ese entonces, Adolfo Diz, señaló luego que ésta se trató de una crisis “de bancos agrandados”,
donde crecieron demasiado bancos que, previa reforma financiera, eran bancos menores.
68
servicios financieros, con lo cual se tuvo una Cuenta Corriente con signo negativo que debió financiarse
con reservas. Ante esta situación se terminaron de eliminar los controles para los préstamos en el
exterior.
Debe presente que el aluvión masivo de importaciones y su impacto en la industria Argentina no fue
consecuencia exclusiva de la apertura comercial, sino también del atraso cambiario. Esto llevó a que
muchas empresas quebraran, y en este punto existe una coincidencia entre los economistas de que fue el
final del Modelo ISI.
El mecanismo de la tablita y el tipo de cambio futuro pautado, claramente se había agotado para julio del
‘80. El atraso cambiario (términos nominales respecto del real) era tal que indujo una corrida cambiaria.
Esta corrida llevó a una devaluación del 10% en febrero ’81, lo que claramente marca el fin del tipo de
cambio futuro pautado, antes de que se retiraran Videla y Martínez de Hoz. Esta depreciación no frenó
las expectativas sino que las potenció y continuaron las corridas cambiarias. Para fines de los ‘80 se da una
huida total contra la moneda.
En marzo de 1981, los problemas más urgentes eran el atraso cambiario, la sangría externa -provocada ya
no solamente por el déficit comercial sino también por la fuga de capitales-, la enorme deuda externa,
pública y privada, y la recesión productiva. El déficit fiscal y la inflación también eran inaceptablemente
altos, pero su eliminación era imposible para gobiernos débiles, como resultaron ser los de 1981-83. Había
además un rechazo generalizado a cualquier cosa que se pareciera al celo antiinflacionario de Martínez de
Hoz -asociado sin más a los padecimientos de 1981- que hacía imposible la puesta en marcha de un
programa global de estabilización.
En este contexto es que asume Viola con un nuevo Ministro de Economía, Lorenzo Sigaut, recordado por
su frase “el que apuesta al dólar pierde”, a pesar de la cual se dio una serie de sucesivas devaluaciones para
frenar la corrida cambiaria. Cada devaluación iba a ser más grande que la anterior.
La política económica de Sigaut implicó los siguientes puntos:
Fin de la tablita
Divide al tipo de cambio en oficial y libre (únicamente para operaciones financieras)
Introduce aranceles para tratar de revertir los problemas en el frente externo
Controles sobre la tasa de interés.
Con la crisis del ‘81 la economía cae en recesión producto de la crisis bancaria, cambiaria y de balanza de
pagos, lo cual se vería acompañado por el problema de la crisis de la deuda externa en 1982, iniciado
por la reversión de la política monetaria expansiva por parte de los países centrales con el objetivo de
bajar la inflación y su consiguiente suba en el interés internacional 44. La deuda argentina aumenta un 30%
y se entra en la peor crisis desde la Gran Depresión.
Con Viola comienza la estatización de la deuda privada Argentina. La cual consistió en una
responsabilizarían por parte del Estado de la deuda de los privados ante los acreedores externos. Los
particulares le pagarían al gobierno en pesos. En este periodo no existió ningún refinanciamiento, este
recién se daría con el Plan Brasil. La estatización de la deuda se realizó para que las empresas no quebraran
y, si bien la deuda se terminó pagando, ésta se atrasó en los intereses y las amortizaciones.
Con Alemann a cargo del Ministerio de Economía a partir de la asunción de Galtieri se inició algo así como
una efímera contrarreforma, inspirada en tres principios definidos por la negativa. Los objetivos eran la
desinflación, la desregulación y la desestatización de la economía. Apenas pudo avanzarse hacia esas metas
porque el conflicto en las Malvinas acabó con Galtieri y su equipo. De todos modos, es difícil creer que,
44
El año 1981 es muy importante en el escenario internacional, marcó el fin del Keynesianismo y la victoria del monetarismo,
debido a que se había llegado a inflación de 2 dígitos en los países desarrollados, como EEUU y el Reino Unido.
69
de no haber habido guerra, los militares habrían respaldado el ambicioso y liberal programa de Alemann,
cuando poco tiempo antes habían dado apenas un apoyo tibio a una versión más tímida como la de
Martínez de Hoz. Se liberó el tipo de cambio, se congelaron tarifas y salarios públicos (mientras la inflación
alcanzaba el 7% mensual) y se dejó sin efecto el control a las tasas de interés. Por motivos fiscales se
reintrodujeron impuestos a la exportación y se modificó la estructura arancelaria, todo ello para reducir
las necesidades de financiamiento y contener la emisión, que por casi cuatro meses fue prácticamente
nula. Más allá de sus objetivos de largo alcance, en lo inmediato era un plan recesivo aplicado a una
economía en recesión, que se ganó el rechazo de casi todos los sectores.
En ese entonces, el contexto externo vuelve a golpear a la Argentina ante la posible moratoria de la deuda
mexicana, lo cual allanó toda posibilidad de tomar deuda desde el exterior. Para el país, esto era
especialmente complicado, dado el incremento del stock de deuda que se había venido dando
vertiginosamente desde los últimos años. El gobierno fue en buena medida responsable del endeudamiento
defines de los ‘70. La prioridad dada a la lucha contra la inflación hizo que se optara por un financiamiento
del déficit crediticio antes que monetario. Esa decisión no era descabellada si se mantenía la diferencia
entre ingresos y gastos públicos en niveles manejables, pero no fue eso lo que ocurrió.
El hecho era que en 1982 el endeudamiento no era sólo un problema de los que debían, sino una amenaza
para toda la economía. Particularmente preocupantes eran las obligaciones con el exterior, encarecidas
por la depreciación cambiaria y por el aumento en las tasas internacionales de interés. Las deudas de
empresas con bancos locales, en tanto, también eran una peligrosa amenaza, que ponía en jaque al sistema
financiero. Castigadas por la recesión y los pagos de intereses, las empresas contagiaban sus dificultades a
sus acreedores. Con Sigaut ya se habían intentado mecanismos de refinanciación, pero la gran condonación
llegó a mediados de 1982. Dos meses bastaron para que el ministro Dagnino Pastore y el presidente del
Banco Central Domingo Cavallo, sucesores de Alemann, iniciaran una enorme redistribución de riqueza
favorable a los deudores, cosa que al mismo tiempo mejoraba la situación de los bancos. Se dispuso que
las deudas contraídas crecieran de acuerdo con una tasa de interés regulada, muy por debajo de la inflación
esperada, con lo cual se licuaba el valor real de las obligaciones. Asimismo, se compensaba a los bancos
con créditos del Banco Central también extendidos a tasas reales de interés negativas. Con una inflación
en alza, que en julio tocó el máximo de todo el Proceso (los precios mayoristas crecieron 27,9% en el
mes) se logró librar a los deudores del grueso de su carga. El precio de las refinanciaciones lo pagaba el
ahorrista en pesos por la vía del impuesto inflacionario.
En 1982, como en 1972 y 1962, Wehbe tuvo la dura misión de manejar la economía de un gobierno en
despedida. La inflación siguió en aumento (apuntalada por una política laboral que llevó el salario real al
máximo en todo el Proceso), pero comenzó a vislumbrarse el final de la profunda recesión de 1981-82.
