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‘’Sólo las medidas ejecutivas trabadas bajo las normas del abrogado Código de Procedimientos
Civiles, tienen preestablecido un plazo de caducidad en el Art. 2º de la Ley Nº 26639.”
Mediante el título materia del grado se solicita al amparo de lo dispuesto por el segundo párrafo
del Art. 1º de la Ley Nº 26639, la cancelación de los asientos registrales 4 y 5 del rubro d) de la
ficha Nº 450108 del Registro de Propiedad Inmueble de Arequipa, acompañando al respecto
declaración jurada con firma legalizada ante Notario de fecha 4 de junio de 2002 y copia
certificada de la sentencia Nº 66-98 del 29 de mayo de 1998.
De lo expuesto y del análisis del caso, a criterio de esta Sala las cuestiones en discusión son las
siguientes:
VI. ANÁLISIS
SEGUNDO: Por medio de la Resolución Nº 9 del 7 de diciembre de 1998, la Dra. Teresa Villena
Ramírez, Jueza Provisional del Cuarto Juzgado Civil de Arequipa, dispuso variar la medida
cautelar de anotación de la demanda ordenada por resolución Nº 001-96 a medida cautelar de
embargo en forma de inscripción a favor de Mavila Hermanos S.A., recayendo sobre el inmueble
inscrito en la ficha Nº 450108 del Registro de la Propiedad Inmueble de Arequipa. La referida
anotación se extendió en el asiento 5-d) de la ficha registral antes indicada.
CUARTO: El artículo 625 del Código Procesal Civil regula el plazo de caducidad de la medida
cautelar considerando dos supuestos: Uno en el que operaría un plazo de dos años, pero en la
circunstancia que el proceso principal para el que se pidió la medida cautelar haya concluido con
resolución consentida o ejecutoriada favorable al demandante, cuya justificación reposa en
cuestiones de seguridad jurídica y de sanción al demandante que es negligente en solicitar la
ejecución de la medida cautelar – traducido como la ejecución forzada de los bienes materia de
la medida – dentro de cierto lapso, contándose dicho plazo desde la fecha en que la resolución
mencionada haya quedado consentida o ejecutoriada, y el otro caso en que no habiendo
concluido el proceso con resolución firme favorable al accionante, la medida cautelar caduca a
los cinco años de su ejecución registral, esto es, se empezaría a computar dicho plazo a partir de
la fecha del asiento de
presentación del título en cuya virtud se extendió la anotación preventiva correspondiente.
Es con relación a este último supuesto que la norma procesal contempla la posibilidad de su
reactualización, cuando literalmente expresa: ‘Si el proceso principal no hubiera concluido,
puede el Juez, a pedido de parte, disponer la reactualización de la medida. Esta decisión
requiere de nueva ejecución cuando implica inscripción registral.’ Luego, debemos
entender que ambos casos de caducidad de la medida cautelar contienen elementos propios y
sustantivos que los caracterizan y que se excluyen entre sí en cuanto a su aplicación, esto es,
que por ejemplo sólo en la circunstancia que el proceso principal para cuya aseguranza se pidió
la medida cautelar haya concluido favorablemente al demandante (con resolución que tenga la
autoridad de cosa juzgada), se podrá decir que nos encontramos en la posibilidad de aplicación
del primer párrafo del artículo 625º del Código adjetivo civil y por el contrario sólo en la situación
en que el proceso para el que se requirió la referida medida no haya concluido ( se entiende con
resolución de la naturaleza antes expuesta, porque si concluye con resolución o sentencia
absolutoria entonces y aun cuando no estuviera ejecutoriada se cancelará en virtud de lo
dispuesto por el artículo 630º del Código Procesal Civil), estimaremos como plenamente factible
el hecho del transcurso del plazo de cinco años contados a partir de la extensión del asiento de
anotación preventiva – en las medidas cautelares que requieran inscripción registral – para que
caduque.
QUINTO: En el caso objeto del grado, tenemos que se ha acreditado que con fecha 29 de mayo
de 1998, a través de la Resolución Nº 15, expedida por la Dra. Teresa Villena Ramírez, Jueza
Provisional del Cuarto Juzgado Civil de Arequipa, se sentenció favorablemente al demandante
Mavila Hermanos Sociedad Anónima, el proceso de cobro de dólares que venía sosteniendo con
Enrique Luis Rosas Torrico, Carmen Rosas Torrico de Beltrán y Aide Salomé Zanabria Córdova, y
para el cual se había adoptado originalmente la medida cautelar de anotación de la demanda.
