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TERAPIA TRANSGENERACIONAL

Dora Ortiz Muñoz


Psicóloga clínica y terapeuta familiar
Escola de Terapia Familiar del Hospital de Sant Pau, Barcelona

Guión:

1. Introducción
2. Transmisión transgeneracional
3. Diferentes modelos de terapia trigeneracional
4. Cuándo plantearse la inclusión de tres o más generaciones

1. Introducción

Que somos seres sociales, que existe una interdependencia entre nosotros, y
que los padres son figuras importantes que contribuyen a construir la estructura
de nuestra identidad es algo en lo que están de acuerdo todas las escuelas
psicológicas. Las divergencias se presentan en la lectura de esas
interacciones y sus aplicaciones en la práctica clínica.

Desde el psicoanálisis, cuando se habla de introyección, proyección,


interiorización, desde el análisis transaccional cuando se habla de nuestras
partes “niño-adulto-padre”, desde el conductismo cuando se habla de modelaje,
condicionamiento...todos tienen en cuenta la forma en que las figuras
importantes de nuestra vida, generalmente los padres, pasan a formar parte de
nosotros. Desde el pensamiento lineal la mirada se dirige a la forma en que los
padres han contribuido a la creación de la estructura de personalidad, los
valores, los patrones de conducta... de los hijos y el tratamiento clínico se
dirige, en función de la escuela, a bucear en el inconsciente, a ordenar el
mundo interior, a tomar conciencia de las emociones, o a poner en marcha
nuevas conductas.

Una de las aportaciones más importantes del modelo sistémico es el concepto


de “circularidad”. Pensar en interacciones circulares que se retroalimentan,
pensar en el sistema como un todo y en el individuo como una pieza de un
puzzle que influye y a la vez es influido por éste, nos ayuda a enmarcar los
síntomas o conflictos relacionales dentro de un contexto y por lo tanto,
adquieren otro significado. La solución a los mismos tendrá en cuenta la
función que cumple este síntoma en el sistema y observará o preverá los
movimientos o cambios posibles cuando este síntoma desaparezca, con el fin
de poner en marcha nuevas intervenciones.

Aunque se trabaje con un individuo, una pareja o una familia nuclear, el


terapeuta sistémico siempre tendrá en cuenta a la familia de origen, sobre todo
a la hora de elaborar las hipótesis que contribuyan a aclarar lo que está
pasando. No obstante, pocos terapeutas se aventuran a citar tres o más
generaciones, por las dificultades que este tipo de trabajo plantea o porque, en
muchos casos el trabajo con dos generaciones es suficiente para que hayan
cambios.

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Terapia transgeneracional o trigeneracional Dora Ortiz Muñoz

Si bien es verdad que explorar las relaciones transgeneracionales, puede


enriquecer nuestra visión de lo que está pasando en el presente, llevarlo a un
extremo y querer atar todos los cabos nos puede llevar a perdernos y con
nosotros, a nuestros clientes-pacientes, en la maraña de una red demasiado
extensa de relaciones.

2. Transmisión transgeneracional

En el proceso de socialización de los humanos es inevitable que surjan


dificultades. Cuando los padres no han sido personas bien nutridas en su F.O.
es probable que sean personas con una baja autoestima, que se sientan vacías
o desconectadas de los otros, que hayan integrado pautas de conducta
contraproducentes, que esperen de su pareja y de sus hijos que les
compensen la balanza de lo que no han recibido...pudiendo contribuir de este
modo a perpetuar las dificultades. Pueden ser padres-niños, cuya inmadurez
les impide sostener, dar apoyo, proteger, nutrir emocionalmente de manera
adecuada a sus propios hijos.

Nos será más fácil entender la patología si la miramos desde la óptica del
amor. Cuando las personas se sienten desconectadas de los otros, cuando no
reciben la nutrición emocional necesaria para crecer emocionalmente, se
presentan síntomas, se potencian las relaciones triangulares, se paralizan
procesos de crecimiento de los miembros del sistema.

Una familia es más o menos funcional en la medida que facilita que el amor
fluya a través de todos los miembros en todas las direcciones. Idealmente una
familia funcional sería aquella que nutre emocionalmente a todos sus miembros
en forma de valoración, reconocimiento, apoyo, tanto en vertical: de generación
en generación, como en horizontal: la pareja entre sí, el subsistema de
hermanos...

