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Diagnóstico Comunitario Población Las Achupallas.

Centro Comunitario Acción Reflexión Comunitaria Las


Achupallas.

Practicante: Celeste Marina Orrego Olivares.


Supervisora Académica: Javiera Pavez Mena.
Supervisor en Terreno: Gustavo Cerda González.
1. Introducción.
El presente informe diagnóstico realizado en el marco de mi práctica
profesional en psicología comunitaria, tiene la intención de dar una lectura
situada y un análisis reflexivo de fenómenos vividos por mujeres y niños de la
población de Las Achupallas, a través del trabajo con el Centro Comunitario
Acción Reflexión Comunitaria Achupallas, ARCA. La organización realiza un
trabajo de empoderamiento de bases en el territorio de Las Achupallas a través
de diferentes líneas de acción, principalmente a través de la recuperación del
espacio público del sector y el fortalecimiento de redes de asosciatividad. A lo
largo de su historia ha trabajado con distintos actores sociales del lugar, con
personas de tercera edad, mujeres, niños, abordando diferentes temáticas
desde la estimulación oportuna y el fomento lector, el abordaje en crisis, hasta
temáticas de género con mujeres del territorio.

El análisis reflexivo de estos fenómenos va a realizarse a través de una


mirada crítica de la construcción de los roles rígidos de género en nuestra
sociedad, que influyen no tan solo en las actividades que realizan hombres y
mujeres en Achupallas, sino también a un nivel más profundo en las
subjetivaciones a través de las cuales los sujetos van entendiéndose y
narrándose, y cómo esto tiene repercusiones en los lugares que ocupan tanto
hombres, mujeres y niños en el espacio privado de la familia y en lo público del
territorio. A través del diagnóstico han aparecido como necesidades
importantes a abordar la asociatividad entre las mujeres del territorio que en
general se vivencias desde un aislamiento en la realización de las tareas
domésticas y de crianza en el hogar, y por otro lado, otra necesidad es la de
apropiación de los niños del espacio público de la población, quienes hoy se
tienden a ver como sujetos más bien pasivos dentro de la construcción del
barrio y no tanto como actores sociales válidos. Estas posiciones que ocupan
los niños y las mujeres en la población va a ser importante entenderlas como
reflejo y reproducción de un contexto más amplio, de una cultura patriarcal en
la cual todos nos desenvolvemos, y en la cual el autoritarismo tanto en las
familias como en los sistemas políticos ha atrofiado en nuestro sistema de
valores la importancia de la empatía, el goce y la espontaneidad en nuestras
vidas. De esta manera tanto la emocionalidad, la calidez humana y el
reconocimiento en el otro quedan fuera de las dinámicas en las cuales solemos
desarrollar nuestras vidas, las que van del trabajo a la casa y de la casa al
trabajo, considerando la distención y el disfrute del tiempo libre como tiempos
“muertos”, bajo la premisa de que el tiempo es oro y de que tenemos que vivir
para producir.

Todo esto será leído desde el contexto actual de la psicología comunitaria y


de la vida barrial de las poblaciones en Chile y desde el reconocer la
importancia de volver a generar espacios de encuentro y reunión en
comunidad, en una sociedad fuertemente impactada por un sistema económico
que promueve el individualismo, des-sensibilización, mercantilismo y
competencia como motores no solo de nuestro sistema económico sino que
también de nuestro sistema de relaciones interpersonales.

2. Propuesta Metodológica.

Este proceso de diagnóstico se realizó utilizando una metodología cualitativa


ya que, considerando los fines de transformación política que persigue Arca y
la psicología comunitaria como disciplina, cobra relevancia lo expresado por
Montero (2006), cuando habla de que la legitimidad de la metodología
cualitativa no se logra a través de una validez estadística, sino más bien a
través de una validez ecológica, en la cual más que buscar datos
representativos de la generalidad de la población con pretensiones de
objetividad y de realidad científica, se espera que estos tengan sentido tanto
para la comunidad como para nuestra visión de interventores, de acuerdo a los
valores y visiones que mueven nuestro interés de transformación político
social. Es en este sentido que este diagnóstico se ha intentado hacer en
conjunto y colaboración con los miembros de la comunidad a través de una
observación participante en los procesos vividos hoy en el territorio. El
contexto en el que se comienza a realizar esta práctica dificulta el poder
realizar un diagnóstico de manera participativa en conjunto con los miembros
de la comunidad, ya que se inicia un mes de marzo en el cual la mayoría de las
personas parten sus labores cotidianas dentro y fuera de la casa, y Arca está
en un periodo histórico en el cual la mayoría de sus miembros tienen otros
trabajos a los cuales responder. Sin embargo, a través de los espacios de
encuentro que hemos tenido con la organización, la observación participante
en la comunidad, la revisión documental de los diagnósticos anteriores y
entrevistas semiestructuradas con distintos actores de la comunidad, he
podido ir teniendo un acercamiento particular y subjetivo a la comunidad.
Desde metodología cualitativa podemos reconocer esta visión particular,
situada en un momento contextual determinado es relevante y necesaria.

Han sido de especial importancia para esta práctica las herramientas de la


observación participante y la sistematización de un cuaderno de campo. Lo
primero porque esta práctica ha requerido de una implicación activa en las
labores que se han llevado a cabo en la comunidad como una manera de que
la comunidad también me reconozca como una persona implicada en el trabajo
con ellos, más que como una practicante universitaria que va a examinar la
realidad como algo ajeno y frío. En ese sentido destaco esta herramienta
porque me ha permitido vincularme afectivamente con las personas del lugar,
establecer vínculos que van más allá del espacio formal de lo que se podría
entender como una práctica profesional. Por otro lado, el cuaderno de campo,
me ha permitido ir sistematizando la información producida y también
reflexiones que he ido teniendo en el proceso, lo que me ha ido permitiendo
ordenar algunas ideas y jerarquizando necesidades, estructura necesaria ante
el carácter más bien flexible que tiene esta práctica en particular.

Finalmente creo muy relevante en este proceso la revisión documental de los


diagnósticos de práctica realizado por compañeros en años anteriores, ya que
me han permitido contextualizarme y tener una visión más panorámica de la
gran población que es Achupallas, y además rescatar el trabajo que ya se ha
hecho y ponerlo en diálogo con mis propias observaciones en este mismo
informe.

3. Contextualización

Comunidad

En la revisión documental realizada en el diagnóstico de Ortiz (2014), nos


encontramos con que la historia de Achupallas se remonta a la década de los
50’, cuando la ciudad de Viña del Mar se encontraba en un proceso de
expansión a raíz de las diferentes migraciones campo-ciudad que se estaban
dando en el país. Viña del Mar resultaba una ciudad atractiva para muchas
personas principalmente por su alta actividad fabril. Así también lo recuerda
una de las vecinas del sector, la señora Silvia, que hoy en día hace de manera
independiente las confecciones de vestuario que antes realizaba en estas
fábricas:
“yo trabajaba en fábricas, en industrias. Habían fábricas de
confecciones, fábricas textiles: estaba Seda Mar; la Caupolicán Lana, que
estaba en toda la cuadra frente al mall; Gatri que es donde está el Líder
ahora… ahí todo eso era una industria pero inmensa de telas. La Textil Viña,
que es donde está la Diego Portales ahora…, y por detrás entre 13 y 14
estaba la de los Cuadernos Torre… había mucha industria” (Vecina, 2014)

En la década de los 60’ la Confederación de Sindicatos de Obreros Industriales


de Viña del Mar compró el fundo “Las Achupallas”, empezando un proyecto de
ciudad de obreros, construyendo sus viviendas a través del sistema de
autoconstrucción, principalmente a través de la madera y barro. En el trabajo
La memoria de los barrios de Santibañez, (s/f) los pobladores relatan que
fueron años de mucho sufrimiento y sacrificio, con la sensación de estar
conquistando algún lugar remoto.
“Bueno, todas las viviendas se hicieron por autoconstrucción. Cada
familia construía su propia casa usando distintos tipos de materiales.
Muchos hicieron sus casas de adobe, empleando para esto el material que
había en el mismo lugar. Los adobes los fabricábamos nosotros mismos.”
(Sr Isaías Fernández en Santibañez, s/f)

Luego del terremoto del 65, muchos obreros quedan sin hogar por lo que vieron
este sector como una opción y comenzaron a construir sus hogares acá. Luego
de esto se comienzan a establecer las primeras escuelas en el sector, el
camino asfaltado y el alumbrado público.
El golpe militar tuvo un impacto muy perjudicial en la población, ya que
además de afectar en la convivencia del sector, perjudicó la industria fabril que
se había desarrollado en la ciudad, dejando a muchas personas en situación de
cesantía
“Cayó con la dictadura todo eso [el trabajo en las industrias], todo eso se
perdió, todo eso lo echó abajo Pinochet. Dejó industrias enteras cerradas,
de la noche a la mañana, imagínate, despedir 100, 200 personas. Yo creo
que por eso la gente de mi edad va a hablar bien de ese caballero.” (Vecina,
2014)

La vida comunitaria que se había comenzado a entretejer desde el accionar de


la Confederación de Sindicatos en el sector se ve menoscabada por la
dictadura. Las personas dejaron de organizarse por temor a las represalias y la
vida se volvió hacia lo privado. Las personas dejan de tejer un sueño colectivo
y éstos pasan a ser más bien individuales, se pasa de la organización
comunitaria a la vida del “oikos”, de lo privado… durante los años de dictadura,
como en todas las poblaciones organizadas del país, se profundiza en la lógica
del enemigo interno instaurándose la desconfianza entre los mismos vecinos.

