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TLP

Esquemas maladaptados característicos de las personas con TLP

- ABANDONO / PERDIDA: “Estaré solo, nadie estará ahí para mi”

- SENTIMIENTO DE NO SER QUERIDO: “Nadie me querría si me conociera de


verdad”

- DEPENDENCIA: “No puedo valerme por mi mismo, necesito a alguien en quien


apoyarme”

- FALTA DE INDIVIDUALIZACIÓN: “Si no hago lo que quieren los demás, me


abandonarán o atacarán”

- DESCONFIANZA: “Las personas me harán daño, atacarán o se aprovecharán de


mi. Me debo proteger”

- AUTODISCIPLINA INADECUADA: “No me puedo controlar”

- TEMOR A PERDER EL CONTROL EMOCIONAL: “Debo controlar mis


emociones o algo terrible ocurrirá”

- PERDIDA / CASTIGO: “Soy una mala persona. Merezco ser castigado”.

- DEPRIVACIÓN EMOCIONAL: “Nadie está ahí para responder a mis necesidades,


para cuidar de mi”

Abordaje del Trastorno Límite de Personalidad. Dolores Mosquera

Hay muchos aspectos a tener en cuenta en el diagnóstico y el tratamiento del Trastorno


Límite de la Personalidad y aunque de esto hablaremos en la parte del curso referente al
diagnóstico y abordaje terapéutico (módulo II), en este apartado expongo ciertos
aspectos que se pueden observar en muchas personas con TLP con el fin de comprender
muchos comportamientos y contradicciones que se pueden dar durante las entrevistas.

1.- INESTABILIDAD EN EL SENTIDO DE SÍ MISMO

Estas personas suelen tener una auto-imagen variable que generalmente se basa en cómo
son percibidos por los demás (ante una crítica se pueden sentir “malos”, “ineptos”, “no
válidos” y ante un piropo se pueden sentir “una buena persona”, “alguien estupendo”,
etc.). Esta variabilidad en la auto-imagen o forma de percibirse, conlleva cambios de
humor y pensamientos contradictorios acerca de uno mismo y de los demás. De esta
forma, en el curso de una entrevista y en función del tema que estemos tratando (o de la
persona con la que tenga relación ese tema) el paciente se puede mostrar bien, muy
alegre o contento o bien muy disgustado, decepcionado o asqueado consigo mismo y/o
el terapeuta u otras personas. Esto está muy relacionado con el pensamiento dicotómico
o pensamiento del "todo o nada" que presentan los pacientes con este diagnóstico.

Además de lo anterior, estás personas suelen tener una inseguridad tremenda y una gran
dificultad para percibir en ellos cualidades positivas y en ocasiones, ante comentarios
agradables acerca de ellos o de algo que han hecho bien, sienten que están siendo
halagados pero que en el fondo no es cierto, “lo dices para que me sienta mejor pero en
el fondo sabes que soy mediocre y que no valgo para nada”.

2.- RELACIONES INTERPERSONALES INESTABLES:

La formación de relaciones “intensas e inestables” es uno de los criterios básicos para el


diagnóstico del TLP. Al mismo tiempo, es uno de los aspectos más vulnerables de estas
personas. Una persona con TLP puede necesitar a los demás de forma desesperada y a la
vez sentir la necesidad de evitar este contacto íntimo para evitar un mayor daño
emocional.

Algunas personas llevan este tipo de conflicto a sus relaciones, confundiendo a los
demás y, finalmente, apartándolas de sus vidas. Algunas de las personas con TLP tienen
una necesidad desmedida de apoyo, compañía y cariño y esperan que los demás sepan
lo que necesitan en todo momento (incluso sin decirlo).

Por lo general, suelen ser muy perceptivos y captar las necesidades y puntos débiles de
los demás. Sin embargo, en ocasiones tienen dificultad para observar estas necesidades,
en especial, cuando se trata de sus seres más cercanos. Esto hace que, para sentir apoyo
o protegerse emocionalmente auto-convenciéndose de que no lo necesitan, utilicen
métodos indirectos como (idealizar a una persona o devaluarla respectivamente, por
ejemplo) o por el contrario muy directos y llamativos (amenazas de suicidio, cortes,
etc.). Esto crea gran confusión en los familiares y allegados que suelen percibir estas
conductas como manipuladoras.

En los casos en los que las conductas son indirectas, es probable que se deba a que la
persona con TLP no admite de forma consciente su necesidad por los demás e
irónicamente, incluso los aparta en los momentos que más los necesita. Este tira y afloja
suele terminar en relaciones de muy corta duración con comienzos y finales intensos.

La persona con TLP no es consciente de que en realidad, esta forma de conseguir


atención genera un malestar importante en los demás, que se suelen sentir chantajeados
y presionados y que finalmente, estos comportamientos son lo que les hace alejarse de
ellos confirmando una vez más que “no le importa a los demás porque no es una
persona que valga la pena”
3.- PROBLEMAS PARA “FUNCIONAR” O SACAR PROVECHO DE SUS
HABILIDADES:

Muchas personas con TLP son altamente funcionales y poseen múltiples habilidades
que no son capaces de utilizar con éxito. Es decir, tienen capacidad para lograr lo que se
proponen pero su inestabilidad e inseguridad no les permite aprovechar su potencial y
acaban practicando “el autosabotaje”. En gran parte esto se debe a su dificultad para
autoobservarse y poder ver estas cualidades en ellos mismos.

4.- ALTERNAR ENTRE SUSPICACIA Y EXTREMA INGENUIDAD

Las personas con este trastorno suelen actuar de formas muy diferentes. Es muy
conocida su tendencia a oscilar entre los extremos. Lo mismo ocurre con la confianza;
en momentos de estrés pueden desconfiar hasta límites inimaginables, llegando a rozar
la paranoia y en momentos en los que se encuentran bien, pueden ser extremadamente
ingenuos y confiar por completo en la primera persona que se cruza en su camino. No es
raro que un paciente se lleve a un desconocido a su casa o a alguien que le dice estar
pasando un mal momento y no tener adónde ir o que le facilite su dirección y llaves de
casa para que se vayan a descansar un rato.