SÉTIMO: Para argumentar la tesis de la inaplicabilidad en el caso concreto del Art. 625º del
Código Procesal Civil, comencemos por hacer un análisis de lo que significa una medida
cautelar. El Art. 612º del Código Procesal Civil describe las características de la medida cautelar
y dice que “Toda medida cautelar importa un prejuzgamiento y es provisoria, instrumental y
variable.” La instrumentalidad implica que “el procedimiento cautelar no constituye un fin por sí
mismo. Se crea y desarrolla per accidens, en función del proceso principal. Así, tener carácter
instrumental significa estar preordenado al contenido de una decisión definitiva. Por ello se
concibe el procedimiento cautelar como una forma de tutela mediata, es decir, como garantía del
eficaz funcionamiento de la justicia. Garantía o seguridad a los efectos del buen fin de otro
proceso. En consecuencia, no tiende a la actuación del derecho, sino a que no resulte utópica la
efectividad del mismo.”[1] Añade la citada autora (op. cit. págs. 144-145) que “En íntima
conexión con la instrumentalidad se halla la provisionalidad. En virtud de la misma, tanto el
procedimiento cautelar como la resolución que le pone fin tienen una determinada duración en el
tiempo. O sea, si bien la resolución cautelar corre paralelamente a un proceso principal, no
aspira en ningún momento a transformarse en definitiva, ya que sólo responde a la eliminación
de un periculum in mora deducible del lógico lapso temporal del proceso ordinario…”
NOVENO: Una de las conclusiones que emana de lo visto hasta ahora es que la finalización del
proceso judicial peruano con sentencia favorable al demandante, y en el que exista un proceso
cautelar destinado a garantizar el cumplimiento del fallo, provoca que los efectos de la medida
cautelar se prolonguen en el tiempo por lo menos hasta el plazo de dos años de consentida
o ejecutoriada la resolución respectiva, con el objeto de permitir al vencedor en el proceso la
ejecución de la sentencia y por ende de los bienes a que se contrae la cautela.
DÉCIMO PRIMERO: Por lo tanto y haciendo la comparación de las dos legislaciones procesales,
cuando en ellas se remiten a las normas del juicio ejecutivo (Código de Procedimientos Civiles) y
al Subcapítulo sobre medidas cautelares para futura ejecución forzada (Código Procesal Civil),
ello no quiere decir que se van a trabar embargos preventivos en un caso y medidas cautelares
en el otro, es decir, que la diferencia entre los embargos preventivos y su símil actual –medida
cautelar- y los embargos definitivos o su también equivalente –medida ejecutiva- radica en que
trabado un embargo preventivo o ejecutada una medida cautelar no se puede proceder a la
tasación y remate correspondiente de los bienes - se entiende en este último caso, cuando aún
no existe sentencia firme-, mientras que trabado un embargo definitivo o una medida ejecutiva,
comprendida en los artículos 642 a 673 del Código Procesal Civil -en lo que fuere aplicable-, se
puede pasar a la siguiente etapa que es la ejecución forzada que sí comprende la enajenación
forzosa de un bien, previa tasación y remate.
DÉCIMO TERCERO: Para empezar, no podríamos sostener que las medidas dispuestas en
ejecución de sentencia, participen de las razones que llevan al Juzgador a conceder una medida
cautelar: fumus boni iuris y periculum in mora, es decir, verosimilitud del derecho y el peligro en la
demora, por cuanto el proceso judicial ha concluido con sentencia favorable al demandante (el
derecho ha sido declarado y el peligro en la demora de su finalización ha desaparecido),
resultando que en esta coyuntura lo que va a servir de respaldo de la medida ejecutiva es el título
de ejecución judicial (revísese el Capítulo Tercero del Título Quinto de la Sección Quinta del
Código Procesal Civil). Con la ejecución de una medida en virtud de un título de ejecución judicial
no estoy asegurando el cumplimiento de lo que se resuelva en definitiva en un proceso principal,
que es la característica esencial de toda medida cautelar (instrumentalidad), ya que como hemos
visto se trata de hacer eficaz una sentencia emanada del órgano jurisdiccional.
