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HACIA UNA ERA

POST-MEDIÁTICA
Ontologia, política y ecología
en la obra de Félix Guattari

Francisco José Martínez

MONTESINOS
ENSAYO
F.n HA( I\ UNA I HA i'osi-MIDIAIK.A L'rancisco losé Martíiuv. l i a z a
uii p a n o r a m a del c o n j u n t o d o la o b r a d e I tMix ( i u a t t a r i , a l e n -
liiiMido (MI p r i m e r lugar a s u s a p o r t a c i o n e s al análisis i n s t i t u -
cional. s u s críticas al p s i c o a n á l i s i s y su nociíHi tle esciuizoaná-
lisis; c o n t i n u a n d o jior s u s t r a b a j o s filosíincos llevados a c a b o
en c o l a b o r a c i o n c o n (¡illes I )eleuze; y c o n c l u y e n d o c o n s u s tra-
b a j o s políticos, e s p e c i a l m e n t e los realizatlos e n c o l a b o r a c i ó n
c o n Ibni Negri, y su visiíin d e la e c o l o g í a c o m o e c o s o l í a .
Un repaso, p u e s , c o n c i e n z u d o , d e u n a o b r a cjue se d e s a r r o l l a a
lo largo d e la s e g u n d a m i t a d del siglo XX y q u e t i e n e s u s p r i n c i -
p a l e s e t a p a s m a r c a d a s p o r los a c o n t e c i m i e n t o s t u n d a m e n t a l e s
del siglo e n Francia: La l i b e r a c i ó n del p a í s i r e n t e a las t r o p a s
a l e m a n a s y el m o m e n t o e u l o r i c o t | u e sigui() e n los a ñ o s cin-
c u e n t a , es decir, la é p o c a e n cjue ( í u a t t a r i d e s a r r o l l a s u s a|)()r-
t a c i o n e s al p s i c o a n á l i s i s q u e d e s e m b o c a n e n el est|ui/.()análi-
sis; el M a y o del 68; los a ñ o s o c h e n t a , c o n el d e s e n c a n t o i r e n t e
a la e x p e r i e n c i a del g o b i e r n o d e la izc|uierda y la p o s t e r i o r d e r e -
cbizaci(')n d e la política y la c u l t u r a ; y p o r ú l t i m o u n a e t a p a en
la cjue (iuattari explore') n u e v a s f o r m a s tie h a c e r política, a b r i é n -
d o s e a los n u e v o s m o v i m i e n t o s sociales, e l a b o r a n d o u n a origi-
nal retlexiíin s o b r e la e c o l o g í a y e n l o c a n d o la n u e v a lase ilel
c a p i t a l i s m o en u n a f o r m a tiue s e a s e m e j a m u c h o a n u e s t r a s
a c t u a l e s retlexiones s o b r e la g l o b a l i z a c i o n .

ISHNftd.ílliR'íl77-9
© Francisco José Martínez, 2 0 0 8
Edición propiedad de Ediciones de Incei-vención Cultural/Montesinos
Diseño: Miguel R. C a b o t
Revisión técnica: Isabel L. Arango
ISBN: 9 7 8 - 8 4 - 9 6 8 3 1 - 7 7 - 3
Depósito legal; B - 3 0 . 4 5 0 - 0 8
I m p r i m e Lirapergraf, S.A.
Impreso en España
Capítulo 1. PRESENTACIÓN

Contexto histórico y cultural: Tras la Liberación; Mayo 68; Los años de hierro;
Nuevas esperanzas.
Lacan. Obras conjuntas con Deleuze. Obras en solitario,
Política: crítica del capitalismo. La nueva ecología.

Capítulo 2. ANÁLISIS I N S T I T U C I O N A L Y ESQUIZOANÁLISIS

a) Primeras experiencias reformadoras: de la Liberación hasta 1960


b) Política del Sector
c) La Red
d) La Borde
e) Guattari y la antipsiquiatría
f) Guattari y el lacanismo
g) El análisis institucional
h) La noción de inconsciente del esquizoanálisis
i) La crítica de Guattari al psicoanálisis en las obras conjuntas con Deleuze

Capítulo 3. M O D E L O S O N T O L Ó G I C O S 1.
CARTOGRAFÍAS DEL DESEO

OBRAS ESCRITAS J U N T O A GILLES DELEUZE

I.-CAPITALISMO Y ESQUIZOFRENIA: EL A N T I E D I P O
1 .-Producción y máquinas deseantes
2.-Las diversas clases de síntesis
3.-La filosofía de la historia como semiótica.
Los diversos tipos de representación

II.-MIL MESETAS

1 .-La noción de multiplicidad


2.-Rizo ma

-7-
3.-Estratos y plano de consistencia 66
4.-Ritornelos, rostridad y haecidad: la constitución de la subjetividad 68
5.-Devenir 80
6.-Espacios lisos y espacios estriados 84

III.-KAFKA, POR U N A LITERATURA M E N O R 87

IV.^¿QUÉ ES FILOSOFÍA? 93

Capítulo 4: M O D E L O S O N T O L Ó G I C O S 11.
OBRAS ESCRITAS EN SOLITARIO P O R FÉLIX GUATTARI 107

1.-Diagrama 109
2.-Los cuatro funtores (flujos, phylum, territorios, universos) 112
3.-Caosmosis y heterogénesis 118

Capítulo 5: P O L Í T I C A Y E C O L O G Í A 127

L-Introducción 127
2.-La oposición de izquierdas 127
3.-Integración de la política y el psicoanálisis:
(Mayo del 68: el grupo 22 de marzo; transversalidad,
máquina de guerra/aparato de Estado) 137
4.-Análisis del capitalismo 144
-El capitalismo en el AntiEdipo 145
-Sistemas, estructuras y procesos en el capitalismo 151
5.-Las nuevas alianzas 155

EXCURSO: Imperio, o la continuación de la política guattariniana


en la actualidad 160

ECOLOGÍA 164

-La ecología generalizada o ecosofía


-Paradigma ético-estético no cientificista
-Pluralismo: heterogénesis
-Integración entre la ecología ambiental, la ecología social y la ecología mental

Capítulo 6: EL PARADIGMA E S T É T I C O 173

CONCLUSIONES 189
BIBLIOGRAFÍA 195

-8-
PRESENTACIÓN

0. El presente trabajo tiene por objeto hacer una presentación del


conjunto de la obra de Félix Guattari, atendiendo en primer lugar a sus
aportaciones al análisis institucional, sus críticas al psicoanálisis y su no-
ción de esquizoanálisis; continuando por sus trabajos filosóficos lleva-
dos a cabo en colaboración con Gilles Deleuze; y concluyendo con sus
trabajos políticos, especialmente los realizados en colaboración con To-
ni Negri, Y su visión de la ecología como ecosofía.
La obra de Guattari se desarrolla a lo largo de la segunda mitad del
siglo XX Y tiene sus principales etapas marcadas por los acontecimien-
tos políticos fundamentales del siglo en Francia. En primer lugar, la li-
beración del país frente a las tropas alemanas y el momento eufórico
que siguió en los años cincuenta. Afios en los que Guattari desarrolla
sus aportaciones teóricas y prácticas al desarrollo y modificación del
psicoanálisis en dirección a un análisis institucional entendido como
esquizoanálisis. Otro giro importante de la obra de nuestro autor lo
constituye Mayo del 68, momento al que se debe su invención de la
micropolítica y la importancia concedida al análisis del deseo. Fue en
esta época cuando comienza su relación con Deleuze y la redacción del
AntiEdipo, el manifiesto filosófico de Mayo de 68. A continuación vie-
nen los años ochenta, con el desencanto frente a la experiencia del
gobierno de la izquierda y la posterior derechización paulatina de la
política y la cultura francesa y no sólo francesa. Por último^ y hasta su

-9-
prematura muerte en 1992, Guattari exploró nuevas formas de hacer
política, abriéndose a los nuevos movimientos sociales, y elaborando
una original reflexión sobre la ecología y un enfoque de la nueva fase
del capitalismo, que él denominó Capitalismo Mundial Integrado y
que era una versión avant U lettre de nuestras actuales reflexiones en
torno a la globalización.

1. Las enseñanzas de Lacan del que fue analizante, su recepción ori-


ginal y atrevida de la obra de Sartre y su fecundo diálogo con Deleuze
son las principales fuentes de las que bebe su pensamiento, un pensa-
miento que siempre fue seguido de la acción militante, en el trotskis-
mo primero, en el lacanismo después, en el análisis institucional a lo
largo de toda su vida y en el movimiento ecologista al final. La oposi-
ción de izquierda, la psicoterapia institucional en la clínica La Borde, la
enseñanza de Lacan, la experiencia con los esquizos son los cuatro cam-
pos teóricos y los cuatro modos de vida que el propio Guattari' confie-
sa que le constituían cuando encontró a Deleuze, con el que trató si no
de unificar estos cuatro polos al menos de recomponerlos j hacerlos
resonar entre sí.
Ese pensamiento militante retomó del estructuralismo (al que siem-
pre cridcó sin embargo su somedmiento al imperialismo del signifi-
cante) la tendencia al bricolaje^ es decir, ía idea de que el pensamiento
nunca es puro sino que surge a partir de la realidad en toda su riqueza
y pluralidad, y que además es el resultado de la conjunción de materia-
les múltiples y, a veces, heteróclitos. Guattari defenderá siempre la hete-
rogénesis, es decir la ¡dea de que lo originario es lo otro, lo exterior, y
que lo mismo, lo propio sólo surge a partir de lo otro, en conflicto con
lo otro. Por eso, Guattari entraba en contacto con todas las ciencias y
las arres y no sólo con la filosofía o el psicoanálisis para elaborar sus

1. Cf. "Sur capitalisme et Schizophrenie. Entretien avec Felix Guattari et Gilles


Deleuze" en L'Arc, 49, 1972, dedicado a Deleuze, p. 48.
2. Cf. G. Kaminski, "Un bricolaje existencial". Pròlogo a Cartografías del deseo, p. 8.

-10-
conceptos filosóficos o analíticos. Tomaba sus nociones de un variado
número de registros, filosóficos, científicos o artísticos, y luego las some-
tía a una deriva conceptual con el objeto de hacerlas suyas y ensamblar-
las con el resto de su pensamiento, utilizando una lógica maquínica, es
decir, que buscaba más que la pura coherencia lógica, la capacidad de fun-
cionar de manera acompasada. La pregunta que trataba siempre de res-
ponder en sus análisis era: ¿cómo funciona?, y no ¿qué significa? Su enfo-
que era más pragmático que semántico, más atento al uso de los conceptos
que al mero significado de los mismos. Esta apuesta por la pragmática se
muestra en la utilización que nuestro autor hace de la noción de 'dia-
grama que retoma de Peirce^ y a la que despoja de sus elementos icó-
nicos para convertirla en la base de su noción de 'semiótica a-signifi-
cante, ejemplo de las cuales son la escritura musical o las ecuaciones
matemáticas que se utilizan en las ciencias físicas. Los diagramas más
que puras imágenes icónicas son conjuntos de signos capaces de expre-
sar las articulaciones funcionales de los diversos sistemas. Los diagramas
son un paso más en el proceso de desterritorialización progresiva que
lleva de las imágenes icónicas a los puros signos sin referente fijo que
aparecen en las ecuaciones matemáticas.
El objetivo fundamental de Guattari siempre fue el de contribuir a
la constitución de un nuevo tipo de subjetividad, una subjetividad ya
no individual sino de grupo, y en la que se fundieran los referentes psi-
coanalíticos y los políticos. En ese sentido nuestro autor separa la per-
sona del yo, mientras que el yo es una aglomeración no discursiva de
diversos territorios existenciales que conecta elementos heterogéneos:
el cuerpo, la etnia, el espacio, etc., la persona siempre está conectada
con la imagen y, en última instancia con el poder. En las sociedades
capitalistas que han perdido la polisemia de la expresión el yo está
siempre unido a la persona, o más bien, se encuentra sepultado por
ésta^

3. Cf. G. Genosko, "Introduction" a The Guattari Reader, pp. 17-18.


4. Cf. Entrevista con Juan Luis Martínez del 19-05-1991 en Chile.

-11-
Guattari nunca aceptó la dicotomía entre lo privado y lo público, entre
nuestras pequeñas neurosis personales y el gran delirio de la historia
humana. Nunca aceptó la separación entre infraestructura y superestruc-
tura. Su noción de una economía deseante conjuga los dos aspectos: el
individual y el social, el personal y el histórico. El deseo es siempre in-
fraestructural, organiza desde dentro a la economía. El inconsciente
se relaciona directamente con el campo histórico, económico y polí-
tico más que con los referentes familiares y míticos que privilegia el
psicoanálisis. Por ello, Guattari siempre relacionó sus dos militancias:
la analítica y la política. Su noción de análisis es siempre institucional,
siempre lo es de una institución y se da en el seno de una institución.
C o m o vio con clarividencia Deleuze en su prólogo a Psicoanálisis y
transversalidad^, la conjunción entre análisis y política da lugar a tres
órdenes de problemas: ¿Cómo introducir la política en la práctica psi-
coanalítica?; ¿cómo aprovechar los resultados del psicoanálisis en la
política?; y, por fin ¿cómo concebir y construir grupos terapéuticos y
políticos a la vez?
La problemática de los grupos la introduce Guattari a partir de las
opuestas nociones sartrianas de grupo-sujeto y grupo-sometido. Mien-
tras que los grupos-sometidos se cierran al exterior mediante mecanis-
mo de exclusión y una jerarquía interna rígida e inamovible que les pro-
porciona la ilusión de sentirse eternos, los grupos sujetos asumen la
fmitud y la contingencia, es decir su exposición al cambio y en última
instancia a la propia desaparición, y por ello evitan toda totalización y
toda jerarquización rígida. Los grupos sometidos se constituyen me-
diante una estructuración totalizadora y unificante, mientras que los
grupos-sujeto se constituyen huyendo de toda estructuración definitiva,
de toda totalización excluyente y de toda unificación que aplaste la plu-
ralidad. Los grupos-sujeto son agentes colectivos de enunciación, ex-
presan el deseo de sus miembros y dan origen a instituciones finitas con
conciencia de sus límites. Los grupos-sometidos, en cambio producen

5. C£ Deleuze, "Tres problemas de grupo", Prefacio, Psicoanálisis y transversalidad, p. 14.

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unos enunciados repetitivos e inertes, sojuzgan el deseo de sus miem-
bros y generan instituciones que se dan como eternas.
La noción de transversalidad alude precisamente a ese esfuerzo por
evitar toda totalización y toda unificación demasiado rígida y jerarqui-
zada. La transversalidad no es, sin embargo, la disolución de toda
estructura y toda jerarquía, sino más bien el esfuerzo por establecer una
jerarquización y una unificación flexibles, móviles, adaptadas en cada
caso a la tarea concreta que haya que afrontar.

2. En 1969 comienza su colaboración con Gilles Deleuze, fruto de la


cual han sido cuatro libros esenciales en la filosofía del siglo XX. Los dos
tomos de 'Capitalismo y esquizofrenia", ElAnttEdipo y Mil Mesetas, supo-
nen un esfuerzo por elevar al nivel del concepto, la tarea perenne de la
filosofía, las novedades que en el capitalismo contemporáneo han acaeci-
do desde mayo del 68. La crítica del psicoanálisis y de un cierto marxis-
mo son los ejes de un escrito, d AntiEdipo, que elabora el esquizoanálisis
como alternativa. Por su parte. Mil Mesetas es un tratado de ontologia en
el que se elaboran una serie de categorías claves, como la de rizoma, cuer-
po sin órganos, estratos y plano de consistencia, el devenir, máquinas abs-
tractas y dispositivos concretos, espacios lisos y estriados, etc.^
El escrito sobre Kafka declina los diferentes niveles de la noción de
minoría', entendida no en un sentido numérico, sino cuaUtativo. Mi-
noría es todo lo que se separa del patrón de medida y en ese sentido se
opone y subvierte lo mayoritario. La minoría no pretende suplantar a
lo mayoritario convirtiéndose a su vez en una nueva mayoría sino que
procura infestarlo y trabajarlo desde dentro, introduciendo en el patrón
mayoritario una deriva, un devenir que lo transforma de manera mole-
cular, imperceptible, resquebrajando su dominio.
Por último, un libro de recapitulación, de madurez, en el que se trata
de responder a la eterna cuestión de ¿qué es la filosofía?, deslindándola

ó. Cf. F. J. Martínez, Ontologia y diferencia: la filosofìa de Gilíes Deleuze, Orígenes,


Madrid, 1987, especialmente la Parte IV, pp. 287-360.

-13-
y conectándola a la vez por un lado del discurso científico y por otro de
las prácticas artísticas. Tanto la filosofi!a como las ciencias y las artes no
son más que redes, planos que arrojamos sobre el caos para introducir en
el mismo cierto orden. Variaciones conceptuales de la filosofía, variables
fijncionales propias de las ciencias, variedades sensibles producidas por las
artes, son modos de ordenar lo real, de conjurar el caos, de vencerlo gra-
cias a la instauración de un plano secante que lo atraviese', de instaurar
un caosmos', un cosmos que deja traslucirse el caos del que proviene o
un caos que se concreta en un cosmos ordenado, al menos parcialmente,
que es la Naturaleza, tal como se nos muestra a los hombres.

3. El pensamiento propio de Guattari se muestra en una serie de li-


bros que van de La revolución molecular y El inconsciente maquínico has-
ta Caosmosis, pasando por Cartografías Esquizoanalíticas. En estos textos
se van elaborando una serie de conceptos: lo molecular, lo maquínico, la
micropolítica del deseo, el devenir (mujer), diagrama, plano de consis-
tencia, las semióticas a-significantes, cartografi!a, las cuatro categorías
coordenadas (Phylum, flujos, universos y territorios), los ritornelos, el
caosmos, etc.
En todas estas obras se comprueba un esfijerzo por desarrollar los
análisis en el nivel molecular, prepersonal del deseo, así como la cons-
tatación del carácter maquínico del mismo. El deseo siempre aparece en
dispositivos maquínicos, como un flujo que pasa de una máquina a otra
como algo ligado esencialmente a la producción más que a la presenta-
ción. Estos análisis se sitúan más que en el plano de la historia que es
el plano de los grandes conjuntos, las naciones, las etnias, las clases... en
el plano del devenir que es el plano imperceptible, de lo molecular. El
devenir es el surgimiento de lo nuevo por deriva de lo antiguo. El deve-
nir por excelencia es el devenir mujer, el desarrollo de las potencialida-
des que nos abren a lo otro, lo infanril, lo animal, lo femenino, como
virtualidades que llevamos en nosotros sin desarrollar. El devenir es el
despliegue de lo virtual que es real (no meramente posible) sin ser ac-
tual. El diagrama en tanto que modelo de las semióticas a-significantes,
símbolo no representativo, que actúa sobre lo real, como un programa

-14-
informático, por ejemplo. El plano de consistencia en contraposición a
los estratos es el plano de las intensidades, del continuo de intensidades
que permite el paso de un estrato a otro, que conecta los distintos planos
entre sí, señalando la imposibilidad de una clausura absoluta, exhibien-
do, pues, el carácter necesariamente abierto de la expansión maquínica.
Los ritornelos son elementos que se repiten marcando la continuidad del
devenir, dando lugar por un lado a un territorio existencial, pero por otro
abriendo líneas de fuga al deseo que generan mutaciones procesuales.
Por último, las cuatro categorías que articulan Cartografías esquizo-
analíticas'. phylum maquínicos abstractos, flujos materiales y de signos,
universos incorporales y territorios existenciales. El reino de lo energéti-
co es el de los flujos y los territorios, mientras que el ámbito de lo propo-
sicional es el de los phylum y los universos, respectivamente, los cuales
provienen de los anteriores a través de procesos de desterritorialización
Por otra parte, los flujos y los territorios pertenecen al ámbito de lo real,
mientras que los phylum y los universos pertenecen ai ámbito de lo po-
sible.
Por su parte la caosmosis alude al proceso que permite al cosmos salir
del caos, mediante la introducción de orden en el mismo dando lugar
a la complejidad, pero, al mismo tiempo es un recordatorio de que el
caos nunca se conjura del todo y permanece siempre ahí, como un agu-
jero negro amenazador de cualquier tipo de orden por perfecto y com-
pleto que parezca.
En estas obras Guattari se decanta por un paradigma ético-estético
en detrimento del cientificismo que siempre ha aquejado a los plantea-
mientos izquierdistas y revolucionarios. La apuesta por la subjetivación
individualizadora hace que los aspectos sensibles y sensuales pasen a
primer plano. De igual manera, el carácter creador e inventivo de la
praxis que se propone la aproxima al arte. Ya en ¿Qué es la filosofía?
nuestros autores habían equiparado la filosofía, la ciencia y el arte como
tres vectores cuya conjunción da lugar al pensamiento, al cerebro. No
hay privilegio de la ciencia con relación al arte o a la filosofía; los tres
son tres formas de explorar lo real; los tres proyectan redes de inteligi-
bihdad sobre una realidad que sin dichas redes se presentaría como caó-

-15-
dea; los tres tipos de disciplinas generan modelos complejos específicos
que contribuyen a ordenar y a construir la realidad. La apuesta meto-
dológica de Guattari va a contracorriente en su esfiaerzo por imponer
en las ciencias humanas y sociales paradigmas ético-estéticos en detri-
mento de los paradigmas dominantes que pretenden emular a las cien-
cias físico-matemáticas.

4. El último punto que vamos a abordar es el análisis que Guattari


lleva a cabo del capitalismo contemporáneo y las alternativas políticas
y ecológicas que propone. Nuestro autor distingue tres períodos esen-
ciales en el desarrollo humano: la época de la cristiandad europea basa-
da en una relación estrecha entre la Tierra y el Poder; la época de la des-
territorialización capitalista de los saberes y de las técnicas, fiandada en
los principios de la equivalencia generalizada; la época de la informati-
zación planetaria que abre la posibilidad de que una procesualidad crea-
dora y singularizadora se convierta en la nueva referencia básica en una
nueva época postmediática. Es en esta tercera época donde surge el Ca-
pitalismo Mundial integrado que unifica el mercado mundial y lo
somete a un control para-político supraestatal que des territorial iza el
papel de los Estados nacionales. Como vemos, esta noción de Guattari
se corresponde con la actual globalización. Esta nueva época del capi-
talismo supone no sólo la subsunción formal del proceso productivo al
capital sino la subsunción real del conjunto de la vida a las categorías y
parámetros capitalistas. En esta época las subjetividades no son someti-
das desde el exterior por imperativos económicos sino que son consti-
tuidas desde el interior conforme a las necesidades del capital
Frente a tsxa nueva etapa del capitalismo, Guattari (en conjunción
con Negri) propone la constitución de nuevas alianzas que permitan la
apertura de nuevos espacios de libertad. Cinco tareas se presentan fren-
te a los movimientos sociales y políticos que luchan contra esta nueva
fase del capitalismo: redefinir la institución salarial; luchar por el con-
trol del tiempo de trabajo y del tiempo vital; oponerse a la represión
estatal que no por ser más difusa deja de estar presente; luchar de forma
permanente por la paz; construir aparatos políticos transformadores

-16-
capaces de desarrollar las tareas anteriores, que sean más máquinas de
guerra que aparatos de estado, analizadores del deseo más que sinteti-
zadores homogeneizantes que aplasten la pluralidad de los deseos. Las
tareas anteriores se resumen en tres proposiciones: reorientar las alian-
zas del proletariado según el eje Norte-Sur; inventar y construir nuevos
territorios de deseo y de acción política capaces de desmarcarse del Es-
tado y del capitalismo; luchar contra la guerra fortaleciendo los movi-
mientos mundiales a favor de la paz. Aunque la propuesta inicial es de
1989, la actualidad del programa es evidente
En esa nueva forma de hacer política la ecología en todos sus niveles
adquiere un carácter central, en tanto que gestión de las relaciones con
lo otro: el medio ambiente, la sociedad y la cultura. Guattari propone
la ecosofía como una articulación ético-política entre los tres niveles de
la ecología: la ecología medio-ambiental, la ecología social y la ecología
mental o subjetiva. No podrá haber una respuesta a la crisis ecológica
actual si no hay una auténtica revolución política, social o cultural ca-
paz de reorientar los modos de vivir y de producir de una manera com-
patible con el entorno físico, social y cultural. Sólo estas revoluciones
permitirán la constitución de unas nuevas subjetividades post-mediáti-
cas capaces de desarrollar sus potencialidades de singularización en el
ámbito individual y colectivo.

-17-
ESQUIZOANÁLISIS Y ANÁLISIS I N S T I T U C I O N A L

Para entender las posiciones teóricas y políticas de Guattari conviene


tener en cuenta los principales hitos de las reformas psiquiátricas que se
fueron sucediendo en Francia a partir de la Liberación. Las etapas fun-
damentales fueron: de la Liberación hasta 1960, la política del Sector
de los años sesenta, y la Red a partir de 1975.

A) PRIMERAS EXPERIENCIAS REFORMADORAS: DE LA LIBERACIÓN HASTA 1 9 6 0

Una de las experiencias pioneras fue la que R Tosquelles desarrolló


en Saint-Auban' tras la liberación debido a la conjunción de intelec-
tuales surrealistas, médicos freudianos y militantes marxistas (PT, 56).
El objetivo fundamental de ia época fiie el ir hacia los enfermos y para
ello se acudió a una serie de terapias variadas que iban desde el psicoa-
nálisis hasta la ergoterapìa, es decir las terapias que se basaban en el tra-
bajo de los enfermos. De igual manera, se empezó a prestar atención al
papel de los enfermeros procediendo a una tímida democratización de
la vida interna del hospital que sustituía la rígida jerarquía dominada

1. Cf. Guattari y Oury, "Sobre las relaciones enfermeros-médicos" de 1955, en PT,


29.

-19-
por los psiquiatras por la idea de un equipo terapéutico en el que todos
los miembros eran importantes. Este cambio conllevó la preocupación
por la formación de los enfermeros a la que hasta ahora apenas se había
concedido importancia. En estas primeras experiencias se produce una
reconciliación entre las prácticas psiquiátricas y hospitalarias tradicio-
nales 7 el psicoanálisis. (PT, 57) y También se produjeron cambios en
la vida interna del hospital con el surgimiento de los clubes terapéuti-
cos intrahospitalarios. Por último, se llevó a cabo una apertura hacia la
población conectando la vida del hospital con su entorno social (PT,
29) y desarrollando los tratamientos domiciliarios. (RM, 148-149) Es-
tas primeras experiencias se debieron a la conjunción de las aportacio-
nes teóricas y práctica de intelectuales surrealistas, de médicos freudia-
no« y de militantes marxistas (PT, 56) lo que produjo una politización
de la psiquiatría y una apertura de los cerrados muros del asilo hacia la
sociedad a la cual había dado la espalda hasta el momento. La politiza-
ción y socialización de la enfermedad mental partía del convencimien-
to de que había que revisar la idea misma de la cura individual ya que
el acceso directo al individuo no es posible, sino que hay que proceder
a una institucionalización (PT, 52) y una socialización de la cura. Se
pasa del burocratismo clásico a la apuesta por la creatividad institu-
cional. (PT, 58) dando lugar a las primeras formas de la terapia insti-
tucional mediante la humanización del asilo clásico. Estas primeras ex-
periencias fueron revolucionarias, constituyeron la primera revolución
psiquiátrica francesa y su posibilidad se debió a las energías generadas
por la Liberación que permitió la feliz conjunción de los esfuerzos
transformadores de algunos psiquiatras progresistas, el interés de los en-
fermeros por desempeñar un papel más relevante en el tratamiento de
los enfermos correlativo de un mayor empeño puesto en su formación,
y el soporte legislativo e institucional de algunos funcionarios del Mi-
nisterio de Salud que aspiraban a transformar el carácter vetusto del
hospital psiquiátrico tradicional. Su principal aportación consistió en
transformar los grandes hospitales (AI, 226).

-20-
B) POLÍTICA DEL SECTOR

En la prolongación de la experiencia de la Liberación que hizo saltar


por los aires la idea de los grandes hospitales asilares se produce la expe-
riencia del Sector en los años sesenta. El gran hospital deja paso a
pequeñas instalaciones que se hacen cargo de un territorio o sector de
unos 60.000 habitantes. Por otra parte, aunque de forma paralela, el
creciente uso de los neurolépticos utilizados como camisas de fuerza
químicas permite el tratamiento domiciUario de los enfermos. Ambas
tendencias vacían los grandes hospitales dando paso a una miniaturiza-
ción y molecularización de la institución psiquiátrica, que Guattari
contempla como una proliferación del superyo que se despliega por to-
das partes. (RM, 142-143). En estos momentos es cuando proliferan
los hospitales de día, los talleres protegidos, las visitas médicas a domi-
cilio, con el objetivo de sacar al loco del manicomio y devolverlo, den-
tro de lo posible, a la vida social de la que hasta ahora había estado
excluido.

c) LA RED

En la estela de los acontecimientos de Mayo del 68 y como alterna-


tiva a la política del Sector surge en Bruselas en 1975 la Red que pre-
tende asegurar la circulación de información acerca de las experiencias
de renovación psiquiátrica que se iban desarrollando al margen de los
marcos oficiales. El objetivo de estas experiencias era ya la despsiquia-
trización de la locura, debida a la conciencia creciente de los aspectos
sociales y políticos de la misma. En esta fase no se va ya hacia los enfer-
mos sino que se parte de los propios interesados; no se habla por ellos
sino que se les deja hablar por sí mismos. Esta reforma constituye una
politización consciente de la gestión de la locura. De igual manera, se
dan pasos de gigante en la democratización interna de las instituciones
hospitalarias con la vista puesta en la autogestión de la psicoterapia por
parte de la comunidad de médicos, enfermeros y enfermos. En este sen-

-21-
tido los psiquiatras intervienen sólo como asistentes técnicos socavan-
do la vieja jerarquía hospitalaria. De igual manera se valora la actuación
de paraprofesionales' en la línea de los 'médicos descalzos' que la Revo-
lución cultural china potenció también en aquellos años. Se trata no
sólo de destruir los muros del asilo sino también los muros de la pro-
pia profesionahzación psiquiátrica. El enfrentamiento cara a cara con la
locura produce una interpelación al conjunto de las prácticas sociales
que tienen que ser repensadas y reexperimentadas. Lo patológico no
sólo se pone en cuestión a sí mismo, sino también a la pretendida nor-
malidad. Esta etapa produce la segunda revolución psiquiátrica en
Francia y la proliferación de experiencias renovadoras suponen una
ruptura radical con el enfoque clásico de la locura por parte de la psi-
quiatría tradicional (RM, 147-148).

D) LA BORDE

Guattari pasó la mayor parte de su vida trabajando y viviendo en la


clínica de La Borde, dirigida por Oury, y campo de experimentación
teórica y práctica del análisis institucional, que sirvió de base al esqui-
zoanálisis. En La Borde se trabajaba en equipo dando lugar a un anali-
zador colectivo que sustituía al psiquiatra o al psicoanalista convencio-
nales. Esta colectivización del análisis supuso una revisión profunda de
los papeles profesionales, del psiquiatra, del enfermero, de los auxilia-
res, etc. Se recupera a la totalidad del personal de la clínica para un pa-
pel terapéutico específico. La cocina, los talleres ocupacionaJes, y en re-
sumen todos los ámbitos de la institución se invisten de una capacidad
terapéutica. Esta experiencia replanteó el papel de la hospitalización, ya
que se considera que no siempre es lo más acertado devolver los enfer-
mos a sus familias, sino que en la propia clínica se ensayan forma de
vida comunitarias que sirven de alternativa a la familia tradicional o al
aislamiento de los enfermos (AI, 228). La ecología mental se dobla de
una eco:olog(a social y viceversa: los cambios mentales se apoyan y cóndi-
los cambios sociales y éstos reafirman aquellos. La estancia en la

-22-
clínica no pretende tanto remodelar y reconstruir la subjetividad pree-
xistente de los pacientes sino contribuir a producir una nueva forma de
instalación vital del enfermo. Se lleva a cabo una constitución de la sub-
jetividad compleja en la que el individuo inserto en el grupo y en inter-
cambios múltiples con las máquinas tecnológicas e institucionales que
le rodean construye una subjetividad más activa y creativa que mera-
mente adaptativa al entorno preexistente. La vida comunitaria se refuerza
con una humanización del entorno en el que se desarrollan los pacientes.
Por otra parte, la experiencia de La Borde se distingue de las corrientes
antipsiquiátricas dominantes por el hecho de que mantiene la nosografía
clásica y aplica una pluralidad de tratamientos que van desde el electro-
choque controlado a la psicoterapia. Para Guattari y Oury, la enferme-
dad mental existe, no es sólo un conflicto social, y tiene que ser trata-
da como tal de manera específica y en ese tratamiento tiene un papel
esencial la hospitalización en tanto que ámbito colectivo y comunitario
en el que desarrollar nuevas formas de relaciones humanas no familia-
res ni familiaristas (C, 18-19).
El análisis institucionaP defendido por J. O u r y y Guattari entre
otros se constituyó como el rechazo de aceptar de forma pasiva el de-
sarrollo de estructuras de poder opresivas que fueron consideradas y
analizadas como síntomas cuyo tratamiento exigía una praxis específi-
ca. El inconsciente con el que trabaja el análisis institucional en lugar
de estar constituido por complejos psíquicos está formado de nudos
conflictivos, de origen psíquico o social, que pueden ser disueltos me-
diante el trabajo colectivo del análisis. El inconsciente está tanto en la
sociedad como en el individuo, en la producción tanto como en la re-
presentación, en lo económico tanto como en lo lingüístico (RM, 168).
Lo anterior lleva a no oponer un reformismo en el interior de las insti-
tuciones y un revolucionarismo externo en el conjunto de la sociedad.

2. Sobre el análisis institucional se puede consultar la recopilación de trabajos de


Lapassade, Loureau, Hess, Lobrot, Guattari y otros editada por J. C. Ortigosa, El aná-
lisis instituciona. Por un cambio de las instituciones, Campo Abierto Ed., Madrid, 1977.

-23-
a no separar la milicanda política del análisis y disolución de los nudos
del inconsciente. Por una parte, cambios institucionales como la rota-
ción de tareas y el reparto de responsabilidades pueden tener un efecto
desalienante y curativo importante, y por otra estos efectos terapéuticos
pueden tener una repercusión en la lucha liberadora global. El nuevo
tipo de análisis propuesto, el esquizoanálisis, es a la vez individual y
social, analista y militante. No diluye las luchas de clases en un psico-
logismo generalizado pero tampoco escinde de forma radical lo priva-
do de lo colectivo, lo psíquico de lo social.
Un ejemplo de utilización de elementos institucionales con finali-
dades terapéuticas lo constituía la SCAJ o subcomisión de actividades
para el día, que se constituía como una máquina de palabras, como un
lugar de intercambios desiguales, heterogéneos y provisionales entre el
comportamiento meramente imaginario ligado al aislamiento del indi-
viduo y una integración simbólica que inserta al individuo en el grupo
a través de la conciencia de la actividad común (PT, 55).

E) GUATTARI Y LA ANTIPSIQUIATRÍA

C o m o ya hemos dicho, la principal diferencia de Guattari con las di-


versas corrientes de la antipsiquiatría con las que tuvo contacto, espe-
cialmente con Laing, Basaglia y Jervis, estribaba en que mientras estos
úldmos disolvían las enfermedades mentales en el conflicto social,
Guattari mantenía la especificidad de la enfermedad mental aunque era
también consciente de sus condicionantes y desencadenantes sociales.
La enfermedad mental para nuestro autor no se reduce a las diversas
patologías sociales. De aquí viene el mantenimiento de la nosografía y
el diagnósdco clásico y la apertura a los psicofármacos. Así como el no
rechazar de forma tajante y absoluta la hospitalización, ya que no siem-
pre las familias pueden hacerse cargo de los enfermos mentales y éstos
pueden encontrar en la clínica un modo de vida comunitario alternati-
vo al familiarismo clásico. Lo anterior conlleva que para Guattari la de-
terminación política no gobierna de forma directa e inmediata la cau-

-24-
salidad de la locura que tiene causas específicas: orgánicas y psíquicas
que no se reducen a la patología social y política dominante. Sin embar-
go, la aportación esencial de la antipsiquiatría estriba, precisamente en
haber planteado la concomitancia de la represión psiquiátrica con otras
formas de represión social, y haber extendido este convencimiento
entre el gran público (RAI, 140).
Guattari no fue reacio a utilizar psicofármacos a los que consideraba
"preciosos medios de intervención terapéutica", aunque exigía que
dicha utilización se complementara con intervenciones de otros tipos:
psicoterapéuticas, institucionales, ergo-terapéuticas, etc.
De forma especial Guattari es m u y crítico con las experiencias de
Laing al que acusa de haber caído en el psicoanalismo, basado en el pre-
dominio de la interpretación, el familiar is m o y el recurso a la transfe-
rencia como medio terapéutico. La experiencia de Kingsey Hall, dirigi-
da por Laing en las afueras de Londres a partir de 1965, a pesar de
haber constituido una parcela de libertad en cuyo seno se había inten-
tado olvidar los papeles tradicionales de médico, enfermo y enfermero,
ha interiorizado la represión y ha permanecido en el seno de la trian-
gulación edipica: papá, mamá y yo, obligando a todos los comporta-
mientos que no se consideran normales a someterse a este patrón arque-
típico (RM, 126). El familiarismo de Laing al centrar su análisis y su
terapia sobre la familia desconecta a ésta de su entorno social, de los flu-
jos reales e históricos que la cruzan y la envuelven. Laing se mantiene
en la interpretación, por lo que cada elemento remite a otra cosa que a
sí mismo en lugar de manifestar las relaciones de fuerzas y los afectos
que la constituyen. D e igual manera, Laing induce a los enfermos a
reencontrar su infancia, una infancia mítica, basada en el recuerdo, que
le sirva de refugio en lugar de intentar conectar con las intensidades
presentes de un devenir niño que despliegue las potencialidades ocultas
del enfermo. Tras la reducción interpretativa y la regresión edipica viene
la transferencia, basada en el silencio del analista y que al singularizar el
análisis lo separa de sus elementos sociales. Frente a este psicoanalismo
de Laing, para Guattari, el inconsciente no es algo previo que haya que
interpretar sino algo que hay que construir.

-25-
Respecto a Basaglia y Jervis, Guattari mostrará más cercanía y sus
diferencias más que en una oposición de ideas se basarán en una cues-
tión de estilo y en la denuncia de la falla de la dimensión analítica en
las experiencias italianas escoradas hacia el lado político y social del tra-
tamiento de la locura. Guattari no desecha los psicofármacos y tam-
poco reduce la alienación mental a la alienación social como hacen los
italianos (PT, 301). Guattari no comparte con Basaglia la idea del
'derrocamiento institucional', de la negación de la institución, ya que
en ausencia de una vanguardia sólidamente enraizada en la sociedad
que la promueva y la dinamice, esta consigna puede ser recuperada fá-
cilmente y convertirse en otro medio sutil de opresión social. Tampo-
co cree Guattari que la psicofarmacología sea en sí una ciencia reac-
cionaria; ni comparte el descuido de Basaglia y los suyos respecto a la
nosología, debido a su negación de la enfermedad mental y la reduc-
ción de la misma a una patología social. En cambio, sí comparte con
los italianos la idea de que la terapéutica tiene que venir precedida por
una intervención política previa que aclare la noción misma de locura
y el papel de la instituciones sociales en la misma. La aportación fun-
damental de la antipsiquiatría ha sido la de poner de relieve la cone-
xión entre la represión psiquiátrica y las otras formas de represión, no
sólo entre el gran público sino también entre los trabajadores de la
salud mental. Una consecuencia negativa de la antipsiquiatría con su
denuncia del hospital ha sido el vaciamiento de los manicomios, lo
cual no supone que se haya acabado con la enfermedad mental sino
que se la ha disuelto en la sociedad, se ha derivado a los enfermos men-
tales hacia otros servicios asistenciales, se ha minituarizado la asisten-
cia, se ha disuelto y distribuido el superyo por el conjunto de la socie-
dad (RM, 140 y 143).

F) GUATTARI Y EL LACANISMO

Guattari se analizó con Lacan durante más de siete años y mantenía


con él una relación de amistad hasta que el grupo capitaneado por J. A.

-26-
Miller se impuso en el conjunto del lacanismo imponiendo una disci-
plina férrea que no podía gustar a Guattari que, sin embargo, se man-
tuvo como miembro de la Ecole Freudienne de París (EFP), a la que per-
teneció desde su fundación en junio de 1964,7 dentro de la que llegó a
ser Analista Miembro de la Escuela, hasta su disolución por Lacan en
enero de 1980. Criticado por haber permanecido en la Escuela de Lacan
después de la crítica del AntiEdipo, Guattari se defendió diciendo que
siempre estimó que la Escuela por su pluralismo era un lugar de investi-
gación libre a pesar de los burócratas millerianos que pretendían expul-
sarlo aunque no se atrevieron nunca, quizás por la dificultad de justificar
teórica y políticamente dicha expulsión^
Guattari fue muy influido en su juventud por Lacan del que recono-
cía su libertad heredada del surrealismo de los años veinte y su vasta cul-
tura pero al que reprochaba su violencia y su crueldad intelectuales. El
punto de crítica fundamental que Guattari hace al proyecto lacaniano,
al menos al del primer Lacan podríamos decir, es el de poner tanto hin-
capié en el papel del significante, en el esfuerzo por matematizar el in-
consciente de forma sistemática anulando la riqueza del inconsciente
freudiano, más plural, abierto al mito, al sueño, etc. La metamodeliza-
ción lacaniana le parece a Guattari reductora y abstracta, al reducir la
pluralidad de semióticas en beneficio del predominio de la lingüística.
(C£ 'Pragmaric/machinic', entrevista de J. Stivale de marzo de 1985).
Ya en los años sesenta Guattari acepta la importancia del significante
pero no lo reduce a "un significante participante de una esencia lingüís-
tica más o menos universal" (PT, 76). Nuestro autor admite el signifi-
cante pero no lo reduce a las palabras, al lenguaje hablado.
Por otra parte, Guattari comparte con Lacan la idea de que el psico-
análisis no puede reducirse a una relación dual intersubjetiva, sino que
siempre es necesario un elemento mediador, algo exterior al sujeto,
aunque adyacente al mismo, que Lacan denominó objeto a .

3. Libération del 11-1-1980, citado por E. Roudinesco, La batalla de los cien años.
Vol. 3, pp. 264-265.

-27-
En cambio lo que Guattari rechazó siempre del psicoanálisis es su
concepción de la cura como normalización, como capacitación del en-
fermo para que lleve una vida normal; para nuestro autor la cura es la
construcción de una nueva subjetividad que sea consciente de la coac-
ción social Y la resista en la medida de lo posible. La politización de la
cura es una constante de la práctica y la teoría guattarinianas que en
esto se distingue también del lacanismo, mucho más escéptico respec-
to a las posibilidades revolucionarias de la cura.
De todas formas, la crítica de Guattari al lacanismo, a pesar de la du-
reza del AntiEdipo, fue siempre interna y nunca llegó a la descalifica-
ción total de Lacan como se da en el libro de F. Roustang, Destín si fu-
neste, de 1976, donde se denunciaba el antihumanismo lacaniano como
ejemplo de pensamiento totalitario. Castoriadis también se situó en
esta órbita de crítica global y sin matices.^ Esa nunca fue la postura de
Guattari que mantuvo siempre una crítica feroz a todo lo que oliera a
humanismo espiritualista y a vuelta al orden moral tradicional.
Las posiciones críticas de Guattari en torno al rechazo del estructu-
ralismo y del dominio despótico del significante, resonaron en el seno
del lacanismo y tuvieron gran importancia en el Congreso de la EFP
celebrado en noviembre de 1973.
U n enfrentamiento administrativo-institucional entre Guattari y
Deleuze y el lacanismo tuvo lugar en 1974 cuando el campus universi-
tario de Vincennes solicita un curso de Lacan y éste recomienda a Mi-
ller para el puesto. Se produce un reajuste en el Departamento y la línea
lacaniana y milleriana pasan a controlarlo. Guattari y Deleuze denun-
cian la maniobra y afirman que Lacan no tiene derecho a dirigir la uni-
versidad, aunque reconocen que los perdedores no presentaron mucha
resistencia y que no es la primera vez que en el psicoanálisis se produ-
ce un 'lavado de inconsclentes'\

4. Œ Para estas críticas humanistas y espiritualistas del lacanismo, £. Roudinesco,//íCf^m


Lacan. Esquisse d'une vie, histoire d'un système depenseé, Fayard, Paris, 1993, pp. 497-498.
5. Sobre este acontecimiento se puede consultar E. Roudinesco, La batalla de cien
años.VoL 3 (1925-1985), Fundamentos, Madrid, 1993, pp. 190-192.

-28-
En su intervención dei 17 de abril de 1970 en un Congreso de la Eco-
le Freudienne de Paris dedicado a la enseñanza del psicoanálisis Guattari
denuncia la clausura de la Escuela sobre sí misma centrada en una peda-
gogía mimètica que no se separa de la letra de Lacan. Frente a esto Gua-
ttari propone convertir la Escuela en una máquina de desciframiento ana-
lítica abierta al exterior y capaz de elaborar una producción significante
"más allá del seminario de Lacan, más allá del goce de estar sobre sus hue-
llas" (PT, 288). Guattari propone recuperar los escritos analíticos en los
que se produce un efecto de corte, en los que surge un enfrentamiento
con lo 'real imposible, y a partir de ellos elaborar una teoría doble del
fantasma, el fantasma individual tal como se muestra en la práctica ana-
lítica y el fantasma de grupo tal como se produce en la sociedad. De
esta manera el discurso analítico podría situarse en la prolongación del
discurso revolucionario sin pretender stistituirlo. Lo que Guattari exige
a sus compañeros psicoanalistas es que:

...hagan que el dominio del discurso psicoanalítico no se consdtuya en


un obstáculo para la necesaria implicación de los otros discursos, y, al
contrario que contribuya a la actualización de una teoría del deseo tal que
la producción del objeto 'a pueda finalmente llevar su pleno efecto de es-
tructura al conjunto de los dominios donde se trate del deseo (PT, 296).

Se trata de nuevo de politizar el psicoanálisis acercándolo al análisis


institucional, de no convertir el freudismo o el lacanismo en la panacea
teórica sino en ampliar todo lo posible la pluralidad de discursos para
analizar la realidad y, por úldmo, de construir una teoría del deseo que
potencie los efectos transformadores de los objetos a', es decir en su
nueva terminología , de las máquinas deseantes en todos los campos.

G) EL ANÁLISIS INSTITUCIONAL

Guattari desarrolló con J. Oury en La Borde lo que se denominó


análisis institucional, un enfoque de la enfermedad mental que no sepa-

-29-
ra la misma de su contexto institucional y social, dado que es conscien-
te de que existe una correspondencia entre los fenómenos de desliza-
miento del sencido en el discurso de los psicóticos (esquizofrénicos) y
los fenómenos de discordancia creciente que están surgiendo en todos
los ámbitos de las sociedades industriales tanto capitalistas como sovié-
ticas {PT, 95). El análisis institucional pretende estudiar los efectos
imaginarios, simbólicos y reales que el contexto histórico tiene sobre los
individuos (PT, 263), dado que el conjunto de los significantes sociales
está conectado con los sentimientos individuales de culpabilidad. Exis-
te una 'lógica significante' social específica de cada sociedad y cada mo-
mento histórico determinado y sin atender a esta lógica social no es
posible acometer las terapias individuales. El anáhsis institucional trata
de reorganizar el superyo del individuo de manera que pueda ser acep-
tado de manera consciente y no ya a través de la obediencia ciega, base
de la culpabilización típica de nuestras sociedades (PT, 94-95). Dicho
tipo de análisis problematiza la noción de individuo y piensa que no se
puede acceder al individuo directamente sino que esta aproximación
sólo puede hacerse en el seno de instituciones. De aquí la importancia
de analizar las instituciones existentes y el esfuerzo por crear nuevas ins-
tituciones que permitan el acercamiento y la terapia de los enfermos,
sustituyendo el burocratismo existente por una creatividad institucio-
nal de nuevo tipo (PT, 57-58). Se trata de construir una institución que
sea a la vez psiquiátrica, analítica y política. Las instituciones se basan
en fantasmas de grupo que operan como mitos colectivos; pero es posi-
ble crear localmente en un sector específico una estructura capaz de
modificar dicho fantasma colectivo. Por ejemplo, en un hospital psi-
quiátrico la fundación de un club terapéutico puede funcionar como
un objeto institucional que sirve de partida a un proceso analítico apU-
cable al hospital en su conjunto, e incluso a la relación del hospital con
el resto de las instituciones sociales. Este proceso analítico analizador se
despliega en el seno de la institución aprovechando la Vacuola institu-
cional' producida por el club terapéutico (PT, 192).

