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TÍTULO
MONOGRAFÍA DE COMPILACIÓN
TRASTORNO BIPOLAR EN JÓVENES ADOLESCENTES DEL SIGLO
XXI
LICENCIADO EN ENFERMERÍA
PRESENTA
LEONEL JIMENEZ LARA
ASESOR METODOLÓGICO
fsdgsh
ÍNDICE GENERAL
Pág.
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO I ANTEDENTES
1.1 Evolución histórica………………………………………………………….. 2
1.2 Epidemiología……………………………………………………………….. 3
1.3 Etiopatogenia del Trastorno bipolar…….………………………………….. 5
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
INTRODUCCIÓN
ANTECEDENTES
Hasta el siglo XIX, más concretamente hasta el año 1854, se encontraron las primeras
descripciones detalladas de la enfermedad, con la “folie cirulaire” o “locura circular” de Falret
(1854) y la “folie á doublé forme” o “locura doble” de Baillarger (1854), con cuadros
caracterizados ambos por periodos de excitación, tristeza y un intervalo lúcido de duración
variable, introduciendo la idea de recurrencia y el carácter cíclico de la enfermedad.
Cade (1949) ya realizó observaciones preliminares con el litio y otros productos con
propiedades eutimizantes (equilibradoras del estado del ánimo), antidepresivas y antipsicóticas.
Los estudios clínicos han aportado nuevos conceptos: las formas leves y moderadas de la
enfermedad, ya sugerida por Kahlbaum (1882) con el nombre de cilotimia, y el trastorno bipolar
tipo II (Fieve y Dunner, 1975). Los síntomas psicóticos se consideran un criterio de gravedad,
pero no el núcleo central de la enfermedad, ya que muchos pacientes no los presentan nunca. Una
de las claves para el diagnóstico diferencial con la esquizofrenia es el curso cíclico, con
intervalos asintomáticos, del trastorno bipolar. El DSM-IV-TR (American Psychiatric
Association, 2002), establece la ciclación rápida, que es la sucesión de episodios de manía o
depresión en número superior a cuatro anuales. (Dunner y Fieve (1974), citado por Zamora
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(2013, pág. 15)
Definición
El trastorno bipolar es una enfermedad grave del cerebro. También se conoce como
enfermedad maníaco-depresiva o depresión maníaca. Las personas con trastorno bipolar tienen
cambios inusuales en el estado de ánimo. A veces se sienten muy felices y “animados” y son
mucho más enérgicos y activos de lo habitual. Esto se llama un episodio maníaco. Otras veces,
las personas con trastorno bipolar se sienten muy tristes y “deprimidos”, tienen poca energía y son
mucho menos activos de lo normal. Esto se conoce como depresión o un episodio depresivo.
(Instituto Nacional de Salud Mental, 2016, pág. 2).
Los “altibajos” del trastorno bipolar no son iguales que los altibajos normales que se
tienen. Los cambios en el estado de ánimo son más extremos y vienen acompañados de cambios
en el sueño, el nivel de energía y la capacidad de pensar con claridad. Los síntomas bipolares son
tan fuertes que pueden perjudicar las relaciones y dificultar asistir a la escuela o universidad o
mantener un trabajo. Esta enfermedad también puede ser peligrosa. Algunas personas con
trastorno bipolar intentan hacerse daño o suicidarse. Sin embargo, las personas con trastorno
bipolar pueden recibir tratamiento, y con ayuda, pueden mejorar y llevar una vida exitosa.
Los “episodios anímicos” del trastorno bipolar incluyen cambios inusuales en el estado
de ánimo conjuntamente con cambios inusuales en los hábitos de dormir, niveles de actividad,
pensamientos o comportamiento. Las personas con trastorno bipolar pueden tener episodios
maníacos, episodios depresivos o episodios “mixtos”. Un episodio mixto incluye síntomas
maníacos y síntomas depresivos. Los síntomas de un episodio anímico duran una o dos semanas y,
a veces, hasta más. Cuando una persona está pasando por uno de estos episodios, los síntomas se
le presentan todos los días y duran la mayor parte del día.
Los episodios anímicos son intensos. Los sentimientos son fuertes y suceden junto con
cambios extremos en el comportamiento y en los niveles de energía.
1.2 Epidemiología
Lewinsohn, así como Carlson y Kashani, Carlson y Kashani (1988) sugiere que la
prevalencia es similar a la del adulto, con predominio del trastorno bipolar II.
En un estudio familiar de adolescentes con trastorno bipolar se halló una prevalencia de 15%
del trastorno en familiares de primer grado. Kutcher y Marton (1991) Los niños parecen más
propensos a presentar ciclos rápidos y sintomatología mixta.
En gemelos se ha detectado una concordancia de 65%, más alta que los dicigotos, 15%.
