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MARIO DE FRANCA MIRANDA

LO SAGRADO. UNA EVALUACIÓN TEOLÓGICA

A volta do sagrado. Uma avaliaçao teológica, Perspectiva teológica, 53 (1989), 71-83

Introducción

El fenómeno de la irrupción de manifestaciones religiosas, al que asistimos hoy día con


intensidades y modalidades diversas en todas partes, no deja de ser sorprendente en un
mundo cada vez más sumergido en una cultura secularizada. Contrariando las
previsiones de los peritos en las ciencias de la religión, que dudaban de la supervivencia
de ésta en la sociedad moderna, lo sagrado explosiona por doquier, sin respetar
hemisferios, países, culturas o clases sociales.

Nuestro objetivo es examinar este fenómeno a partir de la óptica teológica de la


salvación: ¿cuál es: el mayor bien que nos ofrece . cualquier religión?, ¿cómo juzgar
este espectáculo de las múltiples expresiones de lo sagrado? Sólo el criterio
soteriológico nos permitirá evaluarla seriedad y la consistencia cristiana de las
expresiones religiosas.

Después de una breve descripción de lo que entendemos por sagrado, examinaremos


cómo es - visto e interpretado por las ciencias humanas, para ver, en una tercera y última
fase, las características de lo .sagrado cristiano y el juicio teológico sobre las variadas y
múltiples expresiones de lo sagrado.

I. LO SAGRADO: PRIMERAS APROXIMACIONES

No hay todavía un acuerdo sobre el contenido exacto de este término, sintiéndonos


libres para optar por una determinada definición de lo sagrado. Observamos que en
todas estas manifestaciones de lo sagrado se busca, utilizando técnicas y métodos
diversos, un mayor bienestar de cuerpo y espíritu, una vida más integrada, más plena y
más feliz. Para nuestra pretensión - llegar a un discernimiento teológico, a la luz de la
soteriología cristiana, sobre el valor salvifico de estas manifestaciones- la óptica de la
funcionalidad se presta bien.

En este ámbito de comprensión, lo sagrado aparece como el esfuerzo del hombre para
comprender, controlar y hacer favorable todo lo que se sitúa más allá de su saber, de su
poder y de su esperanza, ya que el ser humano posee un instinto incondicionado que le
lleva a dar sentido y a conciliar consigo mismo lo desconocido y lo incontrolable. Lo
sagrado aparece entonces como su tentativa de concebir todo el universo como
humanamente significativo, para poderse orientar y actuar en él. Hay una realidad
trascendente, una verdad que todo lo explica, un poder al cual nada escapa; de ella se
ocupa lo sagrado. De ahí la pluralidad de funciones de lo sagrado: conjurar las
amenazas de una naturaleza caótica e incontrolable, calmar ansiedades y frustraciones
propias de la condición humana, rescatar la caducidad del tiempo, procurar entender lo
absurdo del sufrimiento y de la muerte, proteger del futuro desconocido, legitimar la
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organización social y fortalecer la ética, sentir el calor de pertenencia a un grupo social


y, finalmente, responder a la cuestión fundamental sobre el sentido de la vida.

Lo sagrado, como fruto` de los pensamientos y de las interrogaciones del hombre, es


producto del propio hombre y aparecerá a lo largo de la historia de las religiones en una
pluralidad tan exuberante de manifestaciones, siempre. significativas dentro de
contextos culturales precisos, que resulta imposible reducirlas a un denominador
común.

Lo sagrado se distingue también de lo profano y de lo divino. Esto último (concebido


como divinidades, Dios único, trascendencia, lo totalmente otro) no puede ser objeto de
una experiencia inmediata por parte del hombre, y así lo sagrado se considera como
mediación entre lo profano y lo divino: se sitúa al lado de acá, es parte de este mundo,
es un elemento dé lo profano, relacionando experiencia humana y trascendencia divina.

II. LA EMERGENCIA DE LO SAGRADO: LECTURA SOCIO-


CULTURAL

Aceptamos provisionalmente como expresiones de lo sagrado todo aquello que


signifique un conocer y controlar el campo vital del hombre, inaccesible a la
racionalidad funcional o ignorado por ella.