El análisis institucional parte de la suposición de que el lugar, la ins-


titución, en la que se desarrollan las prácticas humanas, en este caso la

-30-
psicoterapia, tiene una influencia decisiva sobre dichas prácticas. En con-
creto, ía prácdca del psicoanálisis en el marco de un hospital psquiátrico
tiene efectos sobre su técnica e incluso sobre sus objetivos teóricos que lo
modifican de forma radical respecto al psicoanálisis clásico del diván pri-
vado. La especificidad del análisis institucional permite definir un obje-
to insntucional' en tanto que objeto específico de su campo técnico y teó-
rico. El objeto insdtucional se da en el marco de un trabajo colectivo que
adapta conceptos del psicoanálisis individual, como los de interpretación,
transferencia, etc. La subjetividad que trata el análisis insdtucional es una
subjetividad de grupo, que comparte con el freudismo la idea de que la
subjetividad se encuentra condicionada por las relaciones estructurales de
la sociedad y sus modos de comunicación (PT, 116).
El análisis institucional es un trabajo en grupo que cuestiona el papel
de cada uno de los agentes terapéuticos, tratando de recuperar la tota-
lidad del personal de una unidad de atención de manera que se dé a cada
uno de la posibilidad de desempeñar un papel humano respecto de los
enfermos, en un manejo de la cura que pretende no olvidar al sujeto. Este
análisis intenta captar la totalidad problemática del sujeto enfermo, ayu-
dándole a que asuma su enfermedad con el apoyo del conjunto del medio
terapéutico y social en el que se desenvuelve dicho enfermo (PT, 81-99).
Ya en los años sesenta en los que se estaba construyendo el análisis insti-
tucional, Guattari fiie consciente de que los personajes fundamentales
que dan origen a los mitos individuales, a los fantasmas, no son necesa-
namente las figuras parentales sino más bien "personajes que consdtu-
yen las cuestiones fundamentales de la sociedad, es decir la lucha de cla-
ses de nuestra época" (PT, 67). La curación psicoanalítica tiene que te-
ner en cuenta eslabones que se encuentran en la sociedad. La crítica al
familiarismo psicoanalídco y la apertura del análisis a lo social es, pues,
en Guattari, muy anterior al AntiEdipo.
A partir de la noción sartreana de grupos-sujeto y grupos-sometidos
Guattari elabora su idea de un análisis colectivo cuyo sujeto no sea ya
un individuo sino que pueda ser un grupo, es decir, un sujeto colecd-
vo que se constituye como un analizador colectivo y como un disposi-
tivo colectivo de enunciación. Guattari se pregunta por lo que es un

-31-
grupo, por la subjetividad de grupo, plantea si un grupo puede inter-
pretar, si puede ser soporte de la trasferencia {PT, 110). Mientras q u e
los grupos-sometidos reciben su ley del exterior perdiéndose en la alte-
ridad social, presentan una estructura jerárquica rígida y se consideran
eternos, los grupos-sujeto intentan ser autónomos influyendo sobre su
propia conducta, sus jerarquías son flexibles y son conscientes de su ex-
posición a la flnitud y a la muerte. Los grupos sujeto delimitan diacro-
nicamente lo real, reorientándose en el sentido de la historia, siendo
conscientes del carácter provisional y parcial de cada momento de su
proceso de totalización, nunca acabada del todo (PT, 74). Los grupos-
sujeto son capaces de dar lugar a un corte significante que interrumpe
la historia concebida como el desarrollo continuo del significado (PT,
206) y que produce el advenimiento de lo inconsciente ya que éste n o
es más que "lo real por venir, el campo trasfinito de potencialidades
ocultas por cadenas significantes abiertas o que esperan abrirse y ser ar-
ticuladas por un agente real de enunciación y efectuación" (PT, 235).
Mientras que los grupos sometidos son totalidades cerradas y con-
clusas, los grupos sujeto son totalizaciones que nunca se cierran como
totalidad acabada, retomando aquí de nuevo la terminología de la Crí-
tica de la Razón Dialéctica. Los grupos sujeto enuncian algo, son oyen-
tes y oídos, constituyen una estructura social de enunciación en la que
hay que distinguir los contenidos manifiestos, correspondiente a lo que
es dicho y hecho realmente y los contenidos latentes que expresan el
deseo del grupo y que tienen que ser descifrados. Dichos grupos intentan
influir sobre su propia conducta y además pretenden clarificar su propia
finalidad, abriéndose hacia un más allá de los intereses del propio grupo.
En relación con los grupos la cuestión que plantea el análisis institu-
cional es la de si es posible para el grupo "asumir al mismo tiempo sus
finalidades económicas y sociales permitiendo a los individuos conser-
var un cierto acceso al deseo y cierta lucidez en cuanto a su destino"
(PT, 197)."^ Los grupos sometidos producen fantasmas de grupo que

6. Esta problemática es la que plantea Marcuse en Eros y civilización, es decir, la de

-32-
otorgan identidad y seguridad a sus miembros permitiéndoles acceder
a una especie de inmortalidad vicaria ligada a la perennidad del grupo.
En cambio los grupos sujetos producen fantasmas transicionales que
suponen un paso al límite de lo imaginario, que no prometen la eter-
nidad sino que ayudan a avanzar en el tratamiento de los problemas.
Las instituciones que pretende construir el análisis institucional son
grupos sujeto que se constituyen como un sujeto analizante no indivi-
dual, como un sujeto inconsciente, como un agente colectivo de enun-
ciación que interviene en la realidad no sólo interna sino también
social. El grupo sujeto es un analizador colectivo con el que los indivi-
duos pueden establecer una forma especial de trasferencia, fuera de la
experiencia analítica clásica. (PT, 70) El grupo analítico se constituye
como una unidad de subversión deseante, en el senrido de que auna los
esfuerzos por la curación de sus miembros con el anhelo de una trans-
formación revolucionaria de la sociedad. (PT, 59-64).
Los grupos sujeto presentan una estructura de autoridad flexible y
transversal que se aleja por igual de la jerarquización vertical y rígida de
los grupos sometidos y de la disolución horizontal de toda jerarquiza-
ción. La transversalidad asegura la comunicación máxima entre los di-
ferentes niveles del grupo y los diferentes sentidos de sus enunciaciones.
La transversalidad soporta el deseo del grupo y ayuda a que el delirio
pueda alcanzar un modo de expresión colectiva. (PT, 104). La transver-
salidad es el lugar del sujeto inconsciente del grupo, consrituye el soporte
del deseo del grupo y se da en aquellos grupos que intentan asumir el sen-
rido de su praxis y por lo tanto que pretenden instaurarse como grupos
sujeto, asumiendo la confrontación con la alteridad, el sinsentido y la
disolución o muerte del propio grupo.

si es posible construir una estructura social y cultural viable que al mismo tiempo
reduzca al mínimo la represión de la libido y la ceguera respecto a la propia esencia.
¿La lucidez y la satisfacción libidinal pueden ser compatible con el funcionamiento de
una sociedad? La respuesta de Marcuse (y la de Guattari) es afirmativa; lo que ñie
siempre una utopía ya no lo es. Se puede reducir la represión social aunque no elimi-
nar del todo, y se puede aumentar la lucidez autoconsciente, sin llegar al mito de la
autotransparencia absoluta.

-33-
Para Guattari, el problema fundamental del análisis institucional es
"superar la contradicción entre un proceso de producción que refuerza
los mecanismos de alienación de grupo y un proceso de elucidación del
sujeto de conocimiento y del sujeto inconsciente" (PT, 197). Esta con-
tradicción se reproduce al nivel de la que se da entre los fantasmas de
grupo de los grupos sometidos y los fantasmas transicionales de los gru-
pos sujetos. Los fantasmas de grupo refuerzan la consistencia imagina-
ria de los individuos asegurándoles contra la finitud, la precariedad y la
muerte; al contrario los fantasmas transicionales son conscientes de la
radical finitud no sólo del individuo sino también del grupo y por lo
tanto de su mortalidad inherente y de la imposibilidad de su prolonga-
ción eterna. La cuestión es si la conciencia asumida de la propia finitud
no perturba la capacidad de asumir los objetivos productivos del grupo.
La cuestión es si es posible construir un sentido finito, precario y limi-
tado si se es consciente del sinsentido global y final.
Dado que en el capitalismo se producen los individtios en serie do-
tándolos de un yo conformista e infantiloide de forma que los explota-
dos a nivel económico se transforman ellos mismos en opresores, como
padres, como maridos, como jefecillos, en nuestras sociedades la lucha
de clases se moleculariza y no es sólo económica sino que se tiene que
plantear en todos los campos de la vida cotidiana. La libido que no se
emplea en la transformación de lo que hay, en la construcción de institu-
ciones alternativas, se transforma en inhibiciones, en síntomas, en angus-
tia en suma. La lucha es una lucha grupuscular y tiene como objeto la
constitución de una infinidad de grupúsculos, de microasociaciones
capaces de subvertir y de sustituir las instituciones burguesas instaurando
otras formas de convivir, de enseñar, de curarse, de producir que no pasen
por la familia, la escuela, el hospital o la fábrica. Los individuos que ais-
lados en el seno de las instituciones burguesas son débiles y sometidos al
miedo, pueden encontrar en un grupo un mínimo de identidad colecti-
va que los apuntale. Estos grupos son 'unidades de subversión desean-
te' concientes de su finitud pero también conscientes de sus objetivos,
capaces de convertirse en 'agentes colectivos de enunciación' en unida-
des de análisis y de acción social. Estos grupos pueden ayudar a consti-

-34-
tuir nuevos tipos de subjetividad que no se sigan basando en el indivi-
duo y en la familia tradicional (PT, 322-323).
Sin embargo, la apuesta por lo colectivo y por los grupos por parte de
Guattari no es ciega ni irreflexiva. Por el contrario, es muy consciente de
que la apuesta por el 'grupismo' en sí misma considerada no es la pana-
cea para la reforma psiquiátrica. La vida en grupos puede tener también
efectos nocivos. La terapia clásica que es cosa de dos no funciona, pero
tampoco funciona a veces un nivel masivo; habría que encontrar una
dimensión intermedia apropiada donde se pudiera dar cierta consisten-
cia subjetiva; las unidades terapéuticas de base', conjuntos de asistidos y
asistentes, especies de familias artificiales y de grupos de intervención
terapéutica eran un intento por llegar a ese número óptimo, ocho enfer-
mos y dos monitores por término medio, aunque Guattari reconoce que
la eficacia de estos grupos reside más que en su número en los fantasmas
que sean capaces de originar y promover (PT, 302-303).
El análisis institucional prefigura la unión y la continuidad entre la
economía libidinal y la economía política que constituirá el elemento
distintivo del esquizoanálisis (PT, 280). La economía libidinal se basa
en la capacidad productiva de las máquinas deseantes mientras que la
estructura del sistema que se configura como mecanismo antiproducti-
vo se apropia de dicha producción como un vampiro. La antiproduc-
ción estructural lleva a cabo una recuperación permanente de los efec-
tos subversivos que las máquinas deseantes tienen sobre las estructuras;
sólo en el momento del corte revolucionario la producción se impone
sobre la antiproducción y las máquinas deseantes dan forma a la subje-
tividad social dominada hasta entonces por la estructura antiproducti-
va (PT, 280-283).
El desarrollo del capitalismo y su extensión a todos los campos vitales
hace también que la lucha de clases se multiplique y pluralice y no pase
ya por un frente estabilizado que opondría a los proletarios y los bur-
gueses sino que se generaliza a todos los niveles y llega al interior de ca-
da uno de nosotros transformando la libido de energía biológica en un
objetivo clave de la lucha social. En esta nueva lucha en la que se con-
funden la economía libidinal y la economía política, el grupo revolu-

-35-
cionario se presenta corno un grupo analista, corno una unidad de subver-
sión deseante, vuelto hacia adentro para sumir su finitud y su precariedad y
hacia afuera hacia lo otro. Se trata de constituir una nueva subjetividad que
no repose ya en el individuo o en la familia conyugal sino que es colectiva,
y se constituye como un agente colecdvo de enunciación y de acción...
Frente a la producción en serie de individuos conformados por la angustia
y la culpabilidad inconscientes, el análisis instimcional parte de la idea de
que todos somos grupúsculos, y estamos atravesados por fuerzas incons-
cientes que nos impulsan y que hay que articular en un plano de consistencia
revolucionario capaz de hacer saltar todas las estratificaciones estrucmrales y
sistémicas. El análisis institucional en tanto que catalizador de analizadores
colectivos da lugar a una micropolítica del deseo dirigida a promover una
revolución molecular que subvierta las estructuras dominantes.
La micropolítica del deseo tiene como campo privilegiado las luchas
de subjetivación relacionadas con la sexualidad. Y en estas luchas se
muestra que todas las formas de sexualidad alternativas se sitúan más
acá o más allá de las oposiciones personológicas que oponen la homo-
sexualidad a la heterosexualidad. Más aún, se puede decir que dichas
formas alternativas de la sexualidad están más cerca de la homosexuali-
dad o mejor aún de lo que se podría denominar un devenir femenino
(RM, 197) que de la sexualidad convencional. El devenir femenino sirve
de referencia a todo tipo de devenir: devenir niño, devenir animal, deve-
nir vegetal, devenir mineral incluso. Para Guattari devenir es abrirse a lo
nuevo, a lo imprevisto, a lo contingente, en oposición al eterno retorno
de lo igual. Devenir es desarrollar, desplegar las potencialidades que lle-
vamos dentro y que el discurso dominante nos impide dejar aflorar. El
devenir femenino es el mediador, el intermediario de todos los devenires
sexuales, e incluso de todo devenir, debido a que su proximidad al bina-
rismo del poder fálico le facilita ocupar ese papel mediador. En ese senti-
do se puede afirmar que "toda organización disidente de la libido tiene
que tener una relación con un devenir femenino que se configura como
una línea de fuga respecto del socius represivo" (RM, 198).

-36-
H) LA NOCIÓN DE INCONSCIENTE DEL ESQUIZOANÁLISIS

En oposición al inconsciente edipico del psicoanálisis convencional


el esquizoanálisis utiliza una noción de inconsciente cuyas característi-
cas esenciales pasamos a describir a continuación (AI, 128-132).

• Está abierto a las interacciones sociales y económicas y no se cierra


en el ámbito de la familia nuclear.
• Se basa más en el modelo de las psicosis que en el de las neurosis.
• Es maquínico en el sentido en que no está basado especialmente
sobre la subjetividad humana sino que pone en juego los flujos mate-
riales y los sistemas sociales más diversos.
• Capta las singularidades individuales.
• Se opone al inconsciente psicoanalítico en tanto que éste es priva-
do, personológico y edipico.
• No es representativo sino productivo; se configura como el lugar d e
interacción entre componentes semióticos y sistemas de intensidad
variables.
• N o está volcado al pasado sino que se refiere también a la praxis
actual y a la futura.
• N o cesa de evolucionar en el curso de la historia.
• Puede ser el objeto de un análisis entendido como una empresa in-
dividual o colectiva.
• Está abierto a formas de discursividad a-significantes (música, ges-
tos, danza).
• Superpone múltiples estratos de subjetivación.
• Su modelo es el esquizo, lo que hace que esté liberado de los mar-
cos familiaristas.
• Está constituido más por flujos y máquinas que por estructuras y
lenguajes (C, 26).
• Es el universo de referencia del conjunto de las líneas de alteridad,
de los posibles virtuales, de los devenires inéditos y no el territorio
refugio de lo reprimido.

-37-
Este inconsciente es maquínico y no estructural, en el sentido de que
se refiere a una singularidad insustituible no permutable por otra, mien-
tras que el nivel de las estructuras es el del intercambio y la sustituibili-
dad de los particulares, como nos dice Guattari siguiendo los análisis de
Deleuze en Diferencia y repetición ("Máquina y estructura", PT, 274). La
máquina siempre está descentrada respecto al hecho subjetivo, mientras
que el sujeto es el resultado del desplazamiento incesante de los elemen-
tos de la estructura; es el resultado del desplazamiento metonimico de los
significantes. El sujeto maquínico es inconsciente y siempre está al lado
de la máquina, no en ella. La máquina es un sistema de cortes, de ruptu-
ras, y surge ella misma como un corte que rompe la homogeneidad del
continuo estructural. La producción está del lado de la máquina, mien-
tras que la estructura es la superficie de inscripción de los fenómenos
antiproductivos, en tanto que organización social de las relaciones de
producción que sujetan y regulan a las fuerzas productivas maquínicas.
La máquina deseante desarrolla la idea lacaniana de objeto a en tanto
que algo irreductible al plano de la estructura, en tanto que corte e inte-
rrupción metonimica de la estructura. En este nivel inicial de su pensa-
miento Guattari define la máquina deseante como "los objetos 'a rela-
cionados con la superficie del cuerpo fantasmático" (PT, 280), siendo
los objetos 'a esos cortes fundadores del deseo, esas máquinas incons-
cientes del deseo. La noción de máquina deseante permite ya, en 1969,
establecer puntos de continuidad y de unión entre la economía libidi-
nal y la economía política. Tenemos aquí esbozado el programa del
AntiEdipo. El surgimiento de una máquina en el conjunto estructural
supone una condensación del deseo, o dicho de otra manera, dicha
focalización del deseo en un momento histórico dado da lugar al surgi-
miento de una máquina en tanto que corte, ruptura e interrupción del
continuo histórico. La estructura reacciona a esta erupción de deseo
productivo con la generación de mecanismos antiproductivos que in-
tenta limitar los efectos de esta ruptura. En los momentos revoluciona-
rios la subjetividad social maquínica se impone sobre las estructuras,
mientras que en los momentos de opresión se produce un estanca-
miento en el que las estructuras se imponen sobre los efectos rupturis-

-38-
tas maquínicos (PT, 281-283). El proyecto revolucionario en tanto que
subversión maquínica institucional tiene que prevenir su posible recu-
peración y 're-estructuración, y para ello se tiene que dotar de unos
mecanismos analíticos específicos adyacentes a cada momento de la
lucha que relacionen los aspectos de la lucha de clases con la proble-
mática del deseo inconsciente. Estos mecanismos analíticos son plura-
les y polívocos y no se pueden reducir a una práctica teórica ' única.
Aquí vemos la defensa que hace Guattari del pluralismo epistémico, así
como una crítica al reduccionismo teórico aJthusseriano, autor del cual
siempre respetaron, tanto él como Deleuze, su relectura del marxismo
y su compromiso político e intelectual.
Este tipo específico de inconsciente exige un análisis específico, el es-
quizoanálisis, que no es la interpretación obtenida en la transferencia de
los síntomas en función de un contenido latente preexistente sino la in-
vención de nuevos focos catalíticos susceptibles de hacer bifiircar la
existencia de los individuos y de los grupos. El análisis da lugar a una
catálisis poético-existencial que genera nuevas posibilidades vitales para
los individuos. El análisis muestra una función analítico-poética que da
lugar a focos murantes de auto-referencia y auto-valoración, produ-
ciendo una subjetividad emergente que rompe con la subjetividad pre-
existente del individuo(C, 36). Este análisis abandona la interpretación
de los síntomas en beneficio de la exploración de dispositivos de enun-
ciación inéditos que sean capaces de producir efectos subjetivos y efec-
tos maquínicos.
El análisis propuesto se denomina esquizoanálisis porque su referen-
cia esencial es la psicosis y en especial la esquizofrenia más que la neu-
rosis. La psicosis supone la irrupción en la escena subjetiva de un real
anterior a toda discursividad que se impone sin remedio y que muestra
una consistencia pática irreductible (C, 110). Por ello, el análisis de las
psicosis y especialmente de la esquizofrenia constituye un camino privi-
legiado para explorar los ámbitos ontológicos en los que se llega al exce-
so, a las experiencias límites. La psicosis se le aparece al enfermo como
una forma de ser él mismo que se impone más acá de todo esquema dis-
cursivo como un continuo de intensidad cuyos rasgos no son captables

-39-
por un aparato de representación simbólica sino que sólo pueden ser asi-
milados mediante una absorción pática existencial que da lugar a una aglo-
meración pre-yoica y pre-identificatoria (C, 112). La psicosis, sin embargo,
más que una simple degradación caótica, una subida de entropía, de desor-
den, es un intento de reconciliación del caos con la complejidad (C, 113).
El esquizoanálisis se sitúa más allá del dominio propiamente dicho
de la psicología y desborda por todo el ámbito social y hasta cósmico.
Guattari lo define así en CS: "el análisis de la incidencia de los Disposi-
tivos (Agencements) de enunciación sobre las producciones semióticas
y subjetivas, en un contexto problemático dado" (CS, 28). La subjeti-
vidad que analiza el esquizoanálisis no se reduce al ámbito intrapsíquico
de las diversas facultades del alma ni al ámbito interactivo de diversas
mentes en relación. El dispositivo de enunciación excede la problemá-
tica del sujeto individual y tiene un carácter colectivo desde el princi-
pio. De igual manera el efecto analítico no se deriva de una serie de
cadenas semióticas interpretables sino más bien de "una mutación 'a-
significante' del 'contexto de Universo', es decir de la constelación de
los registros de referencia pertinentes" (CS, 29). El esquizoanálisis pone
siempre en cuestión sus dispositivos analizantes en función de los feed-
backs negativos que los mismos establecen con ios datos analizados y se
abre a un tipo de subjetividad situada en la intersección de flujos de sig-
nos y flujos maquínicos, en la encrucijada formada por los efectos de
sentido y por los hechos materiales y sociales (CS, 31). El esquizoaná-
lisis no se limita a estudiar los fenómenos representativos y lingüísticos
sino que también analiza las componentes orgánicas, sociales, econó-
micas que influyen sobre el inconsciente de una manera no lingüística.
Guattari diferencia un inconsciente absoluto y un inconsciente rela-
tivo: el primero se encontraría al nivel molecular, escaparía a toda re-
presentación y se expresaría sólo mediante figuras a-significantes, mien-
tras que el segundo sería molar y representativo. Por otra parte, nuestro
autor distingue una libido-Phylum, desterritorializada, integral de los
flujos transformacionales del deseo, materiales y sígnicos que sería la
que pone en pie el esquizoanálisis, y una libido-Flujo, reterritorializa-
da, enquistada en la parte somática de las pulsiones, desarrollada a tra-

-40-
vés de los estadios de evolución psíquica y luego opuesta a un impulso
de muerte entròpico, que es la de Freud. En este sentido, se opone un
inconsciente entendido como el Universo de referencia de las líneas de
alteridad, de los devenires inéditos y un inconsciente entendido como
el Territorio refugio de lo reprimido, controlado por la censura del sis-
tema Consciente-Preconsciente o Yo-Superyo {CS, 44).

I) LA CRÍTICA DE GUATTARI AL PSICOANÁLISIS EN LAS OBRAS CONJUNTAS


CON DELEUZE

La obra de £>eleuze tiene una de sus raíces principales en la relación crí-


tica con el Psicoanálisis, no sólo en su monumental obra escrita con Guatta-
ri, el AntiEdipo donde se contiene su crítica al mismo: a lo largo de todos
sus escritos Deleuze ha desarrollado un replanteamiento de la temática Psi-
coanalítica; planteamiento en el cual si bien se admiten los principales des-
cubrimientos freudianos, como el inconsciente, se los separa de su exclusiva
localización en la familia y en el Edipo. Deleuze y Guattari poliüzan, so-
cializan, desfamiliarizan y desedipizan el psicoanálisis, liberando las poten-
cialidades afirmativas del inconsciente restringido por los psicoanalistas
ortodoxos al campo personal y familiar.
Para Deleuze, el Psicoanálisis ortodoxo, por una parte, anula todas las
producciones del deseo, y por otra parte, aplasta todas las formaciones de
los enunciados. El deseo del inconsciente, plural y multiforme, es vertido
por el psicoanálisis en el estrecho marco de la prohibición edipiana del
incesto y además el Psicoanalista no permite hablar de otra cosa que de
papá, mamá y yo. Traduce todos los lenguajes: político, religioso, econó-
mico, al monótono dialecto familiar con lo cual cumple un doble papel
represor, sobre el deseo y los enunciados. El Psicoanálisis ha descubierto el
inconsciente, pero para anularlo, pai'a destruirlo. El inconsciente se ve co-
mo un enemigo que hay que destruirá En cambio, para Deleuze, el

7. Confróntese G. Deleuze y Qaire Parnet, Conversazioni, Fdtrinelli, Milano 1980, pág. 90.

-41-
inconsciente no es algo ya existente, que debe ser reducido, sino al contra-
rio es "una sustancia que debe ser febricada, un espacio social y político que
hay que conquistar"®. El inconsciente es algo productivo y no simplemente
reproductivo. Por ejemplo, en cuanto al tema de los recuerdos infantiles,
para Deleuze, el inconsciente no se limita a reproducir dichos recuerdos,
sino que produce bloques de devenir niño, formas de hacerse niño ahora,
de desplegar virtualidades latentes en la actualidad, no simple reproduc-
ción de algo ya dado, sino creación de algo nuevo: no recuerdo mi niñez,
sino que me hago niño ahora.
El aspecto represivo del Psicoanálisis lo ha visto muy bien Foucault,
para el cual el Psicoanálisis se presenta como el heredero de la Psiquia-
tría, con la misión de hacer entrar en relaciones contractuales a la gente
que estaba excluida de la sociedad, ya que la locura colocaba fuera de
cualquier contrato al sujeto que la padecía. El contrato psicoanalítico,
en cambio, permite el acceso a la sociedad a todos estos casos de enfer-
mos, o al menos algunos de ellos: los neuróticos.
Evstas lagunas iniciales del Psicoanálisis no se han visto compensadas
por la actual visión estructuralista del mismo. En efecto, el Psicoanáli-
sis se presenta como interminable, cumpliéndose uno de los temores de
Freud; por otra parte, ha asumido una función de masa, basado, ya no
sólo en una burocracia de notables, sino en una burocracia de masas.
Asimismo, en el aspecto jurídico, se ha pasado del contrato al estatuto,
no ya contrato psicoanalídco entre médico y enfermo, sino fundamen-
tación del estatuto del Psicoanálisis. Además, se ha pasado como pun-
tos centrales del análisis, de la familia a la conyugalidad, de la parentela
a la alianza, de los esquemas de filiación a los esquemas de contagio,
todo esto de acuerdo con la función de masa que ha adquirido el Psi-
coanálisis en la sociedad moderna'.
Actualmente el Psicoanálisis ha dejado de ser una ciencia experimen-
tal cercana a la Biología, para convertirse en una axiomática, debido al

8. Op. cit., pág. 91.


9. G. Deleuze y Claire ?ztnç.t, Conversazioni, Feltrinelli, Milano 1980, página 100.

-42-
flierte proceso de formalización y matematización que está sufriendo,
como se puede ver en las reflexiones de Lacan sobre el materna, recogi-
dos en nuestro país por Gómez Pin y Echevarría. Además, pretende ocu-
par el puesto de la Filosofía como la lengua oficial de las Ciencias Huma-
nas, en íntima conexión con la Lingüística y, por otra parte, aparece
como el guardián de la honestidad pública y colabora con el poder en el
mantenimiento del orden social, en tanto en cuanto aparece como un
elemento esencial del sistema de control de las producciones del deseo y
de las enunciaciones, como decíamos antes.
Por todo lo anterior, el Psicoanálisis aparece como un plano de or-
ganización, estructural y genético, basado en la trascendencia de la Ley y
que organiza elementos a nivel molar, es decir, a nivel de las personas;
frente a esto Deleuze y Guattari, proponen la construcción de un plano
de consistencia en el cual se produzcan una confluencia de elementos
independientes y productivos (las máquinas deseantes) en un plano de
inmanencia, inmanencia del deseo frente a la trascendencia de la Ley, y a
nivel molecular, preindividual y prepersonológico, es decir, de micro
acontecimientos.
Para nuestros autores, el análisis del inconsciente debe ser más una
Geografía que una Historia, más una Topología que un relato, punto
en el que coinciden con las nociones sincrónicas y ahistóricas propias
del estructuralismo. El Psicoanálisis no tiene que contentarse con desig-
nar casos, contar historias, significar complejos, sino que es antes geo-
gráfico que histórico, es topològico, distingue regiones diferentes'".
El Psicoanálisis clásico, por otra parte, enfoca mal el problema del
deseo, ya que lo pone en relación con la carencia, o con la Ley, es decir,
en un caso lo considera como un vacío, como algo negativo, sin reco-
nocer su papel afirmativo, productivo, eminentemente positivo, y en
otro, lo subordina a la trascendencia de la Ley, que lo domina desde
fuera; en cambio, el deseo es pura inmanencia y no acepta someterse a

10. G. Deleuze. Opus Cit, pág. 119 y también la Lógica del sentido, Barrai, Barce-
lona 1971, página 124.

-43-
nada separado, exterior al mismo. En segundo lugar, se considera al
deseo como una realidad natural o espontánea, con lo que se permane-
ce ligado al biologismo decimonónico y, por último, se lo relaciona con
el placer, con lo que se olvida que el deseo es prepersonal, que no está
al nivel de la persona, sino a nivel molecular, de las máquinas desean-
tes y además, el deseo más que buscar la irrupción brusca del placer,
busca la permanencia, la continuidad, en el lugar de la interrupción que
introduce el placer".
Con esto pasamos a la aportación fundamental de Deleuze y Guat-
tari, al proceso de la elaboración de una psiquiatría materialista: la
noción de proceso maquínico y de máquina deseante y el esquizoanáli-
sis como alternativa al «psicoanálisis». Para nuestros dos autores no hay
distinción entre hombre y naturaleza, entre lo natural y lo artificial, só-
lo existe un único proceso maquínico, en el que hombres y máquinas
se encuentran unidos.
Por otra parte, Deleuze y Guattari basan todo este proceso maquíni-
co en la noción central de producción: todo es producción, existe una
producción de producción, una producción de registro y una produc-
ción de consumo. Este proceso productivo y maquínico tiene como
modelo la esquizofrenia, con su liberación de flujos y su apertura a la
novedad. Este polo positivo, productivo, constituido por las máquinas
deseantes, se ve reprimido por un principio de anti-producción que
Deleuze, siguiendo a Artaud, llama el cuerpo sin órganos''^; precisa-
mente esta represión de las máquinas deseantes por el cuerpo sin órga-
nos es lo que constituye para Deleuze la represión originaria. Nuestros
autores relacionan las tres clases de producción con los tres tipos de sín-
tesis y con los tres tipos de máquinas deseantes: por una parte, hay u n a
producción de producción ligada a la síntesis conectiva o de acopla-

11. Confróntese Rene Nelli, L'Erotique des Trouvadours 10.18, donde se analiza el
amor cortés como algo basado en la inmanencia del deseo que difiere continuamen-
te la irrupción disolvente del placer. Igualmente Mille Plateaux, págs. 193-194.
12. Sobre el cuerpo sin órganos. Cf. en Mille Plateaux, "Comment se faire un corps
sans organes?", págs. 185-205.

-44-
miento, expresada por la fórmula «y además», y que corresponde a la
máquina paranoica; después está la producción de registro sintetizada por
la síntesis disyuntiva, «ya, ya» y que corresponde a la máquina milagro-
sa numen (en este sentido Deleuze recuerda que en Kant Dios aparece
ya como el principio del razonamiento disyuntivo), por último, la pro-
ducción de consumo produce la síntesis conjuntiva, «luego, es» y se rela-
ciona con la máquina célibe, la cual produce un sujeto como resto,
como residuo, descentrado y que está al lado de las máquinas. Vemos
pues las tres figuras de la metafísica occidental, mundo, Dios y yo, reco-
gidas aquí y puestas en relación con las tres fórmulas de la producción.
A estas alturas podemos ver ya algunas de las exigencias de una psi-
quiatría materialista'^; por una parte, intenta introducir el deseo en un
mecanismo productivo, social, sacándolo de los límites personológicos
en los que el psicoanálisis lo había recluido y, por otra parte, considera
el deseo como producción, y no ya como representación, como hacía
Freud; precisamente, con este planteamiento Deleuze y Guattari logran
la perfecta síntesis entre freudismo (deseo) y marxismo (producción),
que los psicoanalistas no lograron, ya que éstos recubrieron al gran des-
cubrimiento de Freud, la producción deseante, el inconsciente, con una
nueva construcción idealista, el Edipo; en este proceso, el inconsciente
como fábrica se sustituye por un inconsciente concebido como un tea-
tro, la categoría producción se ve olvidada en provecho de la categoría
de representación, el inconsciente productivo se convierte en un in-
consciente expresivo.
El Psicoanálisis, siguiendo su proceso idealista, reduce la producción
deseante a un problema de fantasma, al definir el deseo como carencia
y no como producción; para Deleuze, en cambio, el sitio del deseo es
la realidad, el deseo produce lo real y no el fantasma; aquí Deleuze cri-
tica la ambigüedad lacaniana sobre el deseo, ya que por una parte el
pequeño objeto «a» aparece como una máquina deseante, como algo
que define al deseo como producción real, pero por otra parte la impor-

13. G. X:iát\xLt, AntiEdipo, Barrai, Barcelona, 1973, pág. 30.

-5-
tanda concedida al gran Otro, al significante despótico, como símbolo
de la castración y de la carencia, introduce la idea del deseo, como ca-
rencia, como falta. Frente a la idea de la exterioridad del deseo y la so-
ciedad, Deleuze afirma que el campo social está inmediatamente reco-
rrido por el deseo y que la libido no necesita ninguna mediación ni
sublimación para cargar las fuerzas productivas en las relaciones de pro-
ducción; el deseo pertenece a la infraestructura, no es algo imaginario
ligado al fantasma super-estructural.
Volviendo al tema de la máquina deseante'"', hay que decir que toda
máquina se define como un sistema de cortes, es decir, que toda máqui-
na está en relación con un flujo material continuo, que corta y mani-
pula como su materia prima; cada máquina implica un código, unas
normas de funcionamiento; toda máquina produce como residuo un
sujeto al lado de la máquina. Retomando las ideas de las distintas sín-
tesis, puede decir que la síntesis conectiva utiliza la libido como ener-
gía de extracción y se realiza como producción de producción; la sínte-
sis disyuntiva, utiliza el numen, lo divino, como energía de separación
y constituye lo separado mediante una producción de registro; la sínte-
sis conjimtiva sintetiza los voluptas, el placer de un sujeto, como ener-
gía residual de una producción de consumo.
La noción de máquina deseante supone una crítica de la idea de to-
talidad y la afirmación de la idea de multiplicidad. En el proceso produc-
tivo de las máquinas deseantes, la suma de las partes nunca produce un
todo, que supere y unifique las partes; éstas permanecen independientes,
múltiples, el todo es un todo que aparece al lado de las partes, que no las
totaliza, ni las unifica, que se encuentra en un proceso condnuo de tota-
lización sin constituirse nunca como un todo acabado y clausurado; el
cuerpo sin órganos es producido como un todo pero en su debido lugar,
en el proceso de producción, al lado de las partes que ni unifica, ni tota-
liza»".

14. KntiEdipo, págs. 40-47.


15. AntiEdipo, págs. 47-49.

-A6-
Esta crítica de ia noción de totalidad se dirige contra la teoría de los
objetos parciales de Melanie Klein, la cual considera éstos siempre co-
mo referidos a una pretendida unidad personal, de la que aquellos se-
rían fragmentos dislocados, para Deleuze, en cambio, los objetos par-
ciales son máquinas deseantes independientes, con fuerza suficiente
para hacer saltar al Edipo. El autor insiste en el carácter anedípico de la
producción deseante:

Los objetos parciales, sólo en apariencia son extraídos de las personas


globales... El inconsciente ignora a las personas. Los objetos parciales
no son representantes de los personajes parentales ni los soportes de
relaciones familiares; son piezas en las máquinas deseantes que remi-
ten a un proceso j a relaciones de producción irreductibles y prime-
ras con respecto a lo que se deja registrar en la figura del Edipo"^.

Esta defensa de la idea de multiplicidad se recoge en el artículo,


'¿Uno o varios lobos?''^ donde nuestros autores afirman que el incons-
ciente mismo es una muchedumbre y que en todas sus producciones se
distingue, por una parte, algo que juega el papel de cuerpo lleno, de
cuerpo sin órganos, el árbol del sueño del hombre de los lobos, el de-
sierto, la piel, el cuerpo poblado de multiplicidades, los lobos en el
árbol, los nómadas en el desierto, etc., y, por otra, las multiplicidades
mismas concebidas como diferencias de intensidad, como máquinas
deseantes, como unidades pre-personales, múltiples intotalizables en una
unidad, anteriores a toda síntesis en un yo, una persona, un individuo;
aquí Deleuze reprocha al psicoanálisis el haber servido, el haberse servido
de la entmciación edipica, para hacer creer al paciente que iba a hablar en
su nombre, iba a producir enunciados personales y no hay nada de eso,
sólo una banda de multiplicidades que se despliega por un cuerpo sin ór-
ganos, trazando líneas de intensidad, como los nómadas por el desierto;

16. AntiEdipo, págs. 50-51.


17. Mille Plateux, "Un seul ou plusieurs loups?", págs. 38-53.

-47-
para Deleuze y Guattari el inconsciente no es personal, ni estructural; no
simboliza, ni imagina, ni representa, sólo produce, y produce lo real.
Es interesante constatar que frente al acento puesto por Lacan en lo
imaginario y lo simbólico, Deleuze y Guattari insisten en lo real, como el
plano fundamental. Sólo tardíamente los lacanianos están tratando el
concepto de lo real'®. Edipo es el encargado de supeditar la realidad del
deseo a lo imaginario, el fantasma, y a lo simbólico, al significante despó-
tico. Edipo transforma la multiplicidad, la multivocidad del inconsciente
en algo representativo, expresivo, y hace de la producción deseante algo
personalizado, imaginado, estructuralizado, y todo esto lo lleva a cabo al
encerrar todo el deseo en el marco familiar, al triangulizar la libido entre
papá, mamá y yo. Por otra parte, mientras que el Psicoanálisis está so-
metido a la Ley del padre, una psiquiatría materialista, un esquizoanáli-
sis, debería no intentar resolver Edipo, sino ¿iesedipizar el inconsciente
para llegar al inconsciente huérfano, más allá de toda Ley, incluida la Ley
del padre. Frente a Lacan, Deleuze y Guattari dicen que la verdadera dife-
rencia no se encuentra entre lo imaginario y lo simbólico, sino entre el
elemento real de lo maquínico, (la producción deseante), y el conjunto
estructural de lo imaginario y lo simbólico, que forman un mito y sus
variantes'''. Frente al nombre del padre, el esquizoanálisis reivindica todos
los nombres de la historia; frente al significante despótico, las multiplici-
dades. Mientras que, según la interpretación de Lacan, todo el proceso
histórico y político se ve como un conjunto de identificaciones imagina-
rias bajo la dependencia de Edipo, para Deleuze, los elementos del Edipo,
las figuras parentales, no son más que meros estímulos desencadenadores
de procesos que no tienen su origen en los padres, que son en el fondo
indiferentes a dichos estímulos desencadenadores.
Existe un incurable familiarismo en el psicoanálisis que aplasta la
producción deseante y que obliga al paciente a no responder más que

18. Sobre el tema de lo Real en el lacanismo se pueden consultar «Las Actas de la


Escuela Freudiana de París», que recogen las conclusiones del VII Congreso de Roma,
1974. Ed. Petrel, Barcelona 1980, págs. 37-99.
i'). AntiEdipo, pág. 89.

-48-
con papá y mamá; frente a esto, el esquizoanálisis aparece como un aná-
lisis político y social basado en la existencia de una catexis libidinal
inconsciente que está en la base de la producción social histórica dis-
tinta de las catexis conscientes.
Por debajo de los intereses conscientes, el interés de clase, por ejemplo,
está el deseo; el esquizoanálisis pretende deshacer el inconsciente ex-
presivo, edipico, artificial, represivo y reprimido, mediatizado por la
familia, para llegar al inconsciente productivo, huérfano y ateo, que no
representa nada, no expresa nada, sino que produce, fianciona a nivel mo-
lecular, micropsíquico^". El esquizoanálisis quiere deshacer los tres errores
psicoanalíticos con relación al deseo: su concepción como carencia, su
sumisión a la Ley, y su aplastamiento por el significante; para ello debe
desedipizar y llegar a la producción de las máquinas deseantes.
Para el esquizoanálisis es la represión familiar la que depende de la
represión general social y no al revés, y aquí se conecta con la obra de
Reich. Hay una represión originaria llevada a cabo por el cuerpo sin
órganos, como elemento de anti-producción y luego una represión
secundaria efectuada por la familia^'. En su análisis del campo in-
consciente social, el esquizoanálisis descubre en este campo dos po-
los: el paranoico fascista y el esquizofrénico revolucionario, entre es-
tos dos polos oscila el deseo, hay veces que las masas desean cosas
contrarias a sus intereses conscientes, políticos y económicos; como
decía Reich las masas desearon el Fascismo a pesar de ser contrario a
sus intereses.
Otra distinción importante, establecida por el esquizoanálisis, es la
que existe entre lo molecular y lo molar^^ ; lo molecular es lo microscó-
pico, lo micrológico, lo pre-personal y lo pre-individual, inconsciente,
deseante; mientras que lo molar es lo macroscópico, lo macrológico, lo
personal e individual, consciente, basado en el interés. Las máquinas

20. AntiEdipo, pág. 104,


2\. AntiEdipo, pág. 124.
22. AntiEdipo, págs. 293-296.

-49-
moleculares y las molares (orgánicas, técnicas, sociales) son las mismas
máquinas, pero con otro tamaño y otro régimen de funcionamiento.
A nivel molar está la representación, la expresión, la significación,
mientras que al nivel molecular está la producción pura, que no expresa
nada, ni quiere decir nada. La energía propia de una máquina deseante
es la libido, y el numen y las voluptas son transformaciones de esta ener-
gía primaria. Frente al deseo y la producción deseante, la visión psicoa-
nalítica de la castración, es una visión antropomòrfica y molar de la
sexualidad. El esquizoanálisis tiene por objetivo, no analizar la relación de
un sujeto con la castración, es decir, la asunción de su sexo único por un
individuo, sino el estudio del funcionamiento en las máquinas deseantes
que consdtuyen el individuo: no uno, ni dos, sino «n» sexos.
En relación con el familiarismo del psicoanálisis, se encuentra la im-
portancia que éste da al mito, a la tragedia, al teatro. El psicoanálisis
instaura la serie del teatro (mito, tragedia, sueño, fantasma) en lugar de
la serie de la producción. Frente al proceso de represión que lleva a cabo
el psicoanálisis y que lo pone en relación con la tarea de la Psiquiatría
decimonónica, como instancia de normalización social, una verdadera
política psiquiátrica, debería deshacer todas las represiones y reterrito-
rializaciones, que sufre la producción deseante y que transforma la lo-
cura en enfermedad mental y liberar todos los flujos, desterritorializar
completamente. Esto nos recuerda la relación que establecen Deleuze y
Guattari entre capitalismo y esquizofrenia: el capitalismo surge como
una gran desterritorialización y liberación de los flujos (de hombres, de
mercancías, de dinero), pero también reterritorializa, vuelve a fijar, a
codificar, a axiomatizar los flujos en la familia, en la fábrica, en la cár-
cel, en el hospital, etc. El capitalismo tiene como límite nunca alcanza-
do la esquizofrenia, como la liberación absoluta de los flujos; esto es lo
que une la esquizofrenia con la revolución, ambas son líneas de fuga
que aspiran a escapar del capitalismo y ambas corren el peligro de caer
en la absoluta dispersión auto-destructora o bien de volver a ser reterri-
torializadas, fijadas de nuevo por el capitalismo.
El esquizoanálisis tiene, pues, varias tareas: una primera negativa,
destructiva: "destruir Edipo, la ilusión del yo, el fantoche del super yo,

-50-
la ley, la castración"^^, pero también tiene dos tareas positivas. La pri-
mera consiste en descubrir en un sujeto la naturaleza, la formación y el
funcionamiento de sus máquinas deseantes, con independencia de
cualquier interpretación; ver cómo actúan sus objetos parciales consi-
derados como elementos moleculares autónomos y productivos. La
segunda tarea positiva del esquizoanálisis consiste en reconocer la exac-
ta relación entre el polo molar y el molecular. Las máquinas deseantes
(moleculares) y las máquinas sociales (molares) están unidas indisolu-
blemente, "no hay máquinas deseantes que existan fuera de las máqui-
nas sociales que forman a gran escala y no hay máquinas sociales sin las
deseantes que las pueblan a pequeña escala"^^. El esquizoanálisis afirma
el polo esquizoide frente al polo paranoico y nos recuerda que la elec-
ción está entre estos dos polos: "la contrafuga paranoica que anima
todas las catexis conformistas, reaccionarias, fascistas y la fuga esquizo-
frénica convertible en catexis revolucionarias"^'.

Como resumen, podemos condensar la noción de esquizoanálisis en


cuatro tesis:

• Primero, toda catexis es social y siempre remite a un campo social-


histórico.
• Segundo, se debe distinguir en las catexis sociales, la catexis libidinal,
inconsciente, de grupo, o de deseo y la catexis de clase o de interés.
• Tercero, se da una primacía de las catexis libidinales del campo
social sobre la catexis familiar.
• Cuarto, hay que distinguir dos polos en la catexis social, el polo
paranoico-reaccionario, el polo esquizofrénico-revolucionario.

23. AntiEdipo, pág. 321.


24. AntiEdipo, pág. 350.
25. AntiEdipo, pág. 352.

-51-
CONCLUSIÓN

Como hemos visto, la crítica al psicoanálisis es u n o de los elementos


fundamentales de la obra de Deleuze y Guattari, t a n t o en sus aspectos
teóricos, especulativos, predominantes en Deleuze, c o m o en los aspec-
tos prácticos asistenciales^^, predominantes en Guattari, la reflexión so-
bre esta disciplina en su crítica es fundamental para su pensamiento. La
noción central de la esquizofrenia ha sido estudiada en «La lógica del
sentido» y es la base del esquizoanálisis como propuesta de una Psiquia-
tría materialista y politizada. Por otra parte, este estudio analítico rela-
ciona el plano personal con el plano personal y político, permitiendo
una síntesis de las aportaciones freudianas y marxistas que n u n c a logró
el freudomarxismo ortodoxo; además, la apertura de la clínica al campo
social y cultural, permite mucha mayor libertad en el análisis, que
queda en el freudismo demasiado limitado al triángulo edipico, amplia-
do en rectángulo por la figura del psicoanalista. La importancia conce-
dida al deseo en el surgimiento, tanto de la revolución c o m o del fas-
cismo aimque pueda ser tachado de irracionalista permite explicar la
divergencia constatable empíricamente entre los intereses y los deseos o
entre los factores objetivos y subjetivos, del desarrollo histórico.
Por último, la posición deleuziana no es t o t a l m e n t e optimista, no
basta con que existan líneas de fuga esquizoide en u n a sociedad para
que se produzca la revolución, hace falta que esas líneas de fuga se
organicen en un plano de consistencia para evitar su dispersión; ade-
más hay que evitar que dichas líneas de fuga p u e d a n ser recuperadas,
reterritorializadas, en líneas paranoicas fascistas. H a y u n a oscilación
esencial del deseo, entre estos dos polos, el paranoide-fascista y el es-
quizoide-revolucionario.
Asimismo el reconocimiento de la instancia del deseo, c o m o u n nivel
molecular productivo energético, en relación con u n a serie de disposi-

26. Guattari ha estado siempre muy interesado en el aspecto institucional de la psi-


quiatría, como se puede ver por su relación con los grupos de antipslquiatras france-
ses. CE A A W , El Análisis Institucional, Campo Abierto Ediciones, Madrid 1977.

-52-
tivos mecánicos productivos, elimina la distinción entre natural y arti-
ficial y la falsa polémica entre mecanismo y vitalismo, que permite a
partir de la noción de multiplicidad y de máquina deseante construir
un modelo ontològico con un gran número de aplicaciones históricas,
clínicas, de crítica artística y literaria, etc.
En cuanto a los orígenes teóricos de las nociones de máquina deseante
y de esquizoanálisis, se puede decir que la noción de máquina deseante,
molectilar se basa en las categorías metafísicas, de conatus (Espinosa), vo-
luntad de poder (Nietzsche), Mónada (Leibniz) y el vitalismo bersog-
niano, junto con la noción de hacceitas de Duns Scoto; en cuanto al es-
quizoanálisis se puede decir que retoma las ideas fundamentales de Reich
por una parte, y la antipsiquiatría de Laing y Cooper por otra, sin olvidar
su relación crítica heterodoxa con el lacanismo.

Como resumen, recogemos aquí los ocho principios del esquizoaná-


lisis que Guattari plantea en El Inconsciente maquinico:

• Permanecer en el límite, adyacentes a los devenires en curso.


• No hay que interpretar, sino estar atentos a los acontecimientos del
deseo.
• La mejor posición para atender al inconsciente no es precisamente
el diván.
• Los dispositivos esquizoanalíticos muestran alternativas entre las
que hay que elegir.
• Las cosas importantes no pasan nunca donde se las espera: los pro-
cesos esquizoanalíticos son rizomáticos y heterogenéticos.
• Hay que distinguir entre las transferencias por resonancia subjetiva
e identificación personológica y las transferencias maquínicas que
son interacciones diagramáticas asignificantes.
• Ningún estadio se supera del todo sino que permanece disponible
para posibles reutilizaciones.
• Toda idea de principio y de origen tiene que ser considerada como
sospechosa (IM, 202-203).

-53-
La obra de Deleuze y Guattari es un elemento imprescindible de la
actual revisión del Psicoanálisis que aparece hoy más como una com-
ponente esencial de nuestra cultura, como una antropología y una teo-
ría de la historia de la sociedad, que como un medio de curación de
algunas enfermedades mentales.

-54-
MODELOS ONTOLÓGICOS I
CARTOGRAFÍAS DEL DESEO

0. Por motivos pedagógicos distinguimos los modelos ontológicos


que Guattari ha elaborado conjuntamente con Deleuze de los que están
presentes en sus obras en solitario. N o hay ningún motivo teórico para
esta separación salvo la comodidad de exposición pero pensamos que es-
ta separación facilitará la comprensión del entramado ontològico que
subyace en la obra de nuestro autor.
Guattari y Deleuze firmaron juntos cuatro obras, las dos partes de
'Capitalismo y Esquizofrenia, a saber, El AntiEdipo y Mil Mesetas, el li-
bro sobre Kafka y ¿Qué es filosofia?, y a ellas nos vamos a referir a con-
dnuación.