Esto en parte, tiene relación con su necesidad de mantener relaciones íntimas o tener
amigos en los que confiar y a los que poder contar sus problemas, o simplemente dar la
oportunidad que ellos no han tenido en algún momento de su vida en el que se han
sentido abandonados.

Es muy frecuente que estas personas acudan a consulta después de un nuevo desengaño
o una estafa sintiéndose fatal por ser tan "idiotas" y “pensar que los demás pueden ser
como yo".

<< Siempre hago lo mismo. Siempre pienso que los demás son como yo. Me desvivo
por los demás, soy capaz de hacer cualquier cosa. He llegado a hacer cosas
desagradables para complacer a los demás. Cuando conozco a una persona que parece
estar sufriendo no puedo evitar intentar acabar con su sufrimiento. Me he llevado a
vagabundos para casa a personas que decían no tener papeles y la mayoría de las veces
el resultado ha sido pésimo, me han robado, maltratado e insultado. Lo más grave de
todo es que sé que lo volveré a hacer. Si encuentro a alguien que sufre y no le ayudo y
después resulta ser verdad y nadie le ayuda.....
Lo que más daño me hace es que se aprovechen de mi confianza y buena intención...
cuando conocen mis puntos débiles siempre los acaban utilizando para hacerme daño.
>>

5.- RECURRIR AL PENSAMIENTO MÁGICO

Muchas personas con TLP recurren a este tipo de pensamientos con frecuencia. Es
como un sentimiento de "solo tengo que tener eso" para que todo vaya bien. Es decir,
pensar que una persona, lugar, cosa, conducta o idea puede hacer que los problemas
desaparezcan de forma instantánea o hacer que la persona se sienta feliz y/o segura. Los
pensamientos mágicos más frecuentes suelen tener relación con que "otros arreglen su
malestar". Por ejemplo, la persona con TLP puede pensar que lo único que necesita es a
alguien que le acompañe o a alguien a quien dar todo ese cariño que tiene para dar, que
sólo tiene que encontrar a la amiga de su vida o al compañero ideal. La persona
"mágica" puede ser una persona conocida, alguien con quien conecta en un día de buen
rollo, una persona que se encuentra por la calle desvalida y sin lugar adónde ir o alguien
que le echa una mano en medio de algún follón nocturno.

Cualquier persona, cosa o situación adquiere un supuesto "poder" que es capaz de


controlar su malestar. Ejemplos: “Si mi ex-pareja vuelve conmigo me pondré bien",
"sólo necesito una persona que me quiera y me cure con su cariño", "si me compro otro
vestido me encontraré mejor", "si me corto una vez más, será la última y dejaré de
hacerlo".

Caso: si tuviese una mascota todo iría mejor

Paciente con TLP y fobia a los animales. En una sesión de grupo otros participantes
hablan de sus respectivas mascotas y el cariño que les dan. A los pocos días empieza a
pensar que si tuviese un perrito a quien dar su cariño y cuidar todo iría bien. Afirma que
así saldría a pasear, que no lo hace porque tiene que hacerlo sola. La familia no está de
acuerdo pero ella se empeña en que sin la mascota no podrá mejorar. Finalmente
aceptan. Le regalan un perrito y los primeros días está entusiasmada, su atención gira en
torno a la mascota y a sus necesidades (darle comida, cariño, paseos y demás). Semanas
más tarde le empieza a tener miedo, se siente culpable porque dice que le ha contagiado
su depresión. Afirma que por su culpa no come ni duerme y que si no tuviese el perrito
se encontraría mejor. Devuelve la mascota a su dueño y semanas más tarde la empieza a
echar de menos. Dice que ha sido un error y que si tuviese al perrito se encontraría
mejor.

En este caso el pensamiento mágico es claro: necesito un perrito para poder pasear y
sentirme mejor. Al mismo tiempo, la mascota le servía como un desvío de atención de
su verdadero problema (el TLP). Ahora su único problema es no tener perro y
posteriormente el único problema es tener el perro. La solución es igual de mágica:
tenerlo o no tenerlo. A esto me refiero cuando digo que es algo así como "solo tengo
que tener esto para que todo vaya bien".

6.- OTRAS CARACTERÍSTICAS

Además de lo anterior podemos hablar de un afecto variable, una "estable


inestabilidad", conductas impulsivas, conductas autodestructivas y trastornos cognitivos
o de percepción en determinados momentos de alta emotividad. Esto les puede llevar a
sentir o pensar en formas parecidas a las siguientes:

1. Sentimientos de no ser querido o defectuoso: “Nadie me querría si me


conociera de verdad”; “Nadie podría querer a alguien como yo”, "Si me conocen
de verdad se darán cuenta de lo terrible que soy".
2. Sensación de inutilidad o de "no ser apto para": "No sé hacer nada bien",
"Soy un completo desastre".
3. Sensación de dependencia: “No puedo valerme por mi mismo, necesito a
alguien en quien apoyarme”; “Si no me acompañas, seguro que me sale mal”.
4. Sensación de ser ignorado, abandonado u olvidado: “Estaré solo, nadie estará
ahí para mí”; “Si dejo de hacerme cortes, tengo miedo de que se olviden de mi”,
"quién podría acordarse de llamar a alguien como yo".
5. Sensación de pérdida de control: “No me puedo controlar”; “Me dejé llevar, es
algo que escapa a mi control”, "si me equivoco la habré fastidiado por
completo".
6. Falta de confianza en uno mismo y/o en sus propias decisiones: “Si no hago
lo que quieren los demás, me abandonarán o atacarán”; “Si le digo lo que pienso
de verdad, pensará que soy un estúpido”.
7. Desconfianza o suspicacia en relación a otras personas: “Las personas me
harán daño, atacarán o se aprovecharán de mí”; “Seguro que me trata bien
porque quiere algo de mí”; “Me debo proteger de los demás”.
8. Terror a ser arrastrados, engañados o traicionados por sus emociones:
“Debo controlar mis emociones o algo terrible ocurrirá”; “No le puedo
demostrar lo mucho que me he alegrado de verle o no volverá”, "si sabe lo que
siento de verdad pensará que estoy loco".
9. Autocastigo o Autosabotaje: “Soy una mala persona, merezco ser castigado”;
“Si soy así de infeliz es porque me lo merezco”, “solo encuentro una explicación
a este malestar que siento: yo me lo provoco, por lo tanto, merezco sufrir”.

