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“Cuando la vida es muy opresiva para el hombre, la muerte se

convierte en un refugio”
Heródoto.

Análisis crítico del proyecto de ley de eutanasia1.

He dividido esta exposición en dos partes, la primera relativa a un análisis


crítico de del proyecto de ley, boletín Nª9602-11, presentado por los senadores
Rossi y De Urresti, con especial acento en algunas hipótesis consagradas en éste,
para a partir de ello, reflexionar respecto de aristas morales y políticas que
desprende tanto la eutanasia activa como los testamentos vitales. Dilemas que
este proyecto, plantea tanto a profesionales de la salud como a juristas, filósofos, y
-sobre todo- a los familiares a quienes según el proyecto se encomienda, en
algunos casos tan sensible decisión.
Como todos ustedes saben, durante las últimas semanas hemos asistido a
un nuevo espectáculo de nuestra clase política, por decir lo menos lamentable, en
efecto. Frente a la presentación por parte de los senadores socialistas Sres. Rossi
y De Urresti de un proyecto que busca regular la eutanasia activa y pasiva, así
como los testamentos vitales, nos hemos encontrado con prejuicios, amenazas y
simplificaciones, como por ejemplo la afirmación de una senadora de la República
para quien "Cuando uno mata a una persona, independientemente de las
condiciones que rodean este hecho, es un homicidio para nuestra legislación".

Pero, no sólo la clase política más conservadora de nuestro país se ha


opuesto a la discusión, sino que un sector importante del conglomerado oficialista
también lo ha hecho. A ello se ha sumado la indiferencia del propio gobierno a
referirse al tema a fondo, así la ministra Rincón señaló: "Este no es un tema que
esté en el programa de gobierno, lo ha señalado la propia ministra de Salud.
Y lo que hagan los parlamentarios dentro de sus competencias es un

1
Artículo presentado en foro sobre eutanasia, Universidad La República, Junio de 2006.
problema de ellos, no es un tema donde el Ejecutivo vaya a poner hincapié,
acentos o urgencias".

Sin embargo, el tema está ahí, miles de personas enfermas y sus familias a
diario se debaten entre la presencia de un vivir agónico y sufriente, y la paradoja
de imposibilidad de posibilidad –parafraseando a Heidegger- que otorgaría una
muerte digna. Y más allá de cuales sean las posiciones que adoptemos respecto
del proyecto de ley, el hecho es que nuevamente gran parte de los actores
políticos de nuestro país han juzgado que el tema no es oportuno. Subyace en ese
patrón de conducta, obviamente, por un lado, el hecho de no dar a conocer a su
electorado cuales son sus preferencias valóricas sobre un tema que en cualquier
momento podemos tener instalado en la cama de una de las piezas de nuestras
casas. Pero no es sólo eso, ya que además esta postura de esconder la cabeza
como un avestruz, por otro lado, supone el hecho que la ciudadanía no está
preparada para un debate de este carácter, reservándose como siempre para sí el
legislador el carácter de iluminado en la verdad respecto de un tema que
atraviesa, en este caso, la moral, la ética médica, la política, la economía y por
supuesto el derecho, y sobre el cual, anticipo, no hay –a mi juicio- una verdad que
se pueda desentrañar como si estuviere allá afuera y hubiere que descubrirla, ya
que esta sólo va a resultar del diálogo participativo de todos los ciudadanos. En
este sentido, se celebra una instancia como esta, de genuino dialogo.

En efecto, como señala Habermas “Un consenso normativo, alcanzado


bajo condiciones libres e inclusivas de debate práctico, establece una norma
válida (o confirma su validez). Las normas válidas no “existen”, sino en el
modo de ser aceptadas intersubjetivamente como válidas”2. Es necesario
comprender que los ciudadanos (y este es un principio de la res-publica) están -en
un decir de Sandel- preparados para el autogobierno, y como tal son capaces de
afirmar y defender sus diversas concepciones de lo justo y lo bueno dentro del
espacio público. Creo que si no logramos como sociedad entender esto, lo más

2
Habermas Jürgen, “La ética del discurso y la cuestión de la verdad”, pág. 87, Edit. Paidos.
probable es que todo esfuerzo por dar cabida siquiera a la discusión sobre la
eutanasia, será estéril.