Los trastornos bipolares han sido identificados en todas las culturas y razas, con
variaciones en función de la cultura y la personalidad individual. No hay diferencias reales en la
población. En algunos países parece haber mayor tendencia a diagnosticar esquizofrenia, por lo
que la prevalencia de ésta es allí más alta y la del trastorno bipolar, más baja. El programa de
captación epidemiológica norteamericano encontró unas tasas de prevalencia-vida que oscilaban
entre 0.7 y 1.6% con una media de 1.2% (Weissman y cols., 1988). Los últimos estudios parecen
indicar que la incidencia de trastornos bipolares está aumentando. El trastorno bipolar I podría
afectar a un 1.6% de la población (Kessler y cols., 1994); si se añaden las cifras correspondientes
al trastorno bipolar II y la ciclotimia, esta cifra podría alcanzar entre un 3 y un 6.5% de la
población (Angst, 1995; Hirschfeld y cols., 2003). El incremento de casos puede obedecer a 3
razones: incremento “real” de casos por razones genotípicas (fenómeno de hipomanía o de manía
en pacientes previamente unipolares por generalización del uso de antidepresivos), e incremento
debido a cambios en los sistemas diagnósticos con incorporación de casos anteriormente
clasificados en otras categorías (fundamentalmente esquizofrenia, pero también trastornos de la
personalidad). Vieta (1999), citado por Zamora (2013, pág. 16).
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Los trastornos bipolares son ligeramente más frecuentes en el sexo femenino. La
proporción de mujeres aumenta a medida que predomina la depresión sobre la manía, de forma
que entre los bipolares II hay prácticamente 2 mujeres por cada varón, mientras que en los
bipolares I la distribución es cerca al 50%. Zamora (2013, págs. 16-17).
Factores genéticos
Hay datos suficientes para afirmar que existen diferencias genéticas sustanciales entre el
trastorno bipolar I y el II, puesto que los pacientes con trastorno bipolar tipo II tienden a tener
más parientes con trastorno bipolar tipo II y unipolares que los sujetos con trastorno bipolar tipo I
(Coryell y cols., 1984). Los cicladores rápidos parecen tener una carga genética superior (Vieta y
cols., 2004).
Factores biológicos
Los cambios del estado de ánimo de los pacientes con trastorno bipolar reflejan
alteraciones en la actividad de ciertos sistemas básicos de neurotransmisión del cerebro,
neuropépticos, hormonas, iones, alteraciones en el patrón cíclico y electroencefalográfico de
sueño.
Las alteraciones mencionadas son comunes a las depresiones unipolares, aunque las
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escasas diferencias en aspectos biológicos entre las depresiones unipolares y la fase depresiva del
trastorno bipolar parecen implicar fundamentalmente la neurotransmisora noradrenalina, y
aunque algunos estudios han encontrado menores niveles de sus metabólicos en depresivos
unipolares que en bipolares.
El descubrimiento de la eficacia del litio en estos trastornos alentó los estudios que
postulaban anomalías en los sistemas de transporte de iones de la membrane neuronal como
sustrato fisiopatológico de los mismos. Se han encontrado aumentos de la concentración
intracellular de sodio (Esche y cols. 1988), potasio (Joffe y cols. 1986) y fósforo (Kato y cols.,
1993), así como modificaciones del gradient de litio intra y extraeritrocitario (Zaremba y
Rybakowski,1986). Sin embargo, ahora se sabe que el mecanismo de acción del litio es
fundamentalmente intranuclear, y que las claves de las alteraciones del funcionamiento neuronal
propias de la enfermedad se explican mejor a través de los mecanismos de expression genómica y
de transducción de la señal, desembocando en fenómenos de apoptosis y de neurogenesis
(Corbella y Vieta, 2003).
Las alteraciones del sueño desempeñan un importante papel en el fenómeno del “viraje”
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o cambio de fase (Paso de manía a depresión y viceversa) y en las recaídas de la enfermedad.
Existen estudios que señalan cambios en las fases del sueño, tanto en la depresiva como en la
maníaca. Muchos pacientes deprimidos mejoran rápida e intensamente cuando su sueño es
interrumpido durante la noche, aunque a menudo vuelven a deprimirse si se les permite dormir de
Nuevo, siquiera unas horas (Bulbena y Martín-Santos, 1992). La privación del sueño se asocia
con frecuencia a cambio de fase hacia la hipomanía y puede ser el mecanismo intermedio a través
del cual las situaciones estresantes desencadenan episodios maniacos (Wehr y cols. 1987).
La enfermedad tiene un efecto disruptivo sobre la familia. Hay una elevada incidencia
de divorcios, relaciones tempestuosas e insatisfacción conyugal en los matrimonios de los
pacientes bipolares (Targum y cols., 1981).
Factores estacionales.
Los cambios de estación tienen efecto sobre el estado de ánimo. Se ha descrito una
forma especial de trastorno afectivo cuya sintomatología se relaciona directamente con los
cambios de estación: el trastorno afectivo estacional (Rosenthal y cols., 1984). Los factores
estacionales desempeñan un papel muy importante en la precipitación de recaídas en la
enfermedad maníaco-depresiva. La importancia de los factores genéticos en la aparición de un
patrón estacional de cambios del estado de ánimo, se ha demostrado (Madden y cols., 1986).