Organización
Esta información fue tomada principalmente del diagnóstico realizado
por Ortiz (2014), ya que fue bastante completa en este ámbito.

a. Historia
El centro comunitario ARCA (Acción y Reflexión Comunitaria Las Achupallas) es
una institución emergente, que nace en el año 2012 producto de una crisis en
la ONG EKOSOL, cuya presencia en el sector tiene una larga historia. La crisis
en EKOSOL, de carácter institucional, llevó a diversos cambios al interior de la
organización que terminó con la salida de varios de sus miembros que
decidieron formar una nueva agrupación comunitaria, amparándose en la
personalidad jurídica llamada ONG CEPAC (Centro de Pensamiento y Acción
Crítica).
Frente a lo anterior, a pesar de ser una institución recientemente creada, la
historia de sus miembros se encuentra ligada con el sector de Achupallas
desde tiempos más antiguos a través de otras instituciones con fuerte y larga
presencia en el sector, cuyo inicio de actividades data del año 1980 a través de
una acción pastoral.
La Parroquia Asunción de María, a través de párroco Alfredo Hudson, impulsó el
área social en la década del 80 potenciando la educación popular y el
compromiso político del sector. Como parte de las iniciativas generadas en
este actuar nace la ONG Centro de Investigación y Difusión Poblacional de
Achupallas (CIDPA), fundada en noviembre de 1989 y dedicada a la labor de
promoción social y acompañamiento del sector poblacional; centrando su
quehacer en el apoyo de generación de procesos educativos con los actores
comunitarios. Sin embargo, y alejándose del énfasis primero que había
adquirido esta ONG, la intervención en el desarrollo local infantil, juvenil, la
educación y formación social, comunicación y difusión, se fueron centrando en
el trabajo investigativo y de extensión, que termina con el traslado de CIDPA
hacia Valparaíso para dedicarse por completo a esta labor. El grupo que en el
año 2003 continúa trabajando en el sector de Achupallas corresponde a la ONG
EKOSOL.
El trabajo de EKOSOL en Achupallas se mantuvo con lineamientos en torno a la
historia, memoria local, educación y estimulación oportuna, entre otros,
materializando estos a través de talleres específicos desarrollados para la
comunidad. La implementación de los talleres ha vinculado la práctica, la
investigación, la reflexión, la capacitación y la formación, generándose un
trabajo que permitió la creación de diversos productos que ayudan a la
socialización y difusión de la memoria colectiva del sector, a través de un
dialogo gráfico e intergeneracional.
En la actualidad, los miembros del centro ARCA han evidenciado un
“aprendizaje violento” en relación al término del vínculo con EKOSOL, lo que no
ha sido fácil para ninguno de ellos, siendo por el contrario un proceso abrupto y
difícil de comprender. Sus actuales socios citan el desafío de poder evidenciar
lo que ha significado su paso por la instancias de EKOSOL, de hecho ha
implicado para algunos olvidar e incluso no nombrar a la institucionalidad
respectiva, queriendo dejar atrás la mala experiencia; esto sí con la esperanza
de que el trabajo realizado en el presente centro sea todo lo contrario. Pese a
ello, se reconocen el aporte que ha tenido la ONG y los desafíos que les ha
dejado en término de proyecciones de trabajo comunitario, y que implican hoy
la apuesta por la constante transformación social y defensa de los derechos de
las personas, ideas incluso contenidas en la misión del centro. Se expresan
estas palabras finales cuando referimos a su historio, producto de que ésta se
construye desde esta herida que no ha sido lo suficientemente verbalizada
entre sus miembros, y que más aun ha implicado una serie de dificultades en la
gestión internas del centro por problemáticas no aclaradas en la gestión
anterior.
b. Tipo de Organización, Misión y Principios Orientadores.
El trabajo de práctica profesional se realiza en una organización sin fines de
lucro de carácter no gubernamental que se orienta por el trabajo comunitario
de empoderamiento de las bases sociales y la facilitación de procesos político-
social en la comunidad de Las Achupallas.
ARCA, es una organización parte de la ONG CEPAC (Centro de Pensamiento y
Acción Crítica) con RUT: 65.985.000-1. ARCA se organiza en base a una
asamblea de socios y socias, instancia en la cual se concentra la toma de
decisiones y se planifican los lineamientos de acciones futuras. El equipo de
socios/as actuales de la organización consta de once integrantes, los cuales
mantienen distintos tipo de relación con el mismo, ya sea monetaria, hasta
dedicación horaria. Cabe mencionar que la organización funciona
autónomamente de la ONG CEPAC en su gestión interna, y en sus procesos de
toma de decisiones, con estos los socios responden al quehacer del centro,
mediante la figura de voluntarios y voluntarias, con los que operan con la
institución patrocinante y el centro propiamente tal.
La misión que guía al centro es construida durante la práctica de Ortiz en el
2014 y modificada durante la presente práctica, pero no sustancialmente. En
este caso lo que orienta al porque existe la institución se identifica con el
sentido de “potenciar el encuentro y desarrollo local de Las Achupallas con el
fin de construir una sociedad más justa y participativa”. (Sistematización Acta
de Asamblea). Esto es guiado por 5 principios que orientan el trabajo de las
acciones emprendidas por el centro, y que involucran un constante ejercicio
auto-reflexivo del propio quehacer, el que guiado por un acción situada en la
localidad de intervención logra aquel encuentro intersubjetivo que aprecia y
valora la diversidad y la autonomía participativa de sus agentes, basado todo
ello en el establecimiento de relaciones de confianza entre sus participantes.

c. Principales Recursos
El centro comunitario tiene una lógica de financiamiento de autogestión
organizativa. Frente a esto el centro asume diferentes estrategias para la
recolección de fondos con los cuales cubrir los gastos básicos de mantención
mensual, entre ellos encontramos la venta de alimentos, organización de
eventos, cursos y seminarios, y aportes voluntarios de los asociados.
Cabe mencionar que el centro contaba en sus inicios con un amplio stock de
materiales tanto de librería como de oficina, inmobiliario y materiales
didácticos; todos ellos sobrante de proyectos anteriormente implementados en
la organización EKOSOL por los socios del centro. Estos materiales están a libre
disposición de los diferentes miembros de la institución.
El centro en la actualidad desarrolla e implementa los proyectos de trabajo
comunitario mediante un sistema de tutela de practicantes de diferentes
instituciones de educación superior. Con la ayuda de estos agentes el centro
logra posicionar un trabajo sistemático con la comunidad, posicionando la
misión y principios orientadores del mismo. La implementación de esta lógica
de funcionamiento se debe a dos grandes condiciones, la primera de ellas,
implica la escasa permanencia de tiempo de sus socios los que por motivos
laborales no pueden dedicar parte de su jornada para el desarrollo de
actividades de trabajo comunitario, permitiéndose también por la posibilidad
de unos de sus socios de ceder parte de la carga horaria para la tutela de los
trabajo de práctica de los estudiantes en formación.
Hoy en día se está finalizando el periodo de trabajo con un proyecto FOSIS que
ha permitido tener más recursos disponibles para la implementación de la
plaza y su hermoseamiento.

4. Principales redes comunitarias del sector

Estos datos fueron recopilados por el diagnóstico de Ortiz (2014) quién


realizó este mapeo de información tanto desde su trabajo de campo como
desde anteriores informes. Las redes no han cambiado significativamente
hasta comienzos del 2015, sin embargo se han actualizado algunos datos fruto
de contactos establecidos durante el proceso de inserción de esta práctica
profesional.
La organización ARCA ha mantenido históricamente con el consultorio, la
escuela ministro Zenteno, la escuela de lenguaje Acuarelas, y el Jardín Infantil
Principito relaciones de cercanía, y proyectos de trabajo similares. Por tanto
estos aparecen como los principales aliados que el centro tiene al interior de la
población.
En el ámbito deportivo, la población cuenta con un Complejo Polideportivo
Municipal, ubicado en Manuel Guerrero 155, Paradero 7 de Achupallas, el que
fue gestionado por ordenanza municipal en varios sectores de Viña del Mar,
siendo Achupallas uno de sus beneficiarios. Achupallas cuenta además con una
Asociación de fútbol de Las Achupallas, creada el 23 de febrero de 1964 y en
ella participan de sus distintas competencias los clubes de sectores aledaños, y
del propio sector. Pese a ello, el centro no mantiene vínculos cercanos con
estas instituciones.
En la localidad, hay también presencia de la Iglesia Católica, su centro es la
Parroquia Asunción de María, que se ubica en M. Guerrero 43, paradero 5 ½
de Achupallas. Pese a ello, no es la única religión asociada al territorio, ya que
se encuentra con alta prevalencia la presencia de iglesias evangélicas en el
sector. La relación con este tipo de institución ha sido débil en el desarrollo de
iniciativas de trabajo comunitario, aunque, en este caso se mantiene una
relación cordialidad con ellos, incluso de apoyo mutuo, por ejemplo en la
facilitación de espacios parroquiales para la gestión de eventos y/o actividades.
Cerca del paradero 6 ½ por la calle Carlos Ibañez del Campo hacia Gómez
Carreño se encuentra el Programa de Prevención Focalizada PPF Tammuz, el
cual trabaja con nueve profesionales: un psicólogo, una psicopedagoga, dos
asistentes sociales, tres tutores, una secretaria y directora, actualmente
haciendo visitas domiciliarias y recibiendo a familias en su oficina. Ellos tienen
bajo su alero las poblaciones de Agua Santa, Gómez Carreño y Achupallas.