Si una pareja parte de dos familias de origen en cuyo seno han recibido una
buena dosis de valoración, reconocimiento y viven la salida de la familia como
un paso adelante y no como un abandono, la pareja contará con una buena
base relacional. Al contrario, si no han recibido una buena dosis de nutrición
emocional y la salida de la familia se vive como un abandono o deslealtad las
tensiones estarán presentes tanto en la pareja como en la relación con la F.O y
probablemente pasará a formar parte de las tensiones de la tercera generación.

El proceso de individuación de la F.O. es un proceso largo y muchas veces


doloroso. La mayoría de parejas cuando se forman, han conseguido el grado
de individuación suficiente como para dejar físicamente la casa paterna, pero la
separación emocional necesaria para poder formar una nueva familia es un
proceso difícil de completar y a veces se necesita toda una vida. Para que la
nueva familia funcione, ambos individuos han de ser capaces de separarse
emocionalmente de los padres para volver a unirse a ellos en una relación de
adulto-a-adulto y poder integrar de forma armoniosa ambos sistemas.

Cuando se presentan síntomas o conflictos relacionales, será importante


explorar este proceso de individuación de cada individuo de la pareja de su

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Terapia transgeneracional o trigeneracional Dora Ortiz Muñoz

F.O. ya que cuanto más conscientes sean de este proceso y más amplio el
conocimiento del “si-mismo” de cada uno de ellos, más fácil será que el nuevo
sistema o F.C. sea funcional.

1. Los seres humanos somos socializados en el seno de una familia y por lo


tanto, estas relaciones son de vital importancia a la hora de construir nuestra
identidad.
2. Desde que nacemos participamos en multitud de secuencias relacionales de
las que podemos no ser conscientes.
3. Para formar una nueva familia es necesario completar la individuación del
“si-mismo”, volver a conectarse con la F.O. desde un plano de adultos y
sentirse libre para unirse a la pareja e hijos.
4. Cuanta más conciencia tenga una pareja del legado de su F.O. menos
dificultades tendrán a la hora de decidir cuáles de estos legados les son
útiles y cuáles son disfuncionales y será necesario modificar.
5. Lo ideal (y por lo tanto imposible de conseguir totalmente) sería conseguir la
integración armoniosa de todos los sistemas de pertenencia y sentirse libre
de ser hijo-a, esposo-a, madre-padre... sin estar condicionado por los otros.

3. Diferentes modelos

Desde los inicios del modelo sistémico ha estado presente el abordaje


trigeneracional. Whitaker, Bowen, Boszormenyi-Nagi, Framo, Canevaro... han
contribuido de forma significativa a desvelar los misteriosos hilos por los que
circula la información de una generación a otra, aportando cada uno su visión
personal y su manera particular de abordar los conflictos en los que están
implicadas varias generaciones.

Antes de pasar a hablar de cada uno de ellos, resaltaremos algunos


denominadores comunes:

1. La mirada en la pareja constituye el punto nodal de la terapia, partiendo


de la hipótesis de que ayudar a la pareja a individuarse de su F.O. o,
utilizando los términos de Bowen, acompañarlos en la “diferenciación del
sí-mismo” es un cambio que tendrá repercusiones tanto en las
respectivas F.O. como en la familia creada, ayudando al sistema a ser
más funcional.

2. Cuanto menos diferenciada de su F.O. esté una pareja más simbiótica


será la relación de éstos, proyectando aspectos en el otro que son
propios y aceptando las proyecciones del otro, por lo tanto ayudar a la
pareja a ser menos simbiótica y más desligada entre sí será otro de los
objetivos.

3. Aumentar el conocimiento de los legados transgeneracionales amplía el


autoconocimiento y contribuye a asumir la responsabilidad por el propio
bienestar.

4. Una pareja constituida por dos personas con un alto grado de


conocimiento de su sí-mismo y el sí-mismo del otro tendrá una relación

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Terapia transgeneracional o trigeneracional Dora Ortiz Muñoz

más funcional con los hijos.

5. Tanto si los síntomas se presentan en uno de los cónyuges, en la


relación conflictiva entre la pareja o en los hijos, se considerará la
dimensión tri-generacional.