DÉCIMO CUARTO: Lo que puede colegirse con relación a la caducidad de medidas trabadas
para ejecutar una sentencia es que tendríamos dos opciones fundamentales: a) Que se estime
que las medidas (ejecutivas) que se ejecutan para dar cumplimiento a lo resuelto en un proceso
judicial civil no pueden estar sujetas a plazo de caducidad alguno, ni podrían estarlo, incluidos los
plazos referidos en el artículo 625º del Código Procesal Civil, sosteniendo que así
como nadie puede cuestionar el hecho de que ante la ejecución de una
hipoteca deviene improcedente esgrimir la caducidad de su inscripción, de la misma manera,
frente a la ejecución de una sentencia que realiza el derecho constitucional y procesal de tutela
jurisdiccional efectiva, y que persigue el cumplimiento del fallo, que no sea ilusorio o se frustre,
tampoco cabría alegar la posibilidad de la caducidad de la medida trabada durante el proceso de
ejecución y por ende – en los casos de ejecución registral – de la anotación preventiva extendida
con base en ella, por cuanto dicho proceso implica generalmente [5] la ejecución forzosa de los
bienes involucrados, es decir, que si aceptáramos la factibilidad de su caducidad, lo que
estaríamos planteando en el fondo es que por el transcurso del tiempo, el proceso de ejecución
de una sentencia decae, favoreciendo de tal modo la posición de la parte vencida, porque podría
disponer de los bienes cautelados, ocasionando la ineficacia de lo resuelto. En resumen, esta
posición plantearía que no puede en ningún caso establecerse plazo de caducidad para las
medidas ejecutivas, por ser contradictorio con el principio constitucional de tutela jurisdiccional
efectiva, y b) Que se considere que las medidas ejecutivas trabadas para ejecutar una sentencia
durante la vigencia y bajo las normas del Código Procesal Civil, por no tener preestablecido un
plazo de caducidad, como sí lo tienen los embargos definitivos y otras medidas de ejecución ( de
sentencias) trabados bajo las normas del abrogado Código de Procedimientos Civiles [6], no
podría jurídicamente reconocerse su caducidad, por lo que cualquier solicitud dirigida a cancelar
una medida ejecutiva por caducidad tendría que ser rechazada, más aun cuando el Art. 2004º del
Código Civil prescribe que: Los plazos de caducidad los fija la ley, sin admitir pacto contrario. En
concreto, esta tesis no negaría de plano la posibilidad de regular un plazo de caducidad de
medidas ejecutivas, como acontece con aquellas trabadas según la legislación procesal
derogada, sino que señala que previamente debe existir la norma correspondiente que determine
dicho plazo.
DÉCIMO QUINTO: Este colegiado por mayoría asume la segunda tesis, esto es, que ante la
comprobación de la inexistencia de un plazo de caducidad de medidas ejecutivas ordenadas de
acuerdo a las reglas del Código Procesal Civil y mientras una norma con rango de ley no
establezca meridianamente su caducidad, como en el supuesto de las medidas ejecutivas
trabadas con las normas del abrogado Código de Procedimientos Civiles, la resolución de los
casos respectivos, tendrá que tener un desenlace negativo, por falta de
contenido normativo, esto es, que como el Registro lo que efectúa es la verificación del tiempo
trascurrido para que caduque una medida cautelar o una medida ejecutiva a fin de proceder a
cancelar el asiento respectivo, porque la caducidad opera de pleno derecho y como no se
encuentra previsto un plazo de caducidad de medidas ejecutivas trabadas con las reglas del
Código Procesal Civil, habría un impedimento fáctico y jurídico para cancelar un asiento
extendido en esas circunstancias.
DÉCIMO SEXTO: De conformidad con el Artículo 2011 del Código Civil, el Artículo V del Título
Preliminar y artículos 31 y 32 del Reglamento General de los Registros Públicos.
VII. RESOLUCIÓN
1.- REVOCAR la observación formulada por el Registrador Público de Arequipa al título referido
en el encabezamiento y DECLARAR que el mismo no es inscribible por los fundamentos
expresados en la presente resolución.
2.- DISPONER en vía de rectificación la cancelación del asiento 4-d) de la ficha Nº 450108 que
continúa en la partida electrónica Nº 01150290 del Registro de la Propiedad Inmueble de
Arequipa, por lo expuesto en el punto sexto del análisis de la presente resolución.
