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(3) Hasta hoy día sigue la polémica entre los historiadores sobre el
«período de la Revolución francesa». La mayoría acepta solamente los años
1789-1799, según la categórica opinión al respecto de Napoleón Bonaparte,
sin embargo, hay también opiniones distintas; Bernard Fay habla de los
años 17154815, E. Cabet de 1789 hasta 1830, Louis Blanc de 1789 a
1840, y muchos socialistas-marxistas prolongan este período hasta 1848,
o hasta 1871, e incluso hasta hoy día.
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(5) «Oui, c'est au Roi, —au Roi et à la Religion que les philosophes
en veulent; la hache et le marteau sont dans leurs mains; ils n'attendent
que l'instant favorable pour renverser le trône et l'autel! Oui, vos tem-
ples, Seigneur, seront dépouillés et détruits, vos fêtes abolies, votre nom
blasphémé, votre culte proscrit!— Mais qu'entends-je, gran Dieu! Que
vois-je! Aux cantiques inspirés qui faisaient retenir ces voûtes sacrées en
votre honneur, succedent dès-chants lubriques et profanes! Et toi, divi-
nité infâme du paganisme, impudique Vénus, tu viens ici même prendre
audacieusement la place du Dieu vivant, t'asseoir sur le trône du Saint
des Saints, et y recevoir l'encens coupable de tes nouveaux adorateurs!»,
vol. I, pag. 223.
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renda (8). Sin embargo, Jean Dumont (en la obra analizada más
adelante) lo considera «masón, sodalista esotérico y terrorista^
uno de los primeros militantes de los carbonarios» (9).
Louis Blanc, en su voluminosa obra Histoire de dix ans.
1830-1840, de la cual el quinto volumen está publicado en 1844,
no se refiere al período prindpal de la Revoludón francesa, es
decir,, a los años 1789-1799, sino a su prolongadón y a sus con-
secuencias políticas en los años 1830-1840, continuando de esta
manera la obra de Cabet.
Jules Michdet publica su obra Histoire de la Kévolution fran-
qcaise en siete (10) volúmenes, durante los años 1847-1853. Esta
imponente obra carece de una visión crítica y más bien tiene por
finalidad la elaboradón de una leyenda e, induso, de una místi-
ca, pues no se limita a una apología de la Revoludón francesa,
sino que llega a su divinizadón. Para Michelet, la Revoludón
francesa tiene d carácter de una rdigión laica y temporal, siendo
resultado de un proceso inmanente de la Historia. Michdet escri-
be: «He observado que los grandes y magníficos oradores, que
expresaban d pensamiento y los deseos del pueblo, injustamen-
te fueron considerados como actores de los acontedmientos. Sin
embargo, ellos solo redbían el impulso y no fueron los causan-
tes de él. El prindpal actor es d pueblo. Para descubrirlo y co-
locarlo en el lugar debido, he tenido que presentar a estas am-
bidosas marionetas en debidas y reales dimensiones y demostrar
cómo fueron manipuladas por el auténtico y único protagonista
de la Historia».
Entonces, para Michdet, d «pueblo» es el único protagonisr
ta de los acontecimientos históricos; no Dios, no d hombre, sino
solo el «pueblo», lo que supone la previa aceptadón de la vi-
sión hegeliana de la historia, es dedr, una visión inmanentista, la
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sin arte, a veces del corazón, simples explosiones del nuevo ge-
nio, la consolidación nueva que espera el mundo. ¿Bajo qué
forma? Diversa, según los lugares, los tiempos; que esta alma
tierna y potente resida en un individuo, que se extienda a un
pueblo, que sea un hombre, una palabra viviente, un libro, una
palabra escrita; no importa: es siempre Dios» <vol. II, pág. 13).
«Una fatalidad hostil existía por fuera que detuvo él alum-
bramiento de la Francia. ¿A quién acusar? ¿A quién echar en
cara el crimen de este alumbramiento frustrado? ¿Quiénes son
los que viendo a la Francia en apuro han encontrado las malas
palabras del aborto, los que han podido, ¡malditos sean!, poner
la mano sobre ella, impedirle su acción, forzarla a tomar la es-
pada y marchar al combate? ¡Maldito el que sorprendiendo .a un
Newton en el alumbramiento del genio estorba que nazca una
idea! ¡Maldito el que encontrando a la mujo: en el momento do-
loroso en que la naturaleza entera conspira con ella, ruega y llora
por etlla, impide a un hombre el nacer! ¡Maldito mil veces el que
viendo este prodigioso espectáculo de mi pueblo en el estado he-
roico, magnánimo, desinteresado, intenta dificultar, ahogar este
milagro del que nacía un mundo!» (vol. II, pág. 14).