Una primera lectura de este fenómeno en el nivel socio-cultural procura captar lo que
buscan los hombres en estas manifestaciones religiosas. Unos, decepcionados con el
cientismo o con el marxismo, quieren sentido para la vida y persiguen la felicidad, ya
sea rechazando el "pecado (neocristianos) o limitando sus propios deseos (orientales):
Otros, en la soledad y anonimato de la sociedad' moderna, recusando sistemas y
autoridades impersonales, buscan referentes sociales más humanos y gurús
personalmente escogidos. Los insatisfechos con el individualismo utilitarista del
consumismo van detrás de referencias éticas y de cierto bienestar psicológico. En los
países del tercer mundo, la carencia de los bienes primarios (de orden material y
cultural) lleva a las capas más pobres de la población a buscar en las prácticas religiosas
la solución para los sufrimientos o la fuerza para soportarlos.

Una interpretación más global del fenómeno debe, para empezar, distinguir entre
manifestaciones paracientíficas (que apenas relacionan el individuo con la esfera de lo
oculto) y las propiamente religiosas (donde el misterio es Alguien, cuyo designio se
revela, se representa y se formula). Las paraciencias procuran suplirlo que las ciencias
no suministran: un saber sobre el cuerpo en cuanto es parte del universo y sometido a su
influencia; un saber sobre el futuro, de donde viene la felicidad o' la desgracia; un saber
sobre el más allá, tan inevitable como la muerte.

También las expresiones de cuño específicamente religioso indicios inequívocos de la


irrupción inesperada de lo sagrado en nuestra sociedad urbana consiguen, a la luz de un
análisis socio-cultural, suficiente inteligibilidad y transparencia. Dada la desintegración
y la soledad que el individualismo, el utilitarismo y el consumismo producen en el
hombre moderno, los sistemas y las prácticas religiosas le aparecen como oasis de
sentido que unifican su existencia hecha pedazos. De aquí su rápida expansión, que es
vista con reservas por los peritos en ciencias de la religión: no consigue esconder la
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transformación experimentada por los contenidos simbólicos de las religiones


tradicionales, al ser acogidos y vividos por muchos de nuestros contemporáneos, que
buscan en la religión sólo lo que la cultura actual no les suministra. Este criterio
predominante en la adhesión religiosa impedirá una conversión real, pues la fe es
reinterpretada ahora en un cuadro referencial que le es ajeno. Fomentará igualmente un
eclecticismo religioso (mucho más difundido de lo que se imagina), donde el individuo
va espigando de los diversos sistemas religiosos lo que le interesa, reduciéndolos así a
bienes de consumo, incapaces de estructurarle la existencia y produciendo con ellos un
cocktail religioso a su gusto e imagen.

Sintetizando esta lectura socio-cultural de la irrupción de lo sagrado en la sociedad


moderna, podríamos afirmar, primeramente, que una sociedad totalmente secularizada
es insoportable para el individuo, quien no consigue resolver solo las cuestiones
fundamentales de su existencia. Paradójicamente, ciertas manifestaciones ajenas a la
racionalidad técnica ayudan al funcionamiento deja sociedad productiva. De ningún
modo pretende ésta el fin de las religiones, pero sí ponerlas a su servicio, enmarcándolas
en sus propios horizontes al folklorizarlas y reducirlas a bienes de consumo. Otra
conclusión que se impone, después de este análisis socio-cultural, es que una sociedad
secularizada no implica necesariamente que sus miembros también estén secularizados.
Con todo, en tal sociedad los grandes sistemas religiosos, marginados por la cultura
dominante y sin plausibilidad social, encuentran serias dificultades en ser aceptados
como tales por el individuo, tanto en su vertiente doctrinal como ética.

III. LO SAGRADO CRISTIANO: JUICIO TEOLOGICO SOBRE


LAS EXPRESIONES DE LO SAGRADO

La pregunta por el valor salvifico de las diversas manifestaciones de lo sagrado en


nuestros días es una cuestión estrictamente teológica. Esto quiere decir que la
significación, la secuencia lógica de la argumentación sólo valen en este contexto
simbólico concreto. Una misma pregunta, puesta a partir de otras creencias, provocará
un discurso diverso y podrá llegar a conclusiones diferentes.

