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Esto significa que la influencia del jefe es decisiva para la buena marcha de la
empresa.
El nivel del rendimiento y la calidad del trabajo, así como la atmósfera moral
imperante en los lugares de trabajo, son efectos de la influencia de la personalidad
del jefe.
El factor intrínseco es aún más poderoso que el externo. Es una fuente potente y
oculta que reside en la personalidad misma del jefe y de la cual emana una fuerza.
Esa fuerza o poder y todo el prestigio personal radican en la zona afectiva del jefe
y se vuelcan cobre sus subordinados.
Para definir el perfil del jefe ejemplar se debería enumerar un sin fin de
características. Pero seria muy difícil lograr esta maravilla.
El buen jefe: Son aquellos que saben dirigir en forma perfecta y que
siempre marchan adelante. No tienen problemas con sus subalternos,
quienes cumplen sus obligaciones con la mejor disposición de ánimo.
Los malos jefes: No solo tienen choques y fricciones con sus hombres, sino
que, además, causan pérdidas a la empresa par la que trabajan.
Pero ésta clasificación resulta pobre, simple e insuficiente porque desconoce las
causas que lleva al jefe a tal comportamiento
El Psicólogo Inglés Sir P. Ch. Bartlett en un estudio realizado durante una guerra,
observando distintos tipos de jefes (militares, hombres de iglesia, médicos, etc.)
distinguió tres tipos de jefes.
A la hora de juzgar algún conflicto que surja entre sus subordinados debe mostrar
su imparcialidad, escuchar a ambas partes por separado y realizar los careos
necesarios entre las personas en disputa.
Es una nueva faceta que presenta el jefe. Todas las miradas de sus subordinados
se concentran en él. Sus subordinados se afanan en imitarlo y lo toman como
modelo para la conducta y el trabajo.
En síntesis: