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La noción de Bien Común en la doctrina tomasiana de la justicia.

Takemura, Ema Analy


Universidad Nacional de Cuyo
Facultad de Filosofía y Letras
Departamento de Filosofía
ema_takemura@hotmail.com
Profesor asesor: Carlos Massini Correas

Por lo general cuando se habla de bien común y justicia, es en relación con temas que

refieren a una comunidad. Esto denota el carácter político de ambos, que impide el ser

considerados sin referencia a la alteridad, es decir, al otro. Cuando se dice “común”, se

piensa en algo que pertenece a más de uno, y cuando se habla de justicia, se piensa en

“ser justo para-con-otro”. De modo que la consideración de la justicia y el bien común

no escapan al tema de la política, sino que más bien, se encuentran en el centro de su

quehacer tanto intelectual como práctico.

Sin embargo, no se pretende en este trabajo el formular una teoría política fundada en lo

dicho por Santo Tomás de Aquino ni mucho menos, sino por el contrario, indagar cuál

es la relación que une el bien común con la justicia, cuál es el papel de la ley en ella y

cómo repercute esto en la política. Todo ello podría considerarse como un aporte

distinto a la filosofía política y del derecho desde la perspectiva tomasiana.

Ahora bien, como se dijo anteriormente, este tema concierne a la política; sin embargo,

su especulación es también propia de la filosofía en cuanto se encarga de esta región del

ser. La filosofía, al ocuparse del todo de lo real, atiende también a la realidad de la vida

comunitaria humana; de tal manera que en su contingencia encuentra una cierta

regularidad que posibilita una reflexión sobre ella. Y por esto es posible decir que hay

1
una “filosofía de las cosas humanas”1. Justamente en ella se encuentra la consideración

aristotélica de la justicia, que es retomada en gran medida por Tomás de Aquino, aunque

con algunas salvedades, que luego serán indicadas, en la medida que se requiera.

Debe tenerse en cuenta, no obstante, la gran distancia cronológica que los separa y el

desarrollo del pensamiento político intermedio, como lo es el derecho romano. No sin

olvidar, por cierto, que Tomás se encuentra en el siglo XIII de la Era Cristiana, siendo

exponente de santidad.

La justicia, en el pensamiento de Tomás, se enmarca dentro de la consideración de las

virtudes cardinales, cuyo ejercicio hace mejores a los hombres, y los conduce a su

propio fin. Pero por su carácter esencial de referencia a la alteridad, se distingue de las

restantes, puesto que quien la posee puede usar de ella para con otro, no sólo consigo

mismo. Y es virtud total, porque los actos de las demás virtudes están ordenados de

acuerdo a un criterio de legalidad, que se funda en la justicia.

Ahora bien, esta virtud se define como “la constate y perpetua voluntad de dar a cada

uno lo suyo”2. En esta definición está contenido su carácter de hábito, por el cual es

virtud; y su objeto, que es el derecho. En relación con éste, Tomás explica que “si la

justicia consiste en dar a cada uno lo suyo, es porque dicho acto supone otro

precedente, por virtud del cual algo se constituye en propiedad de alguien 3.” Y este

acto es el derecho, lo justo, lo recto, lo ajustado a una cierta norma; de donde se

desprende que el iustum es anterior a la virtud.


1
Esto ha sido discutido, sobretodo en la modernidad, con criterios de cientificidad establecidos por
Descartes (si se quiere ir hacia el comienzo remoto) o Max Weber (en un sentido más inmediato). Cf.
Martínez Barrera, Jorge. La política en Aristóteles y Tomás de Aquino. Cuadernos de Anuario Filosófico.
Pamplona, 2001. p. 20 ss.
2
Santo Tomás. Summa Theologiae. II II q 58 a 1.

3
Santo Tomás de Aquino. Suma Contra Gentiles. 2, 28.
2
Sin embargo, el derecho no puede encontrar en él mismo una justificación, sino por un

acto anterior que erija tal cosa como perteneciente a tal otra, y este acto, en definitiva, es

el acto de la creación. En efecto, por la Creación todas las cosas reciben su ser, y las

demás perfecciones sólo pueden darse en la medida en que esté ya dada la primera. A

este respecto, dice Josef Piepper: “Si hay algo que le pertenezca irrevocablemente al

hombre es, porque éste es creatura. Y como creatura, está incondicionalmente obligado

a dar al otro lo que le corresponde4.”