Más importante que la evolución de corto plazo fue el continuado proceso de socialización de deudas, del
que ahora se beneficiaban sobre todo los deudores con el exterior. Claro que el estado, que asumía estas
deudas, no podía licuarlas, como se había hecho con las deudas entre argentinos. Eran dólares cantantes
y sonantes los que se adeudaban, por un monto que en 1983 rondaba los 45 mil millones. De ese total,
casi un 70% correspondía al Estado, contra cerca de 50% un par de años atrás. El gobierno democrático
recibía así un problema con dos caras. Para poder cumplir con sus compromisos, debería conseguir
suficientes recursos fiscales y al mismo tiempo obtener un adecuado superávit comercial. Heredaba,
además, una economía que se había acostumbrado a vivir con inflación, después de ocho años en los que
el índice de precios nunca había variado menos del +100%. No era poca carga para una democracia de la
que se esperaba casi todo.
70
cayendo ininterrumpidamente, lo mismo que el valor de las exportaciones e importaciones expresadas
como proporción del PIB.
Resulta curioso que, aunque uno de los hechos más recordados de la época de Martínez de Hoz es la
avalancha importadora, el énfasis inicial dela apertura estuvo del otro lado de la balanza de comercio.
Al cabo de menos de un año del golpe militar, con la primera reforma arancelaria, las retenciones a
las exportaciones tradicionales habían sido recortadas sustancialmente, y a fines de 1978 todos los
impuestos a la venta exterior habían desaparecido, para no reaparecer hasta después de la caída de
Martínez de Hoz. En el rubro de las exportaciones no tradicionales, desde hacía un tiempo fomentadas
por medidas crediticias e impositivas (reintegros), no hubo una estrategia sistemática, prefiriéndose
en cambio una consideración caso por caso. Si bien es imposible determinar con precisión cuánto
influyeron las políticas oficiales favorables a la venta externa, el hecho es que la producción de bienes
exportables (y el valor de las exportaciones) aumentó significativamente con Martínez de Hoz
(contando los cinco cultivos principales, entre los cuales la soja ganaba rápidamente posiciones).
Para explicar por qué se dio el denominado aluvión importador no puede meramente juzgarse las
políticas específicamente comerciales como algo aislado, pasando por alto las potentes influencias de la
macroeconomía. De hecho, el problema del atraso cambiario sería determinante en la suerte final del
intento aperturista de Martínez de Hoz. La segunda etapa de la reducción de los controles al comercio
exterior (plan quinquenal) y el tercer programa de estabilización (tablita) fueron prácticamente
simultáneos (1979-80). Fue una combinación de políticas que alteró bruscamente los precios relativos de
los distintos sectores de producción. Crudamente, se puede clasificar a los bienes producidos
71
internamente en exportables (que en la Argentina son básicamente productos rurales), importables
(dominados por el sector industrial) y no comerciables (la mayoría de los servicios, además de los bienes
cuya importación o exportación no es rentable por barreras naturales, como los altos costos de
transporte). La reducción de impuestos al comercio exterior favorecía a los exportables respecto a los
importables, mientras que la política de estabilización, en tanto provocaba una apreciación del peso,
mejoraba la relación de precios de los bienes no transables respecto a los transables. Los productos de
exportación ganaban por un lado y perdían por otro, lo que ayuda a explicar por qué las organizaciones
rurales tuvieron una actitud ambivalente ante la política económica, que tornó a oposición cuando el
atraso cambiario se hizo intolerable. Pero el sector más perjudicado era el industrial. Las importaciones,
estimuladas por el retraso del dólar y por la apertura, representaron una dura competencia que para
muchas ramas manufactureras, provocando además un fuerte déficit de comercio. En 1980 esas tendencias
se acentuarían, hasta hacerse insostenibles, por la continuada apreciación cambiaria y el inicio de la
recesión. La oportunidad para una reversión global de la política económica -incluida la apertura- llegaría
al año siguiente, luego del recambio presidencial.
La evolución sectorial de la producción nacional acusó el impacto dela nueva configuración de precios
relativos. En el sexenio 1974-1980 la industria redujo entre tres y cuatro puntos su participación en el
PBI. En las ramas textil y papelera la combinación de apertura, atraso cambiario y bajo crecimiento
económico fue tan pronunciada que produjo caídas netas de alrededor de 15% en el segundo lustro de
los 70. Se da por tanto en este periodo el fin del Modelo ISI. Las industrias argentinas no eran
competitivas lo que generaba más inflación. Se esperaba que al bajarse los aranceles mejorase la
competitividad.
¿Por qué fracasó la tablita? La tablita se basaba en la paridad del poder de compra que implicaba que en
una economía abierta los bienes comercializados seguirían la inflación internacional junto al riesgo de
devaluación (π=π* + ė) pero no así los bienes no comercializables. Estos bienes veían crecer sus precios
más allá de la inflación internacional (πNC =π* + ė). El modelo planteaba que al aumentar la brecha entre
los bienes transables y no transables se daría una sustitución tanto de oferta como de demanda: se
producirían más bienes no comercializables y se consumirían más bienes comercializables. Este proceso
llevaría eventualmente a equiparar los precios. Esta situación no se dio en la realidad puesto que los bienes
no transables incluían tanto bienes internos como bienes manufacturados puesto que el modelo ISI
implicaba un sistema volcado hacia el mercado interno.
En bienes no transables había tanto productos internos (construcción, servicios) como productos
manufacturados. Por tanto el proceso de sustitución de demanda planteado por el modelo no podía
llevarse a cabo puesto que los bienes comercializables eran tan solo comodities.
El atraso cambiario acompañado de la baja de aranceles llevo a una caída del precio real de las
importaciones que ocasiono un aluvión masivo de importaciones cuyo efecto final fue el quiebre de
industrias y el fin del Modelo ISI. ↓PM =PCIF ↓TC (1- ↓tM)
El precio interno de las exportaciones bajó (atraso cambiario) por lo que se desestimularon las
exportaciones, llevando a una crisis de la balanza de pagos.
Sintetizando, entonces, los resultados de estas tres políticas podemos señalar que el TC futuro pautado
no tuvo efectos sobre la inflación y llevo a un atraso cambiario que desestimuló las
exportaciones a la vez que fomentó el “aluvión masivo” de importaciones. El Plan Quinquenal,
por más que haya bajado gradualmente los aranceles, al combinarse con el atraso cambiario provocó la
entrada masiva de importaciones y la estocada final al Modelo ISI.
Aparece entonces una crisis en el frente externo a comienzos de los ’80, en una situación nada buena:
el sistema bancario estaba en crisis y con una cartera de muy baja calidad; la BP negativa y gran parte de
la industria quebrada. Sus empleados se pasaron al sector terciario produciéndose una
sobreterciarización de la economía.
72
La Vuelta a la Democracia: El Gobierno Radical (1983-89)
El Drama de América Latina
En la política económica de Alfonsín no puede ignorarse el contexto internacional en que fue formulada,
caracterizado en América Latina por la crisis de la deuda y sus secuelas. La Argentina tardó en
reconocerse como miembro pleno de América Latina; esa suerte de latinoamericanización se dio con la
equiparación de los niveles de ingreso por habitante (porque previo a la recesión de 1981-82, el PBI per
cápita argentino era más elevado que el de otros países latinoamericanos). Así, fue recién con la crisis de
la deuda de 1982 que los problemas argentinos adquirieron “carácter latinoamericano”: la obligación de
servir sus enormes deudas externas sin la posibilidad de acceder a nuevos préstamos se transformó en el
dato central que condicionó las políticas económicas de todos los países de la región.
El nudo del problema era que las magnitudes que debían girarse al exterior en concepto de intereses y
amortización estaban por encima de la verdadera capacidad de pago de la región, más aun tomando cuenta
del aumento de las tasas de interés de los países desarrollados que trajo consigo el “ascenso del
monetarismo”. De esta forma, el pago de la deuda en Latinoamérica tenía insalvables problemas prácticos,
y necesitaba una acción combinada de aumento de las exportaciones y reducción de las importaciones, en
forma similar a lo afrontado por Argentina hacia los años ’50: se podía comprimir las compras al exterior
de bienes de consumo no esenciales o sustituibles por producción doméstica , pero se llegaba a un punto
crítico, si el recorte de importaciones afectaba también la de insumos y bienes de capital, pues con esto
se resentiría el nivel de actividad.
