Sei sulla pagina 1di 3

LOIDA Y EUNICE - SERIE "MUJERES DEL NUEVO

TESTAMENTO"

2 Timoteo 1:5

“trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en
tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también.”

2 Timoteo 3:15

“... y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la
salvación por la fe que es en Cristo Jesús.”

Loida y Eunice eran la abuela y la madre de Timoteo, uno de los discípulos más cercanos
a Pablo. La Biblia dice que el padre de Timoteo era griego y su madre, Eunice, judía
(Hechos 16:1). Ambas mujeres tienen nombre griego, pero profesaban el judaísmo y,
después de llegar a los pies de Cristo, ambas ejercieron su influencia en Timoteo desde
su más tierna infancia.

Timoteo significa “uno que honra a Dios” (timáo = honrar + theos= Dios) y, siendo
que en la antigüedad los nombres no se escogían al azar, sino que tenían un significado
en sí mismos, que Eunice escogiera este nombre nos muestra que era una mujer piadosa.

Timoteo y su familia procedían de la ciudad de Listra, una colonia romana que servía
como lugar de mercado de Liconia, en el sur centro de Turquía moderna. Pablo predicó
aquí en su primer viaje misionero (Hch 14:6-22).

Pero fue en su segundo viaje en el que conoció a un hombre joven que había llegado a
los pies de Cristo y que era devoto en su servicio al Señor: Timoteo (Hechos 16:1).
Cuando Pablo salió de Listra, se llevó con Él a Timoteo, comenzando así esta relación
entre mentor y discípulo que llegaría al mundo entero.

Loida y Eunice, la abuela y la madre de Timoteo, eran creyentes pero su padre no. En el
mundo romano el padre tenía total autoridad en el hogar. Pero, aun así, ellas le guiaron a
Jesús y, desde su más tierna infancia, le inculcaron el temor y el amor a Dios, sentando
las bases de su fe. Timoteo creció hasta convertirse en un gran hombre de Dios, en un
siervo, llegando a ser pastor en la iglesia de Éfeso y uno de los discípulos más
aventajados del apóstol Pablo.

Los padres y los abuelos tenemos el gran privilegio de poder pasar a nuestros hijos un
legado eterno mejor que cualquier herencia terrenal que podamos reunir: nuestra fe en
Dios. Pablo dice sobre estas dos mujeres que tenían una “fe no fingida”, una fe genuina,
una relación personal con Jesucristo que se evidenciaba por una vida transformada en Él
y por la influencia que estas mujeres tenían en las personas a su alrededor.

Esa fe no fingida llevó a Loida y a Eunice a enseñar a Timoteo las Escrituras desde
pequeño, desde que era un niño. Y lo mismo debemos hacer nosotras: ayudar a nuestros
hijos y nietos en sus primeros pasos en la fe. Leer la Biblia con ellos, explicarles las
partes que no entienden, enseñarles a orar y orar con ellos, llevarlos a la iglesia y
hablarles de la importancia de congregarse, ayudarlos a aplicar la Biblia a sus vidas... ¡Esa
es nuestra responsabilidad!

Deuteronomio 6:6-7
Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás
de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.

¿De qué palabras habla ese versículo de Deuteronomio? De la “Shemá”: Y amarás a


Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas
(Deuteronomio 6:5). Esta es la base de la fe judía, la base de nuestra fe: el amor a Dios.
Jesús ampliaría después este mandamiento con el amor al prójimo (Mateo 22:37-39)

Proverbios 22:6

“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.”

Instruir, enseñar, educar. Todos los días de nuestra vida. Con nuestro ejemplo, con
nuestras palabras, con nuestra forma de comportarnos, con la manera en la que vivimos
nuestra propia relación personal con el Señor.

A veces damos mucha importancia a la enseñanza secular de nuestros hijos. Queremos


que sean hombres y mujeres de bien, preparados, y útiles a nuestra sociedad. Que
estudien, que saquen buenas notas, que vayan a una buena universidad. Y todo eso está
muy bien ¡Yo también lo quiero para mis hijos! ¿Pero qué hay de su vida espiritual? ¿Te
tomas el mismo esfuerzo en su instrucción espiritual que en su preparación académica?

Conozco un montón de familias aquí que están en la iglesia porque una abuelita fiel fue
sembrando la semilla en sus nietos desde pequeños. Mi propio esposo es creyente gracias
a la influencia de su abuela. Y, como madres, nuestros hijos pasan la mayor parte del
tiempo con nosotras. Separemos un tiempo cada día para hablarles de Dios, para abrir la
Biblia con ellos y orar con ellos.

La mejor herencia que podemos dejarles a nuestros hijos es guiarlos a una relación
personal con Cristo y ayudarlos a vivir su fe. Tomemos ejemplo de Loida y de Eunice y
seamos abuelas y madres que instruyen a sus hijos y nietos en los caminos del Señor. No
importa la edad que tengan tus hijos. Nunca es demasiado pronto ni demasiado tarde
para comenzar a sembrar en ellos la Palabra de Dios.

Potrebbero piacerti anche