En referencia a las organizaciones sociales se mantienen las Juntas de Vecinos,


pero éstas tienen poca participación de la comunidad, el organismo con mayor
fuerza sería la Unión Comunal de Juntas de Vecinos del sector de Achupallas, la
que entiende que su labor implica el acompañamiento con las sedes vecinales,
así como también la coordinación y comunicación con la municipalidad de la
localidad. En este caso, el centro no mantiene vínculo con la instancia vecinal
del sector, considerando además, que cercano al centro se encuentra tres
juntas de vecinos. Ahora bien, el entramado de organizaciones sociales está
compuesto también, por ONG como EKOSOL, clubes de Adulto Mayor, Clubes
de Madres, Clubes Deportivos), los cuales funcionan en su gran mayoría al
alero de una organización vecinal. Algunas organizaciones independientes de
las organizaciones vecinales son el Centro Cultural La Mandrágora ubicado en
Santa Julia (hoy principalmente dedicados al teatro); la Agrupación Padre
Hurtado que son un grupo de 13 mujeres de Achupallas que se reúnen
principalmente con fines recreativos para juntar fondos para a fin de año hacer
un paseo en conjunto y Grupo Fondo Esperanza que son aproximadamente
veinte comerciantes, formalizados y no formalizados, que se reúnen para pedir
ciertos montos de dinero a Fondo Esperanza, los cuales luego se devuelven con
un porcentaje más bajo del que piden en una casa comercial.
Pese a la gran cantidad de organizaciones de gestión vecinal existe en la
población un trabajo aislado entre ellas, lo cual se personaliza en figuras claves
del sector, que por su gran interés participativo mantiene vínculos con varias
organizaciones a la vez. Pese a ello, no existe una declaración formal entre las
organizaciones de realizar un trabajo conjunto en pos de la población y el
trabajo comunitarios que cada cual realiza. De esta forma, muchas de las
acciones que se realizan en la población quedan en el activismo organizacional
de las instituciones de base, en desmedro de actividades vinculadas y
articuladas entre ellas.

5. Descripción y análisis reflexivo de los datos.

La construcción de la plaza Juana Curihuinca, que se empezó a finales


del año 2013, a raíz de la práctica profesional de alumnos de psicología de la
Universidad de Valparaíso, hoy en día se constituye como una de las
principales acciones que está llevando a cabo la organización Arca junto a
algunas vecinas del sector, enmarcándose dentro de la línea de trabajo de
recuperación del espacio público en el territorio.
Esta plaza se encuentra en la calle Luis Ayala, una de las calles principales del
paradero 6 ½, que está perpendicular a Carlos Ibañez del Campo y el Camino
Internacional. Es una calle pequeña, de aproximadamente cuatro cuadras, en
donde se encuentran la mayoría de los almacenes del sector, almacenes que
se también se constituyen como uno de los principales lugares de encuentro
entre los vecinos cuando van a hacer sus compras cotidianas. Siempre se
puede escuchar en los almacenes alguna conversación acerca de la salud o de
la familia de alguien, mientras hacen las filas para comprar el pan.
Así, Arca ha estado realizando un trabajo constante y paulatino de
asociatividad entre los vecinos, principalmente con los de Luis Ayala, a través
de la construcción de esta plaza, que lleva el nombre la madre de la Sra Paty,
dueña de uno de los almacenes, y ex esposa de Don Pascual. Los vecinos
escogen el nombre de Juana Curihuinca para la plaza ya que se la identifica
como una mujer que trabajó activamente en la vida comunitaria del sector,
hasta antes de fallecer.
Al comienzo partieron trabajando en la plaza algunos miembros de la
organización junto a vecinos de la calle, y poco a poco éstos han mostrado
cada vez más interés en la construcción de la misma, ya que la identifican
como el único espacio público para la comunidad existente hoy en día: “acá no
hay otro espacio público: con los niños a la placita le decimos “el parque”.”
(Vecina, 2015)

Hoy son tres vecinas aledañas a la calle Luis Ayala las que están trabajando
activa y constantemente en el proyecto de la plaza. Una de ellas ha tomado un
rol protagónico en la construcción, utilizando sus conocimientos y habilidades
para idear y construir desde los cajones que se instalaron en las rejas para
guardar materiales que los niños ocupan en sus talleres, hasta juegos
complejos como son los balancines. Los vecinos perciben este como un trabajo
que se ha ido construyendo “a pulso”, con los recursos existentes, al comienzo
financiándose de manera autogestionada y luego, desde diciembre del 2014 a
través de un proyecto FOSIS que termina en unos pocos días más (en abril del
2015). La percepción de las otras personas del sector de que son sus mismas
vecinas, las mismas que ven en lo cotidiano, las que están trabajando en este
proyecto, provoca que haya una identificación con el trabajo, percibiendo éste
como un proyecto que se va intencionado en conjunto, del de a poco se van
sintiendo parte, lo que se puede observar en la disposición de los vecinos a
regalar materiales como pintura y cemento, y también en que han ido
aportando nuevas ideas, incluso llegando a ofrecerse para llevarlas a cabo: así
es como uno de los vecinos que confecciona rejas se ofreció para la
elaboración de un resbalín. De esta mera es el vecindario el que se va poco a
poco empoderando de un proyecto que reconocen común, generando al mismo
tiempo un vínculo afectivo con la plaza que se percibe en los mismos
comentarios de las personas mientras estamos trabajando o en las
conversaciones de los almacenes, en donde es común escuchar un “está
quedando linda la placita”, o un afectuoso “¿cómo están las pintoras?”. La
invitación a algunos niños a pintar la plaza también ha colaborado en este
proceso, promoviendo que niños y adultos trabajen en esta construcción, ya
que a través de la incorporación de los niños las familias también se sienten
parte el trabajo, llegando incluso algunas cuidadoras y cuidadores a pintar
también. De esta manera se va tejiendo poco a poco desde el comienzo de la
construcción, una red de trabajo participativo con los vecinos, en el cual han
pasado a ser creadores y responsables del mismo proyecto. Como expresa
Montero “La participación comunitaria tiene un efecto político en el sentido de
que forma ciudadanía y desarrolla y fortalece a la sociedad civil, a la vez que
aumenta la responsabilidad social.” (Montero, p. 230)

Para nadie es nuevo que la dictadura militar logró instalar el sistema


económico neoliberal que nos rige hoy en día a través de la de la Doctrina de
Seguirdad Nacional, como conjunto de estrategias tomadas desde Estados
Unidos entre las cuales se utilizaron la tortura y la desaparición de personas
que estaban luchaban por formas diferentes de gobierno y de hacer vida
política. A través de la DSN el miedo se comenzó a instalar como “el poder
detrás el poder”: miedo a organizarse, miedo a colectivizarse, al vecino, al
encuentro con el otro. Chile es un país profundamente herido por estas lógicas
dictatoriales, las cuales se han seguido profundizando durante la vuelta a la
democracia, a través de lo que algunos autores como Zuñiga (2011) en Rojas
(2011) llaman Doctrina de Seguridad Ciudadana, política desde la cual se
identifica como principal causa de la desconfianza de las relaciones sociales
actuales de nuestro país la ya famosa “batalla contra la delincuencia”, que se
potencia a través de estrategias de los medios de comunicación: la repetición,
magnificación y dramatización de hechos delictuales en los noticiarios, dejando
fuera e invisibilizando otros factores de inseguridad como son los factores
políticos, sociales, económicos, laborales, etc. Así las personas prefieren
construir sus vidas desde lo privado, porque en la televisión se promueve la
idea de que cuando se está más seguro es cuando se está al interior de la
casa, en los propios metros cuadrados, la idea de que es peligroso salir a la
calle y compartir con los vecinos. De esta manera los gobiernos post Dictadura
Militar han ido profundizando la lógica de la aplicación del miedo para
mantener el status quo social, conservando una especie de toque de queda
implícito, desarticulando la red comunitaria y la construcción de objetivos
comunes por parte de la población.
Así Chile se ha ido constituyendo como un país bastante pobre en organización
política barrial. Esto se ha vivido muy fuerte en la población de Achupallas, tal
como podemos observar en el trabajo de diagnóstico realizado por Ortiz (2014)
en el que se evidencia que la vida de los vecinos queda relegada al espacio
familiar, y que la participación en los asuntos del vecindario quedan reducidas
a la participación por mayores beneficios de la misma familia, ya sea para
obtener algún certificado, documento, etc. A la vez las instancias de
organización más formales como es la Junta de Vecinos constan de poca
participación por parte de los vecinos, además de que, desde una parte de
éstos, exista poca credibilidad hacia esta organización. También se nota cierta
postura clientelar y de falta de iniciativa en esta crítica, asumiendo y
naturalizando una lógica jerárquica de organización, desde la cual se espera
que las transformaciones vengan desde arriba, desde los representantes, hacia
abajo, los pobladores, como se puede ver en este extracto de entrevista
realizada a la dueña de uno de los almacenes del sector:
“…si hablamos de comunidad nos enfocamos directamente a la junta de
vecinos, como cabeza, pero la cabeza es un círculo cerrado, no se involucra
mucho a los vecinos, entonces siempre es como lo justo y preciso que están
haciendo no más (…) el foco de ellos no se nota que sea la vecindad… es un
círculo cerrado (…) es que depende de la cabeza, porque si la cabeza tiene
idea, tiene ganas… va a funcionar bien…” (Vecina, 2015)

