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OSCAR VIALE

EL GRITO PELADO

A BEATRIZ Y A MIS HIJOS


NORA Y CORONEL EGGE.

OSCAR VIALE: Nació el 20 de diciembre de 1932 en el barrio de Devoto, Buenos Aires.


A los trece años se produjo el primer acercamiento al teatro a través de su intervención
como actor en un conjunto vocacional de barrio. En ese mismo carácter prosiguió haciéndolo en
distintos elencos hasta su ingreso en el Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica (ISER) de
donde egresó en 1954.
En 1956 sigue los cursos de la Escuela Superior de Arte Dramático durando dos años.
Al cabo de ese lapso, comienza a trabajar como actor rentado en el elenco de “Las Dos
Carátulas” de Radio Nacional donde permanece seis años.
Simultáneamente inicia su actividad en el teatro profesional actuando en “Desnudo con
Violín”, “Locos de Verano”, “Corazón Ardiente”, “Vivir Aquí”, “La Granada”, “El inspector”,
“La dama de Maxim’s”, etc.
Como autor ha recibido premios del Fondo Nacional de las Artes en dos Concursos para
Teatro Televisado organizados en 1965 y 1966 por sus obras “Le faltaba el acento a República y
sobraba una coma” y “Contar hasta diez”.
“El grito pelado” y “La pucha” son parte de una trilogía sobre la vida en la ciudad que
se complementa con “Remedio para todo”, aún sin estrenar.
La producción de “El grito pelado” resultó azarosa no porque haya implicado una
erogación generosa su montaje, sino que –como es común en los grupos teatrales reunidos
circunstancialmente para interpretar una pieza determinada- el dineroera escaso y reunir la
cantidad necesaria consituyó una tarea titánica.

En este punto fue fundamental –casi diría decisivo- el subsido conferido por el Fondo
Nacional de las Artes.

Pese a lo dicho, “El grito pelado” fue pensada y escrita teniendo en cuenta el factor
económico, proponiendo un mínimo de dificultades en su montaje. Hoy es posible asegurar que
la obra puede representarse en cualquier tipo de escenario, y así ha ocurrido: pues en distintas
partes del país fue ofrecida en lugares tan heterogéneos como boites, plazas, rústicos altillos y
barracones, a los que sólo con una gran dosis de ingenuidad puede rotulárselos de teatros.

Esa facilidad es algo que me honra y satisface, pues implica un acercamiento decisivo
al epicentro de toda manifestación teatral: el pueblo. A él está dirigido mi humilde aporte
autoral y la simplificación ha hecho de “El grito pelado” una obra “de valija”, si entendemos
por ello que sólo hace falta uno de esos implementos para transportarla.

La versión ofrecida en Buenos Aires –con el éxito que es notorio- asimiló esas
posibilidades, a las que Héctor Gióvine, su director, incorporó un singular buen gusto en la
utilización del sencillo y vistoso dispositivo escénico creado por Jorge Lacarra. Cuatro cubos,
una cámara negra, la utilería indispensable: un ingenioso y trayente “uniforme” sobre el que
los intérpretes incorporaban accesorios circunstanciales y la divertida y pegadiza música de
Panceta, fueron suficientes para crear el clima adecuado que cada sketch necesitaba.

Sólo esos elementos exteriores apoyando la magnífica prestación de un sensacional


elenco (en el que se sacaron chispas Elsa Berenguer, Ulises Dumont, Julio López y Amaparo
López Baeza), y una inquieta empresaria, Julieta Ballvé, alcanzaron para vivir una experiencia
imprescindible y necesaria en el alicaído panorama teatral argentino. A ellos, mi sincero
reconocimiento.

OSCAR VIALE

ELENCO

ELSA BERENGUER
ULISES DUMONT
JULIO LOPEZ
AMPARO LOPEZ BAEZA
Escenografía: JORGE LACARRA
Música: RUBEN RODRIGUEZ PONCETA
Dirección general: HECTOR GIOVINE

“El grito pelado” fue estrenado en el Teatro del Bajo el 8 de setiembre de 1967. su sketch
“Reportaje” se estructuró en base a un poema de Mario Benedetti.
LA PIEZA DEL FONDO

(Don Andrés está sentado chupando unmate, mientras Doña Carola espera que termine de pie
a su lado.)

CAROLA.- ¿Vas a cobrar la jubilación mañana?


ANDRÉS.- (Entre chupaditas.) Sí, pero a última hora, así no me aguanto la cola. (Le
devuelve el mate.)
CAROLA.- (Recibiéndolo y encaminándose hacia la cocina.) A la vuelta comprá la
pintura para la pieza del fondo… (Antes de salir.) Ah, ¡no te conté! (Sale. Hay una pausa que
equivale al tiempo de ir hasta la cocina y volver con el nuevo mate. Andrés lo ocupa en leer el
diario. Reingresando.) Hoy me habló la Rosita. (Le da el mate.)
ANDRÉS.- (En otra cosa.) ¿Qué Rosita?
CAROLA.- Rosita la de Requejo.
ANDRÉS.- ¿Requejo del quiosco?
CAROLA.- ¡Requejo el de al lado, Andrés!
ANDRÉS.- ¡Ah! ¿Y de qué te habló? (Le devuelve el mate.)
CAROLA.- (Saliendo con el mate.) ¡Cuando te lo diga te caés de espalda! (Sale. Nueva
pausa, Andrés sigue leyendo como si tal cosa. Volviendo.) Yo venía de la panadería… y ella
estaba en la puerta haciendo como que barría. Pero seguro que estaba esperando que yo
pasara…
ANDRÉS.- ¿Qué quería?
CAROLA.- Esperá, no me apurés. Hace varios días que anda compradora conmigo…
Bueno, palabra va, palabra viene, al final me enteré qué era lo que buscaba…
ANDRÉS.- (Devolviéndole el mate.) ¿Manga?
CAROLA.- Ya vas a ver… (Y se va de nuevo. Andrés retoma el diario. Reingresando.)
Resulta que ella se enteró que teníamos libre la piecita del fondo… No sé quién se lo contó,
pero el asunto es que ahora lo sabe…
ANDRÉS.- ¿Y qué hay con eso?
CAROLA.- Pero esperata, que a eso voy. Entonces, como quién no quiere la cosa, me
sacó la conversación. Fijate que sabía todo; ¡hasta que la íbamos a pintar!...
ANDRÉS.- ¡Pero eso no es ningún misterio!
CAROLA.- No importa, pero eso es lo que a ella le interesaba: que estuviera libre y
recién pintada. (Transición.) ¿Terminaste con el mate?=
ANDRÉS.- (Sorprendido.) Ah, sí, tomá.
CAROLA.- (Mientras sale.) Esperá que te cuente el lance que se tiró. (Sale. Nueva
pausa. Entra nuevamente.) No me dijo nada directamente, pero me tiró unas lindas pataditas…
(Le entrega el mate.) Resulta que la muy zorrina quiere poner un taller de costura y en su casa
no tiene lugar porque eso es una ratonera, vos ya sabés… ¡Entonces, una pieza como la nuestra
le viene que ni de perilla! Seguro que la quiere alquilar…
ANDRÉS.- (Comprensivo.) Y bueno, pobre gente…
CAROLA.- ¿Estás mal vos? ¿De qué estás hablando? A vos te gustaría -porque el
primero en protestar serías vos- ¿a vos te gustaría que a nuestra edad, después de las que
pasamos, la gente viera en lapuerta de tu casa un cartelito que diga “MODISTA”?... (Mirada
asesina.) Qué querés, ¿darles pie a que digan que andamos en la última miseria?... ¡No mijito!
¡Cualquier día!...
ANDRÉS.- Bueno, está bien… Entonces le habrás dicho que no, me supongo… (Le
devuelve el mate.)
CAROLA.- (Yéndose.) ¿Vos te creés que yo me chupo el dedo?... No le dije nada
(Nueva pausa. Vuelve a entrar.) Claro, ella tampoco me dijo nada directamente. Me sondeó,
nada más… (Le da el mate.) Pero es seguro que pensó en alquilarla.
ANDRÉS.- Pero si no te dijo nada, ¿por qué hacés tanto problema?
CAROLA.- ¡Porque de un momento a otro se me larga! Me dijo que hoy me va a hacer
una visita…
ANDRÉS.- Lo habrá dicho por decir…
CAROLA.- ¡Andrés, vos siempre el mismo inocente!... ¡Cincuenta y cinco años y no
aprendés nunca!... ¡Esta se tira! Se tira, te digo.
ANDRÉS.- Y bueno, le decís que no y chau.
CAROLA.- ¿Qué fácil resolvés todo vos! Si yo le digo que no, me va a preguntar por
qué, y voy a tener que dar explicaciones… ¿Y a santo de qué tengo que andar contando
intimidades a la gente?... No, no, quedate tranquilo; ya lo tengo todo pensado…
ANDRÉS.- ¿Para qué me lo contás, entonces? (Le da el mate.)
CAROLA.- ¿Para qué? ¡Para que los dos digamos lo mismo! (Yéndose.) ¡O me querés
hacer quedar como una mentirosa por ahí!... (Una pausa y vuelve a entrar.) Le voy a decir que
vas a llevar tu escritorio allí y… (Busca.) ¡Que vas a ponerte a fabricar sellos de goma!
ANDRÉS.- (Reacciona por primera vez.) ¡No, por favor! A mí no me metas en líos,
porque después yo me olvido y…
CAROLA.- ¿Tanto trabajo te cuesta acordarte de una pavada? (Piensa.)Bueno, está
bien. Mejor le digo que… que vamos a meter ahí todos los cachivaches que andan dando vueltas
por la casa…
ANDRÉS.- ¡Pero si justamente la piecita quedó libre porque liquidamos todas las
porquerías que estaban ahí!...
CAROLA.- ¡Ay, es cierto! (Pausa.) ¿Entonces, qué le digo?
ANDRÉS.- (Le devuelve el mate.) Que sé yo.
CAROLA.- ¡Ya está! Le digo que vamos a poner dos camitas para cuando tengamos
visita…
ANDRÉS.- Pero escuchame Carola, ¿qué visitas se quedan a dormir?...
CAROLA.- (Odiándolo.) ¡Pero con vos no se puede! ¡Tenés la manía de complicarlo
todo! (Sale con el mate. Al rato vuelve.) Lo que voy a decirle es que las dos camitas las
ponemos para cuando viene la Nena con Gracielita y el marido…
ANDRÉS.- ¡Pero cómo dos camitas, si son tres… (Carola se siente perdida. Entonces
se la toma con su marido.)
CAROLA.- Bueno, ¡está bien! (Amenazante.) ¿Vos querés que se la alquile? ¡Se la
alquilo, hombre!... ¡Se la alquilo!
ANDRÉS.- (Sereno.) No, si yo no digo eso. Decime: ¿no es más fácil decirle la
verdad?... (Se miran.) Que si no la alquilamos en otras épocas más bravas, ¿para qué vamos a
hacerlo ahora, que tenemos un buen pasar?... (Pausa.) No sé, me parece… ¡Hum! (Se escucha
el timbre de calle. Carola se pone nerviosa. Se agita y empieza a correr de un lado para otro.)
CAROLA.- Ahí está, ¿no te dije? ¡Es ella! ¿Y ahora qué hacemos? ¿Qué le decimos?...
(Piensa.) Ya sé, la hago pasar… le sirvo una copita. (A Andrés.) Destapá algo, que son vecinos.
Hablamos de cualquier cosa… (Vuelve a sonar el timbre insistentemente.) ¡Ya va hombre, ya
va! ¡Qué pesada es Dios mío!... Escuchame, Andrés: llegado el momento, vos dejame hablar a
mí. Ya se me va a ocurrir algo… Abrochate el cuello, arreglate la corbata, peinate un poco. (Ella
se acicala apresuradamente.) ¡No te olvidés del aní!
ANDRÉS.- ¿Qué anís?
CAROLA.- ¡El que tenés que destapar!
ANDRÉS.- Ah, sí. No te preocupes…
CAROLA.- (Componiéndose la garganta.) ¡Adelante, Rosita! ¡Está abierto! (Entra la
chica de al lado. Una mocosa mal entrazadita. Los mira y al verlos tan compuestos duda un
instante. Pero al fin se decide.)
LA NENA.- (Gangosita.) Manda a decir mi mamá si le alquilan la pieza del fondo…

APAGÓN

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ESTA VILLA MÍA

(Doroteo Bastionas entra seguido por el Antropólogo, quién –en una mano- carga un grabador
y en la otra el micrófono que trata de mantener siempre cerca de la boca del primero. Bastidas
tiene la voz gastada y suena casi como quejido. No obstante, procede con destreza y
naturalidad, como si estuviera habituado a desenvolverse frente a situaciones parecidas.)