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El patrón más característico consiste en un pico de ingresos por depresión en primavera
y otro en otoño (D’Mello y cols., 1995). Las fases maníacas parecen concentrarse
fundamentalmente en verano (Jones y cols., 1995). Este pico de verano se ha relacionado con
diversos factores: aumentos de temperatura, de la duración del día, de la luminosidad y de la
humedad. Puesto que se ha demostrado que la fototerapia puede desencadenar hipomanías
(Rosenthal y cols., 1989), es probable que la luminosidad sea la variable más relevante.
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UNIDAD II
2.1 Diagnóstico
Cada individuo es un ser único e irrepetible. No hay nadie que sea exactamente igual,
física o mentalmente, a otro. Ni tan siquiera los gemelos idénticos son exactamente iguales. Cada
ser humano tiene su personalidad y su modo de conducir su vida. Afortunadamente, las
enfermedades son mucho menos numerosas que las formas de ser. Enfermedades, y ahora se
habla específicamente de trastornos mentales (desde los más leves como la ansiedad hasta los
más graves como la demencia), hay muy pocas. Pero enfermos hay muchos. Esto quiere decir que
muchas personas, aunque sean distintas entre sí, comparten los rasgos comunes de la enfermedad.
Ésta es la base del diagnóstico en psiquiatría: el diagnóstico clínico. Es decir, el diagnóstico
basado en la identificación de una serie de síntomas que, agrupados, constituyen el núcleo central
de una enfermedad.
El diagnóstico no debe ser una etiqueta o una tara. El diagnóstico es la garantía que nos
da la ciencia médica de que aquello que nos hace sufrir es muy conocido y, por la experiencia
acumulada con los miles de hombres y mujeres que lo han padecido y en quienes se ha estudiado,
puede tratarse de un modo concreto. En psiquiatría, por ahora, no hay pruebas o exploraciones
que permitan comprobar el diagnóstico clínico. Esto es así porque muchas enfermedades
psíquicas se deben a sustancias internas del cerebro, el cual ni puede pincharse ni ser sometido a
una biopsia por razones obvias. Por lo tanto, en psiquiatría el diagnóstico depende de los
síntomas que el paciente y sus familiares explican al médico y de lo que éste observa con sus
conocimientos y habilidades específicas.
Para diagnosticar un trastorno bipolar es necesario identificar períodos de tiempo en los que
el paciente se haya mostrado claramente eufórico, acelerado o irritable. Los psiquiatras
utilizamos listados de «criterios diagnósticos», que tal como se ha dicho se denominan DSM
(ahora se va por el DSM-IV) o CIE (ahora se va por CIE-10), que sirven para saber si los
síntomas de un paciente corresponden a uno u otro trastorno. Si la euforia ha sido lo bastante
intensa y ha durado lo suficiente como para considerarla una fase de manía, ya podemos
establecer el diagnóstico de trastorno bipolar, incluso sin fases depresivas, ya que se da por
sentado que un día u otro se producirá dicha fase. Por el contrario, ante una depresión
(tristeza, apatía, falta de ilusión, etc.) no hablaremos de trastorno bipolar hasta que
comprobemos que se ha producido una fase maníaca en el pasado o que se producirá en el
futuro. Así pues, si no hay fases de euforia, no hay trastorno bipolar (se habla de depresión
unipolar. Vieta y Colom (2007, pág. 20)
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Si se diagnostica un trastorno bipolar, es necesario conocer la intensidad de los síntomas
para saber de qué subtipo se trata. El subtipo I se caracteriza por manía y depresión, o bien por
manía sola. La manía es una euforia tan intensa que casi siempre implica ingreso hospitalario y/o
aparición de delirios y alucinaciones. El tipo II se caracteriza por hipomanía (manía suave) y
depresión. La hipomanía, como ya sabe el lector, es una alegría exagerada que se acompaña de
indiscreciones, exceso de generosidad, exceso de confianza en uno mismo e implicación
inadecuada en nuevos planes y proyectos, sin llegar a los extremos de la manía. El tercer subtipo
de trastorno bipolar es la ciclotimia, que consiste en cambios de humor frecuentes e
inexplicables, emotividad e inestabilidad, sin llegar al extremo de la manía o la depresión. La
mayoría de los ciclotímicos no tienen ni idea de que lo son, no van al médico, pero su vida se
halla enormemente condicionada por los cambios en su estado de ánimo.
