Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
I. ANTECEDENTES
En las negociaciones influían no sólo las acciones de guerra como tales, sino también las
denominadas operaciones psicológicas, desarrolladas por el Ejército, utilizadas como un factor
importante para la desmoralización del enemigo.
En este contexto, el Ejército presentó ante los medios de comunicación a más de diez
miembros de la URNG, indicando que habían desertado de las filas insurgentes y solicitado la
protección de las fuerzas armadas. En enero de 1992 seis de ellos fueron entregados por la
institución castrense al procurador de los Derechos Humanos. En dicho traspaso, el Ejército
aseveró que pertenecían a la guerrilla y que “fueron abandonados mal heridos por sus
compañeros en distintas partes del país en que opera la insurgencia”.
En relación con esta operación del Ejército, el procurador de los Derechos Humanos indicó que
dos de los presuntos guerrilleros puestos bajo su custodia habían pertenecido a la Institución
Armada desde hacía dos años, devengando un salario, y que al menos en uno de los otros
cuatro casos existía evidencia de que la persona no perteneció nunca a las filas insurgentes.
En este marco tuvo lugar la privación arbitraria de libertad y tortura de Maritza Urrutia García,
maestra, estudiante de antropología y miembro del grupo insurgente Ejército Guerrillero de
los Pobres (EGP), donde militaba utilizando un seudónimo.
A las ocho y cuarto de la mañana del 23 de julio de 1992, mientras caminaba por la quinta
avenida de la zona 13 de la ciudad capital, después de dejar a su hijo en el colegio, Maritza
Urrutia fue secuestrada por cuatro hombres armados que se desplazaban en un vehículo
blanco con vidrios ahumados. Durante la captura hubo un forcejeo y Maritza perdió un zapato,
que sirvió como evidencia para la familia a la hora de presentar una denuncia a la Policía
Nacional, y solicitar la investigación del caso.
Una vez que la introdujeron en el vehículo, los captores, quienes conocían el seudónimo
político de la víctima, le taparon la cabeza con un chaleco y la condujeron a un lugar que
aparentaba ser un estacionamiento. Le cambiaron la capucha y en esta situación la
mantuvieron, de hecho, durante todo su cautiverio.
Sin embargo, la víctima pudo identificar el lugar: en varias oportunidades sintió el paso del
vehículo sobre túmulos y, bajo la capucha que le cubría el rostro, vislumbró mochilas verde
olivo y armas grandes. También escuchó redoblantes con toque militar a las seis de la mañana
y a las seis de la tarde. En otra oportunidad observó a una persona con los zapatos bien
lustrados y pantalones color caqui. Por fin, uno de sus captores le indicó que se encontraba en
poder del Ejército.
Además, a partir de una fuente sólida, la CEH ha podido determinar que “en el caso de Maritza
Urrutia participaron por lo menos ocho especialistas del Ejército y dos oficiales, todos
miembros de la Inteligencia del Ejército”.
Desde el primer día de su detención se le permitió mantener comunicación telefónica con sus
familiares. La primera llamada la hizo desde el recinto donde estaba detenida, para solicitarles
que fueran por su hijo al colegio, pero las demás las realizó desde teléfonos públicos cercanos
al lugar, hasta donde era llevada sin previo aviso por sus celadores, quienes supervisaban tales
comunicaciones, en las que sólo debía referirse a su “buen estado”, a su deseo de abandonar
la organización guerrillera y a su pronto regreso a casa.
El cautiverio de Maritza Urrutia se prolongó por ocho días, durante los cuales, salvo las pocas
idas al baño o las llamadas telefónicas, fue mantenida en un cuarto, sentada en una cama y
con la mano esposada a la cabecera. En el lugar, día y noche se mantenía la luz encendida y un
radio con todo el volumen, lo cual le provocó tormento, le impidió dormir y causó graves
alteraciones en su sistema nervioso. Durante las noches, entraban y salían hombres de la
habitación, quienes la observaban y le repetían que tenía que cooperar con ellos.
