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UNIVERSIDADE FEDERAL DE MINAS GERAIS

FACULDADE DE LETRAS

5 cuentos de Mario Vargas Llosa:


Los jefes​, ​El desafío​, ​El hermano menor,​ ​Día
domingo​ y ​Un visitante

Trabajo de la asignatura “Estudios Temáticos de Literaturas Hispánicas: Premios Nóbel Hispanoamericanos”

Profesora: Sara Rojo

Heyder Alcântara Magalhães


Luiza dos Santos Silveira

Belo Horizonte
Mayo de 2016
1. La perspectiva del narrador en los 5 cuentos

La narrativa de los cinco cuentos es narrada por diferentes tipos de narrador. El


primeiro, “Los jefes”, es narrado en primera persona por un narrador-protagonista que utiliza
los verbos en pretérito, dando un tono de rememoración de su juventud al cuento. Los
espacios, el colegio y sus alrededores, son descritos muy detalladamente, así como la acción
de la historia, como se puede percibir en este trecho:

Una brisa tibia, que no lograba agitar los secos algarrobos ni nuestros cabellos,
llevaba de un lado a otro la arena que cubría a pedazos el suelo calcinado del
Malecón.

El cuento “El desafío” tiene un narrador semejante al anterior, con la diferencia que
utiliza con mayor frecuencia los diálogos directos entre los personajes. Su narrativa mantiene
hasta el final el elemento sorpresa del cuento, el parentesco entre Justo y Leónidas. Al narrar
la pelea entre el Cojo y Justo, con muchos detalles, añade sus impresiones:

Quedaron unos instantes inmóviles, en silencio, diciéndose seguramente con los


ojos cuánto se odiaban, observándose, los músculos tensos bajo la ropa, la mano
derecha aplastada con ira en las navajas. (p. 23)

Los cuentos “El hermano menor” y “Día domingo” comparten un mismo tipo de
narrador, de tercera persona y omnisciente. En ambos existe un enfoque del narrador, que
pone mayor atención en los sentimientos e impresiones de un personaje. En el primero de
ellos, de Juan, como en los siguientes trechos:

David era el mismo hombre que aborrecía y admiraba desde niño (p. 27);

Estuvo con una extraña sensación de ahogo, como en el punto más alto de la
cordillera (p. 28).

Lo mismo ocurre en “Día domingo”, en que la perspectiva presentada es la de Miguel:

Aterrado, sintió que la confusión ascendía por él y petrificaba su lengua. Deseó


salir corríendo, acabar: en la taciturna mañana de invierno había surgido ese
desaliento íntimo que lo abatía siempre en los momentos decisivos. (p. 36)

Sin embargo, el narrador de “Un visitante”, aunque de tercera persona, se acerca más a
las características de un narrador observador, describiendo la acción con cierta distancia, sin
presentar al lector los pensamientos y sentimientos de los personajes.

2. La imagen del mundo masculino

Los cinco cuentos son de alguna manera un retrato del mundo masculino en Perú. En
“Los jefes”, “El desafío” y “Día domingo” los hombres aparecen en grupos, pandillas, en los
cuales se celebran los valores de virilidad y honor. En estos grupos hay también una clara
rivalidad — como entre el protagonista y Lu en “Los jefes” , el Cojo y Justo en “El desafío” y
por fín, Rubén y Miguel en “Día domingo” —, lo que resulta en peleas y duelos, sea por el
amor de una mujer — como si ésta no tuviera poder de decisión —, por el liderazgo o para
defender su honor. En “Un visitante” el grupo de hombres, representado por los amigos de
Numa escondidos en el bosque, aparece de manera secundaria, como una presencia que no se
materializa pero que causa miedo al Jamaiquino.
En los cinco cuentos el mundo masculino es visto como algo cerrado, con reglas sobre
lo que significa ser hombre, como se puede ver en los siguientes trechos:

Ya, vaya, pórtese ​como un hombre​… (“El desafío”, p. 23);

— No te preocupes — dijo David —, olvídate de eso. Es un ​asunto de hombres​.


Déjanos a nosotros. (“El hermano menor”, p. 34);

— Te estás muriendo — dijo Rubén —. ¿Te llevo a tu casa, ​niñita​? (“Día


domingo”, p. 42).

En “Los jefes” y “El desafío” no aparecen personajes femeninos — con excepción de


las esposa del protagonista del último, que aparece muy brevemente—. En los demás, aunque
hay los personajes Flora, Leonor y doña Merceditas, el mundo masculino es mucho más
presente y son los hombres los que toman las decisiones.