Con este tipo de fraseología, Michelet llena centenares de pá-
ginas de sus siete volúmenes, sin contribuir nada a la historia de
la Revolución francesa. Desgraciadamente, es esta «historia» la
que, hasta hoy día, goza de mayor prestigio y formula opinión
sobre la Revolución francesa.
Para Michelet las personas creyentes y devotas son retró-
gadas: «... madame de Lafayette, mujer excelente, pero devota,
entregada como tal a las ideas retrógradas, y que hacía deqr
diariamente misa en su capilla por un clérigo no juramentado?
(vol. II, pág. 22).
Con ocasión de los acontecimientos del 16 de septiembre y
la carnicería de la Glacière, Michelet escribe: «las consecuencias
de estos acontecimientos han sido incalculables. La Revolución
se ofrecía al mundo con los brazos abiertos, inocente, amante,y
bienhechora, desinteresada, verdaderamente fraternal; el mundo
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H. P u b l i c a c i o n e s c o n ocasión d e l c e n t e n a r i o .
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(17) «Je ne sais si, à tout prendre et malgré les vices de quelques-uns
de ses membres, il y eut jamais dans le monde un clergé plus remarqua-
ble que le clergé catholique de France au moment où la Révolution l'a sur-
pris, plus éclairé, plus national... J'ai commencé l'étude de l'ancienne so-
ciété plein de préjugés contre lui; je l'ai finie plain de respect». Citado
por Jean D U M O N T , op. cit., pág. 1 5 5 . Es parecido el testimonio de T A I N E :
«J'ai lu vingt volumes des procès-verbaux de leurs Etats (LANGUEDOC, Pro-
vence, etc.). On ne peut voir de meilleurs citoyens ni d'administrateurs
plus intègres». Citado por Jean D U M O N T , op. cit., pág. 1 5 5 .
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(33) «Auprès des prêtres réfractiaires, les athées sont des anges» (Jean
DUMONT, p â g . 386).
(34) «Ce n'est donc pas un acte de sévérité que je vous propose en
rendant les religieuses à la société, c'est un acte de bienfaisance... Disper-
sons-les pour leur propre félicité. Associons-les comme malgré elles au bon-
heur de la Révolution» (J. D., op. cit., pag. 391).
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J a l vez, ningún, otro texto nos indica çon tanta claridad qué
fue y qué sigue siendo, para, los jacobinos , de ayer y de hoy, la
Ravolución francesa. . :,
Dos años más tarde aparece el culto «teofilantrópico» y sus
principios son expuestos en un manual compuesto por Cheminr
Dupontes, Manuel des théophilanthropes.. Se habla de Dios y de
la inmortalidad del alma, también de la Providencia, sin embar-
go, a este «dios» se lo identifica con la Naturaleza, y la Provi-
dencia está identificada con el orden natural; es, pues, evidente
que se trata de una vuelta a la religión natural de Newton y de
Rousseau. Las autoridades facilitan a esta nueva religión los tem-
plos católicos y el nuevo culto se desarrolla dentro del nuevo
calendario, con la obligación de trabajar el día décimo (los inr
fractores son castigados con prisión). Se educa por la participa-
ción en las fiestas, «republicanizando» a los franceses e, incluso,
algo más; se pretende crear un «hombre nuevo» (de nuevo una
imitación simiesca del cristianismo), un revolucionario republi-
cano, creyendo, que se puede «cambiar la substancia del hom-
bre» (44), como consta en un escrito de La Révellière, Essai sut
les moyens de. faire participer l'université des spectateurs à fout
ce qui se pratique dans lès fêtes nationales, leído en una sesión
de «Ciencias morales y políticas» del Instituto Nacional de Fran-
cia, el día «22 vendémiáre, Pan VI de la République»..
En el año 1799, la persecución del cristianismo llega a la
cima. Curiosamente, este sufrimiento de la Iglesia, en Francia es
encabezado por el mismo papa, quien, como prisionero, habiendo
sido, traído por fuerza desde Italia, comparte con el clero fran-
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E l balance demográfico.
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tugueses, etc.; se. supone que, al menos una terrera parte no son
franceses. Además, muchos de los extranjeros no Son voluíitá-
ríos, sino gente-obligada a integrar el ejército francés, dé ahí
que, frecuentemente, haya desertores que son tomados por muer-
tos o por desaparecidos. Al fin y al cabo, el autor calcula, como
la cifra más probable, en 1.400.000 los soldados franceses caídos
durante las guerras de la Revolución y del Imperio (1789-1815).