BASTIDAS.- Ve, ésta viene a ser la zona residencial… Fíjese que no es porque las
casillas sean mejores ni algo por el estilo. Le decimos así porque es la zona que está más cerca
de la canilla. Con el uso, la napa se fue muy abajo y ahora el pozo tiene ochenta metros; el
cilindro está colocado a cincuenta y hay que bombear cinco veces para sacar un litro de agua.
Ese que está ahí es el inspector de consumo: él vigila que no haya excesos. Cada familia, por
ejemplo, tiene un día fijo para el aseo personal, y este hombre vigila que las fechas se cumplan,
porque hay gente que se abusa… La estadística no miente: un cuarenta y seis coma tres hace uso
correcto de la disposición; un veintidós coma cinco fracciona el aseo; un quince coma uno
adultera las fechas buscando repetir la operación y el treinta y uno coma dos restante omite el
baño por completo. Este es un ejemplo de lo que vengo diciendo desde que empezó con la
encuesta: esta Villa es un modelo de organización… (El Antropólogo asiente. Bastidas sigue
recitando la lección sin buscar su aprobación.) Ustedes los sociólogos, los antropólogos, los
políticos, los periodistas, todos, tienen que aceptar de una vez por todas que nuestra fórmula de
vida es, no sólo aceptable, sino insuperable. Aquellos de “Villa Miseria” ya quedó atrás… Es
cosa de otro tiempo. (Pasa una mujer con un tacho de aceite, cantando una ininteligible aria de
ópera. El Antropólogo la observa absorto, pero Bastidas ni la tiene en cuenta.) Aquí, por
ejemplo, en Villa Paradigma, vivimos módicamente felices; nos sentimos seguros y un
veintisiete coma tres tiene propensión a la alegría. Eso ya lo comprobaron los que vinieron antes
que usted, yo se lo repito para ahorrarle traajo. Sin contar la alegría temporaria conseguida por
medios extraños, como ser alcohol, milongas y otras yerbas, porque esos van en casillero aparte.
Somos gente de paz, tranquila, como nuestros padres supieron serlo. Generación en generación
nos fuimos perfeccionando, expandiendo, y hoy somos esta magnífica realidad que usted ve…
(Pasa otra mujer llevando un extremo de una soga donde cuelgan pañales, babitas, escarpines,
ositos, etc. Sale por el otro costado y la soga queda extendida, cubriendo todo el largo del
escenario.) Claro que el mundo es malo y siempre busca excusas para negarnos. Dicen, por
ejemplo, que nos procreamos fácilmente… ¡Como si eso fuera un delito! Hablan de “industria
del coito” y otras macanas, mientras la boca se les llena de anticonceptivos. ¡No señor! Los
hijos son la consecuencia natural de la felicidad, del estatus alcanzado, del afán de poblar,
engrandecer, mejorar la raza… Además, para qué decirle cómo exageran la nota esos
comentarios. Aquí, en Villa Paradigma, sin ir más lejos, el año pasado, sobre setecientas quince
posibilidades, o vientres, si le parece, sólo hubo cuatrocientos ochenta y dos nacimientos…
Dígame si eso le parece una exageración, como dicen. El porcentaje dio ventajas a las
mujercitas, que son las más necesarias, sobre los muchachitos. Nacieron un cincuenta y ocho
por ciento de chancletas y un cuarenta y dos por ciento de machitos. El censo natal, que está a
su disposición, indica que de los cuatrocientos ochenta y dos nacimientos hay cincuenta hijos
legítimos, ciento veinte naturales, doscientos nueve reconocidos y cuarenta y tres malparidos.
Todo escrito y controlado. Por otra parte, déjeme de macanas, o a ver si tenemos que entrar a
justificar el coito ahora… ¿Estamos? (Pausa.) Es lo que menos cuesta y lo que más divierte. No
sé si hay estadísticas sobre esto, pero debería haberla. Además, la gente habla siempre de este
asunto como dando a entender que aquí hay relajo. ¡Y mienten, señor! Acá está todo escrito,
controlado, ¡tabulado!... No se nos escapa nada. Sus colegas se cansaron de dar versiones
antojadizas sobre este asunto. En Villa Paradigma no existe relajamiento de las estructuras
familiares; usté ya lo ha visto. Aquí el matrimonio es un hecho, ya sea producto civil, religioso o
de simple rejunte. Toda infidelidad de hecho, y aún el mero escarceo entre futuros amantes, así
como los casos de corrupción, incesto y esas cosas, son asentadas metódicamente en un índice
tabulado que se lleva exclusivamente para que todo esté en claro… (Entra nuevamente una de
las mujeres con un mate en la mano, que entrega a Bastidas.) Esta, por ejemplo… ¿Se conocen?
(Los presenta y los otros se estrechan las manos.) Mi hija… el señor es antropólogo que va a
hacer un libro con la encuesta que me está haciendo. Esta, por ejemplo, es hija mía y de mi
cuñada y ahora está esperando un hijo de mi hijo Modesto que vive con su madre, mi segunda
mujer, allí, en esa casilla verde. (Termina de chupar el mate.) Muy rico, hija. (Música. La mujer
se va. El Antropólogo la sigue con la mirada.) Y todo eso, como le digo, está escrito en el
índice. Todo perfectamente documentado. Esto también tiene que ponerlo en el libro. Usté me
dijo que se va a poner todo lo que yo diga… (El Antropólogo asiente.) Y ponga también que acá
la gente vive sin preocupaciones, como usté puede ver. (Una pareja sale y baila un tango.) El
trabajo, las obligaciones, son la preocupación y la alegría de todos. La estadística no miente.
Fíjese: un doce por ciento son mensualizados, un diez por ciento trabaja por horas, un
diecinueve coma siete vie de changas; un quince coma seis por ciento de la manga; hay un
veinticuatro coma ocho de desocupados transitorios y un cuarenta y cinco coma siete de
vagonetas crónicos. (La pareja termina de bailar y se va.) La vida acá es macanuda y todavía va
a ser mejor. Cuando salga el préstamo comunitario que hemos pedido al Banco Hipotecario
vamos a dar el último toque que necesita la villa: cambiaremos todos los techos. En vez de lata,
madera y cartón pondremos unas planchas de plástico que ahora vienen bárbaras. Imagíneselo:
cada casilla con un techo de distinto color… Va a ser algo fantástico, ¿no le parece?... (El
Antropólogo asiente.) Bueno, y ahora vámonos para el lado de los baños que usté todavía no ha
visto. Y me parece que con eso terminamos… Creo que ya le he dicho todo. Si no, le va a salir
un libro muy grande, che. Ah, a propósito: no se olvide de mandarme un ejemplar cuando el
libro aparezca. Yo guardo todos los libros en los que he colaborado… los tengo todos. Vea,
tengo treinta y tres encuestas, siete novelas realistas, cuarenta y cinco informes ministeriales,
setenta y ocho discursos políticos reunidos en cinco tomos; veintitrés reportajes (nueve de
revistas de noticias, siete de diarios, cuatro radiales y tres de televisión, con presencia física) y
además, treinta y cinco sumarios policiales y municipales. Como ve, una colaboración amplia y
fecunda… También, son una ponchada de años… Veintipico, me parece. A ver… yo vine acá en
el sesenta… y estamos en 1984… Sí, veinticuatro años justos. De 1960 a 1984… Veinticuatro
años justos. (Pausa.) Bueno, venga por acá que le muestro el excusado público. Venga. (Salen.
Vuevle a pasar la mujer del tacho cantando su extraña aria de ópera.)

APAGÓN

_________

LA PAREJA

(Jorge y Marta a un costado del escenario y Ricardo y Claudia en el otro. Escena simultánea.)

JORGE.- ¡Vida! MARTA.- ¡Te quiero, te quiero, te


MARTA.- ¡Amor! quiero, te quiero!
JORGE.- ¡Te quiero! JORGE.- ¡Querida!
MARTA.- ¡Te amo! MARTA.- ¡Qué felices vamos a ser
JORGE.- ¡Qué dulce que sos! cuando nos casemos!
MARTA.- ¡Qué feliz me hacés!
JORGE.- ¡Sabía que ibas a ser mía! CLAUDIA.- ¡Cariño!
MARTA.- ¡Si supieras cuánto lo he RICARDO.- ¡Cosita!
rogado! CLAUDIA.- ¡Te idolatro!
JORGE.- ¡Te quiro, te quiero, te quiero, RICARDO.- ¡Te adoro!
te quiero!... CLAUDIA.- ¡Mimo! ¡Mimito!
MARTA.- ¡Querido! RICARDO.- ¡Juguetito de papá!
JORGE.- ¡Es como tener el mundo en las CLAUDIA.- ¡Viste cómo era posible,
manos! cariño!
MARTA.- ¡Quisiera que este momento RICARDO.- ¡Lucecita de mi corazón!
no acabara nunca! CLAUDIA.- ¡Muñeco, muñeco, muñeco,
JORGE.- ¡Se acaba! ¡Recién empieza! muñeco, muñeco, muñeco!
MARTA.- ¡A tu lado veo el mundo de RICARDO.- ¡Divina!
otra manera! CLAUDIA.- ¡Soy tan feliz que me
JORGE.- ¡Es tu amor el que lo cambia parece mentira!
todo!
RICARDO.- ¡Quiero arderme y CLAUDIA.- ¡Carcelero de mi corazón!
quemarme en tus labios de miel! ¡Dame tu llave!
CLAUDIA.- Inolvidablemente vivirás en RICARDO.- ¡Cosita, cosita, cosita,
mí! cosita, cosita!
RICARDO.- ¡Quiero amarrarme para CLAUDIA.- ¡Tirano!
siempre a tu vida! LOS DOS.- ¡Qué felices vamos a ser
cuando nos casemos!

(Las parejas se descomponen y quedan Jorge y Ricardo a un costado y Claudia y Marta en el


otro. El diálogo alternado.)
JORGE.- Hace tres años que nos casamos.
CLAUDIA.- Ricardito cumple tres años en diciembre.
RICARDO.- Cómo pasa el tiempo
MARTA.- Y, los chicos crecen.
JORGE.- Estoy haciendo horas extras, ¿sabés?
CLAUDIA.- Ahora tejo en casa. Me compré la Tejilinda.
RICARDO.- Le llevo los libros al ferretero
MARTA.- Preparo alumnos en casa.
JORGE.- Pintar la casa me salió un ojo de la cara.
CLAUDIA.- Sale más cara, pero la pago a crédito.
RICARDO.- El cumpleaños del pibe me comió la motoneta.
MARTA.- Se quemó el tubo, pero sin tele no se puede estar.
JORGE.- Tenía caries hasta en la campanilla.
CLAUDIA.- Usa zapatos del doctor Scholl.
RICARDO.- Ronca de noche.
MARTA.- Miente todo el día.
JORGE.- Gas.
CLAUDIA.- Luz.
RICARDO.- Teléfono.
MARTA.- Impuestos.
JORGE.- Le encantan las visitas.
CLAUDIA.- Nunca me lleva al cine.
RICARDO.- Me tiene podrido con las vidrieras.
MARTA.- Los domingos se va al fútbol.
JORGE.- Mar del Plata.
CLAUDIA.- Mendoza.
RICARDO.- Bariloche.
MARTA.- Córdoba. (Las parejas se entrecruzan y quedan cambiadas: Jorge con
Claudia y Ricardo con Marta.)
JORGE.- ¡Martita tiene una mano para los agnolottis!...
CLAUDIA.- ¡Cacho se da una maña con la electricidad!
MARTA.- ¡Tiene una facilidad para los idiomas!
RICARDO.- Tiene la manía de la limpieza.
JORGE.- Sale a la madre.
CLAUDIA.- El nene es igual a él.
MARTA.-En eso se parece al tío.
RICARDO.- Es más linda que la hermana.
JORGE.- Ahorrativa.
CLAUDIA.- Trabajador.
MARTA.- Atento.
RICARDO.- Hacendosa. (Vuelven a cruzarse y quedan recompuestas las parejas
primitivas: Jorge-Marta y Ricardo-Claudia.)
CLAUDIA.- No tuve tiempo de hacer la comida: estuve tejiendo todo el día.
¿Conseguiste la plata para el alquiler? Hay que limpiar el jaulón. Dejá ese diario, ¿querés? No
fumes en la pieza del nene. Ayudame con los cubiertos. Cerrá la puerta de calle. No dejes la luz
encendida. Vas a quemar las sábanas con ese pucho. No. No. No. Te dije que no. Poné el reloj a
las siete.
RICARDO.- ¿Otra vez churrasco?
JORGE.- Se me hizo tarde. Balance. Diferencia. No te preocupes, lo pinto yo. Vos
siempre viendo fantasmas: ¿qué perfume? ¿Y qué querés que haga en casa? Sacá ese programa,
que ya me tiene podrido. Esa es tu vieja, que te llena la cabeza. ¿Tengo que adivinar que el
camisón es nuevo? Quedate quieta, quedate quieta que me destapás.
MARTA.- ¿Para qué vas a ir a la cancha, si lo pasan por televisión? (Se cruzan
nuevamente y quedan las parejas cambiadas: Jorge-Claudia y Ricardo-Marta. Escena
simultánea.)
JORGE.- ¡Vida!
CLAUDIA.- ¡Cariño! MARTA.- ¡Amor!
JORGE.- ¡Te quiero! RICARDO.- ¡Cosita!
CLAUDIA.- ¡Te idolatro! MARTA.- ¡Te amo!
JORGE.- ¡Qué dulce que sos! RICARDO.- ¡Te adoro!
CLAUDIA.- ¡Mimo! ¡Mimito! MARTA.- ¡Qué feliz me hacés!
JORGE.- ¡Sabía que ibas a ser mía! RICARDO.- ¡Juguetito de papá!
CLAUDIA.- ¡Viste cómo era posible, MARTA.- ¡Si supieras cuánto lo he
cariño! rogado!
JORGE.- ¡Te quiero, te quiero, te quiero, RICARDO.- ¡Lucecita de mi corazón!
te quiero! MARTA.- ¡Querido!
CLAUDIA.- ¡Muñeco, muñeco, muñeco, RICARDO.- ¡Divina!
muñeco, muñeco! MARTA.- ¡Quisiera que este momento
JORGE.- ¡Es como tener el mundo en las no se acabara nunca!
manos! RICARDO.- ¡Quiero arderme y
CLAUDIA.- ¡Soy tan feliz que me quemarme en tus labios de miel!
parece mentira! MARTA.- ¡A tu lado veo el mundo de
JORGE.- ¡No acaba! ¡Recién empieza! otra manera!
CLAUDIA.- ¡Inolvidablemente vivirás RICARDO.- ¡Quiero amarrarme para
en mí! siempre a tu vida!
JORGE.- ¡Es tu amor el que lo cambia MARTA.- ¡Te quiero, te quiero, te
todo! quiero, te quiero!
CLAUDIA.- ¡Carcelero de mi corazón! RICARDO.- ¡Cosita, cosita, cosita,
¡Dame tu llave! cosita, cosita, cosita!
JORGE.- ¡Querida! MARTA.- ¡Tirano!
LOS DOS.- ¡Esto sí que es amor! LOS DOS.- ¡Esto sí que es amor!