Regístrese y comuníquese.
PRIMERO: Considero que el tema en debate es establecer si las medidas para futura ejecución
forzada que prevé el Sub-Capítulo 1, Capítulo II, Título IV, Sección Quinta del Código Procesal
Civil, se encuentran comprendidas dentro de los supuestos normativos establecidos en la Ley
26639, e igualmente establecer si el supuesto fáctico que se invoca en la rogatoria, como
sustento de la caducidad, está subsumido en los supuestos de ley mencionada. Por tanto, el
primer punto a dilucidar es atribuir a la Ley 26639 un significado (en vía de interpretación) que
aplicado al presente caso, implique una decisión adecuadamente justificada tanto interna como
externamente, y en segundo lugar, determinar si el supuesto fáctico invocado en la rogatoria, se
subsume dentro del significado, que como consecuencia de la operación de interpretación, se le
dé a la norma.
SEGUNDO: En función a lo señalado, puede sostenerse que la Ley 26639 ha sido dada para
normar la caducidad, entre otras instituciones jurídicas, de las medidas cautelares, pero ¿qué
medidas cautelares?. Coincido con el criterio que establece que la medida cautelar implica un
prejuzgamiento y es provisoria, intrumental y variable, y que busca asegurar la eficacia práctica
de la sentencia o resolución final, y que por ello constituyen presupuestos para su despacho, la
verosimilitud del derecho, el peligro en la demora y el otorgamiento de contracautela. En razón a
ello, parece ser pacífico sostener que respecto de lo que en estricto se denomina medida
cautelar, esto es, la despachada antes de emitirse sentencia o resolución definitiva firmes y que
reúna los presupuestos antes señalados, la medida caduca a los dos años de consentida o
ejecutoriada la decisión que amparó la pretensión garantizada con ésta, y en el caso de no
haberse emitido sentencia o resolución definitiva firmes, la medida caduca a los cinco años
contados desde la fecha de su ejecución, de acuerdo al Art. 625 del Código Procesal Civil. El
problema surge respecto de las medidas para futura ejecución forzada.
TERCERO: El Art. 716 del Código Procesal Civil establece que “Si el título de ejecución condena
al pago de una cantidad líquida o hubiese liquidación aprobada se procederá con arreglo al Sub-
Capítulo sobre medidas cautelares para futura ejecución forzada…”; por tanto, de acuerdo a la
ratio legis del Código Procesal Civil, el concepto de medidas cautelares ha sido asimilado al
trámite de ejecución de resoluciones judiciales, obviamente con las peculiaridades propias de
esta etapa procesal, sin que ello implique una desnaturalización de la esencia de la medida
cautelar. Empleando el mismo
método interpretativo de la ratio legis, y el sistemático por comparación o
ubicación de normas, se llega a la misma conclusión, porque en el Código Procesal Civil, el
Sub-Capítulo relativo a medidas para futura ejecución forzada, está normada dentro del Capitulo
relativo a las medidas cautelares. De lo antes dicho se concluye que las medidas para futura
ejecución forzada, de acuerdo a la ratio legis del Código Procesal Civil, han sido asimiladas al
concepto de medidas cautelares, y por ello le son también aplicables las normas de la Ley
26639, en lo que fuere pertinente. Para más abundamiento al respecto, no debe pasar
inadvertido que la parte in fine del primer párrafo del Art. 1 de la Ley 26639, precisa que el plazo
de caducidad previsto en el Art. 625 del Código Procesal Civil se aplica a todos los embargos y
medidas cautelares dispuestas judicial o administrativamente, incluso con anterioridad a la
vigencia de dicho Código y ya sea que se trate de procesos concluidos o en trámite; por tanto,
de acuerdo a tal norma, tratándose de procesos concluidos (se entiende en los que ha recaído
sentencia o resolución definitiva firmes y sin importar que se hayan tramitado de acuerdo a las
reglas del Código de Procedimientos Civiles o del Código Procesal Civil, porque la norma no
hace el distingo) la medida para futura ejecución forzada (medida cautelar por asimilación) que
se trabe en ejecución de sentencias, caducará en los supuestos aplicables de la Ley 26639. Por
tanto, para este supuesto (proceso concluído), la Ley 26639, también ha establecido un plazo de
caducidad de la medida para futura ejecución forzada, tanto mas que no parece razonable
sostener que para este caso la ley no haya fijado un plazo de extinción de la medida en función
al transcurso del tiempo (plazo que considero se encuentra establecido en el Art. 1 de la Ley
26639), cuando del Inc. 1 del Art. 2001 del Código Civil se establece que prescribe a los 10 años
la acción que nace de una ejecutoria.