Para finalizar con relación al diagnóstico, sólo se mencionará una forma especial de la
enfermedad que puede aplicarse a los tres tipos (I, II y ciclotimia) mencionados con anterioridad
y que se denomina ciclación rápida (pacientes que alternan en cuestión de días, u horas, varias
fases de manía y depresión). Estos casos son muy difíciles, pero se ha demostrado que a la larga
mejoran y se estabilizan. Para ser ciclador rápido, un paciente debe presentar por lo menos cuatro
episodios en un año (p. ej., dos fases maníacas y dos depresivas). Otra forma especial es el
«patrón estacional» (pacientes que siempre recaen en la misma época del año).
Vieta (2004, p. 22) hace hincapié en que: Todas las personas son falibles, también los
médicos. La única vía de la que disponemos para hacer un buen diagnóstico es la
información que nos proporcionan los pacientes y sus familiares. Entre todos debemos
procurar mejorar siempre nuestra capacidad de diagnóstico para poder establecer el
pronóstico y encontrar el tratamiento más apropiado para cada caso.
(p. 22) «El problema era que, en realidad, yo no aceptaba la enfermedad. No podía soportar
la idea de que mi carácter no era sólo original, sino que tenía una enfermedad con
mayúsculas. Me asediaba la palabra locura, con todas sus connotaciones. Me lo repetía
constantemente y esta idea me torturaba. Supongo que me enganché enseguida al tratamiento
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alternativo porque me dijeron precisamente lo que quería oír: que no padecía ninguna
enfermedad, que sólo pasaba por un mal momento en mi proceso de expansión personal.
“No sabes centrar la energía”, me dijo un señor con barba que afirmaba haber estudiado en
Asia. Así que empecé a seguir su tratamiento de reorganización de mi fuerza interior; llevaba
siempre colgada al cuello una bolsita de tela con hierbas, y cada semana visitaba a aquel
señor de la barba que me ponía las manos en la espalda y repetía frases ininteligibles. Todo
ello me costaba una fortuna y seguía encontrándome mal. Si hubiera empezado antes el
tratamiento médico me hubiera ahorrado mucho sufrimiento y dinero. Ahora lo veo claro: yo
sólo tengo una pequeña anomalía en una parte del cerebro, del mismo modo que hay
personas que tienen problemas de corazón o de hígado, o con el azúcar, que de vez en
cuando me causa depresiones y euforias, pero en los restantes aspectos, una vez estabilizado
por la medicación, soy una persona normal, no estoy loco. No sé si puedo decir lo mismo de
aquel señor de la barba.»
Vieta (2004, p. 23) menciona que: Los trastornos bipolares se clasifican dentro del
apartado de enfermedades del estado de ánimo, junto con otras patologías, como la depresión
unipolar (que se denomina unipolar precisamente para diferenciarla de la bipolar). Dentro de los
trastornos bipolares existen, tal como se ha mencionado hasta ahora, una serie de subtipos. Según
la intensidad de los síntomas, existen tres: el tipo I, el tipo II y la ciclotimia.
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Es la forma más clásica de la enfermedad bipolar, y la que históricamente se había
conocido con el nombre de psicosis maniaco-depresiva. Así pues, ¿psicosis maniaco-depresiva y
trastorno bipolar significan exactamente lo mismo? Sí.
La mayoría de pacientes con un trastorno bipolar tipo I presentan los primeros síntomas
de la enfermedad a una edad joven. El trastorno bipolar de tipo I afecta prácticamente por igual a
hombre y mujeres. Los hombres suelen iniciar la enfermedad con un episodio maniaco y sufrir
más episodios maniacos, mientras que en las mujeres es más frecuente el inicio depresivo.
En general, los pacientes del tipo I presentan cierta simetría entre las recaídas maníacas
y las depresiones. A menudo, después de una fase maníaca (p. ej., como caso más habitual, tras
abandonar el tratamiento en contra del criterio del médico), se pasa de inmediato a una fase
depresiva de intensidad proporcional a la de la manía. Por eso es tan importante cortar de raíz
cualquier indicio de manía, antes de que se pierda de vista la realidad y se pague muy caro, tanto
por la manía como por la depresión que suele producirse después.
Ciclotimia
La ciclotimia, como todas las formas de trastorno bipolar, predispone a una vida turbulenta y
a dificultades de interacción social. Algunos pacientes se refugian en las drogas (sobre todo el
alcohol), el juego o el aislamiento social, a causa de sus dificultades para controlar las propias
emociones. Algunos han buscado en las terapias psicológicas, los libros de autoayuda, las
técnicas orientales o las terapias alternativas un modo de aliviar su sufrimiento, pero la
mayoría de pacientes ignora que este sufrimiento tiene una base química. Vieta (2004, p. 41-
42).
Las personas aquejadas de ciclotimia suelen mejorar mucho con farmacoterapia que
pude incluir estabilizadores de ánimo en dosis bajas o fármacos para ayudar a conciliar el sueño,
que a menudo está afectado y acaba por empeorar el trastorno. En cambio, los antidepresivos no
suelen estar indicados. También es útil una psicoterapia que vaya dirigida a estabilizar los hábitos
diarios (sueño, ejercicio físico, trabajo salidas) y buscar la máxima regularidad posible en la vida
del afectado.