MECANISMOS DE DEFENSA EN EL TRASTORNO LÍMITE DE LA


PERSONALIDAD
Mª José Fernández Guerrero
Facultad de Psicología
Universidad Pontificia de Salamanca

Fuente: REVISTA Nº4 ALAI-TP

Dentro de los trastornos de personalidad existentes es, quizá, el trastorno límite el más
llamativo, inquietante y sorprendente, el que genera más dudas y el que, a lo largo de la
historia, ha sido sometido a debates, dudas sobre su existencia como trastorno
independiente, maltratado como un compendio de síntomas, calificado como cajón de
sastre donde todos los síntomas caben... en fin, que es probable que haya sido una de las
alteraciones que más quebraderos de cabeza ha traído tanto a pacientes como
profesionales y familiares. Es la existencia de foros como esta Asociación Levantina de
Ayuda e Investigación de los Trastornos de la Personalidad y otras Asociaciones
similares donde se puede ir construyendo una plataforma que dé relevancia a las
investigaciones y estudios sobre los trastornos de la personalidad en general y el TLP en
particular, por lo que siempre es un honor colaborar en cualquier medida con ellos.

Todas las personas hemos de funcionar en la vida poniendo en marcha una serie de
mecanismos de defensa o de afrontamiento que hagan de escudo ante las circunstancias
adversas con las que nos podemos ir encontrando. Es como nuestra “piel psíquica”, que
se adapta a la distinta temperatura ambiente o a los rayos del sol para que nuestro
organismo no quede dañado. De la misma forma, un psiquismo sano, sin conflictos y sin
alteraciones aparentes (aunque, en realidad, ¿quién no tiene algún punto conflictivo
dentro de sí?) ha de emplear una serie de estrategias que le ayuden a vivir y disfrutar de
la vida en su sentido más pleno. Hago este comentario introductorio porque
tradicionalmente se ha tendido a patologizar el concepto de defensas, considerando la
puesta en marcha de éstas como un proceso perteneciente a distintos niveles de
trastornos mentales: si excluimos la sublimación, el resto de los mecanismos defensivos
propuestos primero por Freud y sistematizados más tarde por su hija Anna pertenecen al
ámbito de lo “anormal” poniéndose en liza el asunto de los mecanismos primitivos
(identificados con lo psicótico) frente a los más evolucionados (o neuróticos). Pero
vayamos por partes.

Es necesario tener en cuenta que los pacientes TLP son personas que sufren, que tienen
los sentimientos a flor de piel, que perciben la realidad de una forma muy concreta y
que ante determinados acontecimientos frustrantes su capacidad de afrontamiento se ve
mermada. Por lo general, el suceso que encierra más amenaza para estas personas es el
abandono, el ser abandonado por alguien querido o relevante para él/ella supone el
perder su identidad como persona, el no ser nadie, el vacío y el dolor irresistible. Es esta
intolerancia a la soledad o a su mera posibilidad lo que le hace poner en marcha todo su
arsenal defensivo para entrar en el combate que supone el día a día. Los pacientes
borderline (como todos) necesitan defenderse ante lo que les hace daño y es por ello por
lo que despliegan una serie de procesos, en su mayoría inconscientes, que les ayude con
esta tarea.

Situándonos en una perspectiva psicoanalítica clásica, el autor que ha realizado una


sistematización mejor de los mecanismos defensivos puestos en marcha por los sujetos
TLP es Otto Kernberg (1975, 1984), considerando este aspecto uno de los puntos clave
para el diagnóstico. Para él (y la mayoría de los psicoanalistas) la escisión y sus
mecanismos asociados, como la idealización, identificación proyectiva, negación,
omnipotencia y devaluación, protegen al paciente límite del conflicto intrapsíquico, pero
acarrean el precio de debilitar la fuerza del Yo, reduciendo su capacidad adaptativa y su
flexibilidad. De esta forma, el empleo sistemático de defensas resta frescura y fuerza a
la personalidad del sujeto.

Aunque, como hemos dicho, los mecanismos de defensa han sido puestos de manifiesto
por los modelos dinámicos, otras modalidades terapéuticas y otros autores no
psicoanalistas han hablado de la importancia de este tema en estos pacientes,
llamándolos de otra forma pero refiriéndose a conceptos similares. Los llamemos
mecanismos de defensa, de afrontamiento, escudos o como sea, vamos a revisar algunos
de los más utilizados por los sujetos límite.

ESCISIÓN

La escisión (splitting) es considerada el mecanismo más primitivo existente, puesto que


se pone en marcha en los primeros momentos de vida del infante humano. En estos
momentos iniciales, el niño necesita separar radicalmente lo gratificante de lo frustrante
para ir organizando su mundo psíquico; si no lo hace así, caerá en una situación
confusional y no podrá defenderse del peligro puesto que no sabrá de dónde procede. Es
una estrategia defensiva básica el ser capaz de situar con exactitud lo bueno y lo malo,
lo peligroso y lo inofensivo, lo placentero y lo displacentero. De esta forma sabremos
qué hacer en cada momento, de dónde viene el peligro y nos podremos preparar para
ello.