CUARTO: Si para los procesos concluidos la Ley 26639 ha establecido plazo de caducidad
como se señala en los considerandos precedentes, el tema a dilucidar ahora es establecer cuál
plazo debe aplicarse, si el de dos años o el de cinco años que recoge el Art. 625 del Código
Procesal Civil. Al respecto, y dada la naturaleza de la ejecución de una resolución judicial (cuyo
ejercicio prescribe a los 10 años según el Inc. 1 del Art. 2001 del Código Civil) es indudable que
la medida para futura ejecución forzada puede solicitarse muy bien luego de transcurridos dos
años de la fecha en que la sentencia quedó firme; por tanto, el plazo de caducidad de dos años
no sería el idóneo para este supuesto, porque se daría el absurdo de que la medida caduque
antes de haber sido despachada, en razón a ello, más razonable resulta aplicar el segundo
plazo, de tal manera que la medida para futura ejecución forzada despachada en ejecución de
sentencia, caduque a los cinco años contados desde la fecha de su ejecución. Por ello, coincido
con el fundamento de la observación, en la parte que establece, en abstracto, que el plazo de
caducidad para las medidas cautelares concedidas en vía de ejecución de sentencia, se produce
a los 5 años contados desde la fecha de su ejecución.
QUINTO: El Art. 617 del Código Procesal Civil establece que ”a pedido del titular de la medida y
en cualquier estado del proceso puede variarse esta, sea modificando su forma, variando los
bienes sobre los que recae o su monto, o sustituyendo al órgano de auxilio judicial. Por tanto, la
variación de la medida cautelar no implica la extinción de la medida variada y el surgimiento de
una nueva medida, sino sólo el cambio de su forma, propiedad o estado [7], sin importar para ello
el momento en que se efectúe la variación, porque ésta puede solicitarse en cualquier estado del
proceso, según la glosa legal precedente.
SEXTO: En el presente caso, fluye del legajo E-00104173 que la medida cautelar de anotación
de demanda inscrita en el asiento 4-d) de la ficha 450108 del Registro de Propiedad Inmueble,
fue despachada mediante auto N° 001-96 del 22 de febrero de 1996 e inscrita el 28 de marzo de
1996, esto es, en fecha anterior a la emisión de la sentencia N° 66-98 del 29 de mayo de 1998,
que quedó consentida el 16 de julio de 1998, según copia certificada y constancia emitidas por
Justo Quispe Apaza, Especialista Legal del Segundo Juzgado Cicil de Arequipa. Asimismo en el
legajo E- 00261821 están archivados los partes judiciales que contienen la resolución N° 9, del 7
de diciembre de 1998, cuya parte resolutiva establece. “RESUELVO: variar la medida cautelar de
anotación de demanda ordenada por resolución número uno-noventiseis de fojas treintinueve a
una de embargo en forma de inscripción a favor de Mávila Hermanos S.A. recayendo en el
mismo inmueble inscrito en la ficha N° 450108 del Registro de la Propiedad Inmueble de la
ORRA, de propiedad de la demandada Carmen Torrico viuda de Rosas, Enrique Luis Rosas
Torrico y Carmen Rosa Torrico, hasta por la cantidad de veinticinco mil dólares americanos, no
estando obligado a contracautela por estar sentenciado el proceso. Se deja sin efecto la medida
cautelar variada, debiendo levantarse su inscripción, a cuyo efecto ofíciese y expídase los partes
dobles para su inscripción, previo pago de la tasa judicial por copias certificadas. Tómese razón y
hágase saber.”
Por lo señalado:
[7] Variar: Dicho de una cosa: cambiar de forma, propiedad o estado. Según el Diccionario de la
Lengua Española. Real Academia Española. Vigésima Segunda Edición. 2001.Al respecto la
doctrina establece que constituye una directiva lingüística aplicable a las operaciones de
interpretación el que “El significado de los signos linguísticos complejos del lenguaje legal
deberán ser determinados según las reglas sintácticas del lenguaje común”.