Baste con lo dicho acerca de la justicia como tal para comenzar a establecer la relación

entre justicia y bien común. Para ello es necesario hacer referencia a las divisiones de la

justicia. Existe una llamada general o legal, en razón de su preeminencia sobre las

demás virtudes, y dos especies de justicia particular: la distributiva y la conmutativa

(denominada retributiva por Aristóteles) que refieren a los bienes comunicables entre

los hombres.

El hecho de que la justicia tenga preeminencia sobre las demás virtudes no hace que

ésta se identifique con toda virtud. La distinción entre la virtud “a secas” y la justicia

legal que establece Tomás es que la primera es un hábito operativo de tal bien, es decir

de un bien particular; mientras que la segunda es el hábito operativo del bien común, y

por tanto ordena el acto de las demás virtudes hacia él, y esto se da en una comunidad

con un régimen determinado de gobierno, por ello es que se la llama también justicia

política5. La justicia legal o política rige el ejercicio de las demás virtudes en vistas de

la consecución del bien común de la ciudad, y éste es su objeto.

4
Piepper, Josef. Justicia y fortaleza. Madrid, Rialp, 1972p. 32

5
Santo Tomás de Aquino. Summa Theologiae. II II q 57 a 6.
3
Aristóteles también ve en la justicia legal el criterio de ordenación de la comunidad, y

para él la justicia política no es otra especie de justicia. Como dice Gómez Robledo:

“Es sencillamente la misma realidad, sólo que en el aspecto de su encarnación; la

misma esencia, pero realizada6.” Lo justo legal en Aristóteles, refiere primeramente a

aquello que está de acuerdo con la ley, que si bien no es necesariamente la ley positiva,

está siempre dictada en el marco de un régimen determinado de gobierno. Pero aquí se

halla lo que Tomás encuentra de relativo en lo justo legal: no es evidente que la rectitud

de la ley sea producto de la rectitud de un régimen.

Es necesario mostrar entonces la división del derecho, que consiste en una acción

adecuada a otra según un cierto modo de igualdad. Y una cosa puede ser adecuada al

hombre de dos modos: según la naturaleza misma de la cosa, y entonces el derecho se

llama natural; o según el mutuo acuerdo entre los hombres, que es el derecho positivo.

Sin embargo, el derecho natural es anterior al positivo, pues éste emana del primero de

dos maneras: como una conclusión de los principios, ya que lo natural es siempre y en

todo lugar el mismo, de manera que una ley humana no puede contradecirlo; o por

modo de determinación, en un caso particular, del cual no puede ser directamente

deducido como conclusión, por no ser de evidencia manifiesta. De modo que lo justo

absoluto es lo justo natural, y no lo positivo o legal.7

Aquí es donde se implica la consideración del bien común que parecía hasta el momento

relegada. Y es que el bien común, por tener el carácter de fin de una comunidad política

es aquello que establece la medida para lo justo positivo. Y este bien común se basa en

el derecho natural.

6
Gómez Robledo, Antonio. Meditación sobre la justicia. México, Fondo de Cultura Económica, 1982.
p.60
7
Cfr. Santo Tomás de Aquino. Comentario de la Ética a Nicómaco. L V, Lección XII, 1023- 1024.
4
El bien común, en la doctrina de Tomás de Aquino, se encuentra directamente ligado a

la política, pues es el fin al que tiende toda comunidad política en virtud de una justa

legislación. “El bien es aquello a lo que todas las cosas tienden” 8, dice Aristóteles, y

esto estriba en la actividad que le es propia a cada uno de los seres; en el caso del

hombre, es la actividad conforme a la razón, y por ser un animal político su bien

consistirá en desarrollar esta actividad en una polis autárquica. “En todas las ciencias y

artes el fin es un bien, por tanto el mayor y el más excelente será el de la suprema entre

todas y ésta es la disciplina política; y el bien político es la justicia, que consiste en lo

conveniente para la comunidad (…)”9 Y afirma: “Hay que concluir, por tanto, que el fin

de la comunidad política son las buenas acciones y no la convivencia.”10

Pero a diferencia de Aristóteles, el Aquinate considera que el ejercicio de las virtudes en

la comunidad política, no está destinada a la sola autarquía de ésta, sino que está en

vistas a alcanzar su plenitud en la visión beatífica. Así lo expresa Tomás en el De

Regno: “Y puesto que el hombre al vivir según la virtud se ordena a un fin ulterior, el

cual consiste en la fruición divina (…) es necesario que el fin de la multitud humana,

que es el mismo que el del individuo, no sea vivir según la virtud, sino más bien, por

medio de una vida virtuosa, llegar a la fruición divina”11

El bien del que habla Tomás es participado de otro, que es la Bondad por antonomasia.