El termino esquizoafectivo fue empleado por primera vez por el psiquiatra ruso Jacob
Kasanin en el año 1933 para describir lo que él calificó como un subtipo esquizofrénico de buen
pronóstico. El esquizoafectivo es un trastorno a medio camino entre la esquizofrenia y el
trastorno bipolar. De hecho, en las primeras tres ediciones del DSM, el trastorno esquizoafectivo
formaba parte de los trastornos psicóticos no especificados, y no es hasta la edición revisada del
DSM-III cuando pasa a tener entidad propia. Es una categoría creada pensando en aquellos
pacientes que presentan un curso característico de trastorno bipolar de tipo I pero que también
tienen síntomas psicóticos de forma más o menos persistente, en ausencia de síntomas de manía o
de depresión.
Las clasificaciones DSM y CIE difieren en este sentido. Mientras que la primera
considera esquizoafectivo bipolar a un paciente que cumple criterios para el trastorno bipolar
pero presenta síntomas psicóticos aun en eutimia, la CIE considera esquizoafectivo a todo aquel
paciente bipolar que presente síntomas psicóticos no congruentes con el estado de ánimo. Tal y
como sucede con el trastorno bipolar I o II, el trastorno esquizoafectivo puede empezar en
cualquier momento de la vida, aunque es mucho más frecuente entre los 15 y 25 años. Además
del trastorno esquizoafectivo de tipo bipolar, existe el trastorno esquizoafectivo depresivo. Como
su propio nombre indica, es un diagnostico que recoge a aquellos pacientes que únicamente
presentan depresiones y síntomas psicóticos (pudiendo éstos aparecer incluso cuando el paciente
no está deprimido).
El trastorno esquizoafectivo tiene un pronóstico algo peor que el trastorno bipolar I o II,
pero sigue siendo una condición tratable que no tiene por qué impedir en muchos casos, que el
afectado lleve a cabo una vida autónoma y feliz.
Edad de inicio.
En muchos casos el primer episodio está precedido por un desencadenante claro pero, a
partir de este momento, la enfermedad <<cobra vida propia>>, independizándose de las
circunstancias que la desencadenaron. Ello es debido a que los mecanismos biológicos
reguladores del estado de ánimo parecen entrar en una oscilación permanente, que lleva a la
persona a perder el punto de referencia de su estado anímico habitual.
En relación a la edad de inicio Zamora (2013, p. 32) plantea que: “El trastorno puede
presentarse a cualquier edad, aunque en pacientes ancianos debe hacer pensar en causas
orgánicas. Puede plantear dificultades en el diagnóstico diferencial con formas iniciales de
demencia”
Número de episodios
El tratamiento farmacológico ha modificado el curso de la enfermedad, pero sigue
siendo crónica, en el sentido de que el riesgo de recaídas se mantiene toda la vida. Muy pocos
pacientes presentan un solo episodio. En un estudio de seguimiento de 10 años, prácticamente el
90% de los pacientes habían recaído (Winokur y cols., 1994).
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CAPITULO III
El manejo del trastorno bipolar de los adultos ha heredado los psicofármacos a los
adolescentes y algunas técnicas de abordaje. Sin embargo, el tratamiento psicoterapéutico tiene
marcadas diferencias.
Las condiciones de internamiento del niño y el adolescente son, por las mismas
circunstancias que en el adulto, básicamente:
Cuando se piensa en el estigma que representa ser internado en una unidad psiquiátrica,
debemos ser estrictos en considerar los riegos del paciente, dadas las conductas que presenta, el
riesgo suicida, homicida o económico. No deben minimizarse los peligros en que está el paciente
y que, por tibieza, se tengan consecuencias funestas. Dupont (2006)
Nunca hay que olvidar que la alianza terapéutica que se tiene con los pacientes es
indispensable. Lograr que el adolescente o el niño confíe en nosotros nos da mayor posibilidad de
éxito. Es prioritario tener un control inmediato en el paciente; por ello se debe asesorar a la
familia en la utilidad de los psicofármacos y en lo rigurosos que debemos ser con la dosificación.
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Si se aprende a identificar los factores que desencadenan una crisis maniaca o depresiva
se puede, a nuestra vez, utilizar mecanismos psicoterapéuticos o psicofarmacológicos que ayuden
a evitar o atenuar dicha crisis.
Nunca se debe olvidar que la alianza terapéutica que se tiene con los pacientes es
indispensable. Lograr que el adolescente o el niño confíe en nosotros nos da mayor posibilidad de
éxito. Es prioritario tener un control inmediato en el paciente; por ello se debe asesorar a la
familia en la utilidad de los psicofármacos y en lo rigurosos que debemos ser con la dosificación.
La mayoría de los psicofármacos utilizados han tenido efectos diversos en los pacientes.