LCAPITALISMO Y ESQUIZOFRENIA: EL ANTIEDIPO

La primera obra conjunta. El AntiEdipo, es un panfieto que eleva al


nivel del concepto la época que culminó con Mayo de 68 y en ese sen-
tido puede considerarse su manifiesto teórico. La intención polémica y
programática del escrito no obsta para que en el mismo se presente una
densa red de conceptos que lo articula. La obra se estructura en cuatro
partes. En la primera se plantea la relación entre capitalismo y esquizo-
frenia, presentando la economía libidinal de las máquinas deseantes, es
decir la conjunción de la economía y el deseo, que articula las aporta-

-55-
Clones de Marx y Freud, considerando los aspectos productivos de la
libido y su carácter infraestructural por una parte, y por otra la necesi-
dad de introducir la categoria de producción en el psicoanálisis sustitu-
yendo a la categoría de representación que había sido d o m i n a n t e hasta
ahora en este ámbito. En este aspecto Guattari aporta a Deleuze su do-
ble experiencia de militante marxista y de psicoanalista lacaniano con-
densada en el feliz hallazgo de la noción de máquina deseante que
expresa de forma sintética la conjunción entre los aspectos libidinales y
los económicos. Máquinas pero deseantes que producen en última ins-
tancia deseo. Y deseantes pero máquinas, es decir artificios sociales e
históricos. C o n esta noción que condensa y estructura la categoría de
producción se va más allá de las estériles oposiciones entre lo interior y lo
exterior, entre lo subjetivo y lo objetivo, entre lo estructural y lo superes-
tructura!. El deseo pertenece a la infraestructura, pero a la vez se artictila
siempre en dispositivos históricos y sociales, impidiendo todo naturalismo
y todo esplritualismo en aras de un maquinismo vitalista. De esta manera
Guattari (y Deleuze) invierten de nuevo al platonismo que ya sitúa desde
el principio el deseo del lado de la adquisición más que del lado de la pro-
ducción, dando lugar a una noción negativa y basada en la carencia del
mismo, frente la que nuestros autores oponen una idea afirmativa, positi-
va y productiva del deseo. El deseo es productivo pero no sólo del fantas-
ma, de las alucinaciones, como en Janet y Freud, sino que produce la rea-
lidad. Dicha realidad es el p r o d u a o de las síntesis pasivas del deseo como
autoproducción inconsciente y del inconsciente (AE, 33).
La categoría central del entramado ontològico del AntiEdipo es la de
máquina deseante que articula unas nociones sui generis de máquina y de
deseo, así como una noción generalizada de producción. En este mo-
mento al aspecto productivo de las máquinas deseantes se opondrá el
m o m e n t o antiproductivo, vampírico y parasitario del cuerpo sin órganos,
noción que en M P adquirirá una connotación más positiva. También son
importantes la noción de síntesis y sus diversas clases y la de representa-
ción, mostrada siempre de manera crítica. En este libro surgen además
la categoría de multiplicidad que se desarrollará en Mil Mesetas, y la
oposición molar/molecular.

-56-
1. Producción y máquinas deseantes

En el análisis que nuestros autores llevan a cabo de la economía libi-


dinal de las máquinas deseantes se produce un juego entre los elemen-
tos productivos ligados a las máquinas deseantes, origen de toda pro-
ducción, tanto libidinal como propiamente económica y los elementos
antiproductivos que se apropian de los frutos de la producción y que en
esta época Deleuze y Guattari condensan en la noción del Cuerpo sin
árganos. La centralidad de la noción de producción (elemento éste que
hace que Deleuze y Guattari siempre permanezcan en la estela del mar-
xismo, por m u y sui generis que éste sea en su caso) hace que la distin-
ción hombre / naturaleza se difumine frente a la consideración de un
único proceso maquínico y productivo: "Ya no existe ni hombre ni
naturaleza, únicamente el proceso que los produce a uno dentro de otro
y acopla las máquinas" (AE, 12). H a y un único proceso creativo y mul-
tiforme que se despliega en producciones de producción, de acciones y
pasiones, producciones de registros, que recogen y recuerdan, produc-
ciones de consumo ligadas a las voluptuosidades y placeres (AE, 13). El
registro y el consumo son elementos de la producción misma, como sa-
gazmente supo ver Marx en sus brillantes análisis del capitalismo. De
igual manera ya el Marx de los Manuscritos del 44 captó la identidad
entre la vida genérica del hombre y una naturaleza transformada por la
industria y, en este sentido, convertida en artificio. Por último, el pro-
ceso productivo de la naturaleza humanizada no tiene u n a finalidad in-
trínseca, no concluye nunca sino que se ramifica y se diferencia de
manera permanente y continua. El proceso productivo es tan universal
que incluso produce su contrario, la antiproducción, como detención
momentánea del proceso productivo, como el Cuerpo sin órganos que se
apropia del producto, como el instinto de muerte que actúa en tanto que
un límite interno de la propia vida. El cuerpo sin órganos aparece aquí
como una superficie de inscripción en la que se proyecta la actividad de
las máquinas deseantes de tal manera que dicha producción parece tener
en él su origen: de igual manera que el capital se muestra como el autén-
tico productor, aquí el cuerpo sin órganos se muestra como la cuasi-

-57-
causa del proceso productivo. El cuerpo sin órganos actúa como una
superfìcie de registro tal que la propia producción parece emanar de
ella. A la síntesis conectiva propia de la producción de producción se
sustituye la síntesis disyuntiva propia de la producción de registro. En
lugar de un y' aditivo que siempre suma, aparece un o' disyuntivo que
obliga a elegir. La libido o trabajo de producción deseante se transfor-
ma en Numen, o energía disyuntiva de inscripción. Lo divino aparece
ligado a esta disyunción esencial. De igual manera que el registro es
producido por la propia producción, también el consumo parece pro-
ducido por el registro y la inscripción. Es en este nivel donde aparece
por primera vez algo que podría recordar a un sujeto, ligado al consu-
mo y a la voluptuosidad, sin identidad fija, siempre al lado, adyacente
al pulular de las máquinas deseantes. Este será el estatuto del sujeto para
nuestros autores, originado no origen, siempre al lado, constituido co-
mo resto, recibiendo su energía de las máquinas deseantes, en continuo
desplazamiento por la superficie de inscripción que constituye el cuer-
po sin órganos. De igual manera que una parte de la energía de pro-
ducción se convierte en energía disyuntiva de registro o Numen, una
parte de dicha energía de registro se transforma en energía de consumo
o Voluptas. La síntesis propia de esta energía de consumo es la conjun-
tiva 'luego soy yo', ya que el sujeto siempre surge como resultado de
una interpelación, es dicho por algo exterior que lo señala y al señalar-
lo lo identifica y, al mismo tiempo, lo constituye. Este sujeto se consti-
tuye antes como un Yo siento que como un Yo pienso, y es un proce-
so intensivo de devenires siempre positivos que parte del cuerpo sin
órganos como nivel cero de intensidad. (AE, 26-27). El sujeto es el con-
junto de sus estados, es el resultado de su devenir continuo, se deduce
de sus estados, no es un fundamento profundo sino un sobrevuelo
superficial, no está debajo (sub-iectum, hipo-keimenon) sino al lado,
en la superficie de los acontecimientos: "...el sujeto nace de cada esta-
do de la serie, renace siempre del estado siguiente que le determina en
un momento, consumiendo y consumando todos estos datos que le
hacen nacer y renacer (el estado vivido es primero con respecto al suje-
to que lo vive)" (AE, 28). Como vemos, Guattari y Deleuze se sitúan

-58-
en la estela del empirismo humeano que fue el primero que inició la
deconstrucción del sujeto fuerte de la modernidad de cuño cartesiano.
Nietzsche en la lectura de Klossowski se siente como un sujeto nomá-
dico de este estilo al afirmar ' yo soy todos los nombres de la historia.
La máquina célibe del eterno retorno ocupa el lugar central abandona-
do por el yo y hace girar al sujeto en el contorno del círculo confun-
diéndose con el flujo de sus estados.
La noción de producción deseante conjuga las aportaciones de Freud
y Marx al introducir el deseo en el mecanismo y la producción en el
deseo. El deseo es productivo, pero produce no sólo imágenes o fantas-
mas sino que produce lo real: "El deseo es este conjunto de síntesis
pasivas que maquinan los objetos parciales, los flujos y los cuerpos, y
que funcionan como unidades de producción" (AE, 33). La producción
deseante supone la coextensión del campo social y del deseo; las máqui-
nas deseantes no son máquinas fantasmáticas distintas de las máquinas
técnicas y sociales o dobles de estas últimas. Entre las máquinas socia-
les técnicas y las máquinas deseantes no hay diferencia de naturaleza, a
lo más diferentes regímenes de actuación. Mientras que las máquinas
técnicas si se estropean dejan de funcionar, las máquinas deseantes sólo
funcionan al estropearse: el desarreglo forma parte del propio funcio-
namiento. Por otra parte, mientras que en el caso de las máquinas téc-
nicas la antiproducción surge como el resultado de las condiciones
externas de desarrollo del proceso productivo, en el caso de las máqui-
nas deseantes la antiproducción es su propio producto. Sólo hay una
producción: la de lo real; pero dicho proceso puede verse desde dos
perspectivas, la natural, que contempla cómo la producción social surge
a partir de la producción deseante, y la histórica, que parte del carácter
social de la producción deseante que sólo al flnal y tras un largo proce-
so de liberación, podría aparecer como tal (AE, 39). La máquina social
o socius siempre ha tratado de canalizar, regular, codificar, inscribir,
registrar los flujos del deseo.
A continuación vamos a explicitar la noción de máquina que está
aquí en juego y que presenta tres aspectos principales: 1) Las máquinas
siempre están en relación con un flujo material condnuo en el que in-

-59-
troducen cortes. 2) Toda máquina contiene una especie de código
almacenado en ella. 3) Toda máquina produce como residuo una espe-
cie de sujeto que le es adyacente. Cada uno de estos aspectos es una
especie de producción: producción de producción, producción de
registro, producción de consumo (AE, 42-47). La producción desean-
te es un proceso continuo que sólo se puede explicar a partir de la cate-
goría de multiplicidad, que supera tanto lo múltiple como lo Uno. Es
un proceso que produce lo múltiple, la diferenciación irreductible. La
noción de totalidad que surge aquí es una totalidad que no totaliza y
subsume sus partes sino que permanece al lado. No se reúnen las par-
tes en un Todo sino que dicho todo afirma las dispersiones, las separa-
ciones de las partes, irreductibles entre sí. La unidad que introduce
dicho Todo no es reductora de las diferencias sino una unidad trans-
versal que hace resonar dichas diferencias (AE, 47-48).

2. Las diversas clases de síntesis

C o m o ya hemos visto lo esencial para nuestros autores es la produc-


ción que se presenta en tres niveles: "producción de producción, o pro-
ducción de acciones y pasiones; producción de registro, de notaciones
y codificaciones; por último producción de consumo, es decir, produc-
ción de voluptuosidades, de angustias y de dolores" (AE, 13). Cada ti-
po de producción se corresponde con una síntesis específica entre las
diversas series. En primer lugar, correspondiente a la producción de
producción tenemos la síntesis conectiva que utiliza la conjunción y'
que conecta la producción con su producto. En segundo lugar, tenemos
la síntesis disyuntiva que caracteriza a la producción de registro y se
basa en la fórmula ya ... ya. En este nivel a la producción se suma la
antiproducción, caracterizada en este momento por la noción de cuer-
po sin órganos que expresa en este contexto el momento antiproducti-
vo que sin ser él mismo productivo se alza sobre la producción y la
somete a su ley. Es el capital que como trabajo muerto somete al traba-
jo vivo y se apropia de su producción: es la superficie de registro en la

-60-
que cae toda la producción, apareciendo de esta manera como la cuas^'
causa de dicha p r o d u c c i ó n (AE, 19). La producción de registro exi^^
una instancia, el cuerpo sin órganos capitalista, que por un lado disti'"
huye, codifica, inscribe la producción, y por otro, se presenta como ^^
presupuesto necesario de la misma. La producción de producción se
sometida a la p r o d u c c i ó n de registro, aunque dicho registro, dicha in^'
cripción, sea u n p r o d u c t o de la propia producción. De igual mane^^
tenemos que el c o n s u m o sigue al registro aunque es producido por ési^'
Como ya M a r x señaló de f o r m a clarividente, lejos de ser el consumo ^^
fin de la producción es su propio producto. La producción de consi^"
mo produce placer, voluptas, y asociado a dicho placer surge un sujeté'
pero un sujeto m u y especial, no origen sino originado, producido sien^"
pre al lado, descentrado y desplazado. El sujeto es el resultado de la tc^'
cera síntesis, la síntesis conjuntiva cuya fórmula es 'luego soy yo, es^
m f . Conviene recordar en este contexto cómo Althusser liga la pr^'
ducción del sujeto a esa f u n c i ó n de apelación: nos constituimos en suj^"
tos al ser interpelados, al sentir que alguien se dirige a nosotros.
Tenemos, pues, las tres síntesis, productora cada una de ellas de ui^^
máquina específica: la m á q u i n a paranoica de la producción de produ''"
ción y sus síntesis conectivas; la máquina milagrosa de la producción ^^
registro y su síntesis disyuntiva; y la máquina célibe de la producción
de consumo y sus síntesis conjuntivas.

3. La filosofia de la historia como semiótica. Los diversos tipos de represei^'


tación

Nuestros autores elaboran una filosofía de la historia sui generis qi^^


analiza el discurrir h u m a n o como la sucesión de diferentes formas ^
mecanismos de representación, es decir, como semióticas significante^-
En concreto en esta obra analizan tres mecanismos de representacióí^'
la máquina territorial primitiva, la máquina despótica bárbara y J^
máquina capitalista civilizada, retomando la tipología de la vieja y d à '
prestigiada escuela evolucionista. A través de estos tres modelos anal^"

-61-
zan los procesos de cerritorialización, desterritorialización y reterritoria-
lización y de emisión de flujos de signos, de riqueza y de personas cuya
combinatoria da lugar a la historia humana. Las tres máquinas aludidas
presentan formas distintas de funcionamiento: la máquina territorial
codifica los flujos sobre el cuerpo lleno de la tierra, inscribiendo en los
cuerpos mediante los tatuajes e incisiones las marcas indelebles del
poder; la máquina despótica que da lugar por primera vez a un Estado
(Urstaat) sobrecodifica los flujos unificando las dispersas unidades terri-
toriales y extrayendo el excedente para obras colectivas: irrigaciones,
palacios, templos, observatorios astronómicos, etc.; la máquina capita-
lista descodifica los distintos flujos de hombres y riqueza dando lugar
al cuerpo lleno del capital-dinero, pero a su vez recodifica de nuevo a
través del mantenimiento del estado como poder político que refuerza
y controla a la vez al poder económico liberado.
Cada máquina social utiliza de forma preferente un tipo concreto de
representación. La máquina territorial primitiva emplea la connotación
-expresión que funciona a través del tatuaje y de la máscara y que ex-
presa la crueldad primitiva; la máquina despótica imperial actúa me-
diante la subordinación-disyunción que fija al signo y lo convierte en
letra, en código, en ley escrita que plasma de forma gráfica la total su-
misión al déspota, emblema del terror en que se basa el imperio; por
último, la máquina capitalista se basa en la coordinación-conjunción de
los flujos descodificados de riqueza y de personas. Si el despotismo im-
perial se basaba en códigos rígidos e inflexibles que se aplicaban me-
diante el terror, el poder capitalista se basa en una axiomática flexible
que va a añadiendo axiomas según lo exige la ocasión, sin preocuparse
mucho de su coherencia y compatibilidad internas. Mientras que el po-
der en las sociedades precapitalista suponía una coerción jurídica extra-
económica, el poder en el capitalismo supone la interiorización del
poder que se hace inmanente en el propio proceso de la producción.

-62-
II. MIL MESETAS

En la segunda parce de Capitalismo y esquizofrenia, que lleva por títu-


lo Mil Mesetas, el discurso que transcurría como un torrente en el Anti-
Edipo se remansa y el entramado ontològico se hace más denso. La preo-
cupación política militante inmediata deja paso a un esfuerzo de consti-
tución ontològica del presente que pone en juego una serie de categorías
fundamentales: multiplicidad, rizoma, estratos y plano de consistencia,
devenir, máquinas abstractas y dispositivos concretos, espacios lisos y
estriados, etc.'

1. La noción de multiplicidad

Deleuze y Guattari descubren la categoría de multiplicidad en la


obra de Freud y su continuación en Melanie Klein en la teoría de los
objetos parciales. Nuestros autores retoman la noción de objeto parcial
de Klein generalizándola y rebautizándola en su noción de máquina de-
seante, las cuales se presentan como una serie de multiplicidades inten-
sivas conectadas entre sí de forma rizomática y que se distribuyen por
la superficie del cuerpo sin órganos resistiéndose a ser totalizadas bajo
la noción de organismo. Las multiplicidades consrituyen el inconscien-
te y no admiten ni totalización ni jerarquización. Son elementos nóma-
das que se desterritorializan generando líneas de fuga, pero que admi-
ten también su inserción en dispositivos molares de estructura arbórea.
La multiplicidad funciona más que como masa, como banda o muta,
en la terminología de Canetti, ya que consdtuye una serie de plurali-
dades irreductibles a la Unidad o al Todo globaiizador. La masa presen-
ta cuatro rasgos defmitorios: su crecimiento ilimitado, la igualdad entre

1. H e d e s a r r o l l a d o u n análisis p o r m e n o r i z a d o d e d i c h a s categorías, q u e sigo e n


cierta m a n e r a a q u í , e n la p a r t e I V q u e lleva p o r n o m b r e ' C a p i t a l i s m o y e s q u i z o f r e n i a
de mi libro Ontologia y diferencia: la filosofìa de Gilles Deleuze, Orígenes, Madrid,
1987. pp. 289-360.

-63-
sus miembros y la sumisión jerárquica al jefe, la tendencia a la concen-
tración y la compacidad y la unidireccional i dad. En cambio, una banda
es un grupo reducido que difícilmente puede ampliarse; en la que sus
miembros conservan su singularidad y no se disuelve en la uniformi-
dad, y en la que la jerarquía es flexible y cambiante. La banda es des-
centralizada, lo que le da más flexibilidad y rapidez y le permite cam-
biar rápidamente de objetivo y de estructura interna. Mientras que la
masa se totaliza en una unidad orgánica, la banda o muta rechaza toda
totalización y sumisión a la unidad homogénea, conservando siempre
su heterogeneidad. Un ejemplo de banda se encuentra en las máquinas
de guerra primitivas, mientras que el ejército moderno ya le sirvió a
Freud como prototipo de la noción de masa.

2. Rizoma

La forma esencial en la que se despliega la multiplicidad es el rizoma,


metáfora botánica que sustituye a la metáfora del árbol que ha sido
básica en toda la tradición occidental. La lógica arbórea muestra una
lógica binaria, dicotòmica, que opera por divisiones sucesivas y que
genera una estructura rígidamente jerarquizada en la que el tronco se
bifurca en una serie de ramas principales las cuales se bifurcan en ramas
secundarias y así sucesivamente. Frente al árbol, el rizoma se basa en
unos principios muy diferentes. En primer lugar, la conexión y la hete-
rogeneidad. Mientras que en una estructura arbórea la conexión es rígi-
da y jerarquizada (hay que pasar por unos determinados sitios para lle-
gar al extremo), en una estructura rizomárica todo se puede conectar
con todo; la estructura es en red, en cuadrícula, hay numerosas formas
de pasar de un lugar a otro. Por otra parte, un rizoma conecta elemen-
tos de naturaleza heterogénea, eslabones semióricos se conectan con es-
labones políricos, económicos, culturales, etc. En segundo lugar, la
multiplicidad: ios rizomas no están subordinados a un Uno exterior que
los totalice. Más que puntos estáricos los rizomas conectan líneas diná-
micas. La multiplicidad originaria socava cualquier unidad originada

-64-
que pueda surgir, que aparece siempre como segunda y como exterior.
El rizoma rechaza toda interiorización, toda subjedvación: las multipli-
cidades que dan lugar a los rizomas son asignifìcantes y asubjetivas. Los
rizomas también están sometidos al principio de ruptura a-significante,
según el cual cualquier interrupción o ruptura no supone la destrucción
del rizoma sino su despliegue a través de líneas de fiiga divergentes lo
que no impide su reterritorialización posterior. Los rizomas siguen tam-
bién los principios de cartografía y calcomanía, según los cuales los
rizomas rechazan los modelos, tanto los estructurales, basados en una
estructura profunda sincrónica, como los generativos basados en un eje
genédco diacrònico. El rizoma no es un calco, no reproduce la realidad,
sino que es un mapa, es decir una red de múltiples entradas que no
representa una realidad previa sino que ayuda a construirla mediante la
experimentación.
Resumiendo las principales características del rizoma podemos decir
que:
En primer lugar, el rizoma es una multiplicidad heterogénea, cada una
de cuyas secciones puede conectarse con cualquier otra sin ninguna je-
rarquía establecida; en segundo lugar, el rizoma no se deja reducir a la
dualidad Uno/Múltiple, ya que no está formado por unidades sino por
líneas, por flujos orientados; además no tiene comienzo ni fin, está siem-
pre en el medio, crece como la hierba entre las cosas; se desarrolla en un
medio que extiende y desborda continuamente. Está formado por multi-
plicidades, sin sujeto ni objeto, no totalizables en una unidad superior.
Entre las líneas que lo constituyen las hay de territorialización, pero tam-
bién tiene líneas de fuga que lo desterritorializan y liberan. Es reacio a la
reproducción y la multiplicación, al calco; por ello es una antigenealogía.
Se presenta como un mapa, susceptible de varios usos y lecturas; es, por
último, un sistema descentralizado, no jerarquizado ni controlado por
una memoria central constituido por mesetas, zonas de disdnta intensi-
dad entre las que se establecen conexiones variables (devenires).^

2. Cf Ontologia y Diferencia, ya cit., pp. 299-300 y MP, pp. 31-32.

-65-
3. Estratos y plano de consistencia

Hay un sistema de estratificación codificada cada vez que hay, en


sentido horizontal, causalidades lineales entre elementos; y vertical-
mente, jerarquía de orden entre agrupamientos; y para mantener todo
junto en profundidad, una sucesión de formas encuadrantes de las cua-
les cada una informa una substancia, y sirve a su vez de substancia a la
otra. Estas causalidades, estas jerarquías, estos encuadramientos consti-
tuyen tanto un estrato como el paso de un estrato a otro, como las com-
binaciones estratificadas de lo molar y lo molecular. Se hablará, por el
contrario de conjuntos de consistencia cuando nos encontremos ante
consolidados de componentes muy heterogéneos, cortocircuitos del or-
den o incluso causalidades al revés, capturas entre materiales y fuerzas
de otra naturaleza, en el lugar de una sucesión reglada entre formas y
substancias: como si un phylum maquinico, una transversalidad desestra-
tificante pasara a través de los elementos, los órdenes, las formas y las
substancias, lo molar y lo molecular, para liberar una materia y captar
fuerzas (MP, 414).
Deleuze y Guattari compaginan dos visiones del mundo, una estra-
tificada, extensiva, que comparten con autores como Popper, Ferrater,
Bunge, etc., y que se inspira en un modelo geológico y un modelo lin-
güístico a la vez, y otra intensiva que se sitúa en la estela de la teoría
espinosiana de la relación entre la Substancia y los modos. Los estratos
son siempre plurales y unos sirven de sustratos a los otros. Los distin-
tos estratos están en contacto unos con otros a través de una máquina
abstracta que actúa, por un lado, como un Inter-estrato, ya que comu-
nica un estrato con otro, y por otro como un meta-estrato ya que
comunica dichos estratos con el plano de consistencia, que es un ele-
mento disolvente de la propia estructura de los estratos. La relación
entre los estratos la expresa Guattari con la noción, tomada de G. Bate-
son, de doublé bind (doble pinza). Esta articulación doble se muestra
en el interior mismo de cada estrato. La primera articulación relaciona el
conjunto de las substancias, consistentes en un flujo de partículas mo-
leculares, y el conjunto de las formas que superponen un orden estadísti-

-66-
co de relaciones sobre el flujo continuo de las partículas. La segunda arti-
culación por su parte, construye estructuras estables (formas) sobre los
compuestos molares en los que estas formas se actualizan (substancias). A
cada articulación le corresponde un tipo de multiplicidad, una molecular,
elemental y flexible, la otra molar, orgánica y rígida. Las substancias son
materias formadas, estructuradas por las formas, se despliegan en territorios
y están sometidas a códigos. Por sus formas las substancias se relacionan con
los códigos y por sus materias dichas substancias ocupan territorios.
Cada estrato presenta una unidad de composición que lo individua-
liza y que estructura sus materiales moleculares gracias a sus rasgos for-
males. Pero a la vez cada estrato comunica con otros estratos que le pro-
porcionan materiales y le sirven de medio exterior. Cada estrato se rela-
ciona con tres tipos de medios: el medio asociado que le proporciona
energía y materiales para su desarrollo y que actúa como un 'para-estra-
to'; el medio intermedio que funciona como un 'epi-estrato', y los medios
exteriores e interiores. Cada estrato consta de una capa central, el Ecúme-
no definido por "la identidad de los materiales moleculares, los elementos
substanciales y las relaciones formales^" que lo constituyen, y el conjunto
de epi-estratos y para-estratos que le sirven de medios intermedios, y aso-
ciados. Dentro de cada estrato las formas son el producto de la codifica-
ción y descodificación que tiene lugar en los para-estratos. A su vez, las
substancias en tanto que materias formadas se despliegan en los epi-estra-
tos a través de movimientos de territorialización y desterritorialización.
Los estratos consiguen construir un medio interno estable gracias a una
territorialización que les permite mantener su autonomía frente a las varia-
ciones del medio exterior, del que se han separado mediante una serie de
desterritorializaciones sucesivas y progresivas. Cada estrato se ve sometido
a estos procesos de codificación y descodificación, de territorialización y
desterritorialización, así como a un flujo continuo de partículas materiales
y de energía, lo que hace de ellos algo esencialmente dinámico, sometido
a múltiples variaciones.

3. MP, pp. 68-69.

-67-
Nuestros autores distinguen los tres estratos tradicionales: el inorgáni-
co, físico-químico, el orgánico, vivo y el humano, social y cultural. En el
primer estrato la expresión molar estructura el contenido molecular,
microfísico, para producir las propiedades macrofísicas. En el estrato si-
guiente, el orgánico, la expresión se convierte en autónoma respecto del
contenido. La codificación ya no es tridimensional, como podemos ver
en el caso de la formación de los cristales pertenecientes al nivel anterior,
sino que se hace lineal, coincide con la secuencia del código genético. En
el nivel orgánico, tanto los contenidos como las expresiones presentan
ambos niveles moleculares y niveles molares. La autonomía de la expre-
sión respecto al contenido facilita las desterritorializaciones y amplía
enormemente la capacidad de reproducción. El desarrollo del estrato or-
gánico conlleva una proliferación de formas que se entrecruzan y combi-
nan entre sí de forma impensable en el estrato inorgánico.
El tercer nivel se define no tanto con relación a una hipotética esencia
humana, sino a través de un nuevo tipo de relación entre la expresión y
el contenido. Aquí Deieuze y Guattari siguen los análisis de Leroi-Gour-
han"* y consideran que la forma del contenido está constituida por las
herramientas, mientras que la forma de la expresión se muestra a través
del lenguaje. El hombre se define, pues, como homo faber, y como homo
loquens, es decir como un ser que trabaja y un ser que habla.

4. Ritornelos, rostridady haeccidad: la constitución de la subjetividad

La rostridad^ (visageité) se sitúa en la intersección de los ejes de la sig-


nificación y de la subjetivación y se muestra como la articulación de

4. Cf. Le geste et la parole, technique et langage, Albin Michel, París, 1964-65.


5. S o b r e el s i s t e m a del r o s t r o y l o s i n t e n t o s p o r salir del m i s m o se p u e d e c o n s u l t a r
el capítulo 7 de Mille Plateaux, pp. 205-234; así como La lo^que de la sensation, que
analiza la d e s t r u c c i ó n del r o s t r o e n b e n e f i c i o d e la c a b e z a y del c u e r p o e n la p i n t u r a
d e F r a n c i s B a c o n ; a s í c o m o los análisis del r o s t r o e n las películas d e G r i f f i t y d e E i s e n s -
t e i n e n los escritos d e D e l e u z e s o b r e el cine.

-68-
unos agujeros negros sobre un muro blanco, como una superficie agu-
jereada. Los rostros concretos son el producto de una máquina abstrac-
ta de rostridad. El rostro no se refiere sólo a la cabeza sino que es el pro-
ducto de una sob recodificación que afecta a todo el cuerpo, más según
un orden de razones que según un mecanismo de semejanza. El rostro
es el elemento clave de la individuación subjetiva y por ello sobredeter-
mina el conjunto del cuerpo de tal manera que se produce un salto del
sistema cuerpo-cabeza al sistema rostro. Dicho sistema rostro desterri-
torializa la cabeza, la extrae del nivel orgánico y la conecta con los nive-
les propiamente humanos de la significación y la subjetivación. El sis-
tema del rostro es un mecanismo de subjetivación ligado a un cierto
tipo de poder. El sistema rostro no es universal; en los pueblos primiti-
vos no se da, ya que las semióticas de dichos pueblos no son signifi-
cantes ni subjetivas, sino colectivas, polívocas y corporales, se muestra
en los tatuajes, en los movimientos corporales, en las danzas. El sistema
rostro tiene su apogeo en el modelo del hombre europeo; el rostro por
antonomasia es el de Cristo. La máquina abstracta de rostridad da lugar
a unidades de rostro que permiten establecer categorías binarias: un
hombre o una mujer, un niño o un adulto, etc. En este sentido el ros-
tro introduce orden en las normalidades. Y por otra parte actúa como
filtro selectivo que clasifica los rostros con relación a una coordenadas
típicas, rechazando las desviaciones, tras detectarlas. El sistema rostro es
una semiódca mixta que combina significación y subjetivación bajo el
predominio del lenguaje hablado y del sujeto individual aplastando el
resto de semióticas subjetivas y asignificantes. La significación y la sub-
jetivación suponen la intervención de dispositivos despóticos y autori-
tarios que actúan sobre el cuerpo en su conjunto para conjurar la apa-
nción de semióticas polívocas o multidimensionales que desafíen el
predominio del lenguaje y de la individualidad subjetiva, provocando
el salto del estrato orgánico al estrato definido por la significación y la
subjetivación. El sistema rostro, pues, es el resultado de una producción
social que personaliza y normaliza los individuos, espiritualizándolos y
desnaturalizándolos, de manera tal que podemos decir, que "el rostro es
una política".

-69-
El rostro no ha sido universal ni eterno, ha existido una etapa anterior
al rostro y habrá una etapa posterior. Precisamente, en los últimos tiem-
pos se han dado muchos intentos de salir del rostro, de deshacer el ros-
tro, en tanto que combinación despótica y autoritaria de significación y
subjetivación. Se trata de atravesar el muro del significante y de salir del
agujero negro de la subjetividad, hacia las regiones de lo asignificante,
asubjetivo, de lo sin-rostro. Deshacer el rostro exige liberar los rasgos de
rostridad que en la cara normal están codificados, estableciendo un deve-
nir, devenir animal, o devenir vegetal, o devenir imperceptible. Deshacer
el rostro tiene sus riesgos, exige una experimentación que puede llevar a
la locura. El arte lo ha intentado pero no basta con quedarse en el arte,
refiagiarse en el arte sino utilizar la experimentación ai'tística para generar
nuevas formas de vida. En esta experimentación no se trata de volver a lo
primitivo o a lo animal, ya que esto es imposible, no podemos volver del
rostro al cuerpo. Como el rostro define la humanidad, las etapas anterio-
res al rostro son ejemplos de cierta clase de no-humano, de la misma
manera que el intento de salir del rostro producirá nuevas formas de in-
humano, nuevas formas de vida no humana, en la que los rasgos del
rostro, liberados de su sobrecodificación despótica y autoritaria, se con-
vierten en cabezas buscadoras que saltan sobre el sistema de estratos,
produciendo una desterritorialización y un devenir como apertura a lo
inédito. Las tres etapas del rostro serían, pues, las cabezas primitivas an-
teriores al rostro, el rostro-cristo, símbolo de la subjetividad cristiana y
capitalista y las cabezas buscadoras como intentos de generar una vida
más que humana, liberada del dominio de la subjetivación y de la sig-
nificación.
El arte occidental se ha definido respecto del rostro, especialmente el
de Cristo según los estudios de Jean Paris retomados por Deleuze. Se
distingue así un rostro despótico de Cristo de un rostro pasional, rela-
cionado con los demás: si el primero mira desde la bóveda inquietante
de Cefalú en Sicilia, el segundo intercambia miradas con los apóstoles
en los cuadros de Duccio. En los retratos se distinguen dos aspectos o
dos tendencias del rostro, por un lado la superficie de rostridad defini-
da por el contorno en la que destacan los ojos como dos agujeros negros

-70-
y por orro, los rasgos de rostridad que se resisten a ser integrados por la
superficie y se afirman por sí mismos en su individualidad inquietante
(IM, 126). Por su parte, Francis Bacon ha planteado todo su tratamien-
to de la figura humana como una destrucción consciente del rostro
(humano) en beneficio de una cabeza (animal prehumana o posthu-
mana): "El rostro es una organización espacial estructurada que recubre
la cabeza, mientras que la cabeza es una dependencia del cuerpo, aun-
que sea su extremo" {Logique de la sensation, 19). El rostro es la parte
espiritual de la cabeza y en ese sentido su destrucción ayuda al proyec-
to de Bacon de destacar los elementos animales del cuerpo humano en
detrimento de su espíritu. Por líltimo el cine, a través del primer plano,
base de la imagen-afección, ha explorado diversas posibilidades de ros-
tros: por ejemplo, el rostro intensivo dominado por los rasgos que se
independizan del contorno, o el rostro reflexivo dominado por un pen-
samiento fijo y terrible. Si el primer tipo de rostro abunda mucho en el
cine soviético, especialmente en Eisenstein, el segundo es dominante en
Griñith. El rostro intensivo expresa una Potencia pura, mientras que el
reflexivo expresa una Cualidad pura, siendo la cualidad y la potencia los
dos polos del afecto. El primer plano es el rostro pero desposeído de su
triple función: la individualizante, la socializante y la relacional, por la
primera, el individuo se distingue de los demás, por la segunda asume
su papel social, y por la tercera asegura en el interior de la propia per-
sona, el acuerdo entre su carácter interno y su papel social. El primer
plano es a la vez el rostro y su borramiento, en beneficio de los rasgos
de rostridad que adquieren su independencia dando lugar a una estruc-
tura que va más allá del rostro y en ese sentido desindividualiza y des-
humaniza (IM, 128-129, 130-131, 141).
En El inconsciente maquínico,^ Guattari concreta este análisis del sis-
tema del rostro ligándolo a los dispositivos de poder capitalistas. El ros-
tro es un mecanismo de selección que determina lo admisible y lo into-
lerable, imponiendo una normalización de los rasgos individuales.

6. C a p í t u l o 4, " V i s a g é i t é s i g n i f i a n t e , visageité d i a g r a m m a t i q u e " , p p . 7 5 - 1 0 8 .

-71-
Guattari distingue entre el rostro-tipo 7 el rostro-concreto siendo el pri-
mero la instancia de normalización, la plantilla que sirve de unidad de
medida, a la que se tienen que ajustar los rostros concretos. En el capi-
talismo la subjetivación se basa en un modo de individuación centrado
en la conciencia que utiliza el sistema rostro como un resonador univer-
sal que unifica y normaliza todos lo heterogéneos modos de subjetiva-
ción posibles. El cogito que a partir de Descartes ha configurado el
modo de subjetivación capitalista dominante a pesar de presentarse
como universal y ahistórico procede de un dispositivo social e históri-
co muy particular y concreto, que lo ha configurado a partir de la pre-
eminencia de los flujos descodificados por un lado, y de la primacía de
un tipo de rostro que es el del adulto blanco varón heterosexual, etc.
por otro. Este sistema rostro surge de la conjunción de una individua-
ción subjetiva basada en la conciencia con el conjunto de flujos mate-
riales, semióticos y sociales que constituyen el capitalismo. El sistema
rostro promovido por el capitalismo se despliega en paralelo con un sis-
tema de semiotización basado en el lenguaje como sistema de significa-
ción privilegiado, que sustituye la pluralidad y polivocidad de las se-
mióticas precapitalistas, corporales, expresivas, etc. Actualmente son
los medios de comunicación de masas los encargados de configurar
este tipo de rostro colectivo homogéneo que se impone como mode-
lo a seguir y que tiene como función controlar el pluralismo de mani-
festaciones semióticas posibles para que no se desarrollen de forma
perjudicial para el predominio capitalista. El capitalismo focaliza to-
das las líneas de fuga, todos los movimientos del deseo en torno a un
punto central de significación que pone en conexión todos los pun-
tos negros de la subjetividad y somete a ésta a un mecanismo genera-
lizado de culpabilización (aquí el capitalismo aprovecha elementos
centrales del modo de subjetivación erigido por el cristianismo en
épocas precapitalistas para sus propios fines) y de generación de im-
potencia e inhibición. El sistema rostro capitalista establece la cone-
xión entre las múldples materias de expresión heterogéneas y el predo-
minio de las redundancias significantes centradas en torno al lenguaje
significativo binario.

-72-
Al sistema rostro capitalista se oponen los rasgos de rostro que pre-
tenden escapar a esta codificación reductora de la heterogeneidad de las
semióticas, dando lugar a efectos diagramáticos que actúan sobre lo
real. Si el primero intenta reducir y someter los flujos del deseo, los se-
gundos intentan liberarlos; si el primero actúa mediante mecanismos
jerárquicos arborescentes, los segundos operan mediante mecanismos
descentrados rizomáticos. El muro del significante se atraviesa y se da
lugar a otras semióticas que conectan directamente los sistemas de
codificación y los flujos materiales dando lugar a un porvenir maqui-
nico' abierto a nuevas posibilidades inéditas. Tenemos así una triparti-
ción de los sistemas rostros: el de las sociedades arcaicas, el típico del
capitalismo y uno por venir, maquinico, que sólo ahora aparece en el
horizonte:

"De una organización del tipo figura-fondo hemos pasado sucesiva-


mente a la concentración y a la interiorización del corte significante
que bipolariza los valores y las opciones posibles, radiando a partir de
un ojo sobre el conjunto de los rostros y de los paisajes, y después a la
emisión en red de signos-partículas, especies de cabezas buscadoras de
desterritorialización activa, que deshacen a su paso los nudos del sis-
tema rostro (visageité) y del sistema paisaje (paysagéité)" (IM, 103).

Hoy día coexisten en nuestras sociedades modos de cuantificación


semiótica que actúan mediante la redundancia y que homogenizan el
pluralismo de las diversas semióticas en beneficio del lenguaje doble-
mente articulado y significante con modos de cuantificación maquíni-
ca, emergentes, que operan directamente en el seno de los dispositivos
sociales favoreciendo el pluralismo semiótico .

En un sentido general, se denomina ritornelo cualquier conjunto de ma-


terias de expresión que trace un territorio, y que se desenvuelva a través de
motivos territoriales, en paisajes territoriales (hay ritornelos motrices,
gestuales, ópticos, etc. En un sentido restringido, se habla de ritorne-

-73-
l o c u a n d o el d i s p o s i d v o es s o n o r o o ' d o m i n a d o ' p o r e l s o n i d o — p e r o

¿por q u é este a p a r e n t e privilegio? (MP, 3 9 7 ) .

El otro gran componente de la subjetivación es el ritornelo^, el estri-


billo que presenta tres aspectos: el caos como agujero negro terrorífico,
la constitución de algo calmado y estable que pueda servir de hogar; la
apertura hacia el exterior, hacia el cosmos, hacia el futuro. El ritornelo
más famoso es el del Fort-Da freudiano, el juego del niño que tira un
carrete diciendo Afuera y lo atrae de nuevo hacia sí, diciendo Aquí'. La
conjuración del abismo lleva a la fabricación de algo familiar en donde se
pueda habitar, pero esto no es posible sin abrir el círculo hacia el cosmos.
El miedo a que la madre no vuelva nunca se exorciza mediante la vuelta
del carrete, que simboliza la seguridad en la vuelta de la madre ausen-
te, pero esta esperanza no deja de ser inquietada por la apertura hacia
el cosmos, hacia el futuro, hacia lo más allá de la madre. El ritornelo
es un mecanismo que asegura la tranquilidad mediante la constitución
de un territorio familiar en el que nos encontramos como en casa, un
Natal, algo nativo. El ritornelo conjuga tres dpos de fuerzas: fuerzas
del caos, fuerzas de la tierra, fuerzas cósmicas. La constitución de un
territorio que nos permita refugiarnos del caos no se hace sin proyec-
tarnos hacia el cosmos externo. El Natal, el hogar, se abre siempre
hacia el exterior, como nos muestran las migraciones de los animales,
o la necesidad de los individuos de salir de su casa para encontrarse a
sí mismos. Su esencia se encontraba lejos de lo familiar, en la apertura
a un exterior, que sin embargo no les era extraño del todo. El Natal es
una combinación específica de lo innato y lo aprendido, entre lo inna-
to descodificado y lo aprendido territorializado (MP; 410). El juego
alternante del Fort-Da no se refiere tanto a la presencia de una repeti-
ción mortífera, como a una apertura maquínica procesual que conecta
el caos con la complejidad. El niño conjura el caos, Fort, establecien-
do una complejidad famiHar que le da seguridad. Da (Ch, 106-108).

7. Cf. MP, cap. 11, pp, 381-433.

-74-
En todo dispositivo o agenciamiento territorial siempre existen pun-
tos de desterritorialización que constituyen una máquina abstracta por
los que dicho agenciamiento se abre a lo otro que él mismo entrando
en un proceso de variación o mutación. Lo más familiar se abre a lo más
extraño. El Natal se abre siempre hacia el Cosmos.
La forma de conjurar el caos es la instauración de los medios y los
ritmos, que son colonizaciones espaciales y temporales del caos. Un
medio ambiente acota un espacio en el que nos podemos sentir como
en casa; un ritmo introduce una repetición que permite esperar la vuel-
ta de los acontecimientos. Medios y ritmos están acoplados ya que el
ritmo relaciona un medio con otro, señala el paso de un medio a otro.
La combinación de medios y ritmos da lugar a territorios, que se carac-
terizan por su expresividad, por ser el ámbito en el que pueden surgir
las materias de expresión, las cualidades. Un territorio es el ámbito en
el que se constituye la individuación, un territorio se define mediante
una firma. Los animales marcan sus territorios con sus marcas distinti-
vas, el olor de sus excrementos, las marcas de sus garras, el sonido de
sus cantos o de sus rugidos, etc. El territorio más que un resultado es
una acción, "es el acto del ritmo hecho expresivo, o de las componen-
tes del medio que se han convertido en cualitativas" (MP, 388). El ri-
tornelo combina la territorialización con la expresividad: por un lado
da origen a un territorio, por otro da lugar a la posibilidad de expre-
sión, y todo la sei-vicio de la individuación. Cada individuo se caracte-
riza por sus ritornelos, por sus manías, por sus síntomas que definen un
territorio y a la vez le sirven como medio de expresión de su identidad
más profunda.
De igual manera que el espacio se hace familiar mediante mecanis-
mos sociales que marcan a través del sistema rostro lo aceptable, el
tiempo humano también está construido mediante dispositivos concre-
tos de semiotización que tienden a establecer pautas repetitivas para
conjurar el caos y establecer nichos de familiaridad en los que cada
grupo o incluso cada individuo se pueda reconocer. Estos dispositivos
repetitivos son los ritornelos que actúan como "ritmos básicos de la
temporalización". Los rostros y los ritornelos son los medios por los que

-75-
cada tipo de sociedad, y en especial el capitalismo, modelan nuestra
relación con el dempo y con el medio. El capitalismo emplea las redun-
dancias del rostro y las redundancias de los ritornelos para controlar la
micro-política de las componentes de la conciencia, produciendo una
subjetivación muy territorializada y normalizada, a la vez que un con-
trol cronográfico de las funciones humanas sometidas a un ritmo tem-
poral centrado sobre el trabajo. Pero los ritornelos tienen una mayor
capacidad de desterritorialización que los rasgos del rostro y permiten
en mayor amplitud mutaciones rizomáticas capaces no sólo de des-
componer los ritmos pretendidamente inmutables biológicos y arcai-
cos,® sino también de sobrepasar los ritornelos capitalistas abriéndose a
"nuevas posibilidades de relación con el cosmos, el tiempo y el deseo"
(IM, 116). Los ritornelos cuanto más ritualizados y cerrados parecen a
primera vista, más se insertan en los componentes maquínicos que per-
miten las mutaciones más radicales ya que actúan a la vez en la norma
y en la desterritorialización; son mecanismos de normalización pero, a
la vez, dejan espacio al surgimiento de novedades ya que siempre están
recorridos por líneas de fiiga rompedoras. Los ritornelos son los princi-
pales componentes del cambio y la transformación, son componentes
diagramáticos que actúan sobre lo real transformándolo.
Los ritornelos en tanto que distintas formas de pulsar el dempo, en
tanto que módulos particulares de temporalización, son las matrices de
la subjetivación, en el sentido de que constituyen motivos existenciales
(leitmotiv) que sirven como atractores para el conjunto heterogéneo de
componentes sensibles y significantes que se agitan en el seno del yo en
tanto que Territorio existencial.

8. E s t a h a s i d o p r e c i s a m e n t e la R m c í ó n esencial del c a p i t a l i s m o p a r a M a r x , la d e
d i s o l v e r t o d a s las e s t r u c t u r a s c a d u c a s , e i n t r o d u c i r u n a fluidez q u e h a c e q u e " t o d o lo
s ó l i d o se d i s u e l v a e n el aire", c o m o m u y b i e n d e s t a c ó M . H e r m a n e n s u m a g i s t r a l a n á -
lisis del M a n i f i e s t o C o m u n i s t a e n Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia
de la modernidad. Siglo X X I , M a d r i d , 1 9 8 8 , e s p e c i a l m e n t e el c a p . 2 d e d i c a d o a esta-
blecer las r e l a c i o n e s d e M a r x c o n el m o d e r n i s m o y la m o d e r n i z a c i ó n .

-76-
Sobre el plano de consistencia, un cuerpo se define solamente por
una longitud y una latitud: es decir, por el conjunto de los elementos
materiales que le pertenecen bajo determinadas relaciones de movi-
miento y de reposo, de velocidad y de lentitud (longitud); y por el con-
junto de los afectos intensivos de los que es capaz, bajo un determina-
do poder o grado de potencia (latitud) (MP, 318).
Sobre dicho plano de consistencia, o plano de la Naturaleza, la indi-
viduación no es la de una persona, un sujeto, una cosa o una substan-
cia, sino un tipo especial de individuación que Deleuze y Guattari
denominan, con el término tomado de Duns Scotto, haeccitas. Ejem-
plos de haeccidades son una estación del año, una hora del día, una
fecha, una intensidad de color, un grado de calor, definidos por una
relación de movimiento y reposo entre partículas no formadas y por el
poder de afectar o de ser afectado, es decir de producir o sufrir afectos
no humanos. Las haeccidades recorren el plano de consistencia en un
tiempo similar al Aion griego, el tiempo indefinido de los aconteci-
mientos, por oposición a Cronos el tiempo definido de las cosas. Están
constituidas por líneas más que por puntos, son rizomas que devienen.
Las haeccidades pertenecen al plano trascendental que define una con-
ciencia sin yo.^
La noción de haeccitas la construye Scotto a partir de haec, la cosa y
no a partir de ecce, he aquí, dando lugar a una forma de individuación
que se distingue de la tradicional de origen aristotélico-tomista que
basa la individuación en la determinación de una materia por una for-
ma substancial. La individuación se sitúa en el nivel de la esencia y se
define como "la última actualidad de la forma" y además admite una
pluralidad de formas que se distinguen entre sí sólo mediante la distin-

9. Cf. S. Leclercq, Gilles Deleuze, Inmanence, univocité et transcendental, Ed. Sils


M a r i a , M ö n s , Belgica, p p . 1 4 1 - 1 4 3 . La n o c i ó n d e t r a s c e n d e n t a l q u e o p e r a e n la o b r a
d e D e l e u z e y G u a t t a r i es u n d e s a r r o l l o d e las p o s i c i o n e s d e J . E Sartre, e n La trans-
cendance de l'ego, V r i n , 1 9 9 6 y alcanza s u c u l m i n a c i ó n e n el ú l t i m o escrito d e D e l e u -
ze, 'L' i n m a n e n c e : u n vie...' a h o r a e n Deux ré^mes de fous, M i n u i t , Paris, 2 0 0 3 , p p .
359-364.

