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PILO LIL
COSAS DE la querencia
RECOPILACIONES

Lo que el tiempo se llevó


Y la memoria guardó

MODISMOS, COSTUMBRES, SUPERSTICIONES, ETC.

Escribe: Doroteo Oscar PRIETO (“DON TEO”)

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admapu (Tradiciones y costumbres de la tierra.)


Pilo Lil, la querencia 3

Recopilando 4

La Copla (Ancestral y Compañera) 5

Adivinanzas 16

El Truco 23
Los dichos 24
Los versitos 26

Comidas y bebidas 34

Enfermedades, Remedios y Curaciones 49

Leyendas, Creencias y Supersticiones 65


La creencia en una mano, el almanaque en la otra 75

Vocabulario (Brevísimo Diccionario Piloleño) 95


Habitualidades en el habla 97

Lo que enseñó la experiencia 117

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PILO LIL, MI QUERENCIA


La Querencia es un reservorio de añoranzas que nos atrae con la fuerza
magnética del afecto. Nos deslumbra desde el pasado y nos defrauda con las ausen -
cias que el presente impone.
La querencia es el lugar querido no por su belleza ni por su riqueza sino por
que lo consideramos propio y nos consideramos de él. Somos tan suyos como él es
nuestro. Genera una especie de apetito afectivo que busca saciarse con el reencuen -
tro. La querencia nos da sentido de pertenencia; implica querer y sentirnos queridos
en un lugar y en un tiempo determinado.
Para mí ese lugar fue Pilo Lil, y el tiempo, aquellos años que doblaban la es -
quina de la mitad del siglo pasado. Esa fue mi querencia física, temporal y afectiva.
Hoy esa querencia es etérea, esta compuesta de remembranza y de ilusión, e intenta
desandar los caminos del recuerdo a través de la mención de circunstancias ya tran -
sitadas e irrepetibles.
A veces mis recuerdos parecen una retahila retrospectiva e insistente de per-
sonajes y costumbres que atravesaron mi niñez y mi juventud. Me resulta imposible,
por ejemplo, olvidar la locuacidad interminable de Valentín; la simpática y pedante
suficiencia de “los Prieto”, la modosa seriedad de mi tío Segundo, el laborioso empe -
ño cotidiano de Doña Aurelia, la buena onda y el sacrificio de Don Hernán, la flema
de Don Tomás, la resignación empecinada de Doña Rosa, la inmodestia descarada
de Miguel, la sarta repetida de anécdotas de Don Darío; las quimeras de don Manue-
lito, los desvaríos de don Eleodoro, la imbatible alegría de Paralila, el optimismo exa -
gerado de doña Peta, la luenga tristeza de don Loyola, la abulia empecinada de don
Adolfo. Como olvidar el amarretismo de don Antonio, las muletillas de Lenco, la sabia
ignorancia de doña Esther, recetando yuyos y “machitunes” mientras con la ayuda
de una “quiñe rume” zurcía las medias… ¡Cómo no recordar…!
Cuando por primera vez vi una bolsa de nylon allá por 1957, me asombró su
flexibilidad y resistencia con respecto al papel celofán (¡que ya conocía!); creí que se
trataba de una extraña especie de vidrio muy delgado, blando y fuerte; nunca pensé
ni remotamente en la mugre que generarían miles de millones de bolsitas disemina-
das por el mundo. Años más tarde cuando por primera vez vi a alguien “comprando
¡AGUA!” pensé que era un excéntrico. Hoy que las bolsas de nylon me jaquean y que
comprar agua es cosa cotidiana, tomo conciencia que también a la Patagonia llegó
como una maldición del progreso: la contaminación.
Aquella experiencia soy yo, aquella ingenuidad fue mi infancia y hoy me due-
le que mi vejez se parezca tanto a la basura.
El Progreso inventó, trajo y divulgó los desechos “civilizadores” que hoy nos
abruman.
Revoltijos de emoción se me entreveran con sonrisas complacientes reme-
morando los juguetes que me hacía mi abuelo (“Juan de la Garulla”, los trompos a
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piolín, que en Paraguay llaman “araza”, las “choiqueras” de plomo, los cuchillos, los
molinos y los caballos de palo, etc.) y que tenían las inevitables imperfecciones de lo
artesanal; imperfecciones que yo subsanaba a fuerza de imaginación y de niñez.
Aquella antigua niñez que me abrigó y que me dejó únicamente la añoranza y este
viejo apellido que me pongo a diario.
Hasta no hace muchos años acompañaba a mis recuerdos, desde el telé-
fono, la resquebrajada vocecita de mi madre confirmándome o corrigiéndome algún
dato, hoy lamentablemente ya no…
Hurgando en mi memoria encontré y aún conservo los dichos de mi abuelo y
de aquellos sus coetáneos de la primera mitad del siglo XX. Por suerte apuntalándo -
los quedaron los manuscritos de mi viejo y míos propios.

RECOPILANDO
La mentada IDENTIDAD de ninguna manera es una generalización indefinida
y permanente de modismos, costumbres, ritos, música, supersticiones, etc. Es en sí
misma una originalidad temporal y geográfica; una particular forma de ver y de vivir el
tiempo y el lugar que nos toca. Cambia con el paisaje que nos cobija, con la época
que transcurre y las circunstancias que nos ocurren.
A aquella identidad temporal y geográfica de Pilo Lil la fui guardando en
apuntes que sumé a los muchos de mi padre y que hoy intento compartir con quien
quiera leerlos.
Recopilar es acercarse a las raíces, es dignificar los recuerdos, es ponerlos
en un cuadro de honor, es darle sentido a la memoria, es buscar en el pasado la lla -
ve del futuro, porque ocurre a veces que desde nuestra petulante actualidad insisti-
mos en negar la antigua sabiduría del dicho popular: “nada nuevo hay bajo el sol”.
A mediados del Siglo XX, la primera folcloróloga del Neuquén, doña Bertha
de Koessler Ilg refiriéndose a la labor recopiladora decía “…que todavía se podía
sacar agua del pozo oscuro y hondo llamado pasado...”
Muy distante estoy de doña Bertha, temporal e intelectualmente, pero apun-
tando en su misma dirección he tratado de volcar en estas páginas el caudal de reco-
pilaciones, apuntes y testimonios que acumulamos mi viejo Don Doroteo y yo, e in-
tento transmitirlos con la mayor fidelidad posible. Creo que recopilar es juntar vesti -
gios culturales de otro tiempo y simplemente mostrarlos; es como un museo de pala -
bras…
Este repertorio de vivencias, costumbres y testimonios, que compiló mi viejo
y luego yo continué, se refiere a las primeras siete décadas del siglo XX y algún añito
más.
Del primitivo y ancestral substrato indígena he tomado lo poco que aún per-
duraba, tratando de sustraerme a la enorme confusión que su análisis global implica.
Desde el primer cuarto del siglo XIX el avasallante ingreso de los araucanos
procedentes de Chile chocó con la pasividad “huinca” e inició un proceso de transcul-
turización enriquecido por el aporte de pehuenches, pampas, huilliches, ranculches
(ranqueles), tchehuelches y por supuesto blancos chilenos, bonaerenses, y mendoci-
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nos. De esa mixtura veníamos y así nos encontró el siglo XX en aquel Pilo Lil, ahora
lejano y añorado.
Los pilares sostenedores de aquella sociedad fueron la espontaneidad, la
confianza, la ingenuidad y la simpleza. Todos tratábamos de sobrevivir en un medio
difícil lleno de carencias y carente de grandes expectativas; el futuro estaba ahí y los
logros eran tal vez pequeños, manuales, casi artesanales, ¡pero como se notaban!
En aquel tiempo y en aquel lugar todo era difícil, todo era lejano seguramente porque
la soledad siempre agranda y agrava las distancias.
El yacimiento de recuerdos que hoy hurgo lo constituyó el campo heredado
de mi abuelo Enrique (“Káiser”) Prieto y mayormente el viejo boliche de mi padre,
creo que por ese y otros boliches pasaron las costumbres y la habitualidad cultural ya
precalentada en los fogones de los ranchos. Esa cotidianeidad telúrica fue sedimen-
tando esta “admapu”, como decía Tripailaf cuando se refería a las tradiciones, las
costumbres, la idiosincrasia y los recuerdos de la tierra…
Es mi obligación también decir aquí que algunos de los tópicos presentados
pueden coincidir o no con los analizados por otros tratadistas especialmente el Dr.
Gregorio Álvarez quien en varios de sus trabajos contó con la colaboración de quien
fuera mi padre y maestro: Don Doroteo Prieto.
Debo aclarar que en infinidad de casos menciono el nombre de mis informan-
tes, todos de Pilo Lil, al momento de consultarlos.
Guardo la esperanza que algunas nimiedades de aquel tiempo y de aquel
ámbito no se pierdan…

La copla ANCESTRAL Y COMPAÑERA


A la copla, hija “guacha” y marginal de la literatura, la heredamos de la vieja
hispanidad; nos llegó encaramada en el idioma a través de algún ex soldado de la
Conquista y complementariamente con aquellos huasos chilenos que vinieron para
“agaucharse” en nuestra tierra.
La copla popular, no era más que una breve y espontánea explosión de inge -
nuidad y poesía que impactaba y crecía en cualquier reunión ya fuese en un fogón
entre piñones y mates, o en una mesa de truco, quizá en medio de una jineteada, en
el baile de una señalada o entreverándose con adivinanzas y “contadas” al final o du-
rante algún asado. Sus componentes: simpleza, frescura, brevedad y sentido de la
oportunidad. A la sencillez de la creación poética se le agregaba de vez en cuando
alguna musicalidad copiada de otra o con remembranzas de cueca o tonadilla y la
gestualidad de los más desinhibidos.
Suplían a una oración cuando a los Santos nombraban, a los “aro, aro” cuan -
do salpicaban una cueca; o al “arroz con leche” acunando a una guagüita y consti-
tuían un comodín cuando la charla fogonera decaía.
Decirlas era un modo de lograr protagonismo, de no pasar desapercibido; se
las aprendía memorizándolas o se las creaba en los largos silencios de las noches
patagónicas o en las rutinarias “recorridas” por el campo.
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La copla llevaba en sí el talante de quien la expresaba, podía ser festiva,


dogmática, mística, infantil, picaresca e incluso “guasa”, brillaba en base a la espon-
taneidad, a la circunstancia y al tono de voz con que se la expresaba.
Transcribo a continuación, antiguas coplitas recopiladas por mi padre y otras
por mí; intentando lograr cierta ubicuidad en el tiempo he colocado además del nom -
bre de su dicente, la fecha aproximada.
Al igual que las adivinanzas y los versitos del Truco, la mención del informan-
te es meramente referencial y de ninguna manera implica autoría.

EN LA PLEGARIA, CON UNCIÓN

Por tus virtudes San Roque,


que este perro no me muerda ni me toque.
(Tradicional)

Al blanco encender del astro


y al blanco encender del sol,
yo te adoro Jesús mío,
y tú, ayúdame Señor.
(Mi abuela paterna Griselda Campos)
(Aprox.1920)

Santa María, madre de Dios


dame remedio para la tos.
Si una hija tengo tu nombre le doy
y si es varoncito, el del Niño Dios.
(Mi abuela paterna Griselda Campos)
(Aprox.1920)

Santa Mónica bendita,


madre de San Agustín,
te dejo mi alma encargada,
ahora que voy a dormir.
(Mi abuela paterna Griselda Campos)
(Aprox.1920)

Salga de la noche oscura


o de las aguas del mar,
yo te pido, Virgen Pura
curarle las quemaduras
a esta pobre criatura.
(Mi tía Valentina Prieto. Aprox.1956)

Santa Bárbara, doncella,


líbrame de esta centella,
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como libraste a Jonás,


del vientre de la ballena.
(Mi abuela paterna Griselda Campos; la decía
como invocación en las tormentas. Aprox.1920)

Santa María, Santa María,


sacame esta porquería.
(Mi abuela paterna Griselda Campos, cuando
entraba alguna basurita en el ojo. Aprox.1920)

Salga el mal y entre el bien


como entró Jesús en Jerusalén.
(Mi abuela paterna Griselda Campos)
(Aprox.1920)

San Bení, San Bení,


que me crezca la nariz.
(Mi abuela paterna Griselda Campos. Aprox.1920)
Debían decirlo los “ñatos” cuando veían pasar una bandada de bandurrias.

Contra el diablo

¡Cruz diablo! ¡Cruz diablo!


Creo en Jesús Nuestro Señor,
creo en la Virgen y creo en Dios
y no en malignos como vos.
(Fernando Godoy – 1953)

Pa’ proteger lo qu’es güeno,


que el Señor esté en el cielo,
nosotros aquí en la Tierra
y el diablo siga en el fuego.
(Doña Gumersinda Acuña – 1950)

AQUELLA INGENUA PICARDIA CAMPESINA

Una mañana de niebla,


salí de la puebla,
a vender empanáas,
con los pantalones rotos,
fruncíos en el poto
y a pata peláa…
(Mi papá, la había oído en su niñez - 1918)

¡Eso sí qu’ es lindo,


acostarse con la india
y amanecer con el indio!
(Mi tío Segundo Prieto - 1968)

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Nunca falta de reírse, dijo una vieja,


y se le estaba quemando el rancho…
(Mi tío Segundo Prieto)

Veinte mujeres tuve,


y cuatro vacas…
Las veinte me dejaron,
las vacas quedan,
aunque estén flacas.
(Miguel “Peto” Gutiérrez - 1969)

Si el hombre quiere tener


a su mujer bien segura
que nunca le abra el corral,
como yo le hago a mi mula.
(Eliseo Díaz - 1968)

Me gusta el asao con cuero,


el pan fresco y los pasteles
pero más me gusta andar
güeviando con las mujeres.
(Víctor Prieto “Tintín” - 1965)

Aguardiente y vino puro,


son bebidas de los reyes,
que tomen agua los güeyes,
que tienen el cuero duro,
como yo lo tengo blando:
un traguito estoy deseando.
(Paralila - 1950)

El malvón por ser malvón


en cualquier patio florece;
el hombre por ser varón,
en cualquier cama amanece.
(Rafael Domínguez - 1959)

Lo saco de la botella,
y en el vaso lo acomodo
para no sufrir por ella
¡mejor me lo tomo todo!
(Diógenes Torres - 1969)

¿Qué hacemos en este caso?


¡Sin boleadoras y sin lazo!
(Don Octavio Ramírez)
¡Que ganas tengo d’irme
pa’l pago suyo,
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a comer porotitos
con cochayuyo!
(Leonidas Prieto - 1970)

De la nieve salió el agua


y del agua salió el río,
¡no es viento lo que te roza
sino los suspiros míos!
(Alfredo Rivera - 1969)

¿Por qué no estudiais pa’ toro?


me dijeron, y así jué.
“Me cortaron los estudios”
y terminé siendo guey.
(Audilio Pinto - 1958)

Cuando yo era pollito,


las gallinas me picaban;
ahora que soy gallito,
las gallinas me las pagan.
(Leonidas Prieto - 1970)

Con este güey no ara naides,


el que araba, se murió;
y ahora que’stá sin dueño
con este güey, aro yo.
(Mi tío Segundo Prieto - 1971)

Cuando voy pa’ Curarrehue


siempre paro en lo de Soto
porque en esa pensión tengo
alojo, comía y poto!
(Ramón Oyarzo- RC - 1959)

Si sufrís de los riñones


no podís sembrar zapallo;
si tenís las bolas grandes
tampoco andís a caballo.
(Don Luis Pinilla)

Me gusta el mote y el ñaco,


el asao y el güen vino;
tamién me gustan las ancas
de la mujer del vecino.
(Heriberto Díaz –RC - 1959)

Las casadas son honestas,


las viudas con más razón,
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las solteras son doncellas,


¿y los güachos de quién son?
(Miguel Peto -1967)

Un pelao se cayó
de la torre de una iglesia;
no se hizo nada en los pies
porque cayó de cabeza.
(Paralila - 1950)

Muy triste estaba la viuda


llorando por su marío,
pero debajo‘e la cama
tenía al otro escondío.
(Alfredo Rivera-1970)

¡Si no boleo, enlazo;


y si no, con tu hermana me caso!
(Ambrosio “Pocho” Jara)

Argentinas y chilenas
han aprendido esta maña:
que al hombre lo engañan,
porque el destino es ansí;
esto me pasó a mí,
y el engaño me lo hicieron
hasta en mi mesma nariz.
(Mi tío Segundo H. Prieto quien se lo había
escuchado a su abuelo Froilán en 1932)

Un diablo se cayó al río,


otro diablo lo sacó
y una diabla le decía:
¿Cómo diablos se cayó?
(Paralila - 1950)

De koltrito me gustaba
comer mote con huesillos,
pero ahura que soy grandote
tomo chupilka con vino.
(Ismael Prieto “Malito” – 1969)

Soy gorracho,
pero ¡güen muchacho!
(Facundo Figueroa - 1971)

Estoy empeducho, pero no mucho,


estoy empedito, pero poquito…
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(Facundo Figueroa - 1971)

Aquí yace Estefanía,


flaca y aguda mujer,
que bien pudo aguja ser,
pues sólo un ojo tenía.
Momia, esqueleto de alambre,
en torno a sus huesos vanos
yacen también los gusanos
porque perecieron de hambre.
(Epitafio: “A una flaquísima tuerta” de Francisco Acuña de Figueroa,
memorizado por mi padre en Pilo-Lil, en 1920 aproximadamente.)

Ande miará (por me hará), mi vieja esta noche:


como sabe que soy gorracho; miará en el suelo;
a lo mejor, como sabe que soy medio encachao: miará sangre;
por ahí cree que algún amigo me dio alojo y miará en la cama…
(Facundo Figueroa - 1971)

TAMBIEN EN LOS BOLICHES

“Tome contento,
tome con confianza;
pero antes de tomar:
¡poniendo estaba la gansa!”
(Leído en el boliche de Huinca en Las Coloradas-1971)

“En la cama de los vivos,


este gil durmió la siesta.”
(Coplita en mi boliche - 1969)

“Aquí usted no gasta, invierte;


porque siempre se divierte.”
(Coplita escrita en una de las paredes de mi boliche)
(Me la sugirió Orlando Migoni - 1970).

“El encargado de FIAR,


salió a COBRAR.”
(Letrerito en el Boliche de Víctor Rodríguez - 1955)

Vinieron Fiado a implorar


y solícito atendí;
más cuando quise cobrar
nadie me quiso pagar
y por eso me fundí.
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Hoy ya fiado no doy más


porque no quiero fundirme;
y digo sin confundirme:
¡AL CONTADITO NO MÁS…!
(Coplita en el boliche de E. Nazar – 1950)

LAS COPLITAS INFANTILES

¡Que llueva!

¡Qué llueva, qué llueva,


la vieja está en la cueva;
los pajaritos cantan,
la vieja se levanta!
(Tradicional)

El gallo pelao

“Este es el cuento del gallo pelao,


que al saltar la zanja se quedó enredao,
kikiriki, kokoroko…”
(Mi madre, Luisa Ramírez)

Sonará, rí, rí; sonará ró, ró

De este niño lindo,


yo soy la mamá;
cuando sea grande
será militar…

Tocará en la banda
y lo veré marchar.
Con su cornetín
sonará rí, rí
y con su tambor
sonará ró, ró

¡Sonará ri, ri,


sonará, ró, ró;
sonará ri, rí:
corneta y tambor!
(Isolina Sepúlveda - 1957)

A la lata latero

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¡A la lata, a latero!
a la hija del chocolatero
Don Juan de las Bellotas
que tiene la pipa rota.
- ¿con qué se la curaremos?
- Con un palo que le demos.
- ¿Adónde está el palo?
- El fuego lo quemó.
- ¿Adónde está el fuego?
- El agua lo apagó.
- ¿Adónde está el agua?
- El burro la tomó.
- ¿Adónde está el burro?
- El burro se murió.
- ¿Adonde lo enterraron?
- ¡Adonde quiso Dios!
(María Bogdanich)

Yo tengo una gata

Yo tengo una gata


epicopelética, pelimpimpética,
pelada, peluda, pelimpimpuda
que tiene siete gatitos
epicopeléticos, pelimpimpéticos,
pelados, peludos, pelimpimpudos.
(Sonia Iglesias)

Tiña verilla

“Tiña verilla pasó por la villa


vendiendo caracha,
Ticha y Tacha,
la vieja borracha.”
(Graciela Prieto)

CORDERITO CORDERÓN

Corderito, corderón;
tan chiquito y tan ladrón;
saca plata del cajón,
sin permiso del patrón
pa’ comprarse un pantalón
todo roto y sin botón.
(Sonia Iglesias)
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CONTANDO y cantando PARA JUGAR

(1) Unilla
(2) Dosilla
(3) Tresilla
(4) Cuartana
(5) Colorde
(6) Manzana
(7) Conmigo
(8) Laté
(9) Contigo
(10) Son diez.
(Tradicional)

Saltando la soga

Saltando la soga
se cuentan los saltos,
unos son bien bajos
y otros son más altos:
a la una con la luna,
a las dos con el reloj,
a las tres salta el inglés,
a las cuatro salta el sapo,
a las cinco salta el gringo,
a las seis se escapa un güey
a la siete: ¡qué fresquete!
a las ocho llegó Pocho,
a las nueve truena y llueve
y a las diez llueve otra vez.
(Bernita Prieto)

A la gurrupata
canción de cuna

A la gurrupata que parió la gata


cuatro gurrupitos y una garrapata.
Este niño lindo no quiere dormir
le haremos la cuna de rosa y jazmín;
para que se duerma le voy a traer
una sopaipilla y un frasco de miel.

A la gurrupata que parió la gata

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cuatro gurrupitos y una garrapata.

Decime Santa Ana ¿por qué llora el niño?


por una manzana que se le ha perdío
lejos de su cuna y a orillas del río.
“vení para acá, yo te daré dos:
una para el niño y otra para vos.”
(Mi abuela paterna Griselda Campos
la entonaba como canción de cuna – 1910)

TIRAR A LA CHUÑA

En presencia de varios niños y como diversión se arrojaban al aire, “a la suer-


te”, “a la repartija”, desordenadamente caramelos, bolitas u otros objetos de pequeño
porte.
Quien los arrojaba solía decir un versito, por ejemplo:

“A la una con la uña,


a la dos se va la Doña
y a las tres ¡se va a la Chuña!”
(Enrique Isasi)
o
“Al que le toque, le toca
y como salga nomás;
y al que toque tocará,
lo que ¡a la Chuña se va!”
(Pedro Sauer)
o
“Que lo tiro y no lo tiro,
y si cae caerá,
que la Chuña y que la suerte
digan para quien será.”
(Venicio Reveland)

(En la Escuela 51 de Pilo Lil lo solía hacer el maestro Isasi-1953/54; en Junín de


los Andes hacían lo propio el maestro Sauer y el maestro Reveland -1955/56)

NOTA: La CHUÑA es un ave zancuda, un tipo de grulla, ajena totalmente a la zona de Pilo Lil. El ori -
gen de este juego quizá derive de otra latitud, donde se simula arrojar objetos al pájaro para que los
recojan los niños. (Apreciación del autor.)

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Adivinanzas
Las adivinanzas son pequeños enigmas planteados muy brevemente, por lo
general en verso. Su única finalidad es la de matar el aburrimiento obligando a los
participantes a ejercitar mínimamente su capacidad de análisis y deducción a partir
de alguna pista incluida en el enunciado.
Este juego oral seguramente es tan antiguo como la capacidad de hablar en
el ser humano. Muchos mencionan al “acertijo de la Esfinge”, resuelto por Edipo,
como el hito de las adivinanzas en la antigüedad.
En nuestra campiña piloleña de mediados del siglo pasado, no abundaban
los temas de actualidad, como no fuesen los cotidianos del campo: un caballo perdi -
do, un mínimo episodio con la leña, la rotura de un alambrado, la reparación de un
bozal, o alguna otra nimiedad. Muy de vez en cuando aparecía alguien que rascaba
una guitarrita y entonaba casi siempre la misma canción. Por eso las adivinanzas
junto con los piñones y el mate amargo constituían el epicentro de las reuniones alre -
dedor de los fogones.
Al carecerse de los divertimentos, que seguramente llegarían con el tiempo,
la adivinanza constituía un ameno pasatiempo que estimulaba la imaginación y la
creatividad en la búsqueda de la resolución del interrogante planteado a la par que
obligaba a cierta exploración lingüística y al conocimiento de un vocabulario no co-
mún.
La adivinanza aportaba, especialmente a los niños, la panorámica de un
mundo distinto y la posibilidad de un mínimo razonamiento abstracto.
Las adivinanzas no reconocían autores conocidos, eran fundamentalmente
anónimas y tradicionales.
En esta recopilación coloco el nombre de quien habitualmente las usaba pero
de ninguna manera significa autoría sobre alguna de ellas.
Doy comienzo con la versión piloleña del universalmente conocido “acertijo
de la Esfinge”, en este caso mi padre lo tomó de don Rafael Domínguez allá por
1959:

A la mañana temprano
como un caballo camina,
al mediodía apurado
suele andar como gallina
y a la noche ya cansado
sin apuro anda en tres pies.
¡Quiero ver si la sabés!

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R.: El hombre en sus tres etapas de niño (gatea), de adulto (camina) y


de viejo (camina con bastón).
(Rafael Domínguez - 1959)

LAS DE MI ABUELO LUÍS:

¿Cuál será la más nombrada?


Que se halla al fin de la vida;
no halla en el mundo cabida
ni en el cielo tiene entrada;
no se halla en todos los meses
y en la semana: dos veces.
R.: La letra “A”

Me encuentro en los escritorios


y en las casas de negocios;
mi vida está limitada,
mis días están contados
y el día que voy a morir
ya se sabe de antemano.
R.:El almanaque.

Abro los ojos y no miro;


abro los ojos y no veo.
R.:El abrojo.

Soy la redondez del mundo;


sin mí no puede haber Dios,
habrá Papa y Cardenales,
pero Pontífice, no.
R.:La letra “O”

El pobre lo tira
y el rico lo guarda.
R.:El moco.

Chiquito como un ratón


guarda la casa como un león.
R.:El candado.

Tintín fue al campo


y no comió pasto;
Tintín fue al agua
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y no tomó agua.
R.:El cencerro.

Iba por un caminito y la sentí,


la busqué y no la encontré;
como no la encontré, me la llevé.
R.:La espina.

Largo como esperanza,


liviano como mi panza.
R.:El humo.

Perez anda,
Gil camina;
pavote es quien no adivina.
R.:El perejil.

Relumbra como el oro


y brama como el toro.
R.:La tormenta.

Más verde que un loro,


más bravo que un toro.
R.: El ají.

De noche asusta
y de día mata.
R.:La mata.

De la pieza a la cocina
mueve la cola como una gallina.
R.:La escoba.

Cuanto más le quito


más grande se hace el maldito.
R.:El hoyo.

El boticario y su hija,
el médico y su mujer,
cenaron con nueve huevos;
¡justo tocaron de a tres!
R.:La hija del boticario es la mujer del médico.

Siempre juntos los dos compañeros,

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uno al otro le decía: yo primero, yo primero.


R.:Los pies

Te la digo, a ver si adivinás;


te la repito y no la entendés,
¿qué es?
R.:La tela.

Que va, que viene y que va,


siempre se queda dónde está.
R.:La puerta.
(Hasta aquí las de mi abuelo 1950 a 1973)

Las otras:

Barba de carne, boca de hueso;


rodillas para atrás y anda muy tieso.
R.:El gallo.
(Luisa Ramírez, mi madre - 1950/)

Una vieja larga y seca,


que le corre la manteca.
R.:La vela.
(Luisa Ramírez, mi madre - 1953/ 1990)

Te digo y te lo repito,
si no adivinás,
no valés ni un pito.
R.:El té.
(Luisa Ramírez, mi madre - 1953/ 1990)

Estaba la niña, estaba


a saltitos que se mataba.
R.:La taba.
(Luisa Ramírez, mi madre - 1953/ 1990)

Dos madres y dos hijas


con tres mantillas van a misa.
R.:La abuela, la hija y la nieta.
(Luisa Ramírez, mi madre - 1953/ 1990)

Por ser gordita y rellena,


aplastándola la matan
toda la sangre le sacan
y en botellas se la llevan.
R.:La uva.
19
[Escriba aquí]

(Don Demetrio Hirak – C&A)

Es una gorda redonda


que se pasa o que se pesa;
que se pisa y que se posa.
R.:La uva.
(Don Demetrio Hirak – C&A)

¡Tenga ojo con la punta


porque la punta no es ojo!
R.: La aguja.
(Doña Aurelia Pinto de Prieto - 1954)

¡Que asombro, que maravilla,


por adentro tiene pelos
y por afuera costillas!
R.:El alcaucil o alcachofa.
(Don Hernán Prieto – 1955/56)

Hay algo que Jesús tuvo


que yo no pude tener
pero sí lo tienes tú.
R.:La “u”.
(Octavio Ramírez - 1959)

No es lo que parece
porque no es es lo que es.
R.:La nuez.
(Adolfo Rodríguez - 1971)

Por ser el primer hombre


nada al revés pudo ser
aunque al revés es su nombre.
R.:Adán.
(Amado “Lenco” Prieto - 1957)

Corre mulita en cancha pareja,


clava la uñita y para la oreja.
R.:La máquina de coser.
(Fernando Godoy - 1954)

Las cosas que pasan


20
[Escriba aquí]

entre hombre y mujer


por ave con nada
los dos al revés
fueron los primeros
¿no sé si sabés?
R.:Adán y Eva.
(Paulina Pinto.)

Es una santa de día,


ovalada por afuera
y adentro la panza fría.
R.:La sandía.
(Isolina Sepúlveda - 1957)

Tiene orejas como perro


tiene patas como perro,
mueve la cola como perro
y corre como perro. ¿Qué es?
R.:Una perra.
(Doña Trinidad Sepúlveda.)

No le gusta andar de noche


y por ser muy cumplidor
se levanta con el día
y se acuesta a la oración.
R.:El sol.
(Leonidas Prieto - 1968)

¿Pa’ donde va la libre cuando tiene dos meses?


R.:Para los tres meses.
(Fernando Prieto - 1969)

Grande y peludo:
bien güeno pa’su culo.
R.:El cojinillo.
(Rogelio Gutiérrez - 1960)

Una cuarta más o menos


y en el tronco tiene pelos.
R.:El cuerno.
(Rolando Prieto - 1959)

El que tengo entre las piernas,


21
[Escriba aquí]

más grande y gordo lo quisiera tener.


R.:El caballo.
(Rogelio Gutiérrez - 1960)

Blanca por dentro, verde por fuera;


si quieres saber que es, espera.
R.:La pera.
(Luisa Ramirez, mi madre.)

Vence al potro redomón,


vence al toro y al león,
vence al rico y vence al peón;
siempre vence el picarón.
R.:El sueño.
(Valentina Prieto, mi tía - 1956)

No es mujer ni es muchacho,
no es marica ni es maraco;
siendo hembra muere macho.
R.:La uva y el vino.
(Aladino Hernández - 1959)

Por creyentes vos y yo,


el viernes santo comemos
“como la vaca la o”.
R.:El bacalao.
(Valentina Prieto, mi tía.)

Corre y escucha,
saca una tumba largucha.
R.:El zorzal sacando lombrices.
(Luisa Ramirez, mi madre.)

Hediondito, hediondito,
envuelto en un pellejito.
R.:El ajo.
(Doña Esther Jara.)

No camina, sino salta


porque la cola le falta.
R.: El sapo.
(Isolina Sepúlveda.)

Pregunto: ¿Cuál es el ave

22
[Escriba aquí]

que no come ni vuela?


¡Dígamelo si lo sabe!
R.:El Avemaría.
(Valentín Infante.)

No es Mari ni Quita,
ni Remo ni Lacha;
Mariquita remolacha
en medio de las muchachas.
R.:El maricón. (gay)
(Mi primo Rogelio Gutiérrez- 1960)

EL TRUCO
Dicen que el Truco nos vino desde España y que allí habría sido introducido
por los moros. Cruzó el Atlántico, se aclimató en América y aquí permaneció en el
tiempo y en distintas geografías, adecuándose siempre a cada hábitat con el dina-
mismo que la gente le transfirió. Su vigencia seguramente se debió a lo ameno de su
práctica y a la picardía que llevaba implícita.
El Truco era sinónimo de simpática treta, de deliciosa argucia, de artimaña
salerosa… Este juego, también llamado en otros lugares Truque o Truquiflor, se con-
virtió casi en emblemático en Argentina y en Uruguay países donde reconoce distin-
tas reglas.
El Truco al igual que el Mate acompañó históricamente a nuestros gauchos
y luego al paisanaje derivado de la Inmigración por todo el territorio. En la Patagonia,
tal vez por una cuestión climática arraigaron ambos con más fuerza; tanto arraigaron
que Mate y Truco cruzaron la cordillera y se hicieron comunes y cotidianos también
en la campiña patagónica chilena.
A fines del siglo XIX, seguramente en los vivacs y en los fogones de las curti -
das tropas del General Villegas y especialmente en las los Ttes. Cnels. Uriburu, Orte -
ga y Godoy se ahumaron los naipes de las primeras partidas jugadas en la cordille-
ra. Y ahí quedó, casi para siempre, como amo y señor de fogones y mostradores.
Después pasaron los años, las modas, las costumbres y las generaciones pero el
Truco mantuvo su vigencia.
En los boliches de aquel Pilo Lil de mediados del siglo XX y años subsiguien-
tes, el Truco con relaciones fue la gran atracción “social” entre los parroquianos.
La picardía criolla y la gran variedad de “versitos” y de términos “truqueros”
alardeaban y competían entre sí con agudezas, astucias, bromas, travesuras, chas-
carrillos, “mentiras”, “vivezas” y “avivadas” de un paisanaje ingenuo pero no leso.
Aquel boliche que heredé de mi padre era un amplio rancho de adobes blan-
queado a la cal y descascarado en partes con “cielorraso de bolsas”. Por supuesto el
piso era de tierra, “pero regado”. Su mobiliario consistía en “el mostrador”, una impor-

23
[Escriba aquí]

tante báscula para pesar hasta 400 kilos, una fornida mesa y uno o dos barriles va-
cíos. Estos últimos, barriles y mesa, concentraban las partidas de truco y muy even-
tualmente alguna de dados o de perinola.
A veces entre paisanos que hacía tiempo no se veían, apostaban al “peso”
es decir “se pesaban en la báscula”, según la previsión de los contendientes se otor-
gaban o no algunos kilos de ventaja. Pero el fuerte de todo encuentro “bolichero” era
sin duda el Truco.
Según la cantidad de parroquianos se lo jugaba “de a dos”, “de a cuatro”, “de
a seis” y hasta “de a ocho”.
Recordar aquellas “truqueadas” es retornar a un querible paisaje humano, in-
genuo, espontáneo y divertido donde todos nos conocíamos y aunque no nos quisié-
ramos nos respetábamos y compartíamos la vida.
El Truco surgía como una propuesta casi obligatoria y solía estirarse hasta
altas horas de la noche y a veces de la madrugada; lo regaban el vino, la cerveza, al-
guna sidra, un “coter” o una chupilka y lo amenizaban los “versitos”, los “ ” y la jocosa
creatividad oral y gestual de los menos “aburríos”.
Mientras tuve aquel “boliche” presencié infinidad de partidas e incluso mu-
chas veces fui “tantero” o “tanteador”, una especie de árbitro descomprometido.
Mi padre me había dejado la curiosidad y el respeto por las costumbres pata-
gónicas y en esa línea continué anotando las espontaneidades y hábitos de aquel
paisanaje.
A continuación transcribo “dichos” y “versitos” que andaban de boca en boca
entre mis parroquianos sin ser exclusivos de nadie. En esta recopilación menciono a
quien más los repetía o a quien primero se los escuché; de ninguna manera significa
una patente o registro de autoría.

LOS “DICHOS”
“¡A dormir a los yuyos!”: Se usaba como jocoso comentario hacia el adver-
sario, equivalía a ¡Quedaste afuera! (en las malas). (Audón Rodríguez)
“¡A tierra con los polacos!”: exclamación usada cuando con una sola juga-
da se ganaba la partida total. (Fernando Prieto)
“¡Ése es pollo de mis güevos!”: Expresión de orgullo y aprobación por el
puntaje ganado por el compañero. (Fernando Prieto)
“¡Eso sí que’s lindo, acostarse con la india y amanecer con el indio!”
Expresión aprobatoria de la jugada hecha por el compañero. (Don Segundo Prieto)
“¡Falta un gringo!; ¡Falta un vidrio!: Expresiones engañosas para confun-
dir al adversario supliendo a la Falta Envido. (Orlando Migoni C&A)
“¡Hembra…becida, la vieja…!”: Expresión de júbilo. (Doroteo Prieto, mi padre)
“¡Querosén!”: expresión engañosa simulando un “quiero” para el truco o el
envido.
“¿Ipa?”: apócope de: ¿y pa’l envido? (Consulta al compañero.)
“¿Qué hacemos en este caso, sin boleadora y sin lazo?”: para consultar
al compañero ante la duda o posibilidad de una jugada. (Octavio Ramírez)

24
[Escriba aquí]

“Azul, como sobaco‘e liebre.” Se usaba para indicar al compañero que se


carecía de puntaje para el envido y para el truco. (Ismael Prieto “Malito”)
“Bonitas”: sinónimo de buenas.
“Calleuque, lindo pago.” Calleuque es un paraje chileno, se lo mencionaba
por su similitud con “callado”; para indicar al compañero que juegue callado sin men -
cionar el truco ni el envido. (Amado Prieto “Lenco”)
“Cuadrados son los gallegos.” Indicaba al compañero que juegue un cua-
tro o una baraja de poco valor. (Dionisio Prieto)
“El que se sueña muerto, se muere nomás.” Siempre ser optimista, nunca
darse por perdidoso. (Fernando Prieto)
“Estoy hediondo pa’l rabón o pa’l Ipa.” No tengo posibilidades para el tru-
co o para el envido. (Antonio Figueroa)
“Ganar a la oreja.” Es ganar con el mínimo indispensable. (Dionisio Prieto)
“Háblele de Temuco.” o “Cuéntele como es Temuco.” Se le sugiere al
compañero que cante ¡truco! (Aladino Hernández)
“Las del inglés”: Puntaje de 33. (Treinta y tres, las del inglés)
“Las del reloj”: treinta y dos.
“Las que cantaba Alderete”: Treinta y siete.
“Ligador como yegua chocoleada en verano.” Alude a la suerte del otro.
(Máximo Jara “Pelao”)
“Maletas”: son las malas.
“Más que ganarme de mano, me ganó de puro culo.” Me ganó solo por
suerte, no por mérito. (Orlando Migoni C&A)
“Me falta de la cuenta y no veo volar pájaros.”: Cuando al efectuar el
control de los tantos (maíces o porotos) se advierte alguna anormalidad o una falta
injustificada. (Leonidas Prieto)
“No ha de ser tan gordo como pa’ no abrazarlo.” Equivale a: no le temo;
nada es imposible. (Diógenes Torres)
“Nunca falta de qué reirse, dijo una vieja, y se le estaba quemando el
rancho.” Expresión de alegría a pesar de ir perdidoso. (Don Segundo Prieto)
“Nunca tuve miedo ni mujer bonita.” Expresión jactanciosa previa a acep-
tar una apuesta o a formularla. (Diógenes Torres)
“Ochoa vendió la hacienda y Obligado la compró.” Para referirse al nú-
mero ocho, ya sea en el puntaje del truco o al de los dados cuando se juega al pase
inglés. (Leonidas Prieto “El Lión”)
“Para mí la cola es pecho y el espinazo es cadera.” Me da lo mismo. Me
adapto. (Valentín Infante)
“Pregunto, si ¿la manteca es unto?”, pregunta que “el pie” hacía al que
era “mano” para cantar o no el envido. (Diógenes Torres)
“Quedarse al otro lao del río.” No alcanzar a cruzar a las buenas. (Horacio Fe-
rrada)
“Rabón”. Sinónimo de “Truco”, se lo utilizaba para no comprometer la pala-
bra “Truco”.
“Si ese burro me voltea, no monto más a caballo.” Expresión petulante y
jactanciosa ante las cartas o el desafío del otro. (Fernando Prieto)
25
[Escriba aquí]

“Si no boleo, enlazo y si no, con tu hermana me abrazo.” Equivale a “o


uno u otro”. Se dice cuando se “echan” el envido y el truco juntos. (Ambrosio Jara “Pocho”)
“Sin cola son los ratones.” Refiriéndose a la obtención de cinco puntos.
“Tovía* toma sopa el enfermo.” Expresión optimista, se aplica cuando
quien va perdiendo, logra recuperar parte del puntaje. (*Todavía). (Fernando Prieto)
“Un CHICO lo tiene cualquier sirvienta.” Expresión desdeñosa ante la ob-
tención de la primera partida (“chico”) por parte del adversario. (Don Segundo Prieto)

LOS “VERSITOS”

Para decir ENVIDO:


Anoche me juí a acostar
y cuando estaba dormido
soñé que estaba jugando
y me gritaban ¡ENVIDO!
(Audilio “Vilo” Pinto)

Viniendo desde Neuquén


y al pasar por Los Chihuidos
como andaba descuidao
trompezé con este ¡ENVIDO!
(Diógenes Torres)

Me invitaron a jugar
y estoy jugando un partido
pa’ empezar tengo muy poco
apenitas pa’l ENVIDO.
(Adrián Contreras)

No hay cosa como el recuerdo


para matar el olvido
ni cosa como un buen ¡QUIERO!
para ganar el ¡ENVIDO!
(Roberto Prieto)

Siempre encuentra quien lo quiera


el que nace pa’querido,
y quisiera que usted quiera
cuando yo le diga ENVIDO.
(Horacio Ferrada - DPV)

(Cuando el adversario es mano y apura cantando “truco”.)