Desde una perspectiva cognitiva, A. Beck (1990) y M. Linehan (1993) se refieren a la


escisión como pensamiento dicotómico o pensamiento del “todo o nada”,
considerándola una de las distorsiones cognitivas más frecuentes del TLP. En este
sentido, el pensamiento dicotómico tiende a ver la realidad en términos de categorías
mutuamente excluyentes y no en un continuo. Dicho de una forma práctica: para un
paciente TLP la realidad se distribuye en blanco y negro, buenos y malos, conmigo o
contra mí, todo está escindido, distribuido en dos grupos extremos sin que haya zonas
intermedias. De esta forma una persona puede ser amada u odiada, pero es inconcebible
que pueda ser ambas cosas, no es posible que las personas tengamos aspectos amables y
bruscos, no es posible que te quiera alguien que antes te ha echado una bronca...

De esta forma la evaluación de las situaciones según términos extremos lleva a


respuestas emocionales y acciones también extremas, a cambios abruptos entre estados
de ánimo opuestos permitiéndoles obviar información que no pueden tolerar. En este
aspecto, el pensamiento típico del sujeto límite se expresaría de la siguiente forma:

“Algunas personas son buenas y todo respecto a ellas es perfecto. Otras personas son
profundamente malas y deberían ser severamente culpadas y castigadas por ello”
(Mason & Kreger, 1998, p. 55).

Pero la escisión, pensamiento dicotómico o del “todo o nada”, puede manifestarse en


otras conductas perfectamente reconocibles en personalidades límite:
 Con su dificultad de integrar los aspectos placenteros y displacenteros de la
persona significativa, el color del sentimiento que tenga hacia él/ella vendrá
dada por la última interacción que hayan tenido: si lo último que ha hecho con
su pareja fue discutir, ésta (su pareja) será un ser absolutamente despreciable (y
remarcamos absolutamente porque sus afirmaciones son tajantes, sin dejar
resquicios, totalitarias).
 Cuando hay un problema sólo hay una solución y, además, ésta es inmutable. No
es fácil que estas personas puedan tener diferentes puntos de vista al mismo
tiempo (aunque, como veremos, la inconstancia en su vida, ideas y opiniones es
otra característica crucial).
 Los esfuerzos suelen ser de tipo extremo: no son capaces de dedicar un espacio
de tiempo a cada una de las tareas o cosas que tienen entre manos, sino que
acometen una abandonando por completo las demás. Si están leyendo un libro,
no hacen otra cosa hasta que lo acaban, o hasta que se cruza otra tarea y dejan
inacabada la anterior (que suele ser lo más frecuente).
 El sadismo y el masoquismo, tan frecuentes en estas personas, son reflejo
también de aspectos escindidos del Yo.
 Tienen la necesidad de que la naturaleza de las relaciones que mantienen con
otras personas esté extraordinariamente bien definida: o es amiga/o de otra
persona, o es su amante, o su compañero/a... pero no varias cosas a la vez.
 Es un mecanismo de defensa que les ayuda a llevar mejor (temporalmente y a
corto plazo) una situación que en ese momento es intolerable para ellos. Sin
embargo es un tipo de pensamiento variable, que no está presente en todo
momento, poniéndose en marcha sobre todo en situaciones de activación
emocional.

Pero esa dicotomización no está sólo dirigida hacia el mundo exterior y hacia los demás,
sino que estas personas también muestran visiones contradictorias coexistentes e
imágenes de sí mismas que alternan de día en día o de hora en hora: por la mañana
puede sentirse la reina del Universo, por la tarde la mujer más desgraciada y más sola,
todo en función de que obtenga lo que necesita de los otros ya que su identidad se
fundamenta en su relación con las personas significativas.

La escisión se produciría entre áreas o parcelas psíquicas, lo que impediría que


coexistan opciones diferentes y es que “dividir el mundo en bueno y malo lo hace más
fácil de entender” (Mason & Kreger, 1998, p. 57).

NEGACIÓN

Desde el punto de vista psicoanalítico se contemplan dos tipos de negación,


representantes de la dialéctica mundo interno vs mundo externo:

 Negación de la pulsión: prototipo de mecanismo neurótico, consiste en el


rechazo de contenidos instintivos o pulsionales, sentimientos o deseos
intolerables para el propio sujeto. Es una estrategia madura, evolucionada, que
permite la plena adaptación de la persona a su realidad aunque con conflictos
puntuales.
 Negación de la realidad: Prototipo de mecanismo psicótico, se refiere al rechazo
de la toma de conciencia de la realidad por ser extremadamente intolerable. Así,
la esquizofrenia o los trastornos gravemente delirantes o alucinatorios serían los
grados máximos de negación de la realidad. Pero no nos engañemos, por muy
primitiva que sea esta estrategia, todos, en mayor o menor medida, hemos tenido
que echar mano de ella, por ejemplo ante una noticia impactante (“¡no puede ser
cierto!”), o cuando nos evadimos de la realidad y hacemos castillos en el aire,
soñando con una situación ideal.

¿Y los pacientes TLP? La negación de los pacientes límite consiste en la incapacidad de


reunir dos áreas de conciencia emocionalmente contradictorias, realizando una función
de reforzamiento de la escisión. El sujeto se da cuenta de que sus percepciones,
sentimientos y pensamientos sobre sí mismo o sobre otras personas son opuestos a los
que había tenido en otras ocasiones, pero el recuerdo carece de repercusión emocional y
su memoria no puede influir en la forma en la que siente ahora. Puede manifestarse
como falta de interés, la persona tiene clara conciencia de lo que está ocurriendo pero
niega su implicación emocional. Es como si su vida estuviera repleta de “cosas que
pasan”, no de cosas que él vive y siente.

Constituiría no tanto una negación de la realidad ni una negación de la pulsión sino, más
bien, una negación de la emoción, convirtiendo a estas personas en una especie de
“inconscientes emocionales”.