Todavía más Complicado es el asunto de los muertos por las
ejecuciones revolucionarias: los guillotinados^ ahorcados, quémá-
dos vivos, ahogados y, sobre todo, los fusilados. La guillotina
funciona en muchas ciudades y con un ritmo diferente: en París
con un promedio de 50-60 cabezas por día; en Toulon llegan á
2 0 0 ; en Lyon los guillotinados son, en total, 1.684 según los re-
gistros. A pesar de que la Constituyente ha habolido la pena de
muerte, la revolúción, ya en otubre de 1789, bajo el pretexto de
la defensa del ideal de la Igualdad, decreta que todos los' Ciuda-
danos, y no solamente los nobles, tienen el derecho de ser gui-
llotinados (y no decapitados con hecha). La cifra de 2 0 0 . 0 0 0 es)
tal vez, la más probable. 1 1:
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E l balance territorial.
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E l balance jurídico.
E l balance culturaL
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E l b a l a n c e artístico.
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£ 1 balance económico.
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E l balance industrial.
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E l balance comercial.
(47) «Ce n'est pas dans un pays épuisé, mais au contraire dans un
pays florissant qu'éclate la Révolution». Citado por el autor, op. cit., pa-
gina 201.
(48) «Le plus beau chemin du. monde, parfaitement construit, parfai-
tement tenu; on n'y voit pas plus de poussière, de sable, de pierre, d'iné-
galité que dans l'allée de'un jardin...». «Elles sont superbes jusqu'à la fo-
lie», escribe Arthur YOUNG. Citado po reí autor, op. cit., pág. 202.
(49) En 1807, por orden de Napoleón, se cambia el sentido de trán-
sito en Francia de izquierda a derecha, lo que es imitado casi en toda
Europa, salvo en Ingaterra y en algunos países del Norte.
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E l b a l a n c e financiero^
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E l b a l a n c e social.
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riador inglés Alan Forrest, The Frech Revolution and the Poor
(edición inglesa de 1981; traducción francesa de 1986).
En primer lugar, el autor estudia el problema de la pobreza
en Francia antes de la Revolución, recurriendo a informaciones
de otros investigadores (55) y, ante todo, a las fuentes, es decir,
a los archivos de hospitales y municipalidades.
El primer problema que se presenta es el mismo concepto de
pobreza: ¿a quién hay que considerar como pobre? Es evidente
que los conceptos actuales al respecto son inaplicables a una situa-
ción tan distinta como la del siglo xvm, cuando casi el 80%
de la población en Francia vivía en el campo. Se trata, pues, esen-
cialmente de la pobreza en el campo, y solo secundariamente de
la que se da en la ciudad. La pobreza en el campo (como también
la riqueza) depende, ante todo, de las cosechas, y éstas de los
factores meteorológicos (56).
El otro factor de la pobreza es la desocupación, sin embargo
ésta, en el campo, también depende mayormente de los factores
meteorológicos: cuando hay una cosecha abundante a nadie le
falta trabajo (57). La pobreza o riqueza de la gente del campo
también depende de la riqueza o pobreza del mismo suelo. Donde
la tierra es pobre en minerales, las cosechas —a pesar de buenas
condiciones atmosféricas y climáticas— también son siempre po-
bres y sus habitantes viven siempre desnutridos.
En Francia, como en otro países católicos, la Iglesia se ocupa
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bienes a los hospitales. Sin embargo, estos bienes ya han sido ven-
didos & terceros y, entonces, prácticamente son irrecuperables.
Después sale otro decreto, el del «16 de vendimario año V», por
el cual la Convención devuelve a los hospitales sus haciendas con-
fiscadas, esta vez con una disposición práctica, pues, en el caso
de la imposibilidad de devolverlos, se ordena la entrega de bienés
nacionales del mismo valor; no consta, sin embargo, que esta dis-
posición resultara ser efectiva. Solo con el Imperio viene el cam-
bio de la situación (68). Napoleón permite la reconstrucción de
las Congregaciones femeninas hospitalarias y las invita a volver a
cuidar a los enfermos en los hospitales {decreto de 1807) (69).
Durante la Revolución, los pocos hospitales que siguen fun-
cionando lo hacen en condiciones miserables (70).
La Revolución es muy severa con los mendigos y vagabundos:
los deporta a Madagascar, donde viven prácticamente encarce-
lados (71).
La preocupación por solucionar el problema de la desocupa-
ción en Francia está presente mucho tiempo antes de la Revolu-
ción. El autor cita interesantes datos al respecto. Entre otras ini-
ciativas, aparece la idea de fundar talleres de trabajo para los
desocupados, financiados por el Estado (72), no es, pues, exacta
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(73) «... le travail accompli a coûté quatre fois plus qu'il ne valait»
(pág. 162).
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