Tanto desde diagnósticos anteriores de estudiantes en práctica en Arca, como


desde el diagnóstico que se realiza desde el consultorio, se visualiza una falta
de participación en la comunidad y un descanso en los dirigentes, que a la vez
no hacen rotación en sus puestos: “la gente no participa mucho, son los
mismos dirigentes desde hace 20 años los que siguen siendo dirigentes del
sector. La gente no se involucra mucho” (Trabajadora social consultorio, 2015)
Desde acá se vuelve interesante y necesario el trabajo de Arca en cuanto
rompe con las lógicas de organización que están tan instauradas en las
memorias del país, y en específico de Achupallas, las cuales ven como única
forma de organizarse a través de una estructura jerárquica, delegando el
poder de cambio y transformación en algún representante que ha sido
escogido a través de votación.
Hacer un trabajo horizontal y participativo con los vecinos se vuelve por lo
tanto fundamental, en donde se encuentran obstáculos que precisamente son
por los que hay que atravesar para llegar a un trabajo más consolidado desde
las bases, como la desconfianza que a veces surge desde los mismos vecinos
hacia el trabajo realizado por Arca, por no estar acostumbrados a esta forma
de trabajo en donde no hay una “cabeza” que esté dirigiendo las actividades y
la organización (Cuaderno de Campo, 2015). Esta desconfianza que se da por
parte de algunas personas es quizás la herencia de la misma dictadura hacia el
trabajo político comunitario, y por lo tanto es fundamental hacer un trabajo allí,
a través de la misma praxis cotidiana:
“[es necesario en el trabajo comunitario] un proceso de concientización,
que supone problematizar, a fin de que no se acepte como cotidiano,
normal y lógico lo que es excluyente, insatisfactorio e injusto;
desnaturalizar, por lo tanto aspectos naturalizados por efectos de hábitos
profundamente socializados, de la opresión, de la ideología y la alienación;
y desideologizar, en el sentido de romper con la hegemonía de las ideas
dominantes en formas de opresión social. Estos procesos continuarán a lo
largo de todo el trabajo comunitario” (Montero, 2004).

Principalmente la plaza es habitada por los niños del sector y sus madres,
las cuales a veces los llevan a jugar, otras veces los dejan jugando mientras
ellas van a comprar al almacén de la señora Paty, cuando no salen los niños
solos a jugar con sus amigos del sector. En general el barrio de Achupallas está
habitado durante los días de la semana por mujeres, que son las que
desempeñan los roles domésticos del hogar, mientras los hombres del sector
están trabajando fuera del hogar, y los ancianos en general habitan las casas y
algunos se reúnen en el grupo de la tercera edad de la Junta de Vecinos. Esto
ya fue descrito bastante bien en uno de los informes diagnósticos anteriores
que trabajó sobre la reproducción de roles tradicionales de género en
Achupallas, al que volveré en algunas ocasiones en este informe. Allí señala
Ravanal (2012)
“las mujeres señalan pasar gran parte del día en el hogar enfocadas en
el cuidado de los hijos y en la limpieza de la casa. De esta forma se hacen
cargo de la crianza y de la solvencia afectiva de la familia, mientras la
mayoría de los padres de familia están fuera del hogar trabajando para
mantener la casa.” (Ravanal, 2012)

También lo comenta la hija de la dueña de uno de los almacenes cercanos a la


plaza, quién dice que en el almacén se ven más mujeres que hombres, las
mujeres son las que van a conversar al negocio. Por un lado esto tiene que ver
con que el uso de los espacios en Achupallas está preestablecido por roles de
género, los hombres en general van a los clubes deportivos y las mujeres se
quedan en las casas o centros de madres (Ravanal, 2012), y también con que
al parecer hay una sensación de empoderamiento mayor de parte de las
mujeres del espacio público, al menos en el paradero 6 ½, en donde desde la
mirada de una de las vecinas “los hombres no aportan mucho, no se ven, son
más las mujeres. Cuando pasa algo, cuando hay que organizarse para algo,
siempre son las mujeres.” (Vecina, 2015)
Por el momento histórico que está viviendo la organización Arca, en
donde existe la sensación de les cuesta, por motivos de tiempo y
responsabilidades de cada cada miembro, articularse como un colectivo, y que
“no bastó definirse como un no Ekosol” para elaborar un trabajo en equipo más
cohesionado (Cuaderno de Campo Jornada de trabajo con Arca, 2015), por esta
sensación en la organización, creo interesante y potenciador trabajar de la
mano con las instancias que ya se han venido articulando desde su trabajo en
el territorio. Es decir, ante esta cierta sensación de difusión en el trabajo del
colectivo, veo necesario, para pensar este diagnóstico, tomar como tronco
común en el trabajo de recuperación del espacio público y asociatividad la
construcción de la plaza, para seguir potenciando y vitalizando este trabajo
que se ha constituido como central en la articulación de Arca con el territorio,
intentado fortalecer las redes que ya se han estado tejiendo alrededor de ésta,
trabajando en una instancia con las mujeres que circundan la plaza mayoría del
tiempo y generar otra instancia de trabajo con los niños que la ocupan. Por
estas mismas razones fue que descarté articular mi diagnóstico e intervención
desde el espacio del consultorio, donde se me había interés y se me ofreció
realizar un trabajo desde allí, pero que resultaba de cierta manera anexo al
trabajo que ya ha venido articulando la organización y no permitiría seguir
fortaleciendo los vínculos de ésta con el territorio.