La víctima pudo observar varias veces el rostro del militar que estuvo a cargo de la operación,
cuyas características físicas coinciden con las de un miembro de la Inteligencia militar. Otros
testigos también señalan que esta persona fue la encargada de dirigir la operación.
El viernes 24 de julio los captores obligaron a la víctima a ser protagonista de un vídeo donde
manifiestaba su voluntad de abandonar las filas del EGP y “agradece” a las personas que la
habían ayudado a concretar dicho propósito. El vídeo finalizaba con un llamado a todos sus
compañeros para que abandonasen la lucha armada.
El miércoles 29 se realizó la grabación final. Esa tarde la víctima fue obligada a llamar a dos
estaciones de televisión y a pedir que transmitieran una cinta que “les enviaría”. Esa
videograbación fue, en efecto, transmitida a las diez de la noche y en ella Maritza Urrutia
aparece asegurando que no fue secuestrada sino que se encontraba con personas a las cuales
había recurrido para obtener protección y poder abandonar las actividades ilegales. La familia
denunció a los medios de comunicación que la filmación era un montaje.
El jueves 30 de julio Maritza Urrutia fue conducida por sus captores al Ministerio Público, bajo
la condición de solicitar la amnistía, fundamentada en el Decreto 32-88 del Congreso de la
República. La amnistía le fue concedida a ella, que había sostenido públicamente su militancia
hasta 1992 en el EGP, pese a que el Decreto la hacía aplicable sólo a quienes habían militado
hasta el 23 de junio de 1988.
El propio fiscal general de la nación le acompañó al Juzgado Quinto de Instrucción del Ramo
Penal, donde se levantó el acta de aplicación de la amnistía.
Sin embargo, ninguna autoridad judicial indagó sobre la legalidad de su detención. El fiscal
general apoyó la versión oficial de que no existían indicios de secuestro, en clara contradicción
con el expediente que él mismo remitiera al Organismo Judicial, el cual contiene, como
resultado de la investigación policial, las declaraciones, ante la Policía, de dos testigos de los
hechos.
Por su parte, la juez del Juzgado Quinto de Instrucción no interrogó a Maritza Urrutia sobre su
captura y las condiciones de la detención, ni sobre su militancia política. La víctima sostiene
que el documento que le concedió la amnistía ya estaba preparado con anticipación a su
presentación ante la juez.
Al finalizar la diligencia, el fiscal general llevó nuevamente a Maritza Urrutia a la sede del
Ministerio Público, donde sostuvo una conferencia de prensa en la cual, aún presa del terror
debido a las amenazas, repitió lo dicho en la videograbación que había sido transmitida por los
medios de comunicación.
Al cabo de cierto tiempo, y ya bajo la protección de una entidad humanitaria, la víctima fue
trasladada por sus parientes a un lugar seguro, donde permaneció hasta el 7 de agosto,
cuando salió de Guatemala con rumbo a los Estados Unidos, pese a que los captores también
le habían impuesto la condición de no abandonar el país.
Por otro lado, el presidente Serrano objetó ante representantes de la Embajada de los los
Estados Unidos la emisión de una visa a favor de Maritza Urrutia, pues consideraba que la
URNG podría usar como pretexto este caso para romper las negociaciones de paz.
Luego que se halló en el exterior, el Gobierno reaccionó con dureza ante todas las entidades
que le habían prestado protección. El ministro de la Defensa acusó a la Oficina de Derechos
Humanos del Arzobispado de haber obligado a Maritza Urrutia a partir al extranjero y amenazó
a uno de sus abogados con expulsarlo del país. Otros funcionarios acusaron al procurador de
los Derechos Humanos de haber encubierto un delito. Además, el Gobierno solicitó a la
embajada de los Estados Unidos que retirara a uno de sus funcionarios por “injerencia en
asuntos internos”.