Los episodios micropsicóticos que padecen muchos pacientes TLP, con experiencias
alucinatorias y delirantes breves, pasajeras y que no dejan defecto, en algunas ocasiones
pueden responder a una puesta en acción del mecanismo de negación de la realidad en
su más puro sentido. Podemos asistir, de esta forma, a una manera de poner voz y forma
a un miedo interno del paciente, al intento de rechazar el vacío y el sentimiento de
abandono. En el momento en que éste retoma el control de la situación, el episodio
remite y ya no necesita acudir a estrategias defensivas.

IDEALIZACIÓN-DEVALUACIÓN

Los sujetos fronterizos tienden a ver a los demás como extremadamente buenos o como
absolutamente perversos, apoyándose, una vez más, en el mecanismo de escisión que,
como vamos observando, se constituye en la base a partir de la cual se estructuran otros
procesos defensivos. Crean imágenes de los otros absolutamente buenas o malas,
poderosas y alejadas de la realidad, exagerando patológicamente sus atributos y
dotándolas de facultades extraordinarias, con un significado importantísimo para el
paciente (a modo de idea sobrevalorada).

”Perciben a las otras personas como brujas malvadas o como hadas madrinas, como
santos o como demonios. Cuando parece que estás satisfaciendo sus necesidades, te ven
como a un súper-héroe. Pero cuando perciben que les has fallado, te conviertes en un
malvado villano” (Mason & Kreger, 1998, p. 30).

Como nos señalan Mason & Kreger, el cambio en la categoría de maravilloso a


malísimo puede depender de aspectos tan aparentemente triviales (un retraso en una
cita, un olvido, una sonrisa no producida en el momento preciso...) que hunden al sujeto
no-TLP en la mayor confusión, pues sienten que, como titulan los autores antes
mencionado su “Biblia de los no-TLP”, tienen que andar sobre cáscaras de huevo
porque cualquier pequeño desliz puede hacer girar el tono de las cosas. Las
idealizaciones y las devaluaciones no son fijas, pudiendo cambiar una misma persona de
rol en cuestión de momentos, pasando de héroe a villano varias veces al día; el sujeto
límite puede sustituir el objeto de amor en cuanto comprueba que el anterior es
defectuoso para, de este modo, completar el ciclo de ascensión/caída con otra
persona.Estas personas pueden tener el mismo tipo de sentimientos y percepciones que
los demás, pero viven y sienten de forma tan intensa, su grado de vulnerabilidad es tan
alto, que todo adquiere características desproporcionadas.

De esta manera los sujetos TLP perciben el mundo dividido en dos: una parte
persecutoria llena de objetos peligrosos que le pueden atacar y destruir (y abandonar), y
otraparte poblada de objetos buenos en los que poder refugiarse contra el ataque de “los
malos”.

OMNIPOTENCIA Y GRANDIOSIDAD

Hay ocasiones en las que los sujetos límite necesitan defenderse de sus sentimientos de
vacío, devaluación y ruina poniendo en funcionamiento, a modo de formación reactiva,
estrategias de tipo hipomaníaco que intenten poner una tapadera a sus emociones
desoladoras.

Cuando, según el mecanismo anterior, se ha producido una idealización, la persona


idealizada es tratada de una forma despiadada y posesiva; para defenderse de los
sentimientos de inseguridad, autocrítica e inferioridad, los pacientes fronterizos
muestran muchas veces tendencias omnipotentes y grandiosas manifestadas como un
firme convencimiento de que tienen derecho a esperar de los demás gratificaciones y
recompensas y a ser tratados como personas privilegiadas y especiales. Incluso cuando
se sienten personas despreciables, siguen siendo especiales y grandes en su
“despreciabilidad”: son los más odiosos y las peores personas del mundo, lo cual
también es una forma de alimentar el narcisismo herido: consiste en ser “lo más”, si no
se puede ser el más feliz se puede ser el más desgraciado, reclamando atenciónpor ello
porque es su derecho.

PROYECCIÓN E IDENTIFICACIÓN PROYECTIVA

La esencia del mecanismo de proyección radica en la expulsión fuera de sí de aspectos


no aceptados por el sujeto. Es un “poner fuera”, la persona niega sus propias
características no aceptadas atribuyéndoselas a otra persona. En el sujeto límite, el
defecto que ve en los demás es el mismo que no puede ver en sí mismo. Cuando una
persona con TLP nos ataca, está consumida por sus propias necesidades. También
puede estar desplazando la rabia hacia nosotros como resultado de la frustración que
sufrió en el pasado. Si intenta manipularnos, está intentando controlar su propia vida, en
realidad no la nuestra.

Otras veces la proyección es una exageración de algo que tiene cierta base real: el
paciente siente que su pareja le odia cuando en realidad sólo está enfadado. A modo de
interpretación delirante light, a partir de un detalle real (el enfado, mala cara o una
respuesta algo brusca) elabora una construcción ideativa irreal (me odia). A la expulsión
de elementos fuera de sí se le añade la tendencia a exagerar (estilo hiperbólico, según
Zanarini & Frankenburg, 1994), la hipersensibilidad, la escisión o pensamiento del
“todo o nada”, con lo cual el cuadro situacional se completa.

La esperanza del paciente límite es que proyectando los aspectos desagradables en otra
persona pueda sentirse mejor consigo mismo, lo que consigue por un tiempo
determinado. Pero al final el malestar regresa, iniciándose de nuevo el proceso.

Otro propósito de este mecanismo es el intento por parte del TLP de ocultar al otro que
no es perfecto lanzando una especie de cortina de humo, ya que si la persona
significativa se da cuenta de su poca valía podría abandonarle, temor básico de todo
sujeto TLP.

Proyectar las características y sentimientos negativos en la otra persona es una forma de


mantener la atención dirigida fuera de sí mismo. “La mejor defensa es un buen ataque”:
antes de que me digas que me vas a abandonar te digo yo que eres un insensible por no
darte cuenta de cómo estoy.