Diagnóstico mujeres: Alto nivel de aislamiento objetivo y


subjetivo de mujeres en Achupallas.
Fuerte arraigo de roles de género tradicionales en la población.
Achupallas, como ya mencioné anteriormente, es una población que
durante los días de semana principalmente se pueden observar mujeres
habitándola y desarrollando sus actividades diarias. Esto porque son las
mujeres quienes históricamente han realizado las labores domésticas no solo
en esta población de la ciudad de Viña del Mar si no a nivel global: se nos ha
inculcado la idea desde pequeñas de que hay trabajos, labores que son para
hombres y trabajos y labores que son para mujeres, solo que la mayoría de las
veces se invisibiliza que estos últimos constituyen realmente un trabajo y se
asume como una condición natural del “ser mujer”. Es así como se asume que
hay formas de estar en el mundo que se corresponden con cada sexo, roles
preestablecidos que nos moldean antes de venir al mundo, desde los
imaginarios sociales de las culturas y familias en las cuales nacemos. Ravanal
(2012) a través de su diagnóstico nos da luces que nos permiten entender que
a pesar de que hoy se asume que existe mayor posibilidad de parte de las
mujeres para acceder a puestos de trabajo que antes eran solo realizadas por
hombres, estas nuevas flexibilidades no se viven de igual manera en los
distintos estratos sociales. En estratos socioeconómicos más altos se puede ver
un mayor acceso de las mujeres a cargos que se asumen de gran importancia,
como son las altas jerarquías de ciertas empresas.
En poblaciones más empobrecidas socioeconónicamente como es
Achupallas, los roles no se han transformado en demasía. Según los datos
recabados por Ortiz (2014) la mayor parte de los pobladores de este sector se
encuentra empleado en trabajos no calificados, el resto se distribuye en
Oficiales, Operarios y Artesanos de artes mecánicas y otros oficios, y
Trabajadores de otros servicios y Vendedores de Comercio y Mercado. Los
profesionales en el sector son un número bastante bajo, 456 personas de las
13.402 personas activas económicamente. En su mayoría, quienes salen a
trabajar son los hombres, quienes llevan el sustento económico a los hogares,
y las mujeres se desempeñan en labores del hogar, como el aseo, cuidado y
mantenimiento de la casa y la crianza de los niños. En su mayoría las mujeres
no tienen otro trabajo además del mantenimiento del hogar y la crianza, por un
lado porque no existen los recursos económicos como para contratar a una
trabajadora de casa particular para que realice estas labores, y por otro lado
porque desde esta subjetivación que existe desde temprana edad de que se
debe ser “una buena mujer”, lo que muchas veces se traduce en “ser una
buena madre”, “las mujeres que por crisis económicas, se han visto obligadas
a salir del hogar, llegan incluso a sentir culpa por creer que están abandonando
a sus niños” (Ravanal, 2015). De esta manera los roles de género rígidos y
tradicionales son naturalizados en la población, tal como se puede ver en el
siguiente extracto de entrevista realizada a una de las vecinas: “los hombres
salen a trabajar, el padre es un proveedor. Las mujeres somos dueñas de casa,
yo cuido la casa, las reglas con los niños las pongo yo. Para opinar hay que
estar ahí.” (Vecina, 2015).
En este discurso se puede vislumbrar por una parte que esta posición en
la que queda la mujer genera, en muchas de ellas, una emocionalidad de rabia
y resentimiento implícito y muchas veces reprimido, por tener que asumir un
rol en el que ellas no pueden seguir desarrollando su individualidad, y en el que
de pronto se ven definidas en un papel, una manera de ser y estar rígidas. Por
otra parte se percibe que al ser relegadas al espacio del hogar y lo privado,
como su lugar de acción, muchas intentan reafirmarse a través su papel de
cuidadoras y madres ya que es el rol en el que tienen mayor injerencia. Es
decir, al ser desplazadas de otros papeles, roles o incluso otras formas de
desempeñar éstos mismos, hay un movimiento hacia la autoafirmación de la
mujer doméstica ya que, al no reconocer el mismo desplazamiento como el
origen de innumerables malestares subjetivos en las mujeres, se intenta
remediar este mismo malestar y sensación de desempodermiento ante la vida,
asumiendo este papel como el único posible, un espacio en el que las “reglas
las pongo yo”, como el lugar en el que puedo encontrar reconocimiento y
autoafirmación.
Desde acá podemos entender la aparente comodidad que existe de
parte de un grupo de mujeres de la población con estos papeles que mantienen
a las mujeres en un lugar de subordinación y que a un nivel más macro,
reproducen un sistema patriarcal. Cuando se les pregunta a las mujeres del
Centro de Madres cómo es ser mujer en Achupallas una de ellas responde: “Yo
pienso que como en todas partes, en todos los cerros, en todas las comunas…
ser dueñas de casa, preocuparse de su marido, si tiene niño uno ve los niños…
eso es todo, los nietos… preocuparse de la casa.” (Centro de madres, 2015).
El Centro de Madres se presenta como el único lugar de encuentro que
permite a las mujeres del sector salir de la rutina diaria, allí algunas mujeres,
sobre todo de la tercera edad, se juntan a conversar, hacer tejido, manicura,
pintura, sábanas, cortinas, etc. Es un lugar bastante apreciado por ellas: “uno
cuando no viene los días lunes echa de menos aquí, se acostumbra con la
señoras a conversar. Pero nos sentimos bien en el centro porque estamos
acostumbras ya…” (Centro de madres, 2015).
Este lugar les permite sentirse acompañadas, lo cual es muy importante
para ellas, más no llega problematizar el lugar que ocupan las mujeres en la
comunidad, y más bien tiende a reproducir prácticas que históricamente se
han puesto como femeninas (tejido, manicura, etc), y perpetúa el rol de
cuidado por el otro que muchas veces cae en la imagen de mujer abnegada
que posterga su bienestar y desarrollo personal en pos del bienestar ajeno. No
quiero caer en una desvalorización de este espacio que es un espacio de
esparcimiento muy importante para las mujeres del sector hoy en día, pero sí
recalcar que no es un espacio de transformación de la división de roles de
género tan marcada en la población, si no que se convierte más bien en
precisamente un alivio de toda la rutina que las aqueja. Se puede ver también
que hay un discurso predominante en el centro de madres, hegemónico si se
quiere, de sentirse a gusto con estas labores realizadas, discurso que
invisibiliza el malestar de parte de algunas de ellas, que por el tono de voz y la
postura corporal con que se expresaban se podía notar que no eran parte del
discurso “oficial” del Centro de Madres. Esto se puede ver en el extracto de
una conversación en el grupo: “Uno tiene una rutina pero uno la hace feliz,
porque uno se siente útil, feliz” dice una de ellas, y otra mucho más bajito, casi
inaudible comenta “bueno a veces uno también se aburre… todos los días lo
mismo, hacer el almuerzo es una rutina, hay que tener un relajo…” (Centro de
madres, 2015). Así se naturaliza el cansancio y las sobre exigencias porque es
“lo que hay que hacer” y porque no se reconocen las labores domésticas como
un trabajo. Tal como explica la escritora y activista feminista italiana Silvia
Federici (2014) en una entrevista, el trabajo reproductivo y doméstico, el que
la mayoría de las mujeres realiza, es ignorado, y este trabajo es la base de un
sistema de explotación, porque es de esta manera que se siguen
reproduciendo los trabajadores. Este trabajo, argumenta, no se realiza por
amor, como la mayoría de las veces se cree, sino que es un trabajo para
producir trabajadores para el capital. Si este trabajo se detuviera, el sistema
no podría seguir funcionando de la manera que lo hace hoy en día, se pararía
trabajo. Por eso este sistema capitalista y patriarcal devalúa este trabajo para
poder sobrevivir “¿por qué ese trabajo no está pagado si mantiene nuestras
vidas en marcha? La corriente de la que yo provengo vimos que si el
capitalismo tuviera que pagar por este trabajo no podría seguir acumulando
bienes. Y al menos que lidiemos con este asunto no produciremos ningún
cambio en ningún otra plano.” (Federici, 2014)

Mujer como sujeta válida a través del trabajo para otros.

La fuerte socialización en la que las mujeres de Achupallas van


configurándose como sujetas que deben estar a cargo de la crianza y de las
labores domésticas, se aloja profundo en los inconscientes de todas. Es desde
ahí que el sistema capitalista y patriarcal se puede reproducir, ya que a través
de la internalización de valores que nos son ajenos, pero que nos han enseñado
desde pequeñas, somos nosotras mismas las que contribuimos a la
perpetuación de nuestra situación de subordinación y desigualdad respecto a
los hombres en la sociedad. La antropóloga social Mari Luz Esteban (2008)
pone énfasis en que es necesario examinar no solo las condiciones externas de
dicha desigualdad, sino que también “profundizar en cuáles son las condiciones
internas que a la vez que potencian la hegemonía masculina favorecen la
subordinación de las mujeres” (Esteban, 2008). El modo en que “está anclada
la dominación en el corazón de los dominados” es un tema fundamental, ya
que la culpabilizarción de que nos hablaba el diagnóstico de Ravanal, es un
mecanismo de dominación muy arraigado en nuestra cultura, culpabilización
de no ser aquello que “debería ser”, de no cumplir con ese modelo que
“debería cumplir”. De esta manera es necesario tener una mirada
micropolítica que nos permita comprender que la transformación pasa por la
percepción y valoración que tengan las mujeres de ellas mismas, y de sus
prácticas cotidianas en la familia y el barrio.

La identidad de las mujeres se construye en torno a la adscripción al poder


afectivo y emocional. Se potencia la idea a través de la socialización desde
pequeñas, de que son las mujeres las que tienen el “don” de cuidar al otro en
todo momento, siendo siempre buenas madres, buenas amigas, buenas
consejeras. Miller en Esteban (2008) dice que esta es una afiliación servil en la
medida en que el interés de las mujeres no se conciba en su propio
autodescubrimiento y la conquista de su propia autonomía, sino que es un
constante descubrimiento de las necesidades del otro y atención a otro. El
sentido de identidad femenino tradicionalmente se construye en torno al
concepto de “yo en relación”, a través del cual garantizan el amor que reciben
del otro. El yo en relación se basa en la necesidad básica de ser querida, la
angustia por no serlo y la dificultad para aceparlo, constituyéndose esto último
una de las mayores dificultades para articular un cambio en la percepción de sí
mismas y en las relaciones, como se pudo en parte, observar en las
conversaciones en el Centro de Madres.

En general las mujeres de la población renuncian a sus deseos y proyectos


personales en pos de formar una familia y pareja, en la cual la mujer adopta
un rol al servicio de los hijos, del esposo y en varios casos, al ser este sector
de Achupallas un territorio con alta población de adultos mayores, de cuidado
de sus padres. A pesar de que he podido conocer a algunas mujeres que han
desarrollado algunas potencialidades como hacer carpintería y conocimiento
de plantas medicinales, en general estos saberes quedan relegados con mucho
a un ámbito de hobby y no se han llegado a convertir aún en pilares
importantes de su vida ni en posibles fuentes de trabajo que permitan mayor
autonomía en ellas.

Esta lógica de validarse en relación al trabajo para el otro se puede


observar en la siguiente frase:

“El inicio de esto [del Centro de Madres] fue la ayuda a los vecinos,
por ejemplo un vecino que estaba enfermo, hacíamos canastas
familiares y recolectábamos dinero. Ahora de repente cuando hay
necesidades se sigue haciendo, de vez en cuando… tratamos de
colaborar con un granito de arena aunque sea. Estamos con los
vecinos que necesitan de nosotras. Si en parte somos necesarias
somos importantes. Yo al menos a veces no conozco a las personas
pero igual coopero.” (Centro de madres, 2015)
Así esta aparente abnegación de los propios deseos es implícitamente una
estrategia inconsciente de volverse útil, necesitada e importante para un otro
que es investido con el poder de validar y afirmarnos como personas. Subyace
a esto una identidad que históricamente se ha transmitido de mujer frágil e
impotente, en donde en las familias la niña “observando lo que ocurre entre el
padre y la madre, aprenderá sobre los “peligros” y los conflictos que aparecen
en las mujeres cuando quieren organizar su vida atendiendo a los deseos
propios, valorando las relaciones de pareja como el lugar legitimado para
cubrir sus necesidades afectivas.” (Esteban, 2008).

Uno de los relatos que reiteradamente me he encontrado en las mujeres


de Achupallas es el de estar sobre exigidas sobre todo durante los días de
semana haciendo el aseo de la casa, lavando la ropa y preparando las
comidas. Cuando en el Centro de Madres les pregunto cuáles son las labores
realizadas por los hombres en Achupallas una de ellas dice casi en un susurro
“ojalá fuera uno hombre para puro llegar a sentarse y ver tele”, y se sobrepone
otra con voz más fuerte y oíble para todos “hay que tener en cuenta de que
muchos de los hombres llegan a la casa de un trabajo muy pesado, entonces
la mayoría tiene trabajos muy pesados” (Centro de Madre, 2015). Se puede
observar una subvaloración del propio trabajo en relación con el trabajo
realizado por el hombre que sale de la casa para ser el proveedor económico
del hogar. La idea de que hay que estar para el hombre, hay que ser para
el hombre, porque él es el que está haciendo las labores pesadas, y el
cansancio y agotamiento de las mujeres no es tanto en comparación con el de
él, está sumamente relacionada con la postergación de sí mismas.