El expediente judicial No. 2038-92, Oficial 5º, a cargo del Juzgado Cuarto de Instancia Penal,
correspondiente a este caso, se encuentra desde el 19 de junio de 1995 en poder del
Ministerio Público, sin que hasta la fecha y de conformidad con lo que establece el Código
Procesal Penal se haya efectuado diligencia alguna.
III. CONCLUSIONES
La CEH, considerando todos los antecedentes reunidos en la investigación de este caso, llegó a
la convicción de que Maritza Urrutia sufrió violación de su derecho a la integridad personal,
mediante la tortura cometida por efectivos del Ejército, quienes le inflingieron sufrimientos
psicológicos y aplicaron sobre ella métodos tendientes a anular o disminuir su personalidad.
Esta violación no admite justificación basada en la calidad de miembro de una organización
insurgente que ostentaba la víctima.
Del mismo modo, la CEH llegó a la plena convicción de que la anterior violación ocurrió en el
marco de una detención arbitraria y contraria a la legislación guatemalteca, practicada por los
mismos agentes del Estado en la persona de la víctima, violando su derecho a la libertad
personal.
Esta última violación se ve agravada por la circunstancia que el Estado, a través de agentes
suyos en el Ministerio Público y los tribunales, protegió a los autores y colaboró con ellos,
encubriendo la naturaleza de sus acciones y obedeciendo a la influencia ilegítima y perniciosa
que el Organismo Ejecutivo, en particular el poder militar, aún ejercía sobre otros organismos y
funcionarios del Estado en el año 1992.
Finalmente, la CEH considera que este caso, acaecido en el período de las negociaciones de
paz, es ilustrativo de la intensificación de operaciones psicológicas del Ejército en apoyo a la
lucha contrainsurgente, entre las cuales destacó la manipulación publicitaria de prisioneros,
con la finalidad de bajar la moral a la contraparte. Algunas de dichas operaciones
prescindieron del respeto a los derechos humanos.
Los asesinatos ocurrieron durante una de las fases más violentas de la Guerra civil de
Guatemala, que arremetió contra varios grupos de insurgentes izquierdistas en contra del
gobierno y las fuerzas armadas. Después de asumir el poder en marzo de 1982, el presidente
Efraín Ríos Montt lanzó una campaña militar que triunfó ampliamente destruyendo la
insurgencia, pero a costa de muchas vidas y casos de violación a los derechos humanos. La
masacre en Plan de Sánchez fue un elemento en la política de tierra quemada del gobierno, y
el pueblo fue el objetivo debido a la sospecha de las autoridades de que los habitantes estaban
albergando o ayudando a los grupos guerrilleros.
Después de la masacre, el pueblo fue prácticamente abandonado por algunos años y a los
sobrevivientes les fue dicho que se tomarían represalias si ellos hablaban sobre el incidente o
revelaban la ubicación de las numerosas fosas comunes que habían ayudado a cavar. Con el
regreso gradual de la democracia, que empezó a finales de los años 80's y a principios de los
90's, muchos de los sobrevivientes sintieron que podían comenzar a hablar de los asesinatos
sin temer por sus vidas. Varias acusaciones fueron archivadas con las autoridades en 1992 y,
en 1993, una investigación criminal fue lanzada. De cualquier manera, haciendo frente a
retrasos y otras irregularidades en los procedimientos, y obstruida por una Ley de
Reconciliación Nacional que permitía amnistías a los perpetradores acusados, los
sobrevivientes vieron que las ayudas legales de Guatemala no fueron efectivas en este caso, y
consecuentemente decidieron presentar una queja con la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH) en 1996.
Marco Antonio fue secuestRado el 6 de octubre de 1981 y luego desaparecido, cuando tres
agentes del Estado ingresaron en la casa de su familia, golpearon y encerraron en una
habitación a la madre y se llevaron al niño, de sólo 14 años de edad.