Podría decirse que con esta consideración se acerca más a Platón y se aleja del

Estagirita, sin embargo, tampoco esto es suficiente. La fuente cristiana donde abreva el

pensamiento del Aquinate es fundamental para comprender por qué es nueva su visión.
8
Aristóteles. Ética a Nicómaco. 1094 a 2.

9
Aristóteles. Política. 1282 b 15 ss.

10
Ídem. 1281 a 5.

11
Santo Tomás de Aquino. De Regno. 466:74-80
5
El bien del cual participa lo político es Dios, no ya una Idea, sino una Persona.

Siguiendo a Martínez Barrera, podría decirse que todo intento de absolutización de los

sentidos en los que se dice “bien” – por ejemplo, “bien común familiar”, “bien común

inteligible y celeste”-excepto del primer analogado, constituye un falseamiento de la

doctrina de Santo Tomás, y que todo intento de absolutizar dentro de la propia esfera a

cada uno de ellos, diciendo por ejemplo que el bien absoluto de la ciudad es el bien

común, es una inexactitud en el concepto de bien común tomasiano.12

De modo que el bien común al que se tiende en la vida política tendría un carácter

instrumental respecto del último fin al que tiende la vida humana en su totalidad. Esto

puede verse de un modo más claro si se tiene en cuenta la división del bien en cuanto

honesto, útil y deleitable. Lo que se apetece como medio para conseguir el fin último de

la tendencia se llama útil; y lo que se busca como fin último de la tendencia del apetito,

se llama honesto, porque se lo quiere por lo que es y no por otra cosa; y aquello en lo

que termina la tendencia del apetito, es decir, la posesión de lo buscado, es el deleite. 13

El bien común tiene razón de bien en cuanto útil, y por tanto no puede ser absolutizado.

Hasta aquí el análisis del bien en cuanto bien. Ahora es preciso delimitar lo común del

bien, que de ningún modo es tal por ser una conjunción de bienes particulares, según

declara Martínez Barrera14, es tal no por ser común, sino por ser un bien que estriba en

la constitución, conservación y mejoramiento de un orden dinámico regido por la

justicia en vistas de un bien superior del cual ella obtiene su bondad y verdad. Y de

modo más concreto aclara: El bien común [político] consiste esencialmente en una

12
Jorge Martínez Barrera. Reconsideraciones sobre el pensamiento político de Santo Tomás de Aquino. p.
261.
13
Santo Tomás de Aquino. Summa Theologiae. I pars q 5 a 6

14
Martínez Barrera, Jorge. Op. Cit. p. 305
6
coordinación de los bienes particulares […] mas una armonía o un orden no pueden

ser establecidos entre los bienes particulares si estos bienes no son movilizados por la

justicia general. Pero esta movilización no basta para la realización del bien común,

[…] es necesario que una forma, un orden sean impuestos a la materia. En el caso del

bien común es la justicia distributiva quien realiza este orden, bajo el imperium de la

justicia general (…) ésta última no funciona jamás sola.15

La relación entre bien particular y bien común entonces, no es de índole cuantitativa,

sino cualitativa, en el sentido de la perfección a la que refieren. Y esto se encuentra en

estrecha conexión con la virtud. El bien particular al que tiende una virtud concreta, es

distinto del bien al que tiende la justicia política, que rige toda otra virtud. Es en este

sentido en el que se dice que el bien del todo es mejor que el bien de la parte.

Parafraseando a Martínez Barrera16, podría decirse que se busca políticamente fines que

no son políticos, puesto que en el ámbito de la vida comunitaria, mediante el ejercicio

de las virtudes, se busca propia felicidad.