-77-
ción formal, intermedia entre la distinción real y la distinción de razón.
La haecceidad es la última realidad del ente, la determinación y con-
tracción de la naturaleza común indiferente y unívoca del ser en la indi-
vidualidad ad esse banc rem que se añade a la substancia común a todos
los individuos no constituyendo en cambio algo distinto numérica-
mente de la misma. La haecceidad es la última formalidad del indivi-
duo, que le otorga la unidad numérica que no le habían otorgado las
formalidades precedentes, o grados metafísicos ( corporeidad, vitalidad,
sensibilidad, racionalidad, haecceidad), es decir, la diferencia individual
que es la causa precisa de dicha individuación. La haeccidad es una pro-
piedad no cualitativa que es là responsable de la individuación. En el
problema de la individuación, según Scotto, se dan dos perspectivas: la
indivisibilidad del propio individuo en sí mismo considerado y la dis-
tinción de un individuo dado respecto a los demás individuos. Los uni-
versales (naturalezas comunes en la terminología de Scotto) pueden
dividirse entre sus diversos ejemplos entendidos como sus partes sub-
jetivas, pero en la individuación no es posible dividir el individuo en
partes subjetivas que seguirían siendo el mismo individuo. Es la divisi-
bilidad del universal lo que permite que se dé completo en varios ejem-
plares y es la unidad del universal lo que permite la comunidad de
dichos ejemplares, es decir, el hecho que sean la misma cosa. En la indi-
viduación se da una real unidad del universal, pero esta unidad es
menor que la unidad numérica. Esta teoría se inspira en Avicena, para
el que es posible considerar el universal en sí mismo, sin considerar su
unidad interna ni su división en los ejemplares que caen bajo el mismo.
Para Scotto, la individuación, unidad numérica o singularidad, tres for-
mas de decir lo mismo, no es tanto la unidad indeterminada del uni-
versal como la unidad del esto que es la base de su indivisibilidad en par-
tes subjetivas. Mientras que la especie o universal presenta una unidad
menor que la numérica que permite su división en sus propios ejem-
plos, la cosa concreta singular presenta una unidad numérica que la
hace indivisible. El modelo de Scotto juega con varios niveles ontoló-
gicos: el universal en sí, el universal en un particular dado, la diferencia
individual o haeccidad y la cosa concreta. La distinción entre el uni-

-78-
versai en un particular dado 7 la haeccidad es formai, lo que supone que
aunque sean la misma cosa presentan diferentes propiedades.
Según Stéfan Leclercq", Heidegger en La pregunta por la cosa tam-
bién mantiene la noción escotista de haeccidad cuando analiza la deter-
minación de la cosa concreta por el espacio 7 el tiempo, pero conviene
recordar que las cosas que analiza en este escrito Heidegger son las cosas
concretas con las que nos encontramos en la vida cotidiana, es decir,
están en el nivel molar, mientras que las haeccidades de nuestros auto-
res son modos de individuación irreductibles a la noción de cosa.
Nuestros autores retoman este concepto para indicar un tipo de in-
dividuación que no da lugar a sujetos ni a personas, que se da en un plano
de consistencia o de composición en lugar del plano de las formas estra-
tificadas. Su tiempo es el Aion, el tiempo de los acontecimientos, el tiem-
po del devenir, en lugar del Cronos en el que giran las cosas 7 los sujetos.
Las haeccidades son coordenadas espacio-temporales, son relaciones, di-
mensiones de las multiplicidades más que predicados de las cosas. Estos
tipos de individuación siempre se dan en el medio, no tienen principio
ni fin, están formadas de líneas más que de puntos, constituyendo rizo-
mas más que árboles. Las haeccidades dan lugar a una semiótica propia,
la del acontecimiento, sustentada en el artículo indefinido, el nombre
propio 7 el verbo en infinitivo; esta semiótica desafía a la centrada en el
verbo ser, 7 especialmente en la tercera persona del singular: es'. Esta
semiótica está liberada tanto de "las significaciones formales como de las
subjetivaciones personales" (MP, 322). El nombre propio que designa
una haeccidad no indica un sujeto, sino que es el agente de un infini-
tivo', marcando una longitud 7 una latitud, es decir, las velocidades que
lo componen 7 los afectos que le son propios. Las haeccidades están
determinadas a pesar de basarse en el artículo indefinido, lo que las aleja

10. Para esta d i s c u s i ó n es f u n d a m e n t a l : C r o s s , R i c h a r d , " M e d i e v a l T h e o r i e s o f


Haecceity", The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Fall 2003 Edition), Edward N.
Z a J t a (ed.), h t t p ; / / p l a t o . s t a n f o r d . e d u / a r c h i v e s / f a i l 2 0 0 3 / e n t r i e s / m e d i e v a i - h a e c c e i r y / .
11. Cf S. Leclercq, Gilles Deleuze, inmanence, univocité et transcendental, Sils Maria
Eds., M ö n s , Belgica, 2 0 0 3 , pp. 1 4 1 - 1 4 2 .

-79-
de las temibles recaídas personológicas, tan frecuentes en el psicoanálisis
que exorciza el indefinido plegándolo sobre el triángulo edipico. Lo
impersonal, lo indefinido no se refiere a un sujeto de la enunciación sino
a un agenciamiento colectivo al que diagramatiza, es decir al que permi-
te tener efectos directos sobre lo real.
El concepto de haeccidad, como el de la forma rostro y el de ritorne-
lo, son el resultado de la búsqueda incesante que Guattari (y Deleuze) ha
desarrollado en búsqueda de mecanismos de subjetivación capaces de
romper con el tipo de sujeto personológico creado por el capitalismo.

5. Devenir

Devenir es, a partir de las formas que se tiene, del sujeto que se es, de
los órganos que se poseen o de las funciones que se realizan, extraer
partículas entre las que se instauran relaciones de movimiento y repo-
so, de velocidad y de lentitud, lo más próximas posibles a lo que se
está deviniendo y gracias a las cuales se deviene. Es en este sentido, en
el que el devenir es el proceso del deseo (MP, 334).

Guattari, como Deleuze, es un filósofo más del devenir que del ser. Lo
que les interesa son las transformaciones más que las permanencias, los de-
venires más que los estados. Y por ello ambos desarrollan una teoría del de-
venir que atiende a las transformaciones de los individuos y su apermra a la
novedad. Los devenires instauran dispositivos que conectan elementos hete-
rogéneos, rizomas, lo que supone una apertura a lo otro (animal, niño, mu-
jer, molécula), generan afeaos impersonales que van más allá de la persona
y, por lo tanto, desterritorializan los individuos. Los devenires no son ni
semejanzas externas ni homologías internas. Ni correspondencias entre rela-
ciones, ni imitaciones o identificaciones. Devenir no es moverse a lo largo
de ima serie mediante identificaciones más o menos progresivas.'^ Tampo-

1 2 . El d e v e n i r n o se c o n f u n d e c o n " r e g í m e n e s d e filiación d e t i p o familiar, ni c o n

-80-
co el devenir se da en la imaginación, sino, al contrario, es muy real. De-
venir tampoco es una evolución por filiación, sino más bien se sitúa en el
ámbito de la alianza y del contagio. Devenir es establecer rizomas, no
seguir árboles clasificatorios o genealógicos. El devenir establece conexio-
nes transversales entre poblaciones heterogéneas, y no alude a una evolu-
ción progresiva o regresiva de una población homogénea. Los devenires
ponen en contacto entre sí colectivos, multiplicidades, incluso cuando se
refieren a un único individuo. La relación con el afecto explicita el carác-
ter colectivo del devenir ya que "el afecto no es un sentimiento personal,
ni un carácter, sino la efectuación de una potencia de banda (meute) que
subleva y hace vacilar el yo" (MP, 294). Este carácter colectivo del devenir
no excluye que la conexión que supone el devenir no se haga con un indi-
viduo excepcional de la banda con la que se establece el contacto, con un
'anómalo' (anomal), que ni es el individuo preferido de la banda, ni el que
encarna mejor los caracteres de la especie a la que pertenece, sino más bien
un fenómeno que se sitúa en el borde, en la frontera y respecto al cual se
definen los demás elementos de la banda, el anomal es el que define las
líneas de íliga que movilizan a la banda. El devenir da lugar a zonas de
indiscernibilidad, de incertidumbre y de indeterminación en la que las for-
mas que devienen coinciden. El devenir supone el despliegue de potencia-
lidades virtuales de las que se dispone en estado latente y que permiten esa
vecindad creadora de lo nuevo que da lugar a un bloque de coexistencia.
El devenir es el resultado de una experimentación que se opone a toda
interpretación. El devenir, por otro lado, no es la historia, sino es lo no-his-
tórico, sub-histórico o supra-histórico, que abre la historia a la novedad.'^

m o d o s d e d a s i f i c a c i ó n y d e a t r i b u c i ó n d e t i p o estatal, ni c o n r e l a c i o n e s seriales d e t i p o
religioso" ( M P , 2 9 6 ) . E l d e v e n i r se sale d e las c o o r d e n a d a s t r a d i c i o n a l e s , i n s t a u r a evo-
l u c i o n e s a t í p i c a s y p e l i g r o s a s , c o n e x i o n e s c o n l o a n i m a l , la l o c u r a , e t c . D e v e n i r n o es
i m i t a r e n sus d o s a c e p c i o n e s ; "establecer u n a s e m e j a n z a e n t r e t é r m i n o s q u e c u l m i n a
e n u n a r q u e t i p o (serie)", o d a r l u g a r a u n a " c o r r e s p o n d e n c i a d e relaciones c o n s t i t u -
y e n t e s d e u n o r d e n s i m b ó l i c o ( e s t r u c t u r a ) " (MP, 3 7 4 ) .
13. H e a n a l i z a d o las r e l a c i o n e s e n t r e h i s t o r i a y d e v e n i r e n " L o s c o n c e p t o s d e his-
t o r i a y d e v e n i r e n la o b r a d e Gilles D e l e u z e " e n J . M . D í a z y M . C . L ó p e z (eds.), Feno-
menología e Historia, U N E D , M a d n d , 2003, pp. 199-205.

-81-
En ese sencido, el devenir da lugar a lo intempestivo, a lo inactual. El
devenir tiene que ver con las líneas, con el camino, más que con el punto
de partida, el origen, y el punto de llegada, el telos. El devenir es cosa de
nómadas, de transeúntes que vagan sin rumbo fijo y no de sedentarios.
Los devenires son, en el límite, moleculares, impercepdbles, y en ese sen-
tido deshacen las formas determinadas y fijas abriéndolas hacia el cosmos.
El devenir tiene que ver con el acontecimiento, no es un estado de cosas
sino algo que acaece, que sucede, en la superficie de las cosas, es un inma-
terial estoico. Los devenires son siempre moleculares, no molares, no se
dan en el nivel de las formas definidas mediante imitación o proporcio-
nalidad sino en el de las partículas emitidas que pasan de un nivel a otro.
Se puede establecer una jerarquía de devenires que va del devenir
mujer y el devenir niño al devenir molecular y al devenir imperceptible
pasando por el devenir animal. En todos estos casos se despliegan
potencialidades minoritarias presentes en los individuos que devienen.
El devenir más cercano, el que ocupa una posición media en la jerar-
quía es el devenir animal. Mediante el devenir animal el ser humano
deviene realmente otra cosa que humano sin convertirse por ello en
animal, o imitar a un animal. El devenir animal da lugar a una zona
fronteriza de vecindad, de proximidad, de indiscernibilidad en el que el
ser humano no se distingue del animal en que deviene. El capitán
Achab a fiaerza de perseguir a Moby Dick establece una zona de vecin-
dad con la ballena en la que surgen potencialidades inéditas de com-
portamiento y sensibilidad. Los tótem primitivos producen esa comu-
nicación especial con el animal tótem mediante la cual el individuo
adopta características propias de su tótem, sin convertirse propiamente
en un animal. El devenir animal supone el establecimiento de un cuer-
po sin órganos, de un plano de consistencia común definido por zonas
de intensidad y de vecindad en las que comunican el hombre y el ani-
mal. De igual manera el devenir niño, supone constituir bloques de
infancia, mediante los cuales el individuo adulto despliega potenciali-
dades infantiles, virtuales, realmente presentes en él, que no son meros
recuerdos de infancia. Por último, el devenir mujer no supone la imi-
tación de lo femenino, ni el travestismo, ni siquiera una apelación a la

-82-
hisexualidad original sino la creación de una mujer molecular, en el
nivel de la emisión de partículas que producen una micro-femineidad.
(MP, 338). El que el devenir mujer se dé en un nivel moleculai- supone
que la propia mujer definida en un nivel molar en una oposición dual con
el varón, tiene ella misma también que emprender un devenir mujer
molecular. El devenir mujer supone la producción de átomos de feminei-
dad que impregnen todo el campo social, hombres y mujeres a la vez,
poniendo en cuestión la conversión de los cuerpos en organismos sexua-
dos definidos por sus órganos en un nivel m o l a r . E l devenir mujer pro-
duce una serie ilimitada de líneas de fuga que dan lugar a un cuerpo sin
órganos, a un cuerpo anorgánico generador de n sexos moleculares rom-
pedores de las dualidades varón-mujer e incluso homo-heterosexual. Esto
se lleva a cabo porque el devenir mujer construye bloques de devenir con-
temporáneos y asimétricos a cualquier término molar: hombre, mujer,
niño, adulto, etc. N o se trata de oponer lo fememino a lo masculino o
viceversa sino de intentar que todos los cuerpos se desprendan de los este-
reotipos sexistas que lo confinan en una sexualidad definida e impuesta.
El devenir mujer es importante no tanto por su objetivo como por el pro-
pio movimiento en sí, por la transformación, por el paso; no es una iden-
tificación con la mujer, sino un esfuerzo por convertirse en otro, disdnto
de lo que se nos impone desde fuera, es un intento de establecer una rela-
ción con el propio deseo al nivel del cuerpo (RM, 189-190).
La problemática del devenir mujer surge en Guattari ligado al aná-
lisis de las luchas de los homosexuales. Cuando esta lucha alcanza un
nivel molecular por debajo del enfrentamiento duahsta de los dos sexos,
se trata más bien de buscar puntos de paso entre las diversas minorías
sexuales. En este nivel se ve que todas las formas de actividad sexual se
encuentran más acá de la oposición entre la homosexualidad y la hete-
rosexualidad y que todas ellas se aproximan a un devenir mujer. Los

14. A l g u n o s f e m i n i s m o s p o r a t r i n c h e r a r s e e n u n a d e f i n i c i ó n m o l a r d e la m u j e r
o p u e s t a d u a l m e n t e al v a r ó n d e s p e r d i c i a n la p o s i b i l i d a d d e g e n e r a r u n a p o l í t i c a m o l e -
c u l a r b a s a d a e n el d e v e n i r m u j e r q u e es la ú n i c a r e a l m e n t e t r a n s f o r m a d o r a .

-83-
diversos tipos de devenir, devenir niño, devenir animal, etc, tienen una
referencia privilegiada al devenir mujer: "Es porque no se encuentra
demasiado alejado del binarismo del pod er fálico que el devenir mujer
puede jugar este papel de intermediario, este papel de mediador en rela-
ción a los otros devenires sexuados" (RM, 197). Todas las sexualidades
disidentes, todas las organizaciones no ortodoxas de la libido tienen
una relación privilegiada con el devenir mujer, todos los cuerpos sexua-
dos tienen una referencia esencial al cuerpo femenino. El devenir mujer
es el establecimiento d e líneas de fuga en relación con la normalidad
dominante sexual y cultural en sentido amplio. N o hay sexualidad sin
esa apertura a lo otro, sin ese devenir mujer o devenir niño, es decir sin
romper con el falocentrismo patriarcal y esa ruptura no sólo la tienen
que hacer los varones sino también las mujeres; también ellas tienen su
devenir mujer que n o está dado de antemano ya que nunca se confun-
de con un estado en el nivel molar, personológico, sino que es una
transformación molecular imperceptible en un nivel prepersonal y pre-
individual.

6. Espacios estriados y espacios lisos

...el espacio liso es direccional, no dimensional o métrico. El espacio


liso está ocupado por acontecimientos o hacceidades, más que por
cosas formadas y percibidas. Es un espacio de afectos, más que de pro-
piedades. Es una percepción háptica más que ópuca. Mientras que en
lo estriado las formas organizan una materia, en lo liso los materiales
muestran las fuerzas o les sirven de síntomas. Es un espacio intensivo,
más que extensivo, de distancias y no ya de medidas. Spatium inten-
so en lugar de Extensio (MP, 598).

D e igual manera que Guattari y Deleuze oponen el devenir a la his-


toria y el tiempo como Cronos del tiempo como Aion, también defi-
nen dos tipos de espacios opuestos: los espacios estriados y los espacios
lisos. Los primeros son jerarquizados, dividen y organizan, mientras
que los segundos son el ámbito de lo indefinido, contrario a toda segre-
gación y jerarquización definitiva. El espacio estriado es el construido
por los sedentarios, mientras que los espacios lisos son el lugar por el
que deambulan los nómadas. En todo espacio, liso o estriado, hay pun-
tos y líneas, hay direcciones y dimensiones, pero en los espacios lisos los
puntos están subordinados al camino, al viaje, mientras que en los espa-
cios estriados lo importante son las paradas, los puntos de salida y de
llegada. En el espacio estriado la línea aparece como una dimensión,
mientras que en los espacios lisos las líneas son vectores que indican
direcciones. Los espacios lisos son direccionales, no métricos y nenen
mayor capacidad de desterritorialización que los estriados.
Nuestros autores muestran varios modelos de espacios lisos y estria-
dos: texdl, musical, matemático, físico, estético. Mientras que el tejido
tradicional se fabrica mediante la conjunción de hilos verticales e hilos
horizontales siendo un ejemplo de espacio estriado, el fieltro y el quilt
son ejemplos de tejidos en el que los hilos se mezclan de forma aleato-
ria constituyendo ejemplos de espacios lisos.
En música, Pierre Boulez distingue entre un espacio-tiempo musical
estriado en que se cuenta para ocupar y un espacio-tiempo musical liso
en que se ocupa sin contar. Por otra parte, el espacio puede verse some-
tido a dos tipos de cortes, uno según una unidad de medida que se repi-
te, otro sin ninguna medida fija. Mientras que lo estriado "organiza las
líneas melódicas horizontales y los planos armónicos verticales", lo liso
"es la variación continua, es el desarrollo continuo de la forma, es la
fusión de la armonía y la melodía en beneficio de un desgajamiento de
valores propiamente rítmicos, el puro trazado de una diagonal a través
de la vertical y la horizontal" (MP, 597).
En el modelo marítimo, nos encontramos que aunque el mar es el
espacio liso por excelencia, el hombre desde que navega ha tratado de
someterlo a un estriado mediante la latitud y la longitud.
En el modelo matemático nos enfrentamos con dos tipos de multi-
plicidades: métricas y no métricas, extensivas y cualitativas, centradas y
acentradas, arborescentes y rizomáticas, dimensionales y direccionales.
Un ejemplo clásico de espacio liso serían los espacios de Riemann, que

-85-
no son homogéneos, sino que están constituidos por una colección
amorfa de trozos yuxtapuestos que no se refieren unos a otros. Cada frag-
mento es un microespacio euclideo pero su suma no lo es, ya que no per-
mite una relación continua entre rodas sus partes. Otros ejemplos son los
fractales de Benoit de Mandelbrot, objetos matemádcos de dimensión
fraccionaria: los polvos, de dimensión superior a un punto (0) e inferior
a una línea (1); la curva de Van Koch o del copo de nieve, de dimensión
superior a la línea (1) pero inferior a la superficie (2); la esponja de Sier-
pinsky, de dimensión superior a la superficie (2) pero inferior al cuerpo
sólido (3). Estos objetos son puntos que no llegan a constituir una línea;
líneas que no llegan a ocupar una superficie y superficies que no llegan
a definir un volumen.
El modelo físico relaciona dos tipos de actividad: el trabajo y la acn-
vidad libre, mientras que el pnmero se define por su medida, sigue un
tiempo definido, y tiene por objetivo producir una acumulación que
puede ser apropiada, la acción libre no se mide, tampoco se ajusta a un
tiempo dado, no produce stocks y por ello su producto no puede ser
acumulado y por tanto apropiado por otro.
Por último, el modelo estético se centra en el análisis del arte de los nó-
madas, manipuladores de metales y productores de un espacio háptico,
más tácdl que meramente óptico, que se capta mediante una visión próxi-
ma y no a través de una mirada alejada, que dibuja una línea abstracta no
rectilínea, 'gótica, que pasa entre los contornos, las figuras y los puntos.
En los espacios concretos se mezclan los espacios lisos y estriados, unos
productos de las líneas de fuga desterritorializantes y otros el resultado de
las fiierzas reterritorializantes. Los espacios lisos no son liberadores en
tanto que tales, pero es en ellos en los que cambia la lucha, se desplazan
los enfrentamientos y es en los espacios lisos en los que la vida en todos
sus niveles orgánicos e inorgánicos, personales e impersonales, constituye
sus apuestas, afronta los obstáculos, inventa nuevas derivas, modifica los
adversarios, pero a pesar de todo: "Jamás hay que creer que un espacio
liso bastará para salvarnos" (MIÍ 625). Como siempre, Guattari sólo nos
presenta oportunidades, posibilidades contingentes y azarosas, nunca re-
cetas fáciles de seguir y preparadas para el uso.

-86-
III. KAFKA, POR UNA LITERATURA MENOR

La noción de minoría, además de su valor como concepto político,


epistemológico y estético presenta también un interés ontològico innega-
ble, ya que minoría es una forma de ser, una forma de presentarse de los
individuos. Lo minoritario no tiene que ver con la estadística, no se refie-
re al porcentaje de individuos que cumple determinada condición en rela-
ción con el número total de individuos considerados. Lo minoritario
tiene que ver con el alejamiento respecto a una medida patrón, que en
nuestras coordenadas actuales viene definido por lo masculino, adulto,
blanco, sano, con trabajo, ciudadano, etc. Minoritario es aquello que no
cumple algunas de las condiciones anteriores aunque numéricamente
sean la mayoría de la población. Minorías son las mujeres, los niños, los
individuos de color, los enfermos, los locos, los parados, los extranjeros.
Guattari prefiere hablar de minoría en lugar de marginalidad a pesar
de que considera que es en los márgenes donde se pueden encontrar los
puntos de ruptura en las estructuras sociales y la irrupción de nuevas for-
mas colectivas de desear, es decir, una experimentación social {RM, 185-
189). Lo marginal se define siempre respecto a una pretendida normali-
dad y además sugiere la necesidad de integración y recuperación.
Las características ontológicas principales de las categorías minoritarias
son: en primer lugar, la desterritorialización: todas las minorías desterri-
torializan el patrón de medidas, lo ponen en movimiento, lo abren a lo
otro, instauran en el mismo líneas de fuga que suponen devenires inédi-
tos, apertura a la novedad. En segundo lugar, la relación esencial con la
política, la minoría se define esencialmente en relación con la política,
como movimiento político. En tercer lugar, lo colectivo, la minoría siem-
pre constituye un grupo, una banda, que da lugar a un sujeto colectivo
de enunciación, a un pueblo posible, aún por constituir. Lo minoritario
contribuye a forjar una nueva forma de sentir y de expresarse, da lugar a
una nueva sensibiUdad, a un nuevo tipo de comunidad.'^

15. Las características d e l o m i n o r i t a r i o a p l i c a d a s al c a s o d e las l i t e r a t u r a s m e n o r e s

-87-
La minoría puede entenderse en dos sentidos: como un estado de
heciio en el cual un número indeterminado de individuos que pueden
ser numéricamente minoritarios, se encuentran, sin embargo o bien
excluidos o bien incluidos en la mayoría de forma subordinada respec-
to al patrón de medida mayoritario. Pero la minoría puede ser también
más que un estado de hecho un devenir, y en ese sentido se constituye
como un devenir, un devenir minoritario, que pone en jaque al poder
mayoritario. Minoría es entonces la potencia de un devenir frente al
poder de una situación que se defme como mayoritaria. Potencia del
devenir frente al poder sin potencia de la situación definida por la
mayoría."^
La minoría sólo tiene sentido en relación con una mayoría domi-
nante, en cuyo seno surge, a la que desterritorializa, poliriza y abre hacia
nuevas formas de expresión y enunciación. La mayoría define siempre
un estado de dominación. La minoría surge distorsionando las mayo-
rías existentes, transformándolas desde el exterior, obligándolas a entrar
en devenires creadores. Las potencialidades esenciales de la minoría sólo
son positivas mientras se mandenen en tensión con la mayoría, resis-
tiéndose al dominio de ésta, pero también sin conseguir vencerla e
imponerse como una nueva mayoría que establece ahora sus valores
como nuevos patrones axiológicos de medida universal. Lo revolucio-
nario es hacer un uso minoritario de la propia mayoría, es habitar en la
propia mayoría como un extranjero a partir de una minoría real o posi-
ble. En cambio, cuando las minorías pueden imponerse como nuevas
mayorías sus virtualidades revolucionarias desaparecen y tienen que
surgir nuevas minorías que las subviertan y transformen desde dentro.
Las minorías introducen la variación continua en relación con el patrón
de medida mayoritario, superándolo por abajo o por arriba.

se pueden enconu-ar en Kafka. Por una literatura menor. Era, México, 1975, pp. 28-
3 1 . T a m b i é n e n el l i b r o q u e D e l e u z e p u b l i c a j u n t o a C a r m e l o B e n e , Superpositions,
M i n u i t , París, 1 9 7 9 .
16. S o b r e la p o t e n c i a del d e v e n i r m i n o r i t a r i o y el p o d e r d e la m a y o r í a q u e d e ñ n e
la s i t u a c i ó n , c f Superpositions, c i t a d o , pp, 1 2 8 - 1 2 9 .
Las minorías son intempestivas, nunca coinciden con su propio tiem-
po, no están en el presente, pero tampoco tienen un origen o un porve-
nir. N o son históricas ni etemas, siempre devienen. Se abren a lo no-his-
tórico de la historia, a los devenires. Lo minoritario se define por el
medio, siempre surge in medias res y establece un devenir mediante el que
se abre a tiempos distintos y espacios diversos.
El devenir siempre es minoritario porque supone la apertura a lo
nuevo y lo mayoritario siempre está ya ahí, como algo dado y efectivo.
Por eso, nunca hay devenir mayoritario, nunca se deviene mayoritario,
mayoritario se es ya desde siempre.
El devenir minoritario es una cuestión de política, de micropolítica
activa, de actuación de la potencia. De despliegue de un sujeto des-
territorializado a través de un medio también él mismo desterritoriali-
zado. Lo minoritario nunca se puede dar como un sujeto cerrado y con-
cluso; tampoco se basa en un territorio definido sino que es el producto
del descentramiento de un sujeto (que como tal siempre es mayorita-
rio) y se abre hacia una tierra que es el producto de la desterritorializa-
ción de un territorio. Por ello, lo minoritario siempre se da como deve-
nir, nunca como estado o situación.
Lo minoritario no tiene historia sino devenir: más que por un pasa-
do o un porvenir se define mediante un bloque de coexistencia. Lo
minoritario acompaña siempre a lo mayoritario como su virtualidad
oculta y siempre disponible, como su apertura a lo otro, al exterior, a lo
extranjero y a lo extraño. Lo minoritario no es un asunto de sujetos for-
mados, molares, sino de partículas moleculares, imperceptibles. Las
minorías son imperceptibles, su trabajo es silencioso, pero constante,
como la hierba crecen siempre. Por ello el poder mayoritario tiene cons-
tantemente con vigilar su posible proliferación incontrolada que puede
desbordar los límites permitidos. Las minorías son corrosivas, van
royendo lentamente las estructuras mayoritarias, de las que constituyen
su herrumbe interna.
Las minorías no se definen por sus puntos de origen o de llegada
como las mayorías sino por el medio, por la trayectoria, por la línea que
describen. Las minorías como devenires que son introducen elementos

-89-
de vecindad y de indiscernibilidad en el que lo heterogéneo confluye
entre sí y con lo homogéneo (mayoritario). Lo minoritario es un fenó-
meno de frontera, de límite, ya que es en las fronteras donde lo uno se
aproxima a lo otro a lo extranjero y por eso mismo, la frontera es el
lugar de apertura a la novedad, es el lugar de las mezclas donde lo inte-
rior y lo exterior apenas se distinguen.'^
La minoría en tanto que concepto político se muestra, por su parte,
como un potencial revolucionario cuya misión es transformar desde
dentro lo mayoritario más que erigirse ella misma en una nueva mayo-
ría que instaure un nuevo poder opresivo. La experiencia de las mino-
rías oprimidas convertidas en mayorías opresoras ha sido constante en
el siglo pasado, desde el ejemplo de los judíos que de minoría oprimi-
da y masacrada ha pasado a mayoría agresiva e intolerante en la actua-
ción actual del Estado de Israel, hasta las actuaciones nada edificante de
los movimientos de liberación nacional, convertidos en nuevas mayo-
rías opresoras en los países del tercer mundo, sin olvidar la actuación
que las propias minorías tienen en el seno de sus propios movimientos
frente a cualquier tipo de disidencia interna.
Lo minoritario siempre es directamente político ya que es la expre-
sión de un colectivo que aspira a convertirse en un pueblo; lo minori-
tario es la apelación constante a un pueblo que siempre falta, que nunca
está presente. Cuando la minoría se convierte en pueblo, deja su poten-
cial revolucionario y se instaura como nueva mayoría dominante.
Lo minoritario en tanto que aspecto estético está presente en el libro
sobre Kafka y en el libro de Deleuze y Bene. En el pnmer caso, Deleuze
y Guattari analizan el caso de la lengua de Kafka, quien se niega a escri-
bir en checo o en jiddish y en cambio escribe un alemán convertido en
lengua menor gracias a su transformación interna a partir del checo y del
jiddish, precisamente. Kafka escribe en alemán pero como si fiiera extran-
jero. Renuncia a territorializarse sobre el checo o el jiddish y en cambio
desterritorializa el alemán. Una lengua menor no es una lengua habla-

17. Sobre la n o c i ó n d e devenir m i n o r i t a r i o , c f Mil Plateaux, ya citado, p p . 3 5 6 - 3 6 7 .

-90-
da por pocos individuos sino una lengua mayor trabajada por una
minoría que la desterritorializa, la obliga a entrar en un devenir que la
transforma internamente, como el alemán de Praga, el black-english, el
francés hablado por los emigrantes españoles, etc. Mientras que las len-
guas mayores se caracterizan por su fuerte estandarización y por sus
invariantes, el uso menor de la lengua introduce numerosas variantes y
jergas especiales, que desterritorializan la lengua y la hacen huir por todas
partes. Una lengua menor se presenta como una lengua de variación con-
tinua que admite innumerables variantes, abriéndose hacia otras lenguas
y dialectos. Las lenguas menores son lenguas de frontera, fronterizas, ya
que conectan con otras lenguas y con lo otro de la lengua, con los ruidos,
con las onomatopeyas. Las lenguas minontanas son el devenir no huma-
no de las lenguas mayores, el devenir animal o cósmico de la lengua que
va más allá de todo sentido hasta convertirse en un balbuceo, en un ruido
ininteligible.
Deleuze en su esento sobre el teatro de Carmelo Bene titulado 'Un
manifiesto de menos define las versiones de las obras de Shakespeare
escenificadas por el dramaturgo italiano como una minoración de las
mismas. Dicha minoración consiste en la sustracción o anulación de
algún elemento de la pieza original o en la inversión del valor concedido
tradicionalmente a los personajes de una determinada obra. El objetivo
de dicha amputación consiste en eliminar los elementos del poder pre-
sentes en las obras teatrales. Eliminar a la vez el poder en el teatro y el
poder del teatro mismo, a través de la crítica de la representación y el esta-
blecimiento de una versión no representativa de la pieza de que se trate.
La minoración de una obra o de un pensamiento consiste en "desgajar los
devenires frente a la Historia, las vidas contra la cultura, los pensamien-
tos contra la doctrina, las gracias o desgracias contra el dogma" (Super-
positions, p. 97). Desde un punto de vista técnico la minorización que
Bene lleva a cabo de las obras de Shakespeare suponen la amputación de
la Historia porque la Historia es 'la marca temporal del poder'; la sub-
versión de la estructura porque es el conjunto de las relaciones entre los
elementos invariantes y por lo tanto la expresión del dominio mayori-
tario; la amputación del texto porque el mismo supone el dominio de

-91-
la lengua sobre el habla y por lo canto el predominio de lo invariante y
homogéneo frente a las variaciones y la apertura a lo heterogéneo; el
recorte de los diálogos ya que estos transmiten la lengua del poder; por
último, se recorta la dicción y la acción. Con todo estos recortes y ampu-
taciones se mantiene la obra pero bajo una nueva luz, con nuevos gestos
y nuevos sonidos. Es una obra balbuceada más que dicha, sugerida más
que mostrada, recreada más que re-presentada. {Superpositions, pp. 103-
104). La técnica puesta en acto por Bene disminuye los elementos esta-
bles en beneficio de los variables y elimina los efectos del poder mayori-
tario en beneficio de la potencia de lo minoritario. Es un teatro directa-
mente político que a la vez produce unos efectos estéticos inesperados.
El teatro de Bene es un buen ejemplo de lo que nuestros autores exi-
gen en el arte: la subordinación de la forma a las velocidades y la subor-
dinación de los sujetos a las intensidades o afectos. Un arte de ve-
locidades y lentitudes, un arte de intensidades y afectos contra un arte
de la forma y del sujeto.
Por último, minoritario también tiene un sentido epistemológico al
aplicarse a las ciencias nómadas frente a las ciencias sedentarias. Serres ha
rastreado un tipo especial de saberes que son más que simples técnicas sin
ser, sin embargo, ciencias imperiales o reales. Estas ciencias nómadas,
minoritaria por oposición a las ciencias reales sedentarias se apoyan en
modelos hidráulicos más que en los modelos sólidos; en modelos diná-
micos, atentos a los devenires más que en modelos estáticos con preten-
siones de eternidad; en modelos turbillonarios que definen espacios lisos,
vectoriales, proyectivos y topológicos más que en modelos laminares que
definen espacios estriados, métricos; por último en modelos problemáti-
cos más que en modelos teoremáticos. Estas ciencias minoritarias, nóma-
das se definen más como máquinas de guerra que como aparatos de esta-
do. Estos saberes son excéntricos, surgen en los márgenes, aunque son
aprovechados por los saberes imperiales, sedentarios, centrales. El mode-
lo esencial es el de los herreros en la antigüedad y en las tribus primitivas,
pero también se reconocen trazos de estos saberes minoritarios, en los
canteros medievales agrupados en sociedades secretas, en los ingenieros
militares, e incluso en los inventores de software actuales. Los científicos

-92-
nómadas operan en la frontera de los saberes establecidos, son minorías
excéntricas dotadas del espíritu de cuerpo que no se integran en cam-
bio en los organismos estatales de la producción del saber, cuyos sabe-
res, producto más de la intuición que del método, son aprovechados,
sin embargo, por las ciencias constituidas que tratan de integrarlos en
la estructuración sistemática de las mismas. Las ciencias o saberes mino-
ritarios se basan en nociones vagas, rigurosas sin ser exactas, anexactas
más bien, que dan lugar a un saber de lo impreciso que ha sido funda-
mental en el surgimiento de la ciencia moderna. Frente al modelo hile-
mórfìco propio de la ciencia d o m i n a n t e que pretende imponer una
forma sobre una materia no formada, las ciencias minoritarias, n ó m a -
das, se ocupan más de la relación entre el material y las fiierzas que lo
animan. Los saberes nómadas más que saberes de reproducción son
saberes de seguimiento, más atentos a las singularidades que a las cons-
tantes, a los materiales que a las formas, a los torbellinos que a los flu-
jos laminares. Son saberes de origen artesanal, desarrollados a pie de
obra, en respuesta a los problemas concretos que van surgiendo más
que despliegues de teoremas obtenidos en el cuarto de trabajo por parte
de sabios teóricos.'®

IV. ¿QUÉ ES FILOSOFÍA?

"La filosofía procede por frases, pero no siempre son proposiciones lo


que se extrae de las frases en general... de las frases o de algún equiva-
lente, la filosofía saca conceptos (que no se confunden con ideas gene-
rales o abstractas), mientras que la ciencia saca prospectos (proposicio-
nes que no se confunden con juicios), y el arte saca preceptos y afectos
(que tampoco se confunden con percepciones o sentimientos)"

18. Sobre las ciencias minoritarias, nómadas en su relación con la constitución de


espacios lisos y con las máquinas de guerra en su irreductibilidad a las ciencias impe-
riales, basadas en espacios estriados y puestas al servicio de los aparatos de Estado, cf.
Mil Plateaux, pp. 446-464.

-93-
La última obra que escribieron juntos Deleuze y Guattari (aunque
algunas versiones apuntan que la escribió solo Deleuze) fue ^Qué es fi-
losofía? Esta es una obra de reflexión última sobre la propia profesión.
Una defensa apasionante de la actividad filosófica que reivindica su
especificidad con relación a otras actividades, como el arte o las cien-
cias, con las que comparte el pensamiento. Este escrito es un escrito de
asunción de la ancianidad, de la madurez, es el resultado del aprove-
chamiento de ese estado de gracia entre la vida y la muerte en el que
uno puede recapitular lo que ha hecho a lo largo de toda su vida.
Madurez y ancianidad prematura para Guattari que moriría pronto e
incluso para Deleuze que seguiría a su amigo algunos años después.
La filosofía en este libro se muestra como "el arte de formar, de in-
ventar, de fabricar conceptos" y el filósofo como el amigo del concep-
to, el que se apoya en la potencia del concepto. El filósofo no es el
sabio, ya que el sabio pensaba a través de Figuras mientras que el filó-
sofo opera través de Conceptos.
La noción de filosofía que aparece en esta obra se opone a las nociones
clásicas de filosofía que han considerado que esta era contemplación,
reflexión o comunicación. Pero estas actividades más que construir con-
ceptos forjan universales: universales de la contemplación, base del idea-
lismo objetivo, los universales de reflexión, base del idealismo subjetivo,
y, por último, los universales de la comunicación, base del idealismo
intersubjetivo. El problema de los universales es que más que explicar exi-
gen ser explicados. Frente a estas concepciones de la filosofía que da lugar
a universales, la noción de filosofía aquí presentada se basa en los puros
conceptos.
Pero Deleuze y Guattari no distinguen entre el conocimiento por
conceptos y el conocimiento por construcción de conceptos, como ha-
cen en cambio Kant y Fichte. Para el padre del criticismo, el conoci-
miento filosófico es "un conocimiento racional derivado de conceptos",
mientras que el conocimiento matemático es "un conocimiento obte-
nido por construcción de conceptos". Para Kant, construir un concep-
to significa "presentar la intuición a priori que le corresponde", es decir
una intuición que aunque referida a un objeto singular no es empírica.

-94-
Por ello, mientras que el conocimiento filosófico considera lo particu-
lar en lo universal, las matemáticas consideran lo universal en lo parti-
cular e incluso en lo singular, aunque a priori y través de la razón. La
diferencia entre filosofía y matemáticas no se refiere a sus objetos sino
a que mientras que la primera se atiene sólo a conceptos universales, las
matemáticas no se pueden quedar en el mero concepto sino que tienen
que buscar una intuición {KrV, A713-71Ó, B741-744). Para nuestros
autores, en cambio, que en esto como en tantas otras cosas siguen a
Nietzsche, la construcción de conceptos no es posible sin una intuición
que les es propia: "un campo, un plano, un suelo, que no se confunde
con ellos, pero que abriga sus gérmenes y los personajes que los culti-
van" (QEP, p. 12). Para Deleuze y Guattari no es posible a partir de los
puros conceptos, la filosofía tiene que abrirse a su otro no filosófico y
de ahí extraer el material para la fabricación de conceptos.
La definición de la filosofía como creación de conceptos frente a la
filosofía como contemplación, reflexión o comunicación establece tam-
bién una cierta diacronia filosófica, centrada en los nombres de Platón,
Kant y Habermas, y Rorty en nuestra época. Desde otro punto de vista,
las tres edades del concepto han dado lugar a una enciclopedia univer-
sal del concepto, como ha sucedido en los sistemas postkantianos, a una
pedagogía del concepto que tendría que analizar las condiciones de su
creación en momentos singulares y, por último, ya en nuestros días el
concepto tiende a ser monopolizado por el marketing y la publicidad.
Para nuestros autores y dado que ya es imposible la concepción enci-
clopédica, sólo una pedagogía adecuada del concepto podrá oponerse a
este monopolio comercial del mismo, y a ese objeto dedicaron sus últi-
mos esfuerzos nuestros amigos.
La consideración de la filosofía como creación de conceptos supone
varios elementos coordinados, en primer lugar, la definición de lo que
es un concepto, en segundo lugar la definición del plano de inmanen-
cia o de consistencia en el que surgen los conceptos, en tercer lugar, la
presentación de los personajes conceptuales que hacen entrar en escena
los conceptos, por último, la referencia al lugar de origen de los con-
ceptos o geofilosofía. Una vez establecida la noción de filosofía se la

-95-
opone, en el marco del pensamiento, a las otras dos actividades de éste,
a saber, el arte y la ciencia, y se concluye con la consideración de las di-
versas formas de acción del pensamiento, arte, ciencia y filosofía como
tantos otros procedimientos de arrojar redes sobre el caos para organi-
zado, ordenarlo y transformarlo en un cosmos ordenado, al menos ten-
dencial y parcialmente.
Los Conceptos se presentan en la obra de Deieuze y Guattari como
respuestas provisionales a problemas planteados por la realidad, por los
diversos campos de la experiencia, que dan lugar a un plano de consis-
tencia, más que como elementos introducidos a través de teoremas de
forma deductiva. Como ya hemos dicho alguna vez, la concepción de la
filosofía que defienden nuestros autores es más problemática que teore-
mática, es decir se construye más como respuesta a problemas que como
un conjunto de teoremas que se deducen de unas definiciones y unos
axiomas primeros. La filosofía es una actividad que siempre surge en el
medio, en medias res, como respuesta a las múltiples solicitaciones vita-
les y no es el resultado de una actividad de gabinete que se pueda llevar
a cabo lejos de las preocupaciones cotidianas.
Estos conceptos que responden a problemas se muestran además co-
mo multiplicidades, como conjuntos formados de varias componentes
que se articulan entre sí dando lugar a totalidades, pero totalidades frag-
mentarias, que no unifican sus componentes en una síntesis (¿dialéctica?)
que anule su pluralidad y su heterogeneidad. Además cada concepto tiene
su historia que le remite a otros conceptos anteriores con los que puede
compartir algunas componentes, a pesar de que dichos conceptos anterio-
res puedan responder a otros problemas y referirse a otros planos de con-
sistencia. Pero además de historia, es decir, de una relación sincrónica con
otros conceptos anteriores, cada concepto está inmerso también en un
devenir sincrónico que lo conecta con otros conceptos situados sobre el
mismo plano. En este sentido: "un concepto no sólo exige un problema ba-
jo el cual modifica o sustituye conceptos anteriores, sino una encrucijada
de problemas donde se junta con otros conceptos coexistentes" (QEP, 24).
Los conceptos, pues, remiten siempre a otros conceptos, bien prece-
dentes o bien coexistentes; con los primeros dibujan una historia de los

-96-
problemas, con los segundos un devenir en el seno del mismo plano.
Los conceptos, también son multiplicidades, están formados por diver-
sas componentes que a pesar de su heterogeneidad no son separables y
dan lugar a la consistencia del concepto, a su endoconsistencia. Por
úldmo, las componentes del concepto denen en éste su punto de con-
densación y de acumulación que las unifica, en cierto senddo. Cada
componente constituye una singularidad, un rasgo intensivo, más que
una mera parte extensiva del todo abierto que constituye el concepto.
Las diversas componentes se articulan por vecindad, por proximidad en
el seno del concepto que es el producto de una heterogénesis y cuya
unidad se basa en su capacidad de co-presencia simultánea y de sobre-
vuelo a velocidad infinita en torno a todas sus componentes.
El concepto es un incorporal que se efectúa en los estados de cosas
existentes en el espacio-tiempo pero no se identifica con dichos estados
de cosas ni constituye su esencia. El concepto expresa un aconteci-
miento intensivo irreductible a los estados de cosas que son siempre ex-
tensivos. En esta noción de concepto como algo intensivo, incorporal,
que expresa un acontecimiento, nuestros autores retoman la noción
estoica del concepto como incorporal que de manera magistral ya había
expuesto Deleuze en su Lógica del sentido}^
A través de varios ejemplos que se refieren a Platón, Descartes y Kant
se propone una pedagogía del concepto que llega siempre al mismo
resultado: el concepto es una multiplicidad compuesta de cierto núme-
ro de vanaciones intensivas que se relacionan entre sí mediante la vecin-
dad y la contigüidad y que dibuja el contorno de un acontecimiento
por venir, que se desprende de las cosas y de los entes concretos, así
como de toda vivencia interior.
Los conceptos no se ajustan entre sí pero resuenan en un único plano
de inmanencia, en un único plano de consistencia que los reúne sin
totalizarlos. Los conceptos son dispositivos concretos mientras que el

19. Sobre el acontecimiento se puede consultar mi obra ya citada, Ontologia y dife-


rencia, pp. 53-140.

