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Colombia es una Nota Concordia (Antioquia)

“PROFE, ENSÉÑEME A VOLAR”

-“Profe, enséñeme a volar, yo no le cuento a nadie, yo le guardo el secreto”- le dijo un niño


de once años al joven músico Yeison Ferney Bedoya Álvarez, quien iba saliendo hacia la
calle por la puerta principal de la escuela de música de Concordia, donde era profesor.

Era una tarde cualquiera del año 1998 y desde el interior del edificio de tres plantas de la
escuela, localizado en una esquina, a dos cuadras de la plaza principal del pueblo, salían
diversos sonidos musicales que se entremezclaban, producto de la actividad normal del
aprendizaje artístico. Instrumentos de viento de una banda, voces infantiles de un coro,
murmullos de bandolas, tiples y guitarras y zapateos de danzarines, se confundían con el
resoplido de los frenos de aire de una volqueta que bajaba pesadamente por la empinada
calzada de concreto bordeada de fachadas y balcones de las típicas casas de arquitectura
antioqueña.

-“Yo quiero volar, por la noche, en escoba, o como el hombre gallinazo... ¡yo he oído decir
que ustedes hacen eso y quiero que me enseñen...!- siguió diciendo el niño. A Yeison le
causó sorpresa y risa la petición y pensó cuán hondo habían calado los rumores que desde
hacía algún tiempo venían regando por todo el pueblo algunos fanáticos religiosos que se
escandalizaban cuando lo veían a él y a varios de sus compañeros profesores, cantando
mantras e himnos taoístas1 y haciendo danza experimental a las cinco de la mañana por el
alto de la cruz, cerca de la escuela. Aquellos ejercicios y prácticas rituales eran vistos por
esas personas como una amenaza para la fe católica. Hasta el cura párroco andaba en la
misma tónica y en varias ocasiones los había “pulpiteado”2 en sus sermones dominicales,
señalándolos como una influencia perniciosa para los niños y jóvenes de la escuela de
música, pues según él, realizaban ritos satánicos y estaban fraguando un suicidio colectivo.

-“Decían que matábamos gatos y que los perseguíamos pa’ degollarlos y que colgábamos
animales que echaban sangre. - Relata sonriendo el profesor Yeison Ferney, actualmente
director de la escuela – “Y era que nuestro profesor Carlos Arturo Correa construía las
máscaras de animales y otros personajes de las obras de teatro, los pintaba con aerosol,
los colgaba en un alambre y destilaban pintura… esos eran los animales degollao’s!.”-

El Alcalde Juan Jairo Montoya dice:

-“El proceso de formación musical en la Escuela estaba tan bien fundamentado que superó
esa crisis, y después del oscurantismo medieval apareció el renacimiento y la escuela dio
gigantes pasos de avanzada, comenzando a salir excelentes productos… Este pueblo
nominalmente es liberal, pero en el fondo es ultra godo, actúa conservadoramente.
1
Taoísmo: doctrina religiosa de la antigua China (Siglo VI A.C) que pretendía proteger la vida humana siguiendo el Camino
de la Naturaleza (Tao) y volviendo a las primitivas comunidades agrarias y a un gobierno que no controlara o interfiriera en
las vidas de los individuos. El taoísmo trató de llevar al individuo a una perfecta armonía con la naturaleza a través de una
unión mística con el Tao

2
Pulpitear: Expresión coloquial de la gente de Concordia y otros pueblos de Antioquia, para referirse a los regaños
proferidos por el sacerdote desde el púlpito, durante la homilía, mientras celebra la misa.
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Cuando hay tendencias ideológicas y religiosas que se quieren salir del marco, hay
reacción; en esto hay ortodoxos, fundamentalistas, pero la escuela les ha dado una gran
lección…”

Andrés Felipe Correa, bajista, alumno de la escuela y graduado de contador público,


recuerda:

-“Eso fue muy duro. Hoy en día me parece inexplicable cómo a tantas personas se les
metió eso en la cabeza, si los profes eran buena gente, solo que de pelo largo, tocaban
quena y andaban de mochila y alpargatas. No bebían, no fumaban, eran vegetarianos, no
mataban gallos ni gatos, no sé de donde sacaron eso! Ellos eran taoístas, pero sólo nos
enseñaban música. Yo no iba a misa por no verles la cara a esos sacerdotes ahí atacando
la escuela y a los profesores. Yo era muy apegado a ellos y me dolía porque eran como mi
familia”

Corría el año 1992 cuando la líder cívica Marleny Fernández de Maya y un grupo de
ciudadanos amigos suyos observaban con tristeza que Concordia no tenía más expresiones
musicales que las de unos cuantos serenateros. Les parecía inadmisible que la “Cuna de la
Trova”, tierra de Salvo Ruiz, el emblemático versificador y repentista de la cultura paisa y
de Antonio José “Ñito” Restrepo, aguerrido parlamentario y autor del “Cancionero de
Antioquia”, careciera de un ambiente artístico que permitiera el surgimiento de jóvenes
músicos, dramaturgos, trovadores y poetas. Entonces decidieron solicitarle a la Secretaría
de Educación Departamental de Antioquia que, al menos para comenzar, les enviara un
maestro de música.