Las importaciones disminuyeron entre el ‘81 y ’83. No obstante, el logro de superávits implicaba gastar
menos de lo producido. Así, en tanto el producto no creciera, tendría que reducirse o el consumo o la
inversión, o ambos a la vez. Y este fue el caso en América Latina.
Las consecuencias interiores de las cuentas externas se manifestaron en una tensión entre el sector
público y privado. La mayor parte del endeudamiento externo correspondía al Estado (ya sea por
contracción directa o por estatizaciones de deuda), correspondiéndole por tanto el generar un excedente
para pagar a sus acreedores. Se trataba de una cuestión casi imposible, dado el abultado déficit que
padecían los gobiernos. Para contrarrestar esto, del lado de los gastos, se podía reducir el salario o el
empleo público o contraer la inversión del gobierno. Esta última alternativa fue la elegida, por tener menor
visibilidad y, por ende, menor costo político.
No obstante, el problema de las cuentas públicas era más complejo por el lado de los ingresos: la recesión
complicaba la recaudación porque los fondos públicos provenían de los impuestos internos (Argentina y
Brasil) y no tanto del comercio exterior como en los países más pequeños. Por otro lado, un dólar
sobrevaluado como consecuencia de la escasez de divisas perjudicaba al Estado (su mayor comprador). El
gran recurso de la década fue la emisión monetaria, que generaba inflación. Esta inflación no sólo
traía consigo los problemas típicos sobre la inversión y la puja distributiva; peor aún, agravaba el problema
de financiamiento que precariamente se intentaba remendar. Se trata del llamado efecto Olivera-Tanzi,
que implica que el valor real de lo recibido por el Estado se diluía en el lapso entre el cálculo y el cobro
de los impuestos. A esto hay que sumarle que el impuesto inflacionario no está exento de la regla de que,
mientras más alto sea, mayores incentivos a evitarlo; lo cual se manifestaba en el hecho de que la gente
buscaba refugiarse en otros activos, como el dólar antes que ahorrar en moneda nacional,
retroalimentando así la cadena y dando lugar a la “autoperpetuación” de la inflación. Ajuste externo,
retracción de la inversión, caídas del producto por habitante, deterioro de la recaudación tributaria, déficit
público, inflación, fuga hacia el dólar y depreciación monetaria eran eslabones de una cadena de causalidad
mutua, siempre para mal.
Durante mucho tiempo brilló por ausencia un plan global para lidiar con el problema de endeudamiento
de la región, el financiamiento recibido de organismos como el FMI y el Banco Mundial fue irregular y
condicional a promesas de austeridad, el financiamiento se obtenía forzadamente acumulando atrasos en
73
el pago de intereses y amortización. En este sentido, el Plan Brady iniciado en 1989 tuvo relativo éxito
reduciendo déficits fiscales y mejorando la situación del sector externo. En la región se introdujeron,
además, reformas económicas de lo que se llamó el Consenso de Washington: una serie de
recomendaciones acordes al paradigma liberal. La privatización de empresa públicas, la apertura comercial
y de capital, y la desregulación de mercado irían llegando, a su tiempo, también a la Argentina.
La Herencia de la Dictadura
Alfonsín asume en diciembre de 1983. El impacto de la crisis de la deuda hizo crecer violentamente los
pagos al exterior por intereses y utilidades en los últimos tres años del Proceso. No se trataba de un
mero problema de liquidez (que hubiera dinero para pagar) sino de uno de insolvencia estructural.
Esta restricción obligó, en los primero años de la década del ochenta, a obtener superávits comerciales
vía contracción de importaciones, al costo de una pronunciada caída de la IBI.
Una de las causas de las dificultades para crecer – además de la transferencia de una masa importante de
ahorros al exterior – era el aislamiento de la economía respecto de los flujos del comercio internacional
y la estructura oligopolística de muchos mercados nacionales.
Agotados los sistemas de seguridad social (cajas de Jubilaciones cuyos fondos se vaciaban) y las formas de
financiamiento externas, se debía recurrir cada vez más al endeudamiento interno y la emisión de
moneda. Por otra parte era débil la recaudación impositiva (ya como una cultura argentina).
La situación económica argentina con la vuelta de la democracia no era, pues, alentadora. La herencia que
la dictadura le había dejado al gobierno de Alfonsín estaba signada por cinco principales problemas:
I. Continuaba el problema de la inflación, que era del 343% en 1983. Su principal causa (desde el
‘73) era el déficit fiscal (ya del 20% del PIB) que se veía agravado por el efecto Olivera-Tanzi.
Dada la tasa de inflación, el efecto O-T llevaba a un mayor déficit.
II. Lo anterior implica graves problemas de desequilibrio fiscal.
III. A su vez, la economía estaba en recesión desde el año 1981-82: hay una caída del PBI del 10% (la
mayor desde la Gran Depresión).
IV. Economía cerrada con escaso grado de competencia interna.
V. Por ultimo seguía el problema de la deuda externa; si bien en la crisis de la deuda en el ‘82 la
deuda era tanto pública como privada, desde el gobierno de Viola se había llevado a cabo la
estatización de la deuda mediante un instrumento cambiario (TC subsidiado). Para la llegada
de Alfonsín, los 43 millones de dólares de deuda eran un problema puramente estatal.
En la literatura internacional la década argentina de los ‘80 es conocida como la década perdida.
45
Grinspun había sido asesor de Blanco (Ministro de Illia) y aplica las mismas políticas que se habían tomado en ese gobierno.
Blanco había llevado a cabo un crawling peg cuando se dio el cambio tecnológico en el sector rural y el gobierno se enfrentaba
74
con estímulo a la demanda (créditos baratos y gastos públicos), mientras se combatía la inflación.
Después de un aumento de sueldos, se establecieron las pautas para dirigir los precios, tarifas
públicas y control de cambios.
Sus políticas fueron, por tanto, dirigidas a lograr el crecimiento y la estabilidad, mediante el uso de políticas
monetaria y fiscal expansivas, junto con una política salarial destinada a aumentar el consumo para reactivar
la economía. Para lograr la estabilidad lleva a cabo una política gradualista con pautas de aumento de los
precios públicos (tipo de cambio y tarifas). Al fijarse los salarios en las paritarias, los empresarios deberían
seguir las pautas oficiales.
Pronto aparecieron los problemas porque las directivas sobre precios eran ignoradas, esto obligó a nuevas
indexaciones salariales (automáticas)46, ya no era posible detener la inflación acelerada por las
presiones inflacionarias generada por las políticas expansivas 47. Entre tanto, las negociaciones sobre la
deuda externa tomaron un cariz combativo, la ayuda externa dependía del programa de ajuste centrado
en reducir el déficit fiscal, bajar la inflación, alentar el crecimiento interno y controlar la oferta monetaria.
La economía, a pesar de algunos préstamos combinados entre EE.UU., países importantes
latinoamericanos y el FMI, marchaba hacia una recesión y una inflación del 626% anual.
A fines del ’84, los condicionamientos ortodoxos del préstamo del FMI llevaron a devaluar la moneda, se
ajustaron con aumento las tarifas de servicios, se recortó el gasto público y las jubilaciones, lo cual moderó
algo el déficit fiscal y el aumento de precios por restricción de la demanda.
