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Fernando J.

Toro

Secularidad profana, La agonía de lo sagrado

La sociedad moderna occidental es secular. Lo religioso no interviene en lo


humano. La revolución francesa se atreve a decapitar sus monarcas porque ya no les
considera sagrados, herederos del trono por mandato divino. Los rebeldes queman las
iglesias pues estas han perdido el aura que las separaba parcialmente de los asuntos
mundanos. Lo religioso, lo sagrado y lo divino como motor inmóvil de la existencia se
derivan en la política, las ciencias y la historia que se proponen como conquistas del
hombre sobre la tierra, sin búsqueda de una significación trascendental.
Entre las ciencias surge la economía como discurso institucionalizado del hombre
moderno, del sujeto capitalista que funciona bajo una lógica del intercambio. Este hombre
ofrece y espera recibir algo a cambio, la ley de la oferta y la demanda es el mandamiento
escrito sobre las tablas virtuales de la progresiva globalización.
El consumismo genera una sociedad de la transparencia, todo se expone, todo se
muestra para el comercio. Una vitrina expone la mercancía desde todos los ángulos, un
producto gira sobre su propio eje para seducir al mejor postor. En una calle de Ámsterdam
las prostitutas bailan desnudas detrás de vidrios iluminados. La pornografía, versión más
explícita del sexo se encuentra al servicio de un clic. El individuo se encuentra
sobresaturado de transparencia, de exposición. La sociedad occidental exalta la
comodidad del goce.
La era digital permite al hombre conectarse con otro a través de redes sociales
pero esto significa que se encuentre relacionado en un sentido profundo, que se
encuentre vinculado. El ser solitario no busca aprehender la individualidad irremplazable
de otro pues esto le impediría sumergirse en la sobreexposición. Las moléculas que unen
la sustancia social se encuentran separadas y sujetas a los cambios constantes de la
modernidad tardía. El individuo no se vincula con otro y tampoco con lo sagrado.
Por definición lo sagrado se encuentra velado. No se revela por completo y su
desvelamiento lo destruye. La esencia de lo sagrado es el ocultamiento. La transparencia
de la sociedad secular no es compatible con esta opacidad. Lo sagrado está encubierto y
escondido bajo un velo, si se retira el velo se desvanece lo sagrado. Panikkar afirma “La
Revelación es precisamente la <<revelación>> de lo sagrado” (1999, p.50) pero esta
“revelación” no se puede comprender, ni comunicar, se experimenta y se participa de lo
sagrado sin lograr asirlo totalmente. En este sentido concordamos con Otto Rudolf en
afirmar que lo santo es arretón; inefable, inaccesible a la comprensión por completo, lo
numinoso excede cualquier significación (2005,p. 13). Si lo sagrado está consagrado a lo
divino entonces esto no puede revelarse en su totalidad al hombre. “Según San Agustín,
Dios oscurecía intencionalmente las Sagradas Escrituras con metáforas, con una <<capa de
figuras>> para convertirlas en objeto de deseo” (Chul-Han, 2015, p.17). Lo sagrado es un
misterio es lo oculto y lo secreto.
Estas ideas nos proponen algo similar a aquello que los griegos encontraban en
Eros como vehículo para transitar el camino hacia lo bello. Pero el camino hacia lo bello y
también hacia lo sagrado tiene como fundamento ontológico un viaje iniciático, subir la
escalera de Platón, bajar a la gruta del dragón como siegfried, descender al hades como
Orfeo o atravesar una noche oscura del alma como San Juan de la Cruz.
El conflicto de la “secularidad sagrada” es que propone el encuentro de lo divino
sin transitar este camino. A una sociedad de la transparencia no le interesa el misterio, lo
velado y lo oculto. El asombro por lo que nos se comprende y no explica no encuentra
lugar dentro del proceso globalizador. En la modernidad occidental, la secularidad es
sagrada porque hace de lo humano el fin último de la búsqueda, del camino. La meta es
divinizar al hombre, convertirlo en Dios. Esto se adscribe a una concepción no dualista en
la cual todo participa de lo sagrado y por lo tanto puede llegar a alcanzarlo. La secularidad
es profana en la medida en que se aleja del camino misterioso hacia lo divino inasible.
La búsqueda de lo sagrado es una necesidad arraigada en la psique humana. Existe
dentro de la experiencia psicológica religiosa, en palabras de Otto Rudolf un “sentimiento
de criatura” de dependencia religiosa con respecto hacia lo divino. Este es el punto de
partida de la “secularidad sagrada” que por su naturaleza misma es una secularidad
profana aunque se pretenda como sagrada. Lo sagrado agoniza.
BIBLIOGRAFÍA

Chul-Han, B. (2015). La salvación de lo bello. España: Rioja.


Panikkar, R. (1999). El mundanal silencio. Una interpretación del tiempo
presente. Barcelona: Ediciones Martínez Roca.
Otto, R. (2005). Lo santo, lo racional y lo irracional en la idea de Dios. Madrid:
Alianza Editorial.

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