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Abraham Lincoln

“A house divided against itself cannot stand”. I believe this government cannot endure
permanently half slave, and half free. I expressed this belief a year ago; and subsequent
developments have but confirmed me.

I do not expect the Union to be dissolved. I do not expect the house to fall; but I do expect it will
cease to be divided. It will become all one thing, or all the other. Either the opponents of slavery
will arrest the further spread of it, and put it in the course of ultimate extinction; or its advocates
will push it forward till it shall become alike lawful in all the states, old, as well as new…

That decision may be reduced to three points. The first is, that a Negro cannot be a citizen. That
point is made in order to deprive the Negro in every possible event, of that provision of the U.S
Constitution which declares that: “The citizens of each State shall be entitled to all privileges and
immunities of citizens in the several States”.
Abogado y político estadounidense que fue el decimosexto presidente de los Estados Unidos
(1861-1865). Siempre evocado como el presidente que abolió la esclavitud, Abraham Lincoln es
una de las figuras más admiradas de la historia estadounidense; la honestidad, la fortaleza de
espíritu y la profundidad de su pensamiento y de sus convicciones, patente en sus escritos y
discursos, sobresalen entre las virtudes de un estadista cuya actuación no estuvo exenta de
vacilaciones.

Lincoln asumió la presidencia estaba llegando a su culminación una crisis nacional larvada desde
principios de siglo: el enfrentamiento entre las dinámicas y modernas sociedades industriales de
los estados del norte, que rechazaban la esclavitud, y la aristocracia de los terratenientes del sur,
dueña de inmensas plantaciones que empleaban a millones de esclavos, y que veían en la
supresión de la esclavitud el fin de su modo de vida.

Pese a que Lincoln figuraba entre los más moderados de los abolicionistas, su elección
desencadenó la separación de los estados sureños, y ni siquiera su talante conciliador ni el vigor
de su elocuencia pudo evitar la cruenta guerra de Secesión (1861-1865), que enfrentó a la recién
creada Confederación sudista con la Unión de los estados del norte. Tras dos años militarmente
adversos, Lincoln llevó a la Unión a la victoria; abolió la esclavitud, restableció la unidad de la
nación y orientó decisivamente el país hacia el capitalismo industrial, sentando las bases que lo
convertirían en una gran potencia política y económica.

Biografía

Abraham Lincoln nació en el seno de una familia de colonos cuáqueros. Durante su infancia y su
juventud, marcadas por la pobreza de su familia, recorrió el Missisippi y vivió de cerca las
condiciones infrahumanas que padecían los esclavos negros. Tenía veintitrés años cuando dejó
la granja donde trabajaba para combatir como soldado raso en la guerra contra los indios.
Mientras tanto, emprendió su formación autodidacta y hacia 1836 logró licenciarse en derecho.
Dos años antes, su actitud contraria a la esclavitud lo había conducido a intervenir en política, lo
que le valió su elección como diputado de Illinois para el período 1834-1842. Merced a su defensa
de mejores condiciones de vida para los negros y a sus dotes oratorias, logró una gran
popularidad en todo el estado. En 1846 Lincoln alcanzó la jefatura del Partido Whig, y como
diputado del Congreso federal apoyó a los abolicionistas de Washington.

Ese mismo año estalló la guerra contra México (1846-1848); la arrolladora victoria
norteamericana supuso la anexión definitiva de Texas y la incorporación a los Estados Unidos de
la Alta California, Nuevo México, el norte de Sonora, Coahuila y Tamaulipas, mientras los
mexicanos perdían la mitad de su territorio nacional. Lincoln se había opuesto decididamente a
la guerra desde el principio; el desenlace favorable de la misma le hizo perder muchos votos, y
fracasó en las elecciones senatoriales de 1849.

Con su hijo Tad

Decepcionado, se retiró de la política y durante seis años trabajó como procurador. Hacia el final
de este retiro, Lincoln seguía siendo un abogado y político provinciano, ciertamente prestigioso
en su estado, pero casi desconocido fuera de Illinois. Nada hacia presagiar que, otros siete años
después, sería elegido presidente de los Estados Unidos, y mucho menos que su elección fuera
el detonante de la secesión de los estados esclavistas del sur y del inicio de una guerra fraticida,
pues su ideario abolicionista era realista y moderado. Abraham Lincoln consideraba la esclavitud
como un mal social y estaba firmemente convencido de que era necesario impedir su difusión
por los estados norteamericanos. Sin embargo, no pretendía imponer la abolición inmediata a
los territorios meridionales; era partidario de una acción progresiva y pacífica en favor de la
desaparición de la esclavitud.