Entonces, el diagnóstico que dio Grispun fue el siguiente:
inflación de costos
Inelasticidad de la oferta agregada → al haber exceso de demanda agregada, la oferta debería
reaccionar y no lo estaba haciendo.
El Plan Austral
En febrero del ‘85 Grinspun fue reemplazado por Sourrouille, de formación estructuralista, y cuyo
diagnóstico respecto a la inflación involucraba como principal causa a largo plazo al déficit fiscal y la
consecuente emisión monetaria. No obstante, en la situación a corto plazo se consideraba de mayor
importancia otros factores. En este sentido, era determinante la caracterización inercial de la inflación
en Argentina (autoperpetuación de la inflación), dada su intensa historia en esta materia. Por ello, se sostenía
que las medidas “gradualistas” eran poco efectivas.
Según veían el problema Sourrouille y los suyos, el efecto Olivera-Tanzi y el hecho de que a medida que
se desmonetizaba la economía -a causa de la inflación- la emisión de una determinada cantidad de dinero
hacía aumentar más los precios eran fenómenos no tan determinantes en el corto plazo. El mecanismo
crucial que hacía que la inflación de un mes tendiera a repetir a la del mes anterior tenía que ver con las
expectativas de inflación. Por un lado, si se esperaba alta inflación, esa expectativa tendía a cumplirse,
porque para definir las decisiones salariales y de precios la estimación acerca de la inflación del mes en
curso era un dato fundamental. Aunque no existiera indexación legal, ajustar precios y salarios a la inflación
del período anterior parecía bastante razonable. La conclusión era que para bajar la inflación había
que bajar las expectativas de inflación.
a una economía en recesión y sin pleno empleo; ahora la economía estaba en pleno empleo (no había capacidad ociosa) y el
nivel de inflación era muy diferente.
46
Esto es producto de que, durante una negociación, el aumento de los precios era tal que erosionaba cualquier aumento de
los salarios. Todos los contratos económicos siguieron esta costumbre y no se terminarían hasta la ley de convertibilidad.
47
Con Illia, la política expansiva no había provocado presión inflacionaria ya que la economía venia de una recesión y no estaba
en pleno empleo. Con Alfonsín en cambio, este mismo conjunto de medidas provocó una lógica presión inflacionaria (la inflación
aumenta al 626,72%).
75
Bajo estas premisas se puso en marcha un plan de estabilización y se delinea el Plan Austral. Para
bajar la inflación había que bajar estas las expectativas sobre ella, siendo necesario congelar todo lo que
fuera posible, desde el tipo de cambio, tarifas, salarios y hasta los precios privados para romper el linkeaje
entre inflación pasada y presente.
El Plan Austral tuvo una muy buena resonancia a nivel internacional debido a que combinaba lo
ortodoxo con lo heterodoxo, mostrando que no eran aspectos sustitutos sino complementarios. Este
plan surgía de analizar los planes antiinflacionarios pasados que habían sido de muy corto plazo y de escaso
éxito. Analizaron los pequeños éxitos y los fracasos de los planes y observaron que los heterodoxos
(como el de Krieger Vasena o el del Pacto Social) eran seguidos por caídas en la inflación a niveles muy
bajos, a diferencia de los ortodoxos (‘62, ‘78), que no habían logrado disminuirla. Concluyeron por tanto
que eran las medidas heterodoxas las que llevaban a que caiga la inflación, pero el descuido que estos
planes hacían de la parte ortodoxa (presiones inflacionarias) llevaba irremediablemente al fracaso.
Tampoco debía perderse de vista la inflación estructural proveniente de la economía agroganadera.
Por tanto, el Plan Austral combinó políticas ortodoxas y heterodoxas. Antes de iniciar el Plan, se
ajustaron los precios atrasados de modo tal que no sean desestabilizadores al aplicarse las políticas
heterodoxas (TC, tarifas, precios de la carne estimulada por la Junta Nacional de Carnes). Es decir, para
que el ajuste de precios no se haga en medio del plan (como le sucedió a KV) quedaron congelados a
partir del 14/6/85 todos los precios de la economía salvo en mercados donde los precios reflejaban
instantáneamente las condiciones de oferta y demanda, como por ejemplo los de alimentos frescos.
Este ajuste de precios atrasados llevó a una inflación del 42,3% mensual en junio del ’85 (nivel sólo
superado en la historia por el de mayo del ’76). A partir de allí, se lanza el Plan de Reforma Económica,
en seguida rebautizado por la prensa como Plan Austral, el cual es acompañado por un crédito del FMI
para mostrar el apoyo de este organismo al Plan.
El austral sería la nueva unidad monetaria con una relación fija de 80 centavos de austral por dólar.
Un anuncio fundamental fue que el Banco Central dejaría de emitir dinero destinado a financiar
los desequilibrios del Tesoro Nacional. Esa promesa podría cumplirse porque el desequilibrio en las
cuentas públicas se limitaría a un 2,5% del PBI, que era una magnitud financiable por la vía del
endeudamiento externo. La esperada recuperación fiscal se basaba en impuestos adicionales a la
exportación, un esquema de "ahorro forzoso" (que era, de hecho, un impuesto, porque la tasa de
interés real de la deuda que el Estado contraía con el contribuyente sería negativa)48, el aumento en
algunos gravámenes específicos y la reducción del período de pago del IVA.
Estas medidas para bajar el déficit no eran estructurales sino temporarias, y aquí es donde se encuentra
una de las principales falencias del Plan, que acabarían en su fracaso.
Para evitar ganancias inesperadas de acreedores y propietarios, se introdujo el “desagio”: los contratos
pactados en la moneda antigua, que incorporaban una alta expectativa de inflación, se transformaban
automáticamente a australes a través de una tabla de conversión que mantenía el valor real esperado de
los pagos futuros. Las tasas de interés reguladas se reducían a un promedio de 5% mensual, intentando
instalar la expectativa de una pronta baja de la inflación.
Resultado: No la inmovilización general de precios pero sí la estabilización, sin que fuera necesario forzar
los controles de precios (el ciclo vicioso de autoperpetuación de la inflación se había transformado en uno
virtuoso de estabilización), contuvo el déficit fiscal pero solo por efectos del aumento de impuestos
48
Esta última medida había sido muy común en la formación de los Estados Nacionales según la cual se obligaba a privados a
otorgar un préstamo al Estado equivalente al 40% del impuesto a las ganancias y el 30% del impuesto al capital neto pagado el
año anterior indexado por la inflación. El Estado devolvería estos préstamos 60 meses después reconociéndoles la tasa de
interés que se pagaba en una caja de ahorros. Este ahorro forzoso era una medida coyuntural (transitoria), puesto que este
préstamo sería algo de una única vez.
76
(desaparece el déficit fiscal) y se revirtió la huida de la moneda nacional (como consecuencia de la
reactivación aumenta la demanda de dinero que es acompañada por un aumento de la oferta monetaria).
La estabilidad trajo consigo ganancias concretas para la población, como el aumento inmediato del salario
real y la reaparición de líneas de crédito para consumo. Esas mejoras ayudaron a tonificar la demanda y,
luego de un período de desacumulación de inventarios, estimular la producción. A los pocos meses
empezó a detenerse lo que en el primer semestre de 1985 era una tendencia recesiva, y hacia fin de año
ya se notaba una clara reactivación.
MEDIDAS DEL PLAN AUSTRAL (resumen)
Las medidas que conforman la primera etapa del Plan pertenecen a tres tipos:
1. las “anclas” para atacar la parte heterodoxa de la inflación:
a. Cambio de Moneda: Creación del Austral.
b. Congelamiento de Precios (con excepciones).