También pude observar con curiosidad cómo el hombre ocupa un papel


central en el humor de algunas de ellas mientras estábamos construyendo la
plaza. En alguna ocasión me tocó hablar por teléfono con un hombre luego de
que una de ellas hablara con él y ella me entregó el teléfono diciendo “ya no
me quiere, ahora te quiere a ti” (Cuaderno de campo, 2015). Este hecho que
podría parecer trivial creo que refleja la actitud en la que se nos ha educado a
través de películas, canciones y ejemplos, en donde se nos presenta a los
hombres como el propósito de nuestra existencia, educación mediante la cual
adquirimos el hábito de pensar, sentir, vestirnos y actuar para gustar a los
hombres. Es por eso que comparto la idea planteada por Esteban (2008) en la
cual plantea que la mujer debe construirse como sujeto, autónoma y libre, y
que esto requiere necesariamente de desalojar el lugar que ha ocupado
históricamente el hombre en su psiquis, lo cual requiere realmente de un
trabajo, pues a se nos ha transmitido esta creencia no solo a través de
nuestras familias, sino a través de una cultura completa que mediante el
sentido común moldea nuestros deseos. El hombre, dice ella, debe dejar de ser
quien avale la identidad de la mujer, de quien ella dependa económicamente,
su ministro de relaciones exteriores y quién legitime los deseos de la mujer.
“En cada uno de estos lugares debe situarse la propia mujer” (Esteban, 2008)
Achupallas es una población en donde la mayoría de las personas son
propietarias de sus casas, esto porque, a diferencia de otros sectores como en
Santa Julia, en donde la mayoría son arrendatarios que van rotando, acá gran
parte de la población son adultos mayores que llegaron desde los comienzos a
poblar el sector, y hoy en día viven con sus familias extensas. Hoy muchos de
ellos se encuentran enfermos y postrados en sus casas sin la posibilidad de
movilizarse, siendo las mujeres de las familias las que se han hecho cargo de
su cuidado, lo cual es vivido como una carga emocional y una demanda de
tiempo muy grande por muchas de ellas: “ahora tengo que cuidar a mi padre,
para mí es una cárcel. La entretención mía es ir a comprar donde la señora
Paty” (Vecina, 2015). Este es otro rol en el que las mujeres de la población
tienen que desempeñarse como cuidadoras, esta vez como cuidadoras de
sus padres y madres, lo cual también es vivido como rutinario y agotador.

Crianza vivida de manera aislada.

Como ya dije, hoy en día las familias en Achupallas suelen ser extensas.
Muchas familias tienen adultos mayores de las primeras generaciones que
llegaron a poblar el sector, y allí se han ido asentando. Hoy es común ver que
en cada terreno coexistan generaciones diferentes o que entre generaciones
de la misma familia sean vecinos porque se han ido dividiendo los terrenos de
los abuelos y abuelas. Un fenómeno particular que se ha ido dando, es que las
familias suelen generar “clanes”, formando redes más bien cerradas que
comparten entre ellas, relegando a segundo plano otras posibilidades de
asociatividad y reunión comunitarias barriales. Así lo comenta el psicólogo del
consultorio, quien dice que es difícil para ellos convocar a espacios de
encuentro entre los vecinos, ya que ha sido un tema la poca participación de
ellos en los talleres o espacios de reunión que han generado: “entonces cuando
tú les dices mira este es un grupo, vas a conocer a otras personas, dicen… ah
no, todos te dicen lo mismo, no es que yo no soy de amigos y yo no… con mi
familia no más, entonces ese es un tema microcultural del sector acá donde
estamos”(Psicólogo del Consultorio, 2015).
De esta manera, tal como ocurre en el resto del país sobre todo posterior
al proceso de la dictadura militar, hay una demarcación muy fuerte entre lo
externo y lo interno, lo público y lo privado, quedando en general las personas
sujetas a al ámbito de lo privado, prefiriendo desarrollar sus vidas “a puertas
cerradas”, en donde la idea de compartir espacios comunitarios se va
diluyendo y “mi” familia se vuelve el eje central en torno al cual se van
estructurando las vidas. Las mujeres, mientras los hombres salen a su trabajos
y los niños van a la escuela, son las que en el sector del paradero 6 ½ de
Achupallas pasan más tiempo en la casa, junto a las personas de tercera edad,
a quienes muchas veces deben cuidar. Ellas son quienes más viven las
consecuencias de este repliegue de las vidas hacia lo privado, ya que ellas
“son para la familia”. Así, es común ver en su discurso que la vida cotidiana
está cargada de una sensación de aburrimiento y agotamiento al tener que
estar al cuidado de otros. Además, todo esto es percibido desde una sensación
de soledad, muchas de ellas se relatan como personas solas, sin amigos. El eje
central en torno al cual se organiza la vida de muchas de ellas es el ser
madres, más allá incluso del ser madre de sus propios hijos, ya que
posteriormente varias cumplen el mismo rol con sus nietos. Ser madre bajo el
prisma de nuestra sociedad en donde la familia nuclear es uno de los ejes
estructurarles de ésta, significa, sobre todo en poblaciones más vulneradas
como es Achupallas, vivir todas las preguntas, cuestionamientos, dilemas,
problemáticas que se dan en torno a la maternidad, de manera aislada, sobre
todo en contextos de poblaciones más empobrecidas como es este. No existen
en Achupallas muchos espacios en los cuales las mujeres puedan compartir sus
experiencias respecto a la maternidad, y los que se presentan en el consultorio
son vividos como poco satisfactorios, ya que están dirigidos más a las mujeres
embarazadas y no para las mujeres que ya han dado a luz. Además aún
aunque así fuera, es importante recalcar que no existe el clima de confianza
necesario para poder compartir estos dilemas, cuestionamientos o preguntas,
confianza que es muy importante para percibir que se está siendo acogida a
través de una escucha empática y comprensiva: una de las madres con la que
conversé, me dice que allí en el barrio ella tiene la percepción que todos
hablan de ser madre, ya sea si eres joven o vieja. Le pregunto a qué se refiere
con eso, y me dice que se critica ya sea por ser madre muy joven o porque “ya
no estás en edad de serlo”. Además, cuando conversábamos con otra de las
vecinas respecto a la posibilidad de juntarnos en alguna ocasión a conversar
con otras mujeres, ella me responde que cree que sería difícil, que allí todas
son más bien “buenas para la talla”, que se molestaban entre ellas, que sería
difícil juntarse a hablar algo en serio. Esto por un lado me hace pensar en la
dificultad de plantear espacios de encuentro y escucha empática fuera de la
institucionalidad del consultorio, ya que al parecer es fuerte la necesidad de
que haya alguna autoridad o alguien “de capa blanca” que de la sensación de
que ese es un espacio en el cual se pueden hablar “cosas importantes”. Por
otro lado pienso que el ambiente en el barrio, si bien existe la confianza en el
vecino de saber que va a velar por la seguridad de los hijos de otra familia
cuando están jugando en la plaza o en la calle, aún no pasa a ser una confianza
en el sentido de una escucha empática entre ellas, las que más habitan el
barrio, y creo que es una tarea pendiente importante. Me he encontrado con
varios relatos que son chismes entre una vecina y otra, muchos bajo la lógica
de que “si ella está sola es porque se lo buscó”, o de especies de alianzas entre
algunas vecinas que chismean de otras. Creo que del cahuín de la lengua
española es necesario pasar al significado original de la palabra en
mapudungún kawin, la cual refiere a espacios de encuentro entre los miembros
de una comunidad con otro.
La maternidad vivida bajo la lógica individualista genera que se creen
estos ideales de la madre perfecta, la que da todo por sus hijos llegado a
quedar sin energías y la que intenta ser la mejor. Creo que bajo esta lógica
hay una idea de competencia que se nos introduce desde pequeños por todas
partes, sobre todo desde la educación formal, la cual incuso se implanta y
distorsiona las maneras que se tienen de amar y de vivir la maternidad, en
donde se debilita el espacio de una comunidad que acoge, escucha y
comprende a las madres primerizas frente a ciertas dudas que son naturales, y
hay una tendencia a vernos como individuos intentando cada uno por su parte
ser los mejores, viendo estas dudas o cuestionamientos como problemáticas.
Hablando con una de las vecinas de 19 años que es recientemente madre, me
comentaba que muchas de las preguntas que tenía respecto a la maternidad
las iba respondiendo a través de internet, ya que no se han creado otras
instancias que sirvan para compartir los conocimientos ya sea entre las
diferentes generaciones de madres, como de acompañamiento entre las
mujeres jóvenes que están comenzando el proceso de la maternidad.

Sensación de inseguridad instalada en Achupallas.