Carl Whitaker

Whitaker (1992), decía que un individuo es un fragmento de una familia. Pasó


de trabajar con parejas a causa de su inseguridad en el tratamiento de
individuos, a trabajar con familias como un modo de quebrar el estancamiento
con las parejas. En 1.975 le invitaron como catalizador a una reunión de familia
con treinta y un miembros, divididos en dos facciones opuestas. Uno o dos
años más tarde empezó a construir el sistema de familia extensa. Ante los
síntomas de una familia empezó a organizar reuniones familiares que incluían
la tercera generación, a tíos y tías, a los cónyuges anteriores, al nuevo novio o
novia, al jefe, e incluso al vecino. Estructuró el tiempo en sesiones de tres días,
con cuatro horas de terapia por día, y el requerimiento de que durante esos tres
días todos los participantes vivieran juntos...en la mayor parte de los casos los
resultados a largo plazo fueron positivos: la familia, tras asumir el poder,
pasaba naturalmente a la autocorrección y a una pauta de interacción más
sana.

El se consideraba el catalizador del cambio “en una familia extensa, si uno


cambia un elemento o factor, cataliza un cambio de todo el sistema. Todo lo
que uno tiene que hacer es sentarse allí. Uno es la persona que modera ese
caos y, centímetro a centímetro, el caos empieza a resolverse, a llegar a algún
lugar que no se vislumbraba antes de que uno se integrara al proceso.

“Los padres, los hijos y las dos parejas de abuelos constituyen la unidad
trigeneracional. Ellos producen una amalgama de dos estilos de vida. Una
pareja de abuelos y sus leales hijo o hija, y la otra pareja de abuelos y sus
adoctrinados hijo o hija permanecen en la misma habitación, de ocho a doce
horas. Los períodos intermedios producen una especie de socialización
forzada. Como viven en el mismo espacio, por así decirlo, se genera una clase
especial de interacción. Es como si la terapia implosionara la familia extensa,
sumando los síntomas del esposo y sus padres a los síntomas de la esposa y
sus padres.

Esos dos estilos de vida amplificados están en contacto directo durante las
horas de la infiltración del equipo terapéutico. El equipo desmonta en sus
piezas la tensión familiar y el estilo de vida de cada familia, que según ellos se
expresan a través de los padres y los hijos. Toda familia extensa está bien
adiestrada en la defensa de su estilo de vida, y en vivir totalmente su propia
pauta de homeostasis, pero la suma y entramado de los dos estilos de vida
genera una nueva tensión. El hecho de que todo suceda de un modo abrupto,
en un lapso de dos o tres días, aumenta la libertad para que tenga eco durante
semanas, y también facilita la tolerancia en el curso de la experiencia intensa
en sí”. (pág. 169-179).

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Terapia transgeneracional o trigeneracional Dora Ortiz Muñoz

Aunque Whitaker plantea el proceso como si fuera “coser y cantar” es evidente


que, como terapeutas, no es fácil interactuar con un sistema tan amplio y
“simplemente sentarse y observar”.

Unas sesiones maratonianas como las que realizaba Whitaker sólo serían
recomendables con un buen equipo detrás y con algunos objetivos previos que
nos ayudaran a no perder el norte.

En algunos países nórdicos han puesto en marcha un abordaje de los primeros


brotes psicóticos que tiene puntos en común con este trabajo de Whitaker.
Cuando un joven presenta una crisis psicótica se reúne durante unos días a
todas las personas significativas de este joven, abarcando no sólo a la familia
con todas las generaciones posibles sino también a los miembros de su
comunidad (vecinos, compañeros de estudios o trabajo, su médico de familia,
etc.). El impacto de estas sesiones es muy intenso y deja una huella en la
persona que ve cómo todo su entorno se moviliza por él. Si en el caso de la
psicosis la desconfirmación a la que suele estar expuesto el sujeto en su
infancia es uno de los factores de riesgo, esta actuación la podríamos clasificar
de “reparación en mayúsculas”. La presencia de todas esas personas dibuja y
colorea la imagen desdibujada del psicótico incipiente.

Por supuesto este es el inicio de un proceso, un inicio muy potente y que


engendra la semilla de un proceso productivo. Poner en marcha esta
macrointervención no está al alcance de los contextos en los que nos
movemos, pero me parece importante resaltar el gran poder curativo del
sistema ampliado.

Murray Bowen

Murray Bowen, uno de los pioneros de la terapia familiar y como la mayoría,


con una base teórica psicoanalítica, cuando empezó a trabajar con parejas lo
hizo intentando profundizar en el mundo intrapsíquico de cada miembro de la
pareja en presencia del otro, analizando sueños, fantasías, transferencia...más
adelante, cuando trabajó con psicóticos y sus familias puso la mirada en la
interacción de la familia nuclear, luego amplió esta mirada a la interacción
trigeneracional para acabar trabajando con parejas o individuos ayudándolos
en su proceso de individuación, teniendo siempre en cuenta su interacción con
el sistema.