Así, parece improbable que la legalización de la eutanasia, a lo menos en


su vertiente que pretende fundarla en la autonomía de los sujetos para decidir
sobre sus propias vidas, pueda prosperar si es que una gran mayoría de
legisladores cree que sus conciudadanos no son lo suficientemente instruidos para
participar del debate y, además -he aquí lo más grave-, no estarían capacitados
para decidir sobre su propia vida. O más profundo aún, tomar la –nadie ha dicho
fácil- decisión de aplacar el dolor de otro.

Nadie niega que existe un consenso material sobre la protección del


derecho a la vida, el punto es preguntarse sobre el significado y alcance potencial
que dicha garantía resguarda. Aquí se ha radicado el eje del debate público. En
orden a pensar que la solución se encontraría única y exclusivamente el decidir
sobre la disponibilidad o no disponibilidad de la vida misma, por parte de un sujeto
ideado como autónomo, para luego desde allí reducir todo debate a si se trata o
no de una acción típica o atípica. Esta advertencia, parece estar detrás del
pensamiento de Roxin, en cuyas ideas, por lo demás, creo está basado gran parte
del proyecto presentado al Congreso Nacional, y para el cual “Se dificulta un
acuerdo sobre lo permitido y lo prohibido en la medida en que la eutanasia
no es domino exclusivo de los penalistas. En este ámbito médicos, filósofos,
teólogos y escritores reclaman con razón su derecho a intervenir……, pero
complican un acuerdo acerca de su enjuiciamiento jurídico-penal a través de
muchas premisas extrajurídicas de discutido carácter ideológico,
propagandístico y de opinión”3.

Cabe preguntarse si el debate puede zanjarse sólo desde una perspectiva


dogmático penal. Creo que no, que es necesario, como ya señale, fundamentar -

3
Roxin Claus, Pág. 1 “Tratamiento jurídico penal de la eutanasia”, en “Revista electrónica de Ciencia Penal y
Criminología”, Julio 1999.
cualquiera sea la posición- en sustratos morales que muestren el horizonte de
sentido que puede tener la voz “derecho a la vida”, confrontada con “muerte
digna”, “voluntad de morir” y, a mi juicio, la más controvertida de todas: “voluntad
presunta de morir”.

Primeramente, voy a mostrar situaciones que la dogmática jurídico penal


distingue, algunas de sutiles matices, al tratar el tema de la eutanasia. Así,
siguiendo a Claus Roxin se pueden señalar los siguientes casos que paso a
describir someramente:

A) Alivio del dolor sin efecto de reducción del tiempo de vida del ser humano. Mal
llamado -a mi juicio- por Roxin “eutanasia pura”, y que como se puede ver, se trata
de una conducta perfectamente legal.

B) Alivio del dolor contra voluntad del paciente: Caso en que el ser humano,
cualquiera sea el motivo, desea pasar sus últimos momentos, aunque aquello le
cause dolor, con su conciencia en estado de lucidez. Obviamente la voluntad del
paciente debe ser respetada, y cualquier intento por sedarlo debiera ser juzgado
como un atentado contra el paciente.

C) Omisión de alivio de dolor contra la voluntad del paciente: En este caso se está
omitiendo deliberadamente el tratamiento, por lo que se trataría de una conducta
punible. Opina Roxin que se trataría de un “delito de lesiones por omisión”, sea por
la posición de garante del médico o por omisión de deber de socorro. Pero aquí, lo
que quiero demostrar, más allá de la tipificación penal del caso -no soy penalista-,
es el hecho que, en y desde esta hipótesis, parece formularse “un deber de aliviar
el dolor”, que por lo demás se encuentra consagrado en la ley 20 584.art. 16 inc.
Penúltimo que reitera el principio del art. 6º de la ley.
“Las personas que se encuentren en este estado tendrán derecho a vivir con
dignidad hasta el momento de la muerte. En consecuencia, tienen derecho a los
cuidados paliativos que les permitan hacer más soportables los efectos de la
enfermedad, a la compañía de sus familiares y personas a cuyo cuidado estén y a
recibir, cuando lo requieran, asistencia espiritual “l