-97-
p l a n o d e c o n s i s t e n c i a es la m á q u i n a a b s t r a c t a c u y a s piezas s o n los dis-
p o s i t i v o s c o n c r e t o s . Los c o n c e p t o s s o n a c o n t e c i m i e n t o s , m i e n t r a s q u e
el p l a n o d e i n m a n e n c i a es el h o r i z o n t e e n el q u e se d a n los a c o n t e c i -
m i e n t o s ( Q E P , 3 8 - 3 9 ) . El p l a n o d e c o n s i s t e n c i a n o es u n c o n c e p t o , si-
n o m á s b i e n la i m a g e n del p e n s a m i e n t o ^ ^ se refiere a lo q u e s i g n i f i c a
p e n s a r , a l o q u e s i g n i f i c a o r i e n t a r s e e n el p e n s a m i e n t o , s e g ú n el c o n o -
c i d o o p ú s c u l o l í a n t i a n o . Es el m a r c o q u e d e f i n e el á m b i t o e n el q u e se
p u e d e d a r el p e n s a m i e n t o y las características posibles del m i s m o . Es el
s e n t i d o c o m ú n p r e f i l o s ó f i c o y n a t u r a l q u e sirve d e p r e s u p u e s t o i m p l í -
c i t o y p o r ello i g n o r a d o del p e n s a m i e n t o filosófico c o n c e p t u a l . E l p l a n o
d e c o n s i s t e n c i a es u n p l a n o d e i n m a n e n c i a q u e c o n s t i t u y e el suelo y el
f u n d a m e n t o d e la filosofía, s o b r e el q u e ésta crea sus c o n c e p t o s . P o r ello
la filosofía exige d o s tareas: i n s t a u r a r el p l a n o y c o n s t r u i r los c o n c e p t o s .
El p l a n o d e i n m a n e n c i a es u n c o r t e en el caos q u e a c t ú a c o m o u n a c r i b a

20. En el capítulo 111 de Diferencia} Repetición, Deleuze analiza la imagen dei pen-
samiento en tanto que conjunto de presupuestos con los que tiene que contar todo
pensamiento. En concreto, analiza lo ocho postulados de que han dominado el pen-
samiento occidental en su corriente mayoritaria, en tanto que pensamiento domina-
do por la representación; 1) el postulado del principio o de la Cogitatio natura univer-
salis, que supone la buena voluntad del pensador y la naturaleza buena del pensa-
miento lo que permite su mutuo acuerdo; 2) el postulado del ideal o del sentido
común que se presenta como ia concordia entre las diferentes facultades del conoci-
miento; 3) el postulado del modelo o del reconocimiento que supone que todas las
facultades se ejercen sobre un objeto que se supone invariable; 4) postulado del ele-
mento o de la representación que supone la subordinación de la diferencia a lo mismo
y lo semejante; 5) el problema de lo negativo y del error, que siempre se entiende como
producido desde el exterior del propio pensamiento; 6) el postulado de la proposición
que otorga a la designación el privilegio de ser el lugar de la verdad; 7) postulado de
la modalidad que supone la ilusión de las soluciones como prevalecientes sobre los
problemas y por último, 8) el saber como resultado final del pensamiento con la su-
bordinación que esto supone del saber sobre el aprender y del método sobre la cultu-
ra. Estos ocho postulados son los presupuestos de la filosofía de la representación y en
ese sentido son los obstáculos fundamentales que dificultan el surgimiento de una filo-
sofía de la diferencia y la repetición no representativa, es decir de un pensamiento sin
imagen (Cf. Difference et répétition, PUF, París, 1968, pp. 169-217, especialmente el
resumen de las páginas 216-217).
Y que no quiere perder el infinito a pesar de establecer una consisten-
cia. Mientras que la filosofía quiere "dar consistencia sin perder lo infi-
nito", la ciencia quiere, al contrario, establecer referencias en el caos,
deteniendo el infinito del pensamiento. Los griegos fiieron los prime-
ros en concebir la filosofía como la instauración de un plano que criba-
ra el caos Y lo ordenara, en la más pura inmanencia, frente a la trascen-
dencia de los sabios, todavía inmersos en las imágenes del mito abiertas a
la trascendencia. El plano de inmanencia es a la vez "lo que tiene que ser
pensado y lo que no puede ser pensado"; es lo no pensado que subyace a
todo pensamiento, que se encuentra en su interior más recóndito y a la
vez consdtuye el exterior, el afuera más absoluto del pensamiento. El
plano de inmanencia no se puede pensar como tal sino solo ser mostra-
do como lo no pensado en cada imagen del pensamiento concreta. El
plano de inmanencia es el interior y el exterior del pensamiento, su
adentro no interior y su afuera no exterior.
Además de los conceptos y del plano de inmanencia o de consisten-
cia la filosofía, según nuestros autores, hace subir al escenario un tercer
elemento: el personaje conceptual. El personaje conceptual tiene su
referente más claro en los diversos personajes que en los diálogos filo-
sóficos exponen las diversas opiniones en liza, pero se encuentra sub-
terráneo en toda verdadera exposición filosófica. Los personajes con-
ceptuales animan el juego de los conceptos, les dan vida, al recorrer el
plano de inmanencia. Los personajes conceptuales son los heterónimos
del filósofo que en realidad no es más que el envolvente de su principal
personaje conceptual que dialoga y disputa con los demás personajes
conceptuales que se presentan en su obra, bien como colaboradores o
bien como antagonistas. La enunciación filosófica pone en acto el pen-
samiento a través de algún personaje conceptual. Ejemplos de estos per-
sonajes, son el Sócrates o el Extranjero de Platón, el Idiota de Nicolás
de Cusa, el Zaratustra de Nietzsche, el Amante kierkegaardiano, etc.
Son personajes que se muestran como el verdadero sujeto de enuncia-
ción de la filosofía, lo que entraña que el yo filosófico sea siempre un
él, una tercera persona que se interpone entre el filósofo y sus concep-
tos. Los personajes conceptuales se caractenzan por una serie de rasgos:

-99-
rasgos páticos, a veces cercanos a lo patológico; rasgos relaciónales que
caracterizan a los personajes como rivales o como pretendientes; rasgos
dinámicos como saltar, danzar, hundirse, etc.; rasgos jurídicos como el
famoso tribunal de la razón kantiano; rasgos existenciales, ya que cada
filosofía se refiere y se relaciona con cierto tipo de vida específico, con
ciertos modos de existencia. Los personajes conceptuales son los deve-
nires del filósofo, aquello a través de lo cual, el filósofo se convierte en
otra cosa y se abre al cosmos.
La filosofía tiene tres elementos: el plano pre-filosófico que tiene que
trazar (inmanencia); los personajes pro-filosóficos a los que tiene que
dar vida (insistencia), y los conceptos que tiene que crear (consistencia).
La trinidad filosófica consiste en trazar planos, inventar personajes,
crear conceptos. Estas tres actividades remiten cada una, según nuestros
autores a una de las facultades clásicas: Razón, Imaginación y Entendi-
miento, siendo el gusto la regla que pone en correspondencia estas tres
instancias diferentes (QEP, 74-75).
Esta noción de filosofía no pone en relación un sujeto y un objeto
sino que refiere el pensamiento a un territorio o a la tierra, siendo los
territorios lugares específicos y la tierra el resultado de la desterritoria-
lización, de la apertura del territorio a su otro. La filosofía no se ha dado
en todas partes, sino que reconoce su matriz griega. La filosofía es el
producto de individuos marginales, extraños que encontraron por pri-
mera vez en Grecia, condiciones favorables para su desarrollo: una
sociabilidad inmanente opuesta a la soberanía de los imperios; un pla-
cer de asociarse mediante la amistad y la rivalidad; un gusto por la dis-
cusión libre de todas las opiniones: inmanencia, amistad, opinión están
siempre presentes en la aventura filosófica. La filosofía en tanto que
pensamiento conceptual surge en clara oposición a las sabidurías filo-
sóficas que son un pensamiento por figuras. Si la figura es paradigmá-
tica en el sentido en que se refiere a un modelo externo, es proyectiva
de una realidad trascendente, es jerárquica y es referencial; el concepto,
en cambio, es sintagmático, actúa por contigüidad, es conectivo, es
vecinal y consistente, es decir, autorreferido. Sólo hay filosofía cuando
hay concepto, y las figuras son el ámbito del arte y sobre todo de la reli-

-100-
gión. Puede haber un pensamiento por figuras pero el mismo se man-
tiene en un plano pre-filosófico ya que sólo hay filosofía por medio de
conceptos.
Deleuze y Guattari coinciden con Hegel y Heidegger en atribuir el
nacimiento de la filosofía a Grecia, pero mientras que estos autores esta-
blecen un lazo necesario entre filosofía y grecidad, Deleuze y Guattari
hablan de un encuentro fortuito, contingente, entre "el medio ambien-
te griego y el plano de inmanencia del pensamiento". Esto hace que la
filosofía encuentre en Grecia más que un origen (necesario), un am-
biente favorable. La filosofía es una geo-filosofía. Una vez más nuestros
autores hacen prevalecer el espacio sobre el tiempo, la geografía sobre la
historia. La apuesta por la geografía, por los ambientes, más que por la
historia, es decir por los orígenes, tiene que ver con la visión radical-
mente contingente que nuestros autores tienen de nacimiento y el desa-
rrollo de la filosofía, como en general de todos los fenómenos. En este
sentido si la historia parece insistir en la necesidad de las continuidades,
la geografía en cambio se muestra sólo como un abanico de posibilida-
des que se ofrecen y que pueden ser utilizadas o no. "Si la filosofía apa-
rece en Grecia, es en función de una contingencia más bien que de una
necesidad, de un ambiente o de un medio más que de un origen, de un
devenir más que de una historia, de una geografía más bien que de una
historiografía, de una gracia más bien que de una naturaleza" (QEP,
92). Se recalca el carácter gratuito, azaroso del nacimiento de la filoso-
fía, así como su carácter no histórico. La modernidad capitalista, ámbi-
to del renacimiento de la filosofía, coincide con Grecia en su esfuerzo
desterritorializador y en su apuesta por la inmanencia. El capitalismo
hijo él mismo de un azar, ofrece una nueva oportunidad al despliegue
inmanente de la filosofía. N o hay una continuidad a través del cnstia-
nismo medieval entre el surgimiento de la filosofía en Grecia y su resur-
gir en el capitalismo sino otra coincidencia virtuosa entre la inmanen-
cia radical del pensamiento y la inmanencia relativa de un medio social
favorable, La filosofía lleva al límite el proceso de desterritorialización
del capitalismo y lo vuelve contra él mismo apelando a una nueva tie-
rra y a un nuevo pueblo, abriendo una dimensión utópica que impide

-101-
las reterritorializaciones capitalistas. La utopía es precisamente la con-
junción del pensamiento (crídco) con el medio presente estableciendo
líneas de fuga desterritorializantes en el mismo. La revolución genera
un entusiasmo debido a que muestra la inserción del infinito en el aquí
y el ahora.
La filosofía a pesar de ser un movimiento de desterritorialización
también tiene sus reterritorializaciones: una en el pasado en Grecia;
otra en el presente en el Estado capitalista; una tercera en el futuro,
como apertura a un nuevo pueblo y una nueva derra. La filosofía en
tanto que desterritorialización del pensamiento es una experimentación
que se abre a la novedad, a lo inédito, y en ese senndo es una tarea siem-
pre por hacer, siempre en acto. En este sentido la filosofía no es una
tarea del presente sino un devenir, una apertura a lo inactual, a lo
intempestivo, a lo no-histórico en la historia. La filosofía no se dedica
a contemplar lo eterno ni a reflexionar sobre la historia sino a diagnos-
ticar nuestros devenires actuales y a inventar nuevos modos de existen-
cia inmanentes.
Aparte de esta teoría de la geo-filosofía con sus planos de consisten-
cia, sus personajes conceptuales y sus conceptos, esta obra en su segun-
da parte desarrolla una teoría del pensamiento como la articulación de la
filosofía, la ciencia y el arte. El objetivo del pensamiento consiste en
intentar dominar el caos y transformarlo en un cosmos ordenado. Para
nuestros autores el caos se define menos por un desorden absoluto que
por la velocidad infinita con la que desaparece cualquier forma que surja
en su seno; más que una pura nada, el caos es algo virtual, en tanto que
matriz de cualquier realidad posible. La ciencia y la filosofía son dos for-
mas distintas de abordar el caos. Mientras que la filosofía quiere mante-
ner lo infinito dando consistencia a lo virtual, la ciencia renuncia a lo infi-
nito y quiere establecer una referencia que permita actualizar lo virtual.
La filosofía traza un plano de consistencia como horizonte en el que se
puedan construir conceptos, mientras que la ciencia traza un plano de
referencia en el que se puedan definir funciones. Una se refiere a los
acontecimientos, la otra a los estados de cosas, siendo el acontecimien-
to aquello que escapa a la actualización de lo virtual en un estado de

-102-
cosas dado. Una define mediante conjuntos de variaciones someddas a
una razón contingente que constituyen los conceptos, otra, la ciencia,
está formada por un conjunto de variables independientes relacionadas
de forma necesaria por una función. La filosofía pone en acto persona-
jes conceptuales mientras que la ciencia erige observadores parciales
que son focos de percepciones y afecciones en el nivel molecular. Los
observadores parciales son puntos de vista en el nivel de las cosas mis-
mas que permiten percibir y experimentar cambios de las variables den-
tro de los sistemas de referencia dados.
Por otra parte, la filosofía no se reduce a la lógica, ya que ésta se
refiere a las proposiciones y los conceptos filosóficos no son preposi-
cionales. La lógica analiza las proposiciones informativas, los prospec-
tos, que tienen como objeto el reconocimiento de la verdad. El con-
cepto filosófico no es una función científica ni una proposición lógica,
no tiene referencia ni pertenece a ningún sistema discursivo.
El arte es la tercera forma que puede adoptar el pensamiento; actúa
mediante la construcción de perceptos y afectos, igual que la filosofía ac-
túa mediante la construcción de conceptos y la ciencia mediante la defi-
nición de funciones. Las obras de arte son elementos que permanecen
constituyendo bloques de sensaciones, es decir, compuestos de perceptos y
afectos a partir del tratamiento de un material sensible. Toda obra de arte
es un monumento, no porque conmemore un pasado sino porque consti-
tuye un bloque de sensaciones presente; el monumento se refiere no tanto
a la memoria del pasado como a la fabulación en el presente. Los percep-
tos no son percepciones ni los afectos son sentimientos; no remiten ni a un
objeto ni a un sujeto: "Los afectos son precisamente los devenires no
humanos del hombre, como los perceptos son los paisajes no humanos de
la naturaleza" (QEP, 160). El arte nos permite más que devenir en el
mundo, devenir con el mundo, devenir mundo. Es el estilo lo que permi-
te al artista pasar de las percepciones a los perceptos, de las afecciones a los
afectos haciendo de él un vidente, un fabulador, que convierte en perma-
nente un momento efímero haciéndole existir por sí mismo. El artista
añade elementos nuevos al mundo, variedades nuevas, como el fáósofo ela-
bora variedades conceptuales y el científico opera con variables.

-103-
El arte da lugar a devenires sensibles mediante los cuales algo se con-
vierte en otra cosa sin dejar de ser él mismo (el capitán Achab se trans-
forma en la ballena Moby Dick sin dejar de ser él mismo en la novela
de Melville). La filosofía en cambio produce devenires conceptuales en
los que el acontecimiento se esquiva a sí mismo en su ser. La filosofía
se enfrenta a la heterogeneidad , mientras que el arte se refiere a la alte-
ridad implicada en una materia expresiva. Las obras de arte, en tanto
que monumentos no actualizan acontecimientos virtuales sino que los
encarnan. Los universos que genera el arte no son virtuales ni actuales
sino posibles, lo posible es la categoría estética por excelencia. El arte
no actualiza lo virtual sino que despliega el conjunto de lo posible. Por
otra parte, el arte hace sensible las fuerzas insensibles que atraviesan el
mundo, que nos afectan y que nos hacen devenir, abriéndonos a la
novedad radical.
Como resumen vamos a transcribir una larga cita que resume este
largo recorrido del pensamiento a lo largo de la filosofía, la ciencia y el
arte.

Lo que define el pensamiento, las tres grandes formas del pensamien-


to, el arte, la ciencia, y la filosofía, es siempre el afrontar el caos, tra-
zar un plano, erigir un plano sobre el caos. Pero la filosofía quiere sal-
var lo infinito dándole consistencia: craza un plano de inmanencia que
lleva al infinito acontecimientos o conceptos consistentes, bajo la acción
de personajes conceptuales. La ciencia, por el contrario, renuncia a lo
infinito para ganar la referencia: traza un plano de coordenadas en prin-
cipio indefinidas, que define cada vez estados de cosas, fimciones o pro-
posiciones referenciales, bajo la acción de observadores parciales. El arte
quiere crear un finito que nos dé de nuevo lo infinito: traza un plano
de composición que soporta a su vez monumentos o sensaciones com-
puestas, bajo la acción de figuras estéticas (QEP, 186).

La irreductibilidad de los tres planos del pensamiento es lo que


Guattari denomina heterogénesis, ya que no hay ni síntesis ni identifi-

-104-
cación entre dichos planos a pesar de que se pueden establecer múlti-
ples correspondencias entre los mismos. El pensamiento es el intento de
introducir un poco de orden en el caos y no sería posible establecer un
orden en las ideas si no hubiera cierto orden en las cosas mismas, una
especie de anti-caos objetivo'. El arte, la ciencia y la filosofía proyectan
sus redes sobre el caos extrayendo del mismo, variedades, variables y
variaciones respectivamente. El arte lucha contra el caos para conver-
tirlo en sensible mediante la composición del material, para producir
bloques de sensaciones; la ciencia introduce en el caos un sistema de
coordenadas y construye un caos ordenado que es la Naturaleza; la filo-
sofía, por su parte, lucha contra el caos en tanto que abismo indiferen-
ciado. El arte, la ciencia y la filosofía son tres Caoides, en el sentido de
que son productos del recorte del caos según planos específicos. La con-
junción, que no la unidad de los tres planos del pensamiento, consti-
tuyen el cerebro, según nuestros autores, de tal manera que la filosofía,
el arte y la ciencia son los tres aspectos bajo las cuales el cerebro se con-
vierte en sujeto. El pensamiento no es una característica del ser humano,
sino más bien es el cerebro, en tanto que unión del arte, la ciencia y la
filosofía, el que piensa, más que el hombre. Para nuestros autores, el pen-
samiento se aproxima más al espíritu objetivo hegeliano que al espíritu
subjetivo. El cerebro es un sujeto o, por mejor decir y aprovechando la
terminología de Whitehead, un 'superjeto' en tanto que facultad filosófi-
ca que genera la forma del concepto; un 'injeto' en tanto que facultad
estética que escenifica la fuerza de las sensaciones; y un ejeto' en tanto
que facultad científica de las fiinciones del conocimiento.

-105-
MODELOS ONTOLÓGICOS II
OBRAS ESCRITAS EN SOLITARIO POR FÉLIX GUATTARI

¡Hablar de máquina más bien que de pulsión, de Flujo más bien que
de libido, de Territorio existencial más que de instancias del yo y de
la transferencia, de Universos incorporales más que de complejos
inconscientes y de sublimación, de entidades caósmicas más que de
significante; insertar de forma circular las dimensiones ontológicas
más que recortar el mundo en infraestructura y superestructura no
puede ser sólo una cuestión de vocabulario! Los instrumentos con-
ceptuales abren y cierran los campos de lo posible, catalizan Univer-
sos de virtualidad (C, 175)-

El pensamiento propio de Guattari se muestra en una serie de libros


que van de La revolución molecular y El inconsciente maquinico hasta
Caosmosis, pasando por Cartografías esquizoanalíticos. En estos textos se
van elaborando una serie de conceptos: lo molecular, lo maquinico, la
micropolítica del deseo, el devenir (mujer), diagrama, plano de consis-
tencia, las semióticas a-significantes, cartografía, las cuatro categorías
coordenadas (Phylum, flujos, universos y territorios), los ritornelos, el
caosmos, etc.
En todas estas obras se comprueba un esfuerzo por desarrollar los
análisis en el nivel molecular, prepersonal del deseo, así como la cons-
tatación del carácter maquinico del mismo. El deseo siempre aparece
insertado en dispositivos maquínicos, como un flujo que pasa de una

-107-
máquina a otra, como algo ligado esencialmente a la producción más
que a la presentación. Estos análisis se sitiían más que en el plano de la
historia que es el plano de los grandes conjuntos, las naciones, las
etnias, las clases..., en el plano del devenir que es el plano imperceptible,
de lo molecular. El devenir es el surgimiento de lo nuevo por deriva de lo
antiguo. El devenir por excelencia es el devenir mujer, el desarrollo de las
potencialidades que nos abren a lo otro, lo infantil, lo animal, lo feme-
nino, como virtualidades que llevamos en nosotros sin desarrollar. El
devenir es el despliegue de lo virtual que es real (no meramente posi-
ble) sin ser actual. El diagrama en tanto que modelo de las semióticas
a-significantes, símbolo no representativo, que actúa sobre lo real,
como un programa informático, por ejemplo. El plano de consistencia
en contraposición a los estratos es el plano de las intensidades, del con-
tinuo de intensidades que permite el paso de un estrato a otro, que
conecta los distintos planos entre sí, señalando la imposibilidad de una
clausura absoluta, exhibiendo, pues, el carácter necesariamente abierto
de la expansión maquínica. Los ritornelos son elementos que se repiten
marcando la continuidad del devenir, dando lugar por un lado a un
territorio existencial, pero por otro abriendo líneas de fuga al deseo que
generan mutaciones procesuales.
Por último, las cuatro categorías que articulan Cartografias esquizoana-
líticos: phylums maquínicos abstractos, flujos materiales y de signos, uni-
versos incorporales y territorios existenciales. El reino de lo energético es
el de los flujos y los territorios, mientras que el ámbito de lo proposicio-
nal es el de los phylums y los universos, respectivamente, los cuales pro-
vienen de los anteriores a través de procesos de desterritorialización Por
otra parte, los flujos y los territorios pertenecen al ámbito de lo real, mien-
tras que los phylums y los universos pertenecen al ámbito de lo posible.
Por su parte, la caosmosis alude al proceso que permite al cosmos
salir del caos, mediante la introducción de orden en el mismo dando
lugar a la complejidad, pero, al mismo tiempo es un recordatorio de
que el caos nunca se conjura del todo y permanece siempre ahí, como
un agujero negro amenazador de cualquier tipo de orden por perfecto
y completo que parezca.

-108-
En estas obras Guattari se decanta por un paradigma ético-estético
en detrimento del cientificismo que siempre ha aquejado a los plantea-
mientos izquierdistas 7 revolucionarios. La apuesta por la subjetivación
individualizadora hace que los aspectos sensibles y sensuales pasen a
primer plano. De igual manera el carácter creador e inventivo de la pra-
xis que se propone la aproxima al arte. Ya en ¿Qué es la filosofía? nues-
tros autores habían equiparado la filosofía, la ciencia y el arte como tres
vectores cuya conjunción da lugar al pensamiento, al cerebro. N o hay
privilegio de la ciencia con relación al arte o a la filosofía; los tres son
tres formas de explorar lo real; los tres proyectan redes de inteligibili-
dad sobre una realidad que sin dichas redes se presentaría como caóti-
ca; los tres tipos de disciplinas generan modelos complejos específicos
que contribuyen a ordenar y a construir la realidad. La apuesta meto-
dológica de Guattari va a contracorriente en su esfuerzo por imponer
en las ciencias humanas y sociales paradigmas ético-estéticos en detri-
mento de los paradigmas dominantes que pretenden emular a las cien-
cias físico-matemáticas.
Algunos de estos modelos ontológicos han sido ya analizados por lo
que a continuación nos vamos a centrar en la noción de diagrama, las
cuatro categorías que vertebran Cartografias esquizoanalíticas: flujos ener-
géticos y sígnicos, phylums maquínicos, territorios existenciales y univer-
sos incorporales, y la noción de caosmosis, dejando para el capítulo dedi-
cado a la estética la apuesta de Guattari por el paradigma estético frente
al cientificismo de los paradigmas dominantes en la izquierda.

1. DIAGRAMA

La pregunta que trataba siempre de responder Guattari en sus análi-


sis era: ¿cómo fiinciona?, y no ¿qué significa?. Su enfoque era más prag-
mático que semántico, más atento al uso de los conceptos que al mero
significado de los mismos. Esta apuesta por la pragmática se muestra en
la utilización que nuestro autor hace de la noción de 'diagrama que
retoma de Peirce y a la que despoja de sus elementos icónicos para con-
vertirla en la base de su noción de 'semiótica a-significante, ejemplo de

-109-
las cuales son la escritura musical o las ecuaciones matemáticas que se
utilizan en las ciencias físicas. Los diagramas más que puras imágenes
icónicas son conjuntos de signos capaces de expresar las articulaciones
funcionales de los diversos sistemas. Los diagramas son un paso más en
el proceso de desterritorialización progresiva que lleva de las imágenes
icónicas a los puros signos sin referente fijo que aparecen en las ecua-
ciones matemáticas.
Guattari parte de la convicción de que en nuestras sociedades la es-
tructura de poder dominante utiliza los medios de la formalización ba-
sada en el significante lingüístico para unificar todos los medios de ex-
presión posibles y centrarlos en torno a los valores fundamentales. La
significación conecta cierto tipo de máquinas significantes con el siste-
ma de valores dominantes al que aquellas máquinas sirven para formali-
zar. Frente a este predominio del significante se pueden detectar procesos
desterritorializadores que van en el sentido de una molecularización del
lenguaje hasta llegar a las semióticas a-significantes de las ciencias que
sustituyen la lineandad de la lengua por la constitución de sistemas de
signos-partículas sustraídas al dominio del lenguaje hablado. Estos siste-
mas de signos-partículas impiden la relación directa entre el signo y su
referente ya que entre ambos introducen un dispositivo teórico-experi-
mentíd muy complejo. Para Guattati se trata, pues, de oponerse a la tira-
nía de la sobrecodificación significante, generando una multiplicidad de
semióticas asignificantes capaces de provocar líneas de fuga que permitan
la expresión y la experimentación de las experiencias (RM, 244-245). Se
trata de oponer dos políticas semióticas básicas: una basada en la signifi-
cación y la interpretación y la otra basada en las conexiones maquínicas
y la experimentación colectiva.
Para llevar a cabo este proceso de liberación lo primero que hay que
hacer es mantener separados e independientes los diversos medios de
codificación en su especificidad distinguiendo: las codificaciones a-se-
mióticas naturales, las semiologías significantes y las semióticas asigni-
ficantes. Las primeras, como el genoma por ejemplo, sólo de forma fi-
gurada se pueden denominar lenguajes. Por su parte, las semiologías
significantes pueden conjugar vanos estratos de significación o sólo

-110-
dos. Las primeras son semiologías simbólicas que p o n e n en juego varios
tipos de expresión: gestuale corporal, ritual, etc. Las segundas relacio-
nan el plano de la expresión y el plano del contenido y son las propia-
mente lingüísticas sometidas a la doble articulación y con tres funcio-
nes fundamentales: la denotación que relaciona el signo con la cosa o
referente, la representación que relaciona el signo con su imagen men-
tal o concepto y la significación que relaciona el signo con el conjunto
del soporte significante que constituye el lenguaje. Por último, tenemos
los dispositivos colectivos de las semióticas asignificantes (semióticas
postsignificantes) que dejan atrás el m u n d o de la representación en
beneficio de un mundo de modelización y simulación mediante mode-
los matemáricos de la realidad. Estas semióticas asignificantes dejan de
estar centradas en el hombre y construyen aparatos teóricos y tecnoló-
gicos, dispositivos maquínicos cada vez más abstractos y artificiales y
cada vez más desterritorializados.
Guattari introduce la noción de diagrama a partir de Peirce, pero le
otorga virtualidades que éste no soñaba ya que siempre consideró los
diagramas como ciertos tipos de imágenes simplificadoras de las cosas.
Para Guattari, los diagramas son la base de las semióticas asignificantes
que pueden ser también denominadas diagramáticas y que en lugar de
redundancias significativas dan lugar a redundancias maquínicas deste-
rritorializadas que tienden a escapar a todo tipo de territorialidades
como las relacionadas con el cuerpo, el espacio, el poder social, las sig-
nificaciones dominantes, etc. Las semióticas diagramáticas se escapan
de los sujetos, de las significaciones y hasta de los objetos; oponiéndo-
se a la centralización de todas las semióticas simbólicas en torno al agu-
jero negro definido por la conciencia con su gran capacidad de generar
impotencia gracias al aplastamiento que la significación y el modelo de
la representación lleva a cabo sobre dichas semióticas simbólicas no sig-
nificativas. Ejemplos de estas semióticas las encontramos en los lengua-
jes científicos, en la música, en la economía, etc.
Los diagramas son sistemas de signos-partículas, máquinas abstractas
generadoras de un plano de consistencia maquínica que al insertarse en
un phylum maquinico se cargan de redundancias de interacción en

-111-
lugar de redundancias de resonancia o significación (IM, 45) y a través de
la desterritorialización de los dispositivos de enunciación, de las máquinas
concretas de expresión y de los formalismos semánticos entran en cone-
xión directa con los modos de codificación intrínseca de los diferentes es-
tratos de la realidad permitiendo el desencadenamiento de efectos trans-
formadores sobre dicha realidad. Por ejemplo, los signos asignificantes y
asubjedvos inscritos en una tarjeta de crédito permiten obtener dinero en
un cajero, o abrir una puerta, etc. Lo característico de las semióticas di^ra-
máticas es que mantienen la pluralidad de las semióticas y no las someten
al predominio de una determinada como hace las semióticas significantes
que subordinan el resto de las semióticas al lenguaje humano. En ese send-
do los diagramas gracias a sus efectos despersonalizadores y desubjetivadores
permiten intuir un tipo de conexión con y de apertura al cosmos no huma-
no que vaya más allá de los actuales modos de subjetivación capitalistas. Si
estos modos de subjetivación se han basado en el humanismo, los (
mas permiten vislumbrar modos de subjetivación posthumanistas.

2 . FLUJOS, PHILUMS, TERRITORIOS Y UNIVERSOS

Las cuatro categorías que articulan Cartografías esquizoanalíticas son


(F) phylum maquínicos abstractos\ (F) flujos materiales y de signos^,
(U) universos incorporales y (T) territorios existenciales^. El reino de lo

1. El tratamiento de las máquinas organizadas en series evolutivas ramificadas que


aquí presenta Guattari se basa en las aportaciones de G. Simondon, especialmente L'in-
dividuation psychique et collective, Aubier, París, 1989, en particular el capítulo 'Indi-
viduación e invención, pp. 261-290 y Du mode d'existence des objets techniques.
Aubier, 1989. Para Simondon "una máquina no toma su sentido más que en un con-
junto de seres técnicos cordinados",
2. Aquí se reitera la idea de que la realidad es una serie de flujos, de cortes de los
flujos, y de síntesis entre flujos distintos, flujos energéticos y flujos de signos; idea que
estaba ya presente en la noción de máquina deseante que se expone en el AntiEdipo-.
"siempre flujos y cortes".
3. La idea de los territorios existenciales viene de las reflexiones sobre los ritorne-

-112-
energético es el de los flujos y los territorios, mientras que el ámbito de
lo proposicional es el de los phylums y los universos, respectivamente,
los cuales provienen de los anteriores a través de procesos de desterrito-
rialización Por otra parte, los flujos y los territorios pertenecen al ámbi-
to de lo real (contingente), mientras que los phylum y los universos
pertenecen al ámbito de lo posible. El paso de lo posible y lo virtual a
lo real es un proceso de enriquecimiento ontològico del ámbito de lo
estriado (striage), mientras que el paso de lo real a lo posible es una ope-
ración de conversión ontològica del marco de lo liso (lissage).
Si estructuramos estas cuatro categorías a partir de la matriz conti-
nuo-discontinuo y discursivo-no discursivo tenemos (CS, 94):

Discursivo N o discursivo

Continuo O U

Discontinuo F T

Estas cuatro categorías son propuestas por Guattari a modo de meta-


modelos que permitan descifrar los diversos modelos de la realidad que
se puedan proponer y establecer entre ellos conexiones transversales.
Vemos de nuevo aquí la preocupación constante de Guattari por la
heterogénesis, la génesis de lo heterogéneo y la combinación de ele-
mentos heterogéneos entre sí, como vimos en los rizomas y en general
en casi todos los agenciamientos y dispositivos concretos.
¿Por qué cuatro términos? Guattari responde que sólo con estructu-
ras de 3 + n entidades se puede instaurar una generatividad entre sus
miembros que no conduzca a una prioridad de unos elementos sobre

los en Mil Mesetas. Los ritornelos son dispositivos territoriales, dispositivos que mar-
can Y definen un territorio. Los territorios son el producto de una territorialización de
los medios espaciales y de los ritmos temporales. Los territorios son lo cotidiano, lo
hogareño, las costumbres que nos definen.

-113-
los otros como en la pareja infraestructura j superestructura, por ejemplo.
Y además sólo este tipo de estructuras permiten un principio de auto-afir-
mación auto-trascendente o autopoiético en la estela de pensadores como
Jean-Pierre Dupuy o Francisco Varek (CS, 93). Cuatro términos son lo
mínimo que se puede poner en juego para no caer en el dualismo, bien
directamente o bien a través de la tríada (dialéctica: tesis-antítesis-síntesis);
Los 3 + n términos aseguran la apertura a la multiplicidad, a la procesua-
lidad creativa y a lo virtual (C, 51-52).
Partiendo del ámbito de los Flujos pasamos al ámbito de los Territo-
rios existenciales mediante una homogeneización existencial que opera de
forma inmanente en las experiencias sensibles, cognitivas, afectivas, etc.
articulándolas a través de un proceso de territorialización discursiva. Por
otra parte, y mediante una apertura a lo posible pasamos de los Flujos a
los Phylum desterritorializados a través del registro de las cualidades abs-
tractas inherentes a las proposiciones maquínicas. Los Flujos reales y
actuales compuestos de realidades sensibles y semióticas presentan unas
componentes incorporales-virtuales que les son adyacentes y que son un
ejemplo de heterogénesis incorporal en tanto que "lógica generadora de
desviaciones moleculares, de amplificaciones, de bifijrcaciones y de frac-
talización infinita" (CS, 157).
Si pasamos ahora al dominio de los Phylum nos encontramos con
que las coordenadas espacio-temporales que en el campo de los Flujos
eran muy compactas ahora se hacen más flexibles: la contigüidad y la
sucesión no tienen que ser tan estrechas, puede darse una dispersión
espacial y una dispersión temporal que permite que lo que pasa aquí y
ahora se relacione con acontecimientos muy alejados en el tiempo,
tanto posteriores como anteriores.
Tenemos aquí dos formas de relación entre sí de los entes: la determi-
nabilidad intrínseca que conecta de forma contigua entes del mismo esta-
tuto ontològico y la determinabilidad extrínseca que genera un plano de
consistencia que relaciona entidades de estatuto ontològico heterogéneo.
El primer tipo establece relaciones extensivas y conectivas entre los entes,
mientras que el segundo da lugar a relaciones intensivas y disyuntivas que
permiten la generación activa de procesos de complejificación (CS, 162).

-114-
A pesar de la oposición entre el mundo de las territorialidades contin-
gentes (Flujos y Territorios), el mundo real para entendernos, y el mundo
de las entidades virtuales desterritorializadas (Phylum y Universos ideales)
estos dos mundos confluyen en una zona intermedia poblada de Agencia-
mientos expresivos que conectan a su vez la Expresión con el Contenido.
(CS, 170-171). La expresión proviene de los Flujos por desterritorializa-
ción, pero no se opone de manera binaria rígida al contenido. No hay una
hegemonía de la expresión sobre un contenido él mismo homogéneo sino
diferentes grados de desterritorialización del contenido según las interven-
ciones de las componentes heterogéneas de la expresión.
La expresión no es completamente incorporal sino que porta un mínimo
de componentes energéticos gracias a los cuales puede actuar sobre lo real,
sobre los procesos materiales, de tal manera que "las energías expresivas se
convierten en potencialidades entitativas de acción y de efecto", dotando a
la expresión de una eficiencia pragmática que le permite dar lugar a muta-
ciones existenciales. La función expresiva al convertirse en función diagra-
mática es capaz de conectar con los Flujos materiales produciendo conver-
siones energéticas y cambios de estado, es decir, es susceptible de dar lugar
a efectos maquínico-pragmáticos (CS, 208). La expresión se abate sobre la
existencia pasando del registro molecular al registro molar y dando lugar a
una reterritorialización de cierta manera inversa a la desterritorialización
que dio lugar a la expresión a partir de la realidad existente y modular de los
Flujos. A esta reterritorialización la denomina Guattari función diagramáti-
ca y es el reverso de la función expresiva. La primera va de lo material a lo
inmaterial, de lo real a lo posible, mientras que la segunda va a la inversa,
de lo inmaterial a lo material, de lo posible a lo real existente. Sin embargo
esta vuelta no es un mero retorno sin resultado alguno ya que el paso por lo
posible ha enriquecido lo real aportándole una plusvalía, un suplemento.
Las diferencias entre la vuelta diagramática al plano de lo contingente y la
subida expresiva radican esencialmente en el caráaer necesario de ésta y el
carácter precario y problemático de aquélla que depende del margen de
maniobra que le concedan los ritornelos existenciales (CS, 176-181).
El objeto de los Phylum en tanto que conjunto de regularidades y re-
glas que se da de forma adyacente a los Flujos consiste en "conferir una

-115^
textura propia, una autonomía ontologica relativa al corpus de proposi-
ciones abstractas que, a pesar de cohabitar con el mundo sensible no deja
de escapar a sus encuadramientos' existenciales y a sus coordenadas ener-
gético-espacio-temporales" (CS, 186). Los Pylums se encuentran entre la
desterritorialización expresiva y la desterritorialización que da lugar a los
Universos incorporales. Los Phylum positivistas y los Universos incorpo-
rales no son discernibíes sino composibles, mientras que los Territorios
existenciales sí se distinguen realmente de los flujos.
Los Universos incorporales son aperturas a lo posible que al término de
un proceso de despliegue infinito se convierten en el Plano de consisten-
cia o caosmos, pero antes de llegar a ese despliegue infinito se detienen en
fases concretas de posibilidad. Estas fases de posibilidad están separadas
entre sí pero de forma difusa, al contrario de lo que pasa en el ámbito de
los flujos, ya que al final todas convergen en el mismo plano de consis-
tencia. El ámbito de U, de los Universos incorporales es una integral, una
suma, de una posición contingente, concreta, de separabilidad y del con-
junto de las posiciones posibles obtenidas mediante un despliegue deste-
rritorializante. U "es a la vez el lugar de una enunciación actualidad y de
una infinidad de enunciaciones virtuales" (CS, 189). En U coexisten un
proceso de despliegue desterritorializante infinito y una determinación
contingente que fija y concreta el proceso infinito anterior.
Nuestras cuatro categorías F, E, U y T dan lugar a una noción de tem-
poralidad de cuatro dimensiones ligadas a las cuatro funciones ya vistas
y a las cuatro formas de causalidad. Lo anterior se resume en la figura
1 (CS, 215).
Frente a la noción unilineal del tiempo que ha introducido el capi-
talismo con su traducibilidad entre los diversos modos de discursividad
sometidos al dominio del equivalente generalizado: el dinero, Guattari
apuesta por una pluralidad de ritmos temporales relacionados con las
múltiples duraciones existenciales. Los tiempos son diversos y depen-
den de las experimentaciones que se llevan a cabo en el seno de los
dispositivos concretos. A priori no se puede predecir cuál será la
componente dominante en una situación dada. El Ser y el Tiempo hei-
deggerianos se pliegan al dominio de la enunciación como ya sucedía

-116-
FIGURA 1

Singularización
Función sináptica
Causa final
O Momentos fecundos U

irreversibilización heterogénesis
función diagramáuca función pática
causa formal causa eficiente
tiempo objetivo temporalización
subjetiva

F Necesitación T
Función existencial
Causas materiales
duraciones

en Parménides, según nos recuerda Guattari, para quien "el acto del
pensar y el objeto del pensar se confunden". Tenemos cuatro potencias
causales, ejemplificada cada una en una diosa: Diké, señora de las cau-
sas formales encarnadas en las proposiciones maquínicas abstractas del
dominio de los Pylums; Moira, que se ocupa de las causas finales del
dominio de los Universos; Ananké, para las causas que materializan la
circunscripción de la finitud existencial; y frente a estas tres 'la hibris
caósmica de las causas eficientes de la autoenunciación (CS, 216-217).
Se produce un entrecruzamiento entre los diversos modos del tiem-
po, entre las temporalidades maquínicas y las duraciones existenciales
dando lugar a agenciamientos diversos que conectan regímenes distin-
tos en el Plano de consistencia caótico. El estado caosmótico sináptico
surge cuando un campo de virtualidad invade un campo de cosas deter-
minado dando lugar a momentos temporales fecundos instantáneos,

-117-
típicos del Aion más que del Cronos. Momentos del rapto místico, de
la emoción amorosa, del empuje creativo artístico o científico, etc.

3 . CAOSMOSIS Y HETEROGÉNESIS

Por su parte, la caosmosis alude al proceso que permite al cosmos


salir del caos, mediante la introducción de orden en el mismo dando
lugar a la complejidad, pero, al mismo tiempo es un recordatorio de
que el caos nunca se conjura del todo y permanece siempre ahí, como
un agujero negro amenazador de cualquier tipo de orden por perfecto
y completo que parezca. El caos es real mientras que la caosmosis es vir-
tual. La caosmosis supone una lógica nueva referida a espacios no dis-
cursivos en los que se remodelan los cuatro tipos clásicos de causalidad.
La causalidad formal corresponde a la irreversibilización diagramática
que parte de la Proposiciones maquínicas del dominio de los Pylums;
las causas finales corresponden a los ritornelos abstractos que parten de
las Constelaciones de Universos incorpóreos y que dan lugar a singula-
rizaciones; las causas eficientes que ponen en juego gastos energéticos
corresponden a la heterogénesis pática que surge de los Territorios exis-
tenciales; por último, las causas materiales o causas maquínicas existen-
ciales concretas corresponden a la recursion existencial generadora de
necesidad que sale de los signos-partículas procedentes del dominio de
los Flujos materiales y sígnicos (CS 210-211).
En el caos. Plano de inmanencia que se presenta como una 'sopa pri-
mitiva de redundancias', se distinguen dos tipos de estado: el correspon-
diente al caos discursivo constituido por la aparición y desaparición a
velocidad infinita de multitud de formas y el correspondiente a un caos-
mos no discursivo que da lugar a ordenaciones complejas basadas en una
velocidad de determinabilidad ralentizada. (Una vez más nos encontra-
mos con la oposición entre caos y complejidad, entre la estabilidad y per-
manencia de las formas y su disolución instantánea). Las formas reales
son desterritorializadas y convertidas en virtuales en el seno de múltiples
Constelaciones de Universos incorpóreos (CS, 212-213).

-118-
El esquizoanálisis al privilegiar el enfoque basado en la psicosis fren-
ce al enfoque freudiano basado en las neurosis supone que la psicosis no
es una mera degradación entròpica que destruye toda ordenación, sino
más bien el intento de establecer un frágil equilibrio entre el caos y la
complejidad. Un mundo vivido en tanto que producto de un Territo-
rio existencial que se abre a los Universos incorporales de valores se
construye a partir de un foco de caosmosis, que procura compatibilizar
el orden con el desorden, dado que el caos no es un completo desorden
sino la creación y destrucción continua de estructuras lábiles que no
son capaces de consolidarse de forma duradera en el tiempo. En el caos
se dan estructuras de alteridad virtuales que no son universales sino
específicas y concretas. El interés ontològico de la psicosis, y del esqui-
zoanálisis basado en ella que se añade a su innegable interés analítico,
reside en que la psicosis supone un enfrentamiento con el caos que
posibilita una experimentación ontologica, una apertura a otros mun-
dos posibles, una proyección sobre la heterogénesis, que la pretendida
normalidad de la neurosis no permite. El posible colapso del sentido
que acaece en la psicosis posibilita la construcción de semióticas asig-
nifìcantes, de máquinas abstractas que cortan transversalmente los
diversos estratos heterogéneos entre sí. Como vemos con este ejemplo,
la caosmosis y la heterogénesis se dan en conjunto, la conciencia de la
heterogeneidad de la realidad supone el darse cuenta que en dicha
realidad se mezcla de forma inextricable el caos y la complejidad, el
desorden y el orden. La enfermedad psíquica es contemplada desde la
perspectiva esquizoanalítica, en tamo que pragmática, como una expe-
rimentación, como la apertura de nuevas posibilidades y su posible
curación no es tanto la reconstrucción de una personalidad previa a la
enfermedad y pretendidamente normal sino la construcción de una
nueva personalidad que tenga en cuenta la experiencia de la locura en
tanto que apertura ontologica a los infinitos mundos virtuales que nos
circundan.

La heterogénesis alude al pluralismo esencial que subyace en la filo-


sofía de Guattari y que tiene una clara ascendiente bergsoniana. En
efecto, para Bergson, como ya mostró Deleuze en sus escritos inicia-

-119^
les,'* la evolución se entiende como un proceso de diferenciación cre-
ciente, como un proceso de actualización que produce las diferencias a
partir de lo virtual. El impulso vital es la duración misma en tanto que
se actualiza y da lugar a la diferencia y las series divergentes que el
mismo produce nacen en la duración a partir de lo virtual constituido
por los diferentes grados que coexisten. La vida es el proceso mismo de
diferenciación productora de las diferencias. Para Bergson el pasado en
su totalidad coexiste con el presente. Más aún, el propio presente no es
más que el grado más contraído del pasado. Con la metáfora del cono
invertido que se apoya en el vértice que sería el presente, Bergson ejem-
plifica esta gravitación del pasado en su totalidad sobre cada presente.
Los diferentes grados del pasado se mantienen virtualmente coexistien-
do con el presente que los actualiza en cada momento y los proyecta
hacia el porvenir dando paso a lo nuevo, a lo inédito. Por eso la evolu-
ción según Bergson produce lo nuevo por medio de una diferenciación
divergente que actualiza sus virtualidades de forma sucesiva en la dura-
ción. Esta noción de evolución divergente y diferenciadora es lo que se
encuentra en la base de la heterogénesis, es decir de la génesis de lo otro
en la concepción guattariniana que retoma estos penetrantes análisis de
Deleuze. Para Bergson, según Deleuze, lo real se recorta (découpe), se
escinde en diferentes articulaciones que presentan una diferencia de na-
turaleza y no meramente de grado entre sí, y al mismo tiempo se vuel-
ve a juntar (recouper) en las diversas líneas de hechos que se suceden a
partir de lo virtual inicial. El impulso vital, el dinamismo interno de la
vida que da lugar a la heterogénesis de lo real, es "una virtualidad que
se está actualizando, una simplicidad que se está diferenciando, una
totalidad que se está dividiendo" (B, 98-99). El despliegue heteroge-

4. Especialmente en "Bergson, 1859-1941" de 1956 y en "La conception de la diffé-


rence chez Bergson" de 1956, ahora los dos en L'íU déserte et autres textes, (ID), Minuit,
2002, París, paginas 28-42 y 43-72 respectivamente. Estos análisis iniciales culminan
con El Bergsonismo de 1966 y tienen, una aplicación práctica a la estética cinematográfi-
ca en la monumental obra sobre el cine desarrollada en La Imagen-movimiento de 1983
y La imagen-tiempo de 1985.

-120-
nético de lo real es, pues, el paso de una totalidad virtual simple a una
serie divergente de diferencias que se actualizan y dividen al diferen-
ciarse, dando lugar a la novedad, a lo inédito. En este sentido la hete-
rogénesis retoma los caracteres de la evolución la cual "no va de un tér-
mino actual a otro término actual en una serie unilineal homogénea,
sino de un virtual a los términos heterogéneos que lo actualizan a lo
largo de una serie ramificada" (B, 105). El producto de la evolución son
agenciamientos, dispositivos que conjugan en sí una pluralidad de com-
ponentes heterogéneos. Una y otra vez comprobamos el aspecto central
de las nociones de diferencia, de heterogeneidad, de divergencia, de plu-
ralismo en fin, en la filosofía de Guattari (y de Deleuze).
Por su parte, la noción de heterogénesis tiene una ejemplificación clara
en la noción de subjetividad que defiende nuestro autor que es plural y
polifónica y no se encuentra determinada por ninguna instancia a través
de una causalidad unívoca. Esta concepción de la subjetividad es trans-
versal y analiza a la vez los anclajes territorializados idiosincrásicos (Terri-
torios existenciales) y las aperturas a sistemas de valor (Universos incorpo-
rales) de dicha subjetividad. La subjetivación presenta varias dimensiones
maquínicas heterogéneas: componentes semiológicas significantes, ele-
mentos fabricados por la industria de los medios de comunicación de
masas, dimensiones semiológicas asignificantes que escapan a las axiomá-
ticas lingüísticas. Precisamente en nuestra época están adoptando una
importancia decisiva estas componentes asignificantes de la subjetivación
ligadas al empleo de la cibernética y la informática. Estas componentes
no se pueden reducir a los códigos lingüísticos, están relacionadas de for-
ma directa con máquinas, reales y virtuales, lo que permite hablar de una
producción maquínica de la subjetividad y además presentan un carácter
más colectivo (agenciamientos colectivos de enunciación) que puramen-
te individual. Estas componentes presentan un fuerte carácter experi-
mental y escapan a cualquier intento de interpretación hermenéutica:
más que significar actúan.
También el análisis institucional puesto en práctica en la clínica La
Borde por Jean Oury y el propio Guattari ha desarrollado terapias con-
ducentes a través de la constitución de grupos sujetos generadores de

-121-
dispositivos colectivos de enunciación a crear nuevos tipos de subjetivi-
dades que no eran una mera recuperación de una subjetividad previa a
la enfermedad pretendidamente normal sino más bien la creación de un
nuevo tipo de subjetividad que aprovechaba la experiencia de la enfer-
medad para generar nuevas formas de vida y de relación:

El análisis no es ya interpretación transferencia! de síntomas en fun-


ción de un concenido latente pre-existente, sino invención de nuevos
focos catalíticos susceptibles de producir bifurcaciones en la existen-
cia {C, 35).

La subjetividad, según la ve Guattari, no es algo en-sí ya dado sino un


proceso de autoconstitución, de autopoiesis creativa y transformadora. La
subjetividad no se limita a los individuos también puede afectar a instan-
cias colectivas que se constituyen como Territorios existenciales auto-refe-
rentes y adyacentes con otras alteridades subjetivas (C, 21). La subjetivi-
dad en la concepción de Guattari se abre directamente sobre la sociedad
y no queda restringida ni a las facultades del alma en el registro pura-
mente individual, ni a las relaciones interindividuales o intrafamiliares.
Por otra parte, la subjetividad no es solamente cognitiva sino también
afectiva, mítica y genera diversas cartografías para poder gestionar sus
pulsiones, sus angustias, sus síntomas. La subjetividad tiene que respon-
der a la pregunta concreta en cada caso de ¿cómo construirse un cuerpo
sin órganos?, de ¿cómo relacionarse con las propias máquinas deseantes?
Pieza clave de esta subjetividad es un Inconsciente, ya no freudiano,
sino "un Inconsciente de Flujos y máquinas abstractas más que de estruc-
tura y lenguaje" (C, 26). Otra vez la crítica al estructuralismo y al laca-
nismo surge en esta teoría de la subjetividad que busca ir más allá de la
estructura y del matema lingüístico. También aquí Guattari se deslinda
del cientificismo en dirección a un paradigma ético-estético de la subje-
tividad que destaca en la misma su aspecto de creatividad procesual^ de

5. Convendría comparar esta deriva ético-estética de Guattari con la que desarro-

-122-
capacidad de convertirse en un foco de auto-referencia y autovaloración,
susceptible de adquirir constancia y persistencia. Esta subjetividad crea-
dora es capaz de generar poéticas asignificantes singularizantes a partir de
la reconversión de las semióticas lingüísticas tradicionales dando lugar a
"rupturas de sentido autofiindadoras de la existencia". La subjetividad en
este sentido, por un lado es el producto de una heterogénesis, ya que es
el resultado de la articulación colectiva y maquínica de diversas subjetivi-
dades parciales heterogéneas y prepersonales, y por otro lado es caosmó-
tica, ya que no deja de introducir cierto orden en el caos de la realidad
psíquica y social. Pero esta caosmosis no es la mera proyección de la
expresión sobre el contenido sino la instauración de una máquina formal
transversal a la vez a la expresión y al contenido. Por otra parte, esta sub-
jetividad no es sólo cognitiva sino pática, afectiva y no discursiva y se
sitúa más acá de la relación sujeto-objeto.
Los dispositivos de enunciación utilizan elementos discursivos para
establecer un sistema de insistencia intensiva que relaciona entre sí un
Territorio existencial concreto en tanto que instancia territorializada
con una constelación de Universos incorporales desterrito rial izados. El
ritornelo que da lugar a la subjetivación conecta registros discursivos
actualizados concretos con Universos virtuales no discursivos, valorati-
vos, encarnando dichos valores en la irreversibilidad del ser-ahí de los
Territorios existenciales. Si Guattari apuesta por los diversos modos de
valoración frente a su sumisión respecto al Capital, por las lenguas
menores frente al Significante despótico, aquí apuesta también por la
'riqueza y la multivalencia de los Universos de valor frente al Ser como

lió Foucault en sus últimos años, especiaimente en El cuidado de si, donde postula una
ética cuyo objetivo era construirse a sí mismo como una obra de arte mediante una
combinación armoniosa de la dietética y la erótica. Como tantas veces en la relación
entre el paradigma foucaultiano y el deleuziano la cercanía esencial oculta divergen-
cias no despreciables. Por ejemplo, el aspecto maquínico de la subjetividad era com-
pletamente ajena a la perspectiva de Foucault, y las experimentaciones sexuales de este
último en corno a la sexualidad y al sadomasoquismo no coincidían con las visiones
de la sexualidad defendidas en especial por Guattari, basadas en el devenir mujer y en
el devenir niño.

