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“Los que tienen verdadera sed de Dios no se contentan hasta que no beben de la
fuente de Agua Viva. Esta genuina sed y hambre de Dios es el único precursor de
avivamientos… Esta sed podrá ser al principio una nube del tamaño de una mano, que
atisban unos pocos santos por aquí y por allá, pero puede ser el retorno a la vida de
muchas gentes y la recuperación del esplendor que debe acompañar siempre a la fe
en Cristo, y que parece haber desaparecido de las iglesias de hoy en día”.
Para Tozer la doctrina correcta no era suficiente. Le encantaba decir: «Usted puede
ser teológicamente tan recto como un cañón de escopeta, pero estar espiritualmente
tan vacío como él». Su énfasis recayó siempre en una relación personal con Dios; una
relación tan real, tan personal y tan irrefrenable que cautivase por completo la atención
de una persona. Anhelaba lo que él definía como un alma consciente de Dios, un
corazón ardiente para Él.