Cuando analizamos el comportamiento humano, descubrimos
muchas teorías científicas que explican que este, está determinado e influenciado por ciertos factores y variables como: la genética, la crianza, la cultura, las creencias, los valores, las emociones, las relaciones sociales, las experiencias personales, etc. Pero ninguna de estas teorías científicas argumenta a favor de que el comportamiento humano, también está determinado e influenciado por una naturaleza que lo lleva a inclinarse hacia el mal. La prueba de esta nefasta realidad se basa en el hecho de que nadie tiene que enseñar al niño a ser egoísta y a mentir. Por el contrario, como padres hacemos todo el esfuerzo posible para enseñarle al niño a decir la verdad, porque la mentira es lo ppque mejor sabe hacer, aunque él no se dé cuenta que está mintiendo hasta que alguien se lo haga saber, o las consecuencias naturales de dicho comportamiento se lo hagan ver.
Podemos decir, sin lugar a dudas, que esta naturaleza es la
condición de todo ser humano sobre la tierra. Es categórico. Si no, no existiría la educación como ciencia. Justamente, John Ruskin, crítico y escritor británico, dijo: “educar a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía.” El ser humano no nace para hacer el bien, tiene que aprenderlo a lo largo de toda su existencia.
En conclusión, podemos afirmar que el ser humano nace con una
discapacidad: no sabe hacer el bien: “…porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.”(Romanos 7: 18). En otras palabras, tenemos la intención pero no logramos actuar de acuerdo con ella. Un problema serio, muy profundo y arraigado que nos conduce por el lado opuesto del bien. “El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil”. (Mateo 26: 41).
Pero el problema de fondo aún no ha sido expuesto. Encontramos
una realidad aún más nefasta del solo hecho de haber nacido en el mal. 1 Y es que somos atraídos por el mal ¿Dígame usted si esta no es la prueba más real de que todos nacemos bajo pecado? ¿Y dígame usted si hay algo más terrible que esto?
El salmista lo había declarado miles de años atrás: “He aquí, en
maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”. (Salmos 51: 5).
Pero, si queremos horrorizarnos, aceptemos que, ojalá fuesen las
consecuencias nefastas que trae el pecado lo que debería haber alejado a la gente de continuar practicándolo. La realidad actual y de siempre, nos ha mostrado que no son sus efectos destructivos lo que ha alejado a la gente del mal: el engaño y el inevitable divorcio, el sexo por placer y las temibles infecciones de transmisión sexual, la diversión sin límites, los accidentes de tránsito, las adicciones más profundas, el orgullo, la violencia y su nefasta consecuencia sobre la familia, el enriquecimiento ilícito y la corrupción política, la hipocresía y la vida doble, y tantas realidades que los seres humanos han vivido por miles de años. Pero nada de esto ha alejado a la gente de su pecado, por el contrario se le busca hoy con el mismo ímpetu como en siglos pasados. Los hombres son capaces de continuar en el mismo tren de vida.
Si no son las consecuencias trágicas que trae el pecado, lo que
debería motivar a la gente a que huya de él, entonces hay una realidad aún más temible que las consecuencias mismas, y esa es que el mal termina por ser una experiencia placentera, buscándolo incansablemente, con el pretexto de que es la supuesta felicidad la que se persigue. Allí tenemos al consumidor de sustancias alucinógenas y otras drogas que lo hace vivir en un ciclo interminable de sufrimiento y placer. Al hombre violento que vive atormentado por una infancia insana pero disfruta infligir dolor a su propia familia. Allí está el corrupto y el asesino que encuentran placer en planificar su robo y su crimen. Al hipócrita escondiéndose detrás de una máscara de bondad, y tantos comportamientos que han dejado al mundo devastado.
Es un ciclo interminable entre la justificación de los actos más viles
y el placer que encuentra el ser humano al ejecutarlos. ¡Una locura 2 espantosa que parece no acabar y amenaza con aniquilar al planeta entero!