Para Bowen no era necesario convocar a toda la familia para introducir


cambios en un sistema. Después de muchas investigaciones llegó a la
conclusión de que era mejor trabajar con el miembro más sano e instruirlo con
el fin de que aprendiera a desligarse y alejarse de la “masa indiferenciada de la
familia” y asumiera una “posición-yo”. Según Bowen, “cuando un miembro de la
familia es capaz de afirmar con calma sus convicciones y creencias y hacer
que sean adecuadas sin criticar las opiniones de los demás y sin involucrarse
en conflictos emocionales, los demás miembros de la familia inician entonces el
mismo proceso que les lleva a alcanzar mayor seguridad en sí mismos y a
aceptar a los demás.....

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Terapia transgeneracional o trigeneracional Dora Ortiz Muñoz

“Lo normal es que una terapia termine cuando ambos cónyuges han alcanzado
un buen nivel de diferenciación de su sí-mismo con respecto al del otro y con
respecto al de las respectivas familias de origen, cuando han adquirido un
conocimiento suficiente de los sistemas familiares para que ambos,
alternativamente, estén en condiciones de afrontar las crisis y, por último,
cuando están bastante motivados para seguir trabajando en el futuro hacia una
mayor diferenciación”.

Bowen fue uno de los pioneros en la observación y análisis del funcionamiento


de los triángulos relacionales, empezando la observación por su propia familia
y exponiendo con profundidad cuáles eran los triángulos que operaban en ella
y los esfuerzos que hizo para destriangularse.

Más adelante, Guerin, F., Fogarty, T., Fay, L. y Gilvert Kautto, J. (2000)
partiendo de la teoría de los triángulos, dedican sus esfuerzos a profundizar en
el conocimiento de los mismos (la estructura, el proceso emocional que
subyace a los mismos, cómo se ponen en marcha y cómo desactivarlos)

Las relaciones de a dos (díadas) son evidentes para todo el mundo. Hacen
falta dos personas para que exista una relación. Lo que ya no se hace tan
evidente son las relaciones a tres (tríadas) que se pueden convertir en
triángulos cuando aumenta la tensión.

Ellos llegan a las siguientes conclusiones:

1. Cuando aumenta la tensión entre una diada buscan a un tercero para


poder compartirla.
2. La estructura del triángulo atrapa a los tres participantes y no les permite
ser espontáneos.
3. El movimiento que adquiere el triángulo tiene vida propia y suele ir en
una única dirección.
4. Las fuerzas de las que se alimenta el triángulo suelen estar ocultas y sus
participantes actúan de forma reactiva. Es importante desenmascar el
proceso emocional oculto, hacerlo consciente y actuar en consecuencia.
5. Los triángulos cumplen una función: contención de la tensión,
desplazamiento del conflicto y evitación de la intimidad en la relación
diádica.

Estos autores se han especializado en la observación y desactivación de los


triángulos. Trabajan tanto con individuos, como con parejas o familias. Al igual,
que Bowen, la tendencia es trabajar con aquellos individuos que están más
motivados o menos reactivos con el fin de ayudarlos a destriangularse.

En cuanto al tema que aquí nos ocupa, la terapia trigeneracional, aunque ellos
no suelen citar a más de dos generaciones, sí que prestan una especial
atención al triángulo parental primario de cada uno de los cónyuges cuando
trabajan con parejas, o amplían el foco a los triángulos formados con los
parientes políticos, o el desplazamiento del conflicto de la F.O. a la familia
creada.

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Boszormenyi-Nagi

En el modelo de Boszormenyi-Nagi y Geraldine M. Spark confluyen la


psicología dinámica, la fenomenología existencial y la teoría de los sistemas.
Consideran que la infraestructura humana más profunda de relaciones consiste
en una red (jerarquía) de obligaciones que no siempre son manifiestas. La red
de “lealtades invisibles” pueden ejercer su poder en el individuo, muchas veces
obstaculizando su proceso de individuación y creando conflictos de lealtades
entre la F.O. y la F.C.