3. Características de la atmósfera juvenil

La atmósfera juvenil es un punto central en “Los jefes”. Desde el principio de la


narrativa, ambientada en su mayor parte en un colegio, queda muy claro que existen
relaciones de poder entre los estudiantes, paralelas a la autoridad de los inspectores y del
director. Este juego de autoridad está señalado en el propio título del cuento. El enredo
empieza cuando los estudiantes se organizan y deciden rebelarse contra la decisión del
director de no establecer horarios para los exámenes finales.
Los estudiantes de los años finales de la secundaria claramente se creen los jefes en la
jerarquía de estudiantes y también sus portavoces. Cuando el director ordena que “promotor
de desórdenes” se presente, uno de ellos, al ver que el protagonista se exaltaba, no hesita en
tomar la frente:

— ¡No seas imbécil! — dije, rápido —. ¡No seas imbécil!


Pero Raygada ya había levantado su mano al mismo tiempo que daba un paso a la
izquierda, abandonando la formación. [...] Afirmó que no éramos malos y que
amábamos el colegio y a nuestros maestros, recordó que la juventud era impulsiva.
En nombre de todos, pidió disculpas. (p. 3-4)

Aquella microsociedad de los estudiantes, que funciona con una dinámica muy
semejante a la de la sociedad en un sentido más amplio, se aleja de una visión idealizada de la
juventud. Los jóvenes del cuento tienen su propia justicia y sus propias leyes, aunque poco
democráticas. Las decisiones son tomadas por pocos:

"Acepto tomar el mando, contigo y Raygada". Lu había firmado dos veces. Entre
sus nombres, como un pequeño borrón, aparecía con la tinta brillante aún, un signo
que todos respetábamos: la letra C, en mayúscula, encerrada en un círculo negro.
Lo miré: su frente y su boca eran estrechas; tenía los ojos rasgados, la piel hundida
en las mejillas y la mandíbula pronunciada y firme. Me observaba seriamente;
acaso pensaba que la situación le exigía ser cordial.
En el mismo papel respondí: "Con Javier". Leyó sin inmutarse y movió la cabeza
afirmativamente.
— Javier — dije.
— Ya sé — respondió —. Está bien. Le haremos pasar un mal rato. (p. 4)

Temas como la rivalidad y la traición, que aparecen en los otros cuentos entre hombres
adultos, también están presentes en este, con la edad de los personajes como única diferencia.
Sin embargo, hay algunos puntos que acuerdan al lector que se tratan de niños:

— Tu padre te va a matar — dijo. (p. 14);

Una voz nacía a mi lado, angustiosamente. Era Raygada. Parecía a punto de llorar.
(p. 15)

Al fín y al cabo, la unión parece ser más importante para los niños, que en el corto
espacio de un día se pelean, se traicionan, pero al final caminan juntos al colegio.

4. Temas recurrentes: el amor, el deseo, la traición y la competencia

Hay algunos temas que son recurrentes en la obra en cuestión de Mario Vargas Llosa.
En cuentos como “El desafío” y “Día domingo” la competencia es determinadamente el
asunto central, o por lo menos la trama central. Por su vez, en “Los jefes” está presente más
en segundo plano. A saber, en el primero, el narrador cuenta una larga escena de pelea, con
descripciones de violencia y detalles. La razón es desconocida, pero es premeditada la disputa
desde las primeras líneas: “— Justo va a pelear esta noche — dijo, con una voz rara.” (“El
desafío”, p. 17). Así como el cuento solo termina con el final del combate entre Cojo y Justo.
Por otro lado, la rivalidad en “Día domingo” es desencadenada por el amor que los chicos
Rubén y Miguel tienen por Flora. Por deseo a ella, y un cierto orgullo adolescente, acaban por
competir quién llegará primero al reventazón Miguel, el protagonista, ya demuestra que a él
no le gusta el otro en el principio: “¡Ah, Rubén, si supieras cómo te odio!" (“Día Domingo”,
p. 36). Al largo de la historia, cuando ambos se encuentran, es esperado que la competencia
aparezca y engrandezca:

Miró a Rubén con ojos desafiantes, pero él no se dio por aludido; jugueteaba con los
dedos sobre la mesa y, bajito, la punta de la lengua entre los dientes, silbaba La niña
Popof, de Pérez Prado. (“Día domingo”, p. 38)

La rivalidad puede generar a traiciones, que es el caso de “Los jefes”. cuando el


personaje Lu se mete en una pelea, y estropea al plan de huelga de todos los estudiantes,
dispersándolos. Aunque sean niños, no hay tanto peso en la actitud. No obstante, en “Un
visitante”, el Jamaiquino, después de cumplir su acuerdo con los guardias en encontrar a
Numa, ellos lo dejan irse, pero el desfecho es casi cómico:

— Estás libre — dice el Teniente —. No tienes que venir con nosotros. Puedes ir
donde quieras.