APAGÓN

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UN VELORIO OUT

(El patio de la casa de Doña Camila. Se oyen unos ladridos lastimeros. Por el costado de done
se supone el velatorio, asoma Doña Camila.)

CAMILA.- (Con leve acento italiano.) ¡Callate, Capitán! ¡Callate! (enjuga una
lágrima.) ¡Escúchelo, Cholito! Si parece que él también llorara… (Aparece el Cholo.
Somnoliento, demacrado y un tanto achispado.)
CHOLO.- (sentimental.) Déjelo, doña Camila… El también tiene su corazoncito…
CAMILA.- ¡Dígamelo a mí! ¡Lo quería tanto al finadito este bicho! Le venía como una
desesperación cuando él llegaba… Se le tiraba encima y jugaban como dos chicos… Claro que
últimamente estaban un poco distanciados… Federico no quería saber nama más con el Capitan.
CHOLO.- No me diga.
CAMILA.- Sí; ¡como perro y gato!... Resulta que el Capitán se había agarrado la
costumbre de apoyarle las patas al pecho… Entonces Federico, que estaba tan flaquito , se caía
al suelo y el cane aprovechaba para chupetearlo todo… (Llora.)
CHOLO.- Buen, buen… no llore doña Camila. Resignación, no se gana nada con
llorar… (La conduce suavemente.) Vaya, vaya, recuéstese un rato…
CAMILA.- (Moqueando.) ¿Por qué no vino nadie al velorio de Federico, Cholito?...
¡Este no es un velorio, es una catástrofe! (Llora.)
CHOLO.- Vaya a dormir un ratito, señora… Ya van a venir. Federico tenía muchos
amigos… Pero acuéstese, hágame caso.
CAMILA.- Está bien, está bien… (Antes de irse.) Cuidamelo al Federico, ¿eh?...
(Sale. El Cholo siente el frío de la larga noche. Toma una botella de anís que tiene en
un bolsillo del saco y bebe unos sorbos. Se encamina hacia la habitación en donde se supone
está la capilla ardiente. Va a entrar pero da un giro violento como si hubiese rebotado contra el
tufo que emana de ese lugar, a pesar del frío empieza a abanicarse frenéticamente.)
CHOLO.- (Gesto de asco.) ¡Uuummm!... ¡Qué barando, Dios me perdone!... (Se
levanta las solapas del saco y pese al frío decide quedarse en el patio. Se mueve para no
entumecerse, da pataditas en el suelo, etc. Consulta la hora maldiciendo.) Las tres recién.
(Busca un lugar donde sentarse.) Ni silla, ni gente… (Pausa.) También, como para que haya
gente. Si a vos no te querían ni los perros… Bueno, bah, sacando al Capitán que también es
perro; pero como perro es bastante capitán… (Bebe otro sorbo.) Vos le hiciste mal a todo el
mundo… ¡Federico! ¡Má qué Federico! A vos tendrían que haberte puesto como a ése que por
donde él pasaba el paso ya no crecía más, cómo era que se llamaba, ah sí ¡Atilia! ¡Atilia eras
vos! (Pausa.)La gente te escapaba como a las enemas, que entre parientes, a lo mejor las
inventaste vos… El único tarado que encontraste en tu vida con ganas de aguantarte fui yo. ¡El
ñorse! (Se señala.) ¡El puntito! (Se pasea refunfuñando, muerto de frío.) Como la otra vez…
cuando jugamos una cena al truco. Por parejas. El ruso García y el lungo Rivadavia contra
nosotros dos. Veníamos ganando fácil. Por ái, yo ligo nada más que para el tanto y hago la seña.
Federico se larga a hacer pata ancha y canta una falta envido y truco sin avisarme ni medio.
Después supe que fue una fanfarronada, porque él no tenía nada más que veintidós. ¡El lungo
agarró viaje y se cantó una TREINTA Y TRES que se escuchó hasta en la Antártica! (Pausota.)
¡Perdimo! (Pausa.) Se levantó, tiró las cartas en la mesa y me dijo: (Imitándolo.) “Por salame y
por miedoso, pagás vos”. ¿Y quién tuvo que ponerse? (Se señala.) ¡El ñorse! ¡El puntito!
(Pausa. Enumerando.)Bayonesa de ave. Pollito al limón. Pescado a la garconier. Gató para tres
y café para cuatro. Yo al dulce pasé. (Bebe otro traguito.) Después claro, el tipo venía a casa y:
“Pero Cholito, ¡qué te pasa mi viejo! ¿No me vas a decir que te engranaste? ¡Me extraña, vos
que sos mi amigo!...” (Pausa.) ¡Amigo! ¡Ma qué amigo! ¡Amigo las pelotas!... “¡Vamos,
Cholito, rompé el silencio!” Vamos, vamos, que en la milonga hay ricos bomboncitos para el
amigo de Federico… (Pausa.) Y bueno, íbamos a la milonga y todo andaba fenómeno hasta que
el tipo enganchaba a “su” bomboncito… Entonces, ¡chau amigo de Federico! (Corte de manga.)
Cazaba su bomboncito y se las picaba con rumbo desconocido… (Pausa.) ¿Y a quién largaban
solo?... ¿Y quién se ponía con la consumisión?... (Se señala.) ¡El ñorse!... ¡El puntito!... (Toma
otra vez la botella y profundamente.) ¡Hasta esto tuve que traer para acompañarlo esta noche y
no morirme de frío!... (Bebe con rabia un largo sorbo. Ya está casi borracho.) ¡No, si al pedo no
terminaste chiquito y verde!... ¡Reventaste en tu ley! ¡Consumido por la maldas y la yel
desparramada!... (Eleva la botella como haciendo un brindis.) ¡A tu salú! ¡Y que Mefistófle te
reciba con todos los honore! ¡No sabe la joyita que se lleva!... (Bebe nuevamente. Se acerca a la
habitación y empieza a hablar hacia ella.) ¡Porque hasta la alegría de colgarte la gayeta me
sacaste! ¡Porque yo, después de ésta, te bajaba la cortina! Definitivamente. Por que esta que me
hiciste… (Se interrumpe. Mira hacia arriba y llama.) ¡Eh che, Mefistófle!... ¡Che, Cuertnito!
¿A que no sabés cual es la última que me hizo…(Intenta reírse.) ¿A que no sabés quien mandó
la corona? (Sonríe.) ¿A que no te imaginás quien puso el café y el ocho hermanos?... (Sonríe.)
¿A que no adivinás quién pagó todo este festejo?... (Con una sonrisa trágica se señala como las
veces anteriores.) ¡El amigo de Federico! (Pausa.) ¡Pero no importa viejo, tenémelo ahí, que
cuando yo llegue a tu spiedo, le vamos a hacer pagar una por una!... (Se oye un gran estrépito
que viene de adentro mezclado con la voz de doña Camila.)
CAMILA.- (Afuera.) ¡Resucitó! ¡Federico resucitó! ¡El nene se despertó!... ¡Federico!...
¡Adónde te metiste, nene!...
CHOLO.- ¡A la mierda! (Cholo se lleva tremendo susto y empieza a buscar un lugar
donde esconderse. Aparece doña Camila despavorida. Entrando.)
CAMILA.- ¡Federí!... (Lo ve al Cholo.) Cholito, ¿no lo viste al nene?...
CHOLO.- (Muerto de miedo.) Y si, doña Camila. (Señalando.) Estaba allí… en el
jonca…
CAMILA.- ¡Ma no! ¡No está allí!... ¡Se despertó e se fue!... ¡No está allí!
(Desesperada.) ¿Vos no lo viste? (Sale buscándolo.) ¡Federí! ¡Federí!... Nene, ¿adónde te
pusiste?... (El Cholo queda como petrificado. Un inmenso pánico ha hecho presa de él.)
CHOLO.- (Un hilo de voz. Moviendo únicamente los ojos.) ¡Federico, Federico!...
¿Estás ahí?... ¿¿Qué hacés? Te… te estaba esperando. ¿Vamos a la milonga?... ¡O a dónde vos
quieras!... Dale, cambiate y vámonos… ¡Pago yo, eh! ¡Pago yo! (Pausa. Intenta sonreír.) ¿Viste
qué festejo te hice?... (Pausa.) ¿Te gustó el ataúd de roble con las puntillita? ¿Los cuatro
candelero? (Oye un ruido y se vuelve espantado. Es doña Camila que vuelve arrastrando un
bultoque se parece extrañamente a un despojo humano. La mujer entra a la capilla con el
bulto. El Cholo reacciona lentamente y cuando lo ha conseguido intenta acercarse a la puerta
en el preciso momento en que sale doña Camila. Sin voz.) ¿Qué… qué pasó doña Camila? ¿Lo
encontró al Federico?...
CAMILA.- (Con pena y rabia.) Lo encontré, sí… Estaba al fondo.
CHOLO.- ¿Estaba…? (No puede terminar la frase.)
CAMILA.- (Triste.) No resucitó nada… Fue el Capitán, que se lo había llevado a la
cucha… ¡de puro juguetón que es! (El rostro del Cholo se deshace en muecas. No sabe qué
hacer: si reír o llorar. Finalmente se decide y empieza a zapatear alegremente.) ¿Qué te pasa,
Cholito?
CHOLO.- (Sin dejar de zapatear.) Tengo frío, doña Camila… ¡Mucho frío!

APAGÓN

_________

EL SATÉLITE

(Un joven de aspecto intelectual espera en una calle cualquiera. De pronto pone como al
descuido su vista en lo alto y da muestras de interesarse por algo. Mantiene su vista fija un
instante. Mira su reloj y sonríe asintiendo. Entra Pío Heredia. Sigue la mirada del otro y como
no encuentra nada que le llame la atención, se queda a su lado observándolo fijamente. El
joven se siente observado y se vuelve hacia Pío.)

PÍO.- ¿Se le perdió algo?