Los miembros de un sistema han de tener en cuenta las necesidades de todos


sus miembros, así como las propias. El equilibrio entre el “dar y recibir” será un
factor importante para que el sistema sea funcional. Cuando se forma una
familia padres e hijos no tienen una relación equilibrada en cuanto al dar y
recibir. Los padres no esperan que los hijos les devuelvan todo lo que hacen
por ellos, pero ambos entienden que con el tiempo el hijo contrae una deuda
existencial con los padres. En el libro de la contabilización transgeneracional de
obligaciones y méritos se van anotando las cuentas y se van equilibrando. Los
hijos cuando se independizan y forman su propia familia, parte de lo que deben
a sus padres lo pagan con lo que dan a sus propios hijos, pero las cuentas no
quedan saldadas sólo con dar a la siguiente generación sino que es necesario
retribuir de alguna manera parte de lo que se ha recibido de la generación
anterior para que el “libro mayor esté equilibrado”.

Según Boszormenyi (2003) “la dimensión más importante de los sistemas de


relaciones estrechas se desarrolla a partir de la hoja de balance
multigeneracional de méritos y obligaciones. Creemos que el nivel del sistema
en que se forjan las lealtades básicas se conectan con otros niveles sistémicos
más visibles de la conducta de interacción y las comunicaciones”, (Pág. 21).

“El patrón de necesidades de una persona es una fórmula abreviada que


comprende tanto sus necesidades personales como las expectativas invisibles
debidas al equilibrio perturbado de la justicia en las relaciones anteriores
propias de su familia. Tiene una deuda de reciprocidad para quienes tanto le
dieron, no importa que se hayan sentido estafados o explotados por el destino.
Puede dar por sentado que su futura pareja tiene conciencia de sus
frustraciones y obligaciones innatas. Naturalmente, el otro debe incorporar en
su actitud la historia del balance de méritos de su propia familia”. (Pág.29)

Si un hijo tiene unos padres muy sacrificados que “han dado la vida por él”
tendrá muchas dificultades para desvincularse y formar su propia familia ya que
le acompañará un sentimiento de culpa por ser desleal a sus padres y no
poderles pagar todo lo que han hecho por él.

Si un hijo no ha recibido de sus padres suficiente nutrición emocional sentirá


que la vida “los otros” están en deuda con él y sus expectativas hacia su pareja
o sus propios hijos será la de esperar de ellos aquello que no recibió de sus
padres contribuyendo al estancamiento del sistema.

Ellos, al contrario de otros autores, no han construido un modelo

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estandarizado, sino que cuentan con aquellos miembros de la familia que


consideran significativos en la resolución de conflictos y tienen en cuenta la
peculiaridad de cada caso. Casi siempre empiezan trabajando con la familia
nuclear o con la pareja y teniendo en cuenta la problemática piden a cada uno
de los miembros de la pareja que invite a las sesiones a aquellas personas de
la familia de origen con las que tienen cuentas pendientes, pueden asistir
ambos con la F.O. de uno de ellos o bien cada uno de ellos con su respectiva
F.O. El número de sesiones y el momento de la convocatoria son variables ya
que su participación estará relacionada con la evolución del proceso
terapéutico.

James J. Framo

Para James L. Framo el trabajo transgeneracional es de tal trascendencia que


aunque trabaje con individuos, parejas o grupos de parejas, siempre plantea la
inclusión de la anterior generación como una parte imprescindible del proceso
terapéutico. Suele plantearlo en las primeras sesiones (no en la primera porque
habría más resistencias) y lleva a cabo estas sesiones generalmente hacia el
final del proceso terapéutico. En el caso del trabajo con parejas ve a cada
miembro de la pareja con su F.O. sin la presencia del otro porque considera
que la inclusión del otro condicionaría la participación de la familia. Graba las
sesiones y se pacta que se harán copias para cada uno de ellos y para la
pareja.

Esta participación de la F.O. se prepara con tiempo y se elabora el temario a


abordar con el paciente. El encuentro se programa en dos sesiones de dos
horas que se pueden hacer el mismo día con un intervalo de unas horas o bien
en dos días consecutivos.