Las raíces de una guerra


Durante la primera mitad del siglo XIX se habían ido configurando en los vastos territorios de los
Estados Unidos dos tipos de economías divergentes. La Revolución Industrial había penetrado ya
en los estados del norte, comenzando por las industrias textiles y manufactureras, que llegaron
a alcanzar un prestigio considerable. Los intereses de los estados del norte pasaban por el
mantenimiento de una política aduanera proteccionista para defenderse de la industria europea,
más antigua y mejor equipada, que generaba unos productos de calidad superior.

En los estados sureños gobernaba una clase aristocrática de terratenientes que utilizaba como
mano de obra a los esclavos negros en sus inmensas plantaciones. Los intereses del sur eran
exactamente los contrarios: defendían el librecambismo. Su economía se basaba casi
exclusivamente en el cultivo y comercio del algodón, que la esclavitud permitía producir a bajo
coste. Como todo sistema de monocultivo, dependía estrechamente de las condiciones del
mercado; la salida de la mayor parte de su producción estaba en el exterior, básicamente en la
industria algodonera británica.

Los fundadores de la nueva nación habían confiado en que la esclavitud, herencia del período
colonial, desaparecería con el paso del tiempo y el progreso de los espíritus. Sin embargo, a causa
del desarrollo de las inmensas plantaciones de algodón y de la necesidad de mano de obra, siguió
creciendo y extendiéndose. Era además imprescindible para la economía de la sociedad sureña
tradicional y para el estilo de vida de aquel mundo elegante, culto y refinado, hoy universalmente
conocido por aquel bucólico retrato trazado en los primeros compases de la película Lo que el
viento se llevó (1939).

En 1820, por el compromiso de Misuri, se había dividido el país (por la línea del paralelo 36) en
estados esclavistas y estados abolicionistas. Pero la adquisición de nuevos territorios, junto a la
huida de esclavos hacia el norte, fue debilitando el equilibrio. Treinta años después, en 1850, la
incorporación de California como estado no esclavista fue considerada como la anulación del
compromiso de Misuri (por hallarse situada, en gran parte, al sur del paralelo 36), suponiendo
además el fin de la paridad entre estados esclavistas y abolicionistas en el Senado federal. El
posterior ingreso en la federación de Minnesota y Oregón empeoró la situación de los sureños.

A mediados de siglo, coincidiendo con el retiro temporal de Lincoln, la opinión pública de los
estados del norte comenzó a mostrar una creciente inquietud por la pervivencia de una situación
que violaba claramente los principios de la Constitución. La publicación de La cabaña del tío Tom
(1852), la célebre novela de Harriet Beecher Stowe, elevó el debate a cuestión nacional. La
repugnancia moral que las gentes del norte sentían por la esclavitud se había extremado,
mientras que los sureños temían que los estados del norte, cada vez más poderosos en
Washington, acabasen imponiendo la abolición. Para los aristócratas sureños, el fin de la
esclavitud significaría el fin de su monopolio mundial sobre el algodón y de su modo de vida.
Claramente incómodos, los estados del sur meditaban la conveniencia de separarse de la
federación, convencidos de la posibilidad de subsistir independientemente gracias a sus
prósperas plantaciones.

Hacia la presidencia

Abraham Lincoln regresó a la vida pública en 1854, cuando la cuestión de la esclavitud pasó de
nuevo del plano social al político a raíz de la aprobación de la Ley Kansas-Nebraska, la cual
permitía implantar la esclavitud en los estados del noroeste. Como ya se indicado, Lincoln no
apoyaba la abolición de la esclavitud en los estados en los que ya existía, sobre todo en los del
sur; cada territorio debía legislar al respecto conforme a la conciencia de sus ciudadanos. Sin
embargo, se opuso fervientemente a que se instaurase la esclavitud en aquellos otros en los que
no estaba autorizada. Particularmente célebre por la vehemencia de su verbo y la solidez de sus
argumentaciones fue el discurso antiesclavista que pronunció en la ciudad de Peoria (Illinois) en
1854.

En 1856 se constituyó en los estados norteños un nuevo partido claramente abolicionista, el


Partido Republicano, que se consideraba heredero de la tradición política del presidente Thomas
Jefferson. Comprometido con la causa contra la esclavitud, Lincoln se afilió al Partido Republicano
el mismo año de su fundación. Derrotado de nuevo en las elecciones al Senado de 1858, la
intensidad de la campaña antiesclavista y los duelos dialécticos que mantuvo con el candidato
demócrata Stephen A. Douglas, elegido en la ocasión, le devolvieron la popularidad perdida; los
debates revelaron sus extraordinarias dotes de orador, la profundidad de su pensamiento y de
su preparación, la madurez de su juicio y una gran fe en su misión.