No se apure ni me empuje
si me quiere sacar güeno
26
[Escriba aquí]

y sepa que en este juego


el ENVIDO está primero.
(Eliseo Jara “Jarita”)

Para decir ENVIDO y TRUCO:

Yo vengo dende muy lejos


y ando buscando trabajo.
Cuando no lo encuentro, grito:
¡ENVIDO Y TRUCO, carajo!
(Marcelino Infante)

…y como decía Irusta,


el cuñado de Albacete:
¡a uste’l ENVIDO lo asusta
y el TRUCO le da julepe!
(Audilio “Vilo” Pinto)

Nunca jui de ligar mucho,


pero cuando ligo, ligo;
primero para el ¡ENVIDO!
y después ligo p’al ¡TRUCO!
(Benigno “Beno” Pinto)

Desafina mi guitarra
cuando canto una milonga
tal vez si le grito ¡ENVIDO!
con el ¡TRUCO! se componga.
(Alberto “Beto” Cofré – C&A)

Juí pión de “Los Remolinos”


y puestero en “Chacabuco”,
allá les decía ¡ENVIDO!
y ahora acá les grito: ¡TRUCO!
(Domingo Muñoz)

Para decir REAL ENVIDO:

Yo no sirvo para novio,


mucho menos pa’ marido,
y si su hermana me quiere
que me diga: ¡REAL ENVIDO!
(Horacio Ferrada - DPV)

Anduve toda la tarde


campiando un toro perdido
27
[Escriba aquí]

y al final en el boliche,
me encontré este ¡REAL ENVIDO!
(Marcelino Infante)

Desde Junín a Aucapán


estaba malo el camino
menos mal que en Pilo Lil
guardaba este ¡REAL ENVIDO!
(Roberto Prieto)

Porque no soy amarrete


cuando me invitan, convido
y si ando medio alunao
les grito este ¡REAL ENVIDO!
(Orlando Migoni- C&A)

Y yo aunque no esté alunao


ni me inviten los amigos,
si usted me obliga a gritar,
yo grito: ¡DOS REAL ENVIDO!
(Orlando Migoni- C&A)

Para decir FALTA ENVIDO:

A su hermana no le doy,
pero tampoco le pido
porque si a ella le sobra,
a mi no me ¡FALTA ENVIDO!
(Orlando Migoni – C&A)

Tengo malasa memoria:


no me acuerdo ni me olvido
si no tengo o si me sobra,
pa’ gritarle ¡FALTA ENVIDO!
(Diógenes Torres)

No quiso tomar la sopa


la nena de mi vecino,
y él enojado gritaba
tomala me ¡FALTA ENVIDO!
(Alejandro González)

La vaca con su ternero,


la mujer con su marido
y yo con estas dos cartas
le canto la ¡FALTA ENVIDO!
28
[Escriba aquí]

(Adrián Contreras)

Para decir FLOR:


En la cordillera hay nieve
y en el campo hay espinas;
voy a cantar esta FLOR
que me regaló mi china.
(Máximo Jara “el Pelao”)

Mi vecino Nicanor,
el hijo de doña Juana,
cuando está en pedo repite:
¡Qué FLOR…que tiene su hermana!
(Marcelino Infante)

Viniendo de “Chacabuco”
pasando por “Gente Grande”
llegué a cantar esta FLOR
a San Martín de los Andes.
(Fernando Prieto)

Viniendo de “Buelas Adres”,


pasando por el Tandil,
vengo a cantar esta FLOR
a la costa’e Pilo-Lil.
(Ismael Prieto “Malito”)

Mi mujer me abandonó,
y al verme tan disgraciao:
…¡la puta, se me cortó!
(Ambrosio Jara “Pocho”)

Cuando salgo a los boliches,


no soy de fijarme en gastos
y mucho menos si ligo
una linda ¡FLOR de bastos!
(Ambrosio “Pocho” Jara)

Mi mujer se golvió loca,


yo de remedio le di
esta hermosa FLOR de copas.
(Facundo Figueroa)

Se me cagó la nena,
¡FLOR chilena!
29
[Escriba aquí]

¡chiquita pero güena!


(Ambrosio Jara “Pocho”)

Cuando murió don Elías,


toda la gente decía:
¡tan bueno, tan cariñoso,
y qué FLOR de bolas tenía!
(Mi hermano Danilo Prieto)

Llegó el turco Salvador


con una insistencia loca,
y le tapó el culo a Roca,
con un nabo de mi FLOR.
(Mi hermano Danilo Prieto)

Pilo-Lil, bonito pago,


donde en un jardín nací
y donde entre Flores vivo,
como clavel o alelí.
(Mi padre, Don Doroteo)

Alambrao de siete hilos,


postes de ñadugüay,
molino marca “Guanaco”;
linda FLOR del Paraguay.
(N.N.)

Llegaron las hijas de Mena:


Blanca, FLOR y Filomena.
(Facundo Figueroa)

Es tonto el crestiano macho


cuando el amor lo domina,
pasa una perra y orina,
se agacha y siente el olor
creyendo que es una FLOR
que le ha tirao la mina.
(Horacio Ferrada - DPV)

Anoche la vi a tu hermana,
con ojos llenos de amor,
en su boca una sonrisa
y en cada teta una ¡FLOR!
(Orlando Migoni –C&A)

Ayer pasé por tu casa


y me tiraste un limón,
30
[Escriba aquí]

creyendo que era tu hermana


le di un ¡FLOR de mordiscón!
(Orlando Migoni –C&A)

La otra noche en el boliche


me encontré un lindo peludo,
y cuando quise agarrarlo
tenía una FLOR en el culo.
(Eliseo Díaz-DPV)

Un jabalí enamorao
miraba por la ventana
y entre hociqueadas decía:
que ¡FLOR de chancha es tu hermana!
(Daniel González –C&A)

El vino tinto me aturde


y el blanco me da calor
las cartas que usted me ha dao
me sirvieron pa’esta ¡FLOR!
(Ruperto Alfaro)

En los jardines de Chile


cultivaba clavelinas
y en los jardines de acá
¡tengo FLORes argentinas!
(Roberto Prieto)

Que cosas tiene la Julia


que no tiene la Julieta,
una tiene lindo el pelo
y la otra ¡FLOR! de tetas.
(Orlando Migoni – C&A)

Siéntese bien a la sombra


mire que hoy hace calor,
no sea que por confiado
se le marchite esta FLOR.
(Moreira – C&A)

Para decir CONTRAFLOR:

Déjeme nomás parao


que no me asusta el calor,
y si a usted no le incomoda
yo l’echo la CONTRAFLOR.
(Moreira – C&A)

31
[Escriba aquí]

Del trébol nació la planta


y de la planta la FLOR;
me atrevo y me desatrevo
pa’ echarle la CONTRAFLOR.
(Fernando Prieto)

Ando campiando un amor


y no lo puedo encontrar;
me dicen que no me sirve
su FLOR pa’ mi CONTRAFLOR.
(José Ferrada - DPV)

El que juega, se las juega


por borracho y jugador
y por estar aprendiendo
yo le echo la ¡CONTRAFLOR!
(Eliseo Díaz - DPV)

Para decir TRUCO:

En Icalma, en Las Raíces


en La Unión o en Lonquimay,
por más que busque, compadre,
como este TRUCO no hay.
(José Ramírez)

Podrán ganarme a los dados,


podrán ganarme a la taba;
pero teniendo estas cartas
¡al TRUCO, nadie me gana!
(Rudecindo Casanova - DPV)

Tuve un zaino malacara


y un oscurito pasuco
el zaino era pa’l trabajo
y el oscurito pa’l ¡TRUCO!
(Audilio “Vilo” Pinto)

Con estas cartas compadre


no sé si podré jugar,
pero por ahí este TRUCO
me alcanza para ganar.
(Dionisio Prieto)

La vieja Doña Rebeca


le ocultaba a su marío
32
[Escriba aquí]

que abajo de las polleras


tenía un TRUCO escondío.
(“Negro” Bernal)

Para decir FLOR Y TRUCO:

“A la moda de Antuco:
tengo FLOR y juego al TRUCO”
(Máximo Jara “el Pelao”)

Pajarito Ñico-Ñico
que andás por las quebráas
echando FLOR por el pico
y TRUCO por atrás.
(Facundo Figueroa)

Por andar entre gorrachos


me agarré un FLOR de peludo;
menos mal que con el TRUCO
los peludos se espantaron.
(Facundo Figueroa)

Yo también juí a trabajar


a la Estancia “Sur de Tierras”;
güelta a güelta les gritaba:
¡FLOR y TRUCO indios de mierda!
(Marcelino Infante)

En la Cuesta del Barón


y en la Bajada de Antuco,
por defender esta FLOR,
tuve que peliar al TRUCO.
(Leonidas Prieto “León”)

Alambrao de siete hilos,


campo FLOR y buena aguada;
quien quiera ganarme al TRUCO,
que aproveche la volada.
(N.N.)

A la moda de Temuco:
¡tengo FLOR y juego al TRUCO!
(Ismael “Malito” Prieto)

Jugar con usté’ste juego


no me da miedo ni susto,
por eso quiero que sepa:

33
[Escriba aquí]

¡tengo FLOR y juego al TRUCO!


(Benigno Castillo – DPV – Cuadrilla Ing. D´Aloe)

Anduve por Melipeuco,


por Choshuenco y por Antuco
y al cruzar la cordillera
me encontré esta ¡FLOR y TRUCO!
(Aladino Hernández “Ruedas Altas”)

Tuve una novia en Zapala


y una “polola” en Temuco;
la de Zapala era mala;
la otra: de ¡FLOR Y TRUCO!
(Aladino Hernández “Ruedas Altas”)

Las barajas son cuarenta


y a mí me han tocado tres:
la FLOR la canto primero,
dejo el TRUCO pa´después.
(Diógenes Torres)

Comidas y bebidas
En aquel Pilo Lil de las primeras tres décadas del Siglo XX no se conocían
los lujos, ni la refinación, ni las exquisiteces. Los alimentos, con su rusticidad y su
simpleza eran los que proveía la tierra.
La gastronomía, como todo a su alrededor; era básica, elemental, casi primi-
tiva. La manera de alimentarnos nos venía de indios trashumantes, carenciados y
vencidos, de inmigrantes escasos de medios y de conocimientos. Éramos una agres-
te y paciente pobreza que guapeaba entre los cerros; veníamos desde la escasez y
la resignación y nos dirigíamos a la esperanza.
Nadie era cazador, aunque de alguna manera todos lo éramos, si se cruzaba
un guanaco, un choique, una mara o un huillín, instintivamente se intentaba capturar-
lo. Unos proveían carne, otros plumas o pieles; pero la invasión “huinca” fue tan bru-
tal que a los pocos años ya no quedaban especímenes silvestres. Después esa mis -
ma colonización incorporó la liebre europea, los gorriones, el jabalí, el ciervo colora-
do, la trucha arco iris y todos los etcéteras malos y buenos del progreso.
El desconocimiento de manjares distintos y más elaborados hacía valorar la
escasa variedad existente.
El instinto de supervivencia había logrado que los mayores estuvieran allí en-
frentando permanentemente la necesidad y los mayores eran el ejemplo a seguir. La
herencia recibida hacía consumir, con o sin disfrute “lo que había”; la intensidad del
hambre o del cansancio sazonaba las comidas.

34
[Escriba aquí]

La primavera era quizá la más parca de las estaciones proveyendo alimen-


tos, en la zona boscosa apenas los brotes de “quila”, algunos hongos, “llocones”, ta -
llos de nalca y no mucho más. El verano y el otoño, sí, eran pródigos en variadas fru -
tas y verduras y en invierno se dependía básicamente de la carne y del sentido de
previsión tenido durante las estaciones anteriores.
La experiencia, a los viejos les había inculcado la valiosa virtud de la previ-
sión y partiendo de ella se anticipaban a las posibles necesidades del futuro, espe-
cialmente en invierno: la leña, la reparación de techos en los ranchos y fundamental -
mente el alimento para un período hostil de frío y de carencias. Carne que no era
consumida, se la charqueaba; incluso los “pescados” que en verano proveían los ríos
y arroyos. Las cabezas de pescado secas se utilizaban en invierno para hacer caldi-
llos y saborizar guisos. En las primeras dos décadas del siglo XX se traían de Chile,
frutos de mar: atados de cochayuyo y ristras de piures, machas, cholgas y choros
que se convertían casi en tesoros de la añoranza gastronómica.
La harina en un comienzo era artesanal y como tal su suavidad irregular; se
la amasaba mezclándola con agua, sal, grasa o chicharrones. Las sopaipillas, luego
devenidas en tortas fritas, de igual manera. La grasa utilizada muchas veces, era de
potro. El ají, la sal, el ajo, la cebolla, el cilantro, disimulaban sabores; la cocción ayu-
daba.
La conservación de los alimentos constituía el gran problema a resolver. Los
beneficios de la refrigeración eran absolutamente impensables; nadie tenía heladera,
ni siquiera se la imaginaba. Ver un trozo de hielo en verano hubiese sido un absur -
do. La nieve, la escarcha, los carámbanos pertenecían al invierno y nada tenían que
ver con la alimentación, simplemente eran para sufrir el frío…
Lo más parecido a las conservadoras eran las “fiambreras”, especie de jaulas
con malla de alambre muy fina que permitía la ventilación pero impedía el ingreso de
moscas e insectos. Se las colocaba en lugares frescos y sombríos con buena circula-
ción de aire, generalmente próximos a una vertiente o a un curso de agua. En su in-
terior poseían ganchos de los que se colgaban los trozos de carne fresca. En verano
cuando el calor era mucho, la carne así mantenida corría el riesgo de “abombarse”
es decir iniciar el proceso de putrefacción; para evitarlo se la “charqueaba” o sea se
la fileteaba parcialmente y se le agregaba abundante sal. Ya deshidratada y seca se
convertía en “charqui” o “charque”.
La dificultad para conservar la carne hacía que no se faenaran animales
grandes, especialmente vacunos, salvo cuando por un acuerdo previo se convenía
entre varios vecinos realizar esa tarea. Ahí entonces acontecía la “carneada”.
Ocurría a veces que un caballo se accidentase o quedase inútil en una roda-
da, en ese caso, luego de sacrificarlo, se lo carneaba y se obtenía la mentada “carn’e
potro”.
Pero lo habitual era el carneo de animales chicos: lanares o cabríos.
Al finalizar el otoño se bajaba de la veranada con la hacienda, la que segura-
mente había engordado por las buenas pasturas. Era el momento para organizar en-
tre varios vecinos la carneada de algún vacuno, se la hacía coincidir con la de uno o
más cerdos. Entonces todo el rancho se ponía en movimiento para elaborar chorizos,

35
[Escriba aquí]

longanizas, queso de cerdo, untosinsal, pancetas, jamones, morcillas, etc. Los embu-
tidos se conservaban en grasa o se secaban al humo. Casi todo se ahumaba, no
siempre con la intención en sí misma de saborizar sino simplemente porque los ali-
mentos eran lo más preciado y debían conservarse estando próximos y a buen re-
caudo de roedores, gatos y perros; entonces se los colgaba en los rincones del am -
biente más habitado del rancho es decir en la cocina, donde siempre había un fogón
encendido.
La veranada proveía, además de gordura a los animales, leche y quesos en
abundancia, piñones y muchas veces manzanas.
Llegada la primavera, a partir de octubre, comenzaba la parición de chivas y
ovejas, luego esos corderos y chivitos comenzaban a ser sacrificados y se convertían
en los clásicos y exquisitos “chivos y corderos patagónicos al asador”.
En los ranchos no abundaban las cocinas propiamente dichas, solo algunas
de latón o de tambores adaptados; después andando el tiempo aparecieron las más
sofisticadas de hierro fundido cuyas marcas: “Istilart”, “Inchausti”, “Crescent”, “Care-
lli”, “Tres Arroyos”, etc. se convirtieron en consulares.
No solo los productos de origen animal eran charqueados, también se dise-
caban los vegetales. Con los choclos se hacía “chuchoca”, las papas, las cebollas se
guardaban en bolsas, los piñones se enterraban, las manzanas se atesoraban en ca-
jones rodeadas con granos de avena. Las habas, arvejas y porotos y demás legum-
bres se secaban. Los duraznos y ciruelas deshidratados se convertían en “huesillos”
al igual que las guindas, las manzanas y membrillos que pasaban a ser orejones.
Ya superada la primera mitad del siglo XX el incipiente progreso arrimó re-
cursos y costumbres distintas a través de los “boliches”. Se popularizaron por ejem-
plo los fideos, el aceite, el café, la levadura seca, las sardinas en latas, el “corned
beef”, los duraznos en almíbar, las galletitas, el dulce de batata o membrillo, el pan
dulce, la leche condensada, la salsa (extracto) de tomates, etc., etc.
La educación formal que comenzó a brindar la Escuela 51 también influyó y
mucho en la alimentación. Uno de los maestros emblemáticos don Jorge Carlucci y
esposa hicieron conocer y divulgaron el chocolate con bollitos dulces y el pan dulce,
especialmente para las Navidades o el 25 de Mayo. Más tarde, ya superado el año
de 1950, el gobierno nacional y la Fundación Eva Perón “obsequiaban” para fin de
año, a través de la Escuela, pan dulce, sidra y algunos juguetes.
Las bebidas disponibles en los hogares no pasaban de la chicha, algún guin-
dado casero y muy eventualmente de una damajuana de vino. En los boliches tam-
poco la variedad era mucha: vino, a veces cerveza, “refresquina” y “juertes” (“3 Plu-
mas”, Ginebra, “Cubana Sello Verde”, Caña “Ombú”, Grappa “Chisotti”, “Licor de los
8 Hermanos”, etc.) Por supuesto también la “chupilka”, el “cote” y el “cola de mono”.
Seguidamente detallo una serie de términos y palabras referidas a elemen-
tos, objetos, comidas y bebidas utilizados y consumidos en el Pilo Lil de aquella épo-
ca; posiblemente no sea la más completa de las nóminas, pero lo intenta…

.
¡échele pa’dentro y güen provecho, pueh!

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Agraz: uva verde. Además de su uso como antifebril se utilizaba su jugo con
agua y azúcar como refresco. También al jugo se lo solía usar para acidificar ensala-
das supliendo al vinagre.
Almejas de agua dulce: (diplodon chilensis) Quizá algún resabio marisquero
traído desde Chile intentó utilizar las almejas de río con finalidades culinarias sin ma -
yor éxito. De todas maneras no abundaban. Hubo sí quienes las preparaban hirvién-
dolas mucho y condimentándolas con ají, sal y perejil. Eran sabrosas pero bastante
gomosas.
Apol: (también carrütu): Comida ya en desuso (afortunadamente) por el gra-
do de crueldad que implicaba. En Pilo-Lil, el último que lo practicaba era Jarita (Eli-
seo Jara) a fines de los años sesenta. Se colgaba de la cabeza o de los cuernos a un
chivito o a un cordero; luego en vez de degollarlo se le cortaba la tráquea de un tajo y
se le iban echando sucesivamente: ñorquín (apio silvestre o cimarrón) ajo picado, ají,
perejil picado y sal o directamente “merquén”. Había quienes preparaban una “sal-
muera” fuerte con todos los condimentos y cebollino. La pobre bestia sufría atrocida-
des y en su intento de respirar llenaba sus bofes (pulmones) con los condimentos.
Luego del carneo, se separaban los bofes así preparados, se los dejaba reposar
unas horas y se los consumía sin cocinar.
Arroz con leche: El universalmente conocido. Solían agregársele (cuando
había) cáscara triturada de limón o de naranja que se conseguía suelta en los boli-
ches. Había quienes le ponían “huesillos” o sea duraznos desecados con carozo.
Asado al asador: La comida por antonomasia del campo argentino. La cos-
tumbre nos llegó a Pilo Lil seguramente con los peones de Arze desde la pampa ar-
gentina y también desde Chile donde se lo llamaba “asao al palo”; realmente no sé
cómo lo llamaban los indios pero seguramente también lo consumían. Todo lo que
fuese carne se cocinaba de esa manera, como cumpliendo el precepto de Martín Fie-
rro: “todo bicho que camina va a aparar al asador”. Es de hacer notar que el asado
de cabrío, cuando el animal era adulto además al ser demasiado magro se consti-
tuía en duro y seco. Durante muchos años el asador fue el único utensilio para la co-
cina gaucha, la parrilla llegó recién a fines de la década de 1960 (con la construcción
del puente). El ahora popular disco de arado, hasta fines de 1972 (cuando yo me fui),
aún no había llegado.
Ayuya: pan con huevo. También con chicharrones.
Bebidas alcohólicas: En los boliches se podían adquirir y consumir distintas
bebidas alcohólicas; la más requeridas eran, por orden de importancia: vino suelto
(tinto, clarete, rosado, blanco), vermouth (“Cinzano” o “Martini”), “Gancia”, caña
(“Ombú”), ginebra (“Bols” o “Llave”), cerveza (los chilenos le decían “Pilsen”), grappa
(“Chisotti”), “Hesperidina”, Fernet (“Branca”), “Amargo Obrero”, Licor “8 Hermanos”,
“Tres Plumas”, “Ferroquina Bisleri”, Cubana (“Sello Verde” y “Sello Rojo”), etc. A las
bebidas que requerían refrigeración se las enfriaba en un pozo con agua de vertiente
y se las cubría con arpilleras mojadas. Este sistema no era del todo eficaz, segura-
mente por ello el consumo de sidra y cerveza no era demasiado. En cuanto a los tra-
gos preparados con el transcurso del tiempo se fue evolucionando desde la tradicio -

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nal “chupilka” (vino, ñaco y azúcar), al “cote” (vino, azúcar, yema de huevo y canela)
y ya a finales de la década de 1960 nos llegó desde Chile el “cola de mono” (leche
condensada, “Nescafé”, aguardiente o caña y canela).
Berro: (Huentrai en mapuche) Era protagonista de las ensaladas junto a
otras verduras de hoja. Solía mezclárselo con brotes de nalca, shangles, pinatras o
digüeñes.
Biñuelos: Buñuelos. Era la tradicional fritura. Se los preparaba agregándoles
pasas de uva o trozos de manzana. Junto con los “calzones rotos” constituían un ex-
celente acompañamiento para las mateadas en ocasión de visitas.
Bota vinera: La bota vinera era de cuero generalmente de cabra con el pelo
hacia adentro, y cubierta con “pez” en su interior lo que impedía la pérdida del líqui -
do. Su boca: brocal y boquilla eran de bakelita negra. La marca consular era “Pam-
plona”. En general los afectos al uso de la bota preferían cargarla con vino blanco o a
lo sumo con rosado.
Brote de quila: es el extremo tierno y apenas leñoso de la caña colihue. Cru-
dos o sancochados con algo de aliño tenían un muy lejano parecido a los espárra-
gos. Se los consumía casi por “supervivencia” siempre en primavera.
Cabezas de capón o de cordero, también de cerdo o vacuno: Se lavaban
las cabezas de los animales faenados y luego de condimentárselas se las cocinaba
al horno o al rescoldo. En el caso de las de vacuno solía hacérselas “enterráas” es
decir como si fuera un curanto. En un pozo cubierto su fondo con piedras se hacía
abundante fuego, se retiraban los tizones, se colocaba la cabeza ya condimentada y
se tapaba el pozo con una chapa sobre la que volvía a hacerse fuego; demoraba va -
rias horas en cocinarse (más de 8).
Café barato: Cierta vez don Francisco Rivera me preguntó el precio del café
molido, cuando se lo dije lanzó una exclamación de sorpresa y disconformidad, luego
me compró dos kilos de maíz, aclarándome que “el maíz estando bien tostaíto y mo-
lío es casi como el café…” En cambio mi tía Valentina ponía higos al horno hasta
que casi se calcinaban y luego los molía con el mortero obteniendo un sabroso “café
de higo” que a mí me encantaba. Creo que lo de Rivera constituía una variante de-
gradada de la malta.
Calafate: (Berberis barilochensis), Michai (berberis darwinii; berberis lineari-
folia). Para cosechar su fruta y “llevarla pa’ las casas” se extendía una tela o cuero
debajo de la planta y luego se la sacudía o apaleaba para que los frutitos cayeran.
Se hacía con ellos jalea o mermelada.
Caldillo: Consistía en un caldo de lo que hubiera; lo más común era de tro-
zos de charqui o carne, huesos de capón, alguna presa de ave, alguna cabeza seca
de pescado, cebolla picada, sal y “harto picante” o merquén. Se lo usaba como des-
ayuno “pa’ componer el cuerpo” y combatir la resaca después de algún jolgorio.
Callampa: Seta (esporocarpo). Hongo comestible, que crece en la base de
algunos árboles del bosque. Se usaba generalmente en “fritangas” mezclado con ajo,
cebolla, ají o merquén.
Callana: Asadera grande que se utilizaba para tostar (callanear) trigo o maíz
en el fogón o sobre las brasas; para ello se revolvían permanentemente los granos

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con una cuchara de madera. Luego de “callaneado” el trigo se lo molía en mortero o


con “piegra ‘e moler” para obtener el ñaco. A veces se la suplía por una olleta gran -
de de hierro o de barro.
Calzones rotos: Fritura de masa enredada sobre sí misma, estaba hecha
con harina, huevos y azúcar. Llegada la hora del mate y especialmente si habían visi-
tas, se convertía en una alternativa a las tortas fritas y a los “biñuelos”.
Carne a las brasas o al rescoldo: se salaba un trozo de carne y se lo colo-
caba sobre las brasas, podía tapárselo o no con rescoldo. Luego de un rato simple -
mente se le sacudía la ceniza y se lo consumía. Solía acompañárselo con papas,
también hechas al rescoldo.
Carne de Puma: Carlos Rivera (primo de Alfredo) me contaba que la carne
de puma era perfectamente comestible pero que tenía “un lao malo”. Según él, el
puma se echa siempre sobre el mismo costado, y es justamente ése “el lao malo”.
Cáscara de naranja o de limón: A falta de la fruta fresca y real, se la conse-
guía en algunos boliches que las vendían trituradas. Se las usaba como infusión anti-
febril o como complemento para la mazamorra o el arroz con leche.
Cascarilla: Era la cáscara tostada del grano de cacao que se adquiría suelto
o en bolsas de treinta kilos. Se la consumía hirviéndola con leche o simplemente con
agua. Por su bajo costo era una excelente alternativa del café, de la malta o del mate
cocido.
Castañas: En mi casa existían dos árboles de castañas; llegado el otoño las
cosechábamos y se convertían con los piñones y las nueces en la golosina disponi-
ble para acompañar las charlas junto al fogón durante parte del invierno.
Catuto: Era una especie de tortilla enrollada. La masa estaba hecha con tri-
go hervido (sancochado) y condimentado (había quienes le agregaban huevo y/o
queso). Luego de aplastada la masa, se la enrollaba en panecillos que se cocinaban
al horno o al rescoldo. (El aspecto guardaba semejanza con los “vigilantes” de las ac-
tuales panaderías).
Causeo: merienda. También “once”. (“Causeo de patas”: merienda de gelati-
na de patas) Posiblemente la palabra derive de “causa”, motivo o razón. (Ver también
“motivo, hacer motivo).
Chacay: La leña por antonomasia de la precordillera. Sus brasas y cenizas
eran sumamente apreciadas para la cocción en olletas, callanas, al asador y al res-
coldo. Es la leña de la precordillera que más dura y que más calorías brinda; en la
cordillera propiamente dicha, solo la supera en poder calórico y duración el “clavo de
pehuén”.
Chancaca: Pasta hecha con trigo o maíz tostado y molido, mezclado con
miel. Se la usaba como mermelada o dulce. Los alfajores de chancaca eran realmen-
te apetitosos.
Chancho en piegra: Era una especie de pebre o salsa que necesariamente
llevaba sal y tomate; luego, cilantro, cebolla, ajo, ají y otros condimentos. Era funda-
mental moler todo en un mortero de piedra. Curiosamente no incluía nada de carne y
mucho menos de cerdo. Desconozco las razones de su nombre. En Pilo Lil lo solía

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preparar Paralila y también Don Luis Pinilla, para acompañar los asados. También lo
hacía mi tía Valentina quien lo había aprendido de mi abuela Griselda Campos.
Charqui, charque: Carne deshidratada, salada y seca de cualquier animal,
incluidos los pescados. En mapuche se le decía anim.
Chuchoca, o Chichoca: Eran choclos cortados en rodajas o piñones sanco-
chados y deshidratados. Ambas se dejaban secar enhebradas en un hilo o sobre un
harnero o tamiz de madera y luego se guardaban para la época invernal en que se
los utilizaba para agregar al puchero, a la sopa o a la “cazuela de ave”. (Domitila Sanhue-
za). Había quienes preferían hacerla con piñones crudos, utilizando para ello los que
aún permanecían en la planta para lo que era necesario “descabezar la araucaria” es
decir sacar las piñas aún inmaduras del pehuén. A los piñones ya secos se los tritu-
raba en la piedra de moler y su harina se utilizaba en sopas, como ñaco o en pasta
(similar a la sémola). Todos estos alimentos en ristras eran secados colgados del te -
cho del rancho y lógicamente se ahumaban; esta particularidad les otorgaba un es-
pecial sabor y bouquet.
Cocaví: Mi abuelo Luis Ramírez le asignaba a esta palabra una simpática
etimología, seguramente personal; él decía que derivaba de COmida para el CAmino
y el Viaje. Era la comida que se llevaba justamente para eso, para el transcurso del
viaje; consistía generalmente en: huevos duros, piñones hervidos, sal, tortas fritas,
algún embutido, pollo asado, carne cocinada, etc. Era sinónimo de roquín.
Cochayuyo: alga marítima comestible (durillea utilissima) muy apreciada en
Chile. A comienzos del siglo XX era relativamente común en Pilo Lil, luego de la im-
plementación de los controles fronterizos en la década del 30, su consumo se tornó
cada vez más ocasional hasta desaparecer.
Cola de mono: cóctel o trago de preparación casera compuesto por leche
condensada, agua hervida, “Nescafé”, aguardiente y canela. Fue traído a Pilo Lil
como novedad (navidades de 1969) por algunos integrantes de la Empresa Conte-
grand & Alfonso constructora del puente.
Concones: Comida bastante elemental traída por los primeros inmigrantes
chilenos a fines del siglo XIX y principios del XX. Consistía en una masa hecha con
harina, huevos (no necesariamente de gallina), leche (o agua), pimienta, sal, perejil y
cilantro. Se picaban muy finitos el perejil y el cilantro y se los mezclaba con los de-
más ingredientes hasta formar una pasta blanda a la que se cortaba con una cuchari-
ta (como si fuese una especie de ñoqui). Por separado se hervía agua con sal y algu-
na “sustancia” que podía ser indistintamente un hueso, un trozo de gallina, de cuero
de cerdo, una “cabeza ‘e pescao”, o ajo; a esto se le agregan los “concones” y se los
servía colados o como sopa con poco caldo. (Adela Poblete, mi abuela materna)
Corned Beef, (Viandada): Carne de vacuno pre cocida y envasada. Creo
que era elaborada por Frigoríficos Swift. Allá por 1950 se la comercializaba en todos
los boliches de campo y se la consumía como alimento de emergencia generalmente
acompañada por galletitas “Criollitas”. Como la mayoría de los parroquianos de mi
padre eran poco alfabetizados, había quienes al no saber leer y guiándose solo por
la etiqueta impresa de la lata la pedía como: “carn’e vaca overa” (E.G.) Años des-
pués se comercializó un producto similar con la denominación de “Viandada”.

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Cote: (localmente lo llamábamos “coter”) Mezcla de vino tinto, yema de hue-


vo, canela y azúcar que se batía y se bebía como aperitivo en determinadas ocasio-
nes.
Cuero para vino: (pulcu trilque) cueriada de vino o de chicha. Odre para lí-
quidos. El viejo Queupán le llamaba “unka” a este tipo de odre; decía que antigua-
mente ese era el nombre que se usaba; esta denominación no pude corroborarla con
algún otro informante. Al sacrificar un cabrío, se le sacaba el cuero “hecho bolsa”, es
decir se evitaba cuidadosamente abrirlo o cortajearlo. Luego se lo curtía (general-
mente con alumbre y en la “horqueta” de sobar); se lo esquilaba prolijamente deján-
dole un mínimo de pelo, se lo invertía y bloqueaban los agujeros naturales, luego de
engrasarlo totalmente por fuera (el descarne) se lo llenaba con agua y en reposo se
constataba que no tuviese pérdidas ni fisuras. Con este proceso el cuero quedaba
listo para transportar líquidos, que por supuesto eran chicha o vino. Los había con
capacidad de veinte litros y más.
Curanto: La tradicional “comía enterráa” de la isla de Chiloé, tuvo en Pilo Lil
muy pocos adeptos; no obstante la menciono porque en una oportunidad allá por
1956 don Juan Arriegada y señora prepararon un curanto. Con mi padre participa-
mos de tan curiosa comida, aunque a mí personalmente no me agradó. El curanto
consistía en cocinar carnes diversas y pescados dentro de un pozo con piedras ca-
lientes y estratificando las comidas, abajo los productos de mar (si los hubiere) luego
hojas de col, papas, zanahorias, zapallo, carnes rojas, luego hojas de nalca y otras
verduras, más arriba carnes blancas y finalmente más verduras y nalca. La boca del
pozo se tapaba con una chapa y sobre ésta se hacía fuego. Personalmente me resul-
tó similar a un gran mejunje de carnes y verduras al vapor.
Chicha: Jugo de manzana. Se lo obtenía artesanalmente moliendo la fruta y
luego exprimiendo el orujo. Se la consumía recién hecha (chicha dulce) o luego de
fermentada (chicha ácida). Poseía una baja graduación alcohólica y era muy aprecia-
da en las fiestas y reuniones sociales del pago.
Digüeñe: (Cyttaria) Allá por octubre o noviembre de cada año los árboles de
la familia de las nothofagus (ñire, roble y coihue) producen a modo de excrecencias
unos hongos blanco-amarillentos ligeramente gelatinosos, no mucho mayores que
una nuez grande; son los digüeñes. Cuando exceden ese tamaño se los llama pina-
tra. Es muy común confundir las “pinatras” con el “llao-llao” y los “digüeñes”, en reali-
dad son todos bastante parecidos en aspecto y sabor solo que pertenecen a distintas
clasificaciones de la familia de las Cyttarias y nacen en los nudos de los árboles ya
mencionados. Son usados en ensaladas combinados con verduras; en fritangas con
ajo, cebolla, merquén, panceta, chicharrones, etc.
Dulc’e batata: Pequeño lujo que muy de vez en cuando se le podía dar a la
familia. “¡Además quedaba la lata, que servía pa’ plato!” En mi casa y de forma case-
ra se elaboraba el dulce de castañas, muy similar en sabor y por supuesto más eco-
nómico.
Dulc’e membrillo: Igual que el de batata, pero menos requerido.

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Duraznos en lata: La más exquisita golosina traída por los boliches. No era
del todo barata, ¡pero que rica era!, sobre todo en invierno y primavera cuando los
sabores de las frutas eran solo recuerdo. ¡Y la lata era güena pa’ jarro!
Duraznitos tempraneros de La Virgen: Los primeros duraznos de la tempo-
rada. En años normales comenzaban a madurar al igual que las cerezas y damascos
alrededor del 8 de diciembre “Día de la Virgen Inmaculada”.
Ensalada de pinatras o digueñes: Se trozaban las pinatras en rodajas, se
las mezclaba con cilantro, perejil picado, ajo picado, vinagrillo muy picado, aceite, sal
y merquén. (Juan Osés)
Frangollo: trigo o maíz machacado o cocido. Guiso mal hecho o cualquier
cosa mal hecha o desprolija.
Fritanga: Mezcla de alimentos fritos.
Frutilla (quillén): (Fragaria chiloensis) La conocida herbácea de tallos rastre-
ros. En estado silvestre su fruto era exquisito aunque de tamaño pequeño compara-
do con el comercial de las actuales fruterías. Abundaba en las zonas húmedas en los
espacios soleados en el bosque. Por supuesto se la consumía al natural. También
con ella se hacía mermelada.
Galuto: (fue un localismo) angurriento, ávido, hambriento, pedigüeño.
Gargal: Hongo que crecía pegado a los árboles del bosque en zonas muy
húmedas. (Al igual que el schangle se lo podía disecar, pero fresco resultaba más
agradable). Se lo incluía en las salsas y “fritangas” con cebolla y picante para acom-
pañar especialmente los concones u otros guisos.
Grasa: (Yahuiñ en mapuche) Durante muchos años la grasa animal suplió al
aceite vegetal en la cocina lugareña; seguramente influía el costo del producto.
Guindado: Era una de las pocas bebidas artesanales hechas en el pago.
Hubieron guindados que trascendieron el ámbito local, posiblemente debido a la ex-
celente calidad de la fruta empleada. El método utilizado por mi madre era el siguien -
te: en un botellón de vidrio incoloro de boca ancha (generalmente una botella de las
de aceite de 1,5 litros) colocaba guindas recién cosechadas y despalilladas hasta la
mitad, cubría con azúcar molida llegando a la tercera parte del frasco y tapando la
boca del botellón con un trozo de gasa (que permitiese el paso del aire) los exponía
al fuerte sol de enero durante varios días. Cuando la fruta había exudado todo su
jugo y quedaba inmersa en él, retiraba el botellón y completaba su capacidad con gi-
nebra, caña fuerte o mejor aún con alcohol puro. Luego tapaba y lacraba el envase y
simplemente lo dejaba envejecer. Este proceso de envejecimiento era fundamental
para que se mixturaran los sabores y el alcohol. Generalmente el guindado estaba
óptimo para el mes de julio, es decir más o menos a los seis meses. Existían otros
métodos de trámite más rápido pero el resultado final era de inferior calidad.
Guiso de carne y pinatras: En una olleta de “fierro” se sancochaba carne pi-
cada mezclada con cebolla; cuando perdía el aspecto rojizo se le agregaba aceite o
grasa, sal, ají o merquén, pimentón, orégano y pinatras sin lavar cortadas en rodajas;
se continuaba cocinando diez o quince minutos más y luego se le agregaba chorizo
picado y dos o tres huevos que se revolvían con el conjunto. Se servía caliente. (Juan
Oses)

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Hojas de parra: Se las usaba para elaborar “niños envueltos”. Esta costum-
bre fue traída seguramente por algún “turco mercachifle”. Siendo yo niño, la gran pa -
rra de mi casa, era una de las pocas de la zona; le llamábamos “el parrón”. Recuerdo
que venían a buscar sus hojas desde Junín de los Andes (donde no existía esta plan-
ta) don Salvador Asmar, don Roque Roca, don Julián Ahuri, don Alfredo Roca, don
Nallib Julián y otros, todos ellos de origen sirio libanés.
Huelán: En mapuche: semi seco. Trozo de árbol o de madera que aún con-
serva parte de su savia. La mayoría de la leña “huelán” calienta y dura más, aunque
cuesta encenderla.
Huesillos: Fruta de carozo desecada; especialmente los duraznos. Además
de usárselos en compotas durante el invierno, eran el complemento ideal para comer
“mote con huesillos”, también se le solían agregar al arroz con leche.
Ingestas cotidianas: Con respecto a la cantidad y orden de las comidas dia-
rias no existía un hábito demasiado definido. No obstante lo más generalizado era
por la mañana tomar unos mates, generalmente amargos o un café e iniciar la jorna-
da laboral; a media mañana se desayunaba algún churrasco con mate cocido, casca-
rilla o ñaco con leche. Se retornaba a las tareas laborales y pasado el mediodía se
almorzaba (era la comida importante del día). Por la tarde se reiniciaban los trabajos
y promediando las cinco de la tarde se tomaba “la once”, “causeo” o merienda refor-
zada (ñaco con leche, mote, carne asada, etc.). La cena en general era optativa o di-
rectamente se la omitía supliéndosela por mate, piñones o tortas fritas.
Leche condensáa: Otra de las tentaciones traídas a los boliches. Sumamen-
te valorada en invierno. Hirviendo la lata durante más de dos horas se obtenía un
maravilloso dulce de leche. Los chilenos que aún rondaban le decían “manjar”. Había
quienes preparaban con ella el “vino con leche” que consistía en diluir una lata de le-
che condensada en medio litro de agua y agregarle un litro de vino y canela. Se to-
maba frío. A fines de la década de 1960 y con el personal chileno arribado a Pilo Lil
para la construcción del puente apareció (para la navidad de 1969) el “cola de mono”
(leche condensada, agua hervida, canela, “Nescafé” y aguardiente o caña).
Llao llao: (araucano) Hongo ligeramente gelatinoso que aparece en los “nu-
dos” del ñire (nothofagus antártica) y del coihue (nothofagus dombeyi); es muy pare -
cido al digüeñe y a las pinatras. Se lo consume en ensaladas y también en “fritangas”
con cebolla, panceta y picante.
Lulos: Bizcochitos dulces caseros elaborados con harina y huevo.
Macachín: Pequeña planta de flores blanco-rosadas o amarillas en los me-
ses de octubre y noviembre. Su tubérculo de sabor dulce y fresco apreciado antigua -
mente para mitigar la sed. Se lo consumía tanto al natural como hervido o cocinado
al rescoldo. En la zona era más conocido como Poñi, Llocón o Yokón.
Majao: Trigo centeno que apenas sancochado se lo maja en el mortero o en
la “piegra‘e moler” hasta que su cáscara empieza a desprenderse; luego se lo aventa
para quitarle el polvillo y los restos de cáscara y se lo guarda en un recipiente para
utilizarlo como complemento fundamental en sopas, pucheros o “cazuelas de ave”.
(Domitila Sanhueza)
Majar: (castizo) machacar, moler.