Su petición fue atendida con prontitud y un sábado de 1992 llegó el profesor Carlos Arturo
Correa Madrigal, quien sin mediar mayores detalles arrancó de inmediato a dar clases de
guitarra, coro y percusión. No parecía que acabara de llegar al pueblo por primera vez en
su vida, pues desde el primer minuto sus alumnos, casi todos adultos, no tuvieron respiro,
tal era su ritmo de trabajo, práctico y efectivo. Al final de la primera clase ya sentían como
si llevaran años tomando clases con él.

Semanas después comenzó a enseñar tiple y bandola a otro grupo de estudiantes, con
unos instrumentos de los que ya nadie se acordaba y que estaban colgados en un rincón
del Colegio de Jesús. Luego abrió un curso de flauta y organeta y también de teatro,
expresión corporal y coro mixto, todos dictados por él.

Como los instrumentos para las clases de percusión eran insuficientes, echó mano de unas
escobas viejas, las partió en pedazos y con ellos hizo claves y mazos para golpear mesas y
taburetes, logrando improvisar un arsenal suficiente para que sus alumnos pudieran
marcar los pulsos y aprender los principales ritmos, de manera que en pocas semanas ya
contaba con el grupo acompañante que requería para las clases de danzas folclóricas, de
las que él mismo era instructor.

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Antes de cumplirse un año comenzó a montar “El Chigualo”, un espectáculo basado en el


folclor del departamento del Chocó, que incluía música, teatro y danza, en el cual sus
alumnos podían aplicar sus recién adquiridas habilidades, por modestas que fueran. Para
realizarlo, contaba con la experiencia que adquirió cuando integraba el grupo
“Canchimalos” de Medellín, especializado en rondas, juegos infantiles, danzas y sainetes
tradicionales, bajo la dirección del Maestro Oscar Vahos. De allí provenía buena parte de
su versatilidad artística.

En la preparación del espectáculo empleaba a fondo sus variadas habilidades, que iban
desde adaptar el libreto de la obra y hacer los arreglos musicales para guitarra, bandola,
tiple, flauta, teclados y percusión, hasta pintar los decorados y escenografías, diseñar los
vestuarios y construir las máscaras de papel maché y espuma que iban a lucir los actores,
las cuales pintaba con colores brillantes y dejaba colgadas de los alambres del patio,
chorreando pintura hasta que se secaban. Tanto era lo que hacía con los recursos de su
imaginación, sacando hasta el máximo de un medio muy limitado, que podría decirse que
no le faltaba sino volar.

La obra “El Chigualo” causó sorpresa entre los habitantes de Concordia, quienes nunca
habían participado en nada similar y se asombraban de que en tan poco tiempo hubiera
surgido como de la nada un trabajo colectivo que involucraba a tanta gente. Ese fue el
primero de la serie de trece montajes integrales que ha realizado la escuela desde su
fundación hasta hoy, entre los cuales se recuerdan “El último de los hombres gallinazo”,
“Juanito el Cumbiambero” y “Memorias de un Sueño de Amor (Adapatación del Lago de
los Cisnes)”, entre otros.

Dos años habían transcurrido desde la llegada a Concordia del polifacético profesor Correa
Madrigal, y la escuela ya tenía coro, estudiantina de cuerdas y grupo de música andina
suramericana. El profesor había logrado formar instrumentistas de bandola, tiple, guitarra,
quena, zampoña, organeta, flauta, mediante un proceso de enseñanza basado en cifrados,
tablaturas y números. Los integrantes del coro aprendían sus partes mediante grabaciones
en cassette de cada una de las voces, que él mismo hacía especialmente para ellos. Los
grupos de danza y de teatro, iniciados por él, mantenían estrecha relación con los de
música, y otros profesores habían llegado a enriquecer la escuela con su aporte: Julio
Salazar en música, pintura y artesanía, Oswaldo Becerra en teatro y danza, Liliana Correa
en danza y Juan Carlos Vélez en flauta dulce.

En 1994, el músico Luis Carlos Moreno inició su trabajo como director de la Banda de
Vientos, enviado por la Secretaría de Educación de Antioquia. Se concretaba otro sueño de
Doña Marleny Fernández de Maya y sus compañeros de liderazgo, quienes habían
obtenido, después de dos años de gestión, el apoyo económico de la Gobernación para
comprar los primeros instrumentos de viento.

El nuevo director de banda introdujo el enfoque académico en la formación musical,


aportó la elaboración de arreglos para la banda y otros grupos musicales e impulsó todas
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las agrupaciones musicales de la escuela, en especial el grupo de música latinoamericana,


género del que tenía especial conocimiento.