Abraham Lincoln (detalle de un retrato de George Peter Alexander Healy)

El 27 de febrero de 1860 un nutrido auditorio de Nueva York se rindió ante uno de sus más
memorables discursos (reproducido al día siguiente en todos los periódicos), al que siguieron
otros once no menos aclamados en distintas ciudades. La moderación de sus posiciones fue
decisiva para que el 17 de mayo de 1860 la convención republicana de Chicago lo eligiera
candidato a la presidencia en detrimento de William H. Seward, representante de los
abolicionistas más radicales.

La creación del Partido Republicano sirvió no sólo para causar alarma e irritación en el sur, sino
también para dividir al Partido Demócrata precisamente sobre la cuestión de la esclavitud. Así, a
las elecciones de 1860 concurrieron cuatro partidos: los dos demócratas del norte y del sur, el
Partido Whig y el Partido Republicano, cuyo candidato era Abraham Lincoln. El 6 de noviembre
de 1860, favorecido por las divisiones internas de los demócratas, Lincoln ganó las elecciones a
la presidencia. Los republicanos obtuvieron la victoria en todos los estados del norte, mientras
que los otros tres partidos se repartieron los del sur.

La guerra de Secesión

El Partido Republicano era inequívocamente abolicionista y Lincoln, a pesar de su talante


moderado, se había manifestado como uno de los más firmes antiesclavistas; su elección no
podía sino desencadenar la reacción de los estados sureños. Antes de que Lincoln asumiera
oficialmente la presidencia, el estado de Carolina del Sur tomó la iniciativa de salir de la Unión.
Siguiendo los pasos de Carolina, muy pronto por otros diez estados se declararon
independientes. Consumada sin dificultad la secesión, los estados escindidos se organizaron en
una nueva unidad política: la Confederación o Estados Confederados de América, con capital en
Richmond (Virginia) y Jefferson Davis como presidente. Los sudistas esperaban que Washington
no reaccionase, y, además, confiaban en la presunta superioridad militar de sus elites
aristocráticas y caballerescas para disuadir al gobierno de cualquier plan de agresión.

La secesión no significó la guerra inmediata. Lincoln denegó a los secesionistas el derecho a


abandonar la Unión y se resistió a reconocer la realidad de la separación, pero se guardó mucho
de hacer uso de la fuerza; intentó evitar un conflicto armado y restaurar la unidad formando un
gobierno de coalición con los sudistas. Fueron los estados del sur los que iniciaron las hostilidades
al atacar el 12 de abril de 1861 Fort Sumter, un enclave federal que defendía la entrada del puerto
de Charleston.

La guerra de Secesión duró cuatro años (1861-1865) y en ella acabaría poniéndose de manifiesto
la superioridad de los veintitrés estados del norte en cuanto a población y recursos bélicos,
aunque los estados del sur organizaron prontamente su defensa y la riqueza de sus clases
dirigentes les permitió adquirir armamento en Europa. Al comienzo de la guerra, el ejército
sudista compensó la inferioridad de fuerzas con su capacidad de iniciativa, su habilidad
maniobrera y la preparación de sus soldados. Lincoln promulgó en 1862 la Homestead Act, para
la colonización del Oeste, y propuso una abolición progresiva de la esclavitud, con el íntimo
propósito de promover un acercamiento a la Confederación sudista que acelerara el fin de la
contienda. Tras comprobar una vez más la intransigencia del otro bando, el 1 de enero de 1863
decretó la emancipación de los esclavos en todo el territorio de la Unión.

Lincoln presenta a su gabinete el decreto de abolición de la esclavitud


(óleo de Francis Bicknell Carpenter)

El ejército del norte fue imponiendo progresivamente su superioridad, y a partir de sus victorias
en Vicksburg y Gettysburg en julio de 1863, el curso de la guerra se inclinó a su favor. A ello
contribuyó también considerablemente la habilidad táctica de los generales Ulysses S. Grant y
William T. Sherman, y los efectos del bloqueo naval, que causó graves perjuicios económicos a la
Confederación y la privó de suministros de todo tipo. Con su ejército dividido y debilitado por las
deserciones, el general sudista Robert E. Lee se rindió a Ulysses Grant en Appomattox, el 9 de
abril de 1865.

Considerado el primer gran conflicto bélico moderno, caracterizado por la extrema crueldad con
la población civil, el uso masivo de medios de combate modernos y la destrucción sistemática
por parte de los yanquis de las plantaciones sudistas, la guerra de Secesión arrojó un macabro
balance de entre seiscientas mil y un millón de víctimas entre civiles y militares. La abolición de
la esclavitud desfondó la economía agrícola de los arrasados estados sureños, en los que, a pesar
de que se sancionó legalmente la libertad de los negros y su derecho de voto, no podría ya
borrarse la discriminación y la segregación racial. Por otra parte, la victoria del norte
industrializado y antiesclavista supuso el triunfo del capitalismo industrial y el principio de un
impresionante despegue económico: la fisonomía del país se transformó rápidamente,
configurando los Estados Unidos que hoy conocemos.