Después de muchas acusaciones y atribuciones de sentimientos y pensamientos


procedentes del sujeto borderline, la otra persona puede empezar a creerse todo ello,
comenzando a reaccionar y a comportarse de forma que convierte en ciertas las
acusaciones de la persona límite.

En esto consiste la identificación proyectiva. Si alguien importante para nosotros


desvaloriza continuamente lo que sabemos o cómo hacemos las cosas, acabaremos por
creérnoslo. A veces se convierte en una especie de profecía autocumplida: la persona
fronteriza teme tanto que su pareja le abandone que ontinuamente le está exigiendo
demostraciones de amor eterno y exclusividad, con ataques de celos cuando siente que
le ha traicionado. Al final los temores se confirman: su pareja le abandona porque no
puede soportar tales explosiones y tanta tensión. Así, los temores del fronterizo se
justifican y se confirman.

Aun siendo estos mecanismos los tradicionalmente contemplados, hemos de repetir lo


que comentábamos al principio de esta exposición: aparte de como procedimientos
inconscientes puestos en marcha por el Yo, las defensas deben ser consideradas también
como un fenómeno generalizado en la vida mental que juega un papel adaptativo. De
esta forma, muchas conductas pueden ser utilizadas para evitar efectos indeseables.

Pasemos revista, siquiera brevemente, a otros procedimientos defensivos puestos en


marcha por las personas con TLP ya que síntomas básicos del trastorno (conductas
autolesivas, aparente falta de empatía, la insensibilidad o las tormentas afectivas) han de
considerarse como actuaciones con el propósito de defenderse de sentimientos
abrumadoramente displacenteros.

“PERSONALIDAD COMO SI”

En 1942 H. Deutsch describió la personalidad “como si” (as if) para referirse a aquellas
“personas con un trastorno severo de la personalidad consistente en la creación ilusoria
de una imagen de compromiso y convicción sin una participación auténtica en las ideas
y sentimientos que se expresan. Son rasgos importantes la ausencia de profundidad en la
experiencia emocional y la tendencia imitativa” (Moore & Fine, 1990, p. 303). Como
una forma de defenderse de una identidad poco construida, tienden a adoptar
identidades falsas y prestadas para no caer en un vacío interior. Se percibe en ellos una
falta de autenticidad, una tendencia a imitar ideas, conductas e, incluso, opiniones de
otras personas, apropiándose, así, de diferentes personalidades según lo que cree que
esperan de él/ella las personas con las que esté en cada momento.

Esto refuerza su intrínseca “difusión de la identidad” por no poder mantener un sentido


permanente y coherente de sí mismo. La relación con el mundo exterior parece normal,
demasiado normal, “hiperadaptada” (Cruz Roche, 1995), pero sólo gracias a un esfuerzo
imitativo y reproductivo, identificándose con lo que los demás piensan y sienten. De
esta manera, el paciente borderline es alguien dependiente de los demás para conseguir
pistas de cómo comportarse, qué pensar y cómo ser; el estar solos los deja sin un sentido
de quiénes son. “Sin ti no soy nada” se convierte en una traducción literal de su mundo
interior y deja de ser una apasionada frase de amor.

DESPERSONALIZACIÓN Y SÍNTOMAS DISOCIATIVOS

Pongámonos en la piel de una persona TLP relativamente bien adaptada, con un alto
rendimiento intelectual y laboral y una red social aceptable. Se le considera alguien
amable y gentil, que siempre está pendiente de ayudar a los demás. Pero, como buena
TLP, cuando siente que las cosas no funcionan, cuando siente que va a ser abandonada
o se siente despreciable, surge su “otro yo”, la otra personalidad hostil, dominante,
manipuladora, incluso cruel. Esto, que podríamos adscribir a los trastornos disociativos
descritos por el DSM-IV-TR, corresponde a una alternancia de estados, a una defensa
que aparece en situaciones de estrés, ansiedad, nerviosismo extremo o en situaciones de
desesperación. No llegamos a hablar de “personalidad múltiple”, pero sí de la
coexistencia de varias formas de comportamiento aparentemente opuestas.

Esto, que podríamos adscribir a los trastornos disociativos descritos por el DSM-IV-TR,
corresponde a una alternancia de estados, a una defensa que aparece en situaciones de
estrés, ansiedad, nerviosismo extremo o en situaciones de desesperación. No llegamos a
hablar de “personalidad múltiple”, pero sí de la coexistencia de varias formas de
comportamiento aparentemente opuestas.

En cierta medida podemos relacionar esta disociación con la negación de la que


hablábamos anteriormente, formando un conglomerado defensivo que se apoya
mutuamente. Nos referimos a que otro aspecto de la disociación puede ser el que la
persona niegue hechos realizado anteriormente, o sentimientos expresados con
anterioridad. Por ejemplo, una chica TLP discute con su pareja y le amenaza con
cortarse las venas, matarse porque sin él su vida no tiene sentido, etc, etc.

Al día siguiente el episodio está olvidado y la paciente niega haber dicho o llevado a
cabo intentos autolesivos, interpretándose por parte del no-TLP como una tomadura de
pelo, que está mintiendo o que le intenta manipular.

Por otro lado, muchas personas con TLP describen la presencia de sentirse observadores
de sí mismos, de un sensación de extrañeza o de estar viviendo un sueño. Están bajo un
estado de despersonalización que les posibilita distanciarse psíquicamente de la
situación perturbadora y hacer frente al malestar en determinados momentos. Es como
si el tomar distancia les permitiera adoptar una perspectiva más objetiva, o sentir que
aquello que está sucediendo y que le podría hacer daño le está sucediendo a otro/a
(como vemos, muy próximo a la disociación). Este síntoma es particularmente frecuente
en pacientes TLP que tienen antecedentes de malos tratos o abusos sexuales, ya que ese
alejamiento ha sido la manera más eficaz que han podido poner en funcionamiento para
no ser destruido/a psíquicamente, perpetuando esa estrategia en su vida posterior.

