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JOSÉ GIL DE CASTRO Y LA TRANSICIÓN
La proclamación de la independencia en 1821 anuncia el fin del dominio español en
América y la inauguración de una nueva etapa en la historia del país. Pero este
dramático cambio político no fue acompañado por una transformación similar en el
ámbito cultural. Por lo general, los artistas continuaron con los esquemas y
tradiciones establecidos durante la época colonial. El pintor José Gil de Castro,
representado en el museo por su Retrato de Mariano Alejo Alvarez y su hijo (1834)
consiguió dar forma a una nueva sensibilidad pictórica. Creador de la imagen pública
de los libertadores, Gil de Castro supo adecuar la tradición retratística colonial a las
nuevas exigencias de su época. Ante él posaron los principales actores de la
Independencia y en especial los letrados y mandos medios militares que
conformaron la nueva clase dirigente de la joven República. Con la muerte de Gil de
Castro (c. 1840) y la simultánea desaparición de otros retratistas formados en la
tradición colonial, se cierra un capítulo en la historia del arte peruano. Aparece por
entonces una nueva generación de artistas, como Francisco Laso, Ignacio Merino y
Luis Montero, quienes, a diferencia de los artistas coloniales, procedían de la clase
media y alta.
IGNACIO MERINO
Tras recibir una formación europea, Ignacio Merino (1817-1876) llega a Lima hacia
fines de 1838. Entra directamente a la enseñanza impartiendo cursos de dibujo en
varias escuelas, pero sobre todo en la Academia de Dibujo que funcionaba en la
Biblioteca Nacional. Gracias al prestigio que le daba haber estudiado en Europa,
Merino alcanzaría un aura de autoridad que lo convertiría en el maestro de toda una
generación, la de Laso, Montero y Masías. Influido primero por el interés
pintoresquista europeo y luego por la presencia en el Perú de artistas viajeros como
Léonce Angrand y Juan Mauricio Rugendas, Merino creará una serie de apuntes
sobre tipos, paisajes y costumbres de Lima. Son estas obras -que forman una
contraparte visual del costumbrismo literario- las que tendrán mayor resonancia en
el arte peruano de la década de 1840.
FRANCISCO LASO
La colección de obras de Francisco Laso (1823-1869), procedente en su mayor parte
de la donación "Memoria Prado", es una de las más completas en existencia. Laso fue
el primer pintor que intentó crear una tradición pictórica local en base a las
tradiciones académicas europeas en las que había sido entrenado. La lavandera
(1858) es un lienzo representativo del intento de Laso por crear una pintura de tema
nacional con medios académicos. El lienzo nos muestra una lavandera limeña en
plena actividad, tendiendo la ropa a secar ante el paisaje típico de los techos limeños.
A diferencia de otros pintores costumbristas que representaron los usos y
costumbres del país en un tono ligero, Laso otorga en este lienzo un aire de
solemnidad a un tema de la vida cotidiana. El entierro del mal cura (c. 1863) es otra
importante obra de Laso que representa una tradición local.
LUIS MONTERO Y LA PINTURA DE TEMA HISTÓRICO
De la generación de Laso -que incluye a pintores como Francisco Masías (1838 -
1894), Juan de Dios Ingunza (1824-1871) y Federico Torrico (1820-1879), Luis
Montero (1826-1869) es quizás el artista académico de mayor trascendencia en el
medio local. Becado en 1849 por el gobierno peruano para realizar estudios en
Europa, Montero regresa al Perú en 1851. Exhibe entonces su Venus dormida, quizás
el primer lienzo de desnudo en la pintura peruana. Su presencia en el Perú se verá
continuamente interrumpida por viajes de estudio al extranjero. De los pintores
peruanos del XIX, Montero es el más influido por el academicismo y el que practicó
con mayor insistencia la pintura de tema histórico. A diferencia de Laso, trabaja la
alegoría pura y la narrativa pictórica; de manera más enfática que Merino, y
siguiendo la línea más tradicional de la pintura del XIX, opta por darle un
tratamiento noble a esos temas elevados que se expresan en actos heroicos. Prueba
de ello es el famoso lienzo de Los Funerales de Atahualpa que se exhibe en el
descanso de las escaleras posteriores del museo. Pintada en Florencia en 1867, la
obra fue exhibida en cada puerto que tocaba en el trayecto hacia Lima: Río de
Janeiro, Montevideo, Buenos Aires. Quizás sea ésta la pintura más importante de
tema histórico realizada en el Perú, y su influencia se dejó sentir en los pintores de
fines de siglo pasado como Ramón Muñiz, Juan O. Lepiani (1864-1943) y José Effio
(1845-c. 1920). De estos últimos el museo guarda varios ejemplos de pintura de
tema histórico entre los que cabe destacar La muerte de Pizarro (1878) de Ramón
Muñiz, artista español radicado en el Perú.
LOS EMIGRADOS
A diferencia de la generación precedente, en el último tercio de siglo el viaje de
estudios se convirtió en largas residencias en el exterior, e incluso en la migración
definitiva. Al igual que Federico del Campo, quien se estableció en Europa en 1865,
Alberto Lynch (1855-1931) abandonó el Perú en 1878 y realizó toda su obra en el
extranjero; Carlos Baca-Flor no volvió al Perú tras su partida en 1890. Abelardo
Alvarez-Calderón (1847-1911) y Herminio Arias de Solís (1881-1926) solo
regresaron tras décadas de ausencia. Pero los artistas emigrados dejaron una
definida influencia en el medio local. Los diarios y las revistas ilustradas daban
cuenta con regularidad de su participación en los salones europeos y en las
exposiciones universales. Así a través de sus obras, reproducidas en revistas o
adquiridas por coleccionistas peruanos, estos artistas mantuvieron una significativa
presencia local a pesar de la distancia que los separaba de su país.