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Malta: Cebada germinada, secada y posteriormente tostada y molida; se la


utilizaba como infusión supliendo al café.
Mano para mortero o piedra de moler: (Pünon cudi) Complemento de la
piedra de moler o del mortero.
Mazamorra: Maíz blanco, hervido con agua o leche y azúcar. Solía agregárs-
ele cáscara triturada de limón o naranja.
Menta: En las zonas húmedas solía proliferar la “menta negra” y en la huerta
propiamente dicha la “menta blanca” ambas se usaban para agregar un toque distin-
to a las ensaladas. Había quienes picándola se la agregaban al “pino” (picadillo) de
las empanadas. (Selmira Soto, se lo había enseñado un “turco” mercachifle.)
Merquén, merqueu: De origen mapuche; condimento a base de ají cacho de
cabra (capsicum annum) que luego de cosechado se lo trenzaba en ristras y se lo
colgaba en el rancho exponiéndolo al humo del fogón. Cuando estaba totalmente
seco se lo molía mezclándolo con semillas tostadas de cilantro y sal en un mortero
de piedra. En Pilo Lil lo preparaba mi tía Valentina quien lo había aprendido de mi
abuela Griselda. El particular sabor de este condimento era debido a su lento y pro -
longado proceso de ahumado.
Migao: Pasta muy elemental a base exclusiva de harina y huevo que mezcla-
da y amasada se la dejaba caer como “migas” sobre el agua hirviendo para hacer
sopa. Una recetita: 4 cucharadas de harina y 1 yema. Se mezclaba todo hasta que
quedaba hecho miguitas; se calentaba el agua y cuando rompía el hervor se le agre-
gaban la miguitas y un poco de sal. También se lo hacía con leche hirviendo y azú-
car. (Domitila Sanhueza)
Milcao: Era una especie de panecillo elaborado con “harina de papa”. Debía
usarse solo la fécula de la papa; para que la masa ligara se le agregaba huevo y sal;
luego se los cocinaba “al rescoldo” o sea en la ceniza caliente o se los hacía fritos
con grasa en una olleta o callana. En oportunidades se agregaban a la masa pasas
de uva o guindas secas descarozadas. Se consumían preferentemente calientes. (Do-
ña Paula Cisterna)
Mollín: (araucano) borracho, beodo, curda.
Mortero de piedra profundo: (Traná pilol en mapuche, también cudi pilol)
Era el mortero cóncavo que permitía moler los alimentos y a la vez impedía que se
derramasen o volcasen.
Mortero plano: (Yilcayin en mapuche). Piedra de moler plana, sin hueco.
Mote: Trigo al que se hervía con ceniza (lejía) (preferentemente de zampa y
de no haberla de “raulí” o de “chacay”) hasta que adquiría un aspecto traslúcido con
tonos verdosos y comenzaba a desprendérsele la cáscara; en esta etapa solía agre -
gársele alguna hierba aromática (paico o tomillo). Luego se lo dejaba entibiar y se lo
terminaba de pelar restregándolo con las manos y enjuagándolo con “harta” agua; fi-
nalmente se lo guardaba oreado hasta su uso. Para prepararlo se lo hervía hasta que
estuviese “florecío” (hasta que el grano se abriera) con leche o simplemente con
agua y azúcar; era común agregarle duraznos secos, en este caso se lo llamaba
“mote con huesillos”. Constituía casi una golosina en las calurosas tardes de verano.
(Era el postre preferido de mi padre.)

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Motivo, “hacer motivo”: Expresión simpática equivalente a “buscar un pre-


texto”, “justificar algo”, se usaba cuando fuera de todo horario se “picaba algo” con “el
motivo” de justificar un trago. Era muy usada en los boliches. (Ver también “cau-
seo”).
Muday: Era un pasta semilíquida utilizada como bebida especialmente en las
rogativas mapuches. Se elaboraba hirviendo piñones verdes, luego pelándolos y tri-
turándolos (majándolos) en una piedra de moler. A esta harina se la mezclaba con
agua caliente y se la dejaba reposar en una batea de madera o en un “chuico” hasta
el momento del consumo. También se obtenía hirviendo y moliendo maíz o trigo. Su-
plía a la chicha de manzana. En la población blanca su uso era muy reducido, limi-
tándose solo a algunos descendientes mapuches.
Mutilla: (empetrum rubrum) pequeña planta rastrera que crecía en el suelo
cordillerano, en los campos de veranada. Su fruto rojo y pequeño era de muy agrada-
ble sabor. Abundaba en los espacios no muy húmedos próximos a los pehuenes de
Botas Largas.
Nalca, pangue: (gunnera tinctoria) Es la planta silvestre de hojas más gran-
des que se desarrolla en la zona cordillerana. Elige lugares muy húmedos como ver-
tientes o pequeños cursos de agua. Su gran tallo es fibroso y muy comestible. Luce
especialmente en ensaladas con cilantro y merquén. Su sabor es similar al ruibarbo.
Sirve también para hacer mermelada.
Niños engüeltos (envueltos): Comida de origen árabe traída seguramente
por algún mercachifle de los llamados “turcos”. Tenía distintas variantes, pero la más
común era a base de carne picada con arroz, panceta, ají, morrón, verdeo, todo sal-
pimentado y en pequeños bolos envueltos con hojas de parra o de repollo que se co-
cinaban en una “olleta” de hierro con salsa y hierbas.
Ñachi: era una morcilla sin entripar. Al degollar un animal, se recogía su san-
gre y antes de que se coagulara se la condimentaba abundantemente con ají, ajo pi-
cado, perejil, cilantro y sal. Al igual que la morcilla se ofrecía como entrada antes del
asado, generalmente se comía cruda, aunque algunos la cocinaban.
Ñaco: (gofio) es el obtenido moliendo el trigo previamente tostado. Se lo con-
funde muy a menudo con la harina tostada cuya diferencia radica justamente en lo
que indica su nombre: es trigo ya molido (harina) que se tuesta. El ñaco es más ás -
pero que la harina tostada. Se lo utiliza de variadas formas: simplemente con agua y
azúcar; con leche y azúcar; con leche y sal; como espesante en las sopas y puche -
ros, pero sin duda ha adquirido trascendencia festiva a través de la “chupilka” que es
ñaco mezclado con vino (u otra bebida alcohólica) y azúcar. (En mi boliche era de
consumo común.) Al ñaco mezclado con caldillo de cazuela de gallina o de huesos
con ají, sal y cebolla se le decía: “zanco”. En cambio mezclado con miel era una de
las variantes de la chancaca, la otra era con maíz tostado y molido.
Ñonchos: Frutos o verduras en proceso de deshidratación, arrugados, des-
lucidos, ajados.
Ñorquín. (También chalgüau): Apio silvestre o cimarrón. Se lo utilizaba para
ensaladas o para condimento, especialmente en el “apol”, también en el “chancho en
piegra”.

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Obsequios gastronómicos: Como gran halago solían llevarse a algún fami-


liar o amigo los productos de propia producción o recolección por ejemplo, frutas,
verduras o un cuarto de guanaco, un jamón de jabalí, una picana de choique, un cos-
tillar de ciervo o de potro, alguna trucha (perca) de tamaño notable, un queso de “cor-
dillera”, una bolsa de piñones o de manzanas o algún chivito o cordero.
Once: También causeo, merienda reforzada. (Tomar “la once”, merendar.)
Es un término típicamente chileno, traído por los primeros inmigrantes trasandinos.
Citaré dos versiones del origen de esta palabra: 1) se dice que en época de la explo-
tación del salitre en el norte de Chile y estando prohibida la ingesta de alcohol, los
capataces aprovechaban el horario de esta colación (siempre de tarde) para tomar
su cuota de aguardiente. Para evitar pronunciar su nombre, en presencia de los obre-
ros, la llamaban “la once” por tener la palabra aguardiente once letras. 2) En Perú era
costumbre ingerir al fin de la tarde una comida ligera a la que denominaban lunche
derivado del anglicismo lunch. Podría ser que lunche haya derivado en l’onche, lue-
go l’once y finalmente la once y haber pasado así al norte de Chile y luego a todo el
territorio.
Pancutra, pancuchra, pantruca: Conozco dos variantes de la pancutra o
pantruca. La primera guarda similitudes con el migao y para hacerla se preparaba
una masa a base únicamente de harina, sal y agua hervida, se la estiraba y se la cor-
taba en trozos simplemente con los dedos, luego se los echaba a hervir en agua con
sal. Como si se tratara de fideos se los colaba y servía con una salsa a base de “lo
que haiga” (cebolla, ajo, carne, cochayuyo, digüeñes, schangles, pimentón, gargal,
etc.) La otra variante de la pancutra consistía en una especie de guiso de harina
(pasta de harina, huevo, sal y agua formando trozos), con chicharrones hervidos con
agua, sal, cilantro, ajo, ají y lo que hubiere. En sabor es muy similar al de los conco -
nes.
Parrilla, uvilla: (ribes magellanicum) (en mapuche mulul o molul) Parriza o
vid silvestre que crecía en la espesura del bosque especialmente de lengas, brindaba
racimos de una pequeña y aromática fruta. Se la usaba para hacer mermelada y re-
fresco (chicha).
Pasteles: era el nombre vulgar usado para llamar las empanadas de carne.
Pescado: Originalmente en Pilo Lil los peces típicos del río Aluminé y sus
arroyos tributarios eran los autóctonos es decir: salmones criollos, percas y puyes.
Con la aparición de las pisciculturas, especialmente la de Bariloche, se sembraron
alevinos de truchas arco iris, fontinalis y marrones en los distintos lagos. Estas espe -
cies invasoras proliferaron velozmente a costa de las locales y terminaron suplantán-
dolas. A los habitantes lugareños mucho no les interesó este cambio en la fauna ic -
tícola y casi que lo tomaron como una “cosa buena” ya que las variedades introduci-
das al ser deportivas eran más “peliadoras” y más voraces lo que aseguraba una ma-
yor y más amena captura. Al pescado se lo cocinaba fritándolo cortado en trozos o
en filetes previamente empanados o enharinados, también al horno con ajo, perejil y
merquén, o envuelto en papel de estraza al rescoldo. También se lo preparaba en
una especie de “chupín” hirviéndolo con papas, verduras y condimentos.

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Peure: Pebre (del catalán pimienta), pebrada: salsa de cebolla, tomate, cilan-
tro, ajo, ají, aceite y vinagre. Similar al “chancho en piegra”.
Picana de choique: parte superior del lomo del choique. Si bien la carne del
choique era toda comestible, la picana constituía lo más apetecido.
Piedra de moler base: (Cudi en mapuche): base del mortero plano. (F.Tripailaf)
Pilsen: Los chilenos recién llegados denominaban así a la cerveza. (En reali-
dad era una marca chilena de la bebida.)
Pinatra: digüeñe de gran tamaño. Se los utilizaba en ensaladas o en salsas,
para la que se los freía junto con los demás ingredientes. Era fundamental no lavar -
los, porque “se ponían malos”.
Pino: relleno para pasteles (empanadas). Carne picada, cebolla, pasas de
uva (a veces se las suplía con guindas secas descarozadas), huevos duros picados,
sal, comino, pimienta, orégano. Se lo preparaba “de un día pa’ otro” dejándolo repo-
sar y al día siguiente se rellenaban con él, los pasteles (empanadas). También se le
llamaba pino al pehuén o araucaria araucana.
Piñones: (nguilliu en mapuche) Fruto del pehuén (araucaria araucana), árbol
emblemático de la cordillera neuquina que fructifica generalmente año por medio.
Sus piñas o “cabezas”, de importante tamaño maduran a mediados de otoño y espar-
cen sus frutos generalmente con el viento. Los piñones caídos son juntados y “des-
colados” acumulándoselos en bolsas. A la acción de juntar piñones los mapuches le
llamaban “yatén” (Francisco Tripailaf), los habitantes posteriores simplemente le decían
“piñonear” o “ir a los pinos”. El poder germinativo de la semilla (coincidente con su
palatabilidad y cualidades alimenticias) es relativamente corto, por ello, para prolon-
garlo se los enterraba en algún terreno levemente húmedo. Con los piñones verdes
se elaboraba el muday y también la chuchoca. Ya estando maduros se los consu-
mía hervidos con o sin sal y al rescoldo o tostados. A veces luego de pelarlos se los
trituraba en la piedra de moler o en el mortero y esa harina se la utilizaba como tal
mezclada con la de trigo para panecillos o se la agregaba a caldos, sopas y guisos.
Comer piñones simplemente hervidos o tostados constituía todo un ritual cordillerano
y acompañaba los momentos de ocio y conversación alrededor del fogón, juntamente
con el mate y las adivinanzas.
Poñi: papita silvestre. También llocón o yocón y en otras latitudes: maca-
chín.
Productos hortícolas en general: El microclima de la costa del río Aluminé
en Pilo Lil, según el año permitía el cultivo exitoso de papas, batatas, zanahorias,
nabos, nabizas, rabanitos, zapallos, melones, sandías, lechugas, choclos, perejil, ci-
lantro, coles, tomates, etc. Vale aclarar que estos productos se poducían en muy
baja escala y eran absolutamente estacionales; llegado el otoño/invierno desapare-
cían.
Refresquina: Era un granulado, de color blanco, efervescente y saborizado
que venía en frascos grandes color marrón oscuro y que se vendía por cucharadas
en algunos boliches. Era necesario agregarle agua y de alguna manera suplía a las
bebidas gaseosas.

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Rescoldo: Ceniza muy caliente que contenía pequeñas brasas encendidas.


Servía para cocinar (sin cocina) piñones, carnes, pan o verduras (papas, batatas,
zahorias, torta e’ rescoldo, etc.)
Roquín: De origen mapuche. Es la comida que sobra y que se guarda para
llevar en un viaje. Similar a cocaví.
Sal: (chadí en mapuche) Cloruro de sodio. Se comercializaba la “sal de roca”
para el ganado. Había quienes la molían para consumo humano. (Esta práctica cau -
saba no pocos casos de bocio o “coto” por la carencia de yodo.)
Sardinas con cebolla: Comida de emergencia consumida generalmente en
el pueblo o en los boliches. Consistía en picar una cebolla, mezclarla con el conteni-
do de una o dos latas de sardinas, sazonarla con abundante ají y comerla acompa-
ñada únicamente por un trozo de pan.
Sauco: (sambucus nigra) Sus pequeñas bayas en estado natural eran dese-
chadas por considerárselas tóxicas, pero cocinadas y azucaradas se convertían en
una exquisita jalea o mermelada. La infusión de la corteza de sus ramas finas se
usaba como antigripal y antitusivo.
Schangle: Era un hongo alargado (con forma de coral, sus extremos simila-
res a los brotes de soja, aunque levemente más gruesos) que crecía (en verano y
otoño) entre las quilas. Según mi amigo Mario Melo el schangle que crecía donde ha-
bía “hualle” era mucho más sabroso. Se lo consumía fresco en ensalada o frito en
salsas mezclado con cebolla, merquén, pimentón y sal (y eventualmente con co-
chayuyo). También se lo podía secar a la sombra y luego remojándolo consumirlo en
el invierno. Frito se lo consumía como parte de salsas para acompañar fideos, arroz,
porotos o concones. También se lo comía frito y revuelto con huevos y ají. (Mario Melo).
Tentempié: (castizo) Comida circunstancial cuya única finalidad era mante-
nerlo a uno en pie, es decir apoyarlo alimenticiamente sin que significase una comida
formal.
Tomillo: (Lippia foliolosa); se lo usaba especialmente para sazonar la carne
de cordero en los asados al asador. También medicinalmente en infusión contra gri-
pes y resfriados.
Torta’e rescoldo: Antes de la aparición de la cocina económica y no exis-
tiendo en el pago los hornos de barro habituales en otras latitudes, la única forma de
cocinar el pan era al rescoldo, tapándolo con ceniza. El pan adquiría cierta forma
aplastada, quizá por eso se le llamaba: “torta ‘e rescoldo”. Invariablemente se la
amasaba con grasa y a veces se le incorporaban chicharrones.
Trapí: Picante. Ají en mapuche. Al más elaborado se lo llamaba “merquén”.
Trolas de Grasa: (Yahuiñ en mapuche) Bloquecitos o panes de grasa derre-
tida y solidificada. En invierno adquirían una importancia fundamental para cocinar.
No olvidemos que el aceite vegetal “era cosa ‘e ricos”. Todo se lo freía con grasa ya
fuera vacuna, lanar, caprina o equina. En las ensaladas generalmente se prescindía
del aceite.
Trutros: (araucano) caderas nalgas, muslos (especialmente de aves).
Uso del horno: En Pilo Lil jamás se usó el horno de barro que es común en
otras latitudes. Cuando aparecieron las “cocinas económicas” (aprox. 1935), la gas-

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tronomía local tuvo su primera evolución, comenzaron a usarse ollas, sartenes y tam -
bién el horno. En los hornos de aquellas cocinas y dentro de una asadera se comen -
zaron a cocinar asados, papas, cebollas; pan, tortas y panes dulces.
Verduras buchén: Verduras “huachas” o aisladas que quedan en las huertas
de una temporada para otra.
Vinagre: Cuando por cualquier circunstancia no se conseguía vinagre, la aci-
dificación de las ensaladas y pebres se hacía de distintas formas. Por ejemplo, se pi-
caban minuciosamente hojas de “vinagrillo” o “cuchi-cuchi” y se los mezclaba con
las verduras. Si era fines del verano o comienzos del otoño podía recurrirse al jugo
de agraz. La más divulgada solución consistía en dejar agriar por completo una da -
majuana de chicha hasta avinagrarla o hacer lo propio con un poco de vino.
Vinagrillo: También llamado cuchi-cuchi de la familia de las oxalis una hier-
ba pequeña bastante común en los terrenos secos de Pilo Lil; poseía un notable te -
nor ácido y su sabor se asemejaba al vinagre. Picada la usábamos para acidificar
las ensaladas.
Yerba mate “Burrito”: Era la yerba por antonomasia de la paisanada allá
por la década de 1950; venía suelta en bolsas de 30 kilos con la marca “Burrito” y la
imagen de este animal. Era producida y embolsada por Mackinnon y Coelho Ltda. (El
envase de esta yerba era de un delgado lienzo de algodón que se usaba invariable -
mente para confeccionar prendas como camisas, blusas, calzoncillos, etc., previo te-
ñido con anilinas “Colibrí” y algún bordado). Cabe aclarar, como bolichero, que a las
demás marcas de yerba les costó mucho competir con el prestigio de la “Burrito”.
Yokón, llokón o poñi: (Arjona tuberosa) Es una hierba de aproximadamente
20 cm. de altura, posee una raíz fibrosa con abundantes nódulos blancos como pa-
pitas dulzonas. Es el macachín de otras latitudes. Crece en terrenos blandos o are-
nosos. Era muy apetecida y se la consumía cruda, al rescoldo y también hervida en-
tera o en puré.
Zanco: Caldillo de huesos, de gallina, o de “cabeza ‘e pescao” al que se le
agregaba abundante ñaco y condimentos, especialmente merquén.

enfermedades, remedios y curaciones


“Machitún y lawén”

Practicar y someterse a hábitos y costumbres, sobre todo a los referidos a la


salud, requiere fundamentalmente creer en la eficiencia de esas prácticas.
Hemos dicho creer, es decir depositar la fe en el procedimiento y en los efec-
tos sanadores de los elementos y de los métodos. Siempre que recurrimos a la fe es-
tamos marginando una buena cuota de razonabilidad, aceptando algo porque sí.
La primera medicina, mezcla de experiencia y superstición nos venía de los
indígenas. Entre los araucano-mapuches el “machi” o la “machi” eran los sanadores
ancestrales, eran los portadores de los conocimientos y además del poder sobrena-
tural para conectar al humano común con la divinidad.
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Los machis condensaban en sí poderes mágicos premonitorios, adivinatorios


y una variada sapiencia sanadora. Si bien poseían cierto conocimiento herborístico y
terapéutico, el éxito de sus intervenciones pasaba más bien por exhibir un marcado
misticismo supersticioso. Basaban sus intervenciones en gestos espectaculares si-
mulando y logrando, a veces, cierto grado de éxtasis y realizando extraños rituales
místicos y cabalísticos que incluían invocaciones y actitudes actorales para exorcizar,
sugestionar e incluso hipnotizar.
Los “machis” para curar efectuaban el “lahuentun” (con hierbas y elementos
naturales) y/o el “machitun” (con artes de hechicería y magia). Con la aparición de la
medicina “huinca” todo se fue fusionando y si bien la influencia ancestral indígena
continuó, su cuota de participación fue en decadencia.
Con la mezcolanza final de creencias y costumbres, a la combinación de dos
o más elementos y algún decaído ritual se lo llamó genéricamente “machitún” y ya
dejó de ser exclusivo de los “machis” para ser de los curanderos.
No cabían demasiados análisis en una sociedad que luchaba por sobrevivir y
que ni siquiera estaba alfabetizada. Y donde la ignorancia manda, la credulidad obe-
dece, nunca cuestiona.
Es cierto que ante la carencia absoluta de la medicina y la farmacopea que la
evolución fue creando, era casi “obligatorio” creer y practicar lo único que había: las
ancestrales (y no tanto) prácticas y “yuyologías” disponibles; usar y consumir los ele-
mentos que la naturaleza (“mapu”) daba nos mantenía en armonía con el medio am-
biente y en definitiva esto no era ni bueno ni malo, simplemente era lo único que se
podía hacer.
La medicina fue durante mucho tiempo necesariamente naturista y recurren-
temente herborizada. Con la aparición de los boliches (esos multiproveedores de vi-
tuallas y novedades “puebleras”) la gama de recursos se amplió notablemente. Mu-
chos remedios puebleros se mezclaron con los tradicionales: el azufre en barras, la
untura blanca, el anís estrellado, el Vick Vaporub, las aspirinas, el linimento Sloan, la
Leche de Magnesia Phillips, etc., etc. Esta mescolanza se vio potenciada por creen-
cias religiosas y supersticiosas.
El conocimiento y la conducta de los “meicos” y curanderos eran siempre
empíricos, subjetivos y caprichosos.
A continuación ventilo estos viejos apuntes míos y de mi padre para mostrar
las costumbres y creencias de una perdida sociedad acorralada por los cerros y las
carencias de un tiempo ya superado.
Ahí va una sarta de términos y locuciones habituales referidas al mundillo de
la “sanidad campesina”: síntomas, creencias, supersticiones, enfermedades, reme-
dios, curaciones, etc.

Breve Listado de “Lahuenes” y “machitunes”

Agraz: Se le decía a la uva verde. Se cortaban los racimos y se los dejaba


secar a la sombra. Su infusión era considerada antifebril. (Doña Rosa Alsina de Aguilera)
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Ajenco: por ajenjo (artemisia absinthium) Su infusión se usaba como antife-


bril y anti vomitiva.
Ajo: Era muy utilizado para distintas dolencias, para combatir la hipertensión
arterial, para atacar a supuestos parásitos intestinales, machacado para combatir
hongos en los pies, para aliviar el dolor de oídos; en friegas para dolores musculares
y articulares, etc. Cuando se creía que la “sangre estaba sucia” y era necesario de-
purarla se usaba un diente de ajo como supositorio. (Don Mercedes Araneda)
Alfilerillo: (en araucano loica cachu: pasto del pecho colorado) (Erodium ci-
cutarium).El agua obtenida de la cocción de sus flores era utilizada como desinfec-
tante y cicatrizante de heridas; además se la utilizaba para lavajes contra la blenorra -
gia y como colirio para limpiar y refrescar los ojos. También, en infusión, para atenuar
los dolores y molestias menstruales.
Aliviol: Marca comercial de una aspirina, similar al “Geniol”, al “Mejoral” y a
la “Cafiaspirina”. Era un analgésico muy común y divulgado adquirible en cualquier
boliche.
Almorranas (hemorroides): A raíz de cierto misticismo supersticioso se so-
lían practicar curaciones a contrapelo de la racionalidad. Un ejemplo es el método
que a continuación describo, narrado por una persona de muy buena fe y de intacha-
ble conducta e incuestionables antecedentes personales. “Quien sufra esta enferme-
dad deberá seguir meticulosamente el siguiente tratamiento. 1) localizará en las pro-
ximidades de su casa un árbol, preferentemente frutal, que tenga una horqueta lo
más similar posible a su propia entrepierna; buscará para ellos todas las similitudes
posibles. 2) Preparará una cataplasma en la que orinará y se la aplicará durante toda
una noche sobre la parte afectada. (Para que la enfermedad quede en ella.) 3) A la
mañana siguiente concurrirá al árbol seleccionado y en la parte de la horqueta, que
por similitud correspondería al ano, efectuará un amplio corte levantando la corteza
pero sin desprenderla. 4) Traerá rápidamente la cataplasma “con su enfermedad” y
levantando la corteza la colocará en el ángulo del árbol. Ajustará nuevamente la cor -
teza en su lugar y la atará muy fuertemente con un tiento en cruz. 5) Frente a la cruz
de la atadura del tiento hará la siguiente invocación: “que l’ almorrana se vaiga de mí
y se quede en esta planta”. 6) Hecho todo lo anterior deberá retirarse sin mirar al ár -
bol ‘contagiado’ para que la enfermedad ‘no lo siga’. La cataplasma deberá quedar
en el árbol al menos por dos meses y durante ese período ningún familiar ni allegado
podrá mirar el ‘árbol penitente’. De haberse cumplido meticulosamente lo dicho ante-
riormente la enfermedad habrá dejado de molestar al paciente para instalarse definiti-
vamente en el árbol.” (Don Octavio Ramírez) Hemorroides. Otro: Se recomendaba el reite-
rado lavaje con el agua de la decocción de las flores y hojas de gordolobo o tabaco
del indio (verbascum thapsus); también “era güeno lavarse varios días seguido con
agua de quillai” (Doña Rosa Aguilera) Siempre era “güeno encomendarse y rezarle a San
Ramón Nonato”. (Doña Rosa Cifuentes) Beber y hacerse lavajes con el agua resultante de
hervir raíz de cachanlagua. (Don Rafael Domínguez)
Anís estrellado: en infusión se lo usaba para atenuar problemas estomaca-
les en niños muy menores. Se compraba en los boliches.

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Anticoncepción: para evitar quedar embarazada la mujer debía orinar inme-


diatamente después del coito. (popular) Otro método:Cuando una madre daba de ma-
mar cinco o más veces por día a su hijo, no queda embarazada. (Ema Coronado de Figueroa)
Azufre en barras: Barritas casi cilíndricas de azufre usadas para combatir
dolores musculares y contracturas dado que “sacaban el aire”; se comercializaban en
todos los boliches. Su efecto era más sicológico que real ya que al pasarlo sobre la
piel “sonaba” como resquebrajándose y a veces se partía.
Azogue, mercurio: antiterapéutico. Antiguamente se acostumbraba adminis-
trar una gota como “depurador estomacal”. Se recomendaba una o dos veces por
año. (Mi abuela Griselda Campos se lo suministraba a sus hijos, entre ellos a mi padre Doroteo Prieto)
Barba de choclo: La infusión de barba de choclo era diurética, contrarresta-
ba la hipertensión. Aliviaba dolores articulares y óseos. Tenía efectos descongestio-
nantes y atenuaba dolores de cabeza, de hombros y espalda. Se la contraindicaba
muy especialmente en los embarazos.
Berro: (Huentrai) Además de su conocida utilización en ensaladas se lo te-
nía en alta consideración para atenuar los dolores de cabeza aplicándolo como em -
plasto luego de macerarlo. (Domitila Linares)
Blenorragia: Se recomendaban lavajes con el agua de la decocción de la
cáscara de chacay adicionada con piedra alumbre. (Doña Esther Jara) También con el
agua de la decocción de la raíz de neneo. (Doña Margarita Betanciud de Figueroa) O del alfileri-
llo y también de las hojas de parrilla (especie de vid silvestre). (Doña Rosa Alsina de Aguilera)
Boca chueca: En invierno, cuando se estaba comiendo o bebiendo algo ca-
liente y repentinamente se salía a la intemperie un golpe de frío podía torcer la boca
y dejarla así para siempre. Para evitarlo había que “salir abrigao de cara” o no expo-
nerse tanto al calor del fogón. (Doña Esther Jara)
Botón de oro: (Grindelia chiloensis) en araucano: antu rayén (flor del sol) o
huenutrror (espuma del cielo) Triturando sus tallos, flores y hojas se la usaba para
emplastos y friegas en todo el cuerpo en estados gripales y como antifebril. Las hojas
trituradas eran usadas para aliviar desgarros y zafaduras de huesos. Para combatir
el avance de las verrugas se aplicaba sobre ellas el jugo del tallo (lechosidad). (Selmira
Soto)
Cachanlagua: (Erythraea chilensis) (de Cachán: dolor y lahuén: remedio)
Planta cuya raíz en infusión era muy reconocida como antifebril y calmante de gran
variedad de dolencias. Se le atribuían múltiples propiedades para el tratamiento de
afecciones broncopulmonares, estomacales, hepáticas, renales, amenorreicas, he-
morroidales, cutáneas y otras varias. (Doña Aurelia Pinto; Doña Gumersinda Acuña, Doña Juana Prieto,
Don Darío Bernal, Selmira Soto y otros)
Calambres: Según una superstición se aliviaba haciéndose una cruz con sa-
liva en el lugar afectado. (Rafael Domínguez) A un corcho se le hacía una cruz en uno de
sus extremos con un alambre caliente; se friccionaba la zona afectada con “Untura
Blanca” o “Linimento Sloan” y se frotaba sobre ella el corcho marcado haciendo cru-
ces por tres veces. Como complemento era “güeno” encomendarse a San Andrés y
a San Fermín con tres Avemarías y un Gloria. (Eufemio Rodríguez)
Calor encerrao: Fiebre. Para disminuirla se recomendaba la infusión de qui-
limbay (chuquiragua avellanedae), cachanlagua, cáscara de naranja o limón con
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miel, ajenjo, botón de oro, menta, paramela, jugo del cactus poñi lahuén, vino hervido
con canela. (mi abuelo Luis Ramírez) También la infusión de agraz, culle, chilco, tomillo, sau-
ce, sauco, natre y hojas de nalca, entre otras.
Carqueja: (baccharis crispa) La infusión era sumamente apreciada por sus
propiedades colagogas y coleréticas. Además como diurética, antiparasitaria y sudo-
rífica. El agua de su cocción era recomendada para buches y gargarismos en afec-
ciones de la mucosa bucal y laríngea; también para problemas cutáneos, quemadu-
ras, psoriasis, heridas, úlceras, eczemas, etc.
Chacay: Árbol de la precordillera (Discordia serratifolia) cuya madera es muy
cotizada como leña. Como medicina se solía utilizar la infusión de la cáscara de la
raíz de chacay para combatir la tuberculosis (tisis) y en lavajes contra la blenorragia
agregándole piedra alumbre. (Doña Esther Jara de Gutiérrez)
Chilco o aljaba silvestre: la decocción de sus flores era utilizada como diu-
rético y tónico calmante en partos difíciles. Además como purgante y febrífugo.
Cochayuyo: los trozos de esta alga (de origen chileno) resultaban un exce-
lente mordillo para los bebés en su etapa de dentición. (Laura Figueroa de Prieto) También
se lo utilizaba para curar o atenuar la hemiplejía. Se hacía una infusión de cochayuyo
con limón, debía beberse diariamente al acostarse y por la mañana al levantarse. (Do-
roteo Prieto, mi padre)
Colapiche: (nassauvia glomerulosa) (en araucano: runca o rëna) Su raíz, si-
milar a una escobilla, luego de seca, era usada por los antiguos indígenas como pei-
neta. Medicinalmente su infusión se recomendaba para atenuar dolores reumáticos y
estados infecciosos en general.
Colligüay o duraznillo: (colliguaja integérrima) Es particularmente tóxico;
tanto que los antiguos indígenas usaban su savia para envenenar flechas y lanzas.
El jugo de sus hojas (con sumo cuidado) se lo usaba para combatir callos y verrugas.
El emplasto de sus hojas mezcladas con llantén como compresa externa para aliviar
el dolor de muelas (con sumo cuidado) (Amado “Lenco” Prieto)
Contra el mal de agua: Cuando se temía que la ingesta de agua luego de
comidas grasosas hiciese mal, se debía “verter un poco de esa misma agua en la
mano derecha, porque ésa era la contra”. (Segundo Figueroa).
Corazón: Las afecciones cardíacas podían prevenirse tomando té de “cora-
zón de güitre molío”. (Leonidas Prieto) También infusiones de poleo.
Cortadera: (cortaderia selloana) vulgarmente llamada cola de zorro o plume-
ro; es un gramínea originaria de la pampa que crece en lugares húmedos. Se la con -
sideraba con propiedades antifebriles y diuréticas.
Coto (bocio): Hipertrofia de la glándula tiroides. No era rara esta afección,
debido a la falta de yodo en la alimentación y fundamentalmente en el agua. Se reco-
mendaba consumir cochayuyo o mariscos secos traídos de Chile. Con el endureci-
miento de los controles fronterizos en la década de 1930, se convirtió en imposible
acceder a ese tipo de productos. A posteriori, quienes lograban acceder a alguna bo -
tica o farmacia en Zapala, Junín, San Martín o Bariloche se medicaban con pastillas
de yodo.
Creosota: Era un líquido incoloro de olor fuerte, sumamente cáustico que se
empleaba como desinfectante y antiséptico. Se lo comenzó a conseguir en los boli-
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ches durante la década de 1950. Se lo usaba fundamentalmente para combatir el do -


lor de muelas, para ello se embebía un trozo pequeño de algodón e introduciéndolo
en la caries anestesiaba y finalmente quemaba el nervio dental. El método si bien era
efectivo, corroía de tal manera la pieza dental que ésta terminaba cayéndose. Se lo
podía adquirir en algunos boliches, venía en pequeños frascos de vidrio color ma-
rrón.
Culebrilla: Herpes Zoster. Se lo curaba con rezos y aplicando trapo quema-
do sobre los lugares afectados. El tratamiento duraba lo que la afección, aproximada -
mente tres semanas. También se hacían aplicaciones de aceite de la flor de gordolo-
bo o tabaco del indio, en la zona afectada.
Culle: (oxalis bulbocastanum) hierba de hojas triples con flores amarillas que
crece generalmente entre los neneos. Se cosechaban sus flores (exclusivamente), se
hacía con ellas una bola a la que luego se prensaba entre dos piedras planas; de
esta forma se obtenía la famosa “tortilla de culle” sumamente codiciada y valiosa en
el botiquín hogareño. Se suponía que era febrífugo y superaba al limón en su poder
refrescante. Se les administraba como infusión a las parturientas, antes, durante y
después del parto. Se lo utilizaba para todo malestar de origen digestivo o hepático.
(Doña Rosa Alsina de Aguilera) El sobrante de la planta (raíz, tallo y hojas) se lo lavaba y ma-
cerándolo con grasa de potro y luego hirviéndolo era utilizado para combatir la calvi -
cie. (Francisco Tripailaf le decía Chapellun lonco)
Curandero: Personaje que practicaba un tipo de medicina marginal basada
en la utilización de hierbas, conocimientos empíricos y creencias supersticiosas. Eran
derivados de los “machis” mapuches y “sanadores” chilenos. Entre éstos últimos se
destacaban los “meicos” o curanderos propiamente dichos, los Ensalmadores y los
Santiguadores. Los ensalmadores eran curanderos que agregaban a su terapia el re-
citado abrumador de invocaciones, salmos y oraciones. Los santiguadores utilizaban
objetos “santos” como crucifijos, medallas religiosas, escapularios, estampitas, imá-
genes, rosarios además de fórmulas secretas en antojadizos “idiomas” ininteligibles.
En Pilo Lil hubieron muy pocos; según mi padre en 1919 vino desde Lonquimay una
curandera llamada Cármen Contreras quien atendió a mi abuelo Enrique Prieto del
“padrejón”. También visitó en varias oportunidades el lugar Don Sótero Ibañez en los
años 1950 aproximadamente, éste era un famoso curandero de Junín de los Andes
y Huechulafquen. Ya en 1970 apareció desde Chile Don Julio Arriagada quien actuó
como curandero durante uno o dos años.
Dentición: cuando se amamantaba al niño, y éste por cuestiones de denti-
ción, mordía el pezón de la madre, ella lo debía apretar fuertemente contra el seno
para que al ahogarse no lo hiciera más. (Mi tía Valentina Prieto) Era recomendable darle a
morder un trozo de cochayuyo. (Laura Figueroa)
Depuración intestinal: Se toma, en ayunas, una gotita de “azogue” o “ázoe”
que no es ni más ni menos que mercurio. (Mi padre contaba que su madre los medi -
caba a él y a sus hermanos al menos dos veces por año)
Diarrea infantil: El pañal con diarrea se lo doblaba en tres pliegues, se le ha-
cía una cruz con una vela encendida y luego se lo enterraba en la ceniza del rescol-
do y se dejaba la vela encendida hasta su extinción. (Doña María Sanchez, madre de don Fortuna-
to Gutiérrez)
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Diagnóstico de embarazo: Doña Estefanía Melo de Ocares le había referido


a mi padre más o menos en 1919 que “cuando al marío le principian a doler las mue-
las, después de casao, es seguro que su mujer quedó gruesa” (embarazada); este
síntoma se repetía con varios hijos. (Mi padre Doroteo Prieto)
Dolor de cabeza: Debía beberse “agua de San Juan”, que era la oportuna-
mente guardada durante el 24 de junio. (Doña Aurelia Pinto) También encomendarse y re-
zarle a San Acacio o a San Dionisio. (Doña Felisa Figueroa) Era muy recomendada la infu-
sión de raíz de ñancolahuén. (Leonidas Prieto) Macerar hojas de berro y aplicarlas como
emplasto en la zona dolorida. (Domitilia Linares) Beber Infusión de barba de choclo. (Doña
Esther Jara) Tomar agua de poñi lahuén o infusión de quilimbay. (Doña Victoria Sanhueza)
Dolor de muelas: Se recomendaba mascar tabaco con la muela afectada y
dejar el bolo, dentro de la caries todo el tiempo que se soportarse. Si había inflama -
ción externa, se colocaba la pasta del tabaco mascada exteriormente y se la cubría
con una hoja de papel de fumar. A este emplasto externo se lo alternaba con hojas
de llantén maceradas en vinagre. (Mi tía Valentina Prieto) Otro método consistía en intro-
ducir en la caries “raíz machacada de monte hediondo”. (Rogelio Gutiérrez) Ya menos
comunes, pero dignos de mención eran: introducir en la caries “hojas y corteza de
molle machacadas” o “raíz macerada de neneo” (Doña Rosa Aguilera) o “grasa de carro”.
(Doña Rosa de Cifuentes). También compresas externas en la cara con hojas trituradas y
maceradas de colliguay y llantén. Otros de los tratamientos relativamente divulga-
dos eran: embeber un trozo de algodón en “Agua Florida” e introducirlo en la caries
o hacer buches con caña, ginebra o alcohol puro. Otra curación meramente supersti-
ciosa consistía en: tomar un sapo y restregarse suavemente en forma de cruz su ba-
rriga sobre la parte afectada, por tres veces. (Facundo Figueroa; también Doña Rosa de Rodríguez)
El dolor de muelas en el hombre indicaba que había dejado embarazada a su mujer.
(Referido por Estefanía Melo de Ocares a mi padre) En casos de dolor de muelas o dentales en ge-
neral siempre era recomendable invocar y encomendarse a la protección de San
Cristóbal o Santa Apolonia. (Mercedes Rojas) En la medida que se fueron divulgando las
aspirinas (fines de la década de 1940) especialmente Geniol, Aliviol, Cafiaspirina y
Mejoral, éstas fueron suplantando a los remedios tradicionales y ya mediando la dé-
cada de 1950 se comenzó a conseguir en algunos boliches un calmante muy eficaz
pero extremadamente cáustico y corrosivo: la creosota. (Ver creosota)
Dolores diversos: A la chaucha de un haba fresca se la partía a lo largo, se
la calentaba y luego se aplicaban ambas mitades sobre la zona afectada. (Mi tía Valentina
Prieto) Otro método muy usado era la infusión de raíz de Cachanlagua. (Elba Prieto) En
casos de enfermedades muy complejas se recomendaba encomendarse a San Ju -
das Tadeo, especialmente mediante una novena de súplica. (Doña Aurelia Pinto) Infusión
de pétalos de la flor de San Juan. (Doña Esther Jara)
Dolores de espalda: Se los aminoraba con la aplicación de ventosas. (Ver
Ventosas)
Empacho: Indigestión. Dispepsia. Es un bolo de comida que se adhiere a las
paredes del estómago y/o de los intestinos. Domésticamente se lo aliviaba con frie-
gas de untosinsal y alguna infusión digestiva, generalmente de paico o de menta.
Otra infusión usada era una mezcla de paico con “tabaco de hormiga” y azúcar que-
mada. Había quienes sin ser curanderos lo trataban con una especie de ritual que
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consistía en “medir el empacho”, se lo hacía con una cinta métrica de las que usa-
ban las costureras. Cuando lo vi practicar (a Don Julio Arriagada), el método fue el siguien-
te: en primer lugar los presentes debimos santiguarnos; seguidamente el paciente o
su familiar apoyó el extremo de la cinta sobre la boca de su estómago; el “medidor”
desde el otro extremo midió su antebrazo (cabía casi siempre dos veces), lo que res-
tó de cinta entre el último punto y el estómago del paciente fue “la medida del empa-
cho”. En un nuevo intento el paciente apoyó la cinta en el lugar indicado por el “medi-
dor”, éste volvió a medir su antebrazo y otra vez corrigió el punto de apoyo. Final-
mente en la tercera oportunidad, la medida del antebrazo derecho del “medidor” coin -
cidió con la boca del estómago del paciente. Hecho lo antedicho el “medidor” reiteró
su santiguación y musitó una oración casi ininteligible. Finalmente todos volvimos a
santiguarnos y el empacho del paciente se consideró “medido”. Esta curación debía
realizarse por tres días seguidos. Otra forma. “Quebrar el empacho”: consistía en
acostar al paciente boca abajo, friccionar suavemente su espalda y luego pellizcar
con la yema de los dedos índice y pulgar la piel recorriendo toda la columna verte -
bral. Quien curaba decía “sentir cuando el empacho se despegaba, porque se que-
braba o tronaba”. Este trámite indefectiblemente se hacía acompañado de la corres-
pondiente santiguación. Otra forma. “de Palabra”: El sanador curaba a la distancia
simplemente conociendo el nombre del paciente. Lo efectuaba con distintas invoca -
ciones y oraciones. Estos métodos de cura se aprendían y podían ser transferidos a
quienes lo quisieran con la sola condición de hacerlo justo a las doce de una “noche
santa” es decir el 24 de diciembre, el 31 de diciembre o el Sábado de Gloria.
Empeines (peladillas): Los empeines, tan comúnmente contagiados por los
gatos, se curaban con óxido de acero pulido. Se utilizaba preferentemente el hacha
(pero podía ser también una pala, la cuchilla del arado, la hoja de un cuchillo e inclu-
so la plancha). Se dejaba el elemento de acero al sereno y a la mañana siguiente
antes de que saliera el sol se embebía un trozo de algodón o de tela de algodón en
el óxido y se lo colocaba sobre la parte afectada. (Lo hacía mi madre en Pilo-Lil)
Enjundia: (castizo) grasa, especialmente de ave. Se la utilizaba para hacer
friegas y cataplasmas para aliviar dolores musculares y también óseos.
Éter: (artemisa abrotanum) El agua de la cocción de sus ramas era utilizada
para teñir de amarillo las madejas de lana con que se tejían prendas personales y
matras. Sus hojas y flores en infusión eran altamente consideradas para combatir do-
lores estomacales, hepáticos y como emenagogo y calmante para la ansiedad. Habi-
tualmente se la combinaba con toronjil y azúcar quemada. Sus flores solían dejarse
secar en los bolsillos o entre los pliegues de la ropa para repeler insectos.
Esterilidad: La mujer debía hacerle una novena a Santa Ana.
Flor de San Juan: (Trrápi-trrápi): Flor de tallo alto, de más de 50 cm. Florece
en diciembre en zonas áridas, su flor es grande y amarilla. El agua obtenida de la
cocción de sus pétalos es utilizada para hermosear el cabello femenino. Como infu-
sión, se le reconocían cualidades para aliviar dolores de parto y malestares estoma-
cales.
Garganta: Las molestias y dolores de garganta se atenuaban con infusiones
de natre, sauco, sauce, nalca, gordolobo, quintral y friegas con untosinsal y en épo-