Y esta búsqueda política se rige por la ley justa. La ley no es otra cosa que un dictamen

de la razón práctica existente en el que gobierna una comunidad perfecta. Pero ésta se

deriva de la ley divina que gobierna el universo mediante la divina providencia. Así es

que no sólo hay una ley positiva humana, sino también una natural y otra eterna, ésta

15
Dognin. La justice particuliére comporte-t-elle deux espéces? Citado en: Martínez Barrera.
Reconsideraciones sobre el pensamiento político de Santo Tomás de Aquino. Editorial de la Facultad de
Filosofía y Letras de la UNC, Mendoza, 1999. p. 227-228.
16
Martínez Barrera, Jorge. La política en Aristóteles y Tomás de Aquino. Cuadernos de Anuario
Filosófico, Pamplona, 2001.p 143.
7
última en virtud de la cual las demás reciben su ordenación al fin. 17 De modo que a la

ley humana le corresponde ordenar esencialmente al bien común.18

Al hablar de ésta Tomás hace referencia a los efectos que produce, y dice que hace

buenos a sus destinatarios, ya sea en un sentido absoluto o relativo. Y explica: Porque si

el legislador se propone conseguir el verdadero bien, que es el bien común regulado en

consonancia con la justicia divina, la ley hará buenos a los hombres en sentido

absoluto. Si, en cambio, lo que el legislador se propone no es el bien verdadero, sino un

bien útil o deleitable para él mismo, o no acorde con la justicia divina, entonces la ley

no hace buenos a los hombres en sentido absoluto, sino sólo en sentido relativo, es
19
decir, buenos para un determinado régimen. Esto hace pensar que el bien común no

es aquel que pertenece a un determinado régimen, como lo podría ser el de una

oligarquía o democracia, sino que es un fin al que objetivamente debe dirigirse toda

comunidad política. No es un bien que sea relativo a las conveniencias circunstanciales

de una ciudad, sino relativo a un fin ultrapolítico. También a este respecto sirve lo dicho

por Aristóteles: No es lo mismo ser bueno que ser ciudadano de un régimen

cualquiera.20

Pues bien, después de haber recorrido el camino de la virtud política por excelencia, que

es la justicia, y luego de ver a qué se refiere al hablar de bien común, puede verse que la

cuestión política en Tomás aparece relativizada: “el hombre no está ordenado a la


17
Cfr. Santo Tomás de Aquino. Summa Theologiae. I II q 91 a 1- 3.

18
Ídem. I II. q 90.a 2.

19
Ídem. I II q 92 a 1

20
Aristóteles. Política. 1130 b 23-25

8
comunidad política según toda su persona y todas sus cosas, por eso no conviene que

todos sus actos sean meritorios o reprobables respecto de la comunidad política. Más

bien todo lo que el hombre es, lo que puede y lo que tiene debe ordenarse a Dios21.”

En resumen, el aporte de la visión tomasiana del bien común como objeto de la justicia

política que se expresa en la ley positiva, constituye un aporte diferente por su visión

trascendente. Si bien en Aristóteles la ley se sustenta en el hombre prudente y en la

naturaleza, esta naturaleza no halla un fundamento último que la sustente. En Tomás de

Aquino, la naturaleza está cimentada en un orden sobrenatural, que le da consistencia a

sus conclusiones, y de la cual saca toda su fuerza legislativa.

21
Santo Tomás de Aquino. Summa Theologiae. I II q 21 a 4 ad3.

9
Bibliografía

 ARISTÓTELES. Ética a Nicómaco. Madrid, Centro de Estudios


Constitucionales, 1989. Edición bilingüe. Traducción de María Araujo y Julián
Marías.

 -------------------- Política. Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1951. Edición


bilingüe. Traducción de Julián Marías.

 GÓMEZ ROBLEDO, Antonio. Meditación sobre la justicia. México, Fondo de


Cultura Económica,1982.

 PIEPPER, Josef. Justicia y fortaleza. Madrid, Rialp, 1972.

 MARTÍNEZ BARRERA, Jorge. Reconsideraciones sobre el pensamiento


político de Santo Tomás de Aquino. Mendoza, Editorial de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, 1999.

 ----------------------------------------- La política en Aristóteles y Tomás de

Aquino. Cuadernos de Anuario Filosófico, Pamplona, 2001.

 SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma de Teología. Madrid, Biblioteca de


Autores Cristianos, 1989.

 SANTO TOMÁS DE AQUINO. Comentario de la Ética a Nicómaco. Buenos


Aires, CIAFIC, 1983.

 SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma contra gentiles. Madrid, Biblioteca de


Autores Cristianos, 1952.

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