2. una parte ortodoxa que atacaba las políticas fiscal y monetaria:
a. El BC deja de financiar al Tesoro mediante emisión DEFF=2.5% (financiable con deuda)
3. una parte diseñada por Machinea llamada “desagio”.
Al aumentar el consumo aumenta la demanda y esto se refleja en los mercados cuyo precio se había
dejado “libre”. En estos sectores no congelados se produce un aumento de precios, pero su influencia fue
menor por ser casos excepcionales. El problema del plan fue la conducta de los individuos acostumbrados
a actuar en un escenario inflacionario: este pequeño aumento en precios llevó a que se quisieran actualizar
los salarios (estaba instalada la mentalidad de la indexación) y por consiguiente los precios. Ya que el
equipo económico quería evitar a toda costa desajustes de precios relativos clave, como el tipo de cambio
y las tarifas, comenzó a plantearse la necesidad de pasar a una segunda etapa.
En marzo de 1986 la inflación ya alcanzaba el 4,6%, una tasa que profundizaba el dilema que enfrentaban
las autoridades económicas: prolongar el congelamiento era una apuesta mucho más arriesgada, porque
podía ganarse bastante (erradicar la indexación) pero también perderse mucho (generar una explosión
hiperinflacionaria en el momento de la flexibilización). En realidad, el retraso de las tarifas y el dólar no
era solamente un problema para el futuro. El congelamiento de tarifas podía ser antiinflacionario en el
corto plazo, pero al deteriorar los ingresos reales de las empresas públicas impactaba sobre el déficit fiscal
y por lo tanto sobre la capacidad de consolidar la estabilidad. Por otro lado, el superávit de la balanza
comercial ya daba signos de debilitarse por una caída en los términos de intercambio argentinos.
Así fue como en abril de 1986 se anunció una "flexibilización". A partir de entonces, los precios
públicos (tarifas y tipos de cambio) se irían ajustando paulatinamente, dando una pauta para el crecimiento
de los salarios y los precios privados. Esto no era ni más ni menos que una vuelta a las políticas gradualistas.
A menos de diez meses de su puesta en marcha, el Plan Austral mutaba hasta quedar irreconocible. El
objetivo era evitar la erosión de los salarios reales, la aparición de desequilibrios en las finanzas públicas y
la pérdida de competitividad de las exportaciones argentinas.
La flexibilización demostró que el congelamiento de precios había tenido un papel importante como tregua
forzada de los típicos conflictos distributivos de la economía argentina. En este sentido, el anuncio de una
flexibilización actuó como una bandera de largada para la reapertura de las tradicionales pujas distributivas
entre sectores (industrial versus agropecuario, bienes comerciables versus bienes no comerciables,
deudores versus acreedores, trabajadores versus empresarios).
Las renegociaciones de salarios resultaron en aumentos cada vez más rápidos, por encima de las pautas
señaladas desde el Ministerio de Economía y el mismo gobierno aumentó los salarios de los maestros y
militares como respuesta al aumento de los precios.
77
En rigor, el potencial inflacionario de este tipo de correcciones era mínimo si el gobierno se mostraba
firme en los frentes fiscal y monetario. Pero para eso se requería una voluntad estabilizadora que pusiera
al tope de la lista de prioridades la lucha contra la inflación, cosa que no existía ni en el gobierno ni en la
sociedad, superado el peligro hiperinflacionario de un año antes y con la sensación generalizada de que ya
era tiempo de un período de crecimiento. En ese espíritu, el gobierno fue paulatinamente abandonando
el objetivo de "estabilizar la estabilización", conformándose con uno menos pretencioso, estabilizar
la inflación.
Durante los críticos meses de mediados del año 1986, el relativo desdén por el problema inflacionario se
manifestó sobre todo en el manejo de la política monetaria. Después de un año de relativa estabilidad,
el aumento en la demanda de dinero ya había sido satisfecho, y lo más probable era que las nuevas
inyecciones monetarias afectaran proporcionalmente al nivel de precios. En este aspecto hubo un
problema de coordinación de políticas. Mientras que desde el Ministerio de Economía se pretendía
un manejo monetario más prudente, las autoridades del Banco Central -más en simpatía con la línea
histórica del radicalismo de posguerra- intentaban expandir el crédito para reanimar la producción.
A mediados de 1986 la inflación se disparaba y aumenta el déficit. Esto no implica que la flexibilización
haya sido un error: congelar los precios por más tiempo llevaría a serias distorsiones (atraso cambiario y
tarifario, aumentando el déficit). El problema surge de las tensiones entre los miembros del partido (que
controlaban el BC) y los del ministerio –equipo económico-: los segundos consideraban que la demanda
de dinero había dejado de aumentar para 1986 y por lo tanto el BC debería abandonar su política
monetaria expansiva sin embargo, los miembros del partido querían continuar la expansión monetaria (en
aras de reactivar la economía) pues consideraban que la inflación ya estaba estabilizada y debía pasarse a
la reactivación de la economía.
En Septiembre de 1986 desaparece la puja entre el ministerio y el partido al renunciar Jesús Rodríguez
como presidente del Central y al asumir Machinea en su lugar y dar comienzo a una política monetaria
contractiva. Sin embargo, sus efectos no pudieron sentirse en tan poco tiempo y termina el año con una
inflación del 90%.
El otro problema fue que la caída del déficit al 2,5% había sido producto de medidas temporales,
fundamentalmente el “préstamo forzoso”, esencialmente efímero, que para 1986 había desaparecido. El
déficit, por lo tanto, volvió a aumentar al 9% pues no se habían solucionado los problemas estructurales.
La reaparición de la inflación no fue producto de la flexibilización de los precios sino de la emisión monetaria y
de la reaparición del déficit.
A su vez, la situación financiera del Estado Nacional en la década de los ‘80 no era alentadora: estaba
quebrado financieramente. Un rubro importante de su gasto era en el papel de Estado Productor
tanto con empresas estatales (producción directa) como con las Leyes de Promoción Industrial
(promoción indirecta). El sistema de Previsión Social daba pérdidas desde los ’70, con una suave
disminución con el Plan Austral, pero temporaria también. La recaudación del sistema tributario estaba
condicionada por la fuerte evasión que formó parte de la cultura argentina explicada por los escenarios
inflacionarios.
En febrero de 1987 el Gobierno decide pasar a una nueva etapa, esencialmente heterodoxa,
congelando nuevamente salarios y precios: el “australito”. Esto no fue realizado para atacar la
inflación (no se lo acompañó con ninguna medida para atacar la parte ortodoxa de la inflación - para bajar
el déficit y la emisión-) sino estabilizarla durante el año, ya que el año 1987 era año de elecciones
legislativas.
El congelamiento se vio acompañado por un aumento del crédito del Central a través de redescuentos
hacia los Bancos Provinciales y el Banco Hipotecario y por una expansión del gasto mediante transferencias
78
de ingresos desde el Estado hacia las Provincias (aumenta el crédito y el endeudamiento interno) y una
generosa concesión de créditos para vivienda; no había una ley de coparticipación clara.
A pesar de todo esto, en septiembre el radicalismo pierde las elecciones y el apoyo político –
pierde la mayoría- en ambas Cámaras del Congreso. En 1987 la inflación volvió a los tres dígitos: 131%.
El Plan Primavera
El Plan Primavera (agosto 1988), de sesgo más heterodoxo, tenía un objetivo más modesto que el del
Plan Austral o el de octubre del ‘87, ya que se proponía simplemente no caer en una hiperinflación para
poder terminar el mandato presidencial.