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cas más modernas con “Vick Vaporub”. Era recomendable pedir ayuda a San Quintín
y San Blas.
Geniol: Una de las más conocidas marcas comerciales de la aspirina. Similar
al “Aliviol”, al “Mejoral” y a la “Cafiaspirina”; era de venta libre y divulgada en los boli-
ches.
Gordolobo o tabaco del indio: (verbascum thapsus) la infusión de sus flo-
res y hojas se utilizaban para las afecciones de la garganta y para calmar la tos. Para
atenuar problemas pulmonares se recomendaba aspirar el humo de sus hojas, por
supuesto fumándolas. (Doña Rosa Rodríguez) El agua de la decocción de sus flores y hojas
se ingería como antidiarreica; también se la usaba para lavajes de las hemorroides.
(Doña Rosa Aguilera) El aceite de sus flores era usado como cicatrizante y para aliviar pro-
blemas cutáneos. (Don Julio Arriagada)
Guaguas: Cuando un bebé estornudaba había que decirle: “Jesús, María y
José” para protegerlo de lo que el estornudo simbolizaba: la enfermedad. (Luisa Ramírez,
mi madre)
Heridas: para lavaje y como desinfectante se usaba agua: de alfilerillo; agua
de carqueja; Leche de Magnesia Phillips; agua de nalca; agua de Ñancolahuén, y
como coagulante agua de quinchamalí, también hojas de llantén hervidas y macera-
das.
Hígado, malestar: Para aliviar problemas hepáticos se recomendaban infu-
siones de raspadura de “piedra ‘e guanaco molía” (piedra bezoar) con carqueja o de
poleo con culle. (Doña Rosa Aguilera) También infusiones de tallo de nalca, de malva rubia
o de pañil.
Hipo: Para interrumpir el hipo se recomendaba lo siguiente: con el crucifijo
de un rosario se santiguaba a un vaso grande con agua y luego se lo bebía de una
sola vez y sin respirar. (Doña Cecilia Cisterna) Se curaba inmediatamente poniendo un te-
rrón de azúcar en la boca. (Doña Rosa Rodríguez)
Huesero: (traumatólogo autodidacta) persona que acomodaba los huesos en
caso de fractura o de disloque. Para inmovilizar y propender a la soldadura del hue -
so, supliendo al yeso, usaba las tablillas a las que envolvía con una tela. No llegaba
a ser curandero ni “meico”. Su conocimiento era absolutamente empírico. Algunos
mapuches, Francisco Tripailaf por ejemplo, lo llamaban “wutave”.
Jaqueca: Cuando la jaqueca se tornaba habitual se recomendaba comer du-
rante cinco días bifes con bastante azúcar. (Luís Ramírez, mi abuelo) Beber el agua de la
decocción de la raíz de Ñancolahuén. (Doña Gumersinda Acuña de Prieto) Al igual que para el
dolor de cabeza se recomendaban los “parches de papa con vinagre” sobre el lugar
dolorido. (Doña Adela Poblete, mi abuela materna) También se estilaba encomendarse y rezarles
a San Acacio y a San Dionisio. (Doña Felisa Figueroa)
Leche de madre: Para las afecciones en los ojos de los niños (conjuntivitis)
se recomendaba echarle directamente en el ojo leche de la teta de la madre. Tam-
bién para el oído en caso de mucha molestia. (Mi tía Valentina Prieto)
Leche de Magnesia Phillips: Era un laxante comercial que además se lo uti-
lizaba para atenuar problemas dermatológicos: quemaduras, dermatitis, para desin-
fectar heridas, etc. Se lo conseguía en todos los boliches.

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Limpia plata: (Equisetum bogotense) cierto pasto crecido próximo a los ríos.
En infusión con azúcar quemada se lo recomendaba para combatir la diarrea.
Linimento Sloan: Era una emulsión preparada en laboratorio que se conse-
guía en cualquier boliche. Fue muy apreciado para combatir dolores articulares, mus-
culares, de ciática, esguinces, contusiones, tortícolis, calambres, etc.
Llantén: (plantago lanceolata) Sus hojas hervidas y maceradas mezcladas
con azúcar quemada eran muy apreciadas como jarabe contra la tos. La infusión de
sus hojas era diurética y saludable para las vías urinarias. Sus hojas levemente san -
cochadas eran utilizadas para calmar ulceraciones, quemaduras y heridas. (Luisa Ra-
mírez, mi madre) Sus hojas maceradas en vinagre caliente se usaban como cataplasmas
externas para aliviar el dolor de muelas. (Mi tía Valentina Prieto)
Machi: Curandera o curandero, bruja buena: antagonista del “kalcu”; nunca
era mestiza, siempre era mapuche pura. (Francisco Tripailaf)
Mal de Ojo, Ojeadura: También llamado “fascinación”, producía decaimiento
físico y mental, especialmente en niños menores de 5 años. Se lo curaba santiguan -
do el cuerpo del ojeado con una ramita de “colliguay” y recitando distintas oraciones
“contra” el mal. Solían rezarse varios Credos y Salve María. La invocación más co-
mún era: “Que salga el mal y dentre el bien, como la Virgen dentró en Belén” o su si-
milar: “Dios conmigo y yo con él, salga el mal y dentre el bien como entró Cristo en
Jerusalén”. (Rogelio Gutiérrez, mi primo) Otra forma de curación era: acostar y arropar mu-
cho al enfermo dándole alguna infusión sudorífera; a su lado se encendía una vela
poniendo como testigo un crucifijo. Luego se hacía un sahumerio quemando tres vai-
nas de “ají juerte” y aventando el humo hacia el enfermo. Seguidamente debía quitár-
sele al enfermo esa ropa transpirada y ahumada e inmediatamente quemarla para
que no contagie a nadie más. Hecho esto debían rezarse tres padrenuestros, tres
avemarías y tres glorias dejando que la vela se consumiera totalmente. (Método presencia-
do por mi padre en su infancia) Otro método consistía en averiguar al responsable de la “ojea-
dura” y con cualquier pretexto invitarlo a tomar mate; aceptado el convite se coloca-
ba un alfiler o una aguja fina en un almohadón o en el cuero que servía de cojín al
asiento del invitado. Cuando éste llegara, lógicamente al sentarse se pincharía. El
dueño de casa disimularía el incidente cambiándole el almohadón. Finalizada la visita
se tomaba el alfiler o aguja y se lo colocaba en un jarro con agua, se lo hacía hervir
hasta que se evaporase gran parte del líquido, el restante se dejaba enfriar y se le
administraba como infusión al paciente ojeado. (Recopilado por mi padre a Doña Cecilia Sanhueza)
Otra manera de prevenirlo era poniéndole a los niños una pulsera de lana roja. (Susana
de Carrizo)
Malva rubia: (marrubium vulgare) En infusión se la tomaba como expecto-
rante y como diurético. Se lo consideraba eficaz para combatir el nerviosismo y tam-
bién contra las molestias hepáticas y urinarias. Macerada se la usaba en emplastos y
cataplasmas para atenuar dolencias articulares y de la piel. (Doña Rosa Alsina de Aguilera)
Manzanilla: (matricaria chamomilla) su infusión se usaba para atenuar cóli-
cos estomacales y para inflamaciones del colon. Muy usada en problemas digestivos
de los niños.
Mata mora: (senecio filaginoides) (en araucano: charcao) La infusión de sus
flores y hojas era considerada antitusiva. El emplasto de sus flores se usaba para
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atenuar dolencias óseas o torceduras y golpes. (Don Julio Arriagada - curandero)


Meico: Deformación de “médico”; fueron los herederos paisanos de los “ma-
chis” araucano-mapuches; para sí preferían esta denominación a la de “curandero”,
que es la que realmente les hubiese correspondido. (Ver curandero pag. 72 y hue-
sero pag.75)
Mejoral: Era el nombre comercial de una aspirina en comprimidos. Similar al
“Aliviol”, la “Cafiaspirina” y al “Geniol”. Muy difundida.
Menta: Se la usaba como infusión digestiva, antifebril y refrescante; además
solía consumírsela mezclada en ensaladas. Había quienes, picándola, se la incorpo-
raban al “pino” de las empanadas.
Mentholatum: Ungüento a base de eucalipto y mentol. Era muy similar al
Vick Vaporub, se lo usaba para combatir estados gripales y de resfríos, para facilitar
la respiración. También para atenuar la picadura de insectos. En friegas intensificaba
la circulación aumentando la temperatura de los músculos doloridos. Había quienes
lo preferían al Vick Vaporub, pero al ser el Mentholatum de origen chileno, se conse-
guía únicamente “de contrabando”, circunstancia que le otorgaba cierto nivel de ex-
clusividad.
Micción nocturna: El niño que tuviere este problema debía orinar tres no-
ches seguidas sobre un ladrillo caliente. Si no hubiere ladrillo lo haría sobre un adobe
o una piedra calientes. (Mi tía Valentina Prieto) Otra: Antes de ir a la cama debía prohibírs-
ele totalmente que jugara con fuego ya que esa acción era la razón de la micción
nocturna.
Michai: (berberis heterophylla) El agua de la cocción de su corteza y hojas
era usada como astringente, febrífuga y digestiva. Se extraía el jugo exclusivamente
de la fruta bien madura y se la guardaba como remedio para los ojos; era notable-
mente agresivo, pero se creía que justamente en el ardor que provocaba radicaba su
poder curativo. Muy parecida al calafate: (Berberis barilochensis)
Molle: (schinus latifolius) Al fruto maduro, preferentemente el caído, se le
quitaba la corteza y se colocaban una o dos semillas apenas sujetas por los dientes,
sin masticarlas. Esto, decían, impedía la sensación de sed, poseía un gusto amargo
e intenso. (Aportado a mi padre por Don Juan Garrido) Había quienes usaban sus hojas macera-
das contra el dolor de muelas, colocando esa pasta dentro de la caries.
Nalca: (gunnera tinctoria) Además de su uso gastronómico explicado en el
tópico “Comidas y Bebidas”, la nalca era considerada también medicinal. La decoc-
ción de su tallo y raíces se utilizaba para tratar diarreas, hemorragias menstruales,
para el lavado y desinfección de heridas, para la irritación de encías y garganta y mu-
cosas en general. La infusión de sus hojas era recomendada como febrífugo y para
atenuar problemas estomacales y hepáticos. (Doña Irene Prieto de Moscoso)
Natre, natri: (solanum guayanum). Arbusto cordillerano de la selva valdivia-
na. La infusión de sus hojas y corteza era sumamente apreciada por sus cualidades
febrífugas y antitusivas. También contra la tos y dolores de garganta. (Doña Aurelia Pinto
de Prieto)
Neneo: (mulinum spinosum) El agua de la decocción de su raíz se usaba
para combatir en buches, el dolor de muelas y en lavajes la blenorragia. La decoc-
ción de sus hojas era utilizada para lavajes oculares. (Doña Margarita Betanciud de Figueroa)
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Ñanculahuén: (gnaphalium purpureum) Tal vez la planta considerada con la


mayor cantidad de propiedades medicinales. Según la afección se usaban sus flores,
sus hojas y tallo, pero lo más codiciado era su raíz, de aspecto leñoso y tosco. Se la
trozaba en fragmentos y hervida se convertía en un multifacético y potente remedio.
(Doña Rosa Alsina de Aguilera, Doña Aurelia Pinto de Prieto y otras) Con el agua de su cocción se ate-
nuaban las hemorragias y se hacía el lavaje de heridas sangrantes; asimismo con su
infusión se trataban los ataques de epilepsia, nerviosismo, irritabilidad e insomnio.
También se la utilizaba para contrarrestar la jaqueca, los dolores y calambres esto-
macales y para combatir las afecciones urinarias y del tracto digestivo.
Ñorquín. (en mapuche: chalgüau): Apio silvestre o cimarrón. Se lo utilizaba
para ensalada o para condimento, especialmente en el “apol”. Como hierba medicinal
y en infusión era utilizada para atenuar estados gripales e insolaciones.
Ojos: Las molestias en la visión se atenuaban con lavajes de “agua de alfile-
rillo”, con agua de la cocción de la raíz del neneo; también con “jugo de michai” y en
los niños: “leche de madre”. Siempre se recomendaba elevar súplicas a Santa Lucía
y a San Ciriaco.
Padrejón: Es el histerismo manifestado en el hombre. Es en realidad una es-
pecie de neurosis provocada por algún susto, contrariedad o disgusto que suele ge -
nerar parálisis temporales locales, convulsiones, sofocaciones, malestares genera-
les, casi siempre con localización en la boca del estómago. Por esta última ubicación
se lo trataba físicamente “en la güata”. Se daba únicamente en el hombre y por com -
parárselo con los dolores de parto le decían también “dolor de madre”. Se lo aliviaba
con infusiones en ayunas de orégano y albahaca. Mi padre refería que siendo él un
niño (1919) había presenciado una “curación del padrejón” hecha por una curandera
chilena traída por mi abuela Griselda para atender a mi abuelo Enrique Prieto. Aque -
lla curandera se llamaba Carmen Contreras y aplicó el siguiente procedimiento, du-
rante nueve días seguidos: apoyando su cabeza sobre el abdomen del paciente ha-
cía cruces sobre él rezando oraciones incomprensibles y misteriosas, a posteriori le
daba a beber una infusión de hierbas preparada especialmente por ella. Como com -
plemento durante esa novena efectuaba oraciones cristianas comunes: rosario, cre-
do, gloria, etc. Según contaba mi padre esta curación resultó infructuosa. (Mi padre: Do-
roteo Prieto) Según otra versión curativa debían suministrársele al enfermo infusiones de
“piegra’e guanaco molía” (piedra bezoar de guanaco). (Doña Rosa Aguilera)
Paico: (chenopodium ambrosioides) (en araucano: picheng) El agua de su
cocción se usaba como: digestivo, antidiarreico y antiparasitario estomacal. También
para combatir el empacho, el insomnio y las palpitaciones. En compresas y cataplas-
mas para aliviar golpes, torceduras y hematomas.
Palo pichi: (Fabiana imbricata) El agua de la cocción de sus hojas y corteza
era usada como diurético y calmante de afecciones en los riñones y vías urinarias;
también como antiséptico externo.
Pañil; palguin: Matico (Buddleja globosa) En infusión para atenuar úlceras
estomacales y disolver cálculos vesiculares. También para detener hemorragias y
hacer lavajes genitales.

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Paramela: (adesmia boronoides) (en araucano: llaquéñ) Con sus hojas y ta-
llos se preparaba una infusión a la que se agregaba abundante azúcar quemada y se
la ingería como antigripal, antitusivo y antifebril. Además se le atribuían efectos esta-
bilizadores de la digestión. El vapor desprendido del hervor de sus hojas y tallos era
considerado como descongestivo de las vías respiratorias. (Mi tía Valentina Prieto) El agua
de su decocción era usada para combatir la caspa. En los lugares donde abundaba
era notorio el agradable aroma que despedían sus hojas y tallos al ser rozados por
quien pasara entre ellos.
Parches de papas: Se cortaban rebanadas finas de una papa sin pelar y se
las remojaba en vinagre durante unos minutos. Se colocaban luego sobre la frente y
sienes para calmar jaquecas o migrañas. También se aplicaban sobre zonas afiebra-
das del cuerpo (golpes y contusiones). (Adela Ramírez, mi abuela materna)
Pares: Era la denominación vernácula de “placenta”.
Parrilla: (Ribes magallanicum). Vid silvestre o parriza que suele crecer entre
las lengas y otros árboles del bosque. La decocción de sus hojas y frutos era consi -
derara depurativa para problemas dérmicos y renales. (Octavio Ramírez)
Partos: Las comadronas practicaban distintos métodos para atender a sus
“pacientes”; y generalmente cada uno de ellos tenía por referencia alguna supersti-
ción. Mencionaremos aquellos que nos constan ya sea por testimonios o vivencias:
1) Cuando se iniciaban los dolores de parto “la enferma” no debía sentarse; solía col-
gársela, desde las axilas, levemente y de una viga del techo atándole por sobre “la
panza” la faja del marido. Hubo casos en que siendo la madre soltera, los familiares
de la parturienta buscaban al presunto padre para que “prestara su faja” y “aliviar así
a la enferma”. (Doña Ernestina Prieto de Rodríguez). 2) Apenas se iniciaban los dolores de par-
to se le ataba la cabeza a la parturienta con un pañuelo para que “el hijo salga güeno
‘e cabeza” o sea normal. (Doña Rosa Alsina de Aguilera) 3) Al comenzar los dolores del parto,
el marido debía colocar su sombrero sobre el vientre de la mujer; con ello asumía su
paternidad y responsabilidad; si después de este acto se suscitaban problemas gra-
ves en el parto, la fidelidad de la mujer podría ser seriamente cuestionada. (Doña Rosa
Alsina) 4) Si el parto se demoraba, el marido apoyaba su mano derecha sobre el vien-
tre de la mujer y haciendo un breve rezo, tomaba su sombrero e iba corriendo a bus-
car “agua de la correntá”. Para ello debía ir al arroyo o río más próximo y tomar con
“su” sombrero un poco de agua; sin derramarla, luego volver al rancho y su mujer de-
bía tomarla toda. Si pese a todos estos rituales el parto salía mal, el marido tendría
todo el derecho a suponer que el embarazo no era suyo. (Doña Esther Jara) 5) Uno de los
temores más comunes en las matronas (o “ayudadoras de parto”) era que su partu-
rienta no pudiese expeler la placenta. Uno de los métodos utilizados: como preventi -
vo era colocar dos ovillos de hilo de lana negra cruda, uno a cada lado del vientre.
(Doña Herminda y doña Rosa se lo hicieron a mi madre cuando nació mi hemano menor Eneas.) 6) “El man-
teo”: Cuando la “partera” palpaba o intuía que la criatura venía mal acomodada, re-
curría a la técnica del “manteo” que consistía en ubicar a la parturienta sobre una
manta o matrón que tomaban por sus extremos cuatro personas (preferentemente
hombres) y que movían a la “enferma”, para que el chico se acomodara. (Mi mamá)
Luego del parto, la comadrona hacía pujar a la parturienta provocándole tos o vómi-

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tos, para lo primero quemaba yerba en una sartén y se le daba a aspirar; para lo se-
gundo le hacía ingerir “cenizas de pluma”. También para expulsar la placenta se le
daba a beber inmediatamente después del parto “té de plumas de la cola de una ga-
llina castellana” (batarás). (Doña Rosa Alsina) Por último, para el día del parto siempre se
tenía preparada una gallina vieja (por ser más sustanciosa) y luego del alumbramien-
to, se la hervía y se le daba el caldo a la madre. Recién al 2º o 3er día se le agregaba
algo sólido; cuando bajaba el calostro. (Doña Aurelia Pinto) En todos los casos se reco-
mendaban infusiones de chilco, flor de San Juan y culle. Por supuesto era de estilo
encomendarse y orar a Santa Margarita y a San Ramón.
Pastillas Valda: Era una pastilla-caramelo color verde muy promocionada y
de uso divulgado para el tratamiento de problemas respiratorios. Era rica en eucalip -
to, mentol, tomillo y esencias de pino y otros vegetales. Se la conseguía en todos los
boliches.
Pichoga: (también pichoa) Planta de no más de 20 cm. de alto; de tallo ro-
sado y lechoso. Su raíz era consideraba altamente purgante. Era utilizada para hacer
bromas a los que acostumbraban tomar mucho mate. También he oído que algunos
usaban su lechosidad para combatir verrugas. Luciano Huenufil la llamaba podmeng.
Pimpinela: (acaena pinnatifida) un abrojo muy común en verano y otoño. La
infusión de sus hojas y tallo era tomada como diurético. (Doña Rosa Alsina de Aguilera)
Pitiojo: afección a los ojos que producía ardor y lagaña; se atribuía al hecho
de lavarse la cara con agua muy fría después de haber estado mucho tiempo cerca
del fuego. Para aliviarlo, se adhería con saliva “papel de pucho” sobre los pómulos,
exactamente debajo de los lagrimales. (Mi tía Valentina Prieto)
Poleo: en infusión se usaba para combatir problemas cardíacos y hepáticos.
Poñi lahuen: un cactus que apenas asoma del suelo, su cuerpo está ente-
rrado casi por completo. El agua de su cuerpo suple mínimamente al agua común y
además es utilizado para combatir la fiebre y la cefalea.
Quemaduras: Se recomendaban cataplasmas de hojas de llantén hervidas
colocadas sobre la zona afectada u hojas peladas de aloe vera. También aplicacio-
nes de “enjundia de pavo” con azúcar o de “Leche de Magnesia Phillips”. Y por su-
puesto orar y pedir ayuda a San Lorenzo y a San Eustaquio.
Quilimbai: (chuquiragua avellanedae) (en araucano: trayau) La infusión de
sus hojas y tallos se usaba para combatir la cefalea y la fiebre.
Quillai: (quillaja saponaria) es un árbol de importante porte cuya cáscara era
considerada antiséptica. Se la usaba también como detergente y para combatir la
caspa y la calvicie. Esta planta no era de la flora de Pilo Lil, pero a principios del siglo
XX se traía su corteza para remedio, desde Chile.
Quinchamalí: (quinchamalí majus) El líquido de su decocción para aminorar
hemorragias en las heridas (coagulante), además como depurativo, emenagogo y as-
tringente.
Quintral: (phrygilanthus spp.) Es una planta parásita que crece sobre algu-
nos árboles del bosque patagónico, especialmente el chinchín, el maqui, el ñire, o la
lenga. Su flor, parecida a la del notro y de un intenso color rojo, es usada en infusión
para combatir el dolor de garganta. (Doña Paula Cisternas)

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Resfrío o gripe: Para combatirlos se recomendaba tomar una infusión de


“guindas secas con palito”. (Mi tía Valentina Prieto) También infusión de natre, paramela,
mata mora (charcao), culle, tomillo, cáscara de sauce, de sauco; vino hervido con ca -
nela y miel, Vick Vaporub, Mentholatum, pastillas Valda, Geniol, Mejoral, Aliviol, etc.
Reumatismo: Se lo combatía localmente con fricciones a base de grasa de
puma. (Don Hernán Prieto) Otro: Fricciones con “untura blanca” y luego”untosinsal”. Beber
infusión de San Pedro. Era recomendable encomendarse y rezarle a San Mauro. (Do-
ña Florinda de Huinca)
Riñones: Nunca se debía orinar en el fogón y mucho menos si éste estaba
encendido. Al que lo hacía se le secarían los riñones. (Fernando Godoy) Para las afeccio-
nes renales y urinarias se recomendaban distintas infusiones como de: palo pichi;
barba de choclo, carqueja, chilco, llantén, malva rubia, pimpinela, hojas de San Pe-
dro, frutita de solupe, tilo, raíz de ñanculahuén y otras.
Sabañones: Para combatir esta incómoda comezón que siempre acarreaba
consigo el invierno se recomendaba hervir abundante ortiga, dejar entibiar el agua y
lavar la parte afectada. Hacerlo por lo menos tres veces al día. (Facundo Figueroa) Otra
cura: orinarse las manos durante varios días hasta que el sabañón se vaya. (Francisco
“Pancho” Prieto)
Salir de cuidao: postparto (estar de alta).
San Pedro: (prímula officinalis) hierba medicinal que se cultivaba como parte
del jardín o de la huerta. En infusión se le atribuían variadas cualidades medicinales
como: analgésicas, diuréticas, antiespasmódicas, antirreumáticas, hepáticas y respi-
ratorias. (Laura Guaymas)
Sauce de río, sauce colorado: (salix purpura) Por ser rica en ácido salicílico
(como todas las de su especie), su corteza y ramas más finas hervidas eran conside-
radas antifebriles.
Sauco: (sambucus nigra) el agua de la decocción de su corteza y ramas fi-
nas era considerada de alto poder febrífugo y antitusivo. (Doña Gumersinda Acuña de Prieto)
Con las bayas de su fruto se elaboraba una muy apetitosa mermelada y jalea. Esta
última también era considerada de efectos antitusígenos. (Luisa Ramírez, mi madre)
Sinusitis: El viejo “Pancho” Prieto, sugería colocar sobre los pómulos o so-
bre la frente del enfermo bifes de carne de vaca, crudos y muy calientes, abundante-
mente rociados con “flor de azufre”. Después de tres o cuatro días de tratamiento, el
enfermo “largaría por la nariz toita la enfermedá”. (Francisco “Pancho” Prieto). No pude lo-
grar que me explique lo de la “flor de azufre”.
Solupe: (ephedra ochreata) (en araucano: cupara o pinco-pinco) Vulgarmen-
te: “fruta del peludo”. Es un arbusto verde, bajo, desprovisto de hojas. Rico en efedri-
na. Su fruta (de agradable sabor) en infusión era utilizaba como diurético y para
contrarrestar las afecciones en las vías urinarias. Sus ramas hervidas y maceradas
solían aplicarse en compresas: para aliviar golpes, torceduras y fracturas. (Doña Rosa Al-
sina de Aguilera)
Sulfatiazol: Polvo antiséptico, antibacterial y cicatrizante. Era una sulfamida
de uso común y muy divulgado. Se la expendía en los boliches.
Tablillas: Cuando alguien sufría alguna fractura y al carecerse de servicio
médico para colocar el yeso correspondiente se recurría a un “huesero” quien trataba

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por simple tacto de acomodar el hueso debidamente y luego lo inmovilizaba con unas
pequeñas maderitas envueltas con un trapo. Esas maderitas eran las tablillas.
Te de lechuga: Se usaba para calmar el nerviosismo, generalmente de los
niños pequeños y para inducirlos al sueño, de alguna manera suplía al anís estrella -
do. En adultos más que nada se lo usaba para combatir el insomnio. (Doña Juana Prieto)
Tilo: la flor de este árbol, en mi casa habían dos, en infusión era usada como
calmante nervioso, como diurético y relajante.
Tomillo: (acantholippia seriphioides) Su infusión se consideraba antifebril y
era muy utilizada en caso de resfríos y gripe.
Toronjil: mezclado con éter y azúcar quemada contra el malestar estomacal.
Tos: Se recomendaban infusiones de hojas y ramas finas de “natre”; de cor-
teza raspada de saúco o de sauce de río. (Doña Aurelia Pinto de Prieto) También la jalea de
sauco o su mermelada. (Doña Lidia Prado) Vahos de Vick Vaporub, de vapor de paramela
o de eucalipto; también pastillas “Valda” o infusiones de churcao (mata mora), ca-
chanlagua, gordolobo (tabaco del indio) (Elba Prieto)
Úlceras epiteliales: Hojas maceradas de llantén en cataplasmas. (Mi tía Valenti-
na Prieto) También aplicaciones de Leche de Magnesia Phillips. (Doña Ernestina P. de Rodríguez)
Untisal: Marca comercial de una pomada o crema de uso muy divulgado
para combatir dolores musculares, óseos, articulares, etc. Se la conseguía en los bo-
liches.
Untosinsal: En los cerdos adultos, tejido grasoso en forma de manto desa-
rrollado entre el diafragma (entraña) y la riñonada. Se lo enrollaba sobre sí mismo
atándoselo con un hilo (similar a un matambre) y luego envuelto en papel de diario,
de estraza o arpillera, se lo mantenía colgado en alguno de los rincones de la cocina
del rancho donde recibiera humo pero no calor. Cuando esta grasa estaba rancia y
levemente amarilla, se la consideraba a punto para ser utilizada medicinalmente. Con
ella se hacían friegas y emplastos en los lugares afectados por dolores óseos, torce -
duras, garganta, cuello, base del cráneo, zona lumbar y pulmones. También en frie-
gas para curar el empacho y el reumatismo.
Untura blanca: Era un líquido blanco también llamado “Linimento Stokes”.
Por sus cualidades como vasodilatador generaba calor en las zonas afectadas del
cuerpo activando la función muscular. Se la usaba para combatir lumbalgias, tortíco-
lis, esguinces, luxaciones, etc. Se vendía libremente en los comercios.
Ventosas: Era un sistema de curación epidérmica. Se colocaban unas espe-
cies de vasos o recipientes a los que se les quitaba el aire quemándoles el oxígeno y
aplicándolos inmediatamente sobre la piel para así “extraer el aire del cuerpo”. Gene -
ralmente se aplicaban en la espalda o en los pectorales para todo tipo de dolor. La
forma más práctica para aplicarlas era cortar rodajas de papa, no muy delgadas y
clavar en ellas un fósforo apagado, luego con otro se lo encendía e inmediatamente
se cubría todo con el vaso (ventosa); el oxígeno del vaso desaparecía y se producía
la succión sobre la piel. En aquel tiempo los fósforos eran habitualmente de papel o
de cera y de menor tamaño que los actuales de madera. (Luisa Ramírez, mi madre)

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Ver las aguas: acción del curandero para establecer a través de la visualiza-
ción de la orina, la enfermedad del paciente y determinar, en consecuencia, el trata-
miento correspondiente.
Verrugas: 1) Cuando alguien tenía verrugas, se le arrancaba, sin que se die-
ra cuenta, un pelo por cada verruga a curar. Al pelo se lo enterraba con la raíz hacia
abajo en un menuco próximo, donde se convertiría en gusano. Cuando ello sucediera
la verruga desaparecería. (Don Rafael Domínguez) 2) Con un cuchillo muy filoso se le hacía
un corte en cruz a la verruga, se empapaba con su sangre un grano de sal y se lo
arrojaba al fuego. Debía retirarse enseguida antes de que crepite para que el mal no
lo siguiera. (Julio Arriagada) 3) Durante toda la luna menguante, quien tuviera verrugas,
debía salir al patio y mirando la luna decirle: “Luna, luna, llévate estas verrugas”. (Do-
mitila Linares) Y si era en días de luna llena, durante tres jornadas deberían frotarse en
ayunas, con saliva. (Domitila Linares) 4) En la corteza de un árbol que tuviese una protu-
berancia similar a una verruga se le hacía una incisión en cruz y se le colocaba gra-
nos de sal. Con este sencillo método, se decía, quedaban eliminados callos y verru-
gas en quien lo hiciese. (Octavio Ramírez) 5) Para eliminarlas se las atravesaba en cruz
con dos espinas de neneo, después se las quitaba y arrojaba hacia atrás sin mirar.
(Rogelio Gutiérrez) 6) Además era muy divulgado ponerse savia de colliguay (con sumo
cuidado) o la lechosidad de plantas como el Botón de Oro (antu rayén) o de pichoga.
Vick Vaporub: Es el tradicional ungüento aún vigente: se lo conseguía en los
boliches y servía para atenuar picaduras de insectos, como analgésico muscular,
como antitusígeno sobre el pecho, espalda y garganta. También para facilitar la res-
piración en casos de sinusitis. A veces se lo suplía por un producto similar de origen
chileno llamado “Mentholatum”.
Vino hervido: Se colocaba vino, preferentemente tinto, en un jarro y se lo
calentaba; al romper el hervor se flameaba el alcohol. Luego se le agregaba, canela,
cáscara de naranja, clavo de olor, azúcar quemada o miel. Debía beberse caliente.
Estaba indicado para mejorar resfríos intensos, gripes y fiebre. Había quienes en vez
de canela, cáscara de naranja y miel lo preparaban con cebolla picada y pimienta.
(Luis Ramírez, mi abuelo materno)
Zampa:(Atriplex lampa); en mapuche: chillpé. Sus tallos y hojas aplastadas
se usaban como emplasto para calmar las quemaduras o aliviar golpes, machucones
y torceduras. Su ceniza mezclada en el agua protegía al cabello de la caspa y era
muy utilizada como “lejía” para “pelar mote”. También, el agua de su ceniza se utiliza-
ba para lavar y desinfectar los chancros sifilíticos.

LEYENDAS, CREENCIAS Y SUPERSTICIONES


“mupiln, mupiltun, feyentulen, mupiltulen”
La leyenda es el relato popular de episodios ciertos o imaginarios transmiti-
dos de una generación a otra, generalmente en forma oral. La sucesiva repetición del
relato lo va puliendo y lentamente modificando. Es común que la leyenda incluya su -
persticiones o dé origen a ellas.
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Superstición es, según el diccionario, la desviación del sentimiento religioso


que hace creer en cosas extrañas a la fe y contrarias a la razón. Esta apreciación no
deja de tener cierta carga peyorativa porque depende desde qué ángulo religioso se
enfoque el análisis.
Creo que la superstición es un resultado no querido de la ignorancia y del
miedo; quizá por eso resulta hasta candorosa y elemental en su argumentación. Pa -
reciera ser una ilusa variante de la imbecilidad.
La creencia y la superstición tienen mucho en común pero también tienen
sutiles diferencias. Creer es aceptar como cierto aquello que no nos consta. Es tener
por verosímil algo sin demasiados fundamentos. Creer es depositar la responsabili -
dad de la certeza en el “otro”, ese “otro” que asegura lo que asegura. La superstición
es la exageración irracional de lo creíble; pareciera ser un desvarío de la fe, una fie-
bre de la inocencia, una debilidad mental del discernimiento. El supersticioso cree
exageradamente, pero el creyente no siempre es supersticioso…
El ser humano actual es el fruto de muchos miles de años de evolución y
como todo fruto ha tenido y sigue teniendo inmadureces mentales, una de ellas es la
superstición. Seguramente, con la evolución cultural y el consecuente ejercicio refle-
xivo de la intelectualidad la superstición se fue refugiando cada vez más en el primiti-
vismo y en la simpleza de las comunidades aisladas y distantes. Comenzó a compar-
tir el universo de los mitos, las leyendas e interpretaciones alternativas de las pseu-
dociencias.
Influyó sin duda en la sedimentación de estas creencias la ausencia de una
formación intelectual sólida que forjara métodos de abstracción y análisis racionales
en el pensamiento. Cuando ocurrían hechos, fenómenos o episodios de difícil com-
prensión, surgía el recurso casi mágico de la interpretación a través de la creencia. Y
no siempre la creencia era religiosa ni tampoco razonable. La superstición suplía en-
tonces al conocimiento científico o a la deducción lógica. Aquello que no se veía, que
no se sabía, era posible que portase un mensaje oculto y hacia allí se apuntaba con
la creencia. Luego según el auto convencimiento y el grado de elocuencia y verborra -
gia que poseyera cada uno abonaba a esa creencia llevándola incluso a un nivel casi
dogmático. La muy influyente fe católica decía combatir la superstición pero muchas
veces terminaba potenciándola con la ayuda de la ignorancia y el desconocimiento,
es así como se paganizaban ritos y costumbres y se entronizaban hábitos y convic-
ciones como los de “si no se sabe leer y escribir, mala suerte; ¡alcanza con saber re-
zar!” O la redundante y vacía mención de la divinidad en el lenguaje corriente: “¡Dios
te va a castigar!”, “¡Por el amor de Dios!”, “¡Dios no lo permita!” y otras.
Las supersticiones y creencias que teníamos en Pilo Lil, como toda nuestra
mini cultura, era una mezcolanza venida de indios y de europeos chilenizados, de
conductas religiosas coexistentes que se fusionaban, se interferían y a veces se ab-
sorbían entre sí; a ellas indefectiblemente les agregábamos nuestra cuota referencial
de testimonios, casi nunca comprobables.
A continuación enumeraré con una breve descripción a algunas de aquellas
supersticiones, leyendas y creencias que rondaban por Pilo Lil durante las primeras
siete décadas del siglo XX. Quiero cerrar esta larga y tediosa perorata sobre la su -

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perstición con un pensamiento que allá por 1968 o 69 me arrojó a la cara mi buen
amigo e informante indígena Francisco Tripailaf: “Lo que decimo’nosotro lo’pai-
sano, puede que sea una inorancia nomás, pero tamién puede que sea una sa-
biduría distinta.” Con esta ingenua pero profunda reflexión de Francisco elijo no
desdecirme pero tampoco ratificar nada… Prefiero ser simplemente el eco de la voz
testimonial de mi padre, de sus informantes y de los míos…

CHONCHON (Tuetué): Esta creencia reconoce una importante canti-


dad de versiones, algunas similares y otras no tanto que suelen coexistir y mezclarse
absorbiendo influencias exógenas principalmente “huincas” o cristianas. Es una
creencia de origen mapuche-araucano de muy amplia difusión y posiblemente debi -
do a ello los distintos localismos le han dado una variedad de matices que en vez de
diluirla la han cosolidado. Trataré de encuadrarla dentro de un enfoque globalizador y
piloleño. El Chonchón (choñchoñ, tuetué, quilquil, chuchu, teuteu) es la corporiza-
ción espontánea del huecufü (esencia del mal, demonio). Es decir es la cabeza alada
del “Kalcu” (brujo/a). No posee una definición ni una descripción precisa ni categóri -
ca. Es sí, un espíritu errante, siempre es malo, casi siempre es “huinca”; si bien es
sólo la cabeza del kalcu, vuela con todos los órganos funcionando. Tiene una intrín-
seca ambigüedad fisiológica: es cabeza y es pájaro; es sólo cabeza y es todo; es vi-
sible y es invisible. Su grito que suena lúgubre en la oscuridad de la noche pareciera
decir onomatopéyicamente: tué, tué, o algo así. No se lo debe remedar porque se
acerca y su cercanía siempre es fatal. “Es malo verlo u oírlo”. Tiene la particularidad
de sorber la sangre a distancia; cuando hace eso grita muy fuerte. El efecto se nota
en la rápida desmejoría de la víctima quien comienza a sufrir de alucinaciones, fiebre
y palpitaciones concluyendo a veces con la muerte. Es tan “maldahoso” que suele
envenenar el agua o los alimentos de la huerta y las frutas. Su técnica más común es
introducirse en el cuerpo de la víctima como una basurita, uña o pelo.
A pesar de la ingenua y burda estructura del mito, su influencia en la socie-
dad de aquel tiempo fue notable, quizá por la fuerza de la repetición, por la debilidad
mental de quienes relataban y escuchaban, quizá por el entorno de soledad e inco-
municación que sugestionaba y atemorizaba; no sé, pero la creencia en el Chonchón
y en el Tuetué era profunda y divulgada. Por ejemplo, cuando mi padre estuvo muy
enfermo en el año 1953, mi hermana Chela afirmaba haber escuchado cantar al Tué-
tué…
Contras para alejar o espantar al Chonchón:
1.- Quien quisiera inmunizarse contra “el maldito” debía colgarse en el cuello
los dos espolones de un tero. Esos espolones debían ser quitados a un tero vivo y
éste continuar viviendo luego de quitados. (¡¿?!)
2.- Para mantener al “maldito” lejos de la casa, debía rodearse a ésta con
matas de ajenjo y en el frente especialmente de ruda.
3.- Otro “alejador” del brujo consistía en colocar sobre el techo del rancho la
calavera de un caballo (“lonco cahuel”), ésta debía quedar con el paladar hacia arriba
y sobre ella un puñado de sal en cruz o formando una estrella de cinco puntas. (Hay

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quienes dicen que antiguamente se colocaba una calavera humana, preferentemente


de algún enemigo muerto en pelea.)
Para potenciar las “contras” anteriores se recomendaba:
A.- hacer abundante humo de lana negra con veri porque el chonchón tiene
olor a lana sucia y se repele solo.
B.- hacer humo de pezuñas y pelos; si es posible agregar restos de uñas hu-
manas.
C.- hacer humo de ajo, ají, malvarrubia y ajenjo.
D.- Quemar restos de uñas y un mechón de cabellos de una niña virgen en
la llama del candil del rancho. Curiosamente a ese candil se le llamaba: “chonchón”.
Contras para eliminar al Chonchón:
En primer lugar debía atraerse al “maldito” haciéndolo caer en una especie
de emboscada. Una forma común era que al cantar por la noche se lo invitara dicién-
dole: “venite mañana a comer asao”. Otras forma de atraerlo era recitando una espe-
cial invocación cabalística, invocación que lo atontaba y debilitaba. Lamentablemente
esta fórmula oratoria era conocida solo por algunas “machis” o curanderas muy vie-
jas.
Sabido era que el Chonchón durante el día retornaba a su forma humana en
el cuerpo del “kalcu” o brujo y de haber accedido éste a la “invitación” se podría optar
por:
1.- Sobre una pelera muy sudada se hacía una cruz o una estrella de cinco
puntas con ceniza. Se lo debía invitar a sentarse y sin mirarlo (para no ser ojeado) se
le arrojaba encima la pelera de tal forma que la parte sudada rozara la piel del “kalcu”
y luego se le clavaba un tenedor. (¡¿?!)
2.- Simplemente se echaba sal (chadí) sobre el fuego y en este caso los
vahos salobres iban directamente a los ojos del kalcu “porque el calor buscaba al
brujo y le quemaba la vista” dejándole los ojos blancos, el kalcu moriría más o menos
en un año.
3.- Si se tenía escopeta, se debía preparar un cartucho con sal gruesa y ape-
nas se escuchara al “maldito” debía trazarse en el aire una cruz con el arma e inme -
diatamente disparársele.
4.- Debajo de un asiento debía colocarse una tijera abierta en cruz a la que
se tapaba con un cuero. Cuando “el maldito” se sentara no podría levantarse más.
5.- En un asiento se hacía con grasa de potro, (de un solo trazo) una cruz o
una estrella de cinco puntas; sobre ella se repetía el dibujo con sal gruesa de tal ma-
nera que se adhiriera al asiento. Luego se cubría todo con un cuero. El “maldito” al
sentarse quedaría anulado en sus poderes.
6.- También se neutralizaba el poder del “maldito” por repetición cabalística
de la palabra “martes” ya que durante ese día los brujos sufrían de sordera y de “har-
to” dolor de cabeza. Una vez apersonado el presunto “kalcu”, quien lo hubiera invita -
do, casi como una jocosa copla, le recitaría: “martes hoy, martes mañana, martes
toda la semana”. Todo ello mientras hacía en el suelo o en el aire cruces con los pies
o con los dedos, por supuesto disimuladamente. Si se observaba que con este pe-
queño ritual el sospechado de ser “kalcu” se ponía bruscamente torpe, convulso o

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extraviado, la presunción de culpa quedaba firme y por lo tanto, el brujo, expuesto a


su castigo.
7.- Si se sospechaba que alguien era “kalcu” o brujo, se lo espiaba al atarde-
cer y cuando se observaba que su cabeza convertida en Chonchón salía volando de
la ruca, se ingresaba a ésta y seguramente se encontraría el cuerpo en estado cata-
léptico y sin cabeza. Aprovechando esa debilidad e indefensión, debía invertirse el
cuerpo colocándolo boca abajo. De esta manera cuando la “cabeza alada” (Chon-
chón) retornase de su maligna gira nocturna, se instalaría sobre los hombros y que-
daría al revés. Esta acción provocaría en el “kalcu” un desequilibrio tan grande que lo
llevaría al suicidio ya que “no podría” andar durante el día con la cabeza al revés ni
tampoco podría separarla nuevamente del cuerpo por cuanto sus poderes eran noc-
turnos.
En otro orden de cosas me parece que en su génesis indígena la supersti-
ción consideraba similares (aunque no iguales) al Chonchón y al Tuetué (o Teuteu) y
que su equiparación con el Quilquil o el Chuchu surgió posteriormente por influencia
“huinca”. El Chonchón y el Tuetué son pájaros míticos, en cambio el Quilquil y el
Chuchu pertenecen a la fauna real patagónica. El quilquil una pequeña lechuza, y el
chuchu una lechuza un poco más grande. (He extractado versiones de Lenco Prieto, Fernando Godoy,
Francisco Tripailaf, Ignacio Huenufil, Rosa Alsina y Nicolás Toro; todas difieren en pequeños detalles pero coinciden
en líneas generales.)