En el sector de Achupallas es común que cuando se pregunta por los


jóvenes del sector se hable de estos como una laguna, como un grupo del que
la comunidad no sabe cuáles son sus prácticas, para qué se juntan. En general
se tiende a asociar la adolescencia, los grupos de jóvenes que se juntan en las
esquinas, con la delincuencia del sector y con el tráfico de drogas. De esta
manera gran parte de la desconfianza generalizada del sector respecto al
espacio público, es una desconfianza hacia los jóvenes del sector. El espacio
público es visto por algunos vecinos como un lugar en el que antes, en épocas
de generaciones pasadas, los niños se podían juntar con más confianza a jugar,
pero que hoy ha cambiado, que ha habido mucho desorden y por lo tanto es un
lugar peligroso. Muchas mujeres prefieren no dejar salir a jugar a sus hijos en
el barrio, ya que lo ven como un lugar en donde pueden adquirir malas
prácticas y costumbres.
Vecina: “Hay mucha delincuencia ahora, no es como los niños que
habían antes, hay que andar con cuidado, por un cigarro te pueden hasta
matar. Yo al menos tengo mi nieta y no la dejo salir… O se la roban
también.” Pregunto si es que ha pasado eso. Vecina: “Si, cuantas veces lo
han mostrado en la tele, o sea acá no pero… uno de tanto escuchar
noticias, se queda con miedo, que hay que cuidar a nuestros propios
chicos…” (Cuaderno de Campo, 2015)
Entonces volvemos a las reflexiones del comienzo, de cómo las políticas
de Seguridad Ciudadana controlan a través del miedo a la ciudadanía, porque
más allá de que sí ocurran determinados hechos delictuales, la sensación de
miedo, inseguridad y desconfianza en los vecinos se transmite principalmente a
través de los medios de comunicación.

En particular los vecinos de la calle Luis Ayala hacen la diferencia de su


paradero con otros. Describen ésta como una calle tranquila en la que existe la
confianza de que siempre hay gente mirando y cuidando de los niños que están
jugando en la calle o en la plazuela. Aun así reconocen que la facilidad de salir a
la hora que quieran solo la tienen los que son conocidos en el sector, lo que les
permite moverse con más confianza.

Como se dijo anteriormente, el trabajo de la construcción de la plaza se


presenta hoy como un espacio en el que se está empezando a generar más
asociatividad entre algunos los vecinos, lo cual es un buen terreno para
empezar a hacer trabajos más profundos de construcción de redes y vida
vecinal como unidad, más allá de los diferentes grupos que se reúnen por
separado por diferentes fines. Para las mujeres esto podría ser de vital
importancia en como vivencian sus labores, ya que podrían encontrarse y crear
espacios que les permitieran tomar conciencia de que sus vivencias subjetivas
son muy similares a las de sus otras vecinas, y del espacio privado de la casa se
podrían comenzar a abrir a espacios comunitarios que les diera acceso a
distintas formas de entenderse, sentirse y narrarse.

Todos estos factores descritos anteriormente: el fuerte arraigo de roles de


género tradicionales que provocan que el principal trabajo que cumplan las
mujeres sea el doméstico y de crianza, lo cual significa una alta demanda de
tiempo y exigencia emocional; la crianza vivida como un proceso aislado de
otras mujeres que ya la hayan vivido o que estén actualmente en el proceso de
ser madres y la poca sensación de seguridad en el barrio que provoca un
repliegue al espacio privado de las familias, todo esto, tiene como
consecuencia un alto nivel de aislamiento objetivo y subjetivo en las
mujeres de Achupallas. Como ya ha sido dicho, cada una vive para sus
adentros toda la carga que significan estas labores, muchas veces
menospreciando el cansancio y agotamiento generado por considerarlo menos
pesado que el trabajo realizado por los hombres y por la alta demanda de la
sociedad que exige a las mujeres estar siempre al cuidado de otros. Desde el
consultorio también se puede observar que en los factores psicosociales de
riesgo que se registran al ingreso de una persona a este sistema, casi siempre
las mujeres describen sentirse sin redes y sin amigos, es un discurso muy
marcado en la población. También me encontré con varias vecinas la distinción
entre el contacto de vecinos, el cual sí establecían, pero que no llegaba a ser
un contacto que ellas pudieran describir como de amistad.
Esta situación afecta tanto a la vida de barrio en su globalidad como
también a cada mujer en su subjetividad, ya que tal como expresa el
fundamento de los Círculos de Escucha creados por Adalberto Barreto en Brasil,
si callamos los dolores el cuerpo éste los expresa a través de síntomas, si los
hablamos y somos escuchados el cuerpo empieza a sanar.
Por tanto son quizás innumerables las consecuencias del aislamiento
objetivo y subjetivo en las mujeres del sector. Éstos van desde los bajos niveles
de participación en los espacios comunitarios, pasando por el alto porcentaje
de mujeres que consultan por depresión y estrés en el consultorio, el alto
índice de mujeres medicadas para paliar los efectos de vivirse en soledad,
hasta una pérdida de los saberes populares de las mujeres de la comunidad, ya
que entre ellas no hay espacio para compartirlos. Incluso podríamos llegar a
pensar de que el alto índice de embarazo adolescente es consecuencia de esta
problemática, por un lado porque no hay información ni espacios para que esta
se transmita entre las mismas mujeres sus propios conocimientos y
experiencias vitales, y por otro lado porque ser madre es lo que en muchos
casos le da sentido a la existencia de las mujeres, más que como la experiencia
enriquecedora que de seguro puede llegar ser la maternidad, como un velo
ante la vivencia de la soledad y como una reproducción del ser para otros.
Diagnóstico niños: poca apropiación del espacio público de parte
de los niños del sector de Achupallas.

En general hay poca noción de los niños del sector del paradero 6
½ de Achupallas de estar formando parte de una comunidad barrial,
quizás porque precisamente el mismo barrio no se entienda a sí mismo como
un grupo barrial, con un conjunto de valores compartidos de manera colectiva
ni con un “complejo simbolico-cultural” como llama Blanco García (2013), que
los defina, y en cierta media, cohesione. Aun así esta noción va a estar sujeta a
la experiencia subjetiva de cada niño y no para todos esta noción de
pertenencia será vivida de la misma manera, ya que las experiencias
personales de cada uno de ellos es diferente tanto por la ubicación que ocupa
su familia en el territorio como por la percepción que tenga su familia del barrio
y la implicación que esta tenga en las actividades que se realizan en la
comunidad. De esta manera podemos ver que por ejemplo los niños que viven
en casas aledañas a Luis Ayala en general encuentran un espacio común en la
plaza que les permite tener mayores encuentros con sus vecinos y a través de
esta interacción tener la percepción de que pertenecen a una red barrial. Por
otro lado hay niños que la mayor parte del tiempo lo pasan en sus casas, no
tienen interacción con otros niños del sector y algunos no han conocido aún la
plaza Juana Curihuinca – que se constituye como el único espacio público para
la comunidad hoy - a pesar de que viven a pocos minutos de ella.
Aun cuando los niños tengan interacción con otros coetáneos de la
comunidad que les permita tener una noción de formar parte de redes locales,
aun así esta es una de las formas más flexibles y líquidas que menciona Blanco
García (2013) de sentirse perteneciente a cierto grupo social, ya que las redes
sociales son variables, se crean y actualizan cada vez por los individuos y “no
existen a priori ni requieren contigüidad espacial” (Blanco García, 2013). Desde
este autor las representaciones sociales compartidas permiten generar
pertenencia a una comunidad, representaciones compartidas que permiten
configurar una identidad grupal a través de la cual se pueden establecer
relaciones más relajadas y satisfactorias que surgen a partir de desenvolverse
en un ambiente que da la confianza de la validez de nuestros criterios al ser
estos discutidos y compartidos. En general en torno al barrio existen pocas
representaciones sociales positivas. Con esto me refiero a que en general
cuando se habla del barrio, las representaciones tienen que ver con que es un
lugar peligroso, asociado con la delincuencia y el tráfico de drogas, viéndose
mermadas otras posibles representaciones que den cuenta de la vida e historia
del barrio. En vez de cultivar el interés de transformar esta situación, en
general la tendencia es a irse hacia el ámbito de lo privado y de la familia,
lugar que se considera más seguro, protegido. Así se sigue en la lógica de
crianza aislada de la que hablaba anteriormente, que en vuelve muy marcados
los límites entre lo externo y lo interno, entre lo público y lo privado: afuera de
la casa se considera como un espacio en el que los niños van a jugar con otros
niños, a pasarlo bien, y es dentro de la casa donde los niños aprenden las
normas y las reglas, en donde adquieren los valores que les permitirán
desenvolverse en mundo. En la casa se hacen las tareas y afuera solo se puede
ir a divertirse cuando estas se terminan, perdiéndose el valor educativo del
juego, la organización en el barrio y la entretención. La crianza se vuelve tarea
exclusiva de las familias, teniendo esta la responsabilidad de proteger al niño
de las influencias externas del barrio. Se considera que el principal criterio
para poder decir que no a influjos negativos del ambiente son los valores que
se aprenden en la familia, y en general se tiende a ver el ambiente exterior
como peligroso o que puede llevar a actitudes poco beneficiosas. Así el barrio
ha ido perdiendo el poder de educar en comunidad como un ambiente seguro
en el cual los niños se puedan desenvolver, y más bien tiende percibirse como
un espacio con fines puramente recreativos.
Así es como uno de los jóvenes con los que conversé me comenta que hoy en
día la vida de barrio se ha ido perdiendo en Achupallas y que por eso cuando él
creció dejó de hacer su vida en el sector. Casi todos sus amigos se los hizo en
Valparaíso en donde aprendió malabares, ya que acá, el espacio público no se
presenta para eso:
“Plazas hay poquísimas [en Achupallas]… falta una plaza gigante…
me gustan las plazas… es un ambiente que está fuera de tu mundo, para
aislarte, y al mismo tiempo te encontrai con más gente que piensa lo
mismo, ahí no sé malabareai o conversas…” (Vecino, 2015)

