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UNA FABULA SOBRE LA INNOVACIÓN EN LA EMPRESA

“Érase una vez una aldea situada en un isla perdida cerca de un país remoto. Las historias cuentan que su
fundador, el venerado anciano Zabu, había llegado a la zona en un momento de necesidad, tras naufragar
su barco y perder a buena parte de la tripulación.
Al llegar a tierra el grupo se había maravillado al contemplar el exuberante paraje, lleno de frondosos
matorrales y rico en muchos tipos de fruta y animales… no les faltaría alimento.
El grupo deambuló sin rumbo durante varios días en busca de un lugar donde establecerse. El viaje era
duro, ya que el grupo tenia que apartar laboriosamente la espinosa maleza para avanzar. Las provisiones
comenzaron a escasear, y una mañana Zabu, al llegar a un claro despejado anunció que iba a partir en
busca de una fuente de agua, ya que si no el grupo no aguantaría muchos mas días.
Tres días después, cuando ya todos lo daban por muerto, apareció lleno de cortes y arañazos anunciando
que había descubierto un pozo a un día de camino de la aldea, y que había despejado el sendero. Toda la
aldea festejó la noticia, pues el hallazgo garantizaba su supervivencia.
Con el tiempo, lo que había sido un sendero difícilmente visible y lleno de espinosa maleza se fue
convirtiendo en un camino despejado, ya que cuanta más gente lo recorría más fácil resultaba hacerlo.
Cincuenta inviernos pasaron, y la aldea prosperó. Era la mañana en la que la aldea celebraba que el joven
Iwala abandonaba su niñez y se convertía en adulto, así que se le encomendó la tarea de ir a recoger agua
del pozo, como era tradicional. Iwala era un joven despierto y curioso, y tras varios días de acarrear los
cubos por el sendero que iba al pozo y hacer algunas exploraciones, se armó de valor y fue a hablar con el
jefe de la aldea (su fundador hacia años que había dejado éste mundo)
• Creo que el sendero que utilizamos para llegar al pozo es demasiado largo y enrevesado. He
estado dándole vueltas, y creo que podría encontrar uno más corto
El jefe lo miró con cierto aire de suficiencia y le pregunto:
• ¿Por qué te dedicas a perder el tiempo? El sendero que tenemos es bueno, y no necesitamos que
un joven inexperto se dedique a idear fantasías. ¿Acaso te crees mejor que nuestro fundador?
.
• No, sólo creo que podríamos tardar mucho menos… – explicó el joven cohibido.
• Además, hace unos años hubo otro como tú que lo intentó y no hizo consiguió mas que perder el
tiempo…
• Pero quizás eran diferentes las circunstancias o el entorno–contestó con valentía Iwala.
• Bueno, si tan listo te crees, demuéstralo… pero no tendrás ayuda de ninguno de los hombres de
la aldea. Busca tu solo ese nuevo sendero.
A la mañana siguiente el joven se dirigió resuelto a uno de los extremos de la aldea con su machete y
comenzó a despejar un sendero. Sus conciudadanos lo observaban con una mezcla de burla y extrañeza,
increpándole:
• ¿Por qué te dedicas a perder el tiempo si ya hay una forma de llegar al pozo?… Estos jóvenes con
tal de cuestionarlo todo….
El joven desoyó los comentarios y se esforzó en la tarea día y noche, hasta que acabó por despejar un
camino que llegaba al pozo en apenas unas horas. Aunque había trabajado duro, todavía era un sendero
angosto y repleto de ramas que se trababan en la ropa.
Fue a anunciar su hazaña al jefe del poblado, que con una mirada escéptica acompañó a Iwala al inicio del
sendero. Tras contemplarlo, dijo:
• Aunque sea como tu dices y hayas encontrado un camino más corto, es incomodo y estrecho…
Tu puedes hacer lo que quieras, pero la aldea seguirá utilizando el que despejó nuestro fundador
Zabu, tal como se ha hecho toda la vida.
El joven abatido le contó la conversación a su mejor amigo. Inmediatamente éste decidió que a partir de
ahora ambos irían a recoger agua por el nuevo sendero. Su ejemplo empezó a cundir entre otros jóvenes,
que se decidieron a usar la nueva ruta. Ya no era tan incomodo, puesto que el paso de los jóvenes había
aplastado algunas de las espinosas ramas que anteriormente lo plagaban.
Una mañana, una mujer anciana, en lugar de mirar con superioridad a los inexpertos jóvenes que
transitaban por el nuevo sendero, admiró su valentía y se decidió a recorrerlo ella misma. A la mañana
siguiente decidieron hacerlo dos de los consejeros del jefe que habían asistido escépticos a la proeza… y
a los pocos días, sin grandes anuncios ni aspavientos, toda la aldea estaba utilizando el nuevo sendero, y
palmeando en la espalda al joven que lo despejó.
Con el tiempo, el nuevo sendero se convirtió en un amplio y despejado camino que utilizaba toda la aldea
para ir a por agua… y el anterior fue inundado por la maleza.

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