Un mismo trastorno en gemelos monocigotos no tiene la misma respuesta ante algún
psicofármaco. En niños y adolescentes, esta condición es más evidente. Por tratarse de pacientes
vírgenes desde el punto de vista farmacológico, las respuestas a los medicamentos son poco
predecibles.
Litio
Anticonvulsivantes (Valproato, Carbamazepina)
Antipsicóticos convencionales (Haloperidol, Clorpromazina)
Antipsicóticos Atípicos (Risperidona, Olanzapina, Quetiapina, Ziprasidona,
Aripiprazol, Clozapina).
Benzodiazepinas (Lorazepam, Clonazepam)
Otros
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Litio
Debe explicarse los posibles efectos secundarios a corto y largo plazo: diabetes insípida
nefrogénica, hipotiroidismo, alteraciones de la conducción cardiaca.
Indicaciones
Manía Eufórica.
Respuesta previa al litio.
Evolución manía-depresión-eutimia.
Sin alteración neurológica.
Sin síntomas psicóticos.
Sin abuso de sustancias.
Pocos episodios de la enfermedad.
Historia familiar.
Polaridad predominante maníaca.
Valproato
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Síntesis de diversas formulaciones de Ácido Valproico enfocados al tratamiento de
la Epilepsia ó de los trastornos del humor.
Inicio- 200 mg/12h. Aumento progresivo de dosis. Rango terapéutico niveles entre
50-100mg/l. Dosis de mantenimiento según respuesta clínica y tolerabilidad.
Formulaciones y formas galénicas de Ácido valproico. Depakine: Valproato Sódico.
Depakine Crono: Valproato Sódico+Acido Valproico 70/30. Depakote: Valproato
Sódico+Acido Valproico 50/50. Depamide: Valpromida.
Debe educarse para la detección precoz.
Ciclar rápidamente
Estado Mixto
Múltiples episodios de humo r previos
Subtipo irritable disfórico
Manía secundaria
Abuso concomitante de sustancias
Carbamazepina
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Los niveles plasmáticos entre 8-12 parecen ser óptimos para el tratamiento de la
manía. Aunque el rango terapéutico está entre 6-12mcg/ml.
Los niveles estables no se alcanzan hasta pasados 5 días y no guardan una relación
regular con la dosis administrada.
Las acciones bioquímicas de la carbamazepina se parecen a las del ácido valproico
especialmente en cuanto al incremento de la actividad serotoninérgica, gabaérgica e
influencia sobre el fenómeno kindling.
Antipsicóticos Típicos
Litio
Anticonvulsivantes (lamotrigina, valproato, carbamazepina)
Antipsicóticos Atípicos
Antidepresivos
Otros
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Litio y Anticonvulsivantes
Los estabilizado res del estado de ánimo, litio y lamotrigina principalmente y con menor
evidencia, valproato y carbamazepina, han demostrado eficacia en el tratamiento de la
Depresión Bipolar, sin influir negativamente en el curso de la enfermedad.
Antipsicóticos Atípicos
En monoterapia ó como terapia añadida a los estabilizadores del estado de ánimo los
Antipsicóticos Atípicos (Olanzapina, Quetiapina) están demostrando efecto antimaníaco,
profiláctico e incluso efecto antidepresivo.
Estabilizador ideal es el que tiene una acción eficaz en el episodio agudo y también
preventiva tanto en la fase depresiva como maníaca sin influir negativamente en el
curso de la enfermedad.
No existe el estabilizador ideal.
El carbonato de litio previene la manía y es eficaz en la manía aguda. Sin embargo,
es menos eficaz en la prevención depresiva y en la depresión bipolar aguda. Tiene la
indicación para profilaxis y tratamiento del trastorno bipolar.
Lamotrigina actúa en la prevención de la recurrencia depresiva pe ro no en la
maníaca. Actúa en la depresión bipolar aguda pero no en la manía aguda. Tiene la
indicación para la prevención de los episodios depresivos en pacientes con trastorno
bipolar.
Valproato actúa en la manía aguda y en la prevención de la manía (pero con menos
evidencia). Es mucho menos eficaz en la depresión bipolar aguda y en la prevención
depresiva. Tiene la indicación en la presentación Depakine Crono para el tratamiento
de episodios maníacos asociados al trastorno bipolar.
Carbamazepina tiene la indicación para la manía y el tratamiento profiláctico del
trastorno bipolar.
Olanzapina previene la fase maniaca y es eficaz en la manía aguda. Es menor la
acción preventiva sobre la depresión y también es meno r sobre la depresión bipolar
aguda. Tiene la indicación para el tratamiento del episodio maníaco moderado o
severo y también en la prevención de las recaídas en pacientes con trastorno bipolar
cuyo episodio maníaco ha respondido al tratamiento con olanzapina.
Aripiprazol tiene la indicación de tratamiento de la manía aguda y prevención de
recaídas maniacas.