Ahora hay que comprender que la dimensión de alivio del dolor no es solo física
sino que también tiene una dimensión moral, el paciente tiene derecho a alivio del
dolor y en eso dimensión implica que su derecho está referido a la compañía de
familiares, personas con deber de cuidado y la recepción de asistencia espiritual.
Entonces si hay derecho, entonces un deber anda dando vueltas por allí, hay un
deber de aliviar el dolor, la pregunta es sobre quienes recae este deber. Deber
que -ya trataré más adelante- es el que parece, a mi juicio de modo aparente,
colisionar con el derecho a la vida. Sigo con las distinciones.

D) Eutanasia indirecta: Esta hipótesis, que se suele mezclar con la eutanasia pasiva,
describe el caso de aplicación de medios paliativos de dolor que aceleran el
proceso de muerte, aun cuando está no se encuentre cercana, como por ejemplo,
en casos de cáncer terminal, en que los dolores pueden durar meses. Sobre esto
debo señalar dos cosas, la primera es que este caso es de muy probable
aplicación, es más, no dudo que en Chile debe ocurrir a diario; y segundo, que
este caso, a lo menos la experticia médica, parece aceptarlo. Sin embargo, la
hipótesis, parece no comprendida en el proyecto, uno podría pensar que quedaría
envuelta en los casos de eutanasia pasiva, no obstante de tratarse técnicamente
de un caso distinto. El problema, es que al no estar regulada en particular, sino
que al estar englobada con la eutanasia pasiva, aparece una indeterminación. En
efecto, la ley actual 20.584 pone por limite en casos de salud terminal, el que el
rechazo de tratamiento no puede implicar acelerar artificialmente el proceso de
muerte. De modo que aparece una primera incongruencia, se puede omitir aliviar
el dolor para acelerar la muerte, pero no se puede aplacar el dolor, si ello lleva por
resultado acelerar artificialmente la muerte. Aparentemente, colisionan el derecho
de aliviar el dolor con el derecho a la vida. Sin embargo, hay un fallo de la Corte
Constitucional de Colombia que refiriéndose al homicidio piadoso, me parece
ilustrativo sobre este punto de conflicto:
“ El deber del Estado de proteger la vida debe ser entonces compatible con el
respeto a la dignidad humana y al libre desarrollo de la personalidad. Por ello la
Corte considera que frente a los enfermos terminales que experimentan intensos
sufrimientos, este deber estatal cede frente al consentimiento informado del
paciente que desea morir en forma digna. En efecto, en este caso, el deber
estatal se debilita considerablemente por cuanto, en virtud de los informes
médicos, puede sostenerse que, más allá de toda duda razonable, la muerte es
inevitable en un tiempo relativamente corto. En cambio, la decisión de cómo
enfrentar la muerte adquiere una importancia decisiva para el enfermo terminal,
que sabe que no puede ser curado, y que por ende no está optando entre la
muerte y muchos años de vida plena, sino entre morir en condiciones que él
escoge, o morir poco tiempo después en circunstancias dolorosas y que juzga
indignas. El derecho fundamental a vivir en forma digna implica entonces el
derecho a morir dignamente, pues condenar a una persona a prolongar por un
tiempo escaso su existencia, cuando no lo desea y padece profundas aflicciones,
equivale no sólo a un trato cruel e inhumano, prohibido por la Carta, sino a una
anulación de su dignidad y de su autonomía como sujeto moral. La persona
quedaría reducida a un instrumento para la preservación de la vida como valor
abstracto”.
Entonces, se ha de recordar que cuando hablamos de vida no nos
referimos al mero acontecer biológico, sino que, ella tiene una dimensión moral
comprendida en la idea de dignidad, no escindible de su componente material,
pretender desyugar ambas instancias, es tan errado como pretender que una es
preponderante sobre la otra.