PELO VIVO: (calkalcu) es una especie de anélido, una delgadísima lom-


briz acuática muy similar a una crin de caballo o a un pelo de mujer. (Gordius Chilen -
sis). En Pilo Lil aparecían especialmente en los pequeños cauces de agua (arroyue-
los, acequias, menucos) durante los calurosos días del otoño. Los había de distinta
longitud y sus colores variaban entre el negro, blanco grisáceo y rubio o alazán. Algu-
na vez le pregunté a mi amigo Francisco Tripailaf como era en “lengua” el nombre de
este extraño gusano o lombriz, me contestó que le llamaban calkalcu, algo así como
“pelo de bruja”. En mi primera infancia Fernando Godoy (mi compañero, un poco ma-
yor que yo) me contó una leyenda, sin duda de origen indígena que pretendía expli-
car el origen de esta extraña lombriz. Según esa leyenda “hace mucho tiempo Dios
castigó a un grupo de brujas muy malignas, convirtiéndolas en yeguas que conserva-
ron el color de su pelo. Estas brujas a pesar de su transformación no dejaron su mal -
dad de lado y en su condición de yeguas salvajes o “alzáas” solían salir de noche a
galopar los campos. Cuando bebían en la aguadas perdían alguna o varias crines
que caían y “al tener raíz” cobraban vida propia y se convertían en “pelos vivos”. Si
algún mortal desprevenido, al tomar agua ingería uno de esos “pelos”, se moriría
agusanado.” Fernando agregaba que su padre don Juan Godoy decía que “la lombriz
solitaria (tenia saginata) era la confirmación de esa creencia”. (Fernando Godoy) Como se
verá esta leyenda coincide en gran parte con la explicación de Tripailaf.
ANCHIMALLEN: “Es una especie de duende niño, deformado y brillan-
te. Por sus alteraciones físicas suele andar a los saltos. Algunos lo confunden con
otro bastante parecido llamado Ivunche. Quienes lo ven desde muy cerca se encan-
dilan y enferman de la vista y hay algunos que hasta quedan ciegos.” (Juan Huenufil) Eso

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era lo que decía don Juan Huenufil; por su parte su vecino, Horacio Antimán amplia-
ba explicando que antiguamente los brujos o “kalcus” efectuaban una ceremonia se -
creta cuando se apropiaban de niños recién nacidos generalmente de madres solte-
ras y con el consentimiento de éstas. Según el tipo de brujería aplicada los transfor-
maban en “Ivunche” o en “Anchimallen” que vendrían a ser una especie de duendes
o trasgos. Aprovechaban del niño su vitalidad y deformando su cuerpo e intelecto los
convertían en “pura maldad” o sea en “huecufü”, todo esto a base de hábitos, rogati-
vas, invocaciones y cierto tipo de alimentación.
Los “anchimallen” eran los encargados de cuidar los bienes materiales de los
brujos o los de aquellos que se los alquilaban a los brujos. Poseían la cualidad de en-
cenderse esporádicamente como una luz brillante durante la noche y luego hacerse
invisibles.” (Horacio Antimán) Cuando alguien sin querer los molestaba y estando ellos en-
cendidos solían subirse en ancas del caballo del intruso; para expulsarlo se debía ha-
cer aunque fuera en el aire la estrella de cinco puntas (Cruz de Salomón).
La poca diferencia entre Ivunches y Anchimallenes radicaba en que los pri-
meros eran más violentos y agresivos, en cambio los segundos solo afectaban por
proximidad. También éstos podían ser alquilados, luego de un pacto con el brujo o
“kalcu”, por mortales comunes para el cuidado y custodia de sus bienes.
IVUNCHE: (mapuche) Era un ser cooptado por un “kalcu” y que siendo ni-
ño, éste lo deformaba cruelmente, incluso desarticulándole algunos huesos y fractu -
rándole la pierna derecha que dicen se la ataba a la espalda para luego idiotizarlo
encerrándolo en un lugar oscuro y alimentándolo con carne humana o de animales
repugnantes tales como culebras, jotes, sapos y lombrices. El kalcu utilizaba al ivun-
che como custodio propio y ayudante para ejercer la brujería. (Horacio Antimán)
TRAUCO: (mapuche) Duende similar a un hombre enano de talla inferior
a 1 metro, que usaba un sombrero cónico de paja tejida; habitaba en los ñirantales
de la cordillera y cuando los “veranadores” subían anualmente a las “veranadas” los
espiaba, especialmente si tenían hijas menores a quienes seducía, y violaba. Tenía
el poder de enfermar gravemente a quien se expusiera a su mirada. Era particular-
mente idiota, leso y malo. Se lo alejaba mostrándole dos cuchillos en cruz o arroján-
dole a la cara cualquier cosa molida o en trozos (un puñado de arena, hojas, piño-
nes, porotos, etc.) ya que no podía evitar ponerse a contar minuciosamente unidad
por unidad.
HUECHAL: En el Pilo Lil de los años 50, cuando hablábamos de duen-
des, alguien siempre mencionaba al Huechal, pero nunca logré una definición clara
respecto de él. Mi compañero de infancia Fernando Godoy decía que era medio gela-
tinoso y traslúcido, “livianito ‘e sangre” y “muy miedoso” (tímido). Según Fernando,
quien tampoco lo había comprobado, el “Huechal” andaba por los cañadones y por la
orilla del río y solía, muy de vez en cuando, emitir silbidos o chillidos. (Fernando Godoy)
Consultados otros coetáneos, ninguno lo negó pero tampoco pudo aportarme más
datos, es como si su presencia se diluyera en la eterna indefinición del “creer o no
creer”.

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[Escriba aquí]

CHERUFE, CHEURFE: Meteorito, piedra encendida, trozo de lava.,


escupitajo de un volcán. Según Ignacio Huenufil el cherufe era una especie de “ener-
gía” que habitaba en el cielo y en los volcanes, una especie de Ser que muy de vez
en cuando aparecía y era muy poderoso. Cuando estaba enojado siempre se ponía
muy colorado, pero después si se enfriaba se volvía piedra. (Ignacio Huenufil) Don Nicolás
Toro comentaba que la “piegra redetida que antiguamente largaba el Lanín y otros
volcanes” había formado las “piegras casposas” que había en costa del río en Pilo Lil
y que a él le habían contado que eso era el único rastro que había quedado de los
cherufes. (Nicolás Toro) Había quienes a los trozos de meteorito les llamaban “rayo” o
“piedra rayo”; esta piedra (anfibolita) muy negra y dura era utilizada para confeccio -
nar las hachas o “toki cura” a las que también llamaban “rayo”. (Octavio Ramírez)
ADDENDA: En un ámbito muy distante de Pilo Lil, en la zona de Sierra Pailemán (Meseta de Somun -
cura en Río Negro) Don Aníbal Llanquileo relataba en 1997 que el “el cherrufue” era una bola de piedra que al-
gún kalcu había traído de un volcán y que embrujándola la solía mandar para hacerle mal a alguien. “La bola an-
daba solita a los saltos y cuando encontraba a su víctima le quebraba los tobillos y después le pegaba en la cabe-
za hasta matarlo.”

CAGUACAGUA: Un ser de los llamados críptidos o “forteanos”. Se tra-


taba de una serpiente fabulosa de la mitología araucano-pehuenche que habitaba,
justamente, la zona de la pehuenia es decir el territorio cordillerano donde crece na-
turalmente la araucaria araucana o pehuén (Provincias de Neuquén en Argentina y
de Bío Bío, Malleco, Cautín y Valdivia en Chile). Esta serpiente era de tamaño enor-
me y poseía la rara particularidad de incorporar a la parte dorsal de su colosal cola
los pelos, plumas y lanas de los más diversos animales que consumía, incluidos los
de humanos. Además de desplazarse por los cañadones y despeñaderos cordillera-
nos solía treparse a las araucarias de mayor porte para avistar posibles víctimas y a
la vez para hacer la digestión de su eventual alimento. Poseía poder hipnótico y fuer-
za descomunal en sus fauces y cola. Aseguraba la leyenda que los pelos, lanas o
plumas poseían el extraño poder de enriquecer a quien lograra arrancarle alguno de
ellos y luego lo conservase a buen resguardo. Lo mágico era que la riqueza se con -
cretaba con la posesión de grandes cantidades de animales que se correspondían
con los pelos, lanas, cerdas o plumas que el temerario mortal hubiera arrancado.
Quienes por intención o premura arrebatase pelos humanos tendría el don de gober-
nar o capitanear a sus semejantes. La Caguacagua conocedora de la ambición y co -
dicia de los humanos y siendo éstos su manjar preferido solía simular somnolencia
enredada a las ramas de algún pehuén y dejaba su cola colgando como si fuese un
cebo o una añagaza pero a cierta distancia del suelo; cuando el codicioso mortal se
esforzaba para alcanzar su objetivo y en el instante de su peor equilibrio, la serpiente
lo desnucaba con un violento y certero coletazo. Según le contaba don Pancho Pu-
rrán a mi abuelo Luis Ramírez, allá por 1905, muy pocos humanos habían logrado
arrancarle a Caguacagua alguna pilosidad, tan pocos, como pocos eran sus coetá-
neos exitosos. Agregaba Purrán que “dende que’mpezaron a pasar lo’huinca por la
cordillera, la Caguacagua no se vio más” por lo que él deducía que la habían matado
con “bala de jusil” y seguramente le habían arrancado, “pelo, lana y lo que tuviera pe-
gao n’el espinazo; por eso lo huinca se quedaro’ con todo…” También agregaba Pu-
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[Escriba aquí]

rrán que cuando el tiempo estaba por descomponerse, Caguacagua emitía un largo y
penetrante chillido que se oía desde muy lejos… (Escuchado por mi abuelo Luis Ramírez de boca
de Francisco Purrán aproximadamente en 1905)

EL LACRÁN: Integrante de la galería de seres críptidos o “forteanos” de


la Criptozoología Patagónica. Homínido fabuloso que según algunos testimonios ha-
bitaba el bosque cordillerano próximo a los lagos Quillén y Hui Hui, especialmente en
el llamado “Valle de La Magdalena” y Nahuel Mapi Arriba. Era un ser de aspecto hu-
mano “medio peludo y pálido” mucho más alto que un hombre normal, alcanzaba qui -
zá los tres metros, se vestía y calzaba las pieles de los animales que cazaba, era
aparentemente de carácter tímido y esquivo. Guardaba alguna similitud con otros ho-
mínidos fabulosos como el “Yeti” del Tibet, el “Sasqwash” de Canadá, el “Mapinguarí”
de Brasil, el “Acuime Ajaja Iyo” de la selva boliviana o los más próximos como el
“Chilludo” de Colo Michi Co o el “Pilucho” de Tricao Malal. El “Lacrán” hacía su “nido”
entre los ñires con líquenes, hojas y restos de pieles de animales cazados por él.
Solo en invierno se refugiaba en alguna muy disimulada cueva. Poseía mucha fuer-
za, excelente vista, gran olfato y por ser tan desconfiado, retraído y tímido era tam-
bién sigiloso y precavido en extremo. Se alimentaba de carne cruda, piñones, digüe -
ñes, brotes de quila y hongos. Resumiendo se lo consideraba impresionante pero
inofensivo. (Carlos Rivera) Mi informante aseguraba haberlo “divisado” desde lejos, en el
“Cañadón de los Bueyes”, Valle de la Magdalena, siendo él un niño.
TRELQUE, TRILQUE: Uno de los entes más conocidos de la Cripto-
zoología Patagónica. Se trataba de un ser fabuloso que poseía el aspecto de un cue-
ro con uñas muy afiladas y disimuladas en sus bordes. Habitaba las profundidades
de los lagos (“trelque lafquen”) o los pozones de los ríos (“trelque leufú”), se alimen-
taba supuestamente de peces y aves acuáticas pero solía salir a la orilla donde se
tendía aparentando ser un cuero semidesgarrado y allí disimulándose con restos de
algas, arena y hojas permanecía a la espera de alguna presa. Cuando algún ser vivo,
perro, pájaro o niño lo pisaban, levantaba sus bordes y clavándole sus uñas lo envol-
vía haciéndose un bolo con su presa y rodaba hacia las profundidades del agua. Sus
presas eran generalmente de tamaño reducido no mayores a un cordero, un perro o
un niño. Las versiones existentes entre los vecinos de Pilo Lil eran más o menos
unánimes en cuanto al aspecto; se decía que parecían las “garras de un cuero” (cue-
ro desgarrado) que al estar sucio con algas, hojas y arena podía muy bien ser de
vaca, caballo o cabra. La manera más práctica de eliminarlo era arrojándole una
rama de algún monte espinudo; cuando el trelque se aferraba y rodaba hacia el
agua, se desangraba. (Valentín Infante, Francisco Tripailaf, Amado Prieto, Juan Arriegada, Octavio Ramírez y
otros.)

NAHUEL MAPU: En el oeste del Departamento Huilliches corre el


Nahuel Mapi, un caudaloso arroyo que tributa sus aguas al río Aluminé. No conozco
otras versiones del origen de su toponimia salvo este relato que alguna vez Francis-
co Tripailaf le hiciera a mi padre allá por 1950 y luego me la repitiera personalmente.
Cuando la Conquista del Desierto llegaba a sus finales, la desazón en el
ánimo de los mapuches se comenzaba a asumir como derrota. En 1882 el lonco (ca-
cique) Manquiel llegó incluso a ofrecer familiares suyos como rehenes a las tropas
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[Escriba aquí]

del Ejército; pero no se consideró su petición y finalmente en 1883 debió rendirse to-
talmente a las huestes del Coronel Godoy.
Por esa época se destacaba entre los conas (capitanejos jóvenes) un indio
que se hacía llamar Nahuel, era según él y sus seguidores “el tigre”. Este joven capi -
tanejo insistió firmemente en luchar hasta la muerte contra los “huincas” pero ante la
evidencia de la realidad optó al menos por no rendirse. Reunió a su gente en un apu-
rado “nguellipún” (pequeña rogativa) y fiel a sus convicciones y a las predicciones de
la machi decidió “hacerse enterrar vivo junto a sus dos mujeres y sus dos más valien-
tes mocetones”. Eligió una ignota caverna en las nacientes del arroyo; bebió junto a
sus mujeres y mocetones el “huenu pütupeyel“(bebida para el cielo), extraño brebaje
preparado por su machi. Sentados en rueda, los cinco se adormecieron luego de ju-
rar volver algún día desde el fondo de la tierra para redimir a su raza ahora vencida.
Sus familiares y amigos bloquearon minuciosamente la boca de la caverna;
después arriados por los sables y los Remington de los soldados de Godoy, huyeron
tras la cordillera. Años después volvieron algunos que se radicaron en Aucapán y en
las nacientes de ese arroyo al que llamaron Nahuel Mapu (Tigre de la Tierra) en ho-
nor al caudillo allí enterrado. Después el transcurso del tiempo y el idioma desapren -
sivo de los vencedores huincas deformaron el nombre y de Nahuel Mapu pasó a ser
Nahuel Mapi. Francisco, al finalizar su contada me dijo: “Por eso es que losotro’
cuando suele haber temblor de suelo lo’juntamo todo lo que vivimo’ cerca en
Nahuel Mapi, porque puede ser que’s Nahuel que se levanta y güelve…” (Francisco
Tripailaf)

DUEÑO DEL CERRO O DE LOS CERROS: Era el espíritu


que cuidaba uno o varios cerros. Antiguamente los indígenas le llamaban “cushés”
(“vieja o viejo”) o “mahuida cushé” (“alma o espíritu de los cerros”). Las generaciones
posteriores de “huincas” y criollos solían decirle genéricamente “el duende”; nadie lo
podía ver pero sí sentir su poder manifestado siempre en la furia de la naturaleza.
Cuando se arreaban lotes de vacunos a las “veranadas”, estos con sus mugi-
dos hacían llover porque los ruidos extraños al ser muy fuertes molestaban y des-
pertaban al “dueño del cerro o de los cerros”. En estos casos se debía pedir permiso
previamente y en lo posible ofrecerle al “dueño” alguna ofrenda que podía consistir
en vino, comida, tabaco o plata. La ofrenda necesariamente tenía que “costarle” al
donante. Si el arreo era de animales menores (cabras, ovejas, e incluso cerdos) el
“dueño” rara vez se enojaba porque estos animales “metían menos boche”. El sitio
elegido para efectuar la ofrenda se convertía casi siempre en “santo”: “pino santo”,
“piegra santa”, “agua santa”. (Contado a mi padre por doña Genoveva Sánchez)
Para que el “dueño” no se enojara y luego de pedir permiso y hacer alguna
ofrenda “era bueno”, tomar del suelo algunas piedritas y colocárselas en la boca, tra -
tando de mantenerlas mientras durase su permanencia en la zona. (Doña Rosa Alsina de
Aguilera)
No solo los cerros tenían dueño sino también los ríos, lagos y lagunas y cada
vez que alguien iba a cruzarlos o adentrarse en ellos debía, respetuosamente, pedir
permiso. (Francisco Tripailaf)

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[Escriba aquí]

EL BASILISCO: El “Basilisco” era un animal fabuloso imaginado por las


viejas tradiciones europeas que se decía “mataba con la mirada”. Trasplantada la
creencia a la Patagonia y especialmente a Pilo Lil la escuchamos entreverada con la
del “culebrón”. El Basilisco era una especie de ofidio gallináceo de un solo ojo, dota-
do con alas membranosas y cresta. Se lo veía insinuado en el embrión de un huevo
fecundado. Se decía que nacía de un pequeño huevo puesto por un gallo viejo o por
una gallina de más se siete años.
El basilisco podía, a la distancia y gracias a su poder hipnótico, succionar la
sangre y la saliva de su víctima hasta dejarla “seca”. (Don Manuel Prieto – “Manuelito”)
CULEBRÓN: Otro de los seres que habitaba el confuso territorio de lo
fábuloso y lo críptico; se trataba de un “vivorón” muy grueso y choco (catrifilú) relati-
vamente corto de longitud. Poseía en su espinazo una especie de aleta muy impor-
tante que le permitía dar pequeños volidos o saltos muy grandes. Como era nacido
del huevo de un gallo o de una gallina vieja el extraño animal tenía hábitos domésti-
cos y continuaba alimentándose como las aves de corral, a expensas del “patrón”;
esta circunstancia lo obligaba genéticamente a “cuidar el capital de su amo”, cosa
que realizaba con sus raros poderes extranormales. Generalmente ocurría que al
morir el dueño de casa comenzaran los disensos entre los hijos y familiares recla-
mando la herencia. Esta situación era percibida por el “culebrón” que cuidaba “el
puesto” quien reaccionaba negativamente. En muchas ocasiones comenzaban a mo-
rir inexplicablemente los animales del difunto, simplemente amanecían muertos y na-
die sabía el porqué. El causante era “el culebrón” quien enojado los mataba por la
noche. Finalmente y después de provocar suficiente daño se alejaba definitivamente
del “puesto”. Se solía decir por eso que “el capital dejado por un finao, nunca arriba-
ría” y que muchas veces esto ocurriría en el primer invierno. (Paulina Pintos de Pilo-Lil y en
versión casi idéntica me la contó Jorge Cabrera de Sierra Colorada - Linea Sur – Río Negro)
En Pilo Lil a comienzos de la década del 50, posiblemente 1952/53 fue muy
comentado el hallazgo de un rastro atribuido al culebrón; vieron esa extraña huella,
mi abuelo Luis Ramírez, don Valentín Infante, don Fortunato Gutiérrez y aseguró ha-
ber presenciado como el reptil se escurría entre unas piedras don Domingo Parra.
Conozco otras versiones que decididamente mezclan todas las particularidades del
basilisco y del culebrón en un solo críptido a las que a veces relacionan con la “lum-
briz solitaria” (tenia saginata) que sería un vástago del basilisco/culebrón criado en
las entrañas de un “endemoniado”. (Rafael Domínguez)
Por otra parte los escépticos decían que los huevos de pequeño tamaño en
realidad eran puestos por gallinas “cansadas de poner” es decir viejas.
PIHUICHEN: Para algunos era un murciélago “maldahoso” y para otros
una culebra “cruzada con murciélago” que se alimentaba principalmente de sangre.
Salía de noche y mordiendo el cogote de sus víctimas les succionaba parte
de la sangre; no las mataba inmediatamente pero sí las debilitaba en forma acelera-
da. Hacía vuelos cortos emitiendo una especie de silbido; quienes lo escuchaban de-
bían ocultarse apresuradamente porque si lo veían, seguramente morirían muy pron-
to. Sus ataques eran siempre letales y una vez ocurridos la única manera de evitar la
muerte consistía en que la víctima y su familia cruzaran un río y se radicaran al otro
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[Escriba aquí]

lado del mismo. También podía ser invocado y convocado por el kalcu como ayudan-
te para hacer el mal. Además de atacar a las personas, también solía hacerlo a ani -
males como guanacos, vacas, ovejas e incluso perros. (Francisco Tripailaf)
“TOKI” HACHA Y SIMBOLO: Primero fue centella, después hacha
de guerra, y en su destino de piedra se volvió superstición y concluyó en un museo
para seguir siendo piedra... Seguramente esa sería la síntesis de la milenaria vida de
un “toki cura”. Cuando mencionamos al Cherufe nos referimos tangencialmente a la
piedra “rayo”. Dijimos que se trataba de un trozo de anfibolita, posiblemente resto de
algún remoto asteroide o de las entrañas de algún volcán. De ahí seguramente en la
antigüedad (fines del paleolítico o comienzos del neolítico) se lo relacionó con las es -
trellas o con el escupitajo ígneo de algún volcán, quizá el Lanín, por eso muchos lo
llamaban también “pillán toki”.
El toki cura o pillán toki era entre los primitivos pehuenches, en situación de
guerra, la “piedra del jefe” y esa piedra era un hacha generalmente negra. Toki signi-
ficaba hacha del jefe en la guerra y cura: piedra. Es decir “hacha de piedra del jefe”.
Estas hachas tenían en común su material y sus formas podían incluir o no perfora -
ciones para atarlas a un mango. Quienes las portaban eran jefes o cabecillas (lon-
cos) de una fracción de combatientes. El Gran Jefe o comandante general de una
confederación usaba un “toki cura” distinto que no tenía la forma de un hacha sino
más bien la de una cabeza de cóndor estilizada y adornada con líneas y guardas
geométricas. Hay quienes atribuyen a este “toki cura” y una especie de significado
simbólico similar al de un bastón de mando. (Doroteo Prieto, mi padre)
Quienes las hicieron, aquellos lejanos indígenas del neolítico, seguramente
le dieron la forma y luego con paciencia y tiempo pulieron su filo dejándolo cortante y
brilloso; siglos, quizá milenios, después los primeros huincas y los últimos mapuches
al encontrar estas hachas en el campo les agregaron creencias y supersticiones. De-
cían aquellos paisanos que los “toki cura” eran pedazos de centellas o punta sólida
de un rayo; que caía desde el cielo y que podía iniciar incendios, derribar casas y
partir en astillones a árboles gigantes.
Decían también que al caer se enterraban siete “estados” (*) bajo tierra y
que a los siete años aparecían espontáneamente y que quien los encontrara tendría
suerte y fortuna en su porvenir. Estos paisanos ya mucho más “huincas” que mapu-
ches le solían llamar “hacha del cielo” en vez de “toki cura”. (Octavio Ramírez, Juan Arriegada y
Manuel Prieto)
(*) “Estado” es una antigua medida española equivalente a la estatura de un hombre (1,67 m.).

LA CREENCIA EN UNA MANO, EL ALMANAQUE EN


LA OTRA
La herencia cultural recibida de España, luego tamizada por la incipiente tra-
dición chilena ingresó a Pilo Lil y al siglo XX cargada de simbologías religiosas liga -
das al catolicismo. Algunas de estas creencias y costumbres se mezclaron con las
autóctonas, otras se fueron desgastando hasta casi desaparecer o simplemente mu-
75
[Escriba aquí]

taron hacia otros dogmas, otras convicciones o simplemente distintos enfoques de la


fe.
Si bien la religiosidad y la creencia (supersticiosa o no) estaban por encima
de géneros y sexos, eran las mujeres quienes las apuntalaban. Quizá la distancia
con los centros de divulgación religiosa (iglesias, parroquias y conventos) y el consi -
guiente desapego con el ministerio sacerdotal y pastoral fueron diluyendo y confun-
diendo dogmas, preceptos, cultos y rituales.
En muchos casos la formalidad o la persistencia de algún recuerdo infantil
hacían perdurar conductas creyentes pero no religiosas. El aislamiento, la soledad y
el aporte imaginativo de terceros fueron generando ambigüedades y enmarañando la
incipiente religiosidad de las nuevas generaciones a tal punto que cuando aparecía
algún cura misionero surgían contradicciones conceptuales. Muchas veces la forma y
el capricho le ganaban al dogma. Era común que nos manifestáramos católicos e ig -
noráramos los mandamientos y preceptos aunque repitiésemos memoriosamente
oraciones, incluso en latín. Esta seudo religiosidad se fue enfermando de supersti-
ción y mezclada con ella generó hábitos y costumbres.
El santoral proveía de “patronos” o protectores para distintas actividades y
contra determinadas enfermedades o contingencias y dentro de la vasta cantidad de
santos había un grupo llamado de “Santos Auxiliadores” que eran catorce: Blas, Aca-
cio, Erasmo, Vito, Cristóbal, Margarita, Pantaleón, Ciriaco, Gil, Eustaquio, Dionisio,
Catalina, Bárbara y Jorge; a cada uno se le atribuían especiales condiciones de inter -
cesión.
Por supuesto que ante la ausencia formal de la teología, aparecía como una
pícara viborilla la superstición y algún atisbo de paganismo que condimentaba la
creencia.
El santoral católico era fuente de inspiración para la elección de los nombres
de los hijos; también para invocar el patrocinio celestial sobre sitios, lugares y situa-
ciones terrenales.
Las devociones caminaban de la mano con el Santoral y éste con el almana-
que; siempre había santos a quienes mencionar y venerar; también siempre había
miedos y contingencias que enfrentar. Vaya a continuación una breve cronología de
las creencias del Pilo Lil de las primeras décadas del siglo XX. Las tomo prestadas
de mi viejo y él a su vez de sus antiquísimos informantes, que en los casos que pue -
da mencionaré.

1° DE ENERO “AÑO NUEVO”: A cada lugar que se ingresase durante el


“Primero de Año” debía hacérselo con el pie derecho e invocando a Dios y a la Vir -
gen preferentemente con alguna jaculatoria. Ello para tener buena suerte durante
todo el año.
1° DE ENERO: Se prestaba especial atención al estado del tiempo durante
los primeros doce días de enero ya que eran el pronóstico sintetizado de los doce
meses; cada día representaba a un mes y por supuesto cada mediodía a una quince-
na. (Mi abuelo Luís Ramírez)

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[Escriba aquí]

2 y 3: Había además un dicho popular que resumía un candoroso e insen-


sato pronóstico mensual: “Como es el DOS y el TRES, es todo el mes.”

20 DE ENERO “SAN SEBASTIÁN”: Llamado por algunos el “santo campe-


sino” (por aquello de que en su imagen figuraba un cordero); lo festejaba con espe-
cial entusiasmo doña Sebastiana Moscoso y familia.
Como símbolo de devoción y de preocupación previa, mucho tiempo antes
se encargaba a algún bolichero o mercachifle uno o dos paquetes “de velas de es-
tearina” estas no eran comunes tal vez por ser más costosas. Conseguido este mate-
rial se iba “armando una gran vela” que consistía en unir longitudinalmente dos lar-
gas velas de estearina atando sus pabilos. A éstas se las recubría con sebo derretido
(casi siempre de cabrío) operación que requería, según la disponibilidad de grasa,
bastantes días. Armado como un tosco mazacote de casi un metro de largo y más o
menos dos pulgadas de grosor, se lo emprolijaba cilíndricamente. A veces para dar -
le mayor solidez se le agregaba exteriormente una fina capa de greda blanca (mallo)
o de arena. Solían adherírsele pétalos de flores formando cruces o simplemente es-
tampitas recortadas del santo.
En la víspera del festejo o sea el 19 de enero, en una de las “piezas” del ran-
cho se armaba una especie de capilla donde se colocaba la imagen de San Sebas-
tián, y a su derecha la “gran vela” (dentro de una palangana con agua), por supuesto
todo rodeado de variadas flores que en esa época suelen abundar. Llegada la tarde
se reunían los invitados y familiares frente al altar; se realizaba una oración y se en-
cendía “la vela”, dándose por comenzado el festejo.
La “dueña” o el “dueño” de la fiesta, designaba a dos o tres personas de su
especial afecto y confianza como “cuidadores de la vela” en señal de homenaje al
Santo y además para evitar cualquier percance. Generalmente la designación recaía
en algún compadre, comadre o familiar muy próximo.
Paralelamente afuera en un fogón a cielo abierto se comenzaba con los asa-
dos al asador de chivitos y corderos (según la cantidad de concurrentes).
En la capilla “ad hoc” las mujeres más viejas iniciaban el rezo del rosario
mientras los varones se trenzaban en charlas y corrillos jaraneros alrededor del fo-
gón. Aparecía siempre el guitarrero que con estilos, tonadas, milongas y canciones
amenizaba la reunión; ya después de la cena se le uniría el acordeonista y el baile
llenaría la noche con cuecas, valses, pasodobles y lo que fuera.
Llegada la medianoche el “dueño o dueña del Santo” suspendía momentá-
neamente el baile para ir nuevamente a la capillita “ad hoc” donde se volvía a orar al
Santo. Cumplido este trámite casi litúrgico la fiesta continuaba hasta que el sueño o
el cansancio obligaran a los asistentes a retirarse o ir a dormir.
3 DE FEBRERO “SAN BLAS” (Santo Auxiliador): Intercedía y protegía contra los
dolores de garganta y atoramientos en general. (Espinas de pescado, huesos, etc.)
También era reconocido “auxiliador” contra la tos al igual que San Quintín.
9 DE FEBRERO “SANTA APOLONIA”: Protectora de la “buena dentadura”.
Colaboraba con ella San Cristóbal.

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[Escriba aquí]

23 DE ABRIL “SAN JORGE” (Santo Auxiliador): Protector de los animales do-


mésticos y “auxiliador” contra los venenosos.
3 DE MAYO “LA CRUZ”: Según la tradición cristiana en esta fecha se con-
memoraba el descubrimiento por parte de Santa Elena de la cruz en la que fuera cru-
cificado Jesús. En Pilo Lil esta fecha coincidía con la época de lluvias, seguramente
por ello la celebración se fue convirtiendo a principios del siglo XX en una especie de
ritual para propiciar buenas cosechas. En “San Francisco de Pilo Lil”, el campito de
mi abuelo Enrique Prieto Lagos (“El Káiser”), quien era más agricultor que ganadero,
se festejaba esta fecha con especial entusiasmo hasta el año 1918/19. Se armaba
una cruz de aproximadamente un metro de alto a la que se vestía con cintas de colo -
res, flores y frutos. En caso de lluvia la “cruz vestida” se protegía en una improvisada
capilla que podía ser un galpón o una de las “piezas” del rancho. Si el tiempo era pro-
picio se la entronizaba en proximidades de la pista de baile para presidir la alegría
del dueño de casa y su familia. Los asados y la pista de baile se hacían en la misma
sementera o en la “era” donde se trillaban los granos. Era creencia que esos sitios
eran los más aptos para agradecer y propiciar las cosechas. Como siempre el menú
consistía en asados al asador, “pasteles”, tortas fritas, chicha, piñones, etc. (Doroteo
Prieto, mi padre)
Muchos devotos esperaban confiados “El temporal de la Cruz” que, a veces
ocurría lloviendo el 3 de mayo y mejorando al día siguiente, 4. En Pilo Lil doña Mer-
cedes Milla de Polanco festejó “la Cruz” hasta 1944 año en que falleció. Esta antigua
vecina comenzaba los festejos el 2 de mayo invitando a sus amigos y vecinos para
“vestir la Cruz” y encender “las luminarias” en su honor. Se le llamaba pomposamen -
te “luminarias” a una importante cantidad de velas que iluminaban la cruz. Las “lumi-
narias de la cruz” tenían por finalidad además de rendir pleitesía al símbolo, alumbrar
el alma de los “angelitos” o niños muertos sin bautizar, que vagaban en el Limbo para
que pudiesen ver a Dios. Con este acto se daba por iniciada la fiesta que incluía be -
bidas, comilona y baile. A la mañana siguiente se le daba a la fiesta cierto tono místi -
co rezando y suplicando a la cruz a la par que se intentaba comprometer a los niños
y jóvenes en el respeto a la creencia y a que a la muerte de la promesante se la se-
pultara a ella junto a “esa” cruz.
Se comía y jaraneaba durante el 3 de junio. A la hora de la oración solía re-
zarse un rosario en homenaje y en agradecimiento a la Cruz. Los festejos se exten -
dían hasta la madrugada del 4. (Relatado por Doroteo Prieto, mi padre)
ADDENDA: Según don Juan Osés, en su pago de Playa Linda (cerca de Villarrica – Chile), “para la
Fiesta de la Cruz de Mayo, se bailaba en la sementera y en aquel sitio donde más se bailaba, mejor se daba el tri-
go…” Esta tradición coincide con la recogida por mi padre en el viejo Pilo-Lil. (1920)

4 DE MAYO “SANTA MONICA”: (27/agosto) madre de San Agustín. Patro-


na de madres sufrientes y de las esposas sacrificadas. Protectora de aquellos que
soportaban y sufrían en silencio como, según la leyenda, lo había hecho ella.
8 DE MAYO “SAN ACACIO” (Santo Auxiliador): protector y “auxiliador” contra los
dolores de cabeza. Compartía esta devoción analgésica con San Dionisio.
2 DE JUNIO “SAN ERASMO” (Santo Auxiliador): protegía y “auxiliaba” contra los
dolores de “guata” (intestinos y estómago).
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[Escriba aquí]

3 DE JUNIO “SAN ANTONIO”: En toda Hispanoamérica a San Antonio se lo


tenía como “casamentero” o algo parecido, Pilo Lil no fue la excepción; se lo solía in -
vocar para armar y también para desarmar amores. Si bien la creencia no respetaba
géneros ni edades, la fe se potenciaba en el ámbito femenino donde se consideraba
indispensable la intervención del Santo para la obtención de un “buen muchacho” lle-
gado el momento de que alguna joven pudiera formar pareja.
No resultaba extraño que en los ranchos se honrara al Santo entronizando su
retrato y rodeándolo de flores y velas. Tampoco era extraño que, en caso de no re-
sultar exitosa alguna relación o ante la inexistencia de la misma, se castigara al San-
to invirtiendo la imagen o sea “poniéndolo de cabeza” o “patas p’arriba”.
La soltería era mucho más tolerada en los varones que en las mujeres, tal
vez porque en éstas se la relacionaba con cierta frustración maternal o como ama de
casa.
Esa necesidad de formalizar pareja se llenaba de compromisos mentales en-
tre la creyente y el Santo, surgían así las “mandas” y las “promesas”, tanto que algu-
nas de estas pasaban a ser casi obligatorias. Por ejemplo, toda buena devota de San
Antonio, en caso de tener éxito amoroso, debía ponerle ese nombre al primer hijo va -
rón. Para festejarlo, con bastante anterioridad al 3 de junio, la promesante debía “ar -
mar una vela cuanto más grande mejor” que consistía, como con otros santos, en la
elaboración artesanal de un cirio con sebo de lanar o cabrío. Esta candela, en el
caso de mujer soltera, debía tener adheridas flores de color rosa. En el caso de un
promesante varón o de una madre de familia las flores deberían ser blancas y celes-
tes.
Solía organizarse alguna “cazuela de gallina o de pavo” invitando por su-
puesto a posibles candidatos y sus respectivos padres. (Referido por Doña Rosa Vda. de Rodrí-
guez a mi padre y corroborado por él) Contaba al respecto mi padre que la vela también podía
ser encargada pues había mujeres que “sabían hacerlas y tenían buena mano”.
Agregaba también que San Antonio era además invocado para el retorno de algún
hijo o marido distanciado.
15 DE JUNIO “SAN VITO” (Santo Auxiliador): Protector y “auxiliador” contra la
epilepsia, al igual que San Juan.
18 DE JUNIO “SAN CIRIACO”: Protector de la buena vista igual que Santa
Lucía.
24 DE JUNIO “SAN JUAN BAUTISTA”: Se decía que en esa fecha había
sido bautizado San Juan Bautista en el río Jordán, por ello “todas las aguas estaban
benditas”. Este concepto de “las aguas benditas” estaba tan internalizado que de él
se desprendían otras creencias como: a) “lavarse la cabeza, antes de que saliera el
sol”, lo que protegería a la persona de cualquier mal. b) Se guardaba en botellas y
damajuanas agua recogida durante ese día “para curar el dolor de cabeza” durante el
resto del año. (Doña Aurelia Pinto). c) Si ese día llovía, todo el campo sería bendecido; es-
pecialmente prosperarían mucho los frutales. (Rafael Domínguez)
En la noche del 23 los muchachones solían hacer fogatas con ramas y a ve-
ces luego de los asados se armaba el baile. Mi padre, Doroteo Prieto, relataba que
esta reunión era presidida por la “vela de San Juan”. También contaba que en Pilo Lil

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(1920) doña Mercedes Polanco para la víspera de San Juan carneaba el borrego
más gordo que hubiera y con su grasa hacía una vela expresamente para homena-
jear al Santo, esta vela era mostrada por cada anciana presente antes de comenzar
el baile y en voz alta pedía que la iluminara luego de su muerte. (Doroteo Prieto, mi padre)
La víspera de San Juan estaba cargada de creencias, por ejemplo las chicas
jóvenes no debían mirarse al espejo porque en él se les aparecería el diablo y se las
llevaría.
Durante la noche de la víspera, se solía hacer una cruz con un cuchillo en la
corteza de los frutales (no debían ser más de tres), de esta manera su producción se
duplicaría. Además esta noche era considerada como la mejor del año para predecir
el futuro, a estas predicciones se las llamaba “las pruebas de San Juan”. Las más
comunes de esas pruebas eran: tirar debajo de la cama tres papas, una con cáscara,
otra semi pelada y la tercera totalmente pelada. Al “amanecer San Juan” se retiraba
una de las papas, si era la con cáscara, el pronóstico era bueno; si tocaba la pelada,
el augurio era malo y si tocaba la semi pelada el año sería regular. Similar a ésta era
otra que consistía en colocar dentro de un sobre tres fósforos: uno usado, uno desca-
bezado y el otro sin uso; la interpretación era similar a la anterior.
Otra: se hacían manchas de tinta en tres papeles distintos que eran doblados
en forma parecida y que luego se colocaban debajo de la almohada. A la mañana si -
guiente eran interpretadas por el más viejo de la casa. (Doña Paula Cisterna)
Veranito o Veranillo de San Juan: todos los años, rondando el 24 de junio
“debía producirse” un alto en el invierno con días soleados y apaciblemente cálidos.
Si esto no ocurría era interpretado como una mala señal para el futuro.
29 DE JUNIO “PEDRO Y PABLO”: Estos sin duda, juntamente con San
Juan eran los santos consulares del cristianismo. Sus nombres se repetían respe-
tuosamente en casi todas la familias y junto a esa reiteración también iba el festejo
que se diluía entre el onomástico familiar y la conmemoración religiosa.
Como casi toda festividad relacionada con la fe implicaba una novena, una
gran vela y la infaltable comilona de “cazuela” o “asao”.
10 DE JULIO “SAN CRISTOBAL” (Santo Auxiliador): Protegía y “auxiliaba”
contra la peste bubónica y los problemas dentales.
16 DE JULIO “LAS CÁRMELES” (Ntra. Sra. del Carmen): La veneración a
la Virgen María a través de esta denominación nos llegó, como muchas, desde Chi-
le.
Adquirió especial relevancia por ser la devoción religiosa de personajes muy
queridos y respetados en la comarca como Doña Aurelia Pinto de Prieto, su concu-
ñada Doña Gumersinda Acuña de Prieto, por ejemplo. Las devotas estilaban vestirse
con ropa marrón similar a las túnicas de las monjas y monjes carmelitas.
En el viejo Pilo Lil se destacó el festejo anual que hacía Doña Carmen Mu-
ñoz, incluía la novena previa desde el 8 de julio hasta el 16 inclusive, cuando culmi -
naba con una comilona y baile. Durante la novena y muy especialmente el día del
festejo los vecinos y participantes acercaban ofrendas generalmente en velas para la
Virgen y comida y bebida para el grupo de devotos y festejantes..