Quetiapina. Hay nuevos datos de tratamiento de mantenimiento que apoyan su
eficacia en la prevención tanto de manía como depresión a largo plazo. Tiene la
indicación para el tratamiento del episodio maníaco moderado o grave. Tiene la
indicación para el tratamiento del episodio depresivo mayor Bipolar.
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Polaridad Predominante
Definición
Aquellos pacientes que tienen al menos el doble de episodios de un tipo que de otro,
teniendo en cuenta las hipomanías y sin contar los episodios mixtos.
Puede ser polaridad predominante maniaca (PPM), polaridad predominante depresiva (PPD)
y polaridad predominante indeterminada (PPI).
Introducido por primera vez por Angst (1978), no con el término de polaridad
predominante, pero destacó que existían enfermos bipolares que tenían más
tendencia a tener un tipo de episodios que de otros.
Operativizado y validado por primera vez por Colom y cols (2006).
Validado en un ensayo clínico por Vieta y cols (2009)
Apoyado por la ISBD para inclusión en DSM-V (Ghaemi & RS, 2008), como
especificador de curso.
Tipo de Estabilizadores
Los trastornos del estado de ánimo son síndromes clínicos relativamente comunes, dado
que se calcula que afectan a 7% de la población adulta en algún momento de su vida. Entre ellos,
el trastorno bipolar continúa siendo un reto diagnóstico, aun para profesionales de salud mental
con cierta experiencia.
Dado que los trastornos del estado de ánimo representan 21% de los costos
sociomédicos de la enfermedad mental, se hace imperativa una estrategia de investigación y
tratamiento oportuno de estos enfermos. Pese a que el estudio y la clasificación reciente del
trastorno bipolar (sobre todo a partir de la revisión del DSM--IV) se han refinado, la mayoría de
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los médicos no psiquiatras continúan enfrentándose a su complejo diagnóstico, su comorbilidad,
abuso de fármacos y falta de apego terapéutico de quienes lo sufren. (Hirschfield, Calabrese, &
Weissman MM et al, 2003, págs. 53-59)
La predisposición genética del trastorno bipolar sugiere una causa biológica modulada
por impactos del ambiente emocional. (Bierut, Heath, & Bucholz KK et al., 1999) citado por
Dupont (2006). Diversos investigadores han buscado una base bioquímica del padecimiento
enfocada al sistema de neurotransmisores y sus interacciones moleculares, anormalidades
neuroendocrinas y alteraciones de membranas gliales. Sin embargo, la extrapolación clínica de
estos hallazgos es incompleta para darles un peso etiológico. Desde el punto de vista
neurofisiológico, varios estudios demuestran que existe una disfunción noradrenérgica en el
trastorno bipolar que no comparten los enfermos con depresión mayor. Además, la transducción
de señales intraneuronales (especialmente aquéllas derivadas de proteincinasas) parece
complementar la visión de que uno o más defectos neuropeptídicos hacen sinergia en estos
pacientes.
El riesgo estimado de por vida es 1 a 1.5% en la mayoría de los países con estadísticas
confiables. En comunidades de América del Norte, Europa, Líbano, Taiwán, Corea y Nueva
Zelanda se detectó una edad promedio de inicio de 25 a 35 años, sin predilección de género, a
diferencia de la mayor incidencia, universalmente reconocida, de depresión en mujeres. En los
trastornos bipolares se sospecha una predisposición genética dada la historia familiar de
padecimientos afectivos. Si los padres sufren de un trastorno del afecto, en la progenie se observa
un riesgo creciente para desarrollar enfermedad bipolar. Los parientes de estos enfermos también
suelen tener con mayor frecuencia enfermedad psiquiátrica o farmacodependencia.
La edad de inicio suele ser antes de los 30 años, con pico de incidencia en la adolescencia
tardía; una cuarta parte de los episodios ocurren antes de cumplir 20 años. Se sabe, además,
que mientras más joven es el individuo, mayor es el riesgo de episodios psicóticos y el
riesgo de predisposición genética.
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segundo lugar en frecuencia, pudiendo relacionarse con un peor nivel de funcionamiento, con
peor rendimiento escolar, más antecedentes de ingresos y más tratamientos previos. No está claro
si habría diferencias entre el debut en la infancia o en la adolescencia o entre sexos. La
comorbilidad con ansiedad ocuparía el tercer lugar, con tasas generales del 17-60%. (Palacios,
Romo, & Paliño, 2008, págs. 31, 19-22)
3.3 Estilo de vida del joven-adolescente del siglo XXI y el desorden bipolar
Día tras día los seres humanos se encuentran sumidos en un ritmo de vida acelerado y
asfixiante, que muchas veces los obliga a pasar por alto en qué estado de salud se encuentran, lo
que debería ser una de las cosas que más tendrían que importarles. A raíz de esto, casi sin que
puedan percatarse, una gran cantidad de enfermedades atacan a las personas cuando aún se
encuentran en plena edad productiva.