CAMBIOS DE HUMOR SELECTIVOS

Obviamente no todos los cambios de humor en estos pacientes son de índole defensiva;
no olvidemos que la inestabilidad afectiva es uno de los ítems básicos para el
diagnóstico, siendo prototípica la “estable inestabilidad” (Schmideberg, 1959) que
muestran como rasgo de carácter. Nos referimos aquí a las oscilaciones del humor con
un propósito claro, a modo de manipulación o coacción, a las situaciones en las que la
persona aprende que enfadándose o deprimiéndose las discusiones terminan, que si se
muestra débil y llorosa su pareja no sale y se queda con ella. No estamos hablando aquí
de un mecanismo de defensa inconsciente per se, ya que seguramente empezó a llevar a
cabo determinadas conductas o a mostrar determinadas emociones para conseguir algo
que no se le ocultaba a la conciencia. Sin embargo, a fuerza de utilizarlo puede haberse
automatizado, incorporándose a su personalidad y haciéndose al menos preconsciente,
cercano a lo consciente pero sin llegar a serlo y, por ello escapando al control
inmediato.

RECHAZO DE LA MENTALIZACIÓN

Una tarea evolutiva que todos los humanos hemos de llevar a cabo es aprender que los
demás y nosotros mismos tenemos una mente, que tenemos pensamientos, y que éstos
nos pueden llevar a actuar de una forma u otra. Cuando, por ejemplo, un niño es
sometido a malos tratos o a abusos desde edades muy tempranas, la tarea de la
mentalización se ve interrumpida o, al menos, entorpecida: al niño le resulta imposible
de asumir que su padre, su madre, las personas que presumiblemente deben brindarle
apoyo, protección y amor, piensan cosas malas de él, quieren hacerle daño o les resulta
insoportable su presencia.

Para defenderse de esta situación tan destructiva, rechazan pensar que los demás tienen
una mente y sienten cosas. Algunos padres pueden revelar inconscientemente estados
mentales como odio, ira, disgusto, que si son generales y continuados constituyen abuso
psicológico. El aspecto más perturbador para el niño puede ser contemplar la crueldad o
el odio que el objeto significativo siente hacia él; por ello, el niño puede crecer con
miedo a comprender los estados mentales, repudiando toda conciencia de sentimientos o
intenciones y aislándose emocionalmente del ambiente.

Este rechazo de la mentalización puede considerarse una medida defensiva ya que le


permite salvar el dolor psíquico intolerable. Pero el problema surge cuando esta medida
se generaliza y se perpetúa, llegando a la vida adulta. En este momento la persona
muestra una ausencia de preocupación por el otro que se puede manifestar como
crueldad que, en parte, sería una indicación de que el funcionamiento borderline no
contiene una convincente teoría del dolor en la mente del objeto.

El egoísmo y egocentrismo típico del TLP también puede entenderse como una falta de
conciencia de que los demás tienen pensamientos y sentimientos. Los esquemas
interpersonales de los pacientes borderline son notablemente rígidos porque no son
capaces de imaginar que el otro tenga una construcción de la realidad diferente de la
suya, pensando que su idea de las cosas es la única válida y la única que existe. El
sujeto ve el resultado de una acción y eso se considera su explicación (Higgitt &
Fonagy, 1992)

Unido a esto, observamos cómo los sujetos TLP adaptan los hechos a los sentimientos:
en general, las personas emocionalmente sanas basan los sentimientos en hechos
acaecidos y que resuenan en ellos emocionalmente de determinada forma. Si a mí me
pasa algo, me siento de tal forma (si me toca la lotería me siento feliz, si pierdo el
trabajo me siento triste). Las personas con TLP pueden hacer lo contrario: debido al
maremágnum de sentimientos y a las emociones contradictorias, cuando sus
sentimientos no encajan con los hechos, inconscientemente pueden revisar los hechos
para que encajen con los sentimientos. Esa puede ser una razón de por qué su
percepción de los hechos puede llegar a ser tan diferente de la nuestra ya que están
adaptados a los sentimientos del momento. Puede parecer que no se acuerdan bien de lo
que pasó, o que intentan engañarnos, pero, en realidad, necesitan dar coherencia a lo que
han sentido aunque ello sea a costa de transformar la realidad.

¿DE QUÉ SE DEFIENDE UN TLP?

Es importante que, además de examinar cómo se defiende un persona con trastorno


límite, pensemos, como colofón, de qué se defiende, qué es aquello tan temeroso y
peligroso que el sujeto tiene que intentar alejar de sí.

Aunque ya lo hemos repetido y es sabido, la angustia básica del paciente borderline es


el miedo al abandono. La falta de constancia de objeto, la dificultad de guardar dentro
de sí la imagen afectiva de las personas y sentirse acompañado por ellas aun en caso de
su ausencia física, hace que cualquier estímulo pueda convertirse en potencialmente
peligroso y sea, real o ficticiamente, motivo de alejamiento por parte del otro. Para
evitar este alejamiento, pone en marcha una larga lista de maniobras, inconscientes
unas, preconscientes otras y totalmente conscientes el resto, que intentan paliar estos
peligros.

Con las variadas parejas sexuales que a veces tienen no buscan satisfacer el plano
sexual, sino ser abrazado/a, ser tocado/a. De la misma forma la necesidad imperiosa de
intimar con cualquier persona, de contar enseguida sus cosas habla de este hambre de
afecto tan voraz. Debido a que sólo les importa la función que cumple el objeto y no el
objeto mismo, pueden cambiarlo fácilmente en cuanto hayan conseguido otro que
cumpla la misma función que el anterior. Su lema podría ser “más vale mal acompañado
que solo”.

La falta de autenticidad y de sentimiento de identidad (o difusión de la identidad) es


otro de los síntomas básicos del que el sujeto necesita defenderse para afrontar la vida
de una manera más operativa. El asumir distintas personalidades según el caso, la
inconstancia en sus actividades con el fin de contentar a todos y, a veces, el acudir a
actos autolesivos, ponen control a este displacer.