MEDIDAS
Desdoblamiento del Tipo de Cambio. La medida central de este plan fue el desdoblamiento
del TC en Oficial y Financiero. Por el primero pasarían las exportaciones tradicionales y por el
segundo (más alto) las importaciones. La diferencia sería un beneficio para el Estado. Las
exportaciones no tradicionales irían a un tipo de cambio promedio. Se establecía a su vez de
manera anticipada los movimientos del TC para ajustar expectativas49.
Desindexación. En lugar de establecer congelamientos se firman con las empresas acuerdos
desindexatorios. Los empresarios (UIA, CAC) acordarían no aumentar los precios siguiendo al
índice de costo de vida sino al tipo de cambio; el Gobierno otorga a cambio importantes rebajas
del IVA.
Refinanciación de la Deuda. Otra medida fue refinanciar la deuda del BC con los Bancos
Comerciales por 10 años (reduciendo el déficit cuasi fiscal). El Gobierno buscaba a su vez tomar
préstamos el exterior consiguiendo uno del Banco Mundial por 1.250 millones de dólares que
serían otorgados en etapas.
RESULTADOS
Los resultados inmediatos fueron exitosos (la inflación pasa de un 27,6% mensual en Agosto y a un 6,8%
en Diciembre) pero la situación económica no dejaba de ser compleja, ya que el Estado estaba quebrado
y el gobierno no tenía apoyo político.
Entrado el verano, ya nadie creía en el Plan Primavera, pero no podía saberse el momento exacto de la
debacle. La confirmación no oficial de la sospecha de que el Banco Mundial suspendería su ayuda a
la Argentina actuó como una señal. A raíz de esto, a fines de enero del ’89 se inició una corrida contra
el austral. El 6 de febrero se decidió la creación de un tercer mercado de cambios (el dólar "libre", que
se sumaba al oficial y el financiero). La noticia significaba el final del Plan Primavera, y también el
derrumbe del último dique de contención a la hiperinflación
A la crisis real se sumaba una crisis psicológica por la desconfianza que la imagen de Menem (que
había ganado las elecciones de mayo) despertaba en el mercado financiero. Un signo de ello era que
los vencimientos de los depósitos a plazo fijo estaban concentrados en la fecha final del gobierno de
49
Esto es similar a la tablita de Martínez de Hoz, pero sobre el Plan Primavera pendían dos amenazas a las que no sobreviviría:
la escasez de reservas, que sólo era transitoriamente cubierta por capitales golondrina que aprovechaban la alta tasa de interés
en dólares, y la incertidumbre política y económica ante las inminentes elecciones para el recambio presidencial.
80
Alfonsín. La transmisión desde el valor del dólar hacia los precios internos quiso evitarse con sucesivos
sistemas cambiarios, seis en total entre principios de año y la asunción de Menem en junio.
Ante una combinación de crisis de convertibilidad externa e interna (siguiendo los términos de Della
Paolera), Sourrouille renuncia en Marzo de 1989 esperando dar confianza a los individuos y siendo
sustituido, primero por Pugliese, y luego por Rodríguez.
Después del colapso del Plan Primavera en febrero, la fuga hacia el dólar se propagó al punto de provocar
una depreciación cambiaria de 193% en abril y de 200% en junio. La inflación anual llegó a ser d 3079%. Es
entonces aquí, a mediados del ‘89, que se da la hiperinflación argentina.
En síntesis, la causa inmediata de esta hiperinflación fue el colapso cambiario, el cual obedeció a la
liberalización del tipo de cambio y a los controles que se dieron como respuesta a la corrida cambiaria y
bancaria. A su vez estas corridas fueron producto de la falta de apoyo externo (el Banco Mundial
efectivamente no concede el préstamo) y las malas perspectivas electorales. Atrás de estos dos
factores estaba la causa última de la hiperinflación (y de toda la inflación desde el ‘73): el Déficit Fiscal.
El fracaso del gobierno radical fue, entonces, no poder eliminar el déficit estructural. Su error
“técnico” fue que no acompañó sus medidas temporales para reducir el déficit con reformas estructurales
cuando el gobierno contaba con el apoyo político. Cuando quiso hacer las reformas ya no tenía apoyo
político suficiente.
81
Capítulo 7
El Contexto Internacional
Se da durante los noventa un contexto similar al de la bella época, con los siguientes puntos en común:
Movilidad de bienes
Movilidad de capitales
Tipo de cambio fijo
La diferencia estaba en que en la bella época también existió en libre movilidad de trabajo.
La integración de los países a la economía mundial está relacionada con la caída del comunismo: se derribó
un fantasma de una revolución capaz de afectar los derechos de propiedad. Mientras duró la guerra fría
esa amenaza había limitado el flujo de inversiones extranjeras a los países en desarrollo.
La Globalización
La desaceleración del comercio en los 10 o 15 años posteriores a 1973 es atribuible en gran parte al
menor ritmo de expansión de la economía mundial, mas también impactaron las políticas
comerciales (no hubo grandes reducciones de aranceles) y monetarias (el Sistema de Bretton Woods
fue sucedido por variantes poco previsibles de tipo de cambios flotantes o administrados). Pero, por otro
lado, para ese entonces ya había empezado a configurarse un mercado de capitales auténticamente
internacional.
En los ‘90, la internacionalización del comercio y de las finanzas se intensificó. Aumentó la tasa de
crecimiento de las exportaciones mundiales y las regiones pobres vieron crecer su participación en los
flujos comerciales.
En 1996, fue el pico de los flujos de capitales privados hacia los países en desarrollo. Los principales
motores fueron la inversión directa extranjera y la colocación de bonos entre individuales y fondos
comunes.
En el orden comercial, se profundizaron o iniciaron procesos de integración regional (Unión Europea,
NFTA, MRCOSUR), aunque EE.UU. y Japón no se incorporan a ningún sistema.
En las economías emergentes se dan sistemas de tipos de cambio fijo. Muchos adhieren a las cajas de
conversión y ligan sus monedas a un socio comercial más grande (este es el caso de Argentina).
82
La Argentina pos Hiperinflación
Las respuestas de política económica en cuanto a la hiperinflación argentina de mediados del ’89
comenzaron con un traspaso anticipado de gobierno, cuando Menem asume su cargo presidencia en julio
en lugar de diciembre. En el Ministerio de Economía, Menem había puesto a un empresario, Miguen Ángel
Roig, quien diseñó el denominado Plan BB (en honor al grupo empresarial al que pertenecía Roig y que
colaboró con su diseño, Bunge & Born), con medidas tales como elevar el valor del dólar y fijarlo en un
determinado precio, crear una nueva moneda, hacer autónomo al Banco Central, refinanciar la deuda
interna en títulos y bonos de manera compulsiva, emitir líneas de crédito blandas y dar un shock
productivo, favoreciendo las exportaciones, flexibilizando el trato a la inversión extranjera y privatizando
servicios a cargo del Estado. En cuanto a la creciente deuda externa, se negociaría la postergación del
pago de intereses a cambio de facilidades a bancos privados para capitalizar la deuda externa. Se tenía en
cuenta también el aumento salarial (“salariazo”) prometido por Menem en campaña y el aumento del
precio de la nafta.
Sin embargo, Roig muere de un infarto en su auto a los seis días de jurar como Ministro. Lo sucede Néstor
Rapanelli (también perteneciente a Bunge & Born), quien debe hacerse cargo de un plan “poco organizado”
que, no obstante, logra cambiar las expectativas y levar a una momentánea salida de la hiperinflación. A
pesar de este momentáneo “triunfo” del Plan BB, ante una devaluación en diciembre de 1989 la hiper
vuelve a desatarse, marcando el final del plan, del cargo de Rapanelli y de la influencia del grupo Bunge &
Born en el Gobierno Nacional.