El magnicidio

Durante la guerra, Abraham Lincoln hubo de improvisarse como estratega y general en jefe,
remediar los desastres militares, las sediciones y la corrupción interna, y oponer su tranquila
integridad a cualesquier críticas y acusaciones. Actuó con rapidez y energía contra los insurrectos
y las intrusiones extranjeras, aprobó drásticas leyes marciales y estableció una rigurosa censura
de prensa, de suerte que, a pesar de su clemencia y de su moderación, fue tachado de dictador
por sus opositores. Desde 1863, la marcha favorable de las operaciones militares, sus medidas
de protección al desarrollo de la industria y su política conciliadora con respecto a los estados
díscolos le permitieron mantener la confianza de sus conciudadanos.

Con el general McClellan (Antietam, Maryland, 1862)

Finalizada la contienda, el problema inmediatamente planteado fue el de la reconstrucción de la


Unión en el terreno político, es decir, la reincorporación de los estados rebeldes al congreso
federal. Lincoln era partidario del restablecimiento de la federación en igualdad de derechos para
todos los estados, de inscribir en la Constitución el fin de la esclavitud y de iniciar inmediatamente
la reconstrucción del país; preconizó una inmediata readmisión de los antiguos confederados,
con unas garantías mínimas y la condición de que aprobasen la decimotercera enmienda a la
Constitución, que suponía la abolición de la esclavitud. El congreso, sin embargo, quiso añadir
requisitos más duros a esta fórmula.

No menos importante era la reparación material de los estragos causados por la guerra. En
noviembre de 1864, cuando las fuerzas del norte ya dominaban casi por completo la situación y
el fin del enfrentamiento bélico se veía próximo, Lincoln fue reelegido para un segundo mandato
con un programa de reconstrucción nacional que, sin embargo, no llegaría a ver realizado: cinco
meses después, mientras asistía a una función teatral en Washington, Abraham Lincoln fue
asesinado por un actor sudista llamado John Wilkes Booth.

El 14 de abril de 1865, cinco días después de la rendición sudista, John Wilkes Booth supo que un
mensajero de la Casa Blanca había llegado a la Ford's Opera House, un prestigioso teatro de
Washington, anunciando que a la representación de aquella noche asistirían el presidente Lincoln
y su esposa Mary. John Booth era un joven actor bastante estimado por el público que años antes
había abrazado la causa sudista. Durante la guerra no había dejado de interpretar sus papeles
favoritos, que eran los de Romeo y Bruto, este último asesino de Julio César. Al mismo tiempo,
sus simpatías por los confederados se habían transformado en odio contra Lincoln, en el que veía
a un tirano y al que acusaba de querer convertirse en "rey de Estados Unidos".

El asesinato de Lincoln

Al enterarse de que su enemigo iría al teatro esa noche, supo que había llegado su oportunidad.
Abraham y Mary Lincoln ocuparon puntualmente su palco. La obra dio comienzo después de que
los presentes ovacionaran a su presidente y a la primera dama. En el pasillo, el policía encargado
de su protección creyó que no eran precisas tantas precauciones y salió a tomar una cerveza en
un bar situado junto al teatro. John Booth llegó poco después, saludó al empleado de la entrada
y se dirigió hacia el palco presidencial sin que nadie le cortase el paso. Iba elegantemente vestido,
era un actor reconocido y conocía perfectamente los vericuetos de un teatro en el que había
trabajado decenas de veces.

Cuando entró en el palco, el presidente se hallaba inclinado hacia adelante. Sostenía la mano de
su mujer en la suya y presentaba su perfil izquierdo al ejecutor. Éste se adelantó sigilosamente
empuñando una Derringer, pistola de pequeño tamaño y de un solo disparo. La acercó a la cabeza
de Lincoln y disparó. Una humareda azul llenó el palco. El presidente apenas se movió: sólo su
cabeza se recostó lentamente contra su pecho.

Booth blandió un puñal para que nadie le detuviese y exclamó: "¡Sic semper tyrannis!" (Así llega
siempre la muerte a los tiranos), palabras puestas en boca de Bruto en el momento de apuñalar
a César, que también son la divisa del estado de Virginia. Luego se precipitó hacia la barandilla,
gritó de nuevo: "¡El Sur ha sido vengado!", y cayó pesadamente en el palco de butacas,
rompiéndose una pierna. Sin embargo, logró levantarse y huyó cojeando. Mary lanzó un chillido
y sobrevino una extraordinaria agitación. Lincoln murió al día siguiente poco después de las siete
de la mañana, la hora a la que habitualmente empezaba a trabajar.
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/l/lincoln.htm

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