JOVEN.- ¿Cómo dice?
PÍO.- No, me pareció que miraba… ¿Qué mira?
JOVEN.- El Faparushkimositosky V.
PÍO.- ¿El fara qué?
JOVEN.- El fa-pa-rush-ki-mo-si-tos-ky V.
PÍO.- Y… seré curioso: ¿eso qué viene a ser?
JOVEN.- (Obvio.) Los rusos, señor. ¿Usted no lee los diarios?
PÍO.- (Cachador.) ¿Los diarios rusos? Avise; agata si pesco la lengua cervantina…
JOVEN.- Es uno de los dos satélites que están en órbita en estos momentos: el ruso y el
norteamericano. Este es el ruso, que da doce giros cada veinticuatro horas con un perigeo de mil
doscientos treinta kilómetros y un apogeo de quinientos seis kilómetros. En cambio el
norteamericano pasa más tarde, dentro de cinco horas, porque su perigeo…
PÍO.- (Interrumpiéndolo.) ¿Y sabe por qué? Porque el perigeo de los rusos es más
grande que el de los norteamericanos…
JOVEN.- Eso no depende de la nacionalidad, señor. Es una cuestión de cálculos.
PÍO.- ¿De cálculos? Entonces, ¡afuera la vesícula! (Ríe.)
JOVEN.- Oiga, ¿se está burlando?
PÍO.- No, perdóneme. Yo no me burlo. Al contrario. Me da tristeza que gente como
usted se ponga contenta cada vez que el perigeo pasa a horario…
JOVEN.- El faparushkimositoski.
PÍO.- Bueno, eso. ¿No se da cuenta que eso es que “ellos” quieren? ¿Qué es una engaña
pichanga?
JOVEN.- (Confuso.) ¿Ellos? ¿Quiénes son ellos? ¿Y qué es eso de la pichanga?
PÍO.- Usted me entiende…
JOVEN.- Le juro que no. De ese asunto de la pichanga no tengo ni idea…
PÍO.- Es un truco muy viejo este de entretener al pueblo con pavadas muy publicitadas,
que ocurren allá arriba, mientras acá abajo…
JOVEN.- Eso es derrotismo, señor. Además, la ciencia solo en ultimísimo instancia se
conecta con la política. Y esto es ciencia, señor… Es el hombre obligado a bosquejar su futuro
dominando el espacio…
PÍO.- (Agrio.) ¡Dominar el espacio! Pero por favor, estimado… “Ellos” lo tienen todo
maquinado… Le enchufan allá arriba un aparato que tira rayitos y después le dicen: “Si te
movés, te quemo”… Entonces, plan cumplido: el sello y a otra cosa.
JOVEN.- Perdóneme, pero hace mucho tiempo que no escucho algo tan pueril y tonto…
PÍO.- Pero conmigo… ¡están arreglados! ¡A mí me funciona esto! (Se toca la sien.)
JOVEN.- Vea, señor, creo que estamos divagando o usted dice cosas que yo no
comprendo. Yo simplemente estaba mirando el paso del… (Mira hacia arriba y ahora no
localiza al supuesto satélite.)
PÍO.- (Socarrón.) ¿Qué le pasa, señor? ¿Se le perdió el progreso?
JOVEN.- (Lo localiza.) Allí está, ¿ve? A la altura de aquellas antenas de televisión…
(Miran los dos. Entra una mujer. Los ve y se acerca curiosa.)
MUJER.- ¿Qué miran?
PÍO.- Acá el jefe dice que aquella luz quese ve allá es el perigeo del Thuthankhamon
V…
JOVEN.- Vea, señor... usted… (Se contiene y resuelve su ira alejándose violentamente.
Los otros dos se ponen a mirar. La mujer no alcanza a distinguir con precisión.)
MUJER.- ¿Cuál? ¿Ese, dice usted?
PÍO.- (Indicándole.) Aquella… a la altura de las antenas de televisión.
MUJER.- ¿En el cielo?
PÍO.- Sí.
MUJER.- ¿Sobre las antenas de televisión?
PÍO.- Sí.
MUJER.- ¿Esa? ¡Nooo! ¡Esa es una estrella!
PÍO.- (Calándola.) ¿Una estrella de televisión?
MUJER.- Y, ¿quién le dice?
PÍO.- No, señora; esas estrellas no van al cielo…
MUJER.- ¿Cómo?
PÍO.- Digo que ya no se le puede creer a nadie… Ese señor que se fue, por ejemplo,
decía que eran los rusos.
MUJER.- ¿Los rusos? ¿Una estrella?
PÍO.- (Cachador.) Claro; ¿no vio que en la bandera de ellos tienen una estrella?
MUJER.- (Muy señora gorda.) No. No la tengo presente.
PÍO.- Claro que si fuesen muchas y estuviesen arriba y en el ángulo izquierdo, entonces
fija que eran los norteamericanos.
MUJER.- (No entiende nada.) ¿Cómo, los norteamericanos también tienen estrellas?
PÍO.- ¡Seguro! ¿No se dio cuenta que entre los dos se las reparten?
MUJER.- Y… será como usted dice: yo no entiendo nada de política… Pero que eso es
una estrella, póngale la firma…
PÍO.- ¿A usted le parece? Fíjese que se mueve. (Quedan un instante quietos. Clima. La
vista fija en lo alto.)
MUJER.- (Un presentimiento.) Debe ser el alma de algún angelito… (Se santigua.)
PÍO.- Debe estar haciendo equilibrio para no caerse, el angelito ese…
MUJER.- (Horrorizada.) ¡Meterse con la iglesia! ¡Hereje! (Sale ofendida.)
PÍO.- (Gritándole.) ¡Heredia! ¡Pío Heredia! Argentino. (Burlón.) Astrónomo. (Al pie de
letra entra Pamela.)
PAMELA.- ¿Astrónomo? ¡Qué emoción! (Agitándose.) ¡Hoy es mi día bueno! Tenía
razón el horóscopo: “los astros le son propicios”…
PÍO.- Conmigo también la acertaron.
PAMELA.- ¿Qué le pronosticaron?
PÍO.- (Insinuante.) “Nace una relación casual, con perspectivas de perigeo”.
PAMELA.- (Adivinando algo.) Ah, ¡qué interesante!
PÍO.- (Ponzoñoso.) ¿Usted no sabe qué es el perigeo?
PAMELA.- (Ruborosa.) No.
PÍO.- (Gardel.) No importa, ya lo va a conocer…
PAMELA.- (Cambiando.) ¡Qué emocionante debe ser su profesión! ¡Hágame conocer
algo de su mundo!
PÍO.- Bueno, cómo no. Vamos a empezar por algo simple: ¿qué es para usted aquella
luz que se ve allá?
PAMELA.- ¿Una luz? ¿Dónde? ¿Cuál?
PÍO.- Allá; a la altura de aquellas antenas de televisión…
PAMELA.- Y, para mí; qué le diré… ¡Ay, qué indecisión! Ya sé: un plato volador.
PÍO.- (Intrigado.) ¿Y por qué se le ocurre que es un plato volador?
PAMELA.- No puede ser de otra manera. Los platos voladores vienen tripulados por
hombres altos, rubios y buenos mozos.
PÍO.- ¿Y si fueran petiso, negros y barrigones?
PAMELA.- Ay, ¡cómo se vé que usted se pasa el día encerrado! Los astronautas son
atléticos y elegantes…
PÍO.- Ah, le interesan las historias de astronautas…
PAMELA.- Le diré... prefiero las de hombres rana.
PÍO.- (Resignado.) como todas. No, señorita: no es un plato volador.
PAMELA.- ¿Qué es entonces?
PÍO.- Bueno, nosotros los científicos no estamos convencidos todavía de que los platos
voladores existan…
PAMELA.- ¡Qué mundo maravilloso el de ustedes!
PÍO.- Oh, no crea; a veces tenemos nuestros momentos de intranquilidad, como ahora,
por ejemplo…
PAMELA.- ¿Y cuando podrán adquirir cierta uniformidad de criterio?
PÍO.- Bueno, eso no puedo contestárselo ahora… por razones obvias. Pero encantado
podré seguir informándole mañana en la sugerente soledad de mi observatorio. (Dándole una
tarjeta.)Aquí tiene mi número: de 8 a 12 y de 14 a 18 de lunes a viernes. Sábado inglés.
Domingo gitano.
PAMELA.- Le llamaré profesor. Así me pone al tanto de todo. ¡Hay tantas cosas que
ignoro!
PÍO.- Con todo gusto me ocuparé de abrir caminos en su entendimiento…
(Estrechándole la mano.) Espero su llamada. (Pamela se va emocionada. Retorna el joven por
donde salió.)
JOVEN.- ¡Sabe que tenía razón! Quise venir a comentárselo para quedar con la
conciencia tranquila…
PÍO.- ¿Eh?
JOVEN.- Que usted tenía razón: tanto el satélite ruso como el norteamericano ya
bajaron… (Mirando hacia arriba.) ¡Así que eso no sé qué diablos será! Una ilusión óptica o un
espejismo…
PÍO.- (Mordaz.) ¿Y el diario no dice nada?
JOVEN.- Dice que los satélites ya bajaron y nada más…
PÍO.- (Socarrón.) Claro, y como el diario no dice nada, esa luz dejó de significar algo
para usted…
JOVEN.- Escúcheme, ¿Usted tiene algo contra mí?
PÍO.- No, señor, no tengo nada. Sólo que em revienta la gente crédula. Los que
necesitan creer en lo que dice el diario, en lo que le enseñaron en la escuela y en lo que les
contó mamá…
JOVEN.- Es que yo lo había leído…
PÍO.- Yo no se lo discuto. Usted lo leyó y lo creyó. Muy bien; esa es su fuente natural
de fe. Usted cree en lo que lee; qué se le va a hacer. En cambio, yo no. Y por eso no puedo
aceptar que me transfiera una fe que ni siquiera es suya; que adquirió en periódicas inyecciones
de opinión radiactiva… (Entra Dios y pasa por detrás de los dos.)
JOVEN.- No, no es eso… Yo dije que… La lucesita estaba. Usted la vio.. Quiero decir
que el satélite…
DIOS.- ¿Qué satélite?
PÍO.- ¿Cómo, usted no lo vio? Resulta que la discusión empezó, cuando acá el joven
vio el satélite ruso…
JOVEN.- (Sin voz, turbado.)No, no era el ruso…
PÍO.- (Sonriendo.) Bueno, no empecemos de nuevo… Para él era el Paparatruska V;
para una señora era un plato volador. Otra dijo que era una estrella… En fin, cada uno ve allá
arriba lo que quiere ver…
DIOS.- Y para usted, ¿qué era?
PÍO.- Bueno, yo… Los escuchaba hablar. Para mí era una lucesita, nada más. Soy un
tipo de opiniones sencillas. Pero acá hubo hasta quien dijo que era el alma de un angelito…
(Ríe.) Diga que no hubo tiempo, que si llega a caer uno más, resulta que era Dios que bajaba a la
tierra…
DIOS.- Y si, efectivamente. Era Dios.
PÍO.- (Sonriente. Al joven.) Zás, ¿no le dije?
DIOS.- Era Dios que bajaba a la tierra.
PÍO.- (Cachador.) Perdone, ¿pero a usted quién se lo dijo?
DIOS.- Nadie. Yo soy Dios.
PÍO.- (Luego de una pausa expresiva.) Bueno, fenómeno, esa es “su” opinión sobre lo
que usted es… Pero no intente transferirme… (Pío se da vuelta y sorprende al joven hincado en
actitud beata. Duda sobre lo que realmente está pasando por primera vez. Confuso.) ¿Eh?...

APAGÓN

_________

REPORTAJE

(En un costado del escenario el poeta. En el otro, la novelista. El primero adopta poses
estatuarias. La novelista –en cambio- es más vivaz y movediza.)

PERIODISTA.- La revista desea –a través de este reportaje conjunto a una novelista y