El tercer Ministro de Economía de la era de Menem es Erman González, quien logra temporalmente sacar
a la economía del segundo episodio hiperinflacionario, fundamentalmente con un decreto de ajuste fiscal
y monetario.
En suma, desde la asunción presidencial de Menem, y habiendo pasado por tres Ministros de Economía,
se venía dando una reforma estructural, representada por las privatizaciones iniciadas con el Plan BB y
continuadas por González. No obstante, cuando no puede sostenerse la disciplina fiscal del decreto de
González, vuelve a aparecer la amenaza de un rebrote hiperinflacionario en 1991. El Ministro debe
renunciar, para ser sucedido por Domingo F. Cavallo, quien sería el encargado de profundizar y mejorar
las medidas existentes, además de su ampliación, como respuesta a la imperante inestabilidad
macroeconómica que atravesaba el país.
La reforma propuesta por Cavallo tenía un eje central muy similar al que había sido la clave para salir de
la Crisis de Baring, un siglo atrás. Se llevó a cabo una reforma monetaria acompañada de otras medidas
que permitiesen su ampliación.
Así, cuando en 1890 se había creado la Caja de Conversión, en abril 1991 se sancionó la Ley de
Convertibilidad, inspirada aquella Ley de Pellegrini. No obstante, debemos tener en cuenta que las
condiciones de partida son esencialmente distintas: mientras que en el siglo XIX la emisión de moneda
estaba descentralizada, en los ’90 existía un Banco Central. De esta forma, la ley de Convertibilidad partía
del BCRA como eje de todas las reformas: se haría que el Banco Central se comportase como una
caja de conversión, atando la moneda a otra moneda estable (según las reglas del siglo XX): el
dólar.
Esto implicaba la vuelta al sistema de tipo de cambio fijo, a partir de una cambio de la unidad monetaria
con un nuevo peso que guardaba una relación 10.000 a 1 con el Austral y, respecto al dólar, “uno a uno”.
El Banco Central tendría la obligación (por ley) de convertir los pesos en dólares a dicha relación fija (lo
cual remonta al famosos $2.27 del siglo XIX). Todo cambio en la base monetaria debería estar asociado
a un cambio en las reservas, tanto al aumentar las mismas como al salir divisas. Así, la base monetaria se
comportaría de modo tal que ajuste siempre al comportamiento del frente externo, “atando de manos”
83
al gobierno. Esto es, al volver el tipo de cambio fijo y la libre movilidad de capitales, lo cual significa que,
de acuerdo al “trilema”, la política monetaria pierde su independencia.
Ahora bien, en los ochenta, los planes habían fijado también el tipo de cambio como ancla inflacionaria,
pero hay dos fundamentales diferencias con la Convertibilidad:
Las reglas de juego eran ahora más sólidas por estar amparadas por una Ley (al igual que en
1890). Esto actuaba con mayor eficacia sobre las expectativas.
Se agregaba esta vez la obligación de convertir el peso en otras monedas cuya emisión el gobierno
no controlaba. Esto es un cambio de patrón monetario: papel moneda convertible a dólares
(en 1890, era al oro).
Debe marcarse, no obstante, una diferencia importante entre la Caja de Conversión y la Convertibilidad50:
La Ley de Convertibilidad de abril de 1991impone al Banco Central el tener reservas líquidas disponibles
para comprar toda la base monetaria. Así, el respaldo de ese entonces era sobre el 100% de la base
monetaria y no sobre las emisiones marginales, como lo fue en el siglo XIX (donde, si bien se había creado
un Fondo de Conversión, no se llegó nunca a más del 80%).
Esta diferencia entre leyes responde, fundamentalmente, al grado de inestabilidad macroeconómica. Es
decir, no puede dejar de tenerse presente que ahora se estaba saliendo de una hiperinflación que era el
remate de más de medio siglo de inflación incontenible.
Hay otros dos puntos importantes de la Ley de Convertibilidad:
Se prohíbe totalmente cualquier tipo de indexación (esto buscaba atacar la inflación inercial)
Se autoriza la firma de contratos expresados en dólares (lo cual determina una base
monetaria compuesta por dólares y billetes convertibles a dólares).
A su vez, esta reforma estructural en lo monetario exigía otras reformas que la acompañasen e hiciesen
aplicable, en particular la limitación de los redescuentos y los adelantos al gobierno.
En cuanto a la reforma financiera, en primer lugar se dispone que el Banco Central sea una entidad
autárquica, mediante la modificación de su Carta Orgánica en octubre de 1992. A su vez, se eliminan las
remuneraciones a los efectivos mínimos (impuestas en el ’77) y se estipula que el Central sólo podrá
entregar redescuentos a entidades comerciales por razones de liquidez transitoria (tope 30 días) y por un
monto que no supere el patrimonio neto de los bancos (limitando la posibilidad de crear base monetaria
por esta vía). Por último, se prohíbe al central otorgar créditos a cualquier nivel de gobierno, excepto a
través de la compra de títulos emitidos por el Gobierno Nacional, a precio de mercado en dólares, con
lo cual se dejaba un cierto “margen” para hacer política monetaria, tal como señala Arnaudo. Esto
implicaba, a su vez, que dentro de las reservas líquidas disponibles exigidas por la Ley, podía incluirse
títulos públicos en dólares, existiendo, no obstante, ciertas restricciones: no podía exceder estos títulos
el 33% del total de reservas y sus aumentos anuales no podían ser mayores al 10%.
Por tanto, en la reforma de la carta orgánica se restringieron las formas de creación e dinero por parte
del BCRA, aparte del sector externo.
Sin embargo, era necesario encontrar la forma de volver sólido al sistema bancario, para reducir la
necesidad de posibles salvatajes. Es en este sentido que aparecen dos requerimientos para los bancos
comerciales:
Los encajes legales serían diferenciados entre tipos de depósitos, y se establecen requerimientos mínimos
de capital basados en el Comité de Basilea, con requisito base del 11,5% de los préstamos (Basilea
establecía el 8%), y se contemplaba que si los préstamos estaban por encima de la tasa de interés de
50
Que, en realidad es una pseudo caja de conversión, pues podía incluir hasta un 33% de títulos públicos (en dólares) en sus
reservas líquidas.
84
mercado, los bancos deberían tener un mayor porcentaje de capital; además, se tuvo en cuenta la
clasificación de la entidad (no sus préstamos), dada por la superintendencia (clasificación CAMEL), la cual
contemplaba gerenciamiento, políticas de liquidez, capacidad de generar utilidades. Todo esto hacía que
el 8% propuesto por Basilea llegase al 13,6% en Argentina.
Por último, para que pueda llevarse a la práctica la nueva política monetaria, era necesario un
refinanciamiento de la deuda y una reforma estructural del Estado en el sentido de evitar nuevos déficits
fiscales. Dentro de estas reformas estructurales tenemos las privatizaciones, la desregulación, la apertura
comercial y el cambio del sistema de previsión social (esta última, haciendo un paralelo con el frustrado
plan de octubre del ’87, era la única no contemplada en aquel entonces). Estas reformas comienzan apenas
entrado Menem al Gobierno (como parte del Plan BB se privatizan Aerolíneas Argentinas y ENTEL).
La desregulación, en tanto, comienza con Cavallo, abarcando numerosos sectores, pero destacando la
situación del mercado laboral.
En la apertura, hay dos etapas: una inicial, más suave, con baja de aranceles, y otra en al que se elimina
todo tipo de cuotas. Esto era porque se necesitaba abrir la economía para mejor la competitividad de las
manufacturas.
En el cambio del sistema de previsión social se pasa de un sistema de reparto a uno mixto, de reparto y
capitalización privada, al crearse las AFJP. Existía libertad de elegir el sistema que se prefiriese y, de estar
en las AFJP, se las podía cambiar hasta dos veces por año.