El día de ayer, el alto tribunal notificó la sentencia del 3 de julio de 2004. La Corte reconoció en
su sentencia no sólo el sufrimiento y la angustia por la pérdida de Marco Antonio para sus
familiares, sino también la frustración de los proyectos de vida del niño y los miembros de su
familia. Asimismo, reiteró la obligación internacional de los Estados respecto a la obligación
especial de protección a los niños.
Por otra parte, la Corte estableció reparaciones que superan a las víctimas en el caso y tienen
que ver con las garantías de no repetición que conserven viva la memoria de la víctima y
mantengan la conciencia pública: se designó que un Centro Educativo en Ciudad de Guatemala
lleve un nombre que aluda niños desaparecidos durante el conflicto en ese país y que en dicho
centro se coloque una placa en tributo de Marco Antonio Molina Theissen.
CEJIL considera muy positiva la actitud del Estado de Guatemala en este caso. No obstante
ello, la voluntad política expresada en la audiencia deberá verse reflejada en el cumplimiento
oportuno por parte del Estado de todos y cada una de las reparaciones establecidas en la
sentencia de la Corte. Vale recordar que las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos son de cumplimiento obligatorio para los países miembros de la Organización de
Estados Americanos (OEA) que han aceptado su competencia.
El día 9 de diciembre la Corte Interamericana notificó la sentencia del caso Carpio Nicolle,
donde declaró que su ejecución extrajudicial tuvo una motivación política. Además, la Corte
estimó que en el proceso de investigación interno hubo una obstrucción continua por parte de
agentes del Estado y de los llamados “grupos paralelos” en el poder, así como una falta de
diligencia en el desarrollo de las investigaciones, lo cual ha determinado que hasta ahora exista
impunidad total respecto de los hechos ocurridos el 3 de julio de 1993. Todo ello se ha visto
acompañado de constantes amenazas y actos intimidatorios contra los familiares, testigos y
operadores de justicia.
Jorge Carpio Nicolle fue un connotado político y periodista guatemalteco que a través del
partido político Unión del Centro Nacional (UCN) y del Diario “El Gráfico” -ambas creaciones
suyas- expresaba sus ideas a la sociedad guatemalteca y participaba en decisiones políticas
trascendentales de su época. El 3 de julio de 1993, durante una gira de campaña presidencial,
la caravana con la comitiva que acompañaba a Carpio fue interceptada por miembros de las
Patrullas de Autodefensa Civil (PAC). Fueron asesinados Carpio, Juan Vicente Villacorta,
Alejandro Ávila Guzmán y Rigoberto Rivas, y el entonces menor de edad Sydney Shaw Díaz fue
herido.
Carpio fue asesinado por su oposición a las propuestas de leyes de amnistía luego del
autogolpe de Jorge Serrano Elías en 1993, y para evitar que llegara a ser Presidente del país.
Durante las audiencias públicas convocados por la Corte y que se realizaron el 5 y 6 de julio del
presente año, el Estado de Guatemala aceptó su responsabilidad internacional por los hechos
y violaciones denunciadas y pidió perdón a los familiares. Sin embargo, no aceptó las
pretensiones de reparaciones morales y económicas de los demandantes, por lo cual la
audiencia se centró en las reparaciones debidas.
Entre otras formas de reparación ordenadas por la Corte están: un acto público de
reconocimiento de responsabilidad internacional y de desagravio, y la publicación de las partes
pertinentes de la sentencia en el Diario Oficial, en otro diario de circulación nacional y en el
boletín de mayor circulación dentro de las fuerzas armadas guatemaltecas.
CEJIL, en su calidad de representante legal de los familiares de las víctimas de este caso,
considera que el señalamiento que hizo la Corte Interamericana sobre la investigación y
sanción de los responsables del cuádruple crimen, es un paso sustantivo en la lucha contra la
impunidad en Guatemala, principalmente porque la sentencia hace referencia a la “cosa
juzgada fraudulenta” que resulta de un juicio en el que no se han respetado las reglas del
debido proceso, o cuando los jueces no obraron con independencia e imparcialidad.