El objetivo de estas sesiones es hablar del pasado y el presente de las


relaciones familiares con el fin de tomar conciencia de las pautas relacionales.
Framo, J. (1992) explica a la familia en qué consiste la sesión, procurando
transmitirles, de forma directa, varios mensajes básicos:

1. El jefe de la sesión no es el consultante sino que lo son todos, la familia


íntegra.
2. Se supone que habrán de tratar los problemas importantes que se han
presentado en la familia.
3. En el proceso de discusión de estos problemas, es probable que tengan
que pasar por algunos malos momentos.
4. El rol de los terapeutas no consiste en tratarlos a ellos, sino más bien en
actuar como facilitadores para ayudarlos a que interactúen.
5. El principio rector, y el que hace que este esfuerzo valga la pena, es la
mejora de las relaciones familiares.
6. Nuestro apoyo servirá a modo de anestesia para la angustia que surja.
(Pág. 67-68).

Alfredo Canevaro

Canevaro pone el acento en la dimensión relacional de la pareja que él

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denomina “amor co-terapéutico “compartir las vulnerabilidades recíprocamente


hace, sí, que el otro se convierta lentamente en aquella o aquél que más te
conocen con el tiempo, y que aceptándote como diferente de sí mismos, crea
las premisas para un diálogo profundo y auténtico, verdadero antídoto de la
simbiosis. Probablemente la primera impronta importante de este amor
coterapéutico es la recíproca ayuda que cada uno da al otro en la gradual
diferenciación de la propia familia de origen, titánico trabajo que a veces nunca
termina y que siempre condiciona la evolución de la relación”.

Su método invariante consiste en ver al comienzo de la terapia de pareja, a


cada uno de ellos con su FO separadamente, sin el otro cónyuge presente. El
tema explícito en la convocatoria es la relación de pareja. “El pedido de
solidaridad y de información a las FO sirve, en vista del objetivo terapéutico de
la definición de la relación, sea en la pareja o entre el SFO y el SFN.-
(Canevaro). El contenido de la entrevista es secreto y entre ellos pueden, o no,
contarse lo que les parezca conveniente. La sesión está bajo el secreto
profesional.

Según Canevaro, eso permite:

a) Reforzar la diferenciación entre los dos sistemas familiares de origen.


b) Observar las ulteriores retroacciones y la transmisión de la información entre
los dos cónyuges.
c) Introducir una cuña en el sistema familiar disfuncional, cuyo efecto es
paradójico.

El hecho de involucrar ambas FO separadamente es ya un hecho discriminante


de la simbiosis de pareja. Busca disolver las coaliciones ocultas, prescribiendo
explícitamente la alianza con cada FO y al mismo tiempo, es un factor
altamente provocativo porque presupone que cada uno de los miembros no
está aún maduro y tiene necesidad de regresar a los orígenes. En general, esta
intervención permite restablecer en la pareja una dimensión solidaria que
puede restaurar el amor coterapéutico.

Canevaro nunca ve a una FO si la otra no está dispuesta a participar y en caso


de que la terapia de pareja llegase a una situación de “impasse” puede
convocarlos de nuevo.

Hasta aquí, hemos realizado un breve esbozo de cómo se puede poner el foco
en las relaciones trigeneracionales de modos muy diferentes:

1. Trabajando con parejas o individuos, con la presencia de la F.O. y la


F.C.
2. Exigiendo la presencia de la F.O. al inicio de la terapia (Canevaro) o al
final de la misma (Framo).
3. Trabajando con individuos, poniendo el foco en los triángulos
relacionales, incluyendo los triángulos que incluyen a miembros de
diferentes generaciones.
4. Haciendo sesiones maratonianas con la familia extensa de ambos
cónyuges (Whitaker).

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4. Cuándo plantearse la inclusión de tres o más generaciones.

“Quien mucho abarca poco aprieta”. Este dicho popular nos puede servir de
guía a la hora de plantearnos el trabajo con familias y valorar la conveniencia
de incluir o no, a varias generaciones. Ampliar mucho el foco y querer abarcar
una red excesivamente amplia de relaciones, si no contamos con los recursos
suficientes (por ej. un mínimo de dos terapeutas) nos puede llevar a
sumergirnos en una red de nudos relaciones y dificultarnos la salida.

A pesar de que hay autores que utilizan siempre el modelo trigeneracional de


forma estructurada, no siempre es posible, y, a mi parecer, ni imprescindible.
La estructura de la familia actual cada vez es más heterogénea: familias
nucleares, monoparentales, reconstituidas, con parejas del mismo sexo, familia
con hijos adoptados... por lo tanto a la hora de decidir con quienes vamos a
trabajar, tendremos que tener en cuenta esta estructura. Por ejemplo, con
familias reconstituidas, es todo un reto decidir cómo y cuándo se incluyen a los
ex-cónyuges.