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20 DE JULIO “SANTA MARGARITA” (Santa Auxiliadora): Ayudaba, protegía y


“auxiliaba” cuando se producían los dolores de parto.
26 DE JULIO “SAN JOAQUÍN Y SANTA ANA”: dentro del santoral católico
y en Pilo Lil, por consiguiente, a este matrimonio de santos se lo emblematizaba
como “los abuelos por antonomasia”, al haberlo sido de Jesús. Durante la primera
mitad del siglo XX se festejó especialmente esta fecha, los niños nacidos ese día
casi invariablemente se llamaban Joaquín o Ana. Después de 1952 el aniversario de
la muerte de Eva Perón fue lentamente ocupando, aunque sin mayor énfasis, la fe-
cha.
27 DE JULIO “SAN PANTALEON”: (Santo Auxiliador) Fue médico además de
santo; y por ello protector y “auxiliador” contra la tisis (tuberculosis). Se lo considera-
ba también patrono de “méicos”, hueseros y curanderos.

AGOSTO “EL MALULO”


El mes de agosto gozaba de pésima fama; se lo consideraba el “mes más
malo y pior”. Seguramente esto era debido a las características climáticas propias del
apogeo invernal. En Agosto nevaba, llovía, y hacía frío. Esto ocurría siempre finali-
zando un invierno generalmente intenso donde todo escaseaba: la leña para la cale-
facción, las verduras y la carne para la comida, el pasto para los animales.
Las chivas, ovejas y muchas veces las vacas y yeguas estaban en los finales
de su preñez y próximas a parir. El clima complicaba sumamente a las crías recién
nacidas, la escasez de pasturas y la variabilidad del tiempo que continuaba frío pero
amenazaba con sol.
Si los animales estaban débiles, las personas atravesaban circunstancias pa-
recidas por una alimentación incompleta, por falta de atención médica, por excesos
de frío y el acoso de enfermedades y afecciones estacionales. Este combo de pade -
cimientos y adversidades buscaba su atenuación en la creencia y en la superstición.
1º DE AGOSTO – CAÑA CON RUDA: Como prevención contra las enferme-
dades y males que traía consigo el mes de agosto se preparaba durante julio una bo-
tella de “caña con ruda”. Como toda costumbre popular tenía sus variantes, algunos
preparaban un brebaje de ruda, ñancolahuén, culle y cachanlagua al que agregaban
el contenido de una botella de caña dulce o “quemada” o simplemente la más común
que era la “Ombú”; se la dejaba macerar desde el 1° al 31 de julio y el 1° de agosto
comenzaba a beberse diariamente una copita en ayunas durante todo el mes. Los
más escépticos simplificaban el “tratamiento” agregándole apuradamente algunas
hojas de ruda a una botella de caña y bebiendo cada tanto un trago. Desconozco a
ciencia cierta el origen de esta divulgada costumbre pero me inclino a pensar que
nos llegó desde el lejano Paraguay. A fines del siglo XIX integraban las tropas de la
“Conquista del Desierto” algunos veteranos de la Guerra de la Triple Alianza. En Pilo
Lil quedó, por ejemplo don Damián Gutiérrez quien practicaba y divulgaba esta
creencia. Posteriormente y después de la creación de la Gendarmería Nacional la
tradición se fortaleció con el arribo a la Patagonia de numerosos gendarmes de ori-
gen formoseño y misionero.

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ADDENDA: En Paraguay a la “caña con ruda” la llaman “carrolim” y se toma para “purificar la sangre.
La preparan mezclando caña, limón y siete hojas de ruda o según otra versión: caña, ruda y seis hierbas medici-
nales.
1er.LUNES DE AGOSTO Tenía “una hora mala” y por supuesto no se sabía
cuál era. Se decía que ese día Caín había matado a su hermano Abel. (Catalina Soto de
Mora) Según algunos, muy antiguamente el primer día de agosto siempre era lunes.
Esta afirmación generaba dudas entre las maliciosas cualidades del Primer día de
Agosto y el Primer lunes de Agosto. Había quienes afirmaban que al comienzo de los
tiempos el año se medía distinto, tenía 13 meses todos de cuatro semanas; por eso
el Primer día de agosto siempre caía lunes. (Doña Esther Jara de Gutiérrez) Esta creencia lla-
maba a confusión entre el Primer día y el Primer lunes de agosto. (¡¿?!)
Con el tiempo y la mezcolanza de supersticiones la “hora mala” se fue fusio-
nando con los posibles achaques de agosto y finalmente la “caña con ruda” terminó
siendo la vacuna para todo.
8 DE AGOSTO “SAN CIRIACO” (Santo Auxiliador): protegía y “auxiliaba” contra
las tentaciones. Tentación era el deseo irrefrenable de infringir alguna norma o ley
especialmente religiosa. Generalmente las tentaciones estaban referidas al incumpli-
miento de los Mandamietos de la Ley de Moisés.
10 DE AGOSTO “SAN LORENZO”: Según el santoral católico éste santo
fue mártir y murió asado en una parrilla. En Pilo Lil se consideraba esta fecha como
la apropiada para conjurar anticipadamente cualquier posibilidad de incendio en el
rancho. El ritual consistía en que a las cero horas del 10 de agosto debía sacarse del
fogón el tizón más encendido e ir corriendo hasta “el agua” (arroyo o vertiente más
próxima) y apagarlo allí; luego encajar el tizón apagado y aún caliente en la unión de
la pared con el techo del rancho. (Recopilado por mi padre a don Evangelista Benavidez – Aprox. 1918/19)
También se consideraba a San Lorenzo como protector contra las quemaduras.
14 DE AGOSTO Durante este día debían extremarse las medidas higiénicas
y sanitarias porque se corrían gravísimos riesgos de contraer enfermedades incura -
bles, que podrían manifestarse no solo en esa fecha sino a lo largo del año. No logré
averiguar los motivos ni el origen de esta creencia que me transfirió Don Valentín In-
fante.
16 DE AGOSTO “SAN ROQUE”: Debido a la tradición que lo mencionaba
como afectado por una peste y el cuidado que le había dispensado un perro, se lo
consideraba como protector contra las llagas y por supuesto de los perros. Se lo so-
lía invocar con la famosa frase, muchas veces recitada como copla: “San Roque, San
Roque, que este perro no me mire ni me toque”. También en esta fecha (e indepen -
dientemente de San Roque), por ser la mitad del “pior mes”, se creía que comenza -
rían lentamente a decaer las maldades de agosto. (Doña Esther Jara)
24 DE AGOSTO “SAN BARTOLOMÉ”: Era el “día del diablo”; no se debía
trabajar porque el diablo andaba a “media rienda” y se podía llevar a cualquier incré-
dulo. (Adelaida Infante de Figueroa) Según otros en esa fecha “todos los diablos andaban jun-
tos”. Por lo tanto se recomendaba en lo posible pasar este día en la cama. Contradic-
toriamente se recomendaba para ese día, sembrar legumbres en abundancia porque
serían protegidas por San Bartolomé. (Mi tío Segundo Prieto) Preguntando los porqué de la
relación: San Bartolomé con los diablos sueltos, nadie me la aclaró; apenas el viejo
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“Pancho” Prieto me dio una desteñida explicación diciéndome que según una leyen-
da el santo compitió en un carrera con el diablo y que al ganarle Bartolomé llegó a su
casa o convento en plena tormenta y el diablo y sus seguidores quedaron afuera a la
intemperie, sueltos, haciendo diabluras… (¿?)
28 DE AGOSTO Día de San Agustín. Lo llamaban “el día de los ratones”. Se
recomendaba abstenerse de realizar cualquier trabajo que pudiese ser víctima, a fu-
turo, de los roedores. Especialmente se hacía mención de las tareas de tejido a telar
o confección de sogas, aperos, curtiembres e incluso horticultura. Además de no rea-
lizar ese tipo de tareas debía invocarse durante el día en forma repetida a San Gil,
“auxiliador y protector” contra los ratones. Desconozco las razones que relacionaban
a San Agustín con los roedores; de mis informantes, ninguno pudo dármelas.
30 DE AGOSTO “SANTA ROSA DE LIMA”: Huelgan los comentarios res-
pecto del reconocido “temporal de Santa Rosa” que se produce anualmente para esa
fecha o con una aproximación notable. Los episodios climatológicos que rodean a
esta fecha son comunes a gran parte de Sudamérica; por supuesto Pilo Lil no estaba
exento.
31 DE AGOSTO “SAN RAMÓN NONATO”: Según la tradición la madre del
santo murió al darlo a luz. Por esa circunstancia se lo consideraba patrón y protector
de las embarazadas y parturientas. Protegía, además, contra las hemorroides y pro-
blemas puerperales.
1° DE SEPTIEMBRE “SAN GIL” (Santo Auxiliador): Protector y “auxiliador” contra
la peste bubónica y toda enfermedad que contagiaran los roedores.
20 DE SEPTIEMBRE “SAN EUSTAQUIO” (Santo Auxiliador): es uno de los 14
“Santos Auxiliadores”, protegía contra las quemaduras y contra las peleas familiares.
San Eustaquio fue un joven General Romano que en el siglo I/II fue quemado junto
con su mujer y sus hijos por no renunciar al cristianismo.
29 DE SETIEMBRE “SAN MIGUEL ARCÁNGEL”: Era el “patrono de los fru-
tales”; si el día de su festividad (29 de setiembre) estaba radiante o al menos bueno,
se tomaba como indicio del santo de qué habría abundancia de frutas en la zona ese
año. (Don Segundo Prieto)
04 DE OCTUBRE “SAN FRANCISCO”: El primer blanco en asentarse en
Pilo Lil fue mi abuelo don Enrique Prieto Lagos (“El Káiser”), su hermano Froilán y
otros peones de Arze. Mi abuelo era fundamentalmente herrero y agricultor; cuando
se instaló en el actual Pilo Lil (1894) próximo al Río Aluminé lo hizo en una zona lla -
mada “Maico” por los indios. A ese lugar lo bautizó como “San Francisco de Pilo Lil”.
El lugar poseía un interesante arroyo y algunas explanadas naturales entre cerros y
cañadones que eran potencialmente aptas para la agricultura. Allí tras realizar obras
de regadío y desmonte cultivó fundamentalmente trigo y cebada además de otras
gramíneas, cereales y hortalizas. Por su devoción a San (“Pancho”) Francisco ade -
más de bautizar al lugar con su nombre lo homenajeó y honró formalmente al menos
hasta 1918/19. Este homenaje era en agradecimiento y en súplica por buenas cose -
chas; según mi padre era una costumbre traída de Chile y que consistía en confec-
cionar una importante cruz de madera que se pintaba de blanco y adornaba con cin-
tas de colores, ramas de maitén y las pocas flores disponibles para la época. Esta

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era la “Cruz de San Francisco” y el día 3 de octubre se la ubicaba en uno de los bor -
des más elevados del sembrado. Allí, al día siguiente, junto a ella se hacía una comi-
lona con rezos y jarana. Vale aclarar que esta cruz era exclusiva de San Francisco y
se la reacondicionaba anualmente; no debe confundírsela con “la Cruz de Mayo” que
era más pequeña y también era exclusiva de su fecha. (Doroteo Prieto, mi padre)
9 DE OCTUBRE “SAN DIONISIO” (Santo Auxiliador): Era uno de los protectores
y “auxiliadores” especialmente contra los dolores de cabeza juntamente con San
Acacio.
31 DE OCTUBRE “SAN QUINTÍN” (Quentín): Protector contra la tos, tos fe-
rina, goteo de nariz, hidropesía.
1º DE NOVIEMBRE “TODOS LOS SANTOS”: Quienes poseían huerta o
“quinta” debían tener especial precaución con “la heláa de Too Santos” que siempre
debía ocurrir para los primeros días de noviembre. (Doña Esther Jara Vda. de Gutiérrez)
25 DE NOVIEMBRE “SANTA CATALINA” (Santa Auxiliadora): Protectora y “auxi-
lioadora” contra la muerte súbita juntamente con Santa Bárbara.
4 DE DICIEMBRE “SANTA BARBARA” (Santa Auxiliadora): Protectora y “auxilia-
dora” contra los rayos y las tormentas. También contra la muerte súbita al igual que
Santa Catalina.
13 DE DICIEMBRE “SANTA LUCÍA”: Protectora de la visión al igual que
San Ciriaco.

OTRAS SUPERSTICIONES Y CREENCIAS


Adulterio: El adulterio entre compadres era “el más pior de toos los pecaos
que ni el mesmo cura puede perdonar” (Doña Esther Jara)
Afinación: Para que la guitarra una vez templada, no perdiera su afinación,
debían colocárseles dentro de la caja uno o dos ajíes muy picantes. (Mario Melo)
ADDENDA: En la zona de Valcheta, Línea Sur de Río Negro existe también al respecto una curiosa superstición.
En esa localidad habitó un famoso guitarrero a quien la leyenda lo relaciona con el diablo de la Salamanca del Gualicho y dicen
que sobre su sepultura creció una planta de molle. Aún hoy en día los guitarreros del lugar colocan dentro de la caja de sus gui-
tarras semillas de ese molle y no solo afirman que suena mejor sino que también ellos tocan mejor. (Luis Manquilef – Valche-
ta)
Agua: No se debía ir a buscar agua de noche. Porque el agua y la noche
cuando se juntan tienen poderes “maléficos muy juertes”. (Don Antonio Herrera)
Alojo en taperas: Cuando alguien decidía pernoctar en alguna tapera o en
un puesto abandonado, debía dibujar en las paredes una estrella de cinco o de siete
puntas (de un solo trazo) y hacer su cama al pie de ella. Todo para protegerse de
eventuales brujerías. (Francisco “Pancho” Prieto)
Amuleto para atraer la fortuna y la riqueza: Para tener siempre dinero de-
bía guardarse en la billetera un billete “piñero” (que formara “piño”, para que abunda-
ra). Este billete debía ser de la primera ganancia obtenida en algo. En el caso de los
“pirquineros” o lavadores de oro, guardaban una o dos pepitas de oro para tener
siempre suerte en la búsqueda del precioso metal. Había quienes guardaban en su

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billetera alguna mota de lana de sus ovejas o crines de sus caballos o pelos de sus
vacas. (Recopilado por mi padre a Don Evangelista Benavídez aprox. 1915/18)
Amuleto para enlazar certeramente: Decía don Juan Prado (antiguo pues-
tero de Antonio Herrera) que el puma tenía un huesito en la paleta y que si se lo colo-
caba en la presilla del lazo, nunca se erraba en la enlazada. (Recopilado por mi padre a Don
Juan Prado)
Amuleto para la buena suerte: Cuando yendo de viaje se veía un zorrino
debía arrojársele inmediatamente un pañuelo. Al retorno del viaje si se lo recuperaba
sería un excelente “llamador” de buena suerte. (Recopilado por mi padre a don Domingo Muñoz)
Angelitos: Los niños que nacían muertos debían ser sepultados detrás de la
“pieza” del rancho, preferentemente debajo de la gotera, justo atrás de la cama de
sus padres, para proteger a éstos desde cerca. Vale recordar que “las casas” de
aquel tiempo eran construcciones separadas entre sí, para evitar la propagación de
posibles incendios. Generalmente uno era la cocina y los demás eran “las piezas” o
dormitorios, uno para los familiares y otra “para los alojaos” o huéspedes. (Doña Esther
Jara de Gutiérrez)
Aventar el fuego: Para avivar las llamas de cualquier fuego debía soplarse
con la boca, nunca apantallando con el sombrero porque “la mujer de la casa, se po -
día ir”. (Doña Paulina Pintos)
Barrer de noche: Nunca, por ninguna circunstancia debía barrerse el piso de
noche, porque al hacerlo “se barría la güena suerte y se la llevaba el Diablo”.
Bendición: Cuando se adquiría cualquier objeto de valor, lo primero que de-
bía decirse era: “Que sea en güena hora y que Dios lo bendiga”. (Luisa Ramírez, mi madre)
Botones: No era bueno coserse los botones con la ropa puesta, porque la
pareja le sería infiel; se podía neutralizar este maleficio si en el momento se comía
miga de pan caliente. (Laura Figueroa)
Caballo prestado: Si se le prestaba el caballo a alguien de “sangre juerte”
(impetuoso, fogoso, furioso, impulsivo, osado) el pelaje del animal se pondría opaco
y deslucido. (Recopilado por mi padre a Doña Gumersinda Acuña de Prieto)
Cactus no: No era conveniente tener dentro de la casa maceta alguna que
portara una planta con espinas y mucho menos cactus porque si no las muchachas
de la casa (las hijas) nunca se casarían. (Doña Peta -Petronila Infante)
Canto del gallo. Cuando el gallo canta fuera de hora, sobre todo de noche
es presagio de muerte para alguien de la casa o para algún vecino. Cuando esto
ocurre se aconseja matar el gallo. (Doña Esther Jara – Pilo-Lil)
Carancho: Cuando, cerca de la casa, el carancho se arrastra con las alas
extendidas atrae la mala suerte. (Serodino Prieto)
Castración de potros: Llegados aproximadamente a los dos años de edad,
los equinos machos debían ser castrados o dejados como reproductores. En el pri-
mer caso, que era lo más corriente, se enlazaba y volteaba al animal entre dos o tres
hombres; uno le sujetaba la cabeza por las orejas y le apoyaba su rodilla en el cuello,
otro maneaba sus patas y el tercero lo “capaba” es decir con un corte en el escroto le
extirpaba los testículos. Los “buenos capadores” al momento de efectuar la opera-
ción, arrojaban los testículos extraídos por sobre el cuerpo del animal pero en direc-
ción a su cabeza. Luego hacían dos pequeños tajos en cruz en la piel del animal, jun-
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to a la capadura. La primera acción (la de tirar los testículos hacia adelante, por so -
bre la cabeza) la justificaban diciendo que de esa manera el caballo luego de ser
amansado, siempre sería voluntarioso, ágil y bueno, en cambio sí se los arrojaba ha -
cia otro lado el animal sería lerdo y atontado. La otra acción, la de los tajos en cruz
tenía por finalidad que el caballo no saliera “pedorro” es decir que cuando se lo cin-
chara “al medio” y luego se lo montara no saliera emitiendo ruidos merecedores de
burlas. (Recopilado por mi padre, en su niñez, a Don Evangelista Benavídez en 1915)
Cementerio: Una pareja nunca debería entrar junta (de la mano) a un ce-
menterio porque les acarrearía mala suerte. Tal vez la muerte los separase pronto o
tal vez la vida… (Doña Ernestina Rodríguez)
Comadres tejedoras: Si dos mujeres al tejer chocaran los palillos (agujas)
terminarían siendo comadres. (Doña Esther Jara)
Compartir con la tierra y con el Aire (Neyenmapu): Compartir con el am-
biente de la tierra (aire, atmósfera). El indígena compartía con el aire y con su tierra
lo que el aire y la tierra le daban. Antes de comer o de beber se le convidaba a la tie -
rra un poquito de la bebida y del alimento distribuyéndolos en cuatro direcciones
(norte, sur, este y oeste). He visto que algunos (F. Tripailaf, por ejemplo) directamen -
te volcaban una pequeña parte del líquido del vaso; en cambio otros (Huenufil, Anti-
mán, Valdebenito, etc.) mojaban sus dedos en el líquido y luego salpicaban el suelo
en las cuatro direcciones. También cuando encendían un cigarro (pitrem) de la pri-
mera bocanada le ofrecía al aire el humo en cuatro direcciones: este, sur, oeste y
norte. Estos actos adquirían cierta solemnidad e iban acompañados de invocaciones
de agradecimiento y de súplica. (Francisco Tripailaf, Luciano Huenufil, Horacio Antimán y otros.) Me
aclaraba F. Tripailaf que cuando se le daba de beber a la “mapu”, el piso, necesaria-
mente, tenía que ser de tierra, para que absorbiera y que este acto de ofrecimiento e
invocación debía hacerse “mirando al Puel”, es decir parado frente a la salida del sol
o sea el Este.
Contra: En nuestro brevísimo diccionario piloleño hemos definido a las
contras como: el antídoto o la acción o invocación precautoria o remediadora “del
daño”. Se las aplicaban para combatir o enfrentar las brujerías y también ciertas en-
fermedades.
Contra el Diablo: Cuando se producía un remolino (meulén) que se cruzaba
en el camino, era indicio que el diablo quería llevarse al transeúnte, por ello y para
engañarlo se le arrojaba el sombrero. El diablo creería entonces que se lo habría lle-
vado. (Don Antonio Herrera).
Contra la “mala suerte” en los caballos: Las herraduras de un caballo
muerto no debían ser usadas en otro, aunque estuviesen nuevas, porque el fierro de
las herraduras contagia la muerte. (Alfredo Rivera)
Contra la Brujería: En la puerta del rancho se debía dibujar una cruz y/o una
estrella de cinco puntas. La estrella debía ser realizada de un solo trazo, sin levantar
la mano. (Otra) Llevar siempre ajo en los bolsillos. (Otra) Colgar en la cocina un ajo
atado con una cinta roja. (Susana de Carrizo –H.H.) (Otra) Era muy efectivo como “contra” el
sudor del caballo y todo aquello que hubiese estado en contacto con él. Cuando en
alguna bebida se detectaba alguna basurita o elemento extraño, se la sacaba con la

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punta de la azotera (sotera) del rebenque. Ante esta precaución, si había realmente
brujería, el líquido de “subía” efervesciendo ya que la lonja del rebenque era “contra”
por el hecho de poseer siempre restos del sudor del caballo. (Lo vi hacer infinidad de veces en
mi boliche)
Contra la Infidelidad: Las mujeres casadas no debían revolver el fuego con
el cuchillo ni con un tenedor porque si lo hacían incentivarían el engaño por parte del
marido. (Domitila Linares)
Contra la Mala Suerte (como ahuyentarla): Cuando una racha de mala suer-
te se instalaba en una casa, debían plantarse a ambos lados de la entrada plantas de
ruda macho y de romero. En un lugar destacado de la casa debía ubicarse una es-
tampita de San Jorge (el que mató al dragón). Mientras durase la “mala racha”, los
días viernes se prepararía una infusión abundante de hojas frescas de ruda macho y
de romero; paralelamente el jefe de familia se daría un baño en una tina, al que se
agregaría parte de la infusión ya preparada. Luego de por lo menos 15 minutos de
remojo (durante los cuales se “lavaba” la mala suerte) y sin secarse, se bebería
“toda” la infusión restante mientras se rezaba la oración a San Jorge frente a su es -
tampita. Finalmente las hojas hervidas sobrantes de la infusión se conservaban y dia-
riamente se las colocaba en la plantilla del calzado izquierdo al iniciar la jornada.
Quien debía realizar esta ceremonia era el jefe de la familia. Toda esta operación se
repetiría cuantas veces fuera necesaria hasta que la mala suerte desapareciera. (Susa-
na de Carrizo)
Contra los Brujos: Si la mujer se levantaba de noche debía ponerse ceniza
en la cara para que los brujos no la conocieran y abusaran de ella. (Serodino Prieto)
Corte de cabello: Había que cortarse el cabello y las uñas en cuarto crecien-
te para que volviesen a crecer fuertes. (Rogelio Gutiérrez)
Cuadreras, pronóstico: Para predecir el resultado de una carrera se le
arrancaba un cabello a una niña mientras dormía; si la niña era quinceañera y “rusia”
(rubia) mucho mejor. En el extremo del cabello se ataba un anillo de oro (de quien
encargaba la consulta o de algún familiar). Se preparaba un vaso con un poco de
agua, no más de un cuarto, se lo apoyaba sobre una mesa o superficie plana y fija,
se marcaban sus dos hemisferios en el borde, asignándole un hemisferio a cada uno
de los caballos contendientes. Con la mano izquierda (“la mano del corazón y la sin-
ceridad”) el consultante apoyando su codo sobre la mesa suspendía el anillo dentro
del vaso sin que toque el agua. Luego de unos instantes era observable que el anillo
comenzaba a moverse y transcurrido cierto tiempo incrementaba su ímpetu hasta to-
car uno de los hemisferios en las paredes del vaso indicando con ello cual sería el
caballo victorioso. En el supuesto caso que esta predicción no se cumpliera se consi-
deraba que la niña a quien se la había extraído el cabello no era virgen. (Aportado a mi
padre por Don Raimundo Alfaro)
Cuadreras, pronóstico (otro): Alfredo Rivera me contaba que su padre,
quien había sido un gran “carreristo”, entre las muchas técnicas que usaba para eva-
luar las posibilidades de los caballos antes de una carrera, figuraba la siguiente: disi -
muladamente medía con una soga a cada animal desde la uña de una mano hasta la
cruz; el que fuera más alto tenía más probabilidades de ganar que el otro.

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Cuadreras, pronóstico (otro): Otra forma era medir, también disimulada-


mente, los músculos de las paletas de cada competidor. (Alfredo Rivera)
Cuadreras, pronóstico (otro): Se tomaba un hilo y se lo colocaba sobre la
cruz de uno de los caballos; luego ocultándolo en uno de los puños y se pedía a un
“inocente” (niñito) que ante la pregunta cabalística: “Cordón, cordoncillo, ¿por quién
corre este potrillo?” eligiera uno de los puños; si coincidía con el que apretaba el hilo
era indicio de que el caballo sobre el cual se hubiera posado el hilo sería el ganador.
(Raimundo Alfaro)
Cuadreras, pronóstico (otro): Se tomaban dos agujas de coser, muy finas,
debían ser sin uso y a las que previamente se les asignaría la representatividad de
cada uno de los caballos contendientes; una en cada mano y simultáneamente se las
colocaba en un vaso casi lleno de agua, la que más tardase en llegar al fondo indica -
ba al caballo ganador. Rafael Domínguez, hombre de Huarenchenque y vecino de Pi-
lo-Lil decía que “esta prueba debía ser hecha la medianoche anterior a la carrera y
que si los duendes eran propicios daba resultado”. (Rafael Domínguez)
Culebras y/o víboras: Las culebras eran animales dignos de miedoso respe-
to, no debían nombrárselas, porque se aparecerían en sueños y luego del sueño pa-
sarían a ser realidad. Para evitar nombrarlas se les decía “pájaras”. (Juan Calfú – Los Remo-
linos) Quien encontrase una culebra o víbora podía matarla o no, pero jamás dejarla
“medio muerta” porque si así fuera el reptil lo buscaría para vengarse por donde fue-
ra y posiblemente lo picara estando en su cama (quizá esa misma noche). (Doña Esther
Jara). Pisar una culebra sin querer es presagio de desgracia. (A doña Evangelina se le
murió el marido). Había quienes aseguraban haber visto o saber de culebras ceba-
das que mamaban de la ubre de las vacas muy mansas. Según estos testimonios la
culebra maneaba con su cuerpo (como si fuese una soga) las patas de la vaca y suc-
cionaba la leche. (Doña Esther Jara) Otra creencia afirmaba que el único día en que se
pueden matar culebras es el viernes. (Juan Calfú – Los Remolinos) Cuando se decapitaba
una culebra, su cabeza quedaba viva y venenosa hasta el próximo cambio de luna.
(Doña Ernestina Rodríguez)
Culto a las Ánimas: se les encendían velas a los difuntos para alumbrar sus
ánimas en la búsqueda de la eternidad. Cuando se soñaba con un difunto significaba
que “pedía luz”. (Doña Esther Jara)
Diente de leche: si un niño inocente, sin que haya testigos, se sacaba un
diente de leche, lo arrojaba sobre el techo y no lo miraba; le saldría un diente de oro.
(Eva Coronado).
Doblones de oro: monedas de oro, eran desconocidas pero imaginadas
como el súmmum de los tesoros posibles de hallar en un “entierro”. (Amado Prieto)
El caballo del marido: En ausencia del marido, por cualquier circunstancia,
su mujer no podía ni debía usar su caballo sillero porque se le “arruinaría el pelaje al
animal”. (Domitila Sanhueza) Preguntada Domitila por las razones de tan terminante prohi-
bición me contestó que “las mujeres por el hecho de menstruar afectan al pelaje del
animal que ya está acostumbrado a un hombre”.
El muerto avisa: Cuando una persona está enferma y algún ser querido se
despierta sobresaltado por un golpe, es clara señal que el enfermo falleció. La muer -
te ocurre en el momento mismo en que se escuchó el golpe. A este fenómeno le lla-

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maban: “el muerto avisa”. (Le pasó a Carlos De la Rosa en Mendoza, cuando murió
su madre)
En las señaladas: Había quienes (Don Tomás Moscoso, por ejemplo) en
medio del baile de su señalada, interrumpía la música y desparramaba en la pista los
trozos de orejitas de sus corderos (de la señal, generalmente “muescas” y
“martillos”). Luego de desparramarlos solía invitar: “¡bailen, bailen, sobre las orejitas
de mis corderos, pa’ que’l año que viene sea mejor todavía mi señalada!”. También
solían juntarse los huesitos del primer cordero y del primer chivito y enterrarlos en la
gotera del rancho en la creencia que la acumulación de humedad haría proliferar la
majada para el año siguiente. (Don Tomás Moscoso)
Entierros (otra) Según mi primo Amado “Lenco” Prieto, de los entierro ema-
naban distintas luminosidades, algunas veces rojizas y otras veces blanquecinas con
reflejos azules; éstas últimas indicabas un entierro de piezas de plata; las primeras,
en cambio señalaban la existencia de doblones de oro. (“Lenco” Prieto)
Entierros (otra): Si se descubría un entierro que tuviese riquezas y se saca-
ran éstas; quien lo hiciese debería irse del pago o de lo contrario cambiar las puertas
de su casa para impedir que el espíritu cuidador lo volviese loco. (Paulina Pintos)
Entierros, Señales y Señas: Las sepulturas indígenas, como las de cual-
quier civilización, siempre tenían sobre sí algo que indicara su presencia o al menos
algún vestigio de ella. En la gran mayoría de los casos los cadáveres eran sepulta-
dos, no obstante la forma y ubicación tanto de la sepultura como la del cuerpo dentro
de ésta dependía de factores y motivaciones distintos. Estas circunstancias tenían
que ver con la época, la etnia, el nivel social, razones de la muerte (natural, en com -
bate, por peste, etc.), ritual practicado, disponibilidad de tiempo y elementos, profun-
didad de la excavación, método de excavación, recaudos adoptados para su conser-
vación, etc. Es decir no podía de ninguna manera generalizarse sin tener ciertos co-
nocimientos antropológicos y arqueológicos. En las charlas de boliche siempre se
“decía que…”, “parecía que…”, “contaban que…” pero todo quedaba en un mar de
dudas y de suposiciones tales como la percepción de luces, silbidos, ruidos de cade -
nas, fosforescencias, sueños, visiones y apariciones. Había quienes impulsados por
la curiosidad o la avaricia ubicaban algún entierro aislado en el campo y al escarbarlo
se daban cuenta que no solo carecía de riquezas sino que a veces ni siquiera era de
un indio, por los objetos hallados. En algunos casos en la tumba podían encontrarse
elementos de valor arqueológico, pero no siempre.
Entierros: Pasados 30 años, la plata de los entierros (“Rigal Plata”) pasaba
a ser propiedad del diablo y era a él a quien debía quitársela quien quisiera desente -
rrarla. (Carlos Rivera)
Estrellas fugaces: A las estrellas que “caían” en el cielo (estrellas fugaces)
se las catalogaba como almas que andaban vagabundas pidiendo “oración y luz”, por
eso se les debía decir “Que Dios te guie por la buena senda, que apenas yo pueda te
encenderé una vela”. (Doña Elba Prieto)
Fruticultura: Cuando un árbol no fructificaba se lo “apaleaba” o “cadeneaba”
(se lo castigaba con un palo o con una cadena) desconsideradamente mientras se le
recriminaba su inconducta por no dar frutos. De esa manera el remiso al año siguien-

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te cumpliría con su deber de proveer fruta. (Mi abuelo Luís; también mi suegra Mónica que era de Pa-
raguay)
Golondrinas: No se las debía matar ni combatir porque ellas fueron las que
le sacaron las espinas de la frente a Jesús luego de ser crucificado. (Doña Aurelia Pinto de
Prieto)
Güichanalhue: Era un hombre flaco que el “kalcu” hacía salir de los huesos
robados a una sepultura, andaba en un caballo tordillo. Este extraño ser era una es-
pecie de ayudante del brujo. (Lenco Prieto)
Helada: Según me contaba don Gil Sobarzo, en un espacio de pocos metros
la helada variaba notablemente su intensidad. El aprovechaba esta particularidad
para obtener mejor cosecha en sus cultivos de papas, habas, “alverjas”, etc. Para sa-
ber exactamente el lugar más propicio “ponía fijeza” después de las nevadas, y en
aquellos de los que se iba primero la nieve, eran según él, los más “cálidos”. Mario
Melo, en Hua-Hum me corroboró esta creencia, acotando que “la heláa tiene mucho
que ver con el reparo‘el bosque”. (Gil Sobarzo y Mario Melo)
Herradura: Encontrar una herradura de 7 agujeros traía buena suerte; pero
para que se cumpliera debía arrojársela hacia atrás y no mirar adonde cayera. Los
más “léidos” solían decir que “Para no errarle a la suerte, hay que herrarla.” (Fernando
Prieto)
Huecufu: Era lo diabólico, lo malo; no era una persona sino una cualidad. La
prueba de que existía la constituían la muerte y la enfermedad. La machi lo corpori -
zaba en “basurita”, “pelo”, “piegrita” y lo eliminaba. (Horacio Antimán)
Infidelidad: Cuando una mujer se sabía engañada por su marido y conocía a
la causante del engaño debería orinar la noche de un viernes a la luz de la luna y co-
locar la orina en una botella. Esperar el momento adecuado e ir a la casa de la rival,
sin que ésta lo advirtiese, y tirarle la botella de tal manera que se rompiese lo más
cerca posible de la puerta. Este olor rechazaría a su marido al concurrir a esa casa.
(Domitila Linares)
Kalcu: era el brujo malo; su cabeza era chonchón. (Francisco Tripailaf) Con el
transcurso del tiempo cada vez se lo fue relacionando más con el “huinca”.
Koltritos (güagüas), precaución: Cuando los bebés despertaban y estaban
por llorar se les debía decir: “Dios te bendiga”. Esto era para prevenir cualquier futuro
daño. (Mi mamá)
La hiel: Cada vez que se carneaba, se estilaba tirar la hiel del animal en el
piso de la pieza-dormitorio del patrón. Esta práctica aseguraba la conservación y au-
mento de la cantidad de animales. (Según mi padre, los peones de mi abuelo Enrique Prieto habían im-
puesto esta modalidad traída de Chile.)
La pena de la alegría: Se solía decir que “por cada alegría siempre había
una pena”, por ello y para contrarrestar el efecto de la sentencia, se aconsejaba: que
“siempre había que llorar un poquito en cualquier fiesta, y procurar que alguien lo vie-
se”. (Valentina Prieto, mi tía)
Lo que no se debía descuidar: “Nunca se deben dejar al descuido caballo
ensillado, cuchillo afilado, ni mujer propia”. En esta sentencia estaba resumida la sín-
tesis de los atributos del “macho campesino”. (Francisco “Pancho” Prieto)

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Mal Augurio: Cuando se emprendía un viaje a caballo e inmediatamente de


salir se caía el rebenque, esto era tomado como un mal indicio. Lo recomendable era
postergar el viaje. (Recopilado por mi padre a don Antonio Herrera)
Mal Augurio (otro): Cuando una gallina cantaba como gallo, anunciaba des-
gracia para la casa o para sus habitantes. Se recomendaba matar a la gallina para
que la desgracia se “güelva” contra ella misma. No se la debía comer. (Facundo Figueroa)
Mal Augurio (otro): Al emprender un viaje y advertirse que se había olvidado
algo, esta distracción era considerada como un mal augurio. La solución consistía en
dejar el caballo en el lugar y retornar a pie para buscar lo olvidado. (Mi tía Valentina)
Maledicencia: cuando se estaba alrededor de un fogón y alguno de los le-
ños comenzaba a crepitar, se lo consideraba como un indicio de que gente “maldicio-
sa”, en ese preciso momento y en otro lugar, estaba hablando mal de alguno de los
presentes. Para acallar esas maledicencias se les “tapaba lo boca” cubriendo con
rescoldo al tronco crepitante. (Luisa Ramírez, mi madre)
Marido borracho: Cuando una mujer soltera al lavar los platos se mojaba la
falda o el delantal, al casarse tendría un marido borracho. (Doña Luisa Ramírez, mi madre)
Menta: Solía ocurrir que en cualquier lugar húmedo próximo al rancho hubie-
sen plantas de menta que a veces inexplicablemente se secaban y se extinguían. Se
decía entonces que “la menta se había enojado” por alguna actitud de los dueños de
casa. Se la debía desagraviar plantándola en otro lugar bien distante del anterior y
usando sus hojas únicamente para remedio. (Adelaida Infante)
Micción nocturna: No se debía permitir a los niños jugar con fuego porque
se orinarían en la cama.
Nguellipún: Mi amigo indio: don Francisco Tripailaf, seguramente influencia-
do por el “pulcu” y en irrepetible confidencia, me contó una vez que cerca de Nahuel
Mapi y en proximidades al Cerro Mesa había un mallincito bastante importante y en
él un casi borrado círculo ceremonial indicaba que “antes” se hacían allí las rogativas
o “nguellipunes”, una especie de “nguillatún” pequeño. Su padre le había contado
que encajado en una planta de michay muy grande se conservaba para esas cere-
monias un “loncoche” de madera, que era la escultura de una cabeza humana. Cuan-
do manifesté mi interés por la curiosa pieza, Francisco recuperó su compromiso de
silencio con sus antepasados y cambiando abruptamente de tema ignoró definitiva -
mente mi interés. Simplemente me dijo “que las cosas de antes, son de los mayores
y nosotros que somos menores, no debemos meternos”. Averigüé a varios poblado-
res de la zona, pero nadie pudo o quiso darme mayores datos. Algunos coincidieron
en la posible existencia de un mallín embrujado, donde en ciertas noches solían oírse
ruidos y difusos griteríos de indios. (Francisco Tripailaf, Alfredo Rivera, Carlos Rivera) Luciano Hue-
nufil me contó que el “Nguellipún” en Aucapán “antiguamente” era una rogativa casi
íntima, una especie de ceremonia privada, reservada para familiares y allegados. Se
hacía en torno a un “mamuil loncoche” (Luciano Huenufil)
ADDENDA: En Ruca Choroi la tribu de los Aigo, a esta ya perdida ceremonia y a la escultura de madera las llama -
ban indistintamente “Nguellipún”. (Sara Licán- R.Ch.)
Nguempin: oficiante laico de la rogativa, siempre era un hombre. No era ma-
chi. (Francisco Tripailaf)