un poeta- dar una imagen actualizada de nuestra literatura. Conocer, por su intermedio, cuáles
son sus compromisos y preocupaciones. (A la novelista.) Usted, por ejemplo, ¿cómo
caracterizaría a su generación?
NOVELISTA.- Por el resentimiento.
PERIODISTA.- Resentimiento, ¿por qué?
NOVELISTA.- (Habla de corrido, encimando sus ideas.) Pertenezco a una generación
marcada. Cuando yo estudiaba filosofía y letras ya pertenecíamos a una generación golpeada,
resentida, nos atormentaban tantas cosas que no teníamos más remedio que golpearnos,
¡resentirnos!... Hubiéramos podido publicar, pero a ninguno de nosotros se le hubiese ocurrido
colaborar. Incluso nos llamaban, pero nos negábamos.
PERIODISTA.- ¿Por qué?
NOVELISTA.- Eso es lo que nos preguntan todos los jóvenes de hoy, una generación
que no tiene esa problemática. Los que hoy tienen entre 18 y 30 años no son resentidos ni se
sienten enjuiciados como nosotros. Mi generación comenzó a hacerse conocer poco antes de…
bueno, yo gané el premio Plumas Argentinas y detrás de mí figuraron los escritores más
importantes de hoy. Yo sé lo que cuesta ganar un concurso literario…
PERIODISTA.- ¿Le costó ganar ese concurso?
NOVELISTA.- Muchísimo. Era amiga de todos los jurados y ellos después me
contaron. Fue algo terrible: una lucha parejísima. Ya le digo, en el concurso estábamos todos los
que nos habíamos abstenido: los importantes de hoy. Por eso estoy tan orgullosa de ese premio.
PERIODISTA.- Hay algo que todavía no entendí: ¿Para usted está bien o está mal ese
resentimiento?
NOVELISTA.- Ni bien ni mal. Lo que pasa es que nosotros, aunque querramos
reconocer los méritos del resentimiento, lo único que hacemos es pactar. Y es pacto deshonesto.
Somos una generación endeble: queremos acercarnos, pero, íntimamente, no es más que una
concesión. Y al intelectual no se le puede pedir deshonestidad. Es falso.
PERIODISTA.- ¿Por qué?
NOVELISTA.- Es como pretender una ideología que rige la mitad de la humanidad…
¡Ah!, pero le tengo que contar algo impresionante que vi en Nueva Cork.
PERIODISTA.- ¿Qué?
NOVELISTA.- La huelga de transportes… y ese dirigente O’Hara, pobre, que se murió
de pena.
PERIODISTA.- Pero, ¿qué me quería contar?
NOVELISTA.- Adlai Stevenson también murió de pena. Comí con él en Nueva Cork el
día de la intervención norteamericana en Santo Domingo. Stevenson me quería das
explicaciones, pero no le salían. Tenía que defender a su gobierno y traicionaba los ideales de
toda su vida.
PERIODISTA.- ¿Qué tiene que ver esto con lo que estábamos hablando?
NOVELISTA.- Le decía de la huelga de transportes… ¡Ah!, y del alcalde de Nueva
Cork, Lindsay, el hombre más buen mozo de Estados Unidos. Como Cary Grant de joven. Pero
hablaba de la huelga, ¿no?
PERIODISTA.- Sí.
NOVELISTA.- Bueno, le decía, cuando vi a esos trabajadores norteamericanos que se
levantaban contra toda una estructura impulsados por ideales socialistas, me acordé de la
reforma agraria. Si no hay reforma agraria no sirve. Sin eso no hay otros cambios. Pero, ¡Si
usted hubiera visto el funeral de O’Hara, el dirigente que murió durante la huelga! Le hicieron
un gran funeral porque era de origen irlandés. Se paralizó el trnásito: estaban todos los
trabajadores caminando detrás del féretro… (Pausa) Pero le quiero contar lo que estoy
escribiendo… (El periodista la detiene con un gesto y sale corriendo hacia donde está el
poeta.)
PERIODISTA.- Usted, como poeta, ¿se siente comprometido con las circunstancias
sociales que lo rodean?
POETA.- (Después de meditar un instante.)
No es ninguna molestia
explicarle qué pienso
del infinito
el infinito es
sencillamente
un agrio viento frío
que eriza las mucosas
la piel
y las metáforas
le pone a uno en los ojos
lágrimas de rutina
y en la garganta un nudo
de sortilegio
seguramente usted ya se dio cuenta
en el fondo no creo
que exista el infinito.
(El periodista vuelve adonde la novelista que lo espera ansiosa.)
NOVELISTA.- Le hablaba de mi nueva novela. El protagonista es un argentino de 26
años que estuvo a punto de hacer un pacto con su hermano mayor. El hermano era un político
poderoso. El muchacho es representante de lo pasivo. Se encuentran, como le dije. Ese
muchacho es un producto de la desolación argentina, que es la herencia del resentimiento. Y no
es obrero, eh. No lo quise obrero para que después no anden diciendo por ahí que me deslumbro
con los obreros y los sirvientes.
PERIODISTA.- Pero usted se deslumbró con los pulcros obreros norteamericanos…
NOVELISTA.- Y con los argentinos también, no vaya a creer
PERIODISTA.- ¿Qué ocurre después con sus personajes?
NOVELISTA.- ¡Ah!, no pactan, por supuesto. No puedo ver los pactos. Es algo más
fuerte que yo. Me destrozan los pactos. Mire, una vez hubo una reunión de ilustres en casa.
Estaban todos. Ahí los tuve: ¡ah!, fue una sensación horrorosa. Imagínese: los peronista
hablaban con los conservadores. ¡Qué impresión! (El periodista va hacia el poeta.)
PERIODISTA.- Me agradaría que usted definiera si considera a su poesía un acto de
amor antes que un hecho estético o una actitud individualista. (El poeta cabecea como si
hubiese entendido.)
POETA.-
Bueno sobre política
Jesús
sobre política
mi bisabuelo que era liberal
espiaba a las criadas en el baño
mi abuelo el reaccionario
extraviaba las llaves de sus deudas
mi padre el comunista
compraba hectáreas con un gesto de asco
yo soy poeta
Señores:y usted debe saber que los poetas
Vivimos a la vuelta de este mundo
Claro que usted quizá no tenga tiempo
Para tener paciencia
Pero debe conocer que en el fondo
Yo no creo en la política.
(El poeta sonríe paternalmente. El periodista se acerca a la novelista.)
PERIODISTA.- ¿A quién admira?
NOVELISTA.- A Borges, al general Paz, a Leguisamo… ¡A tanta gente! Sobre todo
cuando estoy en el exterior. ¡Soy tan chauvinista! Cuando estoy fuera de la Argentina soy
insoportable. Una vez, al venir de las carreras en Nueva Cork encontré a un taxista argentino. El
no sabía que yo también. Bueno, durante el viaje estuvo todo el tiempo cantando Mi Buenos
Querido… ¡Pero, cómo me olvidaba! A Gardel lo admiro; lo adoro. Y a Sarmiento, por encima
de todo. Y me fascina Cassius Clay.
PERIODISTA.- ¿Lo conoce?
NOVELISTA.- Lo vi un día en Nueva Cork. Cuando subió al ring lo silbaron, lo querían
linchar. Lo odian.
PERIODISTA.- ¿Por qué?
NOVELISTA.- Porque es antiamericano, es de los musulmanes negros y se hace el
retardado para no hacer el servicio militar en Vietnam. Me fascina. Y él goza con ese odio, se
burla de todos. Subió al ring vestido de rojo, con un smocking rojo. Es un negro buenmocísimo.
Soy muy nacionalista yo. (El periodista corre hacia el poeta que ha asumido una pose
patriarcal.)
PERIODISTA.- Perdone que roce el linde de su intimidad, pero su poesía, ¿está regida
–como en algunos ilustres casos- por alguna experiencia sentimental? (El poeta cabecea y
sonríe antes de contestar.)
POETA.-
Por supuesto el estilo
qué pienso del estilo
una cosa espontánea que e va haciendo sola
siempre escribí en la cama
mucho mejor que en los ferrocarriles
qué más puedo agregar
ah domino el sinónimo
módico exiguo corto insuficiente
siempre escribo pensando en el futuro
pero el futuro
se quedó sin magia
me olvidaba que usted
ya sabe que en el fondo
yo no creo en el estilo.
(El periodista se encamina hacia la novelista.)
NOVELISTA.- Soy tan nacionalista que si me llego a cruzar en las calles de Nueva
Cork con algún postulante del pacto, corro a abrazarlo.
PERIODISTA.- ¿Y se lo cruzó?
NOVELISTA.- No, qué lástima, ¿no le parece? Pero no importa, en Nueva Cork se ven
otras cosas muy interesantes.
PERIODISTA.- ¿Por ejemplo?
NOVELISTA.- La moda. Me encanta entrar en una gran tienda norteameicana. Acá
tenemos un gusto sensacional.. un gran refinamiento, pero las grandes tiendas están en Estados
Unidos o en Europa. También vi a los duques de Windsor. Eduardo, ¿se acuerda?= el que dejó el
reino de Inglaterra para casarse con una plebeya… ¡Los miré con una curiosidad!
PERIODISTA.- ¿Por qué?
NOVELISTA.- Los miré fijo para entender. Se dice que él renunció a todo por amor.
Más bien pienso que eligió el confort de no ser rey y salvarse de la guillotina.
PERIODISTA.- (Extrañado.) ¿De la guillotina?
NOVELISTA.- (Obvio.) Claro. Todos los reyes terminan así, ¿no le parece? Incluso los
de Gran Bretaña.
PERIODISTA.- ¿Tiene alguna idea definida sobre el amor
NOVELISTA.- Tiene que ser absolutamente monogámico. Es el único. En la India, un
hombre se había enamorado de su chiva y la llevaba al cine… Eso también es amor. Vea, que
sea de cualquier tipo, pero monogámico.
PERIODISTA.- ¿Y el sexo?
NOVELISTA.- Bueno… (Saliendo del paso.) Leí un artículo de León Rozithner sobre
el sexo como problema burgués.
PERIODISTA.- Pero usted, ¿qué piensa?
NOVELISTA.- (Escapando.) Yo estoy absolutamente de acuerdo con él. Lo burgués no
me interesa más.
PERIODISTA.- (Luego de una pausa, con mirada despectiva.) Usted es bastante snob.
NOVELISTA.- Terriblemente snob. Me doy cuenta. Pero tomar el té en la Plaza ¡me
inspira tanto! O comer pizza en Los Inmortales, que también es tan snob. Lo que pasa es que
soy muy burguesa.
PERIODISTA.- ¿No dijo que lo burgués no le interesaba?
NOVELISTA.- Sí, claro, no me interesa. No me interesa para nada. Lo que pasa es que
cuando debo elegir entre la libertad y la justicia elijo, por autodefensa, el país de la libertad. Me
espanta ser así. Como intelectual es tremendo, ¿no? Mi fuente de inspiración viene de tomar el
té en la Plaza y no de la incomodidad de un ómnibus en Avellaneda. ¿Qué voy a hacer? (El
periodista va hacia el poeta.)
PERIODISTA.- ¿Usted cree que su poesía conduce a algo… que indica un camino a
seguir en nuestra literatura? (El poeta cabecea y se restrega las manos pausadamente.)
POETA.-
El amor
ah caramba
el amor
por lo pronto me gusta
la mujer
bueno fuera
el alma
el corazón
sobre todo las piernas
poder alzar lamano
y encontrarla a la izquierda
tranquila
o intranquila
sonriendo desde el pozo
de su última modorra
o mirando mirando
como a veces se mira
un rato antes del beso
después de todo
usted y yo sabemos
que en el fondo
el amor
el amor
es una cosa seria.
(El periodista lo mira un instante y cuando ya se va a alejar el poeta lo detiene.)
Por favor
esto último
no vaya a publicarlo
(El periodista tacha algo en su libreta y el poeta agradece con una sonrisa.)
PERIODISTA.- ¿Le interesa agregar algo más? (El poeta levanta su mano patriarcal
indicando que ya es suficiente. A la novelista.) ¿Y usted?
NOVELISTA.- Sí, pero antes, por favor, asegúreme que al publicar el reportaje no
deformará mis opiniones. Ponga todo tal cual se lo fui diciendo. No me gustaría ofender a nadie
con cosas que realmente no he dicho…
PERIODISTA.- Pierda cuidado.
NOVELISTA.- Bueno, ponga que yo admiro a los norteamericanos. Son maravillosos.
Antes de conocer Estados Unidos odiaba a los turista yanquis porque son antiestéticos, los
operan de cáncer y viven cien años, usan lentejuelas, las viejas se visten como nenas… Pero
cuando conocí al pueblo norteamericano… qué maravilla. Los norteamericanos quieren llegar al
poder total por medio de la destrucción del enemigo. Como las historias de los self made man,
que suben a costa de los demás. Una maravilla. Diga también que nunca odié tanto a alguien
como a ese argentino que sorprendí en Nueva York cuando renunciaba a su ciudadanía. Me
acerqué y le pregunté ¿por qué hacía eso?
PERIODISTA.- ¿Y qué le dijo?
NOVELISTA.- Que en la Argentina no se podía vivir, que los teléfonos no andan y las
calles están llenas de baches, que no se gana plata… Claro, allá tenía un restorán. ¡quejarse de
los baches, fíjese! Como si en Nueva Cork las calles fueran mejores; cuando Neiva no puede
pasar nadie y se paraliza el tránsito… y los domingos, la basura en la calle. Es inútil. Como
decía Sarmiento: lo peor que tenemos en la Argentina son los Argentinos. (Pausa.) Pero es lo
único que tenemos.
PERIODISTA.- (Hastiado.) Así es, señora. Hasta que no se demuestre lo contrario.
(Termina el reportaje mientras los escritores se saludan y el periodista lía resignadamente sus
petates.)

APAGÓN

_________

LA MUSA ROTONDA

(A oscuras óyense los gritos de una múltiple discusión. Cuando las luces se encienden vemos
que se trata de los integrantes de una mesa redonda que discuten entre sí.)

INGENIERO.- Señores, ¡por favor!