Lituma y los otros guardias, desde los caballos, ríen.

— ¿Qué broma es ésta? — dice el Jamaiquino. Le tiembla la voz —. ¿No va a


dejarme aquí, verdad, mi Teniente? Usted está oyendo esos ruidos Ahí en el
bosque. Yo me he portado bien. He cumplido. No puede hacerme eso. (​Un
visitante​, p. 54)

Por fin, en los cuentos en que hay la presencia femenina está el amor, pero este suscita
sentimientos fuertes de protección y venganza, como en “El hermano menor”, que dos
hermanos, Juan y David, buscan, y cuando encuentran, matan a un indio que perseguía a la
hermanita Leonor. Todo por el honor, carino y cuidado a la nina. Asímismo, el deseo fue
objeto de rivalidad en “Día domingo”.
5. Elementos técnicos del relato

El tiempo en que las historias transcurren, generalmente, es lineal, pues el narrador


relata un suceso de manera directa, contextualizando una escena con descripciones,
introduciendo diálogos y así, la voz de los personajes. Interpone párrafos más narrativos con
descripciones, a medida en que ellos interactúan entre sí y con el ambiente. Sin embargo, en
algunos cuentos el discurso de cierto modo permanece lineal, pero, el narrador interpone
circunstancias de tiempos pasados en la misma estructura del texto, volviendo rápidamente al
presente en que un personaje está relacionándose con la ocasión. Por ejemplo, en “El hermano
menor”, hay un momento en que las personajes principales están descansando, y el narrador
empieza a exponer lo que serían pensamientos de Juan. Entonces, ahí el lector es
teletransportado a un tiempo pasado (se lo nota por los verbos conjugados en el pasado) de
cuando los dos decidieron salir de la casa-hacienda, para volver al momento actual, con la
organización de diálogo-párrafo de descripción:

“— Salgamos sin hacer ruido — había dicho David —. No conviene que la pequeña
se despierte.

Estuvo con una extraña sensación de ahogo, como en el punto más alto de la
cordillera, mientras bajaba en puntas de pie las gradas de la casa-hacienda y en el
abandonado camino que flanqueaba los sembríos; (...).” (​El hermano menor​, p. 28)

Lo mismo pasa en el siguiente cuento, “Día domingo”, cuando están los chicos en un
bar, charlando, mientras Escolar cuenta una anécdota de cuando viajó desde Lima a
Miraflores en un colectivo. La narración de él, mientras los compañeros le bromean (“— Es
un retrasado mental — dijo Francisco —. Esas cosas se hacen a los diez años. A su edad, no
tiene gracia.” p. 39), es trasladada al momento en que su historia sucedía, como un ​flashback:​

“Tiene gracia lo que pasó después — rió el Escolar —. Oiga chofer, ¿no ve que este
cachalote está destrozando su carro?

— ¿Qué? — dijo el chofer, frenando en seco. Las orejas encarnadas, los ojos
espantados, el cachalote Tomasso forcejeaba con la puerta.” (​Día domingo​, p. 39)

Aún, la descripción en el discurso de la obra es construida con metáforas que llevan la


imagen del evento de modo más subjetivo a la escena virtual del cuento en la mente del lector.
Como por ejemplo, en “Día domingo”, p. 27:

“Continuaron avanzando hasta entrada la noche. Una sábana negra los envolvió y, en
la oscuridad, el desamparo de esa solitaria región sin árboles ni hombres era visible
sólo en el silencio que se fue acentuando hasta convertirse en una presencia
semicorpórea.”

Que la noche ha llegado ya es sabido, pero el concepto de una “sábana negra” se


encuentra subjetivo aquí porque la caída del sol se mezcla con el sentimiento personal de los
hermanos Juan y David de soledad, en una “región sin árboles ni hombres”, al punto de todo
el ambiente, junto al sentimiento, ser personificado en una “presencia semicorpórea”.