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Nguillatún: según mi amigo Francisco Tripailaf era una rogativa colectiva


anual donde se pedía protección contra los fenómenos naturales. Se hacía en luna
llena y duraba tres días; participaba toda la tribu. Antiguamente no se dejaba partici -
par a ningún blanco y cada tribu tenía rituales que diferían unos de otros. Según
Francisco: “antes era má’de’n serio que la que suelen hacer ahora”
Ovillar: Si es que una mujer ovilla apretando mucho el hilo, cuando se case
tendrá un marido trabajador; por el contrario si ovilla suelto o flojo, le tocará un mari-
do flojo (poco trabajador). (Silvia Arriegada)
Pan: Nunca se lo debía dejar al revés, porque si no faltaría. (Mi madre)
Pañuelo de cuello: Jamás debía uno dormirse con el pañuelo de cuello
puesto “porque si no, de noche, venía el Diablo y lo ahorcaba”. (Eliseo Jara)
Pareja: Cuando un matrimonio se lavaba los pies mutuamente “se verían el
fin” es decir estarán unidos hasta la muerte. (Luisa Ramírez, mi madre)
Parejero “refaloso” como hurón: Quien tenía la posibilidad de cazar un hu-
rón, le extraía el corazón que puesto a secar se utilizaba para acrecentar la velocidad
de un caballo “parejero”. Previo a la carrera se molía el corazón del hurón y se lo
mezclaba con la ración de avena o maíz dada al equino. Con esta acción se conver-
tía al caballo en resbaloso, como lo es el hurón. (Recopilado por mi padre a Raimundo Alfaro)
Patitas p’arriba: Era común tener altarcitos o destinar pequeños espacios
sobre una mesita o en alguna ventana donde se colocaban distintas imágenes de
santos y santas de las que se era devoto. Allí se los honraba depositándoles flores y
encendiéndoles velas a la par que se rezaba frente a ellos. Cuando se le pedía deter-
minado favor a algún santo y no se tenía respuesta positiva, “se lo castigaba” colo-
cando su imagen al revés o poniéndolo de espaldas. (Raquel Prieto)
Piñones: Nunca debían quemarse las cáscaras de los piñones que se hubie-
sen consumido porque ese hecho constituía una ofensa hacia Nguenechén, quien si
se enojaba podría apagarlas con tormentas e incluso con temporales de lluvia y nie-
ve. (Francisco Tripailaf)
Pronóstico antes del malón: Según Juan Calfú de Los Remolinos, “los anti-
guos” conas de Reuque Cura antes de ir a malonear solían pasar por el agujero del
peñasco de Catan Lil. Los que sin querer rozaban los bordes no debían integrar el
malón porque la piedra les pronosticaba la muerte en combate. Esta misma creencia
la refería Don Jorge Rambeaud, de Las Coloradas. “La Piedra de Catan Lil” es una
roca horadada de lado a lado, al final de una barda, que se ubica próxima al río Ca-
tan Lil por la que con cierta habilidad puede pasarse a caballo.
Pronóstico por grillos: En Pilo Lil se decía: “cuando los grillos suenan, llue-
ve.” (Valentín Infante)
ADDENDA: En San Antonio Oeste (R.N.) es exactamente al revés; según Clorinda Cárdenas: “Cuando los grillos
suenan, habrá buen tiempo”.
Púas de tero: Doña Mercedes de Polanco le contaba a mi padre que si un
varón enamorado fracasaba en sus intentos seductores hacia la mujer deseada de-
bía en primer lugar “aguaitar” a la dama cerca de su rancho para averiguar el lugar
habitual donde hacía sus necesidades líquidas y cuando ella acudía a orinar él debía
ir inmediatamente y sin ser observado, clavar en el suelo, en la parte húmeda las
púas extraídas a un tero vivo. Hecho esto, la dama al tercer día lo miraría con simpa -
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tía y ya al noveno se entregaría en sus brazos. (Recopilado por mi padre a Doña Mercedes Milla de
Polanco aprox. en 1935)
“Pulvum eris et pulvis reverteris” - Esa vieja costumbre de morirnos.
En el Pilo Lil de las primeras décadas del siglo XX era realmente difícil conseguir ma-
dera aserrada (tablas y tablones) por cuanto no existían aserraderos locales y desde
los distantes el acarreo resultaba sumamente engorroso por elementales razones de
transporte y caminos. Esta carencia agravaba aún más los difíciles momentos poste-
riores a los fallecimientos, sepelios y enterratorios. Por ello al no poderse confeccio-
nar ataúdes comunes, al cuerpo del difunto se lo envolvía en una arpillera muy grue-
sa (*) o en un cuero de vacuno que se cosía y luego se depositaba en la fosa cu -
briéndolo con tierra y señalizándolo con una cruz donde por supuesto se inscribía su
nombre y fechas de nacimiento y muerte. Como superstición referida al tema anota-
mos que: “era güeno sacar de la casa del finado todas sus pertenencias personales
para que él no venga a penar.” (Bernabé Pintos) Tampoco se consideraba correcto ni pia-
doso que los familiares directos acarrearan el cadáver al cementerio por cuanto era
posible que la “muerte golviera a la casa.” (Doña Esther Jara de Gutiérrez)También decían que
los familiares debían permanecer 4 días sin lavarse la cara ni arreglarse en señal de
duelo, además de usar ropas negras. (Doña Rosa Rodríguez) Era cosa común respetar el
luto a ultranza. El grado de parentesco con el difunto marcaba la intensidad y dura-
ción del duelo; los familiares directos debían usar vestimenta totalmente negra duran-
te un año entero; además no debían permitirse a sí mismos oír música de ningún tipo
ni tampoco reír o hacer bromas. (Ambrosio Prieto) En cuanto al lugar del enterratorio,
existían un cementerio común (en la “Pampa de la Escuela”, próximo al río) y cemen-
terios privados de uno, dos o tres tumbas. Este fue el caso de mis abuelos Enrique
(El Káiser), Griselda, mi tía Luisa Prieto de Gutiérrez y mi padre.
Puma: Me contaba don Alfredo Rivera de Nahuel–Mapi Arriba, que para evi-
tar que el “lión” le comiera los potrillitos recién nacidos les colocaba a éstos una soga
corta colgando del cogote; según él suponía, el puma no los atacaba porque les te-
mía a las víboras. Según Carlos Rivera (primo de Alfredo) cuando alguien se en-
contrase frente a un puma debía sostenerle la mirada, de no hacerlo el animal sabría
que era más fuerte y seguramente lo atacaría. (Alfredo y Carlos Rivera)
Quetral plata o rigal plata: En las postrimerías de la Conquista del Desierto,
los indios acorralados y perseguidos por las tropas del Ejército huyeron hacia Chile.
Antes de hacerlo, los más acaudalados y temerosos ocultaron sus mejores prendas
(obtenidas en los malones) enterrándolas. Otras veces simplemente colocaban esos
objetos en la sepultura de quien fuera su dueño. En ambos casos mediante invoca-
ciones y eventualmente “machitunes” encomendaban la custodia de los bienes a un
“espíritu cuidador”. Distintas versiones circulaban respecto del “Quetral plata” o fue-
go fatuo. Consultados mis amigos y clientes mapuches (Tripailaf, Huenfufil, Antimán,
Ñanco), al respecto; todos coincidieron en guardar la mayor reserva y respetuoso si -
lencio diciendo apenas que “eran cosas de los antiguos y no se debían tocar ni mo -
lestar”. Había otros (huincas, no indígenas) que aseguraban que la luminosidad era
provocada por las emanaciones fosforescentes de los huesos humanos mezclados
con los “vapores de la plata” y que estas emanaciones eran mortales para quien las
respirara. No faltaban quienes aseguraban conocer casos de gauchos corajudos que
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habían enriquecido gracias al hallazgo de prendas de plata y oro (Uno de los casos
era el de Don Antonio Herrera, por ejemplo). La mezcla de avaricia, miedo y supersti-
ción daba pie a las elucubraciones más ingenuas, curiosas y absurdas que se pue-
dan imaginar.
Semana Santa: Durante la Semana Santa los niños debían acompañar las
creencias de los mayores, especialmente las de privación y sacrificio. Además del
“ayuno” absoluto del viernes, al jugar no podían hacer rayas en el suelo “porque se le
rayaba la cara Dios”. (Recordemos que el piso de todos los ranchos era de tierra y
que los niños no disponían de juguete alguno como no fuera algún palito y su imagi-
nación.)
Semilla voladora: Cuando un vilano de cardo, de achicoria, de romerillo u
otra planta se depositaba en la ropa o en el cuerpo, era considerado de buen augurio
y anticipo de prosperidad siempre y cuando se comiese la semilla y se dijese la si -
guiente fórmula: “¡Panadero, panadero; traeme una torta frita, amor y mucho di-
nero!” (Eva Coronado)
Sobrehueso en un caballo: Se aconsejaba colocar sobre el sobrehueso un
cuero de zorrino fresco; se lo ataba y mantenía hasta que se secara; luego se repetía
la operación dos veces más es decir tres en total. Finalizado este “tratamiento” el ca-
ballo debería estar curado. (Informado a mi padre por el viejo Ramón Lastra)
Tercer cigarrillo: Nunca se debían encender tres cigarrillos con el mismo
fósforo porque el tercer fumador moriría. Decían que esta creencia se habría origina-
do durante la Primera Guerra Mundial, específicamente en las trincheras de la infan -
tería en Francia. Según esa versión, cuando un soldado encendía su cigarrillo alerta-
ba al de la trinchera enemiga quien apuntaba al segundo y disparaba sobre el terce-
ro. Don Luis Losso (viejo maderero de Quillén y S.M.Andes), veterano de esa guerra
no afirmaba pero tampoco negaba esa versión.
Trébol: El trébol es una herbácea que siempre tiene tres hojas; excepcional-
mente por alguna anomalía existen casos con cuatro, cinco y hasta de seis hojas.
Encontrar uno de éstos se consideraba de muy buen augurio. Se los solía guardar
dentro de un libro, preferentemente la Biblia para que su influencia fuese mayor.
Tormentas: Cuando se avecinaba una tormenta y era necesario salir al cam-
po, debía evitarse portar sobre el cuerpo o en la cabalgadura objetos metálicos lus-
trados y brillantes especialmente de plata, alpaca o acero porque “atraían el rayo”.
Esta precaución incluía espuelas, rastra, cuchillo (que pudiera mojarse) y chapeado
en las sogas del apero. Era recomendable ensillar únicamente caballos moros, oscu-
ros o colorados, por ser los que menos atraían el rayo. (Amado “Lenco” Prieto)
Verrugas en los caballos: Cuando a algún potro o potrillo se le advertía al-
guna verruga de gran tamaño que lo afeara y le quitara mérito, se lo curaba de la si -
guiente manera. Se derribaba y maneaba al animal en proximidades de un “arroyo
con juerza” (de corriente rápida o impetuosa), luego el dueño debía hacerle dos cor -
tes en cruz sobre la verruga y sobre ambos pasarle reiteradamente una torta frita po-
niendo sumo cuidado en no mancharse las manos. Luego debía arrojar la torta en-
sangrentada a la corriente para que “el mal se vaiga y no güelva” Si se manchara las

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manos corría riesgo de que el mal se le transfiera a él. (Se lo vi hacer con todo proto -
colo a mi socio medianero Miguel “Peto” Gutiérrez en 1970)
Viernes 13: Respecto de esta superstición universal, mi abuelo sostenía que
si en esa fecha ocurriera algo malo, al día siguiente (sábado 14) se lo podría contra-
rrestar, salvo por supuesto lo imposible. (Luis Ramírez, mi abuelo).
Violencia de Género: Una muchacha soltera nunca debía comer en dos pla-
tos a la vez porque al casarse su marido “le tiraría los platos por la cabeza”, es decir
la maltrataría y golpearía. (Domitila Linares) Por otro lado, los santos protectores contra la
violencia de género eran San Eustaquio y Santa Mónica.
Visita no grata: Cuando una visita no era bienvenida o su presencia se tor-
naba molesta debía colocarse detrás de la puerta una escoba parada al revés. (Esther
Jara)
Zorros: Cazar muchos zorros seguidos, atraía la mala suerte. Seguramente
acarrearía la muerte de un ser querido. (Eduardo Prieto)

VOCABULARIO
Brevísimo Diccionario Piloleño
“El Habla de Aquel Lugar en Aquel Tiempo”

En aquel Pilo Lil amanecido con el siglo XX y transitando sus décadas inicia-
les, la gente vivía dispersa y atomizada entre los cerros. Los boliches constituían el
ámbito lógico y único de sociabilización; no existían otros entornos que permitiesen
el diálogo y la alternancia de modos, costumbres y experiencias.
Allí en los boliches se intercambiaban novedades, noticias, modismos y for-
mas de vivir, de hablar y de convivir. Años después de 1960 la radio a transistores
modificaría estos paradigmas iniciando una incipiente globalización oral.
Cada individuo en cada lugar tenía una manera personal de expresarse, esto
generaba pequeñas diferencias en el léxico, en la entonación y en la elaboración de
frases y locuciones. Con el aislamiento este fenómeno se potenciaba. Ocurría a ve-
ces que por exceso de incomunicación y falta de diálogo con personas ajenas al gru-
po familiar, existiese cierta tendencia a deformar algunos giros idiomáticos en su es -
tructura o en su pronunciación. Así es como, por ejemplo, en un erróneo concepto de
pulcritud idiomática se cambiaba la sílaba “Ju” por la “Fu” o viceversa. (jutre por futre;
fueves por jueves, funio por junio; jué por fué; Funín por Junín, etc.) Esto no era co-
mún pero sí recuerdo un caso donde toda la familia cometía este dislate idiomático.
El ensamble desprolijo de dos culturas tan disímiles y endebles como la indí-
gena y la hispano parlante generaba en el idioma neologismos y localismos lógicos
aunque artificiosos, especialmente cuando castellanizábamos palabras araucanas o
araucanizábamos términos castizos deformándolos o colocándoles antojadizamente
género y plurales. P.Ej.: chucara (azúcar), huaca (vaca), machitunes (por más de un
machitún), lahuenes (por varios remedios), buchenes, rucas, chonchones, huechales,
koltros, koltras etc.)
En el habla de todos los días, se usaban arcaísmos (aunque los arcaísmos
dejan de serlo cuando se los usa), términos castizos y chilenismos, algunos defor-
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mados en su pronunciación. De vez en cuando se colaba una que otra palabra o fra-
se de origen mapuche-araucano o derivada del quechua.
Las “malas palabras” o “palabrotas” eran estigmatizadas; se evitaban los tér-
minos “groseros” o “güasos” y se morigeraban los “de mal gusto” o “fieros”.
Como recurso de “buena educación” se suplían las palabras de mal gusto
por algunas similares o por eufemismos; por ejemplos: culo por cola, poto, trasero o
asentaderas; mierda por meca, bosta, boñiga, caca o miéchica; carajo por caramba,
caray o carambola; puta por pufa, porra, perra o punta del cerro, etc., o por ingenuas
y reprimidas imprecaciones como “hijo de tal por cual”, “hijo de mala madre”, “jué pe-
rra"…
En la cotidianeidad de mujeres y niños, las “palabrotas” eran absolutamente
omitidas. El listado abarcaba desde “carajo” o “culo” hasta las más soeces. En cam-
bio el habla entre varones adultos era “más liberal” y se permitían ciertas licencias y
de vez en cuando algún exceso.
Las palabrotas, devenidas en insultos empantanaban los diálogos alcohóli-
cos de los pendencieros que las utilizaban para generar discordia y pelear. En estado
de sobriedad etílica, el paisanaje en general era sumamente discreto y medido en su
vocabulario.
La forma de hablar, la entonación y los gestos marcaban ya cierta idiosincra-
sia campesina y denotaban siempre una raigambre achilenada.
Vale aclarar que al intentar trasvasar los vocablos araucanos o mapuches al
castellano siempre existió el grave inconveniente de mantener fiel su fonética; ade-
más por carecer esta cultura de grafía, hay infinidad de términos cuya pronunciación
se tornan nebulosos y habitan el mundo de la duda. Es así como muchas veces vaci-
lamos en el uso literario de fonemas tales como, “he”, “u”, “ju”, “w” o “tú”, “chor”
y otros. En cuanto a la prosodia de las palabras araucanas/mapuches más comunes
existían variaciones dialectales de origen geográfico. Así la misma palabra siendo
aguda entre los pampeanos o argentinos pasaba a ser grave entre los occidentales o
chilenos. (P. Ej.: Curá o cura; mapú o mapu; cayú o cayu; quiñé o quiñe, chadí o cha-
di, etc. etc.)
No obstante y no siendo éste un texto con intenciones lingüísticas específi-
cas, incluyo seguidamente las voces que se oían en aquel Pilo Lil de mediados del
siglo XX.
Manteniendo el criterio usado en otros listados de este trabajo recopilatorio
reitero que las personas mencionadas a pie de cada cita son simplemente quienes
más utilizaban ese giro idiomático o a quien se lo escuchamos más veces mi padre o
yo.

Habitualidades en el habla

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[Escriba aquí]

¡Ahí está tu comía!: Expresión burlona y jocosa. Clásico convite en el boliche


al invitar un vino a algún amigo.
¡Aiaiuja, pan de huevo!: (exclamación de sorpresa) (Mi padre Don Doroteo Prieto)
¡Aifa!: exclamación de júbilo; se la escuchaba mucho en las jineteadas y piala-
das.
¡Al tiro!: (chilenismo) enseguida, ya, ahora mismo.
¡Dios lo bendiga!: Expresión de bendiciones y buenaventura.
¡Están floreciendo los duraznos!: Expresión festiva y burlona para referirse a
las sogas cuando están mal sobadas (duras).
¡Huifa!: Expresión de júbilo utilizada generalmente en el coreo de las cuecas,
también en momentos de exaltación como en las carreras cuadreras, en las jinetea-
das, etc.
¡Nómbrese a Dios!: Expresión de fe e invocación de bendiciones dicha al inicio
de alguna tarea o emprendimiento.
¡Que lo faje!: exclamación decorosa que suple al “¡que lo parió!”
¡Qué picardía, matar la vieja y dejar la cría!: Expresa la molestia que provo-
can determinadas decisiones.
¡Qué tal ch’hermano, cabresto sobao a mano!: Saludo amistoso.
¡Quién le ve el recao y pidiendo tropilla!: Frase descalificadora para quien es
pretencioso en sus objetivos con relación a sus capacidades.
¡Ruifameló, meló!: (chilenismo) Expresión de júbilo utilizada en el coreo de las
cuecas. (Don Hernán Prieto)
¡Salud, salusiate, adonde estará mi china tomando mate!: Para decir ¡Salud!
Después de un estornudo. (Doroteo Prieto, mi padre)
¡Se armó la rosca, dijo la mosca! (Don Luciano Moscoso)
¡Se armó la zalagarda, dijo la parda! (Paralila)
¡Semejante bruto!: antífrasis coloquial; se dice para referirse graciosamente a
un tipo enclenque o petiso.
¡Te juite jote pa´los pino! Expresión indicando que algo se descontroló. Equi-
valdría a ¡te fuiste al carajo! o ¡Te saliste de la pista!
¿Cachai?: (chilenismo) ¿Entendés? “no cachai una” no entendés nada.
¿Estás mento, o te picó una oveja?: Expresión chistosamente absurda. Equi-
vale a ¿estás loco? (Horacio Ferrada)
¿Salú güena?: se usaba como saludo, equivalía a ¿Cómo está usted?.
A boca’e noche: apenas comenzada la noche.
A la siga: detrás de, siguiendo a alguien.
A mi dever: a mi modo de ver o de pensar; según mi criterio.
A toda llave: a la máxima velocidad.
A too imperio: a plena intemperie. (Doña Esther Jara de Gutiérrez)
Abajo: Indica el Este. Dirección hacia la que corren los principales cursos de
agua (especialmente el Río Aluminé), de arriba (oeste) hacia abajo (este).
Abombar: iniciarse el proceso de putrefacción. Carne abombada era aquella a
la que, sin estar podrida, se le notaba cierta fetidez.
Acholloncarse - cholloncarse: (del araucano) encuclillarse.

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[Escriba aquí]

Aconchar: sedimentar.
Acriminarse: delinquir, hacerse criminal; cometer delito.
Acristianar: Hacer cristiano, bautizar, dar las aguas, poner las aguas.
Adelantito: diminutivo de adelante. Inmediatamente antes de algo o alguien;
también “delantito”.
Admapu: (araucano) como sustantivo: “tradiciones o costumbres de la tierra”
(según Francisco Tripailaf). Como adjetivo: “persona de la misma tribu o zona” (Ignacio Huenufil).
Afiebráa como gallina culeca. (Doña Paula Cisterna)
Agarrao como mamao a la pared: Amarrete, tacaño, cicatero, manicorto.
Agraz: (casticismo) uva verde, ácida.
Agrandao como calzón de gorda: engreído, envanecido, orgulloso, presumi-
do, pedante. (Ambrosio Jara)
Aguaitar: Esperar.
Ahí está el güevo, ¡no lo pise!: ¡Cuidado! Expresión de alerta. (Doroteo Prieto, mi
padre)
Ahí está mi Dios mirando: Dios por testigo.
Al pedo como alambre caído. Inutilmente. Sin razón. Innecesario. Sin sentido.
Al pedo como corpiño’e flaca. Id. Anterior. (Orlando Migoni – C&A)
Al pedo como puente sin río. Id. Anterior. (Sabino Barros)
Al pedo como rasguñar un vidrio. Id. Anterior . (Ismael Prieto)
Al pedo como teta ‘e monja. Id. Anterior. (Carlos González – C & A))
Alentao: estar bien. Estar con buen ánimo. Se usaba generalmente después
del saludo, cuando llegaban las preguntas de cortesía referentes a la familia.
Alojo: alojamiento.
Alzao como primer nieto. Homógrafo picaresco (excitado sexualmente y le-
vantado), (en celo y en brazos). (Don Segundo Prieto)
Amurrar las orejas: estar melancólico. Echar los equinos, las orejas hacia
atrás en señal de enojo o de excitación. Molestarse por algo. Excitarse con alguien.
Picarescamente se solía decir también: “Echar las orejas pa’tras”
Amutuy ruca: (araucano) irse a casa. (Ignacio Huenufil – Francisco Tripailaf)
Anchimallen: (araucano) Duende pequeño y maléfico, deformado y brillante.
Quienes lo veían desde muy cerca se encandilaban y enfermaban de la vista. A ve -
ces se convertía en una especie de nuco negro que al volar por la noche dejaba caer
pedazos de muerte y de enfermedad sobre las rucas. (Juan Huenufil) (Ver: Anchimallen
en Leyendas, Creencias y Supersticiones.)
Andando el carro, solitos se acomodan los melones. (Adolfo Rodríguez)
Andar con las velas colgando: Con los mocos fuera. Sobre todo en los niños.
Apedazar: hacer pedazos. Romper.
Apercanao: apercancado. Con percán, con moho u hongos. Enmohecido.
Apretao como bollo’e zorro: amarrete, manicorto, cicatero, mezquino. Tam-
bién: entallado o ajustado. (Eduardo Prieto)
Apretao como gombacha’e gorda. Id. anterior. (Pocho Jara)
Arrancar: (chilenismo) ir, huir, retirarse, marcharse.
Arrejonao como novio con ganas. (Pocho Jara)
Arrejonao: arrejonado, arriesgado, corajudo.
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[Escriba aquí]

Arremilgao: por remilgado, rebuscado, relamido, afectado, pisiútico, delicado.


Arribar: Crecer, desarrollarse, mantenerse, cumplir un fin. (“No hay caso que la
huerta arribe.”)
Áspero como piegra casposa.
Asustao como pollito que lo ronda el peuco. (Ismael Prieto – “Malito”)
Atorao como pato con tripas. (Rolando Prieto)
Atorunao: persona con aspecto de toro. Hosco, de mal talante, desafiante, de
ceño fruncido.
Atrapalcarse: apoltronarse; relajarse exageradamente.
Atrasito: diminutivo de atrás. Inmediatamente detrás de algo o de alguien.
Atravesao como galope’e toro. (Horacio Ferrada)
Azotera: Extremo de soga en el rebenque, en el arriador o en el látigo, que sir -
ve para azotar. Transformada por aféresis en sotera.
Azúcar de campo o Azúcar de perro: Bosta de perro, seca y blanca. Se la
usaba como complemento de algunos “remedios” curanderiles.
Azul como sobaco’e liebre: muy flaco, sin nada. (Dionisio Prieto)
Balera: Conjunto de balidos de ovejas o de cabras.
Barbijo: (regionalismo) barboquejo, cinta o hilo con el que se sujetaba debajo
de la barbilla al sombrero.
Bienhaiga: Ojalá; en buena hora; que así sea.
Boche: bochinche. Meter boche: hacer lío, o ruido, o bochinche.
Boliche: Almacén de Ramos Generales que generalmente incluía el despacho
de bebidas al mostrador y el acopio de frutos del país. Típico comercio de campo, su-
cesor de las primitivas “pulperías”. Era habitualmente el centro de reunión social en
su zona de influencia.
Bonitura: hermosura. Belleza.
Botar: (castizo) tirar, arrojar, empujar.
Buchén: (araucano) huacho. Se usaba para designar en la huerta a aquellas
hortalizas quedadas de años anteriores; generalmente papas, coles, achicorias, ce-
bollas, etc. También se le decía al hijo cuyo padre era desconocido (huacho).
Caballar: Homónimo. Como verbo: echar el caballo encima; atropellar con el
caballo. Como sustantivo: ganado caballar, yeguarizo, equino.
Caballo galponiao: caballo que por su aspecto denotaba mucho cuidado; apli-
cábase por semejanza a las personas de apariencia rozagante y saludable.
Caballo tirao a campo: antítesis de “caballo galponiao”, es decir aquel animal
al que no se le deparaba ningún tipo de cuidado ni atención. También, por semejan-
za a la persona desaliñada, descuidada, débil o desnutrida.
Cabecilla: jefe menor. Usado especialmente por algunos indígenas para referir-
se a caciquejos o líderes de poca importancia. Por extensión se les decía también a
los capataces de las estancias o a los jefes de gavilla en las esquilas.
Cachanlagua: (Erythraea chilensis) Planta cuya raíz en infusión es muy recono-
cida como antifebril.
Cachiquenque: (localismo) Jolgorio; lío, fiesta ruidosa. (Armar cachiquenque:
armar quilombo)

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Cagao como palo’e gallinero. (Horacio Ferrada)


Calamorro: (chilenismo) Especie de borcegos o botines muy burdos y toscos
de suela muy gruesa. Era común remendarlos reiteradamente y agregarles suela, in-
cluso con trozos de cubiertas de autos. Fue además durante un breve tiempo
(1950/1953 aprox.) una marca de botines de media caña para el trabajo.
Caliente como novio al horno. (Pocho Jara)
Callampas: Setas (esporocarpo). Hongos comestibles, que crecen en la base
de algunos árboles del bosque (chade, chandi, gargal, loyo, etc.). También se le de-
cía despectivamente a las rucas (casas) muy pobres hechas con materiales de des-
hecho.
Callana: olla de hierro o de barro usada para cocinar o tostar granos. Por apro-
ximación se aplicaba de forma despectiva a aquellos que eran de origen indígena por
el particular color de la piel. Se le decía (ofensivamente) callaniao a quien tenía color
aindiado.
Calor encerrao: fiebre.
Caminador como oveja peláa. (Fernando Prieto)
Campañisto: o campañista, pastor o pastora que cuida animales en la campa-
ña. Sinónimo de chivero u ovejero.
Campo duro: campo pedregoso de pastos escasos, duros o de mala palatabili-
dad.
Cangalla: (regionalismo chileno) silla de montar chilena consistente en dos ar-
mazones de hierro unidas por dos maderas duras y un trozo de suela entre ambas.
Competía directamente con el recado de bastos; no obstante tuvo mucha aceptación
entre el paisanaje argentino por su simpleza, liviandad y comodidad.
Cara’e palo: cara dura, desvergonzado.
Carros: eran las carretas comunes. Los había de tres tamaños según el porte
de sus ruedas: grandes (rodado de dos metros o más de diámetro), mediano (rodado
con un diámetro que oscilaba en un metro y medio) y chico (con ruedas de aproxima-
damente un metro de diámetro). Estas ruedas eran todas radiales con rayos de ma-
dera dura sobre una maza también de madera con su agujero central cubierto de
acero al igual que su “llanta” o banda de rodado. El catango era un carro menor, muy
elemental, con ruedas enterizas y artesanales (rodajones de rollizos).
Casposa: áspera, burda. (“piegra casposa”: piedra volcánica de lava y basalto)
Castellana: gallina batarás.
Castilla dungu: (araucano) hablar castellano. (Avelino Huenufil)
Catan cahuín: Una de las poquísimas ceremonias araucano-mapuches que
perduró en la zona de Aucapán y Nahuel Mapi hasta mediados de la década de
1940. Se trataba de una celebración familiar y social importante dentro de la tribu; se
realizaba y festejaba con el ella la “catanpilún cahuín” es decir el “festejo de la perfo -
ración” (de las orejas) a una niña. Mi padre Doroteo Prieto, asistió a una de las últi-
mas como invitado especial en el año1946 en lo de José Linares.
Catango: carro o carreta pequeña, descubierta. Sus ruedas eran de rodajas de
rollizos preferentemente de roble pellín, coihue o raulí. Debía ser tirada por bueyes.
Catuto: Especie de panecillo o de tortilla enrollada de trigo sancochado.

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[Escriba aquí]

Cauquén: (araucano) avutarda silvestre.


Causeo: merienda, también “once”. (“Causeo de patas”: merienda de gelatina
de patas) (Aladino Hernández)
Cerrazón arrastráa: neblina muy baja.
Chadí: (araucano) sal.
Challa: (araucano) olla.
Chamal: (araucano) manta cuadrada usada para cubrirse.
Chancao: (posiblemente del quechua) chacao: desigual, desparejo, inconcluso.
Aplicábase generalmente al trabajo en sogas: “cabresto chancao”, “lazo chancao”.
Por semejanza se decía también de cualquier tarea inconclusa, irregular o mal he-
cha. (Francisco Tripailaf)
Chape: (araucano) trenza en el pelo de la mujer.
Chaperío: (localismo) cosa superflua; adorno innecesario. (Máximo Jara)
Charque o charqui: (quechua), en araucano es anim, carne salada y seca.
Chiclán: (araucano) animal mal castrado. (Diógenes Torres)
Chigua: Aro ovalado de caña colihue unido horizontal y transversalmente por
tientos separados entre sí (10 cm.) formando una especie de zaranda o criba. Usa-
dos en par servían habitualmente para embalar una carga sobre el lomo de un ani-
mal. (Es una especie de portaequipajes liviano y artesanal) También se lo usaba
como cuna para hamacar niños.
Chijetada: chorro de líquido que sale bruscamente.
Chillas: mechas, guedejas.
Chilote: (chilenismo) En realidad es el gentilicio de los originarios de la isla de
Chiloe, en Chile. En Argentina se lo convertía en sinónimo despectivo de “chileno”.
Chinchillón: Especie de chinchilla muy grande que habitaba en los peñascos y
bardas. Roedor de tamaño similar a un conejo chico. Especie de ardillón. En otros lu -
gares llamado “pilquín”.
Chiquillo, chiquilla: expresión coloquial, familiar y cariñosa muy usada durante
la primera mitad del siglo XX. “Mi chiquillo” o “mi chiquilla” expresaba afecto, ternura
y protección. Era común decírselo a los nietos, sobrinos o ahijados de menor edad.
Chivateo: de chivatear, juguetear, hacer barullo, comportarse como chivo.
Choapino: (chilenismo) Especie de manta tejida que doblada en cuatro se utili-
zaba bajo la cangalla o los bastos. Suplía a los mandiles y servía como manta perso-
nal.
Choiqueras: boleadoras para cazar choiques. Eran las de menor tamaño, ge-
neralmente hechas de plomo o tuercas.
Choñchoñ: (araucano) ave nocturna, brujo. Cabeza alada. También se le decía
al candil alimentado con grasa y después con kerosene. (Ver en Leyendas, Creen-
cias y Supersticiones)
Chorrillito: chorrito.
Chorrillo: salto de agua de escaso caudal y considerable altura.
Chrinchre o Trintri: (araucano) crespo. Se aplica especialmente a las gallinas
que tienen todas o parte de sus plumas orientadas de atrás hacia delante, como si
estuvieran al revés o dobladas.

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[Escriba aquí]

Chulleca: chueca, torcida, deformada. Quien tiene una conducta “chulleca” es


persona de no confiar.
Chupalla: (chilenismo) sombrero de paja de ala ancha.
Chureo, churrete o churreta: Simpático pajarito que gusta vivir muy próximo a
las personas (suele compartir el rancho, haciendo su nido en el alero) canta a la ma-
ñana y al atardecer. Las plumas que rodean sus ojos son blancas.
Cierros: (de cierre) tientos con los que se ajustaban entre sí las chiguas.
Cocaví: (quechua) comida especialmente preparada para un viaje.
Cocorito: Arrogante, altanero, aparentemente valiente, pagado de sí mismo.
Agallado.
Cochayuyo: (quechua) alga marítima comestible (durillea utilissima) muy apre-
ciada en Chile. A comienzos del siglo XX era bastante común en Pilo Lil, luego con
las restricciones fronterizas se lo dejó de traer y desapareció del consumo habitual.
Coihue, coigüe: (araucano) hermoso árbol que adquiere gran tamaño, de exce-
lente madera (nothofagus dombeyi).
Colihue: (araucano) caña maciza y muy flexible (chusquea coleu). Antiguamen-
te los indios de la zona boscosa la usaban para armar sus arcos y el astil de sus fle-
chas.
Colloma: (localismo) protuberancia.
Cola de mono: cóctel o trago de preparación casera compuesto por leche con-
densada, agua hervida, “Nescafé”, aguardiente y canela. Costumbre de origen chi-
leno, traída a Pilo Lil por personal de la Empresa constructora del puente (1969).
Colocar las aguas: bautizar. También poner las aguas o acristianar.
Como bozal de lonja, no lleva costura…:”como vos…” (Leonidas Prieto)
Como es el dos y el tres, es todo el mes. Ingenua predicción del tiempo.
Como pasa….le van a quedar… Saludo jocoso; muy de boliche.
Completo: (localismo de boliche) se le pedía al bolichero “un completo pa’ju-
mar” es decir 1 paquete de tabaco (“Mariposa” o “Hija del toro”), 1 libro de papel de
fumar (“Ombú” o “Smoking”) y 1 caja de fósforos (“Ranchera”, “Así”, “Maipú”, “Malam-
bo”, “Cenit” o “América”).
Con el favor de Dios: Gracias a Dios.
Con el sol dentro: cuando el sol ya se ocultó.
Con los ojos abiertos como pescao. Despierto, insomne. (Amado Prieto – “Lenco”)
Cona: (araucano) Mocetón, guerrero joven. Por semejanza: joven apuesto y al -
tivo.
Concones: (chilenismo) Pasta comestible elaborada artesanalmente con hari-
na, huevos (no necesariamente de gallina), leche (o agua), pimienta, sal, perejil y ci-
lantro. Se picaban muy finitos el perejil y el cilantro y se los mezclaba con los demás
ingredientes hasta formar una pasta blanda a la que se cortaba con una cucharita
(como si fuese una especie de ñoqui). Por separado se hervía agua con sal y alguna
“sustancia” que podía ser indistintamente un hueso, un trozo de gallina, de cuero de
cerdo, una “cabeza ‘e pescao”, o ajo; a esto se le agregan los “concones” y se los
servía colados o como sopa con poco caldo. (Luisa Ramírez, mi madre)

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[Escriba aquí]

Contra: Antídoto. Acción o invocación supersticiosa precautoria o de preven-


ción y protección suspicaz. (Se aplicaban “contras” para combatir “el daño” y enfren-
tar las brujerías y ciertas enfermedades).
Contraná: (localismo) deformación de “contra nada”: significa inútilmente, sin
sentido.
Conversa: conversación, diálogo, murmuración, chisme.
Copucha: (chilenismo) Chisme humorístico y mentiroso.
Cortaura ‘e carne: (chilenismo) Desgarro muscular.
Coter: (localismo: por cote) Posiblemente una variante del “candié” español.
Mezcla de vino tinto, yema de huevo, canela y azúcar que se batía y se bebía como
aperitivo en muy determinadas ocasiones.
Cresta: cabeza, frente, mollera.
Cuando una cosa es pa’uno, capaz que viene hasta d’Europa: el destino es
inevitable. (Gregorio Prieto)
Cudi: (araucano) piedra de moler. Mortero plano. (Francisco Tripailaf)
Cuero hecho bolsa: era una forma de cuerear los animales pequeños que con-
sistía en no abrirles el abdomen. De esta manera la piel del animal podía ser utilizada
con otros fines: rodilleras, mitones, cuero para transportar vino o líquidos, etc.
Cuesco: ventosidad sonora; pedo con ruido.
Culeca: clueca. Gallina en condición de empollar.
Cullín: (araucano) objeto de valor, capital, bien de pago o canje. (Dinero,
bienes)
Cuncuna: (chilenismo) oruga, generalmente negra con vetas anaranjadas.
Cutama: (quechua) bulto, costal, envoltorio de cobijas, paquete. (Bagayo)
De mujer andar: dícese del caballo muy manso.
Descurioso: descuidado, desaliñado, desgreñado.
Despiarse: (castizo) gastarse los vasos o las pezuñas los animales.
De virtú: (de virtud) adjetivo calificativo que asignaba calidad mágica o sobre-
natural (de virtud) al sustantivo. (agua ‘e virtú: agua mágica; piegra é virtú; caballito ‘e
virtú, etc.)
Diuca: (araucano) pájaro cantor de la zona. (Fringilla diuca)
Dura’e boca, pero mansita de abajo. Mujer locuaz y casquivana, charlatana y
provocativa. (Pocho Jara)
Echar las orejas pa’trás: expresión picaresca comparando la actitud de al-
guien con la del padrillo con la yegua. Ver: “amurrar las orejas”.
Échele pa’ilante: Métale para adelante, ánimo, fuerza, vamos.
Ejante, nojante, jante: (chilenismo rural) quizá derive de “no obstante”. A pesar
de…; A veces…; Además… Tuvo gran difusión en la campiña pilolense y neuquina.
El buey más manso es que da la patada más fuerte: sentencia de prevención
contra la traición. Nunca hay que confiarse ni siquiera de los que parecen fieles y
hasta obsecuentes. (Mi madre Doña Luisa Ramírez)
Embono: abono; por extensión se le dice a la boñiga.
Embrollisto: que hace embrollos, tramposo, tramoyero, timador, chanchullero.
Emperifollarse: (localismo) arreglarse con mucho esmero.

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[Escriba aquí]

En el mundo andamos y arrieros somos: Todos estamos expuestos a todo.