Finalmente, se lleva a cabo el refinanciamiento de la deuda con el Plan Brady (que jugó el papel del
Acuerdo Romero en nuestro paralelismo con el siglo XIX), creado en el ’89 y al cual Argentina se adhiere
en 1992. La deuda escalaba a unos 62000 millones de dólares, de los cuales 40.000 eran deudas contraídas
en bancos comerciales (de ahí la importancia de la deuda en la agenda internacional).
En el Plan Brady se refinancia la parte en mano de los bancos comerciales, consistiendo en una quita y en
una reducción a través dea conversión de duda en capital, a través de las privatizaciones que significaron
una reducción de 10.000 millones de dólares. Además, el Plan permitió a la Argentina reingresar en el
mercado de capitales internacional.
Resultados:
• el plan de convertibilidad tuvo un éxito inusual. Aunque en los primeros meses el índice de precios
al consumidor creció a un ritmo parecido al de los comienzos del Plan Austral, a fines de 1991 ya se
registraron tasas mensuales menores al 1%.
• En 1994, la economía había recuperado los niveles de monetización que prevalecieron durante la
década de los ochenta, y M3 alcanzó de nuevo un nivel de 17% del PIB. Una importante característica de
este crecimiento fue la monetización de los depósitos denominados en dólares, "argendollars". Durante
este período hubo una fuerte tendencia hacia la dolarización de los depósitos a plazo, alcanzando el 70%
del total de los depósitos a plazo.
• La reaparición de créditos a tasas más accesibles y los aumentos en el poder de compra de los
salarios reales derivado de la desaparición del impuesto inflacionario, resultaron ser poderosas fuerzas de
expansión puestas en marcha por la estabilidad.
• El crecimiento de los depósitos fue acompañado por un crecimiento en el crédito local. El sistema
financiero estaba sujeto a altas exigencias de reservas, y por lo tanto, la multiplicación del crédito es
relativamente baja (alrededor de 1,5). Los altos requisitos de reservas, inicialmente desarrollado como un
dispositivo de precaución, fueron útiles en la práctica moderando los efectos expansionistas de los fuertes
flujos de capital, así como el crecimiento económico y la apreciación del tipo de cambio real.
85
• La reacción de la demanda estimuló el nivel de actividad que creció a razón de 8,8% anual entre
1990 y 1994
• La situación de exceso de demanda → déficit de la balanza comercial
• Mejora de la productividad. En tanto que una mayoría de empresas y sectores quedó sometida al
desafío permanente de nuevos participantes, algunos mercados siguieron bajo el dominio de firmas que
lograron rearmar esquemas de protección. Y si bien unos y otros compartieron una transformación
bastante extendida en los métodos de producción y en la organización empresarial esa asimetría
constituyó una limitación importante a los beneficios de eficiencia o equidad que se esperaban de una
economía funcionando en competencia
• Mejora la situación fiscal por la reforma tributaria y el aumento de la producción que elevaba la
recaudación. Ayudaba también el ingreso por privatizaciones.
Composición del gasto: disminución de la proporción correspondiente a inversiones y subsidios, resultado
de las privatizaciones y de la anulación de diversos regímenes de apoyo fiscal al sector privado. Como
contrapartida creció en importancia el gasto público social.
• La desocupación generada por la liberalización comercial, la reorganización del sector público y,
en menor escala las privatizaciones fue más que compensada, en un principio, por el impacto que sobre
el empleo tuvo el aumento del producto. Sin embargo, más adelante se observó el efecto que tenía como
contracara la productividad: el desempleo, éste pasó de un 7% en el 92 a un 12,2% en el 94. Las firmas
sólo absorbieron parcialmente el empleo excedente ya que debían enfrentar una competencia rigurosa y
una configuración de precios poco favorables a expansiones intensivas en empleos
• La inversión extranjera en los primeros años de los 90’ tuvo como característica peculiar su
diversificación: a las inversiones industriales típicas de otras épocas se añadieron con una importancia
inédita las dirigidas a los servicios ( en particular los privatizados) y las actividades petroleras y mineras
• Los pagos por intereses de la deuda pública disminuyeron su incidencia a lo largo de la primera
mitad de la década, ya que las quitas de las obligaciones externas asociadas al Plan Brady, la caída de las
tasas de interés internacionales, la liquidación de la deuda interna y el propio crecimiento de la economía
compensaron largamente el impacto del nuevo endeudamiento. Ello dejó de ser cierto sobre finales del
decenio, cuando el incremento en los intereses fue precisamente el rubro de mayor crecimiento en el
gasto del gobierno central.
• Integración al comercio mundial: comparando 1999 con el segundo lapso de los 80’, se observa
que el valor total del comercio (M y X) medido a valores constantes se triplicó. Las exportaciones
argentinas en le comercio mundial a principios de la década eran 0,40% y en 1998 llegaban a 0,55%.
Las M se movían en la misma dirección que la economía.
La evolución de las X respondía a modificaciones de los incentivos de largo plazo. Las X aumentaron
fuertemente una vez que empezaron recogerse frutos de la inversión de los primeros años de la
convertibilidad. En el estancamiento exportador de finales de la década (en el 2002 las X todavía
permanecían en el nivel de cuatro años atrás) seguramente incidió la recesión brasileña y una serie de
impactos externos que redujeron a competitividad de la economía (como la depreciación practicamente
de todas las monedas del mundo frente al dólar y el peso).
El MERCOSUR fue el destino clave de exportaciones industriales. En los rubros donde la producción
argentina tiene ventajas indudables a nivel mundial la expansión exportadora tuvo destinos más
diversificados
• Acorde a Kiguel: hubo un deterioro de la balanza por cuenta corriente durante el primer período,
junto con una fuerte entrada de capital y un superávit de balanza de pagos que se tradujeron en una
significativa acumulación de reservas internacionales. El deterioro de la balanza por cuenta corriente,
86
principalmente resultado de un gran aumento en el consumo y la inversión se debió a la confianza renovada
en la economía que ahora se financiaba en mayor medida por los ahorros extranjeros.
Además, el proceso de privatización atraía a los inversores extranjeros, y la desregulación estimulaba las
inversiones en muchos mercados. Además, esta expansión fue de un típico tipo de cambio basado en la
estabilización de Plan. Pero también hubo elementos externos para explicar este ciclo, como las
históricamente bajas niveles de tasas de interés internacional, que produjo un ingreso de capitales en toda
América Latina, y el cambio de la percepción de los inversores extranjeros en relación con las políticas
seguidas en la región.
Sin embargo, y en contraste con los intentos fallidos previos de estabilización, el actual déficit nunca
mostraron niveles insostenibles. Entre 1992 y 1994 fue alrededor de 3.5 por ciento del PIB, mientras que
las exportaciones mostraron un buen desempeño. Por otra parte, la Argentina no enfrentó problemas
para financiar su déficit externo, la entrada por cuenta capital fue superior al déficit que se hace referencia.
En resumen, durante los primeros cuatro años del Plan de Convertibilidad la economía Argentina mostró
una transición saludable a su equilibrio de largo plazo, con altas tasas de crecimiento del PIB, aumento de
las tasas de inversión y ahorro interno, las bajas tasas de la inflación y los tipos de interés en una
convergencia sostenida de los niveles internacionales, y un crecimiento de las exportaciones que se hizo
más importante con el tiempo.
87
Índice
88
El Programa Económico de 1960-61 ....................................................................................................................... 46
El Gobierno de Guido ..................................................................................................................................................... 47
La Crisis de 1962-1963 ............................................................................................................................................... 47
89