E) Eutanasia propiamente pasiva: Caso en el cual hay omisión de tratamiento,


respecto de un ser humano que se encuentra ya en estado terminal. Esto es, “en
cuyo proceso mortal ya no puede intervenir la actuación médica de un modo
definitivo”4. Este caso parece ser el señalado en el proyecto de ley que en su Art.
54° bis A señala:

“De la eutanasia pasiva. Es derecho de todo paciente terminal otorgar


o denegar su consentimiento a cualquier procedimiento médico de
conformidad a lo establecido en la ley Nº 20.584.

Cabe destacar el hecho que el proyecto afirme que es “un derecho del
paciente”, lo que podría llevar a afirmar que el proyecto se redacta a partir de una
lógica de propiedad del cuerpo, en razón de la cual resultaría impune la conducta
del médico, en tanto la propiedad del cuerpo, propiedad sólo actualizable en caso
de enfermo terminal, esboza el principio básico que “sólo decide el paciente”.
Ahora bien, está hipótesis es aceptada por la praxis médica, “cuando en un
enfermo terminal en condición irreversible un médico decide NO utilizar un
llamado ‘método extraordinario’ de tratamiento o retirarlo si lo está
utilizando, está aplicando correctamente el principio de proporcionalidad
terapéutica que debe guiar su acción médica”

Hago notar aquí una pequeña gran diferencia. Como se ve, el Dr. Goic
radica la decisión en el médico, y la ley 20.584 en la propuesta del médico, pero
siempre que el paciente exprese voluntad en ese sentido. Sin embargo, creo que
en este caso, la ley señala que la voluntad informada del paciente es vinculante
para el médico, en última instancia, inclusive por vía de la solicitud de alta médica
consagrada en el art. 18..

Otra cuestión relevante es que el proyecto es claro en su art. 54 letra A en


orden a que comprende tanto la hipótesis de no practicar un tratamiento
(“abstención terapéutica”), como la de interrumpir un tratamiento (“suspensión
terapéutica”). El punto no es baladí, si se tiene en vistas que no es lo mismo No

4
Baumann y otros, “Proyecto alternativo de ley sobre Eutanasia” paragraf. 214 a, anotación 4, citado por
Roxin Claus. Op. Cit. Nota 2.
actuar que, por ejemplo, desconectar el respirador artificial en su caso. Retomo
las distinciones.

F) Eutanasia Precoz: Este caso describe la hipótesis en que se deja morir a recién
nacidos con graves malformaciones de carácter incurable o progresivamente letal
que le causen un sufrimiento no tolerable conforme a razones humanitarias. Cabe
preguntarse si procede la eutanasia y cuál sería el criterio en el cual fundarla -el
proyecto no se pronuncia-, ya que claramente en este caso no podemos proceder
a consultar la voluntad del afectado, ni menos argüir a partir de una voluntad
presunta, ya que en el neo nato no habría voluntad, quedado radicada la decisión
en los padres. Cabe preguntarse si esta hipótesis podría entenderse incluida en el
art. 54º ter C:

“En caso de menores de edad la decisión será adoptada por los


padres de común acuerdo si existiesen ambos. A falta de uno de los padres,
la decisión será tomada por él que existiese. A falta de ambos, la decisión
será adoptada por la mayoría de los parientes consanguíneos presentes de
grado más próximo en la línea colateral, hasta el tercer grado inclusive”.

G) Auxilio al suicidio: Acción encaminada a producir la muerte en un ser humano, en