(Luisa Ramírez, mi madre)
En el viaje se arreglan las cargas, dijo Vargas. Todo se mejora con la prácti-
ca. Todo a su tiempo. (Lenco Prieto)
Encachao: (chilenismo) Con cachas, muy correcto, muy arreglado, hermoso.
Encarar arriba pa’salir al vao (vado): Frase utilizada para indicar que siempre
se debe pretender lo mejor. Tendría su parangón con “nivelar para arriba” o “para
achicarse hay tiempo”. (Marciano Prieto)
Encenagarse: obcecarse, obsesionarse.
Endenantes, denantes: (arcaísmo) hace un rato. (Endenantito nomás: recién)
Endeviricueo: (localismo) objeto o elemento cuyo uso o manejo se desconoce.
Endilgar a la visita: Cuando la visita se retiraba, se la acompañaba todo lo po-
sible como para prolongar el placer de compartir con ella.
Engañito: Presente. Regalito. Obsequio menor y simpático.
Engüelto en grasa: muy gordo.
Enjundia: (castizo) grasa, especialmente de ave. Se aplicaba también a la per-
sonalidad de ciertas personas poseedoras de “mucho contenido”, es decir: energía,
conocimientos, capacidad, substancia, importancia.
Entre mí: para mí; según mi criterio; internamente.
Entregar las “latas”: Morir. Dar por finalizado un contrato. Finalizar una rela-
ción. Viene de la época de la esquila en que cada “lata” equivalía a un animal esqui -
lado. Cuando se entregaban las “latas” era para canjearlas por la paga, es decir: se
daba por concluida la tarea. (Ver: Latas)
Entreverao como cuero sin orejas. (Mezclado para pasar desapercibido)
Quienes robaban alguna oveja o alguna chiva, para vender el cuero solían sacarle
las orejas eliminando así "la señal”. (Orlando Migoni – C&A)
Entreverao como puñao’e lombrices. (Fernando Prieto)
Entripao: entre las tripas, secreto, cosa oculta o muy guardada.
Es al pedo reempujar cuando se la tiene corta. (Pocho Jara)
Es como miar contra el viento: contraproducente, absurdo, auto agresivo.
Escurana: (chilenismo) oscuridad.
Fementido: (castizo) sin fe, renegado, descreído, traidor.
Fiero como peliar a piegrazos.
Fiero como rodar de noche.
Fiero como trompezón a pata.
Fierura: (localismo) fealdad.
Flojera: vagancia.
Flojerita: acción de apoyar todo el peso del cuerpo sobre algo. “Hacer una flo-
jerita” es requerirle a alguien que presione hacia abajo una de las chiguas para equili-
brar el peso y acomodar la carga. También para reforzar el esfuerzo al presionar so-
bre la palanca de la enfardadora de lana.
Flojo: vago.
Fome (chilenismo): aburrido, tonto, leso.
Frangollo: trigo o maíz machacado.
Gallada: Actitud arrogante, engreída o “cocorita” de una persona.
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[Escriba aquí]

Gallo: Se dice de la persona que es de aspecto arrogante, guapo, corajudo.


También por aquel que manda en un lugar o en una época. Cuando estas cualidades
se referían a una mujer, el término era: “galla”.
Galuto/a (localismo): angurriento/a.
Gargantilla: animal (especialmente equino) con la garganta blanca.
Gruesa: gorda, en estado de preñez. Se les decía coloquialmente a las mujeres
embarazadas.
Guacharaje: conjunto de animales güachos, criados con intervención del hom-
bre. (Terneros, corderos, chivitos e incluso lechones)
Guacho, huacho: huérfano. Animales desmadrados. En el caso de las perso-
nas: sin padre.
Gualeta: membrana en la extremidad de los palmípedos.
Guanaqueras: boleadoras para bolear guanacos. Eran un término medio entre
las “potreras” y las “choiqueras”. Se las confeccionaba con bolas de piedra o de are-
na cohesionada con grasa o sangre y luego retobadas con cuero.
Guando: angarilla o camilla improvisada con dos varas, con la que se podía
transportar a un enfermo por trechos importantes. Era arrastrada por un caballo mon-
tado y muchas veces acompañada por alguien a pie que levantaba las varas en su
punto de apoyo para darle al paciente más confort y menos traqueteo.
Guata: (chilenismo) panza, estómago, abdomen.
Güeveteo: (localismo) cosa de menor valía. Superficialidad.
Güiña, huiña: (araucano) gato montés.
Güira: lonja flexible y filamentosa de corteza vegetal usada como soga.
Güitriada: vómito. Proviene de buitre. Cuando el buitre necesita vomitar se in-
troduce una de sus patas en la garganta.
Habiloso: (regionalismo) habilidoso.
Hacer tira: romper; destruir.
Hacerle saltar el ñachi: golpear a alguien provocándole hemorragia o sangra-
do especialmente en la nariz.
Hacerse el sarnoso pa’ que lo rasquen: Simular un inconveniente para obte-
ner un beneficio. (Adolfo Rodríguez)
Hacerse ñaco: romperse, molerse, hacerse añicos.
Harto: (castizo) mucho, bastante, satisfecho, saturado, lleno.
Hediondo como culo d’indio.
Heloso: (regionalismo) sitio, lugar o época de heladas.
Herejía: (regionalismo) Distante de lo que indica el diccionario, la palabra here-
jía en Pilo Lil era sinónimo de crueldad. Ser hereje era ser cruel, despiadado, inhu-
mano, sanguinario, sadista, cruento, violento.
Hombredad: (regionalismo) hombría.
Hostigarse: autocastigarse con algo; hartarse hasta la repugnancia.
Hoy día: (chilenismo) hoy, ahora.
Huachi: Trampa para cazar por estrangulamiento animales pequeños. Consis-
tía en una pequeña lazada ubicada en el paso obligado de algún cercado, su extre-
mo libre se amarraba generalmente al mismo cercado. Cuando el animal, de peque -

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[Escriba aquí]

ño porte, introducía su cabeza en la lazada, ésta lo estrangulaba por el propio tironeo


de la víctima. Las presas más comunes eran las liebres y los zorros.
Huechal: duende de presencia indefinida en arroyuelos y cañadones.
Huecú: (araucano) enfermedad que afecta a caballos y vacunos. Provocada por
cierto hongo en el pasto (especialmente en algunos coirones). Suele ser mortal. (Se
asemeja al “mal de la vaca loca” de Europa.)
Huelán: (araucano) Semi seco. Trozo de árbol o de madera que aún conserva
parte de su savia. La mayoría de la leña “huelán” calienta y dura más, aunque cuesta
encenderla.
Hueney, wenüy, hueñi, güeñi: (araucano): amigo.
Huentchru: (araucano) hombre. (pichi huentchru: niño)
Huesillos: Fruta desecada con carozo, especialmente los duraznos. Se los usa-
ba para compotas o como complemento del famoso “mote con huesillos”.
Huila, güila: hilacha; andrajo, harapo, jirón.
Huiliento: andrajoso, harapiento, hilachento.
Huillín, ngullín, bullín: (araucano), lobito de río, también coipo o nutria.
Huilque, huilqui: (araucano) (turdus) zorzal.
Huincha, güincha: (araucano) cinta, faja. Se le decía especialmente a la sierra
“sinfín” de los aserraderos y por aproximación a las otras sierras para cortar madera.
Cuando se produjo el “boom” de la industria maderera (1945/1960) era común que
con los restos de huinchas rotas se fabricaran artesanalmente cuchillos y herramien-
tas de desbaste.
Ichona o Hechona: hoz (quizá derive de herramienta para cortar icho o ichu)
Impasable como puente roto: persona desagradable.
Indeción: inyección.
Inrrústico: persona rústica; de poca cultura, analfabeto.
Ioco, también yoco: (localismo) despectivamente por caballo; caballejo. Tam-
bién matungo o maturrango.
Ivunche: (araucano) Especie de duende deformado y esclavizado por un “kal-
cu” (brujo) quien lo tenía a su servicio.
Juertura: cualidad derivada de fuerte. Intensidad. Se aplicaba a la potencia y
magnitud de hedores y aromas.
Juria: por furia. Se lo utilizaba como sinónimo de: velocidad, rapidez, entusias-
mo, ímpetu, fuerza, vigor, énfasis, potencia.
Justito como dedo en la nariz. (Antonio Figueroa)
Justito como pial de atrás.
Jutre, futre: (chilenismo) personaje acomodado, presumido, afectado, coqueto,
frívolo, vanidoso.
Koltro: (del araucano koltrau: renacuajo) niño, chico. Esta palabra era suma-
mente usada en el Pilo Lil de los años 50.
La “Provincia”: Por antonomasia se le decía a la Provincia de Buenos Aires.
Los peones de las estancias cordilleranas lo utilizaban muy a menudo para referirse
a los campos de los establecimientos bonaerenses.

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[Escriba aquí]

Lacha: (chilenismo) Versión femenina del “lacho”. Mujer vivaracha, disipada, pi-
zpireta, presumida, agraciada, desenvuelta, “liviana”, confianzuda, muy dada.
Lacho: (chilenismo) Varón bien parecido, galante, acicalado, Don Juan, muje-
riego, disipado, lanzado.
Lahuén: (araucano) remedio.
Lake o lakai: en mapuche, genéricamente: boleadoras. (Francisco Tripailaf)
Largo como miá’e curao.
Largo como putiada’e tartamudo.
Largo como suspiro’e culebra.
Lata: Era un “vale” que en la época de esquila equivalía a un animal esquilado.
El término derivaba de las primeras “latas” que se usaban en los grandes estableci-
mientos laneros del Sur, que incluso tenían impreso el nombre de la estancia. En Pilo
Lil, donde las majadas eran muy pequeñas, las “latas” se confeccionaban simple-
mente de cartón y con una firma o sello del dueño. Cada vez que un esquilador con -
cluía con un animal gritaba: “¡lata, latero!” y entonces el dueño de la majada o su re -
presentante le entregaba una “lata”.
Le late como pavo arrib’el alambre: siente miedo; está temeroso. Cuando un
pavo se posa sobre un alambrado adopta una actitud intranquila y vacilante debido a
la falta de equilibrio y seguridad. (Leonidas Prieto)
Le que’a (queda) grande como recao a la chancha: lo excede, lo supera, es
demasiado para sus merecimientos. (Leonidas Prieto)
Lesera: (castizo) tontera.
Leso: tonto, lelo.
Levantar la cola: ceder, hacer un favor, permitir o facilitar el acceso a algo.
“Hay que ver si los levanta la cola, tamién”: Hay que ver si accede; hay que ver si nos
hace el favor. (Ambrosio Jara)
Levantisco: rebelde, indócil, díscolo, revoltoso.
Ligero ‘e genio: arrebatado, impetuoso, precipitado.
Lindo te va’ir tamién: Expresión irónica para significar que fracasará o le irá
mal.
Liviano’ e sangre: simpático, agradable, con donaire, compatible, “entrador”.
Loica, lloica: (araucano) pájaro de pecho colorado (sturnella defilippii).
Lonco: (araucano) cabeza, cacique, jefe.
Los juntamos una “punta” de amigos: (“nos juntamos un grupo de amigos”)
Chanza de uso común en los asados; lo de “punta” refiere jocosamente a algún cu-
chillo demasiado puntudo.
Luna escondía: luna nueva.
Lunanca / o: equino con el anca blanca.
Macetiao: Macizo, musculoso, de físico imponente, hecho a los golpes.
Machi: (araucano) Generalmente de sexo femenino, pero no excluyente. Era
una especie de hechicera, médica, curandera, adivina, profetisa, poseedora de dotes
paranormales.

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[Escriba aquí]

Machitún: (araucano) ceremonia de curación hecha por una machi. Incluía co-
nocimientos de hierbas medicinales, ritos con invocaciones, exorcismos, formulas ca-
balísticas, algo de prestidigitación y cierta teatralización.
Macollao: robusto; fuerte; reforzado por el apoyo de sus familiares, amigos o
peones.
Madurao a fomentos: Improvisado. Poco experimentado. Inmaduro.
Maitén: (araucano) árbol globoso muy elegante de hoja perenne (maytenus
boaria). En épocas de grandes nevadas, su follaje se usaba como forraje para ovi-
nos, caprinos, bovinos y equinos.
Mal encachao: De aspecto torvo, desagradable, hosco, desconfiable.
Maldahoso: maldadoso, que hace maldades incluso travesuras excedidas.
Mallín: (araucano) zona muy húmeda, aguazal.
Mallo: (araucano) Greda o tierra blanca. Se la usaba como talco para blanquear
los tejidos a telar.
Malo como calambre en la güata. (Valentín Infante)
Malulo: (localismo coloquial) malo, malicioso.
Malura: (chilenismo) mal menor. Malestar (malura de cabeza: puede ser dolor
de cabeza o problemas sicológicos; malura de guata: dolor de barriga, malura de
tiempo: tiempo malo.)
Malurita: (chilenismo) pequeña malura; se aplica generalmente a los niños.
Manda: promesa, obligación, compromiso, voto, oferta, juramento.
Mandar pezuña: Huir. Escapar precipitadamente. Emprender carrera muy ve-
lozmente.
Maniar de día, pa’ robar de noche: Premeditar. (Fernando Prieto)
Manosiada como mat’e puestero.
Mañanero: caballo que siendo manso; todas las mañanas, con el “lomo frío”, es
mañero y corcoveador. Se aplica también a las personas de carácter irascible por la
mañana.
Maraco: maricón, homosexual, amanerado, “rarito”, gay.
Mari mari, peñi: (araucano) Te saludo, hermano.
Mari, mari, cüme le caimi hueney (araucano) Te saludo, como estás, amigo.
Mariguancia: (regionalismo) Tics. Gestos o muecas involuntarias.
Marucha: yegua madrina. También: corte de carne vacuna.
Marucho: Tentemozo. Palo que cuelga en el ángulo de los varales de un carro
y que tiene por finalidad que al desuncirse los bueyes, se mantenga, el carro, equili-
brado y al mismo nivel. También se le decía al joven ayudante del boyero o carrero.
Más boludo que toro boliviano. (Marciano Prieto)
Más tonto que parvada ‘e pavitos. (Máximo Jara)
Matuasto: Lagarto verde grisáceo y marrón, de tamaño mediano, de cola roma,
venenoso y agresivo. Al morder podía trabársele la mandíbula. En raras ocasiones
lograba matar a algún vacuno o yeguarizo.
Matra: manta artesanal de lana gruesa, tejida al telar.
Matrón: matra grande.

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[Escriba aquí]

Me falta de la cuenta y no veo volar pájaros: hechos que no se explican debi-


damente. Cuando al efectuar un control se detecta una falta injustificada. Equivaldría
al actual “no me cierra”. (Se origina en los maíces usados como “tantos” en el
“truco”). (Leonidas Prieto)
Me llegan a zumbar las bolas de poure: Soy sumamente pobre. (Miguel Gutiérrez)
Meca: eufemismo por mierda.
Memoria: inteligencia, capacidad de discernimiento, aplicación, creatividad, in-
telectualidad; cultura. También habilidad en minuciosidades (trabajos en soga o teji-
dos artesanales) (“mi guachito tiene harta memoria pa’ los números en la escuela”;
“el Froilán tiene guena memoria pa’cer sogas”).
Mento: (localismo) menso, tonto, abombado, leso; también borracho.
Menuco: Pantano, zona muy húmeda y cenagosa.
Merecer: (regionalismo) Encontrar. Dar con lo que se busca.
Merquén, merqueu: (araucano) condimento a base de ají, salmuera y cilantro
(algo parecido al chimichurri). La variedad más usada era el ají cacho de cabra (cap-
sicum annum) que luego de cosechado se lo trenzaba en ristras y se lo colgaba en el
rancho exponiéndolo al humo del fogón. Cuando estaba totalmente seco se lo molía
mezclándolo con semillas tostadas de cilantro y sal en un mortero de piedra. En Pilo
Lil lo preparaba mi tía Valentina quien lo había aprendido de mi abuela Griselda
Campos.
Metío como chiva güacha: intruso, entrometido, fisgón, indiscreto.
Metío como perro d’indio: ídem al anterior.
Miá ‘e perro: Hongo bastante común y tóxico presente entre el pasto y debajo
de pinos y cipreses exóticos en la zona propiamente cordillerana.
Miéchica: eufemismo por mierda.
Molestoso: incordioso, molesto, desagradable, empalagoso, inaguantable, irri-
tante, pesado, estorbo.
Molle: (quechua) arbusto espinoso (schinus latifolius).
Mollín: (araucano) borracho, curda, beodo, ebrio, bebido.
Mote: (quechua) trigo, maíz o cebada pelados y sancochados que se consumía
como postre o refrigerio con jugo de frutas o con orejones de duraznos (huesillos).
Muchacho Además de la versión común de hombre joven o adolescente, en
Pilo Lil se llamaba así al marucho o tentemozo. Palo que colgaba en el ángulo de los
varales de un carro y que tenía por finalidad que al desuncirse los bueyes, se mantu-
viese el carruaje equilibrado y al mismo nivel.
Muday: (araucano) chicha. Bebida fermentada derivada de maíz, trigo o piño-
nes verdes. Por similitud también de manzanas.
Mumuchro: (localismo) cabello muy ensortijado y enredado.
No caga en un faldeo pa’ no ver rodar el sorete: Dícese de quien es amarre-
te, cicatero, manicorto, tacaño. (Fernando Prieto)
No come piñones pa’ no tirar los cuescos. Muy amarrete, cicatero, agarrado,
tacaño, avaro, mezquino. (Rogelio Gutiérrez)
No da trote y quiere galopar: Es incapaz de hacer una tarea importante ya
que ni siquiera puede con una menor. (Leonidas Prieto)

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[Escriba aquí]

No durmió ni una pestañáa: No durmió nada. Estuvo insomne.


No es mal perro: No es mala persona.
No hay que contar esa moneda ajena: no esperar ayudas improbables. (Luisa
Ramírez, mi madre)
No hay sábado sin sol ni vieja sin amor: siempre hay posibilidades. (Juan Osés)
No le hace falta: siempre tiene; abunda en.
No que’a güeno ni pa’ pasteles: no sirve ni para picadillo, queda destruido.
No se me despinta: no me olvido de su aspecto.
Nochero: Caballo manso que se deja muy próximo al “puesto”, por cualquier
eventualidad.
Nómbrese a Dios y a la Virgen: Invocación de bendiciones al iniciar un viaje o
una tarea.
Nuco: buho, ave nocturna de rapiña. Muchos la consideraban agorera.
Ñoncho: (chilenismo) marchito, arrugado, viejo. Se aplicaba generalmente a la
fruta (manzana, membrillo) y a algunas verduras (zanahoria, tomate, berenjena, re-
molacha, etc.) Se aplicaba también al aspecto de algunos ancianos.
Ojos grandotes como el dos de oro.
Once: merienda reforzada. (Tomar “la once”, merendar.) Hay dos o tres versio-
nes del origen de la palabra: 1) se dice que en época de la explotación del salitre en
el norte de Chile y estando prohibida la ingesta de alcohol, los obreros aprovecha-
ban el horario de esta colación (siempre de tarde) para tomar su cuota de aguardien-
te. Para evitar pronunciar su nombre la llamaban “la once” por tener la palabra aguar-
diente once letras. 2) En Perú era costumbre ingerir al fin de la tarde una comida lige-
ra a la que denominaban lunche derivado del anglicismo lunch. Podría ser que lun-
che haya derivado en l’onche, luego l’once y finalmente la once.
Ordinario como oveja negra. (Audón Rodríguez)
Orrar: ahorrar, economizar, atesorar, precaver.
Pa’ bonito: por estética; como adorno; para mejor aspecto.
¡Pago…sto! son las carreras. Se usaba para cerrar una apuesta o desafío con
el tradicional ¡pago! (Diógenes Torres)
Paisano/a: se les decía a los indígenas o descendientes de ellos. También se
usaba la apócope “paisa”.
Paletiao: Confiable, leal, noble, recto, honrado. Era más común con su prefijo
aumentativo: “repaletiao”.
Palo Grueso: personaje importante, adinerado, pudiente, persona distinguida.
Pampal: pampa amplia, espacio plano y libre de obstáculos. Lo usaban algunos
indígenas, más que los blancos.
Pancora: cangrejo de agua dulce. Muy común en el río Aluminé y sus afluentes.
Había quienes lo comían.
Pancutra, pantruca: (chilenismo) es tal vez la más elemental y humilde de las
comidas. Consiste en una masa a base de harina de trigo, sal y agua hervida, se la
estira y se la corta en trozos simplemente con los dedos, se los echa a hervir en
agua con sal. Como si se tratara de fideos; se los cuela y sirve con una salsa a base
de “lo que haiga” (cebolla, ajo, carne, cochayuyo, digüeñes, schangles, gargal, etc.)

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[Escriba aquí]

Pares: Denominación regional de “placenta”; también “sanguinolenta”; se le de-


cía pares del día al momento previo a la salida del sol; especialmente cuando había
nubes y éstas adquirían un marcado aspecto rojizo o sanguinolento.
Pasar pa’l cuadro ‘e los mochos: morirse.
Pasteles: empanadas comunes, generalmente fritas.
Pataca: (araucano) cien.
Pecán pipi nguelay mi: (araucano) No me embrome o no me macanee. (F.Tripai-
laf, I. Huenufil, J. Linares, D. Queupán, A. Carrilef y otros.)
Pedigüeño como gato con hambre. (Rogelio Gutiérrez)
Pedir las cuentas: Solicitar la baja de un trabajo, renunciar a un empleo.
Pedro Urdemales, Pedro Ordemales, Pedro Ordemal: Personaje imaginario
protagonista de una serie de cuentos tradicionales y anónimos, muy repetidos en las
noches patagónicas.
Pega: (chilenismo) trabajo, ocupación, empleo. (Antiguamente en Santiago de
Chile el trabajo más abundante y menos deseado por lo esforzado era pegar y calzar
adoquines en las calles. A la tarea de adherirlos se le llamaba “pega”.)
Pelera: (regionalismo) En otros lugares se la llama: pelero o sudadera. Es la pri-
mera prenda del recado o montura que se coloca directamente sobre el lomo del ca-
ballo. Se trata de una pequeña matra de lana de oveja de trama muy gruesa.
Pelo vivo: (calcalcu) es una especie de anélido, una lombriz acuática similar a
una crin de caballo o a un pelo de mujer. (Gordius Chilensis). (Ver PELO VIVO en Leyendas,
Creencias y Supersticiones - Pag.69)
Peludo que sale tarde, no güelve más a la cueva: Tener sentido de la Opor-
tunidad. Las reacciones tardías son peligrosas. Hacer todo a su debido tiempo. (Fer-
nando Prieto)
Percán: (araucano) moho, hongo, cardenillo, verdete.
Percherona: yegua perteneciente a una raza equina corpulenta que se utilizaba
para el tiro (arrastre) especialmente de algún carruaje de carga. (En Pilo Lil los pocos
percherones existentes se utilizaban para tirar del arado, ya que en general se usa-
ban bueyes.) El término “percherona” se usaba socarronamente para referirse a algu-
na mujer de físico exuberante y fornido.
Perla: calificativo irónico de alguien, semejante al “alhaja” o al “joya” porteño.
Pesao’e sangre: Antipático, desagradable, repulsivo, molesto, fastidioso.
Pesao como guiso’e pedregullo: Idem al anterior. (Rudecindo Casanova)
Petiso y engrasao como banquito’e cocina. (Luis Ramírez, mi abuelo)
Peuco: (araucano) especie de gavilán o cernícalo. (buteo unicinctus)
Peure: pebre o pebrada. (Término medio entre salsa y ensalada que mezcla
distintas verduras y condimentos, todos picantes).
Pichi: (araucano) Pequeño, chico. También al armadillo pequeño, similar al pe -
ludo.
Pideñ: (araucano) gallareta.
Piegra casposa: roca formada por pedruscos amalgamados entre sí con lava
volcánica. Alcanzaban importantes tamaños y abundaban en la zona de Pilo Lil.

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[Escriba aquí]

Pihuichén, piuchén: (araucano) murciélago. También ser críptido de la mitolo-


gía araucano-mapuche consistente en una mezcla de culebra y murciélago que se
alimentaba con la sangre de sus víctimas. (Ver en “Leyendas, Creencias y Supersticiones”- Pag.74)
Pilme: (cantharis pilmus) especie de insecto coleóptero negro que ataca princi-
palmente a las hojas de las plantas de papas.
Pinal: por pinar, bosque de pinos.
Pino pa’ pasteles: (chilenismo) relleno o picadillo para empanadas.
Piñén: (chilenismo) mugre muy adherida a la piel, especialmente en tobillos y
talones.
Pisiútico: exagerado en sus modales, afectado, remilgado, fingidamente delica-
do, amanerado, rebuscado.
Pitrén: (araucano), fumar, por extensión también tabaco.
Piuquén, pidquén, pidqueñ: (araucano) avutarda colorada (anser melanopte-
rus).
Plantar: dar, colocar, pegar (le plantó un rebencazo, le plantó un beso, el gallo
le plantó un picotón…)
Polco: (araucano) mosquito.
Pololo, polola: (chilenismo) Noviecito o noviecita (flirt). (Deriva del mapuche
“pëlu” o “pëlulu”: mosca o revolotear como mosca. Rondar, galantear, cortejar).
Poncho de Castilla: fue sin duda la más codiciada de las prendas cordillera-
nas. Estos ponchos eran de origen chileno; su marca consular fue “Víctor” y los había
de 4 y 6 telas. Eran invariablemente negros y absolutamente impermeables por el
tipo de tejido y fibra que poseían. (Tipo Loden) En su boca tenían un gran cuello pro-
tector y un sistema de cierre y abotonadura que los convertían en casi herméticos.
Poncho de cuero engrasado: fueron muy distinguidos pero poco comunes. Se
trataba de productos de curtiembre y talabartería confeccionados en una sola pieza,
forrados con tela y generalmente de color marrón.
Poncho fino Campomar: éstos eran livianos confeccionados con fibra de lana
y algodón color marrón claro; la marca por excelencia fue “Campomar” y se los usa-
ba como detalle de distinción debajo del “de castilla” y como complemento de éste.
Ponchos artesanales de telar: los hubo de lana de guanaco; de lana de oveja
laboreados, lisos y pampas, éstos últimos tejidos con una técnica exclusiva de Arau-
co (Chile) llamada “ikat”.
Poner los ojos como trago’e leche: Dar vuelta los ojos, dejarlos en blanco,
perder la conciencia.
Ponerle harto pino: ponerle mucho “relleno” o sea ponerle mucho empeño y
esfuerzo a la tarea que se realiza. Realizar algo con convicción, entusiasmo y fe.
Poñi: papita silvestre. También Llocón o Yocón. En otras latitudes: Macachín.
Poquedá: (poquedad) poco, exiguo, menguado, escaso, mezquino.
Por nojar o por nuejar: (de “por no dejar”) hacer algo inútilmente, sin ninguna
posibilidad de éxito.
Porfiao como bigot’e gato. Rebelde, testarudo, rígido, empecinado, terco, rea-
cio. (Luciano Moscoso)
Porfiao como burro tuerto. Id. anterior. (Dionisio Prieto)

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[Escriba aquí]

Porfiao como pelo’e culo. Id. anterior. (Ambrosio Jara)


Porra: cerdas enredadas formando un bollo. También suplía a “puta”. (Hijué po-
rra; lo eché a la gran porra; la porra que lo partió…)
Potreras: boleadoras especiales para bolear potros. No eran indígenas sino
gauchas. Para hacerlas nunca se usaban las piedras redondas indígenas (“quiñe
rume”), que habitualmente se hallaban en el campo, porque se las consideraba “que-
bradoras”. Por esto último al confeccionarse las “potreras” se utilizaban materiales
menos agresivos como: arena, trapo, plumas y corcho, todo amalgamado con sangre
y envuelto con un retobo. El retobo era una pequeña bolsa de cuero crudo, obtenida
del escroto de la capadura de novillos y toros. Constaba de tres bolas, una ovalada
llamada “manija” y otras dos similares, pero de peso distinto (para que al revolearlas
se separasen). Enrolladas se llevaban como grupa, atadas a la encimera y debajo
del cojinillo. Con afecto el gauchaje les llamaba: “las Tres Marías”.
Pulcu: (araucano) bebida alcohólica, por extensión al vino; también se le decía
a la chicha y al muday.
Pulento: buena persona.
Que le hace el agua al pescao, si en agua se ha criao: Estar habituado a de-
terminados inconvenientes. Experimentado en contratiempos. (Leonidas Prieto)
Quedó muda: quedar quieto después de un movimiento impulsivo; se dice de la
taba, cuando al caer queda clavada o cuando alguien queda extenuado o inánime
luego de un gran esfuerzo.
Quetro, quetru: (araucano) pato mudo (micropterus cinereus). Se utiliza para
referirse a quien es parco al hablar.
Quillén: Nombre de un lago, un río y un paraje; su significado (usado única-
mente por algunos indígenas) es frutilla (Fragaria chiloensis) La conocida herbácea
de tallos rastreros.
Quiñe rume: Bola de piedra pulida y a veces acanalada que solía encontrarse
tirada en el campo Eran de muy antigua factura indígena. Se trataba de un arma pri-
mitiva de revoleo pero no arrojadiza.
Consistía en una bola simple de piedra generalmente acanalada que atada con
un tiento se utilizaba para golpear a modo de maza. Se la mantenía amarrada a la
muñeca. Con la llegada de la colonización española comenzó a suplirse el tiento por
un alambre para evitar que en los encontronazos se cortase la soga con algún cuchi-
llo o elemento cortante.
Raja: Astilla de gran tamaño, astillón longitudinal sacado a un tronco.
Rajatabla: calificativo social equivalente a pilluelo, bribón, tunante.
Rara: especie de lloica (pecho colorado), tiene el plumaje de color menos inten-
so que aquella.
Raza: familia, personas del mismo apellido.
Rechunche: exceso de adornos en la ropa o de condimentos en la comida.
Redepente: De repente, imprevistamente.
Redondo como güevo’e nuco. (Avelino Infante)
Redumbe: Derrumbe, desmoronamiento.
Repaletiao: Persona condescendiente, útil, simpático o servicial.

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[Escriba aquí]

Rere: (araucano) pájaro carpintero (picus maguellanicus).


Resabiarse: acobardarse, disgustarse reiteradamente, enfadarse, saturarse a
disgusto.
Resuello; respiración, aliento, desahogo.
Retobao: indómito, mañero, porfiado, terco, rebelde, irascible.
Retobo: era una pequeña bolsa de cuero crudo con la que se envolvían las bo-
las de la boleadora; se obtenía del escroto de la capadura de novillos y toros.
Rico: el patrón, el jefe, el poderoso. (Se lo solía decir con cierto resentimiento)
Rigal plata: Tesoro supuestamente enterrado por los indios. Se lo suponía
como un conjunto de prendas y objetos muy valiosos de plata y oro.
Rodilleras: Perneras usadas para resguardar las piernas en trabajos a caballo
en el campo. Cumplían la doble función de guardamonte y de abrigo. Se las confec-
cionaba a cada una con el cuero de un chivo (preferentemente angora) curtido, saca -
do entero (en bolsa) sin costuras. En su parte superior tenían un pasacintos que per-
mitía sujetarlas con el cinturón. Según el clima y el gusto del usuario se utilizaban in -
distintamente con el pelo para afuera o para adentro. Juntamente con el sombrero, el
pocho de castilla, el mitón y los “calamorros” protegían al hombre de campo de las in-
clemencias climáticas del invierno.
Rompecabezas: (rompecráneos) Bola de piedra con protuberancias pronuncia-
das. Solían hallarse tiradas en el campo y correspondían a la vieja cultura indígena.
Se trataba de una especie de “bola perdida” que se manejaba con una soga atada a
la mano y su efecto era el de un mazazo. También se las hacía de “coto” o “nudo de
ñire”. (Francisco Tripailaf)
Roquín: (araucano) sobra que se guardaba de una comida. Servía para el viaje.
Roto: (chilenismo) Hombre sumamente pobre, andrajoso, paupérrimo, general-
mente de conducta alcohólica; especie de changarín campesino.
Ruca: (araucano) casa, rancho, refugio.
Rucias o Rucios: de color pardo claro o gris. También ciertas personas de ca-
bello castaño.
Rulengo: averiado, enfermo, convaleciente.
Sabino: equino o vacuno de color blanco con pequeñas pintas alazanas. (Tordi-
llo medio sabino; güey sabino, etc.)
Sacar la mugre: sacudir, apalear, pelear. (Ismael Prieto)
Sacar trago: hacer mérito para merecer el reconocimiento o el aplauso.
Se cagó como peludo en la bolsa: Se asustó mucho, tuvo miedo. (Dionisio Prieto)
Se le paró el burro a miar: No depende de su voluntad sino de caprichos aje-
nos. Fue interrumpido. Tuvo inconvenientes serios. (Don Segundo Prieto)
Salir de cuidao: equivalía a convalecencia; a superar una enfermedad o dolen-
cia. Estar de “Alta”. Especialmente en las mujeres se refería al período de postparto.
Se te escapan las cachañas: solía decírsele a los niños cuando por el frío se
le escapaban los mocos.
Se te jué la laucha: perdiste la oportunidad.
Seco como asao de chivo. Sin dinero.
Serio como retrato’e toro.

114
[Escriba aquí]

Siete mudanzas tiene la noche: En un lapso corto de tiempo pueden ocurrir


muchas cosas.
Sillero: caballo de silla, manso, de confianza.
Sólido o sólito: solitario, deshabitado, desolado, desértico geográficamente ha-
blando. (Un lugar muy sólido).
Solo como guanaco macho. Alerta, observador, atento, vigilante. (Adrián Contre-
ras)
Solberse los mocos: (sorberse) aspirarse el moco.
Sotera: lonja de cuero del rebenque. Es transformación por aféresis de “azote-
ra”, de azotar, que da azotes.
Soy de ande llueve y no gotea: Soy de muy lejos, de un lugar improbable. (Al-
fredo Rivera)
Sudao como culo‘e gorda. (Carlos González – C & A)
Tabaquera: pequeña bolsa o petaca para guardar y transportar tabaco. Consta-
ba de un compartimento para el tabaco ya picado y otro menor para guardar el librillo
de papel de fumar. Si bien su capacidad no era mucha, poseía una prolongación (cin-
ta) que la envolvía por completo para impedir pérdidas del contenido. Se las confec-
cionaba preferentemente de “cogot’e choique”, “cuero’e salmón” o de cabrito nonato
prolijamente curtidos y a veces laboreados. También se las confeccionaba en tela de
vivos colores o esmeradamente bordadas con flores e iniciales del dueño. La taba-
quera era un detalle de distinción en el paisano que al “armar un cigarro” exhibía táci-
tamente el afecto y la dedicacón de “su china”, novia o mujer. Era común colocar
dentro un trozo de manzana o de papa para evitar que el tabaco de resecase y mo -
liese.
Tamango: Especie de usuta u ojota, consistía en un envoltorio de trapos, arpi-
llera y exteriormente de cuero atado con tientos. Constituía el calzado por antonoma-
sia de los más pobres, especialmente en invierno (cuando las alpargatas resultaban
inviables).
Tener el diente largo: tener mucho apetito. (Don Luis Ramírez, mi abuelo)
Tener la cabeza entreverada: Loco. Ido. Revirado. Demente. Perturbado. Ex-
traño. (Néstor Martínez)
Tener las patas como güey maderero: tener las piernas arruinadas por gol-
pes, cicatrices o várices. (Doña Rosa Rodríguez)
Teniendo boca, cualquier cosa es poncho: Adaptar para propio beneficio
cualquier circunstancia o situación. Todo resulta útil. (Juan Prado)
Tercio: Una de las partes en que se dividía la carga sobre un animal carguero.
Tercio izquierdo, tercio derecho y tercio de arriba o superior. Generalmente la carga
se acomodaba en tercios de similar peso y cada tercio en una chigua. Como antigua
medida de peso española equivalía a 73,64 kilos.
Tesar los bueyes: Hacer que una yunta de bueyes uncidos retrocedan. Para
ello el boyero les gritaba “¡tesa, tesa!” y/o les golpeaba suavemente en la nariz o en
la frente con la parte gruesa de la caña (picana).
Tirar a la Chuña: arrojar algo al aire para que se reparta desordenadamente.
Dilapidar algo. Despilfarrar, malgastar, desperdiciar. (Tirar a la “chuña” el honor, la
trayectoria, el capital, etc.)
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Tirar un chancho: eructar (“provecho”).


Tovía soy potro: todavía soy joven.
Torear: ladrar los perros. Figuradamente: provocar con ofensas. Insultar.
Torido: ladrido.
Trahuil: (araucano juntos, unidos. Se le decía a las boleadoras compuestas por
dos o tres bolas unidas ente sí.
Traspirao como corpiño’e gorda. (Víctor Prieto – “Tintín”)
Trapí: (araucano) ají.
Tratar como a güey goloso: maltratar, echar, alejar, apartar, expulsar, recha-
zar, desechar de mal modo. (Don Tomás Moscoso)
Trauco: (araucano) duende similar a un hombre enano que usaba un sombrero
cónico tejido con paja; habitaba en los ñirantales de la cordillera y cuando los “vera -
nadores” subían anualmente a las “veranadas” los espiaba especialmente si tenían
hijas menores a quienes seducía, enamoraba y violaba. (Ver Trauco en Leyendas, Ceencias y Su-
persticiones.)
Trehua: (araucano) perro.
Trelque leufvú: Cuero del río. Fue una creencia muy divulgada relativa a la
existencia de un monstruo con uñas en sus laterales. Era muy similar a un cuero y
capturaba a sus presas cuando éstas se posaban sobre él; las envolvía y rodaba ha-
cia las profundidades del agua. (Ver Trelque en Leyendas, Creencias y Supersticiones.)
Trelque o trilque lafquén: Cuero del lago. Similar al anterior pero con su hábi-
tat en el lago. (Ver Trelque en Leyendas, Creencias y Supersticiones.)
Trelque, trilque (araucano): cuero. Trelque huaca (cuero de vaca); trelque ufisa
(cuero de oveja); trelque capurra (cuero de chiva), etc.
Trolitas de grasa: tortas de grasa derretida en moldes.
Trutros: nalgas; cuartos traseros.
Tuto: (es infantil) sueño, dormir.
Verijero: Se le llamaba cuchillo verijero al puñal de reducido tamaño que se lle-
vaba entre la faja en la parte del bajo vientre (verija). Este puñal se consideraba com-
plemento del “facón” que habitualmente iba a la espalda.
Verija: Bajo vientre, pelvis, entrepierna, ijares.
Veri: Mugre sebácea y transpiración que se acumula y preserva en la lana y pe-
los de la verija y el abdomen en ovinos y caprinos.
Vinagrera: Acidez o pirosis estomacal.
Volido: (vulgarismo) vuelo. (El volido del pájaro)
Ya no se le queman los asaos: dícese socarronamente de quien suma obesi-
dad a la madurez de su edad. (Fernando Prieto)
Yatén: acción de recolectar piñones. (Esta palabra era usada solo por algunos
indios. P.Ej.: Francisco Tripailaf, Ignacio Huenufil, Horacio Antimán y otros). El co-
mún de la gente decía: “piñonear” o “ir a los pinos”.
Yel: hiel, bilis.
Yihuiñ: (araucano) grasa, gordura.
Yo no como picana de choique que otro bolea: No me beneficio con logros
ajenos. No usufructo la fama de otro. (Segundo Ramírez, mi tío materno)
Zalagarda: alboroto, bochinche, lío, pendencia, pelea.
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Zambo: morocho con aspecto de negro e indio.

LA SABIDURÍA DE LA EXPERIENCIA
Alambrados: Mi padre todos los años luego de bajar la hacienda de la vera-
nada hacía aflojar los alambrados, especialmente los ubicados en las laderas, para
evitar que la nieve al acumularse formase sobre él un bardón y lo rompiera.

Armas (cuchillo y revólver): Nunca se les debían grabar las iniciales como
precaución ya que se las podían robar y cometer con ellas algún delito. (Mi abuelo Luís Ra-
mírez)

Mordiente Indígena: Antes de que se conociera el alumbre, las tejedoras


mapuches usaban su propia orina para fijar en la lana los colores con los que se te -
ñía (raíz de radal, de michay, frutos del molle, etc.). Las herederas en el arte de tejer
llamaban a esta técnica “agua‘e la persona”.

Peuco (gavilán): La primera vez que visité “La Huincha” (ese villorrio made-
rero entre Hua-Hum y Pirehueico), me llamó la atención que la mayoría de las casas
tenían una caña colihue clavada en su patio y sobre la caña invertida una botella de
vidrio incoloro; cuando pregunté me dijeron que era “contra el peuco” ya que el brillo
de la botella asustaba al gavilán, verdadero depredador de pollos y gallinas sueltas.

Sauces: no se deben plantar sauces en las vertientes porque las secan. (tal
vez se deba a que las raicillas forman una gruesa champa que termina aislando la
napa de agua de la superficie).

Yeguas: Antes de echarle el padrillo a una yegua, debía dejársela de ensillar


por un tiempo para que pudiese quedar preñada.

Sahumerio insectífugo: Quemar (haciendo humo) bosta seca de caballo o


de vaca. También hacer humo con ramas verdes de “matanegra”.

Reparación de mates: Cuando un mate calabaza se partía mi abuelo lo re-


paraba forrándolo con el cuajo de un lanar o de un cabrío; si la rajadura era menor lo
cosía con el raquis de una pluma de ñandú.

Mitón de guanaco: Para protegerse del frío en la mano izquierda (la mano
de las riendas) mi abuelo confeccionaba un mitón con el cuero curtido e invertido del
cogote de un guanaco. Esta prenda pasaba a ser complemnteo del poncho, las rodi -
lleras, botas y sombrero del campesino patagónico. También se lo confeccionaba
con piel de zorro, de chinchillón, de cabrito o corderito, sacados “hechos bolsa”.

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Tabaqueras: las había de cuero de “cogote de ñandú”, de cuero de cabrito


nonato, de cuero de salomón y de tela bordada.

Caballos mañeros: A los caballos “disparadores”, mi abuelo Luis les ataba


una piedra en el mechón del morro para que les golpeara la frente cuando huían y no
se dejaban agarrar.
Cuando era necesario arriar yeguarizos ariscos o redomones se les doblaba
una oreja y luego se la ataba; de esta manera el animal se atontaba, perdiendo luci-
dez y se hacía más gregario.

Cabalgadura de relevo. Contaba mi padre que aproximadamente hasta


1935, en viajes largos se estilaba llevar caballo “a la par” o de tiro es decir atado con
un cabestro; para ello se debía enseñar a las cabalgaduras a galopar al ritmo del ca -
ballo que llevaba jinete. Este hábito permitía mantener fresco el caballo de relevo y
no interrumpir la marcha.

Castración: Nunca debía castrarse en época de luna creciente. Se decía


que había riesgo de desangrado.

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