-123^
cierre que enceguece, como elemento constante que atravesaría la
diversidad histórica de las composiciones ónticas (C, 47-49). Detrás de
las diversas combinaciones ónticas no hay un ser que funcione como un
fiindamento único e inmutable: "El ser cristaliza a través de una infini-
dad de dispositivos enunciativos que asocian componentes discursivos
actuales (Flujos materiales y sígnicos, Phylum maquínicos) con compo-
nentes virtuales no discursivas (Universos incorporales y Territorios
existenciales)" (C, 86). El paso entre estos elementos actuales y virtua-
les se asegura postulando la existencia de un caos que los conecta. A
partir del caos surgen composiciones complejas capaces de encarnarse y
actualizarse en un marco de coordenadas espacio-temporales-energéti-
cas o bien en un sistema categorial.
Hemos hablado de subjetividad maquínica, pero el maquinismo de
Guattari no es un mecanicismo ni un vitalismo, ni se reduce a un mero
mecanismo. La noción de máquina aquí puesta en juego va mucho más
allá de la máquina técnica. Las máquinas que se presentan como dis-
positivos materiales se asocian con el hombre en el seno de conjuntos
funcionales que combinan múltiples componentes heterogéneas. Com-
ponentes materiales y energéticas, componentes semióticas diagramáti-
cas, componentes de cuerpos humanos, representaciones individuales y
colectivas, máquinas deseantes y máquinas abstractas que se sitúan de
manera transversal respecto al resto de las componentes (materiales,
cognitivos, afectivos y sociales) consideradas. Frente a las estructuras las
máquinas presentan un carácter autopoiético, autocreativo y una rela-
ción con el tiempo y la finitud que las impide concebirse como eternas.
Por otra parte, las máquinas siempre se dan adyacentes con algo otro,
el hombre u otras máquinas, componiendo 'enunciaciones no huma-
nas', dando lugar a Phylum maquínicos evolutivos que relacionan unas
generaciones de máquinas con otras.
Como conclusión, podemos decir que el objetivo de Guattari en sus
últimos años reside en elaborar una metamodelización flexible capaz de
hacer honor a la pluralidad heterogenética de la realidad, así como su
carácter a la vez complejo y caótico. Una metamodelización que supo-
ne un enfoque transversal de los diversos estratos heterogéneos entre sí

-124^
caracterizado cada uno de ellos por una combinación específica entre
orden y caos. Por lo anterior, la caosmosis no supone una composición
dada de una vez por todas entre las cuatro dimensiones ontológicas de
los Flujos energéticos, los Pylums maquínicos, los Territorios existen-
ciales y los Universos incorporales. La representación cartográfica de es-
tas dimensiones ontológicas da lugar a una ruptura del sentido domi-
nante y una apertura a unas semióticas asignificantes que permiten la
expresión de su heterogénesis ontològica.

-125^
POLÍTICA

L INTRODUCCIÓN

La actividad política acompañó a Guattari a lo largo de toda su vida.


Desde sus contribuciones teórica y práctica a la constitución de una
oposición de izquierda en el seno de la U E C (Unión de Estudiantes
Comunistas) en el año 1965 hasta su militancia al final de su vida en el
seno del movimiento verde firancés, nuestro autor desarrolló siempre una
actividad política militante con el objetivo constante de contribuir al sur-
gimiento y desarrollo de grupos alternativos, críticos de las corrientes
dominantes de la izquierda, socialistas y comunistas. En esta tarea sinte-
tizó las aportaciones marxistas y psicoanalíticas en una audaz fertilización
cruzada que, sin embargo, fue más eficaz en el nivel teórico que en el pro-
piamente organizativo. Nosotros vamos a repasar esta trayectoria arti-
culándola en varios apartados: la oposición de izquierda; la integración
de la lucha política con la cura analítica; el análisis del capitalismo;
hacia unas nuevas alianzas; política y ecología.

2 . LA OPOSICIÓN DE IZQUIERDAS

En abril del 965 se presentó en el VIH Congreso de la U E C una serie

de Tesis que fueron posteriormente desarrolladas por Guattari en óctu-

pla?-
bre del mismo año. Las preocupaciones esenciales de estas Tesis era
denunciar la falacia de la oposición chino-soviética, rechazando la polí-
tica de coexistencia pacífica por un lado y la política china por otro.
La primera Tesis considera el conjunto de los fenómenos políticos y
económicos como una totalidad estructurada resultado del movimien-
to histórico. Capitalismo y Estado se funden en la noción del capita-
lismo monopolista de Estado. La intervención del Estado en la econo-
mía es fundamental en una época caracterizada por la mundialización
de las fuerzas productivas, como ya captó con sagacidad Guattari en
estos tempranos años, en los que dicha mundialización monopolista era
incipiente. Se plantea una contradicción creciente entre el carácter
mundial de la producción y el carácter nacional de las superestructuras
estatales. El desarrollo de las relaciones económicas, en principio ilimi-
tado, desborda las relaciones institucionales que se siguen moviendo en
el estrecho marco de los Estados nacionales. Este desarrollo es positivo
pero sólo podrá ser puesto al servicio de la emancipación humana si la
ciase obrera es capaz de constituirse como una subjetividad revolucio-
naria, rompiendo el corsé de las instituciones burguesas que impiden el
surgimiento de dicha subjetividad obrera. Vemos aquí ya presentes
algunos elementos que acompañarán siempre a Guattari en sus refle-
xiones políticas. En primer lugar un cierto optimismo ligado al desa-
rrollo de las fuerzas productivas que para él, como para Marx, era auto-
mático y autosostenido. La posterior noción de phylum maquínico
alude también a esa confianza en el desarrollo autosostenido de las
máquinas que se suceden unas a otras incidiendo de forma decisiva en
las estructuras sociales. En segundo lugar, la preocupación por la cons-
titución de la subjetividad revolucionaria, que será otra constante en su
vida. También es importante el captar la dimensión mundial del desa-
rrollo capitalista, frente a la visión más limitada de los partidos de iz-
quierda tradicionales enfrascado en el análisis nacional del capitalismo
y por lo tanto también de la estrategia revolucionaria.

La segunda Tesis establece una relación intrínseca entre el desarrollo


del capitalismo y la historia del movimiento obrero, dado que el capi-
tal es el resultado de la acumulación de la plusvalía arrebatada a los

-128-
obreros y las instituciones capitalistas son el resultado de las luchas del
movimiento obrero por conquistar espacios crecientes de libertad y auto-
nomía. Las corrientes modernistas del capitalismo quieren integrar a la
clase obrera en una alianza con los sectores más avanzados del capital con-
tra sus elementos más retrógrados. La clase obrera, según Guattari, se
encuentra ante el dilema de escuchar los cantos de sirena del capitalismo
más avanzado o unirse en una lucha defensiva con los sectores más atra-
sados del capital nacional. La hegemonía del estalinismo con su dogma
de la coexistencia pacífica bloqueó la constitución de una vanguardia re-
volucionaria que en lugar de representar a las masas las estructure y
coordine sus luchas. La disyuntiva planteada aquí por nuestro autor se
mantiene todavía ante el movimiento obrero, como se puede constatar
actualmente en las luchas antiglobalización, que muchas veces se limi-
tan a una defensa retrógrada de peculiaridades nacionales que son ya un
anacronismo. No ha sido posible todavía, aunque hay movimientos en
el seno de las luchas antiglobalizadoras que están laborando en este sen-
tido, construir una alternativa creíble e ilusionante al actual proceso de
mundialización capitalista, que no se trata tanto de parar como de en-
cauzar y dirigir en un sentido emancipato rio.
La tercera Tesis aborda el tema de las contradicciones interimperia-
listas, dándole la vuelta y considerando que la división interior de la
burguesía no es más que la expresión de la división del proletariado. Los
conflictos interimperialistas no ponen en cuestión, sin embargo, el pa-
pel de los Estados Unidos como el defensor principal de los intereses
globales del capitalismo. Estos conflictos se dan debido a la contradic-
ción entre el carácter mundial de las fuerzas productivas y el marco na-
cional en el que se desarrollan las relaciones de producción y por ello la
lucha de clases. El papel creciente del Estado nacional en el desarrollo
de las fuerzas productivas plantea, para Guattari, la necesidad de recon-
siderar las relaciones que se establecen entre la estructura (económicas)
y las superestructuras (políticas, ideológicas, etc.) replanteando de nuevo
la cuestión del sujeto, procurando huir al mismo tiempo del idealismo vo-
luntarista y eticista y del materialismo vulgar. Es interesante, cuarenta años
después, constatar los esfiierzos de los Estados Unidos por mantener su

-129^
hegemonía, política y militar, frente a un competidor económico tan
potente como la naciente Unión Europea, así como deplorar el hecho
de que esta incipiente unión europea se ve sometida todavía al predo-
minio de los intereses nacionales que no son capaces de supeditarse o
integrarse en un interés común unitario europeo. Por otra parte, el pro-
blema de constituir un sujeto político y social capaz de lograr una cohe-
rencia suficiente para oponerse al actual rumbo de la mundialización
capitalista en un contexto tan atomizado y disperso como el actual es
mucho más candente hoy que cuando Guattari planteaba estas Tesis.
La cuarta Tesis plantea la cuestión del Tercer Mundo como esencial-
mente integrado en la economía capitalista mundial, pero de tal mane-
ra que esa inserción, dominada por un intercambio desigual, produce
unas economías nacionales deformadas que no siguen un desarrollo ar-
mónico y equilibrado sino que se pliegan a los intereses del capital in-
ternacional que mantiene en su provecho estructuras precapitalistas y
fomenta las élites más reaccionarias para solidificar las estructuras arcai-
cas. Se produce así lo que se puede denominar la economía del encla-
ve, es decir unos islotes desarrollados en un océano atrasado y unas éli-
tes conectadas con el capitalismo internacional que mantienen a sus
pueblos en ima dependencia arcaica. El Tercer Mundo no es el subde-
sarrollo, no es la pobreza, sino la coexistencia cercana pero incomu-
nicada de la riqueza más exuberante con la pobreza ancestral, la yuxta-
posición de la economía más moderna con un contexto precapitalista
primitivo. Esta polaridad del Tercer Mundo se ha exarcebado en nues-
tra época, donde el abismo entre las capas más adelantadas y las más
atrasadas, entre las más ricas y las más pobres de la misma población es
cada vez más amplio. Guattari analiza también aquí el papel que en esos
años empezaba a jugar China que disputaba a la URSS la hegemonía
en el seno de los Partidos Comunistas y de los movimientos revo-
lucionarios en todo el mundo. La oposición de izquierda no se dejó se-
ducir por la pretendida pureza revolucionaria del maoismo y denunció
que también China seguía sus intereses de potencia emergente no me-
nos que la URSS, sometidas ambas a unas reglas del juego que impo-
nía el capitalismo imperialista internacional. Por otra parte, esta Tesis

-130^
distingue claramente entre los objetivos revolucionarios e internaciona-
listas de la clase obrera 7 los intereses nacionalistas de la pequeña bur-
guesía que se confundían muy a menudo en el seno de los movimien-
tos de liberación nacional que empezaban a surgir en esos años en los
países colonizados de Asia y África. Con gran clarividencia Guattari
señala que es imposible que los movimientos de liberación nacional
dieran lugar a regímenes socialistas viables, como la experiencia histó-
rica demostró en los años sucesivos. El socialismo árabe, el socialismo
africano, etc., no tenían nada de socialistas, eran unos movimientos de
corte nacionalista que agrupaban bajo el predominio de un partido único
a la clase obrera con sectores populares y sectores de la burguesía y peque-
ña burguesía bajo el predominio político e ideológico de estas últimas.
Las contradicciones chino-soviéticas no favorecían el desarrollo de los
movimientos emancipáronos debido a que los sometían a sus intereses
particulares. Aquí de nuevo Guattari insiste en la necesidad de una van-
guardia comunista internacional capaz de coordinar el conjunto de las
luchas en un nivel global. Cuarenta años después no se ha avanzado prác-
ticamente nada en esta coordinación mundial de las luchas emancipato-
rias, aunque en el naciente movimiento antiglobalización se puedan
encontrar algunos gérmenes de esa coordinación de las luchas y las pro-
testas en el ámbito mundial.
La Tesis quinta plantea una cuestión que hizo correr ríos de tinta en
los años posteriores y que versaba sobre cuál era la definición de los paí-
ses socialistas. Guattari ve con claridad que la sumisión del Estado so-
viético (y también de China) a las relaciones económicas internaciona-
les hegemonizadas por el imperialismo capitalista invalidaba a estos paí-
ses como modelos y guías de un movimiento comunista internacional
a construir. La incapacidad de los países socialistas para edificar una so-
ciedad sin clases no sólo derivaba de las carencias políticas e ideológicas
de los partidos que dominaban en los mismos sino en la subordinación
esencial de sus economías a la economía mundial capitalista. De hecho
se da una convergencia en estos años entre las economías de estos esta-
dos llamados socialistas y las economías de los estados capitalistas do-
minantes. Mientras que estos últimos introducen mecanismos de pla-

-131^
nifìcación y àc intervención en la economía, los primeros introducen
mecanismos de mercado y descentralizan el aparato productivo. Ade-
más las relaciones internas entre los diversos países del bloque socialis-
ta siguen pautas de sumisión respecto de la hegemonía soviética simila-
res a las que rigen en occidente respecto a la hegemonía de los Estados
Unidos. También allí se daba una especie de explotación fraterna que
nada tenía que ver con cualquier idea de socialismo que se pudiera con-
cebir Es importante el reconocimiento del paralelismo existente entre
las economías capitalistas y las que de socialistas sólo tenían el nombre.
Dichas economías no sólo estaban insertas de manera dependiente en
el mercado mundial capitalista, sobre todo gracias a los intercambios
tecnológicos y de materias primas, sino que dichas economías mante-
nían relaciones de mercado en su propio seno, había un mercado de
trabajo, así como relaciones de mercado entre las diversas empresas es-
tatales'. Se pasó de la dictadura estalinista a un nuevo tipo de sociedad
donde la tecnocracia y el pragmatismo sirvieron de armazón real bajo el
manto ideológico del socialismo. Más que de vuelta al capitalismo se tra-
taba de la constitución de formaciones sociales de nuevo tipo que recor-
daban algunos rasgos del modo de producción asiático en el que un cen-
tro burocrádco explotaba al conjunto de los mecanismos productivos,
dando lugar a una sociedad de castas más que de clases. Que el equilibrio
alcanzado era muy inestable se vio con claridad en 1989 cuando el con-
j unto de los países del llamado socialismo real empezando por la URSS
se derrumbó como un castillo de naipes. En otro de sus trabajos de estos
años, "La causalidad, la subjetividad y la historia", Guattari analiza lo que
denomina el corte leninista como ejemplo de que en la historia se pue-

1. Esta misma idea se recoge en "La causalidad, la subjetividad y la historia" (PT,


208), al afirmar que la URSS importó sus modelos tecnológicos primero, y económicos
en su conjunto después, de occidente, justificando esta actitud en base a una pretendi-
da neutralidad de los mecanismos y las técnicas, sin ser conscientes de que los modelos
tecnológicos están impregnados de los valores dominantes en las sociedades que los ori-
ginan y no pueden ser importados por sociedades con estructuras distintas sin modi-
ficar profundamente las estructuras en las que se insertan.

-132^
den producir cortes (acontecimientos) que introducen novedades radi-
cales^ e interrumpen la evolución natural de las cosas. La revolución
rusa supuso un corte significante dando lugar a una serie nueva de
enunciados y de enunciaciones así como a un nuevo sujeto que actuó
de factor de corte: el partido bolchevique, que fue capaz de conectar
con las tendencias inconscientes esquizo-revolucionarias de las masas
rusas ocultas por las enunciaciones represoras del zarismo y de sus opo-
nentes más clásicos y tradicionales, incapaces de captar la novedad de la
situación derivada de la derrota militar que abría la posibilidad de un
devenir revolucionario y no meramente reformista. El corte leninista
marcó decisivamente nuestra historia y no sólo por la potenciación que
dio a la lucha de clases sino también por los límites y taras que impuso
a los movimientos revolucionarios hasta hoy mismo. La eficacia de una
dirección férrea muy útil cuando acierta, es nefasta cuando se equivo-
ca. El leninismo ha teñido todas las luchas revolucionarias del siglo XX
y sólo ahora empezamos a poder librarnos de su yugo. La dirección de
las masas pasó rápidamente a la sustitución de las mismas por el parti-
do, ahogando toda espontaneidad y roda democracia. El dirigismo
extremo y feroz, eficaz a pesar de t o d o en Lenin, se transforma en una
pesadilla con Stalin y en algo grotesco pero no menos nefasto con Bres-
nef La creatividad de las masas, su deseo de lucha y de transformación
se vio rápidamente sofocado por u n partido omnipresente y sabeloto-
do. La experimentación revolucionaria en todos los campos, desde el
arte a la vida sexual, se vio rápidamente reconducida a los estrechos
márgenes tradicionales con la apuesta por el realismo socialista y el re-
lanzamiento de la familia como la célula fundamental de la sociedad.
Guattari reconoce la importancia del corte leninista y el papel que tuvo
como constitución de una multitud de grupos-sujetos que se instituye-

2. Posteriormente distinguirán Deleuze y Guattari la historia del devenir, en tanto


que mero desarrollo lineal continuo y apertura a la novedad. Sobre esta diferencia se
puede consultar mi trabajo "Los conceptos de historia y devenir en la obra de G.
Deleuze" en J. Díaz y M. C. López (eds.). Fenomenologia e Historia, UNED, Madrid,
2003, pp. 199-206.

-133^
ron en agentes colectivos de enunciación introduciendo novedad en el
discurso 7 en las prácticas sociales. Pero el partido se enfrentó con esta
creatividad revolucionaria de las masas y acabó por ahogarla. Para nues-
tro autor el análisis entendido como actividad revolucionaria podría ser
de utilidad para tender puentes entre el deseo de las masas y las necesi-
dades e intereses de los grandes constructos históricos, en este caso el
partido. Una vez más la actividad analítica y la política se anudan en la
reflexión de nuestro autor.
La Tesis sexta analiza el desarrollo del capitalismo en Francia y la
pugna en su seno de tendencias retrógradas y modernistas y el papel del
PCF con su subordinación a las tesis modernistas del capitalismo nacio-
nal antimonopolista. Guattari es muy crítico con las experiencias del
Frente Popular y la Liberación debido a que el P C desactivó el poder
de la clase obrera y apuntaló el poder de una burguesía que había sido
gravemente herida en un caso por la crisis económica de los años 20 y
en el otro por su colaboración con los invasores nazis. Para Guattari el
P C representaba un tradicionalismo económico de izquierda que se
oponía por un lado al liberalismo y por otro a los partidarios de moder-
nizar el capitalismo mediante una intervención estatal en la economía
y la integración de la clase obrera a través del consumo. Esta Tesis se
complementa con otra intervención sobre 'Integración de la clase obre-
ra y perspectiva analítica que tuvo lugar en una reunión de la Oposi-
ción de izquierda en Bievres en 1966 y que está recogida en Psicoanáli-
sis y transversalidad. Guattari retoma su idea de que en 1936 y 1945, es
decir en el Frente Popular y en la Libración, la dirección comunista del
movimiento obrero favoreció la integración en el sistema de la clase
obrera, apuntalando de esta manera al tambaleante régimen burgués
(PT, 226). El PCF por una parte es la única organización que mantie-
ne una relación fuerte con el movimiento obrero, pero en lugar de ser
un analizador del inconsciente social de la clase obrera se dedica a cap-
tar el reformismo latente de dicha clase y a potenciarlo.
La Tesis séptima analiza las peculiaridades de la situación política
francesa con el gaullismo como implantación de una nueva forma de
estado que ha conseguido compromisos con la clase obrera hegemoni-

-134^
zada por el PC. Los límites de esta experiencia residen fundamental-
mente en su carácter nacional. Para Guattari el problema fundamental
del capitalismo es su incapacidad para lograr instituciones internacio-
nales capaces de estar a la altura del desarrollo imparable de las fuerzas
productivas. El necesario carácter nacional de la burguesía entra en
contradicción con unas fuerzas productivas cada vez más globalizadas.
Por otra parte, aquí plantea nuestro autor la paradoja del predominio
sobre el proletariado francés por un lado tan desarrollado de un parti-
do, el PCF, que no es revolucionario y que despilfarra las energías de la
clase obrera en apuntalar a la burguesía. Pero Guattari también es cons-
ciente de la debilidad de la oposición de izquierda que oscila entre la
crítica abstracta, dogmática y la constitución de grupúsculos de cuadros
que practican el entrismo para dar origen al futuro partido revolucio-
nario. El carácter sectario de la actual oposición de izquierdas y su buro-
cratismo la incapacitan como auténtica alternativa al PCF.
En oposición a esas modalidades de oposición izquierdista la Tesis
octava expone las características de la organización revolucionaria de
nuevo tipo que tendría que ser capaz de superar los defectos y dificul-
tades, tanto de la corriente mayoritaria del movimiento, el PC, como
de la miríada de sectas que pretenden sustituirlo no siendo más que re-
medos grotescos del mismo. Guattari parte de que mientras se respete
la legalidad burguesa no se podrá disputar el poder a la burguesía.
Mientras que el capital ha sido capaz de resolver en el nivel internacio-
nal los conflictos de clase que se dan en el marco nacional, el proleta-
riado por su clausura en dicho marco nacional no es capaz de dotar a
sus luchas de una amplitud internacional. El capital trasnacional unifi-
cado se ve enfrentado a una clase obrera fragmentada en los diversos es-
tados nacionales. Por ello la transformación social sólo será posible con
un partido revolucionario de nuevo tipo y con nuevas organizaciones de
masas. Frente al centralismo burocrático de los partidos tradicionales hay
que descentrar de forma efectiva la dirección de la lucha de masas en los
diversos sectores concretos. La oposición de izquierdas reivindica la auto-
nomía de la clase obrera que no puede confundir sus objetivos revolu-
cionarios con las reivindicaciones pequeño burguesas y reformistas.

-135^
Guattari parte de la base de que el nivel actual de desarrollo de las fuerzas
productivas hace inviable la solución de los problemas a través de las insti-
tuciones actuales 7 que sólo la planificación a nivel mundial podría ser capaz
de dirigir el desarrollo de las Rierzas productivas que se despliega mundial-
mente. Esta planificación no se refiere sólo al ámbito de la producción sino
que tiene que abarcar también el ámbito de las instituciones. Ha7 que pla-
nificar la producción de instituciones sociales capaces de estar a la altura de
la sociedad industrial actual. Guattari plantea que la lucha no es tanto con-
tra los monopolios como contra el poder del estado. Es el estado el campo
de batalla en que se juega la suerte de la necesaria transformación revolu-
cionaria. Y pai'a dicho cometido es necesario .un nuevo partido revolucio-
nario que desarrolle un proceso ininterrumpido de análisis, autocrítica 7
auto institucionalización que le permita desempeñar un papel alternativo al
capitalismo 7 a7udar al mantenimiento de la autonomía subjetiva del movi-
miento obrero. Todavía ho7 es ésta una tarea pendiente aunque quizás más
que un partido político clásico dicha organización tendría que ser ho7 más
parecida a un movimiento político 7 social. Por otra parte, más que esfor-
zarse en mantener la autonomía del movimiento obrero, quizás 7a irreme-
diablemente perdida, ho7 habría que sintetizar 7 modular la pluralidad de
subjetividades alternativas que no son forzosamente obreras.
La Tesis novena 7 última llama al reagrupamiento de todos aquéllos
que se sientan interpelados por la necesidad de dar nacimiento a esta
nueva organización revolucionaria. N o se trata de constituir grupúscu-
los de militantes vanguardistas que dictan desde fuera a las masas lo que
tienen que hacer, sino de partir del enraizamiento en las masas. Sólo
una organización que esté insertada en la clase puede hacer que dicha
clase se aleje de las organizaciones tradicionales. Ningún voluntarismo
será capaz de hacer surgir esta organización revolucionaria, sólo el propio
desarrollo de la lucha de clases la hará necesaria. Aquí Guattari no es utó-
pico ni voluntarista, partiendo de una idea de comunismo que no es un
ideal impuesto a las masas desde fuera sino el propio desarrollo de las
luchas en su despliegue cotidiano.
En resumen, podemos decir que en estas formulaciones junto con la
vieja retórica vanguardista propia del leninismo, ha7 elementos desta-

-136^
cables 7 aprovechables todavía hoy, a saber: la conciencia de la necesi-
dad de plantear la lucha política en el nivel internacional lo más global
posible, si en 1965 esto era deseable, hoy es imprescindible; la atención
a los aspectos subjetivos de la lucha con la exigencia de construir nue-
vas subjetividades alternativas y murantes respecto a las integradas y
dominantes; el rechazo del utopismo en tanto que voluntarismo abs-
tracto y eticista, en beneficio del impulso de las luchas concretas exis-
tentes; por último, la necesidad de ser lúcido y no engañarse respecto a
las posibilidades reales del movimiento alternativo, lo que no supone
caer en el pesimismo derrotista sino que exige estar atento al surgi-
miento de nuevas luchas y antagonismos para analizarlas, conectarlas
entre sí y amplificarlas en la medida de lo posible.

3. INTEGRACIÓN DE LA POLÍTICA Y EL PSICOANÁLISIS

Guattari unificó muy pronto su doble militancia de psicoanalista con-


testatario y de político crítico y alternativo intentando politizar el psico-
análisis y aprovechar los resultados analíticos pai-a dotar a la política de
una concepción del sujeto que le faltaba. En este sentido se sitúa en la
estela del freudomarxismo reichiano intentando superar el esquemads-
mo y el biologicismo del revolucionario alemán. N o se trata de doblar
la economía política con una economía libidinal externa a la anterior,
ni de entender la represión sexual como la interiorización de la explo-
tación económica y del sometimiento político sino de comprender que
sólo hay una economía con resultados libidinales y propiamente eco-
nómicos. Sólo hay una producción que es deseante y social a la vez. El
campo social está recorrido por el deseo y la libido no necesita ningu-
na transformación ni sublimación para investir directamente lo social:
"Sólo hay el deseo y lo social, y nada más" (AE, 36).
Como muy bien nos dice Deleuze en su prólogo a Psicoanálisis y trans-
versaliáad, Guattari se dio cuenta muy pronto de que el inconsciente lejos
de confinarse al estrecho marco de la familia y la conyugalidad se conec-
taba directamente con la política y la historia, lo que politizaba de for-

-137^
ma directa el psicoanálisis. Por su parte, la práctica terapéutica desarro-
llada en La Borde mediante la constitución de grupos-sujetos se podía
traspasar a la organización revolucionaria de nuevo tipo que nuestro
autor buscaba desde sus análisis de la oposición de izquierda a la que ya
nos hemos referido. La teoría y la práctica guattarinianas se constituían
como una máquina, una máquina doble de análisis (terapéutico) y de
guerra (revolucionaria). A nivel teórico se trataba de configurar una
concepción de la política, una micropolítica o política molecular que se
situaba en el nivel inconsciente, prepersonal y preindividual, del deseo
más que al nivel molar y consciente de los intereses de clase, y a nivel
práctico se trataba de acompañar las luchas clásicas del movimiento
obrero a nivel político y sindical con las luchas en el frente del deseo,
relacionadas con aspectos que podríamos llamar no políticos: como la
sexualidad, la cultura, la ecología, etc. A las luchas políticas globales se
unía una miríada de luchas parciales que pretendían contestar a cual-
quier tipo de poder difuso en la sociedad, en las escuelas, en los hospi-
tales, en las prisiones, en las fábricas, etc. Lo privado es político, el in-
consciente es político y lo es de manera directa, no derivada o acceso-
ria. La conexión entre política y análisis es tan intrínseca que Guattari
puede afirmar que: "Es el desconocimiento, por parte de la vanguardia
revolucionaria de los procesos inconscientes coalescentes a los determi-
nismos socioeconómicos lo que ha dejado a la clase obrera indefensa ante
los mecanismos modernos de alineación del capitalismo" (PT, 230). La
vanguardia no ha sido capaz de captar que no todo es mentira en el capi-
talismo, y que éste a través del consumo si no satisface siempre las nece-
sidades (reales) de las masas, sí promueve en cambio sus deseos (imagi-
narios) ilimitados. El leninismo fue capaz de captar que la clase obrera
muestra una tendencia hacia el tradeunionismo, es decir que su deseo
reformista se impone sobre su deseo revolucionario potencial. Pero el
corte leninista que dio lugar a una máquina institucional nueva, el par-
tido bolchevique, que al no limitarse a prolongar simplemente las de-
mandas de las masas fue capaz de llegar hasta el oculto deseo revolucio-
nario que anidaba en ellas, fue eficaz en los primeros años de la revolu-
ción rusa, pero al ser exportado a occidente fue incapaz de dar los

-138^
medios a la clase obrera de tomar el poder debido a la inserción mucho
más profunda de la clase obrera en estas sociedades por un lado, y por
otro a la complejidad y sofisticación de la red capilar de poder que es-
tructura dichas sociedades y que al estar disperso impide su captura en
un golpe de mano revolucionario. La vanguardia revolucionaria a cons-
truir tendrá que tener la estructura de un analizador adyacente a los
procesos sociales, que, al contrario que el partido leninista, no tenga
una pretensión hegemónica, sino que su pretensión sea la de impulsar
las luchas combinando la actividad analítica con la praxis revoluciona-
ria para más que interpretar el inconsciente social impulsar su experi-
mentación desarrollando sus potencialidades y virtualidades ocultas
que sólo esperan ser desplegadas por la actividad analítica y práctica de
un agente real de enunciación y efectuación, porque el inconsciente, el
social como el individual, no es algo ya dado sino 'lo real por venir, el
campo transfinito de potencialidades ocultas' (PT, 235).
El segundo bloque de reflexiones que ligan análisis y política en la obra
de Guattari se despliegan en torno a Mayo del 68 y al 'Movimiento 22
de Marzo' que fue el grupo político que más se aproximaba a la idea de
grupo-sujeto revolucionario entrevisto por nuestro autor. La acción espe-
cífica de este grupo fue desbaratar políticamente los intentos que las orga-
nizaciones sindicales y políticas tradicionales hicieron de canalizar el mo-
vimiento estudiantil defendiendo la necesidad de que los comités de base
mantuvieran su independencia y su creatividad frente a cualquier inten-
to de absorción por las organizaciones tradicionales y apostando por el
mantenimiento de la lucha descentralizada (PT, 242-243). En Mayo del
68 se impuso el deseo, predominando el impulso fantasmático de las ma-
sas frente a sus intereses inmediatos. Estos factores que podrían ser con-
siderados desde cierto punto de vista irracionales, desde el freudismo no
lo son, ya que precisamente toda la vocación del psicoanálisis ha sido
desde su nacimiento descubrir la lógica implícita en fenómenos, como
los sueños, los lapsus o los síntomas, que desde un punto de vista racio-
nalista estrecho eran ilógicos y fuera de toda racionalidad. Precisamen-
te lo más destacable de la actuación del Movimiento 22 de marzo fue
su capacidad de producción de fantasmas transicionales, su capacidad

-139^
de convertirse en un anal izado r-conector-impulsor de los deseos in-
conscientes de gran cantidad de jóvenes estudiantes presentes en las ba-
rricadas. Dicho grupo no fue un movimiento de masas ni una van-
guardia clásica, dirigista, como si lo pretendieron ser la mayoría de los
grupúsculos ultraizquierdistas que intentaron capitalizar el movimien-
to, sino una vanguardia espontánea que permitía hablar a la gente y que
fomentaba los actos de trasgresión. El Movimiento 22 de marzo lo
plantea Guattari como un prototipo de grupo-sujeto: es consciente de
su fmitud y su limitación, no se considera eterno, y además organiza las
cosas a su alrededor no permitiendo que la totalización a la que da lugar
se cierre y se transforme en totalidad. (Vemos aquí de nuevo la utiliza-
ción constante que Guattari hace de la terminología sartreana, especial-
mente de la correspondiente a la Crítica de la razón dialéctica). Dicho
movimiento interpretó la situación no a la luz de un programa dado
previamente sino permaneciendo pegado al desarrollo concreto de los
acontecimientos. N o fue sino el soporte que permitió a las masas en-
frentarse con sus inhibiciones, dando lugar a una especie de fenómeno
de transferencia colectiva. Estableció un corte significante, que permi-
tió una concepción nueva de la política, sin petrificarla en una dogmática
formalista y ritualizada (PT, 271). Guattari atribuye estas novedades a la
incorporación práctica a la política de un enfoque psicoanalítico que le
permitió romper, entre otras cosas con el androcentrismo de las organi-
zaciones obreras que impiden a las mismas abrirse al Otro, sea este otro
la mujer, el extranjero, el joven, etc. En este sentido movimientos como
el del 22 de marzo están mejor adaptados para la política futura que
pasará por el agrupamiento de los irrecuperables, de los 'katangueños'
de todas partes (PT, 273). Aquí Guattari fue profético pues planteó con
gran clarividencia los problemas de la política del futuro que hoy es
nuestro presente.

Mayo del 68 también tuvo efectos sobre la psiquiatría que fueron


desarrollados por la corriente de la 'psicoterapia institucional' que se
esforzó en insertar el análisis de la enfermedad mental en su contexto
social y político y además en estudiar los efectos simbólicos, imagina-
rios y reales que la sociedad tiene sobre los individuos. A partir de aquí

-140^
se puede destacar el papel esencial que tienen los fantasmas de grupo ya
que la gente no vive de forma teórica sino práctica, imaginaria, su rela-
ción con las pulsiones de muerte, o al contrario, con los impulsos revo-
lucionarios. La lucha de los estudiantes en Mayo dio lugar a un corte
significante en el imaginario colectivo que permitió poner en cuestión,
al menos momentáneamente, los dos poderes sociales fundamentales:
el estado y las organizaciones obreras clásicas. Es mediante los fantas-
mas transicionales como es posible representar lo irrepresentable, el
corte radical, la apertura a la novedad, vislumbrar la posibilidad de otro
estado de cosas, captar la diferencia absoluta (PT, 267). La producción
de significantes nuevos facilita la constitución de unidades subjetivas,
de nuevos tipos de instituciones. En el capitalismo al contrario que en
los regímenes precapitalistas la producción precede a la institución y la
crea, mientras que en los regímenes antiguos la producción se desarro-
llaba en el seno de las instituciones y limitada por las mismas. Ya Marx,
en el Manifiesto, vio este carácter creativo del capitalismo, su carácter
de disolvente de todo lo antiguo solidificado que 'se disuelve en el aire'.
El desarrollo acelerado de las fuerzas productivas que tiene lugar en el
capitalismo produce un desajuste creciente entre la visión que las clases
sociales tienen de sí mismas en el imaginario colectivo y lo que real-
mente hacen como factores activos en la producción.
A partir de mayo del 68 Guattari desarrolla su colaboración con G.
Deleuze de la que es muestra inicial el monumental AntiEdipo, mani-
fiesto político del Mayo y elevación al nivel del concepto de las expe-
riencias teóricas y vitales de esos años y además despliega una intensa
actividad teórica que se condensa en libros como La revolución molecu-
lar de 1977, El inconsciente maquínico de 1978 y una recopilación de
artículos titulada 1980-1985. Los años del invierno, publicada en 1986.
En todos ellos continúa en su imbricación de psicoanálisis y política, a
la vez que despliega una original creatividad ontològica que hemos ana-
lizado en otras partes de este trabajo. En el primero de estos libros esta-
blece las relaciones complementarias que tenían que darse entre la lucha
de clases tradicional y esas nuevas luchas, difiisas, ligadas a ámbitos
sociales, culturales, individuales, no políticas, que Guattari agrupa bajo

-141^
el título de la 'revolución molecular'. Es molecular porque se desarrolla
en el ámbito molecular, preindividual e inconsciente y pone en juego el
deseo, mientras que las luchas tradicionales se dan en el nivel de los
individuos y los grupos, se refieren a intereses conscientes y ponen en
juego el nivel de la necesidad más que el del deseo. Molecular alude
también a imperceptible, a microscópico, pero no por ello inexistente.
La hierba crece, aparecen microgrietas en las estructuras más sólidas,
surgen derivas, devenires que poco a poco dan lugar al surgimiento de
lo nuevo, de lo inesperado, del acontecimiento, la gota horada la pie-
dra. Hay efectos acumulativos que de repente se hacen perceptibles y se
convierten en fenómenos de masas. A todos estos aspectos de las luchas
alude Guattari con su término de revolución molecular. Casi todas estas
revoluciones moleculares son el resultado de un proceso esquizo, deste-
rri torializan te, que se conecta con un flujo de deseo y pone en cuestión
y quizás en peligro el orden dominante. Los militantes, como los analis-
tas, tienen que moverse con el proceso, no taponarlo, no reprimirlo,
sino experimentar con él, desarrollando sus lados esquizos, revolucio-
narios, y procurando contener sus aspectos paranoicos, fascistas (RM,
26). Las revoluciones moleculares generalmente presentan un cierto
desacople respecto a las relaciones de fuerza aparentes en el nivel de la
lucha de clases; a veces van por delante de las misma y a veces se quedan
retrasadas (RM, 29). No todo flujo de deseo es beneficioso y creativo. No
podemos olvidar que las masas desearon el fascismo y hoy aceptan de
forma pasiva la integración en un orden capitalista, que se podría consi-
derar como un fascismo molecular distribuido por todo el campo social,
sin mucha resistencia explícita. A la lucha de clases clásica hay que acom-
pañar de las luchas en el frente del deseo, que son más dispersas, más
difusas, pero también más intensas y extienden la lucha a la denuncia
de todo tipo de poderes.

La revolución molecular es el resultado de una micropolítica del


deseo que no trata de representar a las masas ni de interpretar sus luchas
sino de impulsarlas y coordinarlas en lo posible. La micropolítica del
deseo es múltiple, es un cúmulo de luchas parciales, es el resultado de
la multiplicidad de los deseos moleculares que se resisten a unificarse en

-142^
una unidad ideal que represente 7 mediatice la multiplicidad de intere-
ses (RM, 48-49). Los intereses son más fácilmente agregables porque
suelen ser de índole cuantitativa, en cambio los deseos, son intensivos,
cualitativos y admiten mal la composición 7 agregación. La micropolí-
tica exige una organización que se configure como un grupo sujeto,
como un dispositivo colectivo de enunciación capaz de hacer confluir
los flujos semióticos, los flujos materiales 7 los flujos sociales. Esta pre-
ocupación por la conexión entre los niveles social, material y simbólico
es constante en Guattari 7 culminará al final de su vida con su noción
de ecosofía o ecología generalizada que articula las tres ecologías: la me-
dioambiental, la social 7 la mental 7 cultural, como veremos posterior-
mente. Este nuevo tipo de organización revolucionaria tiene que pare-
cerse más a una máquina de guerra que a un aparato de Estado. Aquí
la experiencia del estalinismo está presente de nuevo en la reflexión de
Guattari. Esta organización tiene que ser más un analizador de los de-
seos de las masas desde el interior o al menos de forma ad7acente a las
mismas que un sintetizador externo a las mismas. Se trata de ensamblar
máquinas deseantes, de realizar una síntesis dis7untiva que suma 7
agrupa y no de totalizar los movimientos sociales (RM, 65). Los dispo-
sitivos militantes del porvenir tendrían que ser transversales, singulari-
zadores y promover nuevas alianzas. Transversales porque no tienen una
estructura jerárquica rígida sino flexible y democrática. Singularizado-
res porque las luchas del futuro que ya asoman por el horizonte son
luchas en torno a la construcción de nuevas formas de subjetividad, a
nivel individual y colectivo. Y forjadores de nuevas alianzas en los que
se disuelvan sin miedo a perder su identidad, ya que ellos como grupos-
sujeto que son saben que no son eternos que son mortales y por ello no
tienen miedo a la desaparición, siempre que sea fructífera y desarrolle
nuevas conexiones y dé lugar a nuevas experiencias (AI, 68).

La perspectiva de la revolución molecular permite distinguir incluso


en los momentos de mayor estancamiento de las perspectivas revolucio-
narias el movimiento imperceptible de las múltiples microrrevoluciones
en curso que afectan a las ciencias, las tecnologías, los medios de comu-
nicación, la sensibilidad colectiva, los afectos, las modas, etc. Lo que

-143^
hace falta es construir unas instituciones sociales que estén a la altura
de estas revoluciones y no sean unos arcaísmos ya inactuales. Las nue-
vas formas de vida generan nuevas formas colectivas de enunciación
que anticipan nuevas instituciones sociales. En la diferente posición res-
pecto a estas revoluciones en curso es como podemos diferenciar hoy a
la izquierda de la derecha: mientras que la derecha generalmente ve
estos cambios con recelo y pretende o contrarrestarlos o integrarlos
desactivando así su potencial transformador, la izquierda pretende im-
pulsar esos cambios y favorecer la experimentación. Para Guattari, la iz-
quierda hoy es "una vocación, una pasión prócesual" (AI, 53).
Sin embargo, no hay una glorificación de los márgenes frente al cen-
tro como tantas veces se ha dicho. Si se apuesta por el margen no es por
sus virtudes intrínsecas sino porque en el margen, en la frontera, es
donde gracias al mestizaje y al intercambio, hay más oportunidades pa-
ra que se produzca lo nuevo, para que surja un devenir creativo. Por
ejemplo, el movimiento homosexual que estaba naciendo en estos mo-
mentos es considerado por Guattari como potencialmente revolucio-
nario, pero no de manera intrínseca. El homosexual no es un revolu-
cionario en sí mismo, pero puede serlo por su carácter de exterioridad
respecto al orden dominante, puede convertirse en el ámbito donde se
produzca una ruptura libidinal en la socialidad dominante, puede ser
uno de los puntos de emergencia de las energías revolucionarias de-
seantes (RM, 111).

4 . ANÁLISIS DEL CAPITALISMO

El análisis que Guattari lleva a cabo del capitalismo se da en el marco


de una filosofía de la historia sui generis que distingue tres fases funda-
mentales en el desarrollo de occidente: la época de la cristiandad euro-
pea basada en una relación esencial entre la posesión de la tierra y el
poder político; la época de la desterritorialización capitalista de los
saberes y las técnicas que se basan en un principio de equivalencia gene-
ralizada y la época de la informarización planetaria, correspondiente ai

-144^
Capitalismo Mundial Integrado, que abre la posibilidad para el desa-
rrollo de una procesualidad creadora y singularizante que de lugar a una
era postmediática base de desarrollos inéditos de la subjetividad {CS,
15). La época de la cristiandad dio lugar a un tipo de subjetividad trian-
gular: aristocrática, religiosa y campesina sometida a una doble articu-
lación, por un lado con los poderes territoriales, dispersos y ligados a la
tierra, pero por otra conectada con el poder desterritorializador a nivel
europeo que se condensaba en la estructura de la iglesia católica. Por su
parte la desterritorialización capitalista por un lado a través de la indus-
trialización genera un phylum maquínico inédito que abre muchas po-
sibilidades de desarrollo económico y social, pero al reterritorializarse
sobre el cuerpo del Capital estas posibilidades liberadoras se encuentran
trabadas. Por último, la época de la informatización planetaria consiste
en una nueva relación entre máquina y subjetívidad en la que se pro-
duce un nuevo tipo de subjetividad impersonal maquínica de nuevo gé-
nero que va a dominar las máquinas en su conjunto. Esta etapa domi-
nada por los medios de comunicación masiva, aunque por ahora está
dominada por un consenso infantilizador que neutraliza las contradic-
ciones abre la posibilidad de una era postmediática en la que el disenso
surja y sea creador de una subjetividad nueva mutante capaz de instaurar
nuevos procesos de autovaloración y de singularización creciente. Esta es
la utopía guattariniana: una época postmediática en la que la riqueza ma-
quínica se libere de las constricciones del capital y permita un desarro-
llo autónomo de las capacidades creativas liberadas por la técnica. Co-
mo vemos Guattari es muy optimista respecto de un posible uso alter-
nativo de las nuevas tecnologías y en ese sentido su ecologismo no es
roussoniano ni antiindustrial.
A continuación vamos a recordar los diferentes análisis del capitalismo
que desarrolla Guattari a lo largo de su obra. En primer lugar, retomaremos
el análisis del AntiEdipo, a continuación los que desarrolla con Eric Alliez y
como colofón sus últimos análisis acerca del capitalismo de integración.

a) El capitalismo en el AntiEdipo. N o podemos olvidar que el subtítu-


lo de esta obra clave en la producción de Deleuze y Guattari es el de

-145^
'Capitalismo y esquizofrenia y que en la misma también se puede en-
contrar una peculiar filosofía de la historia en la que el análisis del capi-
talismo ocupa un lugar privilegiado.
En primer lugar, nuestros autores destacan la radical contingencia del
capitalismo: nada hay de necesario en el surgimiento del mismo, antes
bien, el capitalismo moderno es el resultado azaroso del encuentro con-
junción y reacción de una serie de flujos heterogéneos sobre otros: flu-
jos de propiedades que se venden, flujo de dinero que mana de estas
ventas, flujo de producción y de medios de producción que se van con-
centrando, flujo de trabajadores que se desterri torializan despegándose
de la tierra y generando una mano de obra liberada de toda atadura feu-
dal (AE, 230). El corte capitalista supone una descodificación generali-
zada de los flujos: flujos de riqueza, de medios de producción, de tra-
bajadores; una desterritorialización masiva, tanto de la riqueza que deja
de ser inmueble para hacerse líquida y móvil como de los trabajadores
que se escapan de las rígidas estructuras feudales y se van hacia las ciu-
dades ('el aire de la ciudad hace libre') y, por úlrimo, la conjunción en
un espacio y riempo concreto y definido de dichos flujos desterritoria-
lizados, liberados de toda atadura, física y legal. El capitalismo moder-
no surge, pues, de la conjunción extrínseca de dos flujos: el flujo de
productores liberados de la rierra y el flujo dinerario, que empieza a sus-
tituir a los bienes inmuebles como emblema privilegiado de la riqueza.
Cada uno de estos elementos surge como resultado de varios procesos
de descodificación y de desterritorialización de muy diferente origen:
Para el trabajador libre, desterritorialización del suelo por privarización;
descodificación de los instrumentos de producción por apropiación; pri-
vación de los medios de consumo por disolución de la familia y de la cor-
poración; descodificación, por úlrimo, del trabajador en provecho del
propio trabajo o de la máquina; y, para el capital, desterritorialización de
la riqueza por la abstracción monetaria; descodificación de los Estados por
el capital financiero y las deudas públicas; descodificación de los medios
de producción por la formación del capital industrial (AE, 232).
Aquí nuestros autores siguen explícitamente los análisis que Marx
desarrolla en El Capital, así como los comentarios de Althusser y sus

-146^
discípulos en Lire le capital. Sirva este ejemplo de recordatorio a los que
intentan separar a nuestros autores del marxismo y acercarlos al anarquis-
mo. Siempre Deleuze y Guattari mantuvieron las reflexiones de Marx
como referencias esenciales de sus análisis históricos y económicos. Por
otra parte, hay que destacar también, ahora que está de moda despreciar
la labor de Althusser como pensador marxista, el respeto que nuestros
autores siempre tuvieron frente a la ingente labor althusseriana dirigida a
proporcionarnos una visión de Marx materialista, alejada de todo huma-
nismo dulzón y de cualquier sumisión a la dialéctica hegeliana.
Precisamente nuestros autores caracterizan la época capitalista como
la del cinismo en oposición a la crueldad propia de los salvajes y el
terror propio de los bárbaros. El cinismo de la explotación capitalista
junto con la piedad dan lugar al humanismo. El cinismo y la piedad son
las dos caras del capitalismo naciente: el capital en tanto que explota-
dor del trabajo y acumulador del excedente y el capital como algo divi-
no de lo que parece que emana toda la riqueza (AE, 232).
Tenemos que hacer hincapié aquí que nos estamos refiriendo al sur-
gimiento del capitalismo moderno, ya que hubo atisbos de capitalismo
en otras épocas, ligados al predominio de la riqueza dineraria y a un
ligero surgimiento del trabajo libre. Pero el capitalismo por excelencia,
el capitalismo moderno, la megamáquina capitaUsta sólo surge cuando
el capital se apodera directamente de la producción. El capitalismo co-
mo tal sólo surge cuando el capital se hace productivo, industrial y su-
bordina al capital mercantil y comercial, es decir, cuando el capital deja
de ser capital de alianza y se transforma en capital filiativo. Mientras
que el capital mercantil se basaba en una alianza con medios de pro-
ducción no capitalistas, el capital industrial se hace filiativo, es decir ge-
nera una proceso sin fin en el que el dinero genera dinero. Ya no hay
alianza con el no capitalismo sino filiación interna al propio capital.
El capitalismo en sentido estricto surge, pues, cuando se produce el
paso de los códigos rígidos que dominaban los modos de producción
capitalistas a la axiomática flexible que regula el capitalismo. Mientras
que las codificaciones precapitalistas eran muy rígidas, y bastaba una
modificación del medio externo (hambrunas, epidemias, guerras) o

-147^
interno (surgimiento de capas sociales nuevas) para hacerlas quebrar, la
axiomática capitalista es muy flexible, dado que actúa mediante la adi-
ción de axiomas en principio independientes entre sí. Mientras que los
códigos suponen una exterioridad entre el aspecto productivo y el anti-
productivo lo que hace que la extracción y apropiación del excedente
sea política y no económica, la axiomática capitalista muestra la inma-
nencia de los aspectos antiproductivos en el seno mismo del aparato
productivo. La explotación ya no es política, externa, sino económica,
interna y por ello es invisible. La desigualdad surge en el seno mismo
del intercambio de equivalentes. La explotación capitalista es 'justa ya
que se da entre 'iguales que contratan 'libremente.' Otras diferencias
importantes entre códigos y axiomáticas son las siguientes: Mientras
que los códigos operan sobre flujos cualificados concretos, la axiomáti-
ca capitalista impera a través de la moneda que es un equivalente abs-
tracto y general puramente cuantitativa. La plusvalía de código provie-
ne de la explotación externa mientras que la plusvalía de flujo surge del
interior mismo de la producción. El poder (de explotación) en el capi-
talismo no es algo externo al aparato productivo sino que es inmanen-
te a dicho aparato. Por otra parte, mientras que los códigos tienen un
exterior, la axiomática capitalista ha interiorizado su propio límite. Por
último, ya no hay que inscribir señales en los cuerpos, ni fabricar una
memoria en los individuos, ni son precisas las creencias, sólo la eficacia
sirve, no hay que creer, ni recordar sino actuar. La axiomática se aplica,
mientras que en los códigos estamos implicados.
Esta adaptabilidad extraordinaria del capitalismo, derivada de su ca-
pacidad de sustituir los códigos por una axiomática ágil y flexible, ex-
plica su desarrollo y su acomodación en contextos tan diferentes. Si los
modos de producción precapitalistas siempre tenían un límite externo
que los contenía, el capitalismo ha interiorizado el límite, lo ha hecho
interno, y lo reproduce de forma continua, lo que hace que las crisis en
el capitalismo, al contrario que en los demás modos de producción, no
sean letales para el propio modo de producción sino sólo oportunida-
des de reestructuración interna y de adaptabilidad a unas condiciones
siempre fluctuantes. Como decía el propio Marx citado por nuestros

-148^
autores: "La verdadera barrera de la producción capitalista es el propio
capital".
La inmanencia es la esencia del capitalismo: nada le es externo. No
tiene límites. Ni siquiera es correcto plantear que la dinámica capitalis-
ta surge de la lucha de clases, ya que en el capitalismo propiamente
dicho sólo hay una clase: la capitalista o burguesa. Clase descodificado-
ra y descodificada que ha hecho saltar todos los órdenes, estamentos y
castas anteriores. N o hay, pues, dos clases opuestas, sino una única clase
y el exterior. La oposición se da entre la clase y los fiiera de clase, entre
el límite relativo, el capitalismo y el límite absoluto, la esquizofi:enia.
Por ello, la tarea del movimiento obrero revolucionario fiie, para Deleu-
ze y Guattari, organizar una bipolaridad social en el seno de la máqui-
na social capitalista. La clase obrera no es un dato sociológico o econó-
mico, no es algo dado previamente, sino algo a construir, un proyecto,
que sólo tiene en los proletarios reales una materia prima que confor-
mar y estructurar. Para nuestros autores, Lenin y el bolchevismo fueron
los artífices de esta clase obrera con una conciencia de clase conforme a
su interés objetivo que fue capaz de imponer a la burguesía un recono-
cimiento de la bipolaridad social.
Por otra parte, la fértil conexión entre el capitalismo y las máquinas
ha hecho que a la plusvalía derivada del trabajo humano se añada otra
derivada del uso intensivo de la ciencia y la técnica en la producción
capitalista. La plusvalía de flujo es la suma de ambas pluvsvalías, la hu-
mana y la maquínica, una derivada de la fiaerza de trabajo humana, la
otra del flujo de conocimiento que se inserta de forma directa en la pro-
ducción.
Lo que en otros modos de producción se enfrentaba de forma tras-
cendente como antiproducción al aparato productivo, en el capitalismo
está integrado de forma inmanente en este último. La burocracia, el
ejército, etc., son los principales impulsores de la producción, así como
sus garantes frente a cualquier peligro exterior. El capitalismo integra y
utihza instituciones arcaicas en su propio provecho. La desterritoriali-
zación capitalista encuentra su propio límite en la reterritorializaciones
que suponen estos arcaísmos: las naciones, la familia, etc.