razón de satisfacer sus propios deseos. Es relevante distinguir esta hipótesis de la
eutanasia activa, con la que suele confundirse. En el caso del auxilio al suicidio, el
médico o un tercero facilita los medios para que el enfermo por sí mismo se cause
la muerte, generalmente por la ayuda de algún método técnico. Este caso es
popular a partir de las actuaciones del Dr. Kevorkian en Estados Unidos, el cual de
hecho se asignó una nueva especialidad médica, esto es la “obiatría”, que si bien
no tiene definición castellana, Kevorkian la describe como “ir a la muerte con
ayuda de tu médico”. Pero este personaje del siglo XX no es gratuito. En realidad,
más allá de lo abominable que fuera su método -recordemos que subía al paciente
sobre un vehículo van, momento en el cual la persona sólo debía apretar un botón
para morir por una dosis de monóxido de carbono, mientras Kevorkian filmaba el
momento-. El Dr. Kevorkian no es un extraterrestre, sino que es el resultado de
una sociedad que negó el debate, de una sociedad en la que la hipervalorización
de la vida lleva a extender los esfuerzos tecnológicos más allá de lo deseado por
el paciente. La apropiación del ser humano por la tecnología médica parece
olvidar la sentencia de Heidegger, en razón de la cual “la técnica en su esencia
es algo que el hombre, por sí mismo, no domina”5. Esta lúcida sentencia nos
advierte sobre el encarnizamiento terapéutico y la falta de comunicación entre
médico y paciente, al punto de minorizar por parte del profesional el querer de su
paciente. Son estos antecedentes los que llevan a la irrupción de tipos como
Kevorkian en Estados Unidos.

H) La eutanasia activa: Esta última se encuentra definida en el proyecto de ley, en su


art. 54 ter, como el caso de “Todo paciente que sufra una enfermedad incurable o
progresivamente letal que le cause un padecer insufrible en lo físico y que se le
representa como imposible de soportar podrá solicitar por razones humanitarias, y
de conformidad a las normas que esta ley establece, que la muerte le sea
provocada deliberadamente por un médico cirujano”. Posteriormente el inc 2º
señala “Para ejercer este derecho, el médico tratante deberá cumplir con los
siguientes requisitos” Aquí sería recomendable mejorar la redacción del inc. 2ª que
puede llevar a confundir donde se radica el derecho. Como se puede apreciar, en
este caso nuevamente parece radicarse la decisión en el paciente, la que a su vez
nuevamente se afirma como un derecho en el hecho de su solicitud. Pero es
necesario puntualizar que no bastaría con la sola voluntad del enfermo, sino que
va a ser resorte del médico, así como de una comisión ética “de comprobación”
resolver si procede o no la eutanasia, a partir de si se cumplieron o no los
siguientes requisitos:

1. Proporcionar, previamente y en lenguaje comprensible para el paciente,


información completa respecto de la enfermedad, sus implicancias y

5
Heidegger Martin, Entrevista en “Der Spiegel”, Pág. 69.
posibles tratamientos. Esto se hará en forma oral y también por escrito, en
un acta que deberá firmar la persona o su representante legal;

2. Deberá llegar a la convicción de que el padecimiento es insoportable y sin


posibilidades de mejoría;

3. Consultar la opinión de la Comisión Ética de comprobación respectiva,


que se establece en el párrafo 3° de este título.

Luego, al parecer la decisión no es tan libre, parece ser que el paciente solo
puede dar inicio a un curso causal de decisión respecto de su cuerpo, vida, dolor y
muerte, pero NO puede decidir por sí, ya que el proyecto, hace prevalecer la
opinión de la comisión, en caso que, esta estime que no procede aplicar el
procedimiento de eutanasia. Ergo, el principio solo decide el paciente está
atenuado. Ello, se ve reforzado porque que además las resoluciones que está
Comisión tome no son susceptibles de recurso alguno, esto resulta curioso por
decir lo menos, ya que si reconocemos que se trata de la colisión entre derecho a
la vida y derecho a aliviar el dolor, me parece arriesgado sustraer de la
jurisdicción, en tanto poder del Estado, decisiones sobre este punto. Cuestión que
se ratifica en la actual ley en el art. 17 que permite la posibilidad de recurso ante la
Corte de Apelaciones, para los casos de omisión de tratamiento, por lo demás se
produciría una desigualdad manifiesta ante la ley entre la situación del paciente
que pretende eutanasia pasiva, en tanto, éste si contaría con la posibilidad del
recurso, pero el paciente que pretende ejercer la posibilidad de la eutanasia activa
no contaría con la misma acción.