Muy relacionado con lo anterior es importante evidenciar que en general existe


poco arraigo y vinculación afectiva de los niños con el territorio. En
general existe poco enraizamiento de parte de los niños con el barrio, en gran
medida porque tampoco existe esta relación con el barrio en sus familias. Es
fuerte el olvido de la historia local de la población desde sus comienzos. Desde
el diagnóstico de Anibal Carrasco (2012) podemos entender la historia local
como una respuesta crítica a la historiografía oficial, la cual pretende una
mirada objetiva de la historia y está sometida a la perspectiva de grupos
hegemónicos. Para ello la historia local rescata las voces de los propios actores
de una localidad dada, es una historia escrita “desde abajo”, no solo de las
personas relacionadas con los grupos de poder de ciertas sociedades. Esta
historia que rescata las particularidades de cada localidad se ha ido perdiendo
en Achupallas, en la medida en que las poblaciones también han ido perdiendo
un vínculo significativo con sus territorios a nivel nacional. En Achupallas, a
pesar de ser una población que tiene alta cantidad de adultos mayores que
fueron de los primeros en llegar a habitar el sector, hay una baja transmisión
de estas historias hacia las nuevas generaciones. Cuando se les pregunta a los
niños por la historia del sector dicen no conocerla, a pesar de tener curiosidad
de saber más sobre ella. Creo que este es uno de los factores fundamentales
en que exista poco arraigo afectivo con el territorio, ya que el conocimiento de
la historia local permite reconocerse como parte de un entramado más antiguo,
con sueños que alguna vez fueron compartidos, y también, al recordar el
origen que trajo a las familias a vivir a este lugar, vivirse como posibles
protagonistas de esta historia, en cuanto se entiende que la historia local está
siempre resignificándose y transformándose de acuerdo a los contextos y
actores actuales.

El poco arraigo afectivo también es fomentado por la desconfianza en el


barrio del que ya he hablado, ya que esto vuelve más difícil el cambio hacia
una relación más amorosa con el barrio, en cuanto entre los vecinos no existe
todavía una red cohesionada de confianzas. Así, se vuelven necesarias, de
querer realizar este cambio, la organización como comunidad barrial más allá
de las diferencias entre grupos particulares.

En suma, la poca noción de los niños de estar formando parte de un


barrio y el poco arraigo afectivo de éstos con el barrio genera que haya poca
apropiación de parte ellos del espacio público del sector. La apropiación
desde Blanco García (2013) es un concepto complejo que tiene que ver con
aquel conocimiento que permite seleccionar, organizar información, asignar
identidad, interpretar la realidad, orientar las conductas y relaciones sociales,
generar realidad e interpretar las novedades que van apareciendo en los
diferentes contextos. La apropiación a la vez que permitir leer y aprehender
determinado contexto haciéndolo propio, también permite actuar sobre este
contexto, empoderándome a cambiarlo y habitarlo. Es un concepto que está
íntimamente relacionado con la identidad social, la cual a través del sentido de
pertenencia a un lugar, el sentido evaluativo de cierto grupo (positivo o
negativo) y la emocionalidad establecida a cierto grupo, irán construyendo la
imagen del “Yo” en relación al grupo.

Así la apropiación del barrio permite junto con la identidad barrial un


autoreconocimiento como sujetos en relación al territorio habitado y un
reconocimiento entre los miembros del barrio. Que los niños se sientan más
apropiados de su barrio es relevante porque les permite ir conociendo e
interpretando la realidad del sector de acuerdo a un marco más amplio, y
también porque les permite ir construyendo su propia subjetividad en bases
más sólidas, vinculados activamente con el territorio en el cual viven, teniendo
un campo de experiencias más amplio al cual acudir, y una vinculación con una
red más amplia que solo la de la familia nuclear.

Hoy en día en Achupallas, desde el Consultorio, se considera que el niño


se invisibiliza “como que no fuera una persona, (…) está muy puesta la
indiferencia frente al niño, esa es la palabra: indiferencia, de cosas básicas y
muy cotidianas…” (Trabajadora Social Consultorio, 2015). De esta manera se le
tiende ver más con un sujeto pasivo, no como un actor social válido con una
sensibilidad y formas de ver el mundo particulares de acuerdo a su posición en
la sociedad, lo que tampoco fomenta la apropiación de él respecto al espacio
público. Un hecho que me pareció llamativo a este respecto ocurrió durante la
jornada de hermoseamiento de la plaza junto a los niños, en la cual los niños
comenzaron a pintar libremente figuras y formas, pero pronto recibieron las
ordenes de parte de los adultos que allí se encontraban de que pintaran figuras
“bonitas”: como mariposas, corazones u otras figuras. Creo que se vuelve
importante problematizar para desnaturalizar este tipo de prácticas, en donde
se enseña a los niños desde pequeños a desconfiar de su propia creatividad
espontanea, reproduciendo lógicas educativas muy homogeneizantes.
Que los niños no estén apropiados de su espacio público tiene muchas
consecuencias, por un lado muchos de ellos pasan en sus casas frente a las
pantallas del computador, celular, etc. frente a lo cual los padres en general se
quejan bastante, lo que a su vez tiene varias otras consecuencias, una de ellas
es que los niños dejan de interactuar con sus pares del barrio y se quedan en
sus casas. Por otra parte los niños pasan la mayor cantidad de tiempo viviendo
para la escuela, ya que se tiende a considerar que los espacios de vida en el
barrio son menos relevantes a nivel educativo que la escuela formal.
Finalmente creo importante mencionar que la poca apropiación del espacio
público debilita la identidad de Achupallas, en parte porque el espacio público
de este sector es vivido principalmente como un lugar de tránsito, ahistórico,
impersonal.

6. Propuesta de intervención.

Con las mujeres aparece la idea de un trabajo que potencie la asociatividad


entre ellas, idealmente trabajando con las mujeres que ya han estado
involucradas en la construcción de la plaza para seguir fortaleciendo las redes
que aparecen desde allí. Si no, como segunda opción, podría trabajarse con las
redes ya generadas durante el proyecto de Abordaje en Crisis llevado a cabo
durante el año pasado y el cual posiblemente sea llevado a cabo este año
nuevamente. Surge la pregunta de cómo hacer la convocatoria: cuál podría ser
una temática a abordar que fuera llamativa y que permitiera convocar a las
mujeres en torno algún interés común. Se observa que varias de ellas han
desarrollado habilidades, intereses u oficios (como la carpintería, conocimiento
de hierbas medicinales, pintura, etc.) que podrían ser compartidos y
socializados entre ellas mismas, los cuales podrían ayudar a potenciar su
desarrollo autónomo y en algún momento quizás su independencia económica.
Queda aún pendiente ver si este es un tema que a ellas les parece relevante a
tratar o no. Los ejes transversales que se van a trabajar va a ser la
desnaturalización del fuerte arraigo de los roles de género tradicionales en la
población y la problematización el que la mujer sea vista como una sujeta
valida a través del reconocimiento del otro por su trabajo con niños, parejas y
padres.
Con los niños se va a trabajar a través de la Fotografía Estenopeika la
recuperación de la historia local de la población. El trabajo tendrá etapas, en el
primero será importante trabajar con la recopilación de historias del que les
puedan contar sus progenitores o abuelos, con el fin de que puedan
comprender éste como un territorio que ha tenido diferentes etapas en su
construcción más allá de la cotidianeidad actual, y comenzar a trabajar con la
vinculación afectiva al lugar. Luego de esto se les va a pedir en una o más
sesiones, que construyan su propia historia del barrio, de acuerdo a lo que han
vivido en él. Junto a esto o en vez, se les pedirá que realicen un dibujo, poema
o collage. El fin de esto es ya comenzar a trabajar con la resignificación del
territorio y la apropiación del espacio público. Luego se comenzará a trabajar
de lleno con la fotografía, mostrándoles el proceso físico que ocurre en la
fotografía análoga (que es el mismo que ocurre en el ojo humano) y se les
enseñará a construir la cámara con materiales reciclados, recalcando la idea de
que la fotografía puede ser realizada con recursos que tenemos a mano. A
través de esta técnica la idea es que ellos puedan registrar lugares que para
ellos hayan sido relevantes de su vecindario. Durante el proceso, y si es que a
los niños les parece una buena idea, será interesante poder ir montando
exposiciones en la plaza, tanto de los cuentos, poemas, collages, y finalmente,
fotografías producidas.
Es importante recalcar que ambas líneas de intervención tienen la intención de
ser diseñadas, al menos en parte, de manera participativa, por lo que la
primera sesión en cada una sería para compartir las ideas traídas desde
nosotros y sus propias ideas, y hacerlas dialogar. En el caso del taller con los
niños además, va a ser un ejercicio relevante el poder acordar normas entre
todos y ver mecanismos a través de los cuales podamos entre todos ayudar a
cumplirlas, con el fin de fomentar la autoregulación en el grupo.

Referencias bibliográficas

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