3. El Estado, por su parte, alegó que la actuación del Tribunal que le impuso a la presunta
víctima la pena de privación de la vida fue ejercitada en el estricto marco jurídico
guatemalteco y que además, la misma contó con todos los medios de defensa necesarios para
repeler las decisiones judiciales que le fueron desfavorables. Por lo tanto, solicitó a la Comisión
que declarara inadmisible el reclamo de los peticionarios.
4. Con base en el análisis de las posiciones de las partes, la Comisión concluyó que era
competente para conocer el presente reclamo y que éste era admisible conforme a las
disposiciones de los artículos 46 y 47 de la Convención Americana.
11. El peticionario sostiene que al Sr. Fermín Ramírez se le impuso la pena de muerte en
un proceso en el que no se respetaron varias de las garantías mínimas establecidas en el
artículo 8; como consecuencia de ello, a su juicio, la aplicación de dicha pena viola el artículo 4
del mismo instrumento interamericano.
13. Al respecto, el peticionario alega que en la sentencia fueron alterados los hechos
objeto de la acusación y del debate oral, sin que el acusado tuviera la oportunidad de ser oído
sobre esta nueva imputación, ni presentar pruebas de descargo en relación con el delito de
asesinato ni controvertir los hechos que condujeron a considerarlo como “peligroso” de una
manera práctica y efectiva. El peticionario sostiene que es precisamente el estado de
indefensión al que fue sometido el que constituye una ruptura radical de las garantías mínimas
que tiene todo acusado en un proceso penal, particularmente si este proceso termina con la
imposición de la pena capital.
14. En segundo lugar, el peticionario alega que la sindicación del imputado como
peligroso no fue oportunamente imputado al condenado, dado que ni en la acusación, auto de
apertura a juicio, ni en el debate se le hizo mención alguna a dicha circunstancia, que
conforme a la legislación penal guatemalteca es la única que habilita la imposición de la pena
de muerte a un delito de asesinato. El peticionario alega que para que el tribunal pueda
imponer la pena de muerte es necesario probar la peligrosidad del agente[4] y en el proceso
contra el Sr. Ramírez en ningún momento el Ministerio Público formuló imputación en su
acusación sobre la peligrosidad, ni tampoco según la argumentación de los peticionarios, el
tribunal podría tener por probado este extremo, ya que el tribunal tiene como límite de la
determinación de los hechos la imputación conocida por la defensa en la acusación, de tal
modo el peticionario afirma que la defensa no pudo ejercer ni prever una estrategia para
refutar tales afirmaciones en cuanto a la peligrosidad.
16. Finalmente el peticionario alegó que en los recursos que se interpusieron para
impugnar la sentencia de primera instancia se planteó la inadecuada calificación del delito y
concurrencia de calificantes, pero dada la estructura del proceso legal en Guatemala por la que
las cuestiones de hecho se debaten únicamente en la primera instancia del procedimiento, la
posibilidad de contradictorio quedó circunscripta a cuestiones puramente de derecho y no
sobre las circunstancias de hecho constitutivas de causales de agravación. Lo que determinó,
en últimas, que la presunta víctima no gozara del derecho a la protección judicial.
18. Los peticionarios informan que la sentencia del 6 de marzo de 1998 por medio de la
cual se impuso la pena de muerte al señor Fermín Ramírez fue impugnada a través del recurso
de apelación, el cual fue rechazado por la Corte de Apelaciones de Guatemala en providencia
del 27 de mayo de 1998; que la defensa interpuso un recurso de casación en contra de dicho
fallo, el cual fue rechazado por la Corte Suprema de Justicia el 17 de agosto de 1998; que
posteriormente la defensa presentó un recurso de amparo ante la Corte de Constitucionalidad,
el cual fue rechazado el 18 de febrero de 1999; y que, finalmente, interpuso un recurso de
revisión ante la Corte Suprema de Justicia, el cual fue rechazado mediante resolución del 12 de
julio de 1999. Asimismo, los peticionarios informan que el 27 de julio de 1999 se presentó un
recurso de gracia ante el Presidente de la República, el cual fue rechazado el 31 de mayo de
2000.