A partir de ese momento la escuela se orientó fundamentalmente hacia los niños y


jóvenes. Se creó la Corporación Escuela de Formación Musical, que goza de Personería
Jurídica y se recibieron apoyos de la Sociedad de Mejoras Públicas y la Alcaldía Municipal
para la dotación de elementos y el pago de salarios de los profesores.

Cumplidos los primeros cuatro años de trabajar con la escuela, el Profesor Correa Madrigal
decidió retirarse a una comunidad taoísta atraído por el deseo de convertirse en un guía
espiritual de dicha doctrina. Dos años después regresó y encontró una escuela fortalecida
a partir de las bases que él había implantado. Trabajó un corto período de algo más de un
año, en el cual organizó la orquesta tropical y grupos vocales de canciones populares.

Entre los alumnos fundadores de la escuela en 1992, el único niño era Yeison Ferney
Bedoya. Contaba entonces con trece años de edad y once años más tarde llegaría a
convertirse en su director artístico. Desde el comienzo, Yeison mostró interés en seguir los
pasos de su maestro, involucrándose en todas las artes que él practicaba. En poco tiempo
llegó a ser monitor e iba a los colegios apoyándolo en la apertura de nuevos frentes de
trabajo entre la población escolar, primero en el casco urbano y después en algunas zonas
rurales.

-“Yo tenía elementos de bandola, tiple, percusión, chirimía, teclado, teatro y danza. dice
Yeison Ferney -Carlos Arturo me había enseñado a hacer máscaras y escenografías y
resulté volviéndome casi tan versátil como él. Yo daba talleres de bandola y guitarra y Luís
Carlos me empezó a delegar el grupo “Selva Virgen” de música andina latinoamericana,
así como la estudiantina”-

La formación artística de Yeison Ferney Bedoya es un resultado de la escuela. La ha


complementado con los talleres de formación en músicas tradicionales de Centro
Occidente del Plan Nacional de Música del Ministerio de Cultura, ofrecidos por la
Fundación Nueva Cultura, otros cursos no formales en universidades de Medellín, y acaba
de iniciar el proceso de profesionalización con el Programa “Colombia Creativa” que le
permitirá obtener su título de licenciado en música.

Con frecuencia la escuela traía profesores de Medellín que ofrecían sus conocimientos a
través de vinculación parcial y generalmente no se integraban plenamente al proceso. La
Junta de la Corporación consideró más conveniente entregarles las riendas a los
protagonistas que la habían formado y que eran fruto de su proceso. En una decisión
audaz, pero a la vez de reafirmación de la confianza en la labor desarrollada, le asignó la
dirección a Yeison Ferney Bedoya, quien aceptó el reto y lo ha asumido con acierto.

- “Eso fue poco a poco, entre el 2002 y 2003”- comenta Yeison -“Primero comencé
formulando los proyectos y dirigiendo los grupos de cuerdas, la estudiantina, el grupo de
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música latinoamericana y el grupo de teatro. Estuve pendiente de la formación de los


semilleros, haciendo los métodos de estudio, conjuntamente con el profesor”

A finales del 2008, la Escuela tenía estudiantina de cuerdas, semillero, prebanda, banda de
vientos en formato básico, grupo de música andina latinoamericana ”Selva Virgen”, grupo
de cuerdas típicas y danzas con adultos mayores, formación musical para treinta niños en
condiciones de maltrato, iniciación musical para doscientos niños con flautas dulces, voces
y percusión en diez escuelas rurales. Tres proyectos de venta de servicios a la
administración municipal, la dirección local de salud y el núcleo educativo.

-Tengo la satisfacción de haber sido uno de los que arrancó el proceso, dice el Alcalde Juan
Jairo Montoya - Cuando íbamos a Medellín casi que a implorar que nos apoyaran este
sueño, nos parábamos frente a una vitrina de la gobernación a mirar, como un niño que
quiere un carrito o un juguete que no puede tener, cuando veíamos un saxo o una
trompeta y decíamos: para quién será, ¿no nos lo darán a nosotros?... Gracias a Dios
pudimos sembrar esa semilla en terreno abonado: esos muchachos, como Yeison y sus
compañeros, que Concordia tenía aquí, con tanto potencial, y no imaginábamos que
podían poner a volar con la música a tantos niños y jóvenes del pueblo”

El alcalde Montoya se sonríe al recordar la época en que corrían por el pueblo los rumores
de que en la escuela de música practicaban ritos esotéricos y vuelos fantasmales, y dice:
“¡esos muchachos de veras están volando con la música! Por eso, si a un alcalde se le
ocurre decir que va a retirar el apoyo a la escuela de música, al otro día le toca salir de
carrera a las cuatro de la mañana en un carro clandestino... ¡es como si se atreviera a
tumbar este edificio de la alcaldía!”

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