Se habla mucho del estrés personal, siendo calificado incluso como una enfermedad con
síntomas específicos (cansancio, dificultad para la concentración, insomnio, agresividad,
etcétera), causas precisas (exceso de trabajo o responsabilidad, malos hábitos de vida, falta de
descanso) y tratamiento adecuados (descanso, organización); pero existe también un estrés
familiar. (Bulacio, 2004)
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La familia es una unión de personas, evidentemente con sus individualidades, pero con
una relación muy estrecha que permite considerarla en cierta parte como un organismo propio,
por lo tanto en ella, existen enfermedades que están ligadas a un stress en conjunto. Muchas
veces los hijos se estresan de sólo ver a sus padres estresados, o ellos mismos sufren cansancio
por las diversas actividades a las que se los expone.
Este ritmo, sumado a la ausencia, el escaso dialogo y contacto entre sus integrantes
puede ocasionar la mala dinámica familiar, ya que faltan esos momentos a lo largo del día en los
que se puede disfrutar de una vida en común.
Una de las causas más notables en la vida acelerada del hombre, se originan en la etapa
de actividad laboral. Los horarios a cumplir relegan las aficiones personales; o mejor dicho,
muchas de las aficiones personales tienen que ser satisfechas económicamente a través del
trabajo; por lo tanto se trabaja más tiempo para poder concretarlas en el menor plazo posible.
Sumidos en esta vorágine, nadie quiere quedarse atrás o hacerlo peor que los demás; por
lo que el actual estilo de vida exige un exceso de tareas, todas bien hechas y en todos los ámbitos
(familiar, laboral o social).
Todo ser humano se encuentra preparado para afrontar momentos de presión y tensión,
aunque no está hecho para vivir a este ritmo, lo que minimiza muchísimo los niveles de defensa,
y es una de las causas por las que se ve expuestos a una serie de problemas. La presión excesiva
se puede sentir a cualquier edad, tanto en la adolescencia, como en la edad adulta o la vejez;
vinculados a problemas económicos y financieros, preocupación por la precariedad de la salud,
problemas en las relaciones sociales, dificultades escolares, etc. Estas presiones pueden
identificarse de diferentes maneras, y son síntomas que demuestra el hombre como síntomas de
una vida agitada.
En ese mismo informe, la OMS indicó que, hacia el año 2020, la depresión sería la
segunda causa de incapacidad a nivel mundial. (Cruz Martínez, 2005) Hoy, todo hace pensar que,
debido a la aceleración y el exceso de responsabilidades típicas de nuestro tiempo, no estamos
lejos de alcanzar esa proyección.
Los trastornos depresivos hacen que uno se sienta exhausto, inútil, desesperanzado y
desamparado; esas maneras negativas de pensar y sentirse hacen que las personas quieran darse
por vencidas. Existen varios tipos de trastornos depresivos, los más comunes, son: la depresión
severa, la distimia y el trastorno bipolar.
La depresión severa se manifiesta por una combinación de síntomas que interfieren con
la capacidad para trabajar, estudiar, dormir, comer y disfrutar de actividades que antes eran
placenteras.
Las personas con poca autoestima que se abruman fácilmente y se perciben a sí mismas
y al mundo en forma pesimista, son las más propensas a sufrir depresión.
El ritmo de vida puede generar múltiples trastornos, entre los que se encuentran
problemas físicos, como resfríos o gripes frecuentes, dolores de cabeza, trastornos del sueño,
tensión muscular, problemas de la piel, dificultades con la digestión; problemas mentales, como
falta de concentración, mala memoria, problemas de aprendizaje, pensamientos negativos
frecuentes, problemas del habla; problemas emocionales, como ansiedad, depresión, irritabilidad,
sensación de impotencia; problemas en las relaciones personales; y problemas conductuales como
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mala alimentación, conducir con imprudencia, abuso de alcohol o drogas, propensión a los
accidentes y actos de agresión. (Diario de Cuyo, 2007)
Cuando uno no puede encontrar una solución porque siente que la situación lo
sobrepasa, lo más conveniente es recurrir a un especialista; también existen alternativas comunes
como el ejercicio físico, que controla en buena forma el acelerado ritmo de vida; al igual que lo
hacen la meditación, la relajación y el yoga, entre otras disciplinas. Estas actividades no sólo
ayudan a mantenerse en forma, sino que contribuyen a sentirse mejor en un sentido psicológico y
de bienestar con uno mismo.
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CONCLUSIÓN
Como conclusión, se puede decir que el TB aun siendo un enemigo silencioso, puede ser
diagnosticado y tratado a tiempo, teniendo como resultado que el paciente se integre a la sociedad
confiado en que podrá desenvolverse en ella eficientemente. Es importante mencionar que
aunque hay posibilidad de recaída, el paciente puede tener la certeza que encontrará ayuda
indicada en el profesional de la salud que consulte, pues el objeto de esta monografía es servir de
ayuda para los profesionales.
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