20. El Estado manifestó que en el presente caso el cambio de la calificación jurídica del
delito efectuado por el Tribunal de Primera Instancia al dictar sentencia no ha vulnerado el
derecho de defensa del Sr. Ramírez, ya que se realizó en estricto cumplimiento de las garantías
judiciales que supone el debido proceso. Al respecto, el Estado argumentó que al imputado se
le formuló auto de prisión preventiva por los delitos de Asesinato y Violación Calificada y que
como lo reconoció el peticionario, se advirtió a la defensa durante el debate de una posible
modificación del tipo penal, circunstancia que se encuentra prevista expresamente en el
CPP[6] y que posteriormente, en las conclusiones finales, fue solicitada también por el
Ministerio Público.
21. El Estado argumentó además, que el Tribunal de sentencia no hizo más que
valorar la prueba obrante en la causa de la cual no surge que la muerte de la menor se hubiera
producido por el hecho de la violación o por circunstancias secundarias a la misma; por el
contrario, se sostiene que en este caso se logró distinguir y probar fehacientemente, mediante
el informe del médico forense que intervino en el proceso, que la causa de la muerte fue la
asfixia por estrangulación. El Estado añadió al respecto que existió lo que doctrinariamente se
conoce como “concurso real o material de delitos” ya que el imputado, según las constancias
procesales, ejecutó dos acciones, la de “dar muerte” a la menor y la de ”violarla”. Estas dos
acciones por separado constituyen un delito y el Tribunal de Sentencia interpretó que la acción
de dar muerte a la menor, con las agravantes respectivas, accionó en su contra la disposición
de derecho que apareja la privación de la vida. Es por todo ello que el Estado considera que la
alteración de los hechos que alega el peticionario y por lo que según sus argumentaciones se
produjo la violación de derechos del procesado no ha existido y señala asimismo que si tales
argumentaciones resultaran verídicas el sindicado contó con todos los medios necesarios para
hacer valer su defensa.
23. En cuanto al derecho a la protección judicial, el Estado alega que de los recursos y
acciones agotadas por los peticionarios se concluye que el Sr. Ramírez contó con los medios
jurídicos idóneos para que tribunales superiores conocieran de la causa instruida en su contra
y que en todos y cada uno de los recursos no se encontraron motivos en cuanto a la violación
señalada.
24. Por las razones anteriormente expresadas el Estado alegó que no existió ninguna
violación a un juicio justo o al debido proceso y a las garantías judiciales previstas en la
Convención, por lo que en consecuencia, se le pueda atribuir responsabilidad internacional por
la violación del derecho a la vida del Sr. Ramírez.
IV. ANÁLISIS
A. Competencia de la Comisión
26. La Comisión tiene competencia ratione materiae para conocer la presente petición
porque en ella se denuncian violaciones a derechos protegidos en la Convención Americana,
de la cual el Estado de Guatemala es Parte al haberla ratificado el 25 de mayo de 1978.
27. La Comisión tiene competencia ratione personae para conocer la presente petición
porque tanto la naturaleza de los peticionarios, como la de la presunta víctima, satisface los
requerimientos señalados, respectivamente, en los artículos 44 y 1(2) de la Convención
28. La CIDH tiene competencia ratione temporis para conocer la presente petición por
cuanto la obligación de respetar y garantizar los derechos protegidos en la Convención
Americana ya se encontraban en vigor para el Estado guatemalteco en la fecha en que habrían
ocurrido las violaciones alegadas.
29. Finalmente, la Comisión tiene competencia ratione loci para conocer la presente
petición por cuanto en ella se alegan violaciones de derechos ocurridas dentro de la
jurisdicción del Estado denunciado.