Nuestra pregunta se plantea en un horizonte de fe cristiana y de sus datos primeros


depende nuestra reflexión teológica.

La fe cristiana no desautoriza a priori las diversas manifestaciones de lo sagrado,


estudiadas -como productos meramente humanos- por la antropología cultural, por la
sociología o por la ciencia de la religión. El cristianismo respeta toda y cualquier
expresión de lo sagrado, pues sabe que su productor, sea el que fuere, es alguien
llamado por el Padre a participar de su vida, es alguien creado a semejanza del Hijo y es
alguien, que vive bajo la acción constante del Espíritu: nada hay meramente, humano
para una antropología teológica: Cualquier, expresión sagrada, incluso la originada por
la penosa experiencia de la finitud humana, es teológicamente más que una mera
producción cultural y, por tanto, no sólo no, es ajena, sino que puede y en algunos casos
debe ser asumida por la fe.

Podemos llegar a la misma conclusión argumentando que la salvación cristiana implica


la totalidad de la persona, su corporalidad y su historia. Es verdad que el hombre es un
ser de necesidades, y la salvación debe también ir al encuentro de estas carencias
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propias de la condición humana. Por lo tanto, la exp licación socio-cultural vista antes,
que considera la producción de lo sagrado en íntima dependencia de la satisfacción de
las necesidades, no desautoriza ni reduce, sin más, lo sagrado a superstición inferior. Lo
sagrado salvifico puede estar incluido en la necesidad antropológica de lo sagrado.
Nuestra tarea ahora es iluminar lo que entendemos por sagrado salvífico, ya que éste es
el criterio decisivo de toda nuestra reflexión. Recordemos pues, algunos elementos
esenciales de la concepción cristiana de la salvación.

a) Es un don de Dios (verdad fundamental para el cristianismo): la salvación viene de


Otro distinto del hombre y trasciende al hombre y su mundo siendo de otro orden.

b) Este don nos es ofrecido en Jesucristo, a través de su vida, pasión, muerte y


resurrección (afirmación central y única: en la diversidad de las explicaciones teológicas
o de las imágenes y representaciones que la acompañan a lo largo de la historia). El
evento de Jesucristo, como expresión y realización del amor y de la entrega del propio
Dios al hombre, es la salvación sin más: sólo el Dios que se autocomunica al hombre
puede ser su salvación.

c) Esta oferta de salvación sólo es efectiva para el hombre en la medida en que es


libremente acogida: la salvación cristiana pasa necesariamente por la libertad. El
ejercicio salvifico de la libertad consiste en asumir de hecho la praxis de Jesús, que se
especifica en procurar vivir como él; para el Padre al servicio de los hermanos.

Para el cristianismo, 1o sagrado es primordialmente la persona de Jesucristo, mediación


entre el hombre/ mundo (profano) y lo trascendente (divino): sólo en él tenemos acceso
a Dios (1 Tm 2,5) y sólo de él recibimos la salvación (He 4;12): Con la venida de
Jesucristo se diluye y pierde sentido lo sagrado veterotestamentario (lugares, tiempos,
personas, objetos) (Hb 910), pues en él se hace perceptible la presencia de Dios (1 Jn
1,1-3 ), el amor de Dios hecho carne. En él es simultáneamente manifestada y realizada
la respuesta plena y perfecta a este gesto divino, que lo lleva a vencer la muerte,
resucitar y vivir salvo en Dios. Aquí tenemos el criterio único y decisivo para evaluar la
consistencia salvifica de cualquier sagrado (también del que se presenta como sagrado
cristiano): ser, como Jesucristo, mediación del encuentro del hombre con Dios,
expresando la interpelación divina del amor y estimulando la respuesta del hombre o la
vivencia de la caridad fraterna.

Esta consideración teológica debe ser completada por la afirmación anterior del hombre
como productor de lo sagrado. Lo sagrado primordial se irá ramificando en una
pluralidad de sagrados cristianos (palabras, celebraciones, personas, comunidades,
tiempos...), todos ellos inspirándose en el sagrado primordial En cuanto son también
producciones socio-culturales, los sagrados cristianos pueden ser objeto de las ciencias
humanas: (pueden ser clasificados, comparados e incluso explicados).