En esa sucesión de enunciados comunicativos, narrativos y descriptivos, este es


predominante más o menos en el inicio del final del cuento, cuando el narrador elabora el
clímax de la historia en párrafos más anchos, una vez que todo el restante es compuesto de
frases curtas y más objetivas. Pues, tal párrafo explicita un momento esperado por todo el
relato, como si el tiempo se detuviera por un rato, la descripción se alarga a detalles del
entorno, del desarrollo de la acción de las personajes y sus pensamientos. Como en “Día
domingo”, Miguel y Rubén van a competir quien llega primero al reventazón, en el mar:

“[...] Un escalón más abajo, el cuerpo armonioso de Rubén se inclinó; tenso,


aguardaba el final de la resaca y la llegada de la próxima ola, que venía sin bulla,
airosamente, despidiendo por delante una bandada de trocitos de espuma. Cuando la
cresta de la ola estuvo a dos metros de la escalera, Rubén se arrojó: los brazos como
lanzas, los cabellos alborotados por la fuerza del impulso, su cuerpo cortó el aire
rectamente y cayó sin doblarse, sin bajar la cabeza ni plegar las piernas, rebotó en la
espuma, se hundió apenas y, de inmediato, aprovechando la marea, se deslizó hacia
adentro; sus brazos aparecían y se hundían entre un burbujeo frenético y sus pies
iban trazando una estela cuidadosa y muy veloz. A su vez, Miguel bajó otro escalón
y esperó la próxima ola. Sabía que el fondo allí era escaso, que debía arrojarse como
una tabla, duro y rígido, sin mover un músculo, o chocaría contra las piedras. Cerró
los ojos y saltó, y no encontró el fondo, pero su cuerpo fue azotado desde la frente
hasta las rodillas, y surgió un vivísimo escozor mientras braceaba con todas sus
fuerzas para devolver a sus miembros el calor que el agua les había arrebatado de
golpe. [...]” (“Día domingo”, p. 45)

6. Los papeles de la mujer en la obra

Como ya mencionado, en los cuentos “Los jefes” y​ “El desafío” no hay la presencia de
mujeres. Por su vez, en lo restante, cuando ellas aparecen, no tienen un papel y una voz muy
importantes; hacen breves apariciones, y determinan pocos contextos en la obra.
En “El hermano menor” hay Leonor, la hermana menor de Juan y David. Es acordada
como:
Leonor había cambiado, ya no era aquella criatura que se asomaba a las ventanas de
La Mugre para arrojar piedras a los indios castigados, sino una mujer alta, de gestos
primitivos, y su belleza tenía, como la naturaleza que la rodeaba, algo de brutal. En
sus ojos había aparecido un intenso fulgor.

A pesar de lo brutal, es vista como frágil, porque a su causa los dos hombres están
persiguiendo a un indio para protegerla. O sea, es necesaria la intervención de ellos, pues ella
ya no más arroja “piedras a los indios castigados”. Luego, después que ellos vuelven a la
casa-hacienda y van a hablar con ella, está llorosa, había mentido a ellos, pero es retratada de
manera débil, que todas sus hablas son suplicantes. Y entonces concluye David sobre el tema:
“— Yo tengo la culpa — dijo David, con amargura —. Es peligroso que una mujer ande
suelta por el campo. Le ordené que te cuidara. No debí fiarme de un indio. Todos son
iguales.” (“Hermano menor”, p. 34).
Flora, la chica deseada en “Día domingo”, aparece en el inicio cuando no contesta a
Miguel sobre su enamoramiento. Pero es mencionada por todo el cuento en la cabeza del
protagonista, como objeto de pasión. Y por ella empieza una gran rivalidad con Rubén, con
este llegando a casi ahogarse en la competición.
La mujer es representada peyoractivamente, en hablas como: “— Fui — dijo Miguel,
imperturbable —. Pero sólo para ver a una hembrita. Nada más.” y “— Te estás muríendo —
dijo Rubén —. ¿Te llevo a tu casa, niñita?” (Día domingo, pp. 38 y 42). Pero, en “Un
visitante”, ello es tomado de manera literal, pues doña Mercedita es una mujer que sufre
agresiones con la invasión de Jamaiquino en busca de Numa. Abusa de ella ordenándole que
haga una serie de cosas, para luego atarla y dejarla en segundo plano.

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