“Que dejan los caminos derechos, para andar por sendas
tenebrosas; que se alegran haciendo el mal, y se entregan en las perversidades del vicio, cuyas veredas son torcidas y torcidos sus caminos”. (Proverbios 2: 13-15).
“Se destruyó, cayó la tierra; enfermó, cayó el mundo; enfermaron
los altos pueblos de la tierra. Y la tierra se contaminó bajos sus moradores; porque traspasaron las leyes, falsearon el derecho, quebrantaron el pacto sempiterno. Por esta causa la maldición consumió la tierra, y sus moradores fueron asolados, por esta causa fueron consumidos los habitantes de la tierra, y disminuyeron los hombres”. (Isaías 24: 4-6).
En realidad la consecuencia más devastadora del pecado, no se
encuentra en la forma cómo arruina la vida de alguien, la consecuencia más devastadora es que el pecado tiene un poder seductor muy, muy difícil de resistir. El pecado tiene una voz melodiosa y cautivadora como el canto de la sirena que a millones ha atraído a sus profundidades. Y una vez que te ha atrapado, salir, parece poco probable.
La voz del mal no es estruendosa, ni ruidosa, por el contrario, es
melodiosa, cautivadora e hipnotizante. Tan hipnotizante como aquella voz diabólica que se le apareció a Eva en el Jardín del Edén. Pero sus efectos fueron devastadores hasta el día de hoy. El hombre, al entrar en contacto con el Autor del mal, este lo sometió en un interminable ciclo de engaño, dolor y sufrimiento. Le mostró el cebo, le abrió la puerta y luego se la cerró brutalmente, quedando el ser humano prisionero de sus deseos. “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de sí mismo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”. (Juan 8: 44). “A sus presos nunca les abrió la cárcel”. (Isaías 14: 17). “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del 3 diablo”. (1° Juan 3: 8). “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?” (Romanos 6: 16).
Sí comparamos el pecado con el personaje del film: “Alien: el
octavo pasajero”, ese ser espeluznante creado por el cineasta Ridley Scott, quien en la película, vive y está inoculado en los cuerpos de los tripulantes de la nave Nostromo, luego de haberse incubado por un tiempo, hace su aparición destrozando los cuerpos de los infectados. Del mismo modo, el mal se encuentra en lo más profundo de nuestro ser, y en el momento en que menos lo esperemos aparecerá en toda su deformidad y malignidad, llevándonos a cometer los actos más vergonzosos y repudiables.
El mal y la tragedia humana están entretejida en sus genes, nada
puede hacer por él mismo, está completamente perdido, no tiene esperanza y está condenado a la extinción.
El problema básico del hombre, no es solo el pecado que lleva
dentro de él, sino también la atracción irresistible que produce en su ser. Es trágico, pero esa es su realidad.
¿Qué esperanza tiene de salir de esta prisión?
Hace dos mil años un hombre llegó de muy lejos y proclamó: “Y
conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”. (Juan 8: 32). “Yo he venido para tengan vida, y la tengan en abundancia”. (Juan 10: 10). Y en una exclamación de dolor y grito de júbilo a la vez, el apóstol de los gentiles dijo: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo, nuestro Señor.” (Romanos 7: 24).
Este mismo apóstol nos dejó la clave para ir destruyendo el poder
del mal en nosotros, hasta el día de la aparición de Cristo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. (Gálatas 2: 20). 4 Se necesita con desesperación, ¡más que un transplante de órganos! Lo que afirma y revela el apóstol Pablo es que se necesita ¡un transplante de vida! Cambiar esta vida por otra. ¡Esto no es posible desde el punto de vista humano!
Pero, como afirma el mismo Señor de las huestes: “He aquí, que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí?”. (Jeremías 32: 27).
Entonces, un día, podremos decir junto con el apóstol Juan: “Todo
aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios”. (1° Juan 3: 9).