Algunos trastornos, como pueden ser las depresiones mayores o distimias, que
se presentan en la edad adulta suelen estar desendacenados por hechos
presentes: conflictiva de pareja, emancipación de los hijos, enfermedades... la
terapia de pareja, o familiar (incluyendo a los hijos) ayuda a resolver los nudos
relacionales y en muchos casos es suficiente para que hayan mejorías. Pero,
no hay que olvidar que las depresiones (y otros trastornos) hunden sus raíces
en la historia de la familia de origen y en muchos casos la participación activa
de los padres o los hermanos puede ser de gran ayuda a la hora de saldar
algunas cuentas.

No hemos de olvidar que las familias son sistemas abiertos y por lo tanto
sometidos a la influencia de otros sistemas (los amigos, la comunidad, el
mundo laboral) y éstos pueden tener un mayor o menor peso específico como
desencadenantes o mantenedores de los problemas que se planteen. Por lo
tanto, dependiendo de la problemática, quizás sea más útil poner el foco en la
interacción con estos contextos, en el caso de que pensemos que podrían estar
ejerciendo un peso específico mayor en la conflictiva o sintomatología
presentada.

Pensar en términos transgeneracionales nos puede ayudar a entender lo que


está pasando en el presente, pero no siempre será necesario intervenir
directamente con dos o más generaciones para que haya cambios. Sí lo hemos
de tener en cuenta en las siguientes situaciones:

1. En aquellos casos en los que tras una exploración del sistema se


hipotetiza la existencia de patrones de conducta disfuncionales que se
hayan presentado en varias generaciones.

2. En caso de patología grave: psicosis, T.L.P., depresiones mayores...


sobre todo en el caso de que estas patologías se hayan cronificado, será
difícil que haya cambios significativos si no se moviliza todo el sistema.

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Terapia transgeneracional o trigeneracional Dora Ortiz Muñoz

3. En casos en los que convivan miembros de tres o más generaciones.

4. En el trabajo con parejas es fácil quedar atrapados en la dinámica


relacional y perder la objetividad. Si pensamos en términos
trigeneracionales nos ayudará a mantener la distancia necesaria para
poder ver con claridad las fuerzas que están interviniendo en ese
momento. Cuando se llega a una situación de estancamiento en la
terapia puede ser de ayuda la intervención con las F.O.

Respecto a cómo hacerlo, después de ver diferentes abordajes, yo resumiría


que en el caso de patología grave la intervención trigeneracional no puede
circunscribirse a la presencia de la F.O. en una o dos sesiones, sino que
requerirá un trabajo más continuado y reservar la intervención puntual con la
F.O. para salir de una situación de “impasse”, o cuando en el trabajo con
individuos o con parejas se observen pautas disfuncionales concretas
relacionadas con la F.O.

Nos pasamos toda la infancia tragando lo que nos ofrecen nuestros padres y
necesitamos toda la vida para digerirlo. La metáfora de la rumiación de las
vacas me parece un buen ejemplo como guía para trabajar con las familias.
Las vacas simplemente tragan y luego necesitan toda la noche para pasar el
bolo alimenticio a la boca y masticarlo poco a poco para pasarlo al estómago y
digerirlo. Si no hacen este proceso de rumiación el alimento no podrá nutrirles y
no les habrá servido como tal. En el caso de las familias, si una generación
recibe como legado algunos patrones de conducta generadores de patología
(un exceso de crítica, desconfirmación, destacar sólo lo negativo, no mostrar
afecto....) y esta generación no hace el esfuerzo de ser consciente (rumiar) de
estos patrones de conducta con el fin de modificarlos, hay muchas
posibilidades de que tenga repercusión en la próxima generación.

BIBLIOGRAFIA RECOMENDADA

Whitaker, C. (1992): Meditaciones nocturnas de un terapeuta familiar. Buenos


Aires: Paidós.

Bowen, M. (1998): De la familia al individuo. Barcelona: Paidós.

Guerin, P. y otros (2000): Triángulos relacionales. Buenos Aires: Amorrortu.

Framo, J. (1996) Familia de origen y psicoterapia. Barcelona: Paidós.

Canevaro, A. (2006): Terapia Trigeneracional para la simbiosis de pareja.


Redes, 16: 9-32.

Boszormenyi-Nagi, I. y Spark, G. (2003): Lealtades invisibles. Buenos Aires:


Amorrortu.

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