-149^
Para Deleuze y Guattari la clave del capitalismo reside en los flujos
monetarios en su doble aspecto de acumulación de capital y de dispo-
nibilidad de consumo. La inmanencia del dinero es lo que asegura el
mantenimiento del sistema al constituirse como el objeto global de las
catexias del deseo. Sólo una teoría global de los flujos sería capaz de res-
ponder a las preguntas esenciales que se pueden hacer sobre el manteni-
miento del capitalismo: ¿qué tipo de poder es ese que nos da el consu-
mo que nos hace aceptar sin protestas la impotencia generalizada? ¿qué
libertad es esa, la del mercado, que genera servidumbre y además servi-
dumbre voluntaria?, ¿cómo se puede cargar el campo social por el de-
seo? ¿por qué el deseo supera al interés cuando se trata de conectarse
con los flujos? Nuestros autores concluyen que "la esencia productiva
del capitalismo no puede funcionar más que bajo esta forma necesaria-
mente mercantil o monetaria que la domina y cuyos flujos y relaciones
entre flujos contienen el secreto de la catexia del deseo. Es al nivel de los
flujos, y de los flujos monetarios, y no al nivel de la ideología, que se rea-
liza la integración del deseo" (AE, 247). Como muy bien ha remarcado
el psicoanálisis ya desde Freud, el dinero añade a su aspecto meramente
de exponente de la riqueza un alto nivel simbólico que le permite con-
vertirse en el representante privilegiado de todo tipo de flujos. Por ello,
la centralidad del dinero en el capitalismo hace que en dicho modo de
producción el deseo invista directamente el campo social libidinizán-
dolo y convirtiendo a la mera economía en una economía libidinal.
Por todo lo anterior, quizás la única manera de combatir el capitalis-
mo sea insertándose en sus múlriples flujos y contribuyendo a una ace-
leración de los procesos desterritorializadores en curso. N o detener el
proceso, sino ir más allá en un proceso de experimentación continua que
escape al peligro, siempre presente, de la reterritorialización arcaizante.
Hay que demostrar al capitalismo que no es suficientemente atrevido, ni
innovador, que está limitado por sus sujeciones reterritorializantes, que
no va todo lo lejos que puede ir. Más que crídca al capitalismo, pues,
tenemos aquí, la propuesta de la esquizofrenia como la liberación ten-
dencialmente total de los flujos, como la apertura radical a la novedad
y al porvenir. Tenemos una crítica ultracapitalista al capitalismo, "...la

-150^
esquizofrenia es el límite exterior del propio capitalismo o la termina-
ción de su más profunda tendencia, pero que el capitalismo no funcio-
na mas que con la condición de inhibir esta tendencia o de rechazar j
desplazar ese límite, sustituyéndolo por sus propios límites relativos in-
manentes que no cesa de reproducir a una escala ampliada. Lo que con
una mano descodifica, con la otra lo axiomatiza." (AE, 253-4). Límite
relativo y límite absoluto: capitalismo y esquizofrenia, entre estos dos
límites nos tenemos que mover.

b) Sistemas, estructuras y procesos en el capitalismo. En un artículo de


1983 con Eric Alliez, Guattari elabora un análisis del capitalismo centra-
do en sus aspectos de producción semiótica a parir de la idea de que el
capitalismo es esencialmente "la función general de semiotización de un
modo particular de producción, circulación y distribución" (Al, 167). El
capitalismo se nos muestra, pues, como un poder semiótico, como el
control de los medios de pilotaje semiótico que garantizan la ordenación
colectiva del socius y la producción, así como la búsqueda continua de
innovaciones. La materia prima esencial del capitalismo no es ya el tra-
bajo humano, ni siquiera el maquínico sino el conjunto de los medios de
control y dirección semiótico, su poder más que directamente económi-
co es semiórico. El capitalismo emplea mecanismos simbólicos dotados
de una sintaxis específica capaz de sobrecodificar y controlar la gestión de
los mecanismos productivos y reproductivos. El elemento de continuidad
esencial del capitalismo es su carácter procesual, especialmente destacable
en la esfera productiva. El capitalismo es esencialmente un proceso, o
mejor aún, un proceso de procesos. Por ello el control capitalista se cen-
tra en aquellos componentes que concurren para mantener y desarrollar
su carácter procesual, especialmente los engranajes que hacen funcionar
los procesos maquínicos evolutivos, es decir aquellos que innovan con-
tinuamente las máquinas disponibles, o sea, los dispositivos de poten-
cia maquínica que combinan máquinas, productiva, máquinas sociales
y máquinas deseantes. Aquí de nuevo la teorización de Guattari hace
hincapié en el carácter fundante de lo maquínico en la producción,
dado el carácter autónomo y autopropulsado de su desarrollo.

-151^
En este enfoque nuestros autores destacan también el carácter hetero-
géneo de los componentes del capitalismo: bienes materiales y económi-
cos, actividades humanas individuales y colectivas y procesos científicos,
técnicos e industriales. Las tres componentes esenciales del capitalismo
son la sistémicas referida a los aspectos semióticos y económicos dirigidos
a la función de valorización capitalista; la estructural referida a los
aspectos de la segmentación social y la prócesual centrada en los pro-
cesos ligados con la producción maquínica que abarca no sólo las
materias primas y la fuerza de trabajo sino también las relaciones
sociales y las catexias del deseo, (una vez más la economía es econo-
mía libidinal que combina los procesos propiamente productivos y
los procesos deseantes).
En este artículo Alliez y Guattari esbozan también un intento de cla-
sificación de los diferentes tipos de capitalismo según la combinación
preferente en los mismos de las tres instancias fundamentales: el Esta-
do, la Producción y el Mercado. Se obtiene de esta manera la siguiente
tabla (Al, 180);

Capitalismo Liberal Mercado Estado Producción


Capitalismo Mundial
Integrado (CMI) Producción Mercado Estado
Capitalismo de Estado Estado Mercado Producción
Economía nazi Estado Producción Mercado

La distinción esencial entre la actual fase del capitalismo y la fase li-


beral del mismo reside en que mientras que en este último lo fiinda-
mental es el ámbito del mercado y la producción se mantiene en un se-
gundo plano, en el C M I lo fundamental es la producción y lo menos
importante el Estado ya que la regulación social se confía fundamen-
talmente a los mecanismos de mercado. Por su parte, la distinción esen-
cial entre las economías de tipo soviético y la economía del nazismo
reside en que aunque en ambas el papel del Estado es el predominante

-152^
en la economía soviética el papel del Mercado, a pesar de todo, se impo-
nía sobre la producción, mientras que en el nazismo los aspectos pro-
ductivos, especialmente los ligados a la economía de guerra, eran los
decisivos. Diferentes modulaciones, pues, de un mismo modo de pro-
ducción Y de dirección y control social.
Es importante destacar la teorización sobre el Capitalismo Mundial In-
tegrado, que sería la fase actual del capitalismo y que nuestros autores con-
cibieron como esencialmente mundializado o globalizado antes de que la
discusión en torno a estos términos se popularizara. El C M I supone una
integración específica de lo político y lo económico que va mucho más allá
de lo que había analizado Guattari en sus Tesis sobre la Oposición de
Izquierda, ya que en aquel enfoque el marco de referencia era el de las
naciones aisladas y no como ahora la integración en el mercado mundial
de las naciones. El CMI supone una integración más profunda tanto en el
ámbito extensivo, territorial, ya que su marco es por primera vez en la his-
toria, el mercado mundial, un mercado que abarca a todo el planeta, como
en el ámbito intensivo, ya que en esta época hemos pasado de la subsun-
ción formal a la subsunción real de todas las actividades humanas bajo los
modos de temporalización y de valoración capitalista. El C M I es, pues, el
capitalismo de la integración trasnacional y el capitalismo de la subsun-
ción real. En el CMI, la unificación del mercado mundial no se deja ya al
libre juego de la economía sino que se intenta controlar y planificar con
medios de intervención política cuasi-estatales, tato a nivel regional, como
a nivel mundial. Por otra parte, el capitalismo de la subsunción real supo-
ne también controlar todos los aspectos y los tiempos vitales y someterlos
a los modos capitalistas combinando el señuelo del consumo por un lado
y por otro el terror cuando el primero no es suficiente. La subsunción real
supone una captura total del socius por el capital mediante la conjunción
de la integración maquínica en todos sus aspectos técnico, productivo,
deseante y la reproducción social que está completamente colonizada por
el capitalismo, mediante la sumisión del modo de producción doméstico
a las pautas productivas y de valorización capitalistas.
El C M I es un intento de canalizar las luchas de clases a nivel mun-
dial procurando, en primer lugar, mantener y exarcebar la concurren-

-153^
d a internacional entre los diversos sectores de la clase obrera y las cla-
ses populares; en segundo lugar, implantar políticas monetarias defla-
cionistas que generan paro y de esta forma se mantiene un control sobre
la clase obrera nacional; por úldmo, desarrollar una reconversión del
Estado de Bienestar que socave las redes de seguridad de los más necesi-
tados, dando lugar a un incremento controlado de la pobreza. La mun-
dialización que supone el predominio del CMI si, por un lado, es una
oportunidad para algunas capas y algunas regiones del planeta especia-
lizadas en la producción de bienes y servicios de alto valor añadido y
que emplean tecnologías de punta, por otro, ha supuesto la ampliación
de la brecha entre estos sectores favorecidos y los que se van quedando
atrás marginalizados.
En estas condiciones se genera un modelo de subjetividad tripolar
conformado por un polo elitista constituido por los propietarios del ca-
pital, los grandes ejecutivos y en general aquellos sectores de la pobla-
ción conectados entere sí en las redes económicas y culturales transna-
cionales; un polo asegurado o garantizado, formado por los obreros
cualificados, los funcionarios y aquellos trabajadores que tienen una
cierta estabilidad en el empleo o facilidad para cambiar de uno a otro
si lo pierden; por último se da un conjunto creciente de individuos no
asistido, con trabajos precarios e inestables o directamente sin ningún
empleo ni protección social que constituyen las filas de una pobreza
creciente. Este modelo tripolar basa su equilibrio inestable en la alian-
za entre los dos sectores primeros en detrimento de los no asistidos, ni
garantizados. Una meritocracia mal entendida así como el individualis-
mo dominante y la erosión de las líneas tradicionales de solidaridad,
familiar, local y de clase hace que sea muy difícil invertir este equilibrio.
El C M I hace de la fluidez su principal característica (AI, 190): flui-
dez en el nivel de la producción que se ha descentralizado totalmente y
tiene un carácter realmente mundial; y fluidez en el nivel estatal, dado
que en esta etapa del capitalismo el Estado ha pasado de ser territorial,
ligado a la defensa de un territorio nacional concreto a ser un Estado
móvil' de intervención inmediata que vela por los intereses del capita-
lismo transnacional mediante su proyección mundial.

-154^
5. LAS NUEVAS ALIANZAS

En 1989 Guattari elabora con Negri un ambicioso ensayo progra-


mático en el que partiendo de la idea de que los peores años, los seten-
ta, años de invierno, años del plomo, habían ya pasado y era el momen-
to de relanzar de nuevo la idea del comunismo y plantear unas nuevas
alianzas que fueran capaces de llevarlo a cabo. Lo más destacable, a mi
juicio, de la noción de comunismo que nuestros autores proponen en
esta obra, es su relación esencial con los procesos de singularización y
subjetivación actualmente en curso.

Llamamos comunismo al conjunto de las prácticas sociales de transforma-


ción de las conciencias y de las realidades a nivel político y social, histórico
y cotidiano, colectivo e individual, consciente e inconsciente {NA, 25).

El comunismo, para Negri y Guattari {como para Marx, por otra par-
te), no es un ideal a realizar sino un aspecto de las transformaciones ya en
curso que nuestros autores sitúan en los aspectos cooperativos de la misma
producción capitalista. Por otra parte, el comunismo tampoco se sitúa en
un proceso evolutivo que iría del capitalismo al socialismo y de éste al
comunismo. Mientras que el socialismo, para ellos, es una de las maneras
posible de organización del capitalismo, el comunismo es una democracia
económica y política radical que acentúa el carácter colectivo de la pro-
ducción capitalista eliminando la propiedad privada sobre la misma.
El comunismo surge como resultado de los esfuerzos por apropiarse
de los productos del capital mediante la generación de procesos de sin-
gularización, de auto-organización y de autovaloración que sean capa-
ces de recuperar el control sobre el tiempo de la producción y la repro-
ducción social que se ven sometidos actualmente a la subsunción real
en el ámbito de valoración capitalista. El despliegue del comunismo
exige la coordinación de dos tipos de lucha (NA, 29): los antagonismos
molares de la lucha de clases que se presenta como una lucha funda-
mentalmente económica contra la explotación y la proliferación de lu-
chas moleculares que dan lugar a procesos de singularización que trans-

-155^
forman de forma radical e irreversible las relaciones de los individuos y las
colectividades con el mundo material y con el mundo simbólico, mental.
Las nuevas líneas de alianza tienen que atender a tres aspectos esencia-
les: la generación de nuevas singularidades; la apuesta por la autonomía a
todos los niveles y el despliegue máximo de la libertad superando sus
aspectos formales y convirtiéndose en libertad material (NA, 29).
La base de esta nueva política lo constituye el hecho de que la produc-
ción en nuestra época está completamente socializada y además que la
producción ha impuesto su ley en el campo de la reproducción social some-
tiéndola a sus imperativos. Se produce un sometimiento político y cultural
que se añade a la explotación económica y frente a la que surge la proble-
mática de las singularidades que se resisten a ser subsumidas bajo los impe-
rativos de la producción. A partir del 68 se reabre el ciclo revolucionario y
se lanza una nueva idea de comunismo como enriquecimiento y diversifi-
cación de la conciencia y de la comunidad' (NA, 37). Este relanzamiento
del comunismo supone que la política en su sentido clásico sufre una pro-
funda transformación: no se limita a la lucha política y sindical tradicional
sino que se esfuerza por inventar modos diversos de autovaloración material
y cultural, por abrir continuamente espacios de libertad, de democracia y de
creatividad a todos los niveles, tanto macro como micro. Surgen nuevas
subjetividades colectivas que no pueden ser subsumidas en los marcos del
sindicato y del partido revolucionario clásico. Los márgenes adquieren im-
portancia y no se dejan reducir a los universales abstractos. La conciencia
colectiva emergente es una articulación plural y variopinta de marginalida-
des y singularidades que quieren dejar oír su voz de forma autónoma, lo que
pone en crisis la idea clásica de representación. Los distintos colectivos se
convierten en sujetos y no se dejan representar por las instancias molaies del
partido y el sindicato. Los movimientos sociales adquieren un protagonismo
político como tales movimientos. Se da así una experimentación social ex-
traordinaria. La liberación de los cuerpos y las costimibres da lugar a una
explosión de nuevas subjetividades difíciles de encuadrar en los moldes tra-
dicionales.
Esta explosión de subjetividad y de singularidad se da, sin embargo,
en el marco del C M I que ha llevado hasta el límite la integración de lo

-156^
economico y io político mediante la integración transnacional horizontal
y la subsunción real de todas las formas y los aspectos de la vida bajo los
imperativos del capital. El gobierno del mundo pasa a unas redes transna-
cionales que escapan al control de los Estados nacionales. La subsunción
real por otra parte se lleva a cabo bajo la amenaza de la aniquilación del
ser, bajo un terror generalizado. Se explota el miedo para asegurar la sumi-
sión. El CMI ha canalizado la lucha de clases a través de la competencia
internacional y el dumping social que actúa con la amenaza del traslado
de las fábricas a zonas con menos regulación social y con salarios más
bajos. Además el CMI aplica políticas deflacionistas a través de los bancos
centrales que han escapado al control democrático de los paiiamentos que
generan paro. Por último, el CMI está procediendo a una reconversión del
Estado de Bienestar en dirección a un incremento controlado' de la
pobreza que discipline a la clase obrera y recorte sus aspiraciones.
El CMI produce un tipo de subjetividad tripolar con un polo elitista,
un polo asegurado y un polo no asistido y se sustenta en una alianza de los
dos primeros polos contra la amenaza creciente del tercero. Pero a su vez
en el C M I se gesta un nuevo ciclo de luchas ligadas a las cualidades cam-
biantes de la Rierza de trabajo colectiva y a la conflictividad protagoniza-
da por el proletariado no asistido, así como al surgimiento de una plurali-
dad incontrolable de subjetividades disidentes (NA, 74).
La desesperación producida por la sensación de que no hay futuro pro-
dujo en los años 70 lo que nuestros autores denominan 'la cesura terroris-
ta que en nuestros días ha reverdecido de forma virulenta. Pero contra lo
que se imputó a Negri, ambos autores rechazan la falsa salida terrorista
debido a su concepción centralista abstracta de la organización, a su reduc-
ción de la política a lo militar, y a su conversión en un polo elitista de auto-
exaltación cuasi religiosa. Una nueva política revolucionaria no pasa, pues,
para nuestros autores por la falsa vía del terrorismo sino que tiene que
reorganizar los diferentes frentes de lucha dando lugar a nuevos procesos
de autovaloración y autoproducción que generen un proceso revoluciona-
rio y transformador continuo y multidimensional. Los movimientos con-
testatarios emergentes no necesitan ni traducción ni interpretación, son
mecanismos de experimentación social y polídca de nuevo cuño. Dichos

-157^
movimientos tienen que conjugar de forma activa la crítica de la ciencia y la
contestación de la explotación dando lugar a una articulación nueva entre la
ciencia y la tecnología y la flierza productiva colectiva, lo que supone una
mutación del proyecto comunista.
Las nuevas alianzas capaces de subvertir el CMI no pueden reproducir
en su interior el mismo modelo estatal que quieren combatir. Tienen que
emplear un método molecular de agregación que tenga en cuenta las nue-
vas características de la fuerza productiva social: "fluidez, polivalencia de
referencias conceptuales, capacidad permanente de abstracción, eficiencia
pragmática, potencia de desterritonalización" (NA, 88). Frente al centra-
lismo de las organizaciones revolucionarias tradicionales, hay que generar
un 'muíticentrismo funcional' capaz de articularse segiín las dimensiones
plurales de la inteligencia social y de neutralizar de forma activa la poten-
cia destructora de las concatenaciones capitalistas. Por un lado se trata de
resaltar y potenciar la capacidad productiva de las singularidades, por otro,
hay que ser capaz de definir puntos de encuentro globales. El movimien-
to antiglobalización parece ajustarse a este modelo propuesto hace más de
20 años por nuestros autores, ya que por un lado es plural y polimorfo
pero por otro se propone objetivos globales. La unificación no se sujeta ya
en una ideología común sintética y abstracta sino en la confluencia de pro-
cesos de análisis abiertos y singulares. Esta apuesta por lo molecular no
impide que los movimientos se asocien a luchas molares en el terreno polí-
tico o sindical si la ocasión lo requiere. N o se trata de sustituir la macro-
política por la micropolítica sino de articular ambas en un plano de con-
sistencia capaz de producir efectos transformadores en el imaginario y en
la realidad sociales.
El modelo de estos nuevos movimientos revolucionarios no puede
ser el modelo estatal sino el modelo de la máquina de guerra', en tanto
que mecanismo flexible capaz de asumir la conflictividad de las dimen-

3 . H e analizado esta oposición e n m i p o n e n c i a " M á q u i n a de guerra y aparato de esta-


do" presentada en el II Condeso de Teoría y Metodología de las Ciencias, Oviedo, 1983, y
publicada en Actas II Congreso Teoría y metodolo^ de las Ciencias, Pentalfà, Oviedo, 1984.

-158^
siones plurales de la subjedvidad y de coordinar las cristalizaciones de
deseo y de generosidad que atraviesan el ser de las singularidades dando
lugar a concatenaciones transversales y rizomáticas de las diversas com-
ponentes maquínicas, informáticas y decisionales que atraviesan el
cuerpo social.
La nueva alianza a establecer tiene que relacionar al nuevo proleta-
riado con los sectores más dinámicos de la sociedad productiva. Pero
esta coordinación no supone la unificación ni la sumisión de unos gru-
pos a otros sino una complicación multivalente que sea capaz no sólo
de articular las nuevas subjetividades emergentes sino también de rom-
per los bloques de poder capitalistas que ejercen gran influencia sobre
partes considerables de la población. La conexión con las luchas mole-
culares de formación de nuevas subjetividades puede revitalizar las
luchas tradicionales de la clase obrera. Invirtiendo la actual pendiente
corporativista destotalizándola y desterritorializándola.
El objetivo sería pensar y vivir de otro modo y esto entraña 5 tareas
específicas que constituyen todavía hoy una agenda posible para los
movimientos transformadores:

1) redeflnición de la institución salarial abriendo la posibilidad de des-


vincular el ingreso del trabajo mediante la implantación de una renta
básica de ciudadanía que sirviera de soporte económico a la democracia;
2) organizar de tal modo la fuerza de trabajo colectiva que permita la libe-
ración del tiempo para la creatividad social; 3) vigilancia permanente
sobre las funciones represivas del Estado; 4) construcción continua de la
paz en un mundo donde las guerras locales se eternizan; 5) organización
de máquinas de guerra capaces de asumir dichas tareas.
Estas tareas se ven redobladas por tres proposiciones diagramáticas, es
decir que pretenden tener efectos sobre la realidad, que serían: a) la reo-
rientación de las líneas de alianza según el eje Norte /Sur; b) la conquista
de nuevos territorios de deseo y de acción política liberados de la influen-
cia del Estado y del CMI; c) la lucha permanente contra la guerra.
Estas posiciones de Guattari compartidas con Negri se desarrollan en
el libro que este último ha escrito con Hardt, titulado Imperio, al que

-159^
dedicaremos posteriormente un análisis en tanto que continuación
actual de la política de inspiración guattariniana.

EXCURSO
Imperio, o la contiluiadrin de la política guattariniana en la actualidad

El monumental Imperii) de Negri y Hardt retoma en su inspiración


muchas de las aportaciones de Guattari a la política entre las que recor-
damos: la noción de destcrritoiiaiización, la definición de las socieda-
des actuales no canto como sociedades disciplinarias sino más bien
como "sociedades de control', la idea de la subjetividad como algo pro-
ducido y no espontáneo, la noción del plano de innjanencia, la noción
clave de virtualidad, la idea de lo maquínico y por t'iltimo, el nomadis-
mo como opuesto a lo sedentario.
Negri y Hardt definen el Imperio como "un aparato descentrado y
desterritorializador", en la linea de los estudios de Guattari sobre el ca-
pitalismo, como un proceso esencialmente desterritorializador, es decir,
liberador de fltijos monetarios, de trabajadores y de mercancías, a pesar
de que también produce reterritotializaciones sobre la familia o k na-
ción, por ejemplo, que limitan su alcance liberador. Frente a la teoría
clásica mai-xista de la conspiración que supone que hay un estado ma-
yor de la btirguesía que centraliza las decisiones económicas y políticas,
Negri y Hardt apuestan por un modelo de poder descentrado y acéfa-
lo, mulcipolar, que sólo en un sentido figurado se puede decir que tiene
a Estados Unidos cojno su centro rector consciente.
Este capitalismo ya no es una sociedad disciplinaria sino que se plan-
tea como una saciedad de concrol diiuso y capilar, en el sencido anali-
zado anteriormente. Eri lo que sí retoma esta obra las aportaciones de
Foucault es en la idea de que el poder en nuestras suciedades no es me-
ramente represivo sino que es productivo, productor del ser social, or-
ganizador de las energías vitales y psíquicas de los individtios. El poder
crea las subjetividades y en este proceso de creación y constitución de

-160-
la subjetivídacl ocupa un Jugar estratégico el lenguaje. El capitalismo
actual no subsume al poder político sino que los dos presentan una
relación de inmanencia que hace coincidir la producción económica y
la constitución política.
Frente a este poder difuso del Imperio, las subjetividades revolucio-
narias tratan de erigir un plano de inmanencia capaz de dirigir la crisis
de la modernidad en otro sentido. Nuestros autores parren de una idea
de la modernidad como crisis: como la crisis nacida del conflicto inin-
terrumpido entre lai fuerzas inmanentes, creativas, productivas y des-
territorialiaadoras y el poder trascendente que prerende restaurar el or-
den. Retomando las reflexiones de Negri sobre Espinosa, en Imperio se
distingue entre la potencia inmanente de la multitud y d poder crascen-
dente y separado que traca de controlar dicha potencia. También hay que
recordar aquí ks afirmaciones esenciales y clásicas del materialismo his-
tórico que ven la crisis del capitalismo como la contradicción incliniina-
ble entre las fuerzas productiva^ que tienen un dinamismo propio y las
[elaciones de producción y de propiedad que tratan de contener a dichas
fucrras productivas en los estrechos límites que permitan controlarlas. En
Negri y Hardt (de igual manera que en Guattari) se mantiene la con-
fianza en la capacidad creativa de las fuerzas productivas.
Las posibilidades abiertas por las fuerzas productiva-s inmanentes no
aseguran por sí solas una solución favorable a la crisis, sino que tienen
que ser complementadas con la constitución de k multititd como suje-
to político capaz de dirigir el proceso creativo inmanente. La multitud
es una multiplicidad, un plano de singularidadeíi, un conjunto abierto
de velaciones que no es homogéneo ni idéntico a sí mismo y que man-
tiene una relacióü creativa con su exterior. ' En la noción de multimd
no sólo está presente la noción espinosiana de rftultitudo sino también
la de grupo-sujeto que Guaciari retoma de Sartre. La oposición multi-
tud ( pueblo recubre más o menos a la que opone a los grupos-sujetos
y a los grupos-someridos. E] pueblo frente a la multitud tiende a la

4. Cf. M. Hardt y A. Negri, Imperio, Píiidós, Barcelona, 2002, p. 105.

-16i-
identidad y a la homogeneidad interna y rechaza lo que le viene de fue-
ra. El pueblo CS la base de todas las identidades crnicistas y nacionalis-
tas, racistas y chauvinistas, mientras que la multitud es la forma de
constimir un conjunto de ciudadanos definidos por sus pruyeaos. por
su quehacer y no por su ser, por sus devenircs y no por sus esencias. Las
naciones modernas para poder constituirse han tenida que convertir a
la multitud heterogénea, plural, abierta en pueblo, idéntico y cerrado.
Por su parte y a la inversa, para que la revolución sea posible el pueblo
tiene que estallar en beneficio de la raultimd.
Hoy en día la constitución de la subjerividad no se produce como en
la época del inicio del capiraliamo, la sociedad disciplinaria analizada
por Foucault, a través de una serie disjunta de instituciones sociales que
en lugares separados, la escuela, el hospital, la prisión, la fábrica, pro-
ducían las subjetividades a través de prácticas materiales. Actualmente
coda.-; las instituciones anteriores han roto su clausura, se ha producido
una difiiminación de las mism;is pur el conjunto de la sociedad: a la
sucesión rígida de formación-trabajo-jubilación sucede hoy una forma-
ción continua que empieza antes de la escuela y no acaba nunca, por otra
parte y dada la subsunción real de toda la sociedad y de codas las activi-
dades sociales por la lógica capitalista, nunca se deja tajnpoco de produ-
cir, desde la cuna a la tumba. De igual manera, la neta oposición entre
sano y enfermo se ve sustituida hoy por una medicalizacióa difusa del
conjunto de la vida. Por último, y con la puesta en marcha de una legis-
lación antiterrorisra cada vez más asfixiante todos los ciudadanos son sos-
pechosos y las libertades se ven connnuamente suspendidas. Los lugares
son indiferentes y las subjetividades son indeterminadas.
En nuestras sociedades se ha pasado de una soberanía moderna pro-
pia de los Estados-nación a una soberanía postmoderna propia del Im-
perio; de igual manera el sujeto político deja de ser el pueblo y empieza
a ser la multitud;fi-cncea hi época de las oposiciones dialécticas hoy nos
encontramos en el mundo de las hibridaciones de las mezclas y combi-
naciones variopintas. El lugat de la soberanía se ve susrituido por el no-
lugar del Imperio, y la crisis capitalista da paso a una época de corrup-
ción generalizada en la que ya nada es lo que parece (Imperio, 191).

-162-
La sociedad global de concrol da lugar a un mecanismo de control
que reside en el mismo plano de inmajiencia di la producción, mien-
tras que en las sociedad« disciplinarias del capitalismo inicial la sobe-
ranía era un poder trascendente que intentaba regular el poder inma-
nente del capital. El capitalismo actual ha concluido casi completa-
mente el paso del código a la axiomática que caracterizó al capitalismo
desde sus comienzos. Frente a los códigos rígidos de las sociedades pre-
capitalistas, incapaces de adaptarse a cambios imprevistos y por ello
muy frágiles, el capitalismo se constituye mediante una axiomática
flexible que va añadiendo axiomas ad hoc para ir resolviendo los pro-
blemas según se van presentando, La sociedad de control actual ha lle-
vado esta axiomatiiación hasta el paroxismo sin preocuparse por la
coherencia de los distintos axiomas entre sí lo que produce conflictos
de reguJación cada vez más difíciles de solucionar, pero como dicen
Deleuze y Guattari en d AntiEdipo, el capitalismo es una máquina que
sólo Rinciona desarreglándose.
Lo maquínico, que no se puede reducir a lo mecánico, es una cate-
goría que ¡Mpeñi) retoma de Guattari y que cuestiona la diferencia
entre lo natural y lo artificial en beneficio de una realidad única; la
Mecanosfeta, que es el resultado de múltiples hibridaciones entre los
hombres y las máquinas.
La categoría de virtual también es central en la obra considerada y
alude a lo que se enctíentra más allá de toda medida, más allá de cual-
quier posible actualización. Lo virtual es "el conjunto de poderes para
actuar (ser, amar, transformar, crear) que poseen las multitudes" {Impe-
rio, 326). Hardt y Negri acercan lo virtual a ia idea de potencia, de po-
der afirmarivo y vital, de capacidad creativa. Precisamente ¡as luchas
actuales se dan en el proccio de actualización de lo virtual, ya que hay
varias posibilidades y diferentes alternativas y de que se dé una u otra
depende el éxito o el fiacaso de las luchas. La política tiene que decidir
cuándo y cómo la virtualidad de la muititud pasa por la posibilidad y
se transforma en actualidad. l,a historia se devaltia frente al devenir. Las
virtualidades singulares adqtiieten atitonomía y capacidad de autovalo-
ración, se presentan como máquinas de innovación, y en ese sentido

-163^
dan lugar a devenires ya que la novedad siempre pasa por el devenir y
no por la historia; la capacidad de innovación en la historia pasa por lo
no-histórico, por lo inactual, por lo intempestivo, por lo que no coin-
cide con su tiempo.
La lucha contra el Imperio la desarrolla la multitud en tanto que
acmalizadora de lo virtual y apertura al devenir; en tanto que potencia
nómada contra los poderes sedentarios. El nomadismo y el mestizaje
son dos elementos que produce el Imperio, pero que pueden ser vuel-
tos contra él, dando lugar aun Contra-Imperio definido por el noma-
dismo, la deserción y el éxodo de las multitudes fuera del Imperio y
contra el mismo. El conjunto de estas luchas más o menos organizadas,
más o menos difusas dan lugar a un 'telos materialista' fundado en la
asunción de las singularidades que definen una teleología producida
por los devenires revolucionarios y que constituyen una figura de la
lógica maquínica de las mulritudes {Imperio, 336).
Al igual que en Guattari, podemos ver en Imperio un optimismo que
no tira la toalla ante los desafíos del capitalismo imperial y que sitúa la
clave de las luchas en la constitución de nuevos tipos de subjetivacio-
nes que vayan más allá de la sugestión capitalista y como cabezas bus-
cadoras' sean capaces de alumbrar la sociedad nueva, la sociedad post-
mediática en la terminología de Guattari, que está esperando su naci-
miento ya en los intersticios de dicho capitalismo imperial.

ECOLOGÍA

La última etapa de la actividad política de Guattari estuvo caracteri-


zada por su contribución militante a la formación y consolidación de
un movimiento ecologista que fuera capaz de evitar la caída en las tram-
pas de un mero ambientalismo apolítico o de un fundamentalismo
conservacionista impermeable a las problemáticas sociales. Para ello
patrió de una noción generalizada de la ecología que denominó ecoso-
fía la cual consistía en una articulación ético-política de los tres regis-

-164^
eros ecológicos que distinguía nuestro autor: el medio ambiente, las
relaciones sociales y la subjetividad humana. En la ecosofía guattarinia-
na confluían, pues, la preocupación por el medio ambiente, el intento
de conseguir unas relaciones sociales pacificadas y no basadas en la ex-
plotación y la creación de nuevos valores capaces de fundamentar y jus-
tificar las posiciones anteriores. La ecología no tiene que referirse sólo a
la naturaleza sino que pone en cuestión el conjunto del entramado de
poder capitalista y especialmente las formas de subjetividad sumisa e
infantilizada que el mismo promueve. La problemática ecológica surge
en un contexto marcado por una parte por la explosión de los antago-
nismos sociales pero por otra por el surgimiento de una serie de proce-
sos de singularización y de subjetivación inéditos. Junto a la ecología
ambiental ocupada de preservar el medio ambiente y de procurar que
el desarrollo económico sea sostenible, en Guattari aparecen la ecología
social y la ecología mental. Mientras que la primera se ocupa de recons-
truir el conjunto de las formas de convivir en el seno de los grupos
humanos desarrollando nuevas formas de convivencia en el ámbito de
la pareja y de la familia, la ecología mental se ocupa de analizar las rela-
ciones del individuo con su propio cuerpo, con sus fantasmas, con su
propia vida en su decurso temporal; en ese sentido, la ecología mental
es un esfuerzo por desarrollar nuevas formas de subjetivación y de sin-
gularización que puedan servir de antídoto a la uniformización cultu-
ral y subjetiva producida por los medios de comunicación social {Tres
ecol. 22). La ecosofía se presenta a la vez como la ciencia de los ecosis-
temas, como una cuestión de regeneración política y como un com-
promiso ético, estédco y analítico {Caosmosis, 128).
Hoy menos que nunca se puede separar la naturaleza de la cultura,
lo que exige un pensamiento transversal capaz de analizar las complejas
relaciones existentes entre los ecosistemas, la mecanosfera y los Univer-
sos mentales que sirven de referencia axiológica a las sociedades y a los
individuos. Este pensamiento ecosófico transversal intensivo tiene que
estar atento a los procesos evolutivos más que a objetos estáticos. Esta
lógica de las intensidades ecosóñca se ocupa, desde el punto de vista
ontològico, más de los procesos de 'puesta en ser', es decir, de los deve-

-165^
ñires, que de los entes estáticos, es decir del ser como tal. Por otra parte,
contra el cientificismo dominante en los movimientos revolucionarios
tradicionales, la actividad ecosófica se basa en paradigmas de inspira-
ción ético-estética con una clara proyección existencial. El aspecto ético
realza el carácter comprometido de esta concepción ecológica atenta al
desarrollo individual y social en su conjunto, y el aspecto estético se refie-
re, por un lado, a la importancia de la sensibilidad y del cuerpo en estas
luchas y, por otro, al aspecto creativo e innovador de las propuestas que
tienen que ser inventadas, como sucede en el arte. Se trata menos de dar
cuenta de las diversas prácticas por su relación con una pretendida ver-
dad científica que de considerar su eficacia estético-existencial, es decir,
su capacidad de generar nuevas formas de vivir, de pensar y de sentin El
análisis tiene que ser capaz de captar los puntos de ruptura asignificante
existentes para a partir de ellos elaborar semióticas específicas capaces de
generar efectos de autoreferencia existencial^ (3 ecol, 53).
Esta teoría y práctica de la ecología se da en el contexto de un Capi-
talismo Mundial Integrado que yuxtapone un conjunto de semióticas
económicas, jurídicas, técno-científicas y de subjetivación en una es-
tructura muy flexible y descentrada en la que no se puede distinguir
una jerarquía estructural o causal entre los diversos niveles. Este carác-
ter descentralizado del C M I exige que las luchas que surgen en su seno,
lejos de ser homogeneizadas y jerarquizadas de forma rígida (como ha
sido la tradición de los movimientos revolucionarios) y dirigidas a un
telos trascendente (la Revolución, el Socialismo) entendido como el ob-
jetivo último y completo, como la salvación definitiva, tienen que dar
lugar a procesos de heterogénesis que tengan en cuenta el carácter plu-
ralista de dichas luchas que tienen orígenes diversos, filosofías inspira-

5. Lo que le importa a Guattari es la pragmática, es decir la relación de las semióti-


cas con sus usuarios, más que la semántica, el significado de los términos y su relación
con el referente. Por otra parte, se buscan los puntos de ruptura con las semióticas domi-
nantes para instaurar otras semióticas alternativas, asignificantes, capaces de ayudar a
constituir focos de autoreferencia existencial (formas de vivir, y de pensar) inéditos y di-
sidentes.

-166^
doras muy distintas y cuyos objetivos no son coincidentes del todo pero
que sí coinciden en cambio en el esfuerzo por ampliar las posibilidades
vitales de los individuos dando cabida a un desarrollo otro, a una alter-
globalización que se oponga a la globalización que está hegemonizando
el CMI. El objetivo de la praxis ecológica en este contexto consiste en
desarrollar los procesos de subjetivación y singularización de tal manera
que se transformen en vectores disidentes, capaces de inventar nuevos
valores y nuevas formas de producir y de consumir y, en resumen, de vi-
vir. El movimiento ecologista tendría que ser capaz de convertirse en un
dispositivo colectivo de enunciación que fuera capaz de dar un soporte
expresivo y de concienciación a las innumerables rupturas asignificantes
que se oponen al orden establecido pero que en ausencia de redes de co-
nexión teóricas y prácticas que las coordinen corren el riesgo de perma-
necer pasivas y de no conseguir una consistencia y una consolidación su-
ficientes. Las nuevas prácticas culturales y vitales, que se pueden consi-
derar ritornelos existenciales en el sentido de que son elementos que se
repiten en el nempo y se extienden por el espacio geográfico y social, pue-
den convertirse en focos catalíticos de subjetivación si se consolidan y se
coordinan entre sí.
Las tres ecologías ardculadas se confrontan a una serie de Territorios
existenciales, en los que confluyen espacios naturales, formas de convi-
vencia social e individuos, que no son tanto una serie de En-sí cerrados
y clausurados sobre sí mismos, sino una serie de Para-sí*^ entendidos
como un proceso finito, singular, inmanente que puede caer en reitera-
ciones estratificadas mortíferas, en espacios estriados jerarquizados, o
bien abrirse a un proceso creador generado de un espacio liso libre de
toda jerarquía y estructuración definitiva que permita hacer habitable
el mundo para un proyecto humano.
Se trata de constituir una serie de grupos-sujeto autoreferentes abier-
tos sobre el cosmos y el socius {la sociedad). En lugar de sistemas iden-

6. De nuevo vemos como nuestro autor recupera la terminología sartreaiia adap-


tándola a sus necesidades e intereses. La inspiración de Sartre no abandonó a Guatta-
ri, ni siquiera al final de su vida.

-167^
tificatorios se traca de constituir rasgos de eficiencia diagramática capa-
ces de incidir en la realidad; en lugar de semiologías de modelización
icónica, se trata de dar lugar a semióticas procesuales. El rasgo diagra-
mático se opone al icono, a la simple imagen estática representativa, por
su capacidad de desarrollar procesos reales, de producir efectos sobre la
realidad. De nuevo vemos aquí la preocupación de Guattari por la
pragmática, así como su lucha contra la representación: frente a la ima-
gen representativa y reproductora de lo que hay, el diagrama capaz de
desencadenar procesos que transforman lo que hay.
La ecosofía no es un repliegue nostálgico hacia un pasado que ha sido
ya barrido por la simbiosis entre la humanidad y las máquinas que ha
implantado de forma irreversible el industrialismo capitalista sino "pro-
ducción asumida colectivamente de una nueva subjetividad, de una nueva-
socialidad y de una nueva naturaleza"^. La ecosofía supone, pues, una rees-
critura de los tres ámbitos de la ecología: la ambiental, la social y la men-
tal. La ecología ambiental se reinterpreta en términos maquínicos par-
tiendo de una noción generalizada de máquina que pone en entredicho la
oposición entre lo natural y lo artificial: el conjunto de la realidad es una
gigantesca mecanosfera en la que los componentes naturales y artificiales
se entremezclan de forma inextricable. El principal desafío al que se
enfrenta la ecología ambiental es el de denunciar la nueva moda del catas-
trofismo ecológico" que está al servicio del impulso de muerte colectiva
producido por las instancias de subjetivación dominantes en tanto que
generadoras de un tipo de subjetivación uniformizada y unidimensional.'
Por su parte, la ecología social tiene como principio la producción de
efectos pragmáticos sobre las diversas agrupaciones humanas en todas

7. C f F. Guattari, "El gran miedo ecológico", en Temas de nuestra época. El País, del
14 de septiembre de 1989, p. 3.
8. La centralidad de la catástrofe en la actual sociedad del riesgo y su conexión con
la ecosofía guattariniana ha sido abordada en mi ponencia presentada a la Semana de
Ética celebrada en Castellón los días 3 a 5 de abril de 2003 y titulada "La sociedad
civil y los poderes públicos ante el riesgo".
9. Cf. F. Guattari, "El gran miedo ecológico", en Temas de nuestra época, El País, del
14 de septiembre de 1989, p. 2.

-168^
sus escalas, basadas en diferentes tipos de afectos. En concreto, dicho
nivel social de la ecología se enfrenta hoy con el reto de superar la era
mediática en que se ha convertido la actual fase del desarrollo capitalista
en dirección a una era post-mediádca en la que las potencialidades implí-
citas en la actual revolución informática se desplieguen gestionadas por
una serie coordinada de grupos-sujetos dando lugar a un proceso de sin-
gularización creciente. La perspectiva ecosófica propuesta por Guattari
supone una recomposición de la cartografía progresista clásica en direc-
ción a una recalificación de los papeles desempeñados por el Estado y
una deconstrucción del concepto de mercado que introduzca nuevos
parámetros sociales, vitales y culturales que amplíen y superen la lógica
capitalista basada en el beneficio. La ecología social más que intentar
conservar relaciones sociales atávicas tendría que reinventar la propia
idea de práctica social y ocuparse en desplegar nuevas formas de valori-
zación social y económica que vayan más allá del beneficio capitalista y
que tengan en cuenta los aspectos sociales, culturales y vitales de la pro-
ducción y el consumo que no son meramente actividades económicas
sino que denen un alto contenido existencial. En este sentido la lucha
por una renta básica universal e incondicional entendida como un dere-
cho ligado a la ciudadanía, más aún, como la base económica de la
misma, es sólo el primer paso de una reconducción de la economía que
acepte que si la producción es un proceso colectivo también el disfrute
de la riqueza producida es algo que corresponde a la sociedad en su con-
junto y que tiene, por tanto, que ser reparado entre todos sus miem-
bros, de manera equitativa. Uno de los objetivos esenciales de esa rees-
tructuración productiva que al liberar la creatividad individual y colec-
tiva de las rígidas constricciones del mercado permita la utilización total
de la misma, tiene que ser dar paso a una multiplicidad de formas de
subjetivación que rompa con la actual tripartición de los individuos
producida por el CMI, una partición tripolar que distribuye la pobla-
ción en un polo elitista, minoritario; un polo medio con trabajo más o
menos garantizado y un inmenso resto no asistido, en la que se agru-
pan la mayoría de los jóvenes, los ancianos, las mujeres, así como los
parados y los emigrantes.

-169^
Por su parte, la ecologia mental se centra en la construcción de Terri-
torios existenciales a partir de una lógica que tiene en cuenta los aspec-
tos moleculares, pre-personales y pre-objetuales y que por ello no se
puede entender sólo en términos de sujeto. Más que de sujeto habría
que hablar de 'componentes de subjetivación (3 ecol, 24), de vectores
de subjetivación que no pasan necesariamente por el individuo aislado,
y que hacen que la interioridad sólo se pueda entender como una hete-
rogénesis, es decir, como el resultado de la composición y yuxtaposición
de componentes múltiples relativamente autónomos entre sí y a veces
incluso discordantes.
El objeto de la ecosofía'" que se presenta como la superación del obje-
to ecosistémico, muestra cuatro dimensiones conjugadas: los Flujos
materiales, energéticos y semióticos que constituyen la realidad am-
biental y social; los Phylum maquínicos concretos y abstractos que
articulan los aspectos abstractos que estructuran los flujos anteriores y
les sirven a la vez de alteridad exterior (la apelación a lo maquínico alu-
de al aspecto aupoiético, auto afirmativo, de los sistemas vitales, pro-
curando evitar el misticismo vitalista); los Territorios existenciales fi-
nitos, constituidos por los individuos concretos insertos en el flujo tem-
poral que constituye la vida y que permite a dichos individuos extraer
complejidad estructurando el caos; y los Universos de valores virtuales
que animan y orientan la vida de dichos individuos. {Caosmosis, 176).
Esta estructura matricial cuatripartita organiza la realidad combinando
lo exterior y lo interior, así como lo real y lo virtual

Exterior Interior

Virtual Phylum Universos

Real Flujos Territorios

10. Cf. "Entretien avec F. Guattari: 'Qu'est'ce que l'ecosophie?'", Revista Terminal
n° 56, pp. 1-2.

-170^
C o m o conclusión podemos decir que los objetivos de esta ecología
generalizada serían:

• desplegar una lógica polivalente que permita a la ecología mental


engendrar Universos de referencia y Territorios existenciales donde la
singularidad y la finitud se tengan en cuenta
• construir una ecología social que tenga en consideración los aspectos
derivados del Eros de grupo, es decir del deseo inconsciente, que no se
dejan reducir a los intereses consciente
• afrontar el cara a cara vertiginoso con el cosmos imprescindible para
que se convierta en el ámbito de una vida humana viable (3 ecol, 70)

La ecosofía defendida por nuestro autor es a la vez práctica y especula-


tiva, da lugar a nuevas formas de subjetividad y produce también nuevos
dispositivos analíñcos. Por otra paite tiene una dimensión ético-política
y una dimensión estética y se configura como el nuevo tipo de compro-
miso que tiene que reemplazar a las antiguas militancias.
Su ámbito es la ardculación de las subjetividades nacientes, el socius
murante y la reinvención del medio ambiente, es decir, el espacio plu-
ral y polimorfo en el que se juegan ya los grandes desafíos de nuestro
tiempo. La ecosofía es la matriz ética y estética que agrupa las tres eco-
logías, ambiental, social y mental que conservan su autonomía en el
nivel de sus prácticas que son específicas. Se da aquí de nuevo un pro-
ceso de heterogénesis que tiene en cuenta la multiplicidad y la plurali-
dad irreductibles del proceso conrinuo de producción de singularidades
y subjetividades.
Por todo lo anterior, un movimiento ecologista a la altura de los
tiempos tendría que:

"no situarse entre la izquierda y la derecha sino contribuir a iviiivcii


tar una polaridad progresista, refundar la polírica sobre ()tr;is IÍ.im-s,
rearticular de forma transversal lo político y lo privado, lo SDÌ i.il, lu
ambiental y lo mental" {Caosmosisy 178).