SEÑORITA.- Calma, Mon Dieu, ¡calma!
ANALISTA.- ¡La discusión a nada conduce!
INGENIERO.- Silencio, ¡por favor! (Todos se calman paulatinamente.)
ANALISTA.- Hasta ahora este debate había mantenido un nivel ejemplar…
INGENIERO.- Señores panelista, por favor, resumamos en breves palabras nuestras
conclusiones, objeciones y postulados sobre el tema que nos ocupa…
SEÑORITA.- ¡Muy bien!
INGENIERO.- Es innegable, obvio, evidente, seguro, cierto, que es necesaria una tarea
previa, anterior, anticipada. Hay que indagar, averiguar, pesquizar, inquirir, escudriñar… todo lo
que sea irrazonable, disparatado, ilógico, absurdo, insensato, irracional, falso y desatinado en
todo esto. Soy poco amigo de cambios, mudanzas, mutaciones, que corten, arranquen, mutilen,
cercenen o trunquen la condición masiva de turba. Del vulgo, digo. De la plebe, Quero decir…
Del pueblo, más bien. Eso, del pueblo quise decir… (Respira.) Y ahora la escuchamos a usted,
señorita.
SEÑORITA.- Como ya dije antes, mi experiencia europea, troppo lunga e un tanto
cattiva, pero ésas son cosas mías, me autoriza a enfocar el tema desde un plano molto sémplice
anche appasionnatto… Y que perdonen the argentine women, of course, tan propensas a…
¿Cómo se dice en castellano? Bueno, no importa. Desde Europa comencé a entender alors que
la fréquence des activites érotiques diminue du travailleur Manuel au salarié bureaucrate, elle
remonte, dépasse celle du premier et s’égale à celle de la pègrue ete conditionnée par unique
facteur: le loisir. Fíjense qué cosa; es algo que realmente me apasiona. (Hay una pausa porque
nadie sabe si ha terminado o no.) I am… ho finito. ¡Finís! ¡Terminé!
INGENIERO.- Muy bien, muy bien. Y ahora usted, doctora, si es tan amable…
Escuchamos su resumen.
ANALISTA.- Ocurre que aquí se evidencian las tensiones destructivas del super yo
arcaico que provocan el splitting masivo; la angustia de muerte invade el yo que se defiende y
niega. ¡Niega! ¡Claro, se acerca la salida, el gran paso; el gran trauma de nacimiento!
INGENIERO.- ¡Eso no es ningún descubrimiento, hallazgo, encuentro, invención!...
ANALISTA.- Pero, ¡por favor! Todos ustedes proyectan las partes splittadas reviviendo
lo más oscuro del Ello primitivo. La introyección del pecho bueno…
SEÑORITA.- ¿Cosa?
INGENIERO.- ¿Cómo dijo?
PATRICOTA.- Pornografía no; ¡por favor!
ANALISTA.-La introyección del pecho bueno… Ese asunto del … bueno, de los
negociados, el contrabando, y esas cosas… Como decía, el pecho bueno, a través de
identificaciones foráneas, digo parentales, hacen necesario que rompamos idealizaciones
golpistas, digo ancestrales, y asumamos de una vez roles adultods que reflejen la integración de
las instancias escindidas. Nada más.
INGENIERO.- Muy brillante síntesis, doctora, gracias. Le toca el turno a usted señor
Patricota. (Patricota está dormido.) ¡Sr. Patricota!
SEÑORITA.- Patricota, ¡iujú! ¡Lui sei sanco, povereto!...
INGENIERO.- ¡Se durmió!
ANALISTA.- Déjendlo dormir; el sueño es el gran proveedor de nuestra profesión.
(Patricota despierta unos segundos antes.)
PATRICOTA.- Lo que sapa es que estoy bastante estufo con tanto chamuyo fule. Casi
me viene el apoliyo porque se menefrega una gaita que haya deschave tupido… Es al bardo el
escolaso si no hay taitas con carpeta que le hagan la pulisa a los froilanes con linusa en la
sabiola… Tantovichenzo junto me esgunfia; tanta garaba compadre y cafaña me biabea la
busarda.
INGENIERO.- Pero estimado, atentísimo…
SEÑORITA.- ¡C’est salaud!
ANALISTA.- ¡Ahí está! ¡Ahí salió su simbiosis psicopática!
PATRICOTA.- ¿Simpática yo?
INGENIERO.- ¡Calma señores!... Dejémosle redondear su enfoque. Dejémosle
terminar.
PATRICOTA.- (Componiéndose.) Isolina catriel, con los chantapufis que enchalan
chamuyando… Porque cuando hay que amasijarse, chau; chapan el bondi y, fiambres de pavura,
se entierran en un buraco. (Música. De pronto comienza a oírse el paso de los aviones.
Estruendo de bombas; tableteo de ametetralladoras. Los panelistas se detienen consternados se
miran unos con otros, anhelantes.)
INGENIERO.- (Con pánico.) Parece que estalló una crisis, un golpe, una revolución…
¡Una guerra!
SEÑORITA.- (Ídem.) ¡Mon Dieu! ¡En Europa hay refugios, por lo menos!...
ANALISTA.- En este caso, son las tensiones fanáticas… (Rompe a llorar.) ¡Mamá!...
INGENIERO.- Propongo que analicemos esta nueva situación desde un ángulo más
favorable… (Poniéndose impensadamente de acuerdo, se lanzan todos debajo de la mesa. Se
disputan bravamente cada sitio. Vuelve a escucharse el bombardeo ahora con mayor
intensidad. La luz desciende lentamente.)

APAGÓN

_________

EL COSITO

(La escena vacía. Se oye la voz de mamá.)

MAMÁ.- ¡Nena! (Pausa.) ¡Nena! (Mamá entra desde un costado restregándose las
manos en su delantal.) ¡Nena! (Reacciona como si hubiera recordado algo. Se encamina hacia
el otro costado de donde vino y como si hablara hacia fuera.) ¡Nena!... Hola, ¿cómo está
Roberto?... Perdone, pero ya está por llegar papá, ¿sabe? Tenés que poner la mesa, nena. (Seca.)
Perdona, Roberto, pero usted comprende, ¿no? (Marcando.) Hasta mañana, hijo. (Se queda un
tiempo en la posición, como vigilando la que debe ser casta despedida de los novios. Enseguida
entra la hija pasando al lado suyo.)
HIJA.- Ufa, mamá… ¿No podíamos un ratito más?...
MAMÁ.- Son las ocho y está por llegar tu padre. Ya sabés que no le gusta encontrar a
ese chico en la puerta.
HIJA.- Si no hacemos nada.
MAMÁ.- Aunque tejieran; no importa. A tu padre no le gusta y ya está. El pobre viene
cansado y encima…
HIJA.- ¡Cansado! Lo decís como si fuera el único que se cansa en esta casa.
MAMÁ.- Pero sos una desalmada. ¡Ya ni el cansancio de tu padre respetás!
HIJA.- Pero mamá, por favor… Qué va a estar cansado. Si un tipo cuando llega a jefe
ya no se cansa más…
MAMÁ.- ¿No te da vergüenza decirle tipo a tu padre?
HIJA.- Me da vergüenza decirle jefe.
MAMÁ.- ¿Jefe de familia?
HIJA.- Jefe de Personal. Como me decía Roberto recién: “vos sos una máquina para tu
viejo. La máquina-hija: por ahora producís novios-problemas. Y él quiere que factures maridos-
solución y nietos-esperanzas”.
MAMÁ.- ¿Eso dijo?
HIJA.- Y dijo también qué le va a decir el día que nos pesque en la puerta.
MAMÁ.- ¿Qué le va a decir?
HIJA.- Que el zaguán es una zona neutral y que no tiene ningún derecho adquirido
sobre ella.
MAMÁ.- (Horrorizada.) ¡Ese chico es comunista! (Entra papá. Rostro desencajado.)
Hola viejo, ¿cómo estás?
PAPÁ.- Bien, bien. (Se besan mecánicamente. Lo propio con la hija.)
MAMÁ.- En un minuto está la comida.
PAPÁ.- (Sin voz casi.) Bueno. (Mamá e hija salen hacia la cocina. Papá se
restriega la frente como si la tuviera dolorida. Se encuentra algo. Se acerca a un espejo
a observarse. Mamá entra nuevamente.)
MAMÁ.- ¿Mucho trabajo, querido?
PAPÁ.- (Sin abandonar el espejo.) Como siempre.
MAMÁ.- (Observándolo.) ¿Te pasa algo?
PAPÁ.- (Dejando el espejo.) Me estaba mirando. Me salió como un cosito acá.
MAMÁ.- ¿Un cosito?
PAPÁ.- Sí, acá. (Se señala la frente.)
MAMÁ.- (Restándole importancia.) Ah, será del estómago.
PAPÁ.- (Malhumorado.) La mala sangre que me hago.
MAMÁ.- Es que vos te tomás el trabajo muy a pecho.
PAPÁ.- Hay veces que no tengo más remedio… Como hoy, por ejemplo.
MAMÁ.- ¿Qué pasó?
PAPÁ.- Explotó lo de Gutiérrez. Ya se veía venir.
MAMÁ.- ¿Gutiérrez? ¿Cuál, el de los trillizos?
PAPÁ.- Sí, ese.
MAMÁ.- ¿Qué le pasó?
PAPÁ.- Lo echaron. El viejo Farutti me mandó ponerle el telegrama.
MAMÁ.- Pobre hombre. Con tanta familia…
PAPÁ.- Yo no pude hacer nada por él… Cuando el Viejo se pone así… (Entra la
hija.)
HIJA.- Ya está puesta la mesa, mamá.
MAMÁ.- (Sin moverse.) Bueno, ya vamos.
PAPÁ.- (En lo suyo.) Imaginate la mala sangre que me hice. Toda la mañana
dando vueltas con ese asunto. Y de golpe, sentí como un pinchazo y me salió lechosito
este.
HIJA.- ¿Qué cosito?
MAMÁ.- Un cosito que dice que le salió.
HIJA.- A ver ¿Adónde?
PAPÁ.- (Obvio.) Acá, ¿no lo ves? (La hija se acerca y lo observa.)Y el tarado
ese de Gutiérrez todavía me echa la culpa a mí.
HIJA.- Ahí no tenés ningún cosito.
PAPÁ.- Cómo que no. Fijate bien.
HIJA.- En la frente decís vos.
PAPÁ.- Claro.
MAMÁ.- ¿Y por qué te echa la culpa a vos?
PAPÁ.- Por los partes.
HIJA.- ¿Qué partes?
PAPÁ.- Los partes diarios, las novedades, las llegadas tarde, los faltazos y esas
cosas… ¿Qué culpa tengo yo que él llegara tarde todos los días? Dice que yo se la tenía
jurada. ¡Pero fijate un poco!
HIJA.- Disculpame pero acá no tenés nada.
PAPÁ.- (Embalado.) Pero hija, si yo me lo toco. Mirá.
MAMÁ.- ¿Donde está ese coloradito, decís?
PAPÁ.- (Asustado.) Ah, ¿ya se me puso colorado? (Intenta correrse hacia el
espejo.)
HIJA.- Quedate quieto, ¿querés?
PAPÁ.- No, dejame que me lo quiero ver…
MAMÁ.- Pero dejá que te lo veamos nosotras primero.
HIJA.- ¿Tuviste que echarlo?
PAPÁ.- (Ofendido.) Yo no. El que lo echó fue el viejo Farutti.
MAMÁ.- De tanto rascarse.
PAPÁ.- No, trabajar, trabajaba…
MAMÁ.- No, digo que esto está colorado de tanto rascarse…
PAPÁ.- Las llegadas tarde lo mataron.
HIJA.- Acá no hay ningún cosito, papá.
MAMÁ.- La nena tiene razón, Benigno. A vos te parece.
PAPÁ.- ¡Qué me parece ni qué ocho cuartos! ¡Si yo lo siento! (Le revisan la
cabeza como si lo estuvieran expulgando.) ¡Eh, che, despacito que me duele!
(Masticando su rabia.) Todo por culpa de ese maldito!...
HIJA.- Pero al final no dijiste por qué lo echaron…
PAPÁ.- ¿Cómo que no? ¡Por las llegadas tarde! Desde que la mujer tuvo familia,
el tipo se me descarrió… (El colmo.) ¡Tres mesesq eu no fichó un solo día a horario!
MAMÁ.- Le habrán salido llorones los trillizos.
PAPÁ.- Eso es lo que él dice. ¡Le echa el fardo a los hijos! Dice que tienen el
sueño cambiado. ¡Que él no duerme por los hijos que tienen el sueño cambiado y lloran
toda la noche!...
HIJA.- Al menos entre el pelo no tenés ningún cosito.
PAPÁ.- (Enojado.) ¡Pero hija, por favor! ¡Acá te dije! ¡Ac-á! (Se señala la
frente.)
MAMÁ.- Hay gente que no tiene vergüenza. ¡Mirá que echarle la culpa a los hijos!
PAPÁ.- Mirá, hay tipos que necesitan el látigo, la guillotina… Tres meses
aguantándolo, tapándolo… Hasta que al final me dije: estás haciendo el papel de
estúpido, Benigno. Gutiérrez te está trabajando para chorizo. No sos el padre, sos el
Jefe… Entonces, agarré y le pasé el informe al Viejo Farutti…
MAMÁ.- Hiciste bien.
PAPÁ.- ¡Es mi obligación! ¡Para eso me paga!
MAMÁ.- Por supuesto, Benigno. No podías hacer otra cosa. La culpa es de él que no
supo cuidar su trabajo.
PAPÁ.- ¡Yo no me voy a comprometer por ningún inconciente!
MAMÁ.- ¡Claro! (Pausa.) La pena que ahora se las va a ver negras con tanto chico…
PAPÁ.- (En un arrebato.) ¡Que se joda! ¡Así aprende! K(La hija da un respingo
y dice triunfante.)
HIJA.- ¡Aquí está, papá! ¡Acá tenés el cosito!