Lo sagrado cristiano, por ser, salvífico, tiene necesariamente una dimensión totalizante:
psicológica, ética, sociológica, cultural, económica... Lo cristiano no se opone a lo
humano sino que lo asume, revelándolo a sí mismo y liberando todas sus virtualidades
más profundas; al vedar al hombre la tentación de encerrarse en sí mismo, lo lleva a la
comunión con Dios y con el prójimo, único lugar en que puede encontrar su realización
profunda. La preocupación por las necesidades de cada día debe estar subordinada a la
búsqueda del reino (Lc 12,31). Subordinada pero no ausente.
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Esta religiosidad funcional, presa fácil de los maestros de la sospecha (ilusión,


proyección, alienación) y fuertemente actuante en muchas modalidades de expresiones
religiosas hoy, lleva a muchos estudiosos a negar un retorno de lo sagrado, pues éste
sería un producto nuevo, creado por la propia modernidad. Para el cristiano, el
fenómeno es ambiguo. La crisis de las instituciones religiosas tradicionales, productoras
y controladoras de lo sagrado, libera al hombre para afrontar nuevas modalidades de
expresiones, a fin de satisfacer su necesidad antropológica (sagrado funcional). Tales
expresiones de una salvación antropocéntrica son tan frágiles y problemáticas como su
creador. Además, el crecimiento de lo sagrado, por sí solo, no significa crecimiento del
reino de Dios, ya que éste se propaga por la vivencia de la praxis de Cristo o por la
realización del amor fraterno, el cual puede muy, bien concretizarse fuera de lo sagrado
e incluso de la religión tradicional.

También es importante tener presente que la gran mayoría de la población latino-


americana se enc uentra hoy día delante de situaciones límite, presa de una angustia
permanente por la supervivencia física, oprimida por estructuras sociales que generan
pobreza e invadida por el miedo a -perder su universo simbólico, debido a la fuerza
destructora de la moderna cultura urbana. Tales situaciones favorecen el surgimiento de
una mentalidad mágica, latente en la estructura mental primordial de las personas, y que
emerge incluso entre los cristianos convencidos. Este hecho nos recomienda mucho
cuidado al evaluar la autenticidad cristiana de esta inmensa población, a partir de
criterios teológicos correctos, pero teóricos, por no tener en cuenta los
condicionamientos reales de estas personas.

De cualquier modo, la rapidez con que lo sagrado salvífico es elaborado por los
teólogos no es la misma con la que es captado y vivido por el pueblo de Dios. Todo esto
acontece en un proceso lento, quizá a lo largo de muchas generaciones, e implicando un
cambio gradual en las representaciones religiosas (sobre todo de Dios) y un vivir más
genuinamente la praxis cristiana. De hecho el -Dios de Jesucristo decepciona bastante
las expectativas humanas: no aparece, como lleno de poder, interviniendo en cada
momento para satisfacer nuestras necesidades, ni como un Dios juez y moralista que
excluyera los pecadores o actuase según nuestros criterios (Mt 20,1-16); sino que, en su
Hijo, demuestra una predilección por los débiles, enfermos, pecadores, los socialmente
marginados y religiosamente excluidos. La praxis realmente salvifica no viene al
encuentro de nuestras necesidades de cuño íntimo, material o social (aunque, no las
excluya); ella nos lleva a los más necesitados, donde encontramos lo sagrado cristiano
por excelencia (Mt 25,31-46), del cual se derivan los otros.

El Dios de Jesucristo no ha sido producido por el hombre para hacer frente a sus
dificultades, y sí es un Dios que va al encuentro del hombre con un designio salvifico
bien definido; es un Dios que contraría, decepciona y transforma las expectativas de
salvación simplemente humanas y homogéneas (Mt 10,39). Lo sagrado cristiano posee,
por tanto, un .dinamismo intrínseco que convierte progresivamente a aquellos que lo
buscan. Sin excluir la óptica de la funcionalidad, dirige la vista del fiel hacia el Padre ,y
el hermano necesitado, subordinándola a sí misma y garantizando su eficacia salvifica
(Mt 6,33).

Tradujo y extractó: MIQUEL SUÑOL

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