Por último, cabe en esta primera parte señalar que el proyecto contempla hipótesis
de testamentos vitales para ambos tipos de eutanasia, conforme lo señalan los
fundamentos del proyecto, este tiene por referencia la ley 21/ 2000 de Cataluña,
sin embargo “la voluntad anticipada” consagrada en la legislación catalana, es
bastante más amplia, consagrando por ejemplo la posibilidad que esta anticipación
no solo tenga por objeto la manifestación a favor de un procedimiento eutanásico,
sin perjuicio además, de consagrar la posibilidad de designación de
representante que “será el interlocutor válido y necesario para el médico o el
equipo sanitario, para que le sustituya en el caso de que no pueda expresar
su voluntad por sí misma”6. Sería interesante, respecto de esto testamentos, por
un afán de protección de las voluntades involucradas, una referencia explícita a
las reglas generales de vicios de la voluntad (error, fuerza o dolo), ello reforzaría el
derecho a información y autonomía de los pacientes..

II La voluntad presunta.

En esta segunda parte, voy a referirme a casos tanto de eutanasia activa


como pasiva en que la decisión de proceder a aplicar el procedimiento queda
entregada a personas distintas del paciente. Este, creo que es uno de los mayores
dilemas morales a los que un familiar pueda estar expuesto y a mi juicio desde el
se puede desentrañar que ha de prevalecer como argumento o al menos ser
tomado en cuenta más allá de la cuestión de la autonomía, para justificar una
legislación sobre eutanasia.

En efecto, dentro del párrafo referido a la eutanasia pasiva el art. 54 bis e


Artículo 54º bis E.- prescribe que

“En caso de muerte cerebral, entendiendo por tal la definida en la ley


Nº19.451, la decisión de someter o no al paciente a los tratamientos será
adoptada por el cónyuge que vivía con el fallecido o la persona que convivía
con él en relación de tipo conyugal, siguiendo cuando corresponda el orden
de prelación que establece el art. 2 bis del citado cuerpo legal”

Cabe preguntarse si se trata propiamente de un caso de eutanasia, ya que


en principio este artículo parece agregar un instante decisorio a los familiares

6
Ley 21/2000 art. 8º Nº 1.
respecto de la muerte que el art 19 de la ley 20584 simplemente había descartado
al prescribir que basta la acreditación de este tipo de muerte conforme a la ley de
donación de órganos 19.541, para que se certifique la defunción.

“Tratándose de personas en estado de muerte cerebral, la defunción


se certificará una vez que ésta se haya acreditado de acuerdo con las
prescripciones que al respecto contiene el artículo 11 de la ley Nº19.451, con
prescindencia de la calidad de donante de órganos que pueda tener la
persona.”

Excluida esta hipótesis, entonces el proyecto excluye de poder decisorio a


los parientes conforme a la regla c del 54 bis B que en caso de no existir rpte.
legal o no ser habido se debe optar por la protección de la vida, aun cuando se
reúnan las circunstancias que permiten la eutanasia pasiva.

Por su parte, en la eutanasia activa existe la posibilidad que la voluntad de


morir sea expresada, solo en caso de menores de edad o legalmente incapaces,
por sus padres, parientes o representantes legales. En ambos casos, nos
enfrentamos a un dilema que se suele salvar por medio del eufemismo de la
voluntad presunta, hay que aclara que el proyecto no lo señala. Eufemismo, que lo
que busca –a mi juicio- es dejar a salvo el presupuesto ideológico de la autonomía
del paciente. Así por ejemplo, parece fundamentarlo Bascuñan, para quién la
cuestión pasa por que “Ojalá el derecho chileno dejara inequívocamente a la
voluntad del paciente la cuestión de continuar o terminar un tratamiento
terapéutico, incluyendo la alimentación en caso de cese de la actividad
cortical (…) No se trata de un derecho a la salud, sino de un derecho de
autonomía y privacidad”7.