APAGÓN
_________

VACACIONES

(En un costado de escena está sentado iluminado por un spot blanco.)

PROCOPIO.- Mecachendié, a lo último estaba pasando por tarado. Ya soy bastante


grandecito, ¿no? No respetaba nada la cosa esa. Un día estaba refrescándome los pieses en la
orillita nomás, mientras la petiza y el pibe se remojaban sentados en el agua unos metros más
allá, cuando de reojo fiché a la fulana que venía caminando del lado del muelle acompañada de
una amigota. Ella como siempre, muy bien, con su bikini a cuadritos. Tocado en mi amor
propio, encogí el diafragma y saqué a pasear los bíceps, tanto como para demostrar que uno
también tiene su contrabandito escabullido... a la amiga ni la ví: era un pejerrey con pelo al lado
de ella. Fijate lo que pasó: ella y el pejerrey llegaron junto a mí y ahí, pero justo ahí eh, se
paran. A cincuenta centímetros o menos todavía. Dándose dique con los omóplatos llenos de
pecas y la injusticia de una perfección tan bien distribuída... la tenía ahí, al alcance del más
tímido de los mordiscones. Pero me quedé en la horma, quietito, como el inspector de aduanas
frente a las valijas del embajador. Entonces la antropófaga le dijo al pejerrey: estoy muerta che;
¿Nos damos un golpe de agua?... El pejerrey contestó jirijuji, mientras se sacaba un banlón azúl
que al padre le debía quedar fenómeno. Se corrieron un paso e hicieron un montoncito con sus
pilchas, entonces ella me miró pícaramente y sacando una sonrisa como de una polvera, me
dijo: ¿Nos cuida un cachito la ropa plis? A mí se me cayeron los bíceps hasta los talones. Yo le
dije que sí, que como no, que no faltaba más. Sin darme ni las gracias corrieron hasta el mar.
Ahí dejé de verlas... Es que queda fulero andar con lentes en la playa, es como jugar al poker
con escafandra... Pero ahí no empezó la cosa. Empezó cuando llegamos a la playa con la petisa
y el pibe después de un año de fatigar pagarés y órdenes de compra. Cuando la vi por primera
vez, bikini a cuadritos celestes de por medio, ella ya tenía ese bronceado canchero que inhibe
tanto a los que como uno, llega lechosos, blancuzcos bah. Se conoce que estaba veraneando por
lo menos desde que dejó el biberón, porque ese tono que ella tenía vos lo conseguís únicamente
si te das una biaba de panquei o sos sobrino de Sammy Davis. Me acuerdo que le dije a la petisa
aquél día; “Qué lindo bronceado que tiene esa chica ¿no?” tanto como para justificar la fichada.
“¿Quién?... ¿esa?... No tiene cuerpo para bikini” sentenció la petisa con su objetiva mala leche
habitual. Y claro que no tiene cuerpo para bikiini. El merengue ya se veía venir. Porque después,
inmediatamente después, ella empezó el jueguito: pasadas lentas, como de vedette, miradas
socarronas, pelotazos arteros y risitas disculponas. Chapuzones cercanos, bikini mojada.... En
fin qué querés que te diga, el asunto tuvo una antesala bárbara. Porque no sé si entendés: todo
fue prefabricado para mí, yo era el destinatario de la cosa, el único espectador de esa película
era papito. Y qué estado maravilloso. Qué lindo bienestar. Es como si de golpe, al sacarte la
espuma frente al espejo, te afeitaras cuatro o cinco años de corretaje. Todo cambia, la vida es
distinta... te juro que tenía una contenteza delirante. Sabés lo lindo que es (no se como la petisa
no se dio cuenta). Lo lindo que es encontrar que la tira de asado que tenés en el plato tiene
puesta una linda bikini a cuadritos celeste... Pero lo que pasó después ya fue el acabose, la
acción más certera de provocación que puede haber... Resulta que, como hacía todos los días en
admirable contracción al régimen salí a caminar por la playa ni bien terminé de comer. La petisa
y el nene se quedaron durmiendo la siesta. El sol picaba de lo lindo y en las playas céntricas no
había casi nadie. Despacito enderecé por el lado del faro. No sé cuanto caminé: veinte o treinta
cuadras, no sé. Lo que si recuerdo que mojé el gorrito dos o tres veces en el mar, para que el sol
no me recalentara el parasimpático. A medida que avanzaba, aquello se iba convirtiendo en un
desierto: médanos, arena, agua, arena, arena... Seguí caminando hasta que el sol me achicharró:
sudaba tinta: el mar me llamaba a gritos. Pensé en la digestión, pero igual decidí meterme: no
daba más del calor. Me saqué la camisa y gorrito y me metí. Que fresquita estaba... dos o tres
zambullidas abajo de la ola, la planchita... y paré de contar: esa es toda la colección de
conocimientos acuáticos que tengo. De pronto entre ola y ola creo ver a allí a lo lejos algo así
como una pelota que flotaba. Para el pibe, pensé. Agucé mis Lutz Ferrando para no perderle
pisadas... fui siguiendo su trayectoria caminando por la orilla. Cuando la vi bastante cerca, unos
cinco metros diría yo me metí de nuevo... ¿Y querés creer que recién ahí me di cuenta que no
era una pelota?... Claro que no. Era un gorro de baño amarillo abajo del cual venía una persona
nadando... hizo a tres metros míos. Venía cansada, boqueando, y entonces fue que la descubrí:
era ella, la de la bikini a cuadritos celestes. Ni siquiera sé como me di cuenta, porque venía sin
la bikini a cuadritos celestes. Yo pensé... que se yo lo que pensé... Me miró, una pequeña sonrisa
y se quito el gorro amarillo y cadenciosa, majestuosamente empezó a caminar saliendo del agua,
sin dispensarme siquiera la sencillez de una turbación. Eso fue lo que más me impresionó: no se
sentía en falta... estaba desnuda y como si tal cosa. Con los ojos que se me salían de las órbitas,
seguí su camino con la mirada. Quebró la línea del agua y, sin apurar el paso, continuó
caminando derechamente hacia los médanos. Felinamente trepó a un médano y desapareció tras
él como si nada...
En realidad, las acusaciones son tres: violación, corrupción y desacato. Seis años, más
de eso no. Ya me lo dijo el abogado. Y con buena conducta, a los cuatro estoy afuera. Eso es lo
que él dijo. Todavía falta el dictamen del juez, después viene la apelación y recién te bajan la
caña. Yo sé que si el juez puede me la va a dar sin asco... cada vez que me ve, frunce la cara y
pone los ojos chiquitos como los gatos. La petisa, pobre, le tiene un miedo bárbaro. Ella quiere
que yo salga: dice que me perdona todo, que hay que seguir adelante, que lo hagamos por el
nene. Es de quebracho la petisa. ¿Ves? esta también es una forma de conocer a la gente, y a uno
mismo. Porque al menos así uno ya sabe como es. Se conoce bien a fondo. No vive engañado.
Eso.

APAGÓN
_________

VOLATINEROS

(Un hombre avanza haciendo equilibrio sobre una línea imaginaria tendida largo a largo por el
escenario.)

UNO.- Cuando era chico, papá me dijo: “Ojo, usté, ya sabe: ni chorro, ni vigilante, ni
marica!” Un libro abierto el viejo. Tipo de pocas palabras, esa fue la única vez en que me dio un
consejo. Pero me sacó un hombre hecho y derecho, y eso es importante. Estoy de socio en su
fábrica; vivimos en un chalet que tiene en Martínez y aunque a mí me gusta el mar, pasamos
unos veraneosbárbaros en la estancia. En el campo me divierto como un loco; ando con el coche
todo el día, porque allí es el único lugar dónde me deja manejar... (Cundo llega al centro hay
una flecha de tránsito que indica el sentido contrario al que viene. Se detiene. Duda. No sabe
que hacer. Se pone a llorar.)

APAGÓN

(Una Niña y su Madre avanzan haciendo equilibrio desde puntos equidistantes.)

MADRE.- ¿Quién era esa chica que vino ayer a casa?


NIÑA.- Una compañera de colegio. Vino a buscar un tratado de sexología que quedé en
prestarle.
MADRE.- ¡Ah!
NIÑA.- Anda con problemas, pobre.
MADRE.- ¿Qué le pasa?
NIÑA.- Tiene cuatro hijos.
MADRE.- ¿Cómo?
NIÑA.- Cuatro hijos.
MADRE.- ¡Pero si es una chiquilina!
NIÑA.- Aja, dieciocho años.
MADRE.- ¿Y la familia?
NIÑA.- ¿Qué pasa con la familia? Ella es una hija modelo... Sólo que no se priva de
nada.
MADRE.- Ya lo veo. ¿Pero sus padres no le dijeron nada?
NIÑA.- Sus padres nunca supieron lo de los cuatro hijos. (Pausa.) Sólo se enteraron del
primero...

APAGÓN

(Una pareja avanza uno tras otro desde un lado.)

ELLA.- Yo te hablé de Ricardo, mi novio, ¿no es cierto?


ÉL.- Sí.
ELLA.- Bueno; resulta que es judío.
ÉL.- (Mordaz.) ¿En qué lo notaste?
ELLA.- No hagas chistes malos, che. Con él no me acuesto. De él estoy enamorada...
Oíme una cosa: ¿vos te casarías con judío?...
ÉL.- ¿Yo?... ¡No!
ELLA.- ¿Por qué? ¿Vos también odiás a los judíos?
ÉL.- Al contrario, me divierten; tengo muchos amigos que lo son.
ELLA.- Entonces, ¿por qué decías que no tengo que casarme con un judío?
ÉL.- No sé. No tengo razones precisas. Tal vez porque te hará hijos judíos; lo que te va a
fastidiar. Porque todas las mañanas te vas a dar cuenta que tus hijos tienen cara de judíos. Y
cuando te pase eso ya no podrás seguir acostándote conmigo...
ELLA.- ¿Por qué?
ÉL.- ¡Porque no puedo soportar a los antisemitas!

APAGÓN

(Dos afeminados parten desde el centro hacia ambos lados.)

UNO.- ¡No sé qué hacer! Si dirigir una sinfonía, pintar un cuadro, escribir un poema o
sacar una fotografía...
OTRO.- ¿Por qué no organizás un happening?
UNO.- Lo estuve pensando; pero están tan fuera de onda ¡Son tan aburridos!
OTRO.- ¿Por qué no inventás algo?
UNO.- Ya me liberé de esa ansiedad, inventé una máquina que sopla viento, vomita
agua coloreada, guiña luces, esparce humo, eructa delicadamente y tiene un piquito
lanzaperfume que orina destrabalenguas en francés.
OTRO.- ¡Qué bueno!
UNO.- Pero fue una experiencia alienante.
OTRO.- ¿Por qué, oye, dí?
UNO.- Era un aparato amorfo. Cuando lo terminé no pude descifrar a qué sexo
pertenecía... ¡Me frustró tanto!
OTRO.- ¡Qué horror!

APAGÓN

_________

EL INCONTENIBLE ASCENSO DE
BIENVENIDO CUI

(Salen uno y dos bailando la introducción.)


UNO.-
DOS.- (A coro.)
Atención con este cuento
que les mostramos aquí
esta fábula inventada
y verdadera
con la carrera
de Bienvenido Cui.
UNO.- (Hablando.)
Véala transcurrir
con cierto distanciamiento
esa es la clave
y no miento,
pues si llora o se emociona
una sola, sola vez
todo se desmorona
y al diablo la teoría
que inventó el petiso Brecht.
DOS.- (Hablando.)
Atenti con este fato
del incontenible ascenso
porque viene con segunda.
UNO.-
DOS.- (A coro.)
Vea cómo Bienvenido
empezando desde abajo
sin prisa, pero de apuro,
llegó de poco hasta mucho
y eso que sólo era ducho
en escaparle al laburo.
UNO.- (Hablando.)
Hábil fue, quién lo duda
y simpático y astuto...