-171^
EL P A R A D I G M A E S T É T I C O

La estética no sólo ocupa un lugar importante en la obra de Guattari


en el sentido de ser un campo de aplicación y de experimentación de sus
conceptos en ámbitos tan variados como la literatura, la música, la pin-
tura, la fotografía o la arquitectura, sino que al final de su obra se eleva al
papel de paradigma epistemológico privilegiado en detrimento de los
paradigmas cientificistas que normalmente han solido ser los principales
en el campo de la izquierda. La estética se configura en la obra de C iuat-
tari como un paradigma, es decir, como "un dispositivo flexible susccpii
ble de funcionar a distintos niveles, sobre diferentes planos di- salici"',
como el zócalo sobre el que Rmdamenta su ecosofía, como un modelo
para la producción de subjetividad, como un instrumento p.ii.i ín lind.ii
la práctica clínica. Para Olivier Z a h m , el arte en la obni dr ( ÍIMII.UI no
era tanto una esfera separada sino "la materia intensiva, no di-n lUMVhi. .1
pardr de la cual su esquizoanálisis extraía sin cesai' <iu-i}tí»is p.ini In (c
composición de la personalidad"^.
El proyecto de metamodelización que emprende ( ÍIMII.III I n idii
ma etapa le permite moverse con gran libcri;ui .1 IUVI-N di iml.r. Li,

1. Cf Nicolas Bourriaud, "Le paradigme csiln^iiiiuc", ' 'f>hi*,'h<


2. Ci "Entetien avec Félix Guattari par Olivioi /itliin ' ( 'il il»- •IKHI IU I"'
Chimères 23, verano 1994, p. 48.
modelizaciones comentes en su época sin comprometerse de forma de-
finitiva con ninguna, y, aparte de poner de relieve que la elección de
modelos es más una cuestión política, de micropolítica, que de episte-
mología, supone la conciencia de que esta actividad de metamodeliza-
ción se acerca más al arte que a la ciencia ya que no está obligada a utili-
zar unos recursos conceptuales determinados y además los metamodelos
utilizados "se parecen más a mitos de referencia, a interpretaciones nove-
lescas o líricas que a enunciados científicos".^ En esta búsqueda de un
marco conceptual que inmunizara al esquizoanálisis contra las derivas
cientificistas a las que siempre sucumbió el psicoanálisis tradicional
Guattari intenta encontrar un fundamento epistemológico que lo
empátente "por su modo de valoración, pos su tipo de verdad y por su
lógica con las disciplinas estéticas" (CS, 47). La actividad de metamo-
delización, de construcción de una cartografía, capaz de captar la múl-
tiple riqueza del objeto ecosófico, articulación de la ecología ambiental,
la social y la mental o cultural, tiene que adecuarse a la heterogénesis
plural y polívoca de la realidad y para ello tiene que acercarse a los para-
digmas estéticos y como ellos asumir la finitud y la no perennidad y
además ser capaz de captar las mutaciones fabulosas y rapidísimas que
acaecen por todas partes conectando los cambios tecnológicos que se
dan en los phyiums maquínicos con el surgimiento de nuevas formas
de subjetividad murantes (C, 175).
El paradigma cientificista dominante tanto en el psicoanálisis como
en el marxismo Guattari lo sustituye por un paradigma ético-estético,
ético porque se basa en la responsabilidad por las consecuencias que se
derivan de nuestras acciones, y estético porque tiene un aspecto creati-
vo, de generación de elementos inéditos, y además se refiere a la sensi-
bilidad, a los sentidos. El arte no agota la creatividad humana pero se
sitúa de forma transversal a los demás ámbitos de los que intensifica los
"focos creativos de consistencia autopiética". Esto se debe a que el arte

3. Cf. Guattari, "Les dimensions inconscientes de 1' assistance", Chimères, n® 1, pri-


mavera 1987, p. 119.

-174^
desde que consiguió su autonomía en los umbrales de la modernidad
no ha dejado de enfrentarse con los moldes establecidos, de revolucio-
nar constantemente sus texturas y materiales y de promover nuevos
perceptos y afectos, es decir nuevos puntos de vista sobre el mundo y
nuevas formas de sentirlo. El arte, pues, tiene la capacidad de destacar
y reevaluar las dimensiones creativas que se encuentran en todos los
ámbitos de la vida, dando lugar a la invención de cualidades inéditas.
Las máquinas estéticas al crear bloques de sensaciones que se sustraen a
las semióticas vacías que nos rodean constituyen el núcleo resistente
más poderoso frente a la unidimensionalización que la subjetividad
actual sufre por el control del capitalismo en tanto que semiótica del
equivalente generalizado que arrasa con todos los valores de singulari-
dad y autonomía. El arte es el dominio que resiste, que rompe con las
formas y las significaciones dominantes en la sociedad y lo hace selec-
cionando un fragmento de la realidad, separándolo del resto, desterri-
to rial izándolo de manera que pueda jugar el papel de un enunciadíír
parcial', al constituirse como un reducto de alteridad, de extniíu-/a t-ii
el seno del condnuo de lo homogéneo ya conocido. Estos
de alteridad creados por el arte tienen efectos de ruptura lanin en l.i
subjetividad del artista como en las de los espectadores. Id aiif.i.i m'
sitúa en el punto mismo en el que se interrumpe el sciuiilo, ID I M
punto innombrable, en ese punto de no sentido es donde r\ .IIÍIMM IÍ,I
baja.^ La obra de arte produce un efecto de desencuadrc, di di I
sentido, de empobrecimiento ascético absoluto o de proliínai H"HI I »H R
siva que llevan al sujeto a recrearse y reinventarse a sí miMiio im <1' uih
la exploración de mundos posibles fiaera del equilibiií» QUE I MIMIIIHIV»
la cotidianeidad. Estos son los efectos existenciales del ^iiir pin il-
generar una plusvalía de subjetividad, una resingiil.n i/.u li'ui. IHIÍÍ liilin
cación subjetiva, mediante la construcción de i iiiiiu litdii^ hMihUii» '
inéditos {C, 180-182). La práctica artística lieiie un iii »¿I» l,í UHI
sibilidad, pero al mismo tiempo producc unos clet LO« IIIÍH HIII Hiihit IM-.

4. Cf. Entrevista con O. Zahm, citada, p, 'iH,

\r^
universos de valores y los focos de subjetivación: "las máquinas estéti-
cas son productoras de mutaciones de la subjetividad, por extracción de
perceptos y de afectos desterritorializados, de afectos mutantes"^
El arte de que aquí se trata no es el de la institución artística, sometida
ella misma al dominio del dinero y a su conversión en mercancía sino que
se refiere a ese proceso creativo generalizado que recorre el socius en su con-
junto y que pasa desde las últimas novedades de programas de ordenador
hasta la música de las calles de nuestras metrópolis. El paradigma estético
basado en la construcción de perceptos y de afectos inéditos y murantes,
ejemplos de un conocimiento pático' que conduce a una experiencia no
discursiva de la duración', ha retomado el testigo de los paradigmas cienti-
ficistas que aún dominan en el marxismo y el psicoanálisis (C, 126-127).
La creatividad social asume una tonalidad estética difiisa en el sentido en
que recoge también la importancia de los sentidos y de la sensibilidad
como elementos esenciales a tener en cuenta en las luchas de liberación.
Los procesos maquínicos de liberación presentan dos aspectos relevantes
desde el punto de vista aquí tratado: en primer lugar, son procesos creati-
vos autopiéticos que generan novedad y no se limitan a repetir lo dado*"; en
segundo lugar, son procesos ético-ontológicos en los que la cuestión de la
elección entre los diversos Universos de valoración posibles es decisiva. Por
estos dos motivos el maquinismo de Guattari no tiene nada que ver con el
mecanismo que por un lado es rígidamente determinista y no creativo, y
por otra no deja margen a la elección (C, 150).
La caosmosis, la construcción de un cosmos parcial a partir del caos,
es un proceso ontològico que actualiza algunas de las múltiples virtua-
lidades coexistentes dando lugar a bifurcaciones creativas, a líneas de
fuga que escapan a la entropía ligada a los estratos territorializados, y a
la construcción de dispositivos de enunciación murantes. Esta es la raíz
ontològica de la creatividad profunda que subyace al nuevo paradigma
procesual ético-estético (C, 161).

5. Cf. Entevista con O. Zahm, citada, p. 50.


6. El arte no se limita a representar el espacio, sino que crea y produce espacio él
mismo, Cf. La entrevista con el arquitecto Piotr Kowalski, Chimères, n° 23, p. 80.

-176^
El paradigma estético se consolida cuando logra que todos los proce-
sos difusos de creación se constituyan en "focos existenciales y máquinas
autopiéticas" (C, 147-148). La Ontologia que fue Eidetica con Platón,
Ética con Espinosa, Lógica con Hegel, se presenta como Estédca desde
Nietzsche y Heidegger consolidándose de esta manera en nuestros días.
La metamodelización que el esquizoanálisis desarrolla trata de inmuni-
zade del cientificismo que no ha dejado de rodear al psicoanálisis desde su
fundación. El paradigma utilizado es estético porque se acerca al arte por
su modo de valorar, su tipo de verdad y su lógica. Hasta ahora las disci-
plinas no directamente científicas han tenido tres formas principales de
utilizar las ciencias en su provecho: la vía ascética, la vía identificatoria y la
vía que utiliza la ciencia como apuntalamiento. La vía ascética consiste en
que nos situamos en la posición del científico natural intentando reprodu-
cir sus mecanismos experimentales y su matematización. La apropiación
mimètica de la cientificidad es la que sigue el psicoanálisis, poco preocu-
pado por el marco experimental y por las teorías falsables. La tercera vía
de utilización científica hace un uso lateral de la misma utilizando su ter-
minología de forma metafórica. La matamodelización que pone en mar-
cha el esquizoanálisis pretende huir de cualquier reduccionismo y por ello
abandona de forma consciente los paradigmas cientificistas en beneficio
de nuevos paradigmas ético-estéticos (CS, 47-50).
Para Guattari (y Deleuze) el arte es un medio de pensamiento tan le-
gítimo como la filosofía o las ciencias. En efecto, los tres son redes ten-
didas sobre el caos con el objeto de establecer cierto orden, siempre par-
cial, en el mismo, y su conjunción, siempre heterogénea, constituye el
Cerebro. El artista retoma del caos Variedades' que no reproducen nada
dado previamente sino que construyen un 'ser de la sensación, capaz de
iluminar en un instante. El arte lucha contra el caos para hacerlo sensi-
ble y en esta lucha pretende también superar los clichés de la opinión
dominante (QEP, 192). La obra de aite se da como un 'bloque de sen-
saciones, como un puro ser de sensación, como una variedad, como un
conglomerado de perceptos, no de percepciones que envíen a la cosa
percibida, y de afectos, no de sentimientos, que envíe al sujeto que sien-
te. Las fuerzas se muestran el arte como perceptos y los devenires como

-177^
afectos. El contacto con las fuerzas cósmicas no-humanas produce de-
venires no-humanos animales, moleculares, en los individuos (QEP, 173).
El arte se basa en la composición, en la estructuración de la materia para
conseguir que la obra artísrica se sujete, se sostenga por sí misma, sin refe-
rencia a nada exterior a ella. La composición supone un trabajo sobre la
sensación, la construcción de una sensación peculiar determinada. La
composición da lugar a dos planos: el plano de composición técnica y el
plano de composición estética que no se reduce a la mera técnica. El arte
realiza la sensación en el material haciendo que dicho material pase a la
sensación a la que da lugar y convirtiendo a la materia en expresiva. La
obra de arte se configura como un objeto parcial que actúa como vec-
tor de subjetivación en el seno de los territorios existenciales y que no
presenta más que una autonomía relativa, al contrario que sucedía en la
estética romántica que autonomizaba la obra de arte del resto de los
objetos y además deificaba al artista como un demiurgo.

Guattari, junto con Deleuze en Mil Mesetas, reelabora la disdnción


entre arte clásico, arte romándco y arte moderno, en el marco del aná-
lisis de los ritornelos. El arte clásico se basa en una relación forma-subs-
tancia, siendo esta última una materia 'informada. Dicho arte se con-
fronta con las fuerzas del caos a las que trata de dominar mediante la
imposición de Formas. Con el romanticismo el panorama cambia: el
artista ya no pretende ser un creador universal sino que entra en rela-
ción con el territorio y la Tierra, se territorializa, entra en un dispositi-
vo territorial. El artista romándco ya no se enfrenta al caos sino a lo
subterráneo, a lo sin-fondo. La pretensión no es tanto crear como fun-
dar sobre un suelo firme. Mientras que el artista clásico habita en el me-
dio, el artista romántico vive el territorio, pero lo vive como irremedia-
blemente perdido, y se vive a sí mismo como errante, como exiliado,
como viajero perpetuo. El acople perfecto entre materia y forma que ca-
racteriza al clasicismo se ve en el romanricismo deshecho: la forma en-
tra en un devenir continuo y la materia ya no es un caos que dominar
sino la materia en movimiento de una variación continua. Con el

-178^
romanticismo todo fluye. La materia se convierte en materia de expre-
sión y la forma deja de ser un código que doma las fuerzas del caos para
convertirse ella en fuerza, en el conjunto de las fuerzas de la tierra (MP,
419). Lo que le falta al romanticismo, al menos al romanticismo sep-
tentrional, es el pueblo; el héroe romántico es un héroe mítico, de la
tierra, y no un héroe del pueblo, histórico. El romanticismo sucede,
como una canción, entre el Uno-solo del alma y el Uno-todo de la tie-
rra (MP, 420).
La época moderna, postclásica y postromántica, es la época de lo cós-
mico, ya que en ella "el dispositivo no afronta ya las fuerzas del caos, no
profundiza ya en las fuerzas de la tierra o en las fuerzas del pueblo, sino
que se abre sobre las fuerzas del Cosmos" (MP, 422). El arte moderno
se enfrenta a otro problema que el clásico o el romántico: el de captar
las fuerzas cósmicas invisibles y convertirlas en visibles. Como decía
Klee, se trata de 'hacer visible más quede reproducir lo visible. Hay que
hacer captable un Cosmos 'energético, informal e inmaterial'. Dicho
arte ya no se basa en formas ni en temas sino en intensidades, en fuer-
zas, en densidades y su problema es "^cómo consolidar el material, cómo
hacerlo consistente, para que pueda captar estas fuerzas (cósmicas) que
no son sonoras, ni visibles, ni pensables?" (MP, 423). El ardsta contem-
poráneo tiene que salir de los medios, salir de la tierra y devenir cósmi-
co; para ello actúa sobre materiales y no ya sobre materias: un material
es una materia molecularizada; está en relación con las fuerzas que tiene
que captar; y se define por las operaciones de consolidación que hace
de él algo capaz de captar las fuerzas cósmicas gracias a la moleculari-
zación de las materias que lo constituyen (MP, 426). La relación de este
artista con la tierra y con el pueblo ha cambiado, a través de la despo-
blación conecta con un pueblo cósmico completamente desterritoria-
liazado; a través de la desterritorialización conecta con una tierra cós-
mica que ha perdido su referente en un territorio determinado.
Lo clásico, lo romántico, lo moderno, tal como los presenta Deleuze
y Guattari no son tanto tres etapas sucesivas como dispositivos que su-
ponen relaciones diferentes con la Máquina. Las tres formaciones coe-
xisten entre sí: siempre la pintura ha tenido que hacer visible lo invisi-

-179^
ble, más que reproducir lo visible, y siempre la música ha tenido que
hacer audible lo inaudible más que reproducir lo audible. Y la libera-
ción de lo molecular estaba ya en germen en el clasicismo en la desestra-
tificación de las materias del contenido y en el romanticismo en la des-
codificación de las materias de expresión (MP, 428).

Además de en el aspecto epistemológico, la Estédca aparece a lo lar-


go de toda la obra de Guattari, como un campo de prueba de sus con-
ceptos. Empecemos por su aplicación a la literatura, en la que destacan
los estudios sobre Kafka, Proust y Genet.
En el libro sobre Kaflca, Guattari y Deleuze además de desarrollar la
noción de minoría a la que ya hemos aludido, nuestros autores hacen
una presentación muy interesante de la obra del judío checo, que se les
presenta como un rizoma, como una madriguera con múltiples entra-
das que invita más que a la interpretación a la experimentación. En
dicha obra están en funcionamiento más bloques de infancia que re-
cuerdos de infancia. La obra de Kafka es cuestión de política real no de
imaginación ni simbolismo, es cuestión de máquinas y no de estructu-
ras ni de fantasmas. Las máquinas de Kafka están constituidas por ma-
terias y expresiones en diferentes grados de formalización y por mate-
rias no formadas que transitan a su través, dando lugar a líneas de fuga.
Lo que anima estas máquinas es el deseo, un deseo que no es forma sino
proceso (K, 11-18). En la obra de Kaflca vamos más allá del Edipo en
el sentido que no son las instancias históricas, políticas, económicas las
que se reducen a la familia, sino por el contrario la familia y especial-
mente el padre quien condensa esas fuerzas exteriores que exigen sumi-
sión. Frente a la inhumanidad de estas fuerzas exteriores, los héroes de
Kafka responden mediante un devenir animal, inhumano, devenir cu-
caracha, rata, chimpancé, etc. Los animales no son aquí arquetipo,
sustituciones del padre sino des tetri torializaciones de lo humano, de-
venires, aperturas de lo humano a virtualidades inéditas y novedosas.
Movimientos intensivos en los que los contenidos se deshacen de sus
formas. Productos de una evolución a-paralela, no simétrica, los deve-

-180^
ñires son "una captura, una posesión, una plusvalía, nunca una repro-
ducción o una imitación" (K, 25). La transformación del Edipo pro-
duce dos efectos principales: el descubrimiento de las fuerzas (econó-
micas, burocráticas, políticas) que actúan a través de los triángulos
familiar y su apertura mediante una serie de líneas de fuga que dan
lugar a devenires animales huérfanos (K, 26).
La lengua de Kafka no es tanto una lengua de minorías, no es el che-
co o el jiddish, sino una utilización menor de una lengua mayor, el ale-
mán, al que se le somete a un devenir que lo desterritorializa, lo convier-
te en nómada y lo abre a nuevas posibilidades mediante un uso intensivo
asignificante del mismo. Kafka habita su idioma, el alemán, corho si fiiera
extranjero. La literatura de Kafka es un ejemplo de literatur^menor, otro
ejemplo lo constituye la literatura de Becker, irlandés qi|ie escribe en
inglés y en francés. Las literaturas menores construidas en lenguas mayo-
res tienen las siguientes características: desterritorialización de la lengua
en la que se expresan; conexión inmediata con la polídca; v^or colectivo
más que individual (K, 28-32). Estas características se dan eh la literatu-
ra de Kafka, de Becker, de Carmelo Bene, etc. \
La literatura de Kafka se muestra como una máquina dc.expresión
con varios componentes: las cartas, los cuentos y las novelas. Las cartas
son un pacto con el diablo que trata de exorcizar la conyugalidad pero
que no impiden la vuelta de la culpabilidad. Los cuencos establecen un
devenir animal tratando de buscar una salida, una línea de fuga ante una
situación imposible. Las novelas ponen en funcionamiento dispositivos
maquínicos que permiten obtener con piezas y engranajes humanos
efectos inhumanos de violencia que llegan mucho más lejos que los
obtenidos gracias a los animales (K, 45-65). Dichos componentes se
relacionan entre sí pero no se reducen unos a otros y conservan su
especificidad en la máquina literaria kafkiana.
A Kafka dedica Guattari otro trabajo con motivo de la exposición en
el Centro Pompidou 'El siglo de Kafka' en 1984, titulado: "Kafka: pro-
ceso y procedimientos" en el que analiza la evolución de la escritura de
Kafka de unos 'procedimientos' iniciales en los que secuencias contem-
plativas daban lugar a resonancias poédcas hasta la 'crisis procesual' que

-181^
tuvo lugar en los años 1912-1914. El Proceso se encuentra en el umbral
de dicho cambio entre el procedimiento y el proceso, en el paso de una
textura significante a un proceso asignificante, cambio creativo correla-
to de la crisis efectiva que le llevó a romper con Felice de forma parale-
la al comienzo de la escritura de El Proceso (AH, 264-271).
Proust es otro autor que recibe mucha atención de Guattari, que le
dedica una parte importante del Inconsciente maquínico., titulada "Los
ritornelos del tiempo perdido". La idea fundamental consiste en afir-
mar que los ritornelos del devenir femenino del autor se convierten en
un devenir creador, librándose de los callejones sin salida y de los aguje-
ros negros en los que se hunden los amores de Swan y la homosexualidad
directa del barón de Charlus. Al bordear el agujero negro pasional, al
convertirse en una 'gra(fe)mática' el ritornelo genera unos efectos creari-
vos de lectura perceptiva y de escritura creadora. El ritornelo convierte el
devenir femenino en un devenir creativo capaz de transformar diagramá-
ticamente la vida en escritura (IM, 294). El desarrollo de la creación ar-
tística del autor amplia la gama de las materias de expresión, asocia el
devenir femenino con la componente de la escritura y convierte los ri-
tornelos musicales en una serie de leitmotivs trans-semióticos organiza-
dos en un plano de consistencia maquínica (IM, 296). El narrador sus-
tituye los recuerdos de infancia por tm bloque de infancia creativo que
transforma "la memoria en imaginación y la percepción en creación".
Al rostro, tan importante en las relaciones entre Swan y Odette y en las
primeras relaciones del narrador con Alberdna, que va a producir un
agujero negro en el que se precipita el propio Swan, lo sustituye una
máquina literaria que combina los personajes, los rostros y los afectos
en el rizoma viviente de la obra cuya vocación consiste precisamente en
neutralizar y abolir los efectos del agujero negro (IM, 300).
Guattari comenta el libro de Genet, Un cautivo enamorado, que re-
crea su visita a los campos de los refugiados palesdnos en el Líbano. Lo
que nuestro autor recalca de Genet es su negación constante a adoptar
la posición del escritor. Recomando a Sartre, para Guattari, Genet tuvo
tres transformaciones: la del ladrón, la del esteta y la del escritor, por las
que pasó del acto al gesto, del gesto a la palabra, y de la palabra a la

-182^
obra. En Genet podemos encontrar una dinámica creativa irresistible,
una 'praxis procesual', previa a la vida y previa a la obra, que le ha hecho
mantener a lo largo de toda su vida tres locuras; la locura del deseo, la
de la revuelta, la de la belleza; esto hace que la sublimación no tenga
ningún papel en él. Genet vive en lo real más allá de todo imaginario y
de todo simbólico (CS, 273). Dicha praxis procesual le permite pasar de
una 'fabulación desrealizadora a una creación de 'imágenes fabulosas pro-
ductoras de lo real' y que se despliegan en tres niveles: la cristalización
modular del sentido merced a la cual los horrores máximos de la prjáón
se pueden transformar, pueden cambiar su signo y convertirse en i titen-
sos valores erótico-estédcos; la construcción polifónica de imágenes abu-
losas capaces de crear otro real correlativo de otra subjetividad y el \nivel
sinápdco de los operadores existenciales, es decir unos dispositivos', a la
vez psíquicos, materiales y sociales capaces de producir un nuevo tipó de
enunciación y una nueva producción subjetiva (CS, 278-290). \
N o sólo los autores consagrados recibieron la atención de Guattaiú,
éste también se dedicó a autores noveles como Elisabeth D. con la que
comentó su primera novela, Sa majesté. Titi, les grafitti, en la que salu-
da su poesía como "una forma de lucha, de guerra secreta contra el
mundo de las significaciones dominantes, de las redundancias opresi-
vas", como la apertura y afirmación de "una grieta, de un proceso pro-
liferante de creación" (AH, 247).

En el campo de la pintura Guattari reflexiona sobre obras de Merry


Jolivet, Gérard Eromanger, Balthus. Del primero nuestro autor destaca
la capacidad para dejar de ver los colores como algo natural, para no
distinguir entre la naturaleza y la ciudad, siempre con el objetivo de
romper con el imperialismo de la significación sobre los colores. Esa
ruptura con la significación se lleva a cabo en tres fases: la renuncia a
todo simbolismo y a toda interpretación; concentrar el maquinismo de-
seante sobre los puntos más débiles de las codificaciones perceptivas;
por último, romper el muro del significante, produciendo un nuevo ti-
po de semiotización más allá del yo y de la persona. Más que añadir

-183^
cosas al mundo en forma de un suplemento de información o de signifi-
cación, la pintura de Jolivet busca ayudarnos a deshacernos de nosotros
mismos (AH, 235-238).
Por su parte, la pintura de Fromanger la retoma Guattari en tanto
que pintura que presenta en acto el propio acto de pintar. A través de
la abstracción y posteriormente a través de la vuelta al realismo Fro-
manger ha tratado de elaborar las realidades y las significaciones domi-
nantes para extraer de las mismas nuevos materiales pictóricos. Para ello
ha roto y reconstruido tanto las relaciones de expresión como las relacio-
nes del contenido. Ha separado el color de las figuras con las que éste se
encuentra generalmente relacionado y los ha puesto en conexiones inédi-
tas sometiéndolos a un fenómeno de transcodificación. La pintura próce-
sual de Fromanger ha roto con el ideal identitario que rodea a la pintura
contemporánea en beneficio de la expresión de nuevas formas de subjeti-
vación murantes y esto lo logra mediante una combinación original en
cada cuadro de unas semióticas asignificantes en la expresión y un conte-
nido todavía significativo, combinación por ejemplo de unos colores des-
terntorializados y de la silueta del cuerpo humano (H, 248-258).
Sobre Balthus, Guattari lleva a cabo una interesante reflexión me-
diante la comparación de las diversas versiones de un cuadro de 1929,
1933 y 1952, titulados respectivamente La rué, La rué y El pasaje del
comercio Saint André y que representan una serie de personajes en una
calle del viejo París. Sobre las tres telas Guattari despliega tres ideas: en
primer lugar, la irreductible polivocidad de las componentes de la
expresión que intervienen en la producción de un efecto estético: com-
ponentes que presentan formas reconocibles que dan lugar a efectos de
senndo; componentes portadores de mensajes culturales e históricos;
por úldmo, las componentes asignificantes producidas por los juegos
de líneas y por los afectos producidos por el color. Todas estas compo-
nentes heterogéneas y plurales se combinan para producir el efecto esté-
tico, que una vez se escora hacia un tipo de componentes y otras veces
hacia otro. La segunda idea remite a que las rupturas estéticas de la dis-
cursividad son heterogénesis ya que producen una multiplicidad de
registros heterogéneos asignificantes y productores de nuevas significa-

-184^
dones. Por último, la tercera idea alude a una 'fractalización procesual',
a un proceso de fractura molecular de las formas, que por un lado per-
mite la extensión indefinida por homotecia interna, es decir por itera-
ción de un módulo o de una operación que se repite, y por otro, tien-
de a perder cualquier contorno fijo. La desarticulación de los motivos
icónicos que pone en entredicho la oposición entre la figura y el fondo,
y la composición asignificante de las líneas y los colores que pulveriza
la materia pictórica dan lugar un operador estético con capacidad de
generar mutaciones subjetivas. Esta operación estética permite el es-
capar de una representación clausurada en sí misma; de igual manera
permite una reconsideración de las referencias ontológicas y de las
dimensiones existenciales de la enunciación que produce una resingu-
larización permanente; por último, al escapar a las constelaciones de
sentido preestablecidas da lugar a nuevos campos significativos auto-
referenciales de expresión que pueden ser considerados como instancias
autoproductoras de nuevas subjetividades (CS, 322-331).

En relación con la arquitectura Guattari plantea cómo es posible practi-


cada todavía cuando su objeto ha estallado. Lo cual supone que hay que
recomponer la enunciación arquitectónica e incluso el oficio de arquitecto.
Éste no se puede limitar a ser un plástico de formas construidas sino que
tiene que ser un revelador de los deseos vehiculados por el espacio. En este
sentido el concepto arquitectónico tiene dos componentes: una, discursiva,
del orden del percepto y otra, no-discursiva, del orden del afecto. Lo que
definiría hoy al arquitecto es su capacidad de captar los afectos de la enun-
ciación espacial, que puedan ser capaces de fiincionar como un catalizador
de las semióticas espaciales capaces de hacernos salir de nosotros mismos y
de ponernos en contacto con campos posibles inéditos. La arquitectura ten-
drá que ser capaz de producir un enriquecimiento existencial a través de la
generación de un acontecimiento que pueda resingularizar el deseo y los
valores en una coyuntura histórica dada (CS, 2292-293; 300-301).
También se puede situar en este ámbito de tratamiento del espacio his-
tórico vivido, el comentario que Guattari realiza sobre un curioso libro

-185^
dedicado a las catacumbas parisinas y a sus sorprendentes amantes, los
catáfilos'. La ciudad subterránea es el sustrato de un deseo desbordan-
te que subvierte la sociabilidad típica de la ciudad de arriba. El rizoma
de las catacumbas se constituye en una máquina deseante loca que lleva
la vida a un nivel desbordante, dando lugar a formas de sociabilidad y
de habitabilidad de la ciudad inéditas que ponen en entredicho las for-
mas habituales de vivir la ciudad (AH, 239-242).

Dejamos para el final el tratamiento de la fotografía ejemplificada en


los retratos de Keiichi Tahara y las reflexiones sobre un cine menor y
minoritario que puede sin embargo producir efectos de masa ines-
perados.
Las fotografías de Tahara dan lugar a una máquina productora de ros-
tro que presenta tres componentes: un corte desterntorializante del ros-
tro debido al uso de la luz y del encuadre que ha desestabilizado el con-
junto de rasgos que lo constituye; una ruptura fractal de la mirada que la
autonomiza de la cara; por último, una proliferación inédita de significa-
ciones adjuntas al nombre propio del retratado que dan lugar a una trans-
ferencia existencial de la enunciación (CS, 311). Este tratamiento que
desterri torializa y de-subjetiviza el retrato construye el rostro de forma
prócesual como si fuera un paisaje a partir de los rasgos previamente dis-
juntos por el encuadre y la luz. Las fotografías de Tahara llevan a cabo un
descuadre radical del acto fotográfico que produce como efecto una sub-
jetividad maquínica qtie más que denotar al individuo retratado se cen-
tra sobre la enunciación visual del propio acto fotográfico. Este descua-
dre pone en entredicho la tradicional relación entre la figura y el fondo.
Posteriormente, una técnica de manipulación de la superficie tomadas de
la pintura, como frotages, coloraciones, manchas diversas, etc., hace que
la atención se aparte de nuevo del motivo fotografiado para centrarse en
su presentación icònica inédita. Las fotografías de nuestro autor deshacen
el senddo común de las formas y abren dichas formas a unos sentidos
nunca vistos pardcipantes en unas armonías y desarmonías muy origina-
les (AH, 260-263). La construcción de la subjetividad que se desprende

-186-
de estos retratos es maquínica al estar mediada por la máquina técnica y
además desarrollas unas potencialidades virtuales que la fotografía mera-
mente representativa e icónica nunca logra alcanzar.
En La revolución molecular, Guattari dedica varios trabajos al cine
como arte menor centrado en una serie de películas que ponían en esce-
na diferentes experiencias psiquiátricas que en principio se presentaban
como obras minoritarias y que sin embargo consiguieron una audien-
cia considerable. Estas películas eran minoritarias en el sentido no tanto
de que estaban dedicadas a pocos espectadores sino en el sentido técni-
co de la palabra minoritario, es decir, al servicio de minorías políticas
que desafían el poder establecido. Un arte mayor siempre está al servi-
cio del poder, por eso la oposición no está tanto entre artes mayores y
artes menores, sino en los usos mayoritarios y minoritarios del mismo
arte. Un arte como el cine que en nuestras sociedades suele estar al ser-
vicio del poder al contribuir a crear y estabilizar un tipo de subjetividad
infantiloide completamente funcional al capitalismo, puede tener un
uso minoritario si logra fabricar y comercializar un producto que ponga
en entredicho los valores dominantes, tanto en el nivel de los conteni-
dos como en el de la forma. El cine puede ser tanto una máquina de
interiorización de la represión como una máquina de liberación del
deseo (RM, 225). Estas películas minoritarias suelen expresar relaciones
intensivas de deseo moleculares, prepersonales y presubjetivas. Sus pro-
tagonistas suelen ser haeccidades más que personas, es decir ambientes,
atmósferas, constelaciones de perceptos y afectos. Frente a este arte me-
nor el arte mayor produce modelos de desear compatibles con las axio-
máticas capitalistas, constituyendo a través de semióticas específicas un
tipo de 'realidad' dominada por la equivalencia generalizada que impo-
ne el capital. El cine en tanto que arte menor pone en juego una serie
de semióticas asignificantes que cuestionan los significados y sentidos
dominantes (RM, 226).

El cine puede también tener su utilidad en el campo del esquizoaná-


lisis ya que a través de él el inconsciente no se manifiesta igual que en
el diván ya que en parte al menos escapa a la dictadura del significante
al no reducirse a un hecho de lenguaje, ya que el cine pone en juego

-187^
varias semióticas no todas significantes, semióticas de imágenes, de soni-
dos, etc. que sólo en un movimiento posterior, sintagmático, se confi-
guran como géneros fijos y como personajes estereotipados. El cine en
tanto que dispositivo maquínico dester ri torializa las coordenadas per-
ceptivas y deícticas y construye un mundo mítico independiente en prin-
cipio de los mitos psicoanalídcos que a través de sus medios semiódcos
específicos entra en conexión directa con los procesos semiódcos del
espectador que lo ponen en relación con la realidad transformándolos y
enriqueciéndolos (RM, 235-236) y produciendo efectos de desubjetiva-
ción y desindividuación de la enunciación.
La narratividad cinematográfica es, para Guattari, uno de los medios
más importantes en la actualidad de producción de subjetividad.^ La
aparición del cinematógrafo ha tenido un impacto muy importante en
la construcción de la subjetividad contemporánea. Valores, costumbres,
sentimientos han sido introducidos en las subjetividades a partir de su
aparición en las películas de éxito. Igual que las novelas decimonónicas
fueron decisivas en la constitución de la subjetividad del siglo XIX, las
películas de amor, de guerra, del oeste han vehiculado cambios en las
actitudes de amplias masas de la población a lo largo de todo el siglo
XX. Loa antiguos marcos de constitución de la subjetividad se vieron
revolucionados por la difiisión masiva del cine que contribuyó de forma
decisiva a construir una subjetividad homogénea a lo largo de todo el
mundo. El cine ha supuesto el primado de la imagen sobre la palabra y
además ha eliminado los tipos provincianos y vernáculos de subjetivi-
dad en aras de una subjetividad unitaria a nivel mundial, subjetividad
que presenta muchos rasgos infantiloides.

7. Cf. Guattari, "Le cinema, la grand-mere et la girafe". Chimères, n° 26, otoño de


1995, p. 1.

-188^
CONCLUSIONES

¿Qué sentido tiene hoy, en ios inicios del siglo XXI dedicar nuestra
atención a la obra de Félix Guattari en sus diversos aspectos: crítica de
la psiquiatría y el psicoanálisis, reflexión teórica y práctica sobre la polí-
tica de izquierdas, elaboración de modelos ontológicos y, por último, su
noción de ecología?
En primer lugar, puede ser interesante el intento de elaborar ima psi-
quiatría materialista que recogiera en una síntesis las aportaciones freu-
dianas y marxianas, dotando al marxismo de una teoría del deseo y al
psicoanálisis de una dimensión política y una inserción social. Estas
aportaciones muy novedosas en los años setenta hoy están comple-
tamente asumidas y la vida cotidiana, los aspectos individuales, las
cuestiones del género, la vida sexual, el cuidado de sí, etc. son elemen-
tos esenciales no sólo para la publicidad y el marketing sino también
para la agenda política. No hay diferencia entre la vida privada y los
diversos roles que desempeñamos en la vida social.
El modelo que inspiraba el pensamiento y la acción de Guattari en
el campo psiquiátrico no era tanto la neurosis como la psicosis, pero no
cualquier psicosis sino concretamente el polo esquizoide, abierto a la
novedad y a los devenires, que actúa como una cabeza buscadora de ele-
mentos inéditos y no el polo paranoide, que busca certezas inamovibles
y se invagina en una espiral de muerte y terror. Guattari apostaba por
la vida, por la afirmación, por la alegría y rechazaba la tristeza asociada

-189^
al predominio de los curas, de todo tipo de curas, también los curas lai-
cos del psicoanálisis y del comunismo tradicionales.
Por otro lado, Guattari a lo largo de sus variadas militancias políticas
desarrolló una crítica implacable del socialismo real y de las políticas
desarrolladas por los partidos Comunistas occidentales sin por ello con-
vertirse al neoliberalismo y abjurar de su compromiso con la izquierda.
La política que defendía Guattari era una política de lo micro, de lo sin-
gular, una estrategia transversal centrada sobre los márgenes, que no ex-
cluía, sin embargo la conexión con la política institucional clásica cuan-
do venía al caso. Su apuesta era por la creación de grupos sujetos capaces
de convertirse en dispositivos colectivos de enunciación, es decir de tener
voz propia en la sociedad. Dichos grupos sujetos tenían ima estructura
jerárquica flexible, ni rígidamente piramidal ni horizontalmente anár-
quica, sino transversal. Estos grupos sujeto entraban en relación creati-
va con el exterior y además se sabían finitos y mortales, no se concebían
a sí mismos como eternos. Eran medios para desarrollar las luchas, im-
pulsar los devenires creativos, establecer líneas de fuga, producir cabezas
buscadoras de novedad, y no fines en sí mismos.
Por último, en sus reflexiones ecológicas no se limitó a luchar por la
conservación del medio ambiente natural sino que defendió con ardor
que el medio ambiente social y el medio ambiente cultural eran ele-
mentos que había que conservar frente a los efectos devastadores que
sobre ellos está teniendo el desarrollo salvaje del capitalismo, con su
destrucción de las redes convivencíales comunales y la imposición del
pensamiento único que destruye la proliferación de visiones alternati-
vas del mundo.
Esta lucha plural y polimorfa la desarrolló a través de una escritura
densa y abigarrada que nunca logró liberarse del todo de la sumisión a
un cierto estilo lacaniano, basado en giros elípticos y un desmesurado
gusto por los matemas, por los gráficos, que muchas veces en lugar de
ayudar a comprender lo escrito añaden a éste una dificultad suplemen-
taria. El discurso transcurre de forma metonimica sin una estructura
aparente. En eso no logró parecerse a su amigo Deleuze, cuya escritura
es también densa pero ajustada a una estructura sistemática férrea. Esta

-190^
dificultad se hace más patente en los libros en los que presenta modelos
ontológicos propios en los que los conceptos se hilvanan en un discurso
autorreferente al que es a veces difícil buscar referentes reales. En sus es-
critos psiquiátricos, polídcos y ecológicos estas dificultades están mucho
menos presentes. De igual manera en su conversación los elementos
extraconceptuales, páticos, afectivos, se imponían sobre la sequedad de
los conceptos en tanto que elementos meramente cognitivos. En el flujo
escritural de Guattari cada concepto llevaba en torno suyo una constela-
ción de imágenes que lo modulaban.
Sus últimas reflexiones sobre la sociedad mediática y su posible supe-
ración son de gran interés. Guattari al contrario de la mayoría de los
analistas de la sociedad y la cultura de masas que ya desde el final de la
Segunda Guerra Mundial se va imponiendo en Occidente, no es un
apocalíptico' que rechace en su conjunto estas nuevas tecnologías como
si fiieran un producto diabólico. Tampoco es un 'integrado' que vive en
el seno de esta sociedad y esta cultura de forma cómoda y aproblemática.
Por el contrario, Guattari considera la sociedad y la cultura que nos ro-
dean basadas en la informática y los medios de comunicación masiva
como un desafío, como una oportunidad, más que como una condena
inevitable. El acceso fácil y gratuito a las grandes bases de datos, así como
la posibilidad de transmitir información en tiempo real de manera ins-
tantánea a todo el mundo, puede ser una nueva trampa capitalista que re-
fuerza la alineación de los individuos, pero puede ser también una opor-
tunidad fabulosa para generar información que no toda ni siempre puede
ser controlada. La red de Internet es un rizoma descentrado de múltiples
entradas cuyas posibilidades sólo ahora comenzamos a vislumbrar. Guat-
tari, fiel en eso al Marx más desarrollista y prometeico, siempre apostó
por el desarrollo de las fuerzas productivas, en tanto que mecanismo
inmanente y autoimpulsado que sólo en parte y durante cierto tiempo
puede ser controlado por las relaciones sociales de producción. Su crítica
del capitalismo actual no se deriva sólo de premisas éticas (no se puede
olvidar su núcleo sartreano que nunca abandonó), sino que se basa en
que dichas relaciones de producción se han convertido en parasitarias res-
pecto a un proceso de producción mundial integrado y autónomo. El

-191^
capitalismo ha pasado de ser un vampiro que succiona la sangre viva de
la fuerza de trabajo pero que aún cumplía una función de coordinación
Y de estructuración de la producción a convertirse en un simple parási-
to, absolutamente innecesario para el proceso inmanente de la produc-
ción mundial integrada.
Su filosofía se centraba más en el devenir que en el ser, en los proce-
sos que en los entes acabados, era una filosofía perspectivista, sin suje-
to, una filosofía más de la subjetivación que del sujeto. La temática que
una y otra vez rondaba la obra de Guattari era la de la subjetividad:
¿cómo constituir subjetividades alternativas?, ¿cómo consdtuirse uno
mismo como subjetividad? Le interesaban los procesos de subjetivación,
procesos que iban siempre más allá o más acá del yo, dado que para
Guattari todos éramos grupiisculos. El yo queda disuelto en una miríada
de máquinas deseantes, constituidas como focos de subjetivación múld-
ples. Igual que Foucault, igual que Deleuze, Guattari sabía que las luchas
de nuestra época se nucleaban en torno a la cuestión de la constitución
de la subjetividad: subjetividades sumisas a las insinuaciones del poder o
subjetividades alternativas, subversivas que resisten y buscan mutaciones
subjetivas en las formas de vivir y de pensar. La subjetividad, según la
entendía Guattari, no era un centro de actividad clausurado como una
cindadela inexpugnable, sino más bien una serie de flujos, de conexio-
nes, de conmutaciones continuas. La subjetividad es el resultado de una
heterogénesis, es decir de una génesis que conjuga una pluralidad de ele-
mentos heterogéneos y a veces hasta disparatados. La consdtución de la
subjetividad no supone tanto la sumisión de lo otro a lo mismo sino más
bien, la subversión radical de lo mismo por lo otro. La subjetividad no
supone una identidad fija, clausurada y cerrada sobre sí, sino apertura a
lo otro, al exterior. N o hay interior sin un exterior, más aún el interior
sólo tiene sentido como el interior de un exterior, como la invaginación
del exterior sobre sí mismo. La subjetividad, como la vida, es el resul-
tado de un proceso de diferenciación, de comercio con el exterior, de
apertura a lo otro, de despliegue y actualización de las virtualidades
contenidas en nosotros, de construcción en fin de territorios existen-
ciales abiertos a la creación y la experimentación de nuevas formas de

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pensar, de sentir, de vivir en suma. La subjetividad supone también un
compromiso entre el caos y el orden: la subjetividad lanza redes de sen-
tido sobre el caos, pero es consciente de que dicho caos nunca se agota
del todo. La realidad global en su conjunto más que un mundo, más
que un cosmos ordenado es un caosmos, un compromiso inestable y
precario entre el orden y el caos.
Su apuesta final por un paradigma ético-estédco irreductible a cual-
quier cientificismo, captó de nuevo de forma intuitiva y anticipatoria la
esencia de los tiempos actuales sumergidos en una estetización difusa
que ha dispersado el arte en el diseño y ha revalorizado el papel de los
sentidos y lo sensible conectando en cierta forma el arte y la vida. En
este sentido la sociedad mediática postmoderna ha realizado el sueño de
las vanguardias artísticas de disolver el arte en una vida cotidiana enri-
quecida, frente al uso burgués del arte que lo reducía a los domingos,
para dotarse de un halo de espiritualidad, de un suplemento de alma
que ocultase el prosaísmo de la explotación capitalista. El arte ha servi-
do, desde el romanticismo al menos, de modelo de una nueva forma de
vida y de individualidad. El arte ha sido el laboratorio donde se han
experimentado nuevas formas de sensibilidad y de experiencia, y en ese
sentido el arte y especialmente el arte vanguardista ha contribuido a ex-
plorar nuevas formas de contemplar el mundo, ha permitido el desarro-
llo de potencialidades virtuales, mostrando la versadlidad de la experien-
cia humana. El aspecto principal que Guattari recogía de la estética era su
referencia a la creación, a la búsqueda constante de novedad que ha
constituido el arte desde siempre. El arte no reproduce la realidad sino
que la recrea, añadiendo artefactos inéditos que aportan dimensiones
ontológicas nuevas respecto de los objetos naturales. El aspecto princi-
pal que recogía de la ética, era la noción de responsabilidad, de necesi-
dad de tener en cuenta los resultados de nuestras acciones. Su método
era pues ético y estético, responsable y creativo, pero al contrario de las
corrientes cientificistas predominantes en su época en las ciencias socia-
les, no pretendía que existiera una ciencia exacta capaz de suplantar a la
ideología. Por el contrario, su apuesta por el pluralismo le lleva a pen-
sar que cada actividad humana contribuye a conocer y a transformar el

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mundo aportando elementos de verdad que no se agotan en la verdad
científica.
Por todo lo anterior, pensamos que un libro sobre Guattari no es
ocioso Y puede, en cambio, contribuir a la elaboración de esos nuevos
paradigmas del pensamiento y de la acción capaces de dar una respues-
ta adecuada a los retos de la sociedad mediática actual que sea capaz de
abrida en dirección a una sociedad postmediádca en la que los indivi-
duos puedan aprovechar realmente las inmensas posibilidades abiertas
por la globalización y por la revolución infiDrmática y tecnológica en
general en curso.

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BIBLIOGRAFÍA BÁSICA

Obras de Félix Guattari en solitario

Psychanalyse et transversalité, Maspero, 1972.


La Révolution Moléculaire, Recherches, 1977 (2- ed. 10/18, 1980).
V inconscient machinique. Recherches, 1979.
Les anées d'hiver,1980-1985, Bernard Barrault, 1985-
Cartographies Schizoanalytiques, Galilée, 1989.
Les trois écolones, Galilée, 1989.

En colaboracion con Gilles Deleuze y todas en Minuit

L'ÂntiOedipe, 1972.
Kafka.Pour une littérature mineure, 1975.
Rhizome, 1976.
Mille Plateaux, 1979.
Qu'est-ce que la Philosophie, 1991.

En colaboracion con Toni Negri

Les nouveaux espaces de liberté, Dominique Bedou, 1985-

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Traducciones españolas

Psicoanálisis y transversalidad, Siglo XXI, México, 1976.


Cartografías Esquizoanalíticas, Bordas Manan dal, Buenos Aires, 2000.
Las tres ecologías. Pretextos, Valencia, 1996.
ElAntiEdipo, Barrai, Barcelona, 1973. Paidós, Barcelona, 1985.
Kafka. Por una literatura menor. Era, México, 1978.
Mil Mesetas, Pretextos, Valencia, 1978.
¿Qué es la filosofía^, Anagrama, Barcelona, 1993.
Las verdades nómadas. Por nuevos espacios de libertad, Iralka, San Sebas-
tián, 1996.

Sobre Guattari

G. Genosko (ed), The Guattari Reader, Blackwell, Oxford. 1996.


G. Kaminsky (ed), Guattari. Cartografias del deseo. La Marca, Buenos
Aires, 1995.

Guattari en la red

La mejor información sobre la vida y l a obra de Félix Guattari se puede


encontrar en esta página web asociada a la revista Chimères que él
mismo fundó con Deleuze. Aquí se encuentran los seminarios de
1980 a 1988, una serie de artículos, trabajos en torno a su obra y
muchos vínculos interesantes.

http://vmw.revue-chimeres.org/guattari/guactari.html

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