Sin embargo, esta argumentación, que no es más que el paradigma del


sujeto moderno, a mi juicio es incapaz de dar cabida a todas las aristas del

7
Bascuñan Rodríguez Antonio, Boletín Universidad Adolfo Ibáñez, Lunes 11 de Abril de 2005.
problema. Primeramente, no permite cubrir las hipótesis de eutanasia precoz, ni
tampoco la de eutanasia respecto de menores o sujetos que no se encuentren en
condición de manifestar su voluntad. Por lo demás, como se sabe, el presupuesto
del sujeto autónomo, propio de los teóricos liberales como Bascuñan, es más que
discutible, no sólo en todos los ámbitos del derecho, sino particularmente en el
caso de enfermos terminal. Así, el supuesto de autonomía es el de sujetos que se
encuentran no sujetos a ninguna presión al momento de elegir sus preferencias
valorativas, el famoso “velo de la ignorancia” que en el decir de Chantal Mouffe,
permite a los teóricos liberales operar “con una concepción metafísica que ha
considerado al individuo como previo a la sociedad… sujeto racional, pero
en todo caso aislado de las relaciones sociales, de poder, lenguaje y cultura
y de todo el conjunto de las prácticas que hacen posible la acción” 8

Cabe preguntarse ¿es propiamente este ideal de sujeto, el sujeto de carne


y hueso, que decide sobre la eutanasia?. Claramente NO. A mi juicio, el tema de
la eutanasia, y con esto ya voy terminando, debe ser pensado a partir de la
reformulación del supuesto teórico del sujeto jurídico. Como apunta MacIntyre,
“Los seres humanos son vulnerables a una gran cantidad de aflicciones
diversas y la mayoría padece alguna enfermedad grave en uno u otro
momento de su vida… Lo más frecuente es que todo individuo depende de
los demás para su supervivencia… Sin embargo, la historia de la filosofía
moral –agrego del derecho- parece decir lo contrario. Desde Platón hasta
Moore y en adelante, tan solo suele haber, con raras excepciones,
referencias de paso a la vulnerabilidad y aflicción humanas y a la relación
entre éstas y la dependencia entre las personas”9.

Estas referencias pretenden hacer reflexionar sobre lo siguiente: el hecho


que se busque la fundamentación última de la eutanasia en la voluntad del
enfermo, conlleva el riesgo de obliterar la responsabilidad de los terceros

8
Mouffe Chantal, “Deconstrucción y pragmatismo”, Pág. 22, Edit. Paidos.
9
MacIntyre Alasdair, “Animales racionales y dependientes”, Págs.15 y 16, Edit. Paidos.
envueltos en la aflicción del mismo, perdiendo de vista que el derecho al trato
digno, tiene por sujeto pasivo seres humanos que se encuentran obligados a
aliviar el dolor. Y no lo digo sólo en términos de presionar económicamente para
que el enfermo tome la decisión y no asumir su carga de afección en la historia de
la vida de su familiar, sino también, en orden a no esconder por medio del
mecanismo de la voluntad presunta, el hecho que van a ser muchos los casos en
que la decisión de la muerte va a pasar por la determinación de ellos, en tanto el
enfermo los interpele en su dolor y la ley los requiera a dar su parecer, creo que el
proyecto cierra justamente allí donde debe abrir. Quizás aquí toma sentido el tratar
de desplazar el debate desde una colisión entre derecho a la vida y autonomía,
como se suele enfocar, a un debate respecto de la relevancia del deber de aplacar
el dolor del otro; deber que se impone desde el rostro de aflicción del ser humano
que clama por su descanso. Heteronomía pura de aquel a quién sus fuerzas
físicas ya no le dan más. En hebreo eutanasia se denomina “mitat jasadim”, que
quiere decir “muerte misericordiosa”. Quizás la posibilidad de pensar una muerte
digna por medio del procedimiento eutanasico, pase por reconocer que cualquiera
puede encontrarse en ambas situaciones, tanto de la sufrir por sí, como la de sufrir
por el Otro. Por lo que la eutanasia, más que un llamado de la muerte, parece ser
un llamado de responsabilidad, una investidura por el Otro, a profesionales de la
salud y familiares, un “dejo mi vida en tus manos”.
Gracias.

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