DOS.- (Hablando.)
... y supo llegar arriba
trampeando sin estatuto.
UNO.- (Hablando.)
Esto ocurrió ayer
y mañana
si la historia no me falla
y la vista no me engaña
UNO.-
DOS.- (Cantando.)
Hombres así hay montañas;
son plaga o acaso endemia...
¿Cómo aprenderás las mañas?
¿Dónde estará la academia?
DOS.- (Hablando.)
En fin.
concéntrense.
UNO.-
Quédate quieto.
DOS.-
¡Calladito!
UNO.-
Y prepárese a ver
algo macanudo.
DOS.-
Pero si tiene ganas
qué le va a hacer:
¡largue ahora ese estornudo!
(Bienvenido Cui entra estornudando. Se detiene al lado de Lasciate.)
CUI.- (Gritando.) ¡Taxi! ¡Taxi! (Se le escapa. Vuelve a estornudar
LASCIATE.- Salud.
CUI.- Gracias.
LASCIATE.- (Tímidamente.) Perdón, vos no sos... Digo, usted no es...
CUI.- (Lo mide.) ¿Nos conocemos?
LASCIATE.- ¡Claro! ¿No te acordás? Vos sos Bienvenido Cui, ¿no es cierto?...
CUI.- (No lo tiene.) Sí, pero...
LASCIATE.- Viajábamos juntos en el Roca. Yo subía en Lomas. En el de las ocho y
veintitrés...
CUI.- Ahora que lo decís...
LASCIATE.- Vos venías desde más lejos. Nos veíamos todos los días... y charlábamos
hasta Constitución...
CUI.- ¡Ah, ahora caigo!
LASCIATE.- (Estirando la diestra.) ¿Cómo estás?
CUI.- (Estrechándole de lástima.) Aquí andamos, che. A la pesca de un taxi...
LASCIATE.- No vivís más por aquel lado, ¿no?
CUI.- No. Cuando me casé, chau...
LASCIATE.- Ah, ¿te casaste?
CUI.- (Cantando.)
Estoy casado
tengo hijos
automóvil
y una casa con jardín.
Tengo amantes
la chequera
y un perrito saltarín.
A mis padres
pobres viejos
siempre atento
una casa compraré; los papeles
ya se sabe
por supuesto
a mi nombre dejaré.
Es fantástica la vida
cuando la suerte se da;
antes yo era un tirado
ahora quién me va a parar.
LASCIATE.- ¿Así que está parado?
CUI.- Tanto como parado... Se vive, nomás. Ahora, eso si; tengo unos negocitos que si
se me hacen...
LASCIATE.- ¡Mirá qué bien! Ah, escuchame, siempre me quedó la intriga: a aquella
mina, ¿no la viste más?
CUI.- ¿Qué mina?
LASCIATE.- Aquella... ¿Cómo era? La mujer del Gerente...
CUI.- (Resistiéndose a recordar.) ¿Cuál?
LASCIATE.- ¡La mujer del gerente de donde vos trabajabas... La que te laburaste por
ese asunto del ascenso...
CUI.- ¿Y a vos quién te contó eso?
LASCIATE.- ¡Vos!... ¡La tenías enloquecida! ¿Te acordás cómo nos reíamos con las
macanas que hacía la vieja por tu culpa?...
CUI.- (Mintiendo.) La verdad que no la tengo presente...
LASCIATE.- ¿Cómo no te vas a acordar si anduviste en el asunto como seis meses?...
¿Conseguiste el ascenso al final?...
CUI.- ¡Y qué sé yo! ¡Eso ya es historia antigua!... (Se oye un aire de pavana o minué
que los dos personajes bailan mientras siguen hablando.)
CUI.- ¿Pero qué pasa con los taxis?
LASCIATE.- Esta hora es maldita.
CUI.- Voy a llegar tarde.
LASCIATE.- ¿A dónde vas tan apurado? (La música cesa. Ellos recobran su actitud
normal.)
UNO.- (Cantando.)
Cuando voy a buscar agua
me gusta quedarme un rato
haciendo cantar las ranas
para que bailen los sapos.
CUI.- (Cantando.)
Unos trámites,
sabés,
rapidito, rapidito,
porque tengo un asuntito
que liquidar.
En Montevideo
Sabés,
Me tiro unos tiritos
Con un regio fatito
Que me supe trabajar.
LASCIATE.- ¿En Montevideo? ¡Vos sí que te das tus ricos gustos!
CUI.- Pero ando tan ocupado que no sé si voy a poder ir.
LASCIATE.- ¡Cómo no vas a ir! ¿Y te vas a perder una papa semejante?
CUI.- Por esos líos que te ponen para viajar...
LASCIATE.- ¿Líos? Para viajar a Montevideo, ¿líos?
CUI.- ¿Pero cómo? ¿No sabés que hay que vacunarse?
LASCIATE.- ¿Y con eso qué hay?
CUI.- ¡Pero querido! ¿A vos te parece justo que para tirarse una canita al aire, tengas
que vacunarte? ¡Yo voy a un hotel, no a una escuela!... Después de tres días de caluroso
romanticismo, no le voy a salir a la fulana conque tiene que vacunarse... ¡A ver si se me enfría!
LASCIATE.- Bueno, por ese lado tenés razón.
CUI.- Por eso ando buscando la manera de conseguir la papeleta sin pasar por el tajito...
LASCIATE.- (Servicial.) bueno, a lo mejor eso yo te lo puedo arreglar... (Bienvenido se
vuelve a mirarlo con atención.
CUI.- (Cantando.)
La rana le dijo al sapo
andate de aquí, cargoso
y va el sapo y le contesta:
cargoso pero buen mozo.
CUI.- Así que vos...
LASCIATE.- A lo mejor te lo puedo arreglar...
CUI.- ¿De qué manera?
LASCIATE.- Y... yo todavía sigo en el Ministerio, sabés...
CUI.- (Casi con asco.) Ah, ¿vos todavía estás allá?
LASCIATE.- (Orgulloso.) Ya soy segundo Jefe de sección. ¡En solo 17 años!
CUI.- (Adulón.) Ah, zorrito; te la tenías guardada, eh ¡Flor de carrerón!
LASCIATE.- (Halagado.) Es que soy muy cabeza dura. Cuando yo me propongo sigo...
UNO.- (Cantando.)
Yo vide un sapo volar
arriba de una laguna.
Vino el pato y se asombró
de verlo volar sin plumas.
CUI.- (Abrazándolo.) Muy bien, viejito, ¡así me gusta! Ahora escuchame: ¿Cómo era
que te llamabas?
LASCIATE.- Próspero. Próspero Lasciate.
CUI.- ¡Lasciate! ¡Pero claro, hombre! Lasciate. Bueno, escuchame: ¿entonces vos me
podés solucionar este asuntito?
LASCIATE.- (Cantando.)
Como si fueras mi hermano
andá y velo a Reboredo
que si no te da una mano
seguro que te da un dedo.
Reboredo tiene banca
y si ahora no se manca
te consigue la vacuna.
Y al tirarte los tiritos
acordate de Lasciate,
que aunque no le importa un pito
te cebó este lindo mate.
Reboredo tiene banca
y si no se manca
te consigue la vacuna.
(Bienvenido y Lasciate salen de escena.)
DOS.- (Cantando.)
De las aves que vuelan
me gusta el sapo
porque es petiso y gordo
panzón y ñato.
(Reboredo entra con la escalera en cuyo último peldaño se sentará como si se tratara de su
oficina.)
UNO.-
DOS.- (Cantando.)
Aquí abajito está Reboredo
apenas un subalterno
del Director General.
Y Bienvenido ya le ha pedido
que se le otorgue
un favor muy especial
y espera que el hombrecito
entregue
de la vacuna la credencial
¡Craso error el suyo!
Credencial no habrá
pero sí chanchullo
como se verá.
Con Bienvenido no hay caso
porque aunque no lo parece
cuando la garra le crece
está listo para el zarpazo.
Por la mañanas
de enero a enero
le amanecen la uñas
sobre los dedos.
(Entra Bienvenido y se encara con Reboredo.)
REBOREDO.- Ah, sí; ya me habló Lasciate. Vea, yo se lo podría hacer... ¡Es una
pavada! Pero usted sabe, no deja de ser un compromiso. No es que me falte la voluntad...
CUI.- No es cuestión de voluntad; es un problema de mecanismo. Usted piense que
vengo solamente por un certificado de vacuna internacional... que no es nada. Pero pongamos
por caso que viniese a presentar un ante-proyecto de racionalización, democratización y
perfeccionamiento de la superestructura de los Entes burocráticos regenteados a través de las
células impositivas embargables... (Lo deja caer.) Eh; ¿qué pasaría?
REBOREDO.- (De una pieza.) En ese caso... Claro, ya sería... Bueno, ve, eso ya es un
asunto que escapa a mis posibilidades y funciones. Mire, yo... yo le aconsejo que por ese
proyecto lo vea directamente al Director General...
CUI.- Y claro, mijo, ¡esto es lo que estoy viendo!... (Haciéndose dueño de la situación.)
Vea, hagamos una cosita: llámelo al Director General y dígale que quiero verlo... Pero, ¡ya!
¡Inmediatamente!; que no tengo tiempo que perder. Usted consígame la audiencia y va a ver
cómo arreglamos este asunto...
UNO.- (Cantando.)
Para subir al cielo
se necesita
una escalera larga
y otra chiquita.
DOS.- (Cantando.)
Quisiera pasar el río
encimita de un tomate
y decirle a mi changuita
ya está el agua, dame mate.
(El Director General está subido unos peldaños más arriba en la escalera. Reingresa
Bienvenido.)
DIRECTOR.- No crea que su posición acerca de este tema me es extraña: casualmente,
hace unos días, hablábamos con el Ministro. El doctor me llamó y me dijo ¿Usted qué piensa
doctor, de esta necesidad? Entonces yo le dije: doctor, creo que tengo la solución. ¡Y se la conté!
El doctor se entusiasmó y exclamó: doctor, ¡ponga manos al asunto!... (Pausa.) Ahora, claro; lo
mío era nada más que una intención... una idea que habrá que madurar, trabajarla... Y en eso
estaba, pero...
DOS.- (Cantando.)
Y al cuerpo dale de todo
Decía doña Rosario
Pero si pide trabajo
Dale todo lo contrario.
DIRECTOR.- Claro... Pero si estamos de acuerdo, mi amigo. Déjeme que yo lo hable
con el Ministro... (Bienvenido se aleja dando a entender su disconformidad.) Bueno, quiero
decir... (Corrigiéndose.)... que lo “hablemos con el Ministro. Yo me siento un poco el padre de
la criatura, pero a veces hay que pasar por sobre los mezquinos intereses personales... si se trata
de que el país reciba a corto plazo el fruto de nuestra cruzada...
CUI.- Lo admiro, doctor. Le garanto que admiro su espíritu de sacrificio. En la
conversación que tendré con el Ministro me ocuparé de volcar luz sobre su tarea, para gratificar
su perspicacia y su sentido del renunciamiento...
DIRECTOR.- Déjese de macanas, che...
CUI.- Ahora por favor, llámelo al Ministro y dígale que quiero verlos.
DOS.- (Cantando.)
En el medio de la mar
Suspiraba un elefante
Y en el suspiro decía:
P’adelante, p’adelante.
(El ministro está sentado en los peldaños más altos de a escalera. Bienvenido trepa por el otro
lado.)
CUI.- Es excesivo el mérito que usted me adjudica... No es para tanto, Ministro.
MINISTRO.- (Cordobés.) ¿Cómo que no? ¡Eso y mucho más! Ahora, que, cómo le
diría... Usted, doctor, tiene la obligación de capitalizar esa inteligencia en beneficio de más altos
fines... La política está necesitada de personalidades jóvenes y avasallantes como la suya...
UNO.- (Cantando.)
Si en tu puerta se para
un perro flaco
trátalo con cariño
que es tu retrato.
MINISTRO.- En fin, puede que usted no sea un político en el sentido tradicional de la
palabra... (Busca.) Diría más bien, que usted tiene la pasta de los estadistas, doctor...
CUI.- Favor que usted me hace.
MINISTRO.- Una personalidad químicamente pura, nacida al margen de los pactos
malolientes de comité. (Entusiasmado.) Si usted me permite, me encantaría oficiar de
introductor suyo en el mundo de la política... Nuestro presidente está necesitando de laderos
impetuosos como usted, para perpetuar la imagen pacífica y bienhechora de nuestro partido
sobre el gobierno...
UNO.-
DOS.- (Cantando.)
En la punta de aquel carro
tengo una sillita de oro
pa que se siente el perro
y la cague el loro.
CUI.- (Haciéndose el humilde.)¿Y qué quiere que haga; sino someterme a su voluntad?
MINISTRO.- ¡Eso es lo que quería oirle decir, doctor! A este proyecto que nace,
concédame que sea yo quien le ponga la firma... (Bienvenido se escarama sobre la cúspide de la
escalera. Y es provisto de banda, galera y bastón. Alguien reparte volantes. Hay cartelones:)
CORO.-
Viva nuestro Presidente
y que sea por muchos años
Bienvenido para siempre
Es mejor que los de antaño.
Bienvenido Cui es el hombre
que esperábamos ansiosos
desde enero hasta diciembre
nos mantiene victoriosos.
¡Cui, Cui, Cui!
¡No hay nadie como tí!
Cui, Cui, Cui,
¡Dejamos de sufrir!

APAGÓN

_________

EL GRITO PELADO

CANCIÓN FINAL

TODO EL ELENCO.- Grito fue el que dio al nacer


sin saberlo.
No tendrá otra ocasión
de vertelo.
Tenga fe y guárdese un resto de bondad
y si puede robe un poco de amor y sinceridad.
Grito fue y hay que buscar
repetirlo
la cosa es difícil porque un grito es rebelión
y eso es bravo si no entienden
que su grito es amor...
¡Grite amor aunque le cueste morir!...

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