32. La Comisión ha recibido información aportada por ambas partes que se refiere a los
recursos agotados por el peticionario. En primer lugar, la sentencia de primera instancia fue
impugnada a través del recurso de apelación especial que fue rechazado el 27 de mayo de
1998, por ello se interpuso un recurso de casación que fue también rechazado el 17 de agosto
del mismo año. Seguidamente se interpuso un recurso de amparo ante la Corte de
Constitucionalidad que fue rechazado el 18 de febrero de 1999. Posteriormente se interpuso
un recurso de revisión ante la Cámara Penal de la Corte Suprema de Justicia, la que lo rechazó
por resolución del 12 de julio de 1999, contra esa sentencia se interpuso un recurso de amparo
ante la Corte de Constitucionalidad. Finalmente, y ante un nuevo rechazo del amparo se
interpuso un recurso de gracia y un incidente de falta de ejecutoriedad con sustento en la
normativa constitucional guatemalteca, por la cual no puede ejecutarse la pena de muerte
mientras esté pendiente algún recurso. En este caso los peticionarios aluden al trámite ante la
jurisdicción internacional que se tramita por esta Comisión.
33. La Comisión observa que de la información aportada por las partes al tiempo de
redactarse el presente informe, el peticionario ha interpuesto todos los recursos ordinarios y
extraordinarios previstos en la legislación de Guatemala para controvertir la sentencia por la
que se impuso la pena de muerte y que por ello el requisito establecido en la normativa
internacional ha quedado satisfecho. Asimismo, la CIDH señala que en la oportunidad en que
el Estado alegó la falta de agotamiento de los recursos de la jurisdicción interna no indicó
cuáles recursos quedaban aún por agotar ni la prueba de su efectividad,[9] lo que a la fecha
carece de relevancia si se tiene en cuenta que en su último escrito el mismo Estado alega que
la presunta víctima hizo uso de todos los recursos ofrecidos por la jurisdicción guatemalteca en
la defensa de sus derechos.
2. Plazo de presentación
34. El artículo 46(1)(b) de la Convención Americana señala que para que una petición o
comunicación sea admitida por la Comisión se requerirá que sea presentada dentro del plazo
de seis meses, a partir de la fecha en que el presunto lesionado en sus derechos haya sido
notificado de la decisión definitiva.
36. En este orden de cosas, la CIDH nota que la petición fue recibida en la CIDH el 9 de
junio de 2000. De acuerdo a la información aportada, la defensa jurídica del Sr. Fermín Ramírez
planteó el Recurso de Gracia ante el Presidente de la República de Guatemala el 27 de julio de
1999. Dicho recurso fue denegado el 31 de mayo de 2000, mediante Acuerdo Gubernativo del
31 de mayo de 2000. En consecuencia, la CIDH considera satisfecho el requisito señalado en el
artículo 46(1)(b) de la Convención Americana.
38. El Estado argumenta que en el proceso por el cual se impuso la pena de muerte a la
presunta víctima no tuvo lugar ninguna violación al juicio justo ni a las garantías judiciales
previstas en la Convención Americana.
40. La Comisión considera que los hechos alegados por el peticionario caracterizan prima
facie una violación de los derechos a la vida, garantías judiciales y protección judicial
consagrados en los artículos 4, 8 y 25 de la Convención Americana, en conjunción con la
obligación genérica del Estado de respetar y garantizar los precitados derechos, establecida en
el artículo 1(1) del mencionado instrumento. Por lo tanto, la Comisión concluye que en la
presente petición se encuentran reunidos los extremos requeridos en el artículo 47(b) y (c).
V. CONCLUSIÓN
41. La Comisión concluye que tiene competencia para conocer de este asunto y que la
petición es admisible, de conformidad con los artículos 46 y 47 de la Convención Americana,
respecto a los artículos 1(1), 4, 8 y 25 del referido instrumento. Con fundamento en los
argumentos de hecho y de derecho antes expuestos y sin prejuzgar sobre el fondo de la
cuestión,
DECIDE:
1. Declarar admisible el presente caso, en lo que respecta a las eventuales violaciones de los
artículos 1(1), 4, 8, y 25 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.