Los sentimientos de vacío también forman parte del cortejo de sentimientos que
amenazan con aniquilar al paciente borderline. La lista de conductas puestas en marcha
para llenar este hueco sin fondo, este agujero negro o esta falta básica (Balint, 1968)
pueden ser infinitas: acudir al abuso de sustancias psicoactivas, la inconstancia en sus
actividades, la dependencia voraz de alguien que le llene (cosa que jamás consigue), las
autolesiones (cortes, quemaduras) o intentos suicidas, las conductas de búsqueda de
sensaciones o los trastornos del control de los impulsos (cleptomanía, juego patológico
o sobreingesta compulsiva) pueden utilizados para rellenar el vacío, obviamente sin
éxito.

Es lógico que no todos los sujetos borderline tienen por qué poner en marcha todos los
procedimientos que aquí hemos descrito. Aunque, como señalamos al principio,
predominan los mecanismos primitivos (de corte psicótico o pseudo-psicótico, como
escisión, negación, proyección o identificación proyectiva), también pueden observarse
otros mecanismos más avanzados, como la intelectualizacióno la represión. Una pista
que nos puede ayudar para identificar ante qué grupo de estrategias defensivas estamos
consiste en poner atención en la interacción con el paciente. Los mecanismos avanzados
normalmente no interfieren en la relación paciente-terapeuta ni, me atrevería a decir, en
la relación del paciente con las personas que le rodean. Los mecanismos primitivos
pueden observarse directamente ya sea en el contenido del discurso del paciente
(contradicciones, adjetivos muy positivos hacia el terapeuta, o muy negativos) como en
el comportamiento (reacciones de angustia, muestras de desprecio, provocación,
exigencias de atención y afecto).

Con todo esto esperamos haber arrojado un punto de luz o al menos de sistematización
de los mecanismos de defensa que puede poner en funcionamiento un paciente límite.
Pero, al hilo de esto, no podemos olvidarnos de que estas personas, a no ser que su
grado de afectación sea muy grande y sea un paciente grave (en esto, como en todo, hay
niveles de gravedad), pueden funcionar de manera muy normal cuando sus
comportamientos TLP no son desencadenados, cuando no se enfrentan a situaciones
aterradoras para ellos. En muchos momentos no parecen tener un trastorno. Cuando no
están dominados por sus intensas emociones no necesitan acudir a sus estrategias de
afrontamiento disfuncionales porque poseen el control de sus vidas.

Asimismo, las estrategias de afrontamiento pueden ir haciéndose cada vez más eficaces,
los descontroles emocionales menos frecuentes y menos intensos, las situaciones
ansiógenas menos atemorizantes, si el paciente se pone en manos de profesionales que
le guíen en su camino hacia el crecimiento y el control y el mejor rendimiento de sus
capacidades y habilidades.

Sentimientos de vacío y abandono en el TLP

Las personas con TLP a menudo se sienten aislados, ansiosos, aterrados por el
pensamiento de encontrarse solos.

La gente que los apoya, que se preocupa, es vista como caras amables en medio de la
multitud.

Pero en el instante en que hacen algo que sugiere una marcha inminente, o hacen algo
que el TLP interpreta como una señal de que están a punto de irse, le entra el pánico y
reacciona de distintas maneras, desde estallidos de ira hasta suplicar a la persona que se
quede.

A veces la persona con TLP dirá de forma directa que tiene miedo de ser abandonada.

Pero con la misma frecuencia, este miedo lo expresará de otras maneras, con ira, por
ejemplo.

Sentirse vulnerable y fuera de control puede ser una situación que provoque enfado.

Las personas con TLP buscan ayuda de los demás para que les proporcionen cosas que
les son difíciles de obtener por sí mismos, tales como autoestima, aceptación, y un
sentimiento de identidad para así poder llenar el sentimiento de vacío que hay dentro de
ellos.

Son hipervigilantes, buscando cualquier pista que demuestre que la persona a la que
quieren, en realidad no las quiere y que está a punto de abandonarlas.

Cuando sus temores parecen confirmarse, pueden presentar estallidos de ira, hacer
acusaciones, llorar, buscar venganza, automutilarse o hacer cualquier cosa destructiva.

Muchos TLPs fluctúan entre extremos de idealización y devaluación, llamados


“pensamiento dicotómico”.

Perciben a las otras personas como brujas malvadas o hadas madrinas, en función de si
éstas satisfacen sus necesidades.
Muestran dificultades para integrar los rasgos buenos y malos de una persona, la
opinión sobre alguien suele basarse a menudo en la última interacción con esa persona.

La difusión de la identidad es una característica que conduce a los sentimientos de


vacío.

La alteración de la identidad se refiere al sentido de no saber quiénes son.

Las personas con TLP están llenas de imágenes contradictorias de ellas mismas que no
pueden integrar.

Comentan que se sienten vacíos por dentro, que no hay “nada en mí”, que son personas
diferentes dependiendo de con quién estén.

Un sentimiento de vacío interior que les convierte en dependiente de los demás para
obtener pistas de cómo comportarse, qué pensar y cómo ser; mientras que el estar solos
los deja sin un sentido de quiénes son o con el sentimiento de que no existen.

Esto, en parte, explica los esfuerzos frenéticos e impulsivos que hacen estas personas
para evitar la soledad, al igual que sus descripciones de pánico, aburrimiento crónico y
disociación.

La mayoría de las personas tienen capacidades variables para controlar los impulsos y
retardar la gratificación inmediata. Son conscientes de las consecuencias a largo plazo.

Pero algunas personas con TLP muestran dificultades en el control de impulsos.

Pueden intentar llenar el vacío y crear una identidad para ellos mismos a través de
conductas impulsivas como atracones de comida y vómitos, actividad sexual
indiscriminada, compras compulsivas o abusos de sustancias.

Dichas actividades dañinas pueden ser una manera